Chapter Text
— Detective Williams —contestó el celular, mientras iba terminando de abrocharse la camisa color lavanda.
— ¡Hola, socio!
— Hola, Steve.
— ¿Cómo va todo por allá?
— Va… bien, ya sabes. ¿Y tú? ¿Estás bien?
— Sí.
— No te oyes bien, ¿puedes decirme dónde estás?
— Lo siento, Danno; es clasificado.
— ¿En serio me vas a salir con eso? Estoy preocupado.
— Lo aprecio; pero estoy bien, en serio.
— Siempre que te vas y estás solo no sueles estar bien. ¿O es que no estás solo?
— ¿Con quién podría estar?
— No lo sé, tú dime… Quizás… ¿Mary?
— No estoy en Los Ángeles.
— ¿A no?
— No, necesito algo de silencio para pensar.
— Sí —mutismo.
— ¿Y los muchachos? ¿Y Eddie?
— Están bien, ya sabes, extrañándote. Junior se lleva al cachorro a correr.
— Qué bueno…
— Y el señor Pickles también está bien. Me refiero al gato que también dejaste, por si no lo recuerdas.
— Aunque siempre intentaras ocultarlo, sé que él siempre se ha llevado muy bien contigo; así que supuse que lo estaba.
— ¿No hay nada que quieras decirme?
— Dales mis saludos a todos. Cuídate, Danny.
— Tú también cuídate.
Sabía que tenía la mirada de los ya presentes sobre él, esperando que dijera algo, no se había dado cuenta que estaba observando todo demasiado callado, desde que se había presentado en la escena del crimen, posterior a la llamada de McGarrett y de haber escuchado su voz, luego de más de tres meses. Ignoró tales miradas y caminó hacia la forense para pedir el reporte preliminar, y sólo entonces, los demás también se movieron, aunque con una chispita de preocupación.
— Buenos días, detective, ¿cómo se encuentra?
— Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Quién es?
— Alana Anderson, 19 años, estudiante de la universidad de Oregón.
— ¿Causa de muerte?
— No se ve heridas de ningún tipo a simple vista; pero pudo tener hemorragia interna debido a golpes. Como ve, tiene muchos moretones por todo el cuerpo, debo hacer estudios para confirmarlo. Sin embargo, hay unas marcas más notorias en algunas partes como en su cuello, en la cintura y piernas. Lleva como siete horas muerta.
— No fue un robo, su cartera con dinero y teléfono estaban con ella —dijo Lincoln, mostrando ambos objetos— Quizás estaba con alguien, las cosas se pusieron feas y ella terminó así.
— O probablemente la drogaron, por eso no tuvo oportunidad de defenderse, pues no hay marcas defensivas. Tiene arena y brillo en el pelo, parece que estuvo en la playa; quizás en una fiesta — dijo analizándola, luego vio el resto del contenido en la cartera— Pagoda Waikiki. Debe estar hospedándose ahí. ¿Testigos?
— No, los vecinos dijeron que sacaron la basura anoche; pero ella no estaba, la encontraron esta mañana, cuando un hombre paseaba a su perro.
— Hay cámaras, quizás podamos conocer al atacante —dijo Lou apareciendo y señalando hacia los postes.
— Bien. Lincoln regresa al palacio y con Junior revisen todo. Lou, ve con Quinn e intenten encontrar el lugar de la fiesta; Tani y yo iremos al hotel —las dos mencionadas estaban conversando con los vecinos tras la cinta de seguridad de la policía y el capitán aprovechó el momento.
— Grace se va pronto a la universidad, ¿no?
— En menos de una semana.
— Supongo que irás a dejarla.
— Ella cree que no es buena idea, que no estoy en condiciones de viajar y que debería cuidarme. Incluso dijo que pasaría el fin de semana conmigo y hasta mantendría su celular apagado.
— ¿En serio?
— Sí. Quizás sea lo mejor.
— Bueno, amigo, un fin de semana sin celulares es una gran oferta; y, además, podrás visitarla más adelante.
— Sí.
— Ya pasé por eso, Danny, dos veces y tú sabes que adoro a mi hijo; pero Sam… Fue más difícil con mi niña, peor aún después de lo de Ian.
— ¿Cómo está ella?
— Fue dificultoso los primeros meses. Llamaba continuamente y más de una vez quiso regresar y más de una vez quise ir por ella; pero si lo hubiera hecho, ella seguiría teniendo miedo.
— Dejar ir a los hijos es lo más difícil por lo que un padre debe atravesar, ¿no? Un día son tan pequeños que los tienes bien pegados a ti e incluso lloran cuando intentas alejarte sólo para ir a la otra habitación y al otro, se van hasta otra ciudad para seguir su vida.
— Aun te queda tu pequeño Charlie.
— Sí; pero él también está creciendo.
— ¿Y ya sabe que quiere hacer cuando sea mayor?
— Quiere ser… marine y luego policía.
— ¿En serio? ¿Y quién le dio esa infame idea de entrar a la marina?
— Ha sido suficiente con ver todos esos barcos y buques que hay por aquí… Y también sabe que… Steve es uno.
— ¿Pero también quiere ser policía por ti?
— Sí, él sabe que persigo a los chicos malos y quiere hacer lo mismo.
— Y, supongo, que esas son dos cosas, que tú no quieres que él sea.
— No al principio; pero… Aquella vez que me dispararon en el hospital, yo estaba delirando… Y vi a mi hijo el día de su graduación de la academia de Policía.
