Chapter Text
La doctora Bulma Briefs, una reconocida neuróloga con una mente científica e inquebrantable, es convocada para atender un caso que desafía toda lógica médica: un hombre llamado Vegeta Saiyan, heredero de una antigua familia de abolengo, sufre un accidente y despierta afirmando ser otra persona... un conquistador del siglo XVII.
Obligada a trasladarse a la Hacienda del Río Azul, Bulma se ve envuelta en un lugar donde el tiempo parece suspenderse, las sombras susurran y los retratos antiguos parecen respirar. Cuanto más estudia a su paciente, más siente que algo dentro de ella comienza a recordar lo que jamás vivió.
Entre sesiones médicas, noches de luna llena y sueños cada vez más reales, la doctora Briefs descubrirá que hay heridas que trascienden los siglos y amores que no mueren, sólo esperan ser recordados.
En esa hacienda perdida entre el mito y la historia, donde el río murmura nombres y las velas nunca terminan de apagarse, Bulma deberá decidir:
¿Podrá seguir creyendo que todo es producto de la mente humana, o caerá en el mismo hechizo que consume a Vegeta?
Porque las leyendas no son solo simples cuentos, siempre en esas historias hay un rastro de verdad, que transmuta con el tiempo.
Y la de La Llorona quizá no sea un cuento, es una leyenda que suena en muchos lados pero que pocos saben que nació ahí, nació ahí en el Río Azul, no es una fantasía sino la verdad que ambos han olvidado...
//////
Este fin ha sido hecho con todo mi amor, inspirado en una de las leyendas que de niña siempre hizo pensar... en el imaginario mexicano la llorona es una mujer que ahogó a sus hijos... y que vaga penando su maldición... que se le castiga con el escarnio y señalándola... toda leyenda tiene vestigios de verdad, ¿cuanto de eso es verdad y cuanto fue invento?
¿Que debió pasar para que una mujer fuera llevada a tomar tan terrible decisión? Esta obra es mi forma de honrar la memoria de los muertos, incluso de los de las leyendas... con mucho cariño y respeto, espero les guste mi versión de la leyenda de la llorona, al estilo Vegebul...
Con Cariño Desert Rose 🌹
Chapter 2: Capítulo I: Dos mundos colisionan
Chapter Text
Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.
Ay de mí, llorona! Llorona tú eres mi xunca ¡Ay de mí, llorona! Llorona tú eres mi xunca
Me quitarán de quererte, ¡ay! llorona, pero de olvidarte, nunca.
Me quitarán de quererte, ¡ay! llorona, pero de olvidarte, nunca.
Ay, de mí, llorona. Llorona de azul celeste. Ay, de mí, llorona. Llorona de azul celeste
Y aunque la vida me cueste llorona, no dejaré de quererte...— La llorona, canción popular mexicana
Hace siglos, cuando el mundo aún mezclaba religión y superstición, y la ciencia estaba completamente relegada a artes que a veces solían ser de dudosa procedencia, y el mundo conocido aún descubría nuevas tierras.
Vegeta y Bulma vivieron una historia prohibida. Él no era un humano común, sino un conquistador que había llegado a las nuevas tierras, atraído con la promesa de riquezas que la nueva tierra prometía.
Allá en la tierra que dejaba no era nadie, se había casado con una mujer que aborrecía, una de esas mujeres de rancio abolengo, una mujer que él detestaba, que no hacía vibrar su sangre que no le llenaba, pero que tenía una magnífica dote, y un buen apellido, aún así no sería suficiente para vivir la vida de riquezas con la que nuestro conquistador soñaba.
Vegeta I vivió con la amargura de nacer en una cuna noble arruinada, que por única real riqueza tenía un apellido noble pero ya casi olvidado y nada más.
Se casó con ella... Con Lin Shakuhachi, una mujer hermosa, como todas las mujeres nobles de alto abolengo, y al igual que esas mujeres, comprometida estrictamente a ejercer su papel más acorde con un florero que como una mujer real.
Vegeta cumplió con lo requerido, se desposó con ella tal como su padre quien murió endeudado y ahogado en alcohol habría querido. Se casó con una mujer con una dote atractiva.
Pero tal como preveía las deudas dejadas por su finado padre eran tantas que lo que les quedaba de aquella dote para vivir era para una vida modesta y no una de lujos como a la que Lin estaba acostumbraba y definitivamente ella creía que se merecía.
Cuando ella llegó a su nuevo hogar la mansión de los Saiyan, aceptó cumplir con sus deberes matrimoniales tal como su madre abochornada le indicó:
—Acuéstate y quédate quieta ahí vestida con estas enaguas hija— dijo su madre mientras la miraba seria y hablando con ese dejó de desdén, de asco que hablar de esos sucios menesteres le suponía.
—Este es el deber más sufrido de toda mujer pero más importante como esposa, para eso es que nos casamos, solo recuéstate y voltea hacia un lado, los hombres son unos animales y son bastante experimentados, sabrá qué hacer. Trata de no gritar ni mostrarle tu dolor, por qué si, dolerá y la primera vez sangrarás pero eso le probará tu pureza —
Eso había dicho su madre y salió de esa plática lo más pronto posible, como si hablar de aquello le
asqueara en demasía.
Su madre le había dicho que su esposo solo la molestaría en un inicio, mientras concebía, después para fortuna suya la dejaría en paz y si era bendecida él se conseguiría alguna amante que satisficiera sus asquerosos instintos de copulación.
Así que Lin soportó su deber como esposa como le dijeron, y tal como dijo su madre, para fortuna suya no fueron tantos meses, pues prontamente su reciente esposo le anunció que partiría a las nuevas tierras pues había obtenido una plaza ahí y pensaba partir, y en algunos años más, cuando ya estuviera acomodado ella lo seguiría. Eso era lo que él había comentado.
Por mientras la corona le enviaría a ella el pago por los servicios de su esposo. Lo que le permitiría a ella llevar esa vida de lujos que tanto deseaba, sin la pesadez de tener que soportar los deseos libidinosos de un hombre en su vida.
Y así Vegeta, de la familia de los saiyan partió rumbo a esa nueva tierra, sin sentirse afectado por dejar a su esposa atrás, Lin era rubia y hermosa, pero tan frívola como se esperaría que fuera una mujer de alcurnia de esa época, y vio partir a su esposo con alivio, pues no le había dicho a nadie, el deseo libidinoso de ese hombre y le avergonzaba mucho que ese sujeto la tomara cada noche durante el tiempo que estuvieron casados, lo que la dejaba llena de fluidos corporales de los cuales se espantaba y asqueaba. Pues cual fiel mujer devota y religiosa, veía en la consumación del matrimonio un acto impuro y poco placentero pero necesario. Era solo un deber para concebir y asegurar un heredero.
Así que Vegeta partió sin sentir remordimiento, en compañía de sus fieles amigos, Nappa y Radditz, sin saber que así comenzaría el mayor pecado que en esta vida se hubiese cometido y el castigo que le llevaría a su alma a vagar por la tierra siglos y siglos enteros...
En aquel nuevo mundo se hallaba ella, Bulma, una mujer sabia y brillante, hija de un cacique nativo de buen rango en la tierra descubierta, quien comerciaba con artefactos hechos con la ciencia antigua y milenaria de esa región, además de cuidar de las tierras que le
pertenecían y que sembraban él y el pueblo que trabajaba en sus tierras.
Cuando Vegeta llegó pronto le sonrió la suerte y junto con sus colegas ayudaron a pacificar muchas zonas donde los nativos aún se revelaban. Para él esa gente no eran realmente personas como él, sino bestias humanas, los miraba con desdén, como seres ignorantes, que valían lo mismo que un esclavo para él. Aunque el gobierno del reino al que pertenecería, y que se había apoderado de esas tierras, pedía que de tomar un ciudadano suyo tierras en ese lugar, garantizase protección a los nativos que vivían en esa zona.
Así que con las batallas ganadas Vegeta I se había hecho de fama y ahora debido a tan enorme servicio prestado a su país le concederían las tierras que él deseara en pago a todos sus servicios.
Y tal vez esta sería una historia diferente si sus destinos jamás se hubiesen cruzado. Y de hecho, no tendrían que haberlo hecho pues al lugar hacia el que el último miembro de la familia saiyan se dirigía, era completamente alejado de donde ella, vivía.
Pero el destino es caprichoso y a veces tiene sus planes que resultan ser tan distintos a lo que creemos. Y así, por azares de la vida, Vegeta enfermó de una enfermedad desconocía para ellos pero muy común en ese nuevo sitio, y cayó en cama.
Tuvieron que detener su travesía hacia las tierras que él deseaba ocupar, para que él descansase y reposara la enfermedad y se pudiera mejorar.
Pero ocurrió lo que muchas veces ocurre cuando una enfermedad desconocida afecta aún ser humano por primera vez, que nuestro cuerpo no reacciona como se espera y la vida peligra.
Y así fue que desesperados sus acompañantes recurrieron a los mejores médicos de la zona, pero los médicos que ahí se hallaban era como ellos eruditos del reino, que habían migrado a ese nuevo sitio, todos esos médicos identificaron rápidamente los síntomas, de una enfermedad mortal para las personas que como ellos habían llegado a ese sitio, pero inocua para quienes tenían raíces en esa nuevas tierras, desconocían por tanto la forma de tratar dicha enfermedad.
Uno de ellos se apiadó de los desesperados amigos — Llévenlo con el cacique de esta tierra, tendrá curanderas que puedan ayudarlo, es su mejor opción, esta no es una enfermedad que la gente educada como nosotros pueda tratar.
Es una enfermedad proveniente de un pueblo de barbarie.— Dijo a modo de explicación.
Radditz y Nappa llevaron a Vegeta inconsciente hasta la casa del cacique nativo de es zona. Quien sin tener en su corazón ningún resentimiento por los conquistadores que vinieron a subyugarlos, los ayudó.
Regresen en 3 semanas, para entonces estará vivo o muerto, no sabemos pero si es que sobrevive no podrá abandonar el reposo hasta después de ese tiempo.— Indicó el buen cacique.
Y así fue como Bulma fue convocada por su padre —Eres la que mayor conocimiento de la herbolaria tiene, te confío su cuidado hija mía...—
Fue todo lo que dijo dejando a la hermosa y desconcertada mujer al cuidado de ese hombre.
Al inicio ella no sabía cómo ayudarlo, se veía tan frágil, se dio cuenta que la muerte ya tenía las manos sobre él, sería una batalla difícil, y no sabía si lo podía salvar, pero su padre se lo había pedido, así que decidió intentarlo.
Se encargó juntos con otras mujeres de cuidarlo, él estaba tan débil e inconsciente que no solo lo alimentaba, lo bañaba y cuidaba con devoción casi absoluta.
Pronto sin poder evitarlo Bulma cayó enamorada de ese ser.
Cuando Vegeta despertó se halló de frente con el ser más hermoso de la tierra. Bulma era una fuerza de la naturaleza, su belleza era tal que hechizó el corazón del conquistador de inmediato, quien olvidó a la seca e insulsa esposa que lo aborrecía, y que se había quedado olvidada en aquellas tierras que ahora parecían tan lejanas a su nueva realidad.
Vegeta despertó con la garganta ardiendo, los labios secos y la sensación de haber cruzado un infierno de fiebre y visiones.
Cuando abrió los ojos, se sintió mareado, perdido, no reconocía el lugar, parecía una choza nativa, era un cuarto fresco y limpio hecho de madera, con un techo de paja, estaba sobre una cómoda cama circular, a primera vista pensó que era la casa de un ser humilde de ese sitio, pero ya que pudo observar con más detalle, se dio cuenta de su error.
Aquel no era cualquier sitio, definitivamente era una casa con cierto lujos, aún siendo el dueño seguramente un aborigen del lugar. Lo primero que vio fue un rostro de ojos turquesa, una piel luminosa bajo el fuego del atardecer, y un perfume de flores que no existían en su mundo.
—No te muevas —dijo ella sorprendiéndolo al hablar su mismo lenguaje pero con un tono suave, y con ese acento que parecía cantar cada palabra, haciéndole ver que ese no era su idioma nativo. —La fiebre apenas se ha ido.— confirmó ella.
Vegeta la observó con cautela, confundido, desconfiando. Nunca había visto ojos así... ni en una mujer de su tierra, ni en los retratos de los reyes o de alguno de los santos.
—¿Dónde estoy? —gruñó, intentando incorporarse.
—En la casa de mi padre, el cacique de estas tierras, llevas días entre la vida y la muerte, pero al fin tu alma se decidió a pelear y mantenerte con nosotros en esta tierras, aún no es momento de tu muerte.—
Ella le colocó una compresa en la frente, su contacto era fresco, firme, casi maternal. Pero debajo, había algo más, una energía que el guerrero reconoció sin entender: poder.
Vegeta apartó la mano con brusquedad, no estaba acostumbrado a las manos femeninas para los cuidados médicos.
De donde él venía las mujeres que valían la pela servían para engendrar hijos y las que no, para divertirse, con ellas. Pero ninguna ejercía el oficio médico, salvo aquellas que atendían a otras mujeres, usualmente a las mujeres de baja cuna que debían dar a luz y no se podían permitir pagar un doctor de verdad y debían de acudir a ellas: A las parteras.
—No necesito cuidados de una mujer.— Dijo en forma seca y tajante.
Bulma lo miró con calma —Entonces muere solo, extranjero. —Se levantó con dignidad y salió de la choza.
El orgullo de Vegeta chocó con la voz de la conciencia. Sabía que sin esa mujer estaría muerto y por primera vez en su vida, la arrogancia no le sirvió de escudo y la soledad se apoderó de él.
A pesar de que ella no volvió, vinieron otras personas a ayudarlo, de alguna forma se percató que a pesar de haberla ofendido, ella continuó velando por él.
Una noche no pudo dormir, a través del umbral de palma, vio su silueta bañada por la luz del fuego, moliendo hierbas, cantando en un idioma que no entendía. Sus labios se movían con un ritmo que no era plegaria... era un conjuro, como si le cantara en un susurro al agua.
El fuego crepitó, y ella parecía más divina que humana, cuando ella levantó la mirada, sus ojos se cruzaron.
A partir de ese momento, Vegeta supo que no podría huir de ella, su corazón latió desbocado, su sangre ardió dentro de él y el duro deseo por tenerla, por poseerla, pero no solo un instante sino para siempre, lo poseía... Un deseo que marcaría un destino que desembocaría en tragedia... pero que en ese instante ninguno de ellos preveía.
///////////////
OK este es el primer capítulo de este fin corto, y aunque desde el inicio dejé claro que está inspirado en la leyenda de la llorona en México, quise dejar dentro de la historia de este fin, muy ambiguo el nombre del país del que provienen los conquistadores, y cuales fueron las tierras que conquistaron. ¿Porqué lo hice? Porque podría ser cualquiera de los países no solo de América Latina, sino cualquier país que fuera colonizado, en donde esto sucedió.
Nuevamente reitero, este fafic es una forma respetuosa de traer al presente historias que se entretejen el pasado y el presente con la ficción.
Por cierto aclarando que el OC Lin que uso en este fin, es creacion de #nieblaneitor quien creó este OC para sus maravillosas historias Vegebul, y que me ha dado autorización de poder usarlo en esta historia.
Estaré publicando cada 2-3 días un cap, el fic es cortito y ya está acabado... espero les guste y me cuenten com les pareció este inicio.
Desert Rose rose 🌹
Chapter 3: El deseo y la condena
Chapter Text
Atención ⚠️⛔️ Este capítulo contiene escenas eróticas con contenido sexual. Leer bajo su propia responsabilidad.
Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.
Vienes caminando y no sabes tu destino. Conquistando sueños sueñas llegar a ser deidad. Sigues caminando sobre viejos territorios, invocando fuerzas que jamás entenderás...— Aquí no es así, Caifanes.
"Olvidó que en su mundo, el amor no es lo más importante. Y ese error, le costará hasta el alma..."
Pasaron las semanas, Bulma lo curó sin pedir nada. Pero cada día que pasaba, su presencia se hacía más peligrosa.
Ella era distinta a cualquier mujer que Vegeta hubiera conocido. No obedecía, no se humillaba, no se doblegaba ante los títulos ni los rangos.
Le hablaba como a su igual, con la misma seguridad con la que un águila enfrenta al viento.
Él la deseaba. Pero no como a una amante o una conquista: la deseaba como quien busca salvarse y eso lo aterraba. Jamás se había sentido así ni por su esposa ni por nadie.
