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Decidieron pasar su luna de miel en una cabaña en las Islas Balsa. La República de Rokario había sido un destino propuesto por Gon, quien ansiaba disfrutar de las costas calurosas que se asemejaban a las playas vírgenes de Isla Ballena, en la ciudad de Doli.
Gon y Killua decidieron aquello con bastante antelación, junto con los demás preparativos de la gran boda que se llevó a cabo en Julio, a mediados del verano en Isla Ballena. El evento fue exageradamente grande y perduró durante días enteros llenos de un ambiente festivo, comida, alcohol, música y bailes. Ninguno de los recién casados estaba acostumbrado a fiestas de tal magnitud, pero de todas formas, fue la mejor fiesta a la que Gon y Killua alguna vez habían asistido, y con buenas razones.
El evento ocupó toda la casa Freecss y los alrededores, no fue fácil conseguir asientos para todos los amigos de la pareja que, ansiosos por celebrar la unión en matrimonio del par de cazadores, llegaron desde todas partes del mundo a la pequeña isla. Bisky y Alluka fueron las encargadas de la decoración de casi todo, Mito, por supuesto, insistió en preparar todos los aperitivos. Knuckle, Melereon e Ikalgo trajeron cantidades ilícitas de alcohol, de todos los tipos y sabores, para surtir a lo largo de la fiesta en forma de cócteles y tragos. Leorio, cómo buen padrino de boda, se encargó de fotografiar a todos y todo a lo largo de la noche. Posiblemente, fue la persona que más borracha terminó, pero eso no le impidió cumplir con su trabajo a la perfección.
E incluso con la casa llena de gente, igualmente había faltado bastantes personas. Especialmente compañeros de la asociación de cazadores, sin embargo, la mayoría mandaron regalos y postales de felicitación; incluso Ging mandó una "carta", dos oraciones escritas en una servilleta arrugada firmada con un garabato de él mismo. Killua rodó los ojos y gruñó al leerlo, pero Gon insistió en que era un lindo gesto.
A pesar de cualquier incidente —cómo el de Killua reservando toda la fuente fondue de chocolate para él solo o Leorio bailando sobre una mesa semidesnudo y absolutamente borracho— toda la celebración había sido entrañable.
Pero claro, ahora era tiempo de la ansiada luna de miel. Una celebración exclusiva entre los nuevos esposos.
…
Se trasladaron vía mar y después vía aire para entrar a la pequeña ciudad ubicada al norte de la república. Hicieron la reserva del hospedaje en la cabaña a través de una página web, sólo tuvieron que pasarse brevemente por el edificio de recepción, identificarse y pedir la llave para después caminar hasta el lugar, cargando con sus maleta. Planearon quedarse una semana, eso podía traducirse a un equipaje reducido, pero nada más lejos que la realidad. Mientras Gon llevaba una mochila viajera de apenas unos veinte kilos, Killua llevó dos bolsos de mano y dos maletas grotescas tan pesadas cómo un yunque de acero forjado.
Gon ni siquiera se molestó en sorprenderse, su esposo tenía una fijación extravagante por la ropa, nada nuevo. El moreno llevó las maletas sin ningún problema, aunque Killua fuera totalmente capaz de llevarlas por su cuenta.
—¡Me mimas demasiado! —se quejó él, sonrojado hasta las orejas. Y Gon no lo negó, le sonrió de vuelta.
Con una maleta en el lomo, los dos bolsos colgando de su brazo y la otra maleta siendo arrastrada por su mano desocupada. Killua guió el camino hasta la cabaña.
Eran alrededor de las once de la mañana, el sol en su punto más alto, en la cima del cielo despejado típico del clima veraniego. La arena, blanca, casi pura, dificultó cada paso que dieron. Se oyó el ruido de las olas, rompiéndose al golpear contra la pared de rocas que sobresalía en uno de los extremos de la orilla, y su canto habitual, suave y prolijo, que se repetía sin cesar hasta mezclarse con el sonido de la brisa meciendo las copas de las palmeras. Era obvio que el paisaje había sido transformado, "mejorado", por la mano humana. Caminando, Gon lo reconoció, las palmeras fueron sembradas una al lado de la otra con el mismo espacio entre cada una de ellas, siguiendo una línea que rodeaba la bahía y daba la impresión de que, la sombra que ellas proyectaban, eran las paredes de un corral que acunaban a los viajeros.
Llegaron a la costa luego de una caminata de menos de diez minutos, con llave en mano y el olor a salitre en la nariz.
La cabaña era de aspecto rústico, madera en el piso y columnas con troncos gruesos que sostenían el techo hecho con tablas y recubierto con paja. Había un porche con un par de asientos tejidos que colgaban desde arriba, junto a la puerta principal, y en el lado opuesto una pequeña hamaca que se mecía con el viento. En el interior de la pequeña casa había múltiples ventanas que daban con la gloriosa vista a la playa, dejando entrar toda la luz solar al interior, todas con marcos gruesos y cortinas delgadas. Unido a la cocina, la habitación principal era separada por un mesón de granito que servía de encimera y simultáneamente de mesa de comedor, acompañado con banquitos altos tallados en madera.
La cocina era un espacio pequeño, estrecho, con una pequeña estufa a gas y una nevera un tanto anticuada. Aunque, no es cómo si la pareja tuviera planeado cocinar, Killua había remarcado en el mapa de la ciudad todos los restaurantes que quería visitar; sobre todo esa cafetería de crepas en el bulevar del centro.
Al contrario de la cocina, la habitación era gigante, posicionada en el lugar dónde tradicionalmente iría una sala y haciendo uso del espacio que tendría una. La cama king size era grotesca a la vista, podría dormir una familia entera allí adentro y, puede ser, sobraría espacio para el perro, una extensión recubierta por edredones, almohadas y una bandeja con unos regalos cortesía de recepción. ¿Champaña y un juego de copas? Podría ser útil para después.
…
Pasaron todo el primer día en la playa, bañándose, jugando cómo si fueran niños de doce una vez más. Ensamblaron un castillo de arena, usando sus dedos para esculpir la estructura inestable que, luego del impacto de una ola, se derrumbó a sus pies. Comieron mariscos rebosados en el restaurante más cercano, cada uno con su respectivo plato, aunque el mesero les trató de explicar que cada plato tenía lo suficiente para surtirle a una familia completa. Eso no los detuvo. Puede o no que el personal del restaurante los mirara horrorizados al ver cómo dos hombres a mitades de sus veinte comían cómo un batallón de soldados cada uno, sin incluir el postre. Killua se pidió toda la carta de dulces para él solo, no tardó ni veinte minutos en devorar todo.
—Muy dulce, Killua —Gon arrugó la cara cuando su esposo le dio a probar el pudin de coco, sonaba mejor de lo que sabía. La mezcolanza se derritió en su paladar de forma desagradable—, te van a salir caries.
—Tsk, claro que no —Killua rodó los ojos. Enterró su cuchara en el pudín, saboreando el bocado cuando se metió la cuchara a la boca —. No puedes criticarme, tomas café negro sin azúcar.
El albino hizo una mueca, cómo si pensar en eso fuera horripilante, o cómo si preferir la amargura antes que lo empalagoso fuera penalizado por la ley. Debido a su tolerancia a la cafeína, Killua se limitaba a tomar frappés con extra de crema batida cada vez que iban a una cafetería. Aunque bueno, Killua siempre pedía crema batida extra cada que podía.
Su esposo era un goloso. Gon se burló.
—Pues qué pecado, ¿No?
Killua lo pateó por debajo de la mesa.
Pasaron el resto del día afuera, sin preocuparse por disfrutar de las comodidades de la cabaña. Después de comer, volvieron a zambullirse en el mar, nadando lo suficientemente lejos cómo para perder de vista la orilla y apenas distinguir las siluetas difusas de las palmeras. Nadando al mismo ritmo, compitieron para ver quién aguantaba más la respiración bajo el agua, y al salir de la superficie al mismo tiempo declararon un empate. O algo así. En plena discusión sus bocas terminaron una sobre la otra, con los labios agrietados y el agua salada filtrándose en el gusto de la saliva, se besaron por el mero placer de hacerlo.
Cuando el sol descendió hasta el horizonte, se sentaron a la orilla de la playa viendo el atardecer, con sus trajes de baño húmedos y sus cuerpos insolados por la continua exposición al sol. El pelo se le pegó en la frente a Gon, cayó en forma opuesta a su usual peinado puntiagudo, empapado de agua salada. El pelo de Killua se enfrentó a la misma situación, los mechones plateados se enredaron y todo el volumen se perdió, Gon le dijo que parecía un gato mojado.
—Idiota.
—Un gato mojado muy bonito, mi amor.
La luz del sol se posó sobre las facciones de ambos, sin encandilar sus ojos, bañandolos en la calidez de la tarde. La mano de Gon se movió con sutileza hasta tomar la mano de Killua, encajando los dedos unos con otros. Killua apoyó su cabeza sobre el hombro bronceado, dejando salir un leve suspiro de sus labios resecos.
No hubo nada nuevo, pero todo se sintió muy diferente. Cómo uno de esos días de verano que pasaron en Isla Ballena, cuando ambos eran muy pequeños, o cómo esos otros días después de que se reunieron tras años de separación, dónde sólo había silencio y anhelo atormentandolos. En esos tiempos ambos anhelaban más de lo que tenían, ahora, se hallaban en el sitio dónde justamente habían querido estar y pasar el resto de sus vidas.
Dejaron sus anillos en la habitación, por temor a perderlos o, peor aún, que el salitre llegara a oxidar el material. El de Killua, era de plata. El de Gon, era de oro. Juntos habían elegido el modelo meses antes de la boda, con ayuda de Bisky. Killua nunca antes le había dado mucha importancia a lo material, pero cómo ya era costumbre, con Gon todo cambiaba.
Con Gon todo era especial.
—Oye, Killua.
—¿Mmh? —Killua lo volteó a ver.
Se encontró con sus ojos ámbar, que lo miraban con cariño. Killua se sonrojó, una sonrisa suave se dibujó en sus labios.
—¿Qué pasa, grandulón? —Killua preguntó, Gon se derritió contra él, soltando un suave suspiro.
—Te amo.
Killua había oído esas palabras muchas veces, pero de todas formas sintió que su corazón daba un vuelco dentro de su pecho.
—Yo también te amo.
Se devuelven a la cabaña cuando el sol desaparece completamente del cielo, con la luna menguante iluminando parte del manto oscuro decorado con estrellas.
Toman turnos para bañarse. Gon propuso darse una ducha juntos, la tina era lo suficiente grande para albergar a ambos, pero Killua se negó sin ninguna razón en particular. Gon quería ayudar a Killua a lavar su cabello —la salitre del mar lo había dejado reseco, y la arena se acumuló en su cuero cabelludo—, compartir baños se había vuelto una rutina entre ellos, un momento de paz dónde podían compartir una intimidad no sexual, pero a pesar de eso no protestó.
…
Gon se baña primero y se deshace de la molesta arena que invade toda esquina, pliegue y escondite en su cuerpo, especialmente en su cabello, dejando una sensación áspera entre sus hebras oscuras. Es lo malo de revolcarse en la playa, Gon está acostumbrado por sus años en Isla Ballena, pero sigue siendo molesto. No necesita que su pelo esté más tieso de lo que ya es.
Gon sale con una toalla colgando de su cuello y con otra más grande rodeando su cintura, restos de agua se resbalan por las puntas de su pelo, su piel se eriza ante el aire frío de la habitación. Su piel renovada luego de la ducha, una sonrisa perezosa extendida en sus labios. Antes de poder decir algo, Killua corre hacia el baño.
Es tan veloz cómo un destello de luz, un parpadeo y te lo pierdes, Gon apenas distingue su figura pálida pasando a su lado con una bolsa opaca entre manos. Un detalle curioso, pues el moreno no recuerda haber visto eso mientras hacían las maletas antes de partir. Cuando gira su cuello para buscar a Killua, este cierra la puerta de un portazo que resuena entre las paredes del cuarto. Gon alza una ceja, pero no se preocupa demasiado.
Busca un conjunto de pijama y se pone cómodo mientras espera a su esposo. Su mente divaga de aquí a allá, sin nada en particular preocupándolo, aunque sí hay un hecho que se repite constantemente en forma de eco: está aquí, con Killua, su esposo, en una luna de miel. Es obvio, claro, pero pensar en ello produce un cosquilleo suave en Gon, lo hace reírse solo en el cuarto, fascinado por todo lo que implica. Vaya, realmente se casó con Killua. Cómo si la inmensa fiesta de varios días consecutivos no hubiera dejado en claro la seriedad del asunto, ahora está esto, ellos dos solos por el resto de la semana en unas vacaciones paradisíacas dónde podrán vivir sus primeros días como esposos. Era tan emocionante. Gon quería echarse en la cama, rodar sobre su espalda y reírse cómo un niño pequeño. Pero tenía más autocontrol que eso, bueno, más o menos.
Pensando, también recuerda lo que se supone que la gente hace en sus lunas de miel. Sexo. No es que sonara mal, siempre iba a estar encantado de tener intimidad con Killua, es decir, es el hombre más atractivo que la humanidad alguna vez haya presenciado. Sin embargo, Gon no tarda en descartar la idea, han tenido unos días muy ajetreados, el día había sido pesado, posiblemente Killua iba a querer un poco de ungüento para su espalda insolada, ni hablar del largo viaje a la ciudad. Durante la fiesta de bodas, tampoco habían dormido bien, demasiado ocupados en la parranda cómo para preocuparse por sus necesidades fisiológicas básicas. Así que, decide, que cualquier pensamiento indebido quedará para mañana.
Lo único en lo que piensa es una sesión de besos y abrazos, acurrucarse en medio de la gigante cama con su esposo en brazos y dormir hasta despertar mañana por el mediodía
Gon bosteza al recostarse en la cama tamaño King, con sus brazos detrás de su nuca, todos sus músculos se aflojan. Ir a la playa siempre terminaba siendo algo demandante, agotador. Estar en un lugar cómodo y cálido recalca el cansancio que se cuela por sus extremidades, el peso en sus párpados, pero para Gon es impensable dormir sin tener a Killua resguardado entre sus brazos. Con lo cómodo que es abrazarlo, Killua es prácticamente un peluche de felpa de un metro con ochenta y tres.
