Chapter Text
Ambos jóvenes, ahora de 16 años, estaban sentados en una tranquera en medio de un campo amarillo al atardecer.
Elías creía que era irónico. Ellos también se encontraban en el crepúsculo de su relación: aún cálida y reconfortante, pero destinada al final.
El silencio era algo que odiaba y amaba al mismo tiempo, deseaba que Alexander jamás pronunciara las palabras que tanto temía y el mundo se congelase en este momento: Ellos sentados, con las manos entrelazadas en los regazos del otro y con su cabeza en el pecho ancho de su novio pelinegro sintiéndolo respirar en sus cabellos y mirando el horizonte perfecto.
Las hierbas amarillentas como trigo y más allá el río fulgurante, el bosque y las flores... Todo pintado de un hermoso color anaranjado y rosado que caracterizan los atardeceres en su pequeño rincón del mundo.
Pero Elias también deseaba que Alexander dijera las palabras, que las pronunciase de una vez por todas y empañar la belleza del momento con lo que ocultan sus corazones, la tristeza de la verdad.
El mundo pareció ser misericordioso por una vez con él, dejándolo en silencio cerrar los ojos para permitir a las silenciosas lágrimas caer por sus mejillas llenas de pecas. Sin poder contenerse se aferra con más fuerza a las manos de su amado y hunde lo mas que puede su rostro en el pecho de él.
Siente a Alexander respirar con dificultad, siente su corazón palpitar con fuerza junto a su cabeza y siente como el también aferra sus manos de manera casi dolorosa.
Se quedan así el instante que le toma al sol ocultarse al fin, permitiendole a la Luna ser la protagonista del cielo, bañandolos con su luz plateada.
"Me iré"
Si Elias no estuviera al lado de él no habría oído aquellas débiles palabras. Tal vez pueda fingir sordera y negarse por un rato más a la pesada verdad, pero eso significaría volver a oír las dolorosas palabras.
"Lo sé"
Siente a Alexander casi encogerse por lo rota que se oye su voz y Elias cree que son adecuadas a como se siente.
Tuvieron dos felices años en los que sus vidas al fin fueron como el verano, soleadas y felices en cualquier época. Los besos, las risas y la confidencialidad entre ambos fue infinita, solo les bastaba saber que él otro estaba cerca pasa sonreír con fuerza o pensar en el otro para sonreír como tontos. Eso último no era algo que Elias notara por sí mismo; más bien era lo que los demás le decían que pasaba.
Pero desde hace una semana su verano llego a su fin, interrumpido por un abrupto otoño que está dando paso al frio invierno. Llegó sin pedir permiso y rompió su felicidad.
El padre de Alexander recibió otra oferta de trabajo, está vez más increíble y con la universidad tan cerca el hombre no se pudo negar, además era en Lieja, cerca de algunos familiares.
Pero lejos de Elias, esta vez el viaje no era un corto trayecto en tren, sería más largo y ambos ya habían discutido que no querian una relación a distancia.
Más bien Elias no quería.
Él sabía que los mataria al final, Alexander merecia cerrar este ciclo y ser feliz, no una corta llamada al día y algunos mensajes.
Elias se repetía una y otra vez que era lo mejor para Alexander, como un mantra para apaciguar la tormenta. Pero sabía –con esa parte dolorosamente honesta de sí mismo– que también lo decía por miedo. Alexander debía saberlo, pero siempre fue el ser mas lindo que Elías conoció en su vida así que guardó silencio y lo dejo tomar la decisión.
"Espero que seas feliz" susurró en su pecho.
"Espero que algún día nos volvamos a ver" le susurraron en el cabello.
Luego se levantaron y se dieron un último beso.
La familia no se iria hasta mañana por la mañana, pero Alex quería que su despedida fuese especial y no un abrazo frente a todos seguido de subirse a una camioneta con su mochila. Así que esa tarde lo llevó al campo donde se sentaron a comer una caja de cerezas mientrar reían y charlaban, aplazando hasta el final la despedida.
