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Thanks For Save Me (PILOTO)

Summary:

¿Qué tanto está dispuesto un padre a sacrificar?
Después que Anon sufriera por el incidente de Rock Bottom, su padre, Pseudon Mous decide llevárselo hacia una nueva ciudad, buscando un mejor futuro para su hijo.
Pesudon es un hombre complejo. Marcado por su propia infancia y el ejército, tiene una forma de ver el mundo diferente, y con regularidad no sabe qué hacer para ayudar a su hijo. Y cuando lo hace, suele ser bastante brusco. Algo que se agudizó después de la pérdida de su esposa.
Ahora en un nuevo comienzo, Pseudo deberá buscar la forma de hacerse una nueva vida para él y para Anon. Aunque un pequeño inconveniente que involucra a dos troodon provenientes de otras tierras vuelven sus planes patas para arriba.

Chapter 1: Un Encuentro Poco Fortuito.

Chapter Text

Una vez me pregunté a mí mismo: "¿Cuánto estás dispuesto a sacrificar por las personas que amas?"

Y la respuesta fue una simple palabra:

Todo.

.

.

.

No soy el mejor padre del mundo. Eso Jesus Raptor lo sabe. Yo lo sé. Y todos los que me conocieron alguna vez también lo saben. Pero lo intento. ¿Vale? Realmente lo intento. Yo solo... Es que no sé cómo. Nunca tuve uno... Nunca supe lo que era tener uno...

Pero aún así lo intento.

Ahora mismo, nos encontramos en un tren rumbo a Volcadera Baff. Nuestro nuevo comienzo. No lo hice porque hubiese querido, pues no me hubiese molestado seguir toda mi vida trabajando en las fábricas de acero de Rock Bottom. Pero lo hice por él.

Posiblemente, lo único bien que he hecho en mi vida. Aunque creo que debería decírselo más a menudo.

Mi hijo...

Anon I. Mous.

Lo que esos malnacidos le hicieron no tiene perdón de Jesús Raptor. ¿Qué está mal con esta juventud? ¿Cómo es posible que aquellos a los que llames amigos puedan joderte de esa manera? ¿Exponer tus gustos frente a todos y volverte el hazme reír de todos? ¿Qué demonios? En mis tiempo lo hubiéramos resuelto con una pelea a puño limpio. Pero esta sociedad cada día hace jóvenes más débiles. Más dóciles.

Los tiempos difíciles crean a hombres fuertes. Los hombres fuertes crean tiempos fáciles. Los tiempos fáciles crean hombres débiles. Y los hombres débiles crean tiempos difíciles. Es un ciclo. Un ciclo que no para de repetirse. Y vamos de mal en peor cada día. Je... ¿De verdad creen que esa mierda que llaman Bullying se va a solucionar hablando.

Mira que hay que ser imbéciles.

—¿Papá, falta mucho?

La voz de Anon me saca de mis pensamientos. Supongo que volví a hacerlo, sumergiéndome en mi mente. Algo que al parecer y por desgracia, es hereditario. Me giro a mi lado, y lo veo. Aún decaído. Aún martirizando por lo que había pasado. Sus ojos perdieron mucho de su luz después de ese día.

—No. —Mi voz, siempre mucho más áspera y seca de lo que me gustaría. Pero debo ser fuerte. Debo demostrar que todo estará bien. Por mi y por él. Por ambos. —Llegaremos en veinte minutos.

Anon asiente con la cabeza una vez, antes de volver a girar su vista hacia el exterior del tren. Hace horas que lo único que vemos son bosques y montañas, y realmente hasta yo me siento algo abrumado por todo el tiempo. Viajar ocho horas sentados no es lo más divertido del mundo, y las ganas de fumar me están matando. Pero los carteles de prohibido hacerlo son suficientes para dejarme saber que no sería buena idea tentar a la suerte.

El estado de este tren no es el mejor de todos tampoco, aunque está prácticamente vacío, salvo algunos otros viajes que apenas llegamos a la docena. Supongo que viajar en plena víspera de año nuevo no es agradable para nadie, pero teníamos que hacerlo.

Giro mi cabeza a mi lado, y noto que Anon volvió a quedarse dormido. La batería de su celular murió hace mucho, así que no hay mucho que pueda hacer al respecto. Supongo que podríamos hablar de algo pero... no estoy seguro. Realmente no tenemos mucho en común. Yo no entiendo qué le ve de entretenido a esas caricaturas obscenas asiáticas, y a él no le interesa nada de deportes, autos o política.

