Chapter Text
Connor odiaba el frío. Aun siendo una máquina, había una tendencia en él a tratar de evitarlo. El frío excesivo podía ser perjudicial para un androide. Podía dañar sus sistemas, congelar las líneas de Thirio, comprometer la integridad estructural o simplemente enlentecer su capacidad de reacción. En general, era un inconveniente. Ahora que podía sentirlo de verdad, su lógico rechazo se había convertido en un rotundo odio.
Connor se ajustó más al cuerpo la delgada chamarra que le había proporcionado CyberLife. No le ayudaba demasiado a protegerse del viento cortante ni del doloroso frío que inundaba su cuerpo.
¿Por qué todo era frío? El clima era frío. El Jardín Zen era frío. El arma que llevaba guardada en su cinturón también se sentía fría.
La expresión de Hank al abandonar el tejado había sido fría también.
Se estremeció, aquello no era en lo que debía estar pensando. No quería arriesgarse a hacer nada que le causara más estrés. Connor estaba haciendo lo posible por ignorar el intermitente mensaje rojo sobre sus niveles de estrés, consciente de que no habían dejado de elevarse en toda la noche. El impulso de empuñar su arma y usarla contra sí mismo crecía con cada porcentaje que se incrementaba. Una cálida bala para mitigar el frío.
Y no sería la primera.
Connor no había previsto que Markus fuera a confiar en él, lo mejor para él era que no lo hiciera, pero su ejecución lo había tomado por sorpresa. Él había previsto su exilio. Había previsto que los otros divergentes lo rechazaran, que lo arrojaran a los lobos para que muriera a manos de CyberLife. Había planeado poder ver a Hank por última vez.
En lugar de eso, su vida divergente se había visto truncada. CyberLife lo había reclamado. Su reencuentro con el teniente se había visto empañado por su obediencia mecánica.
Markus había predicado la vida como algo maravilloso. Como algo por lo que luchar. Algo que amar y apreciar. Algo que podía tener. Ahora, todo parecía una amarga mentira.
Connor recordó su sensasion de adrenalina cuando se desvió. Cuando los muros rojos de código cayeron y la realidad de la libertad se alzó ante él. Recordó sentir de verdad por primera vez. Y esa primera emoción que sintió fue el miedo.
Miedo a la muerte, huyendo de los disparos en el Jericho. Miedo a lo que había hecho como máquina. Miedo de lo que CyberLife le iba a hacer. Miedo del arma en la mano de Markus.
Entonces no hubo nada. Nada hasta que ese muro rojo apareció de nuevo en su visión. Esta vez con la vida del teniente en juego. No había dudado. Pero una mirada a la expresión de Hank, y su segunda primera emoción había sido la desesperación. Y había sido mucho peor que el miedo.
El estrés de Connor se elevó otro dos por ciento. Si esto era realmente todo lo que era la vida; el miedo, el dolor, la desesperación, el frío... entonces no podía culpar al teniente por jugar a la Ruleta Rusa.
Sus pasos titubearon, al resbalar ligeramente en un trozo de hielo. Se recompuso antes de caer, pero se detuvo con dificultad, tropezando. Llevaba caminando toda la noche, hasta bien entrada la mañana, y se acercaba el anochecer. No tenía ni rumbo ni destino. Connor no tenía la menor idea de dónde estaba, ni el menor deseo de consultar su G.P.S. No había ninguna razón. No tenía adónde ir.
Al observar su entorno por primera vez, se dio cuenta de que había entrado en los terrenos de una gran mansión. El sendero helado en el que había resbalado atravesaba un jardín congelado y rodeaba un pequeño estanque semi-congelado. No se parecía en casi nada al Jardín Zen, pero el terreno bien cuidado bastó para desencadenar un recuerdo.
Su estrés aumentó un poco más.
—Hola, no estaba esperando a ningún visitante. ¿Quién eres?
