Chapter 1: Chocolate de Paopu: Riku/Shiki
Summary:
Sora y Riku habían cumplido su promesa de visitar a Neku, Shiki y el resto del grupo en Shibuya. Como muestra de gratitud, Shiki decide hacer algo especial para Riku, aunque su timidez y nervios la hacen dudar. Sin embargo, un chocolate con forma de fruta de Paopu puede ser el perfecto símbolo de lo que no se atreve a decir con palabras.
Notes:
Hacer chocolates/entregar chocolates: (Shiki/Riku).
Sucede después de los acontecimientos de Kingdom Hearts: Dream Drop Distance y The World Ends With You.
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Chapter Text
Shiki observaba el ajetreo de Shibuya, la ciudad que nunca descansa, con una taza de té de hierbas entre las manos.
El encuentro con Sora y Riku finalmente había sucedido.
Rhyme y Beat la habían despertado muy temprano esa mañana para ir a recibir a los chicos que habían llegado desde una nave muy peculiar. Ninguno le dio demasiada importancia; después de todo, se habían conocido en una situación aún más extraña.
Luego, fueron a buscar a Neku, quien aún no estaba listo, así que Beat tuvo que apurarlo para que saliera de casa rápidamente, a pesar de la resistencia de este.
Aunque Shiki estaba feliz de ver a los dos chicos que los habían ayudado a escapar de ese mundo onírico, no pudo evitar sentirse nerviosa. Sería la primera vez que la verían con su apariencia original, y no con la de Eri. Desde el Juego del Segador, había crecido, sus temores habían menguado y su estilo había evolucionado (gracias a Eri y sus nuevos amigos). Ahora, Shiki se sentía mucho más segura de sí misma. Sin embargo, una parte de ella seguía siendo la chica tímida e insegura que había sido antes de todo, especialmente cuando se trataba de enfrentarse a personas que la habían conocido con la apariencia de su amiga.
Pero todo salió bien. Sora y Riku estuvieron sorprendidos durante unos minutos antes de asimilarlo completamente. Shiki supuso que ya habían visto cosas más improbables durante sus viajes. Internamente, se sentía aliviada.
Antes de que todos entraran a Wild Cat, que ahora estaba administrada por otra persona, para tomar un café, Riku se le acercó y dijo:
—Me gusta más tu apariencia ahora, tu verdadero yo. Esa es la Shiki que quise conocer desde un principio —dijo rápidamente, con una sonrisa, antes de entrar a la cafetería con los demás.
El corazón de Shiki revoloteó en su pecho y sintió su cara arder. Agradecida de que el chico hubiera entrado sin mirar atrás para ver su rostro completamente rojo. Buscó rápidamente una superficie en la que pudiera ver su reflejo e inspeccionar su apariencia, esperando a que el sonrojo furioso se disipara antes de unirse al grupo.
El encuentro fue como esperaba: ponerse al día con los sucesos que siguieron después de que se separaron en la falsa Ciudad de Paso. Lo más incómodo fue cuando Sora preguntó por Joshua, a lo que Neku simplemente se encogió de hombros y dijo:
—Prometió vernos en Hachiko, y aún espero que cumpla su promesa.
Beat soltó un gruñido y tomó su vaso de café desechable con más fuerza de la necesaria; nadie dijo nada. Después de eso, no volvieron a mencionar el nombre de Joshua.
Sin embargo, al poco rato, la conversación giró hacia banalidades y bromas. Todos estaban más relajados y el ambiente se tornó a uno de compañerismo, como si se hubieran conocido de toda la vida.
«Supongo que eso es lo que pasa cuando te conoces en una situación de vida o muerte», pensó Shiki, recordando cómo se hizo amiga de Neku, Beat y Rhyme en primer lugar.
Beat, animado, miró a los chicos y, con una gran sonrisa, les dijo:
—¡Ey, chicos! ¿Qué les parece si pasan la noche en mi casa? Podemos ponernos al día y pasarla bien. ¡Tengo todo lo que necesitamos para una noche épica!
Sora y Riku se miraron brevemente, pensando en las posibilidades a las que Beat se refería con "noche épica", pero igualmente ambos sonrieron y aceptaron.
—¡Claro, nos encantaría!—dijo Sora, entusiasmado mirando a su compañero—. No hemos tenido mucho tiempo para descansar últimamente, así que suena perfecto.
—Sí, contar con un poco de tiempo para relajarnos y disfrutar suena bien—agregó Riku con una sonrisa tranquila, asintiendo.
—¡Tú también puedes venir, Neku! —dijo Beat, y luego golpeó amistosamente la espalda de su amigo, ganándose un gruñido falsamente mordaz de este.
—Tengo trabajo que hacer—respondió con desgana.
—Vamos, hombre, solo dime que sí. ¿En cuánto tiempo más tendremos la oportunidad de volver a estar con Riku y Sora?—dijo Beat, casi de manera suplicante.
Neku fingió pensar y luego soltó un débil suspiro.
—Bien, iré —cedió finalmente.
—¡Eso es, seguiremos la fiesta en mi casa!—celebró Beat, golpeando con fuerza la mesa en donde estaban los cafés.
—¡Cuidado, hermano! —reprendió Rhyme, sujetando su propio vaso de café que aún no terminaba de beber—. Supongo que tendré que vigilarlos a todos para evitar que hagan algo estúpido y peligroso.
—Supongo que con Sora y Beat en tu casa tendrás que hacerlo —intervino Riku con un tono burlón.
Los menciinados hicieron un escándalo, por lo que el administrador los reprendió un poco, para vergüenza de ellos.
Shiki, que había estado escuchando en silencio, sonrió para sí misma mientras observaba cómo todos aceptaban la invitación. Sabía que sería una noche divertida. Sin embargo, cuando la reunión terminó, sintió el impulso de hacer algo especial para ellos. Internamente, sabía que no los volvería a ver en mucho tiempo y no quería quedarse de brazos cruzados. Así que, después de la reunión y sin que nadie lo notara, fue al supermercado con una sola cosa en mente: preparar algo delicioso para Sora y Riku. Aunque no era una experta en la cocina, quería hacer algo con cariño.
Caminó por los pasillos del supermercado, observando los estantes hasta que sus ojos se posaron en el chocolate.
—Esto es perfecto —se dijo a sí misma, decidida—. Puedo derretirlo y hacer algo rico para los demás también.
Optó por los chocolates más sencillos para derretir, pensando que sería lo más fácil de preparar sin complicarse demasiado. Mientras se dirigía a la caja, se sintió contenta de poder contribuir de alguna manera. Sabía que todos se divertirían esa noche, y hacer algo pequeño por ellos sería su forma de expresarles su agradecimiento.
Cuando llegó a casa, sacó las cajas de chocolate para derretir que había comprado, junto con unos moldes de corazones, y los puso sobre la mesa. Era suficiente para todos. Sin embargo, aún quería hacer algo especial para Riku y Sora.
Tratando de encontrar una manera de hacer su regalo más especial, recordó lo que Sora había mencionado en la cafetería esa tarde.
El chico sacó su teléfono móvil y comenzó a mostrarles algunas fotos.
—Miren esto —dijo él mientras pasaba las fotos de la famosa fruta de Paopu—. Solo crece en nuestro hogar, y es muy popular entre los isleños.
Shiki se detuvo a mirar las fotos en el teléfono de Sora. La fruta era parecida a una papaya con forma de estrella, era muy linda y se veía apetitosa.
—¡Nunca he visto algo como eso aquí en Shibuya, pero sería asombroso poder probarla algún día! ¿Qué dijiste que significaba, Sora? —preguntó Rhyme, verdaderamente interesada, mirando la foto en la pantalla del celular.
—Según la leyenda, «Si dos personas lo comparten, sus destinos se unirán. Formarán parte el uno del otro, pase lo que pase» —explicó Sora, como recitando una profecía.
—¡Eso es! —gritó Shiki, emocionada—. Haré un chocolate con forma de Paopu de bienvenida para Sora y Riku.
Pero solo había un problema. No había chocolate suficiente para hacer dos figuras de chocolate tan grandes. Se reprendió a sí misma: si lo hubiera pensado antes, habría comprado más, y ya era muy tarde para volver a la tienda.
Decidió que se limitaría a hacer pequeños chocolates para todos.
—A menos que... —murmuró para sí misma, teniendo una idea.
En minutos, Shiki había creado unos chocolates con forma de pequeños corazones, listos para ser entregados. Los envolvió cuidadosamente y se quedó mirando los chocolates sobre la mesa de la cocina. Habían dos cajas. Su corazón latía más rápido a medida que el momento de la entrega se acercaba.
Esa era la parte difícil.
A la mañana siguiente, Shiki llegó temprano a la estatua de Hachiko, donde usualmente se reunía con sus amigos, con su caja de chocolates caseros en las manos. La miró orgullosa, satisfecha con el resultado obtenido.
Beat, Sora, Riku, Neku y Rhyme llegaron no mucho después. Fue Eri, quien había sido invitada por ella ese mismo día, la que llegó tarde. Todos habían acordado darle una versión “normal” de cómo habían conocido a ambos, lo cual su amiga creyó. A veces, Shiki se sentía culpable por ocultarle la verdad a Eri, pero sabía que su amiga nunca entendería lo que realmente vivieron en el Juego del Segador.
Shiki ofreció sus chocolates al grupo quienes gustosos se los comieron de inmediato…excepto por una caja que aún seguía dentro de su bolso.
«Debería entregárselo ahora», pensó indecisa, jugando con la punta de cartón de la caja.
Eri se acercó a ella con una sonrisa cómplice, al ver la mirada pensativa de su amiga.
— ¿Te gustaría entregarle ese chocolate a ese chico? —preguntó suavemente, refiriéndose al paquete de chocolates que Shiki había estado escondiendo nerviosamente.
Shiki miró el chocolate en sus manos. Era una pieza especial, una pequeña creación que ella había hecho con sus propias manos: un chocolate con forma de fruta de Paopu, el símbolo de los lazos fuertes, como los que Sora siempre había defendido. La fruta de Paopu era famosa por su representación de los vínculos que no podían romperse, algo tan valioso entre aquellos que compartían sentimientos profundos.
—¿Por qué dices eso? —pregunto Shiki, intentando mantener la calma. Esperaba que sus mejillas teñidas de rojo no fueran tan notorias.
Eri levantó una ceja en su dirección con una cara seria, y suspiró:
—Eres muy obvia, amiga—soltó la pelirroja como si fuera natural.
Shiki soltó un chillido y miró hacia atrás esperando que nadie haya escuchado sobre lo que Eri, en un tono de voz medio no había intentado disimular.
—No te preocupes. No eres tan obvia. Solo te conozco muy bien—dijo Eri, intentando calmarla—Entonces… quieres entregarle los chocolates a ese chico, ¿verdad?
Con su mirada, muy disimuladamente para clama de Shiki, señalo a Riku, que conversaba animadamente con Neku y Beat.
—No estoy tan segura…—Shiki murmuró, jugando con el envoltorio del chocolate que estaba escondido en su bolso mientras sus ojos se deslizaban hacia Riku.
Eri soltó una pequeña risa y le dio un suave empujón a Shiki.
—¡Vamos! Hazlo. Es solo un chocolate. Se ve que Riku no es tan difícil de tratar, ¿verdad? Solo es un pequeño gesto. Lo harás bien.
Shiki suspiró, nerviosa, pero asintió lentamente. Sabía que no podía seguir postergando el momento. Aunque a veces no sabía cómo expresar lo que sentía, ese chocolate era su manera de hacerlo. No necesitaba palabras para transmitir lo que pensaba, el chocolate ya lo decía todo.
Eri vio que su amiga estaba tomando la decisión, y sonrió con satisfacción.
—¡Eso es! Ahora, ¡tú puedes! —dijo en un susurro.
Shiki respiró hondo. El bullicio de Shibuya seguía a su alrededor, pero su mundo parecía haberse detenido en ese preciso instante. Frente a ella, Riku reía junto a Sora y Rhyme. Había algo en su mirada, algo que siempre había hecho que Shiki sintiera una mezcla de admiración y nerviosismo.
Riku era diferente de Neku, pero había algo igual de especial en él. Shiki sabía que no podía simplemente seguir guardando sus sentimientos para sí misma.
Con un movimiento firme, se movió de su lugar y comenzó a caminar hacia él. Su paso era algo vacilante, pero cada uno de ellos la acercaba más a lo que debía hacer. Finalmente, se detuvo frente a él, con el paquete de chocolates en las manos.
Riku la miró, su expresión tranquila pero amigable.
— Hey, Shiki, ¿esta todo bien? —preguntó con una sonrisa, claramente ajeno a lo que ella estaba a punto de hacer.
Shiki se quedó en silencio por un momento, mirando el chocolate en sus manos. Podía sentir la presión en su pecho, el nerviosismo que la invadía, pero también una extraña paz. Este era su momento, y no iba a dejar que el miedo la detuviera.
Sacó la caja bien envuelta de su bolso y la apretó firmemente contra su pecho.
— Riku… —dijo finalmente, casi en un susurro. Su voz sonó más suave de lo que había esperado.
Riku levantó una ceja, observando la caja de chocolates que ahora le ofrecía.
— ¿Qué es esto? —preguntó, curioso.
Shiki sonrió tímidamente, levantando la mirada.
—Es para ti… un pequeño regalo. Para agradecerte por todo, y… por ser mi héroe de brillante armadura.—respondió casi en susurros—Es un chocolate con la forma de la fruta de Paopu. En tu mundo, es un símbolo de los lazos que comparten dos personas... de amistad y gratitud, me refiero... Quiero que sepas que valoro mucho todo lo que has hecho por nosotros.
Pese al titubeo Shiki estaba orgullosa de su pequeño discurso, preciso y para nada vergonzoso. Riku la había salvado y mantenido lejos de esos monstruos devora sueños, aunque ella lo había engañado, a Riku pareció no importarle y la perdono. Similar a lo que había ocurrido con ella y Neku, solo que al revés; fue su turno de ser perdonada.
Riku, sorprendido pero tocado por la sinceridad en su voz, tomó el chocolate con una sonrisa.
—Gracias, Shiki. No tenías que hacerlo, pero aprecio mucho el gesto. De verdad.
Shiki observó cómo Riku examinaba el chocolate con una sonrisa genuina de gratitud. No sabía si sus sentimientos eran claros para él, pero eso no importaba ahora. Lo importante era que, de alguna forma, ella había sido capaz de mostrarle su aprecio, de una manera sencilla pero significativa.
Riku desenvolvio el chocolate con cuidado y le lanzó una mirada cómplice.
—Sabes, esta fruta de Paopu tiene otro gran significado. Quizás algún día, cuando llegue el momento adecuado y puedas acompañarnos a las Islas del Destino, lo entiendas mejor.
Shiki sonrió, con el corazón más ligero. No necesitaba decir más. Este gesto ya decía todo lo que quería expresar. La chica sonrío, Riku en algunos momentos podía ser tan despistado como Neku y Beat.
«Supongo que los hombres son así», pensó Shiki, aliviada de que no se haya dado cuenta de sus por él.
Shiki se quedó observando a Riku mientras él guardaba cuidadosamente el chocolate en su bolsillo. Algo en la forma en que lo había hecho, tan delicado, le hizo sentir un cosquilleo en el estómago. Era como si él estuviera tratando de guardar algo más que solo un pedazo de chocolate, como si entendiera que aquel gesto tenía más peso de lo que las palabras podrían expresar, y eso la hizo sentirse un poco nerviosa.
Riku la miró una vez más, un brillo en sus ojos que no pasó desapercibido para Shiki.
—Gracias, Shiki —reiteró, esta vez con una suavidad que hacía que su voz sonara menos como la de un guerrero y más como la de un amigo cercano.
Shiki asintió tímidamente, el rostro levemente sonrojado, pero aliviada de que todo hubiera salido bien. Riku no parecía haber notado la complejidad de lo que había hecho, o quizás sí, pero simplemente no quería mencionarlo. Eso la hizo sentir más tranquila. A veces, lo importante no era decir todo en voz alta, sino mostrarlo de una manera sutil, como lo había hecho ella.
—De nada, Riku—respondió ella, sonriendo suavemente.
El chico sonrió de nuevo. Un silencio cómodo se instaló entre ellos, y se sonrieron mutuamente. Por un momento, ambos sintieron como si el tiempo hubiera retrocedido, como si estuvieran de nuevo en el Distrito, donde todo había comenzado.
A pesar de que su rostro seguía rojo, Shiki se sintió mucho más tranquila. No necesitaba hacer una gran declaración de sus sentimientos, solo esos pequeños gestos bastaban. Riku no había entendido lo que había intentado transmitir, pero había aceptado su regalo, y eso era suficiente.
El día en Shibuya avanzaba, y todos se reunieron en un restaurante cercano, charlando y riendo mientras el brillo de las luces de la ciudad los rodeaba. Shiki se sentó junto a Riku, al principio sin saber qué más decir, pero sintiendo una calidez en su pecho. Ella miraba a su alrededor, disfrutando del momento, de la compañía de sus viejos amigos y los nuevos, mientras los recuerdos de su antiguo mundo seguían presentes.
Ya era hora de partir y todos se dirigieron a sus hogares. Justo cuando Shiki comenzaba a dar por terminada el día, Riku se acercó nuevamente a ella.
—Oye, Shiki —dijo llamando su atención, y posicionándose a su lado mientras caminaban.
—¿Mhm? ¿Qué pasa? —respondió ella, aún algo confundida por la repentina interrupción.
— Tal vez algún día, cuando estemos en las Islas del Destino, te muestre como es una verdadera fruta de Paopu—dijo con una sonrisa genuina en su rostro.
La chica se quedó en silencio, pero sonrió. No necesitaba más explicaciones, ya lo entendía. Las palabras sobraban, al final de cuentas. Los lazos que compartían, aunque fueran nuevos, ya estaban establecidos.
Shiki terminó su té de hierbas, satisfecha por cómo habían transcurrido las cosas. Ahora, solo esperaba tener la oportunidad de probar la verdadera fruta de Paopu y descubrir qué significaba realmente su vínculo con Riku.