Diablos... ¿Qué está mal con esta juventud? Realmente no lo entiendo.

Ah... Si tan solo mi querida Martha aún estuviera viva... Ella sí sabría qué hacer... Tal vez hubiese encontrado la forma. Tal vez nada de esto hubiese pasado...

Queridos pasajeros. Llegaremos a la estación central de Volcadera en cinco minutos. Por favor, asegúrense de tomar todas sus pertenencias antes de abandonar el tren. Gracias por viajar con nosotros, y feliz año nuevo para todos.

La voz robótica de los altavoces llama mi atención, y pronto noto como Anon empieza a moverse mientras se despiertas. Los otros pasajeros, en su mayoría dinos, se ponen de pie y comienzan a bajar su equipaje de los compartimientos superiores.

Si... Dinos. Habían muy pocos de ellos en Rock Bottom. En la fábrica había seis de ellos, y generalmente se encargaban de trabajar cerca de los hornos. Su metabolismo y piel cubierta de escamas le permitía trabajar en las altas temperaturas. Sin embargo, nunca me llevé muy bien con ellos. Nadie, de hecho. Rara vez se relacionaban con algún humano, como si su grupo se creyera especial o algo. Solo eran un puñado de imbéciles. Solo espero que sea diferente en este lugar. Ya que aquí seremos la minoría.

¿Realmente esta fue la mejor idea?

Realmente espero que sí.

El tren finalmente llega a la estación, y el rechinar de las ruedas metálicas me causa un escalofrío en toda la médula. Carajo. Odio ese sonido. El vehículo finalmente se detiene, y las puertas se abren, permitiendo a los peatones bajar de las cabinas. Yo dejo que Anon vaya primero, arrastrando una maleta de ruedas y con otra al hombro. Yo voy detrás, cargando una gran mochila y arrastrando otras dos maletas. Era todo lo que pudimos llevarnos de nuestro viejo hogar en Rock Bottom.

Al salir del tren nos topamos con el frío exterior. Pensé que sería peor, pero si hay 10 grados celsius o poco menos es mucho. Supongo que por eso esta zona es mayormente de residencia dino, pues habían unos buenos -8°C cuando salimos de Rock Bottom.

Siguiendo las indicaciones nos dirigimos a la zona de taxis. Pude notarlo la mirada de algunos dinos sobre nosotros. Y aunque no sentía hostilidad, solo curiosidad, no pude evitar sentirme algo alerta. Este era un territorio hostil para nosotros después de todo.

—¿Buscan un taxi?

Una voz repentina llama mi atención, y al girarme, me tomo con lo que creo es un raptor amarillo. Digo, creo que es un raptor. Realmente no estoy muy familiarizado con las especies de dinos.

El sujeto estaba bien abrigado, recostarse sobre la puerta trasera derecha un taxi amarillo. Un sedán, aunque no sé si quepamos allí con todo nuestro equipaje.

—Si. Para dos. —Respondió a secas.

—Bueno. Estoy libre. ¿Qué les parece?

—No creo que todos nuestros bultos quepan.

—No te preocupes, jefe. Hay más espacio del que aparenta. Además, si piden una van les va a costar más.

Tiene un buen punto, y realmente quiero gastar lo menos posible. Sin embargo, aun estoy algo dudoso.

—¿Cómo planeas meter todo esto allí?

—Sencillo, jefe. Dos maletas y la mochila caben en el maletero. Y si el chico no está en desacuerdo, podrían poner el resto en la parte de atrás.

No me convence del todo, pero no es mala idea. Miro a Anon un segundo, y el asiente en mi dirección algo desganado dando su aprobación. Siguiendo las instrucciones de este taxista, logramos acomodar todo de alguna forma. Menos mal que no traje nada de porcelana o cristalería conmigo, pues estoy seguro que no hubiese aguantado todo los empujones que este sujeto tuve que darle a nuestras maletas para que pudiese cerrar el maletero. Solo espero que los amortiguadores aguanten.

Abro la puerta del acompañante y me siento al frente. Me giro hacia atrás, y veo a Anon sentado junto a nuestro equipaje, mirando hacia el exterior por la ventanilla.

—¿Estás bien allá atrás? —Pregunto al creer que estaría más incómodo, pero él solo niega con la cabeza.

Se ha vuelto mucho más silencioso desde el incidente, y antes que pudiese decir algo más, el taxista abre la puerta del piloto y toma su asiento, encendiendo el auto lo antes posible.

—Uffff... Que frío por Jesus Raptor. Muy bien. ¿A dónde, Jefe?

