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Izzy estaba sentado en un banco del parque. Frente a él había un estanque con varios patos que daban vueltas en círculos en el agua. Notaba la brisa fresca en el rostro y el sol dándole calor, era un ambiente perfecto solo siendo interrumpido por un teléfono que sonaba a lo lejos.
Edward se sentó a su lado, cargaba dos helados y le tendió uno a Izzy. Este lo aceptó y le miró con una sonrisa en el rostro.
—Se está bien aquí, ¿no? —dijo Edward antes de darle un lametón a su helado.
—Es perfecto —dijo Izzy sin dejar de mirar a Edward.
—Señor Hands…
Izzy se giró un poco, pero al no ver a nadie siguió admirando a Edward. Llevaba años con ese hombre y aun así no se cansaba de mirarlo. El pelo largo, la barba larga, esa mirada curiosa mirando el estanque con los patos.
—¡Mira Izzy! —exclamó Ed señalando al borde del largo —. ¡Una rana!
—SEÑOR HANDS.
Izzy abrió los ojos de golpe completamente desorientado. Se encontraba sentado en una silla de oficina, frente a un ordenador. El teléfono a su derecha no paraba de sonar. Dormido. Se había dormido en el trabajo.
—Mierda —murmuró.
Alzó la mano para coger el teléfono, pero antes de que pudiera alcanzarlo paró de sonar. Izzy tragó saliva y miró a la pantalla de su ordenador.
—¿Cansado señor Hands? —le dijo la voz de su izquierda.
Izzy apartó la vista de su ordenador, aún algo desorientado, y miró alrededor. Se encontraba en su oficina, en su cubículo en una sala atiborrada de los mismos cubículos. Algunos de los compañeros de alrededor se habían levantado para ver qué pasaba. Otros lo habían ignorado y seguían metidos en sus propios asuntos.
A su lado y de pie estaba Nigel Badminton, el jefe de planta.
—Lo siento señor Badminton —se disculpó Izzy.
—Lo siento no es suficiente señor Hands —dijo Nigel —. Lleva unos meses con un rendimiento laboral pésimo, se ha cogido días de permiso que no le correspondían y ha tenido una baja médica. ¿Y ahora esto? Creo que no está capacitado para este trabajo.
Izzy tragó saliva y apretó los puños bajo el escritorio.
—Aunque haya bajado mi rendimiento señor Badminton, siempre he cumplido todos los objetivos. No he fallado en mi trabajo —le dijo mirándole fijamente.
Nigel arrugó el entrecejo y se cruzó de brazos. Izzy odiaba esa cara de superioridad y asco que ponía, como si hubiese que rogarle por el mero hecho de poder respirar el mismo aire que él.
—El rendimiento debe de ser impecable señor Hands, y no contratamos a vagos —le dijo —. Parece mentira que después de todas las oportunidades que le hemos dado, las derroche de esa manera.
—¿Oportunidades? —preguntó Izzy escéptico —. Llevo diez años en esta empresa y sigo en el mismo puesto, no me han dado ninguna oportunidad. Lo poco que me he ganado me lo he tenido que trabajar duramente.
—Si tanto presumes de trabajar duramente, ¿a qué vienen todos eso días libres que te has cogido? ¿Y esa baja médica? ¡Sabes que estamos bajo mínimos! —exclamó Nigel, haciendo que gran parte de la planta se pusiera de pie —. ¿Cómo has tenido la poca vergüenza de tomar la baja en esta época? ¡Estamos a punto de cerrar las cuentas! ¡Eres un egoísta que solo miras por ti mismo!
Izzy se puso de pie de un salto y sin mediar palabra le pegó un derechazo a Nigel en toda la cara. Hubo algunos gritos de sorpresa en la sala y uno de sus compañeros de oficina se acercó corriendo a ambos para sujetarle por los hombros. Izzy no se movió, pero mantuvo el puño en alto por si Nigel respondía.
El otro hombre también fue retenido por otros dos compañeros. Tenía la parte de la nariz roja pero no había llegado a sangrar. Los ojos brillaban de furia.
—¡AL DESPACHO DEL DIRECTOR GENERAL! —gritó —. ¡ESTÁS EN LA CALLE HANDS!
Izzy tragó saliva con dificultad y relajó su postura. Sus compañeros le soltaron, aunque se quedaron cerca. Nigel también se irguió y los demás le soltaron, pero seguía mirando con odio a Izzy.
—¡VAMOS! —gritó señalando al ascensor.
Izzy debería de tener miedo, un pánico absoluto a perder su trabajo. Y lo tendría si no estuviese en un momento en el que todo le diese igual. Siguió a Nigel a través del pasillo hasta el ascensor, en absoluto silencio. Y por más que Nigel despotricaba a su lado sobre él no bajó la cabeza ni respondió de ninguna de las maneras.
Subieron hasta la cuarta planta y lo condujo al despacho que había en la izquierda. Dio dos toquecitos antes de abrir la puerta y entrar.
—Edward, amigo, nos va a creerte lo que ha pasado… —empezó Nigel pero luego se cayó —. ¿Qué coño haces aquí Babybonet? —preguntó.
Izzy entró tras Nigel y observó al otro hombre en la habitación. Rubio, algo más joven que él y con un rostro risueño que se agrió en cuanto Nigel habló.
—Trabajar Nigel, ¿qué haces tú? —respondió.
—¿Y tú padre? —preguntó —. Necesito ver al director general.
Stede apoyó los codos en la mesa de cristal y sonrió ligeramente.
—Yo soy el director general —le dijo.
—El director es tu padre —repitió.
—Nigel, mi padre es un hombre de 82 años que no está capacitado para desempeñar más este puesto de trabajo. Se ha retirado y me ha dejado a mí al cargo de sus empresas.
—¡Esto no se ha decidido en junta! —gritó Nigel.
—Como hijo del dueño que soy, ¿necesito el permiso de los accionistas minoritarios? —dijo Stede alzando una ceja.
Nigel bufó, lo que provocó que a Izzy se le escapara una risita. El hombre pareció recordar porque habían subido, lo empujó violentamente hacia la mesa de Stede.
—Imbécil —gruñó Izzy.
Stede observó la escena en silencio y luego miró a Nigel.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
—¡Se durmió en el trabajo! —exclamó —. ¡Y cuando se lo recriminé me golpeó!
