Chapter 1: El momento de unión
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Todos sabían que las peleas contra criaturas mitológicas podían ser complicadas. Pero esto… ¡era demasiado! Sobre todo porque no se trataba de uno solo, sino de nueve.
Lance soltó un bufido, exhausto, mientras miraba la pelea entre sus amigos y empusas con la mirada nublada. Él estaría ayudando, por supuesto, si es que no estuviera tirado en el pasto con una herida sangrante brotando de su brazo derecho.
Fue repentina la aparición de las empusas. El grupo de amigos había decidido salir del campamento por unas horas para pasar el rato. Quién diría que la presencia de tres hijos de los tres grandes atraería monstruos hacia ellos, ¿verdad? Lance maldijo al pensar que Keith le diría un «te lo dije» con su tono presuntuoso una vez que se libraran de esto.
La niebla que envolvía a las criaturas era tan espesa que las hacía pasar fácilmente como mujeres mortales muy guapas, si Lance tenía que admitir. Sin embargo, una vez que una de ellas había tratado de coquetear con él. Obviamente, aprovechó la oportunidad para mostrar sus encantos. Ese intento casi le cuesta la vida y es el motivo por el que no podía pararse ni coger su arco para dispararles y mandarlas al Tártaro. Por lo tanto, ahí tenía a sus amigos, tratando de formar una barrera alrededor suyo para que ninguna de las empusas pueda llegar nuevamente a él y lastimarlo.
«Bien hecho, Lance», se regañó mentalmente, evitando moverse demasiado.
Vio que Shiro convocaba un rayo con su espada para atravesar y electrocutar el cuerpo de una de las empusas, la cual no tardó en desvanecerse y el hijo de Zeus fue a por otra. Por otro lado, Pidge y Hunk se las habían arreglado para acabar con otras dos con uno de sus artefactos en el que habían estado trabajando los últimos días.
«Nerds», se burló mientras trataba de erguirse lentamente.
Por último, Keith lanzaba apuñalaba a diestra y siniestra a cualquiera que se le atravesaba en el camino con su daga. Sus movimientos eran rápidos y ágiles. Las sombras se arremolinaban a sus pies y las usaba para moverse de un lado a otro para atacar. Lance quería evitar mostrarse maravillado por ello, pero se le hacía imposible.
Keith Kogane era uno de esos semidioses prodigio que tenía total control en sus poderes y que era un as con la esgrima, mientras que Lance le habían tomado años el poder controlar sus poderes (casi) a la perfección y a mejorar con el arco y flecha. El hecho de que algunos campistas se lo repitieran constantemente («maldita cabaña de Ares») solo había causado una sensación de inseguridad y ganas de querer superar al hijo de Hades costara lo que le costara; en el proceso, y sin querer hacerlo a propósito, había impuesto una rivalidad entre ambos. Rivalidad que duró años y que solo ocasionaba que se evitaran mutuamente. Rivalidad que se mantuvo hasta hace unos meses, donde los mandaron a una pequeña misión a ambos. Ahí descubrieron que, en realidad, no era tan malo estar juntos. Se complementaban muy bien, no solo en aspectos de la personalidad, sino también en sus poderes. Agua y sombras parecían fundirse en uno solo cuando tuvieron que luchar contra un cíclope.
Los ojos de Lance se abrieron con pánico en cuanto vio que una de las empusas se abalanzó sobre Keith, tirándolo al piso con la amenaza de clavar sus garras y colmillos en su piel. Se retorció por un buen momento sin poder sacársela de encima. Con todo el dolor que lo invadía, Lance hizo todo lo posible para coger el arco y flechas que estaban a unos centímetros de él. Soltó un quejido en cuanto dobló los brazos para agarrar el arco y apuntar la flecha a la empusa. Tensó y soltó, logrando que atravesara el hombro de la criatura, causando que su cuerpo se estremeciera y, también, permitiéndole a Keith que se parara con agilidad y que hundiera su daga en el estómago con fiereza, volviéndola polvo.
Fue cuestión de segundos hasta que Keith se acercó a Lance y le ayudó a levantarse, haciendo que sus brazos lo rodearan y que se apoyara en él.
Probablemente sería la pérdida de sangre, pero Lance no pudo evitar quedarse viendo una galaxia reflejada los bonitos ojos violetas de Keith y decir:
— Lo hicimos— una sonrisa se dibujó en su rostro—. Somos un buen equipo. — y se ensanchó aún más cuando Keith le devolvió una sonrisa suave.
Con cuidado, terminó de levantarlo y sus amigos corrieron a verlo. Keith se hizo a un lado cuando Pidge le acercó para darle de comer algo de néctar y ambrosía y Hunk en vendar la herida.
Lance aún se sentía algo perdido en cuanto llegaron al campamento; como consecuencia, lo primero que hicieron fue mandarlo a dormir a su cabaña.
El sueño no tardó en apoderarse de él en cuanto su cuerpo se hundió entre la suave textura de sus sábanas y el olor del mar lo relajó hasta no poder resistir. Keith Kogane sosteniéndolo en brazos fue su último pensamiento antes de cerrar sus ojos.
Chapter 2: Keith
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Tras descubrir que era un semidiós, Keith Kogane tenía dos cosas claras en la vida: Primero, tenía que aprovechar cada momento para entrenar y no ser devorado. Segundo y más importante, no dejaría a entrar gente a su vida ni a encariñarse de ellos. Había perdido a su madre siendo pequeño y no había tenido idea del paradero de su padre hasta que lo reconoció en su primera noche en el campamento. Sin embargo, era obvio que la vida lo odiaba y que le encantaba contradecirlo.
Es así como primero llegó Shiro. Shiro fue de los pocos campistas que se le acercaron una vez que el símbolo de Hades brilló sobre su cabeza y no se tardó en convertirse en alguien importante en la vida de Keith: una especie de hermano mayor que no sabía que necesitaba hasta que apareció. Luego, llegaron los demás. Allura estaba ahí para aconsejar y mantenerlo, junto a Shiro, con los pies sobre la tierra; Pidge se sentaba a su lado y se ponía a hablarle sobre cualquier tema mientras él la escuchaba con atención; Hunk, quien se le acercaba y le preparaba sus galletas favoritas mientras trataba de entablar una conversación con él y armaba algún aparato a la vez; Lance…
Lance fue inesperado. Keith no puede pensar en otra palabra para describirlo.
Lance, el hijo de Poseidón, con sus grandes y bonitos ojos azules como el mismísimo océano y una pequeña galaxia de estrellas salpicada en su piel bronceada, había llegado a Keith a remecer y poner su vida patas arriba, pero no en un mal sentido.
Sí, no tuvieron un buen comienzo y les tomó tiempo —4 años— dejar de lado su supuesta rivalidad impuesta meramente por los celos de Lance; pero ahora era otra historia. Hubo un momento en el interín de los últimos meses que ambos simplemente dejaron sus diferencias a un lado y se dieron cuenta que estar al lado del otro no era tan malo. Sí, Lance era demasiado ruidoso y enérgico para lo que Keith estaba acostumbrado; y sí, Keith sabía que era muy callado y serio; pero casualmente eso parecía complementarse con la personalidad activa de Lance.
Su amistad se había afianzado en los últimos meses y, cuando Keith se había dado cuenta, otros sentimientos lo embargaron. Ya no era solo entrenar con Lance y hacer bromas con las técnicas que tenía que mejorar, ahora se trataba de quedarse mirando cada una de las expresiones mientras hablaban: su carcajada escandalosa cuando encontraba algo divertido; el brillo en sus ojos cuando lanzaba una flecha y esta daba en el blanco; la mirada de determinación y rostro serio cuando entrenaba y trataba de superarse así mismo; su ceño ligeramente fruncido en atención cuando Keith le contaba algo de su pasado; el tono suave de su voz aquella vez que casi mueren y le dijo: «Somos un buen equipo»; el ligero acento cubano que se escapaba cuando hablaba de su familia; sus cejas arqueadas con su sonrisa ladina y coqueta cuando habla… cuando habla con Allura.
Y ahí la burbuja de Keith se revienta y piensa que hace bien guardarse todos sus sentimientos para él mismo.
Era bien sabido por todo el campamento que Lance había tenido un tipo de flechazo inmediato por Allura en cuanto la vio. Habían pasado cuatro años desde entonces y sus intentos por enamorarla no parecían haberse detenido. Fuera de su fachada de infantil y superficial, Keith sabía perfectamente que Lance era una persona determinada que no se daba por vencida fácilmente. En el pasado, este hecho no hubiera sido algo que le importara demasiado… hasta ahora. Hasta ahora que sus sentimientos lo habían inundado y no podía más que pensar en el hijo del mar.
Se dejó caer en su cama. Las almohadas desparramadas y las colchas maltendidas le dieron algo de consuelo con su calidez. La idea del amor no correspondido siempre le había causado gracia a Keith. Le parecía estúpido que la gente se enamorara de alguien que nunca le haría caso en la vida. Oh, qué irónico todo. Las moiras debían odiarlo con fuerzas.
Soltó un suspiro, resignado. Si la única manera de tener a Lance en su vida era como amigos, trataría de ser el mejor amigo de todos.
Chapter 3: Cuando Lance le pidió ayuda a Keith
Notes:
Más que Klance, es un capítulo de Lance con un flashback y su problema con el esgrima
Por cierto, las palabras en negrita son Lance hablando en español
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Algo que Lance tenía muy en claro: era un desastre con la espada.
No había manera que encontrara una empuñadora cómoda a sus manos ni que su cuerpo se acostumbrara a las peleas a corta distancia. Por eso amaba el arco. Podía apuntar y disparar desde la distancia que él deseaba y acertar con una precisión casi digna de la cabaña de Apolo.
Sin embargo, el ver a uno de los semidioses más poderosos blandir magistralmente una espada —y no, no era Keith. Se refería a Shiro—, se dijo a sí mismo que tenía que intentarlo.
Fue así como, hace un par de años atrás, consiguió que Hunk le ayudara a encontrar una espada que se adaptara a él. Encontrar una no fue fácil, y no fue porque escasearan; todo lo contrario, el Búnker 9 estaba repleto de dagas, cuchillos y espadas antiguos; sino que ninguna se sentía cómoda.
—Tal vez deberías quedarte solo con el arco, amigo— recordó las palabras de Hunk tras todo una tarde de búsqueda, pero negó.
—Quiero intentarlo— dijo mientras cogía dos de las espadas y las balanceaba entre sus manos.
Cuando creyó que debía quedarse con la más liviana para él, oyó el trotar de unos cascos entrando al búnker. No hacía falta ser el Oráculo para saber de quién se trataba.
Lance y Hunk saludaron a su mentor con afabilidad y Lance pensó que la imponente altura de Quirón solo era opacada por su mirada llena de sabiduría y amabilidad cuando les dedicó una sonrisa.
—Oí que estabas buscando una espada.
— Sí, señor — dijo, alzando la espada que había elegido para que Quirón la viera—. Aunque, si soy honesto, no se siente…
—… ¿bien?— ante la mirada triste de Lance, Quirón llevó la mano hacia uno de los bolsillos de su chaleco—. Creo que puedo ayudarte con eso.
Lance alzó la vista hacia la mano tendida del centauro, esperanzado, y se encontró con…
—¿Un lapicero?— soltó, tal vez un poco más fuerte de lo que debía—. Quirón, gracias, pero no creo que esto-
—Destápalo, chico.
Lance resopló, pero obedeció la indicación de Quirón.
Soltó un jadeo de incredulidad cuando el fino grosor del lapicero se adaptó como una empuñadora en su mano y una brillante hoja de bronce celestial se extendió a lo largo de esta. Las letras en griego de Anaklusmos se dejaron leer en la preciosa arma.
—P-pero, ¿cómo-
—¡Pero qué belleza!— Hunk exclamó a la vez.
Quirón dejó escapar una ligera carcajada, como si hubiera esperado exactamente esas mismas reacciones.
—¿Se siente bien?— preguntó cuando Lance empezó a maniobrar la espada.
—Liviana y cómoda— Lance asintió y le dedicó su sonrisa de oreja a oreja a Quirón.
—Me alegra porque es toda tuya.
—¡¿ Es en serio ?!— se sintió tan feliz que chilló como niño de ocho años y su español se escapó de casualidad.— Lo siento, pero, ¡¿en serio?!
Quirón asintió.
—Es una espada que pertenecía a una persona muy especial hace algunos años. Y considero injusto que una espada como tal no puede quedarse para siempre guardada en un bolsillo— se encogió de hombros antes de inclinarse y colocar una mano sobre su hombro—. Creí que ya era hora que otra persona especial pudiera usarla. Así que cuídala bien, chico.
Lance sintió un nudo en la garganta y asintió. Quirón le sonrió con afecto antes de darse la vuelta y dejarlo solo con Hunk, quien no paró de admirar cada centímetro de la espada hasta que se separaron a sus cabañas.
Sentado entre las gradas del área de entrenamiento del campamento, destapó Contracorriente y la miró con nostalgia. "Una persona especial" había dicho Quirón. Sin embargo, a pesar de los dos años que habían pasado, Lance pensaba que no la merecía.
Había estado practicando, sí. Había hecho una mejora, pero sentía que aún no llegaba al nivel de un esgrimista promedio. En los últimos dos veranos, Shiro le había ayudado a entrenar. Lance pensaba que si no hubiera sido por él, no sabría blandirla sin cortarse un par de dedos en el proceso siquiera; pero Shiro se había ido. Había ido al Campamento Júpiter como retirado junto a su prometido, Adam. Lance solo podía sentirse feliz por la tranquilidad que había logrado uno de sus amigos y la persona a la que más admiraba, pero eso significaba que estaría perdido nuevamente en su entrenamiento.
