Chapter 1: Orígenes I: Un nuevo comienzo
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El cuarto estaba sumido en una oscuridad casi absoluta, solo rota por el tenue parpadeo de una vela al borde de consumirse. Las sombras danzaban en las paredes como espectros inquietos, y el aire olía a polvo y cerrado. Entre esa penumbra, una figura encapuchada se movía con pasos silenciosos, su respiración entrecortada delatando una mezcla de excitación y nerviosismo. Frente a él, flotando con tristeza, el pequeño kwami de alas moradas parecía contener el peso de siglos de dolor en sus ojos brillantes.
—¿Puedes explicarme que es esto?— susurró la figura con una voz que cambiaba constantemente, a veces aguda como la de un niño, otras grave como la de un adulto. Sus manos, cubiertas por guantes negros, temblaban levemente al sostener el broche en forma de polilla.
—Hace muchos Siglos, unas joyas poseedoras de un gran poder fueron creadas... estas eran Los Miraculous— explico Nooroo, el kwami de la transmisión— Através de los tiempos, héroes los han usado para proteger a la humanidad. Pero dos destacan sobre los demás: los aretes de la Mariquita, que otorgan el poder de la creación, y el anillo del Gato Negro, que concede la destrucción— la figura apretó con fuerza el broche, haciendo que la luz morada que desprendía parpadeara— Según la leyenda, quien controle ambos obtendrá poder absoluto— continuó Nooroo pero al segundo se cubrió la boca con su pequeñas patas ya que fue obligado a decir la verdad
—¡Yo quiero ese poder, Nooroo! ¡Debo tener esos Miraculous!— su voz resonó con un tono de codicia apenas disimulado provocando que el kwami se estremeció, revoloteando inquieto.
—Pero nadie sabe dónde se encuentran ahora...— intento excusarse y evitar un problema mayor
Una risa fría, distorsionada, salió de bajo la capa.
—A ti te encontré, ¿no es así?— cuestiono la figura para después reírse con con ganas— Dime, pequeño kwami... ¿Cuál es el poder exacto de tu Miraculous?— acaricio el broche y Nooro sintió un escalofrío
—El broche de la Mariposa permite otorgar poderes a otros... convertirlos en tus seguidores— explico Nooro sin opción
—Entonces, para atraer superhéroes...— la figura alzó lentamente una mano, y en su palma mantenía el broche que brillo levente— ...¿Qué mejor que crear supervillanos?—
—¡Los Miraculous no deben usarse para el mal!— protestó Nooroo, revoloteando con desesperación— Su propósito es-—
—¡Silencio!— el grito, distorsionado y multiplicado, cortó como un cuchillo— ¡Este broche ahora es mío! ¡Soy tu maestro y me obedecerás!— exclamo con seriedad y el kwami se encogió
—Sí... maestro— Nooroo asintió con resignación y sus alas perdiendo brillo por un instante
—Excelente— con un movimiento brusco, la figura se colocó el broche sobre el pecho— ¡Nooroo, alas oscuras, elévense!— al instante, una luz morada lo envolvió, y su silueta comenzó a cambiar, a retorcerse de manera antinatural y enjambres de mariposas blancas surgieron de la nada, cubriendo por completo a la figura en un remolino de sombras y alas. Cuando finalmente se dispersaron, lo que quedó no era humano, ni del todo criatura— De ahora en adelante soy Wraith Moth— declaro luego se alzó con su traje de negros y violetas profundos, la capa ondeando como si tuviera vida propia. Su rostro, oculto tras una máscara de plata pálida, solo dejaba ver unos ojos que ardían con un fuego frío— Ahora... comienza la caza—
(...)
El aire en la pequeña sala de masajes olía a incienso y madera envejecida. Entre estantes repletos de reliquias, Wayzz, el kwami verde con caparazón de tortuga, revoloteaba desesperado alrededor de su maestro.
—¡Maestro... maestro!— susurró con urgencia, sus alas vibrando como hojas al viento.
El anciano, cuyas arrugas contaban siglos de sabiduría, fingió calma mientras le hacia un masaje a un cliente.
—¿Qué cosa?— preguntó el hombre, confundido por las palabras
—Ammm... "Maestro, maestro"— repitió el anciano, dibujando rápidamente símbolos en el aire sobre la cabeza del cliente— Son mantras tibetanos. Parte del tratamiento. Nos vemos la próxima semana— mintió, empujándolo suavemente pero con firmeza hacia la puerta, la cerro con llave, la máscara de serenidad se desvaneció.
—¡Maestro! ¡El Miraculous de la Mariposa!— Wayzz se arremolinó frente a su rostro— He sentido su aura... y está corrupta!—
—Creí que se había perdido para siempre— murmuró el maestro Fu, ojos nublados por memorias dolorosas y apretando su bastón hasta que los nudillos palidecieron
—Alguien lo usa con intenciones oscuras. ¡Nooroo está en peligro!—
—No puedo fallar otra vez— respiró hondo—¡Transformación!— anunció e hizo un movimiento de brazos— ¡Wayzz, capara-ah!— el grito se convirtió en un quejido, un dolor fulminante lo dobló por la mitad que luego le hizo caer de rodillas
—¡Maestro!— Wayzz se posó en su hombro, pequeño cuerpo temblando— Usted ya no...—
—¡Aun soy joven! ¡Tengo solo ciento ochenta y seis años!— gruñó Fu, levantándose con esfuerzo, la soberbia venciendo al dolor por un instante. Pero al ver la preocupación en los ojos de su kwami, suspiro resignado—Tienes razón, viejo amigo...— reconoció, mirándose las manos arrugadas— Esta batalla requiere guerreros más jóvenes—
Fu se dirigió hacia un rincón oculto tras un biombo lacado. Sus manos temblorosas acariciaron el tocadiscos chino y presionó los ojos de jade de los dragones. Estos brillaron con un rojo sanguíneo, y las fauces talladas se abrieron con un clic ancestral, revelando nueve botones de hueso.
Con determinación renovada, presionó tres botones en una secuencia milenaria. El tocadiscos giró sobre sí mismo con un runrún mecánico, sus paneles laterales deslizándose para revelar un cofre octagonal marcado con los símbolos del zodíaco chino.
—Los nuevos portadores deberán ser fuertes...— musitó, abriendo el cofre. Dentro, cinco Miraculous brillaban bajo la luz tenue: la mariquita, el gato, el zorro, la abeja y la tortuga. —...porque la oscuridad que viene podría devorarlo todo—
(...)
Great Lakes City, Michigan
El sol apenas comenzaba a ascender sobre Great Lakes City, una pequeña urbe conocida por su tranquilidad casi anacrónica, donde el crimen era poco más que un chisme de vecindario. Entre los edificios bajos y las calles adoquinadas, uno destacaba por su vibrante fachada y un letrero que rezaba "Mercado Casagrande" en letras amarillas desgastadas por el tiempo.
Dentro del apartamento 2A, el sonido estridente de una alarma llevaba quince minutos repitiendo su cantinela, ignorada por completo.
—¡Ronnie Anne!— rugió una voz femenina, cortante como el filo de un cuchillo— ¡Tu alarma ha estado sonando durante quince minutos! ¡Vas a llegar tarde a tu primer día de escuela!—
La dueña de esa voz era María Santiago, una enfermera de piel morena y ojos castaños, cuyo uniforme azul ya estaba impecablemente planchado, a diferencia del caos matutino que reinaba en el hogar.
—¡Ya voy!— se escucho una voz dentro de un armario, pero en realidad era una habitación, donde actualmente habitaba por Ronnie Anne de trece años que también heredo el tono de piel morena, cabello negro y ojos marrón que ahora se encontraba tratando de despertar por completo, cuando la puerta se abre por completo dejando entrar a un perro mastín ingles. Lalo, el perro de la familia, entró con paso pesado y colocó su cabeza sobre la cama, mirándola con ojos suplicantes— Ay, Lalo... ¿Qué pasa, amigo? —Ronnie Anne se frotó los ojos, todavía medio dormida, hasta que un graznido estridente la hizo saltar.
—¡Arrgg! ¡Hora de desayunar! — una guacamaya roja de nombre Sergio aleteó en círculos sobre su cabeza— ¡El que llegue primero se come los chilaquiles!— exclamo para luego salió de la habitación junto a Lalo.
—¡¿Chilaquiles?!— el anuncio fue suficiente para que Ronnie Anne saliera disparada de la cama, cerrando la puerta de golpe para cambiarse. Minutos después, emergió con una playera blanca de manga corta, pantalones negros holgados y tenis magenta. Su cabello, negro como el azabache, estaba recogido en una coleta baja, dejando caer un mechón rebelde sobre su ojo izquierdo— Huy, por poco olvido mi sudadera —murmuró, arrebatando una sudadera morada oscura con capucha del perchero antes de salir corriendo hacia el comedor.
El aroma de chiles verdes y tortillas recién hechas inundaba el comedor del apartamento 2A. Ronnie Anne se ajustó la sudadera morada oscura que acababa de tomar de su perchero, sintiendo el suave forro interior contra su piel. La capucha caía sobre su espalda como una capa informal mientras entraba al bullicioso espacio familiar.
—¡Ándale, come, come! ¡Los chilaquiles se enfriarán!— la voz de la abuela Rosa retumbó con esa mezcla de cariño y autoridad que solo las matriarcas mexicanas dominan. Sus manos ágiles, marcadas por años de trabajo, servían porciones generosas en cada plato, mientras su delantal amarillo brillante contrastaba con el verde vibrante de la salsa.
—Buenos días, abuela— Ronnie Anne se acercó y depositó un beso rápido en la mejilla curtida de su abuela— ¿Tienes prisa hoy?—
—Sí, mija. Las tuberías del edificio están hechas un desastre— Rosa agitó el cucharón de madera hacia el techo— Si no las arreglo hoy, nos quedamos sin agua por días. ¡Y con esta familia, eso sería un desastre!—
—Que mal, espero puedas solucionarlo— comento mientras tomaba su lugar y comenzar a desayunar
—Eso espero—
—Y yo la ayudar— dijo Carlos Jr. o CJ el primo de dieciséis años apareció en el umbral, su cinturón negro repleto de herramientas recién adquiridas que tintineaban con cada paso. Sus dientes peculiares, perfectamente circulares, brillaban cuando sonreía
—¿Es nuevo ese cinturón?— señaló Ronnie Anne con su tenedor el accesorio que parecía sacado de una película de espías.
—Sip— CJ golpeó el cinturón con orgullo, haciendo sonar los alicates y destornilladores— Ahora tengo todo lo que necesito al alcance de mis manos—
—Hola, mi'ja— la voz suave de su madre hizo que Ronnie Anne girara. María Santiago, con su uniforme de enfermera impecablemente planchado, le sonrió mientras llenaba su termo con café.
—Hola, mamá— saludo Ronnie Anne
—¿Emocionada por tu primer día de escuela?— María inclinó la cabeza, estudiando el rostro de su hija con esa mirada que siempre parecía ver más allá de las palabras.
—Sip, estoy más que lista— dijo Ronnie Anne y encogió los hombros, comenzando jugueteando con su comida— Solo espero que Becky no esté en mi clase este año—
—Bueno, ha estado contigo desde el la primaria— su madre tomó un sorbo de café, escondiendo una sonrisa— Es una de las pocas que ha sobrevivido a tu temperamento todos estos años—
—Sí, qué suerte la mía— murmuró Ronnie Anne, haciendo una mueca que transformó su sarcasmo en algo casi tangible. Clavó el tenedor en un trozo de pollo con más fuerza de la necesaria.
El tintineo de joyería anunció la llegada de Carlota. La prima mayor, con su vestido azul perfectamente planchado y botas de tacón que hacían eco en el piso de madera, se inclinó sobre Ronnie Anne.
—Bueno, prima, las cosas pueden cambiar— sus pendientes dorados brillaron al moverse— Es un nuevo año y un comienzo nuevo—
—Buenos días, familia— Bobby irrumpió en la escena con su habitual despreocupación, su camisa verde desabotonada revelando la camiseta crema debajo. Se dejó caer en la silla junto a Ronnie Anne con la gracia de un gato perezoso.
—Hola, Bobby—
—¿Emocionada, hermanita?— Bobby le dio un codazo juguetón mientras alcanzaba los chilaquiles.
—Sip. Sid y yo tenemos todo planeado— Ronnie Anne terminó su último bocado y empujó el plato hacia el centro de la mesa.
—¿Quieres que te lleve?— Bobby llenó su boca hasta casi atragantarse.
—No, gracias— Ronnie Anne se levantó y recogió su mochila— Le prometí a Sid que iríamos juntas. Nos vemos luego—
—Espera, Ronnie Anne— su madre extendió una mano para detenerla— El tío Carlos y la tía Frida no podrán llevar a Carl y a Carlitos a la escuela. ¿Crees que...?— Ronnie Anne cerró los ojos por un segundo, contando mentalmente hasta tres. Cuando los abrió, su expresión era de resignación forzada.
—Bien, pueden ir conmigo— giró hacia el pasillo y gritó— ¡Más vale que ya estén listos!—
Como si hubieran estado esperando su señal, Carl apareció de inmediato. Su corte militar perfecto y sudadera roja impecable lo hacían parecer un pequeño soldado. A su lado, Carlitos, con su cabello naranja despeinado y sonrisa traviesa, agitaba una mochila con estampado de dinosaurios.
—Estoy genial— declaró Carl, mientras Ronnie Anne los miró de arriba abajo, respiró hondo, y señaló la puerta con determinación.
—Ya vámonos—
El sol matutino acariciaba las calles de Great Lakes City cuando Ronnie Anne, Carl y Carlitos salieron del edificio Casagrande. El aire fresco de septiembre llevaba el aroma a pan recién horneado de la panadería de la esquina. Mientras cruzaban la calle con cuidado, esquivando los charcos que brillaban como espejos bajo la luz dorada, una voz familiar hizo que Ronnie Anne girara sobre sus talones.
—¡Ronnie Anne!—
Sid Chang corría hacia ellos, su característico moño rosa balanceándose con cada paso. Su chaqueta de mezclilla azul, medio abotonada, revelaba la blusa de tirantes que Ronnie Anne reconocía al instante. Detrás de ella, Adelaide trotaba para mantener el ritmo, sus calcetas moradas brillando contra el rojo intenso de su vestido.
—¡Sid! ¡Adelaide!— Ronnie Anne extendió los brazos para su saludo especial con Sid, un choque de puños seguido de un movimiento giratorio que terminaba con los dedos en forma de pistola.
—Buenos días— murmuró Adelaide, ajustándose la chaqueta y sus zapatitos marrones golpeaban el pavimento con impaciencia. Carl tragó saliva cuando Adelaide fijó sus ojos en él—Carl...— la niña cruzó los brazos— No me mandaste mensaje anoche—
—S-si, eh... bueno...— los dedos de Carl jugueteaban nerviosos con el borde de su sudadera roja— Mi celular se quedó sin batería—
Adelaide entrecerró los ojos, estudiándolo con una mirada que parecía capaz de detectar mentiras a kilómetros de distancia, el silencio se hizo pesado.
—¡Miren! ¿Qué pasa ahí?— exclamo Carlitos teniendo la atención de todos, y el alivió de Carl, mientras señalaba al otro lado del parque, donde un camión de mudanzas estaba estacionado frente al edificio contiguo, donde varios hombres sudorosos descargaban muebles y cajas.
—Al parecer alguien rentó el edificio— murmuró, sintiendo un escalofrío inexplicable al notar cómo los hombres evitaban tocar esa caja en particular.
—¿Pero todo el edificio?— Carl frunció el ceño al contar al menos diez hombres trabajando.
—Quizás podríamos saludarlos..— comento Sid con entusiasmo
—¡El metro!— Ronnie Anne agarró la mano de Carlitos al escuchar el silbido lejano— ¡Corran!—
Los cinco niños echaron a correr como si les persiguiera una manada de toros. Ronnie Anne arrastraba a Carlitos, cuyos pequeños pies apenas tocaban el suelo. Adelaide levantaba las faldas de su vestido rojo. Carl y Sid competían por llegar primero, sus mochilas golpeándoles la espalda.
—¡Pasen rápido!— gritó Ronnie Anne mientras deslizaban sus tarjetas. Las puertas comenzaban a cerrarse cuando el último, Carl, se coló por el estrecho espacio.
—¡Uf! Justo a tiempo— jadeó Carl, derrumbándose en un asiento. Adelaide y Carlitos se acomodaron a su lado, este último balanceando las piernas con alegría.
—¿Lista para este año?— preguntó Sid, recuperando el aliento, mientras se sentaba al lado de Ronnie Anne
—Totalmente— dijo Ronnie Anne— Solo espero que las cosas vayan como planeamos... No como la vez del club—
—¡Y que lo digas! Aunque...— bajó la voz— todo puede pasar—
—¡Shhh!— Ronnie Anne llevó un dedo a los labios— Que mi abuela no se entere que dijiste esa frase. Al parecer esa frase es una medición—
Unos minutos después el pequeño grupo llego a su estación y bajaron del metro, comenzando su camino hacia su escuela la Academia César Chávez. el aire fresco transportaba el aroma a hojas recién caídas y el distante olor a comida de la cafetería escolar.
—¡El último en llegar invita el almuerzo!—
Antes de que Ronnie Anne pudiera reaccionar, los tres niños más jóvenes ya corrían como flechas hacia el imponente edificio escolar, sus mochilas saltando al ritmo de sus pasos. La fachada de ladrillo rojo de la academia brillaba bajo el sol, el letrero metálico con el nombre de la escuela reflejando la luz como un espejo.
—¡Tengan cuidado!— advirtió Ronnie Anne, comenzando a correr tras ellos junto a Sid.
—Oouu...— El quejido, débil pero perceptible la hizo detenerse en seco. Un hombre mayor yacía en el suelo, sus manos temblorosas intentando alcanzar el bastón que había rodado fuera de su alcance.
—Espere señor— Ronnie Anne se agachó rápidamente, recogiendo el bastón con una mano mientras con la otra ofrecía apoyo. Al contacto, notó algo extraño: la mano del anciano era inusualmente fría para un día tan cálido, y su piel parecía tener un tono demasiado pálido— ¿Se encuentra bien?— el hombre alzó la vista, y por un instante, Ronnie Anne pudo jurar que sus ojos brillaron con un destello morado.
—Gracias, niña— susurró con una voz que parecía venir de muy lejos. Cuando sus dedos se cerraron alrededor del bastón, Ronnie Anne sintió un extraño hormigueo que le recorrió el brazo.
—¡Ronnie Anne, se hace tarde!— la voz de Sid la saco de su transe
—¡Disculpe y que tenga buen día!— Ronnie Anne se alejó rápidamente, pero no pudo evitar volver la cabeza al escuchar la respuesta del anciano
—Creo que lo tendré...—
El eco de esas palabras la persiguió hasta la entrada de la escuela, donde el bullicio estudiantil pronto ahogó cualquier otro pensamiento. El ambiente era una mezcla de energía contenida y expectativa. Nikki Jones, con su sudadera celeste que contrastaba con sus ojos verdes, saludó con un movimiento de cabeza:
—Hola Santiago—
—Qué hay Nikki—
—Pues aquí esperando a los demás— respondió la rubia, ajustando su capucha.
—No hace falta— hablo Casey Gonzales apareció como surgido de la nada, su gorra de cuadros balanceándose precariamente.
—Pues ya era hora— recalco Nikki, cruzando los brazos en eso Sameer y Laird llegaron en medio de un alegre forcejeo.
—Solo perdimos el metro— se defendió Sameer— Por culpa de alguien ¿verdad Laird?—
—No fue mi culpa— protestó el pelirrojo, ajustando sus gafas redondas que se habían deslizado por su nariz sudorosa.
—Oigan no es tiempo de culparse es hora de correr— aviso Sid y corrió hacia su salón
El timbre del primer día de clases resonó por los pasillos de la Academia César Chávez justo cuando Sid y Ronnie Anne llegaban jadeantes a la puerta del aula 204. Sid se desplomó en su asiento con un suspiro de alivio, su moño rosa ligeramente deshecho por la carrera.
—¡Uf! Justo a tiempo— exclamó Sid, acomodando su chaqueta de mezclilla sobre el respaldo de la silla. Su rostro aún estaba sonrojado por el esfuerzo y Ronnie Anne se deslizó en el asiento contiguo, lanzándole una mirada burlona.
—Solo nos querías asustar, ¿verdad?— sus dedos tamborilearon sobre el escritorio mientras observaba cómo sus compañeros entraban al aula.
En ese preciso instante, la puerta se abrió con un golpe seco. La Maestra Georgina irrumpió en el salón con la energía de un huracán, su bata de laboratorio ondeando tras ella como una capa. Sus tacones resonaron contra el piso de linóleo mientras se dirigía al frente del aula.
—Buenos días, chicos— anunció, dejando caer una pila de carpetas sobre su escritorio con un golpe que hizo saltar a varios estudiantes— Para quienes no me conozcan, yo soy la Maestra Georgina, pero pueden llamarme Gina— sus ojos marrones, agudos como los de un halcón, escudriñaron el aula— Como cada año, comenzaremos con el pase de lista. No repetiré nombres, y si no contestan, será falta— el sonido del folder abriéndose fue seguido por un silencio expectante— Antony Anderson—
—Presente—
—Fred Benson—
—Presente, Maestra— Fred alzó la mano con precisión militar.
—Becky Brown—
—Aquí— la voz de Becky resonó con esa seguridad que siempre hacía rodar los ojos a Ronnie Anne.
—Julieta Carman—
—Presente— un susurro apenas audible de la esquina más alejada del salón.
—Kenet Chai—
—Justo aquí—Kenet se alisó el flequillo con un movimiento estudiado.
—Sid Chang—
—¡Presidente! Digo... presente— Sid se sonrojó hasta las orejas mientras varios compañeros soltaban risitas. Ronnie Anne le dio un codazo juguetón.
—Casey Gonzales—
—Presente— Casey levantó dos dedos en un saludo casual desde su asiento al fondo.
—Melanie Hernández—
—Presente, profesora— Melanie habló con esa dicción perfecta que siempre usaba frente a los maestros.
—Nikki Jones— continuó la profesora y hubo un silencio
—Aquí— Nikki apenas levantó la mano sin apartar los ojos de su teléfono.
—Maison Kaas—
—Dejo clara mi presencia, Maestra— Maison hizo una reverencia exagerada desde su asiento.
—Alexy Komburg—
—Sip— Alexy ni siquiera levantó la vista de su cuaderno de dibujo.
—Natasha Kosara—
—Pre-presente— respondió Natasha bostezó.
—Rachel Laborda—
—Presente, Srta. Gina— Rachel sonrió mostrando sus perfectos brackets.
—Lincoln Loud— el silencio que siguió fue tan denso que Ronnie Anne pudo escuchar el zumbido de los fluorescentes— ¿Lincoln Loud?— volvió a preguntar
—¿Quién es Lincoln?— susurró Ronnie Anne a Sid
—Debe ser nuevo, la mayoría lo es— dijo Nikki en un susurro
—Es increíble que no conozcan a los Loud— Becky no pudo resistir la oportunidad. Girándose en su asiento, dijo con ese tono condescendiente que Ronnie Anne detestaba— Su padre es dueño de uno de los mejores restaurantes de Royal Woods y abrirá uno aquí—
—Entonces es un snob— masculló, clavando la mirada en el escritorio— Justo lo que faltaba en esta clase—
—Supongo que ni siquiera ha llegado a la ciudad—la maestra Gina suspiró, marcando algo en su lista— Sameer Mamani— continuó
—Por aquí—
—Ronalda Santiago—
—Presente— dijo Ronnie Anne
—Samanta Rains—
—Presente—
—Laird Wiliam—
—Presente Maestra—
—Bueno— anunció, cerrando el folder con un golpe seco— Como es el primer día, iniciaremos con una pequeña encuesta para determinar su mejor método de aprendizaje—
Un coro de gemidos colectivos llenó el aula mientras Gina repartía los formularios. Ronnie Anne recibió el suyo con una mueca, pero antes de comenzar, su mirada se desvió hacia la ventana. Por un instante, creyó ver una sombra moverse en el patio exterior, demasiado rápida para ser humana. Un escalofrío le recorrió la espalda, pero cuando parpadeó, no había nada allí.
(...)
La camioneta azul y verde avanzaba pesadamente por las calles de Great Lakes City, su motor roncando como un animal cansado bajo el peso de once pasajeros y sus pertenencias. Lincoln Loud, de catorce años, apoyaba la frente contra la ventana fría, observando cómo los edificios desconocidos pasaban como fantasmas grises. Su reflejo pálido, cabello blanco como la nieve y ojos azules apagados, se superponía al paisaje urbano.
—¿Por qué tengo que ir a la escuela?— la voz de Lincoln resonó áspera en el espacio reducido. Ajustó inconscientemente el logo de Ace Savy en su playera roja— Nos acabamos de mudar— en sus brazos, la pequeña Lina, de apenas dos años, dormía profundamente, su cabello blanco brillando bajo la luz del sol que se filtraba por las ventanas.
—Lincoln, ya hablamos sobre esto— Lynn Loud Sr. apretó el volante con más fuerza de la necesaria, su suéter verde parecía más gastado de lo habitual bajo la luz del día— El hecho de que nos mudemos no significa que puedan faltar al primer día de clases—
—En algo tiene razón Lincoln, papá— Lynn Jr., con su coleta de caballo castaña, cruzó los brazos sobre su camiseta roja— Al menos podrías habernos dado tiempo para adaptarnos— su mirada se encontró con la de su hermano en el espejo retrovisor, una conexión silenciosa de complicidad.
—Tal vez no debimos irnos de Royal Woods— Lincoln murmuró, acariciando suavemente la espalda de Lina. El bebé se removió ligeramente en su sueño.
—En eso estoy de acuerdo— comento Luan, con su media coleta deshecha por el viaje, soltó una risa amarga— Algunos teníamos vidas hechas allá— sus dedos jugueteaban con la flor rosa de sus sandalias, como si extrañara el escenario donde solía contar sus chistes.
—¡Chicas, por favor!— Rita Loud giró en su asiento, sus ojos azules brillando con una mezcla de frustración y preocupación— Lo hicimos por una razón importante. Fue por el bien de todos, especialmente de Lincoln y Lina—
—Sí, y ahora Luna está en Inglaterra porque no puede o mejor dicho, no quiere verme— la voz de Lincoln se quebró ligeramente al mencionar a su hermana ausente.
—Solo necesita tiempo— Lola, perfectamente peinada con su moño rosa, intentó sonar optimista, pero su voz sonó falsa incluso para sus propios oídos.
—No es el fin del mundo— Lana, su gemela, ajustó su gorra roja con un gesto nervioso. Sus pantalones negros estaban manchados de barro del último intento de ayudar con las mudanzas.
—Ustedes solo dicen eso para no hacerme sentir peor de lo que ya me siento— Lincoln miró por la ventana, evitando los ojos de su familia.
—Es un sentimiento al que debes acostumbrarte— Lucy, envuelta en su habitual atuendo gótico, habló con voz etérea—Solo acepta la oscuridad que lleva dentro—
—¡¿Pueden dejar de pelear?!— Lily, la más pequeña, golpeó su asiento con los pies pequeños. Sus zapatos blancos dejaron marcas en el tapiz delantero.
El llanto repentino de Lina cortó la discusión como un cuchillo. Lincoln suspiró y se inclinó sobre el asiento trasero.
—Ya, ya, Lina... papá está aquí— su voz se suavizó milagrosamente al acunar a la bebé, sus grandes ojos azules llenos de lágrimas.
—Lincoln...— Lynn Sr. miró a su hijo a través del espejo retrovisor— Sabemos por lo que pasaste fue horrible. Great Lakes será un nuevo comienzo para ti y Lina. Para toda la familia—
—Está bien, papá— Lincoln fingió resignación, luego esbozó una sonrisa astuta— Al menos me libré de ir a la escuela hoy—
—¿De qué hablas?— Lynn Sr. frunció el ceño— Claro que irás a la escuela—
—Hoy no, papá— Lincoln sacó su teléfono con una mano mientras sostenía a Lina con la otra— Ya es tarde—
—¡¿Qué?!— los gritos de sus padres hicieron que Lina empezara a llorar de nuevo.
—Bueno, eso está bien— Lynn Jr. se estiró en su asiento— Nos da tiempo de ver la casa nueva—
—Más que casa es un edificio, cariño— Rita intentó calmar a Lina pasándole un chupón— Y podrán tener cada uno su propia habitación—
—Espero que tenga espacio suficiente para mis experimentos— Lisa, que había estado absorta en su libro de química, levantó la vista— Requiero al menos 4.3 metros cuadrados para mi laboratorio provisional—
—¡Al fin!— Lola aplaudió con entusiasmo— He esperado literalmente toda mi vida por esto—
—Hablando de literalmente...— Rita ajustó el espejo retrovisor— Lori y Leni vendrán en unos días. Necesitan un descanso de la universidad—
—Sería genial verlas— Lily balanceó las piernas, golpeando el asiento delantero con cada movimiento.
—¡Muy bien, familia! ¡Llegamos!— Lynn Sr. anunció mientras la camioneta se detenía con un chirrido frente a un imponente edificio de ladrillos rojos. Uno a uno, los Loud salieron del vehículo, estirando sus miembros adormecidos.
Lincoln fue el último en salir, cargando cuidadosamente a Lina. Cuando alzó la vista, su boca se abrió ligeramente. Frente a ellos se alzaba no una casa, sino un edificio completo de tres pisos, con ventanas que brillaban bajo el sol de la tarde. La fachada mostraba signos de antigüedad, pero también de un cuidado reciente. Un letrero discreto junto a la puerta principal decía "Residencia Loud".
—Entonces...— Lynn Sr. puso una mano en el hombro de su hijo, su voz cargada de esperanza— ¿Qué opinas de nuestra nueva casa?—
Lincoln miró el edificio, luego a Lina en sus brazos, cuyos ojos azules reflejaban la misma incertidumbre que él sentía. Por primera vez en meses, una pequeña chispa de esperanza se encendió en su pecho. Tal vez, solo tal vez, este lugar podría ser realmente un nuevo comienzo.
Chapter 2: Orígenes I: Un Ruidoso Caos
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—¿Esto... esto es de nosotros?— preguntó Lana, quitándose la gorra roja para frotarse los ojos incrédula.
El edificio de cinco pisos se erguía como un gigante de ladrillo rojo, sus ventanas reflejando el cielo como ojos que los observaban. La escalera de emergencia serpenteaba por un costado como una columna vertebral metálica, y un callejón estrecho prometía acceso a un patio trasero que apenas podían vislumbrar.
—Sip— respondió Rita y se ajustó el suéter con orgullo— ¡Valió la pena editar mi último libro!— su mirada recorrió amorosamente la fachada— Podremos vivir cómodamente y lo mejor es que cada quien tendrá su propio baño—
—Eso es genial— admitió Lynn Jr., aunque sus ojos seguían escaneando el lugar en busca del espacio perfecto para sus rutinas de entrenamiento.
Lola, con su vestido impecable, alzó una ceja crítica.
—Hmm, no se compara con el Castillo Loud— Lola miro detenidamente, con una ceja alzada, el edificio— Pero es... aceptable— el brillo en sus ojos delataba su emoción a pesar del tono despectivo.
—Llama a Lori— recordó Rita de pronto— Para asegurarte de que sepa que llegamos aquí sanos y salvos.— la preocupación de madre se filtró en su voz al mencionar a su hija mayor, tan lejos en Fairway College.
—¡Está bien!— Lynn padre sacó su teléfono, pero no llegó a marcarlo.
—¡Pido la habitación con la mejor vista!— Lily, la más pequeña, rompió la formación como un soldadito desobediente y salió disparada hacia la puerta principal, sus zapatitos blancos levantando pequeñas nubes de polvo.
—¡Mis habitaciones deben tener un amplio espacio para mis vestidos!— gritó Lola, arrancando tras su hermana con la gracia de una reina en miniatura.
—¡Apuesto a que llegaré primero a mi nueva habitación!— Lynn Jr. no lo pensó dos veces antes de emprender una carrera que dejó atrás a sus hermanas menores.
En cuestión de segundos, todas las hermanas habían desaparecido dentro del edificio en una estampida de gritos y risas, dejando atrás un silencio repentino. Lincoln se quedó parado en la acera, con Lina en un brazo y su bolsa de lona al hombro, conteniendo lo poco que consideraba verdaderamente suyo.
—Supongo que me quedaré con Lina, ¿no?— preguntó con una media sonrisa, acunando instintivamente a la bebé que jugueteaba con su camisa y Rita se acercó para arreglar el moño despeinado de Lina.
—Es preferible— admitió con una risa cansada— A menos que prefieras que Lisa la use como sujeto de prueba o que Lynn la convierta en su aprendiz de deportes extremos— y a sus comentarios hizo que Lincoln soltara una carcajada genuina por primera vez en semanas.
—No puedo argumentar nada ante esa lógica— comento entre risas, luego con un movimiento suave, ajustó a Lina en su cadera y emprendió el camino hacia el edificio.
Al cruzar el umbral, el olor a madera nueva y pintura fresca lo recibió. Las cajas apiladas en el vestíbulo eran testigos mudos de su nueva vida. Con paso lento pero decidido, Lincoln comenzó a subir las escaleras hacia lo que sería su nuevo hogar, cada paso resonando en el vacío del edificio como un latido que marcaba el inicio de algo nuevo, algo diferente
El ascenso de Lincoln por las escaleras del edificio resonó como un eco de su pasado. Cada peldaño que subía revelaba pasillos que, aunque nuevos, guardaban un inquietante parecido con los de su antigua casa en Royal Woods. Las paredes color crema, los marcos de puertas en tono nogal, incluso la distribución de los dos departamentos por piso, todo parecía diseñado para jugar con su memoria.
A través de las puertas entreabiertas, Lincoln atisbaba a sus hermanas reclamando territorios con el fervor de exploradoras conquistando nuevas tierras. Lana discutía consigo misma sobre dónde colocaría su colección de herramientas; Lola medía las paredes con pasos exagerados, calculando cuántos espejos cabrían; Lucy ya había encontrado un rincón oscuro perfecto para su altar poético. Cada una transformaba esos espacios impersonales en extensiones de su personalidad.
—¡Lincoln, mira mi habitación!— Lily apareció como un torbellino rubio, sus ojos azules brillando con la emoción de quien ha descubierto un tesoro. Sus pequeños zapatos blancos hicieron un ruido característico al detenerse bruscamente frente a él.
—Lo veré más tarde, Lily— respondió con una sonrisa cansada, ajustando a Lina en su brazo mientras la otra mano apretaba con más fuerza la bolsa de lona que contenía sus posesiones más preciadas. Al llegar al último piso, una sensación de aislamiento lo envolvió. La puerta del departamento de la izquierda estaba entreabierta, invitándolo a entrar— Supongo que esa es mi nueva habitación...— sus palabras se perdieron en el vacío del espacio desocupado.
Al cruzar el umbral, el departamento reveló su historia pasada: la alacena empotrada con su barra de desayuno en un rincón hablaba de inquilinos anteriores, de vidas que habían pasado por allí sin dejar más marca que esos muebles fijos. El espacio principal, amplio y bañado por la luz del atardecer que entraba por las ventanas altas, se abría hacia un pasillo que conducía a lo que serían sus nuevos dominios: un dormitorio de tamaño generoso, un armario empotrado y un baño completo.
Lincoln recorrió el perímetro con pasos lentos, sus zapatos dejando marcas temporales en el polvo del piso recién limpiado. Al detenerse frente a las ventanas, la vista de Great Lakes City se extendía ante él, un mosaico de techos y calles que pronto debería aprender a llamar hogar.
—Supongo que esto es genial, ¿o no, Lina?— la bebé, como si entendiera la importancia del momento, respondió con una carcajada que resonó en las paredes vacías, llenando momentáneamente el espacio con una calidez que hasta entonces había estado ausente.
—¡Niños, vengan aquí!— grito Lynn Sr. dejando que las voces y pasos de él y sus hermanas ascendieron por las escaleras como una estampida controlada, cada una ansiosa por comenzar a moldear sus nuevos espacios— Ya que escogieron su habitación, creo que pueden subir sus cosas y arreglarlas como gusten— al terminar su frase fue suficiente para que sonaran como un disparo de salida para una nueva etapa, una donde cada mueble colocado, cada objeto personal exhibido, sería un pequeño acto de fe en que esta vez, las cosas podrían ser diferentes.
La familia Loud se puso en marcha para convertir aquel edificio vacío en su nuevo hogar. Las cajas apiladas en la entrada parecían una fortaleza de cartón, y el eco de voces y risas llenaba cada rincón del lugar. En medio del caos, Lina, de apenas dos años, gateaba entre el desorden como una pequeña exploradora, añadiendo su propio toque de caos adorable a la operación.
—¡Por todos los músculos que tengo y este maldito mueble NO QUIERE ENTRAR!— exclamo Lynn Jr. sudaba a mares mientras empujaba el sofá con todas sus fuerzas.
—¡No lo empujes, GÍRALO! Como cuando haces un tackle en reversa— exclamo Lana quien intentaba ayudarla y Lincoln apareció con Lina colgando de su brazo como un mono pequeño.
—Chicas, si lo levantan un poco por ese lado-—
—¡CALLATE, LINCOLN!— le gritaron al unísono mientras el sofá se atascaba aún peor.
—¡MAS! ¡MAS!— exclamo Lina como si estuviera viendo su primer evento deportivo.
—¡Usemos a Lina como carnada! A lo mejor el sofá la sigue— comento Lana en broma
—¿QUÉ CLASE DE IDEA ES ESA?!— Lincoln protegió instintivamente a su hija, pero Lynn Jr. ya le había quitado un zapato a la bebé y lo agitaba frente al sofá.
—¡Ven sofecito, ven por el bebé!— le hablo como si le hablara Charles, quien esta en la veterinaria junto a las demás mascotas porque enfermaron. Milagrosamente, cuando Lina soltó una carcajada escandalosa, el sofá pareció moverse solo... porque Lana sin querer había pisado el botón reclinable.
¡CRASH!
El trío terminó en un montón humano sobre el sofá ahora perfectamente colocado, con Lina riendo encima de todos.
—Lo llamaré... el Método del Caos Controlado— declaró Lana orgullosamente.
—Yo lo llamo "casi matamos al bebé"— murmuró Lincoln, aunque no pudo evitar reír cuando Lina le dejó un baboso beso en la nariz.
(...)
Luan, con su sombrero de payaso torcido, intentaba colgar su pizarra de chistes en la pared en la habitación de Lucy ya que lo había hecho en cada una de las habitaciones.
—¿Qué hace un clavo cuando se siente solo? ¡Se clava una selfie!— bromeo Luan y Lucy, desde su rincón oscuro, levantó la vista con expresión muerta.
—Eso ni siquiera tiene sentido— comento Lucy
—¡Claro que sí! Es un humor NAIL-ado!— Luan soltó otra carcajada, haciendo que Lina, sentada en el suelo, la imitara con risitas.
—Oigan— Lincoln entró cargando una caja marcada "Frágil: Cosas Importantes (No tirar)"— ¿Alguien ha visto a-?—
¡CRASH!
Luan, al girar para saludarlo, accidentalmente golpeó la pizarra con su codazo, enviándola volando directamente hacia el mural gótico que Lucy acababa de terminar.
Silencio.
Lucy miró su obra maestra arruinada (ahora con un "¿Qué dijo el esqueleto en la fiesta? ¡Me muero de risa!" escrito encima).
—Voy a decorar tu tumba con memes de gatitos— murmuró Lucy con voz siniestra.
—¡Otra! ¡Otra!— exclamo Lina mientras agitaba un crayón negro que misteriosamente había encontrado.
—¡LINA NO!— Lincoln corrió justo a tiempo para evitar que la bebé "ayudara" a decorar la pared con lo que parecía ser un retrato abstracto de un murciélago borracho.
—¿Qué dijo la pared después del vandalismo? ¡Estoy rayada!— Luan, aprovechando la distracción, pegó un chiste nuevo sobre el desastre
Lucy enterró su cara en sus manos. Lincoln suspiró profundamente. Y Lina, muy orgullosa, mostró su crayón manchado de baba como si fuera un trofeo.
—Sabes qué... me quedo con el graffiti de la bebé— concedió Lucy finalmente, mirando el "arte" de Lina— Al menos es honestamente aterrador—
—¡Esto es lo que llamamos pared-odia familiar!— exclamo Luan escribiendo el chiste en el marco de la puerta
—Voy a necesitar café...— gimió Lincoln tomando en brazos a Lina, quien comenzaba a morder el crayón— Mucho café—
(...)
¡Este será el dormitorio más FABULOSO de Great Lakes City!— comento Lola mientras miraba el proceso de su cuarto— ¡Lincoln, necesito tu opinión profesional!— grito, aunque Lincoln estaba a solo uno metro de ella cargando a Lina mientras intentaba evitar que se comiera un pompón de adorno
—Eh... ¿no es demasiado rosa?— cuestiono mirando la habitación completamente rosada
—¡IMPOSIBLE!— Lola y Lily gritaron al unísono, mientras arrojaban más cojines rosados a la pila. Lina, fascinada por tanto brillo, gateó directo hacia un frasco de brillantina abierto.
—¡No, pequeña! Esa no es comida— dijo Lola, pero fue demasiado tarde
—¡Achu!— el estornudo de Lina envió un remolino de brillantina rosada directamente sobre: La colección de comics de Lincoln, el vestido nuevo de Lola y la cara de Lily, que parecía ahora un unicornio enojado
—¡MI EDICIÓN LIMITADA DE ACE SAVVY!— Lincoln gritó histérico, soplando para quitar el brillo... solo para esparcirlo más.
—¡Este vestido valía más que tu consola, Lincoln!— exclamo Lola pálida al ver la nueva condición de su vestido
—¡Soy una princesa mágica! ¡Brillo como las estrellas!— dijo Lily mientras bailaba
—¡Más! ¡Más!— balbuceo Lina mientras agarraba otro frasco y la agitaba como maraca
—¡LINA NOOO!—
—¡Achu! ¡Achu!— dos estornudos después, el cuarto parecía el interior de una piñata explotada. Lincoln, ahora con el pelo rosa brillante, miró su reflejo en el espejo.
—...Al menos combina con mi camisa—
—¡Es IMPOSIBLE de quitar!— grito Lola histérica e intentaba sacudirse el brillo— ¡Voy a brillar como un semáforo hasta NAVIDAD!—
—¡Eres la mejor artista del mundo!— Lily abrazo a Lina cubierta de brillantina, Lincoln solo pudo reírse mientras recogía sus comics ahora "especial edition glitter".
—Bueno... al menos Ace Savvy nunca lució tan fabuloso—
(...)
Lynn Sr. y Rita intentaban armar su cama nueva, un modelo "fácil de ensamblar" que venía con más piezas que el motor de un auto.
Lynn Sr. (sudando profusamente):
—Cariño, ¿seguro que la pieza 'H' va aquí?— pregunto Lynn Sr.— Porque parece que debería ir en Marte—
—¡Claro que sí!— respondió mientras intentaba leer las instrucción, que estaba al revés— A menos que... espera, ¿esto es sueco o japonés?—
Lincoln (entrando con Lina en brazos):
—Uh... papá, ese es el cabecero— dijo Lincoln entrando a la habitación con Lina en sus brazos— Lo estás poniendo en el piso— dejo a Lina en el suelo para ayudar a su padre
—¡Ah! Por eso decía 'HEAD'...— exclamo Lynn Sr. al ver el error— Pensé que era un acrónimo— luego comenzó a desarmarlo, de nuevo, Lina emocionada por los tornillos esparcidos, gateó hacia uno y se lo metió a la boca.
—¡LINA, NO!— exclamo Lincoln en pánico— ¡ESA NO ES GALLETA!—
—Tranquilo, Lincoln— dijo Rita aunque no dejaba de mirar el manual— A tu hermana Lana se tragó un o dos tornillo a su edad y salió todo normal—
—¡¿QUÉ?!— exclamo Lincoln sorprendido
—¡Sí! Aunque por un mes sonaba como un reloj al caminar— comento Lynn entre risas hasta que Lina escupió el tornillo con un sonido metálico y todos se quedaron en silencio.
—Nunca la dejaré cerca de Lana— susurro Lincoln
(...)
Lisa apareció en el pasillo con su bata de laboratorio ondeando dramáticamente, bloqueando el camino a Lincoln quien cargaba a Lina en un brazo y tres paquetes de pañales en el otro.
—Lincoln, requiero tu participación inmediata en un estudio sobre dinámicas de carga infantil— anunció mientras ajustaba sus gafas
—Lisa, estoy un poco ocupado evitando que Lina se coma sus propios pañales— respondió Lincoln, intentando esquivarla y cuando lo hizo, Lina logró agarrar el cuaderno de notas de Lisa y comenzó a masticarlo con entusiasmo
—¡Mi investigación de seis meses!— gritó Lisa, horrorizada— Lincoln, controla a tu descendiente—
—Tú la distrajiste— replicó Lincoln mientras intentaba rescatar los restos del cuaderno—Además, ¿Qué clase de científico deja sus notas al alcance de un bebé?— cuestiono y Lisa sacó rápidamente su dispositivo de medición de estrés infantil.
—Observación: sujeto Lina muestra preferencia por documentos académicos sobre juguetes convencionales. Datos intrigantes— Lina, como para probar su punto, escupió un pedazo de papel y alcanzó a agarrar el dispositivo, comenzando a golpearlo contra el suelo como si fuera un tambor— ¡Eso vale más que tu colección de cómics!— protestó Lisa.
—Pues ahora vale exactamente lo que un sonajero— respondió Lincoln mientras Lina reía alegremente destrozando el aparato
—No por mucho— en un último esfuerzo científico, Lisa sacó su "Distractor Cuántico 5000", un artilugio brillante con luces y sonidos— Esto mantendrá ocupada a la sujeto por aproximadamente...— no terminó la frase. Lina tomó el dispositivo, lo examinó por dos segundos, y lo arrojó por el pasillo como una pelota— ...4.2 segundos— terminó Lisa con resignación, anotando en un pequeño bloc de repuesto— Conclusión: la curiosidad infantil supera cualquier tecnología avanzada—
—Bienvenida a mi mundo, genio— comento Lincoln entre risas hasta que Lisa miró a Lina, quien ahora felizmente masticaba otro de sus papeles.
—Fascinante. La sujeto ha convertido mi investigación en su merienda. Esto merece un paper— comento aunque Lincoln no sabía si fue sarcasmo o frustración
Al final, el único descubrimiento científico fue que Lina podía reducir meses de trabajo meticuloso a migas de papel en menos de un minuto. Un talento que, irónicamente, Lisa documentó cuidadosamente para futuros estudios.
(...)
El último piso del edificio, destinado a ser el refugio de Lincoln y Lina, parecía más bien un campo de batalla entre cajas de comics y juguetes esparcidos. Lincoln, con Lina en brazos, miraba el desastre con una mezcla de terror y resignación.
—Bueno, pequeña, esto será nuestro reino... si sobrevivimos al proceso de decoración—
—¡Este es perfecto para tus cómics!...— Lana apareció de repente, arrastrando un enorme estante— Aunque le faltan dos patas—
—¿Y cómo se supone que se sostenga?—
—Con fe y cinta adhesiva. Así sostengo mis motores— Lana se encogió de hombros
—De todos modos pensaba comprarme otra—
—¡El tapete de juegos debe ir a 45 grados para optimizar su experiencia sensorial!— exclamo Lola, quien dirigía la decoración del rincón de Lina como si fuera un reality show de diseño.
—¿45 grados? ¿No es solo un tapete?—
—¡Lincoln! ¡Esto es ARTE INFANTIL!— exclamo Lola— Nuestra sobrina merece un mejor ambiente lejos de tus pasatiempos—
—¿Qué tiene de malo mis pasatiempos?—
—Nada, pero ella aun no esta lista para entrar a tu mundo de comic y agentes secreto, deja al menos que explore su nuevo entorno y no presionarla, como nosotros lo hicimos con Lily— comento viendo como Lily dejaba viejo peluches en la cuna
—¡Para que no esté sola!— comento Lily mostrando un oso de peluche un poco descuidado— Este es el Sr. Osito Sanguijuela... se llama así porque una vez se tragó una—
—Gracias, Lily— Lincoln le quito el peluche— Pero creo que Lina prefiere juguetes... no traumáticos—
—Estoy segura que esto mejorara su aprendizaje— Luan entró con una pizarra llena de chistes— ¡Para que Lina aprenda el valor del humor desde la cuna! ¿Qué hace un pañal sucio? ¡Pide un cambio de carrera! Jeje ¿entienden?—
—Por favor, no enseñes eso a mi hija—
—Por suerte para ustedes yo tengo una solución real para calmar el trabajo de nuestra unidad fraternal— Lisa, en un raro momento de empatía, instaló un sistema de luces tenues— Según mis estudios, esto reducirá en un 63% sus noches de llanto— pero por alguna razón Lina le gustaba llevar la contaría y empezó a llorar cuando Lisa encendió las luces— Interesante. El 63% era mentira, pero suena científico—
—Se agradece el intento— dijo Lincoln hasta que Lynn Jr. apareció con un saco de boxeo.
—¡Para que Lina entrene sus puños! Nunca es temprano para empezar— comento con una sonrisa
—¡Eso pesa más que ella!—
En medio del caos, Lincoln miró alrededor: los cómics de Ace Savvy compartían espacio con sonajeros, su consola estaba protegida por una barrera anti-bebés, diseñada por Lisa, y la cuna de Lina brillaba con luces tenues... y brillantina, gracias a Lola.
Lina, feliz en sus brazos, estiró la mano hacia un póster de David Stelle y lo agarró con fuerza.
—Buena elección, pequeña. Este sí es un héroe de verdad—
Y así, entre chistes malos, peluches cuestionables y muebles cojos, el cuarto se transformó en un hogar perfecto... para ellos dos.
(...)
Lincoln se dejó caer en el sofá de la nueva sala, exhausto. A su alrededor, sus hermanas se acomodaban como podían entre cajas medio vacías y muebles recién armados.
—Bueno, eso fue agotador— suspiró Lincoln, pasándose una mano por el cabello blanco que ahora tenía polvo de tanto mover cosas.
—Mira el lado bueno— Lisa, que estaba revisando algún dato en su tableta, asintió sin levantar la vista— Lina volvió a dormir—
Lincoln no pudo evitar sonreír al ver a su pequeña hija durmiendo plácidamente en su coche, agotada después de tanto ajetreo
—Sí... — murmuró, admirando su rostro tranquilo.
De repente, un ruido proveniente de la calle llamó su atención. Se acercó a la ventana que daba al parque frente al edificio. Allí, entre los árboles, vio un puesto de perritos calientes con un letrero que decía "Los mejores de la ciudad". Su estómago rugió en respuesta.
—Eh... voy a salir un rato— anunció, estirándose
Lynn Sr., que estaba revisando una lista de compras con Rita, levantó la vista
—Claro, hijo, pero no tardes— respondió Lynn Sr. mientras revisaba la lista de compras— Tu madre y yo iremos al supermercado a comprar para la cena—
—No te preocupes— aseguró Lincoln mientras se ponía una chaqueta ligera— Solo será un momento—
El aire de la tarde era fresco contra su piel mientras Lincoln salía del edificio. En la esquina, el semáforo peatonal cambiaba a verde, y él comenzó a cruzar con paso tranquilo. De repente, el chirrido de unos frenos lo hizo detenerse en seco. Un auto se detuvo a escasos centímetros de él, haciendo que su corazón se acelerara.
—¡Oiga, tenga cuidado! ¡Estoy caminando!— reclamó Lincoln, golpeando el capó del auto con la palma de la mano— ¡Sea responsable! —
El conductor, un hombre de mediana edad con gafas de sol, solo levantó las manos en gesto de disculpa antes de acelerar nuevamente. Lincoln respiró hondo, tratando de calmar los nervios, y terminó de cruzar la calle.
El aroma de los perritos calientes lo guio hasta el puesto, donde un hombre mayor con un delantal manchado de mostaza lo recibió con una sonrisa.
—Un especial de la ciudad, por favor— pidió Lincoln, observando cómo el hombre comenzaba a prepararlo con habilidad.
—Eres nuevo en la ciudad, ¿verdad?— preguntó el vendedor mientras untaba generosamente el pan con salsa.
—¿Se nota mucho?— pregunto Lincoln
—No tanto— el hombre, Bruno según decía su nombre en la placa, soltó una carcajada— Pero no todos los días conoces a un chico con cabello blanco... a menos que seas un anciano—
—Me lo dicen seguido. Me llamo Lincoln. —
—Soy Bruno— respondió el vendedor, terminando de armar el perrito caliente y entregándoselo. — Así que te acabas de mudar al edificio de enfrente—
—Sip — confirmó Lincoln, dando un mordisco— Mi familia pensó que necesitábamos más espacio. Somos bastantes—
—¿Cuántos exactamente?— Bruno levantó una ceja con curiosidad
—Catorce— admitió Lincoln— Bueno, ahora once. Mis tres hermanas mayores están en la universidad—
—Vaya— Bruno silbó, impresionado— Y yo que pensaba que los Casagrande eran la familia más grande del barrio—
—¿Casagrande?— pregunto Lincoln con la boca llena
—Oh, son unos amigos que conozco de años. Ellos viven ahí y dirigen ese mercado— Bruno señaló con el cuchillo de untar hacia el otro lado del parque, donde un edificio con un letrero de "Mercado Casagrande" se alzaba frente al suyo— Son buena gente—
Lincoln miró hacia el edificio, intrigado. Algo en ese lugar le llamaba la atención. Tal vez sería bueno conocer a sus nuevos vecinos.
—Tal vez más tarde pueda pasar a saludar— comentó mientras sacaba el dinero para pagar.
—Te recomiendo los tamales de doña Rosa. Son legendarios— Bruno le giño el ojo
—Lo tendré en cuenta. Gracias, Bruno— Lincoln sonrió, guardando el cambio, justo cuando un claxon estridente cortó el aire.
Su cabeza giró instintivamente hacia la calle. Un hombre mayor, vestido con un traje oriental oscuro, avanzaba lentamente por el asfalto, ajena al auto que se acercaba a toda velocidad.
—¡CUIDADO!— gritó Lincoln, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
Sin pensarlo, corrió. Sus zapatos golpearon el pavimento mientras esquivaba a un par de transeúntes. Cruzó la calle de un salto, agarró al anciano del brazo con fuerza y lo jaló hacia la acera justo cuando el auto pasó rugiendo, rozándoles por centímetros.
El impacto del tirón los hizo caer. Lincoln aterrizó de espaldas, el aire escapándosele de los pulmones, mientras el hombre mayor se recuperaba a su lado.
—Gracias, jovencito— dijo el anciano con voz serena, aunque sus ojos brillaban con algo más que gratitud.
—No fue nada— dijo Lincoln levantándose y suspiró al ver su hot dog completamente aplastado en el pavimento, ahora siendo devorado por un grupo de palomas oportunistas—Rayos...— murmuró, limpiándose las manos en los jeans
El anciano que había salvado le ofreció una mirada apologética.
—Lo siento por eso— dijo el anciano
—No se preocupe— Lincoln le aseguró con una sonrisa cansada— Solo es un hot dog. Lo importante es saber si está bien, señor—
—Estoy perfectamente, gracias a ti, jovencito—
—¿Quiere que lo acompañe a donde tenga que ir?— ofreció, mirando a ambos lados de la calle instintivamente.
—Gracias, pero precisamente debía estar aquí— respondió el misterioso señor, señalando el Mercado Casagrande.
Al entrar, el aroma a fruta fresca y a mercancía nueva en os envolvió a Lincoln. Detrás del mostrador, un joven de pelo oscuro y sonrisa fácil levantó la vista.
—¡Hola, señor Fu!— saludó con familiaridad.
—Buen día, Bobby— respondió el anciano, acercándose—¿Lo de siempre?"
—Claro— asintió Bobby, desapareciendo un instante tras el mostrador para reaparecer con una bolsa de tela llena de despensa—Treinta dólares—
—Gracias— el señor Fu entregó el dinero con movimientos precisos— Envíales mis saludos a tus abuelos—
—Lo haré— prometió Bobby, observando con curiosidad a Lincoln. Cuando el anciano se volvió hacia Lincoln, sus ojos parecieron penetrar en su alma.
—Y muchas gracias otra vez... Lincoln— le dijo y camino hacia la puerta, sin embargo el corazón del Lincoln se detuvo un instante—
—Espere, ¿Cómo sabe mi...?— Pero el señor Fu ya salía del local, dejando tras de sí un silencio— ¿...nombre?—
—Será mejor que no cuestiones al señor Fu— aconsejó Bobby— A veces sabe cosas que ni siquiera nos imaginamos—
—Bueno, todo puede pasar— murmuró mientras iba a uno de los refrigeradores del fondo y tomar una soda— ¿Cuánto sería?— pegunto mostrando la lata de soda
—Un Dólar— respondió Bobby y Lincoln regreso al mostrador pagar— Así que...— Bobby se apoyó en el mostrador, estudiando al recién llegado— ¿Eres nuevo en la ciudad?—
—Sabes... eres la segunda persona que me pregunta lo mismo en los últimos diez minutos— respondió, jugueteando con la lata entre sus manos—Y sí, soy nuevo. Mi familia y yo acabamos de mudarnos—
—¿Ah, sí? ¿En qué departamento están?— pregunto curioso y Lincoln señaló hacia la ventana, donde se veía de frente el edificio de ladrillos al otro lado del parque
—Bueno... mi padre compró ese edificio— dijo con un encogimiento de hombros, como si no quisiera darle demasiada importancia—Yo vivo en el último piso— hasta que se dio cuenta que Bobby se quedó boquiabierto por un segundo
—¿Compró todo el edificio?—
—Sí...— Lincoln admitió, evitando su mirada— Quería darnos más espacio. Cada una de mis hermanas tiene su propio departamento como habitación—
—Wow— Bobby soltó una risa incrédula, rascándose la nuca— Eso debe ser genial. Yo apenas estoy convenciendo a mi familia de que puedo vivir solo en un apartamento— su voz sonó un poco amarga, como si la comparación lo hubiera golpeado más de lo que quería admitir. De repente, se sacudió, como si recordara sus modales— Uy, perdón. Me llamo Roberto, pero dime Bobby—
—Lincoln—
—¿De dónde vienen?— pregunto con curiosidad
—De Royal Woods—
—¡Vaya!— los ojos de Bobby brillaron con un destello de nostalgia— Estás bien lejos de casa. Yo también viví un tiempo ahí, antes de que mis padres encontraran un mejor trabajo en la ciudad— su voz se suavizó— A veces lo extraño—
—Yo ya lo extraño— Lincoln miró hacia abajo, la sombra de una emoción no dicha pasando por su rostro.
—Entonces... ¿por qué se mudaron a Great Lakes?— ante esa pregunta Lincoln respiró hondo
—Si te lo digo...— Lincoln jugueteó con el anillo de la lata. El sonido metálico parecía marcar el compás de sus pensamientos— ¿Prometes no juzgarme?— mirándolo directamente a los ojos y Bobby asintió con solemnidad, Lincoln respiró hondo—Bueno, mi familia y yo...—
(...)
Un zumbido electrizante cortó el aire de la clase de ciencias, liberando a los estudiantes de la monotonía de las ecuaciones. Ronnie Anne cerró su cuaderno con un golpe seco, mientras Sid dejaba caer su pluma con un suspiro de alivio. El sol de la tarde se filtraba por las ventanas, pintando el aula con franjas doradas que iluminaban el polvo flotante.
Los murmullos crecieron mientras mochilas se cerraban y sillas chirriaban contra el piso. Ken, el velocista estrella del equipo de atletismo, se ajustaba las correas de su mochila Nike con movimientos precisos, sus músculos definidos visibles bajo la manga corta de su sudadera.
—Quienes tengan educación física—anunció la maestra Gina con voz clara— El entrenador Crawford los espera en el campo exterior. ¡Y esta vez sin excusas creativas!—
—¿Todo bien? —preguntó Sid, notando cómo Ronnie Anne observaba el reloj con impaciencia.
—"Sí, eso creo—respondió ella, aunque su ceño fruncido decía lo contrario.
Un estruendo metálico los hizo girar. Fred, un muchacho alto con brazos tatuados y una postura que gritaba problema, había empujado a Ken contra los casilleros. El impacto resonó en el salón como un disparo.
—¡KEN!—rugió Fred, su voz cargada de veneno.
—¡FRED! ¡¿QUÉ DEMONIOS PASA?!— la maestra Gina salió del salón para enfrentarse a sus alumnos y Ken, aunque sorprendido por la intervención de su maestra, mantenía la calma de un atleta acostumbrado a la presión.
—¡Es Ken!— respondió aun sujetando la camisa de Ken— ¡Lo golpearé por lo que dijo!— exclamo, alzando un puño que prometía dolor.
—¡FRED! ¡OFICINA DEL DIRECTOR! ¡AHORA MISMO!— la maestra Gina señaló el pasillo con un dedo tembloroso.
Fred soltó a Ken con un gruñido, recogió su mochila militar del suelo y salió pisando fuerte. La puerta se cerró detrás de él con un golpe sordo que hizo vibrar los ventanales.
Un silencio incómodo llenó el pasillo.
Los estudiantes comenzaron a moverse, algunos lanzando miradas preocupadas hacia Ken, quien se ajustaba el cuello de la camisa con dedos que apenas temblaban y su otra mano mantenía una bola de papel.
(...)
Muy lejos de allí, en las entrañas olvidadas de la ciudad, una compuerta oxidada se abrió con un gemido quejumbroso.
La luz de una enorme vidriera en forma de mariposa iluminó la estancia, proyectando patrones violetas sobre las paredes de hormigón. Decenas de mariposas revoloteaban en círculos hipnóticos, sus alas brillando con un resplandor sobrenatural.
En el centro del caos, una figura encapuchada extendió una mano enguantada.
—Emociones negativas...—susurró una voz como arena áspera— Esto es perfecto. Justo lo que necesito: enojo... y tristeza— una mariposa blanca se posó en su palma. La figura la cubrió con su otra mano, y entre sus dedos se filtró una sustancia negra y espesa, como alquitrán vivo—Cava un hoyo en su corazón, mi horrible akuma— ordenó, y cuando retiró la mano, la mariposa ya no era blanca. Era negra como la medianoche, con venas moradas que palpitaban al ritmo de un corazón invisible— Vuela, mi pequeña akuma... y haz tu trabajo—
La criatura alzó el vuelo, atravesó el vitral y se perdió en el cielo crepuscular, rumbo a la escuela
(...)
Fred empujó la puerta de la oficina con el hombro, dejando que se cerrara de golpe detrás de él. La directora Valenzuela, una mujer de pelo canoso y gafas de lectura, levantó la vista de sus papeles con una ceja arqueada.
—Disculpe, jovencito— dijo, su voz tranquila pero firme— ¿Nadie le enseñó a tocar?— Fred apretó los puños, sintiendo el papel arrugado que llevaba en la mano— Salga e inténtelo de nuevo—ordenó ella, señalando la puerta con un gesto que no admitía discusión.
Fred resopló, giró sobre sus talones y salió, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. En el pasillo vacío, Fred miró el puño cerrado que sostenía la bola de papel.
—Estúpida directora... estúpido Ken...— murmuró, apretando aún más el papel hasta que sus nudillos palidecieron.
Fue entonces cuando algo se posó en su mano.
Una mariposa negra, con alas que brillaban con un tono morado siniestro.
—¿Qué...?— Fred apenas tuvo tiempo de parpadear antes de que la criatura se fundiera con el papel, transformándolo en una sustancia oscura que se extendió por sus dedos.
Una silueta de mariposa apareció frente a su rostro, y una voz fría y calculadora resonó en sus oídos.
"Corazón de piedra, soy Wraith Moth" la voz sonaba como un susurro metálico "Te doy el poder de vengarte de quienes te hicieron tanto daño. ¿Aceptas?"
Fred no lo pensó dos veces.
—¡Sí, Wraith Moth!"— gruñó, su voz cargada de rabia.
El akuma lo envolvió en un remolino de humo negro y morado, y Fred sintió cómo su cuerpo se endurecía, cómo su piel se convertía en piedra áspera, cómo su ira se transformaba en poder.
Dentro de la oficina, la directora Valenzuela suspiró y revisó su reloj.
—¿Por qué tarda tanto?— murmuró, ajustándose las gafas.
En ese momento, la puerta estalló en mil pedazos.
Madera astillada voló por el aire, y algo enorme y oscuro entró con un rugido.
—¡¡KEN!!—
La directora se levantó de un salto, sus ojos dilatados por el terror.
Fred ya no era Fred.
Era un gigante de piedra, con grietas brillantes que revelaban una energía morada en su interior. Sus ojos, antes humanos, ahora eran dos pozos vacíos iluminados por un resplandor violeta.
Chapter 3: ORÍGENES 1
Chapter Text
El aire en la biblioteca olía a papel viejo y madera encerada. La luz tenue de las lámparas colgantes proyectaba sombras alargadas sobre las mesas de estudio, donde los libros apilados parecían torres a punto de derrumbarse.
—Te lo juro, esta vez Fred sí iba a golpear a Ken— susurró Sid, mordisqueando el extremo de su lápiz como si fuera un cigarrillo de película.
—¡Waow! Me hubiera gustado ver eso— dijo Casey, jugueteando con su gorra— Alguien tenía que darle una lección a ese cretino— comento mientras se recostaba en su silla con las piernas estiradas bajo la mesa, dejó escapar una risa baja y burlona.
—Pero se hubiera metido en más problemas— refunfuñó Laird— De una u otra manera, Ken siempre sale ganando— se cruzo de brazos
Fue entonces cuando el suelo tembló.
No fue un simple movimiento, sino un retumbar profundo, como si la tierra misma hubiera despertado de un sueño milenario. Los estantes de libros se sacudieron violentamente, lanzando volúmenes pesados al suelo con un estruendo sordo. Las mesas se desplazaron como barcos en una tormenta, arrastrando consigo tazas de café medio vacías que se estrellaron contra el piso.
Todos cayeron.
Sid aterrizó de costado, el aire escapándose de sus pulmones con un ¡uf! forzado. Nikki, más ágil, ya estaba de rodillas, extendiendo una mano para ayudarla.
—¿Qué demonios está pasando?— preguntó Sid, su voz temblorosa mientras se incorporaba, sintiendo el piso vibrar bajo sus pies como si algo gigantesco estuviera caminando hacia ellos.
Las pantallas de la biblioteca, que normalmente mostraban horarios y anuncios escolares, parpadearon en un caos de estática antes de sintonizar las noticias locales.
Y ahí estaba.
Un monstruo de piedra, tan alto como el edificio de la escuela, aplastaba autos como latas bajo sus pies descomunales. Su rugido, profundo y distorsionado, retumbó a través de los altavoces de la transmisión.
Pero lo más aterrador no era su tamaño.
Era su voz.
—¡ES LA VOZ DE FRED!— Ronnie Anne se llevó las manos a la boca, sus ojos dilatados de horror— ¡¿Qué mierda le pasó?!—
—Se convirtió en un supervillano—murmuró Sameer
—¿Sabes lo que eso significa, verdad?— pregunto Nikki
Sameer y Nikki se miraron, y en ese instante, algo cambió en sus expresiones. El miedo inicial se transformó en una chispa de emoción pura.
—¡Sí!— gritaron al unísono, y antes de que alguien pudiera detenerlos, salieron disparados hacia la puerta, empujando sillas y esquivando libros caídos como si fueran obstáculos en una carrera de obstáculos.
—¡Oigan! ¡¿A dónde carajos van?!— Laird los siguió con la mirada, confundido, mientras se aferraba a una mesa para mantener el equilibrio.
—¡Donde hay un supervillano, hay un superhéroe! ¡No nos lo vamos a perder!— exclamo Nikki y salir junto con Sameer de la Biblioteca
"¡Atención a todos los estudiantes!" la voz del director resonara, tensa y urgente en los altavoces "Evacúen el edificio inmediatamente y regresen a sus hogares! ¡Esto no es un simulacro!"
Sid, con el corazón latiendo a mil por hora, agarró el brazo de Ronnie Anne. Sus dedos se aferraron con fuerza, como si temiera que el mundo se los fuera a llevar en cualquier momento.
—Vamos— dijo, mirándola a los ojos con determinación— Hay que ir por mi hermana... y por tus primos. Ahora—
El caos en los pasillos de la escuela era ensordecedor. Sirenas a lo lejos, gritos dispersos, el crujido de vidrios rotos bajo los pies apresurados de los estudiantes que huían. Ronnie Anne y Sid corrían contra el tiempo, esquivando grupos de alumnos asustados mientras avanzaban hacia el ala de primaria.
—¡El aula de preescolar está al doblar la esquina!— gritó sobre el estruendo de la alarma contra incendios.
—¡Adelaide debe estar ahí con su clase de educación física!— dijo Sid asintió y su mirada se clavó en las puertas del gimnasio a la izquierda.
Un nuevo temblor sacudió el edificio. Luego ambas tomaron caminos separados con su misión en mente.
Ronnie Anne llegó primero. La puerta del salón de Carlitos estaba abierta, pero en vez del caos esperado, encontró una escena casi surrealista: la maestra Miss López tenía a los niños sentados en círculo cantando "Itsy Bitsy Spider" con voz temblorosa mientras afuera el mundo se desmoronaba.
En el centro, Carlitos mecía su ballena de peluche contra su pecho como si fuera un talismán
—"¡Carlitos!—Ronnie Anne se arrodilló frente a él, extendiendo los brazos.
El niño levantó la vista, y al reconocerla, su carita se iluminó por un segundo antes de que un nuevo temblor lo hiciera estremecerse.
—¡Ronnieeeee!"—chilló, lanzándose hacia ella.
—Todo va a estar bien, enano— ella lo levantó sin esfuerzo, ajustándolo contra su cadera. — Te tengo—
Mientras, Sid irrumpió en el gimnasio. Adelaide estaba acurrucada bajo un banco de ejercicios con otros tres compañeros. Al ver a su hermana mayor, salió disparada como un resorte.
—¡Sid! ¡¿Por qué tardaste tanto?!—le reprochó con lágrimas de indignación más que de miedo.
—Lo siento, pero estoy sorprendida con lo que esta pasando— murmuró Sid y levantó a Adelaide en un abrazo que disimulaba un chequeo rápido por heridas.
Carl llegó corriendo solo, con el dobladillo de su pantalón desgarrado.
—¡La Sra. Jenkins dijo que corriéramos y yo corrí más rápido que todos!— jadeó, mostrando una sonrisa con un diente faltante y Adelaide le tomó la mano con fuerza.
—Eres un idiota, podrías haberte caído— le dijo, pero su voz sonó aliviada
El sonido de cristales rompiéndose resonó por los pasillos cuando Ronnie Anne se reunió con el grupo, ajustando a Carlitos en sus brazos. El niño pequeño aferraba su ballena de peluche con una mano mientras con la otra jugueteaba inconscientemente con el collar de Ronnie Anne.
—Todos están bien... gracias a Dios— murmuró ella, escaneando rápidamente a los niños. Sid tenía a Adelaide pegada a su costado, mientras Carl jadeaba, orgulloso de su hazaña solitaria.
—¿Vamos a casa? Quiero a mamá— repitió Carlitos, enterrando su cara en el hombro de Ronnie Anne.
—No podemos salir por ahí— Sid miró hacia la puerta principal, donde se veían destellos de luz rojas y azules, además de que recordó el video de las noticias que el Monstruo estaba en a entrada de la escuela— Pero el túnel de la cafetería... ese llega directo a la estación—
—¿El túnel prohibido que usan los de último año para escaparse?— pregunto Adelaide
—Exactamente ese— confirmó Sid con un guiño.
El pasillo hacia la cafetería estaba sorprendentemente despejado. Solo se escuchaban sus pisadas apresuradas y el lejano retumbar de la emergencia exterior.
—¿No estás asustado, enano?— pregunto Carl trotando al lado de Ronnie Anne
—No— Carlitos sacudió la cabeza, haciendo volar su flequillo
El acceso al túnel estaba escondido tras una rejilla de ventilación que Sid retiró con un crujido metálico. Un hueco oscuro se reveló, con una escalera de emergencia oxidada que descendía hacia la penumbra.
—Huele a... humedad y patatas viejas— comento Adelaide tapándose la nariz
—Peor que tus zapatos después de fútbol— bromeó Sid, bajando primero y ayudo a todos a bajar siendo Ronnie Anne la ultima
Ambas chicas encendieron las luces de sus celulares e iluminaron el lugar revelando grafitis de generaciones pasadas y tuberías que goteaban. El túnel era más ancho de lo esperado. Las paredes de concreto estaban marcadas con flechas pintadas a mano y los nombres de estudiantes que alguna vez se aventuraron allí.
—Mira, Addy— susurró Carl, alumbrando un dibujo tosco de un monstruo comiendo tareas— Dicen que si te pierdes aquí, te conviertes en la leyenda número 13 del colegio—
—Cállate o te dejo como carnada— Adelaide lo empujó suavemente
Ronnie Anne quería llevar a Carlitos en brazos, pero el pequeño insistió en caminar cuando vieron los primeros carteles del metro.
—¡Yo también soy rápido!— declaró, tomando solemnemente la mano de su prima.
El sonido de sus pasos resonaba en el corredor. Goteaba agua de alguna tubería rota, y el aire olía a metal y tierra húmeda. De repente, un tren pasó por un túnel paralelo, haciendo temblar las paredes. Carlitos gritó de emoción en lugar de miedo.
La puerta metálica del túnel chirrió al abrirse, revelando el bullicio de la estación del metro. Luces fluorescentes parpadeaban sobre carteles de "NO PASAR" y anuncios de goma de mascar. Un chorro de aire cálido cargado con olor a pretzels recién horneados les dio la bienvenida.
—¡Soy el primer chico de mi edad en cruzar el pasillo prohibido!— exclamó Carl
—Fuimos todos ¿sabes?— comento Adelaide molesta por su declaración
En cuanto salieron vieron el metro abrir sus puertas, sin perder tiempo corrieron y entraron, todos soltaron un profundo suspiro relajándose un poco sabiendo que regresarían a casa.
(...)
El aire en la tienda se volvió denso después de la confesión de Lincoln. Bobby lo observó con una mezcla de admiración y pena, limpiando distraídamente el mostrador con un trapo que olía a limpiador barato.
—Vaya, chico... lo tuviste difícil— dijo Bobby
—Lo sé. Fue peor para mi hermana Luna...— dijo Lincoln jugueteando con su lata vacía— Después mi papá tuvo la oportunidad de abrir un restaurante aquí y propuso mudarnos— levantó la vista hacia la ventana, donde veía el parque— Y aquí estoy—
—Tranquilo, chico— Bobby se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en el mostrador— Sé que tu vida cambiará para bien. Serás feliz de nuevo— hizo una pausa, buscando las palabras correctas— Y si quieres hablar con alguien, desahogar tus penas... aquí estoy yo.
—Gracias... realmente lo aprecio—
Un retumbar sordo sacudió los cimientos del mercado. Los frascos de dulces en los estantes tintinearon como campanas de alarma, y una lata rodó por el pasillo central antes de caer con un clang metálico.
—¿Qué demonios...?— Lincoln se puso de pie tan rápido que su silla se cayó hacia atrás.
—¿Qué esta pasando?— dijo Bobby y se acerco a la ventana—¡Santa María madre de-!— exclamo en español, para confusión Lincoln así que se unió a él, y lo que vio le heló la sangre.
Una criatura de piedra, tan alta como un edificio de tres pisos, avanzaba por la calle principal. Sus movimientos eran torpes pero poderosos, y cada paso hacía temblar el pavimento como si la ciudad fuera de gelatina.
—¡Listo! ¡Fuego!— gritó un oficial desde abajo.
Las balas impactaron contra el torso pétreo del monstruo... y entonces ocurrió lo impensable.
La criatura creció.
Los fragmentos de piedra que volaron por los disparos flotaron en el aire como atraídos por un imán, reintegrándose a su cuerpo y agregándole masa. Ahora era un 20% más grande.
—¡Ay, Chihuahua!— Bobby palideció, retrocediendo del cristal como si tuviera miedo de ser visto.
Con manos temblorosas, encendió el pequeño televisor detrás del mostrador. La pantalla mostró al alcalde con el rostro cubierto de sudor
"Pido a todos los ciudadanos que se queden adentro hasta que esta situación esté bajo control."
El corte regresó al estudio, donde una presentadora con el peinado impecable hablaba con voz quebrada.
"Por increíble que parezca, se confirma oficialmente que Great Lake City está siendo atacada por un supervillano. La policía lucha por contener a la criatura de piedra, que parece absorber sus ataques para hacerse más grande y fuerte."
Bobby giró hacia Lincoln, listo para comentar el absurdo de la situación... pero el chico ya no estaba allí. La puerta del mercado rechinó al abrirse, dejando entrar el sonido de sirenas distantes y gritos.
—¡Lincoln! ¿A dónde vas?— gritó Bobby, asomándose en la puerta
El chico ya estaba a mitad de la calle, corriendo hacia el este con la determinación de un soldado en misión.
—¡Voy a mi casa a cuidar a mis hermanas!— respondió sin volverse, esquivando un charco de agua y restos de escombros.
El viento traía olor a quemado y gritos lejanos. Lincoln corrió como nunca lo hizo, al entrar al parque esquivó un carrito de compras abandonado que rodaba solo, continuó su camino hasta atravesar el parque y cuando iba a cruzar la siguiente calle un auto patrulla pasó a toda velocidad, su sirena sonando como un aullido de agonía, sin perder tiempo paso a calle y llegar a su edificio.
El edificio resonó con el portazo de Lincoln al entrar. El corazón le latía con tal fuerza que casi podía escucharlo en sus oídos. El sonido familiar de las noticias lo recibió como un mantra tranquilizador, abrió las puerta y para su alivió todas sus hermas menores estaban ahí
—¡Gracias al cielo que están bien!— exhaló Lincoln, apoyándose contra el marco de la puerta mientras recuperaba el aliento.
El apartamento estaba iluminado por el resplandor azulado del televisor, donde imágenes en bucle mostraban a la criatura de piedra arrasando el centro. Sus hermanas estaban apiñadas en el sofá, cada una procesando la situación a su manera.
Lana saltó del asiento, los ojos brillando con una emoción que contrastaba grotescamente con el caos en pantalla.
—¡¿Puedes creerlo, Lincoln?! ¡Hay un villano en la ciudad!— gritó, ondeando un puño al aire como si estuviera en un cómic.
—¿Y por qué te emociona?— pregunto Lisa y la miró por encima de sus gafas con expresión plana— Esto es un desastre de proporciones catastróficas. La energía cinética que requiere mover esa masa pétrea debería—
—¡Porque donde hay villano, hay un héroe!— interrumpió Lana, haciendo una voltereta sobre la alfombra que hizo volar varios cojines.
—¿Dónde están Luan y Lynn?— pregunto Lincoln al no verlas
—Acompañaron a mamá y papá en las compras— respondió Lola
—No puede ser— murmuro Lincoln y pasó una mano por su rostro— Bueno, haya o no héroe, nadie sale hasta que mamá y papá regresen— dijo, tomando a Lina de los brazos de Lucy, la bebé dormía profundamente, ajena al caos y luego fue a las escaleras con rumbo a su habitación
(...)
