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Un último placer

Summary:

¿Recuerdan que Katniss Everdeen mencionó que hubieron unos juegos en los que un tributo demostró ser un caníbal despiadado?
Bueno, por eso existe este fanfic, en el que un joven Hannibal Lecter será el que tomará ese papel con un lío romántico tóxico con Will Graham en plena arena de los juegos de hambre, con alianzas y traiciones; así como, otra perspectiva de una nueva arena en la que luchar a muerte.

Notes:

Solo es un one shot porque quería plasmar un headcanon que tengo desde los 12 años, la primera vez que leí los juegos del hambre, acerca de los macabros que son los vigilantes y en general todos los que están muy inmiscuidos en el desarrollo de la arena.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

🌑

 

ID de Will Graham

 

 

- Y ahora es turno del varón. - Decía la mujer encargada de decidir qué varón del distrito siete sería cosechado este año. Con el papel en la mano ya listo, casi todos iban tiritando ante cada movimiento que daba la regordeta mujer. Apenas hace unos segundos había leído el nombre de una niña pequeña, ahora temían los más jóvenes de ese distrito que fuese un mal presagio y en estos juegos, sólo fuesen dos tributos jóvenes sin ninguna esperanza de ganar.- Will Graham.

Una parte de los espectadores, aquellos adultos que estaban mirando con angustia a sus hijos, les fue inevitable no suspirar de alivio sin descaro. Uno de los chicos huérfanos había sido seleccionado. Algunos sabían sobre aquel muchacho de casi dieciocho años, su madre había muerto durante el parto y su padre lo intentó criar unos años, luego enfermó y murió; por lo que, simplemente fue enviado a ese duro lugar que es orfanato. Los adultos le tenían lástima, pero mejor él que sus hijos.  El joven leñador, con rizos castaños descuidados y ropa gastada, subió al estrado frente al edificio de justicia, con una mirada casi perdida como melancólica. Tenía un ligero rastro de barba que no había podido eliminar e intentaba que sus manos no temblaran, las escondió detrás de su cuerpo.

- Muy bien, aquí tenemos a los dos tributos que representarán con honor y gloria al distrito siete en los sexagésimo sextos juegos del hambre. - Exclamó la mujer con elegancia y calma, como de quién ya está casi aburrida de este trabajo. - Abigail Hobbs y Will Graham, salúdense.

La niña llorosa de apenas doce años le da la mano al joven huérfano, ella se da cuenta de que le evita la mirada como siempre cuando deja leña en su casa y en la de sus vecinos.

Les exigen entrar al edificio para recibir sus visitas, mientras la niña es recibida por sus familiares llenos de llanto y genuina tristeza. El huérfano sólo recibe a una persona.

- Alana. - Dice apenas con la voz entrecortada, ella va directo a abrazarlo pasando sus manos alrededor de sus hombros, sin dejar ni un solo espacio entre ellos. Ella era la única persona que continuaba en su vida, ambos crecieron en el mismo orfanato y se acompañaron mientras hacían cualquier cosa por sobrevivir. Ahora la joven tendría que seguir sola. - Cuida a mis perros, por favor.

- Lo prometo, Will. - Le susurra, ambos nunca fueron muy buenos con las palabras.

- Tengo algo de dinero escondido en uno de los espacios huecos de mi habitación, tómalo y úsalo como quieras, solo cuida a mis mascotas.

- ¿Qué?

- Yo ya no podré usarlo, así que hazlo tú, puedes ir al otro lado de la ciudad e iniciar de nuevo. Hay suficiente allí.

- Oh Will. - Dice ella, suspirando porque se imagina las cosas que su amigo tuvo que hacer para conseguir ese dinero. - ¿Vendiste las argollas de tu madre?

Will se siente casi avergonzado, había guardado durante casi diez años esas joyas solo porque su padre se lo había pedido; sin embargo, eran de una mujer que no había conocido y jamás les tuvo realmente mucho aprecio. Eran algo caras y supo que su difunta madre preferiría que les diese un mejor uso. Aunque parecía casi un karma que el mismo año que decidió venderlas, haya salido su nombre en la urna.

- Si lo hice, además de lo de siempre. - Le responde alzando los hombros. - De todos modos, si llego a volver, seré tan estúpidamente rico que no necesitaré ese dinero.

- Inténtalo Will, por favor.

El sabe que el tiempo se acaba y no solo para esa pequeña reunión, toma las manos de su amiga y se propone mirarla a los ojos. - Ya no dejes que los agentes de la paz te usen de esa manera, hemos vivido suficientes años así, puedes vivir de otra manera, como tú querías.

Unas lágrimas caen de ambas mejillas, todos en esa parte del distrito saben lo que suelen hacer los agentes de la paz con los huérfanos a cambio de algunas monedas, unos tan hambrientos y otros tan depravados, era un terrible ganar y ganar.

- Gracias Will. - Finaliza, se inclina para besar su mejilla y le entrega desde el bolsillo de su saco unas galletas de canela. - Me las dieron afuera, unas mujeres del centro de la ciudad.

- Si, se las dan todos los años a los tributos, como agradecimiento porque sus hijos no salieron elegidos. - Recibe aquellas bonitas y caras galletas, las abrió para empezar a comerlas. - Que su suerte no se acabe.

Con un último abrazo, Alana es llevada afuera por los agentes de la paz.

Mientras salen para ir al tren, un viejo agente se acerca, relevando a uno de los guardias de ese puesto, le acaricia el cabello levemente y ríe sin ganas. - Buena suerte Will, una lástima que te vayas muchacho, por aquí se te extrañará.

El huérfano prefiere no responder y solo apresura el paso. Dentro del tren se reencontraron ambos tributos, una con los ojos hinchados de tanto llorar y con marcas en las muñecas, al parecer los agentes de la paz tuvieron que agredir a sus padres para que la soltaran. Todos sus globos oculares estaban rojos y resaltaba el azul de sus iris. Mientras que, el joven Will solo atinó a sentarse y llenarse con el sabor de las galletas de su distrito. No quería pensar en mucho más, que en el triste destino que les esperaba a ambos.

 

 

 

🌒

 

 

ID de Hannibal Lecter

 

 

- Ahora procederemos con la cosecha porque es el turno del tributo varón.

- Me ofrezco como tributo.

Varios rostros jóvenes voltearon para ver el rostro del nuevo tributo del distrito uno, una voz gruesa y segura acompañada de una sonrisa cínica. Esa que tanto enoja al jefe de agentes de la paz y a la alcaldesa del distrito; puesto que, su principal sospechoso de los continuos asesinatos ahora se presentaba como voluntario, después de que el cuerpo de la sobrina de la alcaldesa fuese encontrado en un lago cercano sin el cerebro ni el hígado.
Otros chicos estaban ansiosos por presentarse voluntarios; sin embargo, este joven se adelantó. No se veía especialmente musculoso, pero tenía una buena estructura, alto y un rostro agraciado que podría hacerle ganar algunos patrocinadores; aparte que tenía ya dieciocho años y de seguro pensaba que esta era su última oportunidad. Esos jóvenes ignoraban el rostro de disgusto de las autoridades de su distrito como el rostro angustiado de la única familia de este muchacho que iba caminando seguro hasta donde le había indicado el señor de extravagante traje que venía desde el Capitolio.

- ¿Cuál es tu nombre muchacho?

- Hannibal Lecter. - Pronunció sereno, con esa seguridad típica de los profesionales. Algunos por el apellido y el rostro, reconocieron al joven problemático y rico de su distrito.

- Excelente, una vez más demostramos lo valientes y fuertes que son los jóvenes del distrito uno, los cuales con orgullo desean la gloria para su gente. - Dijo el hombre frente al micrófono, siendo apoyado por el público con vítores y gritos. - Aquí están listos los tributos de los sexagésimo sextos juegos del hambre, Bedelia Du Maurier y Hannibal Lecter.

Ambos jóvenes se dan la mano sin mayor interés en el otro; para luego, separarse con rapidez. Definitivamente para la joven Bedelía ese muchacho le daba una mala espina, apenas sus manos se tocaron y sintió escalofríos en todo el cuerpo.

Jamás debería confiar en ese tipo. 

Cuando fueron guiados al edificio de justicia para sus respectivas visitas, una mujer llegó con apuro haciendo sonar sus delicados tacones, una respiración agitada y un rostro pasmado, entra a la habitación para encontrarse con el joven rubio y de ojos castaños, completamente impoluto en su traje azul oscuro mientras observaba la decoración de la ostentosa habitación.

- La gran mayoría de ornamentos son de oro; sin embargo, solo resalta el mal gusto que tienen por la decoración. Las apariencias que desean mantener.

La mujer se acerca cada vez más, hasta estar a pocos centímetros de su rostro. - ¿Por qué lo hiciste?

- Ya no deseo que haya secretos entre nosotros; sin embargo, me cansé de esperar y usted jamás será mía. - Responde intentando acariciar las mejillas ajenas, siendo apartado con agilidad. - Lady Murasaki, deseo confesarme ante usted.

- Te dejé claro que no te amo de la manera que tú tanto deseas. - Le dice con ferocidad, clavando las uñas en la tela de su fino vestido.

- Lamento la decepción que tendrá al saber que esa no es la confesión que deseo hacerle. - Encaja una media sonrisa en su rostro, invade el espacio personal de la mujer y se deleita con su aroma, demasiado dulce para su particular gusto; aunque igualmente encantador. - Mi tío intentó ocultarlo, pero es verdad, asesiné a todas esas personas.

El cuerpo de la mujer se endurece y sus ojos ya no son capaces de enfocar la mirada en los orbes castaños. Aprendió hoy lo que es estar paralizado de miedo.

- Sucedieron accidentes en mi último asesinato, tuve que matar rápido a la sobrina de la alcalde y su cuerpo finalmente fue encontrado en el lago ayer. No deseo convertirme en un avox o un prisionero, prefiero dirigirme voluntariamente a la boca del lobo y probar suerte.

Ante aquella confesión, no hubo más explicación que dar y la mujer decidió salir a paso lento de esa habitación. Sin saber cómo no se había percatado del monstruo que estaba creciendo en su hogar, aquel asesino despiadado y caníbal, era el mismo que recibió con amor maternal en su hogar hace tantos años. La repulsión fue de las primeras cosas que experimentó al salir de aquel edificio y tener que darle la cara a su esposo enfermo.

 

 

 

 

🌓

 

 

 

 

La estadía de los tributos en el edificio de entrenamiento pudo ser un cambio monumental como para Will y Abigail, sus mentores se encargaron de alimentarlos e intentar guiarlos; sin embargo era obvio que eran más predispuestos a Will debido a su edad. Aquello molestó al muchacho, no se daban cuenta de lo crueles que eran al actuar de esa manera con la pequeña Abigail. Él no era querido ni necesitado, como sí lo era ella. La falta de la pequeña niña iba a crear un profundo hueco en el corazón de su familia, los iba a destrozar. Cosa que no pasaría con él.  Por otro lado, para Hannibal era casi todo extremadamente extravagante en el Capitolio, vacío y lleno a la vez, una sensación conocida para él. Adaptado a los lujos, no le fue complicado ganarse la confianza de su mentor, que casi consideraba un cabeza hueca y; a su mentora, que se suponía que debería velar por su compañera de distrito; sin embargo, el joven Lecter sabía que con las palabras correctas podría mantener dentro de su mano a las personas que quisiera.
Sabía que se había ganado una nueva enemiga; aunque poco le importaba.

En el centro de entrenamiento, se dio cuenta el joven Lecter de lo patéticos que eran la mayoría de oponentes de este año, conforme aumentaba el número de los distritos cada vez parecían más enfermos y descuidados, ni siquiera porque hace poco fueron preparados para los desfiles, aún así se veían vulnerables y asquerosos. subía la mirada, el rubio observaba mejores categorías, dos chicos pelirrojos del distrito cinco que se notaban sanos, otros jóvenes del distrito cuatro con pieles doradas y contextura fuerte, el distrito tres tenía tributos decentes y sin gracia; al igual que el distrito dos, que resultaron ser dos jóvenes de quince años con el ego muy alto porque ambos fueron voluntarios. Su mente divaga en pensamientos sobre sus nuevas víctimas, que ojalá pudiese hacer algo especial con ellas y dejar una marca en estos juegos.  No obstante, unos ojos azules profundos le observaron desde el otro lado del centro, cuando clavó la mirada en ellos, ese ser temeroso apartó la vista con rapidez intentando aparentar que estaba distraído. Lecter no podía ignorar que esos ojos eran hermosos y podrían tener un sabor delicioso.  Durante todo el día, Will y Abigail se la pasaron juntos aprendiendo todo lo que podían, la niña practicaba con nudos y reconociendo plantas; mientras que, Will entrenaba con el hacha, una arma conocida para él y mejoraba con el instructor que tenía ahora. Esa penetrante mirada castaña le perseguía sin que Will se diese cuenta, era examinado y cada movimiento de sus músculos con detenimiento fue observado. El sudor caía desde su cuello y una sensación en su vientre bajo aparecía, de pronto, sintió un interés en ir de nuevo al área de entrenamiento con armas.

