Chapter Text
El sol del mediodía caía cálido sobre Villa Foosha, una aldea tranquila a orillas del mar. En el puerto, anclado, reposaba el barco de los Piratas del Pelirrojo. En el mascarón de proa apareció una niña, con los ojos encendidos de determinación.
—¡¡¡Déjenme unirme a su tripulación!!! —gritó Lucy D. Monkey, frunciendo el ceño y apretando los puños con rabia—. ¡Quiero zarpar ya! ¡Voy a ser el Rey de los Piratas! ¡Lo digo en serio!
Los piratas estallaron en carcajadas.
—¡Otra vez con eso, Lucy! —rió uno de ellos—. ¿Nunca te cansas?
Shanks, el capitán, le lanzó una mirada entre divertida y preocupada.
—No puedes venir con nosotros, Lucyy —dijo con ese tono cálido que reservaba para él—. El mar no es solo aventuras. Es peligroso. Hay monstruos, tormentas y piratas mucho peores que nosotros.
Lucy apretó los dientes, bajó la mirada y dio un paso atrás. Entonces, con manos temblorosas, sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo.
—¿Eh? ¿Qué haces, Lucy? —preguntó Shanks, alarmado.
Sin responder, Lucy levantó el cuchillo y, con un grito seco, se cortó justo debajo del ojo izquierdo. Un delgado hilo de sangre bajó por su mejilla.
—¡Ahhh! —gritó Lucy de dolor.
El puerto quedó en silencio.
—¡¿Qué demonios haces, pequeña idiota?! — exclamó Shanks, corriendo hacia ella.
Lucy se limpió la sangre con el dorso de la mano, sin derramar una lágrima.
—¡Quiero que vean que hablo en serio! ¡No soy un débil! ¡Voy a ser pirata, cueste lo que cueste!
Shanks lo miró en silencio unos segundos… y luego sonrió.
—Tienes agallas, Luffy. No cualquiera haría algo así.
El silencio se rompió. Los piratas de Shanks gritaron y aplaudieron por la locura de Lucy.
—¡Capitán, vamos al bar de Makino a celebrar la estupidez de Lucy! —propuso un grumete.
—¡Sí, por favor! —alentó otro.
—¡Qué tontos son! ¡No la animen! —regañó uno más sensato.
En el bar de Makino
—¡Hip, hip! ¡Brindemos por Lucy! —celebró un pirata, levantando su jarra de cerveza, acompañado por los demás.
Makino curaba la herida de Lucy. Aunque el corte no era profundo, el gesto había calado hondo en todos. Lucy, con el ceño fruncido y las manos temblando, aguantaba sin llorar.
—¿Te duele? —preguntó Makino, mientras le ponía una pequeña venda.
—Ja, ja, ja… no me dolió nada —murmuró Lucy, aunque las lágrimas traicionaban sus ojos.
—¡Mentirosa! ¡Nunca vuelvas a hacer algo tan estúpido! —gritó Shanks, furioso.
—No le tengo miedo al dolor —replicó Lucy—. ¡La próxima vez llévame al mar! ¡Yo también quiero ser pirata!
—¡Tú no puedes ser pirata! ¡Si ni siquiera sabes nadar! —rió Shanks.
—¡Mentira! ¡He estado practicando! Y mientras esté en el barco, estaré bien. ¡He entrenado tanto que mi puño es como una pistola! —dijo Lucy, cerrando el puño y lanzándolo al frente como si disparara.
- ¡o! ¿como una pistola? ¿En serio? Se burlo shanks
—¡¿Qué clase de tono es ese?! —protestó Lucy, molesta por las risas.
Los piratas, aún celebrando, le gritaron:
—¡Lucy, no estés triste!
—¡Sé feliz para enfrentar cualquier cosa!
—¡La vida de un pirata es genial!
—¡El mar es tan profundo… puedes ir a cualquier isla y buscar aventuras!
—¡Nada es mejor que la libertad!
Al escucharlos, Lucy se animó.
—Chicos, no le digan esas cosas… —reprendió Shanks a su tripulación.
—Pero es la verdad, ¿no? —respondió uno.
—¡Claro! —añadió otro.
—Capitán, ¿por qué no la llevas de una vez? —sugirió un pirata.
—No creo que cause muchos problemas… —agregó otro.
—¡Estoy de acuerdo! —gritó Lucy , emocionado.
—Bueno, si alguien se cambia por él… —propuso Shanks, con una sonrisa pícara.
—¡Tema zanjado! ¡A beber! —exclamaron los piratas, riendo y alzando sus copas, ignorando a su capitán.
- ¿que clase de amigos sois? - gruño lucy a los piratas
—Aún eres muy joven, Lucy. Espera unos diez años y me pensaré llevarte conmigo —bromeó Shanks, con una sonrisa juguetona.
—¡Maldita sea, Shanks! ¡No soy una niña! — exclamó Lucy, con el rostro rojo de rabia.
—Tranquila, toma, bebe un poco de zumo —dijo Shanks, ofreciéndole un vaso.
—¡Ok, Shanks! —aceptó Lucy, bebiéndolo de un trago.
—¿Ves? ¡Sigues siendo una niña! —rió Shanks, cayendo de la risa.
—¡Eso es trampa! —protestó Lucy.
—Uff, ya me cansé… hoy hasta me corté por nada —suspiró Lucy, sosteniendo el vaso de zumo y alejándose de Shanks.
—Luffy, deberías entender los pensamientos del capitán —intervino Benn Beckman, acercándose.
—¿Los pensamientos del capitán? —preguntó Lucy, confundida.
—Así es. Es nuestro líder. Sabe que ser pirata es interesante, pero también que es una vida difícil y peligrosa —explicó Benn.
Lucy lo miró sin comprender.
—¿Entiendes? No se ríe de tu ambición por ser pirata —añadió Benn.
—¡No lo entiendo! ¡Shanks solo me toma por estúpido! —bramó Lucy, furioso.
—Y no sabes nadar —se burló Shanks desde la barra.
—¿Lo ves? —dijo Lucy, señalando a Shanks, quien actuaba sin pizca de vergüenza. Benn lo miró con una gota de sudor en la sien, como diciendo: “Definitivamente es idiota mi capitán”.
Makino, mientras servía una jarra de vino, comentó:
—Shanks se divierte burlándose de él, ¿verdad?
—Es verdad, se lo pasa genial —respondió Lucy, señalando a Shanks.
—Lucy, ¿te gustaría comer algo? —preguntó Makino, sonriendo.
—¡Claro! Te pagaré con mi tesoro —respondió Lucy, orgullosa.
—¿Qué tesoro? ¡Otra vez con tus mentiras! —dijo shanks, incrédulo.
—No, de verdad. ¡Seré pirata y pagaré a makino con el tesoro que encuentre! —proclamó Lucy.
—Ja, ja, ja, estaré esperando —respondió Makino, sonriendo.
—¿Shanks, cuánto tiempo te quedarás? —preguntó Lucy mientras comía.
—Llevamos un año usando este pueblo como base. Planeo hacer unos viajes más y luego iremos al norte —respondió Shanks.
—¡Dos veces! Aprenderé a nadar para entonces —afirmó Lucy con convicción.
—¡Muy bien, buena suerte! —lo animó Shanks.
De repente, la puerta del bar se abrió de golpe con una patada. Un hombre entró como si fuera el dueño del lugar.
—Je, je, así que sois piratas, ¿no? Es la primera vez que veo piratas. Parecéis bastante tontos —se burló el hombre.
Mientras tanto, Lucy comía una baya rosa con remolinos que había encontrado en la orilla del mar mientras intentaba nadar. El hombre, llamado Higuma, se acercó a la barra y golpeó la madera con la mano.
—Somos bandidos, no queremos problemas. Solo queremos comprar diez barriles de sake —aclaró Higuma.
—Lo siento, pero no nos queda sake —explicó Makino, preocupada.
—Qué raro. ¿Qué están bebiendo ellos? ¿Agua? —preguntó Higuma, sarcástico.
—Es sake, pero era lo último que quedaba —respondió Makino.
—Lo siento, parece que nos lo bebimos todo. Toma, si quieres, la última botella —dijo Shanks, ofreciéndosela al bandido.
Higuma tomó la botella y la estrelló contra Shanks, empapándole la ropa de sake. El ambiente se tensó. Makino y Lucy miraron la escena, sorprendidos.
—¿Con quién crees que hablas? No me tomes a la ligera. Una botella no es suficiente —gruñó Higuma.
—Oh, no, mira cómo has puesto el suelo —dijo Shanks, preocupado, ignorando la amenaza.
—¿Ves esto? Mi cabeza vale ocho millones de berries. Soy de los más buscados por aquí. He matado a más de cincuenta y seis personas, algunos como tú —fanfarroneó Higuma—. Ahora que sabes quién soy, ¡deja de molestarme! Los bandidos de la montaña y los piratas no se llevan bien.
Mientras hablaba, Shanks se agachó a recoger los trozos de la botella.
—Lo siento, Makino, ¿tienes una fregona? —preguntó, tranquilo.
Furioso, Higuma desenvainó su espada y golpeó a Shanks, haciéndolo caer.
—Parece que te gusta limpiar. ¡Ahí tienes para un buen rato! —se burló Higuma—. Adiós, panda de gallinas. Qué pueblo patético, ni siquiera tiene sake. Vamos al siguiente.
Los bandidos se marcharon. Makino corrió hacia Shanks, preocupada.
—¿Estás bien, capitán? ¿Estás herido? —preguntó.
—Estoy bien —respondió Shanks, levantándose.
—El capitán parece tan tonto —se burló Lucky Roux.
—Te la ha liado, capitán —añadió otro pirata.
—Ja, ja, ja —rió Shanks.
—¿Por qué os reís? ¡Ha sido vergonzoso! ¿Por qué no peleasteis? ¡Qué más da si eran más! —vociferó lucy, furiosa.
Shanks lo miró con calma.
—Mira, sé cómo te sientes, pero solo era una botella de sake. No vale la pena preocuparse —explicó.
—¡No quiero volver a verte actuar como cobarde! —gritó Lucy, saliendo del bar.
—Oh, venga, no te vayas, Lucy —rogó Shanks, tomándolo del brazo.
Luffy, molesto y decidida, alzó la otra mano con la palma extendida.
—¡Déjame! —ordenó.
Una ráfaga de viento salió de su mano, golpeando a Shanks y empujándolo varios pasos atrás. Su capa y cabello se agitaron. El bar quedó en silencio.
—¿Qué ha sido eso? ¡No será…! — exclamó Shanks, comprendiendo.
—¿Qué ha pasado? —se preguntó Lucy, mirando su mano, confundido.
—¡Aquí está! ¡Aún tenemos la Gomu Gomu no Mi! —gritó Lucky Roux.
—Luffy, mira este libro y dime qué fruta te comiste —pidió Lucky Roux.
—No está aquí. Quería enseñársela a Shanks. Era una baya rosa y amarilla con remolinos, pero sabía horrible —explicó Lucy.
—¡Eso era una Akuma no Mi, un tesoro del mar! Quien la come obtiene habilidades únicas, pero la que te comiste no aparece en el libro. ¡Es imposible que sea una fruta nueva! —dijo Shanks, confundido.
Otro día, en la pescadería
—Je, je, quiero pescado, pescadero —pidió Lucy.
—¡Lucy, pareces de buen humor! Dime, ¿te dejaron atrás los piratas otra vez? —bromeó el pescadero—. Además, ya no puedes nadar.
—No importa. Seré pirata aunque no nade. Desde que comí esa fruta misteriosa, me haré más fuerte. ¡No entiendo cómo usar estos poderes, pero estoy más feliz! ¡Mira! —dijo Lucy, lanzando el mismo ataque que derribó a Shanks.
—¿Qué tiene de gracioso? Todo el pueblo puede pensar que está bien, pero no le veo la gracia a que tus manos expulsen aire —dijo un hombre, cruzado de brazos.
—¡Alcalde! —saludó Lucy.
—Te lo digo otra vez, Lucy. ¡No seas pirata! Arruinarás la reputación del pueblo. El capitán parece buena persona, pero no te quiero cerca de él —exigió el alcalde.
Lucy se tapó los oídos para no escucharlo.
En el bar de Makino
—Llevan muchos días fuera —dijo Lucy, aburrida.
—¿Te sientes sola, Lucy? —preguntó Makino.
—No, aún no he perdonado a Shanks por lo de los bandidos —respondió Lucy, bebiendo zumo—. ¡Pensaba que era un pirata duro!
—Pues yo creo que alguien que se ríe tras ser humillado es bastante duro —comentó Makino.
—Tú no lo entiendes. Hay veces que uno debe luchar por lo que cree —replicó Lucy.
—O tal vez sea eso —dijo Makino, sonriendo.
De repente, la puerta se abrió y entró Higuma.
Más tarde, Makino irrumpió agitada en la oficina del alcalde.
—¡Alcalde, rápido, ha pasado algo terrible! — exclamó.
—¿Qué pasa, Makino? —preguntó el alcalde, preocupado.
—¡Lucy ha sido secuestrado por los bandidos! —proclamó.
Con los bandidos
—Una habilidad rara la que tiene… —dijo un bandido a Higuma.
—Parece que se comió una Akuma no Mi. Si la vendemos, valdrá mucho dinero — comentó Higuma.
—¡Que alguien ayude a Lucy! —gritó un vecino.
—¡Pero podrían matarnos! —señaló otro.
—Además, fue Lucy quien se metió con ellos —añadió otro.
—¡Maldita sea! ¡Disculpate ahora! —exigió Lucy.
Higuma lo sujetó del brazo, lo levantó y lo arrojó al suelo. Pero Lucy no tocó tierra: una cúpula como una burbuja lo envolvió, manteniéndolo suspendido.
—¿Eh? —se preguntó Lucy, confundido.
—Eres un monstruo… Sí, definitivamente te venderé —dijo Higuma.
—¡Dejen que la niña se vaya! —exigió el alcalde, llegando al lugar—. No sé qué ha hecho, pero no quiero problemas. Pagaré, déjenla ir.
—¡Alcalde! —dijo Lucy, sorprendido.
—Como era de esperar, los ancianos saben manejar las cosas —se burló Higuma—. Pero es tarde. Esta enana me ha insultado. Me pone de los nervios.
Higuma intentó darle una patada a Lucy, pero la burbuja lo protegió.
—¡Maldita sea esa habilidad! —gruñó Higuma, golpeando la barrera.
—Me preguntaba por qué nadie nos recibía en el puerto. Esta es la respuesta —dijo Shanks, apareciendo.
—¡Vosotros, los bandidos de la otra vez! Lucy, ¿qué pasa? ¿No eran tus puños como pistolas? Vaya, ahora puedes volar —bromeó Shanks.
—Te sugiero que te vayas, pirata, ¿o quieres limpiar el suelo otra vez? —amenazó Higuma.
—¿Estás sordo? ¡No te acerques! —gritó un bandido, apuntando a Shanks con un arma.
—Je, je. Ya que sacaste un arma, supongo que tendremos que sacar la nuestra —dijo Shanks, tranquilo.
—¿Cómo dices? —preguntó el bandido.
—Digo que uses eso para señalar, no para apuntar —respondió Shanks.
De repente, Lucky Roux disparó, y el bandido cayó muerto. Los vecinos se sorprendieron.
—¡Eso ha sido sucio! —gritó otro bandido.
—¿Sucio? No nos hagan reír. ¿Creen que somos santos? —replicó Benn.
—Delante tienen a piratas —proclamó Shanks, señalándose.
—¡Cállense, esto no les concierne! —gritó un bandido.
—Escuchen bien, bandidos. Pueden tirarme comida, sake o escupirme, y me reiré. Pero no me importa qué razón tengan, no permitiré que nadie se meta con mis amigos —declaró Shanks.
—¡Shanks! —dijo Lucy, emocionada.
—¿Que no me perdonarás? ¿Vosotros, piratas que solo flotan en un barco? ¿Queréis destruirnos? ¡Nosotros os destruiremos! —rugió Higuma.
Los bandidos desenvainaron sus espadas y se lanzaron contra los piratas.
—¡Déjamelos a mí, capitán! — exclamó Benn, interponiéndose.
Un bandido atacó a Benn, pero este apagó su cigarrillo en la frente del atacante y lo derribó con la culata de su escopeta. Rápidamente, derrotó a los demás.
—¡Guau! — exclamó Lucy, ya en el suelo, pues la habilidad había desaparecido.
—Increíble —dijo Makino, asombrada.
—Esa enana se metió con nosotros —vociferó Higuma.
—No importa. Hay una recompensa por tu cabeza, ¿no? —preguntó Shanks.
Higuma lanzó una bomba de humo y se llevó a Lucy.
—¡Oh, no! ¡Se llevaron a Lucy! —gritó Shanks, preocupado.
—Tranquilo, capitán, nos dividiremos y la encontraremos —dijo Lucky Roux.
En el océano
—Ja, ja, escapamos. Nadie pensaría que un bandido huiría por mar —rió Higuma, mirando a Lucy—. Solo te usé como rehén, pero ya no me sirves. Recuerda, he matado a cincuenta y seis personas. ¡Vete al infierno!
Higuma empujó a Lucy al mar con una patada. De repente, un monstruo marino apareció y devoró a Higuma.
—¡Socorro, que alguien me ayude! —suplicaba Lucy.
El monstruo se acercó, abriendo la boca para tragarlo, pero Shanks apareció y lo salvó.
—¡Fuera de aquí! —ordenó Shanks al monstruo, que se alejó.
—Gracias, Lucy. Makino me lo contó todo. Gracias por defendernos. Si quieres ser pirata, no deberías llorar —dijo Shanks.
—¡Shanks, tu brazo! — lloró Lucy, viendo que Shanks había perdido su brazo izquierdo al protegerla.
—No importa, es solo un brazo. Tú estás viva —respondió Shanks.
—¡Bua, bua! — lloró Lucy, aferrándose a él.
De repente, Shanks se mareó.
—Shanks, ¿qué pasa? —preguntó Lucy, preocupado.
—He perdido mucha sangre y estoy débil. No sé si podré nadar hasta la orilla —admitió Shanks.
—¡Quiero ayudar! — exigió Lucy.
—Lucy, no puedes. El mar te debilita —le recordó Shanks.
—¡No, quiero ayudar! — insistió Lucy.
Una luz blanca emanó de Lucy, y en su lugar apareció una criatura majestuosa, como tejida de los sueños del mar. Su cuerpo azul suave brillaba con un resplandor etéreo, con manchas azul oscuro como constelaciones. Su vientre blanco reflejaba la espuma, y un largo cuello se alzaba con gracia, coronado por un rostro sereno con ojos profundos. Un pequeño cuerno adornaba su frente, y su caparazón evocaba un navío ancestral.
—Lapras —dijo la criatura.
—¿Lcfy? ¿Eres tú? —preguntó Shanks, maravillado.
La criatura asintió.
—¡Espera! ¿No te debilita el mar? —preguntó Shanks.
—No —respondió Lucy con calma, empujando a Shanks para que subiera a su lomo.
Shanks, atónito, se sujetó. La criatura se deslizó con elegancia sobre las olas, como si el océano la reconociera. Con un impulso suave, surfeó el mar con velocidad y gracia, mientras el sol se reflejaba en su espalda.
Al acercarse a la orilla, la tripulación de Shanks los vio.
—¡Miren, es el capitán! Parece herido, pero va sobre una criatura que nunca he visto —dijo un pirata.
—Shanks, no me siento bien —dijo Lucy, y la luz volvió a envolverlo. Regresó a su forma humana, debilitado.
—¿Por qué me siento mal? —preguntó.
—Ya me extrañaba que el agua no te afectara. El mar debilita a los que comen Akuma no Mi, pero parece que tú resistes unos treinta minutos. ¡Es una gran ventaja! —explicó Shanks.
Shanks, recuperando fuerzas, llevó a Lucy a la orilla. Lucy se quedó dormida.
—¿Capitán, estás bien? ¿Era ese el poder de Lucy? —preguntó Lucky Roux.
—Shhh, silencio, está dormida. Usar sus poderes la agotó —dijo Shanks, llevándolo al bar.
—Makino, déjame llevarlo a su habitación —pidió Shanks.
Makino asintió y lo guio. Shanks acostó a Lucy.
—Que tengas dulces sueños, pequeña.
Al día siguiente, en la habitación de Lucy
Lucy dormía profundamente, envuelto en su manta. Los rayos del sol se colaban por las cortinas. Sus párpados temblaron, se desperezó con un bostezo y… flotó.
Sin tocar el suelo, se deslizó por el aire, medio dormido, sin notar que su cuerpo había cambiado. Una cola rosa lo seguía, pero no lo percibió. Flotó al baño, donde una chispa rosada se disipó mientras se duchaba. El agua no lo mojaba como antes. Tras secarse, flotó frente al espejo y abrió los ojos.
Un par de ojos grandes lo miraban. Su piel era rosa, con orejitas redondas y pequeñas patas. Parecía un gatito.
—¿Eh…?
Parpadeó. El reflejo también. Sacó la lengua. El reflejo mostró una lengüita rosada.
Flotó hacia atrás, sorprendido, y gritó:
—¡¿Qué me pasa?! —su voz era chillona.
Su cola se enredó, liberando una onda psíquica que lanzó el cepillo de dientes por los aires. Jadeando, pensó:
—Shanks me puede ayudar.
Flotando, salió de su habitación y llegó al bar.
—¡Shanks! —gritó, saltando hacia él en su forma de gatita rosa.
Soltó un “mew” y se detuvo frente a él, alzando las patas para abrazarlo. Shanks la rodeó con su brazo, acariciándole la cabeza.
—Tranquila, pequeña —dijo, mientras Lucy ronroneaba, relajándose.
La tripulación, Makino y los aldeanos miraban, asombrados. Shanks sonrió.
—Lucy, lo que te pasa es increíble. Esa baya rosa con remolinos no era una Akuma no Mi cualquiera. Has despertado algo único, algo que no está en ningún libro. Este gatito rosa es tu verdadera transformación, el núcleo de tu poder. Pero lo que vimos en el mar, esa criatura majestuosa… demuestra que puedes transformarte en varias formas. ¡Eres un tesoro viviente del océano!
Lucy soltó un “mew” interrogante. Shanks rió.
—No te preocupes. Tu cuerpo puede cambiar entre formas, como disfraces mágicos. Este gatito eres tú en tu forma más pura, pero puedes ser otras criaturas, como esa… ¿Lapras? —dijo, divertido—. Aún no controlas tus poderes, por eso cambias sin querer. Con práctica, lo dominarás.
Makino se acercó con zumo y bocadillos.
—¿Cómo vuelve a ser humana, capitán? —preguntó.
—buena pregunta. Lucy, tus transformaciones dependen de tu voluntad. Cuando te convertiste en esa criatura marina, querías salvarme. Ahora, al convertirte en este gatito, estabas relajada y dormías tranquila. Por eso te transformaste en un gato.. Para volver a tu forma humana, concéntrate en ser Lucy D. Monkey, la futura Rey de los Piratas. Imagina tu cuerpo humano, tus brazos, tus piernas, tu sonrisa.
Lucy cerró los ojos, temblando. Una luz rosada la envolvió. En un destello, volvió a su forma humana, tambaleándose, pero sonriendo.
—¡Lo hice! ¡Volví! —gritó, victorioso.
La tripulación vitoreó, y Makino aplaudió. Shanks le dio una palmada en la espalda.
—¡Esa es mi Lucy! Pero escucha, estos poderes son un gran regalo y una responsabilidad. Debes entrenar y controlarlos. Y no comas más frutas raras, ya que si comes otra puedes morir.
—Ja, ja, ja, ¡prometido, Shanks! Pero ahora que tengo estos poderes, ¡me llevarás al mar, verdad? —preguntó Lucy.
Shanks suspiró, sonriendo.
—Ya lo veremos. Sigue entrenando, sigue siendo valiente. Por ahora, ¡celebremos con bebida y comida!
Ese mismo día, al mediodía, en el puerto de Villa Foosha
Los muelles bullían de actividad. Los piratas cargaban comida, armas y ron. El barco estaba listo para zarpar.
—¿Esta vez te vas de verdad? —preguntó Lucy a Shanks.
—Llevamos mucho tiempo aquí. Es hora de irnos. ¿Estás enfadada? —respondió Shanks.
—Un poco, pero no te forzaré a llevarme. ¡Seré pirata por mi cuenta! —declaró Lucy.
—Ja, ja, ni de broma te habría llevado. No tienes lo que hace falta para ser pirata —bromeó Shanks.
—¡Sí lo tengo! ¡Tendré una tripulación tan fuerte como la tuya, encontraré el One Piece y seré el Rey de los Piratas! —proclamó Lucy.
—Oh, ¿quieres superarnos? Toma, guarda mi sombrero —dijo Shanks, poniéndoselo en la cabeza—. Es mi favorito. Cuando seas un gran pirata, devuélvemelo.
Shanks subió al barco, junto a Benn.
—Esa chica será grande —comentó Benn.
—Porque me recuerda a mí a su edad. ¡Levad anclas, zarpamos! —ordenó Shanks.
La tripulación partió, mientras Lucy, con el sombrero de paja en la cabeza, miraba el horizonte, soñando con el día en que surcaría los mares.
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Cuando Lucy finalmente cumplió 17 años, estaba lista para zarpar. Empacó sus pertenencias en una bolsa de viaje y se dirigió al pequeño bote que había preparado durante meses. Con determinación, lo condujo hacia el mar abierto.
Antes de alejarse completamente, se giró. Su mirada se clavó por última vez en la orilla de la Isla Foosha. Con una mezcla de emoción y nostalgia, gritó:
—¡Adiós a todos! ¡Prometo que me convertiré en la Reina Pirata!
En la orilla, la gente del pueblo la observaba partir. Estaban Makino, Dadan y sus bandidos, junto al alcalde, todos con una mezcla de orgullo y preocupación en sus rostros.
—¡Buena suerte, Lucy! —gritaron al unísono, levantando los brazos para despedirla.
—Alcalde, ya se va a su aventura —dijo Makino con una sonrisa tranquila.
—Sí... pero, ¿será este su final? ¿Y cómo se lo tomará Garp? —murmuró el alcalde, lo suficientemente bajo para que solo él lo escuchara.
Horas después, cuando la isla ya no era visible en el horizonte, el viento comenzó a agitar el mar.
—¿Qué es ese ruido...? —dijo Lucy, frunciendo el ceño. Su voz tembló un poco—. No me digas que...
En ese instante, el mar frente a ella comenzó a girar violentamente. Un gigantesco remolino emergió con un rugido ensordecedor.
—¡¿Un remolino?! ¿¡Ahora!? —gritó, con los ojos muy abiertos. Pero luego respiró hondo, apretó los puños y se calmó—. No, no. Piensa, Lucy. ¡Piensa! No vas a ahogarte en tu primer día como pirata...
De repente, Lucy se transformó en un pequeño gato rosado. Con un salto ágil, voló hacia arriba, alejándose del remolino antes de que la corriente la arrastrara.
Desde el aire, el panorama era mucho más claro. Y fue entonces cuando lo vio: un barco turístico avanzaba lentamente... y estaba siendo atacado por otro. Uno completamente rosa, chillón y cubierto de detalles absurdos que solo podían describirse como... feos.
—¿Qué demonios…? ¿Un barco pirata rosa? —murmuró Lucy, frunciendo el ceño—. Esto no puede ser en serio.
Movida por la curiosidad y el hambre, decidió acercarse. Si esos piratas estaban atacando a civiles, tal vez ella podría sacar algo de provecho. Además, necesitaba revisar si el barco turístico tenía algún bote de reserva.
En ese momento, su estómago gruñó con fuerza.
—Ugh... claro, no he comido nada desde que me terminé toda la comida —murmuró, llevándose una mano al vientre—. A ver si al menos tienen algo comestible en ese barco...
Aprovechando que estaba en el aire, Lucy descendió hacia el barco turístico. Aterrizó silenciosamente sobre la parte trasera del puente de mando del capitán, sin que nadie la notara. Observó desde su escondite.
Los piratas del barco rosa —hombres musculosos que parecían no tener ni una pizca de cerebro— estaban ocupados trasladando el oro de los turistas al suyo propio. Escuchó a uno decir quién era su capitana.
—¿Piratas de Alvida? —susurró Lucy, arqueando una ceja.
Aprovechando que los piratas estaban distraídos, comenzó a volar por la cubierta, buscando la bodega del barco. Antes de aterrizar, ya había localizado un bote de emergencia. Solo le faltaba llenarse el estómago antes de escapar.
Una vez en la bodega, Lucy tomó algo de comida: fruta, pan y un poco de queso. Sin perder tiempo, empezó a comer.
Mientras revolvía cajones y desplazaba cajas flotando en el aire con su telequinesis, la puerta se abrió de golpe con un chirrido oxidado.
Lucy se dio vuelta. Era un niño pequeño, de aspecto nervioso. Bajito, rostro redondo, gafas redondas y cabello rosa partido por la mitad. Vestía una camiseta blanca de manga corta con botones, pantalones negros sencillos y zapatillas blancas con suela roja. Caminaba con pasos cautelosos, sin notar aún la presencia de Lucy.
—Vamos, vamos... tiene que haber algo útil… —murmuraba, concentrado—. Si no, me van a regañar otra vez... dirán que no hice nada, como siempre...
Sus ojos se iluminaron al ver una vieja bota de vino. Se acercó, la revisó, y al ver que estaba llena, sonrió.
—¡Esto servirá!
Tiró la bota al suelo para hacerla rodar, pero tropezó con los cordones sueltos de sus zapatillas y cayó.
—¡CLONK!
—¡Mii~ hihi! —rió Lucy, divertida.
El niño se quedó inmóvil al escuchar la risa. Luego miró hacia arriba... y la vio: un gato rosado volando.
—¡Hieeee! —gritó Koby, asustado.
Lucy comenzó a volar en círculos a su alrededor.
—¿Tú... qué clase de criatura eres? ¿Y qué haces aquí? —preguntó Koby, sorprendido.
—¡Solo alguien que busca comida! Tengo hambre —respondió Lucy con una sonrisa traviesa—. Me comí la fruta del diablo Mew Mew no Mi. ¡Soy humana! Me llamo Lucy D. Monkey.
—¿No aparentas ser humana... y qué es una fruta del diablo? —preguntó Koby, confundido.
—Son frutas muy raras que te dan poderes especiales. Pero hay un precio: no puedes nadar, te hundes como una piedra si tocas agua salada.
—mira te lo enseño
En ese instante, una luz envolvió a Lucy. Koby se cubrió los ojos, y cuando la luz se desvaneció, frente a él estaba una joven de cabello corto negro azabache, ojos grandes y brillantes, con un sombrero de paja, chaleco rojo, pantalones cortos y sandalias.
—¡Vaya, es increíble! Nunca supe que existiera este tipo de poder —dijo Koby, maravillado.
—¿Y tú cómo te llamas? —preguntó Lucy.
—¡Ah! Me llamo Koby. Un placer —respondió.
—Encantada de conocerte. ¿Y tú qué haces aquí?
Koby bajó la mirada.
—Fui capturado por los Piratas de Alvida. Me equivoqué de bote y me obligaron a seguirlos… Me tienen aquí haciendo trabajos forzados. Si me quejo, me golpean.
—jajjaja¿Y por qué no escapas? —preguntó Lucy.
—¡Imposible! ¡Me matarán! —gritó Koby, temblando.
Lucy solo siguió comiendo.
—Oye… —dijo Koby— ¿qué haces aquí exactamente?
—¿Yo? El torbellino de antes me pilló de sorpresa. Estoy comenzando mi aventura para convertirme en la Reina de los Piratas.
Koby quedó boquiabierto.
—¿La reina de los piratas? ¿Tú?
—¡Claro que sí! —dijo Lucy, con total convicción.
—¿Ya tienes tripulación?
—No, pero la conseguiré la mejor tripulación de la historia
—¿Sabes lo que significa ser el Rey de los Piratas? ¡Tienes que encontrar el One Piece! Es imposibe, imposible, todos los piratas van tras el , es imposible.
Lucy, harta, le dio un golpe en la cabeza.
—¿Por qué me pegaste? Da igual ya estoy acostumbrado
- pues sere la reina pirata porque quiero y si muero por mi sueño me da igual- le dijo lucy
Koby la miraba con los ojos muy abiertos, aún impresionado por lo que acababa de presenciar. Lucy, con esa confianza desbordante, con su sonrisa radiante y su energía tan decidida, era como una chispa encendida en medio de su apagada esperanza.
Tragó saliva, y por un instante, el miedo pareció desvanecerse de su rostro.
—Oh… no lo había pensado así —dijo en voz baja, casi para sí mismo—. ¿Tú crees…? ¿Tú crees que yo también podría cumplir mi sueño?
Lucy lo miró con curiosidad, flotando en el aire con la cabeza ladeada como si fuera un gato interesado en algo nuevo.
Koby, apretando los puños con fuerza, levantó la mirada y dijo con determinación, envalentonado por las palabras de Lucy:
—¿Crees que… podría alistarme en la Marina? ¿Dejar de ser solo un cobarde? Siempre lo he soñado desde pequeño convertirme en marine
- mm ni idea- Dijo lucy
—¡Sí, lo haré! ¡No más trabajo forzoso! Me iré lejos de aquí y también atraparé a la capitana Alvida… y entonces… —proclamó koby.
Antes de que pudiera protestar más, cuatro piratas entraron en la bodega y estos vieron a koby junto a una chica linda.
—¿Qué está pasando aquí, Koby? ¿Nos vas a traicionar?
-yo, no que va - les contesto koby
- oh vaya, mira que tenemos aquí, que tal si vienes con nosotros y lo pasamos bien? - le pregunto un pirata
- dejadme en paz, si no os arrepentireis- comentó lucy
—¿Y qué vas a hacer tú sola, gatita? —se burló uno.
Lucy cabreada, concentró su energía. Sus pequeños puños se apretaron con fuerza, y por un instante, una intensa aura blanca la envolvió,
"¡PUÑO BALA!" rugió Lucy, liberando la energía acumulada en un único y devastador golpe.
Su cuerpo se lanzó como un proyectil hacia el primer pirata. El impacto fue brutal, una explosión de fuerza concentrada que lo levantó del suelo y lo arrojó contra las cajas apiladas, dejándolo inconsciente al instante con un gemido sordo.
Sin perder ni una fracción de segundo, Lucy pivotó sobre un pie, su mirada fija en el segundo pirata que intentaba flanquearla. Antes de que el hombre pudiera siquiera levantar su arma, ella ya estaba allí. Su puño, aún imbuido de energía se estrelló contra su costado con una fuerza que hizo crujir costillas. El pirata se dobló por el dolor, el aliento escapando de sus labios en un estertor.
Finalmente, se encaró a otro pirata , que había retrocedido con cautela, observando la repentina demostración de poder. Una sonrisa salvaje y confiada curvó los labios de Lucy y último ejecutó un ataque ascendente. El golpe impactó al pirata de lleno en la mandíbula, la fuerza del impacto resonando en el aire húmedo de la bodega. El hombre cayó hacia atrás, los ojos en blanco, derrotado antes de siquiera comprender lo que había sucedido.
- mon-monstruo - grito el ultimo pirata restante y este huyo gritando:
Capitana Alvida, hay un monstruo monstruo.
El pirata llego hacia donde estaba alvida-
- capitana hay un monstruo con koby - le explicó el pirata
-¿ me llamas monstruo? - le preguntó alvida furiosa aggarando del cuello al pirata.
- no, hay alguien con koby y esta persona a derrotado a varios piratas - le explicó el pirata
Alvida escucho esto y le preguntó:
- ¿donde esta?
- en la bodega - respondió el pirata.
En la bodega...
- deberias huir, alvida te atrapara- dijo koby preocupada por lucy.
De repente la puerta de la bodega fue destruida por alvida con su garrote.
— ¿no eres el cazador de piratas zoro?
—¿Zoro? —preguntó Lucy.
—¡Koby! ¿Quién es la mujer más hermosa de los mares?
Antes de que él respondiera, Lucy intervino:
—¿Y quién es esta anciana gorda?
Un silencio tenso llenó la bodega. Alvida se quedó inmóvil, procesando lo que había escuchado, mientras su rostro enrojecía de ira.
El rostro de Alvida hervía de furia. Su cuerpo temblaba de pura rabia, su garrote rechinaba en sus manos de tanto apretarlo.
—¡¿CÓMO TE ATREVES A LLAMARME GORDA, MALDITA ESCORIA?! —rugió, con voz temblorosa por el enojo.
—¿Te ofendió eso? —respondió Lucy con una sonrisa burlona, estirando los hombros con calma—. Pensé que ya lo sabías…
¡Te arrepentirás de haberme insultado, mocosa! —rugió alvida , levantando su arma.
Lucy entrecerró los ojos y dejó escapar un suspiro. Luego, sus piernas brillaron con una energía blanca y chispeante, como si una corriente de velocidad pura se activara en su interior.
—¿Sabes qué? Esto es aburrido, acabare rapido —dijo lucy con una sonrisa afilada.
En un instante, desapareció.
- —¡ATAQUE RÁPIDO! —gritó su voz desde el vacío
Antes de que la pirata pudiera siquiera mover la maza, Lucy apareció justo delante de alvida , con el puño extendido. Un segundo después, el golpe lo impactó en e estomago con tal velocidad que su cuerpo se elevó en el aire y fue a estrellarse contra el mástil principal.La madera crujió por el impacto. El pirata cayó al suelo, inconsciente.
Los piratas que la acompañaban se quedaron paralizados. Uno dejó caer su espada.
—¡C-Capitana…!
—¡Monstruo! —gritó otro— ¡Es una bestia con cara bonita!
Los piratas restantes se abalanzaron sobre Lucy, gritando al unísono. Uno con una cadena, otro con cuchillos, dos más con garrotes, y el último… simplemente con las manos temblorosas.
Lucy no se inmutó.
—Uf… ¿otro grupito de idiotas? Bueno… supongo que no aprendieron viendo lo que le pasó a su jefa.
Saltó hacia ellos con una fuerza titánica. Su puño chocó contra el suelo, provocando un mini terremoto que los lanzó por los aires.
¡BOOOOOOOM!
Los piratas gritaron mientras volaban en distintas direcciones, estrellándose contra muros, barriles y entre sí. En cuestión de segundos, todos estaban fuera de combate.
Lucy se sacudió el polvo de las manos y miró a su alrededor.
—Hmph…
Infló los mofletes en un puchero, cruzó los brazos y suspiró.
—Esto fue muy fácil… Tendría que haber usado menos fuerza… —refunfuñó—. ¡Ahora me aburrí!
Desde una esquina de la bodega, Koby asomó con los ojos como platos.
—¿Eso fue por los poderes de la fruta del diablo? —susurró—. ¡Lucy, eso fue geniall!
Ella le guiñó un ojo.
- que tal si nos bamos de aqui? Le pregunto lucy riendo por la expresion de koby
-eeee? Se sorprendio koby pero asinto para irse.
Ambos salieron de la bodega rápidamente, dejando atrás los escombros, los cuerpos desmayados y a una Alvida completamente noqueada entre barriles rotos. El aire fresco del mar les golpeó en el rostro al subir a la cubierta.
—¡Por aquí! —dijo Lucy, señalando un pequeño bote salvavidas amarrado al costado del barco.
Saltaron a bordo con agilidad. Lucy, consu telequinesis, desató las cuerdas como si fueran hilos delgados, mientras Koby se encargaba de soltar los nudos del mástil.
—¿Sabes navegar? —preguntó Lucy mientras acomodaba los remos.
—¡Más o menos! ¡Creo que puedo hacerlo sin estrellarnos contra una roca! —respondió Koby, nervioso.
—Bueno entonces en marcha
El bote se deslizó por el agua, alejándose del barco pirata que lentamente desaparecía entre las olas. El cielo estaba despejado, y la brisa salada soplaba suavemente. Lucy se recostó contra el borde del bote, cruzando las manos detrás de la cabeza.
Chapter Text
Los rayos del sol mañanero se colaban entre el bote. Con un bostezo, Lucy alzó los brazos al aire, estirando su cuerpo con un movimiento lento y deliberado, como si quisiera alcanzar el cielo.
—¡Qué día hace! —exclamó, su voz cargada de entusiasmo mientras sentía la brisa fresca acariciar su rostro.
El canto de los pájaros y el aroma del mar llenaban el aire. Con una sonrisa, Lucy se desperezó una vez más, lista para comenzar el día.
—Si seguimos a este ritmo, pronto llegaremos a la isla donde está la base de la Marina —explicó Koby a Lucy.
—¡Vaya! Sí que sabes de navegación. Tuve suerte al escogerte —comentó ella, sorprendida.
—Ah, es porque tengo conocimientos básicos de navegación, como cualquier buen navegante —proclamó Koby con orgullo.
—Shishishi —rió Lucy, contenta de dar sus primeros pasos hacia la aventura.
—Mira, no sé por qué estás tan contenta, Lucy. Sabemos que tienen preso a Roronoa Zoro... el Cazador de Piratas. Dicen que ha derrotado a hombres con recompensas altísimas. ¡Dicen que es un monstruo! —le explicó Koby con tono preocupado.
Finalmente, llegaron a tierra firme.
—¡Ya estamos! ¡La ciudad de la base naval! —proclamó Lucy al viento, con los brazos extendidos.
Tanto Koby como Lucy se dirigieron al mercadillo, observando todo a su alrededor con curiosidad.
—Ay, Lucy… Creo que no es buena idea quererlo como compañero —dijo Koby, frunciendo el ceño—. Me preocupa lo que pueda pasar.
—Aún no lo he decidido —respondió ella con un tono tranquilo—. Pero si es una buena persona...
—Si lo han hecho prisionero, es porque es malo —replicó Koby, cada vez más inseguro.
Lucy tomó una pera de un puesto y, tras pagarle a la vendedora, le preguntó con naturalidad:
—¿Sabes dónde tienen a Roronoa Zoro en la base?
Al escuchar ese nombre, la expresión de la vendedora se congeló. El ambiente se tensó de inmediato. La gente alrededor detuvo lo que estaba haciendo. Otros simplemente retrocedieron con pasos apresurados. En cuestión de segundos, el bullicioso mercadillo se había hecho un hueco de silencio en torno a ella.
—Parece que no se puede pronunciar el nombre de Zoro —le susurró Koby.
—Mmm, vamos a la base. ¿Quieres inscribirte en la Marina, no? —preguntó Lucy, caminando directamente hacia la base naval.
—Sí, sí... pero de momento no estoy listo. He escuchado que el jefe de la base naval es el Capitán Morgan —le explicó Koby, siguiéndola con cautela.
Cuando Koby mencionó el nombre del Capitán Morgan, la gente, al igual que antes, se asustó y se alejó de ellos, creando otro vacío de silencio a su alrededor.
- jajaj que ciudad mas divertida - se rió lucy de la situación
—Qué extraño... ¿por qué la gente se asusta al oír el nombre del Capitán Morgan? —preguntó Koby, visiblemente confundido por el temor que sus palabras generaban en los aldeanos.
—Ya estamos aquí la entrada a la base marina—dijo Lucy.
—Snif, snif... Ya estoy aquí. Es hora de despedirse. Hemos estado pocos días juntos, pero... —lloraba Koby.
—Ven aquí, Koby. Zoro está aquí —le dijo Lucy, que estaba apoyada en la muralla.
—¿Qué dices? ¡Es imposible! —se sorprendió Koby.
Lucy bajó y fue a otra parte de la muralla, más baja.
Allí lo vieron.
Atado a un enorme poste de madera, con los brazos extendidos y cuerdas gruesas que le sujetaban el torso, estaba Roronoa Zoro. Su cabello verde estaba desordenado por el viento, su cuerpo cubierto de polvo y heridas secas. A pesar del estado en el que se encontraba, mantenía la cabeza en alto y una mirada feroz que intimidaría a cualquiera que se atreviera a acercarse.
Lucy dio un paso al frente, fascinada.
—¿Ese es Zoro...? —susurró—. No parece un monstruo.
—No te fíes de las apariencias —respondió Koby, temblando ligeramente al ver a Zoro.
—¿Si lo libero? ¿crees que se liberara? —preguntó Lucy.
—¡Qué va! Si lo haces, irás a prisión —exclamó Koby.
Una escalera se colocó al lado de Lucy. Tanto ella como Koby vieron a una niña subiendo por ella para llegar al patio donde estaba Zoro. Se acercó y se puso frente a él.
—¿Qué haces? —preguntó Zoro, preocupado por la niña, sabiendo lo que le pasaría si lo ayudaba.
—He pensado que tendrías hambre, ya que no has comido. He hecho unas bolas de arroz —le dijo la niña, mostrándole un pequeño paquete de comida.
—No. ¡Vete! —le gritó Zoro, intentando asustarla para protegerla.
—No asustes a la niña, Roronoa Zoro. Aún veo que estás bien —intervino un joven de baja estatura, cabello rubio y traje violeta que acababa de aparecer en el lugar.
—Vaya... parece una buena persona. La niña parece estar a salvo —comentó Koby, aliviado.
Lucy no lo veía tan claro. Su instinto le decía que algo estaba por suceder, así que esperó atenta.
—¿Y eso que tienes en las manos? Ah, ¿son bolas de arroz? Tienen buena pinta —dijo el joven rubio con una sonrisa torcida. Dio un paso hacia la niña, le arrebató las bolas de arroz y se las comió.
Zoro lo miró con furia.
—Qué asco... son dulces. Las bolas de arroz deben ser saladas —dijo el joven mientras tiraba la comida al suelo y la aplastaba con la bota.
—Ah, no... para mí estaban mejor dulces —lloraba la niña, desconsolada.
—Eso es horrible... qué bestia es ese hombre —susurró Koby.
—A ver, ¿que no has leído el aviso? Aquel que ayude a un traidor será arrestado y ejecutado. Capitán Morgan —dijo el joven mientras sacaba de su chaqueta una hoja con el aviso.
—¡Eh! —exclamó la niña, asustada al escuchar la advertencia.
—Ja, ja, ja... hasta los niños le temen a mi padre —presumió el chico.
—¿Padre? —se preguntó Lucy, sorprendida.
—¿O sea que este es el hijo del capitán Morgan? —dijo Koby.
—¡Hey! ¡Lanza a la niña fuera de aquí! —ordenó el chico a un soldado.
—¿Qué? —preguntó el soldado, sorprendido.
—¡Que la lancéis al otro lado! ¿No escucháis mi orden? Si no lo haces, se lo diré a mi padre —exigió el chico.
—¡Sí, sí! Ahora lo hago —obedeció el soldado. Se acercó a la niña y le dijo:
—Lo siento, niña... intenta esconder la cabeza.
El soldado la agarró y la lanzó al aire. Lucy, atenta, corrió y la atrapó antes de que golpeara el suelo.
—Gracias —agradeció la niña con los ojos llorosos.
—¿Estás bien, niña? Qué hombre más cruel... ¿no estás herida, verdad? —le preguntó Koby, preocupado.
En el patio...
—Cerdo... —exclamó Zoro, furioso, mirando al chico.
—Ja, ja, ja. Aún resistes con vida —rió el chico ante la situación de Zoro.
—Sí. Y aún podría aguantar un mes más —proclamó Zoro con determinación.
—¡Aguanta todo lo que quieras! Ja, ja, ja —dijo Helmeppo, riéndose.
—Solo me quedan diez días —le dijo Zoro al chico.
—¡Sí, sí! Si aguantas esos diez días... —ironizó Helmeppo mientras se marchaba.
En el patio, cuando Helmeppo se fue...
—Me han dicho que eres un monstruo —dijo Lucy, acercándose lentamente a Zoro.
Zoro entrecerró los ojos, observándola con desconfianza. Su mirada era intensa, como la de una bestia acorralada.
—¿Aún estás aquí? —preguntó Zoro, molesto.
—¿Por qué estás atado aquí? ¿Para que todos te vean? —preguntó Lucy, observándolo atentamente, evaluando si valía la pena que se uniera a su equipo.
—No tienes que hacer nada —le respondió Zoro.
—Bien, si fuera yo, me moriría de hambre —dijo Lucy.
—No es mi intención. Pienso sobrevivir, ¿entiendes, mocosa? —le explicó Zoro con firmeza.
—Hey, tienes narices —le dijo Lucy mientras se despedía.
—¡Espera! Dame esas bolas de arroz —le pidió Zoro, señalando la comida.
—¿Te las piensas comer? ¿Aun estando sucias? —preguntó Lucy.
- tu calla damelas - exigio zoro
- bueno, vale aqui tienes- lucy cogio las bolas del suelo y se las dio a zoro y este se las comio
- dile a la niña que estan buenas - le dijo zoro mientras lucy sonrio ya que le empazaba a gustar y se fue.
En la parte trasera del bar donde es dueña la madre de la niña
De verdad? - grito la niña feliz de que zoro se comio las bolas de arroz y le gustase
Sip se lo a comido todo ese hombre tan valiente - le explico a la niña
Que alegria - dijo animada la niña
Es tan malo este roronoa zoro? Pregunto confundido koby
—Qué va, él nos salvó a mi madre y a mí de que Helmeppo nos castigara, y se puso delante de nosotros para protegernos —le explicó la niña luego siguio explicando:
Todo es culpa de helmeppo es el hijo del capitan morgan el y su padre se creen dueños de la isla y pueden hacer lo que les da la gana.vino a nuestra bar con su lobo y empezo a asustar a todo el mundo ya que el lobo hiba a atacar a alguien y se me acerco intente alejarlo con una escoba pero helmeppo me amenazo para que no atacara a su lobo, pero el lobo me ataco y zoro me protegio y helmeppo lo amenazo para que fuera castigado en vez de nosotros.
- eso no puede ser la marina no puede ser asi - balbuceó koby
Dentro del bar
—¡Tengo hambre! ¡Sírveme todo, y que sea gratis! ¡Jajajaja! Y dame cerveza deprisa —exigió Helmeppo, sentándose en la silla y poniendo los pies sobre la mesa - a y sabes que, estos dias me aburro y he decidido ejecutar a zoro mañana mismo, tengo muchas ganas jajajja .
Al escuchar la risa arrogante de Helmeppo y su anuncio despreocupado sobre la ejecución de Zoro, a
Lucy se enfureció mucho. Su mirada se volvió fría, intensa como una tormenta en altamar.
sin dudarlo, una rosa de pétalos carnosos y brillantes brotó en su mano. En un parpadeo, la flor se alargó y retorció, transformándose en un látigo. Con un chasquido seco, lo lanzó al frente, y el impacto resonó al golpear de lleno a helmeppo ,la sangre brotó al instante desde una larga herida que cruzaba su mejilla derecha. La marca era profunda y fea. Una cicatriz que nunca se borraría.
Los presentes en el bar se quedaron helados. Koby abrió los ojos con horror, sin poder reaccionar. La atmósfera se volvió densa, cargada de tensión.
—¡Uwaaa! —lloró Helmeppo, retorciéndose en el suelo mientras se cubría la mejilla con las manos. La sangre seguía goteando entre sus dedos, formando un pequeño charco en el suelo de madera. Sus gritos resonaban en el bar, pero nadie se atrevía a moverse. Los clientes, con los ojos muy abiertos, observaban la escena en un silencio sepulcral.
Ella, con el látigo aún en la mano, lo miró con una mezcla de desprecio y calma. Su postura era firme, y la tensión en su rostro dejaba claro que no había actuado por impulso, sino con una determinación absoluta.
—¡Maldita! ¡¿Cómo te atreves?! —gimoteó Helmeppo, intentando levantarse, pero el dolor lo mantenía postrado—. ¡Mi padre te hará pedazos! ¡Nadie toca al hijo del Capitán Morgan y vive para contarlo!
- lucy detente - dijo koby deteniendo a lucy para que no se metiera mas problemas
- porque me has pegado? soy hijo del capitan morgan, que no lo sbaes?- se indigo helmeppo a lucy
Y que pasa con eso- dijo lucy cabreandose aun mas
Que se lo dire a mi padre y te aran ejecutarán - exclamó helmeppo
Eso lo vere yo desgraciado - grito lucy enfadada
Lucy por favor calmate la armada ira tras de ti - le sujetaba koby para que no fuera tras helmeppo
-Ya lo he decicido zoro ronoroa se unira a mi tripulación - exclamo lucy a koby
En la base naval en el patio .....
Zoro ronoroa estaba recordando su pasado, su mejor amiga y la promesa que prometio
- a eres tu, ¿no tienes nada que hacer? - preguntó zoro cuando apareció la chica en frente de el.
–Solo te desataré si prometes ser parte de mi tripulación. - le exclamó lucy a zoro
Que has dicho
- Estoy buscando gente para mi tripulación - le explico lucy
No, si te quieres convertirte en pirata es que quieres problemas- le dijo zoro a lucy
que pasa si soy una pirata?- le preguntó lucy a zoro
- son repugnantes, crueles y monstruosos - le respondió zoro
- pues de ti he oido que eres peor que un monstruo - comentó lucy
- me da igual la gente que piensa mal de mi, nunca he hecho nada de que me he arrepentido y sobrevivire este castigo para cumplir mi deseo - exclamó zoro
Vien te entiendo , he decidido que formaras parte de mi tripulación - se decidio lucy
- pero quien te has creido - le exigió zoro
Eres bueno luchando con las espadas verdad? - le pregunto lucy a zoro
- si pero el hijo del capitan morgan me las robo - le respondio zoro
- vale, no te preocupes, las recuperare - afirmó lucy y luego continuó diciendo: si la recupero te podras negarte a ser miembro de mi tripulación shishisi.
Quien te has creido que eres? Le preguntó a lucy mientras este veia que la chica se dirigia a la base .
Puerta de entrada a la base naval:
—Vaya, parece que no hay nadie —comentó Lucy, mirando a su alrededor mientras intentaba encontrar una forma de entrar.
De repente, escuchó un ruido proveniente de arriba. Al mirar, vio que parecía haber gente en lo alto.
Entonces, Lucy se volvió a transformarse en u forma gato.
En lo alto de la base de la Marina, sobre el tejado, estaba el Capitán Morgan, furioso al ver que su estatua —una enorme figura que lo representaba— había rozado la cúpula del edificio y casi se había roto.
Lleno de rabia, por el roce de la estatua golpeo al soldado y luego a su propio hijo por ser un inútil. Helmeppo, temblando de miedo , había subido para pedirle a su padre que castigara a quien se había atrevido a golpearlo, pero Morgan no toleraba la debilidad ni las quejas, ni siquiera de su propio hijo, también estaba furioso de quie no hubieran castigado a una niña por desobedecer la ley.
De repente, apareció Lucy a toda velocidad, volando en su forma gato. Habia usado demasiado poder y ahora no podia parar, aun le costaba controlar su poder. Entonces lucy se trans
Fue entonces cuando, de repente, una figura rosa surcó el aire a toda velocidad: era Lucy, volando descontroladamente en su forma de gato. Había usado demasiada energía, y aún no dominaba del todo sus poderes.
—¡No puedo frenar! —gritó con desesperación.
En pleno vuelo, su cuerpo brilló intensamente y cambió de forma. Donde antes estaba el gato, ahora había un pequeño Bulbasaur, una criatura cuadrúpeda de piel verde cubierta de manchas oscuras. Sobre su lomo llevaba un bulbo cerrado que latía suavemente, como si respirara, emanando una energía natural.
—¡Látigo Cepa! — exclamó Lucy, extendiendo las lianas que brotaban de su bulbo hacia la enorme estatua de Morgan.
Las enredaderas se aferraron con fuerza a la estatua, deteniendo su impulso justo a tiempo antes de estrellarse contra el suelo. Sin embargo, Lucy aplicó demasiada fuerza. Con un estruendo, la estatua se resquebrajó y se hizo añicos, cayendo en pedazos sobre el tejado.
- ups creo que me pase. - dijo lucy mientras volvia a su forma humana.
El capitan morgan al ver a su estatua destruida grito:
Cogedla ahora mismo la matare
- si capitan - respondieron los soldados a la vez
—¡Padre, padre! ¡Es ella quien me pegó! —balbuceó Helmeppo, señalando a Lucy.
—Ah, ¿estás aquí? Necesito que me lleves a donde están las espadas de Zoro —dijo Lucy mientras , mientras lo agarraba del cuello y lo arrastraba hacia la puerta.
- atraparla que no se escape - exigio el capitan morgan
- capitan hay alguien en el campo de cruzificación- señalo un soldado a su capitan
Que dices? Tenemos un traidor seguido de otro destruirlos - proclamó el capitan morgan
Dentro del interior de la base
- dime donde estan las espadas de zoro - le exigió lucy a helmeppo mientros lo zarandeaba para que contestara.
—¡Te lo diré, te lo diré! ¡Las espadas están en mi habitació! Y la hemos pasado de largo —admitió Helmeppo, nervioso.
- quieta ahi libera al señorito helmeppo - le exigio un soldado
Lucy al verlos puso de enfrente a helmeppo para que no la atacaran
Hey no, no disparen - exigio helmeppo
En el campo de crucificación
Koby estaba intentando desatar a zoro mientras le decia:
- tienes que huir zoro, por favor-
- chico, si me desatas tambien te mataran- le dijo zoro
- no lo permitire, esto no es la armada,porque yo quiero ser un soldado con buenas formas
- para , no me puedes desatar hasta que pasen 10 dias- le dijo zoro
- si no te escapas mañana te mataran, en helmeppo nunca cumpliria la seva promesa. Por eso, lucy se puso furiosa y le pego a helmeppo - explico koby
- maldita sea - gruño zoro
- ahora la armada persigue a lucy, no te ordeno en que te conviertas en pirata, pero si que podrias ayudar a lucy y porque ella es la unica persona que te ayudaria- le dijo koby
- parar un momento - ordenó el capitan morgan que habia aparecido con varios soldados.
- pienso ejecutarte, por este acto de traición - declaró el capitán morgan
En la habitación de helmeppo..
—Vaya, así que esta es tu habitación… Qué asco, todo es rosa. Oye, ¿dónde está la espada de Zoro? —le preguntó Lucy a Helmeppo. Pero se dio cuenta de que él se había desmayado de tanto zarandearlo.
Lucy miró alrededor de la habitación y vio tres espadas. Las cogió con cuidado, decidida a entregárselas a Zoro, se acerco a la ventana y vio akoby y zoro rodeado de soldados.
En el patio de crucificación:
Koby estaba temblando de miedo ya que los soldados le estaban
no me digas que ahora tenias la intención de unirte a la chica de sombrero de paja ronoroa zoro, le —Yo siempre he luchado mis propias batallas, Capitán Morgan. No como tú, que te escudas detrás de los soldados a tus órdenes —comentó Zoro.
—Parece que subestimas mi fuerza. Tu fuerza no es nada comparada con la mía. ¡Soldados, preparaos para disparar, apuntad! —ordenó el Capitán Morgan.
No, todavía no puedo morir —pensó Zoro al ver que los soldados estaban a punto de disparar.
—¡Disparad! —ordenó el Capitán Morgan.
Pero antes de que las balas llegaran a Zoro y Koby, apareció Lucy frente a ellos en su forma de gato y gritó:
—¡Barrera!
—¡Lucy! —gritó Koby, preocupado.
—¿Qué? ¿Esa cosa es la chica? —se preguntó,zoro sorprendido.
Lucy fue envuelta en una esfera, y las balas impactaron contra la barrera
Las balas rebotaron contra la barrera con un sonido seco, pero no cayeron al suelo.
En un instante, comenzaron a flotar en el aire, suspendidas por una fuerza invisible.
Lucy, aún en su forma de gato, cerró los ojos. Una energía azulada la envolvía mientras su cuerpo flotaba unos centímetros del suelo.
—¿Qué demonios está pasando? —exclamó uno de los soldados, con el dedo aún en el gatillo. Con un movimiento sutil de su pata, las balas giraron en el aire… y luego salieron disparadas con violencia hacia los soldados que las habían disparado.
—¡Cuidado! —gritó alguien, pero ya era tarde. Los proyectiles impactaron directamente en sus piernas, brazos y hombros. Varios cayeron al suelo gritando, sus armas volando por los aires. El caos se apoderó del escuadrón. Algunos soldados intentaron retroceder, pero una fuerza invisible los empujó hacia atrás.
El Capitán Morgan abrió los ojos con rabia contenida. —¡¿Una fruta del diablo?!
Lucy cayó de pie al suelo, su cuerpo brillando mientras regresaba lentamente a su forma humana. Sus ojos resplandecían con una luz sobrenatural.
—Shishishi, ya lo he dicho que las balas no me hacen nada —dijo con voz firme, su pelo ondeando con la energía que aún la rodeaba.
Zoro miró a Lucy con sorpresa y le preguntó: —¿Quién diablos eres, chica?
—Yo me llamo Lucy D. Monkey, la futura Reina Pirata —se presentó Lucy a Zoro.
—¿Que tú quieres ser la Reina Pirata? ¿Pero ya sabes lo que quiere decir eso? —le preguntó Zoro a Lucy.
—Claro que sí, reina pirata significa ser la reina de los piratas —le respondió Lucy.
—Sí, a mí me sorprendió lo que dijo Lucy, pero lo dice seriamente, quiere convertirse en Reina Pirata para conseguir el One Piece —le explicó Koby a Zoro.
—Shishishi, ten tu espada, pero no sé cuál es la tuya, así que las cogí todas —le tendió Lucy las tres espadas.
—Todas son mías, chica, solamente lucho con tres espadas, ¿entiendes? —le explicó Zoro.
—Vale, ten, pero si ahora te unes a mí, te harás enemigo de la armada, ¿qué prefieres, luchar junto a mí o que te maten unos marines? —le preguntó Lucy.
—Eres más lista que un demonio, pero es evidente que antes de morir prefiero unirme a ti —comentó Zoro.
—Bien dicho, entonces te unirás a mí, ¡viva, ya tengo un tripulante! —celebró Lucy muy contenta. —Mira, si estás de acuerdo, desátame —le exigió Zoro.
Con los soldados... —¿Quién es esa chica? —Ha creado una especie de barrera y ha hecho volar las balas hacia nosotros.
—Esa chica de sombrero de paja no es cualquiera, creo que comió una de las frutas del diablo —dijo el Capitán Morgan.
—¿Del diablo? . preguntó un soldado
—¿Uno de los tesoros del océano? Comentó otro
—Las frutas del diablo, dicen que si te comes una, podrás obtener poderes como el de producir fuego o tsunamis, pero tampoco se sabe mucho de ellas, su secreto está escondido en la Grand Line —explicó el Capitán Morgan a los soldados y luego continuó diciendo—: —Seguro que las habilidades de esta chica son por causa de las frutas del diablo.
Con Zoro, Lucy y Koby:
—¡Corte! —gritó Lucy. Las uñas de Lucy se alargan y se iluminan con un resplandor cortante, como cuchillas de energía pura, y con un solo movimiento preciso, cortan la cuerda que mantenía atado a Zoro y este cogió sus espadas.
—Yo ejecutaré a aquellos que se rebelen contra mí, si las balas no sirven, usad las espadas —ordenó el Capitán Morgan a los soldados.
Los soldados se acercaron al grupo de Lucy y Zoro los vio. Con sus tres espadas paró a los soldados que iban a atacar con sus espadas.
—¡Roronoa Zoro! —gritó el Capitán Morgan.
—¡Ostias, qué guay! —exclamó Lucy, con brillo en los ojos. —Si alguien se mueve... os mataré —sentenció Zoro con voz autoritaria.
—No puedo moverme —lloró un soldado que estaba temblando de miedo.
—Sí, seré un pirata, lo prometo. Estaré en contra de la ley, lucharé contra la Armada, pero he de decirte que yo también tengo un sueño —proclamó Zoro.
—¿Cuál deseo? —le preguntó Lucy, curiosa.
—Juro que seré el mejor espadachín del mundo. Si algún día renuncio a mi sueño, me haré el harakiri y serás la primera en descubrirlo porque te mataré —explicó Zoro a Lucy.
—¿El mejor espadachín del mundo? Suena muy bien. —le dijo Lucy.
—Haré que mi nombre sea escuchado en todo el mundo, aunque sea como pirata —proclamó Zoro.
—¡Soldados! ¿Pero qué creen que están haciendo? ¡Cogedlos enseguida, me habéis oído! —vociferó el Capitán Morgan.
—¡Agáchate, Zoro! —ordenó Lucy.
—¡Lanzarrocas! —gritó, justo en el momento en que comenzaba a transformarse en un pequeño y adorable cachorro de pelaje marrón claro. Sus patas, el hocico y la punta de sus orejas eran de un tono marrón más oscuro.
A su alrededor, varias rocas comenzaron a girar rápidamente, suspendidas en el aire por una fuerza invisible. Luego, se dispararon con violencia hacia los soldados, causando daño y haciendo que varios de ellos se tambalearan por el impacto.
—¡Ahh! —se sorprendió el Capitán Morgan al ver cómo los soldados fueron derrotados.
—¡Qué bien! —celebró Koby.
—¿Pero qué clase de poder es este? —le preguntó Zoro.
—Comí la fruta Mew Mew no Mi y ahora puedo transformarme en un gato y otras criaturas mágicas. Mira —respondió Lucy mientras hacía girar rocas a su alrededor.
—¿La fruta Mew Mew? —preguntó Zoro.
—¿La fruta Mew Mew? —repitió un soldado.
—Sí, porque ha comido una fruta del diablo —explicó el Capitán Morgan.
—Pero capitán, no podemos ganar... ¡son invencibles! —dijo un soldado.
—Una sola persona no podría vencerlos —añadió otro.
—¡Son órdenes del capitán! Todo aquel que haya dicho que no puede ganar, debe dispararse a sí mismo. No necesito gallinas entre mis hombres —ordenó el Capitán Morgan.
—No es muy normal este capitán —comentó Zoro mientras se preparaba para luchar.
—¡Lucy, destroza esta maldita armada! —gritó Koby, mientras veía cómo Lucy, en forma de perro, corría.
Con un salto poderoso, impactó el cuerpo del Capitán Morgan con su cuerpo. La fuerza del movimiento fue tan intensa que derribó al Capitán Morgan de inmediato, dejándolo inconsciente.
—Vaya, qué debilucho... ¡Hasta en la Grand Line no habrá gente poderosa! —dijo con un puchero mientras inflaba sus mofletes, claramente enfurruñada.
—¿Qué le has hecho a mi padre? Mira, sombrero de paja, me vengaré —dijo Helmeppo, que había aparecido y estaba apuntando a Koby con una pistola.
Lucy vio esto, pero no se preocupó, ya que Helmeppo fue derrotado por Zoro.
—Ah, qué patético es —dijo Zoro y envainó su espada—. Capitán.
—¡Zoro! —saludó Lucy mientras volvía a su forma humana.
Con el grupo de soldados...
—¡El Capitán Morgan ha caído! ¡No lo puedo creer, qué fuertes son!
—Sí, son muy fuertes.
—"A ver si hay alguien que quiera capturarnos, ¡que salga ahora mismo!" proclamó Zoro, con su mirada desafiante.
Los soldados se miraron entre sí, luego tiraron todas sus armas al aire y comenzaron a celebrar.
—¡Viva! ¡El Capitán Morgan ha caído!
—¡Viva!
—¿Eh? ¿Están contentos de que el Capitán Morgan haya sido derrotado? —se preguntó Lucy.
—Sí, porque a mí me parece que todo el mundo le tenía miedo al Capitán Morgan —explicó Koby.
De repente, Zoro cayó al suelo.
—¿Qué pasa, Zoro? ¿Estás herido? —preguntó Koby.
—Qué va, tengo hambre —dijo Zoro mientras Lucy intentaba ayudarlo.
En el bar de la isla...
—¡Oh, ya estoy lleno! —exclamó Zoro mientras acababa de comer y luego continuó diciendo—. Jajaja, estoy lleno, hace tres semanas que no comía nada.
—Jajaja —se reían todos viendo a Zoro comer.
—¿Ah, ya estás tú? ¡Sí que comes deprisa! —dijo Lucy mientras comía.
—Escucha, no entiendo cómo puedes tener más hambre que yo —comentó Zoro.
—Umm, porque esto está bueno. Oye, ¿Koby? —le preguntó Lucy.
—Sí, muchas gracias por darnos de comer —agradeció Koby a la tabernera y esta le respondió con gratitud:
—De nada, vosotros habéis salvado nuestra ciudad.
—¡Ostia, y tú eres muy fuerte, como me esperaba! —exclamó Rika, entusiasmada.
—Sí, que soy muy fuerte, y en el futuro lo seré aún más, porque todavía tengo que convertirme en la reina pirata! —afirmó Lucy y luego continuó—. Ahora ya tengo otro compañero.
—¡Hey! ¿Y cuántos miembros en la tripulación somos? —le preguntó Zoro.
—De momento solamente somos nosotros dos —le respondió Lucy.
—¿Eh? ¿Tú y yo? ¿Y pretendes que seamos una tripulación? —volvió a preguntar Zoro.
—No pasa nada, somos muy fuertes —le respondió Lucy.
—¿Y nuestro barco pirata, dónde está? —preguntó Zoro.
—Ah, es aquel —dijo Lucy, señalándole a Zoro el barco tras la ventana. Pero no era más que un simple bote.
—¿Ese es el barco? —preguntó Zoro.
—No te preocupes, Zoro, conseguiré uno más grande —exclamó Lucy mientras comía un trozo de carne.
—Jajaja, ¿y cómo lo harás? —inquirió Zoro, levantando una ceja.
—También quiero una bandera pirata —soñó Lucy, mientras imaginaba cómo sería su propia bandera y dijo—. ¡Será genial!
—Vaya, me parece que Lucy no planea bien los planes del futuro, ¿no te parece, Zoro? —preguntó Koby.
—Sí, no sé cómo me he dejado engañar por una niña —le respondió Zoro.
—Tranquilo, no tardaré en reclutar más gente —calmó Lucy a Zoro.
—Lucy, ¿sabes adónde irás tú y Zoro? —preguntó curiosa Rika.
—Claro que sí, pequeña. Ahora nos iremos para la Grand Line —exclamó Lucy, con entusiasmo.
—Pero si todavía sois dos, no podéis ir a la Grand Line. ¡No podéis ir, no podéis ir! —insistió Koby, mientras escupía su bebida al escuchar las palabras de Lucy.
—¿La Grand Line es tan horrible como dicen? —preguntó Rika, curiosa.
—Oh, sí, he escuchado que es muy peligrosa, y que muchos piratas están buscando el tesoro más grande, el One Piece, que han renombrado como el 'Cementerio de los Piratas' debido a las luchas campales que han tenido lugar allí —respondió Koby.
—Yo escuché decir a un cliente que una vez que entras, ya no sales nunca más de la Grand Line. Me dio mucho miedo cuando me lo dijo —explicó la tabernera.
—Pero yo pienso ir a la Grand Line —afirmó Lucy, con confianza.
—Y yo pienso ir con mi capitán.
—¿La seguirás hasta allí? —comentó Koby.
—¿Que no vienes con nosotros? —preguntó Zoro.
—Yo no, qué va, pero me preocupo por ella. Lucy y yo nos conocemos desde hace pocos días, pero hemos sido muy buenos amigos desde entonces. ¿Oíste eso? —expresó Koby.
—Claro que sí. Si alguna vez nos separamos, seremos buenos amigos para siempre —dijo Lucy, sonriendo lindamente.
Al escuchar eso de Lucy y al verla ahora, Koby la encontró linda y se sonrojó. Luego dijo:
—Mira, nunca he tenido amigos desde pequeño, y nadie ha peleado por mí como lo habéis hecho vosotros. He intentado evitar los enfrentamientos, pero gracias a vosotros he entendido que quiero cumplir mi sueño, el mismo que tenía desde pequeño. Quiero alistarme en la marina —expresó Koby.
—Te preocupas por los demás, pero no miras por ti mismo —dijo Zoro a Koby.
Koby lo miró sin entender lo que quería decir Zoro.
—¿No es verdad que estuviste dos años en el barco de Alvida? Pues deberías sufrir por la información de la armada —exclamó Zoro.
De repente, la puerta del bar se abrió y entraron los soldados.
—Perdonad, ¿es verdad que sois piratas vosotros? —preguntó un soldado.
—Sí, tengo un solo compañero, pero ya formamos una tripulación pirata, con barco y todo —dijo Lucy al soldado.
—Queremos agradeceros por haber salvado nuestra ciudad de un tirano como el Capitán Morgan. Aun así, aunque sois piratas, no avisaremos a la armada. Ahora os pido que os marchéis de la ciudad inmediatamente.
—¡Fuera, soldados! —gritó un ciudadano que estaba furioso con los soldados por haber permitido que el Capitán Morgan gobernase la ciudad con miedo.
—¡Os habéis dejado controlar por el Capitán Morgan, y ahora queréis hacerlos fuera! —dijo otro ciudadano.
—Nos han salvado.
—Mmm, vale, ya nos vamos, pero antes que nada me gustaría llamar a mi abuelo que está en la armada —comentó Lucy al soldado.
—¿Tu abuelo? ¿Y quién podría ser? —preguntó el soldado, confundido ante las palabras de la chica, ya que no creía nada de lo que decía.
—Oh, mi nombre es Monkey D. Lucy. ¿Quién crees que tiene el apellido 'Monkey' en la armada? —le preguntó Lucy al soldado.
—¿Monkey? ¡Es imposible! ¿No te referirás al vicealmirante Garp, el héroe de la marina? —comentó el soldado.
Koby estaba asombrado, y Zoro, aunque serio, no pudo evitar mirar a Lucy con una mezcla de sorpresa y desconcierto.
—¿En serio? ¿Tu abuelo es Garp, el legendario héroe de la marina? —preguntó Koby, sin poder creerlo.
—Así es —respondió Lucy, sonriendo con una expresión algo orgullosa—. Mi abuelo es Garp, pero no le gusta que le llamen "héroe". Para él, la marina no es todo lo que debería ser. Quería que me uniera a la marina, pero ya ves... decidí seguir mi propio camino.
—Eso es... increíble —dijo Zoro, asintiendo lentamente—. Nunca imaginé que alguien como tú tendría una conexión tan fuerte con la marina. Y ahora, aquí estamos, tú y yo, siendo piratas.
Lucy se rió suavemente, mirando a sus dos compañeros.
Lucy, mirando al soldado que la había cuestionado, mantuvo su mirada firme y confiada.
—Te lo dije, mi abuelo es Garp, el vicealmirante de la marina. Y quiero que lo llames ahora. —dijo, con una expresión decidida.
El soldado dudó por un momento, pero luego asintió.
—Está bien, lo haré. —Se giró y se acercó al teléfono de la taberna, marcando rápidamente el número. Tras unos segundos, una voz firme y autoritaria se escuchó al otro lado.
—¿Quién es? —gruñó la voz, claramente molesta.
—Vicealmirante Garp, disculpe la interrupción, pero tenemos a una joven aquí que dice ser su nieta, Lucy. Ella quiere hablar contigo, algo urgente.
Garp, al escuchar el nombre de su nieta, frunció el ceño.
—¿Lucy? ¿Mi nieta?, A si que esta en esa ciudad, se que se escapó de casa—su tono se tornó aún más severo—. mas vale que no se fuera a convertirse en pirata.
El soldado nervioso le pasó el teléfono a Lucy, quien ya no podía esconder una pequeña sonrisa de nerviosismo. Sabía lo que su abuelo pensaría, pero ya no había marcha atrás.
—¡Abuelo! —dijo Lucy con entusiasmo, pero a la vez con cierta tristeza, sabiendo lo que venía—. Soy yo, Lucy. Quería hablar contigo. Sé que no te gusta que me convirtiera en pirata, pero...
Desde el otro lado del teléfono, Garp lanzó un suspiro profundo. Su voz se tornó furiosa.
—¡Lucy! ¡¿Qué rayos estás haciendo convirtiéndote en pirata?! ¡¿No te enseñé mejor que eso?! Estaba esperando que algún día te unieras a la marina, que ayudarias a proteger este mundo, ¡y ahora te lanzas a la piratería como si fuera un juego!
Lucy no se amedrentó por la furia de su abuelo. Con voz firme y decidida, respondió:
—lo siento , abuelo, pero esta es mi decisión. No quiero ser parte de la marina. Quiero ser una pirata, ¡y voy a perseguir mi sueño de convertirme en la Reina Pirata! No puedes cambiar eso.
—¡Tienes que escucharme, Lucy! ¡Este no es el camino correcto! ¡El mar está lleno de peligros, y como pirata solo conseguirás problemas! ¿Qué vas a hacer ahora, eh? ¿Ir a la Gran Línea y enfrentarte a todo tipo de enemigos?
Lucy, sintiendo la tensión en la voz de Garp, pero sin perder su determinación, replicó:
—Sí, abuelo, voy a la Gran Línea. Pero no te preocupes por mí. Hay algo más que quería pedirte. He conocido a alguien aquí, un joven llamado Koby. Él tiene un gran potencial y deseo de unirse a la marina. Creo que sería una excelente adición a tus filas. Estoy segura de que él puede ser un gran marino si le das una oportunidad para entrenarse.
Garp, que se encontraba furioso, pero al mismo tiempo siempre había tenido un gran respeto por el potencial en otras personas, se quedó en silencio unos momentos. Luego, habló en un tono menos enfadado, pero igualmente firme.
¿ koby se llama el chico? - le preguntó garp a su nieta
—Sí, abuelo. Koby quiere ser un marino. Ayúdalo, te lo pido. Sé que a ti te importa la marina, y este chico tiene la voluntad de ser uno de los mejores.
Garp suspiró pesadamente del otro lado.
Si insistes, lo tendré en cuenta. Ayudaré a Koby... pero haré que él te atrape —dijo Garp con tono serio, una ligera sonrisa burlona apareciendo en su voz, como si hubiera encontrado una forma de devolverle la jugada a su nieta.
Lucy levantó una ceja, sorprendida por la respuesta de su abuelo.
si Koby quiere ser marino, tendrá que demostrarlo. No voy a regalarle nada. Si quieres que lo entrene, deberá ganarse su lugar, incluso si eso significa que tendrá que atraparte algún día. Así que prepárate, Lucy, porque si alguna vez te atrapan en el futuro, será gracias a él. ¡Y no creas que escapar de la marina será tan fácil!
Lucy se rio y le dijo a su abuelo:
—Lo entiendo, abuelo. Pero no te preocupes, Koby tiene lo que se necesita para ser un gran marino. Y no voy a dejar que te atrapen tan fácilmente... ¡seré la Reina Pirata, lo prometo!
Con esas palabras, Lucy cortó la llamada, mientras el soldado observaba en silencio. El bar había quedado en completo silencio por unos segundos, todos los presentes esperando a ver cómo se desarrollaba la conversación.
Finalmente, Koby, quien había estado escuchando toda la conversación, se acercó a Lucy con una expresión seria.
—Lucy, ¿realmente crees que podré convertirme en un marino como tu abuelo ? —preguntó, su voz llena de dudas pero también de una creciente determinación.
Lucy lo miró, con una sonrisa llena de confianza.
—Lo sé, Koby. Tienes lo que se necesita. Solo debes seguir adelante con todo lo que tienes. Si yo puedo seguir mi camino como pirata, tú también puedes alcanzar tu sueño.
Zoro, que había estado escuchando la conversación se levantó de su asiento y se estiró, con su usual actitud relajada.
—Bueno, ahora que hemos solucionado todo esto, ¿qué sigue? —dijo, mirando a Lucy con una sonrisa
—¡A la próxima aventura! —gritó Lucy, contenta.
Chapter Text
En la mar con zoro y lucy.....
—¡Ay, tengo tanta hambre! —se quejó Lucy.
—Capitán, ¿Cuándo llegaremos a un puerto? —preguntó Zoro.
—No lo sé. Si confiamos en el viento y las olas, puede que lleguemos. Estoy seguro de que algún día lo haremos —respondió Lucy con confianza.
—Mmm... escucha, ¿no te parece raro que alguien que no tiene idea de navegar quiera ser el Rey de los Piratas? —cuestionó Zoro, con una ceja alzada.
—No, solamente sigo la corriente. ¿Y tú qué? ¿No eras un cazador de piratas? —preguntó Lucy, mirándolo con curiosidad.
—Bien… yo no recuerdo haberme presentado como cazador de piratas. Fui al mar para buscar a un hombre. Después pasó el tiempo y no pude regresar a mi pueblo. Por eso ataqué a los piratas: para poder sobrevivir —respondió Zoro, con tono serio.
—¿Así que te perdiste? —comentó lucy con una sonrisa.
—¡No, yo no he dicho eso! —se enfadó Zoro, haciendo que el bote se tambaleara un poco.
—Mmm… —musitó Luffy mientras observaba una sombra sobre ellos.
—¿Un pájaro? —comentó Zoro, mirando al animal con curiosidad.
—Nos lo comemos —declaró Lucy, ya que tenía mucha hambre.
—¿Qué? ¿Cómo lo cazaremos? —preguntó Zoro, mirando a Lucy con desconfianza.
—Confía en mí —dijo Lucy mientras comenzaba a transformarse en un gato rosa brillante.
—¡Placaje! —gritó Lucy, ahora en su forma de Mew, lista para atacar al pájaro y matarlo.
Con un movimiento veloz, Mew se lanzó hacia adelante con toda su fuerza, dispuesto a golpear al ave. Su vuelo fue directo y certero, una estela rosa cruzando el cielo.
Pero antes de que Lucy pudiera alcanzarlo, el pájaro extendió su pico con precisión, atrapándola en pleno aire.
—¡Snatch! —El pico se cerró con firmeza sobre la cola de Mew, dejándola completamente inmovilizada.
Lucy, sorprendida por estar atrapada, intentó zafarse, pero el agarre del pájaro era implacable. Entonces, el ave comenzó a elevarse en el cielo, llevándosela consigo, más y más alto, hasta que su silueta se perdió en la inmensidad del cielo y desapareció entre las nubes.
—¡Haaa! ¡Ayúdame, Zoro! —suplicó Lucy, forcejeando en el aire mientras el pájaro la arrastraba cada vez más alto.
—¡Mira que eres idiota! ¿¡Pero qué estás haciendo!? —bramó Zoro, furioso, mientras remaba con fuerza, decidido a alcanzar a su capitana.
—¡Hey, ayuda aquí! ¡Alto! ¡Para! ¡Estamos aquí! —suplicó una voz desconocida.
En medio del mar, una pequeña embarcación a la deriva se agitaba con las olas. Sobre ella, tres figuras hacían señas desesperadas. La que había hablado iba acompañada por otras dos personas, visiblemente agotadas por el sol y la corriente.
—¡Mierda, otro problema más! ¡Yo no me detengo, suban como puedan! —ordenó Zoro.
Las tres personas lograron subir al bote, aunque seguían gritando por la velocidad con la que avanzaba, impulsado por la fuerza implacable de Zoro al remar.
—Vaya, sí que tienen suerte al esquivarme —comentó Zoro con una media sonrisa.
—¡Eres un animal! Y ahora, detén el bote. Somos piratas y pertenecemos a la tripulación del payaso Buggy. Este bote es mío ahora. Deja los remos... y tírate al agua —ordenó la persona que Zoro acababa de rescatar.
—¿Qué? —cuestionó Zoro, entrecerrando los ojos con una mezcla de incredulidad y burla.
Sin darles tiempo a reaccionar, Zoro giró la vaina de su espada con un movimiento preciso y, con tres golpes rápidos, golpeó a los piratas en la cabeza.
- no sabiamos que eras el cazador de piratas ronoroa zoro, lo siento mucho - decia uno mientras los otros dos remaban.
- por culpa tuya he perdido de vista a mi amiga, venga remad por alla, supongo que lucy encontrara tierra de alguna manera - exclamó zoro
- a el capitán buggy nos matara, si no fuera por esa chica que nos engaño - dijo el pirata mientras remaba
- ¿Quién es el capitán buggy? - preguntó curioso zoro
—¿Qué no conoces al capitán Buggy? Es el capitán de nuestro barco pirata. Comió una de las Frutas del Diablo. Es un hombre horrible —le explicó el pirata.
En el pueblo orange town...
En el pueblo, se ve a una joven delgada, de estatura media, con cabello rojizo (naranja) y ojos marrones. Esta chica estaba corriendo, ya que unos piratas la perseguían: ella les había robado un mapa para ir a la Grand Line.
—¡Por fin, ya lo tengo! —murmuró la chica.
—¡Atrápenla! Si no, el capitán Buggy nos castigará —ordenó un pirata mientras corría tras ella, junto a sus compañeros.
—¡Hey, ese es el mapa de la Grand Line! —gritó otro pirata.
—¡Mierda! Si no la atrapamos pronto, el capitán Morgan nos matará —comentó otro mientras también la perseguía.
en otro lugar del pueblo.....
En un lugar diferente del pueblo, se ve una carpa en el mismo p
- ¡informe! ¡capitán buggy, algo se aproxima volando ! - dijo un pirata a su capitán
-¡ usa el cañon y derríbalo! - ordeno el capitán buggy
- si capitán - exclamó el pirata y disparo el cañón
-¡¡BOOM!!
La explosión resonó en todo Orange Town, levantando una nube de humo y polvo. La bala de cañón impactó de lleno al ave gigante que surcaba el cielo con una figura entre sus garras. El animal soltó un chillido agudo mientras caía, dando vueltas en el aire. En el último instante, una figura brillante se desprendió de sus garras y comenzó a planear con gracia.
Era Lucy, transformada en su forma de Mew, con su cuerpo ágil y ligero. Había estado atrapada por el ave, pero el disparo del cañón le dio la oportunidad perfecta para liberarse.
—¡Mewww! —chilló mientras descendía suavemente hacia el pueblo, volando.
En la calle, los piratas que perseguían a la chica de cabello rojizo se detuvieron en seco, con los ojos clavados en la criatura flotante que ahora se encontraba en medio de ellos. Lucy volaba con gracia, pero también con un aura extraña y poderosa.
—¿¡Q-qué demonios es eso!? —balbuceó uno de los piratas, retrocediendo unos pasos al ver a un gato rosa volando.
—¡Un gato rosado volando! ¡Seguro es una fruta del diablo, ataquémosla! —gritó otro, ya sacando su sable con nerviosismo.
—¡Ataquémosla antes de que nos haga algo! —dijo un tercero, tratando de arengar al grupo, aunque El miedo se notaba en su voz.
Los piratas levantaron sus armas, rodeando a Lucy mientras esta flotaba en el aire, con la cola levemente enroscada y una expresión curiosa en el rostro. Desde un lado, la joven pelirroja observaba la escena, su respiración agitada y el mapa de la Grand Line apretado contra su pecho.
—¿Qué es esa cosa...? —susurró, con los ojos muy abiertos—. ¿Y qué es una fruta del diablo?
Los piratas no esperaron más. Con un grito descoordinado, se lanzaron hacia Lucy, sables en alto y gritos de guerra resonando por las calles de Orange Town.
Pero ella no se movió.
Como si respondiera a un impulso natural, Lucy extendió su pata derecha hacia adelante, con la palma abierta. Sus manos comenzaron a envolverse en una energía rosa brillante.
—Telequinesis —susurró.
Con un movimiento de su mano, los piratas se elevaron en el aire como si fueran simples muñecos de trapo. Comenzaron a gritar; estaban boca abajo, flotando torpemente sin poder controlar sus movimientos.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó uno, agitándose en el aire.
—¡No puedo moverme! ¡Está usando magia o algo! —exclamó otro, con los ojos desorbitados.
Lucy movió su dedo. Los piratas flotaron en el aire como muñecos, giraron, y fueron lanzados unos contra otros.
—¡¡¡AHH!!! —gritaron al chocar entre ellos y caer al suelo en un montón desordenado y quejumbroso.
Desde el otro lado, la joven pelirroja observaba con la boca entreabierta, apretando aún más el mapa contra su pecho. El miedo se mezclaba con una chispa de asombro en sus ojos. Viendo como la criatura se transformaba en una chica humana
—¿Quién será ella? —susurró, sin apartar la vista de Lucy—. Es algo... completamente distinto.
Lucy, flotando aún con gracia, descendió lentamente al suelo. Volvió a su forma humana, bufando de cansancio mientras observaba con curiosidad a los piratas inconscientes a su alrededor, ladeando la cabeza.
—Mew.
—Odio cuando mis propios poderes me controlan... —musitó Lucy con furia contenida. Siempre había tenido problemas para dominarlos. Cada vez que quería luchar, o cuando se sentía en peligro, un nuevo poder emergía, brotando de lo más profundo de su mente como una respuesta instintiva.
Se llevó una mano a la sien, como si pudiera calmar la energía que aún zumbaba en su interior.
—Vaya, sí que eres fuerte para ser una chica —exclamó la chica desconocida que se le acerco.
—¿Quién eres tú? —preguntó Lucy a la chica.
—Yo me llamo Nami, soy una ladrona que solamente roba a los piratas —se presentó la chica, y luego le preguntó a Lucy—. Por cierto, ¿puedo preguntarte qué es una fruta del diablo? ¿Y cómo te llamas tú?
—Yo soy Lucy D. Monkey —se presentó Lucy, y luego respondió a su pregunta:
—La fruta del diablo es muy rara en este mundo. Quien se la come obtiene un poder especial, único... pero también pierde la capacidad de nadar para siempre.
—Qué interesante... Espera, ¿puedes unirte a mi equipo? ¡Y yo seré la jefa! —propuso Nami con una sonrisa ambiciosa.
—No me interesa —rechazó Lucy sin vacilar, su expresión tan firme como una piedra.
En ese momento, el silencio fue interrumpido por un fuerte gruñido.
¡Grrrrrrrrr!
Lucy bajó la mirada hacia su estómago y suspiró.
—Tengo hambre...
Nami arqueó una ceja y sonrió divertida.
—Vaya, eso sí puedo solucionarlo. Ven, puedo prepararte algo para comer.
- de verdad- grito ilusionada lucy
La guarida del capitán buggy...
-—Decidme, ¿aún no habéis atrapado a la ladrona? —preguntó el capitán Buggy con tono impaciente.
—No... jeje... no, pero están a punto de atraparla —explicó uno de los piratas, tratando de sonar optimista.
—Lo que no entiendo es cómo ha podido coger el mapa tan fácilmente esa niña —gruñó el capitán buggy frustrado y luego continuo hablando: maldición, ya casi lo teníamos todo para ir a la grand line.
- ha sido algo raro señor, la llave para abrir el cofre en el que estaba el mapa... es muy raro señor - explicó el pirata
¿ que has dicho? - demandó el capitán buggy
- ¡digo que es raro! - le respondió el pirata
—¿¡Quién crees que es raro!? ¿¡Acaso crees que mi nariz es divertida!? ¡Mi nariz es roja y grande, ¿verdad!? —vociferó furioso el capitán Buggy, que se había levantado de golpe. Entonces, usando los poderes de su Fruta del Diablo, una de sus manos se desprendió de su cuerpo y voló hacia el pirata, agarrándolo del cuello con fuerza y apretándolo con furia.
- ¿ quién soy? - le preguntó al pirata
- ¡eres el capitán buggy, ahhh, no puedo respirar! - grito el pirata que se estaba ahogando
—¡Ahí está... el poder de la Akuma no Mi! —exclamaron todos al ver en acción el poder de la Fruta del Diablo de su capitán.
—¡Preparad un cañón! —ordenó el capitán Buggy mientras el pirata se alejaba volando. Luego gritó:
—¡Voladlo!
El cañón se disparó con un estruendo, y el pirata fue derribado en el aire por el proyectil, tal como había ordenado el capitán Buggy.
¡ recuperad el mapa! ¡ y saquead la ciudad!- ordenó el capitán buggy
En la casa donde estan lucy y nami...
- ñammmñam que bueno, ¿escucha que vives aqui toda sola?- preguntaba lucy mientras mientras masticaba la comida—Ñam... ñam... qué bueno —murmuró Lucy mientras masticaba la comida—. Oye, ¿vives aquí?
—No, yo no vivo aquí. Solo estoy de pasada —le contestó Nami, y luego añadió—: La gente que vivía aquí tuvo que huir por culpa del capitán pirata Buggy.
—¿Así que robaste esta casa? —dijo Lucy, con desconfianza.
—¡No! Y no me insultes. Solo robo a los piratas, y nadie es mejor ladrona que yo —replicó Nami, con orgullo.
—Una ladrona es una ladrona, ¿no? —comentó Lucy con tono sarcástico.
—Mira, mi objetivo es conseguir mil millones de berries como sea —le explicó Nami, con determinación.
—¿Y qué piensas hacer con tanto dinero? —preguntó Lucy, intrigada.
—No te lo diré —respondió Nami, y luego agregó—: Pero un mapa de la Grand Line no será difícil de conseguir.
—¿Un mapa? ¿Qué eres, una oficial o algo así? —preguntó Lucy, curiosa.
—Soy una de las mejores que hay por aquí —respondió Nami, orgullosa.
—Qué bien. ¿Y no te gustaría ser oficial y compañera de expedición en nuestro barco? —propuso Lucy.
—¿De verdad? —exclamó Nami, alegre.
—Sí, yo también soy una pirata, ¿sabes? —proclamó Lucy con entusiasmo.
—No, no... ¡Los piratas no son así! —negó Nami, incrédula ante la idea de que Lucy fuera una pirata, y más aún, una chica.
—No, pero yo le juré al hombre que me dio este sombrero que formaría mi propia tripulación para convertirme en una gran pirata —comentó Lucy.
-—¡Que sepas que pienso que los piratas son lo peor y me dan asco! —vociferó Nami al escuchar que la chica era una pirata.
—¿Pero nos aceptarás como oficial o no? —consultó Lucy.
He dicho que no —sentenció Nami
- mmm que lastima - · comentó Lucy con indiferencia, mientras volvía a comer.
Nami se acercó a la ventana, vio a los piratas que aún la estaban buscando. Tenía que planear algo rápido, pero se dio cuenta de que debía aprovecharse de Lucy y se acercó a ella.
—Sabes, quizás si me ayudas, sí seré la oficial —comentó Nami.
—¿De verdad? ¡Haré lo que quieras! —exclamó Lucy.
Con movimientos ágiles y precisos, comenzó a atarle las muñecas con una cuerda suave pero firme, asegurándolas con un nudo que dejaba claro que no era la primera vez que lo hacía.
—¿Por qué me atas ahora? —preguntó Lucy, frunciendo el ceño con desconcierto, aunque su voz temblaba más de curiosidad que de protesta.
—Es solo una cuerda, tranquilízate —calmó Nami con suavidad a lucy.
- mujer tienes razón, además tengo ganas de conocer al capitán buggy
—Pero ahora escúchame, mi plan... —dijo Nami, mientras se acercaban al capitán Buggy.
Donde esta el capitán buggu el payaso
—¿¡Quéeeee!? ¿¡Habéis perdido la pista!? —bramó el capitán Buggy, con el rostro enrojecido de furia.
—¡Lo sentimos mucho, capitán Buggy! —suplicaron los tres piratas al unísono, temblando de miedo.
—¡Qué vergüenza! ¡Incapaces de encontrar a una sola persona!¡pienso mataros! —gritó Buggy, dando una patada a un barril cercano.
—¡Capitán Buggy! ¡Capitán Buggy! —gritó un pirata, corriendo hacia su capitán.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó Buggy, furioso, girándose con el ceño fruncido.
—¡Capitán, ha venido la ladrona del mapa! —dijo el pirata, señalando con urgencia a Nami y a Lucy.
—Ah, pues sí... ¡es esa chica! —confirmó otro pirata, asintiendo mientras también la señalaba.
- rayos si esa es la chica que robo el mapa - comentó otro.
A la guarida del capitán Buggy había llegado Nami, quien tenía atada a Lucy. Al empujarla, Lucy cayó al suelo.
-—Hayyy... —susurró Lucy, pensando en el plan que Nami había propuesto, ya que, para que Nami se uniera oficialmente, Lucy tendría que derrotar al capitán Buggy
—Te doy el mapa y a mi capitana, capitán Buggy —dijo Nami mientras le entregaba el mapa al pirata, ya que había acordado un plan con Lucy.
—Está muy bien que me hayas devuelto el mapa que me robaste. ¿Por qué has cambiado de opinión? —inquirió Buggy."
—He peleado con mi capitán y ahora no quiero ni verlo —explicó Nami, devolviendo el mapa. Luego añadió—: Déjame unirme a tu tripulación."
—Vaya, parece que el capitán Buggy se está cabreando —murmuró un pirata, con la voz temblorosa por el miedo.
—Va a sacar a relucir los poderes de la Fruta del Diablo —balbuceó otro pirata, temblando de miedo.
—¿Del Diablo...? —susurró Lucy, pensando que las palabras del pirata indicaban que Buggy era un usuario de una Fruta del Diablo.
- hahahhaha, no, me digas, eras una mujer interesante. Me parece bien, te acepto en mi banda
- “Lo conseguí. Ahora me haré con todos sus tesoros, y con el mapa por fin podré irme de esta ciudad. También engañé a Lucy, haciéndole creer que para unirme a ella tendría que derrotar al capitán Buggy, pensó Nami, viendo que sus planes estaban funcionando.
Encerraron a Lucy en una jaula.
—Hoy estoy de buen humor. ¡Eh, tú, chica! ¿Cómo te llamas? —preguntó el capitán Buggy.
—Nami.
—¡Pues venga! Hoy haremos una gran fiesta para celebrar a nuestra nueva compañera hahahha—proclamó Buggy.
Los piratas y el capitán Buggy estaban celebrando y se lo estaban pasando en grande.
—¿Pero qué te pasa? ¡Estamos celebrando por ti! Vamos, come más —animó el capitán Buggy a Nami para que comiera y bebiera.
—Sí, gracias —respondió Nami.
Debo pensar en cómo recuperar el mapa... y también en cómo liberar a Lucy para que pueda ayudarme —pensó.
En la jaula donde estaba encerrada, Lucy utilizaba sus poderes psíquicos para levitar la comida que había visto en una mesa cercana. Gracias a eso, podía alimentarse sin que nadie lo notara.
—¡Ja, ja, ja! ¡Eh, chicos, estoy de buen humor! ¡Preparad la bala de cañón especial de Buggy! —ordenó el capitán.
—¡Sí, sí, síiiiiii! —celebraron el resto de los piratas.
Uno de los piratas, con mucho esfuerzo, movía un cañón gigantesco que pesaba bastante, guiándolo hacia un lugar específico de la cubierta del tejado. El cañón debía estar perfectamente alineado para alcanzar el objetivo que Buggy tenía en mente.
Mientras tanto, otro pirata se acercó cargando con ambas manos la bala de cañón especial de Buggy, que parecía aún más grande y pesada que la habitual. Con cuidado, la depositó en el cañón, asegurándose de que encajara perfectamente.
—¡Todo listo, capitán! —gritó uno de ellos mientras daba los últimos ajustes al cañón.
—¿Pero qué harás con todo eso? —preguntó Nami, confundida.
—Tú solo mira, y descubrirás todo mi poder —respondió Buggy, con una sonrisa confiada.
se vio a un pirata prender la mecha. Un humo espeso comenzó a salir de la boquilla mientras la mecha se consumía rápidamente. De repente, un estruendoso bang resonó por todo el tejado.El proyectil impactó de lleno en una parte del pueblo vacío, provocando una enorme explosión que levantó una nube de polvo y escombros. El estruendo retumbó entre las calles desiertas, haciendo temblar ventanas y tejados abandonados.
Mientras tanto, Zoro...
Zoro por fin llegó al puerto del pueblo y vio la explosión del cañón a lo lejos.
—¿Qué ha sido esa explosión? —se preguntó Zoro, un poco confundido.
—Esa fue la bala de cañón especial del capitán Buggy —le explicó un pirata a Zoro.
- a si que capitán buggy - sonrió zoro pensando como seria ese capitán.
Guarida de buggy
—¡Ja, ja, ja! —rieron los piratas alegremente al ver la destrucción del pueblo.
Nami observó la escena sin poder creer lo que veía.
—¡Ja, ja! Es demasiado fuerte. Gracias a esta bala y a los poderes de mi Fruta del Diablo, ¡controlaré toda la Grand Line, hoy nami! —exclamó Buggy con orgullo.
-Ah, sí, yo lo creo.
——¿¡Pero qué dices!? ¡No te emociones tanto! ¡Yo seré la primera mujer que se convierta en la Reina de los Piratas! ¡Como me llamo Lucy D. Monkey! —proclamó Lucy con determinación.
—¿Qué? —preguntó Buggy, sorprendido.
—¡Cállate, idiota! —gritó Nami, preocupada de que Lucy arruinara sus planes.
—Ja, ja, ja... ahora entiendo por qué te has enfadado —comentó Buggy, divertido.
—¿A que sí? Va muy equivocada esa chica... piensa que las cosas son fáciles. Ya no la podía aguantar más —explicó Nami.
—Tienes razón —dijo Buggy, asintiendo—. Te daré el honor de probar la bala especial de Buggy... para que salga volando.
- ¿que? - se sorprendió nami al escuchar aquello
—Así, de paso, me demostrarás si me serás leal —insinuó Buggy. Luego ordenó a los suyos:
—¡Preparad el cañón!
El cañon ahora apuntaba donde estaba lucy atrapada en la jaula
—Gracias, capitán Buggy, pero... ¿por qué no continuamos con la fiesta? Siempre hay tiempo para hacerla volar por los aires más tarde —dijo Nami, intentando disuadir a Buggy para que no disparara el cañón.
—¡Dispara! ¡Esta es mi fiesta, ¿lo has entendido?! —ordenó el capitán Buggy dándole una caja de cerillas.
—Madre mía, esto no va como lo planeé. Tendré que recurrir a Lucy... no me queda más remedio que adelantar los planes y aceptar unirme a ellos, al menos por el momento —pensó Nami, desesperada.
Nami miró rápidamente a Lucy, que estaba atrapada en la jaula, con la determinación de no dejar que sus planes se destruyeran. A pesar de la situación, no tenía otra opción.
—¡Lucy! ¡Ayúdame, por favor! Si lo haces, me uniré a ti! —gritó Nami, tirando las cerillas al suelo, desesperada. No quería que nadie muriera, y sabiendo los poderes de Lucy, confiaba en que podría escapar de la jaula.
—¡Maldita sea, sabía que todo esto era una mentira! —gruñó furioso Buggy, agarrando a Nami del cuello. Luego añadió, con una sonrisa maliciosa: —Aunque no sé cómo crees que tu capitán saldrá de la jaula.
—¡Hahaha! —gritó Nami con dolor, mientras le daba patadas a Buggy, que le estaba apretando el cuello con tanta fuerza que no podía respirar.
—No te preocupes, Nami, lo haré —pensó Lucy, y en un parpadeo, su cuerpo comenzó a brillar.
- (Derribo, Take Down)- Lucy, en su forma de Mew, se lanzó hacia el enemigo a toda velocidad. Su pequeño cuerpo brilló con energía antes de impactar directamente contra el pirata, como una bala rosa flotante.
El golpe fue brutal: el pirata salió disparado varios metros hacia atrás, derribado por la fuerza del impacto. Lucy rodó en el aire tras la colisión, sacudiéndose levemente del daño por retroceso, pero sin perder el control.
Buggy se incorporó lentamente, tosiendo y sacudiéndose el polvo del abrigo. Tenía la cara golpeada, el maquillaje corrido y los ojos llenos de furia.
—¡Maldita sea...! —gruñó—. ¿Qué demonios fue eso? ¿¡Alguien más lo vio!?
Todos miraron confundidos al cielo y luego a la jaula... vacía.
—¡Lucy ya no está! —dijo uno de los piratas, señalando la jaula que estaba destruida.
De pronto, Buggy frunció el ceño. Observó a la pequeña criatura flotando frente a ellos: de color rosa, con grandes ojos brillantes y una expresión desafiante.
—¡Es... esa cosa! ¡Esa criatura fue la que me atacó! —rugió Buggy—. Espera un momento... no puede ser... ¿¡Lucy!?
—¡Shi-shi-shi, exacto! ¡Soy yo! —exclamó Lucy, feliz.
——¿Te comiste una Fruta del Diablo? —preguntó Buggy, incrédulo.
—Así es —respondió Lucy con orgullo—. Me comí la Fruta del Diablo Hito Hito no Mi: modelo Mew Mew. ¡Ahora soy un gato que puede transformarse en varias formas! Es increíble... aunque a veces un poco molesto, porque todavía no lo controlo muy bien.
soltó una carcajada descontrolada.
Nami observó, asombrada, cómo Lucy se enfrentaba a Buggy con una habilidad que parecía increíble.
—¡¿Una Fruta del Diablo... que te convierte en un gato rosa flotante?! ¡JAJAJAJA! ¡Esto es ridículo!
Pero su risa se detuvo de golpe cuando vio cómo los demás piratas la miraban con asombro.
—¡¿Qué hacéis mirando así?! ¡No os dejéis impresionar por una bola de chicle con poderes raros!
Se giró hacia Lucy con una expresión de rabia creciente.
—¡¿Te crees especial solo por eso?! ¡Pues te tengo noticias, mocosa! ¡Aquí el único con el poder y el estilo para gobernar los mares soy yo, el gran Capitán Buggy!
Levantó los brazos teatralmente, haciendo volar partes de su cuerpo por los aires para impresionar, mientras seguía gritando:
—¡Prepárate, lucy! Porque no me importa qué fruta hayas comido... ¡te vas a arrepentir de haberte enfrentado a mí!
Buggy, usando el poder de su Fruta del Diablo, dividió su cuerpo en múltiples pedazos, controlándolos a voluntad. Las partes flotaban a su alrededor, separadas de su torso, listas para atacar desde cualquier ángulo.
Sin perder tiempo, se lanzó contra Mew con furia, lanzando puñetazos y patadas desde diferentes direcciones. Pero Lucy, en su forma de Mew, esquivó con movimientos ágiles y precisos, flotando con gracia entre los ataques.
—¡Maldita sea, para ya de esquivar! ¿¡Te estás burlando de mí!? —gritó Buggy, ya completamente cabreado de no poder atacarla.
Lucy, aún en su forma de Mew, dio una vuelta en el aire y soltó una risita aguda y juguetona, el clásico "miiuu~", como si lo estuviera desafiando en un juego que ella ya dominaba.
De repente, mientras Lucy flotaba con gracia, un golpe brutal la alcanzó de lleno. Las garras de un león la golpearon con fuerza, enviándola a volar unos metros hacia atrás.
—¡Capitán, déjeme ayudarle! —exclamó un pirata que acababa de aparecer, justo cuando el león se retiraba de la zona de ataque.
El pirata era un hombre alto y físicamente imponente. Su cabello, curioso y llamativo, tenía forma de osito de peluche. Estaba montado sobre un enorme león, que rugió con fiereza al llegar a la escena.
—Se trata de Mohji, el domador de la tripulación de Buggy —comentó uno de los piratas, mientras observaban cómo el león parecía listo para continuar con el ataque.
—¡Mohji, perfecto! ¡Tu bestia le dio a esa bola de chicle! —dijo Buggy, riendo de satisfacción—. ¡Ahora puedes ayudarme a luchar!
—¡Gracias, Capitán! —respondió Mohji, contento de recibir el elogio.
Buggy, con una sonrisa sádica, se giró hacia Nami.
—Bien, por donde iba así… ¡Maldita Nami! —gruñó, mientras comenzaba a caminar hacia ella con intención de acabar el trabajo.
Pero antes de que pudiera alcanzarla, el cazador de piratas Zoro apareció de entre la multitud, blandiendo su espada con furia. Zoro se interpuso en la escena, protegiendo a Nami y bloqueando el avance de Buggy.
—¿Cómo estás? —preguntó Zoro a Nami.
—¿Qué? —dijo Nami, confundida por todo lo que había ocurrido: desde que Lucy derribó al capitán Buggy, hasta que este último intentó matarla y, por último, la aparición repentina de ese chico.
—Si estás bien —repitió Zoro con seriedad.
—Ah, sí... estoy bien —agradeció Nami, asintiendo.
