Chapter Text
“No hay logros que valgan la pena que no requieran un sacrificio de tu parte. Si quieres alcanzar algo importante para tí, debes estar dispuesto a dejar cosas por el camino.”
Es lo que he escuchado decir a mis padres en muchas ocasiones, y es algo que ha estado presente en mi cabeza prácticamente desde siempre, porque ellos viven por esas palabras, y logran todo lo que se proponen gracias a ellas. En su caso, fue tiempo y esfuerzo lo que debieron sacrificar, pero ambos lograron convertirse en comerciantes de arte reconocidos aquí en Volcaldera Bluffs, y es prueba de eso que reciban ofertas para trabajar en cada rincón del país, muchas veces con grandes personalidades en el mundo del arte. Han recorrido un largo camino para llegar a donde están ahora.
“Cada vez que dudes de tu camino, recuerda esas palabras, repítelas, internalízalas, que sean parte de ti. Son el norte que te guiará a tu objetivo, y cuando te pares en la meta a la que aspirabas con tanto ahínco, y mires atrás, no te arrepentirás de nada. Cada paso que te llevó ahí habrá valido la pena.”
Mis padres nunca están quietos, ni por un segundo, pero de vez en cuando hacen algo de tiempo para volver a casa a descansar y estar conmigo, aparte de que siempre estamos en contacto por internet. Desde fuera, alguien podría pensar que fuí o soy una chica solitaria, que algo me faltó al crecer, o que eché de menos a mi familia y podría haberles recriminado el no estar aquí más tiempo, pero no es así. De hecho, siempre me consideré alguien bastante independiente, y jamás me he sentido sola, pues nunca estuvieron a más de una llamada de distancia, y siempre estuve orgullosa de ellos. Tan orgullosa que, desde pequeña, incluso antes de entrar a la escuela primaria, había decidido que iba a ser comerciante de arte tal y como ellos.
Quiero decir, ¿un empleo en el que la gente depende de ti para presentar su trabajo al mundo, consiguiendo las piezas correctas para la gente correcta? Siempre me había parecido algo admirable, que te permitía estar en contacto directo con ese mundo tan hermoso y ser parte de él aunque no fueras la mejor artista, y estaba camino a alcanzar ese sueño. El momento decisivo se dará este mismo año, cuando una universidad de prestigio me reclute por mis méritos durante la secundaria, y no será una sorpresa cuando eso ocurra, pues he estado trabajando mucho para ello. Entonces, viviré por esas palabras, de la misma forma que mis padres hicieron antes que yo.
De hecho, si había algo relacionado que siempre recordaría, tanto como esas palabras, era la conversación que tuve con mis padres la mañana del día en que comencé el cuarto grado. Ambos estaban en casa en ese entonces, tomándose vacaciones para pasar tiempo de caridad con su hija favorita, y recargar baterías antes de tomar su siguiente trabajo en San Francisco. Recuerdo cómo mi padre se sentó frente a mí mientras desayunaba, casi teatralmente, me miró a los ojos, y comenzó…
—Lizzie, hoy es un día muy importante para ti, y si hay un consejo que puedo y debo darte antes de que comiences esta nueva etapa de tu vida… —dijo luego de dar un largo sorbo a su usual taza de café de la mañana, antes de ser interrumpido.
—Es el cuarto año, Mark. No está entrando en la secundaria —corrigió mi mamá, que estaba revisando su celular en la otra esquina de la mesa.
—Linda, estoy tratando de… —comenzó a decir, haciendo con las manos gestos de palabras que era incapaz de expresar, y mamá giró los ojos con una sonrisa, una sonrisa que me contagió—. Como te decía, hay algo muy importante que tienes que tener en cuenta de ahora en más. Tú tienes un sueño, ¿no es así?
—Ser comerciante de arte como tú y mamá —respondí sin un solo rastro de duda, a lo que mi padre asintió con un orgullo poco disimulado.
—Perfecto, entonces debes enfocar toda tu atención a ese sueño. Puede que algunos alcancen sus objetivos sin poner mucho esfuerzo, pero esas personas dependen en gran medida de la suerte, no conocen lo que es realmente lograr tus metas con el sudor de tu propia frente. Así que, si tienes objetivos, deben estar claros, y debes enfocar todas tus energías en alcanzarlos. ¿Qué más quieres conseguir?
—¡Tener una casa de dos pisos cerca de la playa! —añadí rápidamente, recibiendo una mirada aprobatoria de papá.
—¡Muy bien! ¿Qué más? —inquirió, emocionado.
—¡Ser esposa de Damien! —continué con la misma certeza y, por primera vez, la sonrisa de papá flaqueó ante la idea. Su largo cuello estaba contorsionándose de las formas más extrañas, haciendo gestos tanto con las manos como con la boca, mientras intentaba encontrar las palabras que se le habían escapado.
—Uh… eh… ¿no eres demasiado joven para estar pensando en esas cosas? —cuestionó con la cara de un perrito al que están reprimiendo. Papá siempre fue muy expresivo, y yo no podía evitar reír cuando hacía esas caras. Aunque tampoco creí en ese momento que estuviera diciendo algo extraño, o fuera de lugar, y aún no lo creo.
—Cariño, sus otros deseos están a la misma distancia, en el futuro —sonrió mamá al apartar los ojos de la pantalla, enfocándose en mí mientras estiraba su largo cuello desde donde estaba, para frotar su cabeza contra mi mejilla—. Y si el pequeño Damien es del interés de nuestra niña, lo mínimo que podemos hacer es apoyarla —completó ella, divertida por la dirección que había tomado la conversación.
—¡Pero…! ¡Pero…! —Intentó encontrar una respuesta a mis palabras, sin éxito, antes de que sus hombros y la mayor parte de su cuello cayeran—. Supongo que puedo aceptarlo… hasta cierto punto. Damien es un chico agradable, después de todo.
—Tendrás que aceptarlo completamente tarde o temprano, Mark. Tu hija está creciendo, es normal que le interesen los chicos.
—No, solo me interesa Damien. Es mi mejor amigo, y quiero que sea mi esposo cuando crezca —aseguré, sorprendiendo a mamá, cuya sonrisa no hizo más que crecer, mientras que la de papá desaparecía por completo. Esa no era la clase de cosas que quería tratar cuando inició esto.
—Si todo eso es lo que quieres, entonces haz todo a tu alcance para que esos sueños se cumplan —decía antes de que su mirada se desviara hacia papá, que se había quedado sin habla—. No importa lo que piense ese amargado. Lizzie, tú… eres la clase de chica que puede hacer posible todo lo que se proponga. Nunca dudes de ello.
—¡Nunca! —respondí con una gran sonrisa llena de confianza.
Y siempre llevé esas palabras conmigo. Si así lo deseo, puedo lograr lo que sea. Pero claro, tengo que poner el esfuerzo necesario, y siempre me aseguré de ello. Y si debo hacer sacrificios para conseguir lo que quiero, puedo asegurar también que los haré.
Ahora, estoy en el último año de secundaria, y en todo este tiempo he trabajado muy duro para acercarme a esos objetivos. Para empezar, mi currículum ya es bastante más impresionante que el de la mayoría de los estudiantes del instituto St. Hammond, y he trabajado en múltiples proyectos de administración, conservación y presentación de obras de arte como parte de mis actividades extracurriculares, en preparación para mi futura carrera. Una vez haya completado mis estudios, podré trabajar de lo que siempre he deseado, y comprar la casa de mis sueños.
¿Mi relación con Damien? Ha avanzado, puedo al menos decir eso, pero últimamente casi no hemos podido pasar tiempo juntos, a razón de mis deberes en el consejo estudiantil, y porque él está ocupado con tres clubes al mismo tiempo. Pero tengo que recordar que aunque solo hayan pasado las primeras semanas de este año escolar, también es cierto que este es nuestro último año como estudiantes de secundaria, así que haré todo lo posible por pasar tanto tiempo a su lado como pueda de ahora en más. Después de todo, tengo pensado confesarme formalmente antes de graduarnos, y estoy bastante segura de la respuesta que recibiré.
Por eso la fiesta de hoy en la casa de los Payne es importante para mí, es una oportunidad más de pasar tiempo junto a él y toda su familia. También estará Olivia, pero ella… es algo complicada. No es que no la quiera, todo lo contrario, pero a pesar de que nos conocemos desde hace tanto tiempo, en los últimos años ha sido difícil entablar una conversación con ella en ausencia de nuestro amigo en común, o al menos una que no sea respondida en monosílabos o breves sonidos de rechazo o aprobación, a pesar de todas las ayudas que Damien ha intentado dar.
Pero aún así, a pesar de todo lo que pasó hace tres años, él nunca se ha rendido con ella, para incluirla, para ayudarle a interactuar con los demás, así que yo tampoco lo haré, y sé que volveremos a ser buenas amigas tarde o temprano. Tal vez no las mejores como lo fue en su momento, pero enmendar mi relación con Liv también se volvió uno de mis objetivos, y no porque piense en ella como una clienta potencial a futuro. Eso es aparte.
—Liz, el camino, te estás acercando demasiado a la acera —la grave voz me sacó de mis pensamientos, antes de que pudiera centrarme en la carretera otra vez.
—Lo siento tío —me disculpé con una sonrisa curva al voltear ligeramente, una que él correspondió.
El tío Mike era el mejor amigo de mi papá, nuestro vecino, parte de la familia, y quien siempre me cuidaba mientras mis padres estaban fuera de la ciudad, que era la mayor parte del tiempo. También era un saurio gris de gran tamaño con un sentido de la moda bastante peculiar, uno que saltaba a la vista cuando uno lo veía vestido de un elegante traje gris oscuro de marca Rexton, corbata amarilla, y en su cuello una cadena dorada con signo de dólares sacada de un video musical de principios de 2000. No tenía el corazón para decirle eso último, pero tendría que hacerlo tarde o temprano.
Habíamos entrado en el vecindario de los Payne, y mi corazón ya estaba latiendo con emoción ante las posibilidades que prometía esta reunión. Esperaba pasar todo el día junto a Damien, y tal vez concertar una salida juntos para el próximo fin de semana, pues sabía que no tendría actividades de clubs de las qué ocuparse. Hablando de eso, había nuevos puestos en el centro comercial que estaba deseando visitar hace semanas, y podría utilizarlo de pretexto para una salida juntos, aunque tampoco era como si necesitara uno. Damien siempre estaba feliz de acompañarme a donde fuera.
Esta vez acerqué el auto a la acera intencionalmente mientras me detenía, parando frente a la residencia Payne, y poniendo el freno de mano justo después. El tío Mike hizo un gruñido por el esfuerzo al bajar del auto, mientras yo abría la puerta y desenvolvía mi largo cuello fuera, antes de sacar el resto de mi cuerpo. Me acomodé mi falda a cuadros, alice mi suéter azúl oscuro, y arreglé mi cabello escarlata con el cristal de la puerta del auto luego de cerrarla. Que nos conociéramos desde pequeños no era ninguna excusa para descuidar mi aspecto, sobre todo si quería seguir manteniendo interesado al alegre chico dilophosaurus. Damien era un espíritu libre, se dejaba llevar muy fácilmente por lo que ocurriera en el momento, y es por eso que tenía que hacer todo lo posible para estar siempre presente en su mente. De ninguna manera iba a dejar que alguna descarada apareciera de la nada y se hiciera ideas de arrebatarme al futuro padre de mis hijos, de eso estaba segura.
Gracias a mi largo, largo cuello, Damien fue capaz de verme desde el patio trasero mucho antes de que yo alcanzara a verlo a él, y no perdió tiempo en salir corriendo al interior de la casa, vistiendo su típica playera verde, sus jeans desgastados por el roce con sus escamas, y usando su chamarra atada por las mangas a su cintura. Mi tío y yo íbamos a un ritmo tranquilo, por lo que mi compañero de toda la vida de seguro llegaría antes a la entrada. Adoraba ese lado enérgico de él que nunca perdía, el cual estuvo presente en su semblante cuando abrió la puerta principal para salir a recibirnos. Ver esa sonrisa siempre me hacía sentir en paz.
