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Escondido en un callejón bastante oscuro, Bobby vigilaba a la que era su próximo objetivo; había sido mandado de vuelta a Rusia para exterminar a todos los ex espías de la KGB que aún quedaban con vida, eran los espías más fuerte y escurridizos que habían tenido además de ser los que poseían la información más valiosa. Observó como aquel largo y azabache cabello era iluminado por el sol al igual que su pálida piel, su no poseían nada especial pero aún así había algo en ellos que la hacía ver peligrosa, a pesar de su bello porte y sonrisa. Cubrió sus ojos con sus características gafas de sol y, tras meter las manos en la chaqueta, salió del callejón para caminar hacia la casa de la espía.
No era la primera ni sería la última mujer que debía matar, sus manos habían sido manchadas por muchas víctimas de diferentes edades y sexos, pero aquella causaba una sensación diferente en su cuerpo, sensación que simplemente ignoró y continuó con su labor. Sin hacer mucho ruido y poniendo en práctica todo sus habilidades, consiguió colarse en la casa, no era nada del otro mundo, era una casa corriente; mientras hacía tiempo para que la contraria llegara, comenzó a buscar por toda la casa aquella información que sustrajo antes de intentar desertar de la KGB.
Por su lado, la azabache había mantenido una sensación de alerta desde que sintió unos ojos observarla en el mercado, sabía que salir de aquel lugar era difícil pero no imposible, ya había matados a varios de los que intentaron matarla a ella y lo seguiría haciendo hasta que cayera en combate. Al llegar a casa, esa sensación se aumentó, así que por precaución sacó su arma y fue entrando en la casa con el mismo sigilo con el que se mueve una sombra y justo allí estaba el hombre que había causado aquella sensación; le apuntó con el arma, sin temblores en las manos, sin titubeos en su mirada, era una persona con la cabeza lo suficientemente fría para matar a quien hiciera falta: no preguntaba, no rechistaba, no decía nada, solo disparaba, un disparo limpio que le hiciera el trabajo rápido, para ello había sido entrenada.
La mirada de ambos se encontró pero solo una estaba relajada, ella lo conocía, no recordaba de que pero lo conocía y sabía que él también la conocía, aquella sonrisa relajada y su cuerpo en baja guardia lo demostraba; sabía de sobra que aquel hombre también había sido mandado para matarla pero no lo iba a permitir.
— Katrina, Katrina, quien me diría a mi que de todas las cosas que podía encontrarme en la casa de una ex espía tan peligrosa como tú, la más sorpréndete sería un test de embarazo positivo. — Sacó el objeto de la chaqueta y se lo mostrando, viendo como con aquello la menor bajaba el arma. — No voy a matarte, venía a eso pero eres una persona importante para alguien que me importa a mí y créeme que no me temblaría el pulso para matarte y matar a ese bebé, pero por una vez en mi vida seré bueno. — Se levantó y se acercó a la contraria al ver como se le llenaban los ojos de lágrimas, le quitó el arma y la alejo tirándola por el suelo.
— No se lo digas a nadie por favor, si ellos se enteran mataron a mi bebé, mi marido ya me dijo que no es buena idea traerlo al mundo pero no he sido capaz de deshacerme de él. Yo solo quiero huir de Rusia y darle la mejor vida posible, igual que lo hizo mi padre conmigo hasta que yo por idiota lo traicioné al meterme en aquel lugar. — Se puso de rodillas delante de aquel desconocido y unió sus manos para suplicarle. — Se lo suplico, guárdeme el secreto y yo haré lo que sea necesario por usted.