—¡Mordisco! —gritó Lucy de repente, con voz aguda y determinada.
De entre la nada, un cachorro de perro surgió como una flecha, abalanzándose contra el león de Mohji. Su pelaje naranja con franjas negras lo hacía parecer un tigre del infierno. Con colmillos destellando, mordió la pierna del león con una fuerza sobrenatural. Un resplandor oscuro brotó de su mandíbula, y el león rugió de dolor, cayendo al suelo, rodeado de una neblina negra como si su alma hubiera sido sacudida.
—¿¡Qué demonios es eso!? ¡¡¡¡Richie!!!! —gritó Mohji, con el rostro descompuesto por la sorpresa y el miedo, al ver a su imponente bestia caer, derrotada por una criatura del tamaño de un saco de arroz… pero con la furia de un huracán.
—Suerte que has venido, Zoro —saludó Lucy, en forma de cachorro, y luego le preguntó—: ¿Cómo me has encontrado?
—Lucy, veo que siempre estás en líos. Primero te vas con un pájaro, y ahora estás luchando con un payaso y un león estas loca o ¿que? —comentó Zoro, con una mezcla de resignación y burla.
—¿Zoro? —preguntó un pirata, confundido.
—Me parece que la chica le ha dicho ese nombre —comentó otro, intentando entender la situación.
—¿El otro miembro del equipo que mencionó Lucy es el cazador de piratas Roronoa Zoro...? No entiendo nada —musitó Nami para sí misma.
—¿Tú eres Zoro? ¿Para qué has venido? ¿Vienes a por mí? —preguntó Buggy, con desconfianza.
—No, no me interesa tu cabeza. Ya no cazo piratas... ahora me dedico a otro trabajo —respondió Zoro con calma.
Pero a mí sí me interesa la tuya —replicó Buggy con una sonrisa torcida—. Si te atrapo, seré reconocido en todo el mundo.
Dicho esto, comenzó a prepararse para el combate, clavando su mirada en Zoro mientras su cuerpo se tensaba, listo para atacar.
—¡¡Tu narizotas!! —gritó Lucy, furiosa, al ver cómo alguien se había metido en medio de la lucha. El capitán Buggy, sorprendentemente, lo había permitido.
De repente, todas las personas presentes, incluido el propio capitán Buggy, quedaron petrificados. Un silencio extraño se apoderó del lugar, mientras todos observaban atónitos lo que estaba sucediendo.
—¿Qué? —preguntaron Nami y Zoro al unísono, sorprendidos, pensando que Lucy estaba actuando de manera imprudente.
—¡Voladla ahora mismo con la bala Buggie! —gritó Buggy, furioso, mientras su rostro se retorcía de rabia.
Un pirata se lanzó hacia el cañón, apuntando con rapidez hacia donde estaban Lucy, Zoro y Nami. Aprovechando la distracción de Lucy, Zoro y Nami se acercaron a ella, alejándose del capitán Buggy. Sin embargo, en el mismo instante en que se movían, vieron el cañón apuntar directo hacia ellos.
—¿Por qué lo has hecho? —preguntó Nami, furiosa.
—¡¡Luffy, corre!! —ordenó Zoro a Lucy.
—No te preocupes, no me hará nada —respondió Lucy, brillando de un rosa intenso mientras se transformaba en su forma Mew.
Con su telequinesis, desvió la bala a gran velocidad. El proyectil regresó hacia los piratas, explotando en una ola de energía rosa que derribó a varios de ellos, dejando a los demás atónitos y heridos.
Lucy, tranquila, miró a Zoro y Nami.
—Eso debió ser suficiente.
Nami estaba sorprendia
Avísame la próxima vez —suspiró Zoro, masajeándose la cabeza con gesto de dolor, ya sabiendo que su capitán solo le traería más problemas.
- oh me cabreo cuando no lucho contra mi y permitió que luchara otro, también dejara inconsciente a algunos piratas
—Ah, esos poderes de la fruta del diablo son útiles —dijo Nami, observando con asombro a Lucy—¡Jajajaja! —río de repente Buggy, que había logrado salvarse usando a su tripulación como escudos humanos. Luego añadió con desprecio—: ¿¡Cómo te atreves a engañarme!?
—¡Ha usado a sus nakamas como escudo! —exclamó Nami, asqueada por la cobardía.
—Nunca nos habían tomado el pelo así… —comentó un pirata, aún cubriéndose detrás de un león. , claramente molesto.
—¡Estoy tan furioso que ni siquiera puedo explicarlo! —bramó Buggy, completamente fuera de sí.
—¿Mierda, qué ha pasado? —se preguntó Mohji, levantándose entre los escombros, con un fuerte dolor de cabeza.
—¿Sigues vivo, Mohji? —le preguntó Cabaji, que estaba a su lado.
—¡Kabaji, ¿qué haces?! —bramó furioso Buggy al ver que su mascota había sido usada como escudo por él.
—¡Oh! ¿Te refieres a tu mascota? La usé como escudo —dijo Kabaji con indiferencia, justo antes de lanzar al león hacia Mohji.
—¡Richie! ¿Estás bien? —preguntó preocupado a su mascota.
—¡Tú, maldita sea! —bramó furioso Mohji, abalanzándose hacia Cabaji.
Pero Cabaji reaccionó rápidamente, dándole una patada que lo lanzó directamente hacia donde estaban Lucy y los demás.
- —¡Uwaa! ¡Apartaos! —exigió Mohji, agitado.
—No, te apartarás tú, eres molesto —respondió Lucy, controlando su cuerpo con sus poderes.
—¿Qué me está pasando? ¿Por qué no me puedo mover? —se preguntó Mohji, confundido y asustado.
Lucy, usando sus poderes de levitación, hizo que Mohji volviera de donde había venido, pero lo hizo con tal rapidez que él se estrelló contra la pared, desmayándose al instante.
—¡Kabaji, el acróbata! ¡Tomaré la venganza por ti, capitán! —dijo Kabaji, montado en su monociclo, preparándose para atacar a Lucy. Pero Zoro se interpuso y detuvo la espada de Kabaji con la suya.
—Yo seré tu enemigo —comentó Zoro.
—Será un honor, Roronoa Zoro. Nunca pensé que tendría la oportunidad de matarte —explicó Kabaji con una sonrisa desafiante
kabaji, montado sobre su monociclo, se lanzó contra Zoro con una sonrisa confiada.
—¡Prepárate, cazador de piratas! ¡Te mostraré la velocidad y la precisión del gran Kabaji! —gritó, girando ágilmente mientras blandía sus sables con movimientos circulares, como si fueran extensiones de su propio cuerpo.
El sonido metálico de sus espadas cortando el aire llenó el campo de batalla, pero Zoro no se movió. Con sus tres espadas ya desenvainadas —una en cada mano y la tercera firmemente sujeta entre sus dientes—, lo observaba con una expresión fría y serena. Su cuerpo permanecía inmóvil, pero cada músculo estaba tenso, listo para atacar.
Kabaji se acercó velozmente, confiado en su agilidad. Pero justo cuando parecía que su ataque impactaría, Zoro dio un paso al frente.
—Oni Giri —fue su escueta respuesta. Su voz, grave y firme, cortó el aire como una sentencia.
En un instante, Zoro se deslizó hacia adelante con una velocidad aterradora, cruzando sus espadas en un movimiento en H. Una estela de energía y acero brilló por un segundo, seguida por el impacto directo.
Kabaji apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de recibir el corte. Su cuerpo fue lanzado por los aires y cayó al suelo con fuerza, inconsciente, su monociclo rodando a un lado.
Zoro se irguió lentamente, envainando sus espadas con calma mientras la tensión en el aire comenzaba a disiparse.
—Demasiado molesto —murmuró.
—¡Kabaji, maldita sea! —bramó furioso Buggy, desmembrando una de sus manos y lanzándola hacia la espalda de Kabaji para atacarlo.
—¡No tan deprisa! —apareció Lucy, aún en su forma de perro, mordiéndole la mano al capitán Buggy con una fuerza sorprendente.
-¡¡Agh, duele!! ¡Suelta mi mano! —gritó Buggy de dolor, retorciéndose mientras intentaba zafarse.
Zoro miró a Lucy, que había adoptado otra forma y estaba mordiendo la mano del payaso como si fuera un juguete.
—Capitana... —dijo Zoro con tono tranquilo, al ver a Lucy en su forma peculiar.
—¿Sí? —respondió Lucy, dejando de morder. La mano de Buggy, aunque adolorida, volvió flotando hacia su dueño gracias a sus poderes.
—Estoy cansado. Me voy a echar una siesta —comentó Zoro con un bostezo, como si todo el caos a su alrededor no fuera nada importante.
—Vale, déjamelo a mí —respondió Lucy con una sonrisa, aceptando sin problema.
—¡Ahahaha! ¡Yo iré a por los tesoros! —exclamó Nami, emocionada, mientras salía corriendo hacia donde los piratas guardaban su botín.
Buggy, aún sobándose la mano mordida y con el rostro retorcido de furia, miró incrédulo lo que estaba ocurriendo.
—¡Esto no se quedará así, Lucy! ¡Enfréntate conmigo ahora mismo! —vociferó furioso, señalándola con el dedo.
—Vale, luchemos —respondió Lucy con calma, regresando a su forma humana.
Luego sonrió con picardía y añadió:
—Oye, una cosilla... ¿vosotros sois piratas o qué? —preguntó con un tono burlón.
—Sí, y vamos a ir a la Grand Line —le respondió Lucy sin dudar.
Buggy soltó una carcajada exagerada, llevándose una mano a la barriga.
—¿¡Pero quién te crees que eres!? ¿Cómo piensas llegar si nadie sabe cómo entrar a la Grand Line? ¡No es tan fácil, ja, ja, ja!
Lucy dio un paso al frente, su expresión se volvió más seria y decidida.
—Seré la Reina de los Piratas —proclamó con fuerza.
Buggy dejó de reír por un instante, la miró con una mezcla de incredulidad y burla, y luego respondió con sorna:
—¡Ay, ay! ¿Pero qué diablos estás diciendo? Si tú eres la reina, ¡yo soy un dios! - se burló buggy y luego añadió: el único que encontrara todos los tesoros del mundo seré yo.
- cállate hombre y prepárate para luchar - ordenó lucy mientras se preparaba para luchar
-—Grrr, ese sombrero de paja que llevas solo me trae malos recuerdos de un hombre asqueroso que una vez conocí, ¿sabes? Un chico maldito pelirrojo —murmuraba Buggy mientras sacaba sus cuchillos, preparándose para luchar.
—¿Pelirrojo? ¿Pelirrojo has dicho? ¿Te refieres al pirata Shanks? ¿Puede ser? —preguntó Lucy.
—¡Sí! ¿Qué pasa? ¿Lo conoces? —indagó Buggy.
—¿Sabes dónde está Shanks? —consultó Lucy, mirando fijamente a Buggy.
—Puede ser que sí, o puede ser que no. Pero tampoco te lo diré —se burló Buggy ante la pregunta de Lucy.
—¡Dímelo! —exigió Lucy, con una mirada desafiante.
—¡Eres una maleducada!¡ Quien te has creído que te lo diré todo lo que me pidas! ¡pues estas equivocada chica del demonio! —respondió Buggy, sonriendo de manera burlona.
- pues te lo dire a la fuerza - comentó lucy
- y yo te matare antes de que te acerques a mi - declaró buggy
- desmembramiento de cuerpo - grito buggy
Mientras las manos de Buggy se liberaban portando cuchillas, atacó a Lucy, pero esta lo esquivó. De repente, una luz emanaba de Lucy, que se transformó en otra criatura.
Lucy se transformó en lo que parecía una mantis religiosa del tamaño de un humano, con enormes cuchillas en lugar de brazos y alas que podía usar para volar.
—¡Scyther, otra vez no! ¡Ya me cambié a algo desconocido y sin control! —bramó Lucy, furiosa, mientras sus cuchillas brillaban al moverse.
Buggy, observando la transformación con una sonrisa burlona, no pudo evitar comentar:
—¿Oh? ¿Qué pasa, no puedes controlar tus poderes? ¿Tan difícil es manejar todo ese poder?
Lucy, al escuchar las palabras de Buggy, apretó los dientes, su frustración creciendo.
—¡No es tan fácil! —gritó, volando un poco hacia atrás para evitar destruir algo más. Sus alas zumbaban con fuerza, pero su expresión era de pura irritación. —A veces, ni siquiera sé qué forma voy a tomar. ¡Todo es un caos!
Buggy se río con desdén, cruzando los brazos.
—Parece que ser una "criatura poderosa" no te ayuda mucho si no puedes controlarlo. Qué patético.
Lucy, respirando agitadamente, intentó calmarse, pero la sensación de no poder dominar sus propios poderes la llenaba de rabia. Cada vez que se transformaba, sentía como si estuviera perdiendo el control, y esa sensación la hacía sentirse vulnerable.
—Cállate, Buggy —masculló, con la voz llena de frustración. Cada palabra suya sonaba como un desafío, pero también como un grito de impotencia.
De repente, sin previo aviso, Lucy se lanzó furiosa hacia Buggy.
Corte - gritó lucy Con un movimiento rápido, realizó un Corte, sus cuchillas trazando arcos mortales. El cuerpo de Buggy se partió en pedazos: brazos, piernas y torso cayeron al suelo en un caos de fragmentos, como marionetas rotas. La cabeza del pirata, aún flotando en el aire, soltó una carcajada.
—¡Jajaja, estúpido insecto! ¡No puedes matarme! —bramó. Sin embargo, con un chasquido, sus partes comenzaron a reunirse, girando en el aire como un rompecabezas macabro.
Lucy, con un destello de sus alas, gritó:
—¡Danza Espada! —y en un movimiento increíble, se desplazó con velocidad vertiginosa. Sus movimientos se volvieron más precisos y letales.
-Tajo Aéreo- que despedazó nuevamente el cuerpo de Buggy. Dedos, codos e incluso su sombrero volaron en fragmentos más pequeños, y la arena se tiñó de caos.
—¡Maldito mosquito! —rugió Buggy, girando furiosamente en el aire. Sus partes dispersas intentaban reunirse, pero Lucy, como una escurridiza danzarina, era implacable. Cada vez que un brazo intentaba acercarse al torso, una guadaña lo devolvía al polvo. El pirata, disperso en pedazos tan pequeños que parecía un rompecabezas imposible, intentaba reaccionar..
—¡Ya tengo el tesoro! —río Nami, que parecía haber regresado de robar a los piratas.
Los trozos de Buggy, aún revoloteando y tratando de recomponerse en medio del torbellino de cuchillas de Lucy, se detuvieron bruscamente al escuchar la voz de Nami. Sus ojos, separados del resto de su cabeza y flotando independientemente, se giraron con incredulidad hacia la figura de la navegante, que sostenía un saco abultado con una sonrisa zorruna.
—¿¡El... el tesoro...!? ¡¿Nami, maldita traidora?!devuelve mi tesoro —bramó Buggy, sus fragmentos temblaban de rabia. Sus manos separadas se retorcieron en el aire como si quisieran estrangularla.
-—¡No, ahora es mío, todo mío, mi tesoro! —proclamó a todos.
Para Buggy, sin embargo, la imagen era tan aberrante como el corte punzante de las guadañas de Lucy. La traición de Nami, justo después de haber sido hecho pedazos por esa mocosa insecto, era una afrenta aún mayor.
—¡¿Cómo te atreves, ladrona de poca monta?! ¡Ese es mi tesoro! ¡Lo he reunido con sudor y sangre... bueno, más bien con amenazas y robos, pero el punto es que es mío! —vociferaban sus partes, cada fragmento de su ser sintiéndose ultrajado.
Una de sus manos agarró la bolsa de tesoros.
—¡Ah, es mío otra vez! —declaró Buggy, cogiendo la bolsa de su tesoro.
—"¡No es tuyo, suéltalo, suéltalo!" —ordenó Nami, mientras intentaba zafarse de la bolsa. —¡Suelta la bolsa, desgraciada! ¡Es mío! —indicó Buggy furioso. —¡No, es mío y solamente mío! —replicó Nami. —¡Pues muere! —gritó Buggy furioso mientras atacaba a Nami con una cuchilla. —¡Ahahh! —chilló con pavor Nami. —¿Por qué vas a luchar a otro lado si no has acabado conmigo? —gritó Lucy, que cortó a Buggy una vez más.
—¿Estás bien, Nami? —preguntó Lucy preocupada por Nami.
—Sí, gracias —agradeció Nami.
—Hey, el mapa —comentó Lucy.
—Ah, el tesoro —dijo Nami.
—No hemos acabado, Sombrero de Paja. Estoy harto de que me desmiembres el cuerpo y no te pueda atacar, pero ya no más.
—Ah, no se rinde este —comentó Lucy, cansada del payaso.
—Pero ahora estoy tan enfadado que te daré una lección que no olvidarás nunca. ¡Todos los miembros de mi cuerpo, reuníos! ¡Hahah! —gritó Buggy, ya que se dio cuenta de que cuando volvió a juntar su cuerpo, solamente volvió muy poco y ahora era muy pequeño. —¿Quieres esto? ¿Puede ser? —preguntó Nami, que había recogido las partes cortadas de Buggy y las había atado para que no fueran tras su dueño.
Shishishis, lanzamiento ( fling)- rio lucy usando su telequinesis para levantar a Buggy del suelo con una fuerza increíble. A pesar de que Buggy trataba de moverse, era completamente incapaz de resistirse al poder de Lucy. Con un giro brusco de su cuerpo, lo lanzó con velocidad, como si fuera una piedra lanzada por un experto.
Buggy salió disparado hacia el horizonte, girando en el aire con una velocidad vertiginosa, incapaz de frenar su vuelo. Su cuerpo se alejaba rápidamente, mientras su cabeza seguía gritando furiosamente.
—¡Noooooo! ¡Esto no se queda así! —bramó Buggy, ya distante, mientras su figura se perdía en el horizonte.
Lucy observó con una sonrisa satisfecha cómo Buggy se alejaba cada vez más y volvió a su forma humana.
Chapter Text
En la mar con Lucy, Nami y Zoro
El pequeño bote se mecía en las olas mientras Lucy, Nami y Zoro navegaban hacia su próxima aventura. El viento salado les golpeaba el rostro, y el horizonte se extendía infinito ante ellos.
—Es una locura ir a la Grand Line tal como estamos, ¡estamos completamente desprotegidos! —advirtió Nami, con el ceño fruncido y un tono de preocupación.
—Mmm, sí, necesitaríamos más carne. ¡No podemos vivir solo de frutas! —respondió Lucy, con la mirada perdida, rascándose la barbilla como si fuera el mayor problema del mundo.
—¡Y yo quiero vino! —añadió Zoro, con su habitual despreocupación, apoyado contra el mástil con los brazos cruzados.
—¡¿Pero qué están diciendo?! —gritó Nami, exasperada, golpeando el borde del bote—. ¡No me refiero a las provisiones! ¡La Grand Line es uno de los mares más peligrosos del mundo! Todos los piratas van allí en busca del One Piece, ¡y lo hacen con barcos enormes y tripulaciones bien armadas!
—Y con una buena tripulación —añadió Luc, mientras devoraba una manzana, con migajas cayendo por su barbilla.
—Exacto. Somos muy pocos y nuestro bote es una cáscara de nuez. ¡No tenemos ninguna posibilidad! —insistió Nami, cruzándose de brazos.
—También necesitamos un cocinero... y un músico —dijo Lucy, comiendo y pensando como serian el resto de la tripulación
—¿Un músico? ¡Ja! —se burló Zoro, con una risita sarcástica.
—No lo pillas... Mira, si navegamos hacia el sur, encontraremos una isla. Si conseguimos un barco decente, tal vez tengamos alguna oportunidad —explicó Nami, señalando un mapa que había desplegado sobre sus rodillas.
—¡Comeré carne! —gritó Lucy, alzando los brazos con entusiasmo.
—Y yo compraré vino —añadió Zoro, con una sonrisa perezosa.
—¡¿Qué manía con la comida?! —vociferó Nami, perdiendo la paciencia.
En el pueblo de Villa Syrup
—¡¡Piratas!! ¡¡Piratas!! ¡¡Que vienen los piratas!! ¡¡Huid todos!! —gritó un chico mientras corría por las calles del pueblo, agitando los brazos como si el mundo se acabara.
El joven tenía la piel bronceada por el sol, era delgado, con ojos grandes y redondos, labios gruesos y cabello negro, rizado y de longitud media. Pero lo que más destacaba era su larga nariz, inconfundible.
—¡Era mentira, jajaja! ¡Ay! —dijo el chico, riéndose hasta que un cacerolazo lo golpeó en la cabeza.
—¡Mentiroso! ¡Te enseñaremos a no burlarte de nosotros! —gritó un vecino furioso, asomándose por la ventana con una escoba en la mano.
—¡Ya te atraparé! —añadió otro, blandiendo un rodillo.
—¡Ahora lo verás! —vociferó un tercero, con el ceño fruncido.
—¡Oh, ya vienen...! ¡Ya creo que vienen! —gritó el chico, corriendo hacia las afueras del pueblo mientras los vecinos lo perseguían, furiosos.
—¡Jajaja! ¡Atrápenme si pueden! ¡Son una pandilla de inútiles! —se burló el chico, zigzagueando entre los callejones.
—¡Maldita sea, se escapó otra vez! —bramó un vecino, buscando entre los matorrales.
—Siempre igual... Es como el cuento del lobo —suspiró otro, agotado.
—¿Dónde demonios se metió? —se preguntó un tercero, rascándose la cabeza.
El chico, escondido en la copa de un árbol, se reía por lo bajo. —¡Ja! Hoy he hecho una buena obra: sacar a esos aburridos de su rutina —susurró, acomodándose en una rama. Era Usopp, el famoso "mentiroso" del pueblo.
—Hola, buenos días, Capitán Usopp —saludó un niño pequeño desde el suelo.
—¡Oh, hola, Piiman! —respondió Usopp, sonriendo al pequeño.
—Buenos días, capitán. Tu tripulación ya está aquí—dijo otro niño, Ninjin, con entusiasmo.
—¿Piiman, Ninjin? ¿Solo vinieron ustedes dos? ¿Y dónde está Tamanegi? —preguntó Usopp, mirando alrededor.
—¡Haaaaaa! ¡Es horrible, horrible! —gritó un tercer niño, corriendo hacia ellos desde la distancia.
—¡Tamanegi! — exclamaron Piiman y Ninjin al unísono.
—¿Por qué grita así? —preguntó Piiman, confundido.
—¡Es horrible! ¡Piratas! ¡Por la costa norte, viene un barco con bandera negra! —gritaba Tamanegi, jadeando al llegar.
—¿Y qué más? —preguntó Usopp, intrigado.
—No, es verdad —admitió Tamanegi, bajando la cabeza.
—¿Estás seguro? —insistió Usopp, alzando una ceja.
—¡Es cierto! ¡Tenemos que avisar a todos! —dijo Tamanegi, cambiando de opinión.
—¡Ay, es hora de comer! — exclamó Usopp, saltando del árbol con una risa nerviosa, intentando escapar de la situación.
—¡Espera, espera! —ordenaron los niños, corriendo tras él.
—¡Jaja! Tengo una enfermedad: si no como a una hora exacta, ¡puedo morir! —mintió Usopp, sudando.
—¡No te escapes! ¿No decías que querías ser un pirata de verdad? ¡Demuéstralo! —lo desafió Ninjin.
—Un pirata no le tiene miedo a otros piratas —añadió Piiman.
—Y menos si llevan la bandera del pirata Buggy —señaló Tamanegi.
—¿La bandera de Buggy, el payaso? ¡Tengo prisa! —pensó Usopp, preparándose para huir.
—Espera, eran solo dos botes pequeños, y conté tres personas —aclaró Tamanegi.
—¡Vamos, adelante! ¡Somos la tripulación del Capitán Usopp y defenderemos este pueblo! —gritó Usopp, repentinamente valiente al saber que solo eran tres enemigos.
—¡Sííí! —gritaron los niños, siguiendo a su capitán con entusiasmo.
Con Luy, Nami y Zoro
Los dos botes encallaron en la arena, y los tres tripulantes pusieron pie en tierra firme.
—¡Hahaha! ¡Tierra firme! ¡Hacía días que no la pisábamos! —bostezó Zoro, estirándose perezosamente.
—¡Haaa! ¿Eso de allá es un pueblo? —preguntó Lucy, con los ojos brillando de emoción.
—Parece pequeño el pueblo —respondió Nami, consultando su mapa.
—¡Carne, carne! ¡Quiero carne! ¿Hay algún restaurante por aquí? —preguntó Lucy, casi babeando de solo pensarlo.
—No, pero deja de atosigarme —refunfuñó Nami, dándole un codazo.
Zoro, entrecerrando los ojos, notó un movimiento en los arbustos detrás de un peñón. Su mano instintivamente se posó sobre la empuñadura de su espada. —¡Cuidado! Alguien se acerca —advirtió con seriedad.
—¡¿Dónde, dónde?! —preguntó Lucy, girando la cabeza en todas direcciones.
—¡Allí! —señaló Zoro.
De repente, un disparo resonó desde los arbustos, impactando contra el suelo rocoso.
¡BANG! ¡CLANG!
Las balas rebotaban cerca de los pies de Lucy, pero ella las esquivaba con agilidad, moviéndose como si fuera un juego.
Varias banderas surgieron de los arbustos, ondeando al viento.
—¡Qué guay! — exclamó Lucy, emocionado.
—¿Guay? —preguntó Nami, confundida.
—¡Jajajaja! ¡Me llamo Usopp! ¡Soy el capitán de la tripulación que controla este pueblo y todos me admiran! ¡Me llaman el Gran Capitán Usopp! —proclamó una voz desde los arbustos, mientras Usopp salía con el pecho inflado—. ¡Si vienen a atacar este pueblo, ya pueden volver por donde vinieron, porque tengo a ochenta millones de hombres a mi servicio!
—No cuela —replicó Nami, cruzándose de brazos con una sonrisa sarcástica.
—¡Jaja! ¡Me atraparon! —admitió Usopp, temblando de miedo.
—¿Y qué creías? —preguntó Nami, alzando una ceja.
—Exageré un poco... y tú eres muy lista —dijo Usopp, bajando la cabeza.
—Jaja, eres divertido —rió Lucy,
—¡No te burles! ¡Estoy orgulloso de mis mentiras! ¡Por eso me llaman Usopp el Orgulloso! —proclamó, alzando los brazos con dramatismo.
En el restaurante
El grupo se sentó en una mesa rústica, rodeados por el aroma de comida recién preparada. Usopp, ya más relajado, hablaba animadamente mientras compartían un almuerzo.
—¿Entonces están buscando nakamas? ¿Y un barco grande? —preguntó Usopp, con un brillo de curiosidad en los ojos.
—Así es —respondió Lucy, con la boca llena de carne.
—¡Con eso podrán tener aventuras épicas! Si quieren un barco, sé dónde pueden conseguir uno —dijo Usopp, emocionado.
—¿De verdad? —preguntó Nami, inclinándose hacia adelante con interés.
—Hay una mansión en el pueblo. La dueña es una chica rica, pero está casi siempre enferma y apenas sale —explicó Usopp—. Tiene un barco que no usa.
—¿Una chica sola en una mansión? —preguntó Nami, intrigada.
—¡Quiero más carne! —gritó Lucy al mesero, ignorando la conversación.
—Y más sake —añadió Zoro, alzando su jarra vacía.
—¿¡Me están escuchando?! —vociferó Usopp, molesto.
—Verán, sus padres murieron el año pasado, y ella heredó todo: la casa, el dinero, los sirvientes. Pero, aunque tiene tanto, no parece feliz —continuó Usopp, ahora más serio.
—Entonces buscaremos un barco en el próximo pueblo —dijo Nami, frustada.
—Vale, no nos va la vida en ello. Vamos a comprar carne y nos largamos —añadió Lucy, limpiándose la boca.
—Antes dijiste que buscaban nakamas, ¿no? —preguntó Usopp, con un brillo en los ojos.
—¿Lo dices por alguien en concreto? —preguntó Lucy, curioso.
—¡Yo puedo ser el capitán! — exclamó Usopp, señalándose con orgullo.
—¡Gracias, pero no! —respondieron los tres al unísono.
—¡¿Ni siquiera lo pensaron?! —protestó Usopp, indignado—. Bueno, da igual, tengo un encargo que hacer. ¡Coman todo lo que quieran, adiós! —Y salió corriendo del restaurante, dejando al grupo confundido.
En la mansión
En una habitación de la mansión, una chica de estatura media y figura frágil, Kaya, discutía con su mayordomo.
—¡¿Quieres ver a Usopp otra vez?! ¡No quiero que lo nombres! —dijo el hombre, alto, de mediana edad, con el pelo negro peinado hacia atrás y gafas de montura fina. Era Klahadore, el mayordomo, y estaba preparando una bandeja con medicinas.
—¡Por favor! Solo quiero hablar con él... —suplicó Kaya, con voz débil pero decidida.
—¡No lo permitiré! Es la vergüenza del pueblo, y no quiero que te metas en problemas. Tu salud ya es bastante delicada. "Tus padres me pidieron que te protegiera."
—insistió Klahadore, con tono protector.
—¡Eres un cabezota! —replicó Kaya, cruzándose de brazos.
—No hay nada de malo en serlo. He dicho que no —respondió Klahadore, saliendo de la habitación con paso firme.
En los alrededores de la mansión
Usopp se deslizaba sigilosamente por el jardín, esquivando a los guardias. Con cuidado, apartó un arbusto que ocultaba un pequeño agujero en la valla. Se coló por él y, tras asegurarse de que nadie lo veía, volvió a cubrir la entrada.
En la habitación de Kaya, la chica estaba abrazada a su almohada, sumida en sus pensamientos, cuando un golpe suave en la ventana la sobresaltó.
—¿Usopp? ¡Eres tú! — exclamó, abriendo la ventana con una sonrisa.
—¡Hola, Kaya! Hoy tienes esa cara triste —saludó Usopp, subido a una rama frente a la ventana.
—Lo siento, quería invitarte, pero Klahadore no lo permite. No es malo, solo quiere protegerme —explicó Kaya, con un suspiro.
—No pasa nada. ¡Soy un héroe del mar, estoy acostumbrado a todo! —presumió Usopp, sacando pecho.
—¿Y qué aventura me contarás hoy? —preguntó Kaya, con los ojos brillantes.
—Mmm... A ver. Cuando tenía cinco años, luché contra un pez enorme en el sur —comenzó Usopp, gesticulando exageradamente.
—¿Un pez enorme? —preguntó Kaya, intrigada.
—¡Sí! ¡Pensé que había llegado a una isla, pero era el pez! ¡Era tan grande que aterricé en su lomo! ¡Jajaja! —relató Usopp, riendo.
—¡Jajaja! —rió Kaya, contagiada por su entusiasmo.
Fuera del restaurante
Piiman, Tamanegi y Ninjin se escondían tras unos arbustos, espiando el restaurante.
—¿Seguro que el capitán Usopp está ahí? —preguntó Piiman, nervioso.
—¡Claro! Lo vi entrar con esos piratas. ¡Tenemos que ayudarlo! —respondió Tamanegi, decidido.
—Podrían haberlo capturado... —sugirió Ninjin, preocupado.
Los tres se acercaron a la puerta del restaurante y miraron por el cristal.
—¡A la de tres, entramos! —susurró Piiman. Todos asintieron.
—¡Rendíos! ¡Somos los hombres del Capitán Usopp! —gritaron los tres al irrumpir en el restaurante, señalando a Lucy, Nami y Zoro.
—¿Mmm? —Lucy los miró con curiosidad, con un trozo de carne en la mano.
—¿Quiénes son estos mocosos? —preguntó Nami, alzando una ceja.
—¡Chicos, no veo al capitán! —señaló Ninjin.
—¡Escuchen! ¿Qué le hicieron al Capitán Usopp? —preguntó Piiman, desafiante.
—¡Mmm, qué carne tan jugosa! —dijo Lucy, relamiéndose los labios con entusiasmo.
—¿Carne? —preguntó Tamanegi, confundido.
—¡Se comió al capitán! —gritó Ninjin, horrorizado.
—Jijiji —rió Nami por lo bajo, divertida por el malentendido.
—¿Qué le hicieron? —insistió Piiman, alarmado.
—¿Vuestro capitán? Estaba muy bueno —bromeó Zoro, con tono serio.
—¡Ahaaa! ¡Una bruja! —gritaron los niños, señalando a Nami.
—¡¿Por qué solo a mí?! ¡¿Y ella qué?! —protestó Nami, señalando a Lucy.
—¡Jajajaja! —rieron Lucy y Zoro, incapaces de contenerse.
—¿Están locos o qué? —gritó Nami, furiosa.
—Era broma —admitió Tamanegi, rascándose la cabeza—. Los llevaré a la mansión. Seguro que el capitán está ahí.
En la mansión
El grupo llegó a la imponente mansión, rodeada por una alta valla y jardines bien cuidados.
—¡Vaya, qué grande! — exclamó Lucy, admirando la construcción.
—Cuando el capitán desaparece a esta hora, siempre viene aquí —explicó Piiman.
—¿Y qué hace? —preguntó Lucy, curiosa.
—Contar mentiras —respondió Ninjin sin rodeos.
—Pues eso no está bien —dijo Nami, con tono crítico.
—No son mentiras malas —defendió Piiman—. La señorita Kaya, que vive aquí, siempre está enferma. Sus padres murieron el año pasado, y estuvo muy deprimida. Aunque es rica, no era feliz. Por eso el capitán viene a contarle historias para alegrarla.
—Entonces es un buen tipo —dijo Lucy, sonriendo.
—A mí me gusta porque siempre se mete en problemas —rió Ninjin.
—Y a mí porque siempre se hace cargo de todo —añadió Piiman, con admiración.
—¿Y la chica mejora con esas historias? —preguntó Nami.
—Mucho —respondió Tamanegi, sonriendo.
—¡Entonces le pediremos un barco! — exclamó Lucy, levantando el puño con entusiasmo.
—O sea, que Usopp ha ayudado a Kaya a sentirse mejor —reflexionó Zoro, cruzándose de brazos.
—Exacto, pero entrar a la mansión es casi imposible. Hay guardias fuertes en la entrada —advirtió Piiman.
—Tranquilos, yo me encargo —dijo Lucy, transformándose en una criatura rosada y felina con un destello brillante. Era su forma de Mew.
—¡¿Qué es eso?! ¡Se convirtió en un gato! —gritó Piiman, señalándola con los ojos desorbitados.
De repente, todos comenzaron a flotar suavemente en el aire, elevados por una fuerza invisible.
—¡Ahhh! ¿Qué pasa? —gritó Ninjin, agitando los brazos.
—¡Estamos volando! — exclamó Tamanegi, emocionado.
—¡Allá vamos! —anunció Lucy en su forma de Mew, liderando el grupo con una sonrisa confiada.
Zoro flotaba con los brazos cruzados, completamente relajado
—¿Siempre será así con Lucy? —murmuró, bostezando.
Nami, en cambio, estaba al borde del pánico. —¡Esto no es normal! ¡No controlo mi cuerpo! —gritó, con el cabello ondeando en todas direcciones.
—Relájate, Nami. Son mis poderes —dijo Lucy, riendo sin mirar atrás.
—¡¿¡¿Relajarme!?! ¡¿¡¿Quieres que me relaje volando!?! —respondió Nami, claramente furiosa y visiblemente aterrada.
Los niños chillaban, entre emocionados y asustados, mientras sobrevolaban la valla de la mansión.
—¡Esto es mejor que una montaña rusa! —gritó Piiman, riendo.
Aterrizaron suavemente en el jardín trasero, cerca de un gran árbol. Allí, Usopp estaba subido a una rama, frente a la ventana de Kaya, contándole otra de sus historias exageradas. Kaya lo escuchaba con una sonrisa.
—Hola —saludó Lucy, flotando hasta la ventana en su forma de Mew.
Usopp se sobresaltó y casi cae del árbol. —¡¿Qué?! ¡¿Qué es eso?! ¡¿Cómo llegaron volando?! —gritó, aferrándose al tronco.
—Esa es Lucy —explicó Zoro con calma, mientras los demás descendían al suelo.
Usopp se quedó boquiabierto, todavía abrazado al tronco. —¡¿Un gato volador?! ¡¿Un espíritu del bosque?! ¡¿Una bestia del cielo?! —gritaba, señalando a Luffy.
Kaya, desde la ventana, se llevó las manos a la boca, asombrada. —¿Qué... qué es eso? —preguntó, sin apartar la vista.
Lucy descendió al suelo y, con un destello, volvió a su forma humana. —No es brujería. Es el poder de una Fruta del Diablo —explicó con una sonrisa.
—¿Fruta del Diablo? —repitieron Kaya y Usopp al unísono.
—Así es. En el mar hay frutas especiales que dan poderes sobrenaturales, como volar o transformarte. Yo comí la Hito Hito no Mi, modelo Mew. Me permite convertirme en esta criatura y usar poderes psíquicos. Pero a cambio, no puedo nadar nunca más —explicó Lucy, encogiéndose de hombros.
—¡¿No puedes nadar?! — exclamó Usopp, incrédulo.
—Vale la pena —respondió Lucy, guiñándole un ojo.
—¡Yo también tengo historias con frutas del diablo! —proclamó Usopp, recuperando su entusiasmo—. ¡Una vez comí una sandía maldita que me dio el poder de escupir pepitas explosivas! ¡Reconstruyeron la plaza del pueblo tres veces por mi culpa!
Lucy rió, mientras Zoro se pasaba la mano por la cara, exasperado. —Mentiroso... —murmuró.
Kaya miró al grupo con curiosidad. —¿Quiénes son y por qué están aquí? —preguntó, educada pero firme.
Usopp se adelantó, alzando una mano. —¡Vinieron por mí! Son piratas que oyeron de mis hazañas y quieren unirse a mi tripulación —dijo, inflando el pecho.
—Mentira —interrumpió Lucy—. En realidad, necesitamos un barco para ir a la Grand Line.
—¿Un barco? —preguntó Kaya, interesada.
Antes de que Lucy pudiera continuar, una voz fría los interrumpió. —¿Qué hacen aquí? —preguntó Klahadore, acercándose con paso lento, ajustándose las gafas.
—Klahadore... —susurró Kaya, tensa.
Tenéis que iros. No podréis entrar sin permiso —explicó Kuro, ajustándose las gafas con un gesto tranquilo.
—¿Y este quién es? —preguntó Lucy, frunciendo el ceño. Algo en el olor del hombre le resultaba sospechoso.
—Klahadore, por favor, ellos... —intentó explicar Kaya, pero él la cortó.
——Ahora no quiero escuchar ninguna excusa, señorita Kaya. Me darás una explicación después. Vosotros tenéis que iros inmediatamente. ¿Se puede saber a qué habéis venido? —dijo Kuro con tono serio, acercándose al grupo hasta quedar justo frente a ellos.
—Necesitamos un barco grande para... —empezó Lucy, pero Klahadore la interrumpió.
—¡Silencio! —espetó, girándose hacia Usopp—. —Tú eres Usopp. He oído hablar de ti, sobre todo por parte de la gente del pueblo —dijo Kuro, mirando a Usopp.
—¿Ah, sí? —rió Usopp.
—Has vivido muchas aventuras. Es extraño para alguien de tu edad —comentó Kuro.
—Sí, me puedes llamar el capitán Usopp —se presentó con orgullo.
—¿¿Capitán?? ¡Ja, ja, ja! También sé quién es tu padre. Eres el hijo de un pirata de clase baja y asqueroso, así que no me sorprende nada de lo que hagas. Por eso mismo te he prohibido ver a la señorita Kaya —añadió Kuro con desprecio.
—¿Pirata? —preguntó Lucy, intrigada. Usopp le recordaba a alguien, pero no sabía a quién.
—¿Asqueroso, dices? —gruñó Usopp, furioso.
—Eres muy distinto a la señorita Kaya. ¿Qué quieres de ella? ¿Dinero? —preguntó Klahadore, con desprecio.
—¡Klahadore, te has pasado! ¡Pide perdón ahora mismo! —exigió Kaya, molesta.
—No, Kaya, tranquila —dijo Usopp, intentando calmarla.
—No tengo por qué disculparme —replicó Klahadore—. Solo digo la verdad. Debe ser duro que tu padre te abandonara por irse de pirata.
—¡Klahadore! —gritó Kaya, indignada.
—No permitiré que insultes a mi padre —gruñó Usopp, apretando los puños.
—¿Estás molesto? ¿Por qué no mientes y dices que tu padre es un comerciante, no un pirata? —se burló Klahadore.
—¡Cállate! —rugió Usopp, lanzándole un puñetazo que impactó en la cara de Klahadore, haciéndolo retroceder.
“¡Capitán!” gritaron los niños del pueblo al unísono, con los ojos muy abiertos al ver a su héroe golpear a Kuro.
Klahadore escupió sangre, limpiándose el labio. —Tch. Eres tan violento como tu padre —dijo con una sonrisa despectiva.
—¡Cállate! ¡Estoy orgulloso de que mi padre sea pirata! ¡Es el más valiente del mundo! ¡Jamás mentiría sobre mi sangre! —bramó Usopp.
—Ah, ahora lo recuerdo, él es... —dijo Lucy, quien creyó saber quién era el padre de Usopp.
—Jajaja! ¿¡El más valiente del mundo!? ¡No me hagas reír! ¡Está claro que has heredado su barbarie! Te encuentras con alguien que no piensa como tú y te lanzas violentamente contra él —comentó Kuro, con tono despectivo levantandose del suelo y luego añadió: lo unico que te interesa es el dinero de la señorita kaya-
-¡ que has dicho! - vociferó furiosos ussop.
-—¡No quiero oír excusas! ¡Eres hijo de un pirata, eso ya lo dice todo sobre ti! —bramó Kuro, cabreándose aún más.
—¡No te atrevas a insultar a mi padre! —vociferó Usopp, que agarró a Kuro por el cuello, dispuesto a darle otra paliza.
—¡Basta los dos! —ordenó Kaya—. Klahadore no es tan malo, Usopp. Solo se preocupa por mí.
—¡Vete de aquí, bárbaro! ¡No vuelvas a acercarte a esta casa! —ordenó Klahadore.
—Muy bien, me voy por ella —dijo Usopp, dándose la vuelta—. ¡Pero volveré, Kaya!
—¡Capitán! —gritaron los niños, corriendo tras él.
—¡Idiota! ¡Nuestro capitán no es como tú dices! —dijo Ninjin.
—¡Estúpido! —añadió Piiman.
—¡Eso, estúpido! —gritó Tamanegi.
—¡Idiota! —interrumpió Lucy.
—¡Oye, no te metas! —dijo Zoro, dándole una colleja a Luy.
—¡Vamos a por él! —gritaron los niños, pero Nami los detuvo.
—¡Para, Lucy! —ordenó Zoro, sujetándola para evitar una pelea.
—¡Fuera! —bramó Klahadore.
En la habitación de Kaya
—Kof, kof —tosía Kaya, débil por su enfermedad.
—Señorita Kaya, su comida —dijo Klahadore, entrando con un carro de comida.
—No, gracias. No tengo hambre —murmuró Kaya, abrazando su almohada.
—No diga eso, el cocinero se esforzó para que le siente bien —insistió Klahadore con suavidad.
—¿Por qué dijiste esas cosas de Usopp? Sé que no me contaste que vino, pero no era necesario insultarlo —dijo Kaya, triste.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Klahadore, acercándose.
—Claro —respondió ella.
—Hace tres años llegué a este pueblo. Trabajaba en un barco, pero me despidieron. Estaba hambriento, perdido, hasta que tu padre me salvó. Eres la hija de mi salvador, Kaya. No quiero que te pase nada. Sé que me pasé con Usopp, pero no es una buena persona —explicó Klahadore.
—No estoy enfadada, pero lo malinterpretaste. Usopp no es malo —dijo Kaya.
—Esa es la cuestión —respondió Klahadore, saliendo de la habitación.
—¡Klahadore, eres un cabezota! —gritó Kaya.
—¡Lo soy! —respondió él, cerrando la puerta.
En un camino cerca del bosque
—¿Dónde está Lucy? —preguntó Nami, apoyada en una barandilla.
—Seguro fue tras Usopp —respondió Zoro, tumbado en la hierba.
—Nosotros sabemos dónde está —dijo Piiman—. Cuando está triste, siempre va a la playa.
—¿Quieren ir? —preguntó Ninjin.
—No —respondió Zoro.
—¿Dónde está el otro chico? —preguntó Nami.
—¿Tamanegi? Siempre desaparece y vuelve gritando —dijeron Piiman y Ninjin al unísono.
—¡Ahhh, peligro! —gritó Tamanegi, corriendo hacia ellos.
—¿Lo ven? —dijo Piiman, señalándolo.
—¡Problemas! ¡Viene un tipo caminando al revés! — exclamó Tamanegi.
—¡Mentiroso! —dijeron los niños.
—¡Es verdad! ¡Miren! —señaló Tamanegi.
Un hombre delgado, con cabello rubio grisáceo y gafas en forma de corazón, caminaba hacia ellos de espaldas, con ropa extravagante.
—¿Quién dice que soy raro? ¡Soy muy normal! —dijo el hombre.
—Pues yo te veo raro —respondió Nami.
—No digan tonterías. Soy Jango, un hipnotizador —se presentó el hombre.
—¡¿Hipnotizador?! ¡Qué genial! — exclamó Tamanegi.
—¡Haz un truco! —pidió Piiman.
—¡Sí! —apoyó Ninjin.
—¿Por qué tendría que hacerlo? No muestro mis trucos a cualquiera. ¡Pero miren este anillo! —dijo Jango, sacando un péndulo—. ¡Cuando diga “One, two, Jango”, se dormirán! ¿Entendido? One... two... Jango!
Para sorpresa de todos, Jango y los niños cayeron dormidos al instante.
—¿Por qué te duermes tú también? —gritó Zoro, furioso.
En el peñasco
—¡Hola! ¡Aquí estás! —saludó Lucy, flotando en su forma de Mew.
—¡Eres tú! ¡No me des esos sustos! — exclamó Usopp, sobresaltado—. ¿Qué haces con esa apariencia?
—Lo siento, es que me encanta ser Mew. ¡Es divertido! Además, así te encontré rápido —respondió Lucy, moviendo la cola.
—¿Tu padre es Yasopp, verdad? —preguntó Lucy, sentándose en la hierba.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Usopp, sorprendido.
—¡Te pareces mucho a él! Lo conocí hace tiempo. Es de la tripulación de Shanks, mi favorita —explicó Lucy, sonriendo.
—¿De verdad? ¿Está con Shanks? —preguntó Usopp, emocionado.
—¡Claro! Es un tirador increíble. Nunca falla —dijo Lucy.
—¡Mi padre está con ese gran pirata! — exclamó Usopp, incrédulo.
—Estoy orgulloso de él, pero ese imbécil de Klahadore se metió con él. ¡No lo perdonaré! —dijo Usopp, furioso.
—Bien dicho, yo también lo odio —respondió Lucy—. ¿No vas a volver a ver a Kaya?
—Solo si ese criado se disculpa —dijo Usopp.
—¿Ese criado? —preguntó Lucy, señalando a Klahadore, que estaba en la playa con Jango.
—¿Qué hace aquí? —susurró Usopp, escondiéndose.
—No seas idiota, Jango, te dije que no dieras la nota —reprendió Klahadore.
—No doy la nota, paso desapercibido —respondió Jango.
—Va todo según lo planeado, ¿verdad? —preguntó Klahadore, ajustándose las gafas.
—El plan para deshacernos de la chica está listo —afirmó Jango.
—No digas “matar”, es una palabra fea. Hablemos de un “accidente” —corrigió Klahadore con frialdad.
—¿Accidente, Capitán Kuro? —dijo Jango, sonriendo.
—No me llames así. Dejé ese nombre hace tres años. Ahora tú eres el capitán —gruñó Klahadore.
—¿Qué dicen? —susurró Lucy, confundida.
—Oí hablar del Capitán Kuro. Saqueó muchas ciudades, pero los marines lo capturaron y ejecutaron hace tres años —explicó Usopp.
—Te sorprendiste, ¿eh? Dijiste que dejarías la piratería, y de repente me hiciste capitán. Todos pensaban que estabas muerto, pero te infiltraste aquí —dijo Jango.
—Exacto. Si esto sale bien, tendrás una gran recompensa —respondió Klahadore.
—Déjame la parte... delicada —dijo Jango, con una sonrisa siniestra.
—No es solo eliminarla. Debe parecer que murió por su enfermedad —explicó Klahadore—. Tiene que escribir que me deja todo a mí. He actuado tres años para ganarme su confianza.
—¿Por eso te quedaste tanto tiempo? Yo habría entrado por la fuerza —dijo Jango.
—Entonces los marines vendrían tras de mí. Quiero dinero sin preocupaciones. Una vida tranquila —respondió Klahadore.
—¿Tranquila? ¿Y por eso planeas acabar con todos en la mansión? —preguntó Jango.
—No maté a los padres de Kaya. Fue un accidente —dijo Klahadore con frialdad.
—Da igual. Dame la señal. El barco está anclado cerca, y la tripulación está impaciente —dijo Jango.
—Esto es grave —pensó Usopp.
—Huele muy mal... ¿Qué hago? —susurró Lucy.
—Es terrible. Son piratas. Quieren el dinero de Kaya. ¡Y ese criado es el Capitán Kuro! —dijo Usopp, temblando.
Lucy se levantó, furiosa. —¡No le haréis daño a Kaya! —gritó, interponiéndose entre ellos en su forma de Mew.
Kuro y Jango se congelaron, sorprendidos por la criatura flotante. Lucy brilló y volvió a su forma humana.
—¿Qué demonios...? —musitó Jango, retrocediendo.
—Tch. que extraños poderes tiene —dijo Klahadore, con los ojos entornados.
—¿Un gato volador rosado? — exclamó Jango, incrédulo.
—¡Idiota! ¿Por qué te mostraste? —gritó Usopp.
—¡Oh, Usopp! —dijo Klahadore, reconociéndolo.
—¡Mierda, me vio! — exclamó Usopp.
—Oyeron todo —gruñó Klahadore, furioso.
—¡No, no oímos nada! —negó Usopp, desesperado.
—Todo —admitió Lucy, cruzándose de brazos.
—¡Oye! —protestó Usopp.
—¡Miren este anillo! —gritó Jango, sacando su péndulo—. ¡One, two, Jango!
—¿Qué es eso? —preguntó Lucy, confundida.
—¡Un arma! ¡Vamos a morir! —gritó Usopp, temblando de miedo al ver que el anillo comenzaba a moverse extrañamente, liberando una energía oscura.
Jango alzó su mano con el anillo brillando intensamente.
—¡Cuando diga “One, two, Jango!”, os quedaréis dormidos! —declaró con voz amenazante, mirando fijamente a Lucy y Usopp.
—¿Qué clase de truco es este? —preguntó Lucy con desdén, pero no se movió ni un milímetro.
—¡One, two... Jango! —cantó Jango en voz baja, activando la técnica de sueño que tenía preparada con el anillo.
De repente, un resplandor púrpura comenzó a envolver a Jango, mientras las ondas de energía se dirigían hacia Lucy y Usopp.
—¡Barrera!—¡Barrera!
Una esfera psíquica rosada la protegió, repeliendo la energía. —¡Reflejo Mágico! — exclamó, devolviendo el ataque.
El anillo golpeó a Jango en la cabeza, dejándolo inconsciente.
- miuuuuu shishishi - río lucy y haciendo una voltereta volando
Kuro, observando la escena con una mezcla de sorpresa y enojo, frunció el ceño.
Kuro, con los ojos encendidos de furia por la humillante derrota de Jango, apretó los puños y gruñó:
—¡Maldita gata! ¡Pagarás por esto! —Su voz destilaba veneno mientras ajustaba las garras de sus guantes.
Sin perder un segundo, se lanzó hacia Lucy a una velocidad vertiginosa, sus movimientos casi imperceptibles, como si se deslizara por el aire. Las cuchillas cortaron el viento, buscando herir a la chica transformada en gato volador rosado. Pero Lucy, con una agilidad felina, esquivó el ataque con movimientos agiles.
—Eso es todo lo que tienes? shishishi —se burló Lucy, flotando a pocos metros del suelo, con una sonrisa traviesa.
Kuro no respondió, pero su expresión se volvió aún más sombría. Volvió a atacar, esta vez con una ráfaga de golpes consecutivos, sus cuchillas trazando arcos mortales. Lucy, sin embargo, parecía estar jugando: giraba, se elevaba y esquivaba cada golpe con una mezcla de gracia y descaro, como si estuviera bailando.
—¡Para de moverte, maldita! —rugió Kuro, cada vez más frustrado.
—Oh, vamos, capitán, ¡tienes que ser más rápido que eso! —respondió Lucy, riendo mientras esquivaba otro ataque, girando en el aire como una acróbata.
La paciencia de Kuro se agotó. Con un movimiento calculado, hundió sus cuchillas en el suelo arenoso y, con un giro violento, levantó una nube de tierra y polvo hacia Lucy. La arena voló directamente hacia sus ojos, y aunque intentó cubrirse con sus patas, el polvo se coló, irritándole la vista.
—¡Agh! —gritó Lucy, llevándose las patas a los ojos, parpadeando con fuerza. —¡Maldita mar, eso es trampa!
Kuro cargó a Jango y golpeó a Usopp antes de huir. —¡Nos veremos, gata!
—¡Cobarde! —gritó Lucy, pero ya habían desaparecido.
Usopp se levantó, tocándose la mejilla. —¡Tenemos que avisar al pueblo! —dijo, pero no podía moverse.
—¿Qué me pasa? —preguntó, asustado.
—Parálisis. Lo usé para que no corrieras sin pensar —explicó Lucy.
—¡¿Por qué?! ¡Kaya y el pueblo están en peligro! —gritó Usopp.
—¿Crees que te creerán? Eres el mentiroso del pueblo —dijo Lucy.
—¡No me importa! ¡Tengo que intentarlo! —respondió Usopp, con lágrimas en los ojos.
Lucy lo miró, seria. —Yasopp no me perdonaría si te pasara algo. Él me salvó una vez. Vamos con Zoro y Nami, planearemos algo juntos. ¿Te apuntas?
Usopp, admirando a Lucy, asintió. —¡Claro! ¡Soy el Gran Capitán Usopp! ¡Protegeremos a Kaya y al pueblo!
Lucy liberó la parálisis y, con sus poderes, levantó a Usopp en el aire.
—¡¿Por qué estoy volando?! ¡Tengo volafobia! —gritó Usopp, aterrorizado.
—¡Shishishi, relájate! ¡Vamos con los demás! —rió Lucy, acelerando.
Con Nami, Zoro y los niños
—Lucy aún no vuelve —dijo Zoro, impaciente.
—El capitán debe estar en el peñasco —dijo Piiman.
De pronto, Ninjin señaló al cielo. —¡Ahí está! ¡El capitán Usopp vuela con Lucy!
Lucy aterrizó con Usopp, que cayó de rodillas, abrazando el suelo. —¡Tierra firme! ¡No más vuelos! —jadeó.
—¿Dónde estaban? —preguntó Nami, con una ceja levantada.
Ah, estaba hablando con Usopp… sobre su padre —respondió Lucy con una sonrisa, aunque de pronto frunció el ceño—. Oh… ¡cierto! ¡Nos habíamos desviado! Vinimos a contarles algo importante...
Uno de los niños dio un paso al frente, mirando a Usopp con preocupación mientras el capitán aún se tambaleaba ligeramente, con las piernas temblorosas.
—¿Estás bien, capitán? —preguntó con voz seria.
Usopp se levantó con dificultad, aún con la cara pálida por el vuelo, y trató de componer su típica pose heroica… sin mucho éxito.
—S-s-sí... lo e-est-taré… d-dame un momento —tartamudeó ussop tras volar.
Respiró hondo, se frotó la cara, y de pronto abrió los ojos con fuerza.
—¡E-espera! ¡¡Tenemos que salvar a Kaya!! —exclamó, recuperando parte de su energía—. ¡Y al pueblo también! ¡Ese maldito Kuro no se va a salir con la suya!
- de que diablos estáis hablando? -preguntó zoro
Klahadore es el Capitán Kuro, un pirata que fingió su muerte. Planea matar a Kaya y quedarse con su fortuna.
—¡¿Qué?! — exclamaron todos.
—Ese idiota de Kuro —dijo Ninjin.
—Y se burló del padre de Usopp —añadió Piiman.
—Resumiendo —interrumpió Nami—, Kuro es un pirata que se infiltró aquí para robar la fortuna de Kaya, haciendo que parezca un accidente. Tiene un barco con piratas cerca.
—Exacto. Derroté a su hipnotizador, Jango, pero Kuro lo llevó inconsciente. Creo que adelantarán el ataque —dijo Lucy.
—¡Voy a avisar a Kaya! — exclamó Usopp, echando a correr.
—¡Espera! —gritó Nami, deteniéndolo—. ¿Crees que te creerá? Confía en Kuro. Además, si te atrapan, estás acabado.
—¡No me importa! ¡Debo intentarlo! —respondió Usopp.
—Está bien, ve. Pero sé discreto. Usa una entrada secreta —ordenó Nami.
Usopp asintió, ansioso.
—Zoro, Lucy y yo iremos a la costa. Si los piratas están allí, los detendremos —dijo Nami.
—Suena bien —respondió Zoro, tocando su espada.
—Puedo buscar el barco desde el aire —añadió Lucy, transformándose en Mew.
—Perfecto. Yo iré por el tesoro —dijo Nami, con una sonrisa astuta—. Ganaremos tiempo para que Usopp avise a Kaya.
Los niños alzaron los puños. —¡Vamos con el capitán! —dijeron.
—Son solo niños —protestó Usopp.
—Tendremos cuidado —prometieron.
—Hagan caso —ordenó Usopp, y los niños asintieron.
El grupo se dividió, listos para enfrentar el peligro.
En la mansión
Usopp por fin llegó a la casa de Kaya, y a su lado estaban los tres niños: Piiman, Ninjin y Tamanegi, que lo acompañaban con expresión seria y decidida.
—Bien, iré yo primero. Vosotros escondéos por aquí —ordenó Usopp en voz baja, señalando unos arbustos cercanos.
Los niños asintieron con firmeza y se ocultaron entre la vegetación, mientras Usopp se acercaba con sigilo a un arbusto más grande que cubría una pequeña entrada secreta a la mansión. Él mismo la había descubierto años atrás, durante sus exploraciones por el terreno.
Con cuidado, se deslizó por la entrada y avanzó por un estrecho pasaje hasta llegar al jardín lateral, justo debajo de la ventana del dormitorio de Kaya. Miró hacia arriba, sacó una pequeña piedra del bolsillo y la lanzó con precisión al cristal.
Tac.
Nada.
Frunció el ceño, tomó otra piedra y la lanzó, esta vez con más fuerza.
Tac-tac.
La ventana se abrió lentamente con un chirrido, y el rostro de Kaya apareció entre las cortinas. Al verlo, sus ojos se iluminaron.
—¡Usopp! —exclamó con alegría, llevándose una mano al pecho—. ¡Eres tú! ¿Cómo estás? Pensé que ya no vendrías más...
Usopp le sonrió, aliviado al verla sana, aunque sabía que el peligro estaba más cerca que nunca.
—Tienes que huir de aquí… o te matarán —dijo con seriedad, sin perder tiempo.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Kaya, confundida.
—Están preparando una trampa contra ti. Tu mayordomo Klahadoll… en realidad es Kuro, un pirata —respondió Usopp con urgencia.
—¿Un pirata? ¿Kuro? ¿Estás bromeando? —repitió Kaya, aún más desconcertada.
—No es ninguna broma, Kaya. ¡Lo escuché con mis propios oídos! Él solo quiere tu fortuna y tus tierras. Se ha hecho pasar por tu mayordomo estos tres años para ganarse tu confianza… ¡pero te ha estado engañando desde el principio!
Kaya retrocedió un paso, visiblemente dolida.
—¿Por qué te estás inventando todo esto...? —preguntó, con una mezcla de decepción y dolor en la mirada.
—También he escuchado que sus hombres están listos para atacar el pueblo. ¡Van a matarlos a todos! Y a ti también, si no haces algo ahora. ¡Ese hombre es peligroso, y hoy podría ser el día en que actúe! —insistió Usopp, intentando desesperadamente que le creyera.
—Ya sé que a veces dice cosas duras, pero... eso no es justo... —empezó a decir Kaya, pero fue interrumpida por un grito lejano.
—¡Aaaaaaahhhhhh! —se oyó al otro lado de la casa.
—¡Son los niños! — exclamó Usopp, corriendo hacia el sonido.
—¡Tamanegi! ¡Piiman! ¡Ninjin! ¿No les dije que se escondieran? —gritó Usopp, encontrándolos llorando.
—¡Capitán, mira ahí dentro! —señaló Piiman, apuntando a una ventana.
Usopp miró y palideció. —¡Es Merry! — exclamó, viendo al mayordomo en el suelo, cubierto de sangre.
Kaya, al escuchar aquello, salió rápidamente de su habitación y bajó corriendo hasta merry.
Kaya se arrodilló junto a Merry. —¡Merry! ¿Qué pasó? —preguntó, desesperada.
Usopp llegó a la puerta. —¡Kaya, déjame entrar!
Ella abrió, y juntos atendieron a Merry, que abrió los ojos débilmente.
—Fue... Klahadore... vino furioso... con un hombre inconsciente... me atacó... —jadeó Merry.
Kaya palideció. —Entonces Usopp tenía razón...
—Kaya, huye ahora —suplicó Merry—. Kuro planea matarte para quedarse con todo.
—Le iba a regalar unas gafas nuevas... confiaba en él —murmuró Kaya, con lágrimas en los ojos.
—Tenemos que irnos —dijo Usopp.
—No —respondió Kaya, decidida—. No huiré. Hablaré con él. Tal vez pueda detenerlo.
—¡Eso es una locura! — exclamó Usopp.
—¡señirita Kaya, no lo hagas! —gritaron los niños.
—No puedo abandonar a mi pueblo —insistió Kaya.
Usopp suspiró. —No irás sola. Te acompañaré.
Kaya lo miró, sorprendida. Él sonrió. —¡Soy el Gran Capitán Usopp! ¡No dejaré que enfrentes a un pirata sola!
En el barco de Kuro
Kuro llegó a la cubierta de su barco arrastrando a un Jango inconsciente. Estaba furioso; sus planes se habían arruinado por ese idiota de Usopp y esa maldita chica. —¡Maldita sea! ¡Esa niñata me las pagará! —gritó Kuro, destrozando parte de la cubierta con sus garras en un arrebato de frustración. De pronto, un pirata, desconocido para Kuro, se acercó, claramente confundido. —¡Detente! ¿Quién te crees que eres? ¿Qué haces en nuestro barco? —preguntó el pirata, que nunca había visto al verdadero capitán. Kuro lo fulminó con la mirada y, sin mediar palabra, lo atacó con sus garras, matándolo en el acto. —¡Qué diablos está pasando! ¿Quién eres tú y por qué lo mataste? —exclamó otro pirata, horrorizado. —Idiota, ¿no reconoces al capitán Kuro? —intervino Jango, que acababa de despertar, frotándose la cabeza con una mueca de dolor. —¿Por fin estás despierto, Jango? —preguntó Kuro, girándose hacia él con una sonrisa fría. —Espera, ¿eres el capitán Kuro? —balbuceó el pirata, aún atónito. —¡Idiota! ¿Ahora te das cuenta de quién es? —espetó Jango, frustrado, antes de añadir—: Estoy bien, aunque esa niñata también me las pagará. —¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué hay tanto ruido? —preguntó otro pirata que salió a la cubierta junto a varios compañeros, alertados por el alboroto. Entonces, uno de ellos reconoció a Kuro y su rostro se iluminó. —¡Capitán! ¡Has vuelto! ¿Eso significa que volverás a ser el capitán Kuro? —preguntó, entusiasmado. Kuro lo miró con desprecio. —Idiota, no me vuelvas a llamar así. Soy Kuro, y no soy un pirata. ¡Prepárense, porque tenemos cuentas pendientes que saldar! Y seréis recompensados —declaró, mientras sus garras brillaban bajo la luz de la luna. —Vamos, gente, a destruir todo el pueblo, y esa mocosa será mía —dijo Jango, con ansias de venganza, sobre todo hacia Lucy. —Jango, la chica es para mí. Se arrepentirá de haberme atacado —ordenó Kuro, también con sed de venganza. —Capitán, hay dos barcos por ahí —señaló un pirata a su capitán. —No importa, dejadlos ahí. Preparaos para atacar —ordenó Jango. —¿Pero no era mañana cuando teníamos que atacar? —preguntó un pirata. —Los planes se adelantaron, atacaremos ahora. Coged vuestras cosas y atacaremos ya —ordenó Kuro. —¡Woooooo! —gritaron todos los piratas, cogiendo sus armas, listos para atacar. La cubierta del barco vibraba con la energía frenética de los piratas, que gritaban y alzaban sus armas al cielo nocturno, ansiosos por desatar el caos. Kuro, con los ojos encendidos de furia, observaba a su tripulación mientras las garras de sus guantes destellaban con cada movimiento. Jango, a su lado, sonreía con una mezcla de lealtad ciega y sed de venganza, ajustándose el sombrero y empuñando sus anillos de chakra.
En la costa
Lucy, en su forma de Mew, apareció frente a Nami y Zoro. —¡Los encontré! Vienen por la cala. ¿Listos?
—Llévanos —ordenó Nami.
Lucy los guió a un punto elevado con vista al sendero. —Me ocuparé del tesoro —dijo Nami—. Zoro, Lucy, ataquen directamente.
—Sin problema —respondió Zoro.
—Nos quedaremos aquí arriba. Dejaremos que avancen para darle tiempo a Usopp —dijo Nami.
Los piratas, liderados por Kuro, subían por el sendero. Uno señaló arriba. —¡Capitán, nos están esperando!
Kuro vio a Lucy, Nami y Zoro. —¡Atacad! Pero la chica pelinegra es mía —ordenó.
——¡Deteneos! —gritó Kaya, apareciendo junto a Usopp y los niños del pueblo—. ¡No quiero que le hagas daño a la gente del pueblo!
Nami la miró, desconcertada.
—¿Espera, Usopp? ¿Por qué no escapaste con Kaya como planeamos?
Usopp suspiró con frustración.
—Lo intenté… traté de convencerla, pero es muy terca. No quiso irse.
Kuro giró lentamente la cabeza hacia Kaya, con una sonrisa cruel.
—Vaya, Kaya. Qué sorpresa verte aquí. ¿Y qué se supone que haces?
—He venido a detenerte, Kuro —respondió ella con firmeza—. No quiero que lastimes a nadie más. Al principio no le creí a Usopp cuando me dijo que eras un pirata… pero luego lo vi con mis propios ojos. Vi a Merry herido, y me explicó que tú lo atacaste. Kuro… si lo que quieres es mi fortuna, te la doy. Pero por favor, deja al pueblo en paz. Ellos no te han hecho nada.
Kuro la miró en silencio por un momento, luego bajó la cabeza y tocó sus gafas con una mano, fingiendo una lágrima.
—Oh, Kaya… ya tendré toda tu fortuna. Pero no es solo el dinero lo que quiero. Lo que deseo… es tranquilidad. Una vida cómoda, rodeado de respeto y silencio. ¿No es eso lo que todos anhelan?
—¿Tranquilidad? —repitió Kaya con dolor.
—Sí —continuó Kuro, con una sonrisa falsa—. ¿No te parece justo? Tres años me he ganado la confianza del pueblo, fingiendo ser su sirviente. Todo para construir este plan. Y ahora… para asegurarme de tenerlo todo, el pueblo debe ser arrasado. Nadie debe quedar para contar la verdad. Pero... —su mirada se volvió oscura— una mocosa lo ha arruinado todo.
—¿Mocosa? —dijo Lucy, furiosa, flotando frente a zoro con los ojos encendidos. La indignación hervía dentro de ella. Sabía cuánto confiaba Kaya en ese hombre. Su traición la enfurecía.
—Se refiere a ti, capitana —le dijo Zoro, con un tono serio, mientras se preparaba para el combate
-—¡He! —dijo Lucy, furiosa.
—¡Pero no! —susurró Kaya, sacando una pistola de su chaqueta.
—Por eso te dije que había que ir, Kaya, ¡no servirá de nada! — exclamó Usopp.
—No, no lo harás, Kuro —dijo Kaya, apuntando su arma a Kuro.
—Kaya… —susurró Usopp, preocupado por ella.
—¡Vete de aquí ahora mismo si no quieres morir! —ordenó Kaya, preparada para disparar.
—¿Me apuntas con un arma? —se burló Kuro.
—¡He dicho que te vayas, venga! —replicó Kaya con firmeza.
—En estos tres años he visto cómo crecías, cómo dejabas de ser una niña pequeña, la señorita Kaya, ¿te acuerdas? Han pasado muchas cosas durante estos años, antes y después de que perdieras a tus padres. Recuerdo todos los buenos y malos momentos que hemos vivido juntos, Kaya, eso te lo aseguro —explicó Kuro mientras se quitaba sus guantes de garra y se limpiaba una lágrima fingida.
—Kuro… —murmuró Kaya, recordando su pasado.
—Me he dedicado a ti durante estos años, años que he aguantado, todo para esperar este día, el día en que todo sería mío. Porque yo, el capitán Kuro, respetado por los piratas, he sido humillado delante de una niña pequeña, obligado a cumplir todos sus deseos en contra de los míos. No puedes entender mi humillación, para alguien que había sido un pirata —dijo Kuro mientras volvía a ponerse sus guantes de garra y se lanzó a atacar a Kaya, gritando—: ¡Ahora muere! Pero primero iré a por Usopp, que recuerdo que me pegó.
—¡Usopp, cuidado! —gritó Kaya al ver que Kuro iba primero a por él.
Pero antes de que Kuro golpeara a Usopp, alguien interfirió.
—buneary! ¡Destructor! —dijo Lucy, transformándose en una pequeña criatura parecida a un conejo, de aspecto tierno pero vivaz. Su cuerpo era compacto, cubierto por un pelaje marrón suave, con zonas de un beige cremoso que adornaban sus orejas, extremidades y una esponjosa bolita que hacía de cola. Una de sus orejas brillaba, y con ella golpeó a Kuro, alejándolo de Usopp y Kaya.
—¡Si tanta rabia te da que te peguen, te daré cien bofetadas más! — exclamó Lucy.
—¡Ahora es un conejo? ¡Esa habilidad suya es frustrante! —comentó Kuro, tocándose la cara, pues el golpe le había dolido.
—¡Voy a por los tesoros! —dijo Nami mientras se escabullía de la pelea.
De repente, se escucharon pasos que iban directo hacia Kuro.
—¡La compañía de Usopp está aquí! —gritaron los tres niños, atacando a Kuro con garrotes.
—¡Prepárate para morir! —dijo Piiman.
—¡Pagarás por lo que has hecho! —añadió Ninjin.
—¡Has puesto en peligro a la gente del pueblo! — exclamó Tamanegi.
Los tres no paraban de golpear a Kuro.
—¡No paréis! —ordenó Usopp.
—¡Maldita sea, mocosos, no podéis hacer eso! —gritó un pirata, viendo cómo los niños le daban con los garrotes.
—¿Qué demonios hacen estos niños aquí? —dijo Zoro.
—¡Parad, parad de golpear! —ordenó Usopp a los niños, preocupado por ellos.
—Te perdonamos… de momento —dijo uno de los niños.
—Grrr, ¡ahora sí que han hecho enfadar al capitán Kuro, malditos mocosos! ¿Pero qué os habéis creído? —gruñó Jango, furioso.
—¡Capitán, nosotros también queremos luchar! —dijo Piiman.
—¡Parad de una vez, niños! ¡Os dije que no interfirierais! ¡Huid de aquí enseguida, del pueblo! —ordenó Usopp.
—¡No! —dijo Ninjin.
—¡Nosotros también queremos luchar! —añadió Piiman.
—¡Si ahora huimos, no haremos honor a la compañía! — exclamó Tamanegi.
De repente, el capitán Kuro se levantó, furioso, preparado para atacar a los niños, pero pasó de largo y le dio una patada a Usopp, que cayó al suelo.
—¿Usopp, estás bien? —preguntó Kaya, preocupada.
—Sabes, esa habilidad tuya es extraña. ¿es una fruta del diablo?—dijo Kuro, mirando a Lucy después de haber pateado a Usopp.
—S-sí, la fruta Hito Hito no Mi, modelo Mew. Ahora soy un gato que me da la habilidad de transformarme en otras criaturas desconocidas y tener poderes extraños —explicó Lucy.
—¿Es un conejo el que habla? —susurró un pirata.
—Así que esas frutas son de verdad… —murmuró Jango, recordando cómo había sido derrotado.
—¡Jango! —llamó Kuro.
—¿Sí, capitán? —respondió Jango.
—He de luchar contra ella. Tú encárgate de derrotar al resto, y sobre todo a la señorita Kaya, tal como acordamos. Y después, mátala, y a los niños también.
—De acuerdo —aceptó Jango, acercándose al grupo de Kaya, Usopp y los niños.
—¡Alto! Lo siento mucho, pero no pasarás de aquí —ordenó Zoro, apuntando con sus espadas a Jango.
—¡Buchi, Sham, atacadlo! —ordenó Jango.
De repente, dos hombres atacaron a Zoro, chocando con sus espadas, y Zoro fue golpeado.
—¡Los hermanos Nyaban están aquí! —dijeron los dos hombres al unísono.
—Yo me llamo Sham, uno de los hermanos Nyaban —dijo un hombre que vestía pantalones cortos, un chaleco negro, garras de guante delgado y tenía el pelo verde.
—Y yo, Buchi, otro de los hermanos Nyaban —añadió un hombre de gran estatura, fornido y gordo, que vestía un kotatsu largo, pantalones rojos y negros a rayas, zarpas y un cascabel en el cuello, como los gatos.
—¡Buchi, Sham, tenéis que matar al chico de pelo verde! —ordenó Jango.
—¡Huy, nosotros no podemos contra él, hoy no! —dijo Sham, tartamudeando y temblando de miedo.
—No, no, este chico parece muy fuerte —añadió Buchi.
—¿Oh? —preguntó Zoro, viendo lo asustados que estaban los piratas.
—S-sí, nosotros solo somos los vigilantes del barco —dijo Sham, dando un paso atrás.
—Exacto, no sé cómo nos han hecho venir para luchar —agregó Buchi.
—Qué raros son, ¿no? —preguntó Usopp, observando la escena.
—¡Achu, achu, achu! —estornudó Lucy, que había vuelto junto a Zoro.
—¿Lucy, estás bien? No estarás resfriada, ¿verdad? —dijo Zoro, preocupado por ella, pues lo que faltaba era que se pusiera enferma en este momento.
—No es eso, son mis poderes. A veces, cuando alguien miente o intenta engañarme, mis poderes surgen —explicó Lucy a Zoro, sin parar de estornudar desde que aparecieron los hermanos Nyaban.
—Mmm, interesante habilidad que tienes. Entonces, hagan lo que hagan, ¿no debo fiarme de ellos? —comentó Zoro, que ahora sabía lo que tramaban esos hermanos: hacer que perdiera la concentración.
—¡Maldita sea, otra vez esa mocosa! Pero bueno, Sham, Buchi, ¡atacad ya! —dijo Jango, frustrado por la habilidad de la chica.
—¿Quién, yo? —preguntó Sham, asustado.
—¡He dicho que ataquéis! —ordenó Jango.
—De acuerdo, ya voy —dijo Sham.
—¡Pero si está cagado de miedo! —dijo Usopp, confundido.
—¡Ahhhh! ¡Mira, chico, prepárate para morir, te desgarraré con estas zarpas! —gritó Sham, enfrentándose a Zoro, pero lo hacía con miedo, con los ojos cerrados y temblando.
—No cuela, gracias —respondió Zoro, con una sonrisa confiada. Gracias a la habilidad de Lucy, sabía que todo lo que hacían los hermanos Nyaban era una treta para distraerlo. Manteniendo la calma, decidió no caer en su juego y quedarse alerta sin atacar de inmediato.
La pelea:
Zoro, con sus tres espadas listas, observó a Sham y Buchi con ojos afilados. Los hermanos Nyaban, a pesar de su farsa de miedo, intercambiaron una mirada rápida y se lanzaron al ataque, esperando aprovechar cualquier descuido. Sham, ágil y escurridizo, intentó flanquear a Zoro por la izquierda, mientras Buchi, con su fuerza bruta, cargó de frente, sus zarpas brillando bajo el sol.
—¡Nyaban Dash! —gritó Sham, corriendo a gran velocidad para atacar con sus garras desde un ángulo ciego.
—¡Nyaban Slam! —rugió Buchi, levantando sus zarpas para aplastar a Zoro con un golpe descendente.
Zoro, sin inmutarse, analizó sus movimientos. Gracias a la advertencia de Lucy, no había bajado la guardia ni un segundo. Con un movimiento fluido, giró su cuerpo, colocando una espada en cada mano y la tercera en la boca.
—¡Oni Giri! — exclamó Zoro, lanzándose hacia adelante. Sus espadas trazaron un arco perfecto, interceptando a Sham en su carrera y enviándolo volando con un corte limpio que lo dejó inconsciente antes de que tocara el suelo.
Buchi, sorprendido por la velocidad de Zoro, dudó por un instante, pero ya era tarde. Zoro giró sobre sus talones y, sin perder el impulso, desató otro ataque.
—¡Tora Gari! — Las espadas de Zoro cortaron el aire, golpeando a Buchi directamente en el pecho. El fornido pirata cayó de rodillas, aturdido, antes de desplomarse con un fuerte estruendo.
En cuestión de segundos, los hermanos Nyaban yacían derrotados. Zoro envainó sus espadas con calma, sin una gota de sudor en la frente.
—Patético —murmuró, mirando a Jango, quien retrocedió, nervioso—. ¿Quién sigue?
Usopp, boquiabierto, aplaudió desde la distancia. —¡Eso fue increíble, Zoro!
Lucy, aún estornudando, sonrió. —¡Te dije que no confiaras en ellos!
Zoro asintió, agradecido por la habilidad de Lucy, que le permitió mantenerse un paso por delante de sus enemigos y terminar la pelea sin complicaciones.
Kuro entrecerró los ojos, su frustración palpable como una densa niebla. —¡Cinco minutos, sabandijas! ¡Cinco minutos o vuestra existencia dejará de ser una molestia!
Buchi, con los ojos inyectados en sangre y un rictus de dolor, se aferró a las piernas de Jango con una fuerza sorprendente. —Capitán… hipnotízame… por favor, capitán… ¡Debo acabar con ese espadachín!
—Está vivo- dijo lucy
Zoro asintió, guardando una de sus espadas pero manteniendo las otras dos listas. —Su corpulencia le ha salvado de un corte limpio.
Jango, con una sonrisa siniestra, posó su péndulo frente a los ojos de Buchi. —Como desees… duerme profundamente… y despierta… ¡con una fuerza imparable!
Un brillo morado envolvió los ojos de Buchi, sus músculos se tensaron visiblemente y un gruñido gutural escapó de su garganta.
—¡Mátalo, Buchi! ¡Haz pedazos a ese intruso! —ordenó Jango, retirando el péndulo con un movimiento rápido.
Zoro entrecerró los ojos, sintiendo el peligro que emanaba del pirata hipnotizado. —Mmm… esto parece un problema. —Se preparó para interceptar a Buchi, tensando los músculos de sus brazos.
Buchi se abalanzó sobre Zoro con una velocidad sorprendente, sus garras metálicas brillando con una luz amenazante. El impacto fue brutal, obligando a Zoro a retroceder, sus espadas arañando el metal en un choque de chispas. Zoro se mantuvo firme, clavando sus espadas en el agarre del otro para detener el impulso del ataque.
Jango, viendo a Buchi momentáneamente ocupado, sonrió con malicia. —Bueno, parece que tendré que ocuparme de la damisela. —Se giró, caminando con paso ligero en dirección a la destartalada casa donde Kaya se escondía.
—¡Tú! ¡Jango! —La voz de Usopp resonó, tensa pero firme—. ¡No te permitiré que te acerques a Kaya! ¡Yo la protegeré! El joven se colocó delante del camino de Jango, su tirachinas apuntando temblorosamente.
Jango soltó una carcajada burlona. —¡Oh, el valiente guerrero ha aparecido! Muchacho, eres débil. No podrás detenerme. Prepárate para morir.
—¡Disparo de bombeta! —gritó Usopp, lanzando varias bolas con mechas encendidas hacia Jango.
Un silbido agudo cortó el aire, seguido de una serie de explosiones justo delante de Jango. —¡Buum! ¡Pum! ¡Crash! —Las pequeñas bombas de Usopp levantaron una nube de humo y polvo, obligando a Jango a detenerse y cubrirse el rostro con el brazo.
Jango tosió entre el humo y la tierra levantada por las explosiones. Sus ojos amarillentos, ahora entrecerrados por la irritación, escrutaron la humareda en busca de Usopp. Una vena palpitaba en su sien.
—¡Mocoso insolente! —siseó entre dientes, escupiendo un poco de tierra—. ¿Crees que esas insignificantes chucherías podrán detenerme? ¡Estás muy equivocado!¡preparate!
Jango preparo sus armas chakram y las disparo hacia ussop que volaban hacia el para atacarlo
—¡Eh, espera! ¿También eso es un arma? —preguntó Usopp, mientras esquivaba las armas, que volvieron automáticamente a su dueño.
- —Exacto, pero quedad quietos para que pueda mataros —ordenó Jango, frustrado.
—¡Buchi, ¿por qué no acabas de una vez con todo?! Y Jango, lo mismo digo —comentó Kuro, igualmente frustrado.
· Ya te he ganado una vez y a mí no me gusta que me toquen los huevos, dijo Zoro, quien luego le dio una patada a Buchi y lo atacó con sus espadas. Esta vez, Buchi fue derrotado.
- ¡Qué pasada! dijeron los niños que vieron la pelea.
-Derrota tras derrota, esto es frustrante. Desde que habéis venido, no dejáis de dar más problemas, dijo Kuro, quien, frustrado, fue a atacar a Usopp otra vez. Usopp no se podía mover ya que estaba asustado de ver a kuro.
Kuro se lanzó hacia Usopp con las garras por delante, su figura casi invisible por la velocidad. El filo de sus guantes centelleaba al reflejo del sol.
Pero entonces, un destello marrón cruzó el campo como un rayo.
—¡Ataque Rápido! —gritó Lucy con voz firme y aguda, transformada por completo en su forma de Buneary.
En un instante, su cuerpo se volvió una silueta borrosa. Sus patas traseras golpearon con fuerza el suelo y salió disparada como una flecha.
¡ZAS!
Un golpe seco impactó el costado de Kuro antes de que pudiera llegar a Usopp. Fue tan veloz que ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.
—¡¿otra vez tú?! —exclamó Kuro mientras era lanzado contra una roca cercana, Levantando una nube de polvo, Lucy aterrizó en cuclillas, con las orejas arqueadas y una mirada encendida de determinación. Su cuerpo temblaba ligeramente por la velocidad del movimiento, pero no retrocedió. —Nadie toca a mis amigos —dijo con voz firme, el pelaje de sus orejas ondeando por la brisa que ella misma había generado al moverse tan rápido. —Jango, ve tras Kaya. Si fallas, te mataré yo mismo —ordenó Kuro a Jango, ya frustrado con la chica. —¡Entendido! —dijo Jango, quien fue tras Usopp y Kaya, pero fue detenido por Zoro. —Creo que no pasarás por aquí. Primero tendrás que atacarme —dijo Zoro. —¡Maldita sea, acabaré contigo! —comentó Jango, lanzándose contra Zoro con sus chakrams, pero Zoro los destruyó con sus espadas y noqueó a Jango con una de ellas. —¡Patético! Qué aburrido —dijo Zoro, aburrido porque no había tenido una lucha divertida. —Vaya, lo derrotó en un momento —señaló Usopp, y los niños junto a Kaya asintieron, estando de acuerdo.
- esto es frustante una derrota tras otra que diablos sois vosotros?- pregunto cabreado kuro que esta vez fue atacar a lucy pero esta la esquivo y ataco a kuro que fue arrojado por el aire y se estrellaba contra una roca, la cual se hizo añicos por el impacto. Una nube de polvo lo envolvió.
Desde el otro extremo del claro, Lucy aterrizó con elegancia felina. Cayó en cuclillas, sus largas orejas aún vibrando por la velocidad con la que se había lanzado. Su mirada brillaba con una mezcla de coraje y resolución.
Kuro, con la mirada ensombrecida, se incorporó. Sus gafas brillaban con furia y frustración.
—Ya basta... ¿qué clase de monstruo eres tú? ¡Una simple conejita no puede detenerme!
Lucy no respondió. Solo alzó una de sus patas delanteras, la rodeó una luz rojiza intensa: estaba cargando Puño Mareo.
Kuro se lanzó como una sombra, desapareciendo por un instante con su velocidad sigilosa. Apareció detrás de Lucy con sus garras listas para atacar.
¡ZAS!
Pero no fue lo suficientemente rápido. Lucy giró sobre su eje, sus orejas flotando por la fuerza centrífuga, y le propinó un Puño Mareo directo al rostro. Kuro se tambaleó, desorientado. El golpe no solo fue físico: la energía del ataque tenía un efecto secundario... confusión.
**—¡Grr... ¿qué demonios…?! —**masculló Kuro, dando un paso hacia atrás, su visión borrosa, viendo a tres Lucys al mismo tiempo.
Lucy aprovechó. Dio un salto hacia el cielo, sus orejas rodeadas de energía giratoria: estaba ejecutando Giro Bola. Descendió con fuerza, impactando en el estómago de Kuro y haciéndolo estrellarse contra el suelo con un ¡BOOM!
Desde la distancia, Usopp, Zoro y Kaya observaban.
—¡Vaya! ¡Lucy es genial! —gritó Usopp, asombrado.
—vaya es genial —comentó kaya asombrada
Kuro trató de levantarse una vez más, tambaleante, con la sangre escurriendo de la comisura de su boca.
—¡No... perderé ante una cosa tan... pequeña...! nadie frustara todos mis planes, no quiero seguir siendo un pirata solo una vida tranquila
Lucy elevo un brazo y se adelantó
—No importa cuán fuerte o rápido seas... si peleas solo por destruir, siempre perderás y el capitán ussop te da mil vueltas
Con un último Puño Mareo, envolvió a Kuro en un torbellino de energía. Esta vez, el impacto lo lanzó contra un árbol, donde quedó inconsciente, derrotado de forma definitiva.
- ha el capitán kuro y jango han caido, que hacemos? Preguntaron los piratas
- vaya ya ha acabado el combate? - preguntó nami que habia llegado con los tesoros robado de los pirata de kuro
- a nami hola, si ha acabado- saludo lucy
- ese es el tesoro de ellos? Preguntó zoro a nami
- siiii . lo consegui todo para mi. - respondió nami contenta que estaba habrazando la bolsa de tesoros
- ey ese es nuestro dinero , nos esta robando porque no atacamos igualmnente ? dijo un pirata
- siiii - gritaron el resto de piratas
- ha nos emos olvidado de ellos - dijo zoro
- epp - dijo nami que corrio donde estaba su grupo
- dejadmelo a mi - dijo lucy que volvio a transformarse y ahora parecia una especie de topo, Su cuerpo marrón oscuro apenas se asomaba del suelo junto a una nariz rosada.
—¡Diglett, excavar! —dijo Lucy, que se hundió levemente en la arena. Un leve temblor recorrió la playa. Entonces, desapareció por completo.
Silencio.
—¿Dónde se metió lucy...? preguntó uno de los niños
De pronto, el suelo tiembla violentamente. La arena bajo los piratas se hunde con un CRACK sordo, formando un gran cráter como un sumidero. Uno por uno, los piratas gritan y caen en la trampa, cubiertos por arena suelta y tierra húmeda.
—¡¡¡¿QUÉ ES ESTO?!!! ¡¡NO PUEDO MOVERME!! —gritaron los piratas, luchando por liberarse, pero incapaces de moverse.
En pocos segundos, todo el grupo estaba inconsciente, medio enterrado, con solo sus cabezas sobresaliendo de la arena, como si fueran palmeras derrotadas. Sus ojos en espiral indicaban que todos estaban noqueados.
Lucy emerge suavemente en el centro del agujero, impasible, mirando al frente.
—¡Lucy, no te pasaste! ¡Has destruido toda la cala! —gritó Nami, furiosa.
—Lo siento, lo siento... ¡aún no controlo mi fuerza! —respondió Lucy, riendo mientras volvía a su forma humana.
-—¡Pero te pasaste! —exclamó Usopp, y los niños asintieron con entusiasmo, maravillados con Lucy.
—Gracias, chicos. Sin ustedes, no sé si el pueblo habría sobrevivido —agradeció Kaya con una sonrisa sincera.
Pero en ese mismo instante, el estómago de Lucy rugió de hambre.
—¡Comida! Necesito comer... —dijo con desesperación, sujetándose el vientre.
En el restaurante...
Todos se habían reunido alrededor de la mesa para comer.
—Ñam, ñam —mascaba Lucy con entusiasmo, pero en su mente seguía preocupada por un asunto importante: conseguir un barco.
—Ya está bien, ¿no? ¿Cuándo nos iremos? —preguntó Zoro, frustrado. Estaba ansioso por partir cuanto antes.
un momento..... - murmuro lucy que no paraba de comer.
En ese momento la puerta del bar se habrio y aparecio kaya y fue hacia el grupo
- a estais aqui- dijo kaya
- hola kaya - saludo lucy
-¿Que ya puedes salir de casa? - preguntó nami
—Sí, ya estoy cansada de estar enferma. No quiero continuar así. Desde que murieron mis padres no me he sentido bien, pero, como decía Usopp, no puedo seguir de esta manera. No me puedo comportar como una niña —respondió Kaya, y luego añadió—: He venido para agradeceros que me habéis ayudado. Muchas gracias por vuestro coraje. Me gustaría ofreceros un pequeño obsequio. Me haría muy feliz que lo aceptaseis.
Con Usopp...
Usopp estaba recogiendo sus cosas para dejar el pueblo y vivir aventuras. También había disuelto la "tripulación de Usopp".
Ya había terminado de empacar y salió de su casa, pero su mochila se atascó en la puerta y no podía salir.
—Tch... no puedo salir... Vamos, tú puedes —dijo Usopp, estirando con todas sus fuerzas para liberarse.
¡Crash! La puerta fue destruida y Usopp salió rodando cuesta abajo con todo y mochila.
En la playa, con Zoro, Nami y Lucy...
—¡Oh, una carabela! —gritó Nami, entusiasmada, al ver un barco frente a ellos.
—¡Ohhh, qué guay! ¿Seguro que nos la regalas? —preguntó Lucy, que se había transformado en su forma de gato y observaba el barco emocionada.
—Sí, es para vosotros —respondió Kaya.
—Es un poco anticuado, pero lo diseñé yo mismo. Se llama Going Merry. Es una maravilla —explicó Merry—. Puedo enseñarte cómo funciona.
—Ah no, ella no lo entenderá para nada. ¡Explícamelo a mí! —dijo Nami.
—¡Qué barco más guapo! Me encanta ese mascarón de proa —señaló Lucy, mirando con admiración el barco.
—Me alegro. También hemos equipado el barco con provisiones y materiales para el viaje —comentó Kaya.
—¡Muchas gracias! ¡De verdad piensas en todo! —agradeció Lucy.
—Idiota... ella te está muy agradecida —comentó Zoro, un poco avergonzado.
—¡Ahhhhhhh! ¡Ay, ay...! —gritó Usopp, que bajaba rodando por la cuesta.
—¡Es Usopp! —señaló Kaya, preocupada.
—¿Pero qué hace él? ¿A dónde va? —preguntó Lucy, confundida.
—La verdad no lo sé, pero tenemos que detenerlo o destruirá el barco —respondió Zoro, preocupado.
—Déjamelo a mí —dijo Lucy, que usando sus poderes telequinéticos detuvo a Usopp antes de que destrozara el barco.
—Gracias —dijo Usopp.
—De nada —respondió Lucy.
Con Kaya y Usopp...
—Ya me han dicho que quieres zarpar. ¿Es verdad? —preguntó Kaya, triste porque Usopp se quería ir.
—Sí, y mejor que me vaya ahora antes de que me arrepienta. No intentes detenerme —respondió Usopp mientras ambos miraban al mar.
—No, no... pero pensaba que... —susurró Kaya.
—Es duro irse, pero de esta manera, cuando vuelva, podré contarte aventuras mucho más interesantes que las que me inventaba hasta ahora —explicó Usopp.
—Sí... tengo ganas de escucharlas —asintió Kaya, tristemente.
—Que os vaya bien a todos. Espero que nos volvamos a ver —dijo Usopp.
—¿Por qué? —preguntó Lucy, mirando a Usopp desde su barco.
—¿Eh? ¿Cómo que por qué? ¡Porque yo también seré pirata como vosotros! Y puede que algún día nos volvamos a encontrar —explicó Usopp a Lucy.
—¿De qué estás hablando? ¡Apresúrate, sube! —señaló Zoro, animando a Usopp a subir al barco.
—¿Hee? —murmuró Usopp, sorprendido de que lo quisieran a bordo.
—¿Acaso no somos nakamas? —preguntó Lucy.
Usopp no podía creer que alguien quisiera ser su nakama.
—¡Soy el capitán! —gritó Usopp, saltando de alegría y llorando.
—¡Cállate, yo soy la capitana! —dijo Lucy, cabreada.
—¡Jajajajaja! —rieron todos en el barco, mientras este se alejaba hacia una nueva aventura.
—¡Porque seré un pirata como ustedes! Nos veremos algún día —explicó Usopp.
—¿De qué hablas? ¡Sube! —dijo Zoro.
—¿He? —murmuró Usopp, sorprendido.
—¿No somos nakamas? —preguntó Luffy, sonriendo.
Usopp, emocionado, lloró. —¡Soy el capitán! —gritó, saltando al barco.
—¡Yo soy la capitana! —protestó Lucy.
—¡Jajajaja! —rieron todos, mientras el Going Merry zarpaba hacia una nueva aventura.
Chapter Text
—¡La hice! ¡Aquí está nuestra bandera pirata! —exclamó Lucy, mostrando con entusiasmo el dibujo que había creado a los demás—. Me costó mucho esfuerzo.
—¿Esa es nuestra bandera? —preguntó Zoro con escepticismo al ver el diseño, que era realmente feo.
—Así que, básicamente... no tienes vocación artística —comentó Usopp, mirando con cierta lástima el dibujo de Lucy.
—En realidad, no estoy tan segura... Podría ser algún tipo de símbolo surrealista —reflexionó Nami en voz alta, observando también la bandera.
—Una bandera pirata tiene que tener el símbolo de la muerte... Bueno, creo que esto se puede describir como horrible —opinó Zoro, aún sin poder creer lo que veían sus ojos.
—¿Qué pensáis? —preguntó Lucy, esperando la opinión de sus amigos mientras les mostraba su dibujo.
—¡Da asco, Lucy! ¡Yo la dibujaré! —gritó Usopp, cogiendo una tela para diseñar la Jolly Roger de Lucy... aunque terminó haciendo una completamente distinta.
—¡No la cambies! —vociferaron al mismo tiempo Lucy y Zoro, dándole un golpe en la cabeza a Usopp.
—¡Sí! ¡Está muy bien! —asintió Nami, intentando animarla.
—Esta será —declaró Usopp, mientras terminaba de pintar la bandera.
—No parecen tan distintas —señaló Zoro, comparando la que había pintado Lucy con la de Usopp.
—La veo bien. Más tarde la dibujaremos en la vela —dijo Lucy, feliz de tener finalmente su propia Jolly Roger.
—Desde que era niño, creaba arte en las paredes de la gente. El arte y yo somos uno —presumió Usopp con orgullo.
—¡Bien! Todo listo. ¡El barco pirata Going Merry está completo! —anunció Lucy con alegría.
"¿¡Quieren escucharme!? —gritó Usopp furioso, harto de que nadie le hiciera caso."
Al día siguiente...
Todo el grupo descansaba, y Nami se relajaba en una tumbona. De repente, un fuerte golpe resonó, seguido de un estruendo. Era Lucy, que había traído una caja de municiones y la había dejado caer al suelo, provocando el ruido.
—¿Qué es eso? —preguntó Nami, mirando la caja.
—Lo encontré en el almacén —respondió Lucy con naturalidad.
—¡Son balas de cañón! —exclamó Nami al ver el contenido de la caja.
—Sí. Como tenemos cañones, me gustaría probar si funcionan —comentó Lucy, señalando uno.
—Si queréis saber de cañones... Yo, cuando tenía tres años, salté encima de una bala... ¿Que no me escucháis? —vociferó Usopp, frustrado porque nadie le prestaba atención.
—Mmm, ¿cómo funcionará esto? —murmuró Lucy, pensativa, y luego preguntó—: Hey, Zoro, ¿tú sabes cómo se usa?
—No para de dormir, este —señaló Nami, mirando a Zoro, que roncaba tranquilamente.
—Tirarlas al mar no tiene gracia —comentó Lucy.
—Si vamos hacia el sur, encontraremos una costa con varios islotes. Te vendrán bien para practicar puntería —explicó Nami.
—¿Ah, sí? Pues vamos hacia allí, ¡vamos, vamos! —ordenó Lucy con entusiasmo.
¡Bummmmm!
—Vaya, qué mala que soy —reconoció Lucy, tras disparar el cañón y despertar a Zoro de su siesta.
—¿Pero qué carajo estáis haciendo? —exclamó Zoro, incorporándose sobresaltado.
—Prácticas de tiro con el cañón. No es tan fácil como parece —respondió Lucy.
—Venga, déjame probar a mí ahora, por favor —suplicó Usopp.
Usopp apuntó el cañón hacia una roca...
¡Bummm!
—¡Qué bueno, lo has tocado a la primera! —exclamó Lucy, felicitándolo.
—¡Uhú, lo he tocado! ¡Jajaja! Mirad, tengo muy buena puntería, os he dejado con la boca abierta —se jactó Usopp con una sonrisa de superioridad.
—Sí, te nombro nuestro artillero —proclamó Lucy con decisión.
—¿Cómo? ¿No soy el capitán yo? —protestó Usopp.
—Qué va, la capitana soy yo —replicó Lucy, firme.
En la cocina del Going Merry
La tripulación estaba reunida en la cocina del Going Merry. Zoro, fiel a su costumbre, roncaba apoyado contra la pared, mientras los demás discutían los planes del día. Ya habían hablado de la bandera pirata y la preparación del barco, y ahora tocaba decidir los siguientes pasos.
Usopp, recostado en su silla con los brazos cruzados, esbozó una sonrisa confiada.
—Bueno, de momento acepto ser el artillero. Pero, Lucy, si alguna vez no das la talla como capitana, estoy listo para tomar el mando. Alguien tiene que mantener este barco en rumbo, ¿no? —declaró con tono de falsa superioridad.
Lucy frunció el ceño ligeramente, dejando su taza sobre la mesa con un leve tintineo. Su voz era calmada pero firme.
—Usopp, entiendo que tienes talento y grandes ideas. Pero yo soy la capitana. Ser una chica liderando una tripulación pirata no es fácil, y aún no he conseguido un cartel de se busca. No estoy jugando a ser pirata, quiero cumplir mi sueño y el vuestro. Necesito que confíes en mí —afirmó Lucy, mirándolo a los ojos.
Usopp parpadeó, sorprendido por la seriedad de Lucy. Se rascó la nuca, su actitud arrogante desvaneciéndose.
—O-Oye, no lo dije con mala intención, Lucy. Solo quería decir que... bueno, también puedo liderar. Pero tienes razón, eres la capitana y te apoyo al cien por cien —admitió, algo avergonzado.
Nami, que escuchaba mientras garabateaba en su cuaderno de cuentas, soltó una risita.
—Buen intento, Usopp. Mejor quédate con lo de ser artillero y no con querer quitarle el puesto a Lucy —bromeó Nami.
Zoro abrió un ojo, gruñendo.
—Si Lucy dice que es la capitana, punto. Sigamos adelante —sentenció el espadachín con su habitual contundencia.
Lucy sonrió, relajándose un poco.
—Gracias, chicos. Por cierto, he estado pensando... nos falta un miembro importante antes de entrar a la Grand Line —reveló Lucy.
—Yo también he pensado —interrumpió Nami, sin levantar la vista de su libro—. Ya que aquí hay una gran cocina, si me pagáis, yo podré cocinar para vosotros.
—Sí, es una pieza muy importante —concordó Zoro, a pesar de la propuesta interesada de Nami.
—Deseado para un barco pirata... y un músico —añadió Lucy, ignorando el comentario de Nami.
—¿Pero qué dices? —preguntó Nami, confundida, dejando su cuaderno.
—¿Qué tipo de tripulación quieres tú? —cuestionó Nami.
—Pensaba que hoy estabas inspirada —comentó Usopp, con un deje de burla.
—Hombre, los piratas cantan, ¿no? —inquirió Lucy, con una sonrisa inocente.
Un inesperado visitante
¡Crash!
De repente, un estruendo sacudió la cubierta, como si algo pesado se hubiera hecho añicos. El crujido de astillas y el eco de objetos desplomándose resonaron en el aire.
—¡Venga, dad la cara, piratas! —gritó alguien, que parecía estar destrozando la cubierta.
—¿Mmmmmm? —murmuraron todos a la vez, con expresiones de confusión.
—¡Piratas! —vociferó un hombre desconocido con rabia.
Lucy salió de la cocina y se encontró a un hombre corpulento en la cubierta, con una espada desenvainada.
—¿Pero qué pasa? ¿Quién eres tú? —preguntó Lucy, con la mano en la empuñadura de su arma.
—Calla tú, niñata. No hagas preguntas y lucha contra mí —dijo el hombre, abalanzándose hacia Lucy con una estocada brutal.
—¡Ohhh! —gritó Lucy, esquivando el ataque por un pelo.
—¿Cuántos enemigos hay? —preguntó Zoro desde la cocina, sin inmutarse.
—Solamente uno —respondió Nami, asomándose para ver a Lucy pelear.
—Pues déjalo para ella sola entonces —indicó Zoro con calma, ya que sabía que Lucy podía cuidarse sola.
—He matado a muchos piratas y no pienso dejar que una chica sin nombre que solamente sabe jugar a piratas mate a mi compañero —continuó el hombre, atacando a Lucy, pero ella lo esquivaba con agilidad felina.
—Mmm, me suena —susurró Zoro, su mirada se agudizó mientras intentaba recordar la voz familiar.
—¿Qué narices dices? No sé de qué va todo esto, pero no me gusta que me destroces el barco —exclamó Lucy, cabreada. En un movimiento rápido, rodeó con firmeza la cintura del enemigo por debajo de los brazos y lo levantó con un impulso poderoso. Los pies del hombre se despegaron del suelo, su respiración se cortó de golpe y, en un instante, su espalda chocó violentamente contra el piso con un sonido sordo.
—Perdí por poco —pensó el hombre desconocido, recuperándose a duras penas.
—¿Qué te pasa? No tengo ni idea de cuál es tu problema —preguntó Lucy como si no hubiera pasado nada, con una expresión de perplejidad.
—¡Huh! ¡Es ese Johnny! —exclamó sorprendido Zoro al ver a alguien conocido entre sus atacantes.
—¡Ah, Aniki Zoro! —exclamó el hombre, ahora conocido como Johnny, incorporándose con dificultad.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no estás con Yosaku? —preguntó Zoro, la sorpresa aún en su voz.
—¿Hey, que os conocéis? —inquirió Lucy, visiblemente confundida.
La Cocina con Nami y Usopp
—¿Pero es que se conocen esos dos, Nami? —preguntó Usopp, observando todo desde el cristal de la cocina.
—Yo no entiendo nada —respondió Nami.
—¡Es Yosaku! —exclamó Johnny llorando.
—¿Está enfermo? —inquirió Zoro, preocupado por su amigo Yosaku, que estaba en la cubierta indispuesto.
—Sí... Estaba animado y rebosaba vida como siempre, pero entonces empezó a ponerse pálido, y todo pasó de repente... No tengo ni idea de lo que ocurrió. Sus dientes empezaron a caerse, y sus viejas cicatrices se abrieron y empezaron a sangrar. Simplemente no sabía qué hacer. Así que lo llevé a una roca vacía para que descansara... y entonces llegó volando una bala de cañón a nuestro barco —explicó Johnny, con lágrimas en los ojos por su amigo.
—Lo sentimos —dijeron Lucy y Usopp a la vez, al darse cuenta de que fueron ellos quienes dispararon la bala de cañón.
—Ya está hecho. No os torturéis. Si las disculpas solucionaran todo, no necesitaríamos a la policía —aclaró Johnny, y luego añadió: —Finalmente llegamos al punto en que los piratas a veces tiemblan al oír el nombre de "Yosaku y Johnny". Mi nakama y yo hemos estado cazando recompensas durante años...
—¿Sois idiotas o qué? —cuestionó Nami furiosa.
—¿Qué te pasa, Nami? —preguntó Zoro a Nami.
—No me puedo quedar sentado y dejar que ridiculices a mi nakama —reclamó Johnny.
—Lucy, Usopp, ¿os acordáis dónde están los limones en la cocina? Exprimidlos y traedlos aquí —ordenó Nami a los otros dos.
—De acuerdo —asintió Lucy, yendo hacia donde estaban los limones.
—¿Limones? —preguntó Johnny confundido.
—Es escorbuto. Si no hemos llegado demasiado tarde, estará bien en unos pocos días —explicó Nami a los demás mientras Lucy y Usopp le daban limonada exprimida.
—¿En serio, hermana? —preguntó entusiasmado Johnny, atosigando a Nami.
—No me llames así. En otros tiempos, esta enfermedad despertaba temor entre los marineros que viajaban por el mar. Es simplemente una deficiencia de nutrición vegetal. Los barcos antiguos no tenían la habilidad de almacenar fruta fresca y vegetales en viajes largos... —detalló Nami a todos.
—¡Guau, eres como un médico! —exclamó Lucy, asombrada ante Nami.
—Sabía que era eso lo que tenía —mintió Usopp.
—Tenéis que saber estas cosas para navegar por el mar, si no moriríais —vociferó Nami, furiosa, a los dos idiotas.
—¡He vuelto a tener salud completa! —aclamó Yosaku, que de repente se levantó y celebró con su compañero.
—¡Woooo, lo has conseguido, nakama! —celebró Johnny la mejora de salud de su amigo.
—No te puedes recuperar tan rápido —bramó furiosa Nami.
—Perdón por no presentarnos, soy Johnny —saludó Johnny.
—Soy Yosaku. Fuimos cazarecompensas con el Aniki Zoro, encantado de conoceros —saludó Yosaku.
—No sé cómo daros las gracias. Creí que ya me iba a morir —reconoció Yosaku.
—Pero es casi tan sorprendente como que el cazarecompensas Zoro se haya convertido en un pirata. Aunque puedo entender por qué... —comentó Johnny, mirando a Lucy, que era demasiado linda.
¡Clang!
—¡Ay! ¿Por qué me diste? —preguntó Yosaku a Zoro, ya que este le dio un golpe en la cabeza.
—Porque sí —contestó Zoro.
—¡Bleeagh! —gritó Yosaku, que se desmayó otra vez.
—¡Nwhaaaa? ¡Aniki! —exclamó Johnny, al ver cómo se desmayaba Yosaku.
—Cállate y descansa —rugió Zoro a sus amigos idiotas.
—Que esto os sirva de lección... —aconsejó Nami a todos.
—Este es el tipo de cosas de las que hay que tener cuidado en un largo viaje —señaló Zoro.
