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Altos y espesos árboles se alzan frente a un cielo infinito mal coloreado de azul y naranja. Ellos desde las raíces se estiran; deseando tallar nubes; esperanzados y frondosos rozando el alba de un mañana incierto; soñando con llegar al frívolo corazón de seres celestiales; para así calentar su propia y dura corteza... Para así , volver a consumirse en el calor, y retornar a la penumbra, a la agrietada tierra que los acunará eternamente en un llanto de nostalgia. Anhelando otra oportunidad para tocar los confines.
Rodeado de bosque existe este pueblucho, localizado en algún rincón del mundo; no es nada más que una mísera parte de tierra cansada y conquistada; un idioma interesante y educado que busca danza entre multitud discordante, la cual no sabe dar pasos correctos en dirección a la armonía; que sólo muestra lo más oscuro del lenguaje y hace de ello un arma mortal; humana. Un pueblo que se regocija en hermosas tradiciones que parecen perderse entre lo moderno del mundo y la influencia ajena; pero también, carcomido por leyendas y rumores despiadados: que buscaban evocar fé en criaturas sobrenaturales; pero que ahora, sólo inculcan miedo y locura....
Es fácil perderse entre las creencias de todos; del bien y el mal, de lo desconocido y lo conocido, del pecado y obediencia.
Son épocas difíciles; la guerra no sobra ni escacea; la población parece poseída del día a la mañana: obras demoníacas— han de decir.
Extrañas enfermedades y padecimientos robando vidas...
La tierra se daba banquetes con cada pedazo que le devolvían, extasiada, pidiendo más.
Todo esto la inquietaba, y mucho.
Hace unos momentos oyó de entre los arbustos el comentario de que: El Sacerdote, en su lecho de muerte había musitado «El fin es el ahora; el pecado es flecha, y busca... un blanco a matar. Se derrama en tu furia divina... varios pagarán... El señor resguarda mi alma en...»
Alzando la vista, dejando que la brisa le acariciase el rostro, suspiró. Sería mejor obviar esos temas, de todos modos, no estaban del todo comprobados. Ella, de por sí, ya era alguien sensible, ¿qué dirían si la encontrasen cabizbaja y suspirando? Divagante en sus labores. Simplemente no. La animada y trabajadora Nene debía continuar. Y si era el fin, no tendría más opción que aceptarlo...
Entre sus manos cargaba cestos de bambú tejidos, con finas ropas húmedas rezando por un poco de sol y aire fresco; era no más una de sus tantas tareas del día. El agua del río era puramente clara— toda una hazaña para el lugar envuelto en caos—.
La mayoría de las veces le costaba moverse por la zona. Evitaba a toda costa los lugares llenos, ha sido reciente que mucha gente— misteriosamente — perdía los estribos, y presentaban síntomas preocupantes; como una mera enfermedad de verano, quedaban inconscientes y ardiendo. Creyó ser un brote de una gripe veraniega infecciosa, o algo por el estilo. Por lo tanto, tomó distancia . Además de tener otras razones más personales.
Es decir, no había que poner mucho esfuerzo cuando se trataba de ser el fantasma del lugar.
Hay muchas versiones de las inusuales actitudes de la gente, la primera es que se cree que hay demonios tomando el control de la villa de los Minamoto, y que por ello, estos no han sido capaz de exorcizar correctamente males comunes como la enfermedad. Otros dicen que antes de la muerte del Sacerdote, este cometió un gran pecado— inimaginable, han de señalar en negrita y cursiva los periódicos—, y que ahora el Señor provocaba miseria a todos los devotos que creyeron las palabras de dicho hombre... Otros menos religiosos comentan que las manzanas así como otras frutas de invierno, están fuera de temporada; pero por la escasez de la tierra, es lo único que abunda y sostiene sus pobres estómagos... Hay otra teoría que involucra a las manzanas, pero esta se torna religiosa como todo lo demás: dice que, aunque el invierno no pinte todo de blanco, y aún así el rojo se tiña en los árboles, es porque se repetirá la historia del ángel caído que presumió ante su creador y el fruto prohibido que causó desobediencia...
Pero a pesar de las habladurías, son rumores para nada seguros. Aunque en esta vida debías de creer en todo. Porque todo es posible.
Y así es como la joven de largos cabellos decidió tomar complicados atajos intrincados, sólo para alejarse del bullicio y desdén mundano; atajos probablemente hechos por algún cazador forastero, — ilegales allí, (bueno, eso recalcando si realmente existía la justicia y autoridad en el desolado sitio) — ya que parecían haber sido planeados estratégicamente para pasar desapercibidos por todo el pueblo. Estaba sola y perdida entre la maleza. Aunque así podía admirar un poco el paisaje a solas. Pensaba animada cuando la ansiedad la hacía temblar las rodillas.
Pero siendo realistas, no por eso dejaban de dar miedo. No.
Parecía que, en cualquier momento el bosque podría devorarte, hacerte perder entre los matorrales— y en el peor de los casos; apareciese una gran bestia, le arrastrara por los tobillos, y la llevara lejos hacia la oscuridad absoluta... para siempre... Los escalofríos la recorrían, y algo de emoción por imaginarse historias tan básicas como esas. Era su forma de divertirse estando sola. Divagar en los extraños escenarios de su mente.
A pesar del pequeño miedo que permanecía latente ante lo desconocido, la cálida luz del día siempre le aflojaba el nudo del pecho; el cantar de los gorrioncitos y las tantas bayas que degustaba en el camino eran lo que convertían su tormenta interior en un día soleado. Otra de sus características (esta menos tétrica, perturbadora y literaria) es que poseía gran conocimiento sobre plantas,— ¡casi mágico!—. y si no fuera por su tan baja situación podría dedicarse a la botica del pueblo; la cual estaba más abandonada que la arena en el desierto.
Oh sí. Tanto tiempo charlando y aún no hay una digna presentación. — A la autora le gusta hacerse la poética...
Ella es Yashiro Nene, nuestra protagonista. Una simple señorita atrapada en este acogedor sitio. De humilde familia— desprovista de un padre— liderada única y exclusivamente por ella y su madre de desconocido nombre y apariencia (Créditos a Aida e Iro por la abundante información sobre Nene y su familia :)
Eso explica un poco el por qué de sus pocos recursos. O situación, como se remarcó.
Era todo un orgullo para ella ser mujer,— o una chica— ya que no se consideraba lo suficientemente adulta para catalogarse así; el gran problema era que los demás parecían no estarlo. No le daban el reconocimiento requerido para destacar, y eso la molestaba. Ella era capaz de más— quiso creer, y se convenció de ello.
No sería así si simplemente dejaran a un lado los complejos de inferioridad por su género u situación económica-social; quizás no ella, pero alguien más podría vivir mejor.
Quiso expresar eso varias veces, pero siempre terminaba con el rostro hinchado, o su labio sangrante.
"Te crees muy lista, ¿qué es eso? ¿Política sentimental?... El mundo no funciona con buenos corazones Nene."
No lo entendía. Y decidió no seguir intentándolo. Por lo menos no en voz alta.
Sabía que tenía una lengua larga y pensamientos demasiado grandes para su léxico campestre.
Pero ella prefería llamarse, sencillamente a sí misma: una persona soñadora y realista. Palabras que según su superior, Akane Aoi, no tienen que ver una con otra; y que sería irónico usarlas en la misma oración.
Poco le importaba, la verdad.
Pero admitía que en el fondo rogaba por conocer más expresiones y lecciones de vida, sin tantas jaranerías y lenguaje popular. Hablar con ese deje especial que escuchaba de sus superiores; poder explorar más que la escritura básica que tuvo el privilegio de aprender; plasmar toda su mente y alma en suaves pergaminos blancos con tinta fresca y oscura; dejar allí todo lo que era ella en ese momento, y quería ser. Su ambición interna. Sin recibir ningún regaño y abuso de nadie. Sin tener que cruzar caminos espinosos para hallar un río hermosamente cristalino y turbio a la vez; o huir de la terrible noche que la acechaba cantando mentalmente su propia historia de terror.
Anhelaba creer que así podía relatar verdaderas historias de amor; como los cuentos que Aoi tiene la amabilidad de leerle lo suficientemente alto como para que pueda escuchar desde una esquina fascinada; con la tonta excusa de sólo estar recitando «Filosofía de un ángel enamorado».
Obra que amaba, y podía murmurar de memoria.
Es increíble. Incluso los ángeles amaban, ¿eh?
Sí. Eso parece.
Pero hubo una historia en especial que llamó mucho su atención. Sólo una...
Del único ángel que JAMÁS había amado de verdad. Atado a un sugerente y soñador título: «El mayor representante del deseo amoroso y pasión...» —Su corazón latía despacio cuando escuchaba esas palabras, su mente volaba en mil escenarios.
«Hijo de la guerra, belleza y amor..» Podía escuchar la risita de Aoi en su mente.
Según contaban, procede de la mitología griega.
Ella desconoce a qué se refiere, así que imagina que deben ser creencias o cultura extranjera.
Pero ella no entendía..
Los cuentos relataban que «Era amado en cuerpo y alma por decenas de doncellas, cuántas deseara, en la forma que deseara.» —Sí, porque se mezclaba entre mortales— Cosa que lo volvía irresistible gracias a su influencia por naturaleza en la rama de la atracción y deseo. —(Eso la sonrojó de sobremanera, y le llevó una carcajada a la pelimorada)— «Siempre llevando los ojos vendados, un arco y carcaj...» ¿Qué rayos era eso? Se preguntó internamente en aquel momento, mientras Aoi continuaba con la historia.
Ella suponía que lo de “ojos vendados” era por el típico: «ojos que no ven, corazón que no siente....» ¡Allí estaba toda su respuesta! ¿Qué más era si no? ¡No se enamora porque le da la gana no hacerlo! ¡Bien podría dejar que lo mirasen directamente y de forma sincera! —Recuerda haber tenido ese monólogo mental.
Pero lejos de eso, no había una descripción clara del personaje como en las demás historias; sólo que su 'nombre' era “Cupido” — Aunque luego especificaba que era un homólogo... etcétera.
Osea no era su nombre real.
¿Era siquiera todo este cuento real?
Claramente no lo era....
¿O sí..?
¿Podía ser esto más confuso?
Se perdió unas cuántas partes— ha de admitir— pero en cuestión se basaba en un ser «travieso, insensible, carente de compasión, razonamiento....» Esto porque, « inducía a los demás en un estado involuntario; manipulando los sentimientos que en cuestión deberían ser— de uno mismo— con meras flechas encantadas.»
Eso último le gustó.
En el sentido de que: ¡wow, magia y amor! ¡Es la combinación perfecta! Que alguien esté destinado a amar (aunque de forma obligatoria)— le recordó su cerebro— ¡es simplemente hermoso!— Pensó, dejando la razón a un lado, sin admitir que eran actitudes intensas y obsesivas por parte de un "Dios" o "Ángel".
¿Obligar a que la gente se ame y odie entre sí? ¿Como una especie de juego?
No jodas.
Claro, Nene no quiso pensarlo de esa forma. Al contrario, su yo hambriento de historias fantásticas digerió la idea gustoso.
Tal vez era todo lo que ella necesitaba en la vida, “historias lejanas de amor y ángeles de suaves plumas....”
Volvió a perderse en la marcha de sus pensamientos, quedando como último dato que este ser posee dos flechas encantadas: una dorada con plumas de paloma y otras de plomo con plumas de búho, ambas tienendo funciones diferentes.
La primera y típica: concede el amor. En cambio la segunda, el odio e indiferencia.
Nene recuerda que en aquel momento un escalofrío le recorrió la nuca cuando escuchó a la chica de cabellos violáceos pronunciar esas palabras con voz inquietante y finalizada.... Como si sopesara una maldición sobre ambas en voz alta.
El cuento fue atípico, no contenía diálogos. Era como si se quisiese imponer a la fuerza una especie de biografía celestial, sobre un ángel aparentemente atípico.
Aún así, quedó grabado en su mente.
જ⁀➴ ♡
En la copa de un dulce manzano totalmente fuera de lugar, alguien tambaleaba los pies rítmicamente como si quisiera cortar el aire; y el crujir de las mordidas cada cierto tiempo daban esa sensación de que, definitivamente, la fruta era exquisita y jugosa. Era música sin serlo. Crujido. Mordida. Tambaleo.
Algunas plumas regadas caían por aquí y por allá. Nada de qué preocuparse. El martilleo de algún instrumento metálico uniendo el ferviente hierro, y el hacha cortando la madera; eran cosas ajenas a él, pero que se unían a su melodía externa.
Veía a las personas pasar a lo lejos, pero jamás bajo el árbol. Su árbol.— Fanfarroneó descaradamente con los ojos cerrados y una sonrisa el doble de descarada. Era obvio. —Nadie le quitaría este lugar por nada del mundo.— Seguía masticando el fruto llegando ya al corazón blanco y sin nada más que semillas para ofrecer, triste. "Lástima nada es eterno." Dijo mirando el final de su entretenimiento alimenticio— que era más como una ansiedad hacerlo, no era necesariamente útil. No para él y su inexistente apetito.
En cambio, con todo el gusto del mundo, prefería esas masas redondas y ahuecadas con polvo blanco, dulce... ¿cómo se llamaban?
Hundido en sus pensamientos, y saboreando la azúcar inexistente en su lengua, se arrecostó más, colocando las manos detrás de su cuello. Se quedó unos minutos así, babeando por un platillo el cuál no recordaba ni su nombre.
Una sacudida repentina lo llevó a bajar la mirada al verde pasto. Y con un gruñido más infantil que cualquier otra cosa que podrías esperar de un tonto de un metro setenta , se tapó el rostro consternado.