— ¡Oh cielos!
— Sí. Sólo fue un sueño, y los sueños no siempre se cumplen.
— Aún tiene tiempo para decidir; mientras, disfruta.
El tiempo había pasado rápidamente; Grace había cumplido su palabra y había pasado su último fin de semana con su padre sin la interrupción de celulares, y asegurándole que le extrañaría, que le quería, que siempre sería su padre, su Danno; no importara donde estuviera. Danny estuvo feliz de compartir ese tiempo a solas con su joven hija; veía que, aunque lo intentara ocultar, Grace también tenía dificultades para dejarle.
La joven dijo que iría un par de días a Jersey para saludar a sus abuelos y luego partiría a Miami. Danny, sospechando un motivo oculto, le pidió reiteradas veces que no les dijera nada de lo sucedido y, aunque ella no estuvo de acuerdo, se lo prometió.
Estar en el aeropuerto fue muy duro para su padre.
— Voy a extrañarte, amor.
— Yo también, Danno.
— Quisiera acompañarte, aun puedo hacerlo.
— Lo sé; pero hicimos un trato y yo cumplí. Te llamaré cuando llegue.
— Si me llamas antes, no me voy a quejar.
— Lo haré. Vas a estar bien, ¿verdad?
— Claro que sí, cariño, no te preocupes. Concéntrate en tus estudios y conviértete en la mejor bióloga marina que puedas ser. Estoy orgulloso de ti, monito, no lo olvides —obviamente él no quería soltarla, y no quería llorar, él rara vez lo hacía; pero era su hijita de quien se estaba despidiendo, y nadie podía culparlo.
— Danny, es hora —dijo Rachel, lamentando interrumpir el abrazo.
— Sí. Tengan un buen viaje; salúdame a tus abuelos —ella lo aseguró. También hubo un abrazo con Charlie, quien iría con su hermana y madre, con quien pasaría una semana en Londres— Cuídate mucho campeón, en cuanto regreses, tú y yo pasaremos tiempo juntos.
— ¿Me quedaré en la habitación de Grace?
— No lo harás enano, tengo inventariado todo lo que estoy dejando —dijo ella, haciendo reír a sus padres— Te quiero, Danno.
Danny los vio irse, lo odiaba, sufría; pero se controló. Por supuesto, iría a verla lo antes posible; ahora estaba en el caso de aquella joven universitaria y debían resolverlo.
Sólo faltaba una confirmación para ir atrapar a la persona responsable. Después de mucho trabajo, habían identificado al sospechoso gracias a una de las cámaras; pero el tipo no había sido fácil de encontrar. Habían podido comunicarse con los familiares y ellos confirmaron lo que la forense sospechaba. La víctima padecía de la enfermedad de Von Willebrand, por ello es que tenía moretones por todo y por nada, y descubrir eso, retrasó la investigación.
Él se quedó en el aeropuerto, incapaz de irse, con las ganas de subirse a un avión y seguirla. Un trozo de su corazón se iba con ella, no podía evitar sentirse más vacío; pero su Grace tenía que hacer su vida, igual que lo hizo él, e igual que lo hacían todos.
El teléfono sonó devolviéndole a la realidad.
— Ya tenemos la confirmación, te envío la dirección.
— Gracias, Adam —era momento de volver al trabajo.
Danny condujo al lugar señalado, su equipo ya estaba allí; él salió con el chaleco y los guantes ya puestos y su arma lista. Su semblante serio y resuelto, hizo percibir a todos que entraría dispuesto a todo y claro, los demás lo apoyarían. Sólo Adam sabía de dónde es que Danny llegaba y es que Grace le había llamado poco antes de partir.
El hombre de pelo rubio lideró el avance; Lou, Lincoln y Liu fueron por detrás. No pasó demasiado después del grito de Five-O, para que empezara el enfrentamiento. Danny buscó al responsable y lo persiguió, seguido por Tani. Los demás tenían trabajo con los otros sospechosos que estaban en aquella casa y que también los enfrentaron.
Al salir con los detenidos ya esposados, algunos más heridos que otros, el equipo los entregó a la policía; otros sólo saldrían en una bolsa oscura.
— Llévenlo para interrogarlo —pidió el jefe, refiriéndose al hombre que Tani empujaba al interior de la patrulla.
La policía y los técnicos se pusieron a revisar cada rincón de esa casa. Al cargo de homicidio de la joven Alana, se sumaría tráfico de personas, posesión y venta de narcóticos y otros.
Danny y Lou llegaron luego que la requisa terminara y con bastante material para acusar al hombre sin problemas, y así bajaron al cuarto de interrogatorios.
— Así que eres ladrón, secuestrador y asesino entre varias otras cosas… Interesante hoja curricular —inició el capitán.
— No he matado, ni secuestrado a nadie. Ustedes entraron a mi casa sin una orden; yo sólo defendí mi territorio.
— Sí teníamos una orden, la dejamos sobre la mesita de té —indicó Williams— Alana Anderson, joven estudiante; seguro la recuerdas, dejaste tus huellas en los botones de su blusa —Danny le mostró las fotografías de la chica y los botones.
— Quizás bailé con ella en algún lado… No la recuerdo bien.
— La drogaste —acusó el hombre más grande.
— Ella quería divertirse.
— Y tú concepto de diversión incluyó secuestrarla, obligarla y… —siguió el rubio.
— ¡No lo hice!
— ¡Tu ADN está en ella! —explicó el moreno— Y cuando comparemos las marcas de dedos en su cuello contigo, van a coincidir. La asfixiaste hasta matarla.
