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Tangerine

Summary:

«You were a good time, she's the rest of my life»

Park Gyeong-seok cae enamorado de la nueva profesora de matemáticas de su hija Na-yeon, pero estando casado y con su familia formada, eso es imperdonable.

Notes:

Este fic está basado en la canción Tangerine de Damiano David.

Chapter Text

—¡Papá! ¡Ya estoy lista! 

—Voy, cariño. —Gyeong-seok alistaba el almuerzo de su hija, acompañado de varios de sus bocadillos favoritos y cajas de jugo, tomando su lonchera para dársela— Ve y despídete de tu madre. 

La pequeña Na-yeon corrió a la habitación de su madre y se despidió rápidamente, mientras ambos salían del lugar para ir a su escuela. Gyeong-seok condujo tal como cualquier día, estacionándose casi al frente del edificio. 

—Adiós, papi. Cuídate mucho. —Se acercó y besó su mejilla mientras su padre la abrazaba.

—Tú también, mi amor. Pórtate bien, ¿sí? 

—Sipi.

Ella bajó del auto y pronto entró, caminando por el jardín y topándose con algunas de sus amigas, dejando un par de libros en los casilleros y entrando luego a la clase de gramática para segundo grado. En unos minutos, tocaron el timbre y todos tomaron sus lugares. El día transcurrió con mucha normalidad como cualquier otro, sesiones, recreos, almuerzo, todo para terminar con la clase de matemáticas al final del día, cerca de las dos de la tarde. Al entrar los niños, pudieron ver a dos personas que no eran sus profesores usuales, pero igual mantuvieron el respeto.

—Buenas tardes, niños. —Les sonrió la directora de la escuela.

—Buenas tardes, señora directora. —Respondieron todos casi en coro. 

—Como saben, niños, la semana pasada fue la última de la profesora Kwon para iniciar su retiro. Hoy les quiero presentar a su nueva profesora, por favor trátenla con mucho respeto y amabilidad. 

—Sí, señora. 

—La dejaré con su clase, señorita Cho.

—Muchas gracias, directora Jang. —Hizo una reverencia y caminó en frente del pizarrón— Buenas tardes, niños. Mi nombre es Cho Hyun-ju y estoy muy contenta de ser su nueva profesora. Espero lo mejor de ustedes, un buen rendimiento y estaré por aquí para lo que necesiten. —Sonrió con calidez y un niño alzó su mano— ¿Sí? 

—Señorita Cho, ¿por qué es tan alta? Creí que no podían usar tacones altos las profesoras. —Algunos niños asintieron y ella solo sonrió, levantando apenas su larga falda para que se vieran sus zapatos de bailarina. 

—No se preocupe, señorito, sigo el código de vestimenta. —Un suave y audible “oh” se hizo sonar entre los pequeños y ella rio un poco apenada. 

—¿Comió algo mágico para ser tan alta? 

—Comer bien ayuda mucho al crecimiento, pero mi padre es muy alto, en realidad. 

—Vaya… —Hyun-ju sonrió y tomó una pequeña pelota de hule de su escritorio. 

—Bueno, niños, aún no los conozco y se me ocurre que podemos hacer un pequeño juego. Cuando tengan la pelota, pueden decir su nombre y también lo que les guste hacer. Una vez terminen, pueden lanzarla a uno de sus compañeros, ¿les parece bien? —Todos asintieron y Hyun-ju se la acercó a un chico de la primera fila— ¿Quieres empezar tú? 

—Ahm, está bien... Mi nombre es Kang Cheol y me gusta salir a comer helados con mi hermana y su amiga Ji-yeong. 

—Perfecto, mucho gusto, Cheol. —El pequeño sonrió— Puedes pasarle la pelota a alguien más. 

—¡Yo quiero! —El niño vio a su compañera y la lanzó— Mi nombre es Kim Jung-mi, y me gusta salir a pasear con mi mami al parque. —Poco a poco los niños se iban presentando. 

—Yo soy Seong Ga-yeong y me gusta ir a comer tteok-bokki con mi papá y mi abuela. 

—Yo soy Amir Abdul y me gusta ir a ver carreras de autos con mis papás. 

—Mi nombre es Park Na-yeon y me gusta cocinar y dibujar en el estudio con mi papi. —Al ser la última, la lanzó de vuelta a su profesora y ella sonrió— ¿Qué le gusta hacer a usted, señorita Cho? 

—¿A mí? Me gusta nadar y preparar postres, me encantan. —Murmuró mientras regresaba detrás de su escritorio. 

—¡Podemos hacer postres en vez de matemáticas! 

—Bueno, si se portan bien y tienen buenas calificaciones, tal vez podamos organizar una clase para hacer postres, ¿qué les parece? —Los niños sonrieron con emoción y asintieron. 

—¡Sí!

—Muy bien, entonces, es un trato. Ahora, por favor, abran sus libros en la página 58 para comenzar. 

La clase continuó con normalidad, los niños estaban fascinados con su nueva profesora. Explicaba con detalle, era paciente, repetía de ser necesario, hacía actividades y era tan dulce como podía serlo. Era un cambio muy grande comparándola con la profesora cercana al retiro, quien solo les daba la materia por cumplir. Después de una hora, sonó el timbre y los niños formaron una fila para salir. Hyun-ju tomó la mano del primer niño en la fila y todos caminaron para ir ordenadamente a la salida y esperar a sus padres o subir a sus transportes. Gyeong-seok estaba en el auto matando tiempo jugando con su celular hasta que escuchó el timbre. Pronto salió para acercarse a la entrada, donde el resto de padres esperaban a sus hijos, buscando con la mirada al grupo de su hija, pero al hacerlo una mujer alta sobresalía entre los niños que hablaban y revoloteaban en sus sitios. Parpadeó un poco sorprendido, pensando en que jamás la había visto, debía ser una nueva profesora, pero sus ojos no podían dejar de verla por alguna razón. 

—¡Oh, señorita Cho! ¡Ahí está mi mami! Allá, la de mechones rubios. —Hyun-ju buscó con la mirada a la madre de Jung-mi y pronto la dejó salir. 

—De acuerdo, ve con cuidado. —La pequeña corrió a abrazar a su mamá y pronto ambas se fueron.

—¡Señorita Cho! ¡También veo a mi papá! Es el de abrigo negro. 

La profesora miró donde apuntaba la niña y pronto ambos adultos cruzaron miradas. Los dos sintieron un fuerte escalofrío recorrerles la columna, ella sintiéndose ligeramente intimidada por lo atractivo que era el padre de su estudiante y él simplemente asombrado de lo hermosa que era esa mujer. Pasaron un par de segundos que se extendieron tal vez demasiado en sus subconscientes, entonces Hyun-ju giró su mirada hacia la niña, asintiendo con una sonrisa. 

—De acuerdo, ve con tu padre, nos vemos mañana. 

—¡Hasta mañana, señorita Cho! —Se despidió con su mano corriendo hacia su padre, mientras ella también se despedía y volvía su atención a los demás niños que la llamaban. Gyeong-seok estaba ido observándola todavía, con su larga falda negra, camisa de botones celeste y un recogido modesto en su cabello. Era una mujer realmente linda y se preguntó si podía ver su rostro de nuevo con un poco más de claridad, pero salió de su ensoñación pronto al sentir a su hija abrazarse a sus piernas— ¡Papá!

—Na-yeon-ah. —Sonrió, inclinándose para abrazarla y luego tomar su mano para ir al auto— ¿Cómo estás, linda? ¿Cómo te fue hoy? 

—Bien, papi. Hoy Amir y yo compartimos postrecitos para el almuerzo, su papá hizo jalebi , estaban deliciosos. 

—Suena genial. —Pronto ambos subieron y se pusieron su cinturón, con Gyeong-seok dándole una última mirada al patio donde estaba la silueta de la profesora— ¿Quién es la mujer con la que estabas ahora?

—¡Oh! Es mi nueva profesora de matemáticas, ¿recuerdas que la señora Kwon ya no iba a trabajar? 

—Ah, cierto. ¿Y… cómo se llama? 

—Cho Hyun-ju.

—¿Y cómo es ella? 

—¡Es muy linda! Nos prometió que haríamos postres si teníamos buenas calificaciones. Le entendí todo lo que vimos hoy. ¿Por qué, papá? 

—Mm, no, por nada. Me alegra, sé que siempre te ha costado un poco matemáticas. 

Pronto Gyeong-seok arrancó el auto y se dirigieron a su casa. No creía que estuviera mal el reconocer que otra mujer que no fuera su esposa fuera bonita, después de todo, ese era un límite muy fuertemente establecido cuando se contrae matrimonio, y cualquier persona que tuviera ojos sabría apreciar bien la belleza natural de esa profesora. Decidió solo concentrarse en el camino y seguir su usual rutina. Poco antes de que naciera Na-yeon, las cosas no eran muy diferentes en la vida de Gyeong-seok. Su esposa era una exitosa cirujana que tenía largas jornadas en el Centro Médico de Asan, lo cuál les permitía tener una vida bastante acomodada y lujosa hasta cierto punto. Ambos acordaron que su hija debía tener compañía en casa, que debía ser criada por ellos y no por alguna niñera o empleada, entonces él renunció a su trabajo y se quedó a tiempo completo en casa, encargándose de las tareas del hogar y de cuidar a su hija. La situación se había vuelto un poco complicada porque tanto Na-yeon como Gyeong-seok requerían la presencia de Eun-seong en sus vidas, en sus eventos importantes, temas familiares, soporte emocional, el rol que debía cumplir una madre y esposa en la vida de su familia, pero aquello se continuaba desdibujando conforme los años pasaban. 

La excusa que los tres siempre usaban era el trabajo. Eun-seong trabajaba muy duro para que todos tuvieran una vida perfecta, pero ella se veía consumida por su trabajo, llegando a casa agotada a dormir para poder despertar de nuevo en pocas horas y regresar al hospital, salir de viaje a seminarios o llamadas de emergencia de sus pacientes. Gyeong-seok salía unas pocas veces con sus amigos y exponía su situación —y frustración—, pero la mayoría le decían que tenía una vida perfecta y absolutamente nada de qué quejarse. ¿Una esposa adinerada mientras él solo debía estar en casa y cuidar a su hija? Sonaba como el sueño perfecto de cualquiera, solo ser un mantenido con una vida hogareña parecía demasiado bueno como para que Gyeong-seok pudiera quejarse, y en efecto nadie lo entendía o peor, sería un idiota si tan siquiera pensaba en otras posibilidades. Poco a poco intentó solo aceptar su situación por el bien de su familia, pero a veces no podía evitar sentir algo muy doloroso en su pecho cuando Na-yeon intentaba acercarse a su madre y ella estaba muy ocupada o cansada como para asistirla. Lo habían hablado varias veces, incluso discutido acaloradamente, pero las cosas rara vez parecían cambiar, tanto así que Gyeong-seok solo se rindió de intentar y resultaba más desgastante pelear por lo mismo. Ya no habían argumentos ni discusiones como antes, ya solo quedaba aceptar las cosas tal y como eran y seguir apoyando a su hija en lo que más pudiera mientras dejaba que su madre la apoyara cuando tuviera la disponibilidad. 

—Na-yeon-ah, vamos a la cama, ya son las 9:30.

—Ay, papi… ¿A las diez?

—No, cariño, ya te di media hora más. Vamos, a dormir. —Na-yeon hizo un puchero y apagó la consola, siguiendo a su padre a su habitación, donde la arropó y besó su frente— ¿Estás cómoda? 

—Sí… ¿Mami viene tarde hoy? 

—Probablemente tuvo que quedarse en el hospital. 

—No la he visto en todo el día, solo en la mañana, y tampoco ha llamado… —Murmuró con un ligero puchero y Gyeong-seok suspiró. 

—Bueno, sabes que mamá–

—Trabaja muy duro, ya lo sé, pa… 

—Podemos intentar llamarla una vez más, para que le digas buenas noches. 

—No, déjalo. —Agarró su manta un poco enfadada y él acarició su cabello. 

—No te molestes con ella, ¿sí? Ella solo quiere que tengas lo mejor. 

—No quiero lo mejor, quiero a mi mamá. —Esos momentos eran justo los que hacían que el corazón de su padre se encogiera de dolor, preguntándose si era su culpa también el no poder darle lo que cualquier niña deseaba. Presionó sus labios, sin saber exactamente qué decir. 

—¿Quieres que te acompañe mientras duermes? —Na-yeon lo pensó un poco, pero luego asintió. Gyeong-seok apagó su lámpara y se recostó a su lado mientras ella abrazaba a su padre. 

—Papi… 

—¿Sí?

—¿Tú crees que mamá…? 

—¿Qué cosa? —La pequeña pensó antes de decirlo y solo se aferró a la camisa de su papá, creyendo que estaba mal sentir que su madre no disfrutaba estar con ellos. Ella solo estaba ocupada, quería lo mejor para los dos, era injusto creer que no la amaba tanto como su padre, pero su pequeño corazón no podía evitar sentirse de esa manera. 

—Mm, nada. 

—Puedes decirlo, cariño. 

—No, no, nada… —Gyeong-seok acarició su espalda y besó su cabeza, suspirando. 

—Bueno. Duerme bien, ¿sí? Mañana hay que levantarse temprano. 

—Sí, descansa tú también. Te amo. 

—Yo te amo más, nunca lo olvides, ¿sí? —Ella sonrió y apegó su mejilla a su pecho. 

—Nunca, papi. 

Él sonrió también y no tardaron mucho en caer dormidos, pero Gyeong-seok volvió a despertar cerca de la medianoche por oír la puerta de la habitación de Na-yeon abrirse y cerrarse. Talló sus ojos con cuidado y dejó a su hija dormir tranquila, besando su cabeza y saliendo del cuarto. Caminó hasta el suyo y pudo ver a su esposa saliendo del baño mientras él solo iba a su lado de la cama. 

—¿Cómo estuvo hoy? 

—Agotador… 

—¿Pediste horas extra? 

—Tenemos que pagar lo que queda de la casa y las lecciones de baile de Na-yeon, además de la cuenta de ahorros para la universidad, no podemos tocar eso. Iba a regresar a las diez, pero se complicó el bypass coronario del último paciente. 

—Ya veo. 

—¿Por qué dormías con Na-yeon? —Preguntó mientras buscaba su atuendo del día siguiente. 

—¿Hm? 

—Te he dicho que no estoy de acuerdo. Ya tiene ocho años, la vas a malcriar si lo haces demasiado. 