—Puedo ayudarte, si quieres— Keith le propuso en cuanto le contó su situación—. No soy Shiro, pero me defiendo muy bien.
Lance intentó esconder una carcajada en vano. Keith estaba siendo modesto. Él era tan buen esgrimista como Shiro. Lance no podía negarse a la oportunidad que le estaba ofreciendo. Asintió con entusiasmo, pero no esperaba lo siguiente:
—Empezamos mañana a las 6.
—¡¿Que estás loco?!— chilló Lance, sin saber que levantarse temprano era parte del plan—. ¡Nadie se levanta a esa hora!
—Yo lo hago— Keith se encogió de hombros.
—Ugh, por supuesto que lo haces— dijo tras resoplar sonoramente—. De acuerdo. Hagamos esto, samurai— Lance extendió la mano hacia Keith.
Keith la tomó y el apretón de manos cerró el trato. No sabía qué tanto podría mejorar, pero Lance estaba decidido a ser capaz de pelear con una espada lo más antes posible… aunque tuviera que despertarse antes que cualquiera en el campamento.
Notes:
Dios, no saben cómo me gustaría ser lo suficientemente fluida en Inglés para que sea mucho más notorio el bilingüismo de Lance (a pesar que solo son pocas palabras); pero en fin, ¡gracias por leer!
Chapter 4: El entrenamiento
Notes:
Primero que nada, buenos días/tardes/noches. ¿Cómo están?
Este capítulo tiene algo de descripción de esgrima y mis conocimientos se basan meramente en la que he leído en los libros de fantasía. Así que si alguien por aquí es un experte, perdón porque está medio cutre.
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—¡Arriba, Lance!
—Presumido— oyó Keith murmurar a Lance por lo bajo antes de ponerse de pie con la espada en mano.
Era la cuarta vez que intentaban hacer que Lance lograra bloquear los ataques de Keith sin resultados positivos hasta el momento, puesto que Keith siempre lograba encontrar la manera de hacer que Lance cayera al piso.
Habían pasado ya dos semanas desde que se ofreció ayudar al hijo de Poseidón y, si bien Lance tenía conocimientos previos en teoría del esgrima gracias a Shiro, en la práctica aún dejaba mucho que desear.
Lance acomodó la empuñadora en sus manos, la hoja de Anaklusmos resplandeció con los rayos del sol moteándose en el cielo del campamento Mestizo y Keith arremetió nuevamente.
A diferencia de las veces anteriores, Lance se plantó firme y alzó la espada, bloqueando el ataque de Keith. Pero no le tomó mucho a Keith mover su espada y con un movimiento fluido, hacer volar la espada y quitarle a Contracorriente de las manos.
Miró a Lance caer en el pasto, cansado. Sus cejas fruncidas, ligeramente, en una expresión que Keith solo podía entender como frustración: frustración por no conseguir lo que quería a la velocidad pensada.
—Toma— dijo, tras dejarse caer a su lado y tenderle una botella con agua—. Necesitas hidratarte.
Miró cómo Lance se sobresaltó ligeramente, como saliendo de un pequeño trance lleno de pensamientos e inseguridades, y tomó de la botella. Con un solo trago de agua, Lance pareció recuperar no solamente sus fuerzas, sino también sus ánimos.
Keith era consciente de lo poderoso que podía llegar a ser cuando se lo proponía, y que llegaba a intimidar con o sin la presencia de su arma. Pero, como todo semidiós, su poder tenía un límite, sobre todo las sombras, y lo drena hasta quedar inconsciente en su cama por muchas horas (o hasta días). Y luego estaba Lance que, con solo tomar un trago de agua, ya estaba con las energías renovadas. Keith no pudo evitar pensar en lo increíble que era el hijo de Poseidón y también en lo ridículo que había sido durante todos esos años los celos que sentía hacia él cuando, en realidad, Lance podría ser capaz de cualquier cosa con algo de agua y su increíble determinación. Solo tenía que darse cuenta de eso y Keith no sabía qué hacer para abrirle los ojos a su amigo.
—¿Por qué no puedo lograrlo?— exclamó frustrado al terminar la media hora restante del entrenamiento con Keith.
—No lo apresures. Es un proceso.
—¿Cuánto te tomó a ti?— murmuró.
Keith rodó los ojos.
—Compararte conmigo no sirve de nada— le dijo, tratando de animarlo.
Lance soltó un suspiro y volvió a convertir la espada en un lapicero.
—Siento que no avanzo nada, Keith— se sinceró—. Hace dos años, Quirón me dio Contracorriente. Dijo que... había pertenecido a alguien especial y que era hora de que otra persona especial la usara. A veces pienso que se equivocó conmigo.
Keith sintió su corazón encogerse con esas palabras.
—Lance— eres la persona más especial del mundo , pensó—, eres muy bueno en otras cosas— dijo finalmente—. Recuerdo cuando apenas llegaste al campamento, cogiste un arco y no tardaste en disparar y darle al blanco. Y tus poderes–
—No supe controlarlos del todo hasta hace un par de años— bufó—. No sabes las veces que hice explotar el baño en casa cada vez que me frustraba.
—El señor supremo del lavabo.
—¡Te odio!
Era inusual que Keith se riera abiertamente, pero el chillido de falsa indignación de Lance no hizo más que causarle gracia y ternura.
—No debí contarte eso— Lance se cruzó de brazos—. Esto me pasa por confiar en un hijo de Hades. ¡Ya deja de reírte, idiota!
Las carcajadas de Keith no se detuvieron por unos minutos, para luego poner la mano en el hombro de Lance en señal de apoyo.
—Escucha, Lance. Cada quien tiene su ritmo y… puede que te haya tomado tiempo, pero te he visto entrenando y te lo digo en serio: Eres increíble. No tengo duda que pronto podrás ser bueno en la espada también.
Lance lo miró directamente y Keith sintió que podía perderse en esos brillantes ojos azules. Sus ojos expresaban un agradecimiento y un alivio total y Keith quiso lanzarse a darle un abrazo.
—Espero que sí— suspiró—, porque es este sería el tercer verano que lo intento y–
—¿Qué es lo que te detiene?
—Bueno, solo lo practico en verano.
—Lance…
—¡Es difícil practicar estando solo!— se defendió.
—Practicas solo con el arco.
—Hay una gran— exclamó extendiendo sus brazos al aire—, GRAN diferencia entre practicar con el arco y con la espada. Con el arco solo debo encontrar algo donde disparar y ya. En cambio la espada...
—Puedes usar un maniquí— sugirió Keith y Lance lo miró como si hubiera dado la respuesta más brillante de todas.
—¡Hombre, cómo nunca se me ocurrió eso! Dioses, qué tonto soy.— se golpeó la frente con la mano—. Supongo que ya no tendré excusa. Pronto seré tan bueno como tú, samurái. Eso tenlo por seguro.
Keith solo pudo negar con la cabeza, divertido, sin ocultar el esbozo de una sonrisa en sus labios, mientras escuchaba las palabras de Lance y miraba sus ojos achinándose por su entusiasmo.
No dejó de escuchar a Lance hablar mientras se dirigían al área de las cabañas. Antes de separarse a sus respectivas cabañas a tomar una ducha, Lance se detuvo.
—Oye, Keith— Lance dijo suavemente, a la vez que alzaba la mano y la colocaba en el hombro de Keith—. Gracias por todo en serio. Te debo una.
—No es nada, Lance. Considera la deuda pagada una vez que podamos enfrentarnos.
Lance sonrió.
—Terminarás en el piso, samurái.
—Quiero ver eso, sharpshooter .
Notes:
Espero les haya gustado aún con errores de técnica 🥺 tengo en mi mente el próximo capítulo y, esta vez, creo que será el turno de Lance de ayudar a Keith. Además, estoy pensando cambiar el título porque, en realidad, fue improvisado; pero no se me ocurre nada. En fin, muchas gracias por leer ♡
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Lance supo que algo andaba mal cuando Keith no apareció a la lección de esgrima de ese día.
No lo había visto desde la noche anterior en la cena y un sentimiento de preocupación lo embargó desde entonces y se intensificó aún más en este instante.
Keith nunca faltaba a las lecciones y Lance tampoco cree que lo haría sin avisar con anticipación.
Tras 10 minutos de espera, puso la tapa en la punta de la espada para convertirla en un lapicero, la guardó en el bolsillo izquierdo de su chaqueta verde militar y se levantó de las gradas para ir rumbo a la cabaña 13.
Un sentimiento de culpa se instaló en él al darse cuenta que pudo haberse cerciorado de su amigo la noche anterior tras su ausencia.
Llegó a la puerta de la cabaña de Hades y no titubeó para tocarla con los clásicos golpecitos que hacía en su casa.
Al no tener respuesta alguna, se movió hacia la ventana de al lado. Aquello tampoco sirvió porque Keith se había encargado de cerrarla junto con las cortinas.
Resopló frustrado e insistió con la puerta.
"Tal vez se le pegaron las sábanas al cuerpo" — pensó y continuó.
—¡Keith!, ¡greñas!, ¡samurái! —exclamó, tratando de no hacer tanto escándalo para el resto de las demás cabañas—. Kogane, si no me abres de puerta en este instante, jamás te perdonaré por dejarme plantado en el entrenamiento de hoy.
Lance esperó un par de minutos antes de perder la paciencia.
—Bueno, está bien. Me obligas a tomar medidas desesperadas —sacó de su bolsillo un pequeño clip que llevaba por todos lados e hizo práctica de una técnica que los hijos de Hermes le enseñaron en su primera noche en el campamento.
«Bendito seas, Hermes» —pensó cuando la cerradura hizo un clic y la puerta se abrió. Dudó un poco si entrar; después de todo, era la primera vez que entraba a la cabaña del hijo de Hades.
Asomó su cabeza y examinó el lugar. Alrededor de todo el campamento, corrían sospechas sobre la apariencia de la habitación de Keith: desde un viejo ataúd como cama hasta las paredes pintadas totalmente de negro, el cuarto únicamente iluminado por antorchas. Sí, un lugar «digno» de un hijo de Hades.
Al ver el espacio, Lance solo pudo pensar que el sitio era tan… Keith: las paredes estaban pintadas de un tono gris claro; la madera de todos sus muebles pintados de un color de caoba oscuro. Toda la habitación parecía ordenada excepto por la cama, cuyas sábanas blancas y cubrecama roja yacían destendidas y arrugadas.
Lance pegó un pequeño brinco cuando oyó la puerta del baño abrirse de repente y vio a Keith salir de este con el cabello desaliñado y la pijama aún puesta, frotándose los ojos.
—¿Lance? —preguntó sorprendido cuando notó la presencia del nombrado frente suyo—. ¿Qué haces aquí?
Lance estuvo a punto de soltar un reproche de falsa indignación por haberlo dejado plantado a las seis de la mañana, pero se detuvo al notar los ojos de Keith de color rojo y con una mirada de tristeza que jamás había visto en el rostro del hijo de Hades.
—¿Qué haces es mi cuarto? —repitió, esta vez con el ceño fruncido, pero Lance pudo percibir un pequeño quiebre en su voz.
—Lo siento, yo solo... —Lance alzó sus brazos en signo de paz—. No viniste a la práctica de hoy y tampoco a la cena de ayer. Solo… quería saber si algo andaba mal.
De inmediato quiso no haber soltado eso porque, con solo ver el rostro de Keith, la respuesta era demasiado obvia.
Lance tenía algo muy en claro: Keith era de las personas más reservadas que había conocido en su vida. Si bien habían tenido un buen avance en los últimos meses, Lance estaba muy seguro que el hijo de Hades no se abriría a contarle los pensamientos o sucesos que lo agobiaban.
Es por ello que se quedó pasmado en el momento en el que Keith se dejó caer y se apoyó en su cuerpo.
Los brazos de Lance, acostumbrados a abrazar a cualquiera que se lanzara a ellos, por un momento se olvidaron qué hacer por la sorpresa. No duró mucho, por supuesto. Solo fue cuestión de segundos para que Lance envolviera el cuerpo de Keith en un cálido abrazo del que el hijo de Hades no pudo evitar corresponderle con un apretón más fuerte.
—¿Quieres hablar de lo que pasa? —le preguntó el hijo de Poseidón, luego de algunos minutos.
Pensó que obtendría una negativa. Por ello fue una sorpresa cuando sintió la cabeza de Keith moverse, asintiendo.
Se separaron para caminar directo a la cama del hijo de Hades y sentarse en ella.
Lance se convirtió en todo oídos cuando Keith abrió la boca y habló. Habló probablemente más de lo que Lance alguna vez lo había escuchado hablar en los cuatro años que habían estado en el campamento.
En realidad, no era nada grave, le había asegurado Keith apenas había comenzado a hablar. Las lágrimas derramadas hace unos instantes y de la noche anterior eran resultado de la fecha que el calendario marcaba: el fallecimiento de su madre.
El corazón de Lance se encogió en cuanto Keith mencionó que su madre había fallecido cuando apenas tenía 10 años y que había estado solo desde entonces, yendo de hogares temporales a centros de adopción, para, finalmente, huir de ellos para volver a su pequeña cabaña en Texas hasta que, nuevamente, un asistente social lo llevara con ellos y todo se convertía en un círculo que no tenía fin.
Mientras Keith hablaba, Lance solo intervenía para asentir o dedicarle una mirada de comprensión. La vida había sido dura para su amigo y quería hacerle entender que él estaba ahí, pero, ¿qué decirle después de ello?
No podía simplemente decir: «Entiendo lo duro que debe ser», porque Lance realmente no lo entendía. Jamás en su vida, había pasado algo como aquello. Había tenido a su familia a su lado, comprensiva y amorosa para él. El soltar un «lo entiendo» debía ser la frase más trillada y vacía jamás pronunciada.