— ¡No!
— ¡Lo hiciste! —acusó el capitán.
— ¿Qué pasó? ¿Quisiste llevártela; pero ella se negó? —preguntó Williams— No quería ser parte de tus chicas y no lo aceptaste y por eso la mataste, aprovechando que no podía defenderse. Muy valiente, ¿no?
— No sé de qué chicas habla.
— ¡Las que encontramos encerradas en tu sótano! —gritó el más grande.
— Sólo les daba refugio, ellas no hablarán mal de mí.
— Lo harán. Crees que las has destrozado, que las has sometido con todo lo que les has hecho; pero siempre, siempre hay alguien fuerte, y esta vez no ha sido la excepción. Una de ellas no ha dudado en señalarte, y verás que otras seguirán su ejemplo —aseveró el detective.
— También hemos encontrado tu escondite de armas, con las cuales seguramente has cometido crímenes en muchos lugares. Cuando cotejemos todo…, nunca saldrás de prisión y vas a ser extraditado si otro país lo pide. Y nos aseguraremos que sea a un lugar donde haya pena de muerte —terminó Lou.
— ¡Estuve con ella, sí, lo admito! No la secuestré, su novio me la vendió.
— ¿A sí? —preguntó el moreno.
— ¡Sí! Nos vimos en una fiesta en la playa y cuando él vio que yo la observaba, dijo que me la vendía. Le di quinientos, una ganga. Luego de la diversión…, su piel mostró moretones que yo no le hice… ¡Creí que estaba muriendo!
— Y pensaste en acelerar el proceso. Creíste que los moretones que se iban formando cubrirían lo que le hiciste —acusó el de ojos azules.
— ¿Qué se supone haría? Una chica enferma no me servía, por más bonita que fuera. Con razón me salió barata —eso le valió un golpe del detective.
— ¿Cómo se llama el hombre y dónde lo encontramos? —siseó el rubio.
— Su nombre es Gerard Thompson. Hombre rubio, alto… No demasiado joven, ella dijo que lo conoció en la playa haciendo gala de su físico, seguramente así atrae a las turistas. Él dijo que me conseguiría más.
— ¿Dónde está?
— Está en el Hilton o puede que en un avión. Prometió compensarme la venta, sabe que le irá mal si me falla; él solito se cortó la mejilla, cuando fui a pedirle mi dinero el día de ayer.
Con evidente molestia y apuro, ambos hombres subieron, decididos a buscar información del infeliz.
— Junior, busca el nombre de Gerard Thompson.
— ¿Quién es ese tipo? —preguntó Tani.
— El supuesto novio de Alana y quien la vendió por quinientos, según el maldito —contó Lou.
— Aquí está. Es residente de Hawái; pero viaja mucho a Oregón, San Francisco, y varias ciudades. No tiene antecedentes; pero tiene pinta de don Juan.
— En el celular de la víctima había una foto de él; pero parecía sólo alguien que andaba por ahí. Nadie que interrogamos en la playa, dijo haberla visto en su compañía —intervino Quinn.
— A ella debió interesarle y por eso lo fotografió sin que él lo supiera —supuso la otra chica.
— Y, seguramente, Alana no es su primera víctima —añadió el rubio— Lincoln, llama al Hilton, verifica si está ahí, y si no, llama al aeropuerto para detener ese avión.
De inmediato, Danny, Tani, Lou y Adam salieron; cuando llegaron a los autos, Junior ya avisaba que estaba a punto de despegar en una aeronave.
El aeropuerto había sido alertado, la excusa para retrasar el vuelo fue la eterna favorita y la que siempre funcionaba: problemas mecánicos. Y como siempre que sucedía, los pasajeros se mostraban inconformes y las sobrecargo tuvieron que hacer su magia una vez más, para tranquilizarlos.
En silencio, el jefe de la unidad de élite, acompañado por Adam se desplazó por el pasillo, mientras Lou y Tani entraron por el otro lado. El corte en la mejilla se notaba fresco y el anillo en su dedo meñique, probablemente era de la víctima. Noelani había dicho que, en el dedo de la joven, había marca de un anillo que no habían encontrado.
— Señor Thompson, de pie por favor. Vendrá con nosotros —pidió Williams.
— ¿Sucede algo?
— Sí, está detenido —dijo Adam.
— ¿Por qué?
— Alana Anderson —dijo Lou, el hombre cerró los ojos e hizo un gesto frustrado. Tani ya tenía las esposas en su mano.
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Estaba terminando el informe, cuando de nuevo recibió la llamada de aquella persona; pero Danny, otra vez se negó a contestar y dejó que la llamada se desviara al buzón. Y de nuevo, tuvo miradas encima. Desde el momento en que les había dicho que Steve llamó y envió saludos, le bombardearon con preguntas, aunque pronto apareció en todos, la expresión de desazón ante las pocas novedades y ahora todos parecían estar más al tanto a las llamadas que entraban al teléfono del detective. Y dado que la persona que insistía en llamar, parecía empeñada en hablar con él sí o sí, Danny se levantó y fue hacia la salida.
— Tengo algo que hacer. Y no era McGarrett el que ha estado llamando.
Condujo el Camaro hasta aquel edificio, esperando que la señora se conformara con esa única visita.
— Me ha evadido hace mucho, detective; esta evaluación debió llevarse a cabo antes que regresara a trabajar, luego de su secuestro.