—Aún es una niña pequeña. 

—Sí, pero ya debe ir aprendiendo a hacer más cosas por su cuenta. No retrases su progreso. —Gyeong-seok suspiró, un poco molesto. 

—No juzgo tu manera de criar a nuestra hija, por favor no juzgues la mía. 

—¿Se supone que eso es ingenioso? 

—Solo digo… que no deberías trabajar tantas horas extra. No es necesario. 

—¿Quién pagará las cuentas, Gyeong-seok?

—Tu salario base es más que suficiente. No digo que dejes de hacerlas, solo deberías dejarlas un par de horas por semana, pasar más tiempo con Na-yeon. Ella te extraña. Intentó llamarte varias veces, durante la tarde, en la noche, antes de dormirse. 

—Quisiera poder dividirme, pero no puedo. Ojalá fuera tan sencillo como crees. 

—No digo que le contestes en el momento que llama. Entre cirugías tienes tiempo, devuélvele su llamada. Con solo que le digas buenas noches o que estás bien, ella tendrá. 

—¿Sí te das cuenta que vengo de una jornada de diecisiete horas y entro de nuevo a las seis de la mañana? No estoy en ánimos de discutir, llamaré, intentaré regresar temprano, pero debes entender también. 

—Sí… —Se recostó en su lado, respirando hondo y volteándose. Siempre era lo mismo; entender, entender, entender. Si en eso iba a terminar la conversación, mejor dejarlo así— En fin, buenas noches. 

Eun-seong lo miró y suspiró. Sabía bien que le gustaría tener más tiempo libre, estar menos cansada y rendir más durante el día, pero las cosas se volvían más complicadas de lo pensado. Ninguno de los dos se sentía comprendido por el otro. 

Un par de meses continuaron pasando con regularidad.

La señorita Cho se había ganado muy rápidamente el cariño de sus estudiantes, lo cuál era irónico al ser la profesora de una materia comúnmente difícil y pesada para algunos niños, pero su carisma y flexible personalidad, al igual que su paciencia y dulzura hacía que los pequeños incluso se interesaran en la asignatura al entender los temas con más facilidad. Los padres también estaban fascinados al ver que sus hijos comprendían mejor la materia y que ella igual mantenía el alto nivel requerido por las instituciones. Pronto logró hacerse amiga de algunas madres de sus estudiantes, incluso más con sus servicios de tutorías, y tal vez ella no lo notaba demasiado, pero cuando iba al patio a dejar a los niños a la hora de salida, algunas personas aprovechaban para admirarla en secreto. 

Joven, alta, preciosa, educada y buena con los niños, no era una persona que pudiera pasar desapercibida. Entre esas miradas encantadas, por supuesto que estaba la de Gyeong-seok. Intentó limitarse a solo mirarla cuando salía al patio acompañada del grupo de Na-yeon, pero conforme pasaban los días, llegaba unos cinco o diez minutos antes para observarla acomodar a los niños, ayudarles con sus mochilas o hablar con las madres. Tenía la ventaja de las ventanas polarizadas, o parecería un completo idiota babeando desde el auto por la hermosa profesora. No creyó estar haciendo algo malo, solo observaba de lejos, ni siquiera le había dirigido la palabra aún. Creía que era muy parecido a tener un crush embarazoso con un famoso o idol, no porque la admirara de lejos significaba que algo iba a pasar entre ambos, era ridículo pensar eso, y además, nada conveniente.

Na-yeon tenía sus clases extracurriculares de inglés los miércoles, pero a veces se quedaba jugando con sus amigas en el patio, entonces le pedía a su padre que la recogiera media hora después de las clases. Hyun-ju salía con su bolso luego de terminar un par de tutorías, pero en eso, vio que la niña tropezó al correr mientras sus amigos se acercaban y ella lloraba al haberse hecho una ligera cortada en su rodilla debido al adorno con el que había chocado, entonces también se acercó para asegurarse de que estuviera bien. 

—Na-yeon, déjame ver, linda. —Se inclinó y con cuidado estiró su pierna. 

—Señorita Cho, me duele… 

—Tranquila, no te preocupes. Ga-yeong, tráeme el botiquín, por favor —La niña asintió y corrió, trayendo pronto la caja de primeros auxilios. La profesora tomó un poco de alcohol y limpió alrededor antes de limpiar su herida— Esto puede arder un poco, ¿estás lista? 

—E-Eso creo… —Suavemente pasó el algodón sobre su herida y ella no pudo evitar soltar un quejido al sentir el alcohol entrar en su herida. En eso, Gyeong-seok se había bajado del auto, caminando hacia el patio, pero notó a su hija sentada en el suelo mientras algunos niños la miraban atentos y la señorita Cho parecía tratar su pierna. Ella miró la caja, notando las curitas y las suturas adhesivas, optando por la última. 

—Señorita Cho, ¿por qué no usa las curitas? Esos parecen stickers, no cubren la herida. —Preguntó uno de los niños. 

—Bueno, cuando estaba en el ejército y alguien tenía una cortada similar, debíamos cubrirla de este modo. ¿Notas que con una curita tu piel se humedece y se pone fea después de unas horas? —El niño asintió— Bueno, con las suturas dejas que la herida esté al aire y sana mucho más rápido… Ya estás, Na-yeon. 

—Oh…

—¡Señorita Cho! ¿Usted estuvo en el ejército? —Preguntó otra niña.

—Sí, hace varios años ya. Fui sargento. 

—¡Qué cool! No conozco a ninguna mujer que haya entrado al ejército. —Hyun-ju solo se limitó a sonreír con diversión y Na-yeon giró su cabeza, notando a su papá mirar la situación de lejos. 

—¡Papá! —La profesora miró hacia el lado mientras Gyeong-seok saludaba a su hija con su mano, entonces se levantó con el botiquín.

—Iré por tu mochila. —Hyun-ju regresó el botiquín a su lugar y tomó la mochila de la pequeña, la cuál estaba sobre uno de los bancos. Se acercó a ella y tomó ambas de sus manitas para que se pusiera de pie— ¿Puedes caminar? ¿Sí? 

—Sí, eso creo… —Pronto ambas se acercaron a la salida y Gyeong-seok se inclinó con una sonrisa al ver a Na-yeon con un pequeño puchero— Papi… —Ella lo abrazó y él acarició su espalda. 

—¿Qué pasó, cariño? ¿Estás bien? 

—Sí, solo me caí… 

—No te preocupes, ya iremos a casa, te sentirás mejor. —La pequeña asintió, mientras él besaba su cabeza y se levantaba. Hyun-ju sonrió con la escena y le entregó la mochila a su padre. 

—Aquí está su mochila.

—Muchas gracias, señorita Cho. —Al tomar el agarre, hubo un muy ligero y más que eléctrico roce de sus manos, pero claramente ninguno reaccionó visiblemente a eso— Despídete, Na-yeon-ah.

—Gracias, señorita Cho, nos vemos mañana. 

—Hasta mañana, linda. 

Los tres tomaron sus caminos. 

Gyeong-seok presionaba sus labios en un intento de no sonreír demasiado. Finalmente había intercambiado palabras con esa hermosa mujer, se sentía como un adolescente un tanto ridículo, pero no sabía cómo no estar emocionado ante tal hecho. 

Por otro lado, Hyun-ju caminaba hacia la estación de tren bien agarrada de las asas de su bolso, un poco nerviosa, un poco sonrojada. Nunca había visto al padre de Na-yeon tan cerca, era realmente atractivo y muy cariñoso con su hija, además de que usaba un fuerte perfume que la pondría sobre sus rodillas con demasiada facilidad. Le causaba curiosidad que supiera su nombre, ya que nunca se habían presentado, pero asumió que Na-yeon debió contarle sobre ella, lo cuál le parecía igual de dulce. 

—Joder, ya.

Se regañó en un muy bajo susurro mientras esperaba en la estación al darse cuenta de que no dejaba de pensar en ese hombre. Debía actuar como una profesional, que le gustara el padre de una de sus estudiantes sonaba tan patético como una trama de película porno barata. Además, el dilema moral existía.

Era un hombre casado.

Chapter Text

—Pa, tengo hambre… 

—Bueno, hice de cenar unos camarones salteados con kimchi y ensalada. 

—¡Ay, papi! ¡Lo hiciste porque a ti te gusta! Sabes que detesto los camarones, saben bien raro. —Gyeong-seok rio y suspiró. 

—Dales otra oportunidad, al rato te gusten.

—Qué malo eres… 

—A ver, entonces… Bueno, creo que podemos romper un poco la rutina. ¿Quieres que pidamos algo de comer? ¿Comida chatarra como personas malcriadas?

—¡Sí, sí, sí! ¡Sí quiero! —Aplaudió con emoción.

—Bueno, pero solo por hoy, ¿de acuerdo? ¿Qué quieres? 

—¡Sabes mi favorito, pa! 

—¿Una cajita feliz con nuggets de pollo y gaseosa?

—¡Obvio! 

—De acuerdo. Iré a comprarlo, quédate aquí. Regreso en veinte minutos, ya sabes, no le abras a ningún desconocido. 

—Ya lo sé, ya lo sé, ya estoy grande. —Hizo un puchero cruzando sus brazos y Gyeong-seok solo pudo sonreír divertido.

Fue a ponerse sus zapatos y su abrigo, saliendo pronto del edificio y subiendo a su auto para ir al restaurante de comida rápida más cercano. No tardó demasiado en llegar, era un pequeño centro comercial de paso, no estaba lleno, pero era hora de la cena, así que el lugar sí tenía algunas personas esperando por su comida. Hizo fila tranquilamente, mirando algunos videos en su celular mientras otros más también se formaban. Lo que no sabía en su distracción es que la señorita Cho estaba justo detrás de él, sacando su cartera de su bolso al estar decidida en qué ordenar. 

De ese accesorio color rojo oscuro, colgaba un diminuto llavero de la bandera trans, un regalo de su mejor amigo, algo muy recatado y bastante poco visible que la representaba y le gustaba mucho, pero un sujeto que hacía fila a su lado pudo notarlo, ya no le había quitado los ojos de encima desde que entró. Al ver el llavero colgar, frunció el ceño y observó a la chica con más detalle. Esa bandera no tenía sentido si ella era una chica, hasta que pudo llegar a la conclusión de que la mujer que veía posiblemente había transicionado. No habían pruebas visibles de su proceso, pero ese hombre le tomó desprecio tan solo por un pequeño accesorio, mientras empezaba a “verle” sus facciones masculinas, que en realidad solo era su cerebro queriendo justificar el sentimiento y sintiendo rechazo hacia sí mismo por sentirse atraído a una mujer trans, porque Hyun-ju ya había completado su transición y nadie la miraba extraño desde hace algunos años ya. El sujeto empezó a susurrarle a dos de sus amigos y pronto escuchó que su orden estaba lista, entonces caminó hacia el mostrador, empujando a la profesora con un poco de fuerza hacia adelante usando su hombro, sin disculparse. Hyun-ju extendió una mano para no caerse, apoyándose de la espalda de Gyeong-seok mientras ambos miraban con extrañeza al sujeto, ya que él también sintió el leve empujón cuando pasaba.

—Disculpe, ese tipo me empujó…

—No se preocupe– —En lo que se volteaba, sintió su corazón dispararse de la emoción al reconocer quién estaba detrás suyo, entonces sonrió— Oh, señorita Cho. 

—¿Señor Park? —Ella también sonrió, un poco apenada por haberlo empujado— Discúlpeme, creo que ese sujeto no veía por donde caminaba. 

—Está bien, no es su culpa, no se preocupe. —Notó que él era el siguiente en la fila y se movió a un lado— Pase usted. 

—Ah, no se preocupe, está bien. —Movió sus manos igual de apenada y él continuó sonriendo. 

—Por favor. 

—Mm… Bueno, muchas gracias. —Hizo una corta reverencia con un ligero sonrojo y caminó hacia adelante para pedir su comida. 

Pronto tomaron su orden y la de Gyeong-seok, entonces ambos esperaron en otra fila, teniendo una corta conversación. Nada muy especial, con él explicándole que Na-yeon tenía antojo de algo diferente y ella comentando que salía de dar tutorías a un chico que pronto entraría a la universidad. El pedido de Hyun-ju estuvo listo, entonces lo tomó y se despidió, siempre amable y sonriente mientras Gyeong-seok la miraba salir, siempre con ese firme sentimiento embarazoso de adolescente embobado. 

—¡Orden 246! —Repitieron una vez más detrás del mostrador y él parpadeó, yendo por su pedido. 

Hyun-ju caminaba tranquila con su bolso, tomando su camino a la estación de tren cuando escuchó un silbido. Decidió ignorarlo y continuar caminando, pero un hombre salió del poco iluminado callejón de donde estaba el centro comercial, metiéndose entre sus pasos. 

—¿Qué es lo que quieren? —Preguntó Hyun-ju con firmeza al ver que otros dos se le acercaban por detrás. 

—Es increíble lo mal que está este país, con fenómenos como tú caminando por las calles como si nada. —Ella presionó sus labios ligeramente, sintiendo aquella incomodidad que siempre la acomplejaba atacar con fuerza. Ya había pasado una considerable cantidad de tiempo desde que alguien se equivocaba con su género, no entendía por qué ahora alguien podría decir algo así, sin saber que todo había sido por su pequeño llavero, no por su apariencia. 

—¿Qué es… lo que quieren? 

—¿Crees que podemos dejar que enfermos como tú anden tan libremente? 

—¿Te sientes bien entrando a los baños de las chicas? ¿Acosándolas? Quién sabe qué tantas cosas les haces… y estás aquí como si nada. Qué envidia, eso es injusto... —Hyun-ju no dijo nada, solo miró a otro lado y lentamente dejó su bolso y su pedido en el suelo. 

—Aléjense de mí. Por su bien. 

—¿Por nuestro bien? —Rio incrédulo, acercándose a tomarla del cuello de su camisa— Vamos a romperte el hocico, puto de mierda. Y quién sabe… tal vez te demos de tu propia medicina. —Ella lo miró incrédula también; siempre los hombres, tarados y habladores.