—A GreenHill.

—Mmmm... GreenHill es enorme. ¿No tienen una dirección en particular?

—Solo llévanos a un motel lo más cerca de Volcano High.

Él parece meditarlo por unos segundos. —Hay un Super 9 a unas tres manzanas. ¿Te parece bien?

—Está bien.

Una vez todo listo, el taxista presionó el acelerador a fondo, y se dirigió fuera del estacionamiento. Sin embargo, al escuchar como el auto sufría por el peso de tanto equipaje, pareció entrar en razón y conducir como una saurio cuerdo. Yo estuve a punto de decir un par de cosas, pero preferí guardarlas para mí mismo.

—¿Y entonces? —El conductor rompió el silencio. —¿Nuevos en la ciudad?

—Si.

—Je. Pues permítame darles la bienvenida. Les aseguro que amarán este lugar. —Lo dudo. —¿De dónde son?

—Del Norte. Mucho más frío que aquí.

—Brrrr... Diablos hombre. A Ustedes los humanos sí que les gusta el frío.

—Lo toleramos.

—Bueno. En esta época la ciudad suele estar un poco apagada, pero ya verán como después de primavera todo se vuelve más animado.

Pensé tener un viaje tranquilo hasta el motel, pero por desgracia, nuestro conductor parecía haberse dado la tarea personal de contarme todo lo que sabía de esta ciudad. No soy tonto. Solo lo hacía para ganarse una propina generosa, y siendo justos, era bueno saber un poco de cómo se mueven las cosas por aquí. Al menos se por seguro que debemos evitar Skin Raw y Horn Hill a toda costa, y aunque no conozco de todo los detalles, es un consejo que prefiero seguir al menos hasta que sepa más del lugar.

Una vez llegamos, el taxista nos ayudó a bajar el equipaje del auto, y después de pagar el viaje y darle una propina por el servicio, tomamos caminos separados. ¿Quién iba a decir que mi primer contacto en mi agenda en esta ciudad sería la de un taxista? ¿Malcom, eh? Supongo que no está mal. Al menos ya se que es de fiar. Estaba bastante tenso durante el viaje, incapaz de dejar de pensar que ese sujeto nos llevaría a algún lugar no deseado.

Supongo que algunas cosas nunca cambian.

Por suerte, registrase fue sencillo. Menos mal, porque después de estar viajando por más de diez horas realmente lo único que quiero es poder acostarme en una cama sin que me duela la espalda. Por suerte había un Rex.Donald cerca, porque tener que salir de nuevo a por comida no me entusiasmaba mucho. Pensar que Anon antes se entusiasmaba por las cajitas felices.

Cena, ducha y cama. Ese era mi plan. Apenas eran las nueve, pero mañana sería un largo día. Para ambos. Yo me acosté a ver algo de televisión, mientras Anon volvía a revisar su celular, ahora que podía cargarlo. Yo trataba de ver el partido de baseball, pero era muy difícil concentrarme con tantas cosas dándome vueltas.

¿Acaso esto fue lo correcto? ¿Cómo se sentirá Anon? Él ha permanecido distante todo el tiempo. Quiero darle su espacio, pero no se si estoy haciendo lo correcto o no. Y mierda... No he fumado en demasiado tiempo, y mi cuerpo se lo está sintiendo. Salir a buscar cigarros resulta tentador, pero no lo siento correcto. No ahora. Aunque en este momento, realmente no siento nada correcto.

Me giro hacia la cama a mi lado, y lo veo. Mi hijo, acostado de espalda a mi, y solo soy capaz de divisar su silueta por la luz de ambas pantallas. Seguro está hablando otra vez con desconocidos de internet. Le he dicho cientos de veces que deje eso. Que se enfoque en la vida. En cosas que sean reales. Que haga amigos con los que pueda salir a hacer cosas de jóvenes. O al menos que pueda darse la mano en saludo, y no simples random de internet que posiblemente jamás conozco.

Pero ahora mismo, no creo que sea buena idea repetírselo.

Me rasco la cabeza, algo dudoso. Veo en el reloj que ya casi son las diez de la noche, cuando noto que la luz de su celular ha desaparecido. Supongo que ya es hora. Sin embargo, Anon solo toma su sábana y se envuelve con ella sin decir nada. Sin darse vuelta. Yo... Yo debo decir algo.

—Anon... —Como siempre, mi voz se escucha mucho más ronca de lo que quisiera. Mi hijo se gira levemente, y con esos ojos cansados mira en mi dirección. No puedo dar media vuelta ahora. —Todo va a salir bien, hijo.

