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Helia estaba acostumbrado a las miradas, fueran amables o no. Casi nunca lo eran…
De niño, viviendo en Linphea con su padre, llamaba la atención por su apariencia: había heredado los rasgos de su madre, originaria de Melodía, y era el único niño mixto en su pueblo. En Melodía no le iba mucho mejor: ahí era “el hijo de una mujer divorciada”, un tema tabú en ese planeta tan tradicional. Si los adultos no disimulaban, los niños eran mucho menos piadosos y no tardaban en hacerle notar que no encajaba en ningún lado.
Esa exposición temprana al rechazo le hizo la piel gruesa y el corazón resistente, capaz de soportar maltratos sin perder su contenido ni su forma. Su padre le enseñó a canalizar sus sentimientos en el arte; su madre, en la meditación. Y su tío abuelo Saladino era su confidente desde niño: el único que conocía todas sus divergencias e incongruencias y jamás lo hacía sentir fuera de lugar, cuya mirada nunca se sentía juzgona, sino cariñosa…
Y por eso, cuando su tío lo invitó a la reinauguración de Fontana Roja tras la destrucción del viejo edificio, no pudo decir que no. Por mucho que, de no ser por las circunstancias, él se habría alegrado de ver caer el lugar que más había puesto a prueba su capacidad de no quebrarse bajo la presión de fingir ser alguien que no era, solo para compensar sus “defectos” (básicamente, no ser un neandertal violento como sus compañeros), sabía que la escuela de especialistas era una de las joyas históricas de Magix… y el orgullo de su tío. Y de su madre, una de las pocas graduadas de allí.
Jamás pensó que volvería a lo que fue su infierno, y mucho menos en calidad de visitante… Pero decidió ignorar las miradas de sus excompañeros y centrarse en dibujar el paisaje, lo único rescatable del lugar. Saludó con genuina alegría a los pocos maestros que en verdad admiró, y a los aún más escasos amigos que llegó a hacer, agradecido por su amabilidad. Por lo demás, prefirió pasar desapercibido… o bueno, lo más desapercibido que podía pasar el “sobrino oveja negra del director”.
Ese día asistieron las Winx, el grupo de hadas que se había inmortalizado en la historia tras salvar a Magix el año anterior. Eso significaba que todos los ojos estarían puestos sobre ellas, especialmente sobre la princesa del extinto Domino. Su padre le había mencionado que el Hada de la Naturaleza formaba parte del grupo, pero él no recordaba su nombre… ni tenía intención de buscarla.
Pero la suerte, de verdad, estaba de su lado, porque a pesar de sus intentos por pasar desapercibido, pudo conocerlas. Todo gracias a Brandon —uno de sus excompañeros, no tan cercano como para llamarlo amigo, pero lo suficientemente decente como para no caerle mal—, quien decidió presentarlo con ellas.
Y entonces, la vio.
Era la chica más hermosa que jamás había visto en su vida.
No necesitó preguntar su nombre para saber que era el Hada de la Naturaleza. No podía ser otra. Sus ojos verdes —una mezcla entre jade y el follaje más tierno— tenían la profundidad de un bosque antiguo y la suavidad de una tarde en flor. Cuando asomaban tras la cortina de su timidez, le robaban el aliento. Su piel, dorada como si el sol la hubiera elegido entre todas para besarla, brillaba con una calidez serena; y su cabello castaño, salpicado de reflejos dorados, caía como una cascada de hojas nuevas, vivas y suaves.
Era la primavera misma, encarnada en un hada. Y Helia, que vivía de las palabras, por primera vez se sintió sin ellas…
—¡Hola! Soy Stella. ¿Eres artista? ¿Puedes mostrarme tus dibujos? —interrumpió la rubia antes de que Brandon pudiera presentar al hada que había capturado toda su atención… y a quien claramente pareció incomodarle no haber sido presentada.
¿Quería que él la conociera? ¿O solo le molestó el descaro de su amiga?
Eligió pensar lo primero, y con una sonrisa tranquila, se presentó:
—Helia, es un placer conocerlas.
—¿Por qué dibujas en papel…? —empezó a preguntar un hada de cabello rosa y expresión sabihonda, acompañada de su pixie, que hablaba tan rápido y en tantos términos técnicos que Helia terminó con jaqueca.