Alexander entonces tomó su bicicleta y partió a su casa mientras que Elías tomo la suya y se fue a la casa de su abuelo, sabiendo que era totalmente incapaz de dormir tan cerca de Alexander sin hacer algo de lo que se arrepentiría y también incapaz de oír el maldito motor en la mañana.
Sabía que ese sonido podría perseguirlo por años.
Chapter 2: El último amanecer de invierno
Summary:
El duelo toma tiempo, pero la primavera ya se asoma.
Notes:
Holiii👹 capitulo 2!!! (realmente lo tenia escrito desde que escribí el primero pero era tan tarde que no queria aventurarme a editarlo jajaja)
Esto iba ser una serie de 4 trabajos distintos, pero al final decidí colocarlo como distintos capítulos de un solo trabajo.
Fue editado con rigor para que no dificulte la lectura en otro idioma, espero vaya bien!
¿Qué opinas?
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Alexander se tomó con calma su nueva vida en Lieja. Mentiría si dijera que no extrañaba el tranquilo pueblo donde pasó los últimos dos años.
La ciudad era ruidosa, fría y gris.
Su padre le dio su espacio, tanto por culpa como por estar ocupado. Él se lo agradecía sinceramente. Todavía faltaba una semana para el inicio de las clases, así que se dedicó a sentirse miserable en su nueva habitación en el ático de la pequeña y coqueta casa, apretada entre dos edificios en la ciudad.
Todavía tenía todo en cajas; había una en especial que no quería abrir, y estaba pensando sinceramente en nunca abrirla y ocultarla sobre el ropero o algo así.
Le entristecía que Elías hubiera decidido que no iban a poder mantener una relación a distancia. Sabía que el rubio lo había hecho por él, para que pudiera vivir una vida más ligera en su nuevo... En la nueva casa.
También sabía que Elías lo había hecho por miedo. Alexander no sabe cómo llegó a conocerlo tan bien en dos años, pero conocía a Elías como la maldita palma de su mano.
Tenía miedo de que la relación se marchitara, de vivirlo y de ver cómo se apagaba. No lo culpaba, él también sentía ese miedo, y sabía que fue la mejor decisión...
Pero cómo dolía, maldita sea.
———
Unos meses más tarde, Alexander ya tenía una nueva rutina para su vida, acoplado una vez más a los ritmos de la ciudad. Iba a la escuela, al club de baloncesto y a clases de piano. Estudiaba, leía y exploraba los rincones de la ciudad.
De vez en cuando visitaba a sus familiares y salía con los nuevos amigos que hizo. Solo eran dos, pero eran agradables y le gustaba pasar tiempo con ellos.
"Me alegro de verte más ocupado" comentó su padre una mañana.
Alex no necesitaba levantar la vista para saber que su padre lo observaba atentamente. Sabía también a lo que se refería: sus días por fin dejaron de reducirse a ir a la escuela y volver a acostarse boca abajo en su cama.
"Tengo turno de limpieza hoy" fue todo lo que contestó antes de irse apresuradamente.
Tal vez estaba siendo un malagradecido, un mal hijo. Todo este asunto lo cansaba demasiado. Sabía que su padre intentaba lo mejor y que, objetivamente, era una gran oportunidad, pero su corazón no admitía razones todavía; así que Alex simplemente evitaba temas específicos y su padre fingía que todo iba bien.
No se permitió en ningún momento llamar o enviar mensajes a Elías. Ya le costaba suficiente sin saber de él. No sabía por qué no se atrevía, pero Elías tampoco lo hacía.
Así que en las noches más frías y solitarias entraba en el chat y escribía un millón de cosas que jamás mandó. Miraba su Instagram o revisaba su galería una y otra vez. Estaba al tanto de que no era sano, pero es que no sabía qué hacer.
A veces deseaba que la relación hubiese terminado mal: sería más fácil enojarse y seguir adelante. Pero era como si alguien simplemente cortara las flores sanas de un rosal hermoso que cuidó con esmero, en lugar de uno marchito.
Todavía hablaba con sus amigos de Wettern, quienes —benditos sean— no mencionaban nada del tema, aunque podía ver en sus silencios que querían hablar de ello.