Gyeong-seok salía al estacionamiento con su pedido listo caminando hacia su auto, pero en lo que abría la puerta, escuchó ruidos extraños, como quejidos y golpes. Frunció el ceño y buscó de dónde provenía el sonido, notando luego que venía del costado del restaurante, donde estaba Hyun-ju peleándose contra otros hombres. Se alarmó al ver como uno de ellos le daba un fuerte puñetazo a su rostro, entonces dejó el pedido sobre el asiento y cerró la puerta para ir a ayudarla, pero en lo que se volteó, pudo verla devolver un golpe aún más fuerte, dejando al hombre dando un par de tambaleantes pasos y cayendo al suelo noqueado. Otro la tomó por atrás de sus costados para detenerla, pero ella levantó su codo hacia atrás en un rápido movimiento, golpeando su nariz y tomando uno de sus brazos para chocarlo contra el contenedor metálico de basura. Al final solo quedó uno de pie, el cual tenía una navaja pequeña para atacarla. 

Hyun-ju lo miró con seriedad, posicionándose mientras él corrió hacia ella pero la profesora detuvo su ataque, tomando su muñeca y sosteniéndolo del cuello contra la pared, golpeando varias veces su mano contra el muro para que soltara la navaja y pronto así fue, forcejeando ambos. Gyeong-seok miraba la escena con sus ojos bien abiertos, más que fascinado por verla pelear profesionalmente con tres hombres sin sudar, ella claramente no necesitaba ningún apoyo. Notó como el otro sujeto intentaba quitársela de encima, empujándola un poco hacia atrás, pero Hyun-ju lo devolvió una vez más contra el muro, sosteniéndolo de nuevo con agresividad. Él no pudo evitar observar con un gesto de asombro lo bien que se veía esa siempre dulce y delicada mujer darle una lección a tipos poco honorables, era sorprendente; y muy sensual. Gyeong-seok miraba como su mano presionaba el cuello de ese hombre con un fuerte agarre sin dejarle escapatoria y relamió sus labios, mordiendo ligeramente el inferior. 

—Ay, mami, embárrame así contra la pared… —Al oír que sus pensamientos intrusivos ganaron, se cubrió la boca con ambas manos inmediatamente. 

Continuaron forcejeando por unos segundos más hasta que a ella se le ocurrió golpearlo con su rodilla en su entrepierna con tal vez demasiada fuerza, dejándolo inmóvil en el suelo mientras jadeaba, mirando a los lados y asegurándose de que ninguno intentaría otro movimiento, pero sintió el líquido caliente gotear por su barbilla. El hombre que había logrado golpearla debió tener un anillo, ya que le hizo una cortada a su labio. Se limpió con el dorso de su mano y suspiró, mirando la sangre y sabiendo que tendría que cubrir su herida con maquillaje para no alarmar a los niños al día siguiente. Lo que no sabía es que ese gesto tan simple había logrado alborotar las hormonas de Gyeong-seok a lo lejos, quien puso las manos sobre su rostro y soltó un ligero quejido emocionado, toda la escena fue demasiado sensual para su bobo corazón. 

—Dios mío, sosténme… —Susurró, sintiendo como su pecho iba a romperse de la emoción, pero en eso se regañó a sí mismo, se exigió mantener la compostura y no ser idiota, impulsándose a ir de inmediato con ella y asegurarse de que esté bien. Respiró hondo de manera rápida para componerse y cruzar el estacionamiento, acercándose a Hyun-ju— ¡Señorita Cho! 

—¿Señor Park…? 

—Estaba saliendo y escuché… ruidos… —Miró hacia abajo mientras caminaba hacia ella, notando a los sujetos lamentarse adoloridos sin poder moverse— ¿Está usted bien? ¿Qué sucedió? 

—Estoy bien, lamento preocuparlo. Creo que… intentaban robar o algo así. —Mintió, mirando a otro lado. 

—Ya veo… En ese caso, ¿deberíamos llamar a la policía? —Hyun-ju lo consideró un poco, sabiendo que tendría que decir la verdad a la policía sobre lo que pasó y si era honesta, no estaba interesada en que no tomaran el caso en serio, así que negó. De todas maneras, no parecía que pudieran moverse del suelo en un rato. 

—No, está bien. A veces no se toman muy en serio los robos. Igual no se moverán de aquí en un rato. —Sonrió simpática, recogiendo su bolso y su pedido del lugar donde los había dejado. Gyeong-seok presionó sus labios, ahora tendría que regresar a su casa con un labio roto. 

—Permítame llevarla a su casa. —Hyun-ju parpadeó y un ligero sonrojo apareció en sus mejillas, sonriendo.

—No, qué pena, no se preocupe. No me pasó nada grave, estoy bien. 

—Por favor, así al menos tendré la certeza de que llegó con bien. Además, su labio sigue sangrando. —Ella llevó su mano a su boca, tocando ligeramente el área afectada mientras él metía una mano en su bolsillo, sacando su pañuelo para entregárselo. Hyun-ju lo tomó, sintiéndose bastante tímida al poner la tela sobre su labio.

—No… quisiera molestarlo, debe estar ocupado. 

—Claro que no, por favor sígame. 

La profesora sonrió y asintió, entonces ambos caminaron al auto, con Hyun-ju subiéndose en el lado del copiloto e indicándole la dirección de su casa. Debía admitir que tenía un auto muy bonito, limpio y tenía un aromatizador bastante fresco, le gustaba mucho. Compartieron una tranquila charla como era usual, con ambos sintiéndose un poco tímidos sin querer demostrarlo. Se sentían muy atraídos por el otro a pesar de ser conscientes de que había una línea que no podía ser cruzada, pero a veces el sentimiento no era algo que se podía negar u ocultar solo con desearlo. Luego de unos quince minutos, llegaron a la casa de Hyun-ju. 

—Le agradezco mucho, señor Park, y… lamento la molestia. 

—Para nada, no se preocupe. 

—Espero tenga una bonita noche. Salude a Na-yeon de mi parte, ¿está bien?

—Por supuesto. Cuídese mucho, nos vemos luego. 

La profesora asintió de nuevo con una sonrisa y pronto bajó del auto. Gyeong-seok se aseguró de que entrara bien a su casa y pronto tomó la ruta hacia el edificio donde vivía. Mientras esperaba a que un semáforo cambiara a verde, suspiró audiblemente, apoyando su frente en el volante y sonriendo. Descubrir algo nuevo de Hyun-ju había sido muy interesante, era sorprendente para él verla derrotar a unos sujetos apenas con pensarlo. Presionó sus labios y entrecerró sus ojos, intentando no darle muchas vueltas al asunto, pero sabía que en verdad lograba sentirse atraído por ella. Aún así, trató de seguir excusando lo que sentía al verla, dándole la lógica de que solamente era una admiración platónica y embarazosa. Arrancó su auto y luego de un rato, regresó con su hija. 

—¡Pa! ¿Por qué tardaste tanto? Ya iba a preocuparme… —Hizo un puchero. 

—Lo siento, mi amor, es que me topé con tu profesora, la señorita Cho, y sucedió un pequeño problema. 

—¿Problema? —Preguntó mientras se sentaba en la mesa a comer y él sacaba el pedido de la bolsa. 

—Sí, alguien intentó robarla, pero ella los agarró a golpes, fue sorprendente. 

—¡Oh! ¿De verdad? 

—Sí, sí, sí, muy fuerte. —Describió con un destello en sus ojos, fascinado— Fue algo así como… la Mujer Maravilla, estuvo fantástico. 

—¡Qué cool! Debe ser por su entrenamiento. 

—¿Entrenamiento? 

—Sí, ella nos cuenta historias algunas veces de cuando estaba en el ejército. 

—Oh, ¿fue militar?

—Sipi. Nos contó que trabajó ahí algunos años cuando se graduó del colegio y también estuvo un tiempo en las Fuerzas Especiales, pero dijo que tuvo que salirse e irse a Tailandia, y ahí empezó a estudiar para ser profesora.

—¿De verdad? Vaya, eso explica todo… —Sonrió sorprendido como siempre y un poco intrigado por esa etapa de Hyun-ju— ¿Le gustaba ser parte del ejército? 

—Sí, dice que le gustaba mucho. Le hemos preguntado por qué se salió, pero no nos explica mucho, solo dice que se siente mucho más feliz siendo profesora. —Empezó a beber de su vaso y Gyeong-seok se quedó pensando un poco en eso. 

—Ya veo. 

—Hablando de eso…

—¿Hm?

—Es que, pa, estamos empezando a ver multiplicación y sumar con dos cifras, y… me cuesta mucho. —Admitió un poco triste— Algunos de la clase lo entienden bien, pero no sé por qué yo no logro comprenderlo. Es difícil con dos números, y multiplicar después de 3… es muy complicado. No quiero que mamá me regañe por una baja nota. 

—Entiendo, no te preocupes. Puedo hablar con tu madre para ver si podemos pagarte algunas tutorías y así vayas más preparada para tu próximo examen, ¿está bien? 

—¿Seguro? 

—Claro, ya verás que pronto lo dominarás bien. Ahora come, linda, que se te enfría. —Jaló suavemente su mejilla y ella asintió, un poco más aliviada con la idea. 

El día siguiente transcurrió con normalidad. 

Na-yeon asistió a la escuela disfrutando siempre con sus amigos y Gyeong-seok fue por ella a la salida. La pequeña corría como siempre a sus brazos y su padre la recibía con un beso y un abrazo, pero esta vez pudo ver como aquella alta profesora se acercaba al verlo. 

—Señor Park. 

—Señorita Cho. —Vio como ella metía su mano en su bolsillo y sacaba el pañuelo que le había dado el día anterior, perfectamente limpio y doblado, entregándoselo y haciendo una pequeña reverencia. 

—Le agradezco mucho su ayuda ayer. —Él no pudo evitar sonreír, tomando su pañuelo. 

—No fue nada. Me alegra ver que se encuentra bien. —Hyun-ju también sonrió— En realidad, ya que está aquí, quisiera preguntarle algo. 

—Sí, dígame. 

—A Na-yeon se le están dificultando un poco las matemáticas y quisiera que esté mejor preparada para cuando lleguen las pruebas. Quería preguntarle si tiene algún espacio disponible para que ella reciba tutorías. 

—Oh. Claro, uhm, déjeme ver un momento… —Sacó su teléfono y revisó su calendario rápidamente— Tengo un espacio disponible los viernes a las cinco de la tarde. ¿Le gustaría reservar ese horario? 

—Sí, está muy bien. Muchas gracias. 

—Con gusto. Nos vemos entonces, Na-yeon. —La niña sonrió y asintió. 

—¡Nos vemos! 

—Hasta luego, señorita Cho. 

—Hasta pronto. Vayan con cuidado. 

Hyun-ju los miró ir unos segundos, regresando luego con los demás mientras Gyeong-seok subía con su hija al auto. Iba a guardar su pañuelo en su bolsillo, pero al sostenerlo con sus labios para sacar su billetera y hacer espacio, pudo notar un dulce aroma desprendiéndose de la tela. Él parpadeó y lo sostuvo de nuevo con su mano. Notó que Na-yeon aún estaba ocupada en sus asuntos en la parte de atrás del auto, entonces aprovechó para apegar el pañuelo a su nariz, notando el aroma que tenía. Era suave y poco empalagoso, delicioso incluso, ya que se asemejaba a un postre de vainilla, sin saber si era más como helado o galleta, pero hacía su corazón latir de felicidad, le encantaba. 

La razón de ello podría tener un motivo inocente, pero tal vez no lo suficiente. Hyun-ju había lavado el pañuelo para que quedara impecable, secándolo, doblándolo y guardándolo en su bolso para devolverlo, pero no en cualquier lado, sino en el pequeño compartimento donde guardaba su loción y su perfume, dejando que se impregnara el aroma indirectamente. Sentía demasiado atrevido poner de su perfume en la tela, no era para nada adecuado, pero sabía que quería llamar un poco la atención de ese atractivo y amable hombre de alguna manera y tenía la oportunidad ahora, entonces lo guardó en el área donde sabía que tomaría el aroma. La diferencia solo era que su conciencia estaba limpia por no haber puesto intencionalmente su perfume sobre el pañuelo, pero la lógica siempre carecía de inocencia. 

Gyeong-seok estaba ido en el aroma, un platillo dulce, delicioso y apetecible venía a su mente. No había una imagen en específico en su subconsciente, pero su perfume le hacía preguntarse si así de bien olía de cerca Hyun-ju, su ropa, sus pertenencias, su piel, sus sábanas, tal vez simplemente era ella ese exquisito postre que se dibujaba en su mente con ese aroma. Envidiaría tanto al hombre que tenga ese acceso a ella. Muy en sus adentros lo sabía por más que lo negara: él quería ser el único en tener ese lujo. 

En eso, Na-yeon ponía su mochila al lado de su asiento y se ponía el cinturón de seguridad, cerrando la puerta. 

—Listo, pa, ya podemos irnos. —Vio que no la había escuchado, entonces se repitió— ¿Papi? —Notaba como tenía sus ojos cerrados y el pañuelo sobre su nariz, recordando que su profesora se lo había regresado. Alzó una ceja con cierta curiosidad, preguntándose si la tela tenía el característico aroma de la señorita Cho, ya que los niños siempre se acercaban a ella o la abrazaban, y tal vez a su padre le gustaba ese perfume— Papá. —Canturreó un poco pícara, finalmente sacándolo de sus pensamientos. 

—¿Sí? 

—¿Te gusta como huele la señorita Cho? —Los ojos de Gyeong-seok se abrieron alarmados y aclaró su garganta, abriendo el cajón del tablero y dejando el pañuelo doblado allí. 

—No sé de qué… hablas, cariño. ¿Ya estás? 

—Sí… ¿Qué tiene de malo? ¿No crees que ella es hermosa? Tiene que oler rico también. —Gyeong-seok presionó sus labios, encendiendo el auto y concentrándose en ver al frente, siempre siendo bastante incapaz de mentirle a su hija, más si sus ojitos redondos y brillantes miraban directo a su alma. 

—No… hagas ese tipo de preguntas, linda.

—Ay, papá, ¿entonces por qué olfateabas el pañuelo que te regresó? 

—Solo… olía a galletas. Me gustan las galletas. —Murmuró un poco nervioso y Na-yeon sonrió. 

—Sí, ella huele a galletitas recién horneadas, es un perfume delicioso. 

—Ya veo… 

Gyeong-seok jamás haría alusión a la belleza tan natural e incomparable de la profesora, algún comentario tonto o fuera de contexto podría llevarlo a su tumba, era mejor solo guardar sus pensamientos, o al menos mientras pudiera, porque cada vez que la miraba, sabía que se sentía más y más atraído a ella. 