—Eso no ha pasado así —gruñó Izzy —. Fue…
Stede alzó una mano para mandarlo callar e Izzy cerró la boca. Tampoco quería replicar delante del director. No quería encima que lo multaran de alguna forma. Stede le sonrió agradecido y luego miró a Nigel.
—Puedes marcharte, gracias. Hablaré yo con mi empleado —dijo.
—¡Quiero quedarme! —insistió Nigel.
—No —respondió Stede con firmeza —. Tienes trabajo que hacer, hazlo.
Nigel bufó y se fue dando un sonoro portazo. Stede hizo un gesto de desagrado y luego suspiró. Señaló a la silla vacía frente a él.
—Tome asiento, ¿señor….? —empezó.
—Hands —respondió Izzy.
Stede asintió, tecleó su apellido en su ordenador y la ficha con su foto apareció en el ordenador. Leyó con rapidez todas las observaciones que había escritas, moviendo los labios con rapidez. Luego suspiró.
—¿Es cierto que se ha dormido? —preguntó.
—Si señor Bonnet —respondió Izzy —. Pero lo que le ha contado el señor Badminton es…
—No se preocupe —dijo Stede —. Y por favor llámame Stede, el señor Bonnet es mi padre.
Izzy asintió y se mantuvo callado, apretando los puños sobre sus rodillas. Nunca había hablado con el hijo del director general. Lo conocía de vista, porque hace dos años fue a la cena de Navidad y lo pudo vio con una mujer y dos niños pequeños que no paraban de correr.
—¿Está todo bien en casa? —preguntó Stede sacándolo de sus pensamientos.
—¿Disculpe? —preguntó Izzy confundido.
—Bueno —murmuró Stede —. Puedo ver en su ficha que lleva diez años trabajando para nosotros. Sus supervisores lo han calificado siempre como un buen líder de equipo, constante y entregado. Si se ha dormido y reaccionado así con Nigel, creo que es porque algo ha pasado en casa. ¿Está todo bien?
Stede lo miraba con preocupación, no parecía querer echarle la bronca, sino que parecía dispuesto a ayudar. Izzy solo suspiró profundamente.
—He sido padre hace poco —le respondió —. Y aún me estoy acostumbrado.
El rostro de Stede se iluminó como si de un maldito árbol de Navidad se tratase e Izzy sintió ganas de golpear esa cara de felicidad.
—Enhorabuena —le dijo —. Es verdad que los primeros meses con el bebé son muy duros, yo apenas dormí cuando tuvimos a mi hija mayor —explicó —. Espero que usted y su esposa estén muy felices.
Izzy sintió ganas de vomitar, los ojos empezaron a picarle.
—Soy padre soltero —rectificó sin apenas voz.
El rostro de Stede se ensombreció un poco, abrió la boca y luego la volvió a cerrar. Asintió ligeramente y miró a la pantalla de su ordenador. Parecía estar recordando algo, negó con la cabeza y luego volvió a mirar a Izzy para hablar con la voz calmada.
—Vamos a hacer algo —le dijo —. Te voy a dar tres días de descanso completamente remunerados. A tu regreso, te asignaré como formador. Harás un curso de una semana y después formarás a los nuevos integrantes —explico.
Izzy abrió los ojos, sorprendido.
—Pero… —murmuró.
—Seguirás teniendo el mismo salario, por supuesto —explicó Stede —. Más un extra por formador. Y lo bueno que tiene el puesto es que tú mismo podrás elegir el horario en que vas a formar, mañana o tarde. Si por algún casual no te adaptas, o necesitas un cambio por las razones que sea no dudes en ponerte en contacto conmigo.
—No puede hacer eso —dijo Izzy confundido —. Le he pegado un puñetazo al señor Badminton en la cara, hay testigos. No debería de estar dándome una especie de… Recompensa.
—Soy el director general —dijo Stede —. Y haré lo que crea conveniente con mis empleados. Ahora lo que creo conveniente es que usted descanse un par de días y trabaje en un ambiente diferente, con menos estrés. Ya que es Martes, le veré el lunes. Durante estos días recibirá un correo con el curso de formación y la dirección donde deberá presentarse para realizar dicho curso. Una vez que empiece a formar, yo mismo le presentaré a los nuevos trabajadores. ¿Le parece bien?
—Pero el señor Badminton… —murmuró Izzy confundido.
—Yo me encargaré del señor Badminton —sentenció Stede.
Izzy asintió ligeramente.
—Me parece bien. Gracias, señor Bonnet.
—Stede —corrigió el rubio poniéndose de pie y extendiendo la mano.
—Stede —repitió Izzy, se puso de pie y respondió al saludo con firmeza.
Él se dirigió a la puerta inseguro.
—¿Regreso al trabajo o…? —preguntó Izzy girándose.
—Si tiene algún informe a medias, puede acabarlo. Si no, puede marcharse a casa. No se le descontará el suelo, no se preocupe —dijo.
Izzy asintió, giró sobre sus talones y salió del despacho en silencio. Mientras bajaba a su cubículo se pellizcó el brazo, intentando averiguar si aquello que le había pasado era real o si seguía en aquel sueño idílico del principio.
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Izzy se acordó en ese momento del acertijo que siempre ponían en clases de ética cuando iba a la escuela secundaria. Si el bebé llora, alguien llama al timbre, el teléfono suena y la tetera silba. Todo a la vez. ¿Qué atiendes primero? Izzy recordaba que según lo que atendieras primero así era tu personalidad. No recordaba que respuesta dio entonces, pero ahora estaba en esa misma situación.
Su hijo Patrick lloraba desesperado en la cuna, la tetera con el agua hirviendo no dejaba de silbar, el teléfono sonaba de una manera estridente y unos toques al timbre no paraban de escucharse.
Izzy estaba sentado en el sofá con la vista fija en el televisor apagado. Era su segundo día de descanso y aunque había recuperado algo de sueño, seguía desesperado. En ese momento se arrepintió de haber comprado esa casita, de seguir viviendo en su piso podría haber saltado por la ventana y haberse olvidado de todo.
Se frotó los ojos por un segundo y se puso de pie.
—¡UN MOMENTO! —le gritó a la puerta.