Una tarde, mientras ella preparaba una infusión, Vegeta que ya se hallaba mejor y daba ahora paseos cortos, se acercó por detrás. Su mano la tomó del brazo, deteniéndola.
Bulma giró, molesta —¿Qué haces?— cuestionó mientras le daba una dura mirada, con esos ojos azules que lo atravesaban como dos dagas de diamantes.
—Eres una bruja.— Dijo con rabia por no entender lo que le sucedía o sentía por ella.
Cerca de ella sentía como su sexo se endurecía, la deseaba como jamás había deseado a mujer alguna.
—¿Y tú quién te crees? —replicó ella sin miedo— Te crees un dios todo poderoso pero solo eres un hombre que mata por oro, ¿No es así?
—Soy un hombre que no debería desearte— La atrapó entre sus brazos.
El silencio se hizo largo, solo se oía el rumor del río.
—Pero lo haces —dijo ella, sin apartar la mirada.
Vegeta respiró hondo, no respondió, dejó que su cuerpo lo hiciera por él. El beso llegó como una tormenta: húmedo, ardiente, violento.
Bulma lo correspondió con la misma fuerza, comenzaron a besarse de tal forma como jamás ella había sido besada.
Vegeta Saiyan era en definitiva un conquistador, no pedía permiso, entraba y tomaba lo que quería, la devoraba.
Bulma pudo reaccionar al sentir que los besos que él le daba iban bajando por su cuello a hacia su frondosos pechos.... — Vegeta basta...— Dijo y su voz se escuchaba trémula, indecisa.
Pues su boca decía que no... pero su cuerpo reaccionaba enter a él.
— No podemos hacer esto, no puedes mancillarme así, soy la hija del cacique que te salvó la vida...— Desesperada dijo.
Sus ojos le rogaban que siguieran pero su boca decía otra cosa y por primera vez él lo comprendió.
No quería tomarla como un juego, mientras la besaba se dio cuenta que lo que sentía por ella no era algo pasajero. En el correr de los días ella había capturado su corazón y realmente la amaba.
Era un amor que no debía ser... los matrimonios mixtos, no estaban permitidos. Ella era de una raza inferior, de la raza aborigen, además él ya tenía una esposa, una que estaba a un océano de distancia y que no le importaba, pero al final seguía siendo su espora. Aún así el conquistador siempre encontraba la manera de torcer las leyes y de esa manera comenzó a maquinar un plan.
Pensó que la distancia que había entre él y la insípida esposa que tomó por interés, sería siempre enorme.
Y tomó una decisión... No, no podía hacerla su esposa, porque él ya tenía una, pero podía hacerle un lugar a su lado.
—No voy a robarte tu pureza hoy —dijo al fin, su voz ronca por la excitación.
—No podemos casarnos, no nos lo permitirían... pero serás mía. Serás mi concubina, mi única y verdadera mujer—
Sellando así una promesa, pero sin decirle la verdad completa, que aún cuando algún día, el reino al cual debía su lealtad el conquistador, diera el beneplácito para matrimonios mixtos, él jamás lo podría hacer porque él ya estaba casado...—
No le robó la virtud esa noche, pero la amó con todo su cuerpo.
Descubrió en ella la inocencia y la pasión, la mezcla exacta de fuego y ternura. Le enseñó placeres que ella jamás habría imaginado, y Bulma abrazó esa sensualidad sin vergüenza, descubriendo en él un mundo nuevo.
Sintió la calidez florecer en su vientre mientras él, ávido como un niño hambriento se aferraba a sus senos.
Le costó no gemir alto mientras se tapaba la boca y se retorcía en el suelo temblando de éxtasis mientras sentía la cabeza de Vegeta entre sus piernas.
A la mañana siguiente, el conquistador se acercó al viejo cacique, y le explicó la situación, escudándose cobardemente en la regla que prohibía los matrimonios entre ellos, pero pidió la mano de Bulma como concubina de honor, prometiendo protegerla y darle una vida digna.
El viejo cacique sentía que los años le pesaban, su hija mayor había huido con alguien de otra aldea hacía tantos años y nunca volvió a saber de ella.
Y su esposa, había muerto hacía tanto, dejándolo solo con su hija menor, los años le pesaban al viejo hombre en los huesos y cada día no se hacía más joven sino más viejo, así que ese acuerdo era el mejor, para que su hija quedará protegida.
Vegeta saiyan renunció a irse en busca de las otras tierras al descubrir que de hecho las tierras del viejo cacique eran mejores.
Aceptó que las tierras pasarán a él a cambio de protección a su pueblo y cuidar y proteger a su amada hija, protección, que el reino autorizó.
Esa misma noche, bajo los cantos del ritual nativo, sellaron su unión y por primera vez, Bulma se entregó por completo.
Mientras Vegeta la desvestía, la admiraba a la luz de las velas, viendo lo que un día anterior en la oscuridad del rio no pudo, apreciando así la núbil desnudez de la mujer.
La besó toda, le enseñó el arte de la sexualidad, ella era ta diferente a las persignadas mujeres de su raza.
Abrazó la sensualidad que él le mostraba en una forma tan impúdica y desvergonzada como jamás antes ninguna mujer lo había hecho.
Vegeta incluso temblaba mientras su sexo caliente y duro se abría paso en ella, la sintió temblar, mientras sus uñas se encajaban en su espalda, podía sentir esa calidez dentro de ella abrazarlo mientras embestía suavemente dentro de ella, ayudándola a adaptarse a su forma y tamaño, incluso pudo oler el ferroso olor de la sangre, que demostraba que ella había sido pura, y se sintió un rey, al saber que era el único que poseía ese cuerpo maravilloso, esa alma tan bondadosa, en verdad la amaba.
Tan pronto como pudo, construyó una casa que era el doble de grande que la que había dejado atrás en su tierra natal, la llenó de joyas y lujos. Y aunque no era más que una concubina, a ojos de todos en la región era la esposa de Vegeta.
La alegría se duplicó cuando nació su primer hijo Trunks, y luego se hizo incluso mayor cuando una hermosa princesita tan bella como su madre nació: Bra.
En esa época fue cuando por fin los dioses antiguos reclamaron la vida del padre de Bulma quien una noche se fue a dormir y ya no volvió a despertar.
El viejo cacique se fue en paz, al creer que había dejado a su hija bien protegida. Pero la vida tiene sus propias reglas, y a pesar de que el conquistador enviaba poderosas sumas a su esposa para tenerla viviendo con lujos alejada, con la ferviente esperanza de que ella jamás quisiera hacer tan detestable viaje y se quedara por siempre en su tierra natal.
Lo que no entendió es que los ojos de su esposa brillaron con cada cofre de oro y joyas que le llegaban, haciéndola pensar cada día si valdría la pena hacer dicho viaje o no...
Pasaron los años... su hijo Trunks ya tenía 8 años, la pequeña Bra 5, la vida era era felicidad para todos.
Vegeta dormía cada noche al lado de una mujer de la que estaba locamente enamorado, juntos era fuego y pasión, Bulma jamás se cansaba de descubrir su sexualidad a su lado, actos que para muchos serían escandalosos, actos que solo las meretrices hacían, que las damas refinadas jamás harían a sus esposos, ella hacía. Porque se amaban y para ellos lo más natural era expresar su amor... todo fue así, hasta que un día aquella funesta carta llegó.
Una donde su esposa le notificaba que se embarcaba rumbo a la nueva tierra, y que llegaría máximo 3 meses después de la carta, sin entender la magnitud de desastre que esa horrible noticia traería consigo...
/-/-/-/-/
Ahhhhhhhhhhhhh, alguien a parte de mí quiere golpear a Vegeta 😫😭?
No me gusta nada esto... quiero llorar.... ¿Porque la felicidad no puede ser para siempre?
Bueno me gustaría escuchar sus teorías de lo que creen que va a pasar 🥺💙.
Como siempre gracias por leerlo 🤗
Desert Rose
Chapter 4: Capítulo III – La traición sabe a sal
Chapter Text
Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.
Llegas como la niebla en la noche, esperas para liberarte cuando el silencio se rompe.
Cubres cada camino de sombra, vistes de blanco y tu boca grita llorando mi nombre
Miedo, no quiero irme contigo, no puede ser mi destino, deja que me quede aquí... — Calavera, Carlos Rivera
"El mar no siempre trae riquezas. A veces, trae consigo los fantasmas que creímos haber dejado al otro lado del mundo."
El viento del atardecer cargaba el aroma del río, mezclado con el perfume dulce de las flores que Bulma había trenzado esa mañana en el cabello de Bra. La casa resplandecía bajo los rayos del sol. Mientras los niños reían y jugaban en el patio, y por un momento todo parecía perfecto...
Hasta que Vegeta apareció en el umbral, con la mirada perdida y la voz quebrada. Bulma lo vio extrañada, pero sabía que no debía preocupar a su hijos, los mando con una de las nanas que la ayudaban a sus cuartos mientras se acercaba preocupada a su esposo.
—Debo hablar contigo —fue todo lo que él dijo, sin atreverse a sostenerle los ojos.
Bulma notó algo en su tono, algo que la hizo sentir un escalofrío recorrerla. Con el corazón latiéndole con prisa sin entender el motivo de ese mal presagio que sentía le preguntó:
—¿Qué sucede, amor?—
Vegeta respiró hondo, caminó hacia ella, y la tomó de las manos. Esa simple acción bastó para que ella sintiera el temblor. Jamás había visto temblar a ese hombre, Vegeta era fiero y temerario, parecía no temer a nada, hasta ahora. El silencio fue largo, espeso, lleno de presagios funestos.
—Cuando partí de del reino y llegué a estas nuevas tierras que ahora también pertenecen a la corona a la que sirvo... no lo hice como un hombre libre. —Las palabras salieron duras, casi sin aire—Estaba casado.
El mundo pareció detenerse.
Bulma se apartó un paso, luego otro, hasta que la espalda chocó con la pared. Su respiración se volvió agitada, mientras sentía un dolor inmenso en el corazón, al sentir el cuchillo de la traición clavándose en su pecho. Sus ojos llenos de lágrimas que aún no caían.
—¿Casado?... —susurró mientras su vista se desenfocaba y emborronaba producto de todas las lágrimas que ya se agolpaban en esos azules ojos, casi turquesa.
—Fue un matrimonio arreglado. Lin Shakuhachi... hija de nobles, fue un matrimonio de conveniencia que servía para salvar mi casa y propiedades, jamás nos amamos, el amor no tiene que ver allá con el matrimonio, solo la conveniencia —Vegeta bajó la cabeza avergonzado al aceptar lo que había escondido todos esos años — No la amo, no la amé nunca... La detesto, Bulma. Fue solo un apellido, una obligación que me ató antes de conocerte.
Ella lo escuchaba, sin moverse. El corazón se le rompía en mil pedazos en silencio.
—Entonces... ¿Todo fue una mentira? ¿qué soy para ti? ¿Qué son mis hijos para ti?—Preguntó con voz temblorosa mientras cerraba los puños con furia.
—Son mi vida Bulma, no lo dudes—dijo él, con una desesperación cruda.
Pero ella no lo dejó continuar — ¡Mientes! ¡Todo lo que sabes es mentir! Papá te cedió sus tierras esperando que nos protegieras y después de todos estos años me entero que mis hijos son solo unos bastardos... y yo no soy más que tu puta...— Se le quebró la voz por el dolor mientras caía al suelo envuelta en llanto.
— ¡Eso es mentira! ¡Tu eres mi esposa! No me importa lo que dicten las leyes del reino, Bulma, mi verdadero mundo está aquí contigo.
Cuando ella llegue... le ofreceré todo el oro que tengo. Haré que regrese al reino, vivirá como una condesa, y nosotros podremos seguir nuestra vida. Nada cambiará, te lo juro.
Las lágrimas rodaban a raudales por las mejillas de la hermosa mujer. Bulma lo miró, y en su mirada había un dolor profundo.
—Todo cambiará, Vegeta, todo ha cambiado ya... Tienes otra mujer, una que tu reino reconoce y la que puede tomar posesión de todo porque tu reino lo respalda. Mis pobres hijos, los he condenado, no... los has condenado a una vida de bastardos engendrados con una nativa... no serán mejores que los esclavos... nunca tendrán derechos — lloró desconsolada, sintiendo que sus dioses la había abandonado, que le habían dado la espalda como castigo por mezclar su sangre con la del hombre que venía la raza que destruyó a su pueblo.
Vegeta la abrazó, desesperado, sus manos buscaron su rostro, su cuello, su espalda.
—Nada cambiará te lo juro—susurró contra su piel, besándola con una necesidad que rozaba la locura, —yo podré solucionar esto, créeme por favor Bulma...— ahora era él quien por primera vez en su vida, lloraba como un niño.
Ella lo permitió, lo dejó adorarla con esas caricias, y respondió a su toque, lo amó una vez más esa noche, con el alma desgarrada. Entre sollozos y caricias, entre lágrimas y gemidos, se aferraron el uno al otro como si el amanecer los fuera a destruir.
Sus cuerpos hablaron donde las palabras ya no podían: un amor condenado, pero aún ardiente.
La piel de Bulma brillaba con el sudor del deseo y la tristeza; Vegeta la besó en la frente, en los párpados, recorrió su perfil con los dedos, besó su cuello y bajó sus besos a sus senos y siguió el camino de su ombligo que lo llevaba a ese precioso montículo de rizos azules hasta llegar a ese paraíso escondido entre sus piernas que tanto amaba saborear, la hizo llegar al cielo con múltiples orgasmos para después entrar en ella, entregándose con deseo y pasión, hasta que ambos se quedaron sin aliento, intentando olvidar que en un futuro cercano, todo su mundo cambiaría...
Tres meses después, el carruaje llegó bajo un cielo gris, cubierto de nubes tan pesadas que parecían anunciar el fin del mundo.
Las ruedas de los carruajes se hundían en el barro, debido al pesado cargamento que contenían: baúles, espejos, tapices y muebles tallados en madera fina del reino.
Mientras esa gran comitiva llegaba, el aire cambió. Hasta los pájaros guardaron silencio. De la carroza descendió Lin Shakuhachi, la esposa legítima del conquistador.
Alta, blanca como el mármol, vestida en satén y encaje. Su rostro era hermoso, angelical, pero su mirada... era helada, frívola.
Llevaba guantes de seda y un abanico de plumas; tras ella, una fila de sirvientes cargaba con el peso de su vanidad y a su lado un chiquillo arrogante llegó, el hijo primogénito de Vegeta.
Entró sin pedir permiso, sintiéndose dueña de lo que con base a las leyes le pertenecía. Vegeta fue avisado de esa intempestiva llegada.
Había logrado que sus amigos llevaran a sus hijos a la antigua casa de su abuelo, que si bien no habitaban, mantenían bien cuidada. Para fortuna suya, sus hijos no pasarían la humillación que para desgracia suya su amada Bulma no podría evitar sufrir.
Vegeta Saiyan esperaba a su esposa oficial en el vestíbulo.
Bulma, a un lado de él, veía llegar a esa mujer con ínfulas de reina, mirando todo con desdén y desprecio, calculando seguramente todos los cambios que quería hacer en su casa.
—Así que esta es la tierra que tanto te ha retenido, esposo mío —dijo Lin, sin sonreír— La casa es grande, te concedo eso como un buen mérito, pero arreglada con un pésimo gusto. Se nota la falta de clase, y la vulgaridad en ella, es algo que deberé corregir.— Dijo altanera
Vegeta la saludó con rigidez. — ¿Lin, a que has venido? En estas tierras salvajes como las llamas cada vez que me escribes, no hay la diversión elegante y refinada a la que estás acostumbrada.—
Intentó hacerla entrar en razón. De pronto entró el otro miembro de su familia oficial, su primogénito, Lin había estado embarazada cuando Vegeta se fue, Bulma miró la cara de ese joven, sus facciones eran más parecidas a la madre aunque había algo en los ojos que le daba el mismo tipo de mirada de Vegeta, tal como Trunks, no podía negar el parentesco y algo dentro de ella se rompió aún más.
— Padre— saludo formal su hijo mayor Yam, quien le llevaba dos años a Trunks.
— Cariño, Ve a escoger tu nuevo cuarto, mientras mamá habla con tu padre, la casa está un poco desordenada y aún no ha terminado de sacar la basura de aquí, aunque fue algo que debió de hacer antes de que llegáramos.— Dijo con dulzura la mujer, y a pesar de su voz amorosa, sus palabras eran dardos venenosos contra Bulma y sus hijos.
