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Desde que era cachorro, siempre escuchó que el instinto materno surgiría al momento de concebir a su propia camada. Que era algo que venía con las hormonas del embarazo, un proceso fisiológico por el cual todo omega atravesaba y que, como consecuencia, terminaba siendo amor puro hacia su descendencia.
Manuel no creía esperar llegar a eso, ya que desde pequeño siempre priorizó otras necesidades, y si era honesto consigo mismo, no estaba interesado en tener cachorros, nunca.
Pero como dice el dicho popular; “no escupas al cielo, porque te cae en la cara”.
—Causa… es el tercero que sale positivo…
El joven de 19 años gruñó lastimeramente, sentado en la taza del inodoro mientras Miguel lo miraba sin saber qué hacer o decirle a su amigo.
El omega chileno llevaba recién un par de semanas con malestares estomacales, los cuales asumía como simple estrés universitario. Sin embargo, el de cabello oscuro lo convenció en tomarse la prueba luego de olfatear un cambio sutil del aroma de canela y naranja, a algo más lechoso en su amigo de infancia.
Y ahí estaban, tres pruebas de embarazo, de distintas marcas, mostrando el resultado positivo en la encimera del baño en la casa de Miguel, ambos aprovechando que los padres del peruano se encontraban trabajando hasta tarde en el restaurante familiar.
—Tiene que ser una broma —se quejó Manuel—. Estas cosas tienen un margen de error, deben de estar rotas o algo así. No puedo estar preñado, no ahora que mi familia se está yendo a la cresta…
—Manu, sabes que estas cosas nunca mienten —habló suave el otro omega de la habitación—, y sabes que desde hace tiempo no te sentías bien. Recuerda que hace un par de meses fuimos a esa fiesta de la universidad-
—No me lo recuerdes —interrumpió el de cabello castaño—. Sé lo que pasó, lo viví y lamentablemente, aquí —señaló hacia su vientre—, tengo la consecuencia de mis tontos actos. Una vez que no me tomo las weás de pastillas y me preño a la primera, linda la weá…
Miguel suspiró y regresó la vista a los tres palitos ordenados en fila, cada uno resaltando el resultado positivo de una situación que no era la favorable para el chileno.
La familia de Manuel estaba pasando por una crisis que, al parecer, iba a concluir en divorcio. Todo luego de que el padre alfa fuera interceptado por tres omegas femeninas diferentes con cachorros de entre 4 y 5 años, para luego desaparecer de la faz de la Tierra y abandonar a los niños en la casa del supuesto progenitor.
Rayén, la madre beta, no se tomó bien la noticia del saber que su marido la engañó en tres ocasiones simultáneas años atrás, terminando por exigir el divorcio inmediato luego de pelear durante días, para después irse al sur del país.
El padre, mientras tanto, también huyó sin decirle nada a su hijo, quien se vio obligado a hacerse cargo de sus nuevos hermanos menores quienes lloraban rogando por sus madres.
Y eso fue el mes pasado.
Ahora, para sumarle a su mala suerte, se enteran de que está embarazado de al parecer tres meses. Y de un desconocido para nada menos.
Algo grave debió de ocurrir en la vida pasada de Manuel para estar sufriendo este pésimo karma.
—Si te hace sentir mejor —siguió el peruano a pesar de la mirada de muerte que le estaba dando su mejor amigo—, al menos no te marcaron el cuello. Imagina andar con la mordedura de un extraño.
—Muy chistosito… —murmuró ya levantándose del inodoro. Miró por última vez las pruebas positivas y las metió en una bolsa de plástico, la cual fue directo a su mochila.
Salieron del baño yendo directamente hacia la puerta de salida. Manuel había dejado a los cachorros con una vecina solo para estar un par de horas con el peruano, sintiéndose más estresado de lo que había planeado originalmente al haber ido hacia allá.
Ambos se despidieron y Manuel siguió su camino hacia su hogar, sopesando todos los cambios que tendrá que hacerle a su vida ahora en adelante. Tendría que congelar la universidad, conseguir trabajo a pesar de estar embarazado, y poder tener su pre y post natal, buscar jardín infantil o colegio a los cachorros, incluso si ya estaban a mediados de año. También debe coordinar visitas de la asistente social y hora médica con algún pediatra…
Bufó y caminó con mayor velocidad. La próxima semana debía mudarse a un departamento más pequeño y abandonar la casa en la que creció ya que, al parecer, su padre también había hipotecado la casa y el banco se las estaba quitando por falta de pagos, que ni él ni su madre tenían idea que había que pagar.
—Por la cresta —masculló mientras subía a la micro, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento de adelante al momento de sentarse—, qué chucha hago ahora…
Y así, inmerso en su propia desgracia, empezó la vida de madre soltera de José Manuel González, omega de tan solo 19 años ya con tres cachorros y un cuarto en camino.