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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-07-25
Completed:
2025-07-31
Words:
14,827
Chapters:
6/6
Comments:
14
Kudos:
29
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2
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424

Todo sea por los niños

Notes:

Empezó siendo un oneshot, pero me ha quedado un pelín mas largo.
Es mi primera historia, espero que la disfrutéis.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter Text

Paul salía de la ducha con la música aun resonando. Se coloco la toalla y cogió el teléfono para comprobar como iba de tiempo. 2 hora y media, tiempo suficiente para terminar de arreglarse y buscar a Ruslana.

Aun recordaba cómo había llegado la llamada de la pelirroja, antes si quiera que pudiera abrir el sobre con la invitación al evento. Desde su ruptura con Nerea, Ruslana tenia la necesidad de no ir sola a ningún evento y el granadino se había convertido en su acompañante habitual.

No era que el chico se quejara, es más, le venía genial. Había aprendido a las malas que aquellos eventos eran necesarios, e incluso obligatorios, si quería seguir presente en aquella industria. Y la compañía de la chica le había otorgado ese plus de familiaridad en esos ambientes donde la ansiedad social parecía acecharle en cada esquina.

Se había convertido en una constante el hecho de que los “criminales” aparecieran juntos en los eventos, hasta el punto que la prensa había llegado a especular con la idea de que su amistad se hubiera convertido en algo más. Algo que ya era casi una broma interna entre su grupo, hasta el punto que su estilista común les hacia combinarse entre ellos.  

Paul se puso un pantalón sastre negro algo mas pegado de lo habitual debido a que el protagonismo absoluto lo tendría la chaqueta aun guardada. Pero prefería no ponérsela aun porque le quedaba terminar de arreglarse. Mientras se perfilaba la barba, aquel pensamiento intrusivo volvió a su mente, ¿y si le tocaba a él?

El objetivo del evento era claro: recaudar la máxima cantidad de dinero para construir un área infantil en el hospital para mejorar la experiencia de los niños ingresados. Para ello, todos los artistas que acudan al evento entraran en un sorteo que les propondrá retos de manera aleatoria para terminar de conseguir X cantidad de dinero.

Ante aquella premisa, existía la posibilidad de que le tocara a él hacer algún reto. Pero intentaba restarle importancia a aquel pensamiento debido a que muchos grandes nombres estaban invitados, ¿por qué le tocaría a él? Lo más lógico sería pensar que su nombre no saldría ya que no atraía a tanto público.

Termino de peinarse el pelo para arriba, confirmando que ya merecía un descanso de tanto tinte y como su pelo se estaba recuperando. Alzo la vista al frente y noto que el espejo aún estaba algo empañado, haciendo un efecto casi místico.

Además, estos últimos meses de festivales y su vuelta al gimnasio le habían hecho tener una figura con la que se sentía cómodo. Esto le hizo coger el teléfono, abrir la cámara y ajustar el encuadre para tomarse unas cuantas fotos. Aun estaba pensando en si subirlas o no, cuando recibió un mensaje de Lucia.

Cuando su contrato con GTS hubo terminado oficialmente, Paul tuvo la oportunidad de reestructurar su equipo. Entre algunos cambios, estuvo la sustitución de su manager por Lucia. Lucia era relativamente nueva, pero había dado buenos resultados en el mundo urbano y Paul decidió darle una oportunidad.

El mensaje de la chica le recordaba que todavía no había subido nada ese día sobre su asistencia a la gala benéfica, aunque sus fans ya sabían que iría por que los 40 lo anuncio como uno de los asistentes. Paul decidió escoger una de las fotos y subirla con la frase “preparándome para una gran noche” y el enlace de la gala.

Comprobó que se había subido correctamente y acto seguido, sin que pudiera evitarlo, salto a la siguiente historia. Era una foto del skyline de Bilbao con la frase de “esta noche estaremos por aquí” junto al enlace de la gala. Parecía otro cantante que podría ver esa noche. El problema fue cuando salto a la siguiente historia.

Era un video de una habitación de hotel algo desordenada donde reconoció la voz de Salma diciendo que alguien estaba ocupando el baño por demasiado tiempo. Otra voz respondía quejándose de que la música había parado cuando la cámara enfoco al dueño de dicha voz.

Era Álvaro Mayo quien ocupaba el baño mientras se maquillaba. El castaño vestía únicamente un albornoz entreabierto, su pelo rizado se veía algo húmedo aun y sus ojos que tenían un leve difuminado azul con algunos brillos pegados. Pero lo que más llamó la atención de Paul fueron sus labios cubiertos por un gloss rosado que los hacían aún más apetecibles

No sabía si habían pasado segundos o minutos cuando se dio cuenta de que su mirada estaba fija y que su dedo pulsaba la pantalla, parando el video en el momento en que Álvaro miraba de frente a la cámara. En ese instante, levanto el dedo dejando que el video reprodujera la conversación entre los dos andaluces aun sin escucharla realmente.

Cuando fue consciente, aparto la mirada del cuerpo del chico y vio la estrella verde que significaba que esa historia pertenecía a mejores amigos. Hacia tanto tiempo que no se metía en Instagram que había olvidado que en algún momento que Álvaro había vuelto a añadirle a esa particular lista.

El video termino, salto a otra historia random y no supo que hacer. Sabia que ir para atrás le podría incriminar de haber visto mas de una vez la publicación. Pero algo dentro de el le pedía hacerlo. Consiguió ignorar aquel pensamiento impulsivo y se dirigió al armario.

Saco de la funda la chaqueta estilo kimono que seria la pieza central de su outfit mientras su mente aun luchaba contra la idea de volver a coger el móvil. Tardo mas de lo que pensaba en abrochársela y procedió a ponerse los zapatos.

Mantuvo la mente ocupada en preparar el bolso y recoger un poco la habitación. Antes de salir, se hecho su colonia y se hizo un par de fotos mas frente al espejo para publicarlas más tarde. Su mente seguía en piloto automático mientras recorría los pasillos del hotel de camino a la habitación de su amiga.

Aún le aparecían flashes del video como un recordatorio de aquello en lo que no había caído aún. Álvaro estaba invitado al evento e iba a tener que verlo toda la noche. Su mente repaso todos aquellos momentos en los que se había cruzado con el sevillano durante el verano y solo pudo concluir en que las vacaciones le habían sentado de maravilla.

Su piel había adquirido, gracias al sol, un tono dorado más tostado y los festivales, al igual que a Paul, habían tonificado más su cuerpo o eso se podía intuir. Notaba que algo más había cambiado en él, pero lo culpó a sus cambios de peinados. Ahora sus rizos habían vuelto con mas fuerza que nunca y con cierto reflejo rubio. Aun dudaba si la luz que habia visto pertenecía a los brillos pegados a su piel o su mirada.

Antes de darse cuenta, ya había llegado a la habitación de Ruslana. Agito su cabeza para que esos pensamientos sobre Álvaro se marchasen. Ya bastante presente lo iba a tener esa noche como para que también ocupara la tarde. Tenia que centrarse ahora en la pelirroja que había notado bastante intranquila en su última llamada.

Toco suavemente la puerta y le abrió una alegre Tuka con la que compartió un abrazo como saludo. Paul tenia muy buenos recuerdos de cuando la argentina había sido su maquilladora en la gira de OT y le apenaba no haberla podido tener en su propia gira, sin desmerecer el gran trabajo de Alice.

Ruslana se encontraba medio tumbada en una silla con las manos extendidas secándose el esmalte rosa. Su pelo rojo con puntas rubias estaba recogido en un moño que parecía despeinado pero que juraría que llevaba laca suficiente como para abrir otro agujero en la capa de ozono. Lucia un albornoz muy parecido al que llevaba Álvaro, pero a ella le daba una imagen glamurosa.

- ¡Pablito! – saludo la chica en tono efusivo – me levantaría a darte un abrazo, pero estoy demasiadooo cómoda.

- Ya te veo… bueno, ¿como estas? ¿Mas tranquila que ayer?

- ¿Ayer? Si yo ayer estaba bien.

- No lo parecías en llamada.

- Pues no me pasaba N-A-D-A.

- Si tú lo dices…

- Niños, no peleen. Que mueves la cara y no puedo trabajar bien – advirtió divertida Tuka mientras terminaba el eyeliner derecho.

- Perdón – respondieron los criminales a coro.

- ¿Y tu como llevas la noche Paul?

- ¿Yo? Normal, relajado, tranquilo – respondió demasiado rápido.

- No lo pareces – canturreo la ucraniana.

- Cállate, estoy tranquilo. Cada vez estoy más acostumbrado a estos eventos. Por cierto, ¿has visto que Salma también viene?

- Buen cambio de tema – susurro la argentina.

- Casi no se ha notado. Si, ya la he visto. Parece que le toca como a mí, pero de niñera de Álvaro.

- No eres mi niñera – replico Paul, cansado de la broma.

Juanjo había hecho esa broma la cuarta vez que coincidieron en un evento y Ruslana solía usarla para picar al granadino.

- Hablando de Álvaro – pregunto la castaña, alzando ligeramente la vista – ¿Has visto que se ha quitado el bigote?

- Siii – respondió la pelirroja alegre – Ya era hora.

- ¿Eh?

En ese instante, la imagen de Álvaro volvió a su mente. No se había percatado del hecho de que ya no había bigote hasta que Tuka lo había mencionado. Solo se había fijado en sus labios.

- ¿Paul? – pregunto Ruslana al ver que el chico se había quedado callado y compartió una mirada con Tuka.

- ¿Sí?... sí, sí, claro, claro que lo he visto.

- Y, ¿se puede saber cómo? Por que a mi Rus me lo ha enseñado desde su móvil.

- Pues desde mi Instagram – respondió el chico dubitativo.

- Ya… – Tuka quería dejar el tema ahí viendo lo incomodo que se estaba poniendo el chico.

- No sabía que Álvaro te había vuelto a agregar a “Mejores Amigos”

- Ni yo…

- ¿Tan cercanos habéis vuelto a ser en los festivales? – pregunto diabólica.

- No es eso… es que…

- ¡Pues esto ya estaría! – declaro la argentina terminando de sellar el maquillaje con fijador (y dándole a Paul una salida).

Ruslana no quiso seguir presionando y se levanto de la silla para mirarse en el espejo. El peinado más el maquillaje en el mismo tono rosa que la chaqueta de Paul le daban un toque divertido.

- Te ha quedado genial – dijo la chica mirando el eyeliner rosa.

- Te ves increíble enana.

- Gracias Tuki – dijo abrazando a la chica.

- De nada, guapa. ¿Y tú qué? ¿No quieres hacerte algo por los viejos tiempos?

- Siiiiiii, Pablo. Te quedaban genial los eyeliners.

- Uff es que no se…

- No tiene que ser nada muy llamativo – dijo Tuka intentando convencerle.

- O si, en la gira solías llevar algunos que eran increíbles.

Paul se quedo pensativo por unos instantes. El maquillaje siempre había sido un elemento mas para contar la historia. Aunque también lo había usado de escudo a la hora de enfrentarse a una actuación.

- ¿Por qué no? Pero hazme algo sutil.

- A la orden, jefe.

Mientras la pelirroja se ponía las pulseras y los tacones, Tuka le hizo a Paul un delineado negro simple con el final algo difuminado haciendo su mirada algo más afilada. Una vez ambos criminales estuvieron listos, Tuka aprovecho para hacer las fotos a los respectivos maquillajes y alguna que otra foto juntos.

Los chicos se despidieron de la maquilladora y se dirigieron hacia el ascensor. Una vez dentro, Ruslana se acomodo los mechones mientras disimuladamente veía como Paul estaba nervioso. Se había cambiado como diez veces el bolso de lado y daba toquecitos rítmicos a su teléfono mientras pedía el coche que los llevaría al evento.