Notes:
Quería escribir sobre la relación incipiente entre Riku y Shiki. Al estar en las primeras etapas de su relación (amistad de momento), Shiki probablemente no quiera arriesgarse a ser demasiado directa, ya que no está segura de cómo Riku percibe sus sentimientos o si él la rechazaría. Su relación en este momento es de atracción y principios de una amistad.
Aunque me siento un poco mal por Sora, ya que el no recibió un chocolate especial. La acción no tan sutil de Shiki obviamente hizo un poco de eco en Riku.
Recientemente volví a jugar uno de mis títulos favoritos de Kingdom Hearts, Dream Drop Distance, y vi la interacción entre ellos. Aunque Shiki solo estaba adoptando la personalidad de Eri y aprovechando eso para llevarlo hacia una trampa, y Riku no estaba interesado en ella, me dio algo de curiosidad ver qué pasaría si se encontraban en otro contexto.
Solo que quería que esta historia sea ambigua, ¿por qué? porque descubrí que me gusta escribir las historias con final abierto o ambiguo, lo siento.
Chapter 2: Recuerdo de Gratitud: Nagito Komaeda/ Mahiru Koizumi (Parte 1)
Summary:
Chisa está a cargo del evento de San Valentín y, por ello, delega diversas responsabilidades a sus estudiantes. Mahiru es la encargada de la escenografía, pero su grupo no muestra mucho compromiso con la tarea, excepto por Nagito, su compañero algo peculiar.
Agradecida con él por aligerar su carga, Mahiru decide regalarle una carta y una fotografía como muestra de su agradecimiento. Que significa mucho para ambos.
Notes:
Danganronpa Au sin talentos.
Cartas de amor: Nagito Komaeda/ Mahiru Koizumi (Parte 1)
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Chapter Text
Las campanas sonaron, anunciando que ya era hora del receso para el almuerzo. Mahiru sacó su bolso, en el que había guardado su comida; el hambre consumiéndola.
—¡Hermana! —llamó Hiyoko, corriendo hacia ella con su propio recipiente de almuerzo, sujetándolo con ambas manos antes de echarse en el escritorio de Mahiru.
—Hiyoko —respondió la pelirroja con una sonrisa—. ¿Quieres comer en el patio? El día está hermoso.
Hiyoko miró hacia la ventana y vio cómo el sol brillaba alto en el cielo. La brisa fresca se sentía agradable sobre su piel.
—¡Muy bien, pero date prisa, tengo hambre! —accedió la rubia, tirando suavemente de la manga de Mahiru para apurarla.
—¡Ey, Hiyoko, cuidado! —se quejó Mahiru, pero sin verdadera molestia, dejando que la chica la arrastrara fuera del aula.
Ambas caminaron por el largo pasillo techado, hasta encontrar una banca en el patio donde se sentaron. El taller de jardinería estaba en plena acción, aprovechando la hora para arreglar el jardín, por lo que tenían una vista perfecta de las flores que adornaban el lugar.
—¡Las flores están floreciendo! —exclamó Mahiru, emocionada. Luego, algo apenada por su entusiasmo infantil, añadió—: Me parece raro que florezcan tantas especies en verano. Es algo que uno esperaría más en la primavera.
—Hermana, ¿sabes qué tipo de flores son? —preguntó Hiyoko, tomando un bocado de su almuerzo.
Mahiru siguió la mirada de su amiga hacia las flores rojas que comenzaban a abrirse. Las había visto antes, pero no podía recordar el nombre.
—¿Campanillas? ¿Petunias, tal vez? —dijo, intentando recordar.
—Definitivamente no son margaritas —murmuró Hiyoko entre dientes, probando otro bocado.
—Son geranios, una de las flores más populares de verano —respondió una tercera voz.
Ambas chicas se giraron al mismo tiempo, sorprendidas por la intervención. Era su profesora, Chisa Yukizome, quien se había unido a la conversación sin más. A ninguna de las dos le molestaba realmente que se inmiscuyera en su charla trivial.
—Señorita Chisa, ¿también va a almorzar? —preguntó Mahiru. No era necesario un saludo formal, ya se habían cruzado esa mañana en clases.
—Sí, pero la persona con la que quería comer no vino. Así que, ¿por qué no almuerzo con ustedes? —respondió Chisa, con una sonrisa amplia.
—Claro que sí, señorita —contestó amablemente Mahiru.
Su profesora era una persona bastante jovial, aún en sus veintitantos, lo que hacía que se sintiera más cercana a sus alumnos. Chisa se acomodó en la banca junto a Hiyoko, haciendo que esta última quedara en el medio.
—El verano es la mejor estación del año —dijo Chisa, sacando un elaborado almuerzo de su bolso. Se veía delicioso, y el olor invadió las fosas nasales de ambas—. Falta poco para salir de vacaciones y eso me pone de buen humor. ¿A ustedes no? —preguntó, mirándolas a ambas con una sonrisa cálida, casi maternal.
—Preferiría estar fuera de esta escuela ahora —gruñó Hiyoko, metiéndose otro bocado de forma algo desganada.
Chisa soltó una risita suave, ya conocía el carácter de todos sus estudiantes.
—¿Y tú, Mahiru? —preguntó, mirando a la fotógrafa con curiosidad.
—No me gusta particularmente el verano, pero tampoco me desagrada —respondió Mahiru, probando finalmente su almuerzo—. Los días como hoy son mis favoritos, pero el calor
—Lo entiendo... —interrumpió Chisa, con una sonrisa comprensiva—. El calor interfiere con mis actividades. No me deja pensar con claridad.
—Lo sé, además no puedo tomar fotos como quiero con este sol tan abrasador —comentó Mahiru, mirando al cielo brillante.
—Pensé que la luz solar era una ventaja para las fotos perfectas —dijo Chisa, con un tono juguetón.
—Lo es, pero la exposición directa al sol puede dañar los sensores de mi cámara —respondió, mirando hacia el sol y luego tapándose los ojos como para ejemplificar su punto—. Y, además, con tanto sol, me cuesta ver bien.
—Entiendo... —dijo su maestra, de forma pensativa—. Entonces, si te pidiera que me ayudaras con un proyecto de clase en donde tuvieras que fotografiar un evento, ¿no lo harías?
Mahiru y Hiyoko se miraron, intrigadas. La propuesta de su profesora había captado su atención.
—Como saben, el Día de San Valentín será dentro de poco —continuó Chisa al ver el interés de sus estudiantes, mientras tomaba un sorbo de su jugo—. Y me parece que esta festividad es perfecta para promocionarla en las redes sociales de la escuela.
La iniciativa de redes sociales había sido impulsada por el director Kirigiri, para hacer publicidad de la institución. Algunos docentes como Chisa y estudiantes de último año estaban involucrados. A Mahiru nunca le había llamado la atención, pero parecía que esta vez era diferente.
—Y ya que el proyecto es reciente, me gustaría que el estudiantado se involucrara con una actividad que sé que les interesa... ¿No? —preguntó, mirando a ambas chicas.
—Personalmente, encuentro que el Día de San Valentín es una pérdida de tiempo —comentó Hiyoko, con tono indiferente.
—Ay, vamos. ¿No hay algún chico que te interese? —preguntó Chisa, algo traviesa.
—¡Claro que no! ¿Les has visto la cara a los chicos de aquí? —respondió la rubia, con desdén.
Chisa soltó una carcajada suave.
—¿Y tú, Mahiru? ¿Hay algún chico que te interese?
—La verdad es que no —contestó Mahiru, sonriendo levemente—. Supongo que no estoy interesada en ese tipo de cosas.
—Es una pena. Al parecer, las chicas de hoy están demasiado concentradas en sus estudios y metas. En mis tiempos, todos nos entusiasmábamos mucho más con estas cosas —dijo Chisa con nostalgia.
—Creo que sus tiempos no están tan lejanos de los nuestros, señorita —comentó Mahiru, sonriendo ligeramente.
—Supongo que no…
—De todos modos, ¡les ayudaré! —dijo la pelirroja, ahora interesada en la propuesta. —¿Qué debo hacer?
Chisa se animó al escuchar la afirmativa de su estudiante y mirándola directamente explico:
—El Día de San Valentín se celebrará en la escuela, y debes sacar fotos de todos los estudiantes con sus obsequios, disfrutando de las actividades, compartiendo… Claro, nada demasiado… subido de tono, ¿me entiendes? Ni besos en la boca ni tocamientos indebidos —dijo Chisa con una cara seria, como si estuviera dándole una lección moral.
Mahiru soltó una risa suave ante las palabras de su profesora. Era una advertencia digna de una persona mayor.
—Entendido —respondió, divertida.
—¡Estupendo! Este será el mejor Día de San Valentín que esta escuela haya tenido, y estará todo documentado. ¡Qué emoción! —exclamó Chisa, con brillo en los ojos.
Mahiru compartió en secreto la emoción con su profesora. Al fin tendría un evento importante al cual fotografiar, y, además, sus fotos serían parte de la página de la escuela. Definitivamente, era emocionante!
Después del almuerzo, la señorita Chisa se encontraba al frente del aula, explicando a los estudiantes los detalles sobre el evento de San Valentín. Las respuestas que recibió fueron variadas, algunas entusiastas y otras menos comprometidas. Chiaki Nanami, la presidenta de la clase, se ofreció a organizar a los voluntarios para ayudar con la planificación, pero, para su sorpresa, la mayoría de las inscripciones fueron de mujeres, lo que dejó a la profesora un tanto decepcionada.
—Mahiru —la llamó Chisa al final de la clase, mientras los demás empezaban a levantarse. Mahiru se acercó a ella con curiosidad—. No quiero molestarte, pero necesito otro favor.
—Claro, señorita, ¿qué necesita? —respondió Mahiru, ya acostumbrada a las peticiones de su profesora.
—Bueno, ya que tu trabajo se hará mayormente el día del evento, ¿podrías ayudarme a construir la escenografía? —dijo Chisa, sonriendo amablemente.
—Claro, señorita.
—Pero creo que necesitaras más voluntarios para eso. Una buena escenografía es más difícil de construir de lo que parece.
—¿Más voluntarios? —preguntó Mahiru, sorprendida. Ella pensó que con los que se habían apuntado bastaría.
—Sí. Se supone que esta es la clase anfitriona, así que debemos hacer que todos los estudiantes de este salón se unan. Podrías, por favor… —Antes de que Mahiru pudiera decir algo, Chisa continuó sin darle tiempo para responder—. Le pediría eso a Chiaki, pero ella ya está ocupada coorganizando los grupos de ornamentación junto a Sonia. Así que pensé en pedírtelo a ti.
—Claro, no me molesta —respondió, un tanto sorprendida por la confianza de su maestra.
—Muchas gracias, Mahiru. Eres tan confiable —dijo Chisa con una sonrisa cálida.
A Mahiru no le sorprendió que la mayoría de los voluntarios fueran mujeres. Al fin y al cabo, el evento era algo que las chicas solían disfrutar más. Mikan estaba ocupada en la enfermería, y las demás estaban todas concentradas en la ornamentación. Los pocos hombres que quedaban eran Fuyuhiko, Nekomaru y Nagito.
Mahiru frunció el ceño al pensar en las opciones. Fuyuhiko era grosero y prepotente, y ni siquiera se molestaba en disimularlo. Nekomaru, aunque bien intencionado, no tenía ni pizca de delicadeza y sus gritos hacían que Mahiru quisiera esconderse en cualquier rincón. Y Nagito… Nagito era raro. Siempre parecía estar enfermo o algo alejado, pero, al menos, era amable y nunca había sido grosero con ella.
Finalmente, por descarte, Mahiru decidió acercarse a Nagito. A pesar de su personalidad algo peculiar, al menos no sería tan grosero. Para su suerte, al día siguiente, el chico había llegado a clase y parecía encontrarse bien.
Con una ligera duda en el paso, pero dándole la impresión de una total seguridad, Mahiru se acercó a su escritorio.
—Buenos días, Nagito —saludó con una sonrisa, buscando no parecer demasiado nerviosa.
Él levantó la vista, un poco sorprendido, y le devolvió el saludo.
—Hola, Mahiru. ¿Cómo estás? —respondió, mirando con curiosidad el motivo de su acercamiento.
—Quería pedirte ayuda con el evento de San Valentín que estamos organizando —dijo Mahiru de forma directa—. Necesitamos más voluntarios, y como tú eres parte de la clase, pensé que podría pedirte que te unieras.
Mahiru se sintió un poco tensa mientras le hablaba, notando que estaba siendo más brusca de lo habitual, lo cual la hizo titubear un momento. Pero, al ver la calma de Nagito, rápidamente se recompuso.
—Claro, me encantaría —respondió el chico, sonriendo de forma tranquila.
Mahiru se sintió aliviada al escuchar su respuesta y soltó una pequeña exhalación de alivio.
—¡Perfecto! —dijo, animada—. Entonces, necesito que me ayudes con la escenografía para sacar las fotos. Tiene que ser acorde a la temática de San Valentín.
—Eso suena como mucho trabajo —dijo Nagito, con curiosidad—. ¿Quién más nos ayudará?
—Ehmm... —dudó un momento, pensando en qué decir—. Hiyoko —respondió de forma improvisada, sintiendo que su mentira se podía sostenerse. Le preguntaría después, pero estaba casi segura de que aceptaría—. Los tres podemos hacerlo, todavía faltan cuatro días, así que es suficiente tiempo.
—Tres, si comenzamos mañana —corrigió Nagito con una sonrisa, señalando el tiempo limitado.
—Correcto, tres días —repitió la pelirroja, sintiendo el peso de la mentira. La verdad era que no sabía cómo lo iban a hacer, pero no podía echarse atrás ahora.
—Y ya tienes pensado en que haremos para la escenografía ¿verdad?—preguntó, añadiendo presión en la pelirroja—. Por honor al tiempo supongo que ya lo pensaste.
Mahiru se quedó helada por un segundo. Sabía que la señorita Chisa le había pedido montar una escenografía, pero nunca le preguntó qué quería exactamente. Tenía que dar una respuesta rápido, no quería que el chico viera que no sabía lo que hacía, si quería liderar el equipo ella debía proyectar una imagen confiable.
—Ehmm—dudó sin querer. Luego, invento algo para no parecer una tonta: —Una caja escénica para tomar fotos.
—¿Una caja escénica?
—Así es. Es como un escenario pequeño, que tematizaremos acorde al día de San Valentín—explicó, recordando lo que había leído acerca de ello.
Nagito pareció no sospechar nada y asintió, ya empezando a pensar en cómo organizarse para el trabajo.
Mahiru, por otro lado, se lamentó internamente.
«¿En qué me metí?», pensó, mientras sentía que la presión aumentaba. Tendría que enfrentarse a varios obstáculos en los próximos días. La mentira había sido fácil de lanzar, pero ahora tendría que hacer todo lo posible para que pudiera ser un hecho.
—…Y por eso, señorita Chisa, creo que sería una buena idea construir una caja escénica —concluyó Mahiru, tras soltar un suspiro al final de su discurso. Lo había preparado hace diez minutos para sostener su engaño que, en ese momento, ya no le parecía tan sólida.
Chisa se quedó en silencio por un rato, observándola con una mirada pensativa, casi como si estuviera sopesando lo que acababa de escuchar. Mahiru se sintió nerviosa, como si estuviera esperando a que la mentira se desmoronara en cualquier momento. Sin embargo, la respuesta de su profesora fue todo lo contrario a lo que esperaba.
—¡Esa es una idea maravillosa! —exclamó Chisa, sonriendo de oreja a oreja—. ¿Y dices que Hiyoko y Nagito te ayudarán?
—Sí... —respondió Mahiru, intentando sonar lo más confiada posible. No tenía tiempo de detenerse en los tecnicismos, y de todas formas, no pensaba que la profesora se metiera en detalles.
Chisa asintió con entusiasmo, y por un momento, Mahiru sintió que su plan estaba funcionando a la perfección.
—Perfecto, aunque pienso que no es un trabajo para solo tres personas. Convenceré a Nekomaru y Fuyuhiko de que te ayuden —dijo Chisa, con una chispa de determinación en sus ojos.
Mahiru sintió cómo su estómago se tensaba ante la mención de esos dos.
«¿Nkomaru y Fuyuhiko? ¿En serio?», pensó, imaginándose cómo serían los días de trabajo si ellos dos se involucraban. Nidai con su energía incontrolable y Fuyuhiko... bueno, Fuyuhiko era Fuyuhiko.
—¿Cree que podrá hacerlo? —preguntó Mahiru, sin poder evitar la duda en su voz.
—Los estudiantes hacen milagros cuando se trata de calificaciones —canturreó Chisa, casi como si fuera una amenaza disimulada. Mahiru no pudo evitar una ligera sonrisa nerviosa. Aunque lo decía de manera juguetona, sabía que la amenaza iba enserio.
—Eso espero —respondió Mahiru, tratando de mantenerse lo más serena posible, aunque su mente ya comenzaba a visualizar lo que podría ser un desastre de escenografía si Fuyuhiko y Nekomaru estaban involucrados.
—Muy bien, le avisaré a mis colegas que podremos contar con la escenografía después de todo. Y como se que necesitaras tiempo, tomate el día libre, suspenderé la clases siguientes—concluyó Chisa, aún sonriendo, como si ya hubiera planificado todo en su cabeza.
—Gracias, profesora.
Mahiru se levantó, aliviada por haber superado esa conversación sin que todo se cayera a pedazos. Sin embargo, a medida que salía del aula, no pudo evitar pensar en los tres días que tenía por delante. Tenía que hacer el diseño de esa cabina, coordinar con Hiyoko, Nagito, y ahora, probablemente, con Nekomaru y Fuyuhiko.
«¿En qué me metí? », pensó una vez más, mientras cerraba la puerta detrás de ella.
—Por favor, Hiyoko, tienes que ayudarme —suplicó Mahiru, casi al borde de la desesperación.
Hiyoko la miró, frunciendo el ceño y cruzando los brazos.
—Es mucho trabajo. ¿En qué estabas pensando, hermana?
Mahiru apretó los labios, buscando las palabras correctas.
—Vamos, por favor. La señorita Chisa me dijo que trabajaríamos con Fuyuhiko y Nekomaru, también.
—¡Con mayor razón no ayudaré! —replicó Hiyoko con desdén. —Esos dos son las últimas personas con las que quiero estar. ¡Nada bueno puede salir de ahí!