—¡Liz! ¡Tío Mike! —exclamó al recibirnos, volantes elevados y abrazándonos a ambos con fuerza del lado de mi tío, y fuerza moderada de mi lado—. Los estábamos esperando, ya estamos casi todos. ¡Vengan aquí! —nos invitó a pasar el dilophosaurus de cabello castaño, los volantes de su cuello vibrando con emoción.
—¿Oh? ¿Quién falta? —pregunté con curiosidad. A mi saber, todos los invitados ya estábamos presentes, a menos que alguien de la familia hubiera tenido que salir.
—El pobre de Inco fue a la escuela sin saber que iba a estar cerrada por el fin de verano, así que… ¡Le dije que viniera a almorzar con nosotros! —apuntó con una amplia sonrisa y un pulgar arriba—. Espero que no les moleste. Llegó hace poco a Volcaldera, y seguro no tiene muchos amigos para pasar el rato, así que dije… ¿por qué no?
—No creo que sea un problema. ¡Mientras más, mejor! —acepté con una sonrisa.
—Estamos hablando del señor Inco G. Nito, ¿no es así? —preguntó el saurio de gran tamaño a mi lado.
—¿Lo conoces, tío?
—Lo he visto varias veces en el metro, camino a St. Hammond —sonrió al mencionarlo, apuntando a su cadena—. De hecho, fue quien me recomendó esta clase de accesorios para mezclarme entre los jóvenes.
—Así que fue Inco… —respondí curvando el labio en lo contrario a una sonrisa. Más tarde iba a tener unas palabras con el humano recién llegado en cuanto a su cuestionable sentido de la moda, y los peligros de recomendarlo a alguien como el tío Mike.
Inco G. Nito, el nuevo estudiante transferido a la secundaria St. Hammond, y el único humano en enrolarse este año. Ya había platicado con él anteriormente en un par de ocasiones, y mi impresión de él no era ni buena ni mala. Parecía un estudiante responsable, al menos, que compartía el amor por la fotografía con Ben, pero no lo veía particularmente serio al respecto. Una persona que, si llega lejos, de seguro será por pura suerte, era lo que venía a mi mente.
Si Damien estaba decidido a incluirlo en nuestro pequeño grupo, no veía problema en lo absoluto, porque no queda mucho tiempo de escuela y de seguro dejaré de verlo luego de la graduación. Aún así, contra todo pronóstico, el humano también parecía haber hecho buenas migas con Olivia, algo que hasta hace poco hubiera considerado imposible, pero las pruebas estaban a la vista.
El enfoque de Damien para hacer que su hermana adoptiva socializara con alguien más que nosotros dos finalmente estaba rindiendo frutos, y no podía estar más feliz por la chica caimán. Pero yo no tengo intenciones de dedicar mi preciado tiempo a caras pasajeras, por lo que solo tenía que dejarlos hacer lo suyo mientras yo seguía trabajando en mi relación con el dilophosaurus, y también con la baryonyx. No había necesidad de esforzarme en una amistad que de una forma u otra no iba a durar.
Luego de un momento, mi tío me da una sonrisa cómplice, antes de guiñarme un ojo de la forma más obvia posible y excusarse.
—Bueno, creo que estoy de más aquí, así que los dejaré sólos y pasaré a saludar a tus padres —se despide mi tío en dirección al patio por la puerta deslizante abierta, y mi mejor amigo no puede evitar llevarse una mano a la nuca con algo de vergüenza. Por mi parte, mis mejillas se sienten bastante calientes de repente, y espero que el rubor no se note demasiado.
—El tío Mike es demasiado sincero —digo con algo de vergüenza, y Damien ríe en respuesta, antes de quedarse mirándome más tiempo del que puedo tolerar sin tener que desviar la mirada—. ¿Ocurre algo?
—¿Ese corte es nuevo? —preguntó, tomándome por sorpresa, y una sonrisa se me escapa.
—De hecho, sí. Apenas corté las puntas, y no… esperaba que alguien lo notara.
—Por favor, nos vemos casi todos los días, sería raro que no lo notara —dijo con alegría el dilophosaurus mientras me guiaba a la sala de estar.
“No Damien, lo raro es que lo hayas notado, ni siquiera el tío Mike se dió cuenta” , pienso sin dejar de sonreír, y casi siento ganas de dar saltitos mientras camino, pero eso podría poner en peligro el techo.
—Por cierto, ¿cómo van las cosas con el consejo? Creo que dijiste que Ben y tú estaban teniendo dificultades estos días —comenta él, y de repente estoy devuelta en la realidad.
—Lamentablemente —admito, mi sonrisa flaqueando—. La verdad es que estamos mordiendo más de lo que podemos masticar este año en particular, y la situación actual del consejo estudiantil no lo hace más sencillo. Añade eso a que aún tenemos que ocuparnos de nuestras clases, y el resultado es…
—Cielos, lo siento. Lamento no poder ayudar con eso —dice Damien al rascarse la nuca, y le ofrezco una sonrisa en respuesta.
—Lo que cuenta es la intención, ya encontraremos la forma de manejarlo —respondo con auténtico optimismo, y me deshago de esos pensamientos—. Pero ya nos ocuparemos de eso el lunes, ¡hoy es un día de festejo!
—¡Así se habla! —sonrió el dilophosaurus—. Vamos, papá ya está preparando todo afuera con mamá, y Vinny no se ha detenido en toda la mañana. ¡De verdad tenía ganas de verlos! —dice él, y su expresión cambia al momento en que recuerda algo—. Y también quiere conocer a nuestro nuevo compañero, está muy emocionado por eso.
—Supongo que un humano genera curiosidad, sobre todo si vas a conocer a uno por primera vez. Sé que ya han asistido a St. Hammond, pero antes de Inco, nunca había visto uno —respondo mientras considero un aspecto del nuevo estudiante que me parecía de lo más particular—. Creí que tenían pelo en la cabeza.
—La mayoría sí, pero Inco me habló de eso, parece que hay un problema de calvicie hereditaria por el lado de su padre —dice riendo, y por un momento considero que es un chiste, pero el remate nunca llega. Está diciendo la verdad.
—Eso apesta —respondo con sinceridad, y no puedo evitar sentir lástima por él, antes de recordar lo que le había pedido al dilophosaurus frente a mí—. Por cierto, ¿pudiste comprar kebabs vegetarianos, o conseguiste salchichas parrilleras de tofu? —ante mi pregunta, los ojos de Damien se abren bien grandes, y sus pupilas se achican al caer en la cuenta de algo. A veces es casi imposible deducir lo que piensa, y a veces es un libro abierto, tal y como ahora—. Déjame adivinar… lo olvidaste.
—¡Lo siento! —exclama al juntar las manos con un gesto lastimoso, antes de pasar junto a mí para tomar con prisa las llaves del desayunador—. ¡No te preocupes, iré a la tienda ya mismo!
—¡Espera! —lo detengo en el momento con una mano en su hombro, antes de suspirar, y ofrecerle mi mejor sonrisa—. No te hagas problema, tengo el auto, y la tienda no queda lejos. Tú ocúpate de mantener a mi tío ocupado, intenta desprenderlo de esa horrible cadena dorada que consiguió, y estaremos a mano.
—¡Eres la mejor, Liz! —dice él con un pulgar arriba, antes de que su expresión lastimosa vuelva a su rostro—. Otra vez, lo siento, cuando papá me dió la lista de las cosas que había que comprar esta mañana, olvidé que tenía que comprar algo vegetariano también para tí. ¡Perdón!
—No tienes que explicarte, lo entiendo, a cualquiera le puede… —digo mientras paso a su lado para abrir la puerta de la entrada, momento en que me detengo frente a algo en el camino.
Por un instante pienso que es un maniquí humano, uno casi blanco, vestido con una chaqueta azúl abierta, pantalones grises y gafas oscuras, tal vez parte de una elaborada broma del hermano menor de Damien. Pero entonces el maniquí se mueve, y sonríe.
—¡Inco! —Damien saluda al pasar junto a mí para abrazar al humano con fuerza—. ¡Que bueno que llegaste!
—Llegué de alguna forma, a pesar de tus direcciones. Y lamento la tardanza, pero tenía que regresar a casa a buscar algunas cosas antes de venir —dijo mientras se recuperaba de tener su cuerpo comprimido por el atlético dino, pero mi atención está centrada en algo más hasta que su voz despreocupada me saca de mi trance—. Liz, ¿cómo va todo?
—¿Eh? —pregunto al reaccionar, y sacudo levemente la cabeza, antes de sonreír—. Oh, lo siento, sólo estaba recordando algo. ¡Volveré de la tienda en unos minutos!
Anuncio al cruzar el portal, y los ojos de Inco encuentran los míos por un breve instante mientras intento pasar al lado de él, no dispuesta a permanecer allí por un instante más de lo necesario. Sé que es una estupidez, no debería portarme así, y aún sabiéndolo no evita que mis sentimientos empiecen a molestarme.
No, estás en control, normaliza tu respiración mientras caminas hacia el auto. Todo está bien, no es nada grave, y no vas a dejar que te arruine la tarde. Solo iré a la tienda y traeré lo que necesito, es lo que pienso cuando estoy parada frente a la puerta, intentando centrarme para poder ubicar las llaves que necesito, fallando en el proceso. Hago entonces una nota mental de tener dos juegos de llaves separados para mi auto y para mi casa.
Maldición…
Apenas alcanzo a percibir la mirada que me da la chica de cuello largo mientras pasa a mi lado, y me quedo mirando mientras se aleja, confundido. Sus ojos azules, antes tan amistosos y cálidos, aparecen agudos y afilados frente a mí por una fracción de segundo, como si hubiera hecho algo tan grave como asesinar a su padre. O mínimo, como si le hubiera dicho que su ropa no combinaba con sus escamas verdes, cosa que sería una mentira dado el buen sentido de la moda de la brachiosaurus. Pero no tengo recuerdo de haberle hecho algo malo desde que nos conocimos hace unos días, o haber dicho algo fuera de lugar. De hecho, incluso creí que estábamos en términos amistosos. ¿Debería preguntarle?
No, descarto ese pensamiento casi de inmediato por inercia, porque preguntarle cuál es el problema podría hacer que se enoje más, y no quiero llevarme mal con nadie aquí si puedo evitarlo. No pude evitarlo con la parasaurolophus roja que conocí el primer día, pero algo me dice que eso ya era una causa perdida desde el inicio. Por otro lado, Damien ha sido un gran amigo estos últimos días, e incluso me invitó a almorzar con su familia a pesar de apenas conocerme, y ciertamente no voy a arriesgar esa relación. Solo tengo que dejar ir este asunto, y preocuparme por proteger lo que tengo, nada más y nada menos. Si, eso es exactamente lo que…
“Si hay que despejar el aire que rodea a alguien, despéjalo tu mismo.”
Las palabras del profesor Iadakan se hacen presentes en mi mente, y suspiro internamente al caer en la cuenta de que estoy regresando a los malos hábitos. Desde pequeño siempre evité cualquier clase de confrontación, tanto con mi familia como con mis superiores y mis pares, y cuando algo pudo haber generado una discusión o una pelea, siempre fuí el primero en ceder. ¿Voy a hacer eso mismo este año también? ¿En mi última oportunidad de tener una vida de secundaria normal? No puedo permitirlo.
Vine a Volcaldera Bluffs convencido de que ésta vez haría las cosas bien, que sería un chico popular, que tendría suficientes amigos para hacer una fiesta por todo lo grande en mi casa. Pero soy incapaz de enfrentar situaciones como esta, en la que claramente hay un malentendido, y si dejo esto estar y sigo por este camino, la relación con Liz podría romperse, afectando también la que tengo con Damien y con Olivia.
No quiero eso, no cuando por fin siento que tengo amigos de verdad, así que tengo que hacer algo al respecto. ¿El qué? No lo sé, pero intentar hablar con Liz probablemente sea una buena forma de empezar. La sola idea de plantear la situación no hace más que abrir un hueco en mi estómago mientras pienso una excusa para seguir a la brachiosaurus, pero el alegre dilophosaurus a mi lado me saca de mis pensamientos antes de que mi cerebro se eche a andar siquiera.
