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Boyfriend

Summary:

No salió buscando amor, solo algo que la hiciera sentir mejor. Y entre el humo del ambiente de un lugar nocturno Mina la vio. Fue ahí donde supo que esa noche no iba a detenerse hasta tenerla.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Work Text:

La música era un golpe constante que retumbaba incluso afuera del lugar, las luces deslumbrantes llevaban el ambiente y las botellas iban de un lugar a otro entre la multitud. Mina estaba encantada con esas vistas y era solo el inicio de la noche.

No había ido allí para reír a carcajadas ni para perderse en tragos dulces. Llevaba tiempo buscando una escapada de la rutina. Algo que la hiciera sentir mejor, diferente. Algo que llenara sus ganas más ocultas. Satisfaciendo todo lo que la exigía y a lo que quería entregarse.

Después de un rato sus amigas se dispersaron una vez tantearon del ambiente, llevando dentro los tragos que dan inicio a la diversión. Mina se quedó en la barra, disfrutando del alcohol en su garganta y dándole un vistazo al sin fin de personas desconocidas en la pista. Su mirada iba escudriñando el lugar como quien inspecciona un territorio ajeno, buscando.

Las parejas se movían con el mismo vaivén cansado de siempre. Hombres que sostenían la cintura como si esa fuera la única manera de bailar y mujeres que fingían reír ante frases gastadas. Mina alzó una ceja, se trataba de una repetición infinita de lo mismo.

Que aburrido

Fue en ese preciso momento que para su mala suerte alcanzó a ver como una de sus amigas se besaba con un desconocido al fondo. No fue asco, solo disgusto. Ninguna de ellas después de unos cuantos tragos tenía la visión lo suficientemente clara para distinguir el rostro de sus quedantes.

Y por un segundo se arrepintió. Si la noche se reducía a ver lo de siempre mejor hubiera sido quedarse dormida en su cama. Pero ya no podía seguir postergando la necesidad.

Ella quería sentir lo peligroso, lo que la hiciera sentir viva y estaba en el lugar. Solo era cuestión de tiempo para dar con la perdición de su noche.

Pidió otro trago y se giró hacia la pista, dispuesta a cazar con la mirada y a burlarse un poco más de ese espectáculo repetitivo.

Se unió a un par de sus amigas y disfrutó como nunca. Dejándose llevar por la música y la cantidad de alcohol explorando cada rincón de su cuerpo, su voz salía ronca al cantar y el peso de sí misma comenzaba a cambiar. Flotaba en la pista junto a movimientos sensuales siendo aludidos por aquellas que miraban y se unían al desastre. No eran su objetivo, pero valoraba cada roce que dejaban ser.

Una vez que la música cambio de ritmo decidió despejarse un poco. Fue al baño, contó sus dedos en busca de estabilidad y salió hacia la barra de nuevo. Dejando correr el líquido hasta lo más profundo cuando recibió el vaso, queriendo ignorar lo que sus ojos vieron entre el humo y las luces de neón rojo pero la silueta había sido clara de reconocer. Su cuerpo se tensó.

Y volteó, dando por fin con la mujer de la que tenía sospecha.

Momo

Mina parpadeó como si la visión pudiera desvanecerse, pero no, ahí estaba. Dos meses o más desde la última vez que la había visto. Desde aquella noche en la fiesta de Sana, donde su entusiasmo se derrumbó al verla demasiado cerca de un hombre. Desde que se convenció de que había leído mal, de que era mejor apartarse.

Y sin embargo, ahora la tenía enfrente y nada se parecía a lo que recordaba.

Momo no era la chica de entonces, su vestimenta hablaba por ella. La vista tan atractiva y provocativa descolocaba a Mina pero entonces lo pudo sentir más claro, una punzada de sorpresa seguida de un impulso automático de juzgarla. Cualquiera... estuvo a punto de pensar, pero el juicio murió en el instante exacto en que sus miradas se encontraron.

Mina tembló apenas, una sacudida leve pero imposible de ignorar. Esos ojos no eran los mismos que vio meses atrás, cargaban con algo oscuro, magnético y depredador en ellos. Como si el mundo entero se hubiera reducido a su conexión visual.

