Actions

Work Header

¿QUÉ ES ESTAR ENAMORADO DE TI?

Summary:

Kim Namjoon no está seguro de sus sentimientos por Park Jimin, así que decide enfrentarse a sus emociones para comprenderlas. Sabe bien que Jimin lo quiere y, tras un simple beso de prueba, este no dudó en dar por iniciada su relación como pareja. Pero Namjoon aún no logra descubrir qué es estar enamorado, y esa duda le impide aceptar una relación con Jimin.

Chapter 1: BESO

Chapter Text

—Hyung, me gusta.

Escuchar una confesión así debería haberme impresionado de otra forma, algo menos torpe, menos brusca. Pero en este momento… me resultaba imposible reaccionar con naturalidad.

—¿Eh?

—¿Saldría conmigo?

Sin embargo, él no tuvo una reacción coherente a la mía.

—A-Ah... es que yo...

—No tienes que aceptar si no quieres...

—¡No es eso!

Claro que es la razón. ¿O no?

—Te escucho.

¿Me escuchas? Porque no tengo nada claro qué decir. Jamás había recibido la declaración de una chica, o de algún chico; es nuevo para mí. Ni siquiera sé si está bien… ¿Corresponderte por simple educación sería irrespetuoso, verdad? Pero rechazarte sin pensarlo, ¿no es aún peor? Además, mi vida ya está atada a una responsabilidad enorme, que consume todo mi tiempo… ¿Acaso escuchas este caos en mi cabeza?

Lo siento, Jimin.

—No... No estoy seguro.

—¿Seguro?

Me malinterpretó. Usé las palabras incorrectas. Debo ser más directo.

—No creo que pueda aceptar tus sentimientos.

—¿Por qué?

¿Debe haber un porqué?

—No sé si me gustas.

Su mirada se clavó en la mía como si intentara descifrarme. Pensé que había logrado leer mis pensamientos. Tal vez rompí su corazón.

—Comprobémoslo —dijo.

—¿Ah?

¿Comprobar? ¿Cómo se comprueba un sentimiento?

—Hagamos una prueba.

—¿Qué clase de prueba?

—¿Puedo besarte?

¡¿Besarme?! ¿Hacía falta besar a alguien para saber si te gusta o no? ¿Podía un beso darme todas las respuestas que buscaba?

—Sí.

Jimin se inclinó hacia mí, despacio. Sus manos tibias rodearon con cuidado mis mejillas. Cerré los ojos, incapaz de sostener su mirada, abrumado por la cercanía. Su respiración rozó la mía, nuestras narices apenas se acariciaron… y entonces sus labios se posaron delicadamente sobre los míos.

Un roce virgen.

Duró poco, o quizás mucho.
Se sintió bien, o tal vez normal.
Me gustó, o la primera vez siempre es especial.

Chapter 2: POR MI LADO

Chapter Text

Cada tiempo libre debía ir al club de niñeras. Mi tutora adoptiva es la directora del instituto al que asisto y, a diferencia de lo que muchos creen, no estoy aquí por un privilegio. No me regalaron nada. Lo cierto es que tengo una beca, y para mantenerla tuve que inscribirme en un club. El de niñeras, que en realidad no es más que una guardería improvisada para hijos de tres años de los profesores. Y claro, sin sueldo.

Eso redujo mis posibilidades de hacer amigos, o de siquiera pensar en tener novia. 

Desde entonces, mi nueva vida se resume en tres tiempos: escuela, club de niñeras y Soobin. Apenas me queda espacio para respirar.

—¡Oye, Namjoon! ¿Podrías pasarnos la pelota?

Me atrevo a pensar que soy un desafortunado viviendo en fortuna.

—¡Claro!

Recogí la pelota que estaba a mis pies y la sostuve un instante.

Béisbol, que divertido.

—Hyung, ¿va a la guardería?

Giré al costado y mi sonrisa nació sin que lo pensara.

—Oh, Jimin —lo saludé mientras le entregaba la pelota—. Sí, estaba en eso.

—¿Podría darle esto a Jungkook? Es el almuerzo de mi hermano.

—¡Ah! ¡Claro!

—Bien. Nos vemos por la tarde —Jimin se marchó antes de que pudiera despedirme.

Solté un suspiro profundo y observé un poco más el campo de deportes.
Allí, justo donde debería estar yo, los chicos de mi grado se divertían.

La realidad es que no soy un estudiante más de la academia. No fue de mi elección, no me escogieron por mis calificaciones, ni destaqué como deportista. Todavía no entiendo qué hago aquí y tampoco sabría qué pensar si no estuviera. Mi rutina dejó de ser la de un adolescente normal. Sin darme cuenta, pasé de preocuparme por no reprobar a crecer en un instante. Un salto tan grande que me arrebató algo del aire que solía tener.

Ingresé al club de niñeras y el mismo cuadro de siempre me recibió: Jungkook dormido en el suelo, abrazado al bebé Taehyun como si fuera un oso de peluche, con la cara llena de garabatos cortesía del resto de los niños.

Sonreí levemente.

—¡Hermano!

Agaché la cabeza, encontrándome con una linda bienvenida.

—Hola, Soobin —sonreí. Soobin también.

—¡Nammie, regresó!

La voz de Yeonjun resonó y en un instante los niños me rodearon como una estampida alegre. Jungkook se despertó sobresaltado entre tanto alboroto.

—Vaya, pero si es Namjoon —bostezó, cambiándose de posición—. Creo que ahora podré descansar.

—¡Pero si ya estabas dormido! —reproché.

—¡Nammie, juguemos! ¡Te toca ser el mounstro!

Beomgyu me apuntó con una espada de plástico y se lanzó hacia mí con valentía fingida. Yeonjun se unió al ataque, seguido de los gemelos.

—¡Sí! ¡Fuera mounstro! —gritó Bahiyyih, desbordante de energía.

—Fuera mounstro —repitió Kai con un atisbo de timidez.

Sonreí al verlos tan entusiasmados.

—Bien. ¡Grahg! ¡Voy a comerme a la princesa Bahiyyin! 

Los niños chillaron, y Soobin se unió segundos después, fingiendo ser un caballero que protegía a la bestia; o eso dijo Yeonjun.

