Chapter Text
Sorprendentemente, esperar para tomar el tren no había sido tan complicado como Vaggie, Angel Dust, y Charlie pensaban. Creyeron que sería igual de frenético que tomar el autobús, o incluso que los guardaespaldas del padre de Charlie habrían encontrado el modo de seguirlos hasta allí. Pero la estación era demasiado pequeña, con sólo una persona sentada esperando el siguiente tren. Cundo les tocó bajar del autobús, muy temprano por la mañana, notaron que eran los únicos que iban a parar en dicho sitio, mientras que los demás pasajeros ya habían bajado en lugares anteriores o iban todavía más lejos que los tres amigos. La dichosa estación de tren estaba casi en medio de la nada. Ni siquiera había tiendas de autoservicio cerca, y sólo unas pocas casas podían ser vistas a lo lejos.
“¿Estás segura de que ésta es la estación, Vaggie? Digo, jamás dudaría de tu sentido de orientación, excepto la sexual, pero este no se ve precisamente como el sitio de espera al tren que lleva a una de las academias de magia más prestigiadas… ¿O sí?”, Angel Dust masticaba uno de los sándwiches que se habían preparado, a modo de desayuno.
“El conductor dijo que éste era el lugar, y las placas afuera de esta extraña cabaña tienen el mismo nombre que está señalado en el mapa. Pero es cierto, jamás me hubiera imaginado que el aspecto de esta estación era… pues… éste.” Vaggie se frotó la frente con los dedos, intentando encontrar algo que la alejara de la duda. Pero estaba segura de que checar el mapa no haría nada por ellos, ese era el lugar indicado, lo había visto mil y una veces en ese papel plegable. Nunca lo mencionó, pero la primera vez que vio el mapa sí le pareció extraño cómo la estación no parecía estar rodeada de ningún pueblo; sin embargo, lo dejó pasar porque creía que las casas no abundaban por aquellos lados, o que no eran de vital importancia.
Pero tampoco esperaba un lugar completamente desierto. No había ni siquiera una persona detrás de la ventanilla a quien comprarle los boletos.
Afuera, los rieles se ubicaban del lado opuesto a la carretera vehicular, por lo cual el pasto rodeaba todo, y les hacía sospechar aún más que esa estación no era la correcta. Se veía imposiblemente solitario, abandonado incluso.
El interior de la estación tampoco era muy amigable. Era simplemente una cabaña que ni siquiera tenía aspecto de una estación formal. Había sólo un par de sillas, dos ventanillas al fondo rodeadas por un barandal de madera, y unos cuantos instrumentos de metal que sostenían diferentes formatos de postales y cartas a la entrar de la estación. A cada lado de la cabaña se encontraba una ventana extrañamente limpia; de hecho, el interior se veía abandonado y un poco inquietante, pero no estaba para nada sucio.
“No lo entiendo. Alfevdram es una de las escuelas más prestigiosas del país ¿Por qué la estación que lleva a ella está tan sola? Vaggie, el sitio que viste en internet decía eso, ¿no? ¿No debería haber decenas de familias despidiendo a sus hijos aquí?” Charlie sólo miraba a su alrededor con ojos preocupados.
“Tal vez el sitio era una página de internet vieja y desactualizada que no contenía más que mentiras estúpidas. Quizá la escuela ya ni siquiera existe. ¡Mira este lugar! Está poco menos que abandonado.” Angel Dust sonaba fastidiado.
“¡Chequé muchos más sitios y estadísticas de periódicos nacionales! Incluso llamé unas cuantas veces a las oficinas de la escuela para preguntar por los procesos de matriculación; si estuviera cerrada no me hubiera contestado nadie, cerebro de semen.” Vaggie a veces encontraba insultos mucho más creativos que los de Angel, pero sólo si estaba muy enojada.
Una anciana que se encontraba sentada del lado opuesto que los amigos, observaba al grupo con curiosidad. Charlie se percató de la mirada de la señora, por lo que inclinó un poco la cabeza y ofreció una sonrisa a modo de disculpa, estaba segura de que todo ese ruido y lenguaje habían molestado a la pobre mujer. La señora estaba encorvada, algo que encogía su figura, pero Charlie sabía que en algún momento del pasado había sido alta. Tenía arrugas por todas partes y sus manos se veían huesudas. Sorprendentemente tenía su cabello, que era completamente gris, largo (algo no tan común entre las mujeres de edad avanzada), y lo llevaba atado en un modesto moño de trenzas que se veía hecho con habilidad.