— Comprenderá que, con mi delicada recuperación y mi nueva asignación, no he tenido demasiado tiempo.
— Sí, lo entiendo; pero es justamente por eso, que es necesaria esta valoración, por las cosas que le han sucedido. El ya mencionado secuestro y la partida de su compañero, por ejemplo.
— ¿Él huye y yo necesito evaluación psicológica?
— Han sido muchos cambios, detective.
— Mi vida siempre ha estado llena de ellos. Personas se van, otras llegan. No es algo fuera de lo normal.
— Pero tiene conflictos, como el tener que lidiar con un nuevo compañero.
— Es porque el hombre actúa como McGarrett y con uno he tenido más que suficiente.
— ¿Tiene algún plan para tratar con ello?
— Sí.
— ¿Y cuál es?
— Aún no lo sé. Primero estoy haciendo una evaluación.
— De acuerdo. ¿Hay algo más sobre lo que quisiera hablar?
— No lo creo.
— ¿Su hija? ¿Cómo está ella?
— De camino a la universidad. Está bien.
— ¿Y usted cómo se siente?
— Yo… Me siento orgulloso.
— ¿Y?
— Ansioso. Natural en un padre, ¿no? ¿Eso es todo?
— Si quiere hablar de algo más…
— No lo creo.
Danny dejó la oficina de la psicóloga con un semblante que a cualquiera podría hacerle pensar que todo estaba perfectamente en su lugar. Condujo su auto hasta aquel lugar al que siempre había acudido cuando quería estar solo. Las tranquilas aguas conseguían que sus sentidos se calmaran, no como aquellas agitadas dónde la gente acudía a montar olas que, si bien le parecieron divertidos en su momento, quizás fue más por el hecho de haber estado con personas que él quiso. Que quiere. Y que extraña.
Cualquiera en su lugar, pensaría que quedándole tan pocos motivos que le hicieran permanecer en esa isla, era mejor opción marcharse. Lo cierto es que estuvo muy tentado; pero su sentido del deber para con su equipo, junto con el cariño que les tiene y su amor por lo que hacía, adicionando todo aquel esfuerzo invertido para hacer del mundo un poquito mejor, pesó más. Todo calmará, se dijo. El dolor y el sentimiento de soledad disminuirá con el tiempo, igual que siempre lo hizo.
Sacó su celular y llamó a su familia, unas palabras con ellos le harían bien.
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La gobernadora había pedido ver al detective de forma inmediata, y probablemente era algo importante, ya que lo había hecho llamar en fin de semana y sin especificar la razón. Esperó que la evaluación de la psicóloga no tuviera nada que ver o que pidiera algún… favor; pero, aunque no fuera sí, era consciente que no podía negarse. Le gustara o no, tenía que actuar políticamente por el bien de la unidad.
— ¿Cómo le va, detective?
— Muy bien, gracias, gobernadora.
— ¿Y su equipo?
— Todos bien —ella lo miró con intensidad— ¿Sucede algo, señora gobernadora?
— Me preocupa lo que sucede.
— No le entiendo, ¿puede ser más específica?
— Sé que ha mantenido a Cole Lincoln fuera de los casos. Tengo entendido que el comandante lo ha dejado como su compañero. Él debería ir acompañándolo.
— Eso es incorrecto, señora. Él ha participado en la mayoría de los casos en estos tres primeros meses, sólo que necesita conocer lo que hacemos y la forma cómo lo hacemos. Soy responsable del equipo, debo hacer que todo funcione correctamente, ya que el mínimo error puede costarnos caro.
— ¿A qué se refiere?
— A que su entrenamiento de marine debe adaptarse a nuestra forma de actuar y es por eso que le he pedido al sargento Duke Lukela que le enseñe los procedimientos policiales. Junior Reigns hizo el curso policial antes de tener la placa; el propio Steve McGarrett también tuvo que aprender a que no podía echar a los sospechosos en una jaula en medio del océano y rodeado de tiburones para obtener información o sólo llegar, disparar y matar a los sospechosos.
— Había escuchado sobre tales métodos del comandante; pero no creí que fuera verdad. Entiendo su punto, detective. Y también entiendo que le cueste asimilar un cambio tan grande. Sin embargo, creo que, si el comandante lo reclutó, es porque el sargento Lincoln podría ser un buen compañero para usted.
— Creo que será un buen compañero para cualquiera; Quinn Liu, por ejemplo, ambos se complementan fácilmente. Ella al ser de la policía militar, sabe actuar y proceder adecuadamente con personas como él.
— Está bien, detective —señaló aceptando que se había equivocado, lo cual, evidentemente, no le gustaba— Lo comprendo, así que dejaré a su juicio el manejo de su gente.
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Tani estaba en las gradas de la entrada de su casa, sentada, mirando a la nada. Hacía tiempo que pasaba los días así envuelta en melancolía, ni siquiera iba mucho a surfear y en cambio, se dedicaba horas a caminar. Había terminado con Junior luego de aquel caso en la selva, donde persiguieron reos prófugos y nada de lo que el marine intentó, hizo a la oficial cambiar de opinión. El chico, claro, había regresado a vivir en la casa McGarrett y no lo estaba pasando bien. En el trabajo apenas hablaban lo necesario; pero ninguno se negaba a obedecer las órdenes, si lo que debían era hacer algo juntos por el bien de algún caso.
— Hola, Tani —ella iba a entrar a su casa— ¡No, espera! Escúchame un momento, por favor —se detuvo, volteó con los brazos cruzados. Junior no pudo decir nada y ella estuvo tentada a retirarse.