El viernes en la tarde, Hyun-ju fue a la estación de tren para ir a dar las tutorías que tenía asignadas para Na-yeon. Su padre le había enviado su dirección, pero al estar cerca, parpadeó un poco sorprendida por el lugar. Comprendía que al vivir en las áreas de Gangnam todo era mucho más costoso y lujoso que en otras áreas de Seúl, incluido el colegio donde ella impartía sus lecciones, pero ese edificio era realmente alto, con una recepción hermosa y bien decorada, hasta podía ver la variedad de amenidades del lugar a lo lejos; piscinas, gimnasios, parques para mascotas, áreas de recreación y más dónde su vista no alcanzaba, realmente era un lugar sorprendente. No tardó en tomar el ascensor para subir al nivel 12, buscando por los pasillos el número de apartamento. Al estar en frente, apagó su teléfono y se miró en el reflejo, acomodando de manera perfecta su cabello y asegurándose de que su maquillaje estaba intacto, tocando luego el timbre. 

—Señorita Cho. 

—Buenas tardes. —Hizo una pequeña reverencia y Gyeong-seok sonrió. 

—Pase adelante. 

—Con permiso. —Dio un par de pasos al frente y se quitó sus zapatillas, poniéndose unas sandalias que estaban al lado especialmente para los invitados. 

—Na-yeon tiene todo preparado en el comedor. Si necesitan algo, solo hágamelo saber, ¿está bien? 

—De acuerdo, muchas gracias. —Hyun-ju caminó donde le fue indicado y vio a la pequeña sentada viendo televisión mientras la esperaba, sonriendo y levantándose de su asiento al verla, abrazando su cintura.

—¡Señorita Cho! 

—Hola, ¿cómo estás, Na-yeon? —Sonrió, dando suaves caricias a su cabello. 

—Bastante bien. Ya tengo todo listo, espero poder entender bien las feas sumas. —Hizo un puchero y Hyun-ju rio bajo.

—Ya verás que pronto lo vas a lograr. 

Ambas se sentaron en el comedor y Hyun-ju sacó una libreta y lapicero de su bolso. Poco a poco le explicaba a Na-yeon como hacer los procedimientos, empezando con sumas de una cifra para luego pasar a los ejercicios de dos cifras. 

—Es que, mm, eso no lo comprendo. Si me da más de diez, ¿dónde lo pongo?

—Intentemos con este, 25 más 18. Primero, 5 más 8, ¿cuánto es? 

—Mm… 13. ¡Pero ese 1 siempre me estorba para todo! —Hyun-ju rio un poco. 

—Pongámoslo de esta manera. Digamos que el número de arriba siempre tendrá un bolsillo, un espacio chiquito para que pongas ese 1 que estorba mucho. Lo guardamos en el bolsillo del número 2 del 25 y ya solo queda el 3 abajo. Ahora vamos con el siguiente, ¿2 más 1? 

—3.

—¿Más el 1 que está en el bolsillo? 

—Mm… ¿4? 

—Sí.

—Entonces, ¿da 43? ¿Lo hice bien?

—Así es. —Na-yeon sonrió amplio, dando aplausos emocionada.

—¡Ay, qué genial! Otro, otro. 

—Muy bien, intenta este, 67 más 28. 

—Está bien. 7 más 8… —Usó sus deditos para hacer la cuenta— 15. Pongo el 1 en el bolsillo y el 5 abajo. 6 más 2, 8, más el bolsillo, 9. ¿95? 

—Sí, muy bien. Lo lograste. —Hyun-ju sonrió, porque por supuesto que era mucho más feliz cuando sus estudiantes comprendían bien la materia. 

—¡Finalmente, sí! 

—Creo que ahora puedes hacer la práctica del libro. Haz la página 61, y dime si necesitas ayuda en algo, ¿de acuerdo? 

—¡Sipi!

Na-yeon estaba emocionada por comprender la suma y Hyun-ju esperaba a que terminara su práctica. Luego continuaron con las multiplicaciones. Sus tutorías terminaban a las siete de la noche, pero terminaron unos minutos antes. Ambas hablaban sobre un drama nuevo que salió mientras arreglaban un poco la mesa, pero en eso Gyeong-seok les llevó la cena, una sopa de fideos de arroz, verduras y pollo salteado, acompañado de rábano encurtido y kimchi a un lado. 

—Uh, ¡gracias, papi! —Sonrió la pequeña empezando a comer, pero Hyun-ju vio que también le ponía un plato a ella y sintió el calor invadir su rostro. 

—No, señor Park, no se preocupe, me apena mucho… —Gyeong-seok sonrió, poniendo los palillos a un lado de su plato.

—Por favor. Espero que lo disfrute. —La profesora sonrió con timidez también, suspirando. 

—Está bien, se lo agradezco mucho… 

Él se retiró más satisfecho al ver que aceptaba la comida y Hyun-ju miró el plato. No iba a negar que había detectado el aroma hace un rato y su estómago rugía por lo bien que olía, y ahora la presentación del platillo solo abría más su apetito, realmente se veía delicioso. Tomó los palillos y llevó un trozo de pollo con fideos a su boca, sintiendo el sabor en su paladar. Cerró sus ojos, sonriendo y disfrutando de la sopa. Al estar siempre ocupada, sus almuerzos eran tal vez demasiado básicos, comida de tiendas de conveniencia, comida rápida o congelada, además de que sabía que cocinar no era realmente su fuerte. Había pasado un largo tiempo desde que comió algo casero, y si era honesta, el platillo estaba más que bueno. 

—Señorita Cho, ¿está todo bien? —Preguntó Na-yeon al verla un poco ida en sus pensamientos, comiendo del pequeño plato de rábanos. 

—Sí, yo… Es que realmente está delicioso. ¿Tu padre siempre cocina así? 

—¡Sip! Papi cocina riquísimo. Mis amigos siempre dicen lo mismo también, les gusta venir a comer la comida de papá. Creo que tengo mucha suerte, ¿verdad? —Rio Na-yeon, orgullosa de su papá y Hyun-ju asintió, comiendo hambrienta. 

—Tienes muchísima suerte, sí. 

Hyun-ju se dedicó a saborear cada bocado, pensando en que su madre podría haber tenido razón: la buena comida alimentaba el corazón también. No sabía cuándo comería algo tan delicioso otra vez, así que era mejor aprovecharlo al máximo. Una vez terminó, suspiró satisfecha y fue a dejar los platos a la cocina, donde él guardaba los que había usado. Hyun-ju iba a acercarse a lavarlos, pero Gyeong-seok los tomó. 

—Permítame. 

—Yo los lavo, no se preocupe.

—Es mi invitada, ¿cómo la voy a hacer lavar platos? —Negó y Hyun-ju solo pudo sonreír con el ligero sonrojo tímido que siempre adornaba sus mejillas cuando estaba cerca de él. 

—Está bien, solo porque insiste. —Ambos rieron un poco y la profesora lo miró— Uhm, ¿usted hizo la cena, señor Park? 

—Sí, ¿por qué? ¿No le gustó? ¿Le faltó algo? —Al ver su gesto alarmado, Hyun-ju no pudo evitar reír y negó.

—Al contrario. En verdad estaba delicioso, no recuerdo la última vez que comí algo así. Me encantó. —Admitió un poco avergonzada, pero aquél halago había llenado de felicidad el corazón de Gyeong-seok, sonriendo ampliamente.

—Bueno, me alegra mucho oír eso. La próxima semana con gusto puedo prepararle su platillo favorito. —Murmuró con un muy ligero tono coqueto mientras lavaba los platos, el cuál había sido captado por Hyun-ju, pero creyó que solo había sido parte de sus delirios. 

—¿C-Cómo cree? Qué pena, de verdad… —Rio juntando sus manos y frotándolas con nerviosismo. 

—Entonces, ¿no me dirá qué quiere cenar el otro viernes? 

—Yo, ehm…

—No será ningún problema, igual cocinaré para usted. —Hyun-ju no podía dejar de sonreír, realmente le gustaba como sonaba eso. 

—Bueno… me gusta mucho el bulgogi con verduras. —Miró a otro lado, dando finalmente una respuesta y Gyeong-seok asintió, secando los platos. 

—Perfecto. Eso será.

Chapter Text

Los viernes comenzaban a pasar con regularidad. 

Na-yeon tenía sus tutorías con Hyun-ju y Gyeong-seok preparaba platillos deliciosos para la profesora que tanto lo hacía suspirar. Al inicio, él le daba espacio a ella y a su hija para no incomodarla o algo así, pero conforme pasaban las semanas, los tres compartían la mesa, viendo alguna serie o película mientras cenaban. Hyun-ju le mencionaba que se sentía un poco apenada por sobrepasar los límites profesionales de sus tutorías, pero Gyeong-seok siempre le aseguraba que tanto su hija como él disfrutaban mucho su compañía y que no había ningún problema en que se quedara un rato más luego de las tutorías compartiendo con ellos. Con eso en mente, ambos se hicieron un poco más cercanos, al menos ya no parecían adolescentes tímidos y patéticos cada vez que se miraban a los ojos. 

Era poco decir que Hyun-ju estaba contenta. Realmente disfrutaba pasar tiempo con los dos, hacerlo llenaba su corazón de felicidad, añadiéndole el hecho de que podía conocer incluso más a Gyeong-seok. Era un hombre en verdad amable, siempre amoroso y atento con su hija, caballeroso y por supuesto que cada platillo que le preparaba llenaba su alma de manera increíble. Sabores deliciosos y sensaciones únicas en su corazón, lo adoraba y salía más que sonriente de esa casa cada viernes. Hyun-ju no le veía lo malo a sentirse atraída a Gyeong-seok, era algo normal, un fuerte sentimiento que tenía lógica para ella si ese hombre era tan fuera de lo común. No iba a actuar fuera de sí misma, sabía bien que era una adulta y que él estaba casado con una vida más que construida, nada iba a pasar entre ambos, pero su amistad podría ser suficiente para ella. 

Si era honesta, envidiaba mucho a la esposa de Gyeong-seok, él era tan perfecto y claro que podía imaginarse lo maravilloso que debía ser tenerlo como esposo, aunque era muy curiosa la situación. En todo ese tiempo que llevaba trabajando en la escuela, nunca había visto a la madre de Na-yeon. En las reuniones y eventos escolares solo estaba él, y en su casa, tampoco parecían haber señales de la mujer. La niña tampoco mencionaba demasiado a su madre y Gyeong-seok nunca estaba ni cerca de tocar el tema, además de que en su foto de perfil, solo estaba él y Na-yeon compartiendo un abrazo. Si no fuera porque él tenía un anillo en su mano, podía jurar que no estaba casado y Hyun-ju no lo entendía. Podría ser que la madre trabajaba mucho, y eso lo podía comprender, pero no estar en momentos importantes de la escuela y no dar señales de siquiera apoyarla en casa era bastante extraño. Puede que no lo entendiera porque ella misma jamás se despegaría de Gyeong-seok si él fuera su esposo, tan guapo, tan educado, tan maravilloso y Na-yeon era tan dulce, llena de vida y energía que era imposible no encariñarse rápidamente de ella. Sabía que nada del asunto familiar era su problema, pero igual no dejaba de parecerle extraño. 

Na-yeon, además de sus clases de inglés, llevaba natación los jueves después del horario regular. Gyeong-seok la esperaba afuera en su auto, pero le pareció extraño que tardara tanto, entonces bajó y buscó entre los niños que corrían por el patio, pero no veía a su hija. Le permitieron entrar a buscarla y se dirigió al salón donde siempre solía estar solo para asegurarse, pero estaba vacío, entonces se dirigió al complejo olímpico donde estaban las piscinas, pero tampoco parecía haber algún grupo, solo una persona parecía estar usando las instalaciones en ese momento. Tuvo la intención de acercarse a preguntar dónde estaba el grupo del día, pero sonó un teléfono. Al ver que del agua se asomaba el rostro de su profesora favorita, sintió más confianza en ir a preguntar, pero sus pies se detuvieron en seco antes de acercarse al verla subir las escaleras de la piscina. 

Parpadeó lentamente un par de veces viendo asombrado su definido cuerpo de espaldas. Tenía un bañador deportivo de color violeta ligeramente ajustado, ya que era difícil para ella encontrar de su talla, pero cumplía la tarea a la perfección, ya que delineaba cada curva de su cuerpo y mantenía todo justo en su lugar. Gyeong-seok la miraba de pies a cabeza, sin dejar de admirar sus largas y tonificadas piernas, subiendo por sus caderas y cintura, que creaban una armonía perfecta en su cuerpo, pero al ella voltearse para ir a su bolso, él abrió sus ojos con más sorpresa, viendo por primera vez el gran tamaño de sus pechos. Al ella nunca usar ropa demasiado ajustada o escotada, no era sencillo imaginar con certeza cómo sería el cuerpo de la hermosa profesora, pero en realidad le parecía sorprendente que algo así siempre se mantuviera oculto bajo ropa, aunque muy bonita, nada reveladora. Respetaba mucho el que no quisiera mostrar su cuerpo, era suyo, por supuesto, pero aún seguía más que boquiabierto por lo tremendamente sensual que era, casi babeando como idiota, no lo hubiera imaginado nunca de esa manera. 

En eso, no tardó en darse cuenta de que Hyun-ju podría verlo a él y a su gesto nada decente, entonces miró a los lados, retrocediendo muy lento para no llamar su atención mientras ella observaba su celular, pero en lo que daba pasos hacia atrás, chocó contra una pequeña boya de para piscinas, causando que el resto de elementos para entrenar se cayera e hiciera un escándalo. Su cara se volvió pálida y solo se alejó tan rápido como pudo, no iba a permitir que ella pensara que era un pervertido. Hyun-ju escuchó el ruido de las cosas caerse y levantó su mirada, preguntándose si había alguien en la entrada. Encogió sus hombros al no ver a alguien cerca y volvió a lo suyo, dejando el celular en su lugar y aprovechando que no había nadie para dar un pequeño clavado de vuelta en la piscina. 

Gyeong-seok caminaba otra vez a la salida, con las manos en su cara y negando, principalmente rezando porque Hyun-ju no lo haya visto y también por haber hecho tanto ruido a la hora de regresar, además de no poder borrar de su mente la sorprendente figura de la profesora. 

—Maldita sea, ya, ¿acaso tienes quince…? —Dio suaves palmadas a sus mejillas cuando sintió la temperatura subir en todo su rostro. 

Al salir de nuevo al patio, pudo ver a su hija y al resto de su clase jugar. Na-yeon tomó su mochila y lo abrazó, tomando su mano y despidiéndose de sus amigas. 

—Papá, ¿qué hacías adentro? 