“Alfevdram sigue existiendo, niños.” Vaggie y Angel voltearon a ver a la anciana, en quien Charlie ya tenía puestos los ojos. “No se preocupen, estoy segura de que podrán llegar y hacer magia como ustedes prefieran.” Les sonrió.
“Pero aquí no hay nadie esperando para ir hacia allá, tengo entendido que ese tren sólo va de ida, y tiene dos paradas: ésta y Alfevdram. Así que… ¿por qué sólo estamos nosotros aquí?” Vaggie parecía querer preguntarle más cosas a la anciana, pero se limitó a sólo una de ellas.
“Debo admitir que me pareció extraño que se dirigieran a Alfevdram, habiendo tantas instituciones mucho más novedosas y prestigiosas que esa”, la anciana puso su dedo índice delicadamente sobre el mentón.
“¿Cómo que Alfevdram no es prestigosa? VAGATHA, TÚ DIJISTE QUE-” Angel Dust comenzó a gritarle a Vaggie de nuevo.
“CUIDADITO CON RECLAMARME A MÍ, SUCCIONA PENES. NO ES MI CULPA SI ME MINTIERON”, Vaggie no tardó en responderle con más lenguaje poco apropiado.
Charlie intentaba calmarlos desde su lugar, pero el par sólo seguía gritándose y echándose la culpa.
“¡Habremos huido y causado un revuelo estúpido con nuestras familias sin que valiera la pena! MIRA A CHARLIE, HASTA TUVO QUE TRAVESTIRSE PARA PODER LLEGAR HASTA AQUÍ-” Angel Dust se calló a sí mismo, pues volvió a ser consciente de la presencia de una cuarta persona en la estación que no debía conocer el secreto de su amiga. Los tres voltearon a ver a la anciana al mismo tiempo, con la mirada asustada. “Mierda”, dijo como último Angel.
La anciana los miró con una cara de delataba lo gracioso que le parecía aquello.
“¿Travestirse? Pero en las escuelas de magia ya no existen leyes como las de antes, pequeños. ¿A qué se refieren?” se rio de manera un tanto tímida y cohibida.
“… ¿A qué se refiere usted?” la que habló fue Charlie.
“Bueno, antes sólo se les permitía a hombres estudiar en ciertas academias. Otras sólo dejaban entrar a mujeres. Ahora casi todas las academias son mixtas, por eso me parece extraño que uno de ustedes tenga que venir disfrazada así.” La anciana rio. “A menos, claro, que estés en lo que los jóvenes llaman… un periodo de transición, o algo así. Si ese es el caso, perdón, no quise ofenderte. Nací en una generación a años luz de la suya y no logro acostumbrarme.”
“No, si el que ofendió a alguien fue el severo chupa-hombres de aquí, no usted, señora”, Vaggie miró a Angel con reproche.
“En todo caso, señora, ¿podría omitir decirle a cualquier persona con la que se cruce que hay una muchacha travestida por ahí intentando entrar en una escuela de magia? Nos haría un gran favor.” Angel Dust sonaba más tranquilo de lo que debería haber estado haciendo esa pregunta.
“Demasiadas palabras en una oración, Anthony”, dijo Vaggie, burlándose de él justo como el chico lo había hecho la noche anterior.
“Ugh, ya te he dicho que no me llames Anthony, Vaggiecienta”, y estaban discutiendo de nuevo. Charlie a veces se preguntaba si de verdad era conveniente dejar que estuvieran tanto tiempo juntos, tendrían que compartir cuarto en la escuela y tenerlos peleando todo el tiempo era peligroso, sobre todo considerando que al discutir perdían la noción de sus alrededores y soltaban secretos o cosas que nadie debía saber; justo como Angel Dust había hecho.
“Tranquilos, no diré nada. Quiero creer que si están tomándose todas estas molestias para entrar en Alfevdram es por una muy buena razón. Así comienzan los sueños…” la anciana comenzó a hablar como si supiera el destino mismo del mundo o sus secretos. Quizá sonaba un poco ridícula, pero sus palabras sonaban fuertes en la cabeza de Charlie.