—Oh, ¡y también trajiste comida! ¡No debías! —exclamó con una amplia sonrisa, antes de notar la ensalada en la bolsa, momento en que la sonrisa desapareció por completo—. No, en serio, no debías. Pero Liz estará feliz de… ¿Qué ocurre? —preguntó con curiosidad, solo entonces me doy cuenta de que estuve mirando a la chica de cuello largo todo el tiempo.
—Nada, nada —respondo rápidamente, antes de suspirar, sabiendo que no puedo postergar esto—. Oye, ¿te molesta si acompaño a Liz a la tienda? Quería consultarle algo con respecto a…
—¡Seguro! Dejaré esto en la mesa de afuera —aceptó sin dejarme terminar al levantar la bolsa—. Si necesitan que vaya a ayudarlos, solo envíame un mensaje —dice con una gran sonrisa.
—Lo haré, ¡gracias! —le digo al voltearme, siguiendo a mi compañera de clases mientras la puerta se cierra detrás de mí.
Damien es muy atento, todo un amigo, y considero por un momento que no me haría daño intentar ser de esa manera para variar. De hecho, ser así tal vez incluso podría ayudarme a conocer nuevas personas, pero eso es algo para considerar en otro momento. Por ahora, tengo que intentar solucionar lo que sea que esté pasando aquí.
“De acuerdo Inco, démosle a esta cosa de la empatía una oportunidad” , pienso mientras intento calmar mi respiración. Es la primera vez que confrontaré a alguien de esta manera, y mi estómago no deja de retorcerse.
Acorto rápidamente la distancia entre ambos hasta que estoy a espaldas de Liz, quien está buscando las llaves del auto en un juego bastante amplio, decorado con un llavero en forma de muñeco de nieve con una larga nariz de zanahoria, algo infantil para mi gusto. Creo reconocer al personaje de alguna parte, pero soy incapaz de ubicar de donde es exactamente. Pero eso no es lo importante ahora, lo que importa viene ahora.
—Oye, Liz —la llamo con un volumen relativamente alto, pero su atención está completamente puesta en el llavero—. ¿Liz? ¿Estás bien? —pregunto al llevar una mano a su hombro, pero la sobresalto más de lo que esperaba.
—¡Jesús raptor! —suelta al voltearse hacia mí, una mano presionada en su pecho—. Oh, Inco… casi me das un infarto —dice mientras su respiración se relaja, y no puedo evitar llevarme la mano a la nuca. Si, esto va sobre ruedas, bien hecho.
—No era mi intención, perdona si…
—No, no hay problema, para nada —cortó ella, llevándose una mano a su cabello rojizo y recuperando su semblante usual—. ¿Qué se te ofrece? ¿Quieres que te traiga algo?
—De hecho, quería acompañarte a la tienda, si no es mucha molestia —si, ese es un buen plan, podríamos hablar las cosas con más calma en el camino—. Ha-había algo que quería consultarte con respecto al consejo estudiantil, y quería comprar algo más de comida para sumar a lo que...
—Si, por supuesto, no hay problema —aceptó con una sonrisa al abrir la puerta del auto, entrando y destrabando la puerta del acompañante—. Ve por el otro lado.
Sigo sus indicaciones y rodeo el auto, entrando y sorprendiéndome por la cantidad de espacio que hay aquí dentro. Casi me siento pequeño, como si fuera el medio de transporte de los gigantes y yo fuera Gulliver, aunque no tan extremo. Sin embargo, me da vergüenza ver que mis pies apenas tocan el suelo del auto.
—Es bastante amplio —comento sin dejar de admirar el espacio frente a mí.
—Tiene que serlo, para alguien del tamaño del tío Mike, y alguien con mi cuello —aclara ella y, por primera vez, me volteo para ver como su largo, largo cuello se enrolla desde afuera hacia adentro para caber en la cabina. Para cuando termina, el mismo está enrollado como una enorme serpiente, y su cabeza está a la altura normal de cualquier otro conductor.
—Es la primera vez que te veo enrollarlo así —las palabras se me escapan, estoy genuinamente sorprendido, y tal vez algo aterrado—. Supongo que los dinos pueden adaptarse a lo que sea, ¿eh?
—¿Adaptarse? —pregunta con una ceja arqueada, antes de sonreír—. Supongo que para un humano puede parecerlo, pero para nosotros siempre ha sido así. Desde nuestra perspectiva, son ustedes los que se adaptaron.
—Touché —concedo mientras el auto se retira de la entrada del garaje, tomando el camino sin perder tiempo, momento en que Liz habla de nuevo.
—Entonces, ¿vas a decirme por qué quisiste venir? —preguntó, provocando que me volteara con curiosidad—. Ya habías traído comida, y lo de consultarme por algo relacionado al consejo estudiantil lo veo difícil, porque absolútamente nadie que recién llegue al instituto tiene dudas que aclarar al respecto. Así que, ¿qué buscas? —cuestionó, volteando ligeramente en mi dirección con un asomo de sonrisa—. No vas a decir que te enamoré a primera vista, y por eso quisiste venir conmigo. ¿No es así? Porque si es así, voy a tener que cortarte las alas ahora mismo.
—No te hagas tantas ilusiones —respondí al cruzarme de brazos, provocando una pequeña risa por parte de la brachiosaurus, antes de relajarme. Si ella tenía ánimos para bromear así, tal vez tratar el tema sería más fácil de lo que esperaba—. No, vine porque estaba… algo preocupado.
—¿Preocupado? ¿Por qué?
—No los conozco demasiado, a ti, a Damien o a Olivia, pero incluso yo me di cuenta de que algo iba mal con la cara que pusiste.
—¿Puse una cara? —cuestionó ella, incrédula—. Tendrás que lavar esas gafas, Inco. No hice ninguna cara.
—Cuando te diste la vuelta para salir, pusiste los ojos bastante grandes, y apretaste los labios con algo de fuerza.
—Así que me estabas mirando, y muy atentamente, por cierto —respondió divertida.
—Estabas frente a mí, era difícil no verlo —me defiendo, esperando una respuesta a la pregunta implicada, pero la misma nunca llega—. ¿Entonces? ¿Puedo…?
—No —cortó tajante, y otra vez estoy listo para soltar el tema antes de irritarla más, pero para mi suerte, la conductora parece caer en la cuenta de cómo respondió a mis palabras, suspirando con pesadumbre—. Lo siento. Si, puedes preguntar.
—Tal vez… no debería haber venido, ¿verdad? —pregunto mientras fuerzo una sonrisa, provocando sorpresa por parte de mi compañera.
—¿Por qué dices eso? Damien te invitó, ¿no es así? —cuestiona al mirarme, antes de devolver su atención al camino.
—Si, pero no tengo intenciones de incomodar a nadie, en lo más mínimo. Y si mi presencia te molesta de alguna forma, yo… —intento explicarme, incapaz de encontrar las palabras adecuadas—. Incluso puedo bajarme aquí, y caminar hacia el autobús, te prometo que no hay problema. Le diré a Damien por mensaje que algo importante surgió y tuve que regresar a casa antes de lo esperado.
—Inco, no tienes que prometerme nada, ni mucho menos dejar a Damien colgado por mí. Y ya que vamos al caso, no tengo ningún problema contigo, así que puedes despreocuparte si es por eso.
—¿Eh? —alcanzo a preguntar, incrédulo—. Pero, ¿entonces por qué…?
—Dijiste que te puse una cara, ¿no es así? No era mi intención, tan solo… se me escapó.
—¿Fue por algo que hice?
—No… bueno, no es tanto eso, sino que… —intentaba decir ella, dejando en claro que no soy el único en este auto con dificultades para explicarse—. Solo digamos que dejé que un detalle menor me molestara más de lo que debía.
Al menos parecía que Liz estaba siendo sincera al respecto, y no tenía problemas personales conmigo. Bueno, ese es un gran peso menos sobre mis hombros, eso es seguro. Pero no puedo evitar preguntarme qué pudo haber causado que ella pierda el semblante tan amable y acogedor que la caracteriza, aunque hubiera sido por un instante. Otra vez, la curiosidad es más fuerte que yo, y hago la pregunta.
—¿Pasó algo antes de que yo llegara?
—Nada diferente de lo usual —responde ella. Esperaba que cortara el tema completamente, pero parece que está dispuesta a darme algo de información—. Fue un detalle menor, pero… creo que lo hice demasiado grande sin darme cuenta.
—¿Tiene que ver con Damien?
—Por supuesto que tiene que ver con Damien —dice como si de algo obvio se tratara, solo para suspirar otra vez.
Parece que le está costando guardarse las cosas, algo que suele ocurrir cuando necesitas hablar de algo importante para ti con alguien, pero no tienes con quien. Sé muy bien cómo se siente eso, así que no puedo evitar empatizar, y prestar un oído si es lo que necesita.
—Me cuesta creer que haya hecho algo que te molestara tanto. Si tuviera que adivinar, diría que lo hizo sin darse cuenta, y… asumo que ese es el problema —intento razonar, y a Liz se le escapa algo parecido a una risa, pero no está sonriendo.
—Que perceptivo de tu parte —suelta con sarcasmo, antes de apretar los dientes y cerrar los ojos con fuerza por un instante—. Lo siento, otra vez, perdón, no sé qué es lo que me pasa hoy. Cualquier otro día lo habría pasado por arriba, lo habría achacado a Damien siendo Damien y hubiera seguido adelante, pero hoy… me está resultando difícil. Solo me alegra haberme ido antes de decir algo que pudiera lamentar después.
—¿Mal día? —trato de adivinar, y niega con la cabeza, pero no responde—. Todos los tienen, no es extraño, y… tampoco dijiste nada fuera de lugar. Estoy seguro de que tanto Damien como tú dejarán esto atrás antes de que termine el día —intento animarla, pero una vez más Liz prueba que no tengo idea de cómo piensa, lo cual es bastante normal considerando que apenas la conocí hace unos días, y no hemos interactuado demasiado en ese tiempo.
—No —corta rápidamente—. A decir verdad, no sé si quiero resolver el problema. ¿Tal vez podría usarlo como una llamada de atención? No es la primera vez que se olvida de algo que le dije, algo que era importante para mí, y que él… —comienza a explicar, pero se corta a sí misma otra vez, dudosa de continuar.
—¿Qué fué exactamente lo que pasó? —me atrevo a preguntar.
—Una estupidez —repite ella, aunque claramente no lo es—. Damien nos invitó a mí y a mi tío a la parrillada en su casa, pregunté si debíamos llevar algo, él dijo que no había problema, que él se ocuparía de comprar todo. Le envíe una lista de cosas vegetarianas que podía comprar y por las que luego le pasaría el dinero, pero… lo olvidó, otra vez —termina de contar, dando un largo suspiro después, como si estuviera sacando todo el aire caliente de su sistema. No suena a algo tan grave, en lo absoluto, pero está claro que la está molestando.
—Pero tú sabes que no lo hizo con mala intención. ¿Verdad? —digo, intentando relajar la situación—. Bueno, lo conoces mejor que yo, así que imagino que sabrías que…
—Por supuesto que lo sé —me corta en el momento—. Damien es el chico más lindo que haya conocido nunca. Por más que no siempre sepa qué es lo que pasa por su cabeza, sé que solo tiene buenas intenciones, siempre —continúa con una sonrisa, una que se desvanece justo después—. Pero hemos sido amigos por muchos años, así que me gustaría que al menos… me tuviera un poco más en cuenta. ¿Sabes? Pero nunca se lo diría directamente, no podría, y no debería. Por eso estaba aprovechando la excusa de la tienda para tomar un poco de aire, para no… decir algo malo en ese momento. Y entonces tú estabas ahí, en la puerta, con una maldita ensalada en mano y… —parece que va a enfurecerse, y que la mirada que vi en ese momento está a punto de regresar, pero en su lugar solo alcanzo a ver tristeza, acompañada de un suspiro derrotado—. Me cuesta trabajo aceptar que alguien a quién apenas conozco, hace apenas unos días, tenga más consideración conmigo que alguien a quién conozco de toda la vida.