Una vez que Keith terminó de hablar, Lance extendió sus brazos, con la intención de hacer lo que más sabía hacer; porque tal vez las palabras no serían suficientes para transmitirle a Keith el apoyo que deseaba, pero sus abrazos sí que podían (o al menos eso era lo que le decía su madre).
Tan suave como pudo ser, envolvió sus brazos en el cuerpo de Keith, acunando al hijo de Hades, quien no hizo más que corresponderle.
Luego de un par de minutos en esa postura, Lance susurró en el oído de Keith una pregunta:
—¿Siempre te sientes así por estas fechas?
Sintió la cabeza de Keith asentir en su hombro.
—La mayoría de veces Shiro estaba aquí para tranquilizarme —respondió, separándose el abrazo y encogiéndose de hombros—. Él siempre sabía cómo hacerlo de alguna forma.
Lance asintió en señal de comprensión. Shiro era lo más cercano a familia que Keith había tenido en mucho tiempo y la persona en quien más confianza tenía. Ahora, su hermano estaba en el campamento Júpiter, lo que lo dejaba sin personas en quien sentirse apoyado emocionalmente. Lance se sintió honrado de que Keith haya compartido con él un poco de su vulnerabilidad.
Una idea llegó a su cabeza de repente:
—¿Qué te parece si vamos a ver a Shiro esta semana? —le propuso, tratando de subirle el ánimo.
—¿Al campamento?
—¡¿A dónde más?! ¡Vamos, samurái! Jamás he ido al Campamento Júpiter y tú extrañas a Shiro. Los dos ganamos —dijo, mientras arqueaba sus cejas—. Después de todo, puedes llevarnos rápidamente con ese viaje sombra tuyo, ¿no?
Keith soltó un suspiro después de pensárselo unos segundos.
—Supongo que no es mala idea —concordó—. Está bien. Pasado mañana, ¿te parece?
Lance solo pudo ampliar su sonrisa ante la respuesta positiva del hijo de Hades.
Se creó un silencio para nada incómodo después de ello, solo interrumpido por la pregunta de Lance:
—¿Necesitas desahogarte más o–
—Creo que es suficiente por hoy —Keith dijo, antes de dedicarle una pequeña sonrisa. Todo su rostro había cambiado por un semblante más animado—. Gracias, Lance.
—¿Qué dices, hombre? ¡Pero si no he hecho nada!
—Has hecho más de lo que crees, Lance.
Una calidez embargó el cuerpo de Lance cuando los ojos violetas de Keith lo miraron con un inmenso agradecimiento.
Una calidez embargó su cuerpo y pensó que, sostener a Keith cuando lo necesitaba, de vez en cuando, era una sensación extraña y a la vez acogedora.
Una calidez embargó su cuerpo cuando se dio cuenta que, en algún instante, después de su abrazo, sus dedos se habían entrelazado con los de Keith y no lo habían soltado en todo ese tiempo.
Y la calidez se fue a sus mejillas y quiso gritar porque esto no estaba pasando.
Nonono.
¡No hay manera!
No podía ser que–
La caracola del desayuno sonó a lo lejos y fue la excusa perfecta para levantarse de un salto y evitar que Keith viera su rostro sonrojado.
—¡Bien! —soltó con un tono más agudo de lo que pretendía y carraspeó para esconderlo—. Entonces, ya que estás mejor, vayamos al desayuno que me muero de hambre.
Keith asintió en acuerdo, diciéndole que él vaya avanzando porque aún debía cambiarse.
Lance no opuso resistencia y, con el paso rápido y ligero que le caracterizaba, salió de la cabaña 13 hacia su mesa.
Con la mente hecha un lío y un sonrojo marcado en sus mejillas, se sentó y hundió su rostro en sus brazos, apoyados en el mueble y ahogó un grito de frustración, sin darse cuenta que, a lo lejos, dos pares de ojos lo miraban con diversión.
Notes:
Me tardé más de lo esperado, ¡lo siento! Tuve un ligero bloqueo, pero aquí está el nuevo capítulo y es el más largo que he escrito. Estoy sorprendida jsjs
En fin, gracias por leer. Feliz navidad y año nuevo atrasados. Ojalá este sea un mejor año para todos nosotros.P.s: ¡Por cierto! Me ayudarían mucho comentando algo: ¿ustedes creen que Pidge sería una hija de Atenea o de Hefesto? Estoy dudando fuertemente entre esas dos opciones y necesito ayuda.
Los comentarios sobre la historia son bienvenidos. Me gustaría saber si les está gustando o si tengo que mejorar en algunos aspectos (probablemente en todos jsjsjs).
Qué nota más larga, por dios.
¡GRACIAS POR LEER!
Chapter 6: ¿Ayuda?
Summary:
Lance recurre a Pidge y Hunk, pero, ¿realmente fue una buena idea?
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
—¿Podrían dejar de burlarse? ¡Esto es serio!
Lance miró indignado a sus amigos, Pidge y Hunk, hijos de Atenea y Hefesto respectivamente, quienes se encontraban riéndose a carcajadas por su última declaración.
Los tres se encontraban en el Búnker 9. Un día después de que Lance se diera cuenta de… eso, intentó pasar el día visitando los lugares en donde sabía que Keith nunca iría. El búnker era uno ellos y aprovechó en contarles la situación a sus amigos, quienes, en lugar de mostrarse comprensivos o empáticos por su actual confusión, solo se lanzaron a reírse a carcajadas desenfrenadas.
—En serio, Lance...— Hunk se secó una lágrima que se había escapado por la risa.
—… No puedo creer que te haya tomado tanto tiempo darte cuenta de eso —completó Pidge, sus brazos cruzados sobre su estómago mientras intentaba que su risa se detuviera. Por supuesto, aquello no funcionó y la carcajada se hizo aún más sonora—. Literal los últimos días te la pasaste hablando sobre Keith y lo genial que es.
—Dije que creo que me gusta. No he confirmado nada —Lance exclamó mientras sentía que su cara enrojecía—. ¡Además, es Keith!
—No le veo el problema —Hunk se encogió de hombres—. No es la primera vez que te gusta un chico.
Pidge asintió aún entre risitas, estando de acuerdo con su amigo.
Lance se cruzó de brazos por la actitud de ambos.
—¡Pero esto no se trata de cualquier chico! ¡Es Keith! Ya sabes, hijo Hades, mi rival-
—Pensé que ya te habías olvidado de eso —Pidge rodó sus ojos por el pensamiento idiota e inmaduro de su amigo antes de ponerse a jugar con una de las herramientas en sus manos.
Lance soltó un suspiro y se dejó caer en el piso del búnker. Sí, ya se había olvidado de eso desde hace tiempo, pero no podía evitar tener sentimientos encontrados por su, tal vez, enamoramiento en el hijo de Hades.
Hunk tenía razón. Keith no era el primer chico que le gustaba y ese hecho no era el que lo incomodaba. ¿Por qué tendría que hacerlo siendo él un hijo de un dios griego? Solo los dioses saben la cantidad de amoríos del género masculino que su padre tuvo durante toda su inmortalidad.
Pidge también tenía razón. Tampoco era el hecho de su antigua rivalidad. Aquello ya lo había superado desde hace meses, cuando empezó a pasar más tiempo con Keith y empezó a considerarlo un amigo.
Entonces, ¿qué era realmente lo que hacía que se le formara un nudo en la garganta y un remezón en el corazón?
Desde el día anterior, en el que había encontrado a Keith en su estado más vulnerable, sentía como si le hubieran tirado un chorro de agua en la cabeza. Un chorro con el que no podía evitar empaparse a pesar de sus poderes.
—No sé, solo… —aún en el suelo, se abrazó las rodillas y hundió su cabeza entre sus brazos—. Keith es la primera persona que me gusta después de mucho tiempo y… —se cortó.
—Admitiste que te gustaba —oyó la voz burlona de Pidge decir antes de encogerse más en su sitio—. Okay, no era el momento.
Sintió el peso de sus amigos caer a su lado, uno a su izquierda y otro a su derecha, y la calidez de ambos cuando el brazo de Hunk rodeó sus hombros completamente y el delgado brazo de Pidge se envolvió afectuosamente en su brazo.
Lance ahogó un suspiro y agradeció mentalmente que sus amigos entendieran a lo que él se refería y se aferró a ellos.
Keith era la primera persona que le gustaba después de mucho tiempo…
Ni él se lo podía creer.
En su vida, había tenido flechazos que sabía que eran del momento. Flechazos que eran realmente efímeros como aquella niña en el último año de primaria o el chico guapo que veía casi a diario en el metro para ir a la secundaria.
En su vida, había tenido flechazos que sabía que eran del momento…, pero también se había enamorado.
Recordó el primer verano en el campamento: los jadeos de sorpresa de la mayoría de los campistas al ver el tridente brillar por encima de su cabeza, las miradas de reto de la cabaña de Ares, su primera fogata, su primer día cogiendo un arco y una flecha y su primera captura de la bandera. Esta última siendo el hecho más importante de todos, puesto que, en ese momento, notó la existencia de quien, en ese momento él creyó, era la persona más hermosa que había visto en su vida.
Allura.
Allura con su peculiar, pero precioso, cabello blanco; sus grandes y radiantes ojos celestes y su lozana tez morena.
Allura se presentó como la cabeza del equipo azul e hija de Atenea. Lance apenas llevaba dos días en el campamento y su conocimiento de dioses era limitado, pero la velocidad con la que Allura creó un plan en contra del otro equipo para salir victoriosos del juego, él inmediatamente la asoció con la inteligencia y la estrategia.
Aquella vez, Lance solo pudo quedarse embobado con su melodiosa voz. « ¿Acaso era ese un acento británico? » Lance recordó que, en ese entonces, se quejaba del acento de los británicos (porque su terrible oído apenas entendía las conversaciones con el acento estadounidense) hasta que oyó las palabras de Allura y se forzó en entender cada una de las palabras para no fallar. Porque no podía fallar frente a ella. Por supuesto, una cosa es desear y otra lograrlo, y esa noche fue uno de los motivos por el que le juró la rivalidad al hijo de Hades (pero esa era otra historia).
Dicha actitud se mantuvo en él los últimos tres años, en donde no paraba de intentar esforzarse y sobresalir lo suficiente para impresionar a la hija de Atenea, porque no sabía cómo, pero había quedado totalmente enamorado de ella.
Por supuesto, eventualmente, se lo confesó.
Por supuesto, comprendió cuando ella le dijo que no podía verlo como más que un amigo.
Por supuesto, dejó de insistir en ese momento (aunque, de todas formas, siempre aprovecharía para molestarla o hacerla reír con un falso coqueteo).
Pero aquello no pudo evitar que su corazón doliera la noche en la que Allura había juntado a su grupo de amigos: Hunk, Pidge, Shiro, Coran, Keith y él. Dolió porque ella soltó la noticia más inesperada:
«— Me uniré a las cazadoras de Artemisa ».
En aquel instante se dijo, oficialmente, que era momento de alejar cualquier sentimiento (romántico) por Allura.
Le tomó tiempo, claro está, pero más de un año después de ese acontecimiento, Lance podía decir con seguridad que no sentía más que un profundo cariño y amistad por la hija de Atenea.
Lo que lo llevaba al comienzo de todo esto: Keith era la primera persona que le gustaba después de mucho tiempo. Después de Allura. Sentía que era muy pronto para confirmarlo; sin embargo, sentía que sus sentimientos con Keith no se tardarían de algo pasajero.
Temía admitirlo en voz alta, pero se acababa de dar cuenta del porqué de su reciente agitación por ese hecho: ¿y si el gusto pasaba a algo más profundo y se volvía a repetir su patética historia de amor no correspondido como pasó con Allura? ¿Por qué alguien tan genial como Keith podría corresponder a alguien tan…
—¡Alto ahí! —la voz de Hunk lo sacó de sus pensamientos—. Ya sé lo que estás pensando y ni se te ocurra creértelo.
Los ojos de Lance se abrieron en sorpresa ante las palabras de su amigo y maldijo silenciosamente el hecho de ser tan transparente y predecible.
—Pero yo no...
—Lance, te presento una nueva palabra para tu vocabulario: su-pe-rar. —el tono presumido de Pidge no hizo más que sacarlo de quicio.
—¡Ya he superado a Allura! —respondió automáticamente.
—¡No me refiero a ella! —Pidge se paró de un golpe y antes de inclinarse hasta su altura y mirarlo fijamente—. Me refiero a superar esos pensamientos tan inseguros que tienes sobre ti mismo.
—No sé de lo que estás hablando —le respondió a la vez que cruzaba los brazos cruzados.
—Lance —le llamó Hunk apoyando una mano en su hombro—, somos tus amigos y te conocemos. No tienes por qué pensar que no eres suficiente para nadie. Créeme, hermano, eres increíble tal y como eres.
Pidge asintió de acuerdo.
—Y mira, si Allura no aceptó nada, no es por cómo eres, sino porque ella no era para ti, ni tú para ella. Ahora, no sabemos cómo serán las cosas con Keith, pero si pasa lo mismo, no queremos que pienses que también fue por culpa tuya, porque no la es.
—¡Exacto! —intervino Hunk—. Y, ¿sabes algo? Si cualquiera te dice o te hace sentir lo contrario —golpeó su puño contra la palma abierta de su otra mano, acto que Pidge no tardó en imitar—, se las verá con nosotros.
Lance sabía que Hunk y Pidge no serían capaces de lastimar a nadie, pero igual, en ese instante, sintió el picor de las lágrimas empañar sus ojos y agradeció a los dioses por tener a los amigos más increíbles del mundo. Aprovechó el momento para abalanzarse hacia sus amigos y abrazarlos fuertemente.