No puedo creer que al fin estemos solas…

Y con eso pudo sentir como poco a poco el entusiasmo volvía a ella, la expresión que veía en el rostro ajeno contenía un aire seductor que le costaba sostener hasta que por fin desvió la mirada. Intentando calmarse pero el hecho le generó una sonrisa que intentó sofocar mordiéndose el labio. Fue fugaz el pensamiento pero la sensación se quedó en ella, no podía tener tanta suerte y no podía ser que realmente estuviera sola, no en un sitio como éste.

Y cuando se encontraba maquinando sus ideas negativas su mayor sospecha se le hizo realidad en la cara. Estaba con más personas pero uno de los individuos en específico la irritó de inmediato ya que al parecer se encontraba haciendo reír a Momo.

Hizo una mueca, maldijo y se dio una bofetada mental. De verdad había tenido fe otra vez pero era todo, debía de centrarse en alguien más.

Así que intentó distraerse, viendo como las opciones eran tan variadas y todo un deleite para su visión. Mina se perdía en los bailes y movimientos de las mujeres en la pista, admirando los cuerpos, las formas y los rasgos de personalidad. Habían algunas muy interesantes, otras misteriosas y algunas tan dulces que quería ir tras ellas tan pronto como estuvieran solas.

Amigables... oscuras... elegantes

Una la hizo detener su escaneo.

Sexys...

Para Mina existían una variedad de cosas que podían agradarle pero extrañamente nada terminaba por convencerla.

De pronto tenía a alguien a su lado, alguien con quien creía poder empezar lo que quería. Dijo que sí a la propuesta solo para probarse a sí misma. El cuerpo de la chica era atractivo, su voz cálida y sus intenciones claras. Mina la observó un momento fingiendo interés, pero no era suficiente, nada lo era. Porque mientras hablaban, su mirada seguía desviándose, buscando inconscientemente a Momo entre la multitud. Y ahí la encontraba de nuevo, con su perfil iluminado por las luces rosadas, la curva de su sonrisa y el leve movimiento de sus caderas al menearse al ritmo de la música.

La forma de su cuerpo...

No podía evitarlo.

La buscaba incluso sin proponérselo.

De un momento a otro las luces le dieron un golpe en la cara, fueron blancas por un instante y después cambiaron siendo ahora más frenéticas. Su cuerpo exigía diversión, otra dosis de baile. Buscó por inercia rastro de sus amigas pero seguramente ya ni siquiera estaban cerca. Y tampoco quería seguir al lado de su acompañante, simplemente divagó un rato hasta encontrar la excusa ideal y se la coló.

Tal vez ya estaba lo suficientemente ebria pero no le importaba meterse en problemas o en malentendidos. Era eso lo que se propuso encontrar.

Y sus ojos volvían a dar una y otra vez con Momo.

Viéndola al otro lado del lugar hablando y riendo como si nada más existiera. Con esa risa tan ligera y despreocupada que le dolía a Mina más de lo que habría querido admitir. Había prometido no volver a fijarse en ella por lo anterior visto pero seguía ahí, tan cerca y tan fuera de su alcance. Tratándose casi como un castigo.

Cuando Momo se inclinó hacia otra mujer para decir algo al oído, algo dentro de Mina se contrajo. Dio un trago largo, apoyó el vaso con un golpe seco y sonrió apenas, como si acabara de entender algo. No era amor lo que sentía en ese instante, ni siquiera celos. Era el instinto competitivo, el deseo disfrazado de reto. Quería saber hasta qué punto Momo era intocable, si de verdad era de esas que jamás mirarían a otra mujer, si su sonrisa era tan inocente como aparentaba o si solo nadie había sabido provocarla de la forma correcta.

El pensamiento la encendió. Esa era la chispa que había estado esperando, la que le daba sentido a su noche. Si Momo seguía sin saber lo que despertaba en ella, Mina se encargaría de mostrárselo. De una manera que se lo dejara en claro, sin torpeza pero con la sutileza que dominaba a la perfección.

La vio sonreír otra vez y comprendió que, sin darse cuenta, ya había tomado una decisión. No importaba con quién estuviera hablando Momo, ni cuánto fingiera que no le importaba.

Había vuelto a elegirla.

Mina no supo en qué momento sus pies decidieron moverse, simplemente una parte de ella ya estaba entregada, rendida a la atracción. Se abrió paso entre la multitud, los cuerpos se cruzaban, sus pasos eran ciertamente incongruentes pero logró llegar al otro lado.

