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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-02-28
Updated:
2025-10-23
Words:
69,154
Chapters:
20/?
Comments:
22
Kudos:
43
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8
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1,933

Un paso más allá

Chapter 7: Nuevos comienzos

Summary:

Nuevos desafíos, nuevas decisiones, nuevos caminos a seguir.

Notes:

Que tal.
Siento que estoy publicando esta historia más para mí que para alguien, pues pareciera que no la leen... pero me gusta, y realmente quiero terminarla.
Solo espero alguien comente.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El aroma del té recién servido flotaba en el aire, mezclándose con el tenue calor del sol que se filtraba por las amplias ventanas de la mansión Kuchiki. La atmósfera era tranquila, casi familiar. Ichigo removía su taza con desgano, sin atreverse a romper el silencio que se había instalado cómodamente entre los tres.
Byakuya, como siempre, mantenía una postura impecable, con su atención centrada en el desayuno. Rukia, sentada frente a él, echaba miradas rápidas a Ichigo cada tanto, notando la falta de energía con la que la peli naranja mordisqueaba una tostada que no parecía capaz de terminar.
La rutina de la última semana se había vuelto tediosa para Ichigo. Sin los entrenamientos en la Sexta División, sus días se sentían vacíos. Antes, al menos podía justificar su presencia en la Sociedad de Almas con algo útil, pero ahora... simplemente existía entre las paredes de la mansión, sin nada que hacer. La sensación de no pertenecer, siempre latente, se hacía más evidente con cada día que pasaba.
Odiaba no sentirse útil.
El sonido seco de la porcelana al ser dejada sobre la mesa rompió la tranquilidad. Ichigo parpadeó y levantó la vista, solo para encontrarse con los ojos violetas de Rukia, que la estudiaban con disimulo. Fingiendo desinterés, Ichigo desvió la mirada hacia su taza, pero no pasó desapercibida para su amiga.
La interrupción llegó con la entrada de uno de los sirvientes, quien se inclinó con respeto antes de anunciar la inesperada visita.
— Urahara Kisuke solicita una audiencia con Kurosaki-dono y Goshujin-sama.
Ichigo se irguió de inmediato, dejando su taza a un lado. La sorpresa fue reemplazada por curiosidad al escuchar el nombre de su antiguo aliado. Byakuya asintió con parsimonia, como si ya lo esperara, mientras Rukia contenía la pregunta que se dibujaba en sus labios. Sabía que cuando los sirvientes se dirigían a su hermano de forma tan deferente, era por asuntos oficiales.
Los tres se dirigieron a la sala de reuniones, donde Urahara aguardaba con su sonrisa enigmática y ese aire despreocupado que siempre lo acompañaba. Su sombrero ocultaba parcialmente sus ojos, pero Ichigo reconoció al instante el destello de satisfacción en su mirada.
—Kurosaki-san, qué gusto verte. —Su voz cantarina resonó en la habitación—. Y a usted también, Kuchiki- taichō. Y tú también Rukia-chan, perdón, Kuchiki taichō.
Rukia le hizo un pequeño gesto de reconocimiento, mientras se acomodaba un poco más atrás, ya que esta conversación no la involucraba.
Byakuya apenas inclinó la cabeza en reconocimiento, mientras Ichigo se cruzaba de brazos con impaciencia.
—¿Qué quieres, Urahara-san?
El hombre soltó una risita antes de sacar una pequeña caja de madera del interior de su haori. La abrió con cuidado, revelando el brazalete dorado adornado con hojas de laurel finamente talladas. Cada hoja parecía brillar con un tenue resplandor espiritual, como si contuviera energía dentro de sus grabados.
—Este, querida Kurosaki-san, es el fruto de semanas de arduo trabajo —anunció con teatralidad—. Un artefacto capaz de contener y enmascarar tu reiatsu, para que puedas caminar entre los demás sin que colapsen a tu alrededor.