—Si no nos hubiera encontrado, habría muerto. Y lo que necesitamos para controlar la nutrición en un largo viaje, es un cocinero marítimo —opinó Usopp.
—Cuando lo piensas, es una habilidad especial —concluyó Nami.
—¡Entonces! Ok, encontraremos un cocinero marítimo. Además, significa que comeremos una comida increíble en el barco —dijo Lucy alegremente, pensando en la comida.
—¡Aniki, Aniki! —insistió Johnny en llamar la atención.
—¿Qué, Johnny? —preguntó Zoro.
—Si estáis buscando un cocinero marítimo, entonces sé el sitio perfecto. Conseguir que uno vaya con vosotros será otro problema, pero de todas formas... —sugirió Johnny al grupo.
—¿Un restaurante en el mar? —preguntaron todos.
—Sí. Desde aquí lo alcanzaremos en dos o tres días. Pero tenéis que tener cuidado, porque está muy cerca de la Grand Line. También he oído que el hombre de los ojos de halcón que estáis buscando aparece por allí de vez en cuando. Os llevaré allí si queréis —explicó Johnny.
—¡Sí, por favor! —gritaron todos.
Con la extraña pareja Yosaku y Johnny a bordo, nuestra tripulación partió. Giraron un poco al norte para buscar el restaurante marítimo...
El Going Merry por fin llegó a su destino...
—¡Aniki! Zoro, Lucy, Usopp y Nami, ¡lo conseguimos, aquí está el restaurante marítimo! —señaló Johnny.
—¿Por qué me llamas Aniki? —preguntó Nami irritada.
—¿Mmm? —murmuró Zoro.
—¡Ohhh! —exclamó Usopp, sorprendido al ver el restaurante.
—¡Qué guay! —gritó Lucy mientras miraba maravillada el restaurante.
El restaurante marítimo Baratie era bastante grande y ancho. Su forma era ovalada, con mástiles normales y el mascarón de proa en forma de pez, con una parte inferior redonda.
—¿Qué os parece a todos? ¿Está bien? —preguntó Johnny señalando el barco.
—¡Menudo pez! —exclamó Lucy al ver el enorme barco.
—¡Wow! —admiró Nami el barco.
—Joder, es muy raro —señaló Usopp.
—¿Huh? —dijeron todos, ya que a su lado había un barco de la Marina.
—¡Un... un barco de la Marina! —exclamó Usopp, sorprendido.
—¿Cuándo apareció? —preguntó Lucy, también sorprendida por la llegada del barco.
—Espero que no nos empiecen a disparar... —murmuró Usopp, temblando ante la Marina.
—Ni siquiera somos piratas... —susurró Yosaku a su compañero.
—¡Whoa... mira, ahí hay alguien...! —señaló Johnny.
Un hombre que vestía un traje púrpura y tenía el corte de pelo estilo bob se paró frente al borde del barco, mirando fijamente a los piratas.
—No reconozco esa bandera pirata —dijo el marine.
—Escucha, nosotros no somos piratas, señor —aclaró Johnny.
—Soy el lugarteniente de la Marina Fullbody, Puño de Hierro —se presentó el hombre y preguntó: —¿Quién es el capitán? Hablad.
—Soy yo, Lucy —saludó Lucy.
—Sí, soy Usopp —intervino Usopp, cortando a Lucy, pero ella le pisó los pies.
—¡Ay! —murmuró Usopp, que le dolió el pisotón.
—Hace poco que existe nuestra tripulación pirata —explicó Lucy.
—¡Hey, vosotros dos! ¡Os he visto antes! ¡Habéis trabajado para el gobierno! ¡Me acuerdo... sois esos cazarecompensas de pacotilla! ¡Eso es! Yosaku y Johnny, creo... ¿Así que al final os cazaron los piratas? —se mofó Fullbody, dirigiéndose a los cazarecompensas con tono burlón.
—¡No es verdad! —rugió Johnny, desenvainando un fajo de carteles de "Se busca" de su chaqueta. Los lanzó al viento y Nami los siguió con la mirada mientras caían. —¿Te parece esto el trabajo de unos recompensas de pacotilla?
Los carteles se esparcieron por la cubierta del barco pirata.
—¡Ya casi llegamos! ¡Ustedes, destrúyanlos! —ordenó Fullbody a sus marines, señalando el barco pirata con un gesto imperioso. Mientras este salia con su cita
—¡Ha pasado de nosotros! —se quejó Yosaku, exasperado.
—La próxima vez se tragará su orgullo —apostilló Johnny.
—¿Qué es esto? —murmuró Nami, arrodillándose para recoger algunos de los carteles. Sus manos temblaban mientras los sostenía.
—Son los piratas que hemos capturado hasta ahora —respondió Johnny, con un atisbo de orgullo en su voz.
—Este es un negocio que da mucho dinero —comentó Yosaku.
—¡Eh, ustedes! ¡Nos apuntan con los cañones! ¿Qué hacemos ahora? —gritó Usopp, con pánico en su voz ante las amenazas de hundir el barco.
¡Bum!
—¡Ahora verás! —exclamó Lucy, transformándose en Mew con un destello de energía. Sus ojos brillaron intensamente mientras extendía las manos, deteniendo telequinéticamente la bala de cañón en el aire, a pocos metros del Going Merry.
Pero de repente, una ráfaga de viento inesperada azotó el mar, desestabilizando a Lucy. La bala de cañón, aún suspendida por su telequinesis, se desvió de su control. Con un movimiento errático, salió disparada hacia un lado... ¡y se estrelló contra el tejado del restaurante marítimo Baratie!
¡CRASH! El impacto resonó como un trueno, astillando la madera y levantando una nube de polvo. Parte del tejado del Baratie se desplomó, dejando un agujero humeante donde antes había estructura intacta.
—¡Oh, no! —exclamó Lucy, volviendo a su forma normal con una expresión de pánico.
Dentro del Baratie, un hombre yacía desmayado por el impacto. Varios chefs se acercaron corriendo.
—Jefe, ¿cómo está? —inquirió un chef, preocupado.
—¿Quieres decir que estás bien? —suplicó otro.
—¡Claro que lo estoy! ¡Vuelvan a trabajar deprisa! —ordenó el jefe, levantándose con dificultad.
—Pero, señor, ¡está herido! —suplicó un chef, notando su cojera.
—¿Quieren hacerme enfadar? Tenemos las mesas repletas. ¿O quieren cerrar mi negocio? —tronó el chef en jefe, con el ceño fruncido.
—¡Ya la tenemos, jefe! ¡Ha sido esta chica! —anunció uno de los chefs, arrastrando a Lucy hacia donde estaba su superior.
El chef en jefe la observó seriamente. Lucy, al notar la pierna del chef, se arrodilló, disculpándose:
—¡Lo siento muchísimo, no la pierna...
—¡Idiota! —gritó el chef, dándole un golpe en la cara.
En el restaurante Baratie, el ambiente seguía tenso. El chef en jefe, un hombre robusto con una pierna prostética y mirada intimidante, señaló su prótesis mientras miraba a Lucy con severidad.
—Esto no me lo hiciste tú —afirmó, golpeando ligeramente su prótesis con un sonido metálico.
—¡Menos mal! Pero podría haberlo dicho antes —murmuró Lucy, aliviada, pero aún nerviosa por el desastre que había causado.
El chef se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. —Sin embargo, tengo el cuerpo lleno de heridas por ese desastre con la bala de cañón. Y encima, reparar el tejado del Baratie me va a costar una fortuna. ¡Esto no es un juego, niña!
Lucy bajó la mirada, sintiéndose culpable. Pero entonces, un brillo suave comenzó a emanar de su cuerpo. Su figura cambió en un instante: se volvió redondeada, rosada, con una expresión cálida y sonriente. Ahora era una criatura adorable cuya sola presencia parecía calmar el caos a su alrededor. De su vientre colgaba un pequeño saco con un huevo brillante, reluciente de energía curativa.
—¡Chansey! —exclamó Lucy, transformada, mientras se acercaba al chef con pasos suaves.
El chef en jefe alzó una ceja, sorprendido. —¿Una Fruta del Diablo? —preguntó, observando con curiosidad la transformación.
Lucy, aún en forma de Chansey, se aproximó con una sonrisa. —¡Sí! Este es mi poder. Puedo transformarme en criaturas como esta. ¡Y ahora… deseo! —declaró, mientras una luz cálida y brillante emanaba de su huevo. La energía envolvió al chef, y ante los ojos atónitos de todos, las heridas visibles en su cuerpo comenzaron a sanar. Los cortes se cerraron, los moratones desaparecieron y su expresión de dolor se transformó en sorpresa.
—¡Increíble! —exclamó el chef, flexionando los brazos y comprobando que ya no sentía dolor. —Mis heridas… ¡han desaparecido! ¿Cómo lo hiciste?
Lucy volvió a su forma humana, pero su rostro mostraba frustración. —No lo controlo del todo —se lamentó, cruzándose de brazos—. A veces me transformo sin querer, o los poderes se me escapan. ¡Es un desastre! No sé cómo manejar esta Fruta del Diablo.
El chef la miró con una mezcla de empatía y seriedad, apoyándose en su pierna prostética. —Escucha, niña. He conocido a muchos usuarios de Frutas del Diablo, y créeme, al principio todos son un desastre. Lo que necesitas es paciencia. Entrena, conoce tus poderes, y con el tiempo los dominarás. Pero no te desesperes, tienes un don único.
Lucy asintió, algo más animada. —Gracias… Supongo que tienes razón. ¡Lo intentaré!
El chef sonrió, dándole una palmada en el hombro. —Bien. Pero sigues debiéndome por el tejado. ¿Qué tal si trabajas aquí unos días para compensar el destrozo?
Lucy parpadeó, sorprendida, pero luego rió. —¡Trato hecho! Aunque no soy muy buena cocinando… —admitió, rascándose la nuca.
Mientras tanto, Fullbody entró en el restaurante con su cita, indicándole que lo siguiera. El chef asistente servía vino a los clientes.
—Mira, aquel hombre sentado en esa mesa es el famoso teniente Fullbody —señaló un cliente a su pareja.
—Es un teniente de la Armada reconocido —añadió otro cliente.
—Es guapo y muy elegante —comentó una chica.
—Eres increíble, todo el mundo te mira, la gente te reconoce bastante —halagó la cita de Fullbody.
—¡Qué va, te miran a ti, estás impresionante! —dijo Fullbody mientras chocaban sus copas de vino para celebrar.
—Un momento, este gusto... ¡está delicioso! Esta ligera fragancia... debe ser del Norte de Micqueot. Una suave acidez acompañada de un corte de sabor seco... ¿este vino es un Intelzbulger Stein, estoy equivocado, caballero? —presumió Fullbody, seguro de su acierto.
—Está del todo equivocado, señor. De paso, soy el asistente del cocinero jefe. Todos los camareros se fueron ayer —aclaró el hombre a Fullbody, y luego puso un plato de sopa en la mesa. —Aquí tiene su sopa. Agradable y caliente.
—¡Pff! —rió una clienta.
—¡Hey, no deberías reírte! —murmuró un cliente a su amiga.
—Pero parecía tan seguro... —añadió otro, entre risas.
—¿Sabes mucho? —preguntó la cita de Fullbody.
—¿Huh? —susurró Fullbody.
—De vinos —aclaró la cita.
—Sí, bueno, parece que mi lengua está rara hoy... —intentó explicarse Fullbody, confundido, ya que había asegurado con el dueño que le traería ese vino cuando hizo la reserva.
Fullbody vio un insecto en el suelo, lo pisó y lo colocó en su plato.
—¡Hey, camarero! —vociferó Fullbody para llamar al chef asistente.
—¡Ya le he dicho que yo no soy camarero! —exclamó el hombre mientras se acercaba a la mesa y le dijo a la cita de Fullbody: —¿Me permite decir que está muy hermosa hoy? Si quiere, después le invito a un buen vino.
¡Clank! Fullbody golpeó la mesa y espetó:
—¿Cómo es posible que en este restaurante se sirva sopa con insecto?
—¿Qué dice? —preguntó el chef.
—Ya me ha escuchado, ¿y me puede decir qué es esto? —señaló Fullbody el insecto en su plato de sopa, pensando que así arruinaría la reputación del chef.
—Mmm, lo siento, señor... no lo sé. No sé lo suficiente de insectos para identificarlo —explicó el chef con calma.
—¡Pft! —todos en el restaurante rieron de Fullbody por quedar en ridículo.
—¡Qué te has creído tú! —vociferó Fullbody, destrozando la mesa.
—Tengo la sensación de que no sabes quién soy... —se espetó a sí mismo el chef.
—Si hubiese quitado el bicho, ¿no se podría haber comido la sopa? —preguntó el chef a Fullbody, imperturbable.
—Soy un cliente que paga. ¿Qué pasa con tu actitud prepotente y arrolladora? ¡Solo eres un cocinero! —bramó furioso Fullbody que iba atacar a sanji.
—Para, Fullbody-san. Olvídalo —tranquilizó la cita de Fullbody.
—Así que dime, ¿puede el dinero llenar el estómago? —preguntó el chef, visiblemente cabreado, mientras agarraba del cuello a Fullbody, a quien acababa de golpear.
—¡Que alguien detenga a Sanji! —gritó un chef viendo como sanji golpeo a un cliente.
—¡Quieto, señor! —ordenó otro chef .
Zoro, Usopp y Nami entraron al bar y vieron a un chico agarrando del cuello a Fullbody, que estaba herido.
—¿Mmm, una pelea? —preguntó Zoro al ver la escena.
—Recuerda que retar a un cocinero marítimo es una papeleta suicida, y ni se te ocurra desperdiciar la comida —comentó Sanji, con una expresión de advertencia.
En el lavabo del bar, un chef se miraba en el espejo. Era un hombre de tamaño medio, musculoso y con mucho vello en brazos y piernas. Vestía camisa y pantalón azul, con una bata blanca, una cuerda en la cabeza y un pañuelo rosa.
—El cliente es Dios. El servicio es amor, el amor es el restaurante, lema del servicio. Lo fundamental del servicio es una bienvenida amistosa. ¡Bienvenido, asqueroso cabronazo! No vuelva nunca. Perdóname, puto cerdo. Eso serán 10.000 berries, gilipollas. Bueno, ya eché una buena mierda. Hoy parece que va a ser un día maravilloso. Lema, lema de servicio, el cliente es Dios —decía para sí mismo el hombre, saliendo del baño. Al llegar al salón, vio a Sanji atacando a un cliente y vociferó cabreado:
—¡¿Quééééé?! ¡¿Un cliente?! ¡Tú otra vez, Sanji! ¿Qué le estás haciendo a nuestro cliente? ¡Y nada menos que a un lugarteniente de la Marina!
—¡Oh, es el cocinero comemierda! ¡No me hables así! —respondió Sanji, aún agarrando a Fullbody.
—No está bien ser llamado cocinero comemierda por un cocinero comemierda. Este es un restaurante para los clientes. ¿Cómo puedes acosar y dañar a estos preciosos clientes? —reclamó el otro chef, molesto.
—Cliente o no, ha despreciado nuestra prestigiosa comida y ha insultado a nuestros cocineros. Así que le estoy ayudando a darse cuenta de su error —explicó Sanji al otro chef.
—¿Qué cojones pasa con este lugar...? ¡Ningún restaurante trata así a sus clientes! —se preguntó Fullbody, algo confundido por la situación, y luego añadió: —Cerraré este lugar... el gobierno va a saber de todo esto...
—¿Nos vas a cerrar? Entonces, creo que la única opción que tengo es matarte —declaró Sanji, su voz gélida.
—¡¿Qué?! —preguntó Fullbody con miedo, el terror reflejado en sus ojos.
—¡Quieto, señor! —ordenó un chef, intentando calmarlo.
—Hace que me hierva la sangre ver a un estropeado, podrido y retrasado cabrón como tú —vociferó Sanji, a punto de explotar, mientras sus compañeros chefs lo contenían.
—¡Deténganle antes de que mate a este tío! —gritó un chef, sujetando a Sanji con fuerza.
—¡Quieto, has ido demasiado lejos! —añadió otro chef.
—De todas formas, ¿cómo de poderoso eres tú? —preguntó Sanji, furioso, desafiante.
—¿Qué le pasa a este tío? —se preguntó para sí mismo Fullbody, temblando de miedo por toda la situación.
—¡¿Qué diablos ocurre aquí?! —preguntó el chef en jefe, Zeff, que entró al salón con Lucy vestida de camarera.
—¡Señor! ¡Por favor, pare a Sanji! —gritó un chef, intentando que no pelee.
—¡Cállate, viejo decrépito! —exclamó Sanji, furioso.
—Es cierto, señor, y además, este debilucho es un lugarteniente de la Marina —dijo un chef a su jefe.
—¿Estás intentando arruinar mi negocio, pequeño cabrón? —preguntó el chef en jefe, y con su prótesis, golpeó a Sanji en la cara.
—¡Hey, ese, ese es quien nos disparó la bala de cañón! —gritó Lucy, señalando a Fullbody.
—Ya veo. ¡Tú, sal cagando hostias de aquí! —ordenó el chef jefe, golpeando a Fullbody.
—¿Qué? Incluso el dueño es así. ¿Es este su concepto de cómo tratar a los clientes? ¿Quién se creen que soy? ¿Por qué es este restaurante tan siniestro y duro? Es prácticamente un barco pirata —pensaba Fullbody, aturdido por la situación.
—¡El cliente es Dios! —clamó el chef, con voz fuerte.
—Solo los clientes que se comen esa mierda que llamas comida —murmuró Sanji mientras fumaba.
—Patty, Sanji, si van a luchar, ¡vayan a la cocina! —ordenó Zeff.
—¿De verdad son estos tíos cocineros? —se preguntó Fullbody, sin entender nada.
De repente, la puerta del restaurante se abrió de golpe y apareció un marine.
—¡Lugarteniente, lugarteniente Fullbody...! Tenemos una emergencia. Lo siento mucho, señor, él ha escapado de la celda —gritó el marine, visiblemente asustado.
—Este es un lugar muy ajetreado —murmuró Lucy, observando todo el lío.
—¡Dejamos que ese hombre de Krieg se escapara! ¡El que nos costó siete bajas para capturarle! —bramó el marine, preocupado.
—Es una locura... ¿Dónde encontró la fuerza? Estaba a punto de morirse de hambre cuando lo cazamos hace tres días y desde entonces no le hemos alimentado... —comentó Fullbody, preocupado por la huida del pirata.
—¿La, la tripulación de Krieg? —preguntó un cliente, asustado al oír el nombre.
—¿No son los piratas más fuertes del East Blue? —preguntó otro, con voz temblorosa.
—Lo sien... ¡Kyaaa! —gritó el marine, siendo herido en ese mismo instante por una bala disparada por alguien que le disparó por detrás.
—¡Aaah! ¡Kyaaa! —gritaron los clientes por la muerte del marine.
—¡Empieza la fiesta! —dijo Patty, con una sonrisa salvaje.
—Mejor que no sea otro cabrón que cause alboroto en mi restaurante... —añadió el chef Zeff.
—Un pirata —añadió Lucy, mirando la figura que había aparecido.
Sanji vio a Lucy y estaba a punto de decirle algo, pero el hombre que había matado al marine declaró:
—Tráiganme algo de comida... no me importa qué... Esto es un restaurante, ¿no?
—¡Bienvenido, asqueroso cabrón! —saludó Patty, burlándose del pirata.
—¿Qué ha dicho? —preguntó uno de los clientes, viendo la escena.
—Solo lo voy a decir una vez más. Soy un cliente. ¡Tráiganme comida! —ordenó furiosamente el pirata.
—Ese cocinero va a morir —murmuró Fullbody.
—Bueno, perdóname, puto cerdo, ¿puede pagar? —preguntó Patty al pirata, con una sonrisa provocadora.
—¿Te vale plomo? —replicó el pirata, apuntándole con una pistola.
—¿No tienes dinero? —dijo Patty, y con un rápido movimiento, le dio un puñetazo en la cara.
—¡Yeahhh! —gritaron todos los clientes al ver que Patty golpeó al pirata.
Qué?! —preguntó Fullbody, asombrado.
—Acabas de romper una de mis sillas, Patty —espeto Zeff, al ver cómo Patty destruía otra mesa.
—Ese tío tiene mucho poder —comentó Lucy.
—Si no puedes pagar, entonces no eres un cliente —aclaró Patty al pirata que se negaba a pagar.
—¡Vamos, cocinero! —apoyaron los clientes.
—¡Sí, acaba con ese pirata, Patty-san! —añadió uno de los chefs, con entusiasmo.
El estómago del pirata gruñó ruidosamente.
"Uh-oh, pirata. Oigo gruñir tu estómago," dijo Patty, burlándose del pirata.
"¡Eso fue un pedo… cerdo retrasado! Ahora, camina… y tráeme algo de comida," ordenó el pirata.
"¡Si no eres un cliente, piérdete! Este es un restaurante para clientes. ¡Ni siquiera le daría basura a un pirata sin dinero!", bramó Patty furiosa, dándole una patada al pirata.
"Odio este lugar… no quiero saber nada," murmuró Fullbody mientras se marchaba.
—¡Vale, queridos clientes! Por favor, continúen comiendo —dijo Patty a sus clientes.
Gurrrgle… gurgleee.
El rugido del estómago del pirata, echado del restaurante, resonó en el aire, pero un plato de comida se detuvo frente a él.
—Come —dijo Sanji, que le había entregado el plato.
—¡Glup! —El pirata tomó el plato y comenzó a comer.
—No he comido algo tan delicioso en mi vida. No me lo merezco. Pensé que iba a morir, que esto sería el final… —dijo el pirata, saboreando la comida y llorando a la vez.
—En eso tienes razón —comentó Sanji.
—¡Jajaja, acabo de encontrar a un buen cocinero, shishishi! —exclamó Lucy alegremente desde la barandilla.
—¡Hey! ¿Ya estás contento? Has comido bien, ¿verdad? Shishishi. Escucha, cocinero, ¿quieres trabajar con nosotros en mi barco pirata? —preguntó Lucy con entusiasmo por haber encontrado a un buen cocinero.
Sanji quedó momentáneamente paralizado, con los ojos abiertos de par en par y un leve rubor en sus mejillas. Lucy, con su aire juvenil, su cabello corto y oscuro, y su energía vibrante, se acercó a él.
—¡Oh, hermosa ángel de mi corazón! —comenzó Sanji con tono meloso y pose exagerada—. Me halaga profundamente que desees que me una a tu tripulación pirata, pero me temo que no puedo.
Lucy frunció el ceño, su sonrisa desapareció al instante.
—¿Por qué no puedes? —preguntó, sorprendida y algo enfadada.
—Porque no puedo, bella dama —explicó Sanji, manteniendo una distancia prudente mientras Lucy se acercaba un poco, invadiendo su espacio personal—. Tengo una buena razón para ello… y esa razón es que debo quedarme aquí.
—¿Qué dices con eso de que no puedes? —insistió Lucy, cruzándose de brazos y mirándolo fijamente.
Sanji dio un pequeño paso hacia atrás, incómodo por la intensidad de su mirada.
—¿Qué… qué haces ahora? —preguntó, intentando desviar la atención de la pregunta inicial.
—No acepto un no por respuesta. ¿Por qué no te haces pirata con nosotros? —preguntó Lucy, sin aceptar la negativa de Sanji.
—Ya te lo he dicho, no puedo —respondió Sanji, nervioso por Lucy, a la que nunca había visto tan cabezota.
—¿Cómo que no? ¿Cómo puedo entonces entenderlo? —preguntó Lucy, cruzada de brazos, haciendo puchero y mirando a otro lado.
—Quiero decir que debes aceptar lo que te he dicho. ¿O ese sombrero viejo te hace parecer más tonta? —bramó Sanji, ya que Lucy parecía más bien un marimacho que una dama delicada, y no entendía su espacio personal.
—¡Mira, hay una cosa que odio y es que nadie se burla de mi sombrero! ¿Lo has entendido? —vociferó Lucy, molesta por las burlas. Lo de "idiota" podía pasarlo, ya que estaba acostumbrada a que sus hermanos lo dijeran.
—Perdonad que os interrumpa —dijo un pirata que observaba la pelea.
—¿Qué quieres? —preguntaron Lucy y Sanji a la vez.
—Mira, me llamo Gin y formo parte de la tripulación del almirante Krieg —se presentó el pirata—. Si tú también eres pirata, seguro que tienes algún objetivo, ¿verdad?
—¡Y tanto que sí! Yo solo quiero encontrar el One Piece, y por eso voy hacia la Grand Line —respondió Lucy con orgullo.
—Dices que buscas un cocinero. No tienes muchos miembros, ¿verdad? —preguntó Gin, confundido.
—Con él, ya tengo cinco personas —señaló Lucy a Sanji, contándolo ya para su tripulación.
—¿¡Quién dijo que me incluyas! —bramó Sanji, molesto.
—Mira, pareces una buena chica, por eso te daré un consejo. No vayas nunca a la Grand Line. Todavía eres muy joven, así que no malgastes tu vida allí, y más tú, siendo una chica. Los piratas no te respetarán. La Grand Line es solo una parte del mar. Si quieres ser pirata… puedes ir a otros lugares —explicó Gin.
—¿De verdad? ¿Cómo sabes tanto de la Grand Line? —preguntó Lucy, interesada.
—No, no sé nada de ese lugar. Eso es lo que me da miedo —comentó Gin, temblando.
—¿No es tan importante la tripulación de Krieg? —preguntó Sanji, confundido con las palabras de Gin.
—¿Krieg? —preguntó Lucy, interesada en saber quién era Krieg.
En la cocina del Baratie:
—¡He terminado el pedido de la mesa 3! —gritó un chef.
—Llévalo tú mismo. No tenemos camarero —ordenó otro chef.
—¿Lo que hiciste fue bueno, Patty? —preguntó un chef a su compañero.
—¿El qué? —respondió Patty.
—¿El pirata al que venciste era de Krieg, verdad? —preguntó otro chef.
—Eso es lo que dijo —comentó Patty.
—Don Krieg es un pirata con mucho poder, el que más miedo inspira en el East Blue —explicó un chef.
—Es cierto. Es líder de una flotilla de 50 barcos piratas. Es un verdadero monstruo —añadió otro.
—¿Y qué? —preguntó Patty mientras cocinaba.
—He oído que son más fuertes que 5000 personas. Si ese pirata vuelve y le cuenta a Don Krieg lo que le pasó aquí… el restaurante será destruido. Como un elefante aplastando a un pequeño insecto —dijo un chef.
—¿Oh? ¿Qué quieres? ¿Que me disculpe y le dé comida? —preguntó Patty, bebiendo.
—¡Idiota! Eso sería de mala educación —replicó otro chef.
—El restaurante Baratie se deterioraría. ¿Te das cuenta de cuántas veces hemos luchado contra piratas? —preguntó Patty a su compañero.
—Si tienes miedo… ¿por qué no dimites? —le sugirió.
—¡¿Qué?! —exclamó el chef—. Ya veo… Todos los camareros renuncian por tu culpa, Patty. Sobras en este restaurante.
—No quiero trabajar con cobardes —dijo Patty, peleando con el otro chef.
—¡Callaos y seguid trabajando! —ordenó Zeff.
—¡Sí, patrón! —dijeron todos los chefs en señal de obediencia.
Con Lucy, Sanji y Gin:
—Me voy, pero te he avisado —dijo Gin, despidiéndose.
—De todas formas, iré a la Grand Line —afirmó Lucy.
—¡Jajajaja! Eso es tu problema. No tengo derecho a detenerte. ¡Sanji-san, gracias, te debo mi vida y ese arroz estaba delicioso! —comentó Gin, y le preguntó a Sanji—. ¿Puedo volver?
—En cualquier momento —respondió Sanji.
—¡Hey, vosotros! —gritó el chef jefe.
—¡Es el viejo! —dijo Lucy.
—¡Vete, Gin! —ordenó Sanji.
—Lo siento, Sanji-san. Te voy a causar problemas por comer gratis —dijo Gin, preocupado.
—Ya no hay problema. No me preocuparé más. Ten cuidado, Gin —explicó Sanji mientras tiraba los platos usados por Gin.
—Sanji, chica, ¡vete a trabajar ya! —ordenó zeff.
—¡Mi nombre es Lucy! Trabajaré aquí desde ahora. Encantada de conoceros —se presentó al resto de los chefs.
—¿Todavía no está terminado el postre de la mesa 6? —preguntó uno.
—¿Quién cogió el pedido? —añadió otro.
—¡Estoy ocupado! —gritó otro chef que cocinaba.
—Si no tienes nada que hacer, ¿por qué no lavas los platos? —preguntaron todos, ya que Lucy estaba sentada sin hacer nada.
—¡Oh, por fin algo que hacer! —dijo Lucy.
—¿Dónde está Sanji? —preguntó uno.
—Le vi hablando con los clientes —respondió un chef.
—¿Otra vez? ¡Nunca aceptaré que Sanji sea el segundo cocinero! —opino Patty.
—Pero Sanji fue el primero que trabajó aquí. No se lleva bien con el patrón, ¿sabes por qué? —preguntó un chef curioso.
—Porque quiere tomar el puesto del patrón —contestó otro.
¡Crash, crash!
—¿Eh? —todos miraron a Lucy, que rompía platos a su paso.
—¡Hey, chica! ¿Cuántos platos has roto? —vociferó Patty, molesto.
—No lo sé, se me olvidó contarlos —respondió Lucy.
—¿Eres culpable y encima presumes? Ya no tienes que limpiar más platos. —ordenó un chef—. Ve y limpia un poco.
—¡Podéis confiar en mí! —dijo Lucy, robando comida de un plato.
—¡Hey! ¿Quién te dijo que te comieras esa comida? —bramó uno furioso.
—¡Hey, está muy buena! —dijo Lucy, sorprendida por la carne.
—¡Ahhhh! ¡Ese es el plato principal de un cliente! —vociferó uno de los chefs.
—¿Quieres que limpie esta cazuela? ¡Ay, qué caliente! —gritó Lucy, tocando una cazuela caliente y tirando todos los trastos al suelo.
—¿Por qué no vas a tomar los pedidos? Creo que puedes hacer eso. Solo pregúntales a los clientes qué quieren comer —ordenó Patty.
—¡Vale! —asintió Lucy.
—Ser grumete es duro. No sé cómo Coby aguantaba este trabajo —murmuró Lucy.
—¿Eh? ¡Vosotros! —dijo al ver a su tripulación comiendo en una mesa.
—¿Qué pasa, grumete? —preguntó Nami, saludándola.
—He oído que tienes que trabajar una semana aquí —dijo Usopp riéndose.
—¿Puedo cambiar nuestra bandera pirata? —preguntó Zoro.
—¡¿No creéis que es muy rastrero?! ¡Están cómodamente sentados y disfrutando de la comida mientras yo sufro! —vociferó Lucy, furiosa.
—Ah, es ella, qué ruidosa. ¿Son sus nakamas? —murmuró Sanji, observando molesto.
—Toma este —susurró Lucy, sacándose un moco de la nariz y tirándolo en el vaso de zoro.
—¿Rastrero? Nosotros tenemos nuestros derechos —opinó Zoro.
—Es cierto —rió Usopp, viendo cómo Lucy tiraba un moco en el vaso de Zoro.
—Este restaurante es muy bueno. Pero a ti te parece rastrero —dijo Zoro, que iba a tomar el vaso con el moco, pero de repente agarró a Lucy por el cuello y la hizo beber del vaso, preguntándole:
—¿Pero por qué no te lo bebes tú?
—¿¡Qué están haciendo?! —dijo Lucy, agarrándose del cuello y tirada en el suelo escupiendo la bebida.
—¡¿Y tú qué cojones estás haciendo?! —preguntó Zoro, furioso.
¡Jajajajajaja! —se rieron Nami y Usopp, entre risas.
—Oh, gracias a Dios que te he conocido hoy. Oh, amor, solo sonríeme. Si ustedes dos están conmigo, puedo convertirme en pirata o demonio. Oh, pero nuestro destino está condenado —se insinuó Sanji a Nami y Lucy otra vez.
—¿Es por mí? —preguntó Zeff a Sanji.
—¡¿Viejo?! —vociferó a Zeff por meterse en medio de su coqueteo.
—Esta es una buena oportunidad. No te queremos aquí. ¡Vete y hazte pirata! —ordenó el chef jefe a Sanji.
En otro lugar desconocido:
—¿De verdad? ¿El cocinero te salvó la vida? Eso es por lo que has conseguido volver, ¿no? —preguntó un hombre misterioso a Gin.
—Sí, pero nunca pensé que este lugar estuviese así —respondió Gin, preocupado por la tripulación—. Capitán Krieg…
—¿Sí? —dijo el capitán.
—Le llevaré al barco restaurante —dijo Gin a su capitán.
En el restaurante:
—¡Oye, viejo loco! Soy el segundo cocinero de este restaurante. ¿Me has dicho que ya no me necesitas? —preguntó Sanji, furioso.
—Siempre luchas con los clientes y siempre que ves tías buenas, ligas con ellas. Tu comida no es muy buena. Acabarás con este restaurante. A nadie le caes bien, eso ya lo sabes. Mejor vete y ponte a hacer otra cosa —explicó el chef en jefe a Sanji.
—¿¡Qué estás diciendo!? Ya sabes que eso no me molesta, viejo loco. Por alguna razón, tú siempre desprecias mi comida. De todas formas, no me iré de aquí, aunque me lo digas —respondió Sanji, que el chef lo agarró del cuello.
—¿¡Cómo te atreves a cogerme del cuello, pequeño cabrón!? —bramó el chef, golpeando a Sanji, que cayó al suelo, rompiendo una mesa.
—¡Mierda! —susurró Sanji, furioso.
—Bah —suspiró el chef en jefe.
—Escucha, no me importa cuántas veces me vaya, siempre seré aquí un cocinero. ¿Tienes algún problema? —preguntó Sanji, molesto—. Estaré aquí hasta que te mueras.
—No moriré en 100 años —contestó el chef en jefe.
—Cuidado con tus palabras —amenazó Sanji a Zeff.
En la cocina:
—¿Lo has oído? —preguntó uno de los chefs.
—Sí. Sanji realmente quiere sustituir al patrón —contestó otro chef.
En el salón:
—¡Qué bien! Tienes permiso del dueño. Así que ya puedes ser pirata —dijo Lucy.
—¿¡Quién quiere eso!? —preguntó Sanji, enfadado.
—Lo siento por el desastre. Como disculpa, te he pedido una macedonia y un vino de gran cosecha —dijo Sanji a Nami, sirviéndole vino con fruta.
—Gracias —dijo Nami, alegre.
—Eres muy amable —coqueteó Nami con Sanji.
—No es nada, señorita —respondió Sanji, como si nada pasara.
—¡Hey, y nosotros! ¡Qué injusto eres, cocinero galante! —replicó Usopp, golpeando la mesa para llamar la atención.
—Para ti, he pedido un té caliente. ¿Sigues molesto, carapolla? —preguntó Sanji, enojado.
—¿¡Qué!? ¿Quieres pelea? ¡Véncele, Zoro! —ordenó Usopp.
—¿Por qué no lo haces tú? —le respondió Zoro.
—¡Está delicioso! —dijo Nami, contenta.
—¿Podéis dejar de pelear por mí? —preguntó Nami a ambos.
—¡Sí, señorita! —obedecieron Sanji.
—¿¡Quién haría eso!? —vociferó Usopp.
—De paso, chef-san —se insinuó Nami a Sanji—.
—¿Sí, señorita? —preguntó Sanji.
—La comida aquí es un poco cara para mí… —dijo Nami, acercándose a Sanji.
—No te preocupes, te invita la casa —comentó Sanji.
—¡Qué feliz estoy! ¡Muchas gracias! —dijo Nami, abrazando a Sanji.
—Pero todavía tienes que pagar —dijo Sanji.
—¡Puto chulo! —gritó Usopp, furioso.
—Eres una manipuladora —opinó Zoro.
—Mejor ten cuidado conmigo —rió Nami.
—Realmente es un ligón —comentó Usopp, observando cómo Sanji coqueteaba.
—Tú, ¡vuelve a trabajar, señorita! —ordenó Sanji a Lucy.
—¡Ay, ay, ya voy! —dijo Lucy.
Dos días después… algo está a punto de ocurrir.
¡Clank!
Lucy estaba tirando la basura al mar y vio algo extraño.
En el salón del Baratie, se escuchó el sonido de una copa rompiéndose al caer al suelo.
—Ese es el barco pirata de Don Krieg —dijo un cliente, al ver un gran barco en el exterior.
—Los relojes de arena con una calavera, ese es su símbolo —señaló otro.
—Tiene que ser Krieg —añadió un tercero.
—¿Qué demonios hace aquí? —se preguntó un cliente.
Con los chefs:
—¿Lo ves, Patty? Finalmente han llegado. ¿Por qué… por qué han venido a vengarse de un tipo? —preguntó uno nervioso.
—No me importa lo que digas. Los vemos con nuestros propios ojos, ¿no? —comentó otro chef.
En el Going Merry:
—¡Hey, no quiero implicarme en esto! ¡Vámonos! —gritó Usopp, asustado.
—¡Hey! ¿Habéis visto qué galeón más grande tienen? —señaló Nami.
—¡Ostras! ¡Es un barco enorme! Gin debe venir para agradecerte —opinó Lucy a Sanji.
—No lo creo, pero todo esto es muy extraño —dijo Sanji, mirando el barco.
—¿Mmm? —Lucy miró a Sanji, sin entender.
—¿Lo has visto? El barco está destruido —comentó lucy .
—Ese gran barco debe haber sufrido algún desastre natural. No creo que lo haya destruido una persona —explicó Sanji.
¡Plas, plas, tac, tac! Se escucharon los pasos del capitán Krieg, que entraba al restaurante. Era un hombre alto, musculoso, con pelo corto azul y patillas largas.
—Perdonad, ¿podríais darme un poco de comida y agua? El dinero no es problema —suplicó Krieg a los chefs.
—¿Qué es esto? ¿Ese triste y pobre hombre es Krieg? —preguntó Patty.
—Parece tan hambriento y sediento —comentó Lucy, observando la escena.
—¡Ahhhh! —gritó Krieg de dolor, cayendo al suelo medio desmayado por la falta de comida.
—¡Capitán Krieg! —gritó Gin, preocupado—. ¡Por favor! ¡Dadme algo de comida! ¡Ayúdenle… o morirá!
—¡Jajajaja! ¡No me hagas reír! ¿Ese es realmente Don Krieg? ¿El pirata más temido del East Blue? —preguntó Patty, riéndose de ambos piratas.
—¡Tenemos dinero, somos tus clientes! —exclamó Gin, molesto con Patty.
—¡Llamad a los Marines! Nunca más tendremos una oportunidad así. No le daré comida y lo entregaré a las autoridades —dijo Patty.
—¡Qué bien! Si recupera fuerza, no sabremos lo que pasará —dijo un cliente.
—La gente como tú debe sufrir —añadió otro.
—¡Ha hecho muchas cosas malas! ¡Que se joda! —dijo otro.
—Si recupera su fuerza, destruirá nuestro restaurante —comentó un chef.
—No le haré daño, lo prometo. Si me dan comida, se irá en paz. Lo juro —rogó Krieg, arrodillándose para pedir alimento.
—¡Pare, Capitán Krieg! Un gran hombre como usted no debería humillarse así —dijo Gin, llorando por su capitán. —Por favor… aunque sea una pequeña porción de comida, cualquier cosa —suplicó Krieg.
—¿Crees que nos vamos a apiadar de ti? —preguntó Patty, desconfiado.
—¡Hey, Patty! ¡Fuera del camino! —intervino Sanji, con un plato de comida y agua, golpeando a Patty.
—¡Vaya! —pensó Lucy, al ver a Sanji darle una patada a Patty.
—¡Sanji-san! —gritó Gin, viendo que Sanji le daba comida a su capitán.
—Dale esta comida, Gin —dijo Sanji.
—Gracias —agradeció Krieg.
—Sanji, quítale ese arroz. ¿No sabes quién es? Es el pirata más tramposo del East Blue. Primero fue prisionero, luego marine. Mató al capitán del barco, tomó la nave y se convirtió en pirata. A veces fingía ser marine y atacaba ciudades, o usaba una bandera blanca para engañar a los enemigos. No le importaba la estrategia mientras ganara. Por eso se volvió tan poderoso. Es muy fuerte. Cuando termine de comer, no creo que se vaya. Solo deja que ese mentiroso muera… por la paz de este mundo —explicó furioso uno de los chefs.
—¡Ahhhhhhhh! —gritó Sanji.
De repente, Krieg se levantó y golpeó a Sanji por el cuello, haciendo que cayera al suelo.
—Sanji, ¿qué significa esto? —dijo gin , con expresión severa—. Lo traje aquí porque prometiste no herir a nadie. Además, ese hombre me salvó la vida. ¡Argghh! —gritó Gin, de dolor, cuando su capitán lo levantó del brazo y destrozó su brazo.
—¡Gin! —exclamó Lucy, preocupada por gin.
—Así que esto es lo que quieres… —comentó Sanji, mirando a Krieg.
—Es un buen restaurante… así que me lo llevo —dijo Krieg, mirando el lugar de arriba a abajo.
—Te lo dije. Así es Krieg, ¿y ahora quiere tomar este barco? —preguntó uno de los chefs.
—Vámonos. Antes de que nos mate —dijeron algunos clientes, huyendo del lugar.
—¡Ouch! ¿Qué es todo ese ruido? —se preguntó Patty, despertándose del golpe que le dio Sanji, que lo dejó desmayado.
—Capitán Krieg, ¿y la promesa? —dijo Gin, llorando, mientras se agarraba el brazo con dolor.
—Hey, Gin, ¿estás bien? —preguntó Lucy, preocupada.
—Nuestro barco está destruido. Quiero uno nuevo. Cuando estemos listos, mejor que os larguéis de aquí. Ahora mismo tengo unos 100 tripulantes en mi barco. Todos hambrientos y heridos. Primero, preparad comida para 100 personas y dadles —comentó Krieg a los chefs.
—¿Quieres que llevemos comida a tus piratas? ¿Y cuando recuperen fuerzas, nos atacarán? —preguntó uno.
—¡¿Qué no?! —exclamó Krieg con voz atronadora—. Parece que no entendéis. No os dije que le sirvierais. ¡Os lo ordené! El que se atreva a desovedecer, morirá.
—Sanji-san… Lo siento, nunca imaginé que esto pasaría —suplicó Gin, con la voz quebrada.
—¡Todo por tu culpa! ¿A dónde vas, Sanji? —preguntó Patty, furioso, al ver a Sanji dirigirse a la cocina.
—A la cocina. A preparar comida para cien —respondió Sanji, limpiándose la sangre de la nariz.
—¡¿Qué! —exclamaron todos los chefs, indignados.
—Sanji-san… —susurró Gin, admirado.
—Esa es la mejor decisión —afirmó Krieg con una sonrisa.
—Sanji… —murmuró Lucy, con los ojos fijos en él.
De repente, todos los chefs apuntaron sus armas a Sanji.
—¿Eres la mascota de Don Krieg? ¡No te dejaremos ir a la cocina! ¡Deja de hacer estupideces! —vociferó uno, temblándole el arma en la mano.
—¿A qué esperáis? —desafió Sanji, levantando los brazos—. Si queréis detenerme, ¿por qué no me disparáis ahora? ¿Qué hay de malo en dar comida a la gente?
¡Pum!
De repente, Sanji cayó al suelo, golpeado en la cabeza por Patty.
—¡Patty! —gritaron los demás chefs, sorprendidos.
—¡Cogedle! —ordenó Patty a los otros chefs, con la respiración agitada—. Sanji, siempre coges comida de la cocina y se la das a la gente que he echado. No voy a decir si está mal, pero esta vez, ¡todo es por tu culpa! No te dejaré hacer nada más. Yo protegeré este restaurante. Tenemos suerte de que solo sea un enemigo, aunque sea Don Krieg. No creo que pueda vencernos. Este lugar es un restaurante flotante con muchos piratas como clientes, así que debemos estar preparados para cualquier situación —explicó Patty, sacando un arma tipo cañon de una rendija. —Después de la comida, ¿por qué no tomas este postre tan pesado? ¡Syrup Canon!
¡Boom!
Patty disparó el cañón portátil contra Krieg. La explosión destruyó parte del Baratie y levantó una densa humareda, impidiendo ver qué había sucedido exactamente.
—Ya he roto la puerta, el jefe me pegará —refunfuñó Patty.
—Hombre, esto no es nada, era para proteger el restaurante —apoyó uno de los chefs.
—¿Y cómo piensas tratar a los hombres de Krieg? —preguntó Sanji, aún en el suelo, con cara de molestia.
—No lo sé —respondió Patty, todavía con el arma en mano, algo perdido.
—Pues yo pienso que eres un cocinero de mierda. ¿Cómo sirves unos postres tan malos? ¿Qué clase ¿Qué clase de restaurante es este? —ironizó Krieg, que no se movió tras la explosión. De sus hombros salieron pistolas ocultas en su armadura dorada. y empuñó otras con sus manos.
—Me he cabreado —gruñó Krieg, y empezó a disparar a todo el mundo sin piedad.
—¡No lo permitiré! ¡Barrera! —exclamó Lucy, interponiéndose entre los cocineros y desviando todas las balas con una barrera que habia creado.
—¡Lucy, cuidado! —gritó Sanji al verla interponerse frente a los chefs, pero luego se dio cuenta de que una barrera había aparecido para protegerlos.
—¡Espera! ¿Nos salvamos? —preguntó uno de los chefs, incrédulo.
—¡La chica hizo algo! —señaló otro.
—¿Tú, chica? ¿Acaso eres una usuaria de las Frutas del Diablo de las que tanto he oído hablar? —preguntó el Capitán Krieg, mientras se quitaba los guantes, dejando ver sus manos con guanteletes de oro y diamantes, y su armadura de oro.
—¿Y si lo fuera, qué? —respondió Lucy, preparada para luchar.
—¿Una Fruta del Diablo? —preguntó Sanji, maravillado ante su poder.
—Mmm, pareces interesante, chica. Dime, ¿por qué no te unes a mi tripulación? Ya que nadie puede vencerme con este cuerpo indestructible, gracias a mis tropas de más de 5000 hombres y tus poderes, ¡yo seré quien encuentre el One Piece! —proclamó Don Krieg, con una mirada de ambición desmedida.
—¡Me niego a unirme a tu tripulación! ¡Dices que encontrarás el One Piece, pero seré yo quien lo encuentre y me convierta en el Rey de los Piratas! —exclamó Lucy, furiosa y lista para atacar.
—¡Apártate, chica! —gruñó el Chef Zeff, empujando a Lucy a un lado con una enorme bolsa de comida.
—¡Ay! —se quejó Lucy al ser empujada.
—Esto me parece suficiente para cien personas. ¡Chicos, lleven la comida a su barco! —ordenó el Chef Zeff, poniendo la bolsa de comida frente a Don Krieg.
—Sí, Chef Zeff —respondieron todos los chefs al unísono.
—Vaya, le ha traído comida, ¡no me lo puedo creer! —murmuró Lucy, asombrada.
—¿Eres Zeff el Pelirrojo? —preguntó Don Krieg con voz temblorosa.
—Pero, ¿qué hace, jefe? ¿Tenemos que darles comida? —inquirió uno de los chefs, asustado porque casi fue disparado, pero Lucy lo salvó con sus extraños poderes.
—¿No ves que si los piratas recuperan sus fuerzas se llevarán el barco? —reclamó otro.
—Sí, pero si aún tienen ánimo para luchar y piensan que han huido de la Grand Line... —contestó Zeff mientras se alejaba de Krieg.
—No puede ser... —susurró uno de los chefs.
—¿El Capitán Krieg ha huido de la Grand Line? —preguntó otro.
—Tú eres Zeff el Pelirrojo, y estás vivo... ¡El inigualable pirata que fue capitán y cocinero a la vez! —comentó Don Krieg.
—¿Tienes algún problema con que esté vivo? Para ti ahora mismo no soy un problema y, como te das cuenta, ahora solo soy el dueño de un restaurante —afirmó Zeff.
—¡Jajajaja! Sí, me parece muy bien, Zeff, pero yo diría que eres cocinero porque no te ha quedado otro remedio. Porque tú eras Zeff el Pelirrojo, el maestro de la lucha con los pies. Un pirata cocinero que nunca usaba las manos para luchar porque no las necesitaba. Decían que la fuerza de tus piernas podía destruir rocas y dejabas huellas en el suelo. Por eso el nombre de Pelirrojo, porque dejabas tus botas manchadas de sangre. Pero escuché decir que habías perdido uno de tus pies en un accidente. Tuviste mala suerte, porque sin un pie ya no lucharías como antes, ¿oíste, Pelirrojo? Me parece que tus días de pirata se han acabado, te has convertido en un inútil total —explicó Krieg.
—¿Y qué? Pero me quedan las dos manos para cocinar —respondió Zeff. —Ahora dime, ¿por qué has venido? ¿Qué esperas de nosotros?
—Zeff el Pelirrojo, tú también entraste una vez a la Grand Line y pudiste salir totalmente ileso. Seguro que hiciste un libro de bitácora cuando fuiste de viaje y seguro que todavía lo guardas en algún lugar. ¡Quiero que me lo des! —ordenó Krieg.
—Vaya, ¿así que fuiste a la Grand Line, Zeff? —preguntó Lucy emocionada.
—Claro que sí, y todavía guardo el cuaderno de bitácora de mi viaje tan peligroso. Pero no te lo daré, porque ese cuaderno es el orgullo de todos mis compañeros piratas que viajaron conmigo en mi barco. Es algo demasiado importante para mí como para dártelo a ti, ¿entendido? —respondió Zeff.
—Si no me lo das, te lo robaré a la fuerza. Quizás yo no he tenido tanta suerte en la Grand Line, pero aquí sigo siendo el pirata más fuerte. El temido Don Krieg. He sido lo suficientemente fuerte para poder salir del cementerio de los piratas y todavía me quedan fuerzas y ambiciones. Lástima que no pude conseguir más información, no sabía nada de ese sitio. Por eso ahora debo conseguir más información. Una vez que la tenga, con mi flota iré a buscar el One Piece para ser el vencedor absoluto de esta era de la gran aventura —detalló Krieg.
—Un momento, ¿te has olvidado de mí...? ¡El que será Rey de los Piratas seré yo! —exclamó Lucy.
—¡Calla! —le espetó un chef a Lucy para que no se metiera en problemas.
—Tú, chica, no deberías meterte en medio —advirtió pattyf a Lucy.
—¿Quién dice eso? ¡Ya lo veremos! —desafió Lucy.
—Mira, chica, haré oídos sordos como si no te hubiera escuchado, ¿qué te parece? Y tampoco quiero que te unas a mí —dijo Krieg.
—¡Ja! Igualmente no me uniría a ti, y será mejor que no hagas oídos sordos, porque lo que he dicho lo haré —respondió Lucy.
—Esto no es un juego, y menos para una chica como tú —dijo Krieg.
—Ya lo sé, pero solo se trata de conquistar la Grand Line —comentó Lucy.
—No sabes lo que dices. De momento no tengo información para hablar de ese lugar, pero es tan peligroso que una flota de cincuenta barcos fue expulsada durante siete días —explicó Krieg.
—¿Siete días? ¿Qué habrá pasado? —preguntó uno de los cocineros.
—Lo siento mucho, chica, pero no me gustan las chicas idiotas y desgraciadas. Si no te apartas, no tendré más remedio que destrozarte ahora mismo con mis propias manos —amenazó Krieg.
—¡Pruébalo si puedes! —retó Lucy a Krieg.
—De acuerdo, tú lo has querido. Te enviaré al otro mundo ahora mismo, pedazo de... —bramó Krieg, activando las pistolas de sus hombros y preparándose para disparar a Lucy.
—¿Tienes que luchar, Lucy? ¿Te ayudamos? —preguntó Zoro, que apareció en ese instante con Usopp a su lado.
—Solamente si es necesario —murmuró Usopp, temblando de miedo por la próxima batalla.
—Zoro, Usopp, gracias por venir, pero de momento os podéis quedar donde estáis —indicó Lucy a sus compañeros.
—¿Seguro? Vale, si tú lo dices, no iremos en tu contra, ya sabes que estamos aquí por si... ¡Ay! ¿Por qué me has pegado, Zoro? —exclamó Usopp, porque Zoro le había golpeado en la cabeza por temblar y hacer el ridículo.
—¡Para que te calles! No sabes nunca cuándo tienes que acabar —reprochó Zoro.
Ajajajaj! ¿Esta es tu tripulación? Pues qué tripulación tan pequeña tienes, opinó Don Krieg, burlándose de Lucy.
"Para que lo sepas, todavía tengo dos miembros más", aclaró Lucy.
"¡Hey! ¿No me contarás a mí?", preguntó Sanji furioso.
"Ya lucharé después contigo, primero llevaré la comida a la tripulación. Si hay alguno de la tripulación que no quiera morir, ahora mismo puede huir mientras yo no esté. Lo único que me interesa es el cuaderno de bitácora y el barco. Si os quedáis, tened en cuenta que os echaré a todos por la borda, ¿entendido?", declaró Don Krieg. Cargó la bolsa de comida al hombro y se fue del restaurante rumbo a su barco.
En el Going Merry...
Yosaku se inclinó hacia su compañero, que estaba escondido.
"¿Demasiado calmado aquí dentro, no crees?", susurró.
"Sí, pero no creo que tengamos que preocuparnos. Zoro ha ido a ver qué pasaba", explicó Jhony.
"¿Quieres decir que estarán bien?", preguntó Yosaku.
"Yo creo que sí. ¡Oye, Nami, ¿crees que deberíamos ir nosotros a ver cómo va?", preguntó Jhony, intentando llamar su atención.
"¡Nami!", gritó.
Pero de repente, Yosaku resbaló de donde estaba y cayó encima de Jhony, quien, por la caída, le dio un beso accidental.
"¡Blegh, qué asco!", exclamaron ambos al mismo tiempo, haciendo gárgaras para olvidar el beso.
"¡Nami, ¿no me escuchas?!", preguntó Jhony, preocupado por la actitud de Nami.
"¿Qué decíais? No os he escuchado", dijo Nami, mirándolos a la cara mientras guardaba un trozo de papel a su espalda.
En el Baratie...
"Lo siento mucho, Sanji, snif... no esperaba que las cosas fueran así", suplicaba Gin, temblando de dolor.
"No tienes que disculparte ahora mismo. Aquí hemos hecho lo que pensábamos hacer; no tenemos que disculparnos por nada del mundo", dijo Zeff.
"Amo... lo que no entiendo es por qué se ha puesto del lado de Sanji. ¿Ha perdido la cabeza?", preguntó Patty, confundido.
"Tiene razón, esto ha pasado por culpa de Sanji, que ha arruinado el restaurante", dijo otro chef.
"¡Callad! No entendéis nada. Se nota que nunca habéis estado a punto de morir de hambre. Vosotros no sabéis la tortura que supone quedarse sin agua potable ni comida en alta mar. Es lo peor que le puede pasar a una persona", explicó Zeff.
"No, pero... ¿de qué serviría todo eso?", preguntó Patty, confundido.
"Pues esa es la gran diferencia entre Sanji y vosotros: que él lo sabe y vosotros no", explicó Zeff.
"No entiendo nada...", dijo uno de los chefs, confundido por las palabras de Zeff.
"No perdáis tanto tiempo discutiendo, podéis iros del restaurante ahora mismo", ordenó Zeff.
"Yo me quedaré para luchar, no pienso regalarle este barco", dijo Patty, agarrando su garrote.
"¡Ni yo!", añadió otro chef.
"¡Ni yo! Este barco es donde vivo", agregó otro chef.
Parecía que todos los chefs se habían puesto de acuerdo para proteger el barco y estaban preparando sus armas, listos para luchar.
"¿Pero qué hacéis? ¿No habéis escuchado lo que hará el capitán Don Krieg? ¿Por qué no huir?", preguntó Gin, preocupado por los demás.
"¡Oye, Gin! Una cosa es que me dedique a alimentar a la gente que tiene hambre. Yo lo he pasado mal y sé que es duro no tener nada para comer, ¿entiendes?", preguntó Sanji mientras ponía una mesa en su sitio con el pie.
"Pero en el momento en que esos piratas coman, serán mis enemigos y no pienso permitir que ataquen este restaurante, por muy compañeros tuyos que sean. También quiero que sepas que te mataré a ti y a todos si piensas atacar el barco, ¿me has escuchado?", advirtió Sanji.
"No te entiendo, chico. ¿Ahora matarás a alguien a quien has salvado la vida?", preguntó Patty, confundido.
"¡Cállate, cocinero de pacotilla!", insultó Sanji a Patty.
"¡Oye! ¿A que es un chico genial?", preguntó Lucy a sus amigos.
"Me da igual quién sea, lo que tenemos que hacer es huir enseguida", gritó Usopp, temblando de miedo.
"Tranquilo, por muy Krieg que sea, está muy herido", tranquilizó Zoro a Usopp.
"Oye, Gin, me dijiste que no sabías nada de la Grand Line, ¿pero tú ya has ido, verdad?", preguntó Lucy, curiosa.
"Sí que he estado, pero no sé nada. Todavía no sé qué pasó ese día. Ahora entiendo por qué se dice que es 'el cementerio de los piratas'. Aún no sé si es real o un mal sueño. Lo que pasó es que un solo hombre derrotó a toda la flota", explicó Gin, asustado por el recuerdo.
"¿¡Quéééééé!?", gritaron todos, sin poder creer que un solo hombre pudo vencer a tantos hombres.
"Vino de golpe. Al aparecer sólo nuestros barcos, hundió los barcos uno tras otro. Si no fuera por la tormenta, ahora mismo estaríamos muertos. No tengo idea de cuántos barcos nuestros sobrevivieron al ataque. Fue algo horrible. No puedo aceptar que todo eso haya sido real. El hombre que nos atacó tenía los ojos como un halcón y una mirada que mataba", explicó Gin, temblando de miedo.
"¿¡Qué!?", gritó Zoro, sorprendido al escuchar sobre los ojos del hombre desconocido.
"¿Así que fue él? ¿Fue Ojos de Halcón quien os atacó en la Grand Line? Puede ser que no tengas ninguna prueba de que Ojos de Halcón pueda matarte con solo verte, chico. Pero te aseguro que lo podría hacer. No sabes lo que puede hacer ese hombre", explicó Zeff.
"¿Está allí ese hombre, Ojos de Halcón?", preguntó Zoro, temblando de emoción.
"¿Que lo conoces, Zoro?", preguntó Lucy, curiosa.
"Sí, es el hombre que busco desde hace tiempo. En parte fue por él que fui al mar, para buscarlo", afirmó Zoro.
"¿Podría ser que le ofendieras de alguna manera? Venga, haz un poco de memoria", dijo Sanji.
"Yo no recuerdo casi nada", murmuró Gin.
"O quizás interrumpiste su sueño de mediodía", opinó Zeff.
"No se burle, no conozco a nadie que se encargue de destruir una flota entera por eso", vociferó Gin, furioso con Zeff.
"Jajaj, no lo digo para reírme de ti, lo digo porque en la Grand Line las cosas funcionan de esa manera, ¿o es que no lo sabíais?", preguntó Zeff.
"¿Qué quiere decir que las cosas funcionan así?", se preguntó Usopp.
"Quiere decir que puede pasar de todo, no sabes lo que te pueda pasar", respondió Zeff.
"Lucy, allí no iremos, ¿oíste que no?", preguntó Usopp, asustado por la idea de ir a la Grand Line.
"¡Ay, la Grand Line! ¡Me muero de ganas de ir!", gritó Lucy, entusiasmada y temblando de emoción.
"¡Pero piensa un poco en mi vida!", vociferó furioso Usopp.
"Ahora estoy seguro, mi destino está en la Grand Line. Está claro que a ese hombre sólo lo podré encontrar allí", comentó Zoro, entusiasmado por seguir su objetivo tan cerca.
"Eres un loco, sois todos idiotas. Sois el tipo de personas que van directas hacia su muerte", opinó Sanji mientras fumaba.
"Tienes razón... pero llamarme idiota va muy lejos. He tirado mi vida desde el momento en que decidí convertirme en el mejor espadachín del mundo. La única persona que me llama tonto soy yo", dijo Zoro.
"¡Sí, yo también, yo también iré!", exclamó Lucy.
"¡Y yo también, claro! Yo soy un hombre, eso es lo natural", dijo Usopp, temblando de miedo.
"¡Estás mintiendo!", le dijo Zoro, dándole con la culata de su espada.
"Idiotas", suspiró Sanji, cansado de los idiotas.
"Escuchad, patanes descerebrados. ¿No entendéis cuál es la situación? El barco que está enfrente del restaurante es el galeón madre del almirante pirata Don Krieg. ¡El barco del más malvado de los piratas del East Blue! ¿No lo entendéis? Si os gusta soñar, esperad a que escapemos con vida", explicó Patty, furioso.
Barco de Don Krieg...
Don Krieg llegó a su barco y empezó a distribuir comida a su tripulación.
"¡Estamos vivos!",
"¡Hemos vuelto del cementerio de los piratas y seguimos con vida!",
"Estáis vivos y ya os podéis preparar para volver a la Grand Line tan pronto como sea posible. ¡Oye, ¿qué son esas caras?", preguntó Don Krieg, viendo que algunos de los suyos ponían mala cara tras escuchar esas palabras.
"Pero no podemos volver allí, ohhh...", dijo uno de los hombres; justo en ese momento, recibió una bala y murió.
"¿Alguien más tiene algún problema para ir?", preguntó Don Krieg con cara de pocos amigos.
"¡Sí, sííí!", celebraron todos los piratas, de acuerdo.
"Primero dejaremos este galeón destrozado. Después cogeremos este restaurante. Los que lo defienden son simples cocineros y los destruiréis en un momento, ¡venga!", explicó el plan Don Krieg.
Todos los piratas se prepararon para ir al Baratie a luchar.
En el Baratie...
"¡Ya vienen! Los estoy escuchando prepararse para luchar", dijo uno de los chefs.
"Defenderemos este restaurante hasta la muerte", dijo otro, preparándose para la pelea.
De repente, algo le pasó al barco enemigo: se partió en dos, y el que lo hizo fue un hombre desconocido.
"¡Haaaaaaa!", gritaron los piratas que cayeron al mar, pues el barco fue partido en dos.
"¿¡Qué pasa!?", preguntó Lucy, confundida por la situación.
"¿¡Pero qué hacéis!?", bramó Don Krieg, furioso.
"Don Krieg, nuestro barco ha sido partido en dos", dijo uno de los piratas.
"¡Calla, idiota! ¿Cómo puede ser que alguien corte un barco por la mitad?", gritó Don Krieg, al ver que su barco caía a su lado.
"¡Alzad el ancla o se hundirá nuestro barco!", ordenó Zeff para salvarlo, ya que, tras partirse en dos, el Baratie se tambaleaba.
Lucy corrió hacia la entrada del Baratie para ver dónde estaba su barco.
"¡Oh, mierda! Nami, Yosaku y Jhony están en el barco", gritó Zoro, preocupado, y saltó de las escaleras para llegar a su barco.
"¡Ay, me cago en todo, espero que no sea demasiado tarde!", dijo Usopp, dándose un golpe en la barandilla y yéndose con los demás.
"¡Zoro!", gritó Yosaku, que estaba en el mar.
"¡Yosaku, Jhony! ¿Estáis bien?", preguntó Lucy, preocupada.
"¿Y el barco? ¿Dónde está Nami?", preguntó Zoro, también preocupado.
"¡Nami! Perdona, Zoro, Nami se ha ido", le dijo Jhony, mientras también informaba que Nami se había despedido y se había ido con sus tesoros.
"¡¿Qué!? ¡No puede ser!", gritaron los tres a la vez.
"¡Ahhh! ¡Ha sido él!", señaló Zeff.
"¿He? ¿Ese hombre nos siguió hasta aquí?", se preguntó Krieg.
Con Zoro, Lucy y Usopp...
—¡¿Qué dijiste?! —rugió Usopp, con el rostro contorsionado de furia, mientras se volvía hacia Jhony y Yosaku, que estaban empapados y tiritando.
—¡¿Que Nami se ha ido con el Going Merry y los tesoros?! —exclamó Lucy, con la voz cargada de incredulidad.
—¡¿Cuándo diablos pasó eso?! —gruñó Zoro, apretando los puños, la rabia borrando su habitual compostura.
—Hace un rato... —explicó Yosaku, con la voz entrecortada por los sollozos, tras ser rescatado de las aguas. Les relató la sorprendente huida de Nami.
El engaño de Nami...
Un rato antes, en el Going Merry...
—Oye, Nami, ¿qué tienes en la mano? —preguntó Yosaku, asomándose. —¿Estás mirando la lista de piratas buscados?
—Oh, no, no estoy mirando eso —respondió Nami con una sonrisa evasiva.
—Ah, eso pensé. Seguro te has fijado en un pirata que vale mucho dinero —dijo Johnny, intentando sonar casual. —Sí, pero no creas que es fácil atrapar a ese tal Arlong. Dicen que es muy fuerte y por eso está escondido, nadie sabe dónde. También se rumorea que se ha vuelto más agresivo.
—Pero aún así, esos 20 millones de berries son una buena cantidad —observó Yosaku.
—Pero también corres el riesgo de que te maten si es tan fuerte como dicen —advirtió Johnny.
—Nami, ¿qué haces? —inquirió Yosaku, al verla desabotonar su blusa.
—Perdón, pero me gustaría cambiarme. ¿Podríais, por favor, daros la vuelta para que pueda hacerlo? —pidió Nami, con un tono seductor que hacía que sus palabras se deslizaran con doble intención.
—¡¿Qué dices?! ¡¿Aquí en medio?! —exclamó Yosaku, ruborizándose y con la mente volando con imágenes.
—¡¿Que te quieres cambiar aquí?! —gritó Johnny, visiblemente emocionado.
—¿No me dejáis? —coqueteó Nami, con ojos brillantes y picarones.
Los chicos, sonrojados hasta las orejas, se giraron rápidamente.
—¡Sí, claro que te dejamos! —balbucearon Johnny y Yosaku al unísono.
—¡Está preciosa esta chica, ¿a que sí?! —susurró Johnny.
—¿Crees que se enfadará si miramos? —preguntó Yosaku, con el corazón latiendo a mil por hora.
Ambos se giraron para echar un vistazo, pero Nami los empujó sin miramientos por la borda, hacia el mar.
—¡Pero, ¿qué demonios haces?! —gritó Johnny, atónito y confundido.
—¿Qué creéis que hago? Negocios, chicos. Soy una ladrona que roba piratas, y ahora me llevo este barco —explicó Nami, burlándose con una sonrisa cruel. —A Lucy y a los demás nunca los he considerado compañeros, solo colaboraba. Hemos pasado poco tiempo juntos, pero me lo he pasado muy bien. Dile adiós de mi parte.
—¡¿Qué?! —exclamaron Johnny y Yosaku, furiosos y mojados.
—Nos volveremos a ver otro día, chicos. Hasta que nos encontremos de nuevo —se despidió Nami, mientras el Going Merry se alejaba velozmente.
—¡Nami, ven hacia nosotros! —ordenó Yosaku, furioso, mientras las olas lo arrastraban lejos.
—¡Espera, vuelve, Nami! —gritó Johnny, agitando los brazos desesperadamente.
—¡Por favor, nosotros teníamos que vigilar el barco! —suplicó Yosaku, preocupado por la reacción de los demás. Pero una ola, provocada por el misterioso espadachín de ojos de halcón que cortó el barco de Krieg, los arrastró aún más lejos.
Un encuentro inesperado...
De vuelta en el presente...
—Lo sentimos mucho, me avergüenza admitirlo, pero la cosa fue así —explicó Johnny, con frustración en su voz.
—Lo sentimos mucho —se disculpó Yosaku, cabizbajo.
¡Clonk!
Zoro golpeó la pared del restaurante, dejando una abolladura.
—¡Me cago en todo lo que se menea en Nami! ¡Nos ha complicado aún más las cosas!
—¡Pero si es el barco que nos dio Kaya! —exclamó Usopp, con rabia.
—Esperad, todavía veo el Going Merry. ¿Tenéis aún el barco a mano? —preguntó Lucy a Johnny y Yosaku.
—¿El barco? Sí, aún lo tenemos —respondió Johnny.
—¡Zoro, Usopp, id a buscar el barco, deprisa! —ordenó Lucy, con tono decidido.
—¡Ni de coña! ¡Que se quede el barco! ¡No tenemos que ir tras ella! —declaró Zoro, cruzándose de brazos.
—Es nuestra navegante, no quiero otro más, Zoro —replicó Lucy con firmeza, mirándolo fijamente.
—Mmmmmm —murmuró Zoro, clavando sus ojos en los de Lucy. Finalmente, cedió.
—De acuerdo. Sigues siendo nuestra capitana. ¡Vamos, Usopp!
—Sí —asintió Usopp.
Johnny y Yosaku se apresuraron a llevar su barco hasta donde estaban los demás.
—¡Venga, Zoro! ¡El barco está listo! —gritaron al unísono.
Zoro se giró hacia Lucy, su rostro teñido de preocupación.
—¿Tú no vienes?
Lucy señaló el restaurante con un gesto.
—Todavía no he terminado el acuerdo que pacté con el restaurante. No puedo irme ahora.
—Vale, pero ten cuidado. La situación está un poco complicada ahí dentro —advirtió Zoro, con seriedad.
—Sí, ya lo sé —respondió Lucy, comprendiendo la gravedad del momento.
La aparición de Mihawk...
En el barco de Krieg, la confusión era palpable.
—¡¿Qué ha pasado?! —preguntó un pirata, temblando.
—¡¿Cómo es posible que partiera el barco en dos?! —añadió otro, asombrado.
De repente, un pequeño barco con forma de ataúd emergió del agua. Sobre él, se erguía un hombre imponente, de 1,98 m de altura. Su rostro, enmarcado por una barba corta y patillas, mostraba calma serena y peligro latente. Vestía un abrigo negro largo con mangas rojas decoradas con motivos florales, y un sombrero de ala ancha coronado por una gran pluma. Un crucifijo colgaba de su cuello, ocultando una daga. Sus pantalones negros estaban metidos en unas botas grandes. Su espada, negra y curva, con forma de cruz, poseía un guardamanos dorado y esferas rojas que brillaban en azul y verde. La empuñadura, envuelta en vendas y rematada por una cuenta grande, completaba la imagen de un espadachín de elegancia letal.
—¡Mirad ahí abajo! —exclamó uno de los piratas, señalando al misterioso hombre.
—¡Sí, es él! —murmuró otro, estremeciéndose de miedo.
—¡Don Krieg! ¡Ese hombre es el que nos destrozó el barco! —gritó un pirata a su capitán, desesperado.
Todo el grupo de Lucy se giró al escuchar esas palabras. Zoro temblaba, pero no de miedo, sino de una emoción incontenible al ver por primera vez a su ansiado rival.
—Oh, no fastidies —murmuró Zoro, observando al hombre. Su corazón latía con una velocidad frenética.
—¡Nos ha seguido hasta aquí para matarnos! —vociferó el pánico, presa del pánico, el resto de sus compañeros.
—Zoro, ¿quién es ese? —preguntó Lucy, curiosa, al ver al hombre por primera vez. También podía sentir el poder que emanaba de él, una fuerza que superaba a la de Zoro. Aún no comprendía del todo cómo funcionaban sus propios poderes, pero intuía que podía percibir la energía de los demás, lo que la confundía aún más.
—Es el hombre que buscaba: Mihawk "Ojos de Halcón" —explicó Zoro, con la mirada fija en su objetivo.
—¿"Ojos de Halcón"? —preguntó Lucy, su voz seria y teñida de preocupación por Zoro.
—Es el mejor espadachín del mundo —declaró Zoro, con reverencia y desafío.
La demostración de poder...
Dentro del Baratie...
—¿Ese es el tipo… que se supone que hundió cincuenta barcos? —preguntó Patty, sorprendido, sin poder creer lo que veía.
—¿Y él es el que destruyó el barco de Krieg ahora? —añadió uno de los chefs.
—Pero si parece un humano común y corriente... y no parece que lleve un arma especial o algo así... —murmuró otro pirata, escéptico.
—Su arma está en su espalda —explicó Zeff, con calma, contrastando con la incredulidad.
—¡¿Qué?! ¡¿No puede ser?! ¡¿Destruyó un barco enorme con esa maldita espada?! —exclamó otro chef, aún incrédulo.
—Ese es... "Ojos de Halcón". Es un famoso espadachín. Es el mejor espadachín del mundo —reafirmó Zeff, con autoridad.
Mihawk observaba a los piratas en su barco destruido, rostro inescrutable.
—¡Estamos perdidos! —gritó un pirata, aterrorizado.
—¡Cabrón! ¿Por qué nos odias tanto para perseguirnos así? —preguntó otro, con la voz quebrada por el miedo.
—Estoy matando mi tiempo libre —explicó Mihawk, con calma y sin emociones, revelando la futilidad de su ataque.
—¡Muereeeeeee! —rugió uno de los piratas, disparando sus armas. Una ráfaga de balas cortó el aire, dirigidas hacia él. Sin un solo atisbo de miedo, Mihawk blandió su gran espada negra con un movimiento casi imperceptible, desviando cada proyectil con la precisión de un maestro. Las balas rebotaron en el agua, generando pequeños chapoteos.
—¿Falló? —preguntaron todos, incrédulos, al ver cómo las balas se desviaban sin tocar a Mihawk.
El desafío de Zoro...
Zoro se acercó al pirata que disparó y le explicó:
—Fue desviado. No importa cuántas veces le dispares, el resultado es el mismo. Él ha cambiado la trayectoria de la bala con la punta de su espada.
—¿Quién coño eres tú? —preguntó el pirata, desconcertado.
—Nunca he visto una espada tan elegante —dijo Zoro, impresionado.
—No hay fuerza en la espada si no hay delicadeza —explicó Mihawk, calmado y perturbador.
—¿Y tú rebanaste el barco con esa misma espada también? —preguntó Zoro, con emoción vibrando en su voz. —Realmente eres... el más fuerte.
—¿Tres espadas? ¿Este tipo es...? —preguntó uno de los piratas, fijándose en Zoro.
—Salí al mar para encontrarte —confesó Zoro a Mihawk, con intensidad.
—¿Qué buscas? —inquirió Mihawk.
—Al más fuerte. Solo estás pasando el tiempo, ¿no? Luchemos entonces —retó Zoro, con los ojos ardientes de determinación.
—¡Él es Zoro! ¡Roronoa Zoro, el que usa las tres espadas! —gritó uno de los piratas.
—¿El cazador de piratas? —murmuró Don Krieg.
—¿Es él...? —preguntó Sanji, sorprendido.
—Oye, ¿podemos irnos? Ya no puedo ver el barco —señaló Usopp, impaciente.
—Penoso. Y débil infeliz. Si te crees un espadachín, no necesitamos cruzar las hojas. Yo veo la diferencia de nuestras fuerzas a ojo —explicó Mihawk, aterrizando en la plataforma del Baratie.
—¿La valentía de estar ante mí con la espada en las manos, sale de tu corazón? ¿O es por simple ignorancia? —preguntó Mihawk.
—Por mi ambición y una promesa a una vieja amiga —contestó Zoro, preparando sus espadas para luchar, con convicción en su voz.
La angustia de Nami...
Mientras tanto, en el Going Merry...
Nami observaba el mar, la brisa acariciándole el rostro.
—Eran buenos chicos. Me pregunto si me dejarán regresar, si nos encontraremos de nuevo... quiero ser libre pronto... Bellemere-san —murmuró Nami, una lágrima solitaria recorriendo su mejilla, mezclando la angustia del futuro con la añoranza de sus compañeros.
La batalla decisiva: Zoro vs. Mihawk...
En el Baratie...
—Nunca pensé... que te encontraría tan pronto —dijo Zoro, listo para luchar, con las espadas en posición.
—Eso no te hace mejor —explicó Mihawk, con brazos cruzados, rostro imperturbable.
—¡El mejor espadachín del mundo y Zoro, el Cazador de Piratas! —exclamó Yosaku, orgulloso. —¡Nadie puede ganar a nuestro Aniki!
Lucy, nerviosa, con pavor y preocupación, pensaba en lo que podría sucederle a Zoro.
—¡¿Qué le han hecho a mi barco?! —preguntó furioso Krieg, interrumpiendo.
—¡Hey, qué haces con eso?! —exclamó Zoro, indignado al ver que Mihawk sólo sacó una cuchilla pequeña, casi un juguete.
—No soy tan estúpido como para usar todo mi poder para cazar conejos. Puede que aquí te hayas hecho un hombre... pero de los mares divididos por el Grand Line y la Red Line, el East Blue es el más débil. No llevo nada más pequeño que esto —explicó Mihawk, burlón y humillante.
—¡Por qué no acabas ya... con los insultos! —rugió Zoro, en la lucha. —¡Lo lamentarás cuando hayas muerto! —se enfrentó a Mihawk, con las espadas en la posición Oni Giri.
—¿Qué? —pensó Zoro, sintiendo que no podía avanzar más. La pequeña cuchilla de Mihawk había detenido su ataque.
—¡Zoro! —gritó Lucy, preocupada.
—¡Ha parado el Oni Giri de Aniki! —exclamó Johnny, preocupado.
—¡Esa técnica siempre golpea al enemigo! —estupefacto, Yosaku.
—"No... no puedo moverme. ¿Qué pasa? Nadie había sobrevivido a esa técnica, y él la ha parado con ese... juguete" —pensó Zoro, paralizado, temblando. La diferencia de fuerza entre Mihawk y él era abismal.
—"¿Cómo es posible? ¿Qué está pasando? No puede ser... hay demasiada diferencia..." —gritó frustrado Zoro.
Dio un paso atrás y volvió a atacar, pero Mihawk lo detuvo con facilidad, desviando sus espadas con un simple giro. Zoro cayó al suelo, herido.
—"No puedo creerlo. ¡No puede haber tanta diferencia!" —pensó, temblando de miedo.
Nunca había sentido esa sensación, y ya estaba agotado.
—¡Hahaha! —se burló.
—¡Deja de jugar! ¡Enséñale tu verdadera fuerza! —exclamó Johnny.
—¡Aniki! —apoyó Yosaku.
—¡Está parando las tres espadas de Roronoa Zoro con ese cuchillo! —se asombraron los piratas.
—"¡Después de todo lo que pasé! ¡No quería luchar contra ese cuchillo!" —recordó Zoro, recordando a su amiga fallecida, quien habría querido ser la mejor espadachina del mundo.
—¿Cuál es tu meta? ¿Para qué buscas poder? Tan débil como eres —dijo Mihawk, con desinterés.
—¡Idiota! ¿Llamaste débil a nuestro Aniki?! —rugió Yosaku, furioso y listo para meterse en la pelea, pero sin poder moverse.
—"¿Por qué no puedo moverme?" —se preguntó, desesperado.
—"¡Te vas a enterar!" —vociferó furioso Johnny tambien para defender a su amigo , pero tampoco podía moverse.
—"¿Por qué no puedo moverme?" —repetían ambos.
—¡Quietos, no os metáis! —ordenó Lucy, preocupada por Zoro—. Fui yo, no tenéis que intervenir en su pelea.
—Lucy... —murmuró Usopp, con preocupación, al notar que ella temblaba de los nervios.
En la pelea, Zoro fue lanzado hacia atrás por la abrumadora fuerza de Mihawk. Su cuerpo impactó el suelo con violencia, rodó hacia atras. Cayó de rodillas, una apoyada firme, la otra en el suelo, jadeando. El sudor se mezclaba con la sangre que ya comenzaba a brotar.
—Tora... —susurró, mientras recogía sus dos espadas y colocaba la tercera entre sus dientes. La forma de "Y" de su postura era inconfundible. En su mente, la promesa con Lucy ardía con fuerza: algún día sería uno de los mejores espadachines del mundo.
—¡Giri! —rugió al lanzarse una vez más contra Mihawk, el espadachín más temido de los mares. Su técnica era precisa, su voluntad inquebrantable.
Pero Mihawk, con esa mirada serena y afilada como su espada, apenas movió un pie. Con un giro sutil, esquivó el ataque con elegancia sobrehumana, y en un instante, su cuchilla atravesó el pecho de zoro, cerca del corazón.
El silencio cayó por un segundo.
—¡Aniki! —gritaron Yosaku y Johnny al unísono, sus voces quebradas por la desesperación mientras corrían hacia él.
La sangre brotaba, pero los ojos de zoro no reflejaban dolor... sino determinación. Aún no había terminado.
—Ugh —murmuró Zoro, pero dio un paso más y clavó más profundo el cuchillo en su propio cuerpo.
—¿Acaso quieres que este cuchillo atraviese tu corazón? ¿Por qué no retrocedes? —preguntó Mihawk, sorprendido.
—No lo sé... si doy un solo paso atrás... sería como romper mi promesa... y no podría seguir... —explicó Zoro, con sangre saliendo.
—Exacto. Se llama derrota —dijo Mihawk, con voz monótona.
—Jajaj, por eso mismo no puedo retroceder —dijo Zoro, temblando por la pérdida de sangre.
—¿Incluso si así pierdes la vida? —preguntó Mihawk, curioso.
—¡Antes la muerte! —exclamó Zoro, riendo a pesar del dolor.
—"Su voluntad es fuerte, prefiere morir a retroceder" —pensó Mihawk, mostrando respeto y retirando la cuchilla del cuerpo de Zoro.
—Chico, dime tu nombre.
—Roronoa Zoro —se presentó.
—Lo recordaré. Hacía tiempo que no encontraba a alguien con una voluntad como la tuya. Y para honrar eso, te daré el último golpe con mi espada negra, la más fuerte del mundo —dijo Mihawk.
Sacó su espada grande, que había cortado el barco de Krieg, y se preparó para luchar.
—¡Va a usar esa espada! ¡Con la que cortó nuestros barcos! —gritaron los piratas, con pavor.
—"Con esto decidirá si soy el mejor espadachín del mundo o si muero" —pensó Zoro, listo para su destino y para cumplir su sueño.
—¡Muere! —gritó Mihawk, avanzando rápidamente.
—¡No, déjalo, Aniki! —gritó yosaku con angustia.
—¡Santoryu! —nombre de la técnica de Zoro, girando sus espadas como un remolino. —¡San Zen Sekai! —atacó a Mihawk, pero este lo hirió aún más y destrozó sus espadas, derrotándolo definitivamente.
—"He perdido. No puedo vencerle. Nunca pensé que llegaría este día... Este es el poder del espadachín más fuerte del mundo..." —pensó Zoro, levantándose y abriendo los brazos ante Mihawk, aceptando su destino.
—¿Qué haces? —preguntó Mihawk, algo sorprendido.
—Una herida por la espalda... es una vergüenza para un espadachín —dijo Zoro, con una sonrisa desafiante y amarga.
—¡Admirable! —dijo Mihawk, empuñando su espada y atravesando el pecho de Zoro, dejándole una cicatriz para siempre.
—¡Zoroooooo! —gritó Lucy, desgarrada por la preocupación.
—"No te apresures a poner tu vida... chico" —pensó Mihawk, respetando a zoro.
—¡Ahhhhh! —gritó Lucy, llorando, mientras Zoro caía al mar.
—¡Zoro! —gritó Usopp, preocupado.
—¡Hermanoooo! —lloraron Johnny y Yosaku, llorando a lágrima viva.
—¿Por qué...? —se preguntó Sanji, sin entender la pelea y por qué Zoro quería luchar hasta morir para cumplir su sueño.
—¡Hermano! —lloraron Yosaku y Johnny, creyendo que Zoro había muerto.
—¿Acaso este es el poder del Grand Line? Incluso Zoro, el Cazador de Piratas, está completamente indefenso ante él... —dijo uno de los piratas, sorprendido de que ni siquiera el cazador pudiera vencer a Mihawk.
—Es así de simple. Simplemente, renuncia —gritó Sanji a Zoro, recordando que quería enfrentarse al mejor espadachín del mundo y sabiendo que podría morir.
Sanji no entendía nada.
—¡Maldición! —gritó Lucy, cargada de rabia, y se enfrentó a Mihawk.
—¿Qué demonios es eso...? —murmuró Sanji, con los ojos muy abiertos, observando cómo el cuerpo de Lucy comenzaba a cambiar. En cuestión de segundos, su silueta tomó la forma de un enorme pájaro, con alas cubiertas de plumas brillantes, un puerro en la mano y una mirada feroz.
—Es un usuario de una Fruta del Diablo —dijo Zeff con voz grave, sin apartar la vista.
—¿Fruta del qué? —preguntó Sanji, frunciendo el ceño, claramente desconcertado.
Zeff se cruzó de brazos.
—Las Frutas del Diablo son frutas extrañas y raras que le dan habilidades especiales a quien las come —explicó con tono serio—. Pero no todo es gratis. A cambio de ese poder, el que la consume pierde la capacidad de nadar. Se hunden como una piedra en el agua.
Sanji miró de nuevo a Lucy, que ahora surcaba el cielo con una gracia imposible.
—Así que tiene poderes . pero no podría salvarse si cae al mar —dijo en voz baja, como si intentara comprender el equilibrio entre poder y precio.
Zeff asintió.
—Exacto. Ese es el castigo de los que desafían a la naturaleza.
—Farfetch'd —dijo Lucy en su transformación.
El pájaro con el puerro en mano se lanzó contra Mihawk
a bocajarro—gritó, su voz resonando mientras blandía el puerro en el aire con un silbido cortante.
Mihawk, imperturbable, alzó su legendaria espada negra, Yoru, para interceptar el ataque. El choque fue ensordecedor: un estallido de fuerza pura que hizo vibrar la plataforma bajo sus pies. Aunque Mihawk permaneció firme, la potencia del impacto lo obligó a retroceder un paso, dejando una sutil marca en el suelo.
Por un instante, una chispa de sorpresa cruzó el rostro del espadachín más grande del mundo. Sus ojos afilados detectaron al instante la energía de una Fruta del Diablo, pero también percibió algo más: la rabia desbocada que guiaba los movimientos de Lucy, una furia que parecía dominar sus poderes más de lo que ella misma podía controlar.
—¿Una aliada del espadachín? —dijo Mihawk, su voz teñida de curiosidad y un leve matiz de desafío—. Veo que tienes agallas, pero tus poderes aún te traicionan. —Hizo una pausa, observando a Lucy con interés—. Tranquila, ese chico, Zoro, sigue con vida.
Las palabras de Mihawk actuaron como un ancla. El brillo furioso en los ojos de Lucy comenzó a desvanecerse, y la energía luminosa que la envolvía se disipó lentamente. Su forma de pájaro se deshizo en un destello, revelando de nuevo a la joven, que respiraba agitada. Aunque su rostro aún reflejaba la preocupación por Zoro, una calma frágil empezaba a apoderarse de ella, mientras procesaba las palabras del espadachín y la realidad de la situación.
—¡Hermano, hermano, di algo! —gritó Johnny, sujetando a Zoro y llevándolo a salvo a su barco.
—Gla… — Zoro tosió sangre.
—¡Zoro! — exclamó Lucy, preocupada.
—¡Rápido, suban al bote! —ordenó Usopp, ayudando a subir al herido Zoro. —¡Deprisa, pónganle la medicina en la herida!
—Mi nombre es Dracule Mihawk. Aún es muy pronto para que mueras. Conócete a ti mismo. Conoce el mundo. Hazte más fuerte, Roronoa. Como el más fuerte. Esperaré años por ti si es necesario. Toma tu fuerte voluntad, joven valiente, utilízala y supera mi espada. ¡Supérame, Roronoa! —exigió Mihawk a Zoro.
—Hermano, dinos algo, hermano —suplicaron Yosaku, mientras le curaban las heridas.
—Cualquiera que reciba un discurso así de Mihawk, el Ojos de Halcón… —murmuró Zeff.
—Chica, ¿qué es lo que buscas? —preguntó Mihawk, curioso por la joven.
—Ser el Rey de los Piratas —contestó ella.
—Ese es un camino de peligros inimaginables. Es incluso más difícil que superarme a mí —explicó Mihawk, sonriendo.
—¿Y a quién le importa? ¡Yo puedo hacerlo! —se burló Lucy de Mihawk, sacando la lengua.
—Usopp, ¿está bien Zoro? —preguntó Lucy, inquieta.
—No está bien, pero está vivo. Solo está inconsciente —respondió Usopp, intentando curar a Zoro.
—¡Hermano, dinos algo, hermano! —dijeron Yosaku y Johnny, llorando.
De repente, Zoro alzó el brazo, agarrando una de sus espadas.
—¿Zoro? —exclamó Lucy.
—Lu… Luffy, ¿puedes oírme? —preguntó Zoro, temblando en el suelo por el dolor.
—Sí —respondió Lucy.
—¿Te preocupé? Si no puedo… ser al menos el espadachín más fuerte del mundo, solo sería un estorbo para ti… ¡Ughhh! —dijo Zoro, expulsando sangre por la boca.
—¡Hermano, no digas más! —interrumpió Yosaku.
—De ahora en adelante, no volveré a perder ante nadie. Hasta el día en que lo derrote y me convierta en el más fuerte. Yo no… perderé de nuevo —proclamó Zoro a Lucy—. ¿Tienes algún problema con eso, Rey de los Piratas?
—Jejejeje, no —rió Lucy, aliviada.
—Son un buen equipo. Espero tener otra oportunidad de encontrarme con ustedes nuevamente… —dijo Mihawk, marchándose hacia su barco.
—¡Hey, Ojos de Halcón! ¿Acaso no estabas aquí para tomar mi cabeza? ¡Al temible del East Blue, Don Krieg! —gritó Don Krieg.
—Eso tenía pensado, pero ya me he divertido suficiente. Regresaré a dormir —explicó Mihawk.
—Oh, no digas esas cosas. Puede que ya te hayas divertido, pero yo no —comentó Krieg.
—D-d-don Krieg… ¿por qué lo está deteniendo? —preguntó uno de sus piratas, asustado.
—¡Morirás antes de partir! —rugió Don Krieg, disparando sus armas hacia Mihawk.
—Como siempre. Un hombre que nunca aprende… —susurró Mihawk, desviando las balas y destrozando por completo el barco de Krieg, cuyo corte creó una ola que arrastró a los piratas al mar.
—¡Miauu! —maulló Lucy, transformándose en Mew, para no ser arrastrada por la ola, y voló hacia los chefs.
—¡Usopp, vete ahora! —dijo Lucy.
—¡Entendido! —asintió Usopp. —Zoro y yo iremos a traer de vuelta a Nami. Tú quédate aquí y busca un cocinero —comentó, yéndose con el barco de Yosaku y Johnny para recuperar el Going Merry.
—¡Sí, así es! —gritó Lucy, preocupada por los chicos.
Finalmente, han decidido venir, las pestes —dijo Sanji, viendo a la tripulación de Krieg y a su capitán en la plataforma del Baratie.
—¡Hey, señor! Si los echo fuera, ¿puedo dejar de lavar platos? —preguntó Lucy al chef Zeff.
—Haz lo que quieras —suspiró Zeff.
—Bien, hombres, tuvimos un pequeño contratiempo. Pero ahora eso ya no importa. El barco que pensaba dejar a un lado fue destruido de todas formas… eso es todo. Mirad ese barco tan gracioso. Con ese barco, no tenemos nada que temer en la Grand Line. Será mucho más efectivo acercarnos a nuestros enemigos. Que disfrazando nuestro barco como si fuera de la Marina, o levantando la bandera blanca de redención. Los ataques sorpresa serían muy fáciles. ¡Es el disfraz perfecto para realizar ataques sigilosos! —explicó Don Krieg, creyéndose muy inteligente.
—Es cierto, nadie creería que en realidad hay piratas en un barco tan ridículo como ese —comentó uno de los piratas.
—En esta época, el océano está lleno de piratas. Levantar de nuevo una tripulación sería muy sencillo —dijo Krieg.
—P-pero, Don… si regresamos a la Grand Line y nos encontramos con otro tipo como Ojos de Halcón… —intentó protestar uno de los piratas, pero...
¡Bang!
Don Krieg disparó con su arma a uno de los suyos por protestar.
—¿Acaso son gusanos que aún están aterrorizados por ese idiota? ¿Lo son? ¿De verdad creen que un humano normal puede partir un barco en dos así? —preguntó Don Krieg.
—¿Huh? ¿Qué quiere decir? —preguntó otro pirata.
—¡Obviamente, ese tipo tiene el poder de una Akuma no Mi! —bramó Don Krieg, furioso con su tripulación. —Se dice que los que tienen poderes de las legendarias Akuma no Mi… abundan en la Grand Line. Debió usar algún poder extraño para hacer pedazos nuestro barco… Cuando esa chica del Sombrero de Paja llegue a la Grand Line, no será más que un pirata más… Aun así, Zeff Piernas Rojas logró estar en la Grand Line durante un año entero… De eso se deduce que conoce alguna forma de luchar contra esos monstruos. Sea lo que sea, debe estar registrado en la bitácora de su barco. ¡Incluso podría tener información de One Piece! —explicó Don Krieg, engañando a su tripulación con mentiras.
—Ese es Don Krieg —afirmó un pirata.
—Ahora veo cómo son las cosas —añadió otro.
—¡Si nos apoderamos de ese barco y de su bitácora, quizás encontremos el camino hacia el tesoro! —exclamó otro.
—¡Muy bien, camaradas! ¡Tomemos ese barco!
—¡Whoaa! Ahora sí están listos para pelear. ¡Estoy emocionada! ¡Hey, señor, señor! ¿Tenemos un trato? —preguntó Lucy, emocionada por la próxima batalla.
—Parece que no tengo más opción. Destruirías mi restaurante si trabajara el resto de la semana que me faltaba —respondió Zeff.
—¿Dónde están Patty y Carne? —preguntó Sanji a uno de los chefs.
—Se están preparando para luchar. Sabes que en momentos así puedes contar con ellos —respondió uno de los cocineros.
—Y solo en momentos así… Ve al cuarto de operaciones y abre la aleta —ordenó Sanji.
—¿Uhh, estás seguro? Eso le daría al enemigo un lugar para luchar —explicó el chef.
—¿Y a quién le importa? —preguntó Sanji. —Si luchamos aquí dentro, el viejo nunca dejará de quejarse.
—¿Dijiste algo, mocoso? —preguntó Zeff.
—¡Entreguen el barco, malditos cocineros! —exigieron los piratas, a punto de luchar con los cocineros.
Justo cuando los piratas de Krieg se abalanzaban, Lucy se transformó. De gata a una especie de oveja.
Wooloo —dijo Lucy.
Una ovejita redonda y esponjosa, con cuernos en espiral y ojos grandes e inocentes.
El asalto se detuvo en seco.
"¡Miren eso, muchachos! ¡Lachica se ha convertido en una oveja lanuda!", se mofó un pirata corpulento.
Las risas burlonas estallaron, llenando la cubierta del Baratie.
"¡Qué miedo! ¡Nos va a aburrir hasta la muerte con sus balidos!", dijeron.
Con un estallido de agilidad, Wooloo se lanzó, una mancha borrosa de lana. El pirata corpulento sintió el impacto de un Placaje contundente y salió volando por la borda, ahogando sus burlas en un chapuzón.
Lucy no perdió el ritmo. Con otro Derribo hábil, se deslizó entre las piernas de dos piratas, haciéndolos tropezar y caer. Esquivó un golpe con su renovada agilidad y, luego, con un Placaje, envió a otro pirata a rodar por la cubierta.
La pequeña oveja se convirtió en un torbellino imparable de lana y embestidas, derrotando a todos los piratas que rodeaban a Lucy.
—¡Bien hecho, chica! —gritaron sorprendidos, admirando la transformación por lo adorable y poderosa.
—¿La Gran Line está llena de tipos como ella? —murmuró Sanji, alucinado por todo.
—Sanji, observa bien la forma en que lucha esa muchacha. Fíjate bien en ella, hasta que no se acabe la lucha —recomendó Zeff, viendo a Lucy luchar.
—¿Ah? —preguntó Sanji, confundido.
—¿Cómo te atreves a atacar el restaurante después de que os dieran de comer? Ahora te arrepentirás, desagradecido —comentó Lucy, furiosa.
—¡Ahora te patearé el trasero, ingrato! —dijo Lucy, que se paró en un poste en su forma de oveja.
—¿Piensas luchar sobre el mar sin lugares donde puedas pararte? —preguntó Don Krieg, burlándose.—Las personas con poderes de las Akuma no Mi no pueden nadar.
—Pero puedo volar —dijo Lucy, que volvió a su forma de gato y empezó a volar.
—Ya veremos si puedes mantenerte todo el rato volando —dijo Krieg.
Sanji, abramos las aletas —gritó uno de los chefs, pedaleando para abrir una plataforma muy grande.
—¡Hahahaa! ¿Qué sale del agua? —preguntó uno de los piratas.
—Es una plataforma —añadió otro.
—¡Ostras, qué guay! —gritó Lucy, emocionada.
—Ahora podremos luchar tanto como queramos, piratas —explicó Sanji, preparándose.
—¡Qué bien! Una plataforma para no destrozar el barco. Me parece muy práctica. Cada vez me gusta más este barco —dijo Don Krieg.
—No te hagas ilusiones, el Baratie nunca será tuyo —exclamó uno de los cocineros, listo para defender su hogar.
De repente, un estruendo sacudió la cubierta. La proa del Baratie, con forma de pez, se desprendió con un crujido mecánico. ¡Era un pequeño barco independiente!
De sus costados surgieron escotillas que dejaron al descubierto una hilera de cañones relucientes, listos para la batalla.
—¡El arma secreta del Baratie para la guerra naval: el Baracañón! —exclamó Patty, impulsando el pequeño navío.
—¡Quien no quiera morir, que intente huir! —añadió Carne.
Desde su imponente barco, Krieg observó con incredulidad.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó, frunciendo el ceño.
—¡Qué genial! ¡Yo quiero uno! —gritó Luffy, emocionado, volando y observando la escena.
—¡Venga, pedalea más rápido! —rugió Patty.
—¡Ya lo hago, ya lo hago! —respondió Carne.
El Baracañón se acercó peligrosamente a la flota pirata. Con un estallido, los cañones dispararon una andanada que hizo temblar el mar, enviando proyectiles.
—¡Guau, qué espectáculo! —gritó Luffy, en el aire.
El asedio al Baratie: fuego y acero en alta mar...
—¡Eso es, muchachos! ¡Bien hecho! —vociferaron los cocineros.
—¡Jajajajaja! —carcajeó Patty, disfrutando.
—¡No es momento de reír! ¡Hay que acabar con el Almirante! —exclamó Carne.
—¡Sí, prepárate para morir, Krieg! —gritó Patty, lanzándose hacia el barco de Krieg.
¡Boom!
El mini Baratie disparó. Krieg, con fuerza, detuvo el proyectil con una mano, frenando el ataque.
—¡No, no avanzamos! —gritó Patty.
—Yo soy Don Krieg, el hombre que conquistará la Grand Line —sentenció.
—¡No, yo seré el rey! —bramó Lucy.
—Ahora no puedo jugar contigo. ¡Whaaaa! —rugió Krieg y levantó el mini Baratie con una mano.
—¡Tiene una fuerza sobrehumana! —exclamó Patty.
—¡Wahhahaha! —vociferó Krieg, lanzando el mini Baratie hacia el Baratie.
—¡Se va a estrellar contra el restaurante! —dijo uno de los cocineros.
De repente, Sanji saltó y pateó el mini Baratie, desviándolo hacia el mar.
—¡Guay! —dijo Lucy.
—¡Sanjiiii! —gritaron los cocineros.
—¿Qué? ¿Qué fue eso? —preguntó Krieg, desconcertado.
—¡Qué fuerza tiene con los pies! —dijo un pirata maravillado.
—¡Hostias! ¡Este tío desvió el barco con un golpe de pie en el aire! —añadió otro.
—Esta técnica me suena... —murmuró Krieg, intentando recordar.
—¡Qué suerte tener a Sanji! —dijo uno de los cocineros orgulloso.
—¡Increíble! —exclamó Lucy, emocionada y deseando que Sanji se uniera a su tripulación.
Zeff, desde lejos, observaba con orgullo.
—¿Qué te has creído, Sanji? —vociferó Patty.
—¡Nos quieres matar o qué?! —dijo Carne, enfadado.
—Pues sí —respondió Sanji, con indiferencia.
—¡¿Y dices que sí?! ¡Estás loco! —gritó Patty.
—¡Nos destrozas nuestro mejor arma! —se quejaron los cocineros.
De la nada, un hombre nadó hacia Patty y Carneque los derroto a la vez. Era ancho y gigante, cubierto por planchas de hierro. En manos, hombros, codos, rodillas y botas llevaba discos metálicos con perlas incrustadas, diseñados para golpear con brutalidad.
—¿Quién es ese? —preguntó Lucy.
—¡Jajajaja! Soy el Intocable. Me llaman Perla el Intocable, y formo parte de la tripulación del Almirante Don Krieg —se presentó.
—¡Perla! —saludó uno de los piratas.
—¡Patty, Carne, estáis bien? —preguntó Zeff, preocupado.
—Pues no creo que estén bien. Les di mi golpe mortal, los dejé inconscientes —se burló Perla.
—¡Hey, buen cuchillo! —dijo un pirata. —Dámelo, déjalo ir.
—¿He? ¡Haaaa! —gritó el pirata, pero Sanji le dio una patada en la cara que lo lanzó hacia atrás, golpeando a otros piratas, mientras el cuchillo volaba por el aire.
—¡Tiene un golpe mortal! —le gustó a Sanji. —¡Quiero que esté en mi barco!
—Un cuchillo de cocina es el alma de un cocinero. Nadie debe tocarlo sin respeto —explicó Sanji, atrapando el cuchillo en el aire.
—Sanji... —dijo Patty, despertando.
—¡Agarra fuerte el cuchillo y descansa! —ordenó Sanji a Patty.
—¡No nos pueden ganar unos cocineros de mierda! —gritaron los piratas.
Pero Sanji corrió tan rápido que parecía invisible. Se detuvo frente a ellos, hizo una voltereta y los atacó con su pie, derrotándolos uno a uno.
—¡¿Simple cocinero de mierda?! ¡Te haré carne a la brasa! —dijo Sanji con expresión feroz.
—¡Oh! ¿Eres un perezoso que solo lucha con los pies? ¿O esa es tu forma habitual? —se burló Perla.
—Las manos son la vida de un cocinero; no puedes herirte en una pelea, porque no podrías cocinar. Por eso, te mataré con los pies —retó Sanji, levantando uno de sus pies.
—¿Que me matarás? ¿Tú? ¡Imposible! Tengo una buena defensa y he ganado más de 60 combates sin una sola herida y sin derramar una gota de sangre. La prueba: no tengo cicatrices. Soy intocable y modesto —se jactó Perla.
—Yo creo que eres muy aburrido —opuso Lucy.
—¡Oye, chica del sombrero de paja, no te distraigas! —gritó Krieg, girando su maza de cadena y golpeando a Lucy en su forma de Mew, que estaba distraída viendo a Sanji. El golpe la lanzó lejos.
Con Perla y Sanji...
—¡No noto ni los cañones de la Armada! —exclamó Perla, orgulloso.
—¡Boingg!
—¡Ay! —gruñó Perla, al recibir un golpe en la cabeza por Lucy, que antes había sido derribada por Krieg.
—Uf, tengo que cuidar más la retaguardia, ese Don Krieg es un tramposo —se quejó Lucy.
—¿He? —murmuró Perla, sangrando.
—¡Mierda, no! —gruñó Krieg, al ver que todo se complicaba.
—¡Hostias! —exclamó un pirata, dándose cuenta de la sangre.
—No pasa nada, Perla —le tranquilizó un compañero.
—Es solo sangre, no pasa nada —añadió otro.
—¡Cálmate, Perla, por favor! —le suplicaron otros.
—¿Qué pasa? —preguntó un cocinero.
—Estos chicos son peligrosos... —dijo Perla, temblando de miedo.
—¡Hostia, parece un niño pequeño! —dijo Sanji, atónito.
—¿Se pone histérico por un poco de sangre? —preguntó Lucy tocandose la nariz.
—¡Clank, clank, aahhhaha! —gritó Perla, golpeando sus escudos en un ritmo descontrolado.
—¡Calma, Perla! —le pidió Krieg—, no es nada.
—¡Clank, clank, clank! —seguía Perla, cada vez más rápido.
—¿Pero qué hace? ¿Está loco? —preguntó Sanji, confundido.
—¡Estamos en peligro! —gritó Perla, y de repente, su cuerpo empezó a arder en llamas blancas.
—¡Mierda! ¡Ya comenzó! —dijo un pirata, en peligro.
—Se prende fuego cuando se siente nervioso —explicó otro.
—¿Cómo? —preguntó Lucy.
—¡Perla de Fuego, el Grande! —rugió Perla. Su cuerpo se incendió y empezó a quemar la plataforma.
—¡Me quemo! —gritó Lucy, casi alcanzada por las llamas.
—¡Para, Perla! —ordenó uno, y también se prendieron fuego sus compañeros.
—¿Prenderá fuego al restaurante? —dijo Sanji, saltando para detenerlo.
—¿Qué te has creído? —le gritó Sanji, dándole una patada en la cabeza, que no le afectó.
—¡Qué inconsciente es ese chico! —dijo un pirata, viendo cómo todo a su alrededor ardía.
—¡Yo, Perla, prenderé fuego a mis enemigos! —exclamó Perla.
—¡Eres un idiota! ¿Crees que el fuego me da miedo? —preguntó Sanji.
—¡Vete de aquí! —gritó Perla, asustado.
—¡Yo soy peor! —dijo Sanji y lo derribó con un golpe de pies.
—¡Aaaah! ¡Ha tumbado a Perla! —dijo un pirata.
—¡Este cocinero es muy peligroso! —gritaron los demás.
—¡Fuego, fuego! —se escuchó.
—¡He de lanzar más fuego, más perlas de fuego! —gritó Perla, cada vez más histéricoque lanzo perlas de fuego hacia la cocina .
—¡Quemará el restaurante! —dijo un pirata.
—Y si llega a la cocina, explotará —advirtió otro.
De repente, Zeff, en la puerta, detuvo las perlas y apagó el fuego.
—¡Aaaah, viva! —celebraron los cocineros.
—¡No lo puedo creer! ¡Qué poder tiene con los pies! —dijo un pirata.
—¡Es impresionante ese viejo! —exclamó Lucy.
—¡Vaya, creo que tendré que enviarlos al fondo del mar antes de que el fuego llegue al restaurante! —dijo Krieg, girando su maza y lanzándola hacia Sanji y Perla.
—¡Vigila, Sanji! ¡La maza va directa hacia ti! —gritó uno de los chefs desde la plataforma, con el corazón en un puño.
La maza giratoria de Don Krieg surcaba el aire como una amenaza imparable, lanzada con furia asesina hacia Sanji. El cocinero, con el cigarrillo temblando entre los labios, apenas tuvo tiempo de reaccionar, esquivándola por un pelo.
—¡Ja! ¿Eso es todo lo que tienes? —murmuró Sanji, esbozando una sonrisa resignada mientras el reflejo metálico del arma brillaba en sus ojos.
—¡Que me quemo! —chilló una voz aguda. De la nada, Lucy apareció frente a Sanji, transformada en su forma de Mew, con un destello rosado y una mirada decidida.
Sin dudarlo un instante, Lucy se lanzó hacia la maza.
—¡Mach Punch! —gritó.
Su pequeño puño se envolvió en un resplandor rojizo, vibrante y cegador. El golpe, rápido como un relámpago, fue tan fulminante que ni los piratas más curtidos pudieron seguirlo con la vista. El impacto fue devastador: el puño de Lucy colisionó con la maza giratoria, que explotó en mil pedazos. Una lluvia de fragmentos de hierro candente y humo negro inundó la cubierta, acompañado de un estruendo que hizo temblar el barco.
