Chapter Text
DEBES DEJAR DE CULPARTE A TI MISMO
OLVIDA ESOS RECUERDOS, NO SON BUENOS PARA TI
AHORA DIME, ¿QUÉ VES?
¡DESPIERTA!
Munhyeon, Busan. 2:56 p.m.
Plaza Dong, el corazón de Busan, solía ser un caos de vida cotidiana. Pero hoy era diferente. Para algunos, l a plaza se había convertido en un escenario de esperanza; para otros, era un campo de batalla a la espera de sangre. Las pancartas ondeaban con el eslogan de campaña del Candidato: "UN NUEVO AMANECER PARA BUSAN". Los reporteros se empujaban, sus cámaras disparando flashes como ráfagas. Pero detrás del telón negro que cubría el escenario, había otro mundo.
Jackson estaba allí, frotándose las manos sudorosas mientras miraba fijamente más allá de la cortina. Su jefe de campaña—y amigo de toda la vida—notó el tic nervioso de Jackson y, sin dudarlo, le dio una palmada fuerte en el hombro.
-¡Oye, Jackson, relájate!
-¡Mira eso, bro!-Señaló con la cabeza a la multitud que rugía tras la cortina.-¡Ellos creen en ti!
Jackson suspiró.
-Creer es una cosa, Jae.
-Pero esperan que arregle esta maldita ciudad. Eso es mucha presión.
-¡Aish, para de quejarte! ¿Quién más va a hacerlo? ¿El senador Cho? ¡Por favor, ese viejo no sabe ni cómo encender su celular! Naciste para esto, Jackson. Ahora, mueve ese culo y demuéstrales por qué eres el mejor.
Antes de que Jackson pudiera responder, la música que retumbaba en la plaza se cortó de golpe. El silencio que siguió fue tan absoluto que parecía que el mundo había contenido el aliento. Los latidos de Jackson se aceleraron y miró a Jaebeom, quien le guiñó un ojo y le dio un último empujón hacia la cortina.
Los gritos lo golpearon como una ola, las cámaras disparaban sin parar, capturando cada segundo de su entrada. Jackson alzó una mano, y esa sonrisa suya—perfecta, carismática, capaz de vender sueños o desatar guerras—iluminó su rostro. Era el tipo de momento que se volvería viral en X antes de que terminara el discurso.
Mientras tanto, en la sección VIP, el supuesto "mejor amigo" de Jackson estaba sentado como una estatua, con la mandíbula tan apretada que parecía que sus dientes se romperían. Jaebeom lo notó al instante. Mientras aplaudía junto a la multitud, se acercó a él, inclinándose ligeramente para hablarle.
-¿Todo bien, señor Park?
Jinyoung no se inmutó. Ni un gesto, ni un cambio en su expresión.
-¿Tú qué crees?
-Estoy harto de fingir. Cansado de esconder mi relación con Jackson por esta maldita campaña.
Jaebeom arqueó una ceja, sin apartar los ojos de Jinyoung.
-Así es el juego, usted aceptó las reglas. Cuando ganemos, todo esto va a valer la pena. Imagínatelo: primero Busan, luego Seúl. ¡Y quién sabe, tal vez hasta la Casa Blanca!
Jinyoung rió.
-¿La Casa Blanca? Sí, claro, sigue soñando.-Su mirada volvió a Jackson, quien dominaba el escenario como un rey.-Primero veamos si sobrevivimos a este día.
En el escenario, Jackson aferró el podio y respiró hondo.
-¡Busan! ¡Sé que están hartos de la misma mierda de siempre!-gritó, y la plaza explotó, una ola de sonido que parecía sacudir los cimientos de la ciudad.-¡Llevamos demasiado tiempo con un gobierno que solo jode al pueblo! ¡Pero eso se acaba hoy, aquí y ahora! ¡Juntos vamos a construir una ciudad justa, una que no solo proteja a los ricos! ¡Busan será el ejemplo de un futuro mejor! ¡UN NUEVO AMANECER PARA BUSAN!
La respuesta fue brutal: un maremoto de aplausos y gritos que hizo temblar la plaza.
-Es bueno,-murmuró Jaebeom desde su asiento.
-El mejor,-susurró Jinyoung, pero su voz estaba cargada de un dolor que nadie más podía escuchar, y aunque su rostro era una máscara de calma, sus ojos no se apartaban de Jackson.