—Bueno, es que te esperé un buen rato y no salías, así que fui a buscarte. 

—Pero hoy es miércoles, pa. 

—Sí, me equivoqué, pensé que hoy era jueves. —Rio apenado. 

—Oye, te veo… rojo, ¿estás bien?

—¿Rojo…? —Presionó sus propios labios con ligero nerviosismo. 

—Sí. ¿Estás enfermo? ¿Tienes fiebre? 

—No, cariño, solo, eh… No lo sé. —Volvió a reír con pena, ayudándola a subir al auto mientras Na-yeon estaba un poco confundida.

La tarde pasó con regularidad.

La pequeña hacía sus tareas como siempre y Gyeong-seok ordenaba un poco la casa, limpiando las ventanas, lavando y doblando un poco de ropa, preparando la cena, nada fuera de lo usual, a excepción de esos pensamientos y memorias que venían a su mente de la preciosa Hyun-ju y su cuerpo nada ordinario. A veces solamente se quedaba ido entre lo que sus ojos habían visto, como una reproducción en cámara lenta. Observarla salir de la piscina y como sus caderas se movían lentamente con cada paso de la escalera, el agua deslizando por todo su cuerpo, lo hermosa que se veía con su cabello mojado y su rostro sin maquillaje mientras las atrevidas y resbalosas gotas de agua bajaban por su cuello, haciéndose camino y metiéndose entre sus voluminosos pechos. Ya en su cama, con el día terminado y estando solo, puso las manos en su cara, incrédulo de que algo así pudiera pasarle y tan emocionado, tan feliz de haber sido él y tener esa fortuna de verla en su traje deportivo. 

—Bueno, pero ya… Ya estuvo, es muy tarde. 

Apagó la lámpara y negó, regañándose mientras se envolvía en sus sábanas y hundía su cabeza en la almohada, tratando de conciliar el sueño al mismo tiempo que no dejaba de pensar en ella, quedándose dormido luego de un rato. Lo que no sabía es que su subconsciente le jugaría varios trucos al descansar. 

—Gyeong-seok. —Él gruñó somnoliento al escuchar a alguien llamarlo y se removió— Gyeong-seok. 

Parpadeó lentamente para abrir sus ojos, aclarando su vista poco a poco hasta distinguir la silueta de la profesora de su hija sobre él, sentada en sus piernas e inclinada hacia adelante para observarlo mejor, acariciando su mejilla mientras descansaba. Por supuesto que se sorprendió al verla, más si estaba con ese ajustado conjunto deportivo sobre él, en su cama. 

—¿Hyun-ju…?

—Creí que nunca despertarías… —Sonrió coqueta, repasando su pulgar sobre su piel suavemente. 

—¿Qué estás… haciendo aquí? 

—Lo siento, ¿te incomodo? 

—No, no, no, para nada, no pienses eso. —Se sentó para acercarse más a ella y acariciar su cintura sin demasiada pena— Es solo que… me sorprende que estés aquí. 

—Bueno, la verdad es que no podía esperar más para verte. —Murmuró sonriente, acercándose a sus labios para susurrar sobre ellos— Está… mal, ¿cierto? ¿Crees que deba irme? 

—No, claro que no. Por favor, quédate. 

—Pero… no eres mío, Gyeong-seok. No deberíamos hacer esto. 

—¿Quién ha dicho que no soy tuyo? —Hyun-ju alzó una ceja, acariciando ambas de sus mejillas esta vez. 

—¿Por eso es que me mirabas así mientras nadaba?

—¿Me viste? 

—Por supuesto, ¿crees que no te iba a notar? —Rio coqueta— Me alegra que te haya gustado tanto lo que veías… 

—Eres preciosa, Hyun-ju, realmente… —Murmuró mientras sus manos se movían de arriba abajo para acariciarla y sus ojos la exploraban de cerca, observando bien todo aquello que vio de lejos— eres divina. 

—Me vas a hacer sonrojar… —Sonrió, mostrándose más que feliz por oírlo mientras bajaba sus manos para guiar las de él, subiéndolas a sus pechos— Con tanto que mirabas, creí que te atreverías a tocar un poco más…

—Lo siento, yo… pensaba que tal vez debía invitarte a un café primero. —Hyun-ju rio, observando sus labios.

—Vamos por un café luego de esto, ¿te parece? 

Gyeong-seok asintió con sus ojos brillando de emoción mientras veía como ella se acercaba a besar sus labios. De inmediato cerró sus ojos, disfrutando de la suave textura tal como la imaginaba, cálidos y esponjosos sobre los suyos. Al mismo tiempo que sus manos masajeaban sus pechos con algo de fuerza, Hyun-ju ponía una mano tras su cuello, besándolo con más intensidad mientras él solo estaba allí, más que dispuesto a hacer lo que ella quisiera, porque para eso estaba, para complacerla en lo que pidiera. La profesora movía sus caderas para estar sobre las de su querido admirador, rozándose suavemente contra él mientras le seguía el ritmo. Sus manos bajaron a su pijama, quitando los botones uno a uno mientras bajaba a besar su cuello, soltando pequeños sonidos satisfechos al mismo tiempo que recorría su cuerpo con sus manos. Él cerraba sus ojos, sintiendo y disfrutando de sus besos con lamidas suaves, moviendo sus caderas contra ella. El estímulo sobre la ropa en esa delicada área la hacía jadear y continuar con sus hambrientos besos, mordiendo su piel y sacando gruñidos fuertes de su boca. Él adoraba por fin tener a esa hermosa mujer solo para sí. 

—Eres tan guapo, tan perfecto… Te quiero solo para mí, todo para mí. —Pidió, apegada totalmente a su cuerpo mientras bajaba una de sus manos para masajear entre sus piernas. 

—Aquí me tienes, linda. 

—No, solamente para mí, Gyeong-seok. No quiero que nadie más te tenga de nuevo. Nadie, nunca. —Volvió a pedir casi como una orden, mordiendo su labio mientras sacaba su miembro de su pantalón para masturbarlo, pero él tomó su cintura para recostarla en la cama, separando sus piernas con sus manos al mismo tiempo que devoraba su boca con hambre y movía sus caderas contra ella, rozándose sobre su área más delicada aún sobre el bikini deportivo. 

—Soy solo tuyo, preciosa. Estoy aquí solo para ti, para lo que tú me pidas. —Se movió presionando su clítoris mientras ella gemía suavemente con una sonrisa, subiendo sus manos para aferrarse a su espalda. 

—Entonces, tómame. Duro, fuerte, como tú quieras. Te quiero dentro de mí, todo de ti, ahora. —Ella también se movió a su ritmo para sentirlo y Gyeong-seok sonrió más que emocionado, volviendo a besarla. Sus manos fueron a los tirantes de su sostén para bajarlo, pero escuchó como ella llamaba a su nombre— Gyeong-seok… 

—Dime, linda. 

—Gyeong-seok…

—¿Qué sucede? Dime… —Susurró suavemente sobre sus labios para unirlos una vez más, pero ella solo sonrió, acariciando sus mejillas mientras lo miraba. 

—Gyeong-seok…

No comprendía con exactitud por qué lo llamaba tantas veces, pero la escena progresivamente se desvanecía hasta que todo tuvo sentido, sintiendo pronto como una almohada chocaba en su cabeza, escuchando el reclamo molesto de su esposa mientras ella se levantaba de la cama fastidiada. 

—¡Gyeong-seok!

—¿Pero qué…? 

—No puedo creer que a estas alturas te pongas así, literalmente a las dos de la mañana. ¿Acaso eres un mugroso adolescente? —Él parpadeó más que confundido ante sus quejas, aún volviendo en sí cuando miró hacia abajo y se agarró de sus cabellos con una mano. Tenía una dura erección bajo sus pantalones producto del maravilloso sueño que poco a poco volvía a sus recuerdos. 

—Yo… lo siento, en verdad. No era mi intención, solo estaba–

—Es increíble, en serio. Sabes bien que mañana tengo un seminario a las ocho y, diablos, de verdad que no cooperas con nada. —Murmuró molesta, tomando su almohada y su manta.

—Eun-seong, en serio solo dormía, no quise–

—Sí, sí, como sea. Déjame dormir. 

Ella caminó fuera de la habitación para ir a dormir sola a la de invitados, mientras que Gyeong-seok escuchaba el ligero portazo y miraba hacia abajo de nuevo, suspirando y sintiendo sus mejillas enrojecerse. Por un lado, se sentía bastante mal por tener un sueño húmedo como todo un puberto sin control al lado de su esposa, a la que realmente nunca le había hecho demasiada gracia ese tipo de fantasías. Por otro lado, no podía creer que su mente hubiera elaborado tan bien una escena detallada de la señorita Cho pidiéndolo a él con desesperación, a punto de tener sexo. Sin poder evitarlo, una sonrisa traviesa se formó sus labios mientras volvía a recordar desde el inicio ese particular sueño. 

Tan hermosa con su voz tan suave, su cuerpo perfecto moviéndose contra él y sus visiblemente deliciosos y llenos labios sobre los suyos, sobre su piel mientras su traviesa mano lo acariciaba. Bajó la suya con la intención de aliviar esa alta temperatura que lo estaba matando, pero cerró sus ojos con fuerza, negando al sentir un rayo fugaz de lucidez y culpabilidad. No podía masturbarse con un sueño caliente que tuvo con la hermosa profesora de su hija. El solo pensar en ella, tan dulce y bonita, le hizo sentir como un puerco asqueroso, pero se preguntaba qué podía hacer ahora. Estaba demasiado excitado y esos recuerdos lo torturaban tan bien, de verdad quería aliviarse, aunque fuera solo una vez y ya. Miró su pantalón, respirando hondo y negó de nuevo, volteándose boca abajo y abrazando su almohada, soltando quejidos frustrados. 

—No… No puedo hacer eso. ¿Qué clase de enfermo sería…? No así, jamás con ella. 

Se obligó de alguna imposible manera a conservar la calma e ignorar el ardor entre sus piernas mientras daba incesantes vueltas en su cama con la intención de poder seguir durmiendo. No le parecía algo perdonable el siquiera imaginarla de ese modo si apenas comenzaban a ser amigos, se sentía como un adolescente con cero autocontrol. 

Ahora se acercaba lo más irónico de toda la situación. En algunos kilómetros de distancia, mientras estaba durmiendo en la comodidad de su casa, alguien más había tenido el mismo sueño tentador, como si de alguna manera el destino o el universo los hubiera conectado, pero al no ser interrumpida por nadie, Hyun-ju pudo disfrutar a plenitud el resto de la fantasía creada por su subconsciente, siendo despertada casi al final por su propio excitado cuerpo pidiendo atención. Jadeaba con algo de fuerza, parpadeando al ver que todo había sido producto de un maravilloso sueño solamente. Gruñó con tristeza, sabiendo que nada había sido real, pero su cuerpo ardía sin control sin importar la circunstancia, sintiendo su ropa interior mojada al cruzar sus piernas. Debido a su misma calentura, no lo pensó demasiado y tomó una de sus almohadas, poniéndose sobre sus rodillas y quitando sus bragas de en medio para poder colocar la almohada entre sus piernas, empezando a rozarse contra ella. 

Llevó una de sus manos a sus pechos bajo su camisa y masajeó el pezón con poca delicadeza, cerrando sus ojos y volviendo a recordar el sueño, ya que sabía que era a lo más que podía aspirar con ese hombre. Estar sobre él, besarlo, desnudarlo y dejarle claro que lo quería solo para ella. La manera en la que él la tomaba con firmeza, separando sus piernas para estar entre ellas, sentir el calor de sus manos presionando sus muslos para sentirlo contra ella la hacía gemir, moviendo sus caderas con más velocidad. 

—Señor Park… 

Aquél sueño había continuado con Gyeong-seok finalmente deshaciéndose del sostén deportivo de la joven profesora, bajando a besar su cuello mientras sus manos masajeaban sus pechos hasta que su boca se encargó de ellos. Hyun-ju movió su bañador a un lado para poder sentirlo, húmedo y duro contra toda su feminidad. El solo deseo de poder sentirlo tal como en su sueño, sentir su boca devorándola, la idea de su aliento chocando contra su piel y su miembro presionando con insistencia queriendo penetrarla provocaba un deseo demasiado fuerte en la joven chica. Con su mano libre sostuvo la almohada, gimiendo con más intensidad mientras sentía el masaje en aquél punto externo tan delicado. 

—Señor Park… Señor Park… 

Pedía con voz deseosa al hombre en su fantasía, anhelando saber qué se sentía tenerlo en su cama, sobre su cuerpo y solamente para ella. No había pensado demasiado en esos escenarios, pero justo ahora no podía formular otro pensamiento que no fuera él tomándola, besándola y haciéndola gemir hasta que no se conociera a sí misma. Entre más se concentraba, su cuerpo subía más de temperatura, frotándose constantemente con la idea de que él la atendía tal como lo deseaba, que no la dejaba escapar de sus brazos y que estaba tan adentro de ella que rozaba su vientre. Sus piernas comenzaron a temblar excitadas, marcando el inicio de su orgasmo mientras su boca se abría y pronunciaba el nombre de ese sujeto que incluso la hacía gemir en su ausencia. 

—Park Gyeong-seok… 

Jadeó más que agitada, aferrada con su mano a su almohada, que ahora estaba completamente húmeda luego de los fuertes espasmos que se apoderaron del cuerpo de Hyun-ju. Su vista se nubló, dejándose caer lentamente en la cama al sentirse satisfecha, quedando tal y como fuera. Parpadeó lento con su cabello sobre su rostro, aún tratando de recuperarse del orgasmo. Su vista se perdía cada vez más, a punto de volver a dormir con su cuerpo sumamente relajado después de ese fuerte choque de éxtasis, pero en lo que caía rendida, un ligero toque de culpa logró alcanzarla apenas. 

—¿Qué fue… lo que hice…?

Murmuró mientras sus ojos se cerraban, volviendo a dormir y ahora con más pesadez y relajación gracias al clímax que alcanzó su cuerpo. Es posible que el calor del momento y poder tener ese maravilloso sueño no la dejó pensar claro sobre cómo actuar, pero su cuerpo sin duda había quedado satisfecho y feliz. 

Horas después, ambos intentaron no darle tantas vueltas al asunto, continuando con la rutina como era usual y tratando de que esos recuerdos no los afectaran demasiado. Hyun-ju estaba afuera con una pequeña libreta en frente de un camión escolar, ya que los niños irían a una gira, entonces debía listar a los estudiantes que tenía a cargo para asegurarse de que ninguno le faltaba. 

