Chapter Text
Había una marcada diferencia, estaba claro, entre Gaara y los demás. El cómo Shira le trataba, tan respetuoso en un principio y siempre tan atento.
Ahora todo era ligeramente diferente. Era sutil, pero aún así muy notorio. Shira le cuidaba con extrema mesura y caballerosidad. Con una casi sobreprotección, más allá de un sirviente incluso.
Gaara apenas y lo percibía, pues estaba más absorto en los temas de la aldea y el incierto futuro del mundo shinobi con la guerra que se avecinaba. Y si los demás lo habían observado, tampoco hacían mención de ello. De todas formas, Shira siempre había sido un fiel seguidor del Quinto Kazekage como para dar pie a elucubraciones.
Y cuando estaban a solas, todo era más obvio. Una vez Gaara le había dado el sí para que pudiese cortejarlo, Shira no tardó en hacerle notar todas sus atenciones.
Sonrisas cálidas, palabras atentas y protectoras. El ajuste del asiento en el cual Gaara estuviese a punto de sentarse… Roce de manos. Una pequeña flor del desierto al lado del plato de comida, sin importar si estuviese en el comedor o en la oficina.
Alguno que otro cumplido hacia su persona. El arreglo de un mechón carmesí detrás de su oreja. Inclusive, el atrevimiento de tocarle la mejilla. Gaara habría alzado sus ojos verde mar para mirar a los grises de su tan cantado prospecto con tal suavidad. Logrado descolocar al otro, haciendo que Shira se retirara y diera dos pasos hacia atrás para contenerse.
Gaara apreciaba que Shira le esperase a que estuviese listo, a que fuese el momento apropiado.
El toque de manos le siguió después. Escasas fueron las oportunidades en las que lo hicieron, pero le sirvió de mucho al pelirrojo para acostumbrarse al contacto con él. Sus manos eran evidentemente diferentes; las manos de Shira estaban más curtidas y callosas, muestra del arduo trabajo físico que realizaba; mientras que las manos de Gaara eran ligeramente más delgadas y mucho menos rudas, pues toda su vida había hecho uso sólo de su arena para las peleas.
Los días en la oficina fueron pesados en general, pero Shira lo hacía más tranquilo y agradable para él. Gaara tenía mucho que organizar.
Las acciones a seguir para dejar en claro los rangos y tareas de aquellos que se quedarían en Suna a velar por el pueblo mientras él y los demás iban a la batalla…
Gaara se tocó la sien y volvió a repasar su lista. Hizo un par de correcciones, luego de sopesarlo mejor. Los chūnin recién nombrados también serían partícipes del escuadrón del País del Viento, y eso sólo como última línea de asistencia.
—Gaara…
La voz de su hermana le hizo alzar la cabeza hacia la puerta. Temari permaneció de pie, con el dorso de la mano aún pegado a esta. ¿En qué momento había tocado? No lo había escuchado.
—Temari.
Parpadeó. Mirándola pasar y cerrar la puerta tras de sí.
—Debes descansar —la mayor caminó hacia el asiento vacío frente a él, y se sentó llevando sus brazos al pecho—. Kankurō y yo estuvimos hablando. Antes de irnos, tú debes tomar un descanso.
Su tono había sido determinante. Y Gaara sabía bien que debía hacerle caso a su hermana. No se le hizo fácil refutar, y se encontró a sí mismo estar de acuerdo, genuinamente.
—Nosotros nos haremos cargo. Baki, sobre todo, él ya estuvo en la guerra y nos seguirá aconsejando en la batalla. Pero por ahora, debes tomarte el día —Temari no esperó más, y le planteó la situación. Tomando su lugar como hermana mayor, y ordenándole darse un respiro—. Mañana será la última reunión con el Concejo, y partiremos por la tarde.
El Kazekage tomó aire. Ya se había abocado a los asuntos relacionados con el esquema en general y las estrategias iniciales. En realidad, bien podría hacer lo que sus hermanos le pedían sin problema. Su mente estaba demasiado cansada.