Momo la vio acercarse. No se mostró sorprendida, al contrario, había algo en su expresión que rozaba la diversión junto a un leve brillo de curiosidad en sus ojos, como si hubiera estado esperándola. Mina se detuvo a medio metro de ella, todavía indecisa entre hablar o dejar que la música hiciera todo el trabajo.

—¿Estás sola? —preguntó al final, casi en un murmullo.

Momo ladeó la cabeza, su sonrisa fue disfrazada de inocencia. —Tal vez —respondió, sin apartar la vista de ella. Luego giró ligeramente hacia el hombre que la acompañaba, y con un gesto apenas perceptible de la mano le indicó algo. Él se alejó sin oponer resistencia, llevando consigo una sonrisa burlesca. Momo volvió la mirada a Mina y la lengua rozó el borde de su labio inferior, lenta. Su expresión era seria, casi expectante, como si evaluara cuánto podía resistir la otra antes de rendirse.

Mina rió por lo bajo, con ese tono entre descarado y nervioso que solo surge cuando el cuerpo ya ha decidido por uno mismo. —La verdad es que me importa poco si no lo estás —replicó, acercándose hasta quedar a centímetros—. ¿Bailamos? —extendió con delicadeza su mano a Momo.

Ésta alzó una ceja. —Llévame —respondió apenas con un soplo de voz.

El aliento a alcohol entre ambas era denso, amargo y pesado. Momo se dejó guiar y no hubo espacio para pensar. Solo la música, los flashes de luz recorriendo sus rostros más el aire caliente del lugar envolviéndolas.

El primer contacto fue sutil, estaban explorando a la vez que sintiendo el ritmo por el cuerpo, adaptándose, dejándose llevar. Sus manos exploraban con cierta timidez al principio pero después hubo seguridad. Sus cuerpos se reconocieron con una naturalidad peligrosa, como si ya hubieran bailado antes, como si el espacio entre ambas siempre hubiera estado destinado a ser anulado.

La lentitud de las manos de Mina recorriendo la cintura de Momo, acariciándola y llegando a apretar, queriendo tenerla mucho más cerca. Momo sujetando su hombro, intentando profundizar sus movimientos, teniendo contacto visual con Mina y manteniéndolo.

El sonido era sofocante y delicioso, la letra las acompañaba como anillo al dedo y Mina se acercó, inclinándose de más, provocando o quizá siendo torpe por el alcohol dominando su ser. Pero lo alcanzó, estar pegada a Momo, bailando y susurrando en su oído palabras que terminaban por hacer estremecer a cualquiera.

Yo podría ser mejor que él terminó por añadir, más bajo que sus insinuaciones. Más lento que todas ellas. El aire caliente se quedó en la piel de Momo y ésta solo sonrió con amplitud.

El ritmo cambió. La canción avanzó hacia un compás más profundo, más marcado y ellas siguieron su propio pulso. Momo deslizó sus dedos por el brazo de Mina, haciendo camino hasta sujetarla del cuello y esa exhalación profunda hizo que Mina se sintiera derretir. Más no pudo prever el movimiento siguiente de la mujer que tenía delante. Solo vio como giró y comenzó a bailarle, de espaldas, dándole un espectáculo visual encantador. Mina no perdió el tiempo sujetándola de inmediato. Tocando con cierto descaro.

Llevando el ritmo, envolviéndose completamente en Momo y en sus movimientos lentos y satisfactorios. Una sonrisa de placer se instaló en sus labios, era su sueño hecho realidad y apenas comenzaba.

Las luces estallaban en tonos violetas y rojos sobre su piel. Momo volvió a su posición original, estaban de frente de nuevo pero esta vez sus miradas fueron muy diferentes. Ya no estaban retándose o provocándose mutuamente. El brillo en sus ojos había desaparecido por completo y ahora eran oscuros. Siendo claro lo que comunicaban.

Sus respiraciones chocaron y el roce entre ambas se volvió un lenguaje propio. Cada paso era una invitación y cada giro una promesa. La música parecía moverse a su alrededor, marcando el ritmo exacto en el que sus cuerpos se entendían.