- El coche llegara en 5 minutos aproximadamente.

- Ves como te dije que llegaríamos bien de tiempo.

- Que siiii

- Dejan a un lado las bromas, ¿estas bien? – pregunto Ruslana preocupada.

- Ya te he dicho que sí.

- Y yo ya te he dicho que no te creo.

- Pues confía en mi cuando te digo que estoy bien – dijo Paul cogiéndole de las manos.

El ascensor se abrió en la primera planta y ambos se bajaron. Desde los grandes ventanales del hall se podía ver como había personas de prensa esperando a la salida de los famosos. Alguien habría filtrado que la mayoría se quedaba en aquel hotel y esperaban ansiosos la salida para conseguir alguna fotografía.

Ruslana aprovecho que aun estaban cogidos de las manos para llevar a Paul hacia un lado, donde podían ver la llegada de los taxis sin ser vistos. También aprovecho el momento para seguir hablando con él.

- Soy tan pesada porque me preocupo por ti. Y esta clase de eventos suelen estar muy llenos.

- Lo se… pero también se que es por una buena causa, ¿no?

- Mi Pablito, el más solidario – respondió agarrándole de los cachetes.

- ¡Que pesa la niña esta!

- Si sabes que me adoras.

- Desgraciadamente – contesto Paul dándole un beso en la cabeza.

- ¡Ey! – dijo Ruslana abrazándole – Sabes que estaré contigo toda la noche. No te pienso dejar solo.

- Lo sé, mi niña.

Ruslana se quedo con la boca abierta como si quisiera decir algo más, algo que llevaba guardándose desde ayer. Pero no era el momento adecuado y sentía que esa noche ayudaría a que todo se aclarara.

Paul seguía pensando en como sobrevivir a aquella noche. A su lista de inconvenientes habituales, se le añadía la presencia de aquel “ángel” que estaba seguro que le robaría más de un espacio en su caótica cabeza.

 

Chapter 2: Capitulo 2

Chapter Text

El coche los llevo hasta el Bizkaia Arena. La entrada estaba abarrotada de personal de prensa ansiosos por conseguir una foto de algunos de los asistentes al evento. Aquella gala había conseguido reunir a grandes nombres del panorama español, en su mayoría artistas, pero también había algún que otro deportista que solían colaborar con distintas causas.

En aquel lugar se solían hacer eventos de todo tipo, pero para ellos siempre seria recordado como el sitio donde hicieron el primer concierto de la gira de Operación Triunfo. Paul lo recordaba especialmente por haber sido el único sitio donde no había podido cantar “When the party's over”, aunque había podido corregirlo ese error en su propio concierto.

Curiosamente era Cris Regatero, jurado en su edición, quien les recibía en la entrada. La presentadora les saludo y mantuvieron una conversación agradable mientras esperaban su turno para pasar por la alfombra naranja. La primera en posar bajo los focos fue Ruslana.

Paul admiraba como su amiga parecía haber nacido, no solo para estar encima de un escenario, si no para dominar también la alfombra. Además, aquel naranja resaltaba aún más su pelo y le hacía parecer una Marilyn en su versión más alternativa.

Cuando llego su turno, camino hasta la marca y poso para las miles de cámaras que había allí. Su chaqueta cruzada estilo kimono rosa estaba combinada con un pantalón simple y zapatos negros. Sabia que a nadie le extrañaría que el hiciera aquella elección de color tan arriesgada y más aun teniendo en cuenta la alfombra.

Pero Paul no estaba hecho para pasar desapercibido con sus elecciones estilísticas y esta fue una de las primeras preguntas que le hicieron. Junto a otras donde querían saber cómo había sido su experiencia formando parte de “Los 40 Summer Live” o las amistades que había hecho en los conciertos.

También destacaba como todos celebraban la vuelta de su eyeliner y preguntaban por el o las cansinas preguntas sobre su relación con Ruslana. Todavía en pleno 2025, la gente se seguía extrañando por su amistad tan profunda con la chica y dudando sobre su sexualidad.

Paul se preguntaba que más tendría que hacer para demostrar que también le gustaban los hombres cuando la respuesta le vino como caída del cielo… y nunca mejor dicho. Acaban de llegar Kiki y Salma, ambas guapísimas, y también el… Álvaro.

No había forma de no verlo. Camino decidido hasta la marca y parecía como si la noche misma se hubiese detenido para admirarlo. Llevaba un corsé azul eléctrico que abrazaba su figura con una elegancia desafiante, y unos pantalones blancos que reflejaban cada flash como si fueran parte del decorado. Iba solo. Seguro. Radiante.

Paul sintió un pinchazo en el pecho, como si el corsé lo llevase él. Se quedó inmóvil, como si algo le hubiese desactivado el control motor. El aire pareció cambiar de temperatura. ¿Estaba bostezando? ¿Qué demonios le pasaba?

- No – pensó – ahora no.

Se obligó a tragar saliva. A recordar que era un profesional. Que estaban en una gala. Que su relación con Álvaro era pasado. Que no importaba.

Pero claro que importaba.

Porque Álvaro sonreía. Sonreía con esa media sonrisa que conocía tan bien, la que decía “sé que estás mirando” sin necesidad de mirarle directamente. Paul sintió cómo el calor subía por su cuello hasta sus mejillas.

- Relájate, Paul. Es solo Álvaro, con un corsé de infarto. No pasa nada. Todo está bien. Muy bien.

Pero no estaba bien. Su cerebro decía “camina”, y sus piernas decían “quédate y mira”. Y lo miró. Como si fuera la primera vez. Como si no conociera cada lunar de su espalda o cada curva de su sonrisa.

Y eso — justamente eso — era lo que más le asustaba.

Y el susto aumento cuando, de pronto, un brazo delgado le agarro y lo alejo del lugar. Era Ruslana quien lo había cogido y huía de aquella zona como si hubiera una amenaza. Aunque la mirada que encontró cuando volvió a mirar era bastante parecido.

Ruslana, bajo la excusa de que estaba muerta de sed, lo había arrastrado hasta la barra donde Paul había pedido su clásico roncola y le dio un primer trago largo. La chica no solo no pregunto, si no que brindo para después darle un trago largo a su bebida. Estaba claro que la noche prometía.

A los pocos minutos de haber entrado, la sala se lleno de rostros conocidos por el publico general y Tony Aguilar como maestro de ceremonias le dio la bienvenida.

- Gabon, jaun-andreak! ¡Buenas noches, señoras y señores! Bienvenidos a la gala benéfica de los 40 principales. Como ya sabréis todos, esta gala tiene como objetivo recaudar dinero para mejorar el área infantil del Hospital Universitario de Basurto. Especialmente la zona donde están ingresados los hospitalizados de larga duración.

Los aplausos resonaron por todo el recinto.

- La manera de conseguir ese dinero ya sabéis que es donando a la cuenta de los 40 principales, escaneáis el QR que viene en pantalla donde os explicara las distintas maneras en las que podéis de hacerlo. Y para incentivar las donaciones, los artistas invitados se han ofrecido para participar en retos que se irán haciendo conforme alcancemos ciertas cifras. Y, como ejemplo para que entendáis mejor como va a ir la noche, demos un fuerte aplauso a mi amigo y colaborador… ¡Karim Herrero!

- Gabon! ¡Buenas noches! ¿Cómo estáis? Pues si me ha tocado ser el conejillo de indias para explicaros como van a ir los retos. Cada vez que se alcancen una cifra, se elegirá un invitado para realizar el siguiente reto con esta bonita animación – sale en la pantalla de detrás, las caras de todos los invitados a color y se señala con un recuadro dorado la imagen de Karim – Una vez seleccionado, será el publico quien decida que reto tendrá que realizar.

- En este caso, mi querido amigo, soy yo quien te pone el reto – empieza a contar Tony – Y tu reto será elegir contra quien quieres competir en un duelo de a ver quien se bebe 10 chupitos más rápido.

Después de aquel divertido reto, le siguieron unos cuantos más. La gente empezó a activarse y a donar más movida sobre todo por la curiosidad de ver quien sería el siguiente. Aquello mantenía un ambiente por momentos algo tenso, pero muy eufórico conformen veían que las donaciones aumentaban.

Paul y Ruslana iban saltando de un grupo a otro, pero siempre juntos. La pelirroja no se separaba del chico ni un segundo y parecía tener cierto temor a quedarse sola. Paul había empezado a sospechar de este comportamiento y aún más cuando vio que estaba siendo vigilada por Chiara. La menorquina la miraba con ojos dulces y casi rogando por que le devolviera la mirada, cosa que rara vez conseguía y solo por unos instantes.

- ¡Ruslana, para un segundo! – replico el moreno.

- ¿Qué?

- ¿Se puede saber porque actúas como si alguien te estuviera persiguiendo?

- ¡No actuó así! – salto a la defensiva.

- ¡Claro que sí! Lo estás haciendo y solo me gustaría saber porque para poder ayudarte – resoplo – ¿Tiene algo que ver con Kiki?

- ¿Por qué lo preguntas?

- Por que llevo toda la noche viendo como le evitas la mirada y, aun así, ella sigue mirándote.

- ¿En serio lleva toda la noche mirándome? – pregunto Rus agachando la cabeza y sonrojándose.

- Claro que sí, enana.

- Es que… es una situación complicada. En otro momento, te prometo que te lo cuento… pero ahora mismo no. No estoy preparada.

- Tranquila – dijo abrazándola – Yo también estoy aquí para apoyarte.

- Gracias – soltó acurrucándose entre sus brazos.

Ambos se soltaron poco después y la chica noto como la mirada de su amigo se desviaba por unos segundos. Cuando miro en esa dirección, lo comprendió todo.

- ¿Por eso estabas defiendo a Kiki? – soltó pegándole en el hombro – Estas haciendo lo mismo que ella, ¡pero con Álvaro!

- ¿Qué? ¡NO!

- Claro que sí.

- ¡Que no, jode!

- Vale, vale, tranquilo. Pero… segundo strike – dijo haciendo un 2 con los dedos.

- ¿Segundo strike?

- Es la segunda vez que te pillo mirándole embobado. A la tercera, te va tocar darme una buena explicación amigo mío.

- Si, si … – respondió restándole importancia. “Si es que me pillas” pensó.

Mientras volvían a su mesa, las luces parpadearon y los focos del escenario se encendieron. Aquella era la señal de que otro logro se había alcanzado.

- Bueno, bueno queridos amigos – dijo Tony subiendo al escenario – es momento de que Manuel Carrasco realice su reto. Una vez que termine, revelaremos quien será el próximo artista retado.

Mientras Manuel subía al escenario junto con una guitarra y empezaba aquel pasodoble improvisado, Ruslana empezaba a entrar en pánico mientras observaba su móvil. Paul no lo noto hasta sintió un fuerte agarre.

- Rus, ¿estas bien? Me estas apretando mucho.

- Pablo… ¿tu crees que puede pasar? – susurro con voz pequeñita.

- ¿El que?

- Esta situación no me gusta nada – Rus seguía encerrada en su mente.

- Rusli, tranquila.

- Quiero salir de aquí. Necesito salir de aquí – las lágrimas empezaron.

- ¡Ruslana! – dijo un poco mas alto para llamar su atención.

- Me voy, no quiero participar. Me niego – la chica se levantó.

- ¡Ruslana! – Paul siguió a la chica.

Paul consiguió parar a la pelirroja que claramente estaba teniendo un ataque de pánico. La alejo un poco de la multitud y la abrazo hasta que se hubo calmado.

- Rusli por favor, dime que te pasa.