Tan pronto su hijo desapareció, sus ojos recorrieron la habitación y se detuvieron en el retrato familiar: Vegeta, Bulma y los niños.
—¿Quién es ella? —preguntó, aunque ya lo sabía, debía ser alguna meretriz o amante de su marido.
Lo normal, no era tonta para creer que ese sujeto se habría pasado ese tiempo sin tener alguna concubina que le calentase la cama, y por ella estaba bien, le daba igual.
—Mi esposa ante el corazón, aunque no ante las leyes del reino —respondió Vegeta, con un tono que pretendía firmeza.
Lin dejó escapar una risa suave, venenosa.
—Osea que trajiste a esta ramera a vivir a mi casa mientras no estaba...— Dijo mientras volteaba a ver directamente a Bulma encarándola.
Camino hacia ellos, su perfume llenando el aire como un veneno dulce.
Vegeta intentó negociar, explicarle que su lugar era otro, que no debía quedarse. —Lin, te ofreceré una fortuna. Volverás a España, tendrás sirvientes, oro, una casa palaciega. No te faltará nada.
Ella lo observó con frialdad.
—Ya tengo oro, Vegeta, me has enviado mucho para que viva cómodamente, lo que no tengo es a mi marido, y ninguna mujer debería estar alejada de su esposo, así que aquí me quedaré.
Sus ojos, tan distintos de los de Bulma, se clavaron en ella, descargaría su furia en es meretriz.
No le importaba con quien se revolcaba Vegeta pero le irritaba y hería a su vanidad que parecía Vegeta amar realmente a esa mujerzuela, lo veía mirarla de una forma que ella jamás obtuvo. La enaltecía en esas tierras como no era más que una zorra.
—Sáquenla de mi casa —ordenó a los sirvientes que traía consigo. Bulma dio un paso atrás, humillada. Vegeta intervino, poniendose del lado de Bulma y defendiéndola pero Lin lo enfrentó con una mirada que heló su sangre.
—No olvides quién soy; soy tu esposa legal. La madre de tu hijo legítimo. Los quiero lejos de mí y de mi hijo. Ella y a sus bastardos.
—¡Cállate! ¡Jamás vuelvas a referiste a mis hijos de esa manera!— Furioso dijo.
Por un instante, todo el mundo se detuvo, Lin lo miró con odio puro.
—Esa mujer y sus bastardos se irán, o quieres que escriba a la corona y les haga saber que esa mujer es una bruja y que sus hijos son hijos del pecado... para que la Santa iglesia interceda y la castigue por manipularte.
Bulma, con el corazón roto, entendió que sería peligroso para ella y sus hijos quedarse cerca, recogió con manos temblorosas las fotos de sus hijos y se marchó de la casa.
Vegeta la acompañó hasta la casa del antiguo cacique, donde los niños jugaban ajenos al desastre que se cernía sobre ellos.
No habló durante el camino; el dolor era tan grande que las palabras parecían profanar el silencio.
Cuando llegaron, Bulma bajó del caballo. El viento le enredó el cabello azul, y Vegeta pensó que nunca había visto algo tan hermoso como ella, incluso con toda esa tristeza en sus ojos ella era infinitamente hermosa, y no la merecía.
Ella se volvió hacia él, los ojos enrojecidos. —Dijiste que nunca me harías daño...—
—Nunca quise hacértelo, créeme por favor Bulma. —La voz de Vegeta tembló por primera vez— Juro que esto no será el final.
Ella no respondió. Lo abrazó una última vez, sintiendo su olor, su calor, su alma entera.
—Te amo —susurró ella, y luego se apartó.
Sus hijos la habían estado esperando para ir juntos a jugar. Vegeta la observó marcharse con los niños de la mano, hasta que desapareció entre los árboles.
Pasaron algunos meses que solo eran un calvario constante, por seguridad de sus hijos y de ella, se mantuvieron recluidos en la casa de su padre, ella jugaba con sus hijos los entretenía, intentando que no se enteraran de la cruda realidad.
Vegeta dividía su tiempo en las mañanas pasaba tiempo en la casa grande intentando acercarse a su primogénito, al hijo que jamás conoció, la madre del chico no le habló de los bastardos de su padre, simplemente porque ella ya hacía sus propios planes para ocupar ese de ese asunto sin molestar a su hijo.
Las cosas entre Lin y Vegeta siempre eran cortantes, ríspidas, él no ocultaba su desagrado, su repugnancia hacia ella.
Un día que los deberes en las tierras lo llamaron Vegeta se ausentó de la casa del cacique donde pasaba sus tarde y noches, a pesar de la rabia de Lin, quien odiaba eso, no porque tuviese un interés romántico por él, sino porque eso era humillación para ella, que su esposo ocupara descasará en el lecho de la ramera estaba mal.
la función de aquella mujer era sólo satisfacer las bajas pasiones carnales que su esposo como todo hombre poseía pero nada más.
El saber que esa mujer lo tenía, la hacía rabiar, así que tomó una decisión, hizo un plan y uno de sus lacayos que llegó con ella del reino viajó a otro sitio de las tierras y creó un gran incendio para hacer que Vegeta estuviera fuera de la casa donde mantenía a su ramera y bastardos y cuando le confirmaron que estaba lejos fue a ese lugar.
Cuando llegó al sitio, Bulma sintió que el alma se le iba a los pies al ver a esa altiva mujer llegar así a su casa, pero decidió enfrentarse a ella.
Después de todo la casa del cacique había sido transferido bajo las leyes a nombre de su hijo varón, era la única cosa que ahora ellos poseían y ella no dejaría que esa mujer llegara a insultarla en su propio hogar.
Lin llegó y miró con asco el sitio, era grande le concedía eso, pero parecía una gran choza rural, si bien se vía que poseía lujos, podía ver la mano generosa de su marido en ella, no dejaba de ser una casa barbárica, llena de pecado.
Cuando llegó vio a dos mocosos corriendo y odió verlos, la estampa de la semilla de su marido estaba en ellos y los aborreció más.
Trunks y Bra se acercaron, la pequeña se quedó impactada al ver a la hermosa mujer que estaba ahí con su mamá, en efecto Lin era muy bella, pero no más hermosa que Bulma, simplemente de una belleza distinta.
Bra había sonreído tímidamente y se acercó a saludarlas, pero a pesar de lo impresionantemente bella que la mujer era, había una frialdad en la mirada que la intimidaba.
Bulma miró a su hijos y actuó con naturalidad, ——¿Pepper puedes llevara los niños a jugar? ahora estoy ocupada—
Pepper la nana de los niños asintió y los llamó — Vamos niños ya oyeron a su madre...— los azuzó.
— ¿Quién es esa señora mamá? — Preguntó Trunks a quien la mirada glacial que esa mujer le daba a su madre y a ellos mismos, no le gustaba nada.
— ¿Ni siquiera les has dicho quién soy y cuál es su lugar? A estas alturas ya deberían de conocerlo — Espetó Lin con asco.
— Luego hablaremos Trunks, vayan con Pepper ahora— Su hijo aunque chico sabía el tono de su madre cuando una instrucción que ella daba era indiscutible y decidió no preguntar nada pero lo haría al regresar.
Cuando ellos se marcharon Bulma volteó a verla con una mirada fiera — Dame una razón para que no te eche de mi casa, ¿A qué has venido Lin?
La esposa de Vegeta se sintió insultada, se levantó y se acercó amenazar a Bulma — ¿Tú casa? — Todo lo que ves aquí me pertenece, esta casa y todo cuanto hay aquí es mío y pronto me desharé de ti y de tus bastardos.
Pensé que sería fácil razonar contigo pero ya vi que no, será mejor que me deshaga de ti, puedo conseguirle más zorras a Vegeta, hay muchas mujeres de buena cuna que no tienen recursos en el reino y no tendrán problema en ser su amante y seguir mis órdenes.— Enojada dijo.
Bulma no se dejó... — ¿Pero quien te has creído? Esta casa no es de Vegeta, pertenecía a mi familia, a mi padre él cacique de estas tierras y le dejó a mi hijo estas tierras y las tierras que la rodean, que aunque pequeñas son mías y de mis hijos así que ¡Lárgate!— gritó furiosa.
Lin la miró con altanería, — ¿Deberías marcharte sabes? He escrito a la santa iglesia, le he contado de los casos de brujería y herejía que hay en estas tierras, cuando los misioneros lleguen me aseguraré de qué ellos vean la bruja que eres... te quemarán en la hoguera, y a tus bastardos los venderé como esclavos... Vegeta no puede protegerte, nadie puede—
Fue lo que dijo y se marchó.
Cuando Vegeta llegó ella ya se había dormido, al día siguiente temprano, fue informado de la visita de Lin pero Bulma no dijo lo que había pasado, evadió la pregunta.
Bulma estuvo casi todo el día como ida, cantando melodías dulces para sus hijos, regresaron a casa y les pidió alistarse para ir juntos a un picnic al lado del río.
Ambos chiquillos estaba eufóricos. Esa tarde, Vegeta los llevó al río, intentando fingir normalidad, su mujer estaba muy afectada y no había logrado hacer que le dijera qué fue lo que esa maldita le había dicho.
Pensaba ir a confrontar a Lin y amenazarla pero por ahora quería consentir a su mujer, que se sintiera segura, así que los llevó a ese picnic que disfrutaron juntos, felices.
Trunks y Bra reían, mojándose los pies en el agua; el sol caía dorado, sobre ellos. Bulma sonreía, pero su mirada estaba perdida.
— Papi, es divertido quedarnos en casa del abuelo, ¿Estaremos varios días aquí?— Preguntó inocente Bra quien no entendía que ya nunca volverían a la otra casa.
—Nos quedaremos aquí un tiempo —les dijo Vegeta, con voz suave— Estoy construyendo una nueva casa para nosotros, donde tendrás un cuarto el doble de grande mi princesita.
Los niños aplaudieron, felices, Bulma asintió, sin decir nada. Parecía una muñeca sin alma. Estaba ahí pero su mente no lo estaba, sus ojos estaban vacíos, su mente fragmentada.
Vegeta la observó en silencio. Sabía que la había comenzado a perder desde mucho antes de que Lin llegara, pero esa misteriosa visita del día anterior parecía haberla afectado de sobremanera.
El amor, la confianza, el orgullo, la fe... todo se había roto en ella, y temía perderla, no sabía cómo hacer para recuperarla.
El sol comenzó a ocultarse, aunque aún era de tarde, quedaba algunas horas de luz. Radditz llegó con él, llamando su atención.
— Lo siento Vegeta— Se disculpó se levantaron dejando un momento a su mujer y sus hijos ahí.
— Es Lin...— dijo en voz baja para evitar que Bulma escuchara.
— y ahora que quiere esa mujer — Dijo Vegeta con fastidio.
— Se enteró de la extensión de tus tierras y quiere quitárle tierras a la gente para dársela a sus amigos que llegarán pronto...—
Agradecía que al menos en eso la corona era estricta, — No lo hará, se oficializó ante el gobierno la cesión de la tierras a cambio de salvaguardar a los nativos...—
Radditz lo miró apenado — Deberás hablar con ella, está insufrible...—
Y aún cuando hablaron bajo, Bulma oyó parte de la conversación. No dijo nada, como tampoco lo hizo cuando Vegeta se acercó a ella.
— regresaré en breve, debo atender un asunto—
Fue todo lo que dijo, decidió que era importante ir a ponerle un alto en ese instante esa mujer.
Bulma asintió y sonrió. Cuando Vegeta se marchó ella había tomado ya una decisión, misma que venía maquinando desde un día anterior pero hasta ese momento no se había atrevido a llevar a cabo, con lo que escuchó entendió que no había otra alternativa, aprovechó y creó una pequeña fogata donde hirvió una infusión a base de hierbas, las cuales provocaban un sueño pesado que la persona no despertaría ni porque su vida dependiera de ello.
Sus pequeños después de reír y jugar se sentaron y se tomaron esa bebida junto con su comida, Bulma cantaba, suavemente mientras acariciaba el cabello de sus hijos... hasta que ellos se quedaron profundamente dormidos.
Ese día se había puesto ese magnífico vestido blanco, hermoso, que su esposo mandó a hacer para ella para el día de su boda... de su falsa boda.
Cuando Vegeta se lo había visto puesto para el picnic, se extrañó, pero la veía tan dolida que pensó que era una forma de sentirse segura y no la cuestionó, incluso vio que ella se arregló mucho más, Bra le dijo que se veía hermosa.
Ella había arreglado también muy bien a sus hijos, sus ropas no eran las más adecuadas para un día de campo pero eso a ella no le importó.
Y Vegeta la amaba tanto y la veía tan alterada que no quiso cuestionar nada.
Cuando por fin vio que sus pequeños se durmieron, se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas, se puso el velo de novia de su vestido que llevaba guardado en una bolsa y cargó a cada uno de sus hijos hasta la orilla del rio.
Cantó una triste cancioncilla, mientras entraba a las aguas del caudaloso río con su pequeño Trunks en brazos.
Ella sabía que destino le deparaba a sus hijos como hijos bastardos, sufrirían mucho, ella no lo consentiría.
Le pidió perdón a los dioses por lo que iba a hacer, pero su amor de madre era tan grande que cargaría con la culpa del pecado que cometería.
Se encomendó a los dioses antiguos, a aquellos que habitaban esas tierras mucho antes de que los conquistadores llegaran.
Mucho antes de que Vegeta llegara a su vida. Les pidió perdón por lo que iba a hacer y aceptó cargar con el pecado y la maldición que caería sobre ella por cometer semejante acto tan infame, a cambio pidió por las almas de sus hijos.
Uno por uno los sumergió en el río mientras les cantaba una canción de cuna... y cuando todo estuvo hecho, cuando de sus pequeños cuerpos exhalaron el último aliento de vida, gritó con el alma desgarrada mientras los dejaba acostados a la rivera del río.
— No.... Mis pequeños.... Noooo mis hijos, mis hijos mis pobres hijos... ¡Ay mis hijos!— gritó en desgarrador lamento, horrorizada y destrozada por lo que había hecho, corrió rio arriba hacia la cascada...
Vegeta había regresado lo más pronto que pudo, en compañía de Radditz y Nappa, sobre todo porque al terminar de discutir y aclarar las cosas con Lin, Yam, el hijo que tenía con ésta le dijo que odiaba ese lugar y quería regresar al reino, no vivir entre bárbaros, Vegeta les prometió una vida de lujos a cambio de que volvieran a su gran casa en el reino. Alejados de ellos.
Lin no había calculado que su hijo odiase el lugar, no había alta sociedad ni nada para divertirse, además era muy joven y toda su vida estaba en el reino y ella jamás dejaría solo a su primogénito, así que con coraje accedió, aunque en su mente pensaba juramentos de venganza.
Vegeta había regresado a la casa del padre de Bulma para contarle a ésta las buenas noticias, cuando los sirvientes le dijeron extrañados que ella aún no regresaba del río, ellos pensaron que seguían todos juntos y eso lo preocupó, ya estaba anocheciendo, podría haberles pasado algo.
Nappa y Radditz que iba con él se mantuvieron callados pero igual temerosos por la familia de su amigo.
Cuando llegaron al lugar del picnic halló las cosas que usaron pero no a su familia, corrió desesperado buscándolos.
Radditz halló uno de los guantes de la
pequeña Bra en el camino con dirección al
río, oró para que su familia estuviera bien, pero lo
que encontró lo desgarró por dentro.
Ahí estaban sus dos pequeños acostados boca arriba semi flotando, en el remanso sin corriente del río, ambos con la cara pálida, los labios amoratados, parecían que se habían quedado dormidos en paz dentro del río, que la muerte había sido gentil con ellos.
Vegeta pegó un grito desgarrador mientras abrazaba los cuerpos inertes de sus hijos y lloraba desconsolado.
Se aferró a ellos, sus amigos estaban en shock, pero prontos Radditz reaccionó, preguntando a Nappa donde estaba Bulma, estos empezaron en forma discreta a buscarla, y entonces escucharon un suave canto que provenía de donde estaba la cascada.
— Vegeta debemos encontrar a Bulma— dijo Radditz en tono respetuoso.
— Creemos que está en la cascada...— Dijo con el mayor tacto posible Nappa.
El que alguna vez fue considerado uno de los mejores conquistadores, dejó los cuerpecitos de sus hijos acostados, los beso en la frente y fue desesperado en búsqueda de su mujer.