Las manos continuaron perdiéndose en la confusión del momento. Una en la espalda, yendo más bajo y otra queriendo tocar lo que Momo restregaba contra su pecho. Lo llevó a cabo y nada le había dado tanto gusto en su vida como ver que Momo disfrutaba de tu tacto. Supo entonces que solo era cuestión de tiempo para que salieran del lugar y gozar un poco más.

Y casi como si lo hubiera atraído, Momo sonrió mostrando los dientes, deteniéndose de a poco. Mina respondió igual con los labios entreabiertos, jadeante y sintiendo que definitivamente ya era suficiente.

Ambas estaban acaloradas, respirando el mismo aire espeso. Momo se inclinó apenas, tan cerca que el roce de sus labios rozó el oído de Mina.

—Vamos... —susurró—. Vamos fuera.

La frase cayó sobre ella como una descarga. Mina solo dejó que el cuerpo decidiera de nuevo. Asintiendo.

El resto del lugar desapareció después de eso. Salieron casi sin hablar.

El ruido del club quedó atrás, amortiguado por las puertas y la vibración sorda de la música que todavía escapaba desde dentro. El aire nocturno las envolvió pero eso no hizo que la temperatura entre ambas bajara en lo absoluto.

Momo caminaba unos pasos adelante, con la seguridad de quien sabe exactamente hacia dónde ir. Mina la seguía sin pensarlo, la mirada fija en la curva de su espalda y el vaivén de su cabello con cada paso. La calle lateral estaba vacía, iluminada apenas por un par de luces parpadeantes. Doblaron por una salida estrecha hasta llegar al callejón trasero del club, donde un contenedor metálico y un muro de ladrillos ofrecían el refugio perfecto para desaparecer del resto del mundo.

Momo se giró apenas y la sonrisa que le dedicó a Mina fue suficiente para borrar cualquier rastro de cordura. La tomó por la cintura y la acercó, el golpe sordo de su cuerpo contra la pared resonó leve, ahogado por la música distante.

Comenzó besándola, entregándose a su boca, sacando todo el deseo contenido durante aquel baile tan acalorado e intenso. Sus manos bajaron por su cuerpo, sin medirse, acariciando todo a su paso hasta llegar a la parte inferior. Mina no podía creer que estuviera viviendo lo que deseaba desde hace un tiempo, le fascinaba la manera en la que las manos de Momo la exploraban como reclamando algo que es suyo y devorando su boca como si fuera lo último en el mundo.

Mina cerró los ojos un instante, el olor a perfume y alcohol mezclado con el aire frío era embriagante. Sentía cómo cada respiración de Momo se convertía en una caricia sobre su piel, como el roce de sus labios era lento pero profundo hasta que la urgencia las fue devorando despacio.

Solo se limitaba a sostenerse de sus hombros, estaba ida en disfrutar cada toque recibido y ese aire caliente rozando su cuello. Esos besos marcándola no se hicieron esperar y Mina terminó gimiendo al sentir como Momo se acerco tanto hasta acomodar su rodilla entre sus piernas. Rozando de una manera tentadora.

Momo deslizó los dedos por la nuca de Mina, apretando con fuerza su cabello mientras seguía trabajando en marcarla, jugueteando levemente con su rodilla. La respiración de ambas se mezclaba en jadeos cortos, con ese sonido húmedo y dulce que provoca la cercanía. Mina dejó escapar otro gemido, mientras la piel se le erizaba por completo ante el toque tan íntimo.

Casi se olvidaba de la existencia de sus manos ante el éxtasis que le provocaba Momo, pero fue solo ver para tocar inmediatamente los pechos de ésta. Apretándolos, acariciando más de su cuerpo y cerrando sus piernas por mero impulso eléctrico debido a la excitación. Necesitaba más.

Necesitaba a Momo.

El tiempo se volvió difuso. No existía el club, ni la calle, ni el ruido de los autos a lo lejos. Solo el roce, el temblor y la respiración que se intercalaba en un mismo compás.

—Mina… —fue Momo quien habló primero, con la voz baja, ronca.

El sonido de su nombre fue suficiente para que abriera los ojos. —Pensé que ya no recordabas mi nombre —susurró, entre una sonrisa descompuesta y una mezcla de deseo y sorpresa.

—Difícil olvidarlo... —Momo respondió con un gesto apenas, sus labios curvándose en una sonrisa peligrosa.

Se quedaron así unos segundos más, todavía entre respiraciones agitadas, hasta que Momo la tomó de la mano.