Habían mortales pequeños en la base del árbol, niños, como los llamaban ellos.
Resopló molesto por la interrupción.
Pero igualmente no podrían verlo allá tan alto, así que le dió igual. Una risita baja salio de su pecho volviendo a acomodarse y cerrar los ojos complacido. El viento comenzó a mecerlo hacia el sueño.
—¡Oww se ven hermosas! ¡Nii-chan, quiero unaa!— Una voz estridente pero alegre saltaba frente al árbol; tratando de sostenerse al tronco, fallando. Una melena rubia, atada en pequeñas coletas se meneaba furiosamente, continuando su labor de trepar.
—Oye oye, ¡podrías hacerte daño, princesa! Volvamos con Teru-nii, él ya consiguió manzanas para nosotros, ¿recuerdas?— Decía una voz amable acercándose a la niña para tomarla en brazos. Un muchacho al igual que ella: de cabello puramente rubio, y unos ojos como el cielo. Parecía sacado de un país extranjero. La miraba con cariño; aunque su expresión era inquieta, esperando convencerla.
—¡No! ¡Tiara quiere manzanas frescas.. del manzano...!— Señalaba hacia las frondosas hojas, como si su petición fuese obvia. Leyó la frase "hermano, tonto" en el aire, mientras ella lo miraba fijamente. Muy seria.
—P-pero en casa nos espera un delicioso pie de manzana, de mamá, ¿qué tal si se enfría? ¡Estará muy triste!— Probó nuevamente, intentando hacerla cambiar de parecer. Aunque ha de admitir , que ya se estaba doblegando un poco.
—Está bieeen..— Murmuró
agachando la cabeza dramáticamente y tomándole la mano a su hermano.
De reojo vió que alguien se acercaba y contuvo una sonrisita.
Comenzaron a caminar en dirección contraria y el allí presente en la cima del árbol se sintió aliviado de por fin tener paz. Pero todo cesó cuando la niña gritó entusiasmada: otra vez.
—¡Onee-chan!— Gritó soltando la mano del mayor de ambos, y corriendo hacia una muchacha que por allí pasaba. —¿Cree usted poder tomar una manzana para mí? Es que mi hermanito es miedoso.— Prácticamente le hizo ojitos a la desconocida, agarrando en un puño su vestido, mientras juntaba las rodillas, casi llorando. El rubio se exaltó ante la fuga de la pequeña, avergonzado.
—¡T-Tiara! Vuelve aquí, no molestes a la señorita.— Murmuraba dando grandes zancadas un joven bien vestido, aunque algo desaliñado. Un rubor comenzaba a instalarse en sus mejillas según se acercaba. Es muy bonita. Pensó viendo a la chica más de cerca. La joven confundida, volteó a verlo y le dedicó una sonrisa amable.
—No hay problema, igualmente pensaba tomar una para mí—. Mintió hábilmente, sabiendo que no podía hacer eso sin autorización– por lo menos en esta zona rural, donde espacios asi tan bonitos le pertenecían a alguna familia de renombre. Igualmente no quiso decepcionar a la niña con esta información innecesaria. —¡Es imposible resistirse a su color! ¿verdad pequeña?— Dijo igualando la altura de la infante frente a ella, que emocionada, asentía frenéticamente con las manos en puños y unos colmillos muy pronunciados asomándose.
—Muy bien, ¿cuál te gusta?— Le preguntó señalando las más cercanas. La niña se acercó a su oído y susurró.
—N-no, señorita, de verdad... ¡no se preocupe!— Interrumpió el chico haciendo una reverencia e irguiéndose casi al instante al escucharla chistar. ¿Me acaba de... chist-? Movió la boca como pez fuera del agua. Descolocado.
—¡¿Pero qué hace ahí!? ¡Podría hacerse daño!— Gritó despavorido por la escena que ocurría ante sus ojos.
Era la primera vez que veía a una mujer actuar... de esa forma. La chica de cabello extrañamente claro se encontraba abrazada al manzano, trepándose con dificultad, pero lográndolo sin demora. Como si supiera donde posar los brazos, las manos, cada dedo; sus pies ahora descalzos; su mirada hacia el brillante objetivo que gritaba "CÓ-ME-ME TIARA".
Jamás había visto un ser tan radiante, un ser que no se dejaba opacar por la negrura del mundo. Las estúpidas reglas parecían no existir en su mente.
Fascinado, y sin poder hacer nada más que contemplarla desde abajo, se quedó inmóvil en su lugar. Sintiendo lejana la eufórica risa de su hermana menor al recibir la fruta en sus manitos ansiosas.
Aún en su trance, un golpe de consciencia y necesidad de hablar lo sacudieron.
—Um... Señorita.. no tenía el por qué...— Se quedó con las palabras atoradas en la garganta cuando la vió muy despreocupada frente a él,– cabello revuelto, mirada achispada– volviendo a colocarse las zapatillas desgastadas, sin apartar sus ojos rubí en ningún instante, con una gran sonrisa en su rostro.
Su rostro como un espejo, imitó el acto.
—De verdad.. Yo.... ¡¡muchísimas grac-!!
—¡¿Qué está sucediendo aquí?!— Una voz masculina se escuchó muy por encima de los murmullos avergonzados del rubio. Los tres se exaltaron ante la imponente presencia. Y la menor de todos corrió tras las faldas de Nene, con los ojos llorosos. El hombre, al ver a la niña rubia abrió los ojos e intercambió miradas con los jóvenes repetidas veces. Se aclaró la garganta claramente relajando su postura.
—Joven Minamoto, qué extraño encontrarlo aquí...— Sonrió amable, demasiado amable. —Me imagino que de paseo con su pequeña princesa—. Posó la mirada cargada de algo desagradable sobre la niña, esta temblaba, sollozando. Nene la abrazó contra sí, preocupada de quién podría ser esta persona. Al hacer tal movimiento, su mirada fue a parar en ella, y pareció arder con un mensaje diferente y siniestro. —Dígame Joven.... ¿Esta señorita es acaso su sirvienta?— Inspeccionó a Yashiro de pies a cabeza, enviándole una corriente de miedo al instante.
El zaino miró al adulto descolocado.
¿Que esta señorita tan hermosa y de buen porte (aunque de zapatos desgastados) era una sirvienta? ¿Era Kou Minamoto acaso alguien ciego? ¿O realmente no sabe juzgar a las personas?
Puede que las dos cosas.
Aún así, mi admiración hacia su actitud tan libre fue genuina. Sólo... no me lo esperaba. —Dijo para sus adentros, sabiendo que no era malo admirar a personas de un rango más bajo que el suyo, y que mientras no lo expresara en voz alta, no sería juzgado.
No debía sentirse acomplejado ni culposo. — ¿Y bien joven...?— Repitió el señor al ver que no obtenía respuesta inmediata.
—Oh... no, disculpe. Ella.. ¡ella solo nos estaba haciendo un favor! ¡Por favor señor créame, todo fue mi culpa, la señorita no tuvo nada que ver!— Suplicaba el muchacho ansioso y perdido entre sus verdades a medias.
—Entiendo, no se preocupe tanto shōnen, puede irse tranquilo, solo charlaré con la señorita Yashiro sobre sus tareas pendientes....— El hombre le dió un empujón por los hombros al más bajo para que se retirara y éste tenso, replicaba por su hermana. El adulto fue hacia la mencionada para tomarla del brazo y llevarla hasta su hermano. Y antes de que pusieran un dedo sobre su piel, fue impulsada por Nene para que corriera hacia Kou. Quien una vez más, le agradeció en silencio. Ambos se marcharon apresurados, con nudos en la garganta y corazón desbocado. Tiara ni siquiera podía digerir bien la manzana por los hipidos.
—¿Ko...Onee-chan estará bien?
—No te preocupes princesa, ella es valiente, ¡viste cómo subió al árbol?—. La animó con palmaditas en su espalda, caminando más acompasadamente. Tratando de tragarse su propia preocupación por la desconocida. —La próxima vez, aprenderemos de ella.
—¡Será divertido!— Una sonrisa y ojos llorosos lo recibieron, junto con una afirmación alegre.
No se equivocaba al permanecer inquieto, pues en cuanto desaparecieron del panorama, el hombre empujó a la muchacha contra la madera; prácticamente siendo ambos invisibles al mundo; su sombra tragándose el diminuto cuerpo femenino. —Maldita mocosa tú... creías poder salirte con la tuya, ¿eh?— Decía apretando cada vez más el agarre en sus brazos: que se tornaban rojos. Y sus ojos del mismo color, se hallaban empañados y titilantes, enfocados a la nada. Sin querer hacer de esto un recuerdo visible. Las palabras se olvidarían después de todo.. pero no la imagen de aquello que pudo ser, un trauma. —Mírate, vistiendo como una auténtica puta.— Dijo refiriéndose a las mangas de su kimono recogidas hacia arriba, para evitar que se mojasen al enjuagar las ropas en el río hace unos momentos. —¿Qué haces mostrándome tu piel? ¿Sabes que así solo dan ganas de tocarla?— Apretó. —¿O eso es lo que quieres, ¿eh?— Con cada palabra enterraba más las uñas en su epidermis, causándole ardor, y un tono morado ante la violencia. Era enfermizo. Era enfermiza la expresión placentera en su asqueroso rostro sonrojado, a centímetros de ella. Deseaba morirse allí mismo. Y que él tamién lo hiciese, que ardiera en el mismísimo infierno infinitas veces.
Pero prefería ser ella, en lugar de la preciosa Tiara...
En el momento en el que notó sus intenciones, impulsó a la niña para que huyese, cosa que ella deseaba le sucediera ahora, pero sabía que no ocurriría. Sabía que estaba condenada.
—Mírame. No apartes esa bonita mirada.— Tomó sus mejillas entre sus sucias manos y apretó su rostro bruscamente. —Pobre niña, mira que frágil eres, ¿no te alimentas bien? Con razón has de andar haciendo estas cosas...— Negaba el hombre, como si se tratara de una simple travesura infantil. Las lágrimas se deslizaban por el rostro de la chica como cascadas, eran lágrimas furiosas. —Yo podría alimentarte muy bien.— Una sonrisa lobuna se extendió por sus facciones duras. Ella quiso apartarlo de sí mientras los espasmos la dominaban. Fue en vano.
Luego de su acto fallido la agarró más cerca, y pareció gruñirle:
— Dime, ¿te gustaría que esto llegue a mayores...? Una sirvienta... Robando frutos de calidad. ¿Le agradará eso a la familia Akane?— Con cada oración su voz era más amenazante, su ira parecía querer destruir la poca estabilidad que tenía sobre sí misma, parecía querer aplastarla y dejarla en los escombros. —Pero, soy alguien muy considerado, y tú alguien a quien le encanta hacer favores...— Dijo haciendo referencia a la excusa del muchacho anterior, pero sonando, terriblemente, mal. — Por lo tanto tú y yo...— Las siguientes descripciones obscenas quisiera no recordarlas con exactitud; el horrible sentimiento de una rodilla ajena entre las suyas, presionando donde no debía, una respiración húmeda y maloliente cerca de su cuello; más palabras dignas de pecado..
— «-porque después de todo eres atractiva— Dijo lamiéndose los labios agrietados, soltándola por fin. Ella, sin poder mantenerse más en pie cayó de bruces al suelo. Él se rió. —Vamos, no es para tanto mujer, si estás así por unas cuantas palabras sucias no quisiera imaginarte completamente sin vida cuando te tenga entre mis...
—¡KHHMALDICIÓN!— Vociferó con las manos llenas de un líquido rojo de un momento a otro, y se alejó torpemente para ver lo que había en el suelo . Una piedra le había dado de lleno en la sien, la cual sangraba de forma impresionante. Para Nene no lo fue. Impresionante fue el cómo ella logró ponerse en pie y comenzó a correr, cayéndose de lado a lado. Sintiéndose desfallecer. Como un cuerpo moribundo huyendo de la muerte.
ᓚᘏᗢ ♡ ᗢᘏᓗ
Una criatura desde lo alto apreciaba la situación con burla y desdén, mientras se contoneaba en nuevo pelaje oscuro; molesto por el repentino cambio hace unos momentos.
Él estuvo presente en todo momento.
Desde la exasperante voz de una niña hasta el suave movimiento de las ramas cercanas a él. Para ese entonces ya permanecía con esa estúpida forma felina; Yako, una conocida suya hacía lo mismo. Llámenlo.. camuflaje sobrenatural.
¿Que quién es Yako? Yako era una estatua Inari; protectora de templos, bla bla ... Una persona muy feroz y con tijeras muy filosas.
No es que se llevasen bien ni nada. Ni siquiera intercambiaban más de dos palabras. Sólo que Hanako era muy observador y cayó en cuenta que era más fácil engañar a un humano con esas formas simples.
Y por fin puso la teoría en práctica.
Y justo como esperaba.
Fodo un éxito... éxito en lo que conviene "engañar humanos" el otro 90% de lo vivido fue escándalo, interrupción de su zona de confort y sueño, y por último, un poco de venganza sin sentido, con sabor a manzana.
Recuerda claramente que la muchacha asomó su redonda cara de la nada. El salto que dió asombrada al verlo lo hizo aferrarse al tronco con garras mininas, erizado. Vaya, ni siquiera sabía que podía hacer eso. ¡Es una muy buena imitación! Se halagó a sí mismo internamente mirando sus patas de gato. Ignorando la mirada curiosa que lo detallaba a pocos centímetros. Quiso protestar, pero recordó que su voz no salía, así que terminó haciendo un sonido raro. Típico de un gato.