—Está bien. De acuerdo, lo haré –cerró los ojos mientras respondía, y agachaba la mirada por un momento. Esto sorprendió a la chica.
—Esperaba un poco más de protestas tuyas, a decir verdad —ojos semejantes a los suyos, pero de un color más profundo, se ensancharon. Temari sonrió al final, y asintió. —Bien, me parece perfecto. Los escuadrones están todos listos, así que no tienes porqué preocuparte.
—Te lo agradezco, Temari.
La joven dejó escapar una corta risa. Alzó su mano por un segundo, y la dejó caer en el reposabrazos.
—No es nada.
Después de todo, siempre tenían que ver por el otro, pues ambos podían dedicarse demasiado al trabajo sin darle importancia a sus propias personas. Paseó la mirada por la oficina, apenas perceptible, tomando más atención en el escritorio de Gaara.
Este era el momento adecuado, pensó el pelirrojo. Dándose cuenta de que hacía tiempo no se encontraban a solas. Y había estado pensando en hablar con ella sobre los recientes cambios en su vida privada. Esto es, de hablar de Shira.
—¿Sabes? Tiene tiempo que no nos sentamos así, Gaara.
—Estaba pensando lo mismo.
Hubo una pausa de apreciación. Pero Temari no dijo nada, muy probablemente guardando su comentario. Gaara se acomodó en su asiento, y llevó sus manos a su pecho.
—De hecho, hay algo que quería hablar contigo.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué podrá ser? —había una leve sonrisa en el rostro de la mayor de los hermanos. ¿Acaso estaba feliz de que su hermanito tuviera algo que contarle?
Gaara volvió a acomodar sus manos, ahora bajándolas a su regazo. De pronto, las palabras se le escaparon.
—Bueno, no sé por dónde empezar, pero…
Ante esto, Temari esbozó una sonrisa, interviniendo.
—¡Ah! Creo que ya sé a qué te refieres —el menor alzó sus ojos verde mar hacia ella—. Se te notaba algo diferente últimamente, pero no quería molestarte.
—Yo… —Gaara tomó aire—. ¿Lo sabes? —Tomando un segundo. ¿Tanto se le notaba? Qué vergonzoso.
—Por supuesto —la rubia echó una suave carcajada. Su sonrisa se mantuvo.— ¡Quién lo diría!
—He de decir que me sorprende que lo supieras —un par de parpadeos. Y Gaara soltó un suspiro de cansancio.— Nunca me había pasado algo así. Y no sé lo que estoy haciendo, pero… Shira me está cortejando. Y encuentro ello bastante agradable.
Tantas cosas por decir en su cabeza, y elige aquellas. En verdad que no tiene tacto para estas cosas. Se siente muy ignorante.
—Es obvio que también te gusta —observó Temari. Y entonces se inclinó hacia el frente, elevando su mano y extendiendo su dedo índice para hacer énfasis—. Y por mucho que le gustes a él, Kankurō y yo ya hemos hablado con Shira. Tú eres nuestro hermano menor, aún eres muy joven e inexperto y nos preocupamos.
Esas noticias eran insólitas para él.
—¿Ustedes hablaron con Shira?
—¡Claro que lo hicimos! El chico está muy… enamorado de ti, Gaara —no pudo evitar hacer una breve pausa para contenerse, le daba un poco de vergüenza ser tan directa pero era necesario y además no era nada malo. Le alegraba saber que su hermano había encontrado a alguien especial—. Shira siempre se preocupó mucho por ti, pero esto… Nos sorprendió. Y mucho.
Gaara parpadeó, empujando la sorpresa y el pequeño sonrojo que aparecía en su rostro.
Y la conversación siguió así. Sobre el cómo Shira había hecho una reverencia ante ellos, y el cómo les había pedido encarecidamente que volvieran todos a salvo. Que realmente quería a Gaara y que jamás se atrevería a lastimarlo ni a hacer nada que lo lastimase.