Apenas escuchó cuando la princesa Stella le pidió un retrato real. Lo que sí escuchó —y jamás olvidaría— fue cuando la castaña tomó su libreta con delicadeza, observó el dibujo con detenimiento y, con la voz más dulce y armoniosa que había oído, comenzó a hablar:
—¡Tus líneas están llenas de vida! Se puede sentir la energía, y me encanta cómo tus pinceladas imitan las hojas de helechos en el papel…
—Nadie había notado el helecho en el papel…
—Y ella es Flora —presentó Brandon con una media sonrisa, probablemente ya notando el hechizo que ella empezaba a ejercer sobre él. Flora solo sonrió, sonrojándose hasta el cuello.
—Flora.
Repitió su nombre en voz baja, como si quisiera saborearlo. Lo encontró encantador. Por supuesto que se llamaba Flora… Siendo ella la flor más hermosa de todas.
—¡Helia, ven! —lo llamó Codatorta desde la lejanía—. ¡Te esperan, muchacho!
—Fue un gusto volver a verlos, chicos, y conocerlas. Nos vemos pronto.
Se dirigió al palco donde lo esperaba su tío Saladino y el resto de los profesores de Fontana Roja. Desde allí podía ver a Flora junto a sus amigas; su belleza era mucho más fascinante que la exhibición de destrezas de los especialistas. Las Winx la molestaban con sonrisas traviesas, y él se preguntaba qué le estarían susurrando para mantenerla roja como un tomate.
No pudo evitar empezar a dibujarla, inspirado como pocas veces en su vida, y su tío, al notarlo, rio:
—Si estudiaras aquí, la verías seguido. Las peleas son parte del vivir de las hadas guardianas, las busquen o no. Por eso somos sus aliados: luchar por el bien es nuestra causa honorable en común…
—Pero a mí nunca se me dio, ni me gustó —replicó Helia, sin apartar la vista de su primavera.
El rugido sacudió el aire antes de que pudiera terminar el último trazo.
El espectáculo de inauguración se quebró en un instante: gritos, destellos de magia y el sonido seco de algo pesado irrumpiendo en el escenario. Una criatura enorme, oscura y con garras como cuchillas, apareció de la nada, lanzándose contra las Winx.
Helia sintió el corazón acelerarse atemorizado… y entonces, la vio.
Flora, luchando con la elegancia de un río que se abre paso entre piedras, con una fuerza que parecía incongruente con su frágil silueta. No la hubiera creído capaz de no ser porque la estaba viendo, y entonces comprendió lo que dijo su tío, sobre que aquel era el destino de las hadas a pesar de su aparente delicadeza. Pero un paso en falso la dejó expuesta. La bestia se lanzó hacia ella, y Helia, sin pensar —sin recordar siquiera que él “no peleaba”— ya estaba en movimiento.
Sacó de su mochila las redes que siempre llevaba para entrenar con Brandon y, con la precisión de un instinto olvidado, las lanzó. El tejido se desplegó en el aire como hilos de luz dorada, atrapando al monstruo y haciéndolo caer con un golpe sordo. El tiempo pareció suspenderse; el rugido de la criatura se mezclaba con los gritos de asombro de la multitud. No tenía armas para herir, solo para contener… y eso hizo, sujetando las cuerdas con fuerza. En segundos, especialistas y hadas rodearon a la criatura. Muchos lo miraron con desdén, como si limitarse a contenerla fuera insuficiente.
Pero Flora… Flora le sonrió. Y no era una sonrisa cualquiera: era cálida, agradecida, como si él hubiera hecho lo más valiente del mundo. El brillo en sus ojos verdes le robó el aliento, y Helia sintió que el aire se volvía ligero a su alrededor.
—Gracias, Helia —dijo, y su voz sonó como un pétalo cayendo sobre agua tranquila.
Él no supo qué contestar. Solo asintió, y en lo más hondo de su ser vivió algo que no había sentido antes: la misma satisfacción que veía en los ojos de quienes luchaban por proteger algo puro.
Por primera vez, entendió que no se trataba solo de una causa noble; era un llamado.
Mientras el bullicio continuaba y la bestia era retirada, Helia tomó dos decisiones que guardó solo para sí.
La primera: volvería a Fontana Roja. Ahora que tenía un propósito, quizás sería mejor…
La segunda: conocería mejor a Flora, su primavera en medio del otoño, aquella que sonrió al recibir su retrato y que, si su destino era pelear por el bien, él quería enfrentar cualquier peligro a su lado.

Natureflowers01 Tue 09 Sep 2025 11:23AM UTC
Last Edited Tue 09 Sep 2025 10:29PM UTC
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DinahBrina Sat 13 Sep 2025 06:52AM UTC
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YasminFH Fri 12 Sep 2025 06:57AM UTC
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