Chapter 1: Shadow at the Carmilla Hotel.
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Una joven de aspecto desalineado caminaba por las pobladas y luminosas calles de una ciudad bastante grande, desconociendo verdaderamente en donde se encontraba, no era que le importaba mucho en ese momento. Las personas ocasionalmente la miraban con distintas expresiones; desagrado, sorpresa, lastima, deseo, etc… cosa que la pequeña mujer ignoraba, perdida en sus pensamientos sobre sucesos recientes que acaban de pasar.
Discutió con el necio de su jefe y dirán ¿Qué tiene eso de malo? Oh, tiene mucho de malo cuando tu jefe – y creador- es El Señor de todos los sueño y pesadillas. Ella se fue después de eso Del Ensueño, buscando espacio para si misma para pensar y relajarse, “Me iré solo un par de días” pensó, cuando salió por las puertas del reino para salir al mundo de la vigilia, un lugar donde residieron personas que le hicieron mucho daño.
Leyó el enunciado de un periódico qué estaba pegado a una vitrina, y descubrió en que parte de la tierra había llegado, Dallas, Texas. La ciudad había cambiado mucho desde la última vez que estuvo allí unos años antes de su cautiverio, todo se veía diferente y desconocido para ella.
—Claro, llevo más de un siglo fuera, no me sorprende. —Susurro, para si misma mientras seguía caminando si un rumbo fijo, observando la ciudad en el proceso.
Oscureció poco después, las calles se volvían más concurrida y más transitada por vehículos, todos era de diferentes colores y diseños, y veía como los adolescentes y adultos jóvenes saliendo a fiestas y a clubes o simplemente estaban allí hablando con su grupo de amigos. “Todo es tan diferente.” otro pensamiento la invadió, siendo consciente de gran cambio en la sociedad.
En varias tiendas donde habían televisores pasaban las noticias, la chica no pudo evitar quedarse mirando, tratando de informarse del nuevo mundo. Se entero de varias cosas, pero realmente no era cosas que a ella le importara lo suficiente, pero, hubo una noticia que si la dejo desconcertada y sorprendida de que los vampiros salieron a la luz. Claro, ella sabía de la existencias de ellos desde hace siglos, también sobre las otras criaturas sobrenaturales que vivían en el mundo. Pero, el echo de que todos los humanos estuvieran consientes de su existencia, sabiendo que muchos prefieren vivir en las sombras – al menos la mayoría- y lo cuidadosos qué son con respecto a su seguridad.
Se entero que había conflictos entre ambas especies, humanos y vampiros, los humanos se sentía vulnerables y amenazados, mientras que los vampiros aparentemente quieren tener los mismos derechos y oportunidades que los humanos, y como insistía -La representante de los vampiros- que no serían una amenaza. Decidió no meterse mucho en eso, no estaba interesada en los temas de política, solo se concentró en que los vampiros ya no estaban ocultos. Así que dejo de ver el resto del noticiero y  siguió su camino, escuchando rumores y conversaciones, analizando lo diferente que vestían las personas ahora, y dándose cuenta lo irónico que es los estilos de ropa ahora.
Inevitablemente, algunas miradas no las pudo ignorar, escuchando como un grupo de chicas adolescentes criticaban su aspecto. Claro que no estaba vistiendo como ellas en ese momento y no pudo evitar mirar su propio aspecto; Una falda larga hasta las rodillas de aspecto viejo y antiguo y un chaleco abotonado, terminando por unas zapatillas planas, en su opinión no estaba tan mal, pero comparado a como era moda ahora, pudo entender por que la miraban tanto.
Sintió pequeñas gotas de lluvia chocar contra ella, no tenía nada para cubrirse, excepto la ropa que llevaba puesta, la cual no cubría lo suficiente para no empaparse con la lluvia. Aceleró su paso, buscando un lugar donde esconderse hasta que la lluvia se detuviera, caminado apresuradamente por las calles qué se empapaba en agua poco a poco y con cuidado para no caerse y probablemente lastimarse. A lo lejos vio una gran letrero, Hotel Carmilla, leyó, luego corrió directamente hacia ahí.
Entro en el voluminoso hotel, el rojo y negro eran los colores que predominaban en el lugar. “Hotel para Vampiros” concluyó la chica al ver personas en la recepción y salones qué ella no percibía como humanas. Nadie se dio cuenta de su presencia, un favor para ella, no necesitaba que nadie se diera cuenta de ella en ese momento. Dirigiéndose a uno de los salones para alejarse y esperar a que la lluvia parara, notando uno poco concurrido, Decidió qué ese era el adecuando para esperar.
Se detuvo cuando escuchó voces al otro lado de la puerta, quiso irse, no le incumbía para nada, pero la curiosidad le termino ganando, algo le decía que se quedara y escuchara. Abriendo la puerta un poco para ver mejor, un grupo de personas, dos mujeres y tres hombres, cuatro de ellos son vampiros.
—¡No podemos esperar más! Cada minuto que pasa, Godric esta más cerca de su final. Esa comunidad de fanáticos está preparada para tirarlo al amanecer.— Bramó el del sombrero de vaquero, golpeando fuertemente la mesa con su puño.
El gran hombre rubio, su voz sonó cortante, como una hoja de acero:
—Si atacamos sin un plan, no solo perderemos a Godric, sino también a muchos otros. Nescesitamos tener una estrategia, no dejarnos dominar por los impulsos.
—Yo puedo entrar y tratar de razonar con ellos. Puedo escuchar lo que piensan, tal vez encontrar una forma de sacarlo sin violencia.— Intervino la mujer rubia, su determinación es inquebrantable.
—¿Razonar con esos locos fanáticos? —Espeto el vaquero, incrédulo. — Esa gente no entiende de razonamiento, solo odio.
En ese momento, la joven escondida sintió algo dentro de ella, una punzada inexplicable al escuchar el nombre de Godric, no conocía a este vampiro, no solía leer los libros de la biblioteca de Lucienne sobre residentes del mundo de la vigilia con frecuencia. Así que, a diferencia de Morfeo qué conocía a cada ser del mundo, ella solo conocía unos pocos. Pero, al escuchar ese nombre resonando en su mente como un antiguo eco, como si algo la impulsará a saber más.
—¿Por qué ese nombre… me esta afectado así? —Pensó, con una mezcla de confusión y fascinación.
La discusión continuó mientras la chica reflexionaba, su mente le decía que se fuera, qué buscará otro lugar a donde ir, pero su corazón e instinto la incita a quedarse, siempre confío en su instinto, así que se dejó llevar por esa opción.
Tras pasar largos minutos, El rubio vikingo finalmente volvió a hablar, con una voz cargada de autoridad:
—Nescesitamos más fuerza, alguien que pueda moverse entre las sombras sin ser detectado. Si tienen una mejor idea, díganla ahora.
La joven al permanecer tan cerca de la puerta, atenta a cada palabra dicha. La discusión en la habitación era bastante intensa y el nombre que se mencionaba era más pesado en su mente. Se inclino un poco más, para escuchar las palabras que eran dichas más bajas, apoyando su mano en la pesada puerta. Antes de poder detenerse, la fuerza de su propio movimiento hizo que esta se abriera de golpe, y ella se tropezó al interior, cayendo al suelo con un ruido sordo.
El silencio se poder de la habitación.
—Ay, por Dios… —Dijo la chica en voz alta, quedándose quieta en su lugar al ser atrapada, con todas las miradas de todos los presentes de la habitación sobre ella.
—¿Quién eres? —La pregunta salió de la alta mujer de cabello castaño, que hasta ahora no había hablado, identifico un acento español en su voz.
Sonrió nerviosa la pequeña mujer, preguntándose en que lío se había metido esta vez…
Chapter 2: Echoes of a name
Notes:
Prometo que este es el último de casi 2000 palabras, los demás capítulos son más largos.
No tengo horario fijo de publicación, pero tratare de publicar almenos 1 vez por semana. Si me tardo más, no se preocupen, no abandonaré la historia jamás. (no creo demorarme más de 2 semanas sin publicar)
Añadire más advertencias de archivo con forme la historia avance.
Aun no tengo una foto de la apariencia de Niel establecida, pero tengo una descripción de ella, que la revelar a lo largo de estos primeros capítulos.
SI tienen alguna duda sobre la historia, pueden decirla! (No importa el idioma en el que estés leyendo la historia, igual puedes hacerlo)
¡Disfruten el capitulo!
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El silencio incómodo reinaba en aquella habitación, las miradas acusatorias, enojadas y confundidas se posaban en la joven de vestimenta antigua. La cual se incorporaba lentamente, sacudiendo sus manos para sacar el polvo inexistente, su rostro estaba enrojecido, a causa de la vergüenza que le provocaba la situación.
—¿Y tu quien eres? —La pregunta se volvió a formular, pero esta vez por el hombre rubio de nombre Eric -había escuchado a la rubia dirigiéndose a él con ese nombre- mirándola con ojos fríos y caminado hacia ella como un depredador.
Y ligero miedo se instaló en ella cuando el se paró frente a ella.
—No pretendía interrumpir.—Dijo con voz tranquila, ocultando que estuvo apunto de tartamudear.—Estaba escuchando por que… quiero ayudar.
Bill se adelantó, incorporándose frente a la mujer rubia en un gesto protector. Solo había escuchado los nombre de algunos en ese grupo.
—¿Ayudar? ¿Por qué deberíamos aceptar la ayuda de alguien que escucha a escondidas?
Cierto, no, la conocían, no tenían razones para confiar en ella y menos para aceptar su ayuda.
—Espera, Bill. Creo que deberíamos escucharla. —Intervino la mujer de vestido rojo y floreado, con una mezcla de curiosidad y cautela.
Eric soltó una risa seca, cruzando se de brazos mientras hablaba:
—Es una tontería, no estamos para contratiempos.
—Puedo acompañarla mientras se infiltra en la iglesia. —Señaló a la rubia.—Puedo protegerla mientras estamos en la comunidad.
—¿Por qué harías eso? No hay razones para que ofrezcas tu ayuda. —Isabel inclino la cabeza, evaluándola con una mirada incisiva.
La chica dudo por un instante, antes de responder con sinceridad:
—Por que nadie merecer estar atrapado en un lugar como ese.
Al decir eso, no pudo evitar que una serie se recuerdos cruzaran por su mente.
—¿Y crees que unas simples palabras bonitas nos van a servir? —Esta se burló, con su tono mordaz y sarcástico.
La chica rubia, Sookie, recordó. Se acerco a ella ignorando por completo al vaquero.
—¿Quién eres realmente? No puedo leer tu mente.— Susurro lo último, tratando de que la chica no la escuchara, pero no pasó desapercibido para los vampiros.
—Pueden decirme Niel, y quiero ayudar a salvar a Godric. —Una sensación la invadió al pronunciar aquel nombre, provocándole un sentimiento que no logra va descifrar.
El nombre de Godric pareció colgar en el aire, resonando en un invisible eco. Eric, que había permanecido en silencio, frunció el sueño al escucharla, con un destello de interés y esperanza pasando por sus ojos.
—Si es una trampa o nos traicionas, pagarás con creces. —Advirtió, mirándola serio.
—No busco tu aprobación, solo quiero salvar una vida.—hablo con calma, mirando a todos los presentes uno por uno en la habitación.
Al parecer podía ayudar.
—Deberíamos darle una oportunidad. —Asintió Sookie, con una sonrisa adornando su rostro.
—¿Y si nos esta mintiendo? —Intervino Bill, mirando a su pareja con duda.
—Si así fuera, ya lo sabríamos.—Respondió con firmeza.
Finalmente, Tras un silencio tenso, Eric dio un paso atrás con algo de desconfianza.
—Bien, pero no salgas corriendo cuando las cosas se compliquen.
Niel suspiro, antes de que una sonrisa se hiciera evidente.
—No lo haré.
Eric, después de un silencio incómodo, finalmente habló, con un tono autoritario, casi como una orden.
—Ven conmigo. —Se dirigió a la chica, con una expresión que decía que la siguiera.
Niel, mirándolo con una expresión confundida y desorientada, casi cuestionó, pero la mirada de Eric la hizo callar y, sin ninguna opción aparente, siguió unos segundos después al rubio vikingo, quien ya estaba para a la puerta esperándola.
Ambos salieron por las puertas de salón, dejando a los demás presentes confundidos, que poco después, también se dispersaron.
—¿Qué es lo que pasa? —la chica rompió el silencio al parar en un pasillo poco concurrido, mirando a Eric acusatoriamente.
—Tienes un evidente interés por Godric, puedo notarlo. —Respondió con calma, bajando la cabeza para verla a los ojos. —Y me dirás por qué.
La miraba fijamente, aplicándole glamour en el proceso, dispuesto a sacarle la verdad. Tras unos segundos en silencio, y observar como su hipnosis no funcionaba, frunció el ceño, apuntó de volver a hablar, pero Niel lo interrumpió.
—No lo se. —Respondió con calma. —Simplemente… es una corazonada.
Eric se burlo de eso, sin creerle por completo.
—No se como explicarlo.—Susurro, bajando la cabeza para mirar sus manos pálidas, con una vergüenza evidente.
—Bien. —Suspiro Eric antes de tomar otro camino, indicándole que la siguiera. —Mi glamour no funciona contigo, así que te tendré vigilada por ahora.
Se dirigieron a los ascensores del hotel, esperando a que uno finalmente llegará a recogerlo. Niel no pudo evitar mirar todo con evidente sorpresa, cada cambio en el mundo de la vigilia le sorprendía cada vez más.
Al entrar al ascensor, el rubio empezó a hurgar en el bolsillo de su chaqueta de cuero, para después sacar una tarjeta y entregándosela a la chica.
—Es la tarjeta de acceso a mi habitación, te quedaras ahí hasta que salgas con Sookie mañana. —Ordenó, extendiendo la mano para entregarle la llave.
—¿Por qué…? —Extendió la mano confundida, recibiendo la llave con duda.
—Aun me das desconfianza. —Respondió simple, viendo como las puertas del ascensor se abrían en el último piso. —Te llevaré a la habitación y te quedaras allí, yo tengo asuntos que atender.
Bueno, tuvo que tragar se su queja y evitar decirle, no quería empezar alguna discusión o pelea y tal vez perder la oportunidad de conocer a Godric y entender por que se sentía así al pensar en él. Por ahora, se quedaría en la habitación a donde se dirigían ahora, tal vez así el no la tacharía tanto como alguien sospechosa.
Ambos salieron y caminaron por el largo pasillo decorado con colores rojo y negro.
—Godric es tu creador, ¿Verdad? —Cuestionó.
Eric freno el seco, girando para mirarla con el ceño fruncido y evidente enojo.
—No hables cosas que no entiendes.
—Yo también fui creada por alguien. —Dijo con calma, mirándolo a los ojos. —Creo que puedo entenderlo.
Pensar en eso llenaba a Niel con una profunda tristeza, ¿Por qué tenía que sacar el tema de Sueño ahora? Simplemente pensó que sería mejor hacerle saber a Eric qué alguien lo entendía. Y así tal vez hacer que confiara un poco más en ella, lo ayudaría a salvar a Godric y ni ella misma sabe el por que, algo simplemente la llama a hacerlo.
Eric se había quedado callado, pero una curiosidad invadida su mirada.
—Nos peleamos hace unas horas. —Ambos había ralentizado el paso hacia la habitación. —Me fui y terminé aquí. —Concluyó, tratando de que las lágrimas no la acecharan.
—No eres un vampiro. —Afirmo Eric. — Tampoco hueles a humano, ¿Cómo es que tienes un creador?
La chica suspiro, tratando de resumir lo mejor posible y no contar cosas demás.
—El me salvo y cuido por muchos años. —Su voz sonó entrecortada—Estuve a su lado tanto tiempo que el significa mucho para mi.
El rubio mantuvo silencio, escuchándola atentamente, memorizando todo lo que podía saber sobre ella.
—Y te preocupas mucho por Godric, puedo entenderlo.
Un silencio los invadió, esta vez no era incómodo, sino uno reconfortante haciendo que el ambiente sea cómodo.
Ambos llegaron a una suite después de recorrer varios pasillos del piso. Eric volvió a meter la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una tarjeta igual a la que le había dado Niel y abrió la puerta con otra tarjeta de acceso, abriendo la puerta de la habitación.
—Volveré pronto. —Dijo Eric haciéndole un ademán a la chica para que entrará. —Tengo que arreglar unos asuntos.
Dicho eso, el rubio desapareció del sitio.
—Súper velocidad. —Pensó Niel al verlo irse.
Cerro la puerta de la habitación, recorriéndola con la mirada, se encontró con una sala con sofás negros de cuero con una mesita de café al centro de cristal, al frente, había un televisor bastante grande colgado a la pared y ventanas cubiertas por cortinas negras, y a los lados había dos puertas pintadas en negro, una supuso qué llevaba la habitación y la otra al baño.
Giro su mirada al reloj, 1 de la mañana, al parecer esa conversación tomó mucho tiempo, eso en parte la tomo por sorpresa, para su percepción no duro más que unos largos minutos, pero el tiempo se fue volando al parecer.
Empezó a sentirse nerviosa, recién cayó en cuenta de donde estaba, y con quienes se había relacionado. No tenía permitido relacionarse demasiado con los mortales o con otras criaturas sobrenaturales que residan en la tierra, Sueño se lo había dicho cuando se conocieron, pero ahora estaba lejos de él, Siempre podrá encontrarme ese pensamiento cruzó en su mente, ella era en parte su creación, Morfeo siempre podía sentir y encontrar a sus creaciones o cualquiera que estuviese relacionado con el – como sus hermanos- y hasta el momento no hubo señales de el, tampoco sintió la presión en la parte de atrás de su cabeza cada vez que la llamaba o necesitaba encontrarla, aún seguía perdiéndose en la ensoñación -y eso a Sueño seguía causándole gracia- pero aun no había ninguna señal, al parecer había respetado la petición de Niel de no molestarla y dejarla sola por el momento.
Ella no estaba molesta con Morfeo, estaba dolida y triste con el, pero sobretodo, se sentía decepcionada en ese momento, el echo de que no la protegiera, como el había prometido hacía mucho tiempo, siendo capaz de hacerlo en ese momento, no podía soportarlo más, por eso Decidió tomarse unos días fuera de la Ensoñación.
Unas cuantas lágrimas inconscientemente se deslizaron por sus mejillas, perdida en sus pensamientos en ese momento. Su mente era invadida por recuerdos de los últimos 100 años, y más lágrimas se deslizaron por sus mejillas, reprimiendo aquel sollozo que estaba por escapar, no dormiría esa lo que quedaba de la noche, ni sabía cuando lo volvería a hacer, pero no quería regresar a la Ensoñación ahora, no estaba lista para eso todavía.
Chapter 3: Bad Beliefs
Notes:
Hola! Como estan? Aqui les dejo el capitulo nuevo, y esta vez si es mas largo.
Por favor, comenten como les parecio el cap!
Quieren nsfw en la historia pronto?
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Miraba por la ventana del auto en el trayecto a la comunidad del sol. Viendo como se veía Dallas antes de dirigirse a las afueras. Era bastante temprano en la mañana y Sookie, Hugo -se presentó antes de salir- y Niel, estaban en el auto conduciendo hacia su destino, el viaje estaba en silencio, excepto por algunas conversaciones cortas entre Sookie y Hugo, los cuales a veces incluían a las joven para conocerla mejor, la mayor parte de la preguntas venían de la rubia sentada en el asiento del copiloto.
Durante el trayecto, ocasionalmente veía su vestimenta, el estilo de ropa actual no le disgustaba, pero tardaría un poco al acostumbrarse -como en los diversos estilos de ropa que surgieron durante mucho tiempo- la ropa había sido proporcionada por Eric antes de la amanecer, con la escusa de “Tu ropa es horrible” antes de retirarse a su descanso diurno. Un vestido blanco ceñido y una chaqueta de mezclilla azul, era lo que usaba en ese momento, concluyendo con unas zapatillas blancas, le estaba empezando a gustar el atuendo.
El aire en la Comunidad del Sol tenía un brillo particular, como si el lugar estuviera diseñado para parecer más cálido y acogedor de lo que realmente era. Aquellas luces parecían demasiado brillantes qué parecía pretender una perfección qué no estaba allí.
A los lejos, justo en la entrada, estaba Sarah Newlin, con una sonrisa impecable y su cabello perfectamente peinado, estaba allí para recibirlos cuando el auto de Hugo se detuvo frente a la entrada principal. Vestía un vestido flotas que parecía diseñado para transmitir pureza, extendió los brazos con entusiasmo.
—¡Bienvenidos a la Comunidad del Sol! —Exclamo, con una energía que rozaba a lo inquietante.—¡Es un placer tenerlos aquí!
Sookie bajo del auto con una sonrisa cautelosa, mientras Hugo hacia lo mismo, luciendo más cómodo de lo que debería. Niel, sin embargo, se quedo unos segundos más, obserservando al edificio con una mirada crítica y cautelosa antes de seguir a los otros dos.
—Gracias por recibirnos tan tarde—Dijo Hugo, tomando la mano de Sarah para estrecharla con calidez fingida.—Sookie y yo estábamos ansiosos por conocer el lugar.
Sarah devolvió el apretón, pero su atención rápidamente se dirigió a Niel, cuyos ojos recorrían el lugar con sospecha.
—¿Y quien es esta linda jovencita? —Pregunto Sarah, con una sonrisa que no alcanzaba a disimular su curiosidad.
Niel se adelantó un poco, devolviendo la sonrisa de manera calidad.
—Soy Elle. Solo vengo de acompañante, también quería conocer el lugar.
—Bueno, Elle, ¡estás en el lugar indicado! —Respondió Sarah, dando una palmada ligera.—aquí somos una familia, unidos por un propósito mayor. Estoy segura de que te sentirás como en casa.
Sookie intercambio una breve mirada con Niel -o Elle- quien respondió con un leve asentimiento. Hugo, cómodo con el papel que estaba interpretando, tomó la iniciativa.
—¿Podríamos dar un vistazo al lugar? He oído muchas cosas maravillosas sobre lo que hacen aquí.
Los cuatro se dirigieron a las grandes puertas de entrada de aquella iglesia y Sarah los guio por los pasillo con una energía contagiosa, aunque Niel no podía evitar sentir que la perfección del lugar era rara, una fachada cuidadosamente construida.
—Aquí en la Comunidad del Sol, creemos en la importancia de la unidad y la fe para combatir contra la oscuridad.—Dijo Sarah mientras caminaban. — Este edificio es más que un lugar de encuentro; es un faro de esperanza para aquellos que buscan refugio del mal.
—¿El mal? — preguntó Sookie, esforzándose para mantener un tono casual.
Sarah se detuvo frente a un mural que representaba un sol brillante, su expresión iluminando se como, si, hubiese esperado la pregunta.
—Los vampiros, querida. Son la oscuridad qué amenaza nuestra luz. Pero no, se preocupen, aquí trabajamos para proteger a la humanidad de su influencia.
—¿Y cómo los protegen exactamente? —Pregunto Niel, que había permanecido en silencio desde que comenzaron el recorrido.
La pregunta fue hecha con una inocencia aparente, pero había un filo detrás de sus palabras que no pasó desapercibido para Sara. La mujer inclino ligeramente la cabeza, su sonrisa tensándose apenas un poco.
—A través de la educación, la fe y, cuando es necesario, la acción directa.—Respondió, su tono perdiendo un poco de calidez. — No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras los vampiros destruyen lo que amamos.
Niel no pudo evitar estar en un rotundo desacuerdo.
—Acción directa, claro.—murmuro, mirando hacia otro lado mientras fingía estar interesada en el mural, no iba a decir lo que realmente pensaba.
Sarah los guio a una sala más grande, justo en el centro de la iglesia, donde varios miembros de la Comunidad se reunían para rezar. Los bancos estaban llenos, y la voz del pastor resonaba con fervor en el aire.
—Aquí es donde todo comienza.—dijo Sarah, abriendo los brazos como si, quisiera abarcar la sala completa.— La fe nos fortalece y nos da el coraje para enfrentar cualquier desafío.
—Eso es realmente inspirador.— Hugo sonrió, como si estuviera impresionado.
Hubo una pausa después de eso y Sarah los termino guiando q una sala mas pequeña, donde los nuevos miembros se reunían para charlas más íntimas, Sookie se adelantó.
—¿Qué pasa con aquellos que no están de acuerdo con, ustedes? —Pregunto, con una dulzura que apenas enmascaraba su preocupación.
Sarah rio suavemente.
—Oh, querida, no todos entienden nuestra misión. Pero estamos aquí para guiarlos, incluso a los que están perdidos.
Niel no pudo evitar intervenir.
—¿Incluso si no quieren ser guiados?
—El amor verdadero siempre encuentra el, camino, Elle. Estoy segura de que, al final, todos comprenden lo que intentamos hacer aquí. —Sarah la miró fijamente, su sonrisa permanecía en su lugar, pero al frío brillaba en sus ojos.
En ese momento, un miembro de la comunidad había entrado por la misma puerta que la de ellos, acercándose a Sarah y susurrándole algo al oído. Luego, asintió y se volvió hacia ello, con una sonrisa resplandeciente.
—Lamentablemente, debo dejarlos por el momento, pero siéntanse libres de explorar el lugar si quieren. Uno, de nuestros guías vendrán si necesitan ayuda.
Sarah se alejo junto con el guía, dejándolos en esa sala con un extraño sentimiento.
—Esto no me gusta nada. —Susurro Sookie, mirando a Hugo y a Niel con preocupación.
—A mi tampoco.—Respondió la del vestido blanco, su mirada fija en el pasillo por donde Sarah había desaparecido.— Me inquieta.
Rápidamente habían pasado un par de horas, y Sarah tenía razón, otro guía apareció unos minutos después de que ella se halla ido y siguieron el recorrido, que duró bastante tiempo, la iglesia es enorme, con grandes jardines en la parte de adelante y atrás. Decorada con grandes flores y murales alrededor, y en cada parte del recorrido habían más personas vestidas con una camisa igual, al parecer estaban en un curso o campamento, y no pudieron conseguir pistas en donde estaba Godric, ni siquiera lo nombraron en todo el recorrido.
Sarah había aparecido cuando  casi empezaba a oscurecer -Alrededor de las cinco- junto a su a esposo, Steve Newlin. invitándolos a los tres que se quedarán a pasar la noche, por que mañana se iba a realizar una gran actividad cuando, apenas saliera el sol. Sookie, Hugo y Niel aceptaron, pensando que durante la noche podrían buscar al vampiro capturado.
La pareja los llevó por una puerta hacia un gran pasillo poco iluminado, vacío y silencioso, salvo por los pasos temerosos de Sookie, seguidos por los de Hugo y Niel mientras el más presentimiento seguía creciendo.
—Esto me da mala espina.—Susurro Sookie, mirando hacia atrás mientras avanzaba.
Sarah y Steve estaban más delante de ellos. Y pronto, un hombre robusto se unió a ellos.
—Tranquila. —Respondió Hugo, pero su voz temblaba ligeramente.
Niel, caminando detrás de ambos, mantenía la calma, pero sus ojos no dejaban de recorrer los rincones oscuros del pasillo, algo en definitiva no se sentía bien, y no tardó mucho en confirmarlo.
De repente, Steve y el hombre empezaron a jalar a Sookie y Niel hacia debajo de las escaleras, empujandojadolas hacia abajo mientras Sarah observaba sin hacer nada desde la puerta, viendo como los tres eran arrastrado hacia abajo. Hugo no opuso resistencia, algo que no pasó desapercibido para Niel, a diferencia de Sookie, quien gritaba y daba patadas a Steve mientras este intentaba someterla.
En ese momento Niel supo que habían sido descubiertos, alguien los había delatado, era lo más probable, por que ninguno había levantado sospechas al llegar, un traidor pensó la del vestido blanco, quien se había dejado capturar, tal vez esto sería útil, aunque no podía evitar la presión en su pecho cuando sintió las manos del hombre sobre ella, Gabe había escuchado por parte de Steve. Llegaron a escaleras abajo, en una reja que parecía un armario, cajas y estanterías adornaban adentro, allí dejaron a Sookie y a Hugo, y los encerraron.
—Tu vienes conmigo.—Hablo Steve, fijándose en Niel, quien aun seguía aprisionada por Gabe.
Quería que dejara de tocarla.
Si decir una palabra más, La joven fue conducida hacia otras escaleras de piedra, mientras escuchaba la voz de Sookie gritar su nombre con desesperación a lo lejos. Cuando llegaron al final, Niel no pudo evitar tragar fuertemente, no le gustaba estar encerrada, había pasado más de 100 años encerrada en una prisión en un sótano, no quería repetirlo, pero le tranquiliza a que ellos no supieran su naturaleza, no sellaran sus poderes, aún seguía algo débil, pero se repetía a si misma que podría salir de allí cuando quisiera al tener su magia con ella.
Steve abrió una gran puerta de metal y la empujaron hacia el interior de la habitación oscura. La chica tropezó por la falta de luz, pero se levantó rápidamente mientras sus ojos se ajustaban a la penumbra. Luego la encerraron y ambos hombres se fueron, Por ahora.
Noto un pequeño interruptor cuando se acercó a la puerta, encendiendo la tenue luz de la habitación. Se giro, viendo en donde había sido capturada, repitiéndose a si misma que mantuviera la calma, que este lugar no era el sótano de la mansión Burgess.
Su visto se fijo en una celda al fondo, los barrotes eran de plateado opaco, claramente de plata, y sus ojos se posaron en la persona que estaba adentro, sentado en el suelo con una calma desconcertante.
Allí estaba Godric.
Niel contuvo el aliento. Sintiendo su pecho con traerse con una sensación que no lograba descifrar. Había algo en el que iba más allá de su apariencia, Aunque encantador y condenadamente pálido, su presencia era imponente, como si el tiempo mismo se hubiera detenido a su alrededor. Sus ojo, una mezcla de azul y verde, se alzaron hacia ella con calma.
Niel embozo una sonrisa, y Godric no pudo evitar sentir curiosidad.
—No esperaba compañía.—Murmuro Godric, con una voz suave pero firme.
Niel se acercó con cautela, sus pasos ligeros sobre el suelo de piedra.
—Tampoco esperaba verte… tan tranquilo.
—¿Por qué estas aquí? —Pregunto Godric, embozando una pequeña sonrisa, apenas perceptible.
—Digamos que… vine a ayudarte a salir.
Godric cerro los ojos un momento, como si estuviera sopesando sus palabras.
—¿Y si no quiero irme?
La pregunta la tomo por sorpresa, pero no dejo que eso la desconcertara.
—Entonces me quedaré aquí contigo hasta que cambies de opinión. —Su voz, aunque suave, sonó firme.
Un silencio cayó entre ellos, cargando con emociones no dichas. Finalmente, Godric hablo, su tono más suave esta vez.
—Eres valiente, Somnielle.
Ella alzó la mirada, sorprendida.
—¿Cómo sabes mi nombre? —No disimulo la sorpresa en su voz.
—Soñé contigo.—sonrió simplemente, aunque su sonrisa estaba teñida de melancolía.
Eso la sorprendió aún más.
Sin querer se quedo perdida en su pensamientos por un momento, ¿De verdad esto estaba pasando? El que Sueño estuviese capturado al parecer afectó mucho más al, mundo de lo, que debería, los vampiros no soñaban eso lo sabía a la perfección, ¿Otros estaría soñando o solo era Godric? Necesitaba saberlo.
Niel se apoyo contra los barrotes, viendo aun más de cerca a Godric, ambos estaban a menos de dos metros de distancia. Sus ojos se fijaron en el vampiro del otro lado, había algo casi insoportable en verlo así, atrapado.
—Soñaste conmigo. —Murmuro, rompiendo el silencio.—¿Qué viste?
Godric lado la cabeza, su mirada perdiéndose en un punto distante, como si sus recuerdos los arrastran a otro tiempo.
—No fue un sueño como tal… era una sensación. Una figura en los bordes de mi mente, susurrando ese nombre cada vez. —giro a mirarla, manteniendo un contacto visual.— y cuando entraste por esa puerta, algo me dijo que eras tu.
—¿Algo? —Pregunto confundida, con su voz cargada de intriga.
—Corazonada, no lo se. Tal vez un presentimiento. —Divago, no estando muy seguro de cual era la respuesta correcta.
Niel suspiro aliviada, no fue tan malo como imaginaba.
—Lo sueños tienen formas extrañas de conectarnos, incluso cuando no queremos.—susurro lo último, más para si misma que para su acompañante. Pero Godric escucho perfectamente.
—¿”No quieres”? Eso suena como alguien que huye de algo.—Godric alzó una ceja, un destello de curiosidad iluminado su rostro.
Ella dudo, sus dedos jugueteaban con el borde de su chaqueta.
—No estoy huyendo… exactamente. Solo me aleje de algo que me estaba hostigando.
—El mundo tiene formas de atrapar nos en celdas qué no son de metal. —Inclino la cabeza, como si entendiera más de lo que ella estaba dispuesta a admitir.
—Tienes razón.—Dijo, mirando, los barrotes de plata que los se paraban.— ¿Por qué no luchas?
—Mi existencia ha causado demasiado daño. Si esta es mi redención, lo aceptaré.—su voz era suave pero cargada con tristeza.
—Eso es.. Egoísta. No es redención si las personas que te quieren sufren. —Su voz tembló de frustración.
Ella se refería a Eric. Niel había visto el sufrimiento del rubio por la captura de su creador.
Godric la miró durante varios segundos, como si estuviera pensando en sus palabras.
—Hablas como alguien que ha pasado por mucho.
Niel apretó los labios, nuevamente varios recuerdos inundaron su mente.
—No estoy de aquí para hablar de mi. Estoy aquí para ayudarte. —miro hacia otro lado, mirando hacia la pared qué tenía en frente.
Godric dejó escapar una risa suave, casi inaudible.
—Eres testaruda.
—Lo tomaré como un cumplido.—Sonrió débilmente.
El silencio se instaló de nuevo, pero esta vez no era incómodo. Era un respiro compartido, un momento de conexión entre dos almas que, aunque distintas, parecían entenderse.
Ambos, aunque no lo admitieran -o se hallan dado cuenta- disfrutaba de la presencia del otro, era reconfortante , tranquila y cómoda. Ambos conectaron una mirada, perdiéndose en la mirada del otro sin darse cuenta, ni tener en cuenta el tiempo a su alrededor, y olvidándose por un momento que estaban en el sótano de una iglesia -o no les importaba- Niel le mostró una sonrisa a Godric, el hiso lo mismo, mirándola con un sentimiento extraño, pero ambos no querían dejar de mirarse, querían quedarse así para siempre.
De repente, un ruido sorprendentemente fuerte provino de los pisos superiores que corto aquella mirada y la calma qué había en el ambiente que compartían. Niel giro la cabeza y su cuerpo se tenso al instante.
—Algo anda mal.—Dijo, su voz era baja pero alerta.
Godric asintió lentamente, su mirada volviendo a adquirir un filo peligroso.
—Tu amiga… esta en peligro.
—Tengo que sacarte de aquí.—Volvió a sujetar los barrotes, viendo al, chico con frustración.
Godric negó con la cabeza.
—Ve con ellos. La señorita Stackhouse necesita ayuda.
—No voy a dejarte—insistió ella, con una determinación que casi lo desarmo.
Godric, sin embargo, la miró con una mezcla de firmeza y calidez.
—Eres libre de elegir, Somnielle. Pero a veces, el sacrificio es necesario para proteger a otros.
Antes de que pudiera responder, un grito agudo se escuchó desde arriba. Era Sookie.
Niel maldijo entre dientes, molesta consigo misma por no poder liberarlo en ese momento, aún seguía recuperándose después de lo que le paso, aun su magia no estaba completa, seguía débil desde que salió de esa prisión hace casi dos semanas. Sentía su corazón, martillando en su pecho, indecisa de que debería hacer. Godric hablo una última vez antes de que ella corriera hacia las escaleras.
—Haz lo que creas correcto, pero ten cuidado. El odio de esta gente es tan fuerte como su ignorancia.
Niel asintió, con, la mirada fija en los ojos de Godric.
—Volveré por ti. Lo prometo.
Y con eso, corrió hacia la puerta de mental, reuniendo el poquito de magia que tenía en ese momento para salir, por que en ese momento no tenía la fuerzas para abrir la puerta a la fuerza. Pudo concentrarse su magia lo mejor que pudo, volteo a ver a Godric antes de dirigir le una mirada amistosa y cariñosa antes de desaparecer en ese momento, dejando al chico con una sonrisa completa en los labios, la primera en mucho tiempo.
Niel apareció en el pequeño pasillo del sótano, justo delante de la puerta que daba a la habitación donde estaba encerrada en ese momento. Llevo una mano a su pecho, suspirando agitadamente antes de casi correr a escaleras arriba para ir a ayudar a Sookie. Definitivamente eso la había dejado aún más débil de lo que ya estaba, sus rodillas temblaban antes de llegar a la habitación donde estaban encerrados Sookie y Hugo.
Al pasar por la puerta y dirigirse a donde los había encerrados, vio algo que de verdad no quería ver. Hugo estaba inconsciente en el suelo, mientras Gabe iba por Sookie para sujetarla. Niel silenciosamente tomo un objeto regado de aquella habitación, no supo muy bien que era en ese momento, tampoco importaba ahora, se acercó rápida y silenciosamente por la espalda de aquel hombre, golpeando lo con el objeto en la cabeza, separándolo de Sookie, quien se había alejado rápidamente mientras miraba la escena. Pero, lastimosamente eso no fue suficiente.
Aturdido, Gabe se recompuso rápidamente antes de centrar su atención a Niel, quien tenía aquel objeto destrozado es sus manos, le había estrellado un jarrón de forma extraña en la cabeza. Ella no pudo encontrar otra cosa para defenderse en ese momento, su magia estaba agotada y su cuerpo estaba débil, Gabe la tomo de ambos brazos fuertemente, recostándola boca arriba contra el suelo y la pared antes de que el se posara encima de ella.
—¿¡Acaso tu también eres puta de colmillo!? —Exclamo Gabe con furia, escupiendo le a Niel en la cara mientras ella estaba perdida.
Niel no dijo nada, su mente no estaba allí en ese momento, los recuerdos se hicieron frescos en su mente, como si, los volviera a vivir de nuevo. Recuerdos de como la tocaban en todos lados, no solo una persona, sino varias y constantemente, como la dejaban destrozada en esa habitación continua al sótano donde estaba su celda, como gritaba por ayuda pero nadie la escuchaba, el dolor de sus gritos resonando en la paredes, años y años de repetidas torturas y abusos hacia ella. Todos recuerdos la invadieron cuando Gabe comenzó a tocarla en varias partes que no quería que la tocara y a levantarle el vestido blanco que llevaba demasiado arriba, revelando aun más lugares de los que le gustaría, pero ella no podía defenderse, estaba demasiado perdida en ese momento, azotada con emociones que la abrumaban.
Los gritos de Sookie llenaban la habitación, viendo como Niel estaba siendo agredida sexualmente y ella no parecía intentar defenderse, ni siquiera gritaba, estaba congelada, parecía no estar allí. Desesperada, grito el nombre de Bill, y nada y luego el de Godric. Quien rápidamente apareció en la habitación a una velocidad inhumana. Para luego ver esa escena que lo enojaría demasiado. Rápidamente se dirigió a Gabe y lo tomó del cuello de la camisa, alejándolo de la chica del vestido blanco.
Niel no estaba prestando atención a su alrededor. Lágrimas corrían por su rostro enrojecido y húmedo, y los pálidos mechones de cabellos rubios desordenados pegándose en su cara, mientras seguía sentada y recostada en esa pared sin darse cuenta como la habían dejado, perdida en el mar de recuerdos en su cabeza. Nunca había sentido eso tan de cerca de nuevo en mucho tiempo, pero allí estaban, haciéndole daño.
Ella no se había dando cuenta de la cadáver de Gabe en suelo, ni siquiera cuando Eric apareció y se llevó a Sookie, dejándola sola con el viejo vampiro.
Godric se acercó a ella lentamente, sentándose a su lado mientras le acomodaba lo mejor que la ropa sin tocarla ni abrumarla demasiado. Bajando la falda del vestido que estaba enrollada en su cintura y arreglando la chaqueta arrugada y desalineada. Godric se había dando cuenta de lo que le pasaba en cuento la vio en ese estado, viéndola como se derrumbaba rápidamente, muy diferente a la chica que estaba dispuesto a liberarlo hace apenas unos minutos atrás.
El chico colocó una mano suavemente en la cabeza de la chica, acariciándola lentamente, trasmitiéndole su apoyo en ese momento. Eso pareció despertarla del transe, viendo el desastre de aquella habitación y girando su vista a Godric.
—Lo siento.—Dijo con voz entrecortada, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—¿Por qué te disculpas? —Pregunto suavemente, aún con la mano apoyada en la cabeza de la contraria.
Sueño siempre acariciaba su cabeza cuando estaba nerviosa o asustada, incluso esa era la forma en que el le mostraba cariño hacia ella.
—Yo… no pude…
Niel seguía temblando, su cuerpo frágil bajo el peso de los recuerdo y la reciente agresión. Godric permanecía cerca, aun acariciando su cabeza con suavidad, como si te miera que pudiera desmoronarse por completo si la soltaba.
—Niel, mírame.—pidió, su voz tan baja y calmada como un susurro.
Ella levantó la vista lentamente, sus ojos brillantes por las lágrimas. Su respiración era irregular, y su mente seguía atrapada en dolorosos recuerdos.
—No puedo… no puedo detenerlo.—Dijo, su voz quebrada mientras otra lagrima rodeaba por su mejilla.—Todo vuelve, siempre vuelve…
Godric asintió, sin apartar la mirada de ella. Había algo en sus ojos qué hablaba de una comprensión profunda, como si el también hubiera enfrentado demonios similares.
—Lo sé. —Respondió, su tono lleno de empatía.— los recuerdos tienen una forma cruel de perseguirnos, especialmente cuando menos lo esperamos.
Niel cerro los ojos con fuerza, como si intentará escapar de las imágenes en su mente.
—Me siento tan… pequeña—Susurró. —como si nunca pudiera escapar de lo que paso.
—No eres pequeña, Niel.—Godric movió una mano hacia su rostro, acariciando su mejilla lentamente.—Y si, a veces puede parecer abrumador. Pero no estás sola en esto.
Ella dejo escapar un sollozo, su cuerpo inclinándose ligeramente hacia el en busca de apoyo.
—¿Por lo haces? —Pregunto entre lágrimas.—¿Cómo soportas todo?
Godric suspiro, y por un momento, su mirada se perdió en algún lugar distante.
—No siempre lo soporto. —Admitió, con una honestidad que le dio peso a sus palabras.— Hay días en los que siento que me estoy ahogando en mi propia culpa y mis propios recuerdos. Pero aprendí algo con el tiempo; tenemos que aprender a seguir adelante.
—¿Y si no se como? —Pregunto Niel, su voz casi inaudible.
Godric la miró con una intensidad que no era abrumadora, sino tranquilizadora.
—Empieza poco a poco. Respira. Encuentra algo, aunque sea pequeño, que te ancle al presente. Algo que te recuerde por que sigues aquí.
Niel permaneció en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran. Luego, lo miró a los ojos, buscando algo, aunque no estaba segura por que.
—¿Y si no, hay nada que me ancle?
Godric negó con la cabeza ligeramente.
—Siempre hay algo. Un pensamiento, una promesa, una persona.
Niel pensó en Lucienne, Matthew e incluso Morfeo, Ella los ama, con todo su corazón. En el fondo sabe que Godric tiene razón, pero no puede evitar sentir miedo.
—¿Y si no soy lo suficientemente fuerte? —Niel lo miro su expresión suavizándose apenas.
—Ya eres fuerte, Niel. Si no lo fueras, no estarías aquí. Huir es fácil. Pero enfrentarte a tu misma, a lo que temes, a lo que te atormenta… eso requiere más valentía de la que crees.
Niel sonrió, antes las palabras del vampiro mayor, cada vez estaba respirando con más calma, anclada por la voz de Godric y la presencia tranquila que este irradiaba. El se mantenía cerca, atento a cualquier señal de que pudiera desmoronarse nuevamente.
Pero justo cuando parecía que el silencio les daba un respiro, un estruendo rompió la calma del sótano. Voces gritaban desde los niveles superiores, seguidas del sonido de pasos apresurado resonando contra el suelo.
—La comunidad del Sol… —Murmuro Godric, poniéndose de pie mientras continuaba. —Y una gran cantidad de vampiros.
Los gritos ya no razonaban tan fuertes, en cambio, la voz de Steve Newlin acaparaba las demás en el piso superior.
—Hay que hacer algo.—Dijo Niel, temerosa por lo podría pasar a continuación si nadie intervenía.— Tienes que ir, para que los demás sepan que estas bien.
Godric lo pensó por un momento.
—¿Estas segura? —Pregunto, no queriendo separarse de ella en ese momento.
—Estoy segura. —Sonrió un poco.— Yo iré detrás, lo prometo.
El le sonrió justo antes de desaparecer a una gran velocidad.
Camino lentamente hacia la salída, no quería ver en ese momento como estaba el alboroto arriba, así que camino un poco más lento, y también tomándose el tiempo de pensar en los sucesos de las últimas. ¿Cómo estará la Ensoñación? Esa pregunta llego a su mente sin esperarlo, la verdad es que habían pasado casi dos días desde que se había ido. No iba a negarlo, Niel extrañaba con todo su ser la Ensoñación, después de todo, había vivido allí durante más de un milenio y no pudo evitar pensar si Sueño la había reconstruido por completo o si añadió cosas nuevas.
Sueño.
No había tenido tiempo de pensar completamente en El con todo lo que había pasado, seguramente ya había recuperado toda su fuerza, luego de que el rubí fuera destruido, toda la magia que había en el había regresado a Morfeo por completo. Pero, ella se supone que seguía “enojada” con el, aunque ya había aceptado que no era enojo lo que sentía hacía el en ese momento, pero no sabía cómo describir por completo los sentimientos que la abrumaban con respecto a él.
Decidió no seguir pensando en eso aun más, ya que había llegado al pasillo y seguir el bullicio de las voces que provenía del salón central de la iglesia. Cuando cruzó la puerta solo estaban 6 personas en ese lugar, al parecer todos los demás se habían retirado. Godric sostenía a Steve por el cuello, quien tenía una mancha de pintura verde en la frente y en la chaqueta, mientras que Eric estaba de pie justo al lado de ambos, Sookie por otro lado estaba regañando a un chico rubio, y Bill estaba de pie detrás de ella.
—¡Niel! —Exclamo Sookie, quien fue la primera en darse cuenta de ella al entrar al salón.
Todos los presentes la voltearon a ver.
Sookie rápidamente corrió hacia ella para rodear la con los brazos y apretándola en un fuerte y necesitado abrazo, lo que ocasionó una ligera risa en Niel mientras correspondía.
—¿Estas bien? ¿No estas herida? —Pregunto rápidamente en un susurro la mujer rubia, rompiendo el abrazo que mantenía con la chica del vestido blanco.
—Si, estoy bien. Y no tengo heridas.—Mintió, ofreciéndole otra sonrisa.
La rubia afortunadamente le creyó. Pero cierto vampiro no.
Sookie la guio con ella junto con Bill y al chico que había presentado como Jasón, su hermano, el cual le dedico un sonrisa qué ella correspondió.
Después Godric se acercó a ellos lentamente, disculpándose brevemente por interrumpir tan repentinamente, y les informo que Eric los iba a llevar a donde sería la reunión posterior.
Mientras Niel observaba a Sookie, Jasón, Bill y Eric alejándose rápidamente, siguiéndolos desde lejos sin interrumpir y escuchando pequeños murmullo de la conversación, ella se mantuvo atrás, caminando a su propio ritmo.
Godric se acercó a ella, caminado a su lado.
—Me alegra que no halla terminado peor.—Hablo Niel, mirando al vampiro que estaba a su lado.
—Yo también.
Niel le sonrió mientras salían por la puerta, el aire frío de la noche la golpeó cuando salieron de la iglesia, sintió un poco de frío pero no le importo, estando feliz de salir de aquel lugar. Vio a varios vampiros marcharse, algunos con su velocidad y a otros en un auto, desapareciendo lentamente por la carretera y perdiéndose en los árboles.
Chapter 4: Dreams and Blood
Notes:
Hola, hola! Aqui les traigo el cuarto capitulo de la historia, espero que les guste y me digan que les parecio!
Godric y Niel ya se estan volvoendo mas sercanos.
Proximo capitulo: Sabado o Domingo.
Chapter Text
La noche se sentía extremadamente silenciosa, como si el caos de la Comunidad del Sol hubiera quedado atrás en otro mundo. El auto se deslizaba suavemente por la carretera, iluminando solo por la luz plateada de la luna y los destellos esporádicos de los faros. Godric conducía con una calma casi sobrenatural, sus manos ligeras sobre el volante mientras mantenía la mirada fija en el camino.
Niel, sentada en el asiento del copiloto, permanecía en silencio. Su cuerpo aún estaba tenso, abrazándose a si misma y tratando de hacerse pequeña, muy conmocionada por los eventos recientes. Jugaba con el borde de su chaqueta, evitando, mirar directamente a Godric.
—¿Cómo te sientes? —Pregunto él finalmente, rompiendo el silencio. Su tono era bajo, casi un susurro, pero cargado de interés genuino.
Niel tardó en responder, como si tuviera que procesar la pregunta.
—Cansada—Admitió, su, voz apenas audible—. Pero, estoy bien.
Volvió a mentir.
—No necesitas mentirme —Su voz era suave, el estaba interesado en como se sentía ella de verdad.
Niel lo mire con el señor fruncido, sin decir una palabra al saber que había descubierto que mentía, le mintió a Sookie para que no se preocupara por ella, pero con Godric al parecer no funcionó. No quería que se preocupara por ella.
—Casi me violan, Godric. De nuevo. —Susurro lo último, la palabra salió inconscientemente—. Claro que no estoy bien.
Por un segundo pudo ver como Godric apretaba el volante con fuerza. “Un poco más y ya se rompió” pensó mientras bajaba la mirada.
Godric estaba enojado, ante la revelación que ella había dicho, se puso furioso por lo que le habían echo a la chica. Quería saber más de lo que le había sucedido, pero el sabía que no estaría bien en preguntar, si lo sabría, ella tendría que contárselo por su cuenta, así que se mordió la lengua para no preguntar.
—Lo siento—. Se disculpó, aún mantenía la mirada fija en el camino.
—No te disculpes, no fue tu culpa—. Tranquilizó, con la voz entrecortada—. Al contrario, debería darte las gracias por salvarme.
Godric la miro, brevemente sorprendido al escucharla, hacia mucho tiempo que nadie le agradecía -Aparte de Eric- y eso lo dejo desconcertado.
—No, no es necesario que agradezcas—. Respondió, mirándola por un breve momento antes de suspirar, tratando de calmar su molestia.
—Claro que si—. Insistió, mirándolo con ojos llorosos.—Gracias por sacarme de ahí.
—No podía dejarte en ese lugar. —Su voz era suave, pero había un peso en sus palabras.
El chico la miró con una expresión suave, dedicándole una pequeña sonrisa genuina, cosa que ella correspondió. Niel miró por la carretera, observando como los árboles pasaban como sombras a lo largo de la carretera.
—¿A dónde vamos? —Pregunto después de un rato, cambiando de tema.
—A mi hogar—. Respondió Godric, con un tono tranquilo—. Hay una reunión de improvisto. Ahí estarán los demás.
—¿Y yo que haré allí? —Pregunto, con una mezcla de curiosidad e incertidumbre.
Era verdad, ya había ayudado a salvar al vampiro, eso fue lo que se propuso al principio, y lo había cumplido. Pero, ¿A dónde iría exactamente? Podría volver a la Ensoñación, pero aun no estaba lista para ir, necesitaba un poco más de tiempo. Y además, algo le decía que debía seguirlo, quedarse con el, no sabía que era, tal vez una corazonada. Le insistía demasiado.
—Estarás segura. Nadie te hará daño mientras estés conmigo.
—Declaro, su voz decía que era verdad, El hablaba en serio.
Niel no pudo evitar sentir algo en su pecho, una sensación la invadió y no sabia como explicarlo, un sentimiento cálido llego a ella rápidamente.
—No entiendo por que haces esto—Admitió en voz baja—. Apenas me conoces.
El tardo en responder, como si estuviera eligiendo sus palabras cuidadosamente. Finalmente, exhaló, como así admitir lo que sentía fuera más difícil de lo que esperaba.
—No se como explicarlo.
—¿No lo sabes explicar? —. Giro la cabeza para mirarlo, buscando algo en su expresión —. Puedo entenderlo.
Godric mantuvo los ojos firmes en la carretera, pero su agarre en el volante se tenso apenas perceptible.
—Hay algo en ti… algo que siento cuando estoy cerca de ti. Es… —.Hizo una pausa, luchando por encontrar las palabras adecuadas—. Es una sensación que no había experimentado en siglos.
—¿Una sensación? —se inclino ligeramente hacia él, intrigada.
¿Será la misma que ella ha estado sintiendo?
—Es como… una calidez, algo que se apodera de mi pecho—Soltó una leve risa, sin humor, como si estuviera desconcertado consigo mismo.
Niel parpadeo un poco sorprendido, no esperaba esa confesión.
—¿Calidez? ¿De verdad? —Pregunto, una sonrisa inconscientemente adorno su rostro.
El asintió lentamente.
—Quizá. Lo único que se es que no podía dejarte. No quería verte herida.
Niel sintió su pecho apretarse, una mezcla de emociones que apenas podía procesar. Miró hacia sus manos, buscando algo que decir. Finalmente, susurró:
—Yo también… —Lo miro de reojo—. Cuando te vi en ese sótano, sentí algo en mi pecho, un sentimiento que no logro averiguar. Lo mismo pasa ahora.
Godric guardo silencio, sus ojos oscuros brillando bajo la tenue luz de la noche. Aunque no respondió, sus palabras se quedaron en su mente. Niel lo observó por un momento más antes de volver a mirar por la ventana, su mente girando en torno a lo que acaba de escuchar.
El resto del viaje transcurrió en un silencio cargado de significado, como si ambos estuvieran procesando lo que acababan de compartir. Aunque no todo se había dicho, algo había cambiado entre ellos: una conexión qué, aunque indefinida, ya no podía ser ignorada.
El auto giro por un camino privado que se abría hacia una elegante y amplia residencia. Luces suaves iluminaban los jardines y la entrada principal, donde varios vehículos ya estaban estacionados. La casa parecía vibrar con la presencia de vampiros, un zumbido casi tangible qué hacía que el aire se sintiera pesado.
—Hemos llegado—Dijo Godric, deteniendo el auto y apagando el motor.
Niel se quedo mirando la casa por un momento, su estómago revolviendo se con una mezcla de ansiedad y curiosidad.
—Esta bien—Murmuro, con intención de abrir la puerta, hasta que esta se abrió desde afuera.
Godric le había abierto la puerta.
Ella se bajo rápidamente, con las mejillas un poco sonrojada. El le dedico una sonrisa mientras cerraba la puerta, ella tomó aire profundamente, reuniendo valor, y lo siguió hasta la casa.
…
La residencia de Godric era un lugar elegante y sobrio, reflejo de su personalidad. Aunque los vampiros se movía con rapidez y entablaban conversaciones entre ellos, la tensión en el aire era evidente, resultado del revuelo en la Comunidad del Sol.
Niel permanecía cerca de una de las paredes, es la esquina, tratando de pasar desapercibida entre la multitud de vampiros. Pero no podías evitar sentir algunas miradas qué le daban algunos, ¿Se dieron cuenta que no es humana? No estaba segura, pero eso no importaba ahora. Desde su esquina, observaba como los demás interactuaban: Eric, sentado al lado de Godric en el centro de la sala, parecieran qué estaban discutiendo de algo, no pudo escuchar bien. Sookie, que estaba cómoda con su novio Bill. Y los demás vampiros, algunos haciendo fila para hablar con Godric o simplemente conversando entre ellos.
Lentamente decidió acercarse a Sookie, sus pasos lentos apenas resonaban en el piso de aquella sala, amortiguada por los murmullo de las otras conversaciones. La rubia se dio cuenta de que Niel se acercaba, dándole una sonrisa amistosa.
—¿Necesitabas un respiro? —. Pregunto Sookie, con un tono amigable.
Niel la miró, sonriendo tímidamente.
—Si, han ocurrido muchas cosas esta noche.
—Tienes razón—. Dejo escapar una pequeña risa, mientras miraba a los vampiros reunidos—. Muchas cosas.
Niel iba a decir algo más, hasta que una mujer se acercó a ellas, su vestido rojo se balanceada con cada paso y los tacones qué llevaba resonaban en el piso, sus labios rojos les dedico una sonrisa falsa a ambas, mientras se paraba frente a ellas.
—¿Cómo están? Soy Lorena. —Se presentó la extraña, con una vibra incómoda en ella.
Niel noto como las miradas de varios presentes en el lugar se posaban en ellas tres, incomodando la aun más.
—Es un placer, soy Sookie—.Se presentó la sureña con una gran sonrisa—. Y ella es Niel.
La mirada de la vampiresa se poso en ella, con una gran sonrisa enmarcando su rostro.
—Si, Las causantes del todo el revuelo. —Las miró a ambas de arriba a abajo.
Niel se mantuvo callada, esa mujer le daba una vibra extraña e incomoda.
—¿Disculpa? —Pregunto Sookie, confundida por las palabras de Lorena.
—Estas para comerte—. Le dijo a Sookie, luego su vista se poso en la joven de al lado—. Tu también, querida. Tu olor es delicioso.
—Perdona, ¿Quién eres? —Pregunto Sookie, mirándola con curiosidad y confusión.
—Bueno, tenemos un amigo en común.
—¿Bill? —Respondió la sureña.
—Exacto. —Afirmo Lorena, aun con la sonrisa cheshire en su rostro. —Que raro que te haya hablado de mi. Yo lo convertí en lo que es hoy en día.
Si, definitivamente esta mujer daba una vibra extraña, la chica noto una segunda intención clara en sus palabras. Niel se alejo un poco, pero permaneciendo cerca de Sookie.
Bill se acercó rápidamente a ambas, con una expresión perturbada en su rostro.
—¡Lorena! —Exclamo Bill.
—Ah, hola, cariño— giro a verlo con alegría—.Estaba conociendo a tu juguete, y a su amiga.
Lorena la volvió a mirar de arriba abajo, con un hambre que se le podía ver en los ojos. Niel quería que dejase de mirarla de esa forma, como si fuera un bocadillo que podría comerse.
La conversación seguía, la chica del vestido blanco escuchando cada palabra, enterando se que esa mujer era la creadora de Bill, diciendo algunas cuentas cosas sugerente, obviamente para hacer enojar a Sookie. Lorena dejo en claro que venía por su amante, refiriéndose a Bill. Niel no hablo, no iba a meterse –de nuevo- en algo que no le correspondía, y noto como casi todas las miradas estaban encima de ellos, incluyendo la de Godric, quien miraba a Niel fijamente, atento a cualquier cosa.
Lorena empezó a burlarse y a insultar a Sookie, la cual le respondía que Bill la había elegido a ella y que Lorena no era capaz de aceptarlo. Bill trato de detenerlas, pero eso obviamente no funcionó, Y Lorena intentó llevárselo con ella, no sirvió. Sookie seguía hablándole, provocando mucho a Lorena, la cual enojada mostró sus colmillos hacia Sookie, con el objetivo de asustarla.