El edificio Casagrande se alzaba como un faro familiar en medio del caos. Ronnie Anne cargaba a un Carlitos dormitando contra su hombro, mientras Carl trotaba a su lado, aún emocionado por su "aventura épica" en el metro. Detrás, Sid y Adelaide arrastraban los pies, el cansancio empezando a pesar más que la adrenalina.
—Te llamo luego— dijo Sid y ambas hermanas continuaron subiendo las escaleras
Antes de que Ronnie Anne pudiera sacar sus llaves, la puerta 2A se abrió de golpe.
—¡MIJITA!— el grito de Rosa resonó en el pasillo mientras envolvía a los niños en un abrazo. Detrás, abuelo Héctor sostenía un bate de béisbol como si esperara que el monstruo apareciera tras ellos.
—Abuela no podemos respirar— murmuro Carl y Carlitos despertó sobresaltado, pero
—¡Abue!— exclamo Carlitos al ver a su abuela y estiró los brazos hacia ella— El Señor Taceo vio un monstruo de piedra...—
—Ya lo sé, mi cielo— Rosa lo tomó en brazos, revisándolo instintivamente en busca de rasguños mientras Héctor hacía lo mismo con Carl.
Ronnie Anne se dejó caer contra la pared del recibidor, respirando hondo por primera vez en horas. El apartamento olía a tortillas recién hechas y al jabón de pino que usaban para limpiar
—¿Y Bobby?— preguntó Ronnie Anne, cerrando la puerta con llave.
—Quedó en el mercado... — respondió Héctor cerrando la puerta con llave— El monstruo paso por aquí y Bobby se encerró en el Mercado—
—Vendrá cuando sea seguro— argumento Rosa
Mientras la familia se apretujaba en la cocina, Ronnie Anne miró por la ventana hacia donde el humo aún se elevaba en el centro de la ciudad. Algo en su pecho le decía que esto era solo el principio.
(...)
Lincoln cerró suavemente la puerta de la habitación, aislando parcialmente el caos exterior
—Shhh, princesa— susurró al depositar a la niña en la cuna, arropándola con la manta de superhéroes que Sam le había regalado en su primer cumpleaños.
Un dolor familiar le recorrió el pecho, pero lo ahogó rápidamente. Tenía que ser fuerte.
El departamento crujía con cada explosión lejana. Lincoln se pasó una mano por el rostro, sintiendo el sudor frío en su frente.
"Este día no puede ponerse más raro" pensó, mientras se dejaba caer en el sofá que hacía las veces de su cama. La tela áspera le recordó cuánto extrañaba su antigua habitación en Royal Woods.
Fue entonces cuando el destello lo atrajo.
Sobre la mesita de madera desgastada, donde siempre dejaba su comics y el biberón de Lina, algo brillaba con luz propia. Lincoln entrecerró los ojos. Una caja hexagonal de ébano, no más grande que su palma.
—¿Qué... es eso?— Su voz sonó áspera, demasiado alta en el silencio de la habitación. Giró la cabeza hacia la puerta, esperando oír a alguna de sus hermanas preguntando qué pasaba. Solo llegó el lejano sonido de Lucy recitando uno de sus poemas.
(...)
Ronnie Anne cerró la puerta de su habitación con un suspiro que llevaba acumulado desde el metro. El espacio, normalmente su santuario, olía ligeramente a la pintura fresca que Héctor había aplicado el fin de semana pasado y a los zapatos de deporte que yacían abandonados junto a su cama. Ahora se llenaba con el ruido constante de las sirenas y las luces de las patrullas se filtraban por las persianas y pintaban rayas fantasmales en las paredes.
—Vaya día...— murmuró, dejándose caer sobre la cama con los brazos abiertos. El colchón crujió familiarmente bajo su peso.
Encendió el televisor de su habitación, sintonizado en las noticias a bajo volumen, mostraba imágenes repetidas del monstruo de piedra.
"Las autoridades recomiendan permanecer en sus hogares. Hasta el momento, no se reportan que se haya contenido la amenaza" dijo a reportera, con el cabello perfectamente peinado a pesar del caos y Ronnie Anne lanzó un calcetín al televisor.
—Ahí está su respuesta, mamá— dijo Ronnie Anne— "¿Por qué no me gustan los primeros días de regreso a la escuela?"— dijo con sarcasmo, imitando la voz de su madre— ¡Porque siempre pasa algo caótico!—
Se incorporó con un gemido, pasándose las manos por el rostro para limpiarse el polvo y el sudor secos. Fue entonces cuando lo vio.
Sobre su escritorio, entre los libros de texto y un desorden de lápices de colores, había un objeto que no reconocía.
Una caja hexagonal de un negro tan profundo que parecía absorber la luz de la lámpara de su mesita. No era grande, cabía perfectamente en la palma de su mano, pero algo en su presencia distorsionaba el espacio a su alrededor, como si mirarla demasiado tiempo hiciera que los objetos cercanos se volvieran ligeramente borrosos.
—¿Qué es esto...?— susurró, extendiendo una mano.
El tacto fue inesperado. La superficie era fría como el mármol en invierno, pero al mismo tiempo emitía un calor vibrante que le recorrió los dedos hasta el codo. Por un momento, consideró llamar a sus abuelos. Pero algo, quizás el mismo instinto que la había llevado a proteger a Carlitos en medio del caos. le dijo que esto era solo para ella.
(...)
La caja hexagonal cayó al suelo con un clang metálico que resonó en toda la habitación. Lincoln se tapó los ojos instintivamente, pero no pudo evitar ver cómo una luz roja incandescente se filtraba entre sus dedos, proyectando sombras danzantes en las paredes.
—¡¿Qué diablos?!—gritó, retrocediendo hasta tropezar con la cuna de Lina.
Cuando la luz finalmente se atenuó, lo que flotaba ante sus ojos lo dejó paralizado de terror.
Una criatura roja, con manchas negras que parecían moverse por su cuerpo como tinta en agua. Sus ojos, grandes y azules como zafiros pulidos, lo miraban con una inteligencia que nada tenía de animal, y pequeñas antenas oscuros se agitaban con cada movimiento
—¡AAHHH!— su grito fue tan agudo que hizo que Lina se removiera en su sueño— ¡Un bicho gigante! ¡Un ratón! ¡Un ratón-bicho mutante!—
Se encogió contra la cuna, buscando desesperadamente algo con qué defenderse. La criatura solo inclinó la cabeza, como un profesor decepcionado por una respuesta incorrecta.
—Me han dicho peores insultos— respondió con una voz aguda pero claramente femenina, cruzando sus pequeñas patas delanteras como brazos.
—¡AH... Y HABLA!— Lincoln palideció. Sus rodillas golpearon el suelo de madera, su mano encontró por fin un arma: el sonajero de Lina, que lanzó con toda su fuerza.
La criatura esquivó con un giro elegante, casi coreográfico. El sonajero golpeó el poster de su banda favorita, dejando una abolladura justo en la cara de la vocalista.
—Oye, ¡todo está bien!— insistió la criatura, flotando un poco más cerca— No voy a lastimarte. De hecho yo—
—¡Aléjate!— exclamo Lincoln y continuo lanzando las cosas que tenía a la mano
(...)
La luz verde se disipó lentamente, revelando una silueta negra que se estiraba con la elegancia de un felino recién despertado. Ronnie Anne entrecerró los ojos, adaptándose a la nueva penumbra de su habitación, donde ahora flotaba una criatura no más grande que su mano.
Era negro como la medianoche, con orejas puntiagudas que se movían independientemente, captando cada sonido. Sus grandes ojos verdes brillaban con una luz propia, y una cola larga y escurridiza se enroscaba en el aire. Cuando bostezó, Ronnie Anne pudo ver unos diminutos pero afilados colmillos.
—Wow... ¿Eres como el genio de la lámpara?— preguntó, más fascinada que asustada. Extendió un dedo, tentada por la curiosidad de tocar aquel ser que parecía sacado de un cuento.
Sin embargo la criatura esquivó su dedo con un movimiento rápido y se cruzó de brazos, sí brazos, porque aunque parecía un gato, sus patas delanteras eran más como manos diminutas.
—¡Nop! Sin embargo, lo conocí una vez— dijo con un tono que denotaba orgullo— ¿Y qué si concede tres deseos? ¡Gran cosa! Soy mucho mejor compañía que él—
Ronnie Anne parpadeó, procesando las palabras. Un genio que conocía a otros genios. Su mente adolescente empezó a hacer conexiones imposibles.
—Soy Plagg. ¡Encantado de conocerte!— añadió el kwami, haciendo una pirueta en el aire antes de detenerse abruptamente— Oooh, ¿qué es esto?—
Antes de que Ronnie Anne pudiera responder, Plagg se lanzó como un rayo hacia su lámpara de escritorio, abriendo la boca de manera exagerada y clavando sus dientes en la pantalla.
—¡Espera, vuelve aquí!— gritó Ronnie Anne, saltando de la cama.
Pero Plagg ya estaba en movimiento, zigzagueando por la habitación como un murciélago ebrio. Ronnie Anne, impulsada por el pánico de ver sus pertenencias destruidas, se lanzó tras él. Chocó con la silla de su escritorio, sintiendo el dolor agudo en su espinilla. Derribó una torre de libros que había estado posponiendo ordenar desde la semana pasada. Casi atrapó al kwami cuando pasó rozando su lámpara, pero solo consiguió tirar un vaso medio lleno de agua que dejó un charco sobre sus apuntes de matemáticas.
—¿Qué es esto? ¿Se come?— Plagg, ahora sobre el control de su consola, lo mordisqueó con entusiasmo.
—¡No hagas eso!— Ronnie Anne corrió hacia él, pero el kwami voló hacia el techo, dejándola con el control en la mano, marcado con pequeños dientes.
—Ewww, no se come. ¿Qué pasa con esto?— Plagg se abalanzó sobre un paquete de chicles que había dejado olvidado en el estante.
Ronnie Anne, jadeando, se detuvo en medio del caos. Su habitación parecía el escenario de una pelea de cómics, con objetos regados y líquidos derramados. Incluso su poster favorito estaba torcido.
—¡Ok, tú ganas!— cedió, dejándose caer sobre su cama con los brazos abiertos— Pero no hay nada de comer aquí—
Plagg dejó el paquete de chicles, ahora con agujeros, y flotó frente a su rostro, con una sonrisa que solo podía describirse como traviesa.
—Bueno, eso es mentira— dijo, señalando con su cola hacia la puerta— Olí algo delicioso en la cocina. Algo con queso... ¿Tienes queso?— pregunto y Ronnie Anne lo miró fijamente, incrédula pero intrigada.
—¿Un genio... que huele queso?— cuestiono Ronnie Ane y Plagg se rio
—Cariño, no soy un genio. Soy algo mucho mejor—
(...)
El último libro, un pesado volumen de ciencias de Lisa que por alguna razón tenía, cayó al suelo con un estruendo sordo. Lincoln jadeaba, apoyado contra la cuna de Lina, sus ojos saltando entre la extraña criatura flotante y la puerta cerrada. El kwami rojo se acercó lentamente, sus grandes ojos azules brillando con una mezcla de paciencia y urgencia.
—Escucha, Lincoln— dijo la criatura, deteniéndose cuando el chico agarró apresuradamente el único vaso que quedaba en su mesa de noche— Sé que esto te parece muy extraño, pero— Lincoln rápidamente volteó el vaso bruscamente, atrapando al pequeño ser dentro. Las manitas del kwami se apoyaron contra las paredes transparentes, pero no mostró pánico— Está bien si esto te hace sentir seguro— concedió con una calma que contrastaba con el caos de minutos anteriores.
Lincoln se frotó los ojos con los nudillos, esperando que la visión desapareciera. Pero cuando los abrió, la criatura seguía allí, mirándolo con una expresión que casi podía describirse como... comprensiva.
—¿Qué eres?— su voz sonó más áspera de lo que pretendía— ¿Y cómo sabes mi nombre?— cuestiono
—Mi nombre es Tikki— presentó, haciendo una pequeña reverencia en el aire— Y soy un kwami. Ahora que estás tranquilo...— sus diminutas manos se juntaron como en oración— ...¿puedo explicarte lo que necesitas saber?—
—Y creo que no ¡Chicas!— grito y estaba por ir a la puerta
—¡No, no, no!— la voz de Tikki resonó con una urgencia y atravesando el vaso, para luego volar hacia Lincoln y flotando frente a su cara— ¡Soy tu amiga, Lincoln! ¡Eres el único que puede detener a Corazón de Piedra!—
Un nuevo estruendo sacudió el edificio, haciendo temblar los cuadros en las paredes. Desde la ventana, Lincoln podía ver columnas de humo negro elevándose sobre los tejados de la ciudad. El sonido lejano de sirenas y gritos se filtraba por los cristales.
—¿Corazón de piedra?— Lincoln soltó una risa nerviosa, pasándose una mano por el rostro sudoroso— Mira, Tikki... ¿verdad? Creo que Luan está llevando sus bromas a otro nivel. ¡Jaja! ¡Te lo juro, Luan, que te haré pagar por esto!— exclamo y Tikki se acercó hasta quedar a centímetros de su nariz, sus ojos azules brillando con intensidad sobrenatural.
—Lincoln, esto no es una broma— dijo Tikki— El monstruo que viste es una creación del usuario actual del Miraculous de la Mariposa. Un poder que ha caído en manos equivocadas... otra vez—
Un silbido agudo pasó por la ventana, seguido de una explosión lejana que iluminó la habitación con un destello anaranjado. Lincoln sintió un nudo en el estómago.
—Escucha, Tikki...— tragó saliva— Esto debe ser un error. ¿Yo? ¿Un héroe? El único superpoder que tengo es sobrevivir al caos de once hermanas. Si hubieras venido hace un año, tal vez... pero ahora...— se pasó una mano por el cabello despeinado— Mi amigo... dijo un ex-amigo llamado Clyde sería perfecto. Te doy su dirección, le encantaría—
—¡No! ¡Mala idea! ¡Quién sabe qué podría pasar si el Miraculous de la Mariquita cayera en manos de alguien que no estaba destinado a usarlo!— expreso desesperada— Eres el elegido, así que eres el único que podría usarlo. ¡Sin ningún problema! La única otra persona que sería capaz de usar el Miraculous la Mariquita es el portador elegido del Miraculous del gato negro, ¡y lo mismo ocurre contigo con el de ellos!—
—Está bien ya que no tengo otra opción— suspiro resignado— Entonces ¿Qué se supone que debo hacer?—
(...)
El cuarto de Ronnie Anne era un caos. Plagg revoloteaba como un huracán en miniatura, dejando tras de sí un rastro de destrucción: el rollo de papel higiénico yacía destrozado en el suelo, su contenido esparcido como nieve artificial; los papeles de su escritorio volaban en todas direcciones, y un lápiz que había estado mordisqueando ahora mostraba claras marcas de pequeños dientes afilados.
Ronnie Anne se cruzó de brazos, observando al kwami con una mezcla de exasperación y fascinación. El olor a polvo y a algo ligeramente metálico llenaba el aire, como si una tormenta eléctrica hubiera pasado por allí.
—Todavía no sé qué estás haciendo aquí— dijo, pateando suavemente un trozo de papel enrollado que había quedado cerca de sus pies.
Plagg se detuvo en medio del aire, girando hacia ella con una sonrisa que mostraba demasiados dientes para ser tranquilizadora.
—Mira, niña— respondió, adoptando un tono que pretendía ser serio pero que sonaba más bien a un ronroneo juguetón— Soy un kwami. Otorgo el poder de la destrucción a quien use el Miraculous al que estoy vinculado. ¿Entendido?—
—Uh-uh— Ronnie Anne arqueó una ceja y negó con la cabeza, haciendo un gesto vago con la mano.
—Bueno, no puedo decir que no lo intenté— Plagg suspiró, dejándose caer sobre su almohada como si fuera un diván y comenzó a estirarse con despreocupación— Ahora, ¿tienes algo para comer por aquí? ¡Me muero de hambre!—
Ronnie Anne se pasó una mano por el rostro. El día ya había sido lo suficientemente extraño con el ataque del monstruo de piedra, y ahora esto.
—Este día no puede ser más extraño— murmuró, mirando hacia la puerta como si esperara que sus abuelos aparecieran en cualquier momento— Si mi abuela se entera de un gato flotante, seguro haría una limpia a mi cuarto—
—¡Oh, casi lo olvido!— Plagg se incorporó de golpe— ¡Nadie puede saber que existo, ni siquiera tus padres!—
—Bueno, va a ser algo difícil— comento Ronnie Anne saltando una risa seca— Ya que ellos se preocupan tanto por mí que incluso han llegado a ponerme rastreador—
—Lo siento, niña, pero las cosas mejorarán para ti después de esto, ¡si tengo algo que decir al respecto!— Plagg flotó hasta quedar a la altura de sus ojos, su expresión inusualmente seria.
—¿Qué quieres decir?— pregunto Ronnie Anne confundida y Plagg se cruzó de brazos, flotando en círculos alrededor de ella como un planeta alrededor de su sol.
—No solo te concedo el poder de la destrucción— explicó, su voz adoptando un tono casi solemne— También puedo darte la habilidad de convertirte en un superhéroe. O en un villano, dependiendo de cuáles sean tus intenciones, pero por favor no hagas eso— hizo una pausa dramática, su cola moviéndose inquieta— Los Miraculous no estaban destinados para el mal, y todavía tengo pesadillas sobre esa vez que alguien decidió usarme por motivos malvados—
Ronnie Anne lo miró fijamente, procesando sus palabras. El sonido de otra explosión lejana hizo que ambos miraran hacia la ventana, donde el humo seguía oscureciendo el cielo.
—¿Puedes convertirme en un superhéroe?— preguntó, sintiendo cómo una chispa de emoción comenzaba a encenderse en su pecho.
—¡Sí!— exclamo Plagg con una sonrisa
—¡Eso sería genial! ¿Pero crees que soy apta para serlo?— comento Ronnie Anne mordiéndose su labio inferior con duda
—Algo me dice que tú y tu pareja se llevarán muy bien. La mayoría de las mariquitas y mis gatitos lo hacen— se acercó más, sus ojos brillando con intensidad— Si estás dispuesta a que haya un cambio, solo ponte el anillo y di ¡Plagg, garras afuera!. Así es como te transformas. Deberías encontrar el anillo en la caja—
Ronnie Anne asintió, determinación reemplazando la incertidumbre en su rostro. Con manos que apenas temblaban, tomó el anillo de la caja y se lo deslizó en el dedo.
—Entiendo— dijo, sintiendo cómo el metal se ajustaba perfectamente a su tamaño— ¡Plagg, las garras!—
—¡Espera! ¡Aún no te expliqué todo lo que necesitas saber!— gritó Plagg, antes de ser absorbido por el anillo en un destello de luz verde.
Ronnie Anne apenas tuvo tiempo de parpadear antes de que una poderosa ráfaga de viento la envolvió. La misma luz verde que había visto antes brotó del anillo, expandiéndose como una onda de energía que cubrió su cuerpo de pies a cabeza. Sintió un cosquilleo extraño, como si miles de pequeñas chispas bailaran sobre su piel.
—"¡Guau!" —exclamó, mirando cómo su ropa se transformaba en un traje negro con detalles verdes fosforescentes.
El espejo frente a ella reflejaba una figura completamente nueva: Ronnie Anne luce un traje de héroe negro ajustado, con un diseño elegante y felino que combina oscuridad misteriosa y detalles vibrantes. El torso está marcado con relieves latexados en líneas plateadas que acentúan su silueta, definiendo los costados de su cintura, el vientre y las piernas, creando un efecto ágil y aerodinámico. El escote en V negro agrega un toque audaz, mientras un cascabel cuelga sutilmente, tintineando con cada movimiento.
En los brazos, lleva guantes grises con ribetes verdes fosforescentes que coinciden con los detalles de las mangas, añadiendo un contraste futurista. Sobre el traje, una chaqueta negra corta con reflejos plateados y franjas verdes le da un aire rebelde, como si fuera una versión urbana y moderna del atuendo original.
La parte inferior destaca por un doble cinturón negro: uno ajustado a la cadera y otro más suelto que simula una cola felina, ondulándose con naturalidad al caminar. Las botas bajas repiten la paleta de colores, con accesorios plateados y líneas verdes en los laterales, completando el look ágil y listo para la acción.
El rostro de Ronnie Anne se transforma con una máscara de dominó negra que cubre alrededor de sus ojos y la mitad superior de su nariz, mientras sus ojos brillan en un verde esmeralda hipnótico, heredado del poder del Miraculous. Su cabello, usualmente suelto, ahora está recogido en una trenza ajustada, y sobre su cabeza asoman orejas de gato negras, móviles y realistas, que refuerzan su conexión felina.
Plagg había cumplido su promesa.
Ronnie Anne ya no era solo una chica común.
Ahora era un héroe.
(...)
El espejo del baño reflejaba una imagen que Lincoln apenas podía reconocer como propia. Los aretes rojos con puntos negros brillaban bajo la luz, adaptándose mágicamente al tono de su cabello, que ahora mostraba mechones negros entre el rojo natural. Sus dedos temblorosos tocaron la máscara de dominó que cubría sus ojos, sintiendo la textura extrañamente suave del material.
—Entonces, ¿todo lo que tengo que hacer es romper el objeto donde esa cosa se esconde?" —preguntó, ajustando los aretes con nerviosismo.
Tikki flotaba cerca de su hombro, su pequeña figura irradiando una calma que contrastaba con el caos en el exterior. Las sirenas aún se escuchaban a lo lejos, mezclándose con los gritos de la gente.
—Se llama akuma— corrigió, moviendo sus antenas con preocupación— Debes capturarlo y purificarlo, de lo contrario, la situación empeorará mucho más—
—Lo tengo. Captúralo. ¿Y qué es eso del "amuleto"?—
—¡El amuleto encantado! Es uno de tus superpoderes— Tikki hizo un giro en el aire— Úsalo solo cuando sientas que es absolutamente necesario— explicó, acercándose a su rostro— Después de activarlo, solo tendrás cinco minutos antes de que la transformación se revierta—
—Esto sigue siendo increíble, Tikki— Lincoln se pasó una mano por el cabello— Estas cosas no existen. No creo que pueda hacer esto... —murmuró, su voz quebrada por la ansiedad.
—Yo creo en ti, Lincoln— Tikki se posó suavemente en su hombro— Solo necesitas confiar en ti mismo también" —dijo con una sonrisa que iluminó sus pequeños ojos azules— Solo di "Tikki, Motas"—
—¿Motas?—preguntó Lincoln confundido, pero solo activo el miraculous y Tikki fue absorvida por los aretes— ¡Tikki, ¿Qué está pasando?!—gritó, alarmado, cuando una luz rosa intensa lo envolvió por completo. Sintió un cosquilleo extraño recorriendo su piel, como si miles de pequeñas chispas bailaran sobre él. Cuando la luz se disipó, se encontró frente al espejo, pero la imagen que devolvía era completamente distinta.
Lincoln luce un traje dinámico en rojo y negro, combinando el estilo icónico de su superhéroe favorito Ace Savvy con su propio toque del Miraculous. El torso y la parte superior de las piernas, hasta medio muslo, son de un rojo vibrante con manchas negras, simulando el caparazón de una mariquita. Desde las axilas hasta los costados, y desde los codos hasta las muñecas, lleva mangas rojas con el mismo patrón de manchas, junto a guantes negros que contrastan con el diseño.
La parte inferior del traje es negra desde la cintura hasta las botas, incluyendo las piernas, lo que le da un equilibrio audaz. Las hombreras rojas con manchas negras añaden un detalle protector, mientras que sus botas militares rojas con suelas negras y manchas dispersas completan el look con un aire combativo.
En el rostro, una máscara de dominó roja con manchas negras cubre alrededor de sus ojos y la mitad superior de su nariz, acentuando su transformación heroica. Su cabello adopta un tono rojo intenso con puntas negras, reforzando la conexión con el Miraculous.
—¿Pero qué...?— tocó su pecho, sintiendo el material extrañamente resistente bajo sus dedos. El shock inicial dio paso al pánico— ¿Cómo me quito esto? ¡Tikki, si puedes oírme, quiero mi ropa normal! ¡No iré a ningún lado así!— se giró hacia la puerta, decidido a encerrarse hasta que todo volviera a la normalidad. Pero al salir de su habitación, las noticias que llegaban desde el piso de abajo lo detuvieron en seco.
"El monstruo después de destruir la torre de comercio se dirige hacia al rascacielos Heaven ¡El monstruo parece ser imparable!" dijo el reportero.
—Chicas— hablo Rita— ¿Dónde esta Lincoln?—
—En su cuarto— Lana señalo las escaleras
Lincoln escuchó los pasos de su madre acercándose por las escaleras. El corazón le latía con tal fuerza que temió que todos pudieran oírlo. Con movimientos rápidos pero silenciosos, se deslizó de vuelta a su habitación, cerrando la puerta con llave justo cuando su madre llegaba a la puerta.
—¿Lincoln, estás bien?— la voz de Rita traspasó la madera, llena de esa preocupación especial que solo las madres conocen.
Lincoln contuvo el aliento, mirando hacia la cuna donde Lina dormía profundamente, ajena al caos que se desarrollaba fuera. Los pequeños puños de la bebé estaban cerrados, y su respiración era tranquila y regular.
—¡Sí, mamá! Solo llevé a Lina a su cuna. Había mucho ruido abajo— respondió, esforzándose por mantener su voz estable.
Un silencio. Demasiado largo. Lincoln podía casi sentir la duda de su madre al otro lado de la puerta.
—Está bien, querido. Los dejaré tranquilos— finalmente dijo Rita, y sus pasos se alejaron gradualmente.
Lincoln dejó escapar un suspiro que llevaba reteniendo desde que comenzó la transformación. Se acercó a la cuna, mirando el rostro pacífico de su hija. Con un cuidado infinito, le colocó un beso en la frente.
—No te preocupes, Lina. Papá volverá pronto— susurró, sintiendo cómo cada palabra sellaba una promesa que no estaba seguro de poder cumplir.
La ventana de su habitación mostraba un panorama de pesadilla: columnas de humo negro se elevaban desde el centro de la ciudad, y en la distancia, la silueta monstruosa avanzaba implacable hacia el rascacielos Heaven.
Con determinación renovada, Lincoln abrió la puerta con cuidado, asegurándose de que el pasillo estuviera desierto antes de correr hacia la escalera que llevaba a la azotea.
—Está bien, ahora tengo poderes especiales— murmuró para sí mismo, sacando el yo-yo rojo y negro que había aparecido misteriosamente en su cinturón— ¿Y este yo-yo que se supone que debe actuar como mi arma?—
El objeto parecía ridículamente inofensivo frente a la amenaza que se cernía sobre la ciudad. Lincoln lo balanceó dubitativo, recordando vagamente los trucos básicos que había intentado aprender en la escuela primaria.
—Mal momento para haber dejado las prácticas de yo-yo— reconoció con ironía, lanzando el artefacto hacia adelante.
El yo-yo voló mucho más lejos de lo esperado, enganchándose milagrosamente en el borde de un edificio vecino. La cuerda se tensó, brillando con una luz roja apenas perceptible.
—¿Es en serio?— Lincoln tiró del cable con frustración, esperando recuperar su arma. En lugar de eso, sintió una fuerza irresistible que lo levantó del suelo— ¡AAAAHHH!— su grito se perdió en el viento mientras el yo-yo lo arrastraba a través del vacío, los edificios pasando como borrones a su alrededor.
(...)
El viento silbaba entre los edificios mientras Ronnie Anne avanzaba con gracia sobre su bastón extendido, el cual brillaba bajo la luz del sol como si fuera de metal líquido. Sus botas negras apenas rozaban la superficie, manteniendo un equilibrio perfecto que habría hecho enorgullecer a cualquier funámbulo profesional.
—Me alegra que las clases de modelaje que Carlota me dio hayan servido para algo— murmuró con una sonrisa irónica, disfrutando momentáneamente de la vista panorámica de la ciudad en caos.
El sonido de un grito repentino hizo que sus orejas felinas se aguzaran.
—¡Cuidado!—
Al mirar hacia arriba, su corazón dio un vuelco. Un tipo vestido de rojo y negro, con un ridículo traje de superhéroe que parecía sacado de un cómic barato, venía volando directamente hacia ella, los brazos girando como aspas de molino. No tuvo tiempo de reaccionar cuando recibió el impacto y ambos cayeran, sin embargo el cable del yo-yo se enredó con su bastón extendido y entre los dos chicos, creando un hilo que los dejó colgando boca abajo entre los edificios
—Bueno, seguro que fue amable de tu parte venir a verme—bromeó mientras la fuerza de la caída hacia que se balanceara peligrosamente sobre el vacío.
—¡Ay! ¡Lo siento, no lo hice a propósito!— dijo Lincoln cuya máscara apenas lograba ocultar su evidente nerviosismo, se retorcía intentando liberarse, solo empeorando la situación.
El inevitable estruendo de su caída resonó en la calle desierta cuando finalmente se soltaron, aterrizando en un revoltijo de extremidades y equipo de superhéroe.
—¡Ay!— exclamaron al unísono
—Vaya que ranazo nos dimos— comentó Ronnie Anne frotándose la cabeza donde había recibido el impacto más fuerte y escupiendo un mechón de pelo que se le había metido en la boca.
—Lo siento de nuevo—murmuró Lincoln y se apresuró a ayudarla a levantarse, sus manos visiblemente temblorosas.
Ronnie Anne lo estudió de arriba abajo, notando cómo su traje, aunque ridículo, parecía estar hecho de un material que cambiaba ligeramente de tono con el movimiento. Sus ojos se detuvieron en los aretes que brillaban con puntos negros.
—Está bien. Apuesto a que eres el compañero del que me habló mi kwami— dijo, adoptando una pose segura que contrastaba con su incertidumbre interior—Yo soy... Ek Miss. Sí. Ek Miss. ¿Y tú?—
—Yo... soy— hablo Lincoln mientras tiraba de la cuerda de su yo-yo— ¡AY!— se quejo cuando el cable enredado se soltó bruscamente, haciendo que el yo-yo con el bastón de Ek Miss rebotara y lo golpeara directamente en la cabeza— Torpe. Super torpe— respondió Lincoln sobándose la cabeza y Ek Miss no pudo evitar reírse
—No importa 'torpe', también estoy aprendiendo— respondió ella
Un estruendo ensordecedor interrumpió su conversación. Ambos giraron hacia el horizonte justo a tiempo para ver cómo la icónica Torre Heaven se derrumbaba como un castillo de naipes, enviando una nube de polvo y escombros hacia el cielo.
Sin pensarlo dos veces, Ronnie Anne extendió su bastón y se impulsó hacia el techo del edificio más cercano.
—¿Adónde vas?— gritó Lincoln desde abajo, su voz llena de incredulidad.
—¡A salvar la ciudad, genio!— ella se detuvo en el borde, mirándolo desde lo alto— Eso es lo que se supone que debemos hacer, ¿recuerdas?— pero algo en la expresión del chico, esa mezcla de miedo y determinación, la hizo dudar. Con un suspiro, volvió a bajar, aterrizando frente a él con suavidad felina— Oye, sé que estás asustado. Yo también— admitió, su voz bajando a un tono más personal— Pero mira el lado positivo. Al menos no estás haciendo esto solo, ¿verdad?— le dio un golpe amistoso en el hombro que casi lo derribó.
—Jeje, sí. Eso sería realmente malo— respondió, enderezándose— Yo... te seguiré hasta donde está el akuma, pero no te sorprendas si me voy de repente—
—Está bien, pero cuando dices akuma, ¿a qué te refieres exactamente?— pregunto Ek Miss
—¿No te dieron el discurso motivacional del "portador del miraculous"?— pregunto Lincoln confundido por la confusión de su compañera
—¿Ahora de qué discurso hablas?—
—Este día será largo— murmuro Lincoln pasándose la mano por su cara
Sin más preámbulos, ambos se dirigieron hacia donde el monstruo de piedra continuaba su camino de destrucción, dos héroes accidentales unidos por un destino que ninguno había elegido, pero que ambos estaban decididos a enfrentar.
(...)
Los Estudiantes de distintas escuelas recogían sus cosas después de un intenso entrenamiento, charlando animadamente. De repente, un temblor violento sacudió el terreno, haciendo caer a varios de ellos.
—¡KEN! ¡¿Quién es el cobarde ahora?!—
El grito resonó como un trueno, haciendo que todos giraran hacia la entrada del estadio. Allí, imponente, se alzaba Corazón de Piedra, su figura rocosa brillando bajo los reflectores. Sus ojos ardían con ira mientras clavaba la mirada en Ken, quien retrocedió unos pasos, palideciendo.
—¡Oye, no es muy agradable meterse con personas que son más pequeñas que tú!—
Una sombra negra cayó desde las gradas, aterrizando con agilidad felina frente al monstruo. Ek Miss se plantó con los brazos cruzados, su cola moviéndose con impaciencia.
Corazón de Piedra la miró con desprecio.
—¡¿Te refieres a ti, enana?!— Sin más advertencia, lanzó un puñetazo que hizo temblar el suelo. Ek Miss saltó hacia un lado, esquivando por poco el golpe, pero la onda expansiva la hizo tambalearse.
—¡Ay, no...— Lincoln, desde las gradas, observó horrorizado cómo cada ataque que recibía el monstruo solo lo hacía crecer más y más.
Ek Miss no se dio por vencida. Con un movimiento rápido, extendió su bastón y lo golpeó con fuerza en el costado.
—"¡¿Dónde estás, compañero?!" —gritó frustrada al ver que, una vez más, su ataque solo había hecho que Corazón de Piedra aumentara de tamaño.
—¡¿Qué estás esperando, super bicho rojo?!— dos voces desde las gradas llamaron la atención de Lincoln solo para ver a dos chicos, Nikki y Sameer— ¡El mundo te está viendo!—
Lincoln tragó saliva. No podía quedarse mirando. Con un movimiento rápido, lanzó su yo-yo y se impulsó hacia la batalla, aterrizando justo a tiempo para atrapar a Ek Miss cuando Corazón de Piedra la lanzó por los aires como si fuera un muñeco de trapo.
—¡Crueldad animal? ¡Qué vergüenza!— declaró con una voz mucho más firme de lo que se sentía por dentro. Ek Miss, aturdida pero ilesa, lo miró con una sonrisa— Perdón por llegar tarde a la pelea, Ek Miss— dijo Lincoln, ayudándola a ponerse de pie.
—No importa, Bicho Maravilla. ¡Cuidado!— sin tiempo para reaccionar, EkMiss los derribó a ambos justo cuando un trozo de grada voló sobre sus cabezas, estrellándose contra el campo con un estruendo ensordecedor.
—¿Bicho Maravilla?— preguntó Lincoln, levantándose y sacudiéndose el polvo.
—¿Tú sabes, como Robin "El Chico Maravilla"? Habría dicho otro nombre, pero si lo hubiera dicho, se tomaría en doble sentido— respondió ella con una sonrisa pícara.
—Sí, creo que es mejor dejarlo así— aceptó, mirando de reojo a Corazón de Piedra, que se preparaba para otro ataque.
—¡Ahora hay que patearle su trasero rocoso!— declaró Ek Miss, lista para lanzarse de nuevo.
—¡Espera!— "Bicho Maravilla" la detuvo, agarrándola suavemente por la cola de su traje— ¿Si aún no lo has notado? Solo se vuelve más grande y más fuerte con cada golpe. Tendremos que intentar algo diferente—
—¿Diferente cómo?— Ek Miss lo miró, esperando una solución brillante.
—Hmmm...—tarareó y "Bicho Maravilla" se quedó en silencio por un segundo— No tengo ni idea. ¡Ni una sola!— exclamo alarmado— ¡Estoy perdiendo mi toque!— ante eso Ek Miss resopló, frustrada pero no derrotada
—¿Qué pasa con nuestros poderes? Aparentemente tengo el poder de destruir todo lo que toco. Solo necesito descubrir cómo— confesó, un poco avergonzada.
—¡¿Necesitas averiguar cómo?! ¿Tu kwami no te dijo nada?— "Bicho Maravilla" la miró con incredulidad y Ek Miss se encogió de hombros.
—Solo cuáles eran mis poderes, que tendría un compañero y cómo transformarme. Me entusiasmé con ser una superhéroe y me transformé antes de que tuviera la oportunidad de decirme algo más— explicó, sonrojándose ligeramente bajo la máscara.
"Genial, una Lynn, ahora esto depende de mi" pensó "Bicho Maravilla" frustrado— Pensamos diferente cuando nos dieron esta responsabilidad—susurró, mirándola con seriedad— Como aparentemente no sabes esto, siento que es necesario señalar que solo tenemos cinco minutos hasta que la transformación se revierta. ¡Amuleto encantado!— con un movimiento rápido, lanzó su yo-yo al aire. Una ráfaga de mariquitas mágicas brotó del artefacto, tejiendo un objeto rojo y negro que cayó en sus manos— ¿Qué diablos se supone que debo hacer con un traje de buceo?— murmuró, sosteniéndolo en alto con perplejidad.
—¡¿Es neta?! ¿Qué haremos con eso?— Ek Miss lo miró con los ojos entrecerrados.
—No lo sé— admitió "Bicho Maravilla", examinando el traje con frustración— Mi kwami me dijo el amuleto encantado me ayudaría, no lo entiendo realmente, pero se que tenemos que romper el objeto donde se esconde el akuma—
—Bueno, está hecho completamente de piedra— comento Ek Miss observando a Corazón de Piedra, que rugía mientras se acercaba— No veo ningún objeto en él... ¿A menos que esté disfrazado de una de las piedras?— señalo y "Bicho Maravilla" siguió su mirada, estudiando al monstruo con atención. Algo llamó su atención.
—¡Ek Miss, mira su mano derecha!— señaló con urgencia— No importa lo que haga, nunca la abre. Ni siquiera en las imágenes de las noticias. Es como las muñecas rusas... el objeto no está en él, ¡está escondido dentro!—
—Entonces, ¿cuál es tu plan?— Ek Miss asintió, lista para actuar.
"Bicho Maravilla" miró alrededor del estadio, sus ojos deteniéndose en las mangueras contra incendios. Una idea comenzó a formarse en su mente.
—¡Lo tengo!" —exclamó, corriendo hacia una de las mangueras. Con movimientos rápidos, aseguró el extremo de la manguera dentro del traje de buceo, atando las aberturas para sellarlo. Luego, se volvió hacia Nikki, quien observaba todo con Sameer desde un costado— ¿Podrías hacerme un favor?— preguntó, sosteniendo el otro extremo de la manguera.
—¡Claro! ¿Qué necesitas?— Nikki asintió emocionada, mientras Sameer seguía grabando con su teléfono.
—Cuando yo lo diga, ¿podrías abrir la manguera por mí?—
—¡Lo haré, no te preocupes!— afirmó Nikki, corriendo hacia la llave de control.
—Gracias— "Bicho Maravilla" regresó junto a Ek Miss, quien lo miraba con curiosidad— Ek Miss... ¿confías en mí?— pregunto y ella lo estudió por un momento, luego sonrió bajo su máscara.
—Es posible que solo nos hayamos conocido hoy, pero hasta ahora no he visto ninguna razón por la que no debería hacerlo. ¿Por qué?— y sin previo aviso, "Bicho Maravilla" enredó a Ek Miss con la cuerda de su yo-yo y comenzó a girarla alrededor de él a toda velocidad— ¡Este chico está loco!— gritó Ek Miss mientras era lanzada como un proyectil humano directo hacia Corazón de Piedra.
Corazón de Piedra, sorprendido por el ataque, la atrapó instintivamente con su mano izquierda, apretándola con fuerza. Pero Ek Miss no estaba indefensa.
—¡Atrápame si puedes!— desafió "Bicho Maravilla" con el traje atado y la manguera, saltando sobre Corazón de Piedra
Corazón de Piedra, enfurecido, abrió su mano derecha revelando por un instante la bola morada que escondía, justo lo que Bicho Maravilla necesitaba ver, hasta que el villano logró atraparlo con su otra mano.
—¡El grifó, Ahora!— ordeno y Nikki abrió el grifo
El sonido del agua a presión llenando el traje de buceo fue como música para los oídos de Ek Miss. Desde su prisión de piedra, vio cómo el material se inflaba violentamente, las costuras del traje crujiendo bajo la presión. Corazón de Piedra gruñó de dolor cuando sus dedos comenzaron a agrietarse, forzándolo a soltar a Bicho Maravilla.
"Este chico es increíble. ¡Es increíblemente increíble!" pensó Ek Miss, admirando cómo su compañero aprovechó el momento de distracción para pisotear la bola morada con precisión quirúrgica.
El objeto se desintegró revelando ser solo una bola de papel arrugada, de la cual emergió una mariposa oscura que batía sus alas frenéticamente.
—¡Uf!— Ek Miss cayó de espaldas cuando una explosión de energía púrpura envolvió al monstruo, reduciéndolo a escombros inofensivos y dejando atrás a un confundido Fred— Estuviste increíble, chico... eh... Bug. ¡Lo lograste!— dijo jadeando, observando cómo Fred se frotaba la cabeza preguntándose cómo había llegado allí.
—No lo hice solo— dijo "Bicho Maravilla" y se acercó tambaleándose, levantando su puño con una sonrisa cansada pero triunfante— Lo hicimos, compañera—
—¡Ganamos!" resonó sus voces en el estadio vacío justo cuando sus puños se encontraron
Por un instante se miraron sorprendidos, como si no pudieran creer su propia hazaña. Y entonces, como si una compuerta se hubiera abierto, estallaron en carcajadas - una mezcla de alivio, adrenalina y la absurda realidad de que su descabellado plan había funcionado.
—Puedes irte ahora si te apetece— dijo "Bicho Maravilla", inclinándose hacia Fred que yacía desorientado en el suelo— O puedes quedarte aquí y ayudarme a animarlo—
—De hecho, estoy pensando en vagar por la ciudad mientras me transformo un poco— respondió Ek Miss cruzándose de brazos, su cola felina moviéndose con curiosidad— Todavía debería tener tiempo hasta que alguien note mi ausencia— hizo una pausa, observando los escombros dejados por Corazón de Piedra— Algo me dice que él no será la última víctima de akuma... así que supongo que te veré la próxima vez, ¿no?—
"Bicho Maravilla" asintió, aunque una parte de él se preguntaba cuántas "próximas veces" podrían soportar.
—Supongo que sí— respondió, viendo cómo Ek Miss saltaba ágilmente hacia las sombras del estadio, desapareciendo entre las gradas con la gracia de un felino. Al girarse, sus ojos encontraron el papel arrugado que había contenido al akuma. Las palabras escritas con saña lo golpearon como un puño—"Fred, ni siquiera tienes las agallas para decirle a Melani que la amas, cobarde"—
—Ken lo escribió— murmuró Fred, levantándose con dificultad— Siempre se está burlando de mí—
Lincoln sintió un nudo en el estómago. No conocía a Fred, pero conocía demasiado bien ese dolor, esa impotencia de ser el blanco de las burlas y sabía demasiado bien lo que era sentirse pequeño, ignorado, como si nadie escuchara.
Se arrodilló junto a él, colocando una mano en su hombro con una firmeza que esperaba fuera reconfortante.
—Sabes, Fred, no deberías perder el control por cosas como esa— dijo, eligiendo cada palabra con cuidado— No hay vergüenza en sentir. Si te pones demasiado nervioso para decírselo, ¿por qué no lo intentas escribiéndolo? Todos nos ponemos nerviosos frente a quien nos gusta—
—¿Cómo... cómo supiste mi nombre?— Fred lo miró con los ojos agrandados por la sorpresa.
—Estaba en la nota— "Bicho Maravilla" señaló el papel con un gesto tranquilo.
—¡Increíble, extraño, espectacular!— Nikki saltaba hacia ellos, su teléfono grabando cada movimiento. Su amigo Sameer la seguía de cerca, la cámara del celular apuntando directamente a "Bicho Maravilla" como un interrogador— ¿Tú y Ek Miss van a ser el nuevo equipo de superhéroes de Great Lakes?— preguntó Nikki, sin dejar de grabar— ¿Están relacionados con alguno de los héroes anteriores? ¿O al menos conoces a alguno de ellos?—
Lincoln parpadeó, abrumado por el aluvión de preguntas. Años de ser el hermano mayor en una casa llena de niñas lo habían preparado para esto: mantener la calma frente a las cámaras, incluso cuando por dentro se sentía como un ciervo atrapado en los faros de un auto.
—Um... realmente espero que esta situación no se vuelva tan seria como lo ha sido con los héroes y villanos del pasado— respondió mientras tomaba su yo-yo— Pero supongo que Ek Miss y yo estaremos protegiendo Great Lakes— continuó e hizo una pausa, buscando las palabras correctas— Además, no puedo decir con certeza si estoy relacionado o he conocido a alguno de los héroes que existan en el mundo. Es una idea entretenida, pero—
—¡Tengo muchas más preguntas que hacerte!— exclamó Nikki emocionada
—Sí, para empezar, ¿Cómo te llamas?— interrumpió Sameer, acercándose con el celular.
El primer pitido de sus aretes sonó como una campana de advertencia. Lincoln aprovechó la salida perfecta.
—Um, tal vez podrían preguntarme en otro momento. ¡Tengo que irme!— ya estaba corriendo cuando lanzó su yo-yo hacia el techo del estadio, columpiándose con un movimiento que, para su sorpresa, ya comenzaba a sentir natural— ¡Y puedes llamarme Red Beetle!— gritó desde el aire, desapareciendo entre los edificios justo cuando el segundo pitido de sus aretes resonó en sus oídos.
(...)
El televisor encendido en el comedor proyectaba imágenes borrosas de Red Beetle, capturadas por cámaras temblorosas.
"Gracias a este video, la gente de Great Lakes ahora conoce las identidades de los nuevos héroes de la ciudad" anunció Katherine Spokes en las noticias de su canal
Lincoln ajustó a Lina en sus brazos, sintiendo el calorcito de su pequeña hija contra su pecho. La bebé, de apenas dos años, agitaba sus manitas hacia la pantalla, como si entendiera la importancia de lo que estaban viendo. Él no pudo evitar esbozar una sonrisa orgullosa, aunque una parte de su mente seguía dudando.
—Tikki, lo logré... aunque no lo hice solo— murmuró, con una risa nerviosa que contagió a Lina, haciendo que sus mejillas se inflaran en una carcajada infantil.
—¡Te lo dije, Lincoln!— exclamo Tikki con orgullo revoloteando frente a ellos— ¡Siempre estuviste a la altura!— Tikki giró en el aire y Lina intento atraparla
—¡Lincoln! ¡Hora de cenar!— la voz de su padre retumbó en las escaleras, firme pero cálida.
—¡Ya vamos!— respondió Lincoln ajustando a Lina en su cadera antes de dirigirse a Tikki— Espérame aquí, ¿vale? No tardamos— dijo, y Tikki asintió, escondiéndose rápidamente entre las sombras del cuarto.
Con cuidado, Lincoln bajó las escaleras, sintiendo el crujir de los peldaños bajo sus pies. El comedor era un espacio austero por ahora—solo una mesa y unas cuantas sillas, sin decoración, sin ese toque familiar que solía tener su antigua casa. Pero al menos ahora tenían un televisor funcionando, y sus hermanas ya estaban reunidas alrededor, ansiosas por escuchar cada detalle de las noticias.
(...)
El televisor en la sala retumbaba con la voz entusiasta del alcalde Andy Brown, su imagen proyectándose en alta definición mientras las cámaras capturaban cada detalle del escenario adornado con los colores de París.
"¡Me complace anunciar que organizaremos una gran celebración en honor a los nuevos héroes de París, Red Beetle y Ek Miss, ¡y a todos los héroes del pasado!"
Ronnie Anne, recostada en el sofá con las piernas cruzadas, levantó una ceja al escuchar el nombre.
—Entonces te llamas Red Beetle...— murmuró, dirigiendo una mirada intrigada hacia el anillo que brillaba en su dedo. El nombre resonaba en su mente, cargado de un peso que apenas comenzaba a entender.
—¡Ew! ¿Qué es esto?— Plagg frunció su pequeña nariz mientras revoloteaba sobre el plato de tacos dorados que Ronnie Anne le había ofrecido. Su expresión era de puro horror, como si le hubieran presentado un plato de lodo en lugar de comida.
—¿Estás bromeando?— Ronnie Anne se irguió de golpe, los ojos brillando con indignación— ¡Mi abuela trabajó muy duro en esos tacos dorados!— declaró, apretando los puños
—Si esperas que recupere mi energía después de la transformación, ¡entonces necesitaré algo un poco más... delicado!— comento Plagg con un gesto dramático, empujó el plato hacia un lado y se cruzó de brazos, como si la sola presencia de los tacos fuera una ofensa personal.
—Uy, me salió delicadito el asombroso Kwami de la Destrucción— dijo Ronnie Anne imitando su tono afectado— ¿Vas a decirme que la comida es mejor en otro país? ¿O que solo comes puro chicken?— cuestiono con sarcasmo y Plagg lanzó un resoplido, pero antes de que pudiera responder, Ronnie Anne se inclinó hacia él, su voz bajando a un tono peligrosamente calmado— Escucha bien, Plagg. Toleraré que me hables de esa forma, pero nadie... ¡NADIE! insulta la comida mexicana, y mucho menos la de mi abuela— sus palabras eran una advertencia clara, el brillo en sus ojos dejando en claro que no habría segunda oportunidad.
—No es mi culpa que tenga ciertos gustos...— refunfuñó, aunque con menos convicción— Y si puedes conseguirme algo que me haga dejar el Camembert, entonces... haré lo que sea por ti por el resto de tu existencia—
Ronnie Anne mantuvo su mirada fija en él por un segundo más, asegurándose de que entendiera la seriedad de sus palabras. Luego, con un movimiento brusco, se levantó de su cama.
—Será mejor que no te rajes, amigo— dijo, recogiendo el plato de tacos con un gesto de desafío antes de salir de la cocina.
(...)
El cielo sobre Great Lakes, que momentos antes había estado teñido de cálidos tonos anaranjados por el atardecer, comenzó a oscurecerse de manera antinatural. Una sola akuma, con sus alas negras y violetas que brillaban con una luz siniestra, se posó sobre el techo de uno de los edificios más altos de la ciudad. Por un instante, todo pareció detenerse. El aire se enrareció, como si la propia atmósfera contuviera la respiración.
Entonces, ocurrió.
La akuma original comenzó a vibrar. Sus alas se agitaron con violencia, y de su cuerpo surgió un resplandor púrpura que iluminó las sombras de la ciudad. De repente, se dividió en dos. Luego, en cuatro. Después, en ocho. Y así, en cuestión de segundos, el aire se llenó de un enjambre de akumas, cientos, quizás miles, desplegándose como una plaga oscura sobre los tejados, las calles y los parques.
El viento llevó consigo el sonido de sus alas, un susurro inquietante que se mezcló con los gritos de sorpresa de los transeúntes. Las personas que caminaban por las aceras se detuvieron en seco, mirando hacia arriba con los ojos llenos de terror. Algunos intentaron correr, otros se quedaron paralizados, incapaces de apartar la vista de aquel espectáculo aterrador.
Las akumas no perdieron tiempo. Como aves de presa olfateando la debilidad, se dispersaron en todas direcciones, buscando víctimas, que sin importar quien fuera los akumas solo les vasto posarse sobre ellas para después convertirlas en una copia de Corazón de Piedra, pero inmóviles.
Mientras tanto, en algún lugar de la ciudad, una figura oscura observaba todo con una sonrisa de satisfacción. Wraith Moth extendió sus brazos, como si quisiera abrazar el caos que había desatado.
—Perfecto— susurró, su voz cargada de triunfo mientras el akuma original volvió a su mano—Ahora, démosle la bienvenida al verdadero espectáculo—
(...)
El comedor de la casa Loud resonaba con los últimos murmullos de satisfacción después de la cena. Lynn Jr. se recostó en su silla, frotándose el estómago con una sonrisa.
—Estuvo delicioso, papá— dijo, lanzando un gesto de aprobación hacia su padre.
—¡Sí! ¡Ergh!— Lana eructó sin ceremonia, lo que provocó que Lola arrugara la nariz con disgusto.
—¡Eww, Lana! ¡Sé educada!— reclamó, levantando las manos en señal de protesta.
—Me alegra que les haya gustado— dijo Lynn Sr. mirando a cada uno de sus hijos con orgullo— Quería algo especial para celebrar nuestra nueva vida aquí—
—Fue genial, querido— agregó Rita, su esposa, con una sonrisa cálida.
Lincoln, mientras tanto, observaba a Lina, quien, sentada en su sillita alta, acababa de devorar su papilla de manzana con entusiasmo.
—Sí, papá, incluso Lina disfrutó tu papilla especial— comentó, limpiando con cuidado la cara de la bebé.
Lynn padre cruzó los brazos, satisfecho, antes de lanzar la pregunta que todos esperaban.
—Bueno, ahora viene la pregunta del siglo...— Lynn Sr. hizo una pausa dramática— ¿Quién lavará los platos?
En un instante, todos los niños Loud se llevaron el dedo índice a la nariz en un movimiento sincronizado... excepto Lincoln, que reaccionó un segundo tarde.
—¡Rayos!— murmuró, resignado, mientras sus hermanas celebraban su victoria. Con cuidado, le pasó a Lina a Luan— Espero que puedan mantenerla entretenida—
—No hay problema— respondieron las chicas al unísono, llevando a la pequeña a la sala, donde ya comenzaban a sacar sus juguetes.
Lincoln suspiró y se acercó al fregadero, sumergiendo las manos en el agua jabonosa. Lavó los platos con rapidez, su mente divagando en los eventos del día, sin sospechar lo que estaba por ocurrir.
"Mientras la ciudad se preparaba para celebrar a nuestros nuevos superhéroes, Red Beetle y Ek Miss, una nueva ola de pánico llega a las calles" escucho la voz de Katherine Spokes en la televisión de la sala "Docenas de personas están siendo misteriosamente transformadas en monstruos similares a Corazón de Piedra."
Las imágenes en pantalla mostraban escenas de caos: akumas negras y moradas descendiendo sobre civiles desprevenidos, envolviéndolos en un espeso humo oscuro antes de que sus cuerpos se retorcieran, transformándose en réplicas perfectas del temido villano. Gritos, corridas, vidrios rompiéndose... el terror se extendía como un virus.
—¡Ay, no...!— Lincoln dejó caer el último plato en el escurridor con un golpe seco y sin perder un segundo, corrió escaleras arriba hacia su habitación, cerrando la puerta con seguro detrás de él. Allí, Tikki, el kwami de la creación, flotaba frente a su laptop, sus pequeños ojos llenos de preocupación mientras observaba las noticias— ¡Tikki!— Lincoln jadeó, secándose las manos mojadas en su pantalón— ¿Qué hice mal?—
(...)
El aroma a tortilla dorada y queso derretido llenaba el pequeño cuarto de Ronnie Anne mientras Plagg devoraba la quesadilla con una velocidad que desafiaba la lógica. Sus diminutos ojos brillaban con un éxtasis culinario que nunca antes había mostrado.
—¡Por todo el queso del mundo! ¡¿Dónde estuvieron toda mi vida?!— exclamó entre bocados frenéticos, dejando migajas flotando en el aire mientras giraba en círculos de felicidad.
—Te lo dije...— Ronnie Anne cruzó los brazos, una sonrisa de satisfacción dibujándose en su rostro— Aunque sé que esto no hará que dejes de amar el Camembert— admitió, recostándose contra el escritorio— Pero ese queso es caro y difícil de conseguir aquí—
Plagg, con la boca llena y un trozo de quesadilla colgando ridículamente de sus pequeños colmillos, hizo una pausa. Por primera vez desde que Ronnie Anne lo había conocido, algo parecido al remordimiento cruzó su expresión.
—Está bien, niña...— murmuró, limpiándose las patitas con un gesto inusualmente educado— Fui un poco egoísta al exigírtelo... y grosero con la comida de tu abuela—
—Todo está bien ahora...— Ronnie Anne asintió, aceptando su disculpa con un gesto de cabeza— Pero quiero ofrecerte un trato— comento y Plagg dejó caer el último pedazo de quesadilla, flotando inmóvil en el aire, completamente atento— Tú comerás la comida que te dé—continuó Ronnie Anne— Que tendrá queso... o incluso te daré queso de cualquier tipo. Si lo haces... al final de cada mes, podrás comer queso Camembert— ante esa propuesta Plagg se quedó boquiabierto.
—¿Lo dices en serio?— preguntó, su voz temblorosa entre la incredulidad y la esperanza.
—Sip— confirmó Ronnie Anne, sacando su teléfono para mostrarle una página de pedidos en línea— Pude encontrar una tienda que lo vende, pero es por encargo especial y tarda en llegar—
—¡TENEMOS UN TRATO, NIÑA!— rugió Plagg de emoción, lanzándose en picada hacia el resto de la quesadilla como un halcón hambriento.
—Un problema menos—Ronnie Anne se rio, pero luego arrugó la nariz— Pero tenía que ser Camembert...— se quejó, mirando al techo con exasperación— Ahora voy a oler a calcetines apestosos todo el tiempo—
En la televisión, la voz grave de la conductora de noticias cortó el momento de tranquilidad.
"Estas víctimas transformadas en copias de Corazón de Piedra siguen inmóviles como estatuas" se escucho la voz grave de la conductora en la televisión de la sala, esto llamo la atención de Ronnie Anne y salió de su habitación con rumbo a la sala donde toda su familia observaba las noticias "La policía está tratando de averiguar si hay alguna forma de revertir su estado o, al menos, moverlas a un lugar más seguro, donde no corran el riesgo de ser atropelladas por autos" las imágenes mostraban filas de figuras petrificadas dispersas por las calles, sus rostros congelados en expresiones de terror. Algunas estaban medio agachadas, como si hubieran intentado correr. Otras tenían las manos extendidas hacia seres queridos que nunca alcanzaron. "¿Estas pobres almas volverán a la vida o están condenadas a quedarse congeladas en el tiempo para siempre?"
—Me lleva la-— murmuro Ronnie Anne y regreso a su cuarto— Plagg...— su voz sonó más grave de lo habitual— ¿Qué está pasando? ¡Pensé que lo habíamos derrotado!—
Plagg, que hasta hace un segundo estaba felizmente atragantándose con queso, se volvió hacia ella. Tragó con dificultad antes de responder.
—¿Tú y Red Beetle capturaron el akuma?— pregunto con un tono serio
—No...— Ronnie Anne negó con la cabeza— Solo lo alejamos—
—Entonces eso fue lo que pasó— señalo Plagg cerrando los ojos
—¿Qué tiene eso que ver con los nuevos seres de piedra?— preguntó Ronnie Anne, sintiendo cómo un nudo de preocupación se apretaba en su estómago. Sus dedos se aferraron inconscientemente a su almohada.
Plagg flotó hasta quedar a la altura de sus ojos, y por primera vez desde que lo conoció, Ronnie Anne vio verdadera preocupación en esos ojos verdes luminosos.
—Un akuma se multiplica como virus cuando no es purificado por Red Beetle— explicó, haciendo círculos en el aire con sus patitas para enfatizar— Conociendo a su kwami, apuesto a que al pobre chico le explicaron todo de golpe y se le olvidó este pequeño... detalle crucial—
Ronnie Anne sintió cómo la boca se le secaba. Las imágenes de la televisión seguían mostrando las estatuas humanas esparcidas por la ciudad, sus rostros congelados en expresiones de terror eterno.
—Entonces, solo como aviso amistoso— continuó Plagg, pasando de repente a un tono casi casual que sonaba falsamente alegre— La próxima vez que el original sea akumatizado... tendrás que enfrentar un ejército completo de Corazones de Piedra. ¡Diversión, eh!—
—Bueno, eso es genial— murmuro Ronnie Anne su voz amortiguada por el tejido de la tela de la almohada que se puso en su cara y se dejó caer de bruces sobre su cama con un gemido ahogado.
—¡Anímate!— Plagg se acomodó sobre su cabeza— Solo son... ¿Cuántas víctimas hay ahora? ¿Cincuenta? ¿Cien? Bah, números pequeños para la futura Ek Miss— comento y Ronnie Anne giró la cabeza apenas para clavar una mirada asesina en el kwami.
—¿Y exactamente cómo se supone que voy a limpiar cien akumas a la vez?—
—¡Creatividad, chica! ¡Es tu poder! Aunque...— Plagg hizo una pausa dramática— Podrías pedirle ayuda a ese torpe de Red Beetle. Si es que logra recordar cómo funciona su propio poder esta vez—
El sonido que salió de Ronnie Anne fue algo entre un gruñido y un sollozo. Justo cuando pensaba que estaba entendiendo esto de ser heroína, el universo decidía lanzarle una nueva curva. Se imaginó luchando contra un mar de estatuas vivientes, cada una más fuerte que un humano normal, y sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.
En la televisión, un reportero en vivo gritaba mientras otra víctima se convertía en piedra detrás de él. El sonido se apagó cuando Ronnie Anne enterró su cara nuevamente en la almohada, deseando por un momento poder quedarse así, escondida, para siempre.
(...)
El cuarto de Lincoln estaba sumido en silenció total, apenas rota por el parpadeo intermitente de la laptop que seguía transmitiendo las noticias del caos en la ciudad. Lincoln se dejó caer pesadamente sobre la cama, enterrando su rostro en la almohada con un gemido ahogado que reverberó en el tejido.
—¡Maldita sea! Sabía que había olvidado algo— su voz surgió amortiguada, cargada de una frustración que le quemaba el pecho. Sus puños se aferraron a las sábanas, arrugando el tejido entre sus dedos tensos.
Tikki, su pequeña figura roja brillando tenuemente en la oscuridad, se acercó volando con movimientos suaves. Con una ternura que solo miles de años de experiencia podían otorgar, abrazó la mejilla de Lincoln cuando él se volvió de lado.
—¡Tendrás otra oportunidad, Lincoln!— sus palabras eran cálidas— De todas las personas que he visto llevar mis Miraculous, ¿quieres saber cuántas nunca olvidaron nada?— hizo una pausa dramática— ¡Ninguna! Olvidar es tan humano como respirar—
—¿En serio?— pregunto Lincoln aun sentía la duda pero con lo mencionado sentía comprensión y calma— ¿Todos ellos olvidaron algo?— su voz sonaba frágil, como si temiera que la respuesta fuera solo un consuelo piadoso.
— ¡Sí!— Tikki asintió con entusiasmo, sus antenas moviéndose animadamente— Y en comparación con algunos Bichos, lo que pasó por olvidar purificar el akuma es como una migaja comparado con el pastel de desastres que he visto— sus pequeños ojos se iluminaron con el recuerdo de mil batallas pasadas— ¡Una vez, un portador en el siglo XVII olvidó... bueno, mejor no entrar en detalles!—
—Wow. Me cuesta creer que alguien podría haberlo arruinado tanto— comento Lincoln sorprendido
—¡No tienes idea!— Tikki rió, un sonido como campanillas que aligeró momentáneamente la atmósfera del cuarto.
Pero la sombra de la duda regresó a los ojos de Lincoln, más profunda esta vez. Giró para mirar al techo, donde las grietas del yeso parecían trazar constelaciones de fracaso.
—¿Estoy haciendo lo correcto? ¿No soy un fracaso?— la pregunta salió en un susurro, Tikki se posó sobre su pecho, sintiendo el corazón acelerado del joven bajo sus pequeñas patas.
—Claro que no, Lincoln— sus ojos brillaron con una luz interior— Llevas el don de la Creación. No es solo el poder lo que importa, sino el corazón con que lo usas. Y el tuyo— presionó una patita sobre su pecho— late con la fuerza de un verdadero héroe.
Un silencio cargado de emociones llenó la habitación. Fuera, una sirena lejana recordaba que el mundo seguía necesitando salvación. Dentro, algo se recompuso en el espíritu de Lincoln.
—Gracias, Tikki— susurró, y esta vez su voz era firme como el acero templado. Se sentó en la cama con nueva determinación, la sombra de sus pestañas proyectando líneas de resolución sobre sus mejillas— Otra oportunidad, ¿verdad?—
Tikki sonrió, sabiendo que ese momento, ese preciso instante donde la duda se transformaba en propósito, era exactamente por lo que amaba a los humanos.
—Otra oportunidad— confirmó, mientras Lincoln extendía su mano hacia sus aretes, listo para enfrentar sus errores y escribir un nuevo capítulo en la leyenda de los héroes.
Chapter 4: Orígenes II: El encuentro
Chapter Text
Los pasillos de la escuela secundaria de Royal Woods se extendían ante Lincoln, interminables, con las paredes pintadas de un color amarillo enfermizo que nunca había notado antes. Sus zapatos resonaban contra el linóleo, pero cada paso que daba parecía alejarlo más de la salida.
De repente, las voces comenzaron.
—Ahí está el mentiroso—
Lincoln giró sobre sus talones. Rusty lo miraba desde la intersección del pasillo, los brazos cruzados, una sonrisa torcida dibujada en su rostro. Detrás de él, como fantasmas surgiendo de la nada, aparecían Liam, Zach y Clyde. Sus expresiones eran duras, sus ojos llenos de decepción.
—¿Qué pasa, Loud?— hablo Rusty con voz cantarina, pero manteniendo un tono de bura— ¿Ya no tienes nada que decir? Después de todo, rompiste el pacto—
Lincoln sintió que el suelo se inclinaba bajo sus pies.
—"Yo no... Stella y yo solo...— Lincoln intento defenderse pero con cada palabra su voz se quebró
—¿"Solo" qué, Lincoln? ¿Solo la lastimaste? ¿Solo traicionaste a tus amigos?— cuestiono Clyde con amargura
Las paredes parecían cerrarse a su alrededor. Lincoln retrocedió, pero sus espaldas chocaron contra algo sólido. Al volverse, se encontró con Stella, sus ojos brillantes de lágrimas no derramadas.
—Nunca me quisiste. Solo querías ganar— comento Stella con una mirada fría
Lincoln abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera articular una palabra, una mano lo agarró del hombro con fuerza.
—¡Y a mí me destrozaste, hermanito! ¿Te gusta robar lo que no es tuyo?— reclamo Luna furiosa
El corazón de Lincoln latía con tanta fuerza que le dolía el pecho. Quería gritar, explicar que nunca había querido lastimar a nadie, pero las palabras se atascaban en su garganta.
Entonces, corrió.
De un momento a otro, el pasillo se convirtió en el asfalto resbaladizo de una carretera bajo la lluvia. Lincoln estaba en el asiento trasero de un auto que se sacudía violentamente, las gotas golpeando el parabrisas como balas.
A su lado, Sam abrazaba a Lina, que lloriqueaba asustada.
—¡Lincoln, algo está mal! ¡El auto no responde!— grito Sam completamente asustada
Lincoln intentó inclinarse hacia adelante, pero el cinturón de seguridad lo mantenía atrapado en su asiento. A través del cristal empañado, vio cómo el conductor, no sabía quién era y no podía distinguir su rostro, giraba el volante frenéticamente, pero el auto seguía deslizándose sin control.
—¡FRENA! ¡FRENA!— grito Lincoln con desesperación
Un camión apareció de la nada, sus luces cegadoras llenando el interior del auto con una luz blanca y fantasmal.
—Cuida de ella...— susurro Sam mirándolo por ultima vez
El impacto.
El sonido de cristales rompiéndose.
El grito de Lina.
La oscuridad.
Lincoln se incorporó de golpe, un grito ahogado atrapado en su garganta. Durante un momento terrible y confuso, no supo dónde estaba. Su cuerpo temblaba, sus manos aferraban las sábanas como si fueran su única ancla a la realidad.
El sonido de un llanto lo sacó de su estupor.
Lincoln se bajó de la cama con movimientos torpes, las piernas aún temblorosas por la adrenalina del sueño. Cruzó la habitación en tres pasos largos y levantó a Lina, abrazándola contra su pecho.
—Está bien... está bien... solo fue un sueño...— murmuro Lincoln
Pero el peso de la culpa seguía allí, agazapado en su pecho, tan real como el calor de Lina en sus brazos.
Fuera, la luna brillaba sobre Great Lakes City, silenciosa e indiferente.
(...)
El amanecer en Great Lakes City apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos rosados cuando el edificio de los Loud ya bullía de actividad. Cada piso, cada departamento adaptado como habitación personal, resonaba con los preparativos matutinos de la numerosa familia.
Primer piso
El aroma a pan tostado y huevos revueltos ascendía desde la cocina en el departamento de Lynn Sr. y Rita, donde Lynn Sr. supervisaba el desayuno mientras Rita organizaba mochilas y loncheras con precisión militar.
Mientras en el departamento de enfrene, Lily, en su pequeño departamento lleno de juguetes brillantes y purpurina, corría en círculos con un tutú rosa mientras cantaba una canción sin sentido.
Segundo Piso
Luan, en su departamento lleno de carteles de comedia y premios de concursos de chistes.
—¿Qué le dijo una estatua a la otra? ¡Nada!— dijo Luan mientras se ajustaba su icónico lazo amarillo frente al espejo
En el departamento de enfrente, Lucy, envuelta en su chal negro y rodeada de velas apagadas, se aplicaba polvos faciales blancos con solemnidad, como si estuviera preparándose para un funeral imaginario
Tercer piso
Lynn Jr., en su departamento convertido en un gimnasio improvisado, hacía flexiones con una mano mientras con la otra empacaba su bolso de deportes.
—¡Veinte más y estaré lista para dominar el día!— exclamó Lynn Jr. entre dientes.
En el departamento de enfrente, Lisa, rodeada de libros de ciencia y diagramas anatómicos, analizaba con lupa un experimento químico mientras calculaba mentalmente el tiempo exacto que le tomaría llegar a la escuela
Cuarto Piso
Lana, en su departamento lleno de herramientas de mecánica y plomería, y tierra misteriosamente esparcida por el suelo, discutía con Lola, quien desde su habitación contigua, decorada con posters de reinas de belleza y maquillaje profesional.
—¡No puedes usar botas de lluvia con ese vestido!— reclamo Lola desde la puerta de su departamento
—¡Pero son prácticas!— replicaba Lana, mientras metía una lombriz en su bolsillo por si "la necesitaba más tarde"
Mientras, en el último piso, Lincoln terminaba de vestirse, ajustando nerviosamente una gorra gris que ocultaba su distintivo cabello blanco. A su lado, Lina gateaba hacia la cuna, donde Tikki flotaba discretamente, jugando con un sonajero.
—¡Papi, bicho!— dijo Lina, señalando al kwami con una sonrisa. Lincoln se agachó rápidamente, susurrando:
—Shh, Lina, eso es un... juguete— mintió, tomando a Tikki y escondiéndola en su bolsillo de la camisa. El kwami asomó la cabeza, sus ojos brillantes llenos de preocupación.
—Lincoln, ¿estás seguro de que quieres ir hoy? Después de lo que pasó ayer...— preguntó Tikki en voz baja.
—No tengo opción— luego salió de su habitación
De vuelta al departamento del primer piso, Lynn Sr. termino de servir el desayuno, toda la familia estaba presente y comenzó a servirse mientras de fondo se escuchaba las noticias en la televisión captaron la atención de todos.
"Los llamados seres de piedra siguen esparcidos por la ciudad sin mostrar movimiento. La policía ha acordonado las áreas afectadas" anunciaba Katherine, mostrando imágenes de estatuas humanoides rodeadas de vallas amarillas.
"No nos rendiremos hasta revertir esta situación" declaró el alcalde junto con el apoyo del capitán de policía "Great Lakes City confía en que sus nuevos ángeles, Red Beetle y Ek Miss, nos salven... nuestras vidas dependen de ellos" concluyó la transmisión y un silencio incómodo llenó el departamento.
—Me pregunto si volverán a ser humanos— musitó Lynn Jr., rompiendo el hielo.
—¡Espero que sí, porque están en una dura situación! ¿Entienden?— bromeó Luan, esperando risas, pero nadie rio
Lincoln golpeó su taza contra la mesa, haciendo que todos saltaran.
—No es gracioso, Luan— exclamo Lincoln golpeando la su taza contra la mesa haciendo que todos saltaran— Esas personas podrían estar atrapadas así para siempre... y todo porque uno de esos héroes falló— dijo, con un tono más amargo de lo que pretendía.
—Wow, Lincoln, lo siento. Solo intentaba aligerar el ambiente— se disculpó Luan, sorprendida.
—Pues no lo hiciste— replicó Lincoln, clavando la mirada en su plato.
—¿Qué te pasa, Apestocito?— hablo Lynn Jr.— De todos, tú deberías estar más emocionado con los superhéroes—
—Lo estoy, pero—
—Pero nada— interrumpió Lana— Red Beetle y Ek Miss lo resolverán— afirmó, cruzándose de brazos.
—Eso espero— susurró Lincoln dando su ultimo bocado y llevar su plato al fregadero, sus hermanas hicieron o mismo y fueron a recoge sus cosas a su habitaciones—Ok Lina ya tenemos que— se quedó cayado cuando noto que Lina tenía a Tikki otra vez entre sus pequeñas manos— ¿Cómo es que-?—
—Yo también quisiera saber cómo terminé así— dijo Tikki, mientras Lincoln la rescataba y la escondía en su bolsillo.
—Niños, a Vanzilla!— llamó Rita, poniendo fin a la discusión.
Como un tsunami de zapatos y mochilas, los hermanas Loud corrieron por las escaleras hacia la planta baja, que sería su garaje y zona de lavado, subieron camioneta familiar. Lynn Sr. arrancó el motor con un gruñido metálico.
—Esperemos llegar a tiempo— murmuró Lynn Sr. abriendo la puerta del garaje y salir.
—Oye, ¿por qué te pusiste eso?— pregunto Lana al ver a Lincoln ponerse una gorra gris
—Es mi primer día en una nueva escuela— respondió Lincoln— Si ven mi cabello blanco, seré el bicho raro otra vez— explicó, ajustando la gorra ocultando su cabello blanco
—Si lo peinaras con estilo, sería fabuloso— dijo Lola sacando un peine de su bolso.
—Prefiero no arriesgarme— respondió Lincoln, justo cuando Vanzilla frenó en seco, haciendo que todos se inclinaran hacia adelante.
—¡Papá!— gritaron al unísono.
—¡Lo siento! No esperaba este tráfico", se defendió Lynn Sr., señalando la fila interminable de autos.
Lisa asintió con solemnidad.
—Es lógico, unidad parental— asintió Lisa mientras se justaba los lentes— Great Lakes City tiene una alta densidad vehicular, sumada a las calles cerradas por las estatuas en investigación—
—Vaya manera de empezar en la ciudad— suspiró Rita, mientras Lina, ajena a todo, reía al ver a Tikki asomarse desde el bolsillo de Lincoln.
(...)
El aroma a chilaquiles y café recién hecho inundaba el departamento de los Casagrande mientras la familia se agolpaba alrededor de la mesa del desayuno. En la pantalla del televisor, las noticias mostraban imágenes aéreas de Great Lakes City, donde decenas de estatuas humanoides víctimas del ataque de Corazón de Piedra permanecían inmóviles en las calles, rodeadas por vallas policiales.
—Esto no es normal, mijos— comentó Héctor apretando su taza de café— Esas personas... están vivas ahí dentro. Se los digo yo— murmuró, su voz cargada de una preocupación que rara vez mostraba.
—Que Dios nos proteja... y a esos pobres ángeles que se están enfrentando al mal— comento Rosa
—Mamá, no son ángeles— hablo María— Son solo dos chicos con trajes llamativos— comento con preocupación cruzándose de brazos
—¡Ey! Esos chicos salvaron a medio centro ayer— menciono Frida— Sin ellos, habría el doble de estatuas—
—Lo que necesitamos son científicos, no superhéroes— resalto Carlos— Alguien tiene que averiguar cómo revertir esto—
Ronnie Anne, sentada al final de la mesa, empujó su comida con el tenedor. Cada palabra sobre los "héroes" le quemaba los oídos. Ek Miss... ese nombre inventado en el momento, ese disfraz que apenas sabía usar... ¿Cómo iba a salvar a alguien?. Sin decir nada, tomó su mochila y salió silenciosamente, ignorando la mirada inquisitiva de su madre.
La pantalla de la laptop de Bobby proyectaba imágenes inquietantes del centro de la ciudad, donde decenas de estatuas humanoides permanecían inmóviles en medio de las calles. El reflejo azulado de la pantalla iluminaba los rostros preocupados de los Casagrande y Santiago reunidos en el mostrador principal del mercado familiar.
—Huy, espero que se resuelva pronto— comentó Carlota con voz temblorosa, sus dedos jugueteando nerviosamente con su pañuelo.
Bobby, su primo de la misma edad, asintió solemnamente mientras notaba la expresión turbada de su hermana menor.
—Yo también— asintió Bobby hasta que noto la mirada preocupada de su hermanas y le puso una mano reconfortante sobre el hombro de ella—Ronnie Anne— llamó suavemente, haciendo que la adolescente levantará la vista— Sé lo desquiciante y aterrador que es, pero no te preocupes, Nini—
—¡Sí!— interrumpió Carl— ¡Tenemos dos superhéroes reales cuidándonos!— declaró con los ojos brillantes de emoción, haciendo gestos exagerados con sus brazos como si estuviera en medio de una batalla épica.
—¡Y hay que demostrar que no tenemos miedo porque si no, ellos podrían asustarse también!— proclamó CJ con la convicción de quien está seguro de su lógica, aunque un poco temblorosa.
Carlota, siempre la voz de la razón, planteó la pregunta que todos evitaban.
—Pero... ¿y si fallan?— la pregunta que Carlota hizo dejo el lugar en un silencio total y Ronnie Anne sintió cómo su cuerpo se tensaba automáticamente, sus músculos preparándose para una pelea que aún no existía.
CJ, sin dejarse amedrentar, saltó sobre una caja de manzanas con dramático flourish.
—¡Entonces yo las rescataré!— exclamo CJ y saltó sobre una de las cajas— ¡Super-Pirata CJ al rescate!— declaró blandiendo un trapeador como si fuera una espada. La tensión se rompió con las carcajadas de todos, incluso Ronnie Anne no pudo evitar una sonrisa.
—Gracias, chicos— dijo Ronnie Anne, sintiendo cómo algo de peso se levantaba de sus hombros— Creo que necesitaba esto—
—De nada", respondió CJ con una reverencia exagerada, casi perdiendo el equilibrio sobre su improvisado pedestal—
El repentino repique del reloj del mercado marcando las ocho y media los sacó de su momentáneo alivio.
—¡Ay chihuahua! ¡Es tarde!— exclamó Ronnie Anne, agarrando su mochila con un movimiento rápido que hizo volar varios papeles del mostrador— ¡Vámonos!— ordeno a sus primos
—¡Ahí nos alcanzas!— gritó Carl sobre su hombro mientras se lanzaba hacia la puerta del mercado, seguido de cerca por Carlitos
—¡Adiós!— dijo Carlitos, tratando de imitar la velocidad de su hermano mayor.
—¡Esperen, escuincles!— exclamó Ronnie Anne ajustando la correa de su mochila con un tirón brusco— Haber en qué momento se acuerdan que yo soy la que trae la tarjeta— añadió con una sonrisa burlona mientras sacaba el objeto en cuestión, haciéndolo girar entre sus dedos.
—No entiendo por qué debes ir a la escuela— dijo Plagg asomándose desde la sudadera de Ronnie Anne— ¡Lejos de esa deliciosa comida!— protestó Plagg antes de ser empujado de nuevo al interior de la prenda por Ronnie Anne.
—¡Shhh! ¡No aquí!— susurró la adolescente con urgencia, mirando alrededor para asegurarse de que nadie más hubiera notado al kwami— No es que quiera realmente, pero si quiero tener un buen futuro, debo al menos terminar todos los niveles de estudio— explicó con un suspiro de resignación.
