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El agarre en su brazo era firme, casi doloroso, pero tranquilizador de cierta forma.
Desearía que su regreso a casa hubiera sido un poco más tranquilo, discreto, por así decirlo. Pero no podría esconderse de los medios por mucho tiempo, necesitaba salir, hablar con su familia y amigos por si mismo. Si hubiera intentado esconderse en casa como Emmet sugirió en primer lugar, sería solo cuestión de tiempo antes de que la gente comenzará a sospechar y tuvieran muchos más problemas a sí simplemente siguieran los protocolos de seguridad.
Se ahorraron muchos problemas al seguir las indicaciones y procedimientos que la policía internacional les dio, pero era agotador. Las entrevistas, traslado y papeleo, sumado a que todavía tenia que aclimatarse al presente, era casi demasiado para Ingo. La única razón por la que todavía no a colapsado es por su gemelo.
No dijo nada cuando sintió como se le cortaba un poco la circulación en su brazo, Emmet estaba bien sujeto a él. De hecho, no recuerda ni un instante en el que no estuviera al menos al alcance de la mano de su hermano.
Ingo no tenía ninguna duda de que Emmet era quien se encontraba mas eufórico con su regreso. El problema era que luego de que la dicha inicial pasara, (con un emotivo y feliz rencuentro en su propia habitación) ambos hermanos cayeron en cuenta de lo súbita, desafortunada e injusta que fue la desaparición del gemelo mayor.
No fue un acto divino o una profecía por cumplir, fue mala suerte acentuada por un lunático hambriento de poder. Y si bien, el regreso a casa de Ingo si que fue gracias a una deidad, Emmet no podía solo ignorar como un pequeño desliz les causó años de incertidumbre y soledad.
Necesitaba estar cerca de su gemelo, tenía que sentir su presencia, su piel, estar tan cerca de él que pudiera evitar que volviera a desvanecerse de su vida. Ingo lo sentía, en la forma en que se acercaba tanto a él que podía sentir su respiración, la manera en que lo sujetaba y, especialmente, la mirada en su rostro cuando veía a Ingo. Como sus ojos se cristalizaban ante la alegría de tenerlo, y la constante tristeza que era la amenaza de volverlo a perder.
Ingo esta dispuesto a hacer hasta lo imposible para que su hermano no tema volverlo a perder. Si eso significa aguantar el dolor que sus temores le causan, si eso hace que se siente un poco más tranquilo, Ingo aceptara con gusto.
Él agente de la policía internacional no mencionó nada sobre la cercanía de los dos gemelos, parecía acostumbrado, o más bien era indiferente. Solo recogió los últimos papeles que le pidieron llenar a Ingo, leyó brevemente que la información fuera correcta y, con un asentimiento de aprobación, eran libres de volver a casa.
No era como si estuvieran detenidos o algo así, pero ahora tenían algo menos de que preocuparse. Ingo sintió un peso caer de su espalda, con todos los problemas legales atrás solo quedaba encargarse de los medios, su carrera profesional, su familia y amigos, sus pequeñas lagunas mentales y dificultad para aclimatarse del todo al presente, acostumbrarse a vivir de nuevo con otro ser humano y-
—¡Ouch! —No pudo ignorar la repentina fuerza con la que Emmet le apretó. Su cuerpo se movió por reflejo, alejándose involuntariamente de su gemelo.
Lo hizo sin pensar. La culpa consumió a Ingo al ver a su hermano encogerse sobre si mismo, también sorprendido por la acción tan repentina, aún así, la punta de su dedos seguían tocando al gemelo mayor.
—Lo siento. Perdóname, es solo que… —Emmet no podía terminar de hablar. De solo pensar en todas las tareas pendientes que todavía tenían, cuando lo único que quería era estar en casa con su hermano, era suficiente para estresar lo más haya de su límite.
—Esta bien, lo entiendo —Ingo tomo a su hermano por los hombros, sonriendo con confianza, tratando de tranquilizar a Emmet—. Yo también estoy cansado, también quiero irme a casa. Hagamos eso, ¿si? Solo volvamos a casa, nos encargaremos de lo demás luego.
Emmet asintió, un poco confundido por la sonrisa tan clara de Ingo: —Por favor.
¿Cuánto tiempo duraría esto? Podían ocultarse en su hogar por ahora, pero tendrían que encargarse de todas sus tareas eventualmente. Estaba agotado de siquiera pensarlo, Emmet no es la clase de persona que procrastina sus deberes hasta el último momento, pero esto simplemente era… demasiado.
No podía siquiera asimilar la sonrisa de su hermano. Estaba harto y cansado y asustado y no tenía ni idea de que hacer una vez que lleguen a casa, mucho menos el día de mañana. Todo era… demasiado.
Solo era capaz de pensar en lo pequeño que se sentía, una y otra vez, hasta que se encontró mirando la entrada de su casa.