Ichigo se acercó, casi con reverencia, observando el brazalete con ojos brillantes. La posibilidad de volver a entrenar sin dañar a otros era algo con lo que había soñado desde que llegó. Lo tomó entre sus dedos, sintiendo el peso frío del metal contra su piel.
—¿De verdad funciona?
—Oh, claro que funciona... siempre que tu propio poder lo active —explicó Urahara con una sonrisa traviesa—. Cada hoja está tallada con sellos de Kidō, diseñados para sincronizarse con tu reiatsu. Pero... —alzó un dedo—... aunque esto pueda ayudarte, no deberías depender de él. Tarde o temprano, tendrás que aprender a controlar tu poder por ti misma. Si alguien te lo quita o lo destruye... bueno, ya sabes.
Ichigo apretó los labios, sabiendo que tenía razón. Aun así, la idea de tener al menos una oportunidad para moverse libremente la llenaba de alivio.
—Gracias, Urahara-san. —dijo con una sonrisa real.
—¡Ohó! —respondió el hombre, cubriéndose la cara con su abanico —. Que una bella dama me agradezca tan sinceramente hace que me sonroje.
Ichigo puso los ojos en blanco,sin tomar en serio las palabras de Kusuke, Mientras que Byakuya lo miraba fijamente.
La conversación parecía llegar a su fin, pero entonces Ichigo dejó escapar lo que llevaba días rondando en su cabeza.
—Quiero unirme a algún escuadrón... aunque sea solo para ayudar con algo. No puedo seguir sin hacer nada.
Un silencio breve se instaló en la habitación. Byakuya cerró los ojos por un instante, como si sopesara su respuesta antes de hablar.
—Si deseas formar parte de un escuadrón, deberías asistir a la Academia Shinō.
Ichigo se giró hacia él con incredulidad.
—¿Qué? ¿Para qué? ¿Crees que necesito clases para pelear?
—No —intervino Rukia, con una sonrisa contenida—, pero ser shinigami es más que solo pelear.
—Allí aprenderás las leyes, el funcionamiento de los escuadrones, cómo moverte dentro de la estructura de la Sociedad de Almas... Y también cómo ser útil en tiempos de paz. —Agregó el hermano de Rukia, con voz tranquila, pero contundente.
El tono neutral de Byakuya dejó claro que su opinión era definitiva, aunque no lo estuviera imponiendo directamente. Ichigo frunció el ceño, pero en el fondo sabía que tenían razón. Podía esquivar el papeleo y la burocracia, pero si quería ser parte de este mundo, aunque solo fuera temporalmente, tendría que conocerlo desde adentro.
—Piensa en ello, Kurosaki-san —añadió Urahara, con una sonrisa misteriosa—. Nunca se sabe lo que puedes aprender en la escuela.
Ichigo suspiró, resignada. Al menos ahora tendría algo que hacer.
Urahara se puso de pie.
—Espero que lo cuides bien, Kurosaki-san —comentó Urahara con su habitual tono burlón—. Un tendero siempre está ocupado, así que no tengo tiempo para hacer otro si lo rompes.
Ichigo apenas logró contener una sonrisa mientras Urahara se despedía con una reverencia teatral antes de desaparecer. El silencio regresó, aunque esta vez con una carga diferente.
Byakuya se levantó con la elegancia habitual.
—Solicitaremos una audiencia con el Capitán comandante. El examen de ingreso ya ha pasado, pero se pueden hacer excepciones… en casos especiales.
Ichigo dejó escapar una risa irónica.
—¿Especial por ser problemática?
—Especial por ser tú —respondió Byakuya con seriedad.
El peso de esas palabras quedó suspendido en el aire.
Su corazón se aceleró en su pecho sin que Ichigo entendiera bien el por qué, pero en ese momento no importaba; por primera vez en días, Ichigo sintió que quizás aquel lugar tenía algo para ella después de todo.
Volvieron a la mesa del desayuno, para terminar su merienda interrumpida. Rukia se sirvió una taza de té y también a Ichigo y a Byakuya con gran delicadeza. Sin embargo, el brillo travieso en sus ojos no le dio confianza a la peli naranja.