Y de repente— BANG! Un disparo atravesó el aire como un relámpago y el tiempo se detuvo.
Un guarura cerca del escenario se tambaleó —s angre brotó de su pecho — y cayó por las escaleras, sin vida. El caos estalló. La multitud se deshizo en pánico. La gente se empujaba, mientras los carteles y pancartas quedaban pisoteados en el suelo. Padres cargaban a sus hijos, reporteros se escondían tras sus cámaras aún grabando, transmitiendo el horror al mundo.
Jaebeom se puso de pie en un segundo, gritando por su auricular.
-¡SAQUEN A JACKSON DEL ESCENARIO, YA!
Los guaruras rodearon el podio como un enjambre, formando un escudo humano alrededor de Jackson, que se quedó congelado por un instante.
-¡PROTEJAN A PARK!-ordenó Jaebeom.
Dos guaruras jalaron a Jinyoung de su asiento, sus piernas temblaban, la falsa sonrisa desvanecida, reemplazada por miedo puro. Jaebeom corrió al escenario, y agarró a Jackson del brazo con fuerza.
-¡Mueve el culo, AHORA!
¡BANG!
Otro disparo destrozó un altavoz. La multitud enloqueció, l a gente corría en todas direcciones. Jaebeom alzó la vista, escaneando el horizonte. Entonces lo vio: el Hotel Stella, su fachada de vidrio brillando como nido de francotirador.
-¡Los disparos vienen de allá!-gritó, señalando el edificio.
¡BANG! ¡BANG!
Dos disparos más rasgaron el telón del escenario. El pulso de Jaebeom retumbaba, cada segundo era una eternidad.
-¡Saquen a Wang de aquí!
Un SUV negro esperaba al borde de la plaza, sus ventanas oscuras prometiendo refugio. Los guaruras arrastraron a Jackson, casi cargándolo mientras sus pies luchaban por seguir el paso. Jinyoung iba atrás y lo metieron al vehículo de un empujón, jadeando, pálido. Jaebeom entró último, cerrando la puerta de un golpe.
-¡ARRANCA!
El SUV salió disparado. La huida fue un torbellino de caos, las sirenas aullaban detrás, cortando los gritos lejanos de la multitud.
¡BANG!
Un disparo agrietó el parabrisas trasero. Jinyoung se agachó, tapándose la cabeza. El auto giró bruscamente, zigzagueando por las calles estrechas de Munhyeon.
-¡AGACHADOS!-gritó Jaebeom, mirando por el vidrio roto. Un ardor le quemó el hombro, pero lo ignoró, la adrenalina apagando el dolor.
El SUV derrapó, chocando contra un auto estacionado. Chispas volaron, el conductor luchaba con el volante, acelerando hacia un paso subterráneo. Jaebeom hizo una mueca, el ardor ahora un dolor punzante. Miró su hombro: la chaqueta rota, sangre filtrándose.
-¿En serio?-masculló, quitándosela con un gesto de dolor.
Presionó la chaqueta contra la herida. Jackson giró, los ojos desorbitados al ver la sangre.
-¡Jae, estás herido!
Jinyoung, aún agachado, miró a Jaebeom, pálido.
-¡Hyung, estás sangrando muchísimo!
Jaebeom los calló con un gesto, forzando una sonrisa.
-Tranquilos, no me voy a morir por esto. La bala solo me dio un besito.-Ajustó la chaqueta, presionando más fuerte, y se recostó en el asiento, un poco más pálido.
Jackson frunció el ceño, temblando.
-No juegues al valiente, Jae. ¡Tenemos que llevarte a un hospital!
-Cuando estemos a salvo,-respondió Jaebeom.-¡Más rápido!-ordenó al conductor.
El SUV entró en el paso subterráneo, la ciudad desvaneciéndose atrás, dejando solo el eco del caos. Jackson y Jinyoung se miraron, miedo y culpa en sus rostros.
-¿Qué mierda pasó?-susurró Jackson, temblando.
Jaebeom se pasó una mano por la cara, exhalando con fuerza a pesar del dolor.
-Alguien intentó matarte, Jackson.
Departamento de Homicidios, Busan. 4:52 p.m.
Homicidios, normalmente un caos organizado, ahora era un infierno. Las pantallas parpadeaban con imágenes del ataque en Munhyeon, repitiendo en bucle el momento en que los disparos destrozaron el discurso de Wang. Los oficiales analizaban cada píxel de las grabaciones. Teléfonos sonaban sin parar, gritos se cruzaban por los pasillos, y el peso de una ciudad exigiendo respuestas aplastaba a todos.