El mayor la miró y sintió como algo secreto removía en su interior; había visto la misma desesperación en su mejor amigo cuando se enteró que su hija iba a ser una espía rusa de la KGB, había visto como su mejor amigo moría en sus manos al haber fallado en su misión de sacarla a ella de allí. La tomó con cuidado de los brazos y la levantó. — Te ayudaré a esconderte para que estés a salvo hasta que el niño nazca, pero a cambio me darás la información que tienes, no se la entregaré a nadie, será tu precio a pagar para poder conseguir aquello que tanto deseas. También intentaré ayudarte a huir de aquí con el crío para que podáis vivir una vida tranquila. — Sintió como la menor se le lanzaba a abrazarlo mientras le agradecía por todo aquello, había conseguido la información, sabía cómo convencerles de que ella estaba muerta y ya en un futuro pensaría como los sacaría de Rusia.
[…]
El día que aquel pacto se firmó, Bobby no supo que no solo estaba cuidando a la hija de su mejor amigo, si no que de alguna manera la había adoptado; la menor le mandaba fotos de cómo su vientre iba creciendo, de cómo el bebé se movía, las ecografías, las comidas que comía para no descuidar su peso, toda la ropa y todos los muebles que habían comprado, etc. También lo llamaba cada que podía, recordaba el día que lo llamó super emocionada al descubrir que el bebé era un hermoso niño, recordaba la videollamada donde la vio reír por minutos ante su cara de disgusto por el nombre que ella había elegido para el bebé, recordaba su voz ilusionada por tener pronto al bebé y cargarlo en sus brazos.
Todo parecía ir bien, aquellos meses habían sido tranquilos para la pareja que tan ilusionada esperaba la llegada del bebé, pero se truncó cuando alguien descubrió dónde vivían y le hicieron una emboscada. A pesar de estar de 9 meses, consiguió huir por los escondites de la casa y evitar que la mataran como a su marido, pero sabía que pronto la pillarían pues en su estado no podía ir muy lejos; iba corriendo como podía por una de las calles cuando un coche se paró a su lado, visualizo a Bobby a través de las ventanillas y rápidamente se subió al coche, pero cuando se sentó, sintió que algo no iba bien.
— No se como pudieron encontraros, menos mal tenía a Kimbo allí vigilándolo, si no, no lo cuentas. — Al notarla muy silenciosa, paró un momento para mirarla. — Katrina que pasa, ¿por qué te sujetas el vientre?, ¿te hicieron algo?
La azabache negó y le tomó la mano para agarrarla fuerte al sentir una nueva contracción. — Creo que estoy de parto, creo que el bebé ya viene.
En aquel momento, el mayor sintió como todo su cuerpo se paralizaba y su mente se quedaba en blanco, no estaba preparado para aquello, él esperaba que el bebé naciera en el hospital como cualquier otro bebé y no allí en mitad de una carrera y cerca de la gente que la estaba buscando a ella.
— ¡Bobby coño haz algo que esto ya viene!
Ante el grito de la menor, rápidamente volvió a conducir y llevarla hacia la casa donde se había estado hospedando todos aquellos meses, mientras llegaba llamó a un médico ilegal para pedirle asistencia en el alumbramiento y algunos consejos en los que llegaba a la casa. Cuando llegó, cargó a la azabache y la llevó hacia su habitación para poder tenerla cómoda, le esperaban duras y largas horas de sufrimiento.
Durante las horas que la menor estuvo dilatando, el mayor se mantuvo a su lado: le sostenía la mano, le ponía paños húmedos en la frente, le daba pequeños masajes en la zona lumbar, la ayudaba a respirar para que estuviera tranquila y no afectara al bebé; la hizo caminar un poco, saltar en un balón de pilates que ni el sabía que tenía, le daba agua y le secaba el sudor, comprobaba cómo iba hasta que el esperado momento llegó. Ya era el momento de que el bebé saliera, pero el médico se estaba tardando, así que, con las indicaciones que había recibido, la ayudó en aquel último tramo.