Mientras el rubio entrena lanzando cuchillos y espadas, el castaño continuaba su entrenamiento con el hacha. Con disimulo, el huérfano delinea la figura de la espalda y brazos del tributo del distrito uno, viendo cómo cada uno de sus tiros con ese cuchillo acertaba, demostrando lo peligroso como letal de su porte y lo muy débil que él era a comparación.  Cuando ya iba a terminar su entrenamiento con el hacha, el rubio se acercó hasta donde estaba el castaño y el entrenador le entregó la misma arma, indicando lo correspondiente.

- Eres bastante bueno con esto. - Le dice sin mirarlo y sigue con los ejercicios.

Will solo asiente con la cabeza, intentando no expresarse por aquel extraño halago.

- Imagino que usas el hacha desde niño.

- ¿Tú usas los cuchillos para obtener joyas?

- En absoluto, es insignificante obtener algo tan banal como joyas. - Responde acertando en los golpes en el muñeco con cierta agilidad innata. - Me interesa obtener algo más gratificante.

- ¿Cómo qué? .- Pregunta mirándolo.

- Una recompensa que te deje satisfecho, de todas formas veintitrés personas aquí van a morir. - Dice alzando las cejas con curiosidad.

El sudor en el cuerpo del tributo del distrito siete solo intensifica su olor natural, uno casi boscoso con un ligero alpiste de tierra mojada. Delicioso definitivamente. Esos profundos ojos azules se le hacían más brillantes que nunca.

- Me llamo Will.

- Soy Hannibal. - Responde con una sonrisa, ese chico sería como una última probada del placer que necesitaba. Mientras que Will, veía un nuevo pase a unos días más de vida.

Tuvieron que separarse cuando esa niña pequeña volvía para enseñar lo que había aprendido en esa hora.

Todos los tributos fueron entrenados para sus entrevistas, intentando dar diferentes perspectivas sobre sus personalidades y así, lograr que resalten. Con Hannibal fue un éxito, se mostraba misterioso e inteligente, que mantenía todo sobre control y poseía un atractivo masculino que engatusó a diferentes personas en el público del Capitolio, definitivamente era de los pocos tributos con atractivo para ganar. Por otro lado, cuando fue el turno de Will, los gritos de la multitud le embaucaron y nervios le ganaron en absoluto, debido a ello Flickerman, por más intentos que hizo porque hablara o siquiera dejase de mirar sus zapatos, no lo logró. En la mente de Will todo se nubló, escuchaba voces distantes y había demasiados gritos a su alrededor, era como si el mundo se moviese de manera estrambótica y le mareaba. Un horror definitivo y pasó como un inepto social para los espectadores.

No obstante, para Hannibal ver esa vulnerabilidad fue gratificante, era tan fácil de manipular y ordenarlo a su gusto, si tan solo tuviese más tiempo definitivamente haría diferentes cosas con él. Iría lento y buscaría confundir aún más su mente hasta lograr que ese castaño se someta por completo ante él. Will regresaba tras el escenario a paso temeroso y con ciertas risas de burla por otros tributos, su mentor que se encuentra a su lado solo prefiere no decirle nada y darle unas palmadas en la espalda. No pasa desapercibido para el rubio, lo mucho que parece desagradar el contacto físico al castaño, desde allí ya podría hacer algunas conclusiones sobre aquel tributo del distrito siete.

 

 

 

 

🌔

 

 

 

 

 

Abigail y Will pasaron juntos en el gran sofá de su sector del edificio, frente a la chimenea falsa, pero que, de algún modo, igualmente transmitía calor. En ocasiones hablaban y otras solo observaban el fuego, recordando su hogar. Ya era muy tarde, en unas horas iba a amanecer y se los llevarían para dar inicio a los juegos. Will no había conseguido aliados, no confiaba en nadie y la única interacción que había logrado hacer, por obvias razones ese tributo profesional decidió aliarse con otro grupo de profesionales. Entonces prefería solo alejarse, aunque las pocas interacciones que tenían en los baños o en el mismo centro de entrenamiento, siempre parecía dispuesto a acercarse y rozar alguna parte de su cuerpo, lo sentía cerca y casi podría decirse que reconocía su respiración. Casi como si un extraño lazo se hubiese formado en ellos, ahora que finalmente se reencontraron.

Nadie podía dormir, solo esperaron con paciencia que las horas pasaran sin más que pensar en las estrategias que usarían en la arena.

En cuanto menos lo pensaron, ya se encontraban en un aerodeslizador siendo transportados hacia el sector donde se realizarán los juegos, Will sintió el agudo dolor del localizador siendo introducido en su piel; incluso tuvo que sostener la mano de Abigail cuando le colocaron el suyo; sin embargo, de manera casi automática la vista del castaño se dirigió hacia el rubio que al parecer llevaba un buen tiempo examinándose. Will presenció cómo ese rostro de rasgos afilados y atractivos ni siquiera se inmutaba ante la introducción del localizador en su brazo, a su parecer era como si disfrutara del dolor. El tributo del siete ya sabía que debía huir de las personas como esas si es que no quería acabar muerto por un balazo de algún agente de la paz. No obstante, ahora no están en su distrito. A los pocos minutos, tuvieron que bajar del aerodeslizador, en ese trayecto nuevamente Hannibal rozó su mano con la de Will, logrando el cometido de distraerlo y jugar con su atención. Era como una especie de manipulación para él.  Dentro de las pequeñas habitaciones, todos los tributos se vistieron con un chándal de un material grueso y parecía casi repelente a algunos materiales, una camiseta manga larga que mantenía el calor, una chaqueta de un color gris claro a comparación del resto de vestimentas oscuras, unos calcetines muy gruesos con botas pesadas de cuero. A la pequeña Abigail le parecía que esa vestimenta además de pesada podría decirse que es ruidosa, al caminar es imposible no percatarse del sonido de la fricción de la ropa y aún más con las pesadas botas.

- Supongo que habrá nieve, es la única manera en la que esas botas sean útiles. - Comenta su estilista.

- ¿Crees que logren hacer un clima tan frío? - Pregunta con inocencia.

- ¡Oh! ¡Niña boba! ¿Acaso hay algo que el Capitolio no pueda hacer?

Un llamado llegó para todos los tributos en general, que se acercaran a la puerta de cristal y se preparen. Cada vez faltaba menos para dar inicio a los juegos.

- No paran de hablar de ti Hannibal, sé que en pocas semanas te tendremos aquí de vuelta. - Dice la extravagante mujer sonriendo con esos labios en un tono verde fosforescente, el muchacho solo imita el acto y se dirige hasta su lugar. - Espero que ni se te ocurra olvidarte de mí cuando seas todo un vencedor.

- ¿Cómo hacerlo? - Responde, antes de que la puerta de vidrio se cierre por completo, complicando por completo la comunicación al estar insonorizado.

Todas las plataformas empezaron a elevarse con lentitud, centímetro a centímetro que hacía tiritar a varios tributos porque solo eran un llamado al baño de sangre que se daría en unos minutos. Para Will, solo sentía el mareo constante y las voces de su cabeza avecinando su muerte, una luz profusamente blanca le recibió y casi al instante, percibió el frío en todo su cuerpo.

- Esto es una mierda. - Fueron esas las primeras frases de Will Graham en la arena, al instante todos sus instintos se agudizaron por el frío a su alrededor, una nieve de al menos veinte centímetros de espesor rodeaba todo un páramo y una ligera ventisca aparecía constante dejando ver con dificultad a los tributos que se encontraban opuestos a ellos. Cuando miró a su alrededor sólo vio algunos árboles gigantes de pino y diferentes cuevas que parecían profundas, no se podía ver mucho más.

Hannibal podía decir que no estaba demasiado acostumbrado a este clima de como mucho cinco grados centígrados; sin embargo, era casi un beneficio para él porque la carne no se pudre tan rápido en el frío. Agudizó la vista y se percató de sus supuestos aliados de los distritos profesionales, los había reunido casi a todos, a los dos egocéntricos del distrito dos, a los chicos sanos del distrito cuatro y a la chica grande del distrito tres. Pronto daría inicio a sus planes y por ello, empezó a relajar los músculos de sus largas piernas.

- ¡Will! - Gritó la pequeña para llamar la atención de su compañero tributo, que se encontraba solo a una persona de distancia, cuando ambos ojos azules se encontraron, casi suspiran aliviados.

Con solo ese cruce de miradas, lograron concretar lo que tenían planeado y eso era sobrevivir juntos, ambos no soportan estar solos en este maldito lugar y no confiaban en nadie más. No obstante, no sobrevivirán sin suministros en esta feroz arena.

- Siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos y uno. - Finalmente se escucha un cañonazo que da inicio a los juegos.

Hannibal y sus aliados son los primeros en correr con furia hasta la Cornucopia, son los primeros en llegar y toman las armas de inmediato, el rubio voltea y se percata de la llegada de la tributo del once, una chica de piel oscura y alta. Ella sería la primera, toma un cuchillo parecido a un machete para acercarse a ella corriendo, si bien la vestimenta era pesada, no era agotador para los tributos mejor alimentados a comparación de los tributos más pobres.
La chica del once notó que no había sido lo suficientemente silenciosa, escuchó ese tributo del distrito uno con sus ojos azules grotescos y prácticamente se quedó paralizada. Realmente la iban a matar.

- No. - Dijo temerosa por la macabra sonrisa que tenía Hannibal en su rostro y la manera en la que iba sosteniendo ese machete. - Por favor, me iré, no lo hagas. - Ella intentaba retroceder, pero el pánico invadía todo su cuerpo y tropezó con la nieve detrás suyo, su delgado cuerpo cayó sobre la suave superficie hundiéndose un poco. Los ojos oscuros de la muchacha se llenaron de lágrimas para hacer borrosa su visión; sin embargo, ya estaba consciente de su destino. - ¡Por favor! ¡No, no lo hagas! ¡Tengo un hijo! ¡No!

Hannibal no dudó un segundo en plantar esa arma en uno de los brazos de la mujer, unos atroces gritos rodearon la cornucopia, la nieve se derretía un poco por la sangre caliente que ahora la manchaba. Para el tributo del distrito uno, finalmente se sentía libre, aquí nadie lo jugaría por asesinar de esa manera. Elevó los brazos de nuevo y con un último grito desesperado, clavó el machete en la sien derecha de la chica del once, el cráneo se abrió dejando una mueca horrorosa en ella con uno de sus globos oculares destruido, los sesos salían en una pequeña masa sanguínea y el disfrute por probar aquello, tuvo que guardarse dentro de él porque uno de sus aliados lo llamó.

- ¡Hann! ¡Ayuda! .- Pedía la chica del cuatro, que estaba luchando por una patética mochila a unos metros con un tributo conocido para él.

Finalmente observó a su alrededor, sus aliados se habían hecho con todos los suministros y también seguían luchando con algunos tributos y estaban los cuerpos degollados de los que quisieron acercarse, aún observaba a varios intentando correr a unos diez metros de distancia, teniendo dificultades por la nieve.

Se acerca a paso pesado, con esa muchacha del mismo porte de Will encima de este tratando de inmovilizarlo, este chico ya tenía algunos moretones queriendo formarse en su cuerpo y jadeando para intentar liberarse.

- ¡Tengo un cuchillo en la manga del pantalón! .- Le dice la chica.

Para Hannibal, si esa tonta mujer no es capaz de asesinar, no sirve ni mucho menos. Toma el arma de la chica, un cuchillo muy afilado del tamaño de una navaja. Los ojos verdes de la tributo lo miran con una sonrisa cínica, esperando que la reciban de la misma manera; sin percatarse de la realidad, un fuerte brazo la toma de los hombros y la acerca al pecho del rubio para con un corte certero, desgarrar la vena principal de su cuello haciendo que la sangre salpique y manche el cuerpo de Will. Hannibal disfruta de la vista, gotas de sangre llegaron al bonito rostro del joven, incluso a sus labios que casi podría fantasear con que ha probado el sabor de esa sangre.

Tira el cuerpo de la muchacha como su machete, le sonríe de lado y se aleja de ambos. Si alguien va a matar a ese tributo, definitivamente no va a hacerlo una mocosa de voz chillona.

Will no entiende demasiado que ha sucedido, pero sus instintos le dicen que huya de inmediato, toma el arma que le dejó Hannibal y la mochila negra del suelo para correr hasta uno de esos pinos altos, donde Abigail estaba escondida.

Hannibal regresa hasta donde están sus aliados y nuevamente, debe ayudar a uno de ellos, asesinó a otro tributo con esa navaja al clavarla en su espalda, el tipo grande del ocho jadea del dolor para caer de rodillas y su aliado del cuatro le patea la cabeza con su bota pesada, por lo que, su cuerpo cae de costado contra la nieve, el rubio se agacha para clavar de nuevo la navaja en su oreja, un ruido ahogado sale del muchacho con un hilo de sangre saliendo de su oreja y boca. Hannibal sabe que ha tocado el cerebro de su víctima y disfruta moviendo el arma dentro de la cavidad auditiva, el cuerpo entra en una especie de shock en el que se estremece y tiembla sin control, lo cual divierte al caníbal.