—Ni siquiera por mí, como amigas... —dijo, sintiendo que su paciencia se agotaba. La rubia no dijo nada, pero infló sus mejillas con molestia.
Mahiru aprovechó el silencio para insistir:
—Te enseñé a atarte el kimono cuando no podías, siempre te explico la materia que no entiendes… y te ayudo en los exámenes pasándote las respuestas. Pudieron habernos atrapado, pero eso es lo que hacen las amigas, ¿no? Se ayudan.
Hiyoko, al escuchar sus palabras, suspiró pesadamente y se quedó pensativa por un rato, mirando a Mahiru como si estuviera sopesando todo lo que había dicho.
—Está bien... —dijo finalmente, dando un leve golpe en la mesa, como si hubiera tomado una decisión—. Te ayudaré. Pero más vale que ellos colaboren y hagan el trabajo pesado. No cargaré nada, ¡que quede claro!
Mahiru soltó un suspiro que había estado reteniendo, aliviada de que su amiga finalmente hubiera cedido.
—Gracias, Hiyoko.
«Ya estamos tres dentro... eso es la mitad del trabajo», pensó más aliviada.
Hiyoko la miró con una sonrisa satisfecha, pero con un brillo travieso en los ojos.
—No te pongas tan tranquila, hermana. Aún falta lidiar con esos dos, y si no me gusta lo que veo, no dudaré en marcharme. Pero por ti... lo haré.
Mahiru asintió, sabiendo que Hiyoko no era fácil de convencer, pero al menos ahora tenía a una aliada. Lo más complicado sería tratar con Nagito, Nekomaru y, por supuesto, Fuyuhiko. Pero por el momento, el apoyo de Hiyoko era un pequeño consuelo en medio del caos que se avecinaba.
Los tres miembros provisionales del equipo se habían reunido finalmente en el punto de encuentro que Mahiru había propuesto, en un rincón tranquilo del patio escolar, esperando discutir el tema para la escenografía de San Valentín. Sin embargo, el ambiente que se respiraba no era el más prometedor. Hiyoko, siempre impaciente, se apoyaba sobre la mesa con una expresión de aburrimiento evidente, Fuyuhiko estaba sentado con los brazos cruzados, mirando al horizonte con una actitud desinteresada, y Nekomaru, como siempre, parecía estar en su propio mundo, hablando de cualquier cosa que no tuviera que ver con el proyecto.
Mahiru observó a su alrededor, sintiendo que su entusiasmo por la tarea se desvanecía poco a poco. La falta de enfoque de su grupo se estaba volviendo un problema, y la idea de que este proyecto pudiera salir bien comenzaba a desmoronarse en su mente.
—Bueno… —dijo, intentando mantener la calma—. ¿Alguna idea sobre el tema de la escenografía? Podría ser algo sencillo, tal vez un fondo con corazones o algo relacionado con el amor, no sé… denme ideas, por favor.
Hiyoko ni siquiera levantó la cabeza, mordiendo su bocadillo con una mirada distante.
—¿Corazones? ¿Eso no suena un poco... cliché? No estoy segura de que valga la pena hacer algo tan básico, hermana.
Fuyuhiko, con un suspiro, levantó una ceja.
—¿Un fondo de corazones? ¿En serio? ¿Eso es lo que tienes en mente? No tengo tiempo para esas tonterías.
Nekomaru, al parecer, ni siquiera había estado prestando atención. Cuando escuchó su nombre, volvió la vista hacia Mahiru con una sonrisa exagerada.
—¡Oh! ¿Escenografía? ¿A qué se refiere eso? ¿Decoraciones? ¡Puedo cargar montones de cosas! ¡Soy un experto en mover objetos!
Mahiru cerró los ojos, conteniendo un suspiro frustrado.
«Esto no va a funcionar», pensó. La falta de interés era casi palpable. Ni siquiera era el hecho de que no tuvieran buenas ideas, sino que ni siquiera lo intentaban. Las palabras de Chisa resonaron en su mente: «Esto no puede ser solo un proyecto para unas pocas personas. Todos tienen que poner de su parte». Pero parecía que ese "todos" no aplicaba a este grupo.
Miró a los tres miembros actuales del grupo y notó claramente que no estaban interesados en la idea. Al menos, habían asistido; sin embargo, el último miembro, Nagito, ni siquiera se había presentado.
Mahiru dejó que el silencio llenara el aire por un momento, antes de decir con tono firme:
—Creo que esto no está funcionando. Mejor lo dejamos por el momento, y pueden tomarse un descanso.—Luego, murmuró para si misma entre dientes—Yo también necesito uno.
Con un gesto de frustración, se levantó de la mesa, sintiendo cómo el peso de la realidad le caía sobre los hombros.
«Tres días... tres días más para montar esto», pensó. El hecho de que los tres miembros del equipo fueran tan poco comprometidos no hacía que las cosas fueran más fáciles. Al menos, el día de mañana tendría que ser diferente, o lo que fuera que quedara de este proyecto se desplomaría por completo.
Nekomaru apenas levantó la vista antes de salir ruidosamente, mientras que Fuyuhiko se estiraba con una mueca de pereza antes de levantarse y marcharse. Hiyoko, por su parte, empezó a hacer ruidos extraños mientras manipulaba su teléfono móvil. Mahiru suspiró de nuevo y caminó unos pasos, alejándose de ellos para tratar de calmar su mente.
«Tal vez, sólo tal vez, mañana las cosas cambien», pensó, aunque no estaba convencida de que fuera a ser así.
Al menos ahora tendría un pequeño respiro, aunque no estaba segura de cuán efectivo sería ese descanso si al final el caos se apoderaba del evento.
Justo cuando Mahiru iba a retirarse al baño, escuchó una voz detrás de ella. Al voltear, vio a Nagito acercándose, con una expresión curiosa y una hoja de papel en las manos. Se veía como si estuviera un poco nervioso, pero intentaba ocultarlo bajo una sonrisa amistosa.
—¡Oh! —exclamó Nagito, viendo que los demás ya estaban reunidos—. Perdón por llegar tarde, pero… aquí está lo que se me ocurrió para la caja de fotos.
La pelirroja observó el dibujo que tenía en las manos. Era… algo curioso. Intentó contener una risa nerviosa al ver el "diseño", ya que era algo completamente alejado de lo que ella había imaginado. Parecía más bien un boceto incompleto de una especie de cabina adornada con flores, pero las proporciones estaban un poco… distorsionadas.
—¿Esto… es lo que pensaste? —preguntó Mahiru, forzando una sonrisa mientras examinaba el dibujo.
Nagito asintió, sin parecer darse cuenta de lo que acababa de presentar.
—Sí, creo que podría funcionar. Es una cabina con flores, tal vez algo romántico, y el club de jardinería tiene varias especies que podrían usar. —Su voz sonó casi demasiado confiada, a pesar de que el diseño parecía algo improvisado.
Mahiru, que ya había tenido suficientes momentos incómodos en el día, trató de no mostrar su desánimo.
«Bueno, al menos la idea de las flores puede funcionar...», pensó. Aunque las proporciones y la estructura del dibujo realmente parecían un desastre.
—Eh, bueno… —dijo, tomando el dibujo de las manos de Nagito—. Las flores son una buena idea. Y, como mencionas, el club de jardinería tiene muchas variedades. Tal vez podamos adaptarlo para algo más... funcional.
el chico, al parecer, no se dio cuenta del tono que Mahiru había usado para suavizar la situación, y asintió con entusiasmo.
—¡Genial! Entonces, ¿qué hacemos ahora?
Mahiru pensó que tal vez no todo estaba perdido. Si al menos lograba organizar el proyecto de alguna forma coherente, quizás no todo terminaría como un desastre. Sin embargo, en ese momento, Hiyoko interrumpió con una mueca de desdén mientras miraba el dibujo.
—¿Eso es una cabina de flores? —preguntó, levantando una ceja—. ¡Parece que lo hizo un niño!
Mahiru miró a Hiyoko, que tenía razón en cierto modo. La "cabina" era más bien un cúmulo de líneas mal hechas y flores dispersas. Pero no era momento de señalar defectos.
—Lo importante es que Nagito intentó hacerlo —respondió Mahiru rápidamente, antes de que Hiyoko pudiera continuar con sus comentarios—. De hecho, las flores pueden ser un buen punto de partida. Podríamos usar este concepto, tal vez… mejorarlo.
Su compañero, aún con su sonrisa habitual, pareció aliviado por la respuesta de Mahiru. No era un gran artista, pero al menos sentía que su contribución había sido aceptada de alguna forma.
—Claro, lo que sea que ayude. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario. —Su voz sonaba sincera, y Mahiru le agradeció en su mente el intento, aunque sabía que sería necesario mucho más trabajo para hacer de esta idea algo viable.
—Bueno, hare lo posible para ayudar—alentó Hiyoko, con un poco más de entusiasmo que antes.
Sin embargo, en ese momento, Mahiru se sintió por primera vez en el día como si realmente estuviera avanzando. Tal vez no fuera el proyecto ideal, pero al menos ahora había un comienzo. Hiyoko, a pesar de sus quejas, había aceptado colaborar, y Nagito, con su extraño entusiasmo, parecía dispuesto a trabajar.
—Perfecto, entonces. —sonrió con más confianza—. Haremos que esto funcione.
Aunque en su interior, seguía preguntándose cómo sería el resultado final si Fuyuhiko y Nidai realmente se involucraban. Pero por el momento, tenía a Nagito y Hiyoko, y eso era lo más cercano a una victoria que podía conseguir.
«Al menos todo esto terminará pronto», pensó. Pero en el fondo, sentía que, aunque todo fuera un desastre, lo importante era que al final, podría tomar las fotos para el evento, y mostrar su talento para la fotografía. Definitivamente tenía que valer la pena.
Mahiru estaba probando su nueva cámara para el evento cuando Nagito apareció. Se acercó con paso tranquilo, sus ojos reflejando una ligera sorpresa al ver a Mahiru ocupada con la cámara.
—¿Estás evaluando las tomas? —preguntó, mirando curiosamente el equipo en sus manos.
Ella asintió, quitando el ojo del visor y dirigiéndole una sonrisa.
—Sí, aunque todavía no estoy muy acostumbrada a usarla; es una cámara nueva. Pero quería asegurarme de que todo estuviera en orden para el proyecto.
—Entiendo —respondió Nagito, con una ligera sonrisa en los labios. —¿Quieres que te ayude con algo? Puedo sostenerla para ti mientras ajustas los controles si lo necesitas.
Mahiru titubeó un momento, pero al ver lo dispuesta que estaba su compañero, aceptó.
—Sí, eso sería útil. Estoy intentando configurar el enfoque automático.
Nagito se acercó y tomó la cámara con cuidado, observando las distintas opciones que aparecían en la pantalla. Mientras tanto, la chica aprovechó para estudiar más a fondo la lente, nerviosa por cómo saldría el evento. No quería que nada saliera mal, especialmente si Chisa esperaba tanto de ella.
—Deberíamos hacer algunas pruebas con la iluminación —comentó Nagito de repente, haciendo que Mahiru levantara la vista. —Si tenemos la escenografía lista, quizás podamos hacer algunas tomas para ver cómo luce antes del gran día.
—Es una buena idea —respondió, aunque no podía evitar sentir cierta presión. —Ojalá todo salga bien.
La idea de trabajar con Hiyoko, Nekomaru y Fuyuhiko aún la ponía algo incómoda. Sabía que Hiyoko estaba a regañadientes, pero lo peor era que, con Nekomaru y Fuyuhiko involucrados, el ambiente de trabajo podría volverse... caótico, por decir lo menos.
—No te preocupes demasiado —dijo Nagito, como si pudiera leer sus pensamientos. —Todo saldrá bien. Además, si necesitamos ayuda extra, podemos pedirle a Chiaki que nos eche una mano con la organización. Ella siempre tiene buenas ideas.
Mahiru sonrió agradecida por las palabras de aliento de Nagito. Aunque su presencia era algo extraña, le transmitía una sensación de calma. A veces, su rareza tenía algo reconfortante, como si no juzgara a nadie.
—Eso sería genial, la verdad. Ahora solo necesito asegurarme de que todo esté bien antes de que sea hora de irnos.
Con Nagito sosteniendo la cámara y probando algunas configuraciones, Mahiru se sintió un poco más relajada. Aunque el reto parecía grande, sabía que con algo de organización (y algo de suerte), podrían hacer que todo saliera de acuerdo al plan.
—Creo que estamos listos para empezar con las pruebas de iluminación —dijo Nagito, mirando hacia el área que habían apartado para las tomas. —Solo faltaría probarlo con la cabina montada.
Ella asintió, buscando en su bolso algunos cables y accesorios para empezar.
—Sí, y eso ya depende de cómo funcione la dinámica con Fuyuhiko y Nekomaru —dijo sin querer, dándose cuenta de que había soltado un reproche en voz alta sobre sus compañeros
Nagito soltó una pequeña risa.
—No te preocupes, todos tienen que colaborar si quieren buenas calificaciones. Estoy seguro de que harán su parte.
Mahiru esperó que tuviera razón. Si había algo que había aprendido de sus compañeros, era que no todos eran tan fáciles de manejar. Pero al menos con Nagito a su lado, y la ayuda de Hiyoko, tenía una oportunidad.
—Póntelo frente a esas flores —ordenó la fotógrafa, sin perder tiempo.
—¿Mhm? —respondió el chico, confundido.
—Póntelo frente a esas flores, te tomaré una foto —explicó Mahiru, buscando que comprendiera.
—¿Oh? Pero no suelo tomarme fotos... no soy fotogénico... No sé cómo posar —se excusó el chico, algo inseguro.
Mahiru lo miró desconcertada, sorprendida por la confesión. ¿Cómo era posible que no se tomara fotos?
—He tomado fotos desde que era pequeña. Sé cómo hacer que alguien luzca bien. Confía en mí —le aseguró Mahiru, intentando calmarlo.
Nagito la miró con una mezcla de duda y cierta incomodidad, pero asintió lentamente. Su expresión seguía algo tensa, como si la idea de ser fotografiado no fuera lo que más le agradaba. Sin embargo, confiaba lo suficiente en Mahiru como para dejarse guiar.
—Está bien, si tú lo dices... —murmuró, dándose la vuelta y situándose frente a las flores que Mahiru había señalado.
Mahiru ajustó su cámara, mirando a través del visor y enfocando cuidadosamente. Las flores rojas detrás de Nagito creaban un bonito contraste, pero era crucial que la luz estuviera bien. Afortunadamente, las nubes cubrían parcialmente el sol, lo que ayudaba a suavizar las sombras.
—No te preocupes por posar —dijo Mahiru con una sonrisa relajada mientras ajustaba la configuración de la cámara—. Solo relájate y sé tú mismo. La foto saldrá genial.
Nagito pareció relajarse un poco, y Mahiru no pudo evitar notar que, a pesar de su rareza, había algo genuino en su forma de ser. Tal vez fuera esa energía tranquila que emanaba de él, algo que se notaba incluso en momentos incómodos.
—¿Así está bien? —preguntó, mirando al frente sin exagerar la expresión, pero con una leve sonrisa en los labios.
Mahiru, tomando un par de fotos rápidas, asintió satisfecha.
—Perfecto. Ahora, solo un par más para asegurarme de que la iluminación quede perfecta.
Nagito asintió, esta vez un poco más relajado. Incluso movió ligeramente la cabeza, como si ya se sintiera más cómodo. Mahiru reflexionó sobre lo extraño que debía resultarle posar frente a la cámara, especialmente después de su comentario sobre no ser fotogénico. Tal vez estaba tan acostumbrado a no ser el centro de atención que eso lo incomodaba, pero en ese momento, se veía más tranquilo.
Cuando Mahiru terminó de tomar las fotos, bajó la cámara y comenzó a revisar las imágenes en la pantalla. Las fotos se veían bien, con una iluminación suave que resaltaba tanto las flores como la expresión sutil de Nagito.
—Creo que están perfectas —dijo Mahiru, aliviada al ver que todo estaba tomando forma. —Este parece un buen lugar para hacerlas.
El chico asintió y emitió un leve sonido, indicando que estaba de acuerdo.
—Bien, ya es tarde —dijo Mahiru, mirando el cielo teñido de naranja—. Será mejor que nos vayamos a casa.
Cuando llegó a casa, Mahiru se dejó caer en su cama. Estaba agotada. Había asumido demasiadas responsabilidades en tan poco tiempo, menos de cuatro días, y comenzaba a sentir el peso de todo.
—Tonta —se dijo a sí misma, repitiendo el reproche en voz baja.
Tal vez podría adelantar algo de trabajo. Miró las fotos que había tomado ese día y vio la foto de Nagito que había capturado hace algunas horas atrás y pensó que, como agradecimiento, y porque le gustaba que las personas tuvieran al menos una foto decente de ellas, se la daría.
Buscó papel fotográfico y la imprimió. Luego, la metió en un sobre, y por un momento se quedó pensando si debería escribirle una nota también.
Mahiru miró el sobre en sus manos. El papel fotográfico dentro de él estaba recién impreso, y la foto de Nagito, algo tímido frente a la cámara con las flores rojas de fondo, parecía capturar una versión de él que rara vez mostraba. La luz suave había resaltado una expresión que, aunque tranquila, se sentía auténtica y natural. Sonrió al pensar que se veía bien en la foto, a pesar de sus reservas.
Sin embargo, había algo más. Un pensamiento persistente que la mantenía inquieta. ¿Debía escribirle algo? Tal vez una simple nota para acompañar la foto. Algo que dijera “gracias por su ayuda con el proyecto de San Valentín", o por cómo había hecho todo mucho más fácil para ella. Pero, al mismo tiempo, no podía evitar sentirse incómoda. ¿Qué pasaría si él malinterpretaba la nota? ¿Y si pensaba que había algo más detrás de su gesto? No quería que el chico pensara que sus intenciones iban más allá del agradecimiento genuino que sentía.
Suspiró, volviendo a mirar la foto mientras jugaba con el bolígrafo en su mano. Un agradecimiento sencillo, ¿sería suficiente? Su mente daba vueltas y la duda crecía cada vez más.
