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Las violetas son azules

Summary:

Tras darse cuenta de que la Reina de Nohr es mucho más que su hermoso exterior, el Venerable de Ylisse desea hacerle un pequeño presente, para mostrarle su gratitud.

Notes:

¡Te doy la bienvenida a este fic! ¡Muchas gracias por tu apoyo! Ésta es la primera vez que escribo un fic sobre esta pareja.

¡Este fanfic es un regalo para mi querida YamiBasara! ¡Disfrútalo mucho, querida!

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Era una hermosa mañana de verano en la que, sin muchos ánimos, una de las variantes de Chrom se dirigía a la oficina de Kiran, quien, el día anterior, le informó que lo había seleccionado para participar en una misión. Su desgano no era ocasionado por su renuencia a colaborar en las acciones que Kiran le pidiese, sino debido a que, en esa misma conversación, su estratega le comentó que lo enviaría con un grupo de héroes provenientes de mundos distintos al suyo.

 

El lancero de cabello azul se consideraba a sí mismo como un hombre bastante sociable y amistoso, por lo que no tenía problemas para convivir armoniosamente con otras personas; sin embargo, por alguna razón, ese día no tenía deseos de colaborar con alguien que no fuera parte de su círculo cercano. Desconocía por qué ese sentimiento no lo dejaba, pero se propuso a hacer que éste no interfiriera con su labor.

   - ¡Bienvenido, Chrom! – Kiran lo saludó, en cuanto llegó a su despacho. – Sólo faltabas tú. – dio un sorbo a su té matutino. – En esta misión, la joven Eitr, la general Selena de Grado, y la Reina Camilla de Nohr conformarán el equipo con el que trabajarás hoy. – les sonrió. – ¡Espero que todos se lleven bien!

   - Yo también lo espero. – contempló a sus compañeras, con una expresión inusualmente solemne. – Buenos días.

   - Buenos días, Lord Chrom. – la dama rubia respondió educadamente.

   - Ho-hola. – con timidez, la jovencita caprina intentó devolver el saludo. – N-no se preocupe, da-daré lo mejor de mí hoy.

   - Yo sé que lo harás, querida. Siempre lo haces. – la doncella de cabello lavanda le habló con ternura. – No te angusties, pequeña. Todos confiamos en ti, y sabemos que eres muy valiente. – acarició gentilmente su blanca cabeza.

   - Gr-gracias, Lady Camilla. – sus palabras tranquilizaron su ansiedad. – Es muy buena conmigo.

   - Nada qué agradecer, linda. Simplemente dije la verdad. – le ofreció una afectuosa sonrisa, y volteó a ver al lancero. – Y, por supuesto, sé que tú también te esforzarás el día de hoy, Lord Chrom. Me han contado que eres bastante fuerte y aguerrido, además de ser un excelente líder. Son cualidades excepcionales, y es maravilloso que seas parte de nuestro equipo.

   - … Gracias. – asintió, sin saber qué más responder ante tal avalancha de halagos.

 

Un par de minutos después, cuando Kiran terminó de explicarles el propósito de la misión, se abrió un portal, por el cual, el grupo pasó. Cuando éste se cerró, los cuatro héroes comenzaron a organizar la estrategia más eficaz para completar la tarea que les habían asignado; mientras Selena sugería cómo debían desplegarse, el hombre de cabello azul no dejaba de pensar en que Robin podría haber diseñado una táctica más eficiente.

   - ¡El enemigo se está acercando! – la general Turmalina exclamó, viendo hacia el este. – ¡Prepárense!

   - Estoy lista, Selena. – Camilla, desde la retaguardia, preparó su bastón sanador.

   - Y-yo… ¡también! – Eitr puso una cara valiente y se colocó a la derecha de la maga rubia.

   - ¡Vamos todos juntos! – Chrom empuñó su lanza, y tomó una posición de ataque.

 

En un parpadeo, el feroz combate comenzó y, pese a que las tropas enemigas los rebasaban en número, no era así en habilidad; los cuatro guerreros eran valerosos, y estaban utilizando todos sus recursos para terminar con el enfrentamiento, lo más rápido posible. Sin embargo, la desesperación también podía ser un arma de doble filo: al atacar impulsivamente a un espadachín del bando contrario, el Venerable de Ylisse recibió una fuerte estocada en su costado derecho, destrozando una parte de su armadura plateada.

   - ¡Chrom! – la Reina de Nohr exclamó, al ver que su compañero de equipo sangraba a borbotones. – ¿Cómo…?

