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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-07-26
Completed:
2025-12-03
Words:
62,278
Chapters:
13/13
Comments:
36
Kudos:
20
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3
Hits:
2,125

Desiderium

Summary:

Thalia Vannir, conocida en el mundo de los mortales como Thalia Jackson, gracias a su protectora Sally Jackson; antes había sido otra persona, en otra vida.
Ahora, sin embargo, tiene esa molesta y constante sensación de Presque-vu. Sí, tuvo que buscar la palabra, pero, sinceramente, ¿Quién lo diría?
Ser una maldita diosa de 17 años, heredera al trono de Asgard y de las dos fuerzas cósmicas mas poderosas nórdicas y sin mencionar la magnitud de sus poderes y la marca de almas gemelas en su mano derecha que más que un consuelo parece mas un castigo divino. Si no fue fácil antes no lo va a ser en ningún momento de su vida.
Pero su antigua niñera dijo una vez: «Si la vida te da limones, hazte una caipiriña».
Lo haría. Aunque matara. Que le den a los limones. Que le den a la vida. Y a los dioses.

Notes:

Esta historia seguirá los pasos de la historia de Wen_Xin99 pero con una serie de diferencias, bastante notables para quienes hayan leído ya su magnifica obra de la cual me estoy inspirando y pedido permiso , sabrán de lo que hablo, pero si aún no la han leído, les invito a que la lean . Será un crossover ente Percy Jackson, mitología griega y mitología nórdica. Los primeros capítulos se parecerán demasiado a la obra original pero desde el primer capitulo ya se pueden ver algunas diferencias. De cualquier manera, intentaré ser fiel a su estilo original y espero que disfruten de esta historia que vamos a definirla alternativa a la original . Muchas gracias por todo Wen_Xian99 , eres una de mis autores favoritos , sigue así y espero que todo te vaya bien.

Chapter 1: ξεχασμένος - Abandonada

Chapter Text

Capítulo 1 – Abandonada

ξεχασμένος - Abandonada


 
“Nuestros muertos nunca están muertos para nosotros hasta que los olvidamos.” George Eliot
 


Thalia miró a su alrededor, exhalando tristemente, parecía inútil esperar más de un par de milenios por las visitas de los dioses, ya que una de las personas con las que hablaba a veces, una vez señaló que la definición de locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes; sonriendo amargamente, no pudo evitar estar de acuerdo.
 De pie junto a Leteo, oro por la diosa, una última vez.
 “θεοί, ελέησον”
 Sus pies, ahora mojados.
 Thalía, ahora muerta.
 Para renacer, había que morir, había que perder, y sin la caída de un alfiler, ni tormentas de lluvia Thalia de Anthea cruzó el río, y llegó a las puertas para reencarnar, nadie se daría cuenta, al menos no por unas horas, nadie podría rastrearla, y durante años sin fin ella estaría perdida, qué agridulce que así era como la amada del Olimpo continuaría, sin testigos.
Antes de adentrarse a esas mismas puertas al que Thalia esperaba poder salir de ese tormento en el que se hallaba, una voz cálida, femenina y poderosa retumbó en sus oídos
“No te preocupes diosa joven, aún no ha llegado tu momento y claramente no a corto plazo” 
Thalia estaba confundida ¿De quiénes son las voces que le susurraban?
"Vamos, tu tiempo ha terminado en esta era. Tu destino prosigue en una era aún más lejana en el tiempo " "
Pues tu eres una viajera en el tiempo que accidentalmente acabó en esta era buscando refugio y consuelo"
Thalia estaba demasiado confundida y en shock antes cuentos palabras de esas voces que le susurraban, pues eran tres voces femeninas que hablaban en una sola voz.
“Mi señora, como puede decir semejante locura” “No tiene ningún sentido”
“Al contrario mi querida Thalia” “Tu lugar es en tu era, que es dónde perteneces realmente”
“Mi niña, perdiste tus recuerdos cuando llegaste debido al salto temporal pero no te preocupes llegará a comprenderlo cuando tu memoria regrese” 
“Recuerda estas palabras joven diosa” “No estas sola, nosotras estaremos siempre contigo” 
“Puede que ahora no nos entiendas mi niña, pero conseguirás lo que tanto anhelas, conquistarás a las sombras pues está en tu sangre y, está escrito desde tu nacimiento” 
Thalia comenzó a temblar del miedo y la inseguridad ante tales revelaciones
“No temas ni te inquietes”
“Nosotras te protegeremos en este arduo viaje”
“Ven mi niña” “Es hora de volver a casa”
Una luz resplandeciente apareció delante de las puertas ya abiertas cada vez haciéndose más brillante y atrayente. Thalía comenzó a caminar hacia ella. Solamente escuchó una última cosa antes de que la luz la absorbiera 
“Todo resolverá a tu favor, Thalia hija de Kronos, Odín y Freya” 
Thalia se quedó en shock mientras dejaba que la luz la arrastrara y con eso, Thalia dejó el lugar sin mirar atrás.
________________________________________
 
"¿Cómo no te diste cuenta de que se fue, Hades?", cuestionó Deméter a su hermano, mientras otros dioses intentaban expresar su ira.
Los dioses se sentaron en forma semicircular, los doce, Hestia se sentó en el hogar en el medio, manteniéndolo vivo, Hades en una silla improvisada los miró y levantó una ceja ante la insípida pregunta. 
  —Hermana, espero que no esperaras que, con mi reino tan abarrotado y escaso de personal, me daría cuenta enseguida de un alma dispuesta a cruzar el Lete para reencarnar, sin importar de quién fuera. ¿Tienes idea de cuántos mortales lo hacen cada día? —preguntó Hades arrastrando las palabras—. Sin embargo, estoy tan angustiado como todos ustedes; Después de todo, estamos hablando de Thalía.
 
Todos los dioses esperaban con gran expectación, esperando que llegara una solución.
"¿Hay alguna forma de que podamos rastrearla, hermano?" Sorprendentemente, el que preguntó en voz baja fue Zeus, que parecía miserable.
Podemos intentarlo, pero, siendo sincero, no tenemos muchas esperanzas; Sería inútil en el mejor de los casos. Thalía no recordará nada de haber bañado y bebido en las aguas del Leteo, como todos sabemos, por muy desafortunado que sea. Al decir Hades esto, todos los dioses guardaron silencio. Todos sabían que era cierto. Lágrimas silenciosas cayeron.
“No haremos nada entonces, desafortunadamente, es, como dijo el hermano, inútil buscar, esta reunión queda cancelada”, dijo Zeus después de un grave silencio, los dioses uno por uno comenzó a irse, en silencio, por una vez, ya que todos sintieron la necesidad de llorar.
 
Thalía, Princesa de Anthea.
 
Una mujer que había estado muerta durante más de cuatro milenios ahora estaba viva una vez más, pero su alma yacía en otra era. Alejada de sus hijos y seres queridos. Su alma lloraba y lloraba ante su perdida, aunque estuviera viva en otro lugar, su alma seguía moribunda de dolor entumecido. Un dolor que sería muy difícil de curar. 
La mujer que fue amada por los dioses. La mujer que fue abandonada por ellos. La mujer que los amaba. Y, aún así, traicionada por los mismos. 

________________________________________

Nueva York, EE.UU. UU., 27 de abril de 2018

La academia Yancy era un internado privado para adolescentes ricos con problemas en el norte del estado de Nueva York. Era muy similar a cualquiera de las escuelas anteriores a las que Thalia había tenido el disgusto de asistir. Cada año, Thalía tenía que cambiar de escuela por algún incidente relacionado como no por monstruos de todo tipo. Yancy no era la excepción, con profesores a quienes no parecía importarles que dichos alumnos a los que debían enseñar no eran simples alborotadores, y niños de distintas edades, algunos acosadores, otras víctimas, ella no era ninguna de las dos cosas, claro que no, si tenía que defenderse y poner a la gente en su lugar pues se hacía y punto. Aunque algunos podrían argumentar lo contrario y ese era el gran problema de Thalía: No podía con las injusticias sobre todo con la misoginia. 
Thalía se negó a ser la víctima, se negó a doblegarse. Sus sentidos e intuición se lo impedían.
Nancy Bobofit, sin embargo, encajaba en la primera categoría, era una chica pelirroja y desgarbada, tenía diecisiete años y pensaba que el sol brillaba desde su trasero inexistente, pura arrogancia. Thalia tendría que discrepar cortésmente, ella nunca la menospreciaría por su apariencia, basándose únicamente en principios, ¿el problema?
No tenía reparos en ligar con ella y acosar a su mejor amigo, Grover, que encajaba en la última categoría. Grover era un blanco fácil. Era flacucho. Lloraba cuando se frustraba. Además, estaba discapacitado. Tenía una nota que lo excusaba de no tener educación física de por vida porque tenía una enfermedad muscular en las piernas. Caminaba raro, como si cada paso le doliera, pero no dejes que eso te engañe. Deberías haberlo visto correr el día de las enchiladas en la cafetería.
No es que Grover fuera su mejor amigo, pero al tener dificultades para relacionarse con la gente ya su falta de intuición hacia dichas personas, lo hacía más vulnerable y propenso a ser defendido. Y, por otra parte, el hecho de que esa indeseable y horrenda criatura intentara que Thalia fuera su novia por todos los medios a su alcance, acosos, amenazas, chantajes e incluso intentó sobrepasarse en el baño. ¿Qué pasó entonces? Thalia le dio tremenda golpiza e intento de ahogamiento en el inodoro mientras Nancy luchaba por respirar, solamente cedió cuando varios profesores se separaron a ambas. Thalía solo se ganó un leve regaño ya que utilizó su método preferido para aliviar los castigos: manipulación y lágrimas falsas. Nancy se ganó una expulsión y una orden de alejamiento, pero solamente sería efectivo fuera del ámbito escolar.
Esto nos lleva al momento presente, estaban sentados en el autobús, esperando ir al estúpido viaje escolar al Museo Metropolitano de Arte para ver las exposiciones griegas y romanas, cortesía del Sr. Brunner.
El Sr. Brunner era el profesor de latín en Yancy, uno de los profesores favoritos de Thalia, un hombre de mediana edad en silla de ruedas motorizada. Tenía el pelo ralo, una barba desaliñada y una chaqueta de tweed deshilachada que siempre olía a café. No pensarías que sería genial, pero contaba historias y chistes, y los dejaba jugar en clase. También tenía una impresionante colección de armaduras y armas romanas. Lo único malo es que parecía juzgarme con la mirada y eso a Thalía no le gustaba nada. Odiaba que la gente creyera que por ser chica y la más hermosa sería estúpida o algo así. No era nada tímida, al contrario, era de lo más extrovertida y adicta a los cuchillos. Estaba en su derecho a defenderse de los estúpidos y estúpidas, ¿no?  
A lo que iba, en su experiencia las excursiones escolares no presagiaban nada bueno, pues recordaba que siempre ocurría algún incidente en esos viajes. Mientras reflexionaba sobre ello, Nancy Bobbofit aprovechó para escabullirse detrás de nosotros para atacar a Grover con su asqueroso sándwich de mantequilla de cacahuete y kétchup. Al ver la mezcla caerle por la cara, me puse rojo, y probablemente yo también. Grover me puso una mano en el muslo, sujetándolo ligeramente.
—Está bien, me gusta la mantequilla de maní —dijo Grover, tratando de aligerar la situación.
“Nunca está bien que me traten de esta manera Grover, nunca aceptas esto, quiero matarla tanto”, respondió.
“Estás bien, estás en libertad condicional y cualquier cosa que pase será tu culpa, lo sabes Thalía”. Me acuerdo de Grover, exhalé tratando de calmarme, este sería un viaje muy largo.
Volviendo con Nancy, la cual seguí hasta el baño y le recordé el por qué no debe de meterse con gente indefensa, básicamente le estampé su cara junto al espejo del baño mientras tenía mi mano izquierda sujetándola del cuello y la mano derecha le tapaba la boca. Lo que menos quería era llamar la atención, ¿verdad? Obviamente ella se fue de allí muy asustada, pero me gané como media hora de tranquilidad y paz mental.
________________________________________

Cuando llegamos al museo, el Sr. Brunner nos guio por grandes galerías llenas de eco, algunas interesantes con estatuas de mármol y cerámica antigua, otras no tan interesantes, pero igual de mágicas en la forma en que sobrevivieron millas o cientos de años. Traté de prestar atención a lo que el Sr. Brunner intentó explicar, algo sobre una columna de piedra de trece pies de altura con una gran esfinge en la parte superior, y comenzó a decirnos que era una lápida, una estela, para una niña de nuestra edad, pero fue bastante difícil sintonizar con lo que estaba explicando ya que todos hablaban y cada vez que les decía no tan educadamente que se callaran, la Sra. Dodds me miraba con rabia no bien disimulada.
La Sra. Dodds es nuestra profesora de matemáticas, de algún lugar del norte de Georgia. Siempre usaba chaquetas de cuero, incluso cuando tenía cincuenta y tantos años (mi madre siempre me decía que era de muy mala educación preguntarle a una señora cuántos años tenía sin que se lo pidiera), y eso estaría genial si no me odiara a muerte por alguna razón. No sé qué hice para que mi simple existencia le parezca un insulto a su persona, pero bueno, la gente es rara. Empezó como profesora a mitad de semestre cuando nuestra profesora anterior sufrió una crisis nerviosa.
Le gustaba Nancy, lo cual, sinceramente, era bastante insultante. No soy de criticar a profesores pero que le guste a esa insulsa, horrenda y adefesio humano como que nunca lo entenderé. Parece como si necesitara que le revisesen la vista o algo así, en serio. Que mal gusto. 
Una vez, después de la detención, le dije que no era muy humana y Grover estuvo de acuerdo muy seriamente, lo que todavía me hace sentir rara. Creo saber lo que es, pero todavía no tengo las pruebas necesarias, supongo que al tiempo.
Una vez más le dije a Nancy que se callara, pero esta vez habló un poco más fuerte de lo que pretendía y el Sr. Brunner, después de que los demás terminaron de reírse, me preguntó si tenía algún comentario.
“No, señor” - respondió un poco avergonzada. - Solo comentaba que la señorita Bobofit debería bajar un poco el tono ya que quisiera escuchar su interesante explicación sobre las estelas, si pudiera ser tan amable, claro 
Nancy se quedó temblando de ira al ser expuesta al resto de la clase, mientras los demás se reían y la Srta Dodds la calmaba. 
“Si es tan amable Srta Bobofit de mantenerse lo más callada posible, se loa gradeceríamos.”- Sentenció el Sr Brunner. 
“¿Podríamos decirnos qué representa esta imagen?”- preguntó el señor Brunner señalando la estela.
Después de un rápido análisis, sentí que me invadía el alivio, lo reconocí.
“Ese es Cronos comiéndose a casi todos sus hijos con Rea, excepto a Zeus porque Rea intercambió a Zeus con una roca esperando que Cronos no se diera cuenta”
El señor Brunner sonreaba brillantemente.
¿Y por qué hizo eso?

 Mientras una extraña sensación de presque-vu venía y se iba, respondí.

 

"Kronos, era el hijo titán de los primordiales. Tras vencer a su padre, se convirtió en rey. Milenios después, sin embargo, hubo una profecía: tendría un hijo que haría lo mismo que él. Su hijo vencería y se convertiría en el nuevo rey. Después de eso, Kronos se volvió paranoico y, cuando Rea tuvo seis hijos, se comió a cinco. Rea reemplazó la roca con la que había nacido cuando Kronos se estaba comiendo a los demás. Más tarde, Zeus regresó y engañó a su padre para que vomitara a sus hermanos y hermanas, que ya habían crecido, y juntos derrocaron a los titanes y trajeron una nueva era”.
El silencio fue lo único que encontré, además de la gran sonrisa del Sr. Brunner.
“Así es, Señorita Jackson” 
"Como si fuimos a usar esto en la vida real. Como si dijera en nuestras solicitudes de empleo: 'Por favor, explique por qué Cronos se comió a sus hijos'". Nancy murmuró.
No puede ser más estúpida, en serio- Pensé. Que haya gente así de descerebrada por el mundo…
"Y por qué, Señorita Jackson", dijo Brunner, "parafraseando la excelente pregunta de la señorita Bobofit, ¿importa esto en la vida real?" 
"Te pilló", murmuró Grover. 
"Cállate", susurró Nancy, su cara estaba aún más roja que su cabello.
La historia siempre importa, Sr. Brunner, pero creo que la principal conclusión que podemos extraer de esta historia es que, al intentar evitar un evento, se puede provocar su ocurrencia. Si Cronos no se los hubiera comido, probablemente no habrían tenido motivos para derrocar a su padre.
"Ya veo." El señor Brunner parecía decepcionado. "No es exactamente lo que esperaba oír, pero aún así es una buena respuesta. La historia es correcta, Sr. Jackson. Todos los créditos son para usted. Felizmente, es hora de almorzar."
"¿Señorita Jackson? Quédese, por favor".
Esperaré mientras todos se iban.
"¿Señor?"
El señor Brunner tenía una mirada que no te dejaba ir: unos ojos marrones intensos que podían tener millas de años y haberlo visto todo.
"Debes aprender la respuesta a mi pregunta", me dijo el señor Brunner.
"¿Acerca de?"
Sobre la vida real. Y cómo tus estudios se aplican a ella.
"Oh." 
“¡Pero si soy la mejor de toda la clase!¡Saco la máxima nota en todas mis asignaturas, excepto en matemáticas que la da la Srta Dodds!”- pensé 
"Lo que aprendas de mí", dijo, "es de vital importancia. Espero que lo trates como tal. Solo aceptaré lo mejor de ti, Thalia Jackson".
"¡Ay, si! ¡Como no, otro que quiere ponerme las cosas difíciles! Solo quiero un poquito de paz sin el agobio o el acoso de todos, ¿eso sería un crimen?" Pensé.
“Sí, señor, haré todo lo posible por no decepcionarlo.
"Vaya a comer su almuerzo, Sr. Jackson"
La clase estaba reunida en la escalera de entrada del museo, sobre nosotros parecía formarse una tormenta, siempre me han gustado las tormentas, algo en ellas me dejaba melancólico y un poco triste, pero también con una profunda nostalgia, saudade, me dijo una vez mi madre, como diría mi abuela.
Sin embargo, esta tormenta me aterrorizó un poco, con nubes más negras que nunca había visto sobre la ciudad. El clima en todo el estado de Nueva York había sido extraño desde Navidad. Habíamos tenido enormes tormentas de nieve, aunque me encantaban las tormentas de nieve, las inundaciones e incendios forestales habían causado muchos incidentes por rayos que emitían. No me habría sorprendido si se tratara de un huracán. Aún recuerdo la de veces que mi hermano gemelo Alex y yo, junto con mi otra mejor amiga y tocaya jugábamos en la calle cuando había una tormenta de nieve. Nos lanzábamos bolas de nieve hasta que Lía se tropezaba por el hielo que se formaba en el suelo que lo hacía muy resbaladizo y eso causaba que nos riéramos a más no poder, mientras nos perseguía una encolerizada Lía. La llamábamos Lía porque ambas tenemos el mismo nombre y detestamos que lo llevamos, así que siempre nos hacíamos llamar al dúo Thalía, a mí me decían Thal ya ella Lía y así surgió todo, hasta que desapareció. Me entristeció mucho no volverla a ver. Alex tenía un mejor amigo que era el hermano pequeño de Lía, se llamaba Jason. Con las mismas circunstancias que su hermana, desapareció.
Eso fue hace cinco años, y, justamente el año pasado mi hermano se fue a estudiar al estado de Jersey mientras yo me quedaba aquí. Nos dolió mucho separarnos, somos uña y carne, como quien dice. Al fin y al cabo, somos gemelos. 
“θεοί, ελέησον”, dije reflexivamente, solo para parpadear después, sin saber qué me invadió, pero sabiendo instantáneamente lo que significaba, que los dioses tengan piedad. Él esperaba que así fuera.

 

Chapter 2: Eρινύες - La Furia

Notes:

Eρινύες. Erinys - Furias en griego antiguo según Google.

Por favor, comparte tu opinión. También estoy abierta a críticas constructivas.

Espero que os guste el capítulo.

Muchas gracias Wen_Xin99 por comentar . Espero que estés bien y que todo esté como debe ser.

Chapter Text

Capítulo 2: Eρινύες - La Furia

 

¿Alguna vez te has enamorado? Horrible, ¿verdad? Te hace tan vulnerable. Te abre el pecho y el corazón, y significa que alguien puede entrar en ti y arruinarte.

- Neil Gaiman, El hombre de arena, vol. 9: Los bondadosos

 

Hera nunca bajó del Olimpo.

Bueno, normalmente no, en realidad no. ¿Pero hoy?

Hoy fue diferente.

Hera descendió después de una seria pelea con Zeus.

¿El tema?

Como era de esperar, rompe sus votos matrimoniales demasiadas veces. Después de tantas veces ya había perdido la cuenta. Si era sincera consigo misma, ya no había amor por parte de los dos, No es que la hubiera porque su matrimonio era meramente político, pero era lo suficiente para que no dejara de doler, aunque sea un poco. Solamente albergaba una clarísima obsesión muy mal sana hacia su esposo. Siempre y cuando Zeus se mantenga a su lado todo estaría bien. Hera se sentía recluida en sus deberes divinos que intentaba ignorar las aventuras de su esposo, aunque sea solo un momento. A Hera le encantaría poder hacer lo mismo que hacía Zeus, pero no era la diosa del matrimonio por nada. 

Sin embargo, no fue a Atenas ni a ninguna de las ciudades-estado; no, fue a Anthea, el pequeño reino que se encontraba cerca del Mar Negro, bañado por sus aguas. Se dirigió tranquilamente a la pradera, que tenía una magnífica vista al mar, solo para encontrarla ya ocupada por una doncella que aparentaba poco más de 16 años. Un poco molesta, la diosa de cabello oscuro se dio la vuelta para marcharse. Ella quería un poco de tranquilidad.

“Por favor, quédate”, dijo la niña aún sin nombre, sin sentimientos presentes en su dulce voz como la miel.

Hera hizo una pausa, reflexionando sobre sus opciones, demasiado curiosa para su propio bien acerca de la chica, que parecía el humano más hermoso que jamás había visto, con cabello tan oscuro como el carbón, piel con un brillo dorado, mejillas sonrosadas, piernas largas -se cuestionó seriamente de haber nacido hombre habría intentado seducir a esta belleza y posiblemente la cortejaría- y los ojos verdes más bonitos que rivalizaban con los de su hermano. Evidentemente, la joven era una grave problema si alguien más, como su esposo, se fijara en ella.

Hera se giró, levantando una ceja, sonriendo levemente, se quedó.

“Por supuesto, ¿Cómo podría decirle que no a la mujer más bonita que he visto jamás? “- respondió Hera con una sonrisa sincera y amigable.

La bella respondió con la risa más encantadora que Hera jamás había oído – A Hera le encantaría entablar una sincera amistad con la chica, le parecía lo suficientemente inteligente, educada y digna para mantener una conversación con ella.

“Me siento honrado de que una dama tan hermosa como usted me permita compartir este bello espacio”

 Hera se movió para sentarse cerca de la joven, después de ser invitada.

“¿Cuál es tu nombre, linda?” preguntó Hera.

“Thalia, princesa de Anthea, mi señora, ¿puedo pedir la suya?”, respondió la ahora nombrada Thalia.

“Hera” Hera sonriendo alegremente

“¿Cómo la diosa?”

"Sí, exactamente". - Hera esperó un minuto o dos y continuó-. ¿Te desagrada?

Thalía no respondió de inmediato como Hera esperaba al principio, dejándola aún más curiosa por la respuesta.

“No hay gusto o disgusto por un dios cuando somos simples hormigas que pueden ser pisoteadas en cualquier momento, y no es que yo diga que me desagrada, simplemente no creo que a Lady Hera le importa mucho si me gusta o no” Thalia hizo una pausa por un minuto “pero me gustan muchos los cuentos de los antiguos, a veces se la pasa por alto con las otras diosas debido a sus reinos, pero lucharon juntas, no es una menor y también es la diosa de las mujeres, así que sí, me gusta Hera”.

Hera quedó atónita, esta joven era una verdadera sorpresa.

"Dije demasiado, ¿no? Mi profesora me dijo que no debía, que no es ni propio de una dama ni de una princesa. No es que me importen sus opiniones, entre nosotras..."

Hera no pudo contener la risa que le subía por la garganta, ni quiso, y por primera vez en mucho tiempo se preguntó. Mientras seguían hablando durante horas, pensó. «“¿Cómo demonios sus hermanos y demás habían obviado a esta maravillosa doncella?”» – Hera nunca lo entenderá. Y, Hera espera que siga siendo así para la seguridad de la joven princesa.

No es que sintiera por la chica una sincera simpatía, no, mas bien, todo lo contrario. Toda esta charla con fingida cortesía y amabilidad era todo eso, falso. Hay muchísimo riesgo de que su esposo Zeus si la ve, lo mas probable es que sienta atraído por esta joven princesa y, eso Hera no lo podía consentir. Su esposo es suyo por toda la eternidad. No podía consentir que una mortal se lo quitara.

 

Nueva York, EE.UU. UU., 27 de abril de 2018

Thalia se reunió con Grover, quien estaba sentada junto a la fuente, sintiéndose pesada y cansada. Mientras comenzaba a desempacar su almuerzo, preguntó Grover.

“¿Qué quería el señor Brunner?”

“Solo quería reflexionar un poco más sobre por qué serían necesarios los cuentos de antaño ahora”

Grover dijo “hum”.

“¿Me das tu manzana?” y así fue como Grover rompió nuestro silencio semi serio.

“Sí, toma” Le di mi manzana mientras reía, a Grover realmente le gustaban las manzanas, a mí también. Total, no tenía hambre.

Esta vez el silencio era un poco más cómodo mientras comíamos en silencio y yo miraba los taxis pasar, me hizo pensar en cómo estaba un corto trayecto en coche de mi tía, el alma más dulce de la tierra, y realmente la extrañaba, no la había visto desde Navidad, realmente quería tomar un taxi, ella ni siquiera se enojaría, tal vez un poco decepcionada, pero nunca enojada.

No es nada mío, pero yo crecí sabiendo que Sally y mi madre Freya eran muy cercanas. Así que es tanto mi protectora como mi tía. Su historia se basa en que Sally al igual que muchas otras, es una valkiria al servicio de la diosa Freya, mi madre. Todo comenzó cuando mi madre reconoció el alma de una guerrera vikinga caída en la batalla de Bravalla, la zona que linda entre Suecia, Dinamarca y Gotlandia en el 750 DC, por su gran destreza en el arte de la guerra, murió como la mayoría de los vikingos desean morir. Mi madre le ofreció un lugar a su lado como valkiria. Sally aceptó sin lugar a dudas. Mi madre cuando se quedó embarazada de mi y de Alex, se quedó con Freya para protegernos de cualquier monstruo o amenaza que nos acechara hasta que mi madre nos salvó, pero su cuerpo no fue encontrado, sin embargo, su alma reside en el collar que compartimos Alex y yo. De cualquier forma, Sally y Amph tuvieron que hacerse cargo de nosotros, pero Amph no tiene mucho tiempo por lo que siempre nos visita cuatro veces a la semana. A Amph la conocemos prácticamente desde que tenemos memoria, aunque hay algo en Amph que me resulta muy familiar, de cualquier manera se convirtió en un refugio cuando mamá desapareció.

No hay día que no heche de menos a mi madre. Hay días que me levanto sin saber que hacer. No es que se lo cuente a Alex, pues el está en una academia militar naval en Alemania. No quiero preocuparme.

Sally se esforzaba al máximo para asegurarse de que recibiera la mejor educación y los mejores cursos posibles, mientras que su padrastro, por razones económicas, no podía asistir a sus estudios. Así que, de pequeña, Thalia decidió ser abogada y general del Pentágono para poder mantenerlos a ambos y apoyar el sueño de su tía de ser escritora.

Bien que podría su tía si quisiera ser rica, pero ella insiste en que se haga las cosas bien, y en que tenga un aprendizaje lo más modesto, seguro y especialmente bueno. Piensa que así es como debe de hacerse los grandes reyes.

Tan distraída como estaba, no me di cuenta de que Nancy se acercó, después de cansarse de robarle a los turistas, y dejó caer su asqueroso sándwich a medio comer sobre el regazo de Grover. No se puede ser más vulgar y ordinario.

“¡Ups!” dijo Nancy

"Oh, mira Grover, parece que tiene neuronas. Me pregunto qué será este ser sin inteligencia", me dijo reía a carcajadas.

Nancy se puso colorada como un tomate. Siendo sincera, sabía que mi comentario la heriría y, aunque no me arrepiento. Un par de meses antes había oído a sus amigas ya Nancy hablar de que estaba enamorada de mí. Nunca se lo conté a nadie, pero, sinceramente, si cree esa estúpida que puede tener alguna oportunidad conmigo es que es bastante ingenua. Lo siento soy totalmente hetero. Y, aunque disfruto mucho de la conversión de enemigos a amantes, esto no fue así. Además, me da asco solo de verla.

Nancy después de unos momentos decidió patear a Grover en los pantalones, mientras lo veía enroscarse de dolor no pude controlar mi rabia, sentí como si olas, los rayos y el fuego rugieran en mis oídos, no recuerdo bien qué pasó, pero lo siguiente que vi fue a Nancy en el suelo, mojada y chamuscada gritando. Siempre pasa cuando me enfado.

¡Thalía lo hizo!

La señora Dodds apareció de repente junto a nosotros.

Pude escuchar el otro susurro, pero no le presté mucha atención, solo sabía que estaba jodido, la Sra. Dodds ama a Nancy y yo, como mínimo, no le gusto. Tampoco es que me importe demasiado, pero me jode que intento causar estragos en mis notas preciadas.

—Ven conmigo —dijo la señora Dodds, hablándome claramente. Y mientras me preparaba para seguirla, Grover se levantó de un salto.

¡No fue ella, fui yo! La empujé.

Sinceramente, me quedé atónita. Grover solía tenerle mucho miedo a la Sra. Dodds. No entendía qué le pasaba.

"No lo creo, señor Underwood", dijo.

"Pero-"

—Te quedarás aquí. —Grover me miró desesperado.

"No pasa nada", le dije. "Gracias por intentarlo".

—Cariño —me ladró la señora Dodds—. ¡Ahora!

Cuando me giré para mirar a la Sra. Dodds, no estaba allí. Estaba de pie en la entrada del museo, en lo alto de las escaleras, haciéndome gestos impacientes para que entrara. ¡Sorbo! ¡Esa mujer me odio! ¡Que se ponga a la cola!

¿Cómo llegó allí tan rápido?

Tengo momentos así a menudo, cuando mi cerebro se duerme o algo así, y de repente me doy cuenta de que me he perdido algo, como si una pieza de un rompecabezas se hubiera caído del universo y me hubiera dejado mirando el vacío que había detrás. El orientador escolar me dijo que esto se debía a que mi cerebro malinterpretaba las cosas.

No estaba tan segura.

Fui tras la señora Dodds.

A mitad de las escaleras, miré a Grover. Estaba pálido, con la mirada perdida entre el Sr. Brunner y yo, como si quisiera que se diera cuenta de lo que pasaba, pero el Sr. Brunner estaba absorto en su novela.

Volví a levantar la vista. La Sra. Dodds había desaparecido de nuevo. Ahora estaba dentro del edificio, al final del vestíbulo.

Bueno, pensé. Me va a hacer comprarle una camisa nueva a Nancy en la tienda de regalos.

Pero aparentemente ese no era el plan.

La seguí adentrándome en el museo. Cuando por fin la alcancé, estábamos de nuevo en la sección griega y romana.

A excepción de nosotras, la galería estaba vacía.

La Sra. Dodds estaba de pie con los brazos cruzados frente a un gran friso de mármol de los dioses griegos. Hacía un ruido extraño con la garganta, como un gruñido. Incluso sin el ruido, me habría puesto nervioso. Es raro estar sola con una profesora, sobre todo con la Sra. Dodds. Había algo en la forma en que miraba el friso, como si quisiera pulverizarlo...

—Nos has estado dando problemas, cariño —dijo ella.

Si, seguro. En fin... Dije: «Sí, señora».

Tiró de los puños de su chaqueta de cuero. "¿De verdad creías que te saldrías con la tuya?"

La mirada en sus ojos era más que loca. Era malvada.

Es maestra, pensé nerviosa. No es que vaya a hacerme daño. ¿o no?

Dije: "Lo intentaré con más ahínco, señora". ¡Ay, por favor! ¡Como si pudiera mejorar lo inmejorable!

Un trueno sacudió el edificio. Me asustan los truenos, aunque también sean mi elemento.

"No somos tontos, Thalia Jackson", dijo la Sra. Dodds. "Era solo cuestión de tiempo para que te descubriéramos. Confiesa y sufrirás menos."

No sabía de qué estaba hablando.

Todo lo que podía pensar era que los profesores debían haber descubierto que había estado vendiendo mis ensayos a los otros estudiantes, mis notas también, o peor aún, que vendí algunas identificaciones falsas a los niños que querían beber y salir, realmente esperaba que no fuera la última, tía Sally y Amph estarían desconsoladas.

¿Y bien?" preguntó ella.

"Señora, yo no..." ¡Se han vuelto todos locos!

"Tu tiempo se acabó", susurró . ¿Qué tiempo?

Entonces ocurrió lo más extraño. Sus ojos empezaron a brillar como brasas de barbacoa. Sus dedos se estiraron, convirtiéndose en garras. Su chaqueta se derritió formando unas alas grandes y correosas. No era humana. Era una bruja arrugada con alas de murciélago, garras y una boca llena de colmillos amarillos, y estaba a punto de cortarme en tiras . Me dio tanto asco. Necesita un retoque

Entonces las cosas se pusieron aún más extrañas, si es que eso era posible.

El señor Brunner, que había estado afuera del museo un minuto antes, hizo rodar su silla hasta la entrada de la galería, sosteniendo un bolígrafo en su mano. ¡Parece que hay alguien quien es una doble cara!

—¡Tómalo, Thalía! —gritó y lanzó el bolígrafo al aire. 

La señora Dodds se abalanzó sobre mí.

Con un grito, esquivé y sentí unas garras cortar el aire cerca de mi oreja. Agarré el bolígrafo en el aire, pero cuando me dio en la mano, ya no era un bolígrafo. Era una espada, la espada de bronce del Sr. Brunner, que siempre usaba los días del torneo.

La señora Dodds se giró hacia mí con una mirada asesina en sus ojos.

Sentí frío. El mundo se sentía extrañamente quieto, no, quieto no, parecía que todo se ralentizaba.

Ella gruñó: "¡Muere, cariño!" ¡JA! ¡Ya quisieras!

Y ella voló directamente hacia mí.

Una adrenalina me recorrió el cuerpo. Hice lo único que me salía naturalmente: blandí la espada.

La hoja de metal tocó su hombro y atravesó su cuerpo como si estuviera hecha de agua.

¡Silbido!

La Sra. Dodds era un castillo de arena en un ventilador. Explotó en polvo amarillo, se vaporizó en el acto, dejando solo el olor a azufre, un chillido agonizante y un frío maligno en el aire, como si esos dos brillantes ojos rojos aún me estuvieran observando.

Me sentí un poco loca, pero de alguna manera sabía que todo era real, la espada ya no estaba allí, en su lugar estaba la pluma.

Eρινύες

La señora Dodds era una de las Furias.

¿Qué-?

Eran reales.

Eso no puede ser.

Eso no debería ser así . ¡Agg! ¿Por qué siempre acierto en estas cosas?

Busqué al señor Brunner pero ya no estaba allí.

Salí nuevamente afuera.

Había comenzado a llorar.

Grover estaba sentado junto a la fuente, con un mapa del museo sobre la cabeza. Nancy Bobofit seguía allí, empapada por su baño en la fuente, refunfuñando con sus feas amigas. Al verme, dijo: «Espero que la Sra. Kerr te haya dado una paliza».

Dijo: ¿Quién?

"¡Nuestro maestro! ¡Obvio!" ¿Cómo se puede ser tan torpe?

Parpadeé. No teníamos ninguna profesora llamada Sra. Kerr. Le preguntó a Nancy de qué estaba hablando.

Ella simplemente puso los ojos en blanco y se dio la vuelta. Maleducada .

Le preguntó a Grover dónde estaba la Sra. Dodds.

Él dijo: ¿Quién?

Pero se detuvo primero y no me miró. Estaba mintiendo y sabía algo. La verdadera pregunta era: ¿por qué mentía Grover? Eso no era propio de Grover. Esto me dio mucha curiosidad y también me divertía. Lo que no saben es que una de las cualidades que tengo por ser hija de Freya es que se cuando mienten y en mis venas corre la facultad de poder manipular a mi antojo.

El trueno retumbó en lo alto. Me asusté un poco.

Vi al señor Brunner sentado bajo su paraguas rojo, leyendo su libro, como si no se hubiera movido. Me acerqué a él.

Levantó la vista, un poco distraído. «Ah, ese sería mi bolígrafo. Por favor, traiga su propio utensilio de escritura de ahora en adelante, Sra. Jackson».

Le entregué el bolígrafo al Sr. Brunner. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo tenía en la mano. Me encogí de hombros.

"Señor", dije, "¿dónde está la Sra. Dodds?"

Me miró fijamente, sin comprender. "¿Quién?"

"La otra acompañante. La Sra. Dodds. La profesora de preálgebra."

Frunció el ceño y se inclinó hacia delante, con aspecto algo preocupado. "Thalia, querida, no hay ninguna Sra. Dodds en este viaje. Que yo sepa, nunca ha habido una Sra. Dodds en la Academia Yancy. ¿Te encuentras bien?"

Arqueé una ceja.

Él también estaba mintiendo.

Sonreí.

—Debo de sentirme mal, señor. Es duro ver la fealdad de los Eρινύες desde tan cerca, ¿no le parece? —Sonreí dulcemente.

Movimiento equivocado. Perra equivocada, Sr. Brunner.

El señor Brunner me miró sorprendido, pero le di la espalda y me alejé.

¿Por qué la gente piensa que las chicas son fáciles de engañar? La mayoría de nosotras usamos el cerebro que la mayoría de los chicos, y lo utilizamos a nuestra conveniencia. Sin contar nuestra astucia, sobre todo en las decisiones altamente importantes.

¡JA!

 

 

 

 

Chapter 3: Μοῖραι - The Moirai

Notes:

Lo siento por tardar creo que tres meses por actualizar, he tenido mucho caos, entre mis asuntos personales y la propia universidad. no he dado a basto.
En fin... Tengo noticias con respecto a los capítulos siguientes, incluido este: He cambiado una serie de cosas si os habéis leído los capítulos de desiderium de Wen_Xin99 sabréis de lo que os hablo. Me refiero q he omitido algunas cosas como la aparición de Afrodita del capitulo 3. Saldrá mas adelante, una vez que Thalia haya conocido a Zeus en su vida pasada. De todas formas, iré explicando acontecimientos . Volveré a aclarar que mi fanfic sigue la línea de Wen_Xin99 pero con bastantes cambios. No es solo una traducción sino mas bien una inspiración en su obra, que para mi es maravillosa.
NO OLVIDEIS DECIR CUALQUIER COSA QUE OS PAREZCA MEJOR PARA MI FANFIC, YA SEA INTERCAMBIO DE IDEAS Y/O OPINIONES O SIMPLEMENTE MENCIONAR ALGUN ERROR EN ELLA.
Gracias y espero q disfrutéis del capitulo :)

Chapter Text

Capítulo 3: Μοραι - The Moirai

«Es curioso cómo muere un ser querido. Todos sabemos que nuestro tiempo en este mundo es limitado y que, al final, todos acabaremos bajo una sábana, sin despertar jamás. Aun así, siempre es una sorpresa cuando le ocurre a alguien conocido. Es como subir las escaleras a tu habitación a oscuras, pensando que hay un escalón más del que hay. El pie se resbala y cae al vacío, y te invade un instante de oscura sorpresa mientras intentas reajustar tu perspectiva.»
― Lemony Snicket, Rábano picante

 

Nueva York, EE. UU., 11 de junio de 2018.

Durante el resto del curso optativo, todos parecían mantener la versión de que la Sra. Dodds nunca había sido nuestra profesora de matemáticas. Lo curioso era que no parecían mentir, lo que dejaba solo dos opciones.
La primera era que, efectivamente, estaba loca y se lo había imaginado todo, algo que se negaba a considerar. ¿¡Cómo si me lo fuera a inventar!? ¡Será posible!
La segunda era que el resto del colegio estaba bajo algún tipo de hechizo (aunque no el Sr. Brunner ni Grover; ellos sí que mentían, algo que él podía sentir y percibir; Grover era un pésimo mentiroso). ¡Pero claro, como son hombres, a nadie se le ocurriría pensar que estarían mintiendo!

El señor Brunner seguía muy cauteloso y me miraba de reojo después de nuestra conversación tras el incidente con la señora Dodds —la Furia—, pero la verdad es que no me importaba. Si hay algo que me molesta muchísimo es que la gente me menosprecie siempre solo por ser bonita y mujer. Estaba harta de ese prejuicio.

En la sociedad todavía había gente quien piensa que las mujeres, sobre todo, si son guapas deberían dedicarse al modelaje o a la prostitución, y ya no hablemos de si tienen talento suficiente para ostentar puestos de poder iguales a las de los hombres, aun así, piensan que deben dedicarse al matrimonio y a los hijos. Cuando una mujer ostenta un verdadero puesto de poder, como, por ejemplo, en la política, hay quien se sorprende. Deberían madurar ya. Estamos en pleno siglo 21. Pero bueno, supongo, que me beneficia que todos me infravaloren ya que así puedo manipularlos a mi antojo y sin que se den cuenta. Eso es algo que tanto a mi como a Alex se nos da de maravilla.

En nuestra sociedad existen, las llamadas αδελφή ψυχή , que significan almas gemelas, pero en mi pueblo las conocemos como sjælevenner. Si, bien, el concepto es el mismo, pero las almas gemelas existen en todos los reinos celestiales. Son muy raros, y escasas. Solo conozco a pocos con la fortuna de tener almas gemelas, como, por ejemplo, mis abuelos que son una triada, y la mas poderosa seguida de mis padres: Odín y Kronos.

El clima seguía siendo caótico, una verdadera amenaza, con tormentas eléctricas y tornados demasiado frecuentes. Además, en los últimos meses me había vuelto irritable, lo que hizo que mis calificaciones en algunas materias bajaran de mi habitual A+ a B+. Para algunos, esto no sería malo, pero para mí, que aspiraba a una beca completa para la facultad de derecho en la Universidad prestigiosa de Harvard, era lo peor que podía pasar. Me irritaba aún más, lo que me llevó a discutir más con Nancy. Y por si no recuerdan quién es Nancy, es la chica pelirroja, corpulenta y dominante. Eso, sumado a que mis calificaciones bajaron un poco (creo que olvidé mencionar que la Academia Yancy es una institución privada a la que solo pude asistir gracias a una beca), impulsó al director a enviarle una carta a Sally diciéndole que no sería invitada el próximo año. ¡Que asco le tengo a esa niñata engreída!

Sally estaría muy triste, no quería causarle más dolor del que ya tenía que soportar por mi culpa, también echaría mucho de menos a Grover a pesar de sus mentiras.

Echaba mucho de menos mi hogar. Si quieres, puedes pensar que soy una niña mimada, pero tú también lo serías si tuviste a mi madre como madre. Además de a Sally. La primera prácticamente dio su vida por nosotros, y la segunda es la bondad hecha persona, aunque eso no deja que no tenga carácter, porque de eso tiene y le sobra a raudales. Supongo que años de experiencia con mamá. Ambas son unas madres excelentes tanto para Alex como para mí. Siempre velaban por nuestra seguridad y de que controláramos nuestros temperamentos. Nosotros Vivíamos en un pequeño apartamento en el Upper East Side y yo quería quedarme allí con ella, aunque tuviera que ir a una escuela pública y aguantar a mi “padrastro” y sus estúpidas partidas de póker. (Todo el mundo cree que mi tía Sally es mi madre para así no complicarnos la vida. Por eso y más la queremos mucho, además de que se ganó la confianza de mi madre Freya y eso ya es digno de mención)

Había cosas que echaría de menos en Yancy. La vista del bosque desde la ventana de mi habitación, el río Hudson a lo lejos y el olor a pinos. Echaría de menos a Grover, que había sido un buen amigo, aunque mintiera. Me preocupaba cómo sobreviviría el año siguiente sin mí.

También echaría de menos las clases de latín y los locos torneos del señor Brunner, aunque él también fuera un mentiroso, aunque en cierto modo le tuviera un poco de manía.

Supuse que tal vez debería disculparme, ya que nunca volvería a verlo; dejé mi libro —Guía de Cambridge de mitología griega— y me dirigí a su oficina.

Como habrán podido observar, soy muy orgullosa, si me cuesta pedírselo a mi hermano gemelo ya ni os cuento de si se lo tengo que pedir a los demás. Pero en algo de lo que sí soy es terriblemente justiciera y admito mis errores, aunque me cueste la vida en admitirlo frente a otros. Siempre voy a defender lo que es justo. Que le voy a hacer viene de familia.

Bajé a las oficinas de los profesores. La mayoría estaban oscuras y vacías, pero la puerta del señor Brunner estaba entreabierta y la luz de su ventana se extendía por el pasillo.

Estaba a tres pasos del pomo de la puerta cuando oí voces dentro de la oficina. El señor Brunner hizo una pregunta. Una voz que sin duda era la de Grover dijo: «...preocupado por Thalia, señor».

Me quedé paralizada, escuchando atentamente.

Normalmente no soy de las que escuchan a escondidas, pero te reto a que intentes no escuchar si oyes a tu supuesto mejor amigo hablando de ti con un profesor.

Me acerqué poco a poco.

«...solo este verano», decía Grover. «¡Quiero decir, un Ser Benévolo en la escuela! Ahora que lo sabemos con certeza, y ellos también...», eso fue todo, mi confirmación de que estaba cuerdo, y seguí escuchando.

"Si la apresuráramos, solo empeoraríamos las cosas", dijo el señor Brunner. "Necesitamos que la chica madure más".

“Con todo respeto señor, pero Thalia tiene muchísima madurez. "Pero puede que no tenga tiempo. La fecha límite del solsticio de verano..."

“Tienes razón, pero habrá que resolverlo sin ella, Grover. Que disfrute de su ignorancia mientras pueda."

"Señor, ella la vio..."

—Es su imaginación —insistió el señor Brunner—. La niebla que envuelve a los estudiantes y al personal será suficiente para convencerlo de ello. 

¿La niebla? ¿Qué era eso?

—Señor, yo... no puedo volver a fallar en mis deberes —dijo Grover con la voz quebrada por la emoción. 

"Ya sabes lo que eso significaría." 

—No has fracasado, Grover —dijo el señor Brunner amablemente—. Debería haberla visto como era en realidad. Ahora preocupémonos de mantener a Thalia con vida hasta el próximo otoño…

Hice un ruido inconscientemente, ¿mantenerme con vida? ¿Qué? Todo es demasiado sospechoso y, en mi pueblo, quien te niega la verdad es indigno de confianza. Y, ahora mismo, Grover está en ese punto de mira.

El señor Brunner guardó silencio.

Con el corazón latiendo a mil por hora, recogí el libro y retrocedí por el pasillo.

Una sombra se deslizó por el cristal iluminado de la puerta del despacho de Brunner; la sombra de algo mucho más alto que mi profesor en silla de ruedas, que sostenía algo que parecía sospechosamente un arco de arquero.

Abrí la puerta más cercana y me deslicé dentro.

Unos segundos después oí un lento clop-clop-clop, como de bloques de madera amortiguados, y luego un sonido como de un animal olisqueando justo afuera de mi puerta. Una silueta grande y oscura se detuvo frente al cristal y luego siguió su camino.

Una gota de sudor me resbaló por el cuello.

En algún lugar del pasillo, el señor Brunner habló. "Nada", murmuró. "Mis nervios no han estado bien desde el solsticio de invierno".

—La mía tampoco —dijo Grover—. Pero juraría que…

—Vuelve a la residencia —le dijo el señor Brunner—. Mañana tienes un largo día de exámenes.

"No me lo recuerdes."

Se fue la luz en la oficina del señor Brunner.

Esperé en la oscuridad lo que pareció una eternidad.

Finalmente, me escabullí al pasillo y regresé a la residencia estudiantil.

Grover estaba tumbado en su cama, estudiando sus apuntes del examen de latín como si hubiera estado allí toda la noche. —Oye —dijo con los ojos vidriosos—. ¿Vas a estar preparada para este examen?

No respondí.

—Tienes muy mal aspecto —dijo frunciendo el ceño—. ¿Está todo bien?

"Simplemente... cansada."

Me giré para que no pudiera leer mi expresión y empecé a prepararme para ir a la cama.

No entendí del todo lo que oí abajo. Una cosa estaba clara: Grover y el señor Brunner hablaban de mí a mis espaldas. Creían que corría algún tipo de peligro. Bueno, lo corría antes, con todo el asunto de Fury, pero ¿eso significaba que aún lo corría?

No lo sabía, pero pronto fue demasiado tarde y necesitaba irme a dormir.


Nueva York, EE. UU., 12 de junio de 2018

Al día siguiente por la tarde, cuando salía del examen de latín de tres horas, con los ojos deslumbrados por todos los nombres griegos y romanos, el señor Brunner me llamó para que volviera adentro.

Por un momento, me preocupó que hubiera descubierto que había estado escuchando a escondidas la noche anterior, pero ese no parecía ser el problema.

—Thalia—dijo—. No te desanimes por dejar a Yancy. Es... es lo mejor.

Su tono era amable, pero sus palabras aún me avergonzaban. Aunque hablaba en voz baja, los demás niños que terminaban el examen podían oírlo. Nancy Bobofit me miró con una sonrisa burlona ¡Esa estúpida!  e hizo gestos sarcásticos como si me besara. A pesar de esforzarme al máximo y sacar buenas notas, seguía sin encajar.

Murmuré sombríamente: "De acuerdo, señor".

—Quiero decir… —El señor Brunner movió su silla de un lado a otro, como si no supiera qué decir—. Este no es el lugar adecuado para usted. Era solo cuestión de tiempo.