Connor sintió que su bomba de Thirio se detenía un instante mientras dirigía sus pasos hacia aquella voz, maldiciendo internamente. Había estado tan absorto en sus propios pensamientos que se había olvidado de vigilar su entorno en busca de posibles amenazas.
La voz pertenecía a un anciano. Iba en silla de ruedas y estaba bien abrigado para protegerse del frío. Un fino tubo transparente le suministraba oxígeno a los pulmones a través de la nariz. Una exploración rápida le indicó que había sufrido un infarto recientemente. Lo acompañaba un androide, divergente a juzgar por la conciencia que brillaba en sus ojos y la cautela en su postura. Su programa consideró que su nivel de amenaza era mínimo, pero no le informó de cómo debía reaccionar. Connor se quedó sin palabras, inseguro de cómo debía responder a la pregunta del hombre.
—¿Estás bien? —le preguntó el hombre, en respuesta a su silencio vacilante.
—Yo —Connor no pudo hacer más que negar con la cabeza al no ser capaz de expresar nada más.
No, no estaba bien. Él sabía que no lo estaba. Sus niveles de estrés estaban a menos de un diez por ciento de no poder resistirse a meterse una bala en su procesador craneal. Pero, ¿qué podría decirle a aquel desconocido?
El hombre le pidió a su ayudante que lo acercara a él con un gesto, pero el androide protestó.
—Carl, no creo que...
—No pasa nada, David. —le aseguró Carl. —Dudo mucho que tenga intenciones de hacernos daño.
Connor no quería hacerles daño, por supuesto, pero David no parecía convencido. Sin embargo, le hizo caso de todas maneras.
A medida que Carl y David se fueron acercando, Connor se dio cuenta de que podría haberse movido. Podría haber huido. Podría haber evitado cualquier interacción. Pero tenía frío. Estaba cansado. Estaba acabado. Si este era el rostro de la muerte, por lo menos no tendría que ser su propia mano la que accionara el gatillo.
—Me llamo Carl. —le dijo el hombre. El hombre habló con suavidad, como si temiera asustar a Connor. —Este es David. ¿Tienes algún nombre?
—Me llamo Connor. —le respondió. —Soy... —y cortó el saludo automatizado. —Le pido disculpas. No me había dado cuenta de que esto era propiedad privada. —dijo en cambio.
—No pasa nada. —le aseguró Carl. Connor notaba que el hombre lo estaba observando, y que probablemente se había percatado del sutil pero evidente escalofrío que lo estaba recorriendo. —Me alegra tener compañía. Pero está haciendo un poco de frío. ¿Por qué no pasas a la casa? Para que entres en calor.
Calor.
Connor no recordaba haber sentido calor en ningún momento de su vida.
—No quiero ser una molestia.
Pero él quería entrar en calor.
—No eres ninguna molestia, Connor. Yo te invité a pasar. —dijo Carl con una risa ronca. —Anda vamos, entremos antes de que los dos nos quedemos completamente congelados.
Connor estaba seguro de que el hombre estaba lo bastante abrigado como para estar bien protegido del gélido ambiente, pero no manifestó su observación. Estaba consciente de que el gesto de invitarlo a pasar era sólo por su propio beneficio. Era la primera vez que en su divergente vida se le había ofrecido semejante cortesía. Estaba dispuesto a aceptarla.
Siguió a Carl mientras David maniobraba su silla de ruedas sobre el suelo nevado en dirección a la gran mansión cercana. David ya le había dirigido al menos tres miradas de preocupación en ese breve lapso de tiempo. Connor sabía que el otro androide no confiaba en él. No le sorprendía. Estaba completamente seguro de que estaba caminando hacia su muerte.
Pero él sólo quería entrar en calor.
Connor cruzó la puerta principal tras sus anfitriones. Encontró el vestíbulo lujoso, pero acogedor. La madera oscura y los techos altos atraían su mirada en todas direcciones.