— ¡Lo lamento! Lo siento, es sólo que… aquel día yo… No sé, sé que fue peligroso; pero al sentir toda esa adrenalina hizo que… No me había sentido así desde que dejé mi antigua unidad.
— Si tanto te ha emocionado, deberías volver allí. De hecho, tú y Lincoln, deberían hacerlo.
— ¡No quise decir que quería hacer eso! Sólo que… Este trabajo me encanta; pero creo que necesitaba… Perdóname.
— ¿Así nada más? ¡Fuiste imprudente! ¡Pudiste haber muerto!
— Si no los deteníamos, ellos hubieran huido y pudieron matar a alguien más.
— ¡No! ¿Qué no escuchaste a Danny? ¡Teníamos apoyo! Sólo intentas justificarte y a Lincoln. Ahora que McGarrett no está, quieres a alguien más para seguir, y quién mejor que otro tipo que también fue de la marina, ¿cierto?
— Tani, por favor… —el teléfono de ella había sonado.
— Habla Rey... ¿Qué? ¿Estás seguro, Duke?... Vamos para allá.
— ¿Un caso?
— Hirieron a Adam. Lo encontraron cerca de la playa Waikiki, lo han llevado al hospital.
El Camaro desaceleró al entrar al estacionamiento del centro médico. Danny había recibido el aviso en medio de su conversación con la gobernadora. Entró con paso veloz; los demás ya estaban allí.
— ¡Duke!
— ¡Detective Williams! Adam está en cirugía; fue apuñalado dos veces. La del abdomen es la herida de cuidado, la otra fue en la pierna. Perdió mucha sangre.
— ¿Fue un robo? ¿Hay alguien detenido?
— No, por el momento, ya están procesando la escena; pero las cosas de Adam estaban con él.
— Envía patrullas a su departamento. Todos en esta isla lo conocen, pudo ser un ataque personal. Avísame si hay sospechosos, nos encargaremos de interrogarlos.
— Sí —dijo el sargento retirándose a cumplir la orden.
— Escuchen, todos queremos estar aquí; pero tenemos el deber de descubrir quien se ha atrevido a hacerle esto a nuestro amigo, así que debemos ponernos a investigar.
— Quien sea que lo hizo, no le importó el lugar, debió haber testigos —dijo Lou.
— Sí. Tani, Junior, Lincoln, Quinn vayan a la zona; recojan videos, fotografías, vuelvan a analizar la escena si es necesario —todos se apresuraron en seguir la orden— Kamekona, Noelani…
— Les avisaremos las noticias en cuanto las haya —dijo la forense, apoyada por el hombre grande.
— Lou, iremos a su departamento —el hombre lo siguió, usaron el Camaro, Danny aceleró tanto, que el moreno tuvo que sostenerse del tablero; pero no protestó.
— ¿Qué piensas, Danny?
— Muchas cosas. Tamiko, la muerte de Masuda, Ryo, Kenji… Probablemente, los Yakuza han notado que Adam tiene algo que ver en sus últimos conflictos…
— Es posible; pero esta no parece su manera de proceder. Lo hubieran secuestrado, llevado a algún lugar lejano, lo hubieran matado y habrían hecho desaparecer su cuerpo.
— Quizás, él escapó.
— También es posible.
Llegando al departamento, la policía ya tenía acordonado el lugar. En el interior, todo había sido revuelto; alguien había estado ahí buscando algo.
— ¿Hallaron algo? —preguntó el detective al oficial Pua.
— Aún nada relevante, todos los objetos de valor están presentes. Disculpe, detective, ¿Adam tiene hijos? Encontramos un par de juguetes.
— Son de Charlie, mi hijo —dijo reconociendo los pequeños autos— No sé por qué Adam los tenía.
— Quizás el pequeño se los dio, he visto que a tu retoño le gusta jugar con él.
— Sí, es cierto, Lou. Ambos aman las carreras de auto.
— Hablando de autos, ¿qué hay del suyo?
— Lo encontraron en un estacionamiento en Waikiki, está intacto— informó el uniformado.
— ¿Por qué estaba allí? —preguntó el rubio— ¿Tenía una cita?
— Eso o sólo quiso divertirse —tentó el hombre de color.
Las horas transcurrieron, parte del equipo veía las grabaciones, y hasta ahora lo único sólido que tenían, era que Adam había sido visto bebiendo en el bar del Hilton con una mujer desconocida. Ninguna cámara había captado el rostro de ella, lo que de por sí, ya era raro y nada afirmaba que salieron juntos del bar.
Noelani llamó a Danny, pues Adam había empezado a reaccionar luego de la exitosa cirugía. Por supuesto, el rubio y Lou se apresuraron a ir a verlo.
— Hola, amigo, ¿cómo te encuentras? —preguntó Danny.
— Bien, creo. ¿Qué sucedió?
— Esperábamos que nos lo dijeras —dijo Lou.
— Recuerdo que estaba en el Hilton… en el bar.
— ¿Una cita? —preguntó el rubio.
— No sé quién era… Creo que mantenía su identidad oculta a propósito. No se veía tensa, ni nada, así que supuse que sólo…
— ¿Se mantuvo interesada en ti o quiso saber algo en específico? —de nuevo Danny.
— No, sólo fue una conversación banal…por… pocos minutos.
— ¿No notaste a alguien más acechándote? —intervino el capitán.