Me ardían los ojos. ¡No les dejes que te vean así Thalia!

Ahí estaba mi profesor favorito, delante de toda la clase, diciéndome que no podía con esto. Después de decirme que creía en mí todo el año, ahora me decía que estaba destinada a ser expulsada.

—De acuerdo —dije temblando.

—No, no —dijo el señor Brunner—. ¡Maldita sea! Lo que intento decir... no eres normal, Thalia. Eso no es nada... —y la cosa fue a peor.

—Gracias —exclamé—. Muchas gracias, señor, por recordármelo. ¡Que tenga un buen día!

"Thalia-"

Pero yo ya me había ido.

El último día del trimestre, metí mi ropa en la maleta.

Los demás bromeaban, hablando de sus planes de vacaciones. Uno iba a hacer senderismo en Suiza. Otro, a recorrer el Caribe en crucero durante un mes. Eran delincuentes juveniles, pero delincuentes juveniles ricos. Sus padres eran ejecutivos, embajadores o famosos. Yo era un don nadie, de una familia pobre; era horrible, por mucho que lo intentara.

Me preguntaron qué iba a hacer este verano y les dije que iba a visitar a mi hermano en Alemania.

Lo que no les conté fue que tendría que ir a buscar a los padres de mi madre. Sé que tengo abuelos y tíos muy poderosos al quienes acudir en caso de que no pueda asistir a Harvard. A ver si ellos pueden hacer algo. Si, sé que pueda sonar como una niña totalmente mimada, pero necesito entrar a esa carrera. Una chica quiere lo que quiere.
«Ah», dijo una de las chicas emocionada. «Qué guay» «¿Le podrías decir a Alex que me llame? Lo hecho mucho de menos»

¡Ag!¡Otra enamorada de mi hermano!

“¡Claro, por supuesto! - le contesté con una sonrisa totalmente fingida.

Retomaron su conversación como si yo nunca hubiera existido. ¡Que falsas!

La única persona a la que temía despedirme era a Grover, pero al final no tuve que hacerlo. Había reservado un billete a Manhattan en el mismo autobús Greyhound que yo, así que allí estábamos, juntos de nuevo, rumbo a la ciudad.

Durante todo el viaje en autobús, Grover no dejaba de mirar nerviosamente hacia el pasillo, observando a los demás pasajeros. Me di cuenta de que siempre se ponía nervioso e inquieto al salir de Yancy, como si esperara que algo malo fuera a suceder. Antes, siempre había supuesto que le preocupaba que se burlaran de él.

Pero en el autobús Greyhound no había nadie que se burlara de él.

Finalmente, no pude soportarlo más.

Dije: "¿Buscando personas bondadosas?"

Grover casi saltó de su asiento. "¿Qué... qué quieres decir?"

Confesé haberlos escuchado a escondidas a él y al señor Brunner la noche anterior al examen.

A Grover le tembló un ojo. "¿Cuánto oíste?"

"Oh... no mucho. ¿Cuál es la fecha límite del solsticio de verano?"

Hizo una mueca. "Mira, Thalia... solo estaba preocupado por ti, ¿ves? Me refiero a esas alucinaciones con profesores de matemáticas demoníacos..."

"Grover-"

"Y le estaba diciendo al señor Brunner que tal vez estabas muy estresada o algo así, porque no existía ninguna persona llamada señora Dodds, y..."

"Grover, eres un pésimo mentiroso y sé lo que vi."

Sus orejas se pusieron rosadas.

De su bolsillo de la camisa sacó una tarjeta de visita sucia. "Toma esto, ¿de acuerdo? Por si me necesitas este verano."

La tarjeta estaba escrita con una caligrafía elegante, que resultaba difícil para mis ojos disléxicos, pero finalmente logré descifrar algo como:

Grover Underwood, Guardián de Half-Blood Hill , Long Island, Nueva York (800) 009-0009

"¿Qué es la mitad-" Evidentemente sé lo que es, pero mi madre y mi tía me advirtieron que para pasar desapercibida debería hacerme un poco la loca

—¡No lo digas en voz alta! —gritó—. Esa es mi... dirección de verano.

No me lo podía creer. Grover tenía una casa de verano. Como era muy reservado en donde vive, supuse que no lo trataban bien.

—De acuerdo —dije con fingida tristeza—. Entonces, si quiero ir a visitar tu mansión...

 “Oh, señor. Todo poderoso” Evidentemente es todo dramatismo

“No seas dramática “Asintió con la cabeza. "Por si me necesitas."

"¿Para qué te necesitaría?" Sé que sonó un poco cruel pero ahora mismo estoy enfadada

Grover se sonrojó hasta la nuez. "Mira, Thalia, la verdad es que tengo que protegerte".

Lo miré fijamente.

 

Durante todo el año me metí en peleas para protegerlo de los abusones. Perdí el sueño preocupada de que lo golpearan el año que viene sin mí. Y ahora él actuaba como si fuera quien me defendía.

—Grover —enarqué una ceja y le contesté ácidamente—, ¿de qué si se puede preguntar?

Un fuerte chirrido resonó bajo nuestros pies. Un humo negro salía a borbotones del salpicadero y todo el autobús se llenó de un olor a huevos podridos. El conductor maldijo y condujo a duras penas el Greyhound hasta el arcén de la carretera.

Tras unos minutos de ruidos metálicos en el compartimento del motor, el conductor anunció que todos debíamos bajar. Grover y yo salimos en fila junto con los demás.

Estábamos en un tramo de carretera rural, un lugar que pasaría desapercibido si no te quedaras tirado allí. En nuestro lado de la carretera solo había arces y basura de los coches que pasaban. Al otro lado, cruzando cuatro carriles de asfalto que brillaban con el calor de la tarde, había un puesto de frutas de antaño.

No había clientes, solo tres ancianas sentadas en mecedoras a la sombra de un arce, tejiendo el par de calcetines más grandes que jamás había visto.

Quiero decir que estos calcetines eran del tamaño de suéteres, pero claramente eran calcetines. La señora de la derecha tejió uno. La señora de la izquierda tejió el otro. La señora del centro sostenía una enorme cesta de lana azul eléctrico.

Las tres mujeres parecían ancianas, con rostros pálidos arrugados como la piel de la fruta, cabello plateado recogido con pañuelos blancos y brazos huesudos que sobresalían de vestidos de algodón desteñido.

Lo más extraño fue que parecían estar mirándome fijamente.

Sentí caer una roca sobre mi estómago, un frío recorriendo mis venas, los conocía, bueno, más bien tenía la sensación de conocerlas Μοραι - Moirai.

Miré a Grover para decirle algo al respecto y vi que la sangre se le había ido del rostro.

Le temblaba la nariz.

—¿Grover? —dije—. Oye, Thal…

"Dime que no te están mirando. Sí que lo hacen, ¿verdad?"

"Sí. Raro, ¿verdad? ¿Crees que esos calcetines me quedarían bien?", para ser honesta, solo tenía que burlarme de ellos; las respetaba, las temía a la vez, y ni siquiera sabía por qué.

"No es gracioso, Thalia. No es nada gracioso."

La anciana del centro sacó unas tijeras enormes, doradas y plateadas, de hoja larga, como unas tijeras de podar. Oí a Grover contener la respiración.

—Vamos a subir al autobús —me dijo—. Vamos.
—¿Qué? —pregunté—. Hace un calor infernal ahí dentro.
—¡Vamos! —Abrió la puerta a la fuerza y ​​entró, pero yo me quedé atrás.

Al otro lado de la calle, las ancianas seguían observándome con cierta ¿ternura?. La del medio —Átropos, pensé— cortó la lana, y juraría que oí el chasquido a través de cuatro carriles de tráfico. Sus dos hermanas enrollaron los calcetines azul eléctrico.

En la parte trasera del autobús, el conductor arrancó un gran trozo de metal humeante del compartimento del motor. El autobús se estremeció y el motor rugió de nuevo.

Los pasajeros aplaudieron.

—¡Claro que sí! —gritó el conductor. Golpeó el autobús con su sombrero—. ¡Todos de vuelta a bordo!

Una vez que nos pusimos en marcha, empecé a sentirme febril, como si hubiera cogido la gripe.

Grover no tenía mejor aspecto. Estaba temblando y le castañeteaban los dientes.

"¿Grover?"

"¿Sí?"

"¿Qué me estás ocultando?"

Se secó la frente con la manga de la camisa. —Thalia, ¿qué viste en el puesto de frutas?

"¿Te refieres a las Parcas?"

Su expresión era de sorpresa, de miedo; no sabía si se debía a lo que eran o a que yo ya lo sabía. 

Él dijo: "Solo dime qué viste".

"Átropos, la del medio, sacó sus tijeras y cortó el hilo."

Cerró los ojos e hizo un gesto con los dedos que podría haber sido resignarse, pero no lo era. Era algo distinto, algo casi más antiguo.

Él dijo: "La viste cortar el cable".

"Sí." Sabía que era algo grave, que era malo.

—Esto no puede estar pasando —murmuró Grover. Empezó a morderse el pulgar—. No quiero que sea como la última vez.

"¿Qué fue la última vez?"
"Siempre tan jóvenes, nunca crecen."

—Grover —dije porque realmente estaba empezando a asustarme—. ¿De qué estás hablando?

"Déjame acompañarte a casa desde la estación de autobuses. Prométemelo."

Me pareció una petición extraña, pero le prometí que podía.

No lo conservé.

las Morrai me asustó, pero Grover también.

Chapter 4: Σάτυρος- Sátiros

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Capítulo 4: Sátiros

Σάτυρος- Sátiros

“El miedo no te paraliza; te despierta”

— Veronica Roth, Divergente

 

Zeus estaba enfadado.

¿Por qué?, te preguntarás. Bueno…

Habían mantenido una severa discusión

¿La razón?

Su imposibilidad de mantenerse fiel a Hera, su esposa, pero ¿Qué puede esperar si su matrimonio se basaba en un acuerdo político? No había nada de amor entre ambos, sobre todo por parte de Zeus, pero aquí estaba. Sabía que Hera tampoco lo amaba, solamente amaba el poder que Zeus le daba. Si, sabía que Hera había desarrollado una obsesión enfermiza hacia él, pero no creía que iría a mayores. El dicho desacuerdo no solamente incluía la infidelidad de Zeus, sino que la propia diosa se atrevió a prohibirle en ir a la ciudad- estado de Antea. ¿la razón? Ni idea. Pero aquí estaba, en Antea. Había escuchado por Afrodita, claro está, de un famoso mercado perteneciente al a la ciudad-estado de Antea, que estaba compitiendo sorprendentemente bien. Además, quería despejar su mente y este pequeño y exuberante reino se lo podía ofrecer.

Zeus caminó por sus calles, donde solo podía ver los estragos de la festividad que estaban aconteciendo. Sus calles estaban bien iluminadas a esta hora de la mañana, el sol que las iluminaba comandadas por Apolo reflejaba el color de las flores muy coloridas que adornaban toda la periferia, de camino a la plaza. Era bastante bonito para que negarlo. Aunque, es verdad, que el ruido de las risas de la gente común, tanto plebeyos como aristócratas se dirigían a la plaza para ver las festividades y con ellas, el mercado.

Acercándose a la plaza sin perdida ninguna, y donde ya varias mujeres se le echaron encima muy coquetas, si hubiese sido en otro momento, tal vez, habría seguido con sus coqueteos, pero tenía bastante curiosidad por conocer esta ciudad. En eso Atenea lo había sacado de él, su curiosidad.

En el ágora podía observar con gran interés, una multitudinaria fiesta con gran cantidad de gente observando un teatro, donde exhibían una clásica historieta tragicomedia con los actores enmascarados y la gente aplaudía encantada. Al fondo, Zeus observó una gran fogata se exhibía para pronto ser quemada en honor a algún dios. Por un instante, se preguntó ¿a quién estaría dedicado este día festivo?

En medio de sus pensamientos, Zeus vio algo que le llamó mucho la atención. Una doncella no más de dieciséis años reía mientras iba corriendo, escapando de algunos guardias que corrían detrás de ella. Por la forma en como iba vestida, por su vestido azul oscuro eléctrico tan característico de él, que encajaba a la perfección con el color de su largo pelo rizado, de color azabache. Se notaba que pertenecía a la aristocracia, si bien pudiera ser hija de algún noble o pudiera ser una princesa, de cualquier manera, Zeus intrigado se fue detrás de la misteriosa chica.

La chica, en cuestión, era en efecto la propia princesa de la ciudad. Había podido sonsacarles a algunas personas quienes veían la escena divertidos, como si este panorama fuese algo bastante típico. Al parecer la princesa era muy dada a las escapadas del castillo, sobre todo, cuando había alguna fiesta en el ágora. Solía huir de los guardias de palacio comandados por su propio padre, el rey.

Zeus se acercó a donde estaba la chica junto a su sirvienta, mientras ésta estaba ocupada observando los puestos del mercado, al haber despistado a los guardias.

“Hola” saludó Zeus para llamar la atención de la joven princesa. “¿Me podría decir a qué dios se está honrando en este día festivo?

La princesa que estaba tan absorta en los objetos metálicos que adornaban los collares en el puesto cuando de pronto sintió una cálida y misteriosa voz la distrajo, se giró hacia Zeus. Este no pudo respirar por un momento en ese mismo instante. La princesa traviesa era absolutamente hermosa en todo el sentido de la palabra. En verdad, ahora entendía el por qué Hera había intentado prohibirle venir aquí, pero la pregunta era, ¿Cuándo Hera había llegado a Antea y había conocido a la joven y preciosa princesa?

La princesa, por lo que Zeus podía observar muy atentamente era que misteriosamente tenia los mismos ojos característicos de Poseidón. Ojos color verde muy llamativos, pero demasiado preciosos. Su vestido azul eléctrico combinaba a la perfección sus ojos y su piel un poco bronceada. Tenía el pelo rizado de color azabache semi suelto a excepción por la parte de la coronilla había varias trenzas perfectas que caían hasta la punta de su pelo. Lo que no entendía es como que ningún dios había venido con anterioridad, si alguien lo hubiese hecho, el se hubiese enterado. Esta chica sería el centro de todos los chismes de Afrodita, eso seguro.

“¿Es usted extranjero? La princesa le dedicó una cálida sonrisa

“No, pero he de confesar que no sé qué día es hoy”

“Para alguien que niega ser un extranjero y no saber de sus propias festividades me intriga vuestro exceso de ingenuidad, tal vez, o falta de respeto” contestó la princesa decididamente

¡Qué descarada es! Zeus sintió una enorme excitación por esta joven princesa.

“¡Mi señora, considero que no debería…!” intentó aconsejar a su princesa. ¡

Ah. La sirvienta se ha dado cuenta de quién soy

“Si he de discutir con su alteza, debería saber su nombre “Sería bastante descortés no saberlo” Zeus no pudo evitar devolverle el descaro.

“Talía, Princesa de Antea, por supuesto” levantó una ceja ante tal individuo.

Zeus susurró su nombre maravillado de la muchacha.

“Aunque podría preguntarle su nombre ya que como vos a dicho que sería demasiado descortés y maleducado no conocer al que se tiene en frente”

“Me llamo Zeus, evidentemente” sonrió con descaro el magnánimo del Olimpo.

“¡Ah, con que estoy con el dios al que le dedicamos la festividad, me parece bastante irrespetuoso de su parte” Talía le contestó con burla!

¡Ah, con que era a mí! Zeus se preguntó por qué lo había olvidado. Bueno, de cualquier forma, ya estaba allí.

“Hasta los más poderosos erran en sus deberes”

“Quizás” Talía respondió con burla” Pero ¿no debería de estar en su propio poder considerar a sus súbditos alguna muestra de su propia misericordia y no dejarnos en el propio olvido?

Zeus se quedó observándola con media sonrisa.

“Supongo, mi princesa, que usted tiene toda la razón y podríamos seguir y seguir discutiendo, pero ese hermoso collar me tiene bastante intrigado” dijo con sorna.

“¡Pe-pero ese es mío!” Talía se indignó “¡Lo iba a comprar!”

“Como vos ha comentado: lo iba a comprar, eso quiere decir que todavía no tiene dueño”

Los sirvientes y el vendedor miraron nerviosos al dios, por si éste se sintiera ofendido y quisiera arrasar con la ciudad misma, ante el agravio de su princesa.

“Bueno, si tanto os gusta, puedo hacer una excepción por esta vez y regalarle este hermoso collar a tan hermosa portadora” “Con la única condición de que me dejara ponérselo”

“Quizá nuestra querida divinidad se sienta contento en el día de hoy” Talía contestó feliz consigo misma por salirse con la suya.

Talía se dio la vuelta, y con cierta coquetería deslizó suavemente su pelo hacia un lado para que Zeus pudiera ponérselo.

Cuando Zeus movió sus brazos para abrochar el broche del collar, no pudo evitar tocar la suave y aterciopelada de la espalda de la princesa. Nunca nadie le había hecho sentir tal atracción como en ese momento estaba sintiendo e incluso podía afirmar que sus latidos corrían a una velocidad alarmante. ¿Qué me pasa? Es la primera vez que siento algo así por alguien.

Despidió al resto del personal mientras ellos se dirigían al jardín trasero cercano al palacio

“Me gustaría tomar el atrevimiento a preguntaros si ya estáis comprometida o por si algún caso, solo a mujeres” susurró

Su sonrisa se ensanchó, se acercó a él y le tomó el rostro con una mano, acercándolo al suyo; lo miró fijamente a los ojos como si leyera algo en ellos, su mirada bajó aún más y entonces lo besó, con la experiencia adquirida en muchas noches de desvelo, sorprendiendo a Zeus.

Ah. Ahora lo entiende. Por primera vez Zeus estaba enamorado. Las anteriores les tenía aprecio mas allá de la lujuria del momento, pero Talía era diferente.

—Supongo que esto es un no —preguntó, intentando recuperar el aliento.

—Esto es un «quizás no» —susurró en su rostro. Se dio la vuelta y regresó a al interior del palacio mientras su sirvienta la seguía de cerca.

Nueva York, EE. UU., 12 de junio de 2018

Cuando dejé a Grover en la estación de autobuses, me hizo prometerle que lo esperaría mientras iba al baño, —a pesar de lo mucho que Grover desconfiara— me sentí fatal, después de todo tanto mi madre como tía Sally y Amph me habían educado mejor que eso; sin embargo, paré un taxi.

“Ciento cuatro este y primera, por favor”, le dije al conductor.

“Como guste, señorita” contestó mientras iniciaba el viaje.

Unas palabras para que sepáis el contexto sobre la tía Sally.

Ya os expliqué su historia, pero en el mundo de los mortales hacia creer a la gente, para que nadie sospechara. En EEUU., se hacía llamar Sally Jackson  es la mejor persona del mundo, aunque sea valkiria, confirma mi teoría de que las mejores personas tienen la peor suerte. Como vikinga, fue educada por y para la guerra, que la llevó, aunque heroicamente, a su muerte. Ella contaba a la gente que sus padres murieron en un accidente aéreo cuando tenía cinco años y la crió un tío que no se preocupaba mucho por ella. Sé que quería ser novelista, es raro incluso para una valkiria, pero bueno, ¿Quién soy yo para juzgar? Contaba a la gente que pasó la secundaria trabajando para ahorrar lo suficiente para una universidad con un buen programa de escritura creativa. Entonces a su tío le diagnosticaron cáncer y tuvo que dejar los estudios en su último año para cuidarlo. Tras su muerte, se quedó sin dinero, sin familia y sin título universitario. Sé también que, en un momento de debilidad, se acostó con un dios y que estuvo embarazada, pero nació muerto para gran tristeza de mi querida tía. Ella decía que su relación era secreta y que se perdió en el mar. Curioso, en verdad, pero bueno, yo creo que intentaba que no pensara mal de ella ni del supuesto amante por abandonarla. Ella es muy lista. Cuando mi madre nos dio a luz, nos acogió como sus sobrinos, más aún, cuando mi madre Freya desapareció, nos acogió totalmente como sus hijos. Para la gente, ella es nuestra madre, y, por eso, para ellos nosotros tenemos su “apellido”, en verdad su verdadero nombre es Ingrid Ragnarsson, pero bueno madre la llamaba cariñosamente Sally. Así fue como nació su nombre, eso sí, nos sirve de coartada.

A lo que iba, que me distraigo, Sally era un ángel de verdad.

Excepto, por supuesto, por su pésimo gusto para los hombres. En serio, debería considerar ir a terapia porque vaya perlitas se trae…

Trabajó en empleos ocasionales, asistió a clases nocturnas para obtener su diploma de bachillerato y nos crió sola. Nunca se quejó ni se enfadó. 

Ni una sola vez. 

Pero yo sabía que no éramos unos niños fáciles. Y mira que nuestras vecinas, también nos que por cierto, también son valkirias que vinieron con Sally y con Freya. Y, por supuesto, “curiosamente” tuvieron hijos todos semidioses. Hacía mucho tiempo que no hablo con ninguno y me da mucha pena. Continuamente, los echo mucho de menos. Y me pone triste.

Conoció y finalmente se casó con Gabe Ugliano, quien fue amable durante los primeros treinta segundos que lo conocimos, pero luego demostró ser un completo imbécil. De joven, le pusimos el apodo de Gabe el Apestoso. Lo siento, pero es la verdad. El tipo apestaba a pizza de ajo mohosa envuelta en pantalones cortos deportivos. Que asco, en serio. Cada vez que me acercaba me entraban ganas de vomitar.

e ahí su pésimo gusto para los hombres.

Uno, un padre irresponsable que la abandonó.

Segundo, un abusador de menores.

Por supuesto, ella desconocía ese pequeño detalle.

Estaba tan sobrecargada y cansada.

Simplemente no podía decirle que algunos días, cuando Gabe se emborrachaba mucho, nosotros nos convertíamos en su saco de boxeo, ni podía decirle que después de presentar nuestro caso, Gabe me había mirado de reojo, una mirada que no me gustó particularmente, o que una vez me manoseó el trasero. Alex era el que recibía la mayoría de las golpizas, aunque algunas las recibía yo, ya con la mirada lujuriosa que recibía de él, hacia que Alex se volviera mucho mas protector conmigo.

La verdad es que tenía miedo. Tanto de él como de la mayoría de los chicos. Por eso mismo, me ponía muy grosera con ellos. Era simple supervivencia a mis inseguridades. La única que sabia de esto era la tía Amph. Ella era mi tabla de salvación cuando necesitaba hablar con alguien.

Prefería recibir una paliza si eso significaba que tía Sally no la recibiría.

Prefería con mucho la violencia física a la sensación de suciedad que me producía Gabe.

Entre los tres, le hicimos la vida bastante difícil a mi tía. Pero, se puso aún peor cuando Alex se fue a Alemania a estudiar en esa academia. No lo culpo, es más yo le convencí de que se fuera y que no se quedara por mí, para protegerme. Yo no quería que fuera su impedimento a que hiciera lo que más le gustaba. Es mi gemelo y quiero que sea feliz.

La forma en que Gabe el Apestoso la trataba, la forma en que él y yo nos llevábamos... bueno, cuando yo volvía a casa es un buen ejemplo.

En fin…

Entré en nuestro pequeño apartamento con la esperanza de que mi madre hubiera llegado del trabajo. En cambio, Gabe el Apestoso estaba en la sala, jugando al póker con sus amigos. La televisión estaba a todo volumen con ESPN. Fichas y latas de cerveza estaban esparcidas por toda la alfombra.

Levantó la vista con una mirada lasciva y dijo entre dientes: "Así que ya estás en casa". 

"¿Dónde está mi mamá?", pregunté secamente.

—Trabajando —dijo—. ¿Tienes algo de dinero?

Gabe siempre me extorsionaba cuando llegaba a casa; de alguna manera podía oler el dinero, lo cual era sorprendente ya que su propio olor debería haber enmascarado todo lo demás.

Gabe había engordado. Parecía una morsa sin colmillos con ropa de segunda mano. Apenas tenía tres pelos en la cabeza, todos peinados sobre su calva como si eso lo hiciera guapo o algo así. Ay, por favor.

Él administraba el Mega-Mart de Electrónica en Queens, pero casi siempre estaba en casa. No sé por qué no lo habían despedido antes. Seguía cobrando su sueldo, gastándoselo en puros que me daban náuseas y en cerveza, claro. Siempre cerveza. Cuando yo estaba en casa, esperaba que yo le diera dinero para apostar. Lo llamaba nuestro "secreto". O sea, que, si se lo contaba a mi tía, me iba a dar una paliza.

—No tengo dinero —le dije.

Él arqueó una ceja con expresión grasienta.

—Tomaste un taxi desde la estación de autobuses —dijo—. Probablemente pagaste con un billete de veinte. Te dieron seis o siete dólares de cambio. Si alguien pretende vivir bajo este techo, debería ser responsable de sus gastos. ¿Verdad, Eddie?

Eddie, el conserje del edificio, me miró con un atisbo de compasión. "Vamos, Gabe", dijo. "La chica acaba de llegar".

"¿Tengo razón?", repitió Gabe.

Eddie frunció el ceño mirando su tazón de pretzels. Los otros dos se tiraron pedos al unísono. Los tíos deberían saber algunos modales cuando se está en casa ajena.

—De acuerdo —dije. Saqué un fajo de dólares del bolsillo y lo tiré sobre la mesa—. Espero que pierdas.

—¡Llegó la carta de expulsión, cerebrito! —gritó tras de mí—. ¡Yo no sería tan arrogante!

Di un portazo a mi habitación, que en realidad no era mía. Durante el curso escolar, era el "estudio" de Gabe. Allí no estudiaba nada, salvo revistas viejas de coches, pero le encantaba meter mis cosas en el armario, dejar sus botas embarradas en el alféizar de mi ventana y hacer todo lo posible para que la habitación oliera a su asquerosa colonia, puros y cerveza rancia.

Dejé caer mi maleta sobre la cama. Hogar, dulce hogar.

Recordé el sonido del hilo al cortarse, sentí las piernas débiles.

Entonces oí la voz de Sally. "¿Thalia?"

Abrió la puerta del dormitorio y mis miedos se desvanecieron.

Mi tía me alegra el día con solo entrar en la habitación. Sus ojos brillan y cambian de color con la luz. Su sonrisa es tan cálida como una manta. Tiene algunas canas entremezcladas con su larga melena castaña, pero nunca la veo mayor. Cuando me mira, es como si viera todas mis virtudes, ninguna de mis defectos. Jamás la he oído alzar la voz ni decir una palabra hiriente a nadie, ni siquiera a mí ni a Gabe.

—¡Ay, mi querida Thalía! —Me abrazó con fuerza—. ¡No me lo puedo creer! ¡Has crecido muchísimo desde Navidad!

“No exageres, tía” le sonreí.

“Si tu madre o Amph estuvieran aquí, te lo dirían seguro” “Estarían tan orgullosas de ti y de Alex” casi se echó a llorar.

«Eso espero» me dije con cierta melancolía. Echaba de menos a mamá, a Amph y a Alex terriblemente.

Su uniforme rojo, blanco y azul de Sweet on America olía a las mejores cosas del mundo: chocolate, regaliz y todas las demás golosinas que vendía en la tienda de Grand Central. Me había traído una bolsa enorme de "muestras gratis", como siempre hacía cuando volvía a casa.

Nos sentamos juntas al borde de la cama. Mientras yo devoraba los caramelos de arándanos, ella me acarició el pelo y exigió saber todo lo que no había escrito en mis cartas. No mencionó nada sobre mi expulsión. Parecía no importarle. Pero ¿estaba bien? ¿Estaba bien su niña?

Lo absorbí todo; tal vez hace algunos años le habría dicho que me estaba asfixiando, pero ya no, no después de mi presentación; desde entonces, simplemente sentí la necesidad de un poco más de contacto físico. Durante estos meses, sentí la imperiosa necesidad de querer llamar a Alex y contarle todo, pero sé que esa no era la solución y que debería de tener mas independencia a la hora de enfrentarme a los conflictos, pero muchas veces no era nada fácil digerirlos. Además, sabía que se iba a preocupar y no quería eso.

Entonces Gabe gritó: “¡Oye, Sally! ¿Qué tal un poco de salsa de frijoles, eh?”

Apreté los dientes. Sentí mi sangre en ebullición y, de repente, oí que la habitación empezó a temblar. Respiré hondo y e intenté tranquilizarme. Después de un par de minutos, al fin me tranquilicé. Mis poderes siempre se manifiestan y se descontrolan cuando me enfado muchísimo.

Gabe se portó fatal con ella.

Por ella, intenté mostrarme optimista sobre mis últimos días en la Academia Yancy. Le dije que no me afectaba demasiado la expulsión. Esta vez había aguantado casi todo el año. Había hecho nuevos amigos. En general, me había ido bastante bien. Y, sinceramente, las peleas no habían sido tan graves como decía el director. Me gustaba la Academia Yancy. De verdad. Le di un giro tan positivo al año que casi me convencí a mí misma. Se me hizo un nudo en la garganta al pensar en Grover y el Sr. Brunner. Incluso esa asquerosa niñata Bobofit, de repente, no me parecía tan mala.

—¿Qué? —preguntó Sally. Sus ojos escudriñaban mi conciencia, intentando sonsacarme los secretos. Como se notaba los años de experiencia con mi madre Freya, porque ponían la misma cara.

¿Te asustó algo?

"No, Sally."

Me sentí mal mintiendo. Quería contarle sobre la furia y los destinos del hilo, pero pensé que se preocuparía.

Ella frunció los labios. Sabía que me estaba conteniendo, pero no me presionó.

Cambió de tema.

—Tengo una sorpresa para ti —dijo—. Vamos a la playa.

Sonreí. Me encantaba ir a la playa, me gustaría que el abuelo Njord me llevara allí pero no lo había vuelto a ver desde que éramos muy pequeños y yo solamente recuerdo su sonrisa y, el mar, nada más, y sinceramente, no me importaba mucho preocuparme por ello; la verdad es que lo mejor de ir a la playa era ir con mamá, con tía Sally con los abuelos, con Alex, con Lía, y con los demás. 

"¿Montauk?"

"Tres noches en el mismo camarote."

"¿Cuándo?"

Ella sonrió. "En cuanto me cambie."

No lo podía creer. Alex tendrá mucha envidia en cuanto se lo cuente. Mi tía Sally yo no habíamos ido a Montauk los dos últimos veranos porque... 

 Gabe dijo que no había suficiente dinero. Cuanto le odio. 

Gabe apareció en la puerta y gruñó: "¿Salsa de frijoles, Sally? ¿No me oíste?"

Hasta aquella visita al museo...

Quise pegarle, pero miré a mi madre y comprendí que me proponía un trato: ser amable con Gabe un tiempo. Solo hasta que estuviera lista para irse a Montauk.

Entonces saldríamos de aquí.

—Ya iba de camino, cariño —le dijo a Gabe—. Estábamos hablando del viaje.

Gabe entrecerró los ojos. "¿El viaje? ¿Hablabas en serio?"

—Lo sabía —murmuré—. No nos dejará ir.

—Por supuesto que sí —dijo mi madre con voz serena—. Tu padrastro solo está preocupado por el dinero. 

Eso es todo. Además —añadió—, Gabriel no tendrá que conformarse con frijoles. Le prepararé suficiente salsa de siete capas para todo el fin de semana. Guacamole. Crema agria. De todo.

Gabe se suavizó un poco. "Entonces, este dinero para tu viaje... sale de tu presupuesto para ropa, ¿verdad?"

¡Maldito! Algún día lo mataré.

—Sí, cariño —dijo Sally.

"Y no llevarás mi coche a ningún otro sitio que no sea de ida y vuelta."

"Tendremos mucho cuidado."

Gabe se rascó la papada. "Quizás si te das prisa con esa salsa de siete capas... Y quizás si la chica se disculpa por interrumpir mi partida de póker."

Tal vez si te doy una patada en tu punto débil, pensé. Y te hago cantar como soprano durante una semana.

Pero la mirada de Sally me advirtió que no lo hiciera enfadar.

¿Por qué lo aguantaba? ¡Tenía ganas de gritar! ¿Por qué le importaba lo que él pensara?

—Lo siento —murmuré—. Siento mucho haber interrumpido su importantísima partida de póker. Por favor, vuelvan a ella ahora mismo. 

Gabe entrecerró los ojos. Probablemente su pequeño cerebro intentaba detectar el sarcasmo en mi comentario. 

"Sí, lo que sea", decidió. Menudo gran idiota

Volvió a su juego.

—Gracias, Thalía —dijo mi madre—. Cuando lleguemos a Montauk, hablaremos más de... lo que sea que te hayas olvidado de contarme, ¿de acuerdo?

Por un momento, creí ver ansiedad en sus ojos, el mismo miedo que había visto en Grover durante el viaje en autobús, como si mi madre también lo hubiera sentido, pero claro, seria normal si es parte del sequito de mi madre. Está acostumbrada a este tipo de cosas.

Pero entonces volvió a sonreír, y supe que debía haberme equivocado. Me despeinó y fue a prepararle a Gabe su salsa de siete capas. Mientras yo me arreglaba y me peinaba. Dios, estaba echa un maldito desastre. ¿Qué puedo decir? Soy demasiado coqueta.

Una hora después estábamos listas para irnos.

Gabe interrumpió su partida de póker el tiempo suficiente para verme cargar las maletas de mi madre hasta el coche. No paró de quejarse y lamentarse por haber perdido su comida y, lo que es peor, su Camaro del 78 durante todo el fin de semana.

—Ni un rasguño en este coche, cerebrito —me advirtió mientras cargaba la última bolsa—. Ni un solo rasguño. Como si yo fuera a conducirlo. Claro que tenía carnet de conducir, pero ni loca conduzco esta porquería. Pero eso le daba igual a Gabe. Si una gaviota le cagaba en la pintura, encontraría la forma de echarme la culpa.

Cuando Gabe llegó a la puerta, hice el gesto con la mano que le había visto hacer a Grover en el autobús, una especie de gesto para ahuyentar el mal, una mano con forma de garra sobre el corazón, y luego un empujón hacia Gabe. La puerta mosquitera se cerró de golpe con tanta fuerza que le dio en el trasero y lo lanzó escaleras arriba como si lo hubiera disparado un cañón. Quizás fue solo el viento o algún fallo extraño de las bisagras, pero no me quedé el tiempo suficiente para averiguarlo. Me subí al Camaro y le dije a mi madre que acelerara. Me reí de esta estúpida morsa

Nuestra cabaña de alquiler estaba en la costa sur, allá en la punta de Long Island. Era una casita de colores pastel con cortinas descoloridas, medio hundida entre las dunas. Siempre había arena en las sábanas y arañas en los armarios, y casi siempre el agua del mar estaba demasiado fría para bañarse.

Me encantaba el sitio. Llevábamos yendo allí desde que éramos bebés. Mi madre Freya nos llevaba yendo incluso más tiempo. Tradición que siguió Sally.

Nunca lo dijo explícitamente, pero yo sabía por qué la playa era especial para ella. Era el lugar donde había conocido a ese dios, pero también representaba a su lugar de origen. Se parece bastante a su hogar. Así que le tiene en especial cariño.

Me acordé de escribirle a Alex y ya de paso, mencionar en donde estoy para causarle envida, eso sí, envidia sana entre hermanos.

A medida que nos acercábamos a Montauk, parecía rejuvenecer; los años de preocupación y trabajo desaparecían de su rostro. Sus ojos adquirieron el color del mar.

“¿A qué no sabes en dónde estamos?” le enseñé una foto de la playa

“Ay, te odio tanto ahora mismo” contestó Alex con un emoji de enfado.

“Jajajaja” me reí. El me sacó una lengua.

“Como te está yendo allí sin mi, querida hermana” me preguntó. Yo no quise decirle nada, pues sabia que le iba a preocupar mucho.

“bien” le contesté

“Estás muy seca, Thals” “¿Qué ha pasado? ¿Necesitas que te llame?

“No, no quiero ser una distracción para ti y tus estudios” le contesté. “No te preocupes, todo va bien” “Solo te echaba de menos” le puse carita triste.

“Claro, que me preocupo, eres mi hermana gemela” haría cualquier cosa por ti. Alex es demasiado leal.

“Prométeme que, si pasa algo, me llamarás” “No es una promesa, es una orden, señorita”

Volteé los ojos irritada.

“Si, vale”

“Te prometo que ya mismo me verás”

“Eso espero” “Te dejo Alex, Sally quiere algo de mi”

“OK” respondió con un corazón. ¿Qué habrá querido decir con eso?

En fin…

Llegamos al atardecer, abrimos todas las ventanas de la cabaña e hicimos nuestra rutina de limpieza habitual. Caminamos por la playa, les dimos totopos de maíz azul a las gaviotas y comimos gomitas azules, caramelos de agua salada azules y todas las demás muestras gratis que mi mamá había traído del trabajo.

Supongo que debería explicar lo de la comida azul.

Verás, Gabe le había dicho una vez a mi madre que eso no existía. Tuvieron una pelea, que en ese momento pareció una tontería. Pero desde entonces, mi madre se desvivió por comer cosas azules. Horneaba pasteles de cumpleaños azules. Preparaba batidos de arándanos. Compraba totopos de maíz azul y traía a casa dulces azules de la tienda. Esto, junto con el hecho de conservar su apellido de soltera, Jackson, en lugar de llamarse Sra. Ugliano, demostraba que Gabe no la había embaucado del todo. Tenía un lado rebelde, como yo.

Verás para la cultura nórdica, el azul es super importante ya que refleja el estatus social de guerrero en la alta mesa de señores de la guerra, y el azul era dedicado a Thor, el dios del trueno y mi hermano. El rojo era consagrado único y exclusivamente a mi madre, Freya, como diosa tutelar de la guerra.

Cuando oscureció, encendimos una fogata. Asamos carne de res y pollo; hacía tiempo que no hacíamos nuestra pequeña barbacoa española, y hacíamos una paella y unos pinchos morunos andaluces. Mamá me contó historias de cuando era niña, de sus historias en las guerras antes de que muriera y, también, de cuando se convirtió en Valkiria. Yo estaba disfrutando de sus historias, era un hecho común que idolatraba a mi madre.

Finalmente, me armé de valor para preguntarle sobre lo que siempre tenía presente cuando veníamos a Montauk: su hijo.

A Sally se le humedecieron los ojos. Imaginé que me diría lo mismo de siempre, pero nunca me cansaba de oírlo.

“Tienes que entender las circunstancias, mi querida niña” me dijo acariciándome el pelo. “Evidentemente, no le amo ni mucho menos, pero le cogí cariño, ni él ni yo estábamos destinados” “A fin de cuentas, él era el padre de mi hijo” “Lo entenderás cuándo seas madre” “Era amable, Thalía “Alto, guapo y poderoso. Pero también gentil.”

No pude decir nada más sobre el tema

Ella contempló las llamas. "Solo estuvo conmigo un verano, Thalía. Justo aquí, en esta playa. En esta cabaña”

—¿Me vas a mandar lejos otra vez? —le pregunté—. ¿A otro internado?

Sacó una nube de azúcar del fuego.

—No lo sé, cariño —dijo con voz grave—. Creo... creo que tendremos que hacer algo.

 "¿Porque no me quieres cerca?" Me arrepentí de esas palabras en cuanto las pronuncié. “¿Me vas a abandonar como los demás, como mamá?”

A Sally se le llenaron los ojos de lágrimas. Me tomó la mano y la apretó con fuerza. "Oh, Thalía, no. Tengo que hacerlo, cariño. Por tu bien. Tengo que mandarte lejos."

Sus palabras me recordaron lo que el señor Brunner había dicho: que lo mejor era que yo dejara a Yancy. Que era un total fracaso y yo odio ser una fracasada.

"Porque no soy normal", dije.

"Lo dices como si fuera algo malo, Thalía. Pero no te das cuenta de lo importante que eres. Pensé que la Academia Yancy estaría lo suficientemente lejos. Pensé que por fin estarías a salvo."

"¿A salvo de qué?", ​​pero sentí frío, sabía la respuesta. “No está mamá y yo no quiero ser princesa” “Solo quiero a mamá”

Ella me miró a los ojos, y un torrente de recuerdos volvió a mí: todas las cosas raras y aterradoras que me habían pasado, algunas de las cuales había intentado olvidar.

En tercer grado, un hombre con una gabardina negra me acechó en el patio de recreo. Cuando los maestros amenazaron con llamar a la policía, se fue gruñendo, pero nadie me creyó cuando les dije que, debajo de su sombrero de ala ancha, el hombre solo tenía un ojo, justo en medio de la cabeza.

Antes de eso, un recuerdo muy temprano. Estaba en preescolar y una maestra, por accidente, me acostó para la siesta en una cuna donde se había metido una serpiente. Mi mamá Freya gritó cuando vino a recogerme y me encontró jugando con una cuerda flácida y escamosa que, de alguna manera, había logrado estrangular con mis manitas regordetas de niña pequeña. Alex también tuvo algo similar.

En todas y cada una de las escuelas había ocurrido algo espeluznante, algo peligroso, y me vi obligado a mudarme. 

Sabía que debía contarle a Sally lo sucedido en el puesto de frutas, la furia en el museo de arte, cómo se convirtió en polvo cuando blandí una espada. Pero no fui capaz de decírselo. Tenía el presentimiento de que la noticia arruinaría nuestro viaje a Montauk, y no quería eso.

—He intentado tenerte lo más cerca posible —dijo mi madre—. Me dijeron que fue un error. Pero solo hay otra opción, Thalia, el lugar al que tu padre Cronos quería enviarte con permiso de Odín. Y yo... simplemente no puedo soportarlo. Tu madre tampoco quería llevarte, pero ahora mismo necesito ayuda para protegeros. Hice que tu hermano viniera para protegerlo a él también, supongo que llegará pronto

"¿Mi padres quería que yo fuera a una escuela especial?"

—No es una escuela —dijo en voz baja—. Es un campamento de verano.

Me sentía aturdido. ¿Por qué mis padres —que ni siquiera había vivido lo suficiente para verme nacer— le hablaría a mi tia Sally de un campamento de verano? Y si era tan importante, ¿por qué no lo había mencionado antes?

 

—Lo siento, Thalia —dijo al ver la mirada en mis ojos—. Pero no puedo hablar de ello. No podría enviarte a ti a tu hermano a ese lugar. Podría significar decirte adiós para siempre.

¿Para siempre? Pero si solo es un campamento de verano...

Se volvió hacia el fuego, y por su expresión supe que si le hacía más preguntas empezaría a llorar.

 Esa noche tuve un sueño muy vívido. 

En la playa azotaba la tormenta, y dos hermosos animales, un caballo blanco y un águila real, luchaban a muerte en la orilla. El águila se abalanzó y arañó el hocico del caballo con sus enormes garras. El caballo se encabritó y pateó las alas del águila. Mientras luchaban, la tierra retumbó, y una voz monstruosa se burló desde las profundidades, incitando a los animales a pelear con más ahínco.

Corrí hacia ellos, con el corazón latiéndome con fuerza en los oídos, rompiéndome a mil por hora. Entré en pánico, pero corría a cámara lenta. No deberían estar peleando, me habían prometido.

Sin embargo, no lo habían hecho, no con Thalía.

Sabía que llegaría demasiado tarde. Vi al águila lanzarse en picado, con el pico apuntando a los ojos desorbitados del caballo, y grité: ¡No!

Me desperté sobresaltada.

Afuera, la tormenta era torrencial, de esas que parten árboles y derriban casas. En la playa no había ni caballos ni águilas, solo relámpagos que creaban una falsa luz diurna y olas de seis metros que golpeaban las dunas como artillería.

Con el siguiente trueno, mi madre se despertó. Se incorporó de golpe, con los ojos muy abiertos, y dijo: «Huracán».

 Sabía que era una locura. En Long Island nunca hay huracanes tan pronto en verano. Pero el océano parecía haberlo olvidado. Por encima del rugido del viento, oí un bramido lejano, un sonido furioso y torturado que me puso la piel de gallina. Y, por una vez, no era yo la que los causaba.

Luego, un ruido mucho más cercano, como de mazos en la arena. Una voz desesperada: alguien gritaba y golpeaba la puerta de nuestra cabaña.

Sally saltó de la cama en camisón y abrió de golpe la cerradura.

 Grover estaba allí, pero no era mi Grover, no.

 —¡Buscando toda la noche! —exclamó con la voz entrecortada—. ¿En qué estabas pensando?

Sally me miró con terror; no tenía miedo de Grover, sino del motivo de su visita.

—Thalía —dijo, gritando para que la oyeran por encima de la lluvia—. ¿Qué pasó en el colegio? ¿Qué me ocultaste?

Me quedé paralizado, mirando a Grover. No podía comprender lo que estaba viendo.

«¡Oh Zeus y otros dioses!», exclamó en griego, pero de alguna manera mi cerebro entendió lo que significaba: Zeus y otros dioses. «¡Está justo detrás de mí! ¿No se lo dijiste?»

Estaba demasiado impactada como para preguntarme cómo Grover había llegado allí solo en plena noche. Porque Grover no llevaba pantalones y donde deberían estar sus piernas... donde deberían estar sus piernas... 

Joder, mi mejor amigo era un σάτυρος , un sátiro honesto ante Dios. 

Mi madre me miró con severidad y habló en un tono que nunca antes había usado: "Thalía. ¡Dímelo ahora!" 

Balbuceé algo sobre las ancianas del puesto de frutas y la señora Dodds, y mi tía me miró fijamente, con el rostro pálido como la muerte bajo los relámpagos. 

Agarró su bolso, me lanzó mi chaqueta impermeable y dijo: "¡Al coche! ¡Los dos! ¡Váyanse!"

“¿Y, que hacemos con Alex? Pregunté

“Lo esperamos afuera” me contestó Sally.

“¿Alex?” “¿Quién es Alex?” preguntó Grover.

“Mi hermano gemelo, Grover”- le contesté. “Estará aquí dentro de poco”

Con razón me dijo que pronto nos veríamos. Será imbécil, ¿no me lo podría haber dicho?

Grover se quedó estática y balbuceaba algo de mas trabajo o no sé qué más.

Grover corrió hacia el Camaro, pero no corría exactamente. Trotaba, sacudiendo sus cuartos traseros peludos, y de repente entendí su historia sobre el trastorno muscular en sus patas. Comprendí cómo podía correr tan rápido y aun así cojear al caminar.

Dios mío, ¿acaso hay algo que tenga sentido hoy en día?

Mierda.

En ese momento deseaba muchísimo tomarse una copa.

Notes:

Como verán he actualizado algunos capítulos ya que he decidido con que Hera va a ser la típica villana obsesionada con Zeus. Otro dato: al igual que la otra historia Desiderium de Wen_Xin99 sobre la multitudes de referencias sobre Brasil, pues yo lo voy a hacer con España. Además hay muchas cosas diferentes, sobre todo, en lo largo que es con respecto al fanfic original cuando conoció a Zeus pues aquí básicamente ha sido mas largo de lo esperado. Y habrá evidentemente un hermano gemelo de Thalía, muy sobreprotector y dolor de cabeza de los dioses.
¿Cómo os va pareciendo Thalía? ¿Y el fanfic? Quiero opiniones, señores y señoras!!!!

Chapter 5: Μινώταυρος - El Minotauro

Chapter Text

Capítulo 5 : Μινώταυρος - El Minotauro

  “Te amo cada día. Y ahora te extrañaré cada día.”

— Mitch Albom, Un día más

 

“Te pareces mucho a tu madre”

Supongo que sí llevo bien su ternura.

Ustedes dos tienen los mismos ojos

porque ambos estamos agotados.

y las manos

Compartimos los mismos dedos marchitos

pero esa rabia, tu madre no la lleva puesta.

tienes razón

Esta rabia es lo único

que heredé de mi padre. 

— Rupi Kaur, Leche y miel

 

Thalia respiró el aire puro de la pradera, sentada sobre un trozo de tela que cubría el suelo; los pájaros cantaban fuertes canciones con hermosas melodías. Cerca de ella contempló a sus catorce hermosos hijos ¿CATORCE? y acarició su vientre, que estaba grande y esperaba a su decimoquinto bebé; ¡cuánto había cambiado su vida! Ya no era una princesa, ahora era una reina. Eso sí, lo curioso de todo esto era que ella no parecía envejecer y, suponía que eso era lo que realmente les gustaba a los demás dioses. De cualquier manera, ella no preguntaba. Era mejor así.

Su hijo mayor, Heracles, le sonrió y le acarició el vientre con la mano; era muy cariñoso. Sofía, gemela de Heracles le hacía unas trenzas con ayuda de Adara, hija de Poseidón y gemela de Teseo. Éstos eran sus cuatrillizos —Los dos primeros eran hijos suyos con Zeus y los segundos de Poseidón—, se acercó pidiendo algo de beber. Ella sonrió e hizo un gesto a un sirviente para que atendiera a su hijo.

Seguida estaba su dulce e inteligente niña, llamada Thais Ayleen, hija de Hefesto, se hacía una corona de flores silvestres.

Remus, su hijo más rudo, era todo Ares, quien estaba jugando junto con su hermana gemela Hipólita, la favorita de su padre a pelear con su hermana Escila; a pesar de ser hija de Apolo, era una luchadora, pero tal vez solo había heredado su lado más cruel, un pensamiento que no le gustaba contemplar, pues en todas las peleas que había tenido con sus amantes durante los quince años que estuvieron juntos, nunca habían sido crueles con ella, pero ¡ay!, había oído las historias.

Los siguientes fueron los trillizos todos hijos de Hermes, su dios mensajero, Lyssander y Damien eran gemelos, y Mayra, la única niña del trío. Ella estaba coqueteando con un guardia (cosa que desagradaba a su padre) mientras sus hermanos robaban algunas llaves del castillo. Me encantan lo travieso que son ellos, en especial a Heracles y Teseo, siempre les hacían bromas a sus padres. Los siguientes fueron los gemelos e hijos de Hades, Zagreo- una copia exacta de su padre- y Melinoe, la más tímida. Ella, en especial, hacía unas trenzas a Adara.

Por último, su hijo más pequeño, el más dulce e ingenuo, estaba recogiendo flores, “para hacerle una corona a mamá, ya que ella es la reina”, sus brillantes ojos azules eran una mezcla de los de ella y los de Zeus, su cabello era negro azabache. 

Justo cuando sonreía y estaba a punto de llamar a su bebé, el aire se volvió más pesado, como si algo maligno, algo terrible estuviera a punto de ocurrir.