   - No sé. – inútilmente, el joven de mirada cerúlea trataba de parar el sangrado presionando su costado con su mano derecha. – Fui descuidado y… – el dolor era tan intenso, que comenzaba a marearse.

   - ¡Oh, Chrom! – observó que su semblante palidecía, y reconoció las señales de un inminente desmayo. – Toma asiento, por favor. – la dama del cabello lavanda se puso en un lugar seguro, sentándose en el suelo, debajo de un árbol. – Aquí, a mi lado. Si no atiendo tu herida pronto, te desvanecerás, y será peor.

   - … De acuerdo. – a regañadientes, obedeció, sentándose a su izquierda. – ¿Y qué…?

   - No te muevas, por favor. – dirigió la punta de su bastón sanador hacia su herida, y éste se iluminó. – Tal vez experimentes un dolor agudo al principio, pero te prometo que mejorarás después de esto. – la magia curativa comenzó a reparar sus vasos sanguíneos, músculos y piel.

   - ¡Ouch! – el lancero sintió una breve punzada, pero ese diminuto instante de incomodidad permutó en una sensación reconfortante. – ¡Ohhh!

   - ¿Ya ves que tenía razón, dulzura? – le ofreció una cálida y empática mirada. – Sé paciente, por favor. Es una estocada más grande y profunda de lo que parece a simple vista. Creo que, para sanarla totalmente, tardaré un poco más de lo normal.

   - No… no es necesario que la cures por completo. – su voz filtraba un toque de humildad. – No es la primera vez que me lastimo en una batalla, por lo que estoy acostumbrado a sentirme así. – suspiró profundamente. – Además, como mis hermanas son sanadoras, sé que aplicar esta clase de magia consume mucha energía. – tragó saliva. – Si sólo haces que el corte empiece a coagular, para que deje de sangrar rápido, me daré por bien servido.

   - ¡¿Cómo crees?! ¡Jamás hago lo mínimo necesario, encanto! – continuó conjurando la magia sanadora. – Además, sería muy irresponsable de mi parte que sigas con una herida abierta, incluso si ya ha comenzado a coagular. Después de todo, sé que hay mucha gente que te quiere, y no me gustaría que, por mi negligencia, se preocuparan por ti. Seguramente todos ellos saben que eres un guerrero consumado, y aunque estas cosas le pasan hasta al más experto, no te dejaré en estas condiciones.

 

Mientras escuchaba sus amables palabras, animándolo para que resistiera el largo proceso que implicaba curar ese profundo corte, Chrom comenzó a sentirse culpable; aunque había vivido en Askr desde hacía varios años, nunca se molestó en conocer mejor a quienes provenían de otros mundos, especialmente a aquellos que parecían bastante populares entre sus compañeros, como Camilla. No tenía idea de que, detrás de su hermoso y exuberante exterior, la dama del cabello lavanda tenía una inquebrantable dedicación, una tremenda devoción en todo lo que hacía, y un verdadero corazón de oro; la había prejuzgado sólo por cómo se veía, y supo que cometió un terrible error.

   - Ya casi… termino. – con evidente cansancio, la sanadora suspiró profundamente. – Sólo un poco más.

   - Es suficiente. – el lancero insistió. – Te estás esforzando demasiado. Has cumplido más allá de tu deber.

   - No, primor. ¡Estoy por lograrlo! – gruñó, tratando de concentrar toda su energía en la punta de su bastón, hasta que, finalmente, el último milímetro del corte cerró, dejando sólo una sutil cicatriz. – ¡Listo! – su respiración estaba bastante agitada. – ¡Me alegro mucho…! – debido al agotamiento, se desvaneció.

   - ¡Camilla! – antes de que cayera al piso, los brazos de Chrom la atraparon. – ¡Oh! – no pudo evitar sobresaltarse un poco, al sentir sus pronunciadas curvas sobre su pecho. – Lo siento. – susurró, mientras las puntas de sus orejas estaban en llamas. – Dame un momento. – sosteniéndola con una mano, se quitó su capa, la puso en el suelo y, con delicadeza, la recostó ahí. – Descansa, por favor. Así como tú me ayudaste, ahora yo cuidaré de ti. – se levantó, tomó su lanza, y se puso delante de ella, dispuesto a defenderla. – Te protegeré, Camilla.