— Vale Katrina ahora toca el último tramo, no se si esto es fácil o difícil pero pase lo que pase, sigue mi voz y mis indicaciones de acuerdo. — Vio a la menor asentir mientras esta se agarraba a las sábanas. El mismo se asintió a sí mismo y le apartó la toalla que cubría sus piernas para ver cómo ya empezaba a asomar la cabeza del bebé. — Dios mío ayúdame en esto por favor, ayúdala a dar a luz sin complicaciones y ayuda a que su hijo nazca bien. — Susurró aquello y después la miró. — Bien a la de tres empuja y cuando te diga paras, una.. dos.. tres.. empuja Katrina, empuja. — Vio a la menor apretar mas las sábanas al empezar a empujar, le indicó que iba bien y la paró; de aquella manera poco a poco le fue indicando cuando empujar y cuando parar hasta que consiguió sacar completamente al niño.
Sostuvo al pequeño en sus manos mientras lo escuchaba llorar, con cuidado lo pegó a su cuerpo y vio como rápidamente se calmaba; miró a la menor y después miró al bebé, era igual a ella, aquel cabello azabache, la pálida piel, su delicado rostro, todo era exactamente igual que ella. Justo cuando iba a descubrir de que color eran sus iris, entró el médico a la habitación junto con Kimbo, suspiró y los dejó a ambos a cargo del médico y salió de la habitación.
Se miró las manos: aquellas que un día estuvieron cubiertas de sangre por quitar vida, hoy se cubrían de sangre al traer vida, él quitaba el brillo de los ojos y hoy lo había traído al mundo. Entró al baño para lavarse las manos y quitarse la sangre antes de volver a entrar en la habitación y acercarse al pequeño que parecía intranquilo en los brazos de su madre.
— Déjamelo a mí. — Todos en aquella habitación guardaron silencio cuando aquello ocurrió, incluso el niño lo hizo, parecía estar muy cómodo entre los brazos de aquel hombre y lo demostró dejándole ver a él primero aquellos dos bellos iris bicolor, tan brillantes y hermosos como los que un día tuvo que ver como la vida se escapaba de ellos. Había heredado los ojos de su abuelo, pero no era aquello lo que hacía que algo dentro de él le dijera que se lo quedara, era la forma en la el niño lo miraba, como se calmaba en sus brazos, como le agarraba el dedo y le sonreía. Miró a la menor, parecía seguir con algunas revisiones pero ahora no parecía preocupada por el bebé, desvió su mirada a Kimbo, vio como este le decía que no se quedara con el niño, no lo dijo verbalmente, pero sus ojos lo tenían grabado a fuego.
Aquello fue otro imprevisto, discutió con ella sobre que haría ahora con el bebé. — Katrina es ahora el momento de irnos, estas demasiado débil para luchar y ahora posees una debilidad, créeme que no dudarán en matar al niño para hacerte daño.
— Si tanto te preocupa ¿por qué no te lo llevas tu entonces?, crialo como tuyo y déjame a mí seguir escondiéndome de ellos.
— ¿En serio estás diciendo eso?, llevas 9 meses hablándome emocionada de este bebé, de los planes que tenías para él, de como querías que tu vida girara solo entorno a él y ¿ahora lo abandonas? — Ante la falta de respuesta, chasqueó la lengua y la dejo allí parada, no iba a permitir que todo lo que había arriesgado para mantenerla viva y mantener al bebé también vivo se fuera por la borda, si hacía falta él mismo lo criaría.
Dejó al bebé en la cama y guardo lo más rápido que pudo toda su ropa en la maleta, pensaba largarse de allí lo antes posible, debía matar a Bobby y resurgir como alguien nuevo, debía falsificar la ficha de nacimiento del niño y ponerle un nombre, pero no le importaba, no cuando tenía en sus manos lo poco que le quedaba de aquella persona tan especial. Cuando tuvo todo listo, tomó la maleta y al crío y se marchó de la casa sin despedirse, tampoco iba a dejarla así, así que durante el trayecto al aeropuerto habló con Kimbo para que la mantuviera a salvo el tiempo que necesitara recuperarse del parto y después que la dejara a su suerte, aquel había sido su deseo y así sería.
Mientras conducía, miles de pensamientos pasaban por su cabeza, pero solo uno tenía claro, haría lo que fuera por aquel niño, y si en algún punto debía morir por él, lo haría.