Todo esto lentamente comentado en pedazos, ya que la propia Temari estaba contenta aunque se sentía también con una mezcla de pudor. Un tema siguió al otro, y hablaron de Kankurō y sus intereses amorosos; los cuales hasta ahora eran pocos. Luego, Gaara mencionó escuchar algo respecto al chico Nara de Konohagakure; Temari dijo que realmente no sucedía nada y sólo eran camaradas. Ella también había recibido confesiones durante su adolescencia, y si bien no habló mucho de ellos, sí le dio un panorama y algunos consejos. Todo por su querido hermano.
La charla con Temari, si bien se sintió larga, realmente no duró bastante tiempo. Ella se retiró de inmediato, y el joven decidió finalmente dejar la oficina por el día después de unos minutos.
Pasos carentes de prisa lo llevaron hacia la puerta, tomándose la sorpresa de encontrarse con Shira justo del otro lado al abrir.
—Shira.
—Gaara-sama.
Gratamente sorprendido, para ser precisos. Shira le sonreía como siempre, y él le dejó pasar.
—Estaba justo por irme.
—¿Finalmente tomará un descanso? —Dando unos pasos hacia adentro. Se encontraban en privado ahora.— Espero que duerma lo suficiente esta noche.
—Eso haré. Y sí, eso espero —Gaara lentamente se giró hacia él una vez llegaron a la pequeña sala previa al escritorio—. Mañana será un día muy… ajetreado.
Shira tragó saliva y asintió. Deseando poder hacer más.
—Me preocupa que no duerma lo apropiado, Gaara-sama. Si yo pudiera… Si tan solo… Pudiera…
Los ojos de Gaara poco a poco se agrandaron. Shira se censuró a sí mismo, regañándose por lo bajo.
—Perdón, no quise…
—N-No hay por qué disculparse. Después de todo… ya nos hemos dado un abrazo, ¿o no? —eso era cierto. Ocurrió una vez, y fue bastante agradable. Y además le apetecía estar cerca de Shira una vez más, pero le avergonzaba decirlo en voz alta.— Tal vez tú podrías…
No. No podía decirlo. Le daba vergüenza.
—Podrías…
Aún así, lo volvió a intentar. Las palabras se fueron de su boca, y Shira le miró con una expresión propia de una mezcla atónita y dulce.
—¿Se refiere a…? Es decir… Pensaba si usted… podría tomar una siesta mientras yo… l-le cuido.
Oh. Gaara estaba totalmente de acuerdo con eso. Y asintió para hacérselo saber.
—Quieres decir… —hizo una breve pausa— ¿ahora mismo?
A Shira se le subieron los colores, y estuvo a punto de retirar su oferta de no ser porque Gaara aceptó casi enseguida. Sí, ¿por qué no? Podría intentar recostarse en el sofá y dormitar… Shira pronto le acomodó la cabeza en su regazo.
Con el corazón latiéndoles muy fuerte. Ambos estuvieron así por un rato. Y en un instante, Gaara se encontró con que le era bastante cómodo, y logró sumirse en un sueño.
Aquello significaba todo para Shira. No sólo representaba la completa confianza que el joven Kazekage tenía en él, sino que el tenerlo así y saber que se encontraba bien le aliviaba por montones. ¡Cuánto desearía poder seguirle hasta la batalla!
Con emoción bien contenida, el peligris acarició brevemente el rostro de porcelana que descansaba plácidamente.
La guerra era a lo que se habían estado preparando por días. Y, aún así, Gaara sabía que era demasiado.
Muchos shinobi cayeron bajo su mando, y sus aliados también sufrieron considerables bajas. El enemigo estaba a otro nivel. Y no sólo eso, también venían de otros tiempos.
Por más arduo que Gaara y todos lucharan, la situación se veía imposible con el paso de las horas. Inclusive, con el apoyo de Naruto tuvieron dificultades para sobrellevarlo al principio. Pero ninguno de los Kages se dio por vencido, pese a las adversidades cada uno de ellos se enfrentó con valentía y dio todo de sí en su debido momento.