- No quiero enfrentarme a ella, no puedo.

- ¿Enfrentarte a quién? ¿De qué hablas?

- Del reto – respondió para luego sonarse la nariz.

- Rus, ¿de verdad? Si aún no sabemos a quien le va a tocar.

- Pero yo no quiero que me toque a mi – susurro y bajo aun mas la voz – … ni a Kiki.

- ¿Por qué no quieres que te toque? – pregunto suavemente el chico.

- No soy capaz de enfrentarme a ella ahora mismo – grito.

- Nadie esta diciendo que lo hagas.

- Si lo están diciendo, ¡todo Twitter lo dice!

- ¿De verdad le vas a hacer caso a unos cuantos idiotas? – pregunto el moreno confuso – Además, aquí hay mucha gente mas influyente que nosotros. Seguro que los eligen a ellos. Es la manera más lógica de que haya más donaciones.

Mientras Paul daba sus razones de porque no creía que ellos salieran seleccionados, Ruslana le ignoro y cogió su teléfono. Busco por unos instantes y le mostro su TL. En ella, había cientos de mensajes de fans suyas pidiendo que la siguiente elegida fuera ella, o en su defecto Kiki, y que les tocara hacer un reto juntas.

Ruslana bajaba la pantalla que se seguía llenando de mensajes que rogaban por que hubiera un reto “Ruski”. Pero de vez en cuando, aparecían algunos mensajes que si lograban perturbar la tranquilidad del granadino. Mensajes donde no se pedía Ruski sino a Polvorón y, más concretamente, que cantaran “Amapolas”.

- Son solo algunas fans pidiéndolo – respondió, aunque ya dudaba si la tranquilizaba a ella o a el mismo.

- No, son muchas. Y por mas que bajo, siguen saliendo mensajes.

- Eso es porque te salen muchas personas que son fans tuyas y de Kiki, pero no significa que lo pida todo el mundo.

- ¿Y si les hacen caso? – pregunto con voz rota.

- Tu tranquila – dijo abrazándola nuevamente – seguro que, en ese caso, podemos hablar con Tony. Seguro que él lo entenderá.

- ¿Tú crees?

- Estoy convencido, mi niña.

Empezaron a escuchar aplausos, eso significaba que el reto de Manuel Carrasco había concluido y ambos volvieron a su mesa ya un poco más tranquilos. Aunque en la mente de Paul seguían aquellos mensajes.

Haciéndose caso a sí mismo, no dudo en mirar si había más o había sido una simple casualidad. La realidad que encontró no calmo sus pensamientos, pero tampoco los aumento. Aún seguía pensando que era poco probable que su nombre saliese.

La gran pantalla frente a todos se ilumino nuevamente. Aquella imagen con las caras de todos los asistentes al evento volvía a aparecer, pero distinta. Ya había muchas fotos en blanco y negro, señal de que o bien les había tocado un reto o habían participado en el de otra persona.

Tony dijo algunas palabras, pero la mayoría lo ignoro debido a que estaban más pendiente de sus rostros en la pantalla que de cualquier otra cosa. Una leve tensión se apoderaba del ambiente combinada con una emoción latente.

El recuadro dorado se empezó a desplazar por los rostros sin dirección aparente. A veces, se detenía por breves instantes haciendo sonar alguna respiración contenida de mas, pero reanudaba su camino. Pero empezó a ralentizar su paso definitivamente cuando llego a una zona en particular.

El recuadro dorado se detuvo un instante sobre una imagen, titubeó como si dudara, y luego se fijó con decisión. En la pantalla, el rostro de Álvaro Mayo se iluminó con el marco dorado alrededor.

- ¡Mayo será nuestro siguiente artista retado! – exclamo Tony entre aplausos mientras invitaba al chico a subir al escenario.

El ruido era ensordecedor, pero para Paul se había transformado en un pitido. La imagen de Álvaro en el centro de la pantalla sintió que le cerraba el estómago. El corazón le latía con violencia, como si cada golpe fuera una protesta. Llevaba toda la noche intentando actuar como si ver a Álvaro no le removiera nada, como si pudiera manejarlo. Pero no podía.

Había vuelto a sentir cosas. No sabía cuándo exactamente. Tal vez fue al cruzarse con su mirada o al escuchar su risa de fondo. Tal vez nunca se habían ido del todo. Lo que sí sabía era que, desde que lo volvió a verlo esa noche, había una parte de él que no conseguía mirar hacia otro lado.

Aún no había sido anunciado, pero algo en su interior le decía que no existía otra opción. No había otro reto que a la gente le gustara mas que volver a verlos cantar Amapolas.

Pero Amapolas no era una simple actuación. Fue la canción donde las miradas se decían más de la cuenta. Donde las manos se rozaban sin que el guion lo exigiera. Donde, por primera vez, Paul sintió que quería quedarse en ese escenario para siempre si Álvaro seguía cantando a su lado.

Fue en ese ensayo, en esa melodía, en esa letra, donde todo cambió. Donde empezaron, sin decirlo, una historia que no supieron sostener… pero que tampoco supieron olvidar.

 

Chapter Text

Ruslana suspiraba aliviada al ver que sus miedos no se hubieran hecho realidad. Casi se podría decir que estaba contenta e iba a reírse de su actitud de hacía unos minutos junto a Paul cuando, al girar, se encontró con su amigo pálido.

Pero no era una palidez normal. A ver, dentro de la normalidad del chico, que había tenido épocas donde su ansiedad social lo hacían quedarse pálido y estático al sentirse agobiado por estar rodeado de mucha gente. Ruslana le había acompañado en muchos de esos episodios.

Por eso noto que este era distinto, este sí le permitía moverse.  Tenía la mirada clavada en su teléfono y su dedo no dejaba de moverse frenéticamente contra la pantalla. En un intento por comprender la situación, Ruslana no dudó en asomarse detrás de su hombro.

Lo que encontró fueron bastantes mensajes, no tanto como ella había visto para su propia situación, pero sí una cantidad considerable que iba en aumento con cada recarga de la pantalla. Y en todos ellos había una palabra que se repetía como un mantra: “ Amapolas” .

Comprendiendo entonces el alcance de la situación, no dudo en coger al moreno del brazo suavemente y ayudarlo a levantarse para luego encaminarse hacia la barra más cercana. Una vez, allí pidió un roncola y lo colocó delante del chico.

Paul reaccionó cogiendo el vaso y dándole un trago largo. Y hubiera sido capaz de acabárselo de una sentada, si su amiga no le hubiera arrebatado el vaso de golpe. Le dedico una mala mirada, pero otra imagen al fondo robó su atención. Ya había perdido la cuenta de las veces que esa figura se la robaba.

De fondo, Tony Aguilar bajaba del escenario junto con Álvaro e iban charlando. Muy posiblemente, el presentador ya le estaría comentando cuál era el reto que la gente más le pedía que hiciese el chico. Estaba seguro de que incluso su nombre estaba siendo mencionado.

Y como si de una plegaria fuera, su ruego fue escuchado. Ya que Álvaro, antes de irse con un cigarro sin encender en la mano, le dirigió una mirada coqueta y un guiño de ojos. ¿Cómo podía un simple gesto revolucionar tanto su corazón?

El granadino desvió la mirada al frente y no dudó en pedir de nuevo, pero esta vez un vaso de agua que calmara su garganta atorada. A su lado, la pelirroja intentaba calmarle con frases que había escuchado mil veces y que, normalmente, le ayudaban a calmar su ansiedad.

Pero aquel era un caso especial y los métodos conocidos no le servirían de nada. Así que decidió poner su mejor cara cuando observó como Tony se dirigía hacia ellos. Le dio una suave palmada en el hombro a la chica, advirtiéndole de la que se venía y consiguió acallarla junto a tiempo.

- ¡Mi querido Paul Thin! – saludo Tony con una sonrisa y una palmada en el hombro.

- ¡Tony! Justo quería felicitarte, esta gala está siendo inolvidable.

- Me alegro de que os lo estéis pasando bien – comentó y noto el vaso vacío que le acompañaba – Pero hombre amigo, ¡no te cortes! ¡Camarero! ¿Sería tan amable de ponerme…?

- Un roncola – respondió Paul.

- Un roncola para mi amigo Paul. Y bien cargadito.

- T ampoco mucho que la noche es larga – comentó Ruslana.

- Por supuesto, hay que beber siempre con moderación.

- Bien dicho – añadió Paul dándole un pequeño trago a su bebida.

- Bueno, a lo que iba – dijo Tony centrándose – como ya sabéis le ha tocado a vuestro compañero Álvaro ser el artista retado.

- En algún momento a algunos de nosotros nos tenía que tocar – añadió Ruslana irónica (como si ella misma no hubiera montado un drama ante aquella posibilidad)

- ¡Exacto! – exclamó Tony – y también sabéis que nosotros nos debemos a nuestro público.

- Son gracias a los que estamos aquí, ¿no? – añadió Paul adivinando el golpe que está a punto de recibir.

-   Correcto, entonces me dicen por pinganillo que el reto que más están pidiendo que haga Álvaro es cantar a dúo vuestra mítica canción. Esa que cantasteis en OT…

-   ¿Amapolas?

-   Si, esa. Gracias Ruslana. Entonces me gustaría preguntarte si tú tendrías algún inconveniente en volver a cantarla esta noche.

La pregunta era simple. Sólo le estaban pidiendo que volviera a cantar sobre un escenario. Nada demasiado complicado, era parte de su profesión. También le pedían que volviera a cantar a dúo. Aquello era más difícil debido a que hacía bastante que no cantaba junto a otra persona.

La respuesta no tendría que ser tan complicada, pero era cantar ESA canción con ESA persona. Y sabía que Tony había ido a preguntárselo con la mejor de las intenciones. Otra persona en su lugar podría habérselo simplemente impuesto porque sabía que existía ese riesgo al venir y, aun así, lo había hecho.

O incluso otro podía haber hecho un alegato sobre que aquella actuación seguro que ayudaría a alcanzar el siguiente logro, apelando a su sensibilidad y solidaridad, y aquel dinero era muy importante para mejorar la zona infantil del hospital.

-   Claro Tony, no tendría ningún problema. Aunque…

-   Tu no te preocupes por nada – añadió velozmente el presentador –las bases ya están preparadas y Leo ya ha dado su permiso. Tu solo tienes que encargarte de ponerte de acuerdo con Álvaro en cómo vais hacerlo y avisar si queréis algún cambio. Todo sea por los niños.

Tan rápido como había llegado, Tony se marchó. Dejando a una muy sorprendida Ruslana y a un sospechosamente tranquilo Paul.

-   ¿Me puedes explicar que acaba de pasar?

-   Simple. Sabía que Tony no iba a aceptar un no por respuesta y decidí ponerle las cosas fáciles.

-   Pero, ¿vas a hacerlo? ¿Vas a cantar con Álvaro?

-   Si te soy sincero, aún no lo tengo decidido del todo.

-   ¿Y lo dices así? ¿Tan tranquilo?

-   ¿Cómo quieres que me ponga? – respondió Paul empezando a perder los nervios.

-   ¡Así! ¡Como una persona con sangre!

-   Déjame gestionarlo a mi – pidió Paul mientras observaba detrás de Ruslana - ¡Hola Paula!

-   ¡Hola chicos! – respondió Paula Koops acercándose.

-   Paula, ¿te importaría acompañar a Ruslana un ratito? Es que tengo que ir a atender una llamada urgente y no quiero dejarla sola.

-   Claro, sin problemas. Te esperamos aquí.

-   Paul, espera, no te…

Ruslana intentó protestar ante la actitud irracional de su amigo, pero Paul se había conseguido alejar lo suficiente como para no escucharla. Incluso sus pasos, visto desde afuera, pareciera que huyera de alguien. O más de algo.