Jugar con ellos era habitar un universo paralelo. Una galaxia entera de aventuras que no estaban en mis manos, pero que me prestaban por un rato. Con Soobin, Beomgyu, Yeonjun, Bahiyyih, Kai y Taehyun, el tiempo se doblaba hacia atrás; como si pudiera presionar un botón y regresar a mi propia infancia. La vida me parecía más larga de repente.

Una vez que el descanso acabó puse el almuerzo de Beomgyu junto a los demás. Por jugar con los niños había olvidado dárselo a Jungkook, aunque tampoco se encontraba en condiciones para recibirlo. Antes de irme me despedí de los pequeños, sobre todo de mi hermanito Soobin, quien me abrazó como si ya me extrañara antes de verme salir. Jungkook ya se encontraba despierto para ese entonces.

Cerré la puerta del salón, y antes de dar el primer pasó, choqué con alguien.

—Lo siento mucho —murmuré.

—No pasa nada —respondió Jimin—. ¿Ya saliste?

Eché una última mirada a la puerta –de alguna u otra forma para verificar el seguro– antes de redirigir mi vista a los ojos de Jimin.

—Sí, lo hice.

—Vayamos a clases.

—¿No tienes algo que hacer? —pregunté, porque su presencia en el pasillo me parecía demasiado casual.

—Sólo llegar a la clase —dijo con simpleza—. Entonces... ¿nos vamos?

Noté un leve temblor en su mano izquierda y sus orejas más rojas de lo normal. En su rostro, sin embargo, no se dibujaba nada. Tal vez estaba exagerando. O quizás interrumpí algo. Pero conociéndolo, ya me lo habría dicho.

—Sí. Vamos.

Las clases transcurrieron como siempre… hasta hace cinco minutos después de la campanada. Ocurrió algo distinto. Fue un quiebre total a mi rutina de tres sencillos tiempos. De pronto, mis mejillas ardían, las palmas me sudaban, y mi corazón golpeaba con una fuerza que parecía querer anunciar algo que yo aún no entendía. Sentí un remolino en el estómago, incómodo y excitante al mismo tiempo.

Durante todo el camino a la guardería mantuve una mano sobre mi boca.

¿Qué me sucede?

—Namjoon, llegas un poco tarde. Ya sólo queda Beomgyu y… ¿Te encuentras bien? Estás muy rojo.

Me gustas.

—¿Namjoon?

¿Quieres salir conmigo?

—Hermano. Enfermo.

—¡Nammieee!

¿Puedo besarte?

—¡NAMJOON!

—Jimin… me besó.

Un profundo silenció profanó la sala.

—¿Eh?

—Jimin me besó —repetí, con la misma impresión clavada en mis ojos.

—Oh. Por esa razón has llegado un poco tarde.

El ambiente sofocante y extrañamente cálido que me acompañó en todo el camino se esfumó de golpe, y en su lugar impregnó una ligereza incómoda, como si todo fuera más simple de lo que yo sentía

—Jimin… me besó.

—Sí. Ya lo has dicho.

—Me… —Me besó. —¡Aaahh! ¡Jungkook hyung, ¿qué voy hacer?!

—Tal vez podríamos celebrar junto a Mingyu tu nueva etapa como hombre.

—¡Jungkook hyung! —me quejé.

—Namjoon. Jimin. Beso.

Abrí mis ojos de par en par tras escuchar a mi pequeño hermano.

—Parece que a Soobin también le apetece celebrar.

—¡Jungkook hyung, por favor! —reproché, casi llorando de la extraña opresión en mi pecho.

—Beom, hora de irnos.

Giré con brusquedad hacia la puerta. De ahí ingresaba Jimin con su uniforme deportivo puesto. Mis piernas temblaron sólo de verlo.

—¡Hermano malvado! ¡No vuelvas a besar a Nammie! —gritó Beomgyu, golpeando las piernas de Jimin con todas sus fuerzas. 

¿Hay manera de despertar de este vergonzoso sueño?

—¿Qué dices?

—¡A-A-Ah! ¡No es nada, Jimin! ¡No es lo que tú…!

—¡Por tu culpa Nammie se siente enfermo! ¡No lo vuelvas a besar! ¡Eres malvado!

Jimin le dio un gran zape en la cabeza a Beomgyu antes de que pudiera reaccionar. Pero lo que me dejó estático fueron sus siguientes palabras…

¡Besarse es muy normal entre novios! ¡Cállate y vamos a casa!

Beomgyu rompió a llorar tan fuerte que me sacó de mi trance. 

¿N-Novios?

—¡Hermano horrible!—gritó entre lágrimas.

Jimin gruñó por debajo y tomó a Beomgyu, quién pataleaba emberrinchado, para luego irse sin añadir más.

—Jimin. Novio. Namjoon.

Un escalofrío salvaje recorrió mi cuerpo.

—¡Aaah! ¡Soobin! ¡No es exactamente así!

—¿Estás seguro? —miré a Jungkook—: Jimin se veía bastante firme al decirlo. Vaya… —suspiró con una leve decepción en su cara—. Tal vez esto se volvió algo unilateral.

¿Unilateral?

Lo que dijo Jimin es… ¿unilateral?

Chapter 3: ABRAZO

Chapter Text

¿Soy un desafortunado viviendo en la fortuna? Prefiero no pensarlo. Lo ideal es no desear nada con demasiada fuerza. Porque si los deseos se cumplen, estaría bien pedir algo más. Gastar esa oportunidad en lo que se necesita o en lo que se anhela con el corazón. Pero ¿qué puedo pedir yo? Apenas soy un chico con un apellido vacío que ocupa habitaciones demasiado grandes en una casa que nunca fue mía.

¿Qué podría desear?

Vivir con la abuela —la tutora legal, aunque nosotros la llamamos así— es bueno, ella tiene un carácter duro pero es atenta y constante en su manera de cuidarnos, y Mingyu, el mayordomo, prepara las mejores comidas que recuerdo haber probado. Desde el accidente aéreo que le arrebató a la abuela su único hijo y a nosotros a nuestros padres, la vida se ha sostenido en un frágil equilibrio. Soobin, al principio, apenas podía dormir. Todo le resultaba ajeno, hostil. Pero la abuela nos adoptó en cuanto supo de nuestra situación. Y desde nuestra llegada a la mansión, Soobin poco a poco volvió a sonreír. Ahora es un niño más expresivo, más ligero. 

Debería bastarme esa irrealidad tan benévola en la que caímos. Y en cierto modo lo hace.
Es afortunado por donde se le mire.
Lo es.
En verdad lo es.