Fue hasta el dormitorio de su hijo y lo cogió en brazos. Lo meció mientras regresaba a la cocina para quitar la tetera de la hornilla y mientras se dirigía a la puerta colgó el teléfono y lo tiró en el sofá. Si era importante volverían a llamar.
Con Patrick aun llorando abrió la puerta.
—¿Señor Bonnet? —preguntó sorprendido.
Stede estaba allí, vestido con un elegante traje color teja. Le miraba con una pequeña sonrisa mientras se movía en el sitio. De su mano colgaba una bolsa con un estampado horrible de elefantes montados en bicicletas.
—¡Hola! —saludó el hombre animado —. Vine a ver que tal estabas y…
El teléfono volvió a sonar, Izzy bufó.
—¿Puedes un segundo? —preguntó señalando a su hijo que lloraba con amargura.
—Claro —respondió Stede de inmediato.
El rubio alargó las manos, cogió al niño en brazos y lo acunó con cuidado. Izzy se dio la vuelta y cogió el teléfono y descolgó.
—¿QUÉ? —exclamó.
—Disculpe señor Hands —dijo la voz de una mujer al otro lado de la línea —. Le llamo de industrias Bonnet, me gustaría saber si le ha llegado el correo con toda la información respecto al curso que tiene que realizar como formador. Se lo mandé ayer y aún no obtuve respuesta.
Izzy arrugó el entrecejo sin entender lo que decía, luego se acordó.
—Un segundo por favor —dijo.
Abrió la aplicación de correo en el teléfono y miró el correo recibido por la empresa hace un día que tenían varios archivos adjuntos.
—Lo he recibido —confirmó —. Disculpe, es que no he tenido tiempo de abrir el correo.
—No se preocupe señor Hands, le veré el lunes en el centro de formación. Un saludo —dijo.
La llamada se cortó antes de que Izzy pudiera responder algo. Bloqueó el teléfono y lo lanzó de nuevo al sofá. La estancia estaba extrañamente silenciosa. Izzy se dio la vuelta y vio como Stede estaba en el salón de su casa, tenía tumbado a Patrick bocabajo a lo largo sobre su brazo y le acariciaba la espalda mientras se mecía de la do a lado. El niño balbuceaba tranquilo, pero había dejado de llorar.
—¿Cómo has hecho eso? —preguntó sorprendido, incluso él que era su padre tardaba muchísimo más tiempo en intentar calmarlo. Había probado métodos y posturas, pero su hijo no había respondido bien a ninguna.
Stede levantó un poco la cabeza y le sonrió.
—Es sencillo, algunos bebés responden mejor a esta posición para calmarse. No sé si es cuestión muscular o que les recuerda a cuando estaban en el vientre materno, pero están más tranquilos así.
Izzy miraba al otro hombre calmar a su bebé. ¿Como en tan solo un minuto había logrado lo que él no era capaz de hacer en horas?
—¿Un día duro? —preguntó Stede mirando de reojo la casa mientras sonreía con complicidad.
Izzy miró su sala de estar y la cocina. Había vasos, platos y packs de comida para llevar repartidos por toda la estancia. Había ropa tanto suya como de Patrick esparcida por el salón y los pañales se le estaban acumulando en la basura.
—¿Día duro? —preguntó enfadado, se fijó en que su camiseta aún tenía una mancha de vómito seca de cuando había recogido a Patrick de la guardería ese día, tragó saliva angustiado —. Día duro… —repitió sin apenas voz.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, el labio le temblaba con fuerza y su cuerpo perdió las fuerzas. Intentó apoyarse contra el respaldo de su sofá, pero estaba demasiado lejos y cayó de culo al suelo. Ni se molestó por el golpe, se quedó allí sentado mirando el suelo.
—Oye… ¿Estás bien? —preguntó Stede mirándole con preocupación —. ¿Te has hecho daño?
Izzy abrió la boca para responder, pero solo salió un vergonzoso gemido de dolor. Las lágrimas cayeron y comenzó a llorar con histeria. Se abrazó a sus piernas sin ser capaz de parar de llorar. ¿En serio le estaba pasando aquello? ¿Estaba colapsando delante de su jefe? No sabía que le avergonzaba más, si el desorden de su casa, las manchas de vómito de su camisa o que un hombre completamente desconocido que nunca había estado con Patrick hubiese sido capaz de calmarlo en menos de un minuto.
Su cuerpo estaba temblando y veía borroso a causa de las lágrimas. No podía pensar. Sintió una mano acariciar su espalda con cautela, Izzy se volvió, apoyó la cabeza en el hombro de la otra persona y continuó llorando en esa posición. Un brazo lo rodeó y lo apretó contra él. Le susurró algo al oído, pero Izzy no fue capaz de entenderlo.
Lloró durante lo que le parecieron horas. Finalmente se separó de Stede y se frotó la cara con las manos en un intento de limpiarse. Tenía los ojos hinchados y le dolía todo el cuerpo.
—Perdona… —murmuró —. Yo…
Estaba tan avergonzado que no fue capaz de levantar la cabeza.
—No tienes que disculparte —le dijo Stede —. Puedes tumbarte en la cama y dormir un rato, puedes salir a dar un paseo si quieres. Yo que me quedaré aquí con el bebé y lo cuidaré. Pero necesitas descansar.
Una parte de él quería ser sarcástico, decirle que no necesitaba a nadie y que se fuera. Pero tenía razón, Stede tenía tanta razón que solo supo que asentir.
—Voy a tumbarme un rato —murmuró —. Despiértame para cualquier cosa, ¿vale?
—Claro —dijo Stede.
Izzy asintió, se levantó y sin decir nada más fue hasta su dormitorio y cerró la puerta. Bajó la persiana, se quitó la camiseta y los vaqueros y se metió bajo las sábanas. Se quedó dormido en cuanto su cabeza tocó la almohada. Derrotado.
Cuando abrió los ojos, la habitación estaba completamente a oscuras. Se frotó la cara contra la cara y observó el reloj. Eran las dos de la madrugada. Se dio la vuelta en la cama y observó la cuna donde solía dormir Patrick, pero la encontró vacía.
Se incorporó de golpe asustado, fue cuando los recuerdos de lo que había pasado horas antes regresaron a su mente. Se puso de pie y salió al salón precipitadamente. La estancia estaba completamente a oscuras a excepción de una lamparita encendida en la mesita de café. Su jefe estaba tumbado en el sofá, dormido con una mano metida en la cuna de viaje, que no era suya, que había justo a su lado. Patrick también dormía allí, agarrando con una mano un peluche que no reconocía.