En el ojo del huracán, la oficina del Capitán era un búnker al borde del colapso. El Capitán, con su metro setenta de puro músculo, parecía un toro listo para embestir. Estaba de pie junto al escritorio, el teléfono apretado en una mano temblorosa, su rostro surcado por líneas de cansancio. Era demasiado joven para este desastre, pero su reputación como líder implacable lo había llevado lejos. Sin embargo, ahora mismo, la voz que sonaba al otro lado del teléfono no le estaba dando ninguna medalla.
-Estamos haciendo todo lo posible para identificar al tirador.
-Sí, señor, lo entiendo. Lo resolveremos.
La llamada terminó. Changbin miró el teléfono por un segundo, luego lo estrelló contra el escritorio—¡BAM! Su pecho subía y bajaba, la furia burbujeando como lava. Se pasó una mano por la frente, intentando aplastar el dolor de cabeza que le martillaba las sienes.
Justo entonces, la puerta se abrió de golpe, y entró un Teniente como si el caos afuera fuera un chiste. Alto y esbelto, con el cabello dorado cayéndole en mechones desordenados sobre la frente. También joven para su rango, pero tenía un historial que envidiaban los veteranos.
-Dime que traes buenas noticias, Teniente,-suplicó Changbin.
El Teniente soltó un bufido, con una mueca que gritaba malas noticias.
-El alcalde ya soltó su comunicado, Cap.
-¿Y? ¿Nos está culpando?-preguntó Changbin, aunque ya sabía la respuesta antes de que Hyunjin abriera la boca.
-Duh. ¡Obvio, hyung! ¡Claro que nos culpa!-respondió Hyunjin, levantando las manos como si fuera obvio.-Dice que dejamos que un psicópata entrara como si nada y convirtiera el gran día de Wang en un maldito campo de tiro.
Changbin estrelló el puño contra el escritorio con tanta fuerza que una pila de papeles voló como confeti. La silla chirrió cuando la empujó hacia atrás, paseándose por la oficina como un animal enjaulado.
-¡Estábamos a cargo de la seguridad, y un imbécil casi le vuela la cabeza a Wang frente al maldito mundo entero! ¡Teníamos todas las puertas vigiladas, francotiradores en los tejados, un equipo de guardaespaldas de élite! ¿Cómo carajos alguien logra esto y luego—puf—desaparece?
-Estamos revisando todo, hyung. La zona está cerrada, mi equipo está revisando el Hotel Stella. Si el tirador estaba ahí, encontraremos algo. Pero...va a tomar un minuto.
-¿Un minuto?-Changbin soltó una risa y sacudió la cabeza.-¡No tenemos un minuto, Hwang! ¡Esto no es solo sobre Wang, es la ciudad, el maldito orden que se supone debemos mantener! ¡Si no resolvemos esto, las elecciones se van al carajo, el alcalde seguirá señalándonos, y nosotros seremos los idiotas con la soga al cuello!
Hyunjin asintió, serio por un segundo, pero luego su mirada se deslizó por Changbin, deteniéndose en su pecho, donde la camisa se tensaba por la furia.
-Hagamos un comunicado. Tomemos la delantera antes de que el alcalde nos entierre vivos.
Changbin se detuvo, todavía agitado, y lo miró con los ojos entrecerrados.
-¿Un comunicado?-repitió, sarcástico.-¿Qué se supone que diga? ¿"Perdón, Busan, somos tan inútiles que dejamos que un psicópata convirtiera el mitin en un tiro al blanco"? ¿Eso quieres que les diga, idiota?
-Cap, cálmate,-dijo Hyunjin mientras se acercaba, deteniéndose justo frente al escritorio.-Estás demasiado tenso, hyung. Vas a explotar si sigues así.
Changbin frunció el ceño, atrapado entre la irritación y la confusión. La forma en que Hyunjin lo miraba, con esa intensidad descarada, le hizo apretar los puños.
-¿Y qué sugieres? ¿Que me tome un té y me ponga a meditar mientras Busan se prende fuego?
ADVERTENCIA
[LA SIGUIENTE ESCENA CONTIENE CONTENIDO EXPLICÍTO (NSFW)]
Hyunjin soltó una risa suave, pero sus ojos no se apartaron de Changbin. Se lamió los labios lentamente, un gesto que no pasó desapercibido. Luego rodeó el escritorio, acortando la distancia.