Pero yo…
He dejado de sentirlo

El tiempo desgasta incluso la fortuna. Me pesa reconocerlo, pero algo falta. Siempre falta. Y, aunque me repita que no debo desperdiciar ningún deseo, que aún soy demasiado joven para sentirme incompleto, hay un vacío que insiste en pedir más.

—Señorito Namjoon, por favor lleve este paraguas. Pronostican lluvias para la tarde.

—¿De verdad? —miré un instante el cielo desde la gran ventana, cargando a Soobin entre mis brazos— Parece un día normal.

Mingyu negó levemente.

—Por favor, me preocuparía más si no lo llevan.

—Está bien. Gracias, Mingyu.

—Que tengan un excelente día, Señorito Namjoon, Señorito Soobin.

Ambos nos despedimos mientras salíamos de la mansión. El camino a pie hasta la escuela no es largo, pero podía pensar en muchas cosas en el transcurso. Tantas que me hacían falta metros de distancia.

Antes, cuando recién ingresé a la academia, me agradaba charlar con mis compañeros de clase en los tiempos muertos, pero era una lástima partir en los descansos. Los niños de la guardería son encantadores, disfruto cuidarlos, jugar con ellos… pero a veces pensaba en lo divertido que era salir al campo de béisbol y perderme en una pelota rodando.

Las pocas amistades que hice el año pasado se deterioraron pocos días después de ingresar a segundo de preparatoria. Dejamos de coincidir en clases y, además, yo me encontraba ocupado con el club de niñeras. Mis ratos libres no servían de nada y en las horas clase ellos ya no estaban conmigo. Fue un poco devastador entender la posición de ambos. Tuve que resignarme a quedarme atrás.

—Jimin. Gyu —balbuceó Soobin, señalando la entrada del club.

—¿Eh?

Ahí, junto a la puerta, estaba Jimin con su pequeño hermano Beomgyu.

—Buen día, hyung.

—B-Buenos días, Jimin —contesté con la mirada baja mientras ponía a mi hermanito en el suelo junto a Beomgyu.

De verdad no puedo mirarlo.

—Jimin. Namjoon. Novios.

—¡Aahh! ¡Soobin! ¡No digas esas cosas!

De cierto modo comienza a fastidiarme.

—¿Po’ qué? Es verdad. Tú y mi hermano son novios.

—¡Beomgyu, por favor!

—¡Bueeenas! —canturreo Jungkook abriendo por la puerta— ¿Ah? Vaya, vaya. Pero si son mi pareja favorita.

¡¿Es que todos son unilaterales conmigo?!

—Hyung, ¿le sucede al…?

No lo dejé terminar. Salí corriendo. El pánico fue más rápido que yo. No tenía palabras, ni gestos, nada para esas insinuaciones. Aunque estoy seguro que huir no era una opción digna. Pero… Pero… ¡Mis piernas se decidieron solas! ¡Entré en pánico!

¡Ni siquiera recuerdo aceptar los sentimientos de Jimin!

—¡Hyung!

Sigue corriendo.

—¡Hyung! ¡Hyung!

No debo detenerme.

—¡Hyung, espere!

Tengo que huir.

Lo siento.

Los brazos de Jimin me alcanzaron por la espalda, cerrándose con firmeza alrededor de mí. Sus manos, más pequeñas que las mías, se aferraron con una determinación que contrastaba con la fragilidad de su tacto. Hundió el rostro en el centro de mi espalda y un escalofrío me recorrió entero. Su presencia, tan delicada hasta ese instante, se volvió inmensa y serena, como un sol extraño que me envolviera con un calor imposible de rechazar.

Me derretí entre sus brazos; creo que cualquiera lo haría. Era extrañamente agradable.
La urgencia de huir se evaporó sin resistencia. Ya no quería escapar. No quise.

—Lo siento, hyung.

Su voz vibró contra mí, y el eco se mezcló con la fuerza de mi propio corazón acelerado.

—Me precipite. Quizá es demasiado para usted.

Sentí las mejillas arder y mis ojos humedecerse.

—Si lo es… lo entenderé. Me alejaré hasta que...

—¡No!

Le impedí apartarse, aferrando mis dedos a sus prendas y atrayéndolo con torpeza hacia mí, a unir nuestros cuerpos. Me aferré a esa calidez que parecía sostenerme más que mis propias fuerzas, porque me brindaba una seguridad que no creo que nadie pueda explicar.
Quedaron mis manos sujetas a sus brazos, guiándolos con insistencia, hasta que ya no quedó milímetro más entre nosotros.

—Quiero que dure un poco más —susurré apenas—. Por favor, Jimin.

No lo vi, pero apuesto que sonrió.

Chapter 4: LLUVIA

Chapter Text

Por un tiempo fui conocido como “el hijo adoptivo de la directora del instituto”. Era un título que más que abrirme puertas me las cerraba. Los demás estudiantes parecían medir cada palabra que me dirigían, como si el apellido improvisado que me dieron me convirtiera en alguien demasiado intocable para una conversación normal. No era como con Beomgyu o Yeonjun, que en cuanto vieron a Soobin quisieron ser sus amigos desde el primer día.
Supongo que nosotros, los adolescentes, tendemos a ser un poco… selectivos.

Para mí esos días fueron pesados. Caminaba entre pasillos repletos de gente, pero me sentía apartado de todos. Nadie parecía dispuesto a cruzar una palabra conmigo. Al final aprendí a aceptarlo, y en esa resignación encontré cierta calma. Porque me volví un alumno corriente. Normal.

Con el tiempo, yo empecé a integrarme, poco a poco, como quien esa normalidad es lo que anhela. Pero la suerte nunca dura demasiado. 

Pasé de “el hijo adoptivo de la directora” a “el chico del Club de Niñeras”. Muchos de mis compañeros varones lo consideraban un lugar pintoresco que generaba cierta curiosidad e interés en las chicas. Sin embargo, nunca recibí confesiones ni intentos de acercamiento de parte de ellas. Nadie, salvo Taehyung, el presidente del consejo estudiantil, que más que buscarme parecía tener la obligación de hacerlo. Él fue mi guía aquel primer día y desde entonces nuestras conversaciones se reducían, casi siempre, a sus regaños.