Oh, así que era eso. Una acción que parecía tan inofensiva para mí, había hecho sentir a la brachiosaurus de esa manera, provocando un conflicto completamente innecesario entre dos de mis nuevos amigos. Bien hecho Inco, estás en una racha de malas decisiones que no parece tener fin a la vista, no puedo esperar a ver qué arruinarás después.
“A veces son las pequeñas cosas que haces y en las que ni siquiera piensas las que más afectan a las personas.”
Y ahí están, las palabras del profesor Iadakan otra vez. No puedo evitar pensar que llevar papas fritas hubiera sido una mejor opción, pues no había traído la ensalada precisamente para Liz, solo quería llevar algo para la parrillada y compré lo que tenía al alcance en una pequeña tienda al pasar. No quería llegar con las manos vacías cuando me habían invitado a almorzar, y la ensalada sonaba como una opción perfectamente segura en mi cabeza, pero tal vez no sea el mejor momento para mencionar eso. Pensar que nadie la tuvo en cuenta en lo absoluto tal vez sea incluso peor en esta situación, y no pienso arriesgarme.
—Lo siento —las palabras escapan de mis labios, y Liz niega con la cabeza.
—No es tu culpa, Inco. Soy yo, que tengo que irritarme por algo tan… —comienza a hablar, pero no completa la idea—. Simplemente no tengo un buen día. O una buena semana, si vamos al caso.
—¿Qué? ¿Pasó algo aparte de esto? —pregunto, preocupado.
—No con respecto a Damien, pero sí he estado bastante ocupada, tal vez demasiado. Apenas he tenido tiempo de relajarme, no me detengo ni por un segundo, y supongo que eso también me llevó a… sentirme así —se explica ella, y sin darme cuenta, suelto lo primero que viene a mi mente.
—¿Estás estresada? —pregunto, y ella me dirige una mirada furtiva, antes de volver al camino.
—Supongo que sí, es la explicación más lógica —acepta ella—. Han sido días muy ocupados. El consejo estudiantil requiere mi atención la mayor parte del tiempo y, como tesorera, hay muchas cosas de las que debo llevar cuenta. No solo las tareas de las que Ben no puede ocuparse personalmente, sino también el registro y la división de fondos, así como la forma en que se usan, la administración de diferentes clubes, mediar en los conflictos que puedan surgir, que no son pocos. Organización de eventos, excursiones y obras escolares, seguimiento del papeleo y…
—Espera, espera, espera —corto el torrente de palabras que salen de su boca, porque hay algo que no termina de encajar—. Todo lo que estás diciendo… creí que solo eras la tesorera, y hay muchas tareas ahí que no coinciden con el cargo.
—Si, bueno, extendimos un poco las tareas correspondientes a tesorería y presidencia, porque solo somos Ben y yo en el consejo ahora mismo. Los demás, incluyendo a quien debería ser la secretaria, son… miembros fantasma —las palabras casi salen con veneno de su boca, claramente no contenta con la situación actual—. Ya hablé de esto con la directora Scaler el año pasado, y cuando empezó el nuevo año escolar, pero las cosas no han cambiado en lo más mínimo. Parece que prefiere evadir cualquier clase de conflicto a tomar las riendas de la situación y hacer lo que debe —explica ella, soltando más aire caliente, levantando su flequillo por un instante en el proceso—. En fin, la totalidad del trabajo recae en nosotros dos, y no tenemos más opción que hacer lo que podemos con el tiempo que tenemos. Toda una fiesta, ¿eh?
—Si, suena… muy divertido —coincido, entendiendo un poco más la situación de Liz, y considerando una opción que tal vez ayude en esta situación. una que suelto sin siquiera meditarla—. Oye, ¿y qué se necesita para ser parte del consejo estudiantil?
—Que lo apruebe el presidente, o sea, Ben. No hay muchas restricciones. ¿Por qué?
—Si las cosas están tan mal como dices, no me importaría dar una mano. No soy parte de ningún club, por lo que tengo algo de tiempo, así que…
—Si… ¡Si! ¡Sería una enorme ayuda! —El repentino entusiasmo de Liz me sorprende, casi empujándome físicamente contra la puerta, y sus ánimos se calman al caer en la cuenta de su reacción—. Disculpa. ¿Pero estás seguro?
—¿Por qué no lo estaría? Si una amiga necesita ayuda, es normal querer hacer algo al respecto —me justifico con la que considero mi mejor sonrisa ganadora, aunque no sé si tiene efecto alguno, pues Liz solo está arqueando una ceja en respuesta.
—¿Me consideras una amiga? —pregunta, extrañada.
—Bueno… si, a ti, a Damien y a Olivia. También a Ben —cuento a la gente que conocí estos días, de repente dudando de mi propia respuesta—. ¿Es extraño?
—No lo sé —acepta ella—. Mi círculo de contactos en el mundo del arte ha crecido en los últimos años, pero no puedo decir lo mismo del de amigos. Aunque supongo que es normal, considerando que me mantengo ocupada la mayor parte del tiempo, y no suelo salir con nadie más que con Damien. ¿Seguro que quieres ser amigo de alguien así?
—No veo por qué no. Eres agradable, y es fácil platicar contigo —admito sinceramente, pero Liz ahoga una risa, y siento que dije algo fuera de lugar.
—Cuidado Inco, puedes meterte en muchos problemas si sueltas esa clase de frasecitas azucaradas a cualquiera —aconseja ella, sin dejar de sonreír.
—Lo tendré en cuenta —acepto, rascándome la nuca—. ¡Pero era la verdad! Puedo ser muchas cosas, pero no un mentiroso.
—Eso dices —responde ella, volteando ligeramente para verme como si hubiera hecho un truco de magia que no termina de entender—. Eres extraño. Fuera del hecho de que eres humano, claro.
—Eso duele —respondo, sonriendo incómodo.
—Aunque tal vez un amigo extraño es justo lo que necesito estos días —acepta ella, devolviendo su atención al volante—. ¿Tú qué crees? ¿Qué debería decir?
—Con respecto a…
—¿Cómo debería enfrentar esto? —pregunta ella, duda otra vez en su mirada—. Tal vez ya lo hayas notado, pero Damien es muy importante para mí, y la idea de que yo no sea así de importante para él… hace que me duela el pecho como no tienes idea. Por eso hablaba de usar esto como una llamada de atención, pero considerando su personalidad y el hecho de que sé que no lo hace con mala intención… es dificil. No sé si dejar las cosas como están, o decir algo que no debo y arriesgarme a lastimar a quien ha estado para mí siempre. ¿Qué debería hacer? —pregunta ella, esperando un genuino consejo de mi parte, pero la realidad es que tengo genuinamente cero experiencia en el tema.
—Si, con respecto al tema del amor… le estás ladrando al árbol equivocado.
—¿Qué? —pregunta incrédula—. ¿El buen Inco nunca ha estado enamorado?
—¿Sabes qué? No quiero tener esta conversación. Volvamos a la forma en que vas a encarar esto. Yo creo que… —intento desviar, provocando la risa de Liz.
—Oh vamos, tu sabes del mío, lo justo es que me cuentes del tuyo.
—El problema es que no hay uno del que hablar —confieso, con algo de vergüenza—. Me he mudado prácticamente cada año desde que tengo memoria, por el trabajo de mis padres, y nunca hice amistades que duraran más de unos meses. Mucho menos algo más.
—Por favor, tiene que haber algo, nadie es una isla. Quieras o no, te enamoraste de alguien en algún punto de tu vida, de eso estoy segura —insiste ella, provocando un suspiro de mi parte.
—No vas a dejar ir esto, ¿no es así?
—No soy de las que se rinden con facilidad, harías bien en recordarlo —sonríe, casi orgullosa, y me siento obligado a darle algo.
—Si no tengo escapatoria, y tengo que responder de una forma u otra, veamos… —comienzo a decir al cruzarme de brazos mientras finjo pensar, pero la realidad es que tengo algo fresco en mi memoria, solo que preferiría no rememorar ciertos eventos de mi vida previa a Volcaldera Bluffs. Después de todo, la idea era empezar desde cero en esta nueva ciudad, pero tal parece que hay cosas que no puedo dejar atrás—. Había una chica en mi anterior escuela el año pasado que me… agradaba, se llamaba Noelle. Velociraptor de escamas café, alta y cabello negro, ojos color avellana… una sonrisa preciosa —intento dar una descripción que tiene sentido para mí, pero Liz no puede evitar girar los ojos frente a mis palabras—. Nos llevábamos muy bien, solíamos almorzar juntos, hablábamos siempre por celular hasta tarde…
—De acuerdo, eso es… más lindo de lo que esperaba, y claramente el “algo más” del que estabas hablando —ríe ella, antes de caer en la cuenta de lo que dije—. ¿Pero por qué en pasado? ¿Cómo están las cosas ahora?
—Sobre eso… —mis sentimientos se filtran en una mueca, antes de alcanzar a responder—. Me despedí de ella al irme de Chicago, y prometimos mantenernos en contacto, pero los mensajes cesaron a las pocas semanas. Y eso fue todo.
—Oh… —alcanza a decir ella, de seguro pensando que no es un tema que quiera tratar—. Por como lo decías, parecía que las cosas venían bastante bien. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no le dijiste que te… agradaba? —pregunta ella, haciendo hincapié en la última palabra, para no usar la que claramente estaba evitando.
—Ocurrió que… a pesar de todo, soy solo humano. O mejor dicho, soy un humano —digo al quitarme los lentes, sosteniéndolos en mis manos mientras pienso en el pasado—. Resulta que no todos creen que las relaciones interespecie sean posibles, y cuando una de sus amigas la molestó con que nosotros éramos muy cercanos, Noelle hizo un gesto y un sonido que no olvidaré con facilidad. Cuando me miró… supongo que esperaba que me uniera a la broma, pero forzar una sonrisa para ella en ese momento fue una de las cosas más difíciles que he hecho jamás.
—Oh Inco… lo siento, debe haber sido terrible —empatiza ella, y yo suelto un largo suspiro—. La gente puede ser muy imbécil cuando quiere, pero no es así con todos, así que… no dejes de buscar por una mala experiencia. Estoy segura de que hay alguien ahí fuera que conocerás, ambos se enamorarán, y las cosas… funcionarán.
—No tengo mucha experiencia en el asunto, pero imagino que siempre está el riesgo de que tus sentimientos no sean correspondidos, que solo vayan en una dirección —contemplo, pensativo—. De hecho, que dos personas se encuentren en este… en un mundo tan grande, se enamoren y se correspondan, que la relación salga bien… a pesar de que ves a muchas personas conseguirlo, todo el tiempo y en todas partes, a mí siempre me pareció algo casi imposible. Un “tiro largo”, si así lo quieres —continúo hablando, pero mis últimas palabras parecen tocar un nervio en Liz, uno que la obliga a voltearse hacia mí con una expresión molesta.
—¿Qué? Inco, esa es una pésima traducción de la expresión "long shot”, y no creo que funcione en español de la forma que tú crees —me dice ella, y es mi turno para molestarme mientras me vuelvo a colocar mis lentes. Estaba diciendo algo importante, no puedes simplemente criticarme porque no te gusta mi forma de expresarme.
—¿En serio? ¿Se te ocurre otra forma que no sea en el idioma original?
—De hecho, sí. “Improbable”, y suena mejor —responde rápidamente.
—Lo siento, pero prefiero cuando es más literal, de forma que sepas de donde viene la expresión y a lo que se refiere. De otra forma, algo se “perdería en la traducción” —intento bromear, y hacer alarde de mi conocimiento en cine a la vez, pero mi explicación no recibe la recepción que esperaba cuando Liz suelta un gruñido.
—Si esperas tener siquiera una risa por obligación de mi parte, tú sí que le estás ladrando al árbol equivocado.
—Hay quienes no saben reconocer mi genio —digo al cruzarme de brazos por la pobre respuesta.
—Si te soy sincera, prefiero cuando la gente se toma libertades artísticas para que la traducción tenga sentido, por más que no sea exactamente la misma expresión.
—Si, creo que nunca veremos “ojo a ojo” en ese sentido —intento una vez más, sonriendo con confianza en mi forma de expresarme, pero está claro que la brachiosaurus tiene un sentido del humor muy diferente.