No obstante, su diversión es cortada por un cuchillo que desangra el cuello de su víctima, para asesinarlo de una vez. - ¿Qué carajo te pasa? - Le gruñe.

- ¿Qué te sucede a ti? ¡No pierdas el tiempo y solo asesina de una vez!

Definitivamente ese tipo también sería un problema, se levantó y con el rostro sereno e inmune, el rubio notó que su aliado era bastante más bajo de estatura que él, algo musculoso, pero no demasiado. Además de que era un idiota que se atrevía a reclamar su manera de matar a alguien. Él estaba en su derecho, estos eran los juegos del hambre y servían solo para asesinar y quedarse con la gloria de la gloria.

Notó que a su costado había sobre una viga de metal un tipo de cuchillo de caza, lo tomó sin apartar la vista de su aliado.

- ¿Qué haces? - Preguntó el chico intentando mantener una voz serena.

- Tengo que estar protegido ¿No? ¿O debería pelear sin armas?

Los ojos temerosos del muchacho lo seguían, cuando ahora se acercaba a él. - Gracias por ayudarme con este tipo, volvamos con el resto.

- ¿Qué tan rápido quieres ir? ¿Y dejar a este cuerpo solo? - Le susurró mientras miraba la mueca que empezaba a formarse en el rostro del muchacho; antes de que este pueda empezar a gritar lo golpeó directo en la garganta con su puño, presionando fuerte en ese lugar.

Sin mucho más, golpeó el costado del cuerpo de su aliado con su cuchillo, cuando este intentó gritar golpeó su cabeza contra el acero de la cornucopia detrás suyo, el aliado se desmayó mientras se desangra del costado. Disfrutando de la sangre en sus dedos nuevamente, un cálido regalo para el frío de este clima. Prefiere volver a hundir el cuchillo en su costado, de manera en la que pueden pensar en que debe haber tocado sus entrañas, ese pensamiento en definitiva le hace sonreír.

Ha asesinado a dos de sus aliados, solo quedan tres, de los cuales él único que podría representar un reto sería la muchacha grande del distrito tres, pero a él le gustaban las batallas. Tomó el cuchillo y otra hoz que había en el camino cuando se dirigía hasta el otro lado de la cornucopia donde quedaban los tres restantes, al igual que él en sus ropas se percibía el color de la sangre de los enemigos caídos y estos iban completamente aturdidos por la sensación de adrenalina en sus cuerpos al haber sobrevivido al baño de sangre. Lo que ellos no esperaban, era que en este momento el tributo del distrito uno se dirigía para darle todo un espectáculo a la gente del Capitolio.

 

 

Arena

 

 

 

🌕

 

 

 

 

 

- Corta la transmisión de eso, es completamente desagradable, coloca a los del distrito nueve y seis e intercala con los del siete. - Exige al vigilante jefe, su subordinado no lo duda y con un gesto de desagrado hace los cambios necesarios. - Joder, tenemos otro maldito psicópata en la arena.

- ¿Inició la grabación para la venta? - Pregunta en un tono bajo hacia la vigilante jefa, la cual solo asiente y sigue con sus labores.

De todos modos, debe haber ricos que deben estar sumamente emocionados por tener en su colección de atrocidades a un caníbal que se encuentra troceando parte de los cuerpos de sus supuestos aliados, hasta el momento les ha quitado los intestinos a varios y parece tener un interés por quitarles los ojos, debido a que, ha tomado un cuchillo más pequeño.  En la sala de control, con la mayoría de vigilantes en cabinas concentrados en sus trabajos, ese subordinado en específico encargado de grabar las mejores aberraciones hechas en la arena, empezaba a excitarse con el cuerpo destrozado de esa muchacha del distrito dos, tenía sus vísceras fuera con un corte exacto en el abdomen desde el ombligo hasta casi el diafragma, el tributo del uno, tenía las manos llenas de sangre porque las metía dentro del cuerpo abierto, jalando con poca fuerza y certeza que casi parecía experiencia, hasta lograr sacar por completo los intestinos sanguinolentos y viscosos. Esta persona veía desde la pantalla e imaginaba estar en ese lugar y tener el dominio de hacer con un cuerpo lo que deseara, posteriormente empezó a fantasear con el calor que debe sentirse el tener las manos en aquella cavidad dentro de un humano, su cuerpo se estremeció en el vientre bajo y tuvo que acomodarse en la manera de sentarse. Volvió a fijar su vista en el zoom en la pantalla, el muchacho estaba caminando con las viseras para repartirlas a lo largo de la cornucopia, casi como si fuese una señal de advertencia y; también, un espectáculo vibrante.

El calor en su cuerpo solo podía subir, ese tributo era magnífico y letal, ya tenía listo su acto perverso. Los órganos digestivos de siete tributos estaban rodeando la cornucopia, ese tributo llenó una mochila con armas y la poca comida que habían dejado en ese lugar, todas las botellas de agua y materiales de supervivencia. Luego se fue, no sin antes observar su mano, que había estado dentro de varios cuerpos para extirpar y cortar parte de ellos, cuando llevó un falange hacia su boca tan solo por mera diversión de probar un poco de ellos, de toda su sangre reunida. Lamió hasta dejarlo casi limpio y finalmente verlo impecable, el sabor metálico y cálido le invadió, tal y como lo recordaba. Con esa sola acción, su único espectador hasta el momento, desde el Capitolio, obtuvo un orgasmo casi explosivo que le hizo jadear y lograr llamar la atención de algunos de los otros vigilantes, por lo que, rápidamente intentó mantener la compostura.

Definitivamente este video se vendería por miles y miles. Era excelente.

Ahora también entendía porqué ese tributo estaba primero en las listas de apuestas por el ganador y definitivamente, los regalos no le faltarían durante los próximos días. Simplemente algunos no tendrían que enterarse del particular gusto de su favorito.  Empezaron a oscurecer el cielo una gélida apariencia nocturna, bajando la temperatura para que los tributos cercanos buscaran algún refugio.  Eso mismo es lo que hacen Will y Abigail, ella logró tomar un pesado de corteza de madera gruesa y se entretuvo dándole un filo a esa especie de arma. Caminaron durante unas dos horas; sin embargo, era demasiado difícil por la nieve y el cansancio como el descenso de la temperatura, les exigía encontrar un refugio. Pronto abordaron una pequeña cueva, en la que tenías que agacharte para ingresar y daba paso a un buen escondite logrando alejarse de la helada ventisca constante. Sacaron de la mochila que alcanzaron tomar, un pequeño bastón de luz azul, que iluminaba levemente el lugar.  Fue entonces, que un cuerpo arremetió contra Will, tumbándolo en el suelo y golpeándolo en el rostro con los puños, intentando alejarlo. La pequeña Abigail estaba estática debido al miedo, muy apenas veía y solo escuchaba los golpes como jalones que se daban.  Will cubría su rostro de los golpes, estaba acostumbrado a este tipo de cosas; así que, sin miramientos dio una fuerte patada en la espalda del tributo que le estaba atacando. Ella jadeó de dolor y él aprovechó para ahora intentar inmovilizarla, sujetó sus muñecas con fuerza mientras ahora estaba encima de la mujer.

- ¡Podemos ser aliados! ¡Deja de luchar! - Le grita, porque realmente no quiere tener que matar a nadie.

- ¡No te creo una mierda! - Le responde.

La tributo muerde la muñeca de Will, logrando que la suelte con un grito, vuelve a patear a el muchacho y las posiciones se invierten nuevamente, coloca las manos en su cuello presionando con fuerza. Ella jamás confiaría en ningún tributo, sus uñas se clavaban en la piel del pelinegro y notaba como esos brazos le jalaban la ropa e intentaban patear; sin embargo, Will no era muy fuerte ni grande.

- ¡No! ¡Ayu-! ¡No! ¡Ahg!

Cada vez la voz le faltaba más, su arma había caído lejos y ni siquiera podía ver por la tenue luz, la falta de respiración hacía que su cabeza doliera y sus movimientos fuesen primitivos, solo buscando alguna fuente de aire. No quería morir de esa manera, definitivamente tenía miedo. La respiración cortada estaba haciendo estragos por el profundo dolor en su cabeza, sus ojos orbitan sin enfocarse en nada y solo puede jadear intentando pedir ayuda.

- ¡AHG! Mhm...

Todo el peso de un cuerpo comenzando a tener contracciones leves, típicas del que está pronto a morir, cae sobre Will; por lo que, siente que su cuello es humedecido por un líquido cálido y las manos en su cuello finalmente se sueltan, al percatarse del olor metálico que ya antes había notado. Toma fuertes bocanadas de aire mientras aleja al cuerpo ahora duro de la mujer, alcanza la barra de luz y lo primero que busca con la mirada es a la pequeña que debería estar a su lado. Apenas la cruzas miradas, ella corre a sus brazos sollozando.

- No quería, te estaba lastimando y no. -

Will prefiere solo acercar el rostro de la pequeña a su pecho, para que ya no hable.  Vuelve a mover la barra de luz y se percata de la filosa pieza de madera atorada en la nuca de la muchacha, casi hasta la mitad, por eso ese tributo del ocho a muerto. La ha matado la niña de doce años.

- Está bien Abi, lo hiciste para salvarme, todo está bien. - Le repite.

Aunque él estaba temblando también, completamente atemorizado.

Por otro lado, el caníbal se había encontrado con las facilidades dadas por sus múltiples patrocinadores, manjares deliciosos que recordaba que en su distrito sólo podía probar en ocasiones especial; así como, vendas y material para curar heridas y; por último, un cuchillo que casi se parecía a los que el chef preferido de Lady Murasaki tenía en su elegante cocina personal. Al parecer, logró su cometido. Subió a una parte alta de la montaña, demoró unas horas, pero podía admirar con facilidad el resto del paisaje y llegar a una pequeña cueva en la que almacenar sus materiales de supervivencia. Hasta el momento no se había topado con ningún tributo; no obstante, obtuvo su respuesta al escuchar los cañonazos unas horas después.  Dieciséis en total. Sólo quedaron ocho tributos vivos en la arena y esa venía siendo la razón de la tranquilidad de su larga caminata. Tenía que entender que a la gran mayoría se les hizo difícil huir debido a la nieve; entre las memorias del tributo del distrito uno, llegaba una en especial, con un hombre del Capitolio que fue recibido por su tío en su casa; si bien ese hombre miraba todo con decoro, todavía percibía el disgusto en él sobre ellos, por lo que, disfrutó presionando una conversación en aquel viejo hombre de cejas y pestañas doradas con una piel de ébano que hacía resaltar sus tatuajes brillantes de sus manos y cuello. Se divirtió al incomodar a ese hombre, que tuviese que tragar el asco que sentía para con la gente de los distritos. Fue entonces que después de enfatizar en su memoria la extrañeza característica de dicho hombre, este mencionó que viajaba con frecuencia a algunos distritos y; que en pocos debe enfrentarse a dificultades por la nieve, solo en el distrito uno, dos, cinco, siete y doce al parecer, sucedían estas cambios meteorológicos. Lamentable que no lograse a sus doce años envenenar la comida del viejo extravagante, debido a que Lady Murasaki no le quitaba el ojo de encima.

Llegó a la conclusión de que esa era la razón de la posible facilidad para asesinar a tantos tributos, nunca habían visto nieve, eran torpes al correr y sus cuerpos no estaban acostumbrados a las temperaturas, si notó la facilidad con la que caían y temblaban muchos de ellos. Ahora le sería un nuevo reto recolectar víctimas. Puesto que, esta arena no parecía demasiado grande, aunque, lo compensaba con escondites.  Con las cerillas que le habían regalado, tomó las ramas de madera de pino que había logrado recoger, intentó hacer una fogata durante un buen tiempo, sin éxito. Finalmente se rindió, a pesar de tener el hígado de una tributo dentro de una bolsa de dormir en su mochila, no lograría cocinarlo siquiera sin una fogata. Resignado, comió de las elegantes comidas del capitolio que se basaban en rebanadas de fruta bañada en caramelo o chocolate, un cuenco grande de arroz con salmón asado bañado en una salsa agridulce y cilantro por encima; por último, disfrutó del plato de sopa fría de tomate, con trozos de carne fina de res y un toque preciso de limón. Comió un poco de todo ello, para quitarse la molestia de no saber encender un maldito fuego aún con cerillos; sin embargo, para lograrlo tenía tres opciones, seguir intentando el día de mañana desperdiciando cerillos, esperar a que sus patrocinadores le envíen algo más útil para encender una fogata o encontrar a alguien que sepa hacerlas y dar paso al característico sabor que su lengua ansía.

 

 

 

 

 

🌖

 

 

 

 

 

Han pasado tres días desde que iniciaron los juegos del hambre, ha muerto un tributo más debido a una caída desde un alto roble. Por lo que, la emoción de lo sucedido en el baño de sangre, ya pasó para los espectadores en el Capitolio y necesitaban más emoción en los juegos.