Afortunadamente, cuando llegó mi segundo año, todos me habían olvidado. Ya no era la novedad, ni la rareza. Sólo un alumno más. Un chico extraño que decidió limpiar mocos en un club donde apenas sobrevivía un universitario perezoso que hacía sus prácticas profesionales. Pasé de ser la exhibición más impresionante de la escuela a ser yo. Y aunque eso era lo que había querido desde el principio… ahora no sé si arrepentirme.

—¡Namjoon! —la voz de Taehyung tronó en el salón, arrancándome de mis pensamientos— ¡Más vale que tengas una buena explicación por faltar a la primera clase!

Entró con esa energía que helaba hasta a los más valientes. Su carácter imponía, y a mí también me hacía encogerme.

—Y-Yo… yo estaba…

Quiero que dure un poco más. Por favor.

Los colores se me subieron a la cabeza. De pronto mi corazón empezó a latir con violencia, y me quedé sin aire para seguir la excusa.

—¿Y bien, Namjoon?

—Fue mi culpa.

Levanté la vista de mi pupitre y vi a Jimin frente a Taehyung, lanzándole una mirada distinta a la desinteresada de costumbre.

—Necesitaba ayuda con un asunto —dijo.

—¿Se puede saber cuál asunto?

—No.

—¡Jimin! —lo regañé— Lo siento, sunbae. No volverá a suceder.

—Eso espero. Y… otra cosa.

De pronto la mirada impetuosa de Taehyung se transformó en una repleta de timidez, pero mantenía su ceño fruncido.

—Claro. Lo que sea.

—Hi-Hice galletas… para los niños.

Taehyung extendió su brazo hacía mí, entregándome una canasta llena de bolsas de colores. Sonreí por el lindo gesto. Adora consentir a los más pequeños, tanto que hace ese tipo de cosas para ellos, aunque se empeñara en fingir que no.

—Muchas gracias, pero… ¿no te gustaría entregárselos personalmente?

Sus mejillas se tiñeron de un rojo inmediato.

—¡Por supuesto que no! ¡No tengo tiempo para jugar como ustedes! ¡Debo estudiar muchísimo! ¡Deberían seguir mi ejemplo! —gritó, y escapó del salón casi corriendo, como si la vergüenza lo persiguiera. El chico todavía sufría de varios complejos.

—Hyung.

—¿Mm?

—¿Todavía hay solicitudes para ingresar al club de niñeras?

—Oh sí, las hay… —un segundo— ¡¿No estarás pensando en entrar?!

—¿Tiene algo de malo?

Me tragué mis palabras en un santiamén. La verdad es que no hay ningún inconveniente. A no ser…

—¿Qué hay de tus prácticas de béisbol? Dices que son muy malos, ¡y que tú eres el único bueno que los puede ayudar a remontar!

Era cierto. Jimin es muy bueno en béisbol, pero siempre se queja de lo malo que son el equipo en sí.

—Ya me las ingeniaré. Es problema mío.

—P-pero ¿por qué de repente…?

Jimin se inclinó apenas, con ese gesto inexpresivo que siempre me incomoda más de lo que debería.

¿Está mal que quiera pasar más tiempo con mi novio?

Otra vez esa palabra. Otra vez ese calor que me arde en las orejas, en las mejillas, toda mi cara. Hacía tanto calor. ¿No dijo Mingyu que habría lluvias? Mi cuerpo entero se siente torpe.

—Jimi…

La campana sonó en el momento más oportuno. Mi salvavidas. Jimin se encogió de hombros y fue a su asiento como si nada. Yo, en cambio, me quedé anclado en el banco, con el corazón aún desbocado.

Cierto… él era mi único amigo en clase. Y ahora, también, un compañero del club.

¡JUNGKOOK HYUUUNG!

Apenas sonó el último timbre, salí disparado rumbo al club. Necesitaba ayuda, y Jungkook era mi única carta.

—Nam, ¿por qué tanto escándalo? —me miró con el ceño fruncido, más confundido que molesto.

—¡No podemos permitir que haya más miembros en el club!

—¿Ah?

Jungkook puso una cara descompuesta del tamaño de la mansión de la abuela.

—¿Por qué pedirías algo así? El club se beneficiaría más si conseguimos miembros…

—¡Pero Jimin no!

Y apareció esa cara. Esa que no sabía si tomarla como buena o mala.

—Ya entiendo. Ya entiendo —sonrió, llevando sus manos a la cintura—. No te preocupes, déjamelo a mí.

El aire se me escapó en un suspiro.

—Muchas gracias, hyung.

Él me guiñó un ojo, alzando el pulgar.

El resto de la tarde fue rutinario: atender a los niños hasta que las profesoras vinieran por ellos. No pasó mucho tiempo cuando Jimin vino por Beomgyu, con, claramente, una hoja de solicitud bajo el brazo.

—Oh, vaya, ¿qué tenemos aquí?

Jungkook se encargó como me lo prometió. Examinó la hoja con una seriedad que parecía auténtica, pero yo ya sentía el golpe venir.

—Asombroso, es impecable. Ah, felicidades, eres miembro del club.

¡JUNGKOOK HYUNG!

—¡Hey, Nam! ¡Ya tenemos un nuevo miembro!

—Fascinante —murmuré, haciéndome pequeño en mi rincón, tragándome la frustración.

—¿Ah? ¿Por qué esa clase de recibimiento?

Sólo a mí se me ocurre. Obvio que Jungkook me iba a traicionar. Esa maldita sonrisa y ojos de venado siempre fingieron bondad.
Ya no podía hacer nada. Jimin se convirtió en miembro oficial del club. Ahora pasaremos más tiempo juntos… como novios.

Tras casi el final de clases, fui a buscar el paraguas que Mingyu me prestó. Lo había olvidado en el salón cuando salí corriendo a la guardería justo cuando sonó la campana. Esta vez sí acertó con su predicción sobre la lluvia. El cielo estaba pesado, con nubes gruesas y grises que apenas dejaban pasar la luz.

Cuando lo encontré y salí del instituto, la lluvia me alcanzó sin compasión. Intenté abrir el paraguas, pero se atoró en seco. Estuve luchando con él mientras corría de un lado a otro en busca de refugio. Pasaron cinco minutos, o quizá más, hasta que me rendí. Mi ropa estaba empapada y mi único intento de protegerme seguía sin funcionar.

—Carajo… —murmuré, derrotado en medio del campo escolar—. Este día no puede ir peor.

Una sombrilla se abrió sobre mí tan pronto como mis palabras salieron de mi boca.