-Tengo una idea mejor. ¿Qué tal si te ayudo a...liberar un poco de esa tensión?
-¿Qué mierda estás diciendo, Hwang?
-Oh, vamos, hyung,-susurró Hyunjin, inclinándose aún más, su aliento rozando la oreja de Changbin.-Sé que estás furioso, y sé exactamente cómo reparar eso.
-Estás loco,-masculló Changbin intentando sonar convencido.-No estoy para tus juegos de mierda. Sal de aquí y haz tu trabajo.
Pero Hyunjin no se movió. En cambio, se acercó más, su mano rozando el muslo de Changbin. Su otra mano se posó suavemente sobre su pecho, deslizándose hacia abajo con lentitud.
-Sé lo que necesitas. Y créeme, quiero ayudarte,-sus dedos se detuvieron justo sobre el cinturón de Changbin, rozando la tela de sus pantalones.
-Teniente, para,-dijo, pero su voz carecía de convicción.-Ya no podemos hacer esto.
Sus dedos se deslizaron más abajo, rozando el bulto que comenzaba a formarse bajo la tela.
-Vamos, Cap. Deja que me encargue. Sé que lo quieres.
La silla crujió cuando Changbin se dejó caer hacia atrás, su respiración acelerándose mientras Hyunjin bajó el cierre de sus pantalones con lentitud. Sin esperar respuesta, Hyunjin se arrodilló frente a la silla, sus manos trabajando con destreza para abrir las piernas de Changbin, que no opuso resistencia real.
-Mierda, Hwang...-murmuró Changbin, su voz quebrándose cuando Hyunjin liberó su miembro, ya medio erecto, y lo tomó entre sus manos.
Hyunjin alzó la vista, sus ojos brillando con deseo.
-Mírate, hyung. Ya estás duro por mí,-sin romper el contacto visual, inclinó la cabeza y pasó la lengua lentamente por la longitud de Changbin.
Changbin apretó los puños mientras Hyunjin comenzaba a trabajar, su boca cálida y húmeda envolviéndolo con una habilidad que lo dejó sin palabras. Hyunjin no se apresuró; cada movimiento era lento, su lengua trazando círculos alrededor de la punta antes de tomarlo más profundo, sus labios apretándose justo en los puntos correctos.
-¿Te gusta, hyung?-murmuró Hyunjin, retirándose un momento para lamerse los labios, sus ojos fijos en el rostro de Changbin, que estaba rojo, con los ojos entrecerrados y la respiración entrecortada.-Porque a mí me encanta. Tan duro, tan...necesitado.
-Cállate y sigue.
Hyunjin soltó una risa, complacido, antes de volver a sumergirse, esta vez con más intensidad, succionando con una presión que hizo que Changbin arqueara la espalda contra la silla. Changbin jadeó, una mano encontrando el cabello de Hyunjin, enredándose en los mechones dorados mientras lo guiaba, aunque Hyunjin no necesitaba guía alguna. Hyunjin alternaba entre lamidas lentas y succiones profundas que hacían que Changbin se retorciera, sus gruñidos convirtiéndose en gemidos. El mundo fuera desapareció. Solo existía la boca de Hyunjin, el calor, el ritmo perfecto que lo estaba deshaciendo. Changbin sintió el calor acumularse, su cuerpo tensándose mientras Hyunjin, sintiendo el cambio, aceleró, sus manos y boca trabajando en sincronía.
-Hyunjin, voy a...-Changbin intentó advertir, pero las palabras se convirtieron en un gemido cuando el clímax lo golpeó, su cuerpo estremeciéndose.
Cuando Changbin finalmente recuperó el aliento, Hyunjin se apartó, limpiándose la boca con el dorso de la mano, su sonrisa más engreída que nunca.
-Te dije que te relajaría, hyung,-dijo, levantándose mientras Changbin lo miraba, todavía aturdido, intentando recomponerse.
-Eres un maldito idiota,-masculló Changbin, pero no había enojo en su voz. Se subió el cierre con manos temblorosas, su rostro aún enrojecido.
-Entonces...-murmuró Hyunjin,-¿te parece si hacemos un comunicado ahora?
-Mierda, supongo que tienes razón. Hay que decir algo,-murmuró Changbin, más calmado.-Llama al tipo de Canal 3. Pero no al que escupe cuando habla.