La muchacha hizo un gesto para que se callara. Y luego sonrió, cómplice.
Esto ya no es divertido, es humillante.
Se retorció en su lugar incómodo cerrando los ojos, pero la desconocida ya había descendido con el manjar.
Qué molestos son los humanos.
Estuvo a punto de bajarse unas cuántas veces, pero lo pensó seriamente:
Si bajo la enana me verá, y será peor. Claro, las criaturas cómo él pasaban desapercibidas en esta forma, pero significaba que alguien podría creer que verdaderamente era un gato y,
a la gente les gustan los gatos.
Por eso le incomodaban tanto los humanos, ¿acaso siempre tenían la necesidad de tocarlo y tenerlo todo? ¿¡No veían siempre animales así por tooodas partes!? ¿No eran todos iguales? ¿Por qué la necesidad de hablarles agudo o quererlos para sí?
Es agobiante.
Ya no se sentía seguro de ninguna forma.
Por eso tenía que jugar un poco con ellos, y darles esas actitudes tontas del amor con sus flechas; era su pequeña venganza personal no-personal. Simple y sin razones.
Pero esta vez no entendió el por qué deseaba tanto flechar a alguien, pero no con flechas mágicas, sino una real, que atravesara un corazón vivo hasta dejar de sentir el último latido bajo la daga metálica. Era cruel. Él lo sabía. Pero aceptaba muchas cosas de sí mismo tal y como estaban, lo hacían menos blando de lo que pensaban los demás por su apariencia simple. Y a muchos, les parecía atractivo ese lado suyo, cruel y despiadado. Pero ahora, sentirse de esa forma le enfurecía, ¿por qué querría ser tan cruel con un simple humano? ¿Por qué deseaba con tanto fervor mutilar sus manos y arrancarle la piel lentamente?
Había visto cosas así miles de veces,— un hombre aprovechándose de una dama— sentía pena por las personas que vivían esa tortura; y estaba muy en contra del forcejeo, porque al final de cuentas, no contenía amor... Y no es que fuese un creyente-promotor del amor verdadero, ni de ninguna profecía en mandarín sobre el tema... ¡Es más! Ni siquiera le importa, interesa, y busca. ¡Ni siquiera lo tolera..! Que su trabajo gire en torno a eso no hace que... ¡Lo ame!— Se gritó a sí mismo internamente, de un momento a otro, al borde del colapso y entendimiento. Él tenía claros sus ideales, pero nunca estaba de más aclararse las cosas a sí mismo, por si ocurrían desvíos..
Que jamás ocurrirían, obvio.
Pero este hombre... este desgraciado... estaba siendo muy pertinente y... ¡ni siquiera le gustaba esa palabra para describirlo completamente!— odiaba su poca creatividad para los insultos en estos momentos de crisis—. Le causaba asco, repudio, desdén...
¿Qué había de malo en los brazos desnudos de la muchacha?
¿Era esa una razón para llamarla puta?
¿O jamás ha visto la piel de nadie expuesta?
Ridículo, ridículo....
La molestia seguía creciendo con cada pensamiento desbordante de su mente, al igual que el chirriar de sus dientes apretados. Que fuera un gato en el exterior no significaba que sus pensamientos se rebajaban a lo mismo. Por lo tanto, no sabe en qué momento decidió dejar su fachada maullante para convocar a un espíritu pequeño y blanquecino; el cuál acudió a su llamado enseguida. Le susurró unas palabras y luego de ello hubo un escándalo. Escándalo que conociste como: un viejo verde al cual se le desangra el cerebro luego de un buen pedrucazo.
A sus espaldas vió a la chica correr en dirección contraria, casi sin estabilidad, mientras el hombre parecía una fuente de vino aguado.
—Merecido.— Canturreó cruzando las piernas y extendiendo el brazo para agarrar otra fruta. Un burbujeo satisfactorio se desató en su pecho. Algo le hacía ruido constante, ¿..su corazón? Qué sorpresa, ¿desde cuándo no se excitaba así?
¿Siquiera se sentía tan bien cuando lanzaba flechas? ¿Debería cambiar su arma por piedras?
—Oh, hablando de arma. Ya es hora— Dijo tragando un trozo de manzana mientras el orbe blanco y verde-aqua se frotaba contra su mano, cariñoso. —Hey, un poco de respeto— Resopló, dejando salir una carcajada para luego bajarse de su escondite. Aún con el sentimiento de tener brillitos en el pecho.
☀︎⋆.ೃ࿔*:・
Se dirigió hacia una casa bien pintada, con una sección de muestra acristalada, donde más de diez relojes ticteaban a la par, sin deesincronización alguna.
Volteó los ojos resignado.
¿De verdad tendría que aguantar al viejo y su chiquilla parlotear con ese molesto tic tac de fondo?
—¡Séptimo-samaaa!— Ojos cerrados y manos diminutas. Una niña de grandes coletas marrones se aferraba a su pierna en microsegundos como cachorrito en celo. —Bienvenido~ — Lo abrazaba y se restregaba a él como un verdadero gato (ya la comparamos con dos animales, ¿es mucho?).
—Ohoho te has apresurado mucho Lord—. Una voz carrasposa llamó su atención.
Kako, con unos espejuelos como fondos de botella lo miraba por encima de la montura metálica. —Pensé que tendría cosas que hacer esta tarde, así que aún no está listo.— Le dió la espalda para tomar una taza caliente en la mesita del comedor. Ignorándolo.
La niña aún clamaba por su atención desde su pantorrilla, pero al sentir el olor del té salió disparada hacia el anciano.
Hanako confuso respondió:
—¿Eso quiere decir que no has comenzado?— No tuvo respuesta, sólo el molesto sorbo del té por parte del viejo, y el soplido de Mirai hacia su enorme taza. —¿¡Nada aún!? ¡Por Dios, si te lo entregué ayer!— Silencio digno de misa. —¿Qué has estado haciendo? ¿Bebiendo té en pleno verano?— Señaló con odio la escena frente a él. Le quedaban tres segundos para echarse a llorar. Dramático.— ¿Habré agarrado el frasco de lágrimas falsas?— Se preguntó en un susurro pasándose las manos por el trasero, temeroso de no tener una excusa si realmente lloraba ante la ignorada que estaba recibiendo.
¿¡ En serio, quién toma TÉ en VERANO!?
El hombre seguía sumido en su taza vaporosa. En cambio Mirai, la jovencita, fue la que respondió animada. —¡Pero Séptimo-sama, el té del abuelo es delicioso en cualquier época! ¡Deje de tocar su trasero, y siéntese a beber té! Está siendo muy chillón. — Su tono y rostro fueron amables y puros, pero eso no quitaba lo mordaz que parecían sus palabras, como dichas por una anciana.
Su rostro se contrajo ofendido mientras caminaba hacia ellos. —No gracias—. Fue lo único que respondió sentándose frente al adulto canoso. —¿Y bien, por qué mi arco no está listo?— Entrelazó sus dedos lentamente, como si se encontrasen en medio de un intercambio de almas, como si él fuese el diablo a punto de cerrar un pacto. Pero su pie bajo la mesa se movía ansiosamente, delatando su creciente ansiedad. Mantenía la mirada fija en el hombre, para hacerle entender lo irritado que estaba, pero sus pupilas temblaban al notar la expresión divertida y estoica del anciano. Que seguía. Tomando. Té.
Él quería lanzar algunas flechas, ¡por dios!
¡Liberar el estrés postraumático que adquirió luego de escuchar la voz de gorrión de esa niña, lo ridículo que se veía ese niño dejando a una mujer subirse a un árbol por él, la cara de Diosa de esa muchacha, la calva cebosa de ese hombre...!
Había tenido un día extraño y sólo quería ver gente cayéndose y siendo tonta ante sus hechizos no-directos.
Y aún así, sentía que no sería suficiente para desahogarse.
—He estado ocupado. Ser abuelo no es una tarea fácil.— Respondió quedo, mientras le daba vueltas a la taza frente a él para enfriarla, con el dedo meñique extendido por lo pequeño que era el recipiente.
—No me jod-
—¡Disculpe señor Kako, buenas tardes!— Saludó una mujer adulta al otro lado del cristal, con timidez. Kako se levantó al instante extendiendo los brazos. Como quien recibe la campana de salvación.
—Señorita Mei, qué gusto verla. ¿Qué tal se encuentra su hermana?— Saludó cortésmente.
—B-bien, está mucho mejor, ya puede levantarse de la cama, gracias a Dios.—
—Qué bueno, espero su temprana recuperación. ¿Y usted?— La saludó con un apretón de manos.
—Oh, sí, bien ya sabe... ¡En pausa pero con la mente explotando de ideas..!— soltó una risa animada.— ¿Cree usted que ya esté lis-..?— Preguntó la castaña mirando hacia dentro de la tienda.
—¡Sí, sí por supuesto! Lo terminé ayer en la tarde, espere aquí.— El hombre salió y regresó con un caballete reluciente entre los brazos. La muchacha pareció chillar en su lugar, silenciosamente, pero dado saltos como una ardilla con mil bellotas.
—¡Quedó perfecto, de verdad muchas gracias...! ¡Incluso brilla!— Sus ojos parecían estrellas relucientes, danzando de un lado a otro, sin saber dónde posarse primero— Los bordes miden exactamente... ¡cinco centímetros..! ¡No lo creo..!— Dijo subiéndose los espejuelos por el puente de la nariz mientras lloraba. Con sus manos estiraba la cinta métrica —salida de la nada— por toda el área del caballete; como si el mero objeto ya fuera la obra de arte de siglo.
¿Intensita la piba...eh?
—No hay de qué muchacha, ve con cuidado.— Se despidió de ella sacudiéndole el cabello con cariño, ella sonrió y le dedicó una reverencia torpe.
— El primer cuadro será para usted, ¡también unas tostadas con miel y un juego de té sobre elefantes..!— Le dijo con una sonrisa triunfante para luego marcharse, dando tumbos, con margaritas cayéndosele de las trenzas desorganizadas.
También con una sonrisa en el rostro el adulto suspiró, volteándose, mientras negaba con la cabeza. —Estos niños talentosos de hoy en día...
—¡Mei-chan de verdad se esfuerza mucho!— Asintió Mirai. —¡Y también el abuelo! ¡El té estaba deli-cioso!— Canturreó riendo.
En la mesa frente a ellos estaba Hanako.
Pasó una mosca frente a él. Y ahí seguía Hanako.
Excesivamente molesto, los miraba sin emoción, sin despegar la mirada incluso cuando otra mosca pasó frente a él; burlándose, pero agüitándose ante su ignorancia. Como si la superstición de "si una mosca te pasa por delante te quedas bizco..." no funcionase con sus lindos ojos de verano.
Seguía serio. Tan serio que daba gracia.
—Con que... ¿'lo terminaste ayer en la tarde'? ¿¡Qué hay de MÍ arco!?— Se levantó de la silla inclinándose sobre la mesa, con tazas temblando. Mirai abrió los ojos grises por fin. —Eh...— Murmuró confundida por su arrebato.
—Debería aprender a hacer otras cosas más que jugar con la gente Lord.— Le sugirió Kako con una sonrisa que no llegó a sus ojos cansados. —Mucho de algo no es bueno.— Repitió una frase barata que leyó en el periódico esa mañana, sobre fumar tabaco. Sonrió ante su aún lúcida mente.
— Pero lo tendré listo mañana; mientras, intente seguir mi consejo. Sólo usted decidirá si es efectivo.— Se paró frente a él, sin cruzar miradas, tomó el juego de tazas y las llevó a la cocina, con una pequeña dando saltos tras él.
—¿Puedo ayudar, puedo ayudaaar~?— Se sostenía al lazo de su delantal floreado.
Sin decir nada el joven de cabellos castaños se marchó, algo indignado.
𖢥 ฅ(•˕ •マ⟆
Si le preguntas en qué invirtió su tiempo tal vez te rías.
No encontró actividad más divertida que contonearse por ahí como un gato.
Sentía que el tiempo pasaba más rápido de esa forma.
¿Quién lo diría? El ángel del amor, ahora despojado de arcos y flechas para solo ser una criatura peluda y de ojos escandalosos. "Es ciego.. pobrecito.." Decía la gente al intercambiar miradas con él.
Claro, la venda seguía allí.
Sus ojos, a los demás, no eran más que cuencas grices apagadas, sin un color específico; muchos creyendo que era ciego lo miraban de más. Pero no. Solamente se protegía, de las miradas curiosas por entrever su alma, de una posible rotura en la misma; ni siquiera sabía por qué, pero siempre estuvo ahí.
Esa necesidad irracional de no dejarse ver sinceramente.
Era como sus flechas, otorgaban sentimientos en su estado puro pero... ¿eran sinceros? Desde un comienzo fueron impuestos, es sólo un poco de magia obligándote a sentir.
Nunca se lo preguntó pero, ¿sus hechizos eran eternos?
Sin notarlo volvió al mismo lugar de antes. Trepó con garras filosas, casi obsesionado por cómo se sentían.
Quería reírse maniáticamente.
Se sentía como esos chiquillos escandalosos. Inquietos .
Subió rápidamente hasta quedar tendido en una rama fuerte. Se vitoreó a sí mismo con una emoción increíble.
Un temblor se instaló en su pecho y abrió los ojos escandalizado. ¿Había...ronroneado?
Aún sin poder creer lo que había hecho, algo más se presentó ante sus narices.