—Espero que te den uniforme infantil —dijo Rukia con una sonrisa traviesa, apoyando la mejilla en la mano—. Con suerte, no te harán usarlo con tu nombre bordado en la espalda.
Ichigo la fulminaría con la mirada, mientras Rukia intenta disimular la risa con su taza de té, y Byakuya... Byakuya no dijo nada, pero Ichigo vio el tic en su mejilla.
El maldito se estaba burlando de ella.
Eran momentos como ese en los que Ichigo recordaba que sus dieciocho años se consideraban muy poco para los siglos y milenios de la mayoría de los Shinigamis. Incluso Toshiro, que parecía poco más que un niño, tenía más de un siglo de edad
Terminaron el desayuno en silencio. Rukia se marchó a su escuadrón, pero Byakuya se quedó. Envió una mariposa infernal a Renji para informarle que estaría haciendo trámites fuera del escuadrón.
El viaje hasta la Primera División se produjo poco después del mediodía. Kyoraku los recibió con su habitual sonrisa lánguida, aunque sus ojos afilados demostraban que había esperado esa visita, y que estaba emocionado por lo que estaba por venir.
—¡Kurosaki-san en la Academia Shinō! —dijo con una sonrisa perezosa—. Yamamoto-sensei se habría divertido con la idea... aunque solo si no le explotabas nada.
Ichigo bufó, cruzándose de brazos.
—El viejo solo quería que me convirtiera en uno de sus soldados, odiaba no poder darme órdenes.
—Aunque te las diera, no las seguías — dijo Kyoraku divertido. Para él, Ichigo era mucho más que una joven fuerte que los había ayudado a ganar la guerra: era el catalizador que inicio una nueva revolución dentro del Seireitei.
No en el sentido de crear un motín, aunque algo de eso sí hubo, sino que los shinigamis que se habían conformado con sus niveles de poder, empezaron a avanzar nuevamente luego de encontrarse con ella.
—Un tema que hay que abordar es cómo entrará sin causar que los otros reclutar pierdan el foco al verla —dijo Byakuya, lo que provocó que Ichigo lo mirara confundida.
—No voy a ir a causar peleas —dijo Ichigo un poco molesta. No entendía por qué todos pensaban que ella era una buscapleitos, cuando realmente solo se defendía.
—No es a eso a lo que Kuchiki-taichō quiso decir, Ichigo-chan —Kyoraku intervino, sonriendo divertido por la reacción de la chica —. Puede que no te hayas dado cuenta, pero te has convertido en una…celebridad dentro del Seireitei —el rostro de Ichigo estaba pasando rápidamente de la confusión al horror mientras escuchaba al capitán comandante, para gran diversión de este —. Tus logros durante la guerra, así como tu poder son más que conocidos, te ha vuelto en alguien de quien todos hablan. Alguien a quien admiran. Lo más probable es que si entraras a la academia anunciando tu nombre, se armaría tal revuelo que nadie se concentraría en los estudios.
—Al menos, tu empeño por no dejar que te tomen fotos ha tenido sus frutos —una voz femenina vino desde la entrada de la oficina. Al girarse, Ichigo vio a su recientemente descubierta Prima; Shiba Kukaku. La mujer parecía muy divertida por la conversación —. Así que lo único que sabe la mayoría del Seireitei que no te conoce, es que tu cabellos es largo y naranja.
—Me alegra que se una a nosotros, Shiba-dono — dijo Kyoraku sonriéndole a la Mujer.
—Corta la mierda formal, Kyoraku —respondió la mujer mientras se posicionaba a la derecha de Ichigo —Largo tiempo sin verte, primita —dijo con una enorme sonrisa, mientras pasaba su único brazo sobre los hombros de la peli naranja.
Ichigo le sonrió. No podía negar que siempre se sintió un poco intimidada por Kukaku, pero el saber que eran primas le daba cierto sentido de pertenencia. Le gustaba tener más familia que su padre y sus hermanas, en especial estando tan lejos de su hogar.