Quisiera decir muchas más cosas. Y aún así... Simplemente no puedo. Anon se queda mirando en mi dirección por unos segundos, como si él también lo supiera, y estuviese esperando por esas palabras que no logro decir. Y finalmente, su mirada cae un poco antes de asentir con cansancio.

—Gracias... papá.

Eso es todo, antes que se dé la vuelta y vuelva a darme la espalda. Yo... yo quisiera poder hacer más... Quisiera saber cómo... Pero no soy Martha... Nunca tuve esa habilidad innata para descubrir que Anon quería. Qué cosas le gustaban. Cuándo algo le entusiasmaba. Estaba demasiado ocupado enseñándole disciplina y respeto, que ya no sé hacer otra cosa. No sé qué hacer para hacer otra cosa.

Oh... Mi Martha... Si tan solo aún siguieras con nosotros, esto no hubiese pasado. Por qué tu siempre sabías qué hacer. Siempre tenías las respuestas correctas. Pero yo no soy tu... Yo no sé cómo ayudar a nuestro hijo...

Te extraño...

Un niño de quince años no debería estar pasando por esto.

.

.

.

.

La alarma de mi celular suena temprano, y como es costumbre, yo me levanto casi de inmediato. Me levanto de mi cama y froto mi rostro, y finalmente silencio mi dispositivo. Me giro hacia atrás, y noto que Anon aún sigue dormido. Este chico siempre fue de sueño profundo, y está bien. De todas formas apenas son las seis, y así podré arreglarme yo antes que él se despierte.

Me pongo de pie y voy al baño. Necesito una ducha fria para despertarme. Vieja costumbre del ejército, pero efectiva. Como siempre, estoy listo en unos quince minutos. Pullover, chaqueta, pantalón de mezclilla y botas. En el espejo me reviso un poco, y aunque no tengo cabello, uso un cepillo para arreglar mi corta barba. Carajo... Las bolsas bajo los ojos ya se comienzan a notar. No me sorprende ya para este punto.

Listo, y viendo que son pasadas las seis y cuarto, me acerco a la cama de Anon para despertarlo. Él se queja un poco, pero tras unos segundos agitando su hombro finalmente abre los ojos. Espero que al menos haya podido descansar algo con todo esto.

—Buenos días, hijo. Será mejor que te prepares. Saldremos a las siete treinta.

—Es... Está bien... Papá.

—Voy a salir por algo de desayuno. ¿Qué quieres?

Él se frota el rostro para terminar de despertarse. —Lo que sea está bien.

Asiento con la cabeza y salgo de la habitación. Todo es silente y tranquilo, seguro que demasiado temprano para algunos, aunque me topé con algunos dinos en el trayecto, seguro rumbo al trabajo. Algo del propio Rex.Donald seguro estaría bien, pero también necesito pasar a por cigarros. Ya había aguantado demasiado.

Fumando uno, regreso al motel con un par de bolsas en las manos con comida. Debo esperar a terminar el cigarro fuera, pues no permiten la entrada con uno de estos. Y finalmente cuando regreso a la habitación, me encuentro con Anon, sentado sobre la cama, ya listo y vestido con una de sus chaquetas verdes revisando su celular. Supongo que en ese aspecto salió similar a mi. Con un gesto le indico que venga a la pequeña mesa, y él deja el dispositivo a un lado para venir a desayunar.

—¿No sacaste nada, cierto? Recuerda que no dormiremos aquí esta noche.

—No.

—Igual revisa todo antes de salir.

—Si, papá.

Ambos comenzamos a comer en silencio. No soy amante de desayunar comida chatarra, pero por hoy será una excepción. Noto como Anon respira dos veces de forma rápida, seguro sintiendo el olor a nicotina, pero no dice nada. Solo veo con el rabillo del ojo como hace una mueca de disgusto, antes de seguir comiendo su hamburguesa. Se que detesta cuando fumo, pero nunca me lo dice. Por eso trato de hacerlo cuando él no está cerca, pero hay cosas que no puedo eliminar tan fácilmente. Con el apuro olvidé comprar pastillas de menta.

Siete y media, y ambos salimos del motel rumbo a la escuela. Incluso siendo 1ro de enero, me sorprende que el director de Volcano High nos haya citado. Hablé con él hace apenas dos días. Spear. Un sujeto de voz firme que no dudaba de sus palabras. El único que no tuvo problemas para que Anon comenzara la segunda mitad de su primer año de preparatoria en esta ciudad. Ni siquiera lo conozco en persona, pero su actitud es suficiente para considerarlo un sujeto de reglas. Los reconozco. Al menos, con Anon en la escuela, será más fácil para mí buscar un trabajo aquí en la ciudad.