—¿Stede? —susurró Izzy.
El otro hombre abrió los ojos y miró a Izzy. Le sonrió de medio lado.
—Lo siento, me he dormido —dijo en voz baja mientras se incorporaba con cuidado.
—¿Qué haces aún aquí? Es tarde, ¿por qué no me despertaste? —preguntó Izzy con un ligero enfado en su voz.
—Necesitabas descansar —le dijo Stede con sencillez.
—Ya, pero… —dijo Izzy mirando a los lados —. ¿Has limpiado mi casa? —preguntó.
—Sí, lo siento —dijo Stede levantándose —. Pensé que necesitabas algo de ayuda así que mientras dormías el pequeño y yo hemos recogido la casa, sacado la basura y hemos hecho una compra en el supermercado. Me tomé la libertad de colocarlo.
—No soy un maldito minusválido ni ninguna mujer en apuros —gruñó Izzy.
—Lo sé, lo sé, pero pensé que… —empezó Stede nervioso.
Izzy abrió la boca, dispuesto a discutir con Stede por todo lo que había hecho, pero solo suspiró profundamente. Stede lo había hecho con su mejor intención y para ser sinceros el necesitaba algo de ayuda.
—Será mejor que me vaya —dijo Stede.
Pasó por su lado y cogió la chaqueta que estaba en el perchero de la entrada y se la puso. Cuando cogió el pomo de la puerta Izzy lo detuvo.
—Oye Stede —susurró.
Stede se volvió y le miró.
—Muchas gracias por todo esto, yo… Lo necesitaba.
Stede le sonrió.
—No hay de qué, en cualquier momento que necesites un respiro me puedes llamar. Buenas Noches Izzy.
—Buenas noches.
Stede salió de la casa cerrando la puerta con cuidado e Izzy se quedó allí de pie, medio desnudo y mirando atentamente la puerta intentando procesar que el director general de una de las compañías más importantes del país había limpiado su casa y le había hecho de la compra mientras cuidaba de su hijo.
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Stede no fue completamente sincero en lo que ha su nuevo trabajo se refería. Cuando Izzy acabó su formación, esperaba recibir algún correo con los nuevos becarios a los que tendría que guiar en la misma empresa en la que él trabajaba. No fue así.
Stede había creado una nueva empresa de gestión de eventos y el curso era para elegir al supervisor que se encargaría de dar el visto bueno a todos los proyectos y ver si se adecuaban o no al presupuesto que había dado el cliente.
Izzy sentía que no encajaba con sus empleados. Una parte de ellos eran muy jóvenes y casi no entendía de que estaban hablando la mayor parte del tiempo, solo había dos que eran de su edad, pero eran cuanto menos, diferentes. Uno de ellos hablaba con un marcado acento holandés y se encargaba de traducir y atraer clientela de todo tipo de nacionalidades. El otro… Bueno, el otro hombre siempre parecía estar perdido en sus pensamientos, tenía una paloma en el hombro que no se separaba de él y se encargaba de la contratación de animales para los eventos.
—¿Dónde encontraste a este grupo? —preguntó Izzy una tarde a Stede.
Llevaban dos meses viéndose casi todas las semanas. Stede iba a su casa, tomaban un café juntos con algún tipo de dulce que Stede traía y antes de la cena se marchaba. En ese momento se encontraban en su casa, Stede ya se había bebido su café y tenía a Patrick.
—Pues al principio solo conocía a Lucius —explicó Stede —. John, Peter y Oluwande son amigos de Lucius, Jim es amigue de Oluwande, y por alguna razón que no entiendo elle es amigue de Buttons y el Sueco. A Frenchie lo conocí en un bar la primera vez que me reuní con el grupo, estaba repartiendo panfletos para escucharlo tocar y él es quien conoce a Roach. Así que… Así formamos este grupo tan extraño.
—¿Y cómo conociste a Lucius? —preguntó Izzy —. No te ofendas, pero… Lucius no parece de esas personas que van al club de golf un martes.
Stede se sonrojó hasta las orejas. Recordando como el martes anterior, Izzy había visto a Stede con un atuendo ridículamente adorable de jugador de golf con pantalones a cuadros, jersey rosa y una gorra del mismo color con un pompón blanco en la parte superior.
—¡Me gusta el club de golf! Técnicamente estoy al aire libre y no hay insectos, lo cual es algo positivo cuando se es alérgico a la mitad de la fauna salvaje.
Izzy sonrió de medio lado.
—No esquives la pregunta, ¿cómo conociste a Lucius?
Stede bajó la vista y sonrió a Patrick que jugaba con unos vasos de plástico que había sobre la mesa.
—Yo eh… —murmuró —. Lo conocí en una asociación LGTBQ —explicó.
Izzy alzó las cejas sorprendido.
—¿Eres gay? —preguntó.
Stede sonrió con timidez.
—Me di cuenta un poco tarde —murmuró.
Izzy sonrió de medio lado. Lo había pensado, no iba a mentir, pero como estaba casado y con dos hijos pensó que solo era un hombre hetero sin masculinidad frágil.
—Lo importante es darse cuenta —le respondió con una sonrisa.
Stede alzó la cabeza y le miró sorprendido, luego también sonrió.
—Lucius es un gran chico, escuchó todos mis problemas, me aconsejó. Y bueno, estuve hablándole de la empresa que quería formar, él me dijo que conocía a gente interesada y… Aquí estamos.
Izzy alzó las cejas divertido.
—¿Me estás queriendo decir que todos mis empleados forman parte de la comunidad LGTBQ+?
Stede se encogió de hombros.
—La mayoría sí —dijo sonriendo —. Y sinceramente me encanta, es… Me siento más relajado que todos esos años en la sede.
—Ya me imagino —dijo Izzy sonriendo —. ¿Estás divorciado entonces?
—Sí, tengo a mis hijos cada dos fin de semana y dos semanas en verano, pero viven en la ciudad así que los veo a menudo. Y mi exmujer y yo somos amigos ahora. Así que todo es mucho mejor que cuando estaba casado.
El estómago de Izzy se retorció y bajó la vista. ¿Por qué él no puede tener eso? Aunque sea una relación a distancia. Estaría dispuesto si era lo que su pareja quería, pero ahora mismo no tenía absolutamente nada.