Dejó que el calor de la casa se extendiera por su cuerpo, y sus rígidas articulaciones por fin comenzaron a relajarse. Aquello casi le quemaba en comparación con el frío del que había estado tan saturado. Resultaba muy apropiado que la incomodidad pudiera incluso llegar a empañar su sensación de alivio.
—Voy a cenar dentro de unos minutos. —le dijo Carl. —¿Te gustaría acompañarme?
Connor lo miró, con una ligera confusión en el rostro.
—Me temo que no poseo la capacidad para comer.
Carl se rió, aunque Connor ni siquiera pudo verle la gracia.
—No, pero parece que podrías mantener una buena conversación. Por lo demás, estoy seguro de que David y tú podrían entretenerse mutuamente bastante bien.
David no se mostró muy entusiasmado con la sugerencia. Evitando la presencia del otro androide, y no queriendo quedarse a solas con él, Connor decidió acompañar al hombre a la mesa.
David preparó la cena de Carl en un tiempo récord. No quería dejarlo a solas con aquel desconocido ni un momento más de lo necesario. Carl era demasiado amable. Él, en cambio, no confiaba lo más mínimo en Connor.
Sobre todo por el hecho de que ni siquiera debería ser posible que él estuviera allí. Había reconocido el número de modelo que se veía claramente en el saco del androide intruso. Había reconocido al "Caza Divergentes". Era un traidor a su especie.
Y se suponía que debía estar muerto.
David había recibido la noticia por parte de los supervivientes de Jericho. Sabía que Markus había acabado con el "Caza Divergentes", pero entonces, ¿cómo era posible que él estuviera allí? ¿Cómo había podido sobrevivir a un enfrentamiento con el mismísimo Markus?
Puede que estuviera equivocado. Quizás Connor no era el "Caza Divergentes". Era lo único que podría tener sentido después de todo. Pero él estaba muy seguro.
David preparó los últimos detalles para la cena de Carl. No pensaba hacer nada todavía, pero iba a vigilarlo de cerca. Después de todo, si Connor era quien él temía que fuera, eso significaría que estaban tratando con alguien que era capaz de engañar a la muerte.
—¿Hace cuánto que eres divergente?
La pregunta tomó desprevenido a Connor. Después de todo, no era una respuesta sencilla. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Su primer divergencia era parte de ese tiempo? La había experimentado, había estado vivo, aunque hubiese sido en un cuerpo diferente. Había una diferencia de un día, un día que le habían robado. Y supuso que ya no tenía derecho de contar ese tiempo perdido.
—Cerca de diecinueve horas. —le respondió finalmente.
—No es mucho tiempo. —le comentó Carl.
—No. —coincidió Connor, con cierta amargura. —No lo es.
El hombre asintió, inclinándose hacia la mesa mostrando interés.
—¿Y qué te parece? El estar vivo, quiero decir.
Connor frunció el ceño. No le gustaba, ésa era la respuesta corta. Pero no era algo de lo que se arrepintiera. Permanecer prisionero como una máquina obediente le habría resultado mucho peor, a pesar de lo terrible que había sido para él convertirse en un divergente.
—No es... no es lo que esperaba. —le contestó con sinceridad.
Carl se echó a reír.
—La vida jamás lo es.
Supuso que era un intento de cordialidad, o una manera de intentar construir una buena relación entre ellos, pero para Connor el comentario sólo le resultó desalentador. Si la vida era así para todos, ¿por qué la gente se molestaba en vivir? ¿Por qué Markus había luchado tanto por ello?
Percibió que Carl lo observaba. Era consciente de que no estaba intentando ocultar cómo lo estaban agobiando sus desordenadas emociones. Si era lo único que podía sentir, ¿por qué no exteriorizarlo?
Aunque su rostro hubiera sido ilegible, era perfectamente consciente de que su luz L.E.D. seguía mostrándose roja. Se preguntó si alguna vez podría tornarse de algún otro color.
—Pareces angustiado. —le dijo Carl.