Un rostro conocido (ahora sucio e hinchado) se asomó entre las hojas como un rayo de luz, a pesar de que el sol ya estaba escondido tras los montes. Él, sin esperarse nada de lo que ocurría, reaccionó genuinamente. Dió un salto hacia atrás con los pelos de punta, salvándose de la caída gracias a sus garras.
La miró con los ojos desorbitados, pestañeó y seguía ahí.
—¿Pensaste que te dejaría aquí, pequeñín?— Susurró con voz suave, sin llegar a lo meloso; sólo como si fuese alguien más y no un gato.— ¿Qué tal si ese gordo grosero te encuentra? Me han dicho que le encantan los gatitos. — Sonrió suave, bromeando; pero Hanako no le halló la mínima gracia. Uno porque se tomó a la ligera el mencionar a esa aberración de persona, y dos porque él no era ningún "gatito". Obviamente lo segundo fue lo que más me molestó.
La muchacha al no recibir obvia respuesta, entrecerró los ojos aliviada. Con el pensamiento de que no había inocencia más hermosa que la de los animales: que no comprendían la crueldad de los humanos. Que a pesar de lo sucedido, este espectador; inocente, no sería de los que juzgan ni atacan con preguntas sinsentido.
"Nene.. debes aprender a callarte."
"Nene eso está mal."
"Nene eres una chica, compórtate como tal."
"¿Por qué no eres normal?"
Ella, confiada, extendió la mano para acariciarlo, pero él, sin esperar su repentino acercamiento, volvió a reaccionar salvajemente . Pareció subirle la presión en un instante y sus pupilas se contrajeron en finos hilos. Notó que su pelaje andaba engrifado y sintió escalofríos al verse. Qué forma de reaccionar tan escandalosa tenían los gatos. Se dijo a sí mismo con desaprobación y complejo.
Ella sin notar su interna e humillante desesperación, acercó más los dedos, creyendo que el pequeño solo temía ser lastimado. —Tranquilo.. no te haré dañ-
— Pero este, ya harto de tanta insistencia, y preso del pánico, terminó arañándola como cualquier felino atosigado lo haría.
La muchacha estrujó el rostro: una gran expresión de sorpresa-dolor fue su respuesta, junto con un "Ouch" lloroso. Y fue la primera vez que la escuchó quejarse.
Si bien ese hombre la había maltratado hace prácticamente nada; ella no había dicho palabra... Y ahora, apenas se hace un rasguño, protesta de forma tan... genuina. Es decir que, definitivamente, era alguien sensible. Tratos como aquel que presenció debían de dolerle horriblemente. Y le gustaría que esa idea no le doliese tanto como lo hacía...
—Está bien entiendo, después de todo sabrás defenderte de ese loco.— dijo sonriéndole al "animal" tembloroso que le gruñía. Intentó tocarlo una última vez, como para pedir disculpas o como para calmar su furia, una de ambas; ninguna sería recibida igualmente. Hanako estaba listo para atacar nuevamente: "¿Y esta, no entiende o qué?".
Realmente , aunque fuese consciente de lo "frágil" que podía ser alguien— este alguien—, no podía evitar estar a la defensiva; y más con esta extraña naturaleza gatuna, que reaccionaba por sí sola. No ayudaba mucho a ser compasivo...
Sinceramente, no le importaba la debilidad ajena; al contrario, la disfrutaba. Mientras él no perdiera su propia coraza, y no dejara ver su propia debilidad; todo estaría bien. Pero notó que, mientras ella extendía la mano, temblaba. Y como si algo de lástima por su miserable estado lo aflojase un poco por dentro; decidió alejarse antes de su toque, sin arañarla. Ella suspiró y terminó bajando del árbol llena de rasguños.
Para nada siguió pensando en ella, o en cómo se vendaría la mano luego de su pequeño ataque. Para nada sentía culpa. Y por supuesto que logró dormir cual perezoso en la copa del árbol hasta verse desaparecido el Sol. (Añade unas comillas a esta última oración)
Y así fue como pasó su tarde-noche, moviendo las patas en el aire como si intentara atrapar las hojas. Obstinado haciendo dibujitos con las garras en la madera... Tratando de cerrar los ojos y repitiendo las escenas del día como chisme enfermizo de pueblo.
Maldita ansiedad, ¿ahora haría fijación con eso el resto del día? ¿Sólo por no poseer su mayor entretenimiento?
Pensó en volver a casa pero recordó que, trágicamente, tenía un hermano. El estómago se le estrujó al siquiera imaginarse cruzar la puerta de su hogar como si nada. Sabiendo que en cuanto estuviera en el jardín, el menor lo escucharía desde kilómetros, como un perro que espera a su dueño de toda la vida, y se abalanzaría sobre sí. Sinceramente no tenía ganas de hablar con él.
La última vez habían discutido.
Tsukasa siempre anda burlándose de que su título como 'Cupido' no tenía sentido, que sólo era una fachada hereditaria. Que de qué le valía ser un promiscuo si de verdad no había amado a nadie.
Para luego comenzar con su chantaje de: "¿Pero a mí sí me amas, verdad Amane?"
Su hermano era un ángel oscuro. No recuerda si eso estaba permitido de donde ellos provenían. Ni cómo o en qué momento sus alas se tornaron oscuras; o cuándo adquirió unos dientes demasiado feroces..
Su yo pequeño recuerda a su hermano chapoteando en un charco de lo que han oído decir que es "petróleo"; la primera vez que se escaparon de casa, y luego, ¡Bam! Quedó así hasta ahora. O eso quiere creer. No significa que por sumergirte en cosa negra ya seas... ¿malvado?
No.
Tsukasa siempre lo fue. Siempre tuvo ese decline por las cosas "traviesas" que rozaran lo perverso.
No puede decir con exactitud a qué se dedica su gemelo, y agradece no saberlo. Sólo sabe, que las flechas que él mismo utiliza (las del odio e indiferencia) en realidad son del menor. Y según este, dice que son simples como su simple persona, que no esperaba menos de él, su adorado hermano:
"Son flechas de cuarto nivel, flechas basura, nada divertidas, nada trágicas. Amane es cobarde y jamás tomará una flecha de huesos (la muerte)".— procede a reírse en malvado.
જ⁀➴ ⋆。˚ ☁︎ ˚。⋆。˚☽˚。⋆
Ya en su forma humana, tirado en el árbol como si fuese el paraíso mismo. Quedándose moribundo, al borde del inminente sueño; un brillo lejano llamó su atención. Con los ojos empañados y la creciente oscuridad vertiéndose en el lugar, tardó en entender qué era lo que veía.
Cuando divisó un cabello plateado casi dorado por la luz de una vieja farola de mano; algo en él se detuvo. Sus ojos como faroles se dirigieron a ella, iluminados. Acto seguido estrujó la expresión.
¿Qué hay con esa reacción? ¿Qué significa? ¿Fastidio; sorpresa; cansancio de ver a esa mujer más de tres veces en un día?
Ella iba en ropas ligeras, y algo en su interior se revolvió. «Una auténtica puta..» Había vociferando aquel hombre detestable en su mente. Él no pensaba lo mismo. Al contrario...
¿Al contrario?
¿Qué?
¿Qué quiere decir 'al contrario'?
Se agarró el pecho molesto. ¿Desde cuándo había una voz en su cabeza?
"Siempre la hubo idiota, sólo que, yo no soy tu cabeza.Tu cabeza suele ser más idiota que tú. ¿Quieres echar competencia de idiotas, eh, eh?"
¡Ya! ¡Silencio!
Y así fue, su mente se detuvo en silencio porque...
Ella, que conversaba con alguien, detuvo su charla y miró hacia él. Como si su aura de búho espía la hubiese sentido en la nuca.
Miró.
Para luego no encontrar nada.
Porque él se había tirado al suelo como única escapatoria.
Escupiendo la tierra y hierbas de su boca musitó enfurecido: "Maldita seas."
Una oruga peludita pasó frente a su nariz y sólo resopló, ahuyentándola.
Pero sus ojos rojos como manzanas se quedaron en su mente bastante rato.
࿐ ࿔*:・゚𓆨
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—¿Me ayudarás o no?— Una mirada oscura, divertida, excitada, se mantenía fija sobre alguien inmutable. Una sonrisa gigante, que dolería, adornaba sus facciones "angelicales". Brazos y piernas enredados en un cuerpo femenino casi escultural, casi transparente. Con la insistente petición de algo maligno bailando en sus oídos. —Vamooos~.— Algo húmedo hizo contacto con su oreja, y su rostro se contrajo en desagrado. Pero seguía inmutable.
Con paciencia, como la calma que ni quinientas madres podrían albergar juntas, la joven de cabellos verdosos agarró al espécimen sobre ella y lo apartó de sí suavemente.
—No.— Fue su rotunda respuesta. La furia era palpable pero no reconocible.
—¡Sakuraaa! ¿Por qué no? ¡Será divertidooo!— El joven frente a ella hacía pucheros dignos de "Owwws" que arrancarían suspiros y ropas; claro, si no fuese lo más parecido a un moscón sobre un dulce, podría...
Tsukasa daba vueltas a su alrededor, hostigándola. Pero ella, como mujer de piedra, seguía intacta.
—¡Enano! ¡Ya basta! ¡Mi señorita no lo tolera!— Amarrado a una silla, inútil como al inicio de la obra original; ahí estaba Natsuhiko.
—Déjame ver si entendí...— Susurró la muchacha masanjeándose las sienes casi imperceptiblemente— ¿Quieres que yo...?
—¡Que escribas sobre Amane! ¡Todo sobre él, y lo patético que es!— Su carcajada pareció ser infinita; en cambio Sakura y el inservible de Natsuhiko lo miraron descolocados, sin asomo de emoción.
¡En resumen queridas almas confusas!
Quien tergiversó el libro “Filosofía de un ángel enamorado” fue Tsukasa, alias el demonio bajo tu aguje- Espera.. ¿cómo era?
Repetimos.
—¡Vamos camarón, esta es la décimo quinta vez! ¡Ya me duelen los brazos de sostener esta cosa!
—¿Estás cansado Natsu?— murmuró Sakura escribiendo a toda prisa, sin apartar su mirada esmeralda ni un segundo.
—¡N-no! ¡Para nada señorita! ¡Por tí sería una mesa eterna!— Decía desde su posición fetal en el suelo, con la respiración atorada en el pecho. No se sabía si eran jadeos de felicidad por el diminutivo "Natsu" o por su cansancio como esclavo.
—Retomamos...— Dijo Sakura deslizando parte de la hoja por la máquina de escribir (que sostenía Natsuhiko)
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Quien tergiversó el libro “Filosofía de un ángel enamorado” fue Tsukasa.
Quien, hambriento de rumores y de esparcir historias sobre su hermano, obligó a Sakura; un alma que tenía atada bajo su mando, y a Natsuhiko; un pedorro y simp de la misma; a crear esta biografía. Pero de forma diferente, humillante quizás.
Quería plasmar a su hermano no como el típico triunfador que follaba con medio mundo por ser el Rey del Amor; sino como el perdedor que NUNCA ha tenido dicho sentimiento.
Aunque, en primera instancia no todos perciben el deje de venganza y humillación que trata de transmitir, sino que otros pueden llegar a estar encantados con lo que allí se cuenta, llegando a empatizar con el perdedor de su hermano, sin aceptar sus mil defectos. Como una especie de hechizo del destino .. que terminó atrapando a Nene.
Sólo los corazones más desolados lograban atraer dicha suerte. Porque aunque no lo creas, hay algo observándonos todo el tiempo. Las casualidades no existen. Sólo el acoso de la vida y el ser magnífico que nos vela; que decide cuándo regalarnos lo que más llevamos en la mente y corazón. O cuándo arrebatárnoslo.
Aunque he de admitir que la idea de Tsukasa era más sádica; dejar a su hermano en la ruina (socialmente) era poco comparado con lo que había escrito él mismo. Su letra ilegible parecía estar maldita, al igual que todas sus ideas.
Suerte que Sakura, con su extenso conocimiento y léxico, logró adornar la diatriba literaria. Al punto de crear este hechizo convertido en rumor físico.
—Esto será divertido.— Volvió a afirmar el gemelo menor, pero sin emoción. Espeluznante en cada facción, malévolo.
—Tú... hiciste algo más.— La sorpresa de la muchacha por fin se reflejó en su rostro. Y sus ojos brillaron con algo.
Preocupación.
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La brisa nocturna parecía acunar el rostro de quienes salían a altas horas de la noche, el cielo estrellado estaba repleto de maravillas inexplicables; tal vez Dioses brillantes velando por el mundo, tal vez luciérnagas, tal vez sueños y melancolía...
La luna de impoluto blanco siempre terminaba acaparando las miradas curiosas, pero Nene siempre se desvió a los puntos pequeños y palpitantes allá arriba, preguntándose, si como mismo ellos se desprendían, y dejaban tras de sí un rastro de luz y ceniza, ella podría hacer lo mismo...
Tsukuyomi (月読) parecía ameno esta noche; eso merecía agradecimiento y oraciones.
El agua lo demostraba con su constante ondeo, atraído a ella.
Pacífico.
Pacífico era todo lo que necesitaba en estos momentos.
No esperaba despertar a mitad de la noche con escándalo.
—¿M-mamá? ¿Qué sucede?— Había ido hasta la habitación de su madre, quien nerviosa miraba por la ventana.
—Al parecer se ha quemado...— Decía la mujer sudando frío, con una mano sobre sus labios, incrédula.
—¿Q-qué?
—El taller Nene.. Tal vez no lo recuerdes, un Señor muy bueno él. Te obsequió tus muñequitas de madera..— Parecía llorar con cada palabra.