Tal como prometió Malcom, Volcano High apenas quedaba a unas cuadras del hotel, así que fuimos caminando. De paso, dábamos algo de tiempo para la hora de la situación, y estirábamos un poco los músculos.

—Mmmm... No se ve tan mal. —Comenté para romper el silencio, cuando finalmente pude ver el edificio sobre una colina.

No eran muy diferentes a otros institutos. Cuatro pisos y con un color grisáceo. Nada destacable. Algo desolado por las fechas, pero es de asumir que será más animado una vez comiencen las clases en un par de días.

Anon alza la vista, y aunque me quedo esperando una reacción, no muestra ninguna más que indiferencia. No lo culpo. Seguro que comenzar las clases otra vez no le resulta agradable, pero debe hacerlo. "La Universidad o el ejército. No me importa cual." Eso fue lo que mi padre me dijo cuando tenía quince años. ¿Debería decírselo a mi hijo? No estoy del todo seguro. Yo... Yo creo que a mi me funcionó... Creo...

Subimos las escalinatas en silencio, solo con el retumbar de nuestros pasos resonando entre nosotros. Arriba, las puertas parecían cerradas, pero pronto noto a un dino bajo una garita de seguridad. Un espinosaurio de escamas rojas, bastante abrigado, seguro viendo algo en su celular. Supongo que sí debemos preguntar, él sería nuestra mejor opción.

Tun Tun Tun

Llamo al cristal, y el dino se gira en nuestra dirección con algo de asombro. Espero no haberlo interrumpido en algo inapropiado. Sin embargo, tan pronto nota nuestra presencia, se pone de pie y se aclara la garganta, antes de hablar con una voz algo nerviosa.

—¿En... En que puedo ayudarles?

—Mi nombre es Pseudon, y este es mi hijo Anon. Estamos aquí para ver al director Spears.

—¿Ya? —Parece dudar de su propia respuesta. —Es algo temprano. Déjeme llamale.

Asiento con la cabeza y me retiro por educación, observándolo mientras habla con alguien del otro lado de la línea. Y una vez cuelga, sale de la garita con un puñado de llaves entre las manos.

—El director los está esperando en su oficina. Primera planta a la derecha. Allí verán su despacho. —Decía mientras abría el candado.

—Muchas gracias, señor. Que tenga un buen día.

—Igual para us... usted.

—Adiós. —Responde Anon con un gesto de la mano.

Entramos al edificio y seguimos las indicaciones del guardia. Dar con la oficina del director no fue difícil, más cuando es el único salón con la luz encendida. Me acerco y toco la puerta, y la voz grave que escuché del otro lado de la línea telefónica no tarda en darme una respuesta.

—Adelante.

Tomo el picaporte y lo giro, permitiendo que Anon entre primero, y yo lo sigo después. El lugar era mucho más amplio de lo que esperaba, y bastante arreglado. Algunos estantes y registros, con una gran mesa justo al centro. Y justo detrás, posiblemente uno de los sujetos más impresionantes que he visto en mi vida. Uno, que me sacó de mi asombro con su voz una vez más.

—Ustedes deben de ser Pseudon y Anon. ¿Estoy en lo cierto?

Sacudo la cabeza, y no tardo en acercarme para estrechar la mano que ofrece en mi dirección. —Es correcto, señor Spears. Agradecemos su tiempo, y nos disculpamos por interrumpir en sus festividades.

—En lo absoluto. Es un placer para mí estar aquí hoy. Además, esto no durará mucho tiempo. Una vez estemos todos podremos comenzar. Aunque... —Spear se gira hacia su reloj. —Veo que llegó algo temprano.

—Me disculpo por eso. Malas costumbres del ejército. Podemos esperar fuera si estaba haciendo algo importante.

—No será necesario. por favor, tomen asiento.

El director nos hace una invitación con un gesto de la mano, hacia dos de las cuatro sillas que están delante de su escritorio. De inmediato descarté la posibilidad que fuese humano como nosotros. Es demasiado grande. ¿Acaso es de esos neandertales de los que quedan tan poco? Sin lugar a dudas es impresionante.