Corrió como loco hasta la cascada, ahí estaba ella, la vio de espaldas, cantado, usando su vestido de boda, parecía como hipnotizada, solo viendo hacia el vacío por donde la cascada se vertía, sobre la que estaba parada, mientras él corría a su encuentro.
—¡Bulma!— grito desesperado, ella giró la cara y lo miró...
Le dio una tenue sonrisa cargada de tristeza — Ahora ellos descansan... nadie les hará daño y tú... tu podrás ser libre y cuidar de tu verdadera familia...—
Fue todo lo que dijo lanzándose al vacío.
— ¡Bulmaaaaa!—
Trató de seguirla pero sus amigos lo detuvieron para que no se aventara de la cascada.
Sería una muerte segura...
El río, azul y tranquilo, reflejaba la luna, mientras en esa noche aparentemente serena Vegeta había perdido al amor de su vida y a sus hijos, a toda su familia.
Llevaron a Vegeta a la casa del Padre de Bulma.
Lo llevaron a la que era su habitación y ahí había hallado la Carta que Bulma había dejado desde temprano, donde explicaba sus motivos. Pidiéndole que rezara por las almas de sus hijos y rogándole que ojalá algún día hallara el perdón para ella por su atroz acto.
Vegeta no pudo soportarlo más, se marchó un tiempo de ahí pero ya nada le importaba.
Cuenta la leyenda que regresó después de un tiempo, de algunos años, sus amigos lo acompañaron, pero una noche él escuchó la voz de Bulma que lo llamaba desde el río, y fue hacia ahí.
Sus amigos lo siguieron sospechando que fuera a cometer una locura.
Vegeta llegó a la cascada, escuchó la voz de Bulma y pudo verla, estaba nuevamente ahí, pálida, espectral, estaba por aventarse... no sabía si era real o no pero no la dejaría sola.
—No lo hagas— Suplicó Vegeta al ver aquella
Fantasmagórica aparición al borde del abismo a punto de saltar.
— Debo de hacerlo—dijo ella con su mirada triste.
—Entonces no lo hagas sola, saltemos juntos, llévame contigo — Dijo desesperado.
Ella sonrió, con esa sonrisa triste y le extendió la mano. Por solo un instante pudo rozar su piel, se hallaba muy fría al tacto pero eso a él no le
Importó, él solo quería ir con ella y con sus hijos.
Cuando ella se aventó lo hizo de espaldas, mirándolo solo a él, y él decidió seguirla, tomando esa mano, pero sus amigos lo retuvieron en el último instante haciendo que él se soltase.
Gritó desesperado y fue tanta su fuerza que hizo que los tres perdieran el equilibrio cayendo así Radditz, Nappa y él a la cascada... perdiendo todos de esa manera la vida...
/-/-/-/
Hacer este cap fue muy difícil, al menos a mí sí me dio mucho sentimiento 😭
Es justo lo que pasó? Pues no, y es horrible lo que hizo Bulma pero (y no justifica su acción) se sintió acorralada, ella lo hizo para liberar a sus hijos de lo que venía, no fue una acción pensada pero una acción hecha en la desesperación....
Me gustaría saber qué opinan...
Chapter 5: Cap IV Memorias que el río se llevó
Chapter Text
Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.
Aunque tú me olvides, te pondré en un altar de veladoras.
Y en cada una pondré tu nombre y cuidaré de tu alma... — Antes de que nos olviden, Caifanes.
"Algunas casas no guardan recuerdos... los respiran."
La alarma sonó como un golpe de hierro, Bulma se incorporó sobresaltada, con el corazón en la garganta y la piel perlada de sudor. La habitación estaba envuelta en esa luz gris azulada del amanecer que parece surgir de los sueños para mezclarse con la realidad.
Tardó unos segundos en orientarse, la respiración aún entrecortada. Otra vez esa pesadilla, otra vez esa voz desgarradora que le arañaba el alma desde lo más profundo del sueño:
¡Ay, mis hijos...!
Se llevó las manos al rostro, tenía los dedos helados.
Desde que había llegado a esa hacienda, las noches eran todas iguales. Fragmentos inconexos dé sueños, un vestido blanco empapado, un río, una mujer llorando bajo la luna. Cada vez un poco más nítidos, cada vez un poco más suyos.
El reloj marcaba las 6:04 a.m, suspiró y se levantó, arrastrando los pies descalzos por el suelo frío de piedra. La casa, aunque restaurada, conservaba ese aire antiguo, de muros que han escuchado demasiadas oraciones y demasiados gritos y lamentos.
Había llegado apenas tres semanas atrás.
Ella era una médico especialista en neurología y trastornos de la memoria, con un doctorado en psiquiatría también, Bulma Briefs había aceptado el encargo más extraño de su carrera: asistir a la familia Saiyan, una de las más antiguas y adineradas del país, en la rehabilitación del primogénito del linaje: Vegeta IV.
El contrato era tan generoso que habría parecido una trampa, de no ser porque Milk, su mejor amiga desde la universidad, insistió en que le hiciera caso al Dr Gero y aceptara el trabajo.
—No digas que no hasta conocerlos —le había dicho— El papá de mi Gokú trabaja con ellos, es el abogado de la familia, y habla maravillas de la propiedad. Llegas ahí y te sientes en ... otra época — fue lo que su amiga dijo y tenía razón.
El lugar no parecía una casa, parecía un recuerdo anclado en el tiempo.
La hacienda Del Río Azul se alzaba sobre una colina, con balcones de hierro forjado y ventanales que daban al cauce del antiguo río que daba nombre a la región.
Aun con toda su belleza, algo en el aire se sentía melancólico, casi vivo.
El día que llegó, la recibió un joven de mirada amable y voz gentil: Tarble Saiyan, el hermano menor del hombre que sería su paciente. A su lado varios empleados que trabajaban en la gran hacienda estaban ahí para recibirla, se sintió como una celebridad importante en lugar de una empleada a paga, que era su función ahí.
—Mi hermano estará encantado de recibirla, doctora —le había dicho con una sonrisa tenue—. Aunque le advierto que él no es... exactamente fácil de tratar.—
—Pocos pacientes neurológicos lo son — respondió Bulma con diplomacia.
Tarble sonrió de nuevo, con una mueca que no alcanzó los ojos.
—No, doctora. Me refiero a que él no está enfermo del cuerpo está enfermo del pasado, cuando sufrió su accidente en la cascada, algo le
pasó... Él no es el mismo desde entonces.—
Ella escuchó paciente mientras veía la carpeta de análisis que el colega suyo, el doctor Gero, un reconocido psiquiatra le había enviado.
Vegeta Saiyan decía en la carpeta, aunque lo correcto era decir vegeta IV pues era el cuarto miembro de esa añeja familia que llevaba el nombre del hombre que forjó la acaudalada fortuna que aún al día de hoy no hacía más que crecer y crecer.
Según los documentos que le habían enviado en su expediente, decían que Vegeta había sido desde chico afecto a la casa, pero que sus padres se sentían preocupados por la obsesión que el pequeño había desarrollado por esta y por el río, aunque nunca supieron explicar porqué.
Hasta que una noche siendo aún un jovencito, camino sonámbulo hasta la cascada, su padre logró alcanzarlo, y detenerlo antes de que saltara.
Después de eso dejaron de visitar la casa aunque la mantuvieron siempre en muy buenas condiciones, nunca el chiquillo después de eso habló de lo que pasó, y su padre quien fue el que lo halló a tiempo y evitó una tragedia, tampoco.
Vegeta tercero jamás hablaría de lo que vio aquella noche, pero él juraría que había visto una hermosa mujer vestida de blanco, con un bello traje que parecía de novia con un velo que le cubría la cara y que no le dejó ver quién era, ella tomaba a su pequeño hijo de la mano, alcanzó a escuchar esa voz suave y casi fantasmal que decía, —debes de recordar... — aquella mujer saltó y el pequeño Vegeta iba a hacerlo pero su padre logró agarrarlo de las ropas evitando una tragedia.
Una caída desde esa altura podría significar una muerte segura, el padre del jovencito jamás hablaría de eso, había enviado a varios hombres en forma discreta a peinar río abajo para buscar el cuerpo de la mujer pero nadie halló jamás nada, así que solo se llevó a su familia lejos y el infante parecía no recordar lo sucedido, y no volvió a insistir en volver, hasta hacía unos meses, que Vegeta IV siendo ya todo un hombre había regresado sin previo aviso a sus padres a vivir en la propiedad.
Lo habían acompañado dos de sus mejores amigos Nappa y Radditz, quienes todavía estaban ahora con él, solo que ahora habían ido al pueblo cercano a encargarse de algunos negocios.
Bulma se despejó y empezó a desayunar, Tarble había tenido que ir a revisar cosas para la próxima llegada de su prometida Gure, quien pasaría un tiempo también con él ahí.
Su padre Vegeta III que adoraba a su futura nuera, insistió en que acompañara a Tarble, además necesitarían de sus servicios, ella era una de las restauradoras de pinturas y murales más prestigiosas del mundo.
Y por lo que le había comentado Vegeta antes del accidente hacía algunas semanas atrás, la casa necesitaba un restaurador profesional que diera mantenimiento a los cuadros y murales.
Bulma desayunó sola en el gran comedor, llevaba algunas semanas ahí y aún no conocía al paciente.
Le habían pedido que primero descansara, y se relajara y comenzara a estudiar el caso además de darle así tiempo de terminar otros compromisos profesionales que tenía antes de comenzar el tratamiento, pues los señores saiyan querían el 100% de su tiempo dedicado en exclusiva a atender a su hijo, y aprovechar así a conocer la casa y adaptarse a ella.
Ese mismo tiempo le daría la oportunidad al joven de restablecer fuerzas y terminar de recuperarse del accidente.
Así que en todo ese tiempo ella no lo vio.
Vegeta Saiyan se había mantenido aislado en su recámara la cual estaba en el ala de la familia mientras ella estaba en el ala de los trabajadores, que si bien era un área más austera que la de los familiares, en realidad eran bastante cómodas, al menos su habitación lo era, no era de lejos similar a la de los familiares y amigos cercanos, que eran muy lujosas pero ella no se podía quejar.
A Bulma no le importaba, la recámara que le dieron, era enorme e incluso más lujosa que su propia habitación a pesar de ser considerada una recámara para empleados, además tenía todas las comodidades y a su lado tenía una pequeña habitación que tenía dos puertas una que daba acceso a su propia recámara y otra con acceso directo al pasillo general de esa ala de la casa, dicha habitación la empezó a moldear como su oficina.
Miro de nuevo el expediente, le habían pagado una suma exorbitante para trabajar en ese caso, el monto era no solo por la exclusividad de su tiempo, sino porque sería algo confidencial, nadie externo podía enterarse del estado mental frágil del heredero de los saiyan.
Los registros que tenían decían que hacía algunos meses atrás Vegeta regresó a su casa, no iba solo, y comenzó algunos trabajos de restauración, era raro pero no solo él, también sus dos amigos comenzaron también a soñar cosas en ese sitio. "Histeria colectiva" pensó Bulma al leerlo ese dato.
El doctor Gero quien era quien le proporcionó la información había concluido lo mismo con respecto a ese asunto.
Al parecer las pesadillas fueron en crescendo hasta que comenzó a caminar de nueva cuenta sonámbulo.
Sus amigos no quisieron preocupar a los padres de Vegeta, pues el plan solo era estar unas semanas más, antes de marcharse a otro sitio los tres juntos, así que solo cerraban bien y se aseguraban de que Vegeta no se saliera de la casa, siempre parecía caminar dormido rumbo al río y pensaban que una vez que volvieran a la ciudad su sonambulismo acabaría.
Hasta que una noche no saben cómo, pues ellos siempre se aseguraban de que los sirvientes cerraran bien las puertas, él pudo salir, Radditz juraría que había verificado todo, así que tal vez la chapa de la puerta ya no servía.
Nappa y Radditz tardaron en percatarse que Vegeta se había levantado sonámbulo, cuando lo hicieron corrieron al río pero no lo hallaron, escucharon voces, y siguieron en esa dirección, era la voz de Vegeta y de una mujer, pero cuando llegaron solo lo vieron a él lanzarse, era casi demasiado tarde aun así lograron sujetarlo pero estaba tan resbaloso que no lograron retenerlo bien y el cayó por la cascada.
Horrorizados bajaron al río a buscarlo, mientras llamaban refuerzos. Lo hallaron en la orilla del río recostado, milagrosamente estaba vivo aunque lastimado.
Tardó varias semanas en despertar, pero desde que lo hizo, su mirada era distinta, algo en él había cambiado.
Vegeta era y no era su amigo... actuaba distinto y no reconocía del todo a su familia.
Fue cuando contrataron al doctor Gero, quien entendió que Vegeta parecía reconocer que pertenecía a la familia saiyan pero no la época en la que vivía, pensó que el golpe le había afectado haciendo que su cerebro mezclase fantasía con realidad.
Hubo un nombre que le llamó al buen doctor la atención aunque eso no lo incluyó en los datos que le proporcionó a ella. Vegeta hablaba de una mujer, pero cuando la describió el doctor sabía de quién hablaba, sobre todo al ver los dibujos que él hacía de ella, aunque la vestía con trajes antiguos, y fue cuando el Joven dijo el nombre de la mujer: Bulma.
El doctor Gero había conocido a Bulma desde pequeña, no era solo un colega suyo más, de hecho, él era el mejor amigo del padre de ella: El Dr. Briefs, juntos era las eminencias más importantes de la psiquiatría.
Por desgracia la tragedia marcaba la vida de la joven Bulma, quien perdió a sus padres en un accidente muy joven, ella iba en el coche con ellos cuando un río se desbordó llevándose un puente que lo cruzaba, donde justamente iba manejando el buen doctor con su esposa y su pequeña hija.
Y desde que eso pasó la pequeña comenzó a soñar con el agua, con un río, pero no con el que se llevó a sus padres. Sino un hermoso y prístino río azul.
Fue así que el doctor Gero tomó a la pequeña bajo su cuidado, y fue así que Bulma decidió seguir los mismos pasos que su padre, volviéndose también una eminencia de la psiquiatría, bajo la tutela del mejor amigo de su padre.
Fue ese hecho, el nombre de ella, lo que le dio al buen doctor Gero la idea de que tal vez al verla, podría ayudarle a recuperar sus memorias y separar la realidad de la fantasía.
La conclusión lógica del buen doctor es que tal vez ellos se habían conocido antes y ahora el joven mezclaba recuerdos con fantasía.
Esa tarde, Tarble insistió en mostrarle la galería del ala principal a Bulma, un corredor inmenso donde los retratos familiares se sucedían en orden cronológico del linaje. Las pinturas estaban impecables, como si las pinturas de los retratados se negaran a envejecer.
El aire era más frío ahí, el perfume del óleo y la madera antigua impregnaba cada centímetro.
Bulma sintió, sin entender por qué, un estremecimiento profundo al cruzar el umbral, de alguna forma aunque era la primera vez que conocía ese sitio, se le hacía familiar y no entendía el porqué.
—Él fue el primero —dijo Tarble deteniéndose frente al retrato más antiguo—
Un hombre de porte regio, mirada severa y mandíbula fuerte, con un peinado particular, su asombroso cabello negro en forma de flama. En el fondo del cuadro, el río parecía correr bajo la luz de un atardecer dorado.
La placa bajo el marco decía: "Vegeta I, Fundador de la Hacienda del Río Azul. Año 1602."
A su lado, dos retratos más: Una mujer rubia, hermosa y gélida, con los ojos azules con una mirada glaciar, y un niño de unos diez años, de ojos azules, de expresión altiva.
—Su esposa, Lin Shakuhachi, hija de la nobleza del viejo reino —explicó Tarble— Y su hijo, Yam, el heredero.
Bulma no podía apartar la vista del rostro del hombre. Había algo familiar en su porte, en esa intensidad serena que parecía mirar más allá del lienzo, sintió escalofríos rodearla, sentía que esa mirada ya la había visto antes.
— ¿Se te hace conocido?— Preguntó Tarble al ver su expresión — Seguramente es porque mi padre Vegeta III tiene un parecido increíble con él, aunque para ser preciso quién es idéntico, hasta en el color del cabello, mirada y porte es mi hermano, es tan idéntico que da escalofríos ver a la pintura y a mi hermano al mismo tiempo.— Dijo jovial, Bulma no supo que decir pero mantuvo su mirada en el cuadro.