—Lo siento —murmuró Stede —. Yo… Creo que te hice recordar a la madre de Patrick.
Izzy se rio con amargura.
—Patrick no tiene madre —le dijo.
—Oh Dios mío, ¿falleció? —dijo en un susurro como si el niño pudiera entenderle —. Lo siento muchísimo Izzy, yo no sabía…
—No, no —se apresuró a interrumpir —. No tiene madre, tiene otro padre. Yo también soy gay —dijo.
Stede alzó las cejas sorprendido.
—Madre mía que ojo tengo para la gente… —dijo más para él que para Izzy, luego sonrió —. Entonces eres gay bien. Y Patrick tiene otro padre. Bien. Y eh… ¿Falleció? —quiso saber.
Izzy sonrió con amargura.
—Algunas veces deseo que lo hubiese hecho. Sería más fácil.
Stede tragó saliva.
—¿Se fue?
Los ojos de Izzy ardían. Tenía los puños apretados sobre la mesa y respiraba pausadamente intentando no derrumbarse frente a Stede.
—Un día llegué del trabajo, pasé por la guardería para recoger a Patrick y todas sus cosas habían desaparecido. Solo dejó una nota en la nevera que decía “Esto no es para mí, lo siento.” Intenté llamarlo, pero no he obtenido respuesta desde entonces.
Stede se quedó callado, mientras hacía rebotar a Patrick en sus rodillas haciendo que el niño se riera. Izzy lo miraba fijamente, notaba el nudo en el estómago.
—Lo siento mucho Izzy —murmuró finalmente el rubio.
Izzy se encogió de hombros.
—Bueno, por lo menos tienes a Patrick —añadió Stede con una pequeña sonrisa.
—Eso es lo peor —murmuró Izzy apartando la vista del bebé y mirando su taza de café vacía.
—¿Por qué? —preguntó Stede con curiosidad.
—Porque no quiero a Patrick.
Stede lo miró sorprendido e Izzy solo pudo bajar la vista, avergonzado. Los ojos se le llenaron de lágrimas y no pudo contenerlas.
—Lo siento —murmuró —. Yo… No debería de haber dicho eso, pero…
Stede se pudo de pie con Patrick al lado. Por un segundo Izzy pensó que se marcharía y contactaría con asuntos sociales o cualquier cosa, pero Stede solo transportó a Patrick hasta su parque con juguetes que estaba a un lado del salón. Lo metió dentro y le dio un peluche que hacía ruido antes de volver a sentarse a la mesa.
Cogió sus manos y las apretó.
—Puedes contármelo todo —le dijo —. Estoy aquí para escucharte y para entenderte.
Izzy alzó la cabeza para mirarle. Los ojos de Stede también brillaban y parecía dispuesto a escuchar así que Izzy habló y le contó absolutamente todo.
—Antes de nada, tienes que saber que soy un hombre transgénero y que fui yo quien dio a luz a Patrick.
El rubio asintió y apretó ligeramente el agarre en sus manos
—¿Tú querías tenerlo? —preguntó.
Izzy negó con la cabeza.
—Edward y yo llevábamos veinte años juntos, nos conocíamos desde el instituto. Pero no empezamos a salir hasta que acabó la universidad. Hemos sido muy felices, siempre recorriendo el país en nuestras motos a la mínima que podíamos, nos íbamos de fiesta, dormíamos al raso… —dijo sonriendo, mirando a la mesa —. Hace un año me tuvieron que hacer unas pruebas médicas, nada grave pero mi médico me pidió que dejase de tomar testosterona para que los resultados no se vieran alterados. Y como ni él ni yo usábamos protección porque éramos monógamos...
—Surgió Patrick —dijo Stede.
—Surgió Patrick —repitió Izzy —. Nunca hablamos de tener hijos, pero yo nunca quise tenerlos. Mi infancia fue difícil y me sentía muy satisfecho con la vida que llevaba. Era feliz yéndome de fiesta, cogiendo la moto… Pero Edward quería tenerlo, dijo que íbamos a ser unos grandes padres, que teníamos una base de cómo no criar a tu hijo y que haríamos de Patrick un buen hombre. Así que decidí tenerlo. Por Edward supongo, solo lo hice por él —murmuró.
—¿Y qué pasó? —preguntó Stede.
—No lo sé… —murmuró Izzy —. Te juro que no lo sé. Todo el embarazo fue genial, siempre tenía un plan romántico cada fin de semana, hacía siempre la cena. Hacíamos viajes juntos… Y cuando nació Patrick, todo estaba bien. Se levantaba de noche para calmarlo, le cantaba nanas, le daba de comer…
Stede acariciaba el dorso de la mano con el pulgar.
—¿Y por qué crees que…? —preguntó.
—Nos quedamos sin tiempo libre —murmuró —. Yo sabía que eso iba a pasar y se lo hice saber cuándo supe que estaba embarazado y aun así dijo que no, que solamente tendríamos que cambiar las cosas que hicimos… Obviamente no es así. Estábamos cansados, Patrick era demasiado pequeño como para que pudiéramos salir los tres más allá del supermercado. Edward era un fanático de los videojuegos y el escaso tiempo que pasaba en casa siempre estaba jugando y con Patrick ya no pudo hacerlo y… Como dijo en su nota, eso no era para él y se fue.
Se quedó en silencio apretando con fuerza la mano de Stede. Quizás si hubiese estado más atento a las necesidades de Edward eso no habría pasado y seguirían juntos.
—A veces pienso que si Patrick no hubiese pasado todo seguiría igual, todo estaría bien —murmuró —. Por eso no… No le quiero. Yo… Sé que debería, al fin y al cabo, es mi hijo. Lo trato bien nunca le ha faltado de nada, pero aun así, si hoy te lo llevaras y te lo quedaras… No me importaría.
Bajó de nuevo la cabeza con las lágrimas cayéndole por las mejillas. Se sentía tan culpable por decir aquello. Pero era la verdad, ¿por qué iba a negarlo? Llevaba un mes fingiendo que todo iba bien, que era un padre feliz, pero estaba tan cansado.
Los brazos de Stede le rodearon y lo apretaron contra él. Izzy lo rodeó y ocultó su cara en el hombro de Stede.