Thalia tomó su cuchillo, de bronce celestial, un regalo de los dioses, no destinado a ser usado pero preparado para ello.

 

—Mis amores, permanezcan juntos —advirtió Talía, y en cuanto cerró la boca vio que era Minotauro, el hijo de Pasífae.

 

El hijo de Pasífae no estaba ni a 30 metros de su hijo menor.

 

Thalia no pensó. 

 

Thalia corrió.

 

Daga en mano.

 

Sangre en sus ojos.

 

Nadie se atrevería a tocar a sus bebés.

 

“¡Volved con vuestros hermanos!”, gritó, asustando a sus hijos; nunca antes había alzado la voz, y mucho menos gritado.

 

Y así lo hizo el niño, con sus piernas cortas, a los ocho años.

 

Él lloró.

 

Thalia cargó hacia adelante con su daga en mano, atrayendo al minotauro; no podrían escapar corriendo, así que tenía que acabar con él allí mismo, en ese preciso instante.

 

El minotauro cargó cuando ella saltó hacia la izquierda.

 

Estaba atrapado en el árbol, pero eso no duraría.

 

Entonces Thalia trepó de nuevo sobre el monstruo para alcanzar su garganta. Al hacerlo, la mano del monstruo la rodeó.

 

De repente vio a tres mujeres tejiendo, y cuando la mujer del medio alzó la vista, miró fijamente a su alma y rompió un hilo.

 

Su hilo.

 

Ella lo sabía. No sobreviviría a esa terrible experiencia. Pero se aseguraría de que sus bebés sí lo hicieran, incluso si el bebé en su vientre, por desgracia, tampoco pudiera sobrevivir.

 

En ese mismo instante, vio la figura de Hera quien se reía.

 

“Aquí llega tu fin mi estimada roba maridos” dijo cruelmente

 

“Te arrepentirás de esto” maldijo Thalia mientras intentaba hacer frente al minotauro. “Zeus ni los otros dioses dejaran que te salgas con la tuya”

 

“¿Eso crees?” y, con crueldad la diosa le enseñó como Zeus le hacía el amor a otra. “Mi querida, él y los demás te han abandonado, ¿dónde están ahora mismo mientras estás aquí intentando sobrevivir?

 

Con lágrimas en los ojos, Thalía luchaba a duras penas. “Eso es mentira”

 

“Qué ilusa eres al pensar que ellos te querían para siempre” sonrió. “Sólo eras una distracción momentánea”

 

“Te maldigo Hera” expresé llena de rabia, y, en un momento, deseó que no fuese cierto las palabras de la amargada diosa, y que ellos se presentaran aquí. Salvándola y a sus hijos.

 

“Aquí morirás Reina de Antea, tú y la escoria de tus hijos” escupió veneno la diosa mientras se abalanzaba cuchillo en mano hacia su hija Sofia, cuando ésta intentaba ayudar a su madre. Thalía se apartó del Minotauro y interpuso entre Hera y Sofía, pero aquí fue cuando Hera rabiosa acertó el cuchillo en el vientre embarazado de la Reina, sin posibilidad de salir de esta y con el hijo en su vientre ya perecido. En ese momento la arrojaron, junto a ella su daga y el monstruo desapareció. Hera la miró fríamente abriendo alcanzado su objetivo.

 

Ella no dejó de caer. No.

 

Aquel día Thalia cayó de cabeza sobre una roca puntiaguda, quedando allí tendida inocentemente. Con el cuchillo de Hera clavado en su vientre.

 

Su cráneo se agrietó, pero cuando su visión comenzó a desvanecerse, llegaron sus hijos llorando.

 

Quería decirles, una última vez, cuánto los amaba y que necesitaban ser fuertes para lo que estaba por venir. 

 

No pudo reunir fuerzas, así que los miró a los ojos, según creía. 

Una lágrima rodó por su mejilla. Un último suspiro.

Y así como Thalia cobró vida repentinamente, la perdió. Con un ultimo sentimiento de venganza hacia Hera.

Su único pesar no sería verlos crecer, pero estaba segura de que crecerían maravillosamente; eran suyos antes que de nadie más.

En algún lugar de Nueva York.

Grover procedía a intentar mantener su boca cerrada mientras miraba a mi hermano gemelo Alex.

“¿Por qué miras así? a ver ya se que soy guapo” se jactó Alex

Qué tonto es.

“N-no nada, solo que te pareces demasiado a alguien que conozco” se puso nervioso Grover. ¡Mm! Interesante.

Éste al verme corrió hacia mi y nos fundimos en un casi eterno abrazo.

“Volví” me susurró. Yo no pude evitar llorar.” Thals, ¿Qué pasa?

Alex me miró angustiado. Hasta Grover se preocupó.

Le procedí a contarle todo lo que me había pasado desde que se fue. El sátiro, las sospechas de Grover y el Sr Brunner, las Moiras, las Furias, etc. En definitiva, le había contado todo. Y, como el fiel sobreprotector que era mi hermano Alex, pues me agarró enojado con más fuerza.

“Estoy a salvo, Alex” “No me ha pasado nada” le susurré para calmarlo.

Eso hizo que se tranquilizara un poco.

“Grover” “Alex” les presenté. Alex es bastante desconfiado y por unos segundos miró mal a Grover.

“Encantado” dijo Alex mientras estrechaba la mano a Grover.

Grover iba a contestar cuando la voz de la tía Sally nos llamó la atención: “Chicos, en otro momento os saludáis, pero hay que irse de aquí cagando leches (expresión española)”

Nos metimos en el coche y salimos pitando de allí mientras llovía a cántaros.

Cada vez que había un relámpago, Grover se sobresaltaba.

 Zeus. Estaba enfadado. ¿Por qué?

Principalmente: ¿Por qué yo?

—Entonces, ¿tú y mi mamá... se conocen? —decidí preguntar. - ¿ O conoces a mi verdadera madre Freya?

Los ojos de Grover se dirigieron al retrovisor; sabía que algo nos perseguía, lo presentía, era un escalofrío. —No exactamente —dijo.

"Quiero decir, nunca nos hemos visto en persona. Pero ella sabía que te estaba vigilando." “Aunque no sabía que tenias un hermano”

"¿Me estabas observando?" 

"Te estaba vigilando. Asegurándome de que estuvieras bien. Pero no fingía ser tu amigo", añadió apresuradamente. "Soy tu amigo".

—Lo siento, Grover pero ahora mismo dudo de todo— intenté que no sonara mal pero estaba demasiado nerviosa.

 

—Así que… Sátiro —dijo Alex, sin querer hablar realmente de su comportamiento acosador.

—Lo siento, cuanto menos supieran, menos monstruos atraerían —dijo Grover, como si fuera obvio—. Les pusimos Niebla en los ojos a los humanos. Esperábamos que pensaran que la Benévola era una alucinación. Pero no funcionó. Empezaron a darse cuenta de quiénes son.

"¿Quién yo... espera un momento, ¿qué quieres decir?" Esta vez sí que estaba confundida

El extraño rugido volvió a oírse detrás de nosotros, más cerca que antes. Lo que fuera que nos perseguía seguía tras nosotros. Más cerca de lo que me gustaría.

—Thalia, Alex —dijo mi madre—, hay demasiado que explicar y no hay tiempo suficiente. Tenemos que poneros a salvo.

 Aunque deseaba respuestas, desesperadamente, sabía que ella tenía razón.

“¿Quién nos persigue?”, preguntó Alex, consciente de su importancia, dispuesta a escudriñar mi cerebro en busca de todo lo que sabía sobre mitología griega; el conocimiento era poder, el saber conducía a estrategias y las estrategias a la victoria.

 

—Oh, nadie en especial —dijo Grover, todavía algo enfadado conmigo por haberlo dejado en la estación—. Solo el Señor de los Muertos y algunos de sus secuaces más sedientos de sangre.

 

"¡Grover!"

 

—Lo siento, señora Jackson. ¿Podría conducir más rápido, por favor?

Sally giró bruscamente a la izquierda. Nos desviamos hacia una carretera más estrecha, pasando a toda velocidad junto a casas de campo oscuras, colinas boscosas y carteles de "RECOJA SUS PROPIAS FRESAS" en vallas blancas.

 "¿Adónde vamos?", pregunté.

 —El campamento de verano del que os hablé —dijo Sally con voz tensa; intentaba, por mi bien, no asustarnos—. El lugar al que tu padre quería enviaros.

“Genial” se quejó Alex.” Simplemente perfecto”

“¡Alex!” se enfadó Sally. “Vuestra madre estaba de acuerdo con que si fuese estrictamente necesario, por vuestra seguridad os llevaría a este lugar, y eso he hecho”

"El lugar al que no querías que fuera."

 

—Por favor, cariño —suplicó Sally—. Esto ya es bastante difícil. Intenta comprender. Estáis en peligro.

 

Giró bruscamente el volante hacia la derecha, y alcancé a vislumbrar una figura que había esquivado para evitar una oscura silueta que ahora se perdía tras nosotros en la tormenta.

 

 Y de repente, supe quién nos seguía.

 

Minotauro.

 

Una ira que no era mía asomó su fea cabeza.

 

Lo volvería a matar.

 

Pero ¿cómo podría volver a matar algo que no maté antes? Todo esto es muy raro

 

 —Ya casi llegamos —dijo Sally, ignorando mi pregunta—. Un kilómetro más. Por favor. Por favor. Por favor.

 

No sabía dónde estaba, pero me encontré inclinándome hacia adelante en el coche, anticipando, deseando que llegáramos.

 

Antes de que pudiera preguntarle a Grover al respecto, se me erizó la nuca. Hubo un destello cegador, un estruendo ensordecedor y nuestro coche explotó.

 

¡Mierda! No vi venir eso

 

Recuerdo sentirme ingrávido, como si me estuvieran aplastando, friendo y rociando con agua al mismo tiempo.

 

Despegué la frente del respaldo del asiento del conductor y dije: "¡Ay!".

¡Thalia!, gritó Sally.

"Estoy bien..." “¿Dónde está Alex?”

 

El miedo irracional me invadió y empecé a entrar en pánico

 

Intenté despejarme del aturdimiento. No estaba muerta. El coche no había explotado de verdad. Nos habíamos salido de la carretera y caído en una zanja.

 

Las puertas del lado del conductor estaban atascadas en el barro. El techo se había agrietado como una cáscara de huevo y entraba la lluvia a cántaros.

 

Un rayo. Esa era la única explicación. 

 Mierda. 

¿¡Nos acaba de lanzar un rayo!? 

¿Para hacernos daño, joder?

Nos había sacado la carretera de la carretera. A mi lado, en el asiento trasero, había un bulto grande e inmóvil. «¡Grover!»

 Estaba desplomado, con sangre que le corría por la comisura de los labios. Le revisé los signos vitales.

En el asiento del copiloto, estaba Alex inconsciente y con varios cortes en la cara sangrando. Me dispuse a intentar despertarlo. Poco a poco iba volviendo en sí: ¿¡Thal-Thalia?”

“¡Venga vamos!” después de que Grover volviera en sí.

Luego gimió "Comida", y supe que estaría bien.

 

—Chicos —dijo Sally—, tenemos que…

 

Miramos hacia atrás. En un destello de relámpago, a través del parabrisas trasero salpicado de barro, allí estaba el Minotauro. 

 

—Thalia, Alex, Grover —dijo mi madre, muy seria—. Salid del coche.

 No hizo falta que nos lo repitiera más veces

Sally se arrojó contra la puerta del conductor. Estaba atascada en el barro. Intenté abrir la mía.

Atrapados también. Miré desesperada hacia el agujero en el techo. Podría haber sido una salida, pero los bordes chisporroteaban y humeaban. No había una salida rápida.

 

"¡Salid por el lado del copiloto!", me dijo mi madre. "Thals, Alex tenéis que correr. ¿Veis ese árbol tan grande?"

 

"¿Qué?"

Otro relámpago, y a través del agujero humeante del techo vi el árbol al que se refería: un pino enorme, del tamaño del árbol de Navidad de la Casa Blanca, en la cima de la colina más cercana.

El pino de Líah. No quería volver a revivir aquel recuerdo. Alex estaba igual. 

—Ese es el límite de la propiedad —dijo mi madre—. Cruzad esa colina y veréis una gran casa de campo en el valle. Corred y no miréis atrás. Gritad pidiendo ayuda. No os detengáis hasta llegar a la puerta.

 "Tía, tú también vienes."

“¿¡Cómo te vamos a dejar aquí!? Preguntó exasperado Alex

 Su rostro estaba pálido, sus ojos tan tristes como cuando miraba al Océano.

 

—¡No! —grité—. Vienes con nosotros. Ayúdame a cargar a Grover.

 

—¡Comida! —gimió Grover, un poco más alto.

.

—Él no nos quiere —me dijo mi madre—. Os quiere a vosotros. Además, no puedo cruzar el límite de la propiedad sin permiso. No es mi territorio.

 

"Pero..."

 "No tengo tiempo de poder explicároslo, Thalia y Alex. Iros. Por favor." “Yo estaré bien, tengo experiencia de sobra”

Me sentí desesperada. Sabia lo que estaba intentando hacer. Se estaba sacrificando por nosotros.

Trepé por encima de Grover y empujé la puerta hacia la lluvia. "Vamos juntos. Vamos, Sally"

 "Te dije-"

 ¡Tía! No te voy a dejar tampoco. Ayúdame con Grover.

Alex no esperó su respuesta. Salió corriendo y sacó a Grover del coche a rastras. Era sorprendentemente ligero, pero con la fuerza que tenia Alex no dudaba en que pudiera cargarlo sin problemas.

 Juntos, colocamos los brazos de Grover sobre nuestros hombros y comenzamos a subir la cuesta a trompicones a través de la hierba húmeda que nos llegaba a la cintura.

Al volver la vista, pude ver por primera vez al monstruo con claridad; una imagen terriblemente familiar. De cintura para abajo parecía humano, con piernas largas y musculosas, como las de un albañil. ¿De cintura para arriba? Parecía un toro.

 —Hijo de Pasífae —dijo mi madre—. Ojalá hubiera sabido lo mucho que quieren matarte. Sonreí; mi tía era inteligente. Una verdadera valkiria

 —No digas su nombre —advirtió—. Los nombres tienen poder. El pino aún estaba demasiado lejos; al menos a cien metros cuesta arriba. Volví a mirar hacia atrás.

 —Tiene la vista y el oído fatal —dijo—. Se guía por el olfato. Pero pronto descubrirá dónde estamos.

 

Como si estuviera previsto, el hombre-toro bramó de rabia. Agarró el Camaro de Gabe por el techo destrozado, cuyo chasis crujía y gemía. Lo levantó por encima de su cabeza y lo lanzó por la carretera. Se estrelló contra el asfalto mojado y derrapó entre una lluvia de chispas durante casi un kilómetro antes de detenerse. El depósito de gasolina explotó.

“Esa es buena” me elogió Alex quien tenia en sus hombros a Grover.

 

Ni un rasguño, recordé que había dicho Gabe.

 

Ups. ¡JA!

 

—Thalía, querida —dijo Sally—. Cuando nos vea, atacará. Espera hasta el último segundo y luego salta para esquivarlo, justo hacia un lado. Una vez que ataca, no puede cambiar de dirección fácilmente. ¿Entiendes?

 

—Sí —respondí.

 

"Llevo mucho tiempo preocupada por un ataque. Debería haberlo previsto. Fui egoísta al mantenerte cerca de mí." “Debí hacerle caso a tu padre Cronos”

 

“ ¿Por qué?”

 

“Cariño, Cronos no es tan malo como crees” “ El fue quien envió a Grover en una misión secreta para poder salvaros” “El os quiere”

 

“Nunca se ha preocupado por nosotros”

 

“ Eso es lo que vosotros creéis” “Pero no juzgues a un libro por su portada” “No todo es lo que parece”

 

Supongo que tiene razón pero entre la desesperación y la tristeza, no me estaban dejando pensar.

 Otro bramido de furia, y el hombre-toro comenzó a subir la colina a zancadas.

Nos había olido. ¡OH!

 El pino estaba a solo unos metros más, pero la colina se volvía cada vez más empinada y resbaladiza, y para Alex, Grover ya no se hacía más ligero. Así que aminoró los pasos hasta alcanzar el dichoso campamento. Solo esperaba que Thalia tuviera especial cuidado.

El hijo de Pasífae se acercaba. Unos segundos más y estaría encima de nosotros.

Mi tía debía de estar agotada, aún así nos ayudaba "¡Iros, Thalia y Alex! ¡Sepárense! ¡Recuerden lo que les dije!

 No quería separarme, pero sabía que tenía razón: era nuestra única oportunidad. Corrí hacia la izquierda, me giré y vi a la criatura abalanzándose sobre mí. Sus ojos negros brillaban con odio. Apestaba a carne podrida.

 Bajó la cabeza y cargó, con esos cuernos afilados como navajas apuntando directamente a mi pecho.

 Pero esperé. 

 El tiempo pareció ralentizarse. Me mantuve firme y, en el último momento, salté hacia un lado.

 Pasó a toda velocidad como un tren de carga, luego bramó de frustración y se giró, pero esta vez no hacia mí, sino hacia Alex, que estaba dejando a Grover en el césped.

 Habíamos llegado a la cima de la colina. Al otro lado, pude ver un valle, tal como Sally nos había dicho, y las luces de una granja brillando amarillas a través de la lluvia. Pero eso estaba a casi un kilómetro. Nunca llegaríamos.

 El hombre toro gruñó, escarbando el suelo. No dejaba de mirar a mi madre, que ahora retrocedía lentamente cuesta abajo, de vuelta hacia la carretera, intentando alejar al monstruo de Alex .

 —¡Corred! —me dijo—. No puedo seguir. ¡Corred!

Pero me quedé paralizada por el miedo mientras el monstruo la atacaba. Ella intentó esquivarla, como me había dicho, pero el monstruo había aprendido la lección. Su mano se extendió y la agarró por el cuello mientras ella intentaba escapar. La levantó mientras ella forcejeaba, pataleando y golpeando el aire.

 

"¡Tíaaa!"

 Me miró a los ojos y logró articular una última palabra: "¡Vete!"

 Entonces, con un rugido furioso, el monstruo cerró los puños alrededor del cuello de mi madre, y ella se disolvió ante mis ojos, fundiéndose en luz, una forma dorada y brillante como si fuera una proyección holográfica. Un destello cegador y simplemente... desapareció.

 ¡No! —grité, sintiendo como si me arrancaran el corazón del pecho, sin aliento, completamente aplastado. ¡Otra vez no!

 La ira reemplazó mi miedo. Una fuerza recién descubierta ardía en mis extremidades, la misma oleada de energía que había sentido cuando a la señora Dodds le crecieron garras.

Se abalanzó sobre Grover, que yacía indefenso en la hierba, mientras Alex se lo quitaba de encima. El monstruo se inclinó, olisqueando a mi hermano como si estuviera a punto de levantarlo y hacerlo desaparecer también. ¡Ah no!¡Eso si que no!

 No podía permitirlo. 

 Me quité la chaqueta impermeable roja.

 ¡Eh! —grité, agitando la chaqueta y corriendo hacia un lado del monstruo—. ¡Eh, estúpido! ¡ Minotauros !

 "¡Raaaarrrrr!" Después de que dije su nombre, el monstruo se giró hacia mí, agitando sus puños carnosos.

 Tuve una idea, una idea estúpida, pero mejor que ninguna. Me puse de espaldas al gran pino y agité mi chaqueta roja frente al hombre toro, pensando en apartarme en el último momento.

 Pero no sucedió así.

 Se lanzó contra mí con demasiada rapidez, con los brazos extendidos para agarrarme sin importar cómo intentara esquivarlo.

 El tiempo se ralentizó.

Se me tensaron las piernas. No podía saltar lateralmente, así que salté verticalmente, impulsándome con la cabeza de la criatura, usándola como trampolín, girando en el aire y aterrizando sobre su cuello.

 ¿Cómo lo hice? No tuve tiempo de averiguarlo. Un milisegundo después, la cabeza del monstruo se estrelló contra el árbol y el impacto casi me arranca los dientes.

 Se tambaleaba, intentando sacudirme. Me aferré a sus cuernos para no salir volando. Los truenos y relámpagos seguían retumbando con fuerza. La lluvia me caía en los ojos. El olor a carne podrida me quemaba las fosas nasales. 

 El monstruo se sacudió y dio coces como un toro de rodeo. Debería haber retrocedido hasta el árbol y aplastarme, pero empezaba a darme cuenta de que esta cosa solo tenía una marcha: hacia adelante.

 Mientras tanto, Grover empezó a gemir en el césped. Quería gritarle que se callara, pero con la forma en que me zarandeaban, si abría la boca me mordería la lengua. Alex lo golpeó y le tapó la boca para que se callara.

 El hombre-toro se giró hacia él, volvió a escarbar el suelo y se preparó para embestir. 

 En ese momento, Alex pensó en cómo le había arrebatado la vida a mi su tía, la que lo había criado, cómo la había hecho desaparecer en un destello de luz, y cómo la rabia le había llenado como combustible de alto octanaje.

Sonrió con malicia y venganza.

 Alex agarró uno de sus cuernos con ambas manos y tiré hacia atrás con todas mis fuerzas. El monstruo se tensó, lanzó un gruñido de sorpresa y luego... ¡chas!

El hombre toro gritó y lo lanzó por los aires. Aterrizó de espaldas en la hierba. Thalia por el esfuerzo que hizo por agarrar a su hermano para que el golpe no sea más grave.

Me golpeé la cabeza contra una roca. Al incorporarme, veía borroso, pero tenía un cuerno en las manos, un arma de hueso irregular del tamaño de un cuchillo.

El monstruo cargó. Sin pensarlo, rodé hacia un lado y me incorporé de rodillas. Cuando el monstruo pasó a toda velocidad, le clavé el cuerno roto en el costado, justo debajo de su caja torácica peluda.

El hombre-toro rugió de agonía. Se agitó, arañándose el pecho, y luego comenzó a desintegrarse; no como Sally, en un destello de luz dorada, sino como arena quebradiza, arrastrada a pedazos por el viento, del mismo modo que la señora Dodds se había desintegrado. El monstruo había desaparecido.

Había dejado de llover. La tormenta aún rugía, pero solo a lo lejos. Olía a ganado y me temblaban las rodillas. Sentía que la cabeza me iba a estallar. 

Estaba débil, asustada y temblando de dolor; acababa de ver desaparecer a Sally. Quería tumbarme a llorar, pero ahí estaba Grover y Alex, con la misma expresión que yo tenía mientras sangraba por su pecho. Comprendí que necesitaban mi ayuda, así que logré levantarlos y bajar tambaleándome al valle, hacia las luces de la granja. Lloraba, pero me aferré a Grover y a Alex; no los iba a dejar ir.

Si me detenía, sabía que no me levantaría; todo me resultaba abrumador.

Lo último que recuerdo es desplomarme en un porche de madera, mirar hacia arriba y ver un ventilador de techo girando sobre mí, polillas revoloteando alrededor de una luz amarilla, y los rostros serios de un hombre barbudo que me resultaba familiar y una chica guapa, con el pelo rubio rizado como el de una princesa. Ambos nos miraron, y la chica dijo: «Son ellos. Tiene que ser ellos».

 —Silencio, Annabeth —dijo el hombre—. Todavía están conscientes. Tráelos adentro.

Thalia caminaba sola por la playa, como hacía una vez al día. Sentía la suave brisa marina que le despeinaba el cabello negro azabache. Sus ojos verdes brillaban con el sol.

Mientras seguía caminando, se sobresaltó al ver lo que parecía ser un hombre muy alto que salía del océano; su cabello no era tan oscuro como el de ella, tal vez de un color granate oscuro, y sus rasgos faciales no eran visibles desde la distancia. 

Caminó hacia él. Algo en él la atraía. Una sensación emocionante le revolvía el estómago.

Ella vio su rostro, ojos azul verdosos, mandíbula bien definida, labios carnosos, piel bronceada por el sol, vestido con un quitón verde.

 

—¿Estás bien? —preguntó preocupada—. ¡El mar debía de estar helado a estas horas!

 

Sonrió mientras se peinaba hacia atrás.

 

—Estoy bien… pero ¿quizás podríamos tomar algo caliente juntos? —preguntó en voz baja—. Digo… pareces agradable y me gustaría tomar algo contigo, ¿quizás comer algo?

 

Thalia abrió mucho los ojos; ¿qué pasaba con todos esos dioses tan guapos que aparecían de repente, la invitaban a salir o coqueteaban con ella? Eso era muy raro.

 

Thalia, sin embargo, no se quejaría; la querían. Claro, ella también los quería, y era la única princesa de Anthea. ¿Lo quería? Pues lo consiguió.

 

—Claro —dijo ella, entrelazando sus brazos y mirando hacia arriba—. Me encantaría.

 

Poseidón se sonrojó; Era la primera vez que se sonrojaba como una doncella virginal, pero es que ella era la mujer más hermosa que había visto y eso que él había visto a muchas, pero ninguna tan hermosa como la princesa. La había observado caminar por la playa durante meses, y, dioses, la deseaba. O, quizás, era el atisbo de algo mucho más profundo dentro de él.

 Tuve sueños extraños.  Muy raros

Soñé con una mujer de voz suave en lo que parecía ser un antiguo reino. Tenía hijos, hijos hermosos que parecían amar a su madre, y ella los amaba tanto que sentí como si yo también los amara como si fueran míos. Tenía amantes, muchos, que parecían ser muy queridos para ella y a quienes amaba profundamente.

Todo parecía extraño.

Todo me resultaba familiar.

Todo ello causó gran dolor.

Soñé con su vida.

Soñé con su muerte.

Su muerte se repitió mucho, creo que fue por cómo ella también luchó contra los Minotauros y contra una diosa.

Debí de despertarme varias veces, pero lo que oía y veía no tenía sentido, así que volví a dormirme. Recuerdo estar tumbado en una cama blanda, recibiendo con cuchara algo que sabía a un día de barbacoa con mi tía, con sus pinchos morunos, solo que tenía una textura parecida a la de un pudín.

La chica de pelo rubio rizado se cernía sobre mí, sonriendo con sorna mientras me limpiaba la barbilla con la cuchara. Como odio a la gente pesada

Cuando vio que abría los ojos, preguntó: "¿Qué ocurrirá en el solsticio de verano?"

 

Logré articular con voz ronca: "¿Qué?"

 

Miró a su alrededor como si temiera que alguien la oyera. "¿Qué está pasando? ¿Qué se han robado? ¡Solo nos quedan unas pocas semanas!" 

 

¡Madre mía! Hay gente que está bien loca eh.

 

—¡Tengo pinta de saber algo!”- repliqué enfadado por el fuerte dolor de cabeza que traía

Alguien llamó a la puerta y la chica rápidamente me llenó la boca de pudín. 

Brusco. ¡Será posible! ¡Me ha dejado con la palabra en la boca! A todo esto, ¿en dónde está mi hermano? ¡QUIERO A MI HERMANO!

La siguiente vez que desperté, la chica ya no estaba. 

Un tipo rubio y fornido, como un surfista, estaba de pie en la esquina del dormitorio vigilándome. Tenía ojos azules, al menos una docena en las mejillas, la frente y el dorso de las manos.

Cuando por fin me recuperé definitivamente, no había nada extraño en mi entorno, salvo que era más agradable de lo que estaba acostumbrada. Pero me sentía vacía. Los sueños extraños aún me atormentan, y la muerte de mi madre me dejó el corazón apesadumbrado.

Estaba sentada en una tumbona en un enorme porche, contemplando un prado y las verdes colinas a lo lejos. La brisa olía a fresas. Tenía una manta sobre las piernas y una almohada bajo el cuello. Alguien intentaba que estuviera cómoda.

Todo eso estuvo genial, pero sentía la boca como si un escorpión la hubiera usado de nido. Tenía la lengua seca y con mal sabor, y me dolían todos los dientes.

 En la mesa de al lado había un vaso alto. Parecía zumo de manzana helado, con una pajita verde y una sombrilla de papel clavada en una cereza al marrasquino. Tenía la mano tan débil que casi se me cae el vaso en cuanto lo agarré. «Cuidado», dijo una voz familiar.

 Grover estaba apoyado en la barandilla del porche, con aspecto de no haber dormido en una semana. Bajo el brazo, sostenía una caja de zapatos. Vestía vaqueros azules, zapatillas Converse de caña alta y una camiseta naranja brillante que decía CAMPAMENTO MESTIZO. El simple y llano Grover, no el Sátiro…

Quería pensar que quizás todo esto fuese una pesadilla. Quizás Sally estaba bien. Seguíamos de vacaciones y, por alguna razón, nos habíamos detenido en esta gran casa. Y…

Pero era real. Incluso cuando deseaba desesperadamente creer lo contrario.

-A todo esto, ¿dónde está Alex?- pregunté enojada

-No te desesperes, hermanita – contestó Alex al entrar al porche. Ya me quedé más tranquila

Alex estaba con una camiseta un tanto hortera, se notaba que bajo de la camiseta tenía unos vendajes, y su cara tenía los cortes ya cerrados y aparentemente limpia. Eso sí, su tono despreocupado no desaparecía ni siquiera ante la tristeza. Vestía unos pantalones vaqueros negros y unas zapatillas blancas de deporte.

“¡No te ofendas, pero no me gusta tu camiseta!”

“¡Tranquila, a mi tampoco!” contestó asqueado.

“¡Eh!” - replicó Grover. “¡Era todo lo que pude conseguir!”

Alex levantó las manos a modo de tranquilidad.

—Me salvasteis la vida — le dijo Grover a Alex—. Yo... bueno, lo menos que podía hacer... Volví a la colina. Pensé que tal vez querríais esto.

Con reverencia, colocó la caja de zapatos en mi regazo. Dentro había un cuerno de toro blanco y negro, con la base astillada por haberse roto y la punta salpicada de sangre seca.

La sangre de Μινώταυρος , su cuerno, mi arma.

 —El Minotauro —dije. 

—Te queda bien, Thals—me sonrió arrogantemente Alex.

"Urna, Thalia, no es buena idea..." 

“¡¿Crees que ahora mismo nos importa eso!?” replicó Alex defendiéndome.

 —Me da igual. Así le llaman en los mitos griegos, ¿no? —pregunté—. El Minotauro. Mitad hombre, mitad toro. 

 Grover se removió incómodo. —Has estado inconsciente dos días. ¿Cuánto recuerdas? 

 —¿¡Tú qué crees!?—respondí groseramente, pero ahora mismo me daba igual todo.

 Contemplé el prado. Había arboledas, un arroyo serpenteante y hectáreas de fresas extendidas bajo el cielo azul. 

El valle estaba rodeado de colinas onduladas, y la más alta, justo frente a nosotros, era la que tenía un enorme pino en la cima. Incluso esa lucía hermosa bajo el sol. 

¡Liah! - susurré con pena por mi mejor amiga. Se me es muy difícil verla así, en como quedó.

Liah y yo éramos mejores amigas, crecimos juntas en el vecindario. Su madre Mary, era una de las valkirias de mi madre. Ella tuvo dos hijoa: Thalia y Jason. Siempre nos disgustó que nos llamaramos igual, así que nos acortamos el nombre, yo era Thal o Thals; y ella era Liah, nos hacíamos llamar el dúo Thalia. A nuestras madres les hacían gracia porque teníamos un vinculo muy cercano; al igual que Alex estaba muy unido a su hermano, Jason. A la edad de 12 años, nosotros tres conocimos a otros semidioses llamados Luke quien estaba locamente obsesionado con Liah, demasiado para ser exactos. Yo desconfiaba de él, siempre estaba al acecho. Conocimos a una niña pequeña de siete años, Annabeth. Nos perseguían unos monstruos fue cuando a Gabe, el apestoso empezó a toquetearme, así que mi hermano y yo nos fuimos de casa. Nos juntamos con ellos, y Luke nos dijo que había un campamento, pero casi al llegar a la colina fuimos sorprendidos por una horda de monstruos tanto griegos como gigantes de escarcha. Uno de los monstruos iba a golpearme cuando yo intentaba tomar en brazos a Annabeth que estaba llorando asustada. Liah se puso en medio y el golpe le recibió ella, eso si, antes de que ella muriera, su padre la convirtió en un pino, mientras múltiples rayos sacudían todo el lugar. Mi hermano y yo nos asustamos y no llegamos al campamento, sino que dimos media vuelta de regreso a nuestra tía. Ella con suma dulzura nos consoló.

De vuelta a la realidad, mi tía se había ido. El mundo entero debería ser negro y frío. Poco a poco cada una de las personas que me importan se van. Primero, mi madre Freya, después mis amigos, ahora mi tía Sally. ¿qué me queda aparte de Alex?

 Nada debería parecer bello. 

 —Lo siento —sollozó Grover—. Soy un fracaso. Soy... soy el peor sátiro del mundo. —Gimió, dando un pisotón tan fuerte que se le salió la zapatilla. Bueno, se le salió la Converse de caña alta. El interior estaba relleno de poliestireno, salvo por un agujero con forma de pezuña—. ¡Ay, Estigia! —murmuró. Un trueno retumbó en el cielo despejado.

 Estaba sola. Huérfana. Tendría que vivir con... nuestros padres. ¡Ay, no! ¡No quiero estar con Odín, bueno, Cronos tiene un pase porque, a fin de cuentas, es el único quien se puso en contacto cuando éramos muy pequeños, ¡pero no ha vuelto hacer acto de presencia! Y… Gabe, el apestoso…

No. Eso jamás pasaría. Primero viviría en la calle. Fingiría tener diecisiete años y me alistaría en el ejército. Haría algo. Grover seguía sollozando. El pobre chico —pobre cabra, sátiro, lo que fuera— parecía esperar que lo golpearan. 

 Alex le dije: "No fue tu culpa".

 "Sí, así fue. Se suponía que debía protegerte, bueno, protegeros" 

 

"¿Te pidió mi madre que me protegieras?" 

 

“Mas bien, en realidad, este encargo era una misión secreta”

“¿Cómo que misión secreta?

“Veréis quien me contactó para que realizara este trabajo… fue Cronos, el Señor del Tiempo"

“¿¡CÓMO!?” gritamos al unisono.

“Exactamente”- suspiró Grover.- “Me ordenó que protegiera y trajera a unos tesoros que eran de su propiedad, pero nunca creí que se trataban de ustedes ni mucho menos me especificó que eran más de uno” “Vuestra tía estaba al tanto de esto” “ Me habló de un lío que tuvo con uno de los grandes por eso yo creí que erais uno de sus numerosos hijos” “Ahora me doy cuenta de quienes sois: hijos del titan mayor, del rey de los dioses nórdicos y de la diosa de la guerra y reina de los vannir”

“Emm… Grover! - expresé muy nerviosa

“¡… lo que sabes de nosotros, se queda aquí! -terminó por mi Alex igual de tenso que yo. -Para nuestra seguridad tenemos que seguir fingiendo ser los hijos de Sally Jackson

-¡No os preocupéis chicos! - dijo serio Grover.-Me habéis salvado la vida y estoy en deuda con vosotros.

Alex y yo le agradecimos

“¿Mi tía estaba al tanto? - pregunté

Si. Pero, de todas maneras, ese es mi trabajo. Soy un guardián. Al menos... lo era."  

"Pero ¿por qué…?" De repente me sentí mareada, la vista se me nublaba.

No te esfuerces demasiado —dijo Grover—. Toma. —Me ayudó a sujetar el vaso y me acercó la pajita a los labios. 

 

Me dio asco el sabor porque esperaba jugo de manzana. No era eso en absoluto. Eran galletas con chispas de chocolate. Galletas líquidas. Y no unas galletas cualquiera: las galletas caseras de chispas de chocolate rojo de mi mamá, mantecosas y calientes, con las chispas aún derretidas. Al beberlas, todo mi cuerpo se sintió cálido y bien, lleno de energía. 

Si a mi tía le encantaba hacer comida de color azul, a mi madre los hacía de color rojo. A Freya le encantaba cocinar y se notaba lo buena que era su comida.

Mi tristeza no desapareció, pero sentí como si mi madre me hubiera acariciado la mejilla, me hubiera dado una galleta como cuando era pequeña y me hubiera dicho que todo iba a estar bien. Sin darme cuenta, me había bebido el vaso de un trago. Lo miré fijamente, convencida de que solo había tomado una bebida caliente, pero los cubitos de hielo ni siquiera se habían derretido. 

 —¿Estaba bueno? —preguntó Grover. Asentí. —¿A qué sabía? —Sonaba tan nostálgico que me sentí culpable. 

 —Lo siento —dije—. Debería haberte dejado probar.

Sus ojos se abrieron de par en par. "¡No! No es eso lo que quise decir. Solo... tenía curiosidad."

 —Galletas con chispas de chocolate —dije—. De mi mamá. Caseras.

 Suspiró. —¿Y tú cómo te sientes? Refiriéndose a Alex

“Nah, bueno, me siento como si me hubiese atropellado un camión tipo tráiler, pero bueno, como una rosa. - su sarcasmo era inconfundible. - Pero me siento bien, en forma, como si pudiera coger los árboles y utilizarlos de barredor

 

 "Yo como si yo pudiera lanzar a Nancy Bobofit a cien yardas."

 

—Eso está bien —dijo—. Eso está bien. No creo que podáis arriesgaros a beber más de eso.

 

"¿Qué quieres decir?"

Me quitó el vaso vacío con delicadeza, como si fuera dinamita, y lo volvió a poner sobre la mesa. —Vamos. Quirón y el señor D están esperando.

El porche rodeaba completamente la casa de campo.

Sentía las piernas temblorosas después de caminar tanto. Grover se ofreció a llevar el cuerno del Minotauro, pero lo sujeté con fuerza. Había pagado con creces por ese recuerdo. No iba a soltarlo.

Al llegar al otro extremo de la casa, recuperé el aliento.

Debíamos de estar en la costa norte de Long Island porque, de este lado de la casa, el valle se extendía hasta el agua, que brillaba a una milla de distancia. Entre aquí y allá, simplemente no podía asimilar todo lo que veía. El paisaje estaba salpicado de edificios que parecían de la antigua arquitectura griega: un pabellón al aire libre, un anfiteatro, una arena circular; solo que todos parecían nuevos, con sus columnas de mármol blanco reluciendo al sol. En un arenero cercano, una docena de chicos de secundaria y sátiros jugaban al voleibol. Canoas se deslizaban por un pequeño lago. Niños con camisetas naranjas brillantes como la de Grover se perseguían alrededor de un grupo de cabañas escondidas en el bosque. Algunos practicaban tiro con arco. Otros cabalgaban por un sendero boscoso y, a menos que estuviera alucinando, algunos de sus caballos tenían alas.

Al final del porche, dos hombres estaban sentados uno frente al otro en una mesa de cartas. La chica rubia que me había dado de comer a cucharadas el pudín con sabor a barbacoa y pinchos morunos estaba apoyada en la barandilla del porche junto a ellos. Se me hacía extrañamente familiar, ¿No será o sí?

El hombre que estaba de frente hacia mí no había levantado la cabeza.

Tenía el pelo negro rizado, los ojos azulados y una barba espesa; parecía serio, como si le hubieran arrebatado toda la alegría; tenía un aspecto familiar y a la vez extraño.

Levantó la vista, con los ojos desmesuradamente abiertos

—¿Mamá? —preguntó con voz temblorosa, y entonces, en lugar de un hombre de unos cuarenta años sentado allí, había un niño de ocho años, con el pelo aún rizado y los ojos grandes y azules.

Y entonces llegó, un dolor cegador en la cabeza, alguien gritando, solo que no era alguien. 

Mientras Thalia, arrodillada, gritaba como una loca, su hijo menor, Dionisio, corrió a ayudar a su madre. Junto a Thalia estaba Alex quién gritaba por ayuda mientras sujetaba a su hermana para que no cayera al suelo.

Dionisio mismo lloraba. Había echado de menos a su madre.

 

Chapter 6: Interludio I – Dionisio

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Capítulo 6 : Interludio I – Dionisio

 

“Por supuesto que puedo hacerlo. Estoy embarazada, no tengo daño cerebral. Mi condición no cambia mi personalidad”

— Christine Feehan, Juego Despiadado.

 

Los dioses cuchicheaban sobre cierta mujer que se había acostado con dos dioses muy importantes, y cómo ya había hechizado a Zeus y Poseidón, hasta tal punto que esos dos cada vez se llevaban mejor ¿Cómo era eso posible? Hera, en cambio, estaba aún más rabiosa de lo habitual. Típico de ella. Naturalmente, estaba celosa de que la joven princesa —ya sabía que iba a ser un problema— le había robado la “atención” como ella se decía a sí misma de lo que ella consideraba su hombre, Zeus. Y, para colmo, había una constante paz entre sus hermanos que no le beneficiaba en absoluto. Sin embargo, una diosa estaba bastante curiosa sobre la chica que incluso se había presentado ante la princesa de Antea, su ciudad-estado favorita, a partir de ahora. La chica no solamente era hermosa sino también de armas tomar e inteligente. Claro que ya se habían conocido sino además de que habían compartido una conversación sobre la belleza y la inteligencia. Además de que atrajo a Atenea, de todas las diosas. Se habían conocido las tres cuando la joven princesa estaba en cinta de Zeus y Poseidón, algo que era muy inaudito ya que ambos dioses eran bastante posesivos y celosos como para compartir a la misma mujer. Atenea se llevaba muy bien con Thalia que incluso la hizo madrina de los hijos de Poseidón, éste había dado su consentimiento para sorpresa de todos. La pregunta estaba en…

¿Era ella una bruja? 

Pero ¿cómo se podría hechizar a un dios?

Imposible.

Eso sí, durante el embarazo se consiguió otro visitante, podríamos decir. Que, si las cosas suceden de manera muy productiva, la lista de amantes divinos de la joven princesa se podría alargar, pero… ¿Quién sabe?

Su nombre era Thalia. Princesa de un reino llamado Anthea.

Hades observaba con curiosidad, desde las sombras. Sin acercarse jamás.

Como nunca se atrevían a pedir más, la gente normalmente no sentía mucho aprecio por el dios de la muerte, a menos que necesitaran —o quisieran— un favor.

 La mujer —la niña— tendría apenas diecinueve años, estaba embarazada; si no fuera la princesa, lo más normal es que la hubiesen desheredado, pero allí estaba, embarazada de gemelos—cuatrillizos para ser más exactos, dos de cada uno— con la cabeza bien alta, sin importarle lo que pensaran los demás.

Debía de decir que era extraordinariamente hermosa, tanto como tentar a mas de un dios, y, ¡Maldita sea! No culpaba a sus hermanos por tener tan buen gusto. Para Hades, la belleza no era un rasgo único cuando se trataba de sus amantes, pero sentía que esta chica era muchísimo mas que la belleza superficial. Y, para mantener aún a dos dioses conocidos por su falta de apego era bastante sorprendente.

Si bien mantener una relación después del nacimiento del niño no estaba prohibido, era inusual para los dioses, principalmente porque después de un tiempo perdían el interés; Zeus, sobre todo, lo perdía más rápido, pero visitaban a Thalia a diario, y la mayoría de las veces alguien permanecía con ella; curiosamente, hoy no había nadie.

 Thalía levantó la vista desde el diván en el que estaba recostada, relajándose.

 —Muy osado por su parte, mi señor, entrar y observar a una mujer en sus aposentos —dijo con una sonrisa burlona. —Sobre todo si se trata de una princesa. —

Hades se sobresaltó, quedó envuelto en niebla, la mujer tenía una visión clara y no había otra explicación.

 —Mis disculpas, mi princesa —dijo arrastrando las palabras—. No era mi intención. —Salió del pequeño nicho de su sala de estar y se adentró en la luz.

 

—Seguro que no —dijo con sarcasmo—. ¡Usted debe de ser un dios, supongo!

 "¿Qué?"

—Es decir, dioses, no soy tan tonta ni ingenua, ¿verdad? —preguntó en voz alta—. Es decir, ni siquiera me dieron nombres diferentes y siguen apareciendo uno tras otro. Lo de Hera podría haber sido una coincidencia, ya que la diosa no castigaría a alguien por tener el mismo nombre. Luego fue Zeus, y fue tan obvio… Ya ni decimos de Poseidón.

 “Y quiero decir que eres alto, misterioso y, sinceramente, guapo, y por Dios, es obvio quién eres”, concluyó.

 Hades se rió, tardó un rato en parar.

 —Lo entiendo —dijo—, tienes una especie de locura especial que es... simplemente embriagadora.

 Ella lo miró con furia: "¿Acabas de llamar loca a una maldita mujer embarazada?". Soltó un suspiro: "Por eso, señor, está soltero".

 Él soltó una risita genuina. “Quiero decir, no te equivocas, pero oye, eso es un poco ofensivo”, dijo mientras se sentaba en la pequeña silla junto a su chaise longue. 

 —Bueno, eso es culpa tuya —dijo girando ligeramente la cabeza para poder sonreír sin ser vista.

Y, por primera vez, Hades sintió un vuelco en el corazón. Ahora entiende el por qué sus hermanos se quedaban aún con ella. Ella era directa, con un toque de locura, sarcástica e inteligente. Hades se perdió en sus ojos mientras ella seguía hablando y hablando. Hades escuchaba siempre lo hacía, pero con ella atendía todo lo que decía. Y, así se enamoró.

Campamento Mestizo

Annabeth estaba teniendo un día normal, de hecho, estaba teniendo un día estupendo, mientras veía a Quirón y al Sr. D jugar al pinochle, aunque el Sr. D no fuera la compañía más agradable.

 

Los chicos nuevos que llegaron a principios de esa semana con Grover se estaban recuperando, sin duda, aunque lentamente; no habían respondido a ninguna pregunta, pero era comprensible. Además, se le hacían bastante familiares. Annabeth no quiso pensar más sobre ello.

Mientras estaba absorta en sus pensamientos, no vio llegar a los chicos nuevos; no, sí lo oyó cuando, de repente, una silla chirrió —el señor D—, solo que el hombre ya no era viejo ni un poco feo; de pronto apareció un niño, de unos 9 o 10 años como máximo, y, sinceramente, parecía tan mono. 

Y entonces, el niño preguntaba: “¿Mamá?”, pero eso era simplemente ridículo, no había manera de que esa chica fuera la madre del Sr. D porque el Sr. D tenía milenios de antigüedad y la niña tenía 16 o 17 años al igual que su hermano quien era extrañamente muy parecido al Señor del Olimpo.

 De repente se oyeron gritos, y la niña cayó de rodillas, llorando, gritando, sujetándose la cabeza. Con su hermano sujetándole el cuerpo para evitar la caída. Annabeth y los demás corrieron hacia ella, mientras Dionisio entraba en pánico.

 —¡¿Por qué grita mamá, Quirón?! —gritó—. ¡Rubia, ve a buscar a alguien que le prepare una cama a mamá, ahora mismo! —ordenó, creciendo repentinamente en estatura, para cargar a Thalía en sus brazos.

—¿¡Mamá!? — preguntó incrédulo Alex — ¿¡Cómo que mamá!?

—¿¡Y tu quien eres!?-exigió el pequeño niño.

—¿¡Cómo que quien soy!? —se indignó Alex-¡Para tu información engendro del demonio soy el hermano gemelo de aquella a quien llamas mamá!

Dionisio se quedó sorprendido. No sabía que su madre tenía un hermano, al igual que todos, creía que su madre era hija única. De cualquier manera, tenía la intención de saber: ¿Quién era su madre? ¿De dónde venía? Y la pregunta más importante de todas, no se suponía que era una reencarnación o ¿es algo más?

Quería respuestas a todas sus preguntas.

“No la toques”, dijo, como si fuera un pensamiento posterior.

Annabeth corrió, pidiéndole a Will que la ayudara a preparar una cama, sin dar ninguna explicación.

Dionisio cargó a Thalía lentamente para no lastimarla más de lo que ya estaba.

Llegaron a la pequeña sala que servía de hospital improvisado. Dionisio recostó con cuidado a su madre.

Está muy viva. Su madre respira y vive.  

Su madre humana. Su madre, que ya no era humana. Y muy cambiada, parecía como alguien de ensueño, no es que su madre no fuera hermosa. Claro, que lo era, pero ahora sí parecía una diosa.

—¿De dónde sois? ¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis aquí? – preguntó Dionisio

—¡¡Whoo! ¡¡Para el carro muchachito!! Que son demasiadas preguntas —se quejó Alex.

Alex se quedó muy pensativo si sus sospechas eran correctas, y, por lo que le contó su hermana, sobre que tenía pesadillas y sueños raros—claro que en ese momento no quiso hacer caso de eso, ya que podría ser solo sueños, nada especialmente importante— pero ahora no estaba tan seguro.

—Supongo que podemos empezar desde el principio, pero tiene que quedar entre nosotros para nuestra seguridad, la mía y de mi hermana. — el pequeño dios asintió muy rápidamente como si se tratara de alguna historia entretenida.

—Me llamo Alexandre Igor Vannir y mi hermana es Thalía Valkyrie Vannir, hijos de la diosa Freya, de Odín y Cronos. Son una tríada de almas gemelas, de ahí nuestra importancia. Somos gemelos, como habrás comprobado, y príncipes de Vannaheim y, lo mas seguro, si se digna a darnos nuestro merecido reconocimiento por ser sus hijos. Bueno, me refiero a Odín. Así que somos principies y mi hermana es la mas importante, ya que heredó todos los poderes, único requisito para ser nombrada heredera al trono de Asgard y Vannir, por lo tanto, es una futura emperatriz. Nuestra protectora fue Sally Jackson, vikinga de nuestra madre, quien nos ha protegido toda nuestra vida, la consideramos nuestra tía. Solo sabemos que ella tuvo un romance con un dios poderoso y dio a luz a un bebe muerto, y, por ello, nos ha hecho pasar como a sus hijos para protegernos. ¿Todo está contestado?

—Si… — dijo pensativo Dionisio mirando a Thalía. —Ahora solo me queda una pregunta por hacer y solo mamá me puede contestar.

—A ti y a mí, querido sobrino— dijo Alex indignado —Anda que hacerme tío a tan temprana edad, ¿por qué me hace esto a mí? Además, ¿ Quien es tu padre? Eso para empezar.