—Gracias, chicos.
—De nada, hermano.
—Te lo repetiremos hasta que te lo creas, idiota —Pidge volvió a golpear su brazo, esta vez más suavemente y Lance no pudo hacer otra cosa más que sonreír.
—Entonces, ¿ahora qué? —preguntó Hunk.
—¿Ahora qué qué? —confundido, frunció el ceño
—¿Qué harás con Keith?
—Oh… Bueno, quedamos para ir mañana al Campamento Júpiter, pero… —murmuró por lo bajo, avergonzado.
—¿Al Campamento Júpiter? —le interrumpió Hunk, moviendo las cejas sugestivamente.
—¿Los dos solos? —le siguió Pidge con una sonrisa traviesa.
No por primera vez, Lance pensó que esos dos compartían la misma neurona.
—Sí, pero, en realidad… —intentó explicarse.
—Hunk, ¿recuerdas lo hermosas que son las calles de Nueva Roma?
—¡Sí, también muy románticas!
—Perfectas para caminar tomado de la mano con la persona que te gusta.
—Pero, ¿qué están-
—¿Sabes lo que significa que Keith y Lance vayan juntos? —Pidge lo ignoró.
—¡Que tendrán una cita! —gritaron al unísono.
—¡¿Pueden parar ustedes dos?! —alzó la voz, antes de sentir su rostro caliente—. Solo iremos para que Keith vea a Shiro y para que yo conozca el campamento. ¡Eso es todo! ¡No es una cita!
—Sí, sí, te creo, te creo. —asintió Hunk de una manera que claramente significaba que no le creía.
Lance rodó los ojos y sintió que todo lo que diría para explicarse sería en vano frente a esos dos.
—Olvídenlo.
—Vale, vale, no te enfades. Sabes que solo te estamos molestando —Pidge se acomodó a su lado y golpeó su brazo amistosamente, lo que, en realidad, no lo hacía menos doloroso—. Pero hay algo que no entiendo… si te pone nervioso estar con Keith ahora, ¿por qué lo invitaste a ir al campamento?
—Porque… porque aún no me había dado cuenta cuando se lo pregunté —musitó, sintiéndose más estúpido de lo normal.
—Dioses, eres increíble —Pidge se golpeó la frente.
—¡Da igual! No es como si mañana se lo fuera a decir… ni en los próximos días tampoco. —dijo honesto.
Apenas había terminado de aceptar sus nuevos sentimientos hacia el hijo de Hades y no tenía pensado revelarlos por un buen tiempo.
—¡Oh, vamos, Lance! No alargues lo inevitable. ¿Tú qué piensas, Pidge?
—Ídem. No creo poder soportar un Lance enamorado «en secreto» nuevamente.
—¡¿Disculpa?! —exclamó ofendido.
Puede que haya sido algo intenso mientras estaba enamorado de Allura al hablar de ella cada vez que podía con sus amigos, pero no era para tanto… ¿verdad?
—Aunque si están juntos puede que sean demasiado melosos, ¿sabes? —Pidge lo ignoró, como siempre lo hacía cuando le convenía.
Hunk asintió.
—Los veríamos besándose y tomándose de las manos hasta en la sopa.
—Asqueroso.
Lance decidió que era demasiada humillación por un día.
—¡Me largo! —se levantó y se dirigió directamente a la puerta del búnker.
—¡Hombre, no te vayas! —le pidió Hunk, pero aún se carcajeaba.
—Da igual —escuchó a Pidge decir—. ¡Buena suerte en su cita!
—¡Que no es una cita!— gritó antes de irse al área de arquería, otro de los pocos lugares además del Búnker 9 en donde sabía que Keith no pasaría ni aunque los mismísimos dioses le ofrecieran la espada más increíble del mundo.
Mientras Lance apuntaba y acertaba los disparos de sus flechas una tras otra ya de manera inconsciente, su mente solo podía pensar en el hecho que no tenía idea de cómo sería el día siguiente, ni cómo vería a Keith a la cara sin sonrojarse ni intentar salir corriendo. Sin embargo, tenía algo muy en claro: para cosas del amor, sus amigos nunca, realmente nunca , serían de gran ayuda.
Notes:
¡holaaaa! ¿cómo están?
Nuevo capítulo y más largo que el anterior (no me lo creo).
Necesitaba escribir algo con este trío, porque son geniales juntos y la serie no les dio suficiente pantalla.
En este fanfic, Pidge y Hunk son más cercanos por lo mismo que tienen en común el amor por la mecánica; pero nunca dejan de lado a Lance cuando más los necesita (sí, les hablo a ustedes, Joaquim Dos Santos y Lauren Montgomery. No había necesidad de alejar a Lance de esa forma 😒).
En fin, espero que les haya gustado 🥺 no duden en dejar sus opiniones si así lo desean.
¡Muchas gracias y cuídense!
Chapter 7: Al campamento Júpiter
Summary:
Keith y Lance visitan el Campamento Júpiter y se encuentran con alguien inesperado...
Notes:
ADVERTENCIA DE SPOILER
El capítulo tiene un pequeño cameo que cuenta como spoiler de la tumba del Tirano, cuarto libro de las pruebas de Apolo. Si ni lo han leído y no quieren hacerse spoiler, EN SERIO, NO LO LEAN. No me esperaba que llegara a pasar esto, pero fluyó mientras escribía y pido perdón.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Sus ojos se abrieron con el sonido del pequeño despertador que tenía en la mesa de noche que tenía a la derecha. Con un rápido movimiento, apagó el molesto pitar y se quedó mirando el techo de su cabaña.
Pensó, con una sonrisa en la punta de la lengua, en lo aliviado que debía estar Lance por perderse de la lección de hoy y por no tener que levantarse tan temprano. Después de todo, hoy irían juntos al Campamento Júpiter.
Pensó, inquieto, en el extraño comportamiento que el hijo de Poseidón había tenido desde hace un par de días, luego de salir, prácticamente, corriendo de su cabaña. No solo fue ese día que se movía incómodo a su alrededor, sino también fue todo el día anterior: sólo habían cruzado unas cuantas palabras durante la lección de esgrima, con unas cuantas risas y balbuceos incómodos que no hicieron más que preguntarse qué es lo que le pasaba. Por un momento, pensó que había hecho algo malo cuando, después de la lección matutina, no volvió a acercarse a él en todo el día.
Era raro.
Lance había agarrado últimamente la costumbre de acercarse a su mesa al final del almuerzo para molestarlo un rato. En lugar de ello, se pasó todo el día fuera de su vista. Se encogió de hombros cuando supuso que estaría con Hunk y Pidge.
Pero aquello no cambió en la cena.
Keith frunció el ceño entre sus adentros cuando una cuestión surgió en su mente: «¿y si Lance se había dado cuenta que le gustaba y se sentía incómodo por ello?».
Aquella pregunta le había estado rodando durante toda la noche y ahora que se había despertado.
Tal vez eso era. Keith se tapó los ojos con el antebrazo y ahogó un grito de frustración. Maldijo a todos los dioses por lo obvio que se había vuelto los últimos días en sus sentimientos hacia Lance. Las palabras de aliento, los abrazos inesperados, las miradas (que según él eran imperceptibles para Lance), la tomada de manos de la última vez… ¡Dioses, por qué el amor debía ser tan complicado! Se imaginó los rostros de Afrodita y Eros regocijarse por su dilema.
No sabía qué tan diferente sería la interacción con Lance en todo el día. No quería perder… su amistad. Estaba feliz de todo lo que habían avanzado en estos meses y temía que aquello cambiara por sus estúpidos sentimientos.
Con pesadez, se quitó las ligeras sábanas de encima y se levantó de la cama. No sabía lo que vendría, pero habían quedado en algo hace dos días. Lance quería conocer el Campamento Júpiter y eso es lo que harían.
Se aseó y vistió antes de salir de su cabaña para desayunar. Antes de llegar a su mesa, observó la mesa de Poseidón aún vacía. Se sintió ridículo al pensar que Lance lo evitaría también ese día con tal de cancelar la visita al otro campamento.
Minutos más tarde, Lance apareció con el sueño palpitando en su rostro y se hundió en su mesa, recostando su rostro y apoyándolo en sus brazos. Su mirada se encontró con la de Keith por un segundo y Keith prácticamente soltó un suspiro de alivio cuando los labios de Lance se curvaron para dedicarle una sonrisa a modo de saludo.
No pasó más de una hora para que ambos terminaran de desayunar y acordaran, a través de señas, el encontrarse en el campo de entrenamiento después de recoger sus cosas.
Keith cogió una pequeña mochila con lo indispensable: néctar y ambrosía, junto con vendas y productos de primeros auxilios de emergencia. Sus años como semidiós le habían enseñado que esos productos eran los más básicos en caso de un ataque sorpresa.
Salió hasta el punto de encuentro y se encontró con Lance ya esperándolo, sentado en una de las gradas.
—¿Listo, Lance? —Keith preguntó para llamar la atención del hijo de Poseidón.
—Eso no se pregunta, samurái —respondió mientras se levantaba y una sonrisa se dibujaba en su rostro—. Estoy listo para conocer el Campamento Júpiter. Por cierto —su ceño se frunció en duda—, ¿iremos por viaje sombra o-
—Algo así —Keith se llevó los dedos a la boca y soltó un silbido.
Pasaron unos largos segundos sin que pasara nada.
—Ah… Keith, ¿qué se supone que tiene que-
Lance no terminó de preguntar cuando las sombras se arremolinaron y de ellas surgió una enorme bola de pelos negra.
—Por todos los dioses —Keith oyó a Lance ahogar un jadeo de sorpresa—. ¿Es un perro del infierno?
Keith asintió.
—Lance, te presento a Kosmo. Kosmo, —Keith se acercó para acariciar a su enorme mascota—, te presento a Lance.
Kosmo soltó una ladrido que resonó por todo el lugar mientras se acercaba a Lance para olfatearlo.
—Pero, ¿cómo… —se interrumpió cuando Kosmo llenó de baba su rostro y soltó una carcajada—. ¡Kosmo!
Keith dejó escapar una ligera risa.
—Le agradas —Se acercó para mantener a raya a su mascota de su amigo—. Fue un regalo de cumpleaños de mi padre hace un par de años. He tratado de entrenarlo desde entonces, y usualmente es muy tranquilo, pero es muy afectuoso cuando quiere.
—Me recuerda a alguien —por un momento, Keith sintió la mirada de Lance sobre él, pero cuando volteó a verlo, el hijo de Poseidón solo acariciaba los mechones oscuros del can —. Dioses, es tan lindo, ¿por qué no me dijiste que existía? Blue y él podrían llevarse bien.
—¿Un perro del infierno y una pegaso? No quiero ver eso — soltó Keith con una sonrisa en la punta de los labios.
Subió al lomo de Kosmo en un salto y extendió su mano para ayudar a Lance a hacer lo mismo. Sintió la calidez de la mano de Lance tomar la suya y lo impulsó a subir.
—¿Y ahora qué?— preguntó el hijo de Poseidón, acomodándose detrás suyo.
—Agárrate fuerte —le advirtió Keith antes de murmurarle a Kosmo el lugar a donde irían.
El perro soltó un ladrido y se sumergieron en las sombras.
Keith siempre había encontrado que las sombras eran fascinantes y aterradoras, usualmente más aterradoras que fascinantes. Las voces de las almas murmuraban a sus oídos cada vez que se fundía en las sombras y aquello no cambiaba cuando se transportaba encima de Kosmo. En medio del trayecto sintió los brazos de Lance aferrarse a su cintura y Keith no pudo evitar pensar en lo aterrador que podría ser para el hijo de Poseidón estar rodeado de oscuridad.
Las sombras los arrojaron a las afueras del campamento romano. Lance soltó su agarre minutos después. Keith sabía que los viajes sombras podían terminar en mareos y supuso que de eso se trataba cuando giró a ver a Lance y se encontró con sus mejillas teñidas de carmesí.
Entraron al lugar no sin antes que Keith le asegurara a Lance que Kosmo estaría bien descansando y no sin que antes Lance rascara las orejas del enorme perro como despedida.
Como era de esperarse, la organización y arquitectura del campamento romano siempre podía dejar sin palabras a cualquiera.
El rostro de Lance pareció iluminarse con cada aspecto del campamento y Keith no pudo evitar sonreír internamente.
—¡Hombre, esto es increíble!
—Y aún no has visto Nueva Roma.
Los semidioses voltearon al escuchar la voz femenina decir esa frase y Keith sonrió al reconocerla. Se encontró con una chica de mirada color obsidiana, de estatura alta, piel trigueña y su cabello negro meticulosamente trenzado.
—Pretora —saludó asintiendo con la cabeza.
—Hijo de Hades —sonrió ella—, hace mucho que no te veía por aquí. ¿Quién es tu amigo?
—Lance McClean —Lance extendió su mano para estrechar la de la chica antes de guiñarle el ojo—, hijo de Poseidón.
—Tres hijos de los tres grandes en nuestro campamento… que los dioses nos protejan —el comentario de la chica hizo que soltaran una carcajada.
—De todas formas, ¿qué haces aquí? Pensaba que estarías ocupada —Keith preguntó, realmente curioso por su presencia.
—Digamos que solo estoy de paso. Ya sabes, ver cómo estaba el campamento y la gente. Puede que ya no sea pretora, pero no quiere decir que no me preocupe cómo van las cosas.
—Espera, pensé que Keith te había llamado pretora —Lance intervino.
—Oh, solía ser pretora —aclaró ella. Su voz se llenó de nostalgia—. Pero eso fue hace muchos años, antes de unirme a las cazadoras. Keith solo tiene la costumbre de llamarme así.