—Creo que necesitas la ayuda de un profesional, Izzy —le dijo Stede tras un rato de silencio.
—No pienso ir al terapeuta —gruñó Izzy —. Vale que no quiera a mi hijo, pero tampoco quiero que me lo quiten. A saber, que harían con él.
Stede le miró extrañado.
—Izzy no te van a quitar a tu hijo por eso, a Patrick no le faltan los cuidados. Siempre está limpio, come bien, tiene juguetes, su propio dormitorio y nunca está solo. Está muy bien cuidado, nadie te quitará a tu hijo por eso. Aunque quizás hablarlo con un especialista que te haga replantearte las cosas, no sé, quizás salir por ahí o hacer planes con algunas madres de la guardería te ayude a algo…
Izzy suspiró profundamente.
—Igualmente, no tengo tiempo para ir a un terapeuta —se excusó.
—Yo me puedo encargar de eso —le dijo Stede sonriéndole.
—Ah sí, ¿cómo? —preguntó Izzy alzando una ceja.
—Puedo recogerlo de la guardería y quedarme con él hasta que termines —le dijo sonriendo —. ¡Incluso haríamos la cena!
Izzy sonrió de medio lado, mirando fijamente a Stede.
—¿Qué? —preguntó Stede volviéndole la sonrisa algo confundido por la atención.
—¿Por qué me ayudas tanto? —preguntó.
—Somos amigos, ¿no? —preguntó Stede confundido.
—Sí, pero… Nunca ningún amigo me había ayudado tanto.
—Quizás es que nunca has tenido amigos de verdad —murmuró Stede.
Estaban agarrándose las manos, inclinados el uno contra el otro. Izzy acariciaba el dorso de la mano de Stede con su pulgar y le miraba atentamente el rostro. Los ojos de Stede brillaban y su sonrisa parecía tan bonita y sincera. Se aproximó a él un poco, rozando su nariz. Stede contuvo el aire y cerró los ojos.
Izzy sonrió de medio lado y acortó un poco la distancia, pero antes de que se pudieran besar sonó el teléfono de Stede.
—Que inoportuno… —comentó Izzy.
Stede gruñó una palabrota, haciendo que Izzy se riera.
—Es mi exmujer… —explicó Stede.
—¿Ha pasado algo?
—No, es solo para recordarme que mañana tengo que acompañar a Louis a su excursión al Zoo —suspiró —. Y que le tengo que comprar sus galletas favoritas para que se las lleve.
Izzy se rio y se puso de pie.
—Yo debería de darle a Patrick un baño, cenaremos y nos iremos a dormir.
Si Stede estaba decepcionado o confundido no lo demostró, se limitó a sonreírle.
—Me iré ahora entonces para que no me cierren el super —le dijo —. Y recuerda lo que hemos hablado, te vendrá bien hablarlo con otra persona que te pueda aconsejar mejor.
Izzy sonrió.
—Gracias de nuevo Stede.
—No te preocupes —le dijo —. ¡Hasta luego chicos!
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A Izzy le gustaba Stede. Era un hombre muy atractivo, tenía un rostro amable y unas ideas estúpidas que le hacían mucha gracia. Le había tratado como su mejor amigo desde el día que le conoció y no le fue muy difícil encariñarse con él tan rápido.
Además, sabía de Patrick y el hombre lo trataba como si fuera su propio hijo.
A la semana siguiente de su charla con Stede comenzó a ir a terapia. Era una mujer especializada en tratar a personas de la comunidad LGTBQ. En la primera cita fue honesto, contó lo que era, lo que había pasado, como se sentía respecto a Patrick y la poca credibilidad que le daba a los terapeutas.
La chica solo asintió cuando este terminó de hablar.
—Veo que estás muy frustrado con todo lo que ha pasado, ¿no? —le preguntó.
Las sesiones al principio fueron difíciles. La terapeuta fue muy honesta con él y le dijo que sí, lo que había pasado era algo horrible, pero debía de aceptar que Edward ya no quería saber de él y a no ser que quisiera denunciarle para pagar una manutención a su hijo, lo único que podía hacer Izzy es pasar página y aceptar que no iba a volver.
Y sobre todo dejar de culpar a Patrick por ello, ese niño no había pedido nacer así que no era su culpa.
—¿Qué es lo que sueles hacer diariamente? —le preguntó en una ocasión la terapeuta.
—Lo normal supongo, voy al trabajo, regreso a casa después de recoger a Patrick, hago la cena, vemos la tele juntos, le doy un baño y nos vamos a dormir…
—¿Y no sales?
—Bueno, voy al supermercado cuando hace falta y al pediatra cuando Patrick enferma o le toca revisión. No me he saltado ninguna —dijo a la defensiva.
—Ya me imagino, ¿pero no haces salidas de ocio? Ya sabes, al cine, tomar algo, ir al parque con otros padres…
—No conozco a otros padres y antes de que digas que invite a los de la guardería, no. Todas son mujeres tradicionales que ya me miran bastante mal por ser yo quien va a recoger a mi hijo como para que encima tenga que tomar con café con ellas. No, gracias.
—Izzy, es importante que salgas y que tu vida no se centre en algo más que estar con Patrick en tu casa. Antes salías con la moto, viajabas fuera de la ciudad, ibas al parque a merendar, ¿era solo a Edward a quien le gustaban esas cosas?
Izzy se cruzó de brazos enfadado.
—No. A mí también me gustaban, pero Patrick es pequeño y…
—Patrick tiene casi un año, y según tengo entendido no tiene ningún problema médico. ¿No?
—No —gruñó Izzy.
—Entonces no hay razón por la que no cojas a tu hijo y vayas a San Diego, por ejemplo. O si de verdad crees que es pequeño, podrías salir tú. Contratas una niñera una vez a la semana y sales al bar a tomarte algo, al cine, a cenar con los amigos. Eso te ayudará a despejarte, ya verás.
—Pero… —murmuró Izzy pensando en decir algo en contra, pero no se le ocurrió nada.
—Inténtalo ¿vale? Si lo haces y no te gusta porque todo te recuerda a Edward o porque salir ya no forma parte de ti lo podemos hablarlo e intentar otra cosa, pero por lo menos pruébalo una vez.
Izzy suspiró profundamente y se frotó la cara con las manos.