—Si… si te quedas así podrías pescar un resfriado, Namjoon sunbaenim.

Levanté la vista y encontré a un tierno chico que intentaba cubrirnos a ambos. Sus mejillas apenas sonrojadas me hicieron olvidar, por un instante, lo empapado que estaba.

—Es que mi sombrilla se atasco.

—S-Si quieres podríamos… ¡Puedes tomar la mía! Tú la necesitas más por tu hermano pequeño.

La forma en que bajó la voz, casi escondiéndose en su propia amabilidad, me desarmó. Era demasiado adorable.

—Muchas gracias, pero entonces tú no tendrías cómo irte.

Vi cómo se le rompía algo en la mirada, como si hubiera chocado de frente con la lógica.

—Pero sería de mucha ayuda si… si me acompañas hasta la guardería. Ahí intentaré abrir este paraguas.

—¡C-claro!

Y así caminamos juntos bajo su sombrilla. Era un gesto sencillo, más el silencio que nos acompañó se sintió distinto, ligero, como si no pesara estar bajo la lluvia.

—Gracias…

—So-Soy Hoseok. ¡Pero puedes llamarme Hobi!

Me tomó por sorpresa. Abrí un poco más los ojos, pero terminé sonriendo.

—Gracias por ayudarme, Hobi.

Por un instante todo parecía teñirse de algo suave, casi rosado. Hasta que la calma se rompió por unos pasos detrás de nosotros.

—Hermano. Mojado.

Soobin me señaló con su seriedad infantil. A su lado, Beomgyu se burló enseguida:

—¡Nammie! ¡El agua te mojó!

—Estoy bien —mentí, frotándome el cabello húmedo—, tuve un pequeño problema con el paraguas, pero ya lo solucionaré.

—Podrías enfermarte. Ponte esto.

Jimin dejó caer sobre mis hombros su sudadera deportiva. El tejido aún retenía el calor de su cuerpo. El olor… también.

—Y-Yo… creo que debería irme —balbuceó Hoseok, incómodo.

—Muchas gracias por lo de hoy, Hobi. Espero que nos volvamos a ver.

Hoseok enrojeció por completo y asintió sin más. Corrió a gran velocidad después de eso.

—¿Quieres que te presté mi sombrilla?

—No, Jimin, ya veré cómo abrir la de Mingyu.

—¿Y qué hay de tu ropa? ¿Traes un cambio?

La cabeza me dio un vuelco. No lo traía. Como no teníamos deportes el día de hoy y ayer me llevé el uniforme para lavarlo, lo dejé en casa. Beomgyu lo notó primero.

—¡A Nammie se le olvidó su cambio! —rió a carcajadas, señalándome. La risa se cortó cuando Jimin le dio un manazo en la cabeza— ¡Dolió mucho! —lloriqueó.

—Puedo prestarte uno de los míos.

—Pero no creo que me quede…

—No tienes opciones. Si no te cambias ahora, te enfermarás.

—Supongo —bajé la mirada, atrapado entre la vergüenza y la gratitud.

El corazón estaba latiendome tan fuerte que temí que Jimin pudiera escuchar esa clase de ruido. Llega a doler a veces, y otras sólo me abochorna… pero siempre me deja sin saber qué hacer con él.

Chapter 5: MUCHAS GRACIAS

Chapter Text

—¡Achú!

—Señorito Namjoon, beba esta sopa para curar su resfriado.

—Muchas gracias, Mingyu.

Me incorporé con torpeza en la cama, soltando otro estornudo. El resfriado me estaba destrozando: cráneo pesado, mareos sin previo aviso, la fiebre tan alta que parece que me encuentro dentro de un asador. Un malestar insoportable que no le deseo a nadie, pero que no tengo derecho a quejarme cuando la abuela y Mingyu hacen tanto por cuidarme.

Tomé la taza caliente que me ofreció Mingyu y bebí despacio. El calor se extendió por mi cuerpo, calmando por un momento la tormenta de malestares. Fue un alivio efímero, pero lo agradecí como si se tratara de un milagro. Bebí hasta la última gota y le devolví la taza.

Quién diría que, a pesar de los esfuerzos de Jimin, terminé enfermo. También fue mi culpa: yo elegí quedarme en medio de la lluvia antes de que Hoseok llegara.

—Llevaré al señorito Soobin a la guardería.

—Gracias… ¿Te quedarás a ayudar a Jungkook hyung, Mingyu?

—No esta vez. Jungkook dijo que podía ingeniárselas.

—Pero…

—Le sugiero descansar y dejarme encargarme de lo demás, señorito Namjoon.

Con Mingyu no había lugar a objeciones; siempre tenía razón. Asentí con una débil sonrisa.

—Dígale a Jungkook hyung que volveré apenas me recupere.

—Claro que sí, señorito Namjoon.

Me volví a recostar, refugiándome bajo las mantas, y abracé mis ropas… las ropas de Jimin. Ayer me prestó un cambio —apenas me quedaba— asegurándome que no tenía prisa por recuperarlas. Aun así, apenas llegué a casa las lavé, pensando en devolvérselas hoy en la escuela y agradecerle. No había motivo para quedármelas más tiempo. Pero en la noche la fiebre me venció y la abuela me prohibió salir.

Por la mañana, con el cuerpo débil y entumecido, luego de tomar un baño, vi las ropas limpias a mi alcance, pues había olvidado meter ropa limpia. No tuve fuerzas para resistirme y me las puse… otra vez. Ya no conservaban el olor de Jimin, pero aun así me reconfortaba sentirlas sobre mí.

Mingyu se marchó sin que me diera cuenta. No pude despedirme de Soobin, pues temía contagiarle, pero no importaba, él sabía estar bien sin mí; ya había ocurrido antes.

Me arropé, acariciando distraído la tela suave que cubría mi cuerpo, con los párpados pesados. Me esperaba un día largo. Al menos tenía toda la mañana y la tarde para dormir… y pensar demasiado. Podría no alcanzarme, pero hacerlo con tanta libertad y sin interrupciones me era grato.

Jimin usa ropa de algodón. Es lindo. Se siente bien. Es como si me abrazara. El suéter con el que me cubrió ayer era igual de suave. Qué lástima haberlo devuelto tan pronto. Tuve que devolverlo una vez vestido con su préstamo. Quiero seguir usando sus prendas. Quiero sentir su calor. Quiero que unos brazos me rodeen con suavidad. Quiero un abrazo… un abrazo de Jimin.