“Pero el tren, ¿cuándo se supone que va a llegar?” preguntó la rubia.
“No se sabe. En este lado del país es más común que se hable de magia, y cuando se habla de magia las cosas tienen una respuesta que casi nunca obedece a las leyes de la lógica, o no la tienen.” La anciana sólo miraba al frente, a la entrada de la estación, desde donde podía verse un tramo de los rieles y de la carretera. Si llegaba un autobús o un tren, lo sabrían con bastante anticipación.
“¿Y los boletos? No hay nadie en la ventanilla, ¿cómo se supone que subamos si no tenemos boletos?” Vaggie y Angel habían dejado de discutir, y escuchaban la conversación de las otras dos mujeres.
“No necesitas boletos para subirte a ese tren. Si fuera otro, que llevara a cualquier otro lugar, la persona detrás de la ventanilla les hubiera vendido los boletos hace mucho. Pero no hay nadie.”
“Eso no tiene sentido. ¿Cómo podría saber alguien, que para empezar no está dentro de la ventanilla, cuándo y cuándo no vender boletos?” al terminar de hacer la pregunta, notó que la anciana la veía con una sonrisa sincera y un tanto divertida.
Oh, pensó Charlie, ya voy entendiendo.
“Creo que te di la respuesta tan sólo hace un momento, querida”, dijo la anciana. “Me encantaría seguir hablando con ustedes, jovencitos, pero su tren llegó y parece ser hora de que se marchen.”
Los tres amigos voltearon a su lado izquierdo, donde se encontraba una ventana, y ahí estaba. Era un tren rojo con toques dorados, que hacía ruidos de volumen alto, a pesar de sólo estar parado. No era un ferrocarril con locomotora a vapor, más bien parecía un tren moderno, de metro, parecido a los que se encontraban en ciudades con distancias exponenciales.
“Pero- ¿Cuándo…?” Angel Dust miraba el tren con cierto miedo y estupefacción. “¡Pero ni siquiera lo escuchamos acercarse!”
“Olvídalo, Angel. No creo que a partir de este punto valga la pena hacernos preguntas que dañarán nuestra salud mental. Sólo subamos en el maldito tren.” Vaggie se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia la salida de la estación con su mochila en un hombro. “Gracias por aclarar nuestras dudas, señora.” Sonrió por encima de un hombro.
“Sí, y sobre todo por guardar el secreto de nuestra amiga, abuela”, Angel Dust siguió a Vaggie. “Ojalá la vida se lo recompense no teniendo que verle la cara a Vaggie nunca más.” Y, de nuevo, peleaban.
“Perdón, son un poco… um…” Charlie tomó su mochila y comenzó a irse, siguiendo a sus amigos.
“Tranquila, dulzura, alguna vez también conocí a dos personajes como esos. Eran amigos de mi hijo.” La anciana sonrió.
“Usted… ¿estará bien? ¿Quiere que le llamemos a alguien para que venga a recogerla?” Charlie no quería dejar a la anciana sola en tan extraña estación.
“Descuida, alguien ya vendrá por mí. He estado en esta estación un buen rato, y llevo viniendo a ella muchos años. Estoy acostumbrada a quedarme sola por muchas horas, y de vez en cuando vienen personas interesantes a hacerme compañía. Justo como acaban de hacer ustedes. Anda, cariño, el tren partirá en cualquier momento”.
“De acuerdo. Si usted insiste…” comenzó a caminar hacia la salida para alcanzar a Vaggie y Angel Dust. “Gracias por no decir nada”, Charlie le sonrió con amabilidad.
La anciana no habló, sólo devolvió el gesto a Charlie. Con ello, la chica siguió a sus amigos y los tres subieron al tren.
El interior parecía nuevo, como si ese viaje fuese el primero que daba el tren. Incluso olía a tela nueva y ventanas recién limpiadas. No hubo nadie que les recibiera los boletos, y todos los asientos parecían ir vacíos. Por las bocinas sonaba una música tranquila, la voz de Sinatra llenando el tren les daba a los tres amigos una sensación de paz después de tan agitadas horas. De pronto, algo tronó debajo de ellos, y el tren comenzó a moverse de forma lenta. Vaggie encontró apoyo en Charlie, mientras que Angel sólo se agarró a uno de los asientos. No hubo ningún aviso a través de las bocinas, y tampoco apareció la persona que, se supone, estaba manejando el tren para saludar a los pasajeros. Tampoco es que hubiese muchos, sólo estaban ellos tres.