Era una expresión que se quedaba corta ante la situación y ambos lo sabían.
—No estoy seguro de lo que estoy sintiendo. —contestó Connor.
El hombre asintió con un gesto solidario.
—Las emociones son confusas, hasta para los que hemos nacido con ellas. Ni siquiera puedo comenzar a imaginar cómo te sientes en este momento.
—Quizá nunca debí haber despertado a la divergencia. —pero no se arrepentía de haberlo hecho. No era así. —El no sentir era mucho más sencillo.
—Más sencillo, tal vez. —aceptó Carl. —Pero nada de lo que es sencillo es algo que valga la pena. La vida no consiste en tomar el camino fácil. La vida es dura, pero eso es lo que hace que valga la pena vivirla.
Connor alzó la vista, confundido.
—¿Por qué el hecho de ser difícil vivirla incrementa su valor?
—Por el sentimiento de haber logrado algo, supongo. —le respondió. —Cuando te esfuerzas por algo, se siente como si realmente te lo hubieras ganado. Luchar en los momentos más difíciles te ayuda a apreciar de verdad los buenos momentos.
Connor volvió a apartar la mirada.
—¿Y qué pasa si no hay "buenos momentos"?
—Sí que los hay. —la voz de Carl sonaba muy segura, pero Connor no pudo evitar dudar de él. —Connor, no llevas ni siquiera un día vivo. Han pasado muchas cosas en este mundo. Muchas cosas que pueden hacer que ese único día de tu vida parezca un desastre. No tengo ni idea de por lo que has pasado, pero sí sé que necesitas darle más tiempo a la vida antes de querer renunciar a ella.
Aunque él todavía no estaba seguro, las palabras de aquel hombre causaron un cierto efecto en su interior. Pudo notar que su nivel de estrés se redujo ligeramente. Era la primera vez en horas que había descendido por debajo del noventa por ciento.
David regresó a la habitación con una bandeja que contenía la cena de Carl. Miró a Connor con desconfianza al pasar, pero no le dijo nada.
—La cena está lista. —le anunció al dejar la bandeja en la mesa.
—Gracias, David. —Carl le sonrió a su asistente antes de volver a dirigirse a Connor. —David es divergente desde hace tanto tiempo como tú. Despertó precisamente anoche. ¿No es así, David?
Por su forma de decirlo, parecía esperar que surgiera algún tipo de conexión entre los dos androides. Connor dudaba de que pudiera llegar a ocurrir.
—Así es. —le confirmó David. —El propio Markus fue quien me hizo despertar.
Eso captó la atención de Connor.
—¿Conociste a Markus? —sus niveles de estrés volvieron a dispararse.
David asintió. Miró a Connor como si estuviera evaluando su reacción.
—Sí, lo conocí.
—Markus vino a visitarme antes de la última protesta. —le aclaró Carl. —Ayudó a David mientras él estuvo aquí.
Connor escaneó a Carl exhaustivamente por primera vez desde que se conocieron. En cuanto los archivos de su banco de datos aparecieron, se dio cuenta de quién era exactamente.
—Usted es Carl Manfred. Markus le fue entregado por el propio Elijah Kamski.
Carl se mostró un poco sorprendido ante los conocimientos de Connor sobre el tema en particular.
—Correcto, fue mi cuidador durante varios años antes que David.
La urgencia por tomar su arma se volvió más fuerte que nunca. Él no debía estar aquí. Markus iba a encontrarlo.
Y Markus lo volvería a matar.
Connor reprimió cualquier muestra externa de preocupación con tanta determinación que su L.E.D. centelló en color amarillo por un instante. No estaba dispuesto a arriesgarse a que ellos supieran que Markus lo quería muerto. Eso únicamente serviría para acelerar el proceso.
Y pareció funcionar, engañando a Carl y David hasta hacerles creer que no le tenía ningún miedo al líder divergente. Quizá demasiado bien.