 

Menos de cinco minutos después, la Reina de Nohr despertó súbitamente, contemplando la espalda de quien estaba curando antes de perder la consciencia; en ese instante, cayó en la cuenta de que, en su esfuerzo por evitar que el Venerable de Ylisse se desmayara, fue ella quien terminó desvaneciéndose.

   - ¡Oh, cielos! ¡Qué vergüenza! – rápidamente, la doncella de mirada púrpura se puso de pie, y levantó la capa sobre la que estaba recostada, para sacudir el polvo que ésta hubiese recolectado.

   - ¿Camilla? – al escuchar su voz, el lancero volteó, viendo que ya se había recuperado. – ¡Qué alivio! ¡Ya estás despierta! ¿Te sientes mejor?

   - Sí, pero esto es muy bochornoso. – un sutil rubor inundó sus mejillas. – Una sanadora nunca debería agotarse mientras realiza su labor.

   - ¿Por qué dices eso? ¡Tú también eres humana! Hiciste un gran esfuerzo, y necesitabas descansar. – su mirada se suavizó al recordar que, gracias a él, ella terminó así. – Discúlpame. Te desmayaste por haberme ayudado, y ahora te estoy levantando la voz.

   - Descuida, cariño. Nadie fue culpable de esto. – le sonrió cálidamente. – Son cosas que pasan, supongo, así que…

   - ¡Conseguimos el orbe! – Eitr, eufórica, corrió hacia la dama del cabello lavanda, alzando la esfera multicolor con su mano derecha. – ¡Lady Camilla, mire! ¡La General Selena y yo terminamos la misión, y obtuvimos el orbe que Kiran dijo que ganaríamos!

   - ¡Bien hecho, corazón! – rápidamente, giró para ver a la muchacha, a quien le ofreció una enorme y orgullosa sonrisa. – ¡Sabía que darías lo mejor de ti! – acarició afectuosamente su cabeza. – Lamento no haberlas apoyado lo suficiente en la batalla.

   - Está bien, Camilla. – Selena se les acercó, con algunos rasguños en la cara y brazos. – Eitr y yo vimos cómo estabas curando a Chrom. Si no hubieras actuado en el momento apropiado, la situación se hubiera complicado mucho. – observó de reojo la cicatriz en el costado del Venerable de Ylisse. – De no ser porque estoy viendo su armadura rota, y los rastros de sangre en su ropa, nunca hubiera adivinado que la lesión de Chrom sería tan grave. – dirigió sus ojos hacia la Reina de Nohr. – ¡Hiciste un gran trabajo!

   - Tus palabras me honran, Selena. – notó que ella también estaba lastimada. – ¡Oh, por todo lo divino! ¡Tu precioso rostro! – apresuradamente, alzó su bastón sanador. – ¡Déjame curarte!

   - Todavía estás agotada. No te molestes, por favor. – movió su mano derecha, en forma de negación. – Éstos son rasguños superficiales, de los que no dejan marcas. En cuanto volvamos al castillo, le pediré a Natasha que se encargue de… – en ese instante, se abrió un nuevo portal, justo donde había aparecido el primero. – ¡Qué conveniente! Entremos.

 

Tras regresar a la oficina de su estratega, contarle detalladamente la odisea que vivieron, y entregarle el reluciente orbe, Kiran les agradeció por su arduo trabajo, y les permitió retirarse para descansar por el resto del día. Después de haber roto filas, la Reina de Nohr y el Venerable de Ylisse se quedaron solos por un momento.

   - Muchísimas gracias por haberme ayudado en el campo de batalla. – las palabras de Chrom eran sinceras. – Te prometo que te recompensaré.

   - Eso no será necesario, cariño. – Camilla le sonrió con gentileza. – Saber que te encuentras mejor, es suficiente retribución para mí. – agitó su mano con suavidad. – Cuídate mucho, cielo. Espero verte muy pronto, en circunstancias menos violentas. – con elegancia, se fue caminando por el pasillo en el que estaban parados, yendo hacia el ala este.

   - Yo también lo espero. – la siguió con la mirada, hasta que ya no pudo verla y, en ese momento, se puso en marcha hacia su habitación, para conseguir ropa limpia y ducharse.

 

Ya en su habitación, el hombre de mirada azul comenzó a despojarse de su destrozada armadura, mientras pensaba que debía buscar un herrero que pudiera repararla; al apreciar el daño real que ésta había recibido, se preguntó qué tan fuerte debió ser su enemigo, como para haber atravesado su robusta coraza con una simple espada, así como lo increíblemente afortunado que fue por no haber recibido el golpe en un órgano vital. Una vez que estuvo libre de su armadura, con cuidado, se quitó la camisa rota y, estando frente a su espejo, contempló la tenue cicatriz que había quedado en su costado, única evidencia de aquel terrible combate.