Huía de los sentimientos que le habían acompañado desde que había visto aquel video en la habitación. Desde aquella alfombra naranja. De cada instante donde su mirada lo había encontrado o sus oídos lo habían escuchado. E incluso de los lugares donde creía haber olido su colonia.

El balcón ofrecía el único respiro posible. Paul se apoyó en la barandilla como si necesitara anclarse a algo. Dentro, la gala seguía su curso: luces, aplausos, entrevistas rápidas. Afuera, en cambio, todo era más lento. Más honesto.

-       Sabía que te iba a encontrar aquí – dijo Lucía, cruzando el umbral con paso firme pero tranquilo.

Él no se giró. Solo bajó un poco la cabeza, como si la reconociera por el sonido del suelo bajo sus tacones.

-       ¿Vienes a decirme que ya es oficial?

-       Sí, Magi me lo acaba de confirmar. La actuación se va a hacer. Álvaro aceptó sin problemas.

Paul soltó una risa breve, sin rastro de alegría.

-       Claro. Todo profesional. Todo medido.

Lucía se quedó a una distancia prudente. Lo observó durante unos segundos, en silencio.

-       No sé exactamente qué significa esta canción para ti – dijo, sin rodeos – pero te he visto durante toda la noche. Y no hacía falta que nadie me lo explicara qué significa eso.

Paul cerró los ojos. No por cansancio, sino porque decir la verdad a veces también exigía oscuridad.

-       Fue el principio de todo – murmuró – La primera vez que sentí que quería… sin disfrazarlo. Sin miedo. Y ahora la tengo que cantar como si nada. Como si no fuera un recuerdo afilado.

Lucía no respondió enseguida. El silencio que compartían tenía una textura rara: densa, pero necesaria.

-       No necesitas cantarla como si nada. Cántala como si fuera todo. Aunque ya no estés ahí. Aunque duela.

-       Tengo miedo de no poder sostenerlo. De que el escenario me trague en mitad de la canción.

-       Entonces deja que te trague – respondió ella – Y que te devuelva distinto. Pero no te calles. No te protejas de ti mismo. No ahora.

Paul se sentó en el banco del rincón. El aire seguía fresco, pero el pecho le ardía.

-       No estoy seguro de querer compartir esto con todos – confesó – Esto no es una actuación. Es una herida abierta con base y coros.

-       Entonces que lo sea. Que sea eso. No le pongas filtros. No le inventes una versión apta para todos los públicos. La gente reconoce cuando algo es real, Paul. No necesitan entenderlo todo para sentirlo.

Él la miró por fin. Sus ojos tenían esa mezcla de agotamiento y decisión que llega justo antes de saltar.

-       ¿Y si no sienten nada?

-       Eso no depende de ti. Solo depende de que tú no mientas cuando cantes.

Paul suspiró, largo. Miró hacia el interior del edificio. Las luces del escenario ya esperaban. Sabía que no podía quedarse mucho más ahí.

Lo inevitable tenía nombre, fecha, hora y lugar.
Pero, esta vez, él también.

El salón principal seguía lleno de murmullos, luces tenues y copas medio vacías. Paul caminaba con paso contenido, repitiéndose mentalmente que solo iba a hablar con Álvaro para cuadrar tonos, entradas, armonías. Solo eso. Una conversación funcional. Neutra. Estéril.

Atravesó la zona de las mesas y ahí, como si estuviera esperándolo sin saberlo, estaba Salma. Sentada en una de las mesas cercanas al fondo, vestida de verde y con esa naturalidad que siempre la acompañaba. Sostenía una copa de vino y lo observaba con una ceja ligeramente alzada acompañada de la misma mirada que leía más de lo que uno decía.

-   Tú no deberías estar por aquí – dijo antes de que él pudiera decir nada – Deberías estar... respirando profundo en un baño o caminando en círculos por el backstage, como hacías antes de las galas en la academia.

-   Necesitaba... caminar. Pensar – contestó Paul esbozando una sonrisa cansada, de esas que apenas suben la comisura de los labios.

-   ¿Y pensaste mucho? ¿O solo huiste?

-   Salma… – contestó mirando de reojo, medio rendido.

-   Tranquilo. No voy a decir nada que no puedas soportar – le respondió, dando un sorbo tranquilo a su copa – Solo que… fue obvio.

-   ¿El que? – preguntó haciéndose el confundido.

-   Que cuando Álvaro apareció en la pantalla, tú ya sabías lo que iba a pasar. No lo dijeron, pero se te notó. En los hombros. En la cara. En los ojos. Era como si alguien hubiera abierto una puerta que llevabas meses intentando mantener cerrada.

Paul se quedó en silencio, mirando el reflejo de las luces sobre la copa que ella sostenía. Luego bajó la mirada a su propia mano, temblorosa, agarrando el borde de la silla más cercana sin siquiera darse cuenta.

-   No dijeron que va a ser Amapolas – murmuró – Pero lo va a ser.

-   Claro que lo va a ser – respondió ella, casi como si hablara del clima – El público no es sutil. Y menos con vosotros dos.

Paul respiró hondo. Sentía que no estaba preparado. Ni para la canción, ni para la mirada de Álvaro antes del primer verso, ni para el silencio después del último. Y, sobre todo, no estaba preparado para lo que él mismo iba a sentir ahí arriba. Porque si lo que había sentido al verlo esa noche ya lo había sacudido, ¿qué pasaría cuando volvieran a compartir escenario?

-       ¿Tú crees que para él también significa algo? – preguntó.

Salma tardó un momento en responder. Luego dejó la copa sobre la mesa con cuidado.

-   No sé lo que siente. Álvaro no es de contar mucho. Pero lo conocemos. Y cuando algo lo toca por dentro, le cuesta disimular. ¿Te acuerdas de cómo no hablaba después de vuestros ensayos? ¿De cómo no podía mirarte sin ponerse rojo o mantener la pierna quieta mientras cantabais?

-   Pensé que eso se le había pasado – contestó Paul triste.

-   Puede que sí. Puede que no. Pero lo de esta noche… le va a remover. Seguro. Aunque no lo admita. Aunque lo convierta en una actuación perfecta, sin emociones visibles. Él también estuvo ahí, Paul. No te lo estás inventando.

El chico asintió, sintiendo algo punzante en el pecho. Como si la memoria de ese pasado compartido no solo volviera, sino que lo empujara hacia algo inevitable.

-       No sé si quiero que despierte algo en él. O si me asusta que no despierte nada.

Salma lo miró en silencio unos segundos. Luego, con una suavidad que no le era habitual, respondió.

-       A veces, volver a cantar una canción no es volver al pasado… es ver si el corazón todavía late igual.

Paul la miró entonces, de frente, por primera vez en toda la conversación. Le habría gustado abrazarla. O decirle que tenía miedo. Pero se limitó a asentir, con esa mezcla de gratitud y ansiedad que solo se da cuando alguien te dice justo lo que no sabías que necesitabas oír.

-   Gracias, Salma.

-   No me des las gracias todavía. Dámelas si, cuando terminen de cantar, no acabamos todos llorando como en la gala 8.

Paul soltó una pequeña risa, y por un instante, el pecho se le aflojó. Pero solo por un instante. Luego, miró al frente. Sabía que Álvaro estaría en algún lugar esperándolo. Y que el pasado, aunque no dicho en voz alta, se estaba afinando en el aire, nota por nota.

 

Había tardado en encontrar el camerino donde le habían dicho que se encontraba Álvaro. Mientras caminaba recordó lo que Salma le había dicho “ Él también estuvo ahí, Paul ”. El corazón le latía raro. No rápido, pero sí espeso. Como si estuviera fuera de ritmo.

Se detuvo frente a una de las columnas, tocó con los dedos la piedra pintada, necesitaba algo físico. Algo que no se moviera. Sabía que no podía entrar al camerino con todo ese ruido encima. Respiró. Una, dos veces. Intentó recordar algo neutral: una frase de Lucía, un acorde de otra canción, la forma en que su madre siempre le decía que no encorvara los hombros.

Nada funcionaba. Lo que si le funciono, por desgracia, era imaginar la voz de Álvaro.

La misma que ahora tendría que escuchar a unos metros de distancia. En una sala pequeña. Sin público entre ellos. Sin focos que lo disimularan todo. Se tocó el pecho con la palma, por puro reflejo. Y siguió andando.

El pasillo se hacía más estrecho a medida que avanzaba. El bullicio de la gala quedaba lejos, como un recuerdo filtrado por una pared gruesa. Todo era más tenue ahí. Más verdadero.

Cuando llegó a la puerta entreabierta, se detuvo.

Escuchó las vocales afinadas, el murmullo familiar de una garganta templándose, los sonidos suaves de alguien concentrado en no pensar demasiado. Lo supo al instante: Álvaro no solo estaba calentando la voz. Estaba conteniéndose.

Y entonces lo supo también él: no se le estaba pasando. Lo que sentía, lo que había estado intentando callar desde el primer ensayo mental, seguía ahí. Entero.

Pero tenía que entrar. Fingir que estaba bien. Ser el Paul que la gente esperaba, el que se sabía mover en el escenario, el que cantaba miles de canciones… pero nunca esa.

La puerta estaba entreabierta. Paul la empujó con cuidado, asomando primero la cabeza.

El camerino era una sala pequeña, sin ventanas. En una esquina, un burro con ropa de retos anteriores. Un sofá con una mesa baja delante que tenía restos de un café a medio tomar y una botella de agua sin tapón. Había algo improvisado y real en ese caos. Como ellos.

-       ¿Molesto?

Álvaro, frente al tocador, estaba afinando la voz mientras se retocaba el maquillaje. No se sobresaltó.

-       No. Pasa.

Paul entró y se sentó en el filo del sofá, con las manos entrelazadas. Álvaro siguió vocalizando en tono bajo, como quien necesita que el cuerpo recuerde lo que la mente intenta olvidar.

-       Sigues maquillándote igual – dijo Paul, casi sin querer.

-       ¿Y tú sigues observando igual? – Álvaro sonrió por el reflejo.

Paul bajó la mirada, sonriente. El comentario no era coqueto, pero venía cargado de historia.

-       Supongo que algunas cosas no cambian.

Álvaro se giró por fin, apoyando la cadera contra el tocador. Había algo nervioso en su postura, pero no incómodo. Lo miraba de frente, como si intentara descifrar hasta dónde llegaba Paul.

-       Tony me dijo que aceptaste – añadió.

-       No es que tuviera muchas opciones.

-       Siempre hay opciones – replicó Álvaro, con tono sereno – Pero me alegro de que hayas dicho que sí.

Sus ojos estaban un poco más brillantes de lo habitual. O era el maquillaje. O era otra cosa.

-       Va a ser raro cantar esto – dijo en voz baja – Más que raro.

-       No la hemos vuelto a cantar desde entonces – susurró Paul.

-       Es solo una canción – respondió Álvaro, más para sí mismo que para el chico.

-       Nunca fue solo una canción.

Álvaro lo miró. No añadió nada, pero en su silencio había un acuerdo tácito: ambos sabían lo que esa canción representaba. Cómo se habían mirado  durante el primer ensayo. Cómo habían terminado abrazados después del segundo.

-       ¿Y tú? ¿Estás bien con esto?

Paul tardó en responder. Alzó de nuevo la mirada, más suave esta vez.

-       No sé. Hay canciones que no se pueden cantar sin que algo se mueva por dentro. Pero... al menos esta vez nadie puede nominarnos, ¿no?

Álvaro sonrió, apenas, como quien se rinde ante un recuerdo que preferiría no desempolvar.