—Gracias por tu ayuda. Espero que esta foto te guste. Te la doy porque realmente aprecio lo que hiciste por el proyecto, y me alegra que puedas colaborar—probo decirlo en voz alta para escuchar como sonaba.
Pero, ¿y si sonaba demasiado directa? ¿Sonaba como algo más que un simple agradecimiento? La idea de que él pudiera tomarla mal la hacía querer abandonar la idea por completo.
A pesar de sus dudas, Mahiru comenzó a escribir. El bolígrafo fluía suavemente sobre el papel, dejando palabras simples, pero sinceras. “Gracias por ayudar con el proyecto. Me alegra que puedas estar participando. Aquí tienes una foto que espero te guste, ¡espero que la recuerdes como algo positivo!”
Se detuvo por un momento y miró el sobre. Se sentía algo nerviosa por lo que acababa de escribir. Tal vez estaba siendo tonta al preocuparse tanto, pero aún así, el miedo a que sus palabras fueran malinterpretadas la hacía dudar.
Al final, decidió no seguir dándole tantas vueltas y selló el sobre. No había nada más que pudiera hacer. Le gustaba Nagito como compañero, su ayuda había sido invaluable, y eso era lo que importaba. No había segundas intenciones, solo gratitud. Con una respiración profunda, se levantó de la cama y metió el sobre en su mochila. Quería dárselo al día siguiente, antes de que el día se terminara.
El día siguiente llegó rápido. Mahiru había intentado distraerse con otras cosas, pero su mente siempre volvía a la carta. Al verlo en su mochila, la incomodaba un poco más, y no podía evitar preguntarse si Nagito entendería el gesto como ella lo había intentado.
Durante el almuerzo, la oportunidad finalmente llegó. Nagito estaba allí, en la esquina del patio, rodeado de algunas de las flores que ella había fotografiado el día anterior. Su expresión relajada y algo perdida en sus propios pensamientos contrastaba con la energía nerviosa que Mahiru sentía. Se acercó lentamente, el sobre agitándose en su mochila. Su corazón latía más rápido de lo que quisiera admitir.
—Nagito... —dijo, tratando de sonar tranquila. Él la miró, levantando la vista de las flores.
—¿Mahiru? ¿Necesitas algo?—preguntó, con una sonrisa amigable, como si no tuviera idea de lo que ella traía entre manos.
—No, solo quería... —dudó por un segundo, mordiéndose el labio. —Entregarte esto.
Sacó el sobre de su mochila. Fue un gesto sencillo, pero para ella parecía mucho más significativo de lo que probablemente lo era para él. Nagito la miró en silencio mientras ella extendía la mano con el sobre. Sus ojos, normalmente tan tranquilos, ahora mostraban una pizca de sorpresa.
—¿Esto es para mí?—preguntó, tomando el sobre con una expresión aún más confundida.
—Es una foto… como un pequeño agradecimiento. —La pelirroja se sintió tonta, pero al menos lo había dicho. El gesto ya estaba hecho. Ahora solo quedaba esperar su respuesta.
Nagito, al recibir la carta, se quedó un momento en silencio, mirando el sobre en sus manos. Parecía un poco fuera de lugar, como si no supiera muy bien qué hacer con ello.
—¿Una foto mía?—preguntó finalmente, con un tono algo desconcertado pero curioso.
—Sí,—respondió Mahiru rápidamente—. Es solo… una foto. Porque, bueno, me ayudaste mucho con el proyecto y quería darte algo como muestra de agradecimiento.
El chico asintió lentamente, sin hacer demasiada ceremonia. Su rostro se suavizó, y su expresión se volvió más cálida, algo que Mahiru apreció mucho.
Nagito bajó la vista al sobre que sostenía y lo abrió. Mahiru se puso un poco nerviosa, temiendo que él leyera la nota de agradecimiento que había escrito frente a ella. Pero, para su alivio, el chico solo sacó la foto.
—Salgo bien. —dijo sorprendido, mirando la foto. La fotografa pudo ver en sus ojos una leve sorpresa, pero no incomodidad ni rechazo. Parecía genuinamente agradecido, lo cual alivió a Mahiru más de lo que esperaba.
—Claro que sí, te dije que soy buena tomando fotos. Y todos tenemos derecho a tener al menos una foto decente de nosotros. —dijo ella, con voz seria.
—Gracias, Mahiru. No tenía idea de que fueras tan buena.—respondió, sonriendo levemente mientras volvía a meter la foto en el sobre.
—No es gran cosa.—respondió ella, casi por impulso, sonrojándose levemente. —Solo… quería que tuvieras una buena foto. A veces es bueno tener recuerdos, ¿no?
—Supongo que sí—respondió él, con una sonrisa en sus labios que no podía borrar.
Notes:
Espero que les haya gustado. Esta es la primera de tres partes que subiré sobre esta pareja en este trabajo.
Gracias por leer.
Chapter 3: Cabina de Peonias: Nagito Komaeda/ Mahiru Koizumi (Parte 2)
Summary:
El proyecto de la cabina sigue en pie, pero Mahiru debe sortear un inconveniente relacionado con las flores que ha escogido. Ella es guiada por un miembro del club de jardinería y, además, por Nagito, quien parece estar muy interesado en el significado de etas particulares flores.
Notes:
Danganronpa Au sin talentos.
Flores: Nagito Komaeda/ Mahiru Koizumi (Parte 2)
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
A la mañana siguiente, todos se reunieron para intentar darle forma a la cabina fotográfica. Nagito, más entusiasta que nunca, había traído varias ideas, aunque, de nuevo, su concepto seguía siendo un poco desordenado. Afortunadamente, Mahiru, con su capacidad para pensar en soluciones, logró organizar un poco el caos, utilizando las flores del club de jardinería como base decorativa para crear un ambiente más romántico y acorde con el evento.
A pesar de todo, el trabajo en equipo seguía siendo un desafío. Hiyoko, como prometió, no cargaba nada y se quejaba constantemente de tener que estar allí. Fuyuhiko y Nidai finalmente llegaron, y la atmósfera en el grupo no mejoró mucho. Nidai, como siempre, estaba excesivamente entusiasmado por mover las decoraciones y hacer ruido, mientras Fuyuhiko se quejaba de todo el proceso y no hacía nada más.
—¡Esto es un desastre! —murmuró Hiyoko mientras movía una de las flores para que estuviera “en su lugar”.
Mahiru rió en su mente, pero no podía culpar a Hiyoko. Realmente, todo estaba resultando ser un caos. Pero, al menos, este caos era su caos.
—¡Hey!, ¿cómo va todo? —llamó alguien desde arriba.
Los chicos levantaron la vista hacia uno de los edificios hasta localizar la voz. Distinguieron fácilmente un llamativo cabello rosado fosforescente desde la ventana haciéndoles señas.
—¡Kazuichi! —gritó Nekomaru, demasiado alto— ¡Baja y háblanos cara a cara!
El chico puso sus manos alrededor de su boca y respondió:
—Bien, enseguida bajo.
Luego desapareció de la ventana.
«Genial. Más distracciones innecesarias», pensó Mahiru, algo irritada.
Su molesto compañero llegó rápidamente al patio, donde se encontraban trabajando. Todavía tenían la madera en el suelo, sin montar. No es que hubieran empezado hace mucho.
—Oh —exclamó, mirando el desorden— ¿esto es todo lo que llevan?
—Sí, aún no hemos tenido la oportunidad de convertir esto en una cabina, pero pronto lo haremos —se excusó Nekomaru frotándose la espalda, nervioso.
«Hasta ustedes se dan cuenta que estamos mal», pensó Mahiru con un suspiro interno.
—Entiendo —dijo Kazuichi, obviamente no creyendo la penosa excusa— ¡¿Por qué no les ayudo?!
Esto llamó la atención de los presentes.
—¿No deberías estar ayudando en otro comité? —preguntó Hiyoko, algo escéptica.
—Sí, lo estaba. Estaba ayudando a construir algunos juegos. Pero la señorita Sonia me dijo que había muchas manos allá, así que… ¿por qué no aquí?
Todos sabían que era una estratagema de Sonia para sacar a Kazuichi de escena, ya que resultaba ser demasiado molesto cuando se trataba de la princesa transferida. Así que no indagaron más.
—Seguro —respondió Mahiru— ayúdanos a martillar esto —dijo, apuntando hacia las tablas apiladas en una esquina.
—¿Martillar? ¿No lo han hecho ya?
—Martillar es un trabajo de hombres, y hay dos mujeres aquí, ¿sabes?
—Claro, claro. Solo denme los planos para saber dónde va todo —dijo con desdén, haciendo caso omiso al comentario de su compañera.
Fuyuhiko hizo una mueca burlona antes de decir:
—Planos quiere.
Kazuichi levantó una ceja hacia él, no entendiendo de qué se trataba.
—Creo que se refiere a esto —dijo Nekomaru, entregándole el dibujo de Nagito mal hecho— Esto es lo que tenemos.
Kazuichi observó el dibujo en silencio por unos momentos, su expresión variando entre desconcierto y pura incredulidad. Alzó las manos, como si tratara de comprender un rompecabezas extremadamente difícil.
—¿Esto es… una cabina de flores? —preguntó, rascándose la cabeza con una mezcla de asombro y desconcierto. —Parece más bien un laberinto de líneas.
Mahiru, que había estado mirando el diseño con un gesto tenso, suspiró. Sabía que no era perfecto, pero ya había decidido que lo tomaría como base para mejorar el concepto.
—Sí, algo así… pero podemos trabajarlo. Si movemos algunas cosas y agregamos más elementos, puede funcionar —dijo Mahiru, intentando mantener el tono optimista. Si algo había aprendido con este proyecto, era que debía ser flexible.
Kazuichi, con una sonrisa burlona, comenzó a caminar alrededor del pequeño espacio donde ya habían empezado a juntar las primeras piezas del rompecabezas de madera. Mientras todos trataban de arreglar el desorden, él no pudo evitar hacer comentarios sobre todo lo que veía.
—No sé, chicos, pero esto tiene todo el potencial de ser… un desastre épico. ¡Lo haré espectacular! —exclamó, mirando las piezas con energía, como si su entusiasmo pudiera solucionar los problemas de diseño.
Fuyuhiko, que había estado de pie con los brazos cruzados observando el caos, levantó una ceja.
—Si no nos ayudas, mejor cállate, Kazuichi —dijo con tono sarcástico.
Pero él, ajeno al desdén en las palabras de su gruñón compañero, empezó a corretear entre las maderas y flores. Sus manos se movían rápidamente, casi como si estuviera más interesado en desordenarlo todo aún más, pero Mahiru tenía que admitir que, de alguna forma, su energía estaba contagiando al grupo.
—¡Ah, ya sé! —gritó Kazuichi, señalando una parte del diseño. —¿Qué tal si hacemos que las flores estén más arriba? Así parece que están cayendo, ¡sería más dramático!
Mahiru no estaba completamente segura de esa idea, pero no iba a rechazar la sugerencia sin considerarla. A pesar de que parecía algo caótico, la propuesta de Kazuichi, de alguna manera, se sentía… interesante.
—Puedo probarlo. A lo mejor tiene razón, si lo hacemos de esa forma puede generar un buen efecto visual —respondió Mahiru, volviendo a tomar el dibujo de Nagito, analizando cómo podían incorporar esa idea.
Kazuichi, al ver que alguien le había prestado atención, sonrió ampliamente y comenzó a organizar las flores de una forma que parecía más bien un intento de crear algo espectacular, aunque poco convencional.
—¡Esto va a quedar increíble, ya lo verán! —exclamó mientras tomaba una flor tras otra, intentando darle forma a su propia interpretación del diseño.
A pesar del caos, Mahiru no pudo evitar sentirse un poco aliviada. Al menos la situación estaba tomando un giro positivo, incluso si el proceso era algo más desordenado de lo que había planeado. El grupo seguía siendo impredecible, pero al menos ahora había algo de movimiento. Hiyoko seguía refunfuñando, Nidai estaba intentando ajustar la estructura, y Fuyuhiko… bueno, Fuyuhiko seguía quejándose de todo, pero al menos estaba ahí.
Finalmente, después de un par de horas, el caos comenzó a tomar forma. La estructura estaba erguida, las flores cubrían la cabina de forma inusual, pero llamativa. Mahiru observó el resultado con una mezcla de incredulidad y satisfacción. Podía ver que, aunque no fuera exactamente como lo había planeado inicialmente, tenía su propio encanto. El concepto de las flores cayendo desde arriba, aunque improvisado, daba un toque único. Las sombras suaves que el sol emitía creaban un ambiente íntimo y romántico, y la escenografía tenía algo especial.
—No sé cómo lo hicimos, pero… ¡creo que esto puede funcionar! —dijo Mahiru con una sonrisa de alivio.
Nagito, que había estado observando el proceso desde el costado, se acercó lentamente, tomando una mirada más detenida al resultado final. Aunque su expresión era algo reservada, Mahiru notó que sus ojos brillaban un poco.
—No está mal —comentó con una sonrisa tímida. —Creo que con la iluminación y algunas correcciones, podría ser perfecto.
Mahiru asintió, reconociendo que finalmente, con todas las piezas en su lugar, habían logrado algo que podría funcionar. La cabina de flores, aunque improvisada, tenía un aire especial que nadie más podría haber creado.
—Creo que lo hicimos —dijo Mahiru, sintiendo que el cansancio de las últimas horas comenzaba a desvanecerse.
Los demás, al escuchar sus palabras, se relajaron un poco, aunque aún había cierta tensión en el aire.
—Sí… y todo gracias a Kazuichi —dijo Hiyoko, aunque su tono no era completamente agradecido. A pesar de su actitud, Mahiru detectó algo de respeto en sus palabras.
Kazuichi, al ver que todos estaban observando su obra, sonrió satisfecho.
—¡Lo sabía! ¡Soy un genio!
Fuyuhiko, con una mueca, murmuró entre dientes:
—Sí, sí, un genio... de los desastres.
Mahiru rió internamente, pero decidió no seguir con las bromas. En ese momento, lo que importaba era que la cabina estaba lista, y el proyecto de San Valentín finalmente estaba tomando forma.
Con un suspiro de alivio, Mahiru miró a su alrededor. Aunque las cosas no habían salido exactamente como había planeado, todo parecía encajar, de una forma extraña pero perfecta. A lo largo de este proceso, había aprendido algo importante: a veces, la mejor forma de avanzar es aceptar el caos y trabajar con él.
—Creo que todo va a salir bien —dijo Mahiru, convencida de que, aunque el caos parecía seguirlos, al final valdría la pena.
…O eso creía, porque al día siguiente la mayoría de las flores se habían marchitado.
—¡¿Cómo pasó esto?! —gritó la pelirroja, entrando en pánico.
—Cálmate, Mahiru, todavía nos quedan dos días. Podemos arreglar esto —intervino Nagito intentando mantener todo en orden.
—¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡¿Sabes cuántas flores eran?! —Mahiru no esperó que alguien respondiera la pregunta y volvió a gritar—. ¡Como 100 flores! ¡¿Cómo se supone que le pediremos más al club de jardinería?!
—Cuando fuimos a pedirle flores al club, tuvieron buena disposición al entregarlas, quizás ahora pueda darnos más.
—Sí, hermana. No todo está perdido. ¡Mira, tenemos la estructura de la cabina hecha! —dijo Hiyoko, intentando consolarla—. ¡Ya sé! ¿Por qué mientras no vas nosotros pintamos de blanco la cabina? Cuando pongamos las flores parecerá un altar de matrimonio.
—¡Buena idea! Y así podremos fingir casarlos. ¡Yo puedo ser el sacerdote! —dijo Nekomaru, emocionado.
—No creo que sea esa clase de cabina —habló Fuyuhiko, con sarcasmo.
—Si quieres, Mahiru, puedo acompañarte al club de jardinería a pedir las flores. Son muchas flores que cargar. Además, no soy bueno en lo artístico —mencionó Nagito.
—Ya lo sabemos —dijo entre dientes Fuyuhiko.
—Muy bien—dijo, la pelirroja algo cabizbaja—Vamos juntos.
Mahiru caminaba con pasos decididos hacia el club de jardinería, con Nagito a su lado. La situación con las flores marchitas todavía la tenía algo nerviosa, pero al menos ahora tenían una nueva oportunidad, o eso esperaban.
Nagito, como siempre, parecía no ser afectado por el estrés. A su lado, Mahiru sentía una mezcla de calma y ansiedad, preguntándose si las flores que pedirían esta vez serían suficientes para todo lo que quedaba por hacer.
—No te preocupes tanto, Mahiru —dijo Nagito, como si leyera sus pensamientos. —Todo va a salir bien. Después de todo, el caos solo necesita un poco de dirección. ¡Y tú eres muy buena en eso!
Mahiru le lanzó una mirada desconcertada, preguntándose si lo decía en serio o solo intentaba ser amable.
—Gracias, pero realmente preferiría no tener que enfrentarme a otro desastre. No quiero imaginar cómo explicar esto al club de jardinería, acabamos de matar cientos de flores—dijo, intentando quitarse el malestar de encima.
Nagito se rió levemente.
—Lo bueno es que es para una causa noble, ¿verdad? Con un poco de persuasión, todo se soluciona.
Al llegar al club de jardinería, fueron recibidos por un ambiente tranquilo, con el aire fresco de las plantas que casi podían hacer olvidar el caos del exterior. Rantaro, un chico con una actitud relajada y serena, estaba organizando las plantas en una mesa cerca de la ventana.
—¡Rantaro! —saludó Mahiru, aliviada de ver que estaba allí, con él allí quizás tendría una oportunidad de conseguir más insumos para la ornamentación—. ¿Te molestaría si pedimos más flores? Las que usamos para la cabina ya se han marchitado. Necesitamos algo más resistente.
Rantaro levantó la mirada y sonrió al verlos. No parecía sorprendido, como si ya hubiera anticipado que sucedería.
—Claro, Mahiru, no hay problema. Pero... sí me permiten una sugerencia, creo que la manera en que manejan las flores no son lo ideal para lo que quieren hacer—dijo firmemente— ¿Han considerado cortarlas el mismo día?
Mahiru frunció el ceño un momento, sorprendida.
