Chapter Text
—¿Podrían dejar de burlarse? ¡Esto es serio!
Lance miró indignado a sus amigos, Pidge y Hunk, hijos de Atenea y Hefesto respectivamente, quienes se encontraban riéndose a carcajadas por su última declaración.
Los tres se encontraban en el Búnker 9. Un día después de que Lance se diera cuenta de… eso, intentó pasar el día visitando los lugares en donde sabía que Keith nunca iría. El búnker era uno ellos y aprovechó en contarles la situación a sus amigos, quienes, en lugar de mostrarse comprensivos o empáticos por su actual confusión, solo se lanzaron a reírse a carcajadas desenfrenadas.
—En serio, Lance...— Hunk se secó una lágrima que se había escapado por la risa.
—… No puedo creer que te haya tomado tanto tiempo darte cuenta de eso —completó Pidge, sus brazos cruzados sobre su estómago mientras intentaba que su risa se detuviera. Por supuesto, aquello no funcionó y la carcajada se hizo aún más sonora—. Literal los últimos días te la pasaste hablando sobre Keith y lo genial que es.
—Dije que creo que me gusta. No he confirmado nada —Lance exclamó mientras sentía que su cara enrojecía—. ¡Además, es Keith!
—No le veo el problema —Hunk se encogió de hombres—. No es la primera vez que te gusta un chico.
Pidge asintió aún entre risitas, estando de acuerdo con su amigo.
Lance se cruzó de brazos por la actitud de ambos.
—¡Pero esto no se trata de cualquier chico! ¡Es Keith! Ya sabes, hijo Hades, mi rival-
—Pensé que ya te habías olvidado de eso —Pidge rodó sus ojos por el pensamiento idiota e inmaduro de su amigo antes de ponerse a jugar con una de las herramientas en sus manos.
Lance soltó un suspiro y se dejó caer en el piso del búnker. Sí, ya se había olvidado de eso desde hace tiempo, pero no podía evitar tener sentimientos encontrados por su, tal vez, enamoramiento en el hijo de Hades.
Hunk tenía razón. Keith no era el primer chico que le gustaba y ese hecho no era el que lo incomodaba. ¿Por qué tendría que hacerlo siendo él un hijo de un dios griego? Solo los dioses saben la cantidad de amoríos del género masculino que su padre tuvo durante toda su inmortalidad.
Pidge también tenía razón. Tampoco era el hecho de su antigua rivalidad. Aquello ya lo había superado desde hace meses, cuando empezó a pasar más tiempo con Keith y empezó a considerarlo un amigo.
Entonces, ¿qué era realmente lo que hacía que se le formara un nudo en la garganta y un remezón en el corazón?
Desde el día anterior, en el que había encontrado a Keith en su estado más vulnerable, sentía como si le hubieran tirado un chorro de agua en la cabeza. Un chorro con el que no podía evitar empaparse a pesar de sus poderes.
—No sé, solo… —aún en el suelo, se abrazó las rodillas y hundió su cabeza entre sus brazos—. Keith es la primera persona que me gusta después de mucho tiempo y… —se cortó.
—Admitiste que te gustaba —oyó la voz burlona de Pidge decir antes de encogerse más en su sitio—. Okay, no era el momento.
Sintió el peso de sus amigos caer a su lado, uno a su izquierda y otro a su derecha, y la calidez de ambos cuando el brazo de Hunk rodeó sus hombros completamente y el delgado brazo de Pidge se envolvió afectuosamente en su brazo.
Lance ahogó un suspiro y agradeció mentalmente que sus amigos entendieran a lo que él se refería y se aferró a ellos.
Keith era la primera persona que le gustaba después de mucho tiempo…
Ni él se lo podía creer.
En su vida, había tenido flechazos que sabía que eran del momento. Flechazos que eran realmente efímeros como aquella niña en el último año de primaria o el chico guapo que veía casi a diario en el metro para ir a la secundaria.
En su vida, había tenido flechazos que sabía que eran del momento…, pero también se había enamorado.
Recordó el primer verano en el campamento: los jadeos de sorpresa de la mayoría de los campistas al ver el tridente brillar por encima de su cabeza, las miradas de reto de la cabaña de Ares, su primera fogata, su primer día cogiendo un arco y una flecha y su primera captura de la bandera. Esta última siendo el hecho más importante de todos, puesto que, en ese momento, notó la existencia de quien, en ese momento él creyó, era la persona más hermosa que había visto en su vida.