-       No. Esta vez no. Bueno, ¿vas a querer hacer un mini ensayo o aun te acuerdas?

-       Recuerdo todo.

Una mirada, un segundo más, y todo podía haberse dicho. Pero ninguno lo hizo. Álvaro se levantó, fue hasta el burro y buscó su bolso.

-       Creo que me da tiempo a fumar antes de que empiece todo.

La frase, lanzada al aire sin intención aparente, atravesó a Paul como una nota disonante.

Y, sin embargo, el recuerdo no era ruido. Era un rincón guardado: una fiesta, una terraza, una noche. Risas mezcladas con frío. Paul siguiendo a Álvaro sin pensarlo, solo porque quería estar allí, incluso si el olor del tabaco se le quedaba en la ropa. Incluso si lo odiaba. Con él, no importaba.

Álvaro se giró ligeramente, como si esperara algo. Pero no dijo nada. Y Paul se quedó sentado. El impulso estaba ahí, tan fuerte como antes. La pierna le tembló apenas, pero no se movió.

-       Nos vemos en un rato.

El rizado se marchó y Paul se dejó caer de nuevo. Se frotó la cara con las manos, frustrado. Algo dentro de él sabía que tendría que haber ido. Que el cigarro no era solo un cigarro. Era una puerta que podía haberse abierto. Como aquella vez.

 

Chapter 4

Notes:

Esto es un regalito especial por el "aniversario" de la ultima vez que se pudo escuchar Amapolas en directo, aunque solo fuera Alvaro cantando un trozo en un concierto de los 40

Chapter Text

El silencio del camerino parecía una trampa. Todo estaba preparado: el micrófono ya ajustado a su cintura y la botella de agua sin abrir. Pero Paul no se movía del sofá.

Las luces frías del espejo le devolvían una versión de sí mismo que no terminaba de reconocer. Serio, más pálido de lo normal, con el ceño apenas fruncido. Como si estuviera tratando de adivinar qué pasaría después, pero sin poder evitar imaginar lo peor.

La canción le pesaba en el pecho como una losa. Amapolas. Podía cantarla de memoria, incluso dormido, pero ese no era el problema. Lo difícil no era la melodía ni las notas. Lo difícil era que cada una de esas frases aún olían a lo que fueron. A esa semana donde ensayar dejó de ser un deber y se convirtió en una excusa para mirar a Álvaro un poco más, para agarrarle la mano cuando estaban de espaldas, para olvidarse del concurso.

Abril les había pedido que actuarán como una pareja de enamorados. El problema fue que no tuvieron que actuar mucho.

Paul apretó la mandíbula. Cerró los ojos un momento. Recordó una escena casi insignificante: Álvaro, en la sala de ensayo, bromeando con un acorde mal tocado, él riéndose con la cabeza gacha, sin saber cómo disimular lo que ya sentía.

Entonces, no había cámaras. Solo ellos. Y ahora, todo el mundo los iba a ver cantando esa canción . Otra vez. Como si nada hubiera pasado. Como si no se hubieran hecho daño. Como si no siguiera pasando algo.

Llevaba toda la noche esquivando esa certeza, pero allí, en el camerino, no tenía escapatoria. Volvía a sentir. Tal vez no lo quería. Tal vez no sabía qué hacer con eso. Pero era así. Estaba ahí, latiendo entre verso y verso.

Lo que no sabía era si Álvaro sentía algo también. Si cantar Amapolas iba a abrirle una herida o simplemente sería una performance más para él. Profesional. Distante. Inofensiva.

Un golpe suave en la puerta lo sobresaltó.

- Paul – dijo una voz desde fuera – te llaman. En breve salís.

Él tragó saliva. Asintió, aunque nadie pudiera verlo. Se levantó del sofá despacio. Se miró una última vez en el espejo. No dijo nada. No ensayó nada. Solo inspiró hondo y salió por la puerta.

Paul llegó primero. Siempre llegaba antes cuando tenía nervios. La parte trasera del escenario estaba semioscura, salpicada por destellos de focos que parpadeaban mientras el equipo hacía los últimos ajustes. Se escuchaba el murmullo expectante del público al otro lado del telón y, de fondo, una música suave que marcaba los minutos que quedaban antes del reto.

Se detuvo junto al cortinaje, respirando hondo. Desde ahí podía ver la disposición del escenario: sin laberintos esta vez. Nada de metacrilato, ni juego de reflejos. Solo un espacio abierto, limpio, casi crudo. Un escenario central, dos pasarelas laterales, y al fondo, una plataforma circular más pequeña.

-  Nada que ver con la escenografía de OT, ¿eh?

La voz lo sacó de su pensamiento. Álvaro.

Paul giró el rostro. Lo vio acercarse despacio, ya con la petaca enganchada a la cadera, el pelo algo revuelto y esa energía tensa que solo tenía cuando estaba al borde de una actuación importante.

- No. Ahora es todo más… directo – respondió Paul, con una media sonrisa.

- O más expuesto – dijo Álvaro, mirando las pasarelas – Aquella vez al menos teníamos dónde escondernos.

- Tú decías que eran como barreras de hielo – le recordó Paul, bajando la voz sin darse cuenta.

-  Y tú dijiste que te gustaba perderte – contestó Álvaro, medio sonriendo.

Hubo un silencio suave. Álvaro, como si necesitara llenar el espacio entre ambos con algo más concreto, sacó un pequeño bote de caramelos de menta de su bolso. Lo agitó un poco, como si ofreciera algo valioso.

- ¿Quieres uno?

Paul dudó un segundo, pero al final asintió. Al pasarle el bote, sus manos se rozaron. Apenas un segundo. Pero fue suficiente.

Ambos levantaron la mirada, al mismo tiempo. Se quedaron así. Viéndose. Como si ese gesto mínimo hubiera abierto un hilo invisible que no sabían si querían cortar.

Y entonces, la voz inconfundible de Tony Aguilar los sacó del momento.

- ¡Aquí están mis chicos! – dijo, entrando con paso animado y la sonrisa de siempre – Gracias por esto, de verdad. La gente se está volviendo loca, se viene un momentazo.

Paul y Álvaro se separaron sutilmente, como si un resorte invisible los empujara hacia lados opuestos. Paul cogió uno de los caramelos e iba a devolverle el bote a Álvaro cuando Tony lo vio.

- ¿Eso qué es? ¿Mentas? ¿Puedo?

- Claro – respondió Álvaro.

Tony tomó uno con confianza, lo lanzó a su boca y sonrió con gesto burlón.

- ¿Sabéis que en mi época esto era lo más? Nos los metíamos antes de liarnos con alguien. O para disimular si venías de fumar a escondidas. El clásico: tabaco, colonia barata y caramelos o chicle. La santa trinidad del ligue adolescente.

Paul bostezo. Álvaro se recogió un rizo detrás de la oreja.

Ambos sabían lo que recordaban: aquella vez, en Operación Triunfo, al final de la actuación. La forma en que se miraron justo cuando la música terminó. El impulso compartido. Las ganas de cerrar el momento con un beso... que no llegó. Porque estaban en directo. Porque no era el momento.

Tony no notó la tensión. Siguió hablando animado hasta que un regidor se acercó a él para avisarle de que ya casi habían alcanzado la cifra. Les deseo suerte y salió a hablar con el público.

Paul solo alcanzaba a oír un eco lejano. En su pecho, el recuerdo ya había empezado a vibrar. Y no había caramelos que lo ocultaran. 

- ¡Buenas noches a todos otra vez! — dijo Tony, con esa voz suya que parecía nacida para presentar finales apoteósicos — Qué gala estamos viviendo. Qué noche tan especial. Y sabéis qué… ¡ lo hemos conseguido !

Las mesas se llenaron de aplausos y gritos celebrando.

- Gracias a vuestras donaciones — siguió —, se ha alcanzado la increíble cifra de XXX.XXX euros. ¡Lo que significa que el reto de Álvaro se activa oficialmente!

Más aplausos. En la pantalla del fondo, apareció la cifra en grande, junto con una lluvia de confeti digital.

- Y no es un reto cualquiera. Es una canción que muchos de vosotros lleváis tiempo pidiendo volver a escuchar… y que significó mucho para todos los que seguimos aquella edición de Operación Triunfo.

Paul sintió cómo la boca se le secaba. Álvaro mantenía la vista baja, pero los dedos de su mano derecha se movían con nerviosismo junto al micrófono.

- Una canción que nos hizo emocionarnos, que nos hizo creer en la química verdadera… y que también dejó una herida — continuó Tony, con un tono más suave — Porque fue la última vez que vimos a estos dos grandes artistas cantar juntos encima de un escenario… hasta hoy.

Paul sintió que el aire se volvía más denso a su alrededor. Trató de mantener el rostro sereno, pero no pudo evitar mirar, solo por un segundo, a Álvaro.

Y Álvaro ya lo estaba mirando.

- Así que, esta noche… por fin cerramos ese capítulo. Con una canción que no es solo música, sino memoria, emoción… y una historia que aún vive en los corazones de muchísimos fans. Para demostrar que la música no solo nos construye, también nos reconcilia.

Tony dio un paso atrás, mientras los focos comenzaron a atenuarse lentamente al otro lado del telón.

- Con todos vosotros… “Amapolas” , por Paul y Álvaro.

El telón se alzó con suavidad, revelando una tenue neblina flotando sobre el escenario. La luz cálida, apenas dorada, comenzaba a bañarlo todo como si acabara de amanecer.

Y entonces, del lado derecho, Álvaro apareció. El contraste entre el azul y el blanco le daban una apariencia casi etérea. Caminaba con paso seguro, aunque Paul — esperando entre bastidores al otro extremo — reconoció en su silueta una tensión contenida.

 

Tú y yo

Pensando que somos el centro

Del universo

 

Su voz sonaba distinta. No por técnica, sino por algo que Paul no sabía nombrar. Una vulnerabilidad nueva. Como si cada palabra fuera, de verdad, solo para él.

Apretó los dedos en el puño cerrado junto a su costado. Era su turno.

 

Tú y yo

Jugando a que salte la tensión

Y todo se haga fuego

 

Al salir, la luz lo abrazó como un fogonazo. Paul avanzó desde el lado izquierdo, los pasos tan medidos que parecían no tocar el suelo. No miró directamente a Álvaro, pero cada nota que soltaba lo guiaba hacia él, como si estuviera siguiendo un hilo invisible.

Álvaro continuó, con un timbre más bajo, casi confesional:

 

Y será así

Hasta que salte la presión

 

Paul respondió, más suave que en los ensayos. Más sincero de lo que esperaba.

 

Y cuando salte la presión

Te leo lo que te escribí

 

Y ahí estaban. Justo en el centro del primer escenario. Las luces ascendieron un punto. No había pantallas, ni laberintos de metacrilato esta vez. Solo un círculo de suelo iluminado bajo sus pies.

Y ellos dos. Paul sintió el calor de Álvaro al colocarse espalda con espalda. Sintió la línea de su columna alinearse con la suya. Un roce familiar. Un contacto que reconocía incluso después de tanto tiempo.

Álvaro buscó su mano detrás del cuerpo, sin mirar. Paul la tomó sin dudar. Y entonces, juntos, el estribillo comenzó:

 

Tú y yo

Cantándole a las amapolas

Riéndonos que el río llora

Y escuchando lo que te escribí

 

Las voces se mezclaron con una naturalidad dolorosa. Como si no hubieran pasado meses. Como si nunca hubieran dejado de cantar así. Y mientras los focos giraban en cámara lenta sobre ellos, Paul sintió que su pecho vibraba no por el sonido, sino por la memoria.

Lo había echado tanto de menos.

A mitad del estribillo, sin soltarse las manos, se giraron al mismo tiempo. Frente a frente. Y el mundo se encogió.