Hannibal intentó guardar el hígado entre nieve para preservarlo mejor, aún sin lograr encender una fogata; sin embargo, cuando el color rojizo empezó a cambiar supo que tendría que desecharlo y buscar una nueva presa.  Del mismo modo, Abigail y Will intentaron mover el cuerpo de la chica muerta; no obstante, debido a la irregularidad de la cueva al ingresar, habían tardado y, por lo cansados que estaban, prefirieron solo apartarlo cerca a la salida. Ambos tributos realmente intentaron aguantar en esa cueva los tres días que estuvieron allí, solo con esas doce tiras de carne seca, una bolsa pequeña con diez piezas de fruta deshidratada y nieve derretida.
Will había regañado a Abigail cuando la vio llevándose la nieve a la boca, recordando a la niña que nada en esa arena era natural y prefirieron tomar la botella de metal vacía que hallaron en su mochila, colocar nieve dentro y con una pequeña fogata que lograron hacer, hervir el agua y después beber.
Era una fortuna que Abigail no haya enfermado. Ambos estaban metidos en un saco de dormir azul, era delgado, pero mejor que el helado piso de la cueva y estando cerca al fuego, era lo mejor que podían conseguir.

- Tengo hambre. - Dijo la niña. - Me duele el estómago.

- Se pasará, te lo prometo. - Le aseguró. - Créeme, puedes vivir más de lo que piensas sin algo en el estómago, después de esa fea sensación simplemente tu cuerpo entenderá que no hay más comida y estarás bien.

La niña sentía un dolor en el estómago que le dolía, casi provocando náuseas, pero tenía que ser fuerte como su aliado, si él podía soportarlo, pues ella también. De todos modos, les quedaba muy poca comida y vivían a base de tragos de agua. Por el momento, su mente seguía en blanco, era como si hubiese bloqueado todos sus pensamientos desde que le ensartó esa pieza de madera a esa chica. Le pareció recordar a la mujer rica que vivía en la villa de los vencedores, ya una mujer mayor que solo salía en ocasiones a la ciudad por suministros como alcohol, penicilina y cigarrillos. Ella la había visto en varias ocasiones, hasta que un día volviendo de la escuela, le preguntó a su hermano mayor la razón del aspecto de esa mujer, extremadamente delgada, con una mueca que variaba entre la furia, tristeza o simplemente una apariencia perturbada. Su hermano le dijo que ella estaba traumatizada y jamás se había recuperado desde que volvió de sus juegos.  Se preguntaba ahora Abigail, si ahora ella tenía esa apariencia perturbada y temerosa, como la de esa vieja vencedora. Ahora ese sería su destino por ser una asesina.  Will, por otro lado, ajeno a los pensamientos y dolores de la niña, cabecea por el sueño. Sabe que lo mejor para soportar el hombre es dormir y agradece el calor que le provoca dormir con Abigail, es como cuando dormía con Alana, claro sin lo sexual. Se seguía sintiendo agradable el saber que no estás solo y que no le podían traicionar.  Después de varias horas, les pareció que había más luz afuera y la temperatura se elevó. Tanto el adolescente como la niña decidieron salir a cazar, tomaron el machete y decidieron comer la poca comida que tenían, de todos modos, lograrían encontrar algo más en ese pequeño pero alto bosque que les rodeaba. Saliendo de la cueva, notaron el cuerpo aún sin demasiados signos de descomposición de esa tributo, Abigail ahogó un grito y salió de la cueva volteando la mirada hacia otra dirección; mientras que, por la mente de Will pasó un fugaz pensamiento. El de no exponerse a los peligros de siete tributos muy probablemente profesionales fuera; sino que, solo rebanar parte de esa carne y satisfacer a su estómago.

Sin embargo, no tenía demasiada hambre como para hacer aquello, aún no estaba tan despiadado. Salió de la cueva, arrastrando más el cuerpo y finalmente, sacándolo.

- Hay que alejarnos, Abi. - Toma de los hombros a la niña y se dirigen hacia el bosque, con ese sol que se refleja en la nieve y debe estar quemando sus pieles.

A lo lejos, dos miradas se percatan de la presencia de dichos tributos.

Ambos aliados del distrito siete caminan por el bosque, esperando ver algún animal. Ninguno de ellos tenía experiencia cazando, apenas Will recordaba haber llegado a atrapar ardillas con dificultad y Abigail jamás había tenido la necesidad de hacerlo. No obstante, para su pesar, el bosque estaba vacío, había algunas aves, pero con nidos demasiado altos que apenas podrían soportar el peso de la niña; sin embargo, esta no sabía subir adecuadamente a los árboles.

Will casi maldecía la vida acomodada de esa niña.

Pasaron horas en ese bosque, ni siquiera algún lago para pescar encontraron, a lo mucho lograron recolectar agujas de pino y unas hojas de algo parecido a la menta que reconocía Abigail. No fue un buen día de caza, estaban volviendo a su cueva cuando escucharon un grito cercano junto con el sonido metálico de un arma blanca desgarrando carne, después un cañonazo. Miraron a todos su alrededores, la niña abrazó a su aliado y el adolescente empuñó su machete a modo de defensa. Ellos se estaban asegurando de no hacer demasiado ruido, por lo que, solo huyeron en el mayor silencio posible hacia su refugio.

Hannibal había asesinado a ese tributo del distrito tres que faltaba, a comparación de su compañera, era mucho más pequeño; aunque, aparentaba casi su edad. Logró clavar un cuchillo en la parte posterior de su rodilla y luego, al tenerlo en el suelo, se apresuró para inmovilizarlo y degollar su cuello. Estaba satisfecho, ese tributo se veía sano.
Inició desvistiendo al cuerpo de la parte superior, le dio vuelta para que estuviera boca arriba y con el nuevo cuchillo que le regalaron, inició un preciso corte recto desde el diafragma hasta casi llegar a la altura del hueso pélvico, desgarró primero la capa de piel cutánea dejando ver parte de la grasa que se encontraba debajo de esta. Con otro corte recto finalmente logró acceder a la vista de los órganos del muchacho, con una piedra y otro cuchillo más grueso, rompió las costillas una por una, retirando los pedazos de hueso y extendiendo su corte, siendo casi con la forma de la letra "T" en ese cuerpo, facilitando el acceso. Con las costillas ya no siendo un estorbo, pudo ver los sanos órganos de ese tributo, aún rojizos y llenos de sangre. Se deleitó unos minutos con esa vista.  Procedió con lo más fácil, que era sacar los intestinos del cuerpo, jaló de ellos, primero del delgado y luego del grueso. Eso no lo comería, no sabía qué cosas había consumido anteriormente ese tipo. Después, con mucho más espacio dentro de ese cuerpo, el resto de órganos se desparramaron acomodándose como quisieran. Tomó con facilidad el hígado del cuerpo, sus dedos se volvieron a envolver en esa cálida cavidad y cortaron los ligamentos que lo unían al resto de órganos. Luego, viéndose lo expuesto que se encontraba, prefirió solo tomar uno de los riñones; puesto que, ya estaba tardando demasiado y eso podría elevar el peligro, no moriría por una estupidez. Los colocó en uno de los cuencos vacíos que ahora tenía, en los días anteriores había devorado ese plato de salmón, viene siendo útil, dejó el resto de cuerpo y tomó su cuchillo, empezando el camino hacia su escondite. Mañana le daría una visita a aquellos aliados, porque la noche se avecina. Cuando solo llevaba unos metros, ese tintineo conocido de los regalos le hizo elevar la vista. Ese pequeño regalo le llegó justo a sus pies, cuando lo recogió y abrió, vio un cuenco cuadrado lleno de especies para sazonar sus comidas.

Solo sonrío hacia arriba y procedió a decir. - Gracias.

Y desde el Capitolio, ese grupo de millonarios que obtuvo las grabaciones en vivo específicas del tributo del distrito uno, solo pudieron regocijarse en el placer del espectáculo que aquel joven les había dado, ellos sabían que algo les estaba bloqueando la típica grabación de los juegos, finalmente habían podido acceder a esta en específico a cambio de un gran soborno y convencieron al mentor del distrito uno en enviarle este regalo. Aquel joven mentor no entendía porqué le querían enviar aquello, al parecer era ignorante aún de lo que hacía su tributo, pero finalmente accedió.

Ya saben lo que vendría pronto.

Oficialmente habían pasado cinco días desde que iniciaron los juegos del hambre, por lo que, los vigilantes decidieron hacer que los tributos salgan de sus escondites. Llevaban un tiempo planeando esos nuevos escarabajos escurridizos y viscosos, con un tamaño de casi diez centímetros. Esos mutos estaban envueltos en un fuerte veneno, que no asesina, pero sí llega a provocar un insufrible dolor agonizante si se está en contacto con pequeñas cantidades. Abrieron las pequeñas compuertas para dejar a los mutos entrar por los recovecos de las cuevas, por montones caminaban hasta llegar a los dichosos escondites. Prácticamente todos los tributos se encontraban dentro de cuevas, puesto que eran las primeras horas del día; sin embargo, Hannibal ya se encontraba alistando sus cosas para su típica rutina de vigilar todos sus alrededores y finalmente encontrar el escondite de la persona que busca.  Se está ajustando la mochila y comiendo unos pedazos de fruta confitada cuando observa al primer muto, al ser tan antinatural por su color blanquecino, este se aleja con rapidez de la cueva saliendo sin mirar atrás. Agradece ya tener todas sus cosas indispensables listas, pero teme perder el hígado y riñón que tanto ha cuidado envuelta en nieve. No obstante, prefiere no averiguar qué sucede si alguna de esas cosas te mata. Los ligeros rayos del sol aparecen, si los vigilantes quieren una lucha a todo color, lo demuestran de esta manera. Por lo que, el tributo empuña sus armas y con la pesada mochila colgada, se empeña en hacer su recorrido.

En caso contrario, Will y Abigail se encuentran sumamente débiles, la comida se agotó y vivir a base de té de agujas de pino no ayuda en absoluto, masticaron algunas de esas hojas de menta para buscar alivio, pero se acabaron antes de que amaneciera. En ambos empezaba a calar la idea de que morirían allí, por inanición y ese sería el final, ya les habían advertido. Ambos estaban recostados en ese saco de dormir azul, con respiraciones lentas y con dolores de cabeza. La niña tenía un dolor de estómago constante del que prefería ya no hablar. Intentaría dormir un poco más y averiguar si lograba despertar.  Will igual cayó dormido, aunque pensaba en ir a intentar cazar nuevamente, fue sincero consigo mismo y se dio cuenta de que apenas era capaz de levantar el machete que tenía. Cuando tocaba debajo de su chaqueta podía sentir con mucha facilidad sus costillas y la acidez de su bilis le quemaba el estómago. Ninguno se percató de cómo se iba llenando su pequeña cueva con esos mutos de insecto. Poco a poco esos blancos bichos salían de cada pequeño lugar para caminar buscando el calor humano. El fuego los alejaba un poco, pero tenían acceso a la tributo más joven de esos juegos, la pequeña dormía con sus manos dentro de su chaqueta, a modo de compensar el frío; por lo que, unos mutos empezaron a subir por su ropaje e incluso al saco de dormir. Buscando la carne cálida para picar.  La niña se percató del ruido, de pequeñas pisadas sobre el material impermeable de su ropa como del saco. Con pereza abrió los ojos y a pocos centímetros de su rostro, pudo ver a los mutos blancos con patas y ojos negros encima de su ropa, peor aún cómo rápidamente se apresuraban a llegar a su rostro.

El grito de Abigail despertó a Will, ella se movió con rudeza para salir del saco y uno de los mutos se aferró a su pantorrilla, ella sacudía su pie; mientras que, Will alarmado y con el arma en manos, salió del saco y lo tiró al fuego. Otro desgarrador grito por parte de la aguda voz infantil le dejó aturdido, volteó y vio a la niña golpear su pie contra una pared irregular de la cueva. En el fuego, estos mutos chillaban demostrando que estaban muriendo.

- ¡Salgamos de aquí! - Grita Will, el fuego se avivó demasiado por culpa del saco de dormir y solo atinó a agarrar su arma y la muñeca de la niña.

- ¡DUELE! ¡AYÚDAME! ¡NO PUEDO! ¡NO!

Esos gritos que daba la pequeña le provocaba sentimientos de angustia a Will, pero aún con las negativas de la niña para moverse, él tenía que sacarlos de esa complicada cueva, porque el humo estaba aumentando y pronto llegarán a ahogarse. Los mutos ya no iban detrás de ellos debido al calor, con dificultad y lloriqueo de dolor por parte de Abigail, lograron salir de la cueva. La niña se tiró al piso nevado, aún gritando de dolor. - ¡¿Qué tengo!? ¡En el pie! ¡¿Hay algo!?