—Estábamos hablando precisamente de cómo evitar armar gran alboroto cuando entre a la academia Shinō.
—Podría entrar como miembro del clan Shiba —dijo Byakuya —No creo equivocarme al decir que por esa razón se ha llamado a Shiba Kukaku a esta reunión.
—¿Me están metiendo de contrabando? —dijo Ichigo desconcertada.
—No de contrabando —intervino Byakuya con su voz serena—. De incógnito.
—Es lo mejor para evitar revuelo innecesario —Dijo Kyoraku con voz solemne. Puede que todo le pareciera muy divertido, pero no quitaba que la presencia pública de Ichigo en la academia crearía más caos del que estaba dispuesto a aguantar.
De solo imaginarse el papeleo que eso acarrearía le daban ganas de tomarse una siesta.
—No es que disfrutes de la atención — dijo Byakuya —Sería más pacífico para ti entrar como Shiba. Como Noble de una casa renacida seguirás llamando la atención, pero menos que si entraras como Kurosaki Ichigo, Heroína de guerra.
—Además tu estatus de noble te puede dar un poco de protección contra los nobles soberbios —dijo Kukaku con una sonrisa un poco maniaca.
—Shiba Ichigo sería demasiado obvio, ¿Quizás Shiba Natsu?
—Masaki —dijo Ichigo con voz firme —Shiba Masaki —si iba a usar un nombre falso, al menos que este significara algo para ella.
Hubo un pequeño silencio en la gran oficina, pero pronto fue roto por Kyoraku.
—Perfecto, Shiba Masaki acaba de ser aceptada en la academia Shinō de artes espirituales. —dijo con una gran sonrisa —En cinco días será acompañada por la cabeza de clan, Shiba Kukaku, para su entrada oficial.
—Kukaku-san dijo que todos conocen mi color de cabello ¿tendré que teñirlo? —preguntó Ichigo, verbalizando una duda que la había estado molestando los últimos minutos. No quería teñirse su cabello.
—No será necesario —dijo Kyoraku, e Ichigo estaba segura de que estaba conteniendo la risa, aunque ella no entendía por qué —Pronto te darás cuenta de que, con tu color natural, ni siquiera destacarás.
Eso le pareció muy extraño a Ichigo, en especial porque volvió a ver el tic en Byakuya. Sabía que su color de cabello era poco común, y muchos la reconocían sólo por él.
Pero pensándolo un poco más, era cierto que en la Sociedad de Almas había visto colores aún más extraños, Toshiro lo tenía blanco, y Mashiro verde, así que quizás el naranja ni siquiera llamara la atención.
—Shiba Masaki —susurró una vez más Ichigo, como aceptando su nuevo nombre.
—Te queda mejor de lo que crees —dijo Byakuya con voz baja.
Ella le sonrió agradecida. Ese nombre era muy importante para ella. Solo esperaba estar a la altura de él.
Las cosas terminaron más rápido de lo esperado, por lo que pronto Ichigo volvió a la mansión.
Byakuya le dio algunos cuadernos de papel grueso para que pudiera tomar apuntes. Al ver los útiles de escritura, plumas y tinteros, Ichigo agradeció haber aprendido desde niña caligrafía, aunque de igual manera extrañaría un simple bolígrafo del mundo humano. Guardó todo en un pequeño bolso, para no olvidar nada el día que debiera ir a la academia.
Horas después, al acostarse, Ichigo miraba el techo de su habitación con una mezcla de anticipación y temor. Se sentía como una niña otra vez, al borde de un abismo que no había elegido... pero que, en esta ocasión, quería cruzar.
—Vamos, Masaki —susurró para sí misma—. A ver qué demonios me espera ahora.
Y con esa última sonrisa, se dejó caer en el sueño, sin saber que ese nombre pronto se convertiría en algo mucho más importante de lo que imaginaba.

Notes:

He intentado ir corrigiendo pequeños errores ortográficos en este capítulo... cosas como la forma de escribir las "o" y cosas así. Espero que disfrutaran de este capítulo. Ya todo está empezando a moverse de manera más constante.