—¿Las cazadoras? —preguntó Lance. Keith notó que Lance ya había empezado a buscar con la mirada—. Eso quiere decir que-
—Hola, chicos.
Keith no pudo evitar sonreír cuando escuchó el elegante acento británico de Allura después de mucho tiempo. Después de todo, junto con Lance, Shiro, Pidge y Hunk, ella era una de las pocas personas a quien podía considerar una amiga.
La chica prácticamente se abalanzó hacia ambos, envolviendolos en un fuerte abrazo.
—Dioses, me alegra haber elegido venir con Thalia y Reyna —dijo antes de separarse—. ¿Qué hacen aquí? ¿Es alguna misión o-
Keith negó con la cabeza.
—Solo vinimos de paseo. Es la primera vez que Lance visita el campamento.
El hijo de Poseidón solo asintió, confirmando, antes de envolver a Allura en un abrazo. Esta vez, solo de ellos dos.
Keith sintió un nudo formarse en su garganta y apartó la mirada cuando notó que Lance empezó a susurrar en el oído de Allura lo mucho que la había extrañado. El momento se sentía tan íntimo que Keith pensó que si desaparecía en las sombras en ese momento, ninguno de los dos se daría cuenta. Por supuesto, estuvo a punto de hacerlo, hasta que sintió los dedos de Lance envolver su muñeca.
—¿A dónde crees que vas, samurai? —le sonrió Lance luego de separarse de Allura—. Dijiste que me enseñarías el campamento y la ciudad hoy.
—Lo siento, pensé que-
«Pensé que querrías aprovechar para estar con Allura ahora que ella está aquí».
—Pensaste nada. No creas que vas a librarte de mí fácilmente.
Había un brillo de diversión en la mirada de Lance. Diversión mezclado con algo que Keith no pudo identificar.
Keith solo asintió.
—¿Desde cuándo ustedes dos se llevan tan bien? —preguntó Allura.
Había genuina sorpresa en su voz. Sorpresa que hizo que ambos voltearan a verla y que Keith rezara a todos los dioses para que sus mejillas no estuvieran teñidas de rojo en ese instante.
—¡No lo hagas parecer como si nos hubieramos odiado o algo así! —reclamó Lance.
Las comisuras de los labios de Allura se arquearon con una sonrisa traviesa.
—Pero si una vez dijiste que no podías ver a Keith ni en pintura.
—¡Allura!
—¿Y que hay sobre esa vez que-
—¡Okay! Entendimos el punto. Suficiente —Lance alzó la barbilla en señal de indignación.
Allura se carcajeó, acción que Keith no pudo evitar imitar. Lance y él ya habían hablado de la perspectiva que tenía Lance sobre él antes, pero aquello no le quitaba lo divertido.
—Como sea —dijo Allura después de un rato—. Me alegro que las cosas se hayan arreglado, chicos. Honestamente, era estúpido.
—Sí, bueno, yo no lo empecé —dijo Keith en su defensa.
—No, señor, ni creas que voy a volver a tener esta discusión. Demasiado bullying a Lance por hoy —con la madurez que le caracterizaba al hijo de Poseidón, este les sacó la lengua—. Lo único que importa es que ahora nos llevamos bien y ya.
Keith asintió con una sonrisa pequeña en sus labios.
—Ya veo —dijo ella, dedicándoles una mirada y una sonrisa dulce que Keith no supo interpretar—. Será mejor que me una con las chicas. Espero volver a verlos pronto.
—Nos vemos pronto, Allura —dijo Keith antes de despedirse con un abrazo.
Lance hizo lo mismo, no sin antes decir un audible: «Cuídate, princesa».
—Bien, ahora —Lance se giró para mirarlo con reproche—, ¿me puedes decir por qué planeabas dejarme?
—Lo siento, en serio. Es solo que… pensé que querrías estar a solas con Allura —contestó, honesto.
Lance rodó los ojos.
—Hombre, te dije que pasaría el día contigo, no con Allura, ¿no?
Si algo sabía de Lance era que él cumplía con lo que decía. Aun así, la escena de Allura y Lance abrazados hizo que su corazón doliera. Como se le había hecho costumbre, ignoró los sentimientos y asintió.
—Bien —continuó Lance—, ahora, ¿vamos a ver a Shiro? Me muero de ganas de verlo nuevamente.
La sonrisa indescifrable de Allura aún lo persiguió, inclusive cuando fueron a hablar con Shiro y Adam y pasearon por las calles de Nueva Roma.
Disfrutó el tiempo que tenía con Lance. Disfrutó el tiempo notando los azules ojos del hijo de Poseidón iluminarse cada vez que conocía algo nuevo. Disfrutó el tiempo riendo cuando Lance empezó a reclamar sin parar la terrible condición del templo de Neptuno.
La noche llegó rápidamente y el retorno al campamento Mestizo era inevitable. Con pena, Keith abrazó fuertemente a Shiro para despedirse.
—Nos vemos pronto, ¿sí? —dijo el mayor de los hermanos—. Y mantén los ojos abiertos, hermano.
Keith frunció el ceño confundido.
—¿A qué te refieres?
Shiro sonrió mientras negaba con la cabeza.
—Nada. Buen viaje.
Días más tarde, Keith entendió el motivo de esa sonrisa de Allura. Quiso reírse en la cara de la hija de Atenea porque lo había malinterpretado todo. Había malinterpretado el gesto amistoso de Lance: En toda la charla y momento de broma que había tenido los tres, los dedos de Lance no habían soltado su muñeca.
Notes:
No estaba muerta, estaba de parranda ahreeee
Me tomé más tiempo de lo esperado. En fin, Keith aún no se da cuenta de muchas cosas. Esperemos que siga el consejo de su hermano mayor.
Espero que les haya gustado el capítulo. Cualquier cosa no duden en comentar. La retroalimentación siempre se agradece ♡
(Espero acabar este au antes de empezar las clases de la u)
Chapter Text
Pidge no tenía experiencia en el amor. Su conocimiento del romance se basaba únicamente en escenas de las pocas series que había visto, de las novelas que había leído y de los líos amorosos que algunos de sus hermanos habían atravesado. Y, por supuesto, ahora el caso de Keith y Lance. Todo el drama que aparentemente venía consigo el solo hecho de gustar de otra persona hizo que Pidge se convenciera que no había nacido para el amor romántico.
Sin embargo, eso no la hacía ciega a los sentimientos románticos de otras personas.
No le tomó mucho tiempo darse cuenta lo que se estaba formando desde el inicio. Por algo ella se describía como una persona muy perceptiva. Keith podía resultar muy indescifrable en muchos aspectos. Pidge suponía que era una característica por ser hijo de Hades. Sin embargo, su enamoramiento por Lance era cualquier cosa menos sutil. Comenzó con miradas que se desviaban cada vez que Lance giraba a verlo y continuó con detalles que no había tenido con ninguno de ellos —excepto Shiro—, a pesar que ya llevaban una cantidad considerable de años de amistad.
Había sido testigo de las miradas cargadas de afecto por parte de Keith a Lance. Había sido sido testigo de los primeros indicios de que a Lance le empezaba a gustar el hijo de Hades. Había sido testigo de la conexión que esos dos habían formado en los últimos meses y lo mucho que se apoyaban mutuamente.
Luego, estaba Lance.
Pidge había sido testigo de lo mucho que le había costado al hijo de Poseidón superar su enamoramiento por Allura después de que ella se convirtiera en cazadora de Artemisa y los sentimientos encontrados que había tenido al aceptar que, ahora, había vuelto a enamorarse de alguien más. Pidge quería golpearlo y luego abrazarlo, ambos a la vez, porque, por mucho que le gustara molestarlo, Lance era de las personas más nobles y determinadas que ella había conocido, y verlo ahogarse en sus inseguridades y aferrarse a la idea que no era suficiente para nada —mucho menos para sí mismo— hacía que el corazón de Pidge se encogiera.
Las últimas semanas habían sido… incómodas. Era evidente, tanto para Pidge como para Hunk, que sus amigos estaban haciendo todo lo posible para disimular sus sentimientos, volviendo el ambiente tenso.
Cuando Pidge se acercó a Keith unos días antes para motivarle de alguna forma, solo recibió una corta respuesta:
—No quiero arruinar nuestra amistad, Pidge.
Pidge quiso mandarlo al inframundo de inmediato para ver si una visita a los muertos lo hacía abrir los ojos de una vez.
Dioses, esto era frustrante.
Así que llegó a la conclusión de que no se quedaría de brazos cruzados si es que veía que dos de sus idiotas favoritos se dedicaban miradas de enamorado sin intentar dar un primer paso por temor a perder lo que tanto tiempo les había costado construir.
Con el verano a punto de acabar y Pidge decidió que les daría un empujón.
Reunidos todos en la arena de entrenamiento, Pidge y Hunk estaban sentados en las gradas mientras que Lance y Keith practicaban esgrima.
Tenía que reconocerlo, Lance había mejorado muchísimo en comparación de inicios de verano. Sus movimientos eran más precisos y más seguros, al igual que la manera firme en la que empuñaba la espada.
—¡Vamos, hombre!
Escuchó a Hunk soltó un silbido de aliento cuando notó que Lance apuntó la espada cerca del cuello de Keith, que estaba boca abajo en el suelo debido al golpe de Lance. Por primera vez, lo tenía.
—¿Qué opinas de eso, samurái? —preguntó con una sonrisa de lado.
—Nunca te fíes de una victoria —respondió Keith antes de fundirse en la sombra que proyectaban las gradas.
—¿Qué Had-
Keith apareció tras de él: su brazo como si estuviera a punto de hacerlo una llave, pero con el filo de la espada justo debajo de su barbilla.
—Gané.
Pidge extendió la mano y Hunk le dio 10 dracmas.
—Siempre es bueno hacer negocios contigo —le sonrió mientras contaba las monedas en su mano.
Pidge le tenía fe a Lance en muchas cosas, pero un enfrentamiento de esgrima contra Keith no era una de esas.
—¡Hombre, eso no es justo! —Lance exclamó mientras agarraba la mano tendida de Keith para levantarlo—. No dijimos nada de viajes sombra.
Vio que Keith se encogía de hombros.
—Hay que aprovechar cualquier ventaja durante una pelea.
—¿Oh, sí? Entonces, ¡¿por qué no no me lo dijiste antes y peleábamos en el lago?
—Porque… —
La hija de Atenea miró con una sonrisa entre los labios la pelea entre esos dos por la piconería de Lance y las respuestas de Keith a esta. Sabía que escenas como esta no cambiarían ni aunque fueran pareja y, para deleite propio, le dio un codazo a Hunk para llamar su atención.
—¿Listo? —le susurró.
Hunk asintió.
Habían hablado de esto el día anterior y lo tenían todo planeado y enlistado:
- Hunk y Pidge los invitaban a pasar el rato en la noche
- Lance probablemente ofrecería su cabaña
- Si Keith se negaba, intentarían convencerlo
- Keith iría a la cabaña de Lance
- Hunk y Pidge se quedarían en sus cabañas
- Keith y Lance se dan cuenta de su plan
- Pero igual hablan de sus sentimientos
- Los idiotas chapan
- Les hacen un altar a Pidge y Hunk por su brillante idea
- Todos felices y contentos
Quien diga que Pidge y Hunk querían más a un conjunto de engranajes y aceite no tenía idea de lo eran capaces de hacer por sus amigos —incluso cuando era lo más sencillo del mundo.
—¡Oigan, chicos! —llamó Hunk—. Perdón por interrumpir su… “discusión”, pero, ¿qué harán hoy por la noche?
—Nada.
—Dormir.
Y así fue como, en un libreto bien ensayado, Pidge y Hunk convencieron a los dos hijos de los tres grandes a hacer una pequeña reunión nocturna, como una especie de despedida hasta el siguiente verano.
Pidge casi soltó una carcajada cuando vio que Lance se tragó el cuento fácilmente y ofreció su cabaña, entusiasmado. La cabaña de Poseidón siempre había sido el lugar de encuentro para Hunk, Lance y ella en años anteriores debido al espacio de sobra disponible.
Por otro lado, Keith estaba reticente a la idea. Si bien era amigo de Pidge y Hunk desde hace muchos años, no fue hasta mediados del año anterior que Lance y él habían empezado a llevarse bien. Así que nunca había sido partícipe de las reuniones nocturnas hasta ese preciso momento.
Pidge y Hunk le aseguraron que no era la primera vez que hacían algo como esto. Sí, sabían que habían reglas en el campamento: todos los semidioses debían dormir en sus respectivas cabañas, según su padre o madre divino; pero habían excepciones… siempre y cuando Quirón y Dionisio no los descubrieran.
Pidge y Hunk pensaban que no había mejor excepción que hacer que su par de idiotas al fin se dieran cuenta que sus sentimientos eran recíprocos (claro que esto no lo dijeron en voz alta).
Con todo el poder de convencimiento que tenían, finalmente, consiguieron que Keith aceptara.
—¡Será divertido, hombre! —Hunk le palmeó el hombro cuando vio el ceño aún dudoso de Keith.
—Supongo, pero Quirón-
—No pasará nada si no se entera, créeme —le tranquilizó Pidge—. Además, como ya te dijimos, no es la primera vez que hacemos esto, ¿verdad, chicos? Nuestros hermanos nunca nos delatan y esta noche no hay inspección de cabañas, así que…
—¡No tienes excusas, samurái! —exclamó Lance, con una sonrisa triunfante.
Pidge vio los ojos del hijo de Hades brillar en el preciso instante en que Lance sonrió y supo que Keith no se negaría a la propuesta.
Dioses, no puede ser más obvio , pensó ella.
Se giró para ver a Lance: Y él no puede ser más ciego.