   - “Camilla es una magnífica sanadora.” – Chrom pensó, mientras pasaba sus dedos por su nueva marca. – “No sólo curó mi herida con gran prontitud, sino que se aseguró de que ésta sanara por completo, como si hubieran pasado semanas en vez de unos pocos minutos. Nunca pensé que ella tuviera esa clase de talento. Estoy muy impresionado… y fascinado.” – sin darse cuenta, comenzó a sonreír, todavía tocando su piel regenerada. – “Siempre que vea o acaricie esta cicatriz, pensaré en ti, Camilla. A partir de hoy, una parte de ti siempre me acompañará.” – se detuvo, y reflexionó un momento. – “¡Ay! ¡¿En qué estoy pensando?! ¡Eso sonó raro!” – sacudió su cabeza, tratando de aclarar sus ideas. – “Debo estar cansado. Fue un día muy largo. Mejor voy a ducharme, antes de que algo más pase.” – suspiró, tomó su ropa limpia, y se dirigió al cuarto de baño.

 


 

Había pasado una semana desde que el Venerable de Ylisse consiguió una nueva marca en su cuerpo; para su fortuna, su estratega no le había asignado nuevas misiones, por lo que aprovechó su tiempo libre para hablar y convivir con sus amigos y camaradas provenientes de su mismo mundo. Sin embargo, el vívido recuerdo de la calidez y belleza de la Reina de Nohr, pese a no haberla visto desde aquel día, seguía apareciendo intermitentemente en la mente del hombre de cabello cerúleo.

 

Sin más que hacer en una de esas calmadas tardes de verano, Chrom decidió dar un paseo a solas en la ciudad cercana al castillo de Askr, un sitio que, pese a estar a muy poca distancia del lugar que adoptó como su hogar desde que fue invocado, varios años atrás, rara vez visitaba. Mientras recorría las calles por su propio pie, a un ritmo calmado, sus ojos saltaron hacia una encantadora florería, en cuya entrada se exhibían plantas de diferentes tamaños y colores.

   - “¡Vaya! ¡Qué gran variedad de flores!” – el lancero se acercó, atraído por la cautivadora vista. – “¡Tienen de todo! Hay gerberas, lirios, girasoles, claveles y… violetas.” – contempló detenidamente los pétalos púrpuras, y había una sola idea en su mente. – “Camilla.” – al pensar en la dulce sanadora, sintió que el calor se agolpaba en sus mejillas y orejas. – “¿A quién trato de engañar? No he podido dejar de pensar en ella, y ver estas flores sólo me la recuerdan más.” – agitó su cabeza. – “Tengo muchos deseos de verla, pero no sé cómo acercarme. Tal vez, si le llevo un obsequio, nuestro encuentro no sea incómodo.” – puso su dedo índice derecho sobre su barbilla. – “Le dije que la recompensaría por haberme sanado en la misión, aunque ella me respondió que no era necesario. En ese caso, para no hacer un gran gesto que pudiera importunarla, podría demostrar le mi gratitud con algo simple, como un ramo de violetas.” – asintió para sí mismo. – “¡Sí! ¡A la mayoría de las mujeres les gustan las flores! ¡Seguro que a ella también!” – con gran convicción, entró al establecimiento.

 

Con ayuda de la amable empleada que atendía el local, el hombre de ojos azules seleccionó las más preciosas y coloridas violetas que formarían el ramo que le obsequiaría a la dama del cabello lavanda; tras completar su compra, el Venerable de Ylisse salió de la florería con una gran sonrisa en su rostro, sosteniendo, con ambas manos, el presente que le entregaría a la Reina de Nohr. Se encaminó hacia el castillo, dando pasos confiados, cuando, súbitamente, una fuerte ráfaga de viento azotó la capital de Askr, arrasando con el frágil regalo que el lancero había escogido con tanto esmero.

   - ¡No! ¡No! ¡No! – Chrom exclamó horrorizado, viendo cómo los pétalos morados volaban por todas direcciones, incapaz de detenerlos ni recuperarlos. – ¡No se vayan! ¡Ustedes son un regalo para Camilla! ¡Esperen! – tan pronto como empezó, el viento volvió a calmarse, dejando las flores destruidas a su alrededor. – ¡Esto es terrible! – volteó a ver sus manos, y notó que sólo tres violetas se habían salvado. – Camilla…

   - ¿Sí, cariño? – detrás de él, una voz familiar le habló.