—¡Búscate a otro, perra! —Grito Sookie, siendo retenida por Bill.
Eso había colmado la paciencia de Lorena, quien rápidamente tomo a la rubia, empujándola contra la pequeña barra de tru blood qué había en la sala, inclinándose para drenar a Sookie.
—Voy a drenarte y después iré por tu amiga—.le susurro a Sookie amenazante, pero todos los vampiros de la sala pudieron oírla.
Pero antes de que pudiese hacerlo, una mano la había agarrado del cuello con fuerza, Era Godric.
—Retrae tus colmillos—Ordeno el vampiro, inclinado a Lorena hacia arriba reteniéndola por el cuello. —Ahora.
La vampiresa no tuvo más que obedecer, catando la orden del vampiro mayor hacia ella, dándose cuenta que lo mejor era no contradecirlo.
—No se quien eres, y la verdad, no me importa—Continuo Godric, mirándola a la vampiresa con una expresión serena, pero con un tono de voz firme—. Pero en esta área, y sobre todo en este nido, yo soy la autoridad. ¿Lo has entendido?
—Si, Sheriff—.Respondió Lorena a regañadientes.
Godric finalmente la soltó.
—Esta humana demostró ser una amiga valiosa, y leal a nuestra raza. —Miro un momento a Sookie, antes de volver a mirar a Lorena—. Pero tu la tratas como los niños tratan a las libélulas, arrancándoles las alas por deporte. Por eso nos odian.
—Ella me provocó—Trato de defenderse.
—Y tu a mi—Se inclino hacia ella—.Has perturbado la paz en mi propia casa. Podría haberte partido en dos… pero no lo hice. ¿Sabes por que?
—Por que lo has elegido—.Respondió, claramente asustada por la presencia de Godric.
—Si, exacto—Asintió—Eres muy vieja, lo noto. Has tenido cientos de años para mejorar y no lo has hecho. Sigues siendo salvaje. Temo por todos lo humanos y vampiros… —Su mirada se poso en los presentes qué observaban la situación—.Si esta situación persiste.
Godric se dirigió hacia Bill.
—Tu, pareces conocerla. —Afirmo el vampiro.
Bill se puso rígido, respondiendo rápidamente.
—Si, Sheriff.
—Acompáñala a la salida—.Ordeno rápidamente, y luego su mirada volvió a posar se en la vampiresa—.Sal de mi área antes del amanecer.
Lorena humillada, no tuvo más opción que retirarse siendo escoltada por Bill, ambos caminaron rápidamente hacia la salida.
Niel observó como se retiraban de la residencia, todo seguía tenso, tras la partida de Lorena, como si su presencia hubiera dejar una sombra palpable, pero poco a poco todos comenzaban a reanudar sus conversaciones con su respectivo grupo o acompañante. Niel se había alejado un poco, estando en una parte alejada tras lo sucedido, viendo como los demás estaban en sus propios asuntos.
Godric apareció a su lado en silencio, su presencia tan ligera que ella apenas se dio cuenta de que estaba ahí hasta que habló.
—No deberías estar sola aquí—Dijo el con calma, su, voz profunda y baja, casi un susurro que parecía deslizarse directamente en su piel.
—No estoy sola—Respondió ella, levantando una ceja—. Estás tú.
El inclino ligeramente la cabeza, la sombra de una sonrisa curva do sus labios.
—¿Y eso debería tranquilizarte?
—no estoy segura. ¿Debería? —.Niel se rio suavemente, aunque el sonido estaba cargado de nerviosismo.
Godric dio un paso hacia ella, cortando la distancia entre ambos.
—Tal vez no. Algunos dirían que no soy de los que inspiran tranquilidad.
Niel sostuvo su mirada, sintiendo un extraño calor subir por su cuello, no era miedo, pero tampoco simple curiosidad. Había algo en el, en la manera peligrosa en que la observaba, como si estuviera desnudando cada parte de su alma con esos ojos antiguos.
Por parte de Godric tampoco era tan diferente, era difícil no estar cerca de ella, era tan hermosa e irresistible, quería inclinarla y morderla, hacerla suya en ese mismo momento y delante de todos los presentes, pero se controlo.
—No pareces tan peligroso ahora—Dijo, intentando sonar casual, aunque su, voz tenía un leve temblor.
Godric aqueo una ceja, su tono adquiriendo un matiz más bajo, casi seductor.
—¿Eso crees?
La pregunta colgó en el aire entre ellos, cargada de una tensión que Niel y Godric no podían ignorar. El frío de la sala ya no era suficiente para enfriar el calor en las mejillas de la chica.
—Sí—Afirmo ella, su mirada desviando se hacía a bajo antes de regresar a los ojos del vampiro—.También hay algo en ti que me dice que debería mantener la distancia… pero aquí estoy.
—Aquí estás—Repitió el, como si probará las palabras, como si no pudiera creer que fueran ciertas. Dio otro paso hacia ella, lo suficiente para que la distancia entre ambos fuera apenas un suspiro—.Y eso me hace preguntarme; ¿por qué?
—Tal vez… por que quiero estar contigo. —Niel trago saliva, sintiendo su corazón latir con fuerza.
Godric lado la cabeza, sus ojos recorriéndola con una mezcla de curiosidad y algo más oscuro, algo más primitivo.
—¿Estar conmigo? —repitió, su voz baja apenas audible—.¿Por que quieres estar conmigo?
—No lo se—Respondió ella, su voz más firme esta vez—.Hay algo en ti, algo que no puedo explicar… pero lo siento.
La intensidad en la mirada de Godric aumentó, y por un instante, el aire entre ellos pareció electrificarse.
—¿Y que siente, Niel? —Su voz sonó baja y grave, seductora.
Ella abrió la boca para responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. No podía ponerlo en palabras, no podía definir lo que sentía por él. Era una mezcla de fascinación, atracción, y una conexión inexplicable qué iba más allá de cualquier explicación que se le ocurriera.
—Siento… —Empezó, pero luego se detuvo, apartando la mirada hacia otro lado.
Godric dio el último paso que los separaba, sus narices rozaban de lo cerca que ambos estaban. Con un movimiento lento, él levantó una mano y, sin tocarla, la dejo suspendida cerca de su mejilla, como si te miera cruzar un límite invisible.
—No tienes que decirlo—murmuró, su voz cargada de una calidez qué contrastaba con su usual tono distante—.A veces, las palabras solo complican lo que ya sabemos.
Niel volvió a mirarlo, y sus ojos se encontraron de nuevo, esta vez con una intensidad que no necesitaba explicaciones. El mundo alrededor pareció desvanecerse, dejándolos solos en esa burbuja de tiempo extendido, atrapados en un tira y afloja entre los que podían sentir y lo que tenían admitir.
Pero ninguno de los dos rompió contacto visual. Ninguno retrocedió. Y aunque las palabras no se dijeron, el silencio entre ellos habló más alto que cualquier confesión. La distancia entre ellos era casi inexistente, y Godric finalmente tocó la mejilla de Niel, pasando sus dedos por la piel y sintiendo la calidez qué la acompañaba.
—Tu piel es muy suave—Murmuro Godric, lo suficientemente audible para que ella lo escuchara.
—Y tu eres tan lindo—proceso lo que acababa de decir, poniéndose un poco nerviosa—Lo siento, lo siento—. Se disculpo rápidamente, con sus mejillas poniéndose cada vez más rojas.
La sonrisa de Godric se hizo más evidente, mirándola a los ojos con una expresión cálida.
—No te disculpes—Respondió, aun acariciando la mejilla de la chica con suavidad—.Nadie me había llamado lindo en siglos.
Niel parecía cautivada, perdida en la mirada de Godric, dándose cuenta que ambos son de la misma estatura. Antes de poder responder, alguien había interrumpido en la sala. Godric se separó de ella para observarlo, posicionándose a su lado. Él hombre vestía una chaqueta demasiado grande, qué aunque la noche este fría, llevar una chaqueta de ese tamaño era exagerado. Jasón se había acercado a él, parecía que se conocían, pero el hombre lo apartó de inmediato. Él se presentó como Luke McDonald y que tenía un mensaje de parte de Steve Newlin. Se quito la chaqueta gigante, revelando una gran bomba adherida en su pecho, explotando al instante.
Niel antes de darse cuenta, el hombre se había explotado a si mismo, llevándose varias vidas con el. Todo para ella se había vuelto negro por un segundo, antes de despertar, el estruendo de la explosión resonando en sus oídos y escuchando los gritos de varios vampiros que no  tuvieron suerte. El humo se elevaba por la sala, mezclado con el olor metálico de la Plata qué quemaba la piel de varios vampiros.
Cuando Niel poco a poco empezó a recuperar la conciencia, sintió un peso abrumador sombre ella, unos brazos la rodeaban con fuerza, Godric la había empujado al suelo, cubriéndola de los fragmentos de plata que habían llovido por toda la habitación.
El calor abrasador del metal flota a en el aire, y aunque ella apenas estaba rosada por el daño, el cuerpo de Godric se tenso sobre el suyo, soportando el impartió y el dolor que la plata provocaba en su piel.
Por un momento, el tiempo se detuvo. El mundo entero quedo en silencio, excepto por el sonido entrecortado de la respiración de ambos.
—¿Niel? —susurró Godric, su voz ronca por el esfuerzo. Se apartó apenas lo suficiente para mirarla, sus ojos llenos de preocupación mientras recorría su rostro en busca de heridas.
—Estoy… estoy bien—respondió ella, aunque su, voz temblaba y su corazón latía desbocado. Sus manos instintivamente se aferraron a los brazos de él, que aún la rodeaban con fuerza. —¿tú?
—No importa cómo estoy yo—replicó el rápidamente, su, mirada intensa atrapando la por completo—. Solo dime que no estas heridas.
Ella negó con la cabeza, sus manos subiendo por sus mejillas antes de mirarse a si misma para buscar cualquier señal de daño, nada más para encontrar qué su ropa se había ensuciado con ceniza y sangre que estaba por la habitación.
—¡Godric, estas quemado! —Exclamo cuando su vista se poso en él, llevando sus manos a la cara de Godric, tocando su rostro con cuidado.
El desvío la mirada por un instante, como si el dolor físico no tuviera importancia.
—Es solo plata. Sanaré. —Dicho y hecho, el vampiro se había regenerado ya por completo.
Antes de que ella pudiera contestar, Godric la ayudo a levantarse, sujetándola con cuidado como si fuera de cristal. Niel tambaleó un poco, pero él no la dejo apartarse de su lado. Sus manos permanecieron firmes sobre su cintura, sus ojos recorriendo cada centímetro de ella, todavía buscando algún daño que ella no hubiera notado.
—No debiste hacer eso… —murmuró ella, su voz un susurro mientras sentía el peso del gesto.
—No tenía otra opción—respondió el, con una seriedad que la dejo sin aliento—.No iba a dejar que te lastimaran, no de nuevo.
Ella tragó saliva, notando cómo el tono bajo, de su, voz parecía contener algo más profundo, algo que no podía descifrar del todo. La cercanía entre ambos, la intensidad de su mirada, la forma en que sus manos todavía la sostenía… todo conspiraba en hacerla olvidar en el caos qué la rodeaba.
—No soy tan frágil, ¿sabes? —intentó bromear, aunque su voz todavía temblaba.
Godric arqueó una ceja, una sombra de una sonrisa cruzando su rostro por un breve instante.
—Lo sé. Pero eso no significa que no quiera protegerte.
Niel no supo que responder. Había algo en su tono, algo que hacía que su pecho se apretara y que sus palabras se atascaran en su garganta.
En ese momento, los sonidos del caos regresaron a su conciencia: los gemidos de los heridos, la voz de Eric al otro lado de la habitación, el chisporroteo de la Plata todavía humeando en el aire.
—Tienen que irse—Dijo Godric finalmente, su expresión endureciéndose mientras volvía a centrarse en la situación.
—¿Y tú? —Pregunto Niel, su voz más firme esta vez—.No voy a dejarte atrás.
Godric la miró, sus ojos brillando con algo que no supo descifrar.
—No tienes que preocuparte por mi. Pero si estas a salvo, entonces puedo preocuparme por los demás.
—Entonces no me sueltes—replicó ella rápidamente, su mirada desafiando la intensidad de la suya—. Por que no pienso irme sin ti.
Por un instante, Godric pareció responder algo, pero se detuvo. En cambio, asintió una vez, con una expresión que contenía una mezcla de resignación y algo más suave, casi protector.
Si decir más, se giro hacia el caos, llevándola consigo mientras la tensión entre ambos seguía creciendo, como una llama que ni siquiera la explosión de playa había logrado apagar.
Ambos se dirigieron al, centro de la sala. Isabel -con la ayuda de Jasón- habían llamado la atención de todos, para que Godric hablara.
—Puede que vuelvan—Empezó, mirando la multitud de que había sobrevivido apenas a la explosión—.Vayan todos al hotel Carmilla. Los de seguridad tienen todo preparado.
Dicho esto, todos habían empezado a retirarse, algunos ayudando a caminar a los que más fueron heridos, dirigiéndose al hotel.
Godric se dirigió a la chica que estaba a su lado, hablándole con un tono suave.
—Vienes conmigo.
—Claro. —concordó con una pequeña sonrisa, mientras ambos salían de la casa destruida.
El camino al hotel Carmilla paso en silencio, uno agradable y cómodo para ambos. Mientras ambos estaban perdidos en sus pensamientos durante todo el trayecto, que se les había hecho corto.
El Hotel Carmilla aun brillaba con su elegancia moderna, pero su, atmósfera estaba cargada de tensión. Tras el caos de la explosión, los vampiros y humanos y había logrado llegar al hotel, buscaban consuelo y seguridad, aunque los murmullo nerviosos llenaban los pasillos.
Godric, caminado con su ritmo constante pero decidido, guió a Niel entre las miradas curiosas de los presentes. Su presencia, como siempre, imponía respeto. Sin embargo, su mano en la parte baja de la espalda de Niel, una protección sutil pero evidente, atrajo algunas miradas más prolongadas.
—¿Por qué todos nos miran así? —Pregunto Niel en un, susurro, inclinando se hacía el mientras subía el ascensor.
Godric no apartó la mirada del panel de botones al presionar el número de su piso.
—Por que no están acostumbrados a verme tan… preocupado por alguien—Respondió con una honestidad que hizo que Niel parpadear a sorprendida.
Cuando llegaron a su, habitación, una suite elegante, era igual a la habitación de Eric. Godric cerro la puerta detrás de ellos con un leve suspiro. La tensión en sus hombros se relajo apenas, pero seguía manteniendo su postura erguida.
—Siéntate —le indicó, señalando el sofá de cuero negro junto a mesa de café. El tomo asiento a su lado—. ¿Estás bien?
Niel asintió, aunque su rostro mostraba cierto cansancio.
—Estoy bien, Godric. No te preocupes tanto por mi.
Él la observó en silencio por un momento, sus ojos fijos en los de ella como si tratara de leer algo más allá de sus palabras.
—No puedo evitarlo—confesó finalmente, su tono más suave de lo habitual—. Estabas demasiado cerca de la explosión.
Niel se inclino ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.
—Estabas conmigo, y me protegiste.
—Confías mucho en mí—Godric se acercó lentamente, estando prácticamente uno al lado del otro.
Ella sonrió levemente, aunque había algo más honesto en su mirada.
—Por su puesto que lo hago. Confíe en ti cuando decidí ayudarte, y el hecho de que me protegieras de la explosión, solo lo reforzó más.
—¿Por qué? —Pregunto él, inclinando se más hacía ella, su tono cargado de curiosidad genuina—.¿Por qué me ayudaste, poniendo tu vida en peligro y sin conocerme?
Niel se mordió el labio, pensativa.
—Porque vi algo en ti que me hizo creer que lo valía. Hay algo en ti que…no sé, me hace querer estar cerca, asegurarme de que estés bien.
Godric la miro en silencio, su rostro imperturbable, pero sus ojos mostraban un torbellino de emociones. Nadie se había preocupado tanto por el en milenios, aparte de Eric, y eso le hizo sentir una calidez en el pecho, algo que no había sentido en mucho tiempo.
—No deberías hacerlo—murmuró el, sacudiendo ligeramente la cabeza. Sus ojos se volvieron a ella, cargados de dolor y remordimiento—.He hecho tantas cosas horribles, cosas que ningún perdón puede borrar.
—¿Y qué? —Dijo, Niel, su, tono desafiante. Él parpadeo, sorprendido por su respuesta. Ella continuo—: Todos hemos hecho cosas horribles en el pasado, cosas de las que no estamos orgullosos. Pero lo que importa es quien eres ahora, no quien fuiste en el pasado.
Godric esbozó una sonrisa apenas perceptible, llena de tristeza.
—Tu fe en mi es… desconcertante. No sé si lo merezco.
—Lo mereces—insistió ella—. Lo veo en ti, Godric. Hay bondad en ti, aunque te cueste aceptarlo.
Hubo un momento de silencio, no fue incómodo. Había algo tangible en el aire entre ellos, algo que ni siquiera Godric podía ignorar. Finalmente, rompió el silencio.
—He pasado mucho tiempo creyendo que no había redención para alguien como yo.
—Quizá no necesitas redención—Dijo Niel, suavemente—. Quizá solo necesitas recordar que aún eres capaz de hacer algo más.
Godric la observó, sus ojos reflejando un brillo especial.
Niel dudo por un instante, pero finalmente respiro hondo y dijo:
—Lo que sentí en la iglesia, cuando estabas tan cerca, fue extraño… pero no fue algo malo, Godric. Fue una calidez que no había sentido por otra persona aparte de…
Ella se callo en ese momento, aún no estaba lista para sacar el tema de Sueño tan pronto con alguien -de nuevo- aunque sentía la necesidad de contárselo a alguien, en desahogarse, pero no quería meter sus propios problemas en este momento.
Godric se había dado cuenta de que había cortado la oración, pero decidió no indagar, si ella no quería contarlo, no iba a presionarla, era algo que ella tendrían que decidir contárselo a él. Finalmente habló, rompiendo en pequeño, silencio.
—No se como responder a eso—Admitió, su tono bajo y cargado de honestidad—. Lo que describes… es algo que no había sentido desde hace mucho tiempo.
—¿Mucho tiempo? —Se arriesgo a preguntar, su tono era suave y curioso.
—Desde que era humano—Admitió el, su mirada estaba fija en los ojos de la chica—. No sé si lo merezco.
Ella sostuvo su mirada, ambos estando demasiado cerca.
—Déjame decidir eso.
Godric suspiro, desviando la mirada hacia la ventana. Notando como el sol casi empezaba a salir.
—El amanecer se acerca.
Niel se sobresaltó al, darse cuenta de la hora.
—¿Quieres que te deje para que descanses? —preguntó ella, aunque en su tono había un leve temblor, como si temiera su respuesta.
—No. Quédate. Está bien.
Niel asintió lentamente, sintiendo un peso el peso de sus palabras. Cuando Godric se levantó de sofá, y señaló la puerta que estaba atrás de Niel.
—Esa es tu habitación. Descansa bien, Niel.
Ella lo miro, con una pequeña sonrisa leve para después asentir. Antes de que él desapareciera tras la puerta de su dormitorio, se giro para mirarla una última vez.
—Gracias.
—De nada—Finalmente, lo vio desaparecer por la puerta.
Chapter 5: The Raven
Notes:
Hiii, siento no poder actualizar ayer, no tuve tiempo. Pero aqui les dejo el capitulo 5, que es badtante largo, espero que lo disfruten!
Bien, me gustaria aclarar algunas cosas en esta historia, mas que nada algunas fechas.
1. La historia esta situada entre entre el año 2008-2009.
2. A consecuencia de eso, Sueño y Niel fueron capturados en 1906, pasando 102 años encerrados en ese sotano. Pero los personajes conservan la misma edad.
3. Morfeo no sera tan imbecil aqui, amo como es en la serie y el dearrollo que le dan, pero siento que deberia ser más comprensivo.Si hay más cosas que aclarar, pueden preguntarmelo o añadire más conforme vaya avanzando la historia.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Niel cerró la puerta de su habitación tras de si, dejando escapar un suspiro pesado, pasando las manos por su largo cabello, notando qué tenía mechones enredados y pegajosos. La noche había sido una tormenta de caos, miedo y emoción es que no sabía cómo procesar. La tranquilidad del cuarto era bienvenida, el silencio era reconfortante.
Sus ojos recorrieron la habitación, deteniéndose en una puerta negra en la esquina, era el baño. Su mirada bajó hacia sus brazos, notando las manchas de suciedad en las mangas de su chaqueta, y su vestido que una ves fue blanco, ahora era un desastre. Se quito con cuidado los zapatos que llevaba, y caminando descalza hacia el baño, encendiendo las luces.
Se quito la chaqueta y la dejo en el suelo en una esquina, al igual que bajo el sierre de la parte trasera de su vestido, deslizándolo lentamente por su cuerpo hasta caer en el suelo, haciendo lo mismo con la ropa interior. Se miró en el espejo completamente desnuda, inmóvil por un momento, observando su reflejo con una mezcla de tristeza y dolor. La luz iluminaban cada contorno de su rostro, tenía algunas líneas debajo de los ojos, cada línea por la falta de sueño. Su piel parecía casi translucida bajo la iluminación, estaba muy pálida, tal vez por la falta de vitamina y comida, y la pequeñas manchas de sangre en su mejilla y cuello destacan como recordatorio de lo que había pasado esta noche.
Sus ojos viajaron hacia abajo, recurriendo, su cuerpo desnudo. Era demasiado delgado, casi frágil. Las clavículas sobresalían marcadamente, sus costillas eran muy notables debajo de su busto abundante. Sus ojos siguieron bajando, observando su cadera, de la que sobresalían los huesos, sus piernas y brazos parecían más delgados de lo que deberían. Mientras más observaba, más notaba las cicatrices invisibles qué le adornaban su cuerpo, tal vez aquellas cicatrices físicas desaparecieron, pero aun siguen estando allí.
Había pasado tanto tiempo atrapada con Morfeo, viviendo en un sótano durante años, un siglo. Apenas comía, tal vez no la necesitaba para sobrevivir, ya que es inmortal, pero aun así su cuerpo necesitaba los nutrientes de la comida. Aunque había recuperado algo de fuerza, sentía que su magia poco a poco iba volviendo, a diferencia de hace unas horas.
—Pareces un fantasma—murmuró para si misma, con una media sonrisa amarga.
Después de una última mirada, se apartó del espejo y se metió a la ducha. El agua comenzó a caer como un torrente cálido, llenando el baño de vapor reconfortante. Niel trato de desenredar un poco su cabello con los dedos, pasándolo por sus mechones rubios con cuidado, cuando su cabello casi estaba libre de nudos -excepto por las parte donde tenía sangre seca- entró al agua.
El agua caliente golpeó su cuerpo, y por un momento, todo lo demás desapareció. Cerró los ojos y dejó que el vapor en volviera cada músculo tenso de su cuerpo, arrastrando la suciedad y la sangre hacia el desagüe. Paso las manos por su cabello empapado y terminado de desenredar los nudos, mientras sentía como el agua quitaba un poco de peso de sus hombros.
Apoyó ambas manos contra las baldosas de la pared, inclinándose hacia adelante mientras el agua caía sobre su espalda. Sus pensamientos se volvieron hacia él, como si no pudiera evitarlo. Godric.
Podía verlo claramente en su mente; sus ojos intensos, su voz suave cargada de peso. Su sonrisa, oh, lo linda que es su sonrisa, la forma en que ella podía ver el tatuaje de su pecho a través del cuello de su camisa, se preguntó si habría más en el resto de su cuerpo. Se dio una palmada mental para detenerse y no pensar como se vería el cuerpo de Godric sin ropa.
—¿Por qué no puedo dejar de pensar en el? —Susurro, sintiendo una mezcla de emociones que burbujeaban en su pecho.
La había protegido, 2 veces, sin tener alguna razón para hacerlo. La forma en la que la había tratado, como se había preocupado por ella y la acompaño en su pequeñas crisis en el sótano de la Comunidad del Sol. Su sola presencia la hacia sentirse segura, la forma en que la mantuvo a su lado con sus manos alrededor de ella, a diferencia de Gabe y otras personas en las que su toque le generaba asco y repulsión. El toque de Godric era suave y reconfortante, hacia que ella quiera que el la envolviera en sus brazos para siempre.
Recordó el momento en la carretera, cuando sus palabras la habían dejado expuesta y al mismo tiempo reconfortada. Ella quería estar cerca de él, conocerlo y viceversa. Acompañarlo.
—Será… será que… —se interrumpió a su misma, dejando que el agua cayera por su rostro enrojecido.
Si embargo, la sensación persistía, una cálida sensación en su pecho que no podía. Godric tenía la culpa de eso.
Cuando finalmente cerró la ducha -Después de limpiarse correctamente- se quedo un momento inmóvil, dejando que el vapor la rodeara como un refugio temporal. Tomo una toalla y la enrollo alrededor de su cuerpo, secándose lentamente mientras mirada de reojo su reflejo en el espejo. Se veía mejor ahora, al menos ya no estaba sucia.
En la habitación, empezó a rebuscar en los cajones y armario, tratando de encontrar algo que ponerse, pues no tenia ropa en la mano en ese momento y aun no tenia suficiente magia para crear alguna. Seguio rebuscando unos segundos mas, hasta que encontró algo de ropa en uno de los cajones del armario. Era una camisa abotonada de color rojo con manga larga, y unos pantalones igualmente de color rojo, ambos eran de una tela suave, es una pijama.
Disfrutando de la suavidad del tejido limpio contra su piel. Colgó la toalla en el baño, antes de volver a la habitación, donde se sentó en la cama, dejando su cabello húmedo cayera sobre sus hombros y espalda, y sus puntas rosando la cama. Lentamente se acostó, con sus ojos serrados hasta finalmente dormir.
…
Godric cerró la puerta de su habitación y dejo escapar un suspiro bajo. El silencio del espacio era un contraste marcado en el caos de las ultimas horas. Aunque la calma era bienvenida, su mente no compartía ese reposo.
Camino hacia el ventanal y corrió las gruesas cortinas opacas, asegurándose de que ningún rayo de sol pudiera entrar cuando el día llegara. La luz artificial del cuarto proyectaba sombras suaves en las paredes, pero no hacia nada para calmar la inquietud que se había instalado en su pecho.
Se sentó en la cama, entrelazando los dedos sobre sus rodillas mientras sus pensamientos volvían una y otra vez a ella. A Niel.
Había algo en ella que lo descolocaba profundamente, algo que no podía entender del todo. Había conocido miles de humanos y otras criaturas durante sus siglos de existencia, pero ella era diferente. No solo por lo que era, el podía oler que ella no era humana, y tampoco podía descifrar lo que era, era una criatura que no había visto jamás, pero lo hacia sentir cosas.
“Me confunde,” pensó mientras miraba sus propias manos, las mismas que había cometido atrocidades en el pasado y que ahora habían protegido a alguien tan frágil como ella.
La imagen de Niel bañaba en la luz tenue del pasillo, sus ojos llenos de calidez mientras decía que no lo dejaría, lo invadió. Había sinceridad en sus palabras, una calidez que parecía ajena al mundo que el conocía. Era como si estuviera dispuesta a entregarle algo que el no merecía. Tampoco podía negar que ella era hermosa, sin miedo a pensar que era la mujer mas hermosa que había visto en su no-vida, y eso que había visto a humanos hermosos durante sus 2000 años de existencia. Su cabello es tan largo que le llegaba a las caderas y sus ojos parecían un océano profundo cada vez que la miraba. Su piel era pálida, pero para él era perfecta, resistiéndose el impulso de inclinarla y enterrarle sus colmillos en su cuello -hasta sus encías dolían-, no había sentido ese impulso desde hace años, el quería tocarla por todos lados con todas sus fuerzas, abrazarla, adorarla, apegarla a él y otros pensamientos obscenos que alejo de su mente rápidamente.
Godric se recostó en la cabecera de la cama, mirando hacia el techo. Su pecho seguía tenso, como si algo extraño y desconocido estuviera intentando abrirse paso dentro de él. Era una sensación que había olvidado, algo que no debería ser posible para alguien como él.
El calor, eso era lo que a el le inquietaba. Cuando estaba cerca de Niel, sentía un calor que no tenia sentido para alguien cuyo cuerpo había dejado de ser humano hacía siglos. Era como si algo en ella desafiara las leyes de su existencia, rompiendo las barreras que había construido alrededor de si mismo.
“¿Por qué me importa tanto?” su propia pregunta lo dejo en silencio.
No era solo que la hubiera protegido de la explosión. Había algo mas profundo, algo que lo hacía querer protegerla incluso de si mismo. Sentía que podía verla por completo, mas allá de las heridas y las cicatrices que llevaba consigo. Y esa vulnerabilidad, encontraba una belleza que lo desarmaba.
Se llevo una mano al rostro, cerrando los ojos. Pensando en el breve momento que ella había tocado su cara con tanta delicadeza cuando se estaba quemando con plata. Fue un contacto rápido, pero lo suficiente para dejarlo con la sensación que todavía lo perseguía; calidez, humanidad. Algo que el no había sentido en mucho tiempo.
“No la merezco” la frase resonó en su mente como un eco frio. Había pasado años tratando de expiar los horrores que había cometido, pero sabia que nunca seria suficiente. Entonces, ¿por qué alguien como Niel querría estar cerca de él? ¿Qué veía en él que mereciera su atención, su afecto?
El cansancio comenzó a apoderarse de el, pero no era el cansancio físico que conocía en su vida humana. Era un agotamiento emocional, una lucha interna que tenia resolución fácil.
Godric se levantó de la cama y camino lentamente hacia la pequeña sala continua. La suite tenia dos habitaciónes, pero no había duda de que Niel estaría en la suya. Una parte de el quería estar con ella, de que el estaba con ella en ese momento, y ese impulso le gano por un momento. Pero, se detuvo en seco a escuchar la ducha en el baño de la habitación de ella.
“Se esta duchando” la respuesta llego en su mente. Cayendo en cuenta que ella estaba en el baño, desnuda.
Rápidamente volvió a su habitación, apenas resistiendo el impulso que se había apoderado de él. Se tumbo en la cama, con las manos cruzadas sobre el pecho, eso había sido mucho, aun sentía como sus colmillos ansiaban sentirla y el deseo de morderla era mas fuerte.
Por primera vez en mucho tiempo, no tenia miedo del amanecer. Tenia miedo de esta nueva conexión con Niel podría significar para él. Y aun así, no podía evitar desear saber mas, sentir mas, explorar lo que ella hacia surgir en el.
Mientras el sueño diurno comenzaba a reclamarlo, una ultima imagen cruzo por su mente; los ojos de Niel, mirándolo como si viera algo que él ni siquiera podía ver. Y con una sonrisa en su rostro, finalmente se durmió.
…
Niel abrió los ojos lentamente, pero lo que vio no fue el techo del Hotel Carmilla. En su lugar, un cielo de infinitos colores posibles se extendía sobre ella, vibrante y cambiante. La tierra bajo sus pies parecía un reflejo verde brillante y hermoso.
Supo inmediatamente donde estaba; La ensoñación.
El pecho le pesaba con una mezcla de nostalgia y alegría. No, había estado allí desde… hace dos días, pero igual lo extrañaba con todo su ser.
—No pensé que volvieras tan pronto—dijo una voz familiar, que la saco de sus pensamientos.
—Matthew… —susurró ella, como se no podía creer que de verdad estaba allí.
—Si, ese soy yo. Y, para ser honesto, no esperaba verte tan pronto por aquí. Pero, ya sabes, este lugar siempre te trae devuelta.
Niel suspiro y se cruzo de brazos, intentando desviar la mirada del cuervo.
—No fue algo planeado. No quería regresar aún.
—Ya, claro—replico Matthew, con un tono que rozaba la ironía, pero no perdió la calidez—. Pero aquí estas, y eso ya es algo. Aunque tengo que decirte, Lucienne esta preocupada por ti. Lleva preguntándose dónde estás desde hace un buen rato.
El corazón de Niel dio un vuelco al escuchar el nombre de la bibliotecaria del Ensueño. De su querida amiga.
—¿Lucienne…?
—Si. Esa mujer no descansa, ¿sabes? Esta demasiado preocupada por ti, preguntándose a que parte del mundo estas. Y antes de que preguntes; ella esta bien, aunque sigue pensando que deberías volver.
Niel bajo la mirada, mordiéndose el labio.
—No puedo regresar, todavía no.
Matthew ajito las alas, como si tratara de expresar un “¿En serio?” sin palabras.
—¿Y por que no? ¿Es por que el Jefe no está? Porque, te lo digo, no esta aquí ahora mismo.
—¿No está? —Niel alzo la cabeza con una mezcla de sorpresa y alivio.
—No. Se fue hace un par de horas. A hacer quien sabe que en algún lugar del mundo. Pero eso no cambia nada, Niel. El tampoco ha sido el mismo desde que te fuiste.
Esa ultima frase la golpeo como un rayo. Se quedo en silencio, incapaz de procesar ll que acababa de escuchar.
—¿Qué quieres decir? —pregunto finalmente, con un hilo de voz.
Matthew inclino la cabeza, observándola con sus ojos ónix.
—Lo que escuchaste. Desde que te fuiste, esta… mas distante. Bueno, mas de lo normal. Mas frio, si eso, es posible. Incluso para nosotros, se siente diferente, triste me atrevería a decir. Como si hubiera perdido algo importante.
—No es mi culpa—Aparto la mirada.
—No he dicho que lo sea—replicó Matthew, con su voz mas suave ahora—. Pero, tal vez, él tampoco sabe cómo manejarlo. Tú sabes cómo es. Todo poder y grandeza por fuera, pero por dentro… bueno, digamos que no sabe como lidiar con las emociones.
Niel dejo escapar un gran suspiro.
—No sé si puedo enfrentarlo ahora Matthew. Siento que no estoy lista.
El cuervo saltó de la rama y aterrizó en el suelo frente a ella.
—Mira, no te estoy diciendo que tengas que arreglarlo ahora mismo. Pero La Ensoñación es tu hogar, Niel. Lo fue y siempre lo será. Lucienne te extraña. Yo te extraño. Y aunque él nunca lo diga, estoy seguro de que el Jefe también lo hace.
Niel lo miro durante un largo rato, con una mezcla de emociones reflejándose en su rostro. Finalmente, sonrío y asintió lentamente.
—Gracias, Matthew.
El cuervo ladeó la cabeza y soltó un graznido suave que casi sonó como una risa.
—No tienes que agradecerme. Solo recuerda, pase lo que pase, siempre puedes volver aquí.
Con esas palabras, Matthew alzo sus alas y alzo vuelo. Pero, antes de alejar, Niel dijo una ultima cosa;
—Matthew, dile a Lucienne que estoy bien y que no se preocupe. Y dale mis saludos a Mervyn.
Matthew soltó un como afirmación, para después alejarse lentamente, desapareciendo en el cielo cambiante. Niel se quedo sola, observando el Ensueño con felicidad y amor, preguntándose si estaba lista para volver.
Niel despertó lentamente, con el cuerpo aún pesado y la mente atrapada entre el sueño y la vigilia. Al girar la cabeza hacia la mesita de noche, vio el reloj digital marcando las 5:00 pm. De inmediato, su estomago rugió con fuerza, recordándole que no había comido desde… ¿Cuándo? Ya no lo recordaba.
Con un suspiro, se levanto de la cama. Su cabello todavía estaba un poco desordenado y húmedo de baño que se había dado antes de dormir. Fue al baño y se lavo los dientes con pereza, aun estaba cansada, se miro de reojo al espejo y opto por ir así, como no tenia mas ropa que ponerse, colocándose un pequeño par de zapatillas que estaban al lado de su cama, y así que salió de la habitación. No pensó mucho en acomodarse el cabello, la prioridad ahora era comer algo.
Al entrar al comedor del hotel, el murmullo de las pocas personas presentes la guio hacia Sookie, quien estaba sentada sola en una mesa con un plato de waffles y una taza de café frente a ella.
—¡Niel! —exclamo, Sookie al verla, embozando una sonrisa amistosa—. ¿Cómo estás?
Niel le devolvió una sonrisa cansada mientras se acercaba y se sentaba frente a ella.
—Mejor, pero creo que mi estomago no esta dispuesto a esperar mas.
—Eso suena como una buena señal. Aquí tienen un menú decente para humanos—Sookie sonrió con suavidad, tomando un sorbo de su café.
Un camarero se acerco al instante.
—¿Algo para comer? —preguntó con cortesía.
—Lo que sea rápido —contesto Niel.
—¿Un omelette con tostadas?
—Perfecto, gracias.
El camarero se retiro con eficacia, dejando Niel y a Sookie solas. La rubia miro con cierta curiosidad, apoyando el mentón en una mano.
—Así que… —Dijo Sookie en tono juguetón, inclinándose hacia adelante—, ¿quieres contarme por qué tú y Godric salieron juntos de la iglesia y entraron a la misma habitación?
Niel casi se atraganta con su saliva, y un ligero rubor apareció en sus mejillas.
—No es lo piensas—respondió rápidamente, bajando la mirada para evitar los ojos de Sookie.
—Oh, tranquila. No estoy insinuando nada malo. Solo digo que parecían bastante… cercanos.
Niel se removió incomoda en su, asiento, pero finalmente suspiro.
—Godric ha sido amable conmigo. Creo que… somos amigos.
—¿Solo eso? —pregunto Sookie con una sonrisa traviesa.
Antes de que Niel pudiera responder, el camarero regreso con su comida, colocándola frente a ella. Aprovecho la distracción para tomar una cucharada y evitar la conversación. Sookie, sin embargo, no la presiono mas, cambiando de tema mientras Niel comía.
—¿Por que quisiste meterte en todo esto, Niel? —pregunto Sookie de repente, rompiendo el silencio cómodo que se había formado entre ellas.
Niel titubeó un poco, pensando en como responder.
—Ya sabes, escuchar conversaciones que no me incumben. Digamos que sentía curiosidad.
—Eso suena familiar—río Sookie.
Hubo una breve pausa antes de que Niel, con un poco de curiosidad es la voz, preguntara;
—¿Y tú? ¿Cómo es que te involucraste con Eric?
Sookie levanto las cejas, claramente sorprendida por la pregunta.
—¿Eric? Bueno… —empezó, jugando son el asa de su taza de café—, Eric es… complicado. A veces es increíblemente irritante, y otras, puede ser… dulce, a su madera.
—Suena como alguien difícil de descifrar—Niel dejo escapar una pequeña risa.
—Lo es. Pero, ¿sabes? A veces pienso que es su forma de protegerse. Los vampiros, escuche que especialmente lo mas viejos, llevan cicatrices. Supongo que, en parte, es por eso que entiendo a Godric también.
El nombre de Godric hizo que Niel quedara en silencio por un momento, su mente llenándose de imágenes de la ultima vez que hablaron.
—Sí… creo que puedo entender eso.
Sookie le dedicó una mirada comprensiva, como si, pudiera adivinar en que estaba pensando Niel, pero no dijo nada mas. En lugar de eso, ambas continuaron hablando de temas mas ligeros mientras terminaban su comida.
Niel sintió un tirón familiar en su pecho, un leve temblor en el aire que solo podía significar una cosa: Matthew, estaba cerca. Termino la conversación con Sookie con una sonrisa amable y se disculpó, tomando una bandeja de bocadillos del comedor antes de dirigirse a la habitación, pensó que al cuervo de gustaría.
Cuando abrió la puerta, encontró la suite “vacía” al parecer Godric seguía con su descanso diurno. Hasta que escucho un golpeteo en la ventana de la sala. Allí estaba el cuervo, posando en el alfeizar, moviendo las alas con impaciencia.
—¿Matthew? —pregunto, caminando a la mesa de café y dejando la bandeja allí— ¿Qué haces aquí?
Camino hacia el y abrió la ventana. El cuervo entro con rapidez, aterrizando en la mesita de café. Y observo a Niel con una mirada preocupada.
—Es bueno verte también, Niel—respondió con un tono sarcástico antes de añadir con seriedad—. Vine a decirte a decirte algo.
Niel frunció el seño mientras se sentaba en el sillón. Haciéndole un ademan a Matthew para que comiera lo que quiera.
—¿Algo? Pensé que Sueño te habría prohibido informarme sobre las cosas en el Ensueño.
Matthew sacudió las plumas, terminando de comer algo que tomo de la bandeja.
—En realidad no me prohibido hablarte, ni a los demás tampoco… sigue distante, ya sabes. Nos dijo a mi y a Lucienne algo que tu también deberías saber—tomo otro bocadillo antes de seguir—. Algo sobre un vórtice.
Los ojos de Niel se abrieron con sorpresa.
—¿Un vórtice? —repitió, su tono preocupado—.¿Dijo dónde o quién?
Matthew negó con la cabeza.
—No me dio detalles. Es algo muy reciente y tal vez ni el mismo lo sepa ahora. Y, para ser honesto, ni siquiera estoy muy seguro de que es un vórtice.
Niel dejo escapar un suspiro profundo, llevando una mano a su frente mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar.
—Un vórtice es… complicado. Es un ser capaz de atraer y colapsar el Ensueño, derriba la barrera entre los sueños y el mundo de la vigilia—explico con calma.
—Entonces, no es algo bueno—Matthew la miro con una mezcla de comprensión y alarma—. ¿Por qué no te dijo más?
—Es el Jefe. Tal vez quería confirmar primero las cosas antes de decirnos más—dijo Matthew, moviendo las alas.
Niel se levanto y empezó a caminar por la sala, sus pasos inquietos resonando en el espacio.
—Esto no es algo que pueda ignorarse. Si hay un vórtice, podría terminar muy mal si no se arregla pronto.
—Si, por eso vine—Dijo Matthew, siguiéndola con la mirada—. Pensé que si venia a decírtelo, podrías ayudar.
—El vórtice no es solo un peligro para el Ensueño; también lo es para el mundo humano. Todo lo que separa el sueño con el mundo real podría colapsar, y eso seria un peligro para todo el mundo.
Matthew hizo un sonido que parecía un suspiro.
—Eso suena… catastrófico.
—Lo es. Morfeo sabe lo que podría pasar.
Niel suspiro y volvió a sentarse, sus pensamientos corriendo en todas direcciones, luego volvió a hablar.
—Matthew, si te dicen algo mas, por favor, dímelo. Esto no es algo que pueda ignorar.
—Por supuesto—El cuervo asintió con la cabeza.
…
El reloj marcaba las seis de la tarde cuando Godric abrió los ojos. Aún no oscurecía por completo, siempre se despertaba antes del anochecer desde hace un par años. Se incorporo lentamente, estirando sus músculos con una calma característica. Aunque el día había sido tranquilo hasta ahora, las emociones y pensamientos que lo habían ocupado la noche anterior seguían pesándole.
Decidió levantarse y se dirigió al baño adjuntó. El mármol frio bajo, sus pies no le molestaba en absoluto; en cambio, lo encontraba reconfortante. Se quito la camisa que llevaba puesta, revelando los tatuajes que adornaban su piel frente al espejo, al observarse a si mismo, miro como su piel era aun mas pálida que la de un vampiro común, era así por la falta de sangre. el se negaba a comer.
Paso una mano por su cabello corto desordenado, tratando de quitar los pocos nudos un poco antes de abrir la ducha. Quitándose el resto de la ropa y entrando en ella y dejar que el agua caliente fluyera por su cuerpo. Limpio cualquier rastro de suciedad que pudiera haber quedado de la noche pasada y, tras terminar y salir de la ducha con una toalla colgando de sus caderas. Se dedico a lavar sus dientes y colmillos con meticulosa precisión. Tal vez el no podría tener caries o mal aliento, pero le gustaba mantener su dentadura limpia.
Al salir del baño, se vistió con ropa sencilla, un jersey gris y unos pantalones oscuros sueltos, que le permitían moverse con libertad. Mientras se secaba el cabello húmedo con una toalla mas pequeña, un sonido amortiguado le llamo la atención. El murmullo provenía de la sala. Una voz… Niel.
Se dirigió a la puerta de su habitación, saliendo lentamente de esta y se acerco en completo silencio, su curiosidad ganándole. Desde el umbral de la puerta, diviso a Niel sentada en el sillón de la sala común. Frente a ella, un cuervo negro posando en la mesa de café mientras comía algo. Ambos hablaban en voz baja.
—¿Niel? —pregunto Godric, su tono sereno rompiendo el momento.
Niel giro su cabeza hacia el, sus ojos reflejando un instante de sorpresa.
—Godric… no sabía que ya estabas despierto.
El dio un paso, hacia el centro de la sala, mirando al cuervo con renovada curiosidad.
—¿Un cuervo? —pregunto, inclinado la cabeza ligeramente—. No es compañía común.
El cuervo alzo las alas con un leve movimiento y, para sorpresa de Godric, respondió.
—No soy un cuervo cualquiera. Me llamo Matthew.
Godric quedo momentáneamente desconcertado. Su rostro no lo reflejaba, pero su mirada se agudizo.
—Habla—murmuró, mas para si mismo que para los demás. Luego volvió su atención a Niel—. ¿Matthew? ¿Debería sorprenderme menos?
—Matthew es… especial. Proviene de la Ensoñación, del mismo lugar donde yo vengo—se levanto rápidamente, nerviosa.
—¿Vino a visitarte? —Observo a Matthew con mas detenimiento. Aunque su expresión seguía siendo tranquila, una chispa de interés se encendió en su mirada.
Matthew movió la cabeza de un lado a otro, nervioso.
—Si. Eh, vine a decirle sobre algunas cosas que estaban pasando—rápidamente agito sus alas, elevándose en el aire—Lo siento, Niel. Quisiera quedarme mas, pero el Jefe anda tirando de mi cuello ahora mismo, esta llamándome.
Niel asintió con un suspiro, estirando la mano para acariciar las plumas de la cabeza del cuervo.
—Me alegro que vinieras, Matthew.
—Cuídate, Niel. Y tu también, vampiro silencioso—Dijo Matthew antes de volar y desaparecer por la ventana abierta de la sala.
Godric lo siguió con la mirada hasta que desapareció, luego volvió su atención a Niel.
—¿Con tanta frecuencia te visitan criaturas tan singulares?
—No tan seguido como piensas—soltó una pequeña risa, aunque sus manos jugaban nerviosas con un mechón de su cabello.
Ese gesto a Godric le pareció adorable.
El vampiro camino hacia el sillón negro que adornaba la sala y se sentó con la misma elegancia tranquila que parecía definir todos sus movimientos. Su mirada se poso en Niel, observándola con una mezcla de curiosidad y atención.
—¿Cómo has dormido? —preguntó, su voz baja pero cargada de interés genuino.
Niel se acomodo en el mismo sillón que él, acomodándose a su lado. Cruzando las piernas debajo de ella, algunos de los mechones cortos de su cabello cayeron en su frente, con algunas puntas húmedas pegándose a su camisa.
—Lo suficiente, aunque tuve un pequeño… desvío mientras soñaba. Pero me siento mejor ahora.—lo miro con un destello, de curiosidad en sus ojos—. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu descanso?
Godric ladeó la cabeza ligeramente, como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa.
—Fue… tranquilo—respondió después de una pausa—. Aunque admito que mente no estuvo del todo en calma.
—¿Pensando en todo lo que paso? —arqueo una ceja, ligeramente divertida.
Él no respondió directamente, pero sus ojos lo delataron. Después de un breve silencio, Niel decidió cambiar el tema, recordando algo que Sookie le había comentado antes.
—Por cierto, Sookie me dijo que las habitaciones de este hotel están abastecidas con Tru Blood. Si no has comido, podrías…
Antes de que pudiera terminar, Godric negó con la cabeza, un gesto pequeño pero firme.
—No tengo hambre.
—¿De verdad? Porque, con todo respeto, te ves… más pálido de lo normal—lo miro con escepticismo, inclinándose un poco hacia adelante.
—A mi edad, no necesitó alimentarme tan seguido como otros.—El vampiro se cruzo de brazos, manteniendo su rostro tranquilo pero distante—. El hambre es un inconveniente menor, nada más.
Niel no parecía muy convencida.
—Esa excusa puede funcionar con los demás, pero conmigo no—Su tono era suave pero firme, con un dejo de preocupación en sus palabras—. Te ves cansado, como si estuvieras forzándote a ignorar algo que tu cuerpo necesita.
Godric la miró directamente, como si estuviera evaluando cuanto podía o debía decir.
—Te preocupas demasiado. Estoy bien.
—No lo creo—insistió ella, su mirada encontrando la de él sin vacilar—. Por alguna razón, sientes que debes castigarte al rechazar algo tan básico como alimentarte, Godric. Solo te estas debilitando.
El silencio que siguió a sus palabras fue pesado, pero no incomodo. Godric finalmente desvió la mirada, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para responder.
—No es que no quiera comer—Dijo finalmente, en un tono bajo casi inaudible—. A veces siento que… no lo merezco.
—¿Por qué dirías algo así? —frunció el ceño, inclinándose hacia él.
Godric se tomo un momento, su expresión era una mezcla de cansancio y arrepentimiento.
—He vivido tanto tiempo… he hecho cosas que preferiría olvidar. Cosas que nadie debería perdonar. Alimentarme… es un recordatorio constante de lo que fui, de lo que aun soy.
—Godric, como dije antes; lo que hiciste en el pasado no te define quien eres ahora. Todos cargamos con nuestros errores, pero eso no significa que debamos castigarnos para siempre—sus palabras estaban cargadas de sinceridad.
Él la miró, sus ojos buscando algo en ella que ni siquiera sabia si existía; perdón, redención, esperanza.
—Tal vez tengas razón. —Su voz era un susurro.
—No es “tal vez”—Niel sonrío, es un gesto cálido que estaba seguro que podría desarmarlo—. No tienes que cargar con todo solo.
Por primera vez en la conversación, Godric asintió lentamente, aunque su mirada seguía siendo reflexiva.
—Hare el esfuerzo—respondió con una leve inclinación de cabeza—.Si tu también lo haces.
Niel se sorprendió ante lo ultimo que dijo, mirándolo a los ojos directamente, dándose cuenta que de verdad hablaba enserio.
—Esta bien—le dedico una sonrisa sincera.
A los poco minutos después de esa conversación. Ambos ahora estaban en la barra, Niel estaba apoyada contra la barra, observando cómo Godric sostenía la botella tru blood con una mezcla de desconcierto y resignación. Había intentado rechazar la primera, pero no había durado mucho. Ahora, sentado a su lado en uno de los altos taburete, parecía mucho mas dispuesto, aunque su expresión seguía siendo la de alguien que no entendía por que seguía.
—¿Estas seguro de que O positivo está bien? —preguntó Niel mientras sacaba otra botella de la nevera junto a la barra.
Godric asintió con la cabeza, pero había algo en sus ojos que sugería que no le importaba demasiado el tipo. Niel calentó la primera botella y se la entrego. Lo observo beber lentamente al principio, pero a medida que el liquido desaparecía, su ritmo se aceleraba.
—¿Otra? —preguntó ella, apoyando la Barbilla en su mano mientras lo miraba con una pequeña sonrisa.
—No es necesario—replico Godric, pero su mirada delataba lo contrario.
Niel no se dejo engañar. Sacó una segunda botella y la colocó en el microondas, sin dejar espacio para mas protestas. Cuando estuvo lista, se la entrego sin decir una palabra. Esta vez, Godric ni siquiera dudo. Bebió mas rápido, terminándola en poco segundos.
—¿Estás seguro de que no necesitas más? —Pregunto, alzando una ceja.
Godric la miró por un momento, como si estuviera considerando sus palabras, pero finalmente habló.
—Tal vez… una más.
Niel se giro con una sonrisa satisfecha y comenzó a calentar la botella. Mientras lo hacia, observo a Godric de reojo. Viendo el tatuaje en picos que sobresalía del cuello de su jersey, sonrojándose al pensar de nuevo cuantos mas tendría en el cuerpo. Luego vio su postura relajada, pero también parecía ligeramente avergonzado, y fue entonces que recordó el agudo olfato, ¿habrá olido su sonrojo? definitivamente estaba mas que avergonzada ahora mismo.
Si, Godric había olido como la sangre de Niel subía por su rostro, y tuvo que esforzarse bastante para no tomarla y morderla en ese mismo, para él olía demasiado bien, tal vez era por el hambre que tenia en ese momento, pero tampoco le quitaba el merito que la sangre de ella seria deliciosa. Desde hace mucho tiempo que no sentía ese deseo hacia una persona.
—¿Por qué insistes tanto? —pregunto de repente, tratando aun de calmar sus impulsos.
Niel había colocado otra botella frente a él.
—Porque lo necesitas—respondió ella con simpleza, tomando asiento en el taburete a su lado.
Él bebió en silencio, aun intentando calmar su deseo de morderla con la tru blood, funcionaba apenas. Su mirada fija en el contenido de la botella. Al terminarla, dejo escapar un suspiro bajo y miro a Niel de reojo.
—No sabia cuanto realmente necesitaba eso.
—¿Otra? —preguntó ella, inclinándose ligeramente hacia adelante.
Godric parpadeó, sorprendido por su insistencia, pero terminó asintiendo. Para cuando Niel calentó la cuarta botella, ya no había ninguna duda; él tenía hambre, mucha más de la que había admitido -o se había dado cuenta-. La bebió tan rápido como las anteriores, y cuando termino, dejó la botella vacía sobre la barra.
—Esto es… inusual para mí—murmuró, su voz baja pero cargada de algo que Niel no pudo identificar de inmediato.
—¿El que? ¿Aceptar que necesitas algo? —pregunto ella con una leve sonrisa, apoyando los codos sobre la barra.
—Aceptar que alguien se preocupe—Dijo Godric con un tono más suave, sin mirarla directamente.
Niel no respondió de inmediato. Sacó una quinta botella de la nevera y comenzó a calentarla. Esta vez, Godric no esperó a que se la ofreciera; simplemente la tomó y comenzó a beber. Había algo casi desesperado en la forma en que lo hacía, como si cada trago fuera más necesario que el anterior.
—¿De verdad no te das cuenta? —Pregunto Niel con una mezcla de exasperación y ternura mientras observaba cómo terminaba la botella.
—¿De que? —respondió él, alzando la mirada con una expresión cautelosa.
—Que puedes ser honesto conmigo—Dijo Niel suavemente, sosteniéndole la mirada.
Godric se quedo en silencio, sus ojos fijos en los de ella. Habia algo en su expresión que era a la vez vulnerable y desafiante, como si no supiera cómo responder sin exponerse demasiado.
Cuando Niel calentó la sexta botella, Godric la tomo de inmediato, tomándola hasta el ultimo sorbo, y dejando escapar un suspiro al terminar.
—Nunca imagine que algo simple… se sintiera bien—admitió en voz baja.
—¿Satisfecho? —pregunto Niel, mirándolo con una mezcla de firmeza y ternura.
Godric asintió, y se recostó ligeramente en el respaldar de la silla, observándola en silencio. Había algo en su presencia, en su manera de insistir, que lo hacía sentirse de una forma que no habia experimentado en siglos. Pero, mas allá de eso, lo hacia sentir vivo. Y eso era algo que no podía ignorar.
Niel no podía apartar la mirada. Sus ojos regresaban una y otra vez al pecho de Godric, donde el tatuaje en su pecho se asomaba parcialmente por el cuello de su jersey. Las líneas que llegaba a ver, descansaban sobre la piel tersa del vampiro, capturando su atención como si la llamara. Era una mezcla de curiosidad y algo mas, algo que no se atrevía a nombrar.
Godric, con su aguda percepción -y también por que la habia estado viéndola mucho mas de lo que admitiría- no tardó en notarlo. Sus se curvaron en una sonrisa ligera, y sus ojos claros destellaron con una chispa juguetona y algo mas profundo, un atisbo de ternura que solo reservaría para ella de ahora en adelante.
—¿Te intriga? —preguntó con suavidad, su voz era un susurro que parecía acariciarla más que pronunciar palabras.
Niel se sobresalto, su rostro se encendió en un rubor tan intenso que Godric apenas pudo resistirse a deja que sus colmillos salieran.
—¿Qué? Yo… no estaba mirando tanto—Murmuró con torpeza, desviando la mirada en un intento desesperado por ocultar su evite fascinación.
Godric rio suavemente, un sonido bajo y cálido que la hizo estremecer.
—Niel, no tienes que disimular. No me molesta—Se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, acortando la distancia entre ambos—.Si tienes curiosidad, puedo mostrártelos.
Los ojos de ella se abrieron con sorpresa.
—¡No es necesario! No quiero incomodarte o… —Balbuceó, pero su voz de apagó al ver como Godric, sin dudarlo, se quitaba el jersey con un movimiento fluido.
El aire entre ellos pareció detenerse. Su torso quedo al descubierto, y los tatuajes habían quedado a la vista. Ella no podía dejar de mirarlo, no solo por los tatuajes, los cuales le parecían fascinantes y hermosos, sino por el vampiro en si. Su piel pálida y tersa quedo al descubierto, no habia imperfecciones a los ojos de Niel, es tan hermoso. Sus ojos siguieron bajando sin que ella se diera cuenta. Recorriendo su abdomen delgado pero marcado y su mirada termino encontrándose con el pequeño rastro de vellos que descendían desde su ombligo hacia abajo, desapareciendo debajo de los pantalones que llevaba. La chica rápidamente desvió la mirada, tratando de olvidar el repentino deseo que sentía hacia él, y evitar avergonzarse mas.
Godric definitivamente se habia dado cuenta, y trato de reprimir una pequeña risa al verla avergonzarse, era tan linda.
—Por Dios… eres tan sexy—Murmuró, sin darse cuenta que habia hablado en voz alta, de nuevo.
El vampiros sonrió, con una mezcla de diversión y deseo. Ese pensamiento era mutuo.
—Gracias. Cada uno tiene su significado. ¿Quieres saberlo?
—Godric, no quiero obligarte. Si no quieres no tienes que hacerlo… —hablo, mirándolo a los ojos.
—Pero quiero. Quiero que lo sepas—La interrumpió, evitando que ella pudiera decir otra cosa— Vuelvo a preguntar; ¿Quieres saberlo?
Ella, sorprendida de que él quisiera contarle algo privado de el, asintió con timidez, sintiendo como su corazón latía con fuerza.
Godric señalo el tatuaje de su cuello. Que era un collar que rodeaba su pecho, con picos sobresalientes hacia abajo.
—Este es un símbolo de protección. En la tribu donde nací, se les hacia a las personas de alto rango, como a lideres y guerreros.
Niel escuchaba con atención y sin interrumpir, observando en tatuaje y sin evitarlo, extendió una mano temblorosa hacia el diseño, pero dudo antes de tocarlo. Godric la miro con una leve inclinación de cabeza.
—Puedes tocar—Habló, y una pequeña sonrisa adorno su rostro.
El se acerco más a ella, quedando al menos que un par de centímetros de distancia, dándole la libertad de tocarlo cuanto quiera. Niel rozo su mano contra la piel pálida y firme de su pecho, acariciando el delicado diseño, Godric sintió una chispa recorrer su cuerpo. No solo era el contacto físico; era una sensación qué al parecer solo la chica podía provocar, una calidez lo acariciaba, junto con la mano de Niel.
—¿Y este? —preguntó ella, deslizando su mano desde el pecho del chico, hasta el brazo derecho, adornado con runas que no reconoció.
—Es un texto en Elder Futhark—Godric giro su brazo ligeramente para que pudiera verlo mejor—. Hace mucho tiempo que olvide lo que significaba, solo recuerdo que no esta completo.