Gon no se fija ni se detiene a analizar la pequeña y sospechosa caja que está en medio de la cama, justo a su lado. Tal vez por las malas noches de sueño acumuladas o por el agotamiento físico, pero el objeto no activa sus alarmas instintivas, lo había visto al salir del baño y le echó otro vistazo aún más de cerca cuando se acostó, pero no hizo nada al respecto. Ni hace. Gon no tiene el atrevimiento de abrir la caja, aún cuando está a apenas unos centímetros de distancia y a pesar de su aspecto prolijo que imita al de un regalo.
Un momento, ¿Imitar? Es un regalo.
¿Killua tiene un regalo para él?
Gon salta de la cama al recordar el regalo que le tiene a Killua, en el fondo de su mochila, en uno de los bolsillos internos, ubicada en la esquina del cuarto. Aprovechando la ausencia de su marido, se dispone a buscar el regalo, aunque posiblemente no lo fueran a usar hoy, ya que se había acordado no estaba de más sacarlo. ¿No es así? Sale de la cama y se acerca a su mochila, abriendo el cierre superior para luego meter la mano en el interior.
El regalo en cuestión se encuentra resguardado en una pequeña cajita envuelta con un modesto listón, cuando lo encuentra Gon deja el detalle junto a la caja de mayor tamaño que reposa sobre el centro de la cama. Y así sin más, sigue esperando a Killua, con una sonrisa juguetona dibujada en su rostro.
…
Killua siempre se tardaba en el baño, no es cosa rara. Gon lo deja pasar, revisa su teléfono, responde algunos mensajes. Se recuesta y el sueño se incrementa gradualmente, allí es cuando cae en cuenta que Killua lleva una cantidad exagerada de tiempo metido allá adentro.
Piensa en tocar la puerta, pero no es como si Killua se haya escapado por la ventana o algo así —por si acaso, Gon se recuerda que el baño ni siquiera tiene una—. Así que sigue esperando.
Pasados unos cuarenta minutos, Gon está a punto de desmayarse del sueño cuando oye la puerta abrirse, el pequeño chirrido es lo suficiente " escandaloso" cómo para alertarlo. Abre los ojos de golpe, mira la puerta abrirse con lentitud, parpadea varias veces en un intento de ahuyentar su somnolencia, y siente que el aire se le escapa cuando ve a Killua a través de la leve neblina en sus ojos.
El albino da un paso, asomándose por la puerta y recostándose en el marco con cierta timidez disfrazada de indiferencia. El rostro pálido está encendido en llamas, sonrojado de forma exagerada. La mandíbula de Gon se afloja, amenazando con dislocarse de su lugar, sus ojos se sienten más abiertos que nunca y cualquier pizca de cansancio desaparece de todo su sistema.
—Lamento la tardanza. —Killua murmura, cruzándose de brazos, apartando la mirada. Gon tiene la intención de responder algo, pero su garganta se cierra.
Sólo es capaz de mirar.
Killua está usando un conjunto de lencería blanca. Hay ligas por todos lados, una en cada muslo que suben hasta unirse con otra que rodea su cintura, enmarcando lo delgada que es. Hay encaje blanco en el borde de las diminutas prendas que conforman el set. Unas pequeñas bragas que se ajustan a la silueta de su pene, apenas cubriéndolo. Un brasier de talla pequeña forrando su pecho, dejando a simple vista las protuberancias rosadas de sus pezones a través de la tela transparente. Gon trata de procesar la imagen lo más rápido posible, absorbe todos los detalles en menos de un segundo; la forma en que las diminutas prendas se ceñían al esbelto cuerpo de su esposo, cómo el color blanco se juntaba con la piel pálida proporcionando un aspecto puro —como si en vez de tener un humano al frente suyo, estuviera en la presencia de una entidad divina—, los pequeños detalles como las medias altas sobre las rodillas y el velo de boda mediano sobre su cabeza, que caía por su espalda.
En conjunto, la vista es hermosa. Killua es hermoso. Cómo si hubiera sido formado en base de polvo de estrellas, porcelana y plata.
¿Qué clase de héroe tuvo que haber sido Gon en su anterior vida para ser tan afortunado en esta? No lo sabe, pero la sonrisa que esboza se alarga de oreja a oreja, mostrando sus hileras de dientes perfectamente acomodados.
El sonrojo de Killua es glorioso.
Gon podía distinguir el contorno de la erección de Killua a través de las bragas. De repente tiene sed, cómo si fuera a morirse de una deshidratación espontánea, incluso cuando su boca produce más saliva de lo que debería.
—¿Y e-esto? —Los ojos de Gon vacilan entre los ojos azules y el cuerpo expuesto de Killua,
Incapaz de enfocar la vista en un solo sitio.
Killua lo nota, pero no lo menciona, se pavonea en silencio ante la atención de su marido. El que hacía varios minutos moría del sueño, y que ahora vibraba cómo si no supiera gestionar tanta emoción. Si fuera un perrito, de seguro estaría sacudiendo la cola con tanta fuerza que se desarmaría.
Gon se arrastra hasta quedar sentado el borde de la cama, justo en la esquina, donde abre los brazos y los estira en dirección a Killua. La invitación no pasa desapercibido, Killua se acerca con una pequeña sonrisa.
—Quería sorprenderte —Killua se para enfrente de Gon, con una de las piernas de él encajada entre las suyas. Apoya sus manos en los hombros anchos del moreno. Gon lo atrae aún más, sosteniendo con sus manos la delgada cintura—. Es muy vergonzoso… ¿Te gusta?
Gon tiene que alzar la mirada para verlo, su boca queda a la altura más o menos de su pecho, un poco más abajo. Las manos bronceadas resisten las ganas de bajar, acariciar la curva redonda de su culo y amasar un poco la carne blanda de sus muslos. Le cosquillean los dedos. Pero resiste el impulso.
¿Si le gusta? Eso ni siquiera debería ser una pregunta. De repente, Gon está enérgico y preparado para cualquier cosa, con Killua viéndose así de hermoso —aunque su esposo siempre se veía precioso, cabe resaltar— su corazón latía rápido, ansioso por complacer, besar, adorar, desvestir.
—Sí. Te ves hermoso —Gon planta un beso en la planicie del abdomen de Killua, provocándole un escalofrío. No puede explicarlo con palabras, necesita hacérselo saber a Killua mediante acciones—. Te ves absolutamente perfecto, Lua' .
Killua se encoge, con los labios apretados y cabizbajo, su sonrojo se extiende un poco más ante las palabras desvergonzadas de Gon. Adora los elogios de su marido y todo el afecto desbordante que puede conseguir de él con facilidad, pero su corazón es sensible para esas mismas alabanzas y adoraciones.
Killua se sienta en el grueso muslo de Gon, su peso presiona contra el músculo. Los pantalones cortos de Gon se aprietan, las ganas de devorar al albino crecen desde la boca de su estómago hasta la amplitud de su pecho, sentir el peso de Killua sobre su pierna es excitante, más cuando sólo hay una delgada telita separando la piel de su muslo con la piel de su entrepierna.
Las manos de Killua aprietan y masajean los hombros de Gon, acarician el área hasta llegar a su cuello, Killua usa los dedos de su mano derecha para trazar la silueta de la manzana de Adán de Gon.
—Pensé que no estarías de ánimo —Gon permite que sus manos exploren la lencería, sus dedos rozan el borde de las bragas de encaje—, pero veo que te preparaste muy bien, qué lindura.
—Oh, cállate. Es nuestra luna de miel ¿No? —Killua rueda los ojos, viendo a otro lado. Gon aprovecha el gesto para acercar sus labios a las clavículas del albino.
Cuando Gon deja un beso húmedo sobre la piel lechosa, Killua tiembla.
Él aprieta sus piernas, aumenta la tensión entre los cuerpos, Gon sacude levemente sus caderas en busca de contacto. Cualquier ápice de distancia es molesto e inacptable. Gon chupa su cuello, marca el primer chupetón de la noche y se asegura de dejar una marca visible en la piel nívea. Killua jadea, sintiendo una corriente de calor bajar por su cuello al ser atacado por los dientes de Gon.
—¿A-abriste el regalo? —Killua pregunta en un susurro.
—¿Eh? ¿Tenía que abrirlo?
Killua entrecierra los ojos, mira a Gon fijamente por un segundo, y le jala la oreja.
—¡Ey! ¡Killuaaa! —Gon se queja como un niño pequeño, se aparta del cuello de Killua de golpe, para mirarlo con su par de ojos ámbar bien abiertos. A Killua no le conmueve su puchero.
—¡Claro que sí, tonto! ¡No por nada lo dejé ahí! —Killua brinca sobre la pierna del moreno, es un gesto brusco más que juguetón, pero el pene de Gon reacciona sin querer.
Todo es una provocación constante, sea queriendo o no, si Killua está vestido así. El cuello de Gon se tuerce sin querer y sus ojos enfocan, una vez más, el conjunto de lencería. Dios mío, es demasiado bonito. Gon sonríe por un segundo antes de que Killua le de un coscorrón por la cabeza.
Tan lindo que duele, Gon gime de dolor, aún concentrado en la vista de piel pálida y ligas apretadas en vez del regalo. Regalo, regalo, regalo.
—¿Qué regalo? —Gon se encoge de hombros.
Killua chasquea la lengua, rueda los ojos, gruñe. Todo en uno. Su expresión se oscurece y sus facciones se arquean en un ángulo peligroso, Gon previene otro cocotazo, así que sonríe con falsa inocencia.
Si tiene suerte, Killua se va a apiadar de él.
—Eres un estúpido. —Killua cae en su trama, se cruza de brazos e intenta apartarse, pero Gon lo detiene antes de que pueda huir.
—Ey, ey, ven para acá.
—Ni siquiera me estás prestando atención-
—Lo siento, mi amor, simplemente estoy un poco distraído —Gon lo jala hacía él, atrayendolo a su regazo. El peso de Killua se asienta en la entrepierna de Gon, puede ser o no que ya tenga una erección —lo dejara a la imaginación—, pero lo ignora para seguir besando a Killua.
Uno, dos, tres besos en su cuello y en sus hombros. Gon envuelve el torso esbelto del albino entre sus brazos.
—Me distraes demasiado si te ves así de lindo —Killua farfulla de vergüenza, sin mirar al moreno—. Vamos, podemos abrir el regalo juntos, cielo. No te enojes.
Gon se fija en la "liga de novia" en uno de los muslos de Killua, decorada con un pequeño lazo del mismo color que todo el set, Gon concluye rápidamente que cuando llegue el momento se la quitará con la boca. Al igual que, probablemente, todas las demás prendas.
Killua se sonroja ante la propuesta, asintiendo a la sugerencia de Gon.
Killua se levanta de su cómodo asiento en el regazo de Gon, apartándose por completo. La ausencia de contacto y cercanía hace gruñir a Gon. El albino ríe ante la expresión de desacuerdo que adopta el moreno inconscientemente, su sonrisa se marchita cómo la de un niño al que le han quitado su dulce. Pero es difícil para él mantener su puchero cuando oye un sonido tan divino como el de Killua riéndose, resuena en sus oidos, suave, cálido.
Killua aparta las manos del moreno de su cintura, dando unos pasos hacia atrás y luego rodeando la cama, caminando en un ritmo similar al de una pasarela. Killua se sube a la cama, se agacha a cuatro patas y se arrastra a gatas hasta acercarse al centro de la cama; un sonrojo le quema la cara a Gon por completo, reluce en sus orejas y se arrastra por su cuello. Gon traga saliva viendo la forma en que Killua arquea su espalda y su culo se pronuncia. Se siente como si estuviera presenciando un espectáculo obsceno, uno a punto de empezar. Los movimientos de Killua son lentos e hipnóticos, experto en enloquecer a Gon.
Y cómo si sus tácticas de seducción no fueran lo suficiente avanzadas, está usando eso. La sonrisa divertida de Killua recalca el motivo detrás de su actuación, es consciente de lo hermoso que se ve.
Killua se sienta sobre sus talones, sus muslos pálidos se flexionan al abrirse, adoptando una pose exhibicionista que deja prácticamente al aire libre su erección. Esas bragas no abarcan lo suficiente para taparlo, y si Gon entrecierra los ojos podría notar la pequeña sombra de líquido preseminal que ensucia la tela. Podría lamerlo. Debería lamerlo ahora mismo, arrastrarse hacia su esposo y suplicarle por una oportunidad de probar su piel lechosa. Pero no, porque Killua agarra la caja y le da vueltas en sus manos, dándole toquecitos con sus dedos. Busca llamar la atención de Gon, la caja debería llamarle la atención, pero Gon está más concentrado en toda la figura de Killua que en el extraño objeto.
Es un poco molesto. ¡Killua se está burlando de él! Y ni siquiera trata de disimularlo, es descarado, a pesar de que se mostró tímido hacía unos minutos.
—¿Qué esperas? Ven a abrir tu regalo —Killua se atreve a sonar impaciente.
Mira a Gon con una evidente diversión, ojos hechos medialunas, sonrisa puntiaguda, una postura recta y abierta. Provoca nervios en Gon, una sensación que es casi desconocida para él.
—Yo también tengo un regalo para ti, está justo allí —Gon se acerca subiéndose a la cama una vez más. Copia la posición de Killua, sin abrir las piernas, ¡No quiere que Killua vea su erección y siga burlándose!
Sabe que el albino disfrutaba bastante de ser un bromista, pero Gon no iba a poder soportar eso, no hoy.
El albino alza las cejas con tenue interés, su expresión traviesa apenas vacila. Le entrega el regalo a Gon y toma el que le corresponde, el misterioso objeto es lo suficientemente pequeño como para no haber llamado su atención antes.
—¿Esto de aquí? —Killua levanta la cajita, sin dudar mucho en abrirla. De ella saca una pequeña botella, lo suficiente chiquita como para caber en su palma—, ¿Mmh?