Anon y yo tomamos asiento en silencio. Es cierto que quedan unos minutos para las ocho que fue cuando nos citó, pero asumí que lo mejor sería mantenernos al margen por si estaba haciendo algo ocupado. Pero cuando su mirada se posó sobre mí supe que no sería el caso.

—Así que... ¿El ejército? —Preguntó con curiosidad.

—Si. Veintiunava división aerotransportada.

—Mmmm... Paracaidista. Impresionante. ¿Sirvió activo?

—Irex y Pashikistán. —Él deja escapar un suspiro largo, seguro imaginando la situación o simplemente recordando las noticias.

—Bueno. He de decir que es todo un honor tener a un veterano en mi oficina. El país y todos le agradecemos su servicio.

Si tan solo supiera... —Solo hacía mi trabajo.

Spear asiente, y entonces su mirada se posa sobre Anon. Mi hijo se estremece ante su mirada, y no lo culpo. Este sujeto es bastante intimidante, aunque debo enseñarle a mantener la compostura. El cromañón lo miró por unos segundos antes de hablar.

—Anon... Tu padre me contó sobre lo sucedido en tu antigua escuela, y realmente lamento mucho lo que has tenido que pasar. Sé que un cambio tan brusco apenas empezando el instituto puede llegar a ser agobiante, pero haremos lo posible por hacer que tu estancia en Volcano High sea lo mejor posible.

—Gra... Gracias, directo. —Respondió con voz temblorosa.

—Bueno. Por qué no me cuentan cómo era su antiguo hogar mientras esperamos a que llegue el resto.

El director y yo platicamos de varias cosas mientras los minutos pasaban. Anon se mantenía al margen, seguro no muy cómodo con la situación. Y aunque tuve que llamarle la atención cuando quiso sacar su celular, se comportó bastante bien todo el tiempo que estuvimos esperando. Pero entonces, un golpeteo en la puerta nos avisa de la llegada de alguien más, y tras un fuerte grito de Spears, los recién llegados se abren camino en el lugar.

Wao... Esa si es una dino alta.

Al interior del local ingresan dos dinos de escamas blancas. La mayor, casi tiene que agachar la cabeza para poder pasar sin golpearse. Cabello rubio largo, enguatada morada y una falda de color gris oscuro, y sus ojos de pupilas blancas esclerótica doradas me sorprendieron. Nunca antes había visto una dino así.

Justo detrás, una versión en miniatura de la misma mujer, aunque de cabello blanco y... Esas son marionetas en sus manos y... tiene otro en la punta de la cola. Mmmm... Cada vez entiendo menos a esta juventud.

—Buenos días. Ustedes deben ser la señora Tarja y la señorita Judee. Por favor, pasen y tomen asiento.

La voz de Spear resuena a mis espaldas, pero yo aún sigo mirando hacia detrás. Tarja parece no moverse, intercambiando su mirada entre Spears, Anon y yo, como si no entendiera lo que le habían dicho. Sin embargo, la más joven se acercó y le habló en voz temblorosa.

—Hän... Hän sanoo, että istuka... amme alas.

¿Qué? ¿Qué idioma era ese?

La dino mayor mira a la que asumo es su hija y asiente con la cabeza. Luego, ambas pasan al frente, y toman asiento a nuestro lado. Anon y la chica en las esquinas, la gran dino y yo en el medio. Mierda... Incluso sentada a mi lado es una cabeza más alta que yo. Ambos nos miramos, y lo que se me ocurre hacer es un asentimiento con la cabeza en forma de saludo, gesto que ella corresponde de igual manera, aunque no me es difícil asumir que no está para nada cómoda aquí. Y entonces, Spears volvió a tomar la palabra.

—Bueno. Ya que estamos todos, podemos empezar con esta reunión. Lo primero será marcar lo evidente. Como ambos, tanto la señorita Judee como el señorito Anon van a comenzar este a mitad del curso, se les va a pedir una comprobación de... —De repente, el cromañón deja de hablar, al parecer por algo que llamó su atención. Me giro a un lado, solo para notar como esa chica Judee tiene la mano alzada pidiendo la palabra. —¿Qué ocurre, Judee? —Dijo con voz más severa, claramente no muy contenta por la interrupción.

Veo a la muchacha temblar un poco, bastante temerosa a decir algo, y cuando finalmente logra reunir algo de fuerza, su voz escapa de su boca con bastante temor. —Di... Disculpe director pe... pero mi äiti no en... entiende el ingles. Si... Si me permite yo... yo podría traducirle.

Noto como la mirada de Spears cambia un poco a algo similar a la lástima. Sin embargo, una sonrisa más suave aparece en su rostro antes de hablar.

