Chapter Text
1
Slash
He empezado a escribir este cuaderno para organizar mis ideas. Siento que estoy enloqueciendo. Todo es culpa de Axl. Me preocupa. No sé qué le pasa, ha estado actuando extraño estos días...
¿Por dónde debería empezar?
Él me encanta, me gustó desde el primer minuto en que lo conocí. Fue un flechazo. Verlo por primera vez se sintió como el solo de guitarra en una canción de rock, potente, inolvidable. Hubo algo en su actitud irreverente que me fascinó. Desde entonces se ha vuelto mi último pensamiento antes de dormir y él primero al despertarme.
Sí, sé que estoy sonando demasiado cursi; pero eso es lo que me provoca él.
Lo cierto es que nunca me había animado a confesarle nada hasta la otra noche... Hablamos todos los días y nos tenemos confianza. Él me ha contado muchas cosas, cosas que no le ha revelado a ninguno de nuestros otros compañeros, como por ejemplo, los experimentos a los que se sometió para sobrevivir y que por suerte para los dos no funcionaron. A sí mismo, la verdad es que creo que únicamente me animé a besarlo porque me encontraba muy eufórico.
Fue en pleno concierto, delante de todos. Él estaba allí cantando y no paraba de hacer esos movimientos suyos en donde se toca el cuerpo de forma insinuante . Yo lo miré y sentí que no resistiría un día más sin probar sus labios. De manera que caminé hasta su lado, fingí que iba por el micrófono y cuando menos se lo esperaba di vuelta la cara y le partí la boca.
No pensé en las consecuencias. Lo que opinaran los fans no me importaba. Moría de ganas de besarlo y eso hice. Tenía la boca abierta así que apenas nuestros labios se juntaron aproveché para meterle la lengua y tocar la suya. Se sintió bien. Fueron los segundos más gloriosos. Axl no respondió, se quedó descolocado un instante y siguió con el show casi de inmediato, como todo el profesional que es. Yo sabía a ciencia cierta que cuando estuviéramos en los camerinos me asesinaría; sin embargo, haberlo probado compensaba cualquier castigo.
En efecto, al terminar el espectáculo, me ligué un piñazo que me dejó la mejilla inflamada.
Pero no desistí de mi idea de conquistarlo. ¿Cómo iba a hacer eso después de probar su boca? Esa misma madrugada, después de haberlo pensado mucho, me metí en su habitación. Solo planeaba hablarle, hasta que Axl me murmuró que me quedara. De manera que me desvestí, me acosté a su lado y lo envolví en mis brazos. Sí, me aproveché de su estado para quedarme, ¿y qué? No me dejaba muchas opciones para acercarme y yo cada vez tenía más ganas de estar a su lado.
Era la primera vez que dormía con él y quedé fascinado. La luz del alba se colaba a través de las ventanas por lo que pude contemplar su rostro. Cuando Axl se hallaba despierto siempre tenía un aire desafiante, en cambio dormido, sus facciones delicadas y su sedosa cabellera zanahoria, lo hacían lucir muy adorable y frágil. Decidí que ambas versiones me gustaban.
No sé cómo pasó, no puedo explicarlo; pero, apenas despertó, Axl reconsideró lo que me había dicho e hicimos el amor como tres veces.
Bueno, según Axl, es solo sexo. Él odia cualquier cosa que implique mostrar emociones. Según yo hacemos el amor, o por lo menos yo le hago el amor.
La pasamos increíble. Así que lo hicimos durante siete días más. Hasta la mañana en que empezó todo.
Al despertar, Axl se hallaba bien. Pero el olor de los huevos fritos le revolvió el estómago. Se puso más pálido que de costumbre y tuvo que correr al baño. Vomitó como media hora. Yo le sostuve el cabello y le acaricié la espalda, le dije que se quedara tranquilo. Y él me lo agradeció.
La mañana siguiente el episodio volvió a repetirse. Y la siguiente. Lo peor fue la cuarta mañana.
Pasado un rato, luego de que los vómitos se repitieran, Axl se puso a comer un poco de helado y ahí fue donde empezó la pesadilla.
-Si sigues comiendo así, vas a engordar -le dije. No sé por qué se me ocurrió comentarle eso. ¡Fue solo una broma!, nunca pensé que se lo tomaría tan mal, después de todo, en la banda nos decíamos cosas peores a modo de chiste.
—¿Qué quieres decir?, ¿que si engordo unos kilos ya no te voy a gustar? —Gruñó. Sus ojos echaban chispas y apretaba la cuchara con tanta fuerza que pensé que la rompería.
—No he dicho eso, a mí me gustas como eres, siempre me vas a gustar...
—¿Entonces crees que estoy gordo? —Espetó y sus ojos se empañaron de lágrimas. Sí, por primera vez en la vida, lo vi al borde de las lágrimas por una discusión.
No entendí nada. Me acerqué hasta él y lo abracé. Axl me empujó y corrió rumbo a su cuarto. —¡No quiero verte nunca más en la vida! ¡Vete al demonio! —Gritó y me cerró la puerta en la cara.
Pasé todo el resto de la mañana preocupado, pegado a la puerta desde dónde escuché sus sollozos. Sí, seguía llorando. Y a mí me desesperaba que estuviera mal. Traté de hablarle un par de veces; pero me gritó que me muriera. Cuando al fin se calmó un poco, a eso del mediodía, decidí ir a ver un rato la tele para despejarme. Al final terminé durmiéndome y fue el mismo Axl quien me despertó.
—Slash, abrázame —me dijo y se tumbó de lado, junto a mí en el sofá. Había cierta urgencia en su voz, una desesperación que no había notado nunca antes en él. No se trataba de deseo, me necesitaba. Era como si buscara un refugio, sentirse protegido en mis brazos.
En cualquier otra ocasión le hubiera reclamado por lo mal que me había tratado; o me habría fascinado su actitud, lo hubiera llevado a la habitación y le hubiera hecho el amor sin dudarlo. Pero no después de haberlo escuchado llorar toda la mañana. Así que, solo lo obedecí, me puse de costado, con el pecho pegado a su espalda y le pasé el brazo alrededor de su cuerpo.
—¿Te sientes mejor? —le pregunté. Él tenía los ojos cerrados y no respondió-. Axl, hace unas horas me mandaste al diablo...
—Ya olvídalo, estaba de mal humor —repuso. Tomó mi mano, la metió por debajo de su remera y la dejó sobre su abdomen.
Me gustaba que se mostrara cariñoso y adoraba sentir su piel. Sin embargo, tenía claro que Axl no era así. Algo grave le ocurría. ¿Acaso estaba enfermo? —Eso ya lo sé. Quiero saber por qué. ¿Qué te pasa?
Él suspiró. —Estoy tratando de arreglarlo, ¿no? —repuso—. ¿Qué quieres que haga para que me perdones?, ¿quieres tener sexo?
—Tener sexo no soluciona los problemas.
—Para mí sí —gruñó.
—Axl, por favor, si hay algo que deba saber, dilo de una vez...
—No lo sé... Tal vez...
—¿Cómo qué no lo sabes?