El tributo se acerca para revisar a la niña; sin embargo, no observa nada más que una ligera mancha rojiza en su pantorrilla baja. Su aliada se mordía la manga de su chaqueta para aguantar los gritos, el dolor lo sentía profundamente, la única manera en la que podía llegar a describirlo era como si te clavan un cuchillo en medio de una herida de quemadura. Ella jamás había experimentado algo así y su aliado no tenía ningún suministro para su dolor.  Más pronto que tarde, empezaron a oír gritos a lo lejos, de otros tributos; así mismo, los espectadores de los juegos veían cómo estos huían espantados de sus escondites siendo perseguidos por los mutos y revolcándose en la nieve para intentar apartarlos de ellos, como aliviar el dolor potente de las picaduras. Para Will demostró ser una fortuna que el fuego les fuese tan repelente, pudo jalar a Abigail hasta una parte profunda de la nieve e intentar que la niña deje de gritar. Ella lloraba sin querer tocar su picadura en el tobillo, se zarandeaba y se quejaba sin detenerse. Will se estaba desesperando.  Recordó al momento en que uno de sus perros más viejos estaba por morir, fue una muy mala época y el frío con el hambre, le hizo agonizar sin que pudiese hacer mucho más que estar a su lado. Los alaridos de dolor y el olor a muerte siempre los recordaba. Después de unas horas, finalmente el animal murió y pudo enterrarlo con Alana. Le pareció recordar ver algunas otras mujeres allí, lamentándose por él, todas con el mismo olor a muerte y diciendo que ahora él estaría en un lugar mejor. ¿Estaba combinando recuerdos? No importa.

Sin embargo, ahora era peor. Era una aliada, una niña amada en su distrito. Ella no merecía morir, pero él tampoco cree que pueda vivir demasiado tiempo.

El humo que salía desde la cueva, iba elevándose cada vez más, daba un vistazo claro de su ubicación. Por ello, Hannibal también escuchó un grito agudo cerca a él, por su mente pasaron dos teorías. Era por culpa de esos insectos o alguien estaba asesinando.  Se acercó con su arma a paso tranquilo, vigilante de su alrededor. Hasta que vio a un fuerte cuerpo ir corriendo desde el otro lado a dónde él estaba, moviéndose entre árboles apresurado hasta la persona proveniente de los gritos. Prefirió observar la situación.

- ¡Ahí estás siete! ¡No creas que he olvidado tu estúpida broma! .- Gritó el otro tributo. - ¿Con cuál prefieres, imbécil?

El rubio se movía entre la nieve con destreza, los gritos agudos se combinan con una pelea de voces gruesas y masculinas. Cuando estaban lo suficientemente cerca, observaban con claridad. Un tributo con una fea cicatriz en la cara, del cual al parecer tenía algo contra el muchacho de ojos azules profundos. También se dio cuenta de la pequeña sollozando y aguantando mucho dolor, que se encontraba tirada en la nieve. Ambos muchachos seguían discutiendo. Uno armado con un machete, pero se veía tan enfermo y débil que dudaba que lograse empuñar correctamente el arma, por otro lado, el joven de la cicatriz se veía agotado y con un cuchillo pequeño junto a su sed de venganza. Nadie apostaría por Will.  No obstante, le vio esquivar el primer golpe con habilidad y rozar el machete por la rodilla de su oponente. Claro hasta que el muchacho logró inmovilizarlo con una rodilla sobre su espalda y una mano en la parte posterior de su cabeza, presionando fuerte contra la nieve helada.
Will prefiere cerrar los ojos, ahora el llanto le impulsa a intentar rogar por su vida. - ¡Perdón! ¡No debí hacerlo! ¡No me hagas daño por favor! ¡Por favor!

- ¿Ahora te comportas como un endeble? ¿Dejas de hacerte fuerte? .- Le susurra cerca al oído, haciendo presión en su rodilla para provocar dolor. - Voy a disfrutar de esto.

Will siguió gritando, aquello disgustó a Hannibal, si ese muchacho debe rogar por alguien, definitivamente debería ser por él y solo él. Ese tributo idiota, no merecía tanta relevancia. Afianzó el agarre de su largo cuchillo, se acercó con facilidad debido a que ambos tributos estaban inmersos en su lucha. Se colocó detrás de ese tributo de la cicatriz que iba pasando su navaja por la espalda del tributo del siete, rompiendo su ropa y presionando sobre su piel. Hannibal prepara su fuerza, quiere intentar probar el filo de su arma y sus habilidades en cuanto a su entrenamiento, por lo que, flexiona sus brazos y antes de que el otro tributo corte la piel de Will.  Con una última respiración fuerte, el tributo de la cicatriz se percata de la gran presencia detrás suyo. Voltea justo en el instante en que ese tributo es degollado con el golpe preciso en el cuello impartido por Hannibal, casi llegando a la decapitación. El cuerpo cayó al costado de Will, con espasmos y chorros de sangre saliendo del cuello. El tributo de ojos azules tenía el cabello y nariz manchadas con la sangre de ese tributo.
Finalmente sus miradas se volvieron a cruzar, el color caoba y azul se reunieron con un brillo cómplice.

- ¿Ahora es mi turno? .- Pregunta Will intentando que su voz no se trabe por el llanto anterior.

Hannibal no le pudo responder, porque la niña empezó a gritar y llorar de dolor nuevamente. Will se arrastró hacia ella, intentando consolarla. Otra vez, eso molestó al rubio.

- ¿Quemaron a los mutos?

- Le atacó uno, tuve que quemar el saco de dormir.

- ¿Por eso está así?

El pelinegro asiente, ante ojos de todos, que esa especie de alianza era extraña e inesperada. Todos asumieron el asesinato de tres tributos. Ahora Hannibal se colocaba a la altura de la menor, puso la mano sobre su frente y estaba bastante caliente. Continuaba llorando sin detenerse y quejándose, era ruidosa, pero hacía de Will más manipulable como dependiente. Eso era bueno.

- Hay que llevarla hasta mi escondite, está apartado de aquí.

Aquello sorprendió a Will, realmente esperaba ser asesinado, pero aquel tributo profesional le planteaba una alianza. Incluso, lo vio sacar de su mochila pedazos de comida que definitivamente habían sido dados por patrocinadores. Para el pelinegro fue imposible negarse y comer la fruta confitada que le ofrecían.

- ¿Por qué? .- Cuestionó al profesional, mientras intentaba masticar más lento.

El rubio sonrió ante la feroz mirada, nada ingenua. - Llevo días queriendo encender un fuego, no lo he logrado.

- ¿Solo por eso?

- Dormir sintiendo que estoy cerca de la congelación no es agradable.

Le indica a Will que avance en alzar a Abigail y empezar el recorrido; mientras que, él veía si ese tributo tendría algo de utilidad. Aunque aquellos patrocinadores en específico, ya sabían el buen espectáculo que se avecinaba.

 

 

Escondite

 

 

 

🌘

 

 

 

 

 

 

- ¡Por un demonio! ¡Solo tenías un maldito trabajo! ¡Lárgate! ¡Yo misma me encargaré de que no vuelvas a trabajar aquí!

La vigilante jefa le gritaba a aquel empleador que no había cambiado la emisión de la grabación a tiempo, dejando ver claramente cómo el tributo caníbal llegaba a destrozar el cuerpo del tributo del distrito cinco, no solo bebiendo parte de su sangre; sino que, quitando parte de un pulmón y luego, prácticamente saltando sobre el cuerpo para destrozar sus costillas y ver cómo diversos órganos explotaban. Tomó la cabeza solo para quitar la lengua de su cuerpo y llevárselo también.
El público general había visto aquello, está claro que no era el peor asesinato; sin embargo, si causó repulsión debido al canibalismo.  Una vez los insectos y Hannibal acabaron con dos tributos en total, quedan cinco tributos en la arena. Sin embargo, la familia de Abigail se negaba a dar alguna entrevista, ningún periodista dio con Alana y Lady Murasaki se encerró en su casa por días enteros.

Con esa racha de muertes, tuvieron un ambiente tranquilo por lo que restaba de día. El frío no era abrasador y las cuevas se limpiaron de mutos. Hannibal estuvo tranquilo con el hecho de que los órganos que había refugiado en los contenedores de antigua comida aún se mantuvieran intactos. La niña cayó desmayada por el dolor, Will tal y como prometió hizo una fogata pequeña con madera que tenía Hannibal apiladas y fósforos. Luego, se la pasó dándole tragos de agua a la niña aún inconsciente.  Algo en la mente del rubio, le decía que la niña no volvería de ese estado, pero notaba al pelinegro aferrarse a ella bajo cualquier circunstancia. Él no notaba lo débil que se encontraba Abigail realmente.


Hannibal se dedicó a cocer la carne con aquellas especias, ya había comprobado antes que nadie estuvo cerca a su refugio ni había caído en sus trampas. Era lo más seguro que se podían encontrar. Cortó la lengua en trozos pequeños, que se hicieran con facilidad y debiliten los tejidos, haciéndolo fácil de masticar; después, pudo continuar con el hígado simplemente esperando a que todo se cocine.

- ¿Por qué no te dieron la comida hecha?

Después de varias horas, finalmente volvió a escuchar a aquel animal temeroso y maltratado. Tenía hambre y buscaba respuestas acercándose. Estaba muy a la par de sus instintos. Era salvaje.

- Tampoco lo comprendo. - Mintió. - Supongo que querían comprobar mis habilidades, debido a lo que dije en mi entrevista mi pasión por cocinar; aunque, aquello fue más una broma.

- No recuerdo nada de las entrevistas, supongo que sí. 

Hannibal ya sabía aquello, lo vio completamente disociado y temblando. Por ello, era fácil mentir.

- ¿De qué animal es? Parece ser de zorro.

El rubio esbozó una sonrisa. - No la he probado aún, pero creí que simplemente era cerdo.

- ¿Desde cuándo te han enviado regalos?

- Desde el baño de sangre. - Confiesa, aquellos ojos se unen una vez más.

- Gracias por lo de esa vez también. - Dice bajando la mirada.- Ha sido útil. - Menciona, refiriéndose al machete.

Mueve la carne con los cubiertos, ya casi termina su cocción. - ¿Usabas mucho el hacha en tu distrito?

- Si, básicamente todo el trabajo consta de talar árboles u ordenarlos, yo hacía ambas.

- ¿No tendrías que hacerlo cuando fueses mayor?

- Necesitaba el dinero y algunos agentes de la paz lo dejaban pasar. - Alza los hombros. - La mayoría de los huérfanos trabajan desde que tienen diez años.

- ¿También eres huérfano? .- Preguntó, intentando hacer su voz cómplice para que se sienta atraído hacia confianza por la confidencialidad.

El de ojos azules asiente sin parpadear. - No parece que hayas sido criado en un orfanato.

- Solo estuve allí un año con mi hermana pequeña, luego mis tíos me adoptaron.

- Tuvieron suerte. - Le afirma, algo envidioso.

- La tuve solo yo, mi hermana murió en el orfanato.

- ¿Se enfermó? Realmente lamento eso. - Dijo, sintiéndose incómodo.

- Si, enfermó. - Mintió, él sabía que había pasado con su hermana y cómo a pesar de que intentó que los agentes de la paz no se la llevaran, se la arrebataron. Asesinar a los hijos e hijas de los agentes de la paz o entidades del gobierno de su distrito, se volvió entretenido para él cuando tenía suficiente edad. Su tío también le había mentido diciendo que murió durante la noche por una enfermedad, ignorando que él siempre supo la verdad. Merecía ser envenenado por eso, una muerte larga y tortuosa. - ¿Tienes hermanos?

- En absoluto, solo tenía una amiga en el orfanato, crecí con ella.

- Suena a que son muy cercanos ¿Tienen historias parecidas? - Pregunta el rubio.

- Algo así, su madre fue presa por algo y su hermano mayor no se quiso hacer cargo. Nos conocemos desde los once años y supimos sobrevivir desde entonces.

- Al parecer los orfanatos son horribles en toda Panem. - Dijo sarcástico, a lo que pudo ver sonreír al pelinegro.

- Esperaba más lujo siendo del distrito uno.

- Estás equivocado, las camas eran tan viejas y duras, la comida era húmeda, fría y asquerosa, demasiado calor en el verano y demasiado frío en el invierno, era solo un lugar de niños abandonados y adolescentes enojados con absolutamente todo.

- Vaya, es parecida la experiencia. - Menciona Will. - ¿Tus tíos fueron buenos contigo?

- Me dieron lo que necesitaba y más, supongo que estaban en deuda por lo de mi hermana. A mi tío casi nunca lo veía, trabajaba todo el tiempo y mi tía, ella es buena y elegante.

- ¿Así que te volviste un niño rico en tu distrito? Buen giro.

- Algo así. - Dice sonriendo. - Pero lo que viví en el orfanato nunca se fue de mi mente, jamás volví a ver a los niños de mi edad de la misma manera. Ver de lo que eran capaces.

Esta vez Will se tomó un tiempo observando las duras facciones de Hannibal como su perfecto perfil. - Uno debe hacer de todo para sobrevivir.