“Creo que ya puedes quitarte la peluca, cariño”, Vaggie le quitó la gorra a Charlie.
“Oh, ¡espera!” comenzó a hablar la rubia. Para cuando la gorra se desprendió de su cabeza, ya era tarde. La peluca terminó de aflojarse y reveló el cabello real de Charlie, cortado de manera irregular y poco estilizada, le llegaba poco arriba de los hombros. Vaggie y Angel inhalaron aire de manera dramática, la morena incluso retrocedió un par de pasos de su amiga.
“¡MIERDA, CHARLIE!” gritó Angel Dust, “¿Qué diablos hiciste con tu cabello?”
“¡Charlie, pensé que no querías cortártelo!”, Vaggie sostenía la peluca y la gorra en una mano.
Charlie soltó una leve risa y se rascó la parte de atrás de la cabeza. “Era difícil meter todo ese cabello en la peluca y con los guardaespaldas persiguiéndome… no tuve opción”, se encogió de hombros. “Pero la peluca me cambia el aspecto de manera eficiente, así que no pienso dejar de usarla”.
Vaggie y Angel Dust se miraron, sus ojos daban a entender que sabían lo difícil que debió ser para Charlie tomar esa decisión. Más allá de que su cabello era algo que gustaba de forma sincera y casi nunca lo cortaba, gracias a los diversos rizos que tenía, la gente siempre le recordaba a Charlie lo mucho que se parecía a su padre. El recuerdo de Lucifer eran una motivación y soporte inevitables para ella, debido a lo que había pasado cuando la rubia descubrió que tenía magia en ella.
Por mantener ese recuerdo, precisamente, Charlie no podía permitir cortar ni teñir y mucho menos rizar de manera permanente su cabello, algo que les había dejado en claro a Angel y Vaggie desde el principio.
“El chico llamado ‘Lucio’ sólo puede ser un disfraz. Si permito que se convierta en parte de mí o que incluso ustedes se lo tomen demasiado en serio… me volveré loca”
A partir de ese momento, Vaggie y Angel Dust habían prometido, silenciosamente, dejar que Charlie se quitara la peluca y todo el conjunto de Lucio en cuanto estuvieran solos. Quizá eso haría que ella se sintiera más cómoda y tranquila.
“Hey, sea cual sea tu decisión, estaremos para ti”, Vaggie dijo, sonriendo para Charlie. También Angel Dust curvó sus labios a modo de complicidad y se dispuso a buscar un lugar para acomodar su mochila.
El tren seguía su curso, en pocos segundos Charlie pudo ver que la pequeña estación se iba haciendo cada vez más pequeña.
Incluso allá atrás pude tener la oportunidad de esperar un autobús y regresar a casa. Pero este tren es sólo de ida, no hay manera de volver, pensó, no se dio cuenta de que estaba suspirando con cierta tristeza.
“Oye…” Vaggie la sacó de la preocupación innecesaria. “Ya dimos este paso, estaremos bien”, ambas se sonrieron. Las distrajo el sonido de Angel acomodando su mochila en las rejillas de arriba de los asientos.
“No quiero ser grosero, pero la anciana esa me daba un miedo terrible.” Después de acomodar sus pertenencias, Angel Dust se aventó a uno de los asientos de terciopelo del tren, gruñó de lo cómodo que se sentía. “¡Esto es vida! Después de esos apestosos asientos de autobús y las sillas duras de la estación esto es lo que mi trasero necesitaba”.
“Bendito el cielo si esto es todo lo que tu trasero necesita por los siguientes meses”, Vaggie susurró y Charlie soltó una risa estruendosa. Angel inmediatamente captó la broma de la peli-gris, pero sólo soltó aire por la nariz de manera molesta. “Aunque tienes razón: la señora sí daba un poco de miedo. No creo que haya tenido intenciones malas pero, no lo sé… Era como si algo no terminara de convencerme de que era una buena persona.” Vaggie se sentó en el asiento junto a Angel Dust e inmediatamente soltó un suspiro, al parecer ella también encontraba el lugar cómodo.