—Bien, mientras aún puedas cumplir con tus deberes de héroe...— murmuro Plagg
—Si, si, lo que tú digas— respondió Ronnie Anne con un gesto de desdén, llegando finalmente a la estación donde sus primos la esperaban impacientes— No traen la tarjeta, ¿verdad?— preguntó con falsa inocencia, sabiendo perfectamente la respuesta.
—Ya deberían darme mi propia tarjeta— Carl se cruzo de brazos— Ya soy lo suficientemente mayor y soy muy responsable— declaró con la seguridad de quien nunca ha cometido un error en su vida.
—Tan responsable, eh...— Ronnie Anne alzó una ceja mientras pasaba su tarjeta por el lector— ¿Cómo la vez que perdiste a Carlitos en el centro comercial?— cuestionó con una sonrisa burlona que hacía arder las orejas de su primo.
—¡Él salió de mi vista cuando se suponía que nos cuidabas!— se defendió Carl, señalando a Ronnie Anne con acusación.
—Y ustedes se salieron de mi vista cuando les dije que esperaran para comprarles un helado. ¿Quién realmente tiene la culpa?— contraatacó con precisión, dejando a Carl sin palabras— Eso creí— añadió satisfecha, guiando a su grupo hacia las puertas del metro.
(...)
El rugido del motor de Vanzilla se apagó bruscamente cuando Lynn Sr. derrapó en el último giro antes de llegar a la escuela. El vehículo familiar, fiel compañero de mil aventuras, chirrió protestando continuó su camino donde a lo lejos podían ver al imponente edificio de la Academia Cedar Chávez.
—¡Sí, lo logramos!— exclamó Lynn Sr, golpeando el volante con entusiasmo antes de inclinarse para darle un beso al desgastado tablero— Lo hiciste bien, Vanzilla. Ya estamos cerca—
—Si—Rita, con los nudillos blancos por aferrarse al asidero durante todo el trayecto, soltó un suspiro de alivio mezclado con exasperación— Ya lo entendimos, cielo— dijo, intentando recuperar el ritmo normal de su respiración— Pero ¿tenías que derrapar en cada esquina?—
—¡Teníamos que llegar a tiempo!— se defendió Lynn Sr. girándose para mirar a su familia con una sonrisa que rápidamente se desvaneció al ver el estado de sus hijos.
El panorama en la parte trasera era caótico. Los hermanos Loud estaban esparcidos como muñecos de trapo en diferentes asientos y posiciones, excepto Lina, quien afortunadamente estaba asegurada en su silla para bebé, aunque con los ojos tan abiertos como platos por la adrenalina del viaje.
—¿Por qué rayos no le hemos reparado los cinturones de seguridad a Vanzilla?— cuestionó Lynn Jr., tratando de enderezarse mientras se masajeaba las sienes para aliviar el mareo.
—Créeme, lo he intentado— respondió Lana, cuyo rostro había adquirido un preocupante tono verde— Pero hay que quitar algunas partes que pueden tardar días en desmontar, arreglar y volver a poner— explicó mientras tragaba saliva con dificultad— El problema es que siempre necesitamos usar a Vanzilla, así que nunca me dan el tiempo suficiente para hacerlo—
—¡Bien, ahora mi ropa está arruinada!— gritó Lola, examinando con horror las arrugas en su impecable vestido.
—No es para tanto— intentó calmar Luan, aunque su voz sonaba un poco temblorosa— Pudo haber sido peor—
Justo en ese momento, un sonido gutural proveniente de la silla de Lina cortó el aire. Todos giraron hacia la bebé, cuyos ojos comenzaban a llorar mientras sus pequeñas manos se aferraban a su barriga.
—Oh oh, Lina va a vomitar— anunció Lisa con su típica precisión clínica.
—No es la única— corearon al unísono Lola, Lana y Lily, cuyos rostros reflejaban el mismo malestar.
—¡Festival de vómito!— advirtió Lincoln, moviéndose con la rapidez de quien ha enfrentado esta situación demasiadas veces.
Sacó rápidamente una bolsa de papel de debajo del asiento y la distribuyó con eficiencia militar. Mientras sus hermanas aceptaban las bolsas con gratitud, él se concentró en Lina, liberándola de su silla con movimientos expertos. La inclinó suavemente hacia adelante, colocando la bolsa bajo su boquita justo a tiempo para capturar el contenido del pequeño estómago de la bebé.
—Estuvo cerca— murmuró Lincoln, limpiando con cuidado la boca de Lina con un pañuelo antes de volver a acomodarla en su silla.
—Lo siento, chicos. No quise ser tan brusco— se disculpó Lynn Sr., su voz cargada de genuino remordimiento mientras observaba el estado de su familia.
—No importa, papá— respondió Lincoln, cerrando herméticamente las bolsas contaminadas. —Solo no actúes como un loco de la velocidad. Con Lori y Leni tuvimos suficiente...— su voz se perdió mientras limpiaba los últimos restos del incidente del rostro de Lina.
—Fue buena idea proporcionar bolsas para el mareo en nuestros viajes, hermano varón— comentó Lisa, aprobando la previsión de Lincoln.
—Sí, preferí no correr riesgos como en nuestras últimas vacaciones— respondió Lincoln con una mueca, recordando el desastroso viaje al hotel de lujo hace años.
—Ni me lo recuerdes— gimió Lola, que finalmente comenzaba a recuperar su color normal. El momento de relativa calma se interrumpió bruscamente cuando Lynn Sr. frenó de golpe una última vez— ¡¿En serio, papá?!— protestó Lola, casi cayéndose del asiento.
—¡Lo siento, cariño, pero ya llegamos!— anunció Lynn Sr. con entusiasmo, señalando por la ventana hacia el imponente edificio escolar— La Academia Cedar Chávez— agregó con solemnidad, antes de dirigirse específicamente a Lincoln— Tú y tus hermanas deben ir con la directora para que les den sus horarios—
—¿No vendrán con nosotros?— preguntó Lily con voz temblorosa, sus pequeños dedos aferrándose al asiento delantero.
—Eso quisiéramos, cariño— respondió Rita con ternura— Pero tenemos que dejar a tus demás hermanas en sus escuelas y presentarnos en el nuevo local del restaurante de tu padre—
—Está bien, mamá. Te entiendo— dijo Lana con una madurez inusual para sus nueve años, abriendo la puerta de Vanzilla y bajando con determinación. Las demás hermanas la siguieron, estirando sus miembros adoloridos por el viaje.
—¿Se llevarán a Lina?— preguntó Lincoln con evidente preocupación, mirando a su pequeña hija que ahora jugueteaba felizmente con los tirantes de su silla, como si el incidente del vómito nunca hubiera ocurrido.
—Sí, cariño— confirmó Rita, inclinándose para ajustar el gorrito de Lina— Aún no hemos encontrado una guardería para ella, y dudo mucho que esté en condiciones de estar con más gente ahora— agregó con una mirada comprensiva hacia su nieta, que comenzaba a mostrar signos de sueño después del agitado viaje.
—Lo entiendo— Lincoln se acercó a Lina, colocando un beso suave en su cabecita rubia— Te veré más tarde— se despidió con voz suave, pasando suavemente un dedo por la mejilla regordeta de la bebé antes de cerrar la puerta de Vanzilla con cuidado.
—¡Que tengan un buen día!— gritó Lynn Sr. por la ventana mientras el vehículo familiar arrancaba, alejándose de la escuela en un ritmo notablemente más lento que el que había mantenido durante todo el trayecto.
Los hermanos Loud restantes se quedaron parados frente al imponente edificio escolar, sintiendo el peso de ser los nuevos estudiantes. Lincoln, como el hermano mayor presente, tomó la iniciativa.
—Bueno, hagamos un recuento— comenzó, señalando a cada uno. —1... 2... 3... 4...— su conteo se interrumpió abruptamente cuando notó una ausencia— Esperen, ¿y Lucy?—
—Detrás de ti— susurró una voz fantasmal justo en su oído, haciendo que Lincoln saltara casi un metro en el aire. Al girarse, encontró a Lucy parada directamente detrás de él, su habitual expresión sombría intacta a pesar del caótico viaje— Suspiro—
—SI— Lincoln se pasó una mano por el rostro, recuperando la compostura— Ok, ahora sí, vamos— ordenó, ajustando su gorra gris y dirigiendo a sus hermanas hacia las puertas principales de la escuela, donde una nueva aventura académica, y sin duda llena de desafíos, les esperaba.
Pasaron junto a un pequeño grupo de estudiantes que conversaban animadamente, pero no les prestaron atención. Los murmullos de los pasillos se tragaron sus pasos, mezclándose con el eco de cientos de voces adolescentes. Las luces fluorescentes parpadeaban sobre sus cabezas, iluminando carteles de "¡Bienvenidos, nuevos estudiantes!" y mapas del campus que parecían laberintos indescifrables.
—Suspiro... esta escuela huele a desinfectante y desesperación— murmuró Lucy, haciendo que Lana y Lola se miraran con incomodidad.
Lincoln no respondió. Sus ojos escudriñaban cada rostro, cada esquina, buscando... ¿qué exactamente? ¿Peligro? ¿Aceptación?.
(...)
—¡Está genial!— exclamó Sid, sus ojos brillando con genuino asombro mientras se inclinaba sobre el dispositivo. Su dedo trazaba líneas invisibles en el aire, siguiendo cada elemento en la pantalla— ¿Cómo lo llaman?—
—Les presento el Superblog— anunció Sameer con voz resonante, haciendo girar el dispositivo para mostrar una página web profesional con el título: "Las mejores noticias de los héroes más geniales del mundo". El diseño mostraba imágenes nítidas de Red Beetle y Ek Miss en acción.
—Es sorprendente— admitió Laird arqueando una ceja— ¿Pero cómo lo hicieron tan rápido?— pregunto con curiosidad
—Oh, conseguimos ayuda de un usuario en Royal Woods— explicó Sameer, bajando la voz como si compartiera un secreto de estado— Nos creó la página completamente gratis—
—Bueno, no exactamente gratis— corrigió Nikki— Dijo que le debíamos un favor con uno de sus amigos que se mudó aquí—
—Pero técnicamente no pagamos nada— insistió Sameer con un guiño cómplice, provocando risas en el círculo.
—¡Hola, chicos!— Ronnie Anne se acercó con su mochila balanceándose en un hombro, su presencia inmediatamente alterando la energía del grupo. Un mechón rebelde de su cabello caía sobre su ojo izquierdo, que apartó con un movimiento rápido de cabeza.
—Ya era hora, Santiago— dijo Nikki con una sonrisa burlona, recibiendo el complejo saludo característico de Ronnie Anne: un choque de puños, seguido de un gesto con la cabeza y terminando con una palmada en la espalda que solo su círculo íntimo conocía.
—Lo siento— se excusó Ronnie Anne mientras el grupo comenzaba a avanzar por el pasillo— Estaba ocupada con... otras cosas. ¿De qué me perdí?—
—Los chicos me mostraron la nueva página sobre los héroes de la ciudad— explicó Sid, caminando de espaldas con sorprendente equilibrio.
"¿Una página sobre mi y Red Beetle? ¿Ya?" Ronnie Anne sintió un escalofrío—Suena bien— respondió, tratando de sonar indiferente.
—¡Más que bien!— gritó Sameer, agitando los brazos— ¡Daremos las primicias antes que los noticieros importantes! ¡Seremos famosos!—
Ronnie Anne iba a responder cuando un murmullo creciente los distrajo. Un grupo de estudiantes se arremolinaba alrededor de Fred Benson, quien estaba recostado contra los casilleros, su rostro pálido y sudoroso. Fred, el mismo que había sido akumatizado en Corazón de Piedra, se encogía bajo la atención no deseada.
—¿En serio no recuerdas nada?— preguntó Rachel, inclinándose hacia él con curiosidad morbosa.
—Estabas completamente furioso. ¡Fue genial!— exclamo Alexy y sus manos gesticulaban violentamente, recreando la escena.
—Te juro que casi me aplastas— comento Ken, masajeándose el brazo como si aún sintiera dolor.
—Lo siento... no era yo... perdón— murmuró Fred, sus palabras apenas audibles sobre el murmullo del pasillo.
Becky, que había estado observando desde el borde del grupo, lanzó su dardo envenenado:
—Sí, una vez monstruo, siempre monstruo— comento Becky, su voz cargada de desprecio, hizo que Fred se estremeciera visiblemente. La reacción fue inmediata. Fred empujó a un lado a sus acosadores y se alejó con pasos largos y rápidos, su espalda rígida— Y al salir no olvides cerrar la puerta— menciono provocando risitas entre algunos espectadores.
Ronnie Anne apretó los puños. Si tan solo supieran que ella era Ek Miss... que todos podían convertirse en villanos bajo el control de Wraith Moth....
(...)
—Si... siente el calor de esas palabras, pierde el temperamento Fred— susurró, acariciando su bastón con dedos esqueléticos. Dentro del artefacto, un akuma revoloteaba inquieta, ansiosa por encontrar su víctima— Tu akuma te espera—
(...)
En los Pasillos Principales el pequeño grupo hervía de indignación.
—¡¿Cómo te atreves a decirle eso a Fred?!— rugió Sid, avanzando hacia Becky con los puños temblorosos. Sus ojos, normalmente llenos de alegría, ahora ardían con una furia poco característica— ¡Entre tú y él, tú eres la que tiene un corazón de piedra!—
—Si bueno— Becky, imperturbable, jugueteaba con un mechón de su cabello mientras respondía con voz gélida— Yo no fui quien le rompió el brazo al padre de Samanta, y mucho menos destruyó media ciudad— su mirada despectiva recorrió el grupo— Que tus amigos hayan subido un video de los "superhéroes" no significa que debamos confiar en ellos—
—Voy a hablar con Fred— aviso Ronnie Anne con determinación, alejándose del grupo antes de que pudieran responder. Sus pasos resonaron en los pasillos mientras gritaba— ¡Fred, Fred, Fred! Pero el chico había desaparecido entre el laberinto de corredores.
Mientras tanto, Lincoln y sus hermanas intentaban orientarse en la enorme escuela.
—Ahora, ¿Dónde estará la dirección?— murmuró Lincoln, frunciendo el ceño ante el complejo mapa de la escuela.
—Debo admitir que este lugar es más grande que el de Royal Woods— comentó Lola, inclinándose para examinar el plano con interés.
—Me pregunto si habrá lugares oscuros donde inspirarme— susurró Lucy
—Espero que el patio de juegos sea grande— dijo Lily, señalando con entusiasmo las áreas verdes en el mapa.
—Escuché que sus laboratorios son lo suficientemente adecuados para mis experimentos— su dedo índice aterrizó con precisión en la ubicación del laboratorio de química.
—Si me entero que diseccionan a una sola rana, juro que me las llevaré y haré una demanda a la escuela— declaró Lana con firmeza.
—Puedes enseñar tu video como lo hiciste conmigo y el director Huggins— dijo Lincoln mientras apartaba la mirada del mapa.
—¡Fred, Fred, Fred!— se escucho un grito y Lincoln giró la cabeza justo a tiempo para ver a Fred, el ex Corazón de Piedra, entrar a un salón vacío con movimientos bruscos.
—Lo intento, Lincoln— respondió Lana, distraída— Pero espero que no lastimen a ningún animal—
—Yo solo espero que la comida sea mejor— intervino Lola, haciendo una mueca— No soportaría comer un puré de papas que sabe a engrudo—
—Lola, esa vez te comiste el engrudo— la corrigió Lisa— Accidentalmente cambiaste mi material de trabajo por tu comida—
—¡Eww! No puedo creer que lo dejaras sobre la mesa de la comida— se quejó Lola.
—Ñe, no estuvo tan mal— defendió Lana— ¿Verdad, Lincoln?
—Sí, lo que digas— respondió ausente, su atención fija en la puerta del salón donde había desaparecido Fred— Espérenme aquí, yo haré algo—
Lincoln se acercó sigilosamente al aula vacía. Al asomarse por la puerta entreabierta, vio a Fred sentado contra la pared, su figura encorvada bajo el peso de sus pensamientos. En ese momento crucial, Lincoln sintió el peso de su doble vida como Red Beetle. Sabía que detrás de ese chico herido se escondía un poder destructivo que Wraith Moth anhelaba despertar. El destino de la ciudad pendía de un hilo, y todo dependía de lo que ocurriera en los próximos minutos en ese salón vacío.
—Hola— dijo Lincoln suavemente, acercándose con cuidado— ¿Cómo estás?— pregunto y Fred alzó la vista con sorpresa, sus ojos rojizos revelando que quizás había estado luchando contra las lágrimas
—No lo sé— confesó Fred su voz quebrada— Realmente no sé cómo me siento—
—Me lo imagino— Lincoln se deslizó hasta sentarse a su lado, manteniendo una distancia prudente— Sabes...— comenzó, eligiendo sus palabras con cuidado— Vi cómo miraste a esa chica... eh, ¿cómo se llama? Melanie, creo— vio un rubor inmediato tiñó las mejillas de Fred, confirmando su teoría— Y bueno, al parecer te gusta—
—¡No sé de qué estás hablando, chico nuevo!— protestó Fred, llevando instintivamente las manos a su rostro ardiente.
—Bueno, me creas o no, yo hice la misma cara que haces cuando la ves. Es la mirada de un enamorado apasionado— el gesto de incomodidad de Fred— ¡Oye, no lo digo como algo malo! —dijo rápidamente y su tono se suavizó— Es solo que estoy seguro de que ella hace lo mismo cuando no la ves. Ella siente lo mismo que tú. Deberías hablar con ella—
—No sé cómo hacerlo...— Fred hundió la cabeza entre sus hombros, sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de su sudadera— Las palabras no son lo mío— murmuró, su voz casi perdida en el eco del aula vacía.
—Mhhm— Lincoln se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con genuino interés— Oye, no necesitas hablar directamente si no estás listo— hizo una pausa dramática— Existen muchas maneras de expresarte y que te escuche, incluso sin palabras. Como un dibujo, flores, o incluso prepararle una comida. Lo digo por experiencia—
—¿Po-podría... escribirle una canción?— Fred sugirió tímidamente, como si la idea acabara de materializarse en su mente.
—¡Eso es aún mejor!— exclamó Lincoln, entusiasmado y se levanto— No a cualquier chica le dedican su propia canción— extendió la mano para ayudar a Fred a levantarse— Hazlo, Fred. Sé que te corresponderá. Y no olvides ser positivo—
—Gracias...— comenzó a decir Fred, pero de pronto su expresión se nubló de sospecha—. Oye, ¿Cómo sabes mi nombre?—
—Yo, eh, bueno— tartamudeó, sintiendo el pánico recorrer su espalda. Pero entonces recordó—: ¡Escuché a una chica gritar "Fred" y luego te vi esconderte aquí! Así que asumí que eras ese Fred.
—Tiene sentido— Fred asintió lentamente
—¡Lincoln!— la voz aguda de Lola cortó el momento, seguida del tropel de sus hermanas que irrumpieron en el aula— ¿Por qué tardaste?— reclamó, poniendo las manos en las caderas con gesto exasperado.
—Lo siento, no pensé que me tardaría tanto— comento Lincoln avergonzado
—Ya no importa —intervino Lana, mirando alrededor con curiosidad— Pero tenemos que llegar a nuestros salones y todavía no sabemos cuáles son—
—Lo había olvidado— murmuro y Lincoln se volvió hacia Fred— Fred, antes de que te vayas, ¿me podrías decir dónde está la dirección, por favor?—
—Puedo llevarlos —ofreció Fred.
—Te lo agradezco— dijo Lincoln con genuina gratitud. Mientras salían del aula, las hermanas Loud se adelantaron, sumidas en su propia conversación.
—¿Qué son ellas de ti?— preguntó en voz baja observando al grupo con curiosidad
—Mis hermanas— respondió Lincoln con naturalidad.
—¿Todas?— pregunto y su mandíbula casi llegó al suelo— ¡Son como... cinco!—
—Sí, y son las menores— agregó Lincoln disfrutando del shock en el rostro de Fred— También tengo hermanas mayores—
—Amigo, ¿Cuántas hermanas tienes?— preguntó Fred, sus problemas momentáneamente olvidados ante esta revelación.
—Tengo diez hermanas— confesó Lincoln con una sonrisa— Cinco mayores y cinco menores. Yo soy el hermano de en medio y el único niño de la familia—
—Genial...— murmuró, aunque su tono sugería que encontraba todo menos genial la situación.
(...)
En algún lugar oscuro y olvidado de la ciudad, Wraith Moth su rostro retorciéndose en una mueca de rabia pura al sentir las emociones de Fred.
—¡No!— rugió, su voz distorsionada— ¡Las emociones negativas se desvanecen!—
Sus gritos resonaron en la cámara vacía, eco de un plan que se desmoronaba. Donde minutos antes había visto un corazón vulnerable listo para la akumatización, ahora solo quedaba esperanza. Y para Wraith Moth, eso era simplemente intolerable.
(...)
El pasillo de la Academia César Chávez vibraba con el murmullo de cientos de estudiantes. Ronnie Anne caminaba junto a Sid.
—¿Qué pasó con Fred?— preguntó Sid, mirando hacia atrás como si esperara ver al chico tímido aparecer de la nada.
—Lo perdí entre los pasillos— Ronnie Anne se encogió de hombros, fingiendo indiferencia— Sabe cómo escabullirse—
—Supongo que conoce sus atajo— comentó Sid ajustando la correa de su mochila. Mientras se acercaban a su salón, Sid lanzó una mirada cómplice a Ronnie Anne— Oye, Ronnie Anne— comenzó, con esa voz que siempre presagiaba preguntas incómodas— ¿Cuál de los dos héroes te impresionó más?—
—¿Cuál?— Ronnie Anne sintió que Plagg se movía dentro de su sudadera, como si el kwami estuviera riéndose de ella— Oh, bueno...— Ronnie Anne sintió cómo un calor familiar subía por su cuello. ambos son geniales—comenzó, jugueteando nerviosamente con el borde de su sudadera— Aunque creo que Red Beetle lo fue más— las palabras salieron casi como un susurro, y maldijo mentalmente el tono soñador que había teñido su voz.
—¡Awww!— Sid casi saltó de emoción— ¡Estás enamorada de un superhéroe!—
—¡¿Qué?! ¡Claro que no!— protestó Ronnie Anne, sus mejillas ahora del color escarlata— Solo lo admiro, como admiro a la Tormenta— se defendió Ronnie Anne, cruzando los brazos.
—Lo que tú digas, Ronnie Anne—respondió Sid, alzando las manos en gesto de rendición, aunque su sonrisa decía claramente que no estaba convencida. Afortunadamente para Ronnie Anne, la conversación terminó abruptamente cuando entraron al salón, donde la mirada inquisitiva de la maestra Gina las recibió.
El grupo de los Loud seguía a Fred por los pasillos, admirando la arquitectura de la escuela que, sin duda, era más impresionante que la de Royal Woods.
—Gracias por traernos, Fred— dijo Lincoln
—No fue nada— respondió Fred encogiéndose de hombros, pero una pequeña sonrisa asomó en sus labios— Más bien, gracias a ti por darme ánimos con Melanie—
—Espero que te vaya bien con tu canción— dijo Lincoln, dándole una palmada amistosa en el hombro.
—Yo también— asintió Fred, su voz ganando un poco de confianza— Y espero que le guste el rock 'n' roll— con un último gesto de despedida, Fred se alejó, dejando a Lincoln con sus hermanas, que inmediatamente lo rodearon como halcones.
—¿Quién era ese chico? ¿Y qué decía sobre el rock 'n' roll?— preguntó Lucy
—Oh, él... me lo encontré en los pasillos. Estaba desanimado porque no podía confesar sus sentimientos a la chica que le gusta, y le ayudé un poco—
—Más vale que no le hayas dado uno de tus ridículos consejos como Gurú de Chicas— advirtió Lola señalándolo con un dedo acusador.
—Eso fue un error que cometí porque ustedes arruinaron nuestro puesto comiéndose mis chocolates— replicó Lincoln, recordando con amargura el desastre que había sido su intento de negocio.
—Touché— intervino Lisa, ajustando sus gafas con un movimiento preciso.
—¿Qué consejo le diste?— preguntó Lana, inclinándose hacia adelante con genuina curiosidad.
—Él algo tímido para hablar con ella— Lincoln comenzó a explicar— Y Le dije que no necesitas hablar sino que podía decírselo con un dibujo, un poema y una canción, el decidió la ultima y...— pero de pronto se detuvo, sus ojos abriéndose como platos al darse cuenta de algo—Esperen... Lucy, ¿Qué género musical mencionó?—
—Rock 'n' roll —respondió Lucy
—Otra vez el Gurú de Chicas— murmuró Lisa, mientras sus hermanas intercambiaban miradas entre divertidas y exasperadas.
—¡En mi defensa, no dije qué música debía usar!— protestó Lincoln, justo cuando llegaban a la puerta de la dirección. Llamó con rapidez, ansioso por cambiar de tema.
—Adelante— respondió una voz desde dentro, y al abrir la puerta, se encontraron con la directora, una mujer de mediana edad con gafas y una expresión que equilibraba perfectamente la amabilidad y la autoridad— Buenos días, ¿Qué se les ofrece?— preguntó, observándolos con interés.
—Buenos días, directora— Lincoln tragó saliva— Eh, bueno... somos nuevos estudiantes y... —comenzó, pero la directora lo interrumpió con una sonrisa.
—Oh, deben ser los niños Loud. Estoy al corriente de su situación y su falta de ayer— dijo, levantándose de su escritorio— Así que puedo darles sus horarios y llevarlos a sus grupos asignados—
—Gracias, directora— respondió Lincoln, aliviado.
—No es nada —aseguró ella, guiándolos hacia la puerta— Síganme, niños.
De vuelta en el salón de Ronnie Anne, la maestra Gina sonreía a sus alumnos.
—Buenos días, alumnos— comenzó— Como no pudimos iniciar como se debía ayer, hoy vamos a hablar sobre lo que hicimos este verano—
—¿Es necesario?— preguntó Becky, reclinándose en su silla con gesto aburrido.
—En cierta forma, hablar puede liberar la tensión y mejorar la concentración— explicó, y luego, con un brillo nostálgico en los ojos, añadió— Como yo lo hice con un hombre muy apuesto que conocí hace años...—
—Ay, no— murmuró Ronnie Anne, hundiéndose en su asiento y cubriéndose la cara con las manos— Por favor, que no hable sobre la relación que tuvo con mi papá— suplicó en voz baja, como si sus palabras pudieran alterar el curso de los eventos. En ese momento, como respondiendo a sus plegarias, alguien tocó la puerta— Gracias— susurró, aliviada.
—Adelante— dijo la maestra Gina, y la puerta se abrió para revelar a la Directora y, detrás de ella al nuevo estudiante, Ronnie Anne levantó la cabeza lentamente... y entonces lo vio.
—Buenos días, chicos— saludó la directora— Espero que hayan tenido un buen verano y bienvenidos— Se volvió hacia la maestra— Srta. Gina, él es Lincoln Loud uno de sus nuevos alumnos de su grupo—
—Es un placer tenerte con nosotros, Lincoln— dijo la maestra, ofreciéndole una sonrisa cálida.
—Igualmente— respondió Lincoln, levantando una mano en un saludo tímido.
—Bueno, Lincoln, bienvenido a la Academia César Chávez— continuó la directora.
—Gracias— dijo Lincoln, sintiendo cómo todas las miradas del salón se clavaban en él.
—Gracias, directora— dijo la maestra Gina, y cuando la directora se fue, se volvió hacia Lincoln— Bien, Lincoln, por motivos de tiempo aún no han traído la silla que te corresponde— Lincoln apenas pudo evitar un gesto de frustración, girando los ojos discretamente— Así que tendrás que sentarte en mi escritorio hasta que encontremos dónde colocarte— le ofreció su silla, pero al intentar acomodarse, las cosas de Lincoln cayeron al suelo con un estrépito, provocando risas en el salón. Él se apresuró a recoger todo, sus orejas enrojeciendo visiblemente— No te preocupes—lo tranquilizó la maestra
—Eh, maestra— Becky levantó la mano con un gesto demasiado inocente— Hay una regla en la escuela de que nadie debe usar gorro en clase— una sonrisa burlona se dibujó en sus labios— Y creo que nadie debe ser una excepción a esa regla, ¿o sí?—
—No, Becky— respondió la maestra Gina después de un suspiró resignado y luego miró a Lincoln— Lo siento, Lincoln, no puedes usar tu gorro— Lincoln bajó la mirada— Lincoln...— lo llamo seriamente
—Ya entendí— murmuró, y con movimientos lentos, como si cada segundo fuera una tortura, se quitó la gorra gris, revelando su brillante cabello blanco.
El salón estalló en murmullos de asombro.
—¡Guau!—
—¡Increíble!—
—¡Qué cabello!— exclamaron varios estudiantes.
—También está prohibido teñirse el cabello— dijo Becky su tono cargado de desafío.
—Ya cállate— dijo Lincoln, ahora más seguro, la miró directamente— Mi cabello no es teñido, es natural—afirmó, pasando una mano por su cabello— Es Rubio platinado. Lo heredé de mi abuelo materno... y de algún ancestro de la familia de mi padre— explicó, con una calma que sorprendió incluso a Ronnie Anne.
—Es lindo— comentó Sid, admirando abiertamente el cabello de Lincoln. Luego, con una sonrisa pícara, se volvió hacia Ronnie Anne— ¿O no, Ronnie Anne?— preguntó, pero no obtuvo respuesta— ¿Ronnie Anne?—insistió, siguiendo la mirada perdida de su amiga.
Ronnie Anne estaba paralizada, sus mejillas teñidas de un rojo intenso, sus labios entreabiertos en una expresión de absoluto asombro.
—Bah. Bah. Bah. Bah— balbuceó, incapaz de articular palabra, sus ojos clavados en Lincoln como si fuera una aparición celestial.
El chico en cuestión, sintiendo la intensidad de su mirada, volvió la cabeza y, al encontrarse con esos ojos oscuros llenos de... ¿era admiración?, sintió que algo dentro de él se estremecía. Y en ese momento, sin saber por qué, supo que este año escolar sería todo menos aburrido.
Chapter 5: ORÍGENES II
Chapter Text
El pasillo de la Academia César Chávez estaba inusualmente silencioso cuando Melanie salió del baño de chicas, ajustando nerviosamente el cierre de su mochila. El reloj sobre la pared marcaba que faltaban apenas tres minutos para el inicio de clase.
—¡Llego tarde, llego tarde!— murmuró entre dientes, acelerando el paso. Al girar la esquina, chocó contra algo sólido— ¡Ah! Fred... ¿qué...?—
Allí estaba Fred Benson, plantado como un centinela, con su mejor camisa, aunque arrugada, y los ojos brillando con una determinación que Melanie nunca le había visto. En una mano sostenía una hoja de papel cuidadosamente doblada; en la otra, su teléfono con la aplicación de karaoke abierta.
—Melanie... hice esto para ti— anunció, su voz temblando apenas.
Antes de que ella pudiera reaccionar, Fred presionó play.
Un riff distorsionado de guitarra eléctrica explotó en el pasillo, tan fuerte que hizo vibrar los casilleros cercanos. Melanie retrocedió, tapándose instintivamente los oídos. La canción sonaba como si alguien hubiera grabado una banda de garage con un micrófono de juguete.
Y entonces... Fred comenzó a cantar.
—¡MELANIE, eres mi oxígeno...!— gritó, desafinando cada sílaba con un entusiasmo aterrador.
Melanie sintió cómo el horror se extendía por su cuerpo. Los pocos estudiantes que pasaban por el pasillo se detuvieron, algunos grabando con sus celulares, otros simplemente paralizados por el espectáculo.
—¡Eres la más bella de las colegialas.!— continuó Fred, agitando los brazos como si estuviera en medio de un concierto de heavy metal.
Melanie no sabía si reír, llorar o huir. Optó por lo último.
—¡Espera! ¡No te vayas!— intentó Fred, pero Melanie ya había girado sobre sus talones y salido corriendo como si su vida dependiera de ello.
Fred se quedó mirando el espacio vacío donde Melanie había estado. Lentamente, el entusiasmo en sus ojos se apagó, reemplazado por una vergüenza tan intensa que le ardía la piel.
Con un gruñido, arrojó su celular contra la pared. El dispositivo se hizo añicos, esparciendo trozos de plástico y vidrio por el suelo. La música cesó abruptamente.
Fred se deslizó contra los casilleros, hundiéndose en el suelo como un globo desinflado. En sus manos, la hoja de papel con la letra de la canción, que en realidad era un poema bastante dulce, se arrugó bajo sus dedos convulsivos.
—Idiota... idiota... idiota— murmuró, golpeando su propia cabeza con el puño.
En ese momento, Sara O'Maley una de las chicas populares de la escuela, apareció en el extremo del pasillo, seguida por un grupo de chicas que reían entre dientes.
—Vaya, vaya... parece que el monstruo de piedra intentó ser romántico— dijo, pateando un trozo del celular roto— Patético—
Fred no respondió. Solo apretó más fuerte el papel, sintiendo cómo las palabras de Lincoln de "sé positivo" se desvanecían bajo el peso de su fracaso.
(...)
Y en algún lugar, muy lejos, Wraith Moth sonrió al sentir el dolor que brotaba de Fred como un manantial oscuro.
—Sí... eso es lo que he estado esperando— susurró, su voz distorsionada por la máscara de mariposa que le cubría la mitad del rostro, las sombras de las mariposas akuma revoloteaban inquietas, reflejando su ansiedad. Wraith Moth extendió su brazo, y una akuma negra con venas púrpuras se posó en su palma— Ya conoces el camino, mi malvado akuma"— dijo, acariciando sus alas con el pulgar— ¡Rastrea a tu presa!— luego libero al akuma y voló hacia la ventana— Vuela y conviértelo en malvado— fueron las últimas palabras que resonaron en la guarida antes de que la akuma atravesara el vitral como si fuera humo, dirigiéndose hacia la Academia César Chávez.
(...)
El pasillo de la academia quedó sumido en un silencio sepulcral. Fred Benson permanecía arrodillado, sus dedos temblorosos acariciando los restos del papel arrugado que alguna vez contuvo su confesión de amor.
—¿Cómo pude ser tan iluso?— susurró, aplastando el poema contra su pecho— Jamás debí hacerle caso a ese chico nuevo...—
La vergüenza se transformó en rabia, un fuego negro que le quemaba las entrañas. Justo cuando iba a romper lo que quedaba del papel, una sombra se interpuso entre él y la luz del pasillo.
El akuma descendió como un espectro, sus alas púrpuras desplegándose en cámara lenta antes de posarse sobre la bola de papel. Un destello violeta iluminó los pliegues arrugados, y entonces...
"Esta es tu segunda oportunidad, Corazón de Piedra" susurró la oscuridad, mientras una silueta de mariposa danzaba ante los ojos de Fred "Y esta vez... tendrás ayuda extra. Nada evitará que atrapes al amor de tu vida, pero antes..." añadió Wraith Moth, mostrando los diseños de los miraculous "Recuerda lo que yo necesito a cambio"
—Por supuesto— respondió Fred, levantándose con una determinación que no había sentido en toda su vida.
El akuma lo envolvió en un remolino de humo negro y morado, y Fred sintió cómo su cuerpo se endurecía, cómo su piel se convertía en piedra áspera, sus ojos estallaron en luz amarilla, y en ese mismo instante...
En toda la ciudad, las estatuas de sus víctimas anteriores despertaron.
(...)
El aula de la Academia César Chávez vibraba con la energía nerviosa de los estudiantes mientras la maestra pasaba lista. Lincoln, sentado frente al escritorio de la maestra, jugueteaba distraídamente con su lápiz.
—Antony Anderson— llamó la maestra.
—Presente— respondió un joven de espalda ancha cerca de la puerta.
—Fred Benson— continuó la profesora, levantando la vista del cuaderno.
BOOM.
La puerta del aula estalló en mil pedazos, proyectiles de madera y metal volando en todas direcciones. Los estudiantes gritaron mientras se cubrían instintivamente. Entre la nube de polvo y escombros, una figura masiva emergió - su cuerpo de piedra grisácea brillando bajo la luz, corazones rotos tallados en su pecho como cicatrices.
—¡PRESENTE!— rugió Corazón de Piedra, su voz resonando como un terremoto que hizo temblar los ventanales.
El caos se apoderó del salón. Sillas cayeron al suelo mientras los estudiantes retrocedían en pánico. Lincoln se puso detrás del escritorio, sus ojos azules abiertos de par en par mientras presenciaba la transformación monstruosa de Fred.
—¡MELANIE!— bramó el villano, avanzando pesadamente por el aula. Cada paso suyo hacía temblar el piso, dejando grietas en el linóleo. Con un movimiento rápido, su mano de piedra se cerró alrededor de Melanie.
—¡AAHH! ¡Suéltame Fred!— suplicó Melanie, sus pies pataleando en el aire, el terror dibujado en cada facción de su rostro.
—Ya no soy Fred— corrigió el monstruo, acercando su rostro pétreo al de ella hasta que sus narices casi se tocaban— Ahora soy Corazón de Piedra—
—¿Por qué haces esto?— lloriqueó Melanie, las lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Para que podamos estar juntos... para siempre— respondió, su voz tomando un tono casi melancólico bajo la distorsión monstruosa.
—¡Tío!— chilló Becky desde su asiento, su teléfono temblando en su mano. Corazón de Piedra giró lentamente su cabeza hacia ella— El monstruo volvió— alcanzó a decir antes de que otra mano de piedra la levantara como a un juguete.
Con un movimiento brusco, Corazón de Piedra se giró y cargó contra la pared del aula. El concreto cedió como papel, abriendo un enorme agujero hacia el exterior. La luz del sol inundó el salón destrozado mientras el villano saltaba al vacío con sus dos cautivas.
Por un momento, hubo silencio. Luego, el salón estalló en caos.
—¡Vamos, hay que seguirlo!— gritó Nikki, saltando de su asiento.
—¡¿Están locos?!— exclamó Lincoln, su voz más alta de lo habitual.
—¡Es nuestra oportunidad de ver en acción a los héroes!— dijo Sameer, sus ojos brillando con emoción mientras sacaba su teléfono para grabar.
—Pero— Lincoln tragó saliva, su mente corriendo a mil por hora. Tikki se agitó en su bolsillo, recordándole su deber— Bueno, vayan— dijo finalmente, haciendo un esfuerzo por mantener la calma— Pero yo iré por mis hermanas y las llevaré a un lugar seguro— agarró su mochila y salió corriendo del salón, esquivando escombros
—Ronnie, Sid— llamó Nikki desde el aula— ¿Vienen?—
—Creo que paso— respondió Sid, palideciendo— Tengo que ver a Adelaide—
—Y yo a Carl y Carlitos— añadió Ronnie Anne, su voz extrañamente tensa.
—Como quieran— dijo Nikki y salieron corriendo en dirección opuesta a Lincoln.
(...)
El corazón de Lincoln latía con fuerza contra su pecho mientras corría por los pasillos de la Academia César Chávez, sus zapatos golpeando el linóleo con un ritmo urgente. El eco de los gritos de los estudiantes aún resonaba en sus oídos, mezclándose con el distante estruendo de paredes derrumbándose.
—Genial, mi primer día y ni siquiera me quedé después de pasar lista— comentó entre jadeos, esquivando un trozo de yeso que había caído del techo—Ay mamá— exclamo y continuó su camino— en eso Tikki emergió de su bolsillo, sus pequeños ojos azules llenos de preocupación.
—"No lo tomes a mal"— dijo Tikki, volando junto a su rostro— Solo detén el akuma y podrás continuar con tus clases—.
—Y si no lo hago...— Lincoln esbozó una sonrisa pícara a pesar de la situación— ¿No tendré que volver nunca más a la escuela?— bromeó, haciendo un guiño exagerado.
—¡Lincoln!— regañó Tikki, deteniéndose abruptamente en el aire frente a sus ojos— Esto no es momento para bromas—
—Ok, ok, solo era una broma— se disculpó, levantando las manos en señal de rendición mientras reducía la velocidad al acercarse a un aula de quinto grado.
Con un movimiento rápido, abrió la puerta del salón, esperando encontrar a sus hermanas menores. Pero el aula estaba vacía, las sillas volcadas y los cuadernos esparcidos por el suelo como testimonio de una huida precipitada.
—¡Lucy!— llamó, su voz resonando en el salón desierto— ¿Dónde estás?— luego un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando solo el silencio respondió
—Aquí estoy—
—¡¡AAHH!!— Lincoln giró bruscamente para encontrar a Lucy junto a Lily, quien estaba agarrada a su mano, sus grandes ojos llenos de confusión inocente— ¡¿Dónde estabas?!— preguntó Lincoln, agachándose para estar a su altura.
—Suspiro. Fui a buscar a las demás— explicó Lucy con su tono habitual, como si estuvieran en una tarde cualquiera en casa—Pero solo encontré a Lily— hizo un gesto con la cabeza hacia la pequeña, quien jugueteaba con el dobladillo de su vestido—No he visto a Lisa ni a las gemelas—
Lincoln tragó saliva, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastándole los hombros. Lily, ajena a la gravedad de la situación, tiró de su manga.
—¿A dónde vamos?— preguntó Lily
—A buscar a las demás— dijo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. Lincoln intercambió una rápida mirada con Tikki, luego cargo a Lily en sus brazos y tomo la mano de Lucy
Los tres avanzaron por los pasillos, ahora iluminados por las luces de emergencia que parpadeaban intermitentemente. El sonido de sus pasos se mezclaba con los lejanos gritos y el crujido de la estructura del edificio. Lincoln escaneaba cada aula que pasaban, cada rincón, buscando desesperadamente los rostros familiares de sus hermanas perdidas.
—Lincoln...— susurró Tikki, desde su bolsillo—Sabes que mientras más tardes, más peligro habrá para todos—.
El joven apretó los dientes, sintiendo la batalla interna entre su deber como hermano mayor y su responsabilidad como Red Beetle. En ese momento, un estruendo aún mayor que los anteriores sacudió el edificio, haciendo que Lily se aferrara a su camisa con fuerza.
(...)
El eco de los gritos y el estruendo de paredes derrumbándose resonaban por los pasillos mientras Ronnie Anne y Sid corrían contra el tiempo.
—¡Lincoln corre muy rápido!— comentó Sid entre jadeos, apoyándose en las rodillas cuando perdieron de vista al chico de cabello blanco.
—Si— susurro Ronnie Anne al detenerse— Debe estar en los salones de primaria y preescolar— comento al notar los pasillos en el que estaban— Tal vez una de sus hermanas estén ahí—
—Al menos vamos por el mismo rumbo— comento Sid justo cuando iban a continuar, Ronnie Anne extendió el brazo deteniendo a Sid
—¡Espera!— exclamo Ronnie Anne quedando frente a la puerta del laboratorio de ciencias— Creo que hay alguien aquí— al entrar, el panorama era surrealista: entre tubos de ensayo y microscopios, una pequeña niña de gafas y suéter verde observaba atentamente una muestra— ¡Oye tú!— llamó Ronnie Anne.
—¿Sí?— respondió Lisa sin levantar la vista del microscopio, como si el apocalipsis fuera una simple interrupción en su investigación.
—¿Qué haces aquí? ¡Se supone que debes evacuar!— exclamo Ronnie Anne y fue cuando Lisa finalmente alzó la mirada, sus ojos reflejando una calma inquietante.
—Lo haría si no estuviera en proceso de un importante descubrimiento que requiere mi total atención— comento con una gran tranquilidad
Un violento temblor sacudió el edificio en ese momento, haciendo caer trozos de yeso del techo que se estrellaron a pocos centímetros de ellas.
—¡Yo creo que tu vida vale más que esto!— exclamó Ronnie Anne, actuando por instinto. En un movimiento fluido, levantó a Lisa como un saco de papas sobre su hombro— ¡Vamos, Sid!—
—Tal vez sepan que soy completamente capaz de irme por mi cuenta— protestó Lisa, balanceándose incómoda en la posición.
—Sí, sí, lo que tú digas— respondió Ronnie Anne sin perder el paso, su mente ya en la siguiente misión.
—¡Adelaide! ¡Carl!— llamo Sid al llegar a uno de los salones de tercer grado y bajo las mesas, acurrucados como animales asustados, estaban ambos niños junto a Carlitos
—¡Sid!— gritó Adelaide, lanzándose a los brazos de su hermana mayor.
—¿Están bien?— preguntó Sid, revisándolos rápidamente en busca de heridas.
—¿Qué está pasando?— pregunto Carlitos aferrado al brazo de su hermano
—El monstruo de piedra volvió— dijo Ronnie Anne mientras ayudaba a los niños a ponerse de pie.
—¡LOLA! ¡LANA! ¡LISA!— escucharon un grito en el pasillo
—¿Lincoln?— murmuró Lisa, deslizándose del hombro de Ronnie Anne para asomarse por la puerta— ¡Lincoln, estoy aquí!— llamó con voz más fuerte de lo habitual.
—¡Lisa!— Lincoln corrió hacia ella, su rostro iluminado por una mezcla de alivio e ira— ¡¿Dónde estabas, Lisa?!— preguntó mientras la abrazaba con fuerza.
—Eso no es de importancia— respondió Lisa
—Estaba en el laboratorio— interrumpió Ronnie Anne— Haciendo una investigación y no quiso irse—
—¡Lisa, ya hemos hablado sobre estas cosas!— regañó Lincoln, sus manos temblando levemente.
"Esas cosas no incluían "monstruos mágicos"— argumentó Lisa con lógica impecable por lo que Lincoln pasó una mano por su cabello blanco, visiblemente frustrado.
—Lo hablaremos después. Ahora hay que buscar a las gemelas—
—¿Gemelas? ¿Eran rubias?— pregunto Carl
—¿Ojos azules?— añadió Adelaide
—¿Una vestía rosa?— preguntó Carl.
—¿Y la otra usaba una gorra roja?— completó Adelaide.
—¡Sí, son ellas!— Lincoln asintió con desesperación
—Ellas se fueron— dijo Carl con sencillez.
—¡¿QUÉ?! ¡¿Cómo que se fueron?!— exclamo Lincoln con preocupación
—Cuando empezó todo esto, muchos salieron corriendo. Pero la chica de gorra se llevó a la de rosa— explico Adelaide
—¡Mierda!— maldijo Lincoln, justo cuando un temblor más fuerte sacudió el edificio— Las buscaré en el camino, pero hay que irse ¡Ahora!—
El grupo avanzó como una manada coordinada, esquivando escombros que caían como lluvia mortal. Justo cuando estaban a metros de la salida, un estruendo ensordecedor los hizo voltear: un enorme pedazo de techo se desplomó, creando una barrera impenetrable entre Lincon y Ronnie Anne con el resto.
—¡LINCOLN!— gritaron las hermanas Loud desde el otro lado.
—¡Estoy bien, no se preocupen!— respondió Lincoln, tosiendo por el polvo.
—¡Esperen, los ayudaremos!— exclamo Sid quitando parte de los escombros
—¡No!— gritó Ronnie Anne con una autoridad que sorprendió incluso a Lincoln— ¡Será mejor que se vayan!—
—¡¿Qué dices?!— protestó Sid.
Ronnie Anne miró a Lincoln, y en ese momento, algo silencioso pasó entre ellos; un entendimiento más allá de las palabras.
—Lleva a Carl y Carlitos a casa, por favor— pidió ella
—Sid, sé que apenas nos conocemos, pero ¿puedes llevarte a mis hermanas contigo? Iré por ellas cuando encuentre a mis hermanas— pidió Lincoln
—Pero— Sid miró entre los escombros y los niños asustados, antes de asentir con determinación—Está bien, lo haré. ¡Vámonos, chicos!—
El eco de los pasos de Sid y los niños se perdió entre los crujidos del edificio. Lincoln y Ronnie Anne se quedaron solos en el pasillo semiderruido, respirando el polvo que flotaba en el aire.
—Ok, ¿Dónde están las salidas de emergencia?— preguntó Lincoln, escaneando el lugar con mirada urgente.
Ronnie Anne señaló hacia el fondo del corredor, donde una luz roja parpadeaba débilmente— Hay una al final—
Corrieron hacia allí, esquivando trozos de yeso que caían como lluvia mortal. Al salir, la luz del sol los cegó por un instante. Estaban en el costado este del edificio, donde el caos era menor pero igualmente palpable.
—Gracias, Ronnie Anne— dijo Lincoln, limpiándose el sudor de la frente— Si quieres, puedes alcanzar a los demás. Yo puedo buscar a mis hermanas solo—
—¿Qué dices?— Ronnie Anne lo miró como si hubiera dicho algo absurdamente estúpido— No pienso dejarte solo en esto— respondió, cruzando los brazos— Tus hermanas pueden haberse ido por cualquier dirección. Mira, yo revisaré la parte de atrás de la escuela, y tú ve al frente—
—Ok, gracias— Lincoln asintió, agradecido
Se separaron, cada uno corriendo en direcciones opuestas.
(...)
Ronnie Anne se escondió detrás de unos arbustos, asegurándose de que nadie la viera.
—Ves... te dije que ir a la escuela no era bueno— dijo Plagg, flotando sobre su cabeza con una sonrisa burlona— Lado positivo: ¡tenemos día libre!—
—Oh no, no, no, Plagg. Tenemos trabajo que hacer— respondió Ronnie Anne, mostrando el anillo de oro rosa, ya que estaba en modo camuflaje.
—Ya me lo esperaba— Plagg suspiró dramáticamente.
—¡Plagg, las garras!— exclamo Ronnie Anne activando la transformación, luego un destello verde la envolvió, y en segundos, Ek Miss emergió de la luz, lista para la batalla.
(...)
Mientras tanto, Corazón de Piedra avanzaba por el patio de la escuela, arrastrando a Melanie y Becky como si fueran muñecas.
—No tienes idea con quién te has metido— declaró Becky, retorciéndose inútilmente— ¡Soy la sobrina del alcalde! ¡Enviará a la policía, al ejército y a toda la caballería!—
—¡No te olvides de los superhéroes!— gritó Ek Miss, apareciendo en lo alto de un árbol antes de lanzarse hacia Corazón de Piedra. Su bastón golpeó el hombro del villano, pero en lugar de dañarlo, lo hizo crecer el doble de su tamaño.
—¡Uy! Creo que la regué...— murmuró Ek Miss, aterrizando en una posición defensiva.
—Eres super-incompetente— dijo Becky con sarcasmo.
—¿Quieres a la caballería? ¡Pues aquí está!— rigió Corazón de Piedra. De la nada, sus copias petrificadas emergieron del suelo, rodeando a Ek Miss en un círculo perfecto— ¡Atrápenla!— ordenó.
—¡Ay, Chihuahua!— Ek Miss esquivó el primer golpe, luego el segundo— Siempre odié jugar al gato y al ratón— comentó, saltando sobre una estatua para evitar un ataque por la espalda.
—¡Cuidado!— advirtió Melanie, viendo cómo otra copia se acercaba sigilosamente, gracias a eso Ek Miss logró alejarse en el último segundo
—Pero ahora soy el ratón— jadeó Ek Miss, sintiendo el peso de la desventaja.
Mientras tanto, Corazón de Piedra se alejaba.
—Fred, ¿a dónde vamos?— preguntó Melanie, temblando.
—A entregar un mensaje... y después estaremos juntos para siempre, por la hermosa mariposa negra— respondió, con una sonrisa que heló la sangre.
—Ugh, todo este 'amor' y demás me hace sentir mareada— comento Becky con sarcasmo y burla
—No te preocupes, pequeño monstruo— Corazón de Piedra la miró con ojos vacíos— También me haré cargo de ti—.
—Uy— por primera vez, Becky sintió miedo real.
—¡Si puedes oírme, Red Beetle, me vendría muy bien tu ayuda ahora mismo!— grito Ek Miss aun luchando con las copias. Miró alrededor, contando al menos diez estatuas moviéndose hacia ella— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué las noticias no dicen realmente cuántos eran?!—
A pocos metros, Lana y Lola se escondían detrás de un contenedor de basura, observando la escena con ojos como platos.
—¿Dónde está Red Beetle?— preguntó Lana, apretando el brazo de su gemela.
—¡No me importa! ¡Solo quiero salir de aquí!— gritó Lola, justo cuando una de las copias levantó un auto y lo arrojó directamente hacia ellas.
—¡LANA! ¡LOLA!— Lincoln apareció como un rayo, empujando a las gemelas con todas sus fuerzas hacia el otro lado de la calle, pero el auto aun iba a caer sobre él.
—¡Lincoln!— gritaron las gemelas, horrorizadas.
Ek Miss reaccionó al instante. Con un movimiento preciso, lanzó su bastón, deteniendo el auto antes de que aplastara por completo a Lincoln. Aun así, quedó atrapado en un espacio diminuto, con apenas aire para respirar.
—¡Suéltame, cabeza de roca!— exigió Ek Miss cuando una de las copias la agarró por la capa.
Dentro del amasijo de metal,
—¿Lincoln?— Tikki emergió del bolsillo de Lincoln— ¿Estás bien?— preguntó, revoloteando cerca de su rostro.
—¿Tikki?—Lincoln tosió, intentando calmarse— Eso creo— respondió poniendo su mano en su pecho sintiendo el ritmo de su acelerado corazón
—¡LINCOLN!— gritaron las gemelas
—¡Aquí estoy, chicas! ¡Estoy bien!— les aseguró, aunque el dolor en su costado decía lo contrario.
—Te va-vamos a sacar de ahí— dijo Lana. Luego ambas intentaron empujar el auto, pero ni sus fuerzas combinadas lograron moverlo.
—Es inútil, chicas— dijo Lincoln, conteniendo un gemido— Busquen a una chica llamada Sid. Ella las llevará a casa—
—¡¿QUÉ?!— Lola lo miró como si la hubiera traicionado— ¡Ni loca te dejaremos aquí!—
—¡Solo háganlo! Miren, esto no durará mucho— Lincoln les sonrió, aunque el esfuerzo le costó— Creo que Red Beetle y Ek Miss arreglarán las cosas. Cuando termine, iré por ustedes y jugaremos lo que quieran— vio como las gemelas intercambiaron una mirada.
—¿Lo prometes?— preguntaron al unísono, con voces temblorosas.
—Lo prometo— afirmo Lincoln, por lo que Lana y Lola asintieron y corrieron
—Lincoln...— Tikki flotó frente a él, preocupada.
—Lo siento, Tikki. Estoy bien, solo... me aterra haber cometido un error peor que la última vez— admitió, recordando su falla anterior con el akuma.
—Aún recuerdas qué hacer con el akuma y el Lucky Charm, ¿verdad?— pregunto Tikki y Lincoln asintió— Bueno, mientras recuerdes eso, no deberías tener problemas— dijo Tikki, sonriendo. —¡Creo en ti, Lincoln!—.
—Bien— con un suspiro, Lincoln cerró los ojos por un segundo— ¡Tikki, Motas!— exclamo con voz firme luego la luz roja lo envolvió, y en segundos, Red Beetle emergió de entre los escombros, listo para la batalla, tomo el bastón de Ek Miss y luego con su yo-yo comenzó a columpiarse entre los edificios hasta alcanzar a la copias de Corazón de Piedra quien tenía a su compañera— ¡Ek Miss! ¡Extiéndelo!— gritó con voz firme, lanzando el bastón negro hacia la mano pétrea que aprisionaba a su compañera. El arma se alargó, forzando los dedos de piedra a abrirse y liberando a la heroína, que cayó con gracia felina sobre el pavimento. Mientras su yo-yo envolvía el tobillo de Ek Miss, izándola justo a tiempo para evitar el golpe de una estatua que se estrelló contra el suelo donde había estado segundos antes— Lamento el retraso. Otra vez— se disculpó Red Beetle
—Red Beetle, ¿te he contado alguna vez cómo pones mi mundo patas arriba?— bromeó, Ek Miss colgando boca abajo de un poste de luz
"Oh, lo que faltaba. No solo es otra Lynn sino también una Luan" pensó Red Beetle frunciendo el ceño bajo su máscara, recordando a su hermana bromista— ¿Crees que eres toda una comediante, eh? Aquí tienes algunos consejos: las bromas deberían ser más divertidas y en el momento adecuado—
El sonido de pesados pasos interrumpió su conversación. Una docena de estatuas vivientes se acercaban, sus ojos vacíos fijos en los héroes. Ek Miss dejó de balancearse, su expresión cambiando rápidamente de divertida a alarmada.
—¡Seguiré tu segundo consejo, así que sácame de aquí!— ordenó, su voz perdiendo el tono juguetón— ¡Rápido antes de que me usen como piñata de posada!—
Red Beetle no perdió tiempo. Con un movimiento fluido, tensó su yo-yo y saltó hacia la fachada de un edificio cercano, arrastrando a Ek Miss consigo. La heroína gritó mientras volaban por el aire, girando como un cometa humano antes de aterrizar con torpeza en el techo.
—¡La próxima vez avísame antes de hacer eso!— se quejó Ek Miss, frotándose el tobillo adolorido mientras se incorporaba. Pero Red Beetle no respondía; estaba absorto en la pantalla diminuta de su yo-yo, donde se transmitían noticias en vivo.
Ek Miss se acercó y vio lo que lo tenía tan concentrado: las imágenes mostraban al Corazón de Piedra original escalando el rascacielos más alto de la ciudad, con Melanie y Becky aún atrapadas en sus manos.
—Tratar de acabar con ellos uno por uno es inútil— murmuró Red Beetle, sus ojos azules reflejando la luz de la pantalla
—Necesitamos un plan mejor que correr y esquivar. ¿Tienes alguna idea?— cuestiono Ek Miss
— Si vamos a detenerlos, nuestra mejor opción sería ir directamente a la fuente del problema— respondió Red Beetle y miro a Ek Miss— Sígueme—
El viento silbaba en los oídos de Red Beetle y Ek Miss mientras se balanceaban entre los edificios de Great Lakes City, persiguiendo la silueta masiva de Corazón de Piedra que escalaba el rascacielos más alto con Melanie y Becky atrapadas en sus manos.
En las calles abajo, el caos reinaba. Las estatuas vivientes avanzaban sin rumbo, chocando contra autos y farolas, mientras los ciudadanos corrían en todas direcciones. La policía había formado un perímetro alrededor del edificio, sus armas apuntando hacia arriba con nerviosismo.
Entre ellos, destacaba la figura del Alcalde Andy Brown, su rostro congestionado por la ira y la preocupación.
—¡Exijo el regreso sano y salvo de mi sobrina!— gritó a través de un megáfono, su voz temblorosa pero firme.
—¡¿La quieres?!— Corazón de Piedra, desde su posición elevada, giró lentamente la cabeza hacia ellos. Su risa retumbó como un derrumbe— ¡Ahí la tienes!— sin previo aviso, lanzó a Becky al vacío.
El corazón de Red Beetle se detuvo por un segundo.
"Puede que sea una mocosa, pero no voy a dejarla morir", pensó, actuando por instinto.
Con un movimiento rápido, se lanzó en picada, su yo-yo enrollándose alrededor de una farola para cambiar de dirección. El aire le azotó el rostro mientras caía, extendiendo los brazos para atrapar a Becky justo antes de que impactara contra el suelo.
El aterrizaje fue brusco, pero seguro. Becky, aunque pálida, mantuvo su actitud habitual.
—"No prometí nada— murmuró, lo suficientemente alto para que Red Beetle la escuchara mientras la bajaba con cuidado
Pero el alivio duró poco.
—¡Estamos listos para atacar!—
Red Beetle reconoció la voz al instante: el Capitán Roger Rains, cuyo rostro estaba marcado por la determinación y una furia contenida. Sus oficiales ajustaban sus armas, apuntando hacia Corazón de Piedra.
—¡Espera, no lo hagas!— gritó Red Beetle, interponiéndose entre los policías y el edificio— ¡Si atacan, solo empeorarán las cosas!—
—Tengo un nuevo plan, a diferencia de ti— dijo el Capitán Rains cada palabra afilada como una navaja— Ya cometiste un error una vez. No voy a arriesgarme a que las cosas empeoren para nosotros como la última vez que tú y tu socio intentaron ayudar—
La palabra ayudar resonó como un insulto. Red Beetle sintió que el suelo se movía bajo sus pies, pero no por los temblores de la batalla.
—Ah... tiene algo de razón, ¿sabes?— murmuró, más para sí mismo que para Ek Miss. Su voz era un hilo frágil en el viento—Si tan solo hubiera recordado capturar al akuma la primera vez, nada de esto habría sucedido— sus manos, usualmente tan seguras al manejar el yo-yo, se cerraron en puños impotentes— Ya sabía que no era el indicado para este trabajo, pero mi kwami seguía insistiendo en que lo era. Y supongo que... una parte de mí quería creerle— termino y Ek Miss lo miró como si hubiera perdido la cabeza.
—¡Oye!— Ek Miss como un relámpago negro, se interpuso entre él y los policías— ¡No les hagas caso a lo que dicen!— luego giró hacia Red Beetle, sus ojos verdes brillando con una ferocidad que hizo retroceder incluso al capitán— Tú has hecho mucho más de lo que ellos lograron en décadas. ¡Y no tienen ningún derecho de decirte nada!— el silencio que siguió fue tan espeso que se podía cortar con un cuchillo.
Entonces, ante el asombro de Red Beetle, Ek Miss lo abrazó. No fue uno de esos abrazos torpes y rápidos, sino uno auténtico, apretado, como si intentara transferirle toda su terquedad felina a través del contacto.
—Sin ti, esa chica no estaría en este plano terrenal— susurró contra su oreja— Y sin nosotros, ellos no podrán lograrlo. Así que despierta, escarabajo. Se lo demostraremos— se separó lo suficiente para mirarlo a los ojos. —Créanme en esto, ¿de acuerdo?—
—De acu-acuerdo— tartamudeó Red Beetle sintiendo que el sonrojo le subía por el cuello hasta las orejas, alejándose del abrazo con la torpeza de un adolescente que nunca había sido abrazado así.
El aire en Great Lakes City parecía haberse congelado cuando Corazón de Piedra comenzó a convulsionar. Un sonido gutural, como el crujir de montañas en movimiento, emergió de su garganta pétrea. Las grietas en su cuerpo se expandían como telarañas bajo la luz del atardecer, brillando con un resplandor morado siniestro.
—¡Fred!— gritó Melanie desde su encierro en la mano del monstruo, su voz quebrada por el miedo pero con un destello de esperanza al notar que la presión alrededor de su cuerpo disminuía.
De la boca abierta del coloso de piedra brotó un enjambre de mariposas oscuras, sus alas de ébano y púrpura agitándose en un baile hipnótico. Las criaturas se organizaron en el aire como piezas de un rompecabezas viviente, formando un rostro sin muchas caracterizas para identificar quién era.
"Gente de Great Lakes", resonó la voz de Wraith Moth a través de la formación de mariposas, cada palabra vibrando con una cualidad sobrenatural que hacía temblar los cristales de los edificios cercanos. "Escuchen con atención. Soy Wraith Moth, el verdadero protector de esta ciudad".
Los helicópteros de noticias que rodeaban la escena retrocedieron instintivamente, sus luces proyectando sombras danzantes sobre las fachadas de los edificios. Las cámaras transmitían en vivo cada movimiento, cada palabra, a una audiencia atónita.
"¡Red Beetle, Ek Miss!", continuó la voz desde la nube de mariposas, ahora adoptando un tono acusador. "Entréguenme sus Miraculous. ¡Ya han causado suficiente daño a esta ciudad y a su gente con su incompetencia!"
Un silencio pesado cayó sobre la multitud. Luego, como rompiendo un hechizo, la risa de Ek Miss cortó la tensión como un cuchillo.
—¡Voy a admitir que hiciste una gran entrada dramática!— exclamó, balanceándose sobre su bastón con una gracia felina. Su cola ondeaba con desprecio mientras señalaba a la formación de mariposas— ¡Fue un buen intento, Wraith Moth, pero todos sabemos quién es el verdadero villano aquí!—
—¡Exacto!— rugió Red Beetle, su voz resonando con una fuerza que sorprendió incluso a él mismo— ¡Si no fuera por tu manipulación, Fred nunca se habría convertido en Corazón de Piedra! ¡Tú eres el responsable de todo este caos!—
"¡Insolentes!", la cara de mariposas se contorsionó en una mueca de ira "¡No saben con quién se están metiendo!"
—¡Lo sabemos perfectamente!— contraatacó Red Beetle— ¡Y te lo prometemos, Wraith Moth, no importa cuánto tiempo nos tome, te encontraremos y recuperaremos tu Miraculous!—
Con esa declaración, Red Beetle lanzó su yo-yo con precisión quirúrgica. El dispositivo giró como un torbellino plateado, atrapando las mariposas oscuras en su centro. El rostro de Wraith Moth se distorsionó, sus rasgos desvaneciéndose en un grito silencioso antes de dispersarse en miles de partículas de luz.
Desde su posición elevada en una cornisa del rascacielos, Red Beetle abrió su yo-yo, liberando una cascada de mariposas blancas purificadas que iluminaron el cielo crepuscular como estrellas fugaces. La multitud en las calles estalló en aplausos y vítores, sus rostros iluminados por el espectáculo celestial.
—¡Déjenme hacerles esta promesa!— declaró Red Beetle, su voz amplificada naturalmente por la altura y la acústica urbana— ¡No importa qué amenaza se presente, no importa qué villano intente hacerles daño, Ek Miss y yo estaremos aquí para protegerlos! ¡Esta es nuestra ciudad, y juntos la mantendremos a salvo!—
Ek Miss, observando desde abajo, sintió una extraña calidez en el pecho al ver a su compañero brillar literal y figurativamente.
—Él es un verdadero héroe— murmuró para sí misma, una sonrisa genuina asomando bajo su máscara. Con un movimiento ágil, extendió su bastón y se impulsó hacia el rascacielos, aterrizando con gracia junto a Red Beetle.
La escena era pintoresca: los dos héroes de espaldas a la puesta de sol, silueteados contra un cielo ahora lleno de mariposas luminosas, la ciudad a sus pies. Las cámaras capturaron cada ángulo, transmitiendo la imagen a cada pantalla de Great Lakes City.
Mientras tanto, en las calles, la gente comenzaba a corear los nombres de sus protectores.
—¡Red Beetle! ¡Ek Miss! ¡Red Beetle! ¡Ek Miss!— el sonido era tan poderoso que hacía vibrar los escombros en el suelo
(...)
En la guarida oculta de Wraith Moth apretó su bastón con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
—Argh ese es el problema con los superhéroes— dijo Wraith Moth al escuchar dicha declaración— ¡Son tan heroicos!— dijo molesto y activo su poder para comunicare con su Akuma— Corazón de Piedra, van a tratar de quitarte a tu amada para siempre ¡Debes quitarle sus Miraculous para que no tengan poder contra ti!—
(...)
—¡Nunca me quitarán a Melanie!— rugió Corazón de Piedra, su voz resonando entre los edificios como un trueno lejano—Vengan conmigo seres de piedra— ordeno mientras comenzaba su ascenso final hacia la cima, arrastrando a una aterrorizada Melanie en su puño cerrado.
Luego decenas de réplicas petrificadas comenzaban a escalar el edificio, sus movimientos mecánicos y sincronizados como un ejército de piedra. El sonido de sus dedos arañando el acero y cristal creaba una cacofonía escalofriante.
—Estamos rodeados. ¿Qué se supone que debemos hacer ahora?— preguntó Ek Miss mientras observaba por el barandal como las copias de Corazón de Piedra rodeaban el edificio
—Usando nuestros poderes. Tu Kwami te dijo qué hacer esta vez, ¿verdad?— preguntó Red Beetle.
—Si, esta vez si escuche el tutorial ¿Quieres que te lo diga ahora?— preguntó Ek Miss con sarcasmo.
—Todavía no. Te avisaré cuando ¡Amuleto encantado!— gritó Red Beetle, lanzando su yo-yo al cielo y las mariquitas salieron de su yoyo hasta dejar caer el objeto necesitado, un paracaídas de combate militar— Creo que ya se que hacer— susurro mirando a Corazón de Piedra y Melanie.
—¿Un paracaídas? ¿En serio?— pregunto Ek Miss Su voz contenía esa mezcla de escepticismo y admiración que ya empezaba a ser familiar para Red Beetle.
—Confía en mí— respondió él, asegurándose el arnés con movimientos precisos— Gracias a la última vez, sabemos dónde se esconde su Akuma— explico Red Beetle
—Si, pero esta en su puño cerrado, en el mismo que lleva a Melanie— continuó Ek Miss— La pregunta es ¿Cómo quitárselo sin que ella salga herida?— cuestiono— Dime por favor que no es algo alocado—
—Mira Miss, él está enamorado de ella, lo cual es bastante obvio en base a algunas de las cosas que ha estado diciendo sobre no querer separarse de ella, y algo me dice que ella podría sentir lo mismo. Así que todo lo que tenemos que hacer es juntarlos— explico— Se un poco de estas cosas y se que son el "Uno para el otro ", pero aun no lo saben— concluyo
—Sigo sin entender que tratas de hacer—
—Wraith Moth cometió un error. Fred no es un monstruo, solo un chico enamorado que necesita... un pequeño empujón— luego comenzó a seguir a Corazón de Piedra.
—Realmente no entendí lo que dijo pero él es "el loco con un plan", pero soy su fiel compañera y confiare en lo que diga de ahora en adelante. Aun cuando en mi mente escucho a mi abuela reclamarme con una chancla— se dijo a si misma y Ek Miss lo siguió instantáneamente, su bastón extendiéndose como si fuera una extensión de su cuerpo.
—¡Ayuda! ¡Le tengo miedo a las alturas!— gritó Melanie desde lo alto, su voz quebrada por el pánico.
—¡No te preocupes, todo va a estar bien!— gritó Red Beetle y no perdió tiempo. Con la gracia de un gimnasta, saltó al vacío, usando su yo-yo para balancearse hacia la figura masiva de Corazón de Piedra.
—¿Cómo planeas exactamente unirlos más de lo que ya están?— preguntó Ek Miss con sarcasmo.
—¡Prepárate para mi señal!— Red Beetle le gritó a su compañera mientras su yo-yo se enredaba estratégicamente alrededor del cuello y el brazo de Corazón de Piedra. El movimiento fue tan preciso que parecía coreografiado, un ballet aéreo de heroísmo y astucia.
En el momento crucial, Red Beetle tiró con toda su fuerza. La física hizo el resto - el gigante de piedra se inclinó hacia adelante, su rostro acercándose inevitablemente a la aterrorizada Melanie. Cuando sus labios se encontraron, algo mágico sucedió.
Un destello de luz blanca irradió desde el punto de contacto. Las grietas en el cuerpo de Corazón de Piedra se iluminaron como venas de cristal, expandiéndose rápidamente por toda su figura. Su puño, hasta ahora cerrado con fuerza sobre Melanie, se abrió como una flor al amanecer, liberando la bola de papel akumatizada.
—¡Miss, el akuma! ¡Lánzamelo!— ordenó Red Beetle, sus ojos nunca dejando de seguir el objeto que caía en cámara lenta.
Ek Miss no necesitó que se lo repitieran.
—¡Home run!— exclamo ella al dar un golpe al papel con su pastón, digno de las grandes ligas, enviándolo directamente hacia el yo-yo extendido de Red Beetle.
—¡No más maldades para ti, pequeño akuma!— gritó él, atrapando el objeto y destrozándolo sin ceremonia. La mariposa akuma emergió, sus alas negras agitándose frenéticamente. Pero la victoria tuvo un precio. Sin la energía maligna que lo sostenía, Fred comenzó a caer, su cuerpo volviendo a su forma humana. Melanie gritó, extendiendo sus brazos inútilmente hacia él— ¡Oh mierda!— maldijo Red Beetle, reaccionando en milisegundos— ¡Miss, atrapa a Fred! ¡Yo iré por Melanie!— sin esperar respuesta, se lanzó al vacío.
—¡Cataclismo!— gritó ella, tocando la pared del edificio que de esta salió mágicamente un tubo que le sirvió como base para atrapar e a Fred con suavidad.
—Agárrate fuerte— extendiendo sus brazos para atrapar a Melanie, para luego hacer un giro y lanzar su yo-yo para atrapar el akuma— ¡Te tengo!— luego activo el paracaídas el cual se desplegaba con un sonido satisfactorio, no tardaron mucho para aterrizar suavemente en el suelo— Adiós pequeña mariposa— Red Beetle liberó la mariposa purificada.
El último destello de luz blanca se desvaneció cuando la mariposa purificada desapareció en el cielo crepuscular. Red Beetle observó su vuelo con una mezcla de alivio y asombro, sus dedos aún temblorosos por la adrenalina de la batalla. El paracaídas milagroso se enrolló solo en la mochila, como si supiera que su trabajo había terminado.
Al girarse, vio a Ek Miss aterrizando con la gracia de un gato, sosteniendo a un aturdido Fred entre sus brazos. La escena era casi cómica, la feroz heroína felina cargando al ahora frágil adolescente como si fuera un paquete precioso.
—¡Miraculous Red Beetle!— gritó él, lanzando el paracaídas hacia el cielo donde se disolvió en miles de mariquitas rojas y negras. Fue entonces cuando el verdadero milagro comenzó.
—Woah. Red Beetle, ¿estás viendo esto?— murmuró Ek Miss
El aire alrededor de ellos cobró vida. Miles de mariquitas luminosas, semitransparentes como espíritus de luz, surgieron de la nada. Bailaban en el aire como partículas de polvo en un rayo de sol, y dondequiera que pasaban, los destrozos de la batalla se reparaban mágicamente. Los edificios recuperaban su forma, los cristales rotos volvían a sus marcos, incluso las grietas en el pavimento se cerraban como heridas sanando.
—Sí. Es increíble— susurró Red Beetle, quitándose inconscientemente el casco para frotarse los ojos, como si no pudiera creer lo que veía.
—¡Es milagroso!— exclamaron al unísono, y luego se miraron sorprendidos por su sincronización. La risa que siguió fue liberadora, un sonido puro y juvenil que cortó la tensión acumulada.
—Vaya— Red Beetle se inclinó hacia adelante, las manos en las rodillas— Eso fue un buen ejercicio— dijo entre jadeos, levantando luego un puño tembloroso.
—Bueno, lo hicimos— Ek Miss chocó su puño contra el de él con más fuerza de la necesaria, haciéndole perder el equilibrio por un segundo.
—Ganamos— concluyeron juntos, sus voces mezclándose en una armonía perfecta.
(...)
Mientras tanto, en las sombras de su guarida, Wraith Moth frustrado dejando sus nudillos palidecían al apretar el bastón con furia contenida.
—Este es solo el comienzo, Red Beetle— murmuró, su voz un silbido venenoso que hacía eco en la cámara vacía. La ventana de observación se cerraba lentamente, cortando su visión de los héroes victoriosos— Tú y Ek Miss han ganado esta batalla, pero yo ganaré la guerra— en un arranque de ira, golpeó el suelo con su bastón, haciendo temblar los frascos de cristal que contenían sus mariposas— ¡Tendré sus Miraculous!— gritó a las paredes que ya no mostraban imágenes— ¡Tendré el poder absoluto! ¡Y mi sueño secreto se hará realidad!—
Su capa ondeó dramáticamente cuando se dio vuelta, revelando por un instante un destello de algo inesperado en sus ojos , no solo ira, sino una profunda tristeza, una herida antigua que alimentaba su obsesión. Pero el momento pasó rápido, y cuando se acercó a su altar de akumas, ya era solo el villano nuevamente.
—La próxima vez— prometió en voz baja, acariciando una mariposa particularmente grande y oscura— No subestimaré a estos... idiotas—
(...)
Red Beetle observaba a Fred y Melanie desde cierta distancia. La tensión entre los dos adolescentes era palpable, como una cuerda a punto de romperse. Con un suspiro, el héroe en rojo se acercó, decidido a terminar lo que había empezado.
—Creo que ustedes dos necesitan hablar— dijo, cruzando los brazos y mirándolos con una mezcla de firmeza y comprensión.
Fred, aún temblando por los efectos de la desakumatización, abrió la boca para protestar, pero solo logró emitir un sonido incoherente.
—Oh, um... yo...— balbuceó, jugando nerviosamente con los puños de su camisa.
Red Beetle no se inmutó. Con un movimiento fluido, sacó la hoja arrugada que había rescatado antes y se la tendió a Melanie.
—Tal vez ayude si lees la letra de la canción de Fred— sugirió, su voz suave pero firme. Sin esperar respuesta, dio media vuelta y se alejó lo suficiente para darles privacidad, pero no tanto como para no escuchar.
Melanie tomó el papel con cuidado, como si temiera que se desintegrara entre sus dedos. Sus ojos recorrieron cada línea, y con cada palabra, su rostro se teñía de un rojo más intenso.
—Melanie, eres mi oxígeno...— comenzó a leer en voz baja, pero suficiente para que Fred se estremeciera— Eres la más bella de las colegialas. Eres más fuerte que un roble, incluso cuando otros te menosprecian. ¿Te gustaría ser mi reina? Respóndeme, mi Melanie, y te prometo que ganaste. No lo lamentes—
El silencio que siguió fue tan denso que hasta Ek Miss, observando desde un costado, contuvo la respiración.
Finalmente, Melanie alzó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de incredulidad y ternura.
—Oh, vaya...— murmuró, mordiendo suavemente su labio inferior— ¿Realmente sientes eso por mí?—
Fred, cuyo rostro ahora rivalizaba en color con el traje de Red Beetle, asintió con un movimiento brusco de la cabeza. Parecía a punto de desmayarse.
—Lo que escribiste es realmente hermoso— continuó Melanie, jugueteando con el borde del papel.— Es una pena no haber podido oírla cuando gritas... um, digo, cuando la cantaste antes—
—¿Te asusté?— Fred palideció— ¿Es por eso que saliste corriendo?"— preguntó, su voz quebrada por el remordimiento. Melanie asintió— Lo siento, Melanie— murmuró, mirándola directamente a los ojos por primera vez— Te prometo que seré más gentil la próxima vez—
Fue entonces cuando Melanie, impulsada por una emoción que no pudo contener, cerró la distancia entre ellos y lo abrazó con fuerza. Fred se quedó paralizado por un segundo antes de responder al abrazo, enterrando su rostro en su hombro como si quisiera esconderse de su propia felicidad.
A unos metros de distancia, Red Beetle y Ek Miss observaban la escena con expresiones encontradas.
—Esos dos están hechos el uno para el otro, ¿no?— comentó Red Beetle, sin poder evitar una sonrisa bajo su máscara.
Ek Miss lo miró de reojo, una sonrisa pícara asomando en sus labios.
—Algo así como cuando nosotros dos fuimos hechos socios el uno del otro, ¿verdad?— preguntó, su tono juguetón pero con una curiosidad genuina detrás. Red Beetle sintió cómo el calor subía por su cuello hasta las orejas.
—A-Algo así— respondió, desviando la mirada hacia el suelo. El pitido de alerta en sus miraculous interrumpió el momento— Ahora, no sé ustedes, pero probablemente deberíamos irnos— dijo Red Beetle, ajustando su yo-yo con nerviosismo— Te veré la próxima vez, Miss— se despidió, lanzando su yo-yo hacia un edificio cercano.
Ek Miss lo observó balancearse en el aire, su silueta recortándose contra la luna llena.
—No puedo esperar, amigo mío— respondió en voz baja, como si las palabras fueran solo para ella.