En algún par de ocasiones durante la batalla, Gaara recordó a Shira al verse en tal desesperanzada situación. Al final de su discurso también pensó en él. Y le entristecía pensar en la posibilidad de que todo acabase allí, en que no sólo los shinobi dejasen de existir, sino también la vida humana misma.
Tantas personas, y tantas historias. Historias que aún no terminaban, que aún no empezaban. Oportunidades que no existirían.
Fue muy breve, esta reflexión que cruzó por su mente.
Quizás, el haberse encontrado de nuevo con su padre —traído de vuelta por ese jutsu prohibido del Segundo Hokage— sí le había afectado más de lo que creía.
Gaara siguió luchando al lado de todos los shinobis en ese campo de batalla.
Y cuando fueron atrapados en el Tsukuyomi Infinito, también se vio atrapado en ese mundo de ilusiones.
No sólo se vio a sí mismo de niño, viviendo feliz con su familia completa e incluso siendo amigo de la infancia de Naruto, sino que el sueño continuó. Era ahora un adolescente, y la persona a su lado que tomaba su mano pasaba a ser Shira. Sus rasgos poco a poco se hicieron visibles y lo podía ver con claridad. Ese rostro tan familiar, con la mirada tan atenta y esa sonrisa en los labios que le transmitía seguridad. La ilusión se rompió antes de que ambos unieran sus bocas, y fue entonces cuando Gaara se vio libre de ese genjutsu junto con los demás.
La confusión duró brevemente. Una vez todos comprendieron que habían sido presa de un jutsu de ese nivel tras ser liberados de ese estado.
Después de ello, Kakashi, Naruto, Sasuke y Sakura se reunieron con ellos; y les explicaron lo ocurrido.
Una diosa, de otro mundo y de otros tiempos. El origen del mundo shinobi como lo conocemos. La ambición y manipulación de uno de los fundadores de Konoha, Uchiha Madara, que trascendió décadas. Todo, parte de un perfecto plan, donde las piezas se unieron y quienes ellos creían eran los mayores villanos sólo eran meramente peones.
Con la antigua deidad sellada de nuevo, y Madara y Obito muertos, la guerra había acabado.
Aquello había sido algo muy difícil de entender y de explicar. Inclusive entre los mismos Kages.
Como salido de un cuento maravilloso, aquello no podría ser transmitido en su totalidad hacia el resto de la gente. Al final, y por unanimidad, acordaron lo que sería apropiado contar y hasta qué grado.
Y con la vista al extenso campo, sólo les quedaba ahora levantarse de nuevo.
Dicha empresa resultó ser más extenuante que el esfuerzo físico que conlleva el pelear. Gaara encontraba muy difícil, y con suma tristeza, el llenar ese papeleo de las bajas; sobre todo.
El pelirrojo recibía apoyo de Temari y otros jōnin que había designado para ello. Cada registro: el de bajas, pérdidas e inclusive el de aquellos nuevos ninja renegados que prefirieron desertar y jamás volver a su país.
La montaña de pergaminos y carpetas poco a poco iba creciendo. Y Gaara sabía que debía tomarse un descanso, pero tampoco podía hacerlo. A no ser, que Shira llegara y le hiciera tomar una siesta. Shira era muy asertivo, y Gaara no podía ignorarle.
—Tu labor es muy importante, Gaara-sama. Por eso no debes descuidarte.
Ya le había dado permiso de tutearle en privado, aunque Shira raras veces lo hacía. Y si lo hacía, era para hacerle entrar en razón y tomar finalmente un descanso.
—Lo sé muy bien. Pero es imposible para mí dormir tan plácidamente, lo sabes, Shira.
Los dedos vendados de Shira dejaron de masajear su cráneo suavemente, deteniéndose entre esos mechones de cabello carmesí. Ojos grises le miraron con devoción reservada y alegría.
—Y para eso me tiene a mí.
Contento, Shira respondió. Los ojos de Gaara se sintieron pesados. Pero no iba a caer dormido aún. Con la mano unida a la otra mano de Shira, el joven Kage observó el vendaje que cubría los curtidos dedos por el arduo labor que realizaban.