—¿El mismo día? ¿No es muy tarde?
Rantaro negó, como si ya hubiera preparado su explicación.
—En las condiciones con las que trabajan las flores no durarán. Lo mejor serían que las corten el mismo día del evento, en la mañana.
—Pero…—intentó replicar la chica.
Rantaro levantó un dedo, pidiendo ser escuchado, y Mahiru se detuvo inmediatamente.
—La razón porque las flores murieron es porque eran flores cortadas—explicó seria y calmadamente—. Además, no tenían agua, estaban expuesta al aire y con exposición solar directa, claramente se iban marchitar.
—Supongo que ahí tienes un punto—dijo Nagito. Luego, se volvió hacia Mahiru—¿Por qué no le hacemos caso? El es el experto en flores después de todo.
Mahiru no respondió, pensando en cómo podría funcionar la idea.
—¿Qué flores nos recomiendas? —le preguntó al chico, tomando la iniciativa al ver que su compañera no intervenía.
Rantaro pensó un segundo antes de responder:
—Las peonías son flores resistentes y de larga duración. Aparte de eso, tienen un simbolismo que podría ser perfecto para lo que están haciendo—explicó, mientras buscaba en su jardín una peonia para mostrarles. — Las peonías representan belleza, felicidad, amor y prosperidad. Dependiendo del color, también pueden transmitir riqueza y buena fortuna. Si están buscando algo especial para un evento como San Valentín, definitivamente es lo que necesitan.
Mahiru, que había estado algo distraída pensando en los contratiempos del día, lo miró detenidamente. Los pétalos de las peonías eran de un tamaño impresionante, suaves y de una belleza clásica que realmente podría encajar con lo que buscaban.
—Eso suena perfecto... —dijo, pensativa. Alzó la vista hacia Nagito, quien ya estaba mirando las flores con una expresión de aprobación.
—Las peonías... —repitió Nagito en voz baja, con una ligera sonrisa. —Las flores de la felicidad y la buena fortuna. Es un buen toque.
Mahiru asintió, convencida por la idea. Sabía que el simbolismo de las peonías no solo encajaba con el evento, sino que podía darle a la cabina de fotos un aire mucho más profundo y colorido. Era la representación perfecta de lo que querían transmitir: el amor, la prosperidad, y la buena suerte. Y lo mejor de todo, serían flores que durarían.
—Entonces, ¿puedes darnos algunas? —preguntó Mahiru a Rantaro, aliviada por haber encontrado la solución.
Rantaro asintió con calma.
—Claro, les apartare las mejores que tengo. Solo denme un momento.
Mientras Rantaro iba a preparar las flores, Mahiru se quedó pensando en el impacto que esas peonías tendrían en la ornamentación. Ya no era solo una cuestión de estética; las flores se convertían en parte del mensaje, de lo que representaba el evento. Y aunque la cabina todavía estaba en proceso, esa elección de flores parecía elevar toda la escenografía.
«Todo podría salir mejor de lo que esperaba», pensó Mahiru esperanzada de que su proyecto puede salvarse.
Nagito, notando que su compañera estaba pensativa, se acercó a ella y dijo con su tono característico:
—Te dije que no había nada de qué preocuparse. Deberías hacerme caso más seguido.
Mahiru no pudo evitar sonreír ante su comentario, aunque no estaba completamente segura de a qué se refería exactamente.
—Tal vez tengas razón... —dijo, mirando al chico—. Finalmente, todo está tomando forma.
El estudiante del club, volvió no mucho después con una hoja en la mano y una flor de peonia amarilla en la mano.
—Este es un recibo. No lo pierdan, ya que solo con él podrán retirar las flores en caso de que no esté. Además, deben firmarlo ese día para dejar constancia de que las recibieron—explico el chico peliverde.
—¡Gracias, Rantaro! —exclamó Mahiru, tomando la peonia y la hoja que le tendía con una sonrisa.
—No hay de qué —respondió él, con una sonrisa tranquila. —Solo asegúrense de cuidar estas flores mejor que las anteriores, ¿está claro?
Mahiru se rió nerviosamente, el tono de Rantaro no estaba cargado de reproche, aún así la hizo sentir incomoda.
—Lo prometo, esta vez no vamos a dejar que se marchiten… tan pronto—titubeo la pelirrojja. En algún momento claramente se marchitarían, pero por su puesto, harían que duraran todo el evento.
Ambos volvieron al patio en donde estaban preparando la cabina. Hiyoko y Fuyuhiko la estaban pintando, lo más uniforme que podían, con otra mano de pintura y con las peonias ya listas no se notarían las imperfecciones.
Nekomaru y Kazuichi no estaban a la vista, su amiga le explicó que habían ido a buscar comida para todos a la cafetería de la escuela, ya que no habían comido nada en toda la tarde.
Así transcurrió en día tres de trabajo, todavía faltaba uno más antes del evento. Mahiru no podía negar que estaba nerviosa, pero al ver a sus compañeros trabajando el alma le volvía al cuerpo.
Cuando se estaba yendo a casa sintió una mano en su hombro que la detuvo.
—¿Quieres que caminemos juntos? —preguntó Nagito casualmente—Mi casa queda mucho más lejos del último campus de la escuela, pero por lo menos tendré algo de compañía la mitad del camino.
—Claro—acepto la chica, todavía algo confundida por la petición.
Ambos salieron de la escuela y caminaron en silencio durante un tramo, antes de que el albino preguntara:
—Usualmente caminas junto a Hiyoko, ¿por qué hoy no?
Mahiru lo miró de reojo. La declaración estaba errada, se notaba que él no se había fijado mucho en sus hábitos hasta ahora.
—Hiyoko vive en las residencias de Pico de Esperanza, solo camino con ella los viernes, cuando va a visitar a sus padres.
—No sabía que ella vivía tan lejos, para quedarse a vivir aquí. Siempre pensé que era una niña mimada—soltó Nagito como si nada, no importándole ofender a Mahiru por hablar así de su amiga.
La chica lo dejo pasar y solo respondió.
—Yo no sabía que vivías tan lejos, y aún así te vas caminando.
Él se mordió el labio y sonrió con algo de vergüenza.
—Supongo que exagere, solo llegare a la estación y tomare el tren hasta mi casa.
—Por cierto—volvió a hablar Nagito—Antes de salir, visité la biblioteca y encontré esto.
El albino sacó un libro de su mochila, en la portada Mahiru pudo leer “El significado de las flores”
—Quería corroborar si lo que decía Rantaro es verdad. No es que dude de él, pero…—titubeo un poco pasando suavemente una mano por su cabello esponjoso—. Encontré el significado de la peonia que, como la mayoría de las flores, tiene un significado diferente dependiendo del color.
Mahiru curiosa tomo el libro y lo abrió en la página que Nagito habia marcado.
—¡Es sorprendente!, ¿verdad? —exclamó el chico, con un ligero tono inestable y quebrado, que intento ocultar con un ligero carraspeo.
Ella noto que, a veces en clases, su voz sonaba así: algo enfermiza e irritante.
Suponía que ahora que trataba más con el chico le daba más importancia a ese tipo de cosas. Ella igual, estaba notando hábitos sobre Nagito Komaeda.
Ahora, Nagito, totalmente recuperado de ese incidente volvió a hablar:
—Ya que sabes sus significados. Si pudiera elegir solo un tipo de peonia para la cabina, ¿cuál de todas ellas elegirías?
—¿Por qué elegir solo una? —preguntó Mahiru, no sabiendo por qué le hacía una pregunta tan rara.
Él solo sonrió de oreja a oreja.
—Es solo una pregunta para conocerte más, Mahiru.
Ella solo suspiro y leyó el libro nuevamente, para buscar una cuyo significado le agradara.
—Creo que me quedaría con las rojas, su significado es el amor y es lo que estamos tratando de lograr con la cabina.
—Qué resolución tan simple—murmuro Nagito, más para sí mismo que para ella. De todas formas, Mahiru igualmente lo oyó.
—¿Y cuál escogerías tú? —preguntó levemente molesta, queriendo saber su elección.
Él pensó por un segundo, sin necesidad de mirar el libro que Mahiru tenía en sus manos.
—Supongo que el azul.
Ella busco rápidamente, no había prestado especial atención a su significado cuando lo ojeó por primera vez. “Azules: Transmiten calma, paz y tranquilidad”
«Supongo que van bien con su personalidad», pensó la pelirroja analizando el significado de la ponía en relación al carácter de Nagito. «Aunque…»
—Por lo que dijiste, sobre conocer a la persona con una pregunta, ¿acaso no habrás respondido con trama?
—¿Me estas acusando de ser deshonesto? —preguntó, verdaderamente ofendido—¡Claro que no! Y para serte franco creo que tu eres la deshonesta aquí
—¡¿Eh?! ¿Por qué yo?
—Dijiste que elegías las peonias rojas, solo porque es lo “Normal” para estos casos, pero si tuvieras que elegir una flor, sin tomar en cuenta el contexto, ¿cuál escogerías?
Mahiru frunció el ceño ante la declaración y no dijo nada por un rato. Hasta que Nagito volvió a hablar:
—Creo que escogerías las naranjas.
—¿Por qué lo haría?
—Porque representan el entusiasmo, la energía y el optimismo. Y no puedo encontrar mejores características para describirte.
Mahiru quizo replicar ante la respuesta impuesta por su compañero, pero Nagito fue más rápido y volvió a intervenir.
—O eso pienso, que escogerías. Perdón si fui tan autoritario. No puedo saber que escogerás—su tono cambio de uno acusatorio a uno avergonzado tan rápido que desconcertó a la chica.
Después de eso, cambiaron el tema a asuntos más triviales o al proyecto. Se separaron cuando llegaron a la calle donde Mahiru vivía. Nagito insistió en que se quedara con el libro, ya que podría necesitarlo para obtener ideas, y él ya lo había leído y tomado notas, por lo que Mahiru no tuvo otra opción que aceptarlo.
Con más tiempo y en la comodidad de su habitación, lo hojeó nuevamente y deliberadamente buscó el significado de la peonía naranja. Y en ese apartado había algo que su compañero había omitido:
"Peonías naranjas: Representan entusiasmo, energía y deseo. También pueden simbolizar optimismo y alegría. Son muy vibrantes y a menudo se asocian con un sentimiento cálido y acogedor."
Ella cerró el libro de golpe.
«Eso fue muy vergonzoso», pensó, apenada, sintiendo cómo sus mejillas se ruborizaban. No creía que su compañero pensara así de ella, quizás por eso omitió esa parte.
Pero quizás sería un buen toque incluir ese color en la cabina. Emocionada por la idea, leyó con detenimiento los otros significados y llegó al del verde.
"Aunque no son muy comunes, las peonías verdes a veces simbolizan renovación y crecimiento. También pueden representar equilibrio y armonía."
Mahiru sonrió. Al parecer, no era la única que se había equivocado en la elección de su peonía.
Notes:
Intenté reflejar la personalidad algo "machista" de Mahiru, si es que se puede describir de esa manera, junto con su deseo de ser vista como una persona confiable. Además, es una de las pocas en el elenco de Super Danganronpa 2 con un sentido común más agudo y desarrollado.
En cuanto a Nagito, sabemos que tiene una personalidad algo manipuladora, pero también es gentil y amable. Es perspicaz, aunque un tanto impetuoso en ciertos asuntos.
Espero haber logrado captar bien sus personalidades.
Ah, e incluí a Souda porque es en su área donde debe brillar. Me agrada el personaje, al igual que la mayoría del segundo elenco.
En la primera parte le toco a Nagito recibir algo, esta vez a Mahiru. Por cierto, habrá una tercera parte de esta pareja.
Chapter 4: Un Beso Vale Más que Mil Palabras: Mikuni y Misono
Summary:
Misono ve a su hermano mayor, Mikuni, en el cine, pero él se muestra indiferente hacia su hermanito, lo que provoca que Misono quiera acercarse más a él para entender por qué actúa de esa manera. Sin embargo, lo que Misono desea entender va más allá de lo que es capaz de comprender.
Notes:
Beso: Mikuni Y Misono
Esta historia se estableces después del arco del par Lujuria, dónde Misono descubre la verdad sobre su familia y Mikuni, y antes del arco de C3.
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Chapter Text
Misono estaba nervioso.
Shirota y él habían ido al cine, algo que le resultaba raro por estar acompañado. Normalmente, iba solo, y esa era una actividad que disfrutaba sin presiones ni complicaciones. Pero ahora, con alguien a su lado, no podía evitar preguntarse: ¿qué debía hacer? ¿Hablarle? ¿Quedarse en silencio? ¿Ofrecerle comida de vez en cuando? ¿Comentar la película al salir de la sala?
Misono había observado a muchas personas conversar mientras veían una película, lanzando comentarios superficiales o narrando escenas tan obvias que no necesitaban ser mencionadas. Incluso había presenciado, con cierto desdén, a parejas besándose en medio de la sala. Siempre había considerado esas actitudes molestas, casi innecesarias. Pero ahora se encontraba cuestionándose:
«¿Son esas reacciones normales cuando se va al cine acompañado?».
Finalmente, Misono insistió en invitarle comida. Mahiru, algo apenado, aceptó. Después de la proyección, Shirota estaba radiante; la película había sido increíble, llena de acción y suspenso. Ambos seguían conversando animadamente cuando, de repente...
Alguien apareció en el campo visual de Misono.
Mikuni lo notó al instante. Bajó su gorro en un breve gesto de saludo y, sin pronunciar una palabra, se dio la vuelta y se alejó. Fue apenas un vistazo, un movimiento fugaz, pero Misono no pudo evitar notar la indiferencia en su actitud, un detalle que, por alguna razón, captó su atención de forma extraña.
Y, gracias a todo eso, ahora no podía dormir. Rodaba en la cama, se destapaba y se tapaba, cambiaba de posición, acomodaba la almohada… Pero nada parecía funcionar. Normalmente, caía rendido a las nueve en punto y no despertaba hasta las siete. Su horario de sueño era impecable, casi militar.
Pero esta vez, algo rondaba en su mente e interrumpía su sueño.
«¿Por qué estoy pensando en él?
No debería…
Él nos abandonó…
Mikuni.».
El chico no podía dejar de pensar en su hermano mayor. Sabía que Mikuni ya no era el mismo de antes; había cambiado, como todos. No podía seguir idealizándolo como lo hacía en su niñez, lo sabía.
Sin embargo, ahí estaba, en su cama, incapaz de dormir, abrazando una almohada en busca de consuelo, tal como Mikuni se lo había proporcionado cuando eran pequeños.
Lily no estaba en su habitación. Había pasado años insistiendo en que necesitaba privacidad, aunque siempre aparecía a la mañana siguiente para despertarlo. Y eso, de algún modo, era un alivio, porque en ese momento, él no quería verlo.
Escuchaba el tic-tac del reloj, aunque no sabía qué hora era. Tampoco le importaba. Sabía que, si se dormía ahora, no descansaría lo suficiente como para renovar sus fuerzas al día siguiente ni para que su balance hormonal se regulara.
Convencido de que no conseguiría dormir, se levantó y se vistió.
Abrió la ventana y, con algo de dificultad, logró bajar por ella. Por suerte, Lily y los demás sirvientes no se habían dado cuenta de que había colocado las enredaderas estratégicamente, para poder escaparse cuando fuera necesario, especialmente cuando su padre solía volverse un poco aprensivo con él.
Había perdido todo contacto con su hermano, pero después de que Shirota le mencionara que Mikuni tenía un álbum con fotos suyas de cuando era niño, Misono no pudo evitar sentir una mezcla de emociones. Aunque le pareció algo espeluznante, también le resultó tierno... incluso, podría decir, esperanzador.
Después de ese hecho, decidió que, para ganar ventaja sobre su oponente, debía conocer detalles personales de Mikuni, como, por ejemplo, dónde vivía.
Todo, claramente, con fines estratégicos.
El chico corrió hacia la tiendita donde el rubio vivía, rogando que estuviera allí y no de viaje de negocios en el extranjero. No le importaba si había ladrones que podrían asaltarlo o pandillas violentas en el camino; solo corría, en dirección hacia su hermano, tal como lo hacía años atrás.
Cuando llegó, vio que las luces estaban encendidas, por fortuna para él.
Pero ahora, de pie frente a la puerta, se sentía como un tonto impulsivo. ¿Qué se suponía que debía hacer allí? Un par de palabras no solucionarían años de mentiras y resentimiento, pensó, por primera vez, con algo de sentido común.
Quizás lo más sensato sería simplemente volver a casa.
—Eh, ¿quién eres tú, niño? —dijo un hombre alto y desaliñado—. ¿Y qué haces aquí tan tarde?
Misono se exaltó y se quedó congelado en su lugar.
—Eh... yo… —titubeó, aún sin recomponerse del susto que le había dado aquel hombre.
—La tienda está cerrada, niño. Además, este lugar no es para ti —respondió el extraño, sacando las manos de sus bolsillos y haciendo gestos como si intentara espantarlo, como si tratara con un gato callejero.
Misono permaneció inmóvil, tratando de formular una respuesta antes de que una voz familiar lo sacara finalmente de su estupor:
—¡Johannes, ven aquí! —gritó Mikuni, a lo lejos—. No debería tomarte tanto tiempo sacar la basura. ¡Eres más inútil que Jeje!
—Maldita sea —murmuró el hombre, molesto. Luego se dirigió hacia Misono—. ¡Vete de aquí, niño, rápido! Tengo cosas que hacer.
—No me iré —respondió Misono con firmeza—. Quiero ver a mi hermano. —Y luego aclaró—: Quiero ver a Mikuni.
Al escuchar el nombre del rubio, Johannes abrió los ojos con sorpresa y escudriñó al adolescente de pies a cabeza, antes de volver a su expresión indiferente y fastidiada.
—¿Quieres ver a Miku Miku? —respondió con una ligera sonrisa de lado—. Mhm, ¿qué debería hacer? ¿Dejarte pasar o no? —dijo, deliberadamente malicioso, consciente de que jugaba con el hermano menor de su molesto compañero.
—¡Johannes! —volvió a gritar furioso su hermano, con un tono que Misono nunca había escuchado en él.