Hyunjin sonrió, incapaz de resistirse.
-¿El chico lindo? ¿El de los hoyuelos y el culito redondito?
-Ese mismo, idiota. Dile que vamos a dar un comunicado antes de que me vuelva loco.
-Entendido, Cap,-dijo, pero se detuvo.-¿Le digo que traiga snacks? Estoy muriendo de hambre.
-Después, Hwang, después.
Hyunjin soltó una carcajada, dirigiéndose a la puerta.
-Trato hecho, Cap. Llamaré al chico lindo y le diré que traiga soju... y tal vez unos snacks para mí,-salió con una sonrisa pícara, dejando a Changbin solo en la oficina.
La puerta se cerró, y Changbin soltó un suspiro que pareció arrancarle el alma. Se inclinó, los codos golpeando el escritorio, y hundió la cara en las manos, como si pudiera bloquear el caos. No tenía idea de qué diría a la prensa. Fuera lo que fuera, tenía que ser perfecto, o este desastre no solo hundiría al departamento: lo enterraría vivo. Inspiró hondo, enderezando la espalda, el dolor de cabeza martillándole el cráneo.
Pero justo cuando Changbin logró robarse un segundo de calma, el caos de abajo explotó como si alguien hubiera tirado una granada.
Frunció el ceño, la silla chirriando cuando se levantó. Caminó hasta la ventana de su oficina y miró hacia la entrada del departamento. Un enjambre de reporteros se arremolinaba como buitres, sus flashes estallando como disparos. En el centro, abriéndose paso con una furia que parecía incendiar el pavimento, estaba Jackson Wang. El carisma que solía envolverlo como una capa había desaparecido. Su rostro era una máscara de rabia.
-¿Qué carajos hace aquí?-masculló Changbin, un sudor frío picándole la nuca.
Wang, el político estrella, había esquivado balas hacía apenas unas horas, y ahora irrumpía como un huracán en el peor momento posible. La prensa era una jauría hambrienta, los micrófonos cerca de la cara de Wang.
-¡Candidato Wang, ¿cree que fue un trabajo interno?
-¡Señor Wang, ¿la policía le falló?
-¿Señala a la oposición? ¿Quién está detrás?
Jackson no les dio ni una mirada. Avanzó, la cabeza alta como un rey en guerra. Sus guaruras lo flanqueaban, empujando a los reporteros. Changbin soltó un suspiro, pasándose los dedos por el cabello antes de enderezar su corbata. Esto iba a ser un desastre. Apenas tuvo tiempo de enderezarse cuando—¡BAM!—la puerta de la oficina se abrió de un golpe, estrellándose contra la pared. Jackson entró, sin mirar atrás, mientras sus guardias se plantaban afuera, bloqueando a los reporteros como un muro impenetrable.
-Seo, ¿qué mierda pasó?
Changbin no retrocedió. Había lidiado con criminales peores que un político furioso.
-Estamos en eso, señor Wang.
-¿En eso? ¿Estás en eso? ¡Mi guarura está muerto! ¿Y tú me dices que estás "en eso"? ¡Quiero respuestas, y las quiero YA!
Changbin apretó la mandíbula, forzando la calma.
-Le prometo que nuestros mejores detectives están en este caso.
-No, no, no, no me vengas con esa mierda,-se acercó, bajando la voz a un gruñido que hizo que a Changbin se le erizara la piel.-Quiero al mejor de los mejores.
Las cejas de Changbin se alzaron, un destello de confusión cruzando su rostro.
-¿Sabes lo que eso significa?
-¿Crees que me importa un carajo lo que significa?-siseó, su dedo apuntando al pecho de Changbin, sin tocarlo, pero lo bastante cerca.-¡Hoy casi me matan, Seo! ¡Tráelo aquí! ¡HOY!
Changbin apartó la mano de Jackson, un chispazo de irritación rompiendo su calma.
-Está enfermo, Wang. Retirado por una razón. ¿De verdad quieres meterlo en este desastre?
-Claro que sí. Necesito a alguien lo bastante loco para atrapar a quien hizo esto. Lo quiero a él, Seo. Quiero...
AL NOVATO.
Baram-ri, Busan. 10:32 p.m.
La noche envolvía la ciudad como un manto frío, las calles silenciosas del suburbio roto solo por el parpadeo de luces rojas y azules que danzaban en las ventanas de los condominios. Normalmente, este rincón de Busan era un lugar perfecto para vivir, pero esta noche, era un escenario de pesadilla. La cinta amarilla de la policía acordonaba la escena, oficiales revoloteaban como moscas, bolsas de evidencia crujían, y murmullos llenaban el aire.