— No… Sólo salí y… me sorprendieron. Eran dos… no pude… —susurró somnoliento, Noelani les indicó que debían parar.
— Descansa, nos estamos ocupando de todo —Adam apenas levantó el pulgar y los dos hombres salieron de la habitación— Quédate aquí y asegúrate que Adam tenga protección las veinticuatro horas, Lou. Yo iré al Hilton.
Al llegar, Danny se dirigió a la barra mirando a su alrededor, intentando distinguir a la mujer que se había sentado al lado de su herido compañero.
— ¡Aloha, detective Williams! Qué sorpresa verlo por aquí en domingo.
— Hola, quiero preguntarte si viste a alguien que se acercara a este hombre —indagó mostrándole la fotografía de Adam.
— Él vino anoche y también hoy; pero se fue hace horas. Ayer estuvo más tiempo, había chicas mirándole y también alguno que otro caballero; pero parecía que sólo quería tomar unos tragos, no se veía interesado en ligar con alguien.
— ¿Y hoy?
— Hoy tampoco, pidió lo de siempre y sólo se quedó en la barra, aunque sí hubo una mujer que se le acercó; llevaba gafas oscuras, tenía el pelo cobrizo y parecía asiática.
— ¿Ella estaba interesada en él?
— No, únicamente platicaron. De pronto él sólo se fue.
— ¿Él le compró la bebida?
— No, ella ya la tenía cuando se le acercó y lo pagó en efectivo.
— Supongo que no sabes si esa mujer se hospeda en el hotel.
— No, lo lamento.
— Bien, te lo agradezco —dijo y el chico se retiró.
Danny esperó un poco, no había demasiada gente; pero volvió a recorrer visualmente el lugar. Una rubia mujer pareció creer que el hombre estaba interesado en tener compañía y se le acercó.
— Hola, —saludó dejando su vaso vacío sobre la barra— ¿me invitas un trago?
— ¿Un trago? ¿Cuántos años tienes?
— Los suficientes —dijo con una sonrisa muy brillante, el labial coqueto e intenso.
— Claro —dijo el detective mostrando la placa, ella le sonrió avergonzada y se retiró junto a sus amigas, huyendo torpemente del lugar. Daniel no quería pensar cuantas jovencitas actuaban así, sólo para obtener algo prohibido para su edad. Detuvo al camarero que pasaba por ahí y que parecía también querer huir— Oye, estoy notando demasiadas niñas por aquí, espero que sólo les estés sirviendo refrescos o agua embotellada.
— Por supuesto.
— Qué bueno, porque si me entero que no es así, hablaré con tu jefe y vas a tener que despedirte de tu empleo y me encargaré de que pases mucho tiempo encerrado, ¿está claro?
— ¡Sí! Sí, señor.
— Eso es.
Danny fue al hotel, mostró a la recepcionista la captura del vídeo que mostraba a la mujer de las gafas y preguntó si le parecía conocida, y si estaba en el hotel. Ella no pudo asegurarlo o negarlo, aun cuando el rubio le dio la descripción del hombre que atendía el bar. Sin más que hacer, volvió al palacio.
— ¿Encontraste algo? —preguntó Danny al ver a Quinn en la computadora.
— No mucho, tengo las grabaciones de la zona; los demás están averiguando entre nuestros contactos, si hay alguien que va tras Adam.
— Lou y yo también lo pensamos y la lista se reduce a los Yakuza principalmente.
— Pero no crees que sean ellos.
— Nada lo indica. ¿Qué más hay en el vídeo?
— Nada que no sepamos ya.
— ¿Y de la mujer misteriosa? ¿Trataste con reconocimiento facial?
— Lo intenté y ya que no hay una buena toma de su cara, el reconocimiento facial es inútil.
— Tampoco saben si se hospeda en el hotel.
— La última vez que el vídeo la mostró, fue después de que Adam se marchó. Ella parecía que se dirigió al baño y obviamente no hay cámaras allí y luego… nada; el lugar se volvió más abarrotado y no se la vio más.
— No fue ella y tampoco un robo; es una venganza —concluyó el detective.
— Pero, ¿quién y por qué?
Pasaron horas en las que el resto del grupo llegó al palacio sin demasiada información y entre teorías y pistas, fueron descartando una y otra y seguían sin encontrar nada. Frustrados y cansados, se tomaron unos minutos para beber un café, ya era lunes y nadie había accedido a irse a descansar hasta encontrar al responsable del ataque.
— ¡Adam! —exclamó Tani al verlo entrar ya de mañana al palacio, resguardado por el capitán y la forense.
— ¿Qué haces aquí? —protestó Danny— Deberías estar en el hospital.
— Estoy bien, ayer estaba demasiado sedado; pero necesito decirles algo.
— ¿No pudo ser por teléfono? —todos vieron a los guardaespaldas, que estaban en silencio.
— Él insistió, no pudimos detenerle —dijo Lou, Noelani lo apoyó.
— Me sorprendieron cuando caminaba por la playa luego de salir del bar —dijo tocando su reloj— Me arrastraron a la parte menos concurrida… Eran dos y llevaban capuchas; uno de los hombres pareció reacio a atacarme, el otro le ordenó que lo hiciera mientras me agarraba y me clavó una daga en mi pierna. Una parte no letal; pero el otro… Le gritó, lo golpeó y quitó el arma… Traté de levantarme, no estaba armado e intenté regresar al estacionamiento; pero el otro me alcanzó y me apuñaló…
— Ese hombre obligó al otro a atacarte, lo que significa que al menos, él no tenía motivo —dijo Tani.