No sólo Shira ayudaba ahora a rehabilitar a los heridos, sino que también había empezado a ofrecer sus servicios a aquellas familias cuyo jefe o miembro responsable se encontrase incapacitado para trabajar.
—Tú también trabajas tan duro.
Ojos verde-azulado se alzaron hacia el otro. Gaara lo había estado pensando muy bien. Entrelazó sus dedos con los de Shira, y con su mano libre acarició la mejilla de este.
Shira tembló a su tacto.
Parte por la que había decidido darse a la tarea de ayudar a los necesitados fuera de su especialidad era para mantener su mente ocupada. Shira aún era inexperto, y ambos eran demasiado jóvenes. Su enamoramiento iba más allá y trastocaba el deseo, un arrebato de pasión que aún no se atrevía a mostrar. Aún era muy pronto, y tenía que contenerse. Se odiaría a sí mismo si llegara a incomodar, a lastimar a la luz de sus ojos.
Ajeno a esto, Gaara volvió a acariciar la piel del rostro de Shira con su pulgar. Tan sólo pudo ver en los ojos grises una inundación de un fuerte sentimiento que se sabía correspondía.
—Shira.
—¿Sí, Gaara-sama?
Gaara no parecía dormir pronto, y Shira comenzaba a ponerse nervioso de nuevo. Esos ojos entornados, rodeados de esos círculos negros resaltando irises cual piedras preciosas, le miraron fijamente.
De un instante a otro, Gaara se irguió para acercar su rostro. Shira quedó impávido. Y se sintió desfallecer, terrible y dulcemente, al segundo en el que Gaara depositó un casto beso en su mejilla con sus suaves labios.
—A partir de ahora, puedes besarme.
—¡G-Gaara-sama!
El susurro de tal permiso hizo que los colores se le subieran a la cara. Shira se llevó la mano con la que había acariciado los cabellos de Gaara para cubrir su vergüenza sin mucho éxito.
—N-No me refiero a en la boca. ¡Aún no estoy listo para eso!
De inmediato, Gaara respondió. El pecho le latía tan fuerte. Y se sintió tan avergonzado que escondió su cara contra el pecho de Shira. ¿Por qué lo había dicho de esa manera?
Y Shira le apretó entre sus brazos. Completamente feliz.
Cuando tomó posesión de su título, Gaara tuvo muchas cosas que aprender. Si bien no había llegado hasta allí sin noción alguna, nada se comparaba a finalmente fungir como un Kage.
El noviazgo no había sido exactamente lo mismo, pero le parecía similar. Si no hubiese sido tan distante y ajeno a la mayoría de las situaciones sociales, seguramente se habría ahorrado mucho tiempo antes de pasar a los siguientes pasos con Shira. Después de todo, todo era terreno desconocido para él.
Sin embargo, no había queja alguna. Porque Shira le había esperado, y había sido por demás atento y comprensivo con él. Y Gaara, él cada día se derretía más por Shira. Su relación progresaba.
Los días pasaron y se hicieron semanas. El pelo de Gaara se sentía un poco más largo entre los dedos de Shira ahora, quizá era tiempo de un corte de nuevo. Gaara tampoco se había dado cuenta de ello, demasiado ocupado con los pendientes diarios.
—Si quieres, lo puedo hacer yo.
Su novio se ofreció. Gaara no vio por qué no, pues disfrutaba de su compañía.
—¿Sí? ¿Estás seguro? —Shira le respondió que por supuesto que lo estaba.— Bueno, quizá… Quizá en esta semana.
—Podemos ir a mi casa —comenzó a pasar sus dedos por los mechones carmesí—. Después de eso, te preparé la cena.
No sería la primera vez que iban a la casa del otro, pero de todas formas era emocionante para ambos. Sí, la idea le gustaba.
—Si no es inconveniente…
Las atenciones de Shira eran desbordantes. Y Gaara a veces seguía sintiendo vergüenza por ello, por más feliz que le hiciera saberse bien cuidado.