—No, Inco, simplemente no —cortó ella.
—De acuerdo, dejaré de entretenerte con mis muy bien pensadas expresiones, y volveré al tema principal. Sí, se del tuyo, de tu enamoramiento… de hecho, debería estar ciego para no verlo, considerando que el otro día le dijiste a Damien que sería un excelente esposo —le recuerdo, provocando un pequeño rubor en sus mejillas—. Pero no conozco los detalles. ¿Cómo comenzaron las cosas con él?
—No creo que sea una historia que no hayas escuchado antes. Nos conocimos en el primer año de la escuela primaria, y por ese entonces yo era… bastante antisocial, y cuando digo bastante, lo digo en serio. Era la clase de chica que prefería leer en los recesos antes de jugar con sus compañeros y, naturalmente, terminé distanciandome de todos. O al menos ese era el plan —me cuenta, sonriendo—. Porque había un chico que no entendía las señales, que o no se daba cuenta de que no quería tener a nadie cerca o no le interesaba, y siempre se sentaba a mi lado para preguntarme qué estaba leyendo, qué cosas me gustaban, a dónde me gustaba salir a pasear, y a pesar de responderle en monosílabos… él nunca se alejó, y en algún punto terminé deseando que no se alejara, incluso comencé a esforzarme para que no lo hiciera. Antes de que me hubiera dado cuenta, el bastardo me tenía cautivada, y ese sentimiento no tardó en convertirse en algo más.
—Suena a que estabas “cabeza sobre tacones” por él —lo hago aposta, mis intenciones filtrándose en mi amplia sonrisa, pero no detiene la molesta expresión en el rostro de la brachiosaurus.
—Vuelve a hacer eso y juro que estrellaré el auto contra el próximo poste de luz que vea —bromea ella, o al menos espero que lo haga, pero su rostro es completamente serio, y no tengo el valor para averiguarlo. El que busca, encuentra, y todo eso.
—Aún así, el Damien pequeño suena exactamente igual al Damien actual —respondo con una sonrisa—. ¿Significa que no cambió en lo más mínimo?
—Oh, puedo asegurarte que cambió —dice ella, permaneciendo pensativa por un instante—. Ahora suele hacer más bromas sucias.
—Si, por supuesto, ese es un cambio bastante importante —respondo luego de ahogar una pequeña risa.
—Parece que estoy quejándome, pero… ese es uno de sus encantos. Y puede parecer inocente, pero cuando la situación lo demanda, puede ponerse muy serio. No es alguien que vaya a dejarse pisotear por gente como Mia Moretti, por ejemplo, eso te lo aseguro.
—Entonces tal vez deba pegarme más a él. Ya sabes, para evitar que Mia me arranque la cabeza la próxima vez que me cruce en su camino —considero, el rostro furioso y las filosas púas de la parasaurolophus roja aún presentes en mi mente.
—No creo que tengas que preocuparte por eso. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero Damien ya se ha pegado a ti, y va a defenderte si la situación lo amerita. La mayor prueba es que te invitó a comer con su familia hoy, lo cual da la pista de que ya te considera un buen amigo.
—¿De verdad? —pregunto con sorpresa, y Liz asiente—. Si te soy sincero, me hace… muy feliz oírlo. Dado que estoy mudándome de manera constante por el trabajo de mis padres, no suelo… hacer muchos amigos —respondo con sinceridad y una media sonrisa.
—Bueno, puedes considerarme una amiga a mi también, si así lo quieres —aceptó alegre—. Y como una compañera de consejo, si decides unirte.
—Dije que lo haría, y cumplo con lo que prometo. ¡El lunes estaré allí a primera hora!
—Aprecio el entusiasmo, pero no estés allí a primera hora. El consejo funciona como cualquier club, después de clase, pero a veces podemos llegar a reunirnos durante el almuerzo si hay necesidad —aclaró mi compañera, antes de que pudiera notar que ya estábamos en el estacionamiento del Stonemark, una tienda bastante grande, y la más cercana a los suburbios de Volcaldera Bluffs.
Curioso, creí que no había pasado mucho tiempo desde que salimos de la casa de los Payne, pero mi celular me dice que estuvimos en la carretera quince minutos. Es una sensación extraña para mí, porque no suelo perder el sentido del tiempo cuando platico con alguien. De hecho, estoy mucho más consciente del mismo, intentando sacar temas de conversación de manera constante para que la otra persona no se aburra, o tratando de seguir el tema de conversación del otro y elegir la mejor respuesta posible como si estuviera en medio de un juego de ajedrez. Y apesto en el ajedrez.
Si soy sincero, es eso lo que siento cuando platico con Olivia, como si el comentario o la respuesta equivocada pudieran suponer una derrota instantánea, sin posibilidad alguna de remontar la partida, pero sé que lograré superar esas dificultades. No, voy a superar esas dificultades, y lograré platicar con todos de la misma manera en que lo hice hoy con Liz. Si, ese será mi objetivo, ser lo suficientemente sociable como para platicar con naturalidad y no ser consciente del tiempo que pase.
Hago esa promesa a mi mismo mientras desciendo del auto a la vez que mi compañera, para que ella trabe las puertas y active la alarma. Recorremos el estacionamiento mientras ella me habla un poco más de las tareas en las que toma parte el consejo estudiantil, como una pequeña previa a lo que debería esperar cuando me una, y yo voy sacándome las dudas una por una. De alguna forma, Ben y Liz han logrado encargarse de todo por su cuenta en este último tiempo, un verdadero logro considerando que, aparte de esas responsabilidades, tienen las de cualquier otro alumno. Es entonces que comienzo a preguntarme si estaré a la altura cuando el momento llegue, pero callo esa pequeña voz pesimista en el fondo de mi mente, porque este año soy un nuevo Inco. Daré lo mejor de mí para ayudar a mi nueva amiga, y haré tantos amigos como para hacer una fiesta por todo lo grande.
El dinero no es un problema, así que mientras recorremos los pasillos del supermercado, aprovecho esta oportunidad para cargar el carrito con tres botellas de refresco grandes, y paso a la sección donde están los snacks, buscando la marca que a veces compro durante el almuerzo, la que venden en las máquinas expendedoras de la escuela. No la encuentro, pero sí ubico una mejor marca en el proceso.
—¿Quieres comprar esas papas fritas? —pregunta la cabeza de Liz a mi lado, su cuello pasando por sobre las góndolas desde el otro lado—. Son las favoritas de Damien y Olivia.
—Oh, ¿Olivia ya llegó? —pregunto con curiosidad, pero Liz frunce los labios al momento de responder.
—No… Olivia vive en la casa de los Payne. ¿No lo mencioné?
—Oh… cierto, lo había olvidado completamente. Damien incluso dijo que Olivia ya estaba allí cuando lo llamé —admito, y una duda invade mi mente—. ¿Por qué viven juntos?
—El padre de Olivia está fuera de la ciudad la mayor parte del tiempo, y siempre fue un buen amigo de la familia Payne, así que ellos se ofrecieron a cuidar de su hija. En tanto, el señor Halford les envía el dinero para todos sus gastos, y él puede estar seguro de que su hija está en buenas manos.
—Y… —Estoy por decir algo que no llegué a preguntar la última vez que hablamos del tema, pero me muerdo la lengua—. Perdón, no es nada.
—Oh no, nonononono, no me harás eso, odio cuando la gente hace eso —el ceño fruncido de Liz se hace presente, y me doy cuenta de que ya no puedo retractarme—. ¿Qué ibas a decir?
—Tal vez suene fuera de lugar, pero… —trago saliva, ante la mirada atenta de Liz mientras el resto de su cuerpo da la vuelta a la góndola que nos separaba, cruzado de brazos—. No tienes celos de Olivia, ¿no es así? —pregunto esperando una mala reacción, pero para mi sorpresa, mi compañera parpadea dos veces, extrañada.
—No —responde arrastrando la segunda letra, antes de razonar mi pregunta—. Creo que es normal que pienses eso, siendo que apenas los conoces, pero… Damien y Olivia son básicamente hermanos. Tal vez Damien haya pensado en Liv de esa forma alguna vez, pero fue cuando íbamos a primaria, y Olivia nunca lo ha visto de esa forma. Desde entonces, crecieron juntos, y nunca ha habido un interés diferente de un lado o del otro, así que dudo que lo haya en el futuro.
—Interesante —comento mientras llevo el pulgar y el índice, pensativo.
—¿Por qué sería interesan-...? No… —Liz se interrumpe a sí misma cuando sus ojos se abren bien grandes, al parecer habiendo arribado a una respuesta antes de haber completado la pregunta—. ¡Te interesa Olivia! —exclama con una sonrisa.
—¿Qué? ¡No! —niego casi al instante, y siento casi toda la sangre de mi cuerpo concentrarse en mi cara. Vamos, no tengo diez años como para reaccionar así, pero no puedo evitarlo.
—Oh, estás súper interesado —continúa ella, emocionada.
—Solo… tengo curiosidad. ¿Sabes? —respondo, intentando en vano defenderme—. Dejó una impresión bastante fuerte cuando casi me atropella, el día que llegué a St. Hammond.
—¡Y fue amor a primera vista! —añade ella al unir las manos con emoción, y suspiro en respuesta.
—Interés por una compañera de clase —la corrijo al instante.
—Lo siento, pero estoy escuchando exactamente lo mismo —continuó ella, no dispuesta a ser convencida de lo contrario de ninguna manera—. Así que te gusta esa clase de chicas, duras y violentas… —dice, permaneciendo pensativa un instante—. No me digas que también te interesa Mia…
—No —la corto al momento, y mis ojos se endurecen—. Nunca en la vida. Ni aunque el cielo y la tierra bailaran lambada. Jamás.
—Esa es una reacción muy diferente a cuando pregunté por Olivia —me responde con una sonrisa cómplice, y vuelvo a tragar saliva. Yo y mi enorme bocota.
—Era una trampa. ¿Verdad?
—¿Cómo se dice en inglés? “Hook, line, and sinker.”
—Anzuelo, tanza y plomada.
—No voy a repetirme —responde sin perder la sonrisa—. Como sea. ¿Qué te parece esto? Cuando te unas al consejo, tú me ayudarás a crear situaciones en las que pueda estar más tiempo con Damien. Y a cambio, yo te ayudaré a crear situaciones en las que puedas estar a solas con Olivia. Creo que es un trato justo. ¿No te parece?
—Lo sería si fuera yo el que está enamorado.
—Lo estás.
—No voy a discutirlo —respondo al instante—. Además, en el completamente hipotético caso de que una compañera me interesara de esa manera, quiero recordarte que acabo de terminar una… amistad, con una chica de otra especie, y eso no ocurrió hace mucho tiempo.
—Un clavo saca otro clavo —aconseja ella, su sonrisa nunca desaparece, pero yo no puedo suspirar ante la frase sacada de un cartel de Motivaciones.
—Eso dice el dicho, pero es físicamente imposible —digo al rascarme la nuca, y Liz parece darse cuenta de que no sacará algo más de mí con respecto al tema.
—De acuerdo, entonces lo dejaré… por ahora —añade, y suspiro al ver que no escuché el fin de esto—. Pero si quieres volver a discutir este trato en unas semanas, mi puerta está abierta, y estaré feliz de apoyarte en lo que necesites.
—Te lo haré saber —convengo mientras me adelanto, ubicando en el refrigerador uno de los ítems de la lista que Liz me envió por Lime—. ¿Kebabs vegetarianos? —pregunto al sacarlos, exponiéndolos a mi compañera.
—De hecho, esos son mis favoritos. ¡Bien visto Inco! —me felicitó con una palmada en el hombro, pero lo que imagino habrá sido para ella un gesto de camaradería, a mí casi me hace caer de frente.
—Liz, por favor, no tengo un cuerpo tan resistente como ustedes. No trates de sacarme los pulmones —suplico al voltearme.
—No prometo nada —advierte con una sonrisa—. Sería una buena idea que comenzaras a entrenar en tu tiempo libre, aunque sea un poco. Sobre todo si tienes pensado sobrevivir a Educación Física aquí durante un año entero —aconseja, y mi cuerpo tiembla ante la idea de que el año apenas acaba de empezar, y el entrenador Solly ya me tiene entre ceja y ceja… o al menos eso creo.