Cuando todo quedó confirmado y vio a sus amigos caminar hacia sus respectivas cabañas para tomar un baño, se volteó hacia Hunk.
—Hombre, esta noche será genial —dijo Hunk.
—Siempre y cuando esos tontos abran los ojos.
Hunk se carcajeó.
—Qué poca fe les tienes.
—Solo digo lo que pienso —Pidge se encogió de hombros—. Se la han pasado el último mes babeando por el otro sin darse cuenta de que es mutuo. Mas les vale que esto funcione o juro que los tiro a ambos al lago.
—No creo que eso sea un problema para Lance, Pidge.
—¡Bah! Se me ocurrirá algo más —chasqueó la lengua antes de apoyar su codo en el hombro de Hunk—. El punto es no llegar a eso.
—Entonces, solo es cuestión de esta noche.
Pidge asintió.
—Esta noche.
Notes:
No sé si alguien sigue esperando por esto, pero: ¡Hola!
Dios, me he tardado muchísimo. En verdad pensaba terminar este fanfic a mediados de marzo, pero here we are. Falta nada para acabe esta historia. Tal vez el siguiente capítulo sea el último, pero no tengo idea de cuándo lo publicaré :( universidad, gente, es una trampa.
¡Pero en fin, gracias por leer! ¡Gracias a esa personita que comenta en cada capítulo! No sé quién eres, pero te aprecio mucho. Cuídense mucho y tomen agua.
Chapter 9: Oportunidades perdidas
Chapter Text
Se supone que sería una noche tranquila rodeado de sus amigos y diversión. No obstante, no fue así.
Lance no tuvo idea del momento exacto en el que todo se salió de control, pero el campamento había sido invadido repentinamente.
Las protecciones del árbol de Thalia estaban intactas y el vellocino de oro esparcía su poder, protegido especialmente por Peleo. Aún así, aquello no evitó que el campamento se convirtiera en el blanco perfecto de un ataque.
La tierra encima del laberinto, cuya entrada estaba aparentemente bien sellada por tantas generaciones, se abrió en una brecha por la que cientos de criaturas y monstruos se alzaron, despertando a todos en el campamento.
Aún sin salir del estupor de la repentina situación, los semidioses empuñaron sus armas y ataviaron sus armaduras, listos para la pelea.
Flechas volaron con precisión, espadas rasgaron con fuerza y lanzas atravesaron sin titubear; pero aquello era demasiado. Aún con el número de campistas, los monstruos parecían rebasarlos a cántaros.
Lance soltó un gruñido cuando una de las empusas lo golpeó con brusquedad en el estómago y lo mandó a volar unos buenos metros. Sintió su cuerpo impactar con el suelo y tardó unos segundos en recuperar el aire.
Se levantó con las rodillas aún temblando y usó Contracorriente como si fuera un bastón para apoyarse.
A la distancia, pudo ver que otras empusas, dracaenaes y lestrigones rodeaban a bastantes de los campistas, acorralándolos y limitando el movimiento con sus armas. No pudo evitar preocuparse por sus amigos.
Sabía que Hunk y algunos de sus hermanos se encontraban trabajando en el Búnker 9, con la intención de suministrar y abastecer a demás campistas con sus armas, especialmente con las flechas de bronce celestial que parecían desaparecer sin más.
Sin embargo, estaba preocupado por Pidge. Había perdido la pista de la más pequeña de sus amigos después de que la cabaña de Atenea y Ares se uniera para reforzar a los demás en la batalla.
Y Keith…
—¡Hijo de Poseidón! —su contrincante exclamó con una voz cantarina y juguetona, caminando hacia él—. ¿Dónde estás?
Lance tragó saliva y apretó la empuñadora de Contracorriente, que aún estaba clavada en el suelo, manteniendo su magullado cuerpo en pie.
Se había quedado sin flechas hace mucho y su espada era lo único que le quedaba; mas sentía que no servía de nada cuando hasta el último centímetro del cuerpo de la empusa estaba cubierto y protegido con una armadura. No había encontrado ningún punto débil ni un agujero donde clavar su espada.
Los vellos se le pusieron en punta cuando oyó la risa estridente de la empusa detrás de él. Lance se sentía tan exhausto que ni siquiera sus reflejos habían visto venir el rápido y sutil movimiento del monstruo, que ahora lo apretaba por la cintura en el abrazo más doloroso que Lance había recibido en su vida.
—Después de tantos años —prácticamente siseó en su oído—, podré probar la sangre de un hijo de Poseidón.
Los labios de la empusa rozaban su oído, y su brazo derecho lo tenía sujeto por el cuello para mantenerlo quieto. A pesar de la lucha de Lance por zafarse, todo era en vano. El agarre del demonio era paralizante, sumado con el cansancio por todas las horas que había peleado. Si tan solo hubiera agua para recuperar fuerzas…
Lance pudo escuchar a la perfección el momento en que los colmillos brotaron, y apretó los ojos, resignado a lo que venía.
Pero la mordida nunca llegó.
El cuerpo de la empusa fue apartado con brusquedad del suyo y cayó al piso con estrépito.
Lance soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo y miró al lado para identificar quién lo había ayudado.
Se encontró con la postura defensiva de Keith, quien sostenía la empuñadora de su daga con firmeza, esperando el ataque de la empusa.
—Un mocoso de Hades —gruñó ella con desagrado, antes de sonreír con confianza—. Tu estúpida daga no podrá lastimarme. Tu amigo ya lo intentó.
Lance le disparó una mirada ofendida al demonio.
—Tal vez mi daga no pueda hacerlo —Keith dijo a la par que se erguía—, pero esto sí.
La mano de Keith se extendió y la tierra bajo los pies de la empusa se partió en una brecha que la hizo caer.
Lance se forzó a pararse cuando vio el cuerpo de Keith flanquear tras usar sus poderes. Se acercó hacia él y dejó que se apoyara en él. En ese punto, Lance no sabía quién estaba soportando el peso del otro.
—De nada —le susurró Keith.
—Lo tenía bajo control —le respondió Lance, envolviendo los hombros de Keith para sostenerlo.
—Se notaba —le sonrió brevemente, su voz cargada de sarcasmo—. Será mejor que ayudemos al resto. Primero, toma esto.
Lance tomó la botella de agua que el hijo de Hades le tendió y ambos probaron un poco de néctar y la ambrosía para recuperar fuerzas.
—Gracias —dijo una vez que se sintió con fuerzas nuevamente—. ¿Listo, greñudo?
Keith asintió, con un esbozo de sonrisa en los labios, y ambos corrieron hacia donde los monstruos se juntaban para ayudar a sus demás amigos campistas.
La adrenalina invadió el cuerpo de Lance y, por un momento, se sintió invulnerable y poderoso, hombro a hombro con Keith.
Hubo un punto donde Lance que sus poderes y los de Keith se fundieron en una solo. Las sombras y las olas que Lance había convocado desde la playa se entrelazaron y derribaron a quien se le cruzaba en el camino. Keith movía y solidificaba las sombras para desorientar a los monstruos. Los otros campistas aprovechaban el aturdimiento de los monstruos para clavar sus armas con precisión y destreza hasta convertirlos en polvo dorado.
Ignoró la repentina punzada que sintió en la boca del estómago. Estaba usando demasiado sus poderes, pero agradeció la adrenalina del momento por no dejarlo caer aún de agotamiento.
Miró de reojo a Keith y se permitió sonreír. Los mechones del cabello azabache se le pegaban al rostro y tenía raspones debido a la pelea, así como las prendas que estaban hechas jirones. A Lance nunca le había parecido más hermoso.
Continuaron luchando hasta que el número de monstruos se redujo drásticamente y los mestizos pudieron tomar un respiro.
Lance le sonrió a Keith y soltó una carcajada con fuerza antes de sentir que el peso del cielo sobre sus hombros y las piernas volvieron a cederle.
—¡Lance! —un hijo de Apolo lo llamó—. Quédate quieto —su rostro mostraba una mueca de preocupación pura.
Lance se quedó confundido por el gesto, antes de sentir el bajón de adrenalina y se paralizó por el dolor en su estómago. Cuando dirigió su mirada hacia ahí, lo entendió.
La camiseta naranja estaba empapada de sangre.
—¿Qué–
Los brazos de Keith estaban ahí para sostenerlo antes de que tocara el suelo.
—¡Dylan, haz algo! —escuchó el pánico en la voz de Keith.
—¡Eso intento, Keith! —Lance no podía verlo, pero sintió las manos de Dylan palpar la herida—. Cola de mantícora. Si solo hubiera picado superficialmente, esto sería más sencillo…
Lance tomaba aire cada vez con más dificultad y entendió las palabras del hijo de Apolo.
El veneno de mantícora no lo mataría, pero sí el agujero que el aguijón había atravesado de extremo a extremo.
Era un milagro que no hubiera caído mientras luchaba.
—¡Lance, mantente despierto! —gritó Keith—. Por favor.
Lance sentía que los ojos se le nublaban cada vez que trataba de enfocar su mirada en Keith.
Le dolía cada parte de su cuerpo. Podía sentir el espesor de la sangre que goteaba sobre el césped. Lance nunca lo había sentido tan áspero. Notó que su cabeza descansaba sobre el regazo de Keith y Dylan estaba a su lado, orando cánticos griegos para curar la herida.
A lo lejos, aún podía escuchar entrecortadamente los gritos de los campistas, tratando de acabar con los pocos monstruos que aún sobrevivían.
Escuchó al hijo de Apolo pedir algo que hizo que Keith se moviera para estirar su brazo. Lance apenas pudo distinguir la botella medio llena de agua que le había tendido hace unos minutos.
—¿Crees que el agua…
—Lo averiguaremos —respondió Dylan.
Al primer roce del agua en la herida, Lance sintió que volvía a recuperar sus sentidos.
Era una reacción natural para su cuerpo. Su elemento siempre lo había revitalizado y despejado con el mero contacto.
Cuando alzó su mirada hacia la de Keith, pudo notar el brillo de esperanza en ella.
Sin embargo, la expresión no duró demasiado cuando Lance no pudo evitar soltar un sonido de dolor, tan bajo y débil.
Lance no necesitó ser un hijo de Hades para saber qué es lo que pasaría y casi solloza al pensar en lo que Keith estaba sintiendo en estos momentos, el alma del hijo de Poseidón liberándose progresivamente de su cuerpo.
—Keith —dijo con voz sumamente temblorosa—, escúchame.
—No —lo silenció Keith—. Ahorra fuerzas. Vas a estar bien.
Las manos de Keith se aferraban a las suyas con vehemencia. Por primera vez, Lance notó que no tenía puestos sus guantes y sintió la calidez de la mano de Keith.
Escuchó al hijo de Apolo susurrar unas palabras a Keith. Fueron suficientes para que las lágrimas empezaran a deslizarse por las mejillas del hijo de Hades. Lance sabía qué significaba.
Se estaba muriendo.
Se estaba muriendo y nunca llegó a contarle a Keith lo que sentía.
—Keith…
—¡No puedes morir! —gritó—. ¡Iré al mismo Inframundo si es necesario, hablaré con mi padre, pero no puedes…
—Tan imprudente —extendió su brazo para acunar una de las mejillas del hijo de Hades—. Siempre ha sido una de las cosas que me gustan de ti.
Keith sollozó.
—¿Y me lo dices ahora?
El reclamo era tan palpable en la pregunta del hijo de Hades que Lance no pudo contener más las lágrimas.
—Pudiste… decirlo tú también, samurái.
Keith lo miró, culpable.
—Supongo que los dos somos unos cobardes.
Lance forzó una sonrisa en sus labios.
Dolía.
En esos momentos, le dolía la sensación de impotencia en su corazón más que la propia herida de mantícora.
—Hey… al menos… —tosió—, confirmamos que somos un buen equipo, ¿no?
—Idiota. No puedes acordarte de eso ahora.
Lance le regaló una carcajada suave, pero sincera.
—Nunca lo olvidé.
¿Cómo podría? Fue el primer momento en el que sintió que Keith estaba ahí para él. Su momento de unión.
Volvió a toser, esta vez, con más fuerza, y sintió el sabor amargo y metálico de la sangre invadirlo. Sentía que sus pulmones se apretaban dentro suyo, algo tan sencillo como inhalar aire parecía algo imposible.
Vio los ojos brillantes de Keith, llenos de lágrimas.
Sus párpados comenzaron a pesar.
Los gritos de Hunk y Pidge corriendo a su encuentro fueron su último recuerdo hasta que todo se volvió negro.
Notes:
Buenas noches ✌🏻✌🏻
Chapter 10: Señales
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Había una historia que se contaba durante las fogatas del campamento, y decía así:
Eran momentos de incertidumbre y pánico para el Olimpo y el campamento. El antiguo rey de los titanes, antes derrotado y cortado en pedazos, se estaba alzando de entre los confines del mismo infierno griego, el Tártaro.
Una profecía perseguía a un hijo de Poseidón, en cuyas manos yacía el destino del triunfo o la caída de la civilización griega moderna.
Cronos era una fuerza poderosa y, aliado con otros titanes y criaturas, la opción más factible y razonable que tenía el semidiós era sumergirse en las turbias aguas del río Estigio, donde la maldición de Aquiles lo invadiría para obtener la invulnerabilidad e invencibilidad.
Tal vez, la historia ya había sido cambiada. Después de todo, habían pasado generaciones desde ese evento; sin embargo, había una descripción del evento que parecía que cada palabra había sido narrada con suma precisión:
Las aguas del río ignoraban la naturaleza del hijo de Poseidón, y lo sumergieron con brusquedad y consumían, poco a poco, el hilo de su vida.