—¿Enserio lo olvidaste? —una pequeña risa escapo de ella, mirándolo con ternura.
—Si, lo olvide—la sonrisa se volvió mas traviesa antes de señalar el otro brazo—. Este representa el agua. Mi tribu adoraba mucho a los elementos.
Niel trazo cada línea, mirándolo con gran fascinación. La delicadeza de su toque hacia sentir a Godric más cálido y… feliz.
Lentamente le dio la espalda a la chica, mostrando el gran tatuaje de serpiente que adornaba toda su espalda, situado en su columna vertebral. Niel lo miro sorprendida, moviendo, rápidamente su mano para tocarla, acercándose aun mas a él.
—Es una serpiente marina, representa la muerte y el renacimiento—Explico, viéndola de reojo.
Ella trazó la serpiente con cuidado, cada movimiento de su dedo sobre la piel desnuda la hacia sentir mas conectada con él. Godric cerró los ojos por un momento, permitiéndose disfrutar de la sensación. Era tan extraño y tan embriagador que alguien tocara su piel con tanta suavidad.
Su mirada se posó en una marca rojo en su omoplato derecho, y pregunto con curiosidad:
—¿Y esta? No parece un tatuaje.
Godric se tensó por un instante, cosa que Niel noto al instante.
—Lo siento, no debí preguntar. Lo siento, lo siento… —Se disculpo rápidamente, temiendo haberlo incomodado de alguna manera.
—No tienes que disculparte—él vampiro volvió a mirarla de reojo, notando la mirada preocupada de la chica, y le dedico una expresión tranquila—. Es una cicatriz de esclavo. Cuando era humano, fui capturado por el ejercito romano, y luego me llevaron a Roma, donde me dejaron esa marca.
La tristeza en su voz la conmovió profundamente. Sin pensar, coloco la palma de su mano sobre la marca, acariciándola como hizo con los tatuajes. Inocentemente recostó su mejilla en la espalda desnuda de Godric, y luego sus brazos rodearon su torso, sintiendo la frialdad de su piel, pero a ella no le importaba, solo lo atrajo en un abrazo cálido. Cosa que a Godric le sorprendió, hace mucho tiempo que nadie lo abrazaba con tanto cariño y por voluntad, este era un gesto que el vampiro jamás olvidaría.
—Lamento que hayas pasado por eso—murmuró minutos después, mientras el vampiro se separaba del abrazo, para mirarla a los ojos.
—No te lamentes—Godric le ofreció una sonrisa tranquilizadora antes de inclinarse mas hacia ella—. Hay algo que he querido preguntarte desde que te conocí.
—¿Qué cosa?
—Tu olor… es diferente al de los humanos, tampoco es similar al de otras criatura que he conocido. Tengo curiosidad. ¿Qué eres, Niel?
Ella vaciló por un momento, pero decidió contarle la verdad.
—Soy un sueño. Literalmente —rio un poco antes de continuar—. Fui creada por alguien, por Morfeo. Alguna vez fui humana, pero fue hace mucho tiempo.
Godric no aparto la mirada, sus ojos estaban llenos de curiosidad.
—¿Morfeo? ¿El Morfeo de la mitología griega? —pregunto con interés.
—Los griegos se inspiraron en él, si. Pero no es un mito. Es muy real y diferente.
El vampiro asintió lentamente, como si todo comenzara a encajar en su mente.
—¿Cuándo fuiste creada?
—Fue alrededor de siglo V, después de Cristo—pensó un poco, calculando que edad tenia exactamente—. Así que debo tener poco mas de mil quinientos años.
—Mil quinientos años… eres más joven que yo.
—¿Joven? —Niel rio suavemente, sus ojos brillaban de diversión.
—Para mi, sí… Yo tengo dos mil años.
Niel lo miro a los ojos, acercándose cada vez mas a el.
—Son solo quinientos años de diferencia—ambos mantuvieron contacto visual.
El espacio entre ellos continuaba reduciéndose lentamente, como si una fuerza invisible los empujara el uno hacia el otro. Sus miradas se entrelazaron, atrapadas en una danza silenciosa que ninguno de los dos se atrevía a romper. Niel podía sentir el calor que emanaba Godric, una contradicción con lo que habría esperado de un vampiro, y su esencia parecía envolverla como un abrazo cálido.
Godric inclino la cabeza ligeramente, observándola con una intensidad que hacia que sus rodillas flaquearan aunque estuviera sentada. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa antes de susurrar:
—Eres… absolutamente fascinante, ¿lo sabias?
La vos grave del vampiro, tan cerca, la envolvió como un eco que resonaba en su pecho. Su corazón latía con fuerza, y cada fibra de su ser le gritaba que cerrara esa diminuta distancia.
—¿Fascinante? —Murmuró Niel, sus palabras apenas de un hilo de voz. Su mano, todavía apoyada en su hombro desnudo, sintió como los músculos de Godric se tensaban ligeramente bajo su tacto. Era como si el también estuviera luchando contra algo.
—No solo fascinante —Godric movió una mano lentamente, apartando un mechón de cabello del rostro de ella. Sus dedos rozaron su piel con una delicadeza que hizo que un escalofrió recorriera su espalda—. Increíblemente hermosa, más de lo que debería permitirme pensar.
Los labios de Niel se entreabrieron, pero no supo que responder. El tiempo parecía alargarse, como si el universo los retuviera en ese instante suspendido.
—Niel… —murmuro Godric, su voz cargada de algo que ella no podía definir del todo: deseo, anhelo, y cariño.
—Dime—la palabra salió como un susurro apenas audible, y sin darse cuenta, su mano subió desde el hombro de él hasta rozar su mandíbula.
Godric cerro los ojos por un instante, disfrutando del contacto, antes de abrirlos y mirarla de nuevo. Sus ojos eran más brillantes, más intensos, casi peligrosos, pero no para ella. La línea entre el control y el instinto parecía desdibujarse en ese momento.
—Dime que me detenga si no quieres—su tono era grave, pero la ternura en sus palabras hiso que el corazón de Niel se encogiera.
—No quiero que te detengas—su respuesta fue inmediata, casi automática, como si fuera una verdad que no podía reprimir.
Godric inclino la cabeza, sus labios ahora a un suspiro de los de ella. Las manos de él se posaron suavemente en la cintura de Niel, un toque ligero pero firme, y eso la hiso retorcer un poco.
Ella podía sentir la electricidad en el aire, la tensión que los rodeaba como una tormenta a punto de desatarse. Sus dedos rozaron sus labios con los de él con suavidad apenas perceptible, y Godric dejo escapar un suspiro leve, inclinándose aun más.
Pero justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, cerca de disfrutar aquel contacto que tanto anhelaban en aquel momento. Un golpe resonó en la puerta de la suite, rompiendo el hechizo en un instante.
Ambos se congelaron, como si el sonido los hubiera devuelta a la realidad de golpe. Sus ojos se encontraron nuevamente, esta vez cargado de frustración y una conexión que era aun mas fuerte que aquel momento interrumpido.
Godric suspiro y se aparto ligeramente, aunque la calidez de sus ojos seguían ahí.
—Parece que alguien tiene pésimo sentido del tiempo—murmuró el vampiro con frustración y fastidio por ser interrumpido.
Niel no pudo evitar soltar una risa nerviosa.
—Sí… eso parece.
Notes:
Esto es una pequeña idea que tuve, Aziraphale y Crowley (Good Omens) (tienen que verla, se las recomiendo mucho) apareceran en esta historia, tendran muchos cameos y menciones aqui. Asi que se me ocurrio agregar a Orfeo en el futuro, y queria preguntarles, ¿que les parece? Me encantaria saber que opinan.
Proximo capitulo: Sabado o Domingo.
Chapter 6: Unexpected visit
Notes:
Hola!!!! Tanto tiempooo. Perdon por no actualizar, tuve mucho tema en la escuela, y no tuve tanto tiempo. Pero el poco tiempo que tuve lo aproveche para escribir mas capitulos.
Hasta ahora estoy escribiendo el cap 9!!
Disfruten del capitulo, besitos!!
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Chapter Text
Niel todavía con el corazón latiendo rápidamente y un leve calor en las mejillas, se dirigió hacia la puerta. Sentía el aire cargado, como si aun pudiera palpar la tensión que habia quedado suspendida entre ella y Godric. Mientras abría la puerta, intentaba calmarse, pero la visión del alto y apuesto vampiro que la esperaba al otro lado no ayudó.
—Eric—dijo, sorprendida.
Eric Northman estaba allí, con su usual porte altivo y una sonrisa que siempre rodeaba entre la arrogancia y el encanto. Sus ojos azul hielo se clavaron en ella por un momento antes de moverse rápidamente hacia el interior de la habitación.
—Niel—respondió con su característica voz grave, ya estando dentro si esperar una invitación formal.
Al cruzar el umbral, Eric pareció detenerse un segundo, su nariz captando algo en el aire. Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa mientras giraba la cabeza hacia Godric, quien lo observaba con calma desde el otro lado de la habitación. Esta vez con el jersey puesto.
—Interesante… —murmuró él rubio, con una expresión que solo podía describirse como burlona. Sus ojos se dirigieron de nuevo a Niel, que estaba ahora claramente nerviosa y evitando su mirada—. ¿Interrumpí algo?
Niel sintió que el rubor regresaba con fuerza, y solo atinó a cerrar la puerta detrás de él.
—¿Qué necesitas, Eric? —preguntó Godric con tranquilidad, pero con una leve advertencia en su tono.
—Solo pasaba a saludar, pero ahora veo que algo ha cambiado—él rubio ladeo la cabeza y aspiro el aire otra vez, entrecerrando los ojos. Entonces su sonrisa se ensanchó aún más—. Has comido.
El comentario pareció llenar la habitación con un peso diferente. Godric respondió de inmediato, pero su mirada se desvió lentamente hacia Niel, quien ahora estaba claramente incómoda bajo el escrutinio de Eric.
—¿Qué te convenció? —preguntó Eric directamente, sus ojos destellando con una mezcla de sorpresa y genuina curiosidad.
Godric, con su serenidad habitual, dirigió su mirada a Niel.
—Ella—Respondió simplemente.
Eric dejo escapar una carcajada, profunda y resonante, mientras volvía su atención hacia Niel.
—¿Tú? —dijo, claramente divertido—. Bueno, debo darte las gracias, ha pasado mucho tiempo desde que mi creador tomó sangre. Ya estaba preocupado.
—Fue un placer —murmuró Niel, sintiendo que sus mejillas se encendían aún más.
—No, de verdad. Gracias. Aunque, debo admitir que me intriga cómo lo lograste. Mi creador no es fácil de convencer.
Godric, sentado con una postura relajada, interrumpió antes de que Eric pudiera seguir avergonzando a la chica.
—Eric, ¿a qué viniste realmente?
El tono directo de Godric hizo que Eric volviera a concentrarse. Su sonrisa burlona se desvaneció ligeramente, y su expresión se volvió más seria.
—Nan Flanagan está aquí. Quiere hablar con todos los involucrados en lo que ocurrió en la Comunidad del Sol.
El comentario hizo que tanto Godric como Niel intercambiaran una mirada.
—¿Todos? —preguntó el vampiro mayor, con una voz tranquila pero con una matiz de curiosidad.
—Sí, eso incluye a ti, Sookie, Bill, Isabel, a mi… y a nuestra nueva amiga aquí presente—Eric inclino la cabeza ligeramente hacia Niel, quien ahora parecía mas interesada en la conversación.
—¿Enserio? —preguntó, confundida.
—Estabas ahí—respondió Eric con una sonrisa ladeada—.Y eso ya es suficiente para estar involucrada.
Godric asintió levemente.
—¿Esta aquí ahora? —preguntó, levantándose del sillón negro.
—Si, esta en una de la habitaciones, y espera que todos estemos allí en los próximos minutos. Y como siempre, parece estar de excelente humor—Eric añadió el ultimo comentario con sarcasmo evidente, antes de girarse hacia Niel—. Por cierto, asegúrate de no incomodarla demasiado. Tiene muy poca paciencia para los humanos, o lo que sea que seas.
—Eric—advirtió Godric con un tono bajo y firme, deteniendo cualquier comentario adicional.
Eric levanto las manos en un gesto de falsa inocencia.
—Solo decía.
Godric se volvió hacia Niel, y sus ojos se suavizaron un poco.
—Puedes quedarte si lo prefieres. Nadie te obligará a ir.
Niel negó con la cabeza lentamente, respirando hondo antes de responder.
—No, está bien. Si se trata de algo importante, quiero estar ahí.
Godric asintió, de acuerdo con su respuesta. Eric abrió la puerta y salió primero, con Godric siguiéndolo de cerca. Niel iba detrás de ambos, tratando de calmar la mezcla de nerviosismo y curiosidad que sentía al dirigirse a lo que sin duda seria una conversación complicada con Nan Flanagan.
…
La tensión en la sala era palpable. Nan Flanagan estaba sentada con sus habituales aires de superioridad, observando a los presentes con un juicio implacable. Eric estaba sentado en una de la sillas, con su postura relajada, pero atento. Sookie y Bill ocupaban un lugar cercano, mientras Isabel permanecía cerca, la siempre formal y reservada. Niel, situada junto a Godric, observaba con atención la interacción, sintiendo el peso del ambiente en el aire. Nunca fue fan de este tipo de reuniones.
—¿Tienen alguna idea del desastre que han provocado y quien tiene que limpiar todo este lio? —se dirigió a Eric, con un tono de voz bastante enojado—. Yo, no tu, yo. Debería de drenar a cada uno de ustedes, bastardos.
—Stan fue solo tras la iglesia—comenzó a decir el vampiro—. Ninguno de nosotros sabia algo al respecto.
—¿Algo al respecto? ¿En serio? —se burlo Nan, incrédula—. Por que todos los que todos los que conocieron a Stan en los últimos 300 años sabían que tenia una manía por asesinar a humanos, pero ustedes, sus compañeros de nido, su sheriff no tenían ni idea.
—¿Y como se suponía que íbamos a saber que esta vez lo decía en serio? —interrumpió Isabel.
—No es mi problema. Sino el tuyo.
Su mirada se dirigió a Godric, con una expresión acusatoria.
—No le hables así a mi creador—advirtió Eric.
—No me hables a mi así.
Hasta ahora, Niel habia permanecido en silencio, aun sentada al lado de Godric y escuchando atentamente las quejas de Nan. Ella no habia estado cuando Stan irrumpió en la iglesia buscando asesinar a humanos, así que se ahorro meterse en la conversación. Niel observaba como el vampiro a su lado permanecía en silencio, y lentamente tomo su mano helada, entrelazándola con la suya propia, ganándose una mirada de Godric, quien le dedico una pequeña sonrisa y apretó su mano, de acuerdo con el gesto.
—Vayamos al grano—continuo Nan, ya harta de la situación—. ¿Cómo lograron secuestrarte?
Godric, que habia permanecido en silencio desde que entro a la sala, finalmente hablo:
—Se habrían llevado a uno, de nosotros tarde o temprano. Así que yo me ofrecí.
—¿Por qué? —pregunto Nan, sin entender.
—¿Por que no?
—Creo que estas mal de la cabeza—respondió—. Y luego escuche sobre un traidor.
—irrelevante—hablo rápidamente Godric, sin querer delatar a Hugo y hacerle más daño a Isabel —. Es solo un rumor. Asumo toda la responsabilidad.
—Apuesto a que lo harás —asumió Nan, asintiendo rápidamente.
—Eres una perra fría—insulto Eric.
Nan giro a mirarlo, y con una voz firme dijo:
—Esto es un desastre nacional de vampiros y nadie en la cima tiene simpatía por ustedes—dirigió su mirada nuevamente a Godric—. Sheriff, ustedes están jodidos. Estas despedido. Tienes que irte de Dallas cuanto antes.
—Estoy de acuerdo—concordó el vampiro—Isabel debería reemplazarme, ella no tuvo nada que ver.
La conversación continuo. Pero Niel ya no prestaba atención a lo que decían. Si le preguntaran, ella simplemente diría que se perdió de aquella conversación, o lo que esta diciendo Nan en ese momento, o en el que Eric discutía con ella por haber despedido a su creador. Su mano apretó mano la del vampiro, mostrándole su apoyo a través del gesto. Godric habia intervenido, diciendo de nuevo que ya no quería ser sheriff, y dejando a Isabel al mano. Y luego se disculpo con los presentes por todo lo que habia causado
Nan estuvo de acuerdo, levantándose de su asiento y dirigiéndose a la salida, diciendo que tenia que arreglar todo el desastre que ellos habia hecho cuanto antes. Lentamente Sookie, Bill e Isabel abandonaron la habitación.
Un suspiro escapo de Eric, quien quedo mirando a Godric, como si comprendiera lo qué estaba sucediendo, pero no podía evitar sentirse preocupado por su creador.
Luego, en un tono mas suave, casi como una propuesta, Eric hablo nuevamente.
—¿Por qué no vienes conmigo a Shreveport?
Godric lo miro por un momento, su mente claramente en conflicto. La oferta era tentadora, la idea de salir de Dallas le dio una sensación de alivio.
Finalmente, avanzo lentamente, aceptando la propuesta.
—Esta bien.
Después de que Eric se despidiera, asegurando que debía preparar todo para el viaje para esa misma noche, Godric y Niel regresaron a la suite que compartían. La habitación seguía igual a como la habían dejado. Pero se sentía el peso de las cosas.
Godric camino hacia el sillón, sentándose en el con una mirada perdida. La noche se veía mas oscura, con algunas nubes ocultando el cielo. Las palabras de Nan seguían resonando en sus oídos, todo habia sido un caos. El vampiro sabia que habia tomado decisiones difíciles, pero no podía evitar preguntarse si habia hecho lo correcto.
Niel lo observaba desde el umbral de la habitación, recostada en la puerta después de cerrarla, con una expresión de cansancio. La sombra de los eventos habían regresado, algo habia cambiado luego de las ultimas horas. Ella dio unos pasos al frente y, con voz suave, habló.
—No todo lo que hiciste anoche fue malo, Godric. Salvaste muchas vidas, especialmente en esa iglesia. Y me salvaste a mi de Gabe. Tu no tienes la culpa de lo que paso.
Las palabras de Niel flotaron en el aire, como una luz en la oscuridad que el mismo se encontraba. Godric la miro por un largo momento, sus ojos profundos y agotados. Parecía que todo lo que habia sucedido en las ultimas horas habia dejado una huella en el alma.
Un suspiro escapo de sus labios, y aunque el agotamiento parecía estar apunto de vencerlo, algo en Niel lo hizo sentirse mas ligero, menos solo.
—Gracias—dijo finalmente, su voz grave y llena de agradecimiento —. De verdad, gracias.
Niel se acerco, tomando asiento a su lado en el sillón, volviendo a tomar sus manos y entrelazándola entre la de ella. La chica sabia que las palabras no podían deshacer lo sucedido, pero también sabia que, por alguna razón, Godric necesitaba escuchar los que habia dicho. La culpa que el llevaba parecía aplastarlo, pero ella no lo veía como un monstruo. En sus ojos, Godric habia salvado a todas esas personas.
Godric cerro los ojos por un segundo, disfrutando de la sensación cálida de la mano de Niel entre la suya. Cuando los abrió, sus ojos se encontraron.
Con voz mas baja, casi como un murmullo, le hizo una pregunta a Niel:
—¿Te gustaría venir conmigo a Shreveport? —Su tono era vacilante, como si no estuviera seguro de lo que ella pensaría de su propuesta. Habia algo en la forma en la que miraba a Niel, con una mezcla de desesperación y esperanza.
Niel no esperaba esa pregunta. Por un momento, se quedó en silencio, procesando la oferta. Godric le estaba ofreciendo acompañarlo, de estar con el en este momento.
—Sí—dijo, sin dudarlo. Habia algo en su voz que trasmitía tranquilidad—. Iré contigo.
La decisión fue tomada. Niel no sabia que los esperaba en ese momento, pero confiaba en Godric. El vampiro le dedica una pequeña sonrisa, su expresión trasmitía una gran gratitud, y por un momento, habia encontrado mas que vacío en su interior.
—Nos iremos esta noche—Dijo con firmeza, su voz cargado de una calidez que solo le daría a ella.
El silencio en la suite era casi tangible, un manto reconfortante que cubría a Godric y Niel mientras permanecían sentados en el sofá. Las luces suaves de la habitación proyectan sombras largas, añadiendo una atmósfera íntima al momento. Las manos de ambos seguían entrelazadas, y la calidez que compartían en ese simple gesto parecía ser suficiente para calmar el tumulto interno de Godric. Niel tenia su cabeza apoyada en el hombro del vampiro, y él, sorprendido por el consuelo que le ofrecía su proximidad, no quería moverse, no quería alejarla.
El peso de lo no dicho colgaba en el aire, pero por ahora era un silencio cómodo. Por primera vez en mucho tiempo, Godric sintió en mucho tiempo: paz. Sin embargo, esa tranquilidad no parecía durar mucho. En su interior, una lucha se desarrolló. La verdad que había mantenido guardada, pero no había compartido con nadie, lo atormentaba. Algo dentro de él le decía que debía abrirse, que Niel merecía saberlo. Después de un largo debate interno, finalmente tomó una decisión.
—Niel…—su voz rompió el silencio como un susurro, vacilante y cargada de emoción contenida.
Ella levanto la cabeza de su hombro y lo miró directamente, sus ojos cálidos llenos de preocupación y curiosidad. Apretó su mano suavemente, como un gesto de aliento silencioso.
—Dime, Godric, ¿qué ocurre? —preguntó, con su tono suave pero directo.
Godric vacilo por un momento, mirando sus manos entrelazadas como si allí pudiera encontrar las palabras correctas. Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga antes de finalmente hablar.
—Hay algo que no te he dicho. Algo que nadie sabe realmente… —dijo, su voz bajando hasta convertirse en un susurro—. La verdad es que, me entregue a la iglesia… por que quería encontrarme con el sol.
La confesión suspendida en el aire, y Godric levantó la vista para ver la reacción de Niel. Ella no apartó la mirada, manteniendo sus ojos firmemente en los suyos, esperando pacientemente a que continuará.
—Quería terminar con mi existencia —admitió con franqueza, como si al decirlo en voz alta el peso en su pecho se haría mas liviano—. Durante siglos, he cargado con las vidas que tomé, las decisiones que tomé. Pensé que al morir encontraría redención. Pensé que tal vez… podría expiar todo lo que he hecho.
Niel no dijo nada al principio. En cambio, presiono su mano con mas fuerza, como si quisiera anclarlo a la realidad, como si su toque pudiera detenerlo de desmoronarse bajo el peso de sus propios pensamientos.
—¿Por qué cambiaste de opinión? —preguntó finalmente, su voz tranquila, pero teñida de genuina curiosidad.
Godric la miro, sus ojos reflejando una mezcla de vulnerabilidad y gratitud que rara vez mostraba.
—Por ti—respondió, sus palabras saliendo con una sinceridad cruda que tomó por sorpresa incluso a él mismo—. Cuando hablamos, cuando vi tu terquedad e insistencia al intentar salvarme, algo dentro de mi cambio. Por un momento, sentí que tal vez… tal vez no debía hacerlo. Mi deseo de morir habia reducido. Aunque… —hizo una pausa, su mirada cayendo al suelo—. Todavía sigue allí.
Niel dejo escapar un suave suspiro y, sin soltar su mano, se acercó un poco mas, sus ojos buscaban los suyos, quedando mas cerca de lo que ya estaban.
—No voy a dejar que mueras, Godric —dijo, su tono suave pero firme como una promesa —. No voy a pretender que me cuentes todo lo que te atormenta ahora, pero sé que ya tú no eres el monstruo que dices que fuiste en el pasado. Salvaste vidas en esa iglesia, salvaste a Sookie, me salvaste a mi, dos veces. Cambiaste, Godric. Y eso es lo que importa ahora. Prometo no dejarte morir.
Godric dejo escapar una risa suave, pero no era una risa de burla. Era una mezcla de incredulidad y gratitud.
—No sabes lo que he hecho—replicó, aunque su tono carecía de la convicción habitual de alguien que insiste en su propia condena—. Pero agradezco tus palabras, más de lo que puedo expresar.
Niel se movió ligeramente, apoyando su cabeza en su hombro una vez más. El silencio volvió, pero esta vez era diferente, cargado de sentimientos.
Godric se movió un poco, aun con la cabeza de la chica en su hombro, ero ahora estaban frente a frente. Y pasó los dedos por los mechones largos de la chica, un gesto que los sorprendió a ambos, pero no lo mencionaron.
El gesto de Godric aun continuaba, deslizándose lentamente por el cabello de Niel, precia llenar el aire con una calma inesperada. Los mechones suaves rubios se enredaban entre sus dedos, como si el vampiro tratara de grabar la textura en su memoria. Niel permanecía quieta, respirando pausadamente, sintiendo como ese simple gesto la llenaba de nuevo con esa calidez inexplicable. Pero entonces, como impulsada por algo mas profundo, levanto su cabeza del hombro de Godric.
Sus ojos se encontraron, y el mundo pareció detenerse. No había palabras en ese momento, solo miradas llenas de sentimientos, que nunca había sido verbalizados, pero que flotaban en el aire como un murmullo invisible. Los ojos de Godric, cargados de siglos de experiencias y culpas, se suavizaron al encontrarse con los de Niel, que brillaban con algo entre compasión y calidez.
Sin romper el contacto visual, Niel levanto su mano libre, la que no estaba entrelazada con la de Godric. Lentamente, casi con timidez, la acerco hasta que sus dedos rozaron la mandíbula del vampiro. La piel fría al tacto no la detuvo; en lugar de eso, la recorrió con delicadeza, transmitiéndole calidez. Godric no se movió, pero sus ojos seguían anclados en los de ella, llenos de sorpresa y aceptación.
Niel se inclino lentamente hacia adelante, acercándose aun más a él. Sus movimientos eran pausados, como si ambos estuvieran contando cada segundo, consientes de lo frágil y significado que era el momento. Sus respiraciones se mezclaron, cada uno sintiendo el aliento del otro, mientras la distancia entre ellos se acortaba hasta que apenas quedaban unos pocos centímetros. El tiempo parecía alargarse infinitamente.
Godric enredo su mano en el cabello de la chica, atrayéndola aun mas cerca, quedando a un suspiro de distancia. Cada uno se perdía en la mirada del otro, uniendo las piezas que algo que parecía inevitable.
Finalmente, las barreras se rompieron. Lentamente, como si estuvieran destinados a encontrarse de esa manera, sus labios se conectaron. El beso no fue apresurado ni tímido, tampoco abrumador. Era un beso necesitado, llenos de emociones que nunca habían encontraron su voz, Godric, con toda su contención y control habitual, dejo que sus sentimientos fluyeran en ese instante, mientras que Niel se entrego completamente, queriendo demostrarle que él no estaba solo.
La calidez de Niel contrastaba con la frialdad de Godric, pero en ese momento, se complementaban. No habia dudas ni vacilaciones, solo una conexión pura. El tiempo y el espacio parecían haberse desvanecido, dejando solo el presente, donde dos almas, ambas viejas, con tormentos y heridas, se encontraban en un punto intermedio.
Cuando se separaron, solo lo hicieron lo suficiente para mirarse nuevamente. Los ojos de Godric estaban llenos de esperanza y asombro, mientras que los de Niel brillaban con una calidez que parecía querer envolverlo por compelo.
Ninguno hablo de inmediato, todo los que habían querido decir, había sido transmitido en este momento intimo.
Godric, luego de unos segundos mas, finalmente hablo.
—Gracias—murmuró, su voz suave como una caricia, pero cargada de sinceridad absoluta.
Él mantenía su mirada fija en la de ella, con sus ojos reflejando algo que no podía describir fácilmente.
—No me agradezcas por algo que tú también me diste—respondió, con un tono bajo y tranquilo.
El vampiro, sin poder contenerse más, volvió a besarla. Separando su mano entrelazada para rodearla de la cintura y apegarla más a su cuerpo, Niel correspondió rápidamente, disfrutando el toque en su cintura, él cual se sentía diferente, no le provocaba asco, como otras personas que la habían tocado, en cambio; este era un toque del cual no quería alejarse, mientras se sostenía con ambas manos a los hombros de Godric.
El beso ahora era diferente, todavía cargado de sentimientos, pero esta vez era más necesitado, moviendo sus labios en un vaivén continuo y desesperado. El vampiro descendió sus manos hacia el muslo de la chica, tomándola y sentándola a horcajadas encima de su regazo, dándole más acceso a su cuerpo, y aun acariciando y apretando sus muslos. Profundizando más aquel beso necesitado. Niel le gustó aquel gesto, sintiendo lo mismo que cuendo la toco en la cintura, uno del cual no queria alejarse, la calidez estaba presente en aquel contacto. Ella habia subido su mano hacia el cuello de chico, acariciándolo y manteniéndolo pegado a ella, mientras que Godric mordía su labio, haciéndola abrir la boca con sorpresa en medio del beso, juntando su lengua con la de ella, formando ahora un beso húmedo, íntimo y placentero. El chico continuo acariciando su cintura, provocándole un pequeño jadeo a la rubia, ese pequeño ruido casi habia acabado con su cordura por completo, casi. Queria escuchar más de ella.
Se separan sin quererlo, pero Niel necesitaba recuperar aire. Lo jadeos rápidos y necesitados escapaban de su garganta, tratando de respirar después del gran momento de éxtasis. Godric junto su frente con la de ella, viendo lo rojas que se habia puesto sus mejillas a causa de la adrenalina, pareciéndole demasiado hermosa como para admirarla con tanta libertad.
Con el aire aun cargado de emoción y deseo, sus labios querían encontrarse nuevamente, la lujuria era palpable en el aire. Pero justo cuando sus bocas iban a unirse nuevamente en un beso hambriento, un toque fuerte en la puerta los sobresalto, rompiendo el momento con brutalidad y descaro. Ambos maldijeron mentalmente la interrupción, aunque ninguno dijo una palabra.
Sin embargo, esta vez no tuvieron oportunidad de decidir di responderían, ya que la puerta se abrió abruptamente, revelando a Eric, quien quedó de pie en el umbral con una expresión traviesa que rápidamente se transformo en una sonrisa burlona al notar la posición comprometedora e intima en la que se encontraron.
Godric seguía sentado en el sofá, con Niel prácticamente encima de él, ambos aun entrelazados en aquel abrazo ceñido y con las mejillas de la chica teñidas de un rojo profundó y vivo. Ella se levanto, apartándose y alisando torpemente su camisa de pijama rojo, mientras desviaba la mirada de Eric. Godric, en cambio, permaneció en su lugar un momento más, erguido y con una expresión “neutral” que prácticamente se podía identificar como una mezcla de molestia e incredulidad hacia su hijo por haber sido interrumpido.
—Espero no haber interrumpido nada importante… otra vez—dijo Eric, su tono rebosante de sarcasmo mientras una sonrisa ladeada curvaba sus labios. Su mirada se movió entre ambos, claramente disfrutando de la incomodidad del momento.
Godric lo fulmino con la mirada mientras finalmente se levantaba con calma, ajustando ligeramente su jersey. El vampiro mayor camino hacia su progine con la calma y compostura que lo caracterizaba, pero la severidad en sus ojos decía más de lo que cualquier palabra podría expresar.
—¿Qué necesitas, Eric? —preguntó Godric, su tono suave pero cargado de sutil reproche que no pasó desapercibido.
Eric cruzo los brazos, aun con la sonrisa picara que adornaba su cara.
—Solo vine a informar que todo esta listo para nuestro viaje a Shreveport. Pensé que les gustaría saberlo antes de que decidan… continuar lo qué estaban haciendo.
Niel, todavía avergonzada, mantuvo la mirada baja mientras caminaba hacia la puerta, sus pasos rápidos y nerviosos. Se detuvo junto a Eric por un momento, alzando la cabeza para poder mirarlo, él solo le dedico una sonrisa llena de picardía, pero ella solo presiono los labios y salió al pasillo, claramente ansiosa por la reciente situación.
Godric, por su parte, se quedó en la habitación unos segundos más, enfrentándose a Eric, su mirada era intensa, pero no necesitaba palabras para hacer que el rubio entendiera lo que pensaba de su interrupción.
—Disfrutas mucho esto—comentó Godric finalmente, pasando junto a Eric hacia la puerta.
—Solo un poco—respondió el Vikingo con una sonrisa mientras lo seguía.
Niel habia estado esperando en el pasillo mientras Eric y Godric salían. Se unió al lado del vampiro mayor, caminando a su lado y entablando una pequeña conversación. El trio avanzo hacia la salida, observando como el hotel ahora estaba un poco menos concurrido. Al cruzar por el umbral de las grandes puertas de salida, el aire frio de la noche los envolvía, pero para Niel, esa brisa tenia un toque distinto, algo que se sentía familiar, que reconocía demasiado bien.
Sueño.
Su presencia familiar lleno el ambiente, ella sabia que era el perfectamente, pero tenia miedo de voltearse y comprobarlo.
—Niel… —su voz era triste y melancólica, eso hizo que Niel se detuviera, su corazón palpitando con fuerza.
Finalmente, reunió el coraje para girarse, la figura de Morfeo apareció frente a su vista, alejado unos cuantos metros de distancia. Era igual o mas alto que Eric, la palidez de su rostro, el cabello negro azabache desordenado, la ropa oscura, pero sobre todo, los ojos azules llenos de una pena que contadas veces habia visto en él. Niel sintió una pulsada en el pecho al reconocer que, a pesar de todo, Sueño también estaba sufriendo.
Godric, atento como siempre, notó el cambio en la atmósfera y observó en silencio la interacción. Reuniendo las piezas en su cabeza a base de lo que Niel le habia contado hace un rato. Sus ojos se dirigieron hacia la chica, notando como las lagrimas se acumulaban en las comisuras de ojos. No dijo nada, pero la preocupación era palpable en su rostro.
—¿Estas bien? —preguntó suavemente, aunque su voz mostraba cierta tensión.
La chica tardo un momento en responder, su mente luchando por encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, murmuro con dificultad.
—No lo sé. —y sin dar más explicaciones, le pidió a Godric que la esperara un momento.
Camino lentamente hacia Sueño, su cuerpo temblando ligeramente, no solo por el frío, que su pijama rojo cubría escasamente, sino por la mezcla de emociones que comenzaban a desbordarse. Sueño, al verla acercarse, dio un paso hacia ella, pero su postura seguía siendo distante, como si temiera acercarse demasiado.
—Niel… yo… —dijo Sueño, su voz cargada de tristeza—. Te he fallado, cometí errores de los que me arrepiento ahora. ¿Me concederías la oportunidad de hablar, de arreglar todo?
Niel, aunque herida y confundida, avanza lentamente. Sabía que no seria fácil, pero la madurez y la serenidad que había cultivado a los largo de los siglos le ayudaron a ver más allá de sus emociones momentáneas. Esta conversación era necesaria, un paso para arreglar lo que causo aquella pelea.
—Dame un momento, por favor—le dijo a Sueño, con la voz firme pero temblorosa.
Regresó a Godric, quien la observaba pacientemente. Sin embargo, al ver el sufrimiento que había en su rostro, no pudo evitar preocuparse.
—Godric, se que dije que te acompañaría, pero… necesito hablar con él—dijo con sinceridad— ve a Shreveport con Eric. Mañana por la noche prometo reunirme contigo en fangtasía.
Godric la miro detenidamente, no estaba enojado, sabia que ella necesitaba resolver lo que la estuviera atormentado ahora mismo. Aunque le hubiese gustado que lo acompañara, entendía la situación por que la estaba pasando en ese momento, así que asistió.
—Lo entiendo—respondió, dándole una sonrisa y una mirada comprensiva —. Te esperare. Tomate tu tiempo.
Niel le sonrió agradecía. Dudo lo que estaba a punto de hacer en ese momento, pero antes de que el vampiro diera la vuelta, ella se inclino hacia él, depositando un tierno beso en la comisura de los labios de Godric como un gesto de despedida temporal. El chico toco la parte donde lo habia besado, dándole otra sonrisa mientras daba la vuelta y se iba junto a Eric al coche. Niel los observo irse, desapareciendo entre las calles de Dallas.
Sueño, se acerco a ella y espero pacientemente detrás. Pero aun no se atrevió a acercarse más, aun las cosas no estaban bien, necesitaban resolverlo, desahogarse y sanar.
…
Minutos después de que Niel atravesó las grandes puertas del salón del trono, el eco de su partida resonó en el silencio de la Ensoñación. Morfeo se quedo en el mismo, lugar, inmóvil, sintiendo la carga del momento. Sabía que la había decepcionado, que su silencio habían roto algo frágil y valioso entre ellos. No fue tras ella; entendía, aunque con dificultad, que a veces el espacio era necesario, como bien señalo Matthew cuando intentó consolarlo. Pero cuando percibió que la presencia de Niel había abandonado la Ensoñación por completo, su mundo pareció vaciarse. Y aunque su orgullo no le permitió actuar al instante, el peso de la culpa comenzó a hundirse en él.
En el trascurso de las siguientes horas, Sueño se recluyó en su habitación privada. Allí, encerrado tras gruesos muros, intento hallar consuelo en la soledad, pero esta solo amplifico su tormento. Ignoro las insistentes visitas de Matthew, cuyos picoteos en su ventana eran cada vez más desesperados. No podía enfrentar a nadie, ni a su cuervo, ni a Lucienne, ni siquiera a si mismo. La verdad era dolorosamente clara: había fallado, y su reino ahora llevaba la sombra de su error.
Cuando finalmente reunió él valor para salir de su habitación-casi 2 días después-, se encontró con un castillo extrañamente apagado. Al cruzar los pasillo, noto el rostro abatido de Lucienne, quien conversaba en voz baja con Mervyn. Aunque la bibliotecaria intentaba mostrarse fuerte, su tristeza era evidente, y Mervyn, aunque gruñón y sarcástico como siempre, estaba más silencioso de lo habitual. Verlos así apretó su pecho. Niel no era solo un sueño; era parte de su familia. Y ahora, con su ausencia, el castillo mismo parecía respirar con dificultad.
Fue entonces cuando decidió salir de la Ensoñación y caminar entre los mortales (y otras criaturas). Sus pasos lo llevaron a Londres, donde vagó sin rumbo, buscando claridad. En un parque tranquilo, encontró un banco vacío junto a un grupo de palomas y se sentó. Allí, en el anonimato de la multitud, comenzó a arrojar migajas de pan, viendo cómo las aves se acercaban con cautela. Era una escena mundana, pero en su mente, los pensamientos eran un torbellino. Recordaba cada palabra de Niel, cada mirada herida que ella le había lanzado, y se preguntaba si habia algo que pudiera hacer para reparar el daño.
El sonido de pasos suaves lo saco de sus pensamientos. Una figura familiar se sentó a su lado, irradiando una calidez que contrastaba con su frio interior. Sin necesidad de mirarla, Morfeo supo de quien se trataba; Su querida hermana, Muerte. Como siempre, ella llegaba en momentos donde inconscientemente la necesitaba.
Muerte permaneció en silencio por unos momento, observando como su hermano tiraba las ultimas migas de pan. Y después de unas breves palabras intercambiadas, lo arrastro con ella por la ciudad, acompañándola en su trabajo de ese día mientras conversaban. Muerte habia sentido el aura atormentada de su hermano menor, y con su tono directo pero amable, habló —¿Qué te pasa, hermano? —preguntó, girando su cabeza hacia él, mientras caminaban por la acera en ese día soleado. Sueño, reacio a abrirse, respondió con evasivas, pero Muerte no era alguien que aceptara respuestas a medias. Con paciencia e insistencia, logró que finalmente él hablara.
Le confeso lo sucedido con Niel, su orgullo, su arrepentimiento y la tristeza de haberla visto irse. Relató como habia ignorado su dolor hasta que fue demasiado tarde, y cómo ahora temía que fuera irreparable. Hablar no fue fácil para él, pero una vez que empezó, las palabras fluyeron con honestidad inusual.
Muerte escucho todo con atención, sin interrumpir, dejando que su hermano desahogara su carga. Cuando él termino, lo miro con una mezcla de compasión —¿Quieres un consejo? —preguntó. Morfeo asintió, sabiendo que, aunque no lo admitiera en voz alta, necesitaba su orientación.
—No estoy aquí para tomar partido, ni para decirte que hiciste bien o mal. Pero, hermano, si realmente te importa Niel, no dejes que el orgullo sea una barrera. Hablen. Lo que sea que haya que resolver, será mejor que lo hagan cara a cara, antes de que sea demasiado tarde. No dejes que esto se pudra en silencio.
Morfeo asintió en silencio, tomando sus palabras como un recordatorio de lo que debía hacer. Pero antes de que ambos se separaran, y dar por culminada esa inesperada reunión, Muerte añadió con una pequeña sonrisa—: Y ya que estamos, ¿No hay una reunión en la que estés llegando tarde? No se si lo recuerdas, pero tienes un amigo que probablemente te este esperando.
Cuando ambos se separaron, en ese mismo parque en el que se habia encontrado hace unas horas, sintiendo una mezcla de alivio y agradecimiento a su querida hermana. Sus palabras resonaron en su mente, y aunque todavía no sabia como empezar, sabía que el primer paso era admitir su error y tratar de enmendarlo.
Sueño salió de aquel parque decidido, sintiendo que las palabras de Muerte le habían dado la dirección que necesitaba. Recorrió las calles de Londres con pasos seguros, recordando cada detalle del camino hacia la taberna donde habia compartido encuentros con Hob Gadling durante siglos. Sin embargo, al llegar, el lugar estaba en ruinas, abandonado, y un sentimiento de perdida lo invadió. Había esperado regresar a ese sitio, un vinculo del pasado, pero ahora parecía perdido. Fue entonces cuando noto un letrero que indicaba un nuevo establecimiento.
Sin dudarlo demasiado, siguió la dirección que señalaba el letrero y llegó a “La Nueva Posada”, un bar que parecía recién renovado pero acogedor, con un aire nostálgico que evocaba el espíritu del lugar anterior. Entró y dejo que sus ojos recorrieran el espacio. Allí, en una mesa casi en el fondo, reconoció a Hob. Estaba inclinado sobre algunos papeles, con una expresión tranquila, un poco ajeno a la entrada de sueño.
El ambiente dentro de La Nueva Posada era cálido, lleno del suave murmullo de conversaciones y risas. Cuando Hob levanto la mirada y vio a Sueño de pie frente a su mesa, su rostro se ilumino con una sonrisa. Antes de que Hob pudiera decir algo, sueño tomo asiento en la silla frente a él y dijo:
—Me disculpo, Hob Gadling. Por circunstancias fuera de mi control, no pude asistir a nuestra ultima reunión. Y también, lo siento por como termino nuestra ultimo encuentro.
Hob soltó una suave carcajada cálida.
—No te preocupes, amigo… —Hob casi se arrepintió de decir lo ultimo, la ultima vez que lo llamo así, terminaron peleados en 1889. Pero al ver que Sueño no se habia ido, ni lo habia mirado con enojo, continuó—: te perdono… con la condición de que no desaparezcas de nuevo, y me visites más seguido.
Morfeo se permitió sonreír, tal vez no sea tan malo considerar a Hob un amigo, después de todo, lo espero durante mas de cien años, eso no lo hacían cualquier persona por él.
—Hay algo que debo confesarte, Hob. Algo que debí decirte hace mucho tiempo.
—Adelante, después de todos estos años. No creo que sea tan descabellado.—dijo intrigado.
—Como ya sabias de hace mucho tiempo. No soy humano. Soy Sueño de los Eternos, Rey de los sueños y pesadillas—respondió directamente, viendo como la cara de Hob se transformaba en sorpresa.
Por un breve momento, él inmortal parpadeo sorprendido, procesando la poca y preciada información que le acababa de ser proporcionada.
—Bueno, eso explica muchas cosas—soltó una pequeña risa—. Aunque no mentiré, me esperaba todo menos eso. Pero, sigues siento el mismo (tal vez un poco diferente) extraño que conoce en la taberna Caballo Blanco en 1389. Así que dime, ¿tienes tiempo de ponerte al día?
Sueño inclino la cabeza, sorprendido por la normalidad con la que Hob tomo todo eso. Pasaron las horas conversando, poniéndose al día desde su ultima visita hace 119 años. Hob hablo de su vida hasta ahora, diciendo que ahora es profesor de universidad y es el dueño de esta taberna, ya que El Caballo Blanco habia quebrado. Morfeo no habia hablado mucho de si mismo, siempre habia disfrutado más escuchar a Hob hablar. Hasta que él menciono, algo, o mas bien pregunto, algo en especifico.
—¿Y la pequeña chica rubia que siempre te acompaña? En nuestra ultima reunión no vino contigo y en esta tampoco.
Los hombros de Sueño se tensaron al saber a quien se refería. Era cierto, Niel lo habia acompañado en cada reunión que a tenido con Hob desde 1489, pero la ultima ella no pudo asistir por unos temas que tuvo y esta tampoco, por culpa de su pelea. Hob se habia dado cuenta que habia tocado un tema delicado, rápidamente se apresuro a disculparse, pero Sueño hablo primero.
—Ella. Niel—se corrigió, al fin Hob sabia el nombre de aquella chica—. Tuvimos algunos problemas.
—Está bien.
No insistió más, si habia una de las cosas que Hob habia aprendido a lo largo de sus siglos de vida, era saber cuando una persona no quería hablar de ciertos temas, algunas situaciones que eran demasiado delicadas de abordar, eso Hob lo entendía, así que no presionó a Sueño a decirle nada más.
La conversación siguió , ambos hablaban de cualquier cosa, y a la vez de nada. Morfeo, aunque no lo admitiera, era algo que de verdad necesitaba, se sentía mejor ahora. Pero, también sintió algo en su pecho que no habia sentido desde hace muchos siglos, algo que no esperaba experimentar ahora, y eso le sorprendió, mucho. Y sin saberlo, él inmortal sentía lo mismo.
…
La noche aun seguía en Dallas mientras Sueño y Niel caminaban por las calles concurridas de la ciudad, envueltos en un pesado silencio. Los pasos de ambos parecían pesar más de lo normal, como si la gravedad de su pasado lo atara al suelo. Era como si cada palabra que pudieran decir les costara más que nunca, como si la gravedad de las cosas los atara en el suelo, y el aire era mas tenso entre ellos, llenándolos de un dolor callado que ninguno de los dos sabía cómo romper.
El sonido de los pasos fue su compañía hasta que llegaron a un parque aislado. El lugar estaba solitario, solo se oía el murmullo lejano de los transeúntes. Niel, con la mirada perdida, se sentó en la orilla de una fuente. El agua corría suavemente, pero era imposible que cualquier sonido de la naturaleza aliviara el peso de las palabras no dichas.
Sueño se quedo a una distancia prudente, observándola. Sintió el peso de sus errores sobre él, cada instante de silencio se sintió como una condena. Sin embargo, fue él quien rompió el silencio primero, con una voz grave pero suave.
—Niel… —comenzó, sin saber exactamente cómo encontrar el camino hacia las palabras—. No haberte protegido, no haberte salvado… fue uno de los peores errores que he cometido. Lo sé, lo sé ahora mas que nunca. Y no hay excusa para poder justificarlo.
La chica no levantó la vista, pero las lagrimas empezaron a deslizarse lentamente por sus mejillas sonrosadas. El frio de la noche parecía enfriarlas, pero el calor del dolor seguía quemando en su interior. Se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Sueño. No estaba segura de lo que sentía, pero las emociones la invadían con fuerza.
Finalmente, se permitió hablar, su voz quebrada por la tristeza.
—Los primeros diez años… los entiendo—las palabras se deslizaban lentamente, con el mismo dolor que sentía en su pecho. Sueño se acerco un poco más, pero ella levanto la mano, pidiendo silencio—. En parte lo entendí, Sueño. Lo entendí cuando Roderick Burgess nos mantuvo cautivos. Y tú…tú tenias que proteger el Ensueño. Sabia que no podías darle lo que quería, o al menos cumplirle algún otro deseo, ya que no podías devolverle la vida a su hijo mayor. Si habías hablado, habías cedido, habrías puesto en peligro el mundo de la vigilia más de lo que ya estaba con la enfermedad del sueño. Eso lo entendí. El precio que pagaste… lo vi, lo vi en tu silencio. Pero eso no fue lo que me dolió.
Sueño escuchaba atentamente cada palabra, sin intención de interrumpirla, él sabia que ella necesitaba esto, que necesitaba desahogarse.
—Sabia que estabas enojado por lo de Jessamy. Y… no te culpo por eso, ella también era mi amiga, pero…—Niel trago con dificultad, las palabras se hicieron nudos en su garganta—. Se que Alex la asesino, y no hay nada que pueda defender aquel acto tan vil. Pero si le hubieras hablado a él, tal vez todo habría terminado antes. Él no te pidió nada como habia hecho Roderick, solo que lo dejarás en paz. Solo quería que no lo lastimaran ni a él, ni a Paul. Pero tú, por tu furia, por tu rencor, no lo hiciste. De todas las oportunidades que tuviste, nunca elegiste hablar.
Sueño bajo la mirada. Cada palabra que ella pronunciaba, cada sentimiento que compartía, era un recordatorio de todo el dolor que ella sufrió.
—Se que tú también sufriste, Sueño. Ambos sufrimos cosas horribles en esos años de encarcelamiento, ninguno salió ileso de ahí—La voz de Niel se quebró un poco más—. No estoy enojada contigo, Sueño. Ya no. Estoy… decepcionada. Estoy dolida. Porque, al final, no cumpliste lo que me prometiste aquella noche cuando nos conocimos. Y yo… Espero que las cosas puedan volver a ser como antes. Y no, yo no te odio, por que jamás en mi vida podre odiarte.
Las lagrimas caían libremente ahora. Niel no intentaba detenerlas, por que ya no podía. El peso de todo lo que había guardado durante tanto tiempo estuvo fuera de su pecho, pero el alivio que la invadió era reconfortante.
Sueño sintió que todo lo del alrededor ya no importaba, el vórtice ya no importaba, encontrar a Corintio ya no importaba, en ese momento no importaba. Lo único que quería era encontrar una forma de sanar esa herida que él mismo habia causado. De encontrar una manera de que Niel volviera a confiar en el completamente, de ayudarla, de apoyarla.
Se acercó aun más, dejando que su voz se llenara de arrepentimiento.
—Lo sé… no hay palabras que puedan borrar lo que hice. No hay forma de arreglar lo que ocurrió. No tomé la oportunidad cuando debía haberlo hecho, y pagué por eso. Pagué perdiéndote, que te alejaras. Perdí a al alguien tan importante para mí. Y lo único que me queda ahora… es prometerte que hare todo lo que pueda para que vuelvas a confiar en mi.
Niel se levanto lentamente, pero su mirada seguía fija en Sueño. Ya no era tan difícil mirarlo ahora, él ser que la habia salvado y cuidado durante mucho tiempo. No podía dejarlo, no lo soportaría.
—No sé si algún día todo volverá a ser como antes, aunque espero que en el futuro lo sea, Sueño. Esto no es algo que se pueda olvidar fácilmente. Pero… no quiero dejar que algo como esto. Errores que todo el mundo puede llegar cometer, que esas malas decisiones dañen algo tan bonito como lo que tenemos tú y yo.
Sueño avanza lentamente, quedando frente a frente a lo que es su creación, una parte de él, su —Seguda— hija. Él de verdad quería recuperarla, quería recuperar a la niña que se sentaba en su trono y fingía ser él, a la niña que ayudaba a Lucienne y a Mervyn con sus tareas en el castillo, la que asistía a los festivales que organizaban sus súbditos, la extrañaba. Ya habia perdido su hijo; a Orfeo, y no planeaba perderla a ella tambien.
Los dos se quedaron en silencio por un momento, el aire ya no estaba denso, sino que era mas sentimental, lleno de sentimientos que cada uno percibía.
Niel no pudo contenerlo más y se lanzo hacia Sueño, rodeándolo con sus brazos en un abrazo tan fuerte como si intentara fundirse con él. La diferencia de altura era evidente; Su cabeza apenas alcanzaba su pecho, pero eso no la detuvo. Sueño correspondió con suavidad, envolviéndola con ambos brazos. Su mano acarició lentamente su espalda, y con un gesto que rara vez mostraba, inclino la cabeza para besarla en la cabeza, acariciando las hebras rubias de la chica en el proceso, transmitiéndole una calidez y cariño que ella no habia sentido de su parte en mucho tiempo.
El abrazo fue largo, tan largo que parecía detener el tiempo. Ella, vulnerable pero reconfortada, dejo que las lagrimas rodeaban silenciosamente sus mejillas, empapando la tela oscura del abrigo de él. Sueño permanecía en silencio, permitiéndole descargar toda la angustia acumulada. Solo el sonido del agua de la fuente rompía el mutismo de aquel momento.
Finalmente, cuando Niel sintió que ya podía hablar, preguntó en voz baja;
—¿Cómo me encontraste? —ella ya sabia cual era la respuesta, pero le gustaría escucharla de él.
Morfeo bajó la vista hacia ella, su expresión su avisándose con algo parecido a una leve sonrisa.
—No importa a donde vayas, siempre voy a encontrarte. Siempre—. Su era tan profunda como el universo mismo, cargada de tanta sinceridad que resonó en el pecho de Niel. Luego, agrego con un leve de atisbo de humor—: Aunque debo admitir que Matthew ayudo. Abrió el pico y me dijo exactamente donde estabas.
Niel no pudo evitar soltar una risa, un sonido que Sueño no habia escuchado en mucho tiempo. Se limpio las lagrimas con el dorso de la mano, sintiendo como el peso de su pecho comenzaba a disiparse, aunque no del todo.
Morfeo, sin soltarla del todo, tomó un poco de distancia para mirarla a los ojos.
—Puedes volver a la Ensoñación cuando lo desees. Los sueños que ha vuelto te extrañan. Lucienne, Matthew, incluso Mervyn… todos te extrañan. Tu lugar esta allí.
Niel bajó la mirada por un momento, pensando. Después de unos segundos, hablo.
—Quiero volver… tal vez estoy lista—su voz era sincera, pero habia un matiz de duda—. Pero hay alguien aquí, en el mundo de la vigilia, con quien quiero estar. Alguien a quien quiero ayudar.
Sueño ladeo un poco la cabeza, su semblante apenas mostraba curiosidad.
—¿Es por ese vampiro que estaba contigo?
Era algo que ella no podía negar. Sus mejillas se sonrojaron levemente, y sus labios se curvaron en una sonrisa llena de sentimientos.
—Sí, es por Godric. Él… siento la necesidad de estar con él. Me ayudo mucho estas ultimas noches, y le prometí una cosa que me gustaría cumplirla.
Sueño escucho con atención, se habia dado cuenta que lo que ella expresaba con palabras no era lo suficiente para decirle que de verdad sentía por él. Conocía a Godric, conocía a todas la criaturas vivientes de la tierra y el universo. Y aunque no sabia de memoria las historias de cada una de ellas, el libro de su vida estuvo en la biblioteca de Lucienne, la cual tenia que terminar de restablecer.
—Se que siempre me has dicho que no me involucre en los asuntos de los mortales o de cualquier otra criatura que habite en esta tierra—hizo una ligera pausa, soltando un suspiro debido a su nerviosismo—. Pero, no puedo evitarlo y…
Sueño hablo rápidamente, dejando sin terminar lo que ella iba a decir.
—Lo entiendo —la chica lo miro con una expresión confundida, y muy sorprendida al escucharlo decir eso. Sin embargo, el continuo—: No voy a detenerte, Niel. También por que se si lo intento, no me harías caso.
Niel alzo la vista, soltando una pequeña risa al escuchar lo ultimo, sabiendo que tenia razón.
—Gracias… —murmuró.
Morfeo agregó con suavidad:
—Puedes salir de la Ensoñación cuando quieras, siempre y cuando tengas cuidado y me informes a donde irás.
Niel asintió, de acuerdo a lo que le habia dicho. Permanecieron juntos, en silencio, durante unos minutos más, sabiendo que habían dado el primer paso para sanar su relación.
…
Godric cerró la puerta del copiloto con suavidad tras despedirse de Niel. Eric arrancó el auto en silencio, su rostro inescrutable mientras las luces de la ciudad se deslizaba a través de los cristales del vehículo. La carretera estaba tranquila, bañada en la oscuridad de la noche, y el sonido del motor era el único acompañamiento de sus pensamientos.
El vampiro mayor miraba fijamente hacia el horizonte, aunque su mentir estaba muy lejos de ahí. El rostro de Niel seguía fresco en su memoria, su sonrisa y esa fuerza oculta tras sus ojos. Le preocupaba que estuviera a salvo, pero también se sorprendía de lo profundamente que le afectaba su partida, aunque sea temporal. Desde su vinculación con Eric hace siglos, pocas emociones lograba calar tan hondo en su interior, y lo confundía.
Eric, quien podía sentir un poco de las emociones de su creador a través de su vínculo, no dijo nada al principio. Parecía comprender que Godric no tenía animo de conversar, pero la tensión del ambiente era palpable. Finalmente, tras muchos minutos de viaje, Eric hablo sin apartar los ojos de la carretera.
—¿Por qué tan callado? —preguntó, con un tonó ligero pero curioso.
Godric desvío la mirada hacia Eric, pero mantuvo su expresión neutral.
—No es nada—respondió con calma, aunque sabia que el rubio no iba a creerle. Antes de que pudiera insistir, cambio el tema, más o menos—. Cuéntame, ¿Cómo conociste a Niel? ¿Y cómo termino involucrada en esto?
Eric arqueó una ceja, cuestionando aquel cambio de conversación, pero respondió de todos modos.
—Fue una coincidencia, o al menos eso parecía. Estaba escuchando algo que no debía… —dijo, con un deje de diversión en su voz—. Cuando ella se delato, pensé que trataría de escapar, pero en lugar de eso, se ofreció a ayudar. Me tomó por sorpresa. No es algo que se vea todos los días.
Godric asintió lentamente, procesando la información mientras volvía a mirar por la ventana. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios al imaginar a la chica en la situación, un destello de calidez que no pasó desapercibido para Eric. El silencio volvió a caer sobre ellos, pero no duró mucho.
—¿Sabes quien era ese hombre de cabello negro con el que se fue? —preguntó Eric, su tono más serio ahora.
Godric no respondió de inmediato, meditando cómo expresar sus pensamientos. Finalmente, dijo:
—Estoy casi seguro de que él es su creador. Por cómo ella reaccionó cuando lo vio, hay un vínculo antiguo entre ellos.
Eric se quedo en silencio, procesando la revelación. Aunque no dijo nada, Godric podía sentir su sorpresa. El rubio fue incapaz de ocultar su reacción, no se esperaba que ese hombre con una presencia difícil de olvidar, fuera el creador de aquella pequeña chica rubia.
—¿Por qué estás tan apegado a ella? Apenas la conoces. Nunca te he visto así con nadie—El vikingo lanzó la pregunta con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
Godric lo miró directamente por primera vez desde que subieron al auto. Sus ojos reflejaban una mezcla de emociones qué pocas veces dejaba ver.
—No sé como explicarlo exactamente. Hay algo en ella… algo qué me hace querer protegerla, estar cerca de ella. Es la primera vez que siento algo así en siglos.
Eric abrió la boca para responder, pero no encontró las palabras adecuadas. En cambio, opto por callar, dejando que el peso de las palabras de Godric llenara el aire. Era extraño para el ver a su creador, sereno y distante, mostrando esa vulnerabilidad.