—Por supuesto. Por favor, traduzca a su madre lo que estamos aquí platicando.

Judee asiente antes de mirar a esta tal Tarja, quien mira en su dirección algo preocupada.

—Ohjaaja kertoo meille kurssille osallistumisen vaatimukset. —Y tras decir eso, ambas regresan su vista al frente, con Tarja asintiendo y de cierta forma, estando de acuerdo con esta forma de preceder.

—Está bien. —Retoma el cromañón. —Señores Mous. ¿Están ustedes de acuerdo con esto? Si no es de su agrado, permítame disculparme y programar otra reunión en otro momento.

—No tengo problemas. —Respondí de inmediato, y tuve que mirar a mi hijo al no escuchar su respuesta.

—Es... Está bien. —Respondió con timidez. Dejo escapar un suspiro. Realmente tengo que forjarle un carácter más seguro de sí mismo.

—En tal caso. Continuaremos.

Los minutos posteriores fueron lo que esperaba. Normas de la escuela, horarios y asignaturas a cursar este año. Mi hijo no es mal estudiante, pero puede llegar a ser bastante vago si le quito el ojo de encima. Aunque la plática se extendió casi unos cuarenta minutos, ya que la dino más joven debía interrumpir para traducirle a su madre todo lo que se platicaba. ¿En serio esta señora no sabe nada de nuestro idioma? ¿Cómo fue que vino a parar aquí para empezar? Sin embargo, cuando la propia Tarja interrumpe alzando la mano todos prestamos atención.

—Voisitko tehdä jotain pyyntömme suhteen? —Parecía algo preocupada.

—Äiti pregunta si... si pudo revisar nuestra petición.

Spears la mira un segundo, y una sonrisa algo más cálida aparece en su rostro. —Si. En estos momentos, uno de nuestros profesionales viene en camino en estos momentos.

—Hän sanoo, että joku tulee tänne juuri nyt. —Mencionó la más joven, y pude jurar ver en el rostro de Tarja algo de alivio, como si se hubiese quitado un peso de encima.

El monólogo de Spear prosiguió sin cambios. Spears explicando cómo funciona la escuela, horarios, y Judee traduciendo para su madre. Sin embargo, unos siete minutos después de la interrupción de Tarja, el golpeteo en la puerta interrumpe al director. ¿Acaso estábamos esperando a alguien más?

—Adelante. —Comentó el cromañon con un tono más calmado.

La puerta se abre, y mis ojos se abren como platos ante el nuevo individuo. No es un dino, eso puedo verlo. De hecho, parece más un tipo de cetáceo. Nunca había visto uno de esos. Principalmente porque no suelen vivir en el norte por el frío. Lo que asumo es un ballenato con traje elegante y portafolio.

—Ah, señor Ferris. Llega justo a tiempo. —Comentó el cromañón.

El sujeto asiente con la cabeza, y adquiere una postura más profesional antes de presentarse. —Buenos días a todos. Mi nombre es Williams Ferris. Pero podéis llamarme Ferris. Seré el representante de la ciudad durante su estadía en Volcadera. John. ¿Ya le dijiste algo al respecto? —Le preguntó al cromañón.

—No, señor Ferris. Justo ahora... —El cromañón se da cuenta de algo, y le hace un gesto a Judee para que traduzca a su madre, algo que llama la atención de este tal señor Ferris. —No les había comentado nada. Preferiría que usted le comentara al respecto. Y en cuanto a la señora Tarja, no habla nuestro idioma, así que le pediría que tuviese eso en consideración.

—Oh, por supuesto. Entonces, no perdamos más el tiempo.

Mientras Judee traducía, Spears se ponía de pié, permitiendo que el gran cetáceo ocupara su asiento. El señor Ferris abrió su portafolio, y sacó de ellos dos panfletos, que extendió en mi dirección, y otro en dirección a Tarja. Aunque al ver la duda de la dino mayor se lo dió a Judee.

—Señora Tarja, realmente disculpó esta falta de consideración. De haberlo sabido de antemano hubiese preparado una copia en su idioma natal.

—No... No hay problemas... Señor Ferris. —Comentó Judee después de explicarle a su madre lo que ocurría.

Sin embargo, había algo que llamaba mi atención, y no pude evitar preguntar. —"¿Programa de viviendas para estudiantes extranjeros y sus familiares?" ¿Podrían explicarme qué es esto?