Nene iluminada, de repente recordó las tardes sentada en el portal de los Akane, jugando con Aoi; el olor de té y galletas de jengibre llenando el ambiente... Recordó las muñecas redondas y finas.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
Se asomó con temor y vió gran parte del pueblo apagando las llamas de la casucha. Gritos aquí, baldes de agua allá.
Jamás había visto algo tan horrible y hermoso a la vez; eso era el fuego.
Dió media vuelta, apresurada; sus pies haciendo chirriar la vieja madera. Incluso el polvo decidió levantarse de su desahuciado sueño.
—¡Nene, ¿a dónde vas?! ¡No, no...! ¡Eso es cosa de hombres!—La agarró fuertemente de la muñeca.
Esa última frase le molestó, ¿y qué si era de hombres o no salvar a alguien?
—¿¡Y si hay alguien herido!? ¡Necesitamos ayudar!
—¡No es nuestra responsabilidad! ¡Sabes lo detestada que es nuestra familia! ¡Sólo seremos estorbo!—
Su labio tembló ante lo último, y la joven juró oír el corazón de su madre rompiéndose.— Quédate aquí... conmigo, hija mía...— Suplicaba agarrando sus manos fuertemente. Agachando la cabeza, en llanto. Súplica.
—Mamá.. ¿te sucede algo?
Yashiro nunca supo de su padre. Nunca preguntó correctamente tampoco. Creía ser algo tarde para desenterrar el pasado, el doloroso pasado de su madre. A veces se preguntaba por qué la mujer escondía tanto sus manos tras tanta ropa, hace años. Y lo entendió poco después; las marcas en su piel eran dignas de lástima.
Consideraba a su madre alguien hermosa, la más hermosa si era posible.
Pero no era así.
La calificaban de monstruo; tan manchada y herida. Tan impura.
Decir que fue hecha para el amor es adornarlo débilmente, pero la idea se conserva.
El padre de Nene tuvo el único papel que podría tener un hombre en busca de satisfacción.
La madre de ella tuvo el papel que cualquier mujer bonita, podría adoptar sobre su cuerpo y valor cuando es consciente de ello.
Ambos condenados al desprestigio, y aún así tan hundidos en la culpa de sentirse suyos. A pesar de no pertenecer a nadie más que a la tierra.
Amar es aceptar lo más horrible de otra persona, y aún así, seguir viéndola con ojos de esperanza, añoranza, calidez...
El fuego abrasador los cubrió a ambos, y dejó huellas. Y la muerte a su paso.
El terror de ella era evidente, no quería perder a su hija tampoco.
La comprensión cruzó la mirada rubí al posarse en la más naranjoza. —Está bien, me quedaré. Sin tener idea del peso que tenían sus acciones y palabras.
No tiene idea de lo que piensan los demás; no tiene idea de lo que le depara el futuro, no tiene ni la más mínima idea. Pero si esto, el quedarse así, abrazadas, era lo único que necesitaba para encontrar la seguridad en un mundo de caos. Lo haría.
Al día siguiente la angustia seguía latente, así que visitó los escombros al lado de la cabaña roja. Donde una niñita entristecida se mecía en el portal.
—Buenos días señorita.— Saludó la menor abriendo sus ojos grises aguados.
—¿Te encuentras bien, pequeña?— Nene se acercó a ella para limpiarle las lágrimas; y la castaña asintió con sus manitos en puños, sobre su falda azul marino.
Algo apagada respondió:
—El abuelo no está muy bien, está triste, y el tonto, tonto, tonto Lord sigue regañándolo...— Había señalado al lugar en ruinas justo al lado de su hogar, sin alzar la mirada. —Es muy pesado.— Apretó su manito en un puño, e hizo un puchero de impotencia.
La joven miró hacia donde indicaba y encontró a alguien de espaldas, pateando los escombros mientras gruñía.
—No te preocupes, tú quédate aquí.— Besó su frente y se acercó al desconocido.
—¡Maldición!— Murmuraba el tipo sin percatarse de su presencia.
—Disculpe señor.. ¿podría dejar de-?
Un jadeo interrumpió su oración, y el hombre frente a ella hizo el ademán de voltearse. Pero se mantuvo quieto.
Como si no quisiese ni mirarla.
—Tú... ¿tú otra vez?— Había susurrado, como desconcertado. —¿Qué sucede contigo...? No puedes.. ¿siquiera desaparecerte un rato?— La voz para ella era desconocida, pero aún así, no dejó de ser mordaz e hiriente.
Ella no conocía mucha gente aquí, a pesar de llevar toda su vida encerrada en este pueblucho. Pero la gente en cambio; parecía reconocer su mero olor y presencia. Y siempre terminaban desplazándola de la peor manera. Como ahora.
—Disculpe, no lo conozco para que me trate de esa mane-
Ignorando sus palabras emprendió camino, perdiéndose de su vista.
El viento silbó en sus oídos, recordándole que la habían desplazado otra vez. De la peor manera.
—¿¡Pero qué le sucede a este estúpido!?— Gritó sin contenerse mucho tiempo, desahogándose a la nada. Apretó los dientes y puños, pisoteó el suelo muerto, se pasó las manos por el rostro intentando relajar sus facciones.
La rabia la consumía.
—Veo que no soy el único que piensa que es exageradamente estúpido.
—¡¡AHHHHHKKKK!!— La peliplata saltó en su lugar con un gran grito de horror.
—Pérdoneme, estuve aquí todo el tiempo. — Respondió a la pregunta no dicha pero visible en los ojos de la muchacha muerta de vergüenza.— Soy Kako.— Extendió una mano callosa.
—Usted es... el relojero..— Dijo mirándolo detenidamente, como si su rostro fuese conocido. Tomó su mano y la estrechó.
—¡Por fin alguien educado en este pueblo! Las muchachas de hoy en día evitan saludar, dicen que las manos trabajadoras son incómodas al tacto. Qué dilema.— Se lamentó mientras limpiaba una lágrima falsa bajo los cristales, con gracia. Le echó una ojeada a la joven en busca de una sonrisa, y esta en cambio, lo miraba preocupada. ¿La gente desistía de un simple apretón de manos?— Su propia voz lastimera le hacía eco en el corazón.— Pobre hombre...
El mayor se tornó serio, aclarándose la garganta al notar la inesperada reacción de la contraria. Esta niña es rara...— Susurró su consciencia.
Y para cambiar su ánimo agregó:
—Pero no sólo soy un relojero niña...; he de tallar madera y soplar vidrio también.— Aclaró con una sonrisa orgullosa, casi paterna. Y la expresión de la más joven se iluminó al procesar sus palabras.
¿Vidrio? Eso era muy bonito. ¿Se hacía con la arena, verdad?— Quiso preguntar pero sus palabras no salieron a luz.
—Pareces muy sorprendida jovencita, dime, ¿te conozco de alguna parte?— Dijo mientras recogía los tablones del suelo y su columna hacia un sonido preocupante.
Ella había estado en un trance:
¿No me conoce?
¿Mamá no había dicho que él nos obsequió algo?
¿Es por la edad, cierto?
Pero igualmente...
Era extraño escuchar esas palabras.
Ella había previsto escuchar el típico:
«"Eres la hija de esa puta"...» que tanto odio le causaba escuchar.
Y sin darse cuentas sus ojos se habían empañado. Un sentimiento reconfortante la cubrió. Una pizca de paz la abrazó. Una burbuja de esperanza. —Déjeme ayudarlo.— Y así, tomó también los tablones astillados en sus manos.
🀢 🀣 🀦 🀤
Luego de eso la charla y convivencia se hizo inevitable. Nene fue invitada a pasar; fue atendida cálidamente por el señor, mientras este finalmente reconocía su nombre:
—Con que eres hija de la señora Yashiro, con razón eres una niña tan educada.. Ten, muchacha—. Le extendió una tacita humeante y la fémina la agarró con cuidado de no quemarse.
—Oush...— Se quejó ante el tacto. Su mano estaba roja, y en la superficie de su piel se vió algo oscuro. —Qué desgracia, mira..— Suspiró el anciano al ver lo que sucedía. Ella trató de ocultarlo, pero fue en vano. —Te has lastimado niña...— Dijo tomando su mano, mientras ella ponía la tacita en la mesa, nerviosa. —E-es solo una astilla, cuando llegue a casa la sacaré.— Dijo quitándole importancia.
—No, ¿cómo crees? Podría infestarse. Vamos, deja la vergüenza, estás en familia.
Familia....
Mirai, la pequeña que había conocido horas antes, se acercó dando saltos con una bolsa entre los brazos.
—Querida ten cuidado, hay cosas frágiles ahí.— La regañó el mayor.
¿Así de cálidas se sentían las familias?
Su mano fue limpiada cuidadosamente con alcohol. Le ardió. Estaba frío.
¿No era un poco triste que sólo fuesen dos?
La niña miraba preocupada cómo el adulto tomaba unas pinzas. ''No tengas miedo.'' Había dicho. ¿Fue a ella o a Mirai?
—Cierra los ojos Nene-chan...— Le susurró asustada. Ella le hizo caso. Cerró sus ojos.
El olor sintético de los ungüentos y medicinas que habían a su lado en la mesa la tranquilizaron. La calidez de una mano callosa cuidándola, como si fuese hija suya. El zapateo de alguien nervioso a su alrededor. Preocupado por ella. El dulce y relajante olor del té negro, que ya debería encontrarse tibio.
Es cierto, ella lo ha vivido. Ella tiene una familia. Su madre.
Es un poco triste que sean dos. Pero parece suficiente.
Le alegra que así sea.
Aunque ahora siente, que tiene a más personas en las quien confiar.
Recuerda a Aoi; a quién puede llamar mejor amiga, tal vez ese niño rubio que conoció el otro día...
Tan parecido a Minamoto..— Suspiró.
Y ahora estas dos personas atendiéndola con tanto cuidado. Se siente bendecida...
La espina fue quitada.
—¿Te dolió?— Preguntó la mas bajita de todos, muy cerca de ella, abrazándola compasivamente.
—En absoluto.— Sonrió suavemente. —Muchas gracias.
¿Pero por qué seguía sintiéndose vacía? A pesar de todo lo que tenía. ¿No podía ser eso...
suficiente?
Claro, ella es Yashiro Nene. Ella sueña con más de lo que puede obtener. Ella desea un príncipe, reconocimiento, hogar, confianza, una apariencia y porte aristócrata.. Ella es ambiciosa a su manera. Ella quiere serlo. Pero no debe, no puede. Caerán más críticas de las que ya lleva cargando sobre sí. ¿Qué dirían? Una pueblerina, sin padre, con una madre sin valor como mujer; con piernas tan escandalosas como rábanos; un cuerpo salido del molde que preferían los jóvenes; una sinvergüenza que roba manzanas fuera de temporada y recibe labia y propuestas de viejos verdes... ¿también una ambiciosa empedernida en la lista? ¿Y cuando decida casarse? Dirán que es puro interés. Aunque la mayoría de matrimonios fuesen así hoy en día. El de ella sería el más escandaloso. Una completa interesada.
Claro que lo sería, interés en el amor, en conocer a otra persona más allá de los lazos sanguíneos o meras amistades de paso.
Es una completa interesada.
—Yashiro-san, ¡aquí estás!— alguien interrumpió el hilo de sus pensamientos y ella alzó la mirada aún aturdida. En la entrada un muchacho de ojos claros, y finos rasgos se asomaba vagamente.
—¿Fuji-kun? — Había susurrado con las mejillas de un claro tono rosa. Suzuto Fujimoto, otra de las pocas personas con las que tiene contacto. Él había marchado hace meses para cumplir con su tarea en el ejército; su padre era un militar muy reconocido, y era normal que su hijo siguiese sus pasos. Pero lo que le extrañó a Nene fue su repentina llegada. Recuerda que, la última carta que le envió no fue respondida y pensó lo peor. Pero ahora estaba aquí, frente a ella, como un suave rayo de luz mañanero, calentando sus mejillas con facilidad. Una sonrisa dulce le cubrió los labios. Apenas pudo articular palabras. Siempre era así.
—Tu madre me pidió que saliese en tu búsqueda, ¿no has cambiado nada, eh? — Una sonrisa ladeada impactó contra sus ojos magenta, y sintió el pecho apretado. ¡Por Dios! ¿Cómo pude haber olvidado esta sensación? ¡Definitivamente es amor! Gritó la vocecita que tenía como consciencia.
Miró a su alrededor como buscando la afirmación de que lo era. ¿Lo era? Vió el ceño fruncido de Mirai, y sus ojitos abiertos, cosa que hacía muy pocas veces. En cambio el adulto mantenía una pequeña sonrisa tras sus largas barbas.
—Ha sido un gusto hablar contigo Yashiro-san. Ven a visitarnos pronto.— Ella asintió emocionada, dió las gracias nuevamente, se despidió de forma no muy ansiosa (falló) y salió hecha un torbellino por la puerta. Directo a abrazar a su compañero. La vergüenza se apoderó de ella por completo, su corazón latía como loco. Jamás habría pensado hacer este tipo de acercamiento con un hombre, pero se sentía tan urgida. Lo había extrañado tanto.... En cambio Fuji, tan calmado como siempre parecía estar, le otorgó esa sonrisa estrella, y ese agarre fuerte a su alrededor.
Definitivamente era amor. Se dijo sintiendo su pecho burbujear.
Sentía el peso de algo detrás de su espalda, y culpó a su falta de aire estrepitosa.
Sólo eran ojos curiosos calculando la escena.
/ᐠ • ˕ •マ ?
────୨ৎ────
Hanako estaba hecho una furia, si lo tocaban, probablemente explotaría. Y ahora mismo, estar en las aguas termales con un montón de gente atosigándolo, no era lo escencial para aclarar su molestia.