Cuando Gon abre la caja que le tocó, descubre en su interior otra caja, precisamente una de chocolates. No era una caja convencional, sino una de aluminio, bien vistosa, dorada que reflectaba las luces en su superficie lisa.
Aún así, se ríe.
—¿Chocolate?
Killua le devuelve el gesto, una sonrisa pícara y una leve inclinación en su cabeza, como si entendiera el subtexto del regalo pero no su verdadero trasfondo. Cómo si estuviera intrigado, pero no realmente sorprendido. Al contrario de Gon, quien se siente sorprendido, pero no demasiado interesado.
—¿Aceite?
Un segundo de silencio culmina antes de que la pareja intercambie miradas, acto seguido, se echan a reír. Gon se rasca la nuca, no entiende porqué Killua le regalaría chocolate, ¡No es que menosprecie el gesto! Pero para nadie es secreto que no es fanático de lo dulce.
Killua comparte una duda similar con la botella de aceite, la suposición objetiva es que es algún tipo de lubricante exótico, pero sigue siendo un regalo curioso debido a que no les hacía falta lubricantes. A parte, generalmente usaban en base de agua, no aceite.
Gon analiza el regalo, notando el idioma extranjero en que las letras de la presentación fueron escritas, no recordaba haber visto unos caracteres cómo esos antes. Intercambia su atención a las imágenes vistosas de los dulces plasmadas en la tapa superior del empaque, y para su gusto, vio que los chocolates en el interior eran idénticos a los de las fotos. Hileras verticales conformadas por bombones de chocolate de distintas formas y colores, se veían apetitosos, incluso para un amante de lo salado cómo él.
Gon no tarda en comerse uno. Agarra uno redondo, de color marrón muy oscuro, cuando se derrite en su boca se estremece ante el amargor característico del cacao concentrado. Lejos de ser empalagoso, es perfecto.
—¡Wow! ¡Está bueno! —Gon alza los pulgares.
Cuando voltea a ver a Killua, ve a su marido escudriñando la botella con sus ojos. Con lo penetrante que es la mirada cerulea, Gon se sorprende que el cristal de la botella no haya colapsado en la palma de su mano. A punto de reir, Killua lo mira.
—¿Qué idioma es este?
Él le enseña la botellita a Gon. Compacta, de cristal grueso, oscuro, la sombra del líquido que se resguarda en el interior es apenas visible. La etiqueta del frente contiene otro idioma desconocido, a simple vista, una fusión entre el alfabeto cirílico y los kanjis japoneses, por raro que suene.
—Lo mismo puedo preguntarte yo. —Gon señala la caja de chocolates, aún masticando el que tiene en la boca— Esa —luego señala la botella—, es una de las múltiples lenguas de Kakin, creo que se llamaba Alkimoyi o algo así. ¡Allí los sustantivos y números se conjugan como si fueran verbos! ¿No es interesante?
Killua le dedica una mirada inquisitiva al producto, tratando de descifrar el enunciado y su propósito, Killua lo gira en su mano y lee el enunciado de la parte trasera, donde en teoría están todas las indicaciones. En efecto, no llega a entender nada del texto.
—Ahora, ¿Qué idioma es este? —Gon le devuelve la pregunta.
—Nörko —Killua responde simple—. Es la lengua nativa de un pequeño pueblo originario de Padokia, uno de los diez que se tienen registro.
—Oooh —Gon silba—. Eso es genial, aunque… ¿Lo conseguiste de un pueblo aborigen? esto no se ve muy artesanal…
—No lo son, los compré en un puerto, una tienda de regalos llena de cosas extranjeras a mitad de precio. No sabía que se vendían en presentaciones así, pero los ví y no pude evitar comprarlos —Killua explica.
—¿Son chocolates mágicos o algo así?
Gon toma otro de los chocolates, uno con una forma similar al de una flor, de un tono café más claro y con un toque a leche en su sabor pronunciado. Igual de sabroso que esas exquisiteces caras que había llegado a probar en restaurantes prestigiosos de YorkNew.
—Tal vez —Killua se encoge de hombros, sonriendo de forma diabólica—, ahora tú dime qué es este aceite, ¿Es mágico también?
—Bueno… es una larga historia —Gon empieza—, descubrí su existencia tras una charla con Kite que tuve hace mucho tiempo, ahí él me habló de las cosas interesantes que descubrió en su tiempo en la selva de Kakin, me habló de una planta… curiosa. Al parecer se usaba como anticonceptivo natural —Killua alza aún más su ceja, sin expresar todas las dudas que surgen tras eso—, pero también, y de forma un poco contradictoria, podía usarse como afrodisíaco. Simplemente había que consumirla de formas diferentes, en té para que fuera un anticonceptivo, y en aceite para que fuera un afrodisíaco…
Un fuerte rubor llenó el rostro de Killua en respuesta. Con una serie de escenarios explícitos inundando su cabeza de golpe y con cada imagen producida yendo directo a su pene. A sabiendas del propósito detrás de esos chocolates y ahora ese aceite, Killua se pregunta si luego de esto podrá caminar.
—Kite me explicó un poco cómo funciona, no en el sentido raro, sino de forma científica. ¡Por eso no entendí nada! Pero recuerdo bien que dijo que era uno de los afrodisíacos naturales más fuertes, entonces… —Gon continúa como si nada, viéndose un poquito apenado, o mejor dicho entusiasmado. El moreno no parece darse cuenta de la realización del albino—, lo pedí por internet con mucho tiempo de antelación, lo recogí en Isla Ballena, de hecho, pedí que hicieran la entrega allí. Mito-san no abrió la caja y no hizo preguntas, tuve la suerte de que me lo haya entregado cuando tú no estabas presente, jeje.
Killua no puede creerlo.
La fachada de sexy de Killua se rompe al echarse a reír a carcajadas, es tan estruendoso que Gon se cuestiona a sí mismo si lo que dijo es en realidad tan gracioso, sin entender la situación. Killua recuesta su peso en un lado de su cadera, echándose, se desparrama sobre la cama a la vez que rie y rie.
Killua alza la pequeña botella, sonriéndole a Gon con diversión. El sonrojo se mantiene en sus mejillas, pero el brillo lujurioso en sus ojos es más fuerte.
—¿Cómo se usa esto?
—Tienes que frotarlo en tu cuerpo… eso va a "activarte".
Gon se aclara la garganta, la idea de tener que masajear el cuerpo de Killua con aceite, empapar toda su piel hasta dejarla brillante y resbaladiza, es bastante excitante. Y mejor aún, ver los resultados de su experimento. Sabía que Killua era resistente a casi todas las sustancias; drogas, venenos, fármacos en general. Su turbulenta crianza había fortalecido su sistema inmunológico a un nivel sobrehumano, desarrollando resistencia a toda clase de cosas. Pero este aceite, esto era diferente, y Gon presentía su victoria.
—Qué divertido. Esto es tan gracioso, en serio me encanta —Killua se ríe un poco más, como si supiera algo que Gon no. El moreno no sabe qué es lo que se le escapa de la situación, mira a su hermoso esposo —tratando de no perder el enfoque y distraerse con esa bendita lencería— y analiza.
—¿Qué es tan divertido? —Gon lame los minúsculos rastros de chocolate de sus dientes.
—Esos chocolates son mágicos también —Killua empieza a explicar—. Son afrodisíacos… se sabe que los aborígenes de Padokia les gustaba alocarse un poco después de sus ritos tradicionales, así que hacían dulces y lo mezclaban con combinaciones naturales de especias, matas y frutos que producían efectos intensos en la gente.
La mandíbula de Gon cae, aumentando la risa en el albino. Gon mira hacia todas las direcciones, mira a su esposo, después mira la botellita de aceite en su mano, luego mira la caja de chocolates y aprecia el par de puestos vacíos que ha dejado. Aún tiene el sabor del chocolate en la boca, y se pregunta cuánto tiempo faltará para que empiece a sentirlo.
—¡Killua, eres un copión! —Gon acusa, empezando a reírse. Killua bufa—, ¿¡Cómo puede ser que hayamos pensado lo mismo!?
—¿¡Copión!? ¡Los compré hace meses!
—¡Yo también! —Gon protesta.
Killua mira mal a Gon, como si el moreno estuviera loco o algo así. Pero él sólo ríe, ya entendiendo toda la situación y viendo lo hilarante de la misma, la neurona compartida de Gon y Killua les había jugado una mala jugada. ¿O tal vez una muy buena?
Gon toma otro chocolate.
—¿Cuál es el límite?
—Se supone que es uno por persona —Killua se limita a decir—, pero nosotros no somos personas comunes, así que no me preocuparía.
—Ey, puedo tener habilidades sobrehumanas, pero mi pene es un pene normal. ¡No quiero que le pase nada!
Killua rueda los ojos con cierta diversión, después de que Gon se mete un tercer chocolate a la boca —está vez uno de chocolate blanco—, Killua deja la botella de aceite a un lado para tomar la llamativa caja en sus manos, toma uno de los dulces sin miedo; sabiendo que las probabilidades de un producto así lo afecte por vía oral están por debajo de cero. Saborea la calidad del chocolate, prácticamente ronroneando en afirmación, es casi tan bueno como un Chocorobot.
Killua deja la caja de chocolates a un lado, en el piso junto a la cama, evitando que luego pudiera estorbar.
—No le va a pasar nada, gran idiota —Killua se gira para ver a su marido, acercándose con un lento gateo—, además, ¿Cómo osas decirle a tu pene normal? Deberías pedirle disculpas.
Gon se ríe, sintiendo las manos pálidas viajar hasta sus hombros. Gon lo toma como la señal perfecta para volver a poner sus manos sobre su hermoso esposo, sosteniendo su cintura con firmeza. Killua se para a horcajadas sobre Gon, flotando sobre el regazo del moreno. Después, junta sus bocas, Killua permite con facilidad que Gon tenga total acceso al interior de su cavidad, ayudando a mover sus lenguas una contra la otra. Se producen sonidos húmedos y es tan adictivo como siempre.
Es una pequeña pelea por el poder, Killua presiona hacia abajo y Gon trata de dominar el beso, tan competitivos como cuando eran niños. Killua enreda sus dedos en la cabellera oscura, usando una mano para sostener la parte posterior de su cabeza y la otra para sostener su mandíbula, dejando que sus dedos tracen un camino invisible desde su barbilla hasta su oreja. Las manos de Gon bajan hasta tomar los muslos de Killua desde atrás, apretando la zona justo debajo de su culo, la piel es tan suave y sensible que con un simple apretón la sombra de los dedos de Gon queda plasmada.
No toman descansos para respirar, no rompen el contacto incluso cuando sus labios empiezan a entumecerse. Mantienen el beso, toman de la saliva del otro como si fuera algún nectar sagrado, chupan y muerden; Killua gime cuando Gon mete su lengua demasiado profundo, el sonido estremece al moreno, un pequeño llamado que lo anima a continuar. Killua se deja llevar, pierde la batalla, le cede total control a Gon, el azabache muerde su labio inferior y explora cada centímetro de su boca hasta que Killua jadea, sintiendo la ausencia de aire volverse notoria. Es un poco masoquista como Killua ejerce más fuerza en su agarre sobre Gon, animándolo a seguir aunque su pecho se agita, la adrenalina extra va directo a su dolorosa erección.
Killua se separa con un gemido bajo, con un fino hilo de saliva uniendolos. La boca de Gon, aterciopelada, cálida, tierna, se derrite contra la suya. No pararía de besarlo jamás, y por eso toma una corta bocanada de aire antes de abalanzarse de nuevo sobre él. Gon gruñe y mantiene el ritmo. Acaricia la piel de los muslos lechosos, dándole una palmada a uno —el impacto de la palma contra la carne resuena en la habitación—, Killua vuelve a gemir. Gon no resiste la tentación y lo empuja contra el colchón.
Lo recuesta boca arriba, la posición perfecta para mantener el contacto visual, para contemplar con éxito su figura y su belleza angelical. Killua se hunde en el colchón, su cabello blanco se vuelca en la almohada, disperso en todas las direcciones. Le devuelve la mirada a Gon, ojos azules que se desbordan de cariño.
Killua abre sus piernas sin ninguna contemplación, y Gon se acomoda entre ellas. El albino mantiene sus brazos enrollados alrededor del cuello del moreno, inclinando a Gon sobre él. La sombra del azabache se proyecta sobre Killua, haciéndolo sentir pequeño, desde el ángulo en el que fue posicionado la diferencia de tamaño entre ambos cuerpos es igual de notoria que de excitante; Killua siempre había sido de músculos más largos, en vez de prominentes, su contextura podría percibirse como delgada, delicada, a pesar de la increíble fuerza y velocidad que su cuerpo era capaz de ejercer. Gon, por otro lado, era ancho, con sus músculos presumiendole a todos el arduo esfuerzo detrás, gracias también a su condición de Potenciador, su musculatura resaltaba lo suficiente como para hacerlo ver gigantesco al lado de Killua. ¡Incluso cuando median prácticamente lo mismo!
Estando debajo del otro hombre, Killua admira la forma en que Gon lo cubre con todo su cuerpo y cómo el ancho de sus hombros y espalda se volvía dolorosamente evidente para su innegable excitación, la vista sería perfecta de no ser por la cantidad de ropa que Gon lleva puesta aún —Unos pantalones cortos y una camiseta—. Es inaceptable.
—Demasiada ropa —Killua se queja, tomando el borde de la camiseta de Gon para alzarla sobre su cabeza.
Gon no se opone, facilita la salida de la prenda alzando sus brazos. Similar a ver las bambalinas de un teatro desplegarse para presentar un espectáculo digno de premios y ovaciones, Killua admiró el torso esculpido de su marido.
El panorama repleto de músculos rígidos, piel bronceada y grosor, provocan un ronroneo de aprobación en Killua. Su boca se humedece, un silbido amenaza con escaparse de sus labios. Las manos pálidas recorren el terreno, las yemas de los dedos de Killua trazan todas las líneas de los abdominales de Gon, bajan por el camino de su linea v y acarician el hueso sobresaliente en su cadera. Gon se ríe ante las atenciones, el tacto de Killua es lo suficientemente delicado cómo para confundirse con cosquillas, el roce de una pluma. Gon se mete más entre las piernas de Killua, empuja su pelvis hasta que el par de erecciones se tocan, con un poco de fricción podrían alocarse. Pero Gon prefiere primero tomarse su tiempo con Killua, llenarlo de mimos y besos antes de proseguir con la verdadera acción.