En medio del caos, los afilados restos de la maza volaron en todas direcciones. Perla, que observaba confiado desde un lado, no tuvo tiempo de reaccionar. Uno de los fragmentos lo golpeó de lleno en la cabeza, haciéndose desplomarse al instante, inconsciente, con un ruido sordo contra la cubierta.
—¡¿Destruyó la maza?! ¡¿Con un solo golpe?! —exclamó un pirata, cayendo de espaldas del susto.
—¡Ay, ay, que me quemo! —gritó Lucy intentando apagar el fuego de su cuerpo, ya que fue alcanzada por las llamas.
—¡Perla! —exclamó otro pirata, viendo que había quedado inconsciente por la explosión.
—¿Qué le pasa ahora? —preguntó Sanji a la reacción del desmayo de Perla.
—¡Se desmayó por la explosión! —dijo Lucy, como si nada.
—Sí, ya veo que no puedo fiarme de nadie, yo —opino Krieg, cabreado.
—¡Oh! —gritó Zeff, ya que le habían dado golpes y se cayó al suelo.
—Ya es suficiente, Sanji —dijo Gin, que apareció en ese momento, y fue el que golpeó a Zeff, apuntándole con una pistola. —No quiero tener que matarle...
—¡Gin! —gritó Lucy, cabreada con Gin al ver que golpeó a Zeff.
—Gin, tú... —dijo cabreado Sanji.
—Muy bien, Gin, venga, dispara. Si lo matas ahora, el restaurante será nuestro —ordenó Don Krieg a Gin.
-zeff — grito preocupada lucy por Zeff.
—Aunque antes fuera un famoso pirata, ahora no es más que un cocinero. No me será difícil matarle—dijo Gin, mientras arrancaba la pata de madera de Zeff.
—¡Ha roto su pierna de madera! —gritó Patty, furioso con Gin y disgustado.
—¡Maldito...! —maldijo Carne, también furioso.
—¡Voy a patearle el culo! —dijo furiosa Lucy, yendo directo hacia Gin, pero Sanji la detuvo.
—Espera, veamos qué tiene que decir —explicó Sanji.
—Sanji, si quieres salvar la vida de este hombre... sal del barco —exigió Gin.
—Creía que Pearl-san iba a destrozar el barco, Ya estamos a salvo —proclamó un pirata.
—¿Que me vaya de este barco? Ni de coña —negó Sanji bruscamente.
—Sanji, no seas idiota, no le provoques o matarán a Zeff —gritó uno de los chefs llorando por su jefe.
—¿Te ves patético ahí tirado... ¿ese es el ejemplo que le quieres dar a tus cocineros? —preguntó Sanji, mosqueado.
—No quiero oír nada de ti, desgraciado —regañó Zeff a Sanji.
—¿A quién llamas desgraciado? Puto viejo. Deja de tratarme como a un niño —gritó Sanji, cabreado por su jefe.
—Joder, Sanji, déjalo para otro momento. ¿No estarás pensando en dejarlo morir? —preguntó uno de los chefs, muy angustioso por la situación.
—Gin, esa pistola apúntala hacia mí —ordenó Sanji, plantando cara a Gin.
—¿Qué dices? ¿Te va a matar? —preguntó Lucy, preocupada por perder a un nuevo amigo.
—No te preocupes —calmó Sanji a Lucy, como si no estuviera a punto de que le disparasen.
—¿Eh? ¿Cómo has dicho? —preguntó uno de los chefs, confundido.
—Sanji-san... ¿por qué? —preguntó Gin, confundido y preocupado, ya que no quería matar a Sanji.
—Si tanto quieres morir... yo te puedo ayudar. Has hecho que me sangre la nariz dos veces en la misma pelea, no es suerte, es que eres peligroso. Si no quieres que ese viejo muera... no te muevas —ordenó Pearl, que se había desmayado por el impacto de antes y ahora se había despertado.
—¡Chou Den Ren! —gritó Pearl, que atacó con su escudo de perlas y golpeó a Sanji, lanzándolo hacia atrás.
—¡Sanji! —gritó furiosa Lucy, mientras su cuerpo se envolvía de repente en luz. Llena de ira, volvió a transformarse.
Donde antes estaba la forma rosada y etérea de Mew, ahora apareció una figura más pequeña, más firme, pero igualmente decidida.
—¡Riolu! —gritó Lucy, con voz firme.
El nuevo cuerpo de Lucy tenía la apariencia de un pequeño animal de aspecto canino, con pelaje azul y negro, orejas puntiagudas y ojos rojos que ardían de determinación. Dos apéndices colgaban de su rostro, temblando al compás de su rabia. A pesar de su tamaño, emanaba una energía explosiva. Su postura lo decía todo: estaba lista para pelear, y no pensaba retroceder.
—¡Ataque Rápido! —bramó Lucy.
Su cuerpo desapareció en un destello blanco plateado, moviéndose como un rayo. El aire silbó a su paso y una ráfaga de viento barrió la cubierta mientras reaparecía frente a Pearl en una fracción de segundo, con la mirada clavada en su objetivo.
—¡Garra Metal! —rugió con fuerza.
Un destello acerado envolvió las manos de Riolu. Sus uñas se transformaron en filosas cuchillas metálicas. Con un grito feroz, lanzó un tajo cruzado hacia Pearl. El impacto fue brutal: el escudo de perlas de Pearl crujió y estalló en pedazos con un estruendo seco. Pero no se detuvo ahí. Las garras de Riolu rasgaron el pecho del enemigo, dejando tres marcas profundas y brillantes, como si hubieran sido grabadas con fuego y acero. Pearl cayó hacia atrás, sin aliento, su armadura destrozada y el orgullo aún más.
—¡Ahora tú! —gritó Lucy, girando con agilidad.
Sin esperar un solo segundo, activó de nuevo Ataque Rápido, desvaneciéndose otra vez en un relámpago que surcó el aire hasta aparecer justo delante de Gin.
—¡Puntapié! —gritó Lucy, girando sobre sí misma.
Con una patada giratoria baja, su pierna envuelta en energía naranja barría como una hoz cortando el aire. El movimiento fue fluido pero violento; alcanzó las piernas de Gin con precisión. El impacto resonó como un tambor de guerra. Gin logró mantenerse de pie, pero retrocedió varios pasos, arrastrando los pies por la madera, claramente afectado por la fuerza del golpe.
Los piratas miraban atónitos. Algunos soltaron gritos ahogados. Otros no podían creer que los poderes de la fruta del diablo pudieran dar tanto poder y tener la habilidad para moverse con tanta velocidad y poder destructivo.
Sin perder tiempo, Lucy corrió hacia Zeff, aún tendido en el suelo. Lo levantó con cuidado y lo cargó en brazos, girando rápidamente hacia los otros chefs.
—Gracias... —susurró Zeff, con voz rasposa, claramente debilitado pero consciente.
—¡Rápido, llévenlo adentro! ¡Cuiden de él! —ordenó Lucy con firmeza, entregándoselo a Patty y Carne.
—¡Sí! ¡Vamos, viejo! ¡Aguanta! —gritó Carne, mientras ambos cocineros corrían con Zeff hacia la cocina, entre restos de metralla y tablones humeantes.
La cubierta, aún envuelta en humo y tensión, había cambiado por completo. Lucy, en su forma de Riolu, se erguía como una chispa de resistencia entre los escombros del combate, su respiración agitada pero su determinación intacta.
——¡Esta me las vas a pagar, perra! —rugió Gin, rabioso, con los ojos inyectados de ira.
Sacó dos tonfas con esferas metálicas en los extremos, las cuales comenzaron a girar. Avanzó como un huracán, directo hacia Lucy.
—¡Tch! —Sanji, que se incorporaba tras el impacto anterior, giró sobre sí mismo y lanzó una poderosa patada giratoria .
—¡Gin, tu pelea es conmigo! —gritó, bloqueando las tonfas con las piernas. El choque resonó como un trueno, vibrando en el aire.
—¡Sanji! ¿Estás bien? —preguntó Lucy, dando un paso al frente, visiblemente preocupada.
—Sí... Y gracias por salvar al viejo. Pero esta vez... —Sanji tomó aire, el cigarro colgando con firmeza de sus labios—. Esta vez quiero enfrentarme a Gin solo. No quiero que te metas en mi pelea.
Lucy apretó los puños. Dudó un momento, pero al final asintió.
—De acuerdo... pero si vuelve a hacer algo sucio, no pienso quedarme quieta.
—¡Hmph! —Sanji sonrió de lado—. Así me gusta.
Luego clavó la mirada en Gin.
—Por cierto, eres un cobarde. ¿De verdad crees que si Lucy no hubiera salvado a Zeff, yo habría aceptado ese trato?
—¿Por qué no? Fue muy fácil —respondió Gin,confundido—. Te bajas del barco y salvas a todos. Así de simple. Solo tenías que dejar el barco...
Sanji bajó la mirada, su voz cargada de pesar.
—Este barco... es el tesoro del viejo. Ya le he quitado todo lo que le importaba en la vida: su fuerza, sus sueños... Ya le he hecho demasiado daño. No quiero que pierda nada más.
—¡Ahora no es momento para hablar de esa estúpida historia, maldito enano! —gruñó Zeff desde atrás, rodeado por los chefs que lo protegían.
—¿A qué te referías con eso de que le quitaste todo a Zeff? —preguntó uno de los cocineros, confuso.
—Sí, cuéntanoslo —añadió otro.
Sanji bajó la mirada y comenzó a recordar...
Cuando era niño, trabajaba como grumete en un barco turístico. Fue allí donde escuchó por primera vez sobre el legendario All Blue, y supo en ese instante que quería encontrar ese mar donde todos los peces del mundo se reunían.
Pero un día, el barco fue atacado por piratas. El capitán de aquellos bandidos era Zeff, el temido "Zeff el Pierna Roja". La situación empeoró cuando una tormenta violenta azotó el mar.
Nadie se atrevía a enfrentarse a los piratas, pero Sanji, movido por la desesperación, se lanzó contra uno de ellos... solo para ser derrotado con facilidad por Zeff. Una ola gigante lo arrastró al mar.
Sin embargo, Zeff lo salvó. Conmovido por las palabras de Sanji sobre el All Blue, se lanzó tras él, incluso cuando los restos del barco amenazaban con sepultarlos.
Quedaron varados en una roca. Zeff le dio una pequeña bolsa de comida y le dijo que no la malgastara. Sanji, molesto, creyó que Zeff había reservado mucho más para sí mismo.
Pasaron los días, y cuando Sanji se quedó sin provisiones, desesperado, se acercó a robarle. Pero al abrir la gran bolsa que Zeff había mantenido a su lado, no encontró comida… sino tesoros.
Entonces lo vio: Zeff había perdido una pierna. Y entendió. Zeff no había comido nada. Le había dado toda la comida a él.
—¿Por qué...? —le preguntó Sanji, aún incrédulo.
—Porque tú también sueñas con encontrar el All Blue —le respondió Zeff—. Si logro sobrevivir, voy a construir un restaurante en medio del mar. Y si tú sobrevives… te espero allí.
Sanji juró que lo ayudaría. Y justo entonces, apareció un barco. Gritaron con todas sus fuerzas... y fueron salvados.
Maldito viejo... sacrificó más que una pierna para salvarme. No puedo darme el lujo de morir. Tengo que hacer todo lo posible para protegerlo... y agradecerle lo que hizo por mí —gritó Sanji—. No pienso permitir que os llevéis el barco.
—¡Piensa en dar la vida y todo! —dijo Patty.
Lucy apretó los dientes. Las palabras de Sanji le habían calado hondo, retumbando como un tambor dentro de su pecho.
La ira y la determinación se mezclaban en sus ojos rojos. El aire a su alrededor empezó a vibrar.
El pelaje de su cuerpo de Riolu se erizó. De repente, una energía brillante comenzó a concentrarse en sus patas. Era intensa, pura, y crepitaba como estrellas atrapadas en la palma de su mano.
—¡Meteoros! —gritó Lucy con una voz que parecía venir de lo más profundo de su alma.
—¡Tú, idiota! No tienes que hacer nada ahora —le gritó Sanji, tratando de pararla.
Un círculo de luz surgió a su alrededor, y de él, múltiples proyectiles con forma de estrellas luminosas salieron disparados en todas las direcciones. Pero no eran simples luces: cada una tenía el peso y la fuerza de una bala mágica, disparada con precisión quirúrgica.
Las estrellas surcaron el aire con un silbido agudo antes de chocar directamente contra la plataforma de madera anclada al costado del Baratie.
¡KRAAAASH!
La madera estalló como si fuera de cristal. Las vigas saltaron por los aires, astilladas y carbonizadas. Las cadenas de amarre se rompieron con un sonido seco. Los soportes metálicos se retorcieron y se arrancaron de raíz. El suelo tembló.
En cuestión de segundos, la plataforma quedó reducida a escombros flotantes. Fragmentos de madera ardiente cayeron al mar, generando pequeñas columnas de vapor y salpicaduras. Un humo denso se elevó por el aire, ocultando brevemente la silueta de Lucy.
—¡Está roto la plataforma! —gritó uno, aterrado por el poder de Lucy.
—¡Pero qué cojones hace esa chica del diablo! Nos destruirá el barco —bramó furioso Krieg, al ver que la plataforma fue destruida.
—¡Gin, mata a Sanji y después a Zeff! —ordenó Krieg.
—Pero... si nos dieron de comer —explicó Gin, tembloroso, al pensar en matar a sus salvadores.
—¡Gin, obedece! —gritó Krieg, furioso.
—¡Eh! Que a ti no te he hecho nada, solamente he roto una aleta —explicó Lucy, muy cabreada.
—Escucha, ¿se puede saber qué coño te propones hacer? —preguntó Sanji, furioso agarrándola del cuello.
—Pues… destrozarlo —respondió Lucy, como si nada.
—¿¡Quéeee?! —bramó Sanji, furioso.
—¡Hundire este barco! —repetió Lucy con total calma.
—¿¡Pero qué estás diciendo!? —preguntaron todos, confundidos.
—¿¡Te has vuelto loca!? —gritó Sanji—. No me gusta pegarle a chicas, pero contigo haré una excepción porque ahora mismo estoy cabreadísimo. ¿¡Cómo se te ocurre destruir el Baratie!?
Sanji la agarró del cuello con furia y la levantó, aún en forma de Riolu, zarandeándola.
—Si el barco desaparece, ya no tendrán interés en quedarse aquí —explicó Lucy, sin inmutarse, como si no le molestara en lo más mínimo que Sanji la tuviera entre manos.
—¡Ja! —rió Zeff, entendiendo por qué Lucy destruyó el barco.
Sanji, se debatía entre la furia y su código, sus palabras revelaban la lucha interna. "¡No me gusta pegarle a chicas, pero contigo haré una excepción porque ahora mismo estoy cabreadísimo. ¿¡Cómo se te ocurre destruir el Baratie!?" Su voz, un bramido, contrastaba con la calma exasperante de Lucy, quien, en su forma de Riolu, era zarandeada sin inmutarse por el cocinero. La explicación de Lucy, "Si el barco desaparece, ya no tendrán interés en quedarse aquí", solo avivó la indignación de Sanji.
"¿Pero tú qué te crees, eh? No sabes nada de nosotros. No sabes lo que significa este maldito restaurante", espetó Sanji, su voz cargada de la historia que el Baratie representaba.
La respuesta de Lucy fue un golpe bajo, directo a la fibra de su honor: "Sé que tú quieres morir para salvarlo, y eso quiere decir que eres un idiota". Las palabras resonaron en el aire, provocando una respuesta de Sanji teñida de incredulidad: "¿¡Qué has dicho!?"
Lucy, liberándose con un movimiento rápido del agarre de Sanji, ahora era ella quien lo sujetaba por el cuello. "Porque si te matan, no podrás devolverle el favor", espetó. "¿Tú crees que te salvó para que te mataras? Es un acto de cobardía querer morir, cuando se puede sobrevivir."
"¿Pues de qué otra manera le puedo pagar mi vida?", respondió Sanji, sosteniendo la mirada desafiante de Lucy.
La tensión en el barco era palpable. Krieg, exasperado, ordenó a Gin que atacara a Sanji. "¡Gin, por qué no vas a por Sanji!"
Pero Gin, con su propio código, se negó. "No puedo, ellos me salvaron la vida, pero no quiero matarlo de esa forma. Solamente lo mataré en una pelea justa, Almirante Krieg." Se giró, encarando a Sanji.
"¡Nadie puede actuar así y menos siendo un capitán de la flota!", rugió Krieg, furioso.
Con el rostro tenso por la preocupación, Patty se acercó a Zeff, quien apenas recobraba el sentido.
"¿Estás bien, jefe? ¿Te hicieron daño?", preguntó Patty.
"¿Capitán de la flota, dijo?", inquirió Sanji, con la voz cargada de sorpresa y una seriedad repentina.
"¿No era solo un tipo común?", añadió Patty, frunciendo el ceño, confundido.
Lucy, ajena al caos que había desatado, esbozó una sonrisa confiada. "¡Ja! ¿Ves cómo mis tácticas de lucha dieron resultado, pequeño chef?".
"¡¿Y qué si terminas hundiendo el barco?! ¿Hablaste en serio?", le gritó Sanji, aún procesando las revelaciones.
"¡Sanji, quería que te fueras para protegerte, pero veo que no hay manera! ¡Prepárate para enfrentarte a mí!", rugió Gin, lanzándose hacia Sanji con sus tonfas girando en un torbellino mortal. Sanji, ágil como un felino, esquivó el primer golpe y respondió con una patada precisa, pero Gin fue más rápido. Una tonfa se enredó en el cuello de Sanji, derribándolo con fuerza.
El dolor lo atravesó mientras la presión en su garganta sofocaba su grito.
"¡Sanji!", gritó Lucy, con la voz cargada de preocupación.
Gin, con una sonrisa cruel, apretó la tonfa aún más. "Te lo dije, no me vencerás. Desaparecerás sin dejar rastro".
"¡Acaba con él!", aulló la tripulación de Krieg, sedienta de sangre. Gin alzó la otra tonfa, girándola en el aire, listo para el golpe final. "¡Al infierno contigo!", bramó, dirigiendo el impacto hacia el rostro de Sanji.
En un destello de ingenio, Sanji arrojó su cigarrillo a los ojos de Gin. El amago le dio una fracción de segundo para liberarse. Con una acrobática voltereta, se impulsó desde el suelo, golpeando la cabeza de Gin con una patada doble. Sin darle respiro, encadenó otro golpe certero. Pero Gin, a pesar del castigo, seguía en pie. Con un rugido, empujó la tonfa que aún sujetaba el cuello de Sanji, impactando su estómago con brutalidad.
"¡Agh!", gritó Sanji, el dolor desgarrándolo. Ambos cayeron al suelo, exhaustos.
- gin parece que va a perder - señaló uno de los piratas
"¡Idiotas, qué están mirando? ¡Gin es un demonio, fuerte y valiente! Por eso lo nombré mi capitán. ¡No fallará!", vociferó Don Krieg desde su posición, con una confianza ciega.
Gin y Sanji se levantaron tambaleantes, mirándose con intensidad.
"¡Maldita sea, Sanji sigue vivo!", exclamó Patty, angustiado.
"Es un milagro. Debe tener al menos cuatro o cinco costillas rotas", añadió Carne, evaluando la situación con gravedad.
Sanji, jadeando y tembloroso por el dolor, miró a Gin. "Eres fuerte, Gin. Ahora entiendo por qué te nombraron capitán".
"¡Oye, y ese qué hace ahí parado sin moverse?!", gritó Lucy, señalando a Krieg, quien observaba desde lejos. "¡Es mi turno, chicos, prepárense!". Corrió hacia Krieg, lista para golpearlo, pero este lanzó pequeñas bombas que estallaron contra el mástil donde estaba Lucy. En un instante, ella se transformó
"¡Hawlucha!"- dijo lucy agitando las alas. Su cuerpo compacto brillaba con plumas rojas y verdes, sus alas cortas pero poderosas batían con furia, y sus garras afiladas relucían bajo el sol. Como un ave de presa, Lucy alzó el vuelo, surcando el cielo con agilidad, lista para contraatacar.
Bang, bang.
Krieg disparó también las balas de su hombro hacia Lucy, pero ella, con un ataque Ala, desvió los proyectiles con un movimiento rápido y potente. El aire se onduló alrededor de sus alas mientras las balas, desviadas, se incrustaban en el mástil.
—¿Qué? ¿Tiene miedo de luchar conmigo? ¿Qué mierda te pasa? —preguntó Lucy muy cabreada en su forma de pájaro.
—¿Miedo de luchar contigo? No, pero si no hace falta que luche. Solamente estoy ideando un plan para matarte —explicó Krieg, indiferente. —Los humanos tenemos la capacidad de hacer ciertas cosas, recuérdalo, bola de chicle insolente.
—No me hará nada. Expulsaré todo lo que me des —se burló Lucy, haciendo que sus alas brillaran.
—¡Jajaja! —gritaron los piratas al ver que Gin hizo sangrar a Sanji.
—¡Jajaja! —rió Krieg al ver que Gin golpeó a Sanji.
—¿Eh? ¿Sanji...? —dijo Lucy, girando su cuerpo y viendo que Sanji estaba en el suelo sangrando.
—¿Ya has hecho todo lo que querías, idiota? —preguntó Sanji, temblando de dolor, sin poder moverse.
Gin se estaba preparando para volver a golpear a Sanji con sus tonfas.
—¡Ahora ya está todo, no te esfuerces más! —dijo Gin, que atacó a Sanji, pero este lo pudo esquivar.
—Vaya, no avisas, eres poco compasivo —exclamó Sanji.—¡Y conmigo no se juega! —gritó furioso Sanji, que golpeó la cabeza de Gin.
—¡Gin! —gritó uno de los piratas, preocupado por su capitán.
—¡Ahh! —gritó de dolor Sanji, ya que con su pelea esforzó su cuerpo y eso fue perjudicial.
—¡Envíalo al otro barrio, Gin! —gritó uno de los piratas, animando a Gin, que se acercó a Sanji con intención de matarlo.
—Hombre, eso es normal, está esforzando demasiado su cuerpo herido. —comentó Patty, preocupado por las heridas de Sanji.
Gin se levantó y agarró el cuello de Sanji, que no podía moverse.
—¡Mátalo, venga, mátalo! —animó la tripulación para que matara a Sanji.
—¡Maldita sea! —murmuró Sanji, de dolor y no podia moverse .
Pero, de repente, lágrimas empezaron a caer de Gin. —¡Snif, snif... no puedo matarlo, no puedo matarlo! —gritó Gin llorando.
Sanji, viendo todo eso, se asombró.
—¿Qué? —preguntó Krieg, confundido.
—¡No puedo hacerlo, Don Krieg! —gritó llorando Gin.
—¡Gin! —murmuró Lucy, preocupada por esos dos.
—No puedo matar a este hombre —dijo Gin llorando.
—Pero ¿qué haces, inútil? —vociferó Krieg, cabreado.
—Fue él quien me dio de comer —dijo Gin, recordando cuando Sanji le dio un plato de comida. —Y es la primera vez que alguien fue amable conmigo. No puedo matarlo, almirante. Perdóname, no quiero traicionarte, pero todo lo que he hecho hasta hoy demuestra que soy un hombre fiel y que nunca te traicionaría. Estoy contento de que me nombraras capitán de toda su flota de más de 50 barcos.
—Y nunca pienso traicionarte. Pero este hombre es el único que no puedo matarlo, Don Krieg, por favor, déjalo en paz el barco —suplicó Gin.
—¡Gin, no te basta con traicionarme, que encima quieres darme órdenes? ¡Maldito idiota! —bramó Krieg, furioso. —Eso te pasa porque te trastocó. Me has decepcionado. Siempre te he dicho que yo no soporto la gratitud ni la apatía para nada. ¡Apartaos del medio, chicos! —ordenó Krieg, sacando un escudo del hombro.
De su escudo, apareció una boquilla pequeña.
—¡No, Don Krieg! —tembló de miedo al ver el escudo en la mano de Krieg.
—¡Oh no, es el MH5, el gas venenoso más peligroso del mundo! —dijo uno de los piratas, temblando de miedo.
—¿Qué? —preguntó Sanji, asustado por el gas venenoso.
—Gas venenoso —susurró Lucy, preocupada por todos.
—¡A la máscara! Hay que ponérsela o nos matarán, ¡no respiréis! —gritaron todos los piratas, listos para ponerse la máscara.
—¡Es un arma prohibida! —gritó otro pirata, asustado.
—Parad de decir idioteces. Esto es una guerra, lo único que cuenta es la victoria. ¿Os da miedo? ¿O os da rabia? Pero es eficaz, ¿verdad? ¿Oís que sí? El poder lo es todo. Los medios para conseguirlo no tienen ninguna importancia si acabo ganando; nadie dirá que ha sido por un gas o por lo que sea. Así se gana el poder —explicó Krieg, enojado y listo para matar a las personas para ganar poder.
—¡pedazo de mierda ! —gruñó Sanji, furioso a krieg.
Gin sacó una máscara de su chaqueta para evitar respirar veneno.
—¡Lanza esa máscara ahora mismo, tú ya no eres miembro de mi tripulación, ¿entiendes, Gin?! ¡Vete al infierno! —ordenó Krieg a gin .
—¡Ahhh! —gritó furiosa Lucy, volando hacia Don Krieg.
—¡Y tú no te escaparás de mí! —gritó Krieg, agarrando el escudo y apuntando a Lucy. Del escudo salieron balas de pico, pero Lucy, en forma de Hawlucha, usó un Ataque Ala, en el que sus alas giraron rápidamente, creando una barrera de viento y energía que desvió y destruyó las balas en el aire, demostrando su agilidad y fuerza.
—¡Maldita seas, zorra! ¡Tus poderes de la fruta del diablo te hacen invencible, pero no me rendiré! ¡Acabaré con todos aquí y el primero serás tú, Gin! —gritó de rabia Krieg, por no poder nunca atacar a Lucy.
—Gin, no tienes por qué hacer esa cara. Yo me encargaré de todo y destruiré a ese idiota de Krieg —exclamó Lucy, cada vez más cabreada con Krieg.
—Chica, no insultes al almirante, por favor. Es el hombre más fuerte y poderoso del mundo. No ganarás una chica como tú —dijo Gin.
—No le tienes que hacer caso a ese hombre, Lucy. No sé por qué lo defiendes, si sabes que te matará —comentó Sanji, preocupado por Lucy y gin.
—Es normal, porque yo no he cumplido mi deuda con el almirante Krieg. Me he dejado llevar por un sentimiento muy extraño hace un momento, y eso es lo que me merezco —explicó Gin, nervioso, tirando la máscara al agua.
—Gin —dijo Lucy, preocupada por él.
—¿Pero por qué? —preguntó confundido Sanji, llorando.
—¡Ja! Por fin demuestras que tienes algo de orgullo, pero ya es muy tarde. Tú y el cocinero iréis al infierno —dijo Zeff.
Justo cuando Krieg desató el gas venenoso MH5, apuntando a Sanji, Gin y Lucy, esta última se transformó una vez más.
—Bulbasaur —dijo Lucy en su transformación.
Para los que observaban, la transformación fue asombrosa. En un destello de luz, la ágil Hawlucha fue reemplazada por una criatura rechoncha y reptiliana, con piel verde y ojos de un rojo intenso. Su característica más llamativa era el gran bulbo verde en su espalda, un apéndice parecido a una planta que pulsaba con una tenue luz interna.
A medida que el gas tóxico se extendía hacia ellos, el bulbo en la espalda de Bulbasaur empezó a temblar y expandirse, sus pétalos se abrieron ligeramente. Con un movimiento casi imperceptible, Bulbasaur aspiró el gas venenoso hacia adentro, absorbiéndolo en su bulbo como si simplemente respirara aire, neutralizándolo eficazmente.
La mandíbula de Sanji se descolgó. Sus ojos, ya grandes por el pánico, se abrieron aún más al ver la transformación.
—¡¿Pero qué demonios...? —murmuró, completamente atónito.
Había visto a Lucy cambiar de forma antes, pero la imagen de ese pequeño y rechoncho animal, que absorbía el gas mortal como si fuera una brisa veraniega, era algo que escapaba a toda lógica. El alivio por la vida de Gin y la suya propia se mezcló con una confusión abrumadora.
—¿Qué clase de chica es esta...? —pensó, mientras su ceño se fruncía en un intento de procesar lo que acababa de presenciar.
Krieg, fuera de sí, era un torbellino de furia. Su rabia era casi tangible, como un calor abrasador que emanaba de su cuerpo.
—¡Maldita sea! ¡¿Otra vez?! ¡¿Qué clase de Fruta del Diablo tienes, zorra?! —rugió, su rostro contorsionado por la frustración.
Cada uno de sus planes, cada arma que consideraba infalible, era desbaratada por esa chica. El gas MH5, su arma prohibida, había sido reducido a nada por esa criatura bulbosa. La humillación lo corroía por dentro. Apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
—¡No me importa qué mares cruces! ¡Te juro que te haré pedazos! —bramó, su voz cargada de una promesa de venganza brutal.
Lucy, de vuelta en su forma humana, se giró hacia Sanji y Gin con una mezcla de preocupación y determinación en el rostro.
—¿Estáis bien, chicos? —preguntó, su voz teñida de genuina inquietud, escudriñando sus expresiones.
Sanji, aún recuperándose del impacto, asintió con entusiasmo.
—¡Sí, gracias, estamos bien! ¡Nos has salvado de ese veneno! —exclamó, su tono rebosante de gratitud. Luego, miró a Gin, que parecía sumido en sus pensamientos.
—¿Gin, estás bien? —preguntó Sanji.
Gin, con la mirada fija en Lucy, asintió lentamente, visiblemente admirado.
—Sí... gracias. Pero, joder, esta chica es increíble —murmuró, impresionado por la abismal diferencia entre el poder de Lucy y el de Krieg. Por primera vez, dudaba de la invencibilidad de su almirante.
Sanji observaba con el corazón acelerado, los ojos encendidos por la emoción.
—Tienes razón... —susurró, sin apartar la mirada de Lucy—. Es increíble...
Pero Don Krieg no conocía el significado de la rendición.
—¡Maldita mocosa! ¡Una y otra vez arruinas mis planes! ¡No lo permitiré más! —rugió, con la voz rasgada por la ira.
Un chasquido metálico surgió de uno de sus escudos. De él emergió una ametralladora camuflada que comenzó a escupir una lluvia de dagas venenosas, cada una afilada hasta el extremo, capaces de perforar madera y carne por igual. Las cuchillas volaban por el aire, veloces y mortales, directas hacia Lucy.
Lucy no se inmutó.
Su figura destelló con luz pura. En un parpadeo, su forma humana dio paso a Riolu, ágil, pequeño, feroz. Su pelaje azul y negro brillaba bajo el sol como acero templado, y sus ojos resplandecían con una determinación inquebrantable.
—¡Riolu! —gritó, al tiempo que concentraba su energía.
De su garganta brotó un chirrido agudo, brutal. La onda sónica atravesó el aire como un látigo invisible, haciendo vibrar el entorno. Las ventanas del barco más cercano estallaron en una lluvia de cristales, y las dagas, alcanzadas por la frecuencia del ataque, explotaron antes de tocarla, reducidas a fragmentos brillantes que se desintegraron en el aire.
Un campo de energía vibrante distorsionaba el ambiente, protegiendo a Riolu como una muralla invisible.
Sanji y Gin miraban asombrados cómo los restos de las armas envenenadas caían al mar, inútiles.
—¡Increíble...! —murmuró Sanji, y su admiración por Lucy creció como un incendio.
Sin perder tiempo, Riolu se lanzó hacia su enemigo como una centella.
—¡Ataque Rápido! —su cuerpo fue un borrón de luz, apenas visible, pero Krieg estaba preparado.
De su cuerpo saco una capa revestida de púas afiladas como cuchillas, pensada para repeler cualquier ataque frontal.
—¡Eso es trampa! —gruñó Sanji, apretando los dientes.
Pero Lucy no se detuvo.
Con un giro elegante, canalizó toda su energía en el puño y, con un rugido salvaje, liberó su siguiente ataque:
—¡Onda Vacío! —
Una ráfaga de fuerza pura impactó contra la capa de Krieg. El sonido del choque fue como un trueno: las púas se doblaron con un chirrido, el metal cediendo ante la presión. La energía reverberó por todo el cuerpo del almirante, obligando a su propia arma a volverse contra él.
Krieg gruñó, retrocediendo tambaleante.
—¡ ha hecho volar al jefe! ¡Ha golpeado al capitán Don Krieg! —gritó un pirata, incrédulo.
—¡Destruyó la capa de pinchos! ¡Ese poder... es de otro mundo! —exclamó uno de los cocineros del Baratie.
—Jamás había visto a Don Krieg en el suelo... —susurró otro, paralizado por el asombro.
Riolu se plantó frente a él, con los puños en alto y los ojos encendidos.
—No me vencerás con tus juguetes —dijo con firmeza—. Esta pelea termina ahora.
—Esa chica... está luchando por nosotros —dijo Sanji, conmovido.
Zeff, a su lado, lo observaba en silencio.
—A veces, en este mundo, te cruzas con locos como ella. No abandonan una pelea hasta lograr su objetivo... o morir en el intento.
—¿Morir? —preguntó Sanji, desconcertado.
—Exacto —respondió Zeff, serio—. Más vale tenerlos de aliados.
El grito de guerra
Krieg, jadeando, se incorporó con esfuerzo.
—¡Te odio! —espetó con rabia desbordante—. ¡Odio que desperdicies todo tu poder y no lo utilices para hacer el mal ! —¡Elige tú dónde sera tu tumba! .
Con un rugido, activó su escudo explosivo. Una detonación envolvió a Riolu en fuego y metralla. Su cuerpo fue arrojado por los aires como una muñeca rota.
—¡Lucy! —gritó Sanji, pero en el cielo... algo brilló.
Era lucy . Su cuerpo humeaba, pero sus ojos seguían encendidos. Había usado Aguante, resistiendo la explosión.
. Lucy, con los ojos encendidos de furia, se enfrentó al capitán Don Krieg.
—¡Alguien tan patético como tú nunca podrá vencerme! —gritó Lucy, su voz resonando con desprecio—. ¡Odio a la gente como tú, que tira a su tripulación como si fuera basura!
Don Krieg, con su arrogante armadura de oro macizo reluciendo bajo el sol, soltó una risa burlona.
Lucy, en su forma de Riolu, aún se mantenía en el aire tras el poderoso golpe de Krieg, que la había lanzado con violencia . Con una voltereta ágil, aterrizó con firmeza en la cubierta, sus pies tocando la madera. Sin perder un segundo, corrió directamente hacia su enemigo.
Krieg, confiado en su fuerza, lanzó un puñetazo con la intención de aplastarla. Pero Lucy, con una agilidad felina, esquivó el golpe en el último instante. Su cuerpo se movió como un relámpago, y con un grito que hizo vibrar el aire, desató su ataque.
—¡PALMEO! —rugió, canalizando toda su furia en un solo golpe.
El puño de Lucy impactó directamente en el pecho de Krieg. La armadura de oro, que parecía impenetrable, brilló por un instante… y luego se estalló. El metal se hizo añicos como si fuera vidrio, y fragmentos dorados salieron disparados en todas direcciones, destellando bajo la luz del sol.
El golpe no se detuvo en la armadura. La fuerza de Lucy atravesó el torso de Krieg, golpeándolo de lleno en el centro. .
El impacto fue tan fuerte que el cuerpo de Krieg se dobló hacia atrás antes de salir disparado con una fuerza brutal.
El capitán chocó contra un mástil con tal potencia que la madera crujió. Su cuerpo se deslizó hasta la cubierta, agrietándola bajo su peso. Por un instante, todo quedó en silencio. Ni un grito, ni un murmullo. Incluso la tripulación de Krieg, petrificada, observaba sin atreverse a moverse.
Don Krieg, el autoproclamado invencible, yacía en el suelo, derrotado. Su armadura, antes un símbolo de su arrogancia, estaba hecha trizas. Su cuerpo, inmóvil, mostraba las marcas de un hombre que había subestimado a su oponente.
Frente a los restos del combate, estaba Lucy. Su pecho subía y bajaba con respiraciones pesadas, pero su mirada era firme. Había canalizado toda su fuerza, toda su rabia, en ese último golpe, dejando a Krieg inconsciente y derrotado.
—¡Sí! ¡Bravo, el capitán Don Krieg ha sido derrotado! —celebraron los chefs, contentos de que la batalla hubiera terminado.
—No lo puedo creer... mi capitán fue derrotado... —murmuró Gin, sin poder asimilar lo que había pasado.
—¡Pues créetelo, chico! ¡Has visto cómo han derrotado a tu capitán igual que nosotros! ¡Esa chica es increíble! —dijo Carne, feliz.
—Esto es horrible... ¿qué hacemos nosotros ahora? —preguntó uno de los piratas, sin saber qué hacer.
—Nos marchamos —ordenó Gin, acercándose al cuerpo de Don Krieg y a los demás piratas—. Aceptemos la derrota con dignidad y comencemos de nuevo.
—¡Capitán! —dijeron todos los piratas al unísono.
—Gracias por todo, Sanji... y Lucy —dijo Gin con sincera gratitud en su voz.
—No volváis nunca más —dijo Sanji con firmeza.
—Adiós, Gin —se despidió Lucy.
—Patty, Carne, dadle el bote que usamos para ir a comprar —ordenó Sanji.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loco? —preguntó Patty, confundido.
—¿Por qué tenemos que darle el bote, después de todo lo que han hecho? —protestó Carne, furioso.
—¿Y cómo demonios iremos a comprar nosotros, idiota? —preguntó Patty, visiblemente molesto.
—Además, seguro que volverán otra vez por aquí —añadió Carne.
—¡Venga ya, hacedme caso y dadles el bote! —gritó Sanji, imponiéndose.
—¿Por qué tiene que gritarnos? —dijeron a la vez Patty y Carne mientras se dirigían a buscar el bote.
—Shishishi —rió Lucy por la escena.
—Bueno, nos vamos. Hasta vernos en la Grand Line —se despidió Gin desde el bote, ya listo junto a los demás piratas.
—¿Eh? —preguntó Lucy, algo confundida.
—Ya sé lo que quiero hacer, Lucy. Si nos volvemos a ver, será en la Grand Line. Haré que el capitán sea el próximo Rey de los Piratas. Y cuando eso pase... seremos enemigos otra vez —explicó Gin mientras se alejaban.
—De acuerdo, ya nos veremos. ¡Cuídate, Gin! —gritó Lucy, despidiéndose.
—Será mejor que te cuides, Gin... Hasta otra —dijo Sanji mientras observaba cómo el bote se alejaba.
- · "grrrruuuug" haaa que hambre que tengo- dijo lucy ya que el estomago de esta rugio- por cierto, ya que todo ha acabado, ¿ vendras con nosotros? Pregunto lucy intentando reclutar a sanji otra vez
- no, yo no quiero ser pirata, si tienes hambre espera a la hora de comer, ademas pienso quedarme hasta que el viejo me reconozca como un gran chef
–Vale, tú mismo –refunfuñó Lucy, mirando hacia otro lado.
- no puedo ir contigo porque me necesitan, pero algun dia quiero ir a la grand line algun dia - explico sanji
-shihsii pues ven con nosotros - dijo lucy emocionada
- ahora no es el momento de ir, eschucha , ¿tu sabes lo que es el allblue Lucy? - preguntó sanji emocionado
-¿ no? - respondio lucy confundida
- ¿no sabes lo que es?¿de verdad? Es un oceano increible "El All Blue es un mar legendario donde se encuentran todos los peces de los cuatro mares. ¡Es el paraíso de cualquier chef del mar, y mi sueño es encontrarlo!"- explico sanji riendo
- mira que cara hace - se rieo zeff que veia toda la escena
A comer chicos - grito patty llamando la atencion de todos
- porfin, me muero de hambre - dijo lucy alegre por comer algo despues de una batalla
Sanji y Lucy entraron al comedor del Baratie. Las risas y el bullicio llenaban la sala. Todos los chefs estaban sentados comiendo alrededor de largas mesas.
—Ñam, ñam... amm... —masticaban sin preocupación, disfrutando la comida del mediodía.
Sanji frunció el ceño, mirando alrededor.
—¿Y nosotros dónde comemos? —preguntó, confundido al ver que no quedaban asientos libres.
—Vaya... —exclamó Lucy, con la barriga rugiéndole. Observaba a los cocineros con ojos hambrientos.
Uno de los chefs se giró hacia ellos, con una sonrisa burlona.
—No hay más sillas. Si queréis comer, sentaos en el suelo.
Con resignación, Sanji y Lucy se sentaron en un rincón. Empezaron a comer, aunque Sanji se notaba incómodo. No estaba acostumbrado a ese trato. Aún así, no dijo nada… hasta que escuchó un comentario que lo hizo alzar la mirada, con furia contenida.
—Esta sopa es una basura —comentó un cocinero, dejando el plato a un lado.
—Sí, ¿qué clase de sabor es este? No sabe a nada —añadió otro.
Sanji se levantó de golpe, con los ojos encendidos.
—¿Cómo te atreves a decir que mi comida es basura?
Zeff, que hasta ese momento había comido en silencio, se limpió la boca con la manga. Luego dejó caer su plato al suelo con desdén.
—Silencio, Sanji. Aquí no se desperdicia comida, aunque sepa a rayos. Somos cocineros de barco. Tu sopa es asquerosa y no sabe a nada y tu habilidad no es nada comparada a la mia.
El golpe fue directo al corazón. Sanji apretó los dientes, tragándose las lágrimas mientras salía del comedor hecho una furia. Lucy lo siguió con la mirada, sin entender.
—Pero… si estaba deliciosa —murmuró.
Zeff suspiró.
—Lo sé. Pero hicimos esto para que se fuera contigo.
Lucy frunció el ceño.
—Sanji se enfadó porque insultamos su comida, claro —dijo uno.
—Yo pasé miedo, nunca lo había visto tan furioso —añadió otro.
Zeff miró por la ventana, serio.
—Lo hicimos por su bien. Si no lo provocábamos, nunca se iría. Aquí tiene un techo, sí, pero su sueño no está en estas cocinas.
Lo que no sabían era que Sanji estaba escuchando todo desde afuera. Al comprender la verdad, las lágrimas comenzaron a correr por su rostro.
—Idiotas… —susurró, apretando los puños.
Zeff, de pronto, se giró hacia Lucy.
—Llévatelo. Es tuyo ahora.
Lucy negó con la cabeza.
—No puedo. No hasta que él me lo pida. Solo vendrá si es su decisión.
Zeff se quedó en silencio un momento… y luego sonrió, entendiendo.
En ese instante, un grito rompió la calma.
—¡AAAAH!
Un cuerpo voló por los aires y cayó con fuerza sobre la cubierta del Baratie… ¡encima de Sanji!
—¡¿Estás bien, Sanji?! —gritó uno de los cocineros, corriendo hacia él.
Cuando se acercaron, vieron con asombro que quien había caído no era un hombre común… sino alguien con aspecto de pez.
—¡¿Es un hombre-pez?! —susurraron varios.
Sanji se levantó, adolorido. Lucy se acercó, y al mirar al recién llegado, gritó:
—¡¿Yosaku?!
—¡Lucy! —exclamó él, aliviado—. Menos mal que estás aquí. ¡Nami se dirige a un lugar muy peligroso! Necesitamos tu ayuda.
Lucy asintió, con determinación.
—Entonces vamos.
—¡Esperad! —dijo Sanji de repente. Todos se giraron hacia él.
—Lucy… tú y yo tenemos sueños imposibles. El mío es encontrar el All Blue. Y… quiero ir contigo. Quiero hacerlo realidad.
Lucy lo miró fijamente… y luego sonrió.
—¿Estás diciendo que... te unes a nosotros?
—Sí. Me uniré a tu tripulación… futura reina de los piratas —dijo Sanji con una sonrisa torcida—. Seré el cocinero de tu barco. ¿Estás de acuerdo?
Lucy rió de alegría.
—¡Por fin tengo cocinero! ¡Claro que sí!
Yosaku también celebró.
—¡Por fin! ¡Un cocinero a bordo!
Sanji fue a despedirse del Baratie. Se acercó a los cocineros, y con una leve reverencia, dijo:
—Gracias por todo. Zeff… Patty… Carne… todos. Les debo más de lo que puedo decir.
—¡La próxima vez finge mejor, Patty! —añadió con una sonrisa.
—¡¿Lo sabías?! —exclamó Patty, sorprendido.
—Por supuesto. Pero igual se los agradezco.
Zeff cruzó los brazos.
—Odio a los mocosos. No te echaré de menos.
—Tampoco te extrañaré, viejo —respondió Sanji, aunque con una sonrisa nostálgica.
Yosaku admiró la pequeña barca que usarían para partir.
—¿Es nuestra?
—Es mía —dijo Sanji, orgulloso.
En la cocina, todos ayudaban a llenar provisiones.
—¡Más carne! —gritó Lucy.
Zeff entró en la cocina y se acercó a Lucy. Le entregó un cuaderno.
—Tu bitácora.
—No la quiero —dijo ella.
Zeff rió.
—Ya imaginaba que dirías eso.
Ambos se rieron juntos.
Sanji, mientras tanto, recorría el Baratie por última vez con la mirada, memorizando cada rincón. Cuando se dirigía a la barca, Patty y Carne intentaron detenerlo… pero Sanji los dejó inconscientes de una patada.
—Nunca lo alcanzarán —dijo un cocinero, resignado.
—¿Nos vamos? —preguntó Sanji, mirando a Lucy.
—¿Estás decidido? —preguntó ella.
—Más que nunca.
De pronto, Zeff gritó desde el Baratie:
—¡Sanji!
Sanji se giró. Zeff lo miraba con los ojos húmedos.
—Cuídate, maldito mocoso.
Sanji cayó de rodillas. Lágrimas rodaban sin freno por su rostro.
—¡Gracias! ¡Por todo! ¡Gracias, Zeff!
Todos los cocineros comenzaron a llorar con él.
—¡Basta ya! —gritó Zeff—. ¡Un hombre no debe llorar!
—¡Es hora de zarpar! —gritó Lucy.
Sanji, entre sollozos, se despidió por última vez:
—¡Volveré algún día! ¡Lo juro!
Y así, el joven cocinero zarpó hacia su destino… hacia el All Blue… y hacia la mayor aventura de su vida.
"¡Espero que disfrutéis de este capítulo! Dar vida a una Luffy femenina ha sido un reto apasionante, sobre todo al escribir sus interacciones con Usopp y Sanji, que toman un giro único por su dinámica. En el mundo salvaje de One Piece, donde los piratas valoran la fuerza, una mujer capitana como Luffy debe enfrentar actitudes machistas de rivales y extraños, lo que añade un desafío extra para mantener su espíritu indomable y su sueño de convertirse en la Reina de los Piratas.también me gustaria saber en los comentarios si de momento os va gustando la historia”
Chapter Text
En el pequeño barco que surcaba las olas rumbo a su próximo destino, la atmósfera estaba cargada de energía gracias a Lucy, quien no podía contener su entusiasmo. Sus ojos brillaban mientras corría de un lado a otro, asomándose por la borda, trepando al mástil y gritando preguntas al viento.
Lucy: (dando saltos) "¡Oye, Sanji! ¿Dónde está el Grand Line? ¿Ya estamos cerca? ¡Dime, dime! ¡Esto es tan emocionante! ¿Crees que habrá piratas súper fuertes? ¡Aaaah, no puedo quedarme quieta de lo emocionante que es todo!"
Sanji, apoyado contra la barandilla con un cigarrillo en la boca, la observaba con una mezcla de diversión y exasperación. Su ceja se arqueaba mientras la seguía con la mirada, intentando mantener la calma ante el torbellino que era Lucy.
Sanji: (suspirando, con una sonrisa torcida) "Oi, Lucy-chan, ¿puedes calmarte un segundo? Estás haciendo que el barco se tambalee más que una tormenta. El Grand Line no va a aparecer más rápido porque des vueltas como una peonza."
Lucy se detuvo de repente en medio de sus frenéticas carreras por el barco, con el rostro iluminado por una sonrisa radiante. Se giró hacia Sanji, que seguía apoyado en la barandilla, observándola con su característica mezcla de exasperación y encanto.
"¡Ay, perdona, Sanji! ¡Es que estoy tan emocionada! ¡Tenerte a ti como cocinero ya es increíble, y cuando recojamos a Nami, comenzaremos la gran aventura hacia el Grand Line!" gritó lucy emocionada y levantando los brazos al cielo como si ya estuviera celebrando la victoria
Sanji dio una larga calada a su cigarrillo, exhalando el humo con esa pose cool que siempre intentaba mantener, aunque una sonrisa traviesa se le escapó. Sus ojos destellaban con diversión al ver el entusiasmo desbordante de Lucy, pero su mente estaba en otra parte, perdida en la imagen de Nami sonrojándose.
—A la Nami, solamente de recordarla me siento feliz, qué guapa que es esta chica —murmuró para sí mismo, con un suspiro soñador—. Hostias, espero verla pronto.
Mientras tanto, Lucy corrió hacia la proa del barco y se sentó con agilidad, dejando que el viento jugara con su pelo. Con una mezcla de impaciencia y emoción, miró a Yosaku, que estaba cerca, y le soltó: —¡Oye, Yosaku! ¿Ya debemos estar a punto de llegar donde está Nami, verdad?
Yosaku, que desde que volvió con Lucy estaba temblando y muy nervioso, no podía creer lo tranquila que parecía ella. Se enfadó y los señaló, exclamando:
—¡A vosotros dos! ¿Qué os pasa? ¡Sois unos inconscientes! No tenéis ni idea de lo que nos espera si vamos a ese lugar. ¡Nos meteremos en la boca del lobo de Arlong! ¡Heeeee!
Recuerdo que Nami clavó sus ojos en la fotografía de Arlong con una expresión muy seria. Estoy seguro de que lo que quiere hacer es capturarlo y entregarlo para obtener la recompensa de 20 millones de berries. Y mientras nosotros todavía estamos aquí, ¡ella ya se ha metido dentro de Arlong Park!
Lucy ya estaba tan aburrida de escuchar que no paraba de bostezar. Con total despreocupación, le preguntó a Sanji:
—Sanji, ¿ vamos a comer?
Sanji la miró un instante antes de responder:
—Claro que sí.
Yosaku se quedó helado por un segundo, con los ojos bien abiertos y la mandíbula desencajada. Luego, estalló con una mezcla de desesperación y frustración tan intensa que parecía a punto de llorar.
"¡No me jodáis, ¿de verdad no sabéis quién es el temido pirata Arlong?! ¡Chicos, no puede ser!", soltó Yosaku, estupefacto.
Sanji y Lucy lo observaron, sus rostros reflejando una confusión absoluta. Las palabras de Yosaku eran un completo enigma para ellos.
—No, no sabemos quién es ese pirata Arlong —contestó Sanji.
—Ni idea —añadió Lucy, encogiéndose de hombros
La paciencia de Yosaku se agotó. Ver la incomprensión de esos dos lo estaba cabreando demasiado, incapaz de hacerles ver la seriedad del asunto. Sin decir más, alzó su silbato y lo hizo sonar con fuerza: ¡FIIIIIIIIUUUUUUU!
"¡Escuchadme bien, todos! Parece que voy a tener que explicaros esto desde cero, porque de verdad no estáis entendiendo la gravedad de la situación. Arlong es un tritón que tiene por costumbre entrar en la Grand Line y saquearlo todo", detalló Yosaku, que no paraba de moverse inquieto buscando la manera de hacer comprender la amenaza al grupo.
Sanji, observando a Yosaku moverse sin parar, preguntó: "¿Un tritón?"
Lucy lo miró con los ojos bien abiertos, una mezcla de incredulidad y asombro en su rostro.
"¿Es hombre y es pez?", preguntó, con la voz teñida de perplejidad. "Todavía no he visto a nadie así."
—Ahora que lo pienso, dicen que existe una sirena preciosa en la Isla Gyojin, en la Grand Line —explicó Sanji, con una expresión de absoluto ensueño en el rostro, como si ya la estuviera imaginando.
Mientras Sanji se explicaba, Lucy, ajena a su entusiasmo, sacó un cuaderno que encontró por el barco y comenzó a garabatear. Al terminar, le enseñó el dibujo al grupo.
—¿Son así estos tritones? —preguntó con inocencia.
—¡Jajajajajajajaja! ¡Qué bueno! —exclamó Sanji entre risas, sujetándose el estómago mientras veía el dibujo de Lucy.
El boceto era una mezcla tan extraña como divertida de pez y persona, completamente alejada de lo que él tenía en mente. Sin embargo, a pesar de la risa, una sonrisa genuina se dibujó en su rostro. La pura inocencia con la que Lucy había hecho la pregunta y la desenfrenada imaginación que se reflejaba en cada trazo le resultaron increíblemente tiernas y adorables.
—¿A vosotros os cuesta concentraros, o qué? ¡Oídme bien! Será mejor que os explique todo desde el principio, porque esto es serio. A ver, ¿sabéis por qué la Grand Line recibe el nombre del "Cementerio de los Piratas"? Es porque en ese lugar reinan tres grandes poderes, compañeros. Y uno de ellos está formado por siete guerreros, conocidos como los Guerreros del Mar —explicó Yosaku, temblando visiblemente mientras hablaba, su voz apenas un susurro de miedo a pesar de su intento por sonar autoritario.
Por un fugaz instante, Lucy dejó de lado su cuaderno y sus garabatos. Sus ojos se fijaron en Yosaku, y una chispa de curiosidad, o quizás de genuina sorpresa, cruzó por su rostro.
—¿Los siete Guerreros del Mar? —preguntó, con un tono que denotaba que el nombre, al menos, había captado su atención
Yosaku, sentado y con los hombros caídos y miró al suelo . La pregunta, aunque simple, pareció reavivar un poco su desesperación.
"Para decirlo de alguna manera... son piratas autorizados por el Gobierno", explicó Yosaku con un suspiro, con los hombros aún caídos.
Sanji lo miró con absoluta incredulidad. Su boca se abrió ligeramente y sus cejas se alzaron, como si Yosaku acabara de soltar la mayor sandez que había escuchado en su vida..
—¿Pero qué coño quieres decir? ¿Cómo demonios va a un gobierno a autorizar a los piratas? ¡Estás pirado tú! —espetó, con la voz cargada de indignación.
-—Los siete Guerreros del Mar están autorizados porque le pagan al Gobierno un porcentaje de lo que roban a otros piratas. Claro que... los demás piratas los ven como unos traidores y perros falderos de la autoridad. Pero he de admitir que son muy fuertes. Mihawk 'Ojos de Halcón' es uno de ellos, por ejemplo —explicó Yosaku, con una seriedad que no le cabía en el cuerpo, haciendo su mejor esfuerzo para transmitir la gravedad de la situación al grupo.
Los ojos de Lucy se iluminaron. De repente, la idea de esos "piratas autorizados" no solo tenía sentido, sino que la entusiasmaba. Sin poder contener la emoción, empezó a chocar los talones de sus zapatos, uno contra otro, una y otra vez, como si estuviera a punto de echar a correr.
—¡Lo entiendooooo! —gritó, con una sonrisa radiante—. ¿Y dices que hay siete como ellos? ¡Qué guay es todo esto de los Guerreros del Mar
—También está Jinbe, uno de esos siete guerreros. Él es el jefe de un grupo de piratas tritones, y adivina qué, ¡entre ellos está Arlong, a quien Nami ha ido a buscar! —continuó explicando Yosaku, la preocupación volviendo a su voz mientras el nombre de Arlong resonaba.
Lucy, ajena a la tensión creciente, volvió a tomar el cuaderno y, con el mismo entusiasmo, se puso a dibujar de nuevo. Tras unos instantes, lo levantó para enseñarlo al grupo.
—¿Es así? —preguntó, con la misma inocencia que antes.
Sanji la miró con absoluta incredulidad. Parecía que Lucy, a pesar de su empeño, no sabía dibujar en lo más mínimo.
—¡Pero si lo has dibujado igual, solo que mirando de otro lado! —exclamó Sanji, con la exasperación asomando en su voz.
—Desde que Arlong vino al East Blue —empezó Yosaku, con la voz temblorosa y cargada de pavor—, ya ha conquistado más de veinte pueblos y ciudades, y ahora él los controla. Sus poderes son muy superiores a los del Almirante Don Krieg. ¡Es un pirata realmente temido!
—¿Cómo es que Nami ha ido tras él toda sola? —exigió Sanji, con la voz cargada de preocupación y un toque de incredulidad.
—Ya lo he dicho antes, Sanji. Ella va por la recompensa que ofrecen por él —explicó Yosaku con un suspiro, como si le doliera repetir lo obvio.
—¡Heyy! ¿Y no podría ser que Nami fuese una sirena? ¡Es tan guapaaa que no me extrañaría que lo fuera! —Sanji se emocionó de solo pensarlo, suspirando a la vez, con una mirada soñadora.
Lucy, que no se daba por vencida, volvió a coger el cuaderno y empezó a dibujar de nuevo. Tras unos segundos, lo volvió a enseñar al grupo.
—¿Así es? —preguntó.
—¡Pero qué dices! —exclamó Sanji, al ver que Lucy no se rendía en su intento de dibujar un tritón, aunque el resultado seguía siendo igual de peculiar.
—¡Pero, ¿habéis entendido todo lo que os he dicho?! —gruñó Yosaku, furioso, su rostro crispado de exasperación.
Lucy lo miró con total despreocupación, como si no entendiera el porqué de tanto alboroto.
—Sí, que ese pirata es un tritón muy fuerte y ya está, ¿no? —dijo, encogiéndose de hombros.
—¡Nooooo! ¡Pero es que nooo! —exclamó Yosaku, con la cara contorsionada por la preocupación, como si la respuesta de Lucy fuera la peor de las noticias—. Parece que no sabéis lo que es un tritón.
—No, pero eso ya lo veremos cuando lleguemos, ¿no? Tú tranquilo, chico, ¿oí? —respondió Lucy, intentando calmar la situación con su despreocupación habitual, como si todo se fuera a arreglar solo.
—Voy a hacer algo de comer —dijo Sanji, quien se levantó al instante y se dirigió a la cocina.
—¡Sí, eso, muy bien! —exclamó Lucy, emocionada al escuchar la palabra "comida", sus ojos brillando.
—¿Qué? ¿Comer? —preguntó Yosaku, aún confundido por la situación y la repentina despreocupación de sus compañeros.
—¿Qué queréis de comer, amigos? —preguntó Sanji, alegre, listo para encender los fogones.
—¡A mí carne de ternera, Sanjiiii! —chilló Lucy, poniéndose de pie de un salto al oír la palabra mágica.
—¡Y a mí col de Bruselas! —gritó Yosaku, que parecía haberse animado al instante con la promesa de una buena comida, dejando de lado sus preocupaciones por un momento
—¡Muy bien, la comida enseguida estará! —dijo Sanji, cogiendo las sartenes con destreza y empezando a preparar la comida con rapidez.
—¡Aaaah, no hay nada mejor que tener un buen cocinero a bordo, ¿oí, Yosaku?! —preguntó Lucy, vibrando de emoción al ver que por fin tenían un cocinero propio.
—¡Y tanto que sí! —respondió Yosaku, también con una sonrisa, observando a Sanji con gratitud mientras cocinaba.
Mientras tanto, Nami seguía navegando en solitario, con la proa de su barco apuntando firmemente hacia un único destino.
"Ya estoy aquí, he vuelto a la tierra donde nací", pensó Nami, su mirada fija en el horizonte, donde vislumbraba el lugar que la vio nacer.
En un rincón apartado de la isla, Arlong estaba reunido. Frente a él, un corrupto marine contaba billetes con una sonrisa codiciosa. Arlong le tendió una bolsa más grande, llena de dinero.
—Aquí tienes tu parte —dijo el tritón con su voz rasposa, mientras el marine la tomaba sin rechistar. Era el precio para que los crímenes de Arlong pasaran desapercibidos ante la Marina.
Después de un rato de discutir sobre futuros "negocios" y territorios, el marine se levantó, sucia la sonrisa en su rostro. Un tritón fornido, llamado Octo, lo esperaba con un pequeño bote para llevarlo de vuelta.
Mientras Octo remaba, el marine no pudo evitar pensar con asco: "Estos tritones dan un asco tremendo, pero pagan jodidamente bien
Nami se acercaba lentamente a la guarida de Arlong. Justo cuando iba a entrar, un niño apareció de la nada detrás de ella.
—¡Hey, chica, apártate del medio! He venido a matar a Arlong —dijo el crío, no más de ocho años, empuñando una pequeña arma con decisión.
Nami lo miró con cara de pocos amigos.
—He venido a vengar a mi padre, porque él lo mató. ¡Apártate o te mataré a ti también! —explicó el niño, con una furia desproporcionada para su tamaño.
Sin pensarlo dos veces, Nami sacó su bastón de tres secciones de su sujetador y golpeó al niño con él.
—¡Aaaaaa! —gritó el niño por el impacto.
—Escucha, Arlong no puede perder el tiempo con un enano como tú. Ahora que lo sabes, corre y vete para casa. Ten, y con esto podrás salvar tu vida durante algún tiempo —dijo Nami, entregándole un fajo de billetes. Acto seguido, la navegante se dirigió a la entrada de la guarida de Arlong, dejando al niño a su suerte.
Nami entró en la guarida de Arlong como si nada, con una confianza innata en cada paso.
—¡Hey, Nami, has vuelto! ¡Qué viaje tan largo! ¿Cómo te ha ido esta vez? —preguntó Arlong, con una sonrisa complacida al verla.
—Bastante bien, he conseguido una fortuna. Me he encontrado a unos idiotas muy fáciles de engañar, esto lo demuestra —explicó Nami, mostrando la abultada bolsa de dinero que llevaba consigo.
—"¡Shahahaha!" "¡Shehehehe!" —rio Arlong, con su particular carcajada, mientras señalaba a Nami—. Sí, tú sabes mucho de engañar a la gente, ¿eh?
—Eso ya lo sé —dijo Nami sonriendo, su expresión de seguridad inquebrantable.
—¡Hey, chicoss, la Nami ha vuelto! ¡Preparad un buen banquete, ¿entendéis?! —celebró Arlong, su voz resonando por toda la guarida y llamando la atención de todos.
Al instante, todos los piratas de Arlong vitorearon y celebraron ruidosamente el regreso de Nami.
En el barco de Zoro, Usopp y Johnny
El pequeño barco de Zoro, Usopp y Johnny se acercaba a su destino. Zoro permanecía inusualmente tranquilo para el lugar al que se dirigían, una calma que contrastaba fuertemente con Usopp y Johnny, quienes temblaban de miedo, claramente aterrados y deseando escapar de allí lo antes posible.
—¡Ahhh, ya hemos llegado! Ya estamos en Arlong Park —gruñó Johnny, asustado y agachado en el bote.
Zoro miró el lugar con seriedad.
—Fin del trayecto. Ya estamos ante la guarida del tritón Arlong —Usopp tragó saliva, audiblemente. —¿Estás seguro de que Nami ha venido aquí?
—No estoy seguro, pero enseguida lo descubriremos. Solo tenemos que mirar dónde está el Going Merry anclado en algún lugar de la isla y lo sabremos —explicó Johnny.
—Sí, buena idea —Usopp asintió, comprendiendo el plan.
—Clank. Estoy a punto —dijo Zoro, levantándose y preparándose para luchar mientras golpeaba el suelo con la culata de su espada.
—¡Ahahah! ¿Pero dónde coño vas tú? ¿Tan deprisa? —preguntó Johnny, temblando de miedo y moviendo los brazos arriba y abajo en señal de pánico.
—¡A no, quieto, idiota! ¡Que todavía no sabemos nada de la situación! —gritó nervioso Usopp, su voz temblaba visiblemente, dejando claro que no quería enfrentarse a un tritón tan temible.
—¡Tú no sabes cómo es este tritón! —gruñó Johnny, intentando desesperadamente que Zoro no se lanzara de cabeza a un enfrentamiento directo con los tritones.
—¡Primero hemos de pensar en una estrategia! —gritó Usopp, visiblemente nervioso, dejando claro que no quería luchar.
—Yo no soy hombre de estrategias. Lucy nos dijo que viniéramos a buscar a Nami y es lo que pienso hacer. ¡Me da igual con quién me tenga que enfrentar, ¿entendéis?! —exclamó Zoro, preparándose con determinación para la lucha.
Johnny y Usopp se miraron y asintieron a la vez, comprendiendo lo que debían hacer.
—Venga, vamos hacia la isla —dijo Zoro, dando un paso adelante.
De repente, Zoro fue dejado inconsciente por Usopp y Johnny, quienes lo golpearon con un pequeño martillo en la cabeza.
Usopp, después de un rato de haber dejado inconsciente a Zoro, estaba ahora pegado a los prismáticos, escudriñando el horizonte.
—¡Sí, está allí! ¡Nuestro barco, el Going Merry, está allí! —señaló Usopp, emocionado por haber encontrado su embarcación.
—Sí, nosotros teníamos razón, Nami está en la isla buscando a Arlong —explicó Johnny, mientras consultaba un mapa.
Zoro, para su desgracia, estaba ya muy cabreado. Usopp y Johnny lo habían atado firmemente, y estaba decidido a que esos dos lo pagarían muy caro.
—¡Hey, vosotros dos! ¿Pero qué os habéis creído? ¡Desatadme enseguida! —ordenó Zoro, con la voz cargada de ira.
—Mira, esto es al este de Arlong Park, aquí está el pueblo de Cocoyasi. Es un poco extraño que haya dejado el barco en un pueblo tan pequeño —explicó Johnny, confundido mientras seguía mirando el mapa.
—¡Hey, os he dicho que me desatéis! —gruñó Zoro, furioso. En cuanto se librara de esas cuerdas, les daría una paliza a esos dos.
—Escucha, Zoro, aún estás muy herido. Piensa que has estado a punto de morir —comentó Usopp, tocándole la herida para enfatizar su punto.
—¡Nññahah! —gruñó Zoro, al sentir el toque de Usopp en su herida. "El muy cabrón, cuando lo coja", pensó para sí mismo.
—No tienes que esforzarte. Así que venga, tranquilízate y estate quieto —le dijo Usopp a Zoro.
"Cuando te atrape, te cortaré a trozos pequeños", pensó Zoro, con una sed de destrucción que apenas podía contener.
—¡Venga, no sufras que haré volver a Nami para ti, uaaajajaja! —rio Usopp, con una cara de mentiroso que apenas podía disimular.
—Te veo más animado porque la chica no está en Arlong Park —dijo Johnny, mientras una gota de sudor le caía por la sien, exasperado por las tonterías de Usopp.
—¡Todo a estribor! Pondremos el bote al lado del Going Merry —exclamó Usopp, mientras el barco seguía su curso, esquivando rocas hasta llegar a su destino.
—De acuerdo —aceptó Johnny, que dirigía la embarcación.
—Y ahora, como tengo que poner un pie en una isla desconocida, ¡parece que le pondré nombre a mi propia gesta! ¡Será la Gran Aventura a la Grand Line del Gran Usopp! —declaró Usopp con grandilocuencia.
Mientras el bote de Johnny se acercaba al muelle, Usopp se fijó en el puerto. Vio a tres tritones, y al instante, se puso a temblar de miedo y se agachó donde estaba Zoro atado.
—¿Qué? ¿Te has hecho daño? —preguntó preocupado Johnny al ver la cara tan blanca de Usopp.
Este, con un dedo tembloroso, le indicó el lugar donde estaban los tritones. La cara de Johnny también se puso blanca de golpe.
—¡Son tritones! —dijeron a la vez, asustados y sin poder moverse.
El barco seguía su avance inexorable.
—¡Adelante a tope! —susurró Usopp con voz apenas audible, para que los tritones no los escucharan. Johnny asintió, completamente de acuerdo.
"¿Por qué demonios pasáis de largo?" preguntó Zoro muy cabreado.
"Shhh, shhh," dijeron Usopp y Johnny para que se callara Zoro.
"¿Es que no lo has visto? Había tritones aquí mismo, eran hombres de Arlong. ¡Qué miedo, es normal tener miedo!" dijo Usopp, poniéndose histérico.
"No te pongas histérico," dijo Zoro, cabreado con los idiotas, y le dio con los pies en la cara a Usopp.
"Eso demuestra que toda la zona está controlada por Arlong, seguro. ¿Y ahora qué haremos?" preguntó Johnny, ideando un plan para salir de esta.
"Mmm, muy bien, no hemos podido recuperar a Nami," dijo Usopp, aceptándolo.
"¿Queréis desatarme de una vez, imbéciles?" gritó Zoro, que a cada rato pasaba sin que lo desataran. No sabían lo que les esperaría a Usopp y a Johnny.
En el lugar donde estaban los tres tritones se fijaron en el barco que pasó de largo y fueron a investigar. Usopp y Johnny, viendo que los tritones se acercaban, saltaron al mar dejando solo en el barco atado a Zoro y se alejaron del barco nadando. Los tritones subieron al barco y solamente encontraron a Zoro atado. Los tritones pensaron que la tripulación de Zoro lo había abandonado.
"Este me la pagaréis, Usopp y Johnny, cuando os coja..." pensó Zoro, muy cabreadísimo con ese par de idiotas.
Los tritones llevaron a Zoro donde estaba su jefe. Usopp y Johnny se despiden de Zoro y van directos para la playa. Nadaron hacia la playa y fueron hasta el pueblo.
"Si no me equivoco, debemos estar en un pueblo que se llama Gosa. ¡haaaa!" gritaron Usopp y Johnny al ver la destrucción del pueblo.
Los dos miraron el pueblo destruido y se preguntaron qué diablos había pasado. Johnny salió corriendo del lugar al ver un tritón acercarse, sin avisar a Usopp, que se quedó solo.
"¿Qué será esa cosa que hay en la carretera?" se preguntó Usopp, un poco confundido por la situación.
"Esto es obra de un monstruo llamado 'Mo'," respondió un tritón que apareció, pasando desapercibido por Usopp.
Usopp se giró para ver quién le había respondido y se quedó de piedra: era un tritón. Asustado, Usopp empezó a correr, perseguido por el tritón. Johnny, que se había escondido, se quedó más tranquilo al no ser atrapado y pensaba quedarse en el mismo lugar para esperar la llegada de los demás, viendo cómo Usopp huía.
Usopp huía del tritón, negándose a ser atrapado, cuando de repente fue golpeado por alguien desconocido. Se preguntó quién había sido y vio a un niño que quería matarlo, confundiéndolo con un tritón y buscando venganza.
Pero Usopp fue salvado por una chica de pelo rubio.
"No te tienes que acercar a los tritones, ¿que no te acuerdas que todo el pueblo de Gosa ha quedado así porque un solo hombre se atrevió a enfrentar a Arlong? No se les puede hacer nada, ¿entendido?" advirtió la niña al chico, y luego se fijó en Usopp y le dijo que no se parecía en nada a un tritón.
El tritón se acercó hacia ellos, y Usopp se puso delante de la chica y el niño.
"Yo, el Capitán Usopp, protegeré a esta gente," dijo Usopp, preparando su tirachinas para enfrentarse al tritón. Pero la chica le dio un golpe en la cabeza con un martillo, dejándolo inconsciente.
"Ya basta de atacar a los tritones y decir tonterías, ¿que no sabes que si atacas a uno vendrán a por ti?" explicó la chica, escondiendo a Usopp para protegerlo.
"¡Ahhhhhh!" gritó la chica para llamar la atención del tritón.
El tritón se acercó a la chica y le preguntó: "¿Qué te pasa?"
"He visto a un chico con una nariz larga," respondió la chica.
"¿Para dónde ha ido?" preguntó el tritón.
"Por ahí," indico la chica por donde h a ido el desconocido.
La chica desconocida llevó a Usopp a su casa, ayudada por el niño
Con zoro lucy y yosaku
Mientras tanto, en la cocina, Sanji estaba concentrado preparando la comida. Se movía con gracia entre los ingredientes, girando la sartén en el aire mientras una fragancia deliciosa comenzaba a llenar toda la casa.
—¡Ostias, qué bueno! —exclamó Lucy, con la baba cayéndole por la boca al ver a Sanji cocinando detrás del cristal de la puerta corrediza. Sus ojos brillaban como si estuviera viendo un espectáculo divino
"A ver, a ver," dijo Yosaku, apartando a Lucy para ver cómo cocinaba Sanji.
Cuando Sanji terminó de cocinar, puso los platos en la mesa y empezaron a comer.
"Ñam, ñam, ¡qué rico está todo!" exclamó Lucy al probar la comida de Sanji, y sus ojos brillaron de emoción.
"Oh, eres un maestro de la cocina, Sanji," murmuró Yosaku mientras comía alegremente.
"Oh, estoy tan contento de que a Lucy le guste mi cocina, que le preparo con tanto amor. Ojalá también la pruebe Nami," suspiró Sanji, bebiendo un buen vino.
"Sí que estaría bien que volviese Nami, ¿no?" preguntó Yosaku mientras comía.
"Es nuestra oficial en jefe, tenemos que ir todos juntos a la Grand Line," explicó Lucy, contenta mientras comía.
¡Hey, ese trozo de carne es mío!" protestó Lucy a Yosaku, que le había cogido un trozo de su carne.
"Pero, ¿puedes dejarme probar un poco?" exigió Yosaku, intentando que Lucy no le quitara el trozo de carne que tenía en la mano.
"¡No, ese trozo es mío!" replicó Lucy, muy cabreada por su trozo.
"Pues cógelo si puedes," dijo Yosaku, corriendo por el bote mientras Lucy lo seguía.
"¿Queréis parar de moveros, idiotas? Lucy, si quieres más, no te preocupes, que te haré más comida. Habéis estropeado un buen vino," dijo Sanji, cabreado.
En otro lado del pueblo...
Los tritones que capturaron a Zoro llegaron a su guarida y se lo presentaron a su jefe.
"Te lo diré de nuevo, dime qué cojones has venido a hacer en nuestra isla," preguntó Arlong a Zoro.
"Pero si ya lo he dicho un montón de veces, maldito pez. Estoy buscando a una chica," respondió Zoro, atado.
"Por esta vez te perdono, ¿eh? Pero no me vuelvas a decir 'maldito pez' o te mataré inmediatamente. Los tritones somos humanos más evolucionados, hemos adquirido la capacidad de respirar bajo el agua como lo hacen los peces. Somos superiores a vosotros porque tenemos las habilidades de los hombres y los peces, y nosotros somos mejores que vosotros, los humanos. ¡A ver si te entra en la cabeza que somos lo mejor de la creación! Aquellos que van en contra de nosotros, los aniquilaremos," espetó Arlong.
"Estoy harta de escucharte, Arlong," dijo Nami, que apareció en ese instante.
"No te lo tomes a mal, Nami, eres humana pero eres muy especial. Tú eres una cartógrafa muy buena y Arlong está muy orgulloso de ti, eres nuestra experta en dibujar mapas," explicó Arlong a Nami.
"Sí, tienes razón, suerte que tengo mi inteligencia, Capitán Arlong," dijo Nami.
"¡Hey, Nami! ¿Qué quiere decir que eres la cartógrafa de su tripulación?" preguntó Zoro, cabreado al enterarse de esa manera. "¿Cómo es que te trata como a una de los suyos? ¡Venga, contesta!"
"¿Es amigo tuyo el chico que hemos capturado?" preguntó Arlong.
"No me hagas reír, es una de mis víctimas. Lo engañé para robarle sus tesoros, mira que venir hasta aquí a seguirme, sin saber dónde se metía, ¡es más idiota de lo que pensaba!" se burló Nami, acercándose a Zoro.
"Así que eres una de los suyos, ¿eh, Nami?" susurró Zoro con cara de pocos amigos. "Tanto que decías que odiabas a los piratas..."
"¿Te sorprende? Contigo hice teatro, a ver si con eso lo entiendes," dijo Nami, enseñándole el tatuaje en su brazo que era el símbolo de Arlong
Mientras el grupo aún estaba comiendo…
Lucy alargó la mano para coger algo de un plato grande, pero Yosaku la detuvo con un gesto. Le señalaba que esa comida era suya, no de ella, pero Lucy no lo entendió o simplemente no le importó y se la comió de todos modos.
—¡Te estaba diciendo que eso era mío! —reclamó Yosaku, visiblemente enfadado.
—¿Y quién lo dice? —respondió Lucy con total indiferencia, encogiéndose de hombros.
—¡Shhh, silencio! —ordenó Sanji de repente, en tono serio.
Lucy y Yosaku se callaron al instante y lo miraron, confundidos. Sanji estaba mirando fijamente al mar, con el cigarrillo colgando de los labios.
—Hay algo que se acerca... y es grande —añadió con tono grave.
De repente, emergió del agua una criatura gigantesca con aspecto de vaca marina.
—¡Haaaaaa! ¡Un monstruo marítimoooo! —gritó Yosaku, aterrado al ver la enorme bestia.
—¡Es una vaca enorme! —exclamó Lucy, fascinada por el animal.
—Es una vaca... y las vacas no nadan —comentó Sanji, frunciendo el ceño mientras daba una calada, aún tratando de procesar lo que veía.
—¡¿Y qué demonios hace un monstruo así en el East Blueee?! —chilló Yosaku, retrocediendo por el miedo.
La criatura, con sus enormes ojos, comenzó a mirar fijamente hacia el barco.
—¿Se puede saber qué le pasa? ¿Y por qué no deja de mirarnos? —preguntó Lucy, frunciendo el ceño mientras observaba a la vaca marina.
Yosaku entrecerró los ojos, miró al monstruo y luego a la comida esparcida por la mesa… y entonces lo entendió.
—¡Nos quiere quitar la comida! —concluyó, señalando con el dedo mientras el sudor le caía por la frente.
"¡Que nooo!" negó furiosa Lucy, exasperada por el intento de robar su comida.
"¡Golpéalo rápido o destrozará el bote!" ordenó Yosaku, asustado.
"¿Qué?" gritó Lucy, quien fue envuelta en una luz rosa y se transformó en Mew. "¡Ahora verás! ¡No permitiré que nadie robe mi comida! ¡Placaje!" chilló, y en un parpadeo se lanzó como una flecha rosa brillante hacia la vaca marina.
El monstruo apenas tuvo tiempo de parpadear antes de recibir el impacto directo. El golpe fue tan potente que la criatura soltó un mugido estruendoso y cayó hacia atrás, salpicando una enorme ola que casi cubrió la cubierta del barco.
"¡No tienes permitido tocar mi comida, ¿entiendes?!" señaló Lucy, cabreada con el ladrón de comida.
"¡Muy bien, eres una chica genial!" celebró Yosaku el golpe de Lucy.
La vaca marina emergió otra vez, llorando y lista para atacar al grupo. Pero esta vez Sanji detuvo a Lucy para que no atacara a la vaca.
"¡Detente, Lucy! ¿Que no sabes que no se puede pegar a alguien que tenga el estómago vacío? Seguro que está herido o algo así, y por eso no puede alimentarse solo," explicó Sanji mientras cogía un plato de comida de la mesa y se lo entregaba al monstruo para que comiera.
"¡Vaya, qué amable es!" dijo Yosaku, alucinando con la actitud de Sanji.
"¡Venga, come todo lo que quieras!" animó Sanji a la bestia. El monstruo marino abrió la boca a por la comida, pero Sanji le dio un golpe de pie en la cabeza. "¡Toma esto!"
"¿Pero qué carajo haces? ¡Si no has dicho tú que comiera?" gritó Yosaku, confundido.
"¡Pero que no intentase comerme a mí también junto al plato!" explicó Sanji mientras fumaba.
"¡Grahaaaaa!" gruñó la bestia marina que se acercó a atacar al grupo.
"¡Ahora verás!" dijo Lucy, preparada para luchar otra vez.
"¡Espera, ya voy yo!" dijo Sanji, quien corrió hacia el poste, subió por él y después dio una voltereta que golpeó a la bestia en el cuello.
—¡Ohhoooo, qué guay!- Alucino, Lucy, con el golpe de Sanji que le dio a la vaca… ¡y volvió a la mesa como si nada para seguir comiendo! ——Venga, ya podemos volver a comer.
—Sí, ya hemos hecho ejercicio. —explicó Sanji tranquilamente mientras volvía a sentarse, limpiándose las manos con una servilleta como si nada hubiera pasado.
—¡Madre mía, qué par de locos son! Y Lucy, con esa carita linda… parecería que no ha roto ni un plato. —pensó Yosaku, alucinando con la escena, sin poder creerse lo que acababa de ver.
dónde Usopp.
Usopp se despertó con un fuerte dolor de cabeza, en un lugar completamente desconocido. Miró a su alrededor confundido.
—¿Dónde estoy...? —se preguntó en voz baja.
Una chica se acercó con una sonrisa tranquila.
—Estás en mi casa —dijo ella con calma.
Usopp la miró con desconfianza, intentando recordar algo. Entonces la reconoció.
—¡Tú! ¡Tú me golpeaste! ¡Y eso que iba a salvarles la vida!
La chica se cruzó de brazos, manteniendo la serenidad.
—Me llamo Nojiko. Me dedico a cultivar mandarinas... y no, lo tienes al revés. Yo te salvé a ti.
Usopp parpadeó confundido, sin saber si debía creerle o no.
Nojiko les advierte a Usopp y al niño que enfrentar a los tritones es un suicidio, ya que son demasiado peligrosos. El niño, impulsado por el dolor de vengar la muerte de su padre, menciona que una misteriosa mujer lo detuvo antes, pero está decidido a intentarlo de nuevo. Nojiko, con una mezcla de empatía y firmeza, le dice que, aunque lo intente, lo volverán a detener.
Nojiko le dice al niño que cuando acabe, se puede ir. El niño dice que no sabe qué hacer para calmar la ira. Nojiko le pregunta cómo está su madre, ya que debe estar preocupada, y le dice al niño que se vaya con ella y este se marcha.
¡Jajaja, eres buena persona aunque tengas tatuajes!" comentó Usopp.
"Tú hablas mucho, pero todavía no te has presentado," opinó Nojiko.
"Yo soy el Capitán Pirata Usopp y estoy buscando a una chica que se llama Nami," explicó Usopp.
"¿La Nami?" dijo Nojiko, sorprendida al escuchar el nombre.
"¿Que la conoces?" preguntó Usopp, también sorprendido de haberse topado con alguien que conocía a Nami. "¡¿Queeeee?! ¡¿Que Nami trabaja para Arlong?!" gritó Usopp, ya que Nojiko le explicó que Nami trabajaba para Arlong.
"Sí, todo el mundo lo sabe. ¿Te acuerdas lo que dijo el niño? ¿La chica que se parecía a una bruja? Era Nami," comentó Nojiko.
Nojiko le explicó a Usopp que Nami vivió en esa casa, ya que ellas dos eran hermanas. Usopp aún no podía creer las palabras que dijo Nojiko. Nojiko explicó que en realidad eran huérfanas, pero que las adoptó una mujer que ya no vivía. Usopp dijo que no lo entendía, ya que eso quería decir que Nami traicionó a su familia y a los habitantes del pueblo para unirse a Arlong. Usopp cayó entonces en la cuenta de que Nami los engañó a todos.
"¿Pero cómo es que ayudó a proteger a mi pueblo? Y en el barco, bien que reíamos todos juntos y se le notaba feliz," comentó Usopp, confundido.
"¿Eh? ¿Estaba contenta? ¿De verdad?" preguntó feliz Nojiko.
"Sí, hemos venido hacia aquí para que vuelva con nosotros," respondió Usopp, preocupado. "Y ahora que sé todo... ¡Ahhhhh! Ahora que lo pienso, a uno de los nuestros lo capturaron."
En la guarida de Arlong...
"Ahora debes entenderlo, ¿no? Desde el principio os utilicé porque me interesaba. Sois buenos luchadores, me habéis sido muy útiles y, sobre todo, ¡muy fáciles de engañar!" explicó Nami mientras sonreía.
"¡Jajajsheeeeaaaa, los engañaste tan fácil, ¿eh?! ¿Sabes qué, chico? Esta mujer es muy astuta, es una bruja de sangre fría capaz de olvidar las muertes de sus padres y todo por un puñado de dinero," explicó Arlong, orgulloso de Nami.
La cara de Nami en ese instante se puso de piedra y se mordía los labios furiosa.
"Bueno, ya te has dado cuenta del error de estar a su lado," comentó Arlong.
"Sí, lo veo, pero de todas maneras, yo nunca confié en ella, no me sorprendería que fuera una maniática asesina," dijo Zoro.
"Ahora que lo sabes, ¿por qué no te piras?" preguntó Nami furiosa.
"Jejeje," rió Zoro, que se lanzó al mar.
Todos los tritones no entendían por qué Zoro se había tirado al mar y estaban confundidos por la situación, ya que el hombre atado no podría nadar. Pero Nami se tiró al mar para rescatarlo y salió del agua con Zoro.
"¿Por qué lo has hecho?" preguntó Nami, irritada.
"¡Kof kof! ¿Se puede saber de qué vas? ¿Por qué haces tanta comedia?" tosió Zoro para expulsar el agua que había tragado. "Si eres tan débil que no puedes permitir que alguien se ahogue, ¿se puede saber a qué juegas, eh? ¡Pensaba que me ayudarías antes, un poco más y me ahogo!"
"¡Conmigo no se juega!" gritó furiosa Nami, golpeando a Zoro en la herida que aún se curaba y después lo agarró del cuello. "¡No te acerques más a mí o te mataré!"
"¡Jajaj, ya lo veremos!" susurró Zoro tranquilamente ante la situación en la que estaba.
"Estás todo embarrado," murmuró Nami, confundida.
"No tenía ropa para cambiarme, ¿qué querías que hiciera?" preguntó Zoro, burlándose de Nami.
"¡Ughh!" gruñó Zoro, ya que Nami le golpeó en el estómago, justo en la herida.
Mientras Nami se dirigía hacia Arlong...
"¿Qué quieres hacer con el chico?" preguntó Arlong.
"Lo encerraré en algún lado para después matarlo," respondió Nami como si no pasara nada.
"¡Señor Arlong!" gritó un tritón que llegó corriendo hacia su jefe.
"¿Qué demonios quieres tú ahora?" preguntó Arlong, molesto de que lo interrumpieran.
"Señor, perdone que le moleste, es que hay otro forastero con una nariz larga fuera. Pero resulta que lo he perdido de vista," explicó el tritón.
¡Mierda, todavía no han cogido a Usopp!" pensó Zoro, preocupado por el idiota de Usopp.
"Me parece que se ha escondido en el Pueblo de Coco," opinó el tritón que entró antes.
"¿El Pueblo de Coco? Qué oportuno, tengo un trabajo pendiente. Parece que iré yo mismo," dijo Arlong. Mientras la nami apretaba los puños de furia.
Pueblo de Coco
En el Pueblo de Coco, se vio a Arlong entrando, y la gente comenzó a entrar en pánico. Se preguntaban por qué había venido, ya que ya habían pagado el tributo. Un hombre mayor les dijo que era por su culpa y por las armas. Arlong se acercó al hombre y le preguntó si él tenía armas en casa, y este le respondió que sí, que eran para coleccionar, preguntando si eso era un problema para el tritón.
"Claro que es un problema, las armas solo crean problemas, violencia y desobediencia en nombre de la paz," explicó Arlong.
Usopp, junto a Nojiko, lo estaban viendo todo a escondidas. Usopp se vio sorprendido por Arlong, ya que era enorme y no parecía nada humano. Nojiko le explicó que era porque era un tritón.
Arlong le dijo al hombre que era el gobernante de 20 hombres y como administrador no permitiría ninguna rebelión en la isla, y que por eso destruyó Gosa como una advertencia a los demás y por no pagar.
"¡Hey, ¿Qué es un tributo?!" preguntó Usopp, un poco confundido y con miedo en el cuerpo.
"¿No sabes lo que es un tributo? Es un dinero que le tenemos que pagar puntualmente. Les pagamos cada mes al Capitán Arlong para comprar nuestra propia vida, tanto grandes como pequeños, y si una sola persona del pueblo no paga, los tritones destruyen el pueblo entero. Es lo que pasó en el pueblo de Gosa," explicó Nojiko con rabia.
"¿Van a destruir todo un pueblo por una persona que no pudo pagar?" preguntó Usopp, sorprendido.
"Es la tiranía de Arlong, como son racistas no les da miedo matar a los humanos," explicó Nojiko, triste.
Mientras, Arlong le recordó a todo el mundo que, como eran humanos y eran inferiores, tenían que hacerle caso y tenían que trabajar mucho y pagar el tributo sin dudarlo, y que necesitaba mucho dinero para construir su imperio.
En otro lado con Nami...
Se vio a Nami abriendo una puerta metálica y, al entrar, vio a Zoro atado. Se acercó a él y lo desató rompiendo las cuerdas con un cuchillo, y luego se fue.
"Vete de aquí, deprisa, antes de que vuelva Arlong," le ordenó Nami a Zoro y se fue.
Con Arlong
Arlong agarró del cuello al hombre mayor, muy cabreado, ya que lo consideraba un rebelde por llevar armas, por lo tanto, lo mataría de advertencia delante de todo el mundo. Nojiko salió del escondite para defender al hombre.
"¡No tienes el derecho de matarlo solamente por tener armas!" gritó Nojiko, defendiendo al hombre. "Te hemos pagado el tributo sin faltar ningún día. ¿Cómo puedes pensar que nos rebelamos con tantos años de obediencia? ¡Deja a Enzo ahora mismo!"
Toda la gente salió para defender a Enzo, pero Arlong les dijo que solamente por tener armas era un acto de rebelión, o ¿preferían que destruyese todo el pueblo? Arlong golpeó a Enzo y lo arrastró al suelo para matarlo, pero Usopp se interpuso tirando una bala con su tirachinas.
"¡Mirad, allí arriba!" señaló uno de los tritones a un hombre que estaba en el tejado de una de las casas.
"¿Quién es ese?" se preguntó un tritón.
"Yo soy un guerrero valiente del mar, el Capitán Usopp," gritó Usopp mientras temblaba de miedo.
"¡Mierda, no!" dijo Nojiko, preocupada por Usopp.
"¡Por todo el mundo, la gente tiene miedo, me dice Usopp el gran demonio, el hombre del infierno y por mucho que te escondas, te perseguiré..!" se presentó Usopp, alabándose a sí mismo.
"Señor, es el que se me ha escapado antes," señaló el tritón de antes.
"Es un humano muy estúpido, ¿Qué piensa hacer un humano insignificante contra mí?" vociferó cabreado Arlong, que se acercó a la casa donde estaba Usopp y la arrancó de cuajo, haciendo tambalear a Usopp.
Arlong estaba tan cabreado que lanzó la casa hacia otro lado mientras los suyos le decían que parara, ya que menguaría los tributos, pero a Arlong le dio igual, ya que eran superiores a los humanos.
Usopp escapó por los pelos de ser herido por la destrucción de la casa, los tritones lo vieron y fueron hacia Usopp, pero este escapó corriendo.
"¡Cogedlo y matadlo!" ordenó cabreado Arlong, pero los suyos lo detuvieron para que no destruyera el pueblo y se fueron dejando a Enzo herido.
"¡Cuánto tiempo, Enzo!" saludó Nami, que había aparecido en ese instante. La gente del pueblo, al verla, la despreció y se marcharon a su casa.
Con lucy, sanji y yosaku
Hacia Arlong Park...
—¡Venga, rumbo a Arlong Park! —gritó Lucy emocionada, de pie sobre la proa del barco, el viento agitándole el cabello mientras la enorme vaca marina que habían derrotado antes tiraba del navío a toda velocidad—. ¡Vamos, que ya casi llegamos!
Sanji, con un cigarro en la boca, apoyado en la barandilla, miró hacia el horizonte.
Mientras con ussop....
Usopp corría a toda velocidad por el bosque, intentando escapar de los tritones. De repente, su pie resbaló y cayó en unos arbustos. Los tritones no lo encontraron. Usopp se levantó y creó varias siluetas de sombras suyas. Los tritones atraparon lo que pensaban que era Usopp, pero vieron que era un trozo de madera. Usopp los golpeó con su tirachinas, lanzándoles huevos en la cara, y se escondió detrás de un árbol en el acantilado. Sin embargo, al hacerlo, se cayó por el barranco.
Un tritón que estaba atacando a un humano lo vio y lo capturó.
Con zoro....
— Sí, que tardan... A ver cuándo llega Lucy. Si no pasa nada en cinco minutos, me aburriré de aburrimiento — dijo Zoro, sentado en la tumbona, demasiado aburrido.
— ¡Jajaja! Este debe ser grande, ya que yo, el Octis, uno de los mejores hombres de Arlong, si no puede coger el pez, es que debe ser enorme — gritó un tritón que estaba pescando y se fijo en zoro. — ¿Hay algún problema?
— Yo creo que sí — respondió Zoro, apoyado en la borda del muro, mirando al extraño tritón.
— Pero, ¿Quién eres tú? — preguntó Octis, confundido.
— ¡Haaa! ¿Pero quién demonios está aquí? ¡Aa! Soy yo, me llamo Octis — se presentó el tritón de una forma peculiar.
— ¿También eres un tritón? — preguntó Zoro, confundido por el extraño personaje.
— Claro que sí, soy mitad pulpo, el tritón más sexy que hayas visto, y tú debes ser un humano, ¿verdad? — preguntó Octis, mientras bailaba.
— Más o menos — respondió Zoro.
— ¿Eres un soldado o un invitado? — preguntó Octis.
— ¿Invitado? Bueno, se podría decir que sí — respondió Zoro, girándose para mirar a los tritones que había derrotado.
— ¿No está el señor Arlong? — preguntó Octis.
— No, ¿sabes a dónde ha ido? — preguntó Zoro con aburrimiento.
— He escuchado que había un extranjero con la nariz larga que se escapó, y que tienen a otro encerrado en la prisión. El señor Arlong debe haber ido a Cocoyasi a atrapar al extranjero de nariz larga — explicó Octis.
—Ese debe ser Usopp —murmuró Zoro tranquilamente, y pensó—: Quizás debería ayudarlo.
Luego preguntó a Octis:
—¿Y cómo puedo llegar a ese pueblo?
—Por ese bote —respondió Octis, señalando una pequeña embarcación—. Eres un invitado, yo te acompaño, señor espadachín.
Después de un rato...
Arlong, junto a los suyos, entró en su guarida. Al hacerlo, se encontró con varios de sus hombres heridos.
—¡¿Qué carajos ha pasado?! ¿Quién fue, mis hombres? —gritó lleno de rabia, mientras se agachaba junto a uno de ellos, visiblemente malherido, que intentaba hablar—. ¿Qué me quieres decir?
—Fue Roronoa Zoro... —respondió con dificultad el tritón herido.
—¿Ah, sí? ¿El cazador de piratas? ¿Ha venido a por mí? —bramó Arlong, cada vez más furioso.
—No es que haya venido... Era él. El hombre vendado que teníamos en la prisión... era Roronoa Zoro —aclaró el tritón.
Mientras tanto, uno de los tritones que había capturado a Usopp llegó arrastrándolo por el suelo.
—¡Soy Chew! ¡Mira lo que he encontrado, señor Arlong! ¡Aghhh! —exclamó el tritón, sorprendido al ver a varios de los suyos heridos en el suelo—. ¿Qué ha pasado aquí?
—Llegas demasiado tarde —respondió Arlong, visiblemente enfadado.
—Debe de haber sido Zoro... —pensó Usopp al ver la expresión de Arlong, y comenzó a temblar de miedo por lo que podía pasar.
Con Zoro...
—Pues ya estamos —dijo Octis, que había llevado a Zoro hasta Cocoyashi en un bote—. Este es el pueblo de Coco. El señor Arlong debería estar por ahí.
—Muy bien, gracias —respondió Zoro mientras desembarcaba y pisaba tierra firme.
—De nada, ¡ya nos veremos! —se despidió Octis—. ¡Ah! Se me olvidaba, no te he preguntado cómo te llamas... ¡Ah, pero si me repito! Soy Octis. Ven a verme otro día —añadió antes de marcharse nadando.
—Hmm, es muy extraño —sonrió Zoro, y salió corriendo del lugar.
En la guarida de arlong
Usopp fue agarrado del cuello por Arlong, quien lo lanzó al suelo con desprecio. Acto seguido, se sentó y propinó una fuerte patada en la espalda de Usopp.
—¡No sirve de nada atrapar a idiotas como este! —se burló Arlong, claramente molesto.
—Ah, ¿Qué no? ¡Pues entonces podéis dejarme ir! Lo de antes fue solo una bienvenida de cortesía. ¡En mi pueblo es así como nos saludamos! —respondió Usopp con una risa nerviosa, mientras temblaba de miedo.
De repente, un cuchillo pasó rozando el lado de su nariz, haciendo que el rostro de Usopp palideciera como el mármol.
—Tú eres del grupo de Zoro, ¿verdad, chico? —preguntó Arlong, sosteniendo el cuchillo peligrosamente cerca de Usopp—. Supongo que ese cazador de piratas ha venido a por mí por la recompensa.
—¡No, no, por favor, ten piedad! ¡Yo no tengo nada que ver con Zoro, lo juro! —suplicó Usopp, con lágrimas en los ojos, rogando por su vida.
—Chew, yo no diría mentiras. Porque por la piedra que lanzaste al señor Arlong, perdiste la oportunidad de sobrevivir —le explicó Chew calmadamente.
—Pues muy bien, diré la verdad. Zoro es mi gran amigo, y si me tocáis aunque sea un solo dedo, os aseguro que vendrá para daros lo vuestro —amenazó Usopp.
—Muy bien, ¿así que si te mato seguro que vendrá, verdad? —dijo Arlong, muy furioso.
—No, no, ¿no me has entendido? Matarme a mí no es buena idea. En cambio, si me dejas aquí vivo, seguro que Zoro vendrá a buscarme. Si eso es, me tienes que conservar vivo —explicó Usopp mientras a los tritones se les caía una gota de sudor ante las tonterías que decía.
—Un momento, ¿Cómo hizo Zoro para poder escaparse de la prisión? —preguntó un tritón.
—¿Con qué sales ahora? —exigió una respuesta Arlong, cabreado.
—Lo que quiero decir es que hay alguien que lo dejó salir. Señor Arlong, una explicación seria es que para poder cobrar la recompensa, Nami haya dejado escapar a Zoro —respondió el tritón.
—Sí, Nami está muy extraña desde que llegó —opinó otro tritón.
—Sí, cuando Nami se tiró para rescatar a Zoro, puede ser que ella y Zoro lo tuvieran planeado desde un principio. ¿Y si nos está engañando? —añadió otro tritón.
—No decís más que tonterías —dijo Nami, que apareció en ese mismo momento—. ¿Qué estáis tramando que pueda perjudicarme a mí?
—Nami... —susurró Usopp, incrédulo.
—Vigilad lo que decís. Me ha parecido que me acusabais de traición, y yo soy un miembro de la familia —se defendió Nami mientras se acercaba a Arlong—. Hace 8 años os juré fidelidad con este tatuaje, me parece.
—Mmm ja, perdona la confusión, Nami. Es normal que te enfades, pero no sufras, no pongo en duda tu lealtad desde hace 8 años que nos conocemos. Nos hemos dejado llevar por los nervios de la venganza. Supongo que puedes entenderlo todo, ¿no? —comentó Arlong mientras tocaba los hombros de Nami—. Lo que tenemos que pensar es cómo deshacernos de Roronoa Zoro y su gente.
—Nami, dile algo, por favor, Nami —suplicó Usopp, asustado e intentando que Nami lo salvara.
—Maldito Zoro, no debería haber hecho esto —pensó Nami, preocupada por lo que podría salir mal.
—¿Qué hay que hacer con este muchacho? No creo que ni tú lo puedas salvar, se ha enfrentado directamente a Arlong —preguntó uno de los tritones.
—¿Todavía? Veo que aún dudas de mí —gritó furiosa Nami.
—Es normal, eres muy inteligente —respondió otro de los tritones.
—Para que lo sepas, ya he ahorrado bastante con la suma que acordaste. ¿Qué sentido tendría que os traicionara? —comentó Nami, aún más enfadada.
—¿La suma que acordó con Arlong? —murmuró Usopp, confundido.
—Ya sé que hace ocho años hiciste un pacto: venderías el pueblo de Coco por 100 millones de berries. Y aún no lo entiendo. Si fuiste capaz de traicionar a tu pueblo y a tus propios padres por dinero, ¿por qué te obsesionas tanto con el pueblo de Coco? —preguntó Kuroobi—. ¿Qué interés tienes en un lugar tan insignificante? Por eso he buscado un poco… y he descubierto algo. Estaba en tu habitación —dijo mientras mostraba un mapa a todos.
Nami, al ver el mapa, se quedó petrificada.
—¡Eso es mío! ¡Es mío! —insistió, sorprendida de que tuvieran el mapa en sus manos.
Con Zoro…
—¿¡Qué!? ¿Han atrapado a Usopp? —preguntó Zoro, golpeando la pared de una casa, furioso, mientras exigía respuestas a un vecino del pueblo.
—Sí, lo acaban de llevar al Arlong Park, señor —respondió el vecino.
—Le plantó cara con mucha valentía… seguro que ya lo han matado. Pobrecillo, parecía asustado —comentó otro.
—¡Maldición! Qué mala suerte… lo atraparon mientras yo perdía el tiempo con los demás. ¡Usopp, aguanta! —dijo Zoro mientras salía corriendo para intentar salvarlo.
Con Arlong…
—Esto es un mapa de un tesoro, ¿verdad? Y señala algo en el pueblo de Coco —dijo Kuroobi.
—¿Un tesoro en el pueblo de Coco? —preguntó otro tritón, intrigado.
—¡Es algo muy personal! No deberías darle importancia al lugar que señala ese mapa —gritó Nami, furiosa.
—¿Qué pasa? ¿Te da miedo que descubramos lo que oculta? —comentó Kuroobi, burlándose.
En ese momento llegó Octis.
—¿Qué ha pasado? ¡¿Quién hizo esto con los muchachos?! —preguntó, impactado.
—¡Fue el cazador de piratas, Roronoa Zoro! —rugió Arlong, furioso—. Por cierto, ¿Dónde demonios estabas? Si hubieras estado aquí, podrías habernos avisado.
—¡Jajaja! ¡Claro que sí! Si yo hubiera estado, ¡no habría dejado que pasara esto! —exclamó Octis, furioso al ver a sus amigos muertos.
—¿Y cómo se escapó Zoro entonces? —preguntó Kuroobi, sospechando cada vez más de Nami.
—Oh, bueno… sólo vi a un tipo algo raro con una espada. Ah, ¡debe ser él! —gritó Octis, cambiando de expresión al darse cuenta de que había ayudado al enemigo.
—¿O sea que lo encontraste? ¿Y bien? ¿Sabes a dónde fue? —preguntó Kuroobi.
—Me dijo que quería ver al señor Arlong, y yo mismo lo llevé al pueblo de Coco —respondió Octis.
—Entonces eso significa que ya no tenemos que buscarlo… si él me busca, vendrá a por mí —opinó Arlong, riendo con ansias de enfrentarse a Zoro.
—Es que me dijo que era un invitado de la familia… no pensé que el señor Arlong llegaría tan pronto, de verdad —explicó Octis.
Usopp, al ver que Zoro estaba vivo, pensó:
—Si pudiera ganar un poco más de tiempo…
Intentó sacar algo de su bolso, pero Nami, al verlo de reojo, supo que haría una estupidez. Se acercó rápidamente, lo golpeó en la cara con su bō y lo detuvo.
—¿No me digas que ahora quieres pelear conmigo? —protestó Usopp, molesto por el golpe.
—Eres una molestia, y todo esto te lo buscaste tú. No deberías haberte acercado a Arlong —respondió Nami con frialdad.
—No sé qué pensará Lucy de todo esto… Ni por un momento creyó que nos traicionaste. Yo diría que aún confía en ti. No entiendo cómo puedes tener la sangre fría para engañar a alguien como Lucy —comentó Usopp, intentando razonar con Nami.
—Yo sólo confío en el dinero. Si ella es una idiota, es su culpa —replicó Nami, muy furiosa.
—¡Vuelve a decir eso! —gritó Usopp, fuera de sí.
Quería terminar mi trabajo sin ningún problema —dijo Nami, mientras tomaba el cuchillo de la mano de Kuroobi—. Pero ustedes dos ya han puesto en peligro mis ocho años de esfuerzo... ¡y eso no lo permitiré! Me desharé de ti con mis propias manos."
"¡Ostias, jajaja! Veo que te has convertido en una pirata temida en este último viaje —se rio Arlong sobre la actitud de Nami.
"¿Matarme? ¡Jajajajaja, no me hagas reír!" —se rio Usopp.
"Te aconsejo que no me subestimes, Usopp", amenazó Nami.
De repente, Usopp sacó una bola de humo de su mochila y la lanzó al suelo, creando una polvareda. Usopp aprovechó para intentar escapar, pero Nami se adelantó.
"Sé muy bien cómo piensas", susurró Nami y le clavó el cuchillo en el corazón.
"Nami, no...", murmuró Usopp.
"Es por mi pacto, no tengo elección. Muere en silencio", dijo Nami, que quitó el cuchillo del cuerpo de Usopp, y este cayó al mar, ya sin vida.
"¡Muy bien, Nami! ¡Es una muy buena venganza!", celebraron los tritones.
Mientras tanto, todo esto fue presenciado por Johnny.
"Ha matado a su amigo Usopp, Nami lo ha matado... ¡Qué desgracia!", lloró Johnny de tristeza al ver cómo mataron a Usopp.
"Nami, perdona por haber sospechado de ti, eres una muy buena compañera", dijo Kuroobi, intentando darle la mano.
"¿Compañera? Nadie puede llamarme así", comentó Nami, entregando el cuchillo ensangrentado. "Me hice miembro de la familia Arlong por una razón: para poder comprar algún día el pueblo de Cocoyasi y mantendré mi pacto. Pronto tendré todo el dinero."
"Nosotros también. Antes me dañaría el estómago que romper un pacto, yo soy así", dijo Arlong.
"Ya lo sé, Arlong", asintió Nami mientras se iba del lugar. "En eso nos entendemos."
"Sí que es una bruja", dijo Kuroobi, admirando el cuchillo ensangrentado.
"Jajajaja, he de aceptar que se ha hecho toda una mujer", se rio Arlong.
Con Johnny
"Sí, sí que es una bruja, Nami, una bruja traidora", lloró Johnny, que se marchó del lugar para avisar a los demás de lo ocurrido.
Con Lucyy, Sanji y Yosaku
"¡Ohhhhhhhoooo! ¡Ahora sí que se ve, ya veo Arlong Park!", gritó Lucy muy emocionado. "¡Hey, ahora no disminuyas, vaca!"
"Se veía que lo conseguiríamos, el golpe de pie de Sanji funciona de maravilla", pensaba Yosaku.
En voz alta:
De repente, la vaca marina, en lugar de tirar recto hacia Arlong Park, giró para otro lado.
"¡Hey, por ahí no! ¡A la izquierda! ¡Que queremos ir para Arlong Park!", gritó Lucy, cabreada por la estúpida vaca que los dirigía por otro camino.
Un tremendo ruido se escuchó por todo el pueblo de Cocoyasi y Arlong Park. Eran Lucy, Sanji y Yosaku, que habían llegado a la isla con el barco que salió volando cuando la vaca pudo liberarse.
"¡Hey, parece como si voláramos por el aire!", se emocionó Lucy.
"No lo parece", dijo Yosaku.
"¡Volamos de verdad!", gritó Sanji, que se estaba agarrando fuerte al barco para no caer.
El barco descendió del aire y cayó a tierra.