—Tienes cara de perro chamuscado. ¿Qué pasa Amane?— Su hermano, al igual que él, se encontraba cubierto por solo una generosa toalla en sus partes nobles. Guiño guiño.
—¿Podrías vestirte? ¿Por favor? — Había dicho entre dientes, demasiado fuerte, demasiado cortante.
—Ay por favor, hay un montón de gente desnuda aquí, ¿vas a hacerte el tímido?— Dijo mirando a su alrededor, encontrando bellezas de todos los tipos. Quienes rieron coquetas, entumecidas por el vapor de las aguas. —Además....¡Soy tu hermano, tu adorado hermhn-!'' Tsukasa, prácticamente abalanzado sobre él, se vió detenido por la mano atacante de su hemano— que en cuestión es siete míseros segundos mayor que él.
—No quiero ver a mi hermano desnudo. ¿Ya— Sentenció haciendo una larga pausa, pero los ojos curiosos del menor y su inamovible postura, parecían renuentes a entender. —Es horrible.
—¿¡Horrible!?— Chilló llevándose una mano al pecho sorprendido, con sus ojos de gato más pequeños que nunca, y sus colmillos asomándose en una gran O, devastado. El agua a su alrededor se removió igual de impactada. —¡Pero si somos idénticos!— Parecía llorar.
En realidad era el vapor haciéndolo sudar.
Tsukasa nunca lloraba. Sus ojos siempre se veían aguados y cristalizados, pero jamás vió lágrimas recorrer su cara. —Me has lastimado profundamente... Eso y que, Amane nunca me cuenta naaada. ¡Soy tan despreciado como hermano! Estás molesto por algo que yo no hice y aún así me tratas maaal..— Decía mientras se contoneaba con la gracia del actor más dramático en la faz de la tierra, como si su corazón se estuviese desangrando con cada palabra.
—Tsu, no seas dramático...— Dijo con una sonrisa torcida mientras salía del agua. —Es sólo que... al viejo se le incendió el taller anoche, y yo de estúpido le dí mi arco hace tres días.— Gesticuló con las manos para recalcar la información.
Tsukasa se quedó descolocado. Sus ojos se volvieron negros como pozos y su boca se estiró en una fina línea: —Adivino, ¿jamás llegó a arreglarlo? ...Pues sí que eres estúpido.— Dijo burlándose del él, y la sonrisa dentada, de colmillos prominentes, se extendió por su cara en microsegundos.
Hanako se estremeció.
—¿De qué te ríes baboso..? ¿¡Acaso tú-!?— Y antes de poder acusarlo o terminar la frase, notó que su hermano no lo miraba al rostro.
Siguió la línea imaginaria que atraían sus ojos hasta...
—¿¡SE PUEDE SABER QUÉ ESTÁS MIRAND-!?— Se cubrió allí, con todo el cuerpo sonrojado y expulsando vapor. Ya no por las aguas termales, ni su inicial furia.
—Tienes razón, es horrible ver a tu hermano desnudo.— Se mofó diabólico.—Y corrijo, ¡no somos para nada idénticos!— Dijo mientras se alejaba a carcajadas, con su trasero a la vista y muchos murmullos excitados; todos dirigidos hacia la redondez de sus nalgas.
—¡¿KHHHGGG-?!
—¡Eso quiere decir que TE GANÉ!'' Vociferó por última vez.
Después de todo, ser el 'menor' no estaba tan mal.
En cambio Hanako se sintió humillado, un golpe que dió directo a su orgullo y ego.
────୨ৎ────
Ya había oscurecido allá en los confines de lo celestial, tal vez el cielo, donde ellos vivían; aunque parecía un mundo paralelo de la misma tierra, sólo que más brillante y brillante. Cosa que le exasperaba, ese falso resplandor y paz.
Él decidió no tocar tierra— la verdadera y caótica — hasta sentirse más calmado; quería evitar estrangular al pobre anciano, alias Kako.
En cuestión, no era su culpa, más bien suya por confiar en los humanos.
Humanos..
De la nada comenzó a enumerar cuántos humanos había conocido.
Y se maravilló.
Se maravilló porque sólo recordó el día de ayer, como si no existiese un historial en su mente, como si no existiesen esos miles de años viviendo entre cielo y tierra.
El niño y su rabiosa hermana. Comenzó a enumerar con voz ronca.
Ha de admitir que el muchacho le dió lástima; tan cohibido y sonrojado, sin imponerle fuerza a la enana caprichosa. Rió. Claro, era un niño.
El cómo sus ojos centellearon exageradamente y cómo su sonrisa le envió extraña calidez (más bien un escalofrío).
No le gustó.
Luego, la extraña mujer de lentes redondos.
En un principio callada y hasta media enfermiza, y de la nada, ahí estaba, despotricando saltos y alegría melosa. Con cuadros y tostadas como promesas llenas de verdad, y flores cayendo de una maraña mal trenzada.
¿Por qué los humanos tienen esa necesidad de ser tan... alegres?
Y luego estaba ella.
Ella que la había visto temblar, desmoronarse contra un estúpido árbol de tres metros; ella que la había visto sonreír sin ganas, tan frágil, que no parecía como los demás.
Pero cuando la vió esta tarde, dando vueltas como una mariposa eufórica sobre aquella flor de adorno con patas, que se atrevía a posar sus espinas sobre ella...
Fue curioso.
Nunca vió sentimientos más fuertes que los que él imponía con flechas, nunca. Y menos sin interferencia divina.
La felicidad en su gráfica mental era la última de todas las posibilidades a florecer de dicha manera, porque era fugaz, escasa, pendiendo de un hilo.
Pero esta chica, con sólo divisar a ese hombre, pareció tener en sus manos la seda misma, creando ella ese hilo, como si fuese una oruga laboriosa.
Es... curioso.
¿Los humanos dependen de otros?
¿Como él dependía de su arco?
¿Qué pasa si se los quitan? ¿Entran en ese estado de locura y ansiedad que él siente ahora mismo?
¿Cómo será.. en los humanos..?
Con un sentimiento que llamaría, maldad, curiosidad, o expectación; quedó rendido en la cama con sus manos sobre el pecho.
Estaba palpitando de nuevo.
Curioso.
Sonrió en sueños, quedando sólo su infinita hambre por respuestas.
ˋ°•*⁀➷ Día uno sin el Arma del
Sabotaje amor-odio. ¡Transformación Inesperada! :
Hanako estaba de buen humor esa mañana, se estiró, bostezó, y sonrió al amanecer.
Salió de su habitación, y frente a él la puerta de su hermano permanecía abierta mostrando una escena común y diaria:
El menor dormía atravesado en la cama, como si quisiese formar un ritual o crucifijo.
Su cabeza y piernas quedaban suspendidas dolorosamente.
Estaba enredado entre colchas como si de un enfermo se tratase, sólo siendo visibles sus pies sucios. Y en donde dormitaba su cabeza, había una gran mancha de humedad: baba, en todo su esplendor y naturaleza goteante.
Ya se lo sabía de memoria, luego de eso, se levantaría acalambrado por haber dormido con las patas suspendidas fuera del colchón, y con el cuello inmóvil por la posición de Gojo que adoptaba en sus horas de sueño.
"¡Cárgameee, cárgame en tu espalda Amanee, estoy lisiado!" Le diría entre sollozos sin poder inmutarse, hundido bajo el cementerio de mantas, con su voz a leguas de lo que podría ser un susurro.
Bufó ante el recuerdo.
Y cómo si una vocecilla maligna susurrara en su subconsciente la mejor de las ideas, tiró de la puerta espantando a Tsukasa, quién aterrizó de cara al suelo. Torciéndose el cuello.
—¡HRRMMHMM!— murmuró atragantado en colchas. Pero no se escuchó por la risa escandalizada de Hanako, que se alejaba hacia el baño exterior.
—Te crees muy listo Amane...— Escupió el menor cuando sacó la cabeza de entre su cueva, como babosa en una caracola. Una sonrisa inmensa le adornó las facciones; que al instante se contrajeron, debido al dolor. — Owowowwww mi cuellitooow— Se quejaba en el suelo, sin poder sacar las manos de su embrollo personal.
Empapando más la tela, con sus lágrimas lastimeras.
Pero lo que él no sabe es que...
Entre broma y broma, Tsukasa se asoma.
‧₊˚♪ ⊹
Una voz descoordinada en las notas más finas se filtraba entre las paredes de bamboo, junto al vapor de las aguas termales. Mil y un frascos lo esperaban pacientes en una repisa; todo para lavar su entrecortado pelo (decir que era quisquilloso con los aromas era poco.) Divisó un frasco rojo, nuevo, y lo tomó animado; y al destaparlo algo parecido a la manzana y la canela le acarició el rostro. Hasta juró ver brillitos, otra vez.
— Tú serás el elegido de hoy— felicitó al inanimado objeto. Mientras lo besaba sonoramente.
Y como quien lo domina el egoísmo, vertió todo el líquido sobre sí. Sonriendo triunfante.
Y así continuó su rutina.
Una vez terminada, y a medio secar, se dirigió de nuevo a la sala.
—¿Tsu has visto mi..?— Su voz salió extremadamente fina. Se aclaró la garganta. —¿Interrumpo algo?— Dijo alzando una ceja divertido. Olvidando su anterior pregunta. Y el extraño gallo que se le había escapado.
Tsukasa lo veía con expresion pulcra, de fastidio.
—Para na-...
—No muevas la mandíbula— Le regañó Sakura cerrándole la boca.— No he terminado.
La peliverde vestía encajes negros y vestido con mangas abuchonadas, extremadamente largo, extremadamente cubierta. Hanako chistó ante su recato nivel extremo.
Mientras, con las manos, Sakura sostenía un gran rollo de gasa, enrollando el cuello de Tsukasa y parte de su mentón roto. La expresión pulcra y fastidiada seguía ahí.
Ambos compartían expresión, irónicamente.
Natsuhiko estaba con ellos, pero al ver la escasa ropa de Hanako, se posó frente a su señorita, con su T pose: ¡protectora de posibles enamoramientos! Sakura no le prestó atención.
—¡Aléjate, ser de lujuria y desorden!— Le gruñía entre temeroso y decidido.
Hanako chistó, dejando caer la toalla bostezando.
—Hmm cierto esta es mi casa...— Dijo con voz soñolienta, mirando a su alrededor con las manos en la cintura—¿qué decías?— Sonrió con sorna y la cara del pelirrojo se estiró en terror-asombro. Su gritito de microinfarto parecía imitar a una puerta vieja y oxidada.
—¡Esto es violación hacia mis ojos!
Tsukasa murmuró— No te asombres, yo le gano.
—¡Oye-!— protestó Hanako.
—¡Eso es violación auditiva!— alzó el volumen el pelirrojo. Moviendo bruscamente la cabeza, negando.
Mientras el grandullón se revolcaba en el suelo como quien había adquirido un nuevo trauma; el supuesto Cupido, marchó de allí.
—Que te diviertas, Amane— se despidió el menor, con una sonrisa de oreja a oreja (algo dificultosa debido a las excesivas vendas.)
— Hiciste algo, otra vez— Adivinó Sakura cortando la gasa sobrante. Mientras la puerta se cerraba.
—¿Soy tan predecible?
—Lo eres.
— Lástima Amane no se dá cuenta.
— ¡Él me hizo ver su cosa!— Se lamentaba Natsuhiko al fondo, hecho un ovillo. Mientras repetía oraciones sin sentido.
—¿Quieres ver la mía-?
—¡¡¡NO!!!
𖡼𖤣𖥧𖡼𓋼𖤣𖥧𓋼𓍊
El día olía a cenizas y tierra húmeda.
Las tareas habían cesado desde el mediodía, así que pudo declarar su tarde como: libre.
Y allí estaba Nene, recogiendo jazmín para alguna nueva fragancia, siguiendo el camino de piedritas coloridas que había dejado horas atrás para no perderse.
Tarareaba un tonta canción que inventó en medio de su pasada preadolescencia. Trataba de amores de verano, y vegetales.
Su pequeño teatro interno se vió interrumpido por un grito agudo.
Los pájaros salieron a borbotones de una arboleda cercana, y vió a algunas ardillas abandonando sus frutas para irse dando saltos. Asustados.
—¿Qué... fue eso?— Como si le diesen una respuesta inmediata, escuchó el sonido de un llanto.
Olvidándose de su cesta y caminos coloridos, corrió hacia el lugar. Apartando los arbustos y demás plantas: la vió.
Una joven menuda estaba arrodillada en el suelo, con las prendas blancas rasgadas y el pelo revuelto, lleno de hojas e incluso una ramita.
—¿Estás.. bien?— Murmuró Nene acercándose al instante, con su mano extendida.
—¡ACK-!— Chilló la muchacha volteándose hacia ella, sosteniendo las mangas rotas de su camisa.— T-tú.. tú... ¡SUCIA HUMANA! ¡ALÉJATE DE MÍ!— Se arrastró por el suelo despavorida, con un llanto irracional.
La de ojos rubí intentaba calmarla. Igual de confundida.
—Espera.. yo no- ¡Cuidado!— se abalanzó para atraparla pero la castaña ya había caído al río.
Se enredó con el excesivo pantalón que llevaba.
—¡Me muero-! ¡Me-! ¡Ayúdam-!— Chapoteaba sin razón en la orilla, tragando agua como si estuviese sedienta.— ¡Meaho-! Glughbgh-
Yashiro se unió a ella para tomarla por los hombros.