—¡Adiós, papi! —Se despidió Na-yeon corriendo con su mochila al camión para hacer fila. 

—Cuídate, cariño. 

En lo que la pequeña corría, levantó su mirada y vio a Hyun-ju tomar nota de los chicos, dejándolos pasar uno a uno hasta que ella giró su vista un momento y lo miró. En el momento que sus miradas se conectaron, sintieron un frío congelante recorrerles la médula, acordándose de inmediato del espectacular sueño que los había unido en la madrugada. Gyeong-seok fue el primero en saludarla con su mano y sonreír, cosa que Hyun-ju repitió como un reflejo mientras ambos se sentenciaban mentalmente con el mismo pensamiento. 

Actúa normal, por un demonio. 

Ambos se voltearon al mismo tiempo para seguir con sus asuntos, sintiendo que el rostro se les caía de lo ardiente que estaba. Gyeong-seok no se podía perdonar el haberla soñado de esa manera por desearla tanto y la culpa era peor para Hyun-ju, recordando que no hace mucho se tocaba pensando en él. 

—Señorita Cho, ¿encontró mi nombre? —Preguntó su estudiante al ver que tardaba en dejarlo pasar. 

—P-Perdón… Sí, Cheol, puedes subir. 

Una vez los niños estuvieron listos, partieron hacia uno de los lugares históricos más importantes de Seúl, donde les explicaban a los pequeños la importancia del legado cultural y les mostraban cada rincón del sitio. Luego, los llevaron a almorzar para seguir con la actividad y regresaron unos veinte minutos después de la salida habitual como estaba planeado en uno de los comunicados para el hogar. Hyun-ju cumplía diligentemente con entregar cada niño a su encargado como era costumbre hasta que poco a poco se vio vacío el lugar, quedando una niña: Na-yeon. Algunos profesores iban despidiéndose de su compañera mientras ella esperaba a Gyeong-seok junto con la pequeña, le parecía extraño de él llegar tarde a recoger a su hija, pero pensó en algún inconveniente que pudo haber tenido, con esperar un poco de más no sucedería nada malo. 

—Hasta mañana, nos vemos. —Se despedía la directora de la institución del personal, notando a ambas sentadas en los bancos de afuera teniendo una pequeña conversación— Oh, chicas, es un poco tarde, pensé que ya estarían en casa. 

—Solo esperamos que vengan por Na-yeon. 

—Ya veo. Bueno, si tardan mucho, puedes ir a llamar a sus padres. No teníamos ningún aviso sobre los chicos de hoy quedándose tiempo extra. 

—Esperaremos un poco más y luego llamaré, no se preocupe, directora Jang. 

—De acuerdo, me avisas si sucede algo. Cuídense mucho, las veo mañana. 

—Hasta mañana. —Respondieron ambas despidiéndose con su mano y luego Hyun-ju miró a la pequeña. 

—¿Estás preocupada por tu papá? Puedo llamarlo ahora si quieres. 

—Es solo que papá hoy no viene por mí, es mamá. Papá iba a visitar a mi abuela hoy, que vive en Busan. 

—Oh, ya veo. ¿Quieres que llame a tu mamá, entonces? 

—Puede intentar si quiere, pero es más fácil esperar. No contesta casi nunca, debe estar en el hospital ocupada. —Movió sus pies en el aire, mirando el césped bajo ellos y Hyun-ju presionó sus labios. 

—Bueno, esperemos un poco más y luego intentaré llamar. 

Los minutos pasaban, siendo cercanas las 4:30 mientras habían regresado de la gira a las tres. Hyun-ju no esperó más y tomó su celular, pidiéndole a Na-yeon que marcara el número de su madre. Tal como la pequeña había anticipado, nadie contestó ni su teléfono ni su oficina, entonces la profesora no tuvo más alternativa que llamar a su padre, quien se mostró un poco confundido al ver que ella llamaba. 

¿Hola?

—Señor Park, buenas tardes. Espero no interrumpirlo. 

No, para nada. ¿En qué puedo ayudarle? 

—Sucede que Na-yeon sigue aquí en la escuela. Me dijo que su madre es quien la recogería, pero ya pasó algo de tiempo y no puedo ponerme en contacto con ella. —Gyeong-seok parpadeó furioso, sin poder creerlo. 

¿Que Na-yeon qué? ¿De verdad? 

—Sí, intentamos localizarla con su número de teléfono y el de su oficina, pero la línea permanece ocupada. Na-yeon mencionó que estaba lejos, entonces me preguntaba si tiene algún otro familiar o encargado que pueda venir por ella. 

Yo… No, realmente no. Creí que… — Respiró hondo, tratando de aplacar su enojo de alguna manera. No podía creer que su esposa dejara a su hija sola en la escuela solo porque sí, sabía que era otra de sus emergencias usuales. Necesitaba pensar en una solución. 

—Puedo seguir intentando llamarla. 

Tranquila, no lo intente más, sé que no contestará. —Murmuró con un tono de voz más pesado, aún tratando de disimular su molestia— Yo iré por ella. El problema es que estoy a tres horas de Seúl, ¿hay alguien allí que pueda vigilarla mientras? No tengo otra opción y me preocupa. —Hyun-ju miró a los guardias de seguridad comenzar a cerrar el lugar y presionó sus labios. 

—Aquí cierran las puertas a las cinco. No estoy segura de que alguien se quede luego de esa hora. —Logró escuchar el suspiro pesado de Gyeong-seok y no pudo evitar sentirse mal por la situación. Ahí podía darse cuenta de que los enfoques de los padres de Na-yeon estaban divididos, eran diferentes. 

Cierto… —Hyun-ju miraba a la niña jugar de lejos con unas flores y sonrió un poco. 

—Mire, no se preocupe. Yo puedo cuidar de Na-yeon mientras regresa. Seguiré intentando llamar a su madre y le haré saber si contesta o viene por ella. De lo contrario, puedo cuidarla hasta que usted regrese. Solo necesito que firme un pequeño formulario y lo envíe al correo de la directora Jang, así ella tendrá presente que me autorizó el encargarme de Na-yeon por hoy. —Gyeong-seok presionó sus labios, sintiendo un fuerte alivio recorrer su cuerpo. 

Señorita Cho, no le puedo pedir algo así, me apena muchísimo. No es parte de su trabajo… 

—No se preocupe. Sé que es una situación extraordinaria, no tengo ningún problema. Na-yeon es una buena niña, no me pasará nada si la cuido unas horas, ¿cierto? —Rio bajo y él sintió ese alivio recorrerle el corazón. Creyó que tendría que pedirle a alguien de poca confianza que fuera a recogerla, pero después de conocer mejor a la profesora y saber lo mucho que Na-yeon la estimaba, entendía que ella era la mejor opción. 

No sé cómo agradecérselo… De verdad procuraré llegar lo antes posible. Espero pueda disculparme por el inconveniente. 

—No es ningún inconveniente, señor Park, está bien. —Aseguró con una sonrisa— Le enviaré el formulario y mi dirección, por si acaso. Una vez tenga listo el documento, me avisa para poder salir con Na-yeon. 

Sí, lo haré. Muchas gracias, de verdad. Por favor, dígale a Na-yeon que estoy en camino. 

—No se preocupe, se lo haré saber.

Pronto colgó y le pasó el documento, esperando unos minutos a que lo firmara digitalmente y lo enviara a la directora de la institución. Una vez él le confirmó que estaba listo, tomó su bolso y la mochila de Na-yeon para acercarse a ella, quien la miró y corrió hacia su profesora. 

—¿Vendrá mi mamá? 

—Por el momento, tu papá me dijo que viene de camino a recogerte, pero me dio permiso para cuidarte, ya que tardará un poco en regresar. Se me ocurría que podemos ir por un helado, ¿te… parece bien? —Preguntó un poco nerviosa, sin estar segura de que le gustara la idea de tener que quedarse con ella unas horas, pero los ojitos de Na-yeon se iluminaron, tomando su mano y dando pequeños saltos emocionados. Salir con su profesora favorita sonaba increíble. 

—¡Claro que sí!

Chapter Text

Ambas caminaron fuera de la escuela, pasando por un pequeño parque camino a la estación de tren. Hyun-ju le compró su sabor de helado favorito y ella pidió uno de caramelo. Se sentaron en una banca a comerlo tranquilamente, mientras miraban la calle y los autos pasar, jugando a contar cada una los azules y los rojos. La estaban pasando realmente bien, compartiendo pequeñas pláticas sobre sus series favoritas y los juguetes nuevos que salían. Una vez terminaron de comer, Na-yeon volvió a tomar su mano con emoción y fueron a la estación de tren, camino a la casa de su profesora. La pequeña tenía curiosidad de cómo sería el lugar donde vivía ella, pero al estar en frente, parpadeó un poco sorprendida. Era muy diferente a la suya, ya que Hyun-ju no vivía en un edificio, más bien tenía una casa como tal, un poco grande para una sola persona, pero bastante hermosa y bien cuidada. Na-yeon sintió emoción al entrar y pronto la profesora abrió la puerta. Se quitó sus zapatos y miró dentro, tenía un aromatizador muy fresco y una sala de estar espaciosa, con decoraciones recatadas pero elegantes, tal como era el estilo de Hyun-ju. Todo estaba limpio y ordenado, cada objeto tenía su lugar. 

—Señorita Cho, ¡qué bonita casa! 

—¿Ah, sí? ¿Te gusta? 

—¡Sí! Como vivo en un edificio, es muy diferente, ¡me gusta mucho! Ha de ser muy cómodo no tener que usar siempre el elevador. 

—De hecho, sí. —Rio bajo— Ven, te mostraré algo que sé que te gustará mucho. —Na-yeon la siguió con el mismo entusiasmo y pronto abrió las puertas de su patio, mostrándole el pequeño jardín que tenía. 

—¡Tiene flores de todos colores, está precioso! —Corrió a observarlas de cerca, acariciando el pétalo de una— ¿Le gustan los jardines? 

—Sí, mucho. Creo que le añade un detalle bonito a la casa, ¿no crees? 

—¡Sí! A mí también me gustan mucho, pero no tengo dónde plantar flores. —Hizo un ligero puchero, regresando adentro. 

—Bueno, ¿has pensando en algo pequeño? ¿Como un cactus? Son bonitos y no requieren mucho, es una buena opción para empezar. 

—¿Como esos chiquitos que vienen en macetas?

—Exacto. Puedes ponerlos en tu habitación, en una ventana donde puedan tener buen sol. 

—Cierto. Le diré a papá que quiero uno. —Sonrió emocionada con la idea y Hyun-ju también lo hizo. 

—Perfecto. Bueno… no sé si haya mucho por hacer aquí en mi casa, no soy de tener muchas visitas. ¿Quieres algún aperitivo, ver televisión…? 

—¿Tiene palitos de queso? Me gustan mucho… —Juntó sus manos apenada y la profesora asintió, llevándola a la cocina. 

—Justo ayer compré más. —En lo que iban, Na-yeon miró una pared donde Hyun-ju tenía variedad de frascos con decoraciones coloridas para pasteles. 

—Oh, señorita Cho, ¿y si hacemos un pastel? ¿Qué tal uno pequeñito? 

—No es una mala idea. Si quieres, ve a dejar tu mochila en el sofá y vienes a lavarte las manos. 

—¡Sí!

Corrió a dejar su mochila y pronto regresó. Hyun-ju le puso el delantal más pequeño que encontró para que no manchara su uniforme y le ató su cabello con cuidado. Na-yeon lavó sus manos y pronto comenzaron a preparar el pastel. La profesora medía los ingredientes y la niña los echaba al tazón, mezclando todo. Se estaban divirtiendo bastante, poniendo algo de música para ambientar. 

Gyeong-seok, por otro lado, iba en el tren bala de regreso, un poco tenso. Sabía que Hyun-ju lo ayudaba porque así era ella, dulce y siempre amable, sin reprochar nada, pero sentía que no era justo cargarla con una responsabilidad así. Y por supuesto que estaba furioso con su esposa por no cuidar de Na-yeon el único día que le pidió. Se preguntaba qué hubiera pasado si Hyun-ju se hubiera ido temprano, o si no hubiera estado disponible, no sabría qué hacer. Casi como si la hubiera invocado, recibió un mensaje de Eun-seong a las 5:20. 

 

“El colegio está cerrado. ¿Regresaste antes por ella?”

 

“El colegio cierra a las 5”

“Tú y yo hablaremos cuando regrese”

 

Respondió molesto, guardando su teléfono y cruzando sus brazos, mirando la ventana. A veces no podía creer que de verdad estaba atrapado en esas situaciones a estas alturas de la vida, pero claro que a los ojos de sus amigos y sus familiares el tonto era él por quejarse, por tener una vida perfecta donde no tiene que trabajar, donde es adinerado y solo debe cuidar a su hija. Era un idiota por enojarse con su muy trabajadora mujer, tan trabajadora que ella se olvidaba de la existencia de su niña y su esposo apenas salía de su casa. Era un egoísta por querer más, por querer una familia real, por que Na-yeon tenga una madre que la ame, la cuide, jamás la ignore y la olvide en el maldito colegio. Era egoísta por querer sentirse valorado, por desear un matrimonio normal y tener a una persona a la cuál regresar, a quien amar y cuidar, pero bueno, no estaba permitido quejarse, aparentemente lo tenía todo. Solo le quedaba enfocarse en su pequeña Na-yeon, era la luz de su mundo. Sin ella y sin el amor que siempre le demostraba a su papá, todo se habría vuelto un desastre hace mucho tiempo. 

Aún con la tensa circunstancia, la pequeña la estaba pasando excelente con su profesora favorita. Cenaron mientras el pastel estaba listo, nada demasiado elaborado ya que el fuerte de Hyun-ju no era la cocina habitual, pero por suerte, hizo uno de los menús favoritos de la pequeña; muslitos de pollo congelados con puré de papas y ensalada. Miraron una de sus películas favoritas, El Castillo Ambulante, sin dejar de hablar de lo guapo y dulce que era el protagonista. Luego, lavaron sus platos y continuaron con el pastel, decidiendo hacer pequeños de varias capas. Hyun-ju preparó la crema pastelera mientras Na-yeon cortaba el bizcocho en círculos. La pequeña tomó crema, apilando las capas con cuidado tal como su profesora le enseñaba, pero notó que harían tres pequeños pasteles con tres capas cada uno. 

—¿Tres? ¿Hará dos para usted, señorita Cho? 