—Ningún inconveniente. Yo estaría por demás encantado, Gaara-sama.
Esa sonrisa tan resplandeciente que le ofrecía sólo logró que el pelirrojo volviese a intentar esconder su rostro sonrojado. No obstante, decidió hacer algo distinto en lugar de ello. En lugar de agradecerle con palabras, le miró a los ojos, y elevó un poco su cabeza para besarle.
Los besos, esos que eran besos enteramente besos en la palabra, habían comenzado recién. Gaara se aventuró en duplicar la caricia de sus labios con los contrarios, de modo que no sería un beso tan corto y suave. Shira no podía sino temblar, mientras le correspondía quizás con una emoción mayor.
El beso no duró mucho pese a que Shira deseo que lo hiciese más. Y recibió a Gaara contra sí tras necesitar el joven Kage un momento para recuperarse, estrechándolo entre sus brazos. Qué dicha la suya.
Dicho plan del corte de cabello no sucedió hasta varios días después. Se cruzaron varias cosas en el trabajo, y una cena familiar con los hermanos del Kazekage, slash ahora cuñados, y Shira por fin pudo estar a solas con Gaara fuera del horario laboral.
Todo iba bien, en realidad. El experto en artes marciales estaba por desdoblar el paño protector y sacar las tijeras de cabello de su estuche mientras ambos platicaban sobre sus respectivos días. No pudo pasar por alto el ver a Gaara quejarse de su cuello nuevamente, por lo que dejó todo y se detuvo a su lado para checarlo.
—No es nada. Ya te lo dije, una mala postura. Todo el día estuve asignando misiones y firmando. No me despegué mucho del escritorio.
Shira se había acuclillado ahora, pues Gaara estaba sentado en el sofá. Le miró con preocupación.
—Estás un poco tenso, Gaara-sama.
El pequeño masaje que le estaba dando se sentía tan bien. Gaara no pudo evitarlo y cerró los ojos.
—Es muy leve.
Seguía sin darle importancia. Abrió los ojos por un segundo.
—Aún así…
Apenas y estaba Shira hablando cuando fue interrumpido por un suave jadeo proveniente del pelirrojo. Aquello hizo que Gaara se avergonzara enseguida.
—El-El masaje… me estaba haciendo muy bien. Y-Yo me dejé llevar.
—Gaara-sama.
La cara de Shira también se había puesto roja. Y le fue imposible verle a los ojos también, pero no podía apartar la vista.
Quería besarle. Tenía muchos deseos de besarle.
Su mirada peleó con la vergüenza, y logró atraer la verde mar de su amado. En un vaivén muy parecido a un baile, en el que terminó por pedir permiso y Gaara accedió con un suave asentimiento sin decir palabra alguna.
Antes de siquiera besarle en la boca, Shira se detuvo y cambió de idea. Llevó sus labios al cuello ajeno. Una atención que Gaara no nunca había pensado recibir, aquello se sentía mucho mejor que un masaje con las manos.
Logrando robarle ya varios suspiros, Shira se regocijó al escuchar un breve gemido. Y, oh, sorpresa. Eso había sido demasiado para él.
—Lo siento, y-yo…
—No, yo lo siento…
Gaara era tan expresivo. Y le informaba cuando era necesario. Shira también lo hacía, por su parte, y se sentía culpable por haber cedido a su deseo de sentir su piel de esa manera. Aún así, era mucho mayor su deleite, si bien sabía muy bien cuáles eran sus límites. De otro modo, no sabría cómo ni cuándo parar.
—N-No. Yo… Me gustó, de verdad… —Gaara portaba un muy bonito sonrojo. Shira no podía evitar verle con adoración—. Pero yo quiero… Quiero besarte. Ven aquí —le pidió que se sentara a su lado.
Aquello era muy arriesgado. Gaara tuvo que repetir su petición para asegurarle que era lo que deseaba en ese momento. Y Shira jamás podría negarle a él ni a sí mismo algo así.