Mientras Red Beetle desaparecía entre los rascacielos, Ek Miss se quedó un momento más, asegurándose de que Fred y Melanie estuvieran bien antes de activar su bastón y saltar hacia las sombras.
(...)
El departamento del primer piso del edificio Loud estaba iluminado por el tenue resplandor del televisor, donde las noticias repetían una y otra vez las imágenes de Red Beetle y Ek Miss celebrando su victoria. La pantalla mostraba los escombros de la ciudad reconstruyéndose como por arte de magia, los daños causados por Corazón de Piedra desapareciendo bajo un brillo etéreo. Pero lo que más helaba la sangre era la revelación final: Wraith Moth, el verdadero villano tras todo el caos, su nombre resonando como una amenaza latente.
Las hermanas Loud y Sid estaban apiñadas en el sofá, pero ninguna prestaba verdadera atención a la transmisión. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable, una mezcla de alivio y ansiedad que se aferraba al aire como una niebla espesa.
—Lincoln regresará, ¿verdad?— La voz de Lily, pequeña y temblorosa, rompió el silencio. Sus grandes ojos, llenos de esperanza, se clavaron en Sid, como si ella tuviera todas las respuestas.
—Lo harán— afirmó Sid, con más seguridad de la que sentía.
—Ya tardaron demasiado— murmuró Lucy, su tono sombrío como un presagio. Cruzó los brazos, hundiéndose un poco más en su capucha negra, como si quisiera desaparecer.
—Lo se— dijo Lana, con las uñas llenas de tierra por haber estado cavando nerviosamente en el jardín de macetas, tragó saliva— ¿Y si Lincoln resultó herido?— la pregunta se escapó de sus labios antes de que pudiera detenerla.
—¡Cállate!— Lola reaccionó como si alguien hubiera prendido fuego a su vestido favorito—¡No digas esas cosas!— gritó, saltando del sofá con los ojos brillantes de lágrimas reprimidas.
—Será mejor que se calmen. El estrés solo nubla nuestro juicio— dijo Lisa, aunque su voz sonaba más aguda de lo normal.
Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe.
—¡CHICAS!—
El grito de Lincoln resonó como un trueno en la habitación. Todas giraron al unísono, y por un segundo, el mundo pareció detenerse.
Estaba ahí. Sudoroso, con el cabello alborotado y la respiración entrecortada, pero entero.
—¡Lincoln!— el coro de voces de sus hermanas estalló en un torrente de alivio. Se abalanzaron sobre él como una marea, brazos entrelazándose alrededor de su cuerpo en un abrazo colectivo tan fuerte que casi lo derriban. Lincoln sintió el peso de sus miedos desmoronarse bajo el calor de ese contacto.
—¿Están bien?— preguntó, separándose lo justo para mirarlas una por una, buscando heridas invisibles.
—Nosotras estamos bien, eres tú el que nos preocupa— dijo Lana, su voz ronca. Le tocó el brazo, como si necesitara confirmar que no era un espejismo.
—Yo estoy bien, tranquilas— aseguró, dando un paso atrás para recuperar el aliento. Luego, su mirada se posó en Sid, quien observaba la escena con una sonrisa cansada pero genuina. —Gracias por traerlas— le dijo, con una gratitud que iba más allá de las palabras.
—No fue nada— Sid se encogió de hombros, jugueteando con su pulsera— Dejé a mi hermana y luego a los primos de Ronnie Anne antes. Fue una coincidencia que vivas cerca de mi edificio—
—Eso explica por qué no está tu hermana ni esos chicos que andaban con Ronnie Anne...— Hizo una pausa, el corazón latiéndole con fuerza. —¿Dónde está ella?— su mirada recorrió la habitación, buscando un rostro que no estaba.
—¿No estaba contigo?— Sid frunció el ceño.
—Lo estaba, pero nos separamos para encontrar más rápido a las gemelas— explicó Lincoln, el pánico filtrándose en su voz— Debo ir a buscarla—
En ese momento, el celular de Sid vibró con un tono estridente. Ella lo sacó al instante, aliviada al ver el nombre en la pantalla.
—Ronnie Anne, ¿dónde estás?—
'En el metro, voy de regreso' la voz de Ronnie Anne sonó desde el otro lado, entrecortada por el ruido de fondo.
—¡Oh, ya estás cerca!— Sid lanzó una mirada tranquilizadora a Lincoln— Es un alivio, porque Lincoln estaba por salir a buscarte— hubo un silencio incómodo al otro lado de la línea.
'No... no es necesario. Ya estoy cerca. Dile que no se preocupe'
—Ok, se lo diré. Te espero en el parque— colgó y se volvió hacia Lincoln— Ya viene en camino, así que no es necesario que seas su caballero de brillante armadura— dijo con una sonrisa burlona.
—¿Eh?— Lincoln parpadeó, confundido.
—Fue un gusto conocerte, Lincoln— Sid se rio, recogiendo su mochila— Espero que la próxima vez que nos veamos sea para pasar el rato—
—Lo pensaré— Lincoln la acompañó hasta la puerta, el peso del día comenzando a aplastarle los hombro— Gracias de nuevo, Sid—
—No es nada. ¡Hasta mañana!— Sid agitó la mano y se marchó, dejando atrás el alboroto de las Loud. Lincoln cerró la puerta y se dejó caer en el sillón con un suspiro profundo
—Vaya día— murmuró, pasándose una mano por el rostro.
—Y que lo digas— corearon sus hermanas, desplomándose alrededor de él.
—Al menos terminó bien— dijo Lincoln, cerrando los ojos por un segundo, permitiéndose creer que todo había acabado.
Hasta que la puerta se abrió de golpe.
Un escalofrío le recorrió la espalda antes incluso de girar.
—¡Lincoln Albert Loud!—
La voz de Rita Loud cortó el aire como un cuchillo. Lincoln se incorporó de un salto, enfrentándose al rostro furioso de su madre, sus mejillas enrojecidas y sus ojos brillando con una mezcla de ira y preocupación.
—¡¿Puedes explicarme por qué estuviste a punto de ser aplastado por un auto?!—
Lincoln tragó saliva.
—Era demasiado bueno para ser verdad— musitó, sabiendo que la noche apenas comenzaba.
(...)
El parque estaba extrañamente silencioso después del caos del día. Las últimas luces del atardecer teñían de naranja los árboles mientras Sid se mecía lentamente en un columpio, con los ojos fijos en la entrada del metro. Cada minuto que pasaba sin ver a Ronnie Anne hacía que sus dedos tamborilearan con más fuerza contra las cadenas oxidadas.
"Debí haber insistido en acompañarla", pensó Sid mordisqueando el interior de su mejilla.
Finalmente, una figura familiar apareció entre la multitud que salía de la estación. Ronnie Anne caminaba con la cabeza gacha, las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera y el rostro sombrío. Sid saltó del columpio y corrió hacia ella.
—¡Ronnie! ¡Por fin!— la abrazó con fuerza, como si necesitara asegurarse de que estaba realmente ahí. Ronnie Anne se tensó por un segundo antes de relajarse en el abrazo.
—No tenías que esperarme...— murmuró, pero su voz sonó más aliviada que molesta.
—Claro que sí— Sid la soltó para mirarla de arriba abajo, buscando heridas.— Después de lo que pasó hoy...— hizo una pausa al notar la mirada evasiva de su amiga— Oye, ¿estás bien?—
—Sí, solo cansada. Fue un día largo— Ronnie Anne evitó su mirada.
Caminaron en silencio por el sendero que cruzaba el parque.
—¿Y esas hermanas menores de Lincoln? ¿Están bien?— pregunto de repente Ronnie Anne
—Sí, están bien— Sid notó el tono de preocupación genuina en su voz— Aunque estaban asustadas...— hizo una pausa dramática— Lincoln casi fue aplastado por un auto.—
—¿¡QUÉ!?— Ronnie Anne se detuvo en seco, los ojos abiertos como platos.
—Tranquila, las gemelas dijeron que Ek Miss lo salvó en el último segundo.—
—Ah... qué bueno...— murmuró, aliviada pero fingiendo indiferencia.
—Sí, se preocuparon mucho porque Lincoln tardó en regresar, pero ahora está en casa, sano y salvo— Sid añadió, observando de reojo cómo Ronnie Anne relajaba los hombros. Un silencio incómodo cayó entre ellas, hasta que Sid, dio una sonrisa pícara— Aunque se puso bastante nervioso cuando supo que tú no estabas conmigo... hasta quiso salir a buscarte.—
—¿E-en serio?— Ronnie Anne casi se atragantó y sus mejillas se tiñeron de rojo al instante— Pero si ni siquiera me conoce bien... No tiene por qué...—
—Ajá, claro que no— Sid se rio, disfrutando cada segundo— Por eso mismo se le notaba la preocupación en la voz—
—Se preocupó por mí...— Ronnie Anne miró hacia otro lado, pero no pudo evitar sentir un cálido hormigueo en el pecho.
—Oye, ¿te acuerdas de la cara que pusiste cuando Lincoln entró al salón hoy?— dijo Sid, viendo su expresión, no pudo resistirse.
—¡¿QUÉ?! ¡No puse ninguna cara!—
—Ajá, claro. Como si te hubieran congelado. Ni siquiera pudiste decir una palabra clara sin dejar de verlo—
—¡Cállate!— Ronnie Anne enterró el rostro en sus manos.
—Vamos, Ronnie, es obvio que te gusta— Sid se rió, dándole un codazo.
Ronnie Anne abrió la boca para negarlo, pero las palabras no salieron.
—...Es solo que quiero conocerlo más— fue lo único que dijo en un susurro
—Bueno, por suerte viven cerca— Sid sonrió, satisfecha— Seguro se cruzan—
Ronnie Anne miró hacia los edificios rodeando el parque, imaginando qué estaría haciendo Lincoln en ese momento.
—Vamos, que mañana hay más oportunidades— dijo Sid mientras entraban a su edificio,
—Tal vez mañana pueda hablarle sin quedarme muda...— Ronnie Anne no pudo evitar sonreír.
Chapter 6: Orígenes II: Vida Nueva
Chapter Text
El amanecer llegó con una calma engañosa a Great Lakes. La ciudad despertaba como cualquier otro día, pero con un pulso distinto, como si cada habitante contuviera el aliento sin darse cuenta. Las cicatrices del ataque de Corazón de Piedra habían desaparecido físicamente, borradas por el poder milagroso de Red Beetle, pero algo intangible permanecía en el aire: una mezcla de alivio y cautela que teñía cada rutina.
Los comerciantes abrían sus tiendas como de costumbre, pero ahora con miradas más atentas hacia el cielo. Las madres llevaban a sus hijos al colegio agarrando sus manos con un poco más de fuerza. Los obreros reconstruían lo que ni siquiera necesitaba reconstrucción, revisando y revisando de nuevo sus trabajos, como si esperaran que los escombros reaparecieran por arte de magia.
En el parque central, donde el día anterior había caído una estatua destrozada, ahora los ancianos jugaban ajedrez como siempre. Pero sus partidas eran más cortas, sus conversaciones más susurradas.
—¿Viste cómo esa chica con capa movió el edificio entero?— preguntaba uno mientras movía un alfil.
—Sí, pero ese nuevo... ¿Cómo se llamaba? Polilla Fantasma... ese da más miedo— respondía el otro, comiendo nerviosamente un peón.
(...)
Los autobuses escolares seguían sus rutas exactas, pero los conductores frenaban con más suavidad en cada esquina. Los niños hablaban entre ellos con una mezcla de emoción y temor reverencial
—Mi papá dice que Red Beetle puede curar cualquier cosa— presumía un pequeño mientras mostraba una rodilla que ya no tenía rasguños
—Pero mi mamá dice que hay que tener cuidado al salir por las noches— replicaba su amigo, mirando hacia las sombras entre los árboles.
(...)
Los cafés estaban llenos como cada mañana, pero las conversaciones giraban en torno a un solo tema.
—¿Cómo es posible que no quede ni un rasguño?— preguntaba una joven mientras revisaba por décima vez su brazo, donde recordaba tener un corte.
—Esos héroes... son diferentes a todo lo que hemos visto— respondía su compañero, girando nerviosamente su taza entre las manos.
Hasta la policía había cambiado su rutina. Los patrulleros circulaban más despacio, los oficiales saludaban con más frecuencia a los vecinos. No perseguían delincuentes, sino que buscaban señales, cualquier cosa fuera de lo común que pudiera indicar el regreso del peligro
(...)
Mientras en las calles de Great Lakes City, Vanzilla avanzaba entre el tráfico matutino, llevando a bordo el caos característico de la familia Loud.
En el asiento trasero, Luan contaba un chiste que hacía reír a Lynn Jr. mientras hacía flexiones con sus brazos, Lucy leía un libro de poemas oscuros bajo su capucha, y las gemelas Lana y Lola discutían sobre algo que paso esa mañana y el resto lo olvido. Lisa explicaba una teoría científica a Lily, quien solo asentía con la cabeza mientras jugaba con su muñeca.
Pero en medio de todo ese bullicio familiar, Lincoln permanecía inusualmente callado. Sentado junto a la ventana, jugueteaba suavemente con los pequeños dedos de Lina, su hija, quien dormitaba contra su hombro. Su mirada perdida en el paisaje urbano revelaba más de lo que sus palabras podrían expresar.
Rita y Lynn Sr., desde el frente, intercambiaron una mirada significativa a través del retrovisor. Ambos habían notado la actitud de su hijo desde el incidente del día anterior.
(...)
La mañana en la Academia César Chávez amanecía con un bullicio inusual. Los pasillos, normalmente llenos de conversaciones triviales sobre tareas y fiestas, ahora resonaban con un solo tema: la batalla contra Corazón de Piedra y la aparición de Wraith Moth.
Sameer, Nikki, Laird, Sid y Ronnie Anne se agruparon frente a las escaleras principales, aún con la adrenalina del día anterior corriendo por sus venas.
—¡Cuando llegamos a la Torre Heaven, todo había terminado!— exclamó Sameer, golpeando el aire con frustración— ¡Nos perdimos la acción en vivo!—
—Nos perdimos la declaración más importante de los héroes— añadió Nikki, cruzando los brazos con decepción— Red Beetle y Ek Miss hablaron directamente a la ciudad, y nosotros estábamos atrapados en el tráfico—
—El debut del verdadero villano— murmuró Laird, ajustando sus gafas con un brillo de intriga en los ojos— Wraith Moth... ese nombre no suena nada bien—
—¡La batalla más épica de todos los tiempos!— Sameer agitó los brazos como si estuviera recreando el momento— ¡Y nos lo perdimos!—
—Chicos... ¿saben que se transmitió en vivo, verdad? —preguntó Sid, arqueando una ceja y luego ladeó la cabeza con una sonrisa burlona— Pudieron verlo todo desde sus casas—
—¡No es lo mismo!— protestaron Sameer y Nikki al unísono, mientras Laird asentía con gravedad.
—No se preocupen, chicos —dijo Ronnie Anne, dándoles una palmada en el hombro— Algo me dice que eventualmente obtendrán su primicia—
Sus palabras parecieron calmar el descontento del grupo, pero Nikki, siempre la más ambiciosa, no tardó en iluminarse con una idea.
—¡Oh! ¡Ya sé cuál debería ser nuestro próximo objetivo! —anunció, señalando el cielo con un dedo dramático— ¡Red Beetle: una entrevista exclusiva!—
Sameer y Casey intercambiaron miradas emocionadas, pero Sid, con una chispa de malicia en los ojos, llevó las cosas un paso más allá.
—¡O incluso mejor!— dijo, bajando la voz como si compartiera un secreto peligroso— ¡Descubrir quién está realmente detrás de esa máscara!
La reacción fue instantánea: Nikki casi saltó de emoción, Sameer se frotó las manos como un villano de caricatura, y hasta Laird, normalmente el más serio, mostró una sonrisa intrigada.
"Espero que no nos descubran", pensó Ronnie Anne, conteniendo un nerviosismo que amenazaba con filtrarse en su expresión. Sabía muy bien lo que sus amigos eran capaces de hacer cuando se obsesionaban con una investigación— ¡Sí, buena suerte con eso!— dijo con sarcasmo, forzando una risa— Pero creo que sería mejor que consiguieran la entrevista antes que nada— intentó sonar convincente, pero en el fondo, solo quería desviar su atención de cualquier idea de "descubrir identidades secretas".
En ese momento, el ruido de un motor llamó su atención. Una camioneta azul con detalles verdes se estacionó frente a la escuela, y cinco niñas bajaron de ella con una energía que contrastaba con la tensión del grupo. Ronnie Anne al reconocerlas aprovechó la distracción.
—Esperen, chicos... ¿Me ayudan con algo?— preguntó Ronnie Anne
—Claro, ¿de qué se trata?— pregunto Laird
—Hay que hacerle cambios a nuestro salón— fue lo único que dijo Ronnie Anne antes de dirigirse rápidamente hacia la dirección, alejándose de la conversación que podría poner en riesgo su secreto mejor guardado.
Mientras caminaba, no pudo evitar lanzar una última mirada hacia sus amigos, quienes ya discutían planes para "rastrear" a Red Beetle.
"Esto va a ser un desastre", pensó Ronnie Anne, sintiendo que el día se complicaría mucho más de lo esperado.
Cuando la Vanzilla se detuvo frente a la imponente Academia César Chávez, las más pequeñas —Lucy, Lana, Lola, Lisa y Lily— bajaron rápidamente, riéndose entre ellas. Lincoln se preparó para seguirlas, pero antes de que pudiera abrir la puerta, la voz de su padre lo detuvo.
—Lincoln —dijo Lynn Sr. con un tono más serio de lo habitual. Lincoln se volvió, sintiendo el peso de la mirada de sus padres.
—Lo que hiciste ayer fue muy peligroso— continuó Rita, sus ojos brillando con una mezcla de preocupación y orgullo reprimido.
—Lo sé— respondió Lincoln en voz baja.
—Pudiste haber muerto— añadió su padre, apretando el volante con más fuerza del necesario.
—Lo sé— repitió Lincoln, esta vez con un dejo de frustración.
Un silencio tenso llenó el auto, interrumpido solo por el leve respirar de Lina.
—Sin embargo...— sus palabras fueron suaves pero firmes— Lo hiciste para proteger a tus hermanas. Y no te vamos a castigar por eso—
—¿Qué?— Lincoln alzó la mirada, desconcertado.
—Lo que oíste, hijo— Lynn Sr. giró su asiento para mirarlo directamente— Sabemos que venir aquí no era algo que querías, pero solo queríamos alejarte del dolor que te causaba Royal Woods. Hizo una pausa, buscando las palabras correctas. Perdónanos por no tomarte en cuenta a veces. Queremos que confíes en nosotros... y que sepas que siempre tendrás todo nuestro apoyo—
Por un momento, Lincoln no supo cómo reaccionar. Sus ojos brillaron con lágrimas que se negaba a dejar caer.
—¿Hablan en serio? —preguntó, su voz quebrada por la emoción.
—Por supuesto— Rita se quitó el cinturón de seguridad y se inclinó hacia atrás para abrazarlo con fuerza— Ya no te estaremos vigilando como antes. Ahora puedes hacer lo que quieras...— hizo una pausa dramática— Pero, ¡claro!, debes mandarnos un mensaje diciéndonos con quién y dónde estás para no preocuparnos tanto— con ese comentario Lincoln soltó una risa entrecortada, devolviendo el abrazo.
—Gracias— susurró, sintiendo un peso enorme levantarse de sus hombros.
—Ahora ve a la escuela y sé un chico normal— dijo Lynn Sr. con una sonrisa burlona.
Lincoln, recuperando un poco de su esencia, respondió con una sonrisa igual de traviesa:
—Papá, somos Loud. Ser normal no es lo nuestro... solo ser ruidosos— respondió Lincoln con una sonrisa traviesa y ambos rieron, haciendo que incluso Lina se moviera en su sueño.
—Es verdad— admitió Lynn Sr., secándose una lágrima de risa— Ah, y avísales a tus hermanas que pasaremos por ellas una hora antes de su salida—
—¿Por qué?— Lincoln arqueó una ceja.
—Al parecer, los maestros decidieron que, después de los eventos de ayer, esta semana saldrían un poco antes de lo común. Los de secundaria seguirán igual —explicó su padre.
—Está bien, yo les aviso —asintió Lincoln, ajustando su mochila.
Con un último gesto de complicidad hacia sus padres, salió de la Vanzilla y se encaminó hacia la escuela, sintiendo, por primera vez en mucho tiempo, que podía respirar con libertad.
—¡Chicas, esperen!— llamó a sus hermanas, pero su voz se perdió entre el murmullo estudiantil. Fue entonces cuando lo vio: Fred, apoyado contra los casilleros azules, su figura inmóvil en medio del constante movimiento del pasillo. El mismo Fred que hace un día había sido Corazón de Piedra.
Lincoln sintió cómo sus palmas comenzaban a sudar. Cada paso hacia Fred parecía más pesado que el anterior, como si caminara contra corriente. El sonido de sus zapatos contra el piso de linóleo resonaba en sus oídos con una claridad casi dolorosa.
—Hola Fred— saludó, deteniéndose a una distancia prudente.
Los ojos de Fred, que momentos antes parecían perdidos en el horizonte, se enfocaron bruscamente en Lincoln. Hubo un instante de silencio incómodo, roto solo por el distante sonido de lockers cerrándose y risas adolescentes.
—Oh, hola Lincoln— respondió Fred, sus dedos jugueteando nerviosamente con la correa de su mochila. La luz fluorescente del pasillo acentuaba las ojeras bajo sus ojos.
—¿Cómo estás?— preguntó Lincoln, notando cómo su propia voz sonaba más aguda de lo normal.
—Estoy bien...— Fred miró hacia sus zapatos, donde una pequeña mancha de pintura blanca contrastaba con el negro del calzado.
El silencio que siguió fue tan denso que Lincoln casi podía saborearlo. Tragó saliva antes de continuar:
—Solo quería pedirte disculpas...— dijo Lincoln tragando saliva— Por el consejo...—
—No tienes nada que disculparte— dijo Fred con una firmeza que sorprendió a Lincoln.
—Lo tengo que hacer— insistió Lincoln, sintiendo cómo las palabras salían de su boca más rápido de lo planeado— Si yo no te hubiera dicho que lo hicieras tal vez no te hubieras akumatizado...—
El rostro de Fred se suavizó de una manera que Lincoln no esperaba. Con un movimiento lento pero decidido, Fred extendió su mano y la posó sobre el hombro de Lincoln.
—Tranquilo, no fue tu culpa— dijo, y esta vez su voz sonaba cálida, casi maternal— De hecho funcionó, pero no de la forma que lo hice—
—¿Cómo?— Lincoln arqueó una ceja, permitiendo que un poco de su curiosidad natural venciera la tensión del momento.
—Sí, le dediqué la canción— Fred comenzó a explicar, un rubor subiendo por su cuello— Pero la asusté por mis gritos— luego una risa involuntaria escapó de los labios de Lincoln antes de que pudiera detenerla.
—¿Pues qué le cantaste?— pregunto Lincoln
—Rock 'n' Roll— admitió Fred, hundiendo momentáneamente su rostro en sus manos antes de mirar nuevamente a Lincoln— A todo volumen. Con voz de death metal—
La imagen mental fue demasiado para Lincoln, que soltó una carcajada que hizo que varios estudiantes voltearan a verlos. Fred, después de un momento de resistencia, se unió a la risa.
—¡Dime por favor que no fue una canción demasiado fuerte y con un ritmo rápido!— pidió Lincoln entre risas, imaginando la escena. La expresión avergonzada de Fred fue respuesta suficiente— Mira, no está mal el género de música... solo hubieras encontrado uno más lento y hubiera funcionado.
—Tal vez debí buscar bien— admitió Fred, pero entonces su expresión cambió, transformándose en una mezcla de orgullo y timidez que Lincoln nunca le había visto antes— ¿Y sabes qué? Ahora estamos saliendo. Todavía no hay nada oficial, ella dijo que fuéramos lento...
—¡Eso está bien!— Lincoln sonrió genuinamente, sintiendo una inesperada oleada de alegría por su compañero.
El ambiente entre ellos había cambiado, la tensión inicial dando paso a una cómoda familiaridad. Fue entonces cuando Fred, mirando directamente a los ojos de Lincoln, dijo algo que lo tomó completamente por sorpresa:
—Lincoln, gracias por todo—
—No fue nada— respondió automáticamente, pero Fred no había terminado.
—¿Te gustaría almorzar conmigo?—
La pregunta, dicha con una naturalidad que contrastaba con la timidez de momentos antes, dejó a Lincoln momentáneamente sin palabras.
—¿Me estás invitando a salir?— preguntó con una sonrisa coqueta, disfrutando cómo los ojos de Fred se abrían como platos.
—N-no me refe-refería a eso— tartamudeó Fred, agitando las manos como tratando de borrar las palabras del aire— Yo-yo solo quería que no estuvieras solo y que m-me acompañaras... ¡Digo! No-nos acompañaras a mí y a Melanie—
—Tranquilo, si lo entendí— dijo entre carcajadas— Solo quería hacerte una broma. Era algo que mis... amigos... hacíamos— con cada palabra su animo decaía
—Bueno, me alegro que me consideres tu amigo— declaró, envolviendo a Lincoln en un abrazo tan repentino como apretado— Porque déjame decirte que quien es mi amigo es para siempre.
—¿Por siempre?— preguntó Lincoln, su voz ligeramente distorsionada por tener la cara aplastada contra el hombro de Fred.
—Por siempre— confirmó Fred, liberándolo solo para enredar un brazo sobre sus hombros—. Lo digo en serio. Si me llego a casar, tú debes ser mi padrino. Y viceversa.
Lincoln miró a Fred, realmente lo miró, y vio en esos ojos café oscuro una sinceridad que lo conmovió profundamente. En ese momento, supo que algo importante había nacido de las cenizas de aquel día terrible.
—Claro Fred, eso me gustaría— respondió, y esta vez no hubo rastro de broma en su voz.
Caminaron juntos hacia el aula, el peso de la conversación inicial reemplazado por una nueva y cómoda camaradería. El pasado seguía allí, Lincoln lo sabía, pero ahora, bajo la luz fluorescente del pasillo escolar, parecía menos oscuro, menos amenazador.
(...)
El sol de la mañana se filtraba por las altas ventanas del aula 204 de la Academia César Chávez, iluminando motas de polvo que danzaban en el aire mientras Ronnie Anne supervisaba los últimos ajustes a su proyecto secreto. Las habituales butacas individuales, esos símbolos de aislamiento estudiantil, habían sido reemplazadas por pupitres bi-personales de madera clara, cada uno con dos sillas acolchadas de color azul marino.
—¿Estás segura de esto, Ronnie Anne?— preguntó Sid por tercera vez, pasando un dedo por el borde pulido del pupitre como buscando imperfecciones— Esto va a cambiar toda la dinámica de la clase—
—Exactamente el punto, Sid— Ronnie Anne, de pie en el centro del aula con los brazos cruzados y una tiza girando entre sus dedos— Deja de preocuparte— pidió mientras alineaba las filas
—Además, la directora aprobó personalmente el cambio— dijo Sameer, que estaba reorganizando los materiales del profesor en un nuevo patrón circular— Dijo que fomentaba el aprendizaje colaborativo"— sus comillas aéreas hicieron que varios compañeros sonrieran.
—No es la aprobación lo que me preocupa...— dijo Sid mordiendo su labio inferior y mirando nerviosamente hacia la puerta entreabierta.
La puerta se abrió de golpe contra la pared, haciendo que todos los presentes, excepto Ronnie Anne, saltaran en sus lugares. Allí, en el marco de la puerta, con su falda plisada perfectamente planchada y su rubio cabello ondeando como una bandera de guerra, estaba Becky, sus ojos azules destellando con indignación pura.
—¡¿QUÉ RAYOS HICIERON?!"— su grito resonó en las paredes, haciendo que varios estudiantes se taparan los oídos instintivamente.
—Por si tus lentes de contacto premium no funcionan, Becky, mejoramos el salón— respondió Ronnie Anne dando un paso adelante hacia ella y con un gesto teatral, mostró las mesas compartidas que ahora formaban 3 filas frente al escritorio de la maestra
—¡¿Mejorar?!— Becky avanzó con pasos fuertes que resonaron a en las paredes— ¡Arruinaron nuestro espacio personal!— u voz alcanzó un registro que solo los perros deberían poder escuchar— ¡¿En qué clase de cerebro disfuncional cabe esta idea?!—
El silencio que siguió fue tan denso que se podía cortar con el cúter de manualidades de Casey. Todos los ojos se volvieron hacia Ronnie Anne, quien mantuvo una calma casi sobrenatural.
—Me pareció un buen gesto para nuestros nuevos compañeros— explicó con una voz que goteaba dulzura falsa— Para que podamos llevarnos mejor. Para que todos tengan un lugar— su mirada se posó brevemente en el asiento vacío junto a la ventana, reservado inconscientemente para cierto estudiante de cabello blanco.
—Oooohhh ahora entiendo— Becky dio una sonrisa burlesca— Esto se trata del abuelito prematuro, ¿o me equivoco?— su ceja rubia se arqueo con malicia.
El rubor que ascendió por el cuello y rostro de Ronnie Anne podría haber servido como señal de emergencia. Pero en lugar de retroceder, enderezó su espalda y clavó sus ojos marrones en los de Becky.
—Mira, Becky— comenzó, cada palabra cuidadosamente medida como balas en un cargador— Solo estoy haciendo un buen gesto. Los asientos no importan tanto como tu necesidad patológica de control. Así que por favor, siéntate y déjanos en paz... como siempre debiste hacer—
El aula contuvo el aliento colectivamente. Becky se quedó paralizada, su expresión alternando entre incredulidad e ira pura.
—¿Qué se supone que significa eso?— preguntó, su voz notablemente más baja pero infinitamente más peligrosa.
Fue entonces cuando Ronnie Anne cometió su movimiento decisivo. Avanzó hasta quedar a solo centímetros de Becky, lo suficiente para que el perfume Chanel de la rubia luchara contra el aroma a jabón simple y determinación de Ronnie Anne.
—Significa— comenzó Ronnie Anne en un susurro que sin embargo resonó en cada rincón del aula— ¡Que ya dejé de aguantar tu pinche mierda, Becky!— varios estudiantes contuvieron el aliento— Me cansé de tus comentarios, de tus miradas, de tu maldito aire de superioridad— cada palabra era un martillazo— Así que escucha bien, porque no lo diré dos veces— luego el brazo de Ronnie Anne se extendió para señalar el aula entera— A partir de hoy, no voy a permitir que vuelvas a lastimar, física o mentalmente, a cualquiera de mis amigos o compañeros— hizo una pausa dramática, dejando que sus palabras se asentaran— O realmente, realmente conocerás lo que soy capaz de hacer—
El efecto fue instantáneo. Becky palideció visiblemente, sus labios perfectamente delineados temblaron levemente. Por primera vez en la historia de la Academia César Chávez, Becky Brown estaba... intimidada. Con movimientos torpes, como si sus piernas hubieran olvidado cómo funcionar, se dejó caer en el asiento más cercano, su falda plisada formando un círculo perfecto a su alrededor.
El silencio duró exactamente tres segundos antes de que Sid rompiera en aplausos.
—¡Eso fue jodidamente épico, Ronnie Anne!— exclamo Sid y eso abrió las compuertas, y pronto todo el salón estalló en murmullos admirativos y risas nerviosas. Hasta los más tímidos sonreían abiertamente ante la caída de la tiranía de Becky.
—Sí, bueno, ya estaba cansada de su actitud— Ronnie Anne se encogió de hombros, intentando parecer indiferente aunque una sonrisa de satisfacción se asomaba en sus labios— Especialmente por cómo se comportó con Lincoln— comento jugueteando con su anillo
—Bueno... gracias—
Ronnie Anne giró tan rápido que casi perdió el equilibrio, solo para encontrarse cara a cara con Lincoln Loud, quien estaba parado en el umbral del aula con una expresión que mezclaba gratitud, sorpresa y algo más que ella no pudo identificar.
—¡Cielos! ¡Lincoln!— su voz sonó dos octavas más alta de lo normal— Lo siento, no quise... no te escuché entrar...— corrigió rápidamente y Lincoln sonrió, esa sonrisa suya que le hacía aparecer hoyuelos que no tenían derecho a ser tan encantadores.
—No te preocupes, no quise asustarte— admitió mientras sus ojos azules recorrieron el aula transformada
—¿Cuánto escuchaste?— preguntó Ronnie Anne, sintiendo cómo sus palmas comenzaban a sudar.
—Casi todo— admitió Lincoln, avanzando un paso hacia ella. La luz de la mañana que entraba por las ventanas iluminaba su perfil, creando un efecto casi cinematográfico— Y realmente fue un lindo detalle para nuestros compañeros—
Ronnie Anne sintió que el mundo se reducía a este momento, a este espacio entre ellos dos que parecía cargado de electricidad estática.
—N-no fue nada— murmuró, desviando la mirada hacia sus converse gastadas.
Pero entonces Lincoln hizo algo inesperado. Se inclinó ligeramente hacia adelante, lo suficiente para que su próximo comentario fuera casi privado.
—Lo es para ellos...— una pausa calculada, un contacto visual sostenido que hizo que el corazón de Ronnie Anne acelerara hasta límites peligrosos— Y para mí—
En algún lugar a lo lejos, Sid ahogó un grito de emoción. Alguien dejó caer un libro. Becky hizo un ruido que sonó como un gato siendo pisado. Pero Ronnie Anne solo podía percibir el suave aroma a jabón de limón que venía de Lincoln, la manera en que su cabello blanco capturaba la luz del sol, y el calor que se extendía desde su pecho hasta la punta de sus orejas.
—¿Dónde me siento? —murmuró Lincoln para sí mismo, ajustando la correa de su mochila.
—Ah, el nuevo— una voz tranquila, pero firme, lo sacó de sus pensamientos.
Lincoln giró y se encontró con Antoni Anderson, un chico alto de piel morena, cabello rizado corto y ojos castaños que observaban con calma. Llevaba una sudadera negra con el logo de una banda de rock y unos audífonos colgando alrededor de su cuello.
—Eh... sí. Lincoln Loud— extendió la mano.
—Antoni Anderson— Antoni la estrechó con un apretón seguro— Vi lo de ayer con Fred. No muchos se acercan a él después de... ya sabes—
—No fue su culpa— Lincoln asintió, recordando la conversación incómoda pero sincera que había tenido con Fred— Wraith Moth manipuló sus emociones—
—Buen punto— Antoni lo miró con interés, como si no esperara esa respuesta— Ese es mi lugar— señaló hacia uno de los pupitres— Si quieres, puedes sentarte conmigo—
—Gracias— Lincoln no lo pensó dos veces. Mientras se acomodaban, Antoni sacó un cuaderno lleno de bocetos de robots y diseños mecánicos. Lincoln no pudo evitar echar un vistazo— ¿Te gusta la ingeniería? —preguntó
—Sí— Antoni asintió— Construyo cosas en mi tiempo libre. ¿Y tú?—
—Me gusta dibujar cómics. —Lincoln admitió— A veces escribo historias—
—Podríamos colaborar— Antoni sonrió, señalando uno de sus diseños— Un robot superheroico, tal vez.
Lincoln sintió que algo encajaba. Por primera vez desde que llegó a Great Lakes City, no se sentía como un extraño.
(...)
El comedor de la Academia César Chávez era un microcosmos de energía adolescente, un lugar donde los aromas de comida casera y el bullicio de cientos de voces se mezclaban en una sinfonía caótica. Las bandejas de plástico chocaban entre sí, las sillas raspaban contra el piso de linóleo, y las risas estallaban como fuegos artificiales en diferentes rincones del amplio salón. La luz del sol se filtraba a través de los grandes ventanales, pintando patrones dorados sobre las mesas llenas de estudiantes hambrientos.
Lincoln Loud caminaba entre las mesas con su bandeja en mano, sintiendo el peso de su soledad momentánea.
—¡Lincoln! ¡Aquí!—
La voz familiar de Fred lo sacó de sus pensamientos. Al fondo, cerca de las ventanas que daban al patio de la escuela, Fred agitaba la mano con entusiasmo, su sonrisa amplia y sincera. A su lado, Melanie, con su cabello castaño cayendo en ondas suaves sobre sus hombros, apartó su mochila para hacerle espacio.
Lincoln se abrió paso entre las mesas, esquivando a un grupo de chicas que reían a carcajadas y a un par de chicos que discutían acaloradamente sobre un videojuego. Al llegar, colocó su bandeja con cuidado frente a ellos.
—Gracias —dijo, sintiendo cómo el peso de sentirse fuera de lugar comenzaba a disiparse.
—No hay de qué— respondió Melanie, su voz suave pero firme. Sus ojos marrones brillaban con calidez— Fred insistió en que te guardáramos lugar—
—Claro que sí. Después de todo, ¿qué clase de amigos seríamos si dejáramos que el nuevo comiera solo?— dijo Fred, con un gesto exagerado de falsa indignación, cruzó los brazos sobre su pecho.
Lincoln no pudo evitar sonreír. Había algo en la manera en que Fred y Melanie lo habían aceptado sin cuestionamientos, sin esa mirada evaluadora que tantos otros le habían lanzado cuando llegó. Era como si, desde el primer día, hubieran decidido que él pertenecía a su círculo, sin importar nada más.
—Así que... —Fred apoyó los codos en la mesa, inclinándose hacia adelante con curiosidad— ¿Qué tal tu primer día con el nuevo diseño del salón?—
Lincoln tomó un sorbo de su jugo antes de responder, recordando los pupitres bi-personales que Ronnie Anne había implementado.
—Mejor de lo que pensé—admitió— Al principio me sentí un poco perdido, pero Antoni me ayudó a ubicarme—
—¡Antoni Anderson!— Fred puso los ojos en blanco, pero su tono era afectuoso— El genio de la robótica. Sí, es buena gente, aunque a veces se pone un poco... intenso con sus proyectos—
—Como cuando intentó construir un drone para entregar tareas y casi incendió el laboratorio —recordó Melanie, sus ojos brillando con complicidad.
—¿En serio?— Lincoln se rio, imaginando la escena.
—¡Sí! —Fred exclamó, gesticulando con las manos como si reviviera el momento— El drone funcionó por, como mucho, cinco segundos antes de chocar contra la cortina y empezar a echar humo.
—Pero hey, al menos entregó la tarea a tiempo —agregó Melanie, riendo.
Los tres compartieron una carcajada, y Lincoln sintió algo cálido expandirse en su pecho. Era ese sentimiento raro pero reconfortante de pertenencia, de saber que, aunque todavía estaba aprendiendo los nombres y las historias de todos, ya tenía un lugar en esa mesa, en ese grupo.
—Oye, Lincoln —Fred bajó la voz, adoptando un tono conspirativo—. ¿Ronnie Anne te dijo por qué cambió los asientos?— pregunto y Lincoln, que acababa de llevarse un tenedor de pasta a la boca, casi se atragantó.
—No... ¿por? —preguntó, tratando de mantener su voz neutral.
Fred y Melanie intercambiaron una de esas miradas que solo las personas que se conocen desde hace años pueden compartir: un lenguaje silencioso lleno de significado.
—Nada —dijo Fred finalmente, aunque su sonrisa traviesa delataba que sabía más de lo que decía—. Solo curiosidad.
Lincoln decidió no presionar, pero no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios. Miró hacia la entrada del comedor, donde Ronnie Anne estaba hablando animadamente con Sid y Sameer. Por un momento, sus ojos se encontraron, y ella le sonrió brevemente antes de volver a su conversación.
(...)
El cielo sobre Great Lakes City se había oscurecido repentinamente, transformando lo que prometía ser una tarde despejada en un diluvio inesperado. Las gotas golpeaban con fuerza contra el pavimento, creando pequeños remolinos en los charcos que se formaban a toda prisa. Los estudiantes que aún permanecían en la escuela corrían hacia la salida, algunos protegidos por paraguas coloridos, otros resignados a llegar empapados a sus casas.
Ronnie Anne Santiago se quedó bajo el techo de la entrada principal, observando con frustración cómo la lluvia arreciaba.
—¡Me lleva el chanfle!— exclamó en español, apretando los puños. Su voz se mezcló con el sonido del agua cayendo.
Miró su teléfono, lamentando no haberle pedido a Bobby que la recogiera. Con un suspiro resignado, se ajustó la capucha de su sudadera y se lanzó a la calle, esquivando charcos con agilidad mientras corría hacia la estación de metro más cercana.
El agua le salpicaba los tobillos, mojando sus zapatos y calcetines, pero no disminuyó el paso hasta llegar a la entrada del subterráneo. Con movimientos rápidos, pagó su pasaje y pasó por los torniquetes justo cuando una ráfaga de viento empujaba la lluvia hacia el interior.
—¡Uff, estuvo cerca!— Respiró hondo, apoyándose contra una pared mientras recuperaba el aliento. Su ropa goteaba ligeramente, pero al menos estaba bajo techo. Se dirigió hacia los asientos cercanos a la cabina del conductor, sacudiendo el agua de sus mangas.
—Hola, Ronnie Anne— saludó Stanley Chang, asomándose por la ventanilla de la cabina.
—Hola, Sr. Chang. Hizo su turno muy rápido hoy— comentó ella, sentándose con un suspiro.
—Sí, lo fue... aunque fue por algo importante— dijo Stanley y se rascó la nuca, con una expresión ligeramente nerviosa— Puede que se haya cerrado una gran sección del metro—
—¿Qué? ¿Hasta dónde?— Ronnie Anne se inclinó hacia adelante, los ojos abiertos por la sorpresa.
—Una estación antes de la que está cerca del edificio— respondió Stanley, con gesto de disculpa.
—¡¿QUÉ?! ¡Pero eso me deja muy lejos! ¡Y está lloviendo!— protestó, señalando hacia afuera donde el aguacero seguía su curso implacable.
—Lo siento, pequeña— Stanley levantó las manos en un gesto de impotencia— Fue algo imprevisto— luego regreso a su cabina,
—Vaya mi suerte— murmuró Ronnie Anne hundiéndose en el asiento, cruzando los brazos.
—Anímate, niña— la voz de Plagg salió de su bolsillo, seguida por el pequeño kwami negro que se acomodó sobre su hombro— Piensa algo positivo, como que la lluvia pare—
—Gracias por el consejo— dijo Ronnie Anne más tranquila.
—De nada. Ahora, dame un poco de esa quesadilla que guardas— Plagg se frotó las patitas con aire de negociante— Los consejos no son gratis, ¿sabes?— luego ella sacó un pequeño tupper de su mochila y le ofreció un trozo, que Plagg devoró al instante.
—Sabía que era demasiado bueno para ser verdad— comentó Ronnie Anne mientras el metro comenzaba a moverse.
El trayecto fue más corto de lo esperado, pero no por buenas razones. Al llegar a su parada obligada, Ronnie Anne salió del subterráneo con paso lento, enfrentándose nuevamente a la lluvia que, lejos de amainar, parecía haberse intensificado.
—Rayos...— susurró, mirando el cielo gris con resignación. De repente, una sombrilla roja apareció sobre su cabeza, protegiéndola de las gotas.
—Hola Ronnie Anne— saludó Lincoln Loud, sosteniendo un paraguas rojo brillante sobre ellos.
Ella giró sobresaltada, encontrándose con la imagen surrealista de su compañero: completamente empapado de pies a cabeza, su característico cabello blanco pegado a la frente, respirando con dificultad como si acabara de correr un maratón... y sin embargo, manteniendo una sonrisa casual que no engañaba a nadie.
—Hola Lincoln— respondió, arqueando una ceja— ¿Qué haces aquí? Pensé que te habías ido a tu casa.
Los ojos azules de Lincoln parpadearon mientras buscaba una explicación plausible.
—Bueno...— comenzó, antes de quedarse callado, su mente retrocediendo a los acontecimientos de los últimos minutos.
Flashback
La Academia César Chávez parecía haberse vaciado en cuestión de minutos cuando comenzó el diluvio. Lincoln terminaba de guardar sus libros cuando su teléfono vibró.
—¿Mamá?—
'Lo siento hijo', la voz de Rita sonó apenada 'Vanzilla se descompuso y no podré ir por ti'
—Tranquila, tengo un paraguas— respondió automáticamente, sacando el plegable de su mochila.
—¡Me lleva el chanfle!— escucho el grito en español de Ronnie Anne lo hizo girar. La vio mirar al cielo con frustración antes de correr hacia la estación de metro sin protección alguna contra la lluvia.
—Además puedo tomar el metro— añadió hacia el teléfono, pero al volverse, Ronnie Anne ya había desaparecido entre la multitud.
'No creo que sea posible, hijo', continuó Rita 'No tienes tarjeta del metro, y la estación cerca de casa está cerrada por reparaciones'
—Oh... entiendo— respondió mecánicamente, sus ojos aún buscando entre la gente— Iré caminando con cuidado—
'Espero que llegues antes de que tus hermanas devoren tu porción de la cena', bromeó Rita.
—Ni en sus sueños— sonrió Lincoln antes de colgar. Abrió su paraguas y corrió hacia donde había visto ir a Ronnie Anne, pero al llegar a la entrada del metro, ya era demasiado tarde— Rayos— murmuró, sintiendo cómo el agua se filtraba por su cuello. Con movimientos rápidos, sacó su teléfono y abrió la aplicación de navegación— Ruta más rápida a esta estación— escribió con dedos que empezaban a entumecerse por el frío.
"Calculando ruta... Mejor opción: 30 minutos."
—No, necesito llegar antes— se quejó, desplazando el mapa con impaciencia.
Sus ojos se posaron en una línea roja que serpenteaba entre las calles: "Zona de construcción. No recomendable." El tiempo estimado: 15 minutos.
—¿Estás seguro de querer hacer esto, Link?— Tikki emergió de su bolsillo, sus ojos negros llenos de preocupación.
—Muy tarde para dudar— apagó el teléfono con determinación y se ajustó la capucha— Aquí vamos—
Lo que siguió fue una secuencia de movimientos que habría hecho palidecer a cualquier madre. Lincoln saltó una reja de construcción, usó una tabla como puente precario sobre cemento fresco, se balanceó sobre tubos metálicos como si fueran barras de monkey bars, y al llegar a una pendiente pronunciada, encontró un carrito de garga abandonado.
—Ni lo pienses— advirtió Tikki, aferrándose a su hombro.
—Lo siento, ya lo hice— respondió Lincoln, subiéndose al carrito con una determinación temeraria y usarlo como patineta
El descenso fue una mezcla de adrenalina pura y terror absoluto. El carrito ganó velocidad alarmantemente rápido, zigzagueando entre charcos y escombros. Lincoln esquivó por centímetros dos autos que pasaban en direcciones opuestas, realizó un giro imposible alrededor de un puesto de hot dogs, y sin darse cuenta, se convirtió en el involuntario protagonista de al menos tres videos que ya comenzaban a circular en redes sociales.
—¡ESTÁS LOCO!— gritó Tikki, sus pequeños brazos abrazados con fuerza al cuello de Lincoln.
—¡Oh oh!— fue todo lo que Lincoln alcanzó a decir cuando aparecieron dos oficiales de policía justo en su trayectoria.
Con un movimiento que habría hecho orgulloso a cualquier skater profesional, saltó del carrito en el último segundo, dejando que el vehículo improvisado continuara su camino cruzando la intersección y causando que varios autos frenaran bruscamente.
—Uf, estuvo cerca— respiró aliviado, escondiéndose detrás de un quiosco de periódicos.
—¿Cerca es decir poco?— Tikki estaba literalmente temblando de indignación— ¡Ese carrito podría haber sido tú!—
—Lo sé, y por eso salté— respondió Lincoln, revisando su teléfono con manos que apenas podían sostenerlo por el temblor— Faltan seis calles— sacó su paraguas plegable y comenzó a correr de nuevo, esquivando charcos y transeúntes con una agilidad que solo el pánico puede proporcionar— Lle-llegamos— jadeó finalmente, doblando la esquina que lo dejaba a una calle de la estación. A través de la cortina de lluvia, distinguió la figura de Ronnie Anne bajo el techo de la estación
—Lincoln, al menos descansa un poco— suplicó Tikki, capaz de escuchar los violentos latidos del corazón de su portador.
—Es-estoy bien, Tikki— mintió, preparándose para la última parte
Fin del Flashback
—Bueno...— Lincoln trago saliva, eligiendo cuidadosamente sus palabras— Estoy yendo a mi casa. Mi mamá no pudo venir por mí y el metro no llega hasta donde vivo, así que decidí caminar... y te vi aquí cuando tú también deberías estar en tu casa—
Ronnie Anne lo miró con escepticismo, sus ojos recorriendo su figura empapada, sus zapatos llenos de barro, y esa respiración que aún no se normalizaba.
—Sí, bueno, no traje paraguas y creí llegar antes de que empeorara la lluvia— admitió, aunque su tono sugería que no estaba completamente convencida de su explicación.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa?— ofreció Lincoln, ajustando el paraguas para cubrirla mejor.
—No quiero molestarte—
—No es molestia— insistió, y esta vez su voz sonó genuinamente tranquila, como si todos los peligros de los últimos minutos valieran la pena por este momento— Vamos—
Ronnie Anne lo estudió por un segundo más antes de asentir y acercarse lo suficiente para compartir el paraguas.
La lluvia seguía su danza implacable sobre el pavimento de Great Lakes City, creando un ritmo constante que acompañaba los pasos de Lincoln y Ronnie Anne bajo el paraguas rojo. Las gotas resbalaban por los bordes de la tela, formando una cortina líquida que los aislaba del mundo exterior. El aire olía a tierra mojada y asfalto fresco, mezclado con el tenue aroma a vainilla del champú de Ronnie Anne.
Lincoln ajustó el ángulo del paraguas para proteger mejor a su compañera, notando cómo las gotas rebeldes habían dejado pequeños rastros plateados en sus pestañas.
—¿Qué piensas de los nuevos héroes?— preguntó, rompiendo el silencio cómodo que se había establecido entre ellos.
—Oh, bueno, creo que son geniales— Ronnie Anne sonrió, sus mejillas adquiriendo un tono rosado apenas perceptible— Red Beetle es increíble cuando se le ocurren esos planes locos— hizo una pausa dramática, imitando sin saberlo los gestos que su alter ego usaba al lanzar su yo-yo— Y luego limpia todo el desorden que dejó Corazón de Piedra. Desearía tener ese poder para arreglar mi cuarto— comento y la carcajada de Lincoln resonó bajo el paraguas, cálida y genuina— ¿Y tú qué piensas de ellos?— preguntó Ronnie Anne, mordisqueando inconscientemente su labio inferior mientras esperaba su respuesta.
—No voy a negar que son impresionantes, pero de verdad Ek Miss es la mejor de ambos— su voz tomó un tono de admiración que no pudo disimular— Ella luchó sola contra más copias que Red Beetle, solo con su astucia y velocidad— ninguno de los dos notó cómo sus mejillas se sonrojaban al unísono— Aunque no voy a negar que hace buenos chistes—
—Bu-bueno, tienes razón en eso— admitió Ronnie Anne, jugueteando con el borde de su sudadera donde Plagg se escondía— Pero ambos se necesitan el uno al otro, en especial para atrapar ese Akuma-matata—
La risa compartida que siguió fue tan natural como la lluvia que caía a su alrededor. El silencio que vino después no fue incómodo, sino cargado de un entendimiento que iba más allá de las palabras.
—Sabes...— Lincoln rompió el sileno, su voz más suave de lo habitual— Esto no era lo que esperaba al mudarme a la ciudad—
—¿Ah no?— Ronnie Anne giró ligeramente hacia él, sus ojos marrones brillando con curiosidad— ¿Qué esperabas realmente?—
—La verdad esperaba ver mucha contaminación, ruido constante, edificios sucios y subterráneos apestosos— hizo un gesto amplio con su mano libre, como si estuviera pintando su imaginación en el aire lluvioso— Como una mezcla entre Gotham City y... no sé, una versión sucia de Metrópolis—
—Bueno, no voy a negar que hay días que son realmente así— admitió Ronnie Anne con una sonrisa pícara que hizo aparecer hoyuelos en sus mejillas— Pero te acostumbras. Y si puedes dar un buen día a alguien...—
—Como tú lo hiciste hoy— la interrupción de Lincoln fue suave pero firme— Vi cómo te enfrentaste a Becky— sus ojos se encontraron, y por un instante, el resto del mundo pareció desvanecerse— Fue realmente genial lo que hiciste—
—Oh, no fue nada— murmuró, apartando la mirada hacia un charco particularmente grande, principalmente para que Lincoln no notara su sonrojo— Solo ya estaba cansada del trato que nos daba a todos—
—Aun así fue muy genial— el suspiro de Lincoln era sincero, cargado de una admiración que no podía ocultar— Eres muy valiente, Ronalda—
—Ronnie—
—¿Qué?—
—Puedes decirme Ronnie o Ronnie Anne si quiere— explicó, ajustando su capucha sin darse cuenta de que estaba empujando a Plagg a una posición más incómoda— Ronalda suena muy formal... como cuando mi abuela está enojada—
—Ok, Ronnie Anne— repitió Lincoln, probando el nombre como si fuera un caramelo nuevo. Una sonrisa se dibujó en sus labios, iluminando su rostro a pesar de la grisura del día— Eres muy valiente para enfrentarte a una chica como ella... yo quisiera tener un poco de esa valentía—
—¡Oye, si eres valiente!— la protesta de Ronnie Anne fue inmediata, sus manos gesticulando con energía.
—No lo soy—
—¡Lo eres y hablo en serio!— su voz tomó un tono que normalmente reservaba para las peleas contra akumas— Literalmente te lanzaste al peligro para salvarme a mí y a tus hermanas—
—Sí, pero aunque no lo creas, estaba aterrado— confesó Lincoln, sus ojos revelando una vulnerabilidad que pocos veían. El paraguas tembló ligeramente en su mano cuando un recuerdo particularmente vívido de ese día pasó por su mente.
—Eso es lo de menos— Ronnie Anne se detuvo, obligando a Lincoln a hacer lo mismo. Bajo el paraguas, en ese pequeño espacio seco en medio de la tormenta, sus miradas se encontraron con una intensidad que hizo que el corazón de ambos acelerara— Tú hiciste algo mucho más valiente de lo que yo hice. Realmente, lo que hice no se compara—
—Para mí sí lo fue— la respuesta de Lincoln fue tan suave como firme, haciendo que Ronnie Anne contuviera el aliento— Sabes, la verdad me esperaba este tipo de tratos cuando me mudé aquí. Dejé amigos y muchos buenos recuerdos en mi ciudad. Ahora me costará volver a tener eso—
—Oye, no seas pesimista— el golpecito en el hombro que Ronnie Anne le dio fue más cariñoso que brusco, aunque la fuerza involuntaria de Ek Miss hizo que Lincoln tambaleara ligeramente— Empezar en un nuevo lugar no es tan malo. ¡Ahora me tienes a mí! Yo puedo ser tu amiga—
—¿En-enserio?— la sorpresa en la voz de Lincoln era palpable, sus ojos brillando con una esperanza que no podía ocultar. La lluvia pareció disminuir por un momento, como si el universo estuviera conteniendo la respiración.
—¡Claro que sí!—
—Gracias— la palabra salió cargada de una emoción que hizo que Ronnie Anne sonriera tímidamente, un rubor subiendo por sus mejillas.
—Oye, yo vivo por aquí cerca— comentó Lincoln señaló hacia el parque que aparecía ante ellos, , un nudo formándose en su estómago al pensar en terminar su caminata.
—Oh, está bien. Puedo seguir desde aquí. Mi casa no está tan lejos—
—¿De verdad?— la duda era evidente en su voz, sus ojos escudriñando el camino que Ronnie Anne tendría que tomar sola bajo la lluvia— Porque puedo ir contigo...—
—No, está bien. Puedo cuidarme sola— Ronnie Anne sonrió, notando su preocupación— Y no quiero que tus padres se preocupen por ti—
—Al menos llévate el paraguas— Lincoln lo extendió hacia ella, su mano temblorosa ya no solo por el frío.
—No es necesario, Lincoln—
—Insisto, llévatelo— cuando Ronnie Anne fue a tomarlo, sus dedos rozaron los de Lincoln, enviando una corriente eléctrica por ambos brazos que hizo que el paraguas se cerrara repentinamente sobre la cabeza de Ronnie Anne.
—¡Jajajaja! ¿Estás bien?— la risa de Lincoln era contagiosa, llena de un alivio nervioso que lo hizo parecer más joven, más libre de preocupaciones.
—¡Jajaja! Sí, lo estoy— Ronnie Anne logró levantar una parte del paraguas, uniéndose a su risa mientras la lluvia les caía encima, mezclándose con las lágrimas de risa que asomaban en sus ojos.
—Hasta mañana, Ronnie Anne— la despedida de Lincoln fue cálida, su sonrisa iluminando su rostro a pesar de la lluvia que ahora lo empapaba completamente.
—S-si, hasta manana ¡digo! Nañama ¡UY!— Ronnie Anne se tapó la boca con las manos, horrorizada por su propio tartamudeo— ¿Qué me pasa?— murmuró para sí misma, sintiendo cómo su rostro ardía como si llevara la máscara de Ek Miss.
—Por todos los camemberts del mundo, siempre tengo que ver este tipo de reacciones con mis portadores— Plagg emergió de su bolsillo con un suspiro dramático.
—¿Qué?—
—Tienes la palabra con A—
—¿Anemia?—
—¡No, niña! Empieza con A y termina con R—
—¿Abur?— pregunto confundida y Plagg se frotó la cara con sus pequeñas patas.
—Mira, te lo explico después— murmuró, exhausto, antes de desaparecer de nuevo en el bolsillo que ahora olía sospechosamente a queso.
Mientras Ronnie Anne se dirigía al mercado de su familia, Lincoln caminaba por el parque, sin importarle que la lluvia lo empapara completamente. Su sonrisa no desaparecía, reviviendo cada momento compartido bajo el paraguas. El agua fría en su piel no podía competir con el calor que sentía en el pecho.
—Vaya, Lincoln— comentó Tikki, apareciendo en su hombro protegida bajo su cabello— Tu nueva etapa empieza y ya tienes una enamorada—
—¿Qué dices, Tikki? Solo es una ami-amiga— tartamudeó, el rubor en sus mejillas contradiciendo sus palabras incluso bajo la lluvia.
—Repítetelo hasta que te lo creas— respondió Tikki con una risita que sonó como campanillas.
—Sí, lo que digas...— Lincoln miró hacia el horizonte, donde los rayos del sol comenzaban a filtrarse entre las nubes, creando un arcoíris sobre Great Lakes City— Sé que se estarán preguntando: "Lincoln, ¿estás seguro de hacer esto?" o "¿Realmente puedes ser un superhéroe?'"— hablo a la cuarta Pared— "Siendo sincero, no lo sé. Pero eso no significa que no lo intente. Ahora que estoy lejos de los problemas de Royal Woods, podré iniciar de cero. Y si ser Red Beetle forma parte de todo, entonces haré lo necesario para que Ek Miss y yo podamos salvar Great Lakes City".—
Con esa determinación renovada, Lincoln continuó su camino hacia su nuevo hogar, la lluvia limpiando simbólicamente el pasado mientras abrazaba el futuro que se avecinaba. Cada gota que caía sobre él parecía lavar viejas heridas, dejando espacio para nuevos comienzos, nuevas amistades, y quizás, solo quizás, algo más que ni él ni Ronnie Anne estaban listos para nombrar.
(...)
El viejo Maestro Fu se apoyó con suavidad en el marco de la ventana, sus ojos sabios siguiendo cada movimiento de las dos figuras bajo la lluvia. Desde su departamento en el cuarto piso, el panorama era perfecto: Lincoln Loud, empapado pero sonriente, caminando con paso ligero a pesar del aguacero; Ronnie Anne Santiago, unos metros más adelante, luchando torpemente con el paraguas que se le había cerrado encima.
Wayzz flotaba cerca de su hombro, sus pequeñas alas brillando con los últimos rayos de sol que se filtraban entre las nubes de tormenta.
—Excelente elección, maestro— murmuró el Wayzz, sus ojos llenos de aprobación mientras observaba cómo Ronnie Anne reía, ruborizada, al liberarse del paraguas rebelde.
Fu no respondió de inmediato. Sus dedos, arrugados por el tiempo pero aún firmes, acariciaron su barba mientras reflexionaba. La escena que se desarrollaba ante él era más que dos adolescentes compartiendo un momento torpe bajo la lluvia. Era la confirmación de algo que había intuido desde el principio.
—Realmente lo fue— susurró al fin, su voz cargada de una emoción que rara vez dejaba traslucir.
En la calle, Lincoln se despedía con una sonrisa que iluminaba su rostro más que cualquier rayo de sol. Ronnie Anne, por su parte, tartamudeaba una respuesta antes de girarse rápidamente, como si temiera que él viera el calor que le subía por las mejillas.
Wayzz se rió suavemente, revoloteando hasta posarse en el hombro de Fu.
—Parece que Tikki y Plagg no son los únicos que han formado un buen equipo— comentó con picardía. Fu asintió, sus ojos entrecerrados en una expresión de satisfacción.
—Los dos están hechos el uno para el otro— afirmó, y esta vez no pudo evitar que una sonrisa plena se dibujara en su rostro.
El maestro retrocedió un paso de la ventana, permitiendo que las cortinas de seda ocultaran parcialmente la escena. Lincoln ya se alejaba, las manos en los bolsillos, la cabeza ligeramente inclinada como si estuviera reviviendo cada palabra intercambiada. Ronnie Anne, mientras tanto, se detuvo en la esquina, mirando hacia atrás por un instante antes de sacudir la cabeza y continuar su camino.
—No solo como guardianes— continuó Fu, dirigiéndose ahora a un pequeño altar donde descansaban los grimorios antiguos— Sino como almas gemelas. La valentía de él, la determinación de ella...—
—La lealtad de ambos— completó Wayzz, posándose sobre el libro de los Miraculous.
Fu asintió, extendiendo una mano para pasar los dedos sobre la cubierta gastada del texto sagrado.
—El universo tiene formas curiosas de unir lo que debe estar unido— musitó— A veces, incluso bajo la lluvia, con paraguas rotos y corazones temblorosos.
—¿Y si aún no lo saben, maestro?— Wayzz flotó hacia él, su brillo tornándose más cálido.
—Eso, mi viejo amigo, es parte de la belleza— Fu soltó una risa suave— Descubrirlo será tan importante como portar los Miraculous.
Afuera, la lluvia comenzaba a ceder, dejando tras de sí un cielo lavado y promesas de claridad. Dos jóvenes caminaban en direcciones opuestas, sin saber que desde arriba, un guardián y su kwami los observaban con orgullo.
—El tiempo lo dirá todo— concluyó Fu, alejándose finalmente de la ventana— Pero hoy, al menos, hemos visto el primer capítulo de algo grande.
Wayzz asintió, y en el silencio del apartamento, cargado de magia antigua y esperanzas nuevas, ambos sintieron que el equilibrio del mundo, por un momento, había estado exactamente donde debía estar
Chapter 7: Climática
Chapter Text
Si hay algo que le ha gustado a Lincoln, es ayudar a sus hermanas, tanto menores como las mayores. Sin embargo cuando sus padres no podían estar en casa por su trabajo y ninguna de sus hermanas mayores se encontraba presente, él era el que cuidaría a las menores, no es que le molestará y era todo lo contrario, pero sus hermanas eran irritantes a veces...
Ok casi todo el tiempo, en especial cuando están haciendo sus actividades.
Lucy estaba en una sesión espiritista con las mascotas y al parecer no estaban muy contentos de lo que Lucy les decía.
Lana se encontraba detrás del refrigerador tratando de arreglar el ruido extraño que hacía e incluso guardando las cosas extrañas que encontraban, una de esas era un taco mohoso.
Lola estaba practicando artes marciales y haciendo una coreografía con sus cinta a la vez, lo que hacía que gritara cada vez que lanzaba un golpe contra el costal de practica y al azar dijera una parte del discurso del futura competencia ganada.
Lisa al parecer decidió que ese día haría todos sus experimentos y como no podía hacerlos sin la supervisión de alguno de sus hermanos mayores, tenía que estar en la sala haciéndolo, provocando un explosión cada cinco minutos.
Lily bueno... ella solo estaba corriendo por toda la sala jugando al "laberinto"
Lincoln de verdad solo quería un poco de silencio, no por el hecho de que estaba harto del ruido ha nacido prácticamente con el apellido en él, solo por esta vez lo pedía para poder dormir a su hija quien no dejaba de llorar.
—Chicas, por favor— suplicó, meciendo a Lina con movimientos rítmicos que no lograban calmarla— ¡Solo necesito unos minutos de silencio para que Lina pueda dormir!—
—Pero Lincoln— protestó Lola, ajustando el cinturón de su kimono de práctica— Tengo que ensayar para el concurso de Señorita Great Lake Jr. ¡Y pienso a ganar!—
—Lo entiendo, pero Lina necesita descansar— insistió Lincoln, pasando una mano por su rostro cansado.
—Bueno... puedo bajar el volumen— concedió Lola, aunque su tono dejaba claro que no estaba del todo convencida.
—Gracias— suspiró Lincoln, esperanzado.
—Siempre y cuando Lisa deje de hacer explotar cosas cada cinco minutos— añadió Lola, cruzando los brazos.
—No puede ser— Lincoln cerró los ojos, sabiendo exactamente cómo terminaría esto.
—Yo suspenderé mis experimentos— declaró Lisa, empujando sus gafas hacia arriba con un dedo— Pero solo si Lana deja de distraerme con su ruido de herramientas—
—¡Y yo dejaré de hacer ruido cuando Lily deje de robar mis herramientas!— gritó Lana desde detrás del refrigerador, donde intentaba arreglar un extraño zumbido.
—¡No son herramientas!— replicó Lily, corriendo en círculos con un destornillador en la mano— ¡Son armas mágicas para escapar del laberinto, que Lucy embrujo!— reclamo señalando a su hermana
—No hice tal cosa— respondió Lucy— Pero me gustaría maldecirlas para que se callaran y me dejaran concentrar— reclamo molesta
Y así, como si fuera una ley universal del caos familiar, las cinco hermanas estallaron en una pelea que rápidamente se convirtió en una nube de polvo, extremidades y gritos. Lincoln, con Lina aún llorando en sus brazos, miró a la cámara con una expresión de resignación cómica.
—En la casa Loud, el ruido es parte de nuestra vida diaria, incluidas las peleas— comentó, rompiendo la cuarta pared— Así que, realmente, no podemos tener paz ni tranquilidad para disfrutar nuestras actividades...— miró a Lina, cuyos llantos no cesaban— O descansar de ellas—
Con un suspiro, dejó a Lina en su mecedora para bebés y se dirigió hacia la nube de polvo donde sus hermanas seguían forcejeando. Cuando el polvo se asentó, reveló una escena digna de un luchador profesional: Lincoln yacía en el suelo, inmovilizando a sus hermanas con una técnica que solo años de experiencia podían perfeccionar.
—¡Lana y Lola, quietas!— ordenó, sujetándolas cada una con un brazo— Lisa y Lily, ¡no se muevan!— añadió, usando sus piernas para mantenerlas contra el piso— Lucy... lo siento por esto— murmuró, usando su peso para inmovilizarla— ¡¿Quieren calmarse?!— rugió, con una voz que rara vez usaba pero que siempre lograba silenciar incluso a las más rebeldes.
—¡Es su culpa!— corearon todas al unísono, señalándose entre sí.
—¡No me importa de quién es la culpa! ¡Todas provocaron esto!— les recordó— Ahora, quiero que vayan al rincón y piensen en lo que hicieron—
—No puedes obligarnos— desafió Lola, aunque su voz ya no sonaba tan segura. Lincoln levantó una ceja, adoptando su mejor tono de "hermano mayor a cargo".
—Claro que puedo. Soy su hermano mayor y estoy a cargo de ustedes. Así que quiero obediencia, y no quiero escuchar ni un sonido. ¿Entendido?—
—Sí...— murmuraron todas, derrotadas.
Lincoln las soltó, y una a una, sus hermanas se arrastraron hacia el rincón de castigo, aunque no sin protestas.
—¿Tenías que estar encima de mí?— se quejó Lucy, frotándose la espalda.
—Lo siento por eso, pero ahora eres más fuerte que cuando tenías ocho años— respondió Lincoln, dándole un suave golpe en el hombro.
—Suspiro— Lucy resopló, pero se unió a las demás frente a la pared. Lincoln regresó con Lina, quien seguía lloriqueando.
—Shhh, ya, ya, tranquila, Lina— susurró, meciéndola con suavidad.
Tikki, que había estado observando todo desde un rincón, se acercó volando, llamando la atención de la bebé con su brillo suave. Para sorpresa de Lincoln, Lina dejó de llorar casi de inmediato, fascinada por la pequeña criatura roja.
—Realmente no exagerabas sobre lo ruidosos que son— comentó Tikki, flotando frente a Lina, quien intentaba agarrarla con sus manitas.
—Te lo dije— suspiró Lincoln, desplomándose en un sillón— ¿Cómo me dejé convencer de cuidarlas otra vez?—
—Tranquilo, Lincoln— Tikki se rio y se acerco a él— Si puedes manejar a tus hermanas, cualquier villano que encuentres será pan comido.
—Lo sé, pero ellas son demasiado traviesas— admitió, mirando hacia el rincón donde sus hermanas fingían reflexionar— Y no es realmente su culpa. Son solo niñas. Pero no puedo castigarlas todo el tiempo, y definitivamente no quiero convertirme en el "Hombre del No 2.0"—
—Bueno, algo tienes que hacer— sugirió Tikki— No puedes mantenerlas encerradas todo el tiempo—
Lincoln miró por la ventana, donde el parque comunitario brillaba bajo el sol de la tarde. Una idea comenzó a formarse en su mente.
—Creo que tengo una solución...— se levantó y se acercó a sus hermanas, que seguían en el rincón pero empezaban a murmurar entre sí— Chicas— llamó, y todas giraron hacia él con miradas cautelosas— ¿Quieren ir al parque?—
El silencio que siguió fue tan repentino que casi resultó chocante. Luego, como si hubiera activado un interruptor, sus hermanas estallaron en gritos de emoción.
—¡Sí!—
—¡Por fin!—
—¡Podemos llevar los patines!—
—¡Y el kit de ciencia al aire libre!—
—¡Y mi varita mágica!—
Lincoln sonrió, sabiendo que, al menos por un rato, el caos se trasladaría fuera del apartamento. Y quizás, solo quizás, Lina podría dormir una siesta en paz.
—Perfecto— dijo, agarrando las mochilas— Pero hay reglas: nada de peleas, nada de explosiones, y nada de molestar a los demás. ¿Trato?—
—¡Trato!— prometieron todas, aunque Lincoln sabía que esa promesa duraría hasta que encontraran algo más interesante que hacer.
Con un último vistazo al apartamento, y una oración silenciosa para que no lo destruyeran en su ausencia—Lincoln guió a sus hermanas hacia la puerta, listo para convertir el parque en su nuevo campo de batalla contra el aburrimiento.
(...)
El departamento de los Casagrande estaba inusualmente tranquilo esa tarde, salvo por los ecos de la televisión que retumbaban en la sala. Ronnie Anne estaba recostada en el sofá, con los ojos fijos en la pantalla donde se anunciaba el próximo combate de lucha libre.
'¡No se pierdan a la luchadora que hace llover en el ring: ¡La Tormenta!', gritó el locutor con entusiasmo, mientras imágenes de la luchadora en acción llenaban la pantalla.
—¡Sí!— Ronnie Anne saltó del sofá con los puños en alto— ¡He esperado esta pelea por mucho tiempo!— exclamó, imitando inconscientemente los movimientos de su ídola.
Plagg, desde la cocina, levantó una ceja mientras devoraba su tercera quesadilla del día.
—No le veo el interés— dijo con la boca llena— Solo son humanos que se lastiman mientras hacen trucos— comento mientas esquivaba el cojín que Ronnie Anne le lanzó
—Bueno, si lo pones así, los superhéroes también lo hacen de vez en cuando— comento con burla ante eso Plagg se quedo cayado, como si meditara esas palabras
—Touché— respondió señalando con su pata
'¡Esta noche, La Tormenta se enfrentará a la luchadora más fuerte de Detroit: ¡Eclipse!', continuó el locutor con emoción '¡Será una batalla legendaria, y solo una saldrá vencedora! ¡Apuesten por su favorita en nuestro sitio oficial!', luego la pantalla mostró las fotos de ambas luchadoras, junto con un número para votar. '¡Número 1 por La Tormenta, 2 por Eclipse! ¡Voten ahora!'
—Oh, definitivamente votaré por La Tormenta— dijo Ronnie ya con su celular en mano y justo cuando estaba a punto de enviar su voto, alguien tocó la puerta— ¿Quién será?— murmuró, arrastrándose perezosamente hacia la entrada. Al abrir, se encontró con Sid, cuya sonrisa era tan amplia que casi iluminaba el pasillo.
—¡Hola, Ronnie Anne! ¡Tengo dos noticias que te alegrarán el día!— anunció, entrando sin esperar invitación.
—¿Más que la pelea de La Tormenta? Lo dudo— dijo Ronnie Anne cruzándose los brazos.
—Bueno—Sid hizo un gesto teatral, como si estuviera considerando guardarse la información. — Supongo que no te interesará saber sobre cierto chico de cabello blanco...— su voz se volvió melodiosa, y Ronnie Anne sintió cómo sus orejas se calentaban— Pero está bien, tal vez pueda decírselo a alguien más— dio media vuelta, fingiendo irse, pero Ronnie Anne la agarró del brazo antes de que pudiera dar un segundo paso.
—Está bien, Sid. Dímelo— pidió Ronnie Anne y Sid giró con una sonrisa triunfante.
—Resulta que Lincoln se hizo popular en Internet.
—¿Qué?— Ronnie Anne parpadeó.
—Sí. Hay un video de él haciendo acrobacias con un carrito en una avenida, como si estuviera en patineta—
—¿En serio? No juegues con eso—
—Lo digo en serio— Sid sacó su teléfono y abrió un video que ya tenía miles de reproducciones. En la pantalla, Lincoln empapado y sonriente, se deslizaba colina abajo en un carrito de carga, esquivando coches y saltando obstáculos con una habilidad que parecía imposible.
—Sameer lo grabó y dijo que está a tu altura— comento y Ronnie Anne observó el video con una mezcla de asombro y preocupación.
—Eso tendré que averiguarlo yo misma—
—Y eso me lleva a mi segunda noticia— Sid guardó el teléfono con un movimiento fluido. Tomó a Ronnie Anne de la mano y la llevó a la ventana. Desde allí, entre los árboles del parque, se distinguía una figura familiar sentada en una banca— Adivina quién está en el parque—
Ronnie Anne no necesitó más pistas.
—Sid, tráeme mi patineta—
—Sabía que dirías eso— Sid ya tenía todo preparado: la patineta, las protecciones e incluso una botella de agua.
—¿Cómo es que...?—
—Será para otro día— Sid le pasó el equipo con una sonrisa pícara— Hoy convivirás con tu príncipe azul... o bueno, ¿blanco? Tal vez armadura blanca— Ronnie Anne se sonrojó—Adelántate. Yo iré por mi patineta—
—Ok— luego Ronnie Anne salido de su apartamento y bajo las escaleras
—Realmente no te tomé como una chica que toma la iniciativa— dijo Plagg saliendo del bolsillo
—¿D-de qué hablas, Plagg?— balbuceo Ronnie Anne y casi tropieza— Solo andaré en mi patineta y saludaré a Lincoln—
—Ay, ajá—Plagg la miró con escepticismo. Se escondió de nuevo, pero no sin antes soltar una risita que hizo que Ronnie Anne se mordiera el labio.
"No entiendo por qué se burla. Solo iré al parque y lo saludaré. Tal vez le pida que me enseñe unos trucos. ¿Eso no es malo, verdad? ¿Y si cuestiona cómo sé que anda en patineta cuando apenas nos vemos?", su mente entró en pánico, imaginando mil escenarios incómodos. Se dio una palmada en la mejilla, recomponiéndose. "Tranquila, Ronnie Anne. Solo será una salida de amigos. Ni que fuera una cita... ¿verdad?"
—¿Lista, Ronnie Anne?— Sid apareció en la puerta del edificio, su propia patineta bajo el brazo.
—Sí—
Ambas se colocaron las rodilleras y los cascos, y con un impulso, salieron hacia el parque
(...)
El sol de la tarde bañaba el parque con una luz dorada, proyectando largas sombras sobre el césped y los senderos. Lincoln se detuvo frente al pequeño grupo de niñas, cruzando los brazos con una mezcla de autoridad y cansancio.
—Ok, chicas—dijo, intentando mantener un tono firme— Estaremos en el parque por algunas horas, así que vayan y diviértanse. Pero... —hizo una pausa, mirándolas una por una con seriedad— nada de travesuras y no se alejen de mi vista. ¿Entendido?
—¡Sí, Lincoln!— respondieron al unísono, aunque algunas con miradas traviesas que delataban sus intenciones.
Con un suspiro, Lincoln se apartó para dejarlas correr hacia los columpios, mientras él empujaba suavemente la carriola donde Lina, envuelta en una manta suave, observaba el mundo con ojos curiosos, abrazando su conejo de peluche.
—Por fin algo de paz—murmuró, hundiéndose en uno de los bancos del parque. El peso de las últimas semanas pareció caer sobre sus hombros de golpe. A su lado, Tikki, su pequeño compañero, se acomodó sobre el hombro de Lincoln
—Es increíble que existan personas que hagan tanto ruido—comentó Tikki, observando cómo las niñas reían a lo lejos.
—Eso no es nada— Lincoln esbozó una sonrisa cansada— No estaban mis hermanas mayores.
—¿Te refieres a Luan y Lynn?— pregunto Tikki
—Bueno, sí, pero también a las demás—respondió Lincoln, reclinándose hacia atrás. El viento acarició su rostro mientras los recuerdos fluían.
—Creo que no me has hablado de ellas—insistió Tikki ante eso Lincoln tomó aire, como si necesitara valor para continuar.
—Mi hermana Lori es la mayor de todos nosotros. Está en la Universidad de Fairway, entrenando para ser golfista profesional—
—No sabía que había escuelas específicas para eso—murmuró Tikki, impresionado.
—Solo son pocas—se encogió de hombros Lincoln— Luego está Leni. Es fanática de la moda y siempre soñó con ser diseñadora. Fue una sorpresa para todos cuando le dieron una beca completa en la Universidad de Diseño de Moda de París— Tikki asintió, pero notó cómo la expresión de Lincoln se oscurecía al mencionar a la siguiente.
—¿Y tu otra hermana?—preguntó con cuidado.
El silencio se extendió por unos segundos. Lincoln miró hacia el horizonte, donde las nubes se teñían de tonos anaranjados.
—Luna... —su voz casi se quebró— Le encantaba el Rock 'n' Roll. Soñaba con ser una estrella, con subirse a un escenario y hacer vibrar a la gente con su música— Tikki no necesitaba preguntar más; el dolor en los ojos de Lincoln era suficiente— Tuvimos una pelea... una de esas que destrozan todo, incluso mi relación con mis hermanas mayores incluyendo a Luan y Lynn. Al final Luna, decidió irse a estudiar música fuera del país. Ahora ni ella ni yo soportamos vernos—
—¿Qué lo ocasionó?—
—Perdimos a alguien importante— Lincoln apretó los puños, sintiendo el vacío que esas palabras dejaban en su pecho.