Gon deja rastros húmedos de besos por todo su cuello, muerde y se esmera dejando chupetones rojizos que destacan en la palidez extrema de Killua. A Gon le gusta arruinarlo, que el aspecto pulcro de su piel desaparezca para ser intercambiado por una vista pecaminosa de piel tierna arruinada con sombras de dientes y moretones. Alimenta la posesividad de Killua, el ego de Gon, el deseo colosal que tienen de pertenecer al otro.
—¿Ya te dije lo bonito que te ves hoy? —Gon susurra, besando la parte posterior de su oreja. Killua se sonroja al oírlo, apenas preparado para la horda de halagos que sabe que viene—. Pareces un ángel, me encantan todos los detalles, será una pena desnudarte.
—Tardé eligiendolo —Killua murmura, de repente tímido ante la mirada hambrienta de Gon. Antes de este momento nunca se había interesado demasiado en lencerías, ¡Tuvo que pedirle ayuda a Alluka para elegir un conjunto! Fue demasiado vergonzoso—, así que será mejor que no lo quites todo.
Pero, al menos, los resultados habían sido los esperados. Killua estaba complacido, a pesar de su pronunciada vergüenza.
—Oh, no, para nada —Gon sonríe cómo si fuera el hombre más feliz del mundo—, voy a dejarte con esas lindas medias y el velo, tal vez también te deje puesto la parte de arriba —él reflexiona, usando sus dos pulgares para presionar los pezones de Killua a través de la tela, frotando y haciéndolo gemir—. Eres una novia bastante hermosa, ¿No es así?
—¡G-Gon! —Killua chilla avergonzado, retorciéndose bajo su marido. Gon suelta una pequeña risa, dejando más besos en la piel sensible del cuello del albino.
—Nee, Killua —Gon habla, su aliento estremece a Killua. Hay más besos antes de que Gon se aparte un poco, alza su rostro para poder mirar a Killua, sus ojos brillan cómo si fueran dos faros; y Killua se queda estático, como si fuera un ciervo asustadizo en medio de la carretera—. Me alegro de haberme casado contigo.
Killua se sonroja, pero no es un simple rubor por una timidez infantil. Es un profundo calor en sus mejillas, acompañado por una gran sensación de sorpresa que se aloja en el núcleo de su cuerpo; algo más importante que su corazón, tal vez en su alma. Las palabras lo golpean en la cara, a pesar de que sabe en dónde se encuentran, Killua no está preparado para recibir confesiones tan grandes sin colapsar en el intento. Ni siquiera es la primera vez que Gon se lo dice —aún considerando que apenas llevan menos de cinco días casados oficialmente—, durante la fiesta se lo murmuró cada que podía, a través de la bulla incesante de la música y el alcohol que le recorría las venas, sonriéndole con esa sonrisa de borracho suya. Y aún así, Killua se emociona cómo si fuera la primera vez, cómo si en el fondo siguiera siendo ese niño anhelante de un amor que creía no correspondido.
—Gon…
Killua acuna el rostro de Gon en sus manos, acaricia con sus pulgares la piel tersa de sus mejillas, expresando todo lo que no se desliza fuera de su boca a través de sus ojos. Dentro de las fosas oscuras en las pupilas de Killua Gon mira su propio reflejo, diluido en el amor con el que Killua lo admira.
Las mejillas bronceadas se sienten caliente debajo de su tacto, Killua nota, los sonrojos le quedan bien. Los rasgos de Gon se suavizan, derritiéndose sobre las manos pálidas.
—Yo también me alegro. —Killua lo besa suavemente.
—Siempre quise casarme contigo, pensé en ello desde que éramos niños —Gon interrumpe a mitad del beso, sin vergüenza alguna, como si sus palabras no atentaran contra la vida de Killua.
Mantiene su vista puesta en Killua, lo mira como si Killua fuera algo preciado, y quema.
—¡Yo también! —Killua sólo puede alzar la voz para hacer énfasis en sus palabras. Él también soñó con casarse con Gon desde que era pequeño, incluso desde antes de siquiera entender del todo la naturaleza de sus confusos sentimientos—. Siempre quise casarme contigo…
—Somos afortunados, eh —Gon se ríe, besando la frente del albino, sus labios dejan una marca invisible que Killua cree imposible de borrar—. Soy muy afortunado de tenerte aquí conmigo.
—No, yo soy el afortunado… —Killua se relame los labios. El contacto visual se vuelve demasiado, el ardor en su interior no es sólo excitación y vergüenza, hay algo mucho más fuerte que eso.
—Ambos lo somos entonces —Gon concluye. Killua no puede contradecirlo.
Uno de los pulgares de Killua se detiene sobre los labios afelpados de Gon. El azabache vuelve a acercarse y empuja su boca contra la del albino. Killua gime cuando su entrepierna recibe presión de parte uno de los muslos de Gon, el toque es inesperado y pequeño, pero alimenta la excitación que se enrosca en su vientre.
Gon se da cuenta, a mitad del beso que inicia de forma impulsiva, persigue sus instintos más primitivos. Él chupa su labio inferior y lo jala con sus dientes, se separa con la respiración un poco agitada, con los labios brillando por saliva que en definitiva no le pertenece.
—¿Te gustaría que empiece a frotar el aceite en tu cuerpo? —Gon dice, sus mirada aguda fija en Killua y sólo en Killua. La propuesta es captada por los oídos del ex-asesino, y su cerebro se encarga de traducir para su pene, el cual se sacude en su ropa interior con interés.
—S-sí, eso estaría bien.
Gon sonríe. Hay un último beso sobre los labios de Killua, uno en el que no se profundiza, y después, Gon se pone manos a la obra; el cambio de ambiente, como el aura alrededor de Gon se oscurece levemente, un cosquilleo placentero recorra la columna vertebral de Killua.
Gon aparta las manos de Killua de su rostro, tomando las dos muñecas del albino y atrapandolas en una sola de sus manos, colocándolas detrás de su cabeza. Killua gime, su cuerpo ni siquiera ha sido expuesto al renombrado aceite, pero Killua ya se siente sensible por todos lados. El agarre es brusco, Gon presiona lo suficiente como para dejar tatuada la sombra de sus dedos, y a Killua le encanta la idea.
Quiere que Gon lo marque por todos lados. Quiere tener cicatrices, marcas, tatuajes, huellas, cualquier cosa pero que sean suyos.
—Creo que ya me está empezando a hacer efecto —Gon comenta, no hay un cambio físico evidente, tal vez sólo el rubor sutil en su cara, como si tuviera fiebre.
Killua piensa en preguntar. Siente gran curiosidad ante la declaración, pero Gon usa su mano libre para bajar sus bragas, sacándole un gemido de sorpresa a Killua e interrumpiendo su hilo de pensamiento. La erección del albino rebota hacia afuera, exponiéndose rosada y húmeda en la punta, el líquido preseminal baja por la longitud, justificando la mancha notoria en la parte delantera de la diminuta prenda. Es tan repentino que Killua apenas puede reaccionar, la forma en que Gon mira su desnudez quema su piel; la declaración del moreno cobra más sentido, hay un sonrojo oscuro en sus mejillas bronceadas y el sudor brilla en su frente. ¿Tan rápido empieza a hacer efecto? Tal vez la cantidad que consumió, Killua se responde a sí mismo.
Gon le da unas caricias a la virilidad de su esposo, frotando con su pulgar el glande y arrebatándole más gemidos. Las piernas de Killua se abren más en respuesta, invitando al moreno a tocarlo. Killua mira con atención los movimientos del contrario, él aleja su mano de su polla para buscar en su costado, en el edredón de la cama, la pequeña botella que habían estado ignorando.
—Me irás avisando como te sientes en todo momento, ¿De acuerdo? Si no te gusta lo dejamos —Gon afloja la tapa con los dientes, manteniendo su agarre firme contra las muñecas del albino, sometiéndolo. Killua se muerde el labio inferior, asintiendo—. Usa tus palabras conmigo, cielo.
—Está bien, te diré si me incomoda.
—Buen chico —Gon tira la pequeña tapa a un lado, manteniéndola a la vista—, voy a mojar tu polla primero, ¿Alguna objeción?
—N-no, tócame, por favor.
Gon inclina la botella sobre la entrepierna de Killua, de la boca de la botella sale un fino hilo del líquido —de tono amarillo y semitransparente— que cae justo sobre la longitud erecta del albino. Killua chilla.
—¡Mierda! ¡Está frío!
Las caderas de Killua saltan, tratando de echarse para atrás. Gon aparta la botella, dejándola en un lado estable para acercar su mano a la polla del albino, el aceite baja junto con el líquido preseminal. Gon no va a mentir, se ve bien. Además, el olor mentolado acaricia su sensible sentido del olfato.
—¿Mucho?
—¡Sí, carajo! —Killua gime —entre complacido e histérico— cuando Gon soba su erección, esparciendo el aceite hasta la base de su pene, sus bolas y su perineo. La sensación es fría, similar al ardor luego de presionar hielo durante demasiado tiempo en alguna zona sensible de la piel. No está seguro de cómo debería sentirse en primera instancia… pero su primera conclusión es que está jodidamente frío—. ¿Es normal?
—Mmh, por lo que leí en la página web sí —los dedos del moreno frotan la ligera sustancia sobre el glande enrojecido de Killua, presionando la punta de su pulgar contra la ranura, burlándose—, ¿Se siente mal?
—Aah, un poco i-incómodo —a Killua le cuesta hablar, siente un extraño contraste debido a la calentura en su cuerpo y la frialdad fortuita del aceite.
Las caricias de Gon hacen que no pueda ser imparcial al respecto. Los dedos de Gon son buenos, callosos, rústicos, pero delicados a la hora de tocar y presionar sus puntos sensibles.
—Te quitaré tus lindas bragas, ¿De acuerdo? —Gon sonríe landino. Killua gime y aparta la mirada, sus bragas están empapadas, lo sabe bien. El moreno jala hacia abajo la prenda, deslizandola fuera de una pierna primero y luego por la otra—. Dios, estoy empezando a sentir calor, eh.
—¿Sí? ¿Cómo se siente? —Killua pregunta curioso, viendo a Gon secarse el sudor con el dorso de su palma.
La mirada que le da a Killua, estando desde arriba, con sus ojos estrechos y su visión agudizada, eriza todos los vellos del albino.
¿Cómo se sentía Gon? Bueno, sentía que su cuerpo empezaba a ser azotado por fiebre. No de ese tipo que causa dolor muscular, incomodidad infernal, temblores, era una fiebre meramente calurosa, como si en su interior hubiera un incendio imposible de apagar. A parte, la erección sólida que ya tenía a causa de la sensual vista de Killua usando un conjunto de lencería, se había intensificado como si no hubiera tenido sexo en años. Su polla quería escapar de sus pantalones cortos, era una tienda de campaña bastante prominente que sólo crecía y crecía ante los ruidos y las divinas reacciones de Killua.
—Mucho calor —Gon suspira—, también me duele un poco la polla… y me muero de ganas por follarte.
Killua tiene el atrevimiento de avergonzarse, a pesar de todo, como si en esa mente suya quedara alguna pizca de inocencia. Las palabras de Gon parecen animarlo a soltar su lengua, a hablar sucio.
—Entonces apúrate y prepárame —Killua invita, juntando sus cejas en un gesto serio—, báñame en esa cosa para estar lo suficiente resbaladizo para ti.
—Lo haré, te pondré húmedo para mí, recibirás mi polla muy bien —Gon le sigue el juego, subiendo su mano por su torso para alcanzar la parte superior de su conjunto—. Abre la boca.
Killua obedece sin cuestionar. Gon alza el pequeño brasier lo suficiente para revelar el pecho de Killua, plano y adornado con llamativos pezones que Gon ansía devorar. El bonito encaje de la prenda termina atrapado entre los dientes del albino, quien acepta recibir el corpiño en su boca cómo si fuera una mordaza. La tela no muestra resistencia, se desliza fácil hacia arriba, más aún con la posición conveniente de los brazos de Killua. La prenda parece haber sido confeccionada para pechos planos y no tiene un sistema de agarre real, destinada a ser linda y fácil de arrancar.
Gon admira la vista, la forma en que Killua lo mira con su boca llena es bastante sugestiva; sus ojos brillan en sumisión. Gon se encarga de verter un poco más del aceite sobre el pecho del albino, dejando caer un chorro delgado en la parte media entre sus pectorales, el líquido baja por su abdomen y algunas gotas se deslizan por sus costados. Killua sisea por el frío.
El moreno deja la botella en el mismo lugar de antes, usa su mano para extender por toda la área el líquido, frotando para dejar la piel lisa y resbaladiza. Sus dedos se toman su tiempo con cada uno de los pezones del albino, sobando, acariciando, pellizcando las bonitas protuberancias. Killua gime y muerde con fuerza la tela en su boca, mirando con exagerada atención la forma en que Gon lo tortura sin piedad. ¿Es esto una venganza o algo así? A ambos les gustaba hacer lo mismo, llevar al otro al borde de la locura.
Gon usa su mano para estimular uno de los pezones, y usa su boca para brindarle su correspondida atención al otro. Killua se sonroja de sobremanera cuando ve a Gon deslizar su lengua fuera de su boca y acercarla a uno de sus pezones, la imagen se siente particularmente sucia por alguna razón. La lengua baila alrededor del botón rosado, marcando un ritmo lento al succionar que le jode la cabeza. Gon degusta el sabor peculiar del aceite mientras tanto, disfrutando del nuevo toque en la experiencia de chupar a Killua; el aceite sabe a uno de esos tés extraños que su bisabuela le preparaba cuando se enfermaba, pero sin el toque de azúcar clásico, una infusión cualquiera de hojas. A la mayoría no le causaría gran emoción, pero para Gon lamerlo del cuerpo de Killua lo convertía en una sustancia divina, agua bendita, un néctar sagrado que acaricia sus papilas gustativas con cada lamida.