— Sí. Era como de mi estatura, de complexión media… Local. Tenía una mancha en el cuello, no sé qué era; la capucha ocultaba el resto. El otro era más corpulento; si no me equivoco, cuando golpeó al otro, lo hizo caer sobre una gran roca. No estoy seguro de si sobrevivió.
— Nadie así llegó a la morgue, —dijo Noelani— ya revisé, así que quizás esté en algún hospital.
— O tirado por alguna área remota —tanteó el rubio— Quinn, llama a Lukela, que los apoye para revisar todos los hospitales, clínicas, veterinarias y hasta curanderos; que nos envíen fotografías si hay alguien con una mancha en el cuello, para que Adam intente identificarlo.
— Está bien —dijo solícita y todos se fueron. Sólo quedaron Adam, Noelani, Lou y Danny. La forense se entristeció al ver la oficina que fue de Steve. Luego, ella y el capitán fueron a buscar algún bocadillo.
— Esos moretones no se ven bien, deberías volver al hospital.
— Estoy bien, Danny.
— ¿Tienes alguna idea de lo que querían de ti?
— Lou me dijo que entraron a mi departamento; pero no imagino lo que buscaban. Es posible que no fuera un objeto sino a mí, por eso me rastrearon de algún modo hasta la playa; pero no tengo idea de la razón —dijo tocando de nuevo el reloj.
— Tu boda con Kono.
— ¿Qué?
— Por eso estabas en el bar, recordabas ese día —Adam comprendió, que Danny sabía que ella le había dado el reloj.
— Sí. Aun no entiendo cómo es que después de todo lo que pasó, nuestro matrimonio falló.
— Es difícil encontrar una explicación racional a algo así. Parece que todo va bien y de pronto estás firmando los papeles de divorcio y viendo a la persona que amaste alejarse.
— Sí. Por un momento creí que quizás con Tamiko todo iría bien; pero todo con ella sólo me ha llevado a cometer errores… Een cambio Kono… Como sea, yo no quiero pasar de nuevo por un divorcio.
— Espero que no lo hagas, es doblemente doloroso.
— ¿Por qué lo dices? ¿Danny?
— Lo digo por Steve. Después de todo, nuestros diez años fueron como un matrimonio sin papeles —sonrió tratando de bromear; Adam le siguió el juego.
El tiempo siguió pasando, y al fin, el jerseyés recibió un par de fotografías que le mostró a Adam.
— Es él.
— Muy bien, amigo —dijo Danny y llamó a Tani— Adam identificó al hombre de la última fotografía, vigílenlo por si se reúne con alguien más.
— Dalo por hecho, jefe.
Mientras, Danny puso la imagen del hombre en la computadora central y buscó su rostro en la base de datos, obteniendo la información casi de inmediato.
— Keao Tarō, no tiene expediente criminal. ¿Lo reconoces de algún lado?
— Dice que es pescador. No, nunca lo había visto.
— Quizás él sea más o menos un santo; pero veamos si tiene hermanos o primos, alguien que sea la oveja delincuente de la familia. ¿Viste si tu otro atacante también tenía una marca distintiva?
— No; pero quizás el laboratorio encontró algo, al procesar mi ropa —Danny estuvo de acuerdo y llamó a Eric.
— Están terminando de cotejar ADN, hasta ahora sólo está el tuyo. ¿Qué te parece este chico? — preguntó volviendo su atención a la computadora— Es el cuñado de Keao, su nombre es Analu, este sí tiene un interesante historial.
— Fraude, robo, extorsión, para empezar —recitó Adam.
— Buscaré socios conocidos.
— Adelante, Lincoln, te escuchamos —dijo Lou acercándose y atendiendo la llamada.
— Estamos con el hombre que Adam identificó; pero no podrá decirnos nada, el doctor dijo que está en coma y es difícil saber si despertará algún día.
— También hablamos con su esposa, —intervino Quinn— afirma que no sabe nada del ataque o de otras actividades, en las que su esposo pudiera estar involucrado. También nos encontramos al hermano de la esposa y no parece muy dispuesto a hablar; de hecho, trata de evitarnos.
— ¿Su nombre es Analu?
— Así es, jefe —confirmó la sargento.
— Él tiene historial, pide que lo traigan y que Tani regrese. Mientras, quiero que vayas con los demás, a las casas de los sospechosos y no dejen nada sin revisar.
— De inmediato.
— Danny, si no te molesta, permíteme interrogarlo; si el tipo es responsable y sabe algo, te prometo que lo haré hablar —pidió el capitán.
— Hazlo, Lou. Que Tani vaya contigo.
— ¿Aún estás preocupado por ella? —cuestionó Adam.
— No; pero ella es quien más enojo tiene en su interior luego de aquel paseo por la selva, y creo que eso servirá para sacarle información en caso que tú falles —Lou lo miró ofendido.
— Yo sí creo en ti, Lou; pero Danny tiene razón —dijo el nipón. Lou extendió su mirada molesta a él; pero luego pensó que el rubio podía tener razón. Aunque si hicieran una encuesta, la mayoría votaría por el de ojos azules, como la persona más enojada del momento. Y con justa razón.
— De acuerdo, ahora tú vete al sillón y deja que Noelani controle tus signos vitales —ordenó el rubio y Adam obedeció; Danny siguió investigando.
Lunes por la tarde y el laboratorio había determinado que no había más que ADN de Adam en su ropa y rastros de arena, por lo que no quedaba otra que hacer confesar al hombre que sus compañeros ya estaban interrogando.