La desesperación de sus pulmones apretándose aturdió los sentidos del héroe, mientras sentía que se ahogaba en un profundo pozo de ácido hirviendo.
Lance tenía grabadas esas palabras en su mente desde los doce años, cuando le contaron la historia por primera vez. Nunca le había tenido miedo al agua hasta ese momento y las pesadillas no tardaron en hacer acto de presencia por noches seguidas, en donde veía a su antiguo hermano ahogándose en desesperación. Incluso pudo sentir el agua quemando su piel en sueños.
Con el pasar de los años, las pesadillas se hicieron menos frecuentes y, eventualmente, desaparecieron. Sin embargo, el miedo aún estaba presente en Lance. Se hallaba muy oculto, en lo profundo de su corazón, hasta este preciso momento.
Se sentía asfixiado y ahogado en un limbo de perdición. Su piel ardía a pesar de estar rodeado únicamente de agua. El elemento era rebelde e indomable, incluso para él. Lance se sentía desesperado por respirar, por recobrar un poco de oxígeno. Le dolía cada célula de su cuerpo.
«Así se siente morir» , pensó él.
Y de repente…
—¡Lance…!
Una voz.
—¡Abre los ojos!
Sonaba distorsionada, como un eco que se colaba en sus oídos y en su mente para hacerlo reaccionar.
—¡Lance!
El hijo de Poseidón abrió los ojos abruptamente, y un jadeo escapó de sus labios.
Miró con estupor que, frente suyo, se encontraba el hijo de Hades, cuyas manos se aferraban a sus hombros para despertarlo.
Miró el entorno que lo rodeaba y se sintió desorientado.
El aroma salado del mar lo embargó e hizo que, poco a poco, recobrara sus sentidos. Se encontraba en su cabaña, en su cama, rodeado de sus muebles y objetos familiares. Dirigió sus ojos hacia su abdomen, donde había estado la sangrante herida de mantícora.
Pero no había nada.
Lance se estremeció cuando sintió un tacto aferrarse a sus hombros. Keith yacía frente de él, mirándolo consternado y preocupado.
Lance lo miró fijamente, aturdido, por unos segundos, antes de desplomarse sobre el pecho de Keith. Se encontraba tan cerca al hijo de Hades que podía sentir el palpitar de su corazón en las palmas de sus manos, aferradas en las prendas de algodón de su amigo, y el vaivén de su respiración.
En ese instante, exhaló el aire que no sabía que estaba conteniendo y escondió su rostro en la clavícula de su amigo.
Todo había sido una pesadilla.
Sintió que los brazos del hijo de Hades lo envolvían con suavidad y dejó que la calidez lo embargara.
—Está bien, tranquilo. Ya pasó —la voz de Keith era tan suave que Lance pensó que se lo estaba imaginando—. Solo fue una pesadilla.
Lance tragó saliva.
—Keith, joder —dijo después de unos segundos—. Se sintió tan real.
—¿Me lo quieres contar?
Lance apretó los labios, pero sacudió la cabeza, mas que nada, para tratar de olvidar las escenas que aún se reproducían en su alborotada mente.
—Solo uno de los intentos de los dioses para asustar… con suerte.
Dioses , aún podía sentir el ardor en su abdomen y el sabor amargo de la sangre en su boca. Peor aún, en su mente aún sonaba, como un eco, las palabras de Keith, que dolían como puñales:
«¿Y me lo dices ahora?»
«Supongo que los dos somos unos cobardes».
Keith frunció el ceño y asintió con lentitud. Era probable que ya hubiera adivinado de qué trataba el sueño —o, al menos, parecía darse una idea—; y lo acercó más hacia él, como si estuviera intentando protegerlo solo con sus brazos.
—Nunca se cansan de hacerlo —habló Keith, quejándose en voz baja. Lo presionó tan cerca que Lance se sintió reconfortado—. Está bien. Te tengo, Lance.
Pasaron unos cuantos minutos de esa forma, brazos aferrados y caricias de consuelo. Cuando Lance se separó, sintió que una calidez lo embargaba cuando los pulgares de Keith secaron con gentileza los restos de lágrimas que se habían deslizado por sus mejillas.
Ahí, envueltos en la franela de las sábanas y con la luna brillando en todo su esplendor a través de las ventanas de la cabaña tres, Lance podía ver brillar los ojos de Keith más cerca de lo que los había visto jamás. A Lance le gustaba compararlos con la galaxia misma, tan violetas y radiantes que sentía que podría perderse en ellos en cualquier momento. Había un misticismo en ellos, digno y característico de un hijo de Hades.
No supo cuánto tiempo se quedaron en esa posición, ambos acurrucados en el confort del otro.
—¿Estás mejor? —preguntó Keith luego de unos minutos.
Lance se apoyó en las palmas de las manos de Keith, que ahora acunaban su rostro. Por primera vez, Lance notó que no llevaba los guantes puestos y se dejó llevar por la suavidad de su piel.
—Lo siento —se disculpó Lance—. Se suponía que hoy sería una buena noche.
—Fue una buena noche, tonto —Keith apretó su hombro—. La pasé muy bien.
—Apuesto que tu parte favorita fue asustarme con historias de terror.
—¡Tú quisiste que lo hiciera!
—¡Hombre, no sabía que podías narrar tan bien una simple historia! —se defendió Lance.
Recordó cómo la piel se le había erizado mientras el hijo de Hades contaba la historia que había escuchado de uno de los fantasmas en el Inframundo. La voz de Keith había sonado como un susurro intrigante y envolvente, que había hecho que Lance se estremeciera con cada palabra. Había sido aterradoramente fascinante.
—No es para tanto.
—¡¿Cómo que no?! —exclamó—. No podré dormir bien en días.
—¿Así que ahora yo tengo la culpa de tu pesadilla?
Lance asintió con seriedad fingida.
—Pero si te sirve de consuelo… mi sueño no tuvo nada que ver con lo que me contaste.
—Idiota —Keith gruñó.
Lance se carcajeó abiertamente hasta que le dolió el estómago. Se estremeció por unos instantes al recordar la herida de su sueño.
—Gracias por estar aquí —dijo, honesto.
La expresión de Keith se relajó.
—Gracias por invitarme. Me divertí.
—¿A pesar de que Pidge y Hunk no vinieron, y de que te desperté a mitad de la madrugada?
—A pesar de eso —Keith le sonrió, la comprensión grabada en ese gesto—. Además, sabes que no podemos evitar las pesadillas.
Lance asintió en acuerdo. Los sueños no eran ciertamente su parte favorita de ser un semidiós.
Para los mestizos, los sueños no eran simples escenas creadas por el propio inconsciente como lo eran para los mortales. Para los mestizos, los sueños significaban acontecimientos que podrían ocurrir en un futuro, una posibilidad remota o cercana que prevenía una tragedia o un gozo. Aquello podía ser incluso más certero si es que se trataba de los hijos de los tres grandes, cuyo legado les concede el poder —o maldición— de que sus sueños sean tan precisos y menos confusos que una profecía exclamada por los labios del propio Oráculo de Delfos.
Lance sintió perderse en sus sentidos cuando recordó esto último. Si había soñado con su muerte, eso significaba… ¿acaso era una especie de señal sobre su futuro? ¿Las moiras le estaban tratando de decir algo acaso? Lance sintió un nudo formarse en el estómago con el solo pensamiento.
Como semidiós, Lance sabía que la vida para ninguno de ellos sería sencilla, llena de monstruos, dioses y misiones que atentaban la esperanza de vivir con plenitud. Él mismo había tenido incontables momentos en los que había dudado que el poder de la ambrosía y el néctar podría haber hecho efecto en él y salvarlo. Ese estilo de vida, tan constante de peligro, le había enseñado aprovechar y apreciar cada momento feliz y rodeado de los que amaba, especialmente sus amigos, quienes se encontraban en la misma situación que él.
—¿Lance? —preguntó Keith.
La voz y el suave apretar que le dedicó Keith lo hizo pisar tierra de nuevo. Lance notó que el silencio había vuelto a inundar la cabaña tres, y no sabía si describirlo como un silencio necesario o uno incómodo.
Tenía frente suyo a una de las personas que más quería en el mundo, que lo miraba con una expresión impasible, como si esperara el siguiente movimiento de Lance para saber cómo reaccionar adecuadamente.
El sueño debía ser una señal.
Había estado tratando de ocultar por demasiado tiempo los sentimientos que lo invadían cada vez que Keith Kogane le regalaba una de sus sonrisas abiertas —tan extraordinarias, pero, lamentablemente, poco frecuentes—, así como los momentos que compartían juntos en los que se envolvían atentos en temas de conversación tan diversos, que podían ser tan banales y al azar como también profundos y auténticos.
Su silencio surgía del miedo que lo invadía a Lance de no ser correspondido, de no ser lo suficientemente bueno para ser amado, de perder a una persona especial para él. Sin embargo, la pesadilla le había hecho dar cuenta de otra cosa: tenía más miedo de que Keith o él mismo murieran antes de que Lance pudiera admitir lo que sentía. Su vida corría el riesgo de ser muy corta para no intentarlo.
«El que no arriesga no gana» , recordó.
Casi podía escuchar la voz de su padre —mortal— diciendo esas palabras, con una sonrisa radiante dibujada en su rostro y un guiño travieso y, a la vez, alentador con el ojo.
Tal vez…
Tal vez era el momento de poner en práctica el consejo de su viejo padre.
—Keith —dijo, tras otros segundos de silencio—. Tengo algo que decirte.
Fin.
Notes:
No crean, pero ya falta poquito.
Lance se aventuró a dar el primer paso, ¿qué piensan?
Por cierto, sí, soy muy cobarde para matar a Lance. Lo quiero mucho para hacerle eso y a Keith también.
¡Gracias por leer! ♥
Chapter 11: Enamorado de ti
Chapter Text
—Keith, tengo algo que decirte.
Keith recordó observar con intriga los movimientos tensos del hijo de Poseidón: las manos de Lance, que normalmente gesticulaban con efusividad cuando hablaba, se encontraban quietas en su regazo; Keith incluso pudo notar un leve temblor en ellas; de igual manera, su amigo tenía los ojos cerrados con fuerza y sus labios fruncidos en una mueca de temor y duda.
Sea lo que fuera que tuviera que decir no parecía fácil para su amigo. Así que el hijo de Hades pensó que lo único que podía hacer era esperar hasta que Lance se sintiera listo para contarle.
El corazón de Keith se estremeció y latió con fuerza cuando las palabras de Lance llegaron a su oídos y lo hicieron abrir los ojos con sorpresa.
Sentía un familiar aleteo en su estómago y que su mente estaba por las nubes al recordar las palabras que Lance había pronunciado hace algunos instantes:
—Me gustas, Keith. Y no solo como amigo…
Las palabras de Lance se repetían una y otra vez, como un bucle en su mente.
Me gustas, Keith. Y no solo como amigo…
Me gustas, Keith.
—Lance.
—¡Y entiendo si esto es incómodo para ti! —Alzó las manos efusivamente, aún con los ojos cerrados—. No tienes que decirme nada si no quieres.
—Lance.
—Aún podemos ser amigos —dijo en voz baja, prácticamente un susurro—. No me gustaría que las cosas cambien. ¡A menos de que tú lo necesites, claro! No estoy en posición de exigir nada. Podríamos dejar de pasar tanto tiempo juntos. Aunque, tal vez, ¿podemos seguir con la esgrima? He mejorado mucho contigo y no quisiera…
—¡Lance! —exclamó Keith.
Keith no podía hacer más que sonreír.
Pensaba que esa noche sería una de las últimas en las que tendría la oportunidad de pasar tiempo con sus amigos antes de que el verano diera por culminado y cada quien tomara un rumbo diferente hasta el próximo año.
La noche había tomado un rumbo totalmente inesperado cuando Pidge y Hunk no se habían presentado como lo habían acordado. Lance y Keith aceptaron que sus amigos ya no llegarían después de una hora de espera.
Ambos empezaron a suponer que sus hermanos los habían retenido en sus respectivas cabañas; sin embargo, Keith sospechaba que no era solo eso.
Pidge había sido directa e insistente esos últimos días.
«— Dile lo que sientes, idiota. El verano está a punto de terminar ».
Keith supuso que, ante su negativa y cobardía, la hija de Atenea y el hijo de Hefesto habían planeado todo esto en primer lugar para que Lance y Keith se quedaran solos.
En cuestión a peleas y misiones, Keith no dudaría en lanzarse al reto. Había entrenado desde los doce años para eso y conocía sus fortalezas y debilidades en batalla. Sabía que tenía un temperamento impulsivo que estaba aprendiendo a controlar y podía arreglárselas para crear estrategias si la situación lo requería.
Pero en cuestión a los sentimientos y al amor… El hijo de Hades era realmente un inexperto.
Ese preciso instante era prueba de aquello.
Lance había confesado sus sentimientos y Keith no podía sentirse más perdido.
Keith no era bueno con las palabras. Siempre había sido reservado y callado, y más en momentos en los que sentía que sus emociones parecían desbordarse.
Keith era un semidiós que confiaba mucho en sus instintos.
Así que hizo lo que siempre solía hacer.
—Keith, ¿qué estás… —preguntó Lance. Su voz temblaba ligeramente.
Estaban tan cerca que Keith pudo apreciar las pecas en el rostro de Lance, sus profundos ojos color océano.
Dirigió su mirada hacia sus labios, tan atrayentes como un imán.
—¿Puedo? —susurró Keith en un (probable y estúpido) arranque de valentía.
Lance tragó saliva antes de asentir.
Y Keith cerró la brecha que los separaba. El tacto de sus labios era suave y tímido, apenas un ligero roce entre ambos. Eso fue suficiente para que Keith sintiera que una corriente eléctrica lo embargaba.