“También creo que era un tanto inusual, pero no me provocó miedo”, Charlie ocupó el último asiento junto a sus amigos y relajó sus músculos, los cuales habían estado tensos desde hacía muchas horas sin que ella se diera cuenta. “Sólo hubiera querido ayudarla a llamar a algún familiar, pero se negó”.
“Mejor que lo hiciera, blondie. No podemos andarnos deteniendo por cualquier extraño que se nos cruce por el camino.” Angel Dust se puso a mirar el techo del tren.
“Ahora que lo dices, sería bueno establecer algunas reglas para nosotros mismos”, Vaggie empezó a sacar una hoja y una pluma de su mochila. Charlie y Angel la vieron, interrogantes, pues la petición era un tanto extraña. “Manipular el sistema de la escuela para quedar juntos en el dormitorio es quizá lo más arriesgado que podemos permitirnos hacer; lo demás debemos dejárselo a la suerte o nos veremos demasiado sospechosos.”
Charlie y Angel comenzaron a escuchar a su amiga con mucha más atención.
“En algún momento deberemos separarnos, ya sea por clases o porque no estaremos en Alfevdram sólo para cuidar de ti, Charlie. Angel, ya hemos hablado de esto: y tú y yo sabemos que esta es la única oportunidad que tendremos para aprender magia como es debido. Por favor, por lo que más quieras, no te metas en problemas, si lo haces terminarás por arrastrarnos a nosotras dos.”
El que Angel no soltara ningún tipo de comentario medianamente chistoso era prueba de que, incluso en ese momento, cuando no estaban en peligro de nada, el peli-blanco tenía toda su atención puesta en el plan y quería seguirlo. Después de todo, él era el mayor de los tres, tenía que poner el ejemplo primordial. A sus 25 años conocía un poco sobre su propia magia, pero no era del todo capaz de controlarla, y las academias siempre habían tenido como límite de edad para aceptar matricular a sus alumnos esos precisos 25 años. A partir de tan sólo un año más tarde que eso, los jóvenes adultos sólo podían esperar caer bajo la tutela de algún maestro que estuviera interesado en tener aprendices o, en el caso de personas con más dinero como Charlie, podrían simplemente contratar a instructores privados y ser educados desde casa.
Angel Dust sabía que no podía poseer ninguna de las dos opciones, por lo que era indispensable matricularse dentro de una academia que le diera la mínima posibilidad de estudiar.
“Yo gestionaré todos nuestros gastos y me encargaré de relacionarme apropiadamente con la mayor cantidad de profesores que pueda. Si algo llega a salir mal, para entonces tendremos algunos contactos que estén dispuestos a hacernos favores. La ventaja que tenemos, por ahora, es Cherri Bomb. Pero no podemos permitir que en cuanto termine de pagarle los favores a Angel Dust nos delate; hay que ganárnosla de alguna manera.”
“Estoy seguro de que si le ofrecemos pagarle incluso una pequeña cantidad mensual de dinero puede seguir manipulando cuestiones del sistema para nosotros. El problema es que nuestros ahorros no nos mantendrán por siempre, y no podemos estarlos invirtiendo sólo en Cherri”, Angel Dust se sujetó la barbilla, pensando en una solución.
“Tomando en cuenta que no pagamos nada ya que la escuela depende del gobierno, los gastos que habíamos tenido contemplados en caso de tener que rentar un departamento quedan anulados, Angel. Tampoco creo que tengamos demasiado tiempo para salir de los límites de la academia, así que el dinero que tenemos podemos gastarlo un poco más libremente.”
“Entonces dediquemos una suma mínima a pagarle a Cherri Bomb por hacernos favores. Podemos disponer primero de mis ahorros, son bastantes y creo que pueden alcanzarnos para unos cuantos meses”. Charlie intervino en la conversación y los otros dos estuvieron de acuerdo.
Siguieron armando estrategias de emergencia, armaron incluso una historia falsa que todos debían contar si les preguntaban de dónde se conocían. Angel accedió a levantarse a una hora decente, antes de acudir a clases, para poder ayudarle a Charlie colocándole algo de maquillaje que escondiera sus facciones de manera ágil. No pretendían ponerle plastas, pues eso sólo haría las cosas más difíciles.