En el centro de la escena, sobre la acera helada, yacía una chica. Su cuerpo inmóvil como una muñeca rota. Un brazo estirado hacia la calle, los dedos abiertos en un gesto desesperado. Su bolso estaba destrozado, el contenido esparcido en un caos trágico. A simple vista, parecía un robo que salió mal.
Pero había alguien que no compraba esa farsa ni por un segundo.
Estaba agachado junto al cuerpo, su figura envuelta en una chaqueta negra. Sin uniforme, sin placa, pero con una presencia que dominaba la escena. Sus ojos escaneaban cada centímetro, ignorando el caos de luces y voces como si fuera un zumbido molesto. Los oficiales lo miraban de reojo, nerviosos, fascinados, como si fuera un lobo entre ovejas.
Un policía novato dio un paso adelante, su voz insegura rompiendo el silencio.
-Eh...¿Detective Lee?-balbuceó, sudando pese al frío.
-No me llames 'Detective.'
Minho ni levantó la vista, su tono cortante como hielo.
-Oh, claro, perdón...hyung.-El chico tragó saliva, rascándose la nuca.-La víctima es Kang Haeun, vivía en el quinto piso.-Señaló el condominio detrás.-Parece un robo que se salió de control. Tal vez se resistió, el tipo se asustó y...
-No,-Minho lo interrumpió, y el oficial se quedó congelado, la boca entreabierta.
-¿No?
Por fin, Minho alzó la mirada, clavándola en el chico con una intensidad que lo hizo retroceder un paso.
-El asesino quiso que pareciera un robo.
-¿Por qué dice eso?
-¿En serio tengo que explicártelo?-Señaló una colilla de cigarro aplastada en el asfalto, tan pequeña que era casi invisible bajo la sangre seca.-Estuvo aquí, fumando esa mierda mentolada, esperándola.
El chico entrecerró los ojos, buscando la colilla.
-¿Cómo sabe que el cigarro no es de ella?
Minho rió, sacudiendo la cabeza como si la pregunta fuera un insulto.
-Mira,-dijo, levantando una cadena plateada del cuello de Haeun, un crucifijo diminuto.-Es calvinista. Para ellos, el cuerpo es un templo. Nada de vicios. ¿Fumar? Ni en sueños. Usa la cabeza, si es que tienes una.
El oficial asintió, incómodo, rascándose el cuello.
-Entonces...¿dices que...?
-Digo que el asesino estuvo aquí, esperando como un maldito depredador a que ella pasara. Sabía su rutina, cuándo estaría sola. Esto no fue un robo al azar, fue un golpe planeado para parecer obra de un idiota.-Echó un vistazo al bolso destrozado.-Revisó todo esto después de apuñalarla. Buscaba algo: un USB, una nota. No es tan estúpido como ustedes creen.
El oficial parpadeó, atónito.
-¿De verdad cree eso?
-No lo creo, lo sé. Y si no fueras tan lento, también lo sabrías.-Se giró de nuevo, estudiando las heridas en el pecho de Haeun: tres puñaladas precisas.-Su celular, ¿lo revisaron por huellas?
-Sip, está limpio. Ni una sola huella.
Minho bufó, rodando los ojos.
-Claro, porque el asesino es tan amable que lo limpió por ustedes.-Se inclinó más, señalando los moretones leves en el hombro de Haeun.-Es alto, 1,80 mínimo. Las puñaladas van hacia abajo. La agarró del hombro, la controló como si nada. Ella mide 1,55, revisa su ID si no me crees. ¿O también necesitas que te explique cómo medir altura?
El oficial abrió la boca, pero solo salió un murmullo.
-Mierda, hyung, eso es...
-Y el celular,-interrumpió Minho, poniéndose de pie.-¿Sin huellas, ni siquiera de ella? Lo limpió porque estuvo buscando algo ahí. Probablemente revisó sus mensajes mientras ella se desangraba. ¿No te parece obvio?
-Hyung, esto es...nosotros no vimos nada de eso.-Dudó, dando un paso más cerca.-Hyung, tienes que llevar esto al Comisario. Explicarle todo, podrías...
