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Melodías escritas

Summary:

Después de un golpe profesional que tambalea sus cimientos, Paul se embarca en un proceso de reconstrucción a través de la música. Entre colaboraciones inesperadas, recuerdos que resisten el olvido y letras que funcionan como cartas sin remitente, comienza a escribir su historia con una honestidad que duele... pero también sana.
Una narrativa sobre lo que se pierde, lo que permanece y lo que aún está por decir.

Notes:

Esta historia es un regalo de la dinamica de streams de Paul Thin y Mayo.

Y recordad siempre que todo esto es ficción que ha salido de mi loca cabecita.

Chapter 1: Silencio tras la puerta.

Chapter Text

El clic de la cerradura fue un suspiro que se esfumó en el silencio. Paul empujó la puerta con cuidado, como si temiera que hasta las paredes fueran a chismear sobre su regreso.

El pasillo lo recibió con un olor débil a incienso apagado y había un vaso con agua olvidado en una mesa, un recuerdo olvidado que no recordaba haber dejado. Se quitó la chaqueta y la dejó caer sin mirarla, apenas con ganas. La mochila cayó al suelo, el cuaderno de letras asomando sus páginas con ideas a medias, olvidadas. Nada importaba realmente.

Venía de una reunión que se había prolongado casi dos horas, pero la resaca no era solo de palabras. Era un peso sordo, clavado en el pecho, un cansancio que las palabras no podían aliviar.

Paul se dejó caer en el sofá, apoyó la cabeza en el respaldo y fijó la mirada en el techo, esperando que del silencio cayera alguna revelación que le diera sentido a todo. Pero el techo solo devolvía vacío. Sin inspiración. Sin consuelo.

Reboot” ya era pasado. Lo supo con la claridad cruel de la frase que más le dolió:

—Tienes que aparcar ese universo, Paul. Al menos por un tiempo.

Aparcar. Como si fuera un coche viejo y oxidado, olvidado en un garaje sin luz. Como si todo lo que había volcado en ese disco —la estética que había amado, los sonidos electrónicos defendidos con uñas y dientes, las letras que vomitaban su alma sin filtro— fuera solo un experimento fallido. Prescindible.

Los conciertos habían ido bien. Las ventas, aceptables. Había visto ojos brillantes, manos temblorosas al pedir una foto, lágrimas sinceras al escucharlo cantar. Pero para los de arriba, eso era solo “normal”.
Números normales. Reacciones normales. Nada viral. Nada espectacular.
Y ahora, recortes.

—Quizá algunos singles sueltos —dijo Carlos, su A&R, con una sonrisa que no llegó a los ojos—. Algo más sencillo, más directo. Colaboraciones. Algo que funcione en TikTok.

—¿Y el próximo disco?

—Por ahora... no.

El silencio que siguió fue un puñal clavado en su garganta, suspendido en el aire. Sin saber si caer de pie o arrodillarse.

Se levantó sin fuerzas y fue a la cocina. Abrió la nevera sin ganas, por puro reflejo. Agua. Medio limón seco. Un tupper con restos que ni recordaba. Arrepentimiento con forma de comida fría.

Volvió al salón con el vaso en la mano, lo dejó sobre la mesa sin beber. Al lado, el cuaderno abierto en una página arrugada, con una frase a medio escribir que parecía mirarlo, esperando una respuesta. El último testigo de sus dudas.

Caminó hacia la ventana y miró la ciudad que seguía su ritmo indiferente. Desde aquella altura, todo parecía ordenado. Pequeño.

Lo que más le dolía no era que el disco no hubiera sido un éxito. Era tener que demostrar algo. Otra vez.

Durante semanas, había intentado crear nuevos beats, buscar estribillos pegajosos, planear colaboraciones que le dieran un aire “actual”. Pero nada brotaba. El agotamiento había secado su inspiración. Pensar en lo que esperaban de él le había robado la voz.