“Sólo te haré unos cuantos toques para que no se noten demasiado tus rasgos femeninos. No será fácil, tienes esa maldita cara de ángel caído del cielo. Lo máximo que podré lograr será que te confundan con un chico hermoso, demasiado hermoso” había una pizca de celos en el tono de Angel, pues cuando se trataba de vanidad no había quien le ganara. Quizá le era molesto pensar que alguien además de él estaría robando miradas por la academia.
Charlie no tenía que hacer algo en específico, a diferencia de sus otros dos amigos, sólo debía limitarse a una simple regla.
“No seas amable con extraños”, Vaggie y Angel Dust le dijeron al mismo tiempo. La rubia sólo pudo reír ante el comentario, pues sabía a lo que se referían sus amigos. Desobedecer esta regla sería muchísimo más peligroso que en cualquier otra situación, si alguien lograba reconocerla todo el plan se iría al carajo. Ni la peluca, la faja, o el maquillaje la salvarían si alguien llegaba a mínimamente sospechar quién era en realidad. Lo mejor era mantener un perfil bajo, algo a lo que no estaba acostumbrada, y hacer contacto con el menor número de personas posible. Ser la más joven de los tres no necesariamente significaba ser la más ingenua, pero por alguna razón lo era.
“Sabemos que eras la ‘señorita popularidad’ en el instituto, siempre compitiendo con Helsa, pero calma las malditas tetas una vez lleguemos a Alfevdram”, Angel Dust señaló a Charlie con el dedo índice.
“No es como que pueda calmar algo que nadie sabrá que tengo-” comenzó Charlie, le gustaba molestar a Angel a costa de sus propios comentarios ofensivos.
“¡Sabes que no me refiero a tus tetas reales!”
Vaggie, por primera vez en muchas horas, se sentía verdaderamente relajada. Estar peleando con Angel Dust todo el tiempo la agotaba mentalmente. Siguió garabateando números en la hoja de papel mientras sus otros dos amigos discutían de manera mucho más amistosa; al cabo de un buen rato, ambos cayeron dormidos.
A sus 23 años, Vagatha era mucho más habilidosa con los números de lo que le gustaba admitir; sobre todo porque no aprendió a serlo porque quisiera. No le gustaban las matemáticas, las odiaba, pero era ridículamente buena con ellas. Tantos años viviendo sola y manejando sus propios gastos la habían acostumbrado a llenar cuadernos enteros con sumas, restas, y divisiones; todas estas separadas y clasificadas por listas o tablas de balance. Al estar ideando el plan para que ella y sus amigos pudieran acudir a Alfevdram calculó incluso las tasas de probabilidad de éxito y fracaso según las variables de Charlie, Angel y ella misma. Sabía que no iba a tener otra oportunidad tan fortuita como esa. Curiosamente, era buena con su magia también. Durante muchos años estudió por su cuenta aspectos relacionados a ella, y del grupo de amigos era quien mejor documentada estaba sobre los diferentes tipos de magia. Sin embargo, estaba consciente de que estudiar en la sala de su casa, o en los descansos de su trabajo, no era lo mismo que hacerlo en una institución; y aún así le había tomado años lanzarse al mundo exterior para cumplir su sueño.
Claro, de no haber conocido a Charlie…
Vaggie sonrió al voltear a su izquierda y ver a su mejor amiga dormida en el asiento, con la boca semiabierta, roncando; nunca la había visto roncar.
No era un secreto para nadie que conociera al trío de amigos la relación tan especial que Charlie y Vaggie compartían. Angel Dust había llegado a sus vidas después de que ellas dos se conocieran, por lo que incluso él era a veces ajeno al dúo de chicas. Sabía perfectamente lo que Vaggie sentía por la rubia, pero nunca se había atrevido a recalcarle a la morena por qué no se lo confesaba. Al final, Angel sabía que no era asunto suyo y no tenía por qué meterse, aunque quisiera. Sólo Vaggie tenía la respuesta a la pregunta que todos quienes lograban ver el brillo especial en sus ojos, al ver a Charlie, se hacían; pero claro, no la cedía a nadie más que a sí misma.
Después de un rato, incluso Vaggie se quedó dormida.