Agradecía que no le hicieran esas preguntas.
———
Más meses pasaron, pronto se hizo un año, y el recuerdo de Elías era poco recurrente en sus ocupados días; días que él mismo ocupó con gran esmero.
Su padre lo felicitó por estar tan concentrado en tantas actividades que le hacían bien a su currículum para la universidad, pero Alexander más bien las eligió para no tener un momento libre para deprimirse.
Sabía que, si paraba, si se tomaba un tiempo para mirar alrededor y, en lugar de ver campos, veía edificios; si volteaba atrás y no veía cabellos perfectamente dorados... se volvería loco.
Así que Alexander se dedicó a ser impecable en sus tantas actividades del día, y fueron pocas las noches de insomnio en las que se permitió realmente llorar mirando la luna.
———
"Hace mucho no te veo con las uñas pintadas" comentó su padre otra mañana. Esta vez era fin de semana y Alex estaba tocando suavemente el piano, jugando con melodías aquí y allá.
"Ya no me apetece tanto".
———
Con los años, llegó la universidad. Hoy era un hombre distinto: tenía 19 años y estudiaba Educación Musical con una beca parcial, gracias al baloncesto y su excelente currículum en clubes como Música Clásica, Jazz, Baloncesto y el equipo estudiantil.
Su universidad estaba en Bruselas. A veces le resultaba graciosa la frecuencia con la que se mudó a lo largo de su vida.
Estaba contento con que la universidad estuviera cerca del teatro de sus tíos. Ellos le ofrecieron, con mucha felicidad, el departamento de arriba que antes usaba su primo —quien ahora está casado y vive en su propia casa—. Le aseguraron que no le cobrarían el alquiler ya que era familia y lo habían extrañado, pero sí tendría que pagar los servicios.
El lugar era magnífico: tenía una sala comedor con balcón, una cocina pequeña, una habitación y un baño. No necesitaba más, pues solo era un estudiante con un trabajo de medio tiempo que pagaba las facturas de los servicios y algunas pocas cosas que lo acompañaron desde Lieja, donde su padre todavía vivía con su hermana.
Había sido difícil tomar la decisión de mudarse, pero la oferta era demasiado buena en todos los aspectos, y allí podría estudiar y ganar autonomía.
En todos estos años no había tenido ninguna pareja real. Lo había intentado dos veces con chicos que creía que le gustaban.
Debe admitir que la primera vez fue un desastre, demasiado deprimido como para siquiera darle el espacio correcto a otro. Cortó por lo sano y se alegra de haber hecho bien al menos esa parte.
La segunda vez tampoco fue buena: esta vez estaba muy enfocado en sus cosas, en esa cantidad de actividades que se cargó encima, y se olvidó por completo de darle la atención que merecía. Ese final no fue tan bueno, así que no lo intentó más.
A veces temía que el amor verdadero fuese algo de una sola vez en la vida; tan raro de encontrar que tal vez nunca volviera a sucederle.
Como si las emociones, los sueños, las cosas cotidianas tuviesen formas tan extrañas que pocas encajan entre sí.
Pero Alexander nunca fue una persona pesimista. Siempre encaró la vida de frente y superó muchas mierdas.
Ahora, sentado en su sillón, frente al balcón, relajado con el suave piano que se oye desde el salón de sus tíos, sabe con certeza que, sin apuros, encontrará a alguien con las piezas perfectas para las suyas.
Era principio de primavera, y aunque el viento aún soplara frío, las flores no parecían temerle.
Notes:
Gracias por leer🫧
Joyouswrites11 on Chapter 1 Wed 04 Jun 2025 03:46PM UTC
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SharitoUwU on Chapter 1 Thu 05 Jun 2025 05:26AM UTC
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Joyouswrites11 on Chapter 2 Fri 06 Jun 2025 08:01AM UTC
Last Edited Fri 06 Jun 2025 08:02AM UTC
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SharitoUwU on Chapter 2 Fri 06 Jun 2025 06:02PM UTC
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