 

Tú y yo

Bailando alrededor del río

Aceptando todo lo que vino

Bebiéndolo y dejando ir

 

La mirada de Álvaro lo alcanzó como un golpe bajo. Paul no podía huir de ella. Y tampoco quería. No sabía qué veía Álvaro en él, si nostalgia, miedo o deseo. Pero sí sabía lo que sentía él: una punzada de algo que no había terminado de morir.

 

Bebiéndolo y dejando ir

Bebiéndolo y dejando ir

 

La última nota del estribillo se disolvió en el aire como una exhalación compartida. Todavía de frente el uno al otro, Paul y Álvaro soltaron lentamente sus manos. El roce final pareció durar más de lo que físicamente duró.

Sin una palabra, cada uno giró en direcciones opuestas.

 

Tú y yo

Jugando a escondernos del sol

Y todo se haga el fuego

 

Alvaro cantaba mientras cruzaba la pasarela situada al lado izquierdo, proyectando destellos del corset azul eléctrico cada vez que la luz lo alcanzaba de perfil. Caminaba erguido, con el rostro ligeramente alzado, como si no le pesara nada.

Paul lo miraba mientras empezaba su camino por la pasarela derecha con algo más de pausa, como si necesitara convencer a su cuerpo de seguir adelante. El público lo miraba en silencio reverente, pero él solo buscó dos rostros.

Ruslana, con sus manos entrelazadas y los ojos grandes, le lanzó una sonrisa temblorosa. A su lado, Lucía alzó la barbilla apenas un poco y le ofreció un gesto breve con la mano, ese que usaban cuando algo dolía pero había que sonreír igual.

Paul intentó corresponder, pero dentro de él la tormenta era más fuerte que nunca. Cada palabra de Álvaro lo alcanzaba desde el otro lado del escenario como si le estuviera hablando solo a él. Porque sabía que lo hacía. Porque sabía lo que eso significaba.

Del otro lado, Kiki recibió a Álvaro con una sonrisa cómplice, levantando el puño como si le diera fuerza silenciosa. Pero Salma ladeó la cabeza con suavidad y le hizo un gesto claro con los dedos: más despacio.

Álvaro apenas la miró. No frenó. No podía. 

 

Y será así

Hasta que salte la presión

 

Paul cantó desde la mitad de su pasarela cerrando los ojos por un solo segundo, lo justo para no quebrarse. Sintió que esa presión ya estaba dentro de él, estallando muy despacio, sin hacer ruido.

 

Y cuando salte la presión

Te leo lo que te escribí

 

Los dos — desde los finales respectivos de sus pasarelas — soltaron la frase al mismo tiempo, como si no hubiese distancia alguna entre ellos. Como si sus corazones latieran al mismo ritmo.

 

Tú y yo

Cantándole a las amapolas

Riéndonos que el río llora

Y escuchando lo que te escribí

 

Paul y Álvaro llegaron casi al mismo tiempo al segundo escenario, el que estaba más cerca del público, más cerca de todo. Pero también, más cerca el uno del otro.

El trayecto los había vaciado y llenado al mismo tiempo. El calor de las luces era nada frente al de sus cuerpos, y la emoción que colgaba en el aire tenía un peso exacto: el de lo no dicho, lo no resuelto, lo que siempre había estado ahí.

Se acercaron al centro guiados por el ritmo, por la memoria, por el eco de su historia. Demasiado cerca.

Tan cerca que cuando ambos alzaron sus micrófonos para continuar, los dos se dieron cuenta al mismo tiempo: no había espacio suficiente para mantener la distancia.

Paul fue el primero en bajarlo, lentamente, sin apartar la vista de Álvaro. Le dejó el suyo, como aquella vez — en la academia — en la que compartieron palabras más sinceras que cualquier confesión.

Álvaro comprendió al instante. Y sostuvo el micro entre ellos.

 

Tú y yo

Bailando alrededor del río

Aceptando todo lo que vino

 

Sus voces volvían a entrelazarse, más suaves, más íntimas. Tan cerca que podían sentir el aire que el otro exhalaba entre verso y verso. Tan cerca que cada nota parecía una promesa rota que por fin encontraba redención.

 

Bebiéndolo y dejando ir

Bebiéndolo y dejando ir

 

Paul sintió la vibración del pecho de Álvaro a través del escaso espacio entre ellos. Y de pronto no fue el escenario, ni el reto, ni el público.

Era la sala del piano en penumbra después de una gala. Era una terraza y una manta a cuadros. Era la cama en la esquina más apartada de la habitación. Era una promesa sin palabras cuando sus manos se rozaron por primera vez.

 

Bebiéndolo y dejando ir

Bebiéndolo y dejando ir

 

Pero no lo dejaron ir.  No esta vez. Ninguno quiso cometer el mismo error que entonces: callarse. Ni uno quiso volver a arrastrar lo que había quedado a medias.

Y sin pedir permiso, sin pensarlo más allá del temblor en los dedos, se besaron. Un beso firme. Verdadero. Ineludible.

La música terminó, pero ellos no. La sala, por un segundo, quedó en un silencio imposible.

Y luego estalló. No en sorpresa, sino en aplausos.

Aplausos que no eran por la canción. Eran por todo lo demás.

Chapter 5

Notes:

Cambio de planes, este no va a ser el ultimo capitulo. He prefiero dejar la conversación como final.
Pero no tardareis mucho en tenerla 🤭🤭.

Chapter Text

Habían pasado horas desde la actuación. Desde el beso. Desde ese instante donde todo había explotado y, a la vez, cobrado sentido. Paul no había cruzado ni una palabra con Álvaro desde entonces. No por falta de intentos.

Apenas bajaron del escenario, las felicitaciones, los abrazos, las entrevistas improvisadas y el protocolo se lo tragaron todo. Después, Paul había perdido el valor. O las palabras. O ambas.

Pero lo buscaba. Con los ojos. Con los pasos. Con el pecho.

Y lo veía. Apoyado cerca del fondo, cruzando con alguien del equipo, caminando por el costado de la sala, hablando con Salma. 

Cada vez que decidía acercarse, algo pasaba. Una foto. Un saludo. Una nueva copa que alguien alzaba.

Y otras veces… era él quien no se atrevía.

A su alrededor, la gala seguía con vida propia: la música suave, las copas tintineando, flashes ocasionales de móviles, conversaciones a medio tono, sonrisas que se quedaban cortas. Todo flotaba. Todo menos él.

— Tienes cara de querer estar en otro planeta — murmuró Ruslana a su lado, ofreciéndole un canapé que él rechazó con un gesto.

— Tengo cara de no haber aterrizado aún.

Ella sonrió, sin burlarse. Se acomodó a su lado como si supiera que no era el momento de hablar demasiado.

Ruslana se convirtió en su sombra toda la noche. Y él, en la de ella. Nunca se lo dijeron, pero ambos sabían que se estaban usando como refugio mutuo. Y estaba bien. Por ahora.

En un momento, mientras buscaba en la multitud esa figura que ya se sabía de memoria, Paul vio a Kiki acercarse desde el otro extremo. Ruslana fue más rápida. Le tomó la muñeca con suavidad y tiró de él hacia la zona de los ventanales.

— Aquí se respira mejor, ¿no? — comentó como si nada.

Paul solo asintió, agradecido.

El tiempo siguió pasando. Él y Álvaro se cruzaron miradas al menos dos veces. 

Una fue larga. Inquietante. Prometedora. Paul alzó la cabeza apenas. Álvaro lo notó. Dio medio paso. Y justo entonces alguien lo saludó desde detrás y lo giró.

El reloj marcaba algo más de la una cuando Paul se dio cuenta. Lo supo de golpe. Como quien se da cuenta de que la música cambió sin notarlo.

Miró alrededor, con más intención esta vez. Escaneó la zona de la barra, el fondo del salón, las salidas. No estaba.

Y ahí, entre las luces suaves y el murmullo constante, Paul sintió el vértigo de no saber si se le había escapado algo... o si simplemente lo había dejado ir.

Ruslana volvió con dos vasos.

— Estás más callado que nunca — dijo, ofreciéndole uno.

Paul sonrió. Un gesto pequeño, un intento.

— Estoy intentando no pensar — respondió.

— ¿Y funciona?

— No.

Brindaron sin ganas. Y aunque no lo dijo en voz alta, en el fondo, Paul sabía que lo único que deseaba esa noche era haberse quedado un minuto más en aquel escenario.

 


 

La gala comenzaba a desinflarse como un globo elegante y lento. Las luces seguían siendo tenues, la música ahora era más baja, como si alguien la hubiese envuelto con algodón. Los últimos brindis se hacían con más nostalgia que euforia.

Paul había empezado a sentir ese cosquilleo incómodo que aparecía siempre que la gente empezaba a despedirse. Lo sentía en la espalda, en la nuca, como si algo estuviera a punto de cerrarse y él no quisiera quedarse dentro ni fuera.

— ¿Nos vamos? — susurró Ruslana mientras se acomodaba su chaqueta sobre los hombros.

— Sí. Antes de que la cosa se ponga rara.

Encontraron a Lucia cerca de la zona del bar, conversando con Magi, que sostenía su copa de vino como si aún no quisiera que la noche se terminara. Lucia les vio acercarse y sonrió de inmediato.

— Justo te estaba buscando — dijo, apartándose ligeramente — ¿Ya os vais?

— Sí — respondió Paul, casi en automático.

— Está todo muy lleno, y ya no nos entra más champán ni en el alma — añadió Ruslana con una sonrisa relajada.

Lucia asintió, pero su atención ya estaba centrada en Paul. Le cogió levemente del brazo, como queriendo apartarlo del vaivén de la fiesta.

— Escúchame — empezó con tono emocionado — La actuación con Álvaro… es una locura. Literalmente. TikTok, Twitter, Instagram, hasta en Facebook de tus tías. Están obsesionados. El beso. La química. Las miradas. Todo. Está siendo uno de los clips más virales de la noche. Ya hay cuentas que están reconstruyendo vuestra historia desde OT hasta hoy.

Paul parpadeó. El corazón empezó a acelerarse, no por la noticia en sí, sino por el torrente de cosas que traía detrás. La exposición, los titulares que seguro ya estaban saliendo, la opinión pública armando una narrativa sobre algo que él aún no había logrado ordenar ni para sí mismo.

Lucia seguía hablando, sin notar el leve retroceso de Paul.

— Van a salir artículos en todas partes. Algunos ya están llamando al hotel para entrevistas. Y si jugamos bien esto, podríamos darle una vuelta a tu próximo lanzamiento. Algo limpio, elegante, pero emocional. Tiene fuerza, Paul. Mucha.

Él tragó saliva. No quería parecer malagradecido, ni dramático. Pero sintió el pecho encogerse, como si las paredes del salón se estuvieran estrechando a su alrededor.

— Lu... — empezó a decir.

Pero Ruslana, que lo miraba de reojo desde hacía rato, fue más rápida.

— Perdona, Lucia, sé que esto es importante, pero estoy agotada — dijo, cortando la conversación con una dulzura indiscutible — Paul también. Nos han exprimido todo el jugo y ya no damos más. ¿Te importa si hablamos de esto mañana?

Lucia, desconcertada por un segundo, asintió enseguida.

— Claro. Sí, sí. Tenéis razón. Solo me emocioné un poco.

— Es normal — añadió Ruslana, tomando suavemente a Paul del brazo — Vamos al hotel. Mañana con café y calma, ¿sí?

Lucia sonrió con un poco de culpa.

— Vale. Descansad. Mañana lo retomamos.

Ruslana ya había dado un par de pasos hacia la salida, tirando suavemente del brazo de Paul, cuando la voz grave de Magi los alcanzó por detrás. 