—Zeus— dijo Dionisio encogiéndose de hombros. — Y eso que no has preguntado por los demás

—¿¡Cómo que los demás!?- se asustó Alex.- Pero, ¿¡Hay más!? ¿¡Cuántos sois!? ¿¡Del mismo o de otro!?

—Somos catorce… pero la siguiente pregunta que te la responda mamá- dijo Dionisio un poco riéndose. Madre mía, los demás dioses si que van a estar en problemas con su querido tío. No es que le importe.

Alex bufó.

Lo que pasaba con Thalia era que, tras su muerte, los dioses le rogaban que aceptara la divinidad. Cada vez que ella se negaba con cierto resentimiento, Dionisio seguía sin comprender por qué. Una vez, durante una visita, ella le había dicho: «Los designios del destino son misteriosos, hijo. Si pudiera, aceptaría, pero los mortales mueren». Entonces sonrió, como si guardara un secreto amargo.

Cuando Hades llegó, hace unos diecisiete años, diciendo que su madre ya no estaba en el Elíseo, ni en ningún otro lugar del inframundo, se enfureció. Le habían dicho que, si no la visitaba durante un tiempo, ella volvería con ellos, que aceptaría la divinidad. Pero no lo hizo.

—¿Qué le pasa a mamá? —preguntó al rubio hijo de Apolo. Recordaba a su difunta hermana, Escila, y todos sus defectos y crueldades. El rubio no parecía ser tan malo como su hermana mayor. Aunque, todos en sí hemos sacado también la parte menos bonita de nuestros padres. No la culpo.

Alex escuchaba atentamente preocupado por el bienestar de su hermana.

Will se atragantó: “Parece que no hay nada malo en sí, mi señor, lo siento, puede que se haya desmayado por agotamiento o un shock, recomendaría cuidados delicados y mucho descanso”.

Dionisio lo miró, buscando una mentira, pero no encontró ninguna.

“Estáis todos despedidos, excepto el hermano de mamá, ni una palabra de lo sucedido, ni siquiera tú, Quirón”, advirtió.

 

Thalía se despertó sobresaltada y asustada. Hacía muchísimo tiempo que no se sentía tan asustada como ahora. Había recuperado todos sus recuerdos al menos la mayoría de ellos. Recordó a sus amados hijos, a sus antiguos amantes. El dolor de saber de su traición, lo estúpida que se sintió en ese momento, A Hera y como la mató a ella y a su bebé. Lo sola que se sintió y, también, recordó como llegó a esa situación.

Se levantó corriendo y tomó la daga que siempre llevaba, un salvoconducto por si las cosas empeoraban. Dionisio se cayó al suelo pues él estaba encima de su madre. Vio a su madre en todo su esplendor, pero asustada, con una daga en mano y amenazando a todo aquel que osara acercarse.

Alex se levantó de inmediato en cuanto vio a su hermana levantarse apresuradamente con la daga en mano que le regaló nuestro padre Cronos.

Separó a Dionisio de Thalía, pues el niño quería estar con su madre. Levantó las manos en señal de calma, también lo hizo Dionisio, quien estaba preocupado por su madre.

—¡Tranquila, Thals! —le dijo Alex con preocupación. —¡Aquí estas a salvo!

—¡Mami! —lloró Dionisio. — ¡No dejaré que nadie te haga daño! ¡Esta vez te puedo proteger junto con el tío Alex!

Alex bufó al oír la palabra tío.

— ¡No estoy a salvo! – sollozó Thalia. —¡Nunca lo he estado!

Alex se acercó poco a poco a Thalía. Ésta estaba recluida en una esquina con cuchillo en mano de manera amenazante. Ella le seguía con la mirada fija en Alex mientras sollozaba y temblaba. Alex vio que a su hermana le seguían dando ataques de pánico, como cuando eran niños. Ella, solamente, le daban ataques de pánico cuando estaba muy asustada y eso significaba una cosa… Lentamente cogió la mano de su hermana—aquella que tenía agarrado el cuchillo tomándola— acto seguido, su hermana se echó al suelo llorando histéricamente.

—¿Qué pasó? -preguntó Alex dulcemente mientras acariciaba a Thalía.

—¿Te acuerdas aquel día cuando fuimos a tomar un helado y, que en medio del parque desaparecí y no me encontrasteis hasta varios meses después en el mismo lugar? — preguntó Thalía.

Dionisio escuchaba atentamente.

—Si… me diste un susto de la leche—Alex se quejó ante el mero recuerdo de aquella vez. —Cuando te encontré estabas aturdida, confundida y tenías una expresión vacía. Además de que el temporal no acompañaba. Había muchas tormentas y huracanes.

—Exactamente… —siguió Thalía. — Bueno, pues al salir de heladería, alguien llamó mi nombre, pero ese alguien… era Él, Alex. El me encontró, quiso que me fuera con él. Y…y…y… —para ese entonces, Thalía hiperventilaba— Entré en pánico, no me dio tiempo a llamarte ni mucho menos a Amph, creo que mis poderes colapsaron y lo único que pensé era en regresar a casa, pero no me llevó allí, sino que me trasladé en el tiempo. A una época muy antigua, donde ni siquiera habíamos nacido. Lo malo fue que yo no tenía ningún recuerdo, solo recordaba mi nombre. El único quien me encontró allí, perdida, fue le rey de Antea, como había perdido a su única hija, me dijo que le recordaba a ella y me adoptó. Luego, conocí a los dioses, tuve hijos con ellos. Me enamoré Alex. Ellos me decepcionaron de la peor forma y al final para protegerlos me asesinaron… fue Hera, estaba celosa y junto con el Minotauro me quitaron la vida… allí, en el pasado. Yo no debería de haber estado allí pero estuve en el inframundo. Las Moiras me sacaron de allí, me dijeron que ese no era mi lugar y me devolvieron a nuestra era.

—¿Esos sueños que me decías que tenías, eran recuerdos de tu vida pasada? —preguntó Alex pensativo.

Thalía asintió mirando al vacío.

Dionisio se quedó aturdido… ¡Entonces, su madre no era una reencarnación, sino que es una viajera del tiempo! ¡Así que era por eso!

—¿¡Quien era el que te perseguía!?- preguntó Dionisio.

Thalia respondió bajito pero lo suficiente para ser escuchado. — Urano, el primordial del cielo

Dionisio se quedó estático. Alex se tensó.

—Te prometo que ya nadie te va a volver hacer daño, Thals—prometió Alex a su hermana seriamente.

Dionisio asintió enérgicamente.

—Vamos, Thals—Alex cargó a su hermana. —Duerme un poco más. Yo estaré cerca, ¿de acuerdo? Y con eso Alex dejó a Thalía con un beso en la coronilla.

Durante lo que parecieron horas, Dionisio permaneció al lado de Thalía acariciando sus oscuros mechones, memorizando su rostro; había echado mucho de menos a su madre. 

Recordaba el amor. Haber crecido sintiendo tanto cariño y amor. 

Recordaba a sus hermanos, las peleas después de la muerte de su madre.

Recordaba haber llorado. Mucho. 

Apoyó la cabeza —había cambiado, esta vez tenía 6 años— en el vientre de Thalía.

Una mano se movió hacia su cabello y él se sobresaltó.

—Hola, mi amor —sonrió su madre—. Te he echado de menos. 

“¡Lo siento, mamá!”, gritó. “¡Lo siento mucho, no debí haberles hecho caso!” 

“Está bien, mi amor, mamá siempre te perdonará”, dijo abriendo los brazos para acoger a su piadoso hijo.

—Te extrañé, mamá —dijo Dionisio en voz baja, tratando de refugiarse en el calor de Thalía.

 —¡Uf! —dijo Thalía en tono de broma—. ¿Tienes un amor más pequeño, pero más pesado? 

—¡No, mamá! Soy pequeño y lindo —dijo haciendo pucheros—. ¡Aprecia lo lindo que soy! ¡Abrázame!

 Thalía rió: “Siempre serás lindo y adorable, mi corazón, ven aquí para que pueda abrazarte, amor”.

Dionisio se acercó más a Thalía y, dejando que el adolescente lo abrazara. 

Alex entró a la habitación y se encontró con una escena que le dio mucha ternura.

Para Dionisio protegería a su madre de todos, sobre todo de Hera, y, especialmente ninguno de esos malditos olímpicos. No volverán a arrebatársela…. ¿Quizás debería de decírselo a sus hermanos? Cuanto más ayuda mejor. Y si el tío Alex también se une como que mejor.

—Hermanita… hermanita…- dijo Alex con burla —No te perdono que me hayas echo tío a tan temprana edad. Soy demasiado joven para eso.

Thalía bufó divertida. —Ve al pasado, sin memoria y ya me contarás.

Chapter 7: ανακλυσμός

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Capítulo 7:  ανακλυσμός

“Los recuerdos te reconfortan por dentro. Pero también te destrozan.”

— Haruki Murakami, Kafka en la orilla

Thalia se secó el sudor; había dado a luz a sus cuatro hijos dos meses antes, sus pequeños Heracles, Teseo, Sofía y Adhara, y ahora se le permitía volver a hacer ejercicio. Alzó su espada —un regalo de Poseidón, quien había pedido al cíclope de las forjas submarinas que la fabricara, una hermosa espada llamada ανακλυσμός , su anaklusmos— y blandió un tajo contra el maniquí de práctica que Zeus le había proporcionado.

Mientras practicaba el corte, vio de reojo a un hombre apoyado contra la pared, observándola entrenar. La miraba con una sonrisa burlona. Tenía el cabello castaño claro, ligeramente rizado, pero sus ojos... sus ojos eran vacíos... no, no vacíos, eran rojos como llamas. Era alto y de complexión fuerte.

 Si Thalia era sincera, él estaba buenísimo.

No como Zeus, que era todo formalidad y melancolía.

No como Poseidón, que era hermoso como el mar.

No como Hades, que era alto, moreno y misterioso.

No.

No era guapo, ni siquiera cuando era terriblemente apuesto.

Era como un guerrero.

Y entonces Thalia se dio cuenta. 

Ese debe ser Ares. El dios de la guerra.

Thalia tomó el pequeño trozo de tela con el que se había estado secando el sudor y se limpió la cara una vez más antes de acercarse al hombre alto, sintiéndose empequeñecida una vez más al lado de este nuevo dios.

—Hola —dijo—, ¿puedo saber su nombre?

La sonrisa burlona del hombre se ensanchó.

—Puedes llamarme Ares, mi querida princesa —dijo coqueteando un poco—. ¿Puedo saber el tuyo?

 “Thalia”

 “Mi princesa, pareces muy conocedora del arte de la espada, pero ¿me permites sugerir algunas modificaciones?” 

—Sí, mi señor —sonrió Thalia un poco sonrojada, con los ojos brillantes; no había mejor maestro en el arte de la espada que el Dios de la Guerra. Y, dioses, era demasiado guapo como para pensar.

Ala del hospital, campamento mestizo

Thalía abrió los ojos lentamente; le dolía la cabeza por los recuerdos que le rondaban la cabeza, y la luz le volvía a molestar en los ojos.

Un momento estaba tranquila, al siguiente estaba furiosa.

Por la vida.

Por sus amantes.

En realidad, a los dioses. 

¡Cómo se atreven a hacerle esto! 

A sus hijos.

Respiró hondo, intentando controlar el dolor de cabeza, y después de lo que parecieron siglos, pero que probablemente fueron diez minutos, abrió los ojos. 

Su hermoso hijo estaba allí, mirándola con sus hermosos ojos violetas como cuando era pequeño. Alex también estaba allí.

—Buenos días, mamá —susurró Dio. Seguía pareciendo joven, y Thalía se preguntó si lo hacía para ganarse su cariño, aunque su hijo nunca lo necesitara; siempre lo había tenido al igual que sus hermanos y hermanas.

—Buenos días, αγάπη μου —respondió, usando el apodo cariñoso con el que su madre lo llamaba cuando era pequeño. — Buenos días, Alex —

—Buenos días, Thals— Alex dijo mientras besaba suavemente la mejilla de Thalia. —¿Cómo te encuentras?

—Bueno… con fuertes dolores de cabeza— Thalía se quejó.

—¡No te preocupes, mamá! —dijo Dionisio. —Pronto se te pasará, te lo prometo.

Ay Dio, su dulce niño.

—Mejor me voy de aquí—se quejó Alex. —Aún no puedo creer que me hayas dado sobrinos

—Crece de una vez—Thalía bufó. Alex le sacó la lengua y se fue.

—Es increíblemente parecido a padre— dijo Dionisio mientras veía como sale del ala médica.

—Lo sé—suspiré con los recuerdos aún bastante frescos. —Somos hijos de Cronos también, ¿qué esperabas?

—Ya… pero ¿tienen que parecerse tanto? —pregunta Dio.

—Tu padre se parece a nuestro padre y Alex también—explicó Thalía. —Yo que tu no me lo tomaría a pecho. Son distintos en personalidad, es verdad, que son muy melodramáticos, pero ambos son distintos.

—No te preocupes—Thalía le tranquilizó. —Tu dale tiempo

—¿Te apetece desayunar, mamá? —preguntó Dioniso.

 

“Claro, mi amor, vamos a comer, ¿te parece?” 

Dioniso mandó llevar comida a la cama de su madre. La comida transcurrió en silencio. Dioniso se preguntó si finalmente se había vuelto completamente loco; siempre había estado algo loco —Hera lo había hecho así hacía eones incluso si fuera de forma ofensiva—. Esperaba que no fuera así.

—¿Qué te preocupa, cariño? —preguntó Thalía, ladeando ligeramente la cabeza. 

Dios, su madre era tan perfecta y hermosa, y maldita sea, no iba a permitir que esos otros dioses imbéciles se la llevaran de nuevo y, menos aun, que anduviera cerca de Hera; necesitaba contactar a sus hermanos.

—Solo quería saber si esto no es un sueño, mamá. Te extrañé muchísimo —dijo, mirándola con sus mejores ojos de cachorro.

—Oh, cariño, ven aquí —Thalía abrió los brazos y Dio se arrojó a ellos. 

Hacía... ¡qué calor! 

Había olvidado lo que se sentía al ser amado por su madre. 

Olvidé cómo era ser abrazado

Había vivido más tiempo sin su madre que con ella, y por un instante lo comprendió.

Comprendió por qué los dioses anhelaban ser amados por Talía.  

Su madre había sido —y sigue siendo— la persona más hermosa del mundo. 

La más cálido 

Él solo quería permanecer en esos brazos por toda la eternidad. 

Empezó a llorar.

—αγάπη μου, ¿por qué lloras? — Thalia preguntó preocupada

—Te quiero, mamá. — le dijo llorando. La había echado muchísimo de menos. Sus hermanos también, cuando se enteren no la van a dejar en paz. Entre todos la vamos a proteger, eso seguro.

—Yo también te quiero, cariño —dijo Thalía mirándolo con ojos dulces.

Se quedaron dormidos, abrazados.

 

Campamento medio sangre

Habían pasado un par de días desde que Thalía se desmayó y los recuerdos aún volvían a ella, pero ya estaba fuera de la cama, el campamento estaba un poco loco, realmente no se parecía a Grecia, a excepción de algunas de las cabañas (era tan extraño que hubiera tan pocas de ellas cuando había más dioses, ¿tal vez dejaron de tener hijos?) Thalía sencillamente lo dudaba porque a fin de cuentas, son dioses y los dioses siempre tenían muchísima actividad sexual.  

También tuvo nietos, Castor y Pollux, que se parecían mucho a su dulce niño, excepto por el cabello, el de ellos era rubio mientras que el de su hijo era negro como el suyo. Saber que ya era abuela, le hacía sentir vieja y era algo que a Thalía le asqueaba. En estos momentos, era cuando a Thalía odiaba aún mas a Hera por haberle quitado el privilegio de ver crecer a sus hijos e hijas. Pero bueno ya que estamos, no venía nada mal una distracción positiva.

Todos los niños del campamento eran amables, un par de hijos de Hermes le habían robado una camiseta, no la había necesitado porque Dio le había traído algunas, pero de todos modos la apreció. De todas formas, no es que le hubiese dicho de que en verdad eran horteras esas camisetas. Eso era algo en lo que estaban bastante de acuerdo los hermanos. Se prometió hacer un nuevo diseño para este campamento un tanto deprimente ¡Por dioses benditos! Hasta nosotros teníamos un mejor lugar para los semidioses nórdicos.

Sin tener en cuenta que muchísimos semidioses se le quedaban mirando tanto a Thalía como a Alex (sobre todo la cabaña de Afrodita). A ver, era halagador, por supuesto, pero después de un tiempo empezaba a agobiar.  Vamos, que varios hijos de Ares empezaron a coquetear, hecho que a Alex no le gustaba nada, y siempre respondía de manera tan amenazante que siempre se iban despavoridos. Thalía siempre se reía. Era muy gracioso.

Ante la insistente súplica de su dulce niño, durmió la mayor parte de los días en la habitación de Dioniso en la casa grande, los otros días durmió en la cabaña de Dioniso o en la de Hermes. Ay… cuando se reencontró con Luke… A Thalía no le hizo especialmente gracia, sobre todo con el chaval que tenía una especial obsesión por su mejor amiga Líah.

—¿Thals? — preguntó Luke petrificado. Thalía levantó una ceja. No me esperabas, ¿eh?

Que puedo decir, siempre era su mas grande pesadilla ya que nunca dejaba que Liah estuviera a solas con él. Luke siempre tenía esa aura tóxica y obsesiva con Liah. La pobre siempre me miraba con súplica.

—¡Mm..! — dijo Thalía con falsa voz pensativa. — Mira esto Alex, a Luke no le agrada vernos

Alex se rió mientras se sostenía una mano en su pecho con fingido dolor

—¡N-No!- espetó Luke. —¡No es eso, Thals!¡No os esperaba eso es todo!

—Vaya, parece que le hemos decepcionado a nuestro Luky—dijo Alex con sorna.

—¿Decepcionado? — preguntó Thalía con cierta burla.

—Para nada, Thals—se recuperó Luke con fingida sonrisa— ¡De hecho no paraba de pensar en vosotros y de qué sería de vosotros!

—Si, seguro que si…— Thalía dijo. —Pero bueno aquí estamos

—Y que lo digas Thal— ¡Os he echado mucho de menos y a Liah, por supuesto!

Luke nos abrazó y nos contó lo mucho que su vida había cambiado al llegar al campamento, que era líder de su cabaña y tal. Bah, no me interesa.

Nos preparó camas en su cabaña, sobre todo una que estuviera bien posicionada para mí, ya que debido a ser hija de Freya no puedo estar siempre rodeada de chicos puramente hormonales… las cosas serian bastante nefastas. Básicamente, los atraería como polillas a la luz.

Después me encontré con Annie, alias Annabeth, hija de Atenea. Era una mocosa cuando la encontramos y ahora está muy grande. Ha crecido mucho.

—¿Annie? — pregunté. Annabeth se quedó pensativa. Creo que no me recuerda.

—Vaya…— dije con la mano en el corazón fingiendo dolor. — Así que la pequeña y dulce Annie se ha olvidado de mí. Te acuerdade Liah pero de mí no, ¿verdad? ¡Oh! Que decepción.

Annabeth soltó un ¡Oh! (Si, lo sé. Soy muy dramática. Que le vamos a hacer, viene de familia)

—Yo te conozco… Ah, eres tú. Te recuerdo porque siempre me hacías trenzas mientras que Liah me contaba alguna historia divertida para dormir— dijo Annabeth llorando mientras me abrazaba con fuerza. —Te he echado mucho de menos, a vosotros y a Liah. He estado muy sola sin Liah por aquí…

Lo sé corazón, lo sé. A mí también me apena.

Tuvimos lecciones de historia y griego con Annabeth, no necesitábamos ninguna de las dos, pero apareció de todas formas ya que era lo correcto, tuvimos lecciones de espada con Luke (un poco rebelde, pero bueno, Thalía le entendía un poco el por qué, los dioses de ahora son unos padres de mierda, no lo eran cuando en el pasado, pero bueno, la gente cambia). La mejor parte del día fue cuando se encontró con unas de sus mejores amigas… Clarisse LaRue

Estaba mas cambiada y más grande que la ultima vez que nos vimos hace ya un par de años. Seguía teniendo ese aura de niña malota que tanto la caracteriza. Iba con un grupo de niñas y niños bastante grande diría yo. Ella se dirigió a nosotros y cuando estuvimos relativamente cerca. Nos reconocimos evidentemente. Uno nunca olvida a los amigos de la infancia.

—¿Clarisse? —pregunté

—Espera…. ¿¡Thalía!?¿¡Alex!? —preguntó emocionada Clarisse

—¡¡¡AHHHHHH!!! —Chillamos al unísono. Todos se habían tapado los oídos.

Nos abrazamos bien fuerte. No voy a mentir tenía muchas ganas de llorar ahora mismo. Las había echado de menos

—Pero bueno… qué ímpetu—se quejó Alex mientras se quitaba las manos de sus oídos.

Le contestamos ambas —¡CAYA!

Ella me presentó a sus amigos que también eran sus hermanas y hermanos. Ay que ver cuanto se parecen a su padre—pensé tristemente.

—Chicos…. Ella es la chica que os hablé. Mi mejor amiga— me presentó orgullosa ante sus amigos

—entonces, ¿eres aquella a la que espantó al padrastro de Clarisse? —preguntó uno.

—¿Y la que destrozó el cráneo de un gigante con un bate en el Pentágono? —preguntó otra.

—¿Y la que junto a Clarisse y La hija de Zeus (Si, claro, como no) enseñaron futbol americano a una panda de Cíclopes iracundos hacía vosotras? —preguntó un fortachón.

—Si, si, si. Me sentí creativa. —dije sin dar mucha importancia al asunto. —Además lo de los cíclopes nos fue bastante bien.

Clarisse se echó a reír ante el recuerdo. —Se nos quitó el estrés

Ay, que bellos recuerdos.

En ese momento, se nos acercó un chaval de no mas de 16 años, era fortachón, guapo, moreno al igual que sus demás hermanos, pero con el pelo lleno de rastras (¡como es que esa moda sigue hoy en día! Nunca lo entenderé, que poca creatividad) y con una expresión de arrogancia extrema creída.

—Hermanita… que mala educación la tuya de no presentarme ante esta hermosura—dijo arrogante.

Clarisse y los demás se pusieron tensos.

—¡Déjame en paz, imbécil! —espetó Clarisse poniendo a la defensiva. — ¡No es asunto tuyo!

—¡Tranqui Clarisse! —la tranquilicé. —Tengo experiencia con esta gentuza de mala muerte.

—¿A quién llamas gentuza? —gruñó

—¡Oh! ¿Es demasiado para tu inútil y pequeño cerebro? —pregunté

—¿Cómo te atreves a hablarme de ese modo? —gruñó— ¿Te crees tanto por ser hermosa o qué? ¿Por qué no vas y me chupas la polla como lo saben hacer la gente como tú?

Me quedé en silencio…

Alex gruñó y quiso darle una paliza por hablarme así. Clarisse era sujetada por sus hermanos.

—¿Gente como yo? ¿Acaso eres tan empático para juzgar a primera vista a la gente que ni tu conoces? ¿Quién te crees que eres? ¡Solo porque seas un hijo del Dios de la Guerra no te da derecho a juzgar a las chicas! —expresé tranquila pero siniestra. —¡Sabes que tu padre es el protector de las mujeres y aún así nos faltas el respeto! ¿Qué diría ahora mismo eh? .... ¿O es que tienes un problema con papi? ¿O quizás la tengas tan pequeña que tienes que mantener en alto tu ego para consolar lo que te falta ahí abajo?

Todos se quedaron callados, hasta que de pronto todo el mundo empezó a reírse como loco.

—¡Esto no ha terminado! —gruñó rabioso. —¡Vas a morir hoy que tendré tu cabeza en mi habitación como trofeo!

—¡Claro que sí campeón! ¡Cuanto más te lo repitas más lo creerás! —me burlé — ¡Por cierto mi nombre es Thalía! ¿Tienes algún problema con eso o… llamamos a papi para que lo solucione por ti?

—¡Thalía…. ¡Ten cuidado no vayas a acabar como la hija de Zeus! —me amenazó. Será estúpido.

—¿¡Me estás amenazando!? —espeté. —¡Cuidado no vaya a ser que te envíe a tu padre hecho cuadritos!

Este no sabe con quién se ha metido

—¿¡Como te atreves!? —gruñó Alex encajándole un puñetazo en la barbilla. El engreído acabó en el suelo. Se marchó corriendo.

—¡Esa ha sido buena! —le elogió una amiga de Clarisse. Alex se lo agradeció.

—¡No le hagas caso, Thals!¡Solo le gusta provocar como siempre! —Después, te vienes a la cabaña y hablamos… Ten cuidado con él.

—¿Y causar sensación con tus hermanos? —pregunté totalmente asqueada. Algunos de los chicos amigos de Clary se ofendieron. Me reí.

—¡JA! —se rió Clary. — Si quieres nos vamos al bosque, princesita

—Por supuesto mi bomboncito—repliqué. Cada una odiamos esos apodos.

Nos despedimos sacando la lengua.

Si había algo que no esperábamos hacer en este campamento era jugar un juego salvaje de capturar la bandera, vaya un juego de niños en mi opinión, pero allí estábamos, cenando mientras esperábamos jugar un juego que nunca habíamos jugado antes, pero claro también habíamos hecho “otras” cosas peores, como ser perseguidos por innumerables monstruos griegos como de Jottunheim. Si, la diversidad era grande.

Cuando se retiraron los platos, sonó la caracola y todos nos pusimos de pie en nuestras mesas.

Los campistas gritaron y vitorearon cuando Annabeth y dos de sus hermanos entraron corriendo al pabellón portando un estandarte de seda. Medía unos tres metros de largo, era de un gris brillante y tenía pintado un búho común sobre un olivo. Desde el lado opuesto del pabellón, Clarisse y sus amigos entraron corriendo con otro estandarte, del mismo tamaño, pero de un rojo chillón, pintado con una lanza ensangrentada y una cabeza de jabalí.

 

Bueno… esto se va a poner interesante.

Alex se volvió hacia Luke y gritó por encima del ruido: "¿Esas son las banderas?"

 "Sí."

—Lo siento, pero el diseño de esos estandartes es demasiado hortera. Me parece hasta un insulto. — le dije a Alex.

Alex me instó a que me callara. Yo le miré mal. ¡Bueno, no es mi problema… Si ellos creen que así se les enseña a sus hijos el arte de la guerra, están muy equivocados. ¡Me parece ofensivo que incluso Atenea esté de acuerdo con esto!

 ¿Ares y Atenea siempre lideran los equipos?

 —No siempre —dijo—. Pero a menudo.

 "Entonces, si otra cabaña captura a uno, ¿qué haces? ¿Repintas la bandera?"

 Él sonrió. "Ya verás. Primero tenemos que conseguir uno."

 "¿De qué lado estamos?" Esta noche estaba con la cabaña de Hermes.

Me miró con picardía, como si supiera algo que yo desconocía. La cicatriz en su rostro le daba un aspecto casi maligno a la luz de la antorcha. «Hemos hecho una alianza temporal con Atenea. Esta noche, Ares nos dará la bandera. Y vosotros nos vais a ayudarnos».

¡Ah! Que bien ser carnada.

Se anunciaron los equipos. Atenea se había aliado con Apolo y Hermes, las dos cabañas más grandes. Al parecer, se habían intercambiado privilegios —horarios de ducha, horarios de tareas, los mejores turnos para las actividades— para ganar apoyo.

Ares se había aliado con todos los demás: Dioniso, Deméter, Afrodita y Hefesto.

 Quirón golpeó el mármol con su casco.

 ¡Héroes! —anunció—. Ya conocen las reglas. El arroyo es el límite. Todo el bosque es presa fácil. Se permiten todos los objetos mágicos. El estandarte debe estar bien visible y no tener más de dos guardias. Se puede desarmar a los prisioneros, pero no atar ni amordazar. No se permite matar ni mutilar. Yo seré el árbitro y el médico del campo de batalla. ¡Prepárense!

Mi hermano dijo bajito, pero lo suficiente que yo lo escuchara. “Vaya por dios”. Sonreí.

Extendió las manos y de repente las mesas se cubrieron de equipo: cascos, espadas de bronce, lanzas, escudos de piel de buey recubiertos de metal.

Thalía elige su armadura y arma silenciosamente, con una pluma azul en la parte superior de su casco como todo su equipo. Alex eligió dos espadas cortas.

Antes de que comenzásemos, Clarisse hizo acto de presencia.

—¡Hey! Thals…. Sin rencores eh— me estrechó la mano Clarisse.

—¡Por supuesto! —le sonreí confiada—No quiero que vayas a quejarte si no sale como tú quieres eh

Clarisse sonrió y se fue.

Annabeth gritó: "¡Equipo azul, adelante!"

La vitoreamos, blandimos nuestras espadas y la seguimos por el sendero hacia el bosque del sur. El equipo rojo nos insultaba mientras se dirigían hacia el norte.

—Solo vigila la lanza de Clarisse —dijo—. No querrás que te toque. Si no, no te preocupes. Le quitaremos el estandarte a Ares. ¿Luke te ha dado tu trabajo? 

 "Patrulla fronteriza."

“Es fácil. Quédate junto al arroyo y aleja a los rojos. Déjame el resto a mí. Atenea siempre tiene un plan. Alex vente conmigo”

¡Que rollo!

Ella siguió adelante con Alex, dejándome atrás.

 —De acuerdo —murmuró Thalía—. Me alegra que me hayas querido en tu equipo.

Era una noche cálida y húmeda. El bosque estaba oscuro, con luciérnagas que aparecían y desaparecían de la vista.

Annabeth me colocó junto a un pequeño arroyo que gorgoteaba sobre unas rocas, luego ella y el resto del equipo se dispersaron entre los árboles.

Allí, sola, con mi gran casco de plumas azules y mi enorme escudo, me sentí como una idiota. La espada de bronce, como todas las que había probado hasta entonces, parecía mal equilibrada. 

La empuñadura de cuero tiró de mi mano como si fuera una bola de bolos.

Era imposible que alguien me atacara, ¿verdad? Es decir, Olympus tenía que tener problemas de responsabilidad civil, ¿no?

A lo lejos, sonó la caracola. Oí gritos y alaridos en el bosque, el tintineo del metal, niños peleando. Un aliado de Apolo, con plumas azules, pasó corriendo junto a mí como un ciervo, cruzó el arroyo de un salto y desapareció en territorio enemigo.

Entonces oí un sonido que me heló la sangre, un gruñido canino bajo, en algún lugar cercano.

Instintivamente alcé mi escudo; tenía la sensación de que algo me acechaba.

Entonces el gruñido cesó. Sentí que la presencia se retiraba.

Al otro lado del arroyo, la maleza estalló. Cinco guerreros de Ares surgieron de la oscuridad gritando y vociferando.

"¡Aplasten al punk!" gritó un hijo de Ares. ¡¡¡Espera…!!! ¿¡PUNK!? ¡¡¡A quien llama eso!!!

Sus ojos brillaban a través de las rendijas de su yelmo. Blandía un hacha impresionante, cuya punta en el mango metálica con púas centelleaba con una luz roja a modo de extensible (Como la de Clarisse en cierta medida, ya que la de Clary era una lanza). Sus hermanos solo tenían las espadas de bronce estándar, pero eso no me tranquilizó. Es más estaba impaciente.

Cruzaron el arroyo a toda velocidad. No había ayuda a la vista. Podía correr. O podía defenderme de media cabaña de Ares.

Conseguí esquivar el golpe del primer niño, pero estos tipos no eran tan estúpidos como el Minotauro.

Me rodearon, y el hijo de Ares, cuyo nombre ni me sé, me atacó con su hacha. Mi escudo desvió la punta, pero sentí un doloroso hormigueo por todo el cuerpo acompañado de una adrenalina familiar. Se me erizó el vello. El brazo que me cubría el escudo se entumeció, y el aire ardía.

 ¿Electricidad? Su estúpida lanza era eléctrica. Caí hacia atrás.

 ¡Imbéciles! No saben que ese es mi elemento.

—¡Vamos, Ethan! —espetó uno de sus amigos—¡Tú puedes!

¡Ah! Con que ese es su nombre…

Otro tipo de Ares me golpeó en el pecho con la culata de su espada y caí al suelo. 

¡Qué despiste!

—¡Guau! —dijo Ethan—. Me da miedo este tipo. Mucho miedo.

“Mira, no nos importa la bandera. Nos importa una tipa que hizo que nuestra cabaña quedara en ridículo". Supongo que seguían enfadados aún.

 

Dos de ellos me atacaron. Retrocedí hacia el arroyo e intenté alzar el escudo, pero Ethan fue demasiado rápido. Su hacha me clavó en las costillas. Si no hubiera llevado una coraza, me habrían empalado. De hecho, la punta eléctrica casi me arranca los dientes de la boca. Uno de sus compañeros de cabaña me cortó el brazo con la espada, dejándome un corte considerable. 

"No mutilar", logré decir. “¿Recuerdas?

 "Uy", dijo el tipo. "Supongo que perdí mi privilegio de postre".

—Córtale el pelo —dijo Ethan—. Agárrala del pelo. Veamos si quiere seguir luchando ¡¡No!! ¡¡Con mi pelo no!! 

Rodeé y logré ponerme de pie. Levanté mi espada, pero Ethan la apartó de golpe con su hacha mientras saltaban chispas.  

—¿¡Te crees muy gracioso, eh!? — gruñí. —¡Pero te hago un spoiler, las armas y la electricidad son mis elementos naturales, claro que… muchas otras cosas más!

Respiré hondo y de pronto sentí como una corriente eléctrica invadía mi cuerpo hasta mis manos, a la misma vez que sentía mis manos salir agua y fuego.

Mi madre era la señora de los elementos, otro poder que heredé de ella.

Ethan gruñó y me atacó junto con sus hermanos, pero alcé las manos y una corriente de agua salió disparada para el chico que tenía de atrás, otra de fuego para el que tenía al lado izquierdo y una corriente de aire expulsó al chico de la derecha, dejándonos al lumbreras y a mí.

—¡Bueno… ¡Parece que te has quedado solo! —sonreí para su gran consternación. Ahora si que empezamos a luchar.

Ethan arremetió contra mí. Nuestras armas chirriaban demasiado. Ambos gruñíamos. En cuanto atacó, bloqueé con las dos espadas, la otra espada la recogí del suelo de alguno de sus otros hermanos, el hacha y a la misma vez le pateé el estomago con mi pierna. Se dobló del propio dolor. El hacha se rompió de la misma fuerza que empleé al bloqueo, se rompió como una ramita.

—¡Ups! —sonreí. —Parece que te has quedado sin arma, ¡qué triste!

Mientras él estaba gritando de furia por su arma, yo aproveché y le di tremendo puñetazo que lo derribé directo al suelo. Cogí un cuchillo, ese cuchillo que siempre llevo y me agaché amenazante.

—¡Por favor! —me suplicó—Solo era una pequeña broma…

—¡Habría que enseñarte modales con esa boca que tienes…! —sonreí siniestra. —¡Que triste que no tengamos tiempo!

Con eso me marché triunfante.

Me fui hacia el arroyo que estaba a un paso desde donde dejé al granujilla para curarme, sabía que el agua me sanaría las heridas. Después de todo, es otro de mis elementos.

Entonces oí gritos, alaridos de euforia, y vi a Luke corriendo hacia la línea divisoria con el estandarte del equipo rojo en alto. Estaba flanqueado por un par de Hermes cubriendo su retirada, y unos cuantos Apolos detrás, luchando contra los niños Hefesto. Los de Ares se levantaron y...

 Ethan murmuró una maldición aturdida.

 "¡Un truco!", gritó. "¡Era un truco!"

Corrieron tras Luke, tambaleándose, pero ya era demasiado tarde. Todos convergieron en el arroyo mientras Luke cruzaba corriendo hacia territorio amigo. Nuestro bando estalló en vítores. El estandarte rojo brilló y se tornó plateado. El jabalí y la lanza fueron reemplazados por un enorme caduceo, el símbolo de la cabaña once. Todos los del equipo azul alzaron a Luke y comenzaron a llevarlo a hombros. Quirón salió al galope del bosque y tocó la caracola.

¡Supongo que aquí Luke era el rey, por así decirlo!

La fiesta había terminado. Habíamos ganado.

Estaba a punto de unirme a la celebración cuando la voz de Annabeth, justo a mi lado en el arroyo, dijo:

 "No está mal, Thals."

 La miré, pero no estaba allí.

 ¡Ah! Nuestra querida Annie lo había visto todo. Sonreí. Ha aprendido bien.

—¿Dónde diablos aprendiste a pelear así? —preguntó. El aire vibró y ella se materializó, sosteniendo una gorra de béisbol de los Yankees como si se la acabara de quitar.

 

“Bien hecho, me hiciste de carnada para que Luke avanzara” “Un truco un poco básico, pero bien ejecutado”

Annabeth se encogió de hombros. "Te lo dije. Atenea siempre tiene un plan."

"Puede que tengas un plan, héroe, pero ten cuidado de no hacer enemigos, como hija de tu madre debes saberlo".—Le advertí.

Vine tan rápido como pude. Estaba a punto de saltar, pero... —Se encogió de hombros—. No necesitabas ayuda.

 —Freya siempre responde a la llamada—le sonreí.

—¿¡Freya!? —preguntó incrédula Annabeth—¡Espera… entonces…!

Entonces se dio cuenta de mi brazo herido. "¿Cómo lo hiciste?"

 —Corte de espada —dije—. ¿Qué te parece?

 —No. Fue un corte de espada. Míralo.

Si, ya sé. La sangre había desaparecido. Donde antes había estado el enorme corte, ahora había un largo rasguño blanco, e incluso este se estaba desvaneciendo. Mientras observaba, se convirtió en una pequeña cicatriz y desapareció.

 Annabeth estaba pensando intensamente. Casi podía ver cómo giraban los engranajes. Bajó la vista hacia mis pies, y dijo: «Sal del agua, Thalía».

 "Qué-"

 "Hazlo."

Salí del arroyo y de inmediato me sentí completamente cansada. Mis brazos comenzaron a entumecerse de nuevo.

La adrenalina me abandonó. Casi me caigo, pero Annabeth me sujetó.

—Ay, Estigia —maldijo—. Esto no está bien. No quería... Supuse que sería Zeus...

 ¿¡PERDÓN!?

Volví a oír ese gruñido canino, pero mucho más cerca que antes. Un aullido recorrió el bosque.

Los vítores de los campistas cesaron al instante. Quirón gritó algo en griego antiguo, que luego comprendería perfectamente: "¡Preparados! ¡Mi arco!".

Annabeth sacó su espada.

Allí, en las rocas, justo encima de nosotros, había un perro negro del tamaño de un rinoceronte, con ojos de color rojo lava y colmillos como dagas.

Me estaba mirando fijamente.

Nadie se movió excepto Annabeth, que gritó: "¡Thalía, corre!"

Intentó interponerse entre ella y yo, pero el sabueso era demasiado rápido. Saltó por encima de ella —una sombra enorme con dientes— y justo cuando me golpeó, mientras yo retrocedía tambaleándome y sentía sus garras afiladas como navajas desgarrando mi armadura, se oyó una cascada de chasquidos, como si cuarenta hojas de papel se rasgaran una tras otra. Del cuello del sabueso brotó un racimo de flechas. El monstruo cayó muerto a mis pies.

Por algún milagro, seguía vivo. No quería mirar debajo de los restos de mi armadura destrozada. Sentía el pecho caliente y húmedo, y sabía que tenía un corte grave. Un segundo más, y el monstruo me habría convertido en 45 kilos de fiambre.

—¿¡THALÍA!? —vino Alex y Clarisse mientras me abrazaban con fuerza—¿Estas bien?

Estaba bastante desorientada pero consciente.

Quirón trotó junto a nosotros, con un arco en la mano y el rostro sombrío.

"¡Di immortales!", exclamó Annabeth. "Es un sabueso del infierno de los Campos de Castigo. No... no se supone que..."

—Alguien lo invocó —dijo Quirón—. Alguien dentro del campamento.

Luke se acercó, olvidando el estandarte que llevaba en la mano, su momento de gloria desvanecido.

 

Ethan gritó: "¡Todo es culpa de Thalía! ¡Thalía lo invocó!"

 —Cállate, imbécil —le dijo Clarisse.

Observamos el cuerpo del perro del infierno fundirse en la sombra, empapándose en el suelo hasta desaparecer.

—Estás herida —me dijo Annabeth—. ¡Rápido, Thalía, métete en el agua!

"Estoy bien."

—No, no lo estás —dijo ella—. Quirón, mira esto.

Estaba demasiado cansada para discutir. Regresé al arroyo, con todo el campamento reunido a mi alrededor.

Al instante, sentí esa sensación familiar cuando estaba dentro del agua. Sentía cómo se cerraban los cortes en mi pecho. Algunos campistas jadearon. 

Pero no estaban pendientes de que mis heridas sanaran. Estaban mirando algo por encima de mi cabeza y la de Alex ya que el también estaba dentro del arroyo.

 —Thals—dijo Annabeth, señalando—. Alex. Eh...

Para cuando levanté la vista, el letrero ya se estaba desvaneciendo, pero aún podía distinguir el holograma de luz verde, girando y brillando. Una lanza de tres puntas: un tridente. ¡Ah, genial!

—Tu padre —murmuró Annabeth—. Esto no es nada bueno.

"Está decidido ", anunció Quirón.

 A nuestro alrededor, los campistas comenzaron a arrodillarse, incluso los de la cabaña Ares, aunque no parecían contentos con ello.

 —Poseidón —dijo Quirón—. Sacudidor de la Tierra, Portador de Tormentas, Padre de los Caballos. Salve, Thalía y Alex Jackson, hijos del dios del mar."

 ¡Qué bien! Don ni siquiera saber mirar… si tal vez lo hubiese hecho…

 

... Continuará...

Notes:

El capítulo de hoy, ha sido bastante largo he de añadir, pero bueno.... He añadido nuevos personajes para que la escena de la captura de la bandera tenga má sentido. Otra cosa, si habéis seguido mi fanfic ya os habeis dado cuenta ya que hay referencias sobre ello de los verdaderos padres de los hermanos y el por qué Poseidon ha determinado a los gemelos cuando en realidad es una tapadera. Los unicos qué hasta ahora lo saben son Grover, Sally, Dionisio y los propios gemelos. En el siguiente capítulo se explicará más este tema.
En fin... espero que os haya gustado :)

Chapter 8: όμφαλος - ómfalos - Oráculo de Delfos

Chapter Text

Las mujeres enojadas se preocupan. Las mujeres enojadas hablan, gritan y sollozan sus verdades.

— Roxane Gay, No tan mal: Despachos desde la cultura de la violación

Las mujeres no deberían estar enojadas. 

No deberían levantar la voz. 

No deberían gritar.

Thalia nunca afirmó ser una buena princesa

Una buena mujer.

Así que Thalia gritó. Gritó. A todo pulmón, con el corazón roto.

Estaba tan sola. Tan sola…

Y Thalia lloró, ya que nadie la visitaba, habían pasado siglos, completamente sola.

Ella estaba en el Elíseo, su jaula dorada, pero estaba muy sola.

Entonces Thalia sí gritó, sí se enojó, sí chilló…

Ella no era buena, pero a ella le parecía bien.

Ella estaba enojada.

“¿Qué es eso hermano?” preguntó Teseo, impaciente, habiendo sido convocado por Dioniso, no eran cercanos, no como lo habían sido en sus primeros años antes de la divinidad. Teseo recordó lo mucho que mimaban a su hermano pequeño, la de veces que había ayudado a Dionisio a hacerle alguna jugarreta a Zeus, la de veces que se pasó contándole historietas para que durmiese…Teseo negó con la cabeza como si ese gesto ayudara a borrar los recuerdos de una época más dulce “¿Por qué convocas una reunión con todos nosotros?”

Hércules levantó una ceja junto con Zagreo, también curioso. Sofía y Adara parecían expectantes. Melinoe parecía triste.

Remus e Hipólita tenían una expresión oscura, no les gustaba recordar a su madre y el encuentro con sus hermanos les traía demasiados recuerdos.

Scylla miró a su alrededor, masticando su chicle lentamente, esperando. Al igual que Mayra. Y, Thais estaba mirándose en el espejo.

—Hermanos, Hermanas, parece que Madre ha vuelto con nosotros —dijo Dioniso rápidamente, sin querer prolongar lo inevitable—. Unos nuevos semidioses llegaron recientemente al campamento, un chico quien asombrosamente se parece a Zeus, mientras que la hermana tenía un parecido sorprendente con Madre, cuando nos conocimos empezó a recordar, a recordarme, a recordar que era Thalia...

“Lo que dices, hermano, es difícil de creer, han pasado años, milenios, ¿por qué ahora?”, preguntó Heracles, recibiendo asentimientos de aprobación de sus hermanos. 

—Es cierto, hermano. Mi madre ya había cruzado el río hacía casi dos décadas. Se discutió en una reunión de los Olímpicos. El problema es que no me apetece volver a dejar que se acerquen a mi madre. Esperaba que me acompañaras en este esfuerzo...— explicó Dionisio. —Además hay otro hecho bastante importante: Madre parece ser una viajera en el tiempo y, por eso, estuvo en el pasado. Madre es hija de la diosa Freya, del Rey Supremo de Asgard, Odín y del Señor de los Titanes, Cronos. Además, es un legado de dos dioses de sumo poder. Mas que nosotros. Eso convierte a nuestra madre en una diosa muy poderosa. Actualmente, se está haciéndose pasar junto con su hermano gemelo en hijos semidioses de Poseidón para poder protegerse de los monstruos de su tipo…

Los hermanos permanecieron en silencio un rato, reflexionando sobre la noticia.

 —¿Entonces madre está viva? —susurró Thais con un hilo de esperanza en su voz.

—Si… Si queréis verla, aquí os traigo una foto que le saqué cuando estaba dormida—Dionisio le enseñó a cada uno de sus hermanos la foto.

En cuanto la vieron se quedaron atónitos. Y…era su madre Thalía, a la que tanto habían echado de menos. La de veces que habían llorado. Seguía siendo tan hermosa que dolía pensó Sofía con lágrimas en sus ojos. Adara pasó lentamente los dedos como queriendo inmortalizar esa foto en su memoria

—Podéis venir al campamento cuando queráis… —suspiró Dionisio. — Ella os recibirá con los brazos abiertos como a mí.

Teseo con un brillo en sus ojos, se acercó a Dionisio quien lo miraba con recelo, éste le abrazó fuertemente, susurrándole un “gracias”.

Los hijos de Thalía acordaron en silencio que esta vez, los dioses tendrían muchas dificultades para cortejar a su madre.

Poseidón… 

No había pensado en él desde que volvieron sus recuerdos. Había tratado de no pensar en ninguno de sus antiguos amantes, no hasta ahora. Me sentí muy inquieta como si me faltara una parte de mí. Y, para colmo el símbolo que tengo desde que nací en la muñeca no hacía mas que cosquillear y, ya estaba un poco harta de la sensación. No hacía más que aumentar los nervios. Recordarlos no hacía mas que empeorar sus ganas de llorar. En estos momentos en el que nadie la veía se permitía el lujo de soltar esas lagrimas cargadas de dolor y estrés, de una vida arrancada sin haber podido ver crecer a cada uno de sus hijos e hijas. Solo esperaba que al menos sus padres se hubieran comportado con ellos. Que estuvieran protegidos, sobre todo, Sofía. No es que no me importa mis otras hijas, pero ella lo tenía aún más difícil al ser hija de Zeus y hermana gemela de Heracles. Solo espero que Heracles la protegiera si Zeus no pudiera.

Su “padre”, por así decirlo, nada más lejos de la realidad. En verdad, no es su padre sino más bien, su medio hermano, al igual que Thor, Zeus y Hades. Pero esto era lo que buscaba Sally cuando quiso hacerlos pasar por su hijo no nacido. Evito la palabra muerto, parece demasiado irrespetuoso.

En serio estaba pensando en contárselo a Quirón.

En cuanto a Poseidón, no fue nada extraño que recordara cómo se sentía el sexo con él, para Poseidón había pasado milenios, pero para mí, fue cuestión de horas que tenía recuerdos, últimamente estaba en sus pensamientos al igual que recordaba cómo se sentía el sexo con los demás dioses, pero ¿era porque que los extrañaba?  Pero tener sexo con Poseidón definitivamente le daba mucho sentido al título de Poseidón como el que sacude la tierra...

 

Dioses, Thalía definitivamente se sentía tan estúpida en ese momento, la mañana después de la captura de la bandera, acostada en su cama en la cabaña número tres, pensando en lo gran jodido que es pensar en tu ex y encima tu hermano, y estando tan mojada, que simplemente gritaba grandes problemas de locura ¿no?

Thalía sonrió.

Bueno, qué se le va a hacer.

Qué suerte tiene, los dioses griegos no tenían mucha moral en ese aspecto ¿no?

Así que Thalía no dejó que su mano recorriera un camino que la parte superior de su cuerpo le había prohibido.

Al llegar a sus partes privadas, Thalía no se provocó a sí misma, adentrando sus manos, lentamente dentro y fuera hasta que estaba gimiendo tan deliciosamente que sabía que era el mismo gemido que llevó a los dioses a hacer locuras por ella antes, ciertamente no dejó que sus manos llegaran más lejos provocando su entrada, ya mojada, ciertamente no se folló a sí mismo.

Oh, no.

No se imaginaba a Poseidón allí, haciéndole gemir una vez más, con su gruesa polla follándolo lentamente sobre el colchón de su cabaña.

Y sus dedos de los pies no se curvaron cuando llegó su clímax, su espalda se arqueó como un arco.

Pero si lo hizo, ciertamente no gimió fervientemente llamando “Don”, mientras venía con una fuerza estrepitosa, como si de un Tsunami se tratara.

¿Y si lo hiciera? 

Nadie se daría cuenta.