Killua se retuerce, apoyando su cabeza contra la cabecera de la cama, arqueando su espalda. Los pequeños ruidos que hace inspiran a Gon a continuar, a alargar las bromas a pesar de que su polla ruega por un poco de estimulación. Su boca se turna con las dos tetillas, dándole espacio a su mano para bajar y acariciar la zona sur de Killua, toqueteando su erección, aprovechando la presencia del aceite para que su mano pueda subir y bajar de forma fluida, en un ritmo lento, justo como a Killua le gusta. Los estímulos son bien recibidos, los gemidos de Killua son ahogados por la mordaza en su boca, pero de todas formas la exasperación vibra en su garganta, pone sus ojos en blanco por el placer cuando Gon succiona con fuerza alguno de sus pezones o cuando le da un apretón fuerte a su pene.
Los dientes de Gon viajan a sus costados, a sus clavículas, a sus hombros, a su estómago. Chupa la piel, saborea más del nectar que se mezcla con el sudor de Killua, no bebiendo sólo de allí sino también de las divinas reacciones de su esposo. Killua es un espectáculo por sí solo, es una musa, con aspecto de deidad y, para Gon, igual de sagrado que una. Su cuerpo responde tan bien a Gon que para él es imposible no caer en una fuerte adicción, se hunde en la tentación de someter a Killua a todos los placeres que pueda darle, juega con él lento y luego muy duro; rompiéndolo por completo, premiando su perfección con deleite carnal, con el regocijo de recibir una digna atención. Se complementan tan bien en cada aspecto, incluso en este, Gon piensa en lo duro que se lo va a follar justo después de esto, en como va a sacarle provecho a esta bonita luna de miel, a estos considerados regalos, y a esta bella novia.
Gon deja besos sobre cada moretón, sellando cada marca rojiza con un gesto casto de amor, uno que en vez de borrar la sombra de la rudeza la refuerza.
Sabe que si se esfuerza lo suficiente podría hacer a Killua venir sólo jugando con sus pezones, abusando de su sensibilidad. Y por eso lo empuja al borde, proporcionándole buenas caricias en su intimidad, haciéndolo follar su puño, mezclandolo con el abuso a su pecho. Pero no le da demasiada libertad, aparta su mano cuando el cuerpo de Killua tiembla de una forma familiar, los movimientos de su lengua se detienen cuando los dedos de los pies de Killua se enroscan de forma sospechosa, cuando sus muslos vibran como si estuviera a punto de colapsar; mantiene la presión allí, el incentivo constante, la ilusión de un futuro orgasmo, pero no lo lleva hasta al final. Se asegura de enseñarle a Killua que este es sólo un inocente juego previo. Un aperitivo para abrir el apetito, a pesar de que Killua gime y se retuerce en busca de que Gon le permita comer ya el postre. Niño malcriado.
El moreno pasa otro rato divirtiéndose con el pecho de Killua, lo mantiene inmovilizado para que no pueda tocarse por mucho que quiera. Al final, con un sinfín de marcas por todo su torso, con sus pezones hinchados en un lindo tono rojizo, con el aceite esparcido por doquier y sin ningún parche de piel libre de la brillante capa de lubricación, Killua se harta de la tortura.
Killua escupe la tela de su boca para exclamar:
—¡Por favor, Gon! ¡Fóllame! —su voz suena quebradiza, Gon quisiera ignorarlo y continuar, pero su pene se sacude dentro de sus pantalones cortos. Otra punzada de dolor.
Los efectos del afrodisíaco se hicieron notar. La temperatura corporal de Gon, elevada por los cielos, podía confundirse fácilmente con una fiebre descontrolada. La situación en sí misma no se prestaba para ayudar a aliviar su erección, todo era estimulante para sus sentidos. Se preguntó si la actitud desesperada de Killua era producto del aceite o de los extensos estímulos que estaba recibiendo, si ardía con la misma intensidad que él.
—¡No aguanto más, maldita sea! —Killua arquea su espalda, sus muñecas forcejean contra el agarre del moreno. Hay un pequeño hilo de saliva deslizándose fuera de su boca.
—¿Quieres que te llene con mi polla? ¿Eso es lo que quieres, cariño? —Gon arrulla, haciendo a Killua lloriquear—. Comunícate conmigo, cielo.
—¡Sí, joder! ¡Fóllame ya! —Killua gime angustiado, sus ojos cristalizados, el sudor se vuelve evidente por la forma en que su flequillo se pega a su frente. Hay un sonrojo bajando por su cuello y llegando hasta la punta de sus orejas.
Gon suelta las muñecas de Killua, revelando la sombra de su mano impregnada en la piel pálida que cubre la zona. Killua gime y se acomoda, de repente, dándose vuelta.
Cómo si de un acróbata profesional se tratase, Killua se pone boca abajo después de un giro rápido; apoyándose en sus rodillas para alzar su culo con descaro, cómo una gata en celo, cruza sus brazos sobre la almohada y voltea su rostro para mirar a Gon. Su cuello se dobla de forma incómoda mientras sostiene el roce entre los dos pares de ojos.
—P-por favor… —Killua jadea dócil, abriendo más sus rodillas y luciendo inocente, batiendo sus pestañas rizadas. Todo su vestuario apela a eso, a un aspecto angelical y virgen, una dulce novia. Pero se notan los primeros quiebres en su fachada; las mordeduras en su piel destacan, mezcladas con todos los demás moretones, su cuerpo brilla por el aceite, viéndose perfectamente lubricado para recibir la polla de Gon sin problema alguno a pesar de que aún no ha sido estirado.
Se ve pecaminoso, a punto de cometer serias perversiones, y es hermoso.
Gon se lo quiere comer entero.
Por la nueva posición hay un ángulo mucho más explícito de toda la anatomía del albino. El culo y las piernas de Killua resaltan en primera plana. Todo empeora de forma significativa cuando Killua, en un momento osado, utiliza una de sus manos para abrir sus mejillas y revelar su agujero, la vista es lo suficientemente obscena como para que Gon se quede en blanco.
—Necesito tu polla dentro de mí —Killua arrastra sus palabras, con un tono dulzón que desconcierta a Gon.
Las provocaciones de Killua eran inauditas, atrevidas y tentadoras en todo el sentido de la palabra. Gon se toma muy en serio los deseos de su esposo, no iba a ignorar ninguna de sus peticiones, menos una como está. Así que toma la botella de aceite, y con esa misma velocidad inhumana con la que Killua se había movido, Gon vierte parte del contenido de la botella sobre su mano y luego directamente sobre las caderas del ex-asesino. Y así fue como la botella queda vacía, unos 50 mililitros que fácil vinieron y fácil se fueron.
Killua entierra su cabeza en la almohada. Todo el aceite se desliza lentamente por su culo y muslos, llegando a mojar las bonitas medias largas que cubren gran parte de sus piernas. Gon se para sobre sus rodillas, se acomoda detrás del albino, sus dos manos acarician la carne firme de sus glúteos, presionando fuerte como si quisiera dejar un sello permanente con la forma de sus huellas dactilares. La piel pálida es casi como plastilina, Gon no se resiste de darle una buena palmada en su nalga izquierda, el sonido húmedo del golpe resuena dentro del cuarto.
—¡Gon, vamos! —La piel de Killua, donde la mano de Gon impactó, arde—, ¡Si no me follas ahora juro por Dios- ¡Ah!~
Gon mete dos dedos en una sola estocada, profundo en el interior cálido de Killua. El albino gime y se retuerce, derritiéndose ante el toque, su berrinche muere en su boca. Gon tuerce sus dedos en el interior aterciopelado de las paredes internas de su esposo, imitando embestidas, por primera vez en la noche apura sus movimientos.
Killua vibra de emoción, jadeos que evidencian su agitación se escapan de su boca. En un pensamiento rapido, Killua había pensado en cómo podría funcionar el misterioso aceite, una idea simple; ¿Elevaría su temperatura corporal? ¿Usaría feromonas? ¿Relajaría su cuerpo y haría despertar sus sentidos? A pesar de que le gustó la idea, tuvo dudas. ¿Y si no funcionaba? La idea de que Gon desperdiciara un regalo en él lo estresaba profundamente, a veces no había cosa que más quisiera que ser normal. Sus defensas eran demasiado buenas, sobrehumanas, las posibilidades de que un afrodisíaco funcionara eran limitadas, incluso si no era algo que tuviera que ingerir.
Pero, y no exageraba al decirlo, se sentía más caliente que nunca. Cualquier duda había desaparecido, tal vez todo era gracias a las burlas a las que Gon lo había sometido con anterioridad, pero su cuerpo ardía, sus vasos sanguíneos dilatados, su corazón acelerado, sudor bajando por la curva de su sien. Todo en él ansiaba contacto y esos dos dedos en su interior fueron cómo la gloria.
Rascan y penetran su interior, abren con cuidado sus paredes, acariciando su fondo. Killua babea sobre la almohada, fascinado por los pequeños golpes que lo embisten.
El albino mueve sus caderas por su cuenta, trata de animar a Gon a empujar otro. El moreno lee la situación y mete un tercer dedo, viendo con asombro como Killua los recibe sin problemas, a pesar de estar apretado como el infierno. Su agujero se aprieta, como si estuviera anhelando ya tomar una polla.
—¿Hizo efecto? —Gon pregunta divertido, usa una mano para penetrar la caverna y la otra para mantener sus mejillas abiertas, facilitando su panorama.
Killua quiere creer que sí, sería imposible que todo esto no fuera causado por algo. Su erección duele, el frío que antes sentía había evolucionado hasta convertirse en lava sobre su piel, llegando hasta sus huesos. Siente que podría morir si Gon no se lo folla ya, necesita sentirlo, necesita que Gon se esconda debajo de su piel y arremeta contra sus entrañas sin piedad. Killua se siente como si se hubiera drogado con algo realmente fuerte, una sensación que pensó haber olvidado, ¿de cuáles catacumbas del infierno Gon habrá conseguido esa mierda?
—¡Sí…! ¡Ah, por favor! —Killua tiembla, suena delirante, como si su cuerpo estuviera sobrecargado.
Gon mete un cuarto dedo, su sonrisa manteniéndose irrevocable ante el satisfactorio show que su esposo le estaba brindando. El anillo de músculo se estira ante la mano de Gon, traga con facilidad casi todo su puño, el moreno apunta hacia arriba en busca de la próstata de su esposo. Con la punta de sus dedos golpea su núcleo, ese punto que acumula toda clase de nervios que al presionar dejan a Killua hecho un desastre.
Sus dedos manosean el interior húmedo de la caverna, prepara lo más que puede a Killua. Se hipnotiza al ver el aceite bajar por los muslos pálidos, algunas gotas llegan a mojar las medias, la tela se transparenta. Gon siente el impulso de lamer, limpiar hasta la última gota de Killua y dejarlo seco, totalmente limpio.
—¡Gon, mete tu jodida polla ya! —Killua despierta a Gon de esas ideas locas —y tentadoras—, la voz del albino se quiebra en desesperación—. T-te necesito. Dios mío…
Esa última súplica es lo único que sé necesita para que Gon llegue al límite, el calor que lo invade lo marea, no puede soportarlo. Él se deshace finalmente de sus pantalones cortos, los baja por sus rodillas y libera su erección de aquella cárcel, el pene de Gon se contrae apenas es expuesto al ambiente fresco de la habitación. Su erección se alza pesada entre sus piernas, las venas hinchadas por toda la sangre que su corazón bombea hacia su zona sur, Gon retrae el pliegue de piel que cubre el extremo de su polla, revelando el bulbo rojo de su glande; húmedo y grueso, que llora líquido preseminal.
—Cariño, voy a entrar —Gon avisa con amabilidad. Killua gime en afirmación, arqueando aún más su espalda para exponer su ansioso agujero.
—¡Por fin! —Killua abre más sus rodillas, dejando su culo a la misma altura que las caderas de su esposo.
Gon desliza afuera sus dedos, ve la forma en que el agujero de Killua se aprieta contra la nada y luce dilatado. No vacila mucho al momento de frotar la punta de su monstruosa erección contra la entrada. Moja su pene con los restos de aceite que se deslizan por la zona, trata de no manipular mucho su genital mientras se acomoda, demasiado sensible ante cualquier toque, incluso el suyo propio.
—Gon —Killua llama su nombre. El albino estira una de sus manos hacia atrás, apoyándola sobre su espalda baja, pidiéndole a Gon en silencio que la sostenga.
El cuerpo de Killua ardía con mucha fuerza, su raciocinio vacilaba como si estuviera en una cuerda floja. Lo único que el ex-asesino quería era ser atendido por Gon.
—Sí, te tengo —Gon toma la mano del albino, dándole un apretón mientras empieza a perforar su cavidad. Su pene se abre paso a través de las paredes estrechas y jodidamente calientes, Gon gime con fuerza, inclinándose hacia adelante—. Tan bueno, cielo, te sientes genial.
El alivio llena a Gon de manera automática, sintiendo que el ardor en su zona baja se reduce de manera considerable apenas es envuelto en el delicioso calor de Killua.
El velo de Killua había estado de forma pacífica tendido sobre su espalda, pero ahora estorbaba, así que Gon lo aparta con delicadeza. Mueve la tela a un lado para poder tener acceso a la piel de su nuca y hombros, dejando besos a la vez que termina de fundirse con su esposo hasta la base.
Gon usa su brazo libre para apoyarse, lo clava a un lado de la cabeza de Killua, en busca de establilidad antes de empezar a entrar y salir. Los besos llueven, con el propósito de ayudar a Killua a superar la incomodidad inicial que conlleva la penetración. El albino los recibe todos gustoso, gime el nombre de su marido mientras que su piel se tiñe de colores cálidos que resaltan en su piel fría.
—Ah, Killua, eres tan perfecto —Gon halaga, sus caderas retroceden unos centímetros, para después volver a empujar su polla hacia adentro. Aún sin potencia, sin brusquedad, una estocada experimental—. ¿Se siente bien para ti?