El resto del viaje al aeropuerto transcurrió en silencio, con Eric ocasionalmente lanzándole una mirada de reojo a Godric, viéndolo inmerso en sus pensamientos. Al llegar al avión privado qué los llevaría a Shreveport, el procedimiento fue rápido y eficiente. Ambos abordaron, y pronto estuvieron en el aire.
Godric se sentó junto a la ventana, observando el paisaje nocturno mientras el avión ascendió. Las luces de la ciudad se convertían en pequeños puntos brillantes, y el vasto cielo oscuro recordó la inmensidad del mundo que habitaban. Eric, sentado gente a él, le lanzó una mirada inquisitiva, pero decidió no interrumpir. Sin embargo, después de varios minutos, no pudo contenerlo más.
—¿Estas pensando en ella otra vez? —pregunto Eric, con una leve curiosidad y algo que parecía un leve fastidio.
Godric no desvió la mirada de la ventana.
—Sí.
—¿Por qué? —insistió el Vikingo, su tono menos burlón de lo habitual.
—Porque me importa—respondió segundos después.
Eric lo miro fijamente, tratando de descifrar sus palabras. No estaba acostumbrado a ver a Godric así, y aunque no lo admitiera, le resultaba desconcertante. Pensó que nada más intentaba acostarse con ella después de interrumpirlos dos veces. Por que, no iba a negarlo, ella era muy bonita, pero no era su tipo, ademas, parecia que se romperia si le aplicabas la minima fuerza. Decidió no presionarlo más y simplemente asintió, levantando la botella de tru blood para beber de ella.
El resto del vuelo transcurrió con tranquilidad, con ambos vampiros perdidos en sus pensamientos. Cuando finalmente aterrizaron a Shreveport una hora después, la noche ya comenzaría a disiparse, y Godric sintió una mezcla de alivio y anticipación. Mañana por la noche tendría que presentarse ante la reina Sophie-Anne para decirle que a partir de ahora viviría con Eric. Pero, su mente solo podía pensar en Niel.
Notes:
Por cierto, escribi una escena (muy) obsena de Godric y Niel, fue una especie de practica. JSJSJSJSJJSJ
Espero que hayan disfrutado del capitulo!!!
Atte: Lenna.
Chapter 7: Walk in the forest
Notes:
Si, perdon por actualizar tarde, pero es que tuve cosas que hacer. Me voy de viaje este fin de semana!!! Por eso les dejo el capitulo hoy. El viernes de la semana que viene tendran el siguiente!! Lo prometo.
Disfruten del capitulo!!!!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
La nube de arena dorada y brillante los envolvió en un torbellino silencioso, devolviéndolos al Ensueño con una gran rapidez. Cuando la arena se disipo, disolviéndose en el aire, Niel se encontró de pie en el vasto y majestuoso salón del trono de Sueño. Las altas columnas oscuras parecían tocar el cielo y la luz del amanecer se filtraba por los grandes vitrales del salón.
Antes de que pudiera decir algo, un sonido familiar rompió el silencio; un graznido fuerte y vibrante resonó en el aire.
—¡Oye, ahí estás! —exclamó Matthew mientras descendía velozmente, batiendo sus alas oscuras con entusiasmo. Se posó sobre la mano extendida de Niel con facilidad de alguien que lo habia hecho mil veces antes—. ¿Esto significa lo que creo que significa? ¿Vuelves al Ensueño?
Niel extendió su mano libre y suavemente la pasó por las plumas ónix del cuervo, sintiendo la suavidad entre sus dedos.
—Sí—respondió con un tono tranquilo, aunque su interior aún procesado lo que habia pasado en el mundo de la vigilia—. Creo que sí.
Matthew grazno con satisfacción y agito sus alas con emoción.
—¡Genial! Lucienne va a estar contenta. Mejor se lo digo ahora mismo.
El cuervo desplegó sus alas y se elevó en el aire con rapidez, desapareciendo por los pasillos dorados del castillo.
Mientras tanto, Morfeo la observaba en silencio, con su característica expresión enigmática. Sin embargo, en la curvatura apenas perceptible de sus labios, Niel pudo notar una pequeña sonrosa. Quizás no era el único que estaba feliz por su regreso.
—Sueño… Hay algo que he querido preguntarte. Algo importante.
—Cuando conocí a Godric, él me dijo que “soñó” conmigo—hizo una pausa, escogiendo sus palabras con cuidado—. Aunque no fue un sueño como tal. Dijo que solo vio una silueta y un eco diciendo mi nombre.
Morfeo frunció ligeramente el ceño, y aunque su rostro se mantuvo sereno, Niel pudo notar un poco de sorpresa en sus ojos.
—¿Es eso posible? —preguntó la chica con curiosidad.
Hubo un momento de silencio antes de que Sueño hablara, su tono tranquilo, calmado.
—Hasta donde sé y lo que Lucienne me ha informado desde nuestro regreso, los vampiros solo pueden entrar a la Ensoñación mientras duermen, durante el día. Sin embargo… no tienen ningún tipo de sueño. No sueñan como lo hacen los humanos. Y cuando despiertan, no recuerdan nada de lo ocurrido durante su estancia aquí.
Niel asimilo la respuesta con el ceño fruncido, sintiendo que no encajaba del todo con lo que Godric le habia contado.
—Entonces, si no recuerdan nada… —dijo en voz baja— ¿por qué recordó al menos una parte?
Morfeo la observa con profundidad, con su rostro serio como siempre.
—Eso es lo que investigaré —respondió con calma—. Si alguna vez ha ocurrido antes, lo sabré.
Niel avanza lentamente, sintiendo un alivio leve al saber que Morfeo tal vez tendría una respuesta en el futuro.
—Gracias—dice, y por un momento, solo hubo silencio entre ellos.
Sin embargo, había otra pregunta rondando en su mente, algo que había escuchado unas horas antes y que no podía ignorar.
—Sueño—lo llamo de nuevo—, Matthew me dijo algo sobre un vórtice… uno que se esta formando.
—Es cierto—admitió tras un instante—. Aún se encuentra en una etapa temprana. No ha comenzado a despertar sus habilidades, pero lo hará pronto.
Niel inclinó la cabeza con interés.
—¿Quién es el vórtice de esta era?
Morfeo bajo la mirada ligeramente, quedando en silencio por un momento antes de decir;
—Su nombre es Rose Walker.
Niel guardó el silencio, memorizando el nombre. Aunque sabia perfectamente que tan poderoso era un vórtice y las consecuencias que trae, es el segundo que ella vivía. Definitivamente va a ayudar.
Ella mantuvo la mirada un momento más antes de asentir.
—Lo entiendo. Si puedo ayudar en algo, por favor, dímelo.
Morfeo asintió sin decir ninguna palabra.
Después de unos segundos, Niel sonrió un poco y se despidió de Morfeo, alejándose hacia las puertas del salón del trono y saliendo. El pasillo estaba tranquilo, siempre habia sido así. Sus pasos resuenan suavemente central el suelo, acompañado por la brisa que entraba a través de las ventanas abiertas.
Sabia exactamente a donde ir.
Aunque Matthew ya se habia adelantando para avisar de su regreso, sintió la necesidad de ver a Lucienne y a Mervyn -aunque este ultimo probablemente este afuera del castillo- no solo habían sido sus compañeros, también son su familia. Aunque se habia ido durante un par de días, su ausencia se remontaba desde inicios del siglo XX.
El camino a la biblioteca estaba grabado en su memoria. Era el reflejo de sí misma, un eco de sus recuerdos mas antiguos. La lasas de mármol blanco y gris se extendían bajo sus pies, absorbiendo el tenue resplandor de las lámparas del techo. Paso junto a los jardines, que se podían ver a través de las ventanas, se veía hermoso y pacifico.
El Ensueño era hermoso y etéreo, siempre en movimiento, moldeándose a las emociones de su creador y a los pensamientos de los habitantes. Pero para Niel, la biblioteca siempre habia sido de sus lugares favoritos.
Cuando llego a las imponentes puertas de la biblioteca, ella las abrió sin mucho esfuerzo. Un susurro de aire cálido y el inconfundible aroma a pergaminos y tinta flotaron en el aire, envolviéndose en un abrazo silencioso.
La biblioteca era infinita.
Las estanterías de madera oscura se elevaban hasta perderse en las sombras, cada una de ellas repleta de libros, códices, pergaminos y grimorios escritos en incontables idiomas, algunos de ellos extintos en el mundo de la vigilia. La luz tenue y dorada, proveniente de lámparas flotantes y velas suspendidas en el aire. Algunas se movían solas, iluminando secciones especificas de la biblioteca como si poseyeran voluntad propia.
El silencio era casi absoluto, interrumpido solo por el ocasional crujido de la madera y el leve susurro de páginas pasándose.
Y entonces, un sonido quebró la calma.
Un golpe en seco. El sonido inconfundible de un libro cayendo al suelo.
Niel giro la cabeza y su mirada se encontró con la figura de Lucienne.
La bibliotecaria estaba de pie junto a una de las estanterías, con los ojos abiertos de par en par y una expresión de felicidad en su rostro. En su mano temblorosa sostenía otro libro abierto, mientras que otro habia caído a sus pies. Matthew hace un par de minutos a decirle que ella habia vuelto, pero aun así no pudo evitar quedarse congelada.
Lucienne parecía… aturdida y feliz.
Niel sonrió con ternura.
—¿No vas a darme un abrazo? —pregunto con un tono juguetón, extendiendo los brazos.
Por un momento, Lucienne seguía congelada en su lugar, como si su mente aún estuviera procesando. Pero entonces, en un solo movimiento, dejo el libro sobre una mesa cercana y corrió hacia Niel.
El abrazo fue inmediato.
Fuerte, cálido y lleno de emociones contenidas.
—¡Niel! —exclamó Lucienne, sujetándola con fuerza—. Volviste…
La voz de la bibliotecaria temblaba levemente, y Niel no pudo evitar reír suavemente mientras la envolvía con la misma intensidad.
—No han pasado más de cinco días, Lucienne.
Lucienne se separó un poco, solo lo suficiente para mirarla directamente a los ojos.
—Eso no importa. Te extrañe.
Niel parpadeó ante la sinceridad de sus palabras. Sintió la calidez de sus palabras en su pecho y presionó suavemente el abrazo una vez más antes de separarse.
—Yo también—respondió con una sonrosa sincera.
Lucienne se acomodo las gafas con un gesto nervioso y luego suspiro, intentando recomponerse.
—Tengo trabajo que hacer—dijo con un toque divertido—. Esta biblioteca no se organiza sola.
—Quiero ayudar.
Lucienne la miro con sorpresa, pero su expresión pronto se suavizó con aprobación.
—Bien. Pero espero que recuerdes el sistema de clasificación, porque no pienso explicarlo de nuevo.
—No te preocupes, Lucienne. No lo he olvidado.
Ambas compartieron una sonrisa y se pusieron manos a la obra.
Las horas transcurrieron sin que se dieran cuenta.
Ordenaron libros, registraron estantes y actualizaron los registros mágicos de la biblioteca. A veces, Lucienne le hablaba de lo que habia ocurrido en el Ensueño durante los años que no estuvo, y otras veces simplemente trabajaban en silencio, disfrutando de la mutua compañía.
Fue entonces, en medio de aquella tranquilidad, que Niel recordó algo.
—Lucienne…
La bibliotecaria levanto la vista.
—¿Si?
Niel dudo antes de continuar.
—¿Sabes donde están los libros de magia que escribí?
—Muchos se perdieron durante la ausencia de Lord Morfeo… —Lucienne frunció el ceño, pensativa—. Pero los primeros que escribiste, alguien se los llevo.
—¿Quién? —arqueo una ceja, pensativa.
Lucienne vacilo antes de responder.
—Crowley.
Los ojos de Niel se abrieron ligeramente.
—¿Crowley? —repitió con incredulidad, pensando por un momento en el demonio pelirrojo.
La bibliotecaria asintió.
—Aziraphale le pidió que los tomara y se los llevara.
Por un momento, Niel guardo silencio. Luego, dejo escapar una carcajada.
—Por supuesto que seria Aziraphale —dijo entre risas—. Si los tiene él, al menos se que están a salvo.
—¿Para qué los necesitas? —la miró con curiosidad.
La pregunta la tomo por sorpresa. Niel sintió un leve escalofrió en la nuca y bajó la mirada al libro que sostenía en sus manos.
—Hace mucho tiempo que no tengo acceso a mi magia… —susurró—. Y ahora que ha regresado casi por completo… ya no la controlo del todo.
Lucienne la observo con atención, sin interrumpirla.
—Necesito esos libros—continúa Niel—. Los primeros que escribí contienen lo esencial. Son la base de como empecé a controlar mi magia. Si los tengo, podre recuperar el control... Aunque no es nada preocupante.
Lucienne asimilo las palabras y se acercó lentamente.
—Entonces, tienes que recuperarlo cuanto antes.
Niel sonrió de lado.
—Si.
—Lo ultimo que supe es que Aziraphale tiene una librería en Soho, Londres.
—¿En serio? —Lucienne asintió —. Eso es fantástico. Gracias, Lucienne.
Una hora después, Niel se despidió de Lucienne con una ultima sonrisa ates de salir de la biblioteca. El aire en el Ensueño se sentía liviano, fantasioso, como si cada brisa que pasaba a su alrededor llevara el murmullo de los sueños.
El sol del Ensueño brillaba en su punto más alto, bañando el mundo de tonos dorados y pasteles que nunca parecían apagarse del todo. El clima en este lugar era diferente, pero el tiempo era similar al mundo de la vigilia, el ciclo del día y la noche se manifestaban de manera sutil, así como en la realidad.
Era mediodía.
Su pequeña cita con Godric seria en un par de horas.
El pensamiento la tomó por sorpresa, y apenas cruzó por su mente, sintió el calor inusual subirle a las mejillas, su pecho se agitó levemente, y sin poder evitarlo, se mordió el labio, tratando de contener la sonrisa tonta que amenazaba con formarse en su rostro.
Cita.
La palabra se repetía en su mente una y otra vez. Era ridículo, infantil incluso. No sabia si podría llamarlo “cita” pero se reunirían en poco tiempo, eso contaba como cita, ¿verdad? Y no podía negar lo que sentía. No después de lo que habia pasado entre ellos hace apenas horas.
El roce de sus labios contra los de él aún ardía en su piel como un eco persistente.
Podía recordar la forma en la que la sostenía, como sus dedos rozaban y apretaban su piel con una delicadeza que contrastaba con la intensidad del beso. La manera en que la miro después, justo antes de ser interrumpidos, como si ella fuera algo que temiera perder si cerraba los ojos por demasiado tiempo.
Niel sacudió la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos, pero la sonrisa seguía ahí.
Suspirando, reanudo sus camino, tratando de enfocarse en su reciente hambre.
Los pasillos del castillo del Ensueño se extendían ante ella como un laberito sin fin, sus techos altos decorados con frescos en constante cambio, representando los sueño incontables almas durmientes. A medida que avanzaba, podía ver cómo las sombras danzaban suavemente en las esquinas, siguiendo sus movimientos como si el castillo mismo estuviera vivo.
Tardó un poco en llegar a la cocina, aunque no por la distancia, sino por que el palacio tenia la costumbre de cambiar un poco cuando nadie lo veía. Un pasillo que antes estaba recto, ahora tenia una curva inesperada, una puerta que habia visto hace unos minutos, ahora estaba más atrás.
Era la naturaleza de este lugar. Impredecible. Pero cuando te acostumbras puede no afectarte tanto.
Finalmente, después de un par de giros errantes, encontró la puerta a la cocina.
En cuanto la abrió, el aire se llenó con un estallido de aromas y sonidos familiares.
Los pequeños duendes cocineros se movían frenéticamente entre encimeras de mármol, flotando con ligereza mientras agitaban cucharones de plata en grandes ollas humeantes. Muchas de ellas burbujeaban con líquidos espesos y que olían delicioso.
Uno de los duendes flotaba cerca de una bandeja de pan recién horneada, soplando suavemente sobre los bollos para enfriarlos. Otro revolvía una gran olla con especias, mientras el aire se llenaba de un aroma dulce y cálido, una mezcla entre canela y miel que hizo que su estómago rugiera levemente.
Observo la escena con una sonrisa nostálgica.
—No los veía desde hace cien años… —susurró para sí misma.
Se sintió reconfortante verlos de nuevo, saber que las pequeñas cosas del Ensueño aún seguían en su lugar.
Camino con ligereza hasta una de las encimeras y tomo dos manzanas de un recipiente de cristal. Antes de irse, se giró hacia los duendes y les dedicó una pequeña reverencia, inclinando levemente la cabeza.
—Gracias.
Los duendes emitieron un conjunto de pequeños chillidos felices en su idioma nativo, el cual Niel aun se alegra de no haber olvidado, algunos agitaban sus gorros diminutos, antes de volver a sus tareas.
Con ambas manzanas en mano, Niel dejo la cocina y comenzó su camino de regreso a la habitación.
Los pasillos del castillos eran largos y silencioso, salvo por el eco de sus propios pasos y el sonido sutil del viento que parecía provenir de ninguna parte. A medida que avanzaba, mordió la primera manzana con calma, dejando que el sabor dulce y jugoso se derritiera en su boca.
La Ensoñación la envolvía con su gran familiaridad, como un hogar que nunca la abandono.
Finalmente, después de varios giros y pasillos interminables, encontró su destino. La gran puerta blanca de su habitación. También habia terminado su primera manzana.
Tomo el pomo con su mano libre la giro con suavidad, empujando la puerta lentamente. El interior estaba exactamente igual a como lo habia dejado.
Los libros seguían esparcidos por la habitación, algunos abiertos y otros apilados en pequeñas torres, estaban escritos en varios idiomas, unos que pertenecían a la Ensoñación y otros que eran de mundo de la vigilia. Sus pinceles descansaban en un frasco en el escritorio, mal colocado y con rastros de pinturas en la cerdas. Con ellos hiso hermosos diseños en las grandes paredes de la habitación.
Su cama estaba hecha, cubierta con las misma sabanas moradas que parecían tan suaves como siempre.
Al otro lado de la habitación, volvió a mirar su escritorio estaba en un estado habitual de caos organizado; pergaminos regados, frascos de tinta medio vacíos, pequeñas botas escritas, probablemente era sobre las tareas pendientes que habia tenido, usualmente las anotaba para no olvidarlas.
También observo dos puertas, una conducía al baño, y otro a su armario -el cual tenia que remodelar- y su vista se dirigió a las grandes ventanas de cristal que estaban frente a la puerta de entrada, estaban cerradas, cubiertas por cortinas oscuras, son las ventanas -si, ventanas- las cuales se abrían como puertas y conducían al gran balcón.
Giro la cabeza y su mirada se poso al espejo de cuerpo entero al fondo de su habitación.
Se detuvo, y se miro con atención.
Su cabello… habia crecido tanto.
Aún recordaba cuando apenas de llegaba a las orejas -alrededor del siglo XX-, cuando podía pasar los dedos por el y sentirlo apenas rosando su cuello. Ahora, sin embargo, caía en cascada por su espalda, alcanzando la parte baja de sus caderas en mechones lisos pero ligeramente disparejos.
La pijama roja que usaba le quedaba un poco suelta, y por primera vez, desde que llego, noto su silueta reflejada en la tela. Había estado demasiado delgada. Su piel habia estado pálida y sin vida. Pero ahora…
Ahora su magia habia vuelto. Y eso ayudo mucho.
Podía sentirla, como un pulso suave debajo de su piel, un latido cálido que se extendía por su cuerpo. Su esencia estaba regresando, llenándola poco a poco, devolviéndole algo que había perdido durante su largo cautiverio.
Se sentía mucho mejor. Aunque aun habia cosas que ella no podía olvidar tan rápido, las cosas comenzaban a mejorar.
…
Cuando Godric llego a Shreveport, la noche aún reinaba, pero el amanecer se acercaba rápidamente. El viaje habia sido abrupto y sin planificación. No había tenido tiempo de recoger sus pertenencias en Dallas, aunque Isabel, tan amable y considerada, se había encargado de organizar lo que pudo salvarse de la explosión y enviárselo los antes posible. Algunas de sus cosas llegaron tres horas después de su llegada a la casa de Eric.
Él y Eric estaban en la residencia, que era una construcción moderna y elegante, reflejo del gusto de su hijo. Se parecía mucho a la casa de Godric habia poseído en Texas, aquella que ahora no sea más que escombros.
Desde el umbral de la habitación subterránea en la que se encontraba, Eric lo observó con su habitual postura relajada, habia ayudado a su creador a trasladar sus maletas a la puerta de la habitación.
—Será mejor que descanses. Mañana por la noche puedes ordenar tus cosas.
Godric, quien había tomado las maletas recién llegadas, negó con la cabeza sin siquiera levantar la vista.
—Prefiero hacerlo ahora.
Eric no insistió. Lo conocía bien para saber que no cambiará de opinión. Suspiré suavemente, inclinó la cabeza en un gesto de despedida y se retiro por el pasillo a su propia habitación subterránea para comenzar su descanso diurno.
Godric quedo solo en la puerta de su habitación. Era sencilla y sin tener adornos innecesarios, justo como él prefería. Lentamente, con sus pertenencias en manos, ingreso a la habitación. Cerro la puerta con el pie y dejo las maletas en el suelo, para después agacharse y abrirlas, comenzando a vaciarlas. Aunque pudo haber utilizado su velocidad de vampiro para terminar en segundos, elegido hacerlo a ritmo normal, de manera lenta.
Cada prenda que sacaba de las encontraba su lugar con facilidad; camisas, chaquetas y jerséis fueron cuidadosamente colgados en el armario, mientras que los pantalones, ropa interior y demás prendas estaban dobladas y guardadas en los cajones. Era un proceso simple, casi mecánico, pero su mente no estaba en la tarea.
Su mente estaba en ella. De nuevo.
Los recuerdos de las ultimas dos noches lo asaltaron con una claridad abrumadora. Pudo sentir la textura de los labios de Niel contra los suyos, la suavidad de su piel, el roce de sus cuerpos al encontrarse. Ese beso. La forma en que su respiración era entrecortada, sentirla pegada tanto a él, no habia sido planeado, simplemente ocurrió.
Sus manos se detuvieron por un instante, sosteniendo una prenda sin darse cuenta. Sus dedos se cerraron levemente sobre la tela, como si intentara aferrarse a la sensación que aun ardía en su memoria y decencia hacia abajo.
¿Habia sentido algo así alguna vez?
Sin darse cuenta, una leve sonrisa apareció en sus labios. Algo extraño, inusual. Parecía un adolescente enamorado.
Sacudió la cabeza, volviendo a su tarea. Termino de acomodar su ropa con la misma eficiencia de siempre y se acerco a la ultima maleta. Al abrirla, en lugar de encontrar más prendas, se topo con varias cajas de madera de distintos tamaños.
Su expresión se suavizo, y otra sonrisa apareció.
Isabel se habia acordado. Con sumo cuidado, tomó una de las cajas y deslizo los dedos por la superficie de la madera antes de abrirlas. En su interior, bien protegidos, descansaban varias libretas y hojas sueltas. Algunas eran viejas y desgastadas, con páginas amarillentas por los años. Otras eran más recientes, aunque siguen siendo igual de valiosas para el.
Dibujos. Sus dibujos.
Durante siglos, habia conservado el ámbito de dibujar, desde que era humano, un pasatiempo que muy pocos conocían. Solo Eric e Isabel lo sabían. No porque lo ocultara, sino porque simplemente nunca sintió la necesidad de compartirlo con nadie.
Con sumo cuidado, sacó cada libreta y carpetas, hojeando algunas. Sus ojos recorrieron con nostalgia los trazos familiares; bocetos de paisajes, bocetos de flores, animales que habia visto en sus años de existencia. Flores. Dios, cuantas flores había dibujado. Siempre le habían encantado, todas eran hermosas, pero no le gustaba arrancarlas de su lugar. Prefería preservarlas en papel, donde su belleza no se marchitaría.
Guardo la mayoría de los bocetos en los cajones vacíos de la habitación, asegurándose de colocar sus lápices y herramientas de dibujos junto a ellos. Sin embargo, se quedo con una libreta en particular; la que estaba usando actualmente. Tenia la mitad llena de dibujos y la otra mitad esperando ser llenada.
Se sentó en la cama, recostándose en el respaldo mientras la abría. Con movimientos pausados, paso las páginas, observando cada uno de sus trazos. Cada imagen era un pequeño recuerdo atrapado en papel.
Eventualmente, su mirada se posaron en un dibujo reciente: una flor de cerezo.
Recordó por que la habia dibujado. Fue una imagen que vio en internet antes de entregarse a la Comunidad del Sol. Algo en la suavidad de los pétalos, la fragilidad de la flor, lo habia cautivado. Tal vez le recordaba que todo tiene algo hermoso.
Con un suave suspiro, tomo un lápiz y comenzó a dibujar en una pagina en blanco. No tenia un plan en mente, simplemente dejo que su mano se moviera. El grafito se deslizo sobre el papel con cada trazo, formando líneas que poco a poco cobraban vida.
Los minutos transcurrieron en un silencio tranquilo. Afuera, la noche terminaba lentamente, el amanecer asechando en el horizonte.
Cuando finalmente termino su obra terminada, se encontró observando un nuevo dibujo de la flor de cerezo, mas detallado que el anterior. Sus dedos recorrieron la textura del papel con un gesto inconsciente antes de volver a tomar el lápiz y firmar en la esquina, dejando a la fecha junto a su nombre.
Cerró la libreta y la dejo junto a la mesa de noche a lado de su cama.
Finalmente, permitió que su cuerpo se relajara por completo, acomodándose en la cama. Ya habia amanecido. Sus ojos se cerraron lentamente, aunque su mente se mantuvo despierta unos momentos más.
Pensando en la imagen de una mujer rubia.
Pensando en su sonrisa.
Pensando en el beso que ardía en su memoria.
Y así, con aquellos pensamientos, cayo en su sueño diurno.
…
Después de haber acomodado su habitación hasta dejarla en un estado aceptable y de ponerse al día con los acontecimientos del Reino—gracias a Lucienne, que tuvo la consideración de haberle traído registros de los últimos días, o mejor dicho, años—Niel pasó otro par de horas revisando los cambios que habían ocurrido en el mundo de la Vigilia en el último siglo.
A medida que avanzaba entre las hojas de los registros, su mente intentaba asimilar todo lo que había sucedido mientras estuvo cautiva. Habían nuevos líderes, nuevas guerras, nuevas invenciones… el mundo cambiaba demasiado rápido. Hace mucho tiempo, los cambios importantes tomaban décadas o incluso siglos. Ahora, en cuestión de años, todo podía volverse irreconocible.
Tan absorta estaba en la lectura que cuando por fin alzó la vista, notó con sorpresa desde la vista del ventanal, que el cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y violetas. El tiempo se le había pasado volando.
Parpadeó un par de veces, casi sin creérselo, y su mente regresó bruscamente a la realidad: su encuentro con Godric.
Un leve calor subió por su rostro cuando recordó que en poco tiempo lo vería nuevamente. Desde que habían compartido ese beso en el hotel, cada vez que pensaba en él, un revoltijo extraño de emociones se agitaba en su pecho. No estaba acostumbrada a esas sensaciones, y definitivamente no estaba acostumbrada a que alguien la hiciera sentir así. Pero, también aquella sensación se sentía tan familiar.
Sacudiendo la cabeza, dejó los registros a un lado y se apresuró a entrar al baño contiguo de su habitación.
Tan pronto cruzó la puerta, sus manos se movieron con rapidez, despojándose de la ropa sin preocuparse demasiado en doblarla. La dejó caer en el suelo de manera descuidada, apresurándose a entrar en la ducha y abrir el agua caliente. El sonido del agua al chocar contra el suelo de mármol resonó en la habitación, envolviéndola en una fina nube de vapor.
Cerró los ojos, permitiendo que el agua cayera sobre su piel, relajando sus músculos. Tomó el frasco de champú y vertió un poco en sus manos, masajeando su cuero cabelludo con los dedos hasta formar espuma. Su cabello se oscureció bajo el agua, pegándose a su espalda y hombros.
Se enjabonó el cuerpo con movimientos rápidos pero minuciosos, asegurándose de eliminar cualquier rastro de suciedad que siguiera allí. No quería estar nerviosa, pero su mente no dejaba de recordarle que ya faltaba poco. Era estresante de cierta forma.
Para cuando terminó, el agua aún caía con fuerza, y cuando se giró para cerrarla, sus pies resbalaron ligeramente sobre el suelo mojado. Por poco pierde el equilibrio y cae.
—Dioses… —murmuró para sí misma, tomando una toalla apresuradamente.
Se envolvió en ella, asegurándose de que quedara bien sujeta alrededor de su cuerpo, y con su otra mano exprimió el exceso de agua de su cabello, para que así no goteara en el suelo. Se secó lo más rápido que pudo, sin prestar demasiada atención al desorden que había dejado en el baño, y salió de regreso a la habitación. Prometiéndose que tendría que arreglar ese desorden mas tarde.
Se dirigió a otra puerta, la cual estaba al lado de baño. La abrió, encontrándose con su armario. Definitivamente necesitaba renovar su vestuario.
Cuando entró, la escena no fue diferente a lo que esperaba: la mayoría de sus ropas eran de siglos pasados, un reflejo de su ausencia en estos años. Vestidos largos con corsés elaborados, chaquetas de sastrería impecable, botas de cuero alto, guantes de encaje, faldas largas y chalecos… todo pertenecía a épocas que el mundo de la Vigilia ya había dejado atrás.
Suspiró, dejando que sus dedos recorrieran algunas de las prendas. Su armario siempre había sido un reflejo del paso del tiempo. Lo había cambiado incontables veces a lo largo de su existencia, adaptándose a las eras y sus modas pasajeras. Ahora tendría que hacerlo de nuevo.
Pero no ahora.
Recitó unas palabras en voz baja, no se entendía demasiado debido a la antigüedad de dicha lengua. Frente a ella, una pequeña ráfaga de luz parpadeó y, en cuestión de segundos, una nueva muda de ropa apareció sobre sus manos. Nada demasiado elaborado.
Un vestido negro de tela ligera y una chaqueta a juego. No muy distinto a lo que había usado dos noches atrás. Para completar, un par de botas negras también se materializaron, eran sencillas. Talvez pudo pensar algo mejor, pero esto serviría por ahora.
Se quitó la toalla con rapidez y comenzó a vestirse, empezando por la ropa interior antes de deslizarse dentro del vestido negro, ajustándolo en su cuerpo. La tela era cómoda, lo suficiente como para moverse con facilidad. Perfecto, pensó. Se puso la chaqueta, asegurándose de que quedara bien alineada sobre sus hombros, y luego se inclinó para colocarse las botas, le recordó bastante unas que habia usado en el siglo XV.
Una vez lista, salió del armario y caminó hasta el espejo de cuerpo entero que estaba al fondo de la habitación. Su reflejo le devolvió la mirada, con el cabello todavía húmedo y cayendo en desorden sobre sus hombros.
Tomó el peine del escritorio y comenzó a pasarlo lentamente entre sus hebras doradas. Sabía que podía secarlo con un pequeño hechizo, y aunque su control sobre la magia aún era inestable, ese tipo de encantamientos simples no le daban problemas.
Murmuró otra palabra en la lengua antigua y, de inmediato, una cálida corriente de aire envolvió su cabello. En cuestión de segundos, estuvo completamente seco.
Se tomó unos segundos más para peinarlo con cuidado, sintiendo la suavidad en sus dedos, y luego comenzó a trenzarlo. Sus manos se movían de manera casi automática, dividiendo las hebras y entrelazándolas hasta que la larga trenza descansó sobre su espalda. Algunos mechones cortos se soltaron a los lados de su rostro, enmarcando sus facciones con un aire más despreocupado.
Soltó un leve suspiro y se miró en el espejo una última vez. Ya estaba lista.
Y sin embargo…
Su corazón latía con una intensidad extraña, una mezcla de nerviosismo y emoción. Era emocionante y extraño.
Sacudió la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos. No tenía tiempo para perderse en dudas.
Niel salió de su habitación con prisa, cerrando la gran puerta blanca tras de sí sin siquiera mirar atrás.
Definitivamente, necesitaba un reloj.
Había perdido demasiado tiempo preparándose, y ahora, aunque no sabía con exactitud cuando habia acordado la visita, intuía que debía darse prisa. Pero el reloj sería un problema para otro día.
Sus pasos resonaron con ligereza en los pasillos del castillo, avanzando con rapidez mientras el eco de su caminar se mezclaba con el silencio solemne de la Ensoñación. A medida que avanzaba, su mirada se desviaba ocasionalmente hacia las enormes ventanas de cristal que flanqueaban los corredores. El cielo nocturno era una obra de arte.
Oscuro y profundo, decorado con estrellas titilantes que parecían bailar en un mar infinito. La Luna, majestuosa y pálida, iluminaba parte de las estancias con su luz etérea, proyectando sombras suaves en las paredes. Hermoso, como siempre.
Pero no tenía tiempo para detenerse a admirarlo.
Continuó su camino hasta llegar a las enormes puertas dobles del Salón del Trono. Sin dudarlo, las empujó con ambas manos, abriéndolas con más fuerza de la necesaria.
El sonido de las puertas al abrirse resonó por toda la estancia, pero Morfeo, que estaba sentado en su trono, apenas alzó la vista de su libro. Parecía esperarla.
Desde su posición elevada, el Señor de los Sueños lucía tan imponente como siempre. Su postura era relajada, pero su presencia llenaba la habitación. Vestía sus habituales ropajes oscuros, y su pálido rostro estaba parcialmente iluminado por la tenue luz que traspasaba de los vitrales detrás del trono. Sobre su regazo descansaba un voluminoso libro, con páginas amarillentas y encuadernación gastada.
Niel no perdió el tiempo.
Subió rápidamente los escalones que llevaban al trono con pasos firmes, sintiendo la mirada de Sueño sobre ella. Para cuando llegó al último peldaño, Morfeo finalmente cerró el libro con calma, entrelazando sus largos dedos sobre la tapa.
Sus ojos azules como el océano, la examinaron con detenimiento.
Podía notar la ligera ansiedad en su expresión, la emoción contenida en su postura.
—¿Vas a algún lado, Niel? —preguntó con su tono pausado y enigmático.
La rubia asintió rápidamente.
—Voy a salir ahora mismo.
Un breve silencio se extendió entre ambos. Morfeo la observó por un momento más, y luego sonrió levemente.
—Está bien —dijo en un tono casi distraído, volviendo su mirada al libro—, pero ten cuidado.
Niel dejó escapar un suspiro de alivio y le dedicó una pequeña sonrisa.
—Gracias.
Dicho eso, giró sobre sus talones y descendió las escaleras con un ritmo mucho más animado. Se sentía tan emocionada.
Pero entonces, la voz tranquila de Sueño la detuvo a medio camino.
—¿A dónde vas exactamente?
Niel frenó en seco y se giró para verlo con una ceja alzada. Él ya lo sabía.
Y ella ya sabia que él sabia.
No era la primera vez que él hacía preguntas así, y tampoco seria la ultima vez que intentaba avergonzarla de esa manera.
—Tú ya lo sabes —respondió con un tono acusatorio—. Solo lo preguntas para hacerme pasar vergüenza.
El ligero destello de diversión en los ojos de Morfeo fue suficiente para confirmarlo.
Antes de que pudiera replicar algo más, él alzó una mano con elegancia y, en cuestión de segundos, un remolino dorado de arena comenzó a rodearla. La sensación era cálida y reconfortante, como si una suave brisa nocturna la envolviera.
—Te dejaré allí —anunció Morfeo.
Niel sonrió con gratitud, levantando una mano para despedirse antes de que la arena la transportara fuera del castillo.
En el instante en que desapareció, el Salón del Trono volvió a sumirse en su usual tranquilidad, con el único sonido de las páginas de un libro volviéndose a abrir.
Niel apareció en un pequeño callejón apenas iluminado, la arena mágica disipándose rápidamente a su alrededor. Inhaló hondo, ajustándose la chaqueta antes de salir con pasos rápidos. La noche en Shreveport estaba en su punto más vibrante, con luces de neón parpadeando y el bullicio de la gente llenando las calles. No estaba completamente segura de la hora, pero esperaba que no fuera demasiado tarde.
Las farolas lanzaban su luz amarillenta sobre la acera mientras caminaba, observando los edificios y la actividad nocturna a su alrededor. No podía negar que la ciudad tenía su propio encanto. Sin embargo, su prioridad era encontrar Fangtasía. Sabía la dirección, pero no tenía idea de cómo llegar exactamente, así que hizo lo más sensato: preguntarle a los transeúntes.
Algunas personas le respondieron con amabilidad, mientras que otras le lanzaron miradas incómodas o incluso de desprecio al mencionar el nombre del lugar. Aun así, siguió las indicaciones sin darle demasiadas vueltas al asunto. Finalmente, llegó a un estacionamiento amplio y, al fondo, vio un gran edificio con un cartel de neón rojo brillante que decía Fangtasía en cursiva. Desde la distancia, el club tenía una atmósfera intensa y atrayente, el tipo de lugar que prometía peligro y diversión a partes iguales.
Había una fila considerable de personas esperando entrar. Algunos eran humanos con ropas oscuras y maquillaje gótico exagerado, otros eran vampiros con un estilo mas sutil, pero todos compartían la misma expresión de emoción. Se unió a la fila con paciencia, observando la dinámica de la entrada. Unos minutos después, notó cómo varios eran rechazados, en su mayoría jóvenes con identificaciones falsas que no lograban engañar a la seguridad.
Finalmente, llegó su turno. Frente a ella, una mujer alta, de cabello rubio platinado, vestida con un ajustado conjunto de cuero y látex, la miró con aburrimiento. Sus tacones eran ridículamente altos, parecía que rompería el concreto de un solo paso.
—Identificación —dijo con un tono monótono, extendiendo la mano.
Niel sintió un pequeño nudo en el estómago. Por supuesto, no tenía ninguna identificación real. Pero eso no sería un problema.
Con una ligera sonrisa nerviosa, metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, fingiendo buscarla mientras murmuraba para sí misma. Con un toque de magia, materializó una tarjeta plástica idéntica a las que habían descrito en los libros que leyó más temprano. La sostuvo con seguridad y se la entregó a la mujer.
Esta apenas le echó un vistazo, verificando la edad y el nombre con indiferencia. Sin decir una palabra, abrió la cadena de la entrada y la dejó pasar con un seco:
—Diviértete.
Niel pasó al interior, sintiendo de inmediato el cambio de ambiente.
El interior de Fangtasía era un espectáculo en sí mismo. Las paredes estaban teñidas de rojo y negro, decoradas con detalles góticos y espejos ornamentales que reflejaban las luces tenues del lugar. El aire estaba cargado con una mezcla de perfume, alcohol y sangre.
Las personas bailaban con energía en la pista central, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la música vibrante. En algunos rincones, grupos de humanos y vampiros conversaban en susurros, algunos demasiado cerca, otros en posturas que dejaban claro el tipo de relación que tenían.
En varias plataformas, mujeres con poca ropa se contoneaban al ritmo de la música, atrayendo la atención de los clientes con sonrisas sensuales y miradas depredadoras. El ambiente era eléctrico, cargado de tensión, deseo y peligro.
Niel avanzó, escaneando la multitud con la mirada. No veía a Godric en ninguna parte, lo cual no era sorprendente dado lo oscuro y concurrido que estaba el lugar.
Se adentró entre la multitud, disculpándose cuando chocaba con alguien. El ruido y la cercanía de los cuerpos empezaban a agobiarla un poco, pero no se detuvo.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, logró salir del denso mar de gente y divisó una figura conocida en el rincón más apartado del bar.
Godric estaba sentado en una mesa en la zona más alejada, lejos del bullicio principal. Frente a él, una botella de Tru blood descansaba sobre la mesa, apenas tocada. Pero lo que más le llamó la atención fue el libro que sostenía entre las manos, sumido completamente en su lectura.
A pesar del caos y la energía vibrante del lugar, él parecía ajeno a todo. Había algo casi hipnótico en la manera en que pasaba las páginas con calma, como si la música estridente y la presencia de los demás no significaran nada para él.
Niel se acercó con paso decidido. El sonido de sus botas quedó ahogado por el volumen de la música, así que cuando llegó a la mesa, tuvo que llamar su atención de otra forma.
Golpeó suavemente la superficie de madera con las uñas, generando un sonido apenas perceptible, pero lo suficiente para sacarlo de su ensimismamiento.
Godric levantó la vista, y al encontrarse con Niel, una sonrisa genuina apareció en su rostro. La sensación de familiaridad y déjà vu lo invadió de inmediato, como si ya hubiera vivido este momento antes. Era extraño. Observó a la joven mientras ella se sentaba a su lado con una sonrisa en los labios, pronunciando un suave “hola” que él correspondió con la misma calidez.
Algunas miradas se posaron en ellos, en su mayoría de vampiros que estaban en el club. La sorpresa era evidente en sus rostros, pues no todos los días se veía a una humana sentarse con tanta naturalidad junto a un vampiro tan antiguo como Godric. Aunque ellos no entendían la situación, creían que la chica era simplemente demasiado confiada o imprudente. Sin embargo, Niel los ignoró por completo, enfocándose únicamente en Godric.
Él la observó con más detenimiento ahora que estaba a su lado. Se permitió recorrer con la mirada la vestimenta de la joven, notando lo bien que le quedaba. Era hermosa, indudablemente. Luego, su atención se desvió a su cabello trenzado, que aunque un poco desordenado, solo sumaba encanto a su apariencia. Si hubiera sido humano, probablemente se habría sonrojado ante sus propios pensamientos. Sin pensarlo demasiado, soltó un sincero:
—Te ves muy linda.
Niel sonrió, y un leve sonrojo tiñó sus mejillas antes de responder:
—Tú también te ves bien.
La calidez en su voz hizo que Godric sintiera algo extraño en el pecho, una sensación que no recordaba haber experimentado en siglos.
Después de un breve momento de silencio entre ambos, Niel inclinó ligeramente la cabeza y preguntó con suavidad:
—¿Puedo proponerte algo?
Godric asintió, con una mezcla de curiosidad y expectativa en su rostro.
—¿Te gustaría salir de aquí? Caminar un poco —propuso ella.
Él no lo dudó ni un segundo antes de aceptar. El ambiente del club tan lleno y pesado no era mucho de su agrado, no lo malinterpreten, pero prefería mil veces una conversación tranquila bajo la noche. Sin embargo, antes de que pudieran ponerse de pie y marcharse, alguien más ocupó un asiento en la mesa.
Eric Northman.
El vampiro rubio los miró con su expresión característica: una mezcla de desinterés y diversión contenida.
—Vaya, qué escena más conmovedora —comentó con su tono habitual de sarcasmo, aunque sin malicia real. Luego, giró su atención hacia Niel y sacó un pequeño papel doblado de su bolsillo, extendiéndoselo—. Sookie me pidió que te lo entregara.
Niel tomó el papel con una sonrisa ligera.
—Qué considerado de tu parte —dijo mientras lo guardaba.
Eric frunció levemente el ceño y se apresuró a corregir:
—No lo hice por ti.
Niel soltó una pequeña risa antes de responder con calma:
—Lo sé. No me refería a mí.
Godric observó el breve intercambio con una sonrisa sutil. Había algo intrigante en la manera en la que Niel manejaba a Eric, como si siempre supiera exactamente qué decir ante las respuestas ingeniosas de su hijo.
Eric los miró por un momento más, luego suspiró con exasperación fingida y se levantó.
—Hagan lo que quieran. Yo me quedaré aquí ocupándome de asuntos importantes.
Sin añadir más, se marchó, dejándolos nuevamente solos en la mesa. Godric miró a Niel, con un brillo divertido en los ojos.
—Parece que le agradas —comentó en tono suave.
—No sé si llamarlo “agrado” —dijo ella con una risa ligera—, pero creo que nos llevamos… decentemente.
Ambos se levantaron de sus taburetes nuevamente, y avanzaban a través del club, las luces parpadeantes y la música ensordecedora parecían volverse un murmullo lejano para ellos. La multitud continuaba con su frenesí, pero ni Niel ni Godric le prestaron demasiada atención. Algunas miradas seguían posándose sobre ellos, especialmente de los vampiros más viejos que no podían ocultar su sorpresa al ver al antiguo sheriff del área 9 acompañado de una humana. Sin embargo, ninguno de los dos se detuvo ni se inmutó por la atención no deseada.
Al llegar a la salida y atravesar la puerta, fueron recibidos por el aire fresco de la noche, un fuerte contraste con la atmósfera cargada del interior del club. Pam seguía en la entrada, encargándose de la fila de clientes que, para su fastidio, parecía interminable. Su expresión de aburrimiento se desvaneció por un instante cuando vio a su abuelo, Godric, salir acompañado de una humana. Alzó una ceja, claramente desconcertada.
Lo que más le llamó la atención no fue solo la compañía del antiguo vampiro, sino el hecho de que la joven sostenía su mano. Al principio, Pam tardo un poco en comprender como Godric se dejaba tocar por una desconocida, no era propio de él desde que lo conocía, el único contacto físico que habia tenido Godric era con Eric y ella, y no era demasiado, así que verlos con las manos entrelazadas en un apretón fuerte, en definitiva la habia dejado desconcertada y sorprendida.
Godric la notó observándolos y, en respuesta, le dedicó una pequeña sonrisa de despedida antes de seguir el ritmo de Niel.
La rubia caminaba con paso firme, con el tacón de sus botas resonando contra el suelo de cemento del estacionamiento, guiándolo fuera de la zona iluminada por los faroles y adentrándose en la oscuridad del bosque cercano.
Pam chasqueó la lengua y rodó los ojos, volviendo su atención a la fila de clientes. No tenía tiempo para averiguar qué estaba ocurriendo en ese momento, pero definitivamente le preguntaría a Eric más tarde. Mientras tanto, su expresión de aburrimiento y fastidio regresó a su rostro mientras seguía atendiendo a los humanos ansiosos por entrar a Fangtasía.
Desde la distancia, las siluetas de Niel y Godric desaparecieron entre los árboles, perdiéndose en la tranquilidad de la noche.
La brisa nocturna mecía suavemente en las copas de los árboles mientras Niel y Godric seguían el sendero, el sonido de sus pasos apenas perceptible sobre la tierra. La distancia entre ellos se había ampliado apenas unos centímetros desde que soltaron sus manos, cada uno lidiando con la extraña sensación que ese contacto había dejado en ellos.
Godric mantenía la mirada baja, tratando de ignorar el aroma que emanaba de Niel, era delicioso y se volvía más difícil de ignorar con cada brisa que pasaba. Su autocontrol era impecable, pero incluso él tenía límites. En un esfuerzo por distraerse, centró su atención en el suelo y en el sonido de los grillos que resonaban en la noche.
Por otro lado, Niel no podía evitar sentirse nerviosa. ¿Por qué un simple contacto como tomarse de la mano la hacía sentir así? Se había besado con él, y no había sido precisamente un beso inocente, sino que fue uno bastante intenso y tal vez pudo haber llegado a más si Eric no hubiese interrumpido. Entonces, ¿por qué ese pequeño gesto la afectaba tanto? Además, estaba esa extraña sensación de familiaridad, como si ya hubiera vivido este momento antes. Pero no lograba recordar por qué.
Godric también sentía lo mismo. La incómoda certeza de que esta escena ya había sucedido antes, en algún otro tiempo, en algún otro lugar. Sin embargo, no encontraba la razón, y eso solo alimentaba su confusión.
El silencio se prolongó por varios minutos hasta que Niel decidió romperlo con una pregunta.
—¿Qué tal ha sido tu mudanza a Shreveport? —preguntó, girando ligeramente la cabeza para mirarlo.
Godric pareció agradecido por la conversación y respondió con tranquilidad.
—Ha estado bien. No fue tan difícil como imaginé. Muchas de mis pertenencias en Dallas sobrevivieron a la explosión, así que al menos no tuve que reponerlas.
—Eso es un alivio —dijo Niel con sinceridad, antes de añadir con curiosidad—. Mencionaste que tuviste que presentarte ante la reina Sophie-Anne. ¿Cómo fue eso?
El rostro de Godric adquirió una expresión de ligera molestia, como si recordarlo fuera un fastidio.
—No fue una experiencia que me gustaría repetir.
Niel río suavemente.
—¿Por qué?
—La reina es… exigente —dijo él con un leve suspiro—. Mandona, caprichosa y con un gusto por los juegos políticos que me resultan innecesarios. Lidiar con ella es agotador.
—Suena encantadora —bromeó Niel, rodando los ojos con diversión.
—Depende de a quién le preguntes —replicó Godric con una sonrisa irónica.
El ambiente se tornó más relajado, y aunque las preguntas seguían en el aire, ambos decidieron, sin palabras, simplemente disfrutar de la caminata en la tranquilidad del bosque.
Los pasos de ambos resonaban suavemente sobre la tierra del sendero, envueltos en la quietud del bosque. La brisa nocturna agitaba las hojas, y el aroma de la naturaleza mezclado con la presencia —y olor— de Niel hacía que a Godric le resultara difícil concentrarse. Para distraerse, decidió saciar su curiosidad con una pregunta que llevaba rondando en su mente desde que la vio partir con aquel hombre de gabardina negra.
—Ese hombre con el que te fuiste… ¿es tu creador? —preguntó con cautela.
Niel asintió.
—Sí, él es mi creador —confirmó, con un tono tranquilo pero con cierto peso en la voz—. Y… lo siento de nuevo por no haber ido contigo.
Godric negó con la cabeza, deteniéndose por un instante para mirarla con amabilidad.
—Lo entiendo. No me molestó. Seguramente tenías asuntos importantes que atender con él.
Niel sonrió ligeramente y volvió a asentir.
—Sí, eso es cierto.
Hubo un breve silencio antes de que Godric, un poco inseguro, decidiera preguntar de nuevo.
—¿Puedo saber qué asunto importante era? Disculpa si me entrometo… No tienes que responder si no quieres.
Niel le restó importancia con un gesto de la mano.
—No me molesta que preguntes —aseguró—. En realidad, fue para arreglar las cosas. Nos peleamos hace unos días, y… no terminó bien.
Godric notó el cambio sutil en su tono. Parecía un tema difícil para ella, así que simplemente se quedó en silencio, escuchándola con atención, dándole su espacio para que continuara a su propio ritmo.
—Por ese mismo lío fue que terminé involucrándome con Eric y Sookie en todo lo de la iglesia —continuó Niel—. Pero bueno, logramos hablar y arreglar las cosas un poco. Me convenció de regresar con él, aunque no creo que las cosas sean iguales.
Se detuvo un momento, buscando las palabras adecuadas.
—Siempre ha sido alguien distante. A lo largo de los años que lo he conocido, y durante ese tiempo nos volvimos bastante cercanos, fue bastante difícil llegar a ese punto. Claro, desde siempre se preocupo por mí, me trata bien y hasta ha hecho una que otra broma pésima. Pero… no es alguien que exprese mucho sus emociones.
Godric asintió en comprensión, sin interrumpirla.
—Incluso hace mucho tiempo dejé de usar honoríficos con él, y no pareció molestarle. Supongo que soy de las pocas personas que le habla con tanta informalidad —agregó, con un deje de diversión en su voz—. Bueno… aparte de su hermana mayor.
—¿Su hermana? —preguntó Godric con interés.
—Sí. Ella lo trata como si fuera un niño pequeño a veces —soltó una pequeña risa—. Y él lo soporta… aunque con una expresión de absoluta resignación.
Niel no pudo evitar sonreír ante la imagen mental. Luego, sin poder evitarlo, él también soltó una suave risa.
—Debe de ser una escena digna de ver —comentó con diversión.
—Oh, lo es —aseguró Niel, mirándolo con una sonrisa sincera.
El ambiente se sintió más ligero después de la risa compartida.
—No sé cómo serán las cosas a partir de ahora —admitió Niel, bajando un poco la voz—. Pero espero que mejoren, y vuelvan a ser como antes.
Godric la observó por un momento, con la suave luz de la luna resaltando sus rasgos.
—Si lo deseas, seguramente lo harán —dijo con tranquilidad, como si fuera un hecho absoluto.
Niel lo miró a los ojos, y por un momento, la sensación de déjà vu volvió a envolverlos a ambos. Como si esta conversación ya hubiera sucedido antes, como si este momento estuviera destinado a repetirse en el tiempo.
Pero ninguno de los dos mencionó nada. Simplemente siguieron caminando bajo la noche estrellada, disfrutando de la compañía del otro.
…
El reflejo en el espejo osciló tenuemente, como si la imagen quisiera desvanecerse, pero la escena seguía clara: Niel y Godric caminaban juntos por el bosque, sus pasos sincronizados, sus miradas encontrándose de vez en cuando. Era casi entrañable, casi perfecto… y eso lo divertía aún más.
Los dedos enguantados se deslizaron con parsimonia por el marco dorado del espejo, recorriéndolo con la delicadeza de quien sostiene un objeto valioso. La sonrisa en aquellos labios pintados de rojo se ensanchó, formando una curva maliciosa mientras inclinaba la cabeza levemente, observando cada detalle con ojos afilados y llenos de burla.
—Vaya, vaya… —murmuró con tono indolente, dejando escapar una risita entre dientes—. Parece que mi pequeño plan se está deshaciendo más rápido de lo que esperaba.
El ser se recostó en su sillón de terciopelo rojo, hundiéndose en la suavidad del lujoso asiento, mientras sus ojos amarillos centelleaban con un destello peligroso. Con un giro despreocupado de la muñeca, hizo que el espejo flotara sobre su palma, rotándolo lentamente entre sus dedos, como si no fuera más que un simple juguete.
—Qué decepcionante… —susurró con dramatismo fingido—. Y yo que esperaba que este capricho me durara un poco más…
Soltó un suspiro exagerado, antes de inclinarse ligeramente hacia adelante, con los codos apoyados en sus rodillas y los dedos entrelazados bajo su barbilla. La risa que escapó de su garganta fue lenta y profunda, creciendo en intensidad hasta convertirse en una carcajada resonante que rebotó por las paredes de la habitación.
La luz rojiza de la sala parecía vibrar con cada eco de su risa, tiñendo la escena con una sensación ominosa. Y el espejo, aquel objeto que aún flotaba frente a él, capturó una última imagen de la pareja antes de distorsionarse en una neblina oscura y desvanecerse.
El ser se quedó quieto por un momento, como saboreando la anticipación, y luego, con un chasquido de dedos, la habitación cayó en un profundo silencio.
—Bueno… —susurró para sí mismo, con una sonrisa torcida—. Veamos cuánto más pueden durar antes de que se enteren de todo.
Y con un movimiento fluido, se puso de pie, listo para tomar un relajante baño de burbujas.
Notes:
Que tal??? Los que vieron "The Sandman" seguro que reconocen quien aparecio al final. Pero si no la vieron, no importa!! Se descubrira más adelante.
Al parecer Godric y Niel tienen más historia de lo que parece...
(pronto ambos se van a detonar🫦)
Cuénteme que les parecio el capitulo!!
Besitos!!
Atte: Lenna.
Chapter 8: Magic
Notes:
Holiii, perdón por no actualizar😭 tengo bloqueo del escritor. 😔
Espero que se encuentren muy bien!
Disfruten del capitulo!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Mientras seguían caminando por el sendero, el silencio entre ellos se sentía cómodo, como si no hiciera falta llenarlo con palabras. De vez en cuando, se dedicaban pequeñas miradas furtivas, a veces acompañadas de una sonrisa suave antes de apartar la vista. La brisa nocturna movía las hojas de los árboles, creando un ambiente tranquilo que contrastaba con la bulliciosa atmósfera del club del que habían salido hace poco.
Godric tenía ambas manos en los bolsillos de su chaqueta, pero su atención estaba en el pequeño papel doblado que descansaba en su interior. Llevaba desde que salieron del club debatiéndose internamente sobre si debía dárselo a Niel. ¿Le gustaría? ¿Pensaría que era un gesto extraño? No solía hacer cosas como ese —de hecho, nunca— pero con ella… todo parecía diferente.
Después de un rato de indecisión, tomó una decisión. Se armó de valor, exhaló silenciosamente y la llamó por su nombre.
—Niel…
Ella giró la cabeza levemente hacia él, soltando un tarareo como respuesta, indicándole que lo escuchaba con atención.
Godric sacó lentamente la mano del bolsillo, sujetando el papel con delicadeza entre los dedos antes de extenderlo hacia ella.
—Es para ti —dijo con voz serena.
Niel parpadeó, mirando el objeto con curiosidad antes de tomarlo con suavidad.
—¿En serio? —preguntó, una sonrisa asomando en sus labios mientras observaba el pequeño papel doblado entre sus manos.
Godric asintió, con una sonrisa casi imperceptible pero llena de calidez.
Con curiosidad, Niel desdobló el papel con cuidado, revelando el dibujo en su interior. Era una flor de cerezo, bellamente detallada con trazos precisos y sombras delicadas que le daban profundidad. Se veía frágil y etérea, como si el viento pudiera llevarse los pétalos en cualquier momento.
Sus ojos recorrieron el dibujo con atención, apreciando cada detalle. Se notaba que había sido hecho con dedicación y paciencia.
—Es hermoso —susurró, con una sonrisa genuina. Luego lo guardó en el bolsillo de su chaqueta con la intención de colocarlo en un buen lugar cuando volviera a la Ensoñación.
De repente, sus ojos se iluminaron con una idea y lo miró con entusiasmo.
—Entonces, ¿Te gustan las flores?
Godric sintió un poco avergonzado ante la pregunta, pero no podía mentir.
—Sí… desde hace mucho tiempo. Pero no me gusta arrancarlas de la tierra, así que me conformo con dibujarlas.
Niel sintió una calidez inesperada en su pecho al escucharlo. Su respuesta le pareció tan pura, tan sincera.
—Entonces deja que te muestre algo —dijo con emoción.
Se detuvo en medio del sendero y juntó sus palmas. Pequeños destellos de luz comenzaron a surgir entre sus dedos, girando y cambiando de color: amarillo, verde, azul, dorado. Godric la observó con atención, fascinado por la diferencia entre su magia y la de las brujas que había conocido. La suya no era oscura ni pesada, sino ligera, fresca y hermosa.
Con delicadeza, Niel separó las manos y entre ellas apareció una hermosa rosa. Sus pétalos eran de un rojo intenso como la sangre, su tallo verde vibrante y sin espinas. No tenía una sola imperfección.
—Como te gustan tanto las flores, pero no tienes ninguna, te regalo esta —dijo, extendiéndosela—. Nunca se marchitará. Puedes plantarla si quieres o colocarla en un florero, o…
Godric se quedó inmóvil, su mirada fija en la rosa que Niel le ofrecía. Su mente se quedó en blanco por un instante, atrapado en la magnitud del gesto.
Era solo una flor. Algo tan simple, tan pequeño. Y sin embargo, en sus dos mil años de existencia, jamás había recibido un regalo. Jamás alguien se había detenido a pensar en él de esa manera. En su larga vida, había sido guerrero, mentor, creador… pero nunca alguien a quien se le regalaban cosas solo por el simple hecho querer hacerlo.
El peso de la rosa en su mano no era nada en comparación con el peso del significado que llevaba detrás. Niel no solo le estaba obsequiando algo hermoso, sino que lo había creado especialmente para él. Porque le gustaban las flores. Porque ella lo había escuchado y había querido darle algo que apreciaría.
Un nudo se formó en su garganta. Por un momento, ni siquiera supo cómo reaccionar. Se sintió… vulnerable. No de la manera en la que un enemigo podría hacerlo sentir, ni como cuando enfrentaba la posibilidad de la muerte. Esto era diferente. Era una vulnerabilidad cálida.