—¿Qué estoy pensando? —susurré. 

No supe si el calor de mi rostro era producto de la fiebre o de la vergüenza de imaginarme envuelto en sus brazos como aquella vez… o más comprometedor. Me revolví bajo las sábanas, intentando borrar esas imágenes. No estaba bien pensar así. No debería.

Pero en serio quiero que Jimin me abracé. 

¿Qué me pasa?

—Hermano. Dibujo. Para ti.

Soobin extendió una hoja llena de garabatos hacia mí. Apenas la observé por encima, porque los demás niños se acercaron enseguida, todos reclamando atención.

—Nammie, yo tabien te hice un dibujo —Yeonjun mostró su hoja con una sonrisa enorme—. Eres tú con nosotros.

—Vaya, Junnie. Es demasiado lindo.

—¡El mío es mejor! ¡Te dibujé peliando con un dragón! —Beomgyu infló el pecho mientras me enseñaba el suyo.

—Es impresionante, Beom. Gracias por el detalle.

Sentí un ligero tirón en la manga de mi brazo izquierdo.

—Kai y yo hicimos uno pa ti, poque queríamos que te mejorarás pronto —dijo la gemela al entregarme su hoja.

—Es Bahiyyih, Nammie y yo.

—¡También Soobin! —añadió Bahiyyih.

—Taehyun hizo uno tabien —dijo Yeonjun, pasándome otra hoja.

La pequeña montaña de dibujos me arrancó una sonrisa que ni la fiebre habría podido borrar. Son tan tiernos. No importaba que fueran simples garabatos de colores; para mí eran un tesoro. No me cabe la felicidad.

—¿Nammie cha se siente mejol? —preguntó Yeonjun, expectante, junto a los demás.

—Lo estoy ahora gracias a sus dibujos —respondí con suavidad—. Son grandes artistas.

Los pequeños gritaron un “¡hurra!” al unísono, salvo Soobin y Kai, que sólo sonrieron con los ojos brillantes.

—Fue idea de Jimin-ah que los niños hicieran un dibujo para ti —de pronto la voz de Jungkook llamó mi atención.

—¿Jimin estuvo aquí?

¡Chí! —Yeonjun asintió con energía— Jiminnie dijo que Nammie mejoraría chi dibujábamos algo especial pa ti.

Bahiyyih agitó mucho su manita al aire.

—¡Jiminnie nos cuido junto a Kookie ayer!

—Jiminnie es muy bueno… —susurró Kai, tirando del borde de su camisa.

—¡Ah! —gritó Taehyun en brazos de Jungkook.

Ahora entiendo. Por eso no había hecho falta que Mingyu se quedara en la guardería. Había olvidado que Jimin ya formaba parte del club.

—Entonces estos dibujos fueron obra de…

—¡Mi hermano!

Miré las hojas apretadas entre mis manos.

—Uh.

Soobin puso encima de todas otra hoja: su propio dibujo. Al parecer eran dos figuras tomadas de la mano bajo un sol amarillo y un paisaje verde.

—Jimin. Novio. Namjoon —señaló la imagen con seriedad—. Bien. Ya no enfermo.

En otro momento, aquella palabra me habría hecho temblar. Me habría dejado la cara roja y el pecho en llamas, sin saber dónde meterme. Pero ahora no. En lugar de eso, sonó contundente, casi natural. Incluso… agradable. “Novio”. Me gustó cómo sonaba. Se oía bien.

Sin pensarlo, me levanté del suelo y corrí por los pasillos de la instalación. Debía estar ahí. Aún quedaba tiempo.

Llegué a los vestidores jadeando, con las piernas a punto de ceder, y justo como pensé allí estaba Jimin, a medio cambiarse. El cuello de la camisa le cubría la mitad del rostro y los brazos aún sostenían la tela. Me sonrojé al instante y aparté la mirada, pero no tardé en volver a clavar mis ojos en él porque tenía algo qué decir. Para entonces ya se había vestido por completo.

—¿Sucede algo?

Infle las mejillas y fruncí el ceño, recabando un poco de valor.

—¡Muchas gracias por cubrirme en la guardería! —hice una reverencia y me quedé en esa posición— Sé que ingresaste para estar conmigo, por eso… por eso… ¡Gracias por el detalle de los dibujos!

Hubo un largo silencio luego de mis palabras. La fiebre volvió a hervir en mi piel. Tal vez hice el ridículo.

—Los dibujos fueron cosa de los niños —su voz me alcanzó, al mismo tiempo que una mano cálida se posaba sobre mi cabeza—. Ahora soy parte del club. Era mi deber estar ahí.

Levanté un poco la mirada, aún en esa postura, y choqué contra sus ojos. Una mirada tan penetrante que me dejó sin aire, como si el corazón estuviera a punto de estallar.

—De todos modos… gracias.

Sus dedos se deslizaron por mi cabello con una suavidad casi insoportable. Era lento, delicado. Igual que el roce cálido de sus labios en mi frente, plantando un suave beso.

Chapter 6: GUSTO

Chapter Text

Siempre me pareció curioso la reacción de mis compañeros cuando supieron que un chico como yo asistía al Club de Niñeras. Al fin y al cabo, lo común sería unirse a algo más emocionante, algún club deportivo como el béisbol. Eso que los demás llaman club “normal”. En lo que se inscribiría cualquier adolescente. Y quizá lo habría considerado… de no ser por mi situación. Pero desear algo así no está en mis manos. No es lo que necesito, o lo que debería querer. Puede que ya tengo suficiente… o no lo sé. A veces pienso que no es común sentir este hueco extraño, tan profundo en el pecho.

—Hyung, ¿puede decirme cómo debo preparar la leche de Taehyun?

Jimin tenía en brazos al pequeño, que lloraba con un desconsuelo que partía el alma.

—No creo que tenga hambre.

—¿Entonces qué puede ser?

—Su pañal.

La mueca sombría con la que Jimin miró al bebé lo acabó asustando. Lo aparté enseguida de sus brazos y fui por la pañalera, pero aun después de cambiarlo, Taehyun siguió llorando; la cara de Jimin lo dejó aterradísimo.

—¡Buaaa! ¡Hermano horrible!

Cuando regresé, Beomgyu estaba en el piso, dando patadas y golpes al aire. Deje a Taehyun junto a Yeonjun para tomarlo en brazos e intentar calmarle.