-No,-Minho no lo dejó terminar. Giró, echando un último vistazo al cuerpo de Haeun.-Terminé aquí. Si no eres tan inútil como para encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Sin más, se alejó con una calma inquietante, como si no acabara de destrozar las teorías de todos con unas pocas frases heladas. Los oficiales se quedaron en silencio.
-¿Ese es el Novato?-murmuró uno, aún procesando la escena.
Otro asintió, siguiendo la silueta de Minho mientras desaparecía.
-La maldita Leyenda Viviente.
El rugido de la moto de Minho rasgó la noche como un lobo solitario. El viento helado le azotaba el rostro, colándose por la visera tintada de su casco y pinchándole el cuello expuesto, pero Minho no pestañeó. Su cara era una máscara de acero, los ojos fijos en la carretera, impenetrables como un abismo. En su mente, un torbellino de sombras luchaba por salir: recuerdos que había encerrado en una caja fuerte mental, con la llave perdida en algún rincón de su pasado roto. No quería tocarlos, no esta noche, no nunca.
Sky Tower 101, Busan. 11:21 p.m.
El complejo de apartamentos emergió en la distancia. Era su refugio, su fortaleza lejos del caos. Estacionó la moto, el motor apagándose con un gruñido. Sus botas resonaron en el asfalto mientras caminaba hacia el edificio, el cansancio pesándole en los huesos como si cargara el peso del mundo. El ascensor zumbó, las puertas se abrieron, y Minho entró, apoyándose contra la pared, la cabeza gacha, el latido de un dolor de cabeza creciendo en sus sienes. Las puertas volvieron a abrirse en su piso, y el pasillo lo recibió con una luz naranja tenue que parpadeaba como si estuviera a punto de rendirse.
Entonces lo vio.
Una figura apoyada contra la pared junto a su puerta, envuelta en sombras, con un cigarrillo colgando entre los dedos. La brasa brilló cuando dio una calada lenta, el humo enroscándose hacia el techo como un espectro. Minho apretó la mandíbula, la irritación encendiéndose como una chispa. Se pasó una mano por el cabello revuelto por el viento, y avanzó.
-No puedes fumar aquí, idiota,-masculló, y en un movimiento rápido, le arrancó el cigarrillo de la boca, aplastándolo en una maceta cercana.
-¿Oh? ¿Annyeong también para ti? ¿Así saludas a tu mejor amigo después de...qué, ¿dos largos años?
Minho bufó, sacando las llaves de su chaqueta.
-¿Qué carajos haces aquí, Hyunjin?
-Eres un maldito fantasma, Mochi,-dijo, alargando ese apodo que Minho odiaba escuchar de cualquiera mayor de doce años.-He estado llamándote como loco. ¿Me estás ghosteando o qué?
Minho metió la llave en la cerradura, lanzándole una mirada de reojo que podría haber congelado el infierno.
-Estuve ocupado.
-¿Sigues jugando a ser detective, Mochi? ¿Qué es esa mierda de "consultor privado"? ¿Resolver casos cuando te da la gana?
-No tengo mucha opción, ¿o sí? Y para de llamarme así. No tengo diez años.
-¿Mochi? Pero es lo nuestro, bro,-dijo, dándole una palmada en la espalda.
Minho lo fulminó con la mirada, la irritación le quemaba el pecho.
-Era 'lo nuestro' cuando éramos niños,-suspiró, frotándose la nuca mientras su paciencia se desgastaba.-Hyunjin, en serio, ¿qué quieres?
La sonrisa de Hyunjin se desvaneció por un instante.
-Solo quería verte,-dijo, su voz más baja ahora.-Y...sé que estás metido en el asesinato de Baram-ri.
Minho lo miró con ojos entrecerrados, sopesando cada palabra como si buscara una trampa. Luego suspiró y abrió la puerta de su apartamento.
-Pasa,-murmuró, señalando el interior con un gesto de la cabeza.
Hyunjin no dudó, entrando como si fuera su segunda casa. El apartamento era oscuro, pequeño pero impecable, con un leve olor a madera y comida para gatos, el zumbido del refrigerador como único sonido. Bueno, hasta que el rápido repiqueteo de patitas rompió el silencio. Se quitaron los zapatos, y en un instante, tres gatos—Soonie, Doongie y Dori—rodearon a Minho, enredándose entre sus piernas, ronroneando como pequeños motores. Minho se agachó, rozando su pelaje mientras murmuraba tonterías con una calidez rara en él.