Era afecto.
Era cuidado.
Dos cosas que había olvidado cómo se sentían.
Respiró hondo, más por lo sucedido que por necesidad, y miró a Niel con una sonrisa genuina, una que no tenía rastro de la tristeza habitual en su expresión.
—Gracias, Niel —su voz era suave, pero cargada de emoción contenida—. Es hermosa.
Tomó la rosa con delicadeza, como si fuera lo más preciado que había sostenido en siglos. No importaba que nunca se marchitaría; él la cuidaría de todas formas, como si pudiera romperse con el más mínimo descuido.
Niel lo observaba con ternura, sin decir nada por un momento, como si entendiera lo que él estaba sintiendo sin necesidad de palabras.
—Si quieres más flores, solo dímelo —susurró finalmente—. Te regalaré todas las que quieras.
Godric bajó la vista a la flor en su mano y luego de vuelta a ella. Sintió algo nuevo dentro de sí, algo que no había sentido en mucho tiempo.
Amor.
Niel entrecerró los ojos con picardía mientras una idea surcaba por su cabeza, tal vez no seria el mejor momento para esto, pero decidió probar suerte, mientras observaba la rosa en manos de Godric.
—¿De verdad te gustó? —preguntó con un tono juguetón.
Godric la miró con curiosidad, sospechando que tramaba algo. Sin embargo, decidió responder con sinceridad.
—Sí, realmente me gustó.
Una sonrisa traviesa cruzó el rostro de Niel. En un movimiento ágil, arrebató la flor de sus manos y, riendo suavemente, giró sobre sus talones y salió corriendo hacia el bosque.
Godric parpadeó, sorprendido por un instante, antes de comprender su juego. No pudo evitar sonreír mientras la veía desaparecer entre los árboles. Decidió seguirle la corriente, comenzando a correr tras ella sin usar su velocidad vampírica. Quería disfrutar del momento, permitirse esa ligereza que rara vez se concedía.
Sin embargo, Niel resultó ser más astuta de lo que esperaba. Se deslizaba entre los troncos con agilidad, desapareciendo y reapareciendo en distintos puntos, como si jugara con el viento. Cada vez que creía acercarse a ella, su silueta se desvanecía para aparecer más lejos, siempre fuera de su alcance.
De repente, sintió un leve roce en su espalda.
Antes de que pudiera reaccionar, unos brazos delicados lo rodearon con suavidad desde atrás, abrazándolo con una calidez inesperada, y unas manos acariciaban su pecho con suavidad. Luego, una corriente de aire acarició su cuello, acompañada de un susurro travieso, casi como si fuera un beso.
Joder, su cuello es muy sensible a ese tipo de toques.
Godric se tensó por un instante, un escalofrío recorriendo su piel ante la sensación del aliento de Niel tan cerca. Se giró con rapidez, pero ella ya no estaba.
Frunció el ceño y cerró los ojos, enfocando sus sentidos mejorados. Su oído captó el susurro de las hojas y el leve murmullo del viento, pero no el latido ni la respiración de la chica. Sin embargo, su olfato no fallaría.
Un aroma familiar flotó en el aire, dulce y sutil.
Godric sonrió para sí mismo y, sin perder tiempo, se impulsó con su velocidad vampírica, deslizándose entre los árboles como una sombra. El rastro de Niel se hacía más intenso, guiándolo hasta un pequeño claro escondido en la espesura.
Allí, ante sus ojos, se extendía un lago de aguas tranquilas, reflejando la luz de la luna como un espejo líquido. Unos patos nadaban en la superficie, ajenos a su presencia.
Y en la orilla, sentada sobre la hierba, estaba ella.
Niel parecía completamente relajada, con la espalda recta y su cabello cayendo en la hermosa trenza con la que estaba peinado. Sostenía la rosa entre sus dedos con una expresión serena, como si nunca hubiese estado corriendo por el bosque unos instantes antes.
Godric la observó por un momento, sintiendo algo desconocido y cálido en su pecho. Luego, con un movimiento veloz, se acercó por detrás y se inclinó sobre ella.
—Eso es mío —susurró junto a su oído mientras tomaba la flor con suavidad.
Niel dio un pequeño respingo al sentir su presencia tan cerca. Sin embargo, el susto pronto se transformó en una sonrisa.
Godric se dejó caer lentamente junto a Niel, con la flor aún entre sus dedos. La observó en silencio, llevándola con suavidad hacia su rostro para aspirar su fragancia. Un aroma dulce y delicado se desprendía de los pétalos, y al instante reconoció algo en él: olía como Niel.
Esa revelación hizo que la rosa pareciera aún más especial. No solo era hermosa, sino que de alguna manera llevaba impresa la esencia de la chica que la había creado.
Sus ojos vagaron por el lago, notando cómo los patos se acercaban cada vez más a la orilla, sus pequeños cuerpos deslizándose suavemente sobre la superficie del agua. Entonces, se percató de que Niel tenía una barra de pan en sus manos. Con delicadeza, rompía pequeños trozos con sus dedos y los lanzaba al agua, observando con una leve sonrisa cómo las aves se apresuraban a atraparlos.
Godric la miró con curiosidad. No recordaba la última vez que había hecho algo tan simple y pacífico como alimentar animales.
Niel sintió su mirada y giró su rostro hacia él, con una expresión tranquila y amable.
—¿Quieres intentarlo? —preguntó, ofreciéndole un pedazo del pan.
Godric dudó por un segundo, pero luego asintió en silencio. Guardó la rosa con cuidado en el bolsillo del pecho de su chaqueta, asegurándose de que estuviera protegida, y luego extendió la mano para tomar el trozo de pan que Niel le ofrecía.
Con algo de torpeza al principio, imitó sus movimientos, arrancando pequeños pedazos y arrojándolos suavemente al agua. Observó cómo los patos, sin miedo alguno, nadaban rápidamente hacia la orilla para atraparlos con sus picos. Algunos de ellos tenían crías a su lado, pequeñas y esponjosas, que también intentaban atrapar su parte de comida.
Por un momento, todo fue calma. Solo el sonido del agua, el leve susurro del viento y la risa suave de Niel cuando un pato más valiente se acercó un poco más a la orilla.
Godric se permitió disfrutarlo. Sentado allí, bajo la luz de la luna, haciendo algo tan mundano y tranquilo, sintió una paz que no recordaba haber experimentado en siglos.
Durante varios minutos, ambos permanecieron en silencio, disfrutando de la tranquilidad del bosque. Los últimos trozos de pan flotaban sobre el agua mientras los patos se apresuraban a atraparlos. Sin embargo, después de saciarse, las aves comenzaron a alejarse, nadando perezosamente hacia una zona más tranquila del lago para descansar.
La brisa nocturna agitó suavemente el cabello de Niel, quien observaba con calma el reflejo de la luna en el agua. Fue entonces cuando, de repente, rompió el silencio con un tono juguetón en su voz.
—¿Qué obtienes cuando alimentas mucho a los patos? —preguntó, girándose hacia Godric con una sonrisa traviesa.
El vampiro, que había estado observando las ondas en el agua, levantó la vista con una expresión de leve confusión.
—No lo sé —respondió, arqueando una ceja con curiosidad.
Niel contuvo la risa por un segundo, solo para rematar con dramatismo:
—¡Patos gordos!
Y entonces soltó una carcajada ligera, claramente entretenida por su propia broma.
Godric la miró por un instante, parpadeando en silencio. El chiste era, sin duda, terrible. No tenía ninguna complejidad ni ingenio… pero la risa de Niel era contagiosa. Antes de darse cuenta, una sonrisa apareció en su rostro, y luego, sin poder evitarlo, dejó escapar una risa baja y auténtica.
—Ese fue un chiste espantoso —comentó con diversión, negando con la cabeza.
Niel, aún riendo, se cubrió el rostro con una mano.
—¡Lo sé! Fue horrible —admitió entre risas—. Se me ocurren cosas mucho mejores que eso… pero en ese momento no pensé en nada más.
Niel seguía riendo suavemente, aún recuperándose de su chiste tan malo que hasta a ella le dio pena, cuando de repente la voz de Godric sonó con un tono diferente, más grave, arrastrando las palabras con un matiz juguetón que hizo que un escalofrío recorriera su espalda.
—Dijiste que se te ocurren cosas mucho mejores… —murmuró, con una sonrisa que tenía un toque de picardía—. ¿Qué tipo de cosas?
La risa de Niel se cortó de golpe. Parpadeó, confusa, su mente todavía procesando la pregunta.
—¿Eh? —fue lo único que pudo decir.
Pero la mirada de Godric, intensa y expectante, la descolocó aún más. No parecía que estuviera bromeando, o al menos no de la forma en que ella lo hacía. Su sonrisa se ensanchó al ver su desconcierto y decidió presionarla un poco más, con toda la intención de devolverle el juego que le hizo en el bosque, cuando sintió como casi besaba su cuello.
Sin apartar los ojos de ella, se inclinó sutilmente, acortando la distancia entre ambos con deliberada lentitud. Su cercanía era repentina e inesperada, lo suficiente como para que Niel sintiera el cambio en la atmósfera. Ahora podía ver con claridad los detalles de su rostro, la intensidad de sus ojos grises, el movimiento ligero de su cabello castaño cuando el viento jugaba con él.
—Vamos, Niel… —susurró con un deje de diversión, su voz profunda como un ronroneo—. Dijiste que podías pensar en cosas mejores…
Niel sintió cómo el calor subía hasta sus mejillas, tiñéndolas de rojo en cuestión de segundos.
No era tonta. Entendió el doble sentido de sus palabras casi al instante, y su cerebro pareció detenerse por completo. Trató de formular una respuesta, algo que la ayudara a salir de esa situación con dignidad, pero su mente se quedó en blanco. Su boca se abrió levemente, queriendo decir algo, pero ningún sonido salió de ella.
Y Godric lo notó.
Una chispa de diversión bailó en sus ojos oscuros mientras la observaba, complacido con el efecto que sus palabras habían tenido en ella. Se veía adorable así, con la mirada esquiva, las manos inquietas sobre su regazo y la boca ligeramente entreabierta, sin saber qué responder.
—Parece que te has quedado sin palabras —comentó, apoyando un codo en su rodilla y llevándose una mano a la barbilla, como si estuviera reflexionando—. Supongo que eso significa que tendré que sugerir algunas opciones…
El rubor de Niel se intensificó aún más, y en cuanto procesó lo que acababa de decir, sintió que todo su cuerpo se tensaba.
—¡N-No hace falta! —soltó de inmediato, agitando las manos con nerviosismo, tratando de cortar ese hilo de conversación antes de que él pudiera seguir molestándola.
Godric no pensaba detenerse todavía. Su mirada oscura y afilada se mantenía fija en ella, observando cada reacción, cada mínimo cambio en su expresión. Había logrado hacerla sonrojar, hacer que sus pensamientos se enredaran, pero ahora quería ir un paso más allá.
Sin previo aviso, acortó la distancia entre ellos en un instante, casi como si hubiera utilizado su supervelocidad —lo cual, hizo—. Ahora estaba tan cerca que podía sentir la respiración acelerada de Niel rozar su piel, caliente y errática.
Y lo sintió.
La sangre corriendo bajo su piel.
Ese aroma dulce que emanaba de sus mejillas enrojecidas.
Joder. Olía delicioso.
Godric inclinó apenas el rostro, como si estuviera considerando algo, como si midiera su siguiente movimiento con precisión quirúrgica. Luego, con un tono tan grave que casi pareció un murmullo en su oído, dejó caer sus palabras con deliberada lentitud:
—Se me han ocurrido un par de cosas.
Niel parpadeó, intentando mantener la compostura, pero su voz la traicionó cuando tartamudeó:
—P-Pues… dilo. —Quiso sonar firme, pero el ligero temblor en su voz la delató.
Godric sonrió, como si disfrutara cada segundo de su pequeño juego. Sus ojos no la soltaban ni un instante cuando respondió:
—Podría besarte.
El corazón de Niel pareció detenerse. Su mente se quedó en blanco por una fracción de segundo, pero antes de poder procesarlo, sus labios ya habían formulado la respuesta por sí solos:
—Entonces hazlo.
No hubo un momento de duda. Godric se inclinó y cortó la distancia que quedaba entre ambos, presionando sus labios contra los de ella en un beso que, aunque breve, tuvo la suficiente intensidad para que Niel lo sintiera en cada fibra de su ser.
Pero no se apartó.
En su lugar, respondió con la misma suavidad, moviendo sus labios contra los de él con un ritmo lento, casi torpe, como si tratara de memorizar el momento. Era un beso tímido, pero dulce. Un equilibrio entre nerviosismo y lujuria.
Sin pensarlo, Niel subió sus manos hasta el cabello de Godric, enterrando sus uñas largas en su cuero cabelludo con caricias suaves, sintiendo la textura sedosa entre sus dedos. Godric, sin embargo, no la tocó. Sus manos permanecieron en su regazo, tensas, como si estuviera resistiéndose a algo.
No era porque no quisiera.
Joder, claro que quería.
Pero recordó lo que Niel habia soltado en el auto hace un par de noches, “Abusaron de ella, idiota” pensó, regañándose así mismo por no haber caído en cuenta de eso en el hotel, cuando la beso y toco de improvisto, claro, a ella esa vez no pareció molestarle, pero no estaba seguro si esta vez pasaría lo mismo. Y aunque esta vez ella estaba correspondiendo, no podía evitar preguntarse si tocarla sería demasiado, si rompería el frágil equilibrio de este momento, y hacerla sentir incomoda o de otra manera que el prefería no pensar.
Y sin embargo… quería hacerlo.
Quería sentirla.
Cuando finalmente se separaron, Niel respiró hondo, recuperando el aliento, pero Godric no pudo apartar la mirada de ella. Sus labios, enrojecidos e hinchados por el beso, lo hicieron sentir una necesidad aún más intensa de tocarla.
Fue Niel quien notó su vacilación.
Ella lo observó en silencio por unos segundos, y luego, con decisión, tomó sus manos y las llevó hasta su propia cintura, colocándolas allí con suavidad.
—Puedes hacerlo —susurró, volviendo a acercarse para besarlo de nuevo.
Esta vez, Godric no dudó en responder.
Sus manos se cerraron sobre su cintura con delicadeza, acariciando su silueta con las yemas de los dedos. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo que antes no había notado con tanta claridad.
Lo delgada que era.
Desde la primera vez que la vio en aquel sótano, supo que Niel tenía un cuerpo delgado, muy delgado, pero al sentirla ahora, realmente entendió cuán preocupante era. Sus dedos apenas encontraban resistencia entre la fina capa de piel y hueso. Podía sentir sus costillas con demasiada facilidad, las curvas de estas mismas eran muy notorias, y la falta casi total de grasa en su abdomen.
Y eso lo inquietó.
Pero no dijo nada.
En su lugar, dejó que el beso se profundizara, dejándose llevar cuando sus labios se entreabrieron tras una ligera mordida juguetona. Fue en ese momento cuando sus manos descendieron un poco más, deslizándose hasta sus caderas, donde nuevamente sintió con demasiada claridad los huesos bajo sus palmas.
Godric abrió un poco los ojos.
Su preocupación creció.
Cuando sus labios finalmente se separaron, un delgado hilo de saliva los mantuvo conectados por muy poco tiempo, el aire entre ellos se sintió más denso, cargado de algo que no era solo el calor del beso. Niel parpadeó varias veces, tratando de calmar su respiración entrecortada, sintiendo todavía el leve cosquilleo en sus labios provocado por el roce con los de Godric.
Pero entonces, se percató de algo.
Durante el beso, había sentido la forma en que Godric la acariciaba, la forma en que sus manos se movían con lentitud extrema, con un cuidado casi meticuloso. No era solo ternura, no era solo contención… había algo más en su toque.
Y ahora, al separarse, pudo confirmar lo que temía, y aunque no lo hubiera hecho, ella se hubiese dado cuenta.
Después de todo, pudo sentir todas las emociones de Godric cuando estuvieron conectados durante el beso.
Godric tenía la cabeza ligeramente gacha, su mirada fija en el punto exacto donde sus manos todavía reposaban sobre su cintura. No se había apartado, pero tampoco la tocaba de la misma manera que antes. Sus pulgares se movieron apenas, trazando círculos sutiles sobre su piel, pero sus ojos no reflejaban deseo ni embeleso como en el beso… sino algo diferente.
Preocupación.
Ese detalle hizo que una punzada helada recorriera el pecho de Niel.
Ella sabía.
Sabía exactamente qué estaba viendo Godric en ese momento.
Lo delgada que estaba.
El pensamiento la golpeó como un puñetazo invisible en el estómago.
Por supuesto que se habría dado cuenta.
Era imposible no hacerlo cuando la tenía entre sus manos de esa manera.
Niel sintió su propia inseguridad alzarse como una sombra densa y envolvente, haciéndole bajar la mirada. No intentó apartar las manos de Godric de su cuerpo, no porque le molestaran —no sentía repulsión ni incomodidad con su toque, como le ocurrió con otras personas— pero sí sintió un peso creciente en el pecho.
No era por él.
Era por ella.
Por lo que él estaba viendo.
Por cómo la estaba viendo.
Por cómo ella se veía.
Sabía que estaba demasiado delgada.
Sabía que su cuerpo no reflejaba fuerza ni salud, sino fragilidad y desgaste.
Sabía que era algo preocupante.
Sabía que, en cierto modo… era horrible.
Su mente empezó a llenarse de preguntas sin freno, cada una más sofocante que la anterior.
“¿Se habrá arrepentido?”
“¿Siente repugnancia?”
“¿Le desagrada tocarme?”
La idea le provocó un nudo en la garganta, pero fue la siguiente pregunta la que realmente la hizo estremecerse.
“¿Sentirá asco por mí?”
Y de repente, recordó.
La confesión que le había hecho a Godric aquella vez en el auto.
Las palabras que había soltado sin pensar demasiado, pero que llevaban un peso gigantesco detrás.
“Casi me violan, de nuevo.”
Pero Godric la estaba tocando ahora. Sin alejarse.
Y no con el deseo juguetón que había mostrado hace unos minutos, ni con la intensidad del beso.
La estaba tocando con preocupación.
Con duda.
Con algo que Niel podía sentir del todo, y que temía profundamente interpretar mal.
Sus manos descansaban aún en su cintura, pero su agarre se había vuelto más flojo, como si no estuviera seguro de si debía seguir sosteniéndola o apartarse. Como si temiera estar cruzando una línea sin darse cuenta.
Los ojos de Niel se humedecieron sin que pudiera evitarlo.
El miedo se instaló en su pecho como un peso insoportable.
No se atrevió a mirarlo.
No quería ver el reflejo de sus propias inseguridades en los ojos de Godric.
Godric levantó la mirada de inmediato cuando el aroma salado de las lágrimas de Niel llegó a su nariz. Su expresión se tornó seria, dejando de lado cualquier rastro de juego o picardía que había tenido antes. La encontró con la cabeza gacha, mirando fijamente sus propias manos en su regazo, como si intentara encogerse sobre sí misma, evitando su mirada a toda costa.
El dolor se instaló en su pecho al verla así.
Entonces, su agudo oído captó un susurro apenas audible, un hilo de voz tembloroso que dijo:
—Lo siento…
Godric frunció el ceño con preocupación.
—¿Por qué lo sientes? —preguntó con suavidad, inclinándose un poco para intentar verla mejor.
Hubo un silencio cargado antes de que ella respondiera, su voz aún más débil que antes.
—Por ser horrible…
La respuesta lo tomó por sorpresa.
—¿Horrible? —repitió, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
Niel asintió lentamente, con los ojos aún bajos.
—Sí… por ser horrible.
Godric no supo qué decir por un momento.
Las palabras de Niel se repetían en su cabeza como un eco implacable, golpeándolo con más fuerza de la que habría esperado.
Ella se considera horrible.
Y aunque ya se había dado cuenta de que Niel era insegura —lo había notado en sus acciones, en su lenguaje corporal, en la manera en que evitaba ciertas cosas— escucharla decirlo con tanta certeza y dolor fue completamente diferente.
Él no era tonto.
Sabía que Niel cargaba con algo pesado, algo que la había llevado a sentirse de esa manera.
Podía deducir un poco lo que había sufrido —debido a la confesión accidental— que había pasado por algo lo suficientemente horrible como para moldear esa percepción de sí misma.
Él no conocía los detalles, pero podía imaginarlos. Después de todo, él paso por lo mismo.
Y eso lo llenó de rabia.
No contra ella, sino contra quien —o quienes— fuera que la hizo sentirse así.
Sintió cómo sus propios colmillos se alargaban instintivamente, un reflejo de la ira que intentaba contener. Pero se obligó a calmarse. Este momento no era para su enojo, sino para ella.
Con cuidado, apartó sus manos de la cintura de Niel.
Y al hacerlo, notó algo que le partió el alma.
Ella se estremeció.
Y luego vio cómo las lágrimas caían silenciosas sobre su regazo.
Ella estaba llorando.
Pero lo que más le impactó fue la manera en que lo hacía.
Sin hacer ruido.
Conteniéndose.
Apretando los labios, tragándose los sollozos como si estuviera acostumbrada a hacerlo.
Y entonces, una idea cruzó su mente.
Una posibilidad que lo hizo sentir un frío helado recorriendo su espalda.
¿Y si no era solo tristeza?
¿Y si era miedo?
Observó con más atención y se dio cuenta de que Niel no solo intentaba reprimir sus lágrimas, sino que parecía tener miedo de llorar en voz alta.
Y de repente, todo hizo sentido.
Esto era un reflejo de su pasado.
Un hábito aprendido de tiempos oscuros.
Y tenia razón, Niel en este momento podía recordar todo de nuevo, como le arrancaban las uñas, una por una, de manos y pies, y de manera lenta, también como ahogaban, la golpeaban, la asfixiaban. Todo estaba presente de nuevo, y como evitaba soltar su llanto o gritos para no satisfacer a quienes le hacían tales actos, pero habia ocasiones en las que no podía aguantar, y esas fueron las peores.
Godric sintió su mandíbula tensarse.
No podía imaginarse todo lo que ella había pasado, pero sí podía ver el resultado de aquello en sus acciones.
Y no podía permitir que siguiera sintiéndose así.
Sin pensarlo más, hizo algo instintivo.
La abrazó.
Con un solo movimiento, rodeó su cintura con un brazo y la atrajo hacia él, mientras con el otro apoyaba su mano en la parte trasera de su cabeza, enterrando su rostro contra su pecho.
—No eres horrible —susurró con firmeza, con una voz baja pero cargada de emoción.
Y en ese momento, escuchó el sollozo quebrarse dentro de Niel.
Sintió cómo sus manos, temblorosas al principio, se aferraban a su camisa.
Y después, cómo lo abrazaba con fuerza, como si temiera que él se apartara, como si no quisiera soltarlo.
Ya no intentaba contenerse.
Ya no intentaba silenciar su llanto.
Lo dejó salir.
Se aferró a él y lloró.
Lo único que hizo fue abrazarla con más fuerza, rodeándola con ambos brazos, envolviéndola en su calor inexistente y protegiéndola con su propio cuerpo.
—Estoy aquí… —murmuró contra su cabello—. No pasa nada, Niel. Estoy aquí.
Y lo decía en serio.
Se quedaría con ella todo el tiempo que hiciera falta.
La sostendría hasta que se quedara sin lágrimas.
Hasta que el peso de su dolor fuera un poco menos insoportable.
Hasta que, por primera vez en mucho tiempo, no tuviera que llorar sola.
Niel sollozó con fuerza, permitiéndose llorar como no lo había hecho en mucho tiempo. Su respiración era temblorosa, y sus lágrimas caían pesadas, empapando la tela de la camisa de Godric. Sentía su pecho subir y bajar con cada sollozo, como si su cuerpo entero se estremeciera bajo el peso de tanto dolor acumulado.
Godric no la soltó ni un segundo. Sus brazos permanecieron firmes alrededor de su cuerpo, abrazándola con calidez y seguridad. Con una mano acariciaba su espalda en lentos círculos, subiendo y bajando con suavidad, reconociendo la fragilidad que había en su delgado cuerpo. Con la otra, apartaba con ternura los mechones rubios que caían sobre su rostro húmedo, llevándolos detrás de su oreja para que no le estorbaran. Era un gesto pequeño, pero significativo.
Niel se aferró más a él, hundiendo su rostro en su pecho como si quisiera desaparecer en su abrazo. Aunque el corazón del vampiro no emitiera ningún latido, o que él estuviese muy frio, no le importo, simplemente se quedo allí. Y a pesar de la angustia, a pesar del dolor, estar en sus brazos la hacía sentir un poco menos sola.
Pasaron varios minutos así.
Poco a poco, su llanto se fue apagando. Sus sollozos se hicieron más suaves, su respiración más pausada. Ya no le quedaban lágrimas, pero su cuerpo aún se sentía pesado, agotado por el desahogo.
Y sin embargo, Godric seguía ahí.
Sus manos continuaban acariciándola, como si supiera que lo necesitaba. No dijo nada, no intentó apresurarla ni la soltó antes de tiempo. Solo la sostuvo. Solo se aseguró de que supiera que no estaba sola.
Finalmente, Niel dejó escapar un suspiro profundo, sus músculos relajándose un poco en su abrazo. Se sentía cansada, drenada, pero… en paz.
Godric sintió cómo la respiración de Niel comenzaba a estabilizarse poco a poco. Su agarre, que antes había sido fuerte y desesperado, ahora era más débil, casi indeciso. Sin embargo, ella no se apartó de inmediato. Permaneció en ese refugio por unos segundos más, como si estuviera reuniendo el valor para moverse.
Finalmente, con un leve suspiro, Niel comenzó a separarse de su pecho. Godric dejó que lo hiciera a su propio ritmo, sin apresurarla, pero sin soltar del todo su contacto. Sus manos permanecieron en sus hombros, su tacto firme y al mismo tiempo reconfortante.
Cuando sus ojos se encontraron, Godric sintió un ligero nudo en el estómago. Niel tenía los ojos rojos e hinchados, con las mejillas sonrojadas por el llanto. Su nariz aún se arrugaba un poco cada vez que sorbía en un intento de controlar los restos de su llanto. Se veía agotada, vulnerable… pero sobre todo, frágil de una manera que a Godric le resultó dolorosa de contemplar.
Fue entonces cuando ella susurró un casi imperceptible:
—Lo siento…
Su voz era débil, quebrada, como si aún no hubiera recuperado del todo la estabilidad después de haber llorado tanto.
Godric frunció el ceño con una expresión de desconcierto.
—¿Por qué te disculpas?
Niel desvió la mirada y señaló con timidez su pecho. Godric bajó la vista y entonces lo notó: la mancha húmeda en su camisa, justo en el lugar donde ella había estado apoyada todo ese tiempo.
Hubo un momento de silencio antes de que él soltara un suspiro, negando con la cabeza.
—Eso no importa.
Pero Niel no pareció convencida. En lugar de eso, extendió su mano temblorosa y la llevó con cautela hasta la tela de su camisa. Sus dedos se deslizaron suavemente sobre la mancha húmeda, y un leve brillo azulado, casi imperceptible, recorrió la zona.
Godric sintió una leve calidez en su pecho, una sensación que no era incómoda. Observó con fascinación cómo la humedad desaparecía en cuestión de segundos, como si nunca hubiera estado allí.
Parpadeó, sorprendido, antes de esbozar una ligera sonrisa.
Niel bajó la mano y se encogió levemente de hombros.
—No quería que tuvieras que quedarte con la camisa mojada…
Godric soltó una ligera risa nasal.
—Creo que después de haberte hecho llorar en mi pecho, quedarme con la camisa mojada es lo menos que me preocupa.
Niel apartó la mirada, sintiéndose un poco avergonzada. Su mente seguía atrapada en la sensación de vergüenza por haberse desmoronado frente a él, por haber mostrado un lado de sí misma que solía ocultar con tanto esfuerzo.
Godric la observó en silencio por un momento. Luego, con la misma suavidad de antes, pronunció su nombre:
—Niel.
Ella alzó la vista lentamente.
—No tienes que disculparte por llorar. Nunca.
Niel sintió que algo en su pecho se apretaba ante esas palabras. Había escuchado muchas veces frases como esa, pero esta vez sonaba… diferente. Sonaba sincero.
Había algo en la forma en que Godric la miraba, notando la calidez que emanaban sus ojos grises cuando la miraba.
Niel permaneció en silencio unos segundos más, permitiendo que su cuerpo terminara de relajarse por completo. Godric, atento a cada pequeño cambio, escuchaba con precisión sobrenatural cómo su corazón volvía a un ritmo normal, cómo sus pulmones ya no se esforzaban por respirar entrecortadamente. El temblor sutil en sus manos también se había reducido, eso era un avance.
Fue entonces cuando su oído captó sonidos a la distancia: risas infantiles, voces animadas de adultos conversando, el traqueteo metálico de máquinas en movimiento y una melodía alegre que se alzaba por encima del bullicio. Aquel conjunto de sonidos le indicó lo evidente: había una feria no muy lejos de donde estaban. Godric, sin pensarlo demasiado, supo que llevarla allí podría ayudar a despejar su mente, a aliviar la tensión que aún la envolvía como un velo invisible.
—Te llevaré a un lugar —anunció de pronto, su voz suave pero segura, mientras se levantaba del suelo.
Niel parpadeó con cierta sorpresa y alzó la cabeza para mirarlo con curiosidad.
—¿A dónde? —preguntó, su tono todavía opacado por el agotamiento emocional.
Godric no respondió de inmediato, solo esbozó una pequeña sonrisa antes de ofrecerle su mano.
—Es una sorpresa.
Por un instante, Niel vaciló. Sus ojos claros se posaron en su mano extendida, dudosa, pero finalmente cedió. Sus dedos se entrelazaron con los de Godric y, con un leve tirón, él la ayudó a incorporarse. Apenas estuvo de pie, un estremecimiento recorrió sus piernas, un claro indicio de que estaban entumecidas tras haber permanecido tanto tiempo sentada en el suelo. Godric, notando su inestabilidad, apoyó una mano en su espalda para sostenerla.
—Déjame llevarte.
Su propuesta fue directa, sin rodeos, y aunque Niel tardó un poco en responder, terminó asintiendo en silencio. Sus ánimos seguían recayentes, pero una parte de ella confiaba en que Godric tenía un plan.
Con la misma facilidad con la que se carga una pluma, Godric la tomó en brazos, pasando un brazo por su espalda y otro bajo sus muslos, alzándola sin esfuerzo. Niel sintió el calor de su cuerpo rodeándola, y aunque no era la primera vez que él la cargaba, no pudo evitar ruborizarse ligeramente. Sin embargo, lo que realmente perturbó a Godric en ese momento fue otra cosa: el peso de Niel, o mejor dicho, la falta de él. No quiso enfocarse en eso ahora, no cuando su prioridad era verla sonreír al menos un poco.
—Agárrate fuerte —le indicó, y en cuanto sintió sus brazos aferrarse con suavidad a su cuello, arrancó a correr con su velocidad vampírica.
El mundo se convirtió en un borrón de sombras y luces, el viento silbando a su alrededor mientras avanzaba a una velocidad imposible para cualquier humano. En cuestión de segundos, ya estaban a unos cuantos metros de la feria. Las luces brillantes iluminaban la noche, y el ambiente festivo se sentía como un eco vibrante de vida y alegría.
—Ya llegamos —anunció en un susurro cuando se detuvo.
Bajó la mirada hacia Niel, notando que tenía los ojos cerrados, probablemente tratando de asimilar la repentina sensación de movimiento. Al escuchar su voz, ella abrió los párpados lentamente y parpadeó varias veces antes de orientarse.
Con cuidado, Godric la bajó, asegurándose de que pudiera sostenerse por sí misma. Niel, aún algo desorientada, rápidamente llevó las manos a la falda de su vestido para acomodarla, pues se había subido un poco durante el trayecto. Un rubor evidente coloreó sus mejillas mientras lo hacía. Godric captó el gesto, pero en lugar de burlarse o decir algo al respecto, esperó pacientemente a que ella terminara.
Entonces, la mirada de Niel se dirigió hacia la feria. Luces de colores decoraban cada atracción, y el aroma a algodón de azúcar y comida recién hecha flotaba en el aire. Se escuchaban risas y gritos de emoción provenientes de los juegos mecánicos, y las melodías de las atracciones completaban la atmósfera mágica del lugar.
Fue en ese momento cuando Godric notó algo en sus ojos.
Había una chispa de emoción detrás de ellos, un destello de sorpresa y anhelo, como si por un instante hubiese olvidado todo el peso de su tristeza. Era sutil, pero estaba allí.
Y para él, aquello era suficiente.
Niel giró lentamente su rostro hacia Godric, y en su mirada se reflejaba algo que no necesitaba ser expresado en palabras: un agradecimiento profundo. No lo había dicho en voz alta, pero ella entendía que él la había traído hasta aquí para hacerla sentir mejor, para sacarla de la tristeza en la que se había sumido. Y lo había logrado.
El destello en sus ojos se hizo aún más evidente cuando, con una pequeña sonrisa, murmuró:
—Me encantan las ferias.
Godric sintió una satisfacción silenciosa al escucharla. Su decisión había sido la correcta. Quería ver más de esa luz en sus ojos, más de esa chispa que le recordaba que dentro de toda su tristeza aún quedaba un fragmento de alegría. Sin dudarlo, tomó su mano con suavidad y la guió hacia el interior de la feria.
Una vez dentro, Niel no pudo evitar recorrer con la mirada todo a su alrededor, con una emoción casi infantil que hacía que cada pequeño detalle llamara su atención. Había atracciones que nunca antes había visto, juegos mecánicos de colores vibrantes iluminando la noche, y puestos de comida esparciendo aromas dulces y tentadores en el aire. También había juegos de habilidad, donde los visitantes intentaban ganar premios, la mayoría de ellos grandes peluches que colgaban sobre los mostradores como trofeos esperando dueño.
Godric la observaba de reojo mientras caminaban, notando cómo sus ojos brillaban con cada nueva cosa que descubría. Era sutil, pero poco a poco la tristeza en su rostro se iba disipando.
De repente, Niel se detuvo y señaló con el dedo un puesto cercano.
—¿Qué son esos? —preguntó con curiosidad.
Godric siguió la dirección de su dedo y vio un carrito decorado con luces tenues. Sobre él, una docena de manzanas rojas y brillantes estaban cuidadosamente alineadas en una bandeja, cubiertas con una capa gruesa de caramelo brillante que reflejaba la luz.
—Manzanas acarameladas —respondió con simpleza.
No pasó desapercibido para él el brillo en los ojos de Niel al verlas. Sus labios se entreabrieron ligeramente, y su mirada se fijó en ellas como si fuesen un pequeño tesoro.
—¿Quieres una? —preguntó con un tono tranquilo, pero ya con la decisión tomada en su mente.
Niel asintió levemente, casi con timidez. Antes de que pudiera decir algo más, Godric la jaló suavemente de la muñeca y la llevó con él hacia el puesto.
Al llegar, Godric se dirigió al vendedor, un hombre mayor con un delantal blanco que sonrió al verlos acercarse.
—Escoge una —le dijo Godric a Niel.
Ella recorrió con la vista las manzanas, todas lucían perfectas, pero tras unos segundos eligió una que parecía especialmente brillante. La tomó con cuidado entre sus dedos y la sostuvo como si fuera algo valioso. Mientras tanto, Godric sacó dinero y se lo entregó al vendedor, quien asintió satisfecho y les deseó una buena noche.
Cuando se alejaron un poco del puesto, Godric observó con atención cómo Niel llevaba la manzana a sus labios. Suavemente, sus dientes se hundieron en la capa crujiente de caramelo, quebrándola con un sonido leve antes de alcanzar la jugosa pulpa de la fruta.
Por un momento, su expresión fue neutra, como si estuviera analizando el sabor, pero luego sus ojos se iluminaron y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Está deliciosa —murmuró, deleitándose con el contraste entre el caramelo dulce y la acidez de la manzana.
Godric la miró fijamente, grabando en su mente aquella imagen: la forma en que disfrutaba ese pequeño placer, la forma en que, al menos por un instante, parecía olvidarse de todo lo demás.
Y en ese momento, supo que su única misión esa noche sería seguir viéndola así.
Niel y Godric caminaron juntos entre la multitud, deteniéndose en varios puestos para probar su suerte en los juegos de feria.
El primer juego al que se acercaron fue el clásico de encestar pelotas en canastas. Niel entrecerró los ojos, enfocándose en su objetivo, y con un movimiento fluido lanzó la pelota. Entró perfectamente. Luego otra. Y otra más. Con una sonrisa victoriosa, se volteó hacia Godric, quien la observaba con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
—Vaya, no sabía que eras tan buena en esto —comentó él con diversión.
—Tienes mucho que aprender sobre mí, vampiro —respondió ella con picardía, recogiendo su premio; una diadema con pequeños cuernos de demonio.
El segundo juego fue de puntería, donde tenían que derribar botellas de metal con una escopeta de aire comprimido. Godric tomó el arma con facilidad, disparando con precisión impecable y derribando todas las botellas en un solo intento.
—Trampa —murmuró Niel, cruzándose de brazos mientras el encargado del juego le entregaba su premio.
—No es trampa si sabes como hacerlo —replicó él con una sonrisa arrogante, antes de volverse hacia ella con un pequeño brazalete en la mano. Era un delicado conjunto de piedras irregulares en tonos azul y blanco, trenzadas con un hilo resistente.
—Es para ti.
Niel lo miró sorprendida, luego bajó la vista al brazalete. Sin decir nada, extendió la mano y dejó que Godric lo ajustara en su muñeca.
—Es precioso… gracias —dijo en voz baja, sintiendo un extraño calor en su pecho.
El tercer juego fue el típico de lanzar argollas en botellas. Niel insistió en intentarlo y, después de varios intentos fallidos y de Godric burlándose suavemente de su técnica, finalmente logró encestar una argolla en la botella correcta. Su premio fue un pequeño peluche de cocodrilo con una expresión particularmente adorable.
—Lo llamaré… Orlok—anunció con orgullo, abrazando el peluche.
—¿Orlok? —repitió Godric con una ceja levantada.
—Sí, ¿algún problema?
—Ninguno, simplemente… no esperaba un nombre tan ridículo.
Niel le lanzó una mirada fulminante, pero no tardó en sonreír cuando vio un nuevo puesto que llamó su atención.
El cuarto juego era uno de dardos, donde tenían que explotar globos para ganar un premio. Niel lo intentó primero y acertó tres de cinco tiros. Luego fue el turno de Godric, quien, sin esfuerzo, explotó los cinco globos en cuestión de segundos.
—Haces que todo parezca demasiado fácil, y eso me molesta —bufó Niel, cruzándose de brazos.
—Es un don —se encogió de hombros Godric.
La rubia señaló uno de los premios: otra diadema con cuernos, pero esta vez para él.
—Quiero verte con esto.
—Ni lo sueñes.
—Demasiado tarde, ya lo hice.
Godric suspiró teatralmente, pero al ver la expresión de Niel—una mezcla entre burla y desafío—, supo que no tenía escapatoria. Con una mirada de derrota fingida, tomó la diadema y se la colocó sobre la cabeza.
—¿Contenta? —preguntó con resignación.
Niel lo miró fijamente por unos segundos antes de soltar una carcajada.
—Dioses, esto es increíble. ¿Te das cuenta de que ahora eres un vampiro con cuernos?
—La humillación es real… —murmuró Godric, aunque su sonrisa delataba que no le importaba tanto como fingía.
Después de un par de horas explorando la feria, la energía de la noche aún no disminuía, pero decidieron que era momento de irse. Salieron del bullicioso festival y caminaron por una calle tranquila de un parque en Shreveport.
La luna brillaba en lo alto, proyectando sombras suaves en el camino empedrado. La brisa nocturna era fresca y agradable, moviendo ligeramente el cabello de Niel. Caminaba a paso relajado, abrazando a Orlok contra su pecho y ocasionalmente mirando su nuevo brazalete.
Godric la observaba de reojo. Había algo en su expresión que le hacía pensar que, Habia logrado su pequeño objetivo, levantándole el animo después de su recaída.
—¿Te divertiste? —preguntó de repente.
Niel giró la cabeza para mirarlo, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Sí… hace mucho que no lo hacia.
Godric asintió, satisfecho.
Siguieron caminando en silencio por unos minutos, disfrutando de la tranquilidad de la noche. A lo lejos, el sonido de la feria aún llegaba en ecos lejanos, pero aquí, solo estaban ellos dos y la luz de la luna reflejándose en los charcos de la calle.
—Oye, Godric… —dijo de repente Niel.
—¿Mmm?
—Todavía llevas puesta la diadema.
Godric se detuvo en seco y llevó una mano a su cabeza. Sus dedos tocaron los pequeños cuernos, y su expresión de absoluta decepción hizo que Niel soltara otra carcajada.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque te queda increíble.
Godric dejó escapar un largo suspiro antes de sacarse la diadema y guardarla en el bolsillo de su chaqueta.
—No vuelvas a hablar de esto.
—No prometo nada—respondió Niel con una sonrisa traviesa.
Y así, entre risas y bromas, siguieron su camino bajo la luz de la luna, con el eco de una noche de feria aún resonando en sus corazones.
Notes:
Que tal les parecio? Este capitulo prácticamente se los dedique a Niel y a Godric, para darle más desarrollo a su amistad y en un futuro, su relación.
La escena del lago me encanto y a ustedes? También la parte donde Niel se burla de Godric cuando tiene cuernos, lo ame.
También hay una referencia a un capitulo de "The sandman" tal vez solo los que vieron la serie lo entenderán, de todas formas, es la escena donde Niel hace ese chiste horrible de patos, que el original es sobre palomas y fue contado por la hermana de Sueño, Muerte.
Ya Godric tiene la idea de por lo que paso su querida Niel, y ella tal vez se lo cuente pronto, quien sabe.
Hay varios personajes que aparecerán en los próximos capítulos, que de verdad, me encantan.
Pequeño spoiler: Orfeo (más o menos)
Hasta luego!!! Ya dije mucho, por favor no me odien. Un besito.💋
Chapter 9: Lyrans melodi
Notes:
Holiiiii, que tal???
SI, decidí editar este capítulo ya que no me gustó mucho como había quedado en un principio. Espero que le den una oportunidad y lo disfruten. 🫶
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Las gotas de lluvia comenzaron a caer de manera tímida, apenas un cosquilleo frío sobre la piel. Al principio eran esporádicas, casi imperceptibles, pero con cada paso que daban, la llovizna se volvió más constante. Pequeñas perlas de agua resbalaban por los mechones sueltos de cabello de Niel, humedeciéndolos poco a poco.
Ella levantó el rostro hacia el cielo, dejando que la lluvia tocara su piel con una expresión serena. Siempre había disfrutado la lluvia, el sonido del agua golpeando la tierra, el olor fresco que dejaba en el aire, la sensación de frescura contra su rostro. Pero sabía que, si se quedaban mucho tiempo bajo ella, terminarían empapados.
Sin pensarlo demasiado, estiró la mano y tomó la de Godric, entrelazando sus dedos con los suyos.
—Vamos —dijo suavemente, jalándolo con delicadeza.
Godric la dejó hacer, sin mostrar resistencia. Para él, mojarse un poco no era un problema; de hecho, la lluvia siempre le había parecido un alivio refrescante, pero aún así, permitió que Niel lo guiara.
Avanzaron rápidamente por el parque, buscando un refugio. A lo lejos, divisaron una pequeña estructura techada, probablemente un lugar de descanso para los visitantes. No era gran cosa, solo un espacio con un par de bancas y un techo de madera, pero bastaba para protegerlos del agua.
Cuando llegaron, se sacudieron ligeramente el agua que ya se había acumulado en su ropa. Niel pasó los dedos por su cabello, sintiendo cómo algunas hebras se habían pegado a su rostro por la humedad. Miró hacia el cielo nublado, notando cómo la lluvia comenzaba a intensificarse, las gotas cayendo con más fuerza contra el suelo, formando pequeños charcos a su alrededor.
—Parece que va a empeorar —comentó Godric, cruzándose de brazos mientras observaba el paisaje.
—Sí… pero me gusta la lluvia —dijo ella con una pequeña sonrisa.
Godric la observó de reojo. Sus ojos brillaban con una chispa diferente, como si realmente estuviera disfrutando del momento a pesar de todo. Sin embargo, él sabía que si la lluvia se volvía más fuerte y fría, podría ser incómodo para ella.
Fue entonces cuando se le ocurrió una idea.
—Tengo un mejor lugar en mente —dijo de repente, volviéndose hacia ella.
Niel ladeó la cabeza, curiosa.
—¿Un mejor lugar?
—Sí, uno donde estarás seca y cómoda —respondió con una leve sonrisa.
Ella lo miró por un momento, pensativa, pero al final asintió con confianza.
—Está bien.
Godric no perdió el tiempo. Con un movimiento fluido, pasó un brazo alrededor de su espalda y el otro bajo sus muslos, levantándola con facilidad. La sintió aferrarse ligeramente con una mano a su camisa, mientras que con la otra aferraba al peluche contra ella, lo que le sacó una pequeña sonrisa.
—Sujétate bien —advirtió, y sin más, desapareció en la noche con su velocidad vampírica.
El mundo a su alrededor se convirtió en un borrón de luces y sombras. La brisa de la noche golpeó el rostro de Niel, fresca y revitalizante, pero antes de que pudiera acostumbrarse a la sensación, ya estaban llegando a su destino.
Se detuvieron frente a una gran residencia. Era una casa elegante, con una fachada oscura y una estructura que combinaba lo clásico con lo moderno. Las luces del interior iluminaban sutilmente las ventanas, dándole un aspecto cálido en contraste con la tormenta que se desataba afuera.
Godric bajó con cuidado a Niel, asegurándose de que se estabilizara antes de soltarla por completo.
—¿Dónde estamos? —preguntó ella, observando la casa con curiosidad.
—Mi hogar —respondió Godric, sacando unas llaves del bolsillo y abriendo la puerta principal.
Con un gesto cortés, se hizo a un lado, permitiéndole pasar primero. Niel cruzó el umbral con paso curioso, mientras Godric cerraba la puerta detrás de ellos, justo cuando la lluvia comenzó a caer con más fuerza.
—Es muy hermosa —comentó Niel mientras sus ojos recorrían cada rincón de la residencia.
Godric, que caminaba delante de ella, apenas volteó un poco la cabeza y respondió con naturalidad:
—Dale el crédito a Eric y a Pam.
Niel sonrió ligeramente ante su respuesta, aún observando la elegancia de la casa. Las paredes eran de un tono oscuro, pero no daban la sensación de frialdad; al contrario, todo el mobiliario y la iluminación creaban una atmósfera cálida y acogedora, algo que no esperaba en la morada de un vampiro.
Sin decir más, Godric la guió hacia la cocina. A diferencia del resto de la casa, este espacio era más moderno y funcional, con una isla en el centro y muebles bien organizados. Antes de que ella pudiera decir algo, en un abrir y cerrar de ojos, Godric desapareció.
Niel parpadeó, un poco sorprendida por la repentina ausencia, pero antes de que pudiera cuestionarse a dónde había ido, sintió una ligera corriente de aire cuando el vampiro apareció de nuevo justo frente a ella, extendiéndole una pequeña toalla.
—Para que te seques —dijo simplemente.
Ella miró la toalla en su mano y luego a Godric. Podría haber usado magia para secarse en un instante, pero el gesto del vampiro la tomó por sorpresa. Era una acción simple, un detalle pequeño hacia ella, pero que agradecía.
—Gracias —respondió suavemente, aceptando la toalla.
Con movimientos tranquilos, dejó su chaqueta en el respaldo de una de las sillas cercanas y luego se acomodó en ella. Orlok, el pequeño cocodrilo de peluche que había ganado en la feria, fue colocado con cuidado sobre la encimera, como si también necesitara un lugar propio en la cocina.
Godric la observó en silencio mientras ella comenzaba a soltar la trenza despeinada que había llevado toda la noche. Sus dedos trabajaban con delicadeza, deshaciendo los nudos que la lluvia y el viento habían dejado en su cabello dorado. Luego, con la toalla, comenzó a secar sus mechones con suaves movimientos, pasando los dedos entre ellos para deshacer enredos.
El vampiro la miraba con una expresión ensimismada, embobado sin darse cuenta. Había algo hipnótico en la forma en que ella se movía, en cómo su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros y espalda, en cómo sus dedos se deslizaban a través de él con cuidado. Sus ojos la seguían inconscientemente, como si cada pequeño movimiento suyo fuera una melodía tranquila que él no podía evitar escuchar.
Sin embargo, cuando se dio cuenta de su propia mirada prolongada, parpadeó rápidamente y desvió la vista, buscando algo más en lo que concentrarse.
Fue entonces cuando recordó la rosa que le había dado esa misma noche.
Decidió que no podía dejarla ahí sin más, así que comenzó a buscar entre los gabinetes de la cocina, abriendo y cerrando puertas en busca de un florero. Al principio, parecía que no encontraría nada útil, pero después de revisar uno de los estantes superiores, finalmente halló un recipiente adecuado.
Llenó el florero con agua en el fregadero y luego regresó a la encimera, donde colocó la flor con cuidado. El brillo sutil de los pétalos iluminó el agua con una suave tonalidad iridiscente, como si la flor estuviera viva en más de un sentido —De hecho, lo estaba—.
Mientras él hacía esto, Niel lo observaba en silencio, todavía pasándose la toalla por el cabello húmedo.
Y de repente, sin pensarlo demasiado, dejó escapar una frase casi en un susurro:
—A él también le gustaban las flores…
Godric, que estaba asegurándose de que la flor quedara bien acomodada en el florero, alzó la vista con curiosidad.
—¿Quién? —preguntó con suavidad.
Pero Niel no respondió de inmediato. En su mente, los recuerdos comenzaron a desbordarse, imágenes de un pasado que había intentado dejar atrás para que no doliera tanto. Recordó jardines antiguos, el perfume de cientos de flores esparcido en el aire, y la figura de alguien que había sido importante para ella.
Orfeo.
Un nombre que llevaba siglos sin pronunciar.
…
El castillo de la Ensoñación era vasto y cambiante, sus pasillos vivos parecían moverse de forma caprichosa, guiando o perdiendo a aquellos que los recorrían sin un destino claro. Niel aún no se acostumbraba a la naturaleza peculiar del palacio. A veces, las puertas que antes llevaban a una sala ahora conducían a un balcón con vista a un océano estrellado, o los corredores se alargaban como si se burlaran de su intento de encontrar el camino correcto.
Sin embargo, lejos de frustrarse, la chica se maravillaba con cada rincón nuevo que descubría. Era un lugar de magia pura, donde las leyes de la realidad parecían doblarse y transformarse según los deseos de su amo.
Después de lo que parecieron horas vagando sin rumbo, su andar la llevó hasta un par de enormes puertas de cristal. La luz suave que traspasaba las puertas le indicaba que llevaban al exterior. Con una mezcla de emoción y curiosidad, empujó las puertas y salió al aire libre.
Lo primero que vio la dejó sin aliento.
Los jardines del palacio eran de una belleza indescriptible. Extendiéndose hasta donde la vista alcanzaba, se alzaban árboles altos con hojas que parecían estar hechas de pura luz, brillando tenuemente en la penumbra etérea del reino. Flores de colores imposibles crecían en parterres perfectamente diseñados, algunas cambiando de tonalidad con cada parpadeo, otras flotando levemente sobre el suelo como si se negaran a ser tocadas por la gravedad. Pequeñas criaturas, mitad sueño y mitad realidad, revoloteaban entre las ramas de los árboles, sus alas dejando rastros de polvo dorado en el aire.
Niel paseaba lentamente, absorbiendo cada detalle con asombro. Era un mundo de maravillas, un paraíso que parecía sacado de los cuentos más hermosos jamás escritos.
Fue entonces cuando escuchó la melodía.
Suavemente, como una brisa que acariciaba su piel, una música comenzó a envolverla. No era simplemente una canción; era un sonido antiguo y puro, algo que parecía estar tejido en el mismo tapiz de los sueños.
Siguiendo el origen de la música, Niel caminó con pasos silenciosos a través del jardín. Cuanto más avanzaba, más clara se volvía la melodía, guiándola como un faro en la penumbra del reino onírico.
Y entonces lo vio.
A lo lejos, entre un mar de flores que se mecían con el ritmo de la canción, había un joven sentado en un banco de piedra. Su cabello castaño oscuro danzaba con el viento, que parecía moverse en sincronía con la música que él tocaba en una lira antigua y hermosa.
Orfeo.
El príncipe de la Ensoñación. El hijo de Morfeo y Caliope.
Niel lo reconoció de inmediato, aunque hasta ahora no había tenido la oportunidad de hablar con él. Sabía que él no pasaba mucho tiempo en el reino, que su vida estaba entre los confines de la Ensoñación, estaba entre el arte y la música . Pero ahí estaba, en su hogar, perdido en la música de su propia creación.
No quería interrumpirlo.
Así que se quedó a lo lejos, de pie detrás de un árbol con la mirada fija en él, sin molestarse en disimular su fascinación.
Orfeo, por su parte, estaba completamente absorto en su música, sus dedos deslizándose con destreza sobre las cuerdas de la lira, como si estuviera narrando una historia sin palabras. Pero, poco a poco, sintió una presencia cercana. No era invasiva, ni hostil, solo… curiosa.
Levantó la mirada y la vio.
Era la recién llegada. La niña de cabello dorado que su padre había traído a la Ensoñación hace relativamente poco.
Orfeo no dijo nada de inmediato, solo la observó con una ligera curiosidad. Niel, al notar que había sido descubierta, se tensó un poco, sin saber si debía quedarse o salir corriendo.
Entonces, para su sorpresa, el castaño le hizo un gesto con la mano, invitándola a acercarse. Palpó el espacio vacío a su lado en el banco de piedra, ofreciéndole asiento.
Niel dudó por un momento, pero finalmente reunió el valor y se acercó, levantando ligeramente la falda larga de su vestido para no tropezar entre las flores y piedras. Caminó con pasos cuidadosos hasta llegar al banco, donde se sentó con algo de timidez.
—Lo siento por espiarte… —se disculpó, evitando mirarlo directamente—. No quería interrumpir.
Orfeo, que volvía a afinar una de las cuerdas de su lira, solo sonrió levemente.
—No me molesta —respondió con tranquilidad, con aquella voz suave pero profunda—. No eres la primera en quedarse a escuchar a escondidas.
Niel sintió un leve rubor en sus mejillas, estaba avergonzada, pero no tuvo oportunidad de responder, porque Orfeo inclinó la cabeza y le preguntó:
—¿Quieres escuchar otra?
La chica parpadeó, un poco sorprendida.
—¿Puedo?
—Claro. La música se disfruta más cuando hay alguien para compartirla.
Y, con una sonrisa casi imperceptible, Orfeo volvió a posar los dedos sobre la lira.
Esta vez, la melodía fue distinta. Más suave, más íntima. Como una conversación sin palabras, como una historia tejida entre notas.
Niel cerró los ojos y escuchó.
El viento danzaba suavemente entre las flores imposibles del jardín, acariciando la piel de Niel mientras mantenía los ojos cerrados, moviendo sus cortos mechones a la dirección en la que iba, inmersa en la magia de la melodía. Su respiración era tranquila, como si cada nota aún flotara en el aire, negándose a desvanecerse del todo.
Los pequeños pájaros que se habían acercado durante la canción seguían allí, posados en las ramas cercanas, observando con curiosidad. Algunos de ellos gorjeaban en tonos suaves, como si intentaran imitar la música que acababan de escuchar. Otros, más atrevidos, se habían posado en el suelo a unos pocos pasos de distancia, ladeando la cabeza de forma inquisitiva.
El tiempo pareció suspenderse por un instante en la Ensoñación.
Después de un largo momento de silencio, Niel habló con voz serena:
—Fue hermoso…
Orfeo, que aún tenía la lira en sus manos, dejó que su mirada vagara por el jardín antes de responder:
—Podría haber sido mejor.
Niel frunció el ceño levemente y abrió los ojos, confundida.
—¿Por qué lo dices? —Niel pregunto sorprendida—De verdad fue una canción preciosa.
Orfeo giró la cabeza hacia ella, con una ligera sonrisa en los labios.
—Porque no tenía un final —explicó, con un dejo de ironía en la voz—. Y no te diste cuenta, ¿cierto?
La rubia parpadeó varias veces, intentando recordar la canción. Ahora que lo mencionaba… ¿realmente tenía un final? No estaba segura. A diferencia de Orfeo, ella no tenía un oído refinado —Ni el talento— para la música, así que solo se dedicaba a escuchar y dejarse llevar.
Su silencio fue suficiente respuesta.
El joven músico dejó escapar una pequeña risa, casi imperceptible.
—Lo sabía.
Niel se sintió un poco avergonzada y se llevó las manos a su cabello corto, pasándolas entre los mechones en un gesto automático de nerviosismo.
—Solo escuchaba… nunca fui buena con la música —admitió con un susurro.
Orfeo no respondió de inmediato. En su lugar, dirigió la mirada hacia los pequeños animales que, al notar que la canción había terminado, empezaban a alejarse poco a poco. Unos cuantos aún permanecían cerca, como si esperaran que la melodía continuara en cualquier momento.
Después de unos segundos, Orfeo volvió a mirar a Niel.
—¿Y si me ayudas a terminarla?
Los ojos de la chica se abrieron con sorpresa y lo miró como si hubiera dicho algo completamente absurdo.
—¿Yo?
—Sí —respondió él con tranquilidad.
Niel parpadeó varias veces, tratando de encontrar las palabras adecuadas para negarse.
—Pero ya te dije… no sé nada de música—repitió, con la duda impregnada en su voz—La última vez que intente tocar un instrumento, lo rompí por que no sabía como tocarlo. No sabría cómo ayudarte.
Orfeo ladeó levemente la cabeza, observándola con paciencia.
—Eso no importa —dijo con voz suave—. Cualquiera puede crear música si se lo propone.
Ella se quedó en silencio, dudando.
Orfeo tomó la lira con delicadeza y deslizó los dedos sobre las cuerdas con un toque ligero, haciendo que un par de notas flotaran en el aire como pétalos de flores.
—La música no solo se trata de técnica o conocimiento —continuó—. Se trata de sentir. De imaginar. De contar algo sin palabras.
Niel bajó la mirada, observando sus propias manos, que aún jugaban con su cabello de forma distraída.
—No lo sé… —murmuró.
Orfeo la estudió por un momento, luego sonrió de lado.
—Prueba esto —dijo, y luego tocó una secuencia de notas, suaves y melancólicas—. ¿Qué te hace sentir?
Niel alzó la mirada hacia él, con una expresión pensativa.
—…Tristeza —respondió después de un momento.
Orfeo asintió.
—Bien. ¿Y esto?
Tocó otra secuencia, esta vez más ligera, casi juguetona
Los labios de Niel se curvaron en una leve sonrisa.
—Parece… una risa.
El músico sonrió con aprobación.
—Exactamente.
—¿Cómo haces eso?—la chica lo miró con curiosidad.
—No lo hago yo. Lo hace la música —respondió con tranquilidad—. Solo dejo que exprese lo que ya existe en el aire.
Niel se quedó en silencio, asimilando sus palabras.
Orfeo volvió a tocar una nota suave y luego la miró con paciencia.
—Cierra los ojos.
Ella lo hizo.