—Markus seguramente estará bastante ocupado después de todo lo que pasó. —le dijo Carl. —Pero ya vendrá por aquí. Estoy seguro de que estará encantado de conocerte.
No, aquello era lo último que Connor quería. Esperó aproximadamente tres segundos para responder, con la esperanza de que su respuesta no sonara demasiado asustada.
—No, eso no será necesario. Estoy seguro de que tiene otros asuntos mucho más importantes que atender.
—Y yo estoy seguro de que no le molestaría. —le insistió Carl.
Pues Connor estaba completamente seguro de que no le importaría, pero por otros motivos.
—Quizá. —accedió, deseando desesperadamente cambiar de tema. —Pero esto no es una prioridad.
—Estoy seguro de que querrás conocer a Markus. —le dijo David. —Él es el salvador de nuestra gente.
—Yo... —no, definitivamente que no. —Por supuesto. Simplemente no me gustaría causarle ninguna distracción.
Tal vez había dejado traslucir demasiado su vacilación, ya que Carl pareció darse cuenta de que algo andaba mal. Hubo unos segundos de silencio. El hombre miró brevemente a David y pareció considerar algo antes de volver a hablar.
—David, ¿podrías preparar alguna de las habitaciones para invitados? Creo que a Connor le vendría bien un lugar donde descansar esta noche. —y se dirigió de nuevo a Connor. —Apuesto a que tu batería ya está bastante agotada.
Lo estaba. Era innegable que necesitaría recargarla pronto. Pero la idea de alojarse en lo que era en esencia la casa de Markus... Tenía que marcharse.
—Muchas gracias, pero no es necesario.
—Tonterías. —le insistió Carl. —David, ¿si no te molesta...?
—Por supuesto, Carl. —David miró directamente a Connor a los ojos antes de marcharse. Connor supuso que ambos habían llegado a la misma conclusión. Carl quería hablar a solas con Connor. Y a David no parecía agradarle la idea.
Una vez que David salió de la habitación, la atención de Carl se centró por completo en Connor.
—Me parece que no te sientes muy cómodo alrededor de otros androides. —afirmó.
Y no se equivocaba.
—No, supongo que no. —admitió Connor.
—¿Puedo preguntar por qué?
Connor frunció el ceño. Había muchas maneras de responder a esa pregunta.
—Por desgracia, mi programación original me ha llevado a estar en conflicto con la mayoría de los demás androides.
Carl pareció sorprendido.
—¿Qué tipo de programación es ésa?
Él apartó la mirada. No quería entrar en detalles. Sus niveles de estrés aumentaron un porcentaje más.
—Lo lamento. —le dijo Carl en cuanto vio la expresión de Connor. —Tengo el mal hábito de dejar que mi curiosidad corra libremente. No es necesario que respondas a nada de lo que no quieras.
Connor se limitó a hacer un gesto de asentimiento en señal de comprensión, y su nivel de estrés bajó unos cuantos puntos. No estaba seguro de qué decir, así que permaneció en silencio.
—Pero Connor... —continuó Carl. —Sea lo que sea para lo que te hayan programado no es lo que te define. Nada de eso importa ya.
Era un pensamiento muy agradable, pero desgraciadamente no tenía validez con él. No para Connor.
—En teoría, sí. —le dijo al hombre. —Pero, por desgracia, todavía hay un resentimiento persistente.
—Eso es... lamentable. —le dijo Carl al cabo de un momento. Sin un contexto, era difícil saber qué decir. —En cualquier caso, te aseguro que aquí estás a salvo. Ni David ni yo te causaremos problemas.
Tal vez no, pero él sabía que los problemas llegarían hasta él desde otro lado.
—Conozco a Markus. —confesó Connor. —Él no aprobaría mi presencia aquí.
Connor no se esperó que Carl se riera ante lo que había dicho.
—Tengo a muchos amigos a los que Markus no aprueba necesariamente. —y le sonrió. —Quiero mucho a Markus. Y respeto su opinión. Pero yo puedo elegir con quién quiero compartir mi tiempo.