Y entonces Tarble añadió, bajando la voz como quien comparte un secreto:
—Hay algo más que debes de saber de nuestro antepasado— Dijo en un susurro y luego hizo una pausa momentánea para incrementar la expectativa —Se dice que este lugar no lo construyó para ella— dijo señalando a su esposa.
Bulma alzó la vista, intrigada.
—¿No?— por algún motivo aquello le causó curiosidad.
—No. —Él sonrió apenas sabiendo que había logrado su cometido, despertar el interés de Bulma — Según los relatos y algunos documentos que se rescataron, lo construyó para otra mujer.
Una mujer de estas tierras, hija de un antiguo cacique— Dijo como quien suelta una bomba sensacionalista.
—Dicen que la amó con locura... pero que también la perdió de una forma terrible. Nadie sabe su nombre, fue borrada de la historia oficial de la familia—
—¿Y su esposa lo sabía? — preguntó Bulma, al ser una mujer moderna había olvidado que hacía siglos las cosas eran diferentes. Las mujeres aceptaban cosas que en la actualidad no.
—Ella se encargó de eso.— Dijo Tarble, por algún motivo, esa mujer de mirada fría, en el cuadro no le agradaba.
—¿Se encargó de borrarla?— Preguntó Bulma sorprendida.
Tarble asintió —De borrar todo rastro de ella, no hay mejor castigo para alguien que el olvido —
Un trueno lejano retumbó en ese momento, aunque el cielo aún estaba despejado. Bulma sintió la piel erizarse.
—¿Y tu crees en eso? —preguntó en tono neutro.
—No importa lo que crea yo, doctora —contestó el joven— Lo importante es que mi hermano sí cree.
—¿Vegeta?— La curiosidad de Bulma saltó.
—Sí, desde niño. Dice que la casa lo llama, que oye una mujer llorar junto al río cuando duerme aquí.
—¿Alucinaciones auditivas? —Bulma arqueó una ceja profesional, buscando refugio en la ciencia.
—¿Y si no lo fueran? —preguntó Tarble, sin sonreír.
—Entonces su hermano tendría un problema mucho más profundo que una enfermedad neurológica.—
—Oh, lo tiene —murmuró él— Lo que no sé es si el problema es de este siglo.—
Fue todo lo que dijo pero no pudieron hablar más, Nappa y Radditz regresaron y fueron presentados a la Doctora y el tema de los antepasados quedó en el olvido.
Esa noche, Bulma soñó de nuevo. Pero no era el mismo sueño, esta vez vio un vestido blanco arrastrarse entre el barro, una trenza azul empapada, y una voz... una voz tan desgarradora que el alma se le apretó hasta dolerle.
"Ay... mis hijos..."
Despertó empapada en sudor, con el eco de la voz todavía en los oídos. La lámpara parpadeó, ella se levantó de la cama y fue al baño para lavarse la cara, y quitarse los restos del sueño de la mente; el espejo frente a ella al lavarse el rostro, le devolvía una figura femenina... pero no era su reflejo exacto: los ojos eran los suyos, sí, pero más antiguos, más tristes, sus ropas eran distintas.
Bulma dio un paso atrás, con la respiración desbocada y entonces lo oyó.
Desde el fondo del pasillo, un susurro, apenas audible:
—Bulma...
El corazón le golpeó el pecho. Abrió la puerta, el corredor estaba vacío, iluminado por la luz fría de la luna que entraba por los ventanales. Solo el viento, o eso quiso creer.
Cerró los ojos un instante para recuperar el control.
Cuando los abrió, ya no estaba en el pasillo afuera de su recámara sino en el ala de los retratos familiares, al fondo del corredor habia una sola imagen que le atraía, el retrato de Vegeta I, parecía tan real, como si el retrato estuviera vivo.
Vegeta I se veía, firme, con el cabello oscuro y los brazos cruzados sobre el pecho parecía como si la mirara directamente a ella.
Parpadeó, y sintió que ya no estaba sola ahí. Bulma sintió un escalofrío subirle desde el estómago hasta la garganta.
El aire olía a lluvia, a arrullo del río, allá afuera, se escuchaba con intensidad y en el murmullo, creyó oír una voz grave, profunda, casi sensual, susurrándole al oído desde algún lugar imposible:
—Por fin has vuelto—
El viento apagó la lámpara y todo se oscureció, y en ese momento despertó. Y se halló de pie frente a la pintura... ella jamás había sido sonámbula... se sorprendió de eso.
"El relato de Tarble me afectó al parecer" racionalizó y regresó a su cuarto, considerando que debió caminar sonámbula.
Se tomó una pastilla para dormir, odiaba hacerlo pero le garantizaría dormir sin soñar, atribuyó todo a esos cuentos que le habían dicho y a que al día siguiente conocería por fin a su paciente...
/-/-/-/
Y bueno, hemos llegado al presente... y veamos si esta Bulma es capaz de entender la enfermedad de su paciente...
Cuéntenme qué les pareció, y espero este nuevo cap haya ayudado a quitarse el sabor agridulce del anterior cap 🤗💖
Chapter 6: Los rostros olvidados
Chapter Text
Atención ⚠️⛔️ Este capítulo contiene escenas eróticas con contenido sexual. Leer bajo su propia responsabilidad.
Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.
"Cuando dos miradas se reconocen antes de conocerse, no es memoria: es destino."
Bulma llegó puntual al ala familiar, el pasillo estaba en pense , atravesado por el resplandor oblicuo del mediodía que entraba por los balcones. Tarble aguardaba junto a una puerta alta de madera tallada; se notaba tenso, pero intentó sonreír.
—Si algo se sale de control, estoy aquí —dijo en voz baja, como si temiera aue algo pudiera ocurrir. Si bien su hermano se comportaba casi normal, seguía sin reconocer a nadie más que a Radditz y a Nappa pero no les hablaba de las cosas de hoy sino de un pasado que ellos no entendían.
Bulma asintió, llevaba su maletín, libreta, un estetoscopio casi como amuleto, y la calma profesional calcificada por años de trabajo clínico. Golpeó dos veces, adentro, el silencio hacia que una incertidumbre desconocida creciera en ella.
Empujó la puerta, el cuarto era vasto y hermoso: muros de cantera, cortinas pesadas, una cama de columnas. De espaldas a la ventana, un hombre estaba parado, rígido como una estatua: hombros anchos, cabello negro en punta como una llama fija, al sentirla, giró.
Bulma había visto fotos de su paciente. Nada la preparó para la realidad, la mirada negra, punzante, antigua, le atravesó el pecho como un recuerdo, el aire cambió de densidad.
Él habló primero —Bulma. —Su voz fue un roce grave que parecía anhelarla — Por fin has vuelto.
La doctora notó su propio pulso dispararse. Se sorprendió de que él supiera su nombre, pero seguramente lo había escuchado de Tarble o de sus amigos, no le tomó importancia. Dio un paso medido, aferrándose a su guión.
—Soy la doctora Bulma Briefs, un gusto conocerlo, veo que ya le habían informado de mi presencia. Empezaremos con una evaluación breve: orientación, memoria, percepción. ¿Le parece bien, señor Saiyan?—
Los ojos de él descendieron a su credencial, luego regresaron a su rostro con una ternura indescriptible, una calidez en esos ojos que en un principio parecían regios e intimidantes.
—No me llames señor —dijo, casi con reproche—Soy Vegeta y tú... —dio un mínimo paso hacia ella, su calor llenando el espacio— tú eres mi mujer, ante los dioses... y ante mí y esta vez no te fallaré. —Dio unos pasos acercándose pero no llego a tocarla.
La frase, imposible y perfecta, le erizó la piel, y Bulma anotó sin bajar la guardia.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó profesional, sosteniéndole la mirada.
—Los siglos no se cuentan cuando se cae y se vuelve a nacer —respondió él, sin vacilar—Tú los llevas en los ojos.
El aire olía a madera de cedro. Bulma cambió de estrategia: preguntas concretas.
—Hoy es martes —dijo— Estamos en el año dos mil veint...
—Mientes para probarme —la interrumpió con suavidad, como si conociera el juego— Probaste mil veces mi paciencia en la casa del cacique y siempre ganabas.—
Su voz había bajado; el recuerdo le tiñó la mirada de un brillo ámbar, y en Bulma, contra toda lógica, algo respondió: una punzada de deseo que parecía añeja, antigua, como si no viniera de este siglo. Y pequeños flashes en su memoria de momentos de juegos y risas, fragmentos de algunos sueños que últimamente había tenido, rápidamente bloqueó esos pensamientos, debía concentrarse, su único deber era ayudar a Vegeta.
—Vegeta —marcó cada sílaba con firmeza—usted es Vegeta IV, sufrió una caída en la cascada. Es probable que su cerebro esté fusionando capas de memoria, símbología histórica de los recuerdos de antiguos familiares, información en la que ataba trabajando hasta antes de su accidente. Vamos a separarlas juntos, para eso estoy aquí ¿De acuerdo?
Él la observó por un largo momento. La tensión en su mandíbula aflojó, pero no cedió.
—¿Entonces te quedarás verdad? —dijo—Dime lo que quieras que crea, pero no me pidas que me aleje de nuevo de ti.—
Las palabra la trastocaron más de lo que debería, Bulma respiró hondo. En sus manos, el bolígrafo pesaba como hierro. Cambió a terreno seguro: test de orientación, seguimiento de órdenes simples. Vegeta cooperó... a su manera: acertaba fechas y nombres recientes, fallaba cuando el discurso tocaba su familia cercana, por alguna situación, conocía los datos de esta era, él decía que era porque su cuerpo había vivido en esta nueva época, pero su alma estuvo dormida mucho tiempo, y apenas su consciencia había vuelto.
Cuando terminó, él dio un paso lateral, como si quisiera recuperar el flanco de una batalla.
—¿Has soñado con la cascada? —preguntó con una certeza que asustaba, Bulma apretó la tapa del bolígrafo.
—¿Qué cascada señor Saiyan?— Preguntó ella tranquila mientras lo invitaba a hablar.
—Haz escuchado el lamento de tu propio ser, tu alma se desgarró en dos cuando te fallé, una parte se quedó anclada aquí, purgando la culpa del pecado que yo cometí, y otra escapó, y porfin podrás volver a ser una...—
Su voz la encendió por dentro como un susurro sobre la piel, Bulma se apartó un palmo, profesional marcando distancia.
—Mañana haremos pruebas de relación de imagen, y ajuste de medicación —anunció, recogiendo sus cosas—Hoy... descanse.—
Vegeta inclinó apenas la cabeza, obediente y fiero a la vez.
—Descansaré si me lo pides tú —dijo, y esa última palabra fue una caricia. La doctora salió con el pulso disparado y el alma en llamas, aunque su rostro solo mantenía una postura profesional.
Tarble entró con Vegeta, últimamente su hermano era muy errático, pero al verlo notó que estaba de muy buen humor.
— Entonces ¿estás cómodo con tu nueva médico?— Preguntó amable.
Vegeta lo miró, sabía que era familiar suyo, así que intentó ser amable con él, sus recuerdos eran nebulosos.
— Tarble si estás alojando a la señorita Bulma en el ala de huéspedes, piden que la transfieran la habitación azul— comentó.
Tarble se sorprendió, porque esa habitación por algún motivo era la más hermosa de todas, tenía una magia singular.
Y Vegeta sabía el porqué, era la habitación donde él y Bulma dormían en aquella época en la que habían sido felices.
Su hermano lo miró confundido. No solo porque Vegeta pensara que la había alojado en el cuarto de huéspedes, la relación con Bulma era estrictamente profesional, encima le pedía ahora moverla de ala y asignarla a la habitación más importante de esa casa.
—Ella se queda en los cuartos de servicio...— Más tardó Tarble en decirlo que en Vegeta levantarse agitado.
— ¿A dónde vas?— alarmado lo llamó su hermano menor.
— A corregir semejante ofensa— Alterado dijo. Tal vez su Bulma aún no lo recordara pero él a ella sí y no dejaría que no la tratasen como se debía.
Bulma había llegado a su habitación, y había entrado al pequeño cuarto contiguo que estableció como su oficina.
Estaba ahí trabajando cuando escuchó todo el escándalo afuera de su habitación y salió alarmada.
Se preocupó al ver a Vegeta alterado y Tarble tratando de detenerlo.
— ¿Sucede algo?— preguntó.
Nappa estaba también ahí intentando calmar a Vegeta.
— Lamentó los pésimos modales de Tarble — dijo Vegeta disculpándose.
—He ordenado a los sirvientes que te trasladen a la habitación correcta.—
Bulma se sorprendió por lo dicho por Vegeta hablaba como si la hubieran alojado en un lugar horrible y de hecho no lo era.
Pero lo vio tan alterado que lo más importante era tranquilizarlo.
Cosa que no sucedió hasta que ella fue llevada la famosa habitación azul.
Y Bulma jadeó asombrada, la habitación parecía más una obra de arte, y por algún motivo algo dentro de ella se sacudió. Ecos de un pasado lejano...
— Es hermosa señor Saiyan pero me temo que no es apropiado que yo tome esta habitación— trató de corregir eso, pero Vegeta se alteraba de inmediato.
Todos acordaron que lo mejor era que permaneciera tranquilo, así que Bulma entendió que debería quedarse en esa maravillosa y exquisita habitación, que por algún motivo, acongojaba a su alma.
Los días siguientes fueron un péndulo entre ciencia y vértigo. Por la mañana, pruebas. Por la tarde, entrevistas estructuradas. Por la noche... sueños.
Bulma dejó de contarlos, cada vez eran más claros: la piel caliente de él bajo una lluvia tibia, el rumor del río como tambor lento, una mano en su nuca, la otra en la curva de su cadera. En el sueño, la voz de Vegeta le prometía un mundo entero en un solo beso, y ella, otra ella, vestida de blanco lo aceptaba con una devoción antigua. Despertaba ardiendo, con el nombre de él en la boca como si fuera una oración prohibida.
Incluso a veces aún sentía el rastro de los besos en su piel.
No se lo dijo a nadie.
En general, Vegeta IV mejoraba en lo medible: concentración, lenguaje, equilibrio. En lo inmedible, era un incendio silencioso. La seguía con la mirada, obedecía sus indicaciones, y cuando ella se acercaba demasiado para auscultarlo, el aire entre ambos vibraba. Con cada roce accidental, ambos se estremecían.
A la semana, Gure llegó. Menuda, precisa, con guantes blancos y una preferencia por los pigmentos que rozaba lo religioso. Trajo equipos de luz rasante, espectrometría portátil, solventes nobles y paciencia. Su primera tarea: la galería.
—Empezaré por la consolidación de barnices —explicó— Y por favor, nadie se acerque.
— Nadie lo hará querida— Dijo alegre Tarble que sabía que su adorada prometida podía volverse un dictador si alguien interfería con su ciencia.
No alcanzó a terminar la frase cuando una sombra se plantó frente al retrato de Lin Shakuhachi, Vegeta quien no se había parado en ese sitio después de su accidente estaba en ese momento ahí, con los labios apretados, la respiración lenta. Al ver el marco, se le tensó la mirada.
—Quítalo. —La orden sonó baja, peligrosa— Ese marco no le pertenece.
Gure giró, incómoda.
—Vegeta— Le hablo con familiaridad pues era el hermano de su prometido a quien llevaba años conociendo y aunque siempre fue serio y algo frío, siempre fue amable con ella aunque ahora parecía otra persona y parecía no reconocerla. No es algo que pueda hacerse, el tipo de marco...—
—Te he dicho que lo quites— repitió con calma de tormenta— ¡Esa maldita destruyó el cuadro que estaba antes! —dijo furioso.
— Eso es imposible Vegeta, este tipo de
Marco no permite ser reutilizado...— Explicó ella con calma—
Entonces el furioso hombre pareció enojarse aún más — Entonces la muy maldita mandó a pintar su horrible cara encima de lo que era el cuadro de mi mujer. Ese marco lo hice para Bulma, para su retrato y esa maldita lo robó— Dijo tenso.
Nappa y Radditz quienes habían sido atraídos por el tono de la discusión se movieron discretos, listos por si el heredero estallaba. Tarble que también lo veía, se acercó tratando de quedar al lado de su prometida para interinarse entre ella y su hermano, buscó con la mirada a la doctora, quien también había llegado, Bulma estaba sorprendida, Vegeta no había mostrado un solo episodio de agresividad antes, algo ahí lo había desatado y debía investigar más, así que dio un paso medio entre Gure y Vegeta, palmas abiertas, voz neutra.