El hombre se quedó mirando la ventana de donde provenía el ruido con una expresión pensativa, y luego imitó el tono de voz del contrario cuando dijo:
—¡¿Por qué no vienes tú aquí, Miku Miku?! ¡Hay alguien que quiere hablar contigo! —dijo burlonamente.
—¿No puedes encargarte tú de eso? —respondió aún más molesto su hermano mayor.
Johannes suspiró profundamente, luego agarró ambos hombros de Misono y le dijo:
—Entra, entonces, y habla con él.
Misono no alcanzó a declinar la oferta antes de que lo empujara hacia dentro de la tienda.
El chico casi tira la puerta hacia abajo, pero se agarró de la perilla y la giró, evitando quedar aplastado contra ella. Entró, casi tropezando con la alfombra que se extendía por la sala.
Su hermano no se veía por ninguna parte, pero escuchó su voz cerca, junto con unos pasos furiosos:
—¡Al fin llegas! ¡Te pedí hace una hora ese inf... ¡—dijo Mikuni, antes de ver a Misono parado delante de la puerta, ahora abierta. Y, se detuvo.
Ambos hermanos se miraron, con expresiones de sorpresa en sus rostros. Pero, como siempre, el mayor fue el primero en sobreponerse.
—Misono —comenzó Mikuni con una sonrisa traviesa—. No podías estar lejos de tu hermano mayor, ¿eh?
—No... es eso—susurró, casi inaudiblemente.
—¿Entonces viniste a reprocharme por algo? —. Ladeó la cabeza, fingiendo inocencia—. O tal vez querías saber qué hacía en el cine, ¿eh?—siguió su hermano con su actitud habitual. Un rasgo que compartía con su versión adolescente. Eso nunca cambió en él.
Misono no respondió y, en un acto impulsivo, motivado por la ansiedad y la adrenalina, corrió hacia él con la intención de taclearlo o, tal vez... ¿abrazarlo?
Pero al final, decidió hacer ambas cosas.
Mikuni no reaccionó y solo atinó a sujetarse del mostrador cercano para evitar caer, aunque fue en vano.
Su hermanito cayó sobre él y lo sujetó por los hombros con fuerza, medio abrazándolo. Y luego...
Luego vino algo inesperado.
Una reacción instintiva, más que nada. Provocada por su privación del sueño, y tal vez... por su deseo de tocarlo, de estar con él nuevamente, como cuando eran niños; su familia unida, felices, todos vivos... todos compartiendo la misma sangre. En una utópica mentira.
Mikuni sintió un fugaz y fantasmal beso en su mejilla, y un sentimiento nostálgico contristó su corazón.
Antes de que alguno de los dos pudiera procesar lo que realmente estaba pasando, Misono huyó.
Salió por la puerta abierta, corriendo, sin mirar atrás, y con la misma rapidez con la que había corrido hacia la tienda de su hermano, volvió a su hogar, ignorando la fatiga que sentía por su cuerpo debilitado, impulsado solo por el miedo y la excitación.
Misono siempre había escuchado:
«Una acción vale más que mil palabras».
Y la acción de Misono había comunicado más de lo que hubiera querido.
Notes:
Está claro que Misono busca una reconexión con su hermano, con su familia. La sensación de que todo podría regresar a cuando eran niños, cuando eran felices y unidos, es algo que Misono ansía profundamente, pero al mismo tiempo sabe que no puede.
Pero él todavía es un adolescente, que fue sobreprotegido a nivel emocional. Ingenuamente e inconscientemente busca reestablecer ese vínculo con su hermano mayor.
¡Ay, Tanaka! ¡¿Por qué no nos diste más momentos de hermanos entre Misono y Mikuni?! ¡¿Por queeeé?!
IMPORTANTE:
Escribí una versión extendida que explora esta dinámica, pero de una forma, ¿cómo decirlo? más insana. Después de lo que vimos en el manga, siento que podría encajar con las personalidades de ambos. Claro, tiene una clasificación más alta, pero no se preocupen, tiene todas las etiquetas correspondientes, para que sepan que esperar antes de leerlo.
Chapter 5: Confesiones Ambivalentes: Dawn/Paul y Dawn/Kenny
Summary:
Dawn se prepara para su viaje a Hoenn, pero antes de partir, se entera por parte de Ash de que Paul ha perdido contra Brandon nuevamente. Esto provoca que la chica quiera comunicarse con él y, por qué no, confesarle lo que siente. Por otro lado, Kenny también le revela a su amiga de la infancia cómo se siente por ella.
Notes:
Confesión: (Dawn/ Paul y Kenny/ Dawn)
Au Ash, Paul y Dawn viajan juntos y Paul y Dawn son emparejados en la batalla corazonada.
Post- Anime Diamante y Perla.
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Chapter Text
Dawn sonrió a su reflejo en el espejo de su cuarto. Cepilló su cabello hasta dejarlo perfectamente peinado y se acomodó los prendedores.
—¡Sí! ¡Perfección! —vitoreó—. Parece que no necesitas usar tu rayo burbuja en mí, Piplup.
El Pokémon de agua le respondió con un gesto desdeñoso con su aleta.
—No seas así. Después de todo, te necesitaré para la práctica de hoy, ¿sí? —el comentario captó la atención del pingüino—. He estado pensando en una nueva combinación desde que llegamos a casa, pero necesitaré tu cooperación y la de Buneary para que funcione.
Piplup hizo un sonido afirmativo, haciendo que su entrenadora sonriera ante la disposición de su compañero.
—¡Dawn! ¡A desayunar! —llamó su madre desde la cocina.
—¡Ya voy, mamá! —respondió a gritos.
—Será mejor que bajemos —dijo, poniéndose su gorro.
Habían pasado dos meses desde que llegó a Pueblo Hojas Gemelas. Dawn estaba planeando su siguiente aventura, esta vez sola. Se había acostumbrado tanto a la compañía de Ash y Paul que a veces olvidaba que ellos no estaban a su lado.
—¡Más despacio, hija! Te vas a atorar —reprendió su madre, Johana—. ¿Por qué tienes tanta prisa?
La chica sonrió ante la pregunta, ansiosa por contarle a su madre lo que tenía en mente.
—¿Recuerdas que me dijiste que no puedo estar inactiva para no perder el ritmo? Bueno, he estado pensando en una nueva combinación que quiero probar.
—¡Eso es fantástico! —alentó—. Pero no por eso tienes que devorarte tu desayuno. Ahora tienes todo el tiempo del mundo para entrenar.
Dawn estaba a punto de replicar, pero recordó que no podía hacerlo, así que cerró la boca de golpe.
—Lo siento. Intentaré comer más despacio.
Apenas terminó de desayunar, tomó la loza sucia y la lavó a prisa. Tenía un lugar a donde ir y quería aprovechar el tiempo previo a su encuentro para probar la idea que había estado llenando sus pensamientos y que la entusiasmaba tanto.
«Este podría ser mi próximo movimiento estrella», pensó Dawn, ya saboreando el éxito.
—¡Buneary, sal ahora! —lanzó la Pokébola hacia arriba y un destello de energía salió de la bola, tomando forma hasta materializarse en un Pokémon—. Perdón por molestarte tan temprano, pero creo que es momento de retomar nuestro entrenamiento, ¿no crees?
El Pokémon conejo brincó en afirmación.
—Sabía que estarías de acuerdo. —La coordinadora se agachó a su altura—. Bien, este es el plan. Acércate, Piplup. —Explicó su plan detalladamente para que ambos pudieran ejecutarlo sin fallos. Si todo salía bien, sería impresionante. Quería mostrárselo a su madre cuando lo hubiera dominado—. Y eso es, en esencia. ¿Entendieron?
Piplup y Buneary asintieron, con determinación.
Una nueva voz intervino a lo lejos:
—¡Hola, Dee Dee! ¿No es muy temprano para entrenar? —Su vecino, Kenny, se acercó hacia ellos con una sonrisa burlona.
—¡¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así?! —replicó la coordinadora, sin verdadero enojo en su voz.
Siempre le había molestado que Kenny la llamara "Dee Dee", pero desde que superó el incidente con Plusle y Minun en el Concurso Amanecer, ya no le molestaba tanto. El recuerdo amargo de su infancia sobre los Pokémon ratón ya no la torturaba, pero sin duda, la risa socarrona de su amigo todavía la fastidiaba.
—Ya ni me acuerdo —respondió, con una sonrisa de oreja a oreja.
Dawn suspiró en derrota.
—Como sea. —Se levantó de su lugar y se puso frente al chico—. Llegaste rápido, Kenny. ¿Madrugaste?
—No quería que llegaras primero y dieras por sentado que no iba a venir —dijo a la defensiva—. ¿Estabas practicando antes de que llegara?
—Sí, disculpa. Sé que prometí ayudarte a limpiar el ático de tu casa, pero estuve pensando en una nueva combinación que no me pude resistir a probar.
Su vecino frunció el ceño, pero luego suavizó su expresión.
—Supongo que todavía es temprano. ¡Veamos qué tienes!
—Gracias, Kenny. Ahora, mira esto. —Lo llamó—. Remolino de Hielo. Buneary congelará el remolino de agua de Piplup, haciendo que no solo el agua se vea bella cristalizada, sino que servirá para proteger y atacar, dependiendo de la situación. Ya puedo ver a un valiente Piplup montando valerosamente el Remolino de Hielo.
—¡Suena impresionante! Siempre quise ver a Dee Dee en su proceso creativo.
—¡Entonces pon atención! —Se dirigió a sus Pokémon—. Piplup, remolino; Buneary, rayo de hielo en el remolino. ¡Ya!
Los Pokémon obedecieron la orden de su entrenadora. El enorme remolino se congeló y se estrelló en el suelo por el peso, fragmentándose en pedazos que saltaron en diferentes direcciones.
—¡Cuidado! —gritó la coordinadora.
Los cuatro se hicieron a un lado para esquivar los proyectiles congelados.
—¡Ay, no! ¿Están bien? —Escuchó una respuesta afirmativa de todos—. Se supone que eso no debía pasar.
—¿Estás segura de que eso funcionará? —preguntó su amigo, alzando una ceja.
—Sí, sí. No tienes de qué preocuparte, Piplup y Buneary están muy bien entrenados. Solo fue un pequeño desliz. —Luego, se cercioró de que todos estuvieran ilesos antes de volver al entrenamiento— ¡Pero ahora lo haremos bien!
—Te das cuenta de que no es algo que vas a dominar al instante, ¿verdad? —se burló su amigo.
Dawn lo ignoró y siguió entrenando.
—Está bien —dijo él, dándole la espalda—. Hazlo a tu manera. Si no te rindes ahora, lo harás más tarde. Y yo tengo todo el tiempo del mundo. Estaré por allá. —Señaló un banco no muy lejos de la casa de Dawn.
—¡Piplup, Buneary, una vez más! —ordenó. El resultado fue el mismo. —¡Esta vez sí saldrá! ¡Remolino de Hielo, ahora! —gritó desesperada, agitando los brazos en el aire.
Esta vez, el remolino congelado explotó por el poder del rayo de hielo del Pokémon conejo, dejando solo destellos que brillaban como diamantes.
La chica resopló, y frustrada, se dejó caer al suelo.
Kenny se acercó a ella.
—Ve el lado positivo… al menos el resultado fue hermoso y no mortal —acarició la cabeza de su amiga condescendientemente.
—Nunca podré dominar ese ataque de fusión…
—Tienes que dejar de ser tan dura contigo misma y con tus Pokémon, Dee Dee —la reprendió suavemente—. Estás trabajando demasiado. ¿Por qué no pospones esto? Concéntrate en pequeños pasos. Podemos practicar más este fin de semana si quieres.
Dawn se mordió el labio y desvió su mirada hacia su casa mientras reflexionaba sobre ello por un momento.
—Lo siento, es que... no le he dicho esto a nadie todavía, pero en una semana partiré a Hoenn.
—¡¿Hoenn?! ¡¿El hogar de los concursos?! —su sonrisa vaciló—. Vaya, Dee Dee. Lo tenías bien escondido… ¿y dime, irás con Ash o Paul?
—Hmm. Iré sola. No te había dicho, pero Ash viajó a Teselia y Paul a Kanto. Así que solo seremos mis Pokémon y yo.
—Ya veo… —Kenny la miró y un extraño silencio se hizo entre ellos. Cuanto más duraba, más incómodo se sentía. La sonrisa de su amigo había desaparecido de su rostro y se miraban el uno al otro un poco avergonzados—. Si es así… puedo… ¿Puedo acompañarte? —De repente, tosió y se puso de pie demasiado rápido—. Sé que anteriormente me rechazaste por acompañarlos hasta que la Liga Pokémon finalizara, pero ahora es diferente. ¿Dawn, te gustaría que viajáramos juntos a Hoenn?
Era una simple pregunta, no era para nada difícil de responder, pero sabía que había algo más escondido detrás de esa proposición.
—Claro, Kenny. Será divertido viajar junto a mi viejo amigo y rival, ¿verdad, Piplup?
—¡¿Qué es tan gracioso?!
—Tú, Dee Dee, gorrita.
—¡Ay, Kenny!, ¡cómo me haces enojar!
Dawn estaba lavando los platos del almuerzo, ya que su madre había preparado la comida. Cuando su Pokéwatch emitió una débil luz y un sonido, avisando que tenía un mensaje.
Se secó las manos antes de manipular su reloj y revisar sus mensajes.
El identificador decía que era de Ash.
«¡Wow, qué sorpresa, es de Ash!», pensó emocionada, pues no había tenido noticias de su amigo en algunas semanas.
No lo culpaba; cuando el entrenador salía de viaje, perdía la noción de todo lo que no fuera combates o Pokémon.
El mensaje decía:
"Dawn, Paul perdió contra Brandon otra vez. Me preocupa, y no he podido contactarlo últimamente. Quizás tú puedas, si lo haces, avísame"
El mensaje había sido escrito de manera rápida y descuidada, típico de Ash, pero aun así dejó preocupada a la chica.
—No puedo creerlo… Paul perdió contra Brandon… —musitó Dawn, casi para sí misma. Su mente estaba a mil por hora, entre la tristeza por Paul y una sensación de haber sido dejada de lado. ¿Cómo es que ella no sabía que le habían concedido la revancha?
Dawn inmediatamente se comunicó con Reggie, olvidándose de la loza que aún quedaba por lavar.
Reggie asintió lentamente, con algo de resignación en su rostro.
—Sí, parece que no fue su día. Sabes cómo es él, siempre tan confiado en sus habilidades. Supongo que perder contra alguien como Brandon... debe ser un golpe duro para él.
Dawn se quedó en silencio por un momento, mirando la pantalla del comunicador sin realmente verlo. A pesar de todo lo que Paul había mostrado durante sus encuentros previos, había algo en esa derrota que le parecía más humano, más real. Algo que la hacía preocuparse más de lo que esperaba.
—Creo que… —empezó a decir, pero no podía encontrar las palabras correctas. ¿Cómo explicar lo que sentía? ¿Cómo se explicaba que su corazón latiera más rápido al pensar en él—. Creo que le voy a enviar un mensaje. Necesita saber que no está solo en esto.
Reggie, percibiendo el cambio en su tono, levantó una ceja, curiosamente.
—¿Estás segura, Dawn? Sabes que Paul no es de mostrar sus sentimientos tan fácilmente… Y si lo haces, puede que se ponga aún más… complicado.
Dawn lo pensó por un segundo, pero entonces la imagen de Paul, serio y concentrado en cada combate, llenó su mente. En ese instante, supo que no podía dejarlo solo.
—Sí. Estoy segura. A veces las palabras pueden hacer una gran diferencia, y creo que… puede que necesite escuchar algo más amoroso. Tal vez algo que le recuerde que hay más en la vida que solo ganar. —Dawn suspiró, sin darse cuenta de lo que acababa de revelar. Reggie la miró un instante, un brillo curioso en sus ojos.
—¿Te gusta, verdad? —preguntó sin rodeos, una sonrisa juguetona asomándose en sus labios.
Dawn se sonrojó al instante. No quería admitirlo, pero las palabras salieron solas.
—No lo sé. Tal vez… un poco. Es solo que… ¿por qué siento que esto está siendo más complicado de lo que debería ser? No es como si hubiera planeado esto.
Reggie sonrió de manera comprensiva.
—Te entiendo, Dawn. A veces las cosas suceden sin que las busquemos. Pero si te importa de esa manera, tal vez sea momento de empezar a expresar lo que realmente sientes.
Dawn pensó en sus palabras mientras miraba el comunicador en silencio. Sabía que algo había cambiado en ella desde que había comenzado a preocuparse por Paul de esa forma, y no podía simplemente ignorarlo.
—Voy a hacerlo, Reggie. Pero… ¿y si él no siente lo mismo?
—Eso ya no está en tus manos. Pero al menos sabrás que lo intentaste. —Reggie levantó un puño hacia adelante, animándola a dar el siguiente paso.
—Gracias Reggie..., nos vemos.
—Nos vemos—se despidió él.
Al instante la chica se concentró en lo que el criador había sugerido y se armó de valor. Con una sonrisa nerviosa, Dawn tecleó en su Pekéwatch y apretó el botón de enviar, escribió un mensaje corto pero lleno de sinceridad:
"Paul, sé que las cosas no salieron como esperabas, pero quiero que sepas que no es el fin. Siempre puedes contar conmigo."
El mensaje estaba enviado, y juntó él Dawn había enviado unas bayas que su madre había cosechado del jardín. Ahora solo quedaba esperar.
Pero Paul nunca respondió.
Pese a ello, nunca perdió la esperanza. En su cabeza giraban una y otra vez las mismas preguntas que la habían atormentado durante todo ese año. ¿Tendría las agallas para admitir lo que sentía? ¿Paul estaría remotamente interesado, o los humillaría a ambos y la rechazaría? ¿Y si Paul ya había empezado a salir con alguien?
Dawn sacudió la cabeza bruscamente, tratando de quitarse ese pensamiento de la cabeza. Se pasó una mano por el cabello y suspiró, mirando al vacío frente a ella. Había estado estresándose por las mismas cosas todo este año. No tenía sentido. Si Paul había dejado finalmente de verla como una molestia, eso tenía que contar para algo, ¿no?