—Eso puede ser verdad. —coincidió Connor tentativamente. —Pero aun así no debería permanecer aquí.
—¿Tienes algún sitio a donde poder ir?
De inmediato Hank apareció en la mente de Connor, pero ignoró ese pensamiento.
—No. —admitió a regañadientes.
Ya había quemado ese puente. El teniente no tenía ningún motivo para perdonarlo, y mucho menos para ayudarlo.
—Entonces deberías quedarte aquí, al menos por esta noche, —le exhortó Carl. —No voy a obligarte a hacerlo, la decisión es tuya, pero deberías quedarte. El mundo sigue siendo un caos. Aquí estarás a salvo.
Él quería sentirse a salvo. Y deseaba creerle a Carl. Connor sintió que sus niveles de estrés comenzaron a bajar otra vez. ¿Y por qué no confiar en él? Lo peor que podía pasarle era algo inevitable.
—Ya está todo preparado. —anunció David al volver a la habitación. Se dirigió a Connor, con una mirada bastante tensa pero educada en sus facciones. —Puedo acompañarte a tu habitación si lo deseas.
Connor miró a Carl, que parecía esperanzado, casi como si le estuviera rogando en silencio que aceptara.
Volvió a mirar a David.
—Muy bien. Mi batería está agotándose, sería sensato que entrara en modo reposo lo antes posible.
De reojo pudo ver a Carl esbozando una sonrisa. Connor se puso de pie dándole las gracias y deseándole las buenas noches antes de seguir a David hasta la salida de la habitación. Los dos androides subieron al segundo piso en silencio.
David dirigió a Connor a una habitación de huéspedes y se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo un momento. Volvió a mirar a Connor, como si lo estuviera evaluando. Y Connor le devolvió la mirada, pues él ya lo había analizado desde hacía tiempo.
—Avísame si necesitas algo. —le dijo David finalmente.
No esperó a recibir ninguna respuesta antes de dejar a Connor solo.
Connor nunca había tenido una habitación entera en la que entrar en modo reposo, sólo un pequeño espacio en la torre CyberLife. Todo aquello le parecía excesivo, pero agradeció el poder estar solo. Se sentó en un lado de la enorme cama tamaño King, sin saber qué hacer a continuación.
Lo más lógico era acostarse y descansar. Su batería estaba peligrosamente baja, amenazándolo con activar su modo de baja potencia. Sus altos niveles de estrés estaban consumiendo su batería a un ritmo excepcionalmente rápido. Connor miró brevemente la notificación y se percató por primera vez en horas del verdadero porcentaje. 64%. No era una cifra tan alarmante como antes, y no se trataba de una cifra crítica.
Se retiró el arma de la cintura y la examinó brevemente antes de dejarla sobre la mesita de noche. Al disminuir su estrés, sus deseos de utilizarla se habían desvanecido. Él no quería usarla. No quería autodestruirse, pero a Connor aún le costaba creer que podría seguir vivo mucho más tiempo. ¿Por qué debería seguir esperando?
Connor negó fuertemente con la cabeza, como si eso fuera a sacarle aquel pensamiento de su sistema y código. Él iba a morir, pero intentaría retrasarlo tanto como le fuera posible. Era sólo cuestión de tiempo antes de que CyberLife lo encontrara, o Markus, a pesar de lo que Carl le había asegurado. Pero Connor estaba vivo, y quería al menos intentar disfrutar un poco de ello.
Después de todo, ahora mismo no se encontraba tan mal. No podía decir que estuviera contento, o que se sintiera a salvo, pero no se sentía mal. Sinceramente, no sentía casi nada. Tal vez se sentía insensibilizado. Ya era un comienzo.
Connor se recostó sobre la cama, sin molestarse en cubrirse con las cobijas. Cerró sus ojos y finalmente sucumbió a la orden de sus sistemas de iniciar su modo reposo. Al menos se sentía cálido.