El tributo del distrito uno le devuelve la mirada, al delgado muchacho huérfano y que sus ojos azules solo se reflejan de muchos más colores por el fuego, se sujeta las rodillas al pecho con los brazos, se ve frágil y asustadizo. - ¿Qué hiciste tú?

- Ya sabes, los agentes de la paz. - Dice sin más, ahora esquivando la mirada, dando a entender la vergüenza que le daba confesar aquello.

- ¿Con tu amiga? ¿Ambos lo hacían?

- Ella ya venía haciendo eso desde que llegó al orfanato, era buen dinero y por los dos juntos, pagaban más. ¿Qué otra opción teníamos? Medía la mitad que ahora y apenas sabía sujetar un hacha.

- No te estoy juzgando Will. - Le dice, en un tono apacible que nota que le agrada. - Jamás juzgue a las niñas de mi orfanato por ello, si lo hicieron con los agentes u otros hombres de poder en mi distrito, ellos son unas lacras. - El sabe que ellos se llevaron a su hermana, cuando esta tenía apenas siete años.

- Lo son. - Afirma. - Le di todo mi dinero ahorrado a mi amiga, se llama Alana. Espero que lo esté usando bien. ¿Crees qué nos está viendo?

- A los vigilantes no les suele gustar emitir esta clase de cosas, cuando hablan del distrito del otro. Así que no creo que lo hagan, Will.

Nuevamente se detiene la conversación para servir la carne, Will lo acompaña con el último de té de agujas de pino que tienen. Comen en silencio, de vez en cuando oyendo cómo la niña se mueve o reniega en su inconsciencia. Hannibal nota que aquello pone tenso a Will, por lo que, decide empezar a hablar.

- ¿Tú llegaste a pedir teselas?

- Si, unas cuatro o cinco veces al año, principalmente en invierno. - Dice después de tragar con hambre. - Me imagino que tú no ¿Por qué fuiste voluntario?

Para aquella pregunta, piensa en si mentirle y darle la típica respuesta de profesional, pero se abstiene. - Desde la muerte de mi hermana, me llevo sintiendo culpable, he intentado muchas cosas para alejar esos pensamientos de mi cabeza y jamás lo he logrado, ella está en todas partes y me atormenta que ya no esté. No tengo buena fama en mi distrito, mi tía está embarazada y ese será el heredero de mi tío, tampoco tenía mucho que perder. He estado profundamente triste y vacío desde entonces.

- ¿Qué sucede si sales de aquí y ganas los juegos?

- Si te soy sincero no he pensado en aquello, desde que pisé la arena prefiero centrarme en el presente.

- Tienes razón. - Menciona y continúa comiendo lo último de su plato. - Está muy bueno, no suelo comer cerdo a menudo, pero es delicioso.

Hannibal piensa que probablemente Will no ha probado siquiera carne de res, pero se le hizo algo adorable su mentira. - Me siento halagado.

- ¿Debería hacer algo más?

Nota la preocupación en las palabras del pelinegro, quiere sentirse útil y ser un buen aliado, Hannibal realmente afirma su perspectiva sobre lo maltratado que ha sido ese chico desde tan joven. No es como si él no hubiera sido tratado de la misma manera.

- ¿Algo cómo qué? .- Pregunta en un tono grave.

Will se percata de la profundidad de esos ojos oscuros, que a pesar de la luz del fuego, siguen mirándolo como una presa. No obstante, esta vez no se sentía ofendido. Pensó que tal vez era porque la última vez que tuvo sexo fue en la mañana de la cosecha con Alana. Ambos estaban nerviosos y es lo único que se les ocurrió, ella lo montó durante una media hora mientras reían y bromeaban nerviosos, ambos terminaron y se vistieron para ir a la cosecha. Sinceramente, mucha veces tenía realmente ganas de coger, lo hacía en automático con aquellas personas que le pagaban y por diversión con Alana. Solo en contadas ocasiones, con una pareja de agentes de la paz, llegó a sentirse diferente y eso empezó hace un año. Mientras se follaba a la mujer y su novio lo cogía, pero no de manera ruda, torpe o despiadada, todo lo contrario. Ambos sabían lo que hacían y encontró placer en ello, que no le golpeen ni insulten, también influenció para considerarse una buena experiencia, iban una vez al mes y pagaban bien. Era como las ocasiones con Alana, solo que esta vez si lograba tener un orgasmo sin mucha complicación. Para la vista de Will, las cosas iban a complicarse pronto, solo eran cinco tributos en la arena, dos afuera y tres dentro de una especie de alianza. Eran finalistas. Tal vez le pueda ayudar a cazar los otros dos tributos, aunque él no había matado a nadie todavía, luego tendría que correr con Abigail lo más lejos que pueda.

Estaba claro que desde que lo vio, Hannibal se le hizo sumamente atractivo, pero estaba demasiado deprimido pensando en su muerte cómo para concentrarse en masturbarse o ver cómo encontrarse con él en los baños del edificio de entrenamiento y; aunque sea, hacerle un trabajo oral. Tal y cómo dijo él rubio, debería concentrarse en el presente. Y Will quería tener sexo de nuevo antes de morir, mientras que, esa mirada que el rubio le brindaba, para él era una especie de invitación.

Hannibal pudo notar el cambio en la criatura en frente suyo, algo que ya había notado en sus contadas experiencias con sus víctimas. Ese muchacho con claramente un nulo control de su lívido iba a atacarlo y él no se iba a despojar de esa experiencia.

El pelinegro fue sumamente rápido y experimentado, ni siquiera necesitaron palabras, ya se encontraba encima del rubio atacando sus labios con conocimiento y frotando su entrepierna con el contrario. Las frías manos de Hannibal acariciaron por debajo de la chaqueta de Will, estremeciéndose por el frío, pero de alguna manera disfrutando de la adrenalina que este momento le brindaba.

Ambos estaban al tanto de que no solo eran grabados, sino que, podían ser atacados por tributos, mutos o cualquier otra cosa que preparen los vigilantes. Aunque aquello parecía incentivar al pelinegro, metió la mano dentro de los pantalones del contrario y con agilidad tomó su miembro para empezar con el vaivén rápido, aquello sí provocó una serie de jadeos para Hannibal, a la vez que Will estaba casi fascinado con las caricias que recibía por parte del rubio de rostro perfecto. Hundió más la mano para acariciar el escroto y testículos ya endurecidos, presionaba con suavidad y sentía a la vez cómo los labios del rubio dejaban de moverse, al estar concentrado en su propio placer. Volvió a dar atención al miembro contrario, sintiendo ya el líquido pre seminal sobre sus dedos que facilitaban todo. Por un momento, la duda sobre su sabor invade los pensamientos de Will, por lo que, siguió actuando por instinto. Bajó unos pocos centímetros más el pantalón, le plantó un último beso al rubio y descendió hasta que sus labios tocaron el glande rojizo de su aliado. Instantáneamente los dedos de Hannibal se deleitaron con el cabello rizado, haciendo que se aferre con fuerza suficiente para guiar los movimientos; aunque, no fue tan necesario, puesto que, Will sabía hacer felaciones de manera espectacular y; a comparación de la última vez que Hannibal recibió algo así por parte de una hija de un empresario, esto era sumamente superior. Mientras que, Will empezó a ser consciente del tamaño de Hannibal, podía tomar hasta un poco más de la mitad sin problemas, un tamaño decente y un sabor salado, pero agradable. La piel del rubio podría definirse como tersa, tanto en sus muslos como en su rostro, su lengua había sido magistral y ahora que tenía su miembro en su boca, realmente lo estaba disfrutando. Más allá del deseo primario de su cuerpo. Alejó una de sus manos para llegar hasta su propio miembro, tenía una semi erección, lo que era una buena señal. Empezó a masturbarse al ritmo que metía el pene en su boca, deleitándose con los jadeos y cómo era tirado su cabello, fuerte pero no brusco. Pronto pudo apretar su propio miembro y sentir como ya tenía una erección casi por completo, seguía masturbando al rubio y lamiendo el tronco del miembro, por un segundo, se percató del la ligera mata rubia de vello púbico que tenía, casi imperceptible, aunque fue algo curioso para Will.

- Estoy cerca. - Le advierte Hannibal con esa voz mucho más grave.

Will se incorporó nuevamente y bajó un poco sus pantalones, ante la mirada expectante del rubio, para Will era divertido ser quién tenía experiencia esta vez y el dominio en gran parte. Sin preocuparse demasiado, disfrutó al ver la mueca de placer en el rostro de Hannibal, cada una de sus expresiones mientras se acomodaba para montarlo. Las manos del rubio sujetaron con fuerza las caderas del pelinegro, dejando marcas. Se fue adaptando poco a poco como estaba acostumbrado, además de que, notaba en el comportamiento del mayor, que este no era demasiado experimentado en aquello que estaban haciendo. Hannibal ya empezaba a moverse, algo descoordinado y apresurado, Will se sostuvo de los hombros ajenos y empezó un vaivén rápido y corto. Algo que ya tenía al rubio jadeando cerca a la oreja del pelinegro, aquel miembro entraba en su agujero demasiado bien, él mismo se encontró jadeando bajo y diciendo tonterías al aire sobre lo bien que se sentía.
Las embestidas de ambos cuerpos, les llenaba de calor, se centraban en un punto completamente excitante para Will. Hannibal besaba el cuello y hombros ajenos, mientras sentía cada vaivén muy estimulado con ese chico de ojos azules profundos, su miembro estaba deliciosamente aprisionado contra las paredes del cuerpo contrario, finalmente tomó la oportunidad de sumergir sus manos en los calzoncillos de Will y encontrar su pene. Tenía una semi erección de la cual gustoso se haría cargo, a la vez que el pelinegro continuaba montándoselo de esa manera. Le rodeó con una mano y le prestó principal atención a la glande del muchacho delgado, aquello hizo que apretara más su interior y casi siente el orgasmo más cerca de lo realmente quisiera. Seguía presionando, teniendo presente la adrenalina del momento, una especie de droga que nublaba su visión y los llevaba a un mundo donde solo ellos dos estaban presentes, disfrutando del cuerpo ajeno entre nubes de placer. Las manos de Will se sujetaron al cabello rubio, moviendo su cabeza de manera brusca buscando unir sus labios otra vez y el choque de lenguas para ver quién tenía dominio.
Continuaban con los movimientos rítmicos, marcados por el gusto de ambos y las caricias rudas jamás se fueron, llegó un punto en el que para el pelinegro se le hacía difícil mover sus caderas con conciencia, porque estaba experimentando nuevamente esa sensación que antes solo había tocado a la par de dos adultos experimentados. Un orgasmo por sí solo, podía sentirlo formarlo en su vientre, no solo por la abrumadora mano del rubio sobre su miembro; sino que, también por sus besos húmedos y mordidas en sus labios, su mano constante en su trasero que guiaba su ritmo y su miembro que parecía encajar con él perfectamente. Hace tiempo no sentía esa clase de placer, él entendía que había sacrificado su vida sexual por sobrevivir en su distrito; por ello, el lograr sentir el sexo de una manera diferente le encantaba, cuando no lo sentía como una transacción; todo lo contrario, eran simplemente dos adolescentes que querían tener sexo.
Algunos jadeos empezaron a salir sin poder evitarlos, esos ojos marrones le miraban con deseo y furia. Con sus pesadas manos, le empujó hacia atrás hasta que la espalda de Will tocó el suelo. Por el cambio de postura, el miembro de Hannibal salió del apretado agujero por unos segundos, hasta que ahora el rubio se colocó encima de él y tomó sus piernas para colocarlas a un costado de su hombro derecho y volver a introducirse dentro del cuerpo de Will.
Ambos gimieron por ello, empezaron las embestidas tentativas para saber si aquello les gustaba, hasta que, encontraron nuevamente el ritmo que ambos disfrutaban. Para Will, el muchacho rubio se veía imponente y vigoroso, completamente su tipo si es que podía pensar en tener uno. Agarra su pene y empieza a masturbarse con rudeza, no le importa lastimarse porque simplemente quiere obtener la satisfacción para su cuerpo.
Hannibal se excitaba al ver al muchacho tan desesperado por su liberación, cómo apretaba su abdomen plano cada vez que ingresaba con más fuerza y temblaban sus piernas. Creía tener frente suyo a un íncubo, uno que pronosticaba su muerte y a la vez, le proporcionaba una última muestra del placer terrenal. Le daba una visión del abismo al que se aproximaba y la pasión con la que él deseaba hundirse más.
Le vio con gloria, cómo esos ojos azules se escondían en sus párpados y cómo apretaba la mandíbula, debido a eso, se aseguró de golpear más fuerte en su interior y apretar los muslos ajenos. La mano de Will seguía con ese movimiento rudo que sabía que provocaría dolor luego; sin embargo, estaba tan cerca y sin tener que pedirlo, Hannibal estaba coordinado a ayudarlo con ello. Cuando parecía que estaba por gritar de placer, la fuerte mano del rubio le cubrió la boca mientras su miembro lanzaba hilos de semen por toda su chaqueta cerrada y parte visible de su abdomen, se retorcía por el conjunto de sensaciones que hacían que apretaron su cuerpo y empeoraron sus movimientos erráticos. Para Hannibal aquello fue majestuoso, jamás había tenido sexo de esa manera y era increíble. No solo podía sentir aún más al no tener ningún tipo de interferencia entre ambos, sino que, el bonito cuerpo parecía estar hecho para él y su disfrute. Como ningún otro, le observaba sobrellevar su orgasmo y en sus ojos llorosos, veía el deseo por ayudarle a conseguir el suyo.
Will abrió más las piernas, a cada costado de él y pudo incrustarse con mayor ímpetu. Solo hicieron falta unos empujones más dentro de la estrechez del cuerpo ajeno para que el rubio se libera dentro del pelinegro con un jadeo profundo y unos espasmos que le hicieron librarse de su cordura durante varios segundos. Al parecer tienes que estar cerca de morir para alcanzar el cielo. Ambos; a pesar del frío clima exterior, se encontraban sudorosos y calientes. Simplemente mirándose a los ojos y sin entender demasiado sobre lo que acababan de hacer.