   - ¡Ah! – giró sobresaltado, encontrando a la preciosa dama de mirada púrpura frente a él. – ¡Camilla! – puso sus manos detrás de su espalda, torpemente tratando de ocultar lo que quedaba del ramo. – Ehhh… ¡qué coincidencia! ¿Qué estás haciendo por aquí?

   - Vine a comer un postre que venden en una encantadora cafetería, al final de esta calle, pero… – no pudo evitar notar los pétalos regados en el suelo. – ¿Qué pasó aquí?

   - … – sabiendo que sería inútil negarlo, dio un suspiro, y le mostró las tres tristes flores que no se habían dañado. – ¿Recuerdas el día que curaste mi herida, y que mencionaste que no necesitabas una retribución, pese a que te dije que te recompensaría?

   - Sí.

   - Bueno, yo sí quería demostrarte mi gratitud, así que se me ocurrió regalarte unas flores, pero…  – señaló el piso. – El viento tenía otros planes. Sólo sobrevivieron éstas tres.

   - … – sus labios dibujaron una dulce sonrisa. – Muchas gracias por pensar en mí, encanto. – acercó sus manos a las suyas, y tomó el escuálido arreglo. – Es un detalle encantador, y estas flores son preciosas. – acomodó una de ellas detrás de su oreja. – Y es muy curioso que hayas elegido obsequiarme violetas. – puso una segunda flor detrás de la oreja del lancero, para que pareciera que reflejaba la de ella. – Las violetas son mis flores favoritas. – plantó un beso en su mejilla, y llevó la última flor hacia su corazón.

   - … – la hermosa vista que tenía frente a él, aunado al beso y las gentiles palabras que le dedicó, hizo que sus mejillas se ruborizaran. – No lo sabía.

   - Lo imaginé. ¡Jejeje! – como la dama que era, cubrió sus labios con su mano izquierda. – ¿Sabes, querido? Viéndote así, finalmente he entendido el significado de aquel viejo poema.

   - ¿De qué poema hablas?

   - Es un corto y antiguo poema. Generalmente, es de las primeras lecturas que los niños leen en Nohr. – le explicó. – El poema dice lo siguiente. – aclaró su garganta. – Las rosas son rojas; las violetas azules; el azúcar es dulce, y así eres tú.

   - Ehhh… – su mirada lucía confundida. – ¿Tiene algún significado oculto? Porque creo que no lo estoy entendiendo.

   - ¡Jejeje! ¡Eres tan adorable! – acarició su cabeza, y besó su frente. – El poema dice que “las violetas son azules”, algo que siempre me pareció absurdo, pues las violetas no son azules, sino púrpuras. – siguió sonriendo. – Pero, al ver esta pequeña violeta tan cerca de tu cabello cerúleo, creo que lo que el poema en realidad quiere decir, es que el violeta va muy bien junto al azul. – le guiñó el ojo.

   - … – su rubor aumentó. – ¡Jejeje! Supongo que sí. El azul y el violeta combinan de maravilla. – correspondió a su sonrisa. – Gracias, Camilla. Y, bueno, en vista de que la idea de recompensarte con flores no funcionó, ¿podría invitarte a comer ese postre del que me hablaste hace un momento? – le ofreció su mano.

   - Me encantaría, cielo. – tomó su mano, y las entrelazó. – ¿Has probado los postres que venden en esa cafetería?

   - Será la primera vez que vaya. – comenzaron a caminar. – Y, por eso, me gustaría oír una recomendación. ¿Cuál es tu favorito?

   - Es un panqué hecho con chocolate, almendras, y un exquisito toque de café.

   - ¿Café? ¡Vaya! No sabía que podía usarse para preparar postres. – estaban perdidos en la mirada del otro. – ¿Me podrías contar qué otras cosas te gustan, por favor?

   - ¡Claro! Verás, además de ese postre, también me gustan… – continuaron hablando de ése y otros temas, hasta el atardecer, mientras ambos degustaban los dulces manjares que pidieron en la cafetería, conociéndose mejor, y pasando la mejor tarde de sus vidas… hasta ese momento.

 

Fin.

 

Notes:

¡Muchas gracias por leer!
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