Zoro, que estaba corriendo por el bosque para llegar a Arlong Park y salvar a Usopp, se detuvo al escuchar el ruido y miró de dónde provenía.
Con Lucy...
"¡Hey, ya hemos aterrizado, yuju!", rio Lucy y de lejos vio a Zoro y lo saludó: "¡Hey, Zoro!"
El barco chocó de lleno con Zoro, arrastrándolos a todos hasta unas rocas.
"¡Ay, ya estamos aquí!", dijo Lucy mientras limpiaba su sombrero preferido de polvo.
"¿Pero qué coño hacéis?", gritó furioso Zoro por el golpe.
"¿Qué hacemos? Venimos a buscar a Nami, ya lo sabes. ¿Has podido descubrir dónde está?", preguntó Lucy mientras se limpiaba también la ropa de polvo. "¿Y por cierto, dónde están Usopp y Johnny?"
"Usopp... Ah, es verdad, ahora no podemos perder ni un momento", dijo Zoro, que se levantó y empezó a correr.
"¿Por qué? ¿Qué pasa?", preguntó Lucy, confundida.
—¡Los hombres de Arlong lo han hecho prisionero! ¡Tenemos que ir antes de que lo maten! —exclamó Zoro con prisa.
—Ya está muerto —dijo Johnny, que acababa de llegar.
—¿Qué dices? —preguntó Zoro con rabia.
—Snif, snif... Ya es demasiado tarde. Usopp está muerto. Lo han matado... Nami lo mató —explicó Johnny entre lágrimas.
—¿¡Pero qué dices!? —preguntó Yosaku, incrédulo.
—¡Es la verdad! Esa Nami es una bruja. Es parte de la banda de Arlong. Se ha ganado la confianza del pueblo de Coco, y dicen que hay un tesoro escondido allí. Es capaz de matar a quien sea por su propósito. Tiene el corazón de hielo. Nos ha engañado a todos —dijo Johnny, llorando y frustrado por no poder hacer nada.
—¡Hey! Si lo vuelves a decir, te reviento a hostias —gritó Lucy, furiosa, agarrando a Johnny del cuello.
—¡Lucy, cálmate! Johnny no tiene la culpa. Déjalo en paz —intervino Zoro para tranquilizarla.
—Sé que no me crees, pero lo vi con mis propios ojos. ¡Nami mató a Usopp! —lloró Johnny, aún más frustrado porque nadie le creía.
—¡No digas eso! ¿Cómo quieres que crea que Nami mataría a Usopp? ¡Idiota! ¡Somos amigos! —gritó Lucy, apretando más el cuello de Johnny.
—¡Pero yo lo vi! —gritó Johnny con desesperación.
—¿"Somos todos amigos", dices? —interrumpió una voz. Era Nami, que acababa de aparecer en la escena.
—¡Nami! —exclamó Lucy, sorprendida de verla allí.
—¿Qué hacéis todos aquí? —preguntó Nami con seriedad.
—¿Cómo que qué hacemos? Eres nuestra oficial. Te hemos venido a buscar —explicó Lucy tranquilamente, recogiendo su sombrero del suelo.
—Sois una molestia —respondió Nami, frustrada.
—¿Por qué? —preguntó Lucy con calma.
—¿"Somos amigos"? No me hagas reír. Solo sois un grupo de idiotas con los que colaboraba, nada más —dijo Nami con frialdad.
—¡Achu, achu! —estornudó Lucy, dándose cuenta de que Nami estaba mintiendo.
—¡Te vi con mis propios ojos! ¿Cómo pudiste matar a Usopp? —gritó Johnny, furioso.
—Ahora cállate. ¿Acaso vas a matarme para vengarlo? —respondió Nami con una sonrisa helada.
—Escuchad, os diré algo. Zoro hizo algo estúpido y ahora Arlong quiere su cabeza... y la de todos vosotros. Por muy fuertes que seáis, dudo que podáis con los tritones. Si os quedáis en esta isla, os matarán. Pero a mí no me importa lo que os pase —explicó Nami, muy seria.
—¡Aaaaaah, qué hermosa es cuando se pone seria! ¡Hola, Nami! Soy Sanji, ¿te acuerdas de mí? ¿Por qué no vuelves conmigo? —saludó Sanji, tratando de atraer su atención.
—¡Cállate, idiota! No compliques más las cosas si no quieres que te parta la cara —gritó Zoro, furioso.
—Mira, chico. El amor no se puede silenciar. Es como un huracán que arrasa con todo —declaró Sanji, peleando verbalmente con Zoro—. ¡Eh! ¡Te estoy hablando!
—¿Dónde está Usopp, eh? —preguntó Zoro, dudando de la versión de Nami.
—En el fondo del mar, muerto —respondió Nami con tranquilidad.
—¡Achu, achu! Cómo odio cuando la gente miente... ¡Eres una mentirosa, Nami! Usopp no está muerto —dijo Lucy, que no dejaba de estornudar. Su estornudo calmó a Zoro, quien estaba a punto de atacar a Nami. Recordó entonces que Lucy podía detectar mentiras cuando estornudaba.
—¡Claro que sí lo maté! ¡Él lo vio! —señaló Nami a Johnny, furiosa—. ¿Y por qué no os vais ya de aquí? Vais a destrozar mi negocio, ¿no lo entendéis todavía? Solo os usé. Solo quería vuestro dinero. Ahora que estáis en la ruina, ya no me interesáis. No os quiero para nada.
Hizo una pausa, luego continuó con frialdad:
—Mirad, os devuelvo el barco. Así podéis iros, buscar otro oficial e ir a la Grand Line o a donde se os dé la gana. ¡Id a buscar el One Piece o lo que os apetezca! Pero largaos ya. Sois una molestia. Hasta nunca.
Así se despidió Nami, esperando que la dejaran de una vez por todas para poder terminar sola su trato con Arlong.
—Nami... —murmuró Lucy.
Y de repente, el cuerpo de Lucy se envolvió en una intensa luz. Se transformó en una enorme criatura de pelaje azul verdoso, con una panza cremosa que se elevaba al ritmo de su respiración pausada. Sus
Sus ojos, apenas rendijas, permanecían casi siempre cerrados, y su boca dibujaba una sonrisa perpetua de satisfacción.
—Snorlax... —susurró la criatura con voz profunda.
—Espera, Lucy... ¿Por qué te transformas? ¡Y encima en esa bestia tan descomunal! —preguntó Johnny, asombrado y algo confundido por la transformación.
—Tengo sueño... y voy a dormir —respondió Lucy, tumbándose plácidamente en su nueva forma colosal.
—¿Tienes sueño? ¿Con todo lo que está pasando? ¿Y quieres dormir en medio de la carretera y en esa forma? —preguntó Yosaku, confundido y algo molesto.
—No pienso irme, pero tampoco me interesa lo que pasa. Por eso tengo sueño. Venga, dejadme en paz. Buenas noches —respondió Lucy calmadamente, preparándose para dormir.
—¿¡Qué!? —gritó Yosaku, incrédulo.
Sanji, con ojos en forma de corazón, suspirando dramáticamente:
—¡Ah, Lucy-chwan! ¡Incluso convertida en una bestia gigante y durmiendo en medio del caos, sigue siendo la criatura más adorable del universo! ¡Qué elegancia, qué serenidad! ¡Mi corazón no resiste tanta ternura!
—Snork... snork... —roncaba Lucy.
—¡Vosotros mismos, que os maten a todos! —gritó Nami, furiosa, y se marchó corriendo, llorando.
Mientras tanto, en otro lugar, un barco de la Marina llegó para enfrentarse a Arlong, pero fue derrotado por los piratas del hombre-pez. El grupo de Arlong discutía sobre Nami y el pacto que ella había hecho con él.
Con Lucy y los demás...
—Oye, Zoro, no me digas que tú también quieres quedarte aquí ahora. ¡Arlong quiere nuestras cabezas en bandejas! ¿Qué esperamos para marcharnos? —preguntó Yosaku, temblando de miedo, deseando irse.
—Ahora que sabemos cómo es Nami en verdad, no hay ninguna razón para quedarnos en esta isla. ¿¡Es que no lo entiendes!? —espetó Johnny con furia.
—¿Que no hay ninguna razón para quedarte? ¡Y tanto que la hay! Está Lucy —explicó Zoro, apoyado tranquilamente sobre la colosal bestia en que se había transformado Lucy.
—Oye, Zoro... no me digas que tú también quieres que Nami venga con nosotros —dijo Yosaku, confundido por toda la situación.
—A mí me da igual todo eso. Es Lucy quien elige a los miembros de la tripulación —respondió Zoro, preocupado por Lucy.
—Sí, pero... —dijo Johnny, igual de confundido que Yosaku—. Vale, ya lo entiendo. Hace poco que nos conocemos, pero mi trabajo aquí ya ha terminado.
—Y el mío también. No tengo ganas de morir a manos de unos asesinos —añadió Yosaku.
—Muy bien. Hasta otro día. Adiós —se despidió Zoro con tranquilidad.
—Adiós. Esperamos que podamos volver a vernos. ¡Tened suerte! —se despidieron Johnny y Yosaku al unísono.
—Igualmente —respondió Zoro, viendo cómo se marchaban.
—Hey —llamó Sanji la atención de Zoro mientras fumaba.
—¿Qué? —preguntó Zoro, molesto.
—¿Por qué crees que lloraba Nami? —cuestionó Sanji.
—¿Lloraba? —consultó Zoro, sorprendido.
—El corazón le lloraba —dijo Sanji, con seriedad.
—Ja... Puede que estuviera apenada por haber matado a Usopp —opinó Zoro.
—Ostias, no me digas que tú también crees eso —dijo Sanji, exhalando una nube de humo.
—¿Qué? —preguntó Zoro, cada vez más molesto.
—¿Que Nami mató al narizotas? ¿De verdad te lo creíste? —preguntó Sanji, claramente desconfiando de esa versión.
De repente, se ve a Usopp, vivo. Estaba corriendo, buscando a los suyos, mientras recordaba cómo Nami lo había salvado de una muerte segura a manos de Arlong. A lo lejos, divisó a sus compañeros... y a una criatura gigante, que parecía una de las transformaciones de Lucy.
—¿Qué quieres decir? ¿Que Nami no ha matado a Usopp? —preguntó Zoro, confundido.
—¿Tú qué crees? —respondió Sanji.
—Ja... no lo sé. La critiqué por ser débil e idiota... Quizá por eso lloraba —dijo Zoro, sin darle demasiada importancia.
—¿Eh? ¿¡Una idiota!? ¿Cómo puedes llamarla idiota? ¡A Nami! —exclamó Sanji, furioso, levantándose para atacar a Zoro.
Zoro también se levantó para defenderse. Ambos se lanzaron al ataque, pero justo cuando iban a golpearse, terminaron dándole a la persona equivocada: Usopp, que se había interpuesto sin querer.
—¡Usopp, ¿estás vivo?! —preguntó Sanji, aliviado.
—No... ahora seguro que está muerto —añadió Zoro al ver cómo Usopp se desmayaba.
Un rato después...
Lucy, de vuelta en su forma humana, intentaba despertar a Usopp.
—Usopp, ¿esto te lo hizo Nami? —preguntó Lucy, preocupada al ver que no reaccionaba.
—Lo siento, eso fue entre Zoro y yo —respondió Sanji, riendo.
—¡Fuiste tú! —replicó Zoro, furioso.
—Lucy, no sabía que estabas aquí —comentó Usopp, aún medio aturdido.
—Es que acabo de llegar —explicó Lucy, emocionada al ver que Usopp estaba bien.
—Yo también acabo de llegar. Hola —saludó Sanji, burlándose de Usopp.
—Tú y yo tenemos cuentas pendientes —gruñó Usopp, furioso por la paliza.
—Tienes la cara más dura de lo que pensaba —opinó Sanji, tocándole los hombros.
—¿¡Encima me dices eso!? —gritó Usopp, indignado.
—Por cierto, nos dijeron que Nami te había matado. Fue Johnny quien nos lo dijo —comentó Zoro con tranquilidad.
—¡Maldito Johnny! Ya sabía que toda esa historia era una mentira —exclamó Lucy, enfadada.
—Chicos... en parte no era una mentira —dijo Usopp, y les contó todo lo que había pasado.
Mientras tanto, con Nojiko...
Nojiko regresaba a su casa cuando escuchó ruidos de cosas rompiéndose. Al entrar, vio a Nami furiosa, lanzando objetos.
—¿Qué te pasa? ¿Es por esa gente que conociste? ¿Quiénes eran? —le preguntó Nojiko.
Nami le explicó quiénes eran y cómo se había sentido con ellos. Nojiko la escuchó atentamente, comprendió su situación y la dejó descansar.
Con Usopp y los demás...
—Por eso me dejó libre, fingiendo que me mataba. No había otra opción, ¿sabéis? —explicó Usopp—. Chicos, creo que ahora entiendo por qué Nami se unió a la familia Arlong.
—Seguro que sí —apoyó Sanji.
—¿Qué hacemos entonces? ¿Quieres que entremos a Arlong Park ahora mismo? —preguntó Zoro, tranquilo pero listo para la acción.
—No, esperad un momento. Primero debemos descubrir qué está pasando exactamente —indicó Usopp.
—No servirá de nada. Hagan lo que hagan, no podrán con Arlong —opinó Nojiko, que acababa de aparecer.
—¡¿Nojiko?! —se sorprendió Usopp al verla.
—¿Quién es? —preguntó Lucy, confundida.
—La hermana de Nami —respondió Usopp con calma.
—¿¡Quéee!? ¿Nami tiene una hermana? ¡Y además es muy guapa! —dijo Sanji, suspirando enamorado.
—¿Qué quieres decir con que no servirá de nada? —preguntó Zoro, cruzado de brazos.
—Os pido, por favor, que no os metáis en los asuntos de esta isla. Os puedo contar toda la historia... pero dejad a Nami en paz —explicó Nojiko.
—¿Toda la historia? —preguntó Sanji, serio.
—¿Quieres decir que nos contarás por qué forma parte de la familia Arlong? —inquirió Usopp, deseando saber la verdad.
—Sí. Porque una vez que lo sepáis, seguramente querréis marcharos —afirmó Nojiko.
—Muy bien, adelante... pero dudo mucho que nos marchemos —aceptó Usopp, decidido a escucharla.
—No hace falta —interrumpió Lucy, dándose la vuelta para marcharse.
—¿Qué? —preguntó Usopp, sorprendido.
—No me interesa su pasado —dijo Lucy con frialdad—. No me importa lo que haya hecho antes.
—¿Dónde vas, amada Lucy? —preguntó Sanji, preocupado por ella.
—A dar una vuelta —respondió Lucy.
—¿A dar una vuelta? ¿De verdad no quieres escuchar la historia? —preguntó Usopp, confundido por
la actitud de Lucy.
—No. Adiós —se despidió Lucy mientras se alejaba.
—¿Está enfadada? —preguntó Nojiko, confundida, y también porque era la primera vez que veía a Lucy como pirata, capitana y chica.
—No le hagas caso, siempre hace lo mismo —comentó Zoro, sentado en el suelo y apoyado en un árbol—, pero nosotros sí queremos escucharla. Aunque no creo que nos haga cambiar de opinión.
—Yo sí quiero escucharla, quiero saber qué demonios está pasando en esta isla —dijo Usopp, serio.
—Yo también. Quiero saber todo sobre Nami —añadió Sanji, imaginando cómo sería Nami de pequeña.
—Zzzz, zzzz —roncó Zoro, que ya se había quedado dormido.
—¿Ahora se acaba de dormir? —señaló Nojiko, sorprendida.
—¡Hey! No te duermas ahora, carajo —vociferó Usopp, furioso.
—Fu… no me extraña que Nami esté trastocada —suspiró Nojiko, entendiendo por qué su hermana estaba frustrada.
En el puerto...
Un barco de la Marina desembarcó y su capitán se presentó como el Capitán Rata, de la División 16. Preguntó por Genzo, quien salió a preguntar qué querían. Rata pidió que le indicaran dónde estaba la casa de Nami.
Mientras tanto, con Nojiko, Usopp, Sanji y un dormido Zoro...
Nojiko comenzó a relatarles el difícil pasado que compartía con Nami, deteniéndose especialmente en la figura de Bellemere, la mujer que las había criado como a sus propias hijas y que marcó profundamente sus vidas.
Con los tritones Kuroobi, Octis y Chew...
—Ostias, qué fuerte —comentó Octis mientras levantaba los restos de un pequeño barco donde habían viajado Lucy y los demás—. ¿Es verdad que vieron un barco volando por los aires?
—Sí, parece que alguien con una fuerza sobrehumana aterrizó en nuestra isla —opinó Kuroobi, serio.
—¿Quién será y qué querrá? —preguntó Chew.
—Mirad, ¿quién es esa chica? —señaló Octis hacia Lucy, que paseaba—. Nunca la había visto por aquí.
Lucy caminaba tranquilamente, mirando el suelo, cuando algo le llamó la atención. Levantó la cabeza y vio lo que parecían tres tritones.
—¿Quiénes serán ellos? ¿Serán los tritones de los que me hablaron? —se preguntó Lucy, algo confundida, ya que era la primera vez que veía tritones. Cada vez se acercaba más, pero finalmente pasó junto a ellos sin inmutarse.
—¡Hey tú! ¡Para, chica! —ordenó Octis, molesto por haber sido ignorado.
—¿Me hablas a mí? —preguntó Lucy, confundida.
—¿Quién eres? ¿Y qué haces en esta isla? —exigió saber Octis.
—¿Por qué tantas preguntas? —replicó Lucy.
—Bueno, no lo sé. Tal vez tengas razón —respondió Octis, desconcertado.
—Me llamo Lucy y solo estoy dando una vuelta —explicó ella.
—¿Dar una vuelta? Pues que te vaya bien —se despidió Octis mientras veía alejarse a Lucy.
—¿Y sabes por donde irás? —preguntó Kuroobi, desconfiando.
—No lo sé —respondió Lucy, despreocupada.
—Jajaja, hay algo en esa chica que me hace gracia —rió Octis.
—¿De dónde diablos ha salido esa chica? —preguntó Chew, confundido por la actitud de Lucy.
—No lo sé, pero pasó tranquilamente delante de nosotros —indicó Kuroobi, sorprendido—. Lo encuentro muy sospechoso.
Con Usopp y los demás reunidos, Nojiko empezó a contarles:
—¿Bellemere? ¿La mujer que os adoptó a ti y a Nami cuando eran pequeñas? —preguntó Usopp, sorprendido.
—Sí, exactamente —respondió Nojiko—. Quizás debería empezar por contar su historia.
Nojiko continuó su relato, explicando cómo Bellemere las había cuidado con amor y dedicación a ella y a Nami desde que eran niñas. También mencionó a Genzo, el amable guardia del pueblo que siempre estuvo pendiente de ellas.
La historia tomó un giro oscuro cuando llegaron los tritones y su capitán, Arlong. Bellemere, valiente y decidida, se enfrentó a ellos para proteger a su familia y a la aldea. Sin piedad, Arlong la asesinó brutalmente.
Nojiko explicó con tristeza que, tras la muerte de Bellemere, Nami se vio obligada a unirse a Arlong. Él se interesó por los mapas que ella dibujaba, y Nami, para salvar al pueblo, pactó con Arlong: si le pagaba una suma de dinero, liberaría a la aldea
"—¿Os podéis imaginar lo duro que fue para una niña de 10 años decidir sobrevivir y luchar sola contra las dificultades? —preguntó Nojiko tristemente.
—O sea que es la única que puede salvar el pueblo. ¡No es justo! —murmuró Usopp, furioso.
—¡Ah, joder! ¡Todo el mundo que haga sufrir a la pobre Nami se las verá conmigo! —gritó Sanji con furia, pero Nojiko le soltó una bofetada.
—¡Cállate! Por eso os estoy explicando lo que le pasó. Si ahora os presentáis como amigos de Nami, los tritones comenzarán a sospechar de ella, y los ocho años que ha sufrido y luchado no habrán servido de nada —explicó Nojiko, furiosa con los chicos—. Por favor, dejad de molestarla. ¡Hacedlo por ella! Tiene que luchar sola. Vosotros solo le complicaríais la vida, ¿es que no lo veis?
Mientras tanto, Johnny y Yosaku escuchaban todo a escondidas, sin que nadie supiera que estaban allí.
Con Lucy
Lucy, mientras caminaba, se topó con el pueblo de Cocoyasi y se detuvo al ver a un hombre extraño con un molinillo de viento en el sombrero. Pero también se quedó de piedra al ver a un marine.
—¿Qué quiere la Armada de Nami? —preguntó Genzo, dudando de la Marina.
—¡Deja de hacer preguntas y llévame hacia ella! —interrumpió el marine a Genzo, ordenándole que lo guiara al lugar de Nami.
—¿Qué demonios hace ese hombre con un molinillo de viento en la cabeza? —preguntó Lucy, curiosa, y luego añadió—: ¡Qué guay!
Con Nami
Se ve a Nami saliendo de su casa, bostezando y estirando los brazos para despejarse.
—Me parece que ya es hora de hacer una última salida —murmuró Nami, contenta por su última misión.
Pero Nami vio que la Marina se acercaba a ella.
—¿La Armada? ¿Y qué vienen a hacer? ¿Y están con Genzo? —pensó Nami, confundida por la situación.
—"¡Chiiik!", "¡iiiik!" o "¡cuiiik!" —se rio el marine al ver a la chica—: ¿Tú eres la conocida ladrona de piratas que se llama Nami? Dicen que has escondido los tesoros que has robado a los piratas en algún lugar del campo de las mandarinas, ¿es correcto lo que dicen? Pero como tus víctimas son piratas, no te capturaremos. Los tesoros son propiedad de la gente a la que se los has apropiado ilegalmente; por lo tanto, hemos venido a coger todo el dinero. ¡Venga, dame todo el dinero que has robado!
—¡Mira, mira! ¿Ahora te dedicas a cumplir la ley? ¿Tú? ¿Quieres ganar puntos capturando ladrones de poca monta? ¿Por qué no te atreves con Arlong? Estoy impresionada —dijo Nami, haciéndose la valiente—. Escúchame, si me tocas, te la tendrás que ver con Arlong en persona, y él no está para tonterías, eso te lo puedo asegurar.
—"¡Chiiik!", "¡iiiik!" o "¡cuiiik!" ¡Qué inocente eres! ¿Crees que puedes intimidarme con cuatro palabras, chica? Buscad los objetos —ordenó Nezumi a los suyos.
—¡Quietos! —ordenó Nami, que cogió su bastón y golpeó a varios marines—. ¿Vosotros creéis que tenéis que dedicaros a esto? ¿La Armada Real? ¿No creéis que hay delitos mucho más graves que se deberían solucionar en esta isla? ¿Cómo los que ha cometido la familia Arlong? ¿O los saqueos de pueblos enteros? ¿No son crímenes todo eso? Por no hablar del control que tienen sobre toda la isla con extorsiones —preguntó Nami, furiosa.
—No te des tanta importancia, chica. ¡Vosotros continuad buscando! —ordenó Nezumi.
—¡Todos los habitantes de esta isla están esperando la ayuda de la fuerza armada! ¿Cómo carajos tienes el morro de venir aquí y no hacer caso a la gente? —gritó Nami, furiosa.
—Capitán, yo creo que debe estar en este lugar —señaló un marine.
—¡Pues cavad! —ordenó Nezumi.
—¡No permitiré que pongáis vuestras sucias manos en el tesoro! —gruñó Nami, furiosa, golpeando a varios marines—. ¡No os pienso dar el dinero! Es el dinero, es el dinero para...
—¡Este dinero es para salvar al pueblo de Cocoyasi! ¡Ahora lo sabes, y tienes la caradura de reclamarlos! ¡Venga, contesta, Capitán! —exigió saber Genzo, muy furioso.
—¿Pero qué he escuchado? ¿El alcalde de un pueblo se atreve a gritarle a un capitán de la Armada?—preguntó Nezumi, burlándose de la situación.
—Genzo... ¿Tú ya lo sabías? —preguntó Nami, sorprendida.
—Todos lo sabíamos, Nami —respondió Genzo con el rostro serio.
Genzo le explicó a Nami que presionaron a Nojiko para que dijera la verdad, y ella lo hizo. No le dijeron nada a Nami porque no querían que se sintiera obligada a quedarse si algún día había problemas con Arlong. El capitán Nezumi, al oírlos, les preguntó si todo el pueblo era cómplice del robo. En ese momento apareció Nojiko para defenderse.
—Sé que hay un tesoro de 100 millones de berries —dijo Nezumi con una sonrisa cínica.
—Un momento... ¿Cómo sabes que hay esa cantidad de dinero? —preguntó Genzo, dándose cuenta de algo.
—Ah, porque para estas cosas tengo un buen sentido del olfato —rió Nezumi.
—¡No puede ser! ¿Te envía directamente Arlong? —bramó Nami, furiosa, apretando los puños de rabia.
—“¡Chiiik!”, “¡Iiiik!” o “¡Cuiiik!”... Puede que sí o puede que no. La cuestión es que somos agentes del Gobierno, y tenemos que actuar contra cualquier tipo de ladrón que encontremos en nuestro territorio —explicó Nezumi.
—¡Unos agentes corruptos sois! —gritó Genzo, furioso, al borde de explotar de ira.
—No puedo creer que la Armada trabaje con piratas... —vociferó Nojiko, incrédula ante la situación.
—¡Lo hemos encontrado! —gritó un marine que había hallado el tesoro de Nami.
—Aaah, está muy lleno... ¿Cómo fue capaz de conseguir tantos tesoros? —preguntó Nezumi, sorprendido por la cantidad.
—Están llenos de sangre —señaló uno de los marines.
—Eso da igual. Dinero es dinero —dijo Nezumi con indiferencia—. Y el 30 % será para mí —pensó, mientras reía para sí.
Nami estaba completamente fuera de sí, furiosa por la traición de Arlong, y se lanzó contra los marines. Genzo y Nojiko corrieron tras ella para detenerla, pero Nezumi sacó un arma y disparó. Nojiko se interpuso y resultó herida.
—¡Nojiko! ¡Nojiko, resiste! —gritó Nami, desesperada por su hermana.
Con Lucy...
Lucy estaba sentada en el suelo, apoyada en un árbol, y pensaba...
—Un molinillo de viento... le queda absolutamente genial. —murmuró Lucy, contenta.
—¡Miren lo que ha pasado! —gritaron algunos vecinos del pueblo, todos preocupados por Nojiko.
—Arlong ha comprado el favor de la Armada —explicó Genzo al pueblo—. Arlong ha engañado a Nami durante estos ocho años. Nunca tuvo intención de liberarla.
Los vecinos, furiosos, empezaron a murmurar indignados contra Arlong.
—Hey, Nami, ¿Qué pasa? ¿Necesitas ayuda? —preguntó Lucy, al ver la expresión de Nami.
—¿Todavía estás aquí? ¡Esto no es asunto tuyo! ¡Vete de esta isla ahora mismo! —gruñó Nami, enfurecida, agarrando a Lucy por el cuello y lanzándola al suelo.
—¡Ay! —se quejó Lucy.
Nami, llena de ira, se dirigió directamente a Arlong Park. Fue a reclamarle por haber roto su promesa. Arlong la sujetó del cuello y, entre risas, le dijo que él jamás rompería una promesa. Al enterarse de que le habían robado el tesoro, se burló de ella. Nami se marchó furiosa. Octis le preguntó si debían perseguirla, pero Arlong respondió que no, ya que ella tenía amigos y familia en la isla.
Con Usopp, Sanji y Zoro...
—Vamos, hay que buscar a Lucy enseguida —animó Usopp a los otros dos—. Oye, Sanji, ¿se puede saber qué haces?
—A Nami le ha tocado una vida mucho más difícil que la nuestra. Yo la protegeré. Estoy aquí para liberarla de sus penas, y eso me hace feliz —respondió Sanji mientras encendía su cigarro.
—Nfu... o sea que tú luchas para sentirte bien, ¿cierto, cocinero? —suspiró Usopp.
Solo lucho para liberar a una chica guapa. ¿Qué hay de malo en eso? Dime —preguntó Sanji, hablando en serio.
—Parece que no lo has entendido bien. Nosotros luchamos para ayudar a Nami y a los habitantes de la isla —explicó Usopp.
—Eso también… —señaló Sanji, mirando hacia otro lado.
—¡Clank! ¿Queréis parar de decir tonterías? Vámonos —ordenó Zoro, que se había levantado del suelo y también tomó su espada.
Genzo y los vecinos del pueblo…
Genzo estaba tan furioso que ya no pudo más. Dijo basta, y ordenó a todos que había que luchar. Todos estuvieron de acuerdo. Pero entonces apareció Nami para detenerlos.
—No os preocupéis… volveré a hacerlo todo de nuevo —dijo con voz temblorosa.
Pero Genzo la abrazó con fuerza y le dijo:
—Basta. Ahora nos toca luchar a nosotros, para salvarte.
Dejaron a Nami sola y marcharon corriendo hacia Arlong Park.
—¡Jajajajajaja! —recordó Nami la risa de Arlong. Miró el tatuaje de los hombres-pez en su brazo y empezó a llorar. Cogió el cuchillo del suelo, el que había dejado caer, y se lo clavó en el brazo, justo donde estaba el tatuaje.
—¡Arlong, Arlong, Arlong! —repitió una y otra vez mientras seguía clavándose el cuchillo.
Pero Lucy apareció y le agarró las muñecas para que dejara de hacerse daño.
—¿Lucy…? —dijo Nami, al ver quién la había tocado— Tú no sabes nada… no sabes nada de lo que pasó hace ocho años…
—No, no lo sé —respondió Lucy muy seria.
—¡Ya te dije que te largaras de aquí! ¡Lo que ocurre aquí no te afecta en nada! —gritó Nami, furiosa y llorando.
—Sí… sí me lo dijiste —suspiró Lucy, preocupada.
—¡Pues vete! ¡Quiero que te largues! ¡Fuera, fuera! —gritó Nami mientras le tiraba tierra— Snif… snif… Lucy… ayúdame…
Lucy se quitó su sombrero favorito y se lo entregó a Nami antes de marcharse furiosa.
—Te ayudaré —gritó Lucy, que se transformó de nuevo en Mew y voló hacia sus compañeros.
Nami se quedó en silencio, mirando el sombrero.
—¿Pero tú… me diste tu sombrero? —susurró, sorprendida— Lucy…
Lucy llegó volando hasta donde estaban Sanji, Zoro y Usopp.
—¿Preparados? —preguntó con rabia. Alguien había herido a uno de los suyos.
—¡Sí! —respondieron todos, listos para la batalla.
Genzo y los vecinos del pueblo estaban ya a las puertas de Arlong Park, pero fueron detenidos por Yosaku y Johnny.
—Hey, chicos, ¿Qué os ha hecho Arlong? —preguntó Genzo, preocupado al verlos tan heridos— Dejadnos pasar. Tenemos un asunto con él.
—Después de escuchar la historia de Nami, pensamos que lo único que podíamos hacer para ayudarla era enfrentarnos a Arlong. Por eso lo desafiamos antes… —explicó Johnny, apoyado en la pared.
—Pero perdimos por muy poco —añadió Yosaku, también herido.
—Lo sentimos, pero no os dejaremos pasar. No tenéis posibilidades —indicó Johnny.
—¿¡Qué dices!? —preguntó Genzo, furioso.
—Pero hay unos chicos que sí pueden hacer algo contra Arlong. Los estamos esperando.
—¿Unos chicos? ¿Qué chicos? —preguntó Genzo, confundido.
—Ellos vendrán, aunque eso signifique jugarse la vida —explicó Yosaku.
—¡Mirad! —señalaron ambos a la vez.
—¡Los conozco! —exclamó Nojiko al ver a los amigos de Nami.
—¿Y qué posibilidades tienen ellos de ganar? —preguntó Genzo, incrédulo.
—Si ellos no pueden vencer a los tritones, entonces nadie podrá hacerlo —afirmó Yosaku con convicción.
—¡Apartaos! —ordenó Lucy a los vecinos del pueblo.
Lucy, en su forma de Mew, flotaba en el aire. Su cuerpo temblaba con energía pura.
Frente a él, la gigantesca puerta de Arlong Park bloqueaba el camino como una barrera indestructible.
Sus ojos brillaron con furia. Ya no quedaba espacio para la compasión.
Un aura azulada comenzó a girar alrededor de su cuerpo, vibrando con energía contenida.
—¡Mew… esfera aural! —gritó con determinación.
La esfera salió disparada como un meteorito, rompiendo el aire con un rugido agudo.
El impacto fue brutal: una explosión envolvió la puerta en una tormenta de luz y fuego.
El metal crujió, el concreto estalló en pedazos, y una nube de polvo lo cubrió todo.
Cuando el humo se disipó, solo quedaban escombros… y Mew, flotando entre ellos, sereno.
Los piratas dentro del parque se quedaron paralizados: la batalla había comenzado.
—¿Qué eres tú? ¿Y qué haces aquí? —preguntó Arlong, furioso, al ver a una criatura parecida a un gato que había destruido la puerta con semejante poder.
—¿Quién de vosotros es el capitán Arlong? —preguntó Lucy con furia en los ojos.
—¿Arlong? —interrogó el propio Arlong, alzando una ceja—. Pues sí, así es como me llaman, bola de gato de chicle.
—Pues yo me llamo Lucy —respondió ella, mientras volvía a su forma humana.
—¿Lucy? Ya veo… comiste una Fruta del Diablo. ¿Y qué demonios eres tú? —preguntó Arlong, burlón.
—Un pirata —se presentó Lucy, visiblemente molesta.
—¿Eh? ¡Sí, es ella! Ya la habíamos visto una vez… Es esa chica que rondaba por la isla —señaló Octis, apuntando a Lucy.
—¿Y a dónde piensas que vas ahora? Ja —preguntó un tritón, burlándose—. Primero deberías hablar con nosotros. Así evitarías problemas, chica.
Los tritones agarraron a Lucy por los hombros.
—¡Eh, chica! Quédate donde estás.
Lucy volvió a transformarse. En su lugar apareció una pequeña criatura amarilla, de mejillas eléctricas, cola en forma de rayo y ojos brillantes de energía pura. Los tritones ahora podían sostenerla con un solo brazo.
—Pikachu… —murmuró Lucy.
De sus mofletes saltaron chispas, que impactaron directamente en los tritones, dejándolos inconscientes. Lucy cayó al suelo, exhausta.
—¿Mmm? —gruñó Arlong, al ver cómo Lucy se transformaba y derrotaba con facilidad a sus compañeros.
—¿Y qué demonios quiere un pirata de mí? —preguntó, con una sonrisa burlona en el rostro.
Lucy, en su forma de Pikachu, brillaba con una intensidad cegadora mientras las chispas danzaban a su alrededor como un enjambre furioso. Sus pequeños ojos se destellaban con determinación, y las mejillas eléctricas de su rostro vibraban con energía contenida. Arlong, con una mueca burlona, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Lucy se moviera.
—¡Pika… CHUUUUU! —gritó Lucy.
En un instante, su cuerpo se convirtió en un relámpago viviente. El aire crujió con un zumbido ensordecedor mientras Lucy se lanzaba hacia Arlong con una velocidad vertiginosa, dejando un rastro de electricidad chispeante tras de sí. El Placaje Eléctrico ilumina el área con un resplandor dorado, como si un rayo hubiera caído del cielo.
Arlong levantó un brazo instintivamente para protegerse, pero el impacto fue devastador. El relámpago de Lucy lo golpeó de lleno en el pecho, enviando una descarga eléctrica que recorrió cada músculo de su cuerpo. El tritón, con su imponente fuerza, gruñó de dolor mientras el impacto lo hizo caer al suelo . Las chispas saltaron a su alrededor, chamuscando el aire y dejando un olor a ozono en el ambiente.
—¡Maldita… criatura! —rugió Arlong, sacudiendo los restos de electricidad que aún crepitaban en su piel escamosa. Sus ojos ardían de furia, pero también de sorpresa. .
Lucy-Pikachu aterrizó ágilmente en el suelo, sus mejillas aún chispeando, lista para el siguiente movimiento. Su cola en forma de rayo se alzó, vibrando con energía, mientras miraba a Arlong con una mezcla de desafío y rabia contenida.
—¡Pika! — exclamó, como si le estuviera diciendo que no había terminado con él.
Los tritones a su alrededor, atónitos, dudaron por un momento, intimidados por la ferocidad de esa pequeña criatura amarilla. Sanji, Zoro y Usopp, que observaban desde atrás, intercambiaban miradas de asombro.
—¡Esa es mi Lucy! —gritó Sanji, con corazones en los ojos mientras encendía otro cigarrillo—. ¡Qué poder, qué elegancia!
—¡Menos hablar y más pelear, cocinero! —espetó Zoro, desenvainando su espada, listo para unirse a la batalla.
Arlong, recuperándose del impacto, mostró sus dientes afilados en una sonrisa salvaje.
—¿¡Pero quién diablos eres tú!? —rugió Arlong, lleno de rabia.
—¡No vuelvas a hacer llorar a nuestra oficial! —exclamó Lucy, muy cabreada con Arlong.
Todos los tritones se lanzaron contra Lucy, pero fueron detenidos por Zoro y Sanji.
—¡No os metáis en medio, lubinas! ¡No dejaré que toquéis ni un pelo a Lucy! —gritó Sanji, que acababa de golpear a varios tritones.
—¡Ostias, Lucy-chan! No pensaba que comenzarías tú sola contra "cara de sierra"... aunque esa forma de ratón es linda —comentó Sanji, admirando cada día más a Lucy.
—Ya os dije que no os preocuparais, que yo sola podría vencerlos —exclamó Lucy, sin darle importancia a la situación.
—¡No, mujer! ¡Lo digo porque te has quedado con toda la diversión para ti sola, Lucy-chan! —protestó Sanji, molesto porque Lucy se había divertido sin él.
—¡Ah! ¿Era por eso? —respondió Lucy, restándole importancia.
—Pues a mí no me importa que te lo quedes todo para ti, ¿entiendes, Lucy? —comentó Usopp, temblando de miedo por la batalla.
—¡Ostias, qué morro tienes, Lucy! —dijo Zoro, enfadado porque Lucy había luchado primero y derrotado a varios tritones.
—¡Sí, es él! ¡Es ese espadachín misterioso del otro día! —señaló Octis.
—¡Es Roronoa Zoro! —exclamó Kuroobi, sorprendido.
—¡Ahora lo entiendo! Ese burro me engañó, me embaucó como si nada… ¡Ay, no! ¡Si yo lo guié hasta el pueblo! Qué mala suerte… —pensó en voz alta Octis, furioso por haber sido engañado.
—¡Mirad, el narizotas ese! —señaló un tritón.
—¡¿Aaaaaah?! ¿Cómo puede ser? ¿No lo había matado Nami? ¡No lo entiendo! —preguntó Octis, confundido.
—Pues ahora está vivo, y eso significa que… —dijo Chew, señalando algo.
—¡Grrrr, lo sabía! ¡Es lo que pensaba! ¡Esa niñata es una traidora! —exclamó Kuroobi, furioso.
—Tenemos que ayudar a esos chicos —comentó Genzo, con ganas de unirse a la lucha contra Arlong.
—¡Quietos ahí! —ordenaron Yosaku y Johnny, deteniendo a los vecinos para que no pasaran.
—¿Cómo lo ha hecho para golpear a Arlong? ¿Y qué es esa transformación? —preguntó Nako, sorprendido.
—¡Ha sido increíble! —exclamó uno de los vecinos.
—¡Ostias! Eso no lo puede hacer un humano normal… y menos esa transformación —opinó Genzo, incrédulo.
—¿Quiénes son? —preguntó Nojiko, sorprendida.
—¿Todavía tenéis ganas de luchar contra Arlong? —preguntó Yosaku, incrédulo.
—¡Pero no veis que solo interrumpiríais la fiesta de esos chicos? Solo os interpondríais en su camino —señaló Johnny.
—¿Por qué luchan? ¿Por qué se meten en esta pelea que no es suya? —preguntó Genzo, confundido.
—¿Por qué se meten? Porque hicieron llorar a Nami —respondió Johnny, serio.
—¿Hay alguna razón para arriesgarse la vida así? —cuestionó Yosaku.
—¡Shahahaha! ¿Piratas, eh? Ya lo veo… o sea, esta es la razón que os une, ¿verdad? Desde el principio vinisteis a buscar a Nami. ¡Venga ya! ¡Shahahaha! —se rió Arlong—. Pero si no podéis hacer nada… ¡cuatro humanos contra mí!
—¡Jajajaj! ¿Qué os pensáis? ¡No me llegáis ni a las suelas de los zapatos! Aunque reconozco a alguien que os hará gracia…
—¡Tarááán, tarááán! —Octis hizo sonar su boca como una trompeta, como si estuviera anunciando la llegada de alguien.
—¿Qué? —preguntó un vecino, temblando de miedo.
—¡Ostias, no… lo ha hecho venir! —señaló Nojiko.
De repente, la tierra empezó a temblar y todos comenzaron a asustarse.
—¿A qué se refieren con "que viene"? —preguntó Usopp, asustado.
—¡Jajaja! Por lo menos para él seréis un buen aperitivo antes de comer —se rió Octis, esperando que apareciera su mascota—. ¡Ven aquí, Moo!
Desde el mar de la piscina de Arlong Park apareció una vaca marina: era Moo, quien ya había sido vencido antes por Sanji y Lucy.
—¡Aaaaaaah! ¡Es un monstruo de la Grand Line que destrozó el pueblo de Gosa! —gritó Usopp, aterrorizado.
La vaca se fijó en Lucy y los demás, y se asustó al reconocerlos, recordando la paliza que le habían dado.
—¡Hey, es él otra vez! —señaló Lucy tranquilamente, aún en su transformación de Pikachu.
—No sabía que era de la familia… —comentó Sanji, incrédulo.
La vaca recordó las palizas que le dieron tanto lucy y sanji que empezó a llorar y empezó a huir de la escena
- quieto aquí moo, adonde vas ahora? Hey ven aqui, moo te he dicho que vengas, hey espera - intento llamar la antencion de la vaca octis
- mo, ¿se puede saber que haces ahora? Bien, no me pienso molestar en pararte, pero ya veras si te vas de aquí ¿Qué harás moo? - amenazo arlong a la vaca marina
Moo volvió hacia lucy y los demás para atacarlos junto a varios tritones
- esperad dejarme la vaca para mi y alejaos - ordeno lucy mientras rayos salían de sus mejillas
- espera que quieres decir que nos alejemos?- pregunto sanji confundido
Lucy, aún en su forma de Pikachu, observó a la vaca marina Moo y a los tritones que se acercaban con intenciones hostiles. Sus mejillas chispeaban con pequeños destellos eléctricos, y sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y furia. El aire a su alrededor comenzó a cargarse de energía estática, haciendo que los pelos de los presentes se erizaran. La tensión era palpable, y el suelo parecía vibrar bajo sus pequeños pies.
- No sé qué hará, pero hay que hacerla caso vámonos de aquí - ordeno zoro a los demás
- ¿Espera, ¿Qué crees que hará Lucy-chan? - preguntó sanji confundido mientras se retiraba muy lejos con zoro y ussop.
—¡Pika... Pika-CHUUUU! Campo Eléctrico .—gritó Lucy, alzando su cola en forma de rayo.
De repente, sus mejillas liberaron una explosión de energía eléctrica que se expandió como una onda invisible. El Campo Eléctrico se desplegó en un radio amplio, cubriendo el área donde estaban Moo y los tritones. El suelo se iluminaba con vetas de electricidad que crepitaban y saltaban, como si la tierra misma estuviera cargada de relámpagos. El aire se llenó de un zumbido ensordecedor, y el olor a ozono inundó el lugar.
Moo, la enorme vaca marina, mugió con fuerza al sentir la primera oleada de electricidad. Su cuerpo masivo tembló mientras las chispas danzaban sobre su piel húmeda, amplificando el impacto del ataque. Los tritones, confiados en su fuerza, intentaron avanzar, pero el campo eléctrico los envolvió como una red de relámpagos. Cada paso que daban los hacía estremecerse, sus músculos se contraían incontrolablemente bajo las descargas.
—¡Pika! — exclamó Lucy, intensificando el ataque. Sus mejillas brillaron aún más, y el campo eléctrico se volvió más denso, con rayos que zigzagueaban entre los enemigos. Los tritones gritaban de dolor, algunos cayendo de rodillas mientras el voltaje les recorría el cuerpo. Moo, incapaz de soportar la potencia del ataque, soltó un mugido agónico y se desplomó con un estruendo, levantando una nube de polvo al impactar contra el suelo. Su cuerpo temblaba ligeramente, pero estaba completamente inconsciente, con los ojos cerrados y la lengua fuera.
Los tritones no corrieron mejor suerte. Los que aún intentaban resistir se tambaleaban, sus cuerpos escamosos humeando por las quemaduras eléctricas. Uno a uno, fueron cayendo al suelo, inconscientes, con los músculos agarrotados por la sobrecarga eléctrica. El campo eléctrico de Lucy era implacable, y su control sobre él demostraba una precisión letal.
Cuando el brillo del ataque se disipó, Lucy-Pikachu jadeaba ligeramente, pero seguía de pie, con las mejillas aún chispeando débilmente. El área estaba en silencio, salvo por el crepitar ocasional de alguna chispa residual. Moo y los tritones yacían en móviles, derrotados por la intensidad del Campo Eléctrico .
—Escucha, no he venido a luchar con monstruos como esos que acabo de dejar inconscientes. Si he llegado hasta aquí, es porque quiero enfrentarme únicamente a ti —señaló Lucy, muy cabreada.
—Pues me alegra escucharlo, chica... porque de pronto me han entrado muchas ganas de eliminarte —respondió Arlong, con una sonrisa maliciosa.
—Lucy-chan, querida... Sabemos que nos avisaste, pero por poco ese campo eléctrico nos alcanza —comentó Sanji, con el ceño fruncido.
—¡Un poco más y nos electrocutas a todos! —bramó Usopp, visiblemente enfadado.
—¿Ah, sí? —soltó Lucy tranquilamente, como si no hubiera pasado nada y casi no hubiese electrocutado a sus amigos.
- que fuerza tan increíble, pero no se como se puede transformar en eso - observó genzo asombrado por la fuerza de lucy
- pero como puede transformarse en esas criaturas tan extrañas y poder lanzar rayos? - pregunto nako también asombrado por la fuerza de la chica
- tienes razón, parece que estamos soñando ¿verdad? - señalo genzo maravillado ante el poder de lucy, ya que derroto a casi todos los tritones y a la vaca marina
- mira, ahora les has hecho cabrear - grito ussop cabreado y retirándose para defenderse
- mira que le has hecho a nuestros compañeros - vocifero octis cabreado porque lucy derroto a sus amigos
- bien, veo que ahora debemos actuar nosotros, no te parece chew? - pregunto kuroobi a su compañero cabreado
- si, les enseñaremos la diferencia entre nuestras razas cheew- respondió chew
- a ver si son rivales fuertes estos tipos - señalo zoro sonriendo y listo para luchar
- señor arlong, usted espera tranquilo aquí - sugirio kurrobi tranquilamente y listo para luchar
- si, no queremos que se altere o como ya sabemos todos, arlong park quedaría destrozado, chew - bromeo chew
- grrrr yo me enfrentare a ellos señor - grito octis preparado para luchar
- muy bien, tu mismo - dijo arlong sonriente y lleno de emoción
- ahhaaa - grito octis y todo su cuerpo empezó a inflarse
—¡Cuidado, el pulpo va a hacer algo! —advirtió Zoro, preparándose para luchar.
Sanji, con una ceja arqueada, comentó con tranquilidad: —Si es pulpo, primero hay que hervirlo con sal, cortarlo en trozos y luego marinarlo con aceite de oliva y pimienta.
—¡Tinta Oscura, directo a sus ojos! —rugió Octis, abriendo la boca y expulsando un denso chorro de tinta negra que se dirigía hacia Lucy y los demás como una cortina impenetrable.
Pero Lucy, aún en su forma de Pikachu, no se inmutó. Sus mejillas comenzaron a brillar con una intensidad cegadora, y su cola en forma de rayo se alzó con determinación.
—¡Pika... PIKA! Fulgor! —gritó con fuerza.
Un estallido deslumbrante de luz eléctrica brotó de su cuerpo, iluminando el campo de batalla como si un relámpago hubiera caído del cielo. La potente descarga atravesó la cortina de tinta, disipándola en el aire como si el sol mismo la hubiera incinerado. La luz era tan intensa que incluso daño los ojos de octis y sin que pudiera ver nada.
—¡¿Qué es esa luz?! ¡No puedo ver nada! —gritó Octis, tambaleándose mientras intentaba abrir sus ojos.- Aghhh, mis ojos! ¡Maldita rata eléctrica! ¡Se suponía que yo os iba a cegar a vosotros con mi tinta, no al revés! ¡Esto no es justo! ¿Cómo demonios hace esa cosa para brillar tanto? ¡Es como si me hubieran metido un sol en la cara!"-Gruño octis , sacudiendo la cabeza para despejarse, pero su voz tiembla de irritación y un toque de pánico.- "¡Esto no se queda así, oíste! ¡Voy a aplastarte con todos mis tentáculos, pequeña rata!"
Kuroobi, observa la escena con los brazos cruzados y una expresión de incredulidad. Sus ojos se entrecierran mientras evalúan el poder de Lucy, claramente los poderes de la fruta del diablo de la chica parecían ser muy fuertes
. Arlong, creo que esta chica no es una simple pirata. Hay que tomarla en serio, o nos va a dar más problemas de los que esperamos."- señalo kurrobi mas
Chew, el tritón , abre los ojos de par en par, con la boca ligeramente abierta. Su cuerpo tiembla ligeramente, y da un paso atrás instintivamente, como si temiera que el próximo ataque eléctrico de Lucy pudiera alcanzarlo y lo dejara frito. Aunque intenta mantener su actitud arrogante, su lenguaje corporal delata nerviosismo, y su mirada se alterna entre Lucy y Arlong, esperando una orden clara.
"¡Oye, oye, oye! ¿Qué fue eso? ¡Esa chica acaba de cegar a Octis como si nada! ¿ que clase de fruta del diablo es esa? - preguntó chew dudando por primera vez de que pudiera vencer a un humano
Arlong, que se habia sentado , apretaba tanto sus puños que sus uñas le clavaban la piel haciéndolo sangrar . Su sonrisa burlona se transforma en una mueca de furia contenida, pero sus ojos brillan con un interés renovado. La ceguera de Octis y la facilidad con la que Lucy manejó su ataque lo han sorprendido, y aunque no lo admitiría abiertamente, empieza a verla como una amenaza real. Se inclina hacia adelante, sus dientes afilados reluciendo mientras su mirada se clava en Lucy, evaluándola como un depredador que ha encontrado una presa digna.
Arlong se pone de pie lentamente, su imponente figura proyectando una sombra amenazante sobre el campo de batalla. Su risa resuena, pero hay un matiz de rabia en su tono, como si la humillación de sus subordinados lo hubiera empujado a tomar el asunto personalmente y estaba apunto de luchar .
"¡Jajajaja! ¿Tú, una miserable chica, osas desafiarme? ¡Los humanos no son nada frente al poder de los tritones! ¡Te aplastaré como a un insecto!". - exclamó arlong lleno de rabia contra los humanos.
Lucy permaneció inmóvil, su diminuta figura contrastando con la enormidad de su adversario. No respondió con palabras; sus ojos destellaron con una determinación feroz, y el aire a su alrededor comenzó a crepitar, cargado de electricidad estática. De pronto, un resplandor amarillo iluminó su cuerpo como un faro en medio de una tormenta.
"¡Pika… CHUUUU! ¡Impactatrueno!", gritó con toda su alma, su voz resonando con una fuerza que desmentía su tamaño.
Un relámpago cegador rasgó el cielo, cayendo como una lanza directa hacia Arlong. El tritón, con reflejos asombrosos para su envergadura, giró su cuerpo en el último instante, esquivando el ataque por un margen ínfimo. El rayo impactó el suelo con un estruendo ensordecedor, dejando un cráter humeante y un olor acre a ozono en el aire.
Arlong gruñó, su rostro contorsionado por la furia. Sus puños se cerraron con tal fuerza que las venas de sus brazos se marcaron como cuerdas tensas bajo su piel escamosa. Sin perder un segundo, canalizó su energía en un movimiento devastador, sus músculos hinchándose con un poder casi palpable.
"¡Gyojin Karate Ōgi: Tetsu Ken!", rugió, lanzándose hacia adelante con una velocidad imposible para su tamaño.
Con un impulso brutal, descargó un golpe con ambas manos, como un martillo de hierro dispuesto a pulverizar a Lucy. El impacto fue catastrófico: un estallido sordo resonó en el aire, levantando una nube de polvo y escombros. Lucy salió disparada hacia atrás, su pequeño cuerpo chocando contra un montón de rocas con un golpe seco que hizo añicos la piedra. Una mueca de dolor cruzó su rostro mientras una de sus patas se aferraba a su costado, donde el ataque había dejado una punzada ardiente.
El golpe de Arlong había sido como un tsunami: implacable, abrumador. Cada músculo de Lucy gritaba en protesta, y el aire escapaba de sus pulmones en jadeos entrecortados. Por un instante, el mundo pareció girar a su alrededor, el dolor palpitando como un tambor en su cuerpo. Pero Lucy no era de las que se rinden. Con un gruñido bajo, sus pequeñas patas temblaron mientras se impulsaba hacia arriba, negándose a permanecer en el suelo.
Arlong observó cómo esa diminuta criatura se alzaba de nuevo, su mirada fija en él, desafiante. El dolor seguía allí, en cada fibra de su ser, pero la voluntad de Lucy era más fuerte. Las chispas comenzaron a danzar a su alrededor una vez más, el aire cargándose con la promesa de un contraataque.
Sin embargo, antes de que Lucy pudiera desatar su próximo movimiento, una figura musculosa se interpuso entre ella y Arlong. Era Kuroobi, su rostro serio y su postura tensa.
"¡Arlong-san!", exclamó. "¡Déjame a esta rata! Los humanos deben aprender su lugar. ¡No mereces tu tiempo!".
Kuroobi se lanzó hacia Lucy, pero antes de que pudiera alcanzarla, una pierna impactó con precisión quirúrgica en su costado, haciéndolo retroceder tambaleándose. Sanji, con una sonrisa confiada y un cigarrillo humeante entre los labios, se interpuso con elegancia.
"No te metas, trozo de merluza, o te freiré a la paella con mantequilla y perejil", dijo Sanji, exhalando una nube de humo con aire despreocupado. "Esta pequeña ya tiene su propio baile."
Lucy, aún jadeando, miró a Sanji con una mezcla de sorpresa y gratitud. "Sanji, ¡podía sola!", protestó, su voz cargada de orgullo, aunque sus ojos brillaban con aprecio. Quería enfrentarse a Arlong, no a sus subordinados.
Kuroobi, recuperándose del golpe, hizo crujir sus nudillos con una calma inquietante. "Eres fuerte para ser humano, lo reconozco", dijo, su tono frío pero calculador. "Pero no es nada comparado con la fuerza de los tritones".
Desde un lado, otra voz irrumpió en la escena. Octis, con una roca en la mano y una expresión de furia, gritó: "¿Qué creen, que Arlong Park es un parque de atracciones? ¡Me los cargaré a todos!".
Antes de que pudiera lanzar la roca hacia Sanji y Lucy, Zoro se plantó frente a él con su espada y una mirada afilada como el acero, lo desafió sin inmutarse.
"Oye, ¿no ves que todos están ocupados?", dijo Zoro, su voz cargada de sarcasmo. "Si quieres meterte en una pelea, puedo entretenerte yo."
Octis entrecerró los ojos, reconociendo a su adversario. "¡Roronoa Zoro! Ya ni me acordaba de ti", gruñó, lanzando la roca con fuerza. Zoro la esquivó con un movimiento fluido, apenas moviendo un músculo. "¡Mataste a varios de mis compañeros!".
"No me interesan las noticias viejas, ni me importa por qué me quieres muerto. La situación ha cambiado. Vosotros queréis matarnos… pero ahora somos nosotros los que vamos a por vosotros", explicó Zoro mientras desenvainaba su espada.
"Muy bien Zoro, dejo el pulpo para ti, esto es perfecto", suspiró aliviado Usopp de no tener que enfrentarse a nadie. Su alivio fue efímero. Desde la puerta, Chew fijó su mirada en los vecinos del pueblo de Cocoyasi, que se habían reunido, armados, observando la batalla.
"Vosotros sois los vecinos del pueblo de Cocoyasi, ¿mm? Muy bien. Y veo que lleváis armas. ¡Os atacaré ahora mismo!", bramó Chew, lanzándose hacia ellos.
Pero Usopp intervino con un rápido movimiento. Disparó un proyectil con su tirachinas, un explosivo que impactó cerca de Chew, desviándolo de los aldeanos. Chew se volvió hacia Usopp, con los ojos inyectados en sangre.
"¡Ya no me acordaba de ti!", rugió Chew.
"¡Hey, morritos! Tú te tienes que enfrentar a mí, y dejad en paz a los vecinos", replicó Usopp, su voz algo temblorosa, pero con una determinación creciente.
- si, a ti te eliminare ahora narizotas -grito chew cabreado que fue tras ussop pero este se escapo y chew tenia que perseguir a ussop para atraparlo.
Bien, así nadie nos molestará. No eres un cobarde, ¿verdad, Arlong? No entiendo por qué tenían que meterse en medio de nuestra pelea —comentó Lucy, molesta por la intervención de los demás
—¡Shahahaha!¿Cobarde, yo? ¡Insolente chica ! ¿Crees que tus trucos y esos humanos patéticos pueden interponerse en mi camino? ¡No necesitaba a mis hombres para aplastarte, pero si insisten en meterse, que así sea! Pero si lo que quieres es una pelea justa… ¡entonces prepárate para ser aplastada por la verdadera supremacía de los hombres-pez! —gruñó arlong , señalándola con una de sus garras—. ¡Te arrepentirás de haberme desafiado, muchacha!" Su voz retumbó como un trueno, cargada de desprecio..
Con zoro y octis......
Este tipo me encargare yo en 5 minutos - dijo zoro que ataco a octis pero solamente le corto el cabello
¡Aaaahhh! ¡Me ha cortado el pelo!", exclamó Octis, con una mezcla de sorpresa y rabia inicial. Luego, con una sacudida, su indignación se transformó en una carcajada. "¡Grrr! ¡Ah! ¡Da igual, solamente es pelo, ya crecerá!", añadió, restándole importancia con una sonrisa burlona. "Pero yo te aviso que mi pelo es lo único que podrás cortar, ya que tengo seis brazos. ¡Prueba de evitar a alguien con seis brazos, venga!", se mofó Octis, agitando sus tentáculos con confianza, creyendo que su ventaja numérica lo hacía invencible.
"Cállate", ordenó Zoro, su voz grave y sin un atisbo de humor. Antes de que Octis pudiera reaccionar por completo, Zoro se lanzó con una velocidad cegadora. Su única espada, la Wado Ichimonji, destelló en el aire. Octis, confiado en sus múltiples extremidades, levantó sus seis brazos para bloquear el inminente corte.
Sin embargo, la habilidad de Zoro superaba con creces la simple fuerza bruta. Con un movimiento tan fluido como letal, Zoro no se detuvo en un solo golpe. Su espada pareció danzar, ejecutando una ráfaga de cortes precisos y rápidos. En un abrir y cerrar de ojos, la Wado Ichimonji impactó las seis extremidades del tritón pulpo.
—¡Ayyy, ayyy, ayyy! —lloró Octis de dolor, con las manos ensangrentadas al igual que la cabeza.
—Esto es demasiado fácil… —suspiró Zoro, que a pesar de todo, parecía muy cansado.
—Ostias… no sé si podrá derrotarlo —pensó Sanji, preocupado por Zoro, ya que este aún seguía herido tras su combate con Mihawk.
—No deberías perderme de vista —gruñó Kuroobi mientras lanzaba un ataque a Sanji, pero este esquivó el golpe con agilidad.
—Yo a los peces los quiero en el plato o en la cazuela —exclamó Sanji, lanzando una ráfaga de patadas contra Kuroobi. Sin embargo, los golpes parecían no afectarle.
Con Zoro...
—Esta batalla la terminaré en un momento. Ríndete… o muere. Prepárate —advirtió Zoro antes de lanzarse contra Octis.
El pulpo saltó ágilmente, esquivando el ataque, y se colgó de una de las columnas del palacio.
—¡Esta es la táctica número... 9! —se burló Octis desde lo alto, colgando con sus tentáculos.
—¿¡Pero a dónde vas!? ¡Baja aquí, cobarde! —gritó Zoro, furioso y deseando acabar con él de una vez.
—¡Nooooo! —rió Octis con descaro.
—¡Maldito pulpo...! —gruñó Zoro, frustrado.
Con Sanji...
—Maldito pez... —gruñó Sanji, golpeando con fuerza a Kuroobi, pero sus ataques seguían sin hacerle efecto.
Con Zoro nuevamente...
—Roronoa Zoro, ¿puedo preguntarte algo? —dijo Octis con tono burlón—. He escuchado que luchas con tres espadas... ¿Dónde están las otras dos?
—Con una sola ya tengo suficiente —respondió Zoro con frialdad, aunque comenzaba a jadear. La herida que le dejó Mihawk empezaba a dolerle con más intensidad.
—Muy bien, ya veo que no quieres cooperar. Pero he de ser franco: un espadachín humano, por mucho que se esfuerce, jamás podrá vencerme. ¿Y quieres saber por qué?
Ahora te lo demostraré —declaró Octis mientras se internaba en el palacio de Arlong Park.
Salió momentos después… con seis espadas en sus manos. - mira, soy perfectamente capaz de usar 6 espadas
De repente zoro se desmayo
- zoro - grito lucy preocupado por zoro que parecía que se había desmayado
- hey chica, no deberías darme la espalda gruñó, caminando hacia la gran piscina central del complejo.
Levantó ambos brazos con una fuerza descomunal, y los estrelló contra la superficie del agua.
—¡Umidaiko! ¡Tambor del Océano!
El golpe fue como el estallido de un cañón marino. Una onda expansiva de presión pura se formó al instante, disparándose hacia Lucy como un martillo invisible.
¡BAAAM!
El impacto la lanzó por los aires como un proyectil, atravesando una pared de piedra y desapareciendo en una nube de escombros hasta llegar a una habitación.
Con zoro y octis, kurooby y sanji
- hey zoro estas bien? - pregunto sanji que estaba preocupado tanto por lucy que salió disparada y entro a la guarida como por zoro
- maldito roronoa zoro, ¿Cómo puede ser que te mueras, antes de empezar a luchar contra mi? Si me hubieras dado la oportunidad de enfrentarte a ti con mis 6 espadas, al menos habrías pasado a la historia. Porque se ha de luchar muy bien para que un humano me pueda derrotar - vocifero furiosos octis que empezó a mover sus espada creando un tornado y destruyendo todo a su alrededor
- para octis, entiendo como te sientes, pero no empieces ha destrozarlo todo, ¿ que no ves que estamos luchando en nuestra propia casa? - dijo kuroobi que intento calmar la situación
- ahahaa. Ostias perdóname, como me he enfadado tanto, jejej- se disculpo octis riéndose
Cálmate venga- tranquilizo kuroobi a su amigo
- si, si , lo siento - suspiro octis tranquilizándose
-la técnica de seis espadas y que mas? - dijo zoro que se levanto después de marearse - yosaku, jhonny vuestras espadas, además no creo que puedas derrotarme aun, ya que tengo un asunto pendiente
—¡Zoro, aquí tienes! —gritó Johnny, lanzándole su katana con un movimiento rápido.
—¡Derríbalo, Zoro! —añadió Yosaku, arrojándole la suya con igual urgencia.
Zoro atrapó ambas espadas en el aire, una en cada mano, mientras sujetaba la Wado Ichimonji con los dientes. Con las tres espadas en su poder, su figura se volvió aún más intimidante. Octis, el tritón pulpo, lo miró con una mezcla de burla y cautela, blandiendo sus seis espadas con arrogancia.
— ¿Tres espadas? ¡Jajaja! ¡Eso no es nada contra mis seis! —se mofó Octis, girando sus armas en un destello de acero.
Zoro no respondió con palabras. Su mirada helada hablaba por él. Con un movimiento súbito, se lanzó hacia Octis, dispuesto a terminar la pelea en tres ataques decisivos.
Zoro irrumpió con una velocidad vertiginosa, sus tres espadas cortando el aire con un silbido cortante. Ejecutó su técnica Oni Giri , un ataque cruzado que unía la potencia de las tres hojas en un solo movimiento devastador. Las espadas relucieron bajo el sol, apuntando directamente a los brazos de Octis.
—¡Oni Giri! —rugió Zoro, su voz resonando con autoridad.
Octis, confiado en su ventaja numérica, alzó cuatro de sus espadas para bloquear el ataque, mientras las otras dos intentaban flanquear a Zoro. El choque de las hojas produjo un estruendo metálico que resonó en el patio. Aunque Octis logró desviar el golpe principal, una de las katanas de Zoro cortó superficialmente uno de sus tentáculos, dejando una herida que goteaba sangre azulada.
—¡Grr! ¡Eso no es nada! —gruñó Octis, retrocediendo un paso y agitando el tentáculo herido con desprecio—. ¡Necesitarás más que un rasguño para vencerme!
Zoro respiraba con dificultad, el dolor de su herida palpitando en su pecho. Sin embargo, su rostro no muestra duda alguna. Ajustó su postura, preparándose para el siguiente movimiento.
Octis, enfurecido por la corte, decidió tomar la iniciativa. Saltó hacia una columna, colgándose con sus tentáculos, y se lanzó en un torbellino de espadas, atacando desde todos los ángulos posibles.
—¡Técnica número 12: Tormenta de tentáculos! —gritó Octis, mientras sus seis espadas giraban como un huracán de acero.
Zoro, con una calma tensa, adoptó una postura defensiva. Sus tres espadas se movieron con una precisión milimétrica, bloqueando y desviando cada golpe con una sincronización casi sobrenatural. Aprovechando un instante en que Octis dejó un hueco en su ofensiva, Zoro contraatacó con Tora Gari , una técnica que imitaba el zarpazo de un tigre.
Las tres espadas cortaron en un movimiento coordinado, dirigido al torso de Octis. El tritón, sorprendido por la rapidez de Zoro, apenas pudo bloquear con tres de sus espadas. Sin embargo, la Wado Ichimonji atravesó su defensa, dejando un corte profundo en uno de sus brazos principales, que comenzó a sangrar profusamente.
—¡Maldito humano! —aulló Octis, retrocediendo con una mueca de dolor—. ¡Aún tengo cinco brazos más!
Zoro jadeaba, el sudor corriendo por su frente. La herida de Mihawk ardía como fuego, pero apretó los dientes y mantuvo su enfoque. No había margen para errores.
Octis, ahora desesperado y furioso, decidió jugárselo todo en un ataque final. Se lanzó desde lo alto de otra columna, girando en el aire con sus seis espadas en un movimiento frenético que parecía un tornado viviente.
—¡Técnica número 20: Huracán de seis espadas! —bramó Octis, convencido de que esta vez aplastaría a Zoro.
Zoro, sin embargo, cerró los ojos por un instante, concentrándose en su respiración y en el peso de las espadas en sus manos. Recordó su juramento de convertirse en el mejor espadachín del mundo, y el dolor de su cuerpo pareció desvanecerse momentáneamente. Abró los ojos con una determinación feroz y, con un rugido, desató su técnica definitiva: Santoryu: Yakkodori .
Las tres espadas se movieron en un arco perfecto, cortando el aire con una velocidad y precisión que desafiaban la percepción. El ataque fue tan rápido que Octis apenas pudo alzar sus espadas para defenderse. Las hojas de Zoro impactaron simultáneamente en los seis brazos del tritón, cortando a través de su defensa como si fuera mantequilla. Las espadas de Octis cayeron al suelo con un estruendo, y el tritón pulpo se desplomó de rodillas, con los brazos ensangrentados e inútiles.
—¡Imposible…! —jadeó Octis, mirando a Zoro con ojos desorbitados—. ¡Un humano… con solo tres espadas…!
Zoro, exhausto, envainó a Wado Ichimonji y dejó caer las espadas de Johnny y Yosaku al suelo. Su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero su voz seguía firme.
—Te dije que con una era suficiente. Pero quise darte una oportunidad —dijo Zoro, con un toque de sarcasmo en su tono.
Octis colapsó, derrotado, mientras el polvo se asentaba a su alrededor. Zoro se giró, tambaleándose ligeramente, y miró hacia Sanji, quien seguía enzarzado en su pelea contra Kuroobi.
—¡Oye, cocinero! ¿Necesitas que te saque de apuros con ese pez? —preguntó Zoro, con una media sonrisa, aunque el cansancio era evidente en su rostro.
Sanji, esquivando otro golpe de Kuroobi, respondió con una risita sarcástica.
—¡Preocúpate por no caerte de nuevo, espadachín idiota! —gritó, antes de lanzar una nueva ráfaga de patadas contra su oponente.
Con Octis fuera de combate, la balanza en Arlong Park comenzaba a inclinarse a favor de los Sombrero de Paja, pero la batalla aún estaba lejos de terminar.
Nami irrumpió en el corazón de Arlong Park, su respiración agitada y el rostro marcado por la determinación y la furia. El polvo aún flotaba en el aire, mezclado con el olor a ozono y sangre. Sus ojos recorrieron rápidamente la escena: escombros esparcidos, tritones inconscientes y el eco de una batalla reciente resonando en el lugar.
—¿Dónde están Lucy y Arlong? —preguntó Nami con voz firme, aunque un leve temblor delataba su preocupación.
—¡Nami! — exclamó Nojiko, sorprendida al ver a su hermana aparecer en medio del caos. Sus ojos se abrieron de par en par, y dio un paso hacia ella, como si quisiera protegerla de lo que estaba ocurriendo.
—¡Nami, por todos los dioses! ¿Qué haces aquí? ¡Deberías haber escapado! —intervino Genzo, su voz cargada de preocupación mientras se acercaba, con el molinillo de viento en su sombrero girando ligeramente por la brisa.
—No voy a huir —respondió Nami, tajante, apretando los puños—. ¿Dónde están Lucy y Arlong? ¡No los veo!
Antes de que alguien pudiera responder, sus ojos se posaron en Zoro, que estaba apoyado contra una pared, jadeando, con las tres espadas aún en sus manos. A sus pies yacía Octis, el tritón pulpo, desplomado en un charco de sangre azulada, con sus seis brazos heridos y sus espadas desperdigadas por el suelo. Nami parpadeó, incrédula.
—Zoro… ¿tú derrotaste a Octis? —preguntó, su voz mezclada con asombro y un toque de incredulidad. El temido tritón, conocido por su destreza con seis espadas, estaba completamente fuera de combate.
Zoro levantó la mirada, con una media sonrisa agotada. —No fue gran cosa —dijo, encogiéndose de hombros, aunque el sudor en su frente y el leve temblor en sus manos delataban el esfuerzo sobrehumano que le había costado.
En el centro del patio, la atención de Nami se desvió hacia otro enfrentamiento. Sanji y Kuroobi estaban enzarzados en una pelea feroz, sus movimientos rápidos y precisos llenando el aire con el sonido de golpes y gruñidos. Kuroobi, el tritón experto en Gyojin Karate, usaba las aletas de sus brazos como armas letales, moviéndolas con la precisión de un maestro de artes marciales.
Kuroobi giró sobre sí mismo, sus aletas cortando el aire como cuchillas. —¡Karate Gyojin: Senmaigawara Seiken! —rugió, lanzando un puñetazo reforzado por la fuerza del agua que parecía vibrar con energía. El golpe fue directo hacia el pecho de Sanji, quien apenas logró esquivarlo, girando su cuerpo con una agilidad felina. El puñetazo rozó su chaqueta, rasgándola ligeramente, y Sanji respondió con una patada giratoria que impactó en el brazo de Kuroobi, pero el tritón apenas retrocedió, su piel escamosa absorbiendo parte del impacto.
—¡No está mal, humano! Pero tus patadas no son nada contra la fuerza de un tritón —se burló Kuroobi, con una sonrisa arrogante.
Segunda acción de lucha: Kuroobi cambió de táctica, usando sus aletas para crear una corriente de aire comprimido. —¡Karate Gyojin: Mizu Shuriken! —gritó, lanzando una ráfaga de proyectiles acuáticos afilados como cuchillas hacia Sanji. Este saltó hacia un lado, rodando por el suelo para evitar la mayoría, pero uno de los proyectiles le rozó el hombro, dejando un corte superficial que hizo que Sanji gruñera de dolor. Sin embargo, aprovechó el impulso para acercarse a Kuroobi, desatando una ráfaga de patas. —¡Disparo Collier! — exclamó, golpeando el cuello del tritón con una patada precisa. Kuroobi retrocedió, tosiendo, pero su resistencia seguía intacta.
—¡Maldito cocinero! ¡Voy a destrozarte! —bramó Kuroobi, furioso, mientras se preparaba para su próximo movimiento.
Kuroobi, ahora enfurecido, concentró toda su energía en un ataque definitivo. —¡Karate Gyojin: Hyaku Maigawara Seiken! —rugió, lanzando un puñetazo masivo cargado con la fuerza de cien golpes, dirigido directamente al torso de Sanji. El aire vibró con la potencia del ataque, pero Sanji, con una determinación ardiente en los ojos, giró sobre su talón derecho y canalizó toda su fuerza en una única patada. —¡Disparo Mouton! —gritó, lanzando una patada explosiva que impactó directamente en el pecho de Kuroobi. El tritón salió disparado hacia atrás, atravesando una pared de madera con un estruendo ensordecedor. Cuando el polvo se asentó, Kuroobi yacía inconsciente entre los escombros, derrotado.
Sanji, jadeando, subió un nuevo cigarrillo y exhaló una nube de humo con una sonrisa confiada. —Eso es todo, pez gordo —dijo, limpiándose una gota de sangre de la comisura de los labios.
Nami, que había observado toda la pelea con los ojos abiertos de par en par, no podía creer lo que veía. —Sanji… ¿también derrotaste a Kuroobi? —preguntó, su voz temblando de asombro. El tritón, conocido por su fuerza y maestría en el Gyojin Karate, estaba fuera de combate, algo que parecía imposible.
Antes de que Sanji pudiera responder con su galantería habitual, una figura tambaleante apareció desde el otro lado del patio. Era Usopp, con el rostro magullado, la ropa rasgada y las tirachinas aún en la mano. Cojeaba visiblemente, pero su expresión era una mezcla de alivio y orgullo.
—¡Chicos! —gritó Usopp, levantando una mano temblorosa—. ¡Lo hice! ¡He vencido a Chew!
—¿Qué? ¿Tú, narizotas, venciste a un tritón? —preguntó Sanji, arqueando una ceja con escepticismo, aunque una sonrisa divertida asomaba en su rostro.
—¡No me llames narizotas! —protestó Usopp, pero luego continuó, jadeando—. No fue fácil, ¿sabes? Ese tipo era rápido, pero lo engañé con una de mis trampas explosivas. ¡Culo! ¡Y cayó como un pez fuera del agua!
Nami lo miró, atónita. —Usopp… ¿tú también? —susurró, incapaz de procesar que sus antiguos compañeros, a los que había intentado alejar, estaban derrotando uno a uno a los lugartenientes de Arlong.
Nojiko, a su lado, puso una mano en el hombro de Nami. —Estos chicos… no son cualquier cosa, ¿verdad? —dijo con una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejaban preocupación.
Genzo, observando la escena, apretó los puños. —No puedo creerlo… estos forasteros están enfrentándose a los tritones de Arlong como si nada —murmuró, impresionado.
Nami se tensó, su mirada buscando desesperadamente a Lucy. — ¿Dónde está Lucy? —preguntó de nuevo, su voz ahora más urgente—. ¡No puede enfrentarte a Arlong sola!
—Tranquila, Nami —dijo Zoro, limpiando el sudor de su frente mientras se levantaba con esfuerzo—. Lucy está dentro. Y si la conocemos bien, no va a dejar que Arlong se salga con la suya.
Sanji, exhalando una nube de humo, añadió con una sonrisa confiada: —Lucy-chan es más fuerte de lo que parece. Y si Arlong la hace enfadar… bueno, ese pez está en serios problemas.
Usopp, aún recuperándose, ascendió. —Confía en ella, Nami. Lucy no es de las que se rinden. ¡Y nosotros tampoco!
Nami, con los ojos brillando de emoción contenida, presionó el sombrero de Lucy que aún sostenía en sus manos. Por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza. Pero también miedo. Porque sabía que la verdadera batalla, la que decidiría el destino de todos, aún estaba por librarse dentro de Arlong Park.
En el interior de Arlong Park, la atmósfera era densa, cargada de tensión y el olor metálico de la sangre. Lucy, cubierta de cortes y magulladuras tras el brutal enfrentamiento con Arlong, se tambaleaba en el centro de una habitación desconocida. Su respiración era entrecortada, pero sus ojos ardían con una determinación inquebrantable. Con un esfuerzo, alzó una mano y pronunció con voz firme:
—¡Deseo! —Un resplandor cálido y dorado envolvió su cuerpo, como si una estrella fugaz hubiera estallado a su alrededor. Las heridas que Arlong le había infligido comenzaron a curarse. Lucy respiró hondo, recuperada por completo, su energía renovada.
Arlong, que acababa de irrumpir en la habitación, se detuvo en seco al presenciar el espectáculo. Sus ojos de tiburón se entrecerraron, y un gruñido gutural se escapó de su garganta. La habitación en la que estaban no era ningún lugar: era la sala de mapas de Nami, un espacio lleno de estantes repletas de pergaminos, mapas enrollados y hojas sueltas esparcidas por el suelo. En el centro, un escritorio desordenado estaba cubierto de plumas, tinteros y dibujos a medio hacer, todos trazados con una precisión casi sobrenatural.
—¡No tienes escapatoria! —rugió Arlong, su voz resonando en las paredes de madera—. ¡Puedes curarte todo lo que quieras, humana, pero no podrás vencerme! —Sus dientes serrados brillaron bajo la luz tenue mientras señalaba a Lucy con una garra amenazante.
Lucy, ahora completamente recuperada, pasó la mirada por la habitación, confundida. —Está llena de papeles… —murmuró, observando los montones de mapas y bocetos que cubrían cada rincón.
Arlong soltó una risa grave y despectiva. —No son simples papeles, niña. Aquí es donde Nami hace los mapas que luego nos entrega a nosotros, los tritones. —Señaló con orgullo los pergaminos, su tono cargado de arrogancia—. ¿Ves todo esto? Es su obra. Ha tardado ocho años en construir este tesoro. Para nosotros, leer las corrientes y los mares es fácil, pero plasmarlo en papel… eso requiere un talento especial. ¡Y Nami es la mejor! Un cartógrafo como ella es un tesoro que solo nosotros sabemos apreciar.
— ¿La habitación de Nami? —preguntó Lucy, girándose hacia Arlong, aún procesando la situación.
—¡Exacto! —respondió Arlong, cruzando los brazos con una sonrisa de superioridad—. Todo lo que ves son los mapas que ella ha creado. Impresionante, ¿verdad? Es mi tesoro. Han sido ocho años de trabajo, y su talento es demasiado valioso para unos piratas insignificantes como vosotros. Nami pertenece a los tritones. ¡Es una de los nuestros!
Lucy, que había estado explorando la habitación, se detuvo frente al escritorio de Nami. Sus dedos rozaron una pluma de escribir y un mapa a medio terminar, donde las líneas precisas de las costas y las corrientes marinas parecían casi vivas. Pero las palabras de Arlong encendieron una chispa de furia en su interior. —De vosotros? —repitió, su voz temblando de rabia. Sus ojos se clavaron en Arlong, brillando con una intensidad que hizo que el tritón diera un paso atrás, desconcertado.
—¡Exacto! —espetó Arlong, recuperando su compostura y riendo con desprecio—. ¡Ahora déjanos en paz, humana! —Pero su risa se apagó cuando notó la mirada de Lucy, una mirada que destilaba desafío y una furia contenida.
—¿Se puede saber de qué va esa mirada? —preguntó Arlong, frunciendo el ceño, sintiendo que algo en la atmósfera había cambiado.
Lucy apretó los puños, su cuerpo temblando de indignación. —¡Nami no es un objeto! ¡No es tu herramienta! —gritó—. ¡Nami es nuestra oficial, nuestra navegante, nuestra amiga! —Su voz resonó en la habitación, cargada de una determinación que hizo que incluso Nami, desde la entrada, sintiera un nudo en el pecho.
De repente, el cuerpo de Lucy comenzó a brillar con un resplandor anaranjado. El aire a su alrededor se calentó, y pequeñas chispas danzaron en el suelo. —¡Charmander! —gritó, y apareció una figura pequeña pero poderosa, cubierta de escalas anaranjadas que brillaban como brasas. Una cola larga y flexible se forma, con una llama ardiente en la punta que crepitaba con intensidad, reflejando su fuerza y determinación. Sus ojos, ahora grandes y expresivos, seguían cargados de furia, y sus garras afiladas rasparon el suelo de madera.
— ¿Qué pretende, transformarte de nuevo en esa cosa? —preguntó Arlong, su voz cargada de desprecio mientras señalaba a la pequeña criatura con una garra.
—Pues esto —respondió Lucy con una voz firme, señalándose a sí misma. Sin perder un segundo, extendiendo sus garras hacia adelante, y el aire a su alrededor comenzó a crepitar con calor. —¡Invita a Ígneo! —gritó, y su cuerpo se envolvió en una esfera de llamas rugientes.
El ataque fue un espectáculo cegador. Las llamas brotaron de su cuerpo como una explosión controlada, formando una estela de fuego que serpenteaba hacia adelante con una velocidad vertiginosa. El calor era sofocante, y el aire vibraba con la intensidad del ataque. Las llamas, de un rojo y naranja vibrantes, lamían el suelo, las paredes y los estantes repletos de mapas. Los pergaminos, cuidadosamente dibujados por Nami durante años, comenzaron a chisporrotear y encenderse al instante. El fuego devoró los papeles con una voracidad implacable, convirtiendo los mapas en cenizas que flotaban como copos de nieve negra en la habitación. El olor a papel quemado llenó el aire, mezclado con el humo que se arremolinaba en densas nubes grises.
—¿Qué haces? ¿Por qué quemas mis mapas? —rugió Arlong, su voz temblando de furia mientras veía cómo su preciado tesoro, los mapas que consideraba suyos, eran reducidos a cenizas. Sus ojos de tiburón se abrieron de par en par, y dio un paso adelante, con los puños apretados, como si quisiera aplastar a Lucy con sus propias manos.
Fuera de la sala, en el patio de Arlong Park, el resplandor del fuego era visible a través de las ventanas rotas. Las llamas iluminaban la noche, proyectando un brillo anaranjado sobre los escombros y los cuerpos derrotados de los tritones.
—¡Mira eso! ¿No es fuego? ¿Qué estará pasando? —señaló Usopp, su voz cargada de preocupación mientras se protegía los ojos del resplandor. Su mano temblaba ligeramente, sosteniendo aún sus tirachinas.
—Eso deberá ser por los poderes de Lucy —opinó Zoro, apoyado contra la pared, con una expresión seria pero confiada. Limpió una de sus espadas con un movimiento lento, observando el resplandor con interés.
Nami, de pie en la entrada, miraba fijamente la habitación envuelta en llamas. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras veía los restos de sus mapas calcinados flotar en el aire, cayendo como cenizas a sus pies. Cada pedazo de papel quemado era un fragmento de su pasado, de los ocho años que había pasado encadenada a Arlong, dibujando mapas bajo su yugo. Los recuerdos la golpearon como una ola: las noches interminables inclinadas sobre el escritorio, el peso de la esclavitud, las promesas rotas, el dolor de su pueblo. Pero también sentí algo nuevo: una liberación. Esas llamas no solo destruían los mapas, sino también las cadenas invisibles que la habían atado a Arlong.
—Gracias, Lucy… —pensó Nami, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Su corazón latía con una mezcla de dolor y gratitud. Por primera vez, vio un futuro libre de la sombra de Arlong, y todo era gracias a sus amigos, a su tripulación, a Lucy.
Dentro de la sala, Lucy, aún en forma de Charmander, jadeaba ligeramente, pero su mirada seguía fija en Arlong. Las llamas de su Envite Ígneo se desvanecerían, dejando tras de sí un rastro de destrucción. Los mapas, el orgullo de Arlong, ya no existían. Solo quedaban cenizas y el eco de un pasado que Nami estaba lista para dejar atrás.
—¡Maldita humana! ¡Pagarás por esto! —bramó Arlong, lanzándose hacia Lucy con una furia desmedida, sus dientes serrados brillando bajo la luz de las brasas.
Lucy esquivó con agilidad el ataque de Arlong, transformándose en un destello de luz en
Hawlucha. Con un giro rápido, desató un Golpe Aéreo que impactó con fuerza en el tritón. Sin embargo, Arlong resistió el golpe, su piel escamosa apenas marcada. Con un rugido, atrapó a Lucy por una de sus alas con sus mandíbulas, sus afilados dientes hundiéndose en ella. Lucy gritó de dolor, pero no se rindió. Con un movimiento desesperado, canalizó toda su fuerza en un Cabeza de Hierro, golpeando la cabeza de Arlong con tal potencia que le destrozó varios dientes, liberándose de su agarre.
—¡Toma eso! ¡Ahora no podrás morder! —se burló Lucy, jadeando pero desafiante.
Arlong, con una risa cruel, escupió sangre y fragmentos de dientes. —¡Maldita humana! ¿Crees que eso me detendrá? ¡Mira esto! —Para horror de Lucy, nuevos dientes comenzaron a brotar en la boca del tritón, afilados y relucientes.
—¿Tus dientes... crecen? —preguntó Lucy, atónita.
—¡Exacto! ¿Ves la diferencia entre un tritón y un humano débil como tú? —rugió Arlong, lanzándose al ataque con renovada furia.
Herida pero determinada, Lucy esquivó por poco sus fauces y, en un destello de energía, se transformó en Mew. Sus ojos brillaban con una resolución feroz mientras flotaba en el aire. —Por Nami, para que pueda encontrar paz... ¡Destruiré Arlong Park y a ti con él! —declaró con una voz que resonaba con autoridad.
Arlong soltó una risa burlona. —¿Y cómo planeas vencerme, niña? ¡No puedes conmigo!
—¡Así! —respondió Lucy. Con un movimiento rápido, agarró a Arlong por el brazo y, usando su poder psíquico, lo elevó hasta la cima de Arlong Park. El tritón intentó morderla de nuevo, pero Lucy activó Aguante, resistiendo el dolor mientras estrellaba a Arlong contra el tejado. El impacto hizo temblar la estructura, y el techo de madera y piedra se resquebrajó, dejando un agujero por el que se veía el cielo estrellado.
En el patio de Arlong Park, los compañeros de Lucy y los aldeanos observaban con el corazón en un puño.
—¡Miren eso! ¡Lucy está en el cielo! —gritó Usopp, señalando las siluetas de Lucy y Arlong, apenas visibles entre el polvo y los escombros.
—¡Lucy-chan, no te rindas! — exclamó Sanji, su voz cargada de preocupación.
Nami, con lágrimas corriendo por sus mejillas, apretó los puños. —¡Lucy, acaba con él! —gritó, su voz quebrándose. Cada pedazo de Arlong Park que caía era un fragmento de su pasado roto, un paso más hacia su libertad.
—¡Entendido, Nami! —respondió Lucy desde lo alto, su determinación inquebrantable.
—¡Crees que me vencerás? ¡yo mataré a todos los humanos! —rugió Arlong, sus dientes serrados buscando morder de nuevo.
—No lo creo —respondió Lucy con una calma gélida, sus ojos brillando con un fulgor psíquico—. ¡Poder Pasado!
El aire a su alrededor se volvió denso, vibrando con un poder antiguo. Esferas de energía rocosa, impregnadas de un brillo etéreo, comenzaron a formarse, girando en un torbellino controlado. Cada esfera parecía latir con la fuerza de eras olvidadas, y Lucy las dirigió con precisión quirúrgica. Arlong, aturdido pero aún desafiante, intentó levantarse entre los escombros del tejado. Pero antes de que pudiera reaccionar, Lucy desató el poder total de Poder Pasado.
Un torrente devastador de rocas místicas descendió como una avalancha sobre Arlong y lo que quedaba de Arlong Park. Cada impacto resonaba como un trueno, pulverizando paredes y columnas. El edificio, ya debilitado por las llamas de un Envite Ígneo previo, colapsó en una nube de polvo y escombros que oscureció el cielo nocturno. Arlong quedó sepultado bajo las ruinas de su propio imperio, derrotado por la fuerza imparable de Lucy.
Cuando el polvo se asentó, Arlong Park no era más que un montón de escombros humeantes. Lucy, aún en forma de Mew, flotaba sobre las ruinas, jadeando por el esfuerzo. Su pata estaba herida, y su cuerpo temblaba, pero sus ojos brillaban con orgullo y alivio. Había cumplido su promesa: Arlong estaba derrotado, y Nami, por fin, estaba libre.
—¡Se ha hundido! ¡Arlong Park ha caído! —gritó Nako, incrédulo y maravillado.
—¡Lucy ha ganado! — exclamó Johnny, su voz llena de asombro.
—¡Viva! ¡Viva! ¡Lucy ha ganado! ¡Arlong Park ha caído! —celebraron los aldeanos, alzando los puños al cielo. El reinado de terror de Arlong había terminado.
Lucy, volviendo a su forma humana, descendió lentamente hasta el suelo. Miró a Nami, que lloraba de alegría, y sonrió. —Nami, recuerda que eres una de los nuestros.
Entre sollozos, Nami asintió, su rostro iluminado por una mezcla de alivio y gratitud. —Sí... ¡Gracias, Lucy! —dijo, mientras las lágrimas seguían cayendo, pero esta vez eran de felicidad. El peso de su pasado se había desvanecido con las ruinas de Arlong Park.
Los vecinos del pueblo fueron tras Lucy, la cogieron y la lanzaron por los aires para celebrar que había derrotado a Arlong.
—¡Hip, hip, hurra por Lucy! —celebraron los vecinos mientras la aupaban.
Mientras tanto, Nami se acercaba a Lucy, le devolvió su sombrero favorito y las dos chocaron las manos.
—Shishishi —rió Lucy junto a Nami y los suyos.
—Ya se ha acabado la fiesta, amigos —dijo de repente Nezumi, que acababa de aparecer.
—¡Es el capitán! —exclamó uno de los vecinos, furioso.
—Chiiii... chiiii... Hoy estoy de suerte. Muy bien, chicos, he estado observando toda la batalla que habéis tenido con los tritones. Jamás habría imaginado que unos piratas desconocidos como vosotros pudierais derrotar a los hombres de Arlong —comentó Nezumi, burlándose—. Aunque haya sido un golpe de suerte... Ahora, gracias a vosotros, todo el dinero de Arlong y el de la chica será para mí. ¡Entregad todas las armas! Y el mérito de la derrota de Arlong será mío, ¡del capitán Nezumi de la División 16! ¡Ahhh! —gritó, pues Zoro lo había agarrado del cuello.
—¡Zoroooo! —gritó Usopp, furioso con el capitán de la Marina.
—Escucha, no vas a arruinarle la fiesta a esta gente, desgraciado. ¡Clank! —dijo Zoro mientras golpeaba al capitán junto a los otros marines, con la ayuda de Lucy y Sanji.
—¡Para! ¡Si me tocas, te las haré pagar, espadachín del demonio! —vociferó Nezumi, retorciéndose de dolor.
—Nunca aprenderá... —suspiró Sanji, tocándose el pelo al ver al idiota de la Marina.
—Disparaste a Nojiko antes y arruinaste el campo de mandarinas de Bellemere sin permiso. ¿Y ahora qué, eh? —dijo Nami, acercándose a Nezumi y golpeándolo, lanzándolo al mar.
—¡Capitááááán! —gritó uno de los marines, preocupado por su superior.
—Gracias, Nami, me siento mejor —agradeció Nojiko al ver a Nezumi siendo castigado.
—¡Cien bofetadas más se merece ese tipo! —bramó Genzo, furioso por todo lo que les hizo pasar Nezumi al ser cómplice de Arlong.
—Mira, ratón, a partir de ahora ayudarás a limpiar la isla de tritones, y después colaborarás en la reconstrucción del pueblo. No tenéis derecho a los tesoros que había en Arlong Park: pertenecen a los habitantes de esta isla. ¿Ha quedado claro?
—¡Sí, sí, ha quedado clarísimo! —murmuró Nezumi, que había nadado hasta la orilla de la piscina de Arlong Park para no ahogarse. Pero Nami le agarró uno de sus bigotes, amenazándolo.
—Y una cosa más: devuélveme todo mi dinero. ¡Ahora mismo! —ordenó Nami al corrupto Nezumi.
—¡S-sí, sí! No lo quiero para nada. Tu dinero es tuyo, lo devuelvo, chica —dijo Nezumi, que comenzó a huir del lugar. Pero antes se detuvo y se dirigió a Lucy—: ¡Lo pagaréis caro, piratas! Tú, la chica del sombrero de paja… Me parece que te llamas Lucy D., ¿no? Nunca olvidaré tu nombre, porque pienso haceros la vida muy difícil de ahora en adelante. ¡Lo que me habéis hecho no tiene nombre! ¡Me vengaré de vosotros! —gritó, antes de marcharse, asustado.
—Dice que nunca olvidará tu nombre —señaló Sanji, fumando.
—¿Quién le ha dicho que seré el futuro Rey de los Piratas? —preguntó Lucy, confundida por el extraño comportamiento del capitán idiota.
—¡No ha dicho eso! No se puede ser tan idiota, Lucy —bramó Zoro, furioso.
—¡No le llames idiota a nuestra capitana, imbécil! —defendió Sanji, que atacó a Zoro. Este se defendió enseguida.
—¿Y ahora qué haremos, eh? ¿Qué haremos si tenemos a la Marina en contra? ¡Eso es un problema grave! —señaló Usopp, temblando de miedo al pensar que la Marina ahora los perseguiría.
—Hey Zoro, ¿por qué me llamaste idiota antes? —preguntó Lucy, confundida, con el ceño ligeramente fruncido.
—Déjame tranquilo —gruñó Zoro adolorido, apartando la mirada mientras se sujetaba el costado.
Todos estallaron en carcajadas al ver la reacción de Zoro, que claramente aún no se recuperaba del todo.
Días después, tras celebraciones y despedidas, la tripulación comenzaba a prepararse para partir. Lucy y los demás estaban abasteciéndose, listos para su próxima aventura.
Zoro cargaba unas pesadas cajas hacia el barco.
—¿Es la última, no? —señaló Usopp, ayudando con esfuerzo.
—Sí —respondió Zoro mientras pisaba la cubierta del barco.
—¿Habéis cargado todo? —preguntó Lucy, lista y animada.
—Sí —afirmó Usopp dejando la caja en su sitio.
—Nos han dado un montón de comida para el viaje, el almacén está repleto. Ahora, compañía —comentó Sanji mientras encendía un cigarrillo con calma.
—No es que hayamos estado mucho tiempo, pero tenemos un montón de recuerdos aquí. ¿A que sí, chicos? —señaló Usopp con una sonrisa nostálgica.
—¡Y tanto! Shishishi... —rió Lucy con entusiasmo, con ganas ya de zarpar.
—Muchas gracias por todo lo que han hecho por nosotros, chicos. Volvemos a lo nuestro: ¡a cazar recompensas! —agradeció Yosaku con una sonrisa.
—Ha llegado la hora de separarnos, pero nos encantaría que algún día nos volviéramos a encontrar —añadió Johnny mientras se despedía con un gesto amistoso.
—Mucha suerte —dijo Zoro, sonriendo con sinceridad.
—¡Y para vosotros también! —respondieron al unísono Johnny y Yosaku.
—Venga, ¿estamos todos listos para marchar? —preguntó Usopp con energía.
—¡Hey, no! Esperad un momento... ¿dónde está mi amada Nami? —exclamó Sanji al darse cuenta de que no la veía por ningún lado.
—A lo mejor no quiere venir —respondió Zoro con frialdad.
—¿¡Qué dices ahora!? ¿¡Le volviste a decir alguna cosa que no le gustó!? —vociferó Sanji, furioso.
—Puede que Zoro tenga razón… Ahora que Nami ha conseguido todo lo que quería, quizá ya no tenga razón para seguir siendo pirata. Puede ser feliz aquí, en su pueblo —opinó Usopp, con tono reflexivo.
—¿Así? ¿Y yo qué? Si no viene... no sé qué hacer. Solo sé que está Lucy... —susurró Sanji, preocupado, mientras su expresión se volvía más seria.
—¡Mira tú! Estás aquí para preparar el melón con jamón —señaló Lucy con una sonrisa pícara.
Mientras tanto, en el pueblo, todos se preguntaban dónde estaba Nami.
—¡Ostiasss, Nami! —gritó Sanji al verla aparecer de pronto entre la multitud.
—¡Nami! ¡Nami ha llegado! —gritaron algunos aldeanos al reconocerla.
—¡Lucy, marchaos! —ordenó Nami mientras corría hacia el barco. Pero antes, tenía que atravesar a toda la gente del pueblo que se había reunido.
—¿Pero qué pasa? ¿No quiere que la esperemos? —preguntó Usopp, confundido.
—Ha dicho que nos marchemos —respondió Lucy, ya preparándose para zarpar.
—¡Espera, Nami! ¡Queremos despedirnos! —gritaron los aldeanos mientras ella esquivaba a todos con agilidad.
—¡Nami, vuelve aquí! ¡No queremos que te vayas así! —exclamó Genzo con emoción.
Sanji observaba la escena desde el barco, cigarrillo en mano, impaciente.
—¿Seguro que podemos dejar que se marche de esa manera? —preguntó con seriedad.
—¿Y por qué no? Si eso es lo que ella quiere... —respondió Lucy, encogiéndose de hombros.
—¡Nami! —gritó Nojiko, su hermana, con ganas de despedirse.
Pero Nami, con un ágil brinco, saltó desde el muelle hasta la cubierta del Going Merry, aterrizando con gracia.
—¡¿Pero por qué, Nami?! —gritó Genzo, molesto al ver que ni siquiera se había despedido.
Nami, de pie sobre la cubierta, se giró hacia todos… y con una sonrisa les enseñó las carteras que acababa de robarles.
—¡Aaaah! ¡No, mi billetera! —gritó Genzo, revisando sus bolsillos solo para confirmar que, efectivamente, ya no tenía nada.
—Muchas gracias~ —dijo Nami mientras besaba un billete con descaro.
—¡Qué morro tiene esta chica! —gritó la gente del pueblo, entre indignados y divertidos.
—¿Lo veis? ¡No ha cambiado nada! —señaló Usopp.
—A ver si no nos lo hace a nosotros... —comentó Zoro, incrédulo.
—Shishishi... —rió Lucy, disfrutando del caos, mientras Sanji también reía, aliviado de verla a bordo.
—¡Chica, no te olvides de lo que hablamos! —gritó Genzo desde el muelle.
Lucy asintió con una sonrisa de complicidad.
—¡Adiós a todos, amigos! ¡Hasta que nos volvamos a ver! —se despidió Nami, lista para su próxima aventura.
El barco empezó a alejarse lentamente del puerto, dejando atrás la isla… pero llevándose consigo una vez más, a todos los corazones.
por cierto, octis es Hatchan el pulpo de la tripulacion de arlong,
Chapter Text
En el Going Merry, la tripulación navegaba rumbo a su próximo destino.
—¿Has subido el precio otra vez? ¿No crees que ya está caro? —preguntó Nami, molesta por el aumento del periódico.
—¡Squaaaawrl! —gritó el pájaro, disculpándose.
—Si lo vuelves a subir, no lo compraré más —amenazó Nami, cruzada de brazos.
—Venga, mujer, si apenas cuesta nada —comentó Usopp mientras trabajaba en sus armas.
—Yo lo compro todos los días, así que tengo que fijarme en el precio —respondió Nami, encogiéndose de hombros.
—¡Oye, Nami! ¡Ya no necesitas ahorrar cada berrie para salvar a tu pueblo de Arlong! ¡Ese pez espadón ya es historia! —soltó Usopp mientras aplicaba con cuidado salsa de tabasco a un balín—. ¿Por qué sigues tan obsesionada con el dinero? ¡Relájate un poco!
—¡¿Y qué si ya no tengo que ahorrar para Arlong?! ¡Sigo queriendo dinero! ¡No pienso pasar hambre ni ser pobre como una pirata cualquiera! —exclamó Nami, visiblemente molesta, apretando los puños—. ¿Y desde cuándo una chica guapa no puede ir a la moda?
—¡Hey, no grites tanto! ¡Estoy preparando una bala de tabasco para mi tirachinas! —protestó Usopp.
Mientras tanto, Lucy, en su adorable forma Mew, flotaba cerca de los preciados árboles de mandarinas de Nami. Sus ojitos brillaban al ver los frutos anaranjados y, con una risita traviesa, extendió una patita para alcanzar una mandarina.
Sanji, que lo notó al instante, se giró elegantemente y se plantó frente a ella, cigarro en boca y sonrisa encantadora.
—¡Oh, mi dulce Lucy! —dijo con voz melosa, inclinándose—. Esas mandarinas son el tesoro de Nami-swan, pero no te preocupes, mon amour. ¡Un caballero como yo siempre tiene algo especial para una damisela tan encantadora!
Lucy parpadeó, confundida, flotando en el aire mientras retiraba su patita. Sanji, con un gesto teatral, sacó una pequeña bandeja que había preparado antes. Encima había un parfait de frutas frescas, coronado con crema batida y un toque de miel, brillando bajo el sol.
—¡Mira esto, ma chère! —continuó Sanji, ofreciéndoselo con un guiño—. Un manjar digno de una princesa como tú. Olvídate de las mandarinas, esto es mucho mejor, ¿verdad?
Lucy soltó un alegre “¡Mew!”, sus ojos brillando ante el colorido postre. Agarró la cucharita que Sanji le ofrecía y empezó a disfrutar el parfait, flotando feliz mientras saboreaba la crema.
Nami, que lo observaba todo desde la cubierta, cruzó los brazos y alzó una ceja.
—Vaya, Sanji... ¿Así que a Lucy le das un postre de lujo para que no toque mis mandarinas? ¡Eso sí que es dedicación! —dijo con un tono entre burlón y satisfecho.
Sanji se giró hacia ella con una reverencia exagerada.
—¡Nami-cisne, mi amor! Proteger tus mandarinas es un deber sagrado, y mimar a las señoritas Lucy y Nami es un placer —respondió, lanzándole un corazón imaginario con las manos.
Usopp soltó una carcajada desde su rincón.
—¡Ja! Sanji, eres un caso perdido con las chicas. ¡Sigue así y acabarás cocinando solo para Lucy y Nami!
—Tanto Nami como Lucy tienen a Sanji completamente bajo su control —murmuró Zoro, medio en broma, medio en serio.
Lucy, ajena a la conversación, seguía disfrutando su parfait, sentada en el borde del barco mientras el Going Merry avanzaba bajo el brillante sol.
—Ñam... qué rico —dijo Lucy, saboreando la última cucharada.
Nami, mientras hojeaba el periódico, suspiró incrédula.
—Ostias... el mundo está en caos. ¿Otro golpe de Estado en Villa? —murmuró, frunciendo el ceño.
De repente, una hoja del periódico salió volando y flotó en el aire.
—¿Un papel que vuela? —preguntó Lucy, ya en forma humana y con curiosidad.
Al ver la hoja, Lucy, Sanji, Nami y Usopp soltaron un grito conjunto de sorpresa y risa:
—¡Ahahaha!
Sanji, divertido, añadió:
—Vaya...
—¡jajajaaaaaa! ¡Mirad, ahora somos populares! ¡Aquí dice 30 millones de berries! —se rio Lucy, señalando un cartel de “Se busca”.
—¡Mirad esto! ¡Es mi foto! ¡Está dando la vuelta al mundo, voy a ser famoso! —dijo Usopp, mostrándosela a Sanji con orgullo.
—Es la parte de atrás de tu cabeza... ¿De eso te alegras? —preguntó Sanji, visiblemente molesto por no tener una recompensa aún.
—Deja de quejarte, con esfuerzo tú también conseguirás una recompensa —lo animó Usopp.
—Una vez más, tu incapacidad para ver la seriedad de la situación me sorprende —dijo Nami, frunciendo el ceño—. ¿No ves que ahora vendrán a matarnos? Con esa recompensa, seguro que el Cuartel General nos perseguirá, además de muchos cazarrecompensas.
—¡Por eso vamos a la Grand Line! —celebró Lucy, brincando de emoción junto a Sanji y Usopp.
—¡Siiiiiii! —gritaron ambos a coro.
—No es momento para estar holgazaneando con algo así —comentó Nami, preocupada.
Tras un momento de calma, todo volvió a la normalidad.
—Ya casi llegamos a la Gran Línea, y según el mapa, la única forma de entrar es por esta zona del Monte Invertido —dijo Nami, señalando el punto con el dedo.
—Esto parece muy complicado. ¿No sería mejor entrar por mar? —preguntó Zoro, confundido.
—Según Zeff, es imposible que un barco pase por esa zona —respondió Sanji, con el ceño fruncido.
—No entiendo... ¿Por qué no se puede? —insistió Usopp.
—Porque es demasiado peligroso —respondió Sanji con seriedad.
—¡Vamos, díganme! ¿Qué tan peligroso puede ser? —gruñó Usopp, frustrado.
—¡Eso es todo lo que sé! —gruñó Sanji.
—Es peligroso por una razón muy clara, y es que... —empezó a explicar Nami, pero Lucy la interrumpió.
—¡Perfecto! ¡Ya sé lo que haremos: iremos por mar! —exclamó Lucy entusiasmada.
—¡¿Puedes escucharme un segundo antes de decidir, Lucy?! —gritó Nami, al borde de los nervios.
—¡Vamos, admitan que esto suena increíble! Y si vamos de frente, ¡será aún más épico! —añadió Lucy, sonriendo.
—Argh, ¡es que contigo no se puede! Siempre logras sacarme de quicio —refunfuñó Nami.
—Oigan, ¿y si hacemos una parada en alguna isla para reabastecernos de carne? —sugirió Lucy con emoción.
—¿Ves esta isla? Ahí está Loguetown, una ciudad bastante conocida —le explicó Nami.
—¿Y es conocida por su producción de carne? —preguntó Lucy, confundida.
—Loguetown... La ciudad del comienzo y del fin. Creo que ya he oído eso antes, pero no recuerdo dónde —dijo Zoro, mirando al horizonte con seriedad.
—Sí, porque allí nació y fue ejecutado el antiguo Rey de los Piratas, Gol D. Roger —explicó Nami con solemnidad.
—La ciudad donde murió el Rey de los Piratas... —murmuró Lucy, sorprendida.
—¿Vamos hacia allí? —preguntó Nami, sonriéndole a Lucy.
—Sí. Y claro que iremos. Quiero ver la ciudad del hombre que consiguió el One Piece, el que lo logró todo. Necesito ver esa ciudad —respondió Lucy con determinación.
Después de navegar unos días, el barco avanzó con el viento a favor bajo un cielo despejado. Era un día soleado, y la tripulación estaba de buen ánimo. Finalmente, ante ellos apareció la silueta de una ciudad que todo pirata conocía: Loguetown.
Zoro se desperezó con pereza, se levantó y fijó la vista en el horizonte.
—Hey... creo que veo una isla.
—¿En serio? —exclamó Lucy, flotando emocionada en su forma Mew. Voló hasta Zoro para observar el horizonte junto a él—. ¿Qué isla es esa?