—Beom, ¿qué sucede?

—Lo golpeé porque no dejaba de gritarme monstruo —contestó Jimin.

Suspiré hondo, arrullándolo un poco.

—Es el juego preferido de Beom. Tú eres el monstruo que ellos deben vencer para ganar —expliqué, acariciándole la cabeza—. Además, no puedes arreglar todo con violencia.

Los niños no tardaron en alzarse en su contra:

—¡Minnie malo! ¡Muy malo! —gritó Yeonjun.

—¡Minnie es un monstruo! —Bahiyyih lo siguió.

—Monstruo —murmuró Kai.

—¡Oh! —agregó Taehyun. Incluso el bebé opinaba en esto.

—Parece que piden que los callé —Jimin apretó el puño con el ceño fruncido, y la guardería entera estalló en llanto, todos escondiéndose detrás de mis piernas.

—¡Buaaa!

—¡JIMIN! —exclamé ya un poco más alto. Ahora tenía cinco niños desconsolados— Soobin, ¿puedes traer un cuento? ¿Quieren que les lea un cuento? ¿Un cuento para dormir?

—Hermano. Cuento. Tigre.

—Gracias, Soobin —dije, acariciando su cabeza. Tomé el libro entre mis manos y lo mostré a los demás—. ¡Miren! “El tigre que sostenía la piedra”. ¿Quieren escucharlo?

Las cabecitas asintieron, y con unos pañuelos limpié lágrimas y narices. Poco a poco el desastre que había dejado Jimin se fue apagando.

Me senté en el suelo, cruzando las piernas. Puse a Taehyun en medio de ellas, con Beomgyu y Soobin al frente, los gemelos a mi lado derecho y Yeonjun recargado en mi pierna izquierda. Empecé a leerles, cambiando la voz, imitando rugidos y sonidos de animales que de alguna forma los hacía muy felices; les mostré los dibujos y a veces les proponía hacer los sonidos.

Cuando terminé, todos dormían. Los acomodé sobre el colchón y los cubrí con cuidado. No pude separar a Beomgyu y Soobin ya que estaban tomados de las manos. Intenté apartarlas pero empezaron a buscarlas y a soltar quejidos parecidos a llantos entre sueños, así que los dejé.

—Es muy bueno con los niños, hyung.

—Tenemos un año conociéndonos, ya no debería sorprenderte, Jimin —respondí, llevando una mano atrás de la cabeza—. Sólo hago lo que puedo.

—Lo haces muy bien.

—Gracias, supongo —un rugido se desprendió de mi estómago, abochornándome—. Je, creo que estoy un poco hambriento.

—¿Vamos a la cafetería?

—No puedo dejar a los niños solos.

—No están solos —señaló a Jungkook, que dormía en la esquina—. Ahí tienen a ese flojo.

—Pero no podría despertarlo.

—Yo lo haré.

—Sólo no vayas a…

¡Taz!

—¡Auch! —se quejó Jungkook, sobándose la cabeza.

—Golpearlo —me llevé una mano a la cara—. Hyung, iremos a comer.

—Sí, sí, váyanse. Yo me quedo —aceptó sin más, ahora con un chichón en la cabeza. Le sonreí apenado antes de salir junto a Jimin.

El recorrido fue silencioso. Más de lo habitual. Más de lo soportable. Cuando conocí a Jimin, hace un año, nunca nos quedamos sin tema: hablábamos de trivialidades, profesores estrictos, de tareas que odiábamos o cualquier tontería que nos hiciera reír en medio del cansancio. Ese tiempo siempre me resultó ligero, casi reconfortante. Ahora, en cambio, la quietud entre los dos es como un peso, un recordatorio constante de que algo ha cambiado.

Quizá es esa palabra prohibida la que nos volvió más cautelosos. Su sola idea me incomoda, porque, no sé si Jimin lo percibe, pero es como si la mención de esa palabra hubiera levantado una pared invisible que ahora divide nuestras voces. Y no me gusta pensar que todo podría arruinarse así. No después de haberme acostumbrado a su compañía. Me desagrada caminar junto a él y sentir que nos separa un silencio que antes no existía. 

Algo debía hacer. Tenía que romperlo.

—Oye, Jimi…

No alcancé a terminar. Sus brazos me cerraron el paso, arrinconándome contra la pared, y de pronto sus labios cayeron sobre los míos sin aviso. No fue un roce tímido. Fue voraz, urgente, casi hambriento. Más largo que el primero, más descarado. Se movía entre mis labios como si quisiera apropiarse de ellos, con su lengua dentro de mi boca probando hasta el último rincón.

Intenté reaccionar, pero sus manos apresaron las mías con fuerza y su cuerpo entero se volcó sobre el mío. Mis ojos se cerraron de golpe, mi rostro ardía muchísimo. La sorpresa me dejó paralizado, incapaz de oponer resistencia y apenas logrando responder al beso. Estaba atrapado en su necesidad, en ese impulso que no pedía permiso, que atravesaba mi confusión y me dejaba expuesto... Al merced de Jimin.

—Lo siento. Necesitaba hacerlo —murmuró, apenas separándose, dejando una línea de saliva aún conectando nuestras bocas.

El aire regresó a mis pulmones como si hubiera estado ahogándome. Tosí, nervioso, buscando recomponerme.

—N-n-no pasa nada. Somos no-novios, después de todo —balbuceé, escudándome en un juego de palabras que pretendía sonar lógico, pero que sólo eran excusas baratas para no pensar mal de Jimin y porque el corazón me palpitaba en la garganta—. Supongo que es normal este tipo de comportamientos entre novios.

Me sostuvo la mirada apenas unos segundos, recorriéndome con esos ojos brillosos. Y entonces se apartó con naturalidad, como si nada hubiese ocurrido.

—Vayamos por su almuerzo antes de que suene la campana.

¿Evadió mi comentario?

—S-Sí... tienes razón.

Durante la hora de clase después del almuerzo, Jimin permaneció callado. Demasiado callado. Él nunca fue alguien de muchas palabras, pero jamás lo había visto tan serio. Incluso algunos compañeros murmuraban entre sí, preguntándose qué le pasaba. No quiero pensar que fue culpa de mi comentario.

Supongo que es normal este tipo de comportamientos entre novios

¡Soy un idiota! ¡Nunca debí mencionar la palabra prohibida frente a él! Ahora debe odiarme. Es una palabra que he evitado y terminé pronunciándola… como él lo hizo primero.