Los niños comenzaron a evitar a Thalía y a Alex como si fuera la plaga, (No es que se quejaran ellos) probablemente algo relacionado con un juramento roto, un perro del infierno o una mezcla de ambos, eso era... bueno, no estaba bien, pero estaba bastante bien. La única cabaña además de Dio y de Hermes, curiosamente, era la de Dita, alias Afrodita, su antigua amiga. No sabía qué sería de ella… Nos invitaban a comer con ellas, claro está que algunas de ellas intentaban coquetear con Alex, pero desgraciadamente mi hermano tiene alto estándar. En cuanto a mí, Dio estaba un tanto extraño y no quise darle importancia. Las chicas de Afrodita y Clarisse que raramente se despegaba de mí, había congeniado bastante bien con las hijas de Dita. Nos maquillábamos juntas, incluso hice que a Clarisse le gustara el maquillaje que le puse, al estilo vikingo, y nos pusimos a chismorrear de chicos, de lo que queremos hacer, etc. Vaya, cosas de chicas.

En una mañana que iba al bosque para mi gran tranquilidad, en busca de paz que tanto necesitaba encontrar ahora mismo. De repente, escuché de entre los arbustos un ruido parecido a animales. Me puse en guardia cuando de repente, vi que Clarisse salía entre ellos. ¡Vaya susto que me ha dado!

—Eh! — alzó los brazos Clarisse—¡Tranquila! ¿Ahora pretendes asesinarme?

—Uff ¡Clarisse! —me quejé guardando mi cuchillo en el pantalón, —Me habías asustado

—No pensé que sería tan fea… —dramatizó Clarisse. —Te he notado tan rara desde que has venido y en las llamadas que manteníamos te veías muy seca, en serio ¿qué pasa?

—Y-Yo… tartamudeé sin saber cómo comenzar. Clarisse al igual que Liah siempre sabían cómo sonsacarme cuando estaba mal. —No sé por dónde empezar

Nos sentamos en un tronco.

—Podrías empezar desde el principio, ¿no? —Clarisse sacó unas chuches y un trozo de chocolate.

—Ahora mismo no te voy a preguntar cómo lo has conseguido—susurré. Clarisse se puso un dedo en su boca, indicando que me callara. Tan típico de ella.

Comencé con relatarle de mis sueños, en los que soñaba con niños pequeños, sonrisas y un prado lleno de fresas y que al llegar al campamento empecé a recordarlo todo. De mis días como princesa al adoptarme el rey de Antea, de mis encuentros con los dioses, al hacerme amiga de las diosas, como Deméter, Atenea, Dita y Arty y de mis hijos. También le relaté como morí a manos de Hera y que estuve un largo tiempo en el Inframundo pero que las Moiras me devolvieron a mi línea de tiempo.

Clarisse se quedó un largo pero largo tiempo callada, asimilándolo. Hasta que se levantó de golpe.

—¿¡CÓMO SE LES OCURREN HACERTE ESO!? —gritó furiosa.

—¡Clarisse! —le insté a que se calmara. —¡Cálmate, por favor!

—¡¡CÓMO QUIERES QUE ME CALME!! —siguió gritando. —Una pregunta, ¿¡cómo coño llegaste allí!?

—…—me quedé callada por un momento. —Él vino a por mí, Clary. Me entró pánico y mis poderes se desbordaron hasta tal punto que me llevaron a mi lugar de nacimiento, pero a la Antigua Grecia. Recuerda que yo nací en la isla que anteriormente era Antea, pero después paso a manos vannir, y allí nacimos.

—¡Uf! —bufó. —Entonces tienes problemas para controlar el tiempo. Dos preguntas para que yo me aclare, porque me estoy poniendo muy nerviosa…Primera pregunta: cuando dices a tus amantes los dioses, ¿a quién te refieres exactamente? Y, segunda pregunta: cuando dices hijos… ¿Quiénes son y cuantos eran?

—¡Bueno mi querida Clarisse LaRue…! —a ver cómo le digo que su padre era uno de ellos. — contestando a la primera pregunta: A todos los dioses masculinos, evidentemente. Y, a la segunda pregunta diré que catorce hijos semidioses con cada uno de ellos. Si te lo estas preguntado, entonces si, Clarisse. Tu padre es uno de ellos. No sé si los conoces, pero los de tu padre son Remus e Hipólita. También están Heracles, Teseo, Zagreo, Melinoe, Adara, Dionisio, Thais, Scylla, Lyssander, Damien, Mayra y Sofía.

Clarisse se quedó en silencio……. En silencio…. En silencio…. Hasta que por fin salió de sus pensamientos. Me miró en estado de shock

—¿Mi padre? —preguntó con la boca abierta. —¡Pero…! ¡Será HIJO DE PUTA!¡CÓMO SE ATREVE A HACERTE SEMEJANTE CRUELDAD!¡¡MATARÉ A HERA EN CUÁNTO LA VEA!

Thalía se tapó los oídos por los gritos furiosos de su amiga.

—¡Calma! — la tranquilicé—¡Recuerda que esto no lo puede saber nadie!

Clarisse paso de un estado furioso a un estado incrédulo.

—Entonces…. ¿el Señor D, él es t-tu h-h-hijo? —tartamudeó Clarisse.

Asentí—¡Por eso se transformó en niño pequeño y se fue directo hacía mí!

—Y…. ¿Remus e Hipólita? —preguntó. Yo asentí. —¿Hipólita, la Reina Amazona la cual estoy tan obsesionada por querer conocer? ¿Y Remus, el señor de la guerra quien ganó el respeto de la propia Esparta y se condecoró como Rey?

Mientras Clarisse chillaba. Thalía procesaba lo que había escuchado… sus niños guerreros… Hipólita quien a menudo solía entretenerse viendo a la guardia real entrenar para disgusto de su padre. Y Remus, su guerrero cariñoso y dulce, era la viva imagen de su padre, a menudo solía entrenar con Heracles… Thalía se alegraba mucho cuanto habían crecido y aprendido sus niños.

—¡Por favor, no se lo digas a nadie! —le supliqué. —¡Ya me es suficientemente doloroso que tenga que fingir ser hija de Poseidón!

Clarisse me abrazó. Ella al igual que su padre no le gustaba cuando me ponía triste.

—¡Te lo prometo! —me tranquilizó Clarysse—Pero no le puedo perdonar por lo que te hizo y en cuánto le vea se lo haré saber

—Estoy considerando decírselo a Quirón sobre mi verdadera identidad—dije

—Yo pienso que deberías hacerlo… porque vamos a ser sinceros, creo que os van a proponer una misión pronto, la cosa está muy mal, Thalía. —explicó como si ella supiera algo que yo no.

El cuerno del campamento sonó y eso dio fin a nuestra charla. Al menos me hizo bien hablar con ella.

Las lecciones con Luke ahora eran individuales, debido a que los niños en la cabaña de Hermes estaban nerviosos después de su pequeño enfrentamiento con los hijos de Ares.

"Vas a necesitar todo el entrenamiento posible", prometió, mientras trabajábamos con espadas y antorchas. "Ahora intentemos ese golpe decapitador de víbora de nuevo. Cincuenta repeticiones más".

Me parece que tanto tiempo siendo el líder le ha vaporizado las pocas neuronas del cerebro.

Lo único que me preocupa es la obsesión que Annabeth había tomado con Luke. Hablando de ella, Annabeth todavía nos daba clases de griego por las mañanas, pero parecía distraída. Cada vez que nosotros decíamos algo, nos fruncía el ceño, como si le hubiera dado un codazo entre los ojos.

Después de las lecciones, se alejaba murmurando para sí misma: "Misión... ¿Poseidón?... Sucio y podrido... Tengo que hacer un plan..."

Sinceramente, los hijos de Atenea eran bastante exasperantes, ¿qué dirían si supieran que en el pasado Atenea y Poseidón interactuaran educadamente sin la necesidad de querer guerra. En el pasado eran muy amigos.

Supe que alguien en el campamento me guardaba rencor, seguro que había sido Ethan, porque una noche entré en nuestra cabaña y encontré un periódico tirado en la puerta, un ejemplar del New York Daily News, abierto por la sección Metro. Tardé casi una hora en leer el artículo, porque cuanto más me enfadaba, más me desorientaba la lectura.

 

NIÑOS Y MADRE SIGUEN DESAPARECIDOS DESPUÉS

EXTRAÑO ACCIDENTE DE COCHE

POR EILEEN SMYTHE

 

Sally Jackson y sus hijos Thalía y Alex siguen desaparecidos una semana después de su misteriosa desaparición. El Camaro del 78 de la familia, gravemente quemado, fue encontrado el sábado pasado en una carretera al norte de Long Island con el techo arrancado y el eje delantero roto. El coche volcó y derrapó varios cientos de metros antes de explotar. Madre e hijos (de 17 años) se habían ido de vacaciones de fin de semana a Montauk, pero se marcharon apresuradamente, en circunstancias misteriosas. Se encontraron pequeños rastros de sangre en el coche y cerca del lugar del accidente, pero no había otras señales de los Jackson desaparecidos. Los residentes de la zona rural informaron no haber visto nada inusual en el momento del accidente.

El marido de la Sra. Jackson, Gabe Ugliano, afirma que sus hijastros, Thalía y Alex Jackson, son unos joven con problemas que la chica ha sido expulsada de numerosos internados y ha expresado tendencias violentas en el pasado mientras que su hermano residía en Europa.

La policía no ha revelado si su hija Thalía es sospechosa de la desaparición de su madre, pero no ha descartado un crimen. A continuación, se muestran fotos recientes de Sally Jackson y los hermanos. La policía insta a cualquier persona que tenga información a llamar a la siguiente línea gratuita de Crime Stoppers. 

El número de teléfono estaba marcado con un marcador negro.

Esa noche, Thalía tuvo su peor sueño hasta el momento.

Corría por la playa en medio de una tormenta. Esta vez, había una ciudad detrás de ella. No Nueva York. La extensión era diferente: edificios más dispersos, palmeras y colinas bajas a lo lejos. A unos cien metros, entre las olas, dos hombres luchaban. Poseidón y Zeus.

Ambos vestían túnicas griegas ondeantes, una con ribetes azules y la otra verdes. Se forcejearon, forcejearon, se dieron patadas y cabezazos, y cada vez que chocaban, destellaban relámpagos, el cielo se oscurecía y arreciaba el viento. 

Tenía que detenerlos. No sabía por qué. Pero cuanto más corría, más me empujaba el viento hacia atrás, hasta que corrí sin moverme, con los talones clavándose inútilmente en la arena. Por encima del rugido de la tormenta, oí a Zeus gritándole a Poseidón: «¡Devuélvemela! ¡Devuélvemela!». Como un niño de preescolar peleándose por un juguete.

Las olas se hicieron más grandes, rompiendo contra la playa y salpicándome con sal.

Grité: ¡Para! ¡Deja de pelear!

La tierra tembló. Una risa surgió de algún lugar bajo tierra, y una voz tan profunda y malvada que me heló la sangre. ¡NO!¡NO!¡ESTO NO ESTÁ PASANDO!¡ÉL, OTRA VEZ!

Baja, pequeño heroína, canturreó la voz. ¡Baja! ¡Ven a mí! ¡Como tiene que ser!

La arena se partió debajo de mí, abriendo una grieta que llegaba hasta el centro de la tierra.

Mis pies resbalaron y la oscuridad me tragó.

Se despertó segura de que se estaba cayendo mientras caía chorros de sudor por la frente, asustada. Muy asustada.

Todavía estaba en la cama de la cabaña tres. Su cuerpo le decía que era de mañana, pero afuera estaba oscuro y los truenos retumbaban en las colinas. Se avecinaba una tormenta. No lo había soñado.

Percy oyó un golpe en la puerta.

"¿Entra?" Dijo.

“¿Mamá?” Allí estaba, su dulce, dulce hijo, de unos seis años otra vez, como siempre hacía cerca de Percy. Oh, él sabía muy bien que su angelito era el diablo para el resto de los campistas, sin embargo, Percy podía ignorarlo fácilmente.

"¿Sí, amor?"

“Tengo que irme, los demás olímpicos se están reuniendo, Quirón cree que deberías ir en una misión, si no quieres, no es necesario”

—Está bien, mi amor —dijo Thalía—. ¿Te importaría acompañarme a ver a Quirón?

“Sí, mami, siempre”, dijo Dioniso, sonriendo de oreja a oreja, genuinamente feliz por la invitación. —¿Segura que estas bien, mami?

—¡Claro, corazón! —dije distraída. —¡Solo fue una mala pesadilla, eso es todo!

Caminaron tomados de la mano en silencio hacia la gran casa, Percy miró nervioso al cielo, oscuro, se avecinaba una tormenta.

Dioniso guió a Thalía hasta que estuvieron frente a Quirón.

“Adiós mami.” Chasqueó los dedos y así se fue.

Quirón me sonrió, pero parecía cansado y tenso. «Siéntate, Thalía, por favor. Y Grover». 

Lo hicimos.

Alex apareció en ese momento. ¿me mandaste llamar? Preguntó.

 —¡En efecto, Alex!¡Siéntate, por favor!

Alex me miró interrogante, yo le negué con la cabeza curiosa igual que él.

Quirón puso sus cartas sobre la mesa, una mano ganadora que no había podido utilizar.

—Decidme, Thalia, Alex —dijo—. ¿Qué os pareció el sabueso del infierno?

 Sólo escuchar el nombre me hizo estremecer.

"Me asusté", dije. "Si no le hubieras disparado, estaría muerto".

“Bueno, fue nuestra primera vez” dijo Alex mientras miraba sus manos distraídamente. 

—Os encontraréis con cosas peores, chicos. Mucho peores, antes de que acabéis.

"Acabado... ¿con qué?"

"Vuestra misión, por supuesto. ¿La aceptaréis?"

Miré a Grover, que estaba cruzando los dedos.

Miré a Alex quien se encogió de hombros

"Eh, señor", dije, "aún no nos ha dicho qué es".

Quirón hizo una mueca. "Bueno, esa es la parte difícil, los detalles."

¡Ah, detalles!¡Nuestro querido Quirón se está guardando algo para sí!

Un trueno retumbó por el valle. Me asusté. Alex me sujetó la mano para tranquilizarme. Las nubes de tormenta ya habían llegado al borde de la playa. Hasta donde alcanzaba la vista, el cielo y el mar bullían juntos.

—Poseidón y Zeus —dije—. Están peleando por algo valioso... algo que fue robado, ¿verdad?

Quirón y Grover intercambiaron miradas.

Quirón se inclinó hacia delante en su silla de ruedas. "¿Cómo lo supiste?"

Suspiré.

—Señor, creo que debería saber algo… Nosotros nos somos hijos de Poseidón ni tampoco somos semidioses. Somos realmente, hijos de Cronos, Odín y de Freya. Herederos de los dioses antiguos Njord, dios del mar y de la tierra y Ovaldi, dios de la tormenta y del aire.

—¡Cómo! —preguntó Quirón. —Si nos estas tomando el pelo, te digo que este no es el momento…

Me dispuse a enseñarle la marca de nacimiento que tenemos en el antebrazo. Señal de nuestros tres padres divinos, junto con la marca de nuestros abuelos.

—¡Por los dioses!

—Y hay más señor—dijo Alex

Alex me instó a que contara lo ocurrido. Le conté lo mismo que le conté a Clarisse y a Dio

—¡Entonces todo tiene sentido! —se rascó la barba Quirón. —Ahora todo encaja con que el señor Dionisio se pusiera como se puso al verte, y también según mis cálculos, tu conciencia regresó en el Solsticio de Invierno, ¿cierto?

¡Cómo sabía eso!

"Lo sabía", dijo Grover. “¿Conciencia?”

“Cuando una persona va al pasado, para que no afecte al tiempo presente que es de donde ha salido esa persona. Se transporta solo la conciencia, aunque tu tengas la sensación de que tu cuerpo también lo haya hecho. No tienes recuerdos de tu vida presente porque ha habido una alteración en el espacio temporal y hasta que no termines en el pasado, tu conciencia no regresa a tu cuerpo. Solamente recuerdas lo que haya pasado si hay algo que lo desencadene”

Grover se quedó atónito, murmuró “¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?”

Le di la razón. ¡Eso quisiera saber yo!

—Silencio, sátiro —ordenó Quirón. 

—¡Pero es su misión! —Los ojos de Grover brillaban de emoción—. ¡Debe serlo!

—Solo el Oráculo puede determinarlo. —Quirón se acarició la barba erizada—. Sin embargo, Thalía, tienes razón. Poseidón y Zeus están teniendo su peor pelea en siglos. Están peleando por algo valioso que fue robado. Para ser precisos: un rayo. Además, creo que nos beneficiará que por ahora crean que son hijos de Poseidón, mientras tanto tenéis que seguir manteniendo la coartada.

 ¡Ay no!

—El rayo de Zeus —suspiró—. Lo recuerdo, le gustaba presumir. El símbolo de su poder, del que se basan todos los demás rayos. La primera arma que fabricaron los cíclopes para la guerra contra los titanes, el rayo que destrozó el Etna y arrojó a Cronos de su trono. —Hizo una pausa—. ¿Y ha desaparecido?

 

"Robado", dijo Quirón. ¡Tengo una mala sensación con todo esto!

 

"¿Por quién?" preguntó Alex

 

"¿Por quién?", corrigió Quirón. Una vez maestro, siempre maestro. "Por ti." “Por ustedes”

 ¡JA! ¡LO QUE ME FALTABA!

Nos quedamos con la boca abierta.

 

¿Yo? ¿Qué demonios?

 

¿COOOMOOO? —Preguntó indignado Alex.

 

—Al menos —dijo Quirón levantando una mano—, eso es lo que Zeus cree. Durante el solsticio de invierno, en el último concilio de los dioses, Zeus y Poseidón discutieron. Las tonterías de siempre: «La Madre Rea siempre te tuvo más aprecio», «Los desastres aéreos son más espectaculares que los marítimos», etcétera. Después, Zeus se dio cuenta de que su rayo maestro había desaparecido, robado de la sala del trono ante sus propias narices. Inmediatamente culpó a Poseidón. Ahora bien, un dios no puede usurpar directamente el símbolo de poder de otro dios; eso está prohibido por las leyes divinas más antiguas. Pero Zeus cree que Poseidón convenció a un héroe humano para que lo tomara.

 

"Pero yo no—"

 

 “Todo esto es demasiado surrealista”

 

—Paciencia y escucha, Thalía —dijo Quirón—. Zeus tiene buenas razones para sospechar. Las forjas de los Cíclopes están bajo el océano, lo que le da a Poseidón cierta influencia sobre los creadores del rayo de su hermano. Zeus cree que Poseidón ha tomado el rayo maestro y ahora, en secreto, está ordenando a los Cíclopes que construyan un arsenal de copias ilegales, que podrían usarse para derrocar a Zeus. Lo único que Zeus no estaba seguro era qué héroe usó Poseidón para robar el rayo. Ahora Poseidón os ha proclamado abiertamente como sus hijos. Estabais en Nueva York durante las vacaciones de invierno. Podríais haberos colado fácilmente en el Olimpo. Zeus cree haber encontrado a su ladrón.

 

"¡Pero si nunca he estado en el Olimpo, ni siquiera en mi vida anterior! ¡Zeus está loco!"

 

Quirón y Grover miraron nerviosos al cielo. Las nubes no parecían dispersarse a nuestro alrededor. Se extendían sobre nuestro valle, sellándonos como la tapa de un ataúd.

 

—Eh... ¿Thals...? —preguntó Grover—. No usamos la palabra que empieza con c para describir al Señor del Cielo.

 

“Sí, lo hago”, respondió.

 

—Tal vez sea paranoico —sugirió Quirón—. Aunque, claro, Poseidón ya intentó derrocar a Zeus antes. Creo que esa era la pregunta treinta y ocho de tu examen final…

 

"¿Algo sobre una red dorada?", supuse. "Poseidón, Hera y algunos otros dioses... como que atraparon a Zeus y no lo soltaron hasta que prometió ser un mejor gobernante, ¿verdad?"

 

—Correcto —dijo Quirón—. Y Zeus nunca ha confiado en Poseidón desde entonces. Por supuesto, Poseidón niega haber robado el rayo maestro. La acusación le ofendió profundamente. Llevan meses discutiendo, amenazando con la guerra. Y ahora habéis llegado tú, la gota que colma el vaso.

 

“Bueno, joder”

 

“Lenguaje”, reprendió Quirón

 

Quirón suspiró. «La mayoría de los observadores reflexivos coincidirían en que el robo no es el estilo de Poseidón.»

Pero el Dios del Mar es demasiado orgulloso para intentar convencer a Zeus de eso. Zeus ha exigido que Poseidón devuelva el rayo para el solsticio de verano. Eso es el veintiuno de junio, dentro de diez días. Poseidón quiere una disculpa por haber sido llamado ladrón para esa misma fecha. Esperaba que la diplomacia prevaleciera, que Hera, Deméter o Hestia hicieran entrar en razón a los dos hermanos. Pero vuestra llegada ha enfurecido a Zeus. Ahora ninguno de los dioses cederá. A menos que alguien intervenga, a menos que se encuentre el rayo maestro y se le devuelva a Zeus antes del solsticio, habrá guerra. ¿Y sabes cómo sería una guerra a gran escala, chicos?

 

“Sí, lo hago, aunque no uno piadoso”

Imagina un mundo sumido en el caos. La naturaleza en guerra consigo misma. Los olímpicos se vieron obligados a elegir entre Zeus y Poseidón. Destrucción. Carnicería. Millones de muertos. La civilización occidental convertida en un campo de batalla tan grande que la Guerra de Troya parecerá una batalla de globos de agua.

 

Contuve la respiración antes de exhalar lentamente.

 

Empezó a llover. Los jugadores de voleibol dejaron de jugar y se quedaron mirando el cielo en silencio, atónitos.

 

Había traído esta tormenta a la Colina Mestiza. Zeus castigaba a todo el campamento por mi culpa. Estaba furioso.

 

—Así que tengo que encontrar ese estúpido rayo —dije—. Y devolvérselo a Zeus.

 

"¿Qué mejor ofrenda de paz", dijo Quirón, "que el supuesto hijo de Poseidón devuelva la propiedad de Zeus"

 ¡Ah!¡Que bien!

"Si Poseidón no lo tiene ¿dónde está la cosa?"

 

—Creo que lo sé. —La expresión de Quirón era sombría—. Parte de una profecía que tuve hace años... bueno, ahora tengo sentido. Pero antes de que pueda decir más, debéis aceptar alguno oficialmente la misión y, luego, buscar el consejo del Oráculo.

—¡Eh!¡Yo declino a favor de mi hermana!¡La quiero con locura y quiero que protegerla de todo, pero siento que, si voy con ella, le daré más problemas que beneficios por mi carácter sobreprotector y por querer buscar venganza en contra los dioses por mi hermana! —dijo Alex mientras me sonreía dulcemente.

—Solo…. Prométeme que te cuidarás y que me llamaras si algo sucede… Diviértete matando monstruos

—Alex… Tu nunca serás una carga para mí. Eres mi más grande pilar.

Le abracé duramente un largo tiempo. Él me dio un suave beso en la frente, murmurando un hechizo protector para el viaje, finalmente me sonrió y se quedó para apoyarme. Le sonreí, me dirigí a Quirón.

"¿Por qué no puedes decirme de antemano dónde está el rayo?"

 "Porque si lo hiciera, tendrías demasiado miedo de aceptar el desafío".

“Mi hermana no conoce el miedo” “De hecho es la persona más valiente que conozco”

Le sonreí a Alex. En estos momentos en cuanto más le necesito.

 Alcé una ceja. "¿miedo yo?"

"¿Estás de acuerdo entonces?"

 Miré a Grover, quien asintió alentadoramente.

 Fácil para él. Yo era a quien Zeus quería matar.

 Tantas cosas dulces susurradas en su oído, que el destino debe estar riéndose.

 "Está bien", dije. ¡Agh! ¡Siempre me toca a mí arreglar lo que los demás estropean!

 —Entonces es hora de que consultes al Oráculo —dijo Quirón—. Sube, Thalía Jackson, al ático. Cuando bajes, suponiendo que aún estés cuerdo, hablaremos más.

“Suerte” me sonrió Alex.

Cuatro pisos más arriba, las escaleras terminaban bajo una trampilla verde. 

Tiré del cordón. La puerta se abrió y una escalera de madera se colocó en su lugar.

El aire cálido que venía de arriba olía a moho y madera podrida y algo más... un olor.

Me acordé de la clase de biología. Reptiles. El olor de las serpientes. 

El ático estaba lleno de trastos de héroes griegos: soportes de armadura cubiertos de telarañas; escudos otrora brillantes, oxidados; viejos baúles de cuero cubiertos de pegatinas que decían ÍTACA, ISLA DE CIRCE y TIERRA DE LAS AMAZONAS. Una mesa larga estaba repleta de frascos de cristal llenos de cosas encurtidas: garras peludas cercenadas, enormes ojos amarillos y otras partes de monstruos. Un trofeo polvoriento colgado en la pared parecía la cabeza de una serpiente gigante, pero con cuernos y una dentadura de tiburón. La placa decía: CABEZA DE HIDRA N.° 1, WOODSTOCK, NY, 1969.

 

Y allí estaba ella, junto a la ventana, sentada en un taburete de trípode de madera, al menos lo que quedaba de ella, la όμφαλος , nunca la había conocido antes…

Mirarla me dio escalofríos en la espalda. Y eso fue antes de que se sentara en su taburete y...

Abrió la boca. Una niebla verde brotó de la boca de la όμφαλος , enroscándose en el suelo en densos zarcillos, silbando como veinte mil serpientes. Dentro de mi cabeza, oí una voz, deslizándose por un oído y enroscándose en mi cerebro: Soy el espíritu de Delfos, portavoz de las profecías de Febo Apolo, vencedor de la poderosa Pitón. Acércate, buscador, y pregunta. 

Me obligué a respirar hondo.

Tuve el coraje de preguntar: "¿Cuál es mi destino?"

La niebla se arremolinaba más espesa, acumulándose justo frente a mí y alrededor de la mesa con los frascos de partes de monstruo encurtidas. 

Mientras la voz ronca del Oráculo hablaba 

“Irás al oeste, 

y enfrentar al dios que se ha vuelto.

Encontrarás lo robado, 

y verlo devuelto sano y salvo.

Serás traicionada

por alguien que se hace llamar amigo.

Y no podrás salvar

“Lo que más importa, al final.”

Al principio, estaba demasiado aturdida para decir nada, pero cuando la niebla se retiró, enroscándose en una enorme serpiente verde y deslizándose de vuelta a la boca del όμφαλος , grité: "¡Espera! ¿Qué quieres decir? ¿Qué amigo? ¿Qué no podré salvar?"

La cola de la serpiente de niebla desapareció en la boca de la όμφαλος . Se reclinó contra la pared. Su boca se cerró con fuerza como si no la hubiera abierto en cien años. El ático volvió a estar en silencio, abandonado, solo una habitación llena de recuerdos.

Tuve la sensación de que yo también podría quedarme allí hasta tener telarañas y no aprendería nada más.

Mi audiencia con el Oráculo había terminado.

Me dejé caer en una silla junto a la mesa de pinacle. "Dijo que recuperaría lo robado".

Grover se inclinó hacia delante, masticando con entusiasmo los restos de una lata de Coca-Cola Light. "¡Genial!"

 “Ay más, ¿verdad? Se quejó Alex inclinándose también, mientras comía una manzana.

—¿Qué dijo exactamente el Oráculo? —insistió Quirón—. Esto es importante. 

Todavía me zumbaban los oídos por la voz reptiliana. «Ella... dijo que iría al oeste y me enfrentaría a un dios que se había transformado. Recuperaría lo robado y me aseguraría de que regresara sano y salvo».

"Lo sabía", dijo Grover.

Quirón no parecía satisfecho. "¿Algo más?" 

No quería decírselo. 

¿Qué amigo me traicionaría? Creo que sospecho de uno, pero por su bien espero que eso no suceda.

Y la última línea: No lograría salvar lo que más importaba. ¿Qué clase de Oráculo me enviaría en una misión y me diría: «Ah, por cierto, ¿fracasarás»? 

¿Cómo podría confesar eso?

—No —dije—. Eso es todo.

Me observó el rostro. «Muy bien, Thalía. Pero recuerda esto: las palabras del Oráculo suelen tener un doble sentido. No les des demasiadas vueltas. La verdad no siempre es evidente hasta que suceden los acontecimientos».

"De acuerdo", dije, ansioso por cambiar de tema. "¿Y a dónde voy? ¿Quién es ese dios del Oeste?"

—Ah, piensa, Percy —dijo Quirón—. Si Zeus y Poseidón se debilitan mutuamente en una guerra, ¿quién sale ganando?

—Hades no lo haría —dijo con el ceño fruncido, su compañero más oscuro siempre era incomprendido.

Quirón dijo: «El Señor de los Muertos es la única posibilidad».

“Te demostraré que estás equivocado, debe haber alguien más” Quirón la miró con lástima.

 Un trozo de aluminio escapó de la boca de Grover. "Oye, espera. ¿Qu-qué?"

 —Una Furia fue tras Thalía —le recordó Quirón—. Vigiló a la joven hasta estar segura de su identidad y luego intentó matarla. Las Furias solo obedecen a un señor: Hades.

—Sí, pero... pero Hades odia a todos los héroes —protestó Grover—. Sobre todo, si ha descubierto que Thalía es hija de Poseidón... aunque si la hubiese visto, esto no estaría sucediendo.

“Ay, al fin que alguien me escucha” me quejé.

"Un sabueso del infierno se adentró en el bosque", continuó Quirón. "Esos solo pueden ser invocados desde los Campos de Castigo, y tuvo que ser invocado por alguien dentro del campamento. Hades debe tener un espía aquí. Debe sospechar que Poseidón intentará usar a Thalía para limpiar su nombre. A Hades le encantaría matar a esta joven mestiza antes de poder emprender la misión."

Thalía se negó a bromear, sabía que no era Hades, pero tenía miedo, quienquiera que fuera, era oscuro y viejo.

 “Esto es absurdo” se quejó Alex. “Ahora todo el mundo está en contra de mi hermana” “Tía no los perdones eh, que si no el que te va a pegar voy a ser yo”

Tranquilo, no lo pienso hacer….aún.

—Hades envió a un esbirro para robar el rayo maestro —insistió Quirón—. Lo escondió en el Inframundo, sabiendo perfectamente que Zeus culparía a Poseidón. No pretendo comprender a la perfección los motivos del Señor de los Muertos, ni por qué eligió este momento para iniciar una guerra, pero una cosa es segura: Thalía debe ir al Inframundo, encontrar el rayo maestro y revelar la verdad.

Un fuego extraño me quemaba el estómago. Lo más extraño era que no era miedo. Era anticipación; tal vez podría convencer a Hades de que le devolviera a su tía.

Grover temblaba. Había empezado a comerse las cartas de pinacle como si fueran patatas fritas. Alex se impacientaba aún más.

El pobre necesitaba completar una misión conmigo para obtener su licencia de buscador, fuera lo que fuese, pero ¿cómo podía pedirle que la hiciera, sobre todo cuando el Oráculo decía que estaba destinado al fracaso? Era un suicidio.

"Sospechar y saber no es lo mismo", dijo. "Te demostraré que te equivocas. Hades es bastante pacifista, por si acaso lo sabes. No le gustan las peleas entre familiares".

Las emociones me daban vueltas como cristales en un caleidoscopio. No sabía si sentirme resentido, agradecido, feliz o enojado.

La necesitaban, pero ¿dónde estaban cuando Thalía los necesitaba cuando estaba sola en su hermosa jaula dorada?

 

Preferiría no pensar más en ello.

—Entonces, ¿tengo que encontrar el rayo, demostrar que Poseidón y Hades son inocentes y devolverle el rayo a Zeus? —preguntó Percy retóricamente—. Eso suena fácil —dijo con sarcasmo.

Miré a Grover, que se tragó el as de corazones.

 

Alex suspiró ruidosamente. “y, luego, ¿nos dejaran en paz? 

 

“Depende de lo que resulte al final” dijo Quirón

 

"¿Mencioné que Maine es muy lindo en esta época del año?" preguntó débilmente.

 

—No tienes que ir —le dije—. No puedo pedirte eso.

 

—Oh... —Movió los cascos—. No... es que los sátiros y los lugares subterráneos... bueno...

 

Respiró hondo y se levantó, sacudiéndose las cartas destrozadas y los trozos de aluminio de la camiseta. "Me salvaste la vida, Thalía. Si... si de verdad quieres que esté contigo, no te defraudaré."

 

Sentí tanto alivio que quise llorar, aunque no pensé que fuera muy heroico. Grover hacía lo que podía, además no me había abandonado. La mayoría de mis amigos son semidioses y no los tengo aquí, a diferencia de Clarisse. No estaba seguro de qué podía hacer un sátiro contra las fuerzas de los muertos, pero me sentí mejor sabiendo que estaría conmigo.

 

—Hasta el final, agente. —Me volví hacia Quirón—. ¿Y adónde vamos? El Oráculo acaba de decir que vayamos al oeste.

La entrada al Inframundo siempre está en el oeste. Se mueve de época en época, como el Olimpo. Ahora mismo, por supuesto, está en América.

 

"¿Dónde?"

 

Quirón pareció sorprendido. "Pensé que sería bastante obvio. La entrada al Inframundo está en Los Ángeles".

 

—Ah —dije—. Claro. Así que nos subimos a un avión...

 

—¡No! —chilló Grover—. Thalía, ¿en qué estás pensando? ¿Alguna vez has estado en un avión?

 

Negué con la cabeza, avergonzada. Mi tía nunca me había llevado a ningún lado en avión. Siempre decía que no teníamos dinero. Además, mi madre Freya decía que podría ser peligroso.

 

—Thalía, piensa —dijo Quirón—. Eres hija del Dios del Mar oficialmente. El mayor rival de Poseidón es Zeus, Señor del Cielo. Tu tía sabía que no debía confiarte un avión. Estarías en el dominio de Zeus. Nunca volverías a bajar con vida.

 

Eso no era justo, tendría que hablar con Zeus más tarde, después que le de semejante patada en sus bolas.

 

Arriba, crepitaban los relámpagos. Retumbaban los truenos.

 

"De acuerdo", dije, decidida a no mirar la tormenta. "Entonces, viajaré por tierra".

 

—Así es —dijo Quirón—. Dos compañeros pueden acompañarte. Grover es uno. El otro ya se ha ofrecido, si aceptas su ayuda.

 

—Vaya —dije, fingiendo sorpresa—. ¿Quién más sería tan estúpido como para ofrecerse como voluntario para una misión?

¿cómo esto?"

 

El aire brillaba detrás de Quirón.

 

Annabeth se hizo visible y se metió la gorra de los Yankees en el bolsillo trasero.

 

"Llevo mucho tiempo esperando una misión, Thals", dijo. "A Atenea no le gusta nada Poseidón, pero si vas a salvar el mundo, soy la persona más indicada para evitar que la fastidies". 

—Si tú misma lo dices —dije—, supongo que tienes un plan, ¿no?

 

Sus mejillas se sonrojaron. "¿Quieres mi ayuda o no?"

 

“A ver…. ¿Como te voy a decir que no?” la abracé como cuando era niña.” Veamos de qué estás hecha”

Annabeth sonrió dulcemente. 

"Un trío", dije. "Eso servirá".

"Excelente", dijo Quirón. "Esta tarde podemos llevarte hasta la terminal de autobuses de Manhattan. Después, estarás sola".

Los relámpagos destellaron. La lluvia cayó a cántaros sobre los prados, que nunca se suponía que tendrían un clima violento.

"No hay tiempo que perder", dijo Quirón. "Creo que deberían empezar a empacar".

Chapter 9: Di mi nombre

Chapter Text

 

“Correcto o incorrecto, es muy agradable romper algo de vez en cuando.”
Fyodor Dostoevsky

“Arrodíllate”, dijo Thalia con mucha calma. “Tu orgullo no tiene cabida en mi corte”.

El hombre, el noble miró a la muchacha, la nueva reina de Anthea con algo nuevo parecido al miedo, su reina estaba celestialmente embarazada, escandaloso ya que no estaba casada, quería protestar, negar, pero Thalia tenía un brillo de advertencia en sus ojos que de alguna manera advertía a las almas rebeldes que ella no era su padre con su alma gentil.

Así lo hizo. Se arrodilló, aunque no quería.

“Di lo que tengas que decir”, dijo la reina, con un tono que antes no tenía y un poder que emanaba de su voz.

“Reina Thalia, no es prudente dejar que los plebeyos y esclavos estudien, ¡por favor le rogamos que reconsidere su decisión!”

Thalia sonrió tranquilamente.

“Puede que tengas razón, ahora que lo pienso, no es prudente que los esclavos estudien”. Ella rió, el hombre sintió alivio al pensar que al menos era dócil, solo para que el horror la siguiera mientras continuaba: “No habrá más esclavos entonces, porque somos libres y así debería serlo toda mi gente, envía un mensaje de que, por lo tanto, el trabajo debe ser pagado y si escucho de alguien que tiene, vende o compra esclavos, el infractor será asesinado por mis propias manos y su oro irá a un fondo que se destinará a los antiguos esclavos”.

Se podía oír caer un alfiler, tan silencioso como estaba el salón, Thalia los miró desde arriba.

“No soy mi padre, caballeros, mi nombre es Thalia, su reina, les hará bien recordarlo” Ella rió “El conocimiento no es algo para poseer, sino para compartir”

“Son libres de irse”, dijo a sus súbditos mientras observaba una figura imponente que se encontraba escondida en un rincón.

“Reina Thalia”, dijo la mujer, la diosa, mientras miraba a la mortal en su trono, mira, Atenea tenía mucha curiosidad antes sobre la influencia de la humana en los Olímpicos, así que vino a observar, y así entender. Atenea entendió al instante.

La mente de Thalia era tan interesante, cada movimiento que hacía, cada palabra que decía, cada sonrisa que daba estaba completamente calculada previamente, esta mujer, si fuera por el beneficio de su gente o su familia, torcería una espada con la que te apuñalaría y era tan absolutamente hermosa de una manera que Atenea nunca había visto antes y casi esperó con la respiración contenida a que la mujer rugiera, porque eso no era mujer, o un reina común, eso era una Leona.

Atenea entendió la obsesión de los dioses hacia con esta mortal. No solamente por su gran belleza, sin lugar a duda, sino por el porte, la gran inteligencia y carisma que irradiaba su aura un tanto mística. Atenea por una vez, consideró entablar una conversación sincera y humilde con esta mortal. A la diosa le gustaría por primera vez considerar tener una amiga. Afrodita era demasiado superficial, pero sentía que con esta mortal pudiera mantener una rica conversación sin que el tema sea los hombres y temas demasiado banales para su gusto.

“Yo soy Atenea”

“Un placer conocerte, mi Diosa” Thalia sonrió dulcemente.

¡Qué enigma!

Thalía había preparado sus maletas con ayuda de su hermano Alex, él siempre haría de hermano sobreprotector. Por algo era 15 minutos mayor que Thalía en menos de una hora, listos para la misión.

Resultó que su hijo le había dejado una pequeña bolsa con provisiones que podría necesitar o no: una de ellas era, sorprendentemente, una tarjeta de crédito negra que funcionaba en el mundo mortal, dos mil dólares y alrededor de cien dracmas con una nota que decía:

'Puede que no haya regresado de la reunión para despedirte, mamá, 
pero aquí hay algunas cosas que pensé que podrían ayudarte.
No te preocupes y gasta todo lo que necesites para regresar sana y salva. 
Si alguna vez necesitas más, envía un mensaje a través de Lady Iris.'

Y no pudo evitar la suave sonrisa que se dibujó en sus labios. Su perfecto Dio, que siempre era tan dulce. No es que sus hermanos no lo fueran, porque si lo eran, pero al ser el más pequeño de todos era él que más quería llamar su atención.

Cuando dijo eso en voz alta, no se dio cuenta de las tres miradas perturbadas que le dirigieron Annabeth, Quirón y Grover, claramente en desacuerdo con sus palabras, pero lo suficientemente sabios como para guardar silencio.

También había algo de néctar y ambrosía, que no debían comerse a menos que ocurriera una emergencia, ya que en exceso podían causar que un semidiós se quemara. En realidad, eso no me afectaría en nada, porque en realidad no era una semidiosa sino una Diosa pero no sabían como tratarnos. Solo me puedo curar si junto a la ambrosia con sangre de semidios. ¿Qué puedo decir? Soy especial.

Annabeth traía su gorra mágica de los Yankees, que según le dijo a Thalía había sido un regalo de su madre por su duodécimo cumpleaños. Llevaba un libro sobre arquitectura clásica famosa, escrito en griego antiguo, para leer cuando se aburría, y un largo cuchillo de bronce, escondido en la manga de su camisa.

Grover se ponía sus pies y pantalones falsos para hacerse pasar por humano. Llevaba una gorra verde estilo rasta, porque cuando llovía, su pelo rizado se aplastaba y apenas se veían las puntas de sus cuernos. Su mochila naranja brillante estaba llena de chatarra y manzanas para picar. En el bolsillo llevaba un juego de flautas de caña que su papá cabra le había tallado, aunque solo conocía dos canciones: el Concierto para piano n.º 12 de Mozart y «So Yesterday» de Hilary Duff, ambas sonaban bastante mal en las flautas de caña.

En cuanto a Alex y a mí, pusimos un encanto sobre nuestros collares gemelos, que son la mitad del otro, en forma de nudo vikingo que representa la eternidad, como nosotros. Nos prometimos mantenernos en contacto, requisito obligatorio para la tranquilidad de Alex. También utilizaríamos nuestros móviles a salvo de que nos localicen los monstruos. Cortesía del tío K.

Antes de salir de la cabaña, vino a mi Clarisse con sus amigos. En verdad, me habían caído muy bien, las de la cabaña de Dita me habían ofrecido un neceser con cosméticos que formarían una cortina de humo, de parte de todas, por si la cosa se pone turbia, además de poder maquillarme, pero dudo mucho que pueda hacerlo, pero mi madre me enseñó que era tradicional ponerse ojos negro con delineador si entrase en fase de guerra.

A lo que iba, Clarisse y sus amigas me visitaron. Clarisse con su típico abrazo oso que me dejó los huesos un poco entumecidos, al igual que su padre. Ese pensamiento intenté desecharlo.

“De parte de todos nosotros, te hemos puesto algunos ejemplares de armas y muchas ganzúas por si las necesitaras” me dijo un chico alto, fuerte y con el pelo rizado a diferencia de sus hermanos que lo tenían liso.  Era dulce.

Los demás asintieron. Clarisse se me puso sentimental y me puso un auricular para que nos mantuviéramos en contacto por si necesitaba desahogarme, ella personalmente, me regaló una daga curvada muy chula, en verdad. Después de un largo rato, me sonrió tristemente y me hizo prometer que volviese al campamento sin un rasguño. Se disculpó por no solicitar ayudarme, pero me confesó que sería prudente que ella no fuese porque si viera a su padre o a algún otro dios le daría su merecido. En propias palabras de Clarisse. Siempre es tan protectora y mamá oso conmigo. Finalmente, nos despedimos con un pacto de torcedura de dedo meñique. —Todos pueden pensar que al ser hija del Dios de la Guerra no tendrían sentimientos a no ser que fueran del campo de batalla, pero no es así. En realidad, son los mas protectores de todos, al igual que su padre, son unos terrones de azúcar. —

Nos despedimos de los demás campistas, echamos una última mirada a los campos de fresas, al océano y a la Casa Grande, luego caminamos hasta Half-Blood Hill hasta el alto pino que se encontraba junto al límite.

Quirón nos esperaba en su silla de ruedas. Junto a él estaba el surfista que había visto mientras me recuperaba en la enfermería. Según Grover, era el jefe de seguridad del campamento.

Supuestamente tenía ojos por todo el cuerpo para que nadie lo sorprendiera. Hoy, sin embargo, llevaba uniforme de chófer, así que solo pude ver ojos extra en sus manos, cara y cuello.

"Este es Argus", me dijo Quirón. "Te llevará a la ciudad y, bueno, te vigilará".

Oí pasos detrás de nosotros.

Luke subió corriendo la colina, llevando un par de zapatillas de baloncesto.

—¡Hey! —jadeó—. Me alegra haberte pillado.

Annabeth se sonrojó, como siempre lo hacía cuando Luke estaba cerca. ¡Ay no!¡Con este no, Annabeth!

"Solo quería desearte buena suerte", me dijo Luke. "Y pensé... eh, quizás te vendrían bien estos".

Me entregó las zapatillas, que parecían bastante normales. Incluso olían bastante normal.

Luke dijo: "¡Maia!"

Alas de pájaro blanco brotaron de los tacones, sobresaltándome tanto que los dejé caer. Los zapatos se agitaron en el suelo hasta que las alas se plegaron y desaparecieron.

"¡Genial!" dijo Grover.

Luke sonrió. "Me sirvieron mucho en mi búsqueda. Un regalo de papá. Claro, últimamente no los uso mucho...". Su expresión se tornó triste.

No sabía qué decir. Era genial que Luke hubiera venido a despedirse. Temía que me guardara rencor por su actitud distante y por Liah, Pero ahí estaba, dándome un regalo mágico... y en ese momento se parecía tanto a Hermes que el corazón de Thalía dio un vuelco de lo mucho que extrañaba a su embaucador.

"Hola, amigo", dije. "Gracias".

"Escucha, Thalía..." Luke parecía incómodo. "Hay muchas esperanzas depositadas en ti. Así que... mata algunos monstruos por mí, ¿de acuerdo?"

Nos dimos la mano. Luke le dio una palmadita a Grover en la cabeza, entre sus cuernos, y luego le dio un abrazo de despedida a Annabeth, que parecía a punto de desmayarse.

Cogí los zapatos voladores y tuve un mal presentimiento. Miré a Quirón. "No podré usarlos, ¿verdad?"

Negó con la cabeza. «Luke tenía buenas intenciones, Thalía. Pero volar... no sería prudente para ti».

Asentí, decepcionada, pero entonces se me ocurrió una idea: "Oye, Grover. ¿Quieres un objeto mágico?"

Sus ojos se iluminaron. "¿Yo?"

Muy pronto le colocamos las zapatillas sobre sus pies falsos y el primer niño cabra volador del mundo estaba listo para el despegue.

"¡Maia!" gritó.

Se levantó bien del suelo, pero luego se cayó de lado y su mochila se arrastró por la hierba. Los zapatos alados no dejaban de dar bandazos como pequeños potros.

—Practica —le gritó Quirón—. ¡Solo necesitas practicar!

"¡Aaaaa!" Grover salió volando de lado colina abajo como una cortadora de césped poseída, en dirección a la camioneta.

Antes de que pudiera seguirlo, Quirón me agarró del brazo. «Debería haberte entrenado mejor, Thalía», dijo. «Si tan solo hubiera tenido más tiempo. Hércules, Jasón... todos recibieron más entrenamiento».

Ignoró cómo se sentía al escuchar el nombre de su bebé.

"Está bien. Solo desearía..."

Me detuve porque estaba a punto de sonar como una niña malcriada.

"¿En qué estoy pensando?", gritó Quirón. "No puedo dejar que te vayas sin esto".

Sacó un bolígrafo del bolsillo de su abrigo y me lo entregó. Era un bolígrafo desechable común y corriente, de tinta negra y capuchón extraíble. Probablemente costaba treinta centavos.

—Vaya —dije—. Gracias.

—Thalía, no lo deseches solo por su portada, primero abre el contenido para saber si es merecedor de tu tiempo. Lo guardé durante años, sin saber que eras a quien esperaba
. Pero la profecía ahora es clara para mí. Tú eres la indicada.

Recordé la excursión al Museo Metropolitano de Arte, cuando vaporicé a la Sra. Dodds. Quirón me había lanzado un bolígrafo que se convertía en espada. ¿Podría ser...? Le quité la tapa, y el bolígrafo se alargó y se hizo más pesado en mi mano. En medio segundo, sostenía una reluciente espada de bronce con hoja de doble filo, empuñadura forrada en cuero y empuñadura plana remachada con tachuelas doradas. Fue la primera arma que sentí que realmente se equilibraba en mi mano.

Mi ανακλυσμός.

—Quería que te llevaras un recuerdo de mí, y que cuando quieras o si te sientes perdida, puedes llamarme cuando lo necesites………. Hermanita— me sonrió tímidamente Quirón. —Por supuesto, tendré vigilado a Alexander

Tenía ganas de llorar ahora mismo.

—¿Sabías de nuestro origen? —pregunté

—No, pero había oído rumores, de que el Señor de los Titanes y el Señor de Asgard habían contraído matrimonio junto con tu madre, la Señora de las Valkirias y de Vannaheim, tierra de los Señores de la Guerra, evidentemente, pensé que eran todo falacias, y fíjate: Aquí estáis los dos…

Sonreí tímidamente.

"La espada tiene una larga y trágica historia que no es necesario detallar", me dijo Quirón. "Se llama Anaklusmos".

"'Riptide'", traduje

—Úsala solo en caso de emergencia —dijo Quirón—, y solo contra monstruos. Ningún héroe debería dañar a los mortales a menos que sea absolutamente necesario, claro está, pero esta espada no les haría daño en ningún caso.

Le miré raro.

—Sé de tus peleas en el baño con la Srta Bobofit, no digo que no la mereciera, pero… ten cuidado ¿vale? — respondió Quirón con media sonrisa

Miré la afilada hoja. "¿Cómo que no dañaría a los mortales? ¿Cómo
podría no hacerlo?"

La espada es de bronce celestial. Forjada por los cíclopes, templada en el corazón del Etna y enfriada en el río Leteo. Es mortal para los monstruos, para cualquier criatura del Inframundo, siempre que no te maten primero. Pero la hoja atravesará a los mortales como una ilusión. Simplemente no son lo suficientemente importantes como para que la hoja los mate. Y debo advertirte: como semidiós, puedes morir tanto con armas celestiales como normales. Eres el doble de vulnerable. Esa es la charla normal, pero en tu caso especial debido a lo que eres, solo ten cuidado y que no te pillen.

"Es bueno saberlo."

"Ahora vuelve a tapar el bolígrafo."

Toqué la punta de la espada con el capuchón y al instante Riptide se redujo a un bolígrafo.
Lo guardé en el bolsillo, un poco nervioso, porque era famoso por perder bolígrafos en la escuela, y cuando lo recibí no existía tal cosa.

"No puedes", dijo Quirón.

"¿No puedes qué?"

"Suelta el bolígrafo", dijo. "Está encantado. Siempre aparecerá en tu bolsillo. Pruébalo".
Tenía mis dudas, pero lo lancé lo más lejos que pude colina abajo y lo vi desaparecer entre la hierba.