Emmet miro en blanco la puerta, hasta que recordó que el único con llave era él, (otra cosa de la cual debían encargarse) prácticamente arrastró a Ingo consigo dentro antes de volver a cerrar con llave.
De vuelta al fin. Deben tomar todo el poco tiempo que tienen para descansar y tomar fuerzas, aún les quedan muchas cosas de las que encargarse. Fue una buena idea dejar a su equipo a cargo de Elesa.
Ahora en casa, hablar parecía la única acción lógica, la única opción a ojos de Ingo: —Emmet–
Solo pudo decir su nombre. Ingo se detuvo de inmediato al ver que su hermano pequeño estaba llorando, en silencio, quieto. Lo único que delataba que estaba llorando era el cómo las lágrimas no paraban de escurrir de sus ojos. La imagen de su Emmet llorando le hacia doler el corazón, a su vez que la necesidad de consolarlo crecía todavía más en él.
—Hey… —¿"Hey"? ¿En serio es lo único que supo decir? Ingo se regaño mentalmente. Lo volvió a intentar— Emmet, se que hay muchas cosas que están mal ahora mismo, demasiadas, pero lo resolveremos eventualmente, te lo prometo —Se acercó despacio, como si intentará no asustar a un Pokémon herido. No se atrevió a abrazarlo, solo tomo su mano, sintiendo como de inmediato era correspondido—. Estaré junto a ti, no importa que —Ni siquiera pensó lo que iba a decir después, solo se sintió correcto, lo que debía decir—. Somos un tren de dos vagones, siempre.
Esta vez estaba listo para recibir a Emmet. Abrió bien los brazos cuando este se abalanzo hacia él, enterrando su rostro entre su hombro y cuello. Seguía en silencio, aunque Ingo ya sentía su ropa mojada.
—Vamos a nuestra habitación —Susurro. Emmet ni siquiera demostró haberlo escuchado, pero no se negó cuando Ingo los dirigió a su cuarto compartido.
Seguía siendo extraño. Paso tanto tiempo, que lo único que le hacia sentir que esa era su cama era el que Emmet la compartiera con él.
Les quito a ambos los zapatos y, con algo de esfuerzo, subió a Emmet a la cama. Su gemelo no tenía ninguna intención de soltarlo, así que los dos terminaron acurrucados cómodamente.
—Vamos, Emmet, estarás más cómodo si te pones tu pijama.
El gemelo menor abrazo con más fuerza al mayor, negándose a decir ni una sola palabra.
—Emmet… ¡e-espera! —El rostro de Ingo se pinto de rojo cuando su hermano se abrió paso entre sus piernas. El gesto no sería para tanto de no ser por la forma en que presionaba sus entrepiernas juntas y el cómo sentía su respiración agitada contra su cuello—. Ahora no, necesitas descansar.
—Por favor —Ingo detuvo sus protestas en el instante en que escuchó la voz quebrada de su gemelo arrastrar aquella única suplica—. Necesito estar con Ingo, no se cuando podremos volver a estar así de nuevo. Solo esta vez ¿si?
La cara triste y mojada de Emmet salió de su escondite entre el cuello de Ingo. No era solo deseo, no del todo, quería estar lo mas cerca posible de su hermano.
Teniéndolo tan cerca, suplicando y con las lágrimas aún corriendo por sus mejillas, Ingo no pudo evitar pensar en lo adorable que se veía su gemelo más joven. Este no era un buen estado para tener relaciones sexuales. Pero Ingo prometió cuidar de su hermano, sin importar que.
—…Solo esta vez, Emmet.
Ingo se forzó a sí mismo a relajarse cuando Emmet fue directo a darle un beso profundo y apasionado. Le costó seguir el ritmo, todo estaba pasando tan rápido.
Quitarse la ropa fue un desafío en si mismo. No se separaron ni por un segundo, así que estuvieron frotándose por un rato alternando entre mantener los labios del otro ocupados y deshacerse de la molesta ropa interior.
Estaban ya alterados y cubiertos por una capa de sudor. Antes de que las cosas pudieran llegar más lejos Ingo sostuvo por los hombros a Emmet, deteniendo sus intentos por seguirlo besando, o al menos intentándolo, Emmet seguía tercamente intentando alcanzar la piel de su gemelo. Ingo se apresuró buscando lo que quería, una pequeña botella de lubricante abandonada a los costados de la cama.
—Recuerda, Emmet, hace mucho que no hacemos esto, se cuidadoso.
Puso un poco del líquido en su mano para comprobar su calidad, seguía siendo tan bueno como antes. Sus manos estaban temblorosas cuando acerco sus dedos a su entrada, era emocionante y aterrador volver a hacer esto de nuevo.
Se relajó y dejo que su memoria muscular se hiciera cargo. Casi no sintió nada cuando introdujo el primer dedo en su ano, así que se dispuso a introducir otro para prepararse lo mas rápido posible para su gemelo.