—Bueno, pensaba en que podríamos prepararle uno a tu papá. Debe de estar cansado por viajar tan lejos, un pastel lo animará, ¿no crees? —Na-yeon asintió con una sonrisa. 

—¡Sí! Papi ama los postres, pero dice que no come muchos porque se infla. No sé qué signifique, si nunca ha estado gordo… —Hyun-ju no pudo evitar reír. 

—¿Eso dice? 

—Sí, pero sé que este le encantará. No resistirá comerlo, lo decoraremos bonito para que caiga. —La profesora volvió a reír y asintió. 

—Me parece una buena idea. 

Ambas continuaron decorando los pasteles con una capa de crema blanca y al tener tantas opciones para decorar, la pequeña eligió un poco de brillantina comestible y chispas de colores. Hyun-ju decoró el suyo con una pequeña flor de azúcar que tenía guardada en el refrigerador acompañada de nueces. Las dos llegaron a la conclusión de decorar el de Gyeong-seok con pequeños arándanos y frutos rojos, con una ligera lluvia de chocolate encima. La profesora sacó una pequeña cajita para guardar el pastel y mientras Na-yeon estaba distraída, decidió dibujarle un pequeño corazón con el chocolate, sonriendo y dejándolo en el refrigerador. 

—Muy bien, ¿lista para probarlo? —Le dio una cuchara y Na-yeon asintió con emoción.

—¡Sí! Aunque me quedó muy bonito como para comérmelo. —Hizo un puchero y Hyun-ju sonrió divertida. 

—Bueno, debemos asegurarnos de que quedó rico. —La niña asintió y pronto ambas comieron del pastel, saboreando la suavidad del bizcocho combinado con la crema dulce del relleno y cobertura— ¿Qué opinas? 

—Que papá se hará bolita. —Canturreó con ligera maldad, volviendo a comer de su pastel mientras la mayor reía, comiendo del suyo. 

Na-yeon guardó la mitad de su pastel para llevarlo a casa y pronto recogieron la cocina. Entre las actividades del día y todo lo que hicieron en la tarde, la pequeña no tardó en quedarse dormida en el sofá mientras volvían a la televisión, con su energía ya agotada. Hyun-ju la acomodó con cuidado, cubriéndola con una pequeña manta lila que tenía guardada y dejándola descansar mientras tomaba su laptop para revisar algunos pendientes del trabajo. Bostezó, eran las 8:45, usualmente se iba a la cama a las diez de la noche, pero fue un día bastante ocupado. Posiblemente solo esperaría a Gyeong-seok y se iría directo a dormir. Miró a Na-yeon descansar bien acurrucada con la cobija y sintió un poco de envidia porque justo quería estar así en su cama navegando el séptimo sueño, pero no podía negar lo bien que la había pasado con ella. Era una niña tan dulce, educada y bien portada, se notaba como Gyeong-seok la criaba con tanto amor, porque ella también era una persona cálida, energética y amable, siempre dispuesta a ayudar y obedecer. Cualquiera estaría orgulloso de tener una hija como Na-yeon, por eso no entendía cómo su madre parecía insistir en estar ausente en su vida, y lo peor es que la pequeña estaba acostumbrada a ello, ya que no se mostró ni triste ni sorprendida al saber que no iría al colegio a recogerla. Se alegraba de que tuviera a un padre realmente amoroso que siempre se dedicaba a ella, lo merecía al ser tan buena niña. 

Después de enviar algunos correos, bostezó con fuerza y cerró la laptop, mirando la televisión apoyando su barbilla en su mano, parpadeando lentamente mientras sentía el sueño apoderarse de ella, pero luego de unos minutos, tocaron el timbre. Volvió en sí misma y se arregló un poco el cabello con las manos mientras caminaba a la puerta, abriéndola y viendo al padre de la niña, lo cuál le hizo sonreír. 

—Señor Park, buenas noches. 

—Buenas noches, señorita Cho. Lamento en verdad la tardanza, vine lo más rápido que pude. 

—No se preocupe, pase adelante. 

—Con permiso. —Hizo una leve reverencia y entró, mirando a su hija sana y salva en el sofá, haciendo que suspirara con mucho alivio. 

—Iré por su mochila. 

—Gracias. —Se acercó a su hija y acarició su mejilla, se veía muy tierna recostada sobre la almohada y aferrada a la manta de su profesora. Hyun-ju fue por su mochila y luego a la cocina, sacando las dos pequeñas cajas de pastel para acomodarlas dentro y no se movieran para que no se arruinara la decoración, volviendo luego con ellos— Na-yeon-ah… Na-yeon-ah, despierta, cariño. —La niña soltó pequeños gruñidos un poco molestos por ser despertada, parpadeando apenas un par de veces. 

—¿Papá…?

—Sí, vamos a casa, amor.

—No… Regresa mañana, quiero “mimir”... —Se dio vuelta y volvió a abrazar la manta para continuar durmiendo. Hyun-ju rio bajo y Gyeong-seok se sintió un poco apenado. Al menos supo que la pasó bastante bien con su profesora. 

—Vamos, linda, la señorita Cho tiene que descansar también. Ven…

—No… —Se quejó mientras su padre le quitaba con cuidado la manta y la cargaba. Ella se abrazó dormida y un poco molesta a su papá, pero él miró hacia afuera, notando que estaba fría la noche y no trajo su abrigo para cubrirla esta vez. Hyun-ju pareció pensar en lo mismo, entonces igual tomó la manta y cubrió a la pequeña. 

—Es mejor que no salga así, podría hacerle daño. 

—Pero es suya…

—No pasa nada, luego puede devolvérmela. —Sonrió, siguiéndolo al auto mientras él se aseguraba de que Na-yeon estuviera bien envuelta con la manta. Hyun-ju abrió la puerta trasera y Gyeong-seok la recostó con cuidado. 

—Ya, listo, puedes seguir durmiendo. —Solo recibió gruñiditos dormidos como respuesta y ambos sonrieron con diversión. La profesora le entregó su mochila y él la acomodó a un lado del asiento, suspirando— Muchas gracias, de verdad. No sé cómo agradecerle. 

—No se preocupe, en serio. Sé que fue una emergencia. 

—¿Hay algo que pueda hacer por usted? 

—Mm… De hecho, sí. 

—Dígame. 

—El viernes… ¿podemos hacer una barbacoa? —Sonrió con cierta emoción y él asintió con el mismo sentimiento. 

—Por supuesto. 

—Y… me gusta el vino. —Miró a otro lado como niña inocente y Gyeong-seok rio. 

—¿Cuál de todos?

—Blanco. No soy exigente con las marcas. 

—¿Algún postre? 

—Mm… ¿Sorpresa? 

—De acuerdo. Considérelo hecho, señorita Cho. —En un movimiento atrevido, tomó su mano para besar el dorso. El cuerpo de Hyun-ju dejó de funcionar correctamente, sintiendo el calor invadir todo su rostro. Como un reflejo nervioso, le dio un ligero manotazo a su hombro, pero Gyeong-seok adoraba verla con sus mejillas rojas, se veía hermosa. 

—N-No lo diga así que me apena…

—Lo siento. —Rio divertido— Gracias, de nuevo. Descanse bien, espero tenga una bonita noche. 

—Igual ustedes… Buenas noches, señor Park. 

Ambos tomaron sus caminos, siempre sonrientes y con sus corazones emocionados como dos adolescentes, felices de ver a la persona que tanto les gustaba. A pesar del estresante día, Gyeong-seok disfrutó el verla y poder hacerla sonrojar, mientras que Hyun-ju fue a dormir con una amplia sonrisa ante ese caballeroso y dulce gesto tan inesperado. 

Al llegar a su casa, Gyeong-seok tomó la mochila de su hija para ponérsela y luego acurrucar a la pequeña con la manta de nuevo, cargándola y llevándola a casa mientras dormía. Subió por el elevador y pronto llegaron al piso indicado. Él abrió con el control electrónico y entró, viendo a su esposa comer un aperitivo con algo de vino. Ambos se miraron sin decir nada y Gyeong-seok apartó su mirada o se molestaría más, entonces solo se quitó sus zapatos con cuidado y llevó a Na-yeon a la cama. La recostó suavemente y fue por su pijama, ayudándola a cambiarse de ropa. 

—Papi… Quiero dormir… —Se quejó, finalmente despertando un poco más. 

—Lo sé, mi amor, pero no puedes dormirte con tu uniforme. Además, no dormirás cómoda. —Na-yeon se quitó su falda y su camisa, dejando que su padre la ayudara con su pijama— ¿Ves? No fue difícil. —Sonrió mientras ella se volvía a recostar, apegándose a su almohada. 

—Quiero la manta de la señorita Cho.

—Aquí está. —Volvió a cubrirla y ella se envolvió como un pequeño rollo, disfrutando del aroma que se desprendía de la tela— ¿La pasaste bien con la señorita Cho? —Preguntó mientras se arrodillaba a su lado y acariciaba su cabello para ayudarle a conciliar el sueño otra vez mientras Na-yeon asentía.

—Me divertí mucho. 

—¿Qué hicieron? 

—Fuimos al parque… Comimos helados, contamos los autos que pasaban y luego, fuimos a su casa. Es preciosa, pa, tiene un jardín con flores de todos colores, es grande, huele fresquito, parece la casa de Barbie, yo quiero una así cuando crezca. —Gyeong-seok sonrió divertido, acariciando su nariz. 

—Estoy seguro de que tendrás una así tú también. 

—Luego… —Bostezó— hicimos pastelitos pequeños de vainilla. Fue muy divertido decorarlos, tiene muchas cositas para hacer postres. El mío lo decoré con escarcha y chispitas, el tuyo con frutas y chocolate. 

—¿El mío? 

—Sí. La señorita Cho tuvo la idea de que, bueno, como tuviste que regresar antes de donde la abuela y mamá no llegó, podías estar estresado. Ella dijo que te haría sentir mejor. —Gyeong-seok no pudo evitar sentir una cálida corriente recorrer su pecho al oír eso, presionando sus propios labios con mucha felicidad. 

—¿De… verdad? 

—Sí, y quedaron deliciosos, así que mejor te lo comes. —Hizo un puchero.

—No lo desperdiciaría por nada del mundo. —Sonrió, acariciando su mejilla, ahora queriendo correr a probar el pastel. 

—Y bueno, cenamos muslitos de pollo con puré y ensalada. También vimos El Castillo Ambulante y Las Guerreras K-Pop, pero cuando terminó la peli, creo que me dormí… Y eso fue todo. —Parpadeó lento ya más dormida y su padre habló con más suavidad. 

—Bueno, me alegra que te hayas divertido tanto. Lamento lo que pasó hoy, mi amor…

—No te preocupes, papi… La pasé muy bien y me alegra que hayas venido por mí. 

—Siempre estaré aquí para ti, mi vida. No lo olvides. —Na-yeon negó con sus ojos cerrados. 

—Te amo, pa. Te amo mucho, eres el mejor… —Susurró finalmente quedándose dormida y Gyeong-seok sonrió. Por más difíciles que fueran las cosas, esas pequeñas palabras eran toda la retribución que necesitaba para seguir adelante y esforzarse siempre, por la luz de sus ojos, su pequeña Na-yeon. Tomó su mano y la besó suavemente, dejando otro beso en su frente. 

—Yo te amo más, cariño. Descansa. 

Apagó la lámpara y pronto salió de su habitación, cerrando la puerta y dejando la mochila de su hija en uno de los sofás. Se acercaba una conversación en verdad fastidiosa que juraba que tendría el mismo resultado poco productivo de siempre, pero estaba tan molesto que necesitaba que ella al menos lo supiera. 

—Apaga la televisión, tenemos que hablar. —Eun-seong suspiró y solamente silenció el volumen— No tengo ni que decirte el por qué estoy molesto, ¿cierto? 

—Anda, desahógate. 

—¿Desahogarme? Dejaste a Na-yeon sola en la escuela. Sabías su hora de salida, sabes a la hora que cierran las puertas, y solo un día, Eun-seong, un día te pedí para visitar a mi madre, pero igual te parece demasiado. 

—Gyeong-seok, después de todos estos años, ¿sigues sin entender cómo funciona mi trabajo? Si hay una cirugía de emergencia, ¿quién la atiende?

—Es el maldito Centro Médico de Asan, más de mil quinientos médicos trabajan ahí, ¿y solo hay una cirujana en turno? ¿Me vas a salir con esa estupidez? 

—No te pases de listo. Tengo un trabajo, un trabajo que nos mantiene muy bien y no por milagro. 

—¿Qué hiciste luego de que fuiste al colegio a las cinco y viste que estaba cerrado? 

—Regresé al hospital por algunas cosas, terminé unos informes y regresé. 

—¿A qué hora? 

—Como a las 6:45, descansé un rato y–

—Y te valió un carajo dónde estaba Na-yeon. 

—No es así. Sé que lo habías solucionado porque no llamaste más. Si no hubiera sido así, sé que–

—¿La llamaste? ¿Le dijiste por qué no llegaste? ¿Te disculpaste por dejarla plantada hasta que cerraran el colegio? 

—Al contrario de ti, ella entiende bien que su madre trabaja para darle lo mejor. 

—Y solo por eso, ¿ella no siente? ¿Crees que a ella no le duele que su madre sea una despreocupada que ni siquiera le interesa dónde está parada? ¿Que prefiere llegar a dormir antes que tomar su teléfono y preguntar si está bien? —Eun-seong se puso de pie molesta. 

—Cuida tus palabras, Park Gyeong-seok. Ella es mi hija tanto como tuya, y yo la quiero. 

—No te vendría mal demostrarlo. Eres increíble, de verdad… Si algo le hubiera pasado, si hubiera tenido que quedarse sola y alguien le hiciera daño, la culpa habría sido tuya. O no, peor aún, habría sido mía por confiar en que a su madre le importa un carajo. 

—No empieces a jugar así, que el papel de víctima no te queda. 

—Estamos hablando de Na-yeon, Eun-seong, Park Na-yeon, la niña que es tu hija. No me interesa qué pienses de mí, pero tú eres su madre. ¿Acaso es demasiado pedirte un día que actúes como si lo fueras?