—Como usted desee, Gaara-sama.
Le sonrió. Y tomó asiento en el sofá. Con el corazón palpitándole muy fuerte.
Gaara se volteó hacia él, y tomó su mejilla con mucha vergüenza. Se hizo hacia adelante y ambos unieron sus labios finalmente. Cerraron los ojos al contacto, disfrutando del beso.
De un momento a otro, el beso ganó un poco más de intensidad. Shira se volvía loco. Gaara se había acercado más, una mano recargada en el pecho de Shira, y Shira sentía que quemaba con pasión.
El beso daba para más. De no ser porque Shira llevó su mano hacia el costado de Gaara y, viendo que no había problema, tentativamente la dejó bajar hacia la cintura de su novio. Ahora bien, Gaara aún era muy susceptible al tacto, y el experimentar ir más allá en esta ocasión ya había sido demasiado abrumador para él. Se separó enseguida, pero sin alejarse completamente.
—Yo, eh… ¡Perdón, perdón! —Shira se disculpó rápidamente. Y retiró su mano.
—No. No te disculpes, me ha gustado —Gaara contestó francamente. Tomó de nuevo la mano de Shira, y la colocó en su cintura otra vez. El tacto volvió a causarle escalofríos de emoción. —Es sólo que no estoy acostumbrado.
Al no hacer alusión a otro beso, ambos sabían que era mejor dejarlo ahí. Pero Shira seguía muy afectado, y Gaara seguramente también lo estaba.
—Podríamos… —el Kazekage paseó su mirada hacia la mesa. No, el corte de cabello no sería una buena idea ahora. Entonces, miró hacia el televisor.— Podríamos ver una película.
Shira se incorporó un poco, y Gaara le dio espacio. Ambos ahora sentados uno al lado del otro.
—Sí. Me parece bien una película.
Mientras Shira se esforzaba por calmarse, tomando el control remoto y encendiendo el aparato, Gaara volvió a disculparse.
—En verdad, sé que es muy difícil para ti… Y lo es para mí también…
Ya habían hablado de esto. Y Shira lo comprendía perfectamente, sólo que tenía miedo de sí mismo; de no controlarse.
—Lo entiendo muy bien, Gaara-sama. Por favor, jamás te sientas mal por sentir demasiado y querer dejarlo ahí —Gaara era muy especial para él, lo era todo. Y comprendía muy bien la importancia de llevar todo a su ritmo—. Yo tampoco tengo experiencia, como te lo dije anteriormente, y también me aterra… el no poder… resistirme.
Dioses. Era difícil decirlo en voz alta. Pero lo había hecho. ¿Ahora cómo iba a poder quitarse la idea de la cabeza? Shira se sentía tan sucio y vil… No podía mirarle a la cara ahora, no.
—Mírame, Shira —le pidió Gaara. El manipulador de arena tomó el control remoto de su mano, y sostuvo esa mano con la mano libre suya. —Estamos juntos en esto. Y yo también te entiendo muy bien.
El saberse deseado de esa forma era… Era indescriptible, muy diferente a algo halagador, pues también le hacía sentir cosquilleos y una anticipación que le interesaba y le hacía saber que reciprocaba. Aunque claro, Gaara necesitaba dejar las cosas fluir despacio mientras tanto.
—Yo te quiero. Y no dejaré de hacerlo. Sé que me seguirás respetando.
—Gaara-sama… Yo también te quiero.
Te amo.
Shira levantó sus manos entrelazadas, y las llevó a su pecho. Besó el dorso de la mano de Gaara y la llevó a su frente mientras cerraba los ojos.
—Siempre te cuidaré. Lo prometo. Lo haré.
Aquella tarde no habrán seguido con la idea de cortar el cabello ya crecido de Gaara, pero disfrutaron de una tranquila cita. Viendo una película, y después compartiendo juntos en la cocina mientras Shira preparaba la cena.
Eran momentos que Gaara atesoraba, uno tras otro, en este nuevo capítulo de su vida que se desenvolvía.