No dijo más. No podía.
En ese momento, el sonido de ruedas sobre el asfalto lo sacó de sus pensamientos. Dos figuras se deslizaban hacia él en patinetas, levantando una brisa fresca a su paso.
—¡Hola, Lincoln!—gritó Sid, frenando con elegancia frente a él.
—¿Sid? ¿Ronnie Anne?— Lincoln parpadeó, sorprendido— ¿Qué hacen aquí?—
Ronnie Anne se detuvo a su lado, quitándose el casco mientras su pelo oscuro caía sobre sus hombros.
—Vinimos a practicar un poco— dijo, secándose el sudor de la frente— Los domingos el parque está casi vacío, perfecto para ensayar nuevos trucos—
—No sabía que patinaban— comentó Lincoln, genuinamente intrigado.
—Hay muchas cosas que no sabes de nosotras—dijo Sid con picardía—. Especialmente de Ronnie Anne. Es una bestia en la patineta— comento dándole un codazo juguetón a Ronnie Anne.
—Bueno, no es para tanto— Ronnie Anne se sonrojó, desviando la mirada— Solo soy la mejor en esto, pero cuando lo hacemos en equipo, arrasamos en las competencias—
—Me encantaría ver algunos trucos—Lincoln no pudo evitar sonreír ante su modestia— No les importa que lleve a Lina conmigo, ¿verdad?— dijo, mirando hacia la carriola
Ambas chicas se acercaron, y al ver a la pequeña Lina abrazando su peluche con ojos brillantes, sus expresiones se suavizaron.
—¡Awwww, es tan linda!—exclamó Sid, agachándose para hacerle un gesto gracioso.
—Claro que puedes llevarla, Lincoln—dijo Ronnie Anne, su voz más cálida de lo usual— Tu hermanita será nuestra pequeña espectadora—
—Sí... hermanita— murmuró Lincoln, sintiendo un nudo en la garganta al decirlo.
Tomó con cuidado la carriola y, mientras se dirigían hacia el área de skate, el peso en su corazón pareció aligerarse un poco. Quizás, solo quizás, este día no sería tan malo después de todo.
(...)
El rugido de la multitud resonaba en el estadio mientras las luces estroboscópicas iluminaban el ring, donde el presentador, con un traje plateado brillante, alzaba los brazos para calmar al público. A su lado, La Tormenta, con su icónico traje azul eléctrico y su máscara con rayos en forma de X, cruzaba los brazos con actitud desafiante. Eclipse, su rival, posaba con arrogancia, su traje negro y plateado brillando bajo los focos como si ya se considerara la ganadora.
—¡Llegó el momento que todos estaban esperando!—anunció el presentador, con voz retumbante— ¡Los espectadores han hablado, y la luchadora más popular es...!— un redoble de tambores sacudió el ambiente, aumentando la tensión. La Tormenta ajustó sus guantes, segura de su victoria— ¡ECLIPSE!—
El estruendo de la audiencia fue ensordecedor. Algunos vitoreaban, otros abucheaban, pero el nombre de Eclipse resonó como un trueno.
—¡¿QUÉ?!— gritó La Tormenta, dando un paso atrás como si hubiera recibido un golpe bajo. Sus ojos, tras la máscara, se abrieron en incredulidad.
Eclipse se pavoneó, levantando su cinturón ficticio como si ya lo hubiera ganado, mientras las cámaras la seguían ávidamente.
—¡¿Eclipse podrá vencer a La Tormenta y arrebatarle su reinado?!—continuó el presentador, alimentando el drama— ¡No se pierdan el combate de esta noche, donde veremos si la nueva sangre puede destronar a la reina!—
La transmisión se cortó, dejando un silencio tenso en el backstage. La Tormenta arrancó su micrófono inalámbrico y se acercó al presentador con pasos furiosos.
—¿Cómo es posible que ELLA haya ganado?— exigió, clavándole una mirada que podría perforar acero— ¡Apenas debutó la semana pasada! ¡No tiene seguidores, no tiene carisma, no tiene NADA!—
—Bueno... técnicamente, ella no ganó— dijo el presentador, un hombre de sonrisa despreocupada y traje arrugado, se encogió de hombros.
La Tormenta se quedó helada.
—¿Manipularon los votos— no era una pregunta. Era una acusación.
—Solo un poquito— el presentador soltó una risita nerviosa. Para crear rivalidad, para que la gente se emocione. Ya sabes, ratings—
El puño enguantado de La Tormenta se cerró con fuerza. Antes de que el hombre pudiera reaccionar, lo agarró por la camisa y lo levantó contra la pared.
—¡¿SABEN LO QUE ACABAN DE HACER?!— rugió, su voz temblando de furia— ¡Esto arruinará mi credibilidad! ¡Los fans se volverán en mi contra! ¡Y cuando mi abogado termine con ustedes, este programa será solo un mal recuerdo!—
—Ay, deja de hacer drama— respondió el presentador, aunque asustado, soltó una risa burlona.— Solo es un empujoncito para que la gente vea el combate. Al final, si pierdes...— sus ojos se posaron en una pantalla que mostraba los números de audiencia— ...No creo que a nadie le importe. Los números no mienten, cariño— luego se alejó, dejándola plantada, su respiración entrecortada por la rabia.
(...)
Una ventana gótica se abrió lentamente, permitiendo que la luz de la luna bañara el rostro oculto tras una máscara de polilla. Wraith Moth, envuelto en su capa negra, extendió una mano pálida.
—La emoción es fuerte...— susurró, mientras mariposas oscuras revoloteaban a su alrededor— Furia. Decepción. El momento de debilidad perfecto para mi próxima víctima—
Una de las mariposas se posó en su palma. Con un gesto siniestro, la envolvió entre sus manos, infundiéndole energía negra. Cuando las abrió, la mariposa brilló con un aura violácea antes de alzar el vuelo, destinada a encontrar un corazón quebrantado.
(...)
En los vestidores...
Blanca Guzmán—La Tormenta—arrancó su máscara con un tirón, revelando un rostro marcado por la frustración. Sus ojos, normalmente llenos de determinación, brillaban con lágrimas reprimidas.
—No pueden hacerme esto...—murmuró, hundiéndose en una banca— Este programa, este ring... es MI vida. No pueden quitármelo— sollozo y una lágrima cayó sobre su máscara abandonada.
Sin darse cuenta del Akuma acercándose a ella y posándose sobre el símbolo de rayos en su máscara.
"Tienes razón... nadie debería arrebatarte lo que te pertenece". Una voz susurró en su mente, dulce como el veneno
—Claro que no pueden— Blanca alzó la vista y su voz ya no temblaba. Ahora resonaba con peligro.
"Climática, soy Wraith Moth. Te otorgo el poder de controlar el clima y cobrar venganza contra quienes te subestimaron. A cambio, solo necesito los Miraculous. ¿Aceptas?"
Blanca se levantó, su sombra alargándose en la pared como una tempestad a punto de estallar.
—El pronóstico de hoy...—susurró, tomando la máscara corrompida. Al ponérsela, una bruma negra y morada la envolvió, retorciéndose como un tornado. Cuando se disipó, ya no estaba Blanca.
Era Climática.
Su traje, antes azul eléctrico, ahora era gris tormenta, con relámpagos fosforescentes serpenteando por los brazos. Su máscara, marcada por rayos que atravesaban sus ojos como cicatrices, brillaba con malevolencia. Las botas negras crujían con electricidad estática.
—¡DOLOR!— rugió, alzando los brazos.
Un estallido de energía azul la rodeó, destrozando paredes y espejos. Los vidrios llovieron como cristales de hielo.
En la oscuridad, Wraith Moth sonrió.
"Esa es mi Dama del Clima."
El aire en los pasillos del estadio se volvió gélido, cada paso de Climática dejaba escarcha en el suelo. Sus botas negras resonaban como truenos lejanos, y los relámpagos fosforescentes de su traje iluminaban las paredes con un brillo siniestro. La máscara, con sus rayos atravesando los ojos como cicatrices ardientes, ocultaba una sonrisa torcida
"Eclipse... tan arrogante, tan falsa..." pensó, mientras sus manos generaban una neblina helada que se arrastraba como serpientes por los pasillos.
Llegó al camerino de su rival. A través de la puerta entreabierta, vio a Eclipse posando frente al espejo, sonriendo con suficiencia mientras se ajustaba su máscara plateada.
—¡Qué lástima que La Tormenta no pudo venir a la conferencia!—se burló Eclipse, hablando con sus seguidoras— Parece que la veterana no pudo soportar la derrota... ¡antes siquiera de pelear!— las risas de sus acompañantes fueron cortadas de golpe.
La puerta se congeló de repente, cubierta por una gruesa capa de hielo azulado. El aire se volvió irrespirable, y las sonrisas se convirtieron en expresiones de terror cuando vieron entrar a Climática.
—¿Derrota?—su voz era un susurro cargado de electricidad— No... esto no es una derrota.
—¿Q-Qué eres?—tartamudeó Eclipse dio un paso atrás, chocando contra el espejo.
—Soy el pronóstico que no viste venir— Climática alzó una mano, y de sus dedos brotó un remolino de escarcha.
Con un gesto brusco, toda la habitación se congeló. Las paredes, el techo, incluso el maquillaje en el rostro de Eclipse se cubrió de una capa de hielo. Las seguidoras gritaron, pero el sonido quedó atrapado en el frío, sus voces convertidas en ecos cristalizados. Eclipse intentó correr, pero sus pies quedaron pegados al suelo.
—¡NO! ¡DÉJAME IR!— gritó, golpeando el hielo que ya le cubría las piernas.
—Así como tú robaste mi lugar...— Climática se acercó lentamente, inclinándose hasta quedar a centímetros de su rostro— Yo te robaré el calor— sopló suavemente, y un viento gélido envolvió a Eclipse. El hielo trepó por su cuerpo como una maldición, convirtiéndola en una estatua helada, su expresión de terror eternizada en cristal.
(...)
Lincoln observaba con atención mientras Ronnie Anne y Sid se preparaban en extremos opuestos de la rampa más alta, ajustando sus cascos con determinación.
¿Están seguras de que quieren intentar esto?— preguntó Lincoln, sosteniendo firmemente la carriola donde Lina balbuceaba contenta con su peluche
—Tu tranquilo y yo nerviosa, Lincoln— dijo Ronnie Anne con una sonrisa confiada—Solo obserca— luego con un movimiento sincronizado, ambas chicas empujaron sus patinetas y comenzaron a deslizarse hacia el centro de la rampa.
El aire se llenó del sonido de ruedas sobre madera mientras ejecutaban su truco. Al encontrarse en el punto más alto, realizaron un intrincado baile sobre las tablas, intercambiando posiciones dos veces con una fluidez que solo años de práctica podían lograr. El momento culminante llegó cuando lanzaron sus patinetas al aire, formando una perfecta X antes de atrapar cada una la tabla de la otra.
—¡¡WOW!! ¡Eso fue increíble!— exclamó Lincoln, sus ojos brillando de admiración mientras aplaudía con una mano, manteniendo la otra firme en la carriola.
—Gracias, Linc— Sid se acercó, quitándose el casco con una sonrisa satisfecha— Practicamos mucho para que saliera ese truco sin usar los trajes especiales—
—No me hagas recordar esos trajes— suplicó Ronnie Anne, haciendo un gesto de disgusto mientras se estremecía visiblemente.
—Las entiendo— Lincoln rio entre dientes— Yo también tuve que usar uno cuando intentaba un truco difícil con Lynn—
—No sabía que también practicabas skate— dijo Sid inclinándose ligeramente hacia adelante con genuina curiosidad.
—No exactamente— admitió Lincoln, rascándose la nuca— Pero conozco algunos trucos. Cuando mi hermana Lynn me lo pide, a veces la ayudo en sus prácticas—
—¿Nos muestras algo?— pidió Ronnie Anne, ahora completamente interesada, extendió su patineta hacia él.
Lincoln dudó por un instante, mirando entre la patineta ofrecida y la carriola. Finalmente, con un gesto hacia sus hermanas menores que jugaban cerca, aceptó.
—Eh, claro. ¿Qué les gustaría ver—
—¡Haz tu mejor truco!— retó Sid, sus ojos brillando de anticipación.
—Bueno, ¿han escuchado hablar de la Vuelta al Mundo helicóptero 10-80?— Lincoln ajustó su postura sobre la tabla, sintiendo la madera familiar bajo sus pies y ambas chicas intercambiaron miradas confusas.
—Eh... creo que no— admitió Ronnie Anne.
—¿En qué consiste exactamente?— preguntó Sid, cruzando los brazos.
—Es deslizarte en la rampa tan rápido que al llegar al punto más alto das una vuelta completa, regresando al punto de inicio. Pero— hizo una pausa dramática— Tienes que combinarlo con el truco de la Gacela 10-80 mientras giras la patineta como un helicóptero— concluyo viendo como Ronnie Anne y Sid se miraron nuevamente, esta vez con escepticismo.
—Eso suena... imposible— declaró finalmente Ronnie Anne.
—Error— corrigió Lincoln con una sonrisa pícara mientras se dirigía a la rampa— Era imposible—
—Se va a lastimar— murmuro Sid preocupada mientras veía a Lincoln subir a la rampa
—No, no lo hará— respondió una voz inesperada. Ambas chicas giraron para descubrir que todas las hermanas menores de Lincoln habían aparecido misteriosamente.
—¿Qué hacen aquí?— preguntó Ronnie Anne, sorprendida.
—Lincoln nos trajo al parque, pero lo vimos irse...— dijo Lucy, con su habitual tono sombrío
—Y luego las vimos a ustedes— interrumpió Lola
—¡Haciendo esos trucos increíbles!— añadió Lana, sus ojos brillando de admiración.
—Así que dedujimos que Lincoln mostraría su mejor truco en patineta— dijo Lisa y empujó sus gafas sobre su nariz con gesto profesional.
—Bueno, sí, pero por cómo lo describió no suena muy seguro— Ronnie Anne mordió su labio, mirando nerviosamente hacia la rampa donde Lincoln se preparaba— Y eso que a nosotras nos costó hacer el truco de la cruzada extrema—
No debes preocuparte. Lincoln tiene esto muy calculado. Hay un 98% de probabilidades de que salga ileso— explico Lisa con cama
—¿Y el otro 2%?— pregunto Sid
—En ese caso— respondió Lisa con total seriedad— Sugeriría tener a mano el número de emergencia—
—¡Ok chicas, estoy listo!— anunció Lincoln desde lo alto de la rampa, su voz resonando en el pequeño anfiteatro de concreto.
—¡Tú puedes, Lincoln!— gritó Lana, saltando de emoción.
Con un impulso poderoso, Lincoln se lanzó hacia abajo, ganando velocidad rápidamente. Al llegar al punto de transición, saltó con una fuerza que lo llevó más alto de lo que Ronnie Anne y Sid habían logrado. En el aire, su cuerpo giró en una perfecta Gacela 10-80 mientras sus manos hacían girar la patineta como las aspas de un helicóptero. El sol capturó el momento, creando un destello que casi parecía congelar el tiempo.
El aterrizaje fue perfecto
—¡SÍ! ¡Aún soy bueno!— exclamó Lincoln, levantando los brazos en victoria. Pero el júbilo fue breve cuando perdió el equilibrio y cayó de espaldas en la base de la rampa— Bueno... más o menos— murmuró, levantándose y sacudiéndose el polvo. Luego bajo y fue hacia su público, fue recibido por los gritos entusiastas de sus hermanas. Ronnie Anne y Sid permanecían con la boca abierta, completamente asombradas. Lincoln, con una sonrisa tímida, se acercó y con un gesto gentil de su dedo, cerró sus mandíbulas caídas— ¿Qué les pareció?— preguntó, tratando de contener su propia emoción.
—Eso... fue— Ronnie Anne fue la primera en reaccionar— ¡INCREÍBLE!— exclamó, sus ojos brillando con admiración genuina— Jamás pensé que un truco así fuera posible. Dime, ¿Quién te enseñó eso?"
—Nadie, en realidad— Lincoln se encogió de hombros con modestia— Fue algo que Clyde y yo inventamos hace años—
—Tienes que enseñarnos— insistió Sid— A Ronnie Anne le encanta probar trucos nuevos—
—¡Sid!— protestó Ronnie Anne, su rostro enrojeciendo ligeramente.
—Claro, no hay problema— aceptó Lincoln con una sonrisa cálida. En ese momento, sintió un pequeño tirón en su camisa. Al girarse, encontró a Lily mirándolo con sus grandes ojos— ¿Qué pasa, Lily?— preguntó, agachándose a su altura.
—Linky, ¿podemos comer un helado?— Lily señaló hacia el puesto de helados.
Como si fuera una señal, todas las hermanas comenzaron a gritar sus sabores favoritos, creando un coro caótico de solicitudes.
—¡Esperen, chicas, tranquilas!— Lincoln alzó las manos en un gesto de calma— Pueden comer helado. Vayan y pidan el que quieran, yo iré en un momento— antes de que terminara la frase, sus hermanas ya corrían hacia el puesto como una pequeña manada, dejando atrás una nube de polvo— Hermanitas ¿verdad?— Lincoln suspiró, mirando a Ronnie Anne y Sid.
Sid se quedó boquiabierta, observando cómo las pequeñas figuras de distintos tamaños y estaturas habían logrado alcanzar velocidades olímpicas cuando se trataba de postres congelados.
—¡Vaya que son rápidas!— comentó Sid, parpadeando varias veces como si no creyera lo que acababa de presenciar— Ni siquiera Adelaide puede correr tan rápido cuando Froggy 2 se escapó del terrario—
Lincoln, acostumbrado al espectáculo, solo sonrió mientras se acercaba a la carriola donde Lina seguía balbuceando contenta.
—Solo lo hacen cuando les interesa algo— explicó con un encogimiento de hombros—. ¿Quieren un helado? Yo invito—
—¡Gracias!— respondieron al unísono Ronnie Anne y Sid, cuyos ojos brillaron ante la perspectiva de un dulce refrescante.
El trío se dirigió al colorido puesto de helados, donde Theo, el heladero de cabello canoso y eterna sonrisa, ya atendía a las hermanas Loud con la eficiencia de quien llevaba años sirviendo dulces a niños hiperactivos.
—Aquí tienes, Lisa— dijo Theo con voz cantarina mientras entregaba un helado de pistacho con dos perfectas bolas— Uno de chocolate amargo para la señorita Lucy— continuó, pasando un cucurucho oscuro a la gótica de la familia.
Lana recibió con entusiasmo su helado de menta, mientras Lola y Lily compartían miradas cómplices al recibir sus bananas split, tan grandes que casi les tapaban la cara.
—¡Gracias, Theo!— corearon las hermanas antes de dispersarse como pajaritos hambrientos.
—¡Hola Sid! ¡Ronnie Anne!— el rostro de Theo se iluminó al reconocer a las skaters.— ¿Lo de siempre?—
—Claro, Theo— asintió Sid, balanceándose sobre la punta de sus pies con impaciencia.
Con movimientos expertos, Theo preparó un helado arcoíris de múltiples sabores, coronándolo con un generoso chorro de caramelo dorado que se deslizaba por los costados como lava dulce.
—Y para la estrella del skate— anunció teatralmente al entregarle a Ronnie Anne su helado de naranja con chamoy, cuyo color vibrante contrastaba con el polvo picante que lo cubría.
—¿Y tú, joven?—Theo miro a Lincoln— ¿Qué vas a querer hoy?—
—Oh, bueno... realmente no sé qué pedir. ¿Qué me recomienda?— Lincoln se rascó la nuca, abrumado por las opciones
—¡Por ser nuevo aquí, te recomiendo mi especialidad: la Explosión de Uva!— anunció mientras comenzaba a mezclar helado de uva morado con trozos de fruta real y una misteriosa salsa brillante.
—¡Uy! Creo que se me congeló el cerebro— se quejó Lana, frotándose la sien con expresión dolorida.
—A mí no me duele— observó Lucy con su habitual tono sombrío— Pero se siente más frío que antes— sus palabras hicieron que todas las hermanas comenzaran a temblar visiblemente, sus alientos formando pequeñas nubes blancas en el aire repentinamente gélido.
—Qué extraño— murmuró, mirando al cielo con preocupación— Hace un momento hacía calor...— Lincoln, instintivamente, envolvió a Lina con una manta que llevaba en la carriola
—¡CIUDADANOS DE GREAT LAKES CITY!—
Todos los presentes alzaron la vista simultáneamente, helados olvidados momentáneamente, para presenciar la aparición de una figura femenina flotando sobre ellos. Su traje gris tormenta brillaba con destellos eléctricos, y los rayos fosforescentes de su máscara parecían arder con energía sobrenatural.
—¡Su pronóstico de hoy será una caída de temperatura!— anunció Climática con un gesto teatral de sus manos enguantadas. Al instante, el mercurio descendió bruscamente, transformando el ambiente veraniego en un paisaje invernal. Las hojas de los árboles se cubrieron de escarcha, y el agua de la fuente cercana comenzó a cristalizarse.
— ¡Oye! ¿Quién te crees que eres?— alguien de la multitud se atrevió a preguntar
—¡Yo soy Climática!— Climática giró lentamente hacia el insolente, y aunque su rostro estaba oculto tras la máscara, todos pudieron sentir su sonrisa de superioridad— ¡Y desde ahora les mostraré que mi trabajo SÍ vale la pena!— rugió, extendiendo los brazos
Para demostrar su punto, giró sobre su propio eje como un tornado humano, desatando ráfagas de viento helado que levantaron bancas del parque y enviaron volando a varios espectadores despistados. Los árboles se doblaron bajo la fuerza del vendaval, y los helados de todos los presentes se congelaron instantáneamente en sus cucuruchos.
El aire se había vuelto denso, cargado de electricidad estática que hacía que los pelos de los brazos se erizaran. Ronnie Anne permanecía inmóvil, sus ojos marrones siguiendo cada movimiento de Climática con la intensidad de un halcón. De repente, su cuerpo se tensó como un resorte.
—Oye, yo conozco ese movimiento— susurró Ronnie Anne, más para sí misma que para los demás. Su voz se elevó repentinamente cuando el reconocimiento la golpeó— ¡Hay Chihuahua! ¡Es La Tormenta!—
—¡¿La Tormenta?!— exclamo Sid con los ojos abiertos como platos— ¿Estás completamente segura?—
—Mírala— Ronnie Anne señaló con un dedo tembloroso— El giro de cadera antes de atacar, la postura de piernas... ¡Es su firma inconfundible!—
Antes de que Sid pudiera responder, Lincoln ya estaba en movimiento. Con una determinación que contrastaba con su habitual actitud pacífica, dio un paso adelante.
—¡Oye Climática!— su voz resonó con una fuerza inusual, cortando el aire gélido como un cuchillo.
—¡Lincoln, qué haces! ¡Es peligroso!— Ronnie Anne extendió el brazo instintivamente, pero él solo le lanzó un guiño rápido, casi imperceptible.
—No te preocupes— susurró mientras pasaba a su lado— Recupera tu patineta y prepárate— su tono era calmado, pero sus ojos azules brillaban con una urgencia silenciosa. Al acercarse más, Lincoln alzó las manos en gesto de paz— ¡Solo quería decirte que soy tu fan número uno!—
El efecto fue inmediato. Climática detuvo su avance, su máscara reluciente girando hacia el niño rubio con visible escepticismo.
—¡¿Qué?!— rugió, su voz distorsionada por la energía akumatizada— ¡No te burles de mí, mocoso!— exclamo y Lincoln mantuvo las palmas visibles, mostrando sus intenciones pacíficas.
—No es burla— insistió, adoptando un tono de genuina admiración— Soy fanático de la lucha libre, como mi hermana Lynn. Íbamos a verte pelear contra Eclipse esta noche. Todos estábamos seguros de que le patearías el trasero—
El ambiente pareció calentarse un grado cuando Climática bajó ligeramente los puños cargados de energía.
—¿En serio?— preguntó, su voz perdiendo parte de su dureza. Comenzó a descender lentamente, sus botas con rayos tocando el suelo con elegancia amenazante.
—Claro— continuó Lincoln, retrocediendo un paso pero manteniendo el contacto visual— Tienes años de experiencia, no como Eclipse que apenas debutó.—
—¡Por fin!— Climática cruzó los brazos, aunque su postura mostraba un mínimo de relajación— Alguien que entiende que no se puede debutar así nomás— gruñó, aunque con menos convicción.
—Exacto— Lincoln asintió con entusiasmo, moviendo discretamente una mano detrás de su espalda en señal para que las chicas se retiraran— Primero tendría que ganarte, y eso no va a pasar—
—Llevo más de diez años en esto— jactó Climática, inflando el pecho con orgullo herido.
—Con tu experiencia, será pan comido— concordó Lincoln, notando con alivio que Ronnie Anne comenzaba a guiar al grupo hacia atrás.
—¡Yo voté por Eclipse!— dijo Lily inocentemente
—¡Lily!— gritó Lincoln pero el daño estaba hecho.
—¿QUÉ?— rugió Climática con furia y antes de que alguien pudiera reaccionar, lanzó una ráfaga de hielo cristalino directamente hacia las niñas.
Ronnie Anne y Sid actuaron por instinto, arrastrando a las hermanas Loud hacia la rampa de skate. El hielo impactó con un estruendo sordo, sellando la entrada con una capa transparente de varios centímetros de grosor que atrapó a Sid y a las niñas en su interior.
—¡Sid!— Ronnie Anne golpeó la superficie helada con sus puños, sintiendo el frío penetrar hasta los huesos. Desde dentro, las figuras temblorosas se agrupaban buscando calor.
—S-sí— respondió Sid, sus dientes castañeando visiblemente— So-solo hace m-mucho frío aquí de-dentro—
—¡Déjalas salir ahora mismo!— Ronnie Anne giró hacia Climática, sus ojos ardiendo con una furia que rivalizaba con la tormenta.
—¿A ese grupito de mocosas inútiles?— escupió, flotando más alto
—¡Tú no eres así!— insistió Ronnie Anne, desafiante— Eres La Tormenta, la luchadora que siempre defendió el honor y el respeto en el ring—
—¡JA!— la risa de Climática sonó falsa y amarga— Esos "valores" me hicieron débil. ¡Diez años de carrera! ¿Y ahora quieren reemplazarme con una cara bonita?— sus puños comenzaron a brillar con un azul eléctrico.
—¡Ronnie Anne, cuidado!— el grito de Lincoln llegó justo cuando la ráfaga de energía helada salió disparada. Con un movimiento rápido, empujó a Ronnie Anne fuera del camino, pero el impacto lo lanzó como un muñeco de trapo sobre los edificios cercanos.
—¡LINCOLN!— el grito desgarrador de Ronnie Anne se perdió en el viento mientras veía a su amigo desaparecer entre las construcciones.
—Bueno, eso se buscó por jugar al héroe— comentó Climática entre risas antes de alejarse flotando, dejando atrás un parque convertido en paisaje invernal.
Ronnie Anne corrió hacia donde había caído Lincoln, pero al no verlo, su corazón se aceleró. Con manos temblorosas, sacó a Plagg de su bolsillo.
—Plagg, tenemos que ayudarlos— su voz era una mezcla de furia y desesperación.
—Cuando estés lista— respondió Plagg, sin su habitual tono juguetón y termino el ultimo pedazo de Quesadilla
—¡Plagg!— Ronnie Anne respiró hondo, secándose una lágrima rebelde con el dorso de la mano— ¡Las garras!— exclamo y la transformación comenzó en un remolino de energía negra que envolvió su cuerpo. Cuando la luz se disipó, Ek Miss estaba de pie, sus garras brillando con una luz siniestra bajo el cielo tormentoso.
Sus ojos verdes, ahora cubiertos por la máscara negra, escanearon rápidamente la escena: sus amigos atrapados en el hielo, Lincoln desaparecido, y la silueta de Climática alejándose.
(...)
El viento silbaba con fuerza mientras Lincoln caía en picada desde las alturas, sus brazos agitándose frenéticamente en el aire vacío. La ciudad giraba vertiginosamente ante sus ojos, los edificios convirtiéndose en manchas borrosas de color. El estómago se le encogió cuando sintió cómo la gravedad lo reclamaba.
—¡¡AAAHHH!! ¡Tikki, creo que este es un buen momento para transformarse!— gritó, su voz perdida en el rugido del viento. El pequeño kwami rojo emergió de su bolsillo, sus grandes ojos negros llenos de preocupación.
—¡Solo di las palabras!— chilló Tikki, aferrándose con sus pequeñas patas a la camisa de Lincoln.
—¡Tikki, motas a la vista!—
Un destello de luz roja lo envolvió en plena caída. La energía mágica corrió por su cuerpo, transformando su ropa en el traje escarlata de Red Beetle. Con movimientos ahora ágiles y precisos, lanzó su yo-yó con la destreza de quien lo había hecho cientos de veces. El arma se enredó en el brazo de un letrero publicitario, permitiéndole balancearse con gracia felina hasta aterrizar en un tejado cercano.
—Eso estuvo cerca— jadeó, apoyando las manos en las rodillas mientras intentaba recuperar el aliento. Su mirada escaneó el horizonte hasta divisar una silueta negra saltando entre los edificios con elegancia felina— ¡Hey, Miss! ¡Vamos a darle una patada a este akuma especial!— llamó con entusiasmo, intentando ocultar el temblor residual en sus piernas.
Pero Ek Miss no parecía escucharlo. En un instante estaba frente a él, sus garras afiladas agarrando sus hombros con una fuerza que lo sorprendió.
—¡¿Has visto a Lincoln Loud en alguna parte?!— exigió, sacudiéndolo con una urgencia que rayaba en el pánico— ¡El akuma lo lanzó con una ráfaga y no puedo encontrarlo!—
—Oye, tranquila, está bien— aseguró Red Beetle, levantando las manos en gesto pacificador— De hecho, cayó justo en mis brazos— añadió con una sonrisa juguetona— Se podría decir que la suerte lo atrapó— comento en broma hasta que recibió un golpe en su brazo— ¡OUCH! ¡Eso duele!— protestó, frotándose la zona afectada con un gesto exagerado.
—No juegues con eso— espetó Ek Miss, sus ojos verdes brillando con intensidad tras la máscara negra— Un chico pudo haber muerto por no llegar a tiempo—
—Tienes razón, lo siento— murmuró con genuino arrepentimiento. Su mirada se dirigió hacia el parque, donde distinguía las figuras atrapadas en la rampa de skate
—¿Buscas a alguien más?— pregunto Ek Miss cuando noto a su compañero escanear el área
—A Ronnie Anne— respondió automáticamente— Lincoln me pidió que la cuidara— y luego se tensó al darse cuenta de su error.
—Ella usaba una sudadera morada ¿verdad?— pregunto Ek Miss y Red Beetle la miro
—¿Cómo lo sabes?—
—Una... una civil con sudadera morada me vio venir hacia aquí— improvisó rápidamente, los engranajes de su mente girando a toda velocidad— Me dijo que se llamaba Ronalda, o Ronnie Anne, no estoy segura. Estaba preocupada por su amigo Lincoln. Me asusté mucho con lo que describió, quería asegurarse de que lo salvara— su explicación sonó forzada incluso para sus propios oídos, pero Red Beetle pareció tragársela
—¿Te aseguraste de que estuviera a salvo?— insistió, con una preocupación inusual en su voz.
—Sí, claro— mintió Ek Miss, desviando la mirada hacia un punto sobre su hombro— La llevé a un callejón seguro. Estará bien—
—Puedo verificar después— murmuró Red Beetle ya que no estaba completamente convencido, más para sí mismo que para ella— Pero ahora debemos ocuparnos del akuma—
—Dime, ¿Lincoln está realmente bien?— pregunto Ek Miss
—Sí— aseguró Red Beetle, notando cómo los hombros de su compañera se relajaban— Estaba asustado, pero se recuperará. Lo que más le preocupaba eran sus hermanas y sus amigas, no él mismo.
—Ese es Lincoln— susurró Ek Miss sin pensar, un suave rubor tiñendo sus mejillas bajo la máscara.
"¿Por qué se preocupa tanto por mi?" se pregunto "Bueno Ek Miss es una heroína ahora supongo que se preocupa por cada civil y creo que será normal para nosotros, pero muchos fueron afectados y solo pensó en mi" se quedo pensando unos segundos hasta que decidió preguntarle—¿Lo conoces?— preguntó, su voz cargada de una mezcla de confusión y algo más que no podía identificar.
—¡ATRÁS DE TI!— grito Ek Miss
Red Beetle giró justo a tiempo para ver una mano enguantada acercándose sigilosamente a sus aretes. Por instinto, atrapó la muñeca y giró con fuerza, usando el impulso para colocar su pie contra el pecho de su atacante. Climática quedó inmovilizada contra el suelo, su máscara brillando bajo la luz del sol con un destello siniestro.
—¡Quítale la máscara!— ordenó Ek Miss, preparando sus garras para atacar.
—¿Cómo sabes que el akuma está ahí?— cuestionó Red Beetle, manteniendo su presa con firmeza.
—¡¿En serio preguntas eso ahora?!— exasperó Ek Miss, sus garras rechinando contra el pavimento— ¡Solo hazlo!
Pero antes de que pudiera actuar, Climática retorció su cuerpo con la habilidad de una luchadora experimentada, ejecutando un movimiento de volteo perfecto que dejó a Red Beetle atrapado contra el pavimento, su propia fuerza usada en su contra.
—Regla básica de la lucha libre— susurró la villana con una sonrisa cruel, su aliento frío rozando la máscara de Red Beetle— Siempre mantén la atención en tu oponente y nunca le des la oportunidad de derribarte—
—Lo tendré en cuenta— gruñó Red Beetle, y con un movimiento rápido de cadera, logró invertir las posiciones nuevamente, rodando hacia atrás y sacando su yo-yó en posición defensiva.
—Prepárense para rayos y tormentas— anunció Climática, alzando los brazos con dramática solemnidad. Una esfera de energía eléctrica se formó entre sus manos, creciendo hasta alcanzar el tamaño de una pelota de playa antes de dispararse hacia el cielo. Las nubes se oscurecieron instantáneamente, y un segundo después, múltiples rayos caían sobre los héroes como látigos de luz.
—¡Cuidado!—
Ek Miss se lanzó contra Red Beetle con la agilidad de un felino, empujándolo fuera del camino justo cuando un rayo impactaba donde había estado. Rodaron por el pavimento varias veces, deteniéndose con Ek Miss encima de su compañero, sus cuerpos entrelazados en una posición que hizo que el tiempo pareciera detenerse.
—Uf, eso dolió— Ek Miss se quejo, levantándose un poco sobre sus codos— ¿Estás bien, Red?— no hubo respuesta. Red Beetle yacía inmóvil bajo ella, su respiración agitada y sus ojos vidriosos tras la máscara, como si estuviera viendo algo muy lejano— ¿Red?— llamó nuevamente, inclinándose más cerca hasta que sus narices casi se tocaban.
Pero Red Beetle no la veía. Estaba atrapado en un recuerdo de dos años atrás, cuando otra chica había caído sobre él de la misma manera.
"Es por eso que me gustas", podía escuchar su voz como si fuera ayer y el recuerdo lo golpeó con la fuerza de un tren, haciéndole olvidar por completo dónde estaba. "¡Hablo muy en serio!", había dicho aquella vez, y el resto de la memoria lo hizo desear no haber recordado nada.
—¡Red, reacciona!— el grito de Ek Miss y el sacudón brusco lo devolvieron a la realidad con un jadeo.
—¿Qué pasó?— murmuró, desorientado, sus pupilas dilatadas tras la máscara.
—Eso quiero saber yo— repuso Ek Miss, ayudándolo a levantarse con más suavidad de la que había mostrado hasta ahora— Te perdí por un momento—
—No es nada importante— se apresuró a decir, evitando su mirada mientras se sacudía el polvo imaginario de su traje— Tenemos un akuma que atrapar— ordeno y Ek Miss lo estudió por un segundo largo antes de asentir con renuencia.
—Tendremos esa charla después— prometió, justo cuando Climática se acercaba con paso amenazante, sus botas resonando contra el pavimento— ¡Te acabas de ganar una pelea de gatos!— declaró, lanzándose al ataque con un movimiento felino.
Pero Climática golpeó el suelo con ambos puños, transformando el asfalto en una pista de hielo en un radio de veinte metros. Ek Miss y Red Beetle perdieron el equilibrio inmediatamente, resbalando sin control como patinadores novatos. Antes de que pudieran recuperarse, una poderosa ráfaga de viento levantó varios autos estacionados, enviándolos como proyectiles hacia los héroes.
—Vaya, si que trae nuevos aires— comentó Red Beetle con ironía, lanzando su yo-yó para anclarse a un poste de luz mientras con la otra mano atrapaba a Ek Miss por la cintura— ¡Te tengo!—
Se mantuvieron así, balanceándose peligrosamente sobre el abismo de la calle, hasta que el viento cesó tan repentinamente como había comenzado. Cayeron al suelo con un golpe sordo, justo a tiempo para ver cómo Climática se alejaba flotando, su risa burlona flotando en el aire como un mal presagio.
—¡Oye, no he terminado contigo!— rugió Ek Miss, preparándose para perseguirla con las garras extendidas.
—Retrae las garras, Miss— Red Beetle la detuvo agarrándola por la cola de su traje— Piensa antes de atacar. dijo con una calma que contrastaba con la situación—
—¿Y qué propones?— preguntó Ek Miss, cruzando los brazos con evidente frustración.
—Ella es La Tormenta, la mejor luchadora de Great Lakes City— explicó Red Beetle, pasándose un dedo por la barbilla pensativamente— Debemos vencerla en su propio juego—
—Su propio juego— Ek Miss lo miró por un momento antes de que una idea brillara en sus ojos verdes— Creo que ya sé dónde está— anunció, extendiendo su bastón con un chasquido metálico— ¡Vamos!—
Red Beetle no necesitó que se lo dijera dos veces. Con un movimiento coordinado, ambos héroes salieron disparados en persecución, dejando atrás un parque convertido en paisaje invernal y un misterio que Red Beetle estaba cada vez más decidido a resolver. Mientras corrían por los tejados, no podía evitar preguntarse por qué Ek Miss parecía conocer tantos detalles sobre Lincoln Loud... y por qué le importaba tanto su bienestar.
El crujido de la puerta oxidada resonó en el silencio cuando Red Beetle la abrió lo suficiente para que ambos héroes pudieran deslizarse al interior de la Arena de Lucha. El aire dentro era denso, cargado con el olor a sudor seco y madera vieja.
—Entonces, ¿ella está aquí?— preguntó Red Beetle en voz baja, sus ojos escaneando la oscuridad mientras se aferraba al marco de la puerta.
—Es muy probable— susurró Ek Miss— La lucha libre fue prácticamente su vida— su voz tenía un tono de respeto a pesar de la situación.
Cuando la puerta se cerró tras ellos con un golpe sordo, la oscuridad los envolvió por completo. Solo los débiles rayos de luz que se filtraban por las rendijas del techo iluminaban tenuemente el polvo que flotaba en el aire.
—¡Rayos! Esa mujer juega con nosotros— maldijo Ek Miss, su visión nocturna revelando a Climática deslizándose como un fantasma hacia una salida lateral. Un instante después, el sonido de Red Beetle tropezando y cayendo al suelo con un gruñido la hizo girar— Jaja, parece que el caballero se volvió la damisela en apuros—
—Bueno, no todos podemos tener visión nocturna— se quejó Red Beetle sobándose la rodilla y extendiendo la mano hacia donde creía que estaba su compañera.
—No necesitas ver— Ek Miss tomó su mano con firmeza— Solo confía en mí— dijo y su voz bajando a un susurro confidencial
Corrieron a través de pasillos estrechos, sus pasos resonando contra las paredes de concreto. Ek Miss guiaba con seguridad, esquivando obstáculos invisibles mientras Red Beetle tropezaba en casi cada escalón de la empinada escalera que los llevaba al techo.
Al abrir la puerta de la azotea, fueron recibidos por un viento gélido que les azotó el rostro. Climática flotaba a unos metros de distancia, su silueta recortada contra el cielo tormentoso.
—¡Jajaja! Cabezas huecas, cayeron en mi trampa— se burló, extendiendo los brazos con gesto teatral—. Porque el pronóstico del tiempo ahora es... ¡Vientos de Tornado!
Con un movimiento brusco de sus manos, convocó una columna de viento que descendió del cielo, formando un tornado que rodeó el edificio. Los héroes quedaron atrapados en el ojo de la tormenta, el viento aullando a su alrededor como una bestia enfurecida. El rostro de Climática se iluminó momentáneamente cuando la silueta de una mariposa oscura apareció sobre sus ojos.
(...)
En algún lugar lejano, Wraith Moth observaba a través de la conexión con su akuma.
—Llegó el momento— murmuró, sus dedos largos y pálidos entrelazándose— ¡Tráeme los Miraculous!—
(...)
—Ya no tienen salida— gritó Climática sobre el rugido del viento— ¡Su tiempo se acabó!—
—¡Nosotros-!— Red Beetle se detuvo al notar que aún sostenía la mano de Ek Miss y la soltó abruptamente, un rubor visible incluso bajo su máscara— Lo... lo siento— murmuró, apartando la mirada.
—No hay problema— respondió Ek Miss, cuyas mejillas también se habían teñido de rosa. Ambos sacaron sus armas simultáneamente, adoptando posiciones de combate.
—¡Nosotros apenas estábamos calentando!— declaró Red Beetle con renovada determinación— ¡Amuleto Encantado!— el objeto que apareció en sus manos lo dejó perplejo— ¿Una toalla de baño?—
—Excelente— comentó Ek Miss con una sonrisa irónica—. Al menos tendremos con qué secarnos después.
Sin perder tiempo, se lanzó al ataque, sus garras brillando bajo la luz mortecina. Pero Climática era demasiado rápida; interceptó el ataque y agarró a Ek Miss por el cuello, levantándola como si pesara nada antes de estrellarla contra el suelo con un brutal Chokeslam. Antes de que pudiera recuperarse, Climática la levantó nuevamente, colocándola sobre sus hombros para ejecutar un devastador Attitude Adjustment.
—¡Olvidas que es una luchadora profesional!— gritó Red Beetle, interviniendo justo a tiempo para evitar otro movimiento.
—Sí... solo por un momento— jadeó Ek Miss, levantándose con dificultad.
—¡El pronóstico del tiempo: Golpe de Granizo!— una lluvia de bolas de hielo del tamaño de pelotas de tenis comenzó a caer del cielo.
Ek Miss reaccionó instintivamente, haciendo girar su bastón sobre su cabeza con tal velocidad que formó un escudo protector.
—¡Espero que tengas un plan para atrapar el akuma!— gritó sobre el estruendo—. ¡Antes de que se me acalambre el brazo!
Red Beetle escaneó el área frenéticamente, su mente trabajando a toda velocidad. Su mirada se posó en la grúa cercana, los ductos de ventilación y el alambrado del cartel gigante que se iluminaba misteriosamente junto a su Amuleto Encantado.
—¡Usa tu Cataclismo en el alambrado!— ordenó.
—¡Cataclismo!— gritó Ek Miss, liberando su poder destructivo— ¡Oye Climática! ¡¿Eso es todo lo que tienes?!—
El insulto surtió efecto. Climática, furiosa, se lanzó hacia ellos, pero Ek Miss usó su impulso para saltar hacia las varillas del cartel. Con un movimiento fluido, deslizó su Cataclismo a lo largo de la estructura metálica, que comenzó a colapsar con un crujido ensordecedor.
Climática intentó esquivar los escombros, sin notar que el yo-yó de Red Beetle se había enredado sigilosamente en su tobillo. Mientras el cartel caía, rompió los ductos de ventilación, liberando una poderosa corriente de aire del ventilador gigante.
Red Beetle no perdió tiempo. Saltó a través de los ductos expuestos, escalando con agilidad felina hasta llegar a la parte superior del cartel. Con un salto audaz, se lanzó hacia el ventilador, usando la toalla como improvisado paracaídas que el viento infló inmediatamente, dándole el impulso necesario para tirar de Climática.
El movimiento fue perfecto. La grúa, afectada por las fuertes ráfagas, giró bruscamente, su gancho arrancando la máscara de Climática con precisión quirúrgica. Ek Miss atrapó la máscara al vuelo y la partió en dos con un movimiento limpio.
—No más maldades para ti, pequeño akuma— dijo con suavidad, abriendo su yo-yó— ¡Es hora de terminar con la maldad!— lanzó el yo-yo, atrapando a la mariposa oscura que emergió del objeto roto— Te tengo— abrió el yo-yo y salió la mariposa, ahora blanca y pura, revoloteó libremente cuando la liberó—Adiós, mariposita— murmuró, antes de lanzar su Amuleto Encantado al aire— ¡Miraculous Red Beetle!—
Una explosión de luz roja y negra llenó el cielo, seguida por un enjambre de mariposas mágicas que limpiaron todo rastro de la tormenta, restaurando el clima soleado y cálido.
—¿Qué? ¿Qué hago aquí?— preguntó Blanca, confundida, tocándose la cara ahora expuesta.
—¡Ganamos!— exclamaron los héroes, chocando los puños con entusiasmo.
—Disculpe— Ek Miss se acercó a Blanca con delicadeza— Creo que esto es suyo— dijo, extendiendo la máscara rota. La expresión de pánico en el rostro de Blanca— Tranquila, no le diremos a nadie—
—Entendemos el código— afirmó Red Beetle con una sonrisa mientras Blanca se colocaba la máscara.
—Lamento lo que sea que haya hecho— murmuró Blanca, mirando sus manos con remordimiento.
—Está bien— consoló Ek Miss— Sabemos que solo seguías órdenes en contra de tu voluntad—
(...)
En la oscuridad de su guarida, Wraith Moth observaba impotente cómo su plan se desmoronaba.
—Algún día sus Miraculous serán míos— susurró con voz cargada de determinación— No importa cuántos enemigos les haga enfrentar para ganar... pero yo saldré victorioso— las ventanas de su guarida se cerraron lentamente, sumergiendo el lugar en una oscuridad absoluta.
(...)
Ek Miss saltaba entre ellos con la gracia felina que le otorgaba su miraculous. Cada movimiento era preciso, cada salto calculado al milímetro. Sus ojos verdes, agudizados por el poder del gato negro, escudriñaban cada callejón, cada plaza, buscando desesperadamente aquel distintivo cabello blanco como la nieve.
—Espero que esté bien— susurró para sí misma, mordiendo ligeramente su labio inferior mientras se ocultaba en la sombra de un callejón cercano al parque. El viento llevaba aún un dejo del frío artificial que había dejado Climática, haciendo que se estremeciera levemente.
—¿Estás bien, compañera?—
Por un fugaz instante, su corazón dio un vuelco. Esa voz... era casi idéntica. Pero al volverse, solo encontró el rostro sonriente de Red Beetle bajo su máscara escarlata, no el de Lincoln que tanto buscaba.
—Sí— respondió demasiado rápido, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas— Solo busco al amigo de Ronnie Anne. Me pidió que lo vigilara después de todo el caos—
—O-oh, uhm...— balbuceó Red Beetle, frotándose la nuca con gesto incómodo— Yo también estoy haciendo lo mismo— sus dedos jugueteando nerviosamente con su cabello— ¡Lincoln quería que comprobara si Ronnie Anne estaba aquí! Sí, eso es... exactamente lo que estoy haciendo—
El silencio que siguió fue tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Ambos héroes evitaban mirarse directamente, cada uno sintiendo que el otro ocultaba algo pero sin atreverse a preguntar.
El pitido simultáneo de sus miraculous los salvó de la incómoda situación.
—Me tengo que ir— dijeron al unísono, girando sobre sus talones y partiendo en direcciones opuestas con velocidad sobrenatural.
En el techo de un edificio contiguo, la transformación de Ek Miss se disolvió en un destello de luz verde, revelando a Ronnie Anne con las mejillas aún sonrojadas. Plagg flotaba frente a ella, con una expresión que mezclaba cansancio y exasperación.
—Eso estuvo demasiado cerca— susurró la chica, apoyándose contra la pared de acceso a las escaleras mientras intentaba calmar su respiración acelerada.
—Un segundo más y te hubieran descubierto— comentó Plagg, su tono tan seco como el queso que tanto amaba— ¿No crees que estás siendo un poco obvia?—
Mientras tanto, en el edificio opuesto, Lincoln se destransformaba con igual premura. Tikki emergió flotando, sus pequeñas antenas caídas por el agotamiento.
—¡Eso fue estresante!— exclamó el kwami rojo, revoloteando alrededor de la cabeza de Lincoln— ¿Por qué no le dijiste la verdad?—
—Porque... no sé— admitió Lincoln, mirando hacia el parque donde podía distinguir las pequeñas figuras de sus hermanas— Es complicado—
Con un suspiro, comenzó a descender por las escaleras de emergencia, su mente dando vueltas a la extraña conversación con Ek Miss. En el departamento, tomó rápidamente un puñado de galletas del frasco en la cocina antes de salir corriendo hacia el parque.
—¡Lucy! ¡Lana! ¡Lola! ¡Lisa! ¡Lily! ¡Lina!— los nombres brotaron de sus labios como una letanía de alivio al verlas reunidas cerca de las rampas de skate. Las abrazó a todas a la vez, apretando con fuerza como si necesitara confirmar que estaban realmente allí, seguras y salvas.
—Nos alegra que estés bien, hermano mayor— murmuró Lucy con su habitual tono sombrío, aunque sus brazos lo apretaron con inusual fuerza.
—¡Fue como una aventura polar!— exclamó Lana, saltando de emoción mientras Lily asentía entusiasmada a su lado.
—Mantuvimos una temperatura corporal adecuada mediante la conservación del calor grupal, previniendo eficientemente cualquier riesgo de hipotermia— informó Lisa con precisión científica.
—Y Sid nos contó historias geniales— añadió Lola, señalando a la chica de trenzas que sonreía tímidamente.
—Gracias por cuidar de mis hermanas— dijo Lincoln a Sid
—No hay problema— respondió Sid, encogiéndose de hombros con una sonrisa— Me divertí, aunque sin el ataque akuma hubiera sido más... tranquilo.
—¡LINCOLN!—
Antes de que Lincoln pudiera reaccionar, Ronnie Anne se abalanzó sobre él con la fuerza de un huracán, abrazándolo con tal intensidad que ambos terminaron en el suelo. Lincoln pudo sentir el rápido latido de su corazón a través de su camisa.
—¿Dónde estabas?— preguntó Ronnie Anne, su voz temblando levemente— Te busqué por todas partes. Pensé que... que algo terrible te había pasado—
—Bueno, volé un rato— bromeó débilmente— Hasta que Red Beetle me encontró y me llevó a un lugar seguro. Estoy bien, ¿ves?— Lincoln notó cómo sus manos se aferraban a su camisa como si temiera que fuera a desaparecer.
Solo entonces parecieron darse cuenta de su posición, con Ronnie Anne encima de él y sus rostros separados por apenas unos centímetros. Ella se apartó bruscamente, ayudándolo a levantarse con una rapidez que delataba su vergüenza.
—Oh, lo-lo siento— tartamudeó, apartando la mirada mientras se sacudía el polvo de sus jeans.
—Está bien, estoy acostumbrado— dijo Lincoln, recordando todas las veces que sus hermanas lo habían derribado en demostraciones de afecto similares.
Ronnie Anne cruzó los brazos, intentando recuperar su habitual actitud despreocupada. —Bueno, al menos Red Beetle y Ek Miss estuvieron ahí para salvar el día. Nosotros no— comentó, aunque su voz perdió fuerza hacia el final.
Pero entonces, en un movimiento inesperado, tomó la mano de Lincoln con firmeza. Sus ojos marrones, normalmente llenos de confianza, ahora mostraban una vulnerabilidad que rara vez permitía ver.
—Por favor, no vuelvas a hacer eso— suplicó, su voz apenas un susurro— Estaba... estaba realmente preocupada—
—Está bien—Lincoln sintió cómo algo se encogía en su pecho al ver la genuina angustia en su expresión. Con su otra mano, cubrió la de ella suavemente— Prometo que no volveré a correr peligro— dijo solemnemente, antes de añadir con una sonrisa tímida— Al menos no intencionalmente—
Ronnie Anne lo miró por un largo momento, como si buscara alguna señal de falsedad en sus palabras. Finalmente, asintió, permitiendo que una pequeña sonrisa asomara en sus labios.
—Eso tendrá que bastar— murmuró, dando un último apretón a su mano antes de soltarla.
(...)
El pasillo de la Arena de Lucha Libre estaba casi desierto a esta hora, solo iluminado por las luces de emergencia que proyectaban sombras alargadas sobre las paredes cubiertas de posters de peleas pasadas.
Blanca "La Tormenta" Guzmán caminaba con pasos lentos pero firmes, sus botas de lucha haciendo eco contra el suelo de concreto. Cada paso resonaba como un latido más en el silencio del lugar.
Se detuvo frente a la puerta marcada con el nombre "Eclipse", donde una luz tenue se filtraba por el espacio inferior. Su mano, usualmente tan segura en el ring, vaciló por un instante antes de tocar la superficie de madera con los nudillos.
—Eclipse... ¿estás ahí?— su voz, normalmente tan potente, sonó inusualmente suave, casi vulnerable.
Los segundos que pasaron antes de recibir respuesta se sintieron como horas. Finalmente, el sonido del cerrojo al deslizarse rompió el silencio. La puerta se abrió lo suficiente para revelar a la joven luchadora, su traje plateado y negro brillando débilmente en la penumbra. Sus ojos, normalmente llenos de confianza, mostraban ahora una mezcla de cansancio y cautela.
—Quiero disculparme contigo— comenzó La Tormenta, bajando ligeramente la cabeza— Probablemente no lo recuerdes por el akuma, pero te ataqué cuando estabas indefensa. Estaba...— tragó saliva, buscando las palabras correctas— Estaba muy molesta por lo que hicieron con la votación y—
—Yo también estoy molesta por eso— interrumpió Eclipse, cruzando los brazos. Su voz tenía un filo que no había mostrado nunca en público— Me gané este puesto con sangre, sudor y lágrimas, solo para que una votación manipulada inflara artificialmente el ranking de nuestra pelea—
—Creí que... que querías ganar así— admitió la Tormenta, frunciendo el ceño.
—No de esta manera— Eclipse abrió la puerta por completo, revelando el interior del camerino donde el conductor del programa hablaba por teléfono con evidente agitación— Desde que tengo memoria, mi sueño era enfrentarte a ti. Eres mi modelo a seguir, mi inspiración para entrar en este mundo— sus ojos brillaron con genuina admiración por un instante— Si alguna vez te ganara, quiero que sea porque lo merezco, porque me he esforzado hasta superarte, no porque unos productores sin ética manipularan los números—
Mientras hablaba, el conductor colgó una llamada con un gesto exasperado.
—¡Los fanáticos están furiosos!— anunció, pasándose una mano por el rostro sudoroso—. Todos los medios están preguntando sobre la manipulación de votos—
—Porque tuiteé la verdad— declaró Eclipse con orgullo, mostrando su teléfono donde una publicación viral denunciaba el fraude— No voy a construir mi carrera sobre mentiras—
La Tormenta observó a la joven luchadora con nuevos ojos. Una sonrisa lenta, genuina, se extendió por su rostro.
—Bien hecho, rookie— dijo, y esta vez el apodo sonó a cumplido en lugar de burla.
Eclipse se enderezó bajo el elogio, pero su expresión seguía siendo seria.
—Los fanáticos merecen una pelea digna, una que realmente valga la pena ver— afirmó Eclipse, apretando los puños— No este... espectáculo artificial—
—Créeme, se lo daremos— La Tormenta extendió una mano— Y sabes qué... no me importaría enseñarte uno que otro truco. Los buenos, los que no muestro en televisión— ante eso los ojos de Eclipse se iluminaron como dos lunas llenas.
—¿En serio?— preguntó ella, su voz saltando una octava en emoción antes de recuperar la compostura— Quiero decir... eso sería aceptable—
La Tormenta soltó una carcajada que resonó en el pasillo vacío.
—Vamos, novata— dijo, dando una palmada en la espalda a Eclipse que casi la hace tropezar— Tenemos una pelea que planear, y esta vez... será legendaria—
El conductor, viendo cómo las dos luchadoras comenzaban a discutir técnicas con entusiasmo renovado, sonrió al marcar otro número. Por primera vez en semanas, el espectáculo de wrestling volvería a ser auténtico. Y esa noche, cuando La Tormenta y Eclipse se enfrentaran en el ring, no sería por ratings ni votos manipulados, sino por el puro amor al deporte que ambas compartían
Chapter 8: Burbujeo
Chapter Text
El sol apenas comenzaba a filtrarse entre los edificios de Great Lakes City, pintando el cielo de tonos dorados y rosados. En el departamento de los Casagrande, el silencio de la mañana solo era interrumpido por el suave murmullo del viento contra las cortinas y los ronquidos de Carlitos en la habitación contigua. Pero en el cuarto de Ronnie Anne, la energía era distinta.
—Uy, alguien amaneció de buenas— la voz ronca y adormilada de Plagg flotó en el aire mientras el kwami flotaba hacia ella, arrastrando una liga para el pelo como si fuera un trofeo. Ronnie Anne la tomó con una sonrisa, enredando su melena castaña en una cola alta.
—Bueno, es un día especial— respondió Ronnie Anne, tratando de disimular el brillo en sus ojos.
—¿Especial?— Plagg se cruzó de brazos, flotando a su altura con una ceja levantada— ¿Acaso hoy dan queso gratis en toda la ciudad?—
—No, tontito— Ronnie Anne soltó una risa breve, sacudiendo la cabeza— Hoy es el cumpleaños de Lincoln—
El kwami de la destrucción parpadeó, como si esperara una explicación más elaborada.
—¿Y eso qué?— cuestiono Plagg encogiéndose de hombros al no recibir más explicación. Ronnie Anne suspiró, pero no podía evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios.
—No es solo eso— explicó, ajustándose la sudadera que llevaba puesta, una vieja prenda magenta que había adoptado como su favorita por lo cómoda que era— Conozco el cumpleaños de casi todos mis amigos, pero Lincoln... él nunca lo menciona. Es como si evitara el tema—
—Y supongo que eso te obsesionó lo suficiente como para investigar— Plagg se frotó la barbilla con una pata, fingiendo interés.
—¡Exacto!— exclamó ella, abriendo un cajón de su escritorio y sacando dos paquetes de regalo, uno envuelto en papel naranja brillante y otro en morado oscuro—. Cada vez que el tema salía en la conversación, él cambiaba de tema o se reía como si no fuera importante. La única forma de saberlo fue... bueno...—
—¿Robaste información clasificada? ¿Hackeaste algún sistema?— Plagg la miró con escepticismo.
—Le compré un helado gigante a Lily— Ronnie Anne se sonrojó levemente.
—¿Sobornaste a una niña de cuatro años?— Plagg soltó una carcajada tan fuerte que terminó rodando por el aire— ¡Eso es bajo incluso para ti!— Ronnie Anne se encogió de hombros, aunque no pudo evitar reírse también.
—Era eso o tratar con Lola, y créeme, esa niña negocia como una mafiosa— dijo, recordando la personalidad... intensa de la gemela menor de Lincoln— Además, con la información que me dio Lucy sobre sus gustos, pude conseguir algo que de verdad le guste— añadió, alzando el paquete envuelto en papel naranja.
Plagg se acercó flotando, examinando el otro regalo—el morado—que Ronnie Anne había dejado a un lado con menos seguridad.
—¿Y ese?—preguntó, señalándolo con la cola. Ronnie Anne bajó la mirada, y por primera vez esa mañana, su confianza pareció vacilar.
—Ah, ese...—murmuró, rozando el borde del paquete con los dedos— Era un proyecto que hice pensando en él. Pero con lo que me dijeron, creo que es mejor darle esto— dijo, moviendo el regalo naranja.
Plagg la miró fijamente, con una expresión inusual para un kwami normalmente despreocupado.
—No entiendo por qué—dijo, volando hasta posarse sobre el paquete morado— Te he visto esforzarte por este regalo. Cortando, pegando, maldiciendo cuando no te salía—
—¡No maldije tanto!—protestó Ronnie Anne, aunque el rubor en sus mejillas la delataba —Espera ¿Estuviste espiándome?— reprocho al darse cuenta de ese detalle
—¡Soy un kwami! ¡No tengo nada mejor que hacer— se defendió, antes de continuar— Puede que no entienda eso de los regalos humanos, pero sé una cosa: ese Copo de Nieve tuyo apreciaría más algo hecho por ti que cualquier cosa comprada—
Ronnie Anne se quedó callada, sintiendo el peso de esas palabras. El regalo morado no era solo un objeto. Era horas de trabajo secreto, de dudas, de repensar cada detalle.
—¿El gran Kwami de la Destrucción me está elogiando?— preguntó, intentando aligerar el ambiente y Plagg gruñó, apartando la mirada.
—Bueno, no hay que exagerar— masculló, aunque el tono era más cálido de lo usual.
—Lo aprecio de verdad— Ronnie Anne susurró tomando el regalo morado con cuidado.
—Entonces hazme caso— dijo, empujándolo hacia ella— Dale ese. El que viene del corazón siempre es el correcto—
Ronnie Anne lo miró, dudando por última vez, antes de guardar el paquete naranja en su mochila y también el morado, junto a una pequeña tarjeta escrita a mano.
—Espero que tengas razón— murmuró, más para sí misma que para Plagg.
(...)
La mañana se filtraba suavemente por las cortinas del departamento de los Loud, pintando las paredes con franjas doradas de luz. El aire olía a jabón recién usado y a leche tibia—rastros del desayuno y de la ropa que Lincoln doblaba con meticulosidad sobre su cama. Cada prenda era colocada con precisión militar: camisas sin arrugas, calcetines con su par, los pequeños bodies de Lina doblados en rectángulos perfectos. Era un ritual doméstico que había aprendido a fuerza de necesidad.
En el suelo, Lina gateaba entre un mar de juguetes dispersos, arrastrando consigo un dinosaurio de peluche que había sido regalo de Lana. La niña gorjeaba alegremente, ajena a la quietud pensativa que envolvía a su padre.
—Lincoln, hoy es un día importante para ti— la voz de Tikki sonó como un susurro melódico, flotando cerca de el hombro de Lincoln.
—¿Así? ¿Por qué? Espera...— Lincoln comenzó a revisar su celular, los ojos iluminándose por un instante — Hoy se estrena un episodio de Anna Ronalda— exclamó, enderezándose de golpe. Pero el entusiasmo se desvaneció tan rápido como había llegado— Oh. Es hasta las seis— murmuró, dejando caer el teléfono sobre el sofa con un golpe sordo.
—Creo que te gustó la novela que te recomendó Ronnie Anne— insinuó Tikki, con una sonrisa pícara.
—Bueno, no soy mucho de novelas...— Lincoln no pudo evitar esbozar una sonrisa genuina al recordarlo— ero esa valió la pena"— admitió, llevándose una mano al pelo para apartar un mechón rebelde. Se dirigió hacia su clóset, colgando una camisa a cuadros que Leni le había regalado el año anterior—
—Bueno da igual— dijo Tikki flotando al lado de Lincoln— La cuestión es que los kwamis tenemos un ritual para días como este— ante eso Lincoln pausó sus movimientos, frunciendo el ceño.
—¿Por qué es especial este día?— preguntó, genuinamente confundido.
—¡Porque lo es!— insistió, aunque su tono se suavizó al ver su expresión vacía— Aunque no sé si a los humanos les gusta que les den regalos en su cumpleaños— añadió, juguetona.
—A todos los humanos les gustan los regalos, sea su cumpleaños o no— respondió, distraído— ¿De quién es el cumpleaños?— pregunto regresando a la sala de su apartamento
—¡El tuyo, Lincoln!— Tikki flotó hasta plantarse frente a sus narices, sus ojos diminutos brillando con intensidad.
El silencio que siguió fue tan denso que hasta Lina dejó de golpear su juguete contra el suelo, mirando a su padre con ojos curiosos.
—¿Es mi cumpleaños?— preguntó, como si las palabras le quemaran la lengua.
Se abalanzó hacia el calendario pegado en la pared, el mismo que Lisa había decorado con pegatinas de planetas y fórmulas científicas absurdas. Sus dedos temblorosos siguieron la fecha marcada en rojo: 14 de Octubre. Un círculo dibujado con precipitación, probablemente por Lucy.
—¿Ya ha pasado un año?— susurró, más para sí mismo que para Tikki.
Su mirada vagó hacia el rincón que alguna vez había sido su santuario: un sillón desgastado de dos plazas frente a una televisión de plasma rodeada de consolas polvorientas. Ahora, ese espacio estaba invadido por un tapete de rompecabezas y juguetes de bebé. Los restos de su vida anterior, ahogados bajo la realidad de pañales y biberones.
Se dejó caer en el sillón, sintiendo cómo los resortes protestaban bajo su peso. Lina, percibiendo su cambio de ánimo, gateó hacia él levantando los brazos en señal clara. Lincoln la alzó sin pensarlo, acomodándola sobre su regazo. La niña apretó sus pequeños dedos alrededor del pulgar de su padre, como si fuera un ancla.
—Un año— repitió, esta vez con un nudo en la garganta.
Tikki se posó suavemente sobre su hombro, reconociendo el peso de esas palabras. Un año desde que Sam murió. Un año más desde que su vida se partió en dos. Un año MÁS criando a Lina entre miradas de lástima y susurros a sus espaldas.
—Has estado ocupado todo este tiempo. Es normal que lo olvidaras sin querer— dijo Tikki, su voz cargada de una comprensión que trascendía lo humano.
Lincoln miró a Lina, que ahora mordisqueaba el borde de su camisa con determinación.
—Sí... ya sabes cómo soy de distraído— murmuró, aunque ambos sabían que no era distracción.
—No importa porque te tengo un regalo—
—¿Me darás un regalo de cumpleaños?— pregunto dejando a Lina en el suelo volviendo a jugar
—Si es una especialidad Kwami— luego Tikki hizo unos movimientos de baile y comenzó a girar hasta que escupió una sustancia rosa brillante que aterrizo en las manos de Lincoln— ¡Feliz Cumpleaños Miraculous!— exclamo emocionada hasta que vio la casa desconcertada de Lincoln— Ay no ¿no te gusta?—
—No Tikki lo malinterpretas— balbuceo Lincoln— Es lindo solo no se qué es—
—Es un Kwagatama— explicó Tikki, flotando frente a él con una sonrisa tierna cuando el exceso de saliva se seco mostrando una pequeña joya roja con forma de lagrima curveada con un punto negro— los kwamis los hacemos como símbolo de amistad. Tomamos un cabello de quien porta nuestro Miraculous, lo unimos con los de quienes lo usaron antes, y lo cultivamos con resina mágica durante meses hasta que se forma esto—
Lincoln no respondió de inmediato. Sus dedos temblaron ligeramente al sostener la pequeña lágrima curva, el punto negro en su centro pareciendo mirarlo fijamente, como un recordatorio de todos los portadores que habían venido antes que él.
—¿Qué tienes?— preguntó Tikki, preocupada al ver cómo sus ojos se humedecían.
—Es hermoso— susurró él, y antes de que la kwami pudiera reaccionar, la atrajo hacia su mejilla en un abrazo apresurado pero sincero— Me encanta—
—Me alegra que te guste, pero no esperaba este tipo de reacción— Tikki flotó hacia atrás, sus diminutas alas vibrando con nerviosismo al ver las lágrimas que resbalaban por las mejillas de Lincoln. Él se limpió rápidamente con el dorso de la mano, intentando recomponerse.
—Lo siento, es que... este día es un poco doloroso para mí— confesó, la voz quebrada.
El Kwagatama, cálido contra su palma, parecía latir al ritmo de su corazón. Aquel objeto era más que un simple regalo: era un pedazo de historia, un hilo invisible que lo unía a todos los portadores anteriores del Miraculous de la Mariquita. Gente que, como él, había cargado el peso de ser un héroe. Gente que tal vez, también, había llorado en secreto.
Pero antes de que Tikki pudiera responder, la puerta del departamento se abrió de golpe.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS!—
El estruendo de voces familiares hizo que Lincoln se levantara de un salto, escondiendo instintivamente el Kwagatama en el bolsillo de su sudadera. Su familia irrumpió en la habitación como un torrente de colores y risas: Lynn Sr. y Rita a la cabeza, seguidos por Luan, Lynn Jr. quienes cargaron a Lincoln, Lucy tomo a Lina, mientras Lana, Lola, Lisa y Lily, fueron iban detrás de ellos por las escaleras y bajaban al apartamentos de sus padres donde la mesa del comedor estaba llena de un del desayuno favorito de Lincoln mientras el resto entonaba a todo pulmón el Happy Birthday.
Lincoln sonrió, aunque el gesto no llegaba a sus ojos. Las hermanas mayores depositaron regalos envueltos en papel brillante sobre la mesa del comedor: una pila colorida que contrastaba con la austeridad del departamento.
—Sabemos que no es mucho, pero te hicimos tus favoritos— dijo Lynn Sr, colocando la bandeja frente a Lincoln con un gesto de orgullo.
—Wow... gracias— murmuró Lincoln, tocando el borde del plato como si no estuviera seguro de que fuera real.
—Disfruta, Lincoln— susurró Rita y le plantó un beso en la frente
—Hubiéramos hecho una fiesta— dijo Lola, con su característica falta de tacto, cruzó los brazos— Pero alguien no nos avisó con tiempo— lanzó una mirada acusadora a Lynn Jr.
—¡Recuerda que solo tenemos unos meses aquí! ¿Quién iba a venir? ¡Ni siquiera conocemos a nadie!— comento Lynn Jr. levantando las manos en defensa
—Además, mamá y papá estarán ocupados con el restaurante— Lucy intervino, su voz monocorde cortando la discusión antes de que escalara— Literalmente rentaron todo el local para un almuerzo privado—
—Está bien, lo entiendo— dijo Lincoln, encogiéndose de hombros, aunque el peso de sus palabras era más pesado de lo que aparentaba.
—Sabes que sí, hijo— respondió Lynn Sr, dándole una palmada en el hombro— Pero no creo que estar solo en tu cumpleaños sea lo mejor. Tus hermanas tienen deberes y clases extras, y Lori y Leni no pudieron conseguir permiso en la universidad— ante la mención de sus hermanas mayores Lincoln hizo una mueca.
—Cuando terminemos, te daremos un pastel gigante para cenar— prometió Luan, cargando a Lina en sus brazos— Y yo me llevaré a esta pequeña al club de comedia. Así tendrás tiempo a solas para ver ese programa que te enganchó—
—Gracias— dijo Lincoln, pero la palabra sonó hueca. Fue entonces cuando Lily tiró de su sudadera.
—Oye, Linky...— murmuró Lily— ¿Puedo darte tu regalo más tarde?—
—Claro, Lil— Lincoln se agachó hasta su altura, acariciándole el pelo— No hay problema—
(...)
El bullicio matutino de la Academia César Chávez envolvía los pasillos como una marea de adolescencia desbordada. Antony "Tony" Anderson era el único chico que ha estado en un mismo grupo desde jardín de niños, ha visto irse sus compañeros y ver nuevos alumnos cada año, hasta que llego Ronnie Anne y Becky empezando el primer año de Primaria. Algunos se quedaron como fue el caso de Nikki, Sammer y Casey que los conocía desde el tercer grado y Sid que se unió a su grupo empezando el sexto grado, los años siguientes casi todo el grupo fueron nuevos hasta este año que llego Lincoln Loud.
—¡Ey, Lincoln! ¡Feliz cumpleaños!— Tony alzó la voz por encima del murmullo general, saludando con un gesto ampuloso al muchacho que acababa de cruzar la puerta.
Lincoln parpadeó, deteniéndose en seco. Su mochila, cargada con libros y los restos del desayuno familiar, se deslizó un poco sobre su hombro.
—Gracias, Tony— respondió, aunque el desconcierto se colaba en su tono. ¿Cómo sabía él? Ni siquiera sus profesores tenían esa información registrada.
Tony se acercó, rodeándolo con un brazo como si fueran viejos camaradas. El olor a gel de fresa de su cabello peinado con esmero chocaba con el aroma a jabón neutro de Lincoln.
—Es increíble que ya tengas quince años— soltó, exagerando cada sílaba como un presentador de televisión— Podría decirse que eres el mayor de nosotros—
—¿Ah, sí?— Lincoln esbozó una sonrisa tensa.
—¡Oh, por supuesto!— Tony soltó una carcajada, dándole una palmada en la espalda que lo hizo toser levemente.
—¡Ey, White!— en ese momento, Fred se sumó al grupo, lanzando un saludo con la mano manchada de tinta azul.— ¡Feliz cumpleaños!—
—¿Cómo saben todos que hoy es mi cumpleaños?— preguntó, tratando de no sonar paranoico.
—Ya sabes...— Tony se inclinó hacia su oído— Tengo influencias en el más allá— dijo en un susurro dramático y Lincoln se liberó del contacto, rodando los ojos.
—Sí, claro— murmuró, aunque una parte de él se preguntaba si alguna hermana había filtrado la información.
Mientras los tres entraban al salón, Lincoln no notó el par de ojos café oscuro que lo seguían desde la puerta.
Ronnie Anne ajustaba nerviosa la correa de su mochila cuando Sid apareció a su lado como un fantasma, cruzando los brazos con expresión burlona.
—Hola, Ronnie Anne. Me preguntaba cuándo vendrías— dijo, arrastrando las palabras con esa cadencia que solo usaba cuando sabía algo.
—Lo siento, estaba resolviendo un asunto— mintió Ronnie Anne, evitando su mirada. Al sacar sus cosas de su mochila a su casillero, dos paquetes envueltos cayeron al suelo con un golpe sordo.
Sid fue más rápida. Agachándose como un felino, tomó ambos regalos antes de que su amiga pudiera reaccionar.
—¿Y esto?— preguntó, haciendo girar los paquetes entre sus dedos. El de papel naranja era impecable; el morado, en cambio, tenía arrugas en las esquinas, como si hubiera sido abierto y vuelto a cerrar mil veces.
—¡Nada!— Ronnie Anne extendió la mano con urgencia— Solo dámelos— pero Sid, que conocía cada uno de sus movimientos desde que tenían once años, esquivó el intento con una pirueta.
—"Para: Lincoln"— leyó la etiqueta del paquete naranja en voz alta, exagerando cada palabra— ¿Nada, eh?— Ronnie Anne sintió el calor subirle desde el cuello hasta las orejas.
—Sí, es para Lincoln. ¿Feliz?— admitió entre dientes, mirando hacia donde el chico en cuestión conversaba con Tony.
—He sido tu mejo amiga desde que me mude a la ciudad— Sid devolvió los regalos, pero no sin antes acercarse con una sonrisa que prometía problemas— Y durante ese tiempo me he dado cuenta de muchas cosas de ti— comenzó Sid, contando con los dedos— Primero: no eres de las que regalan cosas sin motivo. Segundo: en todos estos años, solo les has dado regalos a tres chicos... y dos eran familiares. Tercero— bajó la voz a un susurro— te gusta Lincoln, pero dudo que esto sea para confesarte—
—No me voy a confesar...— Ronnie Anne tragó saliva— al menos no todavía— musitó, tan bajo que casi no se escuchó— Hoy es el cumpleaños de Lincoln y—
—¡¿HOY ES EL CUMPLEAÑOS DE LINCOLN?! ¡¿Por qué nadie me dijo?!"— gritó Sid, haciendo que varios compañeros voltearan.
Ronnie Anne la arrastró hacia el fondo del salón, escondiéndose detrás del closet del salón.
—Porque nadie lo sabía— explicó, mordiendo el labio— Yo lo supe por Lily—
—¿La hermana menor de Lincoln? ¿La que come crayones?—
—¡No come crayones! Solo esa vez... En fin, escuché que su cumpleaños estaba cerca e intenté averiguarlo, pero no me decía el día"— Ronnie Anne jugueteó con el borde de su sudadera—. Hasta que le invité un helado—
—La sobornaste— acusó Sid, divertida.
—Sí, lo hice— admitió sin vergüenza— Y gracias a eso sé que hoy cumple quince. Por eso le voy a dar este— levantó el paquete naranja— Me costó mucho conseguirlo. Es exactamente lo que le gusta—
—¿Y el otro?— Sid señaló el regalo morado, que Ronnie Anne intentó esconder. Un silencio incómodo se extendió entre ellas. Finalmente, Ronnie Anne se inclinó para susurrarle al oído. La expresión de Sid pasó de la curiosidad al asombro, luego a una emoción casi infantil— ¡Eso es genial, Ronnie Anne! Deberías dárselo— insistió, agarrando sus manos.
Pero Ronnie Anne miró hacia Lincoln, que reía por algo que Tony decía. Su sonrisa era cálida, pero sus ojos... sus ojos seguían siendo tristes.
—Lo... pensaré— respondió, guardando el paquete morado en su mochila con un cuidado que bordea lo reverencial.
(...)
El sol de la tarde se filtraba a través de los ventanales del pasillo principal de la Academia César Chávez, pintando las paredes de un dorado agonizante. Las voces de los estudiantes resonaban como ecos dispersos mientras abandonaban las aulas, liberados por fin del yugo de las clases. Entre el bullicio, Lincoln caminaba junto a Tony, su mochila colgando de un hombro con despreocupación estudiada.
—Al fin, libertad— Tony estiró los brazos hacia el techo con una exageración digna de un actor de teatro, haciendo que su camiseta de basketball se levantará y revelara un abdomen plano y moreno.
Lincoln esbozó una sonrisa cansada, ajustando la correa de su mochila que le carcomía el hombro.
—Sí, aunque creo que será peor en los exámenes— murmuró, recordando la pila de cuadernos que lo esperaban en casa.
Tony lo miró de reojo mientras empujaban las puertas principales de la escuela, donde el aire caliente de la tarde los recibió como una marea sofocante.
—Espero que tu fiesta de cumpleaños compense todo este estrés. Algo como lo que le hicieron a tus hermanas— comentó Tony casualmente, sacando un chicle de su bolsillo y ofreciéndole uno a Lincoln.
El peliblanco negó con la cabeza, sintiendo cómo sus dedos se tensaban alrededor de la correa de la mochila.
—Sí, sobre eso...— comenzó Lincoln, buscando las palabras adecuadas. Tony se detuvo en seco, girando hacia él con los ojos entrecerrados.
—¿Ahora qué hicieron tus padres?— preguntó, y el tono no era de simple curiosidad, sino de una frustración contenida que sorprendió a Lincoln.
Durante todo el tiempo que Tony había estado en esa escuela—desde jardín de niños, como él mismo presumía—había visto ir y venir a compañeros como hojas en el viento. Pero nunca, en todos esos años, había encontrado a alguien como Lincoln. Alguien que lo escuchara sin juzgar, que compartiera sus cómics, que entendiera sus chistes estúpidos. Y ahora, al descubrir que ni siquiera le harían una maldita fiesta de cumpleaños, algo dentro de él se estremeció.
Lincoln se encogió de hombros, mirando hacia el estacionamiento donde algunos alumnos subían a autobuses o se reunían en grupos ruidosos.
—No voy a tener una fiesta— admitió, como si estuviera hablando del clima.
—¿Por qué no te harán una fiesta?— la pregunta salió más fuerte de lo que pretendía, atrayendo miradas curiosas de algunos estudiantes cercanos.
—Bueno, no tuvieron tiempo de organizar algo— Lincoln lo tomó del brazo, alejándolo del flujo principal de gente— Pero está bien, de verdad no me molesta— explicó, aunque el brillo ausente en sus ojos contradecía sus palabras— Además, tengo trabajo en el restaurante de mi papá— añadió, como si eso fuera un consuelo.