El golpe de vuelta a la realidad se dio cuando la pequeña Abigail nuevamente empezó a quejarse del dolor en su inconsciencia, por ello, ambos jóvenes empezaron a vestirse nuevamente y volver a sus responsabilidades.

 

 

 

 

 

 

🌑

 

 

 

 

 

 

- Bueno, no es la primera vez que sucede algo así, se podrá vender para el ministro anciano que se encarga del transporte. - Menciona la vigilante jefe, que se encargó a la par del otro vigilante de grabar todo correctamente. - ¿Tú tendrías sexo si fueses a los juegos? .- Pregunta bromeando a su subordinado.

- Soy más de mujeres. - Responde riéndose. - Supongo que sí, ir a los juegos es emocionante y puede ser así para muchos.

- Yo de ellos me concentraría en sobrevivir, ya dieron la orden allá arriba.

- ¿Los tres se van?

- La niña está casi descartada, pero al parecer la hija del presidente llegó a ver al caníbal en acción y exigió que alguien así no ganara. - Dice alzando los hombros. - Vamos a intentar que el tributo masculino del siete no muera, es atractivo y de seguro estará encantado de entretener a los altos mandos.

- ¿No querían lo mismo con el tributo del distrito uno?

- A algunos ya les dio asco, ya vieron lo que es en realidad. - Responde.

- Bueno, entonces ya lo tendré preparado todo para la tarde. - Afirma, recibiendo una sonrisa de aprobación por parte de la vigilante jefe.

Por otro lado, para el resto de tributos, el frío empezó a aumentar aún más de lo que cualquiera esperaba y varios empezaron a sentir sus cuerpos entumecidos. Sin embargo, desde hace horas Will tenía otra preocupación y esa era, la prevalente fiebre de la niña que con nada disminuye y aunque intentó darle de comer o beber a la niña, era prácticamente imposible. Hannibal solo pensaba en la pronta muerte de la niña, le estaba molestando la poca atención que le dedicaba el pelinegro debido a estar pendiente de su compañera de distrito. Así mismo, también pensó que ya habían pasado varias horas todo estaba tremendamente tranquilo, tanto que era aterrador porque no se suponía que los juegos deban ser así, estos juegos han sido relativamente rápidos debido al clima extremo debido a la dificultad para huir durante el baño de sangre, eso le procuraba una duda sobre si los extenderían o los acabarían cuanto antes. Por ahora la balanza se inclinaba para la segunda opción. 

Will intenta darle agua a la niña, la cual apenas tiene fuerza para beber y aquello le frustra. Se odia a sí mismo por no poder cuidarla adecuadamente. 

- Será peor si la fuerzas. - Le dice Hannibal sin mirarlo, concentrado en limpiar sus armas y organizar de manera meticulosa sus artefactos. 

En el fondo, el más joven sabe que tiene razón, pero eso no le impide volver a acomodar a la niña y poner un paño húmedo en su frente. Odia saber que todos saben que la muerte de aquella niña es inminente. - Sus padres deben estar deseando mi muerte y no la de su hija.

Los ojos oscuros buscan finalmente a su compañero, ese hermoso muchacho joven que se sienta a su costado, cerca al fuego. Realmente para él, aquel es un pensamiento estúpido. - Todos los padres quieren que sus hijos ganen.

- Somos huérfanos, creo que pensarán que es un desperdicio que sigamos con vida.

- La vida no es justa en absoluto Will. - Responde, colocando un cuchillo en el filo de su pantalón. - ¿Tú vida sería buena si no estuvieses aquí? - Le pregunta. 

El muchacho niega, haciendo que sus rizos se muevan con parsimonia. - Lo dudo bastante, soy autodestructivo, en algún punto ya no lo hubiese soportado y solo me suicidaría.

- La maldad no es una característica de tu nacimiento, pero te has visto envuelta en ella desde muy joven. - Le dice el rubio. - Es por ello que no la soportas. ¿Siquiera has asesinado a alguien aquí? 

- ¿Tu maldad es innata? - Pregunta, queriendo evadir la pregunta anterior. 

Sonríe de costado, desea seguir incomodando al hermoso muchacho. - La es, fue retenida antes porque tenía otra clase de preocupaciones, una vez me la arrebataron es que pude dar rienda suelta a todo aquello. 

- ¿Has asesinado antes? 

La ingenuidad de Will era algo que empezaba a divertir al mayor. - Solía matar gatos y perros junto a mi hermana, a ella le gustaba jalarles la cabeza a los gatos hasta que dejaran de moverse o juntos los golpeamos con palos y les introducimos clavos dentro de su piel y ojos. 

El castaño frunció el ceño ante tal respuesta, definitivamente esos no eran los comportamientos de un niño. Estaban completamente locos. - ¿Por qué harían algo como eso?

- Estábamos enojados con nuestros padres y; también, nadie nos decía que no podíamos hacerlo, no nos decían nada en general. - Nota la mirada asqueada del contrario, así que solo bufa. - Era un niño Will, solo era un juego. 

El castaño prefiere no responder ante tal horrible acto que solía hacer su compañero, se encuentra perturbado por aquello y sinceramente le desagrada demasiado, pero no es como que pueda huir en este momento. Moriría si estuviese solo allá afuera, aunque probablemente igual lo estará en unos días. El jamás saldrá vivo de esta arena y es algo que debe aceptar, aunque tener conocimiento sobre su propia muerte le ocasiona una perpetua sensación de incomodidad. 

- ¿Crees que enviarán mutos otra vez? - Desea cambiar el tema y no hablar de la turbia infancia del rubio. - Hoy no ha muerto nadie.

- Quien sabe, Will. Odio las muertes anunciadas y casi siempre al final de los juegos prefieren que luchemos entre nosotros. 

- Detesto que aumenten el frío, parece que nos quieren asesinar de esta manera. - Dice subiendo el cuello de su chaqueta para calentar un poco su nariz. Es entonces que ve el hacha que tiene su compañero, que no se encuentra dentro de su ordenada mochila. - Se parece a las que usamos en mi distrito, aunque más pequeña. 

Sin pedir ningún permiso, se acerca para tomarla ante la mirada expectante de Hannibal, viendo la pequeña hacha plateada de mango negro, ligera y con un filo algo desgastado, porque de seguro no ha estado siendo usada adecuadamente. Puede ver su reflejo ante aquel arma y deduce que se ve patético, un poco sucio y más delgado que de costumbre, a comparación de su compañero que se ve igual de fuerte y sano que cuando lo vio en el campo de entrenamiento. Al final, solo alza los hombros y empieza a frotar el arma contra el suelo rocoso de la cueva, intentando recuperar algo del filo. 

- Come un poco, aún queda carne de ayer. - Le dice Hannibal, el cual ha descubierto un placer oculto en ver al otro hombre comer absolutamente todo lo que le da. Antes había intentado darle parte de la carne a Lady Murasaki o a su tío, pero no se comparaba con el hambre y genuino agradecimiento que veía en el muchacho al comer. Estaba embelesado con la manera en la que aceptaba ser alimentado, nutriéndose de lo que él le daba, desconociendo su provenir. 

Le veía masticar gustoso, bebiendo sorbos de agua caliente y volvía a tragar. Su delgada garganta dejaba ver todo lo que sucedía al momento de la deglución, era extrañamente encantador para Hannibal. No podía negar que le excitaba en cierta medida, más de lo que quisiera admitir. 

Mientras que, ciertas personas con gustos peculiares y degenerados, tenían una visión exclusiva de los momentos de ambos jóvenes, compartiendo los mismos pensamientos que el joven tributo del distrito uno tuvo. Entendiendo a quién pertenecían los órganos que ambos muchachos estaban comiendo o en el caso del tributo del distrito siete, devorando. Lamentablemente, conocían las órdenes que habían dado desde los altos mandos, su adorado tributo no sobreviviría por mucho más, por lo que, se deleitarán con su muerte televisando cada uno de sus movimientos. 

Pronto vieron como toda la arena comenzó a temblar, los árboles se sacudían y se escuchaba un estruendo bastante fuerte, aquello era debido a que la nieve se estaba moviendo, enterrando a cualquier que se cruzase por su camino. 

El movimiento era devastador, apenas lograban mantenerse en pie y prácticamente oían que la cueva se derrumbaría en cualquier momento, Will corrió para intentar sujetar a Abigail, tropezando con fuerza en el camino y doblando uno de sus pies, por lo que, solo decidió ignorar el dolor para intentar cargar a la niña en su espalda con el hacha en su otra mano, mientras que, Hannibal ya se encontraba fuera de la cueva empezando a descender con él cuidando que podía a través de la nieve escurridiza, una gran capa de nieve los atraparía en cuestión de pocos minutos si no se movían con rapidez. Will apenas iba a salir de la cueva, vio como el fuego de la fogata desapareció por completo y cómo las cosas que Hannibal no pudo empacar se movían de su lugar, un cuenco en especial vació su contenido a un costado, fue entonces que el castaño, aunque quiso detenerse unos segundos para observar adecuadamente no pudo, pero ante su vista eso parecía un órgano humano. 

Sujetó a Abigail contra su pecho, la niña apenas gemía y entre abría los ojos con pereza, se aferraba con pocas fuerzas a la chaqueta de Will. Empezó a bajar, pero su pie dolorido le dificulta todo, la nieve hacía que estuviese en constante peligro al bajar y cada vez podía oír a la impoluta capa de nieve deslizarse detrás suyo para enterrarlo. Hannibal volteó y se molestó inmediatamente, ese muchacho se continuaba aferrando a la vida de la niña moribunda, planeaba morir con ella al parecer y eso es algo que él no permitiría. Subió rápido y le tendió la mano a Will, este con dificultad tomó la suya para bajar juntos, entonces le fue inevitable no sisear por el dolor de su pie. 

- ¡Yo la llevaré, es demasiado pesada para ti!. - Le grita entre todo el disturbio, prácticamente arrebatándole a la pequeña. Fue entonces que Hannibal notó lo lenta de su respiración y cómo a esa niña su corazón le fallaría en cualquier momento, probablemente ni siquiera estuviera consciente debido a la fiebre, un total caso perdido, era como llevar un costal de arena. - ¡Avanza, rápido! 

Will se desliza para avanzar sobre la nieve, bajando como puede usando el hacha para sujetarse a alguna roca cuando siente resbalar, están demasiado alto como para tocar el suelo de la arena, tendrían que buscar un lugar donde esconderse. Miraba para todos los alrededores buscando donde podían refugiarse, el temblor había disminuido su potencia, pero cada vez se acercaba más aquella avalancha de nieve. Comenzó a agitarse, estaba completamente nervioso, morir enterrado en nieve perdiendo el oxígeno segundo a segundo sonaba terriblemente tortuoso. No quería morir. Respiraba fuerte por la boca, buscando por todo lado, bajando casi tropezando, solo queriendo buscar una solución que no encontraba. No sabía en qué momento había empezado a llorar mientras descendía, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras entraba en pánico y jadeaba al no entender qué hacer. Solo querían asesinarlos, era así desde el principio, su propósito es morir en la arena y no mucho más.

- ¡Will! ¡Aquí! - Esa voz grave se escabulló dentro de sus pensamientos destructivos, volteó y vio al rubio con su aliada sujetada a su pecho por uno de sus brazos.

En ese momento le miró como si fuese alguna especie de salvador, lo era, le siguió como un discípulo obediente acercándose a toda prisa mientras la aterradora avalancha estaba a pocos metros de ellos, era una pequeña cueva que tenía una abertura rocosa y resistente, entró a toda prisa sin importarle el agudo dolor de su pie, simplemente quería continuar con vida. Cuando su cuerpo por fin tocó el suelo de esa cueva pudo suspirar y al saber que sus aliados también estarían a salvo. 