—Odio que tengas razón.
—Si, es algo bastante difícil con lo que debo vivir, ya nadie juega Clue conmigo —bromea mientras casualmente deja caer una bolsa de nachos y un pote de cheddar en el carrito de compras—. Ahora que lo pienso, desde que nos conocimos, no me has hecho la pregunta —dice ella al voltearse hacia mí, manos en su espalda, y detengo mi avance.
—¿Qué pregunta? —cuestiono extrañado y, en respuesta, la cabeza de Liz se eleva tan alto como es físicamente posible, aún lejos del techo, y termina regresando a su lugar—. Oh, esa pregunta —dejo escapar al unir los puntos—. Nunca me gustaron esa clase de chistes, y… creí que podían ser hirientes.
—No lo son. De hecho, me resultan divertidos —admite alegre la brachiosaurus—. ¿Quieres hacerla?
—¿Tengo qué?
—Me harías el día.
—De acuerdo —digo y doy un suspiro largo, preparándome para traicionar todos mis valores por hacer un chiste tan antiguo como el tiempo mismo, solo por consentir a mi nueva amiga—. ¿Cómo está el clima allá arriba?
Ante la pregunta, Liz retiró una billetera de su pequeño bolso, y de allí me extendió una tarjeta de una manera bastante profesional, la clase de gesto que sigue a la frase “espero que nos contacte”. Tomo la misma en mis manos, curioso de qué dirá lo que asumo es su tarjeta de presentación, y mis ojos se entrecierran a medida que avanzo en su contenido.
“Mucho gusto. Sí, soy una brachiosaurus. Mi nombre es Liz Farlane.
6,8 metros.
Si, ¡es en serio!
No, no juego baloncesto.
Si, el clima aquí arriba está bastante bien.
Me alegra que hayamos tenido esta conversación.”
Mi párpado izquierdo tiembla por un instante al caer en la cuenta de que Liz respondió a un chiste viejo y malo con otro chiste viejo y malo, pero al levantar la vista de la tarjeta, puedo ver que está más que satisfecha con mi reacción. Y mis pensamientos más sinceros se filtran por mi boca sin que pueda evitarlo.
—No tienes idea de lo mucho que te detesto ahora mismo —le digo, lo cual sólo provoca una sonrisa más amplia todavía.
—Mando a imprimir cien cada año, a modo de broma para romper el hielo con gente nueva —revela ella, guardando su billetera—. Aunque no lo creas, se me acaban antes de que termine el primer mes. Se volvió una pequeña costumbre.
—No cambia lo mucho que te odio en este momento —me repito, llevando la tarjeta recibida a mi bolsillo izquierdo con cierto profesionalismo—. De hecho, voy a guardar la tarjeta solo para recordar lo mucho que te detesto.
—Oh, vamos, ¡alégrate! —me dice Liz con una cálida sonrisa, adelantándose otra vez—. La vida es corta para pasarla con el ceño fruncido.
—La pasaré con mi ceño en la forma que yo quiera —le digo, correspondiendo la sonrisa sin poder evitarlo. Su entusiasmo… es bastante contagioso.
Habiendo decidido pagar mitad y mitad de todo lo que llevemos, seguimos cargando el carrito de compras con cosas que de seguro no llegaremos a consumir antes de que termine el día, pero eso no importa. Si se da el caso, quedarán para los Payne, y no tengo problemas al respecto, es lo mínimo de cortesía para con alguien que tuvo la amabilidad de invitarme a almorzar a su casa como lo hizo Damien.
Una vez que estamos satisfechos con todo lo que llevamos, solo debemos hacer una pequeña fila para una de las decenas de cajas, manejada por un raptor verde con uniforme y un rostro denotando que claramente no quería estar allí un segundo más de lo necesario, y mis sentimientos están con él. Mientras Liz paga el pedido con tarjeta de crédito, yo me ocupo de organizar los víveres en bolsas lo mejor que puedo antes de cargar todas, en un intento de ser un caballero. En vano, pues claramente mi cuerpo es incapaz de soportar la carga, y Liz ríe antes de tomar todas las bolsas que llevaba en la mano derecha. Tal vez debería tomar en cuenta su consejo de ejercitar y ponerme en forma, y si no es para sobrevivir a este año de educación física, que sea para poder cargar algo como esto la próxima vez y no pasar vergüenza.
Cruzamos el estacionamiento de regreso, llegamos al auto y Liz lo destraba a distancia con la llave, momento en que abro el baúl para acomodar todas las bolsas, y ella se suma a la tarea justo después. Terminamos en cuestión de instantes y, una vez está todo listo, subimos al auto y volvemos al camino. En ningún momento dejamos de platicar sobre trivialidades, y yo intento meter un comentario ingenioso de tanto en tanto, pero cada vez está más claro que Liz y yo no compartimos el mismo sentido del humor. Al menos ya no está respondiendo a mis intentos con un gruñido de molestia, así que creo que puedo considerar eso una victoria.
Pasan unos breves segundos en agradable silencio hasta que Liz habla una vez más.
—Oye Inco, con respecto a lo que hablamos antes… —comienza ella, aún indecisa de lo que va a decir, antes de sacudir su cabeza ligeramente—. Creo que voy a decirle. Nos conocemos desde siempre, y no quiero que olvide cosas que son importantes para mí. Creo que merezco al menos eso.
—Estoy seguro de que si hablas las cosas con él, todo irá bien —convengo con ella. Si hay algo de lo que estoy convencido, es que la gente puede entenderse y solucionar cualquier conflicto si lo hablan con calma.
—Sip, solo tengo que pensar la forma de decirlo sin que parezca un ultimátum —bromea ella, antes de voltear en mi dirección—. Gracias.
—No recuerdo haber hecho nada que las mereciera —sonrío en respuesta, porque genuinamente no sé que amerita un agradecimiento en este mismo momento.
—Supongo que necesitaba platicar con alguien —añade ella—. No era algo que pudiera discutir con Ben, menos aún con Olivia. Así que… gracias por escucharme.
—Cuando quieras —respondo alegre, porque sentir que pude hacer mejor, aunque sea un poco, el día de alguien solo por estar ahí, es algo bastante agradable—. Tal vez no sea un buen conversador, pero puedo asegurar que soy un gran escuchador.
—¿Esa palabra existe? —pregunta, extrañada.
—Si no lo hacía, ahora sí —respondo con la que considero mi mejor sonrisa ganadora, y Liz gira los ojos.
Tal vez hubiera empezado el día con el pie izquierdo, pero considerando el ambiente cálido que compartimos en el camino de regreso, creo que puedo considerar que hablar con la brachiosaurus fue la elección correcta. Liz es una chica demasiado amable, alguien agradable con quien estar, y de verdad espero poder aliviar sus preocupaciones mientras me ocupo de las labores del consejo estudiantil. Y en el proceso, podría incluso conocer más gente, y hacer nuevos amigos. Es un buen objetivo al cual apuntar, y me convenzo a mi mismo de dar lo mejor de mí en esta nueva etapa. ¡Estoy seguro de que este será mi mejor año escolar hasta la fecha!
Mientras conducíamos de regreso, no pude evitar pensar que, tal vez, mi primera aserción del humano no era tan exacta como podía haber pensado en un principio, pero por suerte no la había comentado con nadie antes. Inco era extraño, eso era seguro, pero también era bastante divertido, alguien con quien me resultaba fácil conversar, e incluso bromear. Tal vez su sentido del humor fuera cuestionable como poco, pero al menos no acompaña sus chistes de palabras de odio a otras razas, como suelo escuchar en buena parte del alumnado de St. Hammond, así que eso es algo.
Por mi parte, tenía pensado dejar que el rostro del humano se difuminara en el fondo como tantas otras caras en la escuela, hasta finalmente desaparecer luego de la graduación junto a todos los demás. Pero si él de verdad se unía al consejo estudiantil, podía ser mi compañero en el crimen, alguien que me ayudara a avanzar mi relación con Damien sin descuidar mis responsabilidades, y a cambio yo lo ayudaría a conocer de verdad a Olivia Halford, a aquella chica que siempre había puesto paredes para separarse de todos. Curiosamente, tal y como había notado con cada interacción que había presenciado entre ambos, la pared que Liv había erigido para Inco no tenía un buen trabajo de albañilería, y sospechaba que eso era completamente intencional. Si todo salía bien con esa relación, la chica caimán incluso podría cambiar para mejor, era un muy buen prospecto a futuro, y uno por el que valía la pena apostar.
No dejamos de hablar en ningún momento hasta que regresamos a la casa de los Payne y, luego de cargar las bolsas del auto, es Damien quien nos recibe con los brazos abiertos, permitiéndonos entrar y dejar todos los víveres sobre la mesa del comedor. Es entonces que los tres organizamos las cosas que sacaremos afuera ahora mismo, Damien sorprendiéndose cuando ve la bolsa tamaño jumbo de papas fritas, y poniendo una sonrisa con algo de vergüenza cuando expongo la bolsa de kebabs vegetarianos con una sonrisa cómplice. La próxima vez no dejaré que lo olvide.
Cuando salimos al patio, pude pasar un largo rato platicando con mi mejor amigo, hablando de las curiosas clases que ha estado tomando últimamente, sus actividades en los clubes deportivos de los que es parte, e historias de su supervivencia y la de sus compañeros bajo el entrenamiento del profesor Solly. Siempre lejos del oído de mi tío, quien estaba ocupado poniéndose al día con el señor Payne. No queremos rumores complicando la auditoría de la escuela, necesitamos conseguir una calificación decente si esperamos tener un buen presupuesto para este año y el siguiente.
Por otro lado, Inco tuvo la suerte de encontrarse con una Olivia Halford en su hábitat natural, siendo éste la piscina en el patio trasero, y luego la siguió al interior de la casa con un plato de comida en mano cuando creyó que nadie estaba mirando. Cuando volví a verlos a través de la ventana deslizante, el humano estaba posando para ella mientras Liv pintaba, y puedo asegurar que la ví reír al menos una vez. Solo espero que Inco no se acalambre por estar en la misma posición tanto tiempo.
No puedo evitar sonreír ante el pensamiento. Parece que Damien estaba en el camino correcto cuando incluyó a Inco en nuestro grupo, pues Olivia Halford por fin se estaba abriendo a alguien otra vez, aunque fuera tan solo un poco. Estaba claro que él no lo sabía, pero el humano de verdad parecía estar realizando un milagro, y yo no podría estar más feliz al respecto.
Si todo va bien, Inco se unirá al consejo estudiantil el lunes, Ben y yo tendremos un par de manos extra para ayudar en las tareas del consejo, yo tendré a alguien en quien apoyarme para seguir pasando tiempo con Damien, y él tendrá a alguien que le facilite conocer mejor a su nueva amiga baryonyx. Es un trato en el que todos ganamos, y sigo bastante segura en cuanto a mis palabras mientras observo a Olivia reír, ¡reír!, antes de que Inco termine recostado contra el sillón junto a ella con un gesto de cansancio, que cambia a uno de sorpresa y satisfacción al contemplar el trabajo de la chica caimán. Podrá intentar negarlo todo lo que quiera, pero aunque él se rehúse a admitirlo, la evidencia está a la vista, clara como el agua.
Un clavo saca a otro clavo.
Notes:
¡Hola a todos! Les habla Agus, este año me fanaticé bastante con lo que es el Snootverse, y me sentí inspirado a escribir algo para sumar al repertorio de fics en esta página. Esta es mi primera vez publicando en Archive of Our Own, también mi primera vez escribiendo un “fangfic” de SG o I Wani, y espero que disfruten de este pequeño proyecto. ¿Qué me impulsó a escribirlo? La falta de fics Inco x Liz, claramente, porque nuestra tesorera del consejo estudiantil también necesita algo de cariño. Espero poder hacer algo que les interese y les sirva para pasar el tiempo, y si lo disfrutaron, consideren dejar kudos y comentarios. Y si tienen criticas, también dejenlas por favor, siempre busco mejorar y las mismas son una gran ayuda para lograrlo. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 2: Entre amigos
Summary:
Liz y Damien rememoran el pasado, mientras que Inco se mete en la boca del lobo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Constantes. Según el diccionario, son algo que persiste, que se repite, que persevera, que insiste, y si tuviera que poner la foto de alguien al lado de esa definición, probablemente sería la de Damien Payne.