—Vegeta —dijo— y él volteó a verla, se veía desesperado.
— ¡No estoy loco Bulma esa maldita pintó su imagen sobre la tuya! yo lo sé, confía en mí, créeme por favor— Dijo acercándose a ella y tomándola por los hombros, pero sin lastimarla, más bien como si necesitara ese contacto físico.
Nappa y Radditz se movilizaron pero Bulma los detuvo con un gesto de la mano.
— Confío en ti Vegeta, y por eso haremos esto. Conoces a Gure, no solo es tu cuñada por lo que entiendo también es la mejor de su profesión, ¿No es así Tarble? — Preguntó buscando validación.
El joven se acercó más a su prometida salvaguardándola de la actitud beligerante de su hermano mayor. — Así es, por eso padre le pidió venir a restaurar la pinturas, papá sabe lo mucho que te importa este sitio, así que nadie mejor que ella para hacerlo.—
Bulma asintió, — Gracias Tarble, así que estamos en manos de una profesional.— Volteó a ver a Gure— ¿Dices que es imposible que se pueda quitar un cuadro y poner otro en ese tipo de marco?—
Preguntó para reconfirmar todo, necesitaba mostrarle a Vegeta que estaba confundiendo fantasía con realidad, para eso debía basarse en términos científicos, irrefutables.
— Correcto— Dijo Gure.
— Entonces si lo que dices es cierto y el señor Saiyan dice que había otro cuadro ahí antes, ¿seria posible entonces que este cuadro haya sido pintado después? ¿Sobre la pintura anterior?—
Cuestionó de tal forma que Vegeta sentía que no estaba invalidando su creencia, aquello hizo relajarlo un poco, todos notaron el cambio.
Gure contestó en forma cuidadosa.
Bueno eso sería una teoría pausible. Se tiene registrado que en el pasado ha sucedido que alteran pinturas en las restauraciones o bien esconden una pintura debajo de otra— Comentó la joven.
La doctora asintió con la cabeza — ¿Hay alguna forma en que la ciencia podría comprobar si eso sucedió en esta pintura?
Gure entendió lo que le pedían. — Si podríamos confirmarlo, pero no tengo conmigo el tipo de tecnología que se necesita , para eso deberé llevarme el cuadro y hacerle estudios capa por capa para hallar la respuesta.—
— ¿Estas de acuerdo que hagan el estudio Vegeta? — preguntó Bulma.
Éste contestó — No necesito un estudio para saber qué digo la verdad— dijo obstinado el joven.
Y Bulma con el mayor tacto posible contestó — Y lo entiendo y también tu frustración y si hay algo debajo, lo vamos a encontrar. Pero no podemos destruir un cuadro de tantos años sin ninguna evidencia... Me pides confiar en ti y lo estoy haciendo, ¿Dejarías que Gure lo analice?
Él clavó en ella la mirada. —Siempre me pediste pruebas, te las daré— Dijo serio.
—Me las dará Gure —corrigió Bulma, sin ceder— Es la mejor ¿Lo aceptas?—
Vegeta exhaló por la nariz, un asentimiento mínimo, domado por esa voz, lo que le recordó a los viejos tiempos, donde parecía solo obedecerla a ella. Gure soltó el aire que no sabía que contenía.
—Procederé —dijo la restauradora, acercándose al cuadro para retirarlo.
Vegeta apretó la mandíbula, una chispa oscura en los ojos. — llévate también el de Yam... y hazle las mismas pruebas, ahí estaba el cuadro de mis hijos.
Bulma no se inmutó.
—Bien eso haremos — Gure terminó de desmontarlo y les comentó— los enviaré a hacer un análisis de reflectografía infrarroja y XRF. Si hubo repinte encubridor, lo veremos por estratigrafía. Haremos un análisis de los retratos de Lin y el de Yam.Gure, técnica hasta el hueso, asentó.
—Hoy mismo se enviarán los cuadros para las pruebas— confirmó.
—Hazlo —dijo Bulma.
Vegeta no apartaba los ojos de ella, había algo casi devoto en esa fijeza.
—Tú siempre creíste con el corazón y con la cabeza —murmuró—Por eso te elegí.
El comentario le atravesó el pulso. Bulma desvió la vista hacia el óleo, anclándose a lo concreto.
—Sigamos.
Esa noche, Bulma bajó sola a la terraza norte. La luna se había colgado redonda sobre la cascada; la bruma se elevaba en hilos azules, la baranda estaba fría, el agua sonaba como un rezo antiguo.
No podía dormir así que había decidido dar un paseo.
—Tampoco puedes dormir—dijo una voz a su espalda.
Se volvió, Vegeta estaba a pocos pasos, sin chaqueta, camisa abierta en el cuello; el viento le alborotaba el cabello. Por un segundo, Bulma vio al hombre del retrato superpuesto al del presente, y no supo cuál de los dos le estremecía más, eran idénticos.
—No quería importunar pensé que nadie vendría aquí —dijo ella, apenas un hilo de voz, iba en bata de noche que no era lo más decente para estar frente a su paciente.
— Quédate—respondió él
Se acercó un paso, después, otro. No la tocó, bastó la proximidad: el calor de su pecho, el olor a madera y piel. Bulma apretó la baranda hasta doler. La casa parecía contener la respiración.
—He esperado tanto para a estar así contigo de nuevo, a tu lado —Dijo en tono bajo — Dime que no reconoces esto.— Comentó mientras se acercaba a ella y la abrazaba de la cintura.
Bulma sintió que algo cobró vida dentro de su ser, una necesidad profunda y antigua que había sido revivida por ese toque. Sentía dentro de ella una emoción como una cuerda tensa. En algún lugar de su memoria, un recuerdo le ardió: dedos firmes en su cintura, la curva de una lengua en su clavícula, el río estallando en espuma detrás como aplauso, cerró los ojos un instante, perdida.
—Vegeta... —jadeó.
Él inclinó la cabeza, una sombra de su sonrisa ladina, comenzó a reflejarse. —Déjame hacer que me recuerdes —susurró.
Su mano, al fin subió despacio, rozó la línea de su mandíbula con los nudillos, como si pidiera permiso Bulma debió pararlo, pero solo se quedó inmóvil. El tacto se sintió como una descarga tibia, bajó al cuello, se detuvo en el hueco donde la piel late, y allí la rozó apenas, el contacto mínimo, reverente. El cuerpo de Bulma respondió con una sinceridad humillante: un estremecimiento que le arqueó la respiración.
—Vegeta... —lo nombró anhelante.
—Dime que me detenga —pidió él, la boca peligrosamente cerca— Dime que me detenga y lo haré.
Debía hacerlo, no debía dejarlo pasar ese umbral, él era su paciente y estaba confundido, pero no lo dijo.
Él no la besó, fue peor: se quedó a una distancia insoportable, el aliento contra su labio, como si el tiempo retrocediera al borde exacto donde todo se enciende. Sus dedos, en su nuca, encontraron la raíz del cabello y apretaron suave, anclándose en ella. Bulma sintió cómo la casa, el río, la noche entera giraban alrededor de ese punto.
Entonces, como si algo invisible lo ordenara, él se apartó un palmo. El autocontrol era un hilo tenso.
—No aquí —murmuró—No sin que me lo pidas despierta.
Bulma despertó sobresaltada, respiró. Su voz volvió en fragmentos, estaba en su cama, pero su cuerpo estaba perlado de sudor y su sexo estaba infinitamente sensible, apenas se tocó se sintió estremecer, estaba empapada.
No pudo evitarlo, se tocó, desfogando la necesidad en ella, y mientras lo hacía pensaba en él, para vergüenza suya, en Vegeta Saiyan, mientras un orgasmo desbordante la atravesaba.
A la mañana siguiente, Gure la esperaba en el taller con el rostro encendido por lo que había descubierto.
—Doctora... —levantó el iPad con las imágenes— mire esto.
Bulma se acercó. Reflectografía sobre Lin: bajo la capa visible, líneas fantasmales. Un óvalo distinto, otra disposición de hombros, otra caída de tela. Y, sobre todo, otro peinado: una trenza espesa, caída a un lado.
El estómago de Bulma se contrajo. Gure pasó a Yam, bajo el niño altivo, dos siluetas pequeñas, apenas trazadas: dos niño se apreciaban.
—Tenemos repinte histórico —dijo Gure, breve, profesional— Y hay secuencia de capas no coherente con una sola obra: es probable que haya habido un lienzo anterior encubierto por completo.
—¿Puedes demostrarlo?
—Sí. Pero con extremo cuidado y necesito autorización familiar, puedo no solo rescatar el
Cuadro anterior sino restaurarlo pero perderíamos completamente los que ahora tenemos.
— Podrían hacerse réplicas de estos— Dijo Bulma que no veía correcto borrar de la memoria a la primera esposa de Vegeta Saiyan, ni a su hijo.
Hablaron con Tarble.
—Mi padre no cederá, no permitirá tal profanación — Dijo preocupado.
Entonces cúlpame a mí, dijo Vegeta quien había llegado si que lo notaran.
Tarble sabía que si sus padres se enteraban los desheredarían.
— ¿Puedes hacer una réplica de estos cuadros antes de alterarlos? —Comentó el joven, Gure asintió.
—No puedo hacer el mismo marco, la técnica se ha perdido pero puedo replicarlos antes de modificar estos.—
Vegeta se opuso, rechazaba que esa horrible mujer siguiera teniendo un espacio en esa galería pero Bulma fue inflexible.
—Si no aceptas no alteraremos los cuadros. — Dijo seria, y fue entonces que él aceptó.
Nappa y Radditz no entendían como esa mujer lograba lo que los demás no, Vegeta que para todos era intimidante, era como un tierno corderito en sus manos, pero parecía poder mantenerlo bajo control.
Las semanas se partieron en dos ritmos: En la galería, el latido metódico de Gure trabajando primero en las réplicas que debía hacer, y en otro lado, en el ala clínica, el latido indomable de dos memorias que insistían en reconocerse a pesar de la voluntad contraria de la mente científica y racional de Bulma.
Gure calcó los marcos, fotografió cada grieta, hizo réplicas de Lin y Yam con una precisión casi sacrílega por lo fiel que era. Cuando quedaron listos, barnices curados, dorados asentados, pidió el permiso final para lo que haría, estaba segura poder denominar a esa restauración que haría como la obra maestra de su vida, y empezó el desvelamiento: Capa tras capa, fue retirando siglos de olvido.
Bajo el esmalte perla de Lin, asomó primero un azul que no pertenecía real. Un azul profundo, mineral, casi nocturno. Luego, líneas de un hombro descubierto, la insinuación de una trenza gruesa a un lado, y la mirada de una mujer que parecía respirar desde dentro del lienzo.
Bajo Yam, aparecieron, con la timidez de lo sagrado, dos óvalos pequeños: un niño y una niña, apenas bosquejados, uno aferrado al otro como si el tiempo aún pudiera romperse.
—Estaban ahí —susurró Gure, con la voz hecha reverencia sintiendo el dolor y la congoja por los siglos de olvido que aquellos seres habían sufrido. Aún no entendía cómo su cuñado lo sabía, pero había acertado, al parecer parte de la leyenda que se contaba, era cierta, había existido otra mujer en la vida de Vegeta I.
Con Vegeta, los avances clínicos eran impecables en papel. En la práctica, él aprendía a un ritmo feroz, pero el conocimiento lo usaba a su favor, mientras Bulma intentaba arrastrarlo al presente, él tiraba del hilo del pasado... y la arrastraba a ella.
Ocurrió una tarde de lluvia, en el consultorio. La ventana empañada, olor a tierra mojada. Bulma terminaba un ejercicio de memoria con él, cuando sintió la presencia de Vegeta atrás de ella, respirando hondo para no invadirla. ¿En qué momento había cruzado la habitación y llegado a su lado? Bastó un giro de cabeza, un roce de sus miradas, para que la sala pareciera encogerse.
—No es justo —murmuró él, con esa calma que dolía—Me pides que recuerde esto con la razón... cuando la razón jamás fue lo que nos ató.
Bulma quiso poner distancia, pero no pudo, su cuerpo no le respondió.
Vegeta dio un paso, solo uno, con la mano la rodeó sin tocarla, como si entre ellos hubiera m un campo invisible. Ese gesto prudente fue peor que cualquier arrebato, su aliento le rozó la sien.
—Dime que me detenga —susurró, y el mundo se quedó sin paredes.
Bulma abrió la boca para decirlo. En cambio, respiró su nombre.
La besó entonces, no fue un choque: fue una plegaria. Un beso caliente, consciente, lento al principio, el labio inferior, la comisura, el borde de la lengua pidiendo permiso y luego más hondo, como si cada recuerdo encontrado tuviera su lugar exacto en la boca del otro. Bulma se sostuvo de su nuca firme, caliente, y él la ancló por la cintura, sin urgencia, con esa fuerza que promete y contiene.
—Recuérdame —pidió él entre susurros, besándole la línea de la mandíbula, el arco de la oreja, el hueco donde el pulso galopa.
La piel de Bulma se encendió, un quejido bajito le traicionó la prudencia. Sus dedos encontraron el borde de la camisa y sintieron la tensión del vientre, la respiración contenida, el temblor minúsculo de quien lleva siglos regresando.
Se besaron como si el reloj se hubiera roto: apoyada contra el librero, él pegado a su centro sin invadir, besos que subían y bajaban por el cuello, hombros, clavícula; manos que trazaban mapas por encima de la ropa, aprendiendo de nuevo un país familiar.
Ella sintió esos labios bajar por la mandíbula y trazar una línea en su cuello, sintió su aliento llegar al borde de sus senos.
Y fue en ese momento cuando el deseo tiró de ambos con violencia, Vegeta frenó. Apoyó la frente en la de ella, jadeantes.
—No aquí —dijo ronco, obedeciendo la promesa que se había hecho—No sin que me recuerdes, no hasta que ganar tu perdón por mi cobardía.— Dijo y su voz traía un murmuro desgarrado.
Bulma cerró los ojos, sintiendo la inmensidad de un amor que parecía trascender esa época.
Aun así, asintió, él retrocedió un paso. Los dos sonrieron con las bocas hinchadas, Bulma se sentó lentamente, cohibida y con la dignidad colgando de un hilo.
Había perdido el control con un paciente... avergonzada fue ella quien se retiró de su consultorio sin voltear a verlo.
Esa noche el sueño la encontró primero, pero lo que vino a su mente no fue sueño; fue un recuerdo húmedo. El río, bajo luna y ahí junto a ella estaba Vegeta, el que ella conocía pero también el del retrato eran el mismo dos en uno...
Se vio reír mientras caminaban a hurtadillas por la orilla del río, lo vio extender una alfombra que llevaba para que no ensuciase su vestido.
La sentó en la orilla tibia y la adoró como si fuera un rito: besos que eran plegarias en el hueco del hombro, en el esternón, en el vientre; el mundo detenido mientras él le devolvía el nombre con la boca. Bulma se arqueó, rota de pudor y hambre; Se vio completamente desnuda y a él sobre ella, adorando su cuerpo, besando con devoción sus senos mientras ella abría la boca en éxtasis y se revolvía por el fuego de esos labios devorándola toda.
Sintió las succiones en sus senos, y gimió y se avergonzó por los sonidos que de ella salían.
él la sostuvo por la espalda, guiándola a su propio pulso.
— Mírate eres hermosa... eres una diosa...— Dijo con voz ronca de deseo, mientras abría sus piernas y veía su centro desnudo, coronado de esos salvajes rizos azules, húmedos por su deseo que ahora se desbordaba debido al toque de Vegeta a su cuerpo.
— N-no.... No me mires ahí — Dijo avergonzada.
— Eres preciosa Bulma... quiero que lo disfrutes, lo que hacemos no es malo...— Dijo intoxicado de deseo...
— una vez que tomes mi pureza perderé mi valor, pero te amo.... Y quiero que seas tú quien me enseñe a ser mujer...— Fue lo que ella dijo, mientras trémula abría las piernas dejándole ver todo lo que quisiera.
Vegeta bebía con la mirada el centro expuesto de ella, era tan perfecta.
— Vas a ser mía per no te haré mi mujer hoy. Mañana hablaré con tu padre... No te puedo hacer mi mujer ante las leyes pues los matrimonios entre nuestras razas no está permitido... pero te haré mi concubina, mi única mujer, la oficial....—
Esa fue la promesa que él le hizo. Bulma supo en ese momento que lo que veía, que la mujer que ella veía era ella ya la vez no.