Y, además, se recordó a sí misma con tristeza, había cosas más importantes por las cuales estar nerviosa.
Tiempo después volvió a contactar a Reggie.
—Con toda la... tensión que ha habido últimamente, tú has sido la única persona de su edad dispuesta a hablar con él —dijo el hombre, con un tono reflexivo.
Ella lo miró con extrañeza, frunciendo el ceño mientras se cruzaba de brazos.
—¿Qué pasa con Ash? ¿No ha intentado comunicarse con Paul?
Reggie soltó un suspiro y se acomodó en su silla, mirando pensativamente hacia la ventana antes de responder.
—Bien, tal vez la única persona de su edad sensata... —siguió con un tono cansado—. Ash intentó hablar con él hace unos días, cuando supo lo que pasó. Pese a sus mejores intenciones… no salió muy bien.
Dawn se apoyó en la mesa, pensativa. Conocía bien a Ash, había viajado con él después de devolverle a Pikachu. No mucho después se les unió Paul, cuando este se interesó en el ataque Tacleada de Volteo de Pikachu. Recordó cómo, al principio, todo había sido caótico, y cómo, a pesar de todo, terminaban cuidándose entre ellos como una familia. Pero ahora, uno de los integrantes había perdido la comunicación con los demás.
Dawn puso los ojos en blanco, un gesto frustrado cruzando su rostro.
—Bien. Tal vez el hecho de que más personas intenten sacarlo de su caparazón lo haga menos idiota.
Reggie sonrió levemente, pero su expresión se deshizo rápidamente cuando continuó hablando.
—No importa. De todos modos, gracias por avisarme.
No era solo su enamoramiento y su entrenamiento Pokémon lo que hacía que Paul se sintiera abrumado.
La boca del entrenador se torció hacia abajo en una breve mueca de disgusto. Luego se encogió de hombros.
—Y se volverá cada vez más duro —dijo el criador con total naturalidad—. Es la única forma de probar a los retadores. —Dudó un momento, estudiando la expresión del rostro de Dawn—. No significa que serán crueles con Paul, pero es un filtro que debe pasar cada aspirante. —Se encogió de hombros y miró hacia otro lado, como si el tema lo hiciera sentir incómodo—. Todavía me tiene a mí, y a ti, y a Ash. No hay de qué preocuparse.
—¡Esa es mi línea, Reggie! —exclamó, algo molesta, aunque no por él. El criador era un hermano protector, no sobreprotector. Durante su viaje por Sinnoh, había dejado que su hermano aprendiera algunas lecciones por su cuenta, algunas incluso por medio de Ash—. Solo espero que él esté bien.
Justo en ese momento, una voz irritada interrumpió desde el fondo.
—¿Qué está pasando allí? —Era Paul, que se había asomado un poco al comunicador, haciendo a un lado a su hermano. Su mirada estaba fija en la pantalla—. ¿No sabes que es de mala educación hablar de alguien a sus espaldas? —No parecía dirigirse a nadie en particular, pero Dawn sintió el peso de sus palabras.
Dawn se quedó en silencio por un momento, sorprendida, y abrió la boca para balbucear una disculpa o una excusa, pero en lugar de eso, la pregunta salió sin más, casi sin control.
—¿Por qué no me contaste que perdiste contra Brandon?
Paul parpadeó, sin prepararse para la acusación. Recuperó la compostura un instante después y frunció el ceño sombríamente.
—No veo cómo eso es asunto tuyo... —respondió con desdén.
Reggie, que estaba a su lado, intervino rápidamente, adoptando un tono ligeramente severo para suavizar la tensión.
—Tranquilo, Paul —dijo, mirando a su hermano con una ligera sonrisa—. Dawn solo quería hablar contigo. Estaba preguntando por ti antes de que llegaras.
El menor bufó, claramente molesto por la intervención de Reggie.
—Así que tú hablaste por mí —comentó, su tono cargado de incomodidad.
—Alguien tenía que hacerlo, ya que tú no parecías hacerlo —respondió Reggie sin perder la calma, mirando de soslayo a Paul—. Además, acabo de recordar que tengo mucho trabajo que hacer, tendré que retirarme. —Se despidió de Dawn con un pequeño gesto, sonriendo levemente—. Bueno... buenas noches.
El criador se levantó de su asiento y desapareció de la pantalla.
Ella suspiró profundamente antes de seguir con la conversación, más seria ahora.
—Entonces —continuó Paul después de un momento de silencio—, ¿qué querías saber?
—¡Ya te dije! ¿Por qué no me contaste que perdiste contra Brandon? —repitió, su voz más firme.
Paul suspiró con irritación y se frotó la sien, claramente cansado de la conversación.
—Porque no era necesario que lo supieras. Mira, ya tuve esta conversación con Ash, no quiero tenerla también contigo.
Dawn frunció el ceño, sintiendo cómo la frustración comenzaba a hervir dentro de ella. Se inclinó hacia la pantalla, acercando más su rostro.
—¿Por qué nos quieres dejar fuera de tu vida? Somos amigos. Los amigos se cuentan estas cosas. ¿Acaso todo este tiempo juntos no significó nada para ti? —cuestionó, su voz temblando de emoción.
Paul la interrumpió rápidamente, su tono severo cortando su discurso.
—Reggie tiene que aprender a meterse en sus propios asuntos —gruñó, haciendo que Dawn dejara de hablar de inmediato por la intensidad de su intervención.
La coordinadora no pudo contener su enojo, apretando los dientes.
—¡¿No lo entiendes?! —cuestionó, esta vez más firme, mientras acercaba su cara a la pantalla—. ¡Tu hermano está preocupado por ti, al igual que Ash y yo! ¡¿Por qué no nos dejas ayudarte, Paul?! Crees que no sé cómo se siente una derrota. ¿Recuerdas el concurso Corazonada? —dijo, molesta por lo circular que se había tornado la conversación, más que por su derrota en aquella ocasión—. Después de eso, los tres nos unimos a la Batalla Corazón y ganamos las campanas. Aunque tú rechazaste tu premio.
Dawn recordó cómo, por pura casualidad, ella y Paul habían sido emparejados para participar en esa competencia. Aunque él había estado inicialmente renuente a trabajar con ella,
Ella se había mantenido firme, y de alguna manera, ambos habían terminado ganando. Por supuesto, Paul no quería nada que ver con la campana sanadora, y, como siempre, Dawn había sido la que cedió.
«Idiotas orgullosos», pensó. A veces se preguntaba por qué seguían viajando juntos.
La chica respiró profundamente, intentando calmarse antes de seguir.
—Escucha —dijo finalmente, tomando aire—. Solo yo puedo resolver mis propios asuntos. No quiero que mi hermano, tú o cualquier otro se inmiscuyan. Solo yo puedo solucionarlo—enfatizó—, ¿entiendes? Es algo que debo hacer.
Dawn lo miró fijamente, evaluando sus palabras, antes de responder con una ligera sonrisa.
—¿Pero no estás decepcionado por no poder enfrentarte a Brandon? Pensé que estarías deprimido por...
—No es gran cosa. Me dejarán intentarlo nuevamente, pero antes debo vencer a los demás cerebros de la frontera —respondió con calma, como si lo que decía no tuviera mayor importancia.
Dawn quedó en shock por un momento, su boca se abrió en sorpresa, formando una "O".
—...Yo no sabía eso.
Paul sonrió ante su reacción, algo satisfecho.
—Al parecer se olvidaron de decirte ese insignificante detalle cuando chismearon sobre mí —dijo con sarcasmo.
Dawn se defendió rápidamente, aunque sintiéndose un poco avergonzada.
—No es chisme —se defendió, sonriendo torpemente—. Es reconfortante escuchar que tendrás otra oportunidad.
Paul asintió, aunque su expresión era seria.
—Solo si consigo los demás símbolos de la frontera —aclaró, rompiendo el alivio de su compañera —. Ash vendrá la próxima semana a entrenar conmigo.
—Es verdad. Ash ganó la Batalla de la Frontera. ¡Tendrás un buen profesor! —dijo Dawn con una sonrisa entusiasta.
Paul se encogió de hombros, sin parecer muy convencido.
—Preferiría entrenar con mi hermano, pero supongo que tengo más que aprender de Ash que de él en este momento. Cuando no está siendo molesto, no es tan malo. Al igual que tú.
Dawn rió ligeramente, aunque al escuchar esas palabras en tono burlesco, comprendió que Paul aún se burlaba de ella y de Ash.
—Pregúntale a cualquier persona que me conozca, te dirán que es un placer tenerme cerca. Estoy bastante segura de que eres el único que no siente lo mismo... —dijo con una sonrisa nerviosa, dándose cuenta de lo que había dicho.
Paul la miró en silencio, pero antes de que pudiera contestar, Dawn se dio cuenta de algo.
—¡Espera! ¿Eso quiere decir que Ash te ayudará y yo me quedaré aquí con los brazos cruzados?
Paul se mostró pensativo, cruzando los brazos, antes de responder de manera concisa.
—A decir verdad, tu regalo me será bastante útil si planeo luchar con Greta en un futuro.
Dawn, sonriendo ampliamente, respondió sin pensarlo demasiado.
—Ahora que lo pienso, ambos estamos en Sinnoh, ¿no? ¿Por qué no vernos un día? Me debes una por el regalo, compañero. ¿Te parece Ciudad Marina a las 18:00 hrs.?
Paul frunció el ceño, sorprendido, pero luego su expresión se suavizó.
—Jamás imaginé que me cobrarías por algo como eso —respondió pensativo, casi en tono juguetón.
Ella esperó a que dijera algo más, pero cuando notó que no respondía, insistió.
—¿Te veré allá?
Paul la miró por un momento más, y luego asintió, su expresión siendo algo que Dawn no esperaba.
—Sí...
Ella sonrió con satisfacción.
—Muy bien —dijo antes de cortar la llamada con decisión.
Dawn corrió hacia el encuentro con Paul, su corazón latiendo con fuerza al acercarse. Instintivamente, tocó su bolsillo. La campana sanadora seguía allí, como un recordatorio de todo lo que había significado para ella, aunque ya no pudiera evitar preguntarse si realmente tendría algún valor para Paul.
A medida que se acercaba a su ex compañero, su velocidad disminuyó. De repente, todo lo que la rodeaba parecía desvanecerse. Las voces de las personas se mezclaron con el sonido de las olas rompiendo en la orilla, y las siluetas de los transeúntes se fundieron con el paisaje. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando la brisa marina acarició su rostro.
Paul la vio y, sin moverse de su lugar, la observó detenidamente. Dawn se detuvo frente a él, su corazón palpitando, y se encontró con su mirada, una mirada que aún conservaba la misma intensidad fría, casi desafiante.
—Hola, Paul. Ha pasado un tiempo sin verte —dijo, intentando esconder la emoción en su voz. No pudo evitar pasar una mano por su cabello, ajustando su gorra, como si esa fuera su forma de calmarse un poco.
—Sí. Ha pasado un tiempo —respondió Paul, sin mostrar el mismo entusiasmo. Su tono era corto, sin interés en prolongar la conversación, como siempre había sido.
Dawn forzó una sonrisa, aunque no podía evitar sentirse un poco desconcertada por su actitud.
—Más de dos meses. Un largo tiempo, diría yo —comentó, tratando de alargar la charla tanto como fuera posible. No podía ocultar la emoción de verlo de nuevo, aunque Paul no pareciera compartir el sentimiento.
—Dos meses, no lo llamaría tanto tiempo —replicó él, sin inmutarse, manteniendo su postura rígida. Dawn recordó cómo, en Sinnoh, siempre había tenido que lidiar con sus respuestas frías y su falta de voluntad para interactuar. Cada vez que intentaba hablar con él, su actitud se volvía provocadora, y eso la frustraba. Pero ahora, al volver a escuchar esas palabras, todo lo que sentía era una mezcla de nostalgia y dolor.
Para ella, esos dos meses habían sido una eternidad. Había llegado a pensar que él se había olvidado de ella. La frase resonaba en su mente como un eco que se expandía, formando un nudo en su garganta. En un instante, el bullicio de los transeúntes se hacía más fuerte y, por un momento, consideró dar media vuelta y huir.
Pero no lo hizo.
—Como sea, esto es a lo que vine —dijo él, tomando una respiración profunda y buscando en su mochila. Sacó algo pequeño, una piedra sin adornos ni envoltorio, tan simple y directo como siempre había sido Paul.
Ella lo miró, frunciendo el ceño, pero no parecía impresionada. Era el mismo Paul cruel y pragmático de siempre.
Dawn, sintiendo un nudo en el estómago, extendió la mano para recibir el objeto. La tensión de la situación hizo que se apresurara a arrebatárselo de la mano.
—Un caramelo raro —señaló el chico con indiferencia, como si su regalo no tuviera importancia alguna.
—Hmp, creí haberte dicho que Piplup no está interesado en evolucionar —dijo la chica ofendida, pero su tono estaba lleno de la misma frialdad.
Dawn apretó los dientes, sintiendo cómo su paciencia comenzaba a agotarse. ¿Por qué siempre tenía que ser así?
—Lo hiciste. Solo te estoy dando una opción —respondió él, haciendo un esfuerzo por mantener la calma, aunque su tono de voz revelaba que estaba al borde de la frustración. —Únicamente quiero saldar mi deuda. A eso vine.
—Yo igual vine para darte algo —replicó Dawn con tono desafiante, como si él no estuviera dispuesto a escucharlo. No queria rendirse tan fácilmente, menos contra él.
—No quiero nada más de ti. Pensé que lo había dejado claro —suspiró, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por dejar claro su punto. —Te aseguro que soy muy capaz de conseguir mis propias cosas, por si no lo has notado.
Dawn sintió un peso en su pecho, pero las palabras que se formaban en su mente eran solo ecos de lo que había vivido con él. Sabía que Paul nunca se había necesitado de nadie. Siempre parecía estar por encima de todo.
Recuerdos de cuando viajaban juntos en Sinnoh llenaron su mente, cuando ella había tratado de hacerle entender tantas veces que las cosas no eran tan blanco o negro como él pensaba. Como cuando lo vio derrotar a Ash, y su corazón se rompió al ver la tristeza de su amigo. Quería que Paul lo entendiera, pero parecía que no lo hacía. O tal vez, él nunca quiso hacerlo.
Sus ojos se fijaron en sus uñas, cortas y sucias, casi iguales que las de Ash. ¿Había algo más en él aparte de las batallas? Probablemente no.
Dawn metió la mano en su bolsillo, buscando algo que le había preparado con mucha más consideración de lo que hubiera querido admitir. Necesitaba calmarse antes de entregárselo. Finalmente, extendió la mano, sosteniendo la campana sanadora entre sus dedos, aunque no sabía si debía hacerlo. Pero al final, no importaba lo que él dijera, lo haría de todos modos.
Paul la miró fijamente, pero no le respondió de inmediato. Dawn intentó enfocarse en la punta de su nariz para evitar hacer contacto visual, evitando parecer débil mientras trataba de contener su nerviosismo. Se preguntó si él estaba observándola.
Después de unos segundos de silencio, finalmente Paul habló.
—¿Qué es eso? —preguntó, y Dawn sintió un ligero golpe de ira contenerse en su pecho. Su respuesta salió sin pensar.
—Es tuyo —dijo bruscamente, casi sin querer. —Lo ganamos juntos, ¿recuerdas? Es tu mitad.
Era cierto. Durante la Batalla Corazón, ella y Paul habían ganado sus campanas como símbolo de su esfuerzo conjunto. No había pensado en devolverla. En su mente, ambas campanas eran dos mitades de todo, pero que debían permanecer separadas para formar un dúo. Pero ahora que Paul la miraba en silencio, ajeno a todo, le dolió ver que tal vez él nunca había considerado eso.
—Así que todavía las tienes —dijo Paul, tomando el cascabel entre sus dedos, observándolo con una pequeña sonrisa fugaz que desapareció tan rápidamente como había aparecido.—No creí que fuera posible. Yo no lo hubiera conservado por tanto tiempo.
Dawn sintió el aire volverse denso. La atmósfera, antes cargada de tensiones no resueltas, se volvía incómoda, casi insoportable. ¿Por qué seguía ahí?
—Ya me conoces. Así soy yo —respondió la chica, agotada de tratar con su actitud hiriente.
De repente, como una ocurrencia tardía, añadió:
—Puedes quedártela.
—Eso haré.
Dawn quedó en shock. No podía creer lo que había oído. Había estado esperando que aceptara su regalo, pero escuchar esas palabras de él la desarmó por completo. Ahora todo el mal rato había valido la pena. Toda la espera, todo el esfuerzo. Algo en su pecho revoloteó. Sin embargo, antes de que pudiera procesarlo completamente, Paul guardó el cascabel en su bolsillo. La ansiedad de Dawn se disipó, pero no sin dejarle una pequeña chispa de esperanza. Si Paul lo aceptaba, significaba que tal vez había algo más entre ellos. O al menos, algo más que solo indiferencia.
Pero no hubo más palabras. Paul se dio la vuelta, metió las manos en los bolsillos y comenzó a alejarse.
La coordinadora miró al cielo, estaba atardeciendo, sabia que su tiempo juntos había terminado por ahora. Quizás algún día las cosas cambiarían, o tal vez no. Pero en ese momento, sabía que algo se había cerrado.
—Mañana viajaré con Kenny a Hoenn. ¡Sería increíble verte ahí! —le gritó, pero Paul ya estaba alejándose.
—Lo siento, no puedo, tengo planes —respondió, interrumpiéndola con una frialdad que aún la dolió.
—Pero sería genial verte ahí —murmuró, aunque sabía que no habría respuesta.
Paul no dijo nada más. Solo se dio la vuelta, con un gesto distraído, como si estuviera listo para irse.
—Ya es tarde. Me tengo que ir. Y tú también debes tener cosas que hacer, me imagino —dijo, dándose la vuelta sin mirar atrás. —Nos vemos.
Dawn quería decirle algo más, detenerlo, pero al final, se quedó allí, viendo cómo se alejaba. Lo había retenido el tiempo suficiente. Paul ya se había ido, y todo lo que ella podía hacer ahora era esperar.
Esperar a que el pequeño cascabel en su bolsillo le dijera algo más. Algo que le hiciera saber que, tal vez, había esperanza.