—Vamos… —dijo con un tono que no admitía réplica.—Vamos a casa.

Mina la siguió sin oponer resistencia. Su cuerpo aún vibraba con lo que acababa de sentir y su mente apenas podía procesarlo. Caminó junto a ella hasta el coche, notando el pavimento mojado reflejando los destellos rojos del letrero del club. La euforia se mezclaba con el cansancio y el calor del alcohol junto a la sonrisa que no podía borrarse de su rostro.

Entrelazó su mano con la de Momo, dejándose llevar con la felicidad temblorosa de quien ha conseguido justo lo que quería.

Caminaron hasta llegar a la parte delantera del club, donde un hombre esperaba junto a un coche oscuro y quien rápidamente Mina logró reconocer. La incomodidad se instaló tan fuerte que una mueca de disgusto le salió en automático. Aquel le habló algo en voz baja a Momo quien había avanzado rápido o quizá sin notarlo Mina redujo el paso. El hombre asintió sin mirarla siquiera y eso solo aumentó la incomodidad que ya crecía en su pecho.

—Será mejor que conduzca él —dijo Momo al regresar junto a ella, su voz fue suave pero firme.—No bebió tanto como nosotras —hizo un gesto con la cabeza hacia la parte trasera del auto.—Vamos a subir por atrás.

Mina obedeció, aunque con cierta rigidez en los movimientos. No sabía por qué aquello la irritaba tanto. Tal vez porque después de todo lo que había pasado, la simple presencia de un tercero le recordaba que no conocía realmente a Momo. Que podría estar, de nuevo, detrás de alguien más.

El coche arrancó. Mina se quedó mirando el perfil del hombre por el espejo retrovisor y una punzada de decepción la atravesó. No dijo nada pero a esas alturas ya había asumido que así es como era Momo, libre e impredecible. Aunque algo dentro de ella le susurró un poco coherencia ya que si aquel hombre tuviera algo con Momo, estaría molesto y no tan tranquilo conduciendo mientras ellas iban sentadas atrás.

Podría ser que al final no estuviera del todo preparada para una vida sin cuidados previos.

Momo se inclinó despacio hacia ella, buscando su mirada. —Oye —le susurró.—No pongas esa cara.

Sus dedos rozaron la mejilla de Mina y la sonrisa volvió a aparecer en sus labios. Luego vino un beso corto, después otro más lento, como si intentara borrar cualquier duda que quedara en el aire. Hasta terminar de profundizarlo.

Pero Mina no quería quedarse con la duda y rompió el silencio. —¿Él… es tu novio? —preguntó con su voz contenida, sin mirarla del todo.

Momo sí la miró directamente, divertida.—¿De verdad piensas que estoy con él? —susurró.—¿No me ves? —y una risilla la acompañó.

Mina sostuvo su mirada solo por unos segundos. El reflejo de las luces la hacía parecer de otro mundo.—Solo lo pensaba —admitió, con un dejo de alivio.— Me alegra que no sea así —se dejó caer en el hombro ajeno, descansando no solo físicamente, sino, dejándose guiar por la calma creciente.

La tensión se disipó en el aire, pero la forma en que Momo la miró después la devolvió de golpe a ese punto de fuego contenido. Bastó la mirada compartida, la respiración cercana y esa sensación de que todo podía volver a ponerse candente ahí mismo mientras disfrutaban de las vistas nocturnas de la ciudad y de un espacio tan fresco que en un instante podrían incendiar.

—Espero estés lista cuando lleguemos —susurró Momo mientras repartía besos por el cuello de Mina.—Si sabes a lo que me refiero... —terminó por añadir con ese tono ronco que podía hacer temblar a cualquiera.

Mina tragó y su sonrojo fue oro puro, después tomó la mano de Momo, guiándola.—¿No te gustaría saber si ya lo estoy? —respondió atrevida, con su instinto latente.

Y allí de nuevo, de cara a lo peligroso, justo donde quería estar y lo que amaba sentir.

Momo respiró hondo, con su sonrisa ladina haciendo acto de presencia y los besos continuaron como el aperitivo perfecto antes de la verdadera gloria.

Notes:

Mantenía esta idea desde hace un tiempo y fue la explosión visual de la canción en la que se basa para seguir adelante en esto y me gusta pensar que Mimo se lleva más que bien en la cama.