—Supongo que sí, podría hacer algo este fin de semana.
—Estupendo Izzy —le dijo la terapeuta sonriendo —. La semana que viene me cuentas que tal.
Al día siguiente, en el trabajo, durante la hora del almuerzo. Se quedó comiendo en la zona común con el resto de sus compañeros. Normalmente comía en su despacho, pero si quería intentar socializar con alguien debía de hacerlo con este grupo. No eran íntimos, pero se sentía cómodos con ellos.
Estaba perdido en sus pensamientos pinchando trocitos de carne de su fiambrera cuando escuchó su nombre en voz alta.
—¡Izzy! —exclamó Lucius.
El nombrado alzó la cabeza, sorprendido. Normalmente solo trataba con él para cosas relacionadas con el trabajo, la mayor parte del tiempo el muchacho lo evitaba.
—¿Sí? —preguntó.
—Estábamos hablando de que mañana íbamos todos a comer a un restaurante del centro. Para celebrar ese contrato con el ayuntamiento —le explicó —. ¿Quieres venirte?
Izzy abrió la boca para responder que no, porque seguramente lo habían invitado por cortesía, pero se lo pensó mejor.
—Yo… —murmuró, tragó saliva con fuerza, ahí estaba su oportunidad, la que había estado esperando, tenía que aceptarla —. Claro —dijo —. Pero una cosa, eh… ¿Puedo llevar a mi hijo?
Todo el grupo se volvió para mirarle, completamente sorprendido.
—Vaya, Issy —dijo el Sueco —. No sabía que tenías un hijo, que bien.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Olewande.
—El mes que viene hace un año.
Un “Aw” general se escuchó por todo el grupo. Comenzaron a murmurar entre ellos, pero por el tono a Izzy le pareció que eran comentarios positivos.
—Claro —dijo Lucius sonriente —. Y puedes decirle a tu esposa que también venga si quiere.
Izzy bajó la cabeza con pesadumbre. Por el rabillo del ojo vio como Pete le pegaba un codazo a Lucius.
—¡Y yo que iba a saber! —exclamó Lucius en un intento de hablar en voz baja.
Izzy sonrió un poco y negó con la cabeza.
—No, mi esposa no murió. Es más, no tengo esposa —le dijo Izzy —. En realidad, nunca me casé. Mi exnovio y padre de mi hijo nos abandonó, así que solo estamos Patrick y yo —explicó.
Los miró de manera desafiante, retándoles a decir algo al respecto sobre ello. Lucius alzó las cejas sorprendido y luego sonrió.
—¡BRAVO! —exclamó Lucius y la manera de la que habló fue mucho más amanerada a la que estaba acostumbrado —. O sea, no bravo porque te abandonara tu ex. Sino bravo por decirnos que eras gay, Dios empezaba a cansarme de hablar en un tono más neutro.
Izzy sonrió de medio lado y negó con la cabeza.
—Si puedo llevarlo me apunto. Aunque si luego os vais a beber estoy fuera.
—No te preocupes —dijo Jim —. Iremos a comer, y luego podemos ir a un parque cercano. Seguro que se lo pasa en bomba con la caja de arena que hay allí.
—¡Y con los columpios! —colaboró Pete.
Izzy sonrió de medio lado agradecido. Ninguno hizo ninguna pregunta al respecto, se limitó a aceptar la noticia y sugerir planes para que pudieran hacerlo en común. Al día siguiente, prometió que se vería con el grupo en el restaurante, dejó su mochila en el trabajo y se fue hacia la guardería con una bolsa para Patrick que había rellenado con el doble de cosas de lo habitual.
—Bien —dijo mientras llegaba al restaurante —. Hoy vamos a conocer a unas personas nuevas, ¿te parece? —le dijo al niño.
—¿Ab? —comentó Patrick mordiendo su chupete.
—Exacto, trabajo con ellos y creo que nos llevamos bien. Vamos a comer con ellos y luego al parque, para que te diviertas un poco. ¿Te parece bien? —preguntó.
Patrick le miró y se rio divertido.
—No tienes ni idea de lo que te estoy hablando, ¿verdad? —preguntó Izzy sonriendo ligeramente.
Patrick solo volvió a reír y se apoyó en Izzy. Este le besó la cabeza con delicadeza. Aunque el bebé se parecía físicamente a él, pequeño, de pelo negro y ojos oscuros, parecía tener el carácter de Edward. Solía estar siempre de buen humor y estaba más que encantado de estar rodeado de gente.
El restaurante estaba cerca de un parque y tenía una terraza interior muy amplia. Su grupo lo estaba esperando en una mesa en esa terraza, le habían dejado un sitio libre en un extremo de la mesa y presidiéndola estaba una trona para Patrick.
—Hola —saludó Izzy algo nervioso al llegar —. Os presento a Patrick —dijo.
—¡Hola Patrick! —saludó el grupo a coro.
El niño miró a todos sorprendido, luego miró a Izzy y miró de nuevo al grupo antes de aplaudir entusiasmado.
—Vaya —dijo Izzy sorprendido —. Veo que el sociable de los dos eres tú… —comentó.
—Vamos, sentaros —dijo Lucius haciendo un gesto a la silla —. El camarero nos ha recomendado las chuletas de cerdo, al parecer tienen un sazonado bastante bueno —explicó mientras Izzy sentaba a Patrick en la trona.
—Me apunto a eso, y un refresco —murmuró sentándose en la silla libre y sacando un yogurt para Patrick y unas galletas.
Jim estaba al otro lado de Patrick y le hacía muecas que el niño aplaudía encantado.
—Stede me dijo que nos vemos en el parque —comentó Oluwande mientras comían.
Izzy se sonrojó ligeramente, había visto a Stede más veces después de casi se dieran un beso, pero ni tan siquiera habían hablado del tema.
—Ugh, ¿otra vez comida con su padre? —preguntó John alzando las cejas.
—Eso parece, vendrá desanimado como siempre así que nadie saque el tema por favor. Y habladle del concierto de la semana que viene, da igual que no sean los originales, escuchar a ABBA siempre le sube el ánimo —le dijo Oluwande.
El grupo asintió mientras murmuraba.
—¿Tiene problemas con su familia? —preguntó Izzy.