—Ahora, imagina el final que te gustaría para la canción.
Niel frunció el ceño levemente, intentando concentrarse. Su mente divagó entre imágenes y recuerdos: los jardines llenos de flores, el viento acariciando su piel, la forma en que la melodía anterior había flotado en el aire como un sueño efímero.
Entonces, lentamente, comenzó a murmurar:
—Tal vez… algo más esperanzador.
Orfeo arqueó una ceja.
—¿Esperanzador?
—Sí… Algo que haga sentir que todo estará bien.
Orfeo la observó por un momento y luego, sin apartar la vista de ella, comenzó a tocar.
Esta vez, la melodía cambió.
Seguía teniendo la melancolía del inicio, pero algo nuevo floreció en ella. Como un amanecer tras una larga noche, como la brisa cálida después de la tormenta.
Era un final.
Niel abrió los ojos, sorprendida.
—¿Eso lo acabas de hacer… por lo que dije?
Orfeo asintió, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Tú ayudaste a terminarla.
Ella lo miró, sin saber qué decir.
Por primera vez, sintió que entendía un poco de la magia de la música. Y a partir de allí, ese no sería el único encuentro memorable entre aquellos que pronto se llamarían hermanos.
…
La cocina estaba en completo silencio.
La lluvia golpeaba suavemente contra las ventanas de la residencia, y el sonido del agua deslizándose por el cristal creaba una melodía tenue y constante. La luz cálida de la lámpara sobre la encimera iluminaba el espacio con un resplandor suave, proyectando sombras sutiles sobre los muebles y las figuras de los dos presentes.
Niel, sin embargo, no veía nada de esto.
Se había quedado atrapada en los recuerdos después de decir aquel nombre en su mente.
Sus manos seguían sosteniendo la toalla con la que se secaba el cabello, pero su movimiento se había detenido. Sus ojos, antes llenos de vida, ahora parecían perdidos en un punto fijo de la mesa, ausentes, como si su conciencia hubiera quedado atrapada en un tiempo lejano, en un lugar que ya no existía.
Godric, que había estado colocando la flor en un florero con sumo cuidado, sintió la diferencia en el ambiente de inmediato cuando pregunto a quien se refería.
Se giró hacia ella, observándola con atención.
La respiración de Niel era tranquila, pero su expresión tenía una melancolía silenciosa. Sus labios estaban entreabiertos, como si estuviera a punto de decir algo pero las palabras se hubieran atascado en su garganta.
El vampiro frunció el ceño.
—Niel —llamó con suavidad.
No hubo respuesta.
Su preocupación aumentó al instante. Se acercó a ella, dejando atrás el florero con la flor mágica, y volvió a llamarla.
—Niel.
Nada.
Apretó la mandíbula con inquietud.
La última vez que la había visto perderse en su mente de esa manera había sido en el lago. Hace un par de horas, el pánico la había consumido por completo, ella habia estado reviviendo algo que la aterrorizaba. Godric no sabía si estaba sucediendo lo mismo ahora, pero no iba a quedarse de brazos cruzados para averiguarlo.
Con pasos rápidos, llegó hasta ella y se inclinó ligeramente, colocando sus manos con firmeza pero sin brusquedad sobre sus hombros.
—Niel —repitió, esta vez con más urgencia.
Aún nada.
Godric sintió una punzada de inquietud en el pecho.
Se agachó un poco más y, con delicadeza, giró la silla en la que ella estaba sentada hasta que quedaron frente a frente. La estudió detenidamente, notando la manera en que su respiración se mantenía estable pero sus ojos estaban fijos en la nada.
No lo pensó demasiado antes de levantar una de sus manos y tocar su mejilla con dos dedos, un contacto ligero, pero suficiente para intentar traerla de vuelta.
—Niel—susurró, con el tono más suave que pudo.
Finalmente, un leve parpadeo.
La chica tomó aire como si estuviera emergiendo de un largo sueño y enfoca su mirada en el rostro que tenía justo frente a ella.
Lo primero que vio fueron los ojos azul grisáceo de Godric, tan cerca que pudo notar cada pequeño matiz en ellos. Luego, su expresión de preocupación, y finalmente, el toque leve de sus dedos sobre su mejilla.
Niel parpadeó de nuevo, confundida, como si tardara unos segundos en comprender dónde estaba.
—¿Godric…?
El vampiro dejó escapar un suspiro de alivio, apartando la mano de su rostro pero sin moverse demasiado.
—Dioses… —murmuró, relajando los hombros—. Me asustaste.
Niel pestañeó rápidamente, aún algo desorientada, hasta que su mente terminó de ubicarse en el presente.
Se llevó una mano a la frente y suspiró.
—Lo siento… —dijo en voz baja—. No fue mi intención preocupar—
Antes de que pudiera terminar, sintió cómo Godric posaba su mano sobre su cabeza con un gesto suave, revolviendo un poco su cabello húmedo.
El toque la hizo callar.
Godric se quedó así por un momento, su pulgar rozando apenas algunos mechones dorados. Luego, lentamente, retiró la mano, pero sin apartarse demasiado.
Sus ojos volvieron a encontrarse.
—¿Fueron malos recuerdos? —preguntó con cautela.
Niel parpadeó, procesando su pregunta.
Luego, negó suavemente con la cabeza.
—No… —susurró—. Al contrario, fue un hermoso recuerdo. Algo que pensé que había olvidado.
Godric sintió cómo la tensión que había acumulado en su pecho se disipaba un poco. No era como en el lago. No era un recuerdo doloroso que la consumía, sino algo diferente.
Dudó por un instante antes de hablar nuevamente.
—¿De qué era el recuerdo?
Niel se quedó en silencio.
Podía sentir la calidez del ambiente, la luz de la lámpara sobre ellos, la humedad de su cabello aún secándose, y la presencia de Godric tan cerca.
Había evitado hablar de él durante tanto tiempo.
Pero, por alguna razón, en ese momento… no sentía que fuera un peso imposible de cargar.
Bajó la mirada por un momento, como si estuviera eligiendo las palabras correctas.
Y entonces, con un susurro lleno de nostalgia, finalmente lo dijo:
—Era con él. Con mi… hermano.
Hermano.
El ambiente en la cocina era tranquilo, pero había adquirido un tono distinto.
Niel, con el cabello aún húmedo y la toalla descansando sobre su regazo, empezó a relatar su recuerdo con una voz pausada, suave, cargada de melancolía, pero sin la tristeza asfixiante que a veces la invadía cuando pensaba en el pasado.
Godric, aún de pie frente a ella, no la interrumpió en ningún momento.
Sus ojos permanecieron fijos en los de Niel, observando cada pequeño matiz en su expresión mientras hablaba. Había algo casi hipnótico en la manera en que relataba aquel recuerdo, en la forma en que las palabras escapaban de sus labios con una mezcla de nostalgia y cariño.
Era evidente que ese momento en su pasado significaba mucho para ella.
Niel habló de los jardines de la Ensoñación, de las flores imposibles que crecían en aquel reino, de los colores que parecían sacados de un sueño. Describió la primera vez que lo vio, a él, a Orfeo, sentado en un banco en medio de un mar de flores, con su lira entre las manos, dejando que la música fluyera a través de sus dedos como si fuera una extensión natural de su alma.
La rubia sonrió con suavidad mientras recordaba cómo, al principio, solo había querido escucharlo desde lejos, sin interrumpirlo, sin romper la magia de aquel instante. Pero Orfeo la había notado, y en lugar de molestarse, le había hecho un gesto para que se acercara, invitándola a compartir aquel momento con él.
Y Niel, con una timidez que ahora le parecía lejana, había aceptado.
Narró cómo se había sentado a su lado, cómo la música había llenado el aire entre ellos, y cómo, en un acto que aún le parecía increíble, Orfeo le había pedido que lo ayudara a terminar su melodía.
—Me dijo que cualquiera podía crear música si se lo proponía —murmuró, con una sonrisa ladeada—. Yo no era buena en eso, pero… él creyó en mí.
Había un brillo especial en sus ojos cuando terminó de contar su recuerdo.
Una parte de ella siempre había temido olvidar esos momentos. Habían pasado siglos, milenios incluso, y la vida en la Ensoñación se sentía tan lejana que a veces pensaba que su mente la traicionaría, borrando poco a poco los rostros y las voces de aquellos a quienes había amado.
Pero no.
Seguían allí.
En cada rincón de su memoria, en cada hilo de su ser.
Y contarle a Godric sobre Orfeo, compartir ese recuerdo con él, le hizo darse cuenta de que, aunque el tiempo avanzara sin detenerse, algunas cosas nunca desaparecerían.
Godric, por su parte, se había mantenido en silencio, escuchando cada palabra con atención.
Pero en su mente, cada detalle encajaba como piezas de un rompecabezas que, hasta ahora, no había podido ver completo.
Niel hablaba de Orfeo con un cariño inmenso.
No era solo alguien que había conocido en su pasado. No era un simple conocido, ni un amigo ocasional.
Era alguien importante.
Era su hermano.
Alguien a quien había querido mucho.
Y, aunque ella no lo había mencionado directamente, Godric pudo leer entre líneas.
Orfeo estaba muerto. Al menos, así lo entendió.
La forma en que hablaba de él, la manera en que su voz se volvía más pausada en ciertos momentos, como si estuviera midiendo sus palabras para evitar que el dolor se filtrara demasiado… Todo indicaba que ese joven ya no existía en el mundo de los vivos.
Godric bajó la mirada un momento, reflexionando.
No sabía cuándo había sucedido, ni cómo, pero no necesitaba saber esos detalles para comprender que hablar de Orfeo era algo que a ella le costaba.
Y que su pérdida la había marcado profundamente.
Finalmente, después de unos segundos de silencio, decidió preguntar.
—Orfeo… ¿Él esta..?
Su voz sonó más baja de lo usual, con un deje de duda, pero también con la suavidad de alguien que no quiere causar más dolor del necesario.
Niel, que aún tenía la sonrisa melancólica en su rostro, tardó un par de segundos en responder.
Luego, asintió.
—Sí.
La confirmación fue sencilla, pero el peso de aquella única palabra se sintió en el aire.
Godric exhaló suavemente y desvió la mirada por un instante antes de regresar sus ojos a los de ella.
—Lo siento.
Niel negó con la cabeza, encogiéndose de hombros de manera ligera.
—No te preocupes… —respondió, con una calma que le sorprendió incluso a ella misma—. Pasó hace mucho tiempo.
Godric la observó por unos segundos más.
Ella lo decía con una naturalidad que casi podría engañar a cualquiera.
Pero él veía más allá.
Sabía que, aunque el tiempo hubiera pasado, aunque los siglos hubieran convertido ese dolor en algo más llevadero, en algo menos afilado… la pérdida seguía ahí.
—Se nota que lo querías mucho —dijo en voz baja.
Esta vez, Niel no dudó ni un segundo en responder.
Su sonrisa se ensanchó un poco más, con un brillo especial en su mirada.
—Sí —afirmó—. Lo quería… y lo sigo queriendo.
Godric no dijo nada por un momento.
Solo la observó.
El amor que ella sentía por Orfeo no se había desvanecido con el tiempo.
No era un amor que se limitaba a lo efímero de la existencia mortal.
Era un amor que había resistido el peso de los siglos, que seguía latiendo en su pecho como un eco de lo que alguna vez fue.
Godric comprendió entonces que, aunque Orfeo ya no estuviera en este mundo, nunca desaparecería realmente mientras Niel lo recordara.
Y, de alguna forma, eso era hermoso.
Finalmente, dejó escapar un pequeño suspiro y se permitió esbozar una ligera sonrisa.
—Debe haber sido alguien increíble.
Niel lo miró con ternura y asintió.
—Lo era.
El silencio se instaló en la cocina, pero no fue un silencio incómodo.
Era un espacio de comprensión, un momento en el que las palabras ya no eran necesarias.
El sonido de la lluvia golpeando suavemente contra las ventanas, el lejano tik-tak del reloj en la pared, la tenue iluminación de la estancia… todo contribuía a crear una atmósfera tranquila, como si el tiempo se hubiera ralentizado solo para ellos.
Niel se quedó en su asiento, aún con la toalla en su regazo, observando la flor en el florero sobre la encimera. La magia que irradiaba su pétalos era sutil pero constante, pulsando con un brillo suave que reflejaba la luz de la cocina.
Entonces, sintió el roce cálido y delicado de las manos de Godric en sus mejillas.
El vampiro, con aquella mirada serena que parecía comprender más de lo que las palabras podían expresar, acarició suavemente su rostro, sus pulgares rozando apenas su piel con una ternura que le gustó.
Era un gesto silencioso, pero cargado de significado.
No necesitaba decir nada para que ella entendiera que él la escuchaba, que la comprendía.
Que, aunque no pudiera borrar su dolor, estaba allí, dispuesto a compartir el peso de sus recuerdos.
Niel sintió un leve calor en su pecho.
A pesar de los siglos, a pesar de todo lo que había vivido, aún le sorprendía que alguien más pudiera entenderla sin necesidad de explicaciones extensas.
Y sin embargo, allí estaba Godric.
Presente.
Real.
Ella le dedicó una pequeña sonrisa y bajó la mirada por un momento, antes de susurrar con suavidad:
—Gracias por escucharme.
Godric no respondió con palabras.
En su lugar, sonrió con ternura, como si quisiera decirle que no necesitaba agradecerle por algo que hacía con gusto.
Por algo que le nacía hacer.
El tiempo siguió su curso, y Niel, por instinto, desvió la mirada hacia el reloj colgado en la pared.
Las manecillas se movían con precisión, marcando el paso imparable del tiempo.
Faltaba menos de dos horas para el amanecer.
La noche estaba llegando a su fin.
Suspiró con suavidad y se puso de pie, tomando a Orlok y dejando la toalla sobre la encimera mientras giraba para mirar a Godric.
—Creo que ya es hora de que me vaya.
El vampiro la observó por un segundo antes de seguir su mirada hacia el reloj.
Asintió con calma.
—Sí… ya casi es hora.
No había urgencia en sus palabras.
No había prisa en su tono de voz.
Pero ambos sabían que el amanecer significaba el final de su tiempo juntos por esa noche.
Niel se acercó a él sin decir nada más, acortando la distancia entre ellos.
Godric la observó con tranquilidad, esperando su siguiente movimiento, sin imaginar lo que haría a continuación. Con un gesto suave y natural, Niel se inclinó un poco hacia él y depositó un delicado beso en su mejilla helada.
El contacto fue breve, pero el frío de su piel contrastó con la calidez de los labios de la chica, creando un pequeño choque de ambas temperaturas.
Cuando se separó, Niel le dedicó una sonrisa ligera y sincera.
—De verdad disfruté esta noche —murmuró—. Me gustaría repetirla.
Godric la miró con sorpresa, no tanto por sus palabras, sino por la forma en que las decía.
No era solo una cortesía.
No era un comentario vacío.
Ella lo decía con una sinceridad que resonó en él de una manera inesperada.
Antes de que pudiera responder, Niel dio un paso atrás y levantó una mano en un gesto de despedida.
La magia comenzó a rodearla.
Desde sus pies, una suave nube de humo violeta empezó a elevarse, enroscándose a su alrededor como si estuviera envolviéndola en un velo.
El brillo púrpura iluminó suavemente la estancia, reflejándose en los ojos del vampiro, quien, una vez más, quedó sorprendido por la “facilidad” con la que Niel manipulaba su magia.
Era fascinante.
Era hermosa.
Y, en un parpadeo, con una última sonrisa en su rostro, desapareció en medio de la niebla.
El resplandor violeta se desvaneció junto con ella, dejando tras de sí solo el suave eco de su presencia.
Godric permaneció en la penumbra de su habitación, mientras la nube morada que había envuelto a Niel se desvanecía lentamente en el aire, dejando tras de sí un eco de su presencia. La sonrisa que se dibujaba en su rostro era tenue pero persistente, una muestra sincera de su satisfacción. Había notado en esa noche el deseo de repetir aquello, y él se había comprometido en silencio a que la próxima vez sería aún mejor, a cumplirlo con gusto.
Con movimientos pausados y deliberados, Godric tomó el jarrón de la encimera, aquel que había recibido la rosa mágica, y se dirigió por el pasillo subterráneo hacia su propia habitación. Cada paso resonaba en las frías piedras del corredor, y la penumbra parecía abrazarlo, ofreciéndole un refugio íntimo para sus pensamientos.
Al llegar, cerró la puerta tras de sí con un leve clic, sumergiéndose en la soledad de su santuario personal. Fue en ese instante cuando sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo; lo sacó lentamente, y al leer el mensaje de Eric—con su inconfundible doble sentido—no pudo evitar rodar ligeramente los ojos. Con un breve comentario, respondió:
“Ya estoy en casa.”
No le dio más importancia, apartando el teléfono y enfocándose en el jarrón que había colocado con tanto cuidado en la mesita de noche junto a su cama. La rosa brillaba con una luz sutil, sus pétalos irradiaban una belleza casi etérea, recordándole la delicadeza de aquello que Niel había compartido con él.
Con prisa y sin perder ni un instante, Godric se cambió. Usó su velocidad vampírica para hacerlo de manera casi instantánea, quedándose con un simple pantalón de pijama, dejando su torso desnudo a la intemperie de la noche. La frescura de su piel contrastaba con el calor que aún le dejaba la reciente compañía, y se dejó caer en la cama, acomodándose entre las sábanas con lentitud.
Una vez recostado, su mente comenzó a divagar, recorriendo una y otra vez los momentos de aquella noche. La feria, las risas, los juegos y, sobre todo, aquel beso en el lago. Recordaba con exactitud como fue el beso en el hotel, pero el beso en el lago se había grabado en su memoria con una intensidad especial. Cerró los ojos y revivió la sensación: la suavidad de los labios de Niel, la mezcla de timidez y deseo en el contacto, la calidez que inundaba su ser. Ese beso había sido dulce y, al mismo tiempo, poderoso, despertando en él emociones largamente dormidas.
Pero no eran solo los besos los que lo tenían absorto en sus pensamientos. También se asomaban preocupaciones sobre Niel. Esa noche, él había notado que ella no parecía estar bien físicamente, aunque nunca la presionaría para que le contara. Sabía que había historias que debía dejar que ella compartiría a su propio ritmo. Recordó, por ejemplo, cómo hace un rato ella le había hablado sobre su hermano fallecido, y se dio cuenta de que esa confesión había marcado un avance en su relación, una apertura que él valoraba profundamente, aunque no sabía aún cómo catalogarla.
Mientras su mente divagaba, Godric se encontró de nuevo recordando el beso. ¿Habría llegado a más? La primera vez los interrumpieron, y esa interrupción la había dejado avergonzada. Esa noche, Niel se había disculpado por sentirse “horrible”, por creer que su propio físico la hacía indigna. Pero Godric no la encontraba horrible; al contrario, la consideraba hermosa, muy hermosa, de una belleza que podía contemplarla durante horas sin cansarse.
Y no solo era linda por fuera. En su opinión, Niel habia sido de esas pocas personas que había conocido a lo largo de los siglos que de verdad poseían bondad en su corazón, un cariño tan inmenso que sin siquiera conocerla, te puedes dar cuenta de ello. Y esa era otra cosa que a Godric le gustaba de ella, lo buena persona que era ella, que no culpaba a los demás por los que habían hecho en su pasado, que decía que lo importante es quien eres ahora. Podía saber que ella siempre puede ver el lado bueno de todo, sin importar lo que fuera. Que escuchaba a los demás con total atención.
Por Dios, le dio un dibujo de una flor y ella le regaló una. Una que ella había creado a partir de su propia magia, para él, solo por que él había dicho que le gustaban mucho las flores. Y ese fue un regalo que definitivamente había sido el más hermoso que le habían dado jamás.
Y, hablando de flores, el hermoso brillo en los ojos de la rubia al recibir ese dibujo de una flor de cerezo, lo emocionada que se escuchaba su voz, se sintió bien al saber que ella apreciaba aquel simple regalo que él le había dado. Apareciendo una sonrisa en su rostro al recordarlo.
Entre esos pensamientos y otros más, Godric podía haber jurado qué se sonrojaba, solamente que era imposible ya que era un no-muerto, y ya no tiene la capacidad para hacerlo. Nunca se había sentido así, aquellas emociones que no habían salido en tanto tiempo por una chica que había conocido hace un par de días, que inclusive sentía que la conocía desde hace mucho tiempo, lo que era prácticamente imposible, ya que nunca la había conocido hasta que se la topo en el sótano de aquella iglesia. Su mente seguía dando vueltas sin parar, hasta que, finalmente, el peso de todo se volvió abrumador y, sin poder contrarrestarlo, cayó en un profundo sueño.
Así, en la quietud de su habitación, y el eco del mensaje de Eric se desvanecía en la penumbra, Godric se entregó al descanso, su mente plagada de recuerdos, deseos y la eterna promesa de volver a sentir el calor de Niel en su piel.
…
Niel reapareció en el centro de su habitación en la Ensoñación, envuelta en una densa nube morada que, poco a poco, comenzó a disiparse. Su magia aún vibraba en el aire, un leve resplandor púrpura danzando en la penumbra antes de extinguirse por completo. Aún sentía el ligero mareo que llegaba con el uso de su teletransportación; no estaba en su mejor estado, y su falta de control sobre su propia energía le pasaba factura. Debía arreglar eso cuanto antes.
Mañana visitaría la biblioteca de Aziraphale.
Ese pensamiento quedó a un lado cuando una sonrisa emocionada se dibujó en su rostro. Su corazón latía con fuerza en su pecho, agitado aún por los recuerdos frescos de la noche. Había sido divertida, más de lo que esperaba, más de lo que había sentido en años. No podía recordar la última vez que se había reído tanto, que se había sentido ligera y… acompañada.
Pero lo que más latía en su mente, lo que más le hacía vibrar las entrañas con un cosquilleo incesante, era el recuerdo de ese beso en el lago.
Dioses…
Su piel se estremeció, como si aún pudiera sentir el roce de sus labios contra los de él, la forma en la que Godric la había besado con una suavidad tan reconfortante, con tantas emociones contenidas en ese beso que la hacia qué quisieron repetirlo. También como la abrazo, sujetandola con firmeza mientras la rodeaba con sus brazos para atraerla aún más hacia él.
Al ser también una empática, podía sentir las emociones de las personas a su alrededor, algunos con más intensidad que otros, depende de lo que ella quisiera sentir y con la práctica de años para no abrumarse con la cantidad de sentimientos. Podía decir con certeza que eso no fue mentira, que la emociones que le transmitió con aquel beso no fue una mentira, tampoco con aquel abrazo. Y eso le ponía feliz, feliz al saber que no era una mentira.
Quería estar más cerca de él, acurrucada en sus brazos, simplemente disfrutando de la presencia del otro, hablando o no, las palabras no serían necesarias, aunque podía contarle un par de chistes de su lista de chistes malos que había esculpido a lo largo de los años —Y que Muerte le ayudo a desarrollar— o simplemente paseando por el bosque o entre las calles, tomados de la mano, mientras intercambian miradas furtivas antes de apartarla por los nervios. O que él le dedicará una sonrisa, ella le encantaba su sonrisa, se rio cuando le contó aquel chiste tan malo en él lago, aquella sonrisa contagiosa qué él vampiro al parecer no sabía que poseía.
Se imaginó estando juntos, en citas futuras, robándose besos cada que el otro se volteaba o distraía, o se perseguían para atrapar al otro, así que como en el bosque cuando ella le había quitado la rosa para desarrollar aquel momento tan divertido.
La rubia ahora tenía una gran sonrisa en su rostro, una qué desbordaba una emoción gigante. Y, decidiendo por fin que ya era de dormir y con manos perezosas, buscó entre sus prendas algo cómodo para dormir. Mientras lo hacía, se recordó a sí misma que debía remodelar su armario pronto, que necesitaba su libro de magia para hacerlo. Tantas cosas por hacer…
Una vez vestida con su ropa de dormir—una prenda suave, ligera—se dirigió a su cama. Antes de acostarse, sacó de su muñeca el brazalete y se quitó la diadema de su cabello, dejándolos cuidadosamente en el cajón de su mesita de noche. No quería perderlos.
Finalmente, se deslizó entre las sábanas, sintiendo cómo su cuerpo cedía ante el peso del cansancio. Su mente aún insistía en traerle imágenes de Godric, de sus labios, de sus manos, de su mirada.
Y así, con una emoción que irradia a de ella, finalmente pudo dormir.
…
En algún rincón del Reino del Sueño…
Morfeo tenía muchas responsabilidades. Demasiadas.
Entre vigilar al vórtice—que hasta ahora había demostrado ser más o menos inofensivo—y rastrear tanto al Corintio como a Fiddler’s Green en el mundo de la vigilia, su mente no tenía un solo momento de descanso. Había dejado a Niel en el mundo de los despiertos hacía unas horas, pero no podía evitar preocuparse por ella.
No porque dudara de su capacidad para defenderse—sabía perfectamente que podía hacerlo—sino porque ella era su creación. Su responsabilidad. Y aunque nunca lo admitiría en voz alta, se preocupaba mucho por ella.
Aún así, había otra razón por la que su preocupación persistía.
Godric.
Morfeo conocía al vampiro. Su existencia no era un secreto para él. No era cualquier criatura de la noche, sino una que había vagado por el mundo durante mas de dos mil años, dejando un rastro de muerte y sufrimiento en su camino. Pero también de redención.
No pudo evitar la tentación de buscar su libro en la biblioteca. No porque desconfiara completamente de él—bueno, en parte sí—sino porque quería entenderlo mejor. Cuando Matthew, su fiel cuervo, mencionó casualmente dónde y con quién estaba Niel, algo en él lo impulsó a verificar por sí mismo.
Deslizó sus dedos por los lomos de los libros hasta que encontró el indicado. La historia de Godric estaba escrita en esas páginas. Y lo que leyó no lo sorprendió, pero sí lo dejó reflexionando.
Sí, Godric había hecho cosas horribles. Atrocidades.
Como todo vampiro de su edad, había sido un depredador sin remordimientos, un monstruo que se alimentaba sin importar el dolor que dejaba a su paso, claro, no le sorprendía después de lo que los humanos —y el vampiro que lo compro— le hicieron cuando el todavía era un mortal. Pero lo que más le llamó la atención no fue su pasado sanguinario, sino los últimos dos siglos de su vida.
Durante los últimos doscientos años—incluso un poco más
-, Godric había estado ahogándose en la culpa de sus propios actos, un tormento constante que lo devoraba desde adentro. Y si bien eso no borraba sus pecados, Morfeo comprendía bien que la culpa era un castigo en sí mismo. Así era como las almas terminaban en el Infierno.
En algún punto de esa miseria auto infligida, incluso llegó a planear su propio final. Hubo noches en las que se quedó al borde del amanecer, permitiendo que la luz del sol se filtrara por las grietas de sus refugios, preguntándose si debía simplemente dejarse consumir, y cuando se entrego a esa iglesia de fanáticos locos. Pero entonces, apareció Niel.
Y todo cambió.
Morfeo cerró el libro y lo devolvió a su lugar. Esa era una historia que aún no terminaba.
Con un suspiro, decidió continuar con sus deberes. Procuró su reino, creó nuevos sueños y nuevas pesadillas, mantuvo el equilibrio de su dominio como siempre lo hacía.
Pero eventualmente, incluso los dioses y los eternos necesitaban un descanso.
Y fue así como, sin una palabra, sin un anuncio, apareció en el apartamento de Hob Gadling.
Morfeo lo había estado visitando con más frecuencia últimamente. Quizás porque, en la inmortalidad de Hob, encontraba algo que no existía en ninguna otra parte del universo: una conexión sincera.
Y, después de ciertos… acontecimientos, Morfeo y Hob ahora yacían juntos en el sofá de la sala de su viejo amigo, con Hob recostado en su hombro durmiendo felizmente después de que terminara la tercera película que vieron esa noche desde que llegó.
Y Sueño, sin apartar al inmortal de su hombro, acepto aquella muestra de confianza del hombre hacia él he hiso lo mismo; recostó su cabeza en la Hob, cerrando los ojos lentamente, sin tener intenciones de dormir, pero quedándose en esa posición para acompañarlo.
Notes:
Que tal les parecio?? Se que fue un poco más corto a comparacion de capítulos anteriores, lo siento. Pero el capitulo que sigue si es bastante largo.
Que tal les parecio Orfeo? No sabía si agregarlo, pero al final aquí esta. Aunque me gustaría explorar más a fondo la relación de hermanos que tiene Orfeo y Niel, diganme, que les parece esa idea?
🫶
Chapter 10: Demon and Angel
Notes:
Holiiiii, que tal?? Si, pasaron varias semanas, pero aquí estoy de vuelta, y este capítulo es el más largo que he escrito hasta ahora.
Disfruten!!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Unas cuantas horas después, Niel se levantó de golpe, respirando agitadamente, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Estaba desorientada, confundida. Su cuerpo sentía el peso de un sueño dudoso , uno que se desvanecía de su memoria más rápido de lo que podía asimilar.
Llevó una mano temblorosa a su frente, tratando de calmarse. Había sido un sueño raro. No una pesadilla, pero tampoco algo reconfortante. Se sentía… extraño.
No podía recordar casi nada con claridad. Retazos de imágenes vagaban por su mente como niebla disipándose bajo el sol. Gente. Rostros borrosos. Voces en susurros que se deslizaban entre las sombras de su subconsciente. Pero había algo que sí logró identificar:
El siglo XIX.
Se vio a sí misma en aquel tiempo, en un entorno que le resultaba familiar y, al mismo tiempo, ajeno. No sabía por qué había soñado con eso. No había ningún evento en particular de esa época que destacara en su vida, nada que pudiera explicar por qué su mente la arrastró allí en su descanso.
Un escalofrío recorrió su espalda.
Se frotó los brazos, como si quisiera desprenderse de aquella sensación extraña que se aferraba a su piel. Luego pasó las manos por su rostro, tratando de borrar el rastro del sueño y despejarse por completo.
Dirigió la mirada hacia el ventanal de su habitación.
La luz del día bañaba la Ensoñación, el sol brillaba en lo alto, iluminando el paisaje onírico con una calidez que contrastaba con la confusión en su pecho. A juzgar por la posición del sol, debía ser mediodía.
—Dormí bastante —murmuró para sí misma.
Calculó que habían pasado al menos seis o siete horas desde que se acostó. Más de lo que esperaba.
Con un suspiro, se obligó a salir de la cama. Sentía su cuerpo algo entumecido, así que al ponerse de pie, se estiró con un ligero quejido. Sus músculos protestaron, pero el movimiento la ayudó a sacudirse la somnolencia que quedaba.
Hoy tenía cosas que hacer.
Sueño no le había asignado ninguna tarea hasta ahora, lo cual le pareció inusual. Morfeo solía tener siempre algo en mente para ella, pero parecía estar ausente. De hecho…
No sentía su presencia en la Ensoñación.
Eso sí que era extraño.
Frunció el ceño. ¿Dónde estaba?
Negó con la cabeza, desechando las dudas por el momento. Se lo preguntaría a Matthew más tarde. El cuervo siempre sabía dónde andaba Morfeo, así que lo buscaría cuando terminara de asearse.
Con ese pensamiento en mente, se dirigió hacia el baño, todavía con la sombra de su sueño rondando en su cabeza. Algo dentro de ella le decía que no lo ignorara. No sabia que hacer.
Después de una ducha refrescante, vestirse y prepararse, Niel tenía claro cuál sería su próximo destino: la biblioteca de Aziraphale en Londres. Allí, encontraría los libros que tanto necesitaba, para recuperar el dominio completo de su magia.
Sin embargo, antes de eso, había algo más urgente que atender: su estómago.
Una punzada de hambre la sacudió con fuerza, recordándole que no había comido nada en varias horas. Era raro que sintiera hambre tan seguido, pero después de la noche que tuvo, su cuerpo claramente le exigía recuperar energías.
Con paso rápido, salió de su habitación y se dirigió a la gran cocina del palacio de la Ensoñación. Esta vez no se perdió tanto como antes. Era un pequeño avance.
A medida que se acercaba a las enormes puertas de la cocina, un murmullo animado llegó a sus oídos. Desde el otro lado, podía escuchar el sonido de ollas chocando, cucharones removiendo caldos, cuchillos picando ingredientes con precisión, y pequeñas voces parloteando con entusiasmo.
Con confianza, empujó lentamente la puerta y entró.
El calor del lugar la envolvió de inmediato. El aire estaba cargado con una mezcla deliciosa de aromas: pan recién horneado, especias dulces y saladas, carne cocinándose a fuego lento, frutas frescas. Era un paraíso gastronómico.
Y en medio de todo ese caos perfectamente organizado, estaban los duendes cocineros.
Criaturas diminutas de orejas puntiagudas, ataviadas con pequeños delantales y gorros de chef, corrían de un lado a otro con platos flotando a su alrededor, preparando alimentos con una velocidad impresionante. Parecía un ballet coreografiado con precisión milimétrica.
Algunos revolvían calderos con cucharonazos vigorosos, otros amasaban pan con sus diminutas manos, mientras que los más pequeños subían sobre las encimeras para alcanzar ingredientes en los estantes altos.
Niel no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la escena.
Sin embargo, en cuanto cruzó el umbral, varias cabezas se giraron en su dirección. Los duendes se detuvieron por un instante, observándola.
Uno de ellos, notablemente más alto que los demás (aunque seguía siendo bastante pequeño en comparación con ella), se adelantó con una ceja alzada, mirándola con suspicacia.
Niel sintió la intensidad de su mirada y, algo nerviosa, se aclaró la garganta.
—Eh… hola. —Sonrió con un poco de timidez—. Tengo hambre.
El duende la escrutó por un momento más, luego su rostro se iluminó con una gran sonrisa, mostrando sus pequeños colmillos.
—¡¿Tienes hambre?! —exclamó con emoción, girándose inmediatamente hacia su equipo—. ¡Chicos, Niel será nuestra víctima de nuevo!
Antes de que Niel pudiera procesar lo que ocurría, el pequeño líder gritó órdenes en su idioma, y la cocina estalló en actividad frenética, en definitiva, la usaran como sujeto de pruebas de nuevo, lo habia olvidado.
Los duendes corrieron de un lado a otro, recogiendo ingredientes y sacando utensilios. Era un espectáculo impresionante.
Niel parpadeó, con una expresión dramática.
—Espera… ¿Por qué siempre yo?
El duende líder le dedicó una sonrisa traviesa.
—¡Eres la única que se deja! Además, siéntete honrada, ¡Tienes el honor de ser nuestro sujeto de prueba!
Antes de que pudiera responder, una silla apareció detrás de ella, empujándola suavemente hacia una mesa.
—Siéntate, siéntate —le dijo el duende, frotándose las manos con emoción—. ¡Déjanos sorprenderte!
Niel suspiró, resignándose a lo que fuera que estaban preparando. Solo esperaba que su comida no terminara incendiándose… o peor, que cobrara vida. De nuevo.
Los minutos se sintieron interminablemente largos.
Sentada a la mesa, rodeada por duendes cocineros que la observaban con ojos brillantes y expectantes, Niel intentó comer lo más que pudo. La comida, sin duda, estaba deliciosa. Los sabores eran una mezcla armoniosa de especias y texturas que se deshacían en su boca, y aunque al principio le preocupaba que los duendes fueran demasiado… creativos con sus recetas, todo lo que probó resultó ser exquisito.
Pero su estómago no daba para más.
No importaba cuánto intentara, simplemente no podía seguir comiendo.
Cada bocado se sentía como si estuviera obligándose a comer, como si su cuerpo rechazara la idea de consumir demasiado. Era extraño, aunque no del todo sorprendente. Desde que había sido liberada, no habia podido comer una cantidad considerable de comida.
Los duendes notaron que se detenía.
Uno de ellos ladeó la cabeza y le preguntó con curiosidad:
—¿No te gustó?
Niel negó rápidamente con la cabeza.
—¡No, no es eso! Estaba increíble, en serio. Es solo que… —bajó la mirada un momento, presionando los labios—. Ya me llene.
El silencio se hizo pesado por un segundo.
Los pequeños cocineros intercambiaron miradas, claramente decepcionados. Su líder, el mismo duende que la había recibido con tanta emoción, cruzó los brazos y suspiró dramáticamente.
—Bueno, eso es una lástima —dijo, sacudiendo la cabeza con tristeza—. Hicimos todo esto con mucho cariño, ¿sabes?
Niel sintió una punzada de culpa.
—Lo sé —dijo con una sonrisa suave—. Y de verdad lo aprecio. Todo estaba delicioso, pero mi estómago no puede más.
Los duendes suspiraron al unísono. Parecían un pequeño ejército derrotado.
Pero antes de que la tristeza se asentara demasiado, Niel les sonrió con más entusiasmo.
—Les prometo que volveré en otra ocasión y me quedaré todo el tiempo que ustedes quieran.
Las orejas puntiagudas de los duendes se alzaron al instante, y sus ojos volvieron a brillar con emoción.
—¿Lo dices en serio? —preguntó uno de ellos.
—Claro —respondió Niel sin dudar—. La próxima vez, hasta podría ayudarlos en la cocina.
Eso pareció animarlos aún más.
—¡Oh, eso sería increíble! —exclamó otro duende, saltando de emoción.
—¡Hecho, entonces! La próxima vez, Niel cocinará con nosotros.
Antes de que pudiera arrepentirse de sus palabras, los duendes comenzaron a recoger los platos y despedirse de ella con entusiasmo.
Niel se puso de pie y, con un último gesto de agradecimiento, salió de la gran cocina. Su paso fue rápido mientras se dirigía de regreso a su habitación. Había perdido suficiente tiempo, y aún tenía cosas que hacer.
Al llegar, no se detuvo demasiado. Sabía exactamente a dónde debía ir ahora. Se colocó en el centro de la habitación, cerró los ojos y dejó que su magia fluyera a través de ella.
La nube morada volvió a envolverla.
Por unos segundos, sintió la familiar sensación de la teletransportación, su cuerpo desvaneciéndose en el aire como si nunca hubiera estado allí. En un abrir y cerrar de ojos, desapareció, dejando su habitación en completo silencio.
El cambio de ambiente fue instantáneo.
De la calma silenciosa de su habitación en la Ensoñación, Niel pasó a un callejón oscuro y húmedo en el corazón de Londres. Un escalofrío recorrió su piel al notar la diferencia de temperatura, el aire fresco cargado con el aroma a lluvia reciente, asfalto y un leve toque de humo de cigarro.
Sin perder tiempo, se sacudió la sensación de desorientación y salió del callejón, incorporándose a la multitud bulliciosa de Soho.
Londres siempre tenía este ritmo vibrante y acelerado, una danza constante de peatones caminando con prisa, luces de neón parpadeando en los escaparates, y el sonido de automóviles, risas y conversaciones mezclándose en el aire. Niel se detuvo un momento para orientarse, recordando las indicaciones que Lucienne le había dado hacía unos días.
—Bien, la librería de Aziraphale… debería estar cerca.
Concentrándose en los carteles y nombres de las calles, comenzó a avanzar, pero la tarea resultó más difícil de lo que imaginó. Dobló esquinas equivocadas, entró a un par de tiendas por error y hasta terminó en una pequeña cafetería antes de darse cuenta de que iba en la dirección opuesta.
—Esto es ridículo —murmuró para sí misma, suspirando.
Finalmente, cuando estaba a punto de rendirse y simplemente preguntar a alguien, una amable joven rubia en una tienda de vinilos la notó perdida y se acercó con una sonrisa.
—¿Buscas algo en particular?
—Sí, de hecho… —Niel dudó un segundo antes de continuar—. Estoy buscando una librería, pertenece a un hombre llamado Aziraphale.
Los ojos de la chica se iluminaron.
—¡Oh! Sí, la librería del viejo excéntrico. No mucha gente va allí, pero está a solo un par de calles. Déjame indicarte.
Con amabilidad, la joven le explicó la ruta exacta, y esta vez, Niel logró encontrar la librería sin más inconvenientes.
Se detuvo frente a la gran puerta de madera y, con un suspiro, la empujó con suavidad.
El interior del establecimiento era justo como lo imaginaba.
Altos estantes repletos de libros se extendían hasta el techo, con pilas de ejemplares regados en mesas y sillones de cuero antiguos estratégicamente ubicados. El aroma a papel viejo, tinta y una pizca de té impregnaba el aire.
Era un lugar acogedor.
Niel buscó con la mirada al ángel, esperando verlo entre los estantes o tras el mostrador, pero antes de poder llamarlo, una voz monótona y aburrida rompió el silencio.
—No encontrarás lo que buscas aquí.
Se giró rápidamente.
Un hombre pelirrojo, vestido completamente de negro y con gafas de sol oscuras, estaba reclinado despreocupadamente en uno de los sillones de cuero. Sus pies estaban apoyados en la mesita de café, y en sus manos sostenía un libro que leía con una expresión de aburrimiento absoluto.
Crowley.
Niel entrecerró los ojos, alzando una ceja con diversión ante su actitud.
—Yo creo que si… —Replico con una sonrisa divertida—. Me alegra verte también, Crowley.
El demonio levantó la vista de inmediato.
Su cuerpo se tensó, y por un momento, pareció completamente descolocado. Con un gesto rápido, se quitó las gafas de sol, revelando sus ojos amarillos con pupilas en línea vertical, abiertos de par en par.
La sorpresa en su rostro era genuina.
—¿Niel?
Su tono era una mezcla de incredulidad y asombro. La observó fijamente, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
Niel levantó la mano en un gesto de saludo, una sonrisa divertida asomándose en sus labios. Crowley, tras su momento de sorpresa, se recolocó las gafas de sol con un movimiento rápido y casi nervioso, como si necesitara recuperar su compostura. Se aclaró la garganta, enderezándose en el sillón con la despreocupación fingida que lo caracterizaba.
—No esperaba encontrarte aquí —murmuró, con su tono arrastrado y relajado, aunque la sorpresa aún no desaparecía del todo de su rostro.
—Bueno, yo tampoco esperaba encontrarte a ti primero—replicó Niel con una media sonrisa—, a veces se me olvida que te gusta estar pegado a Aziraphale.
—Por supuesto que no—contradijo Crowley con una mueca.
Niel se rio y miró a su alrededor, su mirada recorriendo las imponentes estanterías repletas de libros antiguos, hasta detenerse de nuevo en el demonio.
—¿Dónde está Aziraphale?
Crowley iba a responder con su típica actitud indiferente cuando, de repente, un pequeño grito de sorpresa resonó desde el segundo piso de la librería.
Ambos giraron la cabeza hacia arriba.
Aziraphale, de pie en la escalera, sostenía una pila de libros en sus brazos, su rostro reflejando una mezcla de asombro y genuina felicidad. Sus ojos azules brillaban con entusiasmo al reconocer a la joven rubia parada en la entrada.
—¡Oh, cielos benditos! ¡Niel!
El ángel quedó paralizado por un segundo, como si temiera que la visión de la muchacha fuera un truco de su imaginación. Pero en cuanto la certeza lo golpeó, descendió apresuradamente por la escalera, con torpeza y emoción a partes iguales.
Niel no pudo evitar reírse ante su reacción, mientras Crowley rodaba los ojos y suspiraba con exageración, claramente acostumbrado a tales efusividades por parte de su viejo amigo.
Aziraphale, en su apuro, dejó caer los libros en un carrito que ya estaba repleto de otras obras, sin importarle demasiado el desorden momentáneo. En cuanto tocó el suelo, se acercó a Niel con los brazos abiertos y la rodeó en un fuerte abrazo.
—¡Querida niña, cuánto tiempo! ¡Qué alegría verte aquí!
Niel le devolvió el abrazo con una sonrisa sincera.
—También te extrañé mucho, Aziraphale.
Se separaron luego de unos segundos, y el ángel le dedicó una mirada cariñosa antes de volverse hacia Crowley con un leve fruncimiento en el ceño.
—¿Y por qué no me avisaste que Niel estaba aquí? —lo reprendió en tono juguetón.
Crowley, con los brazos cruzados, se recostó aún más en el sofá y murmuró con desinterés:
—Acaba de llegar, ángel. No tengo poderes psíquicos, ¿sabes?
Aziraphale bufó y negó con la cabeza, pero su expresión seguía iluminada por la felicidad del reencuentro. Niel observó la escena con diversión, encantada de ver que ambos seguían igual a como los recordaba: Aziraphale con su calidez y su ternura desbordante, y Crowley con su sarcasmo y actitud relajada, aunque en el fondo se notaba que también estaba contento de verla.
La joven había conocido a Aziraphale hace un par de siglos, gracias a Crowley. En más de una ocasión, el demonio se paseaba por la Ensoñación, buscando un escondite temporal o simplemente un lugar tranquilo donde pasar el rato lejos de los ojos del Infierno. En una de esas visitas, terminó presentándole al ángel, y para sorpresa de todos, Niel y Aziraphale hicieron clic de inmediato.
Ambos compartían un profundo amor por la magia, los misterios del universo y, sobre todo, los libros. Niel podía pasar horas escuchando a Aziraphale hablar sobre antiguos grimorios, hechizos perdidos en el tiempo y textos místicos que solo unos pocos tenían el privilegio de conocer. Y aunque su amistad con Crowley era distinta—llena de sarcasmo, comentarios mordaces y una competencia amistosa de quién podía ser más astuto—, también lo apreciaba enormemente.
La librería de Aziraphale siempre había sido un refugio para ella—No solo estas, sino todas las que tuvo el ángel a lo largo de los siglos— un lugar donde podía ser simplemente Niel sin preocuparse por el peso del mundo. Y ahora, estando aquí de nuevo, rodeada por estos dos seres tan únicos, se dio cuenta de cuánto lo había extrañado.
El sonido de las páginas de un libro al ser pasadas con desgano llenaba el aire en la librería, mientras Niel observaba a Crowley con una mezcla de paciencia e incredulidad. El demonio fingía leer, pero la rubia sabía que no estaba concentrado en el contenido de las páginas, sino en la conversación que tendría con Aziraphale.
Rompiendo el silencio, Niel decidió que no tenía tiempo para rodeos.
—Aziraphale, quería preguntarte algo.
El ángel, que aún la miraba con ternura y emoción por el reencuentro, parpadeó un par de veces antes de inclinar levemente la cabeza en señal de atención.
—Por supuesto, querida. ¿En qué puedo ayudarte?
Niel se cruzó de brazos, mirándolo con una ceja alzada.
—Lucienne me dijo que hace mucho tiempo tomaste mis libros.
Aziraphale abrió los ojos con sorpresa y su expresión se tornó levemente culpable.
—¿Mis libros de magia? —continuó ella, con una mezcla de curiosidad y leve reproche en la voz—. ¿Podrías devolvérmelos?
El ángel llevó una mano a su barbilla, pensativo, y luego su rostro se iluminó.
—¡Oh, sí! Los tengo, los tengo. Claro que puedo dártelos ahora mismo, querida, pero necesitaré un momento para buscarlos. Están… por ahí.
Niel entrecerró los ojos con escepticismo, pero la expresión encantadoramente inocente de Aziraphale hizo que suspirara y le dedicara una sonrisa.
—Está bien, puedo esperar.
—¡Magnífico! —exclamó el ángel con entusiasmo, antes de desaparecer entre los pasillos de la librería, moviéndose con una energía inusualmente ágil para alguien de su edad aparente.
Mientras el sonido de sus pasos y el murmullo de libros siendo revisados llenaba el aire, Niel se dejó caer en uno de los cómodos sillones de cuero. La suavidad del material y el leve crujido del cuero al acomodarse le dieron una sensación de relajación momentánea. Frente a ella, Crowley se mantenía en la misma postura despreocupada de antes, con los pies aún sobre la mesita de café y el libro apoyado en su regazo.
Aparentemente, no le prestaba atención en lo absoluto.
Niel se recostó más en el sillón, fijando su vista en el techo de la librería. Sus dedos tamborileaban suavemente sobre el brazo del sillón mientras se perdía en sus pensamientos, esperando con paciencia a que Aziraphale regresara con sus libros.
Pero entonces, Crowley habló.
—¿Quién es el afortunado?
Su tono era casual, casi monótono, pero Niel notó en él un matiz de diversión y burla muy bien disimulado.
La pregunta la tomó completamente por sorpresa.
—¿De qué estás hablando? —respondió, frunciendo levemente el ceño y girando la cabeza para mirarlo.
El demonio apenas levantó la vista de su libro, arqueando una ceja por encima de sus gafas oscuras.
—Vamos, Niel. No te hagas la despistada. —Pasó una página con una calma exagerada, disfrutando del desconcierto de la joven—. Me refiero al chico con el que te estás viendo.
El rostro de Niel se tornó de inmediato de un rojo intenso.
—¡Eso no es de tu incumbencia! —exclamó con una mezcla de indignación y vergüenza.
Su respuesta fue demasiado rápida, demasiado contundente.
Crowley esbozó una sonrisa burlona y cerró su libro de golpe, apoyándolo sobre su regazo. Se inclinó ligeramente hacia adelante, mirándola como un depredador que acaba de atrapar a su presa en una trampa.
—Ni el mismísimo Dios se creería eso.
El corazón de Niel martillaba contra su pecho. Sentía su rostro arder y, por más que intentara parecer tranquila, el temblor en su voz y la forma en que desvió la mirada la delataban completamente.
Durante unos segundos, intentó sostener la mirada de Crowley, pero la sonrisa de suficiencia en el rostro del demonio la hizo rendirse.
Resignada, suspiró y se hundió en el respaldo del sillón.
—Está bien… —murmuró, evitando mirarlo directamente—. ¿Cómo lo supiste?
Crowley sonrió ampliamente, como si hubiera estado esperando exactamente esa pregunta.
—Soy un demonio, Niña. Observar y oler las cosas es parte de mi naturaleza.
Levantó una mano y la movió en un gesto vago.
—Y déjame decirte que llevas su presencia impregnada por todo tu cuerpo.
El cerebro de Niel se desconectó por completo por unos segundos.
Su piel se erizó, y el calor en su rostro se intensificó de una forma casi insoportable.
Se llevó las manos a la cara con un gemido de frustración, ocultando su vergüenza.
—Mierda…
Crowley soltó una carcajada fuerte y burlona.
—Sí, él te encanta.
—¡Cállate, Crowley!
La risa del demonio solo se hizo más fuerte mientras Niel se encogía en su asiento, intentando procesar el hecho de que su relación con Godric era tan obvia que incluso un demonio lo había notado sin esfuerzo.
Definitivamente, este no era el tipo de conversación que esperaba tener al venir aquí.
Niel aún se encontraba en su rincón del sofá, hundiéndose en su propia vergüenza mientras Crowley se reía con una diversión descarada. Sus ojos dorados brillaban con malicia, disfrutando cada segundo del bochorno de la joven.
—No puedo creer que esto te incomode tanto —dijo el demonio entre carcajadas, secándose una lágrima imaginaria de la comisura del ojo—. ¿Acaso el gran Morfeo no te enseñó a tener una mejor cara de póker?
Niel le lanzó una mirada asesina, pero antes de que pudiera replicar, el sonido de pasos apresurados llenó la librería.
De repente, Aziraphale apareció en la sala con los brazos cargados de libros, su expresión iluminada por la emoción, aunque con un rastro de confusión en su rostro.
—¿Pero qué está pasando aquí? —preguntó, mirando a Crowley con recelo y luego a Niel, quien parecía estar al borde de explotar.
Niel abrió la boca para negar cualquier cosa, su mente formulando una excusa apresurada, pero antes de que pudiera hablar, Crowley la interrumpió con una sonrisa de diablillo.
—Niel tiene novio —anunció con tono de burla y satisfacción.
Un silencio pesado y absoluto llenó la estancia por un par de segundos.
Aziraphale dio un respingo audible, soltando un jadeo escandalizado y mirando a Niel como si acabara de recibir la noticia más increíble del siglo.
—¡Oh, cielos benditos! —exclamó, sus ojos celestes brillaban de emoción pura.
Niel sintió cómo su cara ardía instantáneamente.
—¡No es mi novio! —exclamó, volteándose furiosa hacia Crowley.
El demonio, con una sonrisa ladina, simplemente se encogió de hombros con falsa inocencia.
—Si no fuera tu novio, no tendrías su presencia impregnada en ti —dijo con una calma exasperante—. Ni su olor.
Niel sintió un escalofrío de horror.
—¿Su olor…?
Crowley inclinó la cabeza y la olfateó exageradamente desde su asiento, como si estuviera evaluando el aroma de un vino fino.
—Mmm, sí. Un olor viejo y fuerte —hizo una pausa, dramatizando—. Y a depresión también.
Niel casi se atraganta.
—¡Oh, por todos los cielos! —exclamó Aziraphale de nuevo, dejando caer los libros con entusiasmo sobre la mesa y caminando hacia ellos con pasos apresurados.
El ángel agitó las manos con emoción, golpeando ligeramente los pies de Crowley hasta que el demonio los bajó de la mesita de café con una mueca de fastidio. Luego, Aziraphale se inclinó sobre la mesa, mirándola con ojos brillantes y curiosos.
—¡Esto es maravilloso, querida! ¡Tienes que contármelo todo!
Niel quiso desaparecer en ese instante.
Se cubrió la cara con ambas manos y dejó escapar un sonido de absoluta derrota.
Crowley seguía riéndose para sí mismo, disfrutando del momento.
—¡No hay nada que contar! —dijo Niel, su voz ahogada por sus propias manos—. ¡No tenemos nada serio!
Si, esa ultima frase tenia anhelo en ella, deseando que fuera todo lo contario.
Aziraphale puso las manos sobre su pecho y ladeó la cabeza con ternura.
—Oh, pero querida, si Crowley lo notó tan fácilmente, entonces debe haber algo especial en él —dijo con una sonrisa dulce.
Niel sintió un nuevo golpe de vergüenza en el pecho.
Crowley chasqueó la lengua, inclinándose hacia adelante con una sonrisa burlona.
—Sí, dime, ¿cómo es que terminaste con un vampiro mas viejo que el mismísimo Jesús con aroma a tragedia?
Niel lo fulminó con la mirada.
—¡Crowley!
El demonio se encogió de hombros con fingida indiferencia.
—¿Qué? Es una pregunta legítima.
Aziraphale asintió con energía.
—Oh, sí, ¡tengo curiosidad también!
Niel se dejó caer en el sofá con un suspiro profundamente exasperado.
Sabía que no iba a salir de esta tan fácilmente.
Aziraphale no podía quedarse quieto. Se removía constantemente en su sillón, con una sonrisa contenida que amenazaba con estallar de puro entusiasmo. El brillo en sus ojos era como el de un niño a punto de escuchar el final de su cuento favorito. Crowley, por otro lado, se mantenía apoyado despreocupadamente en el respaldo de su silla, con los lentes oscuros puestos, aunque había bajado ligeramente el marco para observar mejor a Niel. Fingía desinterés, pero su atención estaba completamente enfocada en cada palabra que la rubia estaba por pronunciar.
Niel tragó saliva, sintiéndose expuesta como si la luz de la librería la alumbrara solo a ella. La vergüenza le ardía en las mejillas, y su voz apenas salió al principio, temblorosa y baja.
—Primero que nada… no es mi novio —aclaró rápidamente, agachando la mirada, ocultando parte de la verdad más por instinto que por decisión.
Tanto Aziraphale como Crowley intercambiaron una mirada rápida.
—Nos conocimos hace apenas unos días —continuó con cierta timidez—. Hemos convivido un poco… y anoche tuvimos una cita y… —sus mejillas se coloraron antes de decir lo ultimo—: nos besamos.
No bien terminó la frase, Aziraphale soltó un chillido ahogado de emoción, llevándose las manos al pecho como si estuviera presenciando el clímax de una novela romántica. Niel se hundió un poco más en su asiento, visiblemente apenada.
—Pero no es como ustedes creen… somos solo amigos —agregó apresurada, aunque su voz delataba una pizca de frustración que no pasó desapercibida.
Crowley ladeó la cabeza, con una ceja arqueada detrás de sus gafas.
—Los amigos no se besan —dijo con tono sarcástico, pero sin malicia—. Eso me suena a algo más.
—¡Estoy de acuerdo! —exclamó Aziraphale, completamente involucrado en la historia—. Suena como un romance en sus primeras etapas, ¿no crees?
—¡No, no! —insistió Niel, un poco más fuerte de lo esperado—. Solo… solo nos besamos dos veces. Pero seguimos siendo amigos. Nada más—al decir lo ultimo, su voz sonó decepcionada y triste.
El silencio se hizo por un momento, cargado de todo lo que ella no decía. Aziraphale ladeó la cabeza con ternura, observándola con genuina curiosidad.
—¿Pero… te gusta?
La pregunta fue sencilla, directa, pero cayó como una piedra en el agua, causando ondas invisibles en el ánimo de Niel. Ella se quedó callada, mirando sus manos entrelazadas sobre sus piernas, como si la respuesta estuviera escrita ahí y solo tuviera que leerla.
—No lo sé… —susurró al fin—. Me hace sentir… confundida. Es como si despertara ese tipo de sentimientos que hace mucho no sentía. Cuando estoy con él, todo se mezcla. Me siento nerviosa… pero también tranquila. Alegre… comprendida.
—Eso me suena a que te gusta, y mucho —dijo Crowley sin rodeos, encogiéndose de hombros como si fuera lo más obvio del mundo.
Los ojos de Niel se agrandaron, y alzó la mirada justo a tiempo para ver las expresiones similares de los dos seres inmortales. Aziraphale tenía una sonrisa suave, compasiva. Crowley parecía más divertido que otra cosa, pero no por burla, sino por el hecho de que todo esto le parecía deliciosamente humano.
—¿Y qué es lo que te gusta de él? —preguntó Aziraphale, inclinándose ligeramente hacia ella.
La pregunta la hizo sonrojarse aún más. Niel dudó, luchando internamente entre lo que quería decir y lo que sentía demasiado íntimo como para poner en palabras.
—Bueno… no mentiré, él es muy atractivo—confesó rápidamente, casi en un murmullo.
—Ajá… —dijo Crowley con una sonrisa ladeada—. Empieza por lo superficial, como debe ser.
Aziraphale le dio un manotazo en el brazo, sin dejar de mirar a Niel con atención.
—Pero también, no todo es lo superficial, Crowley… su personalidad. Él es tranquilo, y algo serio. Cuando estoy con él, me siento en tranquila y en paz… como si no tuviera que esconder nada. Como si por fin pudiera respirar.
Mientras hablaba, la voz de Niel comenzaba a cambiar. De nerviosa y temblorosa, se tornó cálida, envuelta en una dulzura y cariño casi involuntaria. Sonreía sin darse cuenta, recordando momentos, gestos, detalles que había guardado sin saberlo.
—Es reservado, sí, pero cuando sonríe… —hizo una pausa, como si lo viera frente a ella—. Tiene una forma de hacerlo que te hace sentir como si tú fueras el motivo, Se ríe de mis chistes, aunque sé que son terribles.
—Pobrecito —murmuró Crowley con falsa lastima, ganándose otra palmada de Aziraphale.
—Pero aún así… lo hace. Me escucha. Me mira como si realmente importara lo que tengo que decir. Y cuando me abraza... Me hace querer estar a su lado siempre, ayudarlo y apoyarlo, decirle que a pesar de todo… todo estará bien.
La sala se quedó en silencio por un instante más. La calidez de su voz, la ternura en cada palabra, hablaban más alto que cualquier afirmación directa, como se le quebrara con cada oración debido al acumuló de emociones, y como sus ojos parecían reflejar lo que ella sentía en ese momento cuando hablaba de él.