— Detective, —llamó Lincoln entrando con Liu y Junior— encontramos un par de armas en la casa de Keao y Analu. Son nuevas —Danny se puso guantes y manipuló uno de los rifles.
— Es igual a las armas que encontramos en casa del asesino de Alana Anderson.
— Y ambas tienen que ver con las armas que robó la esposa de Wo Fat —señaló Quinn.
— Esas armas están apareciendo a cuenta gotas, ojalá pudiéramos encontrarlas todas y deshacernos de ellas —Danny la dejó sobre la mesa y bajó rumbo a la sala de interrogatorios.
— Justo a tiempo —dijo Lou, cuando su compañero entró— Nuestro amigo confesó haber atacado a Adam; pero se niega a darnos el motivo.
— Afirma, —continuó Tani— qué sólo lo hizo porque sí, porque le dio la gana —y el rubio supo la razón del ojo morado, que ahora tenía el sospechoso.
— ¡Haga algo, ella está loca!
— Primero vas a decirme por qué tenías armas en tu casa.
— ¡Ella no tenía derecho a hacer eso!
— ¡Por supuesto que sí! —gritó Tani.
— Atacaste a uno de nosotros y lloriqueas por un golpecito, cuando lo que debería preocuparte es que no saldrás bien parado cuando te acusemos, así que mejor habla —dijo Lou; pero sólo obtuvo silencio.
— Nuestra forense está arriba, preocupada por el amigo que dejaste herido. ¿Qué crees que dirá su informe sobre ti, si terminas sobre su mesa de autopsias? —preguntó el de ojos azules y naturalmente el otro palideció.
— ¡Keao lo hizo también!
— Él no quiso hacerlo y tú lo obligaste. Te enojaste y lo tiraste contra una roca y ahora está en coma. Te quedaste ahí fingiendo preocupación al lado de tu hermana para no levantar sospechas; pero lo matarías si despertaba, ¿cierto? —imputó el detective— Por última vez, vas a decirme por qué atacaste a Adam Noshimuri y por qué tenías esas armas que pertenecen a un lote robado por Wo Fat.
— ¡No sé quién es ese hombre! Sólo… Tenía un compañero, ¿sí?… Él se encargaba de adquirir algunas y luego…, las revendíamos con un precio algo más elevado. Sabíamos que las ventas al por mayor estaban llamando demasiado la atención de la policía.
— ¿Quién es tu compañero? —preguntó la chica.
— Se llama Kainoa, no sé su apellido.
— ¿Es él? —preguntó la chica mostrándole la fotografía del hombre que había matado a la estudiante de Oregón.
— ¡Sí!; pero desapareció de pronto. Lo están buscando, se suponía que debía entregar un pedido hace tres días y ahora es a mí a quien están exigiendo la mercancía; pero no he podido contactar con el vendedor, él sólo habla con Kainoa.
— Bien; pero sigues sin decirnos porqué atacaste a Adam Noshimuri.
— Alguien me contrató, no tengo idea de quién. Me dejaron quince mil en un sobre y una nota que decía que habría más después del trabajo, y creí que Keao entraría sin dudar y luego dijo que me delataría, así que tuve que amenazarlo. También había otra nota en el sobre que tenía que hacérsela llegar a usted —señaló al detective.
— No lo hiciste, seguramente a ellos no les va a gustar cuando se enteren.
— Iba a decirles que lo hice y que usted ignoró el mensaje; no quería acercármele.
— ¿Dónde están ambas notas? —cuestionó el de tez más clara.
— Están en el sobre, en el bote en que trabajamos Keao y yo —todos salieron al corredor.
— De acuerdo, —empezó Lou deteniéndose con los otros dos— el asunto es sobre esas armas, otra vez. Desde que aparecieron en nuestro radar, hemos estado investigando y aunque es la ATF quien debería hacerse cargo, nosotros hemos corrido con mejor suerte que ellos.
— Y, ciertamente, a los vendedores no les agrada que tengamos esa suerte, así que decidieron hacer algo —dedujo la oficial— Creo que ya sabemos por qué atacaron a Adam y lo que dice ese mensaje.
— Quieren de que dejemos de investigar —concluyó el detective— El vendedor debe ser algún aliado de Daiyu Mei, que quedó vivo y libre cuando la detuvieron.
— No fueron muchos, —dijo Lou— y los pocos que quedaron con vida están encerrados en prisiones federales lejos de aquí.
— Seguramente hay alguien más. Iré por el sobre.
— Te acompaño, Danny —expresó Tani.
— No, descansa. No te has detenido a respirar en horas. Volveré pronto, informen a los demás.
El detective encontró el sobre y sólo confirmó lo que ya sospechaban. Quien estaba detrás, le exigía que detuviera toda investigación sobre aquel lote de armas o de lo contrario irían eliminando a cada uno de los miembros del Five-O. Señalaban también que, con el ataque a Noshimuri, quedaba demostrado que siempre habría un momento, en el que estarían con la guardia baja y asesinarlos, no sería un problema.
Danny se prometió así mismo, no permitirlo.
CONTINUARÁ...
N/A: ¡Uy! Alguien está tras los chicos buenos. Cómo ya advertí, este fic es sobre la vida de todos sin McGarrett; pero eso no significa que no habrá noticias del idiota o que no aparecerá, desafortunadamente no podemos borrarlo del mapa porque lo necesitamos.
Gracias por leer!