—¡Pero eso no es justo!— estalló Tony, gesticulando con las manos— ¡Todos merecen un buen cumpleaños! ¡Especialmente tú!—
La voz de Tony se quebró en ese último fragmento, revelando algo más profundo que simple indignación. Lincoln lo observó con curiosidad, notando cómo sus puños se apretaban y sus cejas se fruncían.
—Oye, como te dije, no me molesta— Lincoln intentó calmarlo, pero Tony no estaba escuchando.
—No, no, esto no puede quedar así— murmuró, pasando una mano por su cabello corto y despeinado.
Ronnie Anne se mordía el labio inferior con tanta fuerza que casi podía sentir el sabor metálico de la sangre. Sus dedos temblorosos acariciaban el paquete morado escondido en su mochila, mientras observaba a Lincoln y Tony desde la sombra de un árbol de jacaranda, cuyas flores moradas caían como lágrimas sobre el cemento.
—¡Ey, Ronnie!— Sid apareció a su lado como un relámpago, haciendo que diera un respingo— ¿Estás lista para darle el regalo a Lincoln?—
Ronnie Anne tragó saliva, sintiendo cómo su corazón aceleraba su ritmo hasta casi ahogarla.
—Eh... ¿sí?— mintió, clavando las uñas en sus palmas.
Sid la miró con una mezcla de exasperación y ternura, como solo una amiga de toda la vida podía hacerlo.
—Vamos, Ronnie Anne, tú puedes— la animó, dándole un empujón suave hacia adelante.
—Yo puedo, yo puedo, yo puedo...—dijo Ronnie Anne y comenzó a caminar como un autómata, cada paso hacia Lincoln parecía aumentar la presión en su pecho.
—¿Sabes qué? Voy a hablar con tus padres sobre esto— decía Tony con determinación.
—Por favor, no lo hagas— pidió Lincoln— Hoy estarán muy ocupados, y no creo que los hagas cambiar de opinión—
Ronnie Anne se detuvo en seco a solo metros de distancia, sintiendo que sus pulmones se colapsaban y ella rápidamente se retira a donde estaba con Sid
—Yo puedo Yo puedo— dijo frustrada y Sid se dio palmeo la frente
—No, no puedes, Ronnie Anne. ¡Lo has intentado todo el día! ¡HAZLO AHORA!— luego con un empujón que habría hecho orgulloso a cualquier linebacker, Sid la lanzó directamente contra la espalda de Lincoln.
El impacto fue lo suficientemente fuerte para hacer que Lincoln diera un paso adelante, pero no tanto como para derribarlo. Al girarse, sus ojos azules se encontraron con los cafés oscuros de Ronnie Anne, quien parecía a punto de desmayarse.
—Ah... h-hola, Lincoln— tartamudeó, sintiendo que el sudor le recorría la espalda bajo su sudadera.
—Hola, Ronnie— él respondió con una sonrisa casual— ¿Estás emocionada por hoy?— ante esa pregunta Ronnie Anne parpadeó, confundida.
—Eh... sí— mintió de nuevo, aunque no tenía idea de a qué se refería— Pero... ¿puedes recordármelo?— Lincoln se rió, y el sonido era tan cálido que Ronnie Anne sintió que sus rodillas flaqueaban.
—Hoy es el estreno de la nueva temporada de Anna Ronalda— explicó, como si fuera lo más obvio del mundo— "La novela que me recomendaste"—.
—¡Ah, sí! Ya recuerdo— exclamó demasiado rápido— No me lo perdería. Mi familia está muy entusiasmada por eso— la expresión de Lincoln se suavizó, y por un momento, Ronnie Anne vio algo vulnerable en sus ojos.
—Me alegro... ojalá mis hermanas o mis padres fueran así conmigo— murmuró, mirando hacia la distancia.
Detrás de ellos, Tony, que había estado observando la escena con interés, sacó mentalmente una libreta y anotó: "Padres Loud = Problemas".
—Bueno— Ronnie Anne respiró hondo, sintiendo que este era su momento—Yo venía a darte— comenzó, sacando finalmente el paquete morado.
Pero el universo, aparentemente, tenía otros planes.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS, LINCY!—
Una voz melosa como jarabe de arce cortó el aire como un cuchillo. Sara O'Malley apareció como un huracán de perfume Chanel y sonrisas perfectas, apartando a Ronnie Anne con un movimiento de cadera tan suave como calculado.
—Eh... gracias, Sara. Pero ¿Cómo supiste que era mi cumpleaños?— Lincoln parpadeó, sorprendido.
Sara O'Malley, rubia como el oro, ojos azules como el mar Caribeño, y vestida como si acabara de salir de un catálogo de primavera, se rió como si hubiera hecho un chiste privado. Su trenza perfecta se mecía con el movimiento, golpeando su hombro desnudo donde un pequeño tatuaje temporal de mariposa completaba el look.
—Tengo mis métodos— dijo con un guiño, ajustando el strap de su bolso Louis Vuitton— ¿Recibiste mi regalo?—
—¿Qué regalo?— Lincoln frunció el ceño.
La expresión de Sara se congeló por una fracción de segundo antes de volver a la perfección plástica.
—¡¿QUÉ?! ¡Ay!— puso una mano dramática sobre su pecho— Esos mensajeros... Estoy segura de que no lo quisieron enviar debido a lo pesado que era—
—¿Pues qué me enviaste?— preguntó Lincoln, genuinamente intrigado.
Sara se inclinó hacia él, lo suficientemente cerca como para que Ronnie Anne, que observaba la escena con los puños apretados, pudiera ver cómo sus uñas perfectamente manicuradas acariciaban su brazo.
—Lo averiguarás cuando llegue— susurró, antes de retroceder con otro guiño— Créeme que lo disfrutarás—
Y con eso, se alejó balanceando las caderas, directo hacia su sombra personal, Ania, una chica de pelo negro y expresión permanentemente aburrida que siempre la seguía como un perro faldero.
—¿Qué le compraste?"— murmuró Ania mientras se alejaban.
—Ni idea. Fue idea de mi hermana mayor— Sara ondeó una mano con desdén.
Mientras tanto, Ronnie Anne permanecía en el suelo donde había caído tras el "accidental" empujón de Sara, sintiendo cómo la oportunidad se esfumaba una vez más.
—No pude hacerlo— murmuró, mirando el paquete morado ahora arrugado en sus manos.
Sid, que había presenciado toda la escena con expresión de incredulidad, suspiró y la agarró del brazo, arrastrándola lejos de la vista de Lincoln.
Ronnie Anne permanecía inmóvil en medio de la acera, sintiendo cómo el paquete morado en sus manos se volvía cada vez más pesado, como si contuviera todo el peso de sus sentimientos no confesados. A su lado, Sid observaba con una mezcla de exasperación y ternura, los brazos cruzados sobre su sudadera rosa desgastada.
—Por Dios, no seas cobarde— Sid le dio un leve empujón, haciendo que Ronnie Anne se levantara— Eres Ronnie Anne Santiago. Le has plantado cara a matones tres veces tu tamaño. No le temes a nada— Ronnie Anne apretó los dientes, sintiendo cómo una oleada de calor le subía por el cuello.
—Lo sé, pero...— sus manos temblaron ligeramente, las uñas marcando pequeñas hendiduras en el papel del regalo— Cada vez que estoy con Lincoln, mis piernas se convierten en gelatina y mi mente... se queda en blanco. Como si alguien hubiera desconectado todos mis circuitos—
Sid suspiró, pasando un brazo sobre los hombros de su amiga. El olor a chicle de fresa de su aliento se mezclaba con el aroma a asfalto caliente de la ciudad.
—Estás enamorada, Ronnie. Es completamente normal— dijo, dándole un golpecito amistoso en el hombro— Pero tienes que armarte de valor. Es solo un maldito regalo. ¡Tú puedes!—
—Si puedo— Ronnie Anne respiró hondo, inflando el pecho con determinación— ¡Sí, yo puedo!— declaró, cerrando los puños con tanta fuerza que las articulaciones le crujieron.
Pero cuando giraron hacia donde había estado Lincoln, solo encontraron el espacio vacío que dejaba la camioneta familiar de los Loud alejándose en un rugido de motor mal sincronizado. Las figuras de Lincoln y sus hermanas se distinguían a través de la ventanilla trasera, borrosas pero inconfundibles.
—Ah... ¿por qué no puedo decir lo que hago?— gimió Ronnie Anne, dejando caer los hombros en una postura tan derrotada que Sid tuvo que morderse el labio para no reír.
—Eh... ¿no es "hacer lo que dices"?— corrigió Sid, levantando una ceja. Ronnie Anne le lanzó una mirada que habría derretido acero.
—¡Eso quise decir!— gruñó, aunque un destello de humor asomó en sus ojos.
A unos metros de distancia, Tony observaba la escena mientras se subía la mochila al hombro con gesto pensativo. Sus ojos oscuros seguían el camino que había tomado la camioneta, y una línea de determinación se marcó entre sus cejas.
—Tal parece que tengo algunas cosas que solucionar con los señores Loud— murmuró para sí mismo, antes de girar y tomar el camino opuesto con pasos largos y decididos.
(...)
El bullicio de la ciudad se intensificaba a medida que las dos chicas se acercaban a la estación del metro. Ronnie Anne caminaba como un zombi, sus dedos acariciando inconscientemente el borde del paquete morado. Cada paso resonaba con el eco de las oportunidades perdidas.
—¿Qué puedo hacer ahora?— se preguntó en voz baja, más al universo que a Sid.
El viento subterráneo que subía por las escaleras del metro agitó su flequillo, llevándose consigo el suspiro de frustración que escapó de sus labios.
—Podrías dejar el regalo en su casa— sugirió Sid, como si fuera la idea más obvia del mundo.
—Lo haría... si supiera dónde vive— admitió Ronnie Anne, sintiendo cómo la vergüenza le quemaba las orejas.
—Por suerte para ti...— Sid sonrió, con una sonrisa conocida que hacia siempre cuando estaba a punto de revelar un as bajo la manga— Yo conozco su casa—
—Eres la mejor amiga que alguien podría tener— murmuró Ronnie Anne, abrazándola con tanta fuerza que a Sid le faltó el aire.
El eco de sus pasos al bajar las escaleras del metro se mezcló con el anuncio automatizado de llegada del tren. Sid, recuperándose del abrazo, se arregló la camisa con fingida dignidad.
—Lo sé— respondió, con una sonrisa que iluminaba su rostro más de lo que cualquier letrero de neón podría hacerlo— Ahora vámonos antes de que pierdas el valor otra vez—.
El rugido del tren que llegaba ahogó cualquier respuesta que Ronnie Anne pudiera tener. Pero en el reflejo de las puertas del vagón, Sid pudo ver la determinación que finalmente brillaba en los ojos de su amiga.
(...)
El sol de la tarde se estrellaba contra los ventanales del Lynn's Table, iluminando el ajetreo frenético del restaurante más exclusivo -y paradójicamente accesible- de Great Lakes City. Los aromas de ajo dorado, hierbas frescas y masa crujiente se entrelazaban en el aire, creando una sinfonía olfativa que hacía agua la boca incluso a los clientes más exigentes.
Lincoln movía entre las mesas con la gracia de un felino, su libreta de pedidos siempre a punto, su sonrisa profesional perfectamente calibrada. Cada paso lo llevaba entre el bullicio de políticos y empresarios que hojeaban menús mientras discutían cifras y reformas.
—Piden tres Lynnsañas, una ensalada Lucycesar, papá— anunció, deslizando la nota sobre la encimera de acero inoxidable donde su padre danzaba entre sartenes humeantes.
Lynn Sr. apenas alzó la vista, sus cejas pobladas brillando por el sudor que le resbalaba desde la frente.
—Enseguida, hijo— gruñó, dando vuelta a unas cebollas caramelizadas con un movimiento experto de muñeca.
Nadie notó cuando la puerta trasera se abrió con un golpe seco. Nadie, excepto Lincoln, cuyo sexto sentido para el caos se activó cuando vio a Tony Anderson plantarse en medio de la cocina como un general en campo de batalla.
El contraste no podía ser más violento: Tony, con su sudadera holgada de basketball y zapatillas desgastadas, en medio de ese templo de gastronomía donde hasta los cuchillos parecían brillar con pretensiones.
—Señor Loud— la voz de Tony cortó el ruido de la cocina como un cuchillo— Quisiera hablar sobre Lincoln—
—Créeme que yo también— Lynn Sr. ni siquiera giró la cabeza, concentrado en sazonar un filete que chisporroteaba furioso— Pero estoy muy ocupado"— respondió, el cuchillo de chef golpeando la tabla con ritmo marcial.
Tony no se inmutó. Avanzó hasta interponerse entre el padre y la estufa, ignorando el peligro inminente de un chef estresado con instrumentos afilados.
—De eso se trata precisamente. De que está tan ocupado que Lincoln no puede tener una maldita fiesta de cumpleaños— las palabras salieron como balas, cada una cuidadosamente apuntada.
El ambiente en la cocina se espesó de repente. Los ayudantes de cocina intercambiaron miradas nerviosas, fingiendo no escuchar mientras picaban cebollas con renovado fervor. Lynn Sr. finalmente alzó la vista, y en sus ojos marrones ardía algo peligroso.
—Mira, aprecio que seas buen amigo de mi hijo— dijo midiendo cada palabra como si contara granos de sal— Pero este no es momento—
Intentó pasar al mostrador con una bandeja humeante, pero Tony se interpuso de nuevo, esta vez plantando ambas manos en la encimera.
—¿Qué le cuesta hacerle una fiesta? ¿O mejor aún, dejarlo descansar en su día?— cuestiono con molestia
El silencio que siguió fue tan denso que se podía cortar con el cuchillo del chef.
—Hazte a un lado— la voz de Lynn Sr. adquirió un tono que hacía temblar a sus empleados— Lo que yo haga o pida a mi hijo es asunto mío—
Fue entonces cuando Lincoln irrumpió en la cocina, su delantal manchado de salsa, los ojos grises abiertos como platos.
—¿Tony? ¿Qué haces aquí?—
—Intentando convencer al tirano de tu padre para que te deje tener una fiesta— declaró Tony, sin bajar la mirada del desafío.
—Te dije que no era necesario"— murmuró Lincoln, tirando del brazo de su amigo.
Pero Lynn Sr. ya había tomado su decisión. Se irguió hasta su altura completa, la autoridad de años criando once hijos resonando en cada palabra
—Escucha jovencito— el término sonó como un insulto— No vengas a exigir en mi restaurante. Yo SOY el padre de Lincoln, y en esta familia, las decisiones las tomo yo— un dedo acusador se alzó hacia la puerta— Será mejor que te vayas antes de que llame a seguridad—
Tony abrió la boca para replicar, pero Lincoln lo agarró con fuerza y lo arrastró hacia la salida trasera, donde los contenedores de basura y las cajas de suministros creaban un escenario menos glamoroso.
—No tenías que hacer esto— susurró Lincoln, mirando nervioso hacia la puerta del restaurante.
Tony temblaba de rabia, sus puños apretándose y soltándose en un ritmo frenético.
—¡No es justo!— estalló finalmente, su voz rompiéndose en un grito ahogado— Me has contado lo que pasaste en Royal Woods, lo que hizo tu hermana Luna... ¡Y ahora esto! A ellas sí les hacen fiestas, ¿pero tú no mereces nada?—
—Es... complicado. Son cosas los adulto en especial los padres entienden— murmuró Lincoln bajando la mirada, donde sus zapatos de trabajo manchados de grasa parecían fascinantes de repente.
—¡Todos los padres son iguales!— rugió Tony, su voz rebotando contra las paredes del callejón— Anticuados, estrictos, con sus favoritismos estúpidos... ¡El mundo estaría mejor sin adultos controladores!—
—Tony, no digas eso— Lincoln alzó las manos, intentando calmar la tormenta que se había desatado— Los adultos son así porque han vivido cosas que quieren evitar que nosotros repitamos—.
—¡Odio a los adultos!— gritó, y esta vez había algo más que rabia en su voz. Dio media vuelta y salió del callejón
—Nos vemos después...— susurró Lincoln al vacío que dejó su amigo, mientras el ruido del restaurante volvía a envolverlo, arrastrándolo de vuelta a su realidad.
En la cocina, Lynn Sr. observaba la escena a través de la ventana, su expresión impenetrable. Pero en sus ojos, por un fugaz instante, brilló algo que podría haber sido duda. O tal vez remordimiento.
Tony caminó sin rumbo fijo hasta llegar al parque, donde se dejó caer en una banca de madera gastada. Sacó de su mochila un pequeño frasco de burbujas—un regalo de su infancia que siempre llevaba consigo—y comenzó a soplar, viendo cómo las esferas irisadas flotaban hacia el cielo como frágiles sueños. Pero incluso esa simple distracción duró poco. Su mirada se cruzó con la de un padre que tiraba con rudeza del brazo de su hijo, arrastrándolo fuera del parque mientras el niño lloraba desconsoladamente.
—Ya no hay tiempo para jugar y no hay más diversión— murmuró Tony, apretando el frasco hasta que el plástico crujió— Los adultos lo arruinan todo—
(...)
—Desesperado por ayudar a un amigo— susurró Wraith Moth con una sonrisa cruel dibujándose en su rostro juvenil mientras la ventana se abría— Pero se siente impotente y frustrado— extendió su mano, y una mariposa blanca se posó en su palma. La cubrió con su otra mano, sintiendo cómo la energía negativa de Tony fluía hacia el insecto— En poco tiempo, esa frustración se volverá ira— declaró, y cuando separó las manos, la mariposa se había transformado en un akuma de oscuridad vibrante— Vuela, mi pequeño akuma, y haz tu trabajo—
El akuma se elevó en el aire, trazando una línea oscura a través de la ciudad, directo hacia el corazón del chico que odiaba a los adultos lo suficiente como para destruirlos a todos.
(...)
Ronnie Anne y Sid se detuvieron frente al edificio de los Loud. Ronnie Anne se quedó paralizada, sus ojos oscuros escudriñando cada detalle de la fachada de ladrillos rojos. El edificio era sorprendentemente similar al suyo, solo que con más macetas en los balcones y una bicicleta oxidada encadenada junto a la entrada principal.
—Sid... ¿este es el lugar?— preguntó, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.
—Definitivamente— confirmó Sid con entusiasmo— Apartamento 5B por lo que recuerdo la primera vez que vine—
Ronnie Anne giró lentamente la cabeza hacia atrás, siguiendo la línea invisible que unía este edificio con el suyo, separados únicamente por el parque central. El mismo parque donde semanas atrás...
—Literalmente viven frente a nosotros— murmuró, más para sí misma que para Sid.
Los recuerdos volvieron como un torrente: aquella tarde de lluvia torrencial cuando Bobby no fue a recogerla, su ropa empapada, el encuentro casual con Lincoln ofreciéndole su paraguas rojo brillante.
—El día que Bobby debía recogerme, terminé caminando sola bajo la lluvia— comenzó a explicar, sintiendo un nudo en la garganta— Lincoln apareció de la nada. Dijo que vivía cerca... ¡y resulta que era aquí, justo frente a mi casa!— se llevó las manos al rostro, ocultando el rubor que le quemaba las mejillas— No debí aceptar su paraguas— se lamentó, aunque en realidad no se arrepentía.
—Oye, no te culpes por eso— dijo Sid con una sonrisa y dando una palmaditas en el hombro de Ronnie Anne— No se enfermó ni nada parecido. Además, fue un gesto lindo—
Empujó a Ronnie Anne hacia el buzón de correos que colgaba junto a la entrada principal. Era una caja metálica con pequeños compartimentos numerados, oxidada por los años pero aún funcional.
—Ahora ve y deja el regalo en su buzón— insistió Sid— Antes de que pierdas el valor otra vez—
Ronnie Anne asintió, sacando ambos paquetes de su mochila. El papel brillaba débilmente bajo la luz del atardecer, el naranja envuelto con cuidado y perfección mientras el morado mostraba las pequeñas imperfecciones de haber sido envuelto y reenvuelto varias veces. Ronnie Anne estaba indecisa de cual dejar. Justo cuando se acercaba al buzón, un destello de luz captó su atención. Una pequeña cámara de seguridad estaba instalada sobre la puerta principal, su lente negra apuntando directamente hacia ella.
—¡Mierda!— maldijo en un susurro, dejando caer el paquete en el buzón como si estuviera ardiendo y guardar el otro sin ver.
En un movimiento fluido, agarró a Sid del brazo y salieron corriendo, sus risas nerviosas mezclándose con el sonido de sus zapatillas golpeando el pavimento. Solo cuando estuvieron a salvo al otro lado del parque, bajo la sombra de un viejo roble, Ronnie Anne se detuvo para recuperar el aliento.
—Listo... lo hice— jadeó, sintiendo una extraña mezcla de alivio y terror.
—Así se hace— celebró Sid y la miró con orgullo, como una entrenadora viendo a su pupila ganar una competencia— ¿Qué tal si vamos a comer algo y luego nos compramos unos helados para celebrar?— comento pasando un brazo sobre sus hombros
—Suena perfecto— aceptó, permitiendo que Sid la guiara de regreso a casa.
El parque de Great Lakes City se había convertido en un escenario de contrastes. Mientras Ronnie Anne y Sid se alejaban riendo hacia el edificio Casagrande, sumergidas en su mundo de helados y celebraciones, en una banca apartada bajo un sauce, Tony Anderson apretaba con fuerza su frasco de burbujas.
"Es algo que solo los padres entienden". Las palabras de Lincoln resonaban en su mente como un eco venenoso y cada sílaba le quemaba el cerebro, avivando el fuego de su resentimiento.
—¿Qué entienden ellos? —murmuró, pasando el pulgar por el borde del frasco— ¿Cómo se siente arruinarle la vida a los demás?—
No notó cuando la mariposa oscura se posó en el frasco de plástico. No sintió el escalofrío sobrenatural que recorrió su brazo. Solo vio de repente una máscara púrpura flotando ante sus ojos, formada por energía pura que ondulaba como el humo.
"Wraith Moth es mi nombre" —una voz como mil susurros habló dentro de su cráneo, haciendo que sus pupilas se dilataran— "Y Burbujeo será el tuyo"
Tony quiso gritar, pero su voz estaba atrapada. Imágenes de adultos controladores, de padres gritones, de maestros opresivos, desfilaron ante sus ojos.
"Te daré el poder de liberar a los jóvenes de esos tiranos" —continuó la voz, mostrándole visiones de un mundo sin reglas, sin horarios, sin "porque yo lo digo"— "A cambio, solo necesitas los Miraculous de Red Beetle y Ek Miss".
En su mente aparecieron los objetos codiciados: los aretes rojos con puntos negros, el anillo de gato negro.
—No veo el problema—respondió Tony, y esta vez su voz sonó diferente, distorsionada por un eco sobrenatural.
La transformación fue violenta y hermosa a la vez. Un aura violeta lo envolvió como un capullo, reconfigurando cada molécula de su ser. Cuando la luz se disipó, Burbujeo emergió con una elegancia grotesca.
Su traje era una obra de arte surrealista: El torso y extremidades estaban segmentados por círculos concéntricos de colores neón (verde esmeralda, rojo sangre, azul eléctrico) que giraban lentamente como burbujas flotando. De los codos a las manos y de las rodillas a los pies, el material se volvía negro como la tinta, brillante como el látex. Su rostro ahora era una máscara azul cobalto, con círculos negros que imitaban ojos de insecto y pequeños patrones geométricos en la frente y barbilla. Pero el verdadero espectáculo fue su arma: una espada larga cuyo filo era en realidad el aro de un sopla burbujas gigante. Cuando la blandió, el aire mismo pareció contener la respiración.
—Sin adultos... solo libertad—susurró Burbujeo, y su voz era música y veneno— Eso sí que es GENIAL—
Con un movimiento fluido, despegó del suelo, suspendido por burbujas de energía que surgían de sus botas. Alzó su espada y sopló.
El primer racimo de burbujas moradas salió flotando con aparente inocencia. Cuando una tocó a un maestro que paseaba a su perro, la burbuja se expandió violentamente, encapsulando al hombre en una prisión esférica donde el tiempo parecía detenerse.
—¡Uno menos!— cantó Burbujeo, girando en el aire como un bailarín demente.
El caos se propagó más rápido que el pánico. Madres quedaron atrapadas en burbujas mientras empujaban cochecitos. Policías flotaron dentro de esferas irrompibles. Cada adulto tocado por las burbujas quedaba suspendido en animación suspendida, sus rostros congelados en expresiones de terror.
En cuestión de minutos, el parque se transformó en un jardín de esculturas grotescas: docenas de burbujas flotando con adultos atrapados, reflejando la luz del atardecer como un caleidoscopio de pesadilla.
Burbujeo aterrizó suavemente en la fuente central, donde la estatua de un ángel ahora sostenía una burbuja con el alcalde de la ciudad en su interior.
—Ahora, a por los verdaderos objetivos—murmuró, sacando una burbuja gigante de su espada— Red Beetle y Ek Miss tienen una cita con la libertad... quiero decir, conmigo—
Su risa, dulce y psicótica a la vez, se mezcló con el sonido de cientos de burbujas chocando entre sí en una sinfonía de caos.
(...)
El agua caliente corría entre los dedos de Lincoln mientras frotaba mecánicamente un plato engrasado. El vapor se elevaba en espirales fantasmales, empañando el reflejo de su rostro cansado en el espejo de la cocina. Cada movimiento de sus manos -enjabonar, enjuagar, apilar- seguía un ritmo monótono que intentaba calmar el torbellino de emociones en su pecho.
—Lamento lo que hizo Tony, papá— la voz le salió más áspera de lo que pretendía, cargada con el peso de la culpa.
Detrás de él, Lynn Sr. secaba los mismos platos con un trapo que había visto mejores días. Su espalda ancha bloqueaba parcialmente la luz fluorescente, proyectando una sombra alargada sobre su hijo.
—No te preocupes, no es tu culpa— respondió, pasando el trapo con más fuerza de la necesaria sobre un tenedor— En parte fue mi culpa. Tiene razón... no te he dado las mismas oportunidades que a tus hermanas desde que eras pequeño— el trapo se detuvo. Un suspiro profundo escapó de sus pulmones cuando miró a Lincoln directamente, esos ojos azules tan parecidos a los de Rita— Pero he intentado mejorar. Lo juro— las palabras sonaron frágiles, como cristal golpeado por primera vez— No te negaré que olvidé tu cumpleaños. Que acepté la reservación del gobernador sabiendo que era tu día—
—Lo se— Lincoln apretó el siguiente plato con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron— No tienes que disculparte— murmuró, aunque el nudo en su garganta decía lo contrario.
Lynn dejó el trapo y se acercó, sus manos callosas -las mismas que habían construido este imperio culinario desde cero- se cerraron sobre los hombros de su hijo. El olor a salsa de tomate y especias se mezclaba con el jabón de lavar platos.
—Lo hago porque soy tu padre— susurró, abrazándolo con esa fuerza que solo un hombre que había criado once hijos podía tener— Y me preocupo por ti. Si hubiera sido mejor padre, quizás habría evitado que Sam...—
—No hables de Sam— cortó Lincoln, brusco como un cuchillo. El nombre le quemó la lengua— Lo que pasó entre nosotros fue... inevitable. Nadie pudo haberlo evitado—
El silencio que siguió fue tan denso que podía cortarse con el cuchillo de chef que colgaba sobre la mesa.
—Lo siento— cedió Lynn Sr. finalmente— Pero tampoco evité que tus hermanas se dividieran al cuestionar tu inocencia. Que Luna te culpara por separarla de Sam—
Lincoln asintió lentamente, recordando las miradas de sospecha, los murmullos en los pasillos, las puertas cerradas en su cara.
—He cometido errores— continuó Lynn, limpiándose las manos en el delantal— Pero trato de mejorar. Cada día—
Lincoln miro a su padre, y por primera vez en años, vio no al gigante invencible de su infancia, sino a un hombre cansado, marcado por arrugas prematuras y remordimientos.
—Sé que lo intentas— concedió Lincoln, permitiendo que una sonrisa minúscula asomara.
—Y hay algo más que necesito decirte...— comenzó Lynn Sr, sus ojos brillando con determinación.
El universo, sin embargo, tenía otros planes.
Antes de que pudiera continuar, una burbuja violeta irrumpió a través de la ventana como un proyectil fantasmal. El cristal estalló en mil pedazos que se congelaron mágicamente en el aire, atrapados en pequeñas burbujas individuales.
—¡¿Qué diablos...?!— Lynn Sr. apenas tuvo tiempo de alzar los brazos antes de que la burbuja gigante lo engullera por completo.
—¡PAPÁ!— el grito de Lincoln rasgó el aire.
Intentó correr hacia él, pero sus pies se pegaron al piso. Miró hacia abajo para ver burbujas pequeñas emergiendo de las baldosas, envolviendo sus zapatos como serpientes de goma.
—¡NO!— forcejeó inútilmente cuando otra burbuja lo atrapó de cintura para arriba.
La sensación fue grotescamente suave -como ser abrazado por un gel frío- pero imposible de romper. Lincoln golpeó las paredes flexibles de su prisma esférico mientras se elevaba a través del hueco de la ventana rota.
El mundo exterior era una pesadilla surrealista.
Decenas de burbujas flotaban sobre Great Lakes City, cada una conteniendo un adulto congelado en expresiones de shock. Reconoció a la señora Carmichael, la profesora de matemáticas, atrapada en posición de correr con su bolso todavía en el hombro. Más allá, el oficial Wilkins flotaba boca abajo, sus brazos extendidos hacia la pistola que nunca alcanzaría.
(...)
El Mercado Casagrande olía a cloro recién aplicado y a especias secas, una mezcla familiar que normalmente calmaba a Ronnie Anne. Las luces fluorescentes parpadeantes iluminaban los pasillos ordenados donde Bobby empujaba un trapeador con ritmo constante, dibujando círculos de limpieza en el piso de linóleo.
—Hola chicas, ¿Qué tal la escuela?— saludó Bobby, apoyando el mango del trapeador contra su hombro como si fuera un rifle. Una gota de sudor resbalaba por su sien mientras sonreía.
—Bien... de cierta forma bien— Sid se dejó caer contra el mostrador de madera gastada— Hoy fue el cumpleaños de uno de nuestros compañeros
Bobby alzó una ceja interesado mientras Ronnie Anne, con movimientos automáticos, tomó una botella de leche chocolatada del refrigerador. El vidrio frío se empañó al contacto con sus manos cálidas.
—¿Ah sí? ¿De quién?— preguntó Bobby, arrojando el trapo sucio al cubo.
—No lo conoces— respondió Ronnie Anne y bebió un trago largo, evitando el contacto visual— Es un nuevo estudiante, se llama Lincoln...—
—¡Ah! Te refieres a Lincoln Loud, nuestro vecino— Bobby dijo casualmente, lo que provocó que Ronnie Anne escupiera el líquido marrón sobre el piso recién limpiado— ¡Oye, acabo de limpiar ahí!— protestó Bobby, aunque su expresión cambió al ver el shock pintado en el rostro de su hermana
—¿Cómo sabes que es nuestro vecino?"— preguntó Ronnie Anne después de recomponerse y limpiarse la resto de la bebida
—Vino aquí justo el primer día de clases— Bobby se rascó la nuca, recordando— Se le hizo tarde a sus padres y no fue a la escuela— sus ojos se iluminaron al reconstruir la memoria— Recuerdo que ayudó al Sr. Fu a cruzar la calle y entró aquí para comprar una soda. Al parecer vivía en Royal Woods pero por el trabajo de sus padres se mudaron aquí—
—¿Él es de Royal Woods?— susurró Ronnie Anne, los dedos aferrándose al borde del mostrador hasta que los nudillos palidecieron.
—¿No es el mismo lugar de donde vienes tú?— preguntó Sid, inclinándose hacia adelante.
—Exactamente— Bobby soltó una risa, disfrutando inconscientemente del drama— Puede que haya sido el compañero de escuela durante el preescolar y el primer año de primaria de Ronnie Anne— le dijo mirando a su hermana— De todas formas, me hubiera gustado saber que era su cumpleaños para darle un regalo—
—Bueno, por suerte Ronnie Anne tuvo tiempo de dárselo... o más bien, de dejárselo— dijo Sid con un guiño cómplice.
—¡Ah!— Bobby cruzó los brazos, una sonrisa comprensiva iluminando su rostro— Por eso estabas tan distraída estos días— asintió como si resolviera un misterio y por curiosidad reviso la mochila de su hermana, luego añadió con genuino orgullo— Y me alegra que hayas tomado la decisión correcta—
—¿Por qué?— Ronnie Anne parpadeó, confundida.
—Porque le diste el regalo que has estado haciendo por días— respondió Bobby como si fuera obvio.
—¿Qué dices?— volvió a preguntar sin entender su comentario— Yo le di lo que compré en esa tienda— protestó, su voz subiendo de tono.
—¿Te refieres a este?— preguntó Bobby, balanceándolo tentadoramente un paquete familiar envuelto en papel naranja brillante.
—¡¿QUÉ?!— el grito de Ronnie Anne hizo temblar los frascos de dulces en los estantes. Arrebató el paquete con manos temblorosas— ¡Es imposible! Yo dejé el regalo en... su... casa...— la voz le falló al darse cuenta de su error.
—Bueno, ya no hay vuelta atrás— hablo Sid y se contuvo para no reír— Y me alegro— dijo, dándole una palmada en la espalda
El momento de revelación se cortó abruptamente cuando un grito desgarrador llenó el mercado. Las dos giraron al unísono justo a tiempo para ver cómo una burbuja violeta gigantesca envolvía a Bobby, sus brazos extendidos hacia ellas en un intento inútil de escapar.
—¡BOBBY!— Ronnie Anne y Sid gritaron al unísono, lanzándose hacia adelante. Sus dedos rozaron la superficie resbaladiza de la burbuja, pero fue como intentar agarrar humo. La esfera flotante se elevó inexorablemente, llevándose a un Bobby golpeando las paredes transparentes.
Miraron horrorizadas cómo la burbuja salía flotando por la puerta abierta, uniéndose a un cielo ahora lleno de esferas similares, cada una conteniendo a un adulto aterrorizado. Entre ellas, reconocieron las figuras de la familia Casagrande, atrapadas como insectos en ámbar.
—Debe ser otro akuma— murmuró Sid, su voz temblorosa. De repente, sus ojos se abrieron como platos— ¡Espera! Se suponía que mi papá iba a ir por Adelaide!—
Sin pensarlo dos veces, Sid salió disparada hacia la puerta, dejando atrás a Ronnie Anne paralizada, mirando alternativamente el paquete naranja en sus manos y el caos que se desarrollaba en el cielo
'¡Hoy es un día especial, amiguitos!'— la voz distorsionada de Tony reverberaba desde todas direcciones, mientras su imagen se multiplicaba en las superficies reflectantes de las burbujas cercanas —'¡Los adultos se fueron! ¡Aprovechen! No hay tareas, ni reglas... ¡SOLO DIVERSIÓN!' — una burbuja del tamaño de un balón de playa flotó peligrosamente cerca de Ronnie Anne— 'Es un regalo de Burbujeo'
—Bueno quiero una devolución— dijo Ronnie Anne y sin pensarlo dos veces, alzó su puño y la hizo estallar con un golpe seco.
El efecto fue instantáneo. Como si hubiera roto un espejo mágico, el espacio vacío dejado por la burbuja se distorsionó y Burbujeo emergió en un remolino de espuma iridiscente, posándose frente a ella con la gracia de un payaso siniestro.
—¡Ay, Chihuahua!— Ronnie Anne retrocedió instintivamente, sintiendo cómo el corazón le golpeaba las costillas.
—¿Qué tal, Ronnie Anne?— saludó Burbujeo con una voz que oscilaba entre el Tony que conocía y algo mucho más perturbador.
Ronnie Anne entrecerró los ojos, estudiando cada detalle de ese traje grotesco. Bajo la máscara azul y los patrones geométricos, reconoció la sonrisa torcida de su compañero de clase.
—¿Tony?— preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
—Es Burbujeo ahora— corrigió, haciendo girar su espada-burbujera como un bastón de mando —Y he venido a liberarlos a todos—
—¿Qué diablos te pasó? ¿Y por qué estás secuestrando padres?— exigió Ronnie Anne, apretando los puños.
Burbujeo se deslizó alrededor de ella como un torbellino de carnaval, su brazo envolviendo sus hombros en un gesto que pretendía ser amistoso pero que solo transmitía amenaza.
—Uff, los padres son un problema, Ronnie— susurró, su aliento inexplicablemente a chicle de fresa— ¿Sabías que el papá de Lincoln no le hará fiesta de cumpleaños? ¡Cuando a sus hermanas sí les hizo!—
—¡¿Qué?! Pero si es un buen hijo— protestó Ronnie Anne liberándose del contacto— Tiene buenas calificaciones, cuida a sus hermanas, especialmente a Lina... ¡Lo menos que merece es un buen cumpleaños!—
—¡Ves! ¡Tú sí me entiendes!— Burbujeo aplaudió entusiasmado, cada palmada produciendo pequeñas burbujas que flotaban hacia el cielo.
—¡ESTO NO SIGNIFICA QUE TE APOYE, PALETA VIVIENTE!— rugió Ronnie Anne, frustrada al darse cuenta de cómo sus propias palabras habían alimentado su distorsionada lógica. El akuma solo rió, flotando hacia atrás con movimientos de bailarín ebrio.
—No importa... te esperamos en el restaurante La Mesa de Lynn. ¡Ahí haremos la fiesta que Lincoln merece!— anunció antes de propulsarse hacia el cielo, dejando tras de sí un rastro de burbujas que encapsulaban a los pocos adultos que quedaban libres.
—No puedo creer que haya pasado esto...— murmuró para sí misma.
—Bueno— Plagg emergió de su bolsillo, masticando un trozo imaginario de queso— ¿Y cuál es el problema?— preguntó con despreocupación— Una vez dijiste que no soportabas que tu abuela se metiera en todo lo que hacías—
—¡Eso es diferente!— Ronnie Anne giró hacia el kwami, sus ojos encendidos con determinación— Ella solo trata de cuidarme...— se detuvo, respirando hondo— Y eso es exactamente lo que haré por esos niños—
Sin dudarlo, corrió hacia el callejón más cercano, donde las sombras la ocultarían de miradas indiscretas. Luego, miró a Plagg con una expresión que combinaba furia y determinación.
—¡Plagg, las garras!— ordenó, y el mundo a su alrededor estalló en luz verde.
(...)
La burbuja violeta que encapsulaba a Lincoln flotaba a media altura, suspendida entre el caos de la ciudad y el cielo donde cientos de esferas similares contenían a los adultos de Great Lakes City. La luz del atardecer se filtraba a través de las paredes gelatinosas, tiñendo todo de un tono púrpura irreal.
—Es extraño que no estemos más arriba— musitó Tikki, posándose en el hombro de Lincoln mientras observaba el panorama. Su pequeña figura roja brillaba débilmente en el interior de la burbuja.
Lincoln miro detenidamente la distribución de las burbujas. Las más grandes, conteniendo figuras reconocibles como el alcalde o maestros de la escuela, flotaban cerca de las nubes. La suya, en cambio, apenas se elevaba unos metros sobre los edificios.
—¿Qué tenemos de diferente a ellos?— preguntó, pasando un dedo por la superficie elástica de su prisión.
'¡Hoy es un día especial, amiguitos!'— la voz distorsionada de Burbujeo retumbó en el aire, multiplicándose a través de las burbujas cercanas que reflejaban su grotesca imagen— '¡Los adultos y padres se fueron! ¡Aprovechen! No hay tareas, ni nadie fastidiando... ¡SOLO DIVERSIÓN, DIVERSIÓN Y MÁS DIVERSIÓN! Es un regalo de Burbujeo'— Lincoln y Tikki se miraron, comprendiendo al mismo tiempo.
—Eso lo explica— asintió Lincoln, sintiendo un nudo en el estómago— El akuma atrapó a todos los padres y adultos de la ciudad—
—¿Y eso qué tiene que ver contigo?— Tikki revoloteó frente a su rostro, confundida. Lincoln bajó la mirada, sus dedos acariciando inconscientemente la foto de Lina que siempre llevaba en su billetera.
—Yo también soy padre, Tikki— confesó, las palabras pesando más de lo habitual— Un padre adolescente, pero sigo siendo un padre según las normas del akuma. Por eso estoy atrapado aquí... pero como no soy técnicamente un adulto, no me enviaron tan alto— mientras hablaba, su mirada se posó en una figura familiar que saltaba entre los tejados con agilidad felina— ¡¡EK MISS!! ¡¡AYUDA!!— gritó con todas sus fuerzas, golpeando las paredes de su prisión.
La heroína giró instantáneamente, sus orejas felinas erguidas al captar el llamado. Sin dudarlo, extendió su bastón hasta alcanzar la burbuja, balanceándose con elegancia sobre el metal brillante.
—¿Lincoln?— preguntó Ek Miss, sus ojos verdes ampliándose al reconocerlo— ¿Cómo llegaste ahí? Solo los padres y adultos fueron capturados— ella comento y Lincoln tragó saliva, sintiendo cómo el calor subía por su cuello.
—Eh, bu-bueno— balbuceó, evitando su mirada— In-intenté ayudar a mi papá y terminé atrapado también— la sonrisa torcida que intentó dibujar en su rostro fue tan convincente como un castillo de naipes.
Ek Miss lo estudió por un segundo que se sintió eterno. Luego, inesperadamente, sus labios se curvaron en una sonrisa cálida.
—Sabes... eres el chico más noble que he conocido— admitió, ajustando su agarre en el bastón— Pero no es bueno que termines envuelto con cada akuma que ataca la ciudad— se acomodó mejor en su posición, tensando los músculos— Ok, voy a sacarte de ahí. ¡Cataclismo!—
Su mano enguantada brilló con energía negra antes de tocar la superficie de la burbuja. Al contacto, la esfera vibró violentamente y luego—¡POP!— estalló en mil gotas pegajosas que llovieron sobre los tejados.
Ek Miss se movió como un rayo, lanzándose hacia adelante para atrapar a Lincoln antes de que comenzara a caer. Sus brazos lo rodearon con firmeza, sosteniéndolo en un abrazo que, en otras circunstancias, habría hecho que el corazón de Lincoln se acelerara.
—¡Listo!— anunció, ajustando su agarre.
Lincoln respiró hondo, sintiendo cómo el aire fresco limpiaba sus pulmones del extraño olor a algodón de azúcar que había dentro de la burbuja.
—Te lo agradezco— susurró, y luego se sonrojó al darse cuenta de su posición— No sé por qué siempre termino siendo la damisela en apuros— bromeó, sintiendo el calor de Ek Miss a través del traje.
—Mientras yo sea tu caballero en brillante armadura— respondió jugueteando, mientras descendían con cuidado hacia la calle vacía. Al tocar el suelo, Ek Miss lo depositó suavemente, asegurándose de que estuviera estable antes de soltarlo— Sano y salvo— declaró, dando un paso atrás.
Lincoln estaba a punto de agradecerle de nuevo cuando el pitido agudo del anillo de Ek Miss cortó el momento. La heroína miró su mano con preocupación.
—Tengo que irme— dijo, mirando hacia ambos lados de la calle— ¿Puedes quedarte aquí? Deberías estar a salvo ahora— Lincoln asintió, aunque su sonrisa no alcanzó los ojos.
—Claro, hay un akuma suelto y no sé qué vaya a hacer con nosotros los "no adultos"— respondió, haciendo comillas imaginarias con los dedos.
Ek Miss le lanzó una última mirada antes de desaparecer en el callejón contiguo. Lincoln esperó el tiempo suficiente para asegurarse de que se había ido, y luego dejó escapar un suspiro que llevaba conteniendo desde que la vio aparecer. No tuvo tiempo de procesar sus pensamientos. Unas manos fuertes le cubrieron los ojos desde atrás, y antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo sus pies dejaban el suelo.
El callejón Ronnie Anne se apoyó contra la pared de ladrillos, resguardada de miradas indiscretas, mientras sacaba de su mochila un paquete de tortillas arrugadas y un trozo de queso envuelto en papel aluminio.
—"Come rápido, Plagg. Aún tenemos que detener ese akuma— urgió, armando una quesadilla precaria con los dedos ágiles de quien estaba acostumbrada a comer a escondidas. El queso se derretía entre las tortillas gracias al calor que se mantuvo guardado.
— Sobre eso— Plagg flotó frente a su nariz, sus pupilas verdes dilatándose ante el olor del lácteo— ¿Te refieres a ese akuma?— preguntó con sarcasmo, señalando hacia arriba con una pata diminuta justo cuando una sombra oscura cruzaba el cielo.
Ronnie Anne alzó la vista. Allí, contra el lienzo púrpura del atardecer, Burbujeo volaba con elegancia grotesca, llevando a Lincoln en brazos como un novio llevaría a su prometida a través del umbral.
—¡Ese chico es un imán de akumas!— rugió Ronnie Anne, aplastando sin querer la quesadilla en su puño. El queso caliente le quemó los dedos, pero ni siquiera lo notó. Plagg se lanzó en picada para rescatar su comida, salvando lo que quedaba del desastre culinario.
—También es un imán de superheroínas— masculló entre mordiscos, las palabras distorsionadas por el queso— O si no, no estarías tan loca por el Copo de Nieve—
Ronnie Anne sintió que el calor le subía desde el cuello hasta las puntas de las orejas.
—E-eso es dife-diferente— tartamudeó tratando de ocultara su rubor y buscando cualquier excusa para cambiar de tema.
El sonido estridente de su teléfono la salvó de mayor vergüenza. El mensaje que apareció en pantalla hizo que sus cejas se alzaran hasta la línea del cabello:
"Has sido invitada a la fiesta de cumpleaños de Lincoln Loud. Ven a celebrar este gran día con todos sus amigos más cercanos en el restaurante 'La Mesa de Lynn'. No faltes. Firma: Burbujeo."
—Bueno... al menos sabemos dónde estará— murmuró, guardando el dispositivo con un chasquido seco.
Plagg terminó el último bocado de quesadilla, lamiéndose los bigotes con satisfacción.
—Ve caminando— ordenó, acomodándose en el bolsillo de su portadora— Déjame disfrutar de esta delicia en paz—
—Bien, alégrate de que estemos cerca del lugar— gruñó, ajustando su sudadera— O si no...—
La amenaza quedó suspendida en el aire mientras salía del callejón, sus pasos firmes marcando el ritmo hacia el enfrentamiento que se avecinaba
(...)
—¡Oye, suéltame!— ordenó con voz ronca, arrancándose la venda de los ojos con un tirón brusco. La oscuridad absoluta lo desorientó por un momento— ¿Por qué está osc-?—
Las luces estallaron en un aluvión de colores.
—¡SORPRESA!—
El grito unánime de sus compañeros lo golpeó como una ola. Lincoln parpadeó contra el resplandor, sus pupilas dilatándose para absorber la escena surrealista:
El restaurante familiar, ese santuario de orden y tradición, había sido transformado en una discoteca grotesca. Globos metálicos en forma de burbujas flotaban en el techo. Las mesas, cuidadosamente dispuestas para el almuerzo del gobernador, ahora rebosaban de botanas coloridas y fuentes de chocolate. En el centro, un pastel de tres pisos con su nombre escrito en glaseado brillante parecía burlarse de él.
Pero lo más perturbador eran los rostros.
Sus compañeros bailaban, pero sus sonrisas eran demasiado anchas, sus movimientos demasiado rígidos. Como marionetas cuyos hilos alguien hubiera jalado bruscamente.
—¿Pero qué...?— la voz le falló, atrapada en la garganta.
—¡Oye, oye, oye, cumpleañero!— Burbujeo apareció detrás de la cabina de DJ balanceándose sobre los talones— ¿Adivina qué? ¡Papá se fue! ¡Mientras el gato no está, los ratones hacen fiesta!—
—¡¿Tony?!— gritó Lincoln, retrocediendo instintivamente. El eco de su voz rebotó contra las paredes decoradas con serpentinas que imitaban burbujas reventadas.
—¡Soy Burbujeo!— Burbujeo hizo una pirueta exagerada, su máscara azul reflejando destellos de luz violeta— Y he reunido a todos tus colegas con un único propósito...— extendió los brazos como un mesías demente— ¡Celebrar!—
El vitoreo que siguió sonó demasiado fuerte, demasiado forzado. Lincoln vio cómo las sonrisas de sus compañeros no alcanzaba los ojos. Cómo las manos de Sid se aferraban al borde de su chaqueta, los nudillos blancos.
Burbujeo saltó a la cabina de DJ, golpeando los controles con entusiasmo siniestro.
—¡Ahora que comience la fiesta!— Burbujeo saltó a la cabina de DJ, golpeando los controles con entusiasmo siniestro.
La música explotó en un crescendo de bajos distorsionados. El ritmo parecía vibrar en los huesos, empujando a los adolescentes a moverse con sacudidas espasmódicas.
—Pero qué rayos...— masculló, retrocediendo paso a paso hacia la cocina. La puerta se cerró tras él con un golpe sordo.
—¡Vamos, todos! ¡Los traje aquí para festejar!— exclamo Burbujeo
Un silencio incómodo siguió sus palabras. A través de la mirilla, Lincoln vio cómo sus compañeros se detenían en seco, sus cuerpos tensos como resortes.
Burbujeo flotó sobre la multitud, su sonrisa deslizándose hacia un gesto peligroso.
—¡Así que bailen...— levantó su espada-burbujera, donde una esfera violeta gigante comenzaba a formarse— O se unirán a los adultos en el cielo!— la risa que siguió heló la sangre de Lincoln. Era la risa de Tony, pero distorsionada, como si alguien hubiera grabado su alegría y la hubiera reproducido al revés.
(...)
—¡No pasará mucho tiempo antes de que Red Beetle y Ek Miss aparezcan para encontrar su fin!"— dijo Wraith Moth deleitándose con el caos que había orquestado. La trampa estaba preparada y él estaba listo para disfrutar de la caída de los héroes que despreciaba
(...)
—Sabía que Tony era rebelde, pero nunca creí que llegaría a esto— confesó Lincoln en un susurro que apenas movía los labios. Sus ojos seguían a Burbujeo, que flotaba sobre la pista de baile como un maestro de ceremonias demente— Es igual que mis hermanas... controlador hasta la médula—
—¿Tus hermanas?— preguntó Tikki, asomando apenas sus antenas desde el cuello de su camisa.
—Me hacían hacer cosas con tal de cumplir sus objetivos— recordó, los dedos aferrándose inconscientemente al borde de la mesa— Esas miradas... la misma que pone Tony ahora. Como si yo fuera solo un peón en su juego—
—Tienes que detener el akuma— dijo Tikki
—¿Cómo?— la voz de Lincoln se quebró— Su objetivo ahora soy yo. Si me transformo, descargará su ira contra todos aquí— miró alrededor, viendo los rostros tensos de sus compañeros bailando bajo amenaza— No me queda más que seguirle el juego... por ahora— el kwami de la creación se hundió en su escondite con un suspiro resignado.
—Al fin llegué...— Ronnie Anne se detuvo en el umbral, el pecho subiendo y bajando por la carrera— ¿Pero qué chingados?"— maldijo al ver el espectáculo ante ella. El ambiente era una parodia grotesca de celebración: adolescentes moviéndose como marionetas, sonrisas pintadas que no alcanzaban los ojos, y sobre todo, Burbujeo reinando desde su trono de burbujas tóxicas.
—Debe haber algo en las burbujas— susurró Plagg— ¿Control mental básico?—
—Tenemos que actuar antes de que— dijo Ronnie Anne hasta que un impacto repentino la hizo tambalearse. Sid se aferraba a ella como un náufrago a un salvavidas.
—¡¿Dónde estabas?!— la voz de Sid temblaba con genuino pánico— Pensé que te paso algo cuando te deje— Ronnie Anne abrazó a su amiga con fuerza, sintiendo cómo temblaba.
—"Yo también lo creí— mintió Ronnie Anne, sabiendo que no podía revelar su identidad secreta ni siquiera ahora.
—Ek Miss y Red Beetle vendrán— declaró Sid con una fe inquebrantable— Siempre lo hacen— de pronto, sus pupilas se dilataron recordando algo— ¡Casi lo olvido!— arrastró a Ronnie Anne hacia la mesa de bocadillos, donde los canapés se alineaban como soldados en formación— Mira quién está aquí—
Ronnie Anne siguió su mirada hacia Lincoln, que salía de la cocina con una bandeja de bebidas. Aunque fingía normalidad, sus ojos azules escudriñaban cada rincón del local con la intensidad de un estratega militar.
—¿Debería acercarme?— musitó, sintiendo cómo el rubor le quemaba las orejas— Pero no así... no en estas circunstancias— Sid la empujó antes de que pudiera protestar.
—Hola chicas— saludó, acercándose a Ronnie Anne y Sid con pasos cuidadosamente calculados para no llamar la atención— ¿Se divierten?—
—¡Sí, nos estamos divirtiendo mucho!— respondió Sid, su voz era dos tonos más aguda de lo normal, mientras sus dedos se aferraban al brazo de Ronnie Anne con fuerza de pantera.
Ronnie Anne asintió mecánicamente, pero sus ojos—esos ojos café oscuro que Lincoln había aprendido a leer como un libro abierto—delataban el pánico contenido.
—No me voy a enojar si me dicen la verdad— Lincoln bajó la voz hasta convertirla en un susurro que solo ellas podían escuchar sobre el estruendo de la música
El alivio fue instantáneo. Sid dejó escapar un suspiro que parecía venir desde los talones:
—Gracias por eso— confesó Sid y dejo escapar un suspiro contenido— Ese akuma nos secuestró a la mayoría y nos obligó a preparar esta maldita "fiesta"— sus dedos dibujaron comillas invisibles alrededor de la última palabra— Se siente bien soltar la sopa sin consecuencias—
—Simplemente no lo digas tan alto— advirtió Lincoln viendo rápidamente hacia la cabina de DJ, donde Burbujeo giraba discos con grotesco entusiasmo— Al parecer, Burbujeo no dudará en deshacerse de quienes no sigan sus reglas—
—Bueno, irónicamente, no tolera que lo controlen— murmuró Ronnie Anne, cruzando los brazos.
El comentario hizo que a Lincoln se le encogiera el estómago. Porque ahí estaba la cruel paradoja: Tony, transformado en exactamente el tipo de tirano contra el que siempre se había rebelado.
La cabina de DJ brillaba bajo las luces violetas, un pequeño reino donde Burbujeo gobernaba con su espada-burbujera a modo de cetro. Sus dedos, cubiertos por guantes negros con círculos fluorescentes, mezclaban canciones con la concentración de un director de orquesta. Hasta que un toque tímido en su hombro lo sacó de su trance.
—Eh... disculpa— la voz suave de Ania apenas se escuchó sobre el estruendo de la música. Sus dedos jugueteaban con el borde de su falda, los ojos bajos en una demostración de sumisión calculada— ¿Podrías poner una canción lenta?—
Burbujeo giró en su asiento flotante, los círculos de su máscara azul contrayéndose como pupilas.
—Es temprano para eso— respondió, arrastrando las palabras con desdén. Fue entonces cuando Sara apareció detrás de Ania, su rubio perfectamente peinado brillando bajo las luces.
—Es para Lincoln— interpuso, mordiendo ligeramente su labio inferior en una pantomima de preocupación— Su primer baile lento—
La frase quedó suspendida en el aire como un anzuelo. Burbujeo siguió la dirección de su mirada hacia donde Lincoln y Ronnie Anne conversaban cerca de la mesa de bocadillos. Vio cómo Ronnie Anne reía ante algún comentario de Lincoln, cómo sus dedos rozaban accidentalmente al tomar un refresco.
Algo en esa imagen hizo que los engranajes retorcidos de la mente akumatizada giraran.
—Bien... lo haré— concedió, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos metálicos. Sara intercambió una mirada triunfal con Ania.
—Perfecto— susurró, retirándose hacia las sombras.
Las primeras notas del vals se expandieron por el restaurante como un suspiro colectivo. Los violines suaves cortaron la atmósfera cargada de electrónica, haciendo que docenas de cabezas giraran hacia las bocinas.
—¿No es algo temprano para una canción lenta?— preguntó Sid, arqueando una ceja mientras los estudiantes a su alrededor comenzaban a emparejarse a regañadientes.
Su respuesta llegó en forma de un destello rubio acercándose entre la multitud. Los ojos de Sid se estrecharon al reconocer a Sara abriéndose paso con determinación hacia Lincoln y Ronnie Anne. Sin pensarlo dos veces, Sid empujó a Ronnie Anne contra el pecho de Lincoln con la fuerza de una linebacker.
—¡Ouch! Lo siento, Linc—
—No te preocupes— la interrumpió Lincoln, aunque sus mejillas ya comenzaban a enrojecer. Su mirada vagó por el salón, donde las parejas se mecían al compás de la música— ¿Qui-quieres bailar?— la pregunta salió en un susurro casi ahogado por el violín principal.
Ronnie Anne abrió la boca para responder, pero solo logró emitir un sonido entrecortado. Hasta que vio a Sid haciendo señales frenéticas desde detrás de una columna.
—Me encantaría— aceptó finalmente, sintiendo cómo su corazón amenazaba con romper su caja torácica.
La mano de Lincoln fue cálida y ligeramente temblorosa al envolver la suya. Cuando la guió hacia el centro de la pista, Ronnie Anne tuvo la fugaz sensación de que el mundo exterior se desvanecía.
Sus brazos encontraron su lugar alrededor del cuello de Lincoln como si pertenecieran allí. Él, a su vez, colocó las manos con delicadeza en su cintura, manteniendo una distancia respetuosa que desapareció cuando Ronnie Anne cerró el espacio entre ellos al primer paso.
—No sabía que bailaras— murmuró Lincoln, su aliento calentándole la mejilla.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí— respondió Ronnie Anne, permitiéndose hundir levemente los dedos en su nuca.
El mundo se redujo al espacio entre sus cuerpos. A la forma en que Lincoln olía a vainilla y cómo sus pasos inseguros se volvían más seguros con cada compás. Ronnie Anne apenas registró las miradas de sus compañeros, los susurros ahogados, o cómo Sara observaba desde las sombras con los puños apretados.
—¡Esto es ridículo! ¡Totalmente ridículo!— Sara escupió las palabras como veneno.
El plato que lanzó contra la cabina de DJ estalló en mil pedazos, interrumpiendo la canción a mitad de un compás romántico. El sistema, dañado, cambió abruptamente a un reggaetón estridente. En la pista, Lincoln y Ronnie Anne se separaron como electrocutados.
—¡Estaban tan cerca!— Sid pateó el aire con frustración, alejándose de su escondite— Tarde o temprano, Ronniencoln será oficial— juró, clavando una mirada asesina en Sara.
—¡EY! ¿Quién lo cambió?— exclamo Burbujeo— ¡Esta cabina es un espacio sagrado!— Burbujeo escaneó el salón con ojos que no parpadeaban, hasta que su mirada se posó en Becky, quien permanecía sentada en un rincón, los brazos cruzados con desafío.
—Oye tú— señaló con su espada-burbujera, haciendo que varios compañeros retrocedieran— ¿Por qué no te diviertes?—
—Ese no es asunto tuyo— respondió Becky cada palabra afilada como cuchillo.
El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier grito. Burbujeo flotó hacia ella, sus movimientos fluidos como aceite sobre agua.
—Entonces lo voy a hacer mi asunto— anunció con una calma aterradora.
Su espada giró con un silbido siniestro, liberando una burbuja violeta que envolvió a Becky antes de que pudiera reaccionar. El grito de la chica se ahogó dentro de la esfera mientras Burbujeo se elevaba hacia la ventana más alta, arrastrando su prisionera hacia el cielo.
—¡Oye, no puedes hacer eso!— Ronnie Anne saltó hacia adelante, sus puños apretados y los ojos ardiendo con furia.
Lincoln intentó agarrarla del brazo, pero ella ya se había lanzado al centro del salón, desafiando al akuma con la postura de una guerrera. Por un momento, sus miradas se encontraron—Lincoln con advertencia, Ronnie Anne con determinación—antes de que él se deslizara hacia la cocina, aprovechando la distracción.
(...)
El corazón de Lincoln latía con tal fuerza que podía sentirlo en las sienes mientras se refugiaba entre las ollas y sartenes colgantes.
—Sabía que esto acabaría mal— le confesó a Tikki, sus dedos temblorosos al sacar el broche de su bolsillo.
—Cuando estés listo— susurró Tikki
Lincoln respiró hondo, sintiendo cómo el poder ancestral fluía en sus venas al pronunciar las palabras mágicas
—¡Tikki, motas!— Lincoln sintió cómo el poder ancestral fluía en sus venas al pronunciar las palabras mágicas
La transformación fue un torbellino de energía roja que borró todo rastro del Lincoln tímido y nervioso. Cuando la luz se disipó, Red Beetle se enderezó con la postura segura del héroe que siempre había sido bajo la superficie.
(...)
El restaurante era un caos de gritos y música distorsionada cuando Red Beetle emergió en el techo del edificio contiguo. Desde su posición elevada, podía ver a Burbujeo flotando amenazadoramente sobre Ronnie Anne, su espada brillando con energía acumulada.
—Será mejor que no digas una palabra más, Ronalda— el akuma amenazó, acercando la punta de su arma al rostro de la chica.
Red Beetle no esperó a ver más. Su yo-yo se lanzó como un rayo, cortando los cables de alimentación de la cabina con precisión quirúrgica. La música murió con un chisporroteo, sumiendo el lugar en un silencio repentino.
—¡¿Ahora quién fue?!— Burbujeo giró violentamente, sus círculos corporales parpadeando en rojo furioso.
En el umbral de la entrada principal, bañado por los últimos rayos del sol, Red Beetle se plantó con su yo-yo listo.
—¿Red Beetle?— el susurro de Ronnie Anne flotó en el aire cargado de esperanza.
—Lo siento, Burbujeo— declaró, su voz firme como el acero— La fiesta terminó
—¿Por qué tienes que ser así?— reclamo Burbujeo
—Hiciste desaparecer a todos los adultos— respondió, señalando hacia arriba donde en algún momento los adultos estaban en el cielo— Por eso. Y ahora tomas prisioneros a cualquiera que no se divierta a tu manera—
Murmullos de aprobación surgieron entre los estudiantes, que comenzaban a agruparse detrás del héroe. Burbujeo miró alrededor, notando por primera vez cómo Ronnie Anne había desaparecido entre la multitud.
—¡No vas a arruinar mi fiesta!— rugió, lanzando un racimo de burbujas rojas como proyectiles.
Red Beetle se movió con la gracia de un bailarín, su yo-yo girando para desviar las esferas peligrosas. Dos estallaron contra las paredes, dejando manchas pegajosas donde el yeso comenzó a corroerse.
El mensaje era claro: esta batalla no sería como las anteriores. Burbujeo estaba jugando sucio, y Red Beetle tendría que elevarse al desafío.
Mientras los estudiantes corrían hacia las salidas, el héroe y el villano se encerraron en un duelo de miradas, el aire entre ellos cargado con la promesa de una tormenta que apenas comenzaba.
Y en algún lugar entre el caos, Ronnie Anne aprovechó la distracción para deslizarse hacia la cocina, donde un pequeño kwami negro la esperaba con ojos llenos de determinación
(...)
El aire frío del callejón golpeó el rostro de Ronnie Anne mientras salía tambaleándose por la salida de emergencia. El contraste entre el caos del restaurante y la quietud del callejón era casi surrealista. Las paredes de ladrillo oscuro parecían absorber su frustración mientras se apoyaba contra ellas, intentando recuperar el aliento.
—Sabía que debía venir transformada— se regañó, golpeando suavemente la pared con un puño cerrado. El eco metálico de los botes de basura cercanos parecía burlarse de su error.
—Oh vamos— Plagg flotó frente a su nariz, sus ojos verdes brillando con diversión maliciosa en la penumbra— Sabes que disfrutaste ese tiempo con el Copo de Nieve. ¿Cuánto tiempo llevabas soñando con ese baile?— se burló, revoloteando en círculos.
—No tengo tiempo para tus bromas— espetó Ronnie Anne sintió que el calor le subía por el cuello, pero esta vez no era por la vergüenza, sino por la urgencia— Red Beetle nos necesita. ¡Plagg, las garras!—
La transformación fue un remolino de energía verde oscura que envolvió su cuerpo. Cuando la luz se disipó, Ek Miss se estiró con la agilidad felina que la caracterizaba, sus orejas sensibles captando cada sonido de la batalla cercana.
(...)
Dentro del restaurante, el duelo entre Red Beetle y Burbujeo había convertido el lugar en un campo de batalla. Las mesas volcadas servían como barricadas improvisadas, y los restos de la decoración festiva yacían esparcidos como confeti de una guerra absurda.
Red Beetle lanzó su yo-yo con precisión quirúrgica hacia una de las burbujas venenosas de Burbujeo. Pero en lugar de estallar, la esfera violeta repelió el ataque con una elasticidad sobrenatural, enviando el arma de vuelta como un bumerán enfurecido.
—¡Cuidado!—
El grito llegó justo a tiempo. Ek Miss irrumpió a través de lo que quedaba de la ventana principal, su bastón extendido en un arco perfecto que interceptó el yo-yo rebelde. El impacto resonó con un clang metálico, enviando el arma a las alturas del techo abovedado del restaurante.
—Lamento la tardanza— dijo Ek Miss, aterrizando en cuclillas junto a Red Beetle.
—Está bien. Lo tenía bajo control— aseguró, aunque el temblor en sus manos delataba el esfuerzo de la batalla.
El destino, sin embargo, tenía un sentido del humor cruel. El yo-yo, en su descenso desde el techo, aterrizó con un golpe sordo directamente sobre la cabeza de Ek Miss, haciendo que sus orejas felinas se aplastaran por el impacto.
—¡Ay! Perdón...— Red Beetle extendió una mano, pero el gesto se congeló cuando los ojos de Ek Miss se encontraron con los suyos. Algo en esa mirada lo dejó sin aliento, una familiaridad que no podía explicar.
(...)
En la oscuridad de su escondite, Wraith Moth observaba la escena a través de los ojos de Burbujeo, sus dedos enguantados tamborileando con impaciencia sobre los brazos de su trono de sombras.
—Consigue los Miraculous— ordenó, su voz un silbido venenoso que recorrió la conexión mental hasta el akuma— ¡Quiero esos poderes, AHORA!—
La frustración en su tono era palpable. Cada segundo que pasaba era un recordatorio de su fracaso anterior, de cómo Red Beetle y Ek Miss le habían escapado una y otra vez. Las paredes de su guarida parecían estrecharse a su alrededor, las mariposas nocturnas revoloteando inquietas ante su ira.
(...)
De vuelta en el restaurante, Burbujeo se elevó sobre las ruinas de su fiesta fallida, sus círculos corporales brillando con intensidad creciente.
—Lo voy a hacer— anunció con una sonrisa que mezclaba la inocencia de Tony con la malicia del poder akuma.
Su arma descargó un torrente de burbujas rojas que llovieron sobre los héroes como granadas de felicidad distorsionada. Red Beetle y Ek Miss reaccionaron al unísono - sus armas girando en perfecta sincronía para crear un escudo protector. El yo-yo rojo y el bastón negro se movían tan rápido que formaban un caleidoscopio defensivo.
Pero entonces Burbujeo chasqueó los dedos.
Las burbujas rojas se transformaron ante sus ojos, virando a un verde esmeralda enfermizo mientras comenzaban a girar en espiral alrededor de los héroes, acelerando hasta formar un tornado burbujeante.
—¡Oh, no!— Red Beetle alcanzó a gritar, reconociendo demasiado tarde la trampa.
Las burbujas verdes se adhirieron a sus trajes como pegamento, fusionándose en una sola esfera gigante que los encapsuló. Dentro de la prisión translúcida, los héroes luchaban contra las paredes elásticas que se contraían peligrosamente con cada movimiento.
Burbujeo flotó frente a ellos, deleitándose con su captura.
—Será mejor que me des tus Miraculous... antes de que te quedes sin aire— canturreó, golpeando suavemente la burbuja con la punta de su espada.
—¿Qué tal si no?— desafió Ek Miss, sus garras rasgando el interior gelatinoso sin efecto, aunque cada palabra le costaba más aire.
—Son unos aguafiestas... igual que los adultos— Burbujeo escupió la última palabra como si fuera veneno.
Red Beetle, aprovechando un momento de lucidez entre la asfixia creciente, golpeó la pared de la burbuja con el puño.
—Los niños necesitan adultos— declaró, su voz amortiguada pero llena de convicción— ¡Necesitan a sus padres!— exclamo, pero Burbujeo se rió - un sonido agudo y desquiciado que resonó por el restaurante vacío.
—¡Mentira!— vociferó, volando en círculos frenéticos alrededor de su prisión flotante— Los niños necesitan libertad, diversión... ¡vivir al máximo! Los adultos solo saben controlar y mandar— Ek Miss intercambió una mirada con Red Beetle antes de continuar el argumento
—Pero algunos adultos mantienen a los niños seguros— insistió, Red Beetle, recordando todas las cosas que sus padres hicieron por él y sus hermanas y también las que hizo él por Lina, esperando que su argumento hiciera entrar en razón a Burbujeo— Los cuidan... ¡los aman!—
—"Es verdad que los padres pueden ser mandones— admitió Ek Miss recordando como su madre tomo la decisión de mudarse cuando era una niña pequeña pasando poco después de que sus padres se divorciaran— Pero lo hacen por nuestro bien.
—Tú todavía eres un niño, Tony... pero algún día entenderás— dijo Red Beetle
El uso de su nombre real hizo que Burbujeo se estremeciera visiblemente. Por un instante, los círculos de su máscara parpadearon, revelando los ojos confundidos de Tony detrás de la ilusión akuma.
Pero el momento pasó.
—¡No, jamás!— rugió, su voz distorsionándose con rabia— ¿Saben qué? Ya que les interesan tanto los adultos...— una sonrisa siniestra se extendió bajo su máscara— ¡¿Qué tal si flotan con ellos un rato?!— y con una patada poderosa, envió la burbuja hacia arriba. El techo del restaurante se hizo añicos al paso de la esfera gigante, que ascendió hacia el cielo— Eso les enseñará— murmuró Burbujeo, observando cómo los héroes desaparecían entre las nubes.
Fue entonces que una silueta de mariposa oscura materializada frente a sus ojos.
"¡¿Qué crees que estás haciendo, Burbujeo?!"— la voz de Wraith Moth tronó en su mente, llena de ira contenida— "¡Se supone que debes apoderarte de sus Miraculous!"
Burbujeo simplemente se encogió de hombros, demasiado intoxicado por su poder y la emoción del momento para preocuparse por las órdenes de su amo.
—Relájese, jefe— respondió con desenfado, balanceándose sobre su espada-burbujera— Un poco de diversión primero nunca hizo daño a nadie—
(...)
El viento aullaba en sus oídos mientras ascendían inexorablemente hacia el cielo. Dentro de la burbuja verde esmeralda, Red Beetle y Ek Miss flotaban en un vacío claustrofóbico, sus trajes pegajosos por el residuo viscoso de la prisión burbujeante. El oxígeno escaseaba, haciendo que cada inhalación ardiera en sus pulmones.
—Miss— Red Beetle giró hacia su compañera, sus pupilas dilatadas reflejando las luces de la ciudad que se empequeñecía bajo ellos— ¡Usa tu Cataclismo!— instó, las palabras saliendo entrecortadas por el esfuerzo de hablar con el poco aire que les quedaba.
—¡No pudiste decirlo hace doscientos metros?!— replicó con sarcasmo forzado, aunque el temblor en sus garras delataba su verdadero pánico. Miró hacia abajo, donde las calles se habían convertido en diminutas líneas— Digo... no es que quiera estar atrapada aquí para siempre— añadió en un tono de broma y Red Beetle apartó la mirada
—A mi no me molestaría— murmuro Red Beetle.
—¿Dijiste algo?— Ek Miss giró bruscamente, haciendo que la burbuja oscilara peligrosamente.
—¡Nada! Solo... sácanos de aquí— rectificó rápidamente, sus mejillas enrojeciendo bajo la máscara.
—¡Muy bien, muy bien!— Con un movimiento decidido, Ek Miss alzó su mano enguantada— ¡Cataclismo!— la energía negra del Cataclismo brotó de sus dedos como tinta espesa.
El contacto de su palma con la superficie burbujeante produjo un chasquido sónico. Por un segundo, el mundo entero pareció contener el aliento. Luego, la burbuja estalló en mil fragmentos que cayeron como lluvia ácida sobre la ciudad.
La liberación fue tan abrupta que ambos héroes salieron despedidos en direcciones opuestas, dando volteretas caóticas en el aire helado de la altitud.
—¡¿Deberíamos ver si aterrizas de pie esta vez?!— gritó Red Beetle mientras el viento le arrancaba las lágrimas de los ojos. Su sonrisa burlona era un faro de normalidad en medio del caos.
—¡No, gracias!— Ek Miss giró hacia él, su cabello oscuro ondeando como llamas negras contra el cielo crepuscular
Fue entonces cuando Red Beetle vio el rascacielos. La torre de oficinas se alzaba como un faro de esperanza, sus ventanas reflejando el último resplandor del sol.
—¡Tu bastón, ahí!— señaló frenéticamente, casi perdiendo sus gafas en el intento.
Ek Miss siguió su mirada, calculando la distancia con la precisión de un felino. En un movimiento fluido que desafió la gravedad, desmontó su arma y la lanzó con toda su fuerza. El bastón giró como un propulsor, clavándose profundamente en la fachada de cristal y acero con un clang metálico.
—¡Sujétate!— Red Beetle extendió su brazo, sus dedos encontrando los de Ek Miss en medio de la caída libre. El contacto duró apenas un instante antes de que su yo-yo saliera disparado, el cable enrollándose alrededor del bastón incrustado con precisión milimétrica.
El tirón fue brutal. Sus cuerpos describieron un arco violento, girando alrededor del punto de anclaje como cometas descontroladas. El mundo se convirtió en un borrón de luces y sombras, sus estómagos dando vueltas al ritmo de la centrifugadora humana en que se habían convertido.
Cuando finalmente tocaron el asfalto, fue con la gracia de gatos callejeros: Ek Miss rodó sobre su hombro y terminó en cuclillas, mientras Red Beetle aterrizó de pie aunque tambaleándose visiblemente.
—Menos mal que los gatos no le temen a las alturas— bromeó Ek Miss, sacudiéndose el polvo de su traje con una sonrisa que brillaba más que las luces de la ciudad.
—Tenemos que llegar a su espada de burbuja; ahí debe estar el akuma— determinó, señalando hacia donde el restaurante Lynn's Table seguía emanando columnas de humo.
El pitido estridente del anillo de Ek Miss cortó el momento como un cuchillo. Ella miró la joya que parpadeaba con advertencia, contando los minutos que le quedaban.
—Pues hay que darnos prisa— afirmó, lanzando un último vistazo al bastón que aún sobresalía del rascacielos antes de correr junto a Red Beetle.
(...)
El restaurante Lynn's Table, otrora un lugar de celebración, ahora era un campo de batalla destrozado. Las luces estroboscópicas seguían parpadeando absurdamente sobre los restos de la fiesta, iluminando los rostros atemorizados de los adolescentes que intentaban huir.
—¿A dónde van todos? ¡Regresen y celebren!— rugió Burbujeo, su voz distorsionada por el poder akuma. Sus círculos corporales brillaban con intensidad frenética, proyectando sombras danzantes sobre las paredes.
—Lamento reinventarte, Burbujeo— declaró Red Beetle, su yo-yo girando amenazadoramente a su lado
—¡Red Beetle!— Nikki fue la primera en reconocerlo, y pronto docenas de voces juveniles se unieron en un coro de esperanza.
Burbujeo flotó hacia atrás como si hubiera recibido un golpe físico.
—Nadie quiere festejar contigo— añadió Ek Miss, apareciendo junto a su compañero con el bastón extendido
—¡¿Qué les pasa a todos ustedes?¡ ¡¿Por qué tienen que ser tan odiosos?!— gruñó, su voz quebrándose entre la rabia y la confusión.
En un arrebato de furia, su espada-burbujera trazó un arco en el aire, lanzando esferas violetas que envolvieron a varios adolescentes. Las burbujas ascendieron rápidamente, llevando a sus prisioneros hacia el cielo.
—¡El espacio exterior será el destino para sus preciosos amigos, y nunca volverán!— se burló, saltando de techo en techo con agilidad sobrenatural.
La persecución fue una danza mortal por los rascacielos de Great Lakes City. Burbujeo lanzaba burbujas explosivas que estallaban contra las fachadas de cristal, lloviendo esquirlas peligrosas sobre los héroes que lo perseguían.
—¡Mi tiempo se acaba, date prisa!— advirtió Ek Miss, mostrando su anillo que parpadeaba con solo dos minutos restantes.
—Ya voy— Red Beetle asintió, concentrándose— ¡Amuleto Encantado!— gritó, y de la nube de mariquitas mágicas emergió una llave gigante.
Ek Miss arqueó una ceja bajo su máscara.
—"¿Tus habilidades de plomería nos ayudarán?"— preguntó, esquivando una burbuja que estalló justo donde había estado su cabeza.
Red Beetle no respondió.
"Espero que las enseñanzas de Lana sirvan de algo" pensó Red Beetle y en su mente resonaban los recuerdos de Lana explicándole con entusiasmo infantil cómo funcionaban los sistemas de ventilación.
—¡Necesitas practicar tu puntería!— Ek Miss se burló del akuma, corriendo en zigzag para distraerlo.
Mientras tanto, Red Beetle escaneó la estructura hasta que sus ojos se posaron en un tubo de ventilación metálico, en el tornillo que lo sujetaba.
—¡Ya lo entiendo!— corrió hacia el tubo, usando la llave para aflojar el tornillo. Con un chirrido metálico, el tubo se desprendió y salió volando hacia Ek Miss— ¡Miss, cúbreme!—
—¡Ahí voy!— ella saltó con la gracia felina que la caracterizaba, atrapando el tubo al vuelo y usándolo como escudo contra las burbujas explosivas.
Burbujeo rugió de frustración, levantando su espada para un ataque final. Pero Red Beetle ya había lanzado su yo-yo, enredándolo alrededor del arma y arrancándola de las manos del akuma. El crujido de la espada al romperse contra las rodillas de Red Beetle resonó como un trueno.
—Sal de ahí, bicho asqueroso!— el akuma oscuro emergió del arma destrozada, revoloteando desorientado— ¡No más maldades para ti, pequeño akuma!—Red Beetle abrió su yo-yo— ¡Es hora de acabar con la maldad!— y con un lanzamiento la captura fue limpia y rápida— ¡Te tengo!— cuando el yo-yo se abrió de nuevo, una mariposa blanca emergió hacia el cielo— ¡Adiós, mariposa! ¡Red Beetle milagroso!—
El amuleto encantado ascendió, liberando un enjambre de mariquitas mágicas que repararon cada destrozo. Las burbujas que flotaban en el cielo descendieron suavemente, liberando a los adultos y adolescentes atrapados.
Tony Anderson cayó de rodillas, la energía oscura abandonando su cuerpo.
—Eh... ¿dónde estoy?— murmuró, tocándose la cabeza con confusión.
—¡Ganamos!— dijeron Red Beetle y Ek Miss chocaron sus puños, sus sonrisas brillando más que cualquier luz en la ciudad.