La lengua de Killua se había derretido, se había fundido con su paladar, con sus dientes y encías. Incapaz de hablar correctamente. La polla de Gon en su interior se sentía a carne viva. El grosor que en muchas ocasiones anteriores había recibido, la característica silueta de cada vena, el peso de su virilidad palpitando en su interior y clavándose en la parte más profunda de él, nada de eso era nuevo. Pero se sentía diferente ahora, la sensibilidad en su cuerpo se había multiplicado de manera irracional y cada toque lo hacía jadear.
—Siií… p-por favor —Killua apoya la mitad de su rostro en la almohada, trata de mirar a Gon por el rabillo de su ojo, balbucea y habla en susurros—, m-muévete.
Gon toma una bocanada de aire antes de empezar, su aliento caliente chocando con la nuca de Killua. Mueve sus caderas en cierto ángulo para dar justo con el punto bueno de Killua, es fácil encontrarlo después de tanta práctica, Gon no necesita de un mapa para conocer todos los caminos que llevan a los puntos más sensibles y erógenos de su esposo. Killua gime alto cada vez que la polla de Gon roza su próstata y Gon se guía a través de los quejidos de Killua para ubicar su objetivo.
El ritmo al principio es lento y contundente, Gon le da espacio a Killua para que pueda acostumbrarse, pero haciendo que de todas formas disfrute cada golpe en su interior. La polla del moreno toca la próstata del albino en cada estocada después de unos primeros golpes toscos, la posición en la que se encuentra Killua, con su culo en alto, facilita llegar a su punto dulce. Acelera el paso, centra su fuerza en sus caderas, se aparta, toma impulso, y se vuelve a estrellar contra el culo de Killua. Repite el proceso varias veces. Todas las veces que son necesarias para que Killua grite, lloriquee, y babee sobre su almohada.
Es un buen chico. Gon lo premia por eso.
—Gon, ah, ¡N-no aguantaré mucho! —Killua apenas logra hablar, dando una advertencia que Gon toma en cuenta; acelera la velocidad de las embestidas un vez más, busca impulso en sus caderas—, ¡G-Gon!
Killua había estado expuesto a una estimulación abrumadora desde los juegos previos de Gon, sus pezones aún se sentían hinchados. En desventaja total, más aún con el afrodisíaco haciendo de las suyas, habiendo logrado meterse debajo de su piel, alterar todo su sistema. Cada golpe que Gon atinaba a su próstata con su polla hacía a Killua acercarse un paso más al borde, inclinarse en él. Incluso cuando, prácticamente, apenas "comenzaban".
—Tenemos toda la noche, córrete si así lo quieres, cariño. Ven por mí —Gon anima, deja un beso entre los omoplatos de Killua, presiona con fuerza contra el manojo de nervios en el interior de Killua. Gon gruñe cuando siente como las paredes internas del ex-asesino se aprietan, confirmando que está cerca de conseguir su primer orgasmo—. Te sientes tan bien, Killua, eres un buen chico, muy bueno para mí.
Las palabras de Gon son un incentivo perfecto, la parte baja del estómago de Killua se tensa, un escalofrío que lo recorre de la cabeza a los pies, reinicia su cerebro. Su pene no está siendo tocado, sólo cuelga solitariamente entre sus piernas, pero el calor se acumula, Gon embiste con fuerza y Killua se desborda. Ahoga su grito en la almohada, perdiendo todo el aire en sus pulmones, su cuerpo convulsiona y sus piernas casi se desploman.
Un chorro de semen moja la cama debajo suyo, arruinando las sábanas. Carga tras carga sale disparada de su polla mientras Gon se lo sigue follando a través de su orgasmo, alarga la sensación calurosa que lo derrite, no detiene el ritmo que sigue acelerando a cada minuto. Los efectos del afrodisíaco en el cuerpo del albino exageran su excitación en comparación a sus niveles de libido normales, su pene se mantiene endurecido incluso después de liberar una carga pesada, como si nada hubiera pasado.
Su cuerpo acumula sobreestimulación por un lado, y por el otro se mantiene igual de capacitado para seguir recibiendo a Gon en su interior como si no pudiera tener suficiente de él.
Gon está en una situación similar, se siente más cerca del clímax de lo que debería, sus sentidos están vulnerables y todo es estimulante hasta más no poder. Sentir a Killua apretarse a su alrededor lo hace prácticamente sollozar, está sensible y hambriento, con ganas de tomar y tomar sin parar a pesar de cualquier posible obstáculo.
Las piernas del ex-asesino tiemblan bajo su propio peso, sin poder mantenerse firmes, aún siendo víctimas de réplicas de aquella oleada de placer. Gon lo nota con facilidad, y como si leyera la mente de Killua, manipula al albino como si fuera un muñeco de trapo y lo devuelve a su posición inicial, moviéndolo a un lado de la cama que aún no está arruinado con semen.
Killua se aferra a los hombros de Gon apenas tiene la oportunidad, enredando sus piernas alrededor de la cadera del moreno, absorbiendo la calidez que irradia de su cuerpo. Gon toma a Killua en brazos y lo acomoda, lo recuesta sobre su espalda, apoyando sus frentes una sobre la otra.
—N-no pares —Killua murmura, relamiendo sus labios—, por favor…
—Bueno, si lo pides tan amablemente —Gon junta sus labios por un momento, saboreando a Killua—. No tendré piedad contigo. Eres demasiado bonito como para no destrozarte.
Killua suelta un pequeño aullido en respuesta, sonrojado hasta las orejas, jadeando. Por la cercanía en sus rostros el contacto visual es inevitable, arde como nunca, el azul del mar se encuentra con el ámbar del fuego. Gon retoma el ritmo de sus embestidas, con una leve diferencia, la mano de Gon se escabulle entre las piernas del albino, se cierra sobre su polla y no duda en masturbar su firme erección.
—En serio que te hizo efecto, eh —Gon se ríe un poco, empujando profundo dentro de Killua—, sigues duro como roca.
Gon no lo acusaba de nada, él también estaba duro como roca y su libido volaba por las nubes, su resistencia parecía haber sido potenciada pero también su sensibilidad. En definitiva tuvo que haberse limitado a un sólo chocolate en vez de tres. Aunque no se arrepentía de nada.
—D-Dios, ese aceite es del demonio… —Killua sonríe, cerrando sus ojos, dejándose llevar por la sensación placentera—. E-estoy como una gata en celo por tu culpa.
Gon esconde su cabeza en el hueco del cuello de Killua, inhalando su aroma, se ríe ante la acusación.
—Culpable de los cargos —Gon admite sin problemas, dejando que la piel de Killua absorba su discreta risa—. Aunque tú también eres culpable, mira como me tienes.
Gon puede olerlo todo con su cabeza en esa posición y es paradisíaco; puede oler la sal en su sudor, el almizcle de su semen, el perfume que siempre usa después de bañarse, la fragancia de su champú. La mezcla de olores es tan embriagadora que podrían llevar a Gon al orgasmo por si solos. Chupa la piel de su cuello, justo sobre marcas que había hecho tiempo antes, sacándole gemidos a Killua que llegan justo a los oídos de Gon.
Killua habla (o eso trata) a través de sus gemidos.
—¿C-cómo… te tengo? ¡Ay, carajo!
Killua pone los ojos en blanco cuando una estocada fuerte golpea su punto dulce a la velocidad perfecta, su mandíbula se afloja, sus piernas tiemblan debajo de Gon.
La forma en que Killua se retuerce debajo del azabache, prácticamente derritiéndose ante el toque de su marido, está a otro nivel. Tienta a Gon a continuar hasta al final y más allá de eso. Killua es suave, firme, húmedo por todos lados… huele a dioses, su piel quema y su interior es aterciopelado, es como si su agujero ordeñara la polla de Gon. El moreno podría ser considerado fácilmente adicto a Killua y a su cuerpo, devoto a cada curva, línea y rincón de su bendecida anatomía.
—Me tienes como un loco —Gon confiesa con una sonrisa. Seguro de estar cerca de perder la cordura por culpa de Killua, y sólo de Killua, ningún chocolate era el culpable de esta obsesión tan grande—. Y cómo un toro también —agrega después, cosa que sí era culpa de los chocolates.
A Killua le causa gracia, trata de reirse, en serio que trata. Pero sólo produce un sonido extraño que es estrangulado por más gemidos, porque es muy difícil reírse de un buen chiste cuando se está siendo follado tan brutalmente. Gon hablaba en serio, estaba dando ejemplo y todo.
—¿¡C-Cómo un qu- ¡Ah, ah, Gon! —Killua tuvo que cerrar los ojos con fuerza ante las oleadas de placer. Gon estaba inspirado a más no poder, y no se queja, pero joder.
Killua puede especificar muy explícita y vulgarmente como sus entrañas estaban siendo reacomodadas por la grandísima polla de su marido. Estaba perdiendo la capacidad de formular oraciones y de hablar, su cerebro estaba a punto de irse de sabático, mientras que su próstata atravesaba la jornada laboral más dura (y placentera) de su puta vida.
La pelvis de Gon se estrella contra la de Killua con una fuerza arrolladora, la lubricación que el aceite brindó facilitando cada estocada, pronunciando los sonidos húmedos del chapoteo y del choque de pieles; es una melodía sucia que se mezcla con el coro de gemidos obscenos que Killua canta, las cuerdas vocales del ex-asesino están posiblemente lastimadas, su voz suena ronca, pero de todas formas sus aullidos de placer siguen resonando por toda la cabaña. El sonido rebota entre las paredes del lugar, de la misma forma en que los dos cuerpos rebotan en la cama; los resortes crujen, como si trataran de avisar que la base de la cama se va a desplomar, pero Gon sigue adelante.
Golpea la próstata de Killua en cada intrusión que hace. El agujero de Killua está suelto y húmedo. Todos sus músculos están relajados, se doblan y se someten a la voluntad del moreno, quien sigue exprimiendo cada nervio y abusando de cada punto sensible en el cuerpo de su esposo. La erección de Killua, aún erecta sobre su vientre, es estimulada de arriba a abajo por la mano de Gon, la cual abarca toda la longitud sin problema alguno.
Esto podría ser lo más cerca que Killua estaría alguna vez de conocer el paraíso. El placer es tan agobiador y colosal que podría simplemente derretirse, rendirse ante el calor y dejar que todo su cuerpo se disolviera en líquido. Aunque no era algo muy lejano a su estado actual, con su polla empapando la mano de Gon con líquido preseminal y con restos de saliva en deslizándose por las comisuras de sus labios, demasiado perdido en el placer como para retener algo dentro.
—¡Gon, mierda! —Killua está cerca de gritar, pero el poco aire en sus pulmones evita que alce tanto su voz como quisiera. El cuerpo de Killua se sacude con cada estocada, sus entrañas siendo apuñaladas con la gran polla y su cuerpo siendo atropellado por el peso de su marido—, ¡P-por favor!
Gemidos, plegarias, maldiciones, Killua no podía mantenerse callado por mucho tiempo.
Gon lo besa. Mete su lengua en la cavidad bucal de Killua. Curioso, o tal vez no, esa es la única forma en que Killua guarda silencio. Gon une sus lenguas, sus dientes chocan de forma incómoda y la saliva se desliza hacia abajo. El beso es desordenado, los gemidos de Killua vibran en la boca de Gon, ninguno de los dos está lo suficientemente cuerdo como para concentrarse en mantener un ritmo coherente en el beso. Gon está muy ocupado follandose a Killua hasta el fondo, abusando de su próstata. Y Killua está muy ocupado siendo una buena novia y recibiendo todo lo que su marido humildemente le da.
Y vaya qué lo recibe.
Gon dobla a Killua por la mitad, obliga a sus largas y bonitas piernas a posicionarse al ras con su pecho, permitiendo inclinarse y penetrar con más fuerza su interior. Gon sigue bombeando el pene de Killua, la excitación se vuelve excesiva, Gon parpadea y Killua está desmoronándose una vez mas.
El cuerpo de Killua sufre espasmos cuando tiene su segundo orgasmo.
Las pestañas rizadas que decoran los ojos azules apenas logran evitar que lágrimas de sobreestimulación se derramen sobre todo el rostro ruborizado. Su semilla mancha su estómago, el blanco combina con sus medias, con las ligas en sus muslos, con su velo. Gon finalmente suelta el pene de Killua, pero sólo para mover su mano y llegar hasta sus pezones, sus dedos viajan por debajo de la tela de su lencería y frotan las sensibles protuberancias. Presiona el capullo rosado con la yema de su dedo, aprovechando lo susceptible que Killua es al placer después de un orgasmo, agrega estimulaciones extra a la ecuación para darle como resultado un clímax gigante a su esposo.
Killua lloriquea. Las lágrimas se escapan, en pequeñas gotas que pasan desapercibidas, el azul en sus ojos se transforma en cristal puro.
Gon alarga la sensación, sin importarle la posible sensibilidad extra, sólo folla el agujero de Killua como si su vida dependiera de ello. Bebe de su boca, juega con su pecho, toca el fondo de su interior. La energía se drena del cuerpo del albino, todos sus músculos terminan blandos y maleables, a pesar de que su pene sigue dolorosamente duro. Killua siente un ardor diferente, uno mucho más pesado que se aloja en su interior mientras Gon sigue golpeando su próstata, sin embargo, sigue gimiendo como si no pudiera tener suficiente; anhelando más de la sensación de ser llevado hasta el límite, sobreexplotando su cuerpo como si fuera una maquina. No quiere parar de sentir a Gon, así que se aferra a él.
El azabache lo toma como una buena señal para seguir adelante. El calor en su vientre es cada vez más difícil de ignorar, se esparcen cosquillas en su estómago y sus ojos no enfocan bien. Pero da embestida tras embestida, como si estuviera determinado en follarse a Killua por el resto de la eternidad sin descanso alguno, cosa que haría si fuera más que un simple hombre.
—Eres muy bueno, Killua. Me encanta como recibes mi polla, eres un buen chico, el mejor —Gon arrulla en su oído tras romper el tosco beso, dejando besos suaves por sus mejillas y por su frente—. N-no creo aguantar mucho más.