-Ey, pequeños mocosos, ¿me extrañaron?-dijo, mientras los gatos se frotaban contra él, ajenos a la tensión que flotaba a su espalda.-¿Me estás espiando o qué mierda?-preguntó después, sin alzar la voz, lanzándole una mirada de reojo a Hyunjin mientras seguía acariciando la cabeza de Dori.-¿Cómo sabes lo de Baram-ri?
Hyunjin se apoyó en el sofá, sonriendo como un idiota presumido.
-¿Olvidaste que ahora soy el gran Teniente de Homicidios? Escucho cosas, Mochi. Ventajas de ser el jefe...o casi.
Minho se enderezó, sacudiéndose el pelo de gato de los pantalones.
-¿Y qué? ¿Se supone que debo hacerte una reverencia ahora?
Hyunjin fingió un puchero, llevándose una mano al pecho.
-¡Auch, Mochi, eso dolió!
-¡Para de llamarme así!-espetó Minho, pero Hyunjin solo se rio más fuerte.
-Ok, ok, tranquilo,-se acercó, invadiendo el espacio de Minho con una confianza que rayaba en lo atrevido, y puso ambas manos en sus hombros.-Pero vas a amarme cuando sepas por qué estoy aquí.
Minho se quedó quieto, su mirada fija en Hyunjin, esperando. Hyunjin, siempre el maldito seductor, no jugaba limpio. Se inclinó, su rostro a centímetros del de Minho, como si estuviera a punto de confesar un pecado.
-El candidato Wang pidió personalmente que tú ayudes en su caso.
Minho se congeló, solo por un segundo.
-¿Wang? Déjame adivinar, ¿es por el tiroteo?
Hyunjin asintió, su entusiasmo casi infantil.
-¡Bingo, bro! Y adivina qué, Mochi. Es tu boleto de regreso. Tu gran oportunidad de mostrarle a Binnie que estás listo para volver con nosotros.
Minho dio un paso atrás, rompiendo el contacto.
-No va a pasar.
-¿Qué?
-No me interesa.
No era una decisión impulsiva. Volver a Homicidios significaba desenterrar fantasmas que había enterrado hace años, pesadillas que aún lo despertaban sudando en la madrugada. No estaba listo. Tal vez nunca lo estaría. Hyunjin soltó un bufido, la frustración rompiendo su fachada de despreocupación.
-Mochi...-empezó, su voz más suave, sin bromas por primera vez. Pero luego, como si no pudiera contenerse, dio un paso adelante, invadiendo su espacio otra vez.-¡Vamos, bro, todos en el departamento te extrañan!-Puso una mano en el hombro de Minho, la otra rozando su brazo con esa familiaridad que solo él se atrevía a usar.-Yo te extraño, ¿sabes? Podríamos pasar un buen rato, como en los viejos tiempos. Sin ataduras, solo...nosotros.
Minho apretó la mandíbula, el calor subiéndole por el cuello. Maldito Hyunjin. Esa mirada de cachorro, ese roce, era el mismo truco que había resquebrajado sus muros desde que eran niños. Minho no se movió, pero no pudo evitar que una chispa de calidez se colara en su mirada. Hyunjin siempre había sido su debilidad, y lo sabía.
-Eres un dolor en el culo, ¿lo sabías?,-murmuró Minho, desviando la mirada.
Hyunjin sonrió, alzando una ceja mientras le daba un empujoncito en el pecho.
-¿Qué? ¿Que soy demasiado sexy para resistirte?
Minho puso los ojos en blanco, apartando la mano de Hyunjin con un manotazo, aunque sin la fuerza que solía usar. La sonrisa de Hyunjin se ensanchó: una pequeña victoria, y él lo sabía muy bien. Minho odiaba que tuviera razón.
-En serio, Minho, piensa en el caso. Wang te necesita. Yo te necesito.-Hizo una pausa, su mirada clavada en la de Minho.-Hazlo, por favor.
Minho lo miró, la resistencia desmoronándose bajo el peso de esos ojos que siempre encontraban su punto débil. Contra cada instinto que le gritaba que cerrara esa puerta, suspiró, el cansancio ganándole la partida.
-Está bien,-dijo, casi a regañadientes.-Lo haré. Pero solo porque eres tú el que lo pide, imbécil.
La cara de Hyunjin se iluminó. Se lanzó hacia adelante, revolviéndole el cabello a Minho como si volvieran a ser niños.
-¡Sabía que no podías decirme que no, Mochi!