Ese hiperactivo chico dilophosaurus se me acercó hace unas semanas para platicar, me interrogó sobre demasiadas cosas que no le incumbían, y ha regresado todos los días desde entonces para invadir mi pequeño santuario. Es una linda banca bajo los árboles, a través de los cuales se cuelan los cálidos rayos de sol, que se sienten bien sobre mis escamas. Es un espacio tranquilo, perfecto para leer, y apartado de los otros niños que juegan lejos de mí, algo que agradezco. Después de todo, en este primer mes desde que empecé la primaria, se han burlado de mí ya varias veces, algunas por mi cuello largo, y otras por no jugar con los demás, pero decir que eso me importa poco sería quedarme corta. Sonrio por eso último sin poder evitarlo.
Creí que Damien haría como todos los otros niños y comenzaría a ignorarme tan pronto se diera cuenta de que no le seguiría el juego, pero contrario a lo que los otros han hecho, ha vuelto conmigo cada día. Al principio pensé que él era parte de una elaborada broma por parte de los otros niños para molestarme de alguna forma, pero cada vez parece menos probable que eso sea lo que el dilophosaurus está intentando, sobre todo por la emoción con la que viene a verme todo el tiempo, como si fuera la chica más interesante del mundo. Suspiro ante ese pensamiento, porque seré la primera en admitir que soy bastante aburrida, y que las energías que pone para interactuar conmigo serían mejor invertidas en otro lugar, pero no parece que nada de lo que yo diga vaya a detenerlo de regresar aquí una y otra vez.
No importa, sé que se aburrirá de mí tarde o temprano, todos lo hacen. ¿Pero eso me importa? Para nada. Mamá dice que lo más importante en su negocio son los contactos, y no creo que ninguno de estos niños tengan pensado convertirse en artistas a futuro, o siquiera tomar una carrera relacionada al arte. Es más, ¿acaso están pensando en las carreras que tomarán en el futuro? Si no es así, deberían estar haciéndolo, preparándose para lo que vendrá después. Papá siempre dice que el tiempo es algo precioso, algo que no recuperas una vez lo pierdes, y papá nunca se equivoca.
De más está decir que me gustaría estar usando el receso para leer uno de los libros de mamá, alguno de los que ella usó para estudiar arte cuando era más joven, pero no tengo permiso de sacar esos libros de la biblioteca de casa, mucho menos traerlos a la escuela si no es por una buena razón, así que debo conformarme con uno de los cuentos que me regalaron en la navidad pasada. Que no pueda estudiar lo que me interesa no significa que no deba expandir mi lenguaje, y este libro podrá ser limitado en cuanto a eso, pero aprovecharé todo lo que tenga a mi alcance.
O eso haría en cualquier otra situación, pero reconozco esos pasos que se acercan a mí a toda velocidad, y al voltearme… sí, ahí está, el borrón rosa e hiperactivo viene hacia mí. Suspiro con cansancio antes de cerrar el libro para ponerlo sobre mis piernas, preparándome para lo que vendrá, y si mi mirada delata que no quiero a nadie cerca, él no lo nota en lo más mínimo.
—¡Liz! ¡Liz! ¡Liz! —exclama con emoción antes de parar junto a mí, levantando tierra en el proceso—. ¡Liz, mira lo que encontré! —dice al exponer un caparazón frente a mí… con el molusco al que pertenece aún pegado a él.
—Un caracol —respondo secamente, pero su entusiasmo no desaparece.
—¡Un caracol enorme! —añade con demasiada alegría, como si hubiera encontrado oro sólido—. ¡Mira cuanta baba está soltando!
—Damien, pon a ese pobre bicho en las plantas… ¡y no lo acerques a mi vestido! —casi grito cuando lo veo aproximarse más, y Damien se detiene al instante—. Cuando trajiste el saltamontes, lo manchó todo, tuve que fregar muy fuerte para poder dejarlo completamente limpio.
—¿Por qué no lo fregó tu mamá? —pregunta con curiosidad mientras va detrás de la banca para dejar a la criatura entre los arbustos.
—Porque mi mamá está ocupada, y yo puedo encargarme de mi propia ropa —digo sin dejar de seguirlo con la mirada. No quiero arriesgarme a que encuentre otro insecto, porque podría traerlo directo a mí sin darme tiempo a prepararme. Otra vez.
—¿Pero no es eso lo que hacen las mamás? —pregunta otra vez al regresar, sentándose junto a mí sin ningún miramiento.
—Tal vez la tuya, y considerando el desastre que haces con tu ropa, no me sorprende —respondo exasperada al ver sus pantalones desgastados y rotos, pero el dilophosaurus responde con una gran sonrisa.
—Si, ¡mi mamá es genial! ¡Incluso salvó mi playera favorita cuando escupí ácido sin querer! —dice sin dejar de reír, pero yo arqueo una ceja ante la revelación.
—¿Puedes escupir ácido?
—Cuanto más crecemos, más ácido puede ser nuestro escupitajo —dice al pararse, escupiendo con precisión al tronco de un árbol cercano. Tal y como dijo, el moco sobre la corteza está burbujeando levemente, y tengo la idea de que tal vez lo que más debería evitar es al propio Damien, si lo que quiero es conservar mi guardarropa intacto—. ¡Cuando sea grande, voy a usarlo para combatir a los chicos malos!
—Y los chicos malos probablemente te disparen, no te lo recomiendo… no es que me importe lo que vayas a hacer entonces —digo al abrir mi libro en donde había quedado, dando por terminada la conversación.
—¡Podría derretir las balas! —exclama al sentarse junto a mí otra vez.
—No, no podrías —respondo, intentando seguir con la lectura.
—Eso lo veremos —dice él, y hay unos breves instantes de silencio, antes de que escuche su voz otra vez—. ¿Qué estás leyendo?
—El Rey León, uno de mis cuentos favoritos —le digo, y no pasa un milisegundo antes de que abra el hocico otra vez.
—¿De qué se trata? —pregunta otra vez, y suspiro audiblemente… por todos los cielos. ¿Tal vez se irá si lo digo de una forma que no le guste? No debería ser complicado.
—Es una adaptación en fábula de Hamlet, una de las obras más conocidas de Shakespeare que…
Con las primeras palabras espero que el chico hiperactivo esté camino a molestar a alguien más en el patio de recreo, fuera de mi vista, pero contrario a mis expectativas… al voltear hacia él, sus ojos están centrados en mí, tengo su plena atención a pesar de todo. ¿Qué pasa con este niño? Lo único que hay aquí es una chica aburrida, que no quiere hablar, leyendo un libro sobre animales.
¿Por qué estás aquí?
¿Por qué sigues regresando?
Esas preguntas revolotean en mi cabeza, y me digo a mi misma que no sé la respuesta, pero la verdad es que sí la sé. Porque si hay algo que he entendido de Damien Payne en este último tiempo… es que es auténtico y sincero, en la forma más pura posible. No se guarda nada, siempre dice lo que siente o piensa, y actúa según sus deseos e intereses. Tal y como está haciendo ahora. Y en el fondo… no puedo hacer más que sentir curiosidad por esa forma de ser. ¿Es esa la razón por la que no lo he empujado lejos de mí con más fuerza? No lo sé. ¿Es la razón por la que estoy a punto de hacer todo lo contrario a lo que pretendía? Tal vez.
Me gustaría que le importe.
Quiero que le importe.
—Es… la historia de un cachorro de león que está destinado a ser el rey de los animales, pero su tío tiene otros planes… —comienzo a explicar de una manera diferente, creyendo que esta vez lo perderé, pero está tan atento a lo que digo como la primera vez.
Él se quedó ahí, escuchándome resumir la trama de la historia, y su atención no se desvió ni por un instante. Ante su pedido, me pongo a leer el libro desde el principio, aunque no queda mucho tiempo antes de que termine el receso. A él no le interesa, dice que solo quiere escucharme hablar de la historia, y yo soy incapaz de comprender qué puede ser tan interesante en mi forma de relatar, pero si él lo está disfrutando, entonces no tengo tanto problema en cumplir con ese pedido.
De una forma u otra, se cansará de mí en algunos días, como todos los demás.
Estoy segura.
...
Mi cabeza se despeja poco a poco, y al abrir los ojos me encuentro con un techo fácilmente reconocible, pues estoy en mi habitación. Techo blanco, paredes y cortinas rosa, muebles perfectamente ordenados… sip, es mi habitación. La alarma suena con la melodía de “Space Unicorn”, una de mis favoritas y una de la que es imposible cansarme, a pesar de usarla para despertar todos los días a las seis de la mañana, y comienzo a destaparme.
Deslizo el pulgar en el celular para que el fuerte sonido cese, y noto que estiré mi cuello otra vez mientras dormía, con mi cabeza terminando sobre el escritorio junto a la cama. No es la primera vez que ocurre, y es la razón por la que este mueble en particular está completamente desocupado, porque no puedo evitar moverme mientras duermo. Siempre ha sido una molestia, pero me he acostumbrado a lidiar con ello con el tiempo.
Estirándome, salgo de la cama para vestirme con la ropa deportiva que dejé en el respaldo de la silla, un conjunto de remera blanca suelta con la que es fácil moverse, calzas cortas negras, y zapatillas para running también negras, todo marca Abidas. Mi madre siempre ha usado esa marca, y supongo que su costumbre se me pegó en algún punto, sobre todo cuando empecé a ejercitar por las mañanas hace unos años, al entrar al séptimo grado. Me inculcaron desde pequeña el no desaprovechar mi tiempo, y es algo a lo que trato de apegarme siempre que puedo.
Paso al baño para lavar mis dientes, la cara, y arreglar mi cabello para que no se note el peinado de almohada, lo suficiente como para poder salir a la calle sin llamar la atención. Terminado eso, bajo las escaleras para entrar en la cocina, y el silencio de siempre me da la bienvenida, un silencio al cual también me he acostumbrado.
Saco del refrigerador las tostadas con queso que preparé anoche y las acompaño con un jugo de naranja recién exprimido de las dos que quedaban, a punto de pasarse. Nota para mi misma, pasar por la tienda cuando regrese de la escuela, porque ya casi no queda nada. Pero eso no es lo importante ahora, más si lo es respetar la rutina matutina, de prepararme, tomar un desayuno rápido, y salir de casa por la puerta principal, momento en que una brisa fresca me recibe, sacudiendo mis cabellos rojos. Es cierto, acabamos de entrar al otoño, y los días se pondrán tan fríos que ya no me podré permitir hacer esto dentro de uno o dos meses pues resulta que, a diferencia de otras especies, los saurios tenemos ciertos problemas con las temperaturas bajas.
Desde pequeños se nos enseña que, cuando los días comienzan a volverse más fríos, tenemos que resguardarnos y cuidar nuestro calor, porque es muy fácil para nosotros enfermarnos, o incluso sufrir hipotermia. Es algo que siempre está en el fondo de nuestra mente, por lo que casi no salimos a la calle durante la mitad del otoño y la totalidad del invierno.
Pero está bien, cuando esos días lleguen me ejercitaré dentro de casa, pero en tanto, puedo disfrutar de estirar mi cuello y mis brazos mientras comienzo mi pequeño trote diario. En el camino veo a algunas personas saliendo de casa en dirección al trabajo, porque casi nadie que vaya a la escuela se levanta a esta hora, y siempre saludo con una sonrisa. Siento el olor a césped recién cortado entrar en mi nariz, los suaves rayos de sol posarse sobre mis escamas, y me siento en paz conmigo misma. Como si todas mis preocupaciones desaparecieran de un momento a otro mientras avanzo.