Fue una dualidad rara, veía la escena como si fuera en tercera persona pero también la sentía, como si fuera ella.
Y lo supo, eso había sucedido, largo tiempo atrás, una memoria enterrada en el tiempo.
Vegeta fue lento, reverente, bajo su cara hasta llegar a su sexo, se vio así misma taparse la cara avergonzada, no queriendo ver como él miraba esa parte de su cuerpo que nadie más había visto, que ni ella conocía tan a fondo, avergonzada.
Las mujeres mayores de su pueblo le habían dicho que solo el hombre con el que se casaría tendría derecho a mirar, a tocar y a poseer ese sitio entre sus piernas.
No la dejaron ni tocarse, salvo para lavarse con cuidado.
— Abre los ojos Bulma, mírame— suplicó quién alguna vez fue un Conquistador en su tierra y que ahora era un hombre suplicando.
Ella lo miró, él estaba de rodillas su cara a centímetros de su sexo, — Por favor no te acerques, ese lugar es impuro — Dijo avergonzada.
— ¿Impuro dices?— Se burló él.
— No es un lugar para que tú te acerques, las mujeres ahí tenemos olores que no son agradables, —decía avergonzada, pensando que la esencia femenina de su sexo lo repelería, además estaba tan excitada que de su centro fluian ríos de humedad, haciendo que el ambiente se llenara de su aroma secreto.
Él inhaló con fuerza acercando su nariz a ella rozando con la punta de esta su centro.
Ella dio un respingo saltando, él se deleitaba con su delicioso olor, tan lascivo que lo atraía como jamás ninguna mujer lo hizo.
Entonces hizo algo que a ninguna mujer había practicado, porque antes de conocerla a ella, había tenido los prejuicios que cualquier hombre de su reino tenía.
La mujer para casarse era sólo para procrear hijos. No debía haber placer, el placer era algo sucio, y la mujer con la se casaban no debía se asociada a lo sucio.
Las cortesanas de la calle en cambio, debían adorar su miembro masculino, y tomar en su boca este pues él como todo hombre buscaba satisfacción sin dar nada a cambio, porque eran mujerzuelas que solo servían para su satisfacción, jamás se atreviera a tocar con su boca el sexo impuro de una prostituta.
Así que jamás pensó hacer con ninguna mujer esa acción de dar placer él con su boca, pero con ella, con esa diosa tan pura, no había forma de evitarlo. La deseaba tanto que le estaba costando no enterrarse en ella como un salvaje.
—No...— Dijo ella leyendo en sus ojos la intención de saborearla pero era demasiado tarde, ansioso la besó en su centro, bebiendo de ella, su lengua ingresando en ese sitio aún no profanado.
Ella jadeó, sus ojos se fueron al cielo, echó la cabeza hacia atrás mientras impúdicamente abría más las piernas y removía sus caderas restregando su sexo en esa boca pecaminosa.
Despertó ardiendo, con el corazón a galope y la piel perlada de sudor. Su cuerpo vibraba por el orgasmo y no pudo mas que aliviar el placer que aún había en ella tocándose, recordando esos labios, ansiando más, hasta que otro explosivo orgasmo la consumió y la dejó jandeante entre sus sabanas mojadas por el deseo.
Cuando pudo controlarse se puso apenas una bata de seda encima y salió hasta llegar a una terraza, no sabía cómo pero sintió la necesidad de llegar ahí, y entonces lo vio.
Se encontraron sin decir nada, Vegeta también se veía alterado, ella no sabía que él tuvo ese mismo sueño o más bien el mismo recuerdo y estaba tan alterado como ella.
Esta vez, fue Bulma quien lo tomó por la camisa y lo llevó a su boca. Vegeta respondió como un relámpago: manos en su rostro, luego en la cintura, luego en la espalda baja; un beso largo, devorador, que sin embargo respetó todos los límites aunque él no deseaba eso. Cuando la sintió temblar, bajó a su cuello, dejó una marca con la boca y subió otra vez, buscando sus ojos.
Sin decirlo ambos sabía que aunque lo deseaban no era el momento. Ella sabía que él moría por tenerla entre sus brazos pero la respetaba, deseaba tenerla pero no como algo pasajero, la intensidad de sus sentimientos era devastadora.
Al amanecer, Gure los convocó, aun no estaban del todo los cuadros restaurados, aún había mucho que hacer pero ya podía verse los cuadros reales oculto tras tantas capas de pintura impuesta, que habría creado otro retrato sobre esta...
Bulma se quedó sin aliento, frente a ella en el lienzo una imagen de ella, deslavada de otro tiempo le devolvía la mirada, era su cara y su forma de mirar, el azul de su cabello y de sus ojos.
Y entonces vio el otro retrato, dos pequeños la miraban, y sonreían.
El niño un poco mayor se parecía a ella pero con la misma mirada fiera de Vegeta, y la pequeña era una preciosa réplica de ella.
Vegeta cayó de rodillas y parecía llorar en silencio al por fin ver los retratos de su familia.
— ¿puedes restaurarlos? — Preguntó Vegeta a Gure.
— Tomará tiempo pero te prometo que así será...—
Todos estaban desconcertados... era imposible que Vegeta supiera eso, y ya muchos dudaban de que solo estuviera mentalmente inestable.
Tarble creía que había verdad en lo que su hermano decía, y pensaba que era extraño que una mujer idéntica a la del cuadro sea quien ahora fuera su doctora.
Algo en él le decía que no existía la casualidad, que era el destino dándoles una oportunidad, la que no tuvieron en aquel tiempo. Pero debía lograr que aquella situación del pasado pudiera cerrarse para que el alma de los muertos descansara en paz.
Bulma por su parte, creía que tal vez si lejos de negar lo que Vegeta creía lo validaba y le ayudaba a cerrar el tema del perdón, por
fin la mente del hombre se liberaría de culpas del pasado, de errores cometidos por alguien diferente a él y por fin su mente se recuperaría...
Hablo con Tarble, Radditz y Nappa, quienes le contaron lo que sabían de la leyenda.
— Así que de acuerdo a la leyenda, él llegó cuando ella estaba por aventarse, ella le tendió la mano para que murieran juntos y él la tomó, pero cuando ella se lanzó al vacío...— Dijo Bulma.
— Sus amigos lo detuvieron...—completó Radditz.
— Pero el impulso de ellos y lo resbaladizo del lugar les jugó en contra y cayeron al vacío...—
Completó Nappa.
— ¿Así que al final si murieron... entonces porque no descansan en paz?— Dijo Tarble asumiendo que la leyenda era cierta.
Bulma no lo corrigió de inmediato pero tomó la batuta de la narrativa — En la mente de tu hermano, él no murió con ella por tanto, no pudo acompañarla y atravesó sola ese camino a la muerte... eso en la psique de Vegeta que tiene la realidad confundida, es tomado como que él la traicionó, por no morir a su lado al mismo tiempo...—
Un plan se ideó en la mente de Bulma.
—Ya se lo que debemos hacer... — Dijo segura...
— Debemos cerrar el ciclo. Me vestiré como ella, y fingiré que recuerdo... y entonces iré con él a la cascada, cuando le diga que nos aventaremos juntos él reaccionará...— Dijo segura Bulma.
— ¿Y si decide que se avienten juntos?— Preguntó nervioso Radditz...
Nappa intervino, — No lo creo, ¿Has visto como la mira? — Jamás le había visto esa expresión a Vegeta, nunca lo había visto así por una mujer, parecía que nadie le importaba antes y ahora...—
Dejó inconclusa la oración Nappa.
— Es cierto, además Vegeta siempre está cerca de donde Bulma está, parece que se la vive cuidándola, asegurándose de que esté bien— Comentó Gure y Bulma se sorprendió, no se había percatado que Vegeta hiciera eso.
— Pudiera funcionar... aunque tiene sus riesgos —
dijo Tarble.
El tiempo se les acababa, su padre dijo que iría a ver qué progresos se habían hecho con la salud de su primogénito en pocas semanas y Vegeta no estaba mejor que antes.
Así que decidieron llevar ese plan a cabo.
/-/-/-/
No veo con buenos ojos que Bulma fibra recordar, por mucho que quiera ayudar a Vegeta... pero... pero... ¿que opinan ustedes?
Gracias por seguir leyendo y espero les vaya gustando 🤗💖
Chapter 7: Capítulo VI – La maldición del Río Azul, la leyenda de la llorona.
Chapter Text
Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.
En otra vida yo sería tu chica cumpliríamos todas nuestras promesas, seríamos los dos contra el mundo. En otra vida, te haría quedarte. Así no tener que decir que fuiste tú el que se marchó... — The one that got away, Katy Perry.
"Hay noches que no pasan: se quedan viviendo en los huesos por la eternidad."
Despertó de nuevo, por algún motivo la habitación estaba más calmada de lo normal, era eso o lo que harían al día siguiente, no sabía con precisión el motivo, pero el sueño de marchó para no volver. Cansada de dar vueltas en la cama y no queriendo tomar mas medicamentos para obligarse a dormir, se levantó de la cama, se puso una bata encima, y salió al corredor, caminó deambulando por la enorme mansión, a esas horas de la madrugada no había un alma levantada, tanto los habitantes del lugar como la servidumbre estaban dormidos, mientras avanzaba se percató que la puerta que daba a los jardines que desembocaban en el río estaba medio abierta, eso la extrañó.
Bulma pensó que tal vez alguien más también estuviese despierto, avanzo y salió por la puerta rumbo al enorme jardín, se abrazó así misma ya que el rocío de la madrugada hacía que se sintiera más húmedo el ambiente. Avanzó un poco, el bello jardín de la hacienda tenia varias farolas encendidas que daban al ambiente un aire surreal y etéreo. Mas adelante en el camino que va a hacia el río, divisó a lo lejos que alguien avanzaba en dirección al río, supuso que sería Gure o alguien más, en definitiva era una mujer.
—¿Hola?— dijo Bulma mientras avanzaba intentando alcanzar a la mujer.
No alcanzaba a ver el rostro o el cabello, llevaba un velo cubriéndole la cara, y tenía un vestido blanco, hermoso y antiguo que movía el viento, la vio solo un instante antes de que una curva del camino y los árboles la bloquearan de la vista.
—¡Espera!— por algún motivo la persona la intrigó e intento llegar a ella.
Avanzó hasta donde terminaba el camino hecho por la hacienda, el resto del trayecto que ya no era mucho estaba sumido en completa oscuridad, pero Bulma sabía que la mujer había tomado esa dirección. A lo lejos entre la oscuridad alcanzó a ver la débil llama de una flama.
"Seguramente lleva una veladora" pensó, y para fortuna suya había tomado su celular al salir de la casa así que con la lampara del mismo alumbró por la pequeña vereda, la cual era una terracería, sin tantos desniveles, el rumor del Río fluyendo le llegaba cada vez más cerca, y también un llanto de mujer.
"¡Talvez se ha lastimado! Pensó preocupada, así que avanzó más de prisa. Cuando casi llegaba escuchó más de cerca los lamentos pero aun no veía a la persona... pero se entendía más lo que decía... " mis niños... pobrecitos..."
Un llanto desgarrador que le acongojó el alma a Bulma " ¡Oh no! Talvez no solo ella está lastimada, si hay niños cerca pudieran estar en peligro!" Pensó realmente preocupada, ya cuando estaba a en la ribera del Río alcanzó a ver la silueta dela mujer, pues en ese momento la luna salió detrás de los nubarrones que ocupaban casi todo el cielo, no era toda pero la poca luz que lanzaba le permitió a Bulma ver a la mujer en medio del Río llorando.
-¿Hola? ¿Estas bien? Soy Bulma Briefs,- dijo tratando de identificarse para no asustar a la mujer de la cual aun no veía su cara. -¿Estás bien?- Insistió pero como respuesta solo recibió el sollozo desgarrador de la mujer, quien seguía a mitad del Río mientras lloraba, vio que la mujer que tenía las manos cubriéndole el rostro, además del velo que cubría rostro y pelo y no podía ver bien quien era.
-¿Te puedo ayudar? Ven a la orilla puedo ayudarte- dijo Bulma, pero la mujer no le contestaba. Por un momento pensó en volver y pedir ayuda hasta que las escuchó hablar de nuevo
La misteriosa mujer lloraba y solo escuchó que decía -Mis hijos...-
Bulma pensó que algo malo debía de estar pasando, tal vez ella estaba herida y no se podía mover. -No te asustes entraré y te ayudaré a salir de ahí- dijo anunciándole en voz alta lo que haría para no alterarla, había visto que el agua le llegaba a la cintura así que dedujo que esa parte del Río no era honda-
Ingresó al agua y se estremeció, el agua estaba fría. Un escalofrío la recorrió pero no se amedrentó, estaba seriamente preocupada por esa mujer. Avanzó, la corriente no era demasiada, y cuando llegó junto a ella la tocó en el hombro ya que ella estaba dándole la espalda mientras seguía sollozando.
—¿Estás bien? ¿Estás herida?— preguntó y entonces la escuchó sollozar mas fuerte, todo su cuerpo temblaba de lo fuerte que era su lamento.- Mis hijos.... Donde... ¿Donde están mis hijos?... ¿Donde...? Ay.... ¡Ay mis hijos!- el lamento estremeció hasta la médula a Bulma, cuando la mujer volteó y el velo semi transparente por fin dejó ver parte de su cara, un rostro fantasmagórico y descarnado, con retazos de pelo azul, sobre todo cuando esas manos que en ese momento vio eran cadavéricas y que ahora se aferraba a los hombros de Bulma mientras decía, —Fue mi culpa, mis niños... yo lo hice... mis hijos... ¡Ay mis hijos!
El viento de la noche se hizo fuerte y terminó de levantar el velo para mostrar completamente al espectro fantasmal que la tenía agarrada y que parecía atravesarle el alma...
La alarma sonó y Bulma se levanto sobresaltada, sudando frío, comenzó a dar manotazos hasta que logró apagarla... miró el lugar donde estaba... estaba en el precioso Cuarto de color azul al que la habían trasladado... Desde que había llegado había tenido sueños pero ninguna pesadilla tan directa con aquella misteriosa mujer....
—Solo fue ensueño— dijo aunque en en su mente pensó "¿Así es como se ve el alma de esa pobre mujer según el imaginario popular? Escuchar tanto de la leyenda me ha afectado" Pensó intentando racionalizar todo. Al final ella insistía en que todo era una confusión de la mente de Vegeta y que talvez lo de las pinturas pudo haberlo solo supuesto Vegeta por los relatos y simplemente le atinó pues mente lo creía real.
Decidió levantarse, debía bañarse, hoy sería un largo día y había muchas cosas por hacer.
El día amaneció con un resplandor pálido, casi de plata, como si la luna se hubiese negado a irse del todo. Bulma pasó la mañana en su despacho, lápiz en mano, dibujando lo que desde hacía semanas la perseguía en sueños: un vestido blanco, sencillo y ritual, cruzado por una trenza azul que caía al pecho, mangas apenas caídas, falda ligera para el viento de la cascada. Cuando el trazo coincidió con esa imagen interior que no sabía si era recuerdo o invención, lo arrancó del cuaderno y se lo entregó a Tarble.
—Necesito esto exacto —dijo— Antes de que caiga la noche.
Tarble no preguntó por qué, tomo el diseño y bajó al pueblo, buscó a la mejor costurera y dejó dinero de sobra para que dejaran todo por hacer ese encargo.
Antes del mediodía, Bulma subió al cuarto de Vegeta. Él estaba junto a la ventana de perfil, el río estampado en sus pupilas. Ella cerró la puerta con suavidad.
—Vegeta —susurró— Necesito que me escuches... y no me interrumpas.
Él giró, bastó verlo para que algo en su pecho quisiera rendirse, pero se sostuvo.
—Recuerdo —dijo con voz baja, y aunque no era cierto, el decir esas palabras se sintió como si hubiera abierto un sello invisible, un escalofrío recorrió su cuerpo entero y supo que cruzaba una línea que jamás debió atravesar, el remordimiento la atenazó pero era necesario para ayudarlo a seguir adelante — Recuerdo lo que hice, perdóname por el acto atroz...— Dijo, acordándose de su pesadilla —por haberlos llevado al agua... por haberte dejado solo... Perdóname.— Dijo con voz suave y con más sentimiento del que se habría atrevió a usar, como si su cuerpo solo maniobrara y reaccionara a esa oración.