Allura.
Allura con su peculiar, pero precioso, cabello blanco; sus grandes y radiantes ojos celestes y su lozana tez morena.
Allura se presentó como la cabeza del equipo azul e hija de Atenea. Lance apenas llevaba dos días en el campamento y su conocimiento de dioses era limitado, pero la velocidad con la que Allura creó un plan en contra del otro equipo para salir victoriosos del juego, él inmediatamente la asoció con la inteligencia y la estrategia.
Aquella vez, Lance solo pudo quedarse embobado con su melodiosa voz. « ¿Acaso era ese un acento británico? » Lance recordó que, en ese entonces, se quejaba del acento de los británicos (porque su terrible oído apenas entendía las conversaciones con el acento estadounidense) hasta que oyó las palabras de Allura y se forzó en entender cada una de las palabras para no fallar. Porque no podía fallar frente a ella. Por supuesto, una cosa es desear y otra lograrlo, y esa noche fue uno de los motivos por el que le juró la rivalidad al hijo de Hades (pero esa era otra historia).
Dicha actitud se mantuvo en él los últimos tres años, en donde no paraba de intentar esforzarse y sobresalir lo suficiente para impresionar a la hija de Atenea, porque no sabía cómo, pero había quedado totalmente enamorado de ella.
Por supuesto, eventualmente, se lo confesó.
Por supuesto, comprendió cuando ella le dijo que no podía verlo como más que un amigo.
Por supuesto, dejó de insistir en ese momento (aunque, de todas formas, siempre aprovecharía para molestarla o hacerla reír con un falso coqueteo).
Pero aquello no pudo evitar que su corazón doliera la noche en la que Allura había juntado a su grupo de amigos: Hunk, Pidge, Shiro, Coran, Keith y él. Dolió porque ella soltó la noticia más inesperada:
«— Me uniré a las cazadoras de Artemisa ».
En aquel instante se dijo, oficialmente, que era momento de alejar cualquier sentimiento (romántico) por Allura.
Le tomó tiempo, claro está, pero más de un año después de ese acontecimiento, Lance podía decir con seguridad que no sentía más que un profundo cariño y amistad por la hija de Atenea.
Lo que lo llevaba al comienzo de todo esto: Keith era la primera persona que le gustaba después de mucho tiempo. Después de Allura. Sentía que era muy pronto para confirmarlo; sin embargo, sentía que sus sentimientos con Keith no se tardarían de algo pasajero.
Temía admitirlo en voz alta, pero se acababa de dar cuenta del porqué de su reciente agitación por ese hecho: ¿y si el gusto pasaba a algo más profundo y se volvía a repetir su patética historia de amor no correspondido como pasó con Allura? ¿Por qué alguien tan genial como Keith podría corresponder a alguien tan…
—¡Alto ahí! —la voz de Hunk lo sacó de sus pensamientos—. Ya sé lo que estás pensando y ni se te ocurra creértelo.
Los ojos de Lance se abrieron en sorpresa ante las palabras de su amigo y maldijo silenciosamente el hecho de ser tan transparente y predecible.
—Pero yo no...
—Lance, te presento una nueva palabra para tu vocabulario: su-pe-rar. —el tono presumido de Pidge no hizo más que sacarlo de quicio.
—¡Ya he superado a Allura! —respondió automáticamente.
—¡No me refiero a ella! —Pidge se paró de un golpe y antes de inclinarse hasta su altura y mirarlo fijamente—. Me refiero a superar esos pensamientos tan inseguros que tienes sobre ti mismo.
—No sé de lo que estás hablando —le respondió a la vez que cruzaba los brazos cruzados.
—Lance —le llamó Hunk apoyando una mano en su hombro—, somos tus amigos y te conocemos. No tienes por qué pensar que no eres suficiente para nadie. Créeme, hermano, eres increíble tal y como eres.
Pidge asintió de acuerdo.
—Y mira, si Allura no aceptó nada, no es por cómo eres, sino porque ella no era para ti, ni tú para ella. Ahora, no sabemos cómo serán las cosas con Keith, pero si pasa lo mismo, no queremos que pienses que también fue por culpa tuya, porque no la es.
—¡Exacto! —intervino Hunk—. Y, ¿sabes algo? Si cualquiera te dice o te hace sentir lo contrario —golpeó su puño contra la palma abierta de su otra mano, acto que Pidge no tardó en imitar—, se las verá con nosotros.