—No sientas que tienes que esconderte solo porque ahora sabes lo que siento —saludó Kenny, acercándose con una sonrisa nerviosa.
Dawn lo miró, dándose vuelta rápidamente hacia él, y respondió a la defensiva.
—No me estoy escondiendo —dijo, cruzándose de brazos, evitando que su mirada se encontrara con la de Kenny.
Kenny asintió lentamente, tomando un momento para observarla antes de romper el silencio.
—Entonces... ¿cómo te fue con el señor simpatía? ¿Viene con nosotros? —preguntó, su tono más ligero, pero aún cauteloso.
Dawn soltó una risa, a pesar de sí misma, mientras se pasaba una mano por el cabello, resignada.
—No. Ya sabes cómo es Paul.
Kenny levantó una ceja, curioso.
—No. No lo sé, tú y Ash son los que viajaron con él, no yo —respondió, mirando fijamente a Dawn con más intensidad. Ella titubeó por un momento, sintiendo que algo en el ambiente había cambiado.
—Nunca me dijiste que tenías intenciones de viajar con alguien más —comentó nuevamente Kenny, y el tono en su voz dejó claro que esas palabras no eran solo curiosidad.
Dawn se sintió como si la hubieran pillado en flagrante. Su incomodidad creció y se sintió irritada al mismo tiempo.
—No lo hacía —respondió rápidamente, levantando la barbilla con algo de desafío. —Nunca imaginé que ser entrenadora fuera tan difícil, y Ash parecía tener mucha experiencia en ello. También Paul... —Dawn se levantó de su lugar y, apuntando con un dedo acusador a su amigo, continuó—. Además, si no mal recuerdo, tú te fuiste de Hojas Gemelas sin decir una palabra. Me enteré por mi madre que te habías ido.
La postura de Kenny se volvió rígida, como si esta fuera la última conversación que quería tener. Su voz sonó más baja cuando respondió.
—…Ni siquiera sabías que quería ser coordinador.
Dawn parpadeó, su expresión confundida por el comentario. ¿Cómo iba a saberlo si nunca se lo dijo?
—¡Nunca dijiste nada!, ¿cómo supones que iba a saberlo? —replicó, cruzando los brazos con una mezcla de frustración y confusión.
Kenny desvió la mirada, sin saber exactamente dónde mirar. Sus ojos se movían rápidamente de un lado a otro, evitando encontrarse con los de Dawn.
—Es que… nunca te diste cuenta —murmuró, claramente incómodo, antes de dirigir su mirada a cualquier punto que no fuera ella.
Dawn sintió como si alguien le apretara el pecho. Un nudo se formó en su garganta, y al instante se sintió tonta por haberse sentido herida por esas palabras. Sin embargo, era demasiado terca como para disculparse. ¿Qué se suponía que debía decir? No lo sabía.
El silencio entre ellos creció, pesado y denso, pero no tan tenso como antes. Había algo de tranquilidad, casi pacífica, aunque aún no del todo. Palabras no dichas flotaban entre ellos, perceptibles pero no tangibles.
Finalmente, Dawn rompió el silencio.
—¿Kenny? —lo llamó, pero no hubo respuesta.—Kenny, perdón —dijo finalmente, esta vez con una suavidad inusual en su voz.
Él la miró, pero no dijo nada de inmediato, como si dudara de por qué se disculpaba.
—¿Por qué te disculpas? —preguntó, frunciendo el ceño ligeramente.
—Por todo. Perdóname… por favor —respondió ella, con una sinceridad que casi la sorprendió a sí misma.
Kenny, como si todo lo que había pasado entre ellos no fuera tan importante, levantó los brazos al cielo, estirándose de manera exagerada.
—No tienes de qué disculparte, Dee dee —dijo con tono ligero, como si tratara de quitarle peso a la situación.
Pero mientras él hablaba, Dawn no pudo evitar que un pensamiento triste le viniera a la mente. Aunque habían intercambiado cascabeles, dudaba que Paul lo guardara.
«No sería tan cruel como para tirarlo por ahí... simplemente lo guardaría en el fondo del armario, acumulando polvo... o donde sea que lo quiera dejar», pensó Dawn, una sensación agridulce envolviendo su pecho.
Se quedó mirando hacia el horizonte, como si esperara encontrar alguna respuesta ahí. Pero la verdad era que, aunque pudiera influir en las emociones de otras personas, no podía hacer que sintieran lo mismo que ella.
Pensó en Kenny y cómo, a pesar de que él la amaba, ella no podía corresponder a ese sentimiento. No podía, ni aunque quisiera. No sería justo para él. Quería que alguien lo amara genuinamente, pero esa persona no podía ser ella. Quien fuera, no importaba. Ella estaría feliz por él, porque lo merecía.
Un pensamiento se coló en su mente, uno mucho más doloroso: «Si Paul tuviera a alguien a quien amar… ¿Yo estaría feliz?».
Sabía la respuesta.
Por otro lado, Kenny, sin pedir nada a cambio, había estado con ella y le había ofrecido su apoyo. Él siempre estaba dispuesto a hacer lo que fuera por ella.
Se regañó mentalmente, al darse cuenta de que se suponía que lo iba a dejar ir.
«Lo único que puedo hacer ahora es prepararme para mi viaje a Hoenn...», pensó, pero la sensación de no poder cerrar ese capítulo seguía pesando en su mente.
Notes:
Esto era parte de un Longfic que tenía en mente, pero nunca lo terminé. Quizás lo retome algún día, cuando termine de actualizar los otros longfics que tengo en proceso.
Me encanta lo diferentes que son Kenny y Paul en cuanto a personalidad. Paul es frío y distante emocionalmente, mientras que Kenny ha sido abierto con ella, incluso confesándose ante Dawn.
En cuanto al concepto de confesión, me gustó el título que elegí, ya que representa exactamente las confesiones en este triángulo amoroso. Lamento, pero a la vez no, el final ambiguo, aunque dejaré que lo interpreten ustedes. Aunque, si les sirve de algo, iba a terminar con Paul. Lo siento, Kenny.
Chapter 6: Envoltura de Chocolate: Rafael/Abril
Summary:
Abril prepara chocolates para las tortugas y su maestro, con una hermosa envoltura y una generosa intención detrás de ellos, motivada por la festividad de San Valentín. Sin embargo, su primer receptor será una tortuga con una inteligencia emocional que deja mucho que desear.
Notes:
Día de San Valentín (Rafael x Abril)
Esta historia esta basada en la serie de Las Tortugas Ninjas del 2012.
La pareja principal es Rafael/Abril, pero habrán insinuaciones de Casey/Abril y Donatello/Abril
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Abril miró alrededor, como buscando a alguien, y luego miró la bolsa de plástico que llevaba antes de esconderla tras ella. Cuando entró en las alcantarillas, hogar de las tortugas, solo vio a una de ellas sentada en el sillón, leyendo una revista.
La tortuga escuchó los pasos de la pelirroja y levantó la mirada hacia ella, dejando momentáneamente su revista y dándole un gesto de saludo con la cabeza.
—Hola, Rafa —saludó Abril, caminando hacia él—. ¿Y dónde están los demás?
—¿Quién sabe? Mikey dijo algo sobre un nuevo lugar donde venden helados, quizás estén allá —respondió mientras volvía su atención hacia la revista.
—Oh —soltó la pelirroja, sin saber qué más decir. Rafael no era precisamente la tortuga con la que tenía más afinidad, pero aún así se sentía en confianza con él—. Y tú, ¿quisiste quedarte?
Él levantó los hombros, sin quitar la vista de la revista.
—No me gustan mucho las cosas dulces.
Abril se sorprendió e hizo una mueca mirando la bolsa que traía escondida tras su espalda.
—Eso no es bueno —dijo, levantando la bolsa y dejándola en el sillón. Luego se dejó caer a su lado—. Supongo que eso incluye los chocolates.
Rafael no dijo nada, pero miró a Abril esperando que continuara.
—Hice chocolates para ustedes, pero supongo que ahora no querrás el tuyo.
—¿Y quién dijo que no lo comería?
La pelirroja parpadeó, sorprendida, antes de enderezarse en su posición y preguntar:
—¿Pero… dijiste…?
La tortuga finalmente miró a la chica, dejando a un lado su revista.
—Mira, salir de aquí e ir a una heladería a escondidas en la noche es muy diferente a comer un chocolate en la alcantarilla… gratis —dijo con una media sonrisa, dándole a entender que era una broma.
—Bueno, me alegra oír eso, Rafa —dijo sin poder esconder su alegría—. Entonces… ¿quieres ahora tu chocolate?
—¿Por qué no?
Abril buscó en su bolsa un chocolate envuelto con papel de cocina teñido de rojo y una cinta del mismo tono más oscuro, y se lo entregó a la tortuga.
Rafael tomó el chocolate que la chica le tendía. Inconscientemente, hizo una mueca, no totalmente de desagrado, pero no podía entender por qué tanta parafernalia para una envoltura que estaba destinada a desecharse.
—Gracias —murmuró, incómodo por la lindura del envoltorio. Abril solo le sonrió y la tortuga no sabía si debía romper el papel o solo admirarlo—. Es… lindo.
—¿Te gusta? Lo hice yo misma, quise hacer uno para todos, mira. La de Leo es azul —dijo mientras sacaba los chocolates de la bolsa y se los mostraba—. La de Donnie, morada y la de Mikey, naranja.
Rafael se preguntó por qué tanta emoción y esfuerzo por unos chocolates, pero luego sostuvo el suyo e intentó deshacerse del envoltorio. Sin embargo, tenía una enorme capa de papel de cocina que tuvo que desenvolver.
—Mmmh, supongo que lo envolví un poco más de lo necesario —habló por lo bajo, avergonzada.
Rafael tuvo que contenerse de decir: «Sí, lo hiciste». Y siguió desenvolviendo su chocolate en silencio. Cuando sacó todo, lo dejó a un lado y miró el chocolate con forma de… ¿corazón?
—Supongo que la forma no me quedó tan bien —dijo nuevamente, pero con menos vergüenza que antes—. El chocolate se pegó en el molde, y… supongo que se rompió al sacarlo, pero probé su sabor —dijo más determinada—. Es dulce y suave.
—Bien —dijo Rafa, desconfiado, sosteniéndolo cerca de su boca—. Confiaré en ti.
La tortuga se echó el chocolate a la boca, lo masticó y escuchó cómo crujía al romperse. Algo dulce inundó su boca, el mismo sabor de otros chocolates que había probado. Siguió masticando y moliendo los pedazos del chocolate hasta tragarlo todo.
—¿Y bien? —interrogó la pelirroja, alzando una ceja hacia él—. ¿Te gustó?
—Sabe a chocolate, está bien —dijo, simplemente.
—Eso es bueno, supongo —dijo Abril, levemente decepcionada.
—A todo esto, ¿por qué envolviste todos esos chocolates? —dijo señalando la pequeña montaña de ellos. Cuatro aún, suponía que el otro debía ser para Splinter—. ¿No era más fácil solo dárnoslo?
—Ah, eso —dijo, entendiendo lo que quería decir—. Solo pensé en hacer algo lindo por ustedes, ya que hoy es el día de San Valentín.
«El día de San Valentín», pensó la tortuga con indiferencia. El día en que todos se volvían locos regalando chocolates, globos y flores a quienes amaban y querían.
—Entonces te esmeraste en hacer toda esta decoración cursi solo porque es una fecha especial —se burló, sin notar lo insensible que sonaba.
Las mejillas de Abril se tiñeron de un ligero rosa.
—Sí, pensé que lo apreciarían.
—Quizás Donnie y Mikey lo hagan —Rafael se estiró y se levantó de su asiento—. De todas maneras, gracias por el chocolate. ¡Nos vemos! —se despidió, mientras caminaba a su habitación.
Abril se quedó sola en la sala, incómoda.
—Supongo que esperaré a los demás —murmuró para sí misma.
La tortuga de antifaz rojo iba de camino a su habitación cuando una mano firme se posó en su hombro, deteniéndolo.
—¡Rafael, detente! —escuchó la voz de su maestro, con un dejo de reprensión en su tono.
Rafael soltó un suspiro molesto, sabiendo que le esperaba una reprimenda por lo que fuera que haya hecho esta vez.
—¿Y ahora qué, maestro Splinter? —replicó con una cara de exagerado fastidio.
—¿Te parece bien lo que acabas de hacer? —dijo él, sin quitar la mano de su hombro ni cambiar su tono de severidad.
La tortuga intentó recordar lo que había hecho mal, pero Splinter no lo dejó y dijo:
—Abril. El chocolate que ella te dio.
El otro lo miró confundido, no sabiendo a qué se refería.
—¡Ni siquiera le diste las gracias! —dijo su maestro, empujando el hombro de su hijo hacia abajo, dándole un pequeño castigo físico.
—¡¿Qué?! Recuerdo haberle dicho "gracias" —respondió Rafael, dándose vuelta y librándose de la presión que ejercía su padre en su hombro.
Splinter suspiró, frotándose las sienes.
—Me refiero a que no mostraste ningún aprecio por el gesto de Abril.
—Claro que sí, le dije que estaba rico.
—Recuérdame enseñarte sensibilidad uno de estos días —dijo para sí mismo.
Rafael dio vuelta los ojos.
—¡Estás exagerando! —gritó—. ¡Ni siquiera se molestó!
—Claro que no, fue mucho peor. La hiciste sentir mal. Ve a disculparte e ¡intenta pensar en lo que hiciste antes de hacerlo! —dijo su maestro antes de desaparecer por los túneles de las alcantarillas.
La tortuga se quedó mirando la puerta de su habitación y pensó: «Supongo que debí ser más simpático al respecto».
Rafael volvió a la sala y vio a Abril entregándole uno de sus chocolates a Splinter.
—Muchas gracias, Abril. No tenías que molestarte —dijo Splinter, de forma serena, pero con una sonrisa, haciendo una reverencia antes de tomar el chocolate.
—No fue una molestia, maestro Splinter —respondió la chica, alegre—. Usted siempre nos está ayudando y protegiendo, es mi forma de agradecerle.
—Eso es muy considerado de tu parte, Abril. Para mí tampoco es una molestia cuidar de ti —dijo, mirando de reojo a su hijo al notar su presencia.
«Ya entendí», pensó Rafael, molesto.
Abril sonrió ante las palabras de Splinter y se acomodó un mechón del cabello rojizo detrás de la oreja.
—Ahora, si me disculpas, tengo un asunto que debo atender.
Splinter se despidió con un leve asentimiento de cabeza antes de salir, evitando mirar a su hijo.
La tortuga esperó a que su maestro se alejara para dar a conocer su presencia a la pelirroja.
—Ehmm, ¿Abril? —llamó Rafael, dudoso de lo que iba a decir a continuación—. Tu chocolate estaba delicioso, y… —intentó no hacer contacto visual y sonar lo menos estúpido cuando dijera: —. Aprecio el gesto, nunca hemos celebrado el día de San Valentín y no sabía cómo reaccionar… Lo siento.
Al terminar de decir lo que tenía que decir, Rafael no se sintió tan estúpido como pensó que lo haría.
La chica se cubrió la boca con las manos emocionada y se acercó hacia él.
—¡Me da gusto oír eso, ¿sabes?! No soy muy buena cocinera. Y al parecer, tampoco sé decorar muy bien estas cosas —dijo señalando los tres chocolates que no se habían entregado—. Cuando fuiste tan frío al respecto, me preocupé, y creí que te estaba obligando a complacerme.
Un silencio cayó entre ellos, antes de que la pelirroja lo rompiera:
—Entonces… ¿de verdad te gustó?
—Ya te dije, Abril. Fue un lindo detalle… y el primer regalo de San Valentín que recibo —se sinceró la tortuga.
—Si te soy sincera, yo tampoco he recibido nada.
Rafael quedó estupefacto. ¿Cómo podía Abril no haber recibido nada si los humanos todos los años celebraban este tipo de festividades?
—¿Ni siquiera de Casey? —preguntó en su lugar.
—No, ni siquiera de él —respondió la chica antes de notar:—. ¿Por qué debería recibir algo de él?
—Pues, porque ya sabes... —intentó explicar la tortuga sin dar demasiados detalles de los que no quería hablar.
—¡Oye, un momento! ¡Casey y yo no somos nada! ¡¿Entendiste?! —gritó Abril, con los puños cerrados.
—Bien, entiendo. No te enojes, solo era una suposición —dijo Rafael levantando las manos en un intento por amenguar el enfado de Abril.
—Solo quiero que lo tengas claro —dijo ella cruzando los brazos—. Y… ¿cuándo crees que lleguen los demás?
Cuando sus hermanos regresaron a las alcantarillas, Abril les deseó un feliz día de San Valentín y les entregó sus chocolates. Las tortugas reaccionaron con más efusividad de la que Rafael había esperado, a excepción de Donatello, que actuaba más tonto de costumbre ante el gesto de la pelirroja.
Los cinco miraron cursis películas románticas para honrar la festividad, y Mikey se ofreció a llevarla hasta su casa, deseoso de que le contara más de lo que las personas hacían ese día.
Una vez que Abril se alejó de su vista, su hermano menor olió el papel que envolvía el chocolate ya consumido, con una expresión de felicidad en el rostro.
—¡Conservaré esta envoltura de chocolate para siempre!—exclamó Donatello, extasiado.
Rafael ignoró las divagaciones de su hermano menor y fijó sus ojos en el sillón; allí yacía su envoltura roja, preparada solo para él y que había sido desechada unas horas atrás. Se acercó hacia ella, la levantó y pensó:
« ¿Por qué no? ».
Notes:
Sí, todavía tengo la intención de terminar este reto de San Valentín. Esta vez, con las Tortugas Ninja y su mejor versión (obviamente, hablando desde un punto de vista personal), la del 2012.
Espero que les haya gustado. Diría que este es un fic pre-relación. Al principio no tenía contemplada esta historia para el reto de San Valentín, pero estoy satisfecha con el resultado.
¿Qué te parece esta pareja?
Gracias por leer.
MioneRiddle (Guest) on Chapter 6 Fri 10 Oct 2025 10:13AM UTC
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Memento15 on Chapter 6 Tue 14 Oct 2025 01:23AM UTC
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