—Bueno, algo así —explicó Lucius —. Su padre siempre ha sido un maltratador emocional con él y que Stede se divorciara no vino nada bien a su relación. Aun así, es su padre y Stede sigue yendo a su casa cada vez que el hombre le convoca —explicó.
—Y porque todavía no sabe que es gay que si no —dijo John más para él que para el resto.
El estómago se encogió, él también se lo había ocultado a sus padres todo lo que había podido y al final, cuando no le quedó otra que confesarlo las cosas tampoco salieron bien.
—Pero os conocisteis en una asociación, ¿no? —preguntó mirando a Lucius —. Al menos eso es lo que me contó.
—Ah sí, yo trabajaba en una asociación LGTBQ junto a John —dijo señalándole —. Nos dedicamos sobre todo a dar charlas en institutos, además tenemos consejeros para que todo el mundo que lo necesite pueda charlar con un profesional. Stede pasó por la puerta al menos cuatro veces, se quedaba mirando y desaparecía —explicó riéndose —. Un día, pensando que quería hacer algo contra el local salió John a recibirle.
—Pobre hombre… —murmuró John —. Solo le dije, ¿necesitas algo? Y se derrumbó. Parecía llevar años guardándose cosas.
—Lo estuvimos hablando, resulta que acababa de divorciarse porque su propia esposa le había hecho ver que era gay y estaba en plena crisis existencial. Le dije que debería de salir más con gente como él y aquí estamos. Stede es un buen tipo —explicó Lucius —. Un poco alocado y con demasiada confianza en los demás, pero un buen tipo.
Izzy asintió ligeramente. O sea que bajo toda aquella pomposidad y buen humor se encontraba alguien que probablemente había sufrido de ansiedad y depresión.
Continuaron charlando de cosas más animadas y así Izzy fue conociendo a todo el grupo. También le preguntaron sobre él, de que había estudiado o donde había trabajado antes. Patrick también prestaba atención a la conversación y cuando le preguntaban a él directamente respondía con balbuceos.
Después de la comida, se fueron hacia el parque que había al final de la calle. Stede ya los esperaba allí, estaba sentado en una de las mesas que había cerca de la caja de arena y había cafés y batidos para todos en la mesa.
Tecleaba en su teléfono con una sonrisa triste en el rostro que inmediatamente cambió cuando los vio aparecer.
—¡Traje bebidas para todes! —exclamó —. Alpiste para Karl —dijo entregándole la bolsa a Buttons —. Y un batido de frutas para Patrick, ¿te lo estás pasando bien Patrick? —preguntó cogiendo al niño y haciéndole cosquillas en la barriga.
—¿Todo bien? —preguntó Lucius.
Stede asintió ligeramente.
—Vamos peque —dijo sentándose con Patrick —. Un poco de batido y vamos a los columpios.
Una hora más tarde, cuando Patrick descansaba en los brazos de Jim, riéndose cada vez que Oluwande se tapaba los ojos y fingía que no lo encontraba, Izzy se acercó a Stede, se sentó a su lado y le apretó el brazo con cariño.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Bien… —murmuró Stede —. Creo que estoy bien.
—Si quieres hablar del tema estoy aquí y…
—¿Quieres salir conmigo? —le interrumpió Stede —. Porque me gustas y creo que merecería la pena que intentáramos algo. Si no quieres no pasa nada sé que es difícil para ti, pero me gustas y… —dijo y soltó el aire calmadamente —. Lo siento, no debí decirlo así.
El corazón de Izzy latía con rapidez en el pecho y un cosquilleo le subía por el estómago. Apoyó su mano en el rostro de Stede, se acercó a él y lo besó. Los labios de Stede eran suaves al tacto con los suyos, al igual que la barbilla perfectamente afeitada. Se separó un par de minutos después, Stede emitió un gemido bajo ante la pérdida de contacto.
—El sábado —dijo Izzy —. Para comer, yo invito. ¿Puedo ir con Patrick? —preguntó.
—Claro… —dijo Stede sonriendo.
Izzy le devolvió la sonrisa antes de darle un beso rápido y mirar hacia el parque. Ninguno parecía haberse dado cuenta de lo que había hecho, lo que agradecía porque no quería responder a ninguna pregunta ahora.
—Ey Izzy —exclamó Jim acercándose con su hijo apartado de él todo lo que permitían sus brazos —. El hombrecito huele que apesta.
Stede se rio divertido mientras Izzy lo cogía. Le cambió el pañal con rapidez y lo acomodó contra su pecho.
—Nosotros nos vamos —anunció —. Es tarde y el peque tiene que darse un baño y a dormir —dijo —. Muchísimas gracias por el día de hoy, chiques.
—¡A ti Izzy! ¡Te llamaremos para más! —exclamó Jim.
—Aunque cuando nos vayamos de fiesta no te podrás traer al peque, creo que no lo dejan entrar hasta que no tenga la edad mínima para beber —advirtió Lucius.
Izzy sonrió.
—Ya se verá. Hasta mañana. Di adiós al grupo Patrick.
—¡AGGGG! —exclamó el niño moviendo la mano.
Se despidió de Stede dándole un suave apretón en el hombro. Ya en casa, con Patrick dormido en la cuna y el recién duchado, cogió su teléfono móvil y vio cómo tenía un mensaje del grupo de chat.
Recuerdos del día de hoy Lucius
Vio todas las fotos que había hecho de la comida y el parque, en muchas de ellas se sorprendió sonriendo mientras miraba a su hijo que parecía balbucear muy entusiasmado a Jim.
Y esta especial para nuestros jefes. Lucius
La siguiente foto era de él y Stede mientras se estaban besando en el parque. Izzy se sonrojó violentamente, preguntándose como le había dado tiempo a hacer esa foto.
Hacer esto delante de los niños, que poca vergüenza… Jim
Jim mandó una foto de elle, Oluwande y Patrick donde Oluwande le tapaba los ojos a Patrick, estaban de espaldas a Stede e Izzy mientras se besaban.
Izzy sonrió de medio lado, no sabía que escribir así que buscó entre los emojis el que tenía las mejillas sonrojadas. Mandándolo a la misma vez que Stede. Casi al instante recibió mensajes de todo el grupo que era la misma palabra.
Aw
MoonySmith81 on Chapter 4 Tue 11 Mar 2025 10:18PM UTC
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I_Am_Momo on Chapter 4 Wed 12 Mar 2025 08:21PM UTC
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