(...)
En la oscuridad de su guarida, Wraith Moth golpeó el suelo con su bastón.
—¡No puedes correr para siempre, Red Beetle!— rugió, su voz distorsionándose en un berrinche sobrenatural— ¡Y cuando te atrape, te aplastaré! ¡LOS DESTRUIRÉ A LOS DOS!—
La ventana de mariposa se cerró con un estruendo, sumiendo la cámara en una oscuridad total, salpicada solo por el brillo de los ojos enfurecidos del villano.
(...)
Lincoln corrió por la calle directamente al restaurante. El corazón le golpeaba el pecho como si quisiera escapar. ¿Estaría él ahí? ¿Lo habrían liberado de aquella burbuja maldita? Y entonces lo vio.
Lynn Loud Sr., con el delantal manchado de salsa y el rostro cansado. La espalda del hombre, usualmente erguida con orgullo, ahora se curvaba bajo un peso invisible. Lincoln no lo pensó dos veces.
—¡Papá!— gritó, y antes de que su padre pudiera volverse, lo abrazó con fuerza, como si temiera que se desvaneciera.
Los brazos de Lynn Sr. se tensaron por un instante, sorprendidos, antes de cerrarse alrededor de su hijo en un abrazo que transmitía más de lo que las palabras podrían decir.
—¡Hijo!— la voz del hombre tembló, áspera por el alivio— Me alegra que estés bien—
Lincoln apretó los ojos. No quería llorar, pero el olor a colonia barata y harina de su padre le trajo un torrente de recuerdos: las mañanas antes de la escuela, los las tardes con el programa de "Leyendas", las noches en que Lynn Sr. fingía no verlo colarse en la cocina para robar galletas.
—Creí que no volverías— murmuró Lincoln contra el hombro de su padre, la voz quebrada.
Lynn Sr. lo apartó suavemente, sosteniéndolo por los hombros. Sus ojos, tan parecidos a los de Lincoln pero marcados por arrugas que el hijo aún no tenía, brillaban con una mezcla de culpa y ternura.
—No pienses esas cosas— dijo, pasando un pulgar por la mejilla sucia de su hijo— Gracias a Red Beetle y Ek Miss, estamos a salvo— hizo una pausa, y Lincoln notó cómo su mirada se nublaba— Pero yo seguiré aquí, Lincoln. Lo suficiente para cuidarlos a todos—
—Papá, no tienes que...—
—Sí, sí tengo— Lynn Sr. lo interrumpió, señalando una silla cercana. Se sentó con un gruñido, como si sus huesos protestaran, e invitó a Lincoln a hacer lo mismo. El silencio entre ellos era pesado, cargado de años de cosas no dichas— Tal vez pienses que no te prestamos atención como a tus hermanas— comenzó Lynn Sr., jugueteando con un salero en la mesa— Y sí, puede que lo hagamos. Pero no es a propósito.
—Lo entiendo, papá— Lincoln miró sus propias manos, marcadas por cicatrices de batallas del pasado—No es fácil darnos tiempo a todos— dijo, aunque las palabras le sabían a mentira a medio formar.
—Es más que eso, hijo— susurró. Por primera vez, Lincoln notó cuánto había envejecido su padre— Cuando tu madre y yo nos casamos... queríamos una familia grande. Tus hermanas mayores son la prueba de eso— una sonrisa nostálgica se dibujó en su rostro— Con cada una, era una nueva aventura. Lori con su terquedad, Leni con su... bueno, su Leni-ness...— Lincoln no pudo evitar una risa ahogada— Con el tiempo, se volvió rutinario. Hasta con Lily— la sonrisa se desvaneció— Pero cuando naciste...— el silencio se extendió—
—No sabíamos qué hacer— admitió Lynn Sr., la voz ronca—. Un niño, después de tantas niñas. Te vestíamos de de varios colores que considerábamos de niño, te comprábamos juguetes "de varón", pero... a veces te tratábamos como a tus hermanas sin darnos cuenta—
—Eso explica por qué las "comprendo" de cierta forma— bromeó Lincoln, aunque el humor se le cayó al ver la expresión de su padre.
—Y ese fue mi peor error— Lynn Sr. se pasó una mano por la cara— No presté atención a las señales. A lo que tus hermanas te hacían pasar. A lo que todos te hicimos pasar— su voz se quebró— Y luego Sam... y Lina...—
Lincoln sintió un nudo en la garganta. Sam. Su nombre aún dolía como una herida mal cerrada.
—Sabes que no los culpo— dijo rápido, como si las palabras pudieran ahuyentar el dolor— Ni a ti ni a mamá—
—¡Pero deberías!— Lynn Sr. golpeó la mesa con un puño, haciendo saltar los cubiertos— No estuvimos ahí cuando más nos necesitabas. No confiaste en nosotros para contarnos lo que ocurría— las lágrimas ya corrían por sus mejillas— Hasta que supimos de Lina... hasta que todo explotó...—
Lincoln quería hablar, pero las palabras se le atascaban.
—Me juré que sería mejor padre— continuó Lynn Sr., limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano— Que no repetiría mis errores. Pero hoy... hoy olvidé tu cumpleaños. Olvidé el día en que te tuve por primera vez en mis brazos— miró a su hijo con ojos suplicantes— ¿Cómo puedo llamarme padre si ni siquiera recuerdo celebrar tu vida?—
Lincoln observó a su padre ,realmente lo observó. El hombre que alguna vez le pareció un gigante invencible ahora se veía pequeño, frágil. Como si cada palabra lo estuviera desarmando.
—Papá...— extendió la mano y la puso sobre la de su padre— Puede que hayas cometido errores. Muchos— mostro una sonrisa triste— A los once años, odiaba que estuvieras siempre con mis hermanas. Que tomaras decisiones por mí sin preguntarme. Que pareciera que... que yo no importaba— ante esos comentarios Lynn Sr. bajó la cabeza— Pero ahora lo entiendo— Lincoln apretó su mano— Porque ahora soy padre. Y sé que cada decisión que tomaste, por mala que pareciera, la hiciste pensando en nosotros—
—No deberías entender esto todavía— murmuró Lynn Sr.— Esta charla era para cuando fueras a la universidad. O cuando te casaras—
—El plan cambió— Lincoln se encogió de hombros, intentando aligerar el ambiente— Como todo en esta familia—
Lynn Sr. lo miró con una mezcla de orgullo y tristeza.
—Aún puedo prepararte tu pastel de cumpleaños— ofreció, señalando la cocina— Con ese glaseado azul que te gustaba de pequeño—
—Tal vez después— dijo Lincoln, levantándose sintiendo cómo el cansancio de la batalla le pesaba en los huesos— Por hoy... solo quiero ir a casa. Abrazar a Lina. Dormir—
Lynn Sr. asintió y se puso de pie. Por un momento, pareció dudar, pero luego atrajo a Lincoln hacia otro abrazo. Este era diferente: menos desesperado, más seguro. Como si algo entre ellos, algo roto hacía mucho tiempo, finalmente empezara a sanar.
—Te alcanzaremos después— prometió Lynn Sr., acariciando el pelo de su hijo como cuando era pequeño.
Lincoln asintió, demasiado emocionado para hablar, y se dirigió hacia la salida. En el umbral, se detuvo y miró hacia atrás. Su padre ya estaba acomodando una silla, pero esta vez, su espalda parecía un poco más recta.
El pasado no se podía cambiar. Pero el futuro... ese aún estaba por escribirse.
(...)
El sol comenzaba a inclinarse sobre Great Lakes City, pintando el cielo de tonos dorados y rosados mientras Ronnie Anne caminaba por las calles que aún conservaban el caos residual del ataque de Burbujeo. El Mercado Casagrande, ahora restaurado gracias al poder de la cura milagrosa de Red Beetle, brillaba como si nada hubiera ocurrido. Las luces cálidas del interior iluminaban los rostros familiares de su familia, todos ocupados en sus quehaceres como si el mundo no hubiera estado al borde del colapso horas antes.
Ronnie Anne se detuvo frente a Bobby, que reorganizaba una pila de latas con una expresión inusualmente seria.
—¿Seguro que estás bien, Bobby?— preguntó, cruzando los brazos. Sabía que su hermano mayor podía ser terco, pero también conocía sus miedos.
Bobby dejó escapar un suspiro exagerado, aunque sus manos temblaban ligeramente al acomodar una lata de frijoles.
—Que sí, Nini, estoy bien— respondió, evitando su mirada.
—Solo me aseguro. Después de todo, te dan miedo las alturas— insistió Ronnie Anne, con una media sonrisa.
—Bue-bueno...— Bobby se ruborizó— Es probable que prefiera evitar las montañas rusas por un tiempo— admitió, rascándose la nuca.
—Me lo esperaba— se rio Ronnie Anne, pero su sonrisa se desvaneció cuando Bobby continuó.
—Pero ya te dije que estoy bien. Los abuelos, los tíos y mamá también. De hecho, ya están preparando todo para lo de mañana— dijo, ajustando su gorra.
—¿Qué habrá mañana?— Ronnie Anne arqueó una ceja.
—¿No te enteraste?— Bobby parpadeó, sorprendido— Se canceló el estreno de Ana Ronalda hoy porque no hubo nadie para transmitirlo. Así que lo pasarán mañana—
—¡¿QUÉ?!— la voz de Ronnie Anne resonó en todo el mercado, haciendo que varios clientes voltearan.
—Lo siento, Nini— Bobby levantó las manos en gesto de paz.
Ronnie Anne apretó los puños, pero luego respiró hondo. No había nada que hacer. De reojo, vio el paquete cuidadosamente envuelto que había dejado sobre el mostrador: el regalo para Lincoln.
—Pues ya que— murmuró, tomándolo con decisión— Voy a salir un rato— anunció, y antes de que Bobby pudiera protestar, ya había salido a la calle.
El parque cercano estaba extrañamente silencioso, como si la ciudad entera estuviera recuperando el aliento. Ronnie Anne caminaba sin rumbo fijo, el regalo de Lincoln balanceándose en su mano mientras repasaba mentalmente cómo se lo entregaría.
"'Feliz cumpleaños, Lame-O. No es gran cosa, pero pensé que te gustaría'. No, sueno demasiado indiferente. 'Oye, Lincoln, encontré esto y...'. Tampoco"— se regañaba a sí misma frustrada, suspiró y estaba a punto de darse por vencida cuando un sonido la detuvo en seco: un llanto suave, casi ahogado, proveniente de unos arbustos cercanos. Ronnie Anne frunció el ceño y se acercó con cautela, apartando las ramas—¿Lily?—
La niña más pequeña de los Loud estaba sentada en el suelo, sus mejillas empapadas de lágrimas mientras abrazaba sus rodillas. Al ver a Ronnie Anne, intentó limpiarse rápidamente la cara.
—Hola, Ronnie— saludó con una voz quebrada que no logró ocultar su tristeza. Ronnie Anne se arrodilló a su lado, el regalo de Lincoln ahora olvidado en el suelo.
—¿Qué pasa?— preguntó, su tono más suave de lo habitual. Lily miró hacia abajo, jugueteando con el dobladillo de su vestido.
—No pude conseguir el regalo para Linky— confesó, y un nuevo torrente de lágrimas brotó de sus ojos— ¡Le prometí que se lo daría después, pero no pude! ¡Soy una mala hermana!—
Ronnie Anne no era exactamente una experta en consolar niños, pero algo en el corazón le dio un vuelco al ver a Lily tan destrozada. Sin pensarlo dos veces, la envolvió en un abrazo.
—Oye, no eres una mala hermana— murmuró, acariciando su pelo— Lincoln sabe que lo quieres—
—Pero... pero...— Lily sollozó contra su hombro. Ronnie Anne la sostuvo hasta que los temblores de la pequeña disminuyeron.
—¿Mejor?— preguntó, separándose lo suficiente para mirarla a los ojos y Lily asintió, aunque su mirada seguía cargada de culpa.
Ronnie Anne observó el regalo que había dejado caer al suelo, luego a Lily, y de nuevo al regalo. Una idea comenzó a formarse en su mente.
—Lily...— comenzó, tomando el paquete— Puedes darle esto a Lincoln—
—¿Pero ese no es tu regalo para él?— los ojos de Lily se abrieron como platos.
—Sí— admitió Ronnie Anne con un encogimiento de hombros— Pero ya le di uno antes... aunque él no sabe que fui yo— agregó rápidamente. "Y nunca lo sabrá", pensó.
—¿Qué es?— Lily miró el paquete con curiosidad. Ronnie Anne se inclinó y le susurró al oído. Los ojos de Lily brillaron de inmediato— ¿En serio?— exclamó, casi saltando de emoción y Ronnie Anne asintió con una sonrisa.
—Vamos, te acompaño a tu casa— dijo, levantándose y extendiendo una mano.
Lily la tomó con entusiasmo, y juntas caminaron hacia el edificio Loud, el regalo ahora en manos de la pequeña, que no dejaba de sonreír. Justo cuando llegaban al edificio, una voz familiar las detuvo.
—¿Lily?— ambas giraron para ver a Lincoln, que acababa de doblar la esquina con expresión preocupada— ¿No deberías estar con mamá?— preguntó, acercándose.
—¡Sí! Pero me dejó jugar en el parque— respondió Lily rápidamente, soltando la mano de Ronnie Anne.
—Me pidió que la trajera a casa— añadió Ronnie Anne, sintiendo cómo su pulso se aceleraba al ver a Lincoln tan cerca.
—Gracias— dijo él con una sonrisa cansada pero genuina.
Antes de que Ronnie Anne pudiera responder, Lily saltó hacia adelante, extendiendo el regalo con ambas manos.
—¡Feliz cumpleaños, Linky!— gritó, casi golpeándole el pecho con el paquete. Lincoln parpadeó, sorprendido, pero tomó el regalo con cuidado— ¡Ábrelo!— insistió Lily, saltando en su lugar.
Con movimientos lentos, Lincoln rasgó el papel, y cuando vio lo que había dentro, su boca se abrió en un perfecto círculo de asombro.
—No... puede... ser...— jadeó, sacando un cómic brillante—. ¡Es el nuevo número de Ace Savvy con mis personajes de La Baraja Completa! ¿Cómo lo conseguiste? ¡Bill Buck dijo que no lo publicaría hasta dentro de seis meses!—
Lily miró rápidamente a Ronnie Anne, quien puso un dedo sobre sus labios en señal de silencio.
—Es un secreto— dijo Lily con un guiño.
Lincoln la miró con incredulidad, pero luego la levantó en un abrazo que hizo reír a la pequeña.
Ronnie Anne sintió una cálida satisfacción en el pecho al verlo tan feliz, pero sabía que era hora de irse.
—Bueno, yo debo irme. Mi familia me está esperando— dijo, dando un paso atrás— Adiós, Lily. Y feliz cumpleaños, Lincoln— añadió, y antes de que él pudiera decir nada, ya se estaba alejando.
Una vez a solas, Plagg emergió del bolsillo de Ronnie Anne con una expresión burlona.
—¿Por qué hiciste eso?— preguntó Plagg, revoloteando frente a su cara— Por cómo reaccionó, tu regalo valió cada centavo— ante eso Ronnie Anne se encogió de hombros, aunque no pudo evitar sonreír.
—Lo valió, pero Lily estaba destrozada por no tener nada que darle— dijo Ronnie Anne— Y yo ya le di un regalo antes. Así que, técnicamente, él lo recibió... solo que no sabrá que fui yo—
—Pero tampoco sabe del anterior— señaló Plagg con picardía.
—No importa— Ronnie Anne miró hacia el edificio Loud, donde aún se escuchaban las risas de Lincoln y Lily— Mientras yo sepa que los recibió, es suficiente—
Plagg la observó con una mezcla de exasperación y admiración.
—De verdad que eres especial— murmuró, antes de desaparecer de nuevo en su bolsillo.
Ronnie Anne sonrió para sí misma y continuó caminando, el corazón más ligero que nunca.
(...)
El edificio Loud resonaba con los ecos familiares de la tarde. Lincoln, con Lily a cuestas, ascendía los escalones que conocía tan bien como las líneas de su palma, cada paso un recordatorio de que, aunque su familia ocupaba casi todo el edificio, su propio refugio estaba en el último piso, lejos del bullicio.
—En serio, Lily, dime ¿Cómo los conseguiste?— insistió Lincoln, ajustando a su hermana pequeña en sus brazos mientras evitaba un juguete abandonado en el escalón.
—Nop— canturreó Lily, cerrando los ojos con aire de superioridad.
—Oye, Lincoln...—
Lily gritó y se aferró al cuello de su hermano como un koala asustado. Lincoln, aunque acostumbrado a las apariciones repentinas de Lucy, tuvo que apoyarse en la barandilla para no perder el equilibrio.
—¡Cielos, Lucy! ¿Tienes que aparecer así siempre? —exhaló, llevándose una mano al pecho, mientras Lily enterraba la cara en su hombro.
Lucy, envuelta en su chal negro habitual, emergió de las sombras del pasillo como un espectro.
—Suspiro... llegó algo para ti— anunció, extendiendo una caja rectangular envuelta en papel kraft sencillo pero atado con un lazo de cuerda perfectamente anudado.
—No recuerdo haber pedido nada...— dijo Lincoln confundido, aunque su mente repasó mentalmente si había comprado algo para Lina durante sus noches de insomnio.
—Lo dejó esa chica que estaba hablando contigo— explicó Lucy, con su tono monocorde pero cargado de significado— Esta tarde. Pensó que no estabas y lo dejó en el buzón—
Lincoln sintió un vuelco en el estómago. Ronnie Anne.
—¿Cómo sabes que fue ella?— preguntó, aceptando la caja con manos que, para su vergüenza, temblaron levemente.
Lucy señaló hacia arriba, donde una pequeña cámara de seguridad semioculta sobresalía del marco de una puerta.
—La vi por las cámaras— dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Tenemos cámaras de seguridad?— Lincoln miró la cámara, luego a Lucy, y luego de nuevo a la cámara.
—Sí...— Lucy arrastró la palabra, como si estuviera revelando un secreto de estado— Desde que Lana "accidentalmente" incendió el buzón la semana pasada— Lincoln decidió no preguntar más.
—Gracias, Lucy— dijo, y notó cómo su hermana menor lo observaba con esos ojos que parecían ver más de lo que debían.
El apartamento de Lincoln en el quinto piso era un oasis de calma comparado con el resto del edificio. La única compañía en ese momento era Lina, durmiendo plácidamente en su cuna, y Tikki, que revoloteaba perezosamente cerca de una lámpara.
Lincoln cerró la puerta con cuidado y se dejó caer en el borde de su cama, la caja ahora pesando más en sus manos de lo que su tamaño sugería.
—¿Qué estás esperando? ¡Ábrelo!— Tikki zumbó cerca de su oreja, la curiosidad haciendo que sus antenas se agitaban.
Lincoln no necesitó que lo insistieran. Con dedos cuidadosos, desató el lazo y retiró el papel. Lo que reveló lo dejó sin aliento.
Era un cuaderno.
Pero no uno cualquiera.
La cubierta era de cuero genuino, suave al tacto, en un tono cobre cálido que cambiaba bajo la luz como las hojas en otoño. Su nombre—Lincoln A. Loud—estaba grabado en letras elegantes pero discretas en la esquina inferior derecha. Al abrirlo, descubrió que el lomo estaba cosido a mano, y en el interior izquierdo, un estuche de tela contenía una selección de bolígrafos de alta gama, cada uno con su nombre grabado en la superficie metálica. Eran de esos modelos especiales donde podías intercambiar los cartuchos de tinta según el color o el tipo de línea.
—Wow...— fue todo lo que pudo decir.
Examino el cuaderno, con páginas en blanco para sus historietas, y una inscripción en la primera hoja: "Para que nunca dejes de crear".
Pero había más.
En un pequeño compartimento oculto bajo el estuche, encontró una pulsera de plata sencilla pero pulcramente elaborada, con tres iniciales grabadas: L.A.L. Lincoln Albert Loud. Y junto a ella, un medallón ovalado—un camafeo—con un delicado mecanismo que permitía insertar tres fotografías en miniatura bajo su cristal protector.
Lo que realmente lo conmovió, sin embargo, fue la inscripción en el reverso del medallón:
"Las mejores historias no se escriben con tinta, sino con elecciones."
Lincoln pasó el pulgar sobre las palabras, sintiendo cómo cada letra parecía tallada no solo en el metal, sino directamente en su memoria.
—Es... perfecto— susurró, más para sí mismo que para Tikki.
El kwami se acercó, examinando los regalos con admiración.
—Alguien puso mucho esfuerzo en esto— comentó, señalando los detalles del cuaderno—. El cosido es artesanal, y los bolígrafos son de esos que solo venden en esa tienda especializada del centro.
Lincoln asintió, aunque su mente estaba en otra parte. Ronnie Anne había hecho esto. Ronnie Anne, que siempre actuaba tan dura, tan indiferente... había elegido cada detalle pensando en él.
—Pero... ¿por qué?— murmuró Lincoln, abriendo el cuaderno en una página al azar. El papel era grueso, de calidad, el tipo que no sangraría incluso con los bolígrafos más temperamentales.
—¿En serio lo preguntas?— Tikki se rió suavemente.
Lincoln no respondió. En lugar de eso, tomó el medallón y lo sostuvo contra la luz de la lámpara. Tres espacios para fotos. Tres personas que lo definían.
Sin pensarlo, fue hacia el cajón de su mesa de noche y sacó una pequeña foto de toda su familia en su antigua casa, la ultima que tuvieron como familia antes de Sam, otra de Lina con Sam (la única que se atrevía a guardar), y el tercer espacio lo dejo vació, ya que por ahora no tenía la foto de la persona en mente. Colocó las dos fotos en el medallón con cuidado reverencial.
Al cerrarlo, el clic del mecanismo sonó como un punto final en una frase que aún no terminaba de escribir.
Y al otro lado del parque, bajo el mismo cielo que observaba Lincoln, Ronnie Anne Santiago sonreía para sí misma, imaginando que su regalo había encontrado su lugar exacto en el mundo.
En las manos de alguien que, aunque no lo supiera aún, lo atesoraría más que cualquier superpoder.
Chapter 9: Lady Wfi
Chapter Text
El zumbido monótono del ventilador de techo en el aula de la Academia César Chávez luchaba, sin éxito, contra el espesor del aire caliente de la tarde. La profesora de Historia, Alice Shapiro, escribía en la pizarra con una tiza que chirriaba de vez en cuando, trazando las causas de la Guerra Civil. Pero para Nicole "Nikki" Smith, de catorce años, con su melena rubia recogida en un despreocupado moño y sus ojos azules brillando con una luz de absoluta concentración, el mundo fuera de su escritorio había dejado de existir.
Sobre su cuaderno abierto, no había apuntes sobre batallas, sino una colección clandestina de fotografías impresas. Con unas tijeras de punta roma y un pequeño bote de pegamento, Nikki estaba inmersa en su proyecto personal. Con meticulosa precisión, recortó la máscara roja con negra de Red Beetle de una foto borrosa tomada durante el ultimo ataque de Akuma. Luego, hizo lo mismo con la elegante máscara felina de Ek Miss.
—Psst, Nikki— susurró Sid desde el asiento de al lado, lanzando una mirada nerviosa hacia la profesora Shapiro, quien tenía la espalda vuelta— ¿Qué estás haciendo? Guarda eso antes de que te vea—
—Shhh, Sid, casi termino— Nikki alzó la vista por un segundo, una sonrisa de pura excitación en sus labios— Mira, esto es genial— con destreza, aplicó una minúscula gota de pegamento en la parte trasera de la máscara de Red Beetle y la colocó sobre la foto de la cara de Tony, impresa de su perfil de las redes sociales. Frunció el ceño—No... la nariz no cuadra. Demasiado ancha— descartó la foto de Tony y buscó entre su pequeño montón. Tomó la de Kent, uno de los amigos de Lincoln. Misma operación. Aplicó la máscara— Tampoco. El mentón es muy cuadrado—
—Nikki, en serio, esto es demasiado— Sid observaba, cada vez más incómoda.— ¿No puedes hacerlo en el almuerzo?—
—¡La inspiración no espera, Sid!— replicó Nikki en un susurro ferviente, ya embarcada en su siguiente víctima: la foto de un sonriente Maison— Si podemos cruzar los ángulos faciales, la estructura ósea con las tomas que tenemos de los héroes... ¡es matemático! La verdad está aquí, en este escritorio—
Su entusiasmo era tan palpable que atrajo las miradas de Sameer y Laird, sentados atrás de ellas, quienes se inclinaron hacia adelante para ver el progreso de su "investigadora jefe". Nikki, animada por su audiencia, prosiguió. Ahora probaba con la máscara de Ek Miss sobre una foto de Sid con Ronnie Anne que Sid tenía en su carpeta.
—¡Mira! ¡El óvalo de la cara es casi perfecto!— dijo Nikki, emocionada.
—Oye, esa es mi foto— Sid palideció al no saber en que momento le quitaron la foto— Y Ronnie es mi mejor amiga, deja de involucrarla en tus locuras— le quito la foto antes de que pusiera la mascara sobre la cara de Ronnie Anne
Pero Nikki no la escuchaba. Su mundo se había reducido a las fotos, las tijeras y la búsqueda de la verdad. Tomó la máscara de Red Beetle y, casi por instinto, la colocó sobre una foto de Lincoln Loud, el nuevo estudiante, que había impreso esa misma mañana.
—Señorita Smith— dijo la voz clara y firme de la profesora Shapiro. Nikki se quedó helada, las tijeras en una mano y la foto comprometedora de Lincoln con la máscara de Red Beetle en la otra. Sid, con un movimiento rápido y silencioso digno de una ninja, barrió todas las fotos y las escondió dentro de su propio libro de texto, justo cuando Nikki alzaba la cabeza para enfrentar a su profesora— ¿Algo que quieras compartir?— pregunto con un tono serio que estremeció a Nikki
—N-no Sra. Shapiro— a penas puedo responder Nikki y se alivió cuando dejo de mirarla
—¿Alguien sabe dónde están Ronnie Anne Santiago y Lincoln Loud?— la Sra. Shapiro no estaba mirando directamente a Nikki; estaba consultando su lista de asistencia— Su ausencia hoy no estaba en el sistema—
Todos los ojos se volvieron hacia Sid y, en menor medida, hacia Tony, quien era el único que parecía hablar ocasionalmente con Lincoln.
—Ehm, no, profesora Shapiro— Sid se aclaró la garganta, sintiendo el peso de las pruebas secretas sobre sus muslos— Ronnie dijo que no se sentía bien esta mañana— no era mentira, Ronnie Anne le había dicho eso por mensaje, aunque Sid sospechaba fuertemente que su "malestar" estaba relacionado con la aparición de un akumatizado a la misma hora.
—Lincoln tampoco me dijo nada— Tony se encogió de hombros con una naturalidad convincente— Supongo que son cosas de familia, con la mudanza y todo eso—
—Muy bien— la profesora Shapiro los observó por un momento, sus gafas descendiendo levemente sobre su nariz. Parecía escéptica, pero sin pruebas, asintió con resignación— Tomen nota de la tarea para que se la pasen...— el alivio fue palpable en la fila de Nikki y Sid.
El timbre sonó como una liberación. Los estudiantes se levantaron con el habitual estruendo de sillas y conversaciones que estallaban. Nikki recogió sus cosas a toda prisa, su mente ya de vuelta en su misión. Sid, sin embargo, la agarró del brazo con suavidad pero con firmeza.
—Un momento, detective— dijo Sid, con una sonrisa tensa— Vamos a hablar—
Mientras salían del aula y se unían al flujo de estudiantes en el pasillo, los amigos de Nikki, Casey, Sameer y Laird, se acercaron. Casey, el más vocal del grupo después de Nikki, lucía serio.
Sid no pudo evitar notar la atmósfera que los rodeaba. Mientras la mayoría de los estudiantes reían y planeaban su tarde, su pequeño grupo caminaba en una burbuja de intensidad silenciosa. Nikki hojeaba su carpeta llena de recortes, Sameer revisaba ansiosamente las redes sociales en su teléfono buscando nuevas teorías, y Laird escaneaba a cada persona que pasaba con una mirada analítica que resultaba un poco invasiva.
—Chicos, ¿Qué les pasa?— preguntó Sid, genuinamente preocupada— Últimamente están... serios. Y ayer vi a Laird preguntándole a Adelaide si sabía usar un yoyo. Fue raro—
Casey intercambió una mirada con Nikki, quien asintió con la cabeza, autorizándolo a hablar. Él se frotó la nuca, un gesto de incomodidad.
—Es el blog, Sid— confesó Casey, bajando la voz— El SuperBlog. Al principio era divertido, subir videos de las peleas, hacer edits geniales... pero desde el ataque de Climática, se convirtió en otra cosa—
—La gente merece saber. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Por qué luchan? Y si los medios normales no van a investigarlo, lo haremos nosotros. Nos hemos propuesto descubrir las identidades de Red Beetle y Ek Miss— Nikki alzó la vista, sus ojos azules ardían con una llama de determinación obsesiva.
—Analizamos pixels, patrones de movimiento, horarios de aparición... todo— Sameer asintió, mostrando su teléfono.
—Cada estudiante de esta escuela es un sospecho potencial— Laird ajustó sus gafas— La evidencia está en los detalles. Un yoyo por aquí, un bastón por allá... un ausentismo oportuno—
—¿Están escuchándose?— Sid se detuvo en seco en medio del pasillo, el gentío fluyendo a su alrededor. Los miró a todos, uno por uno— ¡Suenan como conspiranoicos! ¿Acosar a sus compañeros? ¿Es eso lo que se ha vuelto su blog? ¿Cazar personas?—
—No es acoso, Sid. Es periodismo ciudadano— Nikki metió sus recortes en la mochila con un gesto brusco— Es buscar la verdad. Y la vamos a encontrar, con o sin tu ayuda— y con eso, giró sobre sus talones y se marchó por el pasillo
—Nikki, espera. Por favor— la voz de Sid, usualmente llena de energía, sonaba suave y cansada, la había seguido con una persistencia silenciosa. Nikki se detuvo, sus hombros tensos. No se dio la vuelta, pero su postura indicaba que estaba escuchando. Sid se colocó a su lado, mirando el mismo locker abollado que parecía fascinar a Nikki— Mira— comenzó Sid, buscando las palabras correctas— Entiendo tu entusiasmo. De verdad. Red Beetle y Ek Miss son increíbles, y tu blog es genial. Pero lo que hiciste en clase... espiar fotos de todos, encajar máscaras... Nikki, eso no está bien. Sin permiso, es... es una invasión. ¿Y si te equivocas? ¿Y si acusas a alguien inocente? Podrías arruinarle la vida a alguien, o meterte en un problema del que no puedas salir—
Nikki finalmente giró para mirarla, y en sus ojos azules ya no había el fuego de la obsesión, sino un destello de vergüenza y comprensión. Sus hombros se relajaron.
—Tienes razón— admitió, sorprendentemente sin defensa— Me emocioné. Lo siento, Sid. Es solo que... la verdad está ahí, tan cerca que casi puedo saborearla. Pero... ya he tenido problemas antes por sacar conclusiones antes de tiempo. Por invadir... bueno, ya sabes— un rubor leve tiñó sus mejillas, recordando un incidente pasado no relacionado con los superhéroes.
—Lo sé— Sid sonrió, aliviada— Por eso te lo digo. Seamos cuidadosas, ¿vale?— luego, un nuevo pensamiento nubló su rostro— Hablando de cuidados... ¿has visto a Ronnie Anne? No contesta sus mensajes, y eso no es como ella. Y Tony no puede encontrar a Lincoln tampoco—
—¿En serio? Eso es raro— la curiosidad periodística de Nikki se encendió de nuevo, pero esta vez de una manera más genuina y menos invasiva— Bueno, ¡vamos a buscarla! Dos pares de ojos ven más que uno—
Juntas, recorrieron la escuela como un dúo en misión. Revisaron el patio, donde Adelaide y Carl negaron haberla visto después de clase. Preguntaron en la biblioteca a Sameer y Laird, quienes, absortos en sus pantallas, solo negaron con la cabeza sin apartar la vista. Revisaron incluso el gimnasio vacío, donde solo el eco de sus propias voces les respondió.
—¡Esto no tiene sentido!— exclamó Sid, frustrada, sacando su celular por enésima vez—¡Siempre contesta!— marcó de nuevo y dejó el teléfono en el oído, solo para escuchar el tono de llamada que se perdía en la nada.
—Nada de Lincoln— en ese momento, Tony se les unió, con el ceño fruncido y su propio teléfono en la mano— Ni un mensaje. Es como si la tierra se los hubiera tragado— los tres suspiraron frustrados
—Yo revisaré los campos exteriores— dijo Sid— Nikki, tú revisa los pasillos de ala oeste otra vez, por si acaso.
Nikki asintió y se encaminó hacia la sección más antigua de la escuela, donde los lockers eran de un verde despintado y la luz fluorescente parpadeaba de manera intermitente. El lugar estaba en silencio, casi ominoso.
Fue entonces cuando lo vio. Justo al doblar una esquina, frente al locker número 237, estaba Brendan O'Maley, el hermano mayor de Sara. Brendan, con su desgarbada figura, su cabello pelirrojo despeinado y sus ojos azules que siempre parecían buscar problemas, actuaba de manera furtiva. Con movimientos rápidos y nerviosos, abrió su mochila y sacó un bulto de tela que intentó comprimir para meterlo en el fondo del locker. Por un breve instante, la tela se desdobló lo suficiente para que Nikki, escondiéndose detrás de una esquina con el corazón acelerado, pudiera verlo: era un traje de spandex rojo con manchas negras. Y luego, justo antes de cerrar el locker con un golpe seco, Brendan metió rápidamente un yo-yo de madera con un diseño intrincado de espirales negros y rojos.
Nikki contuvo el aliento.
"¡No puede ser! ¡Es idéntico! ¡El traje, el yo-yo!"— pensó Nikki conteniendo el aliento— "¡Brendan O'Maley es Red Beetle!"— su mente corrió. Necesitaba un testigo, alguien que viera lo que ella vio. En ese preciso momento, Casey pasaba por el otro extremo del pasillo, silbando y con sus audífonos puestos. Nikki se abalanzó sobre él, tapándole la boca y arrastrándolo a la sombra de una columna de cemento— ¡Shhh! ¡Casey, mira!— susurró con urgencia, señalando con la cabeza hacia Brendan, quien cerraba su locker con una llave y se marchaba con las manos en los bolsillos, sin notarlos.
—¿Qué? ¿Brendan?— Casey se ajustó la gorra, confundido— ¿Qué tiene de interesante ese patán?—
Justo entonces, Sid y Tony aparecieron por el otro extremo del pasillo. Sid tenía el teléfono pegado a su oreja, con el ceño fruncido en una mueca de total frustración.
—¡Vamos, Ronnie, contesta!— gemía Sid. Tony hacía lo mismo, marcando y re-marcando un número.
—¿Nada?— preguntó Tony, desesperanzado.
—¡Nada!— confirmó Sid, exasperada— Es como si se hubiera tragado la tierra. Lincoln tampoco contesta, ¿verdad?—
—Ni una palabra. Es rarísimo— Tony negó con la cabeza—Siempre contesta mis memes, al menos—
Mientras se quejaban, la televisión montada en la pared del pasillo, sintonizada en las noticias locales, captó su atención. La periodista, con su mejor sonrisa, informaba: "...y una vez más, nuestros héroes urbanos, Red Beetle y Ek Miss, han intervenido para frustrar un audaz asalto a un camión de valores en el centro de la ciudad. Los delincuentes fueron neutralizados con una combinación de precisión y agilidad felina. Great Lakes City puede dormir tranquila gracias a sus protectores..." se mostraban imágenes borrosas de Red Beetle lanzando su yoyo para inmovilizar a un ladrón mientras Ek Miss esquivaba con elegancia.
—¡Ya sé quién es Red Beetle!— Nikki salió de su escondite, sus ojos brillando con una convicción absoluta— ¡Acabo de ver a Brendan O'Maley escondiendo el traje y el yo-yo en su locker! ¡Él es!— anunció, con la voz temblorosa por la emoción.
Un silencio incómodo siguió a su declaración. Luego, Tony fue el primero en reaccionar. Soltó una carcajada breve y seca.
—¿En serio? ¡Ese tipo es un patán arrogante que se pasa las clases de química haciendo aviones de papel! ¡La semana pasada intentó beber un litro de leche en un minuto y acabó vomitando en la maceta de la directora!—
—Nikki, Brendan O'Maley es... bueno, es un idiota— Sid negó con la cabeza, una sonrisa de incredulidad en su rostro— Es egoísta, arrogante y lo único que le interesa es impresionar a las chicas de primer año. No es exactamente material de héroe—
—Nikki, lo vi— dijo Casey— Pero tiene que haber una explicación. Quizás es un disfraz para una fiesta. O quizás es un fanático obsesionado y tiene una réplica. Pero Red Beetle... no sé—
—¡Ustedes no lo vieron! ¡Era idéntico!— exclamo Nikki completamente convencida— ¡Yo voy a demostrarlo! Voy a vigilarlo, voy a... voy a encontrar la manera de abrir ese locker— su determinación había regresado, ciega y peligrosa.
Mientras Nikki se marchaba con paso firme, decidida a probar su teoría contra todo escepticismo, Casey se volvió hacia Sid y Tony con una expresión de resignado agotamiento.
—Bueno— suspiró, ajustando su gorra de nuevo— Supongo que algún día voy a tener que sacar a Nikki de la cárcel por acoso, allanamiento de morada, o por tratar de desenmascarar a un superhéroe que resulta ser el matón de la escuela— comento con sarcasmo y se dirigió a la salida
Sid solo pudo suspirar, mirando cómo su amiga se alejaba directo hacia otra potencial catástrofe, mientras su preocupación por Ronnie Anne se mezclaba con una nueva y creciente ansiedad por la obsesión de Nikki.
(...)
El sol de la tarde en Great Lakes City comenzaba a inclinarse, pintando los rascacielos de tonos anaranjados y dorados. Sobre el cielo, dos siluetas se movían con una gracia sobrenatural. Red Beetle, con su traje de manchas negras, se impulsaba con su yo-yo, mientras Ek Miss, ágil y elegante, usaba su bastón extendido para ir de un techo a otro con una facilidad felina. No había sido un akuma, solo un atraco a un banco que había salido mal, pero suficiente acción para llenar la tarde.
Aterrizaron simultáneamente en la cornisa de un edificio de oficinas, jadeando levemente. El aire fresco a esa altura era un alivio después del calor y la adrenalina.
—¡Uff! Estos tipos de bajo calibre... dan más trabajo que un akuma a veces— comentó Ek Miss, apoyando las manos en sus rodillas por un momento antes de estirarse— Al menos no hubo que lidiar con poderes raros hoy."
Red Beetle se ajustó la máscara.
—Sí, pero sigue siendo agotador— Red Beetle paso su mano por su cabello— Correr, saltar, pelear... y encima, las clases— u voz sonaba cansada, con un deje de preocupación que Ek Miss notó.
—¿Clases? Por favor, Escarabajo— Ek Miss se rio, un sonido ligero y burlón— Un día libre de vez en cuando no le hace mal a nadie. Es un pequeño precio a pagar por salvar la ciudad, ¿no crees?— su tono era juguetón, como si faltar a la escuela fuera una travesura sin consecuencias.
—¿Y no te preocupa que afecte tus calificaciones?— pregunto Red Beetle, cuyo instinto de hermano mayor y padre le salía a flote incluso tras la máscara, se volvió hacia ella, cruzando los brazos— ¿O que tus padres se alarmen si faltas sin avisar?— la pregunta era genuina, nacida de su propia experiencia de tener que mentir y esconderse.
—Tranquilo, Rojo— Ek Miss se encogió de hombros, dando una sonrisa confidente se dibujaba bajo su máscara— Tengo todo bajo control. Soy una buena estudiante, mantengo mi promedio. Mientras no se desplome, mis padres no dirán nada. Además— añadió con un guiño que él no podía ver— Tengo una amiga que me cubre las espaldas. Me pasa las notas y las tareas. Es un equipo—
Red Beetle asintió lentamente, aunque un pensamiento sombrío cruzó su mente— "¿Se habrán dado cuenta en mi casa? ¿O simplemente asumirán que estoy en mi habitación, como siempre, y lo ignorarán?"— la idea de que su ausencia pasara completamente desapercibida le dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir— Entiendo. Es bueno tener a alguien en quien confiar— dijo, y su voz sonó un poco más distante.
—Claro que sí— respondió Ek Miss, notando el cambio de tono pero sin saber su causa— Bueno, mejor nos vamos. Aparecemos en lados opuestos de la ciudad, como siempre—
—Como siempre— repitió Red Beetle. Con un último saludo, ambos héroes se lanzaron en direcciones opuestas, desapareciendo entre el horizonte de la ciudad.
Minutos después, Ronnie Anne con el corazón aún acelerado por la carrera y la emoción de la pelea, empujaba la puerta principal de su edificio. Iba a subir las escaleras corriendo, pero se detuvo en seco. Sentada en el tercer escalón, con los brazos cruzados y una expresión entre preocupada y aliviada, estaba Sid.
—¡Por fin!— exclamó Sid, levantándose —¿ En dónde te metiste, Ronnie? Te he estado buscando por toda la escuela. No contestabas el teléfono. ¡Estaba empezando a pensar que te había abducido un aliens!—
—Ah, sí... eso. Ehm, es una pena— Ronnie Anne tragó saliva, su mente buscando a toda velocidad una excusa que no involucrara a su familia—no podía decir que estaba con los Casagrande, todos sabían que estaban trabajando—y que sonara remotamente creíble— Me dio... un dolor de estómago horrible. De esos que te doblan, ¿sabes? Tuve que correr a... a la farmacia de la calle 12. Y se me acabó la batería del celular— la excusa sonó débil incluso para sus propios oídos, pero era lo mejor que pudo improvisar.
—En la farmacia de la calle 12. Durante tres horas— Sid la miró con escepticismo, sus ojos entrecerrados.
—¡Fue muy horrible!— insistió Ronnie Anne, exagerando un gemido y apoyándose en la barandilla para aparentar debilidad— Pero ya estoy mejor. ¿Pasó algo importante?— pregunto tratando de cambiar de tema, Sid suspiró, decidiendo no presionar más por el momento. Sacó su cuaderno.
—Sí, te tomé apuntes de Historia. La Sra. Shapiro preguntó por ti y por el nuevo, Lincoln— luego, su expresión se volvió más intrigada— Pero eso no es lo más raro. ¿Recuerdas que Nikki esta con su obsesión con los superhéroes?—
—¿Cómo olvidarlo?— murmuró Ronnie Anne, aliviada por el cambio de tema.
—Bueno, hoy se superó a sí misma. Declaró, con total certeza, que ha descubierto la identidad de Red Beetle— Sid hizo una pausa dramática. —Y dice que es Brendan O'Maley—
—¿¡Brendan O'Maley!?— Ronnie Anne dejó escapar un sonido entre una risa ahogada y un grito de horror— ¡Ese patán! No puede ser. De ninguna manera— su rostro mostró una sucesión rápida de emociones: incredulidad, disgusto y un dejo de antigua ira.
—Sí, ese mismo— Sid asintió, sorprendida por la intensidad de la reacción de su amiga.— ¿Qué pasa? ¿Lo conoces?
—¿Conocerlo? Sid, antes de que tú te mudaras, cuando tenía como nueve años, Brendan y yo éramos... rivales de barrio. Nos molestábamos todo el tiempo. Él me escondía la mochila, yo le ponía pegamento en su silla... fue una guerra de bromas pesadas que casi hace que suspendieran a medio salón una vez— Ronnie Anne frunció el ceño, un viejo rencor resurgiendo— Y luego... hubo un tiempo, muy corto, en que pensé que ya no era tan malo. Que me gustaba— admitirlo le costó, y vio cómo los ojos de Sid se abrían como platos— Y él lo supo, y jugó con eso. Se rió de mí frente a sus amigos. Así que no, no me agrada. Es un patán arrogante y egocéntrico— se quedó callada por un momento, la imagen del amable, valiente y un poco torpe Red Beetle chocando violentamente con el recuerdo del desagradable Brendan O'Maley. Negó con fuerza. —No. No hay ninguna posibilidad. No hay forma de que ese héroe increíble, ese tipo que salva a la gente con una sonrisa, sea ese idiota. Nikki está terriblemente equivocada—
—Vaya. Bueno, eso explica tu cara— Sid la observó, procesando la avalancha de información— No te preocupes, todos nos reímos de su teoría. Hasta Casey. Nikki está empeñada en probarlo, pero espero que no haga nada demasiado estúpido—
Ronnie Anne asintió, pero una inquietud se había instalado en su estómago, tan fuerte como el falso dolor que había inventado. La idea de que alguien como Brendan, alguien que la había hecho sentir tan pequeña, pudiera ser su compañero, su pareja de lucha... era simplemente inconcebible. Por primera vez, deseó fervientemente que la obsesión de Nikki fracasara por completo.
(...)
La pesada puerta del edificio de apartamentos de los Loud se cerró detrás de Lincoln con un sonido sordo que pareció marcar la frontera entre dos mundos. El aire en el apartamento de sus padres estaba quieto y cargado con el olor familiar a limpio y a la cena que alguien—probablemente Luan—estaba empezando a preparar en alguno de los pisos superiores. Con su cabello blanco despeinado por el viento y sus ojos azules cansados, Lincoln subió las escaleras con paso lento, sintiendo el peso de la mochila y el peso aún mayor del secreto que cargaba.
Al llegar al rellano de su piso, se encontró con un comité de bienvenida inesperado. Lucy, de negro como siempre, estaba leyendo un libro de poesía oscura apoyada contra la pared, mientras Lana y Lola discutían acaloradamente sobre una travesura pasada. Lisa las observaba tomando notas metódicas en una libreta, y Lily simplemente giraba en círculos hasta marearse y caer sentada, riendo.
—El espectro errante regresa a su morada— declaró Lucy al verlo, en un tono sombrío pero no carente de afecto.
—¡Lincoln!— Lana lo señaló con un dedo sucio de tierra— ¡Le dijimos a mamá que estabas en tu cuarto estudiando!—
—Sí, pero luego Lina empezó a llorar porque extrañaba a su papá, y tuvimos que subir a entretener a Lina. La dejamos jugando con tus figuras de acción— Lola, impecable como siempre, añadió con un suspiro dramático— Esperamos que no sean de edición limitada—
—Las probabilidades de que una niña de dos años cause daños estructurales irreversibles a polímeros pintados son del 98.3%— Lisa ajustó sus gafas— Fue un riesgo calculado—
—Gracias, chicas— Lincoln no pudo evitar una sonrisa cansada. Sus hermanas menores, las únicas que parecían notar su existencia a veces— En serio. Les debo una— recogió su mochila del suelo, donde la habían dejado.
—La deuda se pagará con helado— declaro Lola.
—¡O con gusanos!— propuso Lana.
—Trato— Lincoln asintió con una sonrisa y se dirigió hacia la escalera que llevaba al último piso, a su propio apartamento.
Al abrir la puerta, un sonido lo envolvió inmediatamente: el alegre balbuceo de Lina. Su hija de dos años, con su propio y rebelde cabello blanco y unos ojos verdes que eran un legado directo de Sam, estaba sentada en medio de la alfombra, rodeada de sus figuras de superhéroes (afortunadamente intactas). Al verlo, sus ojillos se iluminaron.
—¡Papá!— gritó, levantando los brazos para que la alzara. Toda la fatiga y la tensión de la pelea, de las mentiras, se esfumaron en ese instante.
—¡Hola, mi chiquita!— Lincoln la levantó y la hizo girar suavemente, haciendo que ella riera a carcajadas— ¿Te portaste bien para las tías?—
—Sí!— dijo Lina, aunque su expresión traviesa sugería lo contrario. Pero estaba feliz y a salvo. Eso era lo único que importaba.
El momento perfecto se interrumpió con el vibrar insistente de su teléfono. Lo sacó con cuidado, sin soltar a Lina. Era Tony. Con un suspiro, contestó.
'¡¿Loud?! ¡¿Estás vivo?! ¡Pensé que te había abducido un akuma o que tus hermanas te habían usado para uno de sus experimentos locos!'— la voz de Tony era una mezcla de alivio y regaño amistoso.
—Hey, Tony. Sí, sí, estoy bien— Lincoln se rio con nerviosismo, balanceando a Lina en su brazo— Lo siento, fue... una urgencia. De salud. Nada grave. No quise alarmar a nadie— mintió, sintiendo el peso de las palabras— "Especialmente no a mis padres"— pensó, sabiendo que probablemente ni se habían enterado.
'Bueno, menos mal. Sabía que si algo grave pasaba, tu ejército de hermanas daría la alarma. Son como tus propios sabuesos personales' — Tony pareció aceptarlo— 'Bueno, como sobreviviste, te mandaré las notas de Historia por mensaje. La Sra. Shapiro preguntó por ti y por Santiago. Pero eso no es lo jugoso. ¿Te acuerdas de Nikki Smith, la del blog de superhéroes?'— cambió de tono, adoptando el de chismoso oficial.
—¿La chica rubia? Sí, algo— Lincoln se tensó levemente.
'¡Pues se volvió loca! Está convencidísima de que descubrió quién es Red Beetle'— Tony hizo una pausa dramática— 'Y dice que es Brendan O'Maley'
—¿Brendan O'Maley?— Lincoln parpadeó, procesando la información— ¿El tipo pelirrojo de noveno?— Lincoln no lo conocía bien, solo de vista. Sabía que tenía su edad, quince, pero como Lincoln había repetido el año anterior por todo el caos del embarazo, la paternidad y otras circunstancias, era el mayor de su clase, rodeado de chicos de catorce.
'¡El mismo!'—confirmó Tony— 'Mira, yo los conozco a él y a su hermana Sara desde primaria. Son niños mimados, sus padres tienen mucha plata. Y Brendan... bueno, tiene fama de ser un mujeriego y un matoncito. Es un patán, todo lo contrario a lo que ese Red Beetle parece ser. Pero Nikki jura que lo vio escondiendo un traje rojo y negro y un yo-yo como el del héroe. Está segura por el color del cabello y todo'
—No sé, Tony... no suena muy convincente— Lincoln frunció el ceño, una punzada de incomodidad recorriéndolo. No le gustaba que estuvieran tan cerca, aunque fuera de la persona equivocada.
'¡Ya lo sé!'— dijo Tony— 'Pero aquí viene lo bueno. ¿Sabías que Brendan fue, por un tiempo cortísimo, el interés romántico de Ronnie Anne Santiago?'
—¿¿Qué??— Lincoln casi dejó caer el teléfono— ¿Ronnie Anne y... ese tipo?" La imagen de la chica segura, dura y sarcástica que conocía en la escuela con alguien como el Brendan que Tony describía no cuadraba en absoluto.
'Sí, fue la sensación del año, hace como cinco años. Hasta que Brendan, siendo el idiota que es, jugó con sus sentimientos o algo así. La historia no está clara, pero lo que sí sé es que Ronnie Anne le dio un puñetazo que lo dejó viendo estrellas, y desde entonces no se dirigen la palabra'— Tony soltó una risotada— 'Así que imagínate si Red Beetle fuera él. ¡Qué drama!'— durante eso Lincoln se quedó en silencio, absorbido por la información. Era difícil de digerir. Ronnie Anne, la chica que parecía tan dura por fuera, había pasado por eso. Tony, notando el silencio, no pudo evitar bromear— 'Oye, pero no te preocupes, Loud. Tú eres mucho más rudo que Brendan O'Maley'
—¿Q-Qué? ¿Yo? No, qué va, yo no soy... rudo— Lincoln se puso nervioso de inmediato— Solo soy... un tipo normal. Con... una hija. Y muchas hermanas— su voz sonó tensa, defensiva.
—Tranquilo, hombre, era una broma— Tony se rio al otro lado de la línea— Aunque, pensándolo bien, Ronnie Anne es una chica linda. Muy segura de sí misma. Y tú, bueno, eres un buen tipo. Serían buena pareja— todo lo dijo en un tono de broma, juguetón y amistoso.
—Ya, ya, cállate. Es solo una amiga— Lincoln sintió que se sonrojaba y agradeció que Tony no pudiera verlo— Mira, tengo que colgar, Lina quiere atención. Gracias por las notas, Tony— trató de poner fin a la conversación
'¡Claro! Cuídate, Loud. Y piensa en lo que te dije'— dijo Tony, todavía riéndose antes de colgar. Lincoln dejó el teléfono a un lado, con la mente dando vueltas.
La noche había caído sobre Great Lakes City, tiñendo de azul oscuro el cielo visible desde la ventana del ático de Lincoln. Lina dormía plácidamente en su cuna, su respiración un suave susurro que llenaba la habitación. Lincoln, sin embargo, estaba sentado en el borde de su cama, aún vestido, con la mirada perdida en el cielo mientras acariciaba sus aretes. La conversación con Tony y la persistente obsesión de Nikki habían sembrado una semilla de ansiedad en su mente.
—Tikki— susurró, lo suficientemente alto para que el pequeño kwami, que mordisqueaba alegremente una galleta, lo escuchara— ¿Cuál es la probabilidad real de que nos descubran?— pregunto y al instante Tikki dejó su galleta y flotó hasta posarse en su rodilla
—Lincoln, debes confiar en la magia del Miraculous— dijo su voz, tan dulce como reconfortante— Es una magia muy poderosa. Para el ojo humano, hay una barrera. Incluso si alguien ve algo familiar como tu estatura o tu forma de moverte, su mente encontrará una razón para dudar, para descartarlo. La magia nubla la conexión lógica—
—Pero Nikki casi le encaja mi máscara en una foto mía ¿Y si alguien nos ve transformarnos?— Lincoln frunció el ceño, no del todo convencido.
—La magia actúa incluso en eso— explicó Tikki pacientemente— El Miraculous no solo te da poderes; también te camufla. Cambia detalles clave de tu apariencia para crear una distinción clara entre tú y tu yo heroico. Mira tu cabello, por ejemplo—
—¿Qué pasa con él?— Lincoln se tocó instintivamente su mechón blanco característico.
—Cuando eres Red Beetle, tu cabello no es blanco. Es de un rojo vibrante, con mechones negros que se mezclan con el traje. Es un cambio sutil pero significativo que la magia realiza para ayudar a ocultarte— Tikki se acercó un poco más— Y toma a tu compañera, Ek Miss. ¿Notaste el color de sus ojos?—
—Verdes. Son... muy verdes— respondió al recordar
—Exactamente— asintió Tikki— El Miraculous del Gato Negro tiene la tendencia de exagerar o incluso cambiar el color de los ojos de su portador a un verde esmeralda vibrante. Es muy probable que ese no sea su color natural. Son pequeñas alteraciones que la magia hace para protegeros—
—Eso... en realidad es un alivio— Lincoln suspiro aliviado, ahora entendiendo por qué nadie, ni siquiera sus hermanas más observadoras, había establecido una conexión. La lógica era reemplazada por la magia. Pero una nueva duda, más profunda, comenzó a surgir— Tikki... ¿es malo que nosotros, Ek Miss y yo, sepamos nuestras identidades? Quiero decir, si fuéramos a contárnoslo—
—¡Oh, no, Lincoln! Eso es muy peligroso— dijo Tikki un poco alarmada
—¿Peligroso? ¿Por qué?— preguntó Lincoln, confundido— Entiendo la parte de que si un villano descubre quiénes somos, nuestra familia y amigos estarían en riesgo. Eso lo he leído en los cómics. Pero... ¿Qué tiene de malo que mi compañero lo sepa? Sería más fácil. Podríamos coordinarnos mejor, ayudarnos...—
—Es... es una de las reglas más antiguas de los Miraculous. Mantener las identidades en secreto, incluso entre aliados. Siempre se ha dicho así—
—Pero ¿por qué?— insistió Lincoln, su curiosidad de natural de investigador apoderándose de él— Si confiamos el uno en el otro con nuestras vidas, ¿por qué no con nuestros nombres?—
—Yo... realmente no lo sé, Lincoln— Tikki parecía genuinamente perturbada, como si la pregunta tocara un recuerdo lejano y doloroso— Es una regla que ha existido desde siempre. He servido a muchos portadores a lo largo de los siglos. Algunos, un número muy, muy pequeño, rompieron la regla y se revelaron sus identidades. A algunos no les pasó nada. Se hicieron más fuertes, su confianza era inquebrantable— su voz se empequeñeció— Pero a otros... les pasaron cosas terribles.
—¿Qué tipo de cosas?— preguntó Lincoln, su voz ahora apenas un suspiro.
—La magia de los Miraculous está ligada a las emociones— explicó Tikki, conteniendo un escalofrío— El amor, la amistad, la confianza... pero también el odio, los celos y la traición. He visto cómo la revelación de una identidad, en el momento equivocado o bajo la emoción equivocada, ha llevado a la obsesión, a la manipulación y... a la destrucción de la relación misma que se suponía que fortalecería. Conocer la verdad completa del otro puede ser un arma de doble filo. Un villano puede usar ese conocimiento, sí, pero a veces... a veces el mayor peligro puede venir de dentro. De un malentendido, de una pelea, de un secreto personal que ahora el otro conoce y puede usar en tu contra—
Lincoln se quedó en silencio, absorbiendo el peso de las palabras de Tikki. No era una simple regla arbitraria; era una advertencia nacida de milenios de experiencia. Era el miedo a que la confianza se quebrara, a que el poder de conocer la verdadera vida del otro se volviera en su contra.
—Así que... es por protección— murmuró finalmente—Protegernos el uno al otro, incluso de nosotros mismos—
—Sí, Lincoln— Tikki asintió lentamente.— Es para proteger el equipo. La duda mantiene una barrera de seguridad. Te obliga a confiar en el héroe, no en la persona. Y a veces, eso es más puro y más seguro—
Lincoln miró hacia la cuna donde dormía Lina. Comprendió entonces que el secreto no era solo para protegerla a ella, sino también para proteger la frágil alianza que tenía con Ek Miss. Revelar su identidad podría ser tan peligroso como enfrentar a Wraith Moth. Por ahora, la magia y el misterio eran sus mejores escudos.
El aroma a pan tostado, huevos revueltos y tocino inundaba el acogedor apartamento de Lynn Sr. y Rita Loud, un caos matutino tan familiar como el sonido de varias voces tratando de hablar al mismo tiempo. La mesa del desayuno era un mosaico de movimiento: Lana discutía con Lola sobre quién tenía derecho a la última tira de tocino, Lisa explicaba a quien quisiera escuchar la composición química del jarabe de arce, y Lily intentaba, con éxito limitado, pintar su tostada con mantequilla de maní usando los dedos. Lucy, con su habitual aire lúgubre, sostenía a Lina en su regazo, dándole pequeños trozos de banana mientras la niña reía y golpeaba la mesa con una cuchara.
Rita Loud, con su bata puesta y una taza de café en la mano, hizo un recuento mental de sus hijos presentes. Sus ojos, aún soñolientos, se detuvieron en la silla vacía al final de la mesa. La silla de Lincoln.
—Buenos días a todos— dijo, y su voz, aunque suave, logró calmar un poco el bullicio— ¿Alguien ha visto a Lincoln?—
El silencio que siguió fue instantáneo y elocuente. Las hermanas menores se miraron entre sí, una red de complicidad silenciosa que se tejió en milisegundos.
—Ah, ahora que lo dices... no lo vi anoche después de la cena— respondió Luan
—Sí, y normalmente se queja de que no debo comer su parte. Hoy fue tranquilo— Lynn Jr. se estaba estirando los brazos como si se preparara para un partido, frunció el ceño.
—El espíritu del mediodía yace afectado por un mal etéreo— respondió Lucy, sin levantar la vista del libro de poemas oscuros que ahora sostenía cerca de Lina— Dijo que las fuerzas lo abandonaron anoche—
—¡Sí! Está super enfermo. Del estómago— Lana, con miga de pan en la comisura de la boca, añadió rápidamente
—Pobre Linky. Tan pálido y débil— Lola, siempre la actriz, llevó la mano a su frente con dramático desmayo— Le deseamos una pronta recuperación—
—Los síntomas descritos coinciden con un caso leve de gastroenteritis viral— Lisa asintió con seriedad científica— Probabilidad de contagio: baja si se mantiene el aislamiento—
—Linky esta muy cansado— dijo Lily
La preocupación, genuina y inmediata, cruzó el rostro de Rita y Lynn Sr.
—¿Enfermo? ¿Y no dijo nada? Eso no es como él— comento Lynn Sr al recordar que Lincoln, desde que era padre, era casi paranoico con las enfermedades, siempre alerta por si Lina mostraba el más mínimo síntoma.
—Bueno, eso lo decide— Rita se puso de pie, su expresión maternal en pleno modo de alerta— Yo me quedo hoy con Lina. Y me quedo a cuidar a Lincoln. Ustedes, todas, vayan a la escuela. No quiero que falten a más clases— miró a sus hijas mayores— Luan, Lynn, ¿pueden encargarse de que las pequeñas lleguen bien?— ambas asintieron, aún un poco sorprendidas por el giro de los eventos.
Las menores se aliviaron de que la excusa había funcionado demasiado bien. por lo que terminaron de desayunar y se fueron. Con Lina ahora en sus brazos, Rita subió la escalera que llevaba al ático, al apartamento de Lincoln. Abrió la puerta con suavidad, esperando encontrar a su hijo descansando en la cama.
Pero la realidad era diferente. La habitación era un fascinante contraste de dos mundos. Una mitad era la de un chico de quince años: posters de videojuegos y superhéroes adornaban las paredes, una estantería repleta de cómics cuidadosamente ordenados, figuras de acción en poses épicas sobre la estantería junto a bocetos y dibujos que hablaban de un hobby artístico. La otra mitad, delineada por una pequeña cuna con barandillas color pastel, un cambiador y un baúl lleno de juguetes de peluche, era el reino de Lina.
Y allí, en el epicentro de estos dos universos, estaba Lincoln. No en la cama, sino desplomado sobre su escritorio, con la cabeza apoyada en un brazo y rodeado de sus cuadernos y lápices. Respiraba profundamente, agotado. Las ojeras bajo sus ojos eran visibles incluso en la penumbra de la habitación. Había caído dormido mientras intentaba ponerse al día con las tareas que había perdido el día anterior.
El corazón de Rita se encogió. Vio el peso que su hijo cargaba en silencio. No había enfermedad, solo un agotamiento profundo que ni siquiera sus hermanas habían notado por completo. Con movimientos infinitamente cuidadosos, para no despertarlo ni a él ni a Tikki, que dormía escondida en la caja de galletas, Rita deslizó sus brazos alrededor de Lincoln. Era más grande que ella, pero el amor de una madre le dio fuerza. Lo cargó con esfuerzo pero con determinación, y lo llevó los pocos pasos que separaban el escritorio de la cama. Lo acostó, le quitó las zapatillas y lo cubrió con la manta, arropándolo como cuando era pequeño.
—Descansa, mi niño— murmuró, besando su frente— Solo descansa—
(...)
Mientras tanto, en la Academia César Chávez, el día comenzaba. Ronnie Anne y Sid caminaban por el patio de la escuela, sumergidas en su propia conversación.
—Es solo que no le veo el sentido— decía Ronnie Anne, ajustando la correa de su mochila— Si alguien quiere mantener algo en secreto, debe tener sus razones. Meterse como Nikki quiere hacerlo... es como hackear la vida privada de alguien. No está bien— Sus palabras tenían una convicción personal que Sid no podía conocer.
—Ya lo sé. Pero para Nikki, la "verdad" es lo único que importa. No piensa en las consecuencias. Solo en el descubrimiento— luego bajó la voz— ¿Crees que haya alguna posibilidad de que tenga razón? ¿Lo de Brendan?—
—Ni en un millón de años— Ronnie Anne hizo una mueca de disgusto instantáneo— Red Beetle es... bueno, es un buen tipo. Brendan es un idiota. Las apariencias engañan, Sid. La identidad de alguien es más que su cara o su color de cabello— comento mientras giraba la combinación de su casillero, sacando su libro de matemáticas, mientras Sid, a su lado, buscaba un lápiz que parecía haberse esfumado en el abismo de su mochila.
Fue entonces cuando un grupo inconfundible de hermanas entró en su campo visual. Lucy, Lana, Lola, Lisa y Lily Loud avanzaban por el pasillo como una pequeña manada, llamando la atención como siempre lo hacían. Pero había algo diferente: la figura alta y de cabello blanco que usualmente las escoltaba o era el centro de sus travesuras no estaba.
Ronnie Anne, casi sin pensarlo, cerró su locker con un golpe seco.
—Oye, Lucy—la llamó— ¿Dónde está Lincoln?— Lucy se volvió hacia ella, su expresión impasible como siempre.
—El espectro de nuestro hermano mayor está confinado a su morada. Un mal vapor lo aqueja— declaró Lucy con su tono lúgubre.
—Sí, está super enfermo. Del estómago— añadió Lana con un encogimiento de hombros— Dice que todo le da vueltas—
Lola, lanzando una mirada dramática al techo, suspiró.
—Pobrecito. Tan frágil la salud masculina— comento Lola en un suspiro exagerado— Le llevaremos las tareas para que no se atrase— Lisa asintió, ajustando sus gaviotas.
—La probabilidad de que su sistema inmunológico se recupere en las próximas 24 horas es del 68.4%, asumiendo un adecuado reposo hidratación— continuó Lisa antes de que el grupo se alejara, dejando a Ronnie Anne con una creciente preocupación arrugando su frente.
—Enfermo, ¿eh?— murmuró Ronnie Anne, más para sí misma que para Sid— Espero que no sea nada grave—
—Ooooh, ¿la Ronnie Anne Santiago está preocupada por Lincoln Loud?— dijo Sid, que había encontrado su lápiz, alzó una ceja con una lentitud deliberada— ¿El mismo que según tú es solo 'un tipo normal'?— canturreó Sid con una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios.
—¡No! Quiero decir, sí, pero no así. Es... es un compañero de clase— exclamo Ronnie Anne a pesar de que sintió un calor inmediato subir por su cuello hasta sus mejillas— Es normal preocuparse por un compañero, ¿no? Además, es el hermano de Lana y Lola, y ellas son... bueno, son un manojo, pero son divertidas— la excusa sonó forzada incluso para sus propios oídos.
—Claro, claro— Sid soltó una risita, disfrutando cada segundo— "Preocupación de compañera" Lo que sea que te ayude a dormir por la noche. Pero por si acaso, su departamento esta en el ultimo piso. Por pura "preocupación de compañera", claro está—
—¡Cállate!— dijo Ronnie Anne, dándole un suave codazo en el brazo, pero la sonrisa de Sid no se desvaneció. Sabía que su amiga protestaba demasiado.
Las horas pasaron lentamente. Las clases transcurrieron con la monotonía habitual hasta que llegó el receso. El comedor se llenó de estudiantes hambrientos, el patio con grupos que disfrutaban del sol, y los pasillos con quienes preferían evitar las multitudes. En uno de estos pasillos, semiocultos en un nicho cerca de los lockers, Nikki, Sameer y Laird celebraban un reunión de urgencia.
—Tiene que ser hoy— insistía Nikki, sus dedos tamborileando nerviosamente en la pantalla de su teléfono— Mientras todos están distraídos. Sameer, Laird, ustedes lo distraen. Le preguntan sobre... no sé, sobre fútbol o sobre su hermana. Cualquier cosa. Yo solo necesito treinta segundos para echar un vistazo a su locker—
—Nikki, esto ya es acoso— Sameer se frotó la nuca, incómodo— Y además, ¿estás segura? Brendan no parece el tipo...—
—¡Las apariencias engañan!— cortó Nikki, con determinación— Y no estoy segura, por eso necesito comprobarlo. ¿O quieren que el blog se quede con una teoría sin confirmar?—
—La evidencia circunstancial es débil— comento Laird ajustando su gafas— Pero... la duda razonable existe. Muy bien. Distraeremos al sujeto—
Pusieron su plan en marcha. Mientras Brendan abría su locker y guardaba su chaqueta, Sameer y Laird se acercaron, iniciando una conversación torpe y forzada sobre los últimos resultados deportivos. Brendan, confundido y visiblemente molesto por la interrupción de dos chicos que normalmente no le dirigían la palabra, les respondió con monosílabos.
Fue el momento que Nikki necesitó. Deslizándose como una sombra, se agachó frente al locker de Brendan y, con su teléfono en modo video, comenzó a grabar lo que había adentro. No vio nada concluyente, solo libros y papeles arrugados.
—¡OYE!— una voz aguda y llena de indignación cortó el aire— ¿Qué crees que estás haciendo?— era Ania, la mejor amiga de Sara O'Maley, que había presenciado toda la escena desde el otro extremo del pasillo
—¡Nikki Smith está espiando en el casillero de mi hermano!— gritó Sara, señalando con el dedo.
El pasillo, que momentos antes estaba semi vacío, se llenó de miradas. Brendan se dio la vuelta, su expresión de fastidio se transformó en ira al ver a Nikki agachada frente a su propiedad. Sameer y Laird dieron un paso atrás, horrorizados.
—¿Qué diablos haces, Smith?— rugió Brendan, avanzando hacia ella.
—Yo... sólo... pensé que...— Nikki se puso de pie, sonrojada y atrapada.
—¡Está obsesionada con Brendan! ¡Lo sigue por todas partes! ¡Y ahora está tratando de violar su privacidad!— la acusación de Ania, aunque exagerada, tenía un núcleo de verdad que todos podían ver.
El escándalo atrajo la atención de una profesora que pasaba por allí. Minutes después, Nikki, con la cabeza gacha y escoltada por Sameer y Laird, quienes no la abandonaron a su suerte, era llevada a la dirección de la escuela, mientras Brendan refunfuñaba, Sara y Ania iban detrás de ellos con aire de triunfo.
(...)
Mientras el drama se desarrollaba en la escuela, en el edificio Loud, Lincoln despertaba de un sueño profundo y reparador. Parpadeó, confundido. La luz del mediodía entraba por la ventana de su ático. No recordaba haberse acostado. Y aún llevaba puesta la ropa del día anterior.
—¿Tikki?— llamó, su voz aún ronca por el sueño.
—Buenos días, Lincoln— dijo Tikki y salió flotando de su escondite, bostezando— O buenas tardes—
—¿Qué hora es? ¿Cómo llegué a la cama?— preguntó, frotándose los ojos.
—Son como las once— dijo Tikki— Y no llegaste. Tu mamá subió y te acostó. Estabas muy, muy cansado—
—¿¡Mi mamá!?— exclamo Lincoln y se levanto de una salto— ¿Ella... ella estuvo aquí?— el pánico lo invadió por un segundo, pensando en Tikki, pero el kwami lo calmó con un gesto.
—Sí, pero no me vio. Estaba escondida. Ella solo te vio dormido en el escritorio y te llevó a la cama. Parecía muy preocupada—
La revelación dejó a Lincoln desconcertado bajó corriendo las escaleras hasta el apartamento de sus padres. Al abrir la puerta, la escena que vio lo detuvo en seco. Su madre, Rita, estaba sentada en la mesa del comedor, escribiendo en su laptop, mientras Lina jugaba tranquilamente a sus pies con bloques de colores.
—¿Mamá? ¿Por qué no me despertaste? ¡Me perdí la escuela!— exclamó, aún sin aliento.
—Tus hermanas dijeron que estabas enfermo desde ayer. Del estómago— Rita alzó la vista de la pantalla, una sonrisa tranquila en su rostro— Pensé que necesitabas dormir— su mirada era perceptiva, suave— Lincoln, cariño, sé lo agotador que puede ser... bueno, la vida. A veces el cuerpo simplemente dice 'basta'. No hay nada de malo en parar. Si no lo haces, te vas a acabar—
Las palabras, simples y llenas de un entendimiento que Lincoln no había recibido en mucho tiempo, lo golpearon. No era un regaño, no era una queja por su ausencia. Era cuidado. Era preocupación genuina.
—Ven— dijo Rita, levantándose y yendo hacia la cocina— Te calenté algo para almorzar. Siéntate—
Lincoln obedeció, todavía un poco aturdido. Mientras su madre le servía un plato de comida caliente y se sentaba con él, preguntándole cómo se sentía realmente, una sensación olvidada lo envolvió: la de ser cuidado. Por primera vez en dos años, no era solo él cuidando a Lina o esforzándose por ser invisible. Alguien más había notado su agotamiento y había intervenido para ayudarlo. Y ese simple acto de amor maternal se sintió como un salvavidas en medio del turbulento océano en el que su vida se había convertido.
(...)
La oficina de la directora de la Academia César Chávez era un espacio pequeño, abarrotado de estanterías llenas de documentos y con el aroma rancio a café de máquina y ansiedad estudiantil. Nikki Smith, de pie con los brazos cruzados y la barbilla en alto, trataba de proyectar una confianza que no sentía. Frente a ella, Brendan, con los brazos también cruzados pero con una expresión de ultrajada superioridad, y su hermana Sara, cuyos ojos azules lanzaban dagas hacia Nikki. A un lado, Ania, la amiga de Sara, asentía con vehemencia a cada acusación. La directora Valenzuela observaba el escenario desde detrás de su escritorio.
—Es completamente inaceptable— comenzó Brendan, su voz cargada de una dramática indignación— Esta... esta fisgona violó mi privacidad. Mi locker es mi propiedad personal. ¡Es un santuario!—
—¡Hay pruebas, directora Valenzuela!— declaro Sara— ¡Ella estaba grabando con su teléfono! Es acoso escolar, clarísimo—
—Está obsesionada con Brendan— añadió Ania
—¡Solo fue una foto!— exclamo Nikki para defenderse— Y no hay ninguna política de la escuela que diga que no se pueden tomar fotos en los pasillos. No hice nada malo. Solo... investigaba—
—Señorita Smith— La directora Valenzuela suspiró profundamente, frotándose el puente de la nariz— Si bien es cierto que la escuela no tiene una política explícita sobre la privacidad de los casilleros, pues técnicamente son propiedad de la institución, sí existe la expectativa de que cada estudiante respete el espacio y las pertenencias de los demás. Y usted, señor O'Maley, tiene la responsabilidad de mantener su candado cerrado—
Brendan, al ver que su argumento de "privacidad violada" no surtía el efecto deseado, cambió de táctica.
—¡Fue allanamiento! ¡Y robo! Revisó mis cosas con la intención de sustraer algo— declaro con un tono más acusatorio
—¡Eso es mentira!— Nikki abrió los ojos como platos ante esa declaración—¡El casillero ni siquiera estaba cerrado con llave! Solo miré, pero estaba abierto. Y no robé nada. ¡Pregúntenselo a Sameer y Laird, ellos vieron todo!—
—Señor O'Maley, ¿faltó algo de su locker? ¿Algún objeto de valor?— pregunto la directo a Brendan
—¿Robar algo material? No. Robó algo mucho más valioso— Brendan hizo una pausa teatral, llevando la mano a su corazón— Robó mi dignidad. Mi privacidad. Mi locker es mi lugar, mi... mi paraíso personal dentro de esta institución. Es el único sitio donde puedo ser yo mismo, lejos de las miradas inquisidoras. Y ella profanó ese santuario. Eso es algo que no se puede reponer. Es un robo del alma— Sara y Ania asintieron con caras de solemnidad absoluta.
La directora Mendoza contuvo un suspiro de exasperación. Conocía bien la tendencia de Brendan hacia la exageración melodramática.
—Señor O'Maley, aprecio su... eh... fervor literario. Sin embargo, castigar a alguien por "robar dignidad" está fuera del reglamento. Señorita Smith, por entrometimiento y conducta perturbadora, tendrá una hora de detención después de clases—
Sara dio un paso al frente, su rostro congestionado por la furia.
—¡¿Una hora?! ¡¿Eso es todo?!— exclamo Sara indignada— ¡Es una injusticia! Según el código de conducta estudiantil, sección C, párrafo 4, cualquier estudiante sorprendido hurtando propiedad ajena enfrenta una suspensión mínima de una semana— su voz era aguda y precisa.
—Señorita O'Maley, citar el reglamento es admirable, pero como ya establecimos, no hubo hurto de propiedad tangible— aclaro la directora
Fue entonces cuando Brendan jugó su carta maestra. Su expresión de víctima se transformó en una de fría advertencia.
—Directora Valenzuela, creo que mi padre estará muy interesado en saber cómo la escuela maneja casos de acoso e invasión a sus estudiantes. Él valora mucho la seguridad y la privacidad de su familia. Y, por supuesto, el bienestar de la institución que tan generosamente apoya— las palabras "generosamente apoya" resonaron en la pequeña oficina.
—Sí. Papá estaba tan emocionado con el festival de primavera de este año. Sería una lástima que... surgieran complicaciones de financiación de último minuto debido a un ambiente escolar que no es seguro para todos— añadió Sará con una sonrisa fría
El rostro de la directora Valenzuela palideció visiblemente. Los O'Maley eran uno de los principales patrocinadores de la escuela. Podía sentir el peso de la amenaza sobre sus hombros, la presión de mantener contentos a los donantes contra la necesidad de ser justa.
Nikki observó el intercambio, y la injusticia de todo ello hirvió dentro de ella. Veía cómo la directora vacilaba, cómo el miedo a perder dinero nublaba su juicio.
—Directora, por favor— suplicó Nikki, su voz temblorosa pero clara— Ellos están exagerando todo. Solo quería...—
—Silencio, señorita Smith— dijo la directora con voz tensa, sin mirarla. Sus dedos tamborileaban nerviosos sobre el escritorio. Finalmente, con un suspiro de derrota, habló— Debido a la... naturaleza grave de las acusaciones y la alteración del ambiente escolar, señorita Smith, su castigo será una semana de suspensión. Y deberá presentar una disculpa formal por escrito a los señores O'Maley—
La victoria brilló en los ojos de Brendan y Sara. Ania sonrió con satisfacción.
Nikki los miró, primero a ellos con sus sonrisas arrogantes, y luego a la directora, cuya mirada evitaba la suya. La rabia y la frustración por la injusticia explotaron dentro de ella. Ya no le importaban las consecuencias.
—¡Está bien! ¡Llévenme a la cárcel! ¡Suspendanme!— gritó, su voz quebrada por la emoción— ¡Pero sepan una cosa! ¡Brendan O'Maley no es ningún héroe! ¡Es un mentiroso, un farsante y un mocoso mimado que solo sabe llorar para que papito le solucione los problemas! ¡Y ustedes son iguales!— señaló con el dedo a Sara y Ania— ¡Creen que por tener dinero pueden pisotear a quien quieran! ¡Red Beetle es valiente, amable y ayuda a la gente! ¡Brendan solo se ayuda a sí mismo! ¡Son una banda de idiotas!— sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y salió de la oficina dando un portazo tan fuerte que hizo temblar los cristales de las estanterías.
(...)
En un lugar oculto, donde la luz del sol jamás había penetrado, la oscuridad era absoluta y pesada como el terciopelo. De repente, con un crujido sutil que rompió el silencio, una enorme ventana con el perfil de una mariposa se abrió en la pared de piedra, arrojando un haz de luz pálida y fantasmal que iluminó la figura encapuchada de Wraith Moth. A su alrededor, cientos de mariposas blancas y puras revoloteaban en un ballet silencioso, sus alas creando un murmullo etéreo.