"Puede que tarde un poco", me dijo Quirón. "Ahora revisa tu bolsillo".
Efectivamente, el bolígrafo estaba allí.

Volví a guardar Riptide en mi bolsillo.

Por primera vez, la búsqueda se sintió real.

"Quirón...", dije. "Cuando dices que los dioses son inmortales... quiero decir, hubo un tiempo antes de ellos, ¿verdad?"

Cuatro eras antes de ellos, en realidad. La Época de los Titanes fue la Cuarta Era, a veces llamada la Edad de Oro, lo cual es definitivamente un nombre inapropiado. Esta, la época de la civilización occidental y el reinado de Zeus es la Quinta Era.

"Entonces, ¿cómo era... antes de los dioses?" “Solo quiero entender”

Quirón frunció los labios. «Ni siquiera yo tengo la edad suficiente para recordarlo, hijo, pero sé que fue una época de oscuridad y salvajismo para los mortales. Cronos, el señor de los Titanes, llamó a su reinado la Edad de Oro porque los hombres vivían inocentes y libres de todo conocimiento. Pero eso era mera propaganda. Al rey Titán no le importaban los de tu especie, salvo como aperitivos o una fuente de entretenimiento barato. Fue solo en los primeros años del reinado de Zeus, cuando Prometeo, el buen Titán, trajo el fuego a la humanidad, que tu especie comenzó a progresar, e incluso entonces, Prometeo fue tildado de pensador radical. Zeus lo castigó severamente, como recordarás. Por supuesto, con el tiempo los dioses se afincaron con los humanos, y nació la civilización occidental».

—Pero los dioses no pueden morir ahora, ¿verdad? Es decir, mientras la civilización occidental siga viva, seguirán vivos. Así que... aunque fallara, nada podría pasar tan mal que lo arruinara todo, ¿verdad? —preguntó, asustado por lo que pudiera pasar.

Quirón me dedicó una sonrisa melancólica. «Nadie sabe cuánto durará la Era del Oeste, Thals. Los dioses son inmortales, sí. Pero también lo eran los Titanes. Siguen existiendo, encerrados en sus diversas prisiones, obligados a soportar dolor y castigos infinitos, con un poder reducido, pero aún muy vivos. Que las Parcas no permitan que los dioses sufran semejante condena, ni que regresemos a la oscuridad y el caos del pasado. Solo podemos, hija, seguir nuestro destino».

Entre tú y yo, sabemos que no están allí. En realidad, están en el Monte Othrys.

"Nuestro destino... suponiendo que sepamos cuál es."

"Tranquila", me dijo Quirón. "Mantén la mente despejada. Y recuerda, podrías estar a punto de evitar la mayor guerra de la historia de la humanidad".

"Tranquila", dije. "Estoy muy relajada".

Al llegar al pie de la colina, miré hacia atrás. Bajo el pino, Quirón estaba de pie, en plena forma de jinete, con el arco en alto a modo de saludo. La típica despedida de un campamento de verano, a cargo de un centauro cualquiera.

 

Argus nos sacó del campo y nos llevó al oeste de Long Island. Se sentía raro estar de nuevo en la autopista, con Annabeth y Grover sentados a mi lado como si fuéramos compañeros de viaje normales. 

Después de dos semanas en la Colina Mestiza, el mundo real parecía una fantasía. Me encontré mirando cada McDonald's, cada niño en el asiento trasero del coche de sus padres, cada valla publicitaria y centro comercial.

"Hasta ahora todo bien", le dije a Annabeth. "Diez millas y ni un solo monstruo".

Me miró irritada. "Trae mala suerte hablar así, Thals".

“No te pongas así de irritable” “Solo bromeaba” dije con las manos en alto.

Annabeth suspiró ruidosamente. “No es eso, es que… estoy nerviosa y no entiendo”

“¿Entender?” levanté una ceja sin saber de qué habla.

“Bueno… es muy extraño cuando hablas del Señor D, de los dioses…. “

Ah, era eso.

“Además, se supone que no nos llevamos bien, ¿vale? Nuestros padres son rivales". “Y no sé qué pensar”

“Te tengo un spoiler mi querida amiga, no soy hija de Poseidón.”

“Pero…. Poseidón te reclamó y-y eso quiere decir que eres su hija, ¿no? “ su voz notaba mucha incertidumbre.

“Había un hijo de Poseidón, pero mi tía, quiero decir, la valkiria de mi madre, nos adoptó para protegernos y como su hijo nació muerto, pues…. Nos hizo pasar por sus hijos” levanté los hombros sin darle mucha importancia.

“Una decisión muy inteligente y estratégica, pero…. ¿valkiria?” preguntó

“Mi querida sabionda, las valkirias son las guerreras que caen en batalla y que sirven para la eternidad junto a mi madre por supuesto es la diosa Freya, Señora de Vannaheim”

En este punto, Annabeth se quedó con la boca abierta.

“Entonces tu padre si no es Poseidón, ¿Quién es?

“¿Quién es o quienes son?

“¿Hay más de uno?”

“¡Claro que sí!” respondí como si fuera obvio.” En mi cultura, existen los llamados almas gemelas y, en ocasiones, pueden albergar triadas, como es lógico mis padres son una de ellas: Por supuesto, mis padres son Odín y Cronos junto con mi madre, la diosa Freya.

Annabeth se quedó callada pensativa. Grover se quedó viéndola, queriendo reírse de las caras que ponía Annabeth.

“¿Entonces… t-t-tu eres u-u-una d-d-diosa? Tartamudeó en shock.

“Cariño si no cierras tu boquita te entrarán moscas” me burlé.” Es la misma cara que pone tu madre cuando Poseidón le dice algo que ni ella sabía”

“Es tan extraño cómo hablas de ellos”, dijo Annabeth.

"¿A ellos?"

“Los dioses, sé que eras la madre del señor D. pero es extraño cómo hablas de ellos”, dijo.

Thalía realmente se rió: "Oh niña, ¿sabías mi nombre?"

“Sí”, dijo ella poniendo los ojos en blanco.

“Di mi nombre”, dijo Thalía.

“Sémele”

—Oh, cariño —se rió Thalía una vez más—. Sémele era mi prima, no yo. En ese momento, Grover y Argus también estaban escuchando.

“Una vez me llamaron Thalia, la reina de Anthea”. Ante esto, Annabeth y Grover parecieron enfermos. “Al igual que ahora, supongo. “No cambié de nombre, evidentemente, porque fui viajera “accidental” del tiempo, y solo recordaba mi nombre real, aunque nada más”

“¿Thalia?”, preguntó Annabeth con voz temblorosa.

“Si, ya sé” “ Tengo el mismo nombre que Liah, ¿cierto?” “Eso es cosa de su padre, Zeus” “El malnacido va y le pone mi nombre a un hijo suyo, ¿te lo puedes creer?”¿Quién pone el nombre de su ex a su hijo? ¡Hello! ¿Nos hemos vuelto todos locos?

“O sea, ¿tu lo sabías? Preguntó Grover y Annabeth.

“Evidentemente, si” respondí.” No era especialmente un secreto cuando nuestras madres hablaban del tema” “Especialmente, lo comprendí cuando recuperé mis recuerdos” De todos ellos el que más me ha defraudado ha sido Zeus, pero el resto van por el mismo camino.

“Una vez salí con tu madre, evidentemente, como amigas eh, junto con Dite, Arty, Hestia y Demi, eran todas encantadoras y simpáticas, en especial, tu madre Atenea. Ella era inteligente e intrigante, simplemente vino a la corte y empezamos a conversar”. “Tiene una coraza bastante dura al exterior, pero una vez que toma confianza, es bastante optimista y risueña.” “Te pareces mucho a ella”

Annabeth se sintió complacida al parecido que mantenía con su madre.

“Respóndeme a una pregunta…¿por qué dices que Atenea odia a Poseidón? Pregunté por curiosidad ya que recordaba lo mucho que se llevaban.

Suspiró. "¿Cuántas razones quieres? Una vez mi madre pilló a Poseidón con su
novia en el templo de Atenea, lo cual es una gran falta de respeto. En otra ocasión, Atenea y Poseidón compitieron por ser el dios patrón de Atenas. Poseidón creó un estúpido manantial de agua salada para su regalo. Mi madre creó el olivo. La gente vio que su regalo era mejor, así que le pusieron su nombre a la ciudad."

—Oh, ¿qué hizo ahora? —preguntó Thalía sintiendo la fea cabeza de los celos y la ira rugiendo. Sentía querer llorar. A Thalía le dio de repente varias punzadas fuertes de dolor en el corazón. Su marca brilló en su mano, quemándola. ¿Qué más podía esperar de ellos?

—Ah —dijo Annabeth—. ¿Eso fue después de ti? Observando lo que ocurría a Thalía. Annabeth pensó en una idea, pero por ahora no lo iba a comentar para no hacerle más daño a Thalía. Con lo que tenía era más que suficiente. —¿Estás bien, verdad? ¿Quieres que te dé algo de agua o néctar?

“Tranquila” tosí, intentando respirar. “Eso ciertamente fue después de mí”, “¿Entonces llevó a una mujer a su templo?”

“Sí, como sabes, los nombres tienen poder, pero esta mujer era una sacerdotisa de Atenea y él tuvo sexo en su templo con su sacerdote, ella se enojó después de eso”.

—¿Cómo te atreves, Poseidón? —rugió Atenea—. ¿No tienes ningún respeto?

—¿Respeto a qué, Atenea? —preguntó Poseidón enojado.

—Es mi templo, pero este era su templo favorito y tú lo sabes, ¡y lo mancillaste! —gritó Atenea—. ¡Arruinaste su memoria!

Poseidón dio un paso atrás como si le hubieran dado un puñetazo. 

"¿Solo han pasado 40 años desde su muerte y ni siquiera te acuerdas de eso?", preguntó Atenea, hundiendo aún más la espada. "¿Y con Medusa? ¿Por qué, por sus ojos?".

Una lágrima escapó de los ojos del Dios del mar. “No lo sé”, susurró. “Lo siento, ella solo estaba… y yo estaba tan solo. La extraño mucho, Atty”.

“¿Y yo no?” gritó Atenea. “Algunos días siento que no puedo respirar. La quería . Era mi mejor amiga y confidente. Gritó: “Arruinaste esto para mí, Poseidón, arruinaste este recuerdo suyo que era mío y solo mío, y por eso nunca te lo perdonaré, lo juro por el Estigia”.

Ella desapareció cuando su promesa se cumplió, los truenos rugieron en el cielo por lo demás limpio, una maldición puesta sobre la hermosa -una vez sacerdotisa que se parecía a su querida y amada amiga, injustamente como era- dejando al Dios del Mar roto y llorando en el suelo de su templo.

“No puedo decir el nombre”, dijo Annabeth, “Toma, investígalo después, no lo digas en voz alta”. Le pasó el papel con MEDUSA escrito en él.

Thalía mientras veía el nombre escrito en el papel, no pudo evitar como éste se empapaba por las lagrimas derramadas por ella misma. No podía controlar los llantos que le salían. A Annabeth sintió mucha culpa por habérselo dicho. Le quitó suavemente el papel de las manos y la abrazó, dejando que Thalía se echara sobre el hombro de la chica rubia.

“¿Qué pasó?” preguntó dulcemente. Grover estaba terriblemente preocupado. No estaba a gusto de que su amiga llorara y mucho menos por los dioses.

Thalía le contó lo que sucedió y, al igual que Clarisse, Annabeth empezó a gritar indignada.

“¿¡CÓMO SE ATREVEN A HACERTE ESO DE UNA FORMA CRUEL!? Chilló Annabeth.

“Annie…. Tranquila. Ya todo ha pasado” intenté tranquilizarla.

“Ahora entiendo a mamá, a ti, al Señor D….” dijo Annabeth. “No permitiré que te hagan daño, tu y Liah son mi refugio…. Y a Luke aunque lo noto un tanto extraño” “Además si algún día los veo, les haré pedazos” “Atenea siempre lleva a cabo sus planes” “Te vengaré”

Yo acaricié el cabello de Annabeth dulcemente. Annabeth siempre fue la hermana pequeña de todos nosotros y a la que más protegíamos.

“Tranquila, yo también lo noto extraño, pero de una manera siniestra… espero que no sea lo que estoy pensando” dije alarmada.

“¿Qué tienes en mente? “preguntó.

“No te preocupes, sabionda, ya veremos como se desarrollan los acontecimientos” “Por eso mismo, te digo que mantengas una distancia con Luke. No te estoy prohibiendo nada, por si lo estas pensando, pero me preocupo por ti. Sé que tienes un pequeño enamoramiento”

Annabeth se sonrojó. Por supuesto que lo negó. Es muy orgullosa al igual que su madre.

Thalía pensó en Medusa, y recordaba haber visto un capítulo en sus estudios sobre ella, pero nunca la relacionó; su corazón dolía profundamente por sus amantes y por la mujer maldita. Tenía la sensación de que su abogada lo había hecho en su nombre. Su dulce protectora amiga. 

Las extrañaba

Y, extrañaba a sus dioses.

Como una mujer que perdió la fe.

Ella solía ser el altar al que adoraban y aun así fue abandonada, y oh, eso dolió.

Una lagrima cayó lentamente por su mejilla.

En el asiento delantero, Argus sonrió. No dijo nada, pero un ojo azul en su nuca me guiñó el ojo. El tráfico nos retrasó en Queens. Para cuando llegamos a Manhattan, ya estaba anocheciendo y empezaba a llover. Argus nos dejó en la estación de Greyhound del Upper East Side, no lejos del apartamento de mi tía y Gabe. Pegado a un buzón había un volante empapado con mi foto: ¿HAS VISTO A ESTOS CHICOS?

Lo arranqué antes de que Annabeth y Grover pudieran notarlo. 

Argus descargó nuestras maletas, se aseguró de que consiguiéramos los billetes de autobús y se marchó, con el ojo del dorso de la mano abierto para observarnos al salir del aparcamiento. Pensé en lo cerca que estaba de mi antiguo apartamento. 

En un día normal, mi tía ya habría vuelto de la tienda de dulces. Gabe el Apestoso probablemente estaría ahí arriba, jugando al póquer, sin siquiera extrañarla. 

Grover se echó la mochila al hombro. Miró hacia la calle, en la misma dirección que yo. "¿Quieres saber por qué se casó con él, Thalía?" 

Lo miré fijamente. "¿Me leías la mente o algo así?"

—Solo tus emociones. —Se encogió de hombros—. Creo que olvidé decirte que los sátiros pueden hacer eso. Estabas pensando en tu tía y tu padrastro, ¿verdad?

Asentí, preguntándome qué más se habría olvidado Grover de decirme.

"Tu tía se casó con Gabe por ustedes", me dijo Grover. "Lo llamas 'Apestoso', pero no tienes ni idea. Tiene un aura... ¡Qué asco! Puedo olerlo desde aquí. Puedo oler rastros de él en ti, y no has estado cerca de él en una semana".

—Gracias —dije—.¡Qué manera de decirme que huelo mal! ¿Dónde está la ducha más cercana?

Deberíais estar agradecidos, Thalía. Vuestro padrastro huele tan repulsivamente a humano que podría enmascarar la presencia de cualquier semidiós. En cuanto olí el interior de su Camaro, lo supe: Gabe lleva años ocultando vuestro olor. Si no hubierais vivido con él todos los veranos, probablemente os habrían encontrado monstruos hace mucho tiempo. Tu tía se quedó con él para protegeros. Era una mujer inteligente. Debió de quereros mucho para aguantar a ese tipo, si eso te hace sentir mejor.

“Sé que lo hizo por mí, Grover”, confesé, “me di cuenta, eso es lo que hacen las madres, nos sacrificamos por nuestros hijos”. 

Grover y Annabeth se quedaron en silencio, escuchando atentamente, eso era lo que pasaba con Thalía, destilaba poder, pero también era un océano de conocimiento antiguo.

Para Annabeth esto no era nada nuevo, lo que ella recordaba a ambas Thalía. Las dos exudaban poder y liderazgo, pero había algo mas en Thals. Una sombra antigua y poderosa como el tiempo y la tierra misma. Ahora comprendía el por qué. Y ahora que ha recuperado casi al completo todos sus recuerdos, no lo hacía nada fácil comprender lo que decía. Era algo así como el oráculo cuando hablaba. Te dejaba aun mas confuso. Annabeth sabía desde que se enteró de todo lo que vivió su amiga Thals, que ella no se iba a quedar solamente en querer buscar a sus antiguos amantes divinos, sino que buscaría venganza contra Hera aunque esa conversación aun no se haya dicho. Annabeth como buena amiga que era, estaría a su lado, porque para Annabeth, Thalía no solo es su amiga junto con Liah sino que también era su salvadora. Y, por esa misma razón, la protegería de todos. Solo esperaba que sus hijos e hijas también ayuden a su madre en contra de sus propios padres.

“Sin embargo, es muy difícil sentirse mejor sabiendo que fue para nuestra protección cuando quien se suponía que debía protegernos nos hizo daño”.

Grover no tenía respuesta para eso. Pero, aunque no estuviera bien, volvería a ver a su tía y tal vez podría convencer a Hades para que le permitiera llevársela. Solo, tal vez. Siempre podría exigírselo por ser una valkiria y eso iba en contra de los acuerdos negros.

Me preguntaba si Grover aún podía leer mis emociones, confundidas como estaban. Me alegraba que él y Annabeth estuvieran conmigo, pero me sentía culpable por no haber sido sincero con ellos. No les había dicho la verdadera razón por la que había aceptado esta loca misión.

La verdad era que no me importaba mucho recuperar el rayo de Zeus, ni salvar el mundo, ni siquiera ayudar a Poseidón a salir de problemas. No se merecían ni un gramo de mi tiempo.

La razón principal por la que iba era por Sally. La quería de vuelta, junto a ella, a ver si podríamos encontrar el cuerpo de mamá.

Serás traicionado por quien te llama amigo, susurró el Oráculo en mi mente.
Al final, fracasarás en salvar lo que más importa. Esta frase me estaba atormentando más de lo que ya me gustaría. Solo espero que quien me traicione no sea quien estaba pensando.

Cállate, le dije.

La lluvia seguía cayendo.

Nos pusimos nerviosos esperando el autobús y decidimos jugar al Hacky Sack con una manzana de Grover. Annabeth era increíble. Podía rebotar la manzana en la rodilla, el codo, el hombro, donde fuera. Yo tampoco estaba tan mal.

El juego terminó cuando le lancé la manzana a Grover y se le acercó demasiado a la boca. De un mordisco de cabra, nuestro Hacky Sack desapareció con todo, corazón, tallo y todo.

Grover se sonrojó. Intentó disculparse, pero Annabeth y yo estábamos demasiado ocupadas partiéndonos de risa.

Por fin llegó el autobús. Mientras hacíamos fila para subir, Grover empezó a mirar a su alrededor, olfateando el aire como si oliera su plato favorito de la cafetería del colegio: enchiladas.

"¿Qué es?" pregunté.

—No lo sé —dijo tenso—. Quizá no sea nada.

Pero me di cuenta de que no era nada. Empecé a mirar por encima del hombro también. Había algo en el ambiente que no me dejaba tranquila.

Sentí un gran alivio cuando por fin subimos y encontramos asientos juntos en la parte trasera del autobús. Guardamos nuestras mochilas. Annabeth no dejaba de golpearse el muslo con su gorra de los Yankees, nerviosa.

Cuando subieron los últimos pasajeros, Annabeth me puso la mano en la rodilla. "Thals."

Una anciana acababa de subir al autobús. Llevaba un vestido de terciopelo arrugado, guantes de encaje y un gorro de punto naranja sin forma que le ocultaba el rostro, además de un gran bolso con estampados paisley. Al levantar la cabeza, sus ojos negros brillaron, y el corazón me dio un vuelco. ¡AH, MIERDA!

Era la señora Dodds. Mayor, más marchita, pero definitivamente la misma cara amargada que siempre llevaba.

Me encogí en mi asiento.

Detrás de ella venían dos ancianas más: una con un sombrero verde y otra con uno morado. Por lo demás, eran idénticas a la Sra. Dodds: las mismas manos nudosas, bolsos con estampados de cachemira y vestidos de terciopelo arrugado. Abuelas trillizas demoníacas. Sus hermanas. Eρινύες.

Una cosa era segura… No tienen estilo ni aunque nacieran como hijas de Afrodita. Ay, por favor.

Se sentaron en la primera fila, justo detrás del conductor. Los dos del pasillo cruzaron las piernas sobre
la pasarela, formando una X. Fue bastante informal, pero transmitió un mensaje claro: nadie se va.

¡Qué bien!

El autobús salió de la estación y recorrimos las calles resbaladizas de Manhattan. "No estuvo muerta mucho tiempo", dije, con toda la tranquilidad del mundo, mientras las miraba asqueada "Creía que habías dicho que podrían disiparse para siempre".

—Dije que si tienes suerte —dijo Annabeth—. Obviamente no la tienes.

— Gracias — le contesté con ironía. —Por darme ánimos. Annabeth me sacó la lengua.

—Los tres —gimió Grover—. ¡Di immortales!

"No pasa nada", dijo Annabeth, obviamente pensándolo mucho. "Las Furias. Los tres peores monstruos del Inframundo. No hay problema. No hay problema. Saldremos por las ventanas".
"No abren", gimió Grover.
"¿Una salida trasera?", sugirió.
No había ninguna. Incluso si la hubiera habido, no habría servido de nada. Para entonces, estábamos en la Novena Avenida, rumbo al Túnel Lincoln.

"No nos atacarán con testigos", dije. "¿Verdad?"

"Los mortales no tienen buena vista", me recordó Annabeth. "Sus cerebros solo pueden procesar lo que ven a través de la Niebla".

"Verán a tres ancianas matándonos, ¿no?"

Lo pensó. "Es difícil decirlo. Pero no podemos contar con la ayuda de los mortales. ¿Quizás una salida de emergencia en el tejado...?"

Llegamos al túnel Lincoln y el autobús se quedó a oscuras, salvo por las luces del pasillo. Sin el sonido de la lluvia, reinaba un silencio inquietante.

Empieza la diversión

La Sra. Dodds se levantó. Con voz monótona, como si lo hubiera ensayado, anunció a todo el autobús: «Necesito ir al baño».

Uno de los pasajeros que estaban detrás de ellas, las miró como si le importaran un carajo. No le culpo. Yo hubiese pensado lo mismo.

"Yo también", dijo la segunda hermana.

"Yo también", dijo la tercera hermana.

Todos comenzaron a caminar por el pasillo.

—Ya lo tengo —dijo Annabeth—. Percy, llévate mi sombrero.

"¿Por qué?" preguntó Grover.

“Porque soy a quien buscan. Si me hago invisible y avanzo por el pasillo. Y dejo que pasen. Quizás pueda llegar al frente y escapar”. Muy buena, Annabeth” respondí.

"Pero ustedes—" dijo Grover aún no convencido.

"Existe la remota posibilidad de que no nos vean", dijo Annabeth. "Ella es la supuesta hija de uno de los Tres Grandes. Su olor podría ser abrumador".

"No puedo simplemente dejarte."

"No te preocupes por nosotros", dijo Grover. "¡Vete!"

Me temblaban las manos. Me sentí una cobarde, pero tomé la gorra de los Yankees y me la puse. Cuando miré hacia abajo, mi cuerpo ya no estaba allí.

Empecé a avanzar sigilosamente por el pasillo. Conseguí avanzar diez filas y me agaché para sentarme en un asiento vacío justo cuando pasaban las Furias.

La Sra. Dodds se detuvo, sorbiendo por la nariz, y me miró fijamente. Mi corazón latía con fuerza.

Al parecer, no vio nada. Ella y sus hermanas siguieron adelante.

Estaba libre. Llegué a la parte delantera del autobús. Ya casi habíamos atravesado el túnel Lincoln.
Estaba a punto de pulsar el botón de parada de emergencia cuando oí un lamento espantoso desde la última fila.

Las ancianas ya no eran ancianas. Sus caras seguían siendo las mismas —creo que no podían ser más feas—, pero sus cuerpos se habían marchitado hasta convertirse en cuerpos curtidos de brujas marrones, con alas de murciélago y manos y pies como garras de gárgola. Sus bolsos se habían convertido en látigos de fuego.

Las Furias rodearon a Grover y Annabeth, azotando sus látigos y silbando: "¿Dónde está? ¿Dónde?"

Los demás en el autobús gritaban, acurrucados en sus asientos. Vieron algo, sí.

—¡No está aquí! —gritó Annabeth—. ¡Se fue!

Las Furias levantaron sus látigos.

Annabeth sacó su cuchillo de bronce. Grover sacó una lata de su bolsa de refrigerios y se preparó para lanzarla.

Lo que hice a continuación fue tan impulsivo y peligroso que debería haberme nombrado niña con TDAH del año.

El conductor del autobús estaba distraído, intentando ver qué pasaba por el retrovisor.
Aún invisible, le quité el volante y lo giré bruscamente hacia la izquierda. Todos aullaron al ser lanzados hacia la derecha, y oí lo que esperaba que fuera el sonido de tres furias estrellándose contra las ventanas.

"¡Oye!" gritó el conductor. "¡Oye, vaya!"

Luchamos por el volante. El autobús se estrelló contra el lateral del túnel, chirriando metal y lanzando chispas a un kilómetro y medio de nosotros.

Salimos del túnel Lincoln y volvimos a la tormenta, con gente y monstruos lanzados dentro del autobús y los coches derribados como bolos.

De alguna manera, el conductor encontró una salida. Salimos de la autopista a toda velocidad, pasamos media docena de semáforos y terminamos yendo a toda velocidad por una de esas carreteras rurales de Nueva Jersey donde es increíble la cantidad de nada que hay justo al otro lado del río desde Nueva York. Había bosques a nuestra izquierda, el río Hudson a nuestra derecha, y el conductor parecía estar mirando hacia el río.

Otra gran idea: pisé el freno de emergencia.

El autobús giró, dio una vuelta completa sobre el asfalto mojado y se estrelló contra los árboles. Se encendieron las luces de emergencia. La puerta se abrió de golpe. El conductor fue el primero en salir, mientras los pasajeros gritaban mientras corrían tras él. Me senté al volante y los dejé pasar. Grandes soluciones para grandes problemas.

Las Furias recuperaron el equilibrio. Azotaron a Annabeth con sus látigos mientras ella blandía su cuchillo y gritaba en griego antiguo, diciéndoles que retrocedieran. Grover lanzó latas.
Miré hacia la puerta abierta. Era libre de irme, pero no podía dejar a mis amigos. Me quité la gorra invisible. "¡Oigan!" ¡¡Con Annabeth no eh!!

Las Furias se giraron, enseñándome sus colmillos amarillos, y la salida de repente me pareció una excelente idea. La Sra. Dodds se acercó por el pasillo, como solía hacer en clase, a punto de entregarme mi examen de matemáticas de sobresaliente. Cada vez que blandía su látigo, llamas rojas danzaban sobre el cuero de púas.

Sus dos feas hermanas saltaron sobre los asientos a ambos lados de ella y se arrastraron hacia mí como enormes y desagradables lagartijas.

"Thalía Jackson", dijo la Sra. Dodds, con un acento que sin duda provenía de un lugar más al sur de Georgia. "Has ofendido a los dioses. Morirás."

"Me gustabas más como profesora de matemáticas", le dije. “Pero ni con esas, esperpento”

Ella gruñó.

Annabeth y Grover avanzaron con cautela detrás de las Furias, buscando una abertura.

Saqué el bolígrafo del bolsillo y le quité el capuchón. Riptide se alargó hasta convertirse en una brillante espada de doble filo.

Las Furias dudaron.

La Sra. Dodds ya había sentido la espada de Riptide. Obviamente, no le gustaba volver a verla.

"Sométete ahora", susurró. "Y no sufrirás el tormento eterno".

"Buen intento", le dije.

—¡Thals, cuidado! —gritó Annabeth.

La señora Dodds agitó su látigo alrededor de mi mano con la espada mientras las Furias a ambos lados se abalanzaban sobre mí.

Sentía la mano como si estuviera envuelta en plomo fundido, pero logré no soltar a Contracorriente. Le di un golpe con la empuñadura a la Furia de la izquierda, haciéndola caer hacia atrás sobre un asiento. Me giré y le di un tajo a la Furia de la derecha. En cuanto la hoja impactó en su cuello, gritó y se convirtió en polvo. Annabeth sujetó a la Sra. Dodds con una llave de luchadora y la tiró hacia atrás mientras Grover le arrebataba el látigo de las manos.
"¡Ay!", gritó. "¡Ay! ¡Caliente! ¡Caliente!"

La Furia que había golpeado con la empuñadura vino hacia mí otra vez, con las garras listas, pero blandí a Riptide y se abrió como una piñata.

La Sra. Dodds intentaba quitarse a Annabeth de encima. Pateaba, arañaba, siseaba y mordía, pero Annabeth la sujetaba mientras Grover le ataba las piernas con su propio látigo. Finalmente, ambos la empujaron hacia atrás, hacia el pasillo. La Sra. Dodds intentó levantarse, pero no tenía espacio para batir sus alas de murciélago, así que seguía cayendo.

—¡Zeus te destruirá! —prometió—. ¡Hades se quedará con tu alma!

“Κάνε ησυχία, Ἀληκτώ” ordenó “δεν ξέρεις τι μιλάς, Eρινύες” 

Un trueno sacudió el autobús. Se me erizó el pelo de la nuca.

"¡Sal!", me gritó Annabeth. "¡Ahora!" No necesitaba que me animaran.

Salimos corriendo y encontramos a los demás pasajeros deambulando aturdidos, discutiendo con el conductor o dando vueltas gritando: "¡Vamos a morir!". Un turista con camisa hawaiana y cámara me tomó una foto antes de que pudiera enfundar mi espada.

¡Nuestras maletas! —se dio cuenta Grover—. Dejamos nuestras...Bolsas. 

Sí, a excepción de la riñonera que le dio su hijo, todo estaba en el autobús.

¡¡¡BUUUUM!!!

Las ventanas del autobús estallaron mientras los pasajeros corrían a refugiarse. Un rayo abrió un enorme cráter en el techo, pero un lamento furioso desde el interior me indicó que Alecto aún no había muerto.

Thalía se agachó por puro instinto, temblando por el rayo impactado en el autobús. Annabeth se agachó al igual que Thalía y con voz suave le dijo: ¡No estas sola! ¡Respira! En esos momentos le recordaba mucho a Poseidón cuando le daba miedo nadar con él en el mar. Abrió lentamente los ojos y se dio cuenta de la mirada de preocupación de Annabeth y de Grover.

¿Y no se cansaron Zeus y Hades de intentar matarla? Cuanto más hacían estas cosas, menos quería Thalía ver sus caras. Les patearé sus bolas eso seguro, se prometió a sí misma.

"¡Corred!", exclamó Annabeth. "¡Está pidiendo refuerzos! ¡Tenemos que salir de aquí!"

Nos adentramos en el bosque mientras llovía a cántaros, con el autobús en llamas detrás de nosotros y nada más que oscuridad por delante.

Continuará……….

Chapter 10: Μέδουσα - medusa

Notes:

Aquí tenéis dos capitulos más para el fanfic. Que os aproveche :) Estoy bien emocionada, creo que el siguiente ya entra en escena ARES !!!!!!!

Chapter Text

Capítulo 10

Basta con mirar a la Medusa de frente para verla. Y no es mortal. Es hermosa y ríe.

—Hélène Cixous

Hefesto no estaba teniendo un buen día. Estaba harto de que la gente esperara cosas. De querer algo de él. De ignorarlo. Pero, aun así, allí estaba, en sus forjas, fabricando estúpidas camas para estúpidos semidioses cuatrillizos, ni más ni menos. Zeus se lo había exigido y él había accedido, aun a pesar de la acalorada discusión de su madre, Hera quien estaba enrabietada por dichos semidioses. Los consideraba un alto peligro para ella, porque aun habiendo tenido a los hijos de dos dioses, esa mujer aun tenia el amor de su padre. Algo demasiado extraño teniendo en cuenta que su padre se cansaba enseguida y, el hecho de que en las reuniones no había peleas de ningún tipo entre Zeus y Poseidón.

Eran hermosas y de diseño intrincado. El problema era que la cuna era para la amante de su padre, una amante humana, y no solo eso, sino que la mujer también tenía una amistad con su esposa que incluso si antes no le prestaba atención, ahora muchísimo menos; decir que no le hizo gracia sería quedarse corto.

Pero aquí estaba, casi listo para empacar y entregarle la cuna a la mujer, podía usar los servicios de Hermes, sabía cuánto deseaba su medio hermano conocer a la reina de las tierras de Anthea, sin embargo, sentía la necesidad de ver a esta amante, así que empacó las cunas con un chasquido de dedos y se dirigió a las habitaciones donde ella solía dormir.

Esperó unas horas, ella llegó cuando cayó la noche y Artemis salió a la luna, entró en la habitación acompañada de cuatro doncellas que llevaban a sus retoños, Hércules, Sofía, Adara y Teseo, hijos de su padre y tío respectivamente, pequeños y de aspecto dulce, Hefesto no podía contener una sonrisa, amaba a los niños - eran lindos, aunque un poco molestos.

Las doncellas se fueron y la Reina lo miró y sonrió: "Señor Hefesto, supongo", dijo mientras atendía a sus hijos, alimentándolos. "Lamento mucho las molestias, mi señor, Zeus me dijo lo que le pidió, pero me gustaría agradecerle por hacerlo de todos modos". 

De repente, no importó mucho que ésta fuera la amante de su padre y tío (tenían buen gusto, eso era seguro) y no importó que hubiera tenido un día de mierda, así que lo dejó pasar y le devolvió la sonrisa porque ella era agradable y demasiado hermosa, más que Afrodita y eso era mucho decir. Se encontró con que su corazón iba a mil por hora y se puso un poco nervioso. Incluso se cuestionó seriamente si aún seguía enamorado de su mujer. Un pensamiento que lo atormentaba porque de ser así querría decir que se estaba enamorando de esta hermosa princesa a primera vista.

“Está bien, fue un placer, ¿entonces estos son mis hermanitos?” 

 

Tras escapar, caminamos por el bosque a lo largo de la ribera del río Nueva Jersey. El resplandor de la ciudad de Nueva York teñía de amarillo el cielo nocturno tras nosotros y el olor del Hudson nos apestaba. No queríamos arriesgarnos a tomar otro transporte cerrado por si acaso, aunque teníamos el dinero, y como me estaban buscando, no podía simplemente tomar un taxi o un Uber.

Grover temblaba y rebuznaba, con sus grandes ojos de cabra entrecerrados y llenos de terror. «Tres Bondadosos. Los tres a la vez». 

Yo también estaba en shock. El estallido de las ventanas del autobús aún resonaba en mis oídos. Pero Annabeth seguía animándonos, diciendo: "¡Vamos! Cuanto más nos alejemos, mejor". 

"Todo nuestro dinero estaba ahí", le recordó Grover. "Nuestra comida y ropa. Todo."

“Tenemos la riñonera que me dio Dio”, les dije, “no quería ponerla con nuestras cosas para poder comprar algo más tarde”. Eso pareció tranquilizarlos, aunque Annabeth todavía estaba molesta porque regresé. Esa niña se parece aún más a su madre de lo que pensé. A ambas le pasaba lo mismo. Siempre se mosqueaban si algo no sucedía como ellas querían.

Chapoteamos sobre el suelo blando, atravesamos árboles retorcidos y desagradables que olían a ropa agria.

Después de unos minutos, Annabeth se sentó a mi lado. "Mira, yo...", se le quebró la voz. "Te agradezco que hayas vuelto por nosotros, ¿vale? ¡Qué valiente!". “Me gustaría que pensaras más en ti, por si algo nos pasa que seas tú la que sobreviva”

Me giré bruscamente hacia Annabeth

“No vuelvas a decir algo así” no quise sonar tan duro como sonó. “No voy a huir y seguir adelante sin vosotros, por eso somos un equipo. Si eso es lo que enseñan en el campamento, muy mal entonces”

Annabeth quiso protestar, pero no la dejé. Estas tonterías tenían que acabarse. Hablaré con Quirón y con Dio cuando regrese sobre este tema.

"Somos un equipo, ¿verdad?"

Guardó silencio unos pasos más. "Es solo que si murieras... además de que sería un fastidio para ti, significaría que la misión habría terminado. Esta podría ser mi única oportunidad de ver el mundo real".

Entiendo su punto.

“Annabeth, tranquila, me aseguraré de llevarte conmigo para que veas un poco el mundo, ¿de acuerdo?” Le aseguré. Annabeth me sonrió un poco.

La tormenta finalmente había amainado. El resplandor de la ciudad se desvaneció tras nosotros, dejándonos en una oscuridad casi total. No pude ver nada de Annabeth, salvo un destello de su cabello rubio.

"¿No has salido del Campamento Mestizo después de que te dejáramos allí?" Le pregunté.

—No... solo excursiones cortas. Mi papá...

 "El profesor de historia del que me hablaste."

"Sí. No me funcionó vivir en casa. O sea, el Campamento Mestizo es mi hogar." Hablaba a toda prisa, como si temiera que alguien intentara detenerla. "En el campamento, entrenas y entrenas. Y eso está bien, pero el mundo real es donde están los monstruos. Ahí es donde aprendes si eres bueno o no." 

Si no lo supiera, podría haber jurado que escuché la duda en su voz.

"Eres bastante bueno con ese cuchillo", dije. 

"¿eso crees?"

"Cualquiera que pueda subirse a un Fury a caballito me parece bien".

No pude verla bien, pero pensé que podría haber sonreído. Me recordaba demasiado a Atty. Ambas igual de orgullosas para admitir algún error o duda. Dudar no nos hace menos ni mucho menos defectuosos, eso debería de aprenderlo la propia Atenea.  

Después de tropezar, maldecir y sentirme fatal durante un kilómetro y medio, empecé a ver una luz más adelante: los colores de un letrero de neón. Podía oler comida. Frita, grasienta, comida excelente. Me di cuenta de que no había comido nada malo desde que llegué al Campamento Mestizo, donde vivíamos a base de uvas, pan, queso y barbacoa extra-magra preparada por ninfas. Él necesitaba una hamburguesa doble con queso y un montón de tocino. Aún así me olía todo esto a monstruo. Algo me decía que había algo extraño ahí dentro. Pero como estábamos tan cansados no quise aguar un poco la fiesta. Espero que no sea nada.

Seguimos caminando hasta que vi una carretera desierta de dos carriles entre los árboles. Al otro lado había una gasolinera cerrada, una valla publicitaria destrozada de una película de los 90 y un negocio abierto, que era la fuente de la luz de neón y el buen olor.

No era un restaurante de comida rápida como esperaba. Era una de esas curiosas tiendas de curiosidades de carretera que venden flamencos de jardín, indios de madera, osos pardos de cemento y cosas así. El edificio principal era un almacén largo y bajo, rodeado de hectáreas de estatuas. El letrero de neón sobre la puerta me resultaba imposible de leer, porque si hay algo peor para mi dislexia que el inglés común, es el inglés rojo cursivo de neón. Tardó un momento en leerlo con precisión. Lo sé, te preguntarás ¿Cómo es que una diosa tenga dislexia? Pues veras, es muy sencillo de explicar, porque simplemente hasta que no cumpla la mayoría de edad seguiré así. Es decir, hasta los 21 años. Eso sí, soy tremendamente poderosa, aunque hasta que no me encuentre con mis abuelos maternos, no lo sé hasta qué grado lo soy.

El emporio de gnomos de jardín de la tía Em. 

Flanqueando la entrada, como anunciaban, había dos gnomos de jardín de cemento, unos enanos feos y barbudos, sonriendo y saludando, como si estuvieran a punto de sacarles una foto. Crucé la calle, siguiendo el olor a hamburguesas. Mala idea, me gritaba mis instintos. 

"Oye..." advirtió Grover.  

"Las luces están encendidas adentro", dijo Annabeth.  

"Tal vez esté abierto."  

"Un snack-bar", dije con nostalgia.  

"Un snack-bar", asintió ella. 

"¿Están locos?", dijo Grover. "Este lugar es raro". 

Lo ignoramos. 

El estacionamiento delantero era un bosque de estatuas: animales de cemento, niños de cemento, incluso un sátiro de cemento tocando la gaita, lo que le dio escalofríos a Grover.

"¡Bla-ja-ja!" balaba. "¡Parece mi tío Ferdinand!"

Eso encendió una bandera en lo más profundo de mi mente, pero no podía precisar por qué, mi mano estaba en el bolsillo lista para elegir Anaklusmos.

Nos detuvimos en la puerta del almacén. "No llames", suplicó Grover. "Huelo a monstruos".  Tristemente, yo también.

—Tienes la nariz tapada por las Furias —le dijo Annabeth—. Solo huelo a hamburguesas. ¿No tienes hambre? 

—¡Carne! —dijo con desdén—. Soy vegetariano. 

"Tú comes enchiladas de queso y latas de aluminio", le recordé. 

—Esas son verduras. Vamos. Vámonos. Estas estatuas... me están mirando.

“Tranquilo, Grover” traté de tranquilizarlo. “Echaremos un vistazo y, luego, nos vamos, ¿ok? Para disgusto de Annabeth. Ay, niña, yo también huelo a problemas.

No iba a negar qué tenia hambre, pero la curiosidad me mataba. Como bien dice el dicho: la curiosidad mató al gato, ¿cierto?

Entonces la puerta se abrió con un crujido, y frente a nosotros estaba una mujer alta, de ojos verdes como el océano y cabello negro y rizado. Se parecía a ella. Se parecía a…. ¿mí? 

Oh, Atenea.

Ahora entiendo todo.

“ Entraré sola ”, ordené, en el mismo tono que tenía cuando era Reina de Antea “ Annabeth, Grover, esperen afuera, lo digo en serio ”.

Medusa sonrió.

Grover y Annabeth aceptaron de mala gana. Aunque Annabeth era más reacia.

Entraron, dejando a ambos afuera.

“Niña”, sonrió. “Qué estúpido y, sin embargo, valiente de tu parte darte cuenta de quién soy y aún así intentar confrontarme”.

“ Medoυσα ”, dijo, y extendió la mano hacia su rostro, sobresaltando a la mujer. “Oh, niña”, una lágrima escapó de sus ojos.

“Qué-” Sus ojos “Eres ella, ¿no?” susurró con aspecto perturbado.

—Depende de quién creas que soy, niña —dijo Thalía lleno de travesuras—. Aunque eso no es lo importante.

 

“¿No lo es?” dijo Medusa confundida, sin ganas de pelear “¿Qué es importante entonces, Reina Thalia?”

 

—Aquí soy, Thalía la falsa hija de Poseidón, que fue al pasado y se convirtió en Reina de Antea. Soy la hija de Odín, Cronos y la diosa Freya—Thalía sonrió—. Lo siento, Medusa —susurró, con la mano sobre su rostro y mirando los ojos verdes que parecían los suyos.

Una lágrima recorrió su rostro, nadie nunca se había disculpado por su tragedia, pero allí estaba Thalia, la Reina, la mujer que Poseidón extrañaba tanto que salió con ella simplemente por su similitud, y ella conocía la historia de Thalia, su tragedia.

Ella escuchó susurros.

La soledad de Thalia.

Y de repente Medusa ya no estaba tan sola, sus rodillas débiles mientras caía al suelo, la Reina ignoró el suelo sucio del emporio y se arrodilló ensuciando sus jeans - que estaban mal, Medusa conocía su historia, le gustaba la mujer del cuento, la admiraba, tenía pinturas de la mujer cuando la historia no la había abandonado, con un quitón y una corona, la última gobernante de un imperio, la última reina de su tierra natal.

Pero Thalía estaba arrodillado, abrazándola mientras ella lloraba y lo abrazaba de vuelta.

"Oh, niña", susurró Thalía una y otra vez en su oído, "Lo siento mucho". 

“Atty no debería haberte castigado”, dijo, mirándola a los ojos después de secarle las lágrimas. “No fue tu culpa”. “Quizás pueda hacer algo con tu maldición” “Convenceré a Atenea de que lo revierta”

“Lo siento”, susurra Medusa. “Lo siento mucho, Thalía, ¿por favor, perdóname?”

Se me ocurrió una idea. Puede parecer un tanto mezquino, pero ya que hablamos de hacer estatuas….

 

“Siempre, niña” Thalía la besó en la frente “Necesito tu ayuda, ¿puedo tenerla?” 

"¿Cómo puedo ayudarte?", preguntó Medusa con voz temblorosa.

“Nuestro autobús explotó, necesitamos un lugar para pasar la noche, algo de comida y agua”, le dijo Thalía. “Puedo pagar, por supuesto”, se apresuró a decir. 

“No hay necesidad de pagar, mi reina”. Después de unos momentos de tranquilidad, Medusa dijo: “Una vez fui de Anthea antes de que estallara la guerra, mi padre era un erudito y estábamos en Atenea cuando todo salió mal, mi familia y yo”.

Thalía sonrió, feliz de saber que tenía una conterránea viva y sana. 

“Me alegra oírlo, lo hizo bien, los nobles eran difíciles, era solo cuestión de tiempo antes de que destruyeran nuestra hermosa casa”

“Su nombre fue borrado de la historia, mi reina”, dijo Medusa desconsolada por su hogar.

“Me lo suponía”, pensé tristemente

“Está bien”, dijo Thalía después de un momento o dos. “Así son las cosas, niña, pero vive en nuestros cerebros y corazones”.

Medusa se levantó después de un par de minutos, “Lo prepararé milady, usaré solo una habitación, no creo que les guste estar separados”

Thalía sonrió "Gracias, Μέδουσα “

Me dio mucha lástima su historia. En verdad, siento bastante rabia por lo que le hicieron, no solo porque se parecía mucho a mí. Poseidón se aprovechó de ella y Atenea injustamente la castigó. Voy a tener que pedir cuentas por ella. Ahora mismo la mantendré y lograré que Atenea revierta la maldición y creo que puedo hacer que su poder siga intacto aunque pueda ser utilizado a su propia voluntad y que pueda salir sin necesidad de que dañe a alguien sin quererlo.

“Medusa, corazón” le dije. “Lo que te dije antes de mi verdadero origen, ne gustaría que esto quedara entre nosotras”

“Se hará como usted desea, milady” respondió obedientemente.

Sonreí. Ella es muy leal

“Te puedo ofrecer una solución a tu problema temporalmente hasta que Atenea pueda revertirlo. ¿Qué opinas?

“¿E-En serio?

“Claro, si quieres, claro está”

Medusa se acercó un poco reticente por las lagrimas y por lo que pudiera hacerle. Chica lista.

Mi mano se acercó a su rostro y con cierta ternura, murmuré: omvänd magi

Es un hechizo que puede revertir las maldiciones y magia, pero lo ideal sería que quien ha invocado dicha maldicion sea en su caso la que lo revierta. Aún así servirá, de momento.

Medusa se sintió diferente, como si el peso de estos milenios se hubiese esfumado. Todo gracias a su señora Thalía.

”Gracias, Gracias, Gracias” repitió una y otra vez Medusa mientras me besaba la mano con suma adoracion. Supongo que ha sido mucho tiempo que alguien cuidara así de ella. ”No tienes por qué agradecerme niña”

”Milay.... de ahora en adelante, me encomiendo unicamente a usted” se arrodilló Medusa. Mmm.... puede ser un activo bien ejecutado. Podria convertirse en mi primera valquiria.

”Cielo, me encanta la idea” le sonreí.”¿Por qué no te das una vuelta, una verdadera vuelta para que puedas familirarizarte?”

Medusa asintió energicamante, no sin antes darme un abrazo. Se fue.

Esto, en verdad, se sintió muy reconfortante. Cualquiera podria haberse vengado pero opté por hacerle justicia.

Thalía, Annabeth y Grover bebieron, comieron y durmieron. Los dos últimos desconocían a la mujer que velaba por su seguridad, asegurándose de que su reina no sufriera ningún daño. Al día siguiente, al marcharse, Thalía pidió unos momentos a solas con la mujer.

“ Medoυσα , hija mía” sonrió Thalía. “Si no me equivoco, ¿puedes convertir a la gente en piedra con una mirada?” 

“Sí, mi Reina”, respondió Medusa. “Parece que no funciona contigo de alguna manera, de lo contrario no habrías podido mirarme a los ojos”. 

“¿Puedo pedirte un último favor?” 

“¡Lo que sea, mi Reina!” dijo Medusa emocionada. 

“Había un hombre, no muy agradable”, sonrió Thalía con crueldad. “Si te digo su dirección, ¿podrías echarle un buen vistazo por mí?”

“¡Sí, mi reina!”

—Trato hecho entonces —Percy le dio un beso a la mujer en los labios—. La dirección es...

La venganza es la mejor forma de expresión que hay en el mundo. Y, Thalía lo pedía a gritos.

Por Medusa.

Por Thalía

Chapter 11: Ἔχιδνα - Equidna

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

“Infiel es aquel que dice adiós cuando el camino se oscurece.”

― J. R. R. Tolkien, La comunidad del anillo


Thalia sonrió. Al principio.

“Te follaré, Thalia” le dijo Ares “Primero con mi lengua” susurró jugando con el cabello de Thalia, por oscuro que fuera.

Ella rió roncamente, con la garganta apretada, poniendo los ojos en blanco con incredulidad cuando Ares le contó todas las cosas que haría con ella.

"¿Te ríes, mi amor?" preguntó Ares con una sonrisa burlona y arqueando las cejas. "Te mojaré, y cuando estés mojada y suplicando, te follaré con mi polla,". 

Ella gimió mientras Ares la lamía, la chupaba y la follaba, primero en su escritorio, luego en su cama. 

Y ella rogó.

Y Ares bebió de aquella visión, Thalia era su altar, a quien con gusto adoraría en sus caderas por el resto de su vida eterna.

Thalía se dio una palmadita imaginaria en la cabeza, Grover y Annabeth no se dieron cuenta de cómo se había asegurado de que el cerdo llamado Gabriel no volviera a respirar pronto gracias a la encantadora Medusa, se aseguraría de compensarla, cualquier cosa que ella deseara, ella se aseguraría de que lo consiguiera.