— Paul, ¿puedo hablar contigo un momento? A solas — añadió, lanzando una mirada breve pero clara a Ruslana. 

Ella se giró, frunciendo apenas los labios, pero no protestó. 

— Yo voy pidiendo un coche — dijo, soltando el brazo de Paul con elegancia — Me esperas en la puerta, ¿vale? 

Paul asintió. Le dolían un poco los hombros de la tensión, y también de soltar a Ruslana, que había sido su escudo y su refugio durante horas. 

Lucia se despidió con un gesto rápido y se fue con Ruslana, dejándolos solos en ese rincón menos ruidoso de la gala, donde el brillo de la noche parecía ya difuminarse. Magi se acercó, sin prisas. Lo miró con una expresión que Paul ya le había visto antes: cuando no sabía si debía mandar un mensaje a Álvaro o dejar que pasara el tiempo. 

— No te voy a quitar mucho tiempo — dijo con suavidad — Solo quería decirte algo antes de que te fueras. 

Paul asintió. No confiaba en su voz todavía. 

— Os vi esta noche. No solo en el escenario — añadió — Os vi. Como antes. 

Paul parpadeó, sintiendo el golpe cálido y punzante en el pecho. 

— No fue planeado — murmuró — El beso. 

Magi sonrió, apenas. 

— Ya lo sé. No habría funcionado si lo fuera.

Se hizo un pequeño silencio.

— Sabes que yo estaba allí, ¿verdad? — continuó Magi — Cuando salisteis de la academia, cuando os disteis una oportunidad. Cuando creísteis que con amor bastaría. 

Paul bajó la mirada. 

— No bastó.

— No — concedió Magi — Pero el cariño sigue ahí. No lo he visto desaparecer. Esta noche lo habéis llevado al escenario y lo habéis dejado todo ahí. No solo una canción. No solo un momento viral. 

Paul se pasó la lengua por los labios, nervioso. 

— Tengo miedo de que todo se descontrole. Otra vez. 

— Ya se ha descontrolado — respondió Magi, sin dureza — Pero eso no significa que vaya a doler igual. Habéis crecido. No sois los mismos que entonces. 

Paul respiró hondo. Sabía que tenía razón. Sabía que Magi no hablaba desde el espectáculo, sino desde la experiencia. Desde el afecto que siempre había tenido por ambos. 

— No quiero cometer los mismos errores — dijo Paul, casi en un susurro. 

— Pues no los cometas. Pero tampoco huyas de las segundas oportunidades solo por miedo. A veces, las que de verdad importan… son esas. 

Se miraron un segundo más. Magi le dio una palmada en el brazo, como si lo hubiera dicho todo. 

— Descansa. Mañana todo será ruido. Hoy, al menos, todavía puedes escuchar lo que sientes. No lo ignores. 

Y con eso, se fue. 

Paul se quedó allí, por primera vez en toda la noche, sintiendo algo parecido a la calma. No era total, no era fácil. Pero era real. 

Y sabía que el siguiente paso no podía esperar mucho más.

 


 

El taxi avanzaba por las calles nocturnas de Bilbao, envuelto en el silencio denso que sólo se genera después de demasiadas palabras no dichas. Ruslana cruzaba los brazos, con la mirada fija en las luces que pasaban por la ventana. Paul, con el cuerpo tenso, apretaba el cierre de su chaqueta rosa con una fuerza innecesaria. 

—¿Puedo decirlo ya o vas a seguir haciéndote el tonto? — dijo ella al fin, sin mirarlo. 

Paul no respondió. 

— Perfecto, entonces lo digo: has estado evitando a Álvaro toda la maldita noche. Y a mí, para variar, me has tenido de escudo humano. No soy estúpida, Paul. 

— No te pedí que hicieras nada que no quisieras — espetó él, sin apartar la vista del frente. 

— ¿En serio vas a salir con eso? ¿Con eso? Me llevaste de la mano al maldito baño cuando lo viste entrar en la sala VIP. 

— ¡Estaba nervioso! ¿Es delito ahora? 

— No, pero lo que sí es delito es no tener ni la decencia de hablar con él después de lo que pasó en el escenario. Lo besaste, Paul. Lo miraste como si el mundo se te acabara. Y luego huiste. 

— ¡No sé qué querías que hiciera! — saltó él — ¿Sonreír para las fotos? ¿Invitarlo a una copa? ¿Comentarle que “eh, qué guay todo, ¿nos vemos en otro año a ver si no me desarmó por dentro otra vez”? 

Ruslana lo miró, dolida por la rabia en su voz, pero no retrocedió. 

— No. Quería que fueras valiente. Un poco. Sólo un poco. Porque él lo fue. Subió ahí contigo sabiendo todo lo que eso significaba. Y tú solo supiste esconderte. 

Paul apretó la mandíbula. Sus manos temblaban un poco sobre sus rodillas. 

— Tú no entiendes lo que fue eso. Lo que es él para mí. Nunca has sentido lo que es besar a la persona por la que sientes algo de verdad, con la que compartiste algo que te cambió — Se giró hacia ella, herido — Tú no entiendes lo que es que ese beso te reviente por dentro. Que lo quieras repetir y al mismo tiempo no puedas respirar del miedo.

Ruslana lo miró en silencio por unos segundos. Luego suspiró. Su voz fue más baja, pero firme. 

— Sí, lo entiendo. 

Paul frunció el ceño, sin entender. 

— ¿Qué? 

— En el tren. Camino a Bilbao — Ruslana tragó saliva, el tono vulnerable por primera vez — Me besé con Kiki.

El silencio cayó con un peso seco entre los dos. El taxi pasó por una calle iluminada por farolas bajas, y la luz hizo brillar los ojos de Ruslana como si fuera a llorar, aunque no lo hizo. 

— ¿Qué...? — empezó a decir, aturdido. 

— Fue repentino. No estaba planeado. Pero pasó. Y desde entonces, no dejo de pensar en ello. Así que no me vengas con que no entiendo lo que es besar a alguien que te importa y luego estar hecho un lío. 

Paul dejó caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Respiró hondo. 

— Por eso no te acercaste a Kiki en toda la noche… — dijo en voz baja, como si de pronto todo encajara — Por eso la evitaste, igual que yo a Álvaro. 

Ruslana se encogió de hombros, pequeña por un instante. 

— Sí. Exactamente por eso. 

Paul asintió, aún sin poder mirarla del todo. El taxi giró la última esquina antes del hotel. El edificio se alzaba iluminado, como una meta que no sabían si querían alcanzar. 

— Somos unos cobardes — murmuró Paul. 

— Unos cobardes con talento, pero cobardes al fin y al cabo — bromeó ella, con una media sonrisa triste. 

Ambos se quedaron callados, reflexionando sobre esa noche. Se bajaron del coche como quien llega a un campo de batalla sin tener una estrategia clara ni de defensa ni de ataque. 

— Y ahora, ¿qué hacemos con esto? 

— Dejar de huir. Al menos intentarlo — lo miró — Mañana, yo hablaré con Kiki. Tú con Álvaro. 

Paul asintió, tragando saliva. 

— A primera hora. 

— Sin falta. 

Ambos entraron al hotel ya más tranquilos sabiendo que al menos, tenían un plan.

 


 

El ascensor se abrió con un leve sonido metálico y Paul salió junto a Ruslana. Caminaron por el pasillo alfombrado, en silencio, arrastrando el cansancio de la noche como un abrigo mojado. Paul rebuscaba en su bolsillo la tarjeta de la habitación, con la cabeza baja… hasta que frenó de golpe.

Allí estaba Álvaro, de pie frente a la puerta de su habitación.

Apoyado contra la pared, con ropa cómoda y el pelo algo revuelto, Álvaro levantó la mirada al oírlos. Se quedó quieto, como si temiera haber irrumpido en un sueño demasiado frágil.

— Hola — dijo, con la voz baja, casi vulnerable — Te estaba esperando. ¿Podemos hablar?

Paul no dijo nada. Notó cómo su estómago se encogía, el corazón le martilleaba el pecho como si quisiera salirse, pero no se movió. No retrocedió.

A su lado, Ruslana lo observó un instante y luego dio un paso adelante.

— Ey — saludó a Álvaro con un abrazo — Mañana hablamos, ¿vale?

— Claro — respondió Álvaro, relajando un poco los hombros.

— Yo… voy a hablar con Chiara ahora — añadió Ruslana al girarse hacia Paul, lo bastante bajo como para que solo ellos dos lo oyeran.

Álvaro, que alcanzó a escucharla, intervino:

— Está en la 615. Justo al fondo del pasillo — dijo con naturalidad, sin juicio.

Ruslana lo miró, sorprendida pero agradecida.

— Gracias — asintió.

Luego se volvió hacia Paul y le dio un abrazo con cariño para darle fuerzas.

— Vas a estar bien — le dijo en voz baja pero con determinación — Escúchalo. Habla. No huyas.

Paul tragó saliva. No confiaba en su voz, así que solo asintió. Ruslana se inclinó y le dio un beso en la mejilla antes de alejarse por el pasillo.

Álvaro se apartó ligeramente de la puerta, dándole espacio.

Paul sacó la tarjeta de su habitación, el pulso temblándole en los dedos.

— ¿Dentro? — preguntó, sin levantar del todo la vista.

— Si tú quieres — respondió Álvaro, con suavidad.

Paul asintió, y con un leve clic , abrió la puerta.

Y entraron.

 

Chapter 6

Notes:

Aprovechando que hoy se "reencuentra" los niños en Zarautz, tenia que subir este ultimo capitulo.

Esperemos que haya manifestado bien.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La puerta se cerró suavemente y el silencio que quedó en la habitación pesaba. Paul se quedó de pie junto a la cama, sin moverse, las manos aún cerradas en puños suaves. Álvaro, de pie cerca del escritorio, parecía buscar cómo encajar en el espacio sin invadir demasiado.

— Dame un momento — murmuró Paul, rompiendo la tensión sin atreverse a mirarlo — Voy a cambiarme.

Solo entonces se dio cuenta de lo ridículo que debía parecer, aún con la ropa de gala mientras que Álvaro, con una camiseta blanca y un pantalón de chándal, parecía pertenecer a otro mundo mucho más tranquilo. No esperó respuesta: cogió algo de ropa del armario y se metió en el baño.

Apoyó la espalda contra la puerta al cerrarla y dejó escapar un largo suspiro. Se miró al espejo mientras se quitaba la chaqueta, despacio, como si cada botón le diera un segundo más para pensar. Había imaginado que tendría hasta mañana para prepararse mentalmente, para ordenar qué decir, cómo decirlo. Pero no. Álvaro estaba allí, en su habitación, y ya no había tiempo.

Mientras se ponía una camiseta negra y se deshacía del nudo de los zapatos, la imagen de lo que había pasado esa noche, sobre todo en la actuación, volvía una y otra vez: sus manos rozándose, las miradas, el beso final. ¿Era eso lo que él quería aclarar ahora? ¿O había algo más detrás de todo esto?

Se mojó la cara con agua fría, tratando de despejar la maraña de emociones que lo tenía en vilo. Cuando estuviera listo para salir, sabía que las palabras tendrían que salir tal como vinieran, sin ensayos.

Al salir del baño, se encontró con que Álvaro se había sentado en el sillón que había cerca de la cama. El castaño lo vio y decidió romper el hielo.

— Gracias por aceptar el reto — dijo en voz baja, sincera — Sé que no tenía que ser fácil… hacerlo. Cantar eso. Conmigo.

Paul levantó la vista, lo miró un segundo y luego bajó la mirada de nuevo. Notaba los latidos del corazón en la garganta, en los dedos, en el pecho.