—La vida escolar— murmuró Wraith Moth, su voz un eco frío y calculador que resonó en la cámara— Un experimento científico fascinante, una placa de Petri que oculta secretos, mentiras y traiciones— extendió una mano enguantada, y una de las mariposas blancas se posó en su palma— Un próspero vivero para mis pequeños akumas. Las emociones allí son tan... intensas. Tan deliciosamente negativas—
Luego, con un movimiento lento cubrió la mariposa con su otra mano. Una energía oscura, vibrante y de un morado profundo, brotó entre sus dedos, envolviendo a la frágil criatura. Cuando retiró la mano, la mariposa ya no era blanca. Era negra como la medianoche, con patrones morados que brillaban con una luz siniestra. Se había transformado en un akuma.
—Vuela, mi pequeño akuma— susurró Wraith Moth, observando con satisfacción cómo la criatura oscura alzaba el vuelo y salía por la ventana en forma de mariposa, desapareciendo en el cielo de la ciudad— Y encuentra un corazón henchido de ira y de una sed de verdad que el mundo se niega a saciar—
(...)
Mientras tanto, Nikki Smith salió de la escuela con un portazo que hizo temblar los cristales de las puertas. Su respiración era entrecortada, y la furia ardía en sus mejillas como fuego. Caminó a paso rápido, sin rumbo fijo, hasta llegar a un banco solitario en un parque cercano. Se dejó caer en él, arrojando su mochila al suelo con rabia.
—¡No es justo! —gritó al aire vacío, sus puños apretados sobre sus muslos.
Intentó llamar a su madre, marcando el número con dedos temblorosos, pero solo obtuvo el buzón de voz. La frustración creció aún más. Desesperada por una distracción o por validación, abrió el blog de la escuela en su celular. Ahí estaba, en letras grandes: "NIKKI SMITH SUSPENDIDA POR ACOSAR A BRENDAN O'MALEY". Los comentarios se disparaban. Algunos se burlaban de ella, llamándola "loca" y "obsesiva". Otros, sin embargo, expresaban su molestia hacia los O'Maley.
"Los O'Maley otra vez con sus berrinches de ricos."
"Todos saben que Brendan es un idiota, Nikki solo perdió el tiempo."
"La directora Valenzuela siempre se doblega ante ellos."
Pero incluso esos comentarios a su favor no la consolaron. Solo amplificaron su sensación de impotencia. Había sido humillada, castigada injustamente y etiquetada como una acosadora. Todo por buscar la verdad.
—¿Por qué? —susurró para sí misma, las lágrimas de rabia nublándole la visión— Solo quería saber... Solo quería entender...—
Fue en ese momento de absoluta vulnerabilidad y amargura que no notó la sutil mariposa oscura que se deslizó desde el cielo. Voló en círculos sobre su cabeza y luego, silenciosamente, se posó en la pantalla de su celular. Se fusionó con el dispositivo en un destello de luz morada tan rápido que Nikki apenas lo registró.
De repente, la silueta de una mariposa púrpura apareció frente a sus ojos, superpuesta en su visión como un holograma. Una voz, profunda y seductora, habló directamente en su mente, haciéndole estremecer.
"Lady Wifi..."— dijo la voz, y el nombre resonó con un poder extraño— "A través de la red infinita, he sentido tu frustración. Sé que anhelas desenmascarar la verdad, descubrir quién se esconde detrás de la máscara de Red Beetle. Yo también quiero saberlo. Déjame ayudarte a lograr tu objetivo... si tú aceptas ayudarme a mí también"— Nikki se quedó paralizada, su ira momentáneamente reemplazada por un asombro incrédulo. La voz no se detuvo— "No solo buscas un nombre, ¿verdad?"— continuó Wraith Moth, sus palabras como un veneno dulce que se filtraba en sus pensamientos—" Quieres saber sus intenciones. Sus motivaciones. ¿Es realmente el héroe que todos creen? ¿O oculta algo? La verdad es poder, Lady Wifi. Y yo te daré el poder para desentrañarla, para exponer todos los secretos que esta ciudad esconde. Para que nunca más te silencien"
La persuasión era perfecta. Golpeaba cada una de sus inseguridades y su más profundo deseo. Nikki, herida y llena de rabia, vio en esta oferta no una maldición, sino la única herramienta que necesitaba para limpiar su nombre y probar que tenía razón.
—Sí... —murmuró, y la palabra sonó más como un juramento que como una aceptación— ¡Sí! Quiero la verdad. ¡Quiero exponerlos a todos!
Una energía espesa y morada brotó de su celular, envolviéndola por completo en un capullo de poder oscuro. Nikki sintió una oleada de fuerza como nunca antes, una conexión vibrante con cada red, cada señal, cada dato que fluía por la ciudad. Cuando la energía se dispersó, ya no era Nikki Smith, la estudiante humillada.
Ahora era Lady Wifi. Vestía un ajustado traje de malla azul oscuro con patrones de circuitos luminosos que se movían como código vivo. Una máscara del mismo color cubría la mitad superior de su rostro, y sobre su cabeza llevaba un tocado con el símbolo universal de WiFi, que brillaba con una luz morada siniestra. En su mano, su celular permanecía, pero ahora parecía una extensión más de su cuerpo, pulsando con el mismo poder oscuro que recorría sus venas. Podía sentirlo, podía manipularlo con su mente. La red entera estaba a sus pies, y con ella, todos los secretos que contenía. Una sonrisa fría y triunfante se dibujó en sus labios. Ahora, nadie podría detenerla.
(...)
El zumbido de los fluorescentes en el pasillo de la escuela era el único testigo de la conversación que Sid y Ronnie Anne sostenían frente a sus lockers, un remanso de relativa calma antes del próximo período de clases.
—Oye, en serio— decía Sid, cerrando su locker con un golpe suave de cadera— Piensa en todas las cosas buenas que Lincoln ha hecho desde que llegó. Ayudó a Carlitos con su proyecto de geografía cuando se le derramó todo, ¿te acuerdas? Y la vez que se quedó después de clases para explicarle matemáticas a Adelaide sin quejarse ni una vez. Es... diferente. No como los otros chicos—
Ronnie Anne jugueteaba con la correa de su mochila, evitando la mirada penetrante de su amiga. Sabía muy bien todas las cosas buenas que Lincoln hacía, tanto dentro como fuera del maskara.
—Sí, sí, es un buen tipo. Un santo. ¿Y qué?—
—Ronnie Anne Santiago, ¿estás ciega o qué?— Sid ladeó la cabeza, una sonrisa pícara jugando en sus labios— Es el chico perfecto. O al menos, el chico perfecto para ti. Es amable, es inteligente, es gracioso sin pretenderlo... y tiene ese cabello blanco que es tan... único. ¿Por qué no haces algo al respecto?— cuestiono y Ronnie Anne sintió el calor subirle instantáneamente por el cuello hasta las puntas de las orejas.
—¿Hacer algo? ¿Cómo qué? ¿Pedirle que salga a... a tomar un batido?— la idea sonaba ridícula incluso para ella— Además, ni siquiera sé si le gusto. Probablemente solo me ve como la chica ruda que se sienta atrás de él en Historia—
—¡Exactamente!— exclamó Sid, señalándola con el dedo— ¡Esa es la cuestión! Cuando no está, eres la Ronnie Anne de siempre: sarcástica, segura de ti misma, la reina de los comentarios ácidos. Pero en cuanto lo ves, te transformas en un... en un ratoncito asustado que se sonroja y balbucea. ¡Es adorable, pero también exasperante!—
—¡No me transformo en un ratoncito!— protestó Ronnie Anne, aunque su voz sonó un poco más aguda de lo normal— Solo... me pongo nerviosa. Es lindo ¿Feliz? Pero no sé lo que él piensa. Para él, solo soy una amiga. O ni eso, solo una compañera de clase—
—¡Esa es la excusa más vieja del mundo!— Sid se rio— ¿Cómo vas a saber lo que piensa si nunca le das una señal?—
Su conversación, un tira y afloja entre la negación de Ronnie Anne y la insistencia de Sid, fue interrumpida por la llegada de Casey, Sameer y Laird. El trío lucía serio, casi sombrío.
—Oigan, chicas— saludó Casey, su voz carente de su usual energía.
—¿Dónde está Nikki?— preguntó Sid de inmediato, notando la ausencia al instante.
—En la oficina de la directora. O... eso era hace rato— Sameer se frotó el brazo, incómodo.
—El incidente con el locker de Brendan O'Maley escaló a un nivel crítico— comento Laird
—¿Todavía con eso?— pregunto Ronnie Anne— ¿Aún sigue obsesionada con probar que ese patán es Red Beetle?—
—Se lo dijimos— añadió Sameer, con un deje de frustración—Le dijimos que era una mala idea, que Brendan no era el tipo, pero... no nos escuchó—
Casey, que había estado revisando su teléfono con el ceño fruncido, alzó la vista. Su rostro estaba pálido.
—Chicos... miren esto— Mostró la pantalla.
Era el blog de la escuela. El titular decía: "NIKKI SMITH SUSPENDIDA POR UNA SEMANA TRAS ACUSACIONES DE ROBO Y ACOSO".
—¿¡Qué!?— exclamaron Ronnie Anne y Sid al unísono.
Fue entonces cuando Tony se unió al grupo, corriendo por el pasillo con expresión de haber presenciado un drama de primera mano.
—¡Chicas! ¡Ustedes no se imaginan lo que acaba de pasar!—
—¿La publicación es cierta, Tony?— lo interrumpió Ronnie Anne, su voz dura.
—¡Sí! ¡Y es una injusticia total!— confirmó Tony, jadeando un poco— Brendan y Sara la acusaron de allanamiento y robo, ¡pero solo miró su locker! ¡Ni siquiera estaba cerrado con llave! Pero como los papás de los O'Maley son los que prácticamente pagan la luz aquí, la directora Valenzuela se asustó y le cayó con todo el peso del reglamento a Nikki. ¡Una semana de suspensión!—
—¿Una semana? ¡¿Por eso?!— exclamo Ronnie Anne muy molesta. Conocía bien el tipo de injusticia que los ricos y mimados podían causar. Eso es... eso es corrupto!— su puño se apretó— Alguien tiene que decirle algo a la directora. ¡Eso no puede quedar así!— sin esperar una respuesta, Ronnie Anne giró y marchó con determinación hacia la oficina de la directora.
—¡Ronnie, espera! ¡No hagas ninguna locura!— Sid, con ojos de pánico, corrió detrás de ella— ¡Recuerda lo del director de la primaria y el incidente del extintor!— le gritó Sid, tratando de calmarla.
—¡Esta vez no voy a usar un extintor!— replicó Ronnie Anne sin disminuir la marcha— ¡Solo voy a usar la verdad!—
—¡No se pierdan esto! ¡Ronnie Anne vs. El Sistema!— exclamo Tony emocionado mientras las seguía
Llegaron a la puerta de la oficina de la directora Valenzuela. Ronnie Anne, sin vacilar, llamó a la puerta con los nudillos con firmeza.
—Directora Valenzuela, ¡necesitamos hablar con usted! ¡Es sobre el caso de Nikki Smith!— anunció Ronnie Anne, pero no hubo respuesta. Solo un silencio inquietante al otro lado de la puerta.
Ronnie Anne y Sid se miraron, la furia de la primera dando paso a un presentimiento extraño. Sid probó el picaporte. Estaba abierto.
Con cuidado, Ronnie Anne empujó la puerta.
La escena que se reveló los dejó paralizados. La directora Valenzuela estaba detrás de su escritorio, pero no estaba sentada. Estaba de pie, congelada en una pose extraña: un brazo extendido hacia adelante como si estuviera tratando de detener a alguien, su rostro capturado en una expresión de alarma y súplica. Y frente a ella, flotando en el aire como un holograma siniestro, había un gigantesco símbolo de pausa de color morado, pulsando con una energía ominosa. Era como si alguien hubiera presionado el botón de pausa en la directora misma, deteniendo el tiempo solo para ella.
Tony, cuya capacidad para encontrar el lado absurdo en cualquier situación era legendaria, fue el primero en romper el hechizo de horror. Se acercó a la directora con cautela, como si examinara una escultura moderna.
—Vaya— murmuró, dando una vuelta alrededor de ella— Esto le da un nuevo significado a "ponerle pausa a tu jefe". ¿Creen que si le hago así...— hizo una mueca exagerada, cruzando los ojos y sacando la lengua frente al rostro petrificado de la directora— ...Se quedará así para siempre?—
—Tony, esto no es gracioso— Sid no pudo contener una risa nerviosa que le escapó como un pequeño chillido— Aunque... se ve un poco ridícula— dijo, pero una sonrisa se dibujaba en su rostro a pesar de ella misma
—Parece que alguien le dio al botón de 'pausa' literalmente— dijo Tony, encogiéndose de hombros— O quizás se quedó así de pura impotencia después de suspender a Nikki. Congelación por remordimiento, le llaman—
Ronnie Anne no les prestaba atención. Su mirada escudriñaba la habitación, buscando pistas, cualquier cosa que explicara lo que había sucedido. Fue entonces cuando la pantalla del computador de la directora, que había estado en modo de suspensión, se encendió de repente, iluminando la habitación con un resplandor azulado.
En la pantalla, se vio una grabación. Ahí estaba la directora Valenzuela, sentada en su silla, sudando visiblemente y con una expresión de profunda incomodidad. Frente a ella, fuera de cámara al principio, una voz femenina, distorsionada por un efecto digital pero inconfundiblemente familiar para Ronnie Anne, hacía preguntas.
"¿Es cierto, directora Mendoza, que la estudiante Nikki Smith fue suspendida injustamente hoy?"— preguntó la voz.
"Yo... no diría injustamente"— la directora en la grabación tragó saliva, mirando hacia algo, o alguien, fuera del encuadro— "Hubo una violación del reglamento..."
"¿Una violación o una víctima de la influencia de la familia O'Maley?"— insistió la voz, ahora más dura— "¿Fue suspendida por lo que hizo, o por quién es?"
"Yo... no tuve opción"— la directora bajó la mirada, derrotada— "Las presiones... el financiamiento del festival..."
—Es Nikki— susurró Ronnie Anne, el corazón acelerándose— Esa voz... es ella, pero diferente— entonces, la cámara se movió y enfocó a la interrogadora. Era Nikki, pero transformada
"La ciudad entera escuchó su confesión, directora"— dijo Lady Wifi con una sonrisa fría y triunfante— "La injusticia será corregida. Pero esta es solo la primicia. Mi siguiente exclusiva será la revelación que todos esperan: la verdadera identidad de Red Beetle. No se la pierdan."
Con un movimiento elegante de su teléfono, Lady Wifi apuntó hacia la directora. Un símbolo de "STOP" morado salió disparado de la pantalla del celular y golpeó a la directora, quien al instante se congeló en la misma pose en la que ahora la encontraban. La transmisión terminó ahí, y la pantalla del computador mostró el logo del "SuperBlog" de Nikki, ahora hackeado para mostrar el video una y otra vez.
Al mismo tiempo, por los altavoces de la escuela, se escuchó la misma transmisión, seguida de una voz automatizada que ordenaba: "Por seguridad, todas las clases quedan suspendidas. Todos los estudiantes deben evacuar el edificio de manera ordenada e inmediata."
El caos estalló en los pasillos. Voces de profesores tratando de calmar a los estudiantes, el sonido de pies corriendo, y el zumbido de la alarma de evacuación que comenzó a sonar.
—¡Tenemos que irnos!— gritó Sid, agarrándole el brazo a Tony, pero Ronnie Anne se quedó quieta.
—Es Nikki— repitió, ahora en voz alta— Está akumatizada. Wraith Moth la convirtió en esto por lo que le hicieron—
—¡Vaya! ¿Pelear contra la amiga obsesionada con los secretos? Esto promete. Espero que tenga un punto débil tan dramático como su sentido de la moda— comento Plagg
Ronnie Anne no le hizo caso.
—No voy a pelear contra ella, Plagg,— dijo Ronnie Anne con una determinación que endureció su rostro— Voy a salvarla. ¡Plagg, garras afuera!— un destello de luz verde la envolvió ahora siendo Ek Miss saltando por la ventana de la oficina con su bastón extendido
(...)
La tarde en el apartamento de los padres Loud transcurría con una calma inusual. Lincoln estaba tendido en el suelo de la sala, haciendo que Lina se riera a carcajadas al hacer rodar una pelota suave hacia ella. Rita observaba desde el sofá, una sonrisa tranquila en su rostro mientras veía a su hijo y su nieta disfrutar de un momento de paz.
—Falta poco para el cumpleaños número tres de esta pequeña— comentó Rita, su voz cálida llenando la habitación—Y ya tenemos casi todo listo para el viaje a Royal Woods. Tu papá y yo estamos emocionados—
—Gracias, mamá. En serio— Lincoln atrapó la pelota que Lina le lanzó torpemente y sonrió hacia su madre— Significa mucho que hayan considerado hacer el viaje. Quiero que Lina... que sienta esa parte de su historia, aunque no la recuerde—
—Lina no recordará a Sam, cariño. Es muy pequeña— Rita se acercó y se arrodilló junto a ellos, acariciando el suave cabello blanco de Lina— Pero merece saber de su madre, de dónde viene— Es como... como tu abuelo por mi. Cuando mi madre murió, él siempre se aseguró de que yo supiera todo sobre ella. Sus historias, su risa... eso la mantuvo viva para mí. Quiero eso para Lina—
—Lo sé— Lincoln asintió, un nudo de emoción en su garganta— Y te agradezco que entiendas eso—
—¿Sabes?— empezó Rita, buscando suavizar el momento, añadió— Pensé que... quizás podríamos invitar a Lori para el cumpleaños. Para que pase un rato con Lina. Sería bueno para ambas."
La mención de su hermana mayor hizo que la expresión de Lincoln se endureciera instantáneamente. La calidez se esfumó de sus ojos, reemplazada por una frialdad que rara vez mostraba.
—No— corto Lincoln, y la palabra sonó cortante y final— No quiero verla—
—Lincoln, cariño— suplicó Rita, colocando una mano sobre su brazo— Ella es tu hermana. Ha pasado mucho tiempo. Podrías intentar perdonarla, como lo hiciste con Leni, con Luan y con Lynn Jr.—
—¿Perdonarlas?— pregunto en voz baja con un tono amargo, se puso de pie dejando a Lina jugara con sus bloques— Mamá, perdoné a Leni porque fue la única que vino, llorando, a pedirme perdón de verdad. Me dijo que Lori, Luna, Luan y Lynn la manipularon, que la presionaron para que me diera la espalda también. Leni sintió remordimiento— hizo una pausa, conteniendo la ira que aún ardía dentro de él— Pero Lori y Luna ni siquiera se quedaron para enfrentar lo que hicieron. Se fueron, huyeron, para evitar sentirse culpables. Y Luan y Lynn... fingen que nunca pasó. Actúan como si esos meses de... de desprecio, de ignorarme como si no existiera, nunca hubieran sucedido. Dicen que "lo intentan", pero ¿Dónde está el "lo siento"? ¿Dónde está el reconocimiento de que me dejaron solo cuando más los necesitaba?— miró directamente a su madre— Mientras Lori no sienta un remordimiento real, mientras no venga y me pida perdón sin excusas, no la quiero cerca de mí. Y definitivamente no la quiero cerca de Lina—
Rita lo miró, su corazón partido por el dolor de su hijo y la fractura de su familia. Estaba a punto de decir algo más cuando el celular de Lincoln vibró con insistencia en la mesa de centro. Con un suspiro, Lincoln lo tomó. Era una alerta del blog de la escuela. Al abrirla, se encontró con la transmisión de Lady Wifi y la directora Valenzuela congelada.
—¿Qué diablos...?— murmuró, sus ojos se abrieron de par en par al ver a Nikki transformada, declarando su intención de desenmascararlo.
—¿Qué pasa, hijo?— preguntó Rita, alarmada por su expresión.
—¡Nada! ¡Otra vez el... el estómago!— farfulló Lincoln, agarrándose el vientre con una actuación repentina y torpe— ¡Debe ser algo que almorcé! ¡Tengo que subir un momento!—
Sin esperar respuesta, tomó a Lina en sus brazos, la dejó suavemente en el regazo de su abuela y salió corriendo escaleras arriba hacia su ático, dejando a una confundida Rita y a una Lina que comenzaba a ponerse inquieta.
Una vez dentro de su apartamento, con la puerta cerrada con seguro, dejó caer la farsa.
—¡Tikki!— exclamo una vez dentro de su apartamento, con la puerta cerrada con seguro— ¿Viste eso?—
El pequeño kwami rojo salió flotando de su escondite, su rostro lleno de preocupación.
—¡Sí!— Tikki salió del bosillo de Lincoln— ¡Ese akuma y quiere revelar tu identidad! —
—¡Eso es lo que más temo!— dijo Lincoln, corriendo hacia la ventana para mirar hacia la ciudad— Si descubre quién soy, Wraith Moth lo sabrá también. Y pondría a Lina, a mi familia, en un peligro terrible—
—La única manera de que un akumatizado sepa tu identidad es si te quitan el Miraculous, Lincoln— Tikki se posó en su hombro— Mientras lo tengas, la magia te protege—
Lincoln asintió, respirando hondo para calmar el pánico.
—Tienes razón— —Mientras lo tenga, estoy a salvo— su mente, siempre estratégica, comenzó a trabajar— Es Nikki. Ella estaba obsesionada con Brendan O'Maley. Ahora que está akumatizada, su sed de "verdad" y venganza debe estar multiplicada por mil. Apuesto a que irá directo por él. Para desenmascararlo frente a todos y probar que tenía razón, o solo para vengarse por lo que hizo— sin perder un segundo más, Lincoln se plantó firme en el centro de su habitación, el mundo de Lina y su propio drama familiar quedando atrás por un momento— ¡Tikki, motas!— un torrente de energía roja y brillante lo envolvió, ahora era Red Beetle. Con un movimiento fluido, abrió la ventana de su ático— Primera parada: la casa de los O'Maley. Espero que Brendan esté listo para una visita inesperada— con eso, se lanzó al vacío, balanceándose con su yo-yo hacia el horizonte.
Red Beetle se balanceó entre los rascacielos de Great Lakes City, su yo-yo zumbando como un enjambre de determinación. Su destino: los lujosos apartamentos de la Avenida Crestview, donde, según el conocimiento general de la escuela, vivía la familia O'Maley en el ático con vista panorámica. La necesidad de llegar antes de que Lady Wifi encontrara a su objetivo le daba una velocidad adicional.
Se posó en la cornisa de un edificio de oficinas justo enfrente del imponente edificio de departamentos de lujo. Sacó su yo-yo y, con un toque experto en el centro, activó su función de cámara y zoom, amplificando la imagen hasta poder ver claramente a través de las enormes ventanas del último piso.
Y allí estaba. Brendan O'Maley, estaba en su sala, pero no vestido con su ropa habitual. Llevaba puesto un traje de Red Beetle. No era una imitación barata; era sorprendentemente bueno, de un spandex rojo de calidad con manchas negras cosidas con relativo cuidado. Hasta Lincoln, a regañadientes, tuvo que admitir que el parecido era... desconcertante.
Pero la ilusión se rompió instantáneamente con los movimientos. Brendan no se movía con la gracia o el propósito de un héroe. Estaba dando saltos torpes por la sala, golpeando muebles y lanzando puños al aire mientras hacía efectos de sonido con la boca.
—¡Pum! ¡Paf! ¡Toma eso, villano! ¡Soy el increíble Red Beetle, el héroe más genial y... oye, cuidado con eso!— Brendan le gritó al yo-yo que se balanceaba peligrosamente cerca de un jarrón caro.
—Oh, por favor. Incluso yo no soy tan malo con el yo-yo el primer día— murmuró para sus adentros, una mezcla de exasperación y un extraño alivio al ver que la imitación era tan patética. murmuró— Ni siquiera sujeta el yo-yo bien— comento observando cómo Brendan intentaba hacer girar el yo-yo de juguete que tenía y terminó enredándoselo en el propio brazo.
De repente, una sombra elegante aterrizó suavemente a su lado. Ek Miss se incorporó, cruzando los brazos con una mezcla de alivio y disgusto evidentes en su postura, a pesar de la máscara.
—Bueno, bueno, bueno. ¿Qué tenemos aquí?— dijo su voz, llena de sarcasmo familiar— ¿Una reunión de fans?—
—Justo a tiempo para el espectáculo— comento Red Beetle
—Mi fe en la humanidad está restaurada— dijo Ek Miss al ver lo que pasaba en el edificio de enfrente— Por un segundo, temí que realmente fueras ese idiota—
—¿En serio?— Red Beetle giró la cabeza hacia ella, una sonrisa de burla— ¿Llegaste a considerar, aunque fuera por un milisegundo, que yo podría ser Brendan O'Maley?—
—Considerar es una palabra muy fuerte— Ek Miss ladeó la cabeza— Digamos que... la posibilidad cruzó por mi mente como una pesadilla breve y aterradora. Pero luego recordé que Red Beetle tiene algo llamado "coordinación" y "modestia". Así que no, nunca lo creí de verdad— su tono era seguro, casi desafiante.
Una oleada de genuino agradecimiento inundó a Red Beetle. En medio de todo el caos, la fe de su compañera era un ancla.
—Bueno, gracias por pensar tan bien de mí, Ek Miss. Significa mucho—
—No es pensar bien, es usar los ojos, Escarabajo— replicó ella, pero su tono era un poco más suave.
Red Beetle devolvió su atención a la ventana, una idea traviesa cruzando su mente.
—Oye, ya que estamos... ¿esperas que nadie haya pensado que Sara O'Maley fuera tú?— lo dijo con una clara burla en la voz.
—¿¡Qué!? ¡Por supuesto que no!— Ek Miss se irguió de inmediato, sus orejas felinas parecieron aplanarse contra su cabeza— ¡Espero que nadie sea tan estúpido! ¡Compararme con esa diva arrogante es... es un insulto a los gatos en todas partes!— su indignación era tan palpable que Red Beetle no pudo evitar reírse.
—Bueno, échale un vistazo entonces— dijo, pasándole su yo-yo para que ella pudiera ver a través del visor.
Ek Miss tomó el yo-yo con escepticismo y acercó su ojo a la lente. Lo que vio la dejó boquiabierta. Ahora, junto a Brendan, estaba su hermana Sara y para horror de Ek Miss, Sara estaba vestida con una imitación casi exacta de su propio traje de Ek Miss: un traje negro de spandex, una máscara felina y una peluca castaña larga atada en una trenza. Incluso sostenía un bastón retráctil de juguete.
—¡Mira, Brendan! ¡Soy la súper genial Ek Miss! ¡Soy tan oscura y misteriosa! ¡Miau!— gritó Sara en una voz aguda y falsa, haciendo poses exageradas que no tenían nada que ver con la elegancia felina de la verdadera heroína.
—¡Oh, esto es... esto es un crimen contra la moda y la dignidad!— Ek Miss emitió un sonido entre un gruñido y un gemido de agonía— ¡Me están calumniando!—
—Parece que tienes una fan... muy entusiasta— Red Beetle no pudo contener la risa.
—¡Cállate!— dijo Ek Miss, pero incluso ella estaba luchando contra una sonrisa bajo la máscara—Es peor de lo que imaginaba— jadeó Ek Miss, tratando de contener la risa— Se están disfrazando de nosotros. ¿Es esto un homenaje o una declaración de guerra?—
—Creo que es solo... ser ricos y aburridos —concluyó Red Beetle, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
La comedia de errores continuó dentro del lujoso apartamento. Brendan, enredado con su propio yo-yo, tropezó con una alfombra. Sara, intentando imitar un salto de Ek Miss, se tropezó con su bastón de juguete y ambos cayeron en un montón de limbs y spandex barato, riéndose tontamente. Red Beetle y Ek Miss se miraron. Toda la tensión de la misión se disipó por un momento, reemplazada por una risa contenida y compartida.
—Bueno— dijo Red Beetle, recuperando el aliento— Al menos sabemos una cosa: si Lady Wifi viene por ellos, no le costará mucho trabajo atrapar a sus 'héroes'—
(...)
Brendan y Sara O'Maley yacían en el piso de mármol de su lujosa sala, enredados en el yo-yo de juguete y en el bastón falso, riéndose entre jadeos y quejidos.
—¡Deja de moverte, idiota! ¡Me estás enredando más!— protestó Sara, tratando de liberar su brazo.
—¡Tú fuiste la que tropezó conmigo!— replicó Brendan, tirando de la cuerda sin éxito. El sonido estridente del celular de Brendan cortó su lucha. El tono personalizado de una canción de moda sonó desde el interior de su mochila, que estaba tirada cerca del sofá— ¡Es mi teléfono! ¡Podría ser importante!— dijo Brendan, con un último esfuerzo desesperado. Rodando y arrastrando a su hermana consigo como un pesado fardo de spandex, logró alcanzar la mochila. Metió la mano y sacó el dispositivo, deslizando el dedo para contestar sin siquiera mirar la pantalla— ¿Aló?— jadeó, todavía tratando de liberar su pie del lazo del yo-yo. No hubo respuesta al otro lado. Solo un silencio estático y luego un zumbido de baja frecuencia— ¿Hola?— repitió Brendan, frunciendo el ceño. La pantalla de su teléfono comenzó a brillar con una intensidad antinatural, un resplandor morado que iluminó su rostro con una luz siniestra— ¿Qué...?—
Antes de que pudiera reaccionar, una figura etérea y digital surgió de la pantalla, materializándose frente a ellos. Era Lady Wifi, con su traje azul oscuro y el símbolo de WiFi brillando sobre su cabeza. Su expresión era fría y triunfante.
—Buenas tardes, Red Beetle. Ek Miss— los saludó, con una voz que goteaba sarcasmo— Qué... encantadora sesión de entrenamiento estaban teniendo—
El terror paralizó a los hermanos O'Maley más efectivamente que cualquier cuerda.
—¡No somos...! ¡Espera...!— tartamudeó Brendan, pero era demasiado tarde.
Con movimientos rápidos y fluidos, Lady Wifi deslizó sus dedos sobre la pantalla de su propio celular. Dos iconos de pausa morados, brillantes y pulsantes, salieron volando y se estamparon contra los pechos de Brendan y Sara. Al instante, se congelaron en sus poses torpes y enredadas, sus rostros capturados en expresiones de puro pánico, convertidos en estatuas vivientes de su propia farsa. Lady Wifi se acercó a ellos con una sonrisa de depredadora.
—Ahora, para mi audiencia...— deslizó otro comando. Un icono de "Grabación en vivo" apareció sobre su cabeza y se proyectó en todas las pantallas de la ciudad que había hackeado— Ciudad de Great Lakes City— anunció, su voz amplificada digitalmente— Lady Wifi aquí, trayéndoles la exclusiva que prometí. Mi corazonada era correcta— se paseó frente a los O'Maley congelados— Todos piensan que Red Beetle es un buen chico, un ángel, un símbolo de esperanza. Pero las apariencias... ¡engañan!— con un movimiento dramático, agarró la máscara de juguete de Brendan y se la arrancó, revelando su rostro petrificado y asustado para toda la ciudad— ¡He aquí al "héroe"! ¡Brendan O'Maley, el niño mimado, el matón de la escuela! ¿Es este el tipo en el que confían su seguridad?—
Fue en ese preciso momento de triunfo distorsionado que dos figuras irrumpieron por la ventana de la sala con un crujido de cristal. Red Beetle y Ek Miss aterrizaron con gracia en el centro de la habitación, plantándose entre Lady Wifi y sus víctimas.
—¿Perdón?— dijo Red Beetle, con una calma deliberada que contrastaba con la tensión de la transmisión— Creo que te equivocaste de dirección para la convención de cosplay. La de superhéroes reales es en el centro de convenciones—
—Sí, y esos disfraces necesitan... trabajo— Ek Miss agregó, con una voz llena de diversión burlona— ¿Seguro que verificaste tus fuentes? Un buen periodista siempre verifica—
Lady Wifi se dio la vuelta lentamente, su confianza inicial se agrietó al ver a los dos héroes genuinos parados allí, su energía y presencia llenando la habitación de una manera que los disfraces baratos nunca podrían imitar. La transmisión en vivo ahora mostraba a los dos Red Beetles: uno falso y congelado, y el real, vibrante y lleno de vida.
—¿Q-Qué? ¿Quiénes son ustedes?— preguntó Lady Wifi, su voz perdiendo por un momento su distorsión digital, dejando al descubierto la confusión de Nikki.
—Bueno, déjame pensar...— dijo Red Beetle, fingiendo analizar la pregunta— Yo soy el que usa el yo-yo de verdad— hizo girar el artefacto con destreza.
—Y yo definitivamente no uso pelucas baratas— dijo Ek Miss y apoyó su bastón real en el hombro, mirando con desdén el traje de imitación de Sara.
Los comentarios, transmitidos en vivo, fueron la estocada final para la ya frágil cordura akumatizada de Nikki. La burla, la humillación de haber estado tan equivocada frente a toda la ciudad, hizo que su rabia hirviera a punto de ebullición.
—¡CALLENSE!— gritó, su voz distorsionándose con estática— ¡Yo... yo sé la verdad! ¡Yo...!—
—Parece que tu gran revelación fue un... error de casting— añadió Red Beetle con calma.
Eso fue demasiado para ella. Con un grito de frustración, Lady Wifi deslizó su dedo por la pantalla con furia.
—¡SE ACABÓ LA TRANSMISIÓN!— el icono de "En vivo" desapareció. Luego, con otro gesto, desactivó los iconos de pausa que mantenían a Brendan y Sara congelados.
Los hermanos O'Maley recuperaron la movilidad al instante, pero su equilibrio era inexistente después de estar congelados en una posición tan precaria. Con un grito sincronizado, ambos se desplomaron sobre la alfombra, aún parcialmente enredados, más cómicos que aterrados ahora que el peligro inmediato había pasado... y sido reemplazado por dos superhéroes muy reales y muy molestos que los miraban con expresiones de puro exasperación.
La furia de Lady Wifi era un huracán digital. Con gritos de estática, lanzó ráfagas de iconos de pausa morados hacia Red Beetle y Ek Miss, que silbaban en el aire como proyectiles hipnóticos. Los dos héroes, moviéndose con la sincronía de una dupla bien ensayada, esquivaron, saltaron y se deslizaron entre los símbolos brillantes. Un icono rozó el brazo de Red Beetle, y por un segundo sintió una frialdad paralizante antes de sacudirlo.
—¡No podemos pelear aquí! ¡Hay civiles!— gritó Red Beetle, señalando a los aterrados Brendan y Sara, que se arrastraban para esconderse detrás de un sofá.
—¡Afuera!— ordenó Ek Miss, y con un movimiento coordinado, Red Beetle enganchó su yo-yo en el marco de la ventana rota y ambos se lanzaron al vacío, descendiendo en picada hacia la calle.
Lady Wifi, rugiendo de frustración, no los siguió por la ventana. En cambio, se desmaterializó en una ráfaga de píxeles y reapareció en la pantalla de un celular de una persona en la planta baja, persiguiéndolos digitalmente mientras ellos entraban corriendo al edificio de departamentos por la puerta principal.
—¡Por las escaleras!— gritó Red Beetle, empujando la puerta de la escalera de emergencia. Bajaron como un rayo, sus pasos resonando en el hueco de concreto.
—¡¿Cuál es el plan, Escarabajo?! ¡¿Correr hasta el centro de la tierra?!— preguntó Ek Miss, esquivando otro icono de pausa que se materializó en la pared frente a ellos.
—¡Su nombre lo delata!— respondió Red Beetle— ¡Lady Wifi! ¡Su poder depende de la señal, de la conexión! ¡El sótano! ¡Allí la señal es casi nula!—
Continuaron descendiendo, pasando en medio del estacionamiento subterráneo. Con cada piso que bajaban, los ataques de Lady Wifi se volvían más erráticos, los iconos de pausa más tenues y lentos. Finalmente, en el nivel más profundo, un sótano de almacenamiento polvoriento y lleno de tuberías, los ataques cesaron por completo.
—¿Q-Qué...? ¿Dónde...? ¡No... no hay señal! ¡Es un punto muerto!— exclamo Lady Wifi
Se quedaron en silencio, escuchando. No había más sonido. Ella no se atrevía a bajar más.
—Bien— susurró Ek Miss, apoyándose contra una fría pared de concreto— Ahora qué. ¿La esperamos aquí a que se aburra?—
Red Beetle miró a su alrededor, pensando. El ambiente tenso y cercano los envolvía. En un intento por romper la presión, miró a su compañera.
—Oye, Ek Miss... ¿qué haces cuando no... ya sabes, haces esto?—
Ella se quedó quieta por un momento. La pregunta personal, inesperada, la tomó por sorpresa.
"Estudio, ayudo en el negocio de mi familia, me preocupo por mi hermano, me pregunto si algún día podré tener una vida normal"— Ek Miss pensó lo que realmente quería decir, pero las reglas eran claras— No... no es el momento, Escarabajo— dijo finalmente, su voz más suave de lo usual— Y tampoco es seguro—
—Tienes razón. Lo siento— Red Beetle comprendió
En ese momento, un sonido los alertó. No venía de abajo. Venía de arriba. El sonido de puertas metálicas cerrándose de golpe, una tras otra, bajando por el hueco de la escalera. ¡Clic! ¡CLIC! ¡CLIC!
—¡¿Qué fue eso?!— dijo Ek Miss, alerta.
Subieron corriendo las escaleras, y con cada piso que ascendían, su horror crecía. Cada puerta de acceso a los pisos estaba sellada con un gigantesco icono de candado morado.
—¡Nos está enjaulando!— exclamó Red Beetle, probando una de las puertas. Era sólida como una roca.
—Si nos atrapa aquí... probablemente seamos los primeros superhéroes en tener que revelar nuestras identidades solo para que nos rescate el conserje— comento Ek Miss viendo los candados digitales
—No... no dejaré que eso pase— murmuro Red Beetle
Siguiendo subiendo, se encontraron con una puerta, en el piso 15, que no estaba sellada. No tenía el icono del candado. Se miraron, suspicaces.
—Es una trampa— dijo Ek Miss, afirmando su bastón.
—Probablemente— concordó Red Beetle— Pero es nuestra única salida—
Abrieron la puerta con cuidado, esperando una emboscada. Pero no pasó nada. Entraron a lo que parecía ser un lujoso restaurante privado, exclusivo para los residentes del edificio. Estaba vacío, las mesas elegantemente puestas con manteles blancos y centros de mesa. Pero en cada mesa, en cada silla, en la barra, había algo que no encajaba: teléfonos celulares de todos los modelos y colores, todos encendidos, sus pantallas brillando en la penumbra como una constelación de ojos digitales.
—¿Qué es esto...?— murmuró Ek Miss.
De repente, de la pantalla del teléfono más cercano, surgió Lady Wifi, materializándose en toda su furia.
—¡Pensaron que podían esconderse! ¡Aquí hay toda la señal que necesito!— lanzó un icono de pausa.
La pelea recomenzó, pero era una pesadilla. Cada vez que Red Beetle o Ek Miss se acercaban a ella, Lady Wifi se desvanecía en una lluvia de píxeles y reaparecía instantáneamente desde otro teléfono en otra parte del salón, atacando desde un ángulo nuevo e impredecible. Era como jugar "Golpea al Topo" con una villana superpoderosa.
—¡No podemos seguir así! ¡Es imposible predecirla!— gritó Ek Miss, esquivando un icono con su bastón.
Red Beetle miró a su alrededor, la frustración apoderándose de él. Todos esos teléfonos... todos esos puntos de escape... De repente, una imagen mental lo golpeó: no eran solo teléfonos. Eran como las constantes llamadas no respondidas de Lori, las interminables notificaciones que ignoraba, Lori nunca dejaba su teléfono la obsesión que ella tenía e ignoraba a su familia. La obsesión de Lady Wifi por exponerlo era tan asfixiante como el rencor que él guardaba.
—¡Si no tiene donde esconderse, tendrá que enfrentarnos!— gritó, y antes de que Ek Miss pudiera detenerlo, se abalanzó sobre la mesa más cercana y, con un swing de su yo-yo, destrozó tres teléfonos de un golpe.
—¡¿Qué estás haciendo?!— exclamó Ek Miss.
—¡Acortando el campo de juego!— respondió él, y continuó su embestida. Mesa tras mesa, silla tras silla, destrozó cada teléfono que encontró. Las pantallas estallaban en lluvias de cristal y chips, los sonidos de destrucción llenaban el salón. Con cada dispositivo destruido, los puntos de reaparición de Lady Wifi disminuían.
Ella, cada vez más acorralada y furiosa, aparecía y desaparecía más rápido, pero su territorio se reducía. Finalmente, con un grito de rabia, se materializó por última vez y se retiró hacia la cocina del restaurante, corriendo a través de la puerta batiente.
—¡Ahora!— gritó Red Beetle, corriendo tras ella.
Pero justo cuando llegaba a la puerta de la cocina, un gigantesco icono de candado morado se materializó sobre ella, sellándola con una fuerza sobrenatural. Red Beetle golpeó la puerta, pero no cedió.
—¡RED!— gritó Ek Miss desde el otro lado, corriendo hacia la puerta sellada.
Dentro de la cocina, Red Beetle giró para enfrentarse a Lady Wifi, pero se encontró completamente solo. El sonido de la puerta sellándose tras de él fue el de una trampa cerrándose. Estaba atrapado, sin su compañera, con una villana cuya obsesión ahora solo tenía un lugar donde enfocarse: él.
Al otro lado de la puerta sellada, Ek Miss golpeaba el ícono de candado morado con furia impotente.
—¡RED! ¡Responde!— pero solo el eco metálico de sus golpes le respondía. La desesperación comenzó a apoderarse de ella hasta que su instinto de lucha se impuso— El bastón— murmuró. Con un rápido movimiento, extendió su arma y tocó una pequeña pantalla táctil que surgió en su empuñadura. En ella, se desplegaron los planos arquitectónicos del edificio, hackeados al instante. Sus ojos verdes escanearon los esquemas hasta que encontró lo que buscaba— ¡Ahí! ¡Elevador de servicio! Entra dos pisos arriba y baja hasta esta cocina— sin perder un segundo más, salió corriendo del restaurante destrozado, buscando la entrada de servicio.
Dentro de la cocina, la situación era desesperada. Red Beetle esquivaba y bloqueaba los iconos de pausa que Lady Wifi lanzaba con precisión maligna. Usaba bandejas de metal como escudos improvisados, que se cubrían de símbolos morados y caían al suelo, inútiles. El sonido clang de metal contra energía llenaba el aire.
—¡Deja de resistirte! ¡Todo será más fácil!— gritó Lady Wifi, desmaterializándose justo cuando Red Beetle se lanzaba hacia ella para un ataque cuerpo a cuerpo.
Él, llevado por su propio impulso, no encontró resistencia y se estrelló de lleno contra una pared de acero inoxidable, soltando un gruñido de dolor. Aturdido por el golpe, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Lady Wifi reapareciera frente a él y, con dos rápidos movimientos en su celular, disparara dos íconos de candado pequeños pero intensos que se cerraron alrededor de sus muñecas como esposas de energía, inmovilizando sus manos y pegándolas a la pared fría.
—¡Sueltame!— exigió, forcejeando inútilmente.
—Ahora, para mi audiencia...— dijo Lady Wifi con una sonrisa de triunfo. Activó un ícono flotante de "Grabación en vivo" que se proyectó sobre ellos— Ciudad de Great Lakes City, la primicia que esperaban. ¿Es Red Beetle el buen chico que todos creen? ¿O es solo un raro escondido detrás de una máscara? ¿Cómo pueden confiar en él si no saben quién es realmente?— se acercó a él, su mano extendida hacia su máscara. "Vamos, héroe. Mostrémosle tu rostro al mundo— sus dedos tocaron la máscara, tratando de agarrarla para arrancarla, pero por más que tiraba, el material no cedía. Era como si una fuerza invisible la mantuviera en su lugar—¿Qué...? ¿Por qué no sale?— preguntó, frustrada.
—Lo siento, es... mágica. Viene con garantía anti-fisgones— Red Beetle, recuperando algo de su ánimo a pesar de la situación, soltó una risa sarcástica.
En ese momento, con un sonido metálico, la puerta del elevador de servicio en la parte trasera de la cocina se abrió.
—¡Oye, Lady Periodista! ¿Olvidaste chequear tus fuentes de nuevo? ¡Porque tu exclusiva apesta!— Ek Miss saltó fuera, lista para la pelea.
—¡Ah, la gatita llegó para salvar a su amado escarabajo! Qué tierno— Lady Wifi giró, su enojo dando paso a una diversión malévola— ¿Es este el verdadero romance detrás de la máscara? ¿El felino fugaz y el insecto obstinado?— sus palabras eran venenosas, diseñadas para molestar.
El comentario hizo efecto, pero no como ella esperaba. Tanto Red Beetle como Ek Miss se sonrojaron visiblemente bajo sus máscaras.
—¡Cállate!/¡No es así!— protestaron al unísono, su sincronía solo haciendo más evidente su vergüenza.
—¡Entonces diviértete congelada!— Lady Wifi lanzó una ráfaga de iconos. Ek Miss era ágil esquivando, pero una de las pantallas de un horno digital se encendió detrás de ella. Lady Wifi se materializó a sus espaldas y, con un empujón sorpresa, la lanzó dentro del enorme congelador industrial, sellando la puerta con otro icono de candado.
Dentro del congelador, el mundo de Ek Miss se sumió en un frío polar oscuro. Tropezó con una caja de verduras congeladas, y en la caída, el anillo negro de su dedo se deslizó y rodó por el suelo helado, Plagg fue expulsado del anillo.
—¡No!— gritó Ronnie Anne, sintiendo la transformación revertirse en un destello de luz verde. Ahora estaba atrapada en el intenso frío, vestida solo con su ropa normal, tiritando instantáneamente— ¡Plagg! ¡El anillo!—
—¡R-Ronnie Anne! ¡E-estamos en un congelador! ¡Sin el traje, t-te hipotermiarás en minutos!— dijo Plagg en un chillido de pánico. Ronnie Anne, con los dedos entumecidos, comenzó a buscar desesperadamente entre el hielo y la oscuridad, el pánico helándole la sangre más que el frío mismo.
Afuera, Lady Wifi se relamía virtualmente. Tenía a ambos héroes a su merced. Fue entonces cuando la silueta de una mariposa púrpura apareció frente a sus ojos, y la voz fría de Wraith Moth resonó en su mente.
"Lady Wifi, has hecho bien, pero la máscara está protegida por la magia del Miraculous. Debes forzarlo a que use su poder especial. El amuleto encantado que invoca. Cuando lo use, se destransformará y revelará su identidad. Entonces, tómale ambos Miraculous"— ordeno Wraith Moth
—Entendido, Wraith Moth— respondió Lady Wifi y con un deslizamiento de sus dedos, desactivó los iconos de candado que inmovilizaban las manos de Red Beetle.
—¿Qué...?— Red Beetle se libero, frotándose las muñecas adoloridas, confundido.
—Veo que te distraes con facilidad, Red— dijo Lady Wifi con una risa burlona— Buena suerte sacando a tu novia del congelador. Espero que no se convierta en una paleta helada— y antes de que Red Beetle pudiera reaccionar, se desmaterializó en el aire, desapareciendo en una lluvia de píxeles, dejándolo solo en la cocina.
Red Beetle no perdió tiempo. Corrió hacia la puerta del congelador, pero el ícono de candado aún brillaba, sellándola.
—¡EK MISS!— gritó, golpeando la puerta metálica. ¡Responde! ¡¿Estás bien?!—
(...)
Brendan y Sara O'Maley, ya libres de sus ridículos disfraces de spandex y con la dignidad hecha añicos, salieron tambaleándose de su edificio hacia la calle. El aire fresco de la tarde no lograba enfriar su humillación.
—¡Todo el mundo nos vio! ¡Todo Great Lakes City!— gemía Brendan, pasándose una mano por su cabello pelirrojo despeinado— ¡Papá va a matarme!—
—¡Tú y tus estúpidas ideas de ser superhéroe!— le reprochó Sara, arreglándose su impecable cabello rubio con furia— ¡Por tu culpa ahora soy el hazmerreír de la ciudad!—
En ese momento, el celular de Sara, un modelo último que colgaba de su mano, comenzó a sonar con una tonada pop.
—¿Quién será ahora?— Ella lo miró con fastidio. Deslizó el dedo para contestar sin mirar el número— ¿Aló?—
Pero no hubo voz al otro lado. En cambio, una ráfaga de píxeles morados surgió de la pantalla, materializándose en el aire frente a ellos para formar a Lady Wifi, quien aterrizó con elegancia en el techo de un automóvil estacionado. Antes de que los hermanos pudieran gritar, Lady Wifi lanzó un icono de grabación que se pegó al pecho de Sara como una grotesca placa.
—¡No se pierdan la emocionante conclusión, ciudadanos!— anunció Lady Wifi, y la transmisión en vivo que había sido interrumpida se reanudó, mostrando ahora no solo la cocina, sino también las caras aterrorizadas de los O'Maley en primer plano— ¡Los testigos presenciales de la farsa y los héroes luchando por sus vidas... y sus secretos!—
(...)
Dentro de la cocina, Red Beetle ignoraba por completo la transmisión. Su mundo se había reducido a la puerta sellada del congelador. Golpeaba el icono de bloqueo morado con sus puños, probaba con su yo-yo para engancharlo y tirar, pero era inútil. La energía digital se traspasaba .
—¡Ek Miss! ¡¿Puedes oírme?! ¡¿Estás bien?!— gritaba, aplastando su oreja contra la fría puerta de metal
Desde dentro, llegó una voz débil y temblorosa, pero cargada de su habitual sarcasmo.
—S-sí... estoy genial... solo... haciendo un-a angel de n-nieve...— dijo Ronnie Anne, con los labios empezando a tomar un tono azulado, tiritaba incontrolablemente mientras palpaba el suelo helado con dedos entumecidos— ¡P-Plagg, no lo encuentro!—
Red Beetle supo que le quedaban segundos, no minutos. No tenía opción.
—¡Lucky Charm!— exclamo lanzando su yo-yo y un torrente de energía roja y negra surgió de su yo-yo y se materializó en el aire. Cayó en sus manos una caja de cartón, de un rojo brillante con puntos negros, sellada con cinta adhesiva del mismo patrón. Tenía el tamaño de una caja de zapatos— ¡Genial!— dijo con sarcasmo mordaz— ¡Justo lo que necesitaba! ¡Una caja! ¿Para guardar mis esperanzas de rescate?—
Pero entonces sus ojos, agudizados por la magia del Lucky Charm, comenzaron a analizar cada detalle. Su mirada se posó en una etiqueta pequeña en un costado de la caja: un símbolo universal de un microondas con una X roja sobre él. "NO MICROONDAS". Puntos negros. Luego, miró el icono de bloqueo en la puerta del congelador. Un candado morado, brillante, hecho de energía pura. Puntos. Finalmente, su vista se desplazó hacia un microondas industrial, viejo pero funcional, encastrado en la pared de la cocina. Puntos. Los puntos conectaron en su mente con un casi audible click.
—¡Eso es!— murmuró. Empujó una mesa rodante de acero inoxidable hasta colocarla justo enfrente del icono de bloqueo. Con cuidado, colocó el microondas sobre la mesa— ¡Ek Miss!" gritó, golpeando la puerta— ¡Aléjate de la puerta! ¡Voy a intentar algo... explosivo!— luego lo conecto
Desde dentro, la voz de Ek Miss, ahora firme pero aún con un deje de frío, respondió:
—¡¿Otra vez?!— exclamo Ronnie Anne desde dentro— ¡¿No aprendiste con lo de la licuadora?!— pero se arrastró hacia el fondo del congelador continuando con su búsqueda.
Con cuidado, Red Beetle colocó la caja de "Lucky Charm" dentro del microondas y cerró la puerta. Con una patada hizo que el microondas avanzara y obligó al icono a pasar a través de la puerta de vidrio del microondas, quedando atrapado dentro con la caja.
—¡Ahora, cocínate!— gritó, y pulsó el botón de inicio.
El microondas zumbó. Dentro, el icono de bloqueo morado comenzó a vibrar violentamente, interactuando con la energía de la caja mágica. Chispas de luz roja y morada brillaron a través del vidrio.
En ese preciso momento, dentro del congelador, los dedos entumecidos de Ronnie Anne encontraron por fin el anillo negro, escondido detrás de una pila de cajas de verduras congeladas.
—¡PLAGG! ¡GARRAS AFUERA!— gritó, deslizándolo en su dedo.
Un destello de luz verde la envolvió, restaurando instantáneamente su traje de Ek Miss y, lo más importante, protegiéndola del frío mortal. Justo a tiempo, pues el microondas externo, incapaz de contener la reacción mágica, hizo un cortocircuito con un chisporroteo ensordecedor y explotó en una espectacular pero contenida explosión de energía roja que vaporizó por completo el icono de bloqueo.
Red Beetle, protegiéndose con el brazo, saltó de la mesa y corrió hacia la puerta del congelador, ahora libre. La abrió de golpe.
Ahí estaba Ek Miss, de pie y transformada, pero temblando visiblemente, los brazos cruzados sobre su pecho en un intento instintivo de generar calor. Los escalofríos sacudían su cuerpo.
—¡Ek Miss!— exclamó Red Beetle, aliviado y preocupado. Sin pensarlo dos veces, cerró la distancia y la envolvió en un abrazo apretado, frotando sus brazos con sus manos enguantadas para ayudarla a entrar en calor. Red Beetle la agarró del brazo, estabilizándola—¿Estás bien? ¡Por un momento pensé...!— murmuró, su voz llena de una genuina preocupación que trascendía su identidad secreta.
Ek Miss, demasiado fría y conmocionada para protestar, se hundió en el abrazo por un segundo, buscando instintivamente el calor de su compañero.
—Todavía estoy aquí, Escarabajo— lo interrumpió ella, pero su tono era agradecido. Fue entonces cuando un suave pitido sonó. Ek Miss lo oyó cerca de su oído. Red Beetle se separó un poco, alarmado. Sus aretes, los que siempre llevaba, parpadearon y una de las motas negras desapareció, dejando solo cuatro— T-tus aretes...— murmuró Ek Miss, sus ojos verdes abiertos por la preocupación.
(...)
—¡Miren!— exclamó la voz de Lady Wifi, inmersa en la transmisión, llena de emoción maliciosa— ¡Parece que nuestro héroe tiene un límite de tiempo! ¡La cuenta regresiva ha comenzado! ¿Lograrán detenerme antes de que su poder se agote y nos revele su rostro? ¡No se pierdan la emocionante conclusión!—
La imagen de Red Beetle abrazando a una temblorosa Ek Miss, con la cuenta regresiva de sus aretes claramente visible para toda la ciudad, se transmitió a cada pantalla, elevando la apuesta a un nivel insospechado. El tiempo, ahora, era su enemigo más urgente.
(...)
La transmisión en vivo los mostraba a ellos dos, abrazados, con los aretes de Red Beetle pitando ominosamente, marcando el poco tiempo que le quedaba. La vergüenza y la urgencia los golpearon al unísono. Se separaron rápidamente, pero la imagen ya estaba grabada en la mente de toda la ciudad.
—¡Tenemos que dejar de transmitir!— gritó Ek Miss, su voz aún un poco temblorosa pero clara. Sus ojos verdes, tras la máscara, escanearon la cocina. Vio los iconos de grabación flotantes que Lady Wifi había dejado como cámaras—¡Ahí!—
Con agilidad felina, agarró una olla grande de metal y una sartén. Con movimientos precisos, lanzó la olla como si fuera un frisbee, encajándola perfectamente sobre uno de los iconos de grabación, ahogando su luz y su transmisión. Luego, hizo lo mismo con la sartén sobre otro icono. El sonido metálico resonó en la cocina, y las imágenes en las pantallas de la ciudad se cortaron o se llenaron de estática antes de apagarse por completo.
(...)
—¡NO! ¡Mi exclusiva!— exclamo Lady Wifi molesta
"¡Basta de juegos, Lady Wifi!"— la silueta de una mariposa púrpura apareció frente a sus ojos y la voz de Wraith Moth, fría e imperativa, resonó en su mente— "Los Miraculous están a tu alcance. El poder de Red Beetle se agota. ¡No dejes que escapen! ¡Entra y tráemelos!"
La orden era clara. Con un gruñido de ira, Lady Wifi se desmaterializó de la calle y se rematerializó dentro del lobby del edificio, decidida a subir y acabar con ellos.
(...)
Dentro de la cocina, Red Beetle miró a su compañera, los aretes pitando de nuevo. Ahora solo tenía tres motas.
—Ella viene. Y yo no voy a caber por el elevador de servicio, no a tiempo—
—¡Dime qué hacer!— Ek Miss señaló la puerta abierta del elevador.
Red Beetle asintió, su mente trabajando a toda velocidad.
—Ve a la antena. Todo edificio como este tiene una antena de telecomunicaciones o WiFi en el techo. Es la fuente de su poder, o al menos su amplificador. ¡Si la destruyes, sus poderes se debilitarán drásticamente! ¡Podría ser suficiente para que el akuma se revele!—
—¡Lo haré!— dijo Ek Miss, girando hacia el elevador.
—¡Espera!— la detuvo Red Beetle. Su voz era seria— Ella te esperará allá arriba. Será peligroso—
—¿Crees que no puedo con una periodista enojada con mala señal?— Ella se volvió, una sonrisa confiada asomando bajo su máscara a pesar de la situación— Confía en mí, Escarabajo. Saca a esa versión de ti mismo del microondas y ponte a trabajar— con un último guiño, saltó dentro del elevador de servicio y comenzó a ascender.
Red Beetle se quedó solo, escuchando el zumbido del elevador alejarse. Confiaba en ella.
(...)
Ek Miss salió del elevador, su bastón extendido y listo. Corrió por las escaleras hasta el techo y como Red Beetle había predicho, Lady Wifi ya estaba allí, materializándose desde una antena parabólica.
—¡Pensé que no vendrías, gatita!— gritó Lady Wifi, lanzando una ráfaga de iconos de pausa— ¡Viniste a ser la estrella de mi siguiente transmisión!—
—¡Cancelada por mal tiempo!— replicó Ek Miss esquivando con acrobacias que la llevaban más cerca de la antena principal, una estructura grande y metálica llena de pequeños discos y varillas.
La batalla fue épica. Ek Miss saltaba entre las antenas, usando su bastón para balancearse y cambiar de dirección, mientras Lady Wifi se tele transportaba apareciendo y desapareciendo para atacar desde todos los ángulos. Era un duelo entre la agilidad felina y el teletransporte digital.
—¡No puedes ganar!— gritó Lady Wifi, apareciendo justo detrás de ella— ¡Conozco cada frecuencia, cada señal de este lugar!—
—¡Pero no conoces esto!— gritó Ek Miss de vuelta, haciendo un salto mortal hacia atrás para esquivar otro icono y aterrizando justo al lado de la antena principal. Sabía que era el momento. No había tiempo para más juegos— ¡Cataclismo!— su mano se cubrió de energía negra destructiva. Con un grito de esfuerzo, golpeó la base de la antena principal. La energía oscura se propagó como una telaraña de cracks por toda la estructura metálica, desintegrándola instantáneamente en un montón de polvo y chispas inofensivas.
—¡NO! ¡MI PODER! ¡LA SEÑAL!— grito Lady Wifi. Su conexión a la red se había cortado. Ya no podía teletransportarse, ya no podía materializar iconos. Estaba vulnerable.
En ese preciso instante, la puerta de acceso al techo se abrió de golpe. Red Beetle, habiendo logrado liberar su "Lucky Charm" del microondas, que ahora era solo un aparato carbonizado, y haber subido corriendo las escaleras, llegó jadeando. Sus aretes pitaban de nuevo. Dos motas.
—¡Ek Miss! ¡Lo lograste!—
Lady Wifi, ahora debilitada y atrapada entre los dos héroes, retrocedió, mirando su teléfono con pánico.
—¡El celular, Ek Miss! ¡El akuma está en el celular!— gritó Red Beetle, señalando el dispositivo que Lady Wifi aferraba con fuerza blanquecina.
—¡Dámelo, Nikki! ¡Esto no es tú!— Ek Miss se lanzó hacia ella
—¡Aléjense de mí!— chilló Lady Wifi, retrocediendo. Aunque debilitada, aún tenía fuerza física. Esquivó el primer intento de Ek Miss y, con un movimiento rápido, logró apuntar su teléfono hacia la heroína. Un último icono de pausa, débil y parpadeante, salió disparado y se estampó contra el pie de Ek Miss, pegándolo al suelo de concreto y desestabilizándola.— ¡Te dije que no podías ganar!
Pero su victoria fue efímera. En ese instante de distracción, el yo-yo de Red Beetle zumbó por el aire como un cometa escarlata. No se dirigía a ella, sino a su mano que sostenía el teléfono. La cuerda se enredó alrededor de su muñeca con una precisión milimétrica.
—¡¿Qué?! ¡No!— gritó Lady Wifi, tratando de liberarse.
—¡Yo no creo eso!— replicó Red Beetle, y con un tirón firme y decisivo, jaló del yo-yo.
Lady Wifi, desbalanceada por la fuerza y su propio estado debilitado, cayó de bruces contra el frío suelo de la azotea. El teléfono salió volando de su mano, describiendo un arco en el aire. Red Beetle no esperó a que cayera. Saltó, atrapando el dispositivo en pleno vuelo.
Sin una pizca de vacilación, y con la fuerza de su convicción, lo estrelló contra el suelo con toda su fuerza. La pantalla se hizo añicos, el plástico se astilló y los circuitos saltaron en una lluvia de chispas y fragmentos. De entre los restos destrozados, una mariposa oscura, de un negro aterciopelado con patrones morados siniestros, emergió, aleteando de manera confusa y maligna.
—¡No más maldades para ti, pequeño akuma!— declaró Red Beetle, con una voz que era a la vez suave y llena de una autoridad inquebrantable. Abrió su yo-yo— ¡Es hora de terminar con la maldad!— lanzó el yo-yo hacia el akuma y la atrapó. El yo-yo regresó a la mano de Red Beetle, cerrado— Te tengo— murmuró y con cuidado, lo abrió de nuevo. En lugar de la criatura oscura, una mariposa blanca, pura e inocente, salió volando, batiendo sus alas hacia el cielo crepuscular antes de desaparecer en la distancia— Adiós mariposa— Red Beetle recogió del suelo el amuleto encantado, sosteniéndola en alto, la lanzó al aire con todas sus fuerzas— ¡Red Beetle, milagroso!—
La caja estalló en una espectacular explosión de luz blanca y roja, transformándose en un enjambre de cientos de mariquitas mágicas y brillantes. Estas se dispersaron en todas direcciones, como un río de luz viviente. Barrieron la azotea, reparando la antena destruida hasta dejarla como nueva. Bajaron por la fachada del edificio, restaurando ventanas rotas y borrando los iconos de candado de las puertas. En la cocina del restaurante, los teléfonos destrozados se recomponían, el microondas carbonizado volvía a su estado prístino y se disipaba como si nunca hubiera existido. En las calles, las pantallas que mostraban la transmisión interrumpida volvieron a su programación normal.
Y en el centro de la azotea, la energía oscura que envolvía a Lady Wifi se disolvió en un destello de luz blanca. Donde estaba la villana, ahora estaba Nikki Smith, arrodillada y jadeando, mirando sus manos con absoluta confusión y desorientación.
—¿Qué...? ¿Cómo llegué aquí?— su memoria del evento akumatizado era un borrón nebuloso y vergonzoso.
Red Beetle y Ek Miss se miraron. La tensión de la batalla se evaporó, reemplazada por una oleada de alivio y triunfo compartido. Caminaron el uno hacia el otro y, en un gesto instintivo y perfectamente sincronizado, chocaron los puños en el aire.
—Ganamos— dijo Red Beetle, su voz cargada de cansancio pero también de satisfacción.
—Ganamos— repitió Ek Miss, una sonrisa genuina y ambos chocaron los puños.
Nikki Smith se incorporó lentamente, el mundo a su alrededor volviendo a enfocarse. La confusión inicial dio paso a un asombro embriagador cuando vio a Red Beetle y Ek Miss de pie frente a ella, recortados contra el cielo del atardecer. El miedo se disipó, reemplazado por la euforia del fanático.
—¡Red Beetle! ¡Ek Miss!— exclamó, sus ojos azules brillando con admiración pura— ¡Fue increíble! ¡Los vi...! ¡Necesito una entrevista! ¡Para el blog! ¿Cuáles fueron sus técnicas? ¿Cómo supieron que...?— su entusiasmo se cortó de golpe cuando buscó instintivamente su celular en sus bolsillos—¿Mi teléfono? ¿Dónde está? ¡Tengo que grabarlos!— mientras Nikki se agachaba, buscando frenéticamente su telefono, los aretes de Red Beetle emitieron un pitido final. La última mota negra desapareció. El anillo de Ek Miss también brilló con una luz verde tenue, advirtiendo que su tiempo también se agotaba.
—¡Lo siento, señorita! ¡Otra vez será!— dijo Red Beetle con urgencia— ¡Tenemos que irnos!—
—¡Esperen! ¡Solo una foto!— suplicó Nikki, pero fue en vano.
Los dos héroes saltaron del techo, desapareciendo de la vista de Nikki justo cuando sus dedos cerraban alrededor de su celular, que ahora estaba intacto y funcionando perfectamente, como si nunca se hubiera roto.
(...)
Red Beetle y Ek Miss aterrizaron en un callejón estrecho un par de calles más allá. No era un solo callejón, sino una bifurcación: dos pasajes estrechos que se separaban en forma de 'Y', ofreciendo la privacidad perfecta para destransformarse sin verse.
—¡Aquí!— dijo Red Beetle, señalando la división— ¡Tú por ese, yo por este!—
Asintieron y se separaron, corriendo cada uno por su propio callejón oscuro. En el momento en que estuvieron fuera de la vista directa del otro, las transformaciones se disolvieron.
En un callejón, la luz verde envolvió a Ek Miss, revelando a Ronnie Anne, jadeando y apoyándose contra la pared de ladrillo.
—¡Por fin! ¡Creí que tendría que morder ese icono de pausa!— dijo Plagg y salió flotando del anillo, bostezando exageradamente.
En el otro callejón, la luz roja se desvaneció de Red Beetle, dejando a Lincoln, sudoroso y con el corazón acelerado.
—Lo lograste, Lincoln. Fue increíble— susurro Tikki y flotó frente a él, luciendo exhausta pero sonriente.
Pero la adrenalina de la batalla estaba siendo reemplazada por una pregunta más profunda que ardía en la mente de Lincoln. Sabía que su compañera estaba justo al doblar la esquina. No podía verla, pero podía sentir su presencia. Con voz un poco temblorosa, lo suficientemente alta para que ella lo oyera, preguntó:
—Oye, Ek Miss... ¿qué piensas realmente? ¿Sobre... las identidades secretas?—
Al otro lado de la pared de ladrillos, Ronnie Anne se quedó quieta. La pregunta la tomó por sorpresa. Plagg hizo una mueca y se encogió de hombros antes de meterse en su chaqueta a buscar su queso.
—Bueno— comenzó Ronnie Anne, su voz resonando ligeramente en el estrecho espacio— Todos sabemos el cuento de los cómics, ¿no? Si el villano descubre quién eres, tu familia, tus amigos... todos están en peligro. Es la regla número uno— u tono era práctico, como si estuviera citando un manual.
—Lo sé— respondió Lincoln desde su callejón, mirando a Tikki, quien lo observaba con curiosidad— Pero... ¿y entre nosotros? ¿Crees que... deberíamos saberlo?—
Ronnie Ann se quedó quieta. La pregunta la tomó por sorpresa. Respiró hondo.
—Al principio... sí. Pensé que era lo más seguro. Menos riesgo, menos complicaciones— hizo una pausa— Pero hoy, en ese congelador... cuando perdí mi anillo... me di cuenta del verdadero problema de no saber—
—¿Cuál es?— Lincoln se apoyó contra la pared fría, escuchando cada palabra.
—Estaba ahí, congelándome, y tú estabas al otro lado de la puerta. Y pensé... "¿y si no encuentro el anillo? ¿Y si me quedo atrapada aquí? Él no sabe quién soy. No sabe a quién llamar, no sabe si conoce a mi familia, no sabe... nada de mí". Y eso dio mucho más miedo que el frío— admitirlo fue liberador y aterrador al mismo tiempo.
—Yo también lo pensé— respondió Lincoln— Cuando te vi temblando... y luego cuando mis aretes empezaron a pitar... pensé que en cualquier momento, algo le podría pasar a uno de nosotros en nuestra vida normal— Cuando Lady Wifi me tenía inmovilizado... pensé lo mismo. Ella podría haberme quitado los aretes en cualquier momento. Por suerte, su obsesión era otra. Pero... ¿y si algo te pasa a ti en una pelea? ¿O si algo me pasa en mi vida normal, fuera de la máscara, y tú no puedes encontrarme o ayudar porque ni siquiera sabes mi nombre?— la imagen de Lina, desprotegida, cruzó su mente— Tengo... tengo gente importante que proteger. Pero también quiero protegerte a ti. Y no poder hacerlo porque no te conozco... eso duele— luego hubo un silencio del otro lado de la pared.
—Yo también quiero protegerte, Escarabajo— hablo Ronnie Anne— Y quiero conocer al chico que está detrás de esa máscara. Al que es lo suficientemente valiente para hacer lo que haces, y lo suficientemente amable para preocuparse tanto por su compañera— ese comentario hizo que Lincoln sintiera una oleada de calor en su rostro.
—Y yo quiero conocer a la chica increíblemente dura y sarcástica que está detrás de la máscara de Ek Miss. La prometo... que algún día, nos revelaremos nuestras identidades—
—Es una promesa— respondió Ronnie Anne, y él pudo oír la sonrisa en su voz. Luego, su tono se volvió juguetón— Pero hasta entonces... ¡la investigación independiente continúa! ¡Te encontraré, Red Beetle!—
—¡Ja! ¡Y yo a ti, Ek Miss! ¡Buena suerte!— Lincoln no pudo evitar reírse.
—¡Igual para ti!— dijo Ronnie Anne y luego se alejó rápidamente del callejón.
Lincoln esperó unos segundos más, escuchando el silencio que dejó su compañera. Su corazón latía con una mezcla de miedo, anticipación y una nueva y profunda conexión con la persona al otro lado de la pared. Sabía que su vida como héroe se había vuelto infinitamente más complicada, pero también, de alguna manera, más significativa. Con un suspiro, salió del callejón y se dirigió a casa, a su otra vida, guardando el secreto y la promesa hecha en la sombra.
(...)
En la absoluta penumbra de su guarida, el único sonido era el crujir de los puños enguantados de Wraith Moth al apretarse con furia contenida. El ventanal en forma de mariposa, que momentos antes había estado abierto, permitiendo el paso de sus akumas, se cerró de golpe con un sonido seco y final, sumiendo el lugar en una oscuridad casi tangible, rota solo por el tenue resplandor morado que emanaba de su propio traje.
—¡Maldición!— la palabra escapó de sus labios como un silbido venenoso, cargada de una rabia que resonaba en la cámara vacía— ¡Tan cerca! ¡Estuvo tan cerca!— golpeó la pared de piedra fría con el puño, pero ni siquiera ese acto de violencia alivió su frustración. Caminó de un lado a otro, la capa agitándose tras él— Red Beetle... Ek Miss... piensan que son invencibles. Que su pequeño juego de escondidas durará para siempre— se detuvo, y una sonrisa amarga y torcida se dibujó bajo su máscara— Pero se equivocan. Un día, sus máscaras caerán. Y cuando ese día llegue, no tendrán más opción que entregarme sus Miraculous— su voz se volvió un susurro cargado de odio, un juramento hecho a la oscuridad— Haré lo que sea necesario para descubrir quiénes son. Los observaré. Los estudiaré. Encontraré cada grieta en su armadura, cada debilidad en su corazón. Y cuando finalmente los tenga a mi merced...— la promesa se colgó en el aire, pesada y ominosa— ...Los haré sufrir mucho más de lo que yo he sufrido—
La oscuridad pareció absorber sus palabras, guardando su voto de venganza. El silencio que quedó era más aterrador que cualquier grito.
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Lincoln subía las escaleras de emergencia de su edificio con la velocidad de quien sabe que cada segundo cuenta. Abrió la puerta de su ático con el menor ruido posible y se coló dentro, cerrándola justo cuando escuchó pasos subiendo las escaleras principales. Se lanzó sobre su cama, se arrebató las zapatillas y se cubrió con la manta hasta la barbilla, cerrando los ojos y fingiendo una respiración profunda y pareja. El corazón le latía con fuerza contra el colchón.
La puerta de su habitación se abrió suavemente.
—¿Lincoln?— susurró Rita y asomó la cabeza, su silueta recortada por la luz del pasillo. Él hizo un ruido somnoliento y se removió, como si la hubieran despertado.
—¿Mamá...?—
—¿Cómo te sientes, cariño?— Rita entró y se sentó en el borde de la cama, colocando su mano fresca sobre su frente— ¿Sigue el dolor de estómago?—
—Mmh... no, mejor— murmuró Lincoln, tratando de que su voz sonara débil y adormilada— Creo que solo necesitaba dormir un poco— no era mentira; el agotamiento posterior a la transformación era muy real.
En ese momento, la puerta se abrió un poco más. Lynn Sr. apareció con Lina dormida en sus brazos, la pequeña con la cabeza apoyada en su hombro. Detrás de ellos, asomaron Luan y Lynn Jr., esta última sosteniendo un tazón humeante con cuidado.
—Pensamos que te caería bien algo de sopa de pollo, enfermito— dijo Luan con una sonrisa suave, sin su habitual tono de broma.
—Sí, papá hizo su receta especial— añadió Lynn Jr., acercándose y colocando el tazón en su mesita de noche. Su actitud era inusualmente tranquila— Te repone las energías—
Lincoln se incorporó un poco, apoyándose en los codos. Los miró a todos: a su madre con preocupación genuina en los ojos, a su padre sosteniendo a su hija con ternura, a sus hermanas allí, con un gesto de cuidado que no había visto en... mucho tiempo. Un nudo se formó en su garganta. Era una farsa, sí. Él no estaba enfermo. Pero el cuidado, la preocupación... eso era real.
—Gracias— dijo, y su voz sonó un poco más ronca de lo que pretendía— De verdad. Gracias a todos—
—No hay de qué, hijo. Así es la familia— dijo Lynn Sr. Nos cuidamos unos a otros— esó suavemente la cabeza de Lina.
Por un instante, en la calidez de esa habitación, rodeado de su familia (aunque fracturada), el frío juramento de Wraith Moth en la oscuridad pareció muy, muy lejano. Lincoln tomó el tazón de sopa, el calor del caldo irradiando through sus manos, y supo que, sin importar los secretos que guardara o los peligros que enfrentara, esto era por lo que luchaba. Y por lo que seguiría luchando.
(...)
El bullicio matutino de la Academia César Chávez era un contraste refrescante después del caos del día anterior. Bajo la tenue luz del sol que se filtraba por los ventanales del pasillo, Ronnie Anne y Sid se apoyaban contra los lockers, sumergidas en su conversación habitual.
—Oye, ¿supiste algo de Nikki?— preguntó Ronnie Anne, cerrando su locker con un golpe de cadera.
—Sí. Mis papás hablaron con los suyos anoche— Sid hizo una mueca comprensiva—Está... bien, considerando todo. Sus padres no están nada contentos. Está castigada por, como, una eternidad. Sin celular, sin internet, sin salir. Básicamente, en la edad de piedra—
—Vaya— murmuró Ronnie Anne, sintiendo una punzada de lástima a pesar de todo— ¿Y el SuperBlog?—
—Ah, eso— dijo Sid, encogiéndose de hombros con un aire de resignación divertida— Por ahora, yo me haré cargo. Alguien tiene que mantener viva la llama de la verdad, ¿no?—
—No sé si eso es algo bueno o malo— Ronnie Anne no pudo evitar una sonrisa burlona— Por un lado, menos teorías locas. Por el otro... tú a cargo de un blog de chismes superpoderosos. El mundo podría no estar preparado—
—¡Oye! Yo sé ser responsable— Sid se rio, golpeándola suavemente en el hombro— Y le voy a enseñar a ese blog algo que Nikki nunca entendió: límites. Nada de acosar compañeros, nada de hackear cosas. Solo los hechos, ma'am— hizo una pose de reportera seria que hizo reír a Ronnie Anne.
En ese preciso momento, Lincoln Loud pasó por su lado, camino a su propio locker. Al escuchar la palabra "límites" y el nombre de Nikki, no pudo evitar frenar un poco su paso, su curiosidad de héroe superando a su timidez de adolescente.
—¿Eh? ¿Limites? ¿Pasó algo más con Nikki?— preguntó Lincoln, tratando de sonar casual.
Ronnie Anne, al escuchar su voz, se giró tan rápido que casi se tropieza con su propia mochila. Al verlo, ese familiar calor le subió al rostro.
—¡Lincoln!" exclamó Sid, con exagerada alegría— ¡Cuéntanos! ¿Cómo está nuestro paciente estrella? Ronnie Anne estaba muy preocupada ayer— dio un codazo discreto pero firme a su amiga. Ronnie Anne deseó que el suelo se la tragara.
—¡No estaba muy preocupada! Solo... normal-preocupada. De compañera— su voz sonó un poco más aguda de lo usual.
—Ah, sí, eso— Lincoln se frotó la nuca, un gesto que Ronnie Anne empezaba a reconocer— Ehm, mucho mejor. Gracias. Creo que fue algo que almorcé— evitó mirarla directamente a los ojos, enfocándose en un punto sobre su hombro.
La conversación cayó en un incómodo silencio. Ronnie Anne buscó desesperadamente algo, cualquier cosa, que decir.
—Y... tu estómago... ya no... gira?— en ese momento ella se arrepintió— "¡¿GIRA?! ¿Por qué dije gira?"— se regañó mentalmente.
—Ehm... no. No. Ya no gira— Lincoln parpadeó, sorprendido por la extraña pregunta— Todo... estable— hizo un gesto vago con la mano.
Antes de que la conversación pudiera volverse aún más incómoda, Tony apareció como un torbellino, lanzando un brazo sobre los hombros de Lincoln.
—¡Loud! ¡Estás vivo! Oye, los chicos quieren saber si vas a almorzar con nosotros hoy o si tu estómago va a tener otra "recaída" misteriosa— Tony se rió de su propia broma.
—Claro, creo que mi estómago puede manejar un sándwich hoy— dijo Lincoln, agradecido por el rescate, se dejó llevar por Tony.
Sid espero hasta que se alejaron para volverse hacia Ronnie Anne con una expresión de puro divertimento.
—"¡¿Ya no gira?!" ¡En serio, Ronnie! ¡Esa fue la cosa más rara que he escuchado! ¿De qué hablabas?— cuestiono Sid un
—No lo sé... mi cerebro se apagó. Solo... salió— Ronnie Anne enterró su rostro en las manos.
—Mira, sé que es nuevo para ti esto de... ya sabes, gustar de alguien de una manera no-para-golpearlo— Sid se rio, sacudiendo la cabeza— Pero, Ronnie, tienes que mejorar tu material. "¿Cómo está tu estómago?" no es exactamente la línea más romántica del mundo—
—¡No estoy tratando de ser romántica!— protestó Ronnie Anne, aunque sus mejillas sonrojadas la delataban— Solo soy... amable—
—Llámalo como quieras— dijo Sid, enlazando su brazo con el de ella y dirigiéndose hacia su clase— Pero la próxima vez, tal vez prueba con un "hola" normal. O un "me alegra que no estés muriendo". Un poco de práctica, Santiago. Un poco de práctica—