Después de partir, Thalía, Annabeth y Grover se dirigieron al inframundo lentamente, acampando en el camino ya que no sería muy prudente estar en espacios cerrados para no repetir su lucha con las Furias. 

No pasaron frío, Medusa les había dado equipamiento y mantas asegurándose de que tuvieran suficiente ropa para sobrevivir. 

Decidimos dormir por turnos. Me ofrecí a hacer la primera guardia.

Annabeth se acurrucó entre las mantas y roncaba en cuanto su cabeza tocó el suelo. Grover revoloteó con sus zapatos voladores hasta la rama más baja de un árbol, apoyó la espalda en el tronco y contempló el cielo nocturno. 

"Anda, duerme", le dije. "Te despertaré si hay algún problema".

Él asintió, pero seguía sin cerrar los ojos. "Me pone triste, Thals."

"¿Qué? ¿El hecho de que te hayas apuntado a esta estúpida misión?"

—No. Esto me pone triste. —Señaló toda la basura en el suelo—. Y el cielo. Ni siquiera se ven las estrellas. Han contaminado el cielo. Este es un momento terrible para ser un sátiro.

“Lo es”, le dije. “El cielo solía ser hermoso, estrellas por todas partes, el mar era hermoso, aterrador pero hermoso, ahora está contaminado, solía haber fauna y flora por todas partes”.

Grover escuchó atentamente mientras Thalía continuaba: “Apolo una vez me llevó a Babilonia para ver los jardines suspendidos, fue la vista más hermosa”.

"Estoy buscando a Pan", le dijo Grover rápidamente. "Podría ayudar, restaurar el daño que hacen los humanos".

“Espero que encuentres a Pan, Grover” sonreí “Era un buen Dios, ¿qué le pasó?”

Grover me miró con cautela, como si temiera que me estuviera burlando.

"El Dios de los Lugares Salvajes desapareció hace dos mil años", me dijo. "Un marinero en la costa de Éfeso oyó una voz misteriosa que gritaba desde la orilla: '¡Díganles que el gran dios Pan ha muerto!'. Cuando los humanos supieron la noticia, la creyeron. Han estado saqueando el reino de Pan desde entonces. Pero para los sátiros, Pan era nuestro amo y señor. Nos protegió a nosotros y a los lugares salvajes de la tierra. Nos negamos a creer que murió. En cada generación, los sátiros más valientes dedican su vida a encontrar a Pan. Exploran la tierra, explorando los lugares más salvajes, con la esperanza de encontrar dónde se esconde y despertarlo de su sueño."

"Y tú quieres ser un buscador." 

"Es el sueño de mi vida", dijo. "Mi padre era un buscador. Y mi tío Ferdinand... la estatua que viste allá atrás..." 

"Ah, sí, lo siento", dije. "Medusa, es una buena chica, solo se perdió. Le preguntaré si puede liberarlo cuando regresemos".

Grover la miró extrañado y esperanzado al mismo tiempo.

“¿La llamas niña…?” 

“Ah, lo siento”, respondo a su pregunta vacilante. “Supongo que me hice cargo de ella por lo que le sucedió”

Me puse triste

Grover negó con la cabeza. «El tío Ferdinand conocía los riesgos. Mi padre también. Pero lo lograré. Seré el primer buscador en regresar con vida». 

Eso es un gran honor…. Espera, ¿el primero?"  

Grover sacó sus flautas de caña del bolsillo. «Si, lo es. Ningún buscador ha regresado jamás. Una vez que parten, desaparecen. Nunca más se les vuelve a ver con vida».  

"¿Ni una sola vez en dos mil años?" 

"No." 

 

¿Y tu papá? ¿No tienes idea de qué le pasó? 

 

"Nada."  

 

"¿Cómo vamos a entrar al Inframundo?" Le pregunté.

 

—No lo sé —admitió—. Pero allá en casa de Medusa, cuando hablabas con ella, Annabeth y yo coincidimos en que hay algo extraño en esta misión. Algo no es lo que parece".

"Bueno, claro. A Hades y a mí nos están culpando por robar un rayo que no tomamos". 

Ilógico, ¿cierto?

"No me refiero a eso", dijo Grover. "Los Peludos... Los Bondadosos se estaban conteniendo. Como la Sra. Dodds en la Academia Yancy... ¿por qué esperó tanto para intentar matarte? Luego, en el autobús, simplemente no fueron tan agresivos como podrían haber sido". 

 ¿Dónde te dejas el rayo? Grover, querido…. Que me han querido volatilizar varias veces eh

“Quizás sí, pero tenemos que hablar con él”, dije. “Creo en su inocencia y probaré la mía también”. “No me queda de otra”

"No he sido sincero contigo", le dije a Grover. "No me importa el rayo maestro. Acepté ir al Inframundo para traer de vuelta a mi tía y así poder encontrar a mamá". 

Grover tocó suavemente su flauta. "Lo sé, Thalía. ¿Pero estás seguro de que es la única razón?"

Supongo que no, pero no quería ceder, no quería pensar en ellos. Joder, que incluso a aquellas en quienes consideraba mis AMIGAS me habían abandonado.

—No lo hago para ayudarlos. No les importo. A mí tampoco me importarán —dije, sin saber por qué, mientras más enfadada estaba. Una lágrima se le escapó.

Había estado tan, tan sola. 

¿Por qué la habían abandonado?

Había esperado y esperado a cualquiera.

No habían venido, y ella se quedó sola durante siglos. Milenios pasaron de largo.

¿No habían escuchado sus súplicas mientras les oraba?

O simplemente no les importaba, después de todo, sus súplicas de amor también parecían tan vacías hoy en día. Qué podía esperar del supuesto amor de los dioses.

Grover bajó la mirada desde la rama de su árbol. «Mira, Thalía, no soy tan inteligente como Annabeth. No soy tan valiente como tú. Pero soy bastante bueno leyendo emociones. Estás triste, pero también estás lleno de amor. A veces estás triste, pero cuando viste al Sr. D. sentiste una inmensa felicidad y amor al ver otra vez a tus hijos, y una parte de ti aún los desea. Incluso en tu tristeza y enojo, hay amor».

“Por supuesto que hay amor, Grover”, respondí llorando “No estaría mal si no hubiera amor”, sonreí. “Cada vez que pienso en su traición no hace mas que dolerme el pecho y la marca en mi mano me quema mucho”

Grover miró el cielo nocturno, como si estuviera pensando en ese problema. "¿Qué tal si hago la primera guardia? Tú duerme un poco." “Nunca te olvides que estamos aquí por y para ti” “Eres nuestra amiga y si necesitas hablar sobre lo que sientes, puedes hacerlo en total confianza”

Me abrazó. Con ellos me sentía protegida.  Puede que dentro de poco haga una llamada a Clarisse y a Alex. Los echo de menos.

Quise protestar, pero empezó a tocar Mozart, suave y dulce, y me di la vuelta, con los ojos escociendo. Después de unos compases del Concierto para piano n.º 12, me quedé dormida. 

En mis sueños, me encontraba en una caverna oscura ante un pozo abierto. Criaturas de niebla gris se arremolinaban a mi alrededor, susurrando jirones de humo que reconocí íntimamente como los espíritus de los muertos.

Me tiraron de la ropa, intentando hacerme retroceder, pero me sentí obligado a caminar hasta el borde mismo del abismo. Mirar hacia abajo me mareó.  

El pozo era tan ancho y completamente negro que supe que no tenía fondo. Sin embargo, presentía que algo intentaba surgir del abismo, algo enorme y antiguo, mucho más viejo. No quiero pensar en él.

Tastos. 

Había evitado acercarse como Thalia. Conociendo el peligro que representaba.

Hasta que en su soledad se sentó cerca de él y observó su oscuridad, lo observó.

Mi tierna heroína , una voz divertida resonó en la oscuridad. Demasiado débil, demasiado joven, pero quizás lo logres. Vuelve a mí. 

La voz también parecía antigua, fría y pesada. Me envolvió como láminas de plomo.

Te han engañado, querida —dijo—. Intercambia conmigo. Te daré lo que quieres. Una imagen brillante flotaba en el vacío: mi tía, congelada en el momento en que se disolvió en una lluvia de oro. Su rostro estaba distorsionado por el dolor, como si el Minotauro aún le apretara el cuello. Sus ojos me miraban fijamente, suplicando: «¡Vete!». 

Intenté gritar, pero no me salía la voz. Una risa fría resonó en el abismo. Una fuerza invisible me empujó hacia adelante. Me arrastraría al pozo si no me mantenía firme. « Ayúdame a levantarme, muchacho» . La voz se volvió más ávida. « Tráeme el rayo. ¡Asesta un golpe a los dioses traicioneros!».  «Vuelve a mi y seremos imparables juntos» 

Los espíritus de los muertos y seres antiguos susurraron a mi alrededor: ¡No! ¡Despierta! 

La imagen de mi tía empezó a desvanecerse. La cosa en el pozo me aferró con más fuerza. 

Me di cuenta de que no solo le interesaba atraerme, sino que me estaba usando para salir. Bien , murmuró. Bien.  No quiero volver a verle, nunca. Por él es la causa de que yo fuera al pasado. No te quiero. ¡Déjame en paz, de una maldita vez!!

¡Despierta!, susurraron los muertos. ¡Despierta! Alguien me sacudía. Abrí los ojos y era de día.

Me levanté y grité como hace tiempo no gritaba. Era un grito estruendoso y angustioso. Me sentí como cuando era niña, débil y mi hermano se venía a dormir conmigo.

Annabeth me abrazó queriendo que me tranquilizara. Grover me miró preocupado. «Era él os juro que era él» repetí una y otra vez.

“Tranquila” dijo Grover dándome un trozo de chocolate.

“Estamos aquí” respondió Annabeth. “Nadie te hará daño”

“Fue solo una pesadilla”

Temblaba por el sueño. Aún sentía la presión del monstruo del abismo en mi pecho. "¿Cuánto tiempo dormí?"  

—Lo suficiente para calentar el desayuno. —Annabeth me dio un tupper que Medusa había preparado con comida—. Y Grover se fue a explorar. Mira, encontró a un amigo. 

No me di cuenta de que Grover estaba sentado con las piernas cruzadas sobre una manta con algo peludo en el regazo, un peluche sucio y de un rosa anormal. Solo que no era un peluche. Era un caniche rosa. El caniche me ladró con recelo. Grover dijo: «No, no lo es».

"Thals, te presento a Gladiola. Gladiola, Thals." 

"No voy a saludar a un estúpido caniche rosa", dije. "Olvídalo". 

—Thalía —dijo Annabeth—. Yo saludé al caniche. Tú dile hola al caniche.  

El caniche gruñó. Le dije hola al caniche.

Grover explicó que se había encontrado con Gladiola en el bosque y habían entablado una conversación. El caniche se había escapado de una familia adinerada de la zona, que había ofrecido una recompensa de 200 dólares por su regreso. Gladiola no quería volver con su familia, pero él estaba dispuesto a hacerlo si eso significaba ayudar a Grover.

“Realmente no necesitamos el dinero, si no son buenas personas no deberíamos devolver Gladiola”, dije.

Grover me miró agradeciéndome en silencio.

“Gladiola me dijo que hay un tren, la estación de Amtrak está a menos de un kilómetro de nosotros, el tren hacia el oeste sale al mediodía”, les dijo Grover.

“Entonces nos vamos en tren”, dije resignada.

Pasamos dos días en el tren Amtrak, rumbo al oeste, atravesando colinas, ríos y pasando junto a oleadas ambarinas de grano. No nos atacaron ni una sola vez, pero no me relajé. Sentía que viajábamos en una vitrina, vigilados desde arriba y quizás desde abajo, como si algo estuviera esperando la oportunidad adecuada. 

Intenté mantener un perfil bajo porque mi nombre y mi foto aparecían en las portadas de varios periódicos de la Costa Este. El Trenton Register-News mostró una foto que me tomó un turista al bajar del autobús Greyhound. Tenía una mirada de extrañeza. Mi espada era una mancha metálica en mis manos. Podría haber sido un bate de béisbol o un palo de lacrosse.

El pie de foto decía: mujer, Thalía Jackson, de diecisiete años, buscad para ser interrogada por la desaparición de su madre en Long Island hace dos semanas, aparece aquí huyendo del autobús donde abordó a varias pasajeras mayores. El autobús explotó en una carretera al este de Nueva Jersey poco después de que Jackson huyera del lugar. Según testigos presenciales, la policía cree que la joven podría viajar con dos cómplices adolescentes. Su padrastro, Gabe Ugliano, ha ofrecido una recompensa en efectivo por información que conduzca a su captura. ¡Ugh! Como odio los inconvenientes.

"No te preocupes", me dijo Annabeth. "La policía mortal nunca podría encontrarnos". Pero no parecía tan segura. El resto del día lo pasé alternando entre caminar de un lado a otro del tren (porque me costaba mucho quedarme quieta) y mirar por las ventanas. 

Una vez, vi a una familia de centauros galopando por un trigal, con los arcos preparados, mientras cazaban su almuerzo. El pequeño centauro, del tamaño de un niño de segundo de primaria montado en un poni, me llamó la atención y me saludó. Miré alrededor del coche, pero nadie más se había dado cuenta. Los adultos que iban en él tenían la cara absorta en sus portátiles o revistas. En otra ocasión, al anochecer, vi algo enorme moviéndose por el bosque. Podría haber jurado que era un león, pero los leones no viven salvajes en Estados Unidos, y este animal era del tamaño de un Hummer. Su pelaje brillaba dorado a la luz del atardecer. Entonces, saltó entre los árboles y desapareció.

Habíamos decidido salir a Denver, Gladiola se portó sorprendentemente bien durante todo el viaje y no pude evitar sentir apego por la pequeña perrita.

No pudimos conseguir literas en el vagón dormitorio, por lo que dormitamos en nuestros asientos.

—Bueno —me preguntó Annabeth, una vez que le ajustamos la zapatilla a Grover—. ¿Quién te quiere? 

"¿Qué quieres decir?" 

"Cuando dormías hace un momento, murmuraste: 'No seré tuya'. ¿Con quién soñabas?" 

Me resistía a decir nada. Una vez más soñé con él. No tenía esos sueños desde que era pequeña pero ahí estaba…soñando una vez más con la voz maligna del pozo. Pero me molestó tanto que finalmente se lo conté. 

Le conté quién era esa voz. Le conté que todo viene de mi madre, cuando se casó con mis dos padres, y nos tuvo a nosotros. Pero como yo soy la copia exacta de mi madre, pues ese ser asqueroso se obsesionó conmigo. Tengo entendido que le hicieron creer a mis dos padres que nosotros no éramos hijos suyos, que mi madre les fue infiel. Eso no puede haber sucedido porque mis padres son almas gemelas, de por sí. En fin… nos fuimos a Midgard, normalmente traducido como la Tierra y con mi madre se fueron sus valquirias con ella. Mis abuelos nos visitaron de vez en cuando. A la edad de cinco años, cuando perdimos a mi madre por culpa de este indeseable, su cuerpo desapareció, pero su alma transfirió a los colgantes que tenemos Alex y yo. Uno de nuestros padres, Cronos nos encontró y corroboró que somos hijos suyos, yo soy el calco de mi madre, pero con los ojos de Odín y el carácter suyo y mi hermano era el calco de Cronos, con los ojos de mi madre y su carácter es una mezcla de nuestros padres. Nos llevó temporalmente pero como llamábamos mucho la atención, no quería que, por su egoísmo, esa persona nos encontrara y nos dejó con las valquirias, hasta que tuviéramos la edad suficiente o eso nos dijo Marie La Rue. En fin…

Si sabréis algo de mitología, supongo que os habréis dado cuenta de a quien digo. Y, si…. Es Urano, el primer señor del cielo. Por eso me da mucho miedo los relámpagos, aunque sean mi elemento natural. Me encantan los truenos, pero de cerca me dan miedo. Me recuerdan a él.

Annabeth y Grover se quedaron en total shock, y con suma preocupación. No era un secreto que Urano deseaba desde hace mucho tiempo a mi madre.

“Ahora entiendo absolutamente todo” dijo Annabeth después de un largo y tedioso tiempo. “ Por eso Liah, Alex y Clarisse eran tan protectores contigo" «En un principio pensé que eso sonaba a Hades porque siempre aparece en un trono negro y nunca se ríe, pero ahora veo que no lo es. Es mucho peor». 

“Hades se ríe” la corregí “Pero esa no era su risa”

Pensé en lo que Grover me había dicho: que las Furias del autobús parecían estar buscando algo. ¿Dónde está? ¿Dónde?

Annabeth se ajustó la gorra para que le cubriera los cuernos. «Thalía, no puedes negociar con Hades. Lo sabes, ¿verdad? Es engañoso, despiadado y codicioso. No me importa si sus Bondadosos no fueron tan agresivos esta vez...» 

Su mano se deslizó hasta su collar. Tocó una cuenta blanca esmaltada con la imagen de un pino, una de sus joyas de arcilla para el fin del verano. "Digamos que no siento ningún cariño por el Señor de los Muertos. No puedes caer en la tentación de hacer un trato por tu madre". 

 “Aún tienes el collar que te regalamos, Liah y yo….” Le dije con cariño. “ Sé que no le tienes ningún aprecio, estaba allí cuando Liah…. Bueno, ya sabes” “pero siento que Hades escuchará…al menos, eso espero “

—¡No puedes hablar en serio, Thalía! —dijo enfadada.

 “Si alguna vez me amó” la miré seriamente a los ojos “lo hará”

 ¿Qué harías si fuera tu papá?  

"Es fácil", dijo ella. "Lo dejaría pudrirse". 

¿Hablas en serio?"

Los ojos grises de Annabeth se clavaron en mí. Tenía los ojos de Atenea. Tenía la misma expresión que había tenido en el bosque, en el campamento, el momento en que desenvainó su espada contra el perro del infierno. «Mi padre me ha guardado rencor desde que nací, Thals», dijo. «Nunca quiso un bebé. Cuando me tuvo, le pidió a Atenea que me llevara de vuelta al Olimpo y me criara porque estaba demasiado ocupado con su trabajo. A ella no le hizo ninguna gracia. Le dijo que los héroes debían ser criados por sus padres mortales».  

Aparecí en la puerta de mi padre, en una cuna de oro, traída desde el Olimpo por Céfiro, el Viento del Oeste. Uno pensaría que mi padre lo recordaría como un milagro, ¿verdad? Quizás tomaría fotos digitales o algo así. Pero siempre hablaba de mi llegada como si fuera lo más inoportuno que le había pasado en la vida. Cuando tenía cinco años, se casó y se olvidó por completo de Atenea. Se casó con una mortal normal, tuvo dos hijos mortales normales e intentó fingir que no existía.

Supongo que somos más parecidas de lo que crees, Annabeth. Yo también guardo mucho rencor.

—Ay, Annabeth —le toqué las mejillas—. Los niños son una bendición. Tú eres una bendición, cariño. 

"Después de que quedáramos a cargo de la valquiria de mi madre, Sally Jackson se casó con un tipo horrible", susurré. "Ella no sabía lo horrible que era. Me miraba como nadie debería mirar a un niño. Nunca se lo dije. No le conté sobre sus miradas ni sobre cómo a veces sus caricias se prolongan. Nunca lo hizo, pero hizo lo suficiente". “Alex, si lo sabía y, por eso, intentaba que no me quedase mucho tiempo con él. Además de que le asestaba varios golpes que lo dejaban KAO.

Annabeth me miró con lástima "Siento que hayas pasado por esto".

"No le importo", dijo. "Su esposa, mi madrastra, me trataba como a un bicho raro. No me dejaba jugar con sus hijos. Mi padre la acompañaba. Siempre que pasaba algo peligroso, ya sabes, algo con monstruos, ambos me miraban con resentimiento, como diciendo: '¿Cómo te atreves a poner en peligro a nuestra familia?'. Finalmente, entendí la indirecta. No me querían. Me escapé." 

“Por eso te encontramos, perdida, por las calles, sola”

Annabeth asintió.

Mientras yo abrazaba a Annie, escuchábamos los ronquidos de Grover y miré por las ventanas del tren mientras los oscuros campos de Ohio pasaban velozmente.

 

Hacia el final de nuestro segundo día en tren, el 13 de junio, ocho días antes del solsticio de verano, atravesamos unas colinas doradas y cruzamos el río Misisipi hacia San Luis. Annabeth estiró el cuello para ver el Arco Gateway, que me pareció el asa de una enorme bolsa de la compra clavada en la ciudad. 

"Quiero hacer eso", suspiró. 

"¿Qué?" pregunté.

 "Construye algo así. ¿Alguna vez viste el Partenón, Thals?"

“Sí”, sonreí al recordarlo. “Era mi templo favorito, tan hermoso, a Atenea le encantaba llevarme allí, estaba muy orgullosa”.

Algún día, yo también lo veré en persona. Construiré el mayor monumento a los dioses jamás construido. Algo que durará mil años. 

Sonreí. “Es un gran sueño Annabeth, espero poder verlo”. 

Entramos en la ciudad y Annabeth observó cómo el Arco desaparecía detrás de un hotel.

Llegamos a la estación de Amtrak en el centro. El intercomunicador nos dijo que tendríamos una escala de tres horas antes de partir hacia Denver. 

Grover se estiró. Antes de despertarse del todo, dijo: «Comida». 

—Vamos, cabrito —dijo Annabeth—. A hacer turismo. 

"¿Pasear?" 

"El Arco Gateway", dijo. "Esta puede ser mi única oportunidad de llegar a la cima. ¿Vienes o no?"

Grover y yo intercambiamos miradas.

“Claro”, dije.

Grover se encogió de hombros. "Mientras haya un bar sin monstruos."

El Arco estaba a una milla de la estación de tren. Al final del día, las filas para entrar no eran tan largas. Recorrimos el museo subterráneo, observando carros cubiertos y otros trastos del siglo XIX. Era bastante emocionante, pero Annabeth nos contaba datos interesantes sobre la construcción del Arco, y Grover me pasaba gominolas. Se le veía demasiado entusiasmada.

Sin embargo, seguía mirando a mi alrededor, a la gente de la fila. "¿Hueles algo?", le murmuré a Grover. 

Sacó la nariz de la bolsa de gominolas el tiempo suficiente para olerla. "Subterráneo", dijo con desagrado. "El aire subterráneo siempre huele a monstruos. Probablemente no significa nada". 

Pero algo me parecía extraño. Tenía la sensación de que no deberíamos estar aquí. "Chicos", dije. "¿Conocen los símbolos de poder de los dioses?"

Annabeth estaba leyendo sobre la maquinaria de construcción utilizada para construir el Arco, pero miró hacia otro lado. "¿Sí?" 

“¿No Ἅιδ-”

“¡No digas su nombre!”, le dijo Grover. “Nuestro amigo, llámalo, nuestro amigo”. 

“Perdón, Perdón” dije con las manos levantadas.

“¿Nuestro amigo no tiene timón?”

Dijo Annabeth. «Sí, ese es su símbolo de poder. Lo vi junto a su asiento durante la reunión del consejo del solsticio de invierno». 

"¿Estaba allí?" pregunté. 

Ella asintió. "Es el único momento en que se le permite visitar el Olimpo: el día más oscuro del año. Pero su yelmo es mucho más poderoso que mi sombrero de invisibilidad, si lo que he oído es cierto..."

"Le permite convertirse en oscuridad", confirmó Grover. "Puede fundirse con la sombra o atravesar paredes. No se le puede tocar, ver ni oír. Y puede irradiar un miedo tan intenso que puede volverte loco o paralizarte el corazón. ¿Por qué crees que todas las criaturas racionales le temen a la oscuridad?"

“¿Y si eso es lo que buscaban los amables?”, pregunté.

Annabeth y Grover intercambiaron miradas.

“Eso es… posible”, dijo Annabeth. “Aun así, tenemos que ir a su casa”.

Casi había dominado mis nervios cuando vi la pequeña cabina del ascensor que nos llevaría a lo alto del Arco, y supe que estaba en problemas. Odio los espacios reducidos. Me vuelven loca. Nos metieron a la fuerza en la cabina con una señora y su perro, un chihuahua con un collar de diamantes de imitación. Pensé que quizá era un chihuahua lazarillo porque ninguno de los guardias dijo ni una palabra al respecto. Levanté una ceja, no confiaba en esta mujer.

Empezamos a subir, dentro del Arco. Nunca había estado en un ascensor que hiciera una curva y mi estómago no estaba muy contento con ello. 

"¿Sin padres?", nos preguntó la señora gorda. Tenía ojos pequeños y brillantes; dientes puntiagudos y manchados de café; un sombrero vaquero flexible y un vestido vaquero tan abultado que parecía un dirigible con vaqueros. 

—Están abajo —le dijo Annabeth—. Tienen miedo a las alturas. 

—¡Ay, pobres chiquillos! —gruñó el chihuahua. La mujer dijo: —Vamos, vamos, hijito. Pórtate bien. El perro tenía ojos pequeños y brillantes como su dueño, inteligente y feroz. Esto no me suena nada bien. Huele a problemas.

"Sonny. ¿Ese es su nombre?" 

"No", me dijo la señora. Sonrió, como si eso lo hubiera aclarado todo. ¡Qué maleducada!

En lo alto del Arco, el mirador me recordó a una lata alfombrada. Hileras de ventanitas daban a la ciudad por un lado y al río por el otro. La vista era aceptable, pero si hay algo que me disgusta menos que un espacio reducido, es un espacio reducido a doscientos metros de altura. Estaba lista para irme enseguida. 

Annabeth no paraba de hablar de los soportes estructurales y de cómo habría agrandado las ventanas y diseñado un suelo transparente. Probablemente podría haberse quedado allí arriba durante horas, pero por suerte para mí, el guardabosques anunció que la plataforma de observación cerraría en unos minutos. 

Llevé a Grover y a Annabeth hacia la salida, los metí en el ascensor y estaba a punto de subir cuando me di cuenta de que ya había otros dos turistas dentro. No había espacio para mí. 

El guardabosques dijo: "El próximo coche, señora". 

—Saldremos —dijo Annabeth—. Te esperaremos. 

 

Pero eso iba a complicarles la vida a todos y llevaría aún más tiempo, así que dije: "No, está bien. Los veo abajo". 

Grover y Annabeth parecían nerviosos, pero dejaron que la puerta del ascensor se cerrara. Su coche desapareció por la rampa. Ahora solo quedábamos en la plataforma de observación yo, un niño pequeño con sus padres, el guardabosques y la señora gorda con su chihuahua. Le sonreí con inquietud a la señora gorda. Ella me devolvió la sonrisa, con la lengua bífida entre los dientes. 

Espera un minuto. ¿Lengua bífida?

Equidna.

¡Lo sabía! ¡Sabía que no me inspiraba nada bueno! ¡Odio cuando tengo razón!

—Vamos, vamos, hijo —dijo la señora—. ¿Te parece que lo vas a pasar bien? Tenemos a toda esta gente tan agradable aquí. 

"¡Perrito!", dijo el niño. "¡Mira, un perrito!" Sus padres lo apartaron. Sabia decisión.

El chihuahua- quimera me enseñó los dientes, con espuma goteando de sus labios negros. "Bueno, hijo", suspiró χιδνα . "Si insistes." 

Se arremangó las mangas de su mezclilla, revelando que la piel de sus brazos estaba escamosa y verde. ¡Qué repugnante!

Cuando sonrió, vi que sus dientes eran colmillos. Las pupilas de sus ojos eran ranuras oblicuas, como las de un reptil.

El chihuahua ladraba más fuerte, y con cada ladrido, crecía. Primero al tamaño de un dóberman, luego al de un león. El ladrido se convirtió en rugido. 

El niño gritó. Sus padres lo arrastraron hacia la salida, directo hacia el guardabosques, quien se quedó paralizado, boquiabierto, mirando al monstruo. La Quimera era ahora tan alta que su lomo rozaba contra el techo. Tenía cabeza de león con melena ensangrentada, cuerpo y pezuñas de cabra gigante, y una serpiente por cola: una serpiente de tres metros de largo que le salía de su peludo trasero. El collar de diamantes de imitación aún le colgaba del cuello, y la placa de identificación, del tamaño de un plato, ahora era fácil de leer: QUIMERA — RABIA, ESPOPURA FUEGO, VENENOSA — SI LA ENCUENTRAN, POR FAVOR LLAMAR AL TÁRTARO — EXT. 954.

 

Me di cuenta de que ni siquiera había destapado mi espada. Tenía las manos entumecidas. Estaba a tres metros de las fauces ensangrentadas de la Quimera, y sabía que en cuanto me moviera, la criatura se lanzaría sobre mí.

Ἔχιδνα emitió un silbido que podría haber sido una risa. "Sé un honor, Thalía Jackson. El Señor Zeus rara vez me permite poner a prueba a un héroe con uno de mis descendientes. ¡Pues soy la Madre de los Monstruos, la terrible Equidna!"

“Sé quién eres χιδνα”, dije riéndome. “Solía ​​ser mucho mejor con los regalos”. 

La Quimera cargó, rechinando sus dientes de león. Logré hacerme a un lado y esquivar la mordida. Terminé junto a la familia y el guardabosques, quienes gritaban, intentando abrir las puertas de emergencia. 

No podía dejar que se lastimaran. Destapé mi espada, corrí al otro lado de la cubierta y grité: "¡Oye, Chihuahua!". La Quimera giró más rápido de lo que hubiera creído posible. Antes de que pudiera blandir mi espada, abrió la boca, emitiendo un hedor como la parrilla de barbacoa más grande del mundo, y lanzó una columna de llamas directamente hacia mí. Me zambullí en la explosión. La alfombra estalló en llamas; el calor era tan intenso que si fuera una persona normal me quemaría las cejas, pero como los elementos son naturales en mí y el fuego es uno de ellos, pues no me quemé ni un ápice, es más, me dio más fuerza.

Donde había estado un momento antes había un agujero irregular en el costado del Arco, con metal derretido humeando por los bordes. Genial, pensé. Acabamos de quemar un monumento nacional. 

Riptide era ahora una brillante espada de bronce en mis manos, y cuando la Quimera se giró, le di un tajo en el cuello. Ese fue mi error fatal. La espada chispeó en el collar del perro sin hacerme daño. Intenté recuperar el equilibrio, pero estaba tan preocupado por defenderme de la feroz boca del león que me olvidé por completo de la cola de serpiente hasta que giró bruscamente y me clavó los colmillos en la pantorrilla. Me ardía toda la pierna. ¡Genial!¡Me habían envenenado! El veneno no me mata, pero me deja totalmente indefensa hasta que no aprenda a controlar mi propia resistencia y fuerza. Lo único que me salvaría es el agua, que eliminaría al completo las sustancias tóxicas de la Quimera. Intenté clavar a Riptide en la boca de la Quimera, pero la cola de serpiente se enroscó en mis tobillos y me hizo perder el equilibrio, y mi espada salió volando de mi mano, saliendo del agujero en el Arco y cayendo hacia el río Misisipi.

¿Qué pasa qué ahora no tengo suerte?

Logré ponerme de pie, pero sabía que había perdido. Estaba desarmada. Sentía un veneno mortal subiendo a mi pecho. Recordé que Quirón había dicho que Anaklusmos siempre volvería a mí, pero no tenía la pluma en el bolsillo. Quizás se había caído demasiado lejos. Quizás solo regresaba cuando estaba en forma de pluma. No lo sabía, y no iba a vivir lo suficiente para descubrirlo. 

Retrocedí hacia el agujero en la pared. La Quimera avanzó, gruñendo, mientras el humo salía de sus labios. 

Echidna se rió entre dientes. "Ya no hacen héroes como antes, ¿eh, hijo?", gruñó el monstruo. Parecía no tener prisa por acabar conmigo ahora que estaba derrotado.  

Miré al guardabosques y a la familia. El niño se escondía tras las piernas de su padre. Tenía que proteger a esta gente. No podía simplemente... morir. Intenté pensar, pero todo mi cuerpo ardía.

Sentí mareada la cabeza.

No tenía espada. Me enfrentaba a un monstruo enorme que escupía fuego, aunque no era eso un problema, pero le tenía miedo a su madre. No había otro lugar adónde ir, así que me acerqué al borde del agujero. Muy, muy abajo, el río brillaba. Si moría, ¿se irían los monstruos? ¿Dejarían en paz a los humanos? 

Si, sé que estoy dramatizando porque no puedo morir pero si, que sería una caída bastante chunga.

—Si fueras hijo de Poseidón —siseó Equidna—, no temerías al agua. Salta, Thalía Jackson. Demuéstrame que el agua no te hará daño. Salta y recupera tu espada. Demuestra tu linaje. 

Sí, claro, pero saltar al agua desde un par de pisos de altura fue como saltar sobre asfalto. Desde aquí, me salpicaría con el impacto. 

La boca de la Quimera brilló al rojo vivo, preparándose para otra explosión. "No tienes fe", me dijo Echidna. "No confías en los dioses. No te culpo, pequeño cobarde. Mejor muere ahora. Los dioses son infieles. El veneno está en tu corazón". 

Tenía en parte razón: no me estaba muriendo, pero sentía que mi respiración se ralentizaba. Nadie podía salvarme, ni siquiera los dioses. Retrocedí y miré el agua.

“Supongo que tendré que confiar en ellos, una última vez”, le dije. “Adiós, Echidna”. 

—Muere, infiel —gruñó Echidna, y la Quimera envió una columna de llamas hacia mi cara. 

"Don, amor, ayúdame", oré. Fue un poco a la desesperada, sabía que no podía morir con mis elementos naturales, pero como me puse realmente nerviosa, No quise hacer una demostración estúpida.

Con mi ropa en llamas y el veneno corriendo por mis venas, caí en picado hacia el río.

No sin antes, decir: “Ya no hacen monstruos como antes, eh Equidna. La sentí gruñir

Salté, rezando para que Poseidón no me decepcionara, al menos esta vez.

Notes:

Solo diré una cosa........................................ EL PRÓXIMO CAPÍTULO ES EL DE ARES!!!!!!!!!!!!!

Chapter 12: Ἄρης - Ares

Notes:

He de avisar que este capitulo es bien largo. Como se dice en España: «Quien avisa no es traidor». Me encanta este cap, al fin, tengo ya a Ares ;) Espero que lo disfruten tanto como yo de editarlo y escribirlo.

Chapter Text

Ya no creía en la idea de las almas gemelas ni en el amor a primera vista. Pero empezaba a creer que muy pocas veces en la vida, con suerte, podías conocer a alguien perfecto para ti. No porque fuera perfecto, ni porque tú lo fueras, sino porque la combinación de sus defectos permitía que dos seres separados se integraran.

― Lisa Kleypas, Diablo de ojos azules

 

Thalia no recordaba exactamente cómo se enamoró del sol.

Y ella sabía que era una frase peculiar. Porque, ¿cómo se enamora uno del sol?

Excepto que sucedió. Ella se enamoró del sol, pero ¿cómo no iba a enamorarse?

Era dorado. Su cabello dorado bajo un sol dorado besaba la piel con hermosos ojos dorados.

Suyo.

Su Apolo, era tan bello, despiadado, pero brillante.

La llevaba en su carroza para ver el mundo a veces.

Thalia no recordaba haberse enamorado, eso no era gran cosa, porque ella conocía su amor, como conocía sus lágrimas y su sangre, Thalia conocía a Apolo, y eso era suficiente. 

Él era su amante dorado.

Brillante como el sol.

Habiendo estado muerta una vez antes, esperaba haber pensado algo mejor que “JODER” antes de caer en lo que podría ser mi muerte, no tanto, pero hubiese sigo casi igual de malo.

No lo hice.

El río corría hacia mí a la velocidad de un camión. El viento me dejaba sin aliento. Agujas, rascacielos y puentes aparecían y desaparecían de mi vista. 

Con un fuerte sonido mi cuerpo se hizo uno con el río.

No me dolió como esperaba.

No es que no le doliera que le abrieran la cabeza mientras moría.

No entumecido.

Simplemente no me dolió.

A medida que caía más despacio, las burbujas se filtraban entre mis dedos. Me acomodé en el fondo del río sin hacer ruido.

Agradecí a Poseidón en silencio. Al menos no me había dejado morir, pero claro… no sabe quién soy… aún.

Nubes de limo y basura repugnante (botellas de cerveza, zapatos viejos, bolsas de plástico) se arremolinaban a mi alrededor. Que asco, dioses benditos.

 

Ningún dolor, ni siquiera por el veneno de Quimera.

El agua era increíble. Por eso, siempre me encantaba estar en el agua. No solo por Poseidón, sino de mucho antes, desde que nací prácticamente. Mi abuelo Njord cuando podía me explicaba con mucha paciencia, los misterios que rodeaban el mar y el océano. Y, en que los nacidos del mar no tienen problemas para respirar dentro del agua. Y, en efecto, así fue.

Al ver tal estado, le dolía el corazón por toda la basura que había en el río.

Yo también estaba seco. Eso me recordó lo difícil que fue bañar a Teseo. ¿Había sido igual de pequeño? Supongo porque mi madre no hacía mas que maldecir, que ¿por qué habíamos heredado ese rasgo?

Miré la basura que flotaba y agarré un encendedor viejo.

De ninguna manera, pensé.

Encendí el encendedor. Chisporroteó. Apareció una pequeña llama, justo ahí, en el fondo de la...

Misisipí.

Saqué un envoltorio de hamburguesa empapado de la corriente y enseguida se secó. Lo encendí sin problema. En cuanto lo solté, las llamas se apagaron. El envoltorio volvió a convertirse en un trapo viscoso. Qué raro.

«Gracias, Poseidón», murmuré.

Ninguna respuesta. Solo la oscura corriente de basura río abajo, el enorme bagre deslizándose, el destello del atardecer en la superficie del agua, allá arriba, tiñendo todo de color caramelo.

Fump, fump, fump. La rueda de paletas de un barco fluvial giraba sobre mí, removiendo el cieno.

Allí, a menos de un metro y medio de mí, estaba mi espada, con su reluciente empuñadura de bronce sobresaliendo.

lodo.

Oí de nuevo la voz de esa mujer: Thalía, toma la espada. Tu padre cree en ti.

Esta vez, supe que la voz no estaba en mi cabeza. No me la imaginaba. Sus palabras parecían venir de todas partes, ondulando en el agua como el sonar de un delfín.

"¿Dónde estás?" grité en voz alta.

Entonces, a través de la penumbra, la vi: una mujer del color del agua, un fantasma en el...

corriente, flotando justo encima de la espada. Tenía el pelo largo y ondulado, y sus ojos, apenas visibles, eran verdes como los míos.

Se me hizo un nudo en la garganta. Dije: "¿Mamá?"

No, hija, solo soy una mensajera, aunque el destino de tu madre no sea tan desesperanzado como crees. Ve a la playa de Santa Mónica.

"¿Qué?"

Es la voluntad de tu padre. Antes de descender al Inframundo, debes ir a Santa Mónica. Por favor, Thalía, no puedo quedarme mucho tiempo. El río está demasiado sucio para mi presencia.

"¿Quién... cómo hiciste...?" Había tantas cosas que quería preguntar que las palabras se me atascaban en la garganta. 

¿Lo sabía? Quería preguntar: ¿Sabe quién soy? ¡Imposible!

—No puedo quedarme, valiente —dijo la mujer. Extendió la mano y sentí la corriente rozarme la cara como una caricia—. ¡Debes ir a Santa Mónica! Y, Thalía, no confíes en los regalos...

¿Era un regalo que aún no había recibido o uno que sí recibí? Estaba a punto de preguntar, pero su voz se apagó. ¿Estaría allí su don? ¡Ay…! ¡Thalía ya estas sonando como estúpida colegiala!

Demasiadas preguntas para pocas o ninguna respuesta 

Sentí ganas de ahogarme. El único problema: era inmune al ahogamiento. 

 

Tu padre cree en ti, (Si… bueno… cuando le conviene) había dicho. También me había llamado valiente... a menos que estuviera hablando con el bagre.

Me acerqué a Riptide y lo agarré por la empuñadura. La Quimera podría seguir ahí arriba con su madre gorda y serpenteante, esperando para acabar conmigo. Como mínimo, la policía mortal estaría llegando, intentando averiguar quién había abierto un agujero en el Arco. Si me encontraban, tendrían algunas preguntas. 

Puse la tapa en mi espada y metí el bolígrafo en el bolsillo. «Gracias... Don», le dije de nuevo al agua oscura

Luego me levanté a través del lodo y nadé hacia la superficie.

Llegué a tierra junto a un McDonald's flotante. A una cuadra, todos los vehículos de emergencia de San Luis rodeaban el Arco. Helicópteros de la policía sobrevolaban el lugar. La multitud de curiosos me recordó a Times Square en Nochevieja.

Una niña dijo: "¡Mamá! Esa chica salió del río".

"Qué lindo, querida", dijo su madre, estirando el cuello para mirar las ambulancias.

"¡Pero está seca!"

"Eso es lindo, querida."

Una periodista hablaba para la cámara: «Nos dicen que probablemente no se trate de un ataque terrorista, pero la investigación aún está en una fase muy temprana. Los daños, como pueden ver, son muy graves. Estamos intentando contactar con algunos supervivientes para interrogarlos sobre los informes de testigos presenciales que indican que alguien se cayó del Arco».

Sobrevivientes. Sentí un gran alivio. Quizás el guardabosques y esa familia habían salido sanos y salvos. Esperaba que Annabeth y Grover estuvieran bien.

Intenté abrirme paso entre la multitud para ver qué estaba pasando dentro de la línea policial.

"...una adolescente", decía otro reportero. "Canal Cinco ha sabido que las cámaras de vigilancia muestran a una adolescente enloquecida en la plataforma de observación, provocando de alguna manera esta extraña explosión. Es difícil de creer, John, pero eso es lo que estamos escuchando. De nuevo, no hay víctimas mortales confirmadas..."

Retrocedí, intentando agachar la cabeza. Tuve que rodear bastante el perímetro policial. Había agentes uniformados y reporteros por todas partes. 

Casi había perdido la esperanza de encontrar a Annabeth y Grover cuando una voz familiar baló: "¡THAAALIIIAAAA!"

Una sonrisa se apoderó de mi rostro “Grover”

Me giré y Grover me dio un abrazo de oso, o de cabra. Dijo: "¡Pensábamos que habías ido al infierno por las malas!".

“¿Si? Bueno….. no sería la primera vez”

Annabeth estaba detrás de él, tratando de parecer enojada, pero incluso ella parecía aliviada de verme.

¡No podemos dejarte solo ni cinco minutos! ¿Qué pasó?

"Me caí un poco."

—¡Thals! ¿Seiscientos treinta pies? 

Detrás de nosotros, un policía gritó: "¡Pasarela!". La multitud se abrió y un par de paramédicos salieron a toda prisa, colocando a una mujer en una camilla. La reconocí de inmediato: la madre del niño que había estado en la plataforma de observación. Decía: "Y entonces este perro enorme, este chihuahua enorme que escupe fuego..."

"Está bien, señora", dijo el paramédico. "Tranquilícese. Su familia está bien. La medicación está empezando a hacer efecto".

¡No estoy loca! Esta niña saltó del agujero y el monstruo desapareció. Entonces me vio. "¡Ahí está! ¡Esa es la niña!"

¡UPS!

Me giré rápidamente y tiré de Annabeth y Grover tras de mí. Desaparecimos entre la multitud.

 

"¿Qué pasa?", preguntó Annabeth. "¿Estaba hablando del chihuahua en el ascensor?" 

Les conté toda la historia de la Quimera, Equidna, mi acto de salto y el mensaje de la dama submarina.

—¡Guau! —dijo Grover—. ¡Tenemos que llevarte a Santa Mónica! No puedes ignorar una citación de Poseidón.

Antes de que Annabeth pudiera responder, nos cruzamos con otro reportero que estaba haciendo una cobertura informativa, y casi me quedé paralizado cuando dijo: "Thalía Jackson. Así es, Dan. Canal Doce ha sabido que la chica que pudo haber causado esta explosión encaja con la descripción de una joven buscado por las autoridades por un grave accidente de autobús en Nueva Jersey hace tres días. Y se cree que la chica viaja hacia el oeste. Para nuestros televidentes en casa, aquí tienen una foto de Thalía Jackson". ”Una chica demasiado hermosa si me lo permiten…. Dan…. Corta esa toma”

¡Si! ¡Ya sé que soy hermosa, no hace falta que me repitan lo que ya sé!

Nos agachamos alrededor de la camioneta de noticias y nos deslizamos hacia un callejón.

"Primero lo primero", le dije a Grover. "¡Tenemos que salir de la ciudad!"

De alguna manera, logramos regresar a la estación de Amtrak sin que nos vieran. Subimos al tren justo antes de que partiera hacia Denver. El tren avanzaba lentamente hacia el oeste al anochecer, con las luces de la policía aún iluminando el horizonte de San Luis a nuestras espaldas.

La tarde siguiente, 14 de junio, siete días antes del solsticio, nuestro tren llegó a Denver. No habíamos comido nada desde la noche anterior en el vagón comedor, en algún lugar de Kansas. No nos habíamos duchado desde Medusa's, y estaba seguro de que era obvio. Y no sabía si era la española que llevo dentro o simplemente que estoy bien paranoica lo que me estaba volviendo loca por ese hecho.

—Intentemos contactar con Quirón —dijo Annabeth—. Quiero contarle sobre tu conversación con el espíritu del río.

 

“¿Iris?” pregunté recordando una conversación que había tenido, Annabeth tarareó positivamente.

Paseamos por el centro durante media hora, aunque no estaba seguro de qué buscaba Annabeth. El aire era seco y caluroso, lo cual resultaba extraño después de la humedad de San Luis.

Hacia dondequiera que miráramos, las Montañas Rocosas parecían mirarme fijamente, como un maremoto a punto de estrellarse contra la ciudad.

Finalmente encontramos un lavadero de autos casero vacío. Nos desviamos hacia el puesto más alejado de la calle, atentos a los coches patrulla. Éramos tres adolescentes pasando el rato en un lavadero sin coche; cualquier policía que se precie pensaría que andábamos en algo malo.

"¿Qué estamos haciendo exactamente?", pregunté mientras Grover sacaba la pistola.

—Son setenta y cinco centavos —gruñó—. Solo me quedan dos monedas de veinticinco centavos. ¿Annabeth?

"No me mires", dijo. "El vagón restaurante me dejó sin aliento".

Me di cuenta: querían usar el agua que salía de la pistola rociadora. ¿Se olvidaron de que, al parecer, tengo poderes de agua? No les pregunté eso, me concentré en que saliera el agua. Sentí el agua llenándole los oídos y, en menos de 30 segundos, el agua ya estaba salpicando por todas partes.

“Ahí” sonreí 

“Oh, Dios mío”, juró Annabeth. “Lo olvidé, gracias Thalía”.

“Claro que sí, Annie”

"Excelente", dijo Grover. "Podríamos hacerlo con un pulverizador, claro, pero la conexión no es tan buena y se me cansa el brazo de bombear". 

—Iris... mensajes —dijo Annabeth en voz alta—. La diosa arcoíris Iris lleva mensajes para los dioses. Si sabes cómo preguntar, y no está muy ocupada, hará lo mismo con los mestizos.

 

Efectivamente, la luz del final de la tarde se filtró a través del vapor y se dividió en colores.

Annabeth me extendió la palma de la mano. "Dracma, por favor."

Se lo entregué.

Levantó la moneda sobre su cabeza. «Oh, diosa, acepta nuestra ofrenda».

Arrojó la dracma al arcoíris. Desapareció en un destello dorado.

—La colina mestiza —pidió Annabeth.

Por un momento no pasó nada.

Entonces, a través de la niebla, vi los campos de fresas y el estrecho de Long Island a lo lejos. Parecía que estábamos en el porche de la Casa Grande. De pie, de espaldas a nosotros, junto a la barandilla, había un hombre de pelo rubio rojizo con pantalones cortos y una camiseta naranja sin mangas. Sostenía una espada de bronce y parecía mirar fijamente algo en el prado.

"¡Luke!" llamé.

Se giró con los ojos muy abiertos. Podría jurar que estaba a un metro delante de mí a través de una cortina de niebla, salvo que solo podía ver la parte de él que aparecía en el arcoíris.

—¡Thals! —Su rostro lleno de cicatrices esbozó una sonrisa—. ¿Esa también es Annabeth? ¡Gracias a los dioses! ¿Están bien?

—Estamos... eh... bien —balbució Annabeth. Se alisaba la camiseta sucia como loca, intentando apartarse el pelo suelto de la cara—. Pensábamos... Quirón... quiero decir...

Ay, por favor, Annabeth…. Se menos obvia. Además, este no lo merece.

—Está en las cabañas —dijo Luke, y su sonrisa se desvaneció—. Tenemos problemas con los campistas. ¿Cómo que problemas?

Oye, ¿está todo bien? ¿Grover está bien?

"Aquí estoy", gritó Grover. Extendió la boquilla a un lado y se colocó en el campo de visión de Luke. "¿Qué tipo de problemas?"

 

Justo entonces, un gran Lincoln Continental entró al lavadero con el estéreo al máximo volumen de hip-hop. Al entrar en la siguiente cabina, los bajos de los subwoofers vibraron tanto que hicieron temblar el pavimento.

—Quirón tuvo que... ¿Qué es ese ruido? —gritó Luke.

 —Yo me encargo —gritó Annabeth, aliviada de tener una excusa para desaparecer—. ¡Grover, vamos!

"¿Qué?", ​​dijo Grover. "Pero..."

—¡Dale la boquilla a Thalía y ven! —ordenó.

Grover murmuró algo acerca de que las chicas eran más difíciles de entender que el Oráculo de Delfos, luego me entregó la pistola rociadora y siguió a Annabeth.

Reajusté la manguera para poder mantener el arcoíris encendido y aún así ver a Luke.

"Quirón tuvo que detener una pelea", me gritó Luke por encima de la música. "La situación está bastante tensa aquí, Thalía. Se filtró la noticia del enfrentamiento entre Zeus y Poseidón. Aún no sabemos cómo; probablemente fue el mismo canalla que invocó al perro del infierno. Ahora los campistas están empezando a tomar partido. Parece una nueva Guerra de Troya. Afrodita, Ares y Apolo apoyan a Poseidón, más o menos. Atenea apoya a Zeus".