Lance sabía que Hunk y Pidge no serían capaces de lastimar a nadie, pero igual, en ese instante, sintió el picor de las lágrimas empañar sus ojos y agradeció a los dioses por tener a los amigos más increíbles del mundo. Aprovechó el momento para abalanzarse hacia sus amigos y abrazarlos fuertemente.
—Gracias, chicos.
—De nada, hermano.
—Te lo repetiremos hasta que te lo creas, idiota —Pidge volvió a golpear su brazo, esta vez más suavemente y Lance no pudo hacer otra cosa más que sonreír.
—Entonces, ¿ahora qué? —preguntó Hunk.
—¿Ahora qué qué? —confundido, frunció el ceño
—¿Qué harás con Keith?
—Oh… Bueno, quedamos para ir mañana al Campamento Júpiter, pero… —murmuró por lo bajo, avergonzado.
—¿Al Campamento Júpiter? —le interrumpió Hunk, moviendo las cejas sugestivamente.
—¿Los dos solos? —le siguió Pidge con una sonrisa traviesa.
No por primera vez, Lance pensó que esos dos compartían la misma neurona.
—Sí, pero, en realidad… —intentó explicarse.
—Hunk, ¿recuerdas lo hermosas que son las calles de Nueva Roma?
—¡Sí, también muy románticas!
—Perfectas para caminar tomado de la mano con la persona que te gusta.
—Pero, ¿qué están-
—¿Sabes lo que significa que Keith y Lance vayan juntos? —Pidge lo ignoró.
—¡Que tendrán una cita! —gritaron al unísono.
—¡¿Pueden parar ustedes dos?! —alzó la voz, antes de sentir su rostro caliente—. Solo iremos para que Keith vea a Shiro y para que yo conozca el campamento. ¡Eso es todo! ¡No es una cita!
—Sí, sí, te creo, te creo. —asintió Hunk de una manera que claramente significaba que no le creía.
Lance rodó los ojos y sintió que todo lo que diría para explicarse sería en vano frente a esos dos.
—Olvídenlo.
—Vale, vale, no te enfades. Sabes que solo te estamos molestando —Pidge se acomodó a su lado y golpeó su brazo amistosamente, lo que, en realidad, no lo hacía menos doloroso—. Pero hay algo que no entiendo… si te pone nervioso estar con Keith ahora, ¿por qué lo invitaste a ir al campamento?
—Porque… porque aún no me había dado cuenta cuando se lo pregunté —musitó, sintiéndose más estúpido de lo normal.
—Dioses, eres increíble —Pidge se golpeó la frente.
—¡Da igual! No es como si mañana se lo fuera a decir… ni en los próximos días tampoco. —dijo honesto.
Apenas había terminado de aceptar sus nuevos sentimientos hacia el hijo de Hades y no tenía pensado revelarlos por un buen tiempo.
—¡Oh, vamos, Lance! No alargues lo inevitable. ¿Tú qué piensas, Pidge?
—Ídem. No creo poder soportar un Lance enamorado «en secreto» nuevamente.
—¡¿Disculpa?! —exclamó ofendido.
Puede que haya sido algo intenso mientras estaba enamorado de Allura al hablar de ella cada vez que podía con sus amigos, pero no era para tanto… ¿verdad?
—Aunque si están juntos puede que sean demasiado melosos, ¿sabes? —Pidge lo ignoró, como siempre lo hacía cuando le convenía.
Hunk asintió.
—Los veríamos besándose y tomándose de las manos hasta en la sopa.
—Asqueroso.
Lance decidió que era demasiada humillación por un día.
—¡Me largo! —se levantó y se dirigió directamente a la puerta del búnker.
—¡Hombre, no te vayas! —le pidió Hunk, pero aún se carcajeaba.
—Da igual —escuchó a Pidge decir—. ¡Buena suerte en su cita!
—¡Que no es una cita!— gritó antes de irse al área de arquería, otro de los pocos lugares además del Búnker 9 en donde sabía que Keith no pasaría ni aunque los mismísimos dioses le ofrecieran la espada más increíble del mundo.
Mientras Lance apuntaba y acertaba los disparos de sus flechas una tras otra ya de manera inconsciente, su mente solo podía pensar en el hecho que no tenía idea de cómo sería el día siguiente, ni cómo vería a Keith a la cara sin sonrojarse ni intentar salir corriendo. Sin embargo, tenía algo muy en claro: para cosas del amor, sus amigos nunca, realmente nunca , serían de gran ayuda.