—Si no fui por ella, no es porque así lo quise, y lo sabes bien, así que no vengas a pintarme como la mala si siempre has sabido que este tipo de emergencias surgen. ¿Quieres que deje de trabajar, entonces? ¿Quieres que alguien muera–

—Quiero que por una vez Na-yeon te importe como si fuera uno de tus pacientes. Que no lo puedes dejar, que no los puedes ignorar, que algo malo podría pasar. Pues adivina qué, a ella no se le puede ignorar tampoco, y algo malo pudo pasarle también, pero es claro que no te importa. No me vengas a decir que sí, simplemente eres una desobligada con lo que eliges ser– —En eso, sintió la mano de ella chocar contra su mejilla con velocidad. Él miró hacia abajo mientras sus labios temblaban ligeramente del profundo enojo que eso le había causado, pero no dijo nada. 

—Eres un malagradecido, con todo. Para ti es tan sencillo comportarte como un idiota y venir a reclamarme que soy una mala madre cuando estoy trabajando para mantenerte a ti y a ella. Ni siquiera has hecho el esfuerzo de comprender mi trabajo todos estos años, el sacrificio que hago por ustedes para que no les falte nada y aquí estás, siempre quejándote de todo como si no fuera suficiente. Na-yeon comprende mejor la situación que tú, y eso me da tanta vergüenza por ti. Ya mejor cierra la boca y no digas nada. La próxima me esforzaré más para ser la madre de caricaturas que quieres que sea, así estarás contento. —Se apartó y tomó el control remoto para apagar la televisión, mientras Gyeong-seok solo caminó en silencio para tomar la mochila de su hija y dirigirse a la cocina— Y de una vez te pido, deja de malcriarla. 

—¿Malcriarla…? 

—No la cargues tanto. Si se duerme en el auto, la despiertas, puede caminar. Ya no es una bebé para que la mimes así, tiene que irse desacostumbrando, está creciendo. —Gyeong-seok rodó sus ojos incrédulo y aún furioso. Ni siquiera estaba presente en su crianza, no sentía que tuviera el mínimo derecho a criticarlo. 

—Vete al demonio. —Murmuró muy bajo, pero ella alcanzó a escucharlo. 

—Perdón, ¿qué acabas de decir? —Él tragó saliva, volviendo a mirar hacia abajo. No pudo controlar sus pensamientos intrusivos. 

—Nada… 

—Nada. Perfecto. Eso es lo que quería escuchar. —Se giró y se dirigió a su habitación, cerrando con un leve portazo. 

Gyeong-seok respiró hondo, intentando que sus emociones no tomaran control mientras trataba de solo olvidar esa conversación, que por supuesto no llegó a nada, aunque su mejilla ardía por el golpe. Algunos dirían que no debía permitir una falta de respeto como esa, pero no podía explicar el porqué se sentía tan pequeño ante esas situaciones. No era una persona confrontativa, no le gustaban las agresiones, ni levantar la voz ni nada como eso, además de saber que las cosas siempre podrían empeorar si respondía de alguna manera. Trató de solamente olvidarlo y abrió la mochila de su hija, notando las dos cajas pequeñas acomodadas en el fondo usando los libros como soporte. Alzó una ceja y las sacó, abriendo la que tenía el pastel de Na-yeon. Sonrió un poco, era muy característico de ella, brillantina y colores variados, entonces lo guardó en el refrigerador. Luego, abrió la otra caja y no pudo evitar sonreír con emoción esta vez, observando como las frutas estaban bien colocadas con un fuerte aroma a chocolate y un pequeño corazón dibujado en el medio. No tardó más y tomó una cuchara, partiendo el primer trozo con cuidado para llevarlo a su boca. 

El bizcocho estaba esponjoso, la crema lo suficientemente dulce para contrastar con las frutas y el chocolate, estaba delicioso. Cerró sus ojos, disfrutando lentamente el sabor y tratando de no devorar el pastel de una vez, ya que era pequeño y quería rendirlo un poco más. Abrió sus ojos y tomó un trozo más, masticando y observando los detalles de la decoración, sin poder evitar pensar en algunas cosas mientras movía su boca con más lentitud. El día había estado pesado, apurado, estresado más que lo normal, el único momento donde se sintió bien fue al ver a su hija tranquila con su profesora, que cuidaba como siempre de ella. Se quedó pensando en Hyun-ju, quien se aseguró de que nada malo le pasara a la niña, la llevó a distraerse del mal rato, le abrió las puertas de su casa, le dio de comer y la hizo sonreír toda la tarde a pesar del apuro. Aunque no estaba ni cerca de ser su responsabilidad, ella lo hizo sin ninguna queja y sin pedir nada a cambio. 

Los ojos de Gyeong-seok se llenaron lentamente de lágrimas, aún mirando el pastel. Ella era un ángel, que incluso se preocupó por él también. ¿Por qué era tan linda? ¿Por qué era tan buena? Es como si ella misma no se diera cuenta, y tal vez no sabría nunca lo agradecido que estaba él.


No se preocupe. Sé que es una situación extraordinaria, no tengo ningún problema.

Es mejor que no salga así, podría hacerle daño.

Ella dijo que te haría sentir mejor.

Comenzó a sentirse patético. 

Sus lágrimas se resbalaban con demasiada facilidad mientras comía del pequeño pastel. ¿Cómo podía estar llorando por un postre? Lo que no tomaba en cuenta es que no lloraba por eso, sino por las acciones tras ese pequeño dulce y todas esas emociones que siempre se tragaba por el bien de su familia, de su hija, pero aquél gesto tan desinteresado de la joven profesora que representaba su preocupación por él de manera silenciosa lo había logrado conmover. Se sentía bien, ¿cómo negarlo? Había pasado mucho tiempo desde que alguien mostraba interés o incluso inquietud por su bienestar, al menos no de manera superficial, o tal vez sus lágrimas caían simplemente porque se sentía visto y significaba tanto para él que viniera de alguien tan dulce y buena como Hyun-ju. 

Tomó la cajita del pastel mientras se sentaba en el suelo de la cocina y la ponía a su lado, abrazando sus piernas mientras lloraba en completo silencio. Se sentía tan apenado, era vergonzoso por supuesto, debía comportarse, era como si con el mínimo de atención, su corazón se agitaba y se sentía tan feliz, solo era un pastel. Un pequeño y hermoso pastel que representaba lo que Hyun-ju quería hacerle saber, que estaba dispuesta a estar ahí, para él y para Na-yeon. Tampoco había razones para ser tan duro consigo mismo. Él amaba a su hija y siempre estaría listo para hacer lo que sea por ella, pero a veces no podía evitar sentirse como algo que estaba allí por defecto. Tal vez se desdibujaba él mismo entre los muebles de la casa conforme pasaban los años, algo que rara vez tenía voz, que estaba allí solo transitando, sirviendo a su esposa y a su hija, sin ninguna queja porque no tenía problemas en hacerlo, pero tampoco sin ser apreciado ni visto, siendo solamente “el esposo de” o “el padre de”, el de la vida perfecta que no podía quejarse. Gyeong-seok poco a poco se borraba, claro que un gesto como el de Hyun-ju le recordaba que no era así, que él importaba, que sus sentimientos eran válidos. 

Volvió a comer entre lágrimas, sintiendo de alguna manera como ese postre llenaba de energía su alma. Si su corazón pudiera hablar, un gran y sincero “gracias” saldría de lo más profundo de él. 

Al día siguiente, todo siguió como era usual. 
Hyun-ju daba sus clases, Gyeong-seok atendía a su hija y Na-yeon estudiaba con esfuerzo. Mientras estaba en su aula revisando exámenes para salir a almorzar, escuchó unos pequeños pasitos apresurados acercarse.

—¡Señorita Cho! Qué alivio, sigue aquí. ¿Puedo pasar? 

—Oh, Na-yeon. Claro, adelante. —Sonrió— ¿Llegaste a dormir a casa anoche? 

—Bueno… estaba muy comodita en el auto y su manta es muy suave… —Infló sus mejillas— Creo que me la quedaré. —Hyun-ju rio. 

—No te preocupes, puedo prestártela unos días. 

—¿De verdad? 

—Sí, toda tuya.

—¡Genial! —La profesora no pudo evitar reír con su entusiasmo. 

—Dime, ¿en qué puedo ayudarte? 

—Oh, no, nada. Es solo que papá amó el pastelito. 

—¿En serio?

—Sipi, por eso, me dijo que le diera esto. —Sacó de su lonchera un tazón extra de comida preparada para almorzar. 

—¿De… verdad? ¿Para mí? —Na-yeon asintió. 

—Preparó uno de sus favoritos, espero que le guste. 

—Oh. —Llevó una mano a su pecho, sonriendo feliz y emocionada por el gesto— Yo… Muchas gracias. Te devolveré el tazón cuando termine de almorzar, ¿sí? 

—Está bien, ¡nos vemos, señorita Cho!

Corrió animada a la salida para ir con sus amigos a comer. Hyun-ju miró el bonito tazón negro de bambú y no pudo evitar emocionarse de nuevo, dejando lo que hacía para tomar su cosmetiquera y ir a almorzar con una sonrisa, pero al tomarlo, sintió algo abajo. Revisó y vio que había un pequeño papel adhesivo con una nota. 

“Gracias por el pastel, me encantó”

A la pequeña frase le acompañaban un par de corazones y eso la hizo soltar un chillido de entusiasmo puro, tomando la nota adhesiva y pegándola en uno de sus cuadernos para guardarla. No tardó en ir al comedor a calentar su comida, siempre comía de lo que estuviera en el menú de la escuela, pero hoy almorzaría algo muy especial. Con su comida ya caliente, tomó unos palillos y compró un refresco, sentándose en su mesa habitual y abriendo la caja de comida. Había bolitas de arroz con semillas de sésamo, fideos salteados, carne con salsa, un par de huevos fritos y vegetales en una guarnición combinado con camarones pequeños. Hyun-ju mordió su labio, más que hambrienta por probarlo todo y separó sus palillos, pero en eso, su mejor amigo se sentó frente a ella.

—Me dejaste plantado en la fila del almuerzo.

—Bueno… es que no necesité hacerlo hoy. —Dijo animada y Dae-ho miró su dosirak

—¿Te cocinaste algo anoche? ¿Y cómo no has muerto por radiación? —Ella le hizo una mueca y le dio una suave patada bajo la mesa— ¡Auch!

—Tarado.

—Hyun-ju, desde que quemaste una sopa instantánea en la universidad por no echarle agua, no te tengo fé. 

—Bueno, para tu información, no, no cociné yo. Fue… un obsequio. —Sonrió orgullosa y su amigo alzó una ceja.

—¿De quién? —Ella llevó un trozo de carne a su boca y lo miró, encogiendo sus hombros.

—De alguien…

—Ju, no. —La profesora solo sonrió traviesa y Dae-ho puso una mano en su cara— No me digas que fue el papá buenote del que siempre hablas. 

—¡Shh! —Frunció el ceño y el contrario presionó sus propios labios— Anúncialo a China si quieres. 

—Ya, lo siento… ¿pero sí fue él?

—Sí. —Canturreó contenta y el profesor de biología suspiró. 

—¿No crees que es una mala idea? 

—Solo intercambiamos platillos, no es nada malo. 

—Hoy es eso, mañana sigue intercambio de saliva y otros fluidos y el día que sigue intercambio de anillos. 

—No tengo tanta suerte.

—Hyun-ju, ¿en serio? El tipo está casado, te podría caer un mal karma si sigues jugando con fuego. Además, ¿para qué quieres pelearte por el marido de alguien habiendo tantísima gente? No entiendo, querida. —Bufó, empezando a comer de su plato. 

—Yo no tengo que pelearme por nada, no sé de qué hablas. 

—Esta presumida... —Rio y Hyun-ju encogió sus hombros. 

—Todo depende de él. 

—Y tú que te atreves a jugar sucio también, no eres inocente. 

—Si lo vieras, me entenderías. 

Hyun-ju almorzó con tranquilidad y mucha felicidad al lado de su mejor amigo, sin dejar una sola sobra. Lavó bien el tazón y lo secó, devolviendo el pequeño gesto y poniendo una nota dentro, regresándole el recipiente a Na-yeon y agradeciéndole de nuevo. Todo siguió su curso en la tarde y pronto la pequeña regresó a su casa con su padre. 

—¿Qué tal te fue hoy, cariño?

—¡Muy bien! Hicimos un experimento en ciencias muy divertido. Es un líquido que se pone sólido, pero es líquido de nuevo, ¡fue divertido! —Sonrió mientras ambos estaban en la cocina— ¿Podemos hacerlo? Solo necesitamos dos cosas. —Ella extendió sus brazos y abrió y cerró sus manos para que la cargara. Gyeong-seok la levantó para que se sentara sobre la encimera de la cocina mientras él sacaba las cosas de la lonchera para lavarlas y acomodarlas.

—Sí, suena divertido. Nada más déjame acomodar un poco y lo hacemos. —Na-yeon sonrió amplio, pero en eso notó algo que le había visto en la mañana. No preguntó demasiado por estar apurados para ir a la escuela, pero ahora sí podía hacerlo. 

—¿Papi? 

—¿Sí? —Sintió como su hija ponía su mano en su mejilla y la miró, pero ella parecía un poco preocupada. 

—¿Qué te pasó aquí? —Repasó sus pequeños dedos sobre una marca que había dejado el golpe que recibió la noche anterior en su pómulo, posiblemente donde el impacto fue más fuerte. 

—Ah… Nada, realmente. En la mañana, choqué por accidente contra esa puerta. —Señaló una puerta cualquiera del mueble alto de la cocina— Sabes que siempre estoy chocando con eso si la dejo abierta. 

—Ay, pa. Ten más cuidado. 

—Lo haré, no te preocupes. —Tomó su mano y besó suavemente el dorso— ¿Quieres una paleta? —Preguntó para que se olvidara del tema y ella asintió con energía.

Gyeong-seok fue al refrigerador y le dio una de sus paletas de helado favoritas, regresando luego a lavar todo. Sacó el tazón que había usado para preparar el almuerzo de la profesora y lo abrió, parpadeando un poco sorprendido al ver que estaba impecable. Giró la tapa y vio una nota adhesiva como la que él le había dejado. 

“Muchas gracias por la comida. Tan deliciosa como siempre”

Notó el dibujo adorable de un pequeño conejito y un corazón, lo cuál lo hizo sonreír ampliamente, tomando el papel y presionando sus labios, sin dejar de releer el mensaje. 

—Preciosa como siempre… —Susurró bajo, doblando el papel para guardarlo en su bolsillo.

—¿Qué dijiste, pa? —Preguntó distraída su hija mientras luchaba por no mancharse con su helado, pero Gyeong-seok solo encogió sus hombros con la misma sonrisa.

—Nada, linda.