—Ingo, yo quiero.
El gemelo mayor comprendió de inmediato lo que quería el menor. Saco sus propios dedos de su entrada y rocío lubricante en los dedos de su ansioso hermano. Emmet retomó por donde Ingo lo dejo, jugando con la entrada de su hermano mayor.
—Quería esto, extrañaba verte así. —Emmet adoraba la forma en que Ingo frunció las cejas con la cara toda roja, mientras aún intentaba mantener la compostura. Finalmente, Emmet se estaba calmando.
No fue difícil prepararlo. Ingo gimió necesitado cuando Emmet salió de su interior lentamente. Estaba listo para lo que venía.
—Se cuidadoso. —Recordó una última vez antes de sentir la familiar presión en su entrada.
Dicho y hecho, Emmet cumplió con su pedido. Introdujo su miembro lentamente por el interior de Ingo, permitiendo que su cuerpo se acostumbrará luego de tantos años sin tener sexo.
Un suspiro de profundo alivió salió de los labios de Emmet al envainarse por completo, haciendo que una oleada de orgullo llenará a Ingo. Estaba haciendo un buen trabajo como hermano mayor.
—Ingo, Ingo, Oh, Ingo extrañe tanto esto, extrañe tener a Ingo así.
Emmet comenzó a embestir con entusiasmo, manteniendo un ritmo fijo para no sobre exigir a ninguno de los dos. Al fin tenía a Ingo solo para él, de nuevo podía sentir su piel sin toda la molesta ropa.
Se sentía bien, libre. Estaba completo ahora. Las lágrimas volvieron a escaparse de sus ojos, pero ahora por una razón totalmente diferente.
El corazón de Ingo dio un vuelo al darse cuenta.
Algo en él se sentía profundamente satisfecho al hacer a su hermanito tan feliz, oh, y por supuesto que también se sentía increíble tener a Emmet penetrando su interior. Su respiración se aceleraba a cada segundo que pasaba, un vacío que había olvidado que existía estaba siendo llenado de nuevo. Estaban tan felices, pero Ingo necesitaba más.
Ingo observó encantado la expresión de satisfacción pura que tenía Emmet. Quería ver más. Quería ver a Emmet llorar de la felicidad por estar tan dentro de su hermano mayor.
—¡Si! Vamos Emmet, mhg, me siento tan bien… eres tan bueno conmigo. —
Era como si el tiempo separados no existiera. Estaban juntos aquí y ahora, recreando una de las incontables veces que se volvieron uno, como siempre debió ser.
Emmet sintió como las manos de Ingo descendían de sus hombros hasta su espalda baja, guiando sus embestidas y haciendo que fueran más profundo. Emmet solo se dejó hacer, esforzándose en darle a Ingo lo que quería.
—Así esta mejor, ¿no es así? ¡Te vez tan lindo así! Por favor no te detengas —Ingo luchaba para guiar a su gemelo en el lugar en el que quería ser arado sin dejarse llevar por completo en el placer.
Ver a su Emmet perderse a si mismo mientras le atacaba sin descansó podría ser suficiente para hacerlo llegar a su límite. Pero su teoría no podría ser comprobada, justo ahora Emmet aceleraba sus embestidas mientras atacaba sin descansó todos los puntos débiles de Ingo.
—¡Ahí, ahí! ¡Bravo! Eres perfecto. Te amo, Emmet.
—Ingo, te amo. —Emmet le regalo a Ingo la sonrisa más grande y hermosa que pudiera desear. Su llanto había cambiado de significado y ahora era provocado por una plenitud infinita.
El miembro de Ingo gozaba de la estimulación que provocaban sus cuerpos a la vez que sentía la dicha de estar siendo sujetado contra la cama. Las sábanas se salían de su lugar y quedaban hechas un desastre entre el par de cuerpos que se movían bruscamente. El sudor y otros líquidos ya empapaba el cuerpo de ambos hermanos.
Ingo guió a Emmet para que pudiera enterrase hasta el fondo una última vez antes de que ambos llegarán a su clímax. La semilla de Ingo se derramó entre ambos mientras Emmet se descargaba cómodamente dentro de Ingo. Jadeos y gemidos de placer resonaron por la habitación.
Al final, estaban demasiado cansados como para moverse.
—¿Ingo? —La voz de Emmet había vuelto a su tono normal.
—¿Si?
—¿Podemos quedarnos así?
Ingo lo pensó, si, no tenía ningún inconveniente en mantener a su gemelo dentro de él, al menos por unas horas.
—Nos bañaremos a primera hora en la mañana.
—Hecho.
Emmet despertó apenas salió el sol, temblando de emoción al recordar que habían hecho la noche pasada y la posición en la que se encontraban. Sobra decir que ese día no salieron de casa, sus tareas podían esperar, al menos un día más.