—Ya te lo dije el otro día —dijo Nami, acercándose a Lucy, al igual que el resto de la tripulación que también miraba la isla.
—¿Ah, sí? —preguntó Lucy.
—Esa es la isla donde se encuentra Loguetown —dijo Usopp, asombrado.
—Es una ciudad bastante grande, ¿no? —observó Sanji mientras daba una calada a su cigarro, con la vista fija en la costa.
—Ajá, es justo lo que escuché también —añadió Nami, con una sonrisa tranquila y un gesto afirmativo.
—Si la ciudad es tan grande, debe tener un mercado increíble... lleno de ingredientes frescos —dijo Sanji, esbozando una sonrisa mientras exhalaba el humo de su cigarro.
—Y una armería... todo el mundo sabe que peleo con tres espadas. No puedo seguir con ese estilo si solo tengo una —dijo Zoro con su típica seriedad.
—Voy a aprovechar para buscar algo de equipo —dijo Usopp, decidido.
Un momento después de que Usopp dijera esas palabras, el Going Merry llegó finalmente al puerto de Loguetown. Las olas suaves acariciaban el casco mientras el barco se acercaba lentamente al muelle, donde un bullicioso puerto, repleto de gente, vibraba con vida.
Las velas se arriaron y la tripulación preparó los cabos para amarrar. Con un movimiento coordinado, bajaron la pasarela y desembarcaron en el puerto, sintiendo el calor del sol y el aroma salino mezclado con especias y alimentos frescos que impregnaban el aire.
-¡Vaya, esta ciudad es enorme! —dijo Lucy, impresionada por su tamaño.
—Sí, Loguetown solía ser un punto de paso para muchos piratas que iban a la Grand Line y aquí podéis encontrar todo lo que necesitéis —dijo Nami, con confianza.
—Voy a conseguir provisiones para nuestra siguiente aventura... ¡Tengo el presentimiento de que será peligrosa! —exclamó Usopp, sonriente, mientras se alejaba
—Y yo... seguramente encontraré buena comida y, con suerte, también a una bella mujer-comentó Sanji con una sonrisa soñadora.
—Y yo también quiero comprar una cosa —murmuró Zoro, pensativo.
—¿Cómo? Porque me parece que estás sin blanca —dijo Nami, burlándose de Zoro mientras sonreía.
—Quiero ver el lugar donde ejecutaron al Rey de los Piratas —dijo Lucy a todos mientras salía corriendo del lugar.
¡Ni siquiera acordamos dónde encontrarnos! —protestó Usopp, —. Increíble... ya se fue.
—Estoy en la ciudad donde nació y murió el Rey de los Piratas... ¿y si estoy caminando por las mismas calles que él? —pensó Lucy con una sonrisa emocionada—. ¡Esto es increíble!
Zoro paseaba tranquilamente, buscando una armería, cuando de repente escuchó una conversación cerca.
—Oye, ¿no estabas hoy con ese monstruo? —preguntó un hombre que parecía pirata, dirigiéndose a una chica—. Por tu culpa, nuestro jefe está preso.
—¡No le digas monstruo, maleducado! —gritó una chica de pelo azul oscuro y ojos castaños, defendiendo al supuesto “monstruo”.
Intrigado, Zoro se acercó para investigar lo que sucedía y vio a la chica frente a los piratas.
—Nuestro capitán está en prisión por tu culpa, y nos vengaremos derrotándote a ti —amenazó uno de los piratas, mostrando furia.
—Bien, a ver si os atrevéis —replicó la chica con valentía, sin perder la calma.
—¿Oh? ¿Quieres pelear ahora con nosotros? —preguntó uno de los piratas, desafiándola.
—Prepárate, preciosa —dijo otro pirata, listo para atacar—. Las mujeres no saben luchar.
Zoro estaba a punto de interponerse para defender a la chica, pero ella sacó su espada y se lanzó al ataque, enfrentándose a los piratas con habilidad y derrotándolos.
Zoro se sorprendió al ver a la chica luchar.
—No me lo puedo creer, derrotó a esos dos sin esfuerzo. ¡Está fuerte de verdad! —comentaron los vecinos sorprendidos.
La chica quiso enfundar la espada, pero perdió el equilibrio y cayó al suelo, tirando también sus gafas.
—¿Dónde están mis gafas? No veo nada, ¿Dónde están? —dijo la chica, buscando desesperadamente.
—Oye, ¿buscas esto? —preguntó Zoro, entregándole las gafas.
—¡Muchas gracias! —le agradeció la chica al recuperar sus gafas.
Con lucy.....
Después de un largo camino, Lucy llegó al patio de ejecución y quedó fascinada por el entorno.
-¿Ese es…? ¿Ahí fue donde ejecutaron a Gold Roger? El lugar donde murió el pirata más grande de la historia… El lugar donde comenzó la era de los piratas —murmuró Lucy, mirando el sitio alucinada.
Con Zoro...
Tras entregarle las gafas a la chica, Zoro se alejó del lugar en busca de una armería barata. Mientras caminaba, no podía dejar de pensar en ella.
—Eso realmente me impactó… Maldición. Se parecía muchísimo a Kuina… y lo peor de todo es que también sabe usar una espada —reflexionó en voz baja, frunciendo el ceño—. Sí que hay cosas extrañas en este mundo... Aunque lo más probable es que nunca la vuelva a ver. Aun así... qué miedo.
Tienda de armas...
Zoro entró en la tienda de armas con paso firme.
—Quiero una espada —exigió, directo como siempre.
—¡Sí, sí, por supuesto! Bienvenido, señor —respondió el dependiente, un hombre entusiasta que se frotaba las manos al ver llegar a un cliente—. Por favor, eche un vistazo a lo que le guste. Tenemos espadas nuevas y antiguas. Esta tienda tiene mucho prestigio: fue fundada hace más de 200 años.
—Tengo 100.000 berris. Necesito dos espadas —dijo Zoro, colocando el dinero sobre la mesa.
—¿100.000? ¡Ja! ¿Dos espadas por 100.000 berris? Con 50.000 por espada, solo podrá comprar basura, ¿no? —comentó el dependiente, aunque en su mente pensaba—: Qué novato… ¿No tendrá más dinero?
—Será temporal, no tengo más —respondió Zoro con tranquilidad, cruzando los brazos.
—Mmm… esa espada que llevas… —murmuró el dependiente, observando con curiosidad—. Oye… ¿Puedo ver esa espada?
—¿Por qué tartamudeas? —preguntó Zoro, sorprendido, mientras le entregaba la espada para que la examinara.
—Es… esta es… —dijo el dependiente, admirando la hoja—. Lo siento, pero es basura.
—¿¡Qué!? —exclamó Zoro, enfadado, agarrando al dependiente por el cuello.
—¡Uh! Lo siento, solo bromeaba —dijo el dependiente, temeroso de que el espadachín le hiciera daño.
—Ahora escúchame, no tienes dinero, así que te propondré algo. Esta espada no es más que basura. Es una espada normal, no muy mala. Te la compraré por 200.000 berris. Así tendrás 300.000 y podrás comprar tres espadas decentes de 100.000 berris —intentó engañar el dependiente a Zoro.
—¿Huh? ¿Qué demonios estás diciendo? —preguntó Zoro, confundido.
—¿No? ¿Qué tal 500.000 berris? —subió la oferta el dependiente, deseoso de quedarse con la espada de Zoro.
—No, gracias. No tengo intención de vender esta espada —respondió Zoro, visiblemente molesto.
De repente, la misma chica de antes apareció y se acercó directamente al mostrador.
—¡Aaaaah! ¿Esta espada…? ¿Sería posible? —exclamó con entusiasmo al ver la magnífica hoja que portaba Zoro.
—¡No! ¡No lo digas, no lo digas! —pensó el dependiente, lleno de rabia al ver que la chica podía arruinarle el negocio.
—¿Qué demonios hace ella aquí? —se preguntó Zoro, sorprendido por su aparición.
—Esta es... ¿la Wado Ichimonji, no? —dijo la chica mientras hojeaba rápidamente un libro que sacó del bolsillo para identificar el arma.
—¿Wado? —repitió Zoro, confundido por la situación.
—Qué precioso filo —exclamó la chica, emocionada por ver la espada de cerca.
—Bueno… así es como la llaman… No es una espada nada mala… —añadió el dependiente, intentando que la chica se callara.
—¿"No es una mala espada"? No seas ridículo. ¡Esta es una de las 21 Ō-Wazamono! Es muy famosa. Mira, mira. Aquí lo dice: si intentaras venderla, no te darían menos de 10 millones de berris por ella —reclamó la chica, señalando lo que decía su libro.
—¡Qué estúpida eres! ¡Se lo dijiste todo! ¡Te voy a demandar por entrometerte en mis negocios! —vociferó el dependiente, golpeando el mostrador, furioso.
—¿Huh? ¿Entrometerme en tus negocios? Lo siento… ¿Dije algo malo? —preguntó la chica, confundida, pues solo intentaba ayudar.
—Viniste por tu Shigure, ¿no? Ya terminé de pulirla. ¡Joder! Un mal espadachín como tú con una Wazamono… —gritó el dependiente, molesto porque la chica le había arruinado su intento de estafar a Zoro.
—¡Ahhh! —gritó la chica al tropezar mientras recogía su espada, cayendo sobre una pila de otras espadas.
—¿¡Por qué demonios tenías que caer justo ahí!? Devuelve las espadas a su sitio y lárgate —ordenó el dependiente, furioso, y luego se dirigió a Zoro—. Oye, esa debilucha te salvó. Tal como dijo, esa es una espada Meitō. Qué lástima que un hombre como tú ande por ahí con ella sin conocer su verdadero valor. Qué desperdicio. En ese barril hay un grupo de espadas de 50.000 berris. Escoge dos y tráemelas.
—¿Por qué está tan enfadado? —preguntó Zoro, aún confundido.
—¿Huh? ¿No eres la persona con la que me encontré hace un rato? —inquirió la chica, curiosa—. También te deben gustar las espadas. El hecho de que lleves tres te hace parecer un cazador de recompensas.
—¿Cazador de recompensas, eh...? —repitió Zoro mientras examinaba las espadas, buscando las adecuadas para él.
—¿No lo conoces? Su nombre es Roronoa Zoro —explicó la chica.
- he escuchado bastante ese nombre - - dijo zoro mientras aún buscaba una espada
—Sí, es un espadachín muy conocido en el East Blue… pero es un villano. Usar su espada como herramienta para ganar dinero es imperdonable —exclamó la chica, enfadada por cómo un cazarrecompensas empleaba su espada para algo tan cruel :—¿Por qué… en esta era, los hombres malvados son tan fuertes? Todos los espadachines poderosos son piratas o cazadores de recompensas. Todas las Meitō están en manos de ellos. ¿Acaso no lo ves? —añadió, con la voz temblorosa—. ¡Las espadas están llorando!
—Sí, ¿pero no deberías considerar también las circunstancias? Las profesiones se basan en las necesidades de la época —explicó Zoro con una sonrisa.
—Sabéis, me gustaría que volvieran a aparecer villanos por aquí. Hace mucho tiempo, solíamos ver todo tipo de tipos con ganas de ir hacia Grand Line. Pero desde que ese monstruo limpia la ciudad, todos mis clientes han desaparecido, y eso está acabando con mi negocio —interrumpió el dependiente, enfadado con el jefe de la chica.
—S… Smoker-san no es un monstruo —gritó la chica, enfadada con el dependiente por insultar a su jefe.
—Él tiene el poder de una Akuma no Mi. Para mí, eso es suficiente para ser un monstruo —vociferó furioso el dependiente, ya que por culpa del jefe de la chica no vendía casi nada.
—¿Akuma no Mi? —murmuró Zoro, preocupado.
—¡Lo juro! Con Shigure me convertiré en una gran espadachina y perfeccionaré mis técnicas. Luego, recorreré el mundo recuperando las Meitō de las manos de los bastardos que las poseen. Las 12 Saijō Ō Wazamono, las 21 Ō Wazamono y las 50 Ryō Wazamono... ¡Lo juro con mi propia vida! —declaró la chica, con los ojos encendidos de determinación y la espada en sus manos.
—¿Y qué hay de esta espada? ¿También piensas arrebatársela a quien la lleva? —provocó Zoro, refiriéndose a la Wado Ichimonji.
—¿Eh? Ah, no todas. No es que quiera una Meitō... Lo que quiero decir es que no soporto que estén en manos de personas malvadas —explicó la chica, negando con las manos.
—Oh... ¿Eh? Esta espada... —dijo Zoro, sorprendido al tocar una espada.
—La he visto en algún libro... Sandai Kitetsu. Ésta es. Debes llevártela —exclamó la chica, aturdida por el descubrimiento tras mirar su libro:—Oiga, señor, ¿de verdad esta espada cuesta 50,000 berris? —preguntó al dependiente.
—Sí —respondió el dependiente, con la cabeza agachada.
—Impresionante, esta es una histórica Wazamono. Puede costar alrededor de un millón de berris. Nuestra generación anterior pudo ver la Nidai Kitetsu, otra Wazamono —explicó la chica, entusiasmada con el hallazgo.
—No, me niego. No puedo vender esa espada —vociferó el dependiente, que parecía preocupado desde que Zoro tomó la espada.
—Porque es una espada maldita —afirmó Zoro con voz firme.
—¿Lo sabías? —preguntó el dependiente, sudando por la preocupación.
—No... pero puedo sentirlo —respondió Zoro, seriamente.
—Es tal como dices. Comenzando con la Shodai Kitetsu, las espadas Kitetsu son incomparables, pero todas están malditas. Todos los espadachines famosos que han portado una Kitetsu han sufrido una trágica muerte. Por eso, ahora ningún espadachín del mundo las utiliza. Porque todos los que las usan descuidadamente terminan muertos. Me encantaría deshacerme de esa maldita cosa... pero creo que yo también quedaría maldito —explicó el dependiente, inquieto ante las espadas.
—Lo... lo siento mucho. No sabía que fueran tan horribles. Disculpe mi impertinencia —se disculpó la chica.
—¡Niña estúpida! Actúas como si supieras mucho de espadas… pero no sabes nada —replicó el dependiente, irritado ante los comentarios de la chica.
—Sí... me la llevaré —dijo con determinación, como si ya supiera que esa espada lo acompañaría en futuras batallas.
—¡Escúchame bien! Esa espada no está a la venta. ¡Si te pasa algo, me culparé a mí mismo! —exclamó el dependiente, visiblemente alterado.
—¡Idiota, vende eso de una vez! —ordenó una mujer que acababa de entrar al local.
—¡Gah! ¡Mamá! —se quejó el dependiente, mientras la mujer le golpeaba el hombro.
—Bien, ¿Qué te parece esto? Mi suerte contra... la maldición de esta cosa... ¿quieres ver cuál es más fuerte? Si pierdo, mi futuro terminará aquí... —murmuró Zoro, girando la espada en su mano, como si fuera una extensión de su propio cuerpo—. ¿Quieres ver cuál es más fuerte?
No hubo dramatismo en su voz, ni orgullo. Solo una certeza tranquila, como si el resultado no importara, como si ya hubiera aceptado las consecuencias.
Entonces, sin una palabra más, lanzó la espada al aire.
—No hagas estupideces. Perderás el brazo. Esa espada está muy afilada —advirtió el dependiente, tembloroso por la situación.
—¿Qué? —murmuró la chica, confundida por lo que estaba pasando y preocupada por zoro.
La hoja giró en espiral, brillando bajo la luz que entraba por la rendija del techo. El silbido del acero cortando el aire llenó la tienda como un mal presagio. Zoro no se movió.
Estiró el brazo derecho en línea recta, dejándolo fijo, como si ofreciera su propia carne como prueba.
La gravedad se encargó del resto.
La espada cayó. Rápida. Implacable.
El dependiente contuvo el aliento. Hasta el aire pareció detenerse.
¡CLANG!
La hoja se clavó en el suelo, justo al lado del brazo de Zoro. Tan cerca que un mechón de su chaqueta fue cortado. Pero ni una gota de sangre. Ni un rasguño.
Silencio.
El dependiente cayó de espaldas aturdido por la escena.
—me la llevo- exclamó zoro sonriendo.
Se agachó, la desenvainó del suelo y la sostuvo como si la hubiera tenido toda su vida. El destino acababa de sellar un pacto. Y él no tenía intención de romperlo.
—Oye, elige otra espada —dijo Zoro, seguro de que ella escogería bien.
—¿Eh? S... sí —dijo la chica, asintiendo.
—Un segundo, espera —exclamó el dependiente, desapareciendo detrás del mostrador para regresar con una espada—. El maestro Kurourushita Chikoshirae la fabricó, y su hoja fue forjada por Midare Bakojouyi. Se llama Yukibashiri, y te aseguro que está extremadamente afilada. Mi tienda no es la más grande, pero esta es mi mejor pieza.
—Jaja... pero no puedo comprarla, ya te dije que no tengo dinero —dijo Zoro mientras sonreía por el hallazgo de la espada
—El dinero no importa. Llévate la espada, y no te preocupes por la Kitetsu. Te pido disculpas por haber querido estafarte. Hace años que no veía a alguien con el alma de un verdadero espadachín. Dicen que las espadas eligen a su dueño... ojalá tengas la suerte que necesitas —dijo el dependiente con seriedad.
Zoro salió tranquilo, con una sonrisa confiada y tres espadas colgando a su lado.
Las personas lo miraban con asombro.
—Tres espadas... debe ser él... —decían, apartándose con temor y respeto.
Base marina loguetown....
—Hey, ¿aún no ha regresado Tashigi? —preguntó el hombre misterioso a un marine.
—La sargento mayor Tashigi dijo que fue a recoger su espada a la tienda de armas —respondió el marine, haciendo un saludo militar a su superior.
—¿Y cuántas horas le toma hacer eso? Tenemos informes de testigos que dicen que los piratas están cerca. Tráela aquí ahora mismo —ordenó un hombre musculoso de cabello canoso al marine.
—¡Sí, señor! Capitán Smoker, señor —respondió el marine con firmeza, saludando con precisión.
—Maldita sea, esa debilucha... es la vergüenza de la Marina —murmuró Smoker, mientras fumaba sentado, esperando impaciente a Tashigi.
Mientras tanto, en el mercado...
Sanji paseaba por las calles, encantado con la belleza de las chicas locales, hasta que llegó al mercado y se detuvo al ver un enorme pez expuesto en un puesto.
—¡Vaya! —exclamó Sanji, sorprendido por el tamaño del pez.
—¡Bienvenido, caballero! ¿Ha visto algo que le guste? —dijo el pescadero, frotándose las manos con una sonrisa al ver a un posible cliente interesado.
—Oye, ¿cuál es el nombre de este curioso pez? —inquirió Sanji, ya imaginando cómo cocinarlo.
—Este es un atún elefante. No se ve mucho por aquí, ¿sabe? Creo que viene de los mares del sur. Lo pesqué yo mismo con una simple caña —explicó el pescadero, orgulloso.
—¿¡Tú lo pescaste!? —gritó Sanji, alucinado por el tamaño del animal y la hazaña.
—¿Quiere que le venda un pedazo? —preguntó el pescadero, intentando engatusarlo con una sonrisa pícara.
—Lo compraré entero —respondió Sanji con entusiasmo, ya imaginando el banquete que prepararía.
Justo en ese momento, Sanji notó a Usopp pasando por el otro lado de la calle, cargando una bolsa con objetos extraños. Sonrió al reconocerlo, pero Usopp, distraído, no se percató de su presencia y siguió caminando.
—Es usted muy generoso, señor. Muchas gracias —agradeció el pescadero a Sanji por la compra.
—¿Qué demonios está haciendo en el mercado? ¿Qué se cree, un ama de casa? —se preguntó Sanji a sí mismo al ver que Usopp estaba mirando los huevos con mucha atención.
Con Nami...
—Voy a llevar... estos —exclamó Nami a la dependienta de ropa mientras le entregaba un montón de prendas.
—¿Todos esos? Espero que hayas venido preparada para pagar —comentó la dependienta, arqueando una ceja con curiosidad.
Nami salió de la tienda de aire y de repente miro al cielo
- el aire esta cambiando..... la presión del aire descendió. Entonces va a llover.... maldición yo que quería dar unas vueltas mas..... - murmuro nami mientras miraba su barómetro y volvió a entrar a la tienda: - discúlpame señora, ¿ tiene paraguas grandes?
-¿ paraguas ? ¿ acaso piensas que va a llover? - respondió la dependienta confundida
Con lucy.....
—¡Woooooooow! —dijo Lucy, asombrada al contemplar la amplia plaza de ejecución desde lo alto del lugar donde habían ejecutado a Gold Roger—. Este fue el paisaje que el Rey de los Piratas vio justo antes de morir.
—Oye, tú, baja de ahí inmediatamente —ordenó un soldado Señalándola.
—¿Por qué? —preguntó Lucy, molesta.
—Esa es una plataforma de ejecución especial que pertenece al Gobierno Mundial —respondió el soldado por megáfono. Pero antes de que pudiera decir algo más, fue golpeado por una maza de púas.
—Oh, no tiene que ser tan estricto, oficial. Te he estado buscando, Lucy... ha pasado mucho tiempo. ¿No me dirás que olvidaste mi cara? —preguntó una mujer delgada y atractiva que llevaba una maza de púas.
—Qué belleza... es la mujer más hermosa... —murmuró la gente de la ciudad al verla.
Lucy la miró, confundida por la situación y la confianza de esa mujer.
—No conozco a ninguna chica como tú. ¿Quién eres? —preguntó Lucy, tratando de entender.
—Ahora decidme, ¿somos nosotras dos las más hermosas de los mares? Dime, ¿Quién crees que reina en belleza en estos mares ? ¿Crees que alguna puede superar nuestra belleza y poder juntas? Somos nosotras dos las reinas indiscutibles de estos mares.
—¡Sí, tienen razón, son ustedes dos! —exclamó toda la gente en la plaza, arrodillándose rápidamente ante ellas y temblando de emoción.
En un instante, corazones comenzaron a brotar en el aire como si fueran mariposas, mientras toda la plaza suspiraba embelesada. Los hombres se derretían como Sanji ante una mujer hermosa, llevándose las manos al pecho y tambaleándose, mientras las mujeres las contemplaban con una mezcla de asombro y envidia. El ambiente estaba cargado de admiración; Alvida sonreía con orgullo, disfrutando cada mirada. Lucy, en cambio, rascaba la cabeza con expresión perpleja, sin entender por qué todos actuaban tan raro.
—Sí... solo nosotras dos —dijo Alvida con una sonrisa alzando la barbilla con orgullo—. Nuestra rivalidad no impedirá que los hombres no se arrodillen ante nosotras.
Me encantan las personas fuertes... para aplastarlos uno por uno. Y tú, Lucy, serás el siguiente nombre en mi lista.
—¡Ew, imposible! Cállate. ¿Quién demonios eres tú? ¿Y por qué sueltas tantas estupideces? —preguntó Lucy, irritada por la actitud de aquella mujer.
—¿¡Aún no te has dado cuenta!? —gritó la chica, furiosa por la falta de reconocimiento.
—¡Policía! —interrumpió una voz—. Tú, la mujer de allí: ríndete pacíficamente. Estás arrestada por agredir físicamente a un inspector —ordenó el oficial con firmeza.
—¿Qué? ¿Pensáis arrestarme? —dijo la chica con una sonrisa peligrosa.
Se acercó un paso, moviéndose con elegancia provocadora, sin apartar la mirada del oficial.
—S-señor… no podemos hacerle daño —balbuceó un policía, con los ojos en forma de corazón—. ¡Es demasiado hermosa!
—¿A quién le importa si es hermosa? ¡Arrestadla! —ordenó el policía al mando.
En un instante, los soldados fueron derrotados por los piratas que aparecieron repentinamente en la plaza.
—¡Ataque terrorista! —gritó un policía alarmado.
—¡Un trozo de la fuente rota va directo hacia esa mujer! —alertó la gente de la plaza—. ¡Cuidado, te va a dar de lleno!
Un fragmento de la fuente voló directo hacia la chica, pero justo antes de tocarla, se desvió como por arte de magia.
—¿Qué demonios? —exclamó alguien sorprendido—. La fuente pasó rozando sobre ella.
—Eso fue peligroso, cariño —regañó la chica con molestia a la persona envuelta en una capa.
-¿Qué fue eso...? —preguntó Lucy, confundida al ver que el fragmento de la fuente no le dio a la chica."
—Lo siento mucho, pero con esa piel resbaladiza que tienes, no podrías hacerme ni un rasguño, así que no te preocupes, mi preciosa Lady Alvida —comentó el hombre misterioso con una sonrisa confiada.
—¿Alvida? ¿Dónde está? —preguntó Lucy, confundida al no verla por ninguna parte.
—¡Yo soy Alvida, idiota! —vociferó Alvida, furiosa ante la ingenuidad de la chica.
—¿En serio? No sé… algo parece diferente —murmuró Lucy, sin entender nada de lo que estaba pasando.
—Ehehe… qué buena observadora eres —dijo Alvida con una sonrisa pícara—. Comí una Akuma no Mi, la Sube-Sube no Mi, y mi cuerpo cambió por completo. Ahora ningún ataque puede dañarlo. Lamento decirte que sigo siendo tan hermosa como siempre… aunque, por otro lado, tienes razón: lo que más cambió fue que… ah, ¡mis pecas desaparecieron! —explicó Alvida mientras la gente de la plaza suspiraba enamorada de ella.
—En realidad, no me refería a eso —comentó Lucy, negando con la mano lo que acababa de decir Alvida.
—Si realmente quieres ser mi rival, no puedes permitir perder ante mi hombre —dijo Alvida, una sonrisa fría dibujada en el rostro, llena de satisfacción por su ansiada venganza—. Por eso uní fuerzas con este hombre, con un solo propósito: encontrarte y destruirte.
Los hombres encapuchados que aguardaban en la plaza comenzaron a quitarse sus capas, revelando rostros firmes y decididos. Al frente, imponente, estaba el capitán Buggy, rodeado de sus fieles.
—Desde aquel día en que me venciste, no he dejado de buscar la forma de regresar con mi tripulación para acabar contigo —sus palabras resonaron con furia contenida—. Fue un viaje brutal. Sin varias partes de mi cuerpo, el pequeño Buggy pasó por risas, sufrimiento y lealtades forjadas en la tormenta. Pero no me rendí. Perseveré... y ahora —Buggy hizo una pausa, midiendo a su objetivo con la mirada— y ahora ….
Pero al ver que Lucy ni siquiera levantaba le hacía caso, Buggy perdió la paciencia y, con voz retumbante, gritó: —¿¡Qué!? ¿Ni una sola palabra? ¿Vas a quedarte ahí sin reaccionar?
—Ah… solo es Buggy —dijo Lucy, con una sonrisa burlona, restándole importancia al momento.
—¡Muérete, maldita! ¡Siempre burlándote de mí, pequeña bastarda! —vociferó Buggy, completamente furioso, con el rostro rojo de rabia mientras sus hombres intentaban calmarlo.
- es.... es.... es buggy el payaso. Piratas - gritaron la gente de la plaza asustados ante los piratas
—¡Habitantes indefensos, alejaos de aquí! ¡Voy a mostrarles lo terrible que puedo ser! —ordenó Buggy con voz atronadora, dirigiéndose a la gente de la plaza.
—¿Eh? —exclamó Lucy, sorprendida al verse atrapada en la guillotina de madera de la torre de ejecución.
—Ha pasado bastante tiempo, chica del sombrero de paja.¿ está bien roronoa zoro..? —saludó Cabaji con una sonrisa arrogante, sentado sobre ella mientras permanecía atrapada en la guillotina de madera, completamente inmovilizada.
—¿Qué? ¿¡Qué demonios!? —gritó Lucy al darse cuenta de que estaba atrapada en la guillotina.
—¡Jajaja! Bien hecho, Cabaji —felicitó el capitán Buggy a uno de los suyos, con una carcajada llena de orgullo.
—¡Va a comenzar la ejecución pública! ¡Gyahahaha! —exclamó Buggy, mientras se reía—. Deberías sentirte orgullosa... Este es el mismo lugar donde murió tu adorado Rey de los Piratas.
Donde la base marina de loguetown
—¿Dónde está el capitán Smoker...?
—¡Capitán! ¡Capitán Smoker, tenemos una emergencia! —gritó un marine mientras corría hacia su superior a toda prisa—. Un grupo de piratas está causando un gran alboroto en la plataforma de ejecución.
Smoker estaba tumbado en el sofá descansando, y miró al marine con fastidio.
—Ah... un alboroto —exclamó el marine, aunque estaba preocupado por la mirada que le lanzaba su capitán.
—Pah. Simplemente no puedes entrar así, ¿comprendes? Arruinas mi compostura. Yo tengo mi propio ritmo, ¿lo sabías? —exclamó molesto Smoker, molesto por que le interrumpieran su momento de relajación.
—Sí, señor... disculpe, no fue mi intención... —tartamudeó el marine, claramente nervioso ante la mirada severa de Smoker.
-—Bien, ¿qué ha pasado? —preguntó Smoker al marine mientras se ponía en marcha rumbo a la plaza de ejecución.
—Ah, bueno, verá, lo que pasa es que... —intentó explicar el marine, pero su jefe lo interrumpió de inmediato.
—Recuerdo que mencionaste que un grupo de idiotas está causando problemas en la plataforma de ejecución —dijo Smoker con tono seco mientras comenzaba a caminar—. Escucha bien: la Primera Unidad irá directo al muelle. La Segunda rodeará la plaza de forma encubierta, moviéndose por las calles. El resto quedará en posición y esperará mis instrucciones cerca del lugar. ¿Entendido?
—¡S-sí, señor! —respondió el marine, saludando con firmeza en posición militar ante la orden.
Mientras Smoker se dirigía a paso firme hacia la plaza de ejecución, finalmente apareció Tashigi, corriendo entre los marines para alcanzarlo.
—¡Smoker-san! Perdón por la tardanza —se disculpó, jadeando ligeramente por la carrera.
—¿Tashigi? ¿Dónde demonios estabas, pequeña idiota? —la regañó Smoker, claramente molesto.
—L-lo siento... tenía que... prepararme... —intentó explicar ella, volteando brevemente hacia uno de los marines.
—Aquí tiene su chaqueta, sargento mayor —la interrumpió un marine, entregándole la prenda con respeto.
Tashigi asintió rápidamente, se la puso mientras trataba de recuperar la compostura, y siguió a su superior sin rechistar.
—Me tiemblan las piernas... —suspiró Tashigi, agotada después de haber corrido tanto.
—Te tiemblan porque todavía no eres lo suficientemente fuerte —la reprendió Smoker con tono severo, sin detener el paso.
—L-lo siento... —murmuró Tashigi, bajando la mirada, avergonzada.
—Sígueme. Vamos a la plaza de la plataforma de ejecución —ordenó Smoker sin mirar atrás.
—¡Sí, señor! —respondió ella con firmeza, apretando el paso para alcanzar a su capitán.
Con Sanji y Usopp:
—Qué suerte haberte encontrado —dijo Sanji con una sonrisa, al toparse con Usopp, quien estaba ayudando a cargar el enorme pez que habían comprado.
—¿Por qué tengo que cargar yo la parte más pesada? —se quejó Usopp, furioso, mientras sudaba bajo el peso del pescado.
Con Zoro:
Zoro paseaba tranquilamente por la ciudad hasta que notó a una multitud corriendo, claramente asustada por algo.
—Parece que la calma en este lugar... se está desvaneciendo —murmuró, observando con atención a la gente que huía.
Con Nami:
Nami caminaba con dificultad, cargando una pesada bolsa llena de compras. Frunció el ceño, preocupada por el repentino cambio en el clima.
—La presión del aire está bajando demasiado... Creo que lo más seguro sería volver al barco —dijo en voz baja.
De pronto, se detuvo al cruzarse con Zoro, Sanji y Usopp en una de las calles.
—¡Ah! —exclamó, sorprendida al verlos.
—¿Hu? ¿Dónde está? —preguntó Zoro con la voz llena de preocupación mientras observaba la plaza abarrotada. No había visto a Lucy desde que se separaron para explorar la ciudad
—Dijo que iba a revisar la plataforma de ejecución —respondió Nami, con un tono igualmente preocupado. El tictac del reloj y la ausencia de Lucy la ponía nerviosa.
"¿No es esta la plaza con la plataforma?" Usopp señaló la imponente estructura de madera ante la que se encontraban, con los ojos abiertos por la comprensión.
—¡¿¡Quéeeee!? —gritaron todos al mismo tiempo al ver a Lucy atrapada en una guillotina, inmovilizada y con el filo brillando sobre su cabeza.
—¡Siempre igual…! —gruñó Zoro, apretando los dientes—. ¡Usopp, Nami, id hacia el puerto! Me preocupa el barco. ¡Sanji y yo salvaremos a Lucy!
Nami y Usopp asintieron sin perder un segundo y salieron corriendo entre la multitud, mientras Zoro y Sanji se lanzaban hacia la plataforma con determinación.
En lo alto, en una azotea con vistas a la plaza, el capitán Smoker y Tashigi subían las escaleras de un edificio para tener una mejor vista. Un marine estaba allí, con los binoculares pegados a la cara y la postura rígida por la tensión.
—¡Capitán! ¡Sargento Mayor! —exclamó el marine, poniéndose firme al ver que Smoker y Tashigi se acercaban.
"¿Cuál es la situación?" preguntó Smoker, dejando una estela de humo entre sus dos cigarros mientras observaba la escena de abajo.
“Los civiles se han marchado”, informó el marine, aún con los binoculares en la mano. “Hay tres piratas buscados en la plataforma: Alvida 'Iron Mace', Buggy el Payaso... y alguien llamado Mugiwara Lucy”.
—¿Lucy? ¿Quién demonios es esa? —gruñó Smoker, que desconocía el nombre.
—Acaba de salir su cartel de búsqueda, señor. Treinta millones de bayas —explicó el marine con un tono de inquietud—. Pero... están a punto de ejecutarla.
"¿Treinta millones por un novato?", murmuró Smoker, cruzándose de brazos, intrigado a su pesar. "¿Qué pasa ahí abajo?"
—La tienen en la guillotina —añadió el marine con voz entrecortada—. Es… inusual, señor.
En la plataforma
Lucy estaba arrodillada en la plataforma de ejecución y la hoja de la guillotina de madera relucía sobre ella. Buggy el Payaso estaba cerca, con su extravagante teatralidad en pleno apogeo mientras se dirigía a la multitud.
—¡Miren a la criminal Monkey D. Lucy! —bramó Buggy, con la voz cargada de burla—. ¡Por el delito de burlarse de mí, el gran Capitán Buggy, está condenada a muerte inmediata!
Su tripulación estalló en carcajadas, blandiendo armas para mantener a raya a la multitud. "¡Quietos, ratas!", gritó uno de los piratas de Buggy.
Los ojos de Lucy ardían con desafío. "Odio muchas cosas", dijo con voz firme a pesar de la espada sobre ella. "¿Pero estar atrapada, sin poder moverme? Eso es lo peor".
La multitud guardó silencio, presentiendo que algo extraordinario estaba a punto de suceder. Un tenue resplandor comenzó a emanar del cuerpo de Lucy, tenue al principio, que luego se intensificó hasta convertirse en un destello radiante y eléctrico. Su forma brilló y se encogió, disolviéndose en una pequeña criatura etérea con pelaje rosa pálido y una cola ondulante. Sus grandes ojos azules brillaban con una calma mística: Mew, ahora flotaba donde Lucy había estado.
—Miau… —La voz de Lucy resonó suavemente, con un tono juguetón mientras acariciaba su cabeza con sus pequeñas patas.
Buggy se quedó paralizado, palideciendo. "¡No... NO!", gritó, tambaleándose hacia atrás. "¡Lo olvidé! ¡Esa maldita Akuma no Mi! ¡Ese gato rosa chicle!"
Cabaji, su acróbata subordinado, jadeó. "¡Se transformó en ese perro y destrozó al león de Mohji!"
—¡Y ese monstruo de cuchillas, Scyther! —gimió Buggy, agarrándose la cabeza—. ¡Esas cuchillas me hicieron pedazos! ¡Fue una pesadilla, Cabaji! ¡Una pesadilla!
Mew ladeó la cabeza; sus ojos brillaban con picardía. "¿Ah, sí? Así que sí lo recuerdas", bromeó Lucy, con un tono sereno pero provocador.
Sin previo aviso, desató su poder. "¡Poder pasado!", gritó Lucy, con una voz que resonaba con autoridad.
Una oleada de energía primigenia surgió de Mew, una brillante ola de luz y fuerza que se estrelló contra la guillotina. La estructura de madera crujió, se astilló y se hizo añicos. La hoja se quebró y la plataforma se desplomó bajo la fuerza, convirtiéndose en un montón de escombros. Cabaji, atrapado en la explosión, salió despedido hacia atrás, quedando inconsciente al estrellarse contra el suelo.
Lucy, ahora libre, descendió con gracia en su forma de Mew, aterrizando entre los escombros. La multitud se quedó boquiabierta, atónita. Desde su posición privilegiada en la azotea, Smoker y Tashigi observaban con expresiones que mezclaban asombro y cálculo.
"¿Qué demonios fue eso?" susurró Tashigi, agarrando su espada.
Smoker masticó su cigarro, entrecerrando los ojos. «Esa no es una fruta zoan cualquiera. Es algo completamente distinto».
Abajo, Zoro y sanji avanzaron a través del caos y localizaron a Lucy entre los escombros.
—¡Lucy! —gritó Zoro, con un toque de alivio y frustración—. ¿Por qué siempre te metes en líos?
"¡No es mi culpa que los problemas me encuentren!" replicó Lucy, su forma Mew brillando mientras flotaba justo por encima del suelo.
Buggy, recuperándose del susto, blandió su espada, con el rostro desencajado por la rabia. "¡Pequeño idiota! ¿Crees que tus trucos te salvarán?" Se abalanzó, cortando el aire con su espada.
Lucy, inmóvil como Mew, esquivó sin esfuerzo, moviendo la cola juguetonamente. "¡Eres demasiado lento, Buggy!", se burló, su voz resonando en su mente sin que moviera la boca.
El cielo sobre Loguetown se oscureció, densas nubes se arremolinaban amenazadoramente. Un trueno sordo resonó en la plaza, intensificando la tensión. Buggy, impertérrito, cargó de nuevo. "¿Unas últimas palabras, pequeña rata?", se burló.
Los ojos de Lucy brillaron desafiantes. Se elevó aún más en el aire, su diminuta figura irradiaba confianza. "Sí", declaró, y su voz resonó por toda la plaza. "¡Voy a ser el Rey de los Piratas!"
La multitud estalló en murmullos de incredulidad. "¿El Rey de los Piratas?", exclamó un espectador.
“¡Lo dijo en la plataforma de Gold Roger!” susurró otro, atónito.
Zoro gimió, frotándose la sien. "¿Por qué siempre tenemos que preocuparnos por ella?"
Sanji, con corazones en los ojos, sonrió. "¡Porque es nuestra intrépida y adorable capitana!"
Un marine señaló a Zoro. "¡Capitán Smoker, ese es Roronoa Zoro!"
Smoker entrecerró los ojos. "¿Un cazarrecompensas convertido en pirata? ¿Y está con ella?" Se giró hacia sus hombres. "Esto se acaba de complicar".
Alvida, que estaba cerca, animó a su tripulación. "¡Ayuden al Capitán Buggy a matarla!"
—¡Detengan a esos piratas! —gritó Smoker, y sus marines se lanzaron a la carga.
Zoro atacó a piratas y marines por igual, abriendo camino. "¡Lucy, vámonos! ¡Estás causando un desastre otra vez!"
Buggy, desesperado, sacó una bala de cañón. "¡Sorpresa, mocosa! ¡BAM!", gritó, disparando una bala de Buggy hacia Lucy.
En ese momento, el cielo rugió. Un rayo cegador atravesó las nubes, impactando directamente a Lucy. La plaza estalló en luz y sonido; el impacto conmocionó a la multitud. Zoro y Sanji se quedaron paralizados, horrorizados.
“¡LUCY!” gritó Zoro, con el corazón acelerado.
Buggy rió nerviosamente. "¡Ja! ¡Los cielos la eliminaron! ¡Nadie sobrevive a eso!"
Pero al disiparse el humo, Lucy flotaba ilesa en su forma de Mew, con una barrera psíquica brillante a su alrededor. Soltó una risita, con los ojos brillantes. "¡Qué cosquillas!"
La multitud se quedó boquiabierta. Smoker apretó los puños, murmurando: «Esa fruta... es extremadamente peligrosa».
Tashigi tartamudeó: “Esa barrera… ¡bloqueó un rayo!”
Sanji se desmayó. "¡Esa es mi Lucy-chan! ¡Intocable!"
Zoro sonrió con suficiencia, desenvainando sus espadas. «Esta chica nunca deja de sorprendernos».
La energía residual del rayo dispersó a la tripulación de Buggy, que huyó presa del pánico, y obligó a los marines a reagruparse. Los restos de la plataforma se derrumbaron en un cráter humeante. Lucy recuperó su forma humana, con su sombrero de paja bien puesto, y sonrió. "¡Vamos, chicos! ¡Al Going Merry! ¡El Grand Line nos espera!"
Buggy gritó, agitando el puño. "¡Esto no ha terminado, Sombrero de Paja!"
Smoker hizo una señal a sus hombres: "¡Primera y Segunda Unidad, a los muelles! ¡No los dejen escapar!"
Mientras los Sombrero de Paja corrían hacia su barco, el cielo volvió a tronar, como si los animara a escapar
—¡Lucy y los otros se están escapando! —alertó uno de los marines a su jefe.
—¡Cogedlos, perseguidlos! —gritaron los marines que querían atrapar a Lucy y a sus compañeros.
Sin embargo, los marines fueron derrotados por Lucy y los demás.
Lucy y su grupo corrían a toda prisa para llegar a su barco.
—¿Qué clase de clima es este? ¿Y hacia dónde está el puerto? —preguntó Zoro al ver la tormenta, mientras la lluvia caía a cántaros.
—Además, con toda esta agua no tengo idea de dónde estamos —respondió Lucy mientras corría, intentando distinguir algo a su alrededor.
—¡Deteneos! —gritaron los marines que los seguían, decididos a atraparlos.
—Qué pesados... ¿Nos detenemos y los derrotamos? —preguntó Zoro mientras escapaba, molesto por la insistencia de los marines.
—No tenemos tiempo ahora... ¡Ah! ¡Una chica! —exclamó Sanji al ver a Tashigi a lo lejos.
—No sabía que tú eras Roronoa Zoro, el cazador de piratas. ¡Me has engañado desde el principio! —gritó furiosa Tashigi al enfrentarse a Zoro. Su aparición hizo que Lucy, Zoro y Sanji se detuvieran.
—¿¡Qué!? ¿Se puede saber qué le has hecho a esta chica? —reprendió Sanji a Zoro, furioso por haber molestado a una señorita.
—Lo que pasa es que tú nunca me preguntaste el nombre, y yo no quería engañarte —respondió Zoro con calma, mirando a la chica.
—Es imperdonable que un delincuente como tú posea una espada de tanto valor. ¡Tendría que arrebatarte la Wado Ichimonji ahora mismo! —exclamó Tashigi, llena de rabia por sentirse traicionada.
—Pues inténtalo —la retó Zoro, mientras desenvainaba su espada, listo para el combate.
—¡Ha! —gritó Tashigi al lanzarse contra Zoro con su espada. Él bloqueó el ataque con la suya sin vacilar.
Ambos comenzaron a luchar, atacándose y defendiéndose con gran habilidad. Zoro, a pesar del enfrentamiento, parecía estar disfrutando del combate.
—¡Bestia! ¿Cómo te atreves a pelear contra una mujer? —regañó Sanji, indignado, defendiendo a Tashigi.
—¡Me estás molestando! —gritó Tashigi, enfadada porque Sanji interrumpía—. ¡Esto es un asunto entre Roronoa Zoro y yo, tú no te metas!
—Tiene razón, Sanji. Iros. Yo iré dentro de poco —dijo Zoro sin apartar la vista del combate.
—Vámonos —dijo Lucy a Sanji, mientras este suspiraba, incrédulo por la escena.
-—Pero Zoro, si le haces daño, ¡te las verás conmigo! —amenazó Sanji mientras corría junto a Lucy, lanzando una última mirada preocupada hacia atrás.
—¡Maestra Tashigi! —gritaron los marines, animándola desde la distancia, confiando en su fuerza y determinación.
Zoro y Tashigi seguían cruzando espadas en medio de la lluvia. El sonido del metal chocando retumbaba por las calles mojadas, mientras la tensión crecía con cada movimiento. Tashigi atacaba con precisión, sus estocadas eran firmes, decididas, impulsadas por la rabia y el orgullo herido.
Zoro, por su parte, se movía con seguridad, esquivando y bloqueando sin esfuerzo aparente. Su mirada se mantenía seria, pero en sus labios asomaba una leve sonrisa. Disfrutaba del duelo, aunque no con intención de burlarse, sino como quien respeta a un oponente digno.
—Eres fuerte —admitió Zoro—, pero no lo suficiente.
Con un movimiento fluido, Zoro desenvainó su segunda espada, sujetándola con firmeza. Ahora empuñaba dos katanas, y su postura cambió por completo: más agresiva, más poderosa.
Tashigi retrocedió un instante, sorprendida, pero se lanzó de nuevo con un grito de guerra. Zoro bloqueó su ataque con una espada y, con la otra, desvió su filo con una técnica experta. En un par de intercambios más, la diferencia de nivel se volvió evidente.
Zoro giró sobre sí mismo y ejecutó un potente corte lateral con ambas espadas, empujando a Tashigi con fuerza. Ella fue arrojada contra una pared cercana, golpeando la piedra con un jadeo de dolor. Su espada salió volando por el aire, girando varias veces antes de clavarse en el suelo, lejos de su alcance.
Tashigi se quedó paralizada, con los ojos muy abiertos y un leve temblor recorriéndole el cuerpo.
—No pienso separarme de esta espada por nada del mundo —dijo Zoro con una sonrisa tranquila, segura, mientras retiraba la espada de la pared con un leve giro de muñeca y luego envainaba ambas katanas.
—Vaya... ha vencido a la maestra Tashigi —señaló uno de los marines, incrédulo y con la voz apenas audible por la lluvia.
Zoro comenzó a alejarse con pasos lentos pero decididos.
—Adiós. Me tengo que ir... ahora —murmuró sin mirar atrás.
—¿Y por qué no me has matado? ¿Es porque soy una mujer, verdad? —preguntó Tashigi con rabia, apretando los dientes mientras trataba de incorporarse—. También sé que no has luchado al cien por cien... ¡porque soy una mujer! Ya piensas que soy inferior. Eso para mí no es compasión, es humillación. No entiendes el daño que me hace. ¡Ojalá nunca hubiera nacido mujer! ¡Odio que piensen que solo lucho para entretenerme!
Zoro se detuvo en seco, sin darse la vuelta. Por un instante, la lluvia fue lo único que se oyó.
—A mí me molesta tu existencia —gruñó Zoro, con voz grave y cargada de emoción contenida.
—¿Qué...? —preguntó Tashigi, confundida por sus palabras.
Zoro giró lentamente la cabeza hacia ella. Su expresión no era de rabia, sino de algo más profundo: tristeza y recuerds enterrados.
—Tu cara... te pareces demasiado a una chica que fue mi mejor amiga. Hace años que murió. Y lo peor es que estás diciendo exactamente las mismas palabras que ella. No la copies.
Hubo un momento de silencio entre los dos. Luego, Zoro añadió señalandola con el dedo cabreado:
—Y si fuera como tú dices, no seguiría a Lucy... que también es una mujer.
Al oír ese nombre, los ojos de Tashigi se abrieron como platos, se habia olvidado de que el capitan de zoro era una chica y esa era lucy d monkey
—¡Ja! ¡Seguramente la sigues solo por esos poderes raros que tiene! —vociferó Tashigi, temblando de rabia, empapada por la lluvia—. ¡Y no imito a nadie, maleducado! ¡Hablas como un crío enfurruñado!
Sus ojos brillaban con indignación.
—¡Yo soy como soy! ¡No tengo ni idea de cómo era esa amiga tuya, ni me importa! Pero tú... tú sí que me molestas. ¡Tal vez era ella la que me copiaba a mí, ¿eh?! —gritó, apuntándolo con el dedo—. ¡No vengas a desquitarte conmigo por tus fantasmas del pasado!
Zoro la miró con los ojos entrecerrados, los músculos tensos y una sombra en su mirada.
—Vuelve a decir eso —gruñó con la voz grave, cargada de amenaza contenida, mientras su mano se deslizaba lentamente hacia el mango de su espada.
Con Lucy...
La lluvia caía con fuerza, empapando las calles del puerto mientras los truenos retumbaban en el cielo. Lucy corría junto a Sanji, ambos jadeando bajo la tormenta, con la mirada fija en el barco que los esperaba.
—¡Ya veo el Going Merry! ¡Está justo delante! —gritó Lucy, señalando el puerto entre la cortina de agua.
Pero antes de que pudieran avanzar más, una figura se interpuso en su camino. Un hombre de abrigo largo y con un puro encendido los esperaba bajo la lluvia, imperturbable. A su lado, una motocicleta humeante parecía rugir en silencio. Era Smoker.
—¿Quién demonios es ese? —preguntó Sanji, frunciendo el ceño al detenerse en seco.
—Por fin te tengo enfrente... Lucy Sombrero de Paja —dijo Smoker con voz firme, ignorando por completo la lluvia que le chorreaba por el rostro.
Ambos piratas se detuvieron. El ambiente era tenso. La lluvia caía cada vez más fuerte, y el sonido de los truenos parecía anunciar el choque inminente.
—Si quieres pasar y llegar a la Grand Line, primero tendrás que derrotarme —declaró Smoker, cruzando los brazos.
Lucy lo miró con una sonrisa confiada, sus ojos brillando bajo la tormenta.
—Está bien. Si tengo que enfrentarme a ti para avanzar… lo haré con gusto —respondió, firme y sin dudar.
—Lucy… —Sanji la miró con preocupación, sabiendo que aquel enemigo no era cualquiera.
—No te preocupes —le dijo ella con una tranquilidad desconcertante—. Tú ve adelante. Yo iré detrás de ti en cuanto termine aquí.
- te ganare y asi podre ir a la grand line, porque yo sere el futuro rey de los piratas - declaro lucy a smoker
-Smoker no perdió más tiempo.
—¡Ya basta tanto de hablar! —ordenó con voz cortante.
Sus puños se deshicieron en una densa nube blanca, extendiéndose como tentáculos que atraparon a Lucy en el aire, envolviéndola completamente.
—¡Haay! ¿Y dónde se fue Smoker? —preguntó Lucy, confundida, girando la cabeza mientras flotaba aprisionada en la niebla de humo.
De pronto, lo vio aparecer justo a su lado.
—Comí la Fruta del Diablo del Humo. Todo mi cuerpo se transforma en humo. —explicó Smoker con seriedad.
Con un rápido movimiento, sus corrientes de humo lanzaron a Lucy hacia un lado, pero justo antes de impactar contra el suelo, su cuerpo se iluminó y volvió a cambiar: se transformó de nuevo en Mew.
—¡Giro Fuego! —exclamó, mientras giraba en el aire como un cometa brillante, generando una espiral de fuego psíquico a su alrededor.
El fuego giratorio se expandió violentamente, envolviendo a las corrientes de humo y quemándolas. Smoker retrocedió con el ceño fruncido al notar que el calor lo afectaba directamente.
—¿También puedes crear fuego...? —preguntó Smoker, serio, sacudiéndose las brasas de su abrigo. El fuego y el humo... no eran compatibles.
—Sí. Y muchas otras cosas más. —respondió Lucy con una sonrisa juguetona—. Mi fruta, si quieres saberlo, la llamé “Hito Hito no Mi: modelo Mew”.
—¿La nombraste tú misma? —Smoker frunció el ceño, sorprendido.
—Sip. Me la encontré. Me la comí. Y unos amigos me dijeron que no está en la enciclopedia de frutas del diablo. Así que... me tomé la libertad.
Smoker la observó detenidamente. Su mirada se volvió más fría.
—Ya veo. Es inusual que aparezca una fruta no registrada... y más aún, que alguien como tú la tenga. Tendré que acabar contigo seriamente.
Con un movimiento rápido, desenfundó su Nanashaku Jitte, cuya punta estaba revestida de kairoseki, la piedra marina capaz de neutralizar los poderes de los usuarios de frutas del diablo.
Con velocidad abrumadora, Smoker golpeó a Lucy. El impacto la hizo gritar.
—¡Hay! ¿Por qué duele...? ¡Se sienten como los golpes del abuelo! —gimió Lucy, cayendo en picado.
Smoker no respondió. Avanzó sin piedad, asestando más golpes con su jitte. En uno de sus movimientos, atrapó el cuerpo de Lucy entre el arma y el suelo, clavándola con fuerza. La piedra marina debilitó su transformación, haciéndola volver a su forma humana, jadeante y empapada.
—Parece que se te acabó la suerte. —dijo Smoker, levantando su jitte, listo para el golpe final.
Pero antes de que pudiera bajarlo, una mano emergió de la lluvia y lo detuvo en seco.
—Lo dudo, Smoker. —dijo una voz profunda, masculina y tranquila.
Smoker abrió los ojos, sorprendido. Reconocía esa voz.
—¿Pero si eres tú...? —murmuró, mirando al encapuchado que le bloqueaba el arma.
Lucy, aún en el suelo, alzó la cabeza con esfuerzo.
—¿Qué pasa...? ¿Quién es...? Dime.
Smoker no le respondió a ella. Miró al encapuchado fijamente, su expresión endurecida.
—El Gobierno quiere su cabeza... ¿lo sabes, verdad? —preguntó con gravedad.
—Sí. Pero el mundo... también espera nuestra respuesta, Smoker. —respondió el hombre, enigmático.
Antes de que Smoker pudiera reaccionar, un gigantesco vendaval de tornados se alzó, arrastrando a Lucy en espiral por los cielos, alejándola del campo de batalla.
Puerto de Loguetown
Zoro fue lanzado por el mismo vendaval, aterrizando de forma desordenada en el puerto.
—¿¡Qué ha sido eso!? —preguntó, confuso, mirando alrededor.
Lucy cayó a pocos metros de él, aún tambaleante.
—¿Qué carajos ha pasado...? —preguntó Lucy, mientras se sacudía el agua y el barro. Parecía que algo… ¿me salvó?
—¡¡LUUUCY!! —gritó Nami desde la lejanía.
El Going Merry estaba siendo arrastrado por la corriente, al borde de desaparecer.
—¡Nami! —gritó Lucy, alarmada.
—¡Si no nos damos prisa, se la llevará la corriente! —alertó Sanji, acercándose a toda velocidad.
—¡Venga, chicos! —exclamó Lucy, emocionada.
De un salto, volvió a transformarse en Mew.
—¿Otra vez te transformas...? —preguntó Usopp, con los ojos muy abiertos, nervioso.
Lucy solo les sonrió con confianza.
—Tengo un mal presentimiento... —opinó Zoro, entrecerrando los ojos.
Con gracia sobrenatural, Lucy voló hacia ellos y, usando su poder psíquico, los levantó del suelo uno por uno.
—¡Otra vez nooooo! —gritó Usopp, pataleando en el aire.
—Bueno, pensaba que haría otra locura, pero esto... esto está mejor. —dijo Zoro, cruzado de brazos, flotando como si fuera lo más normal del mundo.
Guiados por Lucy, los cuatro aterrizaron suavemente en la cubierta del Going Merry. La lluvia comenzaba a calmarse poco a poco, dejando un cielo gris y pesado sobre ellos.
—¡Amigos! —exclamó Nami con alivio al verlos a salvo. Había estado esperándolos con el corazón en un puño.
El Going Merry se alejaba lentamente del puerto de Loguetown, mecido por las olas, rumbo hacia una nueva y desconocida aventura.
—¡Ostias! Un poco más y nos vuelca el barco —dijo Lucy desde la proa, riendo mientras admiraba el mar embravecido.
—¡Eh, mirad aquella luz! —señaló Nami al horizonte.
—¿Es el faro de la isla? —preguntó Usopp mientras se agarraba con fuerza al mástil para no resbalar.
—No —corrigió Nami—. Esa luz indica la entrada a la Grand Line.
—¿La puerta hacia la Grand Line? —repitió Lucy, ahora sentada sobre la borda, observando con atención.
—¿Vamos? —preguntó Nami, esbozando una sonrisa cómplice a Lucy.
—¿No sería mejor esperar a que mejore el clima? ¿Eh? ¿Hoy no es buen día? —dijo Usopp, nervioso y con los ojos bien abiertos al ver las enormes olas.
Zoro y Sanji se miraron y, sin decir palabra, asintieron con una sonrisa en el rostro.
—Muy bien —dijo Sanji, encendiendo un cigarro con calma—. ¿Qué os parece si hacemos una promesa antes de adentrarnos en ese océano?
—¿Promesa? ¿Tú crees que eso hace falta? —protestó Usopp con su tono característico, aunque en el fondo ya sonreía.
—¡Buena idea! —exclamó Lucy, saltando con alegría y bajando de un brinco de la borda.
Sanji sacó una bota de vino y la colocó en el centro de la cubierta. La lluvia se había detenido del todo y un rayo de sol se filtraba entre las nubes.
—Cada uno ponga un pie encima y diga su deseo. Este será nuestro juramento como nakamas.
Uno a uno, se acercaron.
Zoro fue el primero. Colocó su pie sobre la bota y, con su voz firme, dijo:
—Seré el mejor espadachín del mundo. No perderé otra vez.
Nami fue la siguiente. Puso su pie junto al de Zoro y sonrió:
—Haré el mejor mapa del mundo, uno que lo muestre todo.
Usopp tragó saliva, pero dio un paso adelante con decisión:
—Seré un valiente guerrero del mar... ¡el más valiente de todos!
Sanji, con su eterno aire de caballero, colocó su pie con elegancia:
—Encontraré el All Blue. Ese mar donde se reúnen todos los sabores del mundo.
Finalmente, Lucy miró a todos sus amigos, su sonrisa era la más brillante:
—¡Y yo seré la Reina de los Piratas! ¡Lo juro!
Los cinco mantuvieron el pie sobre la bota por unos segundos, mirándose entre sí con fuego en los ojos. El viento sopló con fuerza, como si el mar mismo hubiera escuchado sus promesas.
—¡Vamos todos hacia la Grand Line! —gritó Lucy con entusiasmo, alzando el puño al cielo.
—¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ! —gritaron todos al unísono, llenos de emoción, mientras el viento soplaba con fuerza y el Going Merry avanzaba decidido hacia el horizonte.
Chapter Text
—Oh no… esto es terrible, Nami. Se fue la luz del faro —dijo Lucy con preocupación, , entada en el mascarón de proa en su forma mew, bajo la intensa lluvia :—¿Qué vamos a hacer? ¡Esa era nuestra luz guía!
—Es solo un faro. Incluso los faros se apagan de vez en cuando —respondió Nami con calma mientras desplegaba el mapa de la Grand Line—. Por eso estoy yo aquí, ¿lo olvidaste? No te preocupes. Al menos yo sé en qué dirección ir.
—¡Joder, eres buena! —exclamó Lucy, dando una voltereta en el aire con una sonrisa alegre y despreocupada.
—Oye, ¿por qué estás en esa forma? —dijo Nami, frunciendo el ceño—. El viento podría llevarte. Baja ya y vuelve a tu forma humana.
Lucy se detuvo en el aire, giró con elegancia y le sacó la lengua a Nami de forma juguetona.
—¡Nehhhh! No quiero —dijo con una vocecita aguda y traviesa, mientras daba otra voltereta—. Además… cuando tengo emociones fuertes, ¡me transformo en Mew!
**—Eres imposible… —murmuró Nami, aunque no pudo evitar sonreír. Luego volvió a mirar el mapa—. Esto me está dando problemas... Si seguimos yendo por aquí, será como dicen los rumores...
En el comedor del Going Merry...
—Mirad esto. Ya lo había escuchado antes, pero ahora lo he visto claro en el mapa… y si no me equivoco, la entrada a la Grand Line es una montaña —explicó Nami a los demás, señalando el mapa que había extendido sobre la mesa.
—¡Ostias! —exclamó Lucy, sorprendida, con un bollo de arroz en la boca—. ¿Tenemos que atravesar una montaña?
—¿Tenemos que atravesar una montaña? —repitió Zoro, alucinando.
—No fastidies… —murmuró Sanji, sin poder creérselo.
—Yo tampoco me lo creía al principio —dijo Nami—, pero se ve que hay un canal que pasa por la montaña. Y yo diría que la atraviesa por encima.
—¡Ostias, qué emocionante! —exclamó Lucy, con los ojos bien abiertos y una sonrisa que le iluminaba la cara.
—¿Pero qué dices? Aunque eso todavía salga en el mapa, un barco no puede pasar por encima de una montaña, joder —soltó Zoro, incrédulo y con el ceño fruncido.
—¡Eso es lo que dice el mapa! —vociferó Nami, molesta por la falta de fe de Zoro.
—¡Y seguro que es así! Nami no se equivoca nunca, ¿me escuchas bien? ¿Lo has entendido, Zoro? —regañó Sanji, molesto, cruzado de brazos.
—¿No es ese el mapa que le robaste a Buggy? ¿Quieres decir que podemos fiarnos de eso? —preguntó Zoro, ahora más serio.
—¡Chicos, ayudadme con el timón, que no lo puedo mover! —gritó Usopp desde cubierta, forcejeando con el timón.
—Sanji, ayuda a Usopp a ver si así se calla y me deja pensar —ordenó Nami, claramente irritada.
—¡Y tanto que sí, Nami! —respondió Sanji con corazones en los ojos, corriendo a ayudar a Usopp sin rechistar.
Ambos forcejeaban con el timón, pero no podían moverlo ni un centímetro. La corriente era monstruosa.
—¿Que la corriente es muy fuerte? ¡¿Eh?! ¿No te lo esperabas, eh? ¡¿Pero qué esperabas?! ¡La corriente está que no hay quien la pare! —soltó Usopp, bufando, sin dejar de tirar con fuerza.
—¿Eh? ¿Qué has dicho, Usopp? —preguntó Nami, girándose sorprendida.
—¡Que la corriente es muy fuerte! —repitió Usopp—. ¡No se puede mover esto!
—La corriente… —murmuró Nami, pensativa, y de pronto, sus ojos se iluminaron—. ¡Ya lo tengo!
—¿Qué pasa? —preguntó Lucy, aburrida mientras flotaba en el aire, observando a Nami.
—Tenemos que subir por la montaña —dijo Nami con decisión.
—¡Que no puede ser, mujer! —negó Zoro, desconcertado—. Eso suena completamente absurdo.
—Pues mirad esto, ¿lo veis? Lo que estáis viendo solo puede ser el Monte Invertido de la Red Line —explicó Nami, señalando con firmeza el mapa que había desplegado de nuevo—. Aquí, mirad… —¿Verdad que parece bastante claro?
Aunque su voz era firme, en su rostro se notaba una mezcla de seguridad y duda. La entrada a la Grand Line no solo era peligrosa... era completamente loca.
—¿¡Hey, qué tengo que hacer yo!? ¡Ayudadme! —exigió Usopp, ya que no podía mover el timón.
—Si las enormes corrientes oceánicas de los cuatro mares vienen hacia esta montaña... las cuatro suben por los canales, se encuentran en la cima y fluyen hacia la Grand Line. Nosotros estamos en una de esas corrientes, así que todo lo que tenemos que hacer es estar atentos. Reverse Mountain es una isla invernal, así que las corrientes que le dan de lado viajan hacia el fondo del mar. Si accidentalmente entramos por el costado intentando acceder al canal, chocaremos... y nos convertiremos en comida marina. ¿Lo entendéis? —explicó Nami, confundida por la situación.
—O sea, que eso es una montaña extraña, ¿no? ¡Jajajaja! —se rio Lucy, emocionado.
—Ahhh... creo que no lo entiendes —suspiró Nami, pensando en lo idiota que era Lucy.
—Eres muy inteligente —dijo Sanji a Nami, completamente enamorado.
—No he escuchado nunca que ningún barco suba a lo alto de una montaña —opinó Zoro, incrédulo, sin creer la historia de Nami.
—Yo sí que lo había escuchado —dijo Sanji sonriendo.
—¿Eso de la montaña extraña? —preguntó Lucy, muy entusiasmada, ya que subir la montaña le parecía algo genial.
—No, que la mitad de los barcos que intentan entrar a la Grand Line no lo consiguen. Sabía que entrar a la Grand Line no sería fácil —respondió Sanji tranquilamente.
Después de un rato, todos salieron a la cubierta.
—Sanji, ¡las velas! —ordenó Nami.
—Sí, Nami —dijo Sanji aceptando la orden de Nami—. Lucy, ayúdame por favor.
—¡Claro! —aceptó encantada Lucy, y usó sus poderes psíquicos para enrollar la vela.
—¡Hey, ya veo una montaña extraña! —gritó Lucy emocionada al ver por fin la montaña.
—¿¡Qué!? —dijo Usopp, que corrió hacia donde estaba Lucy, al igual que los demás que también se acercaron a mirar la montaña.
—¡Ostias, es enorme!
—Esta es la entrada a la Grand Line —explicó Nami, admirando la enorme montaña.
—Así que esto debe ser la Red Line entonces —señaló Lucy, emocionada de que por fin entrarían a la Grand Line.
—¡Hay tantas nubes que no se ve la cima! —exclamó Usopp, sorprendido.
¡BOOM!
—¡Aaaahhh! —gritaron todos al sentir que el barco chocaba con algo y era empujado por una fuerte corriente.
—¡Nos está atrapando la corriente! ¡Coged el timón! —ordenó Lucy, que se transformó en Mew para ayudar.
—¡Sí, ya lo hacemos! —protestaron Sanji y Usopp, que estaban en el timón, pero este no se movía.
—Oye, Nami, ¿Dónde está la entrada al canal? Si continuamos de frente, nos estrellaremos con las rocas —dijo Lucy, preocupada por sus amigos y el barco.
Nami miró con atención y se dio cuenta del desfiladero que había delante. Comprendió que era por ahí por donde debían pasar.
—Nami, ¿Qué tenemos que hacer ahora? —preguntó Usopp, asustado, ya que ni con la ayuda de Sanji podía mover el timón.
—¡Continuad recto, chicos! —ordenó Nami, confiada en que lo lograrían.
—¿Estás segura de eso? —inquirió él, sin poder ocultar la duda en su voz.
—¿Eso de ahí abajo es la entrada al canal? —preguntó Lucy, volando hacia Nami y esperando una respuesta.
-—Eso espero —respondió Nami con una sonrisa de felicidad, mientras Lucy se reía.
—¡No lo puedo creer! —gritó Zoro, incrédulo, mientras observaba a través de los prismáticos el desfiladero. —¡El agua del mar... está subiendo por la montaña!
- tenemos que pasar el barco justo en el medio - ordeno nami a todos - si no entramos a la entrada ya nos podemos dar por muertos.
El barco se acercaba rápidamente a la entrada del canal, pero la corriente comenzó a arrastrarlo hacia la izquierda, desviándolo peligrosamente de su rumbo.
—¡No vamos bien! ¡Un poco a la derecha! ¡¡A la derechaaa!! —exigió Lucy, agarrándose con fuerza a los bordes del barco mientras el viento le revolvía el cabello y la tensión se apoderaba de la tripulación.
—¿A la derecha? ¡Vale, venga vamos! —respondió Usopp con nerviosismo. Con la ayuda de Sanji, ambos se esforzaron al máximo por girar el timón.
Con un crujido fuerte y seco...
¡CRACK!
El timón se partió por la mitad debido a la fuerza que estaban ejerciendo.
—¡¡Ahhh!! —gritaron Sanji y Usopp al unísono mientras caían de espaldas al suelo por el esfuerzo, rodando por la cubierta.
—¡El timón! —exclamaron todos alarmados al ver cómo se rompía la única forma que tenían de maniobrar el barco.
El barco se iba a estrellar, pero Lucy no lo permitiría.
—¡No! ¡No dejaré que pase esto! —gritó con determinación.
En un destello brillante, su cuerpo comenzó a cambiar. Su pequeña forma de Mew se alargó y transformó mientras hojas verdes brotaban de su espalda y su cuello se cubría con frutas doradas. Grandes alas con forma de hojas de plátano se desplegaron a cada lado.
- tropius - dijo Lucy
Las enormes alas de la criatura batieron con fuerza, desafiando el viento salvaje mientras su silueta se alzaba imponente sobre la cubierta del Going Merry. Su cuerpo era robusto, su mirada firme y su energía, serena pero abrumadora.
—¡Voy a desviar el barco! —rugió Lucy, con una voz mucho más grave de lo habitual, cargada de poder.
Se posicionó justo al frente de la proa, interponiéndose entre el Going Merry y las columnas de roca que amenazaban con destrozarlo.
Fuerza (Strength) —Con un grito atronador, las alas en forma de hoja de Lucy se agitaron violentamente. Su cuerpo comenzó a brillar con una intensa luz blanca. En un acto de pura voluntad y fuerza física, empujó el barco con su cuerpo gigante. Cada músculo se tensó al máximo mientras resistía la furia de la corriente.
La madera del barco crujía por la presión. El agua salpicaba por todas partes como si el mar mismo se rebelara. Pero poco a poco, gracias al esfuerzo titánico de Lucy, el Going Merry comenzó a girar, alejándose de las rocas.
Tropius rugió con toda su energía, empujando con más fuerza aún... hasta que, finalmente, el barco se alineó justo en el centro del canal.
—¡Lucy, vuelve ya! —gritó Zoro, visiblemente preocupado por ella.
Lucy descendió del aire y aterrizó de nuevo sobre la cubierta. Al tocar el suelo, su cuerpo volvió a su forma humana, jadeando pero sonriente.
—¡Viva, viva! ¡Lo hemos conseguido! —gritaron Sanji y Usopp al unísono, celebrando mientras comenzaban a bailar de la emoción.
—¡Sí! ¡Vamos directos hacia la cima de la montaña! —celebró Nami, quitándose el chubasquero al notar que la lluvia finalmente había cesado.
—¡Huuuuu, qué pasada! ¡Es impresionante! —exclamó Lucy con ojos brillantes de emoción, acercándose al lado de Zoro con una gran sonrisa.
El Going Merry ascendía por la vertiginosa corriente del canal en la Montaña Invertida. El agua se elevaba de manera antinatural, impulsando el barco hacia lo alto como si una fuerza invisible lo arrastrara contra el cielo. Las nubes grises y densas se arremolinaban en la cima, mientras las olas chocaban con violencia contra los costados del navío.
—¡Estamos altísimos! ¡Es como si estuviéramos volando! —gritó Lucy, con los brazos abiertos y una risa entusiasta, dejando que el viento le azotara el rostro sin temor.
El barco alcanzó la cima y comenzó a descender por el otro lado, deslizándose por un canal estrecho que parecía conducir directamente al corazón del mundo.
—¡Ahora viene la bajada divertida! — exclamó Nami, riendo con emoción.
—¡Por todos los yeguas, es el océano más grande que he visto! — exclamó Lucy, maravillado ante la inmensidad azul que se extendía ante ellos.
El Going Merry se precipitó cuesta abajo, impulsado por la brutal fuerza del agua. Las velas se hincharon, los mástiles vibraron y el barco temblaba mientras el viento les golpeaba el rostro. Lucy reía a carcajadas, emocionado, como si estuviera en una atracción imposible.
—¡Esto es una locura! ¡Pero me encanta! —gritó con los ojos brillantes, abrazando el vértigo.
De repente, un rugido grave, profundo y descomunal retumbó en la distancia. Todos en la cubierta se tensaron al instante.
—¿No escucharon eso? ¿Qué fue ese ruido? —preguntó Zoro, frunciendo el ceño, con la mano en el mango de una de sus espadas.
—¿Un grito? —respondió Nami, alzando la vista, confundida.
—No lo oyeron? —insistió Zoro, claramente preocupado.
—Seguro fue el viento o alguna criatura de por aquí —dijo Nami, restándole importancia, aunque su tono no era del todo convencido.
—¡Espera, espera! ¡Veo algo! —gritó Usopp, ajustando sus prismáticos y mirando hacia el horizonte—. ¡Nami, hay una montaña!
—¿Una montaña? ¡Eso es imposible! —replicó Nami, incrédula.
—¡Míralo tú misma si no me crees! —respondió Sanji, visiblemente nervioso, señalando hacia adelante.
—No importa, ¡sigamos adelante! — exclamó Lucy, con una chispa de emoción en los ojos.
—¡Pero si se supone que aquí solo hay mar! —protestó Nami, confundida, mientras el barco seguía descendiendo a toda velocidad.
“¡Ooooh!” y “¡Wuuuu!” se escucharon a lo lejos, el eco del sonido de una criatura desconocida que rompía el silencio del mar.
nerviosismo.
—¡No es una montaña! —gritó Sanji, con el rostro pálido—. ¡Es una pared negra!
—¿Una pared? —preguntó Zoro, entrecerrando los ojos.
—¡Es una ballena! —chilló Usopp, aterrado, al distinguir la figura a través de la niebla que se disipaba.
Ante ellos emergió una forma gigantesca: negra, redondeada, con una mancha blanca en el frente. Una ballena descomunal bloqueó el camino, inmóvil como una montaña viviente en la salida del canal. El Going Merry descendía a toda velocidad, directo hacia el lomo de la criatura.
— ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Usopp, temblando de miedo—. ¡Nos vamos a estrellar!
— ¿Luchamos? —propuso Lucy, con una sonrisa desafiante, listo para el combate.
— ¿Estás loca? ¡No hay forma de pelear contra eso! —le regañó Nami, señalando el tamaño colosal de la ballena.
—¡P-pero nos bloquea el paso! —tartamudeó Usopp, al borde del pánico.
—¡No vamos a parar a tiempo! —gritó Zoro, preparándose para lo peor.
—¡Yo me encargo! —declaró Luy, dando un paso al frente con una confianza inquebrantable.
—¡Lucy! — exclamó Zoro, preocupado, mientras veía cómo su capitana comenzaba a transformarse.
Lucy no dudó. Su cuerpo comenzó a brillar con intensidad, y en un instante, su forma cambió. Creció, se alargó, y de su espalda surgieron hojas verdes, mientras frutos dorados brillaban en su cuello y alas como grandes hojas de plátano se desplegaban majestuosas.
—¡Tropius! —rugió Lucy, ahora transformado en una criatura alada, imponente y poderosa.
Elevándose sobre la cubierta, las hojas de sus alas se agitaron con fuerza, invocando una corriente de aire armónica y controlada.
—¡Viento Afín! —gritó, desplegando sus alas con toda su energía.
Un torbellino verde y envolvente emergió en espiral desde su cuerpo, rodeando al Going Merry como si el aire mismo lo abrazara. La energía frenó el avance del barco, suavizando la furia del descenso. La presión disminuyó, el casco dejó de temblar, y el Going Merry, como guiado por una mano invisible, se detuvo a escasos metros del inmenso lomo de la ballena.
El barco flotaba ahora en calma, suspendido en el agua. Un nuevo rugido emergió de la criatura, esta vez más suave, casi melancólico.
Lucy aterrizó suavemente en la cubierta, volviendo a su forma humana. Jadeaba, exhausta, pero con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Eso estuvo cerca! —dijo Lucy, riendo mientras se rascaba la nuca.
—Estamos salvados gracias a los poderes de Lucy —comentó Zoro, agradeciendo que tuviera esos extraños poderes.
—¡Aaaaah, Lucy-chaaaan es increíble! —suspiró Sanji, con corazones en los ojos.
—¡Ep! Ahora no es momento de distraerse. ¡La ballena nos puede comer! —interrumpió Usopp, claramente nervioso.
—Tiene razón. ¡Hay que huir de aquí! —ordenó Zoro, mientras agarraba los remos con firmeza.
Sanji y Usopp lo siguieron, y los tres comenzaron a remar con fuerza, tratando de alejar el barco de la gigantesca criatura. Mientras se acercaban al ojo de la ballena, esta empezó a emitir un sonido grave y ensordecedor, como un canto gutural que retumbaba por todo el aire.
La vibración del sonido era tan potente que sacudía la estructura del Going Merry. Todos los Sombrero de Paja se cubrían los oídos como podían.
Lucy, con sus sentidos aumentados por sus poderes, sufrió más que nadie.
—¡A mis oídos! ¡Me están dañando! ¿¡Quieres callarte ya!? —exclamó furiosa, transformándose de inmediato en su forma Mew—. ¡Derribo!
Sin pensarlo dos veces, salió disparada hacia el ojo de la ballena y lanzó un poderoso golpe psíquico directamente al centro del enorme globo ocular.
—¡Aaaaaaaah! —gritaron todos al unísono, completamente horrorizados.
La ballena parpadeó, moviendo su ojo hacia ellos con evidente incomodidad.
—¡Idiota! —le gritaron todos a Lucy desde la cubierta.
—¡¿Qué te pasa, animal estúpido?! ¡Tu sonido casi hace estallar mis oídos, idiota! —gritó Lucy enfurecida, volando nerviosa y roja de la rabia.
—¡Lucy, estate quieta! —gritaron Zoro y Usopp, que le soltaron una patada cada uno para que dejara de actuar de forma impulsiva.
—¡Pero si casi me explotan los oídos! —se quejó Lucy desde el aire, sobándose donde le habían pegado.
Entonces, la ballena abrió lentamente su inmensa boca. Una marea de agua comenzó a entrar a través de ella… y junto al agua, ¡también el barco!
—¿¡Qué!? —dijo Zoro, con los ojos como platos—. ¡Nos va a tragar!
Un fuerte viento azotó de pronto desde el costado. Lucy, aún en el aire, fue arrastrada violentamente por la ráfaga.
—¡Ahhhhhhh! —gritó, girando sin control por encima del agua.
—¡Lucyyyyyy! —gritó Nami, aterrada, viendo cómo la ballena los estaba tragando mientras Lucy era empujada lejos del Going Merry.
Desde lo alto, Lucy alcanzó a recuperar el control y empezo a volar, elevándose por encima de la cabeza de la ballena. Con el corazón acelerado, observó impotente cómo su barco y todos sus amigos desaparecían dentro de la enorme boca del animal.
Lucy, que estaba encima de la ballena, empezó a respirar con dificultad y a descansar por el esfuerzo que había hecho antes.
—¡Ostias! ¿Se los ha comido a todos, no? ¡Eh, tú, ballena, escúpelos, venga! —dijo Lucy mientras empezaba a golpear a la ballena para que esta expulsara a sus amigos.
Pero de repente, la ballena empezó a sumergirse en el mar.
—¡Tú, animal! ¡Para de sumergirte, para! ¡He dicho que te estés quieta! ¡No te sumerjas, que son mis compañeros de viaje! —ordenó furiosa Lucy mientras golpeaba con todas sus fuerzas a la ballena.
Entonces Lucy se fijó en que, a su lado, había una puerta. Se quedó incrédula, pero no dudó: la abrió y entró antes de que la ballena terminara de sumergirse.
Con Nami, Sanji, Usopp y Zoro...
—¿Qué pensáis vosotros? —preguntó Nami, confundida por la situación. Estaba segura de que los había tragado una ballena.
—¿Qué que pensamos? —repitió Zoro, intentando también entender lo que estaba pasando.
—Yo no sé en qué pensar... ¡Ostias! Estoy seguro de que hace un momento nos había tragado una ballena —dijo Sanji, incrédulo, mientras se sentaba en el borde del barco, tratando de asimilar lo que veían sus ojos.
Frente a ellos, en medio del mar, se alzaba una pequeña isla con una casa y un cocotero.
—¿Estoy soñando? —preguntó Usopp, intentando darle sentido a lo que veía.
—Puede que sí, que estemos soñando —respondió Zoro, sin apartar la vista de la casa. Todos miraban confundidos.
—¿Entonces qué es esa isla y esa casa? —preguntó Nami, señalándola, aún sin poder creerlo.
—¿Visiones, quizás? —dijo Zoro, igualmente desconcertado.
Pero de pronto, ante ellos, emergió un enorme calamar gigante.
—¿Y eso qué es? —preguntó Nami, con la voz temblorosa por el miedo.
—¡Un calamar gigante! —gritaron al unísono Nami y Usopp, que comenzaron a llorar del susto, mientras Sanji y Zoro se preparaban para enfrentarlo.
En ese momento, varios arpones atravesaron al calamar, atados con gruesas cuerdas, y lo abatieron al instante.
—Parece que hay alguien en esa casa —comentó Zoro, esbozando una sonrisa mientras desenvainaba su espada.
—A ver si es una persona —dijo Sanji, también preparándose para lo que pudiera venir.
—Quiero ir a casa... —murmuró Nami a Usopp, sollozando.
—Y Lucy todavía no está... —murmuró Usopp, también con lágrimas en los ojos.
Con Lucy...
—¿Qué es esto...? ¿Por qué hay una puerta y un pasadizo...? ¿Dentro de una ballena? —preguntó Lucy, totalmente desconcertada, mientras observaba el interior de lo que claramente parecía ser un pasadizo construido dentro del cuerpo de una ballena.
Con Nami y los demás...
Una persona salía de la casa.
—¿Un barco? —preguntó el hombre desconocido al verlos.
—¡Y... venga, chicos, disparad una bala de cañón contra la casa y el calamar! —ordenó Usopp, señalando a Sanji y Zoro con urgencia.
—No, espera... creo que hay alguien dentro —advirtió Sanji, entrecerrando los ojos.
Desde el interior, una figura misteriosa arrastraba al calamar hacia la casa. No se le veía bien.
—¿Una flor? —dijo Sanji, desconcertado al fijarse en los pétalos que tenía encima.
—¿Una flor? —repitió Zoro, confundido.
—Es una persona... —respondió Sanji, incrédulo.
Era un hombre mayor, fornido y musculoso, con la frente calva y cabello blanco a los lados. Su barba blanca estaba dividida en dos franjas, y su labio inferior era notablemente más grueso que el superior. Sobre su cabeza llevaba pétalos que recordaban a una flor del mismo nombre.
—¿Quién debe ser? —preguntó Usopp, perplejo.
—¿Y cómo ha podido pescar a ese calamar gigante un hombre tan viejo? —cuestionó Nami, aún desorientada por todo lo que había ocurrido.
—La cuestión es... ¿lo atrapó para comerlo o para salvarnos? —dijo Sanji, dudoso mientras observaba al desconocido.
El hombre misterioso los miró uno a uno con una expresión seria, y caminó hasta sentarse en una butaca, pasando junto a ellos como si ni siquiera los hubiese visto.
—¡Al menos di algo! —vociferó Sanji, enfadado por el silencio del extraño.
—¡Hey, venga, habla de una vez! —exigió Usopp, apuntándolo con el dedo—. ¿No ves que tengo un cañón listo para disparar?
El hombre los miró con el mismo gesto serio y nada amigable.
—No disparéis... al final, alguien morirá —dijo finalmente, con voz tranquila.
Usopp y Nami se abrazaron del susto, mientras Sanji y Zoro mantenían el rostro serio.
—¿Sí? ¿Quién morirá? —preguntó Sanji, inquieto.
—Yo —respondió el hombre misterioso, como si nada.
—¿Túuu? —gruñó Sanji, irritado por la respuesta.
—Oye, cálmate —le dijo Zoro, tocándole el hombro para tranquilizarlo.
—Este maldito cabeza de flor está jugando conmigo... —bufó Sanji, haciendo un esfuerzo por contenerse.
—Oye, viejo, dinos quién eres y dónde estamos —exigió Zoro, muy serio.
—¿No es de mala educación hacer preguntas sin presentarse primero? —respondió el hombre con tono firme.
—Uhh... sí, supongo. Lo siento —dijo Zoro, sorprendido por la respuesta.
—Me llamo Crocus. Mantengo el faro de las Twin Capes. Tengo 71 años, soy Géminis y mi grupo sanguíneo es AB —se presentó Crocus mientras leía tranquilamente el periódico.
—Ahora lo mato yo —vociferó Zoro, desenvainando su espada, pero Sanji lo detuvo rápidamente.
—Tranquilo, hombre —dijo Sanji, sujetándolo por el brazo.
—¡Debería daros vergüenza! Venís aquí con esa actitud, irrumpiendo en una propiedad privada como si esto fuera... ¿la barriga de un ratón? —reclamó Crocus con seriedad.
—¿Entonces es verdad que nos tragó la ballena? Pero... ¿todo esto es su barriga? —dijo Usopp, observando a su alrededor con asombro.
—¿Si ahora estamos en la barriga... hacia dónde iremos después? —preguntó Nami, con voz temblorosa, llevándose la mano al rostro—. No quiero que esos jugos gástricos gigantes me alcancen... ¡ni que intenten digerirme lentamente!
Crocus los miró, pero no dijo nada.
—¡Contesta! —gritaron todos al unísono, exasperados.
—Las ballenas expulsan el agua por arriba —respondió Crocus con calma, sin apartar la vista del periódico.
—¿¡Por dónde!? —preguntaron todos furiosos, ya al borde del colapso.
—Por esa puerta de ahí —dijo Crocus, señalando con un dedo hacia una gran compuerta en la pared.
—¿Esa puerta de ahí? —gritaron todos, incrédulos ante la dirección donde estaba.
—¿Cómo puede ser que haya una puerta dentro de una ballena? —preguntó Nami, desconcertada por el lugar donde estaba la puerta. ¿ y como tambien hay un cielo?
+
—No lo creo, mirad bien, este cielo y las nubes están pintados —señaló Usopp, que se había fijado con atención y notó que el interior del estómago de la ballena parecía decorado con pintura.
—¿La barriga de la ballena está toda pintada? —repitió, incrédulo.
—¿¡Quéeee!? —gritó Nami, sorprendida y sin poder creer lo que escuchaba.
—Me ayuda a pasar el tiempo —explicó Crocus con total calma, como si fuera lo más normal del mundo pintar el interior de una ballena.
—¿Has hecho todo esto tú solo? ¿Y qué haces aquí dentro? —vociferó Usopp, furioso, dirigiendo su ira hacia Crocus.
—Venga, déjalo estar —intervino Zoro, sujetando a Usopp del brazo para calmarlo—. No merece la pena pelear ahora.
—Salimos de aquí cuanto antes —dijo Sanji, todavía asimilando la idea de estar dentro de la barriga de una ballena.
—Ya sabemos por dónde salir. Nos marchamos enseguida —ordenó Zoro, firme y decidido.
—De acuerdo —asintió Nami, sin dudar en seguir la indicación de Zoro.
De repente, la ballena empezó a moverse con fuerza.
—Ya comienza —suspiró Crocus, con un tono de resignación.
—Mirad, eso no es una isla... es un barco, y está hecho de hierro —señaló Nami, sorprendida al distinguir la estructura.
—Claro, porque este mar es un mar gástrico —explicó Usopp, igualmente asombrado.
—Pues un barco de madera no duraría mucho aquí; acabaría hecho trizas —comentó Sanji, preocupado por la fragilidad de una embarcación tradicional.
—Oye, ¿qué es eso que dijiste sobre que “ya comienza”? —preguntó Usopp a Crocus, visiblemente inquieto.
—Quiero decir que la ballena ha empezado de nuevo a darse golpes contra la pared de la Red Line —explicó Crocus con seriedad—. Otra vez.
—¿¡Qué!? —exclamaron Zoro y Sanji al unísono, alarmados por la noticia.
—Ahora que lo mencionas, antes vi que tenía la cabeza llena de heridas y además escuché cómo bramaba hacia el cielo —añadió Nami, mostrando preocupación.
—¿Y qué quieres decir con eso? —preguntó Usopp, confuso ante las palabras de Nami.
—Parecía que estuviera sufriendo mucho —respondió Nami, con un tono serio y preocupado—.
—Ya lo sé, debe ser por lo que está haciendo ese hombre —señaló Usopp, mirando a Crocus con desconfianza—. Algo le está causando ese sufrimiento.
—Puede que ese hombre intente matarla desde dentro —opinó Nami, con voz baja y cargada de temor—.
—Chicos —murmuró Crocus, con voz baja y seria, tratando de llamar la atención de todos.
—¡Escucha! —regañó Usopp, señalándolo con el dedo—. Eso es jugar sucio. No puedes simplemente hacer eso.
—Venga, ya basta de discusiones —intervino Zoro, adoptando un tono firme y decidido—. Ahora que conocemos el misterio, lo más importante es que salgamos de aquí cuanto antes. Si nos quedamos, corremos el riesgo de que nos conviertan en su comida.
—Sí, vámonos. No me interesa lo que haga este hombre y no tengo ninguna intención de ayudar a las ballenas —explicó Sanji, mientras seguía a Zoro.
Se ve a la ballena dándose golpes con la cabeza contra la pared rocosa de la Red Line.
—¡Ay, me cago en todo lo que se menea! —se quejó Usopp, mientras el barco no paraba de moverse—. ¿Y cómo llegamos hasta la puerta?
—Solo podemos remar. Coged los remos —ordenó Zoro, sujetándose con fuerza para no caerse debido al movimiento del barco provocado por la ballena.
—Vamos, tenemos que irnos, pero me preocupa Lucy —dijo Nami, pensativa, preguntándose dónde estaría.
—Deja a Lucy, ella quedó fuera. Vi que salió por la boca —comentó Zoro, aún agarrado a la madera.
Crocus saltó de la isla al mar gástrico y comenzó a nadar.
—¡Ese viejo se ha tirado al agua! —explicó Nami, desconcertada.
—¿Qué? ¿Qué quiere hacer ese viejo? —preguntó Zoro, sorprendido, mirando al hombre nadando en el jugo gástrico—. ¡Se va a quemar con el ácido!
Con Lucy:
—¡Aaaah! ¿Qué pasa aquí? ¡Mis ojos no paran de dar vueltas! —gritó Lucy, sin poder dejar de moverse dentro del túnel, hasta que finalmente llegaron al alcantarillado, donde por fin dejó de moverse.
- —¡Ahhh! Mis ojos no paran de girar... ¿Y ahora qué encontraré? —preguntó Lucy, confundida por el extraño lugar donde estaba—. ¿Un mar? ¿Un río? ¡Ahhhh! —gritó de nuevo al caerse otra vez, esta vez hasta llegar al fondo, donde chocó con dos personas y las arrastró con ella hacia el mar gástrico.
-—Son ellos —dijo Crocus, que había salido del agua y subía por unas escaleras.
—¡Aaaahhh! —gritaron las dos personas que se habían estrellado con Lucy.
—¡Aaaahhh, señorita Miércoles, debajo está el mar gástrico! ¡Ayúdame! —gritó el chico misterioso, lleno de miedo, temiendo que el ácido lo alcanzara.
—¿Lucy? —preguntó Zoro, sorprendido al ver a su capitana dentro de la ballena.
—¡Hola a todos! ¿Están bien? —saludó Lucy con alegría al ver a sus amigos, mientras caía al mar junto a las dos personas que había arrastrado consigo.
—Veo... dos personas más cayendo al agua —exclamó Usopp, confundido, mientras fruncía el ceño y se preguntaba cómo habían acabado ahí.
-—¿Y dónde ha ido a parar ese viejo? —preguntó Nami, preocupada al no ver a Crocus por ninguna parte.
—Que haga lo que quiera —respondió Zoro con seriedad—. Lo importante ahora es asegurarnos de que lucy este bien. Como mucho, puede aguantar treinta minutos en ese mar sin que le afecte la acidez... si es que tiene suerte.
Crocus de mientras entro al interior de la ballena y le injecto un sedante que la calmo
- aha la ballena se ha calmado- suspiro aliviada nami
Eso parece - dijo zoro bastante tranquilo ya que todo parecía que había acabado
De repente, en el mar gástrico emergió una figura blanca entre las ondas viscosas, brillando con un resplandor suave. Era Lucy, que había adoptado otra forma de
Dewgong - grito lucy.
Su cuerpo era alargado y elegante, cubierto por una piel blanca y lisa como el hielo. Tenía grandes aletas que usaba para nadar con gracia, y una aleta caudal en forma de media luna. Sus ojos eran grandes y negros, con una expresión tranquila y amable, y en su frente se alzaba un pequeño cuerno, como una punta de hielo pulido.
Lucy, ya transformada, emergió del mar gástrico deslizándose con facilidad sobre la superficie.
—¡Estoy bien! —dijo con voz fuerte y clara, mientras mantenía a flote a las dos personas que había arrastrado consigo—. ¡Estos dos casi se ahogan, pero están a salvo!
Después de que Lucy y los dos extraños subieran al barco, la tensión era palpable.
"Bien, os hemos salvado, ¿pero se puede saber quiénes sois?", preguntó Zoro a las dos personas misteriosas, desconfiando de ellos.
"¡Mr. 9, estos tipos son piratas!", exclamó la chica, sintiéndose incómoda con la mirada lasciva de Sanji a su lado.
"Sí, ya veo todo eso, Ms. miercoles", comentó Mr. 3 a la chica. "Pero a lo mejor podemos llegar a un acuerdo".
"¿Todavía estáis vosotros aquí? ¿Cuántas veces os tengo que decir que la ballena no es vuestra? ¡Mientras yo viva no permitiré que esta ballena se muera!", dijo Crocus con un tono elevado que pedía respeto.
"Ya ha vuelto", dijo Usopp mirando a Crocus.
"¿Quién es ese viejo?", preguntó Lucy, ya que era la primera vez que veía a Crocus.
-jajajaja si pero no nos iremos sin la ballena- rio la chica ms domingo
, tenemos la misión de matar a la ballena. "¡Esta es nuestra última oportunidad! Tu no lo podrás evitar" le disparare a la ballena, gritó Mr. 3, apuntando un bazooka a los órganos internos de Laboon. Ms. Monday empuñaba otra bazooka con determinación. Su dedo temblaba ligeramente sobre el gatillo, pero su voz fue firme.
—¡Fuego! —ordenó con ferocidad.
Un estruendoso boom retumbó en el estómago de la ballena, haciendo vibrar las paredes orgánicas de su interior. La bala de cañón surcó el aire con velocidad mortal, dirigida directamente hacia Laboon. Sin embargo, justo cuando iba a impactar, una figura se interpuso. Crocus, moviéndose con una velocidad sorprendente para alguien de su edad, se lanzó al frente.
El proyectil lo alcanzó de lleno y lo lanzó contra el suelo con violencia. Un gemido de dolor escapó de sus labios mientras se llevaba una mano al costado, claramente herido.
—¿¡Se ha lanzado contra la bala!? —exclamó Usopp, pasmado, sin comprender nada de lo que estaba sucediendo.
—Lo ha hecho para proteger a la ballena —indicó Sanji, visiblemente asombrado. Su mirada seguía fija en Crocus, como si no pudiera creerlo.
—¡Ja, ja, ja! Qué patético —se mofó Ms. miercoles, sin ocultar su desprecio.
—Esa ballena será nuestro alimento. Nos pertenece, tanto si él lo quiere como si no. Si tiene tanto cariño por ella... que la mate él mismo —añadió Mr. 3, riéndose con malicia.
Ambos villanos soltaron una carcajada sincronizada. Sus voces resonaron con un tono tan odioso que provocaron un estremecimiento en Lucy.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —inquirió Nami, frunciendo el ceño al ver a los dos desconocidos. No entendía quiénes eran ni qué hacían dentro de una ballena.
Sin pronunciar palabra, Lucy avanzó. Su rostro reflejaba un enfado creciente. En un solo movimiento, rápida como el rayo, golpeó a los dos sujetos, dejándolos inconscientes al instante.
—¡Lucy! —exclamó Usopp, completamente confundido—. ¿Por qué los golpeaste así?
—No me hagas preguntas ahora —respondió ella con frialdad, aún con el puño cerrado—. Simplemente me sacaron de quicio.
Desde el fondo del mar gástrico, Crocus había presenciado toda la escena. Su expresión era de asombro. Cuando logró incorporarse y fue llevado al barco, no pudo evitar dirigirle una mirada curiosa a Lucy.
—Gracias por haberme ayudado —manifestó con tono agradecido—, pero... no entiendo por qué lo hiciste. Ni siquiera me conoces.
—No lo hice por ti —aclaró Lucy, cruzándose de brazos—. Fue por esos dos. Me enferman las personas que se burlan del sufrimiento ajeno.
—¿Quiénes eran? ¿Y qué haces dentro de una ballena? —cuestionó Nami, aún intentando comprender todo lo ocurrido.
—Son bandidos —explicó Crocus mientras se dejaba caer pesadamente en una tumbona improvisada sobre la cubierta—. Vienen de un pueblo cercano. Su gente está desesperada por comida. Creen que, si matan a Laboon, podrán alimentar a su comunidad durante dos o tres años.
—¿Laboon...? —repitió Nami, ladeando la cabeza.
——Es el nombre de la ballena. Laboon es una ballena isla, la especie de ballena más grande de todo el mundo. Solo puede encontrarse en el West Blue —explicó Crocus con voz pausada—. ¿Lo entiendes? Pero no permitiré que nadie se la coma. Y si se golpea constantemente contra la pared... no es por mí, como muchos piensan.
—¿Entonces por qué lo haces? —inquirió Nami, cada vez más interesada en la historia.
Crocus guardó unos segundos de silencio. Su expresión se volvió nostálgica, como si su mente viajara a otro tiempo.
—Bueno... —comenzó, con voz baja—. Porque esta ballena es como una persona. Siente, piensa... y espera. Espera el regreso de unos piratas que fueron muy importantes para ella. Le prometieron que volverían. Desde entonces, Laboon ha estado aquí, día tras día, mirando hacia la Red Line... soñando con ese reencuentro.
—Si queréis saber la historia de Laboon y por qué no deja de embestir el cielo, os contaré su pasado —expresó Crocus con seriedad.
Crocus contó la historia de Laboon con voz serena pero cargada de nostalgia. Hace muchos años, mientras trabajaba en el faro de la Reverse Mountain, una tripulación de piratas llegó junto a una cría de ballena. Esa ballena era Laboon, quien los había seguido durante su viaje por el océano. Los piratas, conscientes del peligro que representaba la Grand Line, decidieron dejarla al cuidado de Crocus, prometiéndolea la ballena que regresarían por ella. Laboon esperó pacientemente día tras día, mirando hacia la montaña con esperanza. Sin embargo, los años pasaron y los piratas nunca volvieron. Desesperada, la ballena comenzó a embestir la Red Line, como si al romperla pudiera alcanzarlos. Crocus, conmovido por su lealtad, decidió quedarse a su lado y cuidar de ella. Desde entonces, ha sido su médico, su guardián y su único consuelo. Laboon no ha dejado de esperar, aferrada a una promesa que el tiempo no ha borrado.
—Y eso... fue hace cincuenta años —concluyó Crocus, con un tono grave y melancólico.
—¿Cincuenta años...? —repitió Sanji, boquiabierto por la revelación.
—¿Laboon lleva más de cincuenta años esperando a que regresen por ella? —inquirió Usopp, claramente conmovido por la fidelidad de la ballena.
—¿Por eso no deja de bramar ni de golpear la pared? ¿Es su forma de soportar la espera...? —preguntó Nami en voz baja, con tristeza en la mirada.
—Sí —asintió Crocus con pesar—. Esa es la razón.
El Going Merry comenzó a navegar de nuevo, avanzando por una ruta que Crocus les había señalado previamente. Ahora se encontraban atravesando un túnel largo y húmedo, escondido en el interior mismo de la ballena.
—¿Qué clase de túnel es este? ¿Cómo puede existir algo tan grande dentro de una ballena? —se sorprendió Zoro, observando las paredes orgánicas que los rodeaban.
—¿Esta es tu casa, doctor? —preguntó Sanji, curioso al ver algunas estructuras internas adaptadas como vivienda.
—No, no exactamente —respondió Crocus, sonriendo levemente—.
—¿Eres médico? —se sorprendió Usopp, alzando una ceja ante la inesperada revelación.
—Aunque no lo parezca, sí —confirmó Crocus con una leve sonrisa mientras caminaba por el túnel—. Hace tiempo tuve la idea de abrir una consulta médica. Además, tengo mucha experiencia como médico de a bordo. Pasé años viajando por los mares, cuidando de tripulaciones enteras... Así que, aunque suene extraño, este lugar se ha convertido en lo más parecido a un hogar para mí.
—¿De verdad? ¡Entonces podrías ser nuestro médico en el barco! —sugirió Lucy con entusiasmo, ilusionada ante la posibilidad de tener a un profesional en la tripulación.
—Ni hablar —rechazó Crocus con firmeza, aunque sin perder la cortesía—. Ya no tengo la energía ni la juventud para andar cruzando el mundo y arriesgar la vida en batallas con vosotros. Mi tiempo de aventuras ya pasó.
Crocus comenzó a subir unas escaleras empinadas, cuidadosamente talladas en el interior de la ballena. Cada paso resonaba ligeramente en las paredes orgánicas del túnel.
—¿Un médico que vive dentro de una ballena...? —comentó Sanji, frunciendo el ceño, claramente desconcertado por la idea.
—Puede que lo haga para poder curarla mejor desde dentro —opinó Nami, pensativa mientras observaba el entorno que los rodeaba.
—Así es, señorita —asintió Crocus desde lo alto de las escaleras—. Laboon es tan grande que resulta prácticamente imposible tratarla desde fuera. Por eso tuve que adaptar el interior... para poder atenderla adecuadamente desde aquí.
Al llegar a la cima, Crocus colocó las manos sobre una vieja manivela de metal.
—Vamos, preparaos. Voy a abrir la salida —advirtió con firmeza, girando la palanca.
La compuerta comenzó a abrirse lentamente, dejando entrar la luz del exterior mientras el Going Merry avanzaba hacia la salida.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ya salimos! ¡Esto sí que es el cielo de verdad! —celebró Lucy, alzando los brazos con alegría al ver el cielo abierto y azul tras haber estado dentro de la ballena.
—Cincuenta años... ¡Vaya manera de hacerla esperar! —se quejó Usopp, visiblemente molesto con la antigua tripulación de Laboon.
—No seas idiota —replicó Sanji mientras exhalaba una bocanada de humo—. ¿No ves dónde estamos? Esto es la Grand Line. Es muy probable que esos piratas ya estén muertos. Por mucho que los espere... dudo que vuelvan alguna vez.
—Y además, hace cincuenta años esta zona era aún más peligrosa y desconocida que ahora —añadió Nami con seriedad—. En aquel entonces, casi nadie sabía cómo sobrevivir aquí. Era un mar completamente impredecible.
—¿Por qué decís todo eso? ¡La vais a poner triste! —protestó Usopp entre sollozos, visiblemente afectado por las palabras de Nami y Sanji—. ¡No sabemos si están vivos o muertos! ¡Todavía podrían volver! Es una historia preciosa, ¿no lo veis? Una ballena que nunca deja de creer en una promesa hecha por sus compañeros. ¿A que sí, viejo?
—Sí... —respondió Crocus con voz baja, tocando el marco de sus gafas con gesto melancólico—. Pero la realidad puede ser muy cruel. Sé, por medio de un conocido, que esos piratas... lograron escapar de la Grand Line. Huyeron. Consiguieron salir.
—¿¡Qué!? ¿Se fueron sin despedirse de Laboon? —exclamó Usopp, indignado, con los puños apretados—. ¡Eso es imperdonable!
—¿Huyeron de la Grand Line? —repitió Nami, asombrada—. ¿Eso significa que cruzaron el Cinturón de la Calma?
Lucy observaba a Laboon con una mezcla de tristeza y compasión en los ojos. La gran ballena golpeaba una y otra vez su cabeza contra el Red Line, como si con cada impacto pudiera abrir una puerta al pasado.
—No sé si los atravesaron o si se perdieron en el mar... Pero sé que no volverán —dijo Crocus, cabizbajo—. Ese océano, donde las estaciones cambian al azar, el viento se vuelve traicionero y las corrientes juegan con los barcos como si fueran juguetes… aterra incluso a los marineros más valientes. Aquellos piratas no volverán jamás.
Sanji apretó los dientes con rabia, su cigarrillo temblando entre los labios.
—¡Malditos cobardes! ¡Huyeron para salvar el pellejo y rompieron su promesa! Eso no se hace. ¡Nunca! ¡Es una traición!
—Abandonaron a su compañera… —murmuró Usopp, con una rabia silenciosa—. ¡Y ella lleva esperándolos cincuenta años! ¿Qué clase de monstruos hacen algo así?
Nami frunció el ceño, seria.
—¿Y por qué no se lo dices claramente? Esta ballena te entiende, ¿verdad?
—Se lo he dicho muchas veces —respondió Crocus, mirando al suelo—. Pero cada vez que lo hago, comienza a bramar, como si quisiera negarlo. Golpea el Red Line una y otra vez, convencida de que ellos volverán algún día por el mismo sitio por donde se fueron…
—Qué animal tan leal… —susurró Sanji, asombrado.
—Pero ya no tiene por qué esperar —añadió Usopp, perplejo.
Crocus suspiró profundamente.
—Ella no quiere creerme. No quiere perder la esperanza, porque eso significaría perder su razón de vivir. Si deja de esperar… lo pierde todo. Su casa está en el West Blue, y no puede volver. Todo lo que le queda es su fe en aquellos hombres.
—Debe ser una criatura muy desgraciada… pero usted también fue engañado —dijo Sanji con un tono compasivo—. No debería cargar con toda la culpa.
Crocus señaló la enorme cicatriz en la cabeza de Laboon.
—Si sigue golpeándose así… un día se matará. Parece una locura, pero... me he encariñado con ella. No puedo dejarla así…
Un grito repentino interrumpió la conversación.
—¡AAAAAHHHHH! —gritó Lucy, saltando del barco.
Su cuerpo comenzó a brillar, y en un instante, se transformó en una figura esbelta, de color verde metálico, con alas afiladas como cuchillas.
——¡¿Pero qué está haciendo Lucy-chan?! —preguntó Sanji, confundido y alarmado.
Lucy voló rápidamente hacia la herida de Laboon, sus alas cortando el aire.
—¡Tajo Aéreo! —gritó, lanzando una ráfaga de energía cortante que impactó directamente sobre la cicatriz abierta de la ballena.
Laboon bramó de dolor, golpeando el agua con su enorme cuerpo. Todos se quedaron boquiabiertos.
—¡¿Te volviste loca, Lucy?! —gritó Nami.
—¡Ahhh! —gritó Crocus, alarmado—. ¡¿Tiene poderes de una fruta del diablo?!
—Sí… —dijo Zoro con tono serio—. Pero no sabemos cuál exactamente… solo que puede transformarse en criaturas extrañas.
Laboon, furiosa, embistió a Lucy, pero esta esquivó con agilidad, girando en el aire. Luego, en medio del vuelo, su cuerpo volvió a cambiar. Ahora tenía un largo cuello, enormes alas frondosas y un cuerpo parecido al de un dinosaurio cubierto de hojas: Tropius.
—¡Hoja Afilada! —exclamó Lucy, disparando ráfagas de hojas verdes que volaron como cuchillas hacia Laboon, acertando de nuevo en la herida.
—¡¿Está loca?! ¡La va a matar! —exclamó Crocus, horrorizado—. ¿Qué clase de fruta tiene?
—No lo sabemos bien —dijo Nami, agarrándose al borde del barco mientras las olas sacudían la embarcación—. Pero puede transformarse en múltiples criaturas. No parece de este mundo…
—¡Eres una imbécil! —se burló Lucy, provocando a la ballena mientras esquivaba otro embate.
Pero esta vez, Laboon la golpeó con fuerza y la lanzó directo al agua.
—¡Se va a ahogar! ¡Es una usuaria de fruta del diablo! —gritó Crocus, alarmado—. ¿¡Por qué no van tras ella!?
—No te preocupes —respondió Zoro, con calma—. Puede sobrevivir unos 30 minutos en el agua, gracias a su fruta. Es parte de su habilidad.