El cetáceo miró en mi dirección, luego a Spears, quien negó con la cabeza, y luego a mi. —Como dice el nombre, es un programa para proveer de un lugar apto para vivir a estudiantes extranjeros en esta ciudad durante su estadía. La ciudad le brinda estos servicios, aunque hay algunas condiciones que deben cumplir.

—Pero... Yo no solicité esto.

—Lo sé, señor Mous. —Interrumpió Spears. —Pero recomiendo que escuche la propuesta del señor Ferris antes de tomar una decisión.

Su voz parecía diferente. Más suplicante. Creo que fue mi imaginación, pero estoy seguro que fue más una petición que una propuesta. Yo asiento con la cabeza y miro en dirección del cetáceo antes que este continuara.

—En términos simples, nuestra ciudad le brinda la oportunidad de aplicar por una renta compartida siempre y cuando los jóvenes presentes sean estudiantes de algunas de nuestras instituciones académicas. —Entonces cruza los dedos y se apoya sobre el buró, claramente señal que dirá algo crucial. —Siempre y cuando el estudiante mantenga unas calificaciones por encima de un mínimo, pueden acogerse a este programa social. Sin embargo, no es gratis. Por supuesto, la renta sería mucho menor que cualquier otra, pero debe pagarse. Los inmuebles que brindamos están diseñados para convivir dos familias, así ambas puedan pagar la mitad de la renta y no la renta entera. Estas propiedades pertenecen a la ciudad, así que no están a la venta, y dado que es un programa para inmigrantes, los primeros dos meses se congela el pago, para darle tiempo a las familias a buscar una fuente de ingreso.

Mientras Judee le traduce a su madre, yo me quedo pensando mientras veo el panfleto en mis manos. Un lugar para vivir por este precio debería ser imposible. Una estafa... Pero no lo es. Y las condiciones no son tan duras. A menos que Anon meta la pata, pero yo me encargaría de llevarlo por el camino correcto. Pero... yo no soy inmigrante. Puedo ser nuevo en la ciudad, pero no debería poder entrar en esta categoría. Y aunque tengo bastante dinero para poder sentarme durante un año en caso de no poder conseguir trabajo, esta oferta se ve demasiado bien para rechazarla.

¿Una casa compartida? ¿Cuartos y baños separados, siendo la cocina, la sala y el comedor las áreas comunes? ¿Patio y jardines incluidos? Bien podría pagar más de 2000 de renta por esto, pero apenas vale 1400. O sea... 700 para mí y 700 para...

Oh... Ahora tiene sentido.

Mi vista se gira un poco en dirección a la dino a mi lado, quien mira el panfleto con clara preocupación. Puede que no entienda el idioma, pero los números son universales para todos. Ahora tiene sentido. La expresión de Spears. Esa petición oculta bajo la seriedad. Si yo declino, Tarja y Judee deberían pagar la renta completa hasta que una nueva familia entrara en la ecuación. Y viendo la cara de la dino a mi lado no es muy difícil unir los puntos.

Mierda...

Me recuesto en mi asiento y llevo la mano hacia mi boca, gesto involuntario que hago cuando pienso demasiado las cosas, mientras con la otra agarro el panfleto frente a mi rostro. Los beneficios son muchos, pero aceptar conllevarían a tener que convivir con estas dos desconocidas a mi lado. Eso sin mencionar que Tarja no habla nada de nuestro idioma. De aceptar nuestras reservas podrían extenderse hasta dos años, pero no creo que demore mucho en encontrar empleo. La pregunta es...

¿Realmente vale la pena?

Yo... No conozco a estas dos en lo absoluto... Debería...

"Cuando hagas algo por alguien que nunca pueda pagarte, es cuando mejor te sientes contigo mismo."

Tienes razón... Mi querida Martha... Realmente hubiese querido tener un corazón tan grande como el tuyo...

Dejo escapar un suspiro, y giro la cabeza hacia mi derecha. Anon no dice nada, solo se mantiene mirando al frente, hacia el piso. No se si para mantenerse al margen de esta situación, o incapaz de olvidar lo que pasó en Rock Bottom. Me giro en sentido opuesto, y las miradas que me encuentro no me alientan mucho. Spear y Ferris se mantienen distante, mirándome con profesionalidad, pero claramente esperando una respuesta en concreto. Y a mi lado, Tarja no aparta la vista del panfleto, mientras Judee parece jugar nerviosamente con los títeres de sus manos. Aunque no se cuanto ella es capaz de entender de todo esto...

Supongo que no tengo elección... ¿Cierto?

—Bueno...Supongo que aceptaré la oferta.