Vegeta se quedó muy quieto, como un animal ante un disparo. Luego, de golpe, el mundo volvió: dio un paso, otro, la sostuvo con ambas manos, la miró como quien mira al sol después de un invierno interminable.
—¿De verdad? ¿De verdad... recuerdas? —pidió, temblándole la voz.
—Sí.— Fue todo lo que ella era capaz de decir, y como tal no era una mentira, sus sueños le habían mostrado todo, ella era escéptica pero no era mentira el hecho de que conocía la verdad.
Entonces él la besó. No fue un beso de prisa, ni de hambre ciega. Fue un beso de reencuentro, hondo y sin máscaras. Bulma le sostuvo la nuca; él la ancló por la cintura, acercándola sin forzarla, dejando que fuese su cuerpo quien dijera sí. El aire olía a lluvia, él se separó un centímetro, apoyó la frente en la de ella y lo susurró como un voto:
—No te volveré a dejar caer sola— Y Bulma supo que había acertado, la mente de Vegeta que talvez desde antes del accidente se apasionaba por la vieja historia del patriarca que devolvió el esplendor de los saiyan hacía tantos siglo atrás, seguramente al suceder el accidente, al ser este un evento tan traumático había entretejido la ficción de esa leyenda con él y debido al parecido tan fuerte entre Vegeta y su antepasado al menos fisicamente, le hizo creer que él era ese sujeto y que seguía aquí por que la había dejado morir sola con su remordimiento por lo que ella hizo.
Bulma tragó, el plan avanzaba, y buscaría la manera de curar a Vegeta.
—Confía en mí — Le pidió continuando su actuación — Esta noche... iremos al río, juntos, prometió.
Tarble regresó por la tarde con una caja de cartón atada con cuerda. Dentro, el vestido era una réplica del que Bulma había visto en sus sueños, Gure entró detrás, con todo lo que necesitaban.
—Te quedará perfecto — fue todo lo que Gure le dijo.
Bulma asintió, tenía un último movimiento que ejecutar, para que la psique de Vegeta se recobrara debían volver atrás en el tiempo, recrearlo, para eso, la casa debía volver a hablar en el idioma del siglo de Vegeta I. Nappa se encargó de la planta eléctrica, desconectándola, Radditz repartió velas. Tarble llevó faroles de aceite al pasillo de la galería. Al atardecer, todos fingieron rutina.
Vegeta de pronto se había sentido tan saturado de recuerdos y emociones que había tenido un fuerte dolor de cabeza por la sobre estimulación de recuerdos, entonces, con una infusión de hierbas y una gota transparente que Gure deslizó con pulso de joyera, Bulma dejó una taza sobre la mesilla.
—Para tu dolor de cabeza —dijo, al despedirse.
Vegeta la bebió sin sospecha, el sueño llegó a él como una caricia, la casa se entregó a su teatro.
Despertó de noche, con la luna llena pegada al vidrio. El cuarto estaba sin luz; sólo un parpadeo cálido sobre la mesa: una veladora y un encendedor. A un lado, un bulto de tela y una nota breve, intentó prender la luz pero no funcionaba, tomo la veladora y revisó lo que ma carta decía, vio lo que venía escrito con letra que él reconocería no importa cuantas vidas pasasen:
Ponte la ropa que te he dejado, ven a la galería. —B.
Vegeta dejó la vela en el buró y observó lo que ella le dejó. La ropa era de otra época: camisa de lino, calzas oscuras, una faja anudada, botas toscas. Se vistió sin pensar, como si la piel recordara más rápido que la mente racional.
El pasillo vibraba de sombras y resplandor, una camino de veladoras encendidas lo guiaba. En la galería, docenas de velas abrían grutas de luz en los marcos dorados. Y allí... allí a un lado del retrato solemne de Vegeta I, había dos lienzos que el tiempo había devuelto a la superficie: la mujer de trenza azul y el retrato de dos niños. Ambos completamente restaurados y con el mismo espledor de cuando se crearon. Más lejos, discretos, Lin y Yam habían quedado desplazados, como páginas tardías de un libro que ya había contado lo esencial.
Vegeta se acercó, los ojos se le llenaron de agua sin permiso. Una mano temblorosa tocó el borde del marco. Sintió, lo supo de una manera que sólo la sangre reconoce, que un pedazo de su alma se liberaba.
Tarble entró con pasos silenciosos.
—Bulma dice que es hora de completar todo —dijo a media voz— No entiendo qué significa, pero seguramente tú sí.— fue todo lo que dijo, esperando la respuesta de su hermano.
Vegeta no apartó la vista.
—Sí.—
—Sigue las velas entonces, te llevarán al río.—
Vegeta tomó la vela y salió.
El jardín era un mapa de sombras azules y resplandores naranjas — la luna, altísima, derramaba un brillo casi líquido. A cada cinco pasos, un cirio clavado en el suelo marcaba el camino. El aire olía a flores nocturnas y a promesas...
Radditz y Nappa lo esperaban cerca de la orilla. Entre ambos habían levantado, en pocas horas, un altar pequeño: dos cruces de madera, un racimo de flores blancas, cintas azules, y velas que parpadeaban como si respiraran.
Vegeta cayó de rodillas, no dijo palabras. Lloró con una dignidad antigua, como lloran los hombres cuando nadie los mira, no le importó que sus amigos estuvieran ahí. Nappa y Radditz lo conocían desde que era infantes y jamás lo habían visto llorar, el escucharlo sin que nada le importase, los estremeció en el alma. Nappa dejó su mano sobre su hombro; Radditz se sentó a su lado, en silencio.
—¿Dónde está Bulma? —preguntó por fin, ronco.
—Aún no —dijo Radditz—Falta un poco, cuéntanos de ellos- lo animó su amigo.
Vegeta habló, lo que dijo no era historia clínica ni leyenda: era memoria del hueso. Habló de la risa de la niña como campanillas en el agua; del ceño del niño cuando se concentraba; de unos pies descalzos corriendo en la orilla; de flores en el pelo; de dedos pequeños tirándole del cabello mientras él los nombraba, incluso el río parecía bajar el rumor de su corriente para escuchar.
Nappa y Radditz callaron algo que preferían no entender: desde hacía días, soñaban voces infantiles llamándolos tíos, no lo dijeron. Sabían que esa noche no les pertenecía, pero en el fondo de sus almas ellos sabían que lo que Vegeta decía era verdad, no entendían como pero ellos sabía que habían estado ahí... los sueños que habían tenido y que ninguno de los dos había admitido en voz alta: La leyenda era real, ellos habían vivido esa vida.
Cuando la voz de Vegeta se quebró, Radditz apretó su hombro en señal de apoyo.
—Ellos se fueron en paz —dijo, sencillo—Ahora te toca soltar la culpa que te quema, para que vivas la vida que en aquella vida les fue negada, Bulma te espera en la cascada, esta vez nadie te apartará de ella.— No lo decía porque estuviera actuando, la actuación había quedado hace mucho olvidada, de alguna manera mientras él y Nappa hacían ese pequeño altar, cada uno recordó en silencio retazos de imágenes, de recuerdos que no eran de esta época y que les acongojaba el alma, una tragedia que no pudieron evitar y que trunco la vida de su mejor amigo casi hermano y su propia vida también.
Vegeta se puso de pie, asintió sin mirarlos y caminó. Nappa y Radditz supieron en ese momento que lo que sucedería por fin le daría paz no solo a Vegeta, sino a todos en esa casa...
En lo alto, la cascada brillaba como plata líquida. El viento era más frío, el agua cantaba a otra velocidad. Bulma estaba de pie, vestida de blanco, la trenza cayéndole al pecho, sobre éste un velo que el aire levantaba apenas. Gure la había ayudado a abrochar la espalda del vestido. después, a pedido de la doctora, bajó a buscar a Tarble y Bulma se quedó sola.
Respiró, no rezó, solo se mantuvo ahí intentando calmar sus sentimientos, se hallaba nerviosa.
Entonces sintió el cambio: la temperatura bajó un grado, el aire se cargó de otro siglo. Una melodía emergió del agua, tarareada con una voz que era su voz y a la vez no lo era. Bulma volteó... y la vio:
Era ella, pero no. Era la otra, la primera. La mujer de sus sueños, el espectro llevaba el mismo vestido, pero marchito por la bruma de los años; la piel alternaba traslucidez con sombras; las cuencas vacías parecían buscar algo que no estuviese en este mundo, para cualquiera, sería una pesadilla, un horror para ver, para Bulma, mirar frente a sí misma algo que había estado negando, una realidad que superaba sus conceptos académicos, fue descubrir algo distinto, para ella ver a ese ser espectral sólo fue dolor.
—Estoy aquí para acabar con todo —dijo, sin huir, sin miedo, entendiendo el dolor que aquel ser espectral encerraba, y lo entendió de pronto, no están ahí sólo para liberar a Vegeta, sino para liberarse así misma. Para darle paz al alma errante de la llorona, de aquella mujer que era igual a ella y que había vagado sin descanso, penando su tristeza y su dolor por siglos enteros por esa tierra. —Entiendo tu herida.— fue todo lo que dijo.
Extendió la mano, el espectro la tocó. En ese punto mínimo, como una brasa, algo mutó: la calavera cobró vida, el hueso se llenó de carne y de piel, la mirada se llenó de agua y luz. La mujer espectral, idéntica y distinta, sollozó.
—Mis hijos... —tembló— Los maté... fue mi culpa...—
—Hiciste lo único que creíste que podías hacer para protegerlos —respondió Bulma, sosteniéndole las manos—Llamaste a tus dioses para que los tomaran en paz. Nadie que no haya estado en tus huesos puede juzgar tus pasos.-
La atrajo y la abrazó. El río se calmó un instante, como si contemplara ese instante con expectativa.
—Él está aquí —susurró Bulma en su oído—. Vegeta también te buscó y te esperó. Déjalo oír tu dolor él ha cargado con el suyo estos siglos, no quiso irse de este mundo, no hasta que no pudiera hallarte, no hasta que no pudieran hablar.
La otra sonrió con tristeza.
—¿No me odias?—
—¿Porque lo haría? ¿Quien soy yo para culparte? Ellos están en paz —dijo Bulma—Vuelve conmigo, vuelve a mí...— Dijo antes de jalarla así sí misma para abrazarla.
En el abrazo, fueron una sola figura por un latido larguísimo. Y en ese latido, el vestido de Bulma pareció volverse más blanco, como si algo oscuro se levantara de su tela, y lo sintió, esa parte desgarrada de su alma que se separó de ella cuando aquello sucedió hace siglos, aquella parte que se quedó anclada a la tierra vagando en pena por fin volvía a su ser, y sintió que esa parte de su alma que siempre supo que faltaba, porfin se integraba a su ser.
Vegeta llegó con la respiración a medio hilo, y entonces la vio, las vio, a ellas.
Eran solo una y aún así adentro de ella eran dos, nunca habría sabido explicarlo. El agua fluía con un ruido suave y melodioso. Nappa, Radditz, Tarble y Gure se detuvieron a prudente distancia, al borde del claro.
Bulma lo miró, sus ojos tenían el brillo limpio de las cosas que finalmente se nombran.
—Recuerdo —dijo, y la palabra cayó como una llave, su voz tenía una vibración diferente, como dos voces en una.
Vegeta avanzó hasta quedar frente a ella. No la tocó aún, la luna les trazó una aureola pálida en el cabello.
—No quiero que vuelvas a pedir perdón —dijo él—El castigo ya fue demasiado largo, si algo aún debe de ser pagado , deja que sea yo quien cargue con eso...—
Bulma negó con la cabeza.
—Debes de odiarme, te quite lo más valioso, acabé con la vida de mis hijos...— Vegeta la abrazó y la dejó llorar largamente.
— Fue mi culpa, si alguien fue el culpable aquí fui yo— dijo tajante — Fui débil y te expuse al escarnio, dejé que esa mujer te humillara, no te di tu lugar... debí asegurarme desde el inicio que estarías segura, pero fui un cobarde, mis manos son más culpables que las tuyas porque yo te arrastre a la desesperación, lo hiciste pensando en salvar el alma de mis hijos de un destino horrible...— Él respiró su perfume leve, mezcla de flor nocturna y agua. La sujetó, con mayor fuerza de la curva de la cintura. El tacto fue el mismo de otra vida.
—Si quieres que saltemos no te lo permitiré, en cambio lo haré yo solo, esta vez vivirás... —dijo firme—
—ambos viviremos—fue todo lo que Bulma dijo y mientras se besaban, ambos comenzaron a brillar, y esa parte de sus almas , la culpa que los envolvía se evaporó, las almas atormentadas del pasado por fin se liberaron de su tormento.
Se besaron con una ternura feroz que sólo nace del perdón. Vegeta le apartó el velo con los nudillos y le besó la frente; bajó a los párpados, secando el llanto de Bulma; rozó la comisura, pidiendo permiso; encontró la boca. El beso fue lento, profundo, paciente, como quien rescata algo del fondo de un lago y lo calienta en el pecho. Bulma lo sostuvo por la nuca; sintió la firmeza de sus hombros, el temblor leve en su respiración, la luna brilló mas intensamente como aceptando la consagración de ese amor.
El viento levantó el velo, la tela susurró, Vegeta dejó que el deseo hiciera su trabajo de lumbre, sin prisa, sin invadir. La acercó hasta que el corazón de ambos golpeó en un mismo sitio. Sus manos recorrieron contornos conocidos la línea del hombro, la hondura de la espalda baja, Bulma respondió con un susurro que no era palabra. Él frenó, fiel a su promesa y a la frontera que habían marcado: la sostuvo con la frente pegada a la suya, ambos jadeando.
Mientras el resto los veían abrazados, solo tocando sus frentes con los ojos cerrados.
Gure lloró en silencio, Tarble la tomó de la mano. Nappa y Radditz exhalaron como si hubieran estado conteniendo aire desde otro siglo y la misma culpa que de alguna forma había vivido en su almas atormentadas también se liberó, lo supieron: de alguna forma todos ellos habían tenido una nueva oportunidad de vivir una vida que fue truncada en otra época.
Entonces, algo cambió en el agua. Una brisa tibia subió desde la caída, trayendo un perfume imposible: flor de naranjo y sándalo. Mientras dos luces pequeñas, no de vela, no de fuego, parpadearon al ras del agua. Bulma comprendió sin que nadie se lo dijera: eran las almas de sus hijos.
Vegeta la abrazó, y ambas luces se fundieron en ellos.
Bulma tomó las manos de Vegeta y, por primera vez sintió que el pasado comenzaba a soltarlos. Lo miró, en sus pupilas, la luna era un anillo quieto.
—Llévame a tu casa —pidió, pidió.
—A nuestra casa —corrigió él.
Caminaron despacio, sin soltarse. La noche, que durante siglos había sido cuchillo, se volvió un cálido manto. Al pasar junto al altar, Bulma dejó a los pies de las cruces una flores y dijo una oración.
Ambos sintieron una calidez en su corazón, y entendieron que aquello hijos que se fueron hace tanto, de alguna forma habían regresado a ellos.
Nadie habló en el regreso, en la galería, los retratos restaurados parecían respirar. La mujer de trenza azul tenía un brillo nuevo en los ojos. Y en el lienzo de los niños, a la altura de los labios, Gure juraría después que vio una sonrisa donde antes no la había.
En el umbral del cuarto, Vegeta se detuvo, no la besó. Le tomó la mano y la llevó a su pecho, al centro exacto del latido.
Bulma apoyó la frente en la de él y así en paz se abrazaron, y durmieron por fin esa noche juntos, solo descansando al lado del otro, pero de alguna forma, sentir el cuerpo del otro al lado se sentía perfecto...
Por fin la maldición de la leyenda de la llorona había acabado, al fin sus almas habían soltado todo el dolor que habían cargado todos esos siglos, y ahora podían tener la oportunidad de comenzar una nueva historia, de vivir aquella vida, aquel amor, que les fue truncado en aquella otra época...
Fin
/-/-/-/-/
Espero les haya gustado esta versión de la llorona al estilo Vegebul y que el final de la historia haya sido de su agrado 🤗💖
Gracias como siempre por acompañarme en esta aventura.
Y me gustaría saber si les gustaría leer el epílogo, déjenme en comentarios si les gustaría que sea publicado o no. ♥️
Desert Rose 🌹