Pierde el ritmo. Las caderas de Gon mantienen el movimiento constante, ahora frenético, pero se descontrolan y las últimas pizcas de racionalidad desaparecen mientras Gon siente que su temperatura corporal se dispara con su creciente orgasmo.
—A-adentro, por favor —es lo único que llega a murmurar Killua, con su voz ronca y destrozada. Gon presiona otro beso en su rostro, justo sobre su sien, en una forma de asentimiento; su boca sólo es capaz de jadear en estos últimos momentos adrenalínicos.
Gon obedece a su esposo, empuja y empuja, unas embestidas más y se permite tener su clímax. Cierra sus ojos con fuerza, escondiendo su rostro en el cuello de Killua una vez más, un gemido gutural se le escapa ante la sensación arrolladora de placer. Sus piernas tiemblan, pierden la fuerza, sus caderas se quedan quietas mientras presiona su polla adentro en lo más profundo de las entrañas de Killua y lo rellena con su carga caliente. Las paredes internas del albino le dan un último apretón a su pene de manera involuntaria, estremeciéndose al recibir toda su semilla.
Es liberador y satisfactorio, la adrenalina se disipa momentáneamente, dejando un sentimiento de paz consigo. El cansancio en sus músculos por el esfuerzo físico relaja inevitablemente su cuerpo, se tumba sin pena alguna sobre Killua. Todo el ruido muere dentro de la cabaña, sólo resuenan las respiraciones pesadas de ambos.
…
Tardan unos minutos en moverse. Gon pensó que se había dormido por un segundo, o tal vez que se había muerto, le cuesta separar su cabeza del cuello de Killua y después le cuesta el doble apartar todo su peso. Su polla se desliza fuera de Killua con un sonido húmedo cuando Gon finalmente se aleja, sentándose en la cama con un suspiro pesado.
Con sus párpados aún pesados y sintiendo la incomodidad leve de tener todo su cuerpo pegajoso, Gon admira su obra maestra. Killua es un desastre, uno de esos desastres que deberían ser exhibidos en museos. O mejor no, porque Gon mataría a cualquiera que se atreviera a querer mirar a su esposo en este estado.
Killua tiene su ojos húmedos por las lágrimas, la palidez de su rostro se vio totalmente opacada por el enorme sonrojo que abarca todas sus mejillas, sus orejas y parte de su cuello. Su cabellera blanca está desordenada, su flequillo pegajoso por el sudor. El albino se mantiene en la posición en la que Gon lo dejó, sin fuerza alguna para dejarse caer; sus piernas están dobladas y pegadas contra su pecho, haciendo que su agujero quede expuesto, con sus brazos tendidos inútilmente a cada lado de su cuerpo.
Su cuerpo, tallado en mármol, está encendido con toda clase de marcas y mordeduras escandalosas. Se exponen por su cuello, hombros, clavículas, por todo su pecho y torso, bajando por su vientre y los costados de su cintura, en todos los tonos de rojo y morado existentes. Killua sigue viéndose como un ángel caído, más con sus bonitas medias largas y su pequeño brasier de encaje, pero parece uno que, efectivamente, se rindió ante el pecado. Los ojos Gon se abren, dejando atrás cualquier rastro de somnolencia, cuando ve la forma en que su semen se desborda de la entrada de Killua.
La otra cosa que Gon admira, o mejor dicho, contempla con sorpresa… es la erección que sigue igual de dura que una roca y que se eleva entre sus propias piernas.
—Demonios —Gon suspira, pasándose una mano por la nuca. Esos chocolates debían de contener viagra o algo así, ¿Cómo era posible que su pene siguiera cómo si nada? Ese clímax había reiniciado todo su sistema de golpe—. Killua, ¿Estás vivo?
—Sí… —la voz de Killua apenas se distingue, su voz está rota como si sus cuerdas vocales estuvieran desgarradas en su totalidad.
Gon tiene que acercarse para oírlo mejor.
—¿Quieres un baño, cielo? Estás hecho un desastre.
La expresión de Killua cambia un poco, una suave sonrisa se dibuja en sus labios. Después, su posición cambia cuando sus manos agarran la parte posterior de sus rodillas, jalando más sus piernas para abrirlas y exponer con más descaro su agujero.
Gon se queda boquiabierto.
—¿Por qué no mejor sigues follandome? —Killua habla lento, aún un poco desorientado. Con sus ojos azules entrecerrados, nublados de placer—, esa erección tuya no se irá sola.
Gon traga saliva, sus mejillas se sonrojan y sin querer vuelve a mirar el estado de Killua, su bonito agujero lleno de…
—¿Seguro, mi amor? —Gon se acomoda con extremo cuidado—. ¿Necesitas algo antes de empezar? ¿Quieres que te termine de desnudar?
Killua asiente a la primera pregunta. Niega a la segunda. Y vuelve a asentir en la última.
—Sí, por favor… me está empezando a incomodar todo esto —Killua señala su pecho, una clara referencia a la parte superior del conjunto de lencería.
Gon carga a Killua en brazos con facilidad, lo pone en su regazo, cómo si estuviera manipulando a una muñequita de porcelana y no a un hombre de un metro con ochenta y más o menos setenta kilos. Para Gon, realmente no hay diferencia entre ambas cosas; Killua es su muñeca de porcelana.
Killua se agarra del cuello de Gon, apoya su cabeza sobre uno de sus hombros mientras que el moreno desabrocha la prenda por atrás.
—¿Después de todo sigues teniendo energía? —Gon pregunta divertido, deshaciéndose del bonito brasier que termina tirando a un lado de la cama—, ¿Estás seguro que no quieres un descanso?
A Gon le alegra poder ver el pecho de Killua descubierto en su totalidad, apreciar la forma en que sus pezones, generalmente de un rosa pálido, están hinchados y enrojecidos por todo el abuso que les dio.
—No, quiero que sigas follandome —Killua murmura, relamiendo sus labios afelpados. Hay un sonrojo bonito en su rostro, casi tímido, pero la forma en que mira a Gon es bastante sugestiva—, ¿N-no quieres…?
—¿Cómo negarle algo a mi bello esposo? Será un placer complacerte —Gon sonríe, deja más besos en su cuello, sin morder ni chupar. Sólo dejando que sus labios rocen con suavidad la delicada piel—. ¿Te quito las medias también?
Sería una mentira decir que Gon no quería continuar la acción. El también estaba drogado con afrodisíacos, su polla se sentía incomodamente pesada entre sus piernas, un poco de ayuda no le vendría nada mal. ¡Más aún si era del amor de su vida!
—Sí… me pican —Killua ayuda a Gon con la tarea, dobla su pierna derecha primero para que Gon pueda arrancarle la bonita media que llega un poco más arriba de su rodilla; la delgada tela baja y revela hermosa piel de porcelana que, en comparación al resto, está pura de marcas.
Con el dolor de su alma, Gon quita una y después otra, dejando las medias a un lado a pesar del lindo aspecto que realzaban en Killua, pero todo sea para la comodidad de su esposo. Repite el mismo proceso con las ligas en los muslos del albino, dejando a Killua en el mismo estado al que vino al mundo, desnudo de pies a cabeza. El velo que adornaba la punta de su cabeza fue removido por él mismo, Killua lo tiró a un lado sin pesar.
—¿Estás muy caliente? —Gon palpa sus muslos, acaricia la zona, deja que sus manos recorran a Killua por doquier.
El albino asiente—. Lo más caliente que he estado en mi vida —se ríe un poco, y su risa suena igual de ronca que su voz—. Esa cosa fue una verdadera sorpresa. Funcionó de maravilla.
—¿Verdad que sí? Esos chocolates no estaban para nada mal tampoco —Gon acerca su rostro al de Killua, empezando un suave beso que no dura mucho—, yo también estoy bastante caliente. Menos mal aún tenemos toda la noche, ¿No?
—Sí. Así que, p-por favor —Killua insiste, volviendo a juntar sus bocas.
El beso es lento, las dos lenguas se juntan y bailan una contra la otra, sus narices chocan hasta que el aliento de ambos se vuelve uno solo. Gon toma a Killua de la cintura, uno de sus brazos rodeandola por completo, lo alza con las piernas del albino amarradas firmemente a su cadera, y lo vuelve a recostar en la cama.
Todo el peso de Gon reposa sobre Killua, quien se aferra a la ancha espalda de su esposo con sus manos, enterrando de forma leve sus uñas. Se siguen besando mientras se acomodan, ambas erecciones chocando, quedando comprimidas entre los dos abdómenes. Piel con piel, calor y sudor, pecho con pecho, boca con boca. Todo el contacto que mantienen les recuerda lo íntimo de la situación, del estado en el que ambos están, prácticamente ligados en un sólo individuo.
—¿Te gusta esta posición? —Gon lame el labio inferior de Killua, apenas un poco, susurra sobre su boca y Killua parpadea confundido—, ¿Quieres que lo hagamos así? ¿O prefieres montar mi polla? ¿Tal vez hacerlo de lado?
—No, no, te quiero así. Quiero mirarte… —Killua responde avergonzado, Gon se puede ver reflejado en sus enormes orbes azules; el brillo en ellos es inconfundible. Hay algo en la mirada de Killua que lo atrapa por completo, y Killua siente exactamente lo mismo—, así está perfecto.
Los ojos ámbar se ven igual de relucientes que dos piezas de oro, miran con tanta atención a Killua que bien podría fallecer bajo su mirada, su corazón podría detenerse después de tanta taquicardia. Gon provoca en Killua in nerviosismo propio de un niño tímido e inseguro.
—Bien. Lo haré lento, ¿De acuerdo? —Gon besa su mandíbula, de repente cambiando todo el tono del acto, lo suaviza.
—¿Me harás el amor? —Killua se burla, riéndose a pesar de que su garganta arde. Una sonrisa atrevida se extiende por su rostro sonrojado, viendo con incredulidad al hombre que se lo folló hasta dejarlo casi inválido hace unos minutos—. Pensé que estabas como un toro…
Gon suelta una carcajada.
—Tú estás cómo un toro —Gon acusa de vuelta. Y Killua rueda los ojos.
El moreno baja un poco sus caderas, baja la cabeza también para ver sus movimientos. Killua copia la acción. Gon toma su firme erección y la alinea con la entrada de Killua, colocando la gruesa punta con cierto cuidado, sisea ante la mínima estimulación. Está sensible pero hambriento, una combinación peligrosa.
—Sí, lo que sea —Killua confirma mientras se echa a reir, su cabeza cae hacia atrás y Gon ve por el rabillo de su ojo como Killua se regocija ante su propia declaración, la nuez de Adán en su garganta se balancea con cada carcajada seca—. Quiero que me folles tanto, Gon… creo que estoy un poco drogado y todo, mi cuerpo está en llamas.
—Ya veo. Perdiste la timidez y todo.
—Sabes que sólo necesito un impulso para desatarme —Killua pone los ojos en blanco. La polla de Gon presiona contra su entrada ya suelta, necesita tomar una respiración cuando los primeros centímetros entran—, y-ya me follaste dos veces, ese es un impulso suficiente.
Gon se ríe, y a la vez jadea.
—Y está será la tercera.
—Y después habrá una cuarta.
—¿Ah, sí?
—Y una quinta —Killua gime, y se ríe, un sonido extraño que contagia a Gon. La polla del moreno termina envainada en el interior del albino sin problema, los restos de aceite, la dilatación que las embestidas anteriores dieron, el propio semen de Gon lubricando. Todo ayudó a que Gon pudiera entrar en Killua como si fueran dos piezas destinadas a calzar a la perfección.
Gon suspira de alivio, volviendo apoyar su frente sobre la de su esposo.
—Ya tuvimos bastante sexo desenfrenado, a-asi que… hagamos el amor está vez. Y después seguimos fornicando cómo animales —Gon propone, causando más risas en Killua, su interior se aprieta alrededor de Gon mientras lo hace.
—¡N-no me hagas reír mientras me follas, idiota! —Killua gime una queja, cerrando sus ojos—, ¡No puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo!
—¿Y si te hago cosquillas mientras te follo? Apuesto a que te vas a reír de todas formas —Gon bromea, recibiendo un golpe en su hombro. Killua se ríe un poco, Gon no se resiste y planta un beso sobre el tabique respingado de su nariz.
—¡N-no te atrevas! —Killua toma el rostro de Gon entre sus manos, entierra sus manos en su cabellera oscura.
Killua gime cuando Gon lo embiste. Emplea un ritmo tortuoso, golpea su próstata como lo ha estado haciendo desde hace horas, mezcla las estocadas con besos amorosos que reparte por todo el rostro de Killua. Gon besa la piel debajo de sus párpados y saborea el salitre que sus lágrimas dejaron, besa sus labios entumecidos y se deleita de la suavidad de estos.
Los dos cuerpos hierven, tal vez la sangre que corre por sus venas ya está cerca de la ebullición. Hay tanta humedad por todos lados, el sudor, los fluidos, si estuvieran pensando con algo a parte de la polla se darían cuenta del desastre en que se habían convertido. Los orgasmos anteriores fueron lo suficientemente fuertes como para dejarlos desorientados hasta ahora, los efectos de los afrodisíacos están a flor de piel en sus interiores y la sensibilidad los expone a no durar mucho.
Gon cumple su palabra, le hace el amor a Killua con la mayor delicadeza que puede reunir a través de la neblina de libido que lo ciega. Killua se aferra a su espalda y hombros, sus uñas se clavan sobre la piel que forra los músculos del azabache, dejan rasguños largos que combinan con las marcas que Gon dejó en su cuello.
Durante el transcurso del acto sus bocas no se separan por mucho tiempo, se mantienen más cerca que nunca, como si el oxígeno fuera innecesario y lo único vital fuera presionar sus labios unos con otros. Toman pausas mínimas cuando un gemido rompe el contacto, cuando Gon gruñe fuerte debido a la mezcla de dolor y placer, cuando Killua no puede resistir llamar el nombre de su amado una vez más.