— ¿Cómo estás? — añadió Álvaro, con cuidado.

La pregunta, simple, cargada de todo lo que no se decían, lo empujó más allá del límite. Paul tragó saliva. Quiso contestar, lo intentó. Abrió los labios, pero el aire se le quedó corto.

— Yo… — empezó, pero la voz se le quebró.

Sus cejas se fruncieron, confundido con él mismo. Dio un paso hacia el ventanal, dándole la espalda a Álvaro como si eso ayudara a pensar.

— Es demasiado — confesó al fin — Todo esto. La gala, el reto, la canción, el beso... Las cámaras. La gente hablando. No he podido respirar realmente desde que bajamos del escenario.

Álvaro asintió. No lo interrumpió. Su voz también parecía pesarle cuando por fin habló:

— Yo tampoco sé cómo sentirme — admitió — Pero sé que he sentido algo. Toda la noche. Desde que te vi en la alfombra… hasta ahora. Ha sido como una corriente que no ha parado. Me jodió la cabeza. Y el corazón, creo.

Paul no respondió de inmediato. El silencio no era cómodo, pero ya no dolía como antes. Era más bien un eco entre los dos, como si cada uno intentara ubicar lo que sentía en medio de ese caos interno.

Entonces, sin mirar aun directamente a Álvaro, Paul exhaló una pequeña risa. Una de esas que salen sin permiso, más vértigo que alegría.

— ¿Sabes qué es lo peor? — murmuró, girando un poco para mirarlo de soslayo — Que la última vez que cantamos esta canción… nos nominaron porque decían que no teníamos química.

Álvaro también sonrió, ladeando la cabeza.

— Ya ves. Igual estábamos demasiado ocupados intentando no mirarnos para que no se notara — bromeó, y la sonrisa en su voz fue un bálsamo inesperado.

Paul se dejó caer contra el marco del ventanal con los brazos cruzados, algo más relajado.

— Y hoy nos besamos. Supongo que eso habría sido motivo de expulsión directa — ironizó, aunque en su mirada se le escapó algo más suave.

— O de pedirnos perdón por no haberlo visto antes — respondió Álvaro, ya con una sonrisa más abierta.

Se miraron por fin. Fue un segundo apenas, pero distinto. No había fuego contenido ni angustia ni ganas de salir corriendo. Era otra cosa: la conciencia de que esa vez sí había química, tanta que ninguno de los dos sabía cómo manejarla.

Álvaro bajó un momento la mirada hacia sus propias manos, como buscando algo en lo que apoyarse antes de hablar.

— Esta vez… bueno, esta vez sí que lo hicimos — dijo con una media sonrisa que parecía querer aligerarlo todo — Fue solo un beso, ya está. Nada más.

Lo dijo como si quisiera convencerse a sí mismo. Pero en cuanto las palabras se hicieron reales en el aire, a Paul se le tensó todo el cuerpo. Se giró despacio hacia él, sin apartar los ojos.

— ¿Nada más? — repitió, con un hilo de voz, incrédulo.

Álvaro levantó la mirada pero no tuvo tiempo de decir nada más. Paul cruzó la distancia en dos pasos. Lo agarró por la cara, por las mejillas, y lo besó. No fue como el del escenario: no había focos ni público. Fue crudo, intenso, con toda la rabia, el miedo y las ganas que llevaba conteniendo toda la noche.

Al principio, Álvaro no reaccionó. Se quedó quieto, sorprendido, con los ojos aún abiertos. Pero bastó un segundo. Le tembló el aliento. Sus manos se cerraron contra la espalda de Paul y entonces lo besó de vuelta. Con todo. Como si hubiera estado esperando ese momento desde siempre.

Cuando se separó apenas unos centímetros, la respiración de los dos estaba entrecortada. Paul lo miró directamente a los ojos, con la voz baja y temblorosa, pero firme:

—Dímelo ahora, si te atreves. Dime que no significó nada

El silencio que siguió fue tan denso que parecía otro cuerpo en la habitación. Álvaro tenía los labios entreabiertos, los ojos fijos en él, como si acabara de quedarse sin las palabras que un segundo antes parecían tan fáciles.

— ¿Ves? — insistió Paul, con un temblor en la voz — Ni siquiera puedes decirlo.

Álvaro cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse, pero lo único que encontró al abrirlos fue a Paul, tan cerca, tan real, que dolía.

— No me pidas que te lo diga — susurró al fin — Porque me pasé meses intentando que no significara nada cuando todo termino. Intentando borrarte de todo. Y no pude.

La confesión golpeó a Paul más fuerte que cualquier reproche. Dio un paso atrás, como si necesitara espacio, y se pasó las manos por el pelo.

— Yo también — confesó con voz rota — Me encerré, me quedé vacío. Y ni siquiera pude odiarte.

Álvaro lo miró, los ojos brillando con una mezcla de dolor y confusión.

— Yo te odié — susurró — Porque era más fácil que admitir que te echaba de menos.

Paul dio un paso hacia él, la distancia entre ellos era apenas un suspiro.

— En todo este tiempo pensé que ya no sentía nada por ti — dijo, con la voz cargada — pero en realidad… esos sentimientos estaban ahí, ocultos. Y esta noche volvieron con más fuerza que nunca.

Dejo un momento para que Álvaro procesara lo que estaba diciendo y aprovechó para aclarar sus propios pensamientos.

— Pero también tengo miedo — confesó Paul, la voz baja y temblorosa —Miedo de que volver a sentir esto signifique que todo se rompa otra vez.

Álvaro suspiró y dio un pequeño paso hacia él, acortando la distancia sin perder la calma.

— El miedo siempre está ahí — asintió — Pero quizá esta vez podemos intentarlo con los ojos abiertos. Sin escondernos ni fingir.

Paul lo miró, con la respiración agitada, intentando procesar aquellas palabras que sonaban a promesa y desafío.

— No sé si estoy listo para no huir — admitió — pero tampoco quiero seguir alejándonos.

Un silencio se instaló entre ellos, cargado de posibilidades y dudas.

— Quizá podemos aprender de lo que pasó — propuso Álvaro — No para repetirlo, sino para hacerlo mejor.

Paul dejó caer la mirada, luego la alzó con un brillo renovado.

— Me gustaría eso — dijo despacio — Me gustaría intentarlo, aunque dé miedo.

Álvaro sonrió con suavidad y extendió la mano.

— Entonces, paso a paso.

Paul entrelazó sus dedos con los de Álvaro, sellando sin palabras una nueva esperanza.

Álvaro bajó lentamente la mirada y luego apoyó la frente contra la de Paul, cerrando los ojos un instante. Fue un gesto suave, íntimo, que llevaba en sí mismo toda la ternura y la complicidad que aún no se atrevían a decir en voz alta.

Paul sintió el latido acelerado de su pecho, el calor que se extendía desde ese contacto leve, y por un momento todo el miedo pareció ceder un poco.

El silencio volvió a apoderarse de la habitación, pero ya no era incómodo. Era un silencio compartido, lleno de promesas y nuevas posibilidades.

Sin decir palabra, Paul se giró suavemente y se tumbó en la cama, mirando al techo. Álvaro le siguió, acomodándose a su lado, dejando que la cercanía se sintiera natural y tranquila.

— Lucía me dijo que nuestra actuación había sido uno de los momentos más virales de la noche — murmuró Paul — Todo el mundo está hablando de nosotros otra vez.

Álvaro giró un poco la cabeza sobre la almohada.

— Las polvoronas están como locas — dijo con una media sonrisa — En Twitter han empezado a sacar hilos con vídeos antiguos, con todo lo de la Academia. Incluso han sacado todas aquellas pistas que dejábamos cuando estábamos juntos. Como si fueran pruebas de un caso policial.

Paul se cubrió los ojos con una mano, riéndose por lo bajo.

— Madre mía… si ya entonces eran rápidas para pillar las cosas.

— Lo eran — asintió Álvaro, divertido — A veces parecía que ellas sabían más de nosotros que nosotros mismos.

Paul bajó la mano despacio y lo miró de reojo. La sonrisa se le fue apagando poco a poco.

— Me hace gracia verlo ahora… pero también me da miedo — confesó —Todo eso de fuera… la gente hablando, opinando… la otra vez nos empujó a escondernos. Y no quiero que vuelva a pasar. Que pese más lo que digan que lo que sentimos.

Álvaro lo miró en silencio, serio ahora.

— Puede que pese — dijo despacio — pero esta vez no pienso dejar que eso nos rompa.

Paul se giró un poco hacia él, notando que esas palabras le deshacían algo por dentro.

— Porque, al final… aunque todo el mundo hable, aunque nos miren… lo único que me importa ahora mismo eres tú.

Durante un largo momento no dijeron nada. Solo se miraron. Álvaro le tomó la mano y la llevó a su pecho, dejándola allí, sobre los latidos.

— Entonces vamos a centrarnos en eso — susurró — En nosotros. Aquí. Sin ruido.

De pronto, Álvaro se echó a reír, negando con la cabeza, y luego le dio un empujón suave en el brazo a Paul.

— Solo te pido una cosa — dijo con una sonrisa ladeada — que esta vez no tengamos que salir corriendo como dos fugitivos por besarme en plena calle.

Paul frunció el ceño, confundido por un segundo, hasta que Álvaro añadió entre carcajadas:

— ¿Te acuerdas? Aquella noche, en el puente de diciembre, con las capuchas hasta las orejas y Javi Hoyos saliendo de una papelera como si fuera un Pokémon salvaje.

 Paul se llevó la mano a la cara.

— Dios, no me lo recuerdes. Casi me parto el tobillo saltando esa valla.

— Y yo perdí una zapatilla, ¿te acuerdas? estuviste semanas llamándome Cenicienta.

— Por lo menos no llegó a vernos la cara — dijo Paul, riendo también — Aunque estoy seguro de que aún debe tener esa foto pixelada en su galería titulada “beso misterioso bajo farola”.

 Álvaro se calmó poco a poco, bajando la voz.

— No quiero volver a eso. A esconderme. A tener que fingir que me importa más el qué dirán que lo que siento.

Paul lo miró en silencio, los ojos brillando con algo más profundo que la risa de hace un momento.

— Entonces salgamos. Esta vez sin capuchas, sin farolas que parpadean, y sin periodistas metidos en papeleras.

 Álvaro sonrió, tranquilo.

— Y con las dos zapatillas puestas, por favor.

El aire se volvió más ligero al decirlo. Álvaro alargó la mano y le acarició la mejilla con el dorso de los dedos, lento, sin prisa. Paul cerró los ojos un instante, respirando hondo.

— No quiero hablar de todo ahora — susurró Paul, mirándolo de nuevo —Estoy cansado, mi cabeza no da pa más. Pero… quédate esta noche.

Álvaro sonrió apenas y asintió.

— Me quedo — respondió, y tras un segundo añadió — Y si tú quieres, me quedo más allá de esta noche. Para empezar otra vez.

Paul lo miró fijo, sin apartar los ojos, y la respuesta salió sola.

— Quiero. Contigo.

Entonces Álvaro se giró lentamente para acurrucarse detrás de Paul, envolviéndolo con cuidado en un abrazo de cucharita. Paul apoyó la cabeza en la almohada, sintiendo el calor y la seguridad de ese contacto silencioso, como una promesa tácita de que no estaba solo

 Mientras fuera todo seguía ardiendo y, por primera vez en mucho tiempo, ellos solo escuchaban su propio silencio.

 

Notes:

Y esta ha sido el ultimo capitulo de mi primera historia. Espero que os haya gustado 🩷💙

Notes:

Nada de esto seria posible sin mi beta, Jess. Gracias amore