O eso pensaba, debido a que el único cuerpo que vio entrar fue el de Hannibal, apresurado hasta chocar contra él. Entonces un fuerte sonido se expandió por toda la cueva, dando a entender que habían sido cubiertos por la nieve, la luz se fue por completo y esa profunda oscuridad le invadió, pero no tanto como el cúmulo de emociones que estaba experimentando.

Odio, Traición, Tristeza, Rabia.

Cuando ese fuerte sonido se alejó unos metros, ahora escuchaba con más precisión ambas respiraciones agitadas. Finalmente se sintió enloquecer cuando oyó el cañonazo. 

- ¿¡Qué carajo pasó?! - Gritó con su voz rota, sin saber a dónde observar, entre su ira no lograba divisar al otro cuerpo que se supone que tendría que estar a su lado. 

- Salvé tu maldita vida. - Le dice una voz ronca a su izquierda. - ¿Es por la niña?

- ¡Era mi aliada! 

- Solo eras un imbécil intentando aferrarse a un cadáver, iba a morir de todos modos. 

- ¡La dejaste afuera! ¡Murió enterrada en la nieve! - Se coloca en posición fetal en el suelo, aferrándose solo al arma que tiene, no puede llorar; sin embargo, su mente está aturdida.

- ¿Preferías que la asesine yo mismo? - Hannibal prácticamente ríe, oye que Will continúa en el suelo, le incomoda no ver en absoluto. - Estaba tan enferma que no serviría ni como alimento. 

Aquello perturba aún más la mente atrofiada de Will, no solo por el cúmulo de adrenalina que corre por todo su cuerpo, se siente tremendamente estúpido por confiar en una basura como ese tipo y esperar que no fuese un descarriado de la sociedad. Se aferró con fuerza a su hacha, intentando incorporarse lentamente, oyendo que Hannibal estaba haciendo lo mismo.

- Elegiste ir a los juegos solo para poder comer a los tributos que asesinabas. - Will no espera una respuesta, él solo está haciendo una aseveración. Sus nudillos se vuelven blancos debido a la presión que hay en sus puños, completamente furioso. - ¡Eres un asqueroso monstruo! ¡Estás completamente enfermo!

- Me sorprende que pienses que no lo hacía en mi distrito. - Le responde con gracia, no puede ver a Will, pero juraría que en este momento no es más que un animal rabioso debido al miedo, le teme como nunca y aún así, quiere dar pelea. Si hubiese tenido más tiempo para entrenarlo de verdad, hubiese conseguido una mascota menos rebelde. - Uno tiene que hacer de todo para intentar sobrevivir, tú mismo lo dijiste.

El castaño dio una especie de gruñido, estando completamente alterado. - ¡Eres horrible, maldito hijo de puta! - Su voz destrozada hace eco en la pequeña cueva. Escucha el sonido de los pantalones de Hannibal, sabiendo que es lo que se encuentra allí, por ello, se aferra con más fuerza a su hacha colocándola a modo de defensa. 

Fue entonces, que una luz blanca antinatural iluminó todo desde el suelo de la cueva, al parecer aquellos patrocinadores querían ver todo en una correcta definición. Finalmente pudo observar otra vez, cómo el rubio ya tenía en su mano aquel cuchillo mediano y sumamente afilado, así como el tenía el hacha en alto.   Hannibal es quién da el primer golpe, levantándose con rapidez y agilidad para intentar tumbarlo, solo logrando que Will lo golpee en la espalda con la empuñadura del hacha. Ante aquel golpe, sintió perder la respiración por el dolor, pero su cuerpo estaba demasiado activado así que deslizó su cuchillo por la pantorrilla del  castaño, rompiendo su ropa y cortando parte de su carne. El tributo del siete sollozó de dolor mientras pateaba el hombro del contrario, intentó herirlo nuevamente con un golpe de su hacha, que el rubio evitó por poco y nuevamente intentó encajar otro golpe en su brazo, rozando con el hacha en su bíceps. Ambos estaban agitados, separados por menos de un metro, sin esperar más, Will alzó el hacha para golpearlo en un costado, mientras que, Hannibal se movió con fuerza hacia adelante buscando tirarlo hacia el suelo; así que, ahora que se movió hacia un costado intentó tomar su brazo para inmovilizando, aquello solo provocó que le diese otro golpe con la empuñadura en su pómulo, lo que lo aturdió e instintivamente movió el cuchillo frente a él lastimando la mano de Will, haciéndolo sangrar. Aprovechando lo aturdido que estaba el rubio, Will lo pateó con fuerza, la cabeza de Hannibal chocó contra el suelo iluminado, haciéndole cerrar los ojos unos segundo que el menor aprovechó para sentarse con todo su peso sobre el pecho del mayor, con sus piernas inmovilizando sus brazos y presionando con maña la herida abierta del bíceps del rubio. 

Cuando volvió a abrir los ojos, el azul y el marrón se escudriñaron en una disputa, solo dejándose llevar por el odio y el salvajismo de la situación. Will sin intercambiar palabra, alzó su hacha, con la poca fuerza que le quedaba después de la lucha y sus heridas en la mano, clavó el arma en la clavícula de Hannibal, el cual gritó de dolor al sentir el hueso de su cuerpo romperse y su sangre empezaba a escurrirse. Allí se dio cuenta de que aquello no sería rápido, Will estaba tan molesto que realmente planeaba torturarlo, la sangre del castaño le alcanzó el rostro, debido a la herida de su mano. Notó que uno de sus falanges ya casi iba a separarse de la mano, por lo que, solo para su propio placer es que lamió la sangre que había caído justo en sus labios, ignorando por unos segundos el dolor que sentía, enfocándose en el sabor de la sangre contraria, en la sustancia de Will dentro de su cuerpo. 

Aquello solo molestó más al castaño, tomó el hacha y pensó en enterrar directamente en su cabeza, pero algo dentro suyo le prohibía acabar todo aquello tan rápido. Él había sido despiadado, merecía sufrir más. Lentamente deslizó el filo del hacha por una oreja del contrario, concentrándose en empezar a cortar parte del cartílago contrario, viendo cómo toda la sangre empezaba a supurar e incluso se metía dentro del oído del rubio. Este no hablaba solo gritaba y se movía para intentar zafarse, aunque solo provocaba que los cortes de Will sean menos precisos. Cortó casi la mitad de la oreja,  ahora tenía parte del cuerpo de su aliado en su mano. Hannibal lo miraba expectante, aún en su mueca de dolor y enojo, sus ojos le miraban con excitación. Solo pudo pensar en que era un maldito desviado asqueroso.  Por alguna razón, estaba llevando esa parte de la oreja a sus labios, su lengua llegó a tocar la carne ajena y sus dientes lentamente mordieron la textura. Sus iris azules estaban perdidos en aquellos que le miraban con adoración; no obstante, recuperó su poca cordura y escupió alejando la carne de su boca, pero con la sensación aún presente al igual que el sabor de la sangre del contrario. Eso fue sumamente decepcionante para Hannibal, realmente pensó que habían logrado un vínculo, que aquel hermoso joven que había conocido lo iba a devorar por pedazos mientras él pudiese seguir vivo y observando. Pero su sueño no se iba a cumplir, la excitación abandonó su cuerpo rápidamente siendo reemplazado por el odio nuevamente. 

Otro golpe en la misma herida de su clavícula le hizo gritar de dolor, más profundo y certero, ya sentía como se estaba desangrando demasiado porque se sentía más débil, sangrando de la herida de su oreja, de su bíceps y ahora la herida en su clavícula que el menor disfrutaba presionar cada vez con más fuerza. 

Con una de sus últimas fuerzas, deslizó una navaja oculta en la manga de su chaqueta, no muy grande pero tremendamente afilada. Dejó de fingir que aquel tributo más pequeño y mal alimentado era más fuerte que él, sin mucha dificultad, arremetió contra su cuerpo, logrando zafarse del agarre de Will. Sin darle tiempo a una reacción por parte del contrario, ensartó aquella navaja en el costado del cuello contrario.  Ese delicado cuerpo empezó a tener espasmos, la boca de Will se abría y sus ojos estaban desentonados, vio un delicado hilo de sangre empezar a salir de aquellos labios hasta su mentón, sujetó aquel cuerpo contra el suyo, sin importarle el dolor de sus propias heridas y aún viendo como la vida se le escapaba a Will, lamió aquella sangre que salía de su boca y besó de nuevo esos labios que no le correspondía porque solo se dedicaban a expulsar unos últimos gemidos de vida.  Esos ojos azules finalmente dejando de mirar con ira para pasar a absolutamente nada, sin sentimientos de ira o tristeza, era la nada misma, porque ahora ese era un cadáver e intuía por la falta de fuerza que su propio cuerpo presentaba ahora, viéndose obligado a recargarse encima del cuerpo contrario en el suelo iluminado de esa cueva, que pronto él estaría muerto también. Un cañonazo sonó en aquel momento.   Con su rostro a la altura del cuello contrario, pudo observar con algo de dificultad, debido a que la vista se le nublaba y desenfocada con frecuencia, cómo su navaja seguía allí, usó sus últimas fuerzas para acercarse más y besar el cuello del castaño, que estaba bañado en su sangre. Aquella sabía diferente, no entendía si era alguna clase de alucinación, pero hasta le sabía dulce y encantadora. Definitivamente este era un excelente último placer en su vida.

Cuando ya no tuvo más fuerzas ni para continuar moviendo los labios, cerró sus ojos, sintiendo que ahora él se acercaba a la nada misma, a su simplemente no existencia. Lo último que escuchó fueron dos cañonazos. 

 

 

Last

 

 

 

 

🌒

 

 

 

 

 

 

 

Un joven Finnick de dieciséis años estaba en una lujosa habitación de la mansión de los Labett, completamente desnudo sobre una amplia cama veía cómo terminaban los sexagésimo sextos juegos del hambre, con esa chica de su edad bañada en sangre después de una lucha con otro tributo, tiene una fea herida en el brazo y probablemente lo perdió y por eso, no le tocó el mismo destino que él, porque lamentablemente ya había oído comentarios sobre la belleza de aquella muchacha por parte de los comentaristas de esos juegos. No sabe nada sobre esa vencedora, eso es bueno.  

- "Es la ganadora de los sexagésimo sextos juegos del hambre, Bedelia Du Maurier".

La mujer de unos cincuenta años vuelve del baño, para tomar su lugar al lado de Finnick, el cual solo intenta fingir que no siente asco ante aquella mujer de cabello rojizo extravagante. - Me alegro que aquella niña halla ganado, mi estúpido esposo estaba patrocinando al caníbal ese. 

- ¿El tributo del distrito uno? - Pregunta solo por cortesía. 

- Si, ese rubio, al parecer sus patrocinadores tuvieron acceso a los videos exclusivos.

- ¿Qué videos? 

- Del caníbal comiendo a los otros tributos. - Dijo casi molesta. - Se reunieron aquí para ver una de las grabaciones, fue totalmente asquerosa y desagradable. 

- ¿Venden esa clase de videos? - Aquello asombró al muchacho, comenzando a entender la clase de asquerosidades y maldad había entre los que manejaban los juegos del hambre.

- Todo es un negocio, cariño. - Respondió la mujer, acariciando uno de los hombros desnudos del menor. - Lo último que sé, es que reclamaron el cuerpo del muchacho. 

- ¿No deben enviarlo de vuelta a su distrito?

- Pueden meter cualquier cosa dentro de una de esas cajas y ya, nadie vio su muerte de todos modos. 

- ¿Qué hicieron con el cuerpo de ese tributo? - El miedo y asco le inundó.

- No quiero que te asustes, cariño. Supongo que hicieron cosas de adultos con él. - Mencionó con una sonrisa en sus labios y rodaba los ojos. - Eso es demasiado hasta para mí, lo amenazaré con aquello y le pediré el divorcio dentro de unos años. 

Un asco absoluto le invadió, corrió hasta el baño y fue directo a vomitar, eran personas horribles y completamente despiadadas. Desviadas en todo sentido, ya de por sí lo sabía porque buscaban el placer en los jóvenes vencedores como él, cuando ellos tenían hijos de su edad. Solo eran depredadores que no tenían límites en ningún aspecto, tendría que relacionarse con ellos, acostarse con ellos y aquello solo le motivaba a tomar su vida de una vez. Sus padres eran el único motivo por el que no lo había hecho, estaban amenazados y desde inicios de año tuvo que empezar a ser vendido al mejor postor, todas las semanas mientras duraran los juegos. 

Hasta los otros vencedores le miraban con lástima. 

Tenía que encontrar un sentido a su vida, esos juegos fueron especialmente rápidos, pero asquerosos y brutales. No quería continuar vendiendo su cuerpo para beneficiar al presidente Snow, aquello devastara su mente por completo. Encontraría un motivo para mantener su cordura. Ahora después de enjuagarse la boca, tenía que volver a la cama con aquella vieja mujer, entre más rápido sucedieran las cosas, más rápido podría volver a casa y buscar consuelo con su familia. 

Eso se repetía continuamente, para no pensar que su tortura apenas estaba empezando.

Notes:

Espero que les haya gustado :)
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