De pronto, el mar comenzó a agitarse. Una figura emergió del agua: una majestuosa criatura parecida a un plesiosaurio y tambien llevaba una concha sobre el lomo. Lucy había adoptado la forma de Lapras.
—¡Pistola Agua! —exclamó.
Un potente chorro de agua salió disparado de su boca, impactando en Laboon con gran fuerza.
Crocus no daba crédito a lo que veía.
—¿¡También puede usar ataques de agua!? ¡Eso rompe todas las reglas!. Es una contradicción viviente. Su fruta está… rota. Y eso me preocupa.
—Eso pensamos todos —comentó Zoro—. Pero Lucy nunca se esfuerza en las peleas. Dice que son aburridas. Esta es la primera vez que parece disfrutar… y justo es con esta ballena. ¿Se puede saber qué te inquieta?
—Porque ese poder será una amenaza para el Gobierno Mundial —respondió Crocus, serio y preocupado—. Muchas personas intentarán matarla por miedo a su fuerza, mientras que otras querrán mantenerla viva para aprovechar su poder.
Zoro, al igual que el resto, se puso serio al escuchar las palabras de Crocus.
Lucy y Laboon chocaban una y otra vez. El mar rugía a su alrededor.
—No entiendo qué demonios intenta… —murmuró Usopp, perplejo.
En un nuevo ataque, Laboon embistió a Lucy con toda su fuerza. El impacto la arrojó contra el faro, haciendo temblar la estructura.
—Lucy, ¿qué carajos pretendes hacer? —preguntó Zoro, confundido y preocupado.
La ballena, enfurecida, volvió a enfrentarse a Lucy de frente. Justo antes de que golpeara, Lucy alzó la voz y pronunció un dibujo.
Al escuchar esas palabras, la ballena detuvo su ataque.
—¿A que soy bastante fuerte? —inició Lucy con determinación—. Y sé que tienes ganas de vencerme, ¿verdad? Entonces esto no ha terminado entre tú y yo; queda una lucha pendiente. No te preocupes. Tus compañeros han muerto, pero ahora yo soy tu rival. Nos volveremos a ver para enfrentarnos y descubrir quién gana. Nos encontraremos de nuevo cuando regresemos de nuestro viaje por la Grand Line. Entonces lucharemos otra vez, ¿eh?
La ballena empezo a llorar al escuchar esas palabras y lo mismo le pasaba a crocus
-¡Wooooooo! —cantó la ballena de alegría.
-Hohooo, ya está. Esto es el símbolo de la lucha que hay pendiente entre tú y yo, no borrarás la marca golpeando la pared de la montaña, ¿eh? —dijo Lucy sonriendo mientras antes dibujó su bandera pirata en la cabeza de la ballena—. Ya nos conocemos, chica.
-Buuf —bramó la ballena, entendiendo a Lucy.
-Muy bien —asintió Lucy, contenta mientras animaba a la ballena.
-¿Dónde se han metido? —preguntó Usopp al no ver a las dos personas extrañas de antes.
-¿De qué hablas? ¿A esa pareja de antes, verdad? Me parece que se han escapado, ¿pero quiénes eran? ¿Alguien lo sabe? Parecían que habían ido al circo, esa pareja —comentó Nami, perpleja por la extraña pareja.
Con Mr. 3 y Miss Wednesday
—Escucha... ¿Y ahora qué haremos, Miss Wednesday? —preguntó Mr. 3 con ansiedad, incapaz de pensar con claridad.
—Tenemos que informar al jefe. El tiempo asignado para ejecutar la misión terminó hace rato. Si no volvemos pronto, nos tomarán por traidores —respondió ella con firmeza, aunque su tono denotaba frustración.
—Sí... tienes razón. Si no le informamos cuanto antes, podríamos estar en serios problemas —asintió Mr. 3, aceptando la gravedad de la situación.
—Y para colmo, ya no tenemos armas. Estamos completamente desprotegidos... Tenemos que regresar a la base, reagruparnos y pensar un nuevo plan —añadió Miss Wednesday, mordiéndose el labio inferior de rabia.
—No tenemos otra opción... y luego—… —comenzó a decir Mr. 3, pero de pronto interrumpió sus propias palabras al buscar algo entre sus ropas. Su rostro palideció.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te quedaste así? —preguntó Miss Wednesday, alarmada por el gesto congelado de su compañero.
—No... no lo tengo... —susurró Mr. 3, comenzando a llorar.
En ese momento, un objeto metálico cayó a los pies de Lucy, quien lo recogió y lo observó, intrigada.
—¿Eh? ¿Y esto qué es...? —se preguntó en voz alta, frunciendo el ceño mientras lo examinaba.
—¡¿Perdiste el Log Pose?! —gritó Miss Wednesday, furiosa, apretando los puños.
—¡Lo siento, lo siento mucho! Sin el Log Pose... ¡no podemos volver al pueblo! —se lamentó Mr. 3, llorando desconsolado.
De pronto, su rostro se tensó aún más.
—Ahahaha... me parece que por ahí vienen... —balbuceó, temblando de miedo, señalando el cielo.
—¡No, no, no...! ¡Es demasiado tarde! —gimió Miss Wednesday, al borde del pánico.
Una gran águila y una nutria se aproximaban rápidamente. Era Mr. 13 y Miss Friday. Su sola presencia heló la sangre de ambos agentes.
—¡Esperad, por favor! ¡Tenemos una justificación! ¡Íbamos a informar al jefe! —suplicó Mr. 3 mientras se abrazaba tembloroso a Miss Wednesday, temiendo lo peor por parte de los dos animales mensajeros del castigo.
"Sin previo aviso, las dos criaturas arrojaron una bomba que explotó cerca de Mr. 3 y Miss Wednesday, dejándolos heridos en el acto."
Mientras tanto, Nami se sentó frente a la mesa, observando detenidamente su brújula.
—Bien... ahora prepararemos el plan de viaje por la Grand Line. Tengo que tenerlo todo listo —murmuró mientras desplegaba el mapa del océano y analizaba el rumbo.
En otra parte del Going Merry, en la cocina, Sanji cocinaba el atún elefante que había comprado antes.
—Voy a preparar este atún elefante... tiene una pinta increíble —susurró para sí, entusiasmado mientras giraba hábilmente la sartén.
De pronto, un grito agudo rompió la calma:
—¡Aaaah! —chilló Nami, alarmando a toda la tripulación.
—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? —protestó Lucy, molesta por la interrupción.
—¿Qué ocurre, querida Nami? La comida ya está lista —dijo Sanji, apareciendo con una bandeja en la mano, sonriente.
—La brújula... ¡no funciona! Se ha vuelto completamente loca —explicó Nami, confundida y visiblemente inquieta.
—Ostras, es verdad —confirmó Sanji al mirar el instrumento, que giraba sin parar.
—Mirad... ¡da vueltas sin sentido! —señaló Usopp, incrédulo.
—¡Jajaja! ¡Qué divertido parece! —se rió Lucy, fascinada por el movimiento de la brújula.
Crocus se acercó al grupo con expresión seria y les habló con tono algo crítico:
—Estoy sorprendido... parece que habéis venido aquí sin saber nada, y os jugáis la vida en este océano.
—¿Eh...? —dijo Nami, asustada por el comentario.
—¿Comemos o qué? —preguntó Lucy, ignorando la tensión y enfocada en la comida.
—Lucy-chan, puedes empezar tú. Lo he preparado especialmente para ti... y para Nami —comentó Sanji, con su típica expresión enamorada.
—Yo pensaba que todo el que venía aquí ya tenía al menos cierto conocimiento sobre la Grand Line. Pero no, la brújula no está rota —explicó Crocus, sorprendido por la temeridad de la tripulación.
—¿Quieres decir que hay... un campo magnético que distorsiona el rumbo? —intervino Nami, que empezaba a atar cabos.
—Exacto —asintió Crocus—. Las islas de la Grand Line están repletas de minerales, lo que altera completamente el magnetismo en la zona. Por eso las brújulas normales no sirven. Además, ni las corrientes ni los vientos son constantes. Todo es inestable aquí. Y si tú eres la navegante... ya deberías saber que navegar así es extremadamente peligroso.
—Claro... y si no sabemos por dónde ir... estaremos perdidos —comentó Nami, sorprendida por lo mucho que desconocía. Su voz temblaba de vergüenza—. No sabía nada de esto... qué humillante.
—¡Eh! ¡Esto es grave! ¡Di algo, Nami! —vociferó Usopp, furioso por el despiste de la navegante.
—¿Grave? De eso nada. ¡Está buenísimo! —exclamó Lucy, comiendo alegremente el atún que Sanji les había servido.
—¡¿Te quieres callar o te suelto una ostia?! —gritó Nami, enfadada con Lucy por tomarse todo a la ligera—. ¡Tenemos un problema real aquí!
—¡Esta trompa está buenísima! —insistió Lucy, masticando feliz mientras ignoraba por completo el conflicto.
—Para poder navegar en la Grand Line sin perderse o morir en el intento, necesitáis una brújula especial —explicó Crocus, haciendo gestos con las manos mientras se dirigía a todos.
—¿Una brújula especial? ¿Y cómo es? —preguntó Nami, confundida, tratando de imaginar de qué se trataba.
—Se llama Log Pose. Es una brújula que graba el campo magnético de las islas. Es la única forma segura de avanzar por este mar —respondió Crocus.
—¿Una brújula especial...? —repitió Lucy, rascándose la cabeza, confundida.
—Sí. Tiene forma de burbuja pequeña —afirmó Crocus ante la duda de Lucy.
—¿Cómo esto? —preguntó Lucy mientras sacaba algo de su bolsillo y se lo mostraba a Crocus.
—Sí. Eso es un Log Pose. Sin él, no podríais llegar a ningún sitio —explicó el médico con calma.
Nami se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de ver. Luego giró lentamente la cabeza hacia Lucy, con una expresión de incredulidad y furia.
—Lucy... ¿desde cuándo tienes eso? —gritó, completamente indignada.
Antes de que Lucy pudiera responder, Nami le dio un puñetazo en la cara con tanta fuerza que le hizo escupir toda la comida que tenía en la boca.
-—Se lo dejaron en el barco... aquella pareja extraña, ¿te acuerdas? —respondió Lucy con naturalidad.
—¿Aquellos dos...? —repitió Nami, perpleja por la situación.
—¿¡Por qué me pegas!? —se quejó Lucy, sobándose la mejilla.
—¡Porque sí! —replicó Nami furiosa, arrebatándole el objeto que tenía en la mano—. ¡Esto es un Log Pose! Nuestra nueva brújula.
Crocus se acercó a ellas con aire calmado, aunque con un toque de sorpresa en la voz.
—El Log Pose es un instrumento imprescindible para viajar por la Grand Line. Veréis, las islas de esta ruta poseen un campo magnético único que no sigue las reglas normales de orientación. Las brújulas convencionales no funcionan aquí. Cada isla tiene su propio campo magnético, y el Log Pose lo graba cuando permaneces un tiempo en ella. Una vez que ese magnetismo se estabiliza, el Log Pose apunta hacia la siguiente isla conectada.
El médico hizo una pausa para asegurarse de que todos seguían su explicación.
—Así, se va formando una ruta, viajando de isla en isla siguiendo el orden que marca la aguja del Log Pose. Al principio, puedes tomar una de las rutas iniciales que parten del cabo de entrada. Dependiendo de qué ruta tomes, cada camino podría llevarte, eventualmente, hasta el último punto de la Grand Line... Laugh Tale.
—Laugh Tale... —murmuró Nami con el rostro serio, contemplando el Log Pose.
—¡Ja, ja! ¡Ahí es donde está el One Piece, ¿no!? —exclamó Usopp, emocionado ante la idea.
—Eso es lo que muchos creen —respondió Crocus, cruzándose de brazos—. Pero hasta ahora, nadie más ha logrado llegar a esa isla. La única tripulación que lo confirmó fue la del Rey de los Piratas, Gold Roger.
—ñam... pues nosotros lo confirmaremos —proclamó Lucy con firmeza, dejando el plato vacío sobre la mesa y rompiendo una espina de pescado con los dientes.
Crocus la observó en silencio, impresionado por la determinación de la joven.
—¡Buaaah! Ya he comido... ¿nos preparamos para zarpar? —suspiró Lucy, acariciándose el estómago lleno tras devorar todo el banquete.
Sanji que estaba al lado de lucy se sorprendió al ver los restos del banquete y palideció.
—¡¿Lucy-chaaaan!? ¡¡Te comiste todo el atún elefante que había preparado para todos!! —gritó Sanji, desolado, mientras lágrimas le caían por las mejillas como cascadas—. ¡Era un plato especial... hecho con amor! Aunque... me alegra que te haya gustado, mi amor...
—¡¿Espera, qué?! —vociferó Usopp, alzando los brazos al cielo—. ¿¡Lucy, te comiste todo el atún!? ¡¿Y nosotros qué?! ¡Ni siquiera lo probé, y tenía una pinta increíble!
Lucy se encogió de hombros mientras se relamía con satisfacción.
—Ay, perdón... estaba tan rico que no pude parar —respondió Lucy, sin culpa alguna.
—¡No hay justicia en este mundo! —sollozó Sanji, arrodillado y llorando a mares por no haber podido probar ni un solo bocado del atún.
—Log Pose... —murmuró Nami, sosteniéndolo en la palma de su mano mientras lo observaba con seriedad—. Tengo que aprender a dominar bien este trasto... Es más que una simple brújula, es la clave del éxito para nuestro viaje.
De repente, la enorme ballena emergió del mar una vez más, y con su ascenso dejó a dos personas en tierra firme: eran las mismas figuras extrañas que habían aparecido antes. Todos en el Going Merry los vieron claramente desde el momento en que la ballena volvió a emerger.
Sanji, al ver que una de las personas era una mujer, no tardó en reaccionar con su habitual caballerosidad.
—¿Me permite, señorita? —dijo Sanji, inclinándose cortésmente mientras extendía la mano para ayudarla a levantarse.
—Muchas gracias —respondió Miss Wednesday con una sonrisa, aceptando la ayuda.
Sanji, embelesado, no pudo evitar suspirar al verla de cerca.
—Qué día más hermoso... —murmuró con tono soñador, completamente enamorado al instante.
En ese momento, Mr. 3, aún algo aturdido por lo ocurrido, alzó la voz:
—Hey, ¿nos podéis ayudar?
—¿¡Quéee!? —exclamó Sanji, indignado, girándose con cara de pocos amigos
Poco despues....
- —¿Whisky Peak...? Qué nombre tan extraño —comentó Lucy, frunciendo el ceño, perpleja por el nombre de la isla donde aparentemente vivían aquellas dos personas.
—¿Y qué significa ese nombre? —preguntó Usopp, también confundido.
—Es el nombre de nuestro pueblo —respondió Mr. 3, arrodillado, suplicando ante la tripulación—. Por favor, dejadnos viajar con vosotros.
—¿Y se puede saber dónde está vuestro barco? —preguntó Nami, cruzándose de brazos y mirando a la pareja con desconfianza.
—Se hundió... —murmuró Miss Wednesday, también arrodillada, en actitud suplicante.
—¡Vaya cara tenéis! —se burló Nami, indignada—. Después de intentar matar a Laboon, ¿tenéis el descaro de pedirnos ayuda?
—¿Y quién demonios sois vosotros, en realidad? —añadió Usopp, mirando a ambos con recelo.
—¡Yo... yo soy el rey! —respondió Mr. 3, nervioso y sudando.
—¡Mentiroso! —exclamó Nami, furiosa, estirándole la mejilla sin piedad.
—¡Ay, ay, ay! —se quejó Mr. 3 entre gemidos de dolor.
—No podemos decir quiénes somos... —intervino Miss Wednesday, bajando la cabeza.
—Por favor... solo queremos volver a nuestro pueblo. Prometemos no causar más problemas —suplicó Mr. 3, con tono sincero.
—Pero no podemos revelar nuestra identidad... nos jugamos la vida si lo hacemos —insistió ella, desesperada.
—Os suplicamos que confiéis en nosotros —dijo Miss Wednesday entre lágrimas.
—Y os prometemos que os compensaremos por vuestra ayuda —añadió Mr. 3, casi rogando.
—No los escuchéis —intervino Crocus, con gesto serio—. Esa pareja no es de fiar. Pueden decir lo que quieran, pero algo ocultan.
—Por favor... os lo suplicamos —lloró Miss Wednesday—. Solo queremos regresar a casa...
De pronto, Lucy, que estaba sentada con las piernas cruzadas, habló sin levantar la voz:
—Está bien. Podéis venir.
—¿¡Quéee!? —exclamaron Mr. 3 y Miss Wednesday al unísono, sorprendidos por su decisión.
—¿Habéis dicho que venís de Whisky Peak? Entonces vamos allá —proclamó Lucy, con una sonrisa decidida.
—¿¡Eh!? ¿¡Hablas en serio!? —dijeron Usopp y Nami al mismo tiempo, sin salir de su asombro.
—¿Estás segura, Lucy? ¿Ahora quieres arriesgar nuestras vidas llevando a estos dos al barco? —preguntó Usopp, perplejo.
—Síii, no pasa nada. Venga, no seas tan dramático —respondió Lucy con tranquilidad.
Crocus se acercó y habló con tono reflexivo:
—Recordad que en la Grand Line solo podéis elegir el primer destino. Es la única referencia estable que tendréis. Después de eso, la ruta se define sola.
—Pues si no me gusta, ¡siempre podemos volver a empezar! —respondió Lucy con una sonrisa despreocupada.
—Je, eso sí... —rió Crocus, más tranquilo al ver la determinación del grupo.
—¡Ahora sí que nos vamos! —anunció Lucy, acercándose a Laboon—. Yo ya le hice una promesa a esta ballena. ¡Así que, vamos!
Miss miercoles la miró intrigada y preguntó:
—¿Y tú? ¿Se puede saber quién demonios eres?
—¿Yo? —respondió Lucy con una sonrisa amplia—. Yo seré... la futura Reina de los Piratas.
Crocus, al oír esas palabras, sonrió con nostalgia. Mientras tanto, Mr. 3 y Miss miercoles soltaron una carcajada, burlándose de lo que les pareció una locura más.
Pero Lucy no se inmutó.
—Ya es la hora. Adelante. —exclamó Crocus, abriendo el paso—. Ya podéis elegir vuestro primer destino.
—Sí —asintió Nami, mirando el Log Pose con una sonrisa segura—. Nuestro primer destino será Whisky Peak.
—Adiós, señor flor. ¡Que te vaya bien en todo! —se despidió Lucy de Crocus con una sonrisa traviesa.
—Gracias por la ayuda, chicos. Que tengáis un buen viaje —respondió Crocus, despidiéndose con una reverencia.
—Nos volveremos a ver, ballena —dijo Lucy, mirando a Laboon con cariño.
—¡Comenzamos por Whisky Peak! ¡Adelante, a toda vela! —gritó Lucy emocionada, mientras el barco ponía rumbo a su próxima aventura.
( una nota: Lucy solamente puede usar los poderes de agua y transformarse en Pokémon de agua durante 30 minutos)
Chapter Text
El Going Merry navegaba a través de un mar cubierto por una niebla tenue, mientras gruesos copos de nieve caían suavemente desde el cielo. A bordo, casi toda la tripulación se encontraba reunida dentro del comedor, disfrutando del calor del interior.
—No puedo entender cómo puede nevar tanto de repente. Hace apenas unos minutos hacía un calor sofocante —comentó Nami, asombrada por el clima impredecible de la Grand Line.
En la cubierta...
Lucy estaba agachada en la nieve, moldeando con entusiasmo un muñeco. Con una ramita, le colocó la nariz y se alejó un paso para admirar su creación.
—¡Muy bien, ya está listo! El hombre caído del cielo —exclamó con una sonrisa, tocando su obra con orgullo—. ¡Mirad qué muñeco de nieve tan bonito!
—¡Jajajaja! La verdad es que tienes un estilo muy... básico, muchacha —se burló Usopp desde la barandilla, cruzado de brazos y con aire de superioridad.
—¿¡Qué has dicho!? —gruñó Lucy, claramente molesta por su comentario.
—Yo tengo un arte más refinado —dijo Usopp con orgullo mientras señalaba su propia creación—. ¿Qué opinas de esta reina de la nieve? ¡Elegante, ¿verdad?!
El muñeco de nieve de Usopp tenía la figura de una mujer con una corona en la cabeza.
—¡Ostras, qué guay! Pero... ¡¡Ataque del muñeco de nieve legendario!! —gritó Lucy de repente, lanzando una de las ramas de su propio muñeco directamente contra la figura de Usopp, rompiéndole la "cabeza".
—¿¡Pero qué demonios haces!? —vociferó furioso Usopp, que acto seguido pateó el muñeco de nieve de Lucy, destrozándolo por completo.
—¡Mi muñeco de nieve! ¡Te has pasado! —bramó Lucy enfurecida, lanzándose contra Usopp para empujarlo.
En respuesta, Usopp le lanzó varias bolas de nieve. Lucy comenzó a correr, esquivándolas como podía, entre risas y gritos. Sin quedarse atrás, ella se agachó, moldeó una enorme bola de nieve y se la lanzó a Usopp como venganza.
Desde la puerta del comedor, Nami los observaba con una mezcla de incredulidad y resignación.
—No sé cómo pueden jugar tan tranquilos con el frío que hace... esos dos —murmuró, perpleja, abrazándose los brazos para conservar el calor.
Mientras tanto, Sanji quitaba la nieve de la cubierta, un poco cansado pero sin rechistar, y se dirigió a Nami con ojos llenos de corazones:
—¡Naaamiii! ¿Continúo limpiando la cubierta?
—Sí, no pares hasta que deje de nevar —ordenó Nami con firmeza, mirando por la ventana.
—Lo que tú digas, preciosa —dijo Sanji con una sonrisa boba, enamorado.
—¡Hey, tú! ¿No tenéis calefacción en este barco tan antiguo o qué? —preguntó Mr. 9, temblando de frío mientras se frotaba los brazos.
—Hace mucho frío... —protestó Miss Wednesday, envuelta en una manta que claramente no era suya.
—¡Ugh! Vosotros habláis demasiado. Y como ninguno es invitado, ¡ya podéis empezar a quitar nieve! —ordenó Nami furiosa hacia los dos idiotas
De repente, el cielo oscureció aún más y un estruendo sacudió el aire. Un trueno retumbó en la distancia, seguido por un fuerte viento helado que azotó el barco. La nieve se volvió más intensa, cayendo como cuchillas de hielo.
—¿¡Un rayo!? ¿Está loco el clima en esta zona? Hace un rato hacía buen tiempo —preguntó Nami, perpleja por el tiempo tan caótico que había en la Grand Line—. Primero empezó a nevar, ¡y ahora cae una tormenta! Las estaciones y el clima hacen lo que les da la gana en este océano enorme… Eso ya lo comentó Crocus.
—Escucha, chica, es que esto es la Grand Line —comentó Miss Wednesday con una sonrisa sarcástica.
—Parece que no sepas cómo funciona este océano —añadió Mr. 9, incrédulo.
—Ya hace rato que no corriges la ruta… ¿Seguro que vamos bien? —preguntó Miss Wednesday con una actitud confiada y algo altanera.
—Ahh, sí. Hace un momento lo comprobé y estaba bien —respondió Nami, mientras se dirigía fuera para ver si seguian bien la ruta.
Unos segundos después, se escuchó un grito desde el interior del barco:
—¡¡¡Ahaaaaaaaaaaaaaa!!!
—¿¡Qué, qué pasa!? —preguntó Usopp, confundido, justo cuando estaba a punto de lanzarle una bola de nieve a Lucy.
—¿Por qué grita? —comentó Lucy con curiosidad, aunque también algo preocupado por Nami.
—¿Hay algún problema, Nami? —quiso saber Sanji, dejando caer la pala al oír el grito, con el rostro lleno de preocupación.
—¡Aahhh...! ¡Mierda! ¡Girad 180 grados, deprisa! —ordenó Nami, claramente asustada, al darse cuenta de que no seguían el rumbo correcto.
—¿¡180 grados!? ¿Quieres que volvamos hacia atrás? —preguntó Usopp, confundido pero ya alerta.
—¿Qué te has dejado ahora? —quiso saber Luffy, también desconcertado.
—¡No, no es eso! El barco ha cambiado de rumbo y está navegando hacia el lado contrario. ¡He perdido de vista el Log Pose! Las olas estaban bajas y no me di cuenta... —explicó Nami, visiblemente nerviosa por no haber estado alerta.
—¿Y tú eres la oficial de navegación, bonita? —se burló Miss Wednesday, temblando de frío pero con sarcasmo.
—¿¡Quéeeee!? —gruñó Nami, con una expresión furiosa y una vena marcándole la frente.
—No te puedes confiar ni de los vientos, ni de las olas, ni de las nubes... ni de nada que veas por aquí. La única cosa que nunca cambia es la dirección del Log Pose. ¿Es que no lo sabías? —añadió Miss Wednesday con una sonrisa altiva, claramente provocándola.
—¡Aaaaaaahhhh! —gritaron Mr. 9 y Miss Wednesday al unísono, volando por los aires tras recibir una patada doble de Nami que los lanzó de nuevo hacia la cubierta.
—¡Id a ayudar al resto en vez de haceros los inteligentes! —les gritó Nami furiosa desde la cocina. Luego salió al balcón del barco con decisión y voz de mando—: ¡Cogeremos el viento por estribor! ¡Virad el barco 180 grados! ¡Usopp, la bandera! ¡Sanji, al timón!
—¡Sí, querida Nami, cuenta conmigo! —dijo Sanji con una reverencia dramática mientras aceptaba las órdenes con devoción.
—¡Eso espero! —gritó Nami de vuelta con fuerza, aunque en el fondo agradecía tener al menos algo de control en medio de la locura del clima de la Grand Line.
—¿Qué le ha picado a esta? —murmuró Mr. 9, nervioso por la repentina actitud de Nami, mientras ayudaba a los demás en el barco.
—¡Ha cambiado! —exclamó Usopp sorprendido, al darse cuenta de que el clima había dado un giro radical.
—¿Qué dices...? —gritó Nami, incrédula al mirar el cielo despejándose. Un momento antes caía una tormenta, y ahora el sol asomaba entre las nubes.
El viento se detuvo por completo durante unos segundos… y luego empezó a soplar una brisa cálida y húmeda.
—Este es viento de poniente —explicó Mr. 9, cerrando los ojos y dejando que la brisa le tocara el rostro mientras se abrazaba para calentarse.
—¿Cómo puede ser? —preguntó Nami, sorprendida por el cambio brusco del clima.
—¿¡Cómo puedes dormir con la nieve encima!? —bramó Usopp furioso al ver a Zoro dormido en la cubierta, ajeno al temporal que los rodeaba.
Todos trabajaban en el barco para cambiar la dirección y quitar la nieve acumulada.
—¡Hey, ahí he visto saltar un delfín! —señaló Lucy, emocionada mientras observaba al animal—. ¡Venga, vamos a ir a verlo!
—Solo nos falta esto —vociferó Nami furiosa, molesta por las distracciones de lucy.
Un viento fuerte soplaba incluso dentro del barco y los dirigía peligrosamente hacia unas rocas.
—Las olas se hacen más altas y tenemos un iceberg a las diez en punto —advirtió Usopp, colgado de las cuerdas del barco.
—¡Nami, niebla! —gritó Sanji preocupado, con el rostro pálido.
—Ay, señor, esto es de locos —exclamó Nami, al borde de las lágrimas.
—¡Aahhh, que chocamos! —gritó Usopp, temblando de miedo, sin querer ahogarse.
Sanji, mientras tanto, estaba en el timón intentando cambiar de rumbo, pero la presión de la corriente era tan fuerte que le costaba mucho maniobrar.
—¡Aahhh! —gritó Usopp al ver que se dirigían directo hacia el iceberg. Nami corrió a ayudar a Sanji.
El barco chocó contra el iceberg y se abrió un agujero en el casco.
—¡Hey, empieza a entrar agua adentro! —alertó Lucy, preocupada por el daño.
—¡Tapad el agujero! —ordenó Nami con urgencia.
—Yo iré —dijo Usopp, preparado para arreglar la brecha con algunas tablas en la mano.
—Espera, te acompaño, a ver si puedo ayudar —comentó Lucy, siguiéndole hacia donde estaba el agujero.
Lucy y Usopp entraron al barco y vieron que el agua les llegaba hasta los tobillos.
—¡Usopp, esto está peor de lo que pensaba! —dijo Lucy preocupada.
Usopp intentó tapar el agujero con tablas, pero la corriente arrastraba todo.
—¡No puedo, la presión es muy fuerte! —se quejó.
De repente, Lucy comenzó a transformarse. Su piel se volvió rosa pastel, su cuerpo se hizo más redondeado y esponjoso, y le crecieron grandes orejas redondeadas como bollos. Sus ojos brillaban con ternura, y una dulce sonrisa apareció en su rostro.
—¿Por qué te transformas? —preguntó Usopp sorprendido.
Slurpuff - grito lucy - red viscosa - una sustancia pegajosa y resistente que salió de suboca y sello selló el agujero del barco.
—¡Impresionante! —exclamó Usopp, maravillado.
Lucy sonrió, feliz de haber ayudado. Luego salió a la cubierta para colaborar con los demás.
—Las nubes van deprisa —dijo Nami, observando cómo unas nubes oscuras se acercaban rápidamente—. Comienza a soplar el viento.
—Nami, hemos podido tapar el agujero. ¡Qué tiempo tan fuerte hace! —dijo Lucy, sorprendida, mientras se sujetaba el sombrero para que el viento no se lo llevara.
—Ostras... —murmuró Miss Wednesday con miedo, al notar que se acercaba algo peligroso.
—¡Plegad la vela! Este viento es demasiado fuerte, todavía nos puede volcar —ordenó Nami con firmeza.
Sanji salió con unos platos llenos de comida. Después de coger algo, se pusieron en marcha para evitar que el barco volcara.
Tras una gran tormenta, parecía que el mar volvía a la calma y la tripulación, agotada, por fin pudo descansar.
—Yawn... Yaaawn... Aaahhh, estoy muy cansado —murmuró Zoro, que por fin despertaba de su siesta. Mientras intentaba despejarse, se levantó de donde estaba y vio a todos durmiendo en la cubierta.
—¡Ay, caramba! Qué compañeros más gandules estáis hechos... ¿Queréis decir que vamos bien? ¡Si aquí nadie controla nada! —protestó, como si no hubiera estado durmiendo todo el tiempo.
Fue entonces cuando se fijó en las dos personas extrañas que aún seguían a bordo.
—¿Vosotros todavía estáis aquí?
—¿¡Qué dices!? —respondió Mr. 3, agotado tras tanto trabajo en el barco.
—Sí, es que ahora vamos hacia su pueblo. ¿Sabes que se llama Whisky Peak? —explicó Lucy, entusiasmada.
—¿No fastidies que les vamos a acompañar a casa? ¡Pero si no les debemos nada a esta pareja! —protestó Zoro, incrédulo, sin entender por qué Lucy quería ayudarlos.
—Ya lo sé —respondió Lucy mientras hacía chocar sus sandalias entre sí, despreocupada.
—Bueno, da igual... Oioioioi... Pero qué cara de sospechosos tenéis. A ver, ¿Cómo os llamáis vosotros dos? —preguntó Zoro con tono serio, claramente desconfiando de ellos.
—Yo me llamo Mr. 3... —se presentó, sudando a mares, temeroso de que Zoro descubriera su verdadera identidad.
—Y yo me llamo Miss Wednesday... —dijo también ella, visiblemente nerviosa y sudando, intentando ocultar su secreto.
—Sí, ahora que lo dices, me suena que lo habíais mencionado cuando os atrapamos antes. De hecho, vuestros nombres ya me sonaban desde la primera vez que los dijisteis, pero... —expresó Zoro, dejando ver su desconfianza hacia la pareja.
-— ¡Hayyyy! — murmuraron Mr. 9 y Ms. Wednesday al ver a Nami, que parecía muy cabreada.
— Va, da igual todo eso, ¡hayyy! — se quejó Zoro, porque Nami le había golpeado con fuerza en la cabeza.
— ¿Cómo tienes la cara de dormir mientras todos nos jugamos la vida para salvarnos? — regañó Nami, cabreada, mientras apretaba firmemente el puño. — He intentado despertarte un montón de veces, Zoro — gruñó, y comenzó a golpearlo varias veces.
— ¡Hayhhyahayhhhhaaay! — se quejó Zoro por los golpes que había recibido.
— Ahora no es momento de relajarnos, nunca se sabe lo que puede pasar en este lugar.
Ya sé lo peligroso que puede ser este océano y también entiendo por qué lo llaman la Grand Line.
No hay manera de navegarlo; no existe ninguna norma marítima que lo rija — explicó Nami a todos, advirtiendo de lo que pudiera pasar.
— ¿Pero saldremos de esta, no? — preguntó Usopp, desconfiado de si lograrían salir.
—Sí, saldremos de esta de alguna manera o de otra saldremos, y la prueba es que mirad, ya hemos llegado al primer destino que nos habían marcado —señaló Nami hacia la isla que se podía ver desde el barco.
—Shishishi —se rió Lucy al ver por fin una isla, emocionada por las aventuras que les esperaban.
El resto de la tripulación también se sorprendió al ver finalmente tierra firme.
—¡Una isla, shishi! —exclamó Lucy, sentada en la proa del Going Merry.
—Ese lugar debe ser Whisky Peak —señaló Sanji alegremente mientras fumaba—, pero es una isla muy extraña, ¿no?
—Parece un cactus gigante —opinó Lucy, asombrada por la peculiar forma de la isla.
De repente, Mr. 9 y Miss Wednesday saltaron hacia el borde del barco, y todos lo vieron.
—¿Eh? —murmuró Usopp, sorprendido por el comportamiento de ambos.
—Bien, aquí es donde nos despedimos. Adiós —dijo Mr. 9.
—Muchas gracias por llevarnos, chicos —agradeció Miss Wednesday a todos.
—Ya nos veremos algún día, adiós, hasta otra —dijeron al unísono mientras saltaban al mar y se alejaban nadando.
—Se han ido nadando —dijo Nami confundida, sin entender bien la actitud de la pareja.
—Ostras, tú, eran bastante raros, ¿no? —comentó Usopp perplejo.
—Da igual, ya estamos en la isla —señaló Lucy, vibrando de emoción y con ganas de pisar tierra firme.
—Hay un río justo aquí. Me parece que podemos entrar más a fondo —indicó Nami señalando un lugar donde anclar el barco.
—Mmm, pero puede que haya un monstruo aquí, chicos —dijo Usopp, temblando de miedo.
—Puede ser cualquier cosa, estamos en la Grand Line —murmuró Sanji, con el cigarrillo entre los dientes.
—Si encontráramos un monstruo, siempre podríamos irnos —dijo Lucy, intentando sonar positiva.
—Hey, un momento. No olvidéis que tenemos que quedarnos un tiempo aquí. Si no, no podríamos continuar el viaje —explicó Nami con seriedad, mientras Sanji, Usopp y Lucy la miraban con atención.
—¿Y por qué? —preguntó Lucy, sin entender por qué no podían marcharse en cualquier momento.
—Porque no podemos ir a la siguiente isla hasta que no se grabe el magnetismo de esta en nuestro Log Pose. Necesitamos esperar. Cada isla requiere un tiempo diferente: en algunas solo son unas horas, en otras, días —explicó Nami, con un tono firme para asegurarse de que todos la entendieran.
—¿Quieres decir que si encontramos un monstruo y queremos huir enseguida… tenemos que quedarnos varios días? ¿¡Por culpa del magnetismo!? ¡Eso debe ser una broma, ¿verdad?! —preguntó Usopp, pálido del miedo.
—Así es —respondió Nami sin rodeos.
—Bueno, ya pensaremos en eso si ocurre algo. ¡Venga, vamos! ¡Tengo ganas de pisar tierra firme! —dijo Lucy con entusiasmo.
—Sí, como bien dice Lucy, vámonos. No perdamos el tiempo pensando demasiado —opinó Zoro, de acuerdo con ella.
—Sea lo que sea que haya en la isla, yo te protegeré —dijo Sanji señalándose con confianza, lanzando una mirada intensa a Nami.
—Un momento, un momento... ¿me podéis escuchar un momento? De repente noto que me ha vuelto mi enfermedad crónica... —tartamudeó Usopp, llevándose las manos al cuello, fingiendo como siempre.
—Vamos, chicos, ya estamos llegando. Será mejor que estéis atentos, por si tenemos que huir... o luchar —advirtió Nami, en alerta por lo que pudiera ocurrir.
—A ver qué nos espera en esta isla —comentó Sanji con tono serio, también atento a cualquier peligro.
El barco se acercaba lentamente para atracar en el puerto de la isla, cuando de repente aparecieron varias personas que salieron a recibirlos. Parecían adorarlos por ser piratas, lo que emocionó de inmediato a Lucy, Usopp y Sanji. Sin embargo, Nami y Zoro intercambiaron una mirada de desconfianza: algo no les olía bien desde el primer momento.
Un hombre alto, de cabello rubio muy rizado y una pequeña nariz roja, se acercó a los piratas del Sombrero de Paja para recibirlos.
—¡Bienvenidos, lalalá, bienvenidos a la isla! Me llamo Igaram y soy el alcalde de Whisky Peak —se presentó el hombre, con una voz peculiar y cantarina mientras movía los brazos de forma exagerada.
—Yo me llamo Lucy D. Monkey. Mucho gusto en conocerlo, señor. Tiene el pelo muy rizado —comentó Lucy, señalando con el dedo la característica cabellera de Igaram con total naturalidad.
—En esta ciudad hacemos buen vino y también buena música. Estáis en Whisky Peak, una ciudad que se enorgullece de su hospitalidad con los forasteros. Tenemos tanto vino como agua hay en el océano. ¡Podemos hacer una fiesta mientras nos explicáis... mmgmf, lalalala... vuestras aventuras! —expresó Igaram, cantando.
—¡Y tanto que sí! —exclamaron a la vez Lucy, Sanji y usopp mientras se abrazaban entre risas.
—Idiotas... —murmuró Nami, pensando que sus compañeros eran unos ingenuos por confiar tan fácilmente en la gente de la isla.
—¿Cuánto tiempo se tarda en grabar el magnetismo de la isla? —preguntó Nami a Igaram, señalando su Log Pose.
—¿El Log Pose? Por favor, descansa del largo viaje que habéis hecho. Dejemos eso para otro momento. ¡Preparaos para la fiesta! ¡Cantad la gran canción de hospitalidad a nuestros aventureros! —ordenó Igaram mientras tomaba a Nami del brazo y la guiaba con entusiasmo.
La fiesta comenzó, y la tripulación del Sombrero de Paja se estaba divirtiendo. Lucy comía sin parar, Usopp contaba sus historias inventadas, Sanji ligaba con mujeres, y Zoro y nami competían por ver quién aguantaba más bebida.
La fiesta duró horas, hasta que todos quedaron dormidos en el lugar, completamente rendidos.
Mientras tanto, Mr. 9 y Miss Wednesday enviaban una carta a su jefe, informándole de lo ocurrido y de que habían traído a otra tripulación para obtener la recompensa por su capitán.
Igaram salió del bar y miró la luna en silencio.
-—Al final se han dormido. Que descansen bien, aventureros. Las rocas del cactus tienen un brillo especialmente bonito a la luz de la luna —dijo Igaram con tono sereno.
—¿Eres poeta ahora, Igaram? ¿O debería llamarte Mr. 8? —preguntó Mr. 9, sentado en el borde del edificio.
—¿Tú? —se sorprendió Mr. 8 al verlo.
—¿Cómo están ellos? —preguntó Miss Wednesday, con tono serio, refiriéndose a los Piratas del Sombrero de Paja.
—Ya han caído... al infierno —respondió Igaram con una expresión sombría.
—Bien, ya era hora. Aguantaban más de lo esperado. A algunas jarras les puse alcohol. Si no lo hubiera hecho, todavía seguirían despiertos y con ganas de fiesta. Lo que no entiendo es por qué tuvimos que montar tanta comedia —comentó una mujer morena mientras se quitaba su disfraz de monja—. Solo son cinco, y bastante jóvenes. Podríamos haberlos atacado en el puerto directamente. Esta ciudad necesita provisiones urgentemente, ¿lo entendéis? Y ya sabemos que la ballena no iba a llegar...
—¡Pero eso no es culpa nuestra! ¡Hemos hecho lo que hemos podido! —se quejó Mr. 9, dirigiéndose a la mujer y a Igaram.
—No os preocupéis. He investigado un poco a esta tripulación, y mirad lo que he encontrado —dijo Igaram, sacando un cartel de "Se busca" con la imagen de Lucy.
—¿¡Treinta millones de berris!? —exclamaron al unísono la mujer, Mr. 9 y Miss Wednesday.
—¿Por esos mocosos? —dijo Mr. 9, sin poder creérselo.
—Nunca hay que juzgar a un pirata por su apariencia. Si no, mirad a Miss Monday, lalalá —respondió Igaram, canturreando.
—Sí... tienes razón —dijo Miss Monday, rascándose la cabeza, avergonzada.
—Bueno chicos, esto ya se ha acabado. Tenemos un buen informe para el jefe. Coged el dinero y los objetos de valor —ordenó Igaram con frialdad.
—Sí, pero... ¿Qué hacemos con ellos? —preguntó Miss Monday, aún sorprendida por la recompensa de Lucy.
—Bajará un 30% si los matamos. El Gobierno Mundial los quiere castigar públicamente, así que debemos entregarlos con vida —explicó Igaram, ahora con rostro serio.
—Hey, perdonad un momento... deberíais dejar dormir a los chicos un poco más. Están muy cansados del viaje —dijo de pronto una voz.
Todos se giraron. Era Zoro, que estaba sentado en el borde del edificio con una espada en la mano y expresión fría.
Los cuatro se quedaron paralizados al ver que uno de los tripulantes no estaba dormido.
En ese instante, otro hombre salió corriendo desde una casa cercana para advertir:
—¡Uno se ha escapado!
Igaram palideció al ver que Zoro seguía despierto. Pero el espadachín, firme, les lanzó una mirada amenazante.
—Nunca hay que fiarse de quien adora a los piratas... Especialmente si son de Baroque Works —declaró con voz grave.
Los demás se quedaron helados. Sabían que no podían dejarlo escapar. Zoro conocía su secreto. Había que eliminarlo.
Zoro desenvainó sus espadas y se lanzó al combate. Uno a uno, fue derrotando a los cazadores de recompensas, moviéndose con precisión letal. Rodeado por varios enemigos, estos intentaron dispararle, pero Zoro esquivó los disparos. En el caos, los cazadores terminaron hiriéndose entre sí.
Zoro apareció detrás de Igaram en un instante, colocándole una espada en el cuello.
—No me subestimes... —le susurró.
Igaram reaccionó rápidamente, usando un arma oculta para defenderse. Zoro saltó hacia atrás, esquivando el golpe. Sin embargo, ya había dejado claro que no iba a caer tan fácilmente.
Mientras que zoro se enfrentaba a los cazarrecompensas en el local donde están los sombrero de paja, nami se despertó.
Mientras Nami susurraba para sí misma, entrecerrando un ojo con suspicacia, “Así que este lugar es un nido de cazarrecompensas de piratas… lo sabía, tenía que ser algo por el estilo”,
Zoro se movía sigilosamente entre las sombras, intentando evitar a los cazadores que lo acechaban. Sin embargo, un cazarrecompensas lo descubrió y disparó. Con un movimiento ágil, Zoro esquivó la bala y se lanzó hacia un edificio cercano, buscando refugio.
Apenas entró, varios cazarrecompensas lo rodearon, apuntándole con sus armas. Zoro, con reflejos felinos, se arrojó detrás de una mesa de madera, que apenas resistió los disparos que llovían sobre él. Sin perder tiempo, desenvainó una de sus espadas y, con un corte limpio, destrozó la mesa en astillas. Utilizando los fragmentos como distracción, se abalanzó sobre sus atacantes, derribándolos con una serie de tajos precisos y veloces.
Corrió hacia las escaleras, decidido a llegar al tejado, pero un cazarrecompensas lo esperaba con una bazuca. El proyecto surcó el aire, pero Zoro, con un giro de su cuerpo, lo esquivó por centímetros, sintiendo el calor de la explosión a su espalda. Al llegar al tejado, Ms. Monday, desde un edificio cercano, le lanzó una bota de vino con fuerza descomunal. Zoro, con un movimiento fluido de su espada, cortó la bota en varios pedazos, que volaron como proyectiles y golpearon a los cazarrecompensas que lo perseguían, dejándolos aturdidos.
De repente, apareció un niño y una monja, atacándolo con sorprendente ferocidad. Zoro, manteniendo la calma, los neutralizó con golpes rápidos y precisos, asegurándose de no herirlos gravemente. Mientras tanto, en otro lugar, Nami rebuscaba entre los escombros, frustrada por no encontrar ningún tesoro, murmurando maldiciones entre dientes. Luffy, Sanji y Usopp, ajenos al caos, seguían durmiendo plácidamente.
En lo alto de un edificio, Zoro se preparó para el siguiente movimiento. Con un corte de su espada, derribó la escalera por la que subían más cazarrecompensas, dejándolos atrapados abajo. Sin pausa, saltó al tejado de otro edificio y, con un tajo poderoso, abrió un agujero en el techo. Los piratas que estaban en el tejado cayeron al vacío, gritando mientras se desplomaban.
Sra. Monday, furiosa, apareció de nuevo. Con una fuerza brutal, lanzó una escalera metálica contra Zoro, que se rompió en pedazos al impactar contra el suelo. Zoro, sorprendido por la potencia de su adversaria, apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Ms. Monday lo agarró del cuello y lo arrastró por el tejado, estrellándolo contra el suelo. Un puñetazo directo a la cabeza de Zoro hizo que el espadachín viera estrellas por un instante.
Pero Zoro no se rindió. Con un rugido, se liberó de su agarre y, aprovechando un descuido, la atrapó por la cabeza. Con un movimiento rápido, la derribó al suelo, dejándola inconsciente. La escena fue presenciada por Mr. 9, Miss Wednesday e Igaram, quienes observaban desde la distancia, atónitos ante la derrota de Miss Monday a manos del espadachín.
Zoro, jadeante pero firme, se irguió sobre el tejado con sus espadas listas para el próximo desafío, mientras el viento agitaba su pañuelo verde.
—¿Queréis que continúe luchando, Baroque Works? —dijo Zoro con tono amenazante mientras se lamía la sangre que tenía en el labio—. ¿No veis que luchar conmigo no es ningún juego?
Zoro se acercó al borde del tejado mirando a los otros tres con el rostro muy serio.
—¡Ajá, ya lo entiendo! En ese cartel de “Se busca” debe de haber algún error —exclamó Igaram, incrédulo de que uno de los Sombrero de Paja que no fuera su capitán pudiera ser tan fuerte.
—Sí, seguro. Debe de ser a él a quien ofrecen los 30 millones de berries —opinó Mr. 9, de acuerdo con Igaram—. ¡Debe de ser el capitán y no el de la foto!
—Sí, seguramente debe de ser eso... A mí también me extrañó que una chica tan joven tuviera una recompensa tan alta —comentó Miss Wednesday, con gesto serio.
—Qué panorama más desastroso... Recibiremos un castigo muy duro si nos vence un solo espadachín —explicó Igaram, preocupado por la situación.
—¡Siiiii! ¡Pues ahora tendrá que luchar contra todos nosotros! —dijo Miss Wednesday con determinación.
Igaram disparó desde su trompeta hacia Zoro, pero este esquivó los proyectiles con facilidad. Miss Wednesday silbó para llamar la atención de un gran pájaro: era Karoo. Se subió rápidamente sobre él. Mientras tanto, Mr. 9, con sus acrobacias, se lanzó al ataque con dos bates, pero Zoro los detuvo con sus espadas. Luego lo hizo caer del edificio de una patada.
—¿No hay nadie mejor por aquí? —preguntó Zoro, aburrido de luchar contra estos idiotas.
—¡Claro que sí! ¡Yo soy la mejor luchadora! ¡Prepárate para morir, señor espadachín! —exclamó Miss Wednesday. Comenzó a bailar, y un fuerte olor a colonia comenzó a irritar la nariz de Zoro.
Miss Wednesday se lanzó desde el aire con su hilo afilado montada en Karoo, pero el pato pasó de largo y los dos cayeron del tejado.
—Ya me da vergüenza luchar contra esta panda de imbéciles... —murmuró Zoro, perplejo por lo patéticos que eran los de Baroque Works.
Entonces, Igaram volvió a atacarlo con su trompeta, y en medio del combate, Zoro cayó en un agujero oculto.
—¡Ahora sí que has caído! ¡Es absurdo que intentes esconderte! —exclamó Igaram, acercándose al borde del agujero.
Pero Zoro logró escapar y se escondió.
—Los que disparan son los que más problemas dan... —dijo Zoro, molesto.
En otro lugar…
—¡Aaaahhh! —gritó Mr. 9, levantándose de su caída, furioso—. ¡Te has pasado mucho conmigo! ¡No te lo perdonaré! ¡Me las vas a pagar!
—¿Qué dices? ¡Si te has caído solo, hombre! —se burló Zoro.
—¡Cadena de ráfaga, aaaah! —gritó Mr. 9, lanzando una cadena que logró enroscarse en el brazo de Zoro—. ¡Jajajajaja! ¡He inmovilizado tu brazo!
—¡Ahora sí que lo tenemos! —murmuró Igaram, sonriendo al ver que, por fin, tenían a Zoro atrapado.
Aquí tienes la versión corregida del texto, manteniendo el estilo y contexto, pero mejorando la gramática, ortografía y fluidez:
—¡Sí, mátalo, Sr. 8! ¡Jajajaja! Esta vez no te escaparás… —gritó Mr. 9, apretando con fuerza las cadenas que mantenían prisionero a Zoro para evitar que se liberara.
—Será mejor que no te muevas, porque si lo haces, mataremos a tu capitana. ¿Qué te parece, chico? —amenazó la Sra. Wednesday a Zoro, mientras sostenía un cuchillo en la mano. Había trasladado a Lucy hasta donde estaba Zoro, manteniéndola como rehén.
"—¡Jajaja, excelente trabajo, Miss Wednesday! ¡Este tipo ya no puede escapar ni atacar! ¡Lo tenemos acorralado! —se rio Mr. 9, preparándose para acabar con Zoro.
—Lo siento, pero tendríais que mantener despierto al rehén —dijo Zoro, furioso, fulminando a todos con la mirada, pues tenían a Lucy como rehén.
—¡Preparad los cañones y abred fuego, Igaram! —gritó Igaram. De su cabello emergieron varios cañones que dispararon una ráfaga de balas directas hacia Zoro
"—¡Qué jugada tan sucia! —bramó furioso, mientras tiraba con todas sus fuerzas de la cadena, arrastrando a MR9 hacia él. El baleado no era otro más que MR9.
Después zoro arrastro a mr9 herido y lo lanzo hacia ms Wednesday golpeandola hasta que fueron arrastrados por la pared por culpa del golpe.
"Igapamp disparó varias veces contra Zoro, pero este esquivó las balas con agilidad. De repente, Zoro notó que Lucy, quien estaba a su lado, se había transformado nuevamente en Snorlax.
—¡Lucy, lo siento, pero necesitaré tu ayuda! —dijo Zoro.
Con un movimiento rápido, Zoro se subió a la enorme barriga de Lucy-Snorlax y, aprovechando el impulso de su elasticidad, saltó hacia Igaparapa, logrando alcanzarlo y derrotarlo con un golpe preciso."
—Muy bien, ya está —gruñó Zoro, aliviado de que todo hubiera acabado, mientras se sentaba en el borde, esperando a que los demás despertaran—.
—Por fin llega la tranquilidad de la noche —murmuró tranquilamente.
Mientras tanto, los que quedaban de la banda de Baroque huían, pero fueron interceptados por Mr. 13 y Miss Friday, que estaban a punto de atacarlos, cuando...
—Parad —dijo una voz masculina a Mr. 13 y Miss Friday, y estos obedecieron sin rechistar.
—Qué lío hay aquí para ser de noche, ¿no te parece? —preguntó otra voz, esta vez femenina.
—Ja, tienes razón. No sé por qué nos hacen venir aquí. Qué aburrimiento —se quejó el hombre misterioso.
Los cazarrecompensas que intentaban huir fueron atacados con explosiones por unas misteriosas figuras que acababan de aparecer.
—¡Maldita sea, no puedo morir aquí! ¡Tengo una misión muy importante! —gritó Igaparapa, jadeando con dificultad por las heridas mientras yacía tumbado en el suelo.
—Es una vergüenza que os haya derrotado un simple espadachín —se burló el hombre misterioso, dirigiéndose a los caídos.
—¡Jaja, Mr. 5, Miss Valentine! — exclamó Igaparapa, sorprendido al reconocer a dos miembros de Baroque Works, mucho más fuertes que él.
—¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Eh? —preguntó Mr. 5, furioso, molesto porque no lo habían llamado para encargarse de las "ratas" que se habían colado en los planes de Baroque.
—Jajaja, la diferencia de nivel entre nosotros se ve desde lejos —se mofó Miss Valentine, con aire de superioridad.
—¿Habéis venido solo a burlaros de nosotros? —preguntó Igaparapa, frustrado y humillado por la situación.
—No por ninguna de las razones que crees —respondió Mr. 5, con un tono serio.
—¡Jaja, pero también hemos venido por una misión! —añadió Miss Valentine, con una risa sarcástica.
—¡Muchas gracias! ¿Habéis venido a destrozar a ese chico por nosotros? ¿Verdad, compañeros? —preguntó Mr. 9, aliviado, pensando que los habían venido a salvar.
—¡Sí, matadlo ahora mismo, por favor! ¡Ayudadnos a eliminar a ese chico! —suplicó Miss Wednesday, desesperada.
—¿Quéeee? ¿Que os ayudemos? ¡No me hagas reír! —se burló Mr. 5.
—¿Qué creéis? ¿Que hemos cruzado medio Grand Line solo por eso? Parece que no lo habéis entendido jajajaja —concluyó Miss Valentine, con una sonrisa burlona.
— Entonces ¿no? ¿Para qué misión habéis venido? —preguntó curioso Mr. 9, rascándose la cabeza.
—¡No os enteráis de nada! —respondió Mr. 5 con seriedad, ajustándose las gafas oscuras—. El jefe nos ha dicho que alguien aquí sabe un secreto suyo. No sabemos cuál es, porque, como ya sabéis, una de nuestras reglas en Obras Barrocas es no husmear en el pasado de los demás. Pero si alguien descubre un secreto del jefe… ¡se merece la muerte!
—O sea que nos han enviado a buscarlos y a matarlos ¡Jajajaja! —se rió Miss Valentine, flotando en el aire con su risa aguda—. ¡Madre mía! Y encima hemos descubierto que una persona muy importante del reino de Arabasta se ha infiltrado en nuestra banda.
— ¿Alguien del reino? ¡Esperad, chicos! Sé que llevo una corona, pero no soy rey, ¿vale? ¡Solo me gusta el estilo, entendéis! —intentó explicarle al Sr. 9, pálido y sudando, temiendo que lo atacaran.
—¡Sabemos que no eres tú, idiota! —gritó Miss Valentine, furiosa, mientras le lanzaba una mirada fulminante a Mr. 9.
—Esa persona huyó de Arabasta, pero ya la hemos encontrado —añadió Mr. 5, preparándose para atacar, con una sonrisa confiada.
«Ya está, nos han descubierto», pensó Igaram, sintiendo cómo su tapadera como Mr. 8 se desmoronaba. Sin dudarlo, exclamó:
—¡Morid! —Y disparó las armas ocultas en su cabello rizado, apuntando a Miss Valentine y Mr. 9—. ¡No dejaré que toquéis a la reina! ¡En nombre del jefe de la guardia de Arabasta, moriréis!
—¡Igaram! —gritó Miss Wednesday, preocupada, mientras se cubría.
—¡Jefe de la guardia de Arabasta, Igaram, y reina Nefertari Vivi! —proclamó Mr. 5, mostrando una foto de Vivi que sostenía en la mano—. ¡En nombre del jefe de Obras Barrocas, ha llegado vuestro fin! ¡Morriéis!
Mientras tanto, desde un tejado cercano, Zoro observaba la pelea con una botella de sake en la mano y una sonrisa burlona.
—Qué despistados. Tienen a Lucy ahí en medio y ni se han dado cuenta de que está transformada en esa criatura —murmuró, dando un trago y riendo por lo bajo.
-Bananbnag bang, ¡huye, Reina Vivi, vivivi huye! —gritó Igaramp, protegiendo a la reina mientras intentaba defenderla disparando balas a su enemigo.
-¡Igaramp! —exclamó la reina Vivi con preocupación al ver que su guardia resultó herido por Mr. 5 y cayó al suelo.
-Jajajaj —se rió Miss Valentine, que usó sus poderes de la fruta del diablo para flotar y fue a golpear a Vivi, pero esta esquivó por los pelos y solo rompió el coletero que llevaba.
Vivi, con su arma, atacó a Miss Valentine, pero esta la esquivó y volvió con su compañero Mr. 5.
-Sois unos monstruos —protestó Vivi, furiosa, a Mr. 5 y Miss Valentine.
-¿Así que eres una reina? ¿Miss Wednesday? Ahaha —dijo Mr. 9 haciendo una reverencia ante Vivi.
-Déjate de reverenciarme, idiota —vociferó Vivi ante el idiota de Mr. 9.
—Qué noche tan movida, ya os apañaréis —dijo Zoro, y cuando intentó tocar a Lucy, ella le sujetó la muñeca.
—¿Zoro? ¿Se puede saber por qué hay tanto follón? ¡No puedo dormir bien! ¿ y porque hay tanta rabia y tristeza por aqui?—murmuró Lucy entre sueños, mientras intentaba despejarse ya que le empezaba a doler la cabeza y por eso se tuvo que despertar.
Miró a su alrededor y vio que el señor que les había mostrado amabilidad y les organizó la fiesta de bienvenida estaba herido.
Lucy se transformó en humana otra vez y se acercó rápidamente a Igaramp.
—¿Qué ha pasado? ¿Quién te hizo esto? —preguntó lucy muy cabrada al ver herido a igaramp
—¿Cómo pudo hacerlo? —preguntó Mr. 9 sorprendido, ya que antes no se había fijado en el monstruo de antes.
—Porque es una usuaria de la fruta del diablo —respondió Mr. 5, también sorprendido, pues no creía que alguien en ese lugar tuviera poderes de ese tipo.
—Qué poder tan extraño tiene esa chica... —murmuró Miss Valentine, aún impresionada por la transformación.
Vivi se acercó rápidamente a Igaramp, arrodillándose a su lado con preocupación para ver cómo se encontraba.
—Igaramp...
—¡Huye, Vivi…! Sin ti, nuestra amada Arabasta será destruida… —jadeó Igaram, su cuerpo temblando por las heridas mientras veía a Vivi alejarse a toda velocidad sobre Karoo, perseguida por Mr. 5 y Miss ——Por favor, Lucy-san… salva a mi reina —suplicó igaramp, con la voz entrecortada—. Sé que no lo sabes, pero… os engañamos. La hospitalidad, la fiesta… todo fue una trampa. Somos cazarrecompensas de Baroque Works. Pero, por favor… ¡salva a Vivi, o a la señorita Miércoles, como quizá la conoces mejor! ¡Es lo único que importa!
Lucy frunció el ceño, claramente confundida, mientras su mirada recordaba el caos de Whiskey Peak. —¿Una trampa? ¿¡De qué demonios estás hablando!? ¿Qué pasó mientras dormía? — exclamó, cruzándose de brazos. A pesar de su confusión, una chispa de empatía brilló en sus ojos al sentir la desesperación de Igaram.
Zoro, apoyado contra una pared con su espada al hombro, soltó un bufido despectivo. —Te lo advertí, Lucy. Te dije que no eran de fiar —comentó, sin apartar la vista de los enemigos que se acercaban.
—¡Pero no sentí nada malo en él! —replicó Lucy, frustrada, golpeando el aire con un puño
Zoro alzó una ceja, escéptico. —¿Desde cuándo puedes “sentir” si alguien es bueno o no?
Lucy suspiro, rascándose la nuca. —Es nuevo, ¿vale? Todavía no controlo bien mis poderes. Pero lo que sentí de Igaram era real. Su miedo por Vivi... su desesperación. No estaba mintiendo.
—Entonces más te vale aprender a dominarlo —gruñó Zoro, cruzándose de brazos—. Esas emociones también pueden ser un problema.
Desde las sombras, Nami emergió con su característica sonrisa astuta. —Y bien? ¿Hay alguna recompensa por salvar a la reina Vivi? Digamos… ¿un millón de berries? —preguntó, guiñando un ojo.
Zoro la miró sorprendido. — ¿Tú no estabas durmiendo?
— ¿Dormir en una ciudad sospechosa que da la bienvenida a piratas? ¡Venga ya! Todo era una farsa. —Nami soltó una risita, tambaleándose un poco como si aún estuviera afectado por el licor de la fiesta—. Y, por cierto, soy una gran actriz.
Lucy se cruzó de brazos, molesta. Entonces ¿es verdad? ¿Todo era mentira? ¡Qué idiota fui al caer en una trampa tan obvia!
—Porque eres una idiota —se burló Nami, señalándola con un dedo—. Pero, Igaram, habremos de negocios. Si no ayudamos a tu reina, está perdida. Un millón de berries no es tanto, ¿no?
Igaram, aún temblando por sus heridas, negó con la cabeza. —Un simple soldado como yo no puede prometer tanto dinero… ¡Por favor, entendedlo!
—De acuerdo, nosotros ayudaremos —declaró Lucy sin dudar, acercándose a Igaram. Con un toque suave, una luz cálida emanaba de sus manos, curando las heridas del hombre.
—¡Vaya, gracias por curarme! — exclamó Igaram, asombrado, mientras Lucy le dedicaba una sonrisa.
—¡Lucy! —gritó Nami, furiosa, golpeándola en la cabeza—. ¡Podría haber sacado dinero de esto!
-¡Sí! ¿Por qué me pegas? —se quejó Lucy, frotándose la cabeza.
—Porque sí —gruñó Nami, cruzándose de brazos.
—Zoro, vámonos a salvar a Vivi —ordenó Lucy, ya corriendo en la dirección en que la princesa había huido.
Zoro suspiró, preparado para ir tras su capitana.
—Esta chica no tiene remedio… Nami, deberías rendirte con Lucy. Cuando se le mete algo en la cabeza, no hay quien la pare.
Mientras tanto, Nami, al ver que Zoro y Lucy se marchaban para ayudar a Vivi, aprovechó la ausencia de ambos y volvió a negociar con Igaram.
Con la reina Vivi...
Vivi huía montada en su fiel pájaro-karoo cuando una fuerte explosión sacudió el aire a su espalda, obligándola a detenerse en seco.
—¡Mr. 5 nos ha encontrado por ese lado! ¡Corre! —gritó a su compañero, cambiando bruscamente de dirección.
—¡Jajajaja! —rio Miss Valentine desde lo alto, flotando sobre una caja de madera gracias a su habilidad—. ¡No tiene sentido que sigas huyendo!
—No es necesario que te esfuerces tanto —añadió Mr. 5 con su tono apático, mientras se acercaba tranquilamente—. Solo estás retrasando lo inevitable.
Pero, justo en ese momento, una figura conocida apareció frente a Vivi: era Miss Lunes.
—¡¿Miss Lunes?! —exclamó Vivi, desconcertada—. ¿Qué haces aquí?
—Si vas por este camino, llegarás al puerto antes que ellos. Yo los detendré —dijo Miss Lunes con determinación, posicionándose frente a los enemigos.
—¿Pero por qué me ayudas...? —preguntó Vivi, aún incrédula.
Miss Lunes bajó la mirada por un instante, pero su voz fue firme:
—De todos modos nos castigarán por el desastre de la misión… el espadachín arruinó todo, el caos fue total. Así que he decidido algo. Prefiero morir protegiendo a mis amigos, al menos una vez en mi vida.
—Snif... —Vivi comenzó a llorar, mordiéndose el labio con frustración.
—Vamos, ¿Qué esperas? ¡Corre ya! —la animó Miss Lunes, sin apartar los ojos de los enemigos.
—Gracias por todo... —susurró Vivi, antes de montar de nuevo a Karoo y desaparecer entre las dunas.
Mr. 5 dio un paso al frente, furioso.
—¿Así que ahora eres una traidora, Miss Lunes?
—Lo siento por vosotros, pero no voy a dejaros pasar —respondió ella, con una mirada dura como el acero.
—¡Jajajaja! Qué gracia me haces —se burló Miss Valentine, revoloteando a su lado—. ¿Tú sola crees que puedes detenernos?
—Nos has hecho quedar fatal —gruñó Mr. 5, encendiendo una pequeña esfera explosiva entre sus dedos—. Y eso se paga.
Miss Lunes adoptó una posición defensiva, sin moverse ni un centímetro.
—Entonces venid... si podéis.
"¿Tú? ¿Una simple debilucha de baja categoría puede con nosotros?" —dijo Mr. Su voz era calma, pero sus ojos destilaban peligro. A su lado, Miss Valentine soltó una risa aguda, flotando a unos metros del suelo.
Miss Monday apretó los puños. sabía, en el fondo, que Mr. 5 era un monstruo con el poder de hacer estallar hasta la mismísima voluntad de un coloso.
No se trata de ganar, maldito", respondió ella, su voz grave retumbando como un tambor. "Se trata de proteger lo que importa".
Con un rugido, Miss Monday cargó hacia adelante, levantando polvo con cada zancada. Sus puños, duros como el acero de los barcos que había destrozado en sus días de gloria, se alzaron hacia Mr. 5. Él apenas se movió, con una sonrisa torcida en los labios.
"¡Toma esto!", gritó Miss Monday, lanzando un derechazo que habría derribado un muro. Pero Mr. 5 levantó una mano y, con un chasquido, su palma explotó en una nube de fuego y humo. La onda expansiva lanzó a Miss Monday hacia atrás, haciéndola estrellarse contra un barril de ron vacío.
"Patética", dijo Mr. 5, hurgándose la nariz con desdén. "¿Quieres jugar duro? Prueba esto". Extrajo un moco, lo moldeó con los dedos y lo disparó como una bala que surcó el aire, silbando con una promesa de destrucción.
Miss Monday se levantó, con la sangre goteando de un corte en la frente. No había tiempo para esquivar. En un acto de pura voluntad, cruzó los brazos frente a ella, absorbiendo la explosión. El impacto la hizo retroceder y el dolor le arrancó un gruñido, pero no cayó.
"¡No me rendiré!", rugió, corriendo de nuevo hacia él. Esta vez, logró conectar un puñetazo en el pecho de Mr. 5, haciéndolo tambalearse. Por un instante, la esperanza brilló en sus ojos. Pero Mr. 5 se recuperó, riendo.
"Buen intento", dijo, chasqueando los dedos.
De inmediato, varias pequeñas explosiones estallaron alrededor de Miss Monday, cada una como un latigazo de fuego. Ella gritó y cayó inconsciente.
Vivi se asomó tras la explosión y vio que Miss Monday había caído en la batalla.
"¡Miss Monday, grrrr!", gruñó Vivi, sorprendida por la derrota de su compañera.
"¡Jajajajaj!", exclamó Mr. 5, orgulloso de su habilidad. "Soy un hombre explosivo. ¡Puedo hacer estallar cualquier parte de mi cuerpo gracias a la habilidad que me dio la fruta del diablo Bomu Bomu! ¡Nunca he fallado en ninguna misión!".
“¡Jajaja! ¿Lo has oído, verdad?” cacareó Miss Valentine, flotando como una pluma gracias a su Fruta Kilo Kilo. "¡Voy a aplastar a la traidora reina Vivi con mi habilidad! Puedo ser tan ligero como el aire... o tan pesado como una montaña. ¡1 kilo, 10, 100... 10,000 kilos!"
Con una sonrisa sádica, comenzó a descender rápidamente, ganando peso con cada segundo. El suelo temblaba ante su caída imparable.
De repente, un destello rosado cruzó el aire como un rayo. ¡Era Lucy, transformada en su forma Mew! Con sus ojos brillando intensamente y el cuerpo rodeado de energía psíquica, Lucy desató el ataque Fuerza, canalizando todo su poder en una onda de choque que impactó a Miss Valentine justo en medio de su descenso.
¡AUGE! El golpe resonó como un trueno. Miss Valentine fue lanzada violentamente contra una pared, donde se estrelló con un fuerte crujido. El impacto la sacudió tanto que volvió a su peso normal por puro reflejo.
“¿¡Qué demonios fue eso!?” gritó la agente, tambaleándose mientras trataba de incorporarse, con la ropa polvorienta y el orgullo herido.
Justo entonces, un silbido cortó el aire. Mr. 5, con su típica sonrisa arrogante, lanzó otro de sus explosivos... ¡un moco que voló directo hacia Vivi, que apenas tuvo tiempo de reaccionar.
¡clang! Una espada brilló bajo el sol, veloz como un relámpago. Zoro apareció justo un tiempo, cortando el moco por la mitad en el aire. Las dos mitades explotan en el suelo, a ambos lados del espadachín.
“¡Puaj, qué asco!” Gruñó Zoro, sacudiendo su espada con desprecio. “He cortado... un moco.”
El señor 5 parpadeó, desconcertado. “¿Y este quién se supone que es? ¿Y qué es esa cosa voladora?” preguntó, señalando primero a Zoro y luego a Lucy, que aún flotaba como un gato etéreo, con su cola ondeando con gracia.
Vivi, sorprendida, lo reconoció de inmediato. “¿Eres tú... el espadachín? ¿Qué haces aquí?” preguntó con desconfianza, levantando su arma en guardia.
Pero Zoro, con un movimiento rápido y sin esfuerzo, desarmó a Vivi. Su arma voló por los aires y cayó al suelo con un tintineo metálico.
“Tranquila, princesa”, dijo con tono despreocupado. "Solo sigo órdenes de mi capitana. Al principio no quería meterme, pero tu guardaespaldas vino suplicando. Y Lucy... bueno, ella aceptó antes de que yo pudiera negarme.
Miró de reojo a Lucy, que giraba en el aire como si todo fuera un juego.
“¡Jeje!” soltó una risita la chica, aún en su forma Mew. “¡Vamos, Zoro, admítelo! ¡Es divertido!”
Mr. 5 y Miss Valentine, aún recuperándose, intercambiando miradas furiosas.
Mientras tanto, con Nami:
“Por cierto, ¿qué sabes sobre esa banda… Barroque?” preguntó Nami, mientras revisaba el Log Pose con expresión tensa. “Nunca había oído ese nombre.”
Igaram, herido y jadeando, respondió con voz ronca: "Es una organización criminal secreta... Nadie dentro conoce la verdadera identidad del jefe. Operan en las sombras, se infiltran, espían, asesinan... cazan piratas. Todo siguiendo las órdenes de su líder".
“¿Y por qué obedecerían a alguien a quien ni siquiera conocen?” Nami frunció el ceño, visiblemente molesta. “¿Qué clase de locura es esa?”
"Lo hacen porque creen en la promesa de un 'Estado ideal'. Todos los miembros compiten... y los que se destaquen recibirán altos cargos en ese nuevo orden. Solo entonces conocerán al jefe", explicó Igaram con solemnidad.
Nami entrecerró los ojos. “Entonces es una trampa disfrazada de utopía...”
“El líder... su nombre en clave es Mr. 0”, añadió Igaram con voz temblorosa. "Cuanto más bajo sea tu número, más cerca estás de él. Y eso significa que eres más fuerte. Los agentes numerados del 5 para abajo... son prácticamente invencibles".
Nami tragó saliva al oír eso. La situación era peor de lo que pensaba.
De vuelta con Vivi, Lucy, Zoro, Mr. 5 y Miss Valentine:
“¡Así que tú eres el espadachín que destrozó medio pueblo!” espetó Miss Valentine, levantándose furiosa, con los ojos encendidos. “¡Quiero saber por qué lo hiciste! ¡Y quién es esa gata que me golpeó!” Señaló a Lucy, que flotaba en su forma Mew con una sonrisa traviesa.
Lucy, con un destello juguetón, dio una voltereta en el aire y volvió a su forma humana, aterrizando con gracia. “¡Soy Monkey D. Lucy, la misma de antes!” dijo, guiñándole un ojo. ““¡No soy una simple gata… soy una usuaria de una Fruta del Diablo!”
Miss Valentine apretó los dientes. “¿¡Tú!? ¿También te transformas en eso? ¡Te aplastaré con 10,000 kilos!” gritó, activando su Fruta Kilo Kilo y comenzando a descender con un peso devastador.
Al mismo tiempo, Mr. 5, con una mueca confiada, lanzó otro moco explosivo hacia Lucy y Zoro. “¡No sé quiénes sois, pero entre los dos vamos a acabar con vosotros!” rugió, lanzando el proyecto.
Zoro, con su típica expresión de fastidio, ni siquiera desenvainó sus katanas. “Qué molestia”, masculló, crujiendo los nudillos. "Lucy, tú con la pesada. Yo me encargo del tipo asqueroso".
“¡Hecho, Zoro!” respondió Lucy, transformándose de nuevo en su forma Mew con un brillo rosado. Sus ojos chispearon mientras cargaba energía en sus puños, lista para el ataque.
Miss Valentine, cayendo como un meteorito, soltó un grito triunfal. Pero Lucy, con una velocidad cegadora, se lanzó hacia ella, envolviendo su puño en un aura de energía pura. “¡Toma esto, Fuerza!” gritó, golpeando a Miss Valentine directamente en el estómago. El impacto resonó como un cañonazo, enviándola volando a través de una pared, donde cayó inconsciente, su cuerpo volviendo a su peso normal por el shock.
Al mismo tiempo, Zoro esquivó el moco explosivo de Mr. 5 con un movimiento ágil, corriendo hacia él con una mirada fulminante. “¡No necesito espadas para esto!” rugió, lanzando un puñetazo directo al rostro de Mr. 5. El golpe fue tan contundente que lo hizo girar en el aire antes de estrellarse contra el suelo, fuera de combate, con el polvo levantándose a su alrededor.
Lucy, de vuelta en su forma humana, dio un salto de emoción. “¡Ja! ¡Eso fue pan comido!” dijo, chocando los puños con una gran sonrisa.
Zoro sacudió la mano con una muñeca. "Qué débil. Ni siquiera valió la pena el puñetazo", murmuró, mirando los restos del moco explosivo con asco. "Vámonos, Lucy. Esto fue una pérdida de tiempo".
Vivi, atónita, bajó su arma lentamente, mirando a los dos con una mezcla de sorpresa y alivio. “¿Quiénes… quiénes son ustedes?” preguntó, aún procesando la escena.
Lucy le dedicó una sonrisa radiante. “¡Somos los que van a salvarte, princesa! ¡Confía en nosotros!” dijo, guiñándole un ojo a la princesa.
“¡Hola chicos! ¿Ya habéis acabado?” preguntó Nami mientras se acercaba al grupo con paso rápido. “Igaram nos hizo prometer que salvaríamos a la princesa... por dinero, claro.”
“¿Qué pasa? ¿Pudiste negociar con Igaram mientras no estabas con Lucy?” inquirió Zoro con una ceja levantada, curioso.
“¿Tú qué crees?” Nami respondió con una sonrisa orgullosa, inflando ligeramente el pecho.
Vivi, aún visiblemente confundida por todo lo que había sucedido, se adelantó un poco y preguntó con timidez: “No lo entiendo… ¿por qué me habéis salvado?”
“Bueno… tú y yo tenemos que hablar de algunas cosas”, dijo Nami, cruzándose de brazos. “Aunque no lo sepas, ya hiciste un trato conmigo”.
“¿Un trato?” repitió Vivi, aún más confundida.
"Tranquila, es muy sencillo. Verás, el acuerdo es este: tú nos pagas un millón de belis y nosotros te llevamos de regreso a tu tierra. Ya viste lo fuertes que son Lucy y Zoro. Puedes estar seguro de que te protegerán".
Nami señaló a sus compañeros, que observaban en silencio, confiados. Vivi los miró a todos, aún asimilando la situación.
“Estoy contenta de que me hayáis salvado, de verdad… pero…” intentó explicar, pero Nami la interrumpió rápidamente.
“¿¡Qué!? ¿No eres la reina de esa ciudad? ¿No puedes pagarnos?” preguntó, claramente perpleja por la situación.
Vivi dudó un momento antes de responder, bajando la mirada. “Bueno, verás… ¿conoces el reino de Arabasta?” preguntó con seriedad, como si supiera que lo que diría a continuación cambiaría todo.
“No…” respondió Nami, sin entender cómo una reina no podía tener dinero.
“Era un reino pacífico, del que antes decían que era civilizado...” explicó Vivi, bajando la mirada mientras comenzaba a relatar la historia de su país. "Pero todo cambió. Una guerra civil estalló... los rebeldes se alzaron, y el pueblo se dividió. Fue entonces cuando escuché por primera vez el nombre de la banda Barroca. Descubrimos que eran los verdaderos causantes de las revueltas y de toda la desgracia que azotaba Arabasta. Por eso, mi guardian y yo nos infiltramos en la organización... y fue allí donde descubrí quién era el verdadero instigador de la revuelta: el jefe de la banda. Su objetivo no era otro que invadir y apoderarse de mi país.”
“Ahora lo entiendo…” murmuró Nami, soltando un suspiro frustrado mientras cruzaba los brazos y se recostaba en la pared. "Muy bien, ya veo por dónde va todo. Si estáis en guerra, claro que no hay dinero..."
“Oye, ¿y quién es el jefe de esa banda?” preguntó Lucy, con una mezcla de curiosidad y emoción en la voz, deseosa de enfrentarse a alguien fuerte.
“El jefe de la banda... No me lo puedes preguntar”, respondió Vivi con tono serio y firme.
“Pero tú sí sabes quién es, ¿verdad?” Insistió Lucy, adelantándose un paso.
“No me lo preguntais, por favor”, rogó Vivi mientras movía los brazos en señal de negación. "Es la única cosa que no puedo decir. Si lo supierais, estaríais en peligro. No quiero que los que me han salvado terminen envueltos en esto..."
"¡Jajaja! Pues entonces nos vamos, si resulta ser tan peligroso..." rió Nami, aunque su tono era claramente nervioso mientras se frotaba la mano. “Porque si alguien quiere invadir un país entero, debe ser alguien muy, muy poderoso, ¿no?”
“Sí... sí que lo es”, afirmó Vivi con seriedad. "Y por muy fuerte que seas, nunca podrías compararte con él. Es uno de los Siete Guerreros del Mar... Se llama... Crocodile."
"¿¡Cocodrilo!?" preguntó Lucy con una mezcla de emoción y sorpresa, los ojos brillándole por el desafío que representaba.
“¡Ah!” gritó Vivi, llevándose las manos a la boca en cuanto se dio cuenta de lo que acababa de decir. Acababa de revelar el mayor secreto de su misión.
Nami se quedó de piedra, paralizada por el impacto de escuchar el nombre de uno de los Shichibukai como líder de Barroco Works.
Zoro frunció el ceño, procesando la gravedad de lo que acababan de descubrir.
Y Lucy… simplemente sonrio aún más.
“Vaya… ya lo ha dicho”, murmuró Zoro con tono incrédulo.
En lo alto de un edificio cercano se encontraron dos figuras: Mr. 13, una pequeña nutria vestida como un agente secreto, y Miss Friday, un enorme buitre de mirada siniestra. Vivi, Nami, Zoro y Lucy los vieron claramente mientras los observaban desde las alturas.
Tras unos segundos de tensión, y sin decir una palabra, ambos dieron la vuelta y se alejaron volando.
“¡Hey! ¿Qué eran esa nutria y ese buitre? ¿Y por qué dijiste el nombre del jefe?” regañó Nami a Vivi, mientras la sujetaba por el cuello del vestido y la zarandeaba con frustración, al borde de las lágrimas.
“¡Ja, uno de los Siete Guerreros del Mar!” dijo Lucy emocionada, con los ojos brillando por el desafío.
“Sueña muy bien, ¿no?” comentó Zoro, también ilusionado con su próxima batalla.
“Lo siento mucho, se me ha escapado”, se disculpó Vivi, que también estaba llorando por haber revelado quién era el jefe de la banda Barroca.
"Sí, lo sabes, y ahora yo estoy en peligro. ¡Solo nos faltaba esto, que nos persiguiera uno de los Siete Guerreros del Mar!" Se quedó Nami mientras lloraba por su propia vida.
“Tenemos suerte, así lo conoceremos”, dijo Zoro mientras sonreía.
“Sí, ¿cómo debe ser?” preguntó Lucy, curiosa ya la vez ilusionada.
“¿¡Queréis callaros!?” espetó Nami con enfado mientras se alejaba del grupo. “Hasta ahora hemos estado juntos, pero yo me voy”.
“¿Adónde vas ahora?” preguntó Lucy con curiosidad al ver que Nami se alejaba del grupo.
“Todavía no me conocen de nada... me escaparé”, respondió Nami furiosa, caminando decidida. Pero de pronto se detuvo en seco.
Había visto a Mr. 13 y Miss Friday en el suelo. Mr. 13 la estaba dibujando con rapidez. Cuando terminó, le mostró el retrato.
Nami lo miró unos segundos, sorprendida... y luego aplaudió con sarcasmo. “¡Vaya, qué bien!” exclamó, entre indignada y divertida. “¡Hasta me ha sacado favorecida!”
Un segundo después, Mr. 13 y Miss Friday alzaron el vuelo y desaparecieron en el cielo.
“¡Perfecto! Ahora tienen mi retrato y todo…” gritó Nami al resto del grupo, frustrada.
“Perdón...” se disculpó Vivi otra vez.
“Qué gracia tiene Nami”, dijo Lucy mientras la observaba con una sonrisa.
“Pero... ¿a dónde quería ir?” preguntó Zoro, frunciendo el ceño ante la extraña actitud de su compañera. “Bueno, ya somos oficialmente tres piratas buscados por la banda Barroca... ¿Qué os parece todo esto?”
“¡Shishishi, qué emocionante!” exclamó Lucy, feliz como si todo fuera una gran aventura.
Mientras tanto, en un rincón, Nami estaba sentada con la cabeza agachada, llorando en silencio. Las lágrimas le corrieron por las mejillas mientras apretaba los puños con frustración.
Vivi se acercó lentamente, conmovida por verla así. “Escucha, he ahorrado un poco... unos 50.000 belis”, dijo suavemente Vivi mientras se arrodillaba frente a ella para disculparse.
“No te preocupes, reina Vivi”, dijo una voz conocida de pronto.
Todos se giraron sorprendidos. Igaram había aparecido, disfrazado de la reina Vivi.
"No, tos, lalalalala... No te preocupes, tengo un plan infalible. Yo..."
“¡Igaram! ¿Para qué demonios son esas ropas?” preguntó Vivi, confundida, al acercarse a él y ver que iba vestido exactamente como ella.
“¡Shishishi! ¡Vaya, casi me engañas, viejo!” Río Lucy, señalando a Igaram, impresionada por lo bien que imitaba a la princesa.
“Esto está lleno de tarados…” murmuró Nami, aún visiblemente alterada por todo lo ocurrido.
“¿Podéis escucharme un momento?” dijo Igaram con tono grave, recuperando la seriedad. "Conociendo la red de Barroco Works, no tardarán en enviar más agentes tras vosotros. Y ahora que la pareja Mr. 5 y Miss Valentine ha sido derrotada... es aún más inevitable."
"Además... debido a que su líder es un Shichibukai, no tiene recompensa sobre su cabeza. Pero cuando la tenía... el precio por el jefe de Barroco Works, el pirata Crocodile, era de 80 millones de bayas", añadió con solemnidad. “Por cierto, respecto a lo de llevaros a la princesa...”
“¡¡Ochenta millones!? ¡Eso es cuatro veces lo de Arlong! ¡Vamos a morir!” gritó Nami, completamente horrorizada.
Igaram no se inmutó y miró a Vivi con determinación. “Ahora, princesa... entremezcla la Eterna Pose de Arabasta.”
"¿Eh? ¿Qué es una Pose Eterna?" preguntó Nami, curiosa y algo confundida.
Igaram ascendió y levantó un dispositivo especial con forma de brújula. "No lo conoces, ¿eh? Es una versión fija de la Log Pose. A diferencia de esta, que debe calibrarse en cada isla, una Eternal Pose nunca olvida la localización magnética del lugar al que apunta. En otras palabras, esta brújula siempre señalará el camino a Arabasta", explicó con voz firme mientras mostraba el instrumento.
Luego miró a Vivi con seriedad. "Ahora escucha, princesa Vivi. Mientras yo vaya disfrazado de ti, llevará conmigo estos tres muñecos para representar a Lucy, Zoro y Nami. Partiré directamente hacia Arabasta. Con suerte, los agentes de Barroco Works me seguirán a mí. Vosotros debéis tomar la Log Pose y avanzar isla por isla hasta llegar allí".
Igaram dio un paso atrás, y aunque su cuerpo estaba herido, su espíritu no vacilaba. "Nunca lo he hecho antes, pero creo que ahora... debéis seguir la Log Pose dos o tres veces hasta llegar a Arabasta. Viajad con cuidado... Nos veremos en nuestro hogar. Dejo a la princesa en vuestras manos."
“¡Puedes engañar a cualquiera, tío!” exclamó Lucy emocionada, aún impresionada por el disfraz de Igaram.
“¿Ah, sí? ¿A quién?” preguntó Zoro, frunciendo el ceño, incrédulo de que Lucy fuera tan fácil de engañar.
Igaram se volvió hacia Vivi, con una expresión seria pero afectuosa. “Ahora, princesa... el viaje será peligroso, así que ten cuidado”, dijo con voz firme.
Vivi asintió con los ojos vidriosos y extendió su mano. Igaram hizo lo mismo, y sus manos se unieron con fuerza en un gesto silencioso de confianza y despedida.
“Tú también... cuídate mucho”, susurró Vivi, sin apartar la mirada de él.
Durante unos segundos, no dijeron nada más, no hacía falta.
El barco partió lentamente, alejándose del puerto. El grupo lo observó en silencio.
“Se ha ido... Era un tipo divertido hasta el final”, comentó Lucy con una sonrisa, saludando con la mano.
“Y leal... aunque cueste de creerlo”, añadió Vivi, con orgullo y una tristeza que apenas logró contener.
¡¡¡BUM!!!
Una explosión ensordecedora sacudió el aire, rompiendo de golpe la calma. El barco en el que viajaba Igaram estalló en medio del mar, envuelto en llamas y una espesa columna de humo negro que se alzó hacia el cielo como un presagio de lo que estaba por venir.
Todos se quedaron paralizados, incapaces de reaccionar ante la escena que acababan de presenciar.
“No... no puede ser...” murmuró Nami, con los ojos desorbitados, sin poder apartar la vista de la explosión-
-Ya lo han encontrado…” exclamó Vivi con urgencia, dando un paso atrás, como si el peligro ya estuviera a su lado.
Lucy, al ver la explosión, frunció el ceño con rabia contenida. Recogió su sombrero, que había salido volando por la onda expansiva.
“¡Era un gran tipo...!” gritó furiosa. “¡Tenemos que irnos ahora mismo!”
“¿El Log Pose…?” preguntó Zoro, girándose hacia Nami con seriedad.
“Ya está... ya se ha fijado el rumbo”, respondió Nami, observando la brújula con rapidez, mientras su rostro se tensaba por la presión del momento.
“Entonces coge a Vivi y vámonos”, ordenó Zoro, dando media vuelta hacia el barco.
"¡Vivi, debemos darnos prisa! Si nos atrapan ahora, todo este viaje... no habrá servido de nada, ¿entiendes?" dijo Nami, con preocupación en sus palabras, mientras abrazaba a la princesa. "Está bien... vamos a llevarte a Arabasta. Ellos cuatro salvaron el East Blue. Los Shichibukai no tendrán ninguna oportunidad si trabajamos juntos".
“¡Oye, Lucy! ¿Nos llevamos a los otros dos también?” preguntó Zoro mientras corría hacia el barco.
“¡Vale, estoy en ello!” respondió Lucy, transformándose rápidamente en su forma Mew y salió volando en dirección a donde estaban Sanji y Usopp.
Con sus poderes psíquicos, Lucy se levantó a ambos por los aires, pero sin darse cuenta, los fue golpeando contra los techos y paredes de los edificios mientras volaba con prisa hacia el barco.
Mientras tanto, junto a Nami y Vivi:
“¡date prisa, Vivi!” exclamó Nami, corriendo a toda velocidad mientras tomaba la mano de la princesa.
“¡Sí, sí...! ¿Dónde está Karoo?” preguntó Vivi, angustiada, girando la cabeza de un lado a otro, buscando desesperadamente a su fiel pato.
En el barco, Zoro ya había levantado el ancla, preparándolo todo para la huida. En ese momento, Lucy llegó volando, cargando con los cuerpos inconscientes de Sanji y Usopp, que colgaban como muñecos rotos.
“¡Ya estamos aquí!” Lucy anunció, aterrizando en la cubierta.
Zoro se acercó de inmediato a verlos. “¿Qué demonios…?” se agachó y revisó a ambos. “¡Están desmayados!”
“Vaya... parece que se han quedado dormidos”, dijo Lucy, extrañada.
“¿Dormidos? ¡Están llenos de chichones!” Gruñó Zoro, viendo los golpes evidentes en la cabeza de ambos. “¡No me digas que los estrellaste contra todo el pueblo!”
“Ups... no me di cuenta”, dijo Lucy, encogiéndose de hombros.
En tierra firme, Vivi seguía inquieta. “No puedo dejarlo aquí... ¡tengo que buscarlo!” gritó Vivi, mirando por todos lados para encontrar a su mascota.
“¡No hay tiempo para eso ahora!” Replicó Nami, frustrada. “¡Nos están buscando!”
“¿Qué pasa?” preguntó Zoro desde la cubierta, al ver que ambos no subían aún.
“¡Dice que no encuentra a su pato!” respondió Nami, tirando de Vivi con impaciencia.
“¿Qué…?” Zoro frunció el ceño, perplejo.
“Dice que cuando silba, Karoo siempre viene... ¡pero ahora no responde!” explicó Nami, visiblemente molesta.
Zoro miró hacia su derecha y alzó una ceja. “¿Es esto lo que buscáis?” preguntó, señalando al pato, que estaba sentado tranquilamente al lado de Zoro mientras saludaba con su ala.
“¿¡Qué!?” gritaron Nami y Vivi al unísono.
“¡Estaba aquí todo el tiempo!” exclamó Nami, llevándose una mano a la frente.
“¡Karoo!” lloró Vivi, corriendo a abrazar a su compañero.
Vivi subió por la escalerilla del barco y miró hacia el horizonte. "Si subimos por el río", dijo, "encontraremos afluentes ocultos. Podríamos escapar más rápido por allí, sin que nos digan".
“¡Perfecto! ¡Zárpamos!” ordenó Lucy, desplegando la vela.
Zoro, mientras aseguraba las cuerdas, llamó a Vivi.
—¡Hey, princesa!
—¿Eh? —Vivi, todavía sumida en sus pensamientos, se giró al escucharlo.
—¿Cuántos miembros crees que podrían estar buscándote? —preguntó Zoro con tono serio.
Vivi se detuvo un momento, pensativa.
—No lo sé con certeza... pero he oído que la organización Baroque Works tiene más de dos mil miembros. Y cerca de aquí... hay muchos pueblos que funcionan como bases. Igual que esta isla.
- pero no creo que vengan 1000 ¿ no? - pregunto nami algo aterrada de que vinieran a buscarlos un monton de gente
- ep estamos navegando - doijo usopp sorprendido ya que se desperto en el barco en vez del local
Nami suspiro perpleja por lo idiota que era usopp
- ya era hora chicos-
-tíos avamos a quedarnos otra noche en un lugar divertido las chicas son monas - sugirio sanji despierto que ya queria quedarse sin saber lo que habia ocurrido en la isla
—¡Siii! ¿Creéis que habrá sitios mejores que donde vamos ahora? —dijo Usopp apoyando a Sanji, mientras estiraba los brazos —. ¡Disfrutemos un rato más, tíos! Somos piratas, ¿no? ¡Ni siquiera ha amanecido aún! ¿Me estáis oyendo? ¡Volvamos!
—¿Se lo explicamos? —preguntó Zoro con una ceja levantada, algo incrédulo ante el par de idiotas.
—Sí, será mejor… —respondió Nami con resignación. Se acercó a Sanji y Usopp… y les dio un golpe en la cabeza a cada uno, dejándolos con dos buenos chichones.
—Enseguida partiremos de la isla —comentó Vivi, incredula ante la escena
—¡Ostias, empieza a haber niebla! —señaló Lucy, mirando hacia la proa con los ojos entrecerrados.
—Ya casi amanece —añadió Nami, viendo cómo los primeros rayos del sol teñían el cielo de naranja.
—Tenéis que tener cuidado de no golpear las rocas con el barco. Bueno… al menos habéis logrado escapar. —dijo de pronto una voz femenina desconocida.
Todos se pusieron en alerta inmediatamente. En la barandilla del Going Merry, sentada como si nada, estaba una mujer elegante y misteriosa.
—Bonito barco —comentó la desconocida mientras se tocaba la mejilla con delicadeza.
—¿¡Quién coño es esa!? —exclamó Zoro, desenvainando ligeramente su espada.
—¡Aha… ella es…! —Vivi la reconoció al instante y su expresión cambió.
—No hace mucho me encontré con Mr. 8 —dijo la mujer, burlándose abiertamente de Vivi.
—¿¡Qué le has hecho a Igaram!? —gritó Vivi, furiosa, apretando los puños y mordiéndose el labio por la rabia.
—Antes de decir nada… ¡¿Qué coño haces en nuestro barco?! —bramó Lucy, molesta y con el ceño fruncido.
—¡¿Qué haces aquí, Miss Domingo!? —gritó Vivi, fuera de sí.
—¿Miss Domingo? ¿Y con quién demonios hace pareja esa tía? —preguntó Nami, frunciendo el ceño.
—Es la pareja de Mr. 0… el jefe de Baroque Works. La seguimos durante semanas... gracias a eso descubrí su identidad —explicó Vivi con una seriedad helada.
—Oh, en realidad… fui yo quien te dejó seguirme. —se burló Miss Domingo con una sonrisa desdeñosa.
—Ey… es una buena chica. —comentó Lucy con tono confundido, sintiendo una vibra muy extraña de aquella mujer.
—Lo sabía… Y después informaste al jefe de que sabíamos su identidad, ¿verdad? —espetó Vivi, con la voz cargada de rabia.
—Oooooh… así que era una chica mala. —murmuró Lucy, inflando los mofletes de rabia.
—¿Qué intentas conseguir...? —preguntó Vivi, frustrada.
—Mmm… estabas tan seria… Tuve que cooperar. Es tan ridículo... —rió Miss Domingo, llevándose una mano al pecho—. Una princesa que cree que puede enfrentarse a Baroque Works… y salvar su país. Qué cuento tan bonito.
—¡CÁLLATE LA BOCA! —gritó Vivi, apretando los dientes mientras los recuerdos de Igaram le pesaban en el pecho como piedras.
Sanji y Usopp, que hasta ahora estaban desconcertados, se colocaron junto a Vivi. Sanji sacó su pistola. Usopp tensó su tirachinas. Zoro desenvainó su espada hasta la mitad.
—Oye, Sanji, ¿tú sabes lo que está pasando? —susurró Usopp, sudando frío.
—No tengo ni idea… —respondió Sanji, serio pero desconcertado—. Solo sé que nuestra querida Miss Wednesday está en peligro.
—¿Queréis dejar de apuntarme con esas armas tan peligrosas? —preguntó Miss Domingo con calma.
Y sin moverse, hizo que Sanji y Usopp salieran volando por los aires, desarmando también a Nami con una onda invisible. Todos quedaron boquiabiertos.
—¡No fastidies! —exclamó Zoro, sorprendido—. ¡Tiene poderes de una Fruta del Diablo!
—¡Woohooo! —gritó Lucy, asombrada—. ¡Eso ha sido flipante!
—Tiene el poder del diablo… —dijo Vivi con el rostro pálido—. Es una usuaria…
—¿Qué fruta del diablo comió? —preguntó Nami, curiosa e inquieta por el tipo de habilidad.
Mientras todos intentaban recomponerse, Sanji se incorporó en cubierta, miró fijamente a Miss Domingo… y quedó embobado.
—Ostias… Ahora que te veo de cerca… eres una mujer increíblemente guapa…
Miss Domingo sonrió levemente, con una mezcla de burla y elegancia.
—Mmmf… Venga ya, no corráis tanto. No tengo ninguna misión aquí. Aún no hay motivo para enfrentarme a vosotros —dijo con calma. Con sus poderes,cogio el sombrero de Lucy y lo sostuvo entre sus dedos.
—Y tú debes de ser… la famosa capitana pirata del Sombrero de Paja: Lucy D. Monkey.
—¡Devuélveme mi sombrero, si no quieres que te dé una buena ostia! —vociferó Lucy, furiosa, con el ceño fruncido.
—He decidido que es una enemiga. ¡Tenemos que echarla del barco antes de que cause más problemas! —advirtió Usopp, mientras se asomaba nervioso desde detrás del mástil.
—Estáis muy equivocados... —dijo miss domingo,con un tono burlon—. ¿Salvar a una reina perseguida por Baroque Works? Una decisión temeraria. Y la reina... tiene muy mala suerte de encontrarse con tan pocos piratas dispuestos a protegerla —añadió Miss Domingo con una sonrisa sarcástica—. Pero lo peor no es eso... Lo peor es el próximo destino de vuestro Log Pose. ¿Me escuchas, pequeña reina?
Todos quedaron en silencio.
—La próxima isla es... Little Garden. Si ponéis un pie ahí, podéis olvidaros de llegar a Arabasta. Seréis derrotados antes de avanzar un paso más.
—¡No! ¡Devuélveme mi sombrero! —insistió Lucy, apuntando con el dedo, totalmente ajena al peligro inminente.
—¡Me cago en todo! ¡Encima nos amenazan! —gritó Usopp, temblando mientras seguía oculto.
—No te pongas histérico ahora —dijo Zoro con tranquilidad, apoyado contra el mástil con los brazos cruzados.
Miss Domingo soltó una carcajada suave, como si todo le resultara un juego.
—¿No encontráis todo esto una estupidez? ¿Morir por nada? —dijo mientras extendía la mano—. Aquí tenéis. —Con sus poderes, hizo flotar hasta Vivi un objeto brillante—. Un Log Pose eterno.
—¿Una brújula eterna...? —murmuró Vivi, mirando con sorpresa el artefacto en sus manos.
—Con él podréis evitar Little Garden. Hay una isla deshabitada justo después, camino directo a Arabasta. Y si seguís esa ruta, nuestros agentes no os encontrarán… Porque ni siquiera ellos saben de su existencia —explicó Miss Domingo con una sonrisa enigmática.
—Hmm… ¿Así que esta chica es una buena persona? —preguntó Nami, desconcertada.
—¿Por qué nos das esto? —exigió saber Vivi, apretando el Log Pose eterno con fuerza.
—Es una trampa —intervino Zoro sin dudar.
—¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó Miss Domingo, de pronto mucho más seria.
Vivi dudó, mirando la brújula en sus manos. ¿Qué debo hacer...? ¿Aceptar esto...? ¿Confiar...? Pero antes de que pudiera reaccionar...
—Mira, me da igual. —Lucy se acercó, le arrancó el Log Pose a Vivi... y lo aplastó con fuerza contra la cubierta.
—¡¡¡IDIOTAAA!!! —gritó Nami, furiosa, y le dio una patada a Lucy que la mandó al suelo—. ¡¿No ves que nos estaba ofreciendo un camino fácil?! ¡¿Y si de verdad era una aliada?! ¿¡Qué te pasa por la cabeza!?
—¡No tiene ningún derecho a decidir el rumbo del barco sin consultar a nadie! —protestó Lucy desde el suelo, mirando hacia otro lado con el ceño fruncido.
Miss Domingo la observó en silencio... y sonrió, sorprendida.
—Bien. Perdona, chica. —dijo, casi con respeto.
—Mira... No me cae bien. Se cargó a ese tipo divertido de antes —dijo Lucy, encogiéndose de hombros mientras se sentaba. Sabía que Nami la iba a regañar, pero sentía que debía explicarse.
—Pues a mí no me desagradan las personas valientes —replicó Miss Domingo, girándose para marcharse—. Ya nos veremos... si conseguís sobrevivir.
—¡Y tanto que nos veremos! —masculló Lucy, molesta.
—¡Vámonos, Banchi! —ordenó Miss Domingo mientras saltaba del barco y aterrizaba sobre una gigantesca criatura marina.
—¿Eh...? ¿Eso es un animal? —dijo Usopp, asomándose con los ojos abiertos de par en par.
—¡Ostias... es una tortuga gigante! —exclamaron todos al unísono, incrédulos ante el tamaño de la criatura.
—¡Una tortuga gigante! —repitió Lucy, ahora sí impresionada.
—Ay, señor... No entiendo nada —suspiró Vivi, cayendo de rodillas agotada.
—Pues no pierdes tiempo pensando, al menos —dijo Nami mientras le acariciaba el hombro para calmarla.
—Aquí tenemos a alguien que no piensa nunca —añadió Zoro desde la escalera, con una sonrisa sarcástica.
—¡Ey! ¿Alguien puede explicarme qué está pasando? ¡Porque yo no me he enterado de nada! —exclamó Usopp, completamente confundido.
—¡Aaah! ¡La señorita Wednesday está con nosotros otra vez! —exclamó Sanji, con corazones en los ojos, acercándose a Vivi con aire de galán.
—¿¡Ostias!? ¿¡Tenemos un pato a bordo!? —gritó Usopp, al ver a Karoo caminando tranquilamente por la cubierta—. ¡¡Pero eso no es lo importante!! ¿¡Me puede alguien explicar qué acaba de pasar!?
Un rato después…
—Ahora lo entiendo todo... Lo siento mucho por haberme quedado dormido en medio del caos —dijo Sanji, algo avergonzado—. Pero veo que todavía puedo jugar un papel importante en esta historia.
Miró a Vivi con una expresión decidida.
—No te preocupes, princesa... Porque yo, el caballero durmiente, ya he despertado. ¡Y juro protegerte con mi vida!
—Ahahahah… Prefiero que volver a dormirme —suspiró Usopp, temblando de miedo ante el futuro que les esperaba.
—Escuchad... ¿De verdad puedo quedarme en el barco con vosotros? —preguntó Vivi, con una mezcla de duda y esperanza en la voz—. Hasta ahora he sido más una carga que una ayuda...
—¡¿Pero qué preguntas haces?! —la regañó Nami, mientras le daba un pequeño golpe en la frente con el dedo—. ¡Ya es tarde para lamentarte! Si no querías molestarnos, no tendrías que haber aceptado venir desde el principio.
—P-perdonad... —murmuró Vivi, bajando la cabeza, a punto de llorar.
—¿La acompañamos, Lucy? —preguntó Nami, girándose hacia su capitana con una sonrisa divertida.
—¡Ahahahaa, yo tengo hambre! —exclamó Lucy con los brazos en alto, ignorando por completo el ambiente tenso.
—¿No dice nada...? —dijo Vivi, sorprendida por la actitud despreocupada de Lucy.
—¿Ya hemos escogido nuestro próximo destino? —preguntó Zoro, apoyado contra la barandilla, sin mucho interés.
—Sí, Little Garden —respondió Sanji con una sonrisa confiada, encendiendo un cigarrillo.
—¿Sabéis si es un lugar seguro...? —intervino Usopp, que ya empezaba a palidecer ante la idea de otro lugar desconocido y peligroso.
—No lo sé... ¡pero iremos igualmente! —gritó Lucy alegremente, mientras el viento agitaba su sombrero.
El barco seguía su rumbo, cruzando las aguas en dirección a su próxima aventura: la misteriosa y peligrosa isla de Little Garden
Chapter Text
Mientras el Going Merry viajaba hacia su próximo destino...
—Ah, ya se ha parado el viento —dijo Nami, al notar cómo el aire había cesado—. Yo que quería ir deprisa hacia Little Garden... Tendremos que esperar a que vuelva a soplar el viento.
—Sí, pero mientras esperamos, el tiempo pasa —comentó Vivi, algo preocupada por la situación de su país.
—No seas tan impaciente. Ya sé que tienes que volver a Arabasta tan pronto como puedas, pero hacemos lo que podemos, ¿eh? —respondió Nami, intentando tranquilizar a Vivi mientras le tocaba el hombro.
—Hey, ¿va a nevar? —preguntó Lucy, ilusionada de que volviera a nevar otra vez.
—Bueno, no es que nunca nieve aquí —respondió Vivi—, pero el primer tramo del océano es especial.
Los siete campos magnéticos que se extienden desde la Reverse Mountain lo cambian todo.
—Así que no bajéis la guardia —advirtió, con un tono serio—. Es raro tener viajes tan violentos como el último, pero recordad esto... Este mar es más difícil de atravesar que cualquier otro océano.
La regla de oro aquí es esta: no subestimes al mar —concluyó con firmeza.
—Hey, idiotas, ¿queréis probar mi bebida especial? —preguntó Sanji, que acababa de salir de la cocina con una bandeja en la mano llena de bebidas refrescantes.
-—¡YEahhhhh! —gritaron todos, disfrutando del sol, incluso el pato.
—¿Puedes creerlo? No les importa nada —señaló Vivi, molesta con el grupo.
—¿Acaso importa? —respondió Nami con tranquilidad—. Saben lo que hacen. Cuando el clima no es bueno... no quieren morir. Como tú.
—Bueno, supongo... —suspiró Vivi, mientras Nami le entregaba una copa —Pero parecen totalmente despreocupados —añadió, sin entender cómo podían estar tan relajados, mientras observaba al resto del grupo descansando al sol y bebiendo la bebida que les preparo sanji
—¡Whoa! Mira la boca de este pato, ¿te gusta? Está bebiendo la bebida —dijo Sanji, agachado, mientras observaba cómo el pato disfrutaba de la bebida que había preparado.
-—Hey, Usopp, inventa algo molón para pescar —comentó Lucy, con cara de aburrimiento, mientras bebía.
-—Oooh, pescar... buena idea —apoyó Zoro la sugerencia de Lucy, mientras también bebía, sentado a su lado junto al resto del grupo.
—Tus preocupaciones desaparecerán. Este barco es así —animó Nami a Vivi, intentando tranquilizarla.
-—Sí... parece muy agradable —murmuró Vivi, mientras se apoyaba en el borde del barco y sentía cómo el aire le acariciaba el rostro.
—¡Mirad todos, un delfín! —anunció Sanji con entusiasmo, acomodándose en el borde del barco con una copa en la mano, sin apartar la vista del animal que saltaba entre las olas.
—¡Wow! —exclamó Lucy, radiante de alegría al ver un animal tan hermoso.
—¡Vaya, es tan bonito! —clamó Nami, con los ojos brillando de emoción.
Pero de repente el delfin salto y se vio que era enorme
- es gigantesco - exclamaron todos viendo al delfin gigante que se dirigia a ellos
- sálvese quien pueda - dijo lucy con una sonrisa en la cara mientras se preparaba para ayudar en el barco
—¡Sí, capitán! —respondió Zoro con energía, mientras toda la tripulación se ponía en marcha.
Nami corrió al timón para ajustar el rumbo, Usopp y Sanji aseguraron las velas, y Lucy fue a reforzar las cuerdas. Todos trabajaban en equipo, listos para aprovechar las enormes olas que el delfín gigante estaba a punto de causar.
El mar se agitó de repente. El gigantesco delfín golpeó el agua con su enorme cuerpo al sumergirse, levantando una ola colosal que se acercaba con fuerza hacia el Going Merry.