Amor.
Aziraphale fue el primero en asentir, con una expresión casi paternal.
—Eso suena como algo muy especial, querida.
—No es solo que te guste —añadió Crowley, quitándose las gafas para mirarla directamente con esos ojos dorados e intensos—. Estás enamorada. Y hasta el cuello.
Niel bajó la mirada, intentando negar, pero no pudo. Su rostro, su sonrisa tímida, sus ojos brillantes… todo la delataba.
—Tal vez… tal vez sí lo estoy.
Los tres se quedaron allí por un momento, con la confesión flotando en el aire como un secreto compartido. Niel parecía más relajada, su cuerpo menos tenso, como si se hubiera quitado un peso de encima al admitir, aunque tímidamente, lo que sentía. Aziraphale seguía con una sonrisa amplia en el rostro, con las manos entrelazadas sobre su regazo, mirándola como si hubiera presenciado un momento divino. Crowley, por su parte, ocultaba su diversión tras una expresión neutra, aunque sus labios todavía conservaban ese dejo de burla encantadora.
—Bueno, bueno —dijo el demonio pelirrojo tras unos minutos de silencio, cruzándose de brazos con dramatismo fingido—, eso de estar enamorada de un vampiro milenario… suena peligrosamente poético. Pero, oye, si te gusta que te muerdan el cuello, no vamos a juzgarte.
Niel lo miró con los ojos como platos, su rostro se encendió de vergüenza mientras Aziraphale abría la boca en una exclamación indignada.
—¡Crowley! —reprochó el ángel, dándole un codazo.
—¡¿Qué?! Solo estoy diciendo lo que todos están pensando —respondió con un tono despreocupado, aunque la diversión le brillaba en los ojos—. ¿O no te parece que tienen esa tensión…? ¿Cómo le dicen los humanos…?
Niel escondió el rostro entre las manos, claramente al borde de la risa y la desesperación.
—¡Por favor, para! ¡No digas esas cosas! —Interrumpió antes de que el pelirrojo continuara.
Crowley soltó una carcajada breve y se levantó con un movimiento ágil, sacudiéndose la chaqueta negra.
—Yo ya cumplí con mi cuota de chismes por el día. Me voy a buscar algo de comer… estoy famélico.
Aziraphale resopló.
—No me digas que piensas ir a devorar comida chatarra otra vez…
—Claro que no —respondió Crowley, fingiendo indignación mientras se dirigía a la puerta—. Estoy pensando en algo más refinado. Tal vez una sopa. O un alma corrupta a medio cocer.
El demonio guiñó un ojo y, con un gesto exagerado de despedida, desapareció tras el repique de la campanita sobre la puerta.
En la sala volvió a quedar un silencio más íntimo, menos bullicioso. Niel se levantó, con intención de recoger los libros que había dejado sobre la mesa. Era su momento de marcharse, o eso pensó, hasta que la voz tranquila, pero cargada de preocupación de Aziraphale rompió la calma.
—¿Estás bien, querida?
Niel se detuvo. Sintió cómo esa simple pregunta golpeaba algo dentro de ella. Un nudo invisible se formó en su pecho, presionando suave pero constante. Giró lentamente hacia el ángel, quien la miraba con esos ojos azules llenos de bondad. Había calidez en su expresión, pero también una seriedad que no solía mostrar.
—¿Qué…? Sí, claro. Estoy bien —respondió rápidamente, aunque incluso para ella sonaba falso.
—¿Segura?
Niel dudó por un segundo. Su mano se quedó suspendida en el aire, a medio camino entre su cuerpo y los libros. Terminó por soltar un suspiro y volvió a sentarse, lentamente, como si algo en el tono de Aziraphale le hubiese ordenado quedarse.
El ángel no dijo nada por unos segundos. Solo la miró, inclinándose ligeramente hacia adelante, entrelazando los dedos frente a él.
—Sabemos lo que ocurrió, Niel —dijo con suavidad—. O al menos una parte de ello. Sabemos que tú y Sueño fueron secuestrados. Fue un alivio enorme cuando reaparecieron... pero tú, pasaste por muchas cosas allí. Yo… me preocupó. Mucho.
Las palabras eran suaves, casi un susurro. Pero cada sílaba estaba cargada de sentimiento. Niel lo notó y bajó la mirada, sintiendo un leve ardor en los ojos. El nudo en su pecho pareció apretarse más.
—Fue terrible, ¿verdad?
Ella no respondió. Solo se quedó callada, inmóvil, como una estatua. La mención de su cautiverio, de esos años oscuros encerrada en un lugar que olía a moho y desesperanza, encendió recuerdos que se había obligado a dejar en lo más profundo de su mente.
Aziraphale percibió la reacción. Y entonces, con ese tono paciente que usaba con los libros más frágiles y antiguos, preguntó:
—¿Te sentirías cómoda si me contaras?
La pregunta se quedó flotando en el aire. Niel lo pensó. Aziraphale y Crowley la habían ayudado, la habían acogido sin pedir nada a cambio. Ella los admiraba profundamente… y confiaba en ellos. Más de lo que se permitía confiar en otros.
Asintió. Fue un movimiento leve, apenas perceptible, pero suficiente para que el ángel cambiara de posición. Se movió en su asiento, dejando un espacio a su lado, y palmeó suavemente el cojín.
—Ven. Aquí estoy.
Niel se levantó con lentitud, como si el aire pesara más de lo normal. Caminó hasta él y se sentó a su lado. Aziraphale esperó con calma, sin apurarla, dejando que el silencio fuera un refugio y no una presión.
La rubia inhaló profundamente, tratando de contener las lágrimas que ya comenzaban a acumularse en sus ojos.
—No… no le he contado esto a nadie —confesó en voz baja—. Solo Morfeo lo sabe… y Godric creo que apenas tiene una idea. Nunca he hablado de esto. Nunca.
Aziraphale asintió despacio, sin interrumpirla.
—No tienes que contar todo, si no quieres. Solo lo que necesites soltar.
Niel cerró los ojos, respiró hondo otra vez. Y entonces, con la voz rota y temblorosa, empezó a hablar. Decidió contar lo que pudo, cada cosa que paso en ese lugar se lo conto a Aziraphale, recalcando que solo paso en los primeros de 10 años.
…
El vampiro abrió lentamente sus ojos, como si aún estuviera atrapado en el denso velo del sueño. Parpadeó unas cuantas veces, y su mirada vaga recorrió el techo antes de que sus manos, lentas y pesadas, se deslizaran por su rostro. El gesto era mecánico, casi humano, como si quisiera quitarse de encima el peso invisible del día que había dormido, o quizás solo buscando algo de claridad mental. Se removió con tranquilidad en la cama, sin prisa alguna. Ya no tenía motivos para apurarse.
Alargó el brazo hasta la mesita de noche, y con un simple toque encendió la pequeña lámpara. La luz cálida y tenue se esparció por la habitación, revelando la figura solitaria de la rosa roja aún fresca, con su tallo descansando dentro del jarrón junto a la base de la lámpara. Esa rosa era inmortal, no tenía algún tipo de deterioro, aunque solo paso casi un día, seguía igual de brillante qué antes. Era igual de hermosa que ella.
La luz artificial no molestaba a sus ojos. Aun era de día, y aunque la luz solar directa seguía siendo letal, él sabía que faltaban unas dos horas para el anochecer. No necesitaba relojes. Su cuerpo, su mente, sabían cuándo el sol estaba a punto de morir. Esa afinidad era fruto de la vejez, y de su desconexión gradual con el mundo de los vivos.
Desde hacía un par de décadas, había empezado a despertarse antes de tiempo. Al principio se resistía a aceptarlo. Luego comprendió que era inevitable. Su cuerpo ya no obedecía como antes. La longevidad vampírica tenía sus propios síntomas de desgaste, y uno de ellos era ese: la vigilia temprana. El amanecer ya no lo encontraba completamente dormido, sino en esa espera silenciosa, con los ojos abiertos en la oscuridad, sin que nadie lo viera.
Decidió quedarse en la cama por ahora, estirando su cuerpo como si pudiera relajar huesos que hacía siglos habían dejado de doler. Sus dedos se deslizaron por su cabello desordenado, enredado por el descanso diurno, y lo acarició con una delicadeza casi automática. Luego simplemente se quedó allí, mirando el techo. La mente en blanco. Sin ninguna razón para levantarse.
Ya no era el sheriff de Dallas. Su nombre aún se murmuraba en los rincones del mundo vampírico con respeto, pero ya no ocupaba un cargo. Ya no firmaba documentos, ni daba órdenes, ni mediaba conflictos. Y aunque no se arrepentía de haber abandonado aquella responsabilidad —porque lo había desgastado más de lo que admitiría—, la verdad era que su existencia ahora estaba vacía. Su agenda estaba limpia. No había trabajo. No había misiones urgentes. No había guerras políticas que atender.
Aburrido. Sí. Esa era la palabra más adecuada. Aunque lo cierto era que incluso el aburrimiento comenzaba a dolerle menos. Se había acostumbrado a esa quietud. A esa especie de espera sin sentido.
Visitar el bar de Eric tampoco le resultaba atractivo. Él adoraba a su hijo —aunque casi no usara esa palabra en voz alta—, y también a Pam, aunque su forma de mostrarlo siempre fuese breve y contenida. Pero no encontraba placer en los lugares ruidosos, ni en la compañía efervescente de otros vampiros. No como ellos. Ellos aún eran jóvenes, incluso si ya no lo parecían. Él, en cambio, se sentía… cansado.
Suspiró. Un suspiro largo, profundo. Como si con él pudiera soltar todos los siglos acumulados en su pecho.
Y entonces, como si una grieta se abriera en la superficie de su mente, sus pensamientos comenzaron a deslizarse hacia un lugar oscuro, familiar, doloroso.
El sol.
Pensó en él como si fuera un viejo amante. Lo había buscado antes. Muchas veces. Después de la iglesia, cuando fue “rescatado”, su plan se había desplazado a la azotea del hotel Carmilla. Allí esperaba encontrarse con el sol, con el final. Pero no era la primera vez que lo intentaba. No. Eso venía de mucho antes. Hace más de un siglo, había buscado su propia muerte de todas las formas posibles: exponiéndose parcialmente a la luz, dejándose arrastrar por la fiebre de las hemorragias diurnas, privándose del descanso que su cuerpo necesitaba. Pero nunca lo lograba del todo. Nunca reunía el valor final.
Algo en él siempre se detenía. El instinto de supervivencia era una maldición incluso para los que deseaban morir.
Y justo cuando creyó que esa vez sí lo lograría, cuando de verdad pensó que dejaría de existir… apareció ella.
Niel.
La joven que se había metido en su cabeza sin pedir permiso, y que ahora vivía ahí sin intenciones de marcharse. En los últimos días, no había dejado de pensar en ella. Era imposible evitarlo. Su rostro se colaba entre los rincones más pequeños de su memoria. Su voz le hablaba incluso cuando no estaba cerca.
Y lo que más lo confundía era que apenas la conocía. Apenas un par de días. Y, sin embargo, se sentía como si la conociera desde siempre. Como si ella hubiera estado allí en otra vida, en otro tiempo, en otro universo. El lazo era profundo, inmediato. Irrefrenable. Tan familiar.
¿Por qué se había abierto con ella?
Le contó algo que jamás le había dicho a Eric. Algo que ni siquiera había dicho en voz alta para sí mismo. Su deseo de morir. Su cansancio eterno. Sus razones, sus dolores. Y ella no solo lo escuchó. Le contó cosas también. Cosas que le dolían, que la hacían frágil. Como aquella conversación junto al lago, en la que su vulnerabilidad fue tan evidente que él sintió que debía protegerla, incluso de sí misma.
Habían avanzado más en un par de días que muchas personas en décadas. ¿Cómo era posible?
Godric cerró los ojos un momento, recordando.
Quería estar cerca de ella. Era un deseo visceral, emocional, irracional. Y al mismo tiempo, perfectamente lógico. Estar con ella era distinto a cualquier otra cosa. No importaba si era un sueño, una ilusión o una anomalía mágica. Él se sentía más completo. El vacío que lo había acompañado durante siglos se desvanecía cuando ella estaba cerca. Y no era porque lo adorara o lo viera como alguien especial. Era porque lo veía tal como era, con todo su pasado, con todo su dolor. Y aún así, no lo consideraba un monstruo.
Ella lo escuchó. Lo aceptó. Se quedó.
Lo abrazó.
Lo tocó.
Lo besó.
Dos veces.
Y eso… eso significaba más de lo que él se atrevía a admitir. ¿Cuándo fue la última vez que alguien lo había besado así? No con deseo carnal, no con ambición, no con intención de manipularlo o someterlo. Sino con cariño. Con ternura. Con ganas.
No se acordaba.
Desde hacía mucho tiempo, el contacto físico en su vida se había reducido a lo estrictamente necesario. Algunos toques en la cabeza o el hombro de Eric o Pam, tal vez algún abrazo ocasional. Pero nadie —nadie— lo había tocado así. Nadie lo había besado con dulzura y deseo a la vez. Nadie lo había hecho sentir humano otra vez.
Y él lo deseaba. Deseaba que ella lo tocara más. Que lo abrazara. Que recostara la cabeza en su pecho. Que le permitiera entrelazar sus dedos con los de ella. Que le dejara acariciarle el cabello, el rostro. No como un amante ansioso, sino como alguien que simplemente quiere estar cerca. Que necesita estar cerca.
El deseo era tan intenso que por poco no se abofeteó a sí mismo. Parecía un adolescente. Un idiota enamorado. Incluso recordó los pensamientos que tuvo sobre ella anoche, cuando se iba a dormir. Y eso solo agravó su frustración.
“Joder…”
Se sentía ridículo. Parecía un joven de diecinueve años con las hormonas en ebullición. Lo cual, técnicamente, era cierto, al menos en apariencia. Pero en su interior, era un ser con miles de años encima, con una historia escrita con sangre y dolor. Y aún así, allí estaba. Imaginando cómo sería besarla otra vez. Dormir junto a ella. Acariciarla sin que el deseo lo nublara todo. Solo estar allí, en silencio, con ella.
Entonces, de pronto, su mente formuló la pregunta.
¿Le gustaba Niel?
No de esa forma carnal, superficial, en la que los vampiros tomaban amantes por una noche. Sino de verdad. ¿Le gustaba?
La respuesta no tardó en llegar. No lo hizo esperar. Surgió de lo más profundo de sí, como si siempre hubiera estado ahí.
Por supuesto que sí.
Oh, joder. Ella le encantaba.
Finalmente, con esa confesión latiendo aún en su mente como una suave reverberación en el pecho —aquella verdad silenciosa que por fin se había permitido aceptar, ese amor que sentía por ella, por Niel—, Godric se incorporó con calma desde la cama. No hubo prisa en sus movimientos. La eternidad le había enseñado que todo era efímero, incluso sus propias decisiones, y sin embargo, ese sentimiento… ese sentimiento no parecía tener fecha de caducidad. Se estiró lentamente, sus músculos marcados y definidos por siglos de existencia tensándose bajo la tenue luz que entraba por las rendijas de las cortinas. Un suspiro casi humano escapó de su pecho mientras pasaba una mano por su cabello despeinado por el sueño diurno, despejándolo del rostro con una torpeza poco común en él.
El día ya estaba cediendo. La oscuridad se avecinaba como una promesa.
Decidido a pasar el tiempo restante antes del anochecer de forma útil, caminó descalzo hasta el baño. El vapor pronto comenzó a llenar el espacio cerrado mientras el agua caliente recorría su cuerpo inmortal, resbalando por la tinta de su espalda y la vieja cicatriz en su omóplato derecho, una quemadura que sanó y dejó esa marca que él consideraba horrible. El vapor empañó el espejo, pero su reflejo seguía intacto, un recordatorio cruel de todo lo que había sido y ya no era. Cerró los ojos mientras el agua golpeaba su rostro y dejó que la sensación lo arrastrara por un instante, era la única vez que podía sentir el calor en su piel fría y muerta.
Cuando salió de la ducha, se secó con eficiencia, buscando lentamente su ropa entre lo cajones, vistiéndose sin prisa y a un ritmo relajado.
Subió las escaleras hasta la parte superior de la casa. La cocina estaba sumida en una penumbra azulada, con las luces automáticas encendiéndose con su presencia. Caminó en silencio hasta el refrigerador y sacó una botella de Tru Blood —tipo O positivo, era el tipo de sangre que más le gustaba— y la metió al microondas. Pulsó los botones con precisión mientras escuchaba el zumbido bajo del aparato y el suave burbujeo del líquido en su interior.
Cuando sonó el pitido que anunciaba que estaba lista, la sacó con cuidado, se sentó en una de las sillas de la isla de la cocina y dejó la botella humeante a un lado por un momento, contemplándola. El olor no era desagradable… pero tampoco era suficiente. La sangre sintética sabía tan falsa. No era cálida. Pero aún no estaba listo para más. Aún no sentía que lo mereciera.
Tomó un sorbo, lento, sin convicción. Sabía que eso no sería del agrado de Eric.
Y, como si el pensamiento lo hubiese invocado, sintió una presencia antes de verla. La silueta alta de su hijo apareció en el marco de la cocina, sus pasos seguros, la sonrisa ladeada en el rostro. Eric llevaba su cabello rubio peinado hacia atrás, recién duchado también, con ropa perfectamente elegida, como siempre. Parecía sacado de una campaña publicitaria, con ese aire arrogante y encantador que nunca lo abandonaba.
—Buenas noches, fader—saludó con su tono usual, informal, pero teñido de respeto.
Godric respondió con un leve asentimiento de cabeza y una mirada que, aunque serena, escondía una especie de satisfacción silenciosa. Ver a Eric siempre le traía una extraña sensación de paz. Como si, al menos en él, algo de lo que había creado hubiera salido bien.
El vampiro más joven fue directo al refrigerador, sacó una de las bolsas de sangre verdadera que guardaban de donantes, una de las que Godric se negaba a tocar, y la calentó en segundos en el microondas. Luego se sentó junto a él, desplegando la bolsa con una facilidad que hablaba de siglos de práctica.
—¿Otra vez con esa basura sintética? —preguntó, arrugando la nariz mientras observaba la botella de Tru Blood que sostenía Godric con desganada.
Godric no respondió de inmediato. Solo le dio otro sorbo a la botella, como si ignorar el comentario fuera una respuesta en sí misma.
—Sabes que eso no te da lo que necesitas —insistió Eric, girándose un poco hacia él—. Es como si los humanos intentaran sobrevivir comiendo lechuga. Pueden hacerlo, claro. Pero ¿por qué quisieran?
Godric giró la mirada hacia él, los ojos azules brillando con una mezcla de paciencia y advertencia.
—No estoy hambriento —respondió con voz tranquila, firme, y cargada con una nota subyacente de decisión—. No necesito más, por ahora.
Eric chasqueó la lengua con fastidio, pero no insistió… al menos no sobre eso.
Fue entonces cuando frunció el ceño ligeramente, ladeando la cabeza como un sabueso que capta una fragancia interesante en el aire. Su expresión cambió, lentamente, pasando de la curiosidad a una sonrisa maliciosa que se fue dibujando con la precisión de un artista.
—Vaya, vaya… —murmuró, girándose por completo hacia su creador—. Ese aroma…
Godric no lo miró, pero se tensó levemente.
Eric cerró los ojos un segundo, disfrutando como un sommelier experimentado.
—Jazmín, viento del amanecer… y algo más… ¿melocotón? No. Niel.
El silencio fue una respuesta más poderosa que cualquier palabra. Godric no dijo nada, ni negó nada, pero su mirada bajó hacia la botella entre sus manos, como si pudiera desaparecer bajo su atención.
Eric soltó una carcajada breve, baja, sin malicia real pero sí con todo el sarcasmo del que era capaz. Había adivinando, bueno, más o menos, sabían que la noche anterior su creador se había ido con Niel.
—¿Así que es una de las nuevas razones por la que no quieres sangre real? ¿Por qué la única sangre que tienes en la cabeza últimamente es la de ella?
Godric levantó una ceja, apenas.
—Estás siendo ridículo.
—¿Lo estoy? Porque tú hueles a ella más que su propia ropa. —Eric se inclinó hacia él, olfateando deliberadamente como un sabueso burlón—. No me mientas, fader. Está por todos lados. ¿Qué fue? ¿Paso algo más anoche de las cuales no se?
Godric giró el rostro apenas, dándole una mirada que en otros tiempos habría hecho temblar imperios.
—No es asunto tuyo, Eric.
Pero Eric, encantado con la reacción, sonrió de oreja a oreja.
—¡Oh, claro que lo es! Cuando mi creador, el más estoico, el más sabio, el más desapegado de todos, de pronto decide perfumarse con los fluidos de una mujer soñadora, es absolutamente mi asunto.
Godric lo miró con tal calma que parecía que el tiempo mismo se detenía entre ellos. Y luego, con una voz suave, como un murmullo de trueno, dijo:
—Ten cuidado con lo que dices, Eric.
Eric levantó las manos en rendición fingida, aún sonriendo.
—Bien. Pero aún así, deberías comer algo más decente. No me gustaría que te desmayaras en medio de una cita.
La botella de Tru Blood crujió un poco bajo la presión de los dedos de Godric.
—No necesito que me cuides, Eric.
—No. Pero lo haré igual. Porque si alguien rompe tu corazón… —Eric chasqueó la lengua, negando con una sonrisa.
Godric no respondió, pero sus labios se curvaron levemente, apenas un suspiro de sonrisa. Eric lo conocía bien. Lo suficiente para saber que eso, en él, equivalía a una carcajada.
Y en esa cocina en penumbras, con el aroma de la sangre real flotando en el aire, compartieron un momento de algo que no tenía nombre. Ni sangre sintética, ni bolsas tibias. Solo familia.
Y un amor recién descubierto.
…
El suave susurro del viento de Londres aún parecía aferrarse a los bordes de su ropa cuando Niel reapareció en la Ensoñación, como si la realidad del mundo mortal no quisiera soltarla del todo. Sostenía entre sus brazos un par libros, los cuales ella había escrito en sus primeros años como ser mágico. Su habitación la recibió con la misma quietud de siempre, cálida y envuelta en ese aura intangible que solo los lugares profundamente íntimos poseían. Era su santuario, incluso en un reino que ella misma moldeaba con voluntad.
Dejó los libros con cuidado sobre el escritorio, apilándolos con precisión meticulosa, aunque no tenía prisa por abrirlos. Las yemas de sus dedos se demoraron sobre las portadas, como si pudiera absorber la calma que contenían. Respiró hondo… y exhaló con un temblor apenas audible. El nudo que había contenido durante su conversación con Aziraphale todavía se deshacía en lo más profundo de su pecho.
Con un movimiento lento, se limpió los restos húmedos de sus ojos con la manga de su ropa, dejando que la tela absorbiera los rastros de una tarde emocionalmente agotadora. Había llorado. No como cuando una emoción estalla de golpe y uno se desborda, sino con esa clase de llanto que llega a cuentagotas, controlado, profundo… liberador. Hablar con Aziraphale había sido difícil. Abrirse, contar lo que vivió encerrada durante esos años oscuros, no en metáforas ni frases vagas, sino con palabras claras, concretas, punzantes. Sólo Morfeo lo sabía con detalle, porque lo había presenciado, y Godric… él tenía fragmentos, retazos de verdad que aún no cosían la historia completa.
Pero Aziraphale… él había escuchado con paciencia infinita, con esa compasión tan suya que no se forzaba ni se teñía de lástima. Niel supo en su interior que no se arrepentía de haberlo hecho. Era como si quitarse ese peso del pecho le hubiera permitido respirar un poco más hondo.
—“Y si alguna vez necesitas hablar… llámame. Un par de llamadas bastarán. A menos que… quieras venir también.” —recordó la voz suave del ángel, impregnada de cariño genuino.
Había aceptado la propuesta, por supuesto. En ese mismo momento, había creado un teléfono con un chasquido leve de sus dedos, uno que encajara con su estilo: sencillo, pero con un diseño atemporal, como si perteneciera a cualquier época. Aziraphale había anotado su número con esmero, sus dedos un poco torpes en el teclado, lo que la hizo sonreír apenas.
Ahora, de regreso en su habitación, lo sostenía entre sus manos, girándolo entre los dedos como si aún no se acostumbrara del todo a él. Fue entonces que recordó el papel que le había entregado Eric. Sookie. Su mirada se dirigió automáticamente a la chaqueta que había usado el día anterior, colgada con descuido sobre una silla de respaldo curvo junto a la cama. Caminó hasta allí con pasos silenciosos, casi flotando, y rebuscó en uno de los bolsillos hasta encontrar el papel doblado.
Lo desdobló y leyó el número escrito con la caligrafía rápida pero legible de Eric. Tecleó cada número con cuidado, grabándolo en su teléfono bajo el nombre “Hada Sookie”. Sonrió apenas ante su propia necesidad de clasificar, luego guardó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta. Más tarde la llamaría. Por ahora… necesitaba un respiro.
Estaba acomodando de nuevo la chaqueta en su sitio, alisando las mangas sin pensar, cuando unos pequeños golpeteos secos la sacaron de sus pensamientos.
Tac-tac. Tac-tac-tac.
Giró la cabeza hacia la puerta de cristal que daba al balcón. A través del vidrio ligeramente empañado por la diferencia de temperatura, una figura alada picoteaba con impaciencia. Un cuervo. Uno que conocía muy bien.
—Matthew —susurró, caminando hacia la puerta con pasos largos.
Corrió el cerrojo y abrió con un chirrido suave. El cuervo entró de inmediato, agitando las alas con fuerza y soltando una especie de graznido exasperado.
—Vaya, al fin. ¿Tú sabes lo difícil que es volar contra las corrientes del Sueño cuando este cambia a voluntad? —bromeó con tono sardónico, aunque suavizado por el afecto que le tenía.
Niel arqueó una ceja, cerrando la puerta tras él.
—Te acostumbraras —replicó con tono suave.
Matthew aterrizó sobre el respaldo de la silla más cercana, ladeando la cabeza con un gesto inquisitivo.
—¿Estás bien?
Niel dudó un segundo, pero luego asintió con honestidad.
—Lo estaré.
Matthew pareció aceptarlo con un leve parpadeo y se sacudió las alas antes de continuar:
—Bueno, entonces espero que no te importe que arruine tu momento introspectivo, porque el jefe te necesita. Sala del trono. Y tiene esa cara de “urgente pero no peligroso”, si eso ayuda.
Niel suspiró, alisándose la falda con las palmas y asintiendo con leve resignación. Morfeo la necesitaba. Y ella… bueno, siempre iba cuando él la llamaba.
—Vamos —dijo, mientras caminaba hacia la salida de su habitación, Matthew siguiéndola con sus alas extendidas a medio vuelo.
Y así, con el corazón un poco más liviano, pero los pensamientos aún en espiral, Niel dejó su habitación rumbo al salón del trono, donde Morfeo la esperaba.
Luego de caminar por los pasillos del castillo, Niel mantuvo un paso apresurado, aunque sin urgencia. El eco de sus pisadas se perdía entre las paredes de piedra tallada y vitrales altos que dejaban colarse una luz pálida, como si el tiempo allí nunca terminara de definirse entre el amanecer y el crepúsculo. Había regresado a la Ensoñación no hacía mucho, pero era la primera vez que vería a Morfeo desde el día anterior. Recordaba haber vuelto a su habitación pasada la medianoche, y notar que su presencia no estaba, el trono estaba vacío, el palacio, silencioso como un suspiro contenido.
¿Dónde habría ido él? Sueño no solía salir sin razón—Ya que muchas veces habia dejado en claro que le gusta estar más en su reino qué en otro lugar—, y mucho menos sin avisar —Si lo hacia siempre le decía a ella o a Lucienne, aunque Niel mayormente lo acompañaba a donde fuera que el iba—. Era parte de su esencia permanecer dentro del Reino que gobernaba, como si el acto de estar presente lo anclara al orden mismo del sueño. Por eso, la idea de que hubiese estado fuera despertaba una ligera punzada de curiosidad en el pecho de Niel. Curiosidad.
Cuando finalmente llegó frente a las puertas del salón del trono, inspiró profundamente, como si necesitara preparar su alma para entrar. Apoyó su mano en el picaporte, sintiendo el frío del metal bajo sus dedos, y empujó suavemente. Las enormes puertas de ébano se abrieron sin resistencia, revelando el corazón del palacio.
Matthew entró primero, batiendo las alas con una energía que no se correspondía con su tamaño. Fue directo a una de las columnas altas, donde se posó con su típica irreverencia, observando desde las alturas como un centinela curioso.
Allí, en las escaleras que llevaban al trono, estaba Morfeo. Vestía de negro como siempre, su figura recortada por la luz de las estrellas que flotaban en lo alto del techo abovedado. Tenía un libro abierto sobre el regazo, y a su lado, una pequeña pila de otros volúmenes de encuadernación extraña. Niel entornó los ojos, intentando distinguir el nombre escrito en la cubierta del que sostenía en ese momento, pero las letras se desvanecieron como tinta en agua apenas trató de enfocarlas.
Él levantó la mirada apenas la sintió, y sin decir palabra, movió a un lado uno de los libros apilados, haciendo espacio a su derecha. Un gesto mudo, casi rutinario, que Niel entendió de inmediato. Con una pequeña sonrisa, caminó hacia él y se sentó a su lado, dejando que su cuerpo descansara junto al del Rey de los Sueños. No pudo evitar echar una última mirada furtiva al libro entre sus manos antes de rendirse a la idea de que algunos secretos estaban protegidos incluso para ella.
—¿Para qué me necesitabas? —preguntó suavemente, girando el rostro hacia él.
Morfeo cerró el libro con un leve suspiro y lo colocó sobre la pila a su lado.
—Es sobre el vórtice. He seguido su rastro… y temo que se está volviendo más inestable. Podría fracturar parte del tejido del sueño si continúa así. Pensé que podrías ayudarme a vigilarla. En persona.
Niel parpadeó, sorprendida por la petición. No era común que su padre pidiera asistencia directa a vigilar a alguien en persona, y menos a un vórtice —cuando lidiaron con el último vórtice, Morfeo a duras penas la dejo acercarse—. Pero lo entendió como una muestra de confianza. Asintió.
—Claro. Puedo hacerlo —dijo con suavidad—. No me molesta vigilarla, si eso te ayuda.
Morfeo inclinó apenas la cabeza, en señal de agradecimiento.
—Lo aprecio.
Se hizo el silencio, uno cómodo, reconfortante. Niel dejó que su cuerpo se relajara, y después de un par de minutos en los que ninguno habló, dejó caer su cabeza sobre el hombro de Sueño. Un gesto antiguo entre ellos, casi ritual. Lo había hecho durante siglos, antes de guerras, de catástrofes, de su encierro. Después, todo cambió. Pero ahora, volver a ese contacto simple y silencioso tenía un valor que iba más allá de las palabras.
El Rey de los Sueños no se movió. Su mirada seguía clavada al frente, pero su voz sonó más suave cuando rompió el silencio.
—¿Cómo has estado?
Niel tardó en responder. Sus ojos se perdían en los hilos flotantes de luz que tejían patrones sobre el techo.
—Bien —respondió al fin, con un suspiro lento—. Ayer… fue una buena salida. Me gustó.
El tono, casi tímido, delató más de lo que quiso admitir. Y el leve sonrojo en sus mejillas no pasó desapercibido.
Morfeo giró el rostro apenas lo suficiente para verla, y una de sus cejas se alzó en gesto de diversión.
—¿Con ese viejo vampiro, verdad? —dijo con un tono burlón, tan extraño en él que a Niel le dio un ataque de risa ligera.
—¡Por favor! Tú no eres quien para llamar “viejo” a nadie. —Lo miró de reojo, cruzándose de brazos con fingido enfado.
Morfeo sonrió. Un gesto escaso, pero no inexistente. Uno que reservaba solo para quienes formaban parte de su círculo más íntimo.
—Tienes razón.
Hubo una pausa, larga, en la que el silencio volvió a asentarse, como un manto tibio. Entonces, ella murmuró algo apenas audible, casi como si se lo dijera a sí misma:
—Creo que me gusta…
Sus palabras se disolvieron entre sus dedos cuando se tapó la cara con las manos, como si al hacerlo pudiera ocultarse de la realidad.
Morfeo bajó un poco la cabeza, ladeándola.
—¿Te gusta? —repitió, no con juicio, sino con suave curiosidad.
Ella asintió, sin quitarse las manos del rostro. No dijo nada más.
Y desde arriba, un graznido rompió la tensión.
—¡Al parecer perdió la apuesta, Jefe! —anunció Matthew desde su columna, claramente regodeándose—. ¡Ahora tengo que ir a contarle a Lucienne!
Y, sin más, el cuervo alzó el vuelo, alejándose por la gran puerta donde habían entrado hace apenas unos minutos.
Niel levantó el rostro, aún con las mejillas encendidas, y lo miró con incredulidad.
—¿¡Hicieron una apuesta!?
Morfeo asintió con total tranquilidad.
—Fue idea de Matthew. Y al parecer… perdí.
—¡Eso es trampa! —protestó ella, pero no pudo evitar reír, con un brillo en los ojos que no había tenido al entrar al salón.
Morfeo no respondió. Solo volvió a mirar al frente, con aquella expresión tranquila y casi melancólica que lo caracterizaba. Pero su sonrisa, discreta, permaneció por un buen rato.
Niel se quedó unos segundos más así: con la cabeza recostada en el hombro de Morfeo, sin prisas, sin palabras. El peso de su cuerpo no era molesto, sino familiar, como volver a apoyar el alma en una esquina segura del mundo. Él no se movió para apartarse, ni dijo nada, y esa pequeña escena graciosa que acaban de vivir con Matthew fue la prueba más clara de que la herida entre ambos, aunque no del todo cerrada, ya no sangraba. Había costado siglos construir la confianza entre ellos, y una pelea —realmente dura, de esas que dejan grietas en el corazón incluso a seres como ellos— había estado a punto de romperla. Pero no lo hizo. Porque, a pesar de todo, seguían siendo familia. No por sangre. No por destino. Sino porque lo eligieron, y se volvieron necesarios el uno para el otro.
—¿Te molesta?
—¿Qué debería molestarme? —Pregunto Morfeo, con curiosidad en su voz y luego voltear a ver a la chica a su lado.
—Que este enamorada de Godric.
—¿Te digo la verdad, Niel?—dio un suspiro, preparándose para sincerarse— Con todo lo que has pasado estos años. El dolor, la soledad… Me alegro saber que hay otra persona cuidándote.
Observó el rostro de la rubia, el cual se estaba conteniendo para no ponerse a llorar ante las palabras que él acababa de decir, notando los ojos con lágrimas que amenazaba con salir en cualquier momento. Él simplemente se inclino hacia ella, dejando un ligero beso en la cabeza de la chica, demostrando todo el cariño que sentía por ella.
La chica lo miró sorprendida y aún más conmocionada, no sabía que decir después de eso, con una mano tocando ligeramente su frente; justo donde le habían dado ese pequeño beso que representaba demasiado. Así que simplemente bajo la mirada, volviendo a recostar su cabeza en el hombro de Morfeo, abrazando ligeramente su brazo.
Después de eso, quedaron en un silencio cómodo.
La rubia suspiró, más para sí que para él. Sentía que podía quedarse así por horas, incluso sabiendo que no lo haría. Morfeo, como siempre, tenía algo más en qué pensar. Y ella también. El vórtice no era algo menor, no cuando comenzaba a desbordarse de esa manera.
Pero aún no.
Todavía no.
Se permitió unos segundos más de quietud antes de alzar la mirada, apenas inclinando el rostro. Su atención fue atraída por el movimiento leve de Morfeo, que sin una palabra había extendido la mano hacia la pila de libros a su lado. Escogió uno con un gesto meticuloso, como si supiera que ese en particular deseaba ser leído de nuevo. Era más delgado que los demás, con el lomo agrietado y el cuero antiguo despidiendo ese aroma a historia y muerte. A pesar de su tamaño, había una gravedad especial en él, como si su contenido fuera más pesado que todos los tomos gigantes que lo rodeaban.
Niel entrecerró los ojos para leer la cubierta. Esta vez, sí pudo descifrar las letras, brillantes como oro recién fundido: “Baldwin IV de Jerusalén.”
El nombre la atravesó con una mezcla de ternura y melancolía. Un niño-rey, tan valiente como trágico, condenado por una enfermedad, pero coronado por el espíritu. Niel recordaba el timbre de su voz, su manera de mirar el horizonte como si supiera que no lo vería por mucho tiempo. Su amistad con Baldwin había sido breve pero intensa. Lo había visitado muchas veces en sueños —y en el mundo real—, compartiendo con él silencios más sabios que los de muchos adultos. Él no se había sorprendido al verla por primera vez; al contrario, le había preguntado si venía del cielo o del infierno. Ella, con su usual sonrisa ambigua, le había dicho que de ninguno de los dos.
El crujido leve del libro al abrirse trajo a Niel de regreso. Morfeo hojeaba sus páginas con una lentitud reverencial, como si temiera borrar los rastros de lo que había sido. No le hablaba al libro, pero sus dedos tocaban las palabras como quien se reencuentra con un viejo amigo. Y entonces, con la voz arrastrada y baja, sin apartar la vista de las páginas, dijo:
—Ayer vi a Hob.
Niel parpadeó, genuinamente sorprendida.
—¿Hob? ¿Hob Gadling? ¿En serio?
Su voz traía un dejo de alegría casi infantil, como si le hablaran de un viejo amigo que uno creía perdido. Morfeo asintió, sin dramatismos, como si aquello no fuera tan relevante. Pero lo era. Niel lo sabía. Recordaba bien cómo había terminado su última reunión, aquella de 1889. Ella no estuvo presente, por desgracia. Hubiera querido estarlo. Le habría dicho a Morfeo que estaba siendo un idiota testarudo y a Hob que lo esperara, que él volvería, aunque dijera lo contrario.
—¿Y qué tal estuvo? —preguntó enseguida, sin ocultar la emoción en su voz—. ¿Se insultaron otra vez? ¿O se abrazaron como en un cuento dramático?
Sueño sonrió apenas, de ese modo críptico que frustraba y encantaba a partes iguales.
—Estuvo bien. Fue… divertido, de cierta manera.
Niel rodó los ojos y bufó. No por enojo, sino por costumbre. Siempre había sido así con él. Breve. Vago. Misterioso incluso cuando no hacía falta.
—Eso no es una respuesta. “Divertido”, dice… —repitió con burla, cruzándose de brazos—. Me alegra que se hayan reconciliado finalmente, igual. Aunque te tomó solo ciento diecinueve años hacerlo.
Su voz sonaba burlona, pero sus ojos brillaban con cariño. Y quizás con otra cosa más difícil de nombrar. Sabía cuánto Hob había significado para él. Lo había notado desde el primer día que lo conoció en esa vieja posada en 1389. Desde entonces, ella siempre pensó —aunque jamás lo dijo en voz alta— que ellos dos harían una pareja hermosa. Pero claro, Morfeo y aceptar sus sentimientos eran dos trenes que rara vez llegaban a la misma estación.
Él notó la expresión en su rostro, porque claro que lo haría. Nadie leía tan bien los silencios como Morfeo.
Levantó una ceja hacia ella, inquisitivo, como si pudiera ver detrás de su sonrisa.
—No somos nada.
La afirmación flotó entre ambos con un peso denso. Una mentira tan pobre que hasta el aire pareció incomodarse.
Niel lo miró, entre incrédula y divertida. Soltó una risa, más fuerte de lo habitual, como si acabara de escuchar una broma especialmente absurda.
—¿Nada? ¿En serio?
Su voz se tiñó de una frustración honesta, pero sin amargura. Como quien ya no sabe si reír o llorar.
—Pasaron ochocientos años, una pelea… y una noche entera juntos —resaltó esa última parte con una ceja alzada y una sonrisa ladeada—. ¿Y todavía no son nada?
Morfeo no respondió de inmediato. Como siempre, sus silencios decían más que muchas palabras. Volvió la vista al libro, aunque ya no lo leía. Solo lo sostenía, como quien necesita un objeto para anclarse a la realidad. Pero en su ceño fruncido, en el leve movimiento de sus dedos sobre el lomo agrietado, había una incomodidad clara. Niel lo conocía demasiado bien.
—Deberías hablar con él de verdad, sabes. No con tus… acertijos emocionales. —Se recostó de nuevo en su hombro, esta vez con una sonrisita satisfecha—. Aunque si quieres, yo puedo ir a decirle que lo invitas a otra cita. Puedo estar en Londres en tres segundos.
Morfeo la miró de reojo, y por un instante fugaz, ella juraría que lo vio luchar contra una sonrisa más amplia. Pero no se dejó ganar. No aún.
—Gracias por el ofrecimiento, pero no será necesario.
—Oh, vamos, admítelo. Te gusta. Siempre te gustó. —Alzó las cejas con malicia—. ¿Quién no querría a Hob? Es adorable, testarudo, humano hasta los huesos… Lo contrario a ti, básicamente.
Morfeo cerró el libro con un suspiro, más exasperado que molesto. Y Niel río, sabiendo que había ganado esa pequeña batalla. No todas, claro. Pero esa sí.
Silencio otra vez. Pero esta vez, más cálido.
—Voy a ir a vigilar el vórtice ahora —dijo, como si acabara de recordar por qué había venido—. Estaré cerca para no levantar sospechas. ¿Alguna recomendación?
Morfeo asintió lentamente.
—Confía en tu juicio. Pero si sientes que algo se sale de control… llama.
—Lo haré —dijo ella, y aunque era un simple acuerdo, lo dijo con la fuerza de una promesa.
Luego de un rato más, Niel se puso de pie, estirando los brazos por encima de su cabeza. Morfeo la siguió con la mirada, como si aún tuviera cosas que decir, pero no las dijera.
—Y por cierto… si vuelves a decir que no son nada, te juro que me encargo personalmente de ponerlos a los dos en una cena romántica en La Ensoñación con velas flotantes y yo y Matthew cantando serenatas.
Morfeo le dedicó una mirada oscura, amenazante. Pero ella solo sonrió, como si acabara de ganar otra batalla invisible.
Y entonces se fue.
Y la certeza de que, por mucho que Morfeo negara lo que sentía, el mundo seguía girando… y el corazón, incluso el de un Eterno, también.
Luego de salir del salón del trono, con paso ágil y determinación en los ojos, la rubia caminaba por los pasillos de la Ensoñación sin perder el ritmo. En su rostro se dibujaba una sonrisa de suficiencia. Niel había recordado algo importante con respecto al vórtice, aunque Morfeo no le dio mucha información a donde se encontraría, niel sabía a donde se dirigía.
Lucienne, tan diligente como siempre, no sólo le había dado libros y documentos para ponerse al día sobre el estado actual de la Ensoñación, también había incluido todo lo que sabía sobre Rosé Walker, la nueva encarnación del Vórtice. Que recién viajó hacia Londres en el momento que Lucienne le entregó aquellos papeles, y ahora, Rosé se movía por los Estados Unidos, buscando a su hermano perdido. Niel sabía hacia qué estado se dirigía, y aunque no tenía certeza de si se quedaría allí mucho tiempo, algo era claro: ella debía estar allí. Tenía que estar cerca de Rosé, ganarse su confianza. Una amiga más en un estado desconocido.
Con ese pensamiento aún rondándole la cabeza, empujó la puerta de su habitación con un suspiro largo, dejándola cerrarse sola detrás de ella. El aire allí tenía una calma impuesta, como si el espacio supiera que pronto quedaría vacío. No tenía tiempo que perder.
Fue directamente al armario y sacó una mochila negra, reforzada con cuero en los bordes, y lo suficientemente espaciosa para llevar lo esencial. Dentro colocó con cuidado los dos tomos de sus libros de magia, los que había escrito siglos atrás, recuperados de las manos celosamente cuidadosas de Aziraphale, le ayudarán a practicar más su magia en el camino y un par de mudas de ropa cómoda, aunque ella podía crear la suya. Iba a moverse por el mundo terrenal. Tenía que parecer alguien común.
Ya lista, con el bolso al hombro, se detuvo frente al espejo. Una última mirada. El cabello suelto, la ropa sencilla, el aura contenida. Dio un chasquido suave con los dedos y la nube de humo violeta comenzó a formarse bajo sus pies. Las partículas mágicas se arremolinaban a su alrededor como si la reconocieran, como si supieran que algo importante estaba por comenzar.
Pero justo antes de dejarse llevar, algo le apretó el pecho. Un recuerdo. No, una presencia. Godric.
Se quedó quieta mientras el humo giraba, como si lo pudiera sentir incluso desde la distancia. No podía irse así, sin decir nada. Él notaría su ausencia. Y aunque no necesitaban promesas para mantenerse unidos, ni cadenas para retenerse el uno al otro, ella no quería dejarlo con el silencio. No cuando ya sabía cuánto se preocupaba por él.
—Tonto —murmuró para sí, aunque la palabra cargaba más ternura que burla—. Claro que tengo que verte.
Con un gesto de muñeca, cambió la dirección de la niebla mágica. La nube giró con más fuerza, envolviéndola por completo, y en un suspiro de aire encantado, desapareció de la Ensoñación.
Cuando el humo se disipó, estaba de pie en el patio trasero de la casa de Godric. Era de noche, como siempre que ella sabía que estaría despierto. La luna colgaba alta, iluminando los bordes del tejado y dejando sombras suaves sobre el césped recién cortado.
El viento soplaba con ligereza, moviendo algunas hojas sobre la piedra del camino. Ella dio un paso adelante. Desde fuera podía ver que algunas luces interiores estaban encendidas. Tal vez él estaba ahí.
Se reajuste la mochila en los hombros y caminó hacia la puerta trasera. Alzó la mano y dio tres golpes suaves con los nudillos.
—Sólo un par de días, —susurró para sí misma, —pero quiero que lo sepas.
Y esperó. Allí, envuelta en la noche y en la dulzura discreta de preocuparse por aquel vampiro, esperando pacientemente a que él abriera.
Notes:
Que les parecio???
Por cierto, ayer se estreno la segunda temporada de "The sandman" el volumen 1. Y, estoy pensando en agregarla, pero si lo hago, probablemente cambie varias cosas o las omita, depende de lo que pase en el futuro.
También agregaré temporadas de true blood, no se preocupen.
Por cierto, este fic esta situado en 2008.
Besitos, Lenna.
Chapter 11: Fears
Notes:
Hiiii. Si, por fin me digne a actualizar.
Advertencias: abuso sexual pasado. (solo es la mención)
Disculpen cualquier error ortográfico.
Disfruten el capitulo!!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Godric estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la isla de la cocina, en silencio absoluto, rodeado solo por el leve zumbido de los electrodomésticos y el tenue brillo cálido de la luz sobre la encimera. La botella vacía de Tru Blood descansaba a su lado, como un testigo del aburrimiento que lo envolvía. Sus dedos tamborileaban de forma perezosa sobre la superficie, mientras su mirada vagaba sin rumbo por la cocina. La casa estaba en completo silencio desde que Eric y Pam se marcharon. El primero con la promesa de revisar inventario en Fangtasia y la segunda refunfuñando por tener que socializar más de lo necesario.
Godric no los detuvo. La verdad era que no tenía ánimo para bares ni luces de neón esa noche. La idea de rodearse de otros vampiros, de ruidos, música y cuerpos rozándose en la pista, le parecía sofocante. Aún llevaba en la piel el eco de la noche anterior en el club. Así que se quedó, buscando algo que lo mantuviera ocupado, contemplando quizás la idea de dibujar. El arte solía calmarlo y distraerlo. Tal vez copiaría alguna obra renacentista, o esbozaría un retrato desde una fotografía. Pero justo cuando pensaba en bajar a por sus cuadernos y lápices, un golpeteo suave, casi tímido, interrumpió el silencio.
Frunció el ceño. No venía de la puerta principal, sino de la trasera.
Se deslizó con naturalidad sobrenatural de la isla y cruzó el pasillo, sus pies apenas tocando el suelo. Al pasar por una de las ventanas pequeñas junto a la puerta, su mirada se encontró con un mechón de cabello rubio, ligeramente desordenado por la brisa nocturna.
El corazón muerto de Godric no latía, pero si pudiera, sin duda habría dado un vuelco.
Con un gesto ágil, abrió la puerta. Y allí estaba ella. Niel.
Llevaba su mochila al hombro, y su postura era relajada pero sus dedos jugaban entre ellos nerviosamente, un tic involuntario que Godric ya reconocía en ella. Estaba hermosa bajo la tenue luz que se filtraba desde dentro de la casa, con su cabello cayendo suavemente sobre sus hombros, y su expresión mezcla de ternura, timidez y un dejo de prisa contenida.
Niel alzó la vista apenas la puerta se abrió y sus ojos se encontraron con los de Godric. Durante un instante, ninguno de los dos dijo nada. El vampiro la observó con una mezcla de sorpresa y calidez silenciosa, como si su presencia repentina hubiera sacudido el lento ritmo de su noche. No era una sorpresa desagradable, claro está, pero sí inesperada. En su rostro todavía podía leerse el rastro de la quietud en la que había estado sumido minutos antes.
Ella sonrió, una sonrisa pequeña pero genuina, mientras dejaba de jugar con sus dedos, conscientes ahora de haber delatado su nerviosismo.
—Hola —dijo suavemente.
Godric parpadeó una vez y asintió, apenas esbozando una sonrisa, aún tomándoselo todo con una tranquilidad que apenas disfrazaba el ligero desconcierto que lo atravesaba.
—No esperaba verte esta noche.
—Yo tampoco planeaba venir —admitió ella con una leve inclinación de cabeza—. Pero… aquí estoy.
Godric se hizo a un lado sin pensarlo demasiado, extendiendo el brazo en un gesto sutil pero elocuente. Niel agradeció la invitación con una mirada y cruzó el umbral, volviendo a encontrarse con aquella cocina que, aunque solo había pisado una vez, ya le resultaba extrañamente familiar después de convivir allí con él la noche anterior.
Ella dejó su mochila cerca de la mesa mientras él cerraba la puerta detrás de ella. Un silencio breve cayó sobre ambos. No era incómodo, pero sí tenso. Un tipo de tensión que se forma cuando hay muchas cosas que no se dicen, pero se sienten.
—¿Pasa algo? —preguntó Godric, al fin, cruzando lentamente los brazos mientras se apoyaba contra la mesada, con una calma aparente que apenas ocultaba la inquietud en sus ojos.
Niel negó con la cabeza.
—No, no es que haya pasado algo malo. O bueno… tal vez sí. Pero no conmigo —comenzó, buscando las palabras mientras lo miraba de reojo—. Es más bien una tarea que tengo que cumplir. Sueño me envió a Cabo Kennedy por unos días. Tengo que hacer algo allí.
Godric la escuchó con atención, sin interrumpirla. No preguntó nada más. Sabía, por experiencia —aunque esta fuera poca—, que Niel le diría lo que pudiera cuando estuviera lista.
—Y bueno, solo quería avisarte. No quería que pensaras que te estaba evitando o que había pasado algo entre nosotros —añadió con una media sonrisa algo incómoda—. Me parecía lo correcto.
Godric sonrió, suave y sincero.
—Gracias por venir a decirlo. Me alegra que lo hicieras.
Otro silencio volvió a extenderse, pero esta vez cargado de otra cosa. Una electricidad subterránea. Una tensión no dicha desde la noche anterior, desde que ambos se sinceraron consigo mismos. Ninguno de los dos sabía bien qué decir ahora, como si algo dentro de ellos hubiera cambiado de lugar sin aviso.
Godric bajó la mirada un momento, jugando distraídamente con uno de los anillos en su mano —cortesía de Eric—. Sus pensamientos daban vueltas rápidas, entrelazados con una inseguridad que no solía permitirse. Pero con Niel era diferente. Siempre lo era. Las palabras se le amontonaban en la garganta sin orden ni forma.
Tenía una idea. Una que se formó lentamente desde que le dijo que se iría. Pero no sabía si debía decirla.
Finalmente, alzó los ojos hacia ella.
—Niel… —dijo su nombre en un susurro, como si probarlo en voz alta lo ayudara a armarse de valor.
Ella alzó una ceja, girando el rostro hacia él con una sonrisa leve, esperando.
—¿Sí?
Godric tragó saliva. Algo completamente innecesario, pero revelador. Su voz se sintió más tensa cuando habló de nuevo.
—¿Puedo… ir contigo?
Niel lo miró con sorpresa genuina. Parpadeó un par de veces como si no estuviera segura de haber escuchado bien.
—¿Ir… conmigo? —repitió, intentando procesarlo.
Godric asintió lentamente, evitando su mirada por un momento, como si le costara sostenerla mientras se explicaba.
—Solo serían unos días, ¿no? Y… no tengo nada más que hacer por aquí ahora mismo. Quisiera acompañarte. Si está bien para ti.
Niel lo observó en silencio, analizando sus palabras, pero sobre todo sus gestos. No era común verlo nervioso. Torpe. Dudoso. Godric, un vampiro de dos mil años, impasible, ahora parecía un joven de diecinueve años pidiéndole permiso a alguien para un viaje escolar.
—Pero… acabas de mudarte desde Dallas —dijo ella, casi con culpa en la voz—. No quiero arrastrarte a otro estado cuando recién te instalaste aquí. Apenas empezabas a acomodarte.
Godric sonrió de lado, casi con timidez.
—Créeme, he cambiado de ciudad más veces de las que podría contar. Nunca he sido de quedarme mucho en un lugar… hasta ahora —murmuró, y luego añadió con algo más de ligereza—. Y de todas formas, esta vez sería temporal. Solo quiero acompañarte.
Ella bajó la mirada por un segundo. No era solo la oferta de compañía lo que le movía algo por dentro, era el modo en que él lo decía. Sin imponerse. Sin esperarlo todo. Como si de verdad solo quisiera estar cerca de ella, por unos días más. Porque le importaba.
Y Niel… bueno, a ella no le molestaba en lo más mínimo.
—Está bien —dijo finalmente, con una sonrisa casi resignada pero cálida—. Pero si vas conmigo, me ayudaras.
Godric soltó una pequeña risa, breve pero real. Asintió.
—Entendido. No me cruzaré de brazos.
—Perfecto. Porque nos vamos ya.
En cuanto ella dijo eso, al parecer estaba lista para utilizar su magia y teletrasportalos a lugar donde deberían estar, pero el tenía otra idea en mente para llegar allí. El vampiro desapareció rápidamente en un borrón.
Después, Godric reapareció en la cocina con una mochila sobre el hombro, Niel no pudo evitar reírse suavemente al verlo. Había algo enternecedor en cómo trataba de mantener una expresión neutra, como si no estuviera realmente emocionado por irse de viaje con ella, cuando la verdad era que apenas podía disimularlo. Sus ojos, sin embargo, lo delataban; brillaban con un leve entusiasmo contenido, como un niño que se esfuerza demasiado por no sonreír el día de su cumpleaños. Niel ladeó la cabeza con ternura, sin burlarse realmente, pero disfrutando del contraste entre la seriedad habitual del vampiro y ese gesto tan humano.
—¿Así que ya estabas listo? —comentó con una ceja alzada, divertida, mientras ajustaba su propia mochila sobre el hombro.
—Simplemente soy rápido —respondió Godric con un encogimiento leve de hombros, pero sus labios se curvaron apenas en una pequeña sonrisa.
Niel se colocó a su lado, preparándose mentalmente para invocar la nube violeta que los llevaría a Cabo Kennedy en un parpadeo. Sus dedos comenzaron a brillar levemente en color morado, y el aire a su alrededor cambió apenas, con ese matiz arcano que siempre antecedía a un hechizo. Pero justo cuando estaba a punto de completar el gesto mágico, la voz suave —aunque un poco más firme de lo habitual— de Godric la detuvo:
—Espera… —dijo, dando un paso hacia ella.
Niel se volvió para mirarlo, algo confundida. El hechizo se disipó entre sus dedos, como humo que se disuelve con el viento.
—¿Qué pasa?
Godric sostuvo su mirada por un instante, como si estuviera midiendo las palabras, debatiendo consigo mismo si decir lo que había estado rondando su mente desde que fue a buscar su mochila. Finalmente, sin decir nada más, se acercó y tomó suavemente la mano de la rubia. Su tacto era frío, pero firme, como siempre. Niel, aunque sorprendida, se dejó guiar por él sin poner resistencia.
—Tengo una mejor idea —murmuró el vampiro, mientras la conducía por los pasillos silenciosos de la casa.
Niel caminaba a su lado, lanzándole miradas curiosas, pero sin apurarlo con preguntas. Bajaron una escalera que delataba ligeramente bajo sus pasos —la única parte de la casa que parecía traicionar la calma gótica del lugar— y llegaron a una puerta pesada de metal. Godric la abrió con una llave y, al encender la luz, una suave iluminación cálida reveló un espacioso garaje subterráneo.
—Wow… —murmuró Niel, sin poder evitar abrir un poco más los ojos.
El lugar era como un pequeño museo privado de automóviles. Varios autos de diferentes modelos y colores estaban estacionados cuidadosamente, relucientes, impecables. Algunos eran deportivos, otros claramente antiguos y restaurados con dedicación, y otros más sobrios y modernos. Cada uno parecía tener su propia historia.
—¿Todos estos son tuyos? —preguntó la chica, dando un paso más al centro del lugar.
Godric negó con la cabeza, sin soltarle la mano.
—Son de Eric —dijo con un tono neutral, pero con una pizca de resignación en la voz—. Tiene un pequeño… fanatismo con los autos.
Niel sonrió, apreciando la colección con sincero asombro.
—Bueno, si algún día se aburre de coleccionarlos, podría abrir un museo. O un concesionario. Un muy caro concesionario.
Godric no respondió con palabras, solo soltó una exhalación breve que bien podría haber sido una risa discreta. Luego, la guió hacia un auto en particular: uno negro, moderno, de líneas elegantes y apariencia sobria. No era el más llamativo del garaje, pero sí el que mejor encajaba con el tipo de viaje que harían.
—Nos llevaremos este —dijo, con cierta decisión.
—¿Nos…? —Niel parpadeó—. ¿Tú vas a manejar?
—Claro —respondió él, como si fuera lo más lógico del mundo.
Ella soltó una carcajada leve, y con tono burlón pero suave, murmuró:
—¿Y a los ancianos se les permite tener licencia y conducir?
Godric la miró con seriedad un segundo… y luego, inesperadamente, negó con la cabeza y rio por lo bajo, un sonido que no se escuchaba seguido de sus labios, pero que tenía un peso reconfortante cuando ocurría.
Con una elegancia atemporal, caminó hacia el lado del copiloto y abrió la puerta para ella, haciendo un gesto caballeroso para que subiera. Niel alzó las cejas, complacida por el detalle, y subió con una sonrisa encantada. Mientras se acomodaba en el asiento, miró de reojo hacia él.
—¿Eric sabe que le vas a tomar uno de sus “niños” sin pedirle permiso?
Godric se detuvo un segundo antes de entrar al asiento del piloto. Pensó brevemente.
—Probablemente no. —Luego miró al frente y añadió, con una expresión casi seria, aunque juguetona—. Pero no le va a importar… más o menos.
Niel soltó una carcajada franca.
—Eres terrible. Lo adoro.
Godric arrancó el motor con fluidez —y con una llaves qué niel no se había dado cuenta cuando tomó—, y por un instante, ambos se quedaron en silencio dentro del vehículo, las luces del panel iluminando sus rostros con tonos suaves.