No le gustó que se estuvieran tomando partido de forma tan clara, era totalmente estúpido y solo los mortales sufrirían, deberían saberlo y probablemente lo sabían, simplemente no les importaba.

En el siguiente cubículo escuché a Annabeth y a un tipo discutiendo entre sí, luego el volumen de la música disminuyó drásticamente.

"¿Y cuál es tu estado?", me preguntó Luke. "Quirón lamentará no haberte visto".

Le dije con cuidado mentiras, no verdades, advirtiéndole de traiciones y regalos que me rondaban la cabeza, porque el único amigo que me había regalado algo era Luke, pero no tenía pruebas de mis sospechas; la verdad es que conocía la traición, conocía demasiado el precio de la confianza. Sonó el localizador del rociador y me di cuenta de que solo me quedaba un minuto antes de que se cortara el agua.

"Ojalá pudiera estar allí", me dijo Luke. "Me temo que no podemos ayudar mucho desde aquí, pero escucha... tuvo que ser Hades quien se llevó el rayo maestro. Estaba en el Olimpo durante el solsticio de invierno. Estaba acompañando a una excursión y lo vimos".

Luke estaba allí. Sintió que se le ponía la piel de gallina. 

"Los dioses no pueden tomar directamente los objetos mágicos de los demás".

"Es cierto", dijo Luke, con aspecto preocupado. "Aun así... Hades tiene el yelmo de la oscuridad. ¿Cómo podría alguien más colarse en la sala del trono y robar el rayo maestro? Tendrías que ser invisible."

Lucas estaba allí y fue muy insistente en que Hades era el culpable.

Parece que mis sospechas eran ciertas…. Y poco a poco el ladrón se está haciéndose ver.

Los dos guardamos silencio hasta que Luke pareció comprender lo que había dicho. "Oh, hola", protestó. "No me refería a Annabeth. Nos conocemos desde siempre. Ella nunca... Es decir, es como una hermana pequeña para mí"

¿¡PERDONA!? ¿¡Cómo se atreve a culpar a Annabeth!? Por si no lo sabe los hijos de Atenea no son nada propensos al robo de estas características

Me pregunté si a Annabeth le gustaría esa descripción. En el cubículo de al lado, la música se detuvo por completo. Un hombre gritó aterrorizado, las puertas del coche se cerraron de golpe y el Lincoln salió disparado del lavadero. 

"Será mejor que vayas a ver qué fue eso", dijo Luke. "Oye, ¿llevas los zapatos voladores? Me tranquilizaré si sé que te han hecho bien". 

"¡Ah, sí!" Sonreí, pensando que necesitaba tirar esas zapatillas cuanto antes. "Sí, me han venido de maravilla".

"¿En serio?", sonrió. "¿Te quedan bien y todo?"

El agua se cortó. La niebla empezó a evaporarse.

—Bueno, cuídate mucho allá en Denver —gritó Luke, con la voz cada vez más débil—. ¡Y dile a Grover que esta vez será mejor! Nadie se convertirá en un pino si simplemente...

¿¡Cómo se atreve a mencionar a Liah!? Luke, mi querido ladronzuelo… estas a punto de caerte por un barranco

Antes de que terminara la frase, la imagen de Luke se desvaneció. Estaba sola en un lavadero de coches vacío y húmedo.

Annabeth y Grover aparecieron por la esquina, riendo, pero se detuvieron al ver mi cara. La sonrisa de Annabeth se desvaneció. "¿Qué pasó, Thalía? ¿Qué dijo Luke?"

"No mucho", sonreí mientras mentía, sin querer que mis sospechas fueran ciertas, con el estómago tan vacío como una cabaña de los Tres Grandes. "Vamos, busquemos algo para cenar".

Unos minutos después, estábamos sentados en una mesa en un reluciente restaurante cromado. A nuestro alrededor, familias comían hamburguesas y bebían malteadas y refrescos.

Finalmente se acercó la camarera. Levantó una ceja con escepticismo. "¿Y bien?"

Dije: "Queremos pedir la cena".

¿Tenéis dinero, chicos, para pagarlo?

Pero ¿¡quién se cree que es!?

—¿Eres grosera por principios, cariño? —pregunté con una gran sonrisa—. Pero como pareces un poco lenta, sí, tengo dinero, ¿serías tan amable de traernos el menú?

El labio inferior de Grover tembló. Temía que empezara a balar, o peor aún, a comerse el linóleo. Annabeth parecía a punto de desmayarse de hambre. La camarera parecía a punto de arrancarme un mechón de pelo cuando oí un estruendo que pareció sacudir todo el edificio, procedente de una motocicleta del tamaño de un elefante bebé que se había detenido junto a la acera.

Era una hermosa bicicleta.

Tenía ganas de montarlo. 

Quizás con el dueño todavía encima, porque joder, qué buen culo tenía ese hombre.

De repente, mi mano comenzó a arder como el infierno. La marca…. Duele… Sentí al mismo tiempo, nervios en el estómago como mariposas y no del hambre precisamente.

Toda conversación en el restaurante se interrumpió. El faro de la motocicleta brillaba rojo. La moto era negra como la seda. El asiento era de cuero negro.

El hombre me resultaba familiar de una forma que me costó comprender. Era musculoso, vestía como un motociclista con pantalones y chaqueta de cuero negro. Y entonces el hombre se giró ligeramente; supo quién era.

Ares.

Al entrar al restaurante, un viento cálido y seco soplaba por el lugar. Todos se levantaron como hipnotizados, pero el motociclista hizo un gesto de desdén con la mano y todos volvieron a sentarse.

Todos volvieron a sus conversaciones. La camarera parpadeó como si alguien hubiera pulsado el botón de rebobinar en su cerebro. Nos preguntó de nuevo: "¿Tienen dinero para pagar?".

Lo miré, ignorándola por completo, disfrutando de su expresión mientras se giraba lentamente hacia nosotros y sus ojos se agrandaban como platos. Aparté la mirada, con desdén.

Me quedé estática como si todos los recuerdos me vinieran de golpe, otra vez. Sentí terribles ganas de llorar. Empecé a entrar en pánico. Miles de sentimientos irrumpían en un mismo momento. Traición, soledad, ansiedad, inseguridad, ira, miedo, amor, desamor, …

Sentía que todo a mi alrededor se desmoronaba, y demasiado rápido. Iba a colapsar. Empecé a temblar, mientras miraba hacía abajo, con la mirada ida. Annabeth y Grover se preocuparon y no solo por Ares quien estaba ahí sin entender como es que Thalía estaba bien viva. Se suponía que se reuniría con el hijo de Poseidón, no con Thalía. El único amor de su larga vida y a la que había echado tanto de menos.

Se acerca lentamente, como si fuera un animal salvaje.

—Thalía —susurró, con la mano temblorosa como si quisiera alcanzar y acariciar mis mejillas como solía hacerlo.

Lo ignoré deliberadamente, porque mi mente ya estaba en estado de pánico emocional. Escuchaba, pero no podía moverme. Solo quería a mi madre, a mi hermano, a Liah y a Clarisse.

Annabeth y Grover me sacudieron un poco, para que espabilara, pero no respondía. A este punto no hacía nada de nada. No podía salir de ahí, lo único que quería era huir de ese lugar, de todos, de Ares.

 Lo ignoré deliberada o accidentalmente, ya no sé.

Annabeth le hizo señas a Grover de que Thalía no se movía ni contestaba. Ares los observó de vuelta y se me empezó a preocupar demasiado. Se acercó hacia donde estaba sentada Thalía, que estaba justo al borde de la banca en donde estaban sentados.

“Thalía”, repitió Ares agachado, pero ignorando a todos los demás. “Thalía, por favor”, rogó en voz baja.

 Thalía seguía mirando hacia un punto fijo, con la mirada demasiado vacía. Ares empezó a cuestionarse si debiera llamar a Apolo, pero quiso hacerlo por su cuenta.

“Mi amor” Ares en un intento desesperado sacudió un poco a Thalía, sin querer ejercer presión. Lo último que quería es hacerla daño.

Thalía seguía sin responder, solo le salieron lagrimas de sus ojos verdes. Ares lo vio y su corazón que creía muerto desde su muerte, revivió en ese instante.

La lágrima de Thalía tocó las manos del dios y, en ese instante, una luz brillante salió de las marcas que tenía Thalía en su mano izquierda, quien tenía un símbolo, que si mirabas bien señalaba al Olimpo mismo. Ares vio con asombro como no solo brillaba la marca en la mano de Thalía, sino que también desprendía de la suya propia. En ese instante, Ares vio con detenimiento la marca de Thalía y vio el símbolo del Olimpo, y, ahí mismo, se dieron cuenta todos que ellos eran almas gemelas. Annabeth vio todo esto con sumo asombro, pues ella pensaba que los antiguos amantes de Thalía eran en realidad sus almas gemelas, pero claro, eso no justifica el engaño.

Thalía ya no podía controlar las lágrimas que desprendían de sus ojos. El dolor de saber que son almas gemelas, que siempre lo fueron y que fueron los que la traicionaron. Demasiado por soportar.

De repente, Thalía volvió en sí, se levantó haciendo que Ares también lo hiciera.

“Thalía… qué…

“¿Dónde está el baño? Preguntó a la camarera quien no se había ido de allí, observando la escena atónita.

“Está al lado de la cocina, al pasar el pasillo, a la derecha” dijo atónita

Thalía se fue directa al baño, sin querer mirar atrás. Ares se quedó mirando estático mientras llamaba a Thalía, pero ésta se metió al baño de chicas, ignorando a todos por completo.

Un largo e incomodo silencio se instaló en el lugar. La gente ajena a lo que sucedía, seguía hablando con sus conocidos. Annabeth y Grover estaban más que preocupados por su querida amiga, pero también estaban enfadados con los dioses, con Ares mismo, quien le había provocado ese estado de pánico que la hizo querer huir.

Por primera vez, Ares no supo como reaccionar. Todas las emociones que sintió cuando Thalía murió regresó con más fuerza en ese momento. No podía creer que ella era su alma gemela. Que siempre estuvo destinada a ser de él, de ellos. Y, ahora mismo, ella estaba encerrada en el baño, seguro llorando. Y, Ares no le gustaba ver a su chica en lágrimas. Eso era una cosa que el no sabia como gestionar, sobre todo si se trataba de Thalía. Una cosa es segura, y es que había algo extraño con Thalía. Él era bueno rastreando los olores de los monstruos o dioses, y el olor de Thalía, de hecho, era muy atrayente, demasiado. Con la sola de idea de su olor hace que Ares solo quiera tomar en brazos a Thalía y llevarla a su templo, donde la terminaría de hacerla nuevamente suya. Sin interferencias de ningún tipo. A su vez, había un cierto aroma que denotaba en algo mucho más poderoso, no cabía duda de que su chica era un ser extremadamente poderoso, y eso, era algo que le hacía cuestionarse muchas dudas al respecto.

Ares se giró hacia la semidiosa e hija de Atenea y el joven sátiro. En sus expresiones había preocupación por Thalía, pero también enojo hacia él. Eso le dio curiosidad, ¿qué le habrá contado Thalía de ellos? Sabía que Dionisio no era precisamente su mayor fan ni de ninguno de ellos, ese niño desde que su madre murió una parte de él murió con ella, así que, ¿Por qué iba a hablar cosas buenas de ellos? No es que le culpe, pero… ¿Y Thalía?

“¡Antes de que me acribilléis con vuestros sermones o lo que sea que estéis pensando en este preciso momento!” dijo Ares. “¡Quiero que me digáis todo, absolutamente todo, con respecto, a Thalía y del por qué ella está aquí!

En los ojos de Ares, vacíos y llenos de un fuego visceral, que no dejaba a la más mínima objeción por parte de los chicos.

Annabeth y Grover se miraron incomodos sin saber que hacer, es cierto que estaban demasiado enojados como para responderle bien a un dios, y, sobre todo, al dios de la guerra. Si estuviera aquí Clarisse… ella si tendría la suficiente valentía como para enfrentarse a su padre por Thalía. Ella le diría las cosas bien claras.

Grover empezó: “¿Por dónde quieres que empiece? ¡Solo sabemos lo que nos ha contado y muy resumidamente!

Annabeth cortó a Grover: ¡No hagas a cuenta de que te importa, después de todo lo que ha pasado! Estuvo milenios en el Inframundo, abandonada, sintiéndose totalmente traicionada y usada por vuestro albedrio con ella. La dejasteis que se muriera y se pudriera allí.

“¡¡Eso no es cierto!! Gruñó Ares totalmente dolido por sus palabras. No tenia ni idea de que su chica se sentía así. Si su padre Zeus no hubiera tardado en dar el permiso para que volviéramos a por ella…. “ Vosotros no sabéis lo que hemos pasado, lo que hemos sufrido por ella”

Annabeth siguió aún más enojada, puede que no esté respondiendo con inteligencia, como digna hija de Atenea, pero ahora mismo le daba igual. “Te repito que sabemos los que no ha contado la propia Thalía”

Grover tuvo que retener a Annabeth de querer golpear a Ares. “Tienes que entender Ares que estamos muy preocupados por ella, y nos duele saber lo que le sucedió y que ella está sufriendo por eso” “ Después de todo, somos sus amigos, y algunos más que están en el campamento, como Clarisse.”

Ante la simple mención de su hija, Ares se sorprendió que Thalía se llevara bien con su hija.

“Entiendo que tanto ustedes como mi hija y Thalía son amigos, ¿desde cuando?

“¡Pff! Bufó Annabeth. “Desde siempre. Para ser el padre de Clarisse, no sabe que amistades tiene su hija. ¿No sabes que Thalía, Liah, la hija de Zeus, Jason, el otro hijo de Zeus, Alex y Clarisse son amigos desde la infancia… que todos viven unos al lado del otro?

“¡Annabeth!” gruñó Grover. “¡Te estas excediendo!” “¡Sé que estas enfadada por Thalía, pero no puedes hablar a un dios así!”

“¡¡Y como quieres que me ponga si desde que llegó al Campamento, Thalía no ha parado de sentirse mal!!”

Ares los observó a ambos discutir. En parte tenían razón, ellos mismos habían abandonado a Thalía y eso es en parte lo que rompía el alma a todos. Desde que murió, ningún dios fue los mismos.

Ah, con que era ella quien continuamente su Clarisse, mencionaba que echaba de menos a una amiga de la infancia… y, ¿Quién cojones es Alex?

Ares les paró de discutir.

“¡No pasa nada, siempre está bien decir las cosas!” Ares tranquilizó a Grover. “Aunque me interesa saber un par de cosas sobre Thalía… ¿Quién cojones es este tipo, Alex?

“¡Quien va a ser si no, por supuesto, su hermano gemelo! “¡Tanto Clarisse como Alex están muy enfadados con todos los dioses….! Grover le tapó la boca a Annabeth, ella le gruñó indignada.

Ares se quedó boquiabierto. ¿Thalía tiene un hermano gemelo?

“¡Bien!” gruñó impaciente Ares. “¡Me estoy enfadando con toda esta charla sin llegar a nada en claro!” “¡De una buena vez me vais a decir que coño ha estado pasando con Thalía!” “¿Quiénes son?”

Esta vez en hablar fue Grover: ¡Bien! ¡Te lo contaré, pero yo no te he dicho nada si Thalía pregunta!

Grove suspiró antes de seguir.

“Los gemelos son hijos de Odín, Cronos y de la diosa Freya, quienes curiosamente la madre de vuestros hijos y quienes se criaron con Thalía son en verdad Valkirias, que fueron junto con su señora Freya al mundo de los mortales para proteger a su señora y a los hijos de ésta: Thalía y Alex.

Ares escuchaba atentamente, muy intrigado. Su Thalía era una diosa, pero entonces….

“… debido a una serie cosas que no tengo por qué explicar sin la presencia de Thalía, Freya desapareció, dejando su alma en los collares de sus hijos y éstos fueron protegidos por esas valkirias. Una de ellas fue Sally Jackson quien tuvo un lío amoroso con Poseidón y quedó embarazada, pero ese niño no nació vivo y Sally hizo pasar a los gemelos como hijos suyos y ahí entramos Quirón y yo. A mi me contactó el mismo Señor de los Titanes, que tenia un tesoro que quería que se protegiera sin saber que en verdad quería que llevara a sus hijos al Campamento para ser protegidos hasta que él pueda ir a recogerlos. A lo largo del año escolar, Thalía iba teniendo unos sueños raros que no la dejaban dormir… tenia sueños sobre una vida anterior y sobre unos niños… no fue hasta que llegó al Campamento no empezó a recordar toda su vida, sobre todo, cuando vio al señor D. Se desmayó, al despertar nos contó entre lágrimas que…

Ares estaba tan sumamente intrigado y sorprendido.

Annabeth se quitó la mano de Grover de la boca y estalló: … ella nos contó que fue Hera quien la asesinó con una daga de bronce celestial junto con el Minotauro…. Que le enseñó vuestras infidelidades…. Que ella solo fue un pasatiempo por ustedes… Las parcas cuando se dieron cuenta que ella no debería de estar en el Inframundo y la devolvieron a su tiempo. En el campamento nos dijo que, sin querer, porque entró en tal estado de pánico que sus poderes la llevaron a un sitio seguro. En donde nació, pero se equivocó de época. En esta época Antea es territorio Vannir, lugar en donde nacieron los gemelos.

Ares se puso furioso ante esto… esto cambiaba las cosas…. Si los demás se enteraran de que fue Hera quien la mató… lloverá sangre sobre ella. ¡Me importa una mierda que sea mi madre! ¡Por Thalía quemaría el mundo si hiciera falta! ¡Esta vez, Thalía no se la quitarían!

“… teniendo en cuenta que es un asunto muy pero que muy sensible, recomendaría que no se lo dijeras a la propia Thalía. Ella está muy sensible por esto, y por las almas gemelas. Además, se siente muy presionada porque le quitaron de poder estar con sus hijos… además de que nos mataría si supiera que lo hemos contado, así como así” terminó Grover.

“Si me disculpáis iré a ver cómo está Thals” Annabeth se alejó de ellos.

Ares se quedó un buen rato muy pensativo. Su chica ha pasado por mucho y no tenían ni idea de lo mucho que esto pueda afectar a que ella acepte como almas gemelas. Tuvieron hijos y un pasado. Solo espero que los siga acogiendo en sus brazos, aunque eso suponga que tengan que trabajar bien duro para volver a estar con ella. Aunque aún siente que hay cosas que aún no se han dicho y, que Thalía no va a querer responder hasta que no seamos merecedores de su confianza.

Al mismo tiempo…. En el baño de las chicas

Thalía entró casi rompiendo la puerta del baño, eran de esas que se abrían y cerraban sin una cerradura. Muy molestas, en su opinión. No permitían ninguna privacidad, y, en fin… era de esos baños típicos de bar de carretera. ¿Qué podía esperar?

Thalía se dirigió al lavabo con espejo en cada uno de ellos, que eran tres, en total. Thalía se vio en el espejo y lo que vio no le gustó para nada. En ella se veía así misma, pálida (más que de costumbre), el pelo, aunque estaba más o menos brillante, pero se notaba que le hacía falta un baño. Los ojos de tanto llorar, con el tinte del del delineador corrido, manchando casi toda la cara. Sus ojos verdes se veían demasiado tristes y vacíos. Parecía un zombi, de esos que la gente se disfrazaba en plena temporada de Halloween. Daba terror verse y a la misma vez, se veía patética. Ella misma sabia que ni Ares ni los demás se merecían sus lágrimas, pero aquí estaba. Tratando de lavarse la cara y quitarse el maquillaje para que se vea bien sus ojos verdosos. No paraba de recordar ese momento en el que se descubrió que su marca en su mano era en verdad el símbolo de almas gemelas. Y, para colmo, sus almas gemelas eran los mismos dioses traicioneros y, que, aun así, seguía queriendo. Solo esperaba que tanto Annabeth como Grover no digan nada de lo que les había dicho en un momento de confianza. Thalía siempre había sido demasiado coqueta, elegante y extrovertida pero cuando se trata de ellos, se sentía un poco tímida. Claro está que, en el pasado, ella misma había sido bastante extrovertida, atrevida y con mucho carácter. Supongo que era porque se sentía libre de no poder recordar nada, libre de no sentir inseguridad. Ella misma sabia, que tendría que hablar con todos, y como eran almas gemelas tendrán que ingeniárselas para que los perdone, porque eso sí que era seguro. Ella no los perdonará tan fácilmente. No, esta vez.

Thalía era una maldita futura diosa de la guerra, de la magia, del amor y todo lo demás. Era hora de que se haga respetar.

Después de un largo rato sin querer salir, no queriendo enfrentarse a la realidad. Mandó un mensaje tanto a Alex como a Clarisse. Ese texto decía «Me he encerrado en el baño». Al cabo de varios segundos, sentí el resplandor de mi móvil encendiéndose. Eran ellos.

«¿Cómo que te has encerrado en el baño?» preguntó Clarisse

«¿En dónde estás?» «¿No están Annabeth y Grover contigo?» demandó Alex.

«No. Estoy en el baño porque quise escapar de Ares» confesé

Ahí estalló la bomba.

«¿¡CÓMO!?» «¿Te ha hecho algo?»

Preguntaron a la misma vez con emoticonos de enfado.

«No, No le he dado tiempo»

Clarisse envió un emoticono de no entender.

«Me fui cuando nuestras marcas en nuestras manos nos indicaron que somos almas gemelas, que tenemos la misma marca, el símbolo del Olimpo. Eso quiere decir que los demás también son míos» «Me siento muy mal, me siento traicionada y demasiado dolida, pero a la misma vez los quiero» Les expliqué tristemente.

«No te preocupes» «Tu intenta estar lo más tranquila posible» respondió Alex «Aunque no me gusta el hecho de que sean tus almas gemelas, te han hecho daño… y desde mi punto de vista, nadie te merece.»

«¿Quieres que hablemos nosotros a nuestra manera?» respondió Clarisse

Siempre me sacan una sonrisa cuando estoy mal. En estos momentos agradezco el apoyo de ellos. Tan solo me falta el de Liah.

«Creo... creo que necesito hacerlo yo por mí misma» «Necesito hacerlo para poder hacerme valer» «Necesito poder volver como era antes»

«¡Así se habla, amiga» « ¡Dale donde más le duele!

 Me dijeron ambos.

Ahora me siento mucho mejor. Me había podido tranquilizar y lo más importante, ahora me veo mas presentable, al menos. Me había lavado la cara y había controlado mis impulsos y ataques de pánico. Cosa rara, en verdad. Por mi estado emocional inicial, había destrozado un poco el baño. Como que estaba todo empapado.

«chicos, os dejo» «Seguro que alguien pronto vendrá a por mí, ya sabéis lo impacientes que son»

«Chao… y no te dejes» me dijo Alex

«Cuando vuelvas y seguro que vas a volver… nos pondremos al día yendo al cine, tengo entendido que se acaba de estrenar una peli de terror bastante buena»

«Hecho»

Justo en ese momento, la puerta se abrió de par en par, mostrando a una Annabeth un tanto furiosa y asombrada al ver como ha acabado el baño.

Yo me rasqué la cabeza un poco avergonzada. «lo siento»

“No pasa nada” sonrió suavemente. “Al menos lo has dejado presentable”

“Si… bueno… después de un largo rato” me reí. “¿Estás bien, te veo enojada?

“Si… bueno.. ya se me pasará” contestó Annabeth.

“Es por Ares, ¿verdad?

“Por él y por todo lo que te ha pasado” contestó

“Annie” la llamé. “Eres muy buena chica y una gran amiga” “Si yo fuera tu padre estaría muy orgullo de ti”

Me miró con lagrimas en sus ojos grises, y me abrazó fuertemente. «Liah, Luke y tú son lo único que tengo»

Bueno, en cuanto a Luke…. No quise arruinarle el día.

“¿Estás bien? Me preguntó. “Estábamos muy preocupados por ti”

“Ahora estoy mejor” le dije.

“Aunque le he dado mucha batalla, pero creo que él te hecha de menos… se vio bastante preocupado y yo nunca he visto a Ares interesándose por alguien”

“Ahora mismo… no lo sé, Annie”

“Son tus almas gemelas, pero eso no quiere decir que los tengas que perdonar muy pronto”

“Ese es el punto, mi querida Annabeth. Ese es el punto…”

Salimos de los baños, vimos a Grover hablando con Ares pero se le veía demasiado incómodo. Grover fue el primero en percatarse de nuestra llegada. Annabeth me apretaba la mano, apoyándome.

Me senté, pero en ningún momento lo miré. Me dispuse a mirar a su bicicleta.

 

"¿Qué estáis pidiendo?" preguntó la camarera impaciente, mirándome fijamente. Esta aún está aquí.

La miré a los ojos y sonreí: “Tres hamburguesas, tres Coca-Colas, tres patatas fritas, él paga”.

Mientras ella se alejaba, Ares lo intentó una vez más después de suspirar “Por favor, mírame al menos Thalia”, suplicó.

Miré. Nos quedamos un rato viéndonos, dejando sentir el vínculo.

Ares sonrió.

"Estás vivo", extendió la mano, deteniéndose de repente. "¿Por qué no llegaste a-?"

“¿Por qué lo haría?” pregunté en su lugar

“Thalía”, dijo una vez más. “Eras tú” “Siempre has sido tú, mi alma gemela”

“Ya no soy esa Thalia, ρης ”, le corregí, “Haríais bien en recordar eso”.

“Thalía, por favor, lo siento, lo siento”, suplicó.

“¿Qué quieres, ρης ?”

 Ares se detuvo, suspirando, “Quería… ayudar, un poco”.

“No ayudas a los semidioses, lo sabes, a menos que sean tuyos, por supuesto”, respondí.

“Tenía una cita”, me dijo, haciéndome hervir la sangre. “Con 'dite, como amigos”, se apresuró. En este punto, ya nada me sorprendería.

“Oh”, dije aliviada. “Está bien”.

“Quizás dejó su bufanda y quería que la recuperara y pensé que tal vez un semidiós lo haría en mi lugar”, dijo Ares, conocía esa expresión, se sentía culpable. 

“¿Qué hiciste?” pregunté. “Dime la verdad o no volveré a mirarte a la cara nunca más”.

“Estaba enojado Thalia, estaba realmente enojado con mi padre y con todos, por favor entiende”, dijo. “Tuve sueños, esta voz decía que podría vengarme si ayudaba a entregarte algo, una bolsa”.

 Lo miré a los ojos, no mentía, "Ok".

“¿De acuerdo?” preguntó con miedo.

“Está bien, acepto la bolsa y te daré la bufanda de Dite. Nos llevarás y pagarás nuestras cosas. También, cuando vuelva al campamento quiero tu bicicleta”.

Ares miró con incredulidad, Annabeth parecía estar a punto de sufrir un ataque de risa y Grover parecía estar a punto de desmayarse.

“Está bien”, dijo.

“También quiero tus gafas de sol”, dije mirando las gafas negras de su chaqueta.

 Ya que estamos hago un 2x1. Y, siempre quise un Harley Davidson. Lo quiero, lo consigo, así de sencillo.

Se rió, con la cabeza echada hacia atrás. “Puedo conseguirte unos mejores”.

“Estoy seguro de que puedes y lo harás, quiero esos ahora mismo”. 

Mezquina, lo sé.

Chapter 13: El paseo

Chapter Text

Dios solo nos vigila y nos mata cuando nos aburrimos. Nunca, jamás, debemos aburrirnos.

― Chuck Palahniuk, Monstruos invisibles

Thalia se rió.

Corrió tras los cuatrillizos. Mientras reían y gritaban,

“¡Mamá, para!”, gritaba su Hércules entre risas.

—¡Mamá, no! —gritó Teseo también. 

“Mamá los atrapará, niños traviesos”, dijo riendo. “Vengan aquí, mamá está demasiado cansada para correr”, dijo acariciando su vientre embarazado.

"¿Estás bien, mamá?" preguntó Heracles, siempre preocupado por un niño pequeño.

“Mamá, ¿está bien?”, preguntó Teseo.

“¿Mami?” Preguntaron Sofia y Adara preocupadas, mis dulces niñas.

“Mamá está bien, pequeños amores, mamá solo está cansada de correr”. Ella sonrió. “¿Quieres ir a ver a vuestros hermanos Remus y Hipólita?”

“¡SÍ, mami!” gritaron juntos.

¿Thalía?

Thalia se rió. Tomó cada manita de Heracles y Teseo, y éstos, a su vez, se la tomaron a sus hermanas, y caminó hacia la habitación de su bebé.

 

Con la sombra de Ares sobre mi cabeza, apoyada en mi cabello, comimos tranquilamente, la camarera había traído nuestra comida sin más problemas.

Ares me miró todo el tiempo, con incredulidad y asombro, sin siquiera parpadear.

Terminé mi refresco en silencio mientras Grover y Annabeth parecían querer desaparecer en sus asientos.

“Entonces”, rompí el silencio, “esta bufanda…”

—Sí —suspiró Ares—. La bufanda de Dite, puede que la haya dejado en el túnel o algo así.

“¿Cómo estás?” dudó, pero preguntó en voz baja.

“¿Por qué te importaría?” pregunté.

“Me importa Thalía”, suplicó. “Por favor, créeme, te amo”.

"¿Y tú ahora?" No iba a dejarlo pasar. "Qué curioso que no lo sintiera así cuando me abandonaron, debió haber sido mi imaginación". “Qué puedo decir, lo mortales tan solo somos meros objetos insignificantes para los dioses”

Ares recordó lo que la chica de Atenea le dijo, sobre Hera haciéndole creer a Thalía que era solo un pasatiempo. Se sintió furioso. Nunca ha sido ningún pasatiempo.

“Eso no es así, sobre todo, cuando se trata de ti” “¡Por favor, créeme!”

“Eso es bastante difícil de creer” contestó Thalía. “Después de todo, una vez que conseguís lo que queréis, nos desecháis como si fuéramos juguetes inservibles”

“Eso nunca fue así” “¿Perdóname, por favor?”, Ares negaba suplicando. “No debí haber escuchado a papá”.

“Lo pensaré, he estado más o menos bien, podría estar mejor, pero no importa”, dije levantándome y poniendo fin a nuestra conversación. “¿Nos llevarás?” “¿O tengo que pedir un Uber?

“Sí”, respondió, levantándose rápidamente y ofreciéndome su brazo.

Lo tomé con calma y recibí una brillante sonrisa del dios de la guerra mientras pagaba por todo.

Mientras nos llevaba afuera, su bicicleta se transformó en un Bentley Bentayga negro.

Cómodo y bonito.

Caro también.

“En lugar de la bicicleta consígueme un coche”, le dije.

“Podría conseguirte ambos”, ofreció Ares.

"Como quieras", susurré mientras me sentaba en el asiento del pasajero delantero y Annabeth y Grover subieron atrás.

Conducía en silencio.

Conducimos durante unos diez minutos antes de detenernos frente a un parque bastante cerrado que parecía tener días mejores.

 

“En mis tiempos tanto tú como Afrodita tenían mejor gusto” le dije mirando el parque “Espera aquí” Por lo que me contaba Afrodita, no es que se lo pidiera, pero…. Tampoco iba a negar un buen chisme.

 

“Mira en el túnel del amor, Thalía”, susurró Ares.

 

“Sois unos aburridos, en serio” le dije. “¿Quién en su sano juicio iría a este decrepito parque con los amigos?”

 

“Ya sabes como es Dite, le encanta este tipo de cosas”

 

“Pues debería actualizarse, no sé”

 

Miré al cielo preguntándome qué hice para merecer esto. “Bien”, dije mientras caminaba junto con Annabeth y Grover.

 

A juzgar por el cartel, antes se llamaba WATERLAND, pero ahora algunas de las letras estaban borradas, por lo que se leía WAT ​​RA D.

 

La puerta principal estaba cerrada con candado y rematada con alambre de púas. Dentro, enormes toboganes secos, tubos y tuberías se enroscaban por todas partes, conduciendo a piscinas vacías. Entradas y anuncios viejos revoloteaban sobre el asfalto. El lugar parecía triste y espeluznante.

"Entonces, ¿cómo entramos?" pregunté.

 

"¡Maia!" Los zapatos de Grover desarrollaron alas.

 

Voló por encima de la valla, dio una voltereta involuntaria en el aire y luego aterrizó a trompicones en el lado opuesto. Se sacudió los vaqueros como si lo hubiera planeado todo. "¿Vienen?"

 

Annabeth y yo tuvimos que subir a la antigua usanza, sujetándonos el alambre de púas una a la otra mientras nos arrastrábamos hasta la cima.

 

Las sombras se alargaban mientras caminábamos por el parque, observando las atracciones. Estaban la Isla de los Tobillos, la de la Cabeza en Calzón Chino y, ¿Dónde está mi Traje de Baño?

 

Ningún monstruo vino a buscarnos. Nada hizo el más mínimo ruido.

 

Encontramos una tienda de recuerdos que había quedado abierta. Todavía había mercancía en los estantes: bolas de nieve, lápices, postales y estanterías de...

 

—Ropa —dijo Annabeth—. Ropa limpia.

 

—No —dije—. Haré que Ares nos lleve a una tienda y nos compre cosas mejores.

  

Ella se detuvo en seco.

 

“Thalía”, comenzó. “Quizás no deberías tratar a Ares así”.

 

Arqueé una ceja.

 

“Él es un Dios” Ella intentó.

 

“Annabeth”, comencé seriamente, “Estuve sola durante más de cuatro milenios”.

 

“Sé que me puse bien intensa con él antes, pero-” Ella intentó

Sé que Annabeth tiene buenas intenciones y que se deja llevar un poco por sus impulsos, y le sale la vena arrogante y que quiere protegerme y todo eso, pero… esto es totalmente diferente. Yo estoy aplicando mi propia justicia divina, por así llamarlo.

“No hay peros”, le dije. “Él quiere perdón, puede ganárselo”.

Ella exhaló: "Pero ¿qué pasa si se enoja?"

“Ares nunca se ha enojado conmigo”, le dije. “Nunca”.

Ella permaneció en silencio, probablemente esperando que yo tuviera razón.

Lo tenia

Ares era mucho.

Pero era blando cuando estaba enamorado.

“Pero, si tanto te preocupa…. Te diré que me importa un bledo si se enfada o no” le dije. “Te lo repito: Si ellos quieren mi perdón, tendrán que ganárselo a pulso” “Tranquila, estás a salvo conmigo”

Seguimos buscando el Túnel del Amor. Tenía la sensación de que todo el parque contenía la respiración.

"Entonces, Ares y Afrodita", dije para no pensar en la oscuridad que se avecinaba, "¿tienen algo?"

 

—Esos son viejos chismes, Thalía —me dijo Annabeth—. Chismes de hace más de tres mil años. 

“Nunca se juntaban cuando yo era Reina”, le dije, “Sabía que antes de conocerme, si tuvieron algo, lo de la famosa red de oro, de Hefesto. Dioses, como me reí en aquel entonces cuando lo escuché. Sabía que Hefesto era un dios muy celoso y posesivo, pero he de decir que tenia ingenio. Cuando todos ellos se unieron conmigo, los celos se fueron, al menos, no delante mía. “ “Es más yo conocí a Dite cuando estaba embarazada de Thais, la hija que tuve con Hefesto. Ella estaba demasiado entusiasmada y, nos volvimos muy amigas. Me reconoció que su matrimonio fue impuesto por Hera y, que no hubo amor pero que por parte de Hefesto quedaron esos celos obsesivos hasta que me conoció… En fin”

Annabeth y Grover escucharon. Sintieron la tristeza que me provocaba al hablar de ellos 

Frente a nosotros había una piscina vacía que habría sido fantástica para andar en patineta. Tenía al menos cincuenta metros de ancho y forma de cuenco.

Alrededor del borde, una docena de estatuas de bronce de Cupido montaban guardia con las alas desplegadas y los arcos listos para disparar. Al otro lado, se abría un túnel, probablemente por donde desembocaba el agua cuando la piscina se llenaba. El letrero encima decía: ¡PASEO EMOCIONANTE DEL AMOR: ESTE NO ES EL TÚNEL DEL AMOR DE TUS PADRES!

Pegajoso.

 

Grover se acercó sigilosamente al borde. "Chicos, miren."

 

En el fondo de la piscina, abandonado, había un bote biplaza rosa y blanco con un toldo y pequeños corazones pintados por todas partes. En el asiento izquierdo, brillando bajo la luz tenue, estaba el escudo de Ares, un círculo de bronce pulido.

 

"Esto es demasiado fácil", dije. "¿Así que simplemente bajamos y lo conseguimos?"

Algo me olía realmente mal. Todo estaba demasiado tranquilo. Solo espero que esto no tenga nada que ver con alguna clase de intento fallido de la obra de Hefesto y su red de oro. 

Annabeth pasó sus dedos por la base de la estatua de Cupido más cercana.

 

"Hay una letra griega tallada aquí", dijo. "Eta. Me pregunto..."

 

"Grover", dije, "¿hueles algún monstruo?"

 

Olfateó el viento. "Nada."

 

—Nada, como si estuvieras en el Arco y no olieras a Equidna, ¿o realmente nada?

 

Grover parecía dolido. "Te lo dije, eso fue bajo tierra".

 

—Está bien, lo siento. —Respiré hondo—. Voy para allá.

 

—Te acompaño. —Grover no parecía muy entusiasmado, pero me dio la sensación de que intentaba compensar lo ocurrido en San Luis.

 

"No", le dije. "Quiero que te quedes arriba con los zapatos voladores. Eres el Barón Rojo, un as de la aviación, ¿recuerdas? Cuento contigo como refuerzo por si algo sale mal".

Grover hinchó un poco el pecho. "Claro. ¿Pero qué podría salir mal?"

 

—No lo sé. Es solo una corazonada. Annabeth, ven conmigo...

 

"¿Bromeas?" Me miró como si acabara de caer de la luna. Tenía las mejillas coloradas.

 

"¿Cuál es el problema ahora?" pregunté.

 

"¿Yo, ir contigo a... la 'Aventura Emocionante del Amor'? ¿Qué vergüenza es eso? ¿Y si...?

¿Alguien me vio?

 

“Annabeth”, le dije con seriedad, “ no me interesas… Soy hetero…”

 

"Bien", le dije. "Lo haré yo misma". Pero cuando empecé a bajar por el borde de la piscina, me siguió, murmurando idioteces.

 

Llegamos al bote. El escudo estaba apoyado en un asiento, y junto a él, un pañuelo de seda de mujer. Intenté imaginar a Ares y Afrodita allí, en una atracción destartalada de un parque de atracciones. Entonces noté algo que no había visto desde arriba: espejos alrededor del borde de la piscina, mirando hacia ese lugar. Podíamos vernos sin importar en qué dirección miráramos.

 

“Annabeth”, susurré, “Algo no está bien”.

 

Cogí la bufanda. Brillaba rosa, y el perfume era puro Afrodita. La echaba de menos. Sonreí, un poco melancólica, la de veces que nos preparábamos nuestros propios atuendos, echándonos perfume y contando nuestros propios chismes junto a Demi, Atty y Arty «aunque no lo pareciera por ser diosas vírgenes, y todo eso», cuando Annabeth me la arrancó de la mano y se la metió en el bolsillo.

"¿Qué?"

"Simplemente toma el escudo, cerebrito y salgamos de aquí".

“Annie, eres una melodramática arruinadora de momentos” le bufé. Ella me respondió con una lengua burlona.

En cuanto toqué el escudo, supe que estábamos en apuros. Mi mano atravesó algo que lo conectaba al tablero. Una telaraña, pensé, pero luego miré un hilo en mi palma y vi que era una especie de filamento metálico, tan fino que era casi invisible. Un cable trampa. ¡Sabía que era una trampa!

 

"Espera", dijo Annabeth.

 

"Demasiado tarde."

 

"Hay otra letra griega en el costado del barco, otra Eta. Esto es una trampa."

 

 “No me digas, sabionda” me burlé “Era demasiado obvio”

 

A nuestro alrededor se oyó un ruido como el de un millón de engranajes rechinando, como si toda la piscina se estuviera convirtiendo en una máquina gigante.

 

Grover gritó: "¡Chicos!"

 

En el borde, las estatuas de Cupido tensaban sus arcos en posición de disparo. Antes de que pudiera sugerir que nos cubriéramos, dispararon, pero no a nosotros. Se dispararon entre sí, por encima del borde de la piscina.

Cables sedosos se extendían desde las flechas, describiendo un arco sobre el estanque y anclando donde aterrizaban, formando un enorme asterisco dorado. Luego, hilos metálicos más pequeños comenzaron a entrelazarse mágicamente entre las hebras principales, formando una red.

 

“Hefesto”, maldije en voz baja.

 

Agarré el escudo y corrimos, pero subir la pendiente de la piscina no era tan fácil como bajar.

 

"¡Vamos!" gritó Grover.

 

Estaba tratando de mantener abierta una sección de la red para nosotros, pero dondequiera que la tocaba, los hilos dorados comenzaban a enredarse en sus manos.

 

Las cabezas de los Cupidos se abrieron de golpe. Salieron cámaras de video. Los focos se alzaron alrededor de la piscina, cegándonos con su iluminación, y una voz por altavoz retumbó: "En directo al Olimpo en un minuto... Cincuenta y nueve segundos, cincuenta y ocho..."

¡Hefesto! —gritó Annabeth—. ¡Qué estúpida soy! Eta es H. —Tallerizó esta trampa para atrapar a su esposa con Ares. ¡Ahora nos transmitirán en directo al Olimpo y pareceremos unos completos idiotas!

La bomba dentro de mi estalló. ¿Olimpo? ¿Yo? ¡Ay dios mío! Se van a dar cuenta de quien soy evidentemente.  

 

Casi habíamos llegado al borde cuando la fila de espejos se abrió como escotillas y miles de diminutas cosas metálicas... salieron disparadas.

 

Annabeth gritó.

 

Era un ejército de bichos espeluznantes y movidos por mecanismos de bronce, piernas delgadas y pequeñas bocas con forma de pinza, todos corriendo hacia nosotros en una ola de metal chirriante y zumbante.

 

Pequeñas arañas. ¡Ay dios mío, ya lo que me faltaba que ahora Annabeth se quedase bloqueada por las estúpidas arañas!

 

¡Arañas! —exclamó Annabeth—. ¡Aaah! Cayó hacia atrás aterrorizada y casi fue arrollada por los robots araña antes de que la levantara y la arrastrara de vuelta al bote.

 

Las cosas salían de todo el borde, millones de ellas, inundando el centro de la piscina, rodeándonos por completo. Me dije a mí mismo que probablemente no lo estaban.

Programados para matar, solo para acorralarnos, mordernos y hacernos quedar como tontos. Claro que esta era una trampa para dioses. Y nosotros no éramos dioses…aún.

 

Annabeth y yo subimos al bote. Empecé a patear a las arañas que subían a bordo. Le grité a Annabeth que me ayudara, pero estaba demasiado paralizada para hacer mucho más que gritar.

 

"Treinta, veintinueve", gritó el altavoz.

 

Las arañas empezaron a escupir hilos metálicos, intentando atarnos. Al principio, los hilos eran fáciles de romper, pero eran demasiados, y las arañas seguían llegando. Le di una patada a una de la pierna de Annabeth y sus pinzas me arrancaron un pedazo de los zapatos.

 

Grover flotaba sobre la piscina con sus zapatillas voladoras, intentando soltar la red, pero ésta no se movía.

 

Piensa, me dije. Piensa. ¿Qué haría mi madre ante esta situación? ¡Fácil! Ella no estaría directamente

 

La entrada al Túnel del Amor estaba bajo la red. Podríamos usarla como salida, pero estaba bloqueada por un millón de arañas robot.

 

«Quince, catorce», gritó el altavoz.

 

Agua, pensé. ¡Claro! Las tuberías… ¿De dónde viene el agua de la atracción si no?

 

Entonces los vi: enormes tuberías de agua detrás de los espejos, de donde habían salido las arañas.

 

Y encima de la red, al lado de uno de los Cupidos, una cabina con ventana de cristal que debe ser la estación del controlador.

 

"¡Grover!", grité. "¡Entra en esa cabina! ¡Encuentra el interruptor de encendido!"

 

"Pero-"

 

"¡Hazlo!" Era una ilusión descabellada, pero era nuestra única oportunidad. Las arañas estaban por toda la proa del barco. Annabeth gritaba a todo pulmón. Tenía que sacarnos de allí.

 

Grover ahora estaba en la cabina del controlador, presionando los botones.

 

"Cinco, cuatro—"

 

Grover me miró con desesperación, levantando las manos. Me estaba haciendo saber que había pulsado todos los botones, pero seguía sin pasar nada.

 

Cerré los ojos y pensé en las olas, en el agua corriendo, en el río Misisipi. Sentí un tirón familiar en el estómago. Intenté imaginar que estaba arrastrando el océano hasta Denver.

 

"¡Dos, uno, cero!"

 

El agua salió disparada de las tuberías. Rugió hacia la piscina, arrasando con las arañas. Acomodé a Annabeth en el asiento de al lado y le abroché el cinturón justo cuando la ola gigante se estrelló contra nuestro bote, por encima, llevándose a las arañas y empapándonos por completo, pero sin volcarnos. El bote giró, se elevó en la inundación y giró en círculos alrededor del remolino.

 

El agua estaba llena de arañas que hacían cortocircuito, algunas de ellas se estrellaban contra la pared de hormigón de la piscina con tanta fuerza que estallaban.

 

Los focos nos iluminaban. Las cámaras de Cupido grababan en directo para Olympus. ¡Qué bien! Justo lo que yo quería evitar. Todo al traste.

 

Pero solo podía concentrarme en controlar el bote. Deseaba que siguiera la corriente, que se alejara del muro. Quizás fue mi imaginación, pero el bote pareció responder. Al menos, no se rompió en mil pedazos. Dimos una última vuelta, el nivel del agua casi lo suficiente como para destrozarnos contra la red metálica. Entonces, la proa del bote giró hacia el túnel y nos lanzamos a toda velocidad hacia la oscuridad.

 

Annabeth y yo nos abrazamos fuerte, ambas gritábamos mientras el barco hacía rizos, rodeaba curvas y se lanzaba en picado cuarenta y cinco grados pasando junto a fotos de Romeo y Julieta y un montón de otras cosas del Día de San Valentín.

 

Luego salimos del túnel, el aire de la noche silbando a través de nuestro cabello mientras el barco avanzaba directamente hacia la salida.

 

Si la atracción hubiera funcionado correctamente, habríamos salido por una rampa entre las doradas Puertas del Amor y nos habríamos zambullido sanos y salvos en la piscina de salida. Pero había un problema. Las Puertas del Amor estaban encadenadas. Dos barcos que habían sido arrastrados por el túnel antes que nosotros ahora estaban apilados contra la barricada: uno sumergido, el otro partido por la mitad.

 

—¡Desabróchate el cinturón de seguridad! —le grité a Annabeth.

 

"¿Estás loca?"

"A menos que quieras morir aplastada." Me até el escudo de Ares al brazo. "Tendremos que saltar para alcanzarlo." Mi idea era simple y descabellada. Cuando el barco impactara, usaríamos su fuerza como un trampolín para saltar la barrera. Había oído de gente que sobrevivía a accidentes de coche de esa manera, saliendo despedidos a nueve o doce metros del lugar del accidente. Con suerte, caeríamos en la piscina.

 

Annabeth pareció entender. Me agarró la mano mientras las puertas se acercaban.

 

"A mi señal", dije.

 

"¡No! ¡A mi señal!"

 

"¿Qué?"

 

"¡Física simple!", gritó. "Fuerza multiplicada por el ángulo de trayectoria..."

 

—¡Bien! —grité—. ¡En sus marcas!

 

Ella dudó... dudó... luego gritó: "¡Ahora!"

 

¡Grieta!

 

Annabeth tenía razón. Si hubiéramos saltado cuando pensé que debíamos hacerlo, nos habríamos estrellado contra las puertas. Nos consiguió la máxima sustentación.

 

Desafortunadamente, eso fue un poco más de lo que necesitábamos. Nuestro bote se estrelló contra el choque múltiple y salimos despedidos por los aires, directamente sobre las puertas, sobre la piscina y hacia el asfalto.

 

Algo me agarró por detrás.

 

Annabeth gritó: "¡Ay!"

 

¡Grover!

 

En el aire, me agarró de la camisa, revelando un buen escote y a Annabeth del brazo, y estaba tratando de sacarnos de un aterrizaje forzoso, pero Annabeth y yo teníamos todo el impulso.

 

"¡Pesas demasiado!", dijo Grover. "¡Nos vamos a caer!" ¡Que te jodan, Grover!

 

“¿¡Me estás llamando gorda!?” me indigné.

 

“¡No!” “Solo digo lo que pesas” gruñó. ¡Qué capullo! ¡Me las va a pagar!

 

Caímos en espiral hacia el suelo, Grover hizo todo lo posible para frenar la caída.

 

Nos estrellamos contra un tablero de fotos, y la cabeza de Grover se fue directo al agujero donde los turistas ponían la cara, haciéndose pasar por Noo-Noo, la Ballena Amistosa. Annabeth y yo caímos al suelo, magulladas, pero vivas. El escudo de Ares seguía en mi brazo.

Una vez que recuperamos el aliento, Annabeth y yo sacamos a Grover del tablero de fotos y le dimos las gracias por salvarnos la vida. Volví a mirar la Atracción Emocionante del Amor. El agua estaba bajando. Nuestro bote se había estrellado contra las puertas.

A cien metros, en la entrada de la piscina, los Cupidos seguían filmando. Las estatuas habían girado de modo que sus cámaras nos apuntaban directamente, con los focos en la cara.

"¡Se acabó el espectáculo!", grité mientras les hacía un mengue. "¡Que os jodan! ¡Buenas noches!"

 Los Cupidos regresaron a sus posiciones originales. Las luces se apagaron. El parque volvió a quedar en silencio y a oscuras, salvo por el suave hilillo de agua que caía al estanque de salida de la Atracción Emocionante del Amor. Me pregunté si Olympus habría hecho una pausa publicitaria o si nuestros índices de audiencia habrían sido buenos.

Odiaba que se burlaran de mí. Odiaba que me engañaran. Y tenía mucha experiencia lidiando con matones a quienes les gustaba hacerme esas cosas. Levanté el escudo del brazo y me volví hacia mis amigos. "Necesito hablar un rato con Ares", dije, muy cabreada porque no me había avisado.