—¡Aquí viene! —gritó Nami, con firmeza en la voz mientras giraba el timón.
El barco crujió, el viento volvió a soplar con fuerza y, justo en el momento en que la ola los alcanzó, el Going Merry se elevó sobre el agua.
—¡venga chicos a aprovechad la oleada! —ordeno Lucy toda contenta
Entonces sucedió: la ola los impulsó con una potencia increíble. El Merry surfeó sobre la cresta como si fuera parte del mar mismo. Todo temblaba, pero la tripulación mantenía el control. La nave avanzaba a una velocidad que no habían conseguido en días
—Nami, ¿Qué rumbo hay que coger? —preguntó Lucy, de pie junto al mástil, mirándola con curiosidad
—Un momento, ahora lo miro —respondió Nami, concentrada mientras consultaba el log pose con atención.
Tras unos segundos, Nami levantó la vista y señaló hacia la izquierda del barco.
—Hay que girar a babor —indicó con firmeza, volviendo a guardar el log pose en su muñeca.
—¡Vamos! —exclamaron todos al unísono, mientras giraban el timón y el barco comenzaba a avanzar con decisión.
-—Tiene que ser aquí... Es el lugar al que apunta desde que salimos de la Isla Cactus —murmuró Nami, mirando fijamente su log pose con el ceño fruncido.
Después de unos segundos en silencio, alzó la mano y señaló hacia la niebla que cubría el horizonte.
—Ya hemos llegado —dijo en voz alta, mientras una silueta gigantesca comenzaba a dibujarse a lo lejos: una isla cubierta de vegetación salvaje, con montañas extrañas y un ambiente misterioso.
-—¡Shishishii, viva! ¡Una isla! —exclamó Lucy emocionada, sentada en la proa mientras veía cómo se acercaban cada vez más a tierra firme. - que bien, ya estamos en nuestra segunda isla de la grand line
barco navegaba lentamente por un ancho y serpenteante río que cruzaba la espesa jungla de la isla, rodeado de altos árboles exóticos y criaturas desconocidas que se escondían entre la vegetación.
—¡Compañeros, ya estamos en Little Garden! —señaló Lucy emocionada, mientras miraba a su alrededor con los ojos brillantes de entusiasmo.
—Pues de pequeño no tiene nada, ¿verdad? —preguntó Zoro, al ver que la isla era gigantesca y no entendía por qué la llamaban "pequeña".
—No, parece bastante grande… Mucho más grande de lo que pensaba, chicos —respondió Nami, observando con asombro lo inmensa que era la isla.
—Sí... es una región totalmente inexplorada... una jungla que solamente crece y crece... —dijo Usopp con la voz temblorosa, mientras su rostro empezaba a palidecer.
Sus palabras se quebraban ligeramente por el miedo, y su cuerpo comenzó a temblar de forma visible. Dio un paso atrás sobre la cubierta, como si al alejarse unos centímetros creyera que eso también lo alejaba de la isla que tenía frente a él.
—Más bien, tenemos que ir con cuidado... —dijo Vivi con una voz cargada de tristeza, melancólica y suave, como si cada palabra pesara—. Recuerdo lo que dijo Miss Domingo…
Tras hablar, bajó la mirada con una expresión sombría. Acariciaba lentamente a su pato, como buscando consuelo en su compañía. Había una sombra de preocupación en su rostro, mientras el recuerdo de la advertencia de Miss Domingo se hacía cada vez más nítido en su mente.
—¡Ahahaha! ¿Y-y si hay un monstruo o a-alguna cosa así? —preguntó Usopp con un leve tartamudeo, mientras un escalofrío le recorría la espalda.
Su cuerpo temblaba visiblemente, y al hablar levantó los brazos en un gesto nervioso, como si intentara protegerse de algo imaginario.
—No lo sé —respondió Lucy con indiferencia, apoyando los brazos en el borde del barco mientras observaba la isla con curiosidad.
Su tono despreocupado contrastaba con el temor de Usopp; no parecía darle importancia al miedo que su compañero expresaba. En cambio, su mirada brillaba con entusiasmo, como si lo desconocido frente a ellos fuera simplemente una nueva aventura por descubrir.
—¿P-por qué no vamos a la próxima isla sin desembarcar? —sugirió Usopp en un intento desesperado por llamar la atención de todos, mientras escupía saliva de los nervios.
Lo dijo con un tono ansioso y suplicante, claramente intentando convencer al grupo de evitar poner un pie en tierra. Su mirada iba de un compañero a otro, esperando que alguno apoyara su propuesta.
—¡Hombre, porque primero se tiene que grabar el Log Pose! —exclamó Nami con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, claramente molesta por la idea absurda de Usopp.
Lo dijo con un tono firme e impaciente, mientras mantenía las manos en las caderas y lo miraba como si acabara de decir la tontería más grande del día.
—Y tenemos que cargar el barco de provisiones para el viaje. En la última isla no pude coger nada —dijo Sanji con los brazos cruzados, mirando a Usopp con seriedad.
Habló en un tono calmado pero firme, dejando claro que no había opción: debían bajar a la isla, les gustara o no.
—¡Mirad esto! Estas plantas no las he visto en ningún libro —exclamó Nami con asombro, mientras giraba sobre sí misma para observar la vegetación gigantesca que la rodeaba. Sus ojos brillaban de curiosidad, pero también con una ligera inquietud.
A su alrededor, hojas enormes como alas de dragón se mecían con el viento, y tallos gruesos como árboles salían del suelo sin orden alguno. Todo parecía sacado de un mundo completamente desconocido.
De pronto, un chillido agudo rasgó el aire:
¡KRAAAH! —el grito de un ave gigantesca resonó por la selva.
—¡Aaah! —gritó Nami, sobresaltada.
Su cuerpo se tensó al instante. Llevó ambas manos a los oídos, agachándose ligeramente mientras un escalofrío le recorría la espalda.
—¿Qué... qué ha sido eso...? —murmuró con la voz temblorosa, claramente asustada.
—Nami-san es tan mona... —murmuró Sanji, con las mejillas sonrojadas al ver a Nami aún temblando del susto, mientras él la observaba como si el mundo se hubiese detenido a su alrededor.
Se inclinó levemente hacia ella, intentando calmarla.
—Tranquila, seguro que solo es algún tipo de pájaro antiguo. Y esto debe de ser una jungla prehistórica —añadió con su típica sonrisa encantadora.
De pronto, el batir de unas alas enormes resonó en el cielo, acompañado por ráfagas de viento. El sonido era grave y poderoso, como si una criatura gigantesca se acercara planeando por el aire.
—¿Un lagarto? —preguntó Lucy, con los ojos bien abiertos, mientras señalaba hacia el cielo.
Desde los cielos, descendía una criatura extraña: tenía el cuerpo cubierto de escamas verdes, alas emplumadas de color oscuro y una larga cola con plumas al final. Su cabeza parecía la de un ave... pero sus patas eran claramente de reptil.
Booooommmmm
-¿O... oirías ese sonido en una jungla normal? —murmuró Nami, todavía asustada, con la mirada fija en el lugar de donde provenía aquel extraño ruido.
—¿No ha sonado como... como un volcán en erupción? —sugirió Usopp, apretando los ojos con fuerza mientras temblaba ligeramente.
De repente, algo se movió en tierra firme, claramente visible desde el barco de los Sombrero de Paja.
¡GRRAAAWR!
Un tigre colosal emergió de la selva, rugiendo con una fuerza que estremeció hasta la cubierta del barco.
—¡¿Un tigre?! —gimió Nami, incrédula, mientras se agachaba rápidamente y se escondía detrás del borde del barco.
—¡Ahahaha! ¡Qué grande es! —soltó Usopp, con la voz entrecortada por el miedo, llevando ambas manos a los lados de su rostro.
Tanto Nami como Usopp retrocedieron a toda prisa, arrastrándose hasta el otro lado del barco para alejarse del borde.
—Oh... vaya —murmuró Lucy, sorprendido al ver cómo el tigre caía de golpe.
El animal yacía inmóvil, vencido, tumbado en un charco de sangre.
—¿Qué? ¿¡Qué carajos le ha pasado!? Esto no es normal. ¡Definitivamente no es normal! ¿Por qué el rey de la selva está desmayado... y cubierto de sangre? —exclamó Nami, alterada, respirando con dificultad, claramente sin ninguna intención de poner un pie en esa isla.
—No. No vamos a bajar del barco —añadió Usopp con firmeza, asintiendo con los brazos cruzados, mientras el sudor le resbalaba por la frente.
—Nos quedaremos aquí... sentados... esperaremos a que el Log Pose se calibre... y nos iremos. Tenemos que llegar a Arabasta rápido, por supuesto— —Nami se detuvo, tragando saliva, con los labios apretados y el miedo reflejado en los ojos—. No pienso bajar. No... no en esta isla.
El barco ancló suavemente cerca de la desembocadura del río. Las aguas eran tranquilas, pero la selva que las rodeaba vibraba con sonidos desconocidos: chillidos, zumbidos... y algo que parecía rugir muy, muy lejos.
Lucy, la capitana del barco, no podía contenerse. Tenía los puños apretados de emoción, los ojos brillando como soles y una sonrisa enorme que dejaba ver todos sus dientes.
—¡Sanji, fiambrera! —ordenó con voz alegre, dando un salto desde la barandilla mientras agitaba los brazos con entusiasmo.
Sanji, que estaba apoyado con elegancia junto a las provisiones, dejó escapar una bocanada de humo y ladeó la cabeza, confundido.
—¿Una fiambrera, Lucy-chan? —repitió con preocupación, quitándose el cigarrillo de los labios.
Lucy asintió con energía desbordante.
—¡Claro! ¡Una fiambrera pirata! Huelo aventuras —exclamó entre risas, mientras daba vueltas sobre sí misma, como una niña pequeña lista para correr a jugar.
Sanji suspiró, aunque una pequeña sonrisa se le escapó. No había forma de detener esa energía salvaje.
Nami se interpuso en el camino de lucy
—¡Ahahaha! ¡Espera un momento! ¿A dónde crees que vas ahora? —espetó Nami, frunciendo el ceño, con las manos firmemente apoyadas en las caderas.
—¡Aventura~! —respondió Lucy con una risa estrellada, sus ojos resplandeciendo literalmente con estrellitas que parecían salírsele de la cara de la emoción. ¿ quieres venir?
—No puedo detenerla. Ya está emocionada —pensó para sí misma Nami mientras lloraba.
—Vamos, Sanji, la fiambrera —exigió Lucy emocionada, mientras movía los brazos para mostrar que tenía prisa.
—Tranquila, Lucy channnn, espera un momento, haré tu comida deliciosa —dijo Sanji mientras se dirigía a la cocina para prepararle algo.
—¿Hey lucy , que puedo ir contigo a la jungla? —preguntó de repente Vivi.
—y tanto que si, venga, ven conmigo que sera divertido —asintió Lucy emocionada.
—No me digas que vas a ir con lucy —preguntó Nami, algo sorprendida porque Vivi quería salir junto a Lucy.
—Sí... si me pongo a pensar, solo conseguiré deprimirme, así que voy a divertirme hasta que se cargue el log pose —dijo Vivi con decisión.- nos llevamos a karoo
—No puedes ir a la jungla, para ti es demasiado peligroso, ¿no lo entiendes? —advirtió Nami, insistiendo para que Vivi no se fuera a la isla.
—Nami, no te preocupes, iré con Karoo —señaló Vivi, para que Nami se tranquilizara.
—Estás tan sorprendido que no puedes decir nada —dijo Nami, observando cómo el pato se quedó de piedra—. No sé ni cómo vas a protegerla del peligro.
El pato apenas reaccionaba, con los ojos abiertos de par en par.
Sanji, sonriendo con confianza, miró hacia Vivi y dijo:
—¿Así que también tengo que hacer una fiambrera para ti, verdad?
Vivi asintió y añadió con una sonrisa:
—Sí, y ¿podrías preparar algo de bebida para Karoo, por favor?
Sanji se rió y respondió con entusiasmo: - —Y tanto que sí, enseguida lo haré.
Después de un rato, Sanji terminó de cocinar y guardó todo en una mochila. Se la entregó a Lucy, quien rápidamente la colgó de su espada. Luego, le dio a Karoo una cantimplora para que pudiera beber.
—Aquí lo tenéis: dos comidas de piratas y una bebida especial para Karoo. Os lo he puesto todo dentro —explicó Sanji alegremente mientras fumaba, con una sonrisa en los labios.
—Muchas gracias —agradeció Lucy mientras saltaba del barco para pisar tierra. A su lado, Vivi hizo lo mismo, montando sobre Karoo con agilidad.
- adiós, hasta luego - se despidió vivi de ellos mientras se iba con lucy
- vámonos - exclamo lucy contenta mientras daba grandes zancadas de alegría
- es demasiado valiente, la miss Wednesday - dijo usopp sorprendido por lo valiente que es vivi mientras estaba de brazos cruzado de brazos
- si es demasiado valiente por meterse dentro de territorio enemigo - comento nami perpleja con las manos en la cadera y veía como lucy y vivi se iban
Mientras tanto, Zoro bajaba por las escaleras del barco, estirando el cuello hasta hacerlo crujir. Estaba listo para marcharse.
—Bueno, yo también tengo algo de tiempo libre. Voy a dar un paseo —dijo con calma, mientras ajustaba sus espadas al cinto y saltaba del barco para pisar tierra.
- oh, hey zoro,un momento - dijo sanji mientras se acercaba al borde del barco para hablar con zoro que se giro para mirarlo- escucha, no tenemos mucha comida para todos, caza algun animal comestible que encuentres por ahí
—Sí, entendido. Pienso traerte uno tan grande que no podrías cargarlo tú solo, escuálido —se burló Zoro de Sanji mientras se alejaba para cazar un animal grande.
– Quédate donde estás – gritó Sanji furioso por las palabras de zoro
-—Estoy seguro de que cazaré una más grande que la tuya. ¿No me crees? Pues ahora mismo te lo demostraré —retó Sanji a Zoro, mientras ponía un pie en el borde con el ceño fruncido y una mirada desafiante.
—Eso es imposible —respondió Zoro, enfadado, clavando los ojos en Sanji.
Ambos se miraron con tanta intensidad que parecía que salían relámpagos entre ellos.
-—Haremos una prueba —dijo Sanji con una sonrisa desafiante, justo antes de saltar del barco y aterrizar junto a Zoro—. A ver cuántos kilos pesa cada bestia que capturemos. El que traiga la más grande, gana. ¿Te parece justo?
Zoro lo miró de reojo, cruzando los brazos, con una expresión de fastidio.
—¿Kilos? Para mí no serán kilos... serán toneladas —gruñó con arrogancia, frunciendo el ceño—. No pienso perder contra un cocinero flacucho como tú.
—Guarda tu arrogancia para después de la prueba —señaló Sanji, mientras se apartaba hacia otro rumbo, distinto al que había tomado Zoro, en busca de alguna bestia que cazar.
—Ja, eso ya lo veremos —exclamó Zoro, tomando también un camino diferente, negándose a seguir los pasos de Sanji.
—Ostias tú… esa pareja no hay quien la entienda, son la repera —murmuró Nami, entre sollozos, sentada en la cubierta tras haber sido abandonada con Usopp.
—Sé perfectamente cómo te sientes, no llores, estoy contigo —dijo Usopp, también llorando mientras intentaba consolar a Nami, sentado a su lado en la cubierta.
Nami y Usopp, que seguían sentados en la cubierta del barco, escuchaban los extraños sonidos de la selva cercana: rugidos lejanos, crujidos de ramas, chillidos de aves desconocidas. El calor era pegajoso y la tensión no hacía más que aumentar.
Nami, con los ojos cerrados, intentaba concentrarse para no explotar, pero de repente, un crujido más fuerte que los anteriores la sobresaltó. Abrió los ojos bruscamente.
—¿Eh?
—No es nada... —balbuceó Usopp, con la voz temblorosa, tratando de parecer valiente aunque las lágrimas seguían corriéndole por la cara—. Solo... la selva, ya sabes...
—¡Calla! ¡Ya lo sé todo eso! —vociferó Nami, alterada por los nervios, y luego suspiró intentando tranquilizarse.
—Mmm... Hey, espera un segundo... —murmuró Nami, poniéndose de pie de golpe. Sin perder tiempo, caminó a paso firme hacia la biblioteca del barco.
—¿Nami? —exclamó Usopp, algo confundido, siguiéndola con la mirada y luego corriendo tras ella.
—Este no... este tampoco... —susurraba Nami mientras revisaba rápidamente los estantes, hojeando uno a uno los libros en busca de algo específico.
—Oye, Nami, ¿se puede saber qué estás buscando? —preguntó Usopp, que ya la había alcanzado, rascándose la cabeza con desconcierto.
—Recuerdo que leí algo... algo sobre Little Garden —respondió Nami sin apartar la vista de los libros. Finalmente, tomó uno con decisión, lo abrió y comenzó a leer por encima con rapidez
Con lucy y vivi
Lucy corría a toda velocidad por entre la vegetación espesa, con su capa ondeando al viento. A unos metros detrás, Vivi la seguía montada sobre Karoo, esforzándose por alcanzarla.
De pronto, Lucy frenó en seco al llegar a un río de aguas oscuras y tranquilas.
—¿Lucy? —preguntó Vivi, perpleja, tirando suavemente de las riendas de Karoo al ver que su compañera se había detenido tan de repente.
-—Hay algo aquí... se parece a un calamar —comentó Lucy mientras recogía el extraño animal del rio.
Vivi bajó de su montura y se acercó con curiosidad para observarlo más de cerca.
—Mira —dijo Lucy, entregándole el animal con una sonrisa entusiasta.
—¡Parece un ammonite! —exclamó Vivi, sorprendida por la criatura.
—Es como un calamar caracol —añadió Lucy, sonriendo, emocionada por lo extraordinario del hallazgo.
De repente, se escucharon unas pisadas fuertes. Karoo y Vivi parecían asustados, mientras Lucy mantenía la calma.
Lucy corrió hacia el lugar de donde provenía el ruido y, al mirar hacia arriba, se sorprendió al ver a un animal con un cuello muy largo.
—¡Ostras! ¿Qué hace un animal acuático en tierra firme? —preguntó Lucy, asombrada ante la extraña criatura.
—Quack, quack —dijo Karoo, también sorprendido y temblando de miedo.
—¡Eso es un dinosaurio! —exclamó Vivi, sorprendida de ver algo que creía extinto.
—¿Un dinosaurio? —preguntó Lucy, emocionada por la posibilidad de ver uno vivo.
—Ahora esta isla tiene sentido —explicó Vivi, alarmada por el lugar donde habían llegado—. si no me equivoco, estamos en una isla prehistórica. Lucy, mira, navegar por la Grand Line es complicado; no hay suficiente intercambio entre las islas, y por eso en cada una puede haber un tipo distinto de civilización Algunas islas tienen tecnología increíblemente avanzada, mientras que otras no han evolucionado nada durante milenios, como esta. Además, debido a las peculiares condiciones climáticas de la Grand Line, incluso aquí los dinosaurios han sobrevivido hasta nuestros días.
Lucy asintió, y de repente se transformó. Le entregó la mochila a Vivi y dijo:
—Toma esto.
—¡Qué divertido! —dijo Lucy, transformándose en Mew y volando hacia el dinosaurio, mientras dejaba la mochila con comida a cargo de Vivi.
—¡Lucy! ¡No vueles! —vociferó Vivi, furiosa y preocupada al ver que Lucy se elevaba en el aire, acercándose sin miedo al enorme dinosaurio.
En el barco, Nami por fin salió de la habitación donde había estado revisando la biblioteca. Con un libro apretado contra el pecho, corrió hacia Usopp, que estaba apoyado en el borde del barco, observando la isla con atención.
—¡Usopp, escucha! —exclamó Nami, tratando de llamar su atención—. Encontré algo terrible en este lugar...
Pero antes de que pudiera terminar su explicación, un retumbar sordo sacudió el suelo bajo sus pies. Unos pasos pesados hicieron vibrar el barco ligeramente. Nami y Usopp alzaron la vista justo a tiempo para ver una enorme silueta acercarse desde el interior de la selva.
Un gigante, de más de veinte metros de altura, salió caminando entre los árboles, abriéndose paso con facilidad a través de la espesa vegetación. Se detuvo a pocos metros de la costa, pisando firme sobre la tierra, con una expresión tranquila pero imponente.
Nami y Usopp lo miraron boquiabiertos… y gritaron al unísono.
Con Sanji...
Sanji caminaba relajadamente por la selva, con un cigarrillo en la boca y las manos en los bolsillos, mientras buscaba algo que pudiera cazar para la comida del día.
—Mmm... algo con carne roja estaría bien... —murmuró para sí mismo.
De repente, un grito lejano le hizo detenerse en seco. Sus ojos se abrieron con preocupación.
—¿¡Eh!? ¿Ese grito no fue de Nami-san? —exclamó, girando rápidamente la cabeza en dirección al sonido. Antes de que pudiera moverse, un rugido retumbó detrás de él. Un dinosaurio irrumpió de entre los árboles, lanzándose sobre él con furia.
—¡Tch! No tengo tiempo para ti ahora... —gruñó Sanji, esquivando ágilmente el ataque.
Con Nami y Usopp...
Nami y Usopp estaban paralizados de miedo. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras observaban cómo un gigantesco ser emergía del bosque, rompiendo árboles como si fueran palillos. Cada paso del coloso hacía temblar la tierra bajo sus pies.
—¡Gababababababa! ¡Eh, vosotros dos! ¿Tenéis vino? —tronó el gigante con voz potente mientras se agachaba para observarlos de cerca, clavando sus ojos curiosos y brillantes en ellos.
—U-un poco... —respondió Nami, temblando como una hoja. Apenas podía sostenerse en pie del miedo, y las lágrimas corrían por sus mejillas. Nunca en su vida había estado tan cerca de un gigante.
Sin previo aviso, un rugido ensordecedor interrumpió el momento.
—¡Nraaaaagh! ¡Gyaaaah! —gritó el gigante, cuando un enorme dinosaurio surgió de entre los árboles y le mordió una pierna.
—¡U-un... dinosaurio! —gritaron Nami y Usopp al unísono, tan sorprendidos como aterrados. A pesar de las lágrimas, no podían apartar la vista.
Con un rugido de batalla, el gigante levantó su colosal hacha y, en un movimiento veloz y brutal, decapitó al dinosaurio con un solo tajo.
—¡Gyaaaaaaaah! —gritaron Nami y Usopp, ahora presos del pánico absoluto, convencidos de que serían los siguientes en caer bajo esa gigantesca arma.
Pero el coloso, en lugar de atacar, alzó su hacha ensangrentada con orgullo y se echó a reír.
—¡Yo soy el guerrero más fuerte de Elbaf! ¡Brogy! ¡Gababababababa! —bramó con fuerza, como si estuviera en medio de una celebración de victoria.- y ahora que tengo carne, puedo invitaros a comer conmigo
Al ver cómo el gigante decapitaba al dinosaurio de un solo golpe, Nami y Usopp entraron en pánico absoluto. Sin pensarlo dos veces, se tiraron al suelo y se hicieron los muertos, con los ojos cerrados y los cuerpos completamente inmóviles.
—¡Si no nos movemos, tal vez nos deje en paz! —susurró Usopp en un último suspiro antes de dejarse caer.
—Ni respires —le respondió Nami, temblando, mientras intentaba controlar sus lágrimas.
El gigante los observó con curiosidad. Se agachó lentamente, rascándose la cabeza con extrañeza.
—¡Hostias, qué buena vista hay aquí! Esta isla es genial —exclamó Lucy mientras se sentaba sobre la cabeza del dinosaurio y se maravillaba con el paisaje.
—Whoa, ¿también hay volcanes? Mira, hay un agujero allí —comentó Lucy, señalando con entusiasmo.
—Eso es peligroso, será mejor que no te acerques, te puede hacer daño —gritó Vivi, preocupada por Lucy.
—No te preocupes, este tío solo come plantas. Ni siquiera sabe que estoy aquí —explicó Lucy, demasiado emocionada y sin temer el peligro.
—Por cierto, hay un agujero gigante allí —añadió Lucy, indicando el lugar donde había visto el agujero.
Lucy estaba sentada sobre la cabeza del dinosaurio, tranquila y confiada. De repente, el dinosaurio abrió la boca lentamente y, de forma inesperada, Lucy, en su forma Mew, fue tragada por completo por el enorme herbívoro.
-—¡Ostias, pero si se ha comido a Lucy! —exclamó Vivi, asustada. Karoo también estaba aterrorizado al ver cómo el dinosaurio devoraba a Lucy.
De repente, una figura colosal surgió de la nada y, con un movimiento preciso, decapitó al dinosaurio. Lucy, que se encontraba dentro del cuello del animal, deslizándose por él, fue sorprendida por un destello de luz. Al instante lucy comenzó a volar, pero su escape fue interrumpido cuando una mano gigantesca la atrapó en el aire.
—Gegyagyagya... Te he estado observando. Tienes mucha energía para ser una pequeña humana, aunque poseas las habilidades de una fruta del diablo. Hace tiempo que no recibo invitados —se rió el gigante.
—¡Eres gigante! —exclamó Lucy, volviendo a su forma humana y observando atentamente al enorme ser—. ¿Tú eres un humano?
—¿Qué? ¿Humano yo? ¿Qué dices, Geyaaaaa? —se rio el gigante, divertido por la actitud de Lucy—. Yo soy el guerrero más grande de Elbaf, Dorry —se presentó el gigante con una sonrisa, alzando al aire su arma.
—Es un gigante... Nunca había visto uno, aunque había escuchado rumores de que existían —murmuró Vivi, arrodillada y asustada ante la imponente figura.
El pato de Vivi, en cambio, se desmayó del susto al ver al gigante.
—Yo soy Monkey D. Lucy, una pirata —se presentó Lucy, emocionada por conocer a uno.
—¡Jajaja! ¿Un pirata? Pues muy bien, jajajaja —rio el gigante, sacudiendo la cabeza con diversión
—Venga, arriba, Karoo, vámonos de aquí ahora mismo —dijo Vivi mientras tocaba suavemente a su pato para despertarlo.
—Ellos son Vivi y Karoo —señaló Lucy hacia donde estaban—. Seguro que también estarán encantados de conocerte.
El gigante los miró y sonrió.
—Jajajaja, os invito a mi casa, venid, vamos —dijo amablemente, invitando a Lucy y Vivi a comer.
Mientras tanto, con Nami y Usopp...
—¡Gabababababa! —rio a carcajadas el enorme gigante Brogy, mientras dejaba frente a ellos un enorme trozo de carne asada—. ¡Ya está lista! Vamos, comed, es para vosotros.
Nami, sentada en un tronco junto a Usopp, lo miraba con una expresión pálida.
—Yo... creo que he perdido el apetito —murmuró, temblando ligeramente.
—Oye... mira ahí... —susurró Usopp, señalando discretamente hacia un rincón del campamento. A pocos metros, entre la hierba, se podían ver claramente unos huesos humanos blanqueados por el sol.
Estaba sudando a mares.
—Lo sé... lo sé... —repetía Nami una y otra vez, con voz baja, completamente paralizada por el miedo.
—¡Vamos, vamos! La carne de dinosaurio está deliciosa —insistió Brogy con una gran sonrisa, acercándoles aún más el pedazo de carne.
—Nos va a comer también... —pensó Usopp, soltando una lágrima del puro terror.
—Sí... suena como un gigante que ha estado esperando durante años a que aparecieran humanos... para devorarlos —pensó Nami, con los ojos vidriosos y abrazándose las piernas.
Ambos se miraron, trémulos.
—¡No queremos comer! —gritaron al unísono Usopp y Nami, creyendo sinceramente que esa sería la última vez que estarían con vida.
- —Brogy-san… ¿puedo hacerte una preguntita? —preguntó Nami, esforzándose por sonar valiente, aunque su voz temblaba un poco.
—¿Mmm? ¿Qué pasa, pequeña chica? —inquirió el gigante, mientras seguía comiendo con entusiasmo.
—¿C-cuánto tiempo tarda un Log Pose en calibrarse en esta isla...? —preguntó Nami, tratando de sonar casual, aunque por dentro estaba llena de ansiedad.
Brogy se detuvo un momento, mirándola con una sonrisa amplia, casi divertida.
—Un año —respondió finalmente, como si soltara una broma pesada.
—Así que… ¡poneos cómodos! —añadió entre carcajadas—. ¡Gabababababa!
Mientras tanto nami y usopp no podrían creer que el loge pose tardase tanto y se desmayaron en el mismo lugar
Con Lucy, Vivi y el gigante...
—¡Shishishi! ¡Esto está buenísimo, señor gigante! —exclamó Lucy con entusiasmo, sentada encima de un enorme trozo de carne mientras probaba por primera vez la carne de dinosaurio.
—¡Gegyagyagyagyaa! Esta fiambre pirata tampoco está nada mal —rio el gigante Dorry, sentado frente a ella, claramente encantado de tener compañía—. Aunque seas tan pequeña, comes con ganas. ¡Gyagagaga!
—¡Claro que está buena! Si hubieras dicho lo contrario, te habría pegado —dijo Lucy, inflando las mejillas con fingida molestia.
—¡Gyagagaga! Pero qué humano tan gracioso eres —comentó Dorry entre carcajadas, disfrutando del momento como si se tratara de una fiesta.
Karoo, que se había desmayado del susto, por fin despertó.
—Glup, glup, glup... —bebía agua a grandes tragos, aún temblando por los nervios.
—Como si fueran amigos de toda la vida... —comentó Vivi, perpleja al ver lo bien que se llevaban Lucy y el gigante, como si se conocieran desde siempre.
—Entonces... ¿vives solo aquí? ¿O hay algún pueblo cerca? —preguntó Lucy con curiosidad, mientras seguía comiendo con entusiasmo.
—Bueno... en realidad soy de un pueblo. Se llama Elbaf, una aldea de guerreros, en algún lugar de la Grand Line —explicó el gigante con una voz más serena, como si recordara tiempos lejanos—. Pero hay reglas en nuestro hogar. Por ejemplo, si comienzas una pelea dentro del pueblo, tú y tu oponente debéis continuarla en otro lugar... lejos de Elbaf.
Hizo una pausa, tomando aire antes de continuar:
—Nos regimos por el juicio de los dioses de Elbaf. Ellos protegen con su bendición divina al guerrero que actúa con justicia. Y al correcto... le permiten vivir. Yo causé problemas en el pueblo. Así que, otro guerrero y yo fuimos enviados a esta isla para resolverlo. Este lugar se convirtió en nuestro campo de batalla. Solo uno de los dos puede ganar... y vivir. Pero después de cien años... aún no hemos terminado. Gegyagyagyagya...
Lucy dejó de masticar por un instante, sorprendida.
—¿Habéis estado luchando durante cien años? —preguntó, con los ojos muy abiertos.
—No es nada sorprendente —respondió el gigante, encogiéndose de hombros—. Vivimos tres veces más que vosotros, pequeñas mierdecillas. Gegyagya...
Vivi, aún confundida, intervino:
—Aunque hayan vivido tanto… ¿no han podido detenerse en todo este tiempo? —preguntó Vivi, incapaz de comprender cómo podían sostener una batalla durante cien años—. ¿¡Realmente están intentando matarse!?
—¡Whoa, el volcán ha entrado en erupción! —exclamó Lucy, sorprendida al ver la gran columna de humo y fuego alzarse desde el cráter central.
—Bien, entonces... es hora de marcharse —dijo Dorry mientras se ponía de pie con calma. Su expresión se volvió seria y solemne—. Ya ni recuerdo cuándo decidimos esto, pero la erupción del volcán en el centro de la isla... es la señal. Es el inicio del combate.
Dorry tomó su enorme espada y la alzó con determinación.
—¡No…! ¿Cómo pueden seguir intentando matarse después de cien años? —gritó Vivi, furiosa e incrédula ante lo que oía—. ¡¿Qué razón tienen para eso?!
—¡Detente! No te metas —ordenó Lucy, cubriéndole la boca con la mano para evitar que interfiriera más.
—Exactamente... Es por orgullo —declaró Dorry, con una sonrisa grave y el pecho henchido, mientras el brillo del volcán se reflejaba en el acero de su arma.
Mientras tanto, con Nami y Usopp…
Brogy, que hasta ese momento reía junto a ellos, cambió repentinamente de expresión al escuchar la explosión. Sus ojos se tornaron serios y su cuerpo, tenso. Se levantó de inmediato y tomó su gigantesca hacha.
—Le cambió la mirada de repente… —pensó Usopp, sintiendo un escalofrío ante el cambio de actitud.
—Lo siento, chicos, pero debo irme —dijo Brogy con voz grave mientras se preparaba para partir.
—¿Te vas? —preguntó Nami, algo confundida—. ¿A dónde?
—La erupción del volcán es la señal... el llamado al duelo que sostengo desde hace cien años —respondió el gigante con solemnidad.
—¿Duelo? —repitió Nami, sin entender bien.
—¿Con quién? ¿Y por qué? —añadió Usopp, sintiendo una mezcla de temor y emoción.
—¿Por qué? Ya ni me acuerdo... ¡Gyagyagyagya! —rió Brogy con fuerza, sin mostrar rencor, pero sí una pasión inquebrantable—. Pero es nuestro deber, y no fallamos a nuestro orgullo.
En el Valle del Combate, frente al cráter ardiente...
Las tierras retumbaban bajo los pies de dos gigantes: Dorry y Brogy . El cielo mismo parecía contener el aliento mientras los dos guerreros levantaban sus armas, enormes y desgastadas por siglos de batalla. Sus gritos resonaban como truenos, y al chocar sus armas, el estruendo hizo que el suelo se partiera en grietas y rocas volaran como si fueran hojas. "Un viento feroz se levantó tras el impacto, barriendo el polvo y las ramas como si la isla respirara con furia."
Lucy observaba la escena con los ojos muy abiertos, esforzándose por mantenerse en pie mientras el viento generado por los gigantes la empujaba hacia atrás con fuerza. A su lado, Vivi se protegía el rostro con los brazos, resistiendo como podía la ráfaga desatada por los titanes, tan poderosa que parecía querer arrancarlas del suelo.
—¡Echo de menos nuestro hogar, Dorry! —bramó Brogy, alzando su hacha en alto, con nostalgia y furia en la mirada.
—¡Pues tras destruirte, volveré a Elbaf, Brogy! —respondió Dorry, con voz de trueno, blandiendo su espada con determinación.
Ambos se lanzaron al ataque como dos montañas en movimiento. Sus armas volvieron a chocar, y una onda de choque se extendió a su alrededor, derribando árboles y haciendo vibrar el aire. Dorry retrocedió un paso por la fuerza del impacto, pero pronto se impulsó hacia adelante, su espada silbando como un relámpago. Brogy esquivó el golpe con un salto sorprendente para su tamaño, y contraatacó, dejando caer su hacha justo en la cabeza de su rival.
El golpe resonó como una campana de guerra. Aunque el hacha impactó en el casco de Dorry, no lo atravesó. En respuesta, Dorry embistió con la frente, haciendo que Brogy tambaleara hacia atrás hasta estrellarse contra una roca, que se hizo añicos bajo su peso.
—¡Le ha dado en el casco... si lo hubiera alcanzado un poco más abajo, habría sido una muerte instantánea! —murmuró Usopp, con lágrimas en los ojos, aferrándose la cabeza, incapaz de apartar la mirada de aquella batalla titánica.
Brogy no se detuvo. Levantó de nuevo su hacha con un rugido salvaje, pero solo alcanzó a cortar algunos mechones de la barba de Dorry, quien se impulsó hacia atrás justo a tiempo. Sin perder el ritmo, Dorry avanzó con su escudo por delante e intentó empujar a su rival, pero Brogy detuvo el embate con su espada, y ambos comenzaron a forcejear, hombro contra hombro, sus cuerpos tensos como montañas vivientes.
—Madre mía… qué batalla… —dijo Usopp con voz trémula, sobrecogido—. ¡Es impresionante! Se están apuntando a puntos vitales sin dudarlo. ¡Dan todo en cada golpe!
Nami, más práctica, lo observaba incrédula.
—¿Y han estado tratando de matarse así durante cien años? —preguntó, perpleja—. Esto es absurdo... Pero bueno, si están ocupados, ¡podemos escapar! ¡Vámonos, Usopp! ¿Usopp?
Usopp ni siquiera escuchó. Su mirada seguía clavada en los gigantes. En su mente resonaban las palabras que uno de ellos había pronunciado antes de comenzar el duelo.
"¿La razón? Se me olvidó... Gabagaba..."
—Luchan así… y ni siquiera recuerdan por qué… —murmuró, más asombrado aún—. ¡Siguen peleando por orgullo, por historia... o por algo que ya no existe!
_ que lucha tan triste - dijo nami ya que no entendía nada de la pelea y lo que significaba
—¡Idiota! ¡Es una lucha de verdaderos hombres! —exclamó Usopp, sin apartar la mirada de la batalla, con los brazos cruzados y el rostro encendido por la emoción.
—¿Y qué se supone que significa eso? —preguntó Nami con curiosidad, intentando entender realmente lo que estaba ocurriendo ante sus ojos.
Usopp respiró hondo e intentó explicarlo de la forma más sencilla posible, para que Nami pudiera entenderlo:
—Veamos… esos dos llevan en el corazón una bandera llamada lucha. Esa bandera es más importante que sus propias vidas, ¿lo entiendes? —dijo con voz firme—. Es una verdadera y definitiva batalla entre guerreros.
—Bueno, da igual... ¡Vámonos de aquí! —dijo Nami con fastidio, desentendiéndose tanto de la explicación de Usopp como de la absurda pelea entre los gigantes.
Usopp, sin embargo, no se movió. Sus ojos estaban fijos en la batalla, donde los dos gigantes chocaban con una fuerza que hacía temblar el suelo. Permaneció en silencio unos segundos, con una expresión seria, poco común en él.
—No. Yo me voy a quedar —dijo finalmente, con firmeza.
Nami se giró sorprendida.
—¿Qué? ¿Por qué?
Usopp tragó saliva, con la mirada aún fija en la batalla.
—Esta... esta es la batalla de dos verdaderos guerreros del mar. Orgullosos, tercos, valientes. Luchan por su honor, no importa cuánto tiempo pase. Y eso... —hizo una pausa, apretando los puños—. Ese es el tipo de guerrero que quiero ser algún día.
—Mmm... ¿Así que quieres ser un gigante? —suspiró Nami, sentada en un tronco, aún confundida por la obsesión de Usopp con la pelea que se desarrollaba frente a ellos.
Usopp se dio la vuelta de golpe, visiblemente molesto. Dio un par de zancadas hacia ella, frunciendo el ceño.
—¿¡Me estabas escuchando siquiera!? —vociferó, indignado.
Parecía que su explicación había pasado completamente desapercibida para Nami, como si no hubiese entendido ni una palabra de lo que él intentaba expresar con tanto fervor.
—Si esos guerreros tienen un hogar... me encantaría visitarlo algún día —comentó Usopp con los ojos fijos en la batalla, lleno de asombro y entusiasmo. En su mente ya se dibujaba la imagen de la mítica Isla de los Gigantes, un lugar donde nacen guerreros como aquellos.
Frente a él, los dos gigantes se encararon con solemnidad. Sin pronunciar palabra, avanzaron con pasos firmes y chocaron en un empuje cuerpo a cuerpo, como dos luchadores de sumo en un duelo de orgullo ancestral. El impacto fue tan brutal que ambos terminaron perdiendo el equilibrio y cayeron al suelo, haciendo temblar la tierra.
Sin perder el ritmo, se incorporaron rápidamente. Levantaron sus enormes escudos y, al mismo tiempo, descargaron un puñetazo con el borde en la mejilla del otro. El golpe fue igualado, perfecto en sincronía y fuerza. Un empate más.
—¡73,466 combates! —exclamó uno.
—¡73,466 empates! —gritó el otro, como si fuera parte de un ritual ya conocido.
—¡Gababababa! Dorry, ¿sabes qué? Mis invitados me han traído cerveza —rió Brogy, con voz retumbante
—¡Gyagagagaga! ¡Muy bien, Brogy! —respondió Dorry con alegría, aún recuperando el aliento tras la intensa batalla—. Hace siglos que no tomo una buena bebida... ¡Dame un poco de esa bendición! ¡Gegyagyagyagyagya!
—Gegyagya... Ya veo. O sea que esos invitados tuyos forman parte de tu tripulación. He visto a un chico con la nariz larga y a una chica —dijo Dorry, dirigiéndose a Lucy y Vivi mientras sostenía tres botas de cerveza en una sola mano.
—Son Usopp y Nami. ¿Qué pasa con ellos? Recuerdo que dijeron que no bajarían del barco... Seguro que, en el fondo, también querían vivir aventuras —comentó Lucy con una sonrisa, orgullosa de sus compañeros.-—¡Achu! ¡Achu! —estornudó Lucy, sin poder dejar de hacerlo desde que terminó la batalla.
——Entonces, eso significa que este vino... ¡es vuestro! —exclamó Dorry con una amplia sonrisa, entusiasmado por disfrutar de un buen trago.
—Por cierto, Dorry-san... Cuando dijiste que el Log Pose tardaba un año en calibrarse... ¿era en serio? —preguntó Vivi, visiblemente preocupada al pensar que tendrían que esperar tanto tiempo.
—¿No has visto todos los huesos de pequeños humanos por aquí? Muchos de los que llegan a esta isla mueren antes de que el Log Pose se calibre. Algunos se convierten en comida de dinosaurio, otros mueren por el calor, el hambre... Algunos incluso intentan atacarnos. Todos acaban muertos. Supongo que un año en esta isla es demasiado para un humano —respondió Dorry con una sonrisa melancólica, recordando a todos los que habían pisado esa tierra antes que ellos.
—¿Y ahora qué? Aunque logremos resistir un año… si ha pasado tanto tiempo, ¿Quién sabe qué le habrá pasado a mi país? —dijo Vivi, temblando de preocupación mientras se llevaba las manos a la cabeza.
—¡Achu, achu! —estornudó Lucy por enésima vez—. Uf… un año suena aburrido. ¿No hay otra forma, compañero?
—Tenemos una Eternal Pose… pero apunta hacia nuestro pueblo, Elbaf. Básicamente, luchamos por decidir quién la usará. ¿Quieres intentar quitárnosla? —preguntó Dorry mientras bebía de una de sus botas de vino con una sonrisa desafiante.
—¡Achu, achu! Nah, ahí no es a donde vamos. Queremos llegar a la siguiente isla, ¿verdad? —respondió Lucy, cada vez más molesta por el olor extraño en el ambiente.
—¿Lucy, estás bien? No estarás resfriándote, ¿verdad? Llevas un buen rato estornudando —le preguntó Vivi, notando su incomodidad.
—No, estoy bien… pero creo que empecé a estornudar desde que le dieron esa bota de vino a Dorry. Huele muchísimo a... ¡Mr. 5! —respondió Lucy, frunciendo el ceño.
—¿Una de las botas de vino huele a Mr. 5? —preguntó Vivi, confundida. Luego añadió—: Pero, espera... ¿Cómo puedes olerlo con tanta precisión?
—Es por mis poderes. Como puedo transformarme en animales, también puedo recordar olores con mucha claridad. A veces tengo que bloquearlos porque son demasiado fuertes.
En ese momento, Vivi se quedó pensativa. Luego abrió los ojos, alarmada.
—¡Dorry, no bebas más de esa bota! ¡Puede tener pólvora! ¡Mr. 5 está en la isla! ¡Y la organización Baroque Works también!
Lucy se acercó rápidamente a las tres botas de vino que había por ahí y las olfateó una por una.
—Es esta —dijo señalando una de ellas con seguridad—. Huele igual que él.
Vivi se acercó, olfateó también... y confirmó lo peor.
—¡Tiene pólvora! ¡Dorry, tírala ahora mismo! ¡Hay gente que va tras nosotros y seguro se han fijado en ustedes! ¡Si están aquí, podrían haber puesto precio a sus cabezas!
—¿Precio por mi cabeza, dices...? Sí, tengo una recompensa —respondió Dorry riendo. Sin dudarlo más, arrojó la bota lejos de ellos.
El suelo retumbó bajo sus pies. Una explosión a lo lejos sacudió el aire: la bota de vino que Lucy había señalado había estallado con fuerza, confirmando sus sospechas. Un silencio tenso cayó sobre ellos… pero solo por un instante.
Un rugido ensordecedor cortó el ambiente. Desde el corazón de la isla, el gran volcán entró en erupción. La tierra tembló violentamente. Columnas de humo y lava comenzaron a elevarse hacia el cielo, oscureciendo el horizonte.
Dorry alzó la mirada hacia el volcán, sus ojos reflejaban el fuego del cráter. Se puso de pie lentamente, su enorme espada firmemente en mano. Sus músculos se tensaron, su expresión era seria, casi solemne.
—¡Eso es jugar sucio! Seguramente querían hacer que dorry saliera herido para poder atraparlos fácilmente—gritó Lucy furiosa—. ¡La banda Baroque va a pagar por esto!
Dorry se puso en marcha con paso firme, como si no temiera en absoluto el peligro que lo rodeaba. No había duda en su mirada, solo la determinación de un verdadero guerrero.
—Gracias, camaradas... —dijo con voz grave mientras giraba su mirada hacia Vivi y Lucy—. Pero ahora… ¡dejad que un guerrero de Elbaf cumpla con su destino!
Mientras Lucy, Vivi y Dorry hablaban, en otro punto de la isla, Nami, Usopp y Broggy se encontraban viviendo su propia parte de la historia.
—¿"Guerrero valiente del mar"? ¿Qué significa eso? —preguntó Brogy con curiosidad mientras reparaba su enorme arma con manos expertas.
Vosotros tíos, quiero ser como vosotros algun dia - exclamo usopp emocionado y también se imagina que algún día será tan valiente como un gigante
—¿¡Un gigante!? —repitió Brogy, perplejo por lo que acababa de decir Usopp.
Nami soltó una carcajada al ver la cara de usopp.
—¡Noooo! ¡Quiero vivir mi vida con orgullo, como los guerreros de Elbaf! —exclamó Usopp, algo frustrado por sentirse incomprendido. A veces, incluso sus sueños más sinceros parecían ser tomados a broma.
Brogy lo observó con atención por un momento, luego estalló en su característica risa:
—¡Gabababa! Lo entiendo. Como vivimos más tiempo que los humanos, los guerreros de Elbaf buscamos una muerte llena de honor y orgullo. Las riquezas, la vida misma... todo eso se desvanece con el tiempo. Pero para nosotros, morir sin traicionar nuestro orgullo es el mayor honor. Ese orgullo se convierte en un tesoro eterno, que se transmite con el espíritu de Elbaf.
Usopp abrió los ojos con admiración.
—Entonces... ¡el orgullo es vuestro tesoro! —exclamó con entusiasmo, comprendiendo cada vez más el tipo de guerrero que aspiraba a ser.
En ese preciso momento, el volcán volvió a rugir con fuerza, resonando por toda la isla.
Brogy se puso en pie con una sonrisa, como si ese sonido fuera lo más natural del mundo.
—¡Gabababa! Esa es la señal del combate... Vaya día tan estresante —dijo, mientras tomaba sus enormes armas y se preparaba para luchar.
—¿De verdad vas a ir...? ¿Con esas heridas? —preguntó Usopp, preocupado por su gigantesco amigo.
Brogy soltó una risa más fuerte aún.
—¿Qué estás diciendo? ¡Él está igual que yo! —respondió, refiriéndose a Dorry—. ¡Gabababa! En una batalla sin piedad hasta la muerte, no hay excusas. Si las pones… lo pierdes todo.
- buena suerte, maestro brogy. Dale fuerte- apoyo usopp al guerrero gigante
—¡Gabababa! ¡Puedes apostar a que sí, Usopp! ¡Esta vez lo derrotaré! —proclamó Brogy con entusiasmo mientras se marchaba rumbo al campo de batalla, empuñando su enorme arma.
—Madre mía... qué insistentes son con esa pelea sin sentido —comentó Nami, frunciendo el ceño mientras observaba desde lejos a los dos gigantes preparándose para el combate.
—¡No es sin sentido, imbécil! —vociferó Usopp, visiblemente molesto por la falta de comprensión de Nami—. ¡Ellos pelean por orgullo, por honor!
Nami suspiró con los brazos cruzados y miró el Log Pose, aún sin calibrarse.
—En fin... volvamos al barco por ahora. No podemos quedarnos aquí un año esperando que esto se cargue —dijo, señalando el Log con frustración—. Esperaremos al resto allí y trazaremos un plan.
—¡Espera, espera! ¡Yo no puedo hacer nada contra un dinosaurio! —exclamó Usopp, señalándose con el dedo mientras comenzaba a temblar—. ¡Es completamente imposible cruzar la selva solo contigo!
—¿Y qué pasó con todo eso del “valiente guerrero del mar”? —preguntó Nami, levantando los brazos con una mezcla de sarcasmo y desconcierto.
—Eso era... algo mental —respondió Usopp, bajando la voz—. Solo estaba diciendo que me gustaría tener más orgullo en el camino de la vida...
Nami puso los ojos en blanco, pero luego miró hacia el horizonte.
—Bien... Lucy está en la casa del otro gigante. Vámonos ya —ordenó con decisión, comenzando a caminar en esa dirección.
Usopp se quedó un momento en silencio, mirando el suelo, y murmuró para sí mismo con una sonrisa tímida:
—Un día... puede que lo pierda todo. Estaré al borde de la muerte, solo, en una isla desierta... Pero cuando llegue ese momento, miraré atrás y diré: Yo soy Usopp, el valiente guerrero de los mares.
Sin darse cuenta, se había quedado con la vista en alto, tocándose la mejilla con emoción... hasta que se tambaleó y cayó al suelo con un golpe seco.
—¡Ugh...! ¡Sí, y tanto que lo haré! —exclamó Usopp, apretando el puño con determinación y levantándolo al cielo desde el suelo, aún tambaleante.
Sin decir una palabra, Nami se acercó, agarró la bolsa que Usopp llevaba colgada al cuello... y comenzó a arrastrarlo sin esfuerzo mientras caminaba.
—Bien, bien... ¿quieres decir que dentro de poco te convertirás en un guerrero de fiar? —preguntó con tono burlón, sin mirar atrás, mientras Usopp era arrastrado por el suelo levantando una pequeña nube de polvo.
Con lucy y vivi
— Estoy preocupada… Si fue Mr. 5 quien puso la pólvora en la bota de vino, eso solo puede significar que nos estaban esperando. Han preparado algo grave. Tenemos que reunir a todos, ahora. ¡Estamos en peligro! - dijo vivi aolgo alterada a su amiga
[Lucy aprieta los puños, con una mirada decidida]
— ¡Tch! ¡Malditos cobardes…! Si están jugando sucio, no voy a quedarme sentada. ¡Nadie toca a mi tripulación y se va de rositas! Vamos, Vivi. ¡Hay que encontrarlos antes de que hagan algo peor!
Vivi asiente rápidamente, pero se detiene al mirar hacia un lado -exclamó lucy furiosa mientras apretaba los puños
—¿Karoo...? —preguntó Vivi, mirando a su alrededor con expresión preocupada. No veía a su fiel compañero por ninguna parte.
—¿Qué pasa, Vivi? —preguntó Lucy, al notar el cambio en su amiga.
—No veo a Karoo por ningún lado... —respondió Vivi, cada vez más inquieta mientras giraba sobre sí misma, escaneando el entorno—. Estaba aquí hace un momento...
Mientras tanto, en otro punto de la isla...
Zoro caminaba entre los árboles, cargando despreocupadamente sobre el hombro al dinosaurio que acababa de derrotar. Tenía el ceño levemente fruncido.
—Me he perdido... —murmuró para sí—. Juraría que ya he pasado por este árbol... sí, el de la izquierda, el que tiene hiedra alrededor...
Se detuvo, observando su entorno con poca convicción, como si intentar ubicarse solo lo confundiera más.
—¿Hm...? Oh, oye. Eres tú, Nami. Qué bien... —dijo con alivio, sonriendo mientras se acercaba a quien creía reconocer—. Me había perdido por un momento y pensé que iba por mal camino.
Zoro se aproximó tranquilamente, todavía cargando al dinosaurio a cuestas, y agregó:
—De todos modos, ¿qué haces por aquí? ...¿Hm? ¿Nami?
—¡Aaaaahhh! —gritó Usopp aterrorizado mientras corría con todas sus fuerzas, perseguido por un enorme dinosaurio.
—¡Un dinosaurio, un dinosaurio, un dinosaurio! —repetía Nami, completamente fuera de sí, corriendo justo detrás de él.
—¡Dinosaurio, dinosaurio, dinosaurio! —gritaba también Usopp, pero en su desesperación, comenzó a alejarse rápidamente… dejando atrás a Nami.
—¡¿¡¿SE PUEDE SABER DÓNDE VAS?!?! —vociferó Nami furiosa al ver cómo Usopp la abandonaba—. ¡Huf, huf... corre demasiado rápido…!
Jadeando, Nami miró a su alrededor buscando una salida, cuando de repente vio una silueta conocida.
—¿Hm? ¿¡Lucy!? ¡Qué bien que te encontré! ¿Pero qué haces aquí...? —preguntó aliviada mientras se acercaba a Lucy, que estaba apoyada tranquilamente contra un árbol, con una mano levantada como si saludara.
Pero justo al dar un paso más…
—¡AAAAAAAH! —gritó Nami, atrapada de sorpresa por alguien que la emboscó desde detrás del árbol.
Mientras tanto, Usopp seguía corriendo a toda velocidad... hasta que de repente frenó en seco.
—¿Nami...? —dijo, jadeando, y se giró lentamente. Nami ya no estaba detrás de él.
El silencio de la isla lo envolvió. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—¿Na... nami? ¿¡Nami!? —repitió, con la voz temblorosa, mientras comenzaba a mirar en todas direcciones con ojos desorbitados.
—¡E-esto es horroroso! ¡Aaaahhh! —gritó, entrando en pánico. Las lágrimas le corrían por la cara mientras corría como un loco por la selva, gritando sin rumbo.
Finalmente, llegó hasta donde estaba Lucy.
—¡L-Lucy! ¡Un dinosaurio se ha comido a namii! —soltó entre sollozos, completamente fuera de sí.
—¡¿Qué dices ahora?! —gritó Lucy, con el rostro lleno de preocupación tras escuchar lo que había dicho Usopp.
—¡Íbamos corriendo juntos, huyendo de un dinosaurio enorme… y de pronto desapareció! —respondió Usopp, llorando con las manos en la cabeza—. ¡Se la tragó la tierra… o algo peor!
Vivi frunció el ceño, completamente seria.
—No creo que haya sido el dinosaurio... Esto huele a Baroque Works. Primero la bota de vino con pólvora... y ahora esto. Todo está conectado —dijo con firmeza, su voz cargada de preocupación por Nami.
—¿¡E-espera, qué bota de vino con pólvora!? —preguntó Usopp, todavía sollozando, confuso por todo lo que acababa de oír.
Lucy dio un paso al frente, furiosa, con los puños apretados y levantados a ambos lados de su cuerpo.
—¡No te lo vas a creer! ¡Alguien puso pólvora en una de las botas de vino! ¡Y olía igual que Mr. 5! —exclamó con rabia—.
¡Están intentando que los gigantes se destruyan entre ellos para atraparlos! - explico vivi
—¿¡Pólvora en la bota!? ¡Eso es jugar sucio! ¡SUCIÍSIMO! —gritó Usopp, incrédulo.
¡Y ahora se llevaron a Nami! —dijo Luc y con los dientes apretados y los ojos encendidos—. ¡No les voy a perdonar eso!
Vivi asintió.
—Tenemos que darnos prisa. Si Nami está en manos de Baroque Works, no sabemos cuánto tiempo tenemos. Tyambien tenemos que encontrar al resto y a karoo
—¡Entonces vamos! —gritó Lucy con decisión, dándose media vuelta de golpe—. ¡¡Voy a romperles la cara a todos!!
—¡Oye, espera, Lucy! ¡No podemos lanzarnos sin un plan! —gritó Usopp, corriendo tras ella con los brazos agitados—. ¡¡Un poco de estrategia no mataría a nadie!!
—¡Ya tengo un plan! —gritó Lucy sin detenerse.
- ¿—¿S-Sí...? ¿Cuál es? —preguntó Usopp, entre curioso y preocupado, mientras corría detrás de él.
Lucy se detuvo por un segundo, con el ceño fruncido, el sombrero echado hacia adelante y los puños apretados.
—Aplastarlos —dijo con voz grave, furiosa, mirando al frente con la determinación de un capitán que no perdona que toquen a sus amigos.
Mientras la pelea de los gigantes...
Los dos gigantes, Dorry y Brogy, seguían enzarzados en una brutal batalla, sus armas chocando con un estruendo que hacía temblar el suelo. La intensidad del combate hacía imposible notar lo que ocurría más allá de sus espadas y rugidos.
Pero, entre los árboles, agazapado tras unos arbustos, una figura los observaba con una sonrisa torcida.
Vestía un chaleco sin mangas de rayas verticales azules y blancas, un corbatín rosa, pantalones color crema y zapatillas blancas con detalles azules. Sobre su cabeza, su extraño peinado formaba claramente un número: 3.
—Tch... —chasqueó la lengua, visiblemente irritado—. ¿Cómo demonios falló el plan con la pólvora...? Esa bota debería haber hecho volar a ese gigante por los aires. Todo estaba perfectamente calculado.
Su ceño fruncido dio paso a una sonrisa arrogante.
—Pero bueno… no todo está perdido. Si la suerte no hace su trabajo… supongo que yo mismo le daré un empujón al destino —dijo mientras estiraba su mano derecha hacia adelante con teatralidad.
De su palma comenzó a brotar una sustancia viscosa, blanca y brillante: cera derretida, espesa y caliente como lava, pero capaz de solidificarse como acero.
—¡Doru Doru no Mi... Técnica especial: Cera Invisible! —susurró mientras controlaba la cera con precisión. Una delgada capa fue esparcida justo bajo los pies de Dorry, camuflada con hojas y barro.
Dorry, ajeno a la trampa, dio un paso atrás para tomar impulso y...
—¿Huh...? —resbaló violentamente.
Su enorme cuerpo perdió el equilibrio y cayó de espaldas con un rugido que sacudió los árboles.
—¡GRAAAAH! —gritó, pero antes de poder levantarse...
—¡HAAA! —bramó Brogy, que en su frenesí de combate no notó nada raro. Cargó con todas sus fuerzas y, en un brutal impacto, golpeó la cabeza de su amigo con su propia... y su espada.
—¡CLAAAANG! —el acero se hundió accidentalmente en la rodilla de Dorry.
El gigante soltó un gemido profundo... y su cuerpo cayó al suelo, inconsciente.
"Esa pelea fue presenciada por Luffy y los demás, quienes quedaron sorprendidos por la intensidad de la batalla final."
Oculto aún entre las sombras, Mr. 3 sonrió con deleite.
—Fufufu... ¡Qué conmovedora amistad! Qué batalla tan noble... ¡Qué estupidez tan grande! —rió—. ¿Qué clase de guerrero se deja engañar tan fácilmente? Pobres tontos... La suerte no está de su lado. Pero yo sí lo estoy… ¡Y ahora, este combate es mío!
—¡Hah... hah...! ¡Lucha número 73,467...! —jadeó Brogy, dejando caer su enorme espada al suelo con estruendo—. ¡Y finalmente… hay un ganador...!
Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras caía de rodillas, emocionado.
—¡He ganado...! ¡Después de cien años...!
Pero su momento fue interrumpido por una voz burlona que surgió de entre los árboles cercanos, calmada y con un tono condescendiente.
—Kufufufu… ¿Lágrimas de alegría por una simple victoria...? Qué escena más conmovedora —se burló el desconocido, recostado con elegancia contra un árbol mientras tomaba una taza de té humeante—. Realmente, la vida debe de ser mucho más amable con las criaturas ingenuas de este mundo. Quizá… debería darte las gracias por entretenerme tanto.
Brogy alzó la cabeza, su expresión se torció en una mezcla de sorpresa y furia.
—¿¡Lágrimas de alegría!? ¿¡Qué sabrás tú, insecto!? ¿¡Quién demonios eres!? —rugió, poniéndose en pie, furioso ante la falta de respeto.
El extraño inclinó su taza con cortesía antes de responder:
—Soy Mr. 3, encantado. Perdona por usar un nombre en clave... Pero no soy más que un humilde escultor con gustos refinados y recursos muy... peculiares.
Con un gesto lento y teatral, señaló con su dedo índice a alguien que estaba junto a él.
A su lado se encontraba una figura pequeña y peculiar: una joven de apariencia infantil, con mejillas sonrojadas y el cabello recogido en dos coletas trenzadas. Vestía un sombrero rosa, una camiseta azul oscura con la palabra «Golden» escrita en el centro, y una camisa celeste con un patrón de nubes. Completaba su atuendo con una falda color vino y unas medias a rayas que cubrían sus piernas. En las manos sostenía una mochila, casi tan grande como ella.
—Esta es mi compañera, Miss Goldenweek una artista realista —añadió Mr. 3 con tono de presentación teatral—además, ya te tengo en mi trampa
-—¿Qué es esto? —preguntó Brogy, incapaz de moverse porque sus piernas estaban atrapadas en una sustancia que parecía cera.
En la casa de Dorry, donde están Lucy, Usopp y Vivi:
—Bien, Lucy, ¿pero dónde buscamos a los demás? —preguntó Usopp con frustración—. Por eso necesitamos un plan. ¿Y si ya atraparon a los demás?
—No hace falta ningún plan —exclamó Lucy, molesta—. Solo tenemos que encontrarlos y patearles el trasero. ¿Para qué complicarse?
Vivi intervino con determinación:
—Yo también voy con ustedes. Tengo que averiguar dónde está Karoo.
—Eso no será necesario —proclamó una voz conocida.
—¿Fuiste tú? —vociferó Lucy, furiosa, colocándose delante de Usopp y Vivi para protegerlos.
—Te devolveremos a este tipo. No lo necesitamos —dijo Mr. 5 mientras tiraba al suelo a Karoo, herido.
Miss Valentine soltó una risa siniestra, ansiosa por su venganza:
—Kyakyahahaha.
—¡Karoo! —exclamó Vivi al ver a su amigo herido e inconsciente.
—¿Por qué ustedes? Karoo no les ha hecho nada —gritó Vivi furiosa, acercándose a Karoo para revisarlo.
—Oye, ¿Quiénes son esos? —preguntó Usopp confundido, sin reconocer a las dos personas.
—Estaban en la última ciudad —respondió Lucy, mirando con desconfianza a Mr. 5.
—Tienes razón, este pájaro no nos ha hecho nada —explicó Mr. 5, lleno de rabia—. La única amenaza es la chica del sombrero de paja. Intentamos que este estúpido pajarraco te llamara, pero se volvió un terco saco de plumas —añadió, recordando cómo golpeaba a Karoo para obligarlo a llamar a Vivi.
—¿Espera? ¿Ustedes fueron quienes pusieron la pólvora en la bota de vino? —exclamó Usopp furioso—. Quisieron hacer trampa, pero si no fuera por Lucy, que detectó el olor a pólvora, la pelea no habría sido justa. Aunque al final, Brogy ganó.
—¿Por eso la pólvora no explotó? ¡Tch! Tus poderes son una verdadera molestia —gruñó Mr. 5 con rabia, agarrando a Vivi del cuello y levantándola en el aire.
—¡Vivi! —gritó Lucy con preocupación mientras se transformaba en Mew y alzaba el vuelo para rescatarla.
—¡No tan rápido! —rugió Miss Valentine, con una sonrisa desafiante—. Esta vez sí me las vas a pagar por lo que me hiciste la última vez… ¡10,000 kilos! —dijo, activando su poder para lanzarse contra Lucy.
Usopp alzó su tirachinas, la mirada encendida de determinación.
—¡Kaya-kubhoshi! —exclamó, disparando una bombeta de pólvora hacia Miss Valentine. El proyectil estalló en una nube de humo, pero ella ni se inmutó; soltó una carcajada burlona, intacta5.
—¡Lucy, déjamela a mí! —insistió Usopp, apretando los puños mientras se mantenía firme—. ¡Tú ve por Vivi!
Lucy, transformada en Mew, irradiaba una aura rosada que chisporroteaba a su alrededor. Sus ojos, intensos y fríos, centellearon con un fulgor psíquico.
—¡Suéltala, Mr. 5! —ordenó, su voz tan cortante como una cuchilla.
Una fuerza invisible envolvió a Mr. 5, apretándolo como si manos espectrales lo asfixiaran. Su rostro palideció, las manos le temblaron, y finalmente soltó a Vivi, que cayó al suelo jadeando de alivio. Lucy no dudó: alzó una mano y conjuró una esfera de energía pura, vibrante y luminosa.
—¡Aura Sphere! —gritó, lanzando el ataque.
La esfera impactó de lleno a Mr. 5 en un destello cegador, arrojándolo hacia atrás en medio de una nube de polvo. Cayó inconsciente, derrotado por completo.
—¡Kyakyaa! —rió Miss Valentine, orgullosa de ver a Usopp caer.
Lucy se giró y vio a Usopp: herido, desplomado, con el rostro pálido y los ojos entrecerrados. Una furia abrasadora brotó en su interior. Sus ojos se clavaron en Miss Valentine, quien sonreía con arrogancia, ajena al peligro que se cernía sobre ella.
El puño de Lucy se envolvió en una luz intensa, la energía crepitando a su alrededor, aumentando su poder.
—¡Fuerza! —rugió Lucy, lanzándose hacia Miss Valentine y descargando un puñetazo devastador.
El golpe retumbó como un martillo divino. Una onda de choque sacudió el suelo mientras Miss Valentine salía disparada, cayendo con estrépito junto al cuerpo inmóvil de Mr. 5 y levantando una nube de polvo. Quedó tendida, inconsciente, vencida por la fuerza arrolladora del ataque.
Mientras tanto con mr 3...
—Ugh, ugh… —Brogy se esforzaba por romper la cera que lo mantenía prisionero, pero por más que lo intentaba, no lograba liberarse—. ¿Maldito, qué estás haciendo?
—¿Hmm? ¿Qué estoy haciendo? —se burló Mr. 3 mientras cubría el cuerpo del gigante con más cera—. Oh, simplemente estoy creando una obra de arte invaluable, por supuesto. Una vez atrapado, la extraordinaria fuerza de un gigante queda completamente anulada. Embriagado por tu victoria, bajaste la guardia, Brogy, el Ogro Rojo…
Brogy le lanzó una mirada feroz, una mirada que bien podría haber matado a alguien.
—No me mires así, aterrorizado. ¡Mahahahahahah! —rió Mr. 3 con satisfacción—. Deberías estar contento… Tu larga, larguísima pelea por fin ha llegado a su fin.
Mr. 3 hizo una pausa, disfrutando el momento antes de añadir con sarcasmo:
—Y aunque el resultado haya sido gracias a la intervención de alguien más, la victoria sigue siendo una victoria, ¿no crees? ¿O acaso estoy equivocado?
Su risa resonó con burla mientras observaba a su adversario atrapado, saboreando su triunfo.
Brogy miraba incrédulo, la furia y la confusión mezclándose en su rostro.
—Tú... ¿qué hiciste? —preguntó, incapaz de aceptar que su duelo con Dorry hubiese sido manipulado23.
Mr. 3 soltó una carcajada burlona, cruzándose de brazos con aire triunfal.
—¡Mwahaha! Fue sencillo: usé mis poderes para que se resbalara. Por eso pudiste derrotarlo tan fácilmente, mwahahaha —explicó, deleitándose en la humillación del gigante—. ¿Lo sabías? El gran precio por vuestras cabezas sigue vigente y no pienso dejarlo pasar.
—¿Por qué tú? —rugió Brogy, ahora comprendiendo que aquel hombre era un cazador de recompensas.
Mr. 3 chasqueó la lengua, impaciente.
—Tch, ¿en serio tardan tanto Mr. 5 y Miss Valentine? ¿Voy a tener que hacerlo todo yo? Tokudai Candle Service Set.
Con un gesto teatral, Mr. 3 hizo aparecer un pastel impecable: capas suaves y colores vibrantes se alternaban, decorados con glaseado y flores de cera perfectas. En lugar de velas comunes, pequeñas piezas mecánicas emitían una luz tenue, simulando llamas reales que parpadeaban suavemente, sin humo ni calor. El pastel parecía una obra de arte, mezcla de magia, tecnología y amenaza.
Luego, Mr. 3 extendió una mano y modeló dos figuras idénticas a él, hechas de cera brillante.
—Clones, traedme a la chica pelirroja y al espadachín —ordenó con desdén—. Quiero que estén presentes para la celebración.
Los clones de cera se alejaron y, minutos después, regresaron arrastrando a Nami y a Zoro, atados y sin posibilidad de escapar. Los dejaron caer uno junto al otro, a los pies del pastel, mientras Mr. 3 sonreía satisfecho, seguro de su victoria.
Nami, inmovilizada por la cera que le ataba los tobillos, miró a su compañero con preocupación.
—Zoro... —susurró, notando lo difícil que le resultaba moverse.
Zoro, atado de igual forma, respondió con su habitual calma, como si la situación no le afectara en lo más mínimo.
—Nami.
Mr. 3 sonrió con arrogancia mientras observaba a sus prisioneros.
—Perfecto, ya estáis aquí. Supongo que mis compañeros no han regresado porque vuestros amigos los han derrotado, pero si acabo primero con vosotros, los demás caerán fácilmente. ¡Mwahahaha! —se burló, usando sus poderes para elevarlos y colocarlos sobre su gran pastel de cera giratorio15.
—Señores, bienvenidos a mi merienda especial —anunció Mr. 3 con una reverencia exagerada y burlona.
Nami alzó la vista, intrigada por el mecanismo sobre sus cabezas.
—¿Qué es eso que gira ahí arriba? —preguntó, viendo cómo la parte superior del pastel, donde estaban las velas, giraba cada vez más deprisa.
Zoro, sin perder la compostura, miró hacia arriba y esbozó una media sonrisa.
—Así que esto es lo que se siente... ser una vela clavada en una tarta.
Nami forcejeó inútilmente, notando cómo la cera le inmovilizaba las piernas.
—Y no podemos mover las piernas... —dijo, frustrada, mientras intentaba liberarse sin éxito.
—Era de esperar. No querrán que escapemos... son nuestros enemigos, ya lo sabes —comentó Zoro con tranquilidad, los brazos cruzados, como si la situación no le preocupara.
De pronto, Nami alzó la vista, intrigada por algo que flotaba en el aire.
—¿Qué es eso que cae? —preguntó, viendo pequeños copos blancos depositarse en su mano.
Mr. 3 sonrió con malicia, disfrutando del espectáculo.
—¡Mwahaha! Probad mi Candle Service. Esa cera irá cayendo poco a poco sobre vuestras cabezas hasta que os convirtáis en auténticos muñecos de cera. Ni siquiera mi gran habilidad puede crear figuras humanas tan perfectas como vosotros. Seréis esculturas vivientes, hechas con almas reales. Moriréis en nombre del arte —explicó, regodeándose en su plan—. Aunque sería magnífico que la reina Vivi estuviera aquí también.
—¡Oye, no! ¿Por qué tenemos que ser parte de tu estúpida obra de arte? —protestó Nami, furiosa, dirigiendo su mirada al gigante—. ¡Brogy-san, no te quedes ahí tumbado, haz algo! ¡Acabarás como un muñeco!
—Sería un muñeco enorme —añadió Zoro, serio, sin perder el humor.
Mr. 3 chasqueó la lengua, impaciente.
—Tch, sí que tardan en venir tus compañeros a rescatarte —murmuró, cada vez más irritado por la espera- por eso será mejor que vosotros 4 morireis lo mas horriblemente porque no tolerare el fracaso
-Nami tosió con dificultad, llevándose la mano al pecho mientras sentía cómo la cera comenzaba a invadir su cuerpo.
—Cof, cof... ugh, me duele el pecho... ¿por qué tardan tanto Lucy y los demás? —murmuró, cada vez más débil.
Mr. 3 la observó con una sonrisa cruel, deleitándose en su sufrimiento.
—Eso es, muestra esa expresión de dolor y angustia. Es justo la esencia del arte que busco. Mantén esa cara de terror hasta que os endurezcáis por completo, mwahahaha —se burló, disfrutando del espectáculo.
De pronto, pisadas se escucho Entre la maleza, Lucy apareció arrastrando los cuerpos inconscientes de Mr. 5 y Miss Valentine.
- toma, te los devuelvo - dijo lucy Mientras arrojó a mr 5 y miss valentine sin miramientos a los pies de Mr. 3. Tras ella, Usopp, Vivi y Karoo irrumpieron en la escena, listos para luchar.
Mr. 3, al ver a sus compañeros derrotados y arrojados como simples fardos, se puso rojo de furia, apretando los dientes ante la humillación y la amenaza que representaban los recién llegados. No le importaba ni mr 5 ni miss valentine pero era una humillación para baroque works .
Mr. 3 apretó los dientes, el rostro descompuesto por la furia y la humillación.
—¡Tú... me las vas a pagar! ¡Jamás habían frustrado uno de mis planes! Todos vosotros lo lamentaréis —rugió, incapaz de aceptar que alguien derrotara a Mr. 5 y Miss Valentine, algo que nunca contempló en su estrategia.
—Lucy, haz que este presuntuoso imbécil no vuelva a reconocerse ni en un espejo y mándalo volando lo más lejos posible de esta isla —ordenó Nami, furiosa, señalando a Mr. 3 para que Lucy lo destruyera.
—Maestro Brogy, les haremos sentir vuestro dolor —exclamó Usopp con rabia, al ver a los gigantes heridos y sufriendo.
—Usopp... —murmuró Brogy, sorprendido por la preocupación de alguien tan pequeño.
—Eso mismo pensaba, esta gente me frustra —dijo Lucy, con los ojos encendidos de ira hacia la banda Baroque.
—Por cierto, tienes que quemar esa cosa para que podamos salir de aquí —gritó Nami, señalando el mecanismo de cera, asegurándose de que Lucy la escuchara.
Miss Goldenweek, sentada tranquilamente mientras tomaba té y galletas, observó la escena sin inmutarse.
—Mr. 3, ellos no parecen preocupados en absoluto —comentó con su habitual calma.
—Ni tú tampoco, Miss Goldenweek... —respondió Mr. 3, irritado por su indiferencia—. Creo que ya hemos jugado suficiente por hoy. Estoy empezando a perder la paciencia.
—Entendido. Primero quemo esa cosa y después destrozo al tipo del pelo en forma de tres —afirmó Lucy, golpeando sus puños y preparándose para el combate.
—Perfecto, ¡enfréntate conmigo! Limpiaré esta basura y la añadiré a mi colección de muñecos —exclamó Mr. 3, listo para enfrentarse a Lucy, confiando en la dureza de su cera, tan resistente como el acero37.
—Está completamente loco... Ha ido demasiado lejos. Es hora de enfrentaros —dijo Usopp con seriedad—. Yo te cubro, Lucy, y protegeré a Vivi —añadió, colocándose tras un árbol con su tirachinas preparado, sirviendo de escudo junto a Karoo.
—¡Cuack! —saludó Karoo, alzando el ala hacia Lucy.
—Oye, chico, ¿crees que tu capitana podrá liberarnos rápido? —preguntó Brogy con una sonrisa, mirando a zoro.
—Sí, no creo que tarde mucho en derrotarlo —respondió Zoro con su habitual tranquilidad.
—Vamos allá entonces. ¡Glutch! —gritó Mr. 3, usando sus poderes para atacar a Lucy. Un martillo de cera selló sus piernas, inmovilizándola en el acto.
—¡Ha atrapado a Lucy! —exclamó Vivi, preocupada, mientras observaba desde detrás del árbol cómo Mr. 3 había logrado capturar a lucy con facilidad
Lucy, atrapada por el martillo de cera de Mr. 3, fue envuelta en una luz rojiza. Su cuerpo comenzó a transformarse, adoptando la apariencia de un enérgico conejo blanco de orejas largas y puntiagudas, con detalles anaranjados en las orejas, el entrecejo y las patas. Sus ojos, grandes y rojizos, reflejaban una determinación feroz. El pelaje de Lucy era mayormente blanco, con zonas rojizas en las puntas de las patas y en el cuello, y una pequeña nariz rosada completaba su aspecto. Sus piernas, poderosas y flexibles, parecían listas para saltar y correr a gran velocidad, irradiando calor por las plantas de los pies.
—scorbunny ¡Ascuas! —gritó Lucy, lanzando una ráfaga de fuego desde sus pies. Las llamas lamieron la cera, derritiendo el martillo que la mantenía atrapada hasta liberarla por completo.
Mr. 3 quedó boquiabierto, retrocediendo asombrado.
—¿Qué...? ¡Nadie me dijo que eras usuaria de una fruta del diablo! —exclamó, incapaz de creer lo que veía.
Sin perder un segundo, Lucy se movió con una velocidad asombrosa.
—¡Agilidad! —anunció, y su figura se convirtió en un destello, desplazándose con rapidez imposible de seguir.
Aprovechando el impulso, Lucy cargó energía en sus patas y se envolvió en una explosión de fuego.
—¡Nitrocarga! —rugió, lanzándose contra el pilar central del pastel de cera. El impacto fue devastador: la estructura se resquebrajó y cayo al suelo, pero la base de pastel de donde estaban las velas aun seguia en pie y eso era un error ya que empezo a girar a gran velociad
-—¡Nooooo! ¡Ha destruido el pilar de la tarta, pero la otra parte aún sigue funcionando! —exclamó Nami, rompiendo en llanto al ver que el mecanismo de cera no se detenía y, para colmo, ahora giraba aún más rápido—. Aunque... estoy viva.
—Y no ha cambiado nada —añadió Zoro, preocupado también por la posibilidad de que la otra parte del pastel se les viniera encima.
—¡Guau, eso ha sido divertido! Shihshihshi —rió Lucy, de pie sobre los restos del pastel junto a Nami y Zoro.
—¡No nos podemos mover! —gritó Nami, frustrada por la aparente torpeza de Lucy.
—¿En serio? Pero me dijiste que tirara el pilar... —respondió Lucy, mirando a Nami con desconcierto.
—Espera un momento... siento como si mi cuerpo se estuviera endureciendo aún más. No... no puedo moverme —dijo Nami, cada vez con mayor dificultad para respirar, mientras la cera seguía cubriéndola.
—Lucy, será mejor que hagas algo pronto o nos quedaremos así para siempre. ¿Por qué no creas fuego otra vez? —ordenó Zoro, intentando mantener la calma.
—¡Mwahahaha! Ahora las velas están más cerca y la velocidad de solidificación es mucho mayor. ¡Estúpidos! Vuestro final estár cerca y aunque vuestra capitana tenga poderes, no podrá salvaros —se burló Mr. 3, confiando en que su trampa mortal pronto acabaría con ellos
Miss Goldenweek seguía sentada, disfrutando de su té y galletas sin preocuparse por la intensa batalla que se desarrollaba a su alrededor. Pero Vivi no iba a quedarse de brazos cruzados mientras Lucy enfrentaba sola a Mr. 3. Sabía que los poderes de Miss Goldenweek podían ser peligrosos, pero también había oído cómo funcionaban. Tenía un plan.
Karoo lanzó un cuac decidido mientras Usopp preparaba su tirachinas. Vivi explicó rápidamente su estrategia y, sin perder tiempo, Usopp disparó un proyectil cargado de pólvora con precisión letal. La piedra surcó el aire y, en un instante, impactó directamente en la cara de Miss Goldenweek.
—¡Eh...? —murmuró la joven, apenas registrando lo que ocurría.
Segundos después, una explosión sacudió su rostro. La pólvora estalló con un estruendo ensordecedor, envolviéndola en una nube de humo negro y dejando su cara completamente tiznada. Sus ojos se abrieron de par en par, el impacto la dejó aturdida.
—¡AAAAHH! ¡Mi cara! —gritó, sacudiéndose el hollín con desesperación.
Era el momento perfecto. Vivi corrió con todas sus fuerzas y, concentrando toda su energía en el golpe, le asestó una patada brutal que la lanzó hacia atrás. Miss Goldenweek salió despedida, cayendo inconsciente entre los restos de su destrozada merienda.
Usopp y Karoo se miraron con satisfacción.
—¡Esa sí que fue una buena distracción! —exclamó Usopp, con una sonrisa orgullosa.
—¡Cuac! —apoyó Karoo, inflando el pecho con orgullo.
Vivi respiró hondo, asegurándose de que Miss Goldenweek no representara más un problema. Ahora, sin ella en el camino, podían centrarse en ayudar a Lucy y derrotar de una vez por todas a Mr. 3.
Mr. 3 estaba completamente concentrado en su victoria cuando un grito desgarrador resonó en el campo de batalla.
—¡AAAAAH! —el chillido de Miss Goldenweek rompió la aparente calma, llenando el aire con su desesperación.
Mr. 3 giró bruscamente la cabeza, su expresión de superioridad desmoronándose en un instante. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a su compañera cubierta de hollín, con el rostro completamente tiznado por la explosión de pólvora.
—¡¿QUÉ DEMONIOS?! —gritó, la furia y la sorpresa mezclándose en su voz.
Ese breve instante de distracción fue todo lo que Lucy necesitaba. Con una mirada feroz, su cuerpo de Scorbunny brilló con energía ardiente. El calor comenzó a irradiar desde su pecho mientras inhalaba profundamente.
Los ojos de Lucy brillaron con un rojo intenso, y en un poderoso grito, liberó su ataque.
—¡Lanzallamas!
De su boca emergió una descomunal columna de fuego, de un naranja abrasador, con destellos dorados en su núcleo. Las llamas rugieron con vida propia, avanzando como una ola devastadora. El aire se calentó al instante, distorsionando la vista con su intensidad.
El fuego golpeó de lleno la estructura de cera del pastel, derritiéndola con rapidez implacable. La superficie comenzó a gotear como si fueran ríos de lava, formando charcos viscosos en el suelo. Las partes más altas se desplomaron, chorreando en un líquido espeso.
Nami y Zoro, atrapados por la cera que los inmovilizaba, sintieron cómo la sustancia que los sujetaba empezaba a aflojarse.
—¡Está funcionando! —gritó Nami, viendo cómo la cera que cubría sus piernas se licuaba—. ¡Lucy lo está logrando! Aunque ahora hace calor - dijo nami mientras se quitaba la camisa.
Zoro observó su entorno con calma, sintiendo el calor cerca de su piel.
—Vaya… es rápido —murmuró con una leve sonrisa.
La cera se desprendió en grandes bloques derretidos. Finalmente, la última capa que los mantenía sujetos cayó al suelo con un chasquido pegajoso, dejando a Nami y a Zoro completamente libres.
Lucy aterrizó con fuerza, aún envuelta en el aura ardiente de su ataque, y miró directamente a Mr. 3.
—Y así termina tu ridícula obra de arte —declaró con orgullo.
Mr. 3 tembló de rabia, su rostro desencajado por la desesperación al ver cómo su plan perfecto se reducía a un charco de cera inútil.
—¡¡NOOOOOOOO!! ¡MIS ESCULTURAS! ¡MI ARTE! —gritó, cayendo de rodillas ante la destrucción total de su trampa.
Mr. 3, aún temblando de furia, se levantó con los dientes apretados, sus ojos llenos de odio hacia Lucy.
—¡Tu chica conejo, esto me lo pagarás! —rugió—. ¡Pelea conmigo!
Extendió sus brazos y activó su poder, Doru Doru Arts: Mori. De sus manos emergió una lanza de cera endurecida, lo suficientemente afilada como para atravesar piedra. Sin perder tiempo, la lanzó con fuerza hacia Lucy, buscando acabar con ella de un solo golpe.
Pero Lucy, con la agilidad de su forma Scorbunny, reaccionó rápidamente. Sus ojos destellaron con determinación y, con un movimiento veloz, esquivó la lanza con un salto impresionante. El proyectil de cera pasó rozando el suelo, dejando una marca profunda antes de clavarse en un árbol cercano.
Lucy aterrizó, su expresión seria.
—Ya me están hartando las tonterías que dices —declaró con firmeza—. Este será tu último enfrentamiento.
Su cuerpo comenzó a emitir una intensa energía rojiza. Se agachó ligeramente, sus patas traseras acumulando fuerza, y en un instante, se envolvió en llamas abrasadoras. El aire vibró con el calor.
—¡Derribo!
Con una velocidad imposible de seguir, Lucy se impulsó hacia adelante, envuelta en fuego puro. Su figura se convirtió en una estela ardiente, avanzando como un proyectil imparable.
El impacto fue brutal. Lucy golpeó de lleno a Mr. 3 en el torso con una embestida demoledora. La fuerza del ataque levantó al enemigo del suelo, enviándolo volando varios metros hacia atrás. Su cuerpo atravesó ramas y rocas antes de estrellarse violentamente contra el suelo con un estruendo.
El campo de batalla quedó en silencio. La intensidad del golpe había sido devastadora.
Mr. 3, completamente aturdido, intentó moverse, pero su cuerpo no respondía. Sus ojos temblaron antes de cerrarse por completo. Quedó inconsciente, derrotado de manera aplastante.
Lucy aterrizó con fuerza, el fuego disipándose a su alrededor. Se cruzó de brazos y observó al enemigo caído con satisfacción.
—Y así termina Baroque Works en esta isla —afirmó con una sonrisa victoriosa.
Vivi se acercó apresuradamente a sus amigos, con el rostro lleno de preocupación.
—¿Chicos, estáis todos bien? —preguntó, inspeccionándolos con la mirada.
Nami, aún recuperándose del caos, le dedicó una sonrisa tranquilizadora mientras la abrazaba.
—Sí, estamos perfectamente. Gracias por preguntar —respondió con alivio.
Zoro, manteniendo su habitual actitud serena, se giró hacia Brogy, observando su estado.
—Compañero, parece que estás bien —comentó con tono firme.
Brogy asintió, aunque su mirada se desvió hacia el lugar donde yacía Dorry. Su expresión se tornó seria.
—Sí, pero… —murmuró, preocupándose por su amigo, quien había estado inconsciente durante toda la batalla.
De repente, un gemido profundo rompió el silencio. Dorry comenzó a moverse lentamente, llevándose una mano a la cabeza con gesto de molestia.
—¿Qué ha pasado...? Me duele la cabeza —dijo con voz ronca mientras abría los ojos con dificultad.
Brogy sintió un gran alivio al verlo despertar y respiró hondo.
—Dorry… ¿estás bien? —preguntó con un leve nudo en la garganta.
La emoción en su voz reflejaba el lazo inquebrantable entre los dos gigantes, un vínculo que ni el más feroz de los combates podía romper.
—Sí, estoy bien… ¿pero qué diablos ha pasado? —preguntó Dorry, confundido, porque sabía que algo más había ocurrido mientras estaba inconsciente.
—¡Maestros! ¿Estáis bien? —preguntó Usopp, acercándose primero a Brogy y luego a Dorry.
—Sí, estamos bien —respondieron Dorry y Brogy al unísono, mientras sonreían.
Con saji
Mientras tanto, durante la pelea entre Lucy y Mr. 3, Sanji había encontrado una casa en medio de la selva mientras buscaba a los demas.
—¿Qué demonios es esto? —murmuró, frunciendo el ceño al ver la estructura frente a él.
Intrigado, empujó la puerta y entró. El interior era sorprendentemente ordenado. Sobre la mesa descansaba una tetera, y sin pensarlo demasiado, Sanji se sirvió un té y tomó asiento, disfrutando del momento de calma.
Pero de repente, su propia consciencia lo interrumpió.
—¡Espera un segundo! —se dijo a sí mismo, dejando la taza bruscamente—. ¿No es este el peor momento para estar sentado tomando té?
Sanji se puso en pie, ajustándose la chaqueta, mientras su mente volvía a la pelea.
—Lucy-san, Nami-san, Vivi-san… todos pueden estar en peligro. Tengo que moverme —murmuró, dirigiéndose hacia la puerta.
Sin embargo, un extraño sonido lo detuvo.
—Rrrrrr...
Sanji frunció el ceño y dirigió la vista a una caja en la esquina de la habitación. Al abrirla, sus ojos se iluminaron con sorpresa.
—¡Un Den Den Mushi!
Antes de que pudiera reaccionar, el aparato comenzó a sonar, y Sanji, sin perder tiempo, respondió con su característico descaro.
—Buenos días. Ha llamado usted a un restaurante de mierda... ¿Desea hacer una reserva? —se burló, con una sonrisa de lado.
El otro extremo de la línea respondió de inmediato con un tono severo.
—Qué gracioso, imprudente. ¿Por qué tarda tanto con el informe?
Sanji frunció el ceño, pero mantuvo su tono casual.
—¿Informe...? Ahh… espera. ¿Quién es? —preguntó, curioso.
El tono en el Den Den Mushi se volvió más autoritario.
—Soy yo. Mr. 0.
Los ojos de Sanji se abrieron con sorpresa.
—¿¡Mr. 0!? —pensó, recordando lo que Vivi les había contado—. Eso significa que el jefe de Baroque Works, uno de los Siete Guerreros del Mar, está al otro lado de la línea...
Pero Sanji no dejó que su sorpresa le distrajera. Se inclinó sobre el Den Den Mushi y decidió jugar con la situación.
—Sí, sí... la misión ha sido todo un éxito. Los hemos matado a todos. La reina Vivi ya no es un problema, y toda la tripulación del Sombrero de Paja ha sido eliminada. No hace falta enviar a nadie más, señor —mintió con total seguridad, haciéndose pasar por Mr. 3.
Por un momento, hubo silencio al otro lado de la línea.
—... Muy bien —respondió finalmente Mr. 0—. Ahora enviarán algo para ti.
Sanji arqueó una ceja.
—¿Algo para mí? ¿De qué hablas?
—Te entregarán una Brújula Eterna para viajar a Arabasta. Quiero que vengas con Miss Goldenweek. Ha llegado el momento de poner en marcha nuestro plan más importante —explicó Mr. 0 con voz calmada, mientras movía su copa de vino.
Sanji procesó la información con rapidez, pero de repente, algo apareció en la ventana.
Dos figuras extrañas lo observaban desde el exterior: Mr. 13 y Miss Friday, los mensajeros de Baroque Works.
—¡Ahh, ostias! ¿Y estos quiénes son? —murmuró Sanji, sorprendido.
—¿Qué pasa? ¿Hay alguien ahí? —preguntó Mr. 0 con desconfianza.
Sanji reaccionó rápido y respondió con calma.
—No… no es nada.
Pero justo en ese momento, Miss Friday disparó con su arma. Sanji se lanzó al suelo, esquivando las balas por los pelos y rodando detrás de la mesa.
—¡Ostias, hey! —exclamó, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
Mr. 13, sin perder tiempo, se abalanzó sobre Sanji con sus afiladas garras. Pero Sanji giró sobre sí mismo y esquivó el ataque con elegancia.
—¡Hey, ¿me queréis matar o qué?! —vociferó, molesto.
Con rapidez, Sanji lanzó una poderosa patada contra el pequeño asesino, enviándolo contra la pared y dejándolo fuera de combate.
—Y tú, pajarraco, ya verás... —murmuró antes de esquivar otra ráfaga de balas.
En un movimiento ágil, Sanji apoyó las manos en el suelo, hizo una voltereta y atrapó a Miss Friday con una llave de piernas. Con un impulso feroz, torció el cuello del enemigo, dejándolo inconsciente al instante.
Se ajustó el traje con calma y exhaló humo de su cigarro.
—Mi consejo también era para ti, pájaro —soltó, con su clásica actitud despreocupada.
Mientras tanto, en el Den Den Mushi, Mr. 0 escuchaba el ruido, cada vez más impaciente.
—¿Mono...? ¿Pájaro...? ¿Se puede saber qué está pasando? —preguntó, su tono volviéndose cada vez más hostil.
Sanji corrió hacia el Den Den Mushi y, con su característico aire despreocupado, tomó el auricular.
—Ahh… no es nada, señor. No tiene que preocuparse —respondió con calma mientras encendía un cigarro—. Había uno que todavía estaba medio vivo, pero ya me lo he cargado del todo. No hay problema.
Al otro lado de la línea, Mr. 0 guardó un silencio peligroso antes de hablar con voz severa.
—¿Todavía había uno vivo? —preguntó, su tono cargado de irritación.
De la furia contenida, apretó la copa de vino entre sus dedos y con un simple gesto, rompió la planta que sostenía en su mano.
—No habías dicho que la misión estaba terminada.
Sanji, sin perder la compostura, exhaló una bocanada de humo y respondió con una sonrisa ligera.
—Sí, sí… yo pensaba que todos estaban muertos. Pero, ya sabe, el poder de resistencia de este grupo es más fuerte de lo que imaginaba.
Se enderezó, acomodando su chaqueta con tranquilidad.
—¿Así que tu informe de ejecución era falso? ¿Verdad que sí? —preguntó Mr. 0, su voz tornándose agresiva.
Sanji soltó una pequeña risa antes de responder.
—Bueno… en cierto sentido, sí que era incorrecto. Pero ahora ya no lo es, porque ya lo he arreglado. Ese tío está bien muerto. O sea, que no hace falta que envíe a nadie más para comprobar las ejecuciones, señor. ¿De acuerdo?
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, hasta que Mr. 0 habló con tono frío y autoritario.
—De acuerdo. Pero, de todos modos, dirígete a Arabasta de inmediato y sin demora.
Sanji sonrió con satisfacción, apagando su cigarro contra la mesa antes de responder.
—Entendido, jefe.
Con Lucy y los demás...
—Ni siquiera las armas de Elbaf pueden resistir una pelea de 100 años —exclamó Usopp, contemplando las armas de los gigantes, desgastadas por el tiempo.
—Es increíble —dijo Lucy, asintiendo de acuerdo mientras también admiraba las armas.
—¡Ey, Brogy, no me aprietes que estoy herido! ¡La pierna me mata! —se quejó Dorry mientras abrazaba a su amigo.
—¡Estoy tan contento de que estés mejor, amigo! ¡Gabagababag! —rió Brogy, apretándolo aún más fuerte.
—Un milagro, ¿eh?... Claro... ¿Cómo han podido esas armas sobrevivir a una batalla de 100 años? —preguntó Zoro con una sonrisa, observando las armas con interés.
—Ey, Brogy, ¿de verdad estás tan contento de haberme golpeado y dejarme inconsciente? —preguntó Dorry con curiosidad, sentado a su lado.
—¡No digas eso, bobo! —respondió Brogy, dándole un puñetazo amistoso en el hombro.
—¡Gyagaya! —rió Dorry, devolviéndole el puñetazo.
—¿Qué, continuamos luchando? —preguntó Dorry mientras empujaba su frente contra la de Brogy.
—¡Y tanto que sí! —respondió Brogy, empujando también y levantándose—. ¡Te destrozaré en pedazos, idiota!
—Ahahaha —murmuraba Lucy, feliz al ver cómo los gigantes se peleaban otra vez. No podía dejar de moverse de la emoción.
—¿¡Cómo podéis empezar a pelear otra vez!? —vociferó Nami, furiosa, moviendo los puños sin entender nada.
—¡Gabababa! Nos habéis salvado. Queremos agradeceros de alguna forma —dijo Brogy, sinceramente agradecido mientras se sentaba.
—¡Gegygegyaa! ¡Había olvidado lo de nuestras recompensas! —rió Dorry, apoyado en una roca.
—Pero el verdadero motivo por el que vinieron aquí... fue por mí —señaló Vivi, triste, por haber causado el conflicto con los gigantes—. Auuu...
—¡No hables de eso! —la regañó Nami, estirándole la mejilla.
—Sí, Vivi. ¿Por qué estás tan deprimida? ¿Quieres un senbei? —ofreció Lucy, tumbada y comiendo unas galletas que Miss Goldenweek había dejado.
—¿Dónde las has encontrado? —preguntó Nami, curiosa.
—Aquí, hay un montón. ¡Podemos hacer una fiesta! —respondió Lucy.
—No creo que me anime con solo una galleta —dijo Usopp, contando cuántas quedaban.
—¿Quién dijo que estábamos enfadados contigo? —le dijo Nami a Vivi—. No tienes que preocuparte.
—Esperar un año por la Log Pose es algo serio, aunque... —comentó Zoro, preocupado por tener que quedarse en la isla.
—Sí, no podemos estar riéndonos con algo así —dijo Nami, también preocupada.
—¡Vosotros, ayudadnos de alguna manera! —exclamó Lucy a los gigantes.
—¡Nami-san! ¡Vivi-chan! ¡Lucy-san! ¡Y el resto de idiotas! —gritó Sanji, corriendo hacia ellos—. ¡Estáis a salvo! ¡Estoy tan contento!
—¡Oh, Sanji! —saludó Lucy, contenta de verlo ileso.
—¡Tú, gilipollas! ¿¡Cómo te atreves a aparecer ahora, sin haber venido a salvarnos!? —vociferó Usopp, furioso.
—¿¡Pero qué... cómo!? ¿¡Eres tú, Mr. 3!? —exclamó Sanji al ver al gigante, confundido.
—¿Eh? ¿Cómo sabes lo de Mr. 3? —preguntó Nami, sorprendida—. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
—¡Guau, Nami-san! Estás tan estimulante como siempre —dijo Sanji, embobado.
—Bueno... hasta ahora he estado... —empezó a explicar Sanji.
—¿¡Has hablado con Mr. 0!? —preguntó Vivi, asombrada.
—Sí, supongo. Creo que pensó que yo era Mr. 3 —dijo Sanji con una sonrisa de orgullo.
—¿Así que le dijiste que estábamos muertos? —preguntó Vivi.
—¡Ahora que finalmente no nos van a perseguir más, podemos seguir adelante! —exclamó Usopp, levantando los brazos y llorando.
—¿No podemos? ¿Tenéis que hacer algo más aquí? ¡Oh, sí! He encontrado esto... —dijo Sanji, mostrando una Eternal Pose—. ¿Eh? ¿Qué pasa?
Todos se quedaron con la boca abierta.
—¡Es una Eternal Pose hacia Arabasta! ¡Ahora podemos irnos! —celebraron todos, emocionados por el hallazgo de Sanji.
—Gracias, Sanji-san —dijo Vivi, abrazándolo feliz.
—Oh... de nada, si eso te hace tan feliz —murmuró Sanji, sonrojado.
—¡Muy bien, todos, senbei party! —celebró Lucy, chocando su galleta con la de Nami.
—¡Espera! ¡Oh no, Lucy, solo quedan tres! ¡No podemos hacer una fiesta! —exclamó Usopp, preocupado.
—De todas formas, no es momento para eso. Vamos, capitana. No tenemos tiempo que perder —dijo Nami, seria, con la galleta aún en la mano.
—Oh, sí. ¡Ey! ¿No habrás olvidado nuestro torneo de caza, verdad? —le preguntó Sanji a Zoro.
—Oh... bueno, la gané yo. Tengo un rinoceronte, ¡así de grande! —dijo Zoro, señalando con las manos.
—¿Un rinoceronte? ¿Seguro que se puede comer? —se burló Sanji.
—Bien, señor Tío Redondo y señor Gigante. Tenemos que irnos ya —dijo Lucy, tocándose el sombrero en señal de despedida.
—Está bien... parece que tenéis prisa —dijo Brogy.
—Qué pena... Supongo que no podemos deteneros. Espero que tu país esté a salvo —comentó Dorry, dirigiéndose a Vivi.
—Bueno... cuidaos mucho. ¡Y no os muráis más! —se despidió Lucy, alejándose hacia el barco.
—Maestro... algún día iré a Elbaf —proclamó Usopp, emocionado.
—Nuestros amigos se van —dijo Brogy con una sonrisa.
—Sí... No podemos dejarles marchar solos. Hay un monstruo en el mar del Este —comentó Dorry, recordando al pez gigante.
—Ey, Dorry, ¿y tus heridas? —preguntó Brogy, preocupado.
—¿Qué? ¡No me voy a morir! —respondió Dorry, levantándose con energía y tomando su arma.
—Esta hacha y esta espada... han llegado a su fin —dijo Brogy con tristeza, mirando su arma rota.
—¿Estás triste por eso? —preguntó Dorry, examinando su espada.
—¡Claro que sí! He peleado con esta hacha durante 100 años... Pero si es por su bien, no me arrepentiré —respondió Brogy, sonriendo.
—Entonces, está decidido —afirmó Dorry, como si hubieran tomado una gran decisión.
Con Lucy y los demás...
—¡Míralo, tío! ¡Mi lagarto es el ganador! —exclamó Sanji, discutiendo con Zoro.
—¿¡Son esos ojos vacíos en tu cabeza!? ¡Mi rinoceronte es más grande! —vociferó Zoro, enfadado.
—¿A quién le importa? ¡Los dos parecen buenos! —comentó Lucy, cruzada de brazos y sin entender la pelea.
—¡Cállate la puta boca! —gritó Zoro, furioso con Lucy.
—¡Tú! ¡No le grites a Lucy-chan así, que no ha dicho nada malo! —gruñó Sanji, listo para enfrentarse a Zoro.
—¿Cuánto tiempo más vais a seguir con eso? —gritó Nami, claramente frustrada—. ¡No podemos cargar con todo el dinosaurio! Cortad lo que necesitemos y vámonos de una vez —ordenó al par de idiotas que aún peleaban por una tontería absurda.
—¡Sí, Nami-swan! —exclamó Sanji con corazones en los ojos, saludándola desde fuera del barco con una mano mientras sostenía un enorme trozo de carne con la otra.
—Oye, Usopp, tú lo viste... —dijo Zoro, con tono serio y una ceja alzada—. Dime la verdad: ¿verdad que gané el combate?
—No me importa —respondió Usopp sin apartar la vista del caos que Zoro y Sanji habían dejado tras de sí. Estaba apoyado en la barandilla del barco, suspirando con hastío—. ¿No puede ser un empate?
—¡No hay empates! —exclamó Zoro, indignado, cruzándose de brazos—. ¡Una pelea tiene que tener un ganador!
El barco comenzó a moverse suavemente, alejándose de la costa de la isla.
—Si seguimos a esta velocidad, saldremos por el este de la isla —indicó Nami mientras miraba hacia atrás, dándole un silencioso y nostálgico adiós al lugar.
—¡Hey! ¿No podemos subir un poco más de carne al barco? —se quejó Lucy, molesta de que no le dejaran cargar más trozos de dinosaurio asado.
—¡Idiota! Si subimos algo más, el barco se hundirá —gruñó Nami, claramente harta—. ¿¡Acaso quieres que todos muramos por tu hambre sin fondo!?
—¡Guau! ¡Mirad! ¡Son los gigantes! —señaló Lucy emocionada, al ver de nuevo a Dorry y Brogy, de pie en el borde de la isla.
—¡Han venido a despedirse! —exclamó Usopp conmovido, secándose una lágrima al ver a sus imponentes amigos de nuevo.
Dorry y Brogy permanecían firmes, con el viento ondeando sus capas y sus hachas apoyadas en el suelo.
—Este es uno de los grandes motivos por los que vosotros, pequeños humanos... —empezó Brogy, con voz solemne.
—...no podríais llegar a la siguiente isla —continuó Dorry, con la mirada fija en el horizonte.
—¿Qué? —preguntó Nami, confundida por el misterioso comentario.
—Disteis vuestras vidas para preservar nuestro orgullo —dijo Dorry, con una sonrisa cargada de gratitud.
—Así que, sin importar qué enemigo tengáis delante —añadió Brogy, cruzado de brazos, con una enorme sonrisa—, nosotros no permitiremos que el orgullo de nuestros amigos sea pisoteado.
—Confiad en nosotros... y seguid adelante. No importa lo que pase —afirmó Dorry, con voz firme y mirada decidida.
—¡Vale! ¡Vamos hacia delante! —dijo Lucy, asintiendo con firmeza.
—¿Qué van a hacer? —preguntó Zoro, mirando a los gigantes con preocupación.
—Esto es... un adiós —susurró Usopp, mientras unas lágrimas caían por su rostro.
—¡Nos volveremos a ver algún día! —gritó Dorry, levantando su arma con decisión.
—¡Sin duda! —añadió Brogy, empuñando la suya al lado de su camarada.
De pronto, algo gigantesco emergió frente al barco.
—¡Mirad ahí delante! —gritó Lucy, temblando de emoción—. ¡Es enorme!
—Ahí está... ¡el Comedor de Islas! —rió Dorry, señalando a la inmensa criatura.
—¡Abriremos un camino... en nombre de Elbaf! —rugió Brogy, avanzando con su hacha alzada.
Ante ellos apareció un monstruoso pez gigantesco, tan grande como una isla entera, con fauces abiertas directamente hacia el barco.
—¡¿Qué es esa cosa?! ¡¿Un monstruo marino?! —gritó Lucy, al borde del entusiasmo y el miedo.
—¡Tomad el timón rápido! ¡Nos va a devorar! —ordenó Nami, entrando en pánico.
—¿Qué demonios es eso...? ¡Es gigantesco! ¿Un... pez de colores...? Espera... ¿Dónde he oído eso antes...? —Usopp temblaba, con los ojos fijos en la criatura.
—¡Usopp, rápido! —le gritó Nami, desesperada.
—N-No puedo... Tenemos que ir hacia adelante... ¿verdad, Lucy? —dijo Usopp, recordando las palabras de los gigantes.
—¡Sip! ¡Por supuesto! —respondió Lucy, con una sonrisa orgullosa.
—¡No seáis estúpidos! ¡Esto no es como con Laboon! —vociferó Nami, furiosa con su capitana.
—¡Lo sé, lo sé! No te lo tomes tan a pecho. Toma, te doy el último senbei —respondió Lucy, sacando una galleta de su bolsillo para ofrecérsela a Nami con una sonrisa inocente.
—¡No lo quiero! ¡Tenemos que darnos prisa y mo...! —empezó a gritar Nami, pero sus palabras se apagaron en un sollozo—. Snif... snif...
—Date por vencida —dijo Zoro con calma, abriendo la puerta de la cocina y dejando entrar a Karoo, que temblaba de miedo.
—Luffy, ¿podemos confiar en ellos...? —preguntó Sanji, con el ceño fruncido mientras observaba el peligro inminente.
—Ya no hay tiempo... —advirtió Nami, viendo cómo la sombra del monstruo los cubría por completo.
El barco fue tragado.
Dentro del monstruo:
—¡Hacia delante! ¡Hacia delante! —gritaba Usopp, con lágrimas corriendo por sus mejillas, aferrándose a la fe en sus amigos.
—¿De qué estás hablando? ¡Ya nos ha comido! —vociferó Nami, con los nervios destrozados.
—¡Hacia delante! ¡Hacia delante! —gritó Lucy riendo, todavía confiando en sus gigantes.
Una luz apareció repentinamente frente al barco. Habían atravesado al monstruo desde dentro. Los gigantes, con un golpe combinado, lo habían derrotado y les habían abierto una salida.
El barco salió volando por la fuerza del golpe.
—¡Guauuu! ¡Estamos volando! —gritó Lucy, completamente extasiada—. ¡Vamos hacia adelante! ¡Qué genial! ¡Esto es lo mejor!
—Incluso... cortaron el agua... —dijo Usopp, temblando y llorando de emoción—. Ese es... el verdadero poder de los guerreros de Elbaf.
Y así, el barco de los Sombrero de Paja voló por el aire, dejando atrás la isla, mientras ponían rumbo directo a Arabasta.
(Espero que os guste este capítulo. He intentado hacerlo un poco distinto a la historia original para darle un enfoque diferente)
Sara (Guest) on Chapter 6 Sun 25 May 2025 04:17PM UTC
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akiraknightsilver on Chapter 6 Mon 26 May 2025 06:16AM UTC
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Sara (Guest) on Chapter 6 Mon 26 May 2025 02:12PM UTC
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