Hubo un momento de pausa, donde la tensión podía sentirse en la atmósfera de la habitación, y Keith juró que podía oír los latidos de su corazón, acelerados y constantes.
Antes de que Keith intentara apartar su cuerpo del de Lance, el hijo de Poseidón agarró el cuello del pijama de Keith y lo inclinó más cerca de él. Como consecuencia, sus labios volvieron a unirse, pero, esta vez, Lance correspondió a la acción, presionando sus labios contra los suyos.
Y Keith terminó de derretirse y se dejó llevar.
Los labios de Lance eran sumamente suaves y lo guiaban en el beso. Keith alzó la mano hasta llevarla a la mejilla del hijo de Poseidón, acunándola como lo había querido hacer desde hace mucho.
Sintió que el agarre de Lance en su camiseta se deslizó con suavidad hasta la mano de Keith, que reposaba sobre el colchón de la cama. Los dedos de Lance, largos y delgados, se abrieron paso entre los de Keith hasta entrelazarlos y apretar su mano en un gesto de cariño.
El beso duró unos segundos, pero para Keith se sintió como una eternidad. Y cuando sus rostros se apartaron y Keith abrió los ojos, se enamoró como nunca de una sonrisa tímida que asomaba en los labios del hijo de Poseidón.
—¿Habías esperado mucho para hacerlo no es así? —dijo el muy idiota, como si no hubiera estado nervioso hace unos instantes por la reacción que Keith tendría por su confesión.
—¿Tenías que arruinarlo? —resopló Keith.
Lance se rió por lo bajo antes de bajar la mirada hacia sus manos aún entrelazadas.
—Tú… ¿Esto es en serio? ¿No lo estás haciendo por pena?
—Lance, llevo enamorado de ti desde hace meses —confesó Keith. Estaba sonrojado hasta las orejas, pero, aún así, su voz sonó firme.
—¡¿Qué?!
Keith no pudo evitar reírse levemente ante la expresión de sorpresa de Lance.
—Pensé que había sido obvio.
—Define «obvio».
—Sabes que me gusta entrenar solo, ¡y aún así acepté enseñarte esgrima!
—¿En serio quieres que tome eso como una señal?
—Lance, paso más tiempo contigo que con cualquiera de nuestros amigos. —Se defendió el hijo de Hades.
—¡Pensé que me querías como un mejor amigo!
—¡Literalmente te acuné en mis brazos!
—¡No me acuerdo, no pasó! —Lance alzó la barbilla.
Keith se pellizcó el puente de la nariz mientras soltaba un suspiro de resignación.
—Idiota.
Lance no tuvo la delicadeza de disimular su carcajada, y Keith sintió el cálido tacto del hijo de Poseidón en la mano que aún reposaba en su rostro. Lance la apartó con suavidad para que Keith posara sus ojos en los suyos.
—De verdad me gustas mucho, samurái.
En su mente surgieron los numerosos recuerdos en los que Lance había dicho abiertamente lo mucho que le gustaba Allura, que se encontraba muy enamorado de ella; recordaba los esfuerzos constantes de Lance de querer llamar la atención de la hija de Atenea por muchos años. Claro que ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que Lance lo había mencionado. Lo cierto es que Keith siempre pensó que el hijo de Poseidón se había detenido solo porque Allura se convirtió en cazadora, pero aquello no significaba que sus sentimientos por ella se hubieran desvanecido. Es por ello que fue lo primero que pensó
El ver a Lance abrazar a Allura con tal anhelo y afecto el día en que visitaron el campamento Júpiter no hizo más que hacerle pensar que Lance no había dejado de amarla.
—Si te soy honesto, pensé… —Keith dudó antes de admitirlo finalmente —. Pensé que aún estabas enamorado de Allura.
Lance frunció el ceño.
—¿Por eso te alejaste cuando fuimos al campamento Júpiter?
El tono de la pregunta de Lance sonaba más como una afirmación, como si estuviera recordando la escena y hubiera encajado las piezas.
>>Keith, Allura dejó de gustarme. —Lance aseguró cuando vio que el hijo de Hades asintió a su pregunta—. Hace mucho tiempo, en realidad. Ni siquiera puedo recordar cuándo o cómo pasó, pero no la veo como más que una amiga ahora, lo prometo. —Lance apretó los dedos entrelazados—. Me gustas tú. Y mucho.
Keith esperó que sus mejillas no estuvieran tan sonrojadas como las sentía.
—La llamaste «princesa».
—¡Te llamo «samurái» todo el tiempo! —exclamó exasperado, mas no duró mucho, pues arqueó ambas cejas, y Keith reconoció inmediatamente esa sonrisa traviesa—. ¿O prefieres que te llame de otra forma? ¿Amor? ¿Bebé? ¿Cariño?
—Dioses, ni se te ocurra, McClain.
Ambos se rieron hasta terminar totalmente acostados sobre la cama. Lance se había acomodado encima de Keith. Su rostro descansaba entre la clavícula y la barbilla del hijo de Hades. Cuando las risas cesaron, Keith pasó la mano sobre el cabello corto y castaño de Lance por unos instantes más, hasta que posó sus dedos en la barbilla de Lance y la levantó con suavidad para que pudiera verlo fijamente.
—Entonces… ¿Quieres… ya sabes? —dijo, tímido.
—¿Tú quieres?
Keith agradecía que Lance hubiera entendido lo que quería decir. Las palabras implícitas en sus labios: ¿Quieres estar conmigo? ¿Quieres ser mi novio? ¿Me quieres como yo te quiero a ti?
—He soñado con eso —admitió Keith, mientras acunaba el rostro de Lance en sus manos.
La sonrisa del hijo de Poseidón era más que radiante antes de cerrar el espacio que separaba sus labios.
—Hombre, Pidge y Hunk no nos matarán cuando se enteren de esto —dijo Lance, apenas se apartaron—. Esos dos lo tenían planeado todo esto. ¡No tengo dudas!
Keith se carcajeó.
—Pues les agradezco por eso —Keith se rió suavemente—. ¿Cómo les haremos saber?
Los párpados de Keith empezaron a ceder, y el sueño empezó a invadirlo. Había sido una noche llena de emociones y realmente lo había agotado.
—Creo… que se me ocurre algo —escuchó que Lance dijo entre bostezos, acurrucándose entre las colchas y la calidez que desprendía Keith—. Pero… te lo contaré lue...
Ambos cayeron dormidos instantes antes de que el cielo se empezara a pintar de tonos naranjas.
Chapter 12: El final
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
—¡No puedo creer que nos mintieran para dejarnos solos!
—No puedo creer que hayan sido tan estúpidos para confesarse un día antes de que acabe el campamento —se defendió Pidge—. Teníamos que hacer algo, o los tendríamos dando vueltas el uno por el otro hasta el otro verano.
—Y ahora están juntos —añadió Hunk, quien sonrió cuando notó las manos entrelazadas de Lance y Keith—. Así que solo nos queda decir: «de nada».
Los hijos de Atenea y Hefesto habían esperado, ansiosos, el final del desayuno para acercarse a Keith y Lance. Ambos habían llegado por separado para no levantar sospechas a Quirón y Dionisio: Lance apareció caminando desde su cabaña, mientras que Keith viajó por las sombras directamente a su mesa. Minutos después, Pidge y Hunk los arrastraron a la zona del lago, y cuando Keith y Lance se miraron antes de entrelazar sus dedos, Pidge prácticamente chilló con euforia, mientras Hunk los abrazaba a ambos por los hombros.
El hijo de Hefesto estaba muy feliz por sus amigos. Se alegraba que el plan realmente hubiera funcionado, y que Keith y Lance finalmente hubieran admitido sus sentimientos por el otro. Habían sacrificado su tradicional noche de despedida antes del fin del verano, pero había valido la pena.
Hunk, al igual que Pidge, había sido testigo del corazón roto de Lance por no ser correspondido por Allura. Y no podían culparla, nadie está obligado a devolver los sentimientos a otra persona, aun cuando sean sinceros.
Hunk sabía que el amor del hijo de Poseidón era inmenso. Tenía mucho para dar, y quería que lo amaran de la misma forma. También sabía que sería cuestión de tiempo para ver que su mejor amigo superara su enamoramiento por Allura y que le volviera a gustar y querer a alguien más; pero grande fue su sorpresa cuando empezó a notar el acercamiento con Keith.
Fue tan repentino y espontáneo; y, a la vez, tan predecible y esperado.
Lance siempre había jurado una rivalidad con Keith, una que aparentemente el hijo de Hades ignoraba.
Pero cuando Keith empezó a pasar más tiempo con ellos, Hunk notó que al hijo de Hades no podía importarle menos la actitud de Lance hacia él. Realmente no estaba intentando provocarlo ni competir contra él. Simplemente le gustaba aceptar desafíos, y para Keith, enfrentarse a otro hijo de los tres grandes era algo que nunca rechazaría.
Luego, Hunk notó miradas sutiles por parte de Keith. Al comienzo pensó que, tal vez, lo estaba malinterpretado; pero no era el caso. Las miradas de Keith hacia Lance eran continuas, sobre todo cuando el hijo de Poseidón sonreía de oreja a oreja.
Había pasado un par de años desde que se dio cuenta de ello, pero no preguntó. Lance no tenía ojos para nadie más que Allura; y Keith parecía más que resignado a ello, incluso cuando la hija de Atenea se unió a las cazadoras.
Pero en los últimos meses, algo cambió, y Pidge fue la primera en notarlo y comentárselo una vez que ambos se encontraban en el Búnker 9.
Lance y Keith finalmente se habían convertido en amigos, y las peleas ocasionales provocadas anteriormente por Lance, se habían convertido en bromas. Ambos habían comenzado a llevar una amistad sana y sincera, hasta que Hunk volvió a notar las miradas furtivas de Keith mientras Lance no veía, pero más brillantes y anhelantes que antes.
Meses después, Lance involuntaria e inconscientemente empezó a dirigir las mismas miradas al hijo de Hades, disimuladas, pero cada vez más frecuentes.
No les tomó mucho tiempo ni a Hunk ni a Pidge sumar dos más dos, y notar que Lance finalmente había dado un gran paso, y se había permitido volver a gustar de alguien. Y, aunque él no lo supiera aún, ese alguien tenía sentimientos recíprocos para él.
Hunk alejó sus pensamientos, y se carcajeó cuando escuchó a Pidge mencionar lo irritantes que eran Keith y Lance enamorados y que esperaba que no se pusieran pegajosos.
Lance le sonrió traviesamente antes de decir que no le prometía nada, mientras Keith los miraba con diversión en sus ojos.
Pidge jadeó de indignación y, con fuerza, empujó a los semidioses al lago.
Oyeron una pequeña reacción de sorpresa de Keith, y luego el chapuzón del agua.
Hunk contó un minuto antes de acercarse a la orilla del lago para ver a sus amigos, sin encontrarlos cerca de la superficie.
—No creo que salgan muy pronto —le comentó Hunk después de otro minuto.
Pidge asintió con una sonrisa en los labios.
—¿Vamos con Coran? Estoy segura de que querrá enterarse de esto.
Los semidioses corrieron con dirección al bosque, ajenos del cariñoso beso submarino que dos hijos de los tres grandes estaban compartiendo.
Fin
Notes:
¡Y se acabó!
Verdaderamente tomó más de lo que esperaba (lo que me decepciona, honestamente), pero se logró.
Como dije al comienzo, Percy Jackson es un universo que adoro, y los personajes de Voltron siempre tendrán un lugar especial en mi corazón. Me alegra haber podido culminar esta historia, y no haberla dejado inconclusa como muchas otras que tengo en mis carpetas de Drive. Publicar en cualquier plataforma es realmente intimidante y, de cierta forma, me alegra haber dado ese paso con Keith y Lance.
Algo que ciertamente he aprendido con esta experiencia es que primero voy a terminar una historia para luego publicarla. Así que lo pondré en práctica si alguna vez vuelvo a subir un fanfic —relativamente— largo.
En fin, ¡gracias a quienes se quedaron leyendo, votaron y comentaron! También fueron una gran motivación para esto. Espero que no les haya decepcionado (tanto) este intento de historia de una novata.
Un abrazo grande para todos, y cuídense mucho.
P.d: No puedo esperar para la serie de Percy Jackson
P.d. 2: LARGA VIDA A KLANCE
scorp10 on Chapter 2 Wed 16 Dec 2020 01:50PM UTC
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LovingFierro on Chapter 2 Wed 16 Dec 2020 06:12PM UTC
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C (Guest) on Chapter 2 Fri 18 Dec 2020 06:25AM UTC
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C (Guest) on Chapter 2 Fri 18 Dec 2020 06:24AM UTC
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LovingFierro on Chapter 2 Sun 20 Dec 2020 04:02AM UTC
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C (Guest) on Chapter 3 Mon 21 Dec 2020 06:37AM UTC
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Jhavibi on Chapter 5 Thu 07 Jan 2021 07:19AM UTC
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LovingFierro on Chapter 5 Sat 06 Mar 2021 03:40AM UTC
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Jhavibi on Chapter 8 Thu 17 Jun 2021 03:35AM UTC
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Jhavibi on Chapter 9 Mon 07 Feb 2022 06:20PM UTC
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hola009 (Guest) on Chapter 10 Thu 03 Mar 2022 11:27PM UTC
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hola009 (Guest) on Chapter 10 Fri 11 Mar 2022 11:15PM UTC
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Jhavibi on Chapter 12 Tue 26 Jul 2022 06:01AM UTC
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lacaritademalfoy on Chapter 12 Sun 26 Mar 2023 01:54AM UTC
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LovingFierro on Chapter 12 Sat 22 Apr 2023 04:21PM UTC
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