—¡Mírame, mírame! Estás bien.. ¡¡estás bien!!— Decía sacudiéndola, para que se diese cuenta que sus pies tocaban las piedras, y que el agua sólo le llegaba un poco más arriba del estómago. — No te estás muriendo.— Aseguró con un suspiro mezclado de alivio y risa.
—¡Me estoy muriendo-! ¡Lo sé! ¿Qué sabrás tú de alguien como yo?— Se quejaba intentando apartarla, dramáticamente. Un espectáculo.— ¡Sólo eres una humana!
—¿Y qué eres tú? ¿Una sirena?— Rió al verla alejarse torpemente por el agua. Estaba completamente hundida y con las mejillas infladas para no "ahogarse".
—¡Jamás! ¡Son criaturas horribles, ¿no ves lo hermoso que soy?!— Se volteó con extremada energía, muy acomplejada, con una mano sobre el pecho. Bajó la mirada lentamente — ¡¡Pero ahora soy un monstruo!!— Dijo mirando al interior de su camisa.— ¿Sabes la última vez que los ví? ¡ESTA MAÑANA!— Dijo señalando su entrepierna.
—¿Ok...?— Dijo la peliplata arrastrando sus pies por el agua lentamente, como para no ahuyentarla— No te muevas.— Le indicó, para luego posar su mano en la frente contraria: la otra chica era más bajita.
—Como imaginaba, tienes fiebre.
—KHHGHH- ¡No me toques!— Le apartó de un manotazo. Y comenzó a marchar en el agua, molesta por la lentitud de sus exagerados pasos.— ¿Esta mierda no se puede apartar? ¡Me estoy hartando!— Dijo refiriéndose a un musgo enredado en su tobillo.— ¡Si supieras quién soy te apartarías sin dudarlo!— Le habló al musgo.
— Pues dime quién eres.— dijo Nene frente a ella, muy cerca, con las manos sobre las rodillas, sentada en una roca, ya en la orilla.
—¿¡Pero en qué moment-!? ...¡Deja de asustarme así, niña!— La castaña apretó los puños con fuerza, la pobre temblaba— ¡Soy algo que no comprenderías; soy mucho más que esto; valgo más que esto..!
— Yo también pienso lo mismo a veces. ¿No te gusta ser una chica, eh?
—Cómo.. ¿cómo lo sabes?— Su rostro quedó descolocado. Luego la miró con cautela. «Atención estamos en presencia de una bruja. Repito... Estamos en presenc..»
Mientras tiraba piedritas al agua, Nene susurraba:
— A veces pienso que valgo más que esto; que soy más que esto.. Que estuve destinada a ser algo más que una campesina.. Cosas así de tontas.
— Yo soy mucho más que una campesina.— Dijo inmutable, sin entender las palabras de la albina. Sólo con una expresión de desagrado, estirando su labio inferior cómicamente.
— Exacto— sonrió mirándola detenidamente.— ¿Cuál es tu nombre señorita 'valgo mucho' ?
— Hanako.— Soltó sin pensar, y abrió mucho los ojos. Se tapó la boca.
Maldición.
— ¡Qué bonito! Significa niña de las flores, ¿lo sabías?— agarró sus manos entre las suyas, emocionada— ¿Con qué flor te identificas? Yo diría que las camelias son boni-
Y sus mejillas, rojas como camelias se hincharon.
—Suéltame...
—Perdón, perdón, es que llevo tiempo sin hablar con una amiga..— Se recogió el cabello detrás de la oreja lentamente, sin apartar la mirada y su estúpida sonrisa emocionada. La ropa húmeda se le pegaba al cuerpo, y las gotas de agua parecían no querer dejar su tersa piel.— ¿Cómo llegaste hasta aquí? Jamás te he visto por el pueblo...
— Uno, no soy tu 'amiga', dos, me estás.. provo..— Bajó la mirada nuevamente hacia sus pechos — ¡provocando! ... ¡Y tercero...!— Se levantó de golpe revolviendo el agua— ¡Hablas mucho! ..¡Me voy!
—¡Espera..! ¡Hanako-san!
Ese nombre se le enredó en el pecho y al parecer en los pies, porque terminó tropezando en las piedras resbaladizas de la orilla. Qué patético se había vuelto.
—AUCHHH— lloriqueó por no se sabe cuánta vez en el día.
—¡Hanako-san! ¿¡E-estás bien!?
—Sí.. estoy bien..— dijo con la frente aún contra el suelo— ¡..ESTOY BIEN HARTA DE TÍ!— Y eso fue todo. Salió corriendo a los matorrales como gringo perdido en la jungla.
¿Harta? ¿HARTA? ¿POR QUÉ LO USÓ EN FEMENINO? ¡ÉL ERA UN HOMBRE! ¡Un hombre convertido en.. en... EN CHICA!
¡No se podía dejar manipular por esta tipa!
Dolía mucho en su orgullo, ego, y hombría más que cualquier otro insulto.
Era víctima nuevamente de la: humillación.
En cambio Nene tenía un sentimiento burbujeante en el pecho: felicidad, confusión, curiosidad, incertidumbre..
Pero como si los caminos del bosque estuviesen pensados estratégicamente — que sí, lo estaban —. Ambas volvieron a reencontrarse.
Una portaba su anterior cesta con jazmines— algunos estaban masticados por alguna oruga traviesa de paso — mientras que la otra se mostraba sucia, despeinada y herida.
—¿Qué haces aquí?— exclamó la princesa.
— Pensaba ir a casa —Dijo la de ojos carmín con una sonrisa.
—Mientes.
Sonrió. Atrapada.
—Eres divertida.
—Y tú un grano en el culo.
—¡...y mal hablada!— Dijo horrorizada.
—¿Y qué? ¿Tú no dices 'malas palabras' ?
—Absolutamente no. — refutó Nene. Muy seria.
—¿Por qué?
No notaron que sus pies se movían con suaves pasos mientras jugaban a preguntas y respuestas. Sinsentido.
—Porque... ¿soy una chica..?— dijo apartando la mirada, insegura.
—Ah... — hizo una larga pausa, mirándola — ¿...enserio te gusta ser una chica?— Dijo con lástima.
¡Claro que le daba lástima! No podía robar, no podía insultar, no podía opinar.. ¿¡Qué clase de gente vive así!?
—Hmm pues sí.
—¿Por qué?— La pregunta se le escapó de los labios, igual que el repentino roce de sus hombros. Sintió un escalofrío. Sus ropas todavía estaban húmedas. Trató de no mirar.
—Porque... puedo hacer las cosas que me gustan.— Sentenció segura, mientras le daba vueltas a una flor cruelmente mordida. La castaña miró sin entender; una mirada que se estaba haciendo frecuente entre ambas.— Es decir, si fuese un chico no podría coser, ir a buscar flores... esas cosas.
—¿No podrías hacer cosas de chicas?— Agregó por ella.
—Sí.
—¿Y qué tiene de divertido?— Su expresión fue de absoluta seriedad. Como si le interesase.
—¿Las cosas de chicas o ser chica..?
No respondió así que se lo tomó como un sí a ambas cosas.
Sin sopesar mucho la respuesta Nene se iluminó.
—Es lindo; tejerse el cabello,..— bajó un poco la voz, repentinamente — sentirse orgullosa de... crecer— Dijo apretándose los pechos, sin pudor alguno, como quien comparte un secreto de hace tiempo. Hanako como buen samaritano, no ignoró la acción. ¿Los tomates son rojos? Sí, sí, ¿qué más? ...¡Las manzanas son rojas! ¡..La sangre es roja! ¡Las rosas son rojas y tu cara también; pareces un pez de feria! Como si esta fuese, tu primera vez...!— Escuchó una risa burlesca en su mente, cantando al son de un retumbar extraño. El corazóooooon.
Lo podía sentir incluso en los oídos.
Nene la miró soñadora, y al ver su expresión torcida casi extreñida, notó por fin la planitud del busto contrario. Y se sintió mal.— Oh... no lo digo de mala manera.. ¡No te sientas mal..! Eres menor que yo.. ¿supongo..? — Se rió nerviosa, sin saber dónde meter el rostro color ciruela.— ¡N-no todas llevamos el mismo ritmo..!— Intentó remediarse.
Él (ella) asintió lentamente —con la consciencia en el espacio— sólo para que se callara y que esa estúpida mirada lastimosa y de preocupación, desapareciera. O con la esperanza de que desapareciera una imagen provocativa de su mente..
—Y bueno...— pareció decidida a continuar, retorciéndose los dedos. Como si lo anterior nunca hubiese sucedido, como si hubiese sido una mala jugada de algún viajero en el tiempo moviendo las rocas de lugar—. Fantasear con los chicos, príncipes; ya sabes..
—¿Que yo sé qué?— Logró salir de su trance llamado calentura repentina.
—¡De.. de esas cosas! Me entiendes.
—No, no lo hago.. ¿..soñar con príncipes?
—¡Sí!
—¿Qué tiene de atractivo eso?
—¿No te gustan?— dijo casi con tristeza infantil.
—¡No!
—¿No?— repitió como un loro, confusa.
Negó serio.
— Bueno, no los príncipes. ¿Qué tal.. algún chico guapo?
Estuvo a punto de decir "YO soy el chico guapo". Pero se contuvo.
En cambio todo lo que dijo fue:
—¿Por qué? ¿Debería?
El jadeo escandalizado de Nene lo desconcertó.
—¿Qué?— Preguntó perdido, con la voz unas octavas más arriba de lo usual. Odiaba su voz femenina.
—No, nada.
—¿Y por qué te sorprendes así -?— imitó su rostro burlesco. Ella rió por lo bajo.
— B-bueno, nunca antes había oído a una chica hablar así..— Se apenó, mirándola de reojo.
Oh mierda.
Claro, él se dejó llevar y respondió sinceramente, (como hombre) sin tener en cuenta la apariencia que portaba ahora.
Aunque tampoco, ni muerto habría respondido:
"¡¡¡ Shiii me gushtan losh prinshipeh !!"
Lo habría hecho de todas formas (responder sinceramente.)
— Creo que me voy.
Antes de cagarla más. Completó en su mente.
— ¡No! No ... No te vayas Hanako-san. ¡Disfruto mucho hablar contigo! Es que sólo... fue sorprendente.
Alzó una ceja interrogante, y sonrió de lado.
—¿Te sorprendí?
Asintió.
Y entonces.. sonrió victorioso.
La sorprendió.
Él
o ella.
¡Qué más da!
Se dió la vuelta emocionado por haber logrado algo en el día.
—Bueno, ya que soy diferente—. Remarcó "diferente" con un tonito especial— ¿Qué tal si me enseñas a aparentar ser una chica? Así no tendré que ver esa expresión sofocada más de una vez.
Con la suya bastaba.
— Pero no creo que debas fingir algo que no sientes...
— No es fingir, es engañar a los demás —. Le guiñó un ojo— Es más divertido.
Nene le miró dubitativa.
— Está bien..
:・゚ˋ°•*⁀➷
Primera enseñanza!
Coser.
¡Fallido!
¡El muy pendejo se pincha!
:・゚ˋ°•*⁀➷
¡Segunda enseñanza! Práctica.
Cabello.
Esto más bien fue para placer de Nene, ya que él verdaderamente no aprendió nada. (Bueno, entre comillas, ya que hubo un momento en donde se ofreció a hacer algo con el hermoso cabello de Nene— cantó una voz muy melosa en su mente. Y como fue de esperarse, acabó con una hermosa torre al estilo rabaniano, ah, y un buen zape.
Le cuesta admitir que le gustó ir combinados con flores, trenzas y moños parecidos a tomates cherry apachurrados.
Y que cada vez que ella le pasaba los dedos por el cabello, se estremecía.
Dios mío.
:・゚ˋ°•*⁀➷
¡Tercera enseñanza! Cocinar.
Oops, necesitas conseguir más kudos para desbloquear este escenario.
Hanako formó un berrinche.
No quería ir al pueblo.
Lo reconocerían.
El viejo barbudo y su chiquilla.
Temía que la niña viese en él una 'amiga' y que el mayor sólo se burlase por toda la eternidad.
Así que no. ¡Siguiente!
:・゚ˋ°•*⁀➷
¡Cuarta enseñanza! Práctica. Teoría de la belleza.
La albina se había acercado a él con pétalos rojos y pensó que estaba a punto de maldecirlo (así lo hacían las hadas del bosque) pero no, se asombró al verla arrodillada, tomando piedras y un trozo de madera demasiado plano para ser real (alguien tenía que estar moviendo los hilos, definitivamente).
Y luego, la vió agarrar una babosa debajo de un tronco y chilló, como el hombre que era. Pero al rato la vió soltarla. Suspiró aliviado.
En fin, minutos después se acercó a él con una mezcla extraña.
— No voy a beberme eso.
—No se come.
—¿Entonces...?
—Mira— Dijo volteando sus palmas— ¿A que es lindo?
Hanako abrió ligeramente la boca, sorprendido.
Sus uñas estaban bonitamente vestidas, a su percepción, no lo sé.
—¿Qué te hiciste...?
—Me las pinté, ¿quieres probar?
Y para su disgusto, asintió demasiado frenético. Cegado en curiosidad.
Oh.
Pero....
No fue fácil.
—¡No, sólo éstos tres!
—¿Por qué?
—¡Para molestar a Yako!
—¿Yako?— Repitió la de ojos rubí.
Él asintió con una sonrisa de labios cerrados, como feliz de contarle:
— El pulgar .. el del medio.. y anular— Unió los dedos mencionados— Forman una ventana de zorro, que te permite...— acercó su mano al rostro, como usando un catalejo— ¡ver lo sobrenatural! ¡Yako no soporta las imitaciones a su especie! ¡Se pondrá reloca!