El suave zumbido del motor llenaba el interior del auto mientras Godric maniobraba con lentitud entre los autos del garaje subterráneo. La luz tenue del lugar rebotaba sobre la pintura impecable de cada vehículo, reflejando los faros del coche que conducía como si estuvieran en una sala de exhibición más que en un garaje. Niel, desde su asiento en el copiloto, observaba con atención cómo el vampiro maniobraba con precisión, evitando cada centímetro de roce con los demás autos, como si temiera que uno de ellos estallara por error.
—Te lo estás tomando muy en serio, ¿eh? —comentó con una sonrisita burlona, apoyando la cabeza contra el respaldo mientras lo miraba de reojo.
Godric, sin apartar la vista del frente, sonrió apenas por un segundo.
—No quiero despertar la furia de Eric por rayar su Corvette —respondió con su voz tranquila, pero con un deje de ironía que Niel ya empezaba a reconocer como su firma personal.
Una vez frente a la gran salida metálica del garaje, Godric detuvo el vehículo con suavidad. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón, para sacar un celular pequeño, de aquellos que tenían teclado físico y una pantalla igual de grande que el teclado, y desplegable. Se notaba usado, con un par de golpes en los bordes, pero aún funcional.
Presionó las teclas con rapidez, como quien ya tiene memorizada la posición de cada letra. Tecleó con agilidad un mensaje corto: “Me iré de viaje. Nos vemos en unos días.” Luego, pulsó enviar sin pensarlo demasiado. El característico bip de confirmación sonó segundos después, y entonces guardó el celular de nuevo en su pantalón con la misma calma con la que lo había sacado.
—¿Era para Eric? —preguntó Niel, mirándolo con una mezcla de picardía y genuina curiosidad.
—Sí —respondió él, mientras tomaba un pequeño control remoto y presionaba un botón, haciendo que el portón comenzara a elevarse lentamente, con un chirrido metálico que retumbó en el garaje.
Niel soltó una risa suave, cruzando los brazos mientras se acomodaba mejor en el asiento.
—¿Y crees que ese mensaje va a ser suficiente? ¿En serio?
Godric le echó una mirada fugaz, antes de volver a mirar al frente. Una sonrisa apenas visible se formó en sus labios.
—Es para que no piense que desaparecí o algo.
—Claro —dijo ella con tono sarcástico—. Porque un “me voy de viaje” críptico en mitad de la noche no suena para nada a desaparición sospechosa viniendo de un vampiro.
Él se rió por lo bajo, negando con la cabeza.
—¿Qué querías que hiciera? ¿Una carta con aroma?
—Si, una carta, una nota en el refrigerador, un post-it en la puerta… lo que sea menos un mensaje de cinco palabras. Eric va a pensar que alguien te arrancó el teléfono antes de que pudieras escribir más.
Godric murmuró algo entre dientes, medio en broma, medio resignado.
—Tendré que enfrentar sus quejas después.
—Espero estar lejos cuando eso pase —comentó ella, divertida—. No quiero ser testigo del drama.
…
El silencio dentro del auto era cómodo, casi hipnótico, solo interrumpido por el suave ronroneo del motor y el tenue sonido de las ruedas al rodar sobre el asfalto. La noche en Shreveport parecía tranquila, y las luces del centro urbano parpadeaban a lo lejos mientras el vehículo atravesaba calles anchas y solitarias.
Godric mantenía la mirada al frente, atento al camino, pero cada tanto desviaba los ojos hacia el asiento del copiloto, donde Niel se encontraba completamente inmersa en uno de los tomos de magia que llevaba consigo. El libro reposaba abierto sobre su regazo, y los dedos de la rubia se deslizaban por las páginas con familiaridad, repasando viejas anotaciones escritas con su propia letra, marcas de tinta aquí y allá, diagramas de hechizos complejos que solo alguien como ella podría interpretar al vuelo.
Godric no podía evitar sentir algo de curiosidad—o tal vez fascinación— Aunque no decía nada, sus ojos se posaban en ella con frecuencia, como si observarla concentrada le ofreciera una paz peculiar. Niel estaba recostada levemente contra la puerta del auto, con el codo apoyado y la mejilla contra la mano, sumida por completo en la lectura.
Justo cuando el vampiro estaba debatiéndose internamente sobre si debía o no preguntar algo relacionado con el libro—o quizás algo más personal—el agudo sonido de su teléfono rompió el silencio de golpe.
Pii-pii-pii-pii-pii…
El timbre era insistente, desentonando por completo con la serenidad del momento. Niel alzó la vista, confundida por un segundo, pero en cuanto vio a Godric buscar el celular con una ceja arqueada, entendió al instante y no pudo evitar soltar una carcajada.
—¡Se tardó más de lo que pensé! —rió, cerrando el libro mientras lo miraba con diversión mal disimulada.
Godric negó con la cabeza, entre frustrado y resignado, aunque una sonrisa amenazaba con curvarle los labios. Sacó con una sola mano el viejo celular de su pantalón, abriéndolo con un clic característico mientras aún mantenía la otra mano firme en el volante.
—Yo contesto —dijo Niel, estirando la mano hacia él—. Estás manejando, y no quiero terminar chocando contra una tienda por culpa de la furia de tu hijo.
Godric la miró de reojo, dudando un segundo… pero luego se rindió con un suspiro breve y le pasó el aparato.
Niel aceptó el teléfono y presionó el botón de altavoz con una sonrisa divertida. Apenas lo hizo, la voz de Eric estalló al otro lado de la línea con una furia tan instantánea que hizo que Niel diera un pequeño respingo, aunque su sonrisa no se desvaneció.
—¡¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS?! —rugió Eric desde el otro lado, su voz amplificada llenando el interior del coche con una mezcla entre enfado, preocupación y puro dramatismo.
Godric puso los ojos en blanco mientras Niel soltaba una nueva carcajada, bajando un poco el volumen del altavoz por instinto.
Luego del grito desmedido de Eric, que resonó por todo el interior del coche como si hubiera sido amplificado por altavoces de estadio, Niel se aclaró la garganta ligeramente y, con voz calmada, como si intentara apaciguar a un animal asustado y enfadado al mismo tiempo, respondió:
—Hola, Eric…
Su tono fue suave, casi cariñoso, con la intención clara de calmar al vampiro al otro lado de la línea. Sabía que Eric no gritaba por enojo, sino por preocupación. Después de todo, conocía lo mucho que se preocupaba por Godric, más aún desde aquel trágico episodio en la iglesia y la bomba. No podía culparlo.
Del otro lado, Eric se preparaba para lanzar otro grito inquisitivo cuando, de repente, su voz se interrumpió en seco. Una pausa breve. Luego, el tono cambió a uno confundido y levemente desconfiado:
—…¿Qué haces tú con el teléfono de Godric?
Niel sonrió levemente, miró a Godric de reojo y contestó con naturalidad:
—Estoy con él. Está manejando.
Al escuchar eso, el silencio se instaló por un par de segundos en la línea. Niel acercó el teléfono al vampiro, que aún mantenía la vista en la carretera pero esbozó una pequeña sonrisa—de esas que eran apenas visibles—antes de hablar con fingida inocencia:
—Hola, Eric.
Su voz arrastraba una sutil burla juguetona, lo justo como para burlarse de la reacción exagerada de su hijo sin provocarlo del todo. Niel soltó una risa muy baja, y volvió a acercar el teléfono a su lado, dejando que Eric respondiera.
El tono del vikingo del otro lado ya no era el mismo. Más calmado, aliviado, aunque aún sonaba un poco tenso por la adrenalina del susto, preguntó con algo más de lógica:
—¿Dónde están? ¿Qué están haciendo?
—Estamos saliendo de Shreveport —respondió Niel, ajustando la postura en su asiento, con el tomo de magia aún cerrado sobre sus piernas—. Vamos camino a Cabo Kennedy.
—¿Cabo Kennedy? —repitió Eric, confundido—. ¿Por qué?
Niel rio ligeramente por la pregunta, y no tardó en responder con un toque de humor, mirando de reojo al conductor:
—Porque tu querido creador se autoinvitó a un viaje que yo tenía que hacer por unos días.
Del otro lado, Eric soltó una carcajada. Sincera, resonante, y muy al estilo del vikingo.
—Por supuesto que lo hizo… —dijo entre risas—. La próxima vez, al menos, que me llame antes de desaparecer, ¿sí?
—Lo tendré en cuenta —dijo Niel, sonriendo. Luego miró a Godric con complicidad—. Aunque no sé si él será muy obediente.
Godric no dijo nada, pero ladeó una sonrisa leve, negando con la cabeza, mientras los faroles del centro iban quedando atrás, y la carretera empezaba a abrirse frente a ellos, prometiendo muchas horas juntos.
…
Después de aquella llamada algo caótica con Eric, y de enviarle un último mensaje para calmarlo —“Te llamamos cuando lleguemos, lo prometo”— el silencio volvió a instalarse en el interior del auto. Pero no era incómodo, ni forzado. Era uno de esos silencios suaves y plácidos, como una manta que envuelve a dos personas que no necesitan palabras para saber que están bien, que están ahí.
El paisaje a través de las ventanillas del coche pasaba en un desfile de sombras y luces tenues, con el cielo nocturno extendiéndose como un manto de terciopelo salpicado de estrellas. Las luces distantes de postes y estaciones lejanas eran los únicos puntos que rompían la oscuridad del camino. La carretera estaba prácticamente vacía, solo algunos vehículos que se cruzaban brevemente antes de volver a perderse en el horizonte.
Godric, al volante, mantenía la mirada fija en la carretera con su expresión habitual: tranquila, serena, como si nada pudiera alterarlo… aunque sus pulgares deslizándose ocasionalmente sobre los botones del viejo teclado de su celular desmentían esa calma. Respondía a los mensajes de Eric, la mayoría con un suspiro o una ceja alzada —algunos eran tan sugerentes que incluso para un vampiro de dos mil años, resultaban… intensos—. Aun así, los leía con una pequeña sonrisa, esa que sólo salía cuando se sentía realmente cómodo.
A su derecha, Niel se había quedado profundamente dormida. La rubia tenía el tomo de magia abierto sobre su regazo, las manos apenas sujetándolo, como si en cualquier momento fuera a caer al suelo. Su cabeza descansaba contra la ventanilla, y su respiración pausada empañaba ligeramente el vidrio. Su boca estaba entreabierta, y había algo genuinamente enternecedor en la forma en que dormía, completamente despreocupada pese a estar en un auto con un vampiro al volante, cruzando el país en mitad de la noche.
Godric no pudo evitar soltar una risa silenciosa, breve y nostálgica. No hacía tanto que estaba solo, pero esa escena —el libro, la respiración suave de Niel, la carretera tranquila— le despertó una sensación que ya casi había olvidado: paz.
Instintivamente, con mucho cuidado de no despertar a la joven, tomó el viejo teléfono y, tras pelear un poco con la interfaz —porque los celulares de tapa no fueron diseñados para fotos discretas ni mucho menos eficientes— logró capturar una imagen. El chasquido fue mínimo, y ella no se movió. “Perfecta”, pensó, con una sonrisa traviesa. Sin duda se la mostraría más tarde, solo para molestarla un poco y devolverle la broma que le había hecho hace unas horas.
Desde lejos, pudo divisar las luces cálidas y algo parpadeantes de una pequeña estación de servicio. Una de esas que se ven en películas, en medio de la nada, donde parece que el tiempo se detuvo décadas atrás. No parecía haber movimiento, pero las luces estaban encendidas y el letrero de “Abierto” brillaba en rojo.
Godric aflojó el pie del acelerador, girando suavemente hacia la entrada del lugar. El letrero oxidado de la gasolinera chilló con el viento nocturno. Decidió que sería una buena idea hacer una breve parada: recargar combustible, despertar a niel para preguntarle si quería algo (una bebida caliente, algo dulce), y de paso tomar un par de botellas de True Blood para él —Por mucho que las odiara—
Mientras maniobraba lentamente entre los surtidores, mirando a su alrededor por si alguien estaba atendiendo el lugar, echó una última mirada a la chica dormida a su lado. La escena le arrancó otra leve sonrisa. Bajó la velocidad al mínimo, intentando no hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertarla todavía.
Luego de que Godric estacionó el auto en el pequeño aparcamiento frente a la tienda, apagó el motor con suavidad, permitiendo que el repentino silencio dejara escuchar el leve crujido del viento moviendo un viejo cartel luminoso que parpadeaba. El lugar tenía ese aire desolado pero acogedor, como si hubiera sido olvidado por todos menos por los viajeros nocturnos. La iluminación tenue de los faroles apenas alcanzaba a cubrir el pavimento agrietado del estacionamiento.
Godric giró ligeramente en su asiento, volviendo su atención hacia la rubia a su lado. Niel seguía profundamente dormida, en la misma posición en la que había quedado horas atrás: cabeza apoyada contra la ventanilla, el libro de magia todavía abierto sobre su regazo, y su respiración tan tranquila como el ambiente alrededor. La imagen le arrancó otra sonrisa, una mezcla de ternura y divertimento.
No quería despertarla. Parte de él deseaba dejarla dormir un poco más, solo por verla así: serena, despreocupada, confiando en él incluso en sus sueños. Pero también sabía que necesitaba preguntarle si quería algo para comer o beber. Además, el cuerpo humano tenía sus límites, y aunque ella no parecía haber notado la duración del viaje, ya habían pasado varias horas.
Estiró la mano con cuidado, sus dedos fríos como la noche rozando suavemente su hombro. La sacudió apenas, como si su toque no quisiera perturbarla más de lo necesario, mientras murmuraba su nombre con voz baja y gentil:
—Niel… —dijo con un tono cálido, casi un susurro.
Ella tardó un par de segundos en reaccionar, pero finalmente sus párpados se agitaron, pesados, y sus ojos se abrieron apenas. Parpadeó con lentitud, como si su mente aún intentara entender en qué punto del mundo estaba. Su voz salió entrecortada por un bostezo largo que no pudo contener.
—¿Godric…? —murmuró en forma de pregunta, mientras se frotaba los ojos con una mano y soltaba un suspiro lento.
Se acomodó en el asiento, estirando apenas el cuello y girando hacia él, adormilada aún, el libro deslizándose un poco por sus piernas. Sus ojos lo miraron, algo confusos, antes de enfocarse del todo.
—¿Ya llegamos…? —preguntó con voz ronca por el sueño, mientras estiraba los brazos flojamente como una gata despertando de una siesta.
Godric soltó una pequeña risa por lo bajo, negando con la cabeza, sus ojos brillando con suavidad bajo la tenue luz del local.
—No —respondió—. Todavía no. Pero vi esta gasolinera y pensé en parar un momento. Por si querías algo para comer… o tomar. Yo también aprovecharé para comprar unas botellas de True Blood.
Niel miró hacia afuera, observando el lugar con ojos aún medio entornados. La gasolinera no tenía nada especial, salvo por el ambiente algo melancólico que parecía colgar de las luces débiles y la música suave que escapaba desde dentro de la tienda, apenas audible a través del cristal.
—Mmm… —fue lo único que murmuró por unos segundos, antes de sonreír con los ojos aún medio cerrados—. ¿Me despertaste solo para ofrecerme comida? Qué caballero…
Godric ladeó la cabeza, alzando una ceja, con esa expresión suya entre divertido y paciente.
—Solo intento evitar que despiertes con hambre…y evitar un posible mal humor—bromeó con suavidad, lo suficiente para que el tono no la molestara.
Niel soltó una risa nasal, más un resoplido de diversión, y finalmente se incorporó en su asiento, pasando una mano por su cabello para despejarlo de los mechones revueltos por el sueño.
—Está bien… voy contigo —dijo, desabrochándose el cinturón lentamente.
Godric asintió, esperando a que ella se terminara de desperezar antes de salir del auto, abriendo su puerta con un leve chirrido metálico, mientras la brisa nocturna entraba acariciando el interior del vehículo con su aire fresco y salado, presagio de que la costa ya no estaba tan lejos.
Después de salir del auto, la brisa nocturna acarició el rostro de Niel con una frescura que le arrancó un suspiro. Se quedó de pie unos segundos junto a la puerta abierta del coche, alzando los brazos y estirando el cuerpo entero como un gato recién despierto. Se oyó un pequeño crujido en su espalda, lo que provocó un murmullo fastidiado de su parte.
—Ugh… odio este tipo de dolor. ¿Cómo pueden los humanos sobrevivir a esto a diario? —refunfuñó mientras frotaba su cuello, aún medio adormilada.
A su lado, Godric alzó una ceja con diversión, cruzándose de brazos con un gesto casual y esa típica media sonrisa suya, calmada pero burlona.
—Quizá si no durmieras como una piedra durante medio viaje…
Niel giró la cabeza y le lanzó una mirada seria, entornando los ojos con fingida indignación, aunque no pudo evitar que una comisura de sus labios se curvara hacia arriba. El vampiro dejó escapar una suave carcajada al verla, caminando con tranquilidad hacia la entrada de la tienda.
La gasolinera parecía salida de otro tiempo: una de esas tiendas de carretera detenidas en los años noventa, iluminada por luces blancas algo parpadeantes y estanterías viejas llenas de productos con empaques llamativos y desactualizados. El sonido de un ventilador girando con pereza llenaba el ambiente junto a una tenue música country sonando desde una vieja radio detrás del mostrador.
El cajero, un chico delgado de rostro pálido y expresión ausente, estaba recostado en una silla giratoria detrás del mostrador. Sostenía entre las manos una Nintendo DS con carcasa roja brillante, los pulgares en movimiento frenético mientras murmuraba algo como “¡vamos, maldito jefe!” sin levantar realmente la mirada. Al notar a la pareja entrando, apenas alzó la vista unos segundos, sin mostrar ningún interés en absoluto, para luego volver a sumergirse en su juego como si fueran invisibles.
—Acogedor —murmuró Niel mientras cruzaba el umbral junto a Godric, su voz teñida de sarcasmo juguetón.
—He visto criptas más animadas —replicó Godric en el mismo tono, observando con una ceja arqueada las estanterías polvorientas llenas de botanas, dulces y bebidas energéticas.
Caminaron entre los pasillos, conversando entre risas discretas y bromas tontas que sólo parecían hacer reír al otro más. Godric, con sus manos detrás de la espalda, observaba curioso cada etiqueta, como si leer los ingredientes de una bolsa de frituras fuese una experiencia antropológica. Niel, por su parte, se inclinaba ligeramente para leer los precios y lanzaba comentarios mordaces sobre el contenido “no identificable” de algunos empaques.
Finalmente, ella se decidió por un vaso plástico con una mezcla de frutas frescas picadas: melón, fresa, piña y kiwi, con un tenedorcito de plástico clavado en la tapa. Lo levantó con una sonrisa triunfante.
—Esto sí parece comestible… y no una amenaza para mis órganos.
Godric simplemente asintió, sosteniendo ya dos botellas de True Blood O negativo que había tomado del refrigerador en el fondo de la tienda, observando el líquido rojo con una mirada ausente, casi melancólica, antes de volver a la realidad.
Estaban por ir hacia la caja cuando, de repente, el teléfono de Niel empezó a sonar, rompiendo el silencio con el icónico riff de “Back in Black” de AC/DC. El sonido era tan fuerte y sorpresivo en medio de la tranquilidad que incluso el cajero levantó la vista un poco irritado, arrugando el ceño. Niel se congeló un segundo, luego soltó una risa algo nerviosa.
—Dioses… me olvidé que tengo ese tono —musitó mientras rebuscaba en el bolsillo de su chaqueta hasta encontrar el viejo teléfono de tapa rosa, cortesía del ángel que visitó hace un par de horas, con brillantitos en forma de alas doradas en la carcasa. El aparato brilló suavemente cuando lo abrió, y al ver el nombre en la pantalla, se detuvo.
Aziraphale.
Su pulgar dudó sobre el botón verde. No sabía si contestar. No porque le molestara hablar con el ángel, sino porque algo en su tono reciente, demasiado preocupado, la ponía nerviosa. Godric, notando su vacilación, se giró hacia ella y habló con tranquilidad:
—Ve. Contéstale. Yo me encargo de esto —dijo, alzando las botellas de True Blood y el vasito de frutas.
Niel lo miró, dudando un poco más.
—No quiero molestarte…
Godric negó con una sonrisa paciente.
—No lo haces. Anda. Te esperare afuera si tardas mucho —insistió, dándole un leve empujón con el hombro.
Niel salió por la puerta lateral de la tienda con una risa suave escapándose de sus labios, sacudiendo ligeramente la cabeza mientras pensaba en lo insistente —y amable— que podía llegar a ser Godric. La brisa nocturna acarició su rostro mientras caminaba hacia un costado del edificio, buscando un rincón donde, aunque no estuviera escondida, pudiera sentirse un poco más sola. No había nadie cerca. El lugar estaba envuelto en la calma típica de las madrugadas en carretera: unos grillos sonaban a lo lejos y una luz de neón parpadeaba perezosamente en una esquina del letrero de la tienda.
Con un leve suspiro, apretó el botón verde del teléfono y se lo llevó a la oreja. Apenas pasaron un par de segundos cuando escuchó esa voz que conocía tan bien: melódica, gentil, como un abrigo en una noche fría.
—Hola, Niel… —murmuró Aziraphale con su tono suave, envolvente y cálido.
Niel sonrió, conteniendo un suspiro emocional.
—Hola, Aziraphale —respondió con dulzura—. ¿Cómo va todo por allá?
—Oh, todo está en calma, todo bien —respondió el ángel con su habitual tono pausado y reconfortante—. Solo espero no haber llamado demasiado tarde...
—Tranquilo, no molestas —rió Niel por lo bajo, mirando hacia el cielo estrellado—. A esta hora es cuando las cosas se ponen interesantes.
El silencio se coló brevemente entre ellos, solo roto por el zumbido del neón y el leve murmullo del viento. Niel sintió el cambio en el tono de Aziraphale incluso antes de que hablara. El ángel aclaró la garganta al otro lado del auricular, y aunque no lo viera, Niel pudo imaginarlo acomodándose las mangas del abrigo con ese gesto nervioso tan suyo.
—La verdad es que… llamaba para saber cómo estabas tú —dijo finalmente, su tono ahora más serio, pero igual de tierno—. ¿Todo ha estado bien? ¿No has tenido… ningún mal rato?
Niel bajó la vista, sus dedos jugueteando con sus propias uñas, las cuales sonaban por se bastante largas. Tragó saliva con cuidado, tratando de sonar ligera.
—Sí, sí, estoy bien —respondió al principio, con una pequeña sonrisa que sabía que no se reflejaba en su voz—. Morfeo me asignó una tarea bastante lejos… así que estoy en una pequeña travesía al otro lado del país —rió brevemente, en un intento de cambiar la atmósfera de la conversación, pero ambos sabían lo que realmente estaba preguntando Aziraphale.
No era por cortesía. No era por simple preocupación.
Era por eso. Lo que había compartido con tanto esfuerzo, con lágrimas y voz temblorosa, hacía apenas unas horas. Ese momento en el que había desnudado su alma con una mezcla de vergüenza y alivio.
Y ahora el recuerdo volvía, arrastrando con él la emoción que tanto intentaba mantener a raya.
Con un suspiro resignado, su voz bajó.
—La verdad es que… más o menos —admitió, mirando al suelo—. Hay momentos en los que… lo olvido, ¿sabes? Puedo estar tranquila, incluso reír. Pero de repente, sin aviso, vuelve. No siempre. A veces… simplemente se queda ahí, como una sombra.
Omitió la parte más difícil. Esa en la que aún sentía el eco de lo que ocurrió hace tiempo, y como en la iglesia de la Comunidad del Sol se lo recordó vívidamente. No quería preocupar más al ángel. No ahora. No en medio de un viaje que aún tenía horas por delante.
Hubo una pausa al otro lado. Y luego, ese leve tarareo pensativo de Aziraphale. Uno que lo hacía cuando no sabía qué decir de inmediato, pero quería que ella supiera que estaba ahí, presente. Siempre.
—No tienes que cargar con eso sola, Niel —dijo con suavidad—. Si alguna vez necesitas hablar… desahogarte… aunque solo sea para quedarte en silencio del otro lado… estoy aquí. No importa la hora.
Una lágrima bajó por la mejilla de Niel sin permiso. Luego otra. Eran tan pequeñas y silenciosas que no se dio cuenta hasta que una cayó sobre el dorso de su mano.
—Gracias… —susurró, apenas audible. Pero sabía que él lo había escuchado. Siempre lo hacía.
—Siempre, querida mía —respondió con calidez, justo antes de que una voz grave y perezosa sonara en el fondo: “Ángel, ¿dónde dejaste mis gafas? Otra vez se perdieron en el sofá…”
Aziraphale soltó una risita nerviosa.
—Parece que Crowley me reclama… debo atender mi otro caos doméstico —bromeó suavemente.
Niel sonrió entre lágrimas.
—Dale mis saludos. Y… gracias, en serio. Nos hablamos pronto.
Colgó con cuidado, cerrando la tapa del teléfono. Inspiró profundamente, secándose el rostro con la manga de la chaqueta, recomponiéndose antes de girarse para volver a la tienda.
Pero no alcanzó a dar más de tres pasos.
Allí estaba Godric, de pie, recostado junto al marco de la pared, con los brazos cruzados y el rostro sereno… pero con una expresión distinta. En sus ojos brillaba una mezcla sutil de preocupación, curiosidad, y algo más profundo… tristeza, tal vez, o una especie de comprensión silenciosa que solo podía provenir de alguien que había vivido demasiado y visto aún más.
Niel se tensó de inmediato, congelada en su lugar, sintiendo un leve nudo formarse en su estómago. El mundo pareció detenerse un segundo.
¿Cuánto había escuchado?
Lo sabía. Era evidente. Tal vez no todo… pero lo suficiente.
Godric no dijo nada. No aún.
Ambos estaban allí. Quietos. Bajo la luz parpadeante de la tienda, envueltos por el murmullo leve del viento y la música lejana que se filtraba desde la radio del dependiente. Nadie hablaba. Nadie se movía.
Niel bajó la vista. Su respiración era irregular, casi imperceptible, como si cada bocanada de aire fuera algo que necesitara merecer. Sentía el peso del momento sobre los hombros, ese tipo de peso que no se ve, pero aplasta. Que no se nombra, pero ahoga.
Y no era solo incomodidad. Era miedo.
Miedo de lo que pudiera pensar.
Miedo de ser vista como algo roto.
Miedo de que incluso él —Godric, el más paciente de todos los seres inmortales que había conocido— pudiera mirarla distinto.
Y, aunque sabía que no lo haría… aunque sabía que él no era de esos… ese miedo seguía allí, terco y plantado dentro de ella como una raíz vieja y venenosa.
Godric no dijo nada. No intentó llenar el silencio ni disfrazarlo con palabras vacías. Solo la miraba, con los ojos fijos en ella, serenos… atentos… con ese brillo antiguo que parecía ver más de lo que uno decía.
Pero no invadía.
Él no lo hacía nunca.
La verdad era que Godric no había querido escuchar. Sí, había salido preocupado al no verla cerca, y al seguir el leve sonido de su voz lo había hecho casi por instinto, no por morbo ni curiosidad. Cuando la vio, comprendió que seguía en una conversación emocional, delicada. Entonces se detuvo, indeciso. Una parte de él sintió que debía marcharse, pero otra —más fuerte, más humana incluso que su apariencia eterna— no pudo. No quiso.
Y así, se quedó. Lo suficiente como para captar fragmentos.
Tonos. Respiraciones. Pequeñas frases.
No lo suficiente para saberlo todo. Pero sí para intuir.
Niel inspiró hondo, con un suspiro tembloroso, como si cada palabra que estaba a punto de decirle le costara energía vital.
—¿Cuánto escuchaste…? —preguntó con voz baja, ronca, cargada de algo más allá de la vergüenza.
Godric no respondió de inmediato. Ni siquiera bajó la mirada. Mantuvo el contacto visual, tranquilo, y luego respondió con honestidad serena:
—Lo suficiente.
No fue cruel. No fue ambiguo. Solo real.
Y esa simple respuesta hizo que los ojos de Niel se nublaran. No sabía por qué. Tal vez porque la sinceridad, cuando viene sin juicio, también duele. Porque no le ofrecía la mentira reconfortante de “nada” ni la frialdad de “todo”.
Ella bajó la mirada de nuevo. Mordió el interior de su mejilla para no quebrarse.
No quería llorar. No quería derrumbarse ahí, junto a un muro de ladrillos desconchados y un letrero de refrescos que zumbaba en la penumbra. No tan pronto. No frente a él.
Pero a la vez, quería que él supiera. Quería que él entendiera.
Y eso también dolía.
Godric dio un paso hacia ella, lento, sin prisa, como si temiera asustarla. Levantó una mano y, con extremo cuidado, la posó sobre su hombro, y luego la otra. Sus dedos eran firmes pero suaves. No contenían presión, solo presencia.
—No tienes que contarme nada si no quieres —dijo con esa voz suya, profunda, como sus años y su calma—. No ahora. No después. Nunca, si así lo prefieres. No voy a exigirte que revivas algo que te duele solo para satisfacer mi curiosidad.
Niel cerró los ojos un instante, asimilando sus palabras. Su cuerpo, tenso hasta hace unos segundos, pareció aflojarse solo un poco.
Agradeció, en silencio, que él no llenara el momento de promesas vacías. Que no dijera frases como “estás a salvo” o “puedes confiar en mí” como un cliché automático.
Godric no lo necesitaba. Su sola presencia ya decía eso.
—Quiero contártelo —murmuró ella finalmente, en un hilo de voz—Pero… —hizo una pausa, respirando hondo, tragando el temblor que amenazaba su garganta—. Es difícil. Es… complicado.
Godric asintió con la misma naturalidad con la que uno acepta la lluvia en una tarde de otoño.
—Está bien —respondió sin soltarse de ella—. No tienes que explicarlo todo de una vez. Y no ahora. Te esperaré. Cuando estés lista. Donde tú elijas.
Niel lo miró finalmente a los ojos. Y fue entonces que vio, más allá del azul sereno de su mirada, la ausencia total de juicio. No había lástima. No había análisis. Solo una paciencia infinita. Y quizás, detrás de todo, una comprensión que venía de alguien que también había tenido sus propias sombras, aunque distintas.
—Quiero contártelo —repitió Niel, más segura ahora—. Pero… quiero hacerlo en un lugar más tranquilo. Más privado. Más… cómodo. Aunque estemos en medio de la nada —esbozó una sonrisa cansada—. ¿Te parece?
Ambos caminaron lentamente hacia el auto, en silencio. No era necesario decir nada todavía. Niel lo había decidido: iba a contarle. No por obligación ni porque él lo esperara… sino porque necesitaba hacerlo. Porque, en su interior, algo le decía que Godric debería saberlo.
Una vez dentro del vehículo, Godric encendió el motor sin decir palabra, retomando la ruta como si no hubiese pasado nada… como si el peso invisible que flotaba entre ellos no existiera. Pero él lo sentía. Y lo respetaba. La carretera oscura parecía extenderse eternamente, iluminada solo por los faros del coche y la escasa luz de una luna velada por nubes perezosas.
Niel miraba por la ventana, sus dedos crispados sobre su regazo, intentando que el temblor se detuviera. Tardó varios minutos en hablar, armando la valentía entre cada latido acelerado.
—¿Ya… ya tienes una idea, verdad? —preguntó, su voz rasgada por la contención.
Godric, sin apartar la vista del camino, asintió suavemente.
—Tengo una idea, sí. Pero no quiero asumir nada que tú no quieras contarme —respondió con honestidad, su voz baja, paciente.
Niel inhaló profundamente, como si preparara su alma para arrancarse una parte con palabras. Y entonces comenzó:
—Hace mucho… más de un siglo. Morfeo y yo fuimos capturados por un culto. El líder… se llamaba Roderick Burgess. Quería algo de él. De nosotros. Buscaba traer de vuelta a su hijo muerto. Lo exigía, casi como si Morfeo fuera su sirviente… —soltó una risa amarga—. Y también a mí… me exigía lo mismo al ver que Sueño obviamente se negaba, sin saber que yo no podía hacerlo, ni él tampoco.
Godric no dijo nada. Solo apretó un poco más el volante, con su mandíbula tensa.
—Morfeo nunca le habló. Nunca. Y como yo estoy atada a él, a su poder… quedé atrapada igual. No podía usar mi magia, no podía hacer nada. Él encerrado en una burbuja de cristal, yo… en una jaula. Como un animal.
La voz de Niel se quebró, y sus palabras se volvieron cuchillas que cortaban a ambos por igual.
—Cuando Roderick se dio cuenta de que Morfeo no cedería, empezó a desesperarse. Y… se desquitó conmigo. Primero fueron insultos, golpes. Quería provocar a Morfeo. Quería quebrarlo. Pero cuando eso no funcionó… decidió subir la apuesta. Y… me usó. Me… abusaron de mi. Durante años. Diez años.
Las lágrimas caían ya sin resistencia, calientes, amargas, pesadas. Ella no las limpiaba. Solo hablaba.
—Me rompieron de todas las formas posibles. Y lo hacían sabiendo que Morfeo escuchaba. Querían que él sufriera tanto como yo… o más. Pero él nunca dijo nada. Nunca. Ni un solo día.
Godric desvió la mirada por un instante, solo un segundo, para verla. Sus ojos estaban empañado, rojos e hinchados por el llanto, su expresión marcada por una rabia helada que no le era ajena, porque también había sentido el peso de la culpa y el silencio. Volvió la vista al frente, sabiendo que ella aún tenía más por decir.
—Cuando Roderick murió… pensé que había terminado. Pero su hijo, Alex, aunque era diferente… tampoco nos liberó. No por maldad, sino por miedo. Tenía miedo de Morfeo. Y aún más de decepcionar a su padre, incluso muerto. Así que… simplemente nos dejó allí.
Niel sollozó, apenas un murmullo doloroso.
—Pasaron 109 años más, sin cadenas, pero sin libertad. Ya no me tocaban. Pero tampoco me hablaban. Nadie bajaba. Estábamos atrapados en el olvido. Como si ya no importáramos.
Godric bajó la velocidad hasta casi detenerse. Aparcó a un lado de la carretera, en un tramo desierto. El silencio fue profundo, roto solo por la respiración temblorosa de Niel.
Ella no se atrevía a mirarlo.
—Lo siento —murmuró, apenas audible.
Entonces sintió algo inesperado. El cálido roce de la mano de Godric sobre la suya. No fue invasivo. Fue un ancla.
—No tienes que pedir perdón —dijo él, con voz grave, tensa—. Nada de eso fue tu culpa. Ninguna parte de eso. Lo que te hicieron… es imperdonable. Y no hay palabras para justificarlo. Pero tú… sigues aquí. Sigues siendo tú. Y eso es una fuerza que muy pocos poseen.
Niel alzó la mirada. Los ojos de Godric no estaban llenos de lástima. Estaban llenos de respeto. De dolor compartido. De algo más que compasión.
—No puedo cambiar lo que pasó —añadió él, casi en un susurro—. Pero puedo escucharte. Y quedarme contigo, si eso es lo que necesitas.
Ella se quebró entonces, por completo, lanzándose hacia él en un abrazo tembloroso. Godric la sostuvo con fuerza, sin miedo, como si ese gesto pudiera coser un poco de la herida profunda que le había sido infligida durante más de un siglo.
Y por primera vez en mucho tiempo, Niel no se sintió sucia. Ni rota. Ni sola.
El vampiro rodeaba a la rubia con sus brazos, envolviéndola en un abrazo que, sin ser débil, tampoco tenía el más mínimo atisbo de violencia. Era firme, protector. Un recordatorio silencioso de que ella ya no estaba sola, de que él estaba allí, con ella, sin importar lo que hubiera pasado.
Niel temblaba. Sus lágrimas empapaban la tela de la camisa de Godric, su rostro escondido en el hueco de su hombro mientras sollozaba con una vulnerabilidad que raramente mostraba. Para ella, abrirse era difícil. No porque no quisiera, sino porque había aprendido que contar su dolor era como arrancarse pedazos de carne aún viva. Pero ahora… por primera vez en mucho tiempo, sentía que ese dolor tenía un eco. Que no caía en el vacío.
Godric cerró los ojos, apretando los dientes en silencio. Mentiría si dijera que estaba tranquilo. No lo estaba. Su interior era un campo de furia contenida, un océano denso y oscuro de rabia hirviendo contra los que le habían hecho daño. No podía evitar imaginar los rostros de aquellos hombres y desear haberlos tenido frente a él, aunque fuera por un segundo. Habría hecho lo que ya había hecho antes: castigar con sus propias manos. Como aquella vez, en el sótano de la iglesia de la Comunidad del Sol, cuando se enfrentó a Gabe, el fanático que había intentado propasarse con Niel y con Sookie. No hubo compasión ese día. No hubo dudas. Solo justicia. Cruda. Necesaria.
Pero esta vez, no podía hacer nada. No había nadie a quien perseguir. Roderick Burgess estaba muerto, como lo había dicho Niel. Y seguramente, los demás miembros de ese culto también. Hombres que se escudaban en rituales y símbolos, y que creían tener el derecho de romper lo que no entendían por una promesa de poder. Escoria. Cuerpos ya enterrados, pero que habían dejado cicatrices vivas en la mujer que ahora se deshacía entre sus brazos.
El único que quedaba con vida era Alex. Un niño cuando todo ocurrió. Un chico que, según lo que Niel contó, nunca le puso un dedo encima. Solo… no hizo nada. La pasividad también era una forma de herida, pero Godric no sentía la misma rabia por él. No podía. Alex había sido criado en un entorno de miedo y control, y aunque sus decisiones perpetuaron el encierro, no fue quien lo comenzó. No era el monstruo.
Godric bajó la mirada hacia el cabello dorado de Niel, tan enredado ahora como sus pensamientos. Acarició con delicadeza la parte posterior de su cabeza, reconociendo que no había nada que pudiera hacer contra el pasado. Pero sí podía hacer algo ahora. Podía estar allí. Escucharla. Recordarle quién era realmente, por encima del dolor, por encima del trauma. Recordarle que aún tenía derecho a la ternura, al respeto, al amor… incluso si le costaba aceptarlo.
Y ahora todo tenía más sentido.
Como había reaccionado en aquel sótano de la iglesia, la primera ves que se había derrumbado frente a él, llorando y recordando, esa vez el no había entendido lo que pasaba. Pero, después siguió la ocasión en el, bosque, cuando estaban sentados en aquel lago luego de alimentar a los patos y de besarse, esa vez ya tenia la sospecha, gracias a lo que ella menciono cuando el conducía hacia su casa luego del altercado en la iglesia. Y aunque ya tenido la vaga idea de lo que le había pasado, era muy diferente a la confirmación que acababa de tener ahora. Cada inseguridad, fue una consecuencia de eso.
Godric sintió que se le apretaba el pecho. Había vivido siglos, presenciado guerras, masacres, y había causado muchas de ellas… pero ver a Niel rota por algo tan cruel, tan prolongado, lo hería de una forma distinta. Porque ella no era solo alguien que había sobrevivido. Era alguien que seguía viviendo. Que reía. Que ayudaba. Que, incluso con todo el dolor en su espalda, seguía cuidando a los demás.
—Gracias —murmuró él, con voz baja y rasposa.
Niel se estremeció, apenas alzando el rostro con ojos hinchados por el llanto.
—¿Por… qué? —preguntó con un hilo de voz.
—Por confiar en mí con esto —respondió él, acariciándole la mejilla con el dorso de los dedos—. Pudo haberte roto. A cualquiera lo habría hecho. Pero tú estás aquí. Y eso… eso no es solo sobrevivir, Niel. Eso es pelear todos los días, incluso cuando nadie lo ve.
Ella no respondió con palabras, solo bajó la mirada de nuevo, mordiéndose el labio para no sollozar otra vez. Pero no se alejó del toque. No retrocedió. Y eso ya era una señal.
El motor del auto seguía encendido, emitiendo un murmullo constante como el latido de un corazón mecánico. Pero allí, en ese recodo de la carretera, rodeados por el vacío nocturno y la oscuridad del desierto, habían encontrado un pequeño oasis de humanidad.
Godric apoyó su frente contra la de ella por unos segundos.
—No estás sola. No otra vez. ¿Está bien?
Niel asintió con un susurro, apenas audible:
—Está bien...
…
Caía una tormenta afuera, lenta pero implacable, con gotas gruesas que golpeaban los ventanales del complejo de apartamentos de Hob Gadling como si quisieran arrancar secretos a cada ladrillo. Las calles pavimentadas estaban desiertas, brillando bajo los destellos blancos de los relámpagos. El sonido del trueno reverberaba entre los edificios, llenando el aire de esa energía extraña que solo trae la lluvia nocturna.
Dentro, el apartamento de Hob estaba cálido y tenuemente iluminado, con una suave lista de reproducción de jazz instrumental sonando de fondo. En la cocina, Hob se movía con soltura, aún vestido con ropa informal —una camisa negra arremangada y pantalones de algodón cómodos—, mientras terminaba de preparar su cena. Una sartén humeaba suavemente y el aroma del romero y el ajo recién dorados impregnaba el aire, contrastando con la electricidad cargada del exterior.
La jornada en el bar había sido agotadora y ruidosa, llena de conversaciones, tragos derramados, y clientes eufóricos por la lluvia. Así que Hob se había permitido cerrar por la tarde. Pensaba quizás abrir por la noche si le daba la gana, pero por ahora, la tranquilidad era su prioridad.
Justo cuando giró para llevar su plato recién servido a la encimera, un movimiento súbito en su visión periférica hizo que casi se le cayera el tenedor de las manos.
—¡Por el amor de Dios, Morfeo! —exclamó, sobresaltado—. ¿Puedes dejar de aparecerte así como si fueras un maldito espectro?
Sentado con inexplicable naturalidad sobre uno de los taburetes frente a la isla de la cocina, estaba él: Sueño de los Eternos. Sereno, elegante, impecablemente envuelto en un abrigo largo de un negro profundo que absorbía la luz de la cocina. Su piel parecía aún más pálida bajo el cálido resplandor de las lámparas, y sus ojos azules, insondables, lo observaban con la calma inamovible de quien no pertenece del todo a este mundo.
Hob se apoyó contra la encimera, llevándose una mano al pecho.
—Joder… me vas a matar de un susto.
Morfeo ladeó apenas la cabeza, sin cambiar su expresión.
—Eres inmortal, Hob Gadling. No puedes morir. Ni siquiera de un susto.
—Eso no significa que me guste sentir que voy a… —dijo Hob, con tono irónico, señalándose el corazón—. ¿Te parece divertido?
Un fugaz, casi imperceptible esbozo de sonrisa curvó los labios de Sueño.
—Tal vez un poco.
Hob resopló con una mezcla de exasperación y resignación, caminando de vuelta a la sartén para servirse lo que faltaba. Su voz se suavizó ligeramente.
—Supongo que me debería alegrar de verte. Has estado… ausente, últimamente.
Morfeo no respondió de inmediato. Solo lo miró en silencio, como si estuviera considerando cuidadosamente qué palabras decir —o si debía decir alguna en absoluto.
La lluvia seguía golpeando los cristales, envolviendo el espacio en una intimidad extraña, como si el mundo allá afuera estuviera lejano e irreal, y solo quedaran ellos dos, bajo la luz cálida de esa cocina, compartiendo más que una comida: un momento suspendido entre siglos de historia, emociones sin decir, y un sentimiento que ninguno de los dos había tenido el valor —todavía— de nombrar.
Después de eso, Hob, con su natural hospitalidad, le ofreció algo de beber a Sueño. Le preguntó si quería vino, cerveza, incluso un poco de whisky, pero como era de esperarse, Morfeo negó con un gesto sutil y un suave “Estoy bien”. Sin embargo, Hob, que conocía a su amigo mejor de lo que Sueño admitiría, no se rindió tan fácilmente. Le dio una media sonrisa y se giró para preparar un vaso de té caliente.
—No pregunté si tenías sed. Te estoy diciendo que te vendrá bien —dijo con tono amistoso, pero firme, mientras dejaba caer una bolsita de manzanilla en el agua hirviendo.
Morfeo no protestó. Aceptó la taza cuando se la tendieron, con la misma solemnidad con la que uno acepta una ofrenda sagrada. Hob volvió a su cena, que había quedado a medias, y ambos se sumieron en un silencio cómodo —uno de esos silencios que no incomodan, sino que pesan como una manta cálida en una noche fría.
Mientras Hob comía, echaba discretas miradas a su invitado. Observó cómo Morfeo tomaba el té en pequeños sorbos, y aunque su rostro no mostraba expresión evidente, Hob juraría que lo disfrutaba. Cuando terminaron, Hob llevó los platos al lavavajillas y dejó también la taza vacía de su invitado. Un detalle menor, quizás, pero significativo. Si Morfeo no hubiera querido beberlo, no lo habría hecho. Y sin embargo, lo hizo.
Pero incluso con la taza vacía y la atmósfera hogareña del apartamento, algo no estaba bien. Hob lo notó. No era solo el silencio habitual de Morfeo. Había una especie de quietud tensa en él, una densidad en el aire a su alrededor. Estaba cabizbajo, sentado en el banco de la encimera, sus largos dedos jugando distraídamente entre sí, como si quisiera evitar que su mente se dispersara más de lo debido.
Hob lo miró un largo rato, indeciso. No era su estilo forzar las cosas con él, pero tampoco podía quedarse sin hacer nada.
Finalmente, se aclaró la garganta suavemente, rompiendo la tensión sin romper la calma.
Morfeo levantó la vista, sus ojos azul oscuro enfocándose en él con lentitud. Ladeó apenas la cabeza, en un gesto que era más pregunta que palabra.
—¿Te pasa algo? —preguntó Hob, con una suavidad poco común—. No es solo mi impresión… hay algo que te molesta, ¿no?
Morfeo mantuvo la mirada fija en él durante unos segundos. Su primera reacción fue instintiva: negarlo, decirle que no era asunto suyo. Que él, Sueño de los Eternos, tenía asuntos que iban más allá de la comprensión humana. Pero Hob no era cualquier humano. Y Morfeo, aunque no lo dijera nunca, lo sabía.
Así que suspiró. No de forma sonora, sino en ese modo etéreo en que Sueño parecía exhalar sombras.
—Es sobre Niel —dijo finalmente, con voz baja, como si decir su nombre ya fuera un esfuerzo—. La envié a vigilar a Rose Walker. Confió en que puede hacerlo sola. Y puede… lo sé. Pero aun así…
Calló, dejando las últimas palabras sin terminar.
Hob se cruzó de brazos, apoyado contra la pared, y asintió despacio.
—Eso lo entiendo. Pero me da la impresión de que hay algo más —dijo, con cautela—. ¿O me equivoco?
Morfeo bajó la mirada nuevamente. Esta vez, su expresión cambió apenas. Sus labios se fruncieron levemente, y sus dedos dejaron de moverse.
Un tarareo bajo y casi imperceptible escapó de su garganta. No era un sonido alegre. Era… resignado.
—No te equivocas.
La respuesta fue tan breve como cargada. Hob se mantuvo en silencio, dándole espacio para que hablara si así lo quería.
Sabía que forzar a Morfeo solo cerraría más las puertas.
Y después de unos segundos, él habló.
—Ella me confesó algo… antes de irse. Algo que no esperaba oír en ese momento. Me dijo que… —hizo una pausa, buscando las palabras— que estaba enamorada.
Los ojos de Hob se entrecerraron ligeramente, no por juicio, sino por sorpresa. No había esperado eso.
Morfeo continuó, su voz un poco más baja ahora, casi como si estuviera hablándose a sí mismo.
—No me molesta que lo haga. No tengo ese derecho. Tiene libertad, voluntad, deseos propios. No es… no es mi posesión —la palabra le sonó amarga, como si aborreciera siquiera la insinuación—. Pero aun así… me duele. Me preocupa.
Hob dio un paso más cerca, sentándose frente a él.
—¿Por qué? —preguntó con suavidad.
Morfeo lo miró, y por un momento, Hob vio algo crudo en esos ojos infinitos. Algo que pocas veces emergía a la superficie: miedo.
—Porque ya la perdí una vez —dijo, sin adornos—. Y no sé si podría soportar perderla otra vez.
El silencio que siguió no fue incómodo. Fue necesario.
Hob no respondió de inmediato. Se limitó a asentir, con la mirada cálida y firme, como siempre lo hacía. No necesitaba comprender del todo los sentimientos de un Eterno para saber que eran reales. Y sabía, mejor que nadie, que perder a alguien que amas no distingue si eres humano o no.
Y era verdad. Aunque le costara admitirlo —quizá incluso más de lo que le costaba a cualquier ser humano enfrentarse a sí mismo—, Morfeo tenía miedo. Un miedo antiguo, profundo, como los abismos insondables del Sueño donde ni siquiera la lógica se atreve a entrar. Era un miedo que se asentaba en lo más íntimo de su ser, donde habitaban los ecos de Orfeo, su hijo. Lo había perdido a él por su orgullo, por su rigidez, por su incapacidad de ceder, de amar sin condición. No quería que volviera a suceder.
Y aunque sabía que no podía, ni debía, intervenir en los sentimientos de Niel —ni evitar que su corazón amara a un vampiro si así lo deseaba—, eso no le restaba peso al temor que sentía. No tenía el derecho, ni tampoco el deseo, de prohibirle amar a alguien más. Pero el espectro de la pérdida, el recuerdo de lo que había hecho con Orfeo, lo perseguía. Le dolía pensar que la historia pudiera repetirse… que la distancia, los errores, el orgullo o el destino lo separaran también de ella.
Hob lo escuchaba con atención serena. Lo miraba sin juzgar, con esa comprensión que solo el tiempo y el dolor compartido podían dar. Y, cuando Morfeo guardó silencio, él habló.
—Lo entiendo, Morfeo —dijo en voz baja, su tono teñido de sinceridad—. Yo también he sentido eso. He tenido hijas, ya sabes. En mis primeros siglos. Las vi crecer, las vi enamorarse, algunas se casaron… Y no te voy a mentir, también tuve miedo. Miedo de que alguien las lastimara. Miedo de perderlas. De quedarme atrás.
Morfeo lo miró entonces. No con sorpresa, sino con atención genuina, como si esas palabras trajeran una perspectiva que no había considerado.
Hob se encogió ligeramente de hombros, su expresión se volvió nostálgica.
—Y lo cierto es que… nunca supe cómo superarlo del todo. A veces desaparece. Otras veces, solo se hace más pequeño. Pero sigue ahí. Como un viejo conocido que viene a visitar de vez en cuando.
Hubo una pausa. Morfeo ladeó la cabeza, su rostro tan neutral como siempre, pero sus ojos brillaron con un destello de ironía suave.
—Gracias. Ha sido de gran ayuda —dijo, con su tono sarcástico perfectamente medido, como si el comentario hubiera sido cincelado con siglos de práctica.
Hob soltó una carcajada, breve pero genuina.
—Bueno, qué quieres. No soy psicólogo, es una de las profesiones que me faltan—respondió con una sonrisa ladeada—. Pero va en serio. Con el tiempo, el miedo se va. O al menos se transforma. Y tienes que confiar en ella. Si la amas —y Morfeo no lo negó, lo cual no pasó desapercibido para Hob—, tienes que confiar en que estará bien.
El rostro de Morfeo se suavizó apenas. Sus rasgos, que siempre parecían tallados en mármol, relajaron su tensión sutil. Las palabras de Hob, aunque sencillas, tenían un extraño peso reconfortante. Quizá por la experiencia. Quizá porque venían de alguien que había vivido mil vidas en una sola. O tal vez, simplemente, porque provenían de él.
Hob se quedó callado unos segundos, debatiéndose consigo mismo. No quería parecer entrometido. No quería cruzar una línea… pero la curiosidad lo carcomía por dentro, y al final no pudo resistir.
—Y… este chico… —empezó, con cautela—. ¿Puedo preguntar quién es? ¿Quién es el afortunado que ha capturado el corazón de Niel?
Morfeo dejó escapar un suspiro. Largo. Como si ya hubiera anticipado la pregunta desde hacía minutos.
—Un vampiro —respondió, con neutralidad medida.
—¿Un vampiro? —repitió Hob, casi dando un salto del sofá—. ¿En serio? Pensé que era un humano. No sé, un artista, un poeta, un barista con ojos tristes o tal vez el guitarrista de una banda. ¡Pero un vampiro!
Sueño lo miró con cejas apenas alzadas, claramente molesto por la interrupción.
—Sí. Un vampiro —repitió con lentitud, como quien le habla a un niño testarudo—. Y si no me interrumpes, tal vez logre terminar de explicarlo.
Hob levantó las manos en rendición, conteniendo una risa.
—Perdón, perdón. Continúa. No digo nada más. Lo juro.
Morfeo lo observó por un segundo más, asegurándose de que realmente guardaría silencio, antes de seguir.
—Su nombre es Godric. Es… antiguo. Muy antiguo, incluso para los estándares de su especie. Y sin embargo, se mueve con la gentileza de alguien que ha aprendido a vivir con el peso de sus años. Lo vi una vez… desde la distancia, cuando fui a buscar a Niel al mundo de la vigilia. También leí parte de su historia en la biblioteca de la Ensoñación.
Hob frunció ligeramente el ceño, asimilando la información.
—¿Y qué viste? —preguntó, con voz más seria.
Morfeo cerró los ojos un instante.
—Dolor. Arrepentimiento. Una profunda necesidad de redención. Pero también… ternura. Y respeto por Niel.
—Bueno —dijo Hob después de un silencio pensativo—. Podrías haberlo odiado. Pero parece que lo respetas.
Morfeo no respondió de inmediato. Solo asintió levemente, con gravedad.
—No es a él a quien temo —murmuró—. Es al tiempo. A la historia que se repite.
Hob lo miró durante un largo segundo, sus ojos escudriñando el rostro de Sueño con la paciencia y la agudeza que solo los siglos podían cultivar. El rostro del Eterno era una máscara imperturbable, como siempre… pero Hob ya había aprendido a leer entre líneas, a distinguir esos pequeños matices que otros pasarían por alto. La tensión en la comisura de sus labios. La forma en que sus ojos, habitualmente tan vacíos como un cielo sin estrellas, se enturbiaban con pensamientos que no se decían en voz alta. La manera en que sus dedos, largos y elegantes, seguían jugando distraídamente con el borde de la manga negra de su abrigo, como si necesitara aferrarse a algo tangible.
Sí, había algo más. Algo que Morfeo no estaba diciendo aún.
Y Hob, con la naturalidad de alguien que ya no le temía a las pausas incómodas ni a los silencios largos, se inclinó ligeramente hacia adelante y dijo con suavidad:
—Vamos, Sueño. No todo puede ser oscuro en esto. Tiene que haber algo bueno… algo que te alivie un poco. Míralo de otra forma. Siempre hay una perspectiva distinta si te detienes a buscarla.
Sueño lo miró de reojo, y durante un momento pareció debatirse entre callar o dejar salir lo que pesaba en su pecho. Finalmente, exhaló un largo suspiro, uno de esos que parecían arrastrar milenios de recuerdos.
—Sí… —admitió con voz baja, sin mirar directamente a Hob—. Hay algo. Me alegra que Niel haya conocido a alguien que… que la hace feliz.
Sus palabras eran cuidadosas, como si al decirlas en voz alta las cristalizara en algo más real. Más definitivo.
—Puedo verlo en ella —continuó—. La forma en que lo observa. Su preocupación por él. Lo cuida, como ella cuida a todos los que ama… pero con él es distinto. Es más íntimo. Más… profundo. Y eso… —bajó la voz aún más— eso me alegra. Me reconforta saber que hay alguien que la ve. Que la valora. Y que la cuida.
Hob sonrió, con el tipo de sonrisa que no necesitaba palabras para sostenerse. Era cálida. Sincera. De esas que se sienten en el pecho.
—Ahí está —dijo—. Eso es lo que necesitaba oír. Mira, no siempre podemos evitar los cambios, o proteger a quienes queremos de todo… pero si ellos están bien, si son felices, entonces vale la pena, ¿no?
Morfeo hizo una mueca. Para cualquier otro, habría pasado desapercibida, pero para Hob fue tan clara como un estallido de risa. Una media sonrisa, torpe y leve, pero una sonrisa al fin y al cabo. Y, viniendo de él, eso era casi un milagro.
—Tal vez tienes razón —admitió Morfeo, apenas.
—¡Por supuesto que tengo razón! —respondió Hob con un gesto teatral, hinchando el pecho como si hubiera ganado una discusión milenaria—. Te lo digo, amigo mío: ser positivo no mata a nadie. Bueno… a casi nadie.
Morfeo bajó la mirada, con un suspiro más ligero esta vez, y sus dedos dejaron de jugar con el borde de su manga. Se cruzó de brazos, más cómodo, y su postura se relajó apenas. Una calma tenue se asentó entre ambos, tibia y serena, acompañada por el tamborileo distante de la lluvia contra los ventanales del apartamento.
Fue Hob quien, al cabo de unos minutos de silencio compartido, volvió a hablar.
—Y bueno… ya que estamos aquí, con té en el cuerpo y la tormenta afuera… ¿qué dices si retomamos esa película que dejamos a medias la última vez?
Morfeo lo miró con un ceño sutilmente fruncido, inquisitivo.
—¿Película?
—Sí, hombre, Peter Pan. La versión animada de Disney —aclaró con entusiasmo, como si le hablara a un niño renuente a probar un dulce nuevo—. Recuerda, la dejamos por la mitad porque te tuviste que ir a atender algunos asuntos.
Morfeo entornó los ojos, como si buscara en su vasta memoria el recuerdo específico. Finalmente, asintió muy lentamente.
—Ah… el niño que se niega a crecer. Lo recuerdo.
—Exacto —dijo Hob, poniéndose de pie con agilidad y caminando hacia la estantería, donde tenía su colección de películas y su reproductor—. Pensé que sería apropiada para ti.
—¿Por qué me niego a cambiar?
—No —dijo Hob, encendiendo el televisor y conectando el reproductor con movimientos prácticos—. Porque, al igual que tú, Peter Pan también se resiste a dejar atrás a quienes ama. Aunque el tiempo lo obligue a hacerlo.
Morfeo lo miró con ojos serios por un instante. Luego, sin decir nada, se levantó del banco de la encimera de la cocina para dirigirse al sofá de la sala continúa.
La película comenzó con su clásica introducción de campanillas y estrellas, y Hob se dejó caer a su lado, con una manta en los pies y reanudan do la película a donde habían quedado la última vez.
Sueño no dijo nada más, pero cuando Campanita apareció en pantalla y Hob soltó una risa baja por su dramatismo exagerado, el rostro del Eterno se suavizó una vez más
Quizá no todo era tan terrible.
Quizá, por esa noche, podía permitirse estar simplemente allí… viendo dibujos animados con un amigo, escuchando la lluvia golpear el cristal, y permitiéndose —aunque solo por unas horas— olvidar su miedo.
Notes:
Que tal les parecio el cap???
Eric siempre me ha dado la imprecion de que es MUY dramatico, lo amo.
Espero que les esté gustando mi forma de caracterizar a Godric, ya que en alguna partes lo retrato un poco como el adolescente que es. JSJSJSJS
Sueño tiene un poco de miedo, no quiere perder Niel así como perdió a Orfeo. También me encanta escribir pelusa de él y Hob, ya que son la segunda pareja de este fic, aunque no sea principal. (ignoremos el final de la serie)
Por cierto, no se si lo mencione en capítulos pasados, pero igual lo menciono ahora, este fic esta situado en el año 2008.
Los quiero mucho mis queridos lectores, Muak

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