Las extremidades se enredan, los fluidos se unen en los mismos charcos, los sonidos resuenan en unisono como si fuera una melodía prohibida. Se derriten en los brazos del otro, drenan las últimas gotas de energía, queman los efectos de los afrodisíacos que se mantuvieron hirviendo a fuego lento en la parte baja de sus vientres, se adentran en el sabor y en la sensación de ser uno solo. Es lo suficiente adictivo como para no querer parar nunca, como si la euforia los embrujara, los instintos más primitivos controlandolos como si fueran marionetas. No es la primera vez que tienen sexo, que hacen el amor, que se unen. Pero sigue sintiéndose igual de especial, como si estuvieran calcinandose en el cuerpo del otro, por el cuerpo del otro.
Hay un poco de nostalgia, la forma en que Killua susurra su nombre al oido de Gon, con tanta gentileza y desesperación; es algo que el moreno ha vivido muchas veces, ha compartido su intimidad, pero en cada ocasión su piel se eriza. Gon está hecho de acero, es casi invencible, pero Killua lo deshace con una facilidad de la que antes no se había fijado, en su adolescencia tardó mucho en entender la magnitud de lo que Killua le hacía sentir. Killua es su único, su único compañero de aventuras, su único mejor amigo, su único amor; Killua es su complemento para cada cosa y no existe nadie que pudiera compararse —mucho menos igualarse— a él. Killua ha sido suyo desde el primer momento, pero sólo pudo darse cuenta de ello cuando se separaron. Incluso después de años, seguía reflexionando en eso a veces, pero ya no importaba. Están más juntos que nunca, y Gon jamás volvería a soltarlo.
Killua también vive la familiaridad del asunto. La forma en que Gon toma su cuerpo y besa cada parche de piel, dándole placer como si ese fuera su deber en esta vida, es algo que había experimentado más de una docena de veces; y cada una de ellas fue especial a su manera, con recuerdos vividos arraigado a cada momento. Gon es en el único en que piensa cuando alguien menciona cualquier cosa relacionada con la intimidad, Gon es al único al que había entregado su cuerpo y así sería siempre. Gon es el único al que le había enseñado todos los matices de su alma, incluso esos, los más oscuros y tenebrosos y los más malos y vergonzosos. El matrimonio sólo había sido un protocolo, una formalidad, Killua ya sabía que iba a pertenecerle a Gon desde mucho tiempo antes de siquiera conciliar un noviazgo. Killua supo con mucha antelación que Gon sería su único.
Ambos piensan en lo mismo, aunque no lo dicen. Llegan al mismo pensamiento de la forma en que también llegaron a darle al otro prácticamente el mismo regalo, una conexión especial que, a veces, les regalaba la ilusión de creer que sus mentes eran una, como sus cuerpos llegaban a serlo. Mientras las últimas oleadas de placer se rompen, las embestidas bajan la velocidad y aumenta la incoherencia en el movimiento, cuando el frenesí se apaga ante la erupción de placer que logra hacer que los ojos de ambos se blanqueen. La conexión produce la misma conclusión.
…
El orgasmo de Killua hace un pequeño efecto domino que afecta a Gon. Cuando el albino llega exitosamente a su tercer clímax todo su cuerpo se aprieta, convulsiona mientras libera varias cargas de un solo golpe que lo hace sentirse consumido por completo. Gon termina igual, todo en Killua se vuelve estrecho debido a las contracciones en sus músculos pélvicos, fuerza a Gon al limite y es imposible negarlo por más tiempo.
—Te amo —Gon gruñe, justo un segundo antes de derramarse en el interior de su esposo. Son las únicas palabras que puede pronunciar antes del colapso de su cerebro.
Killua se aferra a Gon con más fuerza, sin responder verbalmente. Lo más seguro es que ni siquiera pueda hacerlo, no después de un orgasmo tan abrasador. Destellos de estrellas bailan detrás de sus párpados incluso segundos después.
Gon prácticamente se desmaya después del suyo, tumbándose una vez más sobre Killua, sin ser capaz de sostener su propio peso en sus piernas. Es una sensación solidaria, Killua había estado sintiéndose igual desde ya hacía horas. El pronunciado calor se disipa, su liberación siendo igual de efectiva que un extintor de fuego contra un incendio.
En pocos minutos, donde no ocurre nada, hay silencio y después el cansancio toma el control de todo. Vencieron la lucha contra los efectos abrumadores de los afrodisíacos, qué maravilla.
Ambos caen dormidos sin ningún preámbulo. Posiblemente, en el suelo más profundo que han tenido en años.
Cuando Killua despierta a la mañana siguiente piensa por un segundo que se ha quedado inválido, pues sus piernas se sienten entumecidas y lo único que le confirma que aún es capaz de sentir libremente algo más allá de sus caderas es el dolor en su culo. Cuando se despierta, le cuesta analizar que se quedó dormido sin siquiera darse cuenta. Está pegajoso, crujiente, incómodo, sucio. Aunque, también y para no menospreciar la agradable velada de anoche, reconoce que está satisfecho.
Killua despierta con la boca seca, con los rayos del sol atravesando la ventana y sobre su cara, un recordatorio innecesario de que ya es hora de levantarse. Killua no tarda mucho en darse cuenta en su posición actual, en como Gon está aferrado a él cómo si fuera un peluche y cómo ambos seguían desnudos, con sus piernas enredadas, con los brazos del moreno alrededor de su torso.
El albino trata de no despertar a Gon mientras se aparta de su agarre, pero es algo imposible, termina luchando contra los brazos de Gon y pierde. Los ojos ámbar, que pertenecen a un hombre que duerme cómo un tronco, se abren cuando Killua consigue zafarse un poquito.
—¿Killua? —Gon murmura somnoliento.
—Necesito ir al baño —Killua explica rápido, le da a Gon una mirada que realza la necesidad. El moreno parece despertar un poco más ante eso.
—¡Oh! Yo te llevo —Gon se ofrece, se levanta de un salto de la cama —porque obviamente sus piernas siguen siendo funcionales— y se apura en tomar a Killua en brazos, lo carga al estilo nupcial. Killua diría que es vergonzoso en alguna otra ocasión, pero en esta es lo mínimo que quiere—. Me imagino que no puedes caminar por tu cuenta…
—Sí, dudo mucho que pueda —Killua se encoge de hombros, enrolla sus brazos alrededor del cuello de Gon.
En realidad, podría. Sólo que dolería y caminaría cojo. Y Gon no permitiría jamás que Killua sintiera dolor en una acción tan simple como caminar, así que su solución es, en vez de dejar de follarlo tan fuerte, disponerse a cargar a Killua en todo momento en los días posteriores al acto.
La cual es la mejor opción, Killua no lo cambiaría por nada en el mundo. Le gustaba estar en los brazos de su marido, incluso cuando a veces era muy vergonzoso.
Gon sólo tarda unos en trasladar a Killua hasta al baño. Y mientras Killua está haciendo lo suyo Gon llena la tina con agua tibia, prepara un buen baño que rebosa de espuma con una fragancia tropical, aprovecha y se cepilla los dientes. Después, carga a Killua hasta la tina, y desvestirlo no es ni siquiera necesario.
Killua se acurruca con su marido en un extremo de la tina, a pesar del sonrojo que se apodera de las pálidas mejillas, la vergüenza no hace que Killua se aleje. Él sólo esconde su rostro en el cuello del moreno. Gon se muestra tan servicial y dulce como siempre, ayuda a Killua a enjabonar su cuerpo, deja besos suaves a lo largo de sus hombros y cuello, limpia a Killua como si él no fuera capaz de hacerlo por su cuenta; Gon se ha encargado de mimarlo de muchas formas diferentes. Y en realidad, a Killua le encanta, un niño caprichoso en toda la regla.
—No hay que acostumbrarse a mojar los anillos —Killua recuerda, mientras Gon revuelve su cabello y talla su cuero cabelludo, bañando la cabellera albina en una corona de espumas provocada por el champú—. Y mucho menos mojarlos en el mar, en especial tú.
—El oro no se lleva bien con el agua de mar y las piscinas —Gon repite—, me lo has dicho bastantes veces.
—Te mataría si algo le pasara a tu anillo —Killua da una gentil amenaza, mira a Gon por el rabillo de su ojo. Pero el moreno sólo ríe.
—Bueno, Killua, ¿Y si me llegaran a robar el anillo? —Gon suelta la idea, Killua no duda en girarse para darle un pellizco. Le saca un gemido—; ¡Ey!
—Eso es ridículo. Es imposible que te roben, podrías defenderte de un asalto con total facilidad —Killua refuta.
—¿Y si no me doy cuenta?
—Te mataré por perderlo —Killua rueda los ojos, sintiendo como Gon rasca un poco más su cráneo, acariciando un punto que resulta muy placentero para el albino.
—Bueno, me lo merecería. Pero si perdiera el anillo… ¿Sabes que haría? —Gon se acerca, le susurra al oído. Killua apenas puede resistir el escalofrío que lo atraviesa—, me casaría contigo de nuevo, buscaríamos nuevos anillos, y repetiríamos la ceremonia.
Killua se sonroja hasta las orejas, siente que su corazón se acelera por las palabras de Gon. Cuando Killua se gira hacia Gon, está vez es sólo para mirarlo con sus ojos bien abiertos, sorprendido y un poco confuso. También, con unas ganas repentinas de besarlo nublando su mente. Gon le sonríe con todos sus dientes.
—¿Otra boda?
—Sí, y así tendríamos otra luna de miel también.
—Tonto. Ni siquiera hemos terminado está, ¿Y ya quieres otra? —Killua tiene que apartar la mirada, siente como uno de los brazos de Gon abandona su cabeza y se enreda alrededor de su cintura, atrayendolo a él.
—Me casaría un millón de veces contigo, cariño. Y tendría un millón de lunas de miel también, una cada mes, o una en cada quincena —Gon besa la parte posterior de la oreja de Killua y termina con un poco de espuma en el costado de su cara por la acción, pero no le importa porque la reacción de Killua es todo lo que esperaba.
Killua se encoge, se hace pequeño en el agarre de Gon, con su rostro ruborizado por completo y sus labios forzados a mantenerse cerrados, como si temiera decir algo. La declaración del azabache es tan atrevida, pero hace que Killua vibre de emoción, hay tanta intensidad detrás de sus palabras, y Killua corresponde el sentimiento por completo.
Ni siquiera llevan una semana de casados, pero Killua ya sabe que es la mejor decisión que ha tomado en su vida. Ya sabe que es algo que haría una y mil veces, algo que haría en cada vida. Pero no sólo casarse, sino casarse con Gon.
—¿No te gustaría casarte un millón de veces conmigo, Killua? —la voz de Gon retumba desde el núcleo de Killua, hace que sus piernas (ya de por sí débiles) tiemblen bajo el agua. Suena tan tentador, caliente, y amoroso.
Killua podría morir.
—Sí, sí quiero…
—Mmh —Gon tararea, satisfecho—. Vamos a quitarte este champú, hay que apurarnos. Ya quiero empezar a comerte a besos.
—¡Lo has estado haciendo desde que entramos a la tina! —Killua trata de replicar, siente las manos de Gon bajar por su cabello, echándolo para atrás.
—Pero no es lo mismo. Quiero comerte a besos estando en la cama.
…
Gon lo hace. Ayuda a Killua a terminar de enjabonarse y enjuaga todo, tiene cuidado con que nada entre en los ojos de Killua, acaricia cada mechón, restriega la piel de Killua con el cuidado suficiente para no lastimar las sensibles marcas que adornan gran parte de su ser. Sólo mostrándose un poquito cruel con sus bonitos botones, pero es que Gon no podía evitarlo, tocarlos y frotarlos era demasiado divertido; Killua tampoco podía evitar disfrutarlo.
Ambos salen del baño unos diez minutos después. Se cambian, y mientras Killua seca su pelo empapado con la ayuda de una toalla, quitando los excesos de humedad, Gon cambia las sábanas con unas limpias. Después, ambos se acurrucan bajo el edredón.
—Te amo —Gon pronuncia antes de besar la frente de Killua, con Killua entre sus brazos, muy cómodo y calentito—. Te adoro.
—Yo también te amo, te amo un montón —Killua no tarda en responder. La primera ráfaga de besos llega, Gon cumple su palabra y ataca a Killua, empieza a besarlo como si su vida dependiera de ello—. ¡G-Gon!
Gon rueda sobre Killua, se le monta encima, sus piernas a cada lado de las caderas del albino. Killua suelta un pequeño chillido, deja que sus manos se aferren a la tela suave de la camiseta de Gon, se ríe mientras es arremetido por los labios tiernos de su marido. Los besos se esparcen por doquier, con una velocidad impresionante que desorienta a Killua, él cierra los ojos y se ríe embobado por la bomba de atención.
—Me alegro de que seas mío ahora, Killua de Freecss —Gon vuelve a susurrar, y oír su nombre acompañado con el apellido del hombre que más ama, es rejuvenecedor; cuando Killua era más pequeño sí llegó a fantasear con ser un Freecss, con que Gon le diera su apellido.
En su momento lo atribuyó a querer escapar de su familia, de su casa y de todas esas costumbres que lo obligaban a ser algo que no quería. Quería ser libre, tanto cómo Gon. Su apellido reflejaba esa realidad que Killua ansiaba, así que no se lo cuestionó, pero cuando el tiempo pasó y el sentimiento creció… concluyó que, tal vez, había otra razón por la cual quería ser un Freecss.
O específicamente, quería que Gon lo reconociera cómo suyo, porque antes de cualquier formalidad Killua ya se sentía así.
—Siempre he sido tuyo —Killua sonríe, tomando a Gon por la nuca para acercarlo un poco más, para mirarlo a los ojos—, me alegro de que ahora tú seas mío.
Gon se ríe, una acaricia hacia su ego, un plato de comida para su hambrienta codicia. A Killua no le importa eso, es cierto, Killua siempre ha sido suyo. Y es algo de lo que se enorgullece.
—No he sido ni seré de nadie más.
Los ojos de Killua brillan, una onda de calor se expande por todo su pecho. Así que, en vez de responder con palabras, que se enredan con su lengua y no abarcan todo lo que siente, acuna el rostro de Gon en sus manos y lo besa.
tenmeikujo Fri 22 Aug 2025 12:35AM UTC
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