¡Besarse es muy normal entre novios!

Han pasado apenas dos semanas desde que Jimin se confesó. Dos semanas que parecen años. Recuerdo la única vez que lo oí decir “novio” con todas sus letras, y fue cuando Beomgyu se enfadó porque me besó. En ese entonces, yo estaba tan perdido que seguro di una imagen patética. Pero, si soy sincero… no me desagradó en lo absoluto. Je, casi lo olvido, lo ha dicho dos veces, y fue cuando se inscribió al club. Dijo que quería pasar más tiempo conmigo. Con su novio.

¿Está mal que quiera pasar más tiempo con mi novio?

A veces pienso que fue una especie de chiste, un capricho suyo. Y sin embargo, cada vez que lo recuerdo, algo en mi pecho da un vuelco. Jimin hace que todo en el club se sienta más vivo, aunque sus métodos sean cuestionables; como amenazar a los niños con su ceño fruncido, golpear a Beomgyu cuando pierde la paciencia y despertar a Jungkook a puñetazos… todavía no logro entender cómo mantuvo todo en orden durante mi ausencia. El punto es que, de alguna u otra manera, su presencia hace que el club de niñeras se sienta como un verdadero club al que cualquier adolescente se inscribiría.

—¡Namjoon sunbaenim! ¡Namjoon sunbaenim!

Alce la vista de mi pupitre, encontrándome con Hoseok.

—Ah. Hola, Hobi —le sonreí amablemente.

—Este… Yo… Yo quería saber si… como es hora de estudiar y yo… em… realmente necesito pasar la materia y… tú eres muy bueno… y…

La manera en que titubeaba me resultó enternecedora. Sus mejillas encendidas, los labios apenas separados y temblorosos, escondido detrás de su cuaderno como si fuese un escudo. Hoseok es muy lindo.

—¿Quieres que te ayude a estudiar?

—¿Eh? —su rostro se sonrojó aún más— Este… ¡Sí!

—Claro. Siéntate aquí —le indiqué el asiento a mi lado—. ¿Qué quieres que te explique?

Se sentó con rapidez y abrió el cuaderno en la página que le costaba trabajo. 

—Aquí, no entiendo muy bien.

Me incliné sobre su hombro para leer.

—No era tan difícil —levanté la cabeza, estando a no unos cuantos centímetros de su rostro, y sonreí—. No te preocupes, Hobi, lo aprenderás rápido.

Él se encogió de golpe y, de la nada, me dio un tremendo empujón, haciéndome caer sobre el suelo mientras la oía soltar un pequeño grito.

—¡Lo siento mucho, Namjoon sunbaenim!

—N-no te preocupes —dije mientras me incorporaba, riendo un poco, aunque el golpe fue doloroso.

Los ojos de Hobi parecían querer llorar.

—Hyung.

Miré hacía mi derecha, encontrándome con Jimin.

—Necesito que me ayude con la materia también.

Antes de que pudiera reaccionar, se dejó caer en el pupitre frente al mío y abrió su cuaderno con brusquedad, colocándolo encima del de Hoseok.

—Aquí.

Hoseok no dijo nada al respecto.

—Jimin, estás tapando el cuaderno de Hobi.

—Oh. Lo siento. No me di cuenta —dijo sin expresión, apartando su libreta… sólo para restregármela en la cara un segundo después—. Pero necesito ayuda urgentemente.

Este tipo…

—¡Jimin! ¡Te ayudaré! ¡Pero así no puedo!

Intenté apartar la libreta, pero él insistía en empujarla contra mi nariz.

—Este… yo… ¡Muchas gracias, Namjoon sunbaenim! —Hoseok se levantó de su asiento e hizo una pequeña reverencia— Pero creo que Jimin hyung requiere más de tu atención. En otro momento será.

Hoseok embozó una tierna sonrisa, algo nerviosa como siempre, y después regresó a su lugar.

—Qué vergüenza, Jimin, ¿por qué ese comportamiento? Podía ayudarlos a ambos —protesté, logrando quitarle el cuaderno de encima—. A ver, ¿qué necesitas que te explique?

—Olvídelo. Ya lo entendí. Muchas gracias, hyung.

Jimin se levantó rápidamente y regresó a su pupitre. Me quedé estupefacto sobre mi asiento. Debía ser una broma o Jimin es demasiado rápido para aprender. Pero eso no hace que sienta menos el haber ocasionado un alboroto frente a Hoseok y obligarlo a irse. Pobre chico.

—¡Nammie! ¡¿Qué significa que te gusta alguien?!

Beomgyu y compañía se acercaron mientras juntaba los libros del suelo.

—¿A qué viene esa pregunta?

—Binnie dijo que le gustaba Beomie —dijo Yeonjun, señalando a los mencionados.

Estas generaciones de ahora...

—¿Qué significa, Nammie? —la voz de Beomgyu me sacó de mis pensamientos— Que te gusta alguien. ¿Qué significa?

—Bueno, pues… tiene muchos significados. Pero el más apropiado sería que te agrada mucho una persona. Y la aprecias.

A los pequeños les brillaron los ojos. Esas sonrisas eran gigantes.

—¡Entonces a mí también me gusta Binnie! —gritó Beomgyu, abrazando al susodicho.

—¡A mí me gusta más Binnie! —dijo Yeonjun, jalando del brazo a Soobin.

—¡A mí me gusta mucho Kai porque es mi hermano!

—A-a mí me gusta Bahiyyih ta-también —aseguró Kai con una timidez adorable.

—¡Ah! —exclamó Taehyun con alegría desde los brazos de Jungkook.

—Parece que todos se agradan entre sí. Es bueno saberlo —comentó Jungkook, viendo a los niños volver a sus actividades con una sonrisa enorme.

Me hizo muy feliz verlos también. Que te agraden las personas a tu alrededor y que esos sentimientos sean correspondidos es de lo más lindo.

—Ya regresé con las cajas que me pediste, Jungkook hyung.

—¡Ah! Minnie, muchas gracias.

—No me llames “Minnie”.

Namjoon, me gustas.

Entonces… ¿sólo le agrado?

—¿Pasa algo, hyung?

—¿Eh? —me encontré con los ojos de Jimin— Oh, no. Para nada. Sólo pensaba.

—¿En qué?

—Pues… en lo mucho que también me gustas, Jimin.