—¿¡Te permite ver el más allá!?
—No, más acá. — se burló sacando la lengua, Nene infló los mofletes.— Acá — tomó su mano y le enseñó cómo hacer la ventana. Demasiado cerca.
—Justo así.— la felicitó.
—No veo nada ..
—¡Humana tenías que ser! ¡Ya, termina con esto, me estoy cansando de tí!
Nene rió.
Pero....
Repito.
No fue fácil. A pesar de sólo tener que pintarle tres dedos.
—¡Uish! ¡Está frío!
—¿Eso es sangre? ¿ROJA?— Los ángeles tienen sangre dorada, al igual que los ojos.
—No tonta — Nene se rió. — Te moviste y te ensucié sin querer.— Se lamió el dedo y limpió lo que sobraba— Ya está. Trata de quedarte quieta.
—¡Ese dedo no era! ¡Estás en las nubes, niña!
—¡Se me acalambran las manos!
—¿Por qué esto huele tan raro?
—¿Con qué lo hiciste?
—¿Enserio quieres saber?— su expresión fue seria, extraña. Y luego desvió la mirada hacia donde había elaborado la mezcla. Casi con risa.
—IHHHHHHHH— Chilló.
Caracolas rotas, y babosas aplastadas.
Con que sí llegó a usarlas, ¿eh? Qué impredecible...
⋆。˚ ☁︎ ˚。⋆。˚☽˚。⋆
—¡Hey- Yashiro!.... Espera-aaah..— Gimió al sentir algo húmedo contra su piel. Era frío, pero le quemaba, le hacía arder. Le desesperaba de mil formas. No se estaba sintiendo bien, como ella prometió que sería.— M-me duele, detente.
Lo habían convencido de venir; sí, aquí al pueblo, a una casa, a un cuarto. Se arrepentía muchísimo.
—¡Ush! Hanako-san, ¡no aguantas nada! Parece tu primera vez.— Dijo Nene ya sofocada, agarrándole la pierna con fuerza para que no la pateara.
—¡Es que lo es!
—N-no puede ser...— Alzó la mirada incrédula.
Algo se derramó. Hanako chilló.
—¡No viertas tanto así de repente!
—¡P-perdón, no presté atención! Es que..
—¿¡Qué?!
—¿¡Jamás te has raspado la rodilla!?— Su voz salió en un alarido. Y volvió a presionar el algodón en su herida.
—¡Es que no soy un salvaje como ustedes!
—¡Deja de hablar como si no fueses también una persona!— dijo envolviendo la gasa, sin apartar la mirada de la pelinegra. Ahora de noche, sin el sol interfiriendo, su cabello parecía más oscuro. En cambio sus ojos, seguían viéndose igual de mielosos.
—¡Es que no lo so-!
—¿Nene? ¿Sucede algo?— Ambos miraron hacia la puerta.
—A-ah..Fuji-kun, ¡Q-qué gusto verte aquí!— Dijo Nene levantándose como un resorte de su lugar, sin terminar de enrrollar las vendas.
—¿Este tipo...?— Soltó Hanako sin pensar, demasiado alto. Se amarró las tiras con desdén sin mirarlos más.
—¿Hmm.. quién es tu amiga, Nene?
—Ah- ella es...
—Ya me iba.
—¿Tan pronto?— Sus cejas se hundieron de tristeza, olvidando por un segundo a su flor de adorno (Fuji).
—Es de noche Nene.— Dijo el tal "Fuji" demasiado fuerte.
Hanako lo miró mal.
El tipo le sostuvo la mirada. Extraña.
Sin dejar de mirarle, agregó con un tono extraño, que Nene siguió como un perrito:
—Si es así, debería de acompañarla, es peligroso.
—Tienes raz-
Pero él no se quedó escuchando más.
Salió andando.
Ignorando las punzadas y tirones que le daba la muy apretada venda sobre la herida.
—¡Oye, trigueña!
¿Tri...qué? ¿Qué clase de palabra vulgar era esa...?
—Pareces huir del diablo — bromeó el de sonrisa perfecta.
—Y no dudo que lo seas.
—Tienes carácter, ¿eh? Eso me gust-
— Cállate de una vez, ¿quieres?— Se volteó con brusquedad. Su voz había salido ronca, más parecida a como sonaba originalmente.
El hechizo llega a su fin. Susurraron en su oído.
La luna se asomaba en una esquinita de cielo despejado, llena, y casi rojiza como camelias.
— Carácter del rudo...— Dijo saboreando las palabras y marcando los pasos. — Me encanta disciplinar a señoritas salvajes; mira a Nene, ella es tan obedie-
Un puñetazo de lleno en la mejilla.
Luego dos.
Y se sintió más fuerte con cada golpe.
Su cabello por los hombros se ondeaba con cada paso de aquella danza improvisada y violenta. Las gotas de sangre que salpicaron parecían aplaudirle el espectáculo.
Ya no era diez centímetros más bajo que esta cosa llamada persona, sino que se erguía frente a él como un imponente árbol, encadenándolo con sus pies al suelo, con furia.
El tipo escupía la tierra, como si dentro de poco no fuera a formar parte de ella (no pensaba matarlo, para nada, no tenía razones suficientes.)
A pesar de lo aplastado que estaba bajo su pie, se esforzó por torcer el pescuezo para escupirle las palabras:
—Tú no eres una mujer, tú eres-
—El diablo disfrazado de ángel. — espetó con una sonrisa siniestra y la voz corrompida.
Y con una última patada— que le dolió con carajos y corojos— lo dejó allí.
Caminó adentrándose al bosque, ya huyéndole al aire urbanizado.
Arrastraba los pies ya exhausto.
Estaba sudado y el pelo demasiado largo se le pegaba al rostro.
Se lo apartó del cuello y cuando miró a sus espaldas sus alas le parecían mimarle: "hola cariño, hemos vuelto".
—Ya era hora — Dijo aliviado, emprendiendo el vuelo.
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Mientras pasaba bajo las estrellas y entre las nubes, se dedicó a rememorar el día, inconscientemente; tal vez producto de su cansancio o de lo impactante que fue su cambio de rutina.
Estaba de camino a la tierra para tener un pacífico encuentro con el relojero, y así llegar a un acuerdo de: ¡ Reembólsame mi Arco, MIERDA! Cuando de repente sentí una comezón en la espalda; creí que era la tela; estuve a nada de salir sin camisa, lo juro; pero aún me quedaba algo de decencia, así que desistí. Bueno.. no sé cuándo pasó pero vi una pluma pasarme cerca y pensé: JAJAJ estos pajarracos y sus plumas de tres kilos. ¡Pero no! Adivinen quién era...
Así es.
Así simplemente, se comenzaron a consumir hasta volverse tristes alitas de gorrión.
No tardó en caer.
No tardó en hacer agujeros en árboles y posibles hogares estables (de animales).
Quedó atorado en varias ramas, como una tonta caricatura cómica.
Ascendió de todas las formas menos: gloriosa.
Las ardillas y avecillas fueron testigos de ello.
Y cuando por fin se dignó a tocar el suelo con su ligero cuerpo;— tocar es sarcasmo, más bien, se derrapó por la tierra— algo mucho peor lo esperaba.
Su reflejo totalmente... femenino.
En el agua.
Y el agua no miente.
El resto de la historia lo conoces como posible fanservice GL, o una mala jugada del destino.
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Estamos donde Tsuchigomori. No preguntes dónde queda, ni siquiera él lo sabe.
Como si de una araña se tratase, el extraño hombre se encondía en la cima de una montaña con extrañas piedras preciosas colgando de las puertas y ventanas. Una casucha encantada, que olía a humedad y libros.
La cuestión es que nunca estaba en el mismo lugar, era como las caracolas perdidas en la espuma del mar; una vez que las divisabas, desaparecían incluso bajo la vista.
Pero Hanako, siempre lograba encontrarlo.
— ¿Yako no habrá dejado unas tijeras?— Dijo sin siquiera pedir permiso, sin saludar, sólo mandón y directo. Como si fuera su casa.
El adulto arácnido sin responder, aún fumándose la pipa, señaló una estantería del fondo.
Las velas se consumían lentamente justo al lado. Iluminando el lugar.
El joven fue allí desubicado.
Se encogió de hombros.
El otro volvió a amagar en esa dirección, con la cabeza. Como recalcando "ahí está".
—¿Dónde?
El viejo expulsó todo el humo de golpe, en un resoplido obstinado. —Qué ciego te me has vuelto, Yugi Amane.— Dijo para contener su: "Ni para eso sirves".
Estiró uno de sus brazos sobre él, agarrando un libro rojo con el kanji: "MISAKI" gigante. Hanako abrió los ojos, ¿qué tan borracha se fue Yako de aquí que dejó tan preciada pertenencia?
Más sorprendido quedó cuando lo vió hojear el libro y de una de sus páginas materializó unas tijeras. Se las extendió.
— Si supiera que las tomaste....— Bufó mostrando sus dientes de piraña.— Te mataría.— La idea pareció divertirle.
— Nada que una sesión de besos entre ustedes no resuelva.— Dijo Hanako palmeándole el hombro.
El adulto se puso violeta.
— Y si se resiste mucho; nada que una flecha no ablande...
— Maldito mocoso...— Masculló dando trastos hasta el sillón para seguir fumando, pero esta vez con su pie increíblemente inquieto. Se estaba conteniendo de golpearlo.— Desaparécete rápido.
— Claro claro... pronto despejaré la pista Sensei..— Dijo alzando las manos divertido. Y procedió a cortarse el cabello frente a un espejo.
Luego de unos minutos se volteó secándose el rostro con una toalla de sabrá Dios dónde.
El adulto lo miró con una ceja alzada, por encima de sus lentes.
—¿Qué tal quedó?— Preguntó el ángel posando frente a él.
—Igual de mal que siempre.
—Bien— Dijo tirando las tijeras hacia su regazo.
Tsuchigomori abrió los ojos horrorizado.
—Tranquilo, tu entrepierna está bien — se burló.
Apretó los dientes sin decir palabra.
Pero su expresión estaba bastante estrujada.
— Te daré unas lecciones, y no de Ciencias...— Gruñó.
— Lo siento, lo siento..— Hizo reverencias exageradas frente a él. Tsuchigomori lo miró mal.— No le digas a nadie lo que viste.
—Me da igual tu segundo trabajo como travesti.— Le escupió, lleno de resentimiento por las anteriores bromas del joven.
El rostro de Hanako estuvo imperturbable.
— Retira eso.
—¿Y si no quiero...?— Dijo inclinándose, igual de retórico. Por dentro se divertía un montón.
—Adiós.— Se volteó dramáticamente, sin ganas de discutir a lo pendejo.
A pesar de la molestia creciente, una sonrisa filosa se formó en el rostro del mayor.
—¿Qué te sucedió para tanta inestabilidad mi Lord? Ni siquiera la palabra 'travesti' fue capaz de sacarte de quicio...— Dijo dándole vueltas a las tijeras en una sola mano. Y al ver su reflejo en ellas, se sonrojó.
Maldito niño.
Sabía demasiado.
. . .
Por fin llegó a casa.
Tsukasa estaba jugando a las cartas con los Mokkes (unos peluches rosas que le había tejido Sakura— para cuando la soledad lo consumía—) Fue amable de su parte.
— ¿Sabes? A veces pienso que eres un niño, o que no estás bien de la mente.— Dijo Hanako al ver a su hermano sentado con las piernas cruzadas moviéndose ansiosamente en círculos.
—Si soy.— Fue su respuesta, como si de un meme se tratase, en donde te sentías identificado con todo.— Dale Mokke-chan, tira.— Hubo un largo silencio — ¡¡No!! ¡Me refería al otro, pendejo!— Se reía solo y tiró las cartas por ambos.
Su hermano suspiró. Mirándolo fijamente.
Tsukasa dudó al sacar su siguiente carta. Y él nunca dudaba.
—No tienes nada que... ¿preguntarme?— Sonrió como quien sabe lo que hace.
— Yo sé muy bien la respuesta que darás.
Dijo serio.
— Vaya, ¿y qué tal? ¿Te gustó mi bromita?— Esta vez no le insistía con su mirada fija, la mantuvo en la baraja frente a él, divertido.
No recibió respuesta, sólo un escandaloso silencio.
El menor alzó la mirada extrañado.— ¿Eh?
El rostro de Amane estaba ruborizado a más no poder y con... un brillo extraño. Casi palpable.
—¿¡EHHHH!?— Tsukasa abrió los ojos desorbitados, empujando a los Mokkes como fichas de dominó cuando intentó levantarse, desastroso.— No me digas que hiciste-
—NO. No hice cosas sucias siendo una chica, Tsukasa.— Recalcó fuertemente sus palabras. Sobretodo su nombre.
El zaino pareció entristecerse.
—¡Mírenlo! — Señaló a su hermano con horror, y miró a los Mokkes en el suelo.— ¡El king del fuck no usó la pusse-!
—¡Tsukasa!
—¿¡QUÉ!?— Soltó en una risotada, revolcado en el suelo. Hecho lágrimas.
—¡Eso, es, horrible!
—¡Bueno-! ¡A tu antiguo yo, el perverso yo, le hubiese encantado!— Le recriminó con una sonrisa inmensa. Burlándose de su rostro comprimido. Perdiendo el aliento entre peluches y alfombras.
Y como si eso fuese suficiente para hacerlo llorar a él también; dió media vuelta desapareciendo en la oscuridad de sus pasillos.
Avergonzado.
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(Continuará)