Correr es algo que siempre me ha ayudado a despejar la mente, y mentiría si dijera que nunca había estado tentada a unirme al equipo de atletismo de la escuela, a probar de lo que estoy hecha, pero mis tiempos nunca lo permitieron. Al final, siempre prioricé lo que me acercara a mis objetivos por sobre todas las cosas, por lo que no debería sentirme mal por las decisiones que tomé. El barco ya zarpó, pero la oportunidad de abordarlo nunca había estado, así que… ¿por qué llorar sobre la leche derramada si no tenía intenciones de beberla?
Saludo a algunas caras conocidas de vecinos en el camino y, veinte minutos después, mi trote termina cuando estoy en la puerta de casa otra vez. Son las siete en punto en el reloj de mi celular, como siempre, y no pierdo tiempo en terminar el resto de mi rutina. Al entrar en casa subo las escaleras de regreso al baño, arrojó toda la ropa en el canasto, y me doy una ducha rápida para quitarme el sudor de encima y despejarme. Y luego de vestirme y arreglarme, estoy lista para enfrentar un nuevo día, porque una mujer llena de confianza es quien me devuelve la mirada en el espejo.
Luego de asegurarme de haber cerrado todo, subo al auto mientras enrollo mi cuello, y en unos segundos ya estoy en el camino. Pero aún no voy hacia la escuela, pues faltan dos pasajeros aquí, razón por la que me dirijo a la residencia Payne antes que nada. Una vez conseguí mi licencia, me convertí en la conductora de nuestro pequeño grupo, y siempre me ocupé de ir a por mis dos amigos dado que no están muy lejos de casa, tan solo diez minutos de viaje. Y me da la oportunidad de ver a Damien casi todos los días, una que ni loca desperdiciaría, no cuando hay momentos en que el trabajo del consejo estudiantil me mantiene ocupada durante toda mi jornada. Con algo de suerte, eso podría cambiar desde el día de hoy, por lo que estoy bastante emocionada.
No pasa mucho tiempo antes de que me encuentre frente a la casa de Damien, momento en que tomo mi celular para dejar un mensaje en el grupo de Lime, tal y como es usual. Sonrío cuando veo que los últimos mensajes son del dilophosaurus, compartiendo imágenes de animales e insectos que encontró en Insta, algunas bastante asquerosas. Supongo que esa parte de él nunca cambió realmente.
“[23/9 7:31] Liz: Estoy afuera.”
No pasan más de unos pocos segundos antes de que Damien envíe un símbolo de paz en respuesta, y apenas unos segundos después de eso la puerta de la entrada se abre de golpe, y el paisaje de siempre se repite. Quien sale primero no es el dilophosaurus, sino la baryonyx de ojos plateados, verdes escamas y aún más verde cabello, vistiendo su típica sudadera púrpura y jeans azul oscuros, usando una vieja silla de ruedas para desplazarse. Sus grandes ojeras me indican que o no pudo dormir, o se desveló trabajando en una de sus pinturas, y luego de años de conocerla me inclino por la segunda opción.
Damien sale justo detrás de ella, saludando a sus padres antes de cerrar la puerta, y ahora saludando en mi dirección con un buen ánimo que parece no tener fin, y que contrasta demasiado con el de su hermana. En tanto, Olivia se acerca al auto como es usual, abriendo la puerta y saltando al asiento trasero y, como un reloj, yo abro el baúl mientras Damien dobla la silla de ruedas para meterla allí, y cerrar al tiempo que yo abro la puerta del acompañante, momento exacto en que el salta al interior sin ningún miramiento, y estamos en el camino otra vez mientras ellos parecen continuar una conversación que aún no había terminado.
—Estoy segura de que fue él —dice Olivia, provocando que arquee una ceja.
—No tienes pruebas —refuta Damien.
—¿Quién más podría haber sido? ¿Tú?
—Que yo sepa no hiciste nada últimamente que lo ameritara. A menos que lo hayas hecho, y yo no esté enterado —dice con sospecha fingida, lo cual solo parece irritar a la chica caimán.
—Bah.
—¿Está todo bien? —me atrevo a preguntar, curiosa.
—Todo en orden, solo que Olivia no encontraba sus cuadernos.
—¿No están siempre en su mochila?
—¡No encontraba su mochila! —exclama divertido.
—¿Cómo?
—Fue a parar al canasto del baño, seguramente cuando juntó su ropa sucia y las sábanas para lavar —adivina él, pero nuestra amiga parece pensar otra cosa.
—Fue Vinny, estoy segura —acusa ella.
—Oh Liv, Vinny no entra a tu habitación, no después del susto que le diste la última vez —responde Damien, y siento que me perdí algo.
—¿De verdad? ¿Qué le hiciste al pobre de Vinny?
—No fue para tanto —responde la baryonyx, sin muchos deseos de compartir, pero el dilophosaurus la tiene cubierta.
—Parece que un día ella necesitaba oscuridad para su proceso creativo, así que tapó las ventanas con cinta de papel, apagó las luces, se metió debajo de la cama… y se durmió. Vinny fue a llamarla para la cena, y cuando no respondió, se internó en las fauces de la bestia…
—Oh, ya sé como termina esto —digo divertida, y oigo a Olivia chasquear la lengua.
—Vinny entró a buscarla sin prender las luces, no la encontraba, y de la nada… ¡unas garras capturaron sus pies desde abajo de la cama! —dice al estirar los brazos a ambos lados, como para resaltar su punto, y rompe en risas después—. Oh dios, el grito que dió ese día… bien podría hacerle competencia al chico microraptor de “Solo en Casa”. Mamá pensó que algo terrible había pasado, y regañó a Olivia por casi provocarle un infarto.
—Apenas me había despertado, no sabía lo que hacía —dice con voz ronca, antes de dar un trago a su confiable cantimplora.
—¿Hace cuanto fue esto? —pregunto, pues es raro que Damien no hubiera mencionado esa historia hasta ahora.
—Durante las vacaciones pasadas, mientras tú estabas en San Francisco.
—Me sorprende que no lo comentaras en el grupo de Lime.
—Le dije que no lo hiciera —añade Olivia, antes de entrecerrar los ojos—. De hecho, le dije que no lo contara en lo absoluto.
—¡Lo siento! —exclama con una sonrisa, aunque no parece sentirlo para nada—. Aunque ya que lo conté aquí, bien podría enviarlo al grupo para que Inco también esté al corriente —dice con el celular en mano.
—No lo hagas —lo detiene Olivia—. Espera, ¿añadiste a Inco al grupo?
—Hace un minuto, mientras hablábamos.
—No deberías.
—¿Por qué no? Inco es genial.
—Damien, nosotros somos amigos desde que gateábamos en la alfombra de tu casa, Liz llegó poco después. A Inco… —dice antes de beber de la cantimplora otra vez, habiendo superado su cuota de palabras seguidas—. A Inco lo conocemos hace unas semanas. Es demasiado pronto.
—Tal vez, pero… Inco es nuevo aquí en Volcaldera, no tiene otros amigos, y me gustaría que al menos se sintiera cómodo con nosotros —dice al encogerse de hombros, mirando en mi dirección en busca de soporte, antes de volver hacia la chica caimán—. ¿De verdad te molesta tanto?
—Tengo que admitir que me da un poco de pena que Inco pueda sentirse apartado, considerando que somos los únicos amigos que tiene realmente —le digo a Liv, mirando por el retrovisor—. Si de algo te sirve, tiene mi voto para quedarse.
—Como sea —dice Olivia finalmente. Si bien no parece que lo haya aceptado, al menos parece que no rechaza la idea del todo—. Mientras no me fastidie, puede hacer lo que quiera.
—¡Eso es lo que quería escuchar! —exclama alegre—. Ahora, para el primer mensaje: “Bienvenido al grupo Inky, Oli dice que está muy emocionada de hablar contigo por aquí”.
—¡Damien, idiota! ¡Dame eso! —grita ella al abalanzarse hacia adelante, empujando mi asiento también.
—¡Liv, sin movimientos bruscos en el auto! —le advierto con seriedad, y ella se arroja hacia atrás otra vez con brazos cruzados.
—¡Era broma! ¡No estaba escribiendo! —se defiende Damien—. Lo veré en educación física de todas formas, le diré ahí que ardes en deseos de hablar con él.
—Si se toma demasiada confianza conmigo por tu culpa, le arrancaré la mano. Estás advertido —dice con sus fauces fuertemente cerradas.
—Tal vez no sea buena idea, entonces —dice al reír—. ¿Y qué hay de tí, Liz? ¿Qué piensas de Inky? Viendo que el otro día fueron a la tienda juntos, supuse que habían hecho buenas migas.
—¿Fueron juntos? —pregunta Olivia, con una ceja arqueada.
—Si, Inco estaba preocupado por no haber traído suficiente comida a la parrillada, así que me pidió acompañarme —respondo rápidamente, técnicamente no es una mentira, y tampoco hace falta que sepan la verdad—. Si me lo preguntas, parece un buen chico, pero también parece… ¿Cómo decirlo con delicadeza?
—¿Maleable? —adivina Olivia.
—No es la palabra que buscaba, pero funciona —concedo—. Da la impresión de ser alguien que se deja llevar… casi como tú, Damien.
—Lo tomaré como un cumplido —sonríe con el pulgar arriba.
—No deberías —digo al girar los ojos—. Temo que pueda terminar con malas juntas por causa de ello.
—¡Pero ahora está con nosotros! ¡Y no hay peor junta que nosotros! —ríe Damien—. Déjalo unos minutos a solas con Liv, y no tardará en entrar en tablones anónimos para llamar a chicos triceratops…
—Damien, voy a detenerte ahí mismo. No me gusta esa palabra, no me gusta escucharte a tí decir esa palabra, y lo sabes —le advierto al dilophosaurus. Ambos saben que en su casa pueden decir tanto como quieran, pero no voy a tolerar palabras de odio en mi presencia, vengan de quien vengan.
—Pero tiene razón —sonríe Olivia, divertida—. Dame unos días, y lo corromperé hasta la médula.
—No vuelvan al pobre chico otro dron racista, ya tenemos demasiados de esos en la escuela —digo al suspirar.
—No es racista si es una broma —dice Damien, divertido.
—No es racista si es irónico —acompaña Olivia, sonriendo.
—Mucha gente no vería la diferencia, chicos.
—Como sea… —dice la chica caimán al dirigir su mirada a la ventana, dando por terminada la discusión.
Luego de llegar a la escuela, momento en que los tres tomamos caminos separados, el resto de la mañana pasa tan rápido como siempre. Mi primera clase va y viene sin mayores problemas, luego está la clase de nivel avanzado en administración de empresas, electiva que me acercará más a mi sueño, y antes del almuerzo, clase de educación física.
Odio cuando el entrenador Solly hace que juguemos quemados, porque usualmente eso significa que la mayoría va a apuntar al blanco más pequeño, o al más grande, y adivinen quien tiene un largo cuello con varias dianas pintadas. Claro que la idea es que la pelota golpee debajo de la cintura para caer, pero la mayoría de los estudiantes aquí no se conforman con solo hacer caer al blanco, quieren también dejarle marca. Y Mia Moretti es un buen ejemplo de eso, considerando que le dió a Inco justo en la cara nada más al empezar el año, lo cual era absolútamente innecesario.
Por suerte, tengo una agilidad más que decente para evitar terminar como un colador figurativo, pero caigo como es usual bajo el único y preciso tiro de Victoria, que me da justo debajo de la rodilla izquierda. Su sonrisa satisfecha me dice que dió en el blanco que buscaba, y yo suspiro con pesadumbre antes de apresurarme con el resto de los que perdieron al fondo del lado contrario, deseando que esto termine lo antes posible.
Conozco a Victoria desde hace dos años, compartimos varias clases, e incluso me ha invitado a entrar al club de atletismo luego de que Damien se uniera. Al parecer escuchó de parte de mi mejor amigo que soy una gran corredora, y ella quería poner eso a prueba, pero rechacé la invitación en su momento porque no podía permitirme el tiempo que eso tomaría de mi agenda.
La situación no ha cambiado en estos años, pero constantemente parece que ella está buscando una reacción de mi parte, tal vez provocar que discuta con ella, y que esa discusión termine con nosotras dos compitiendo en una carrera para probar un punto. Es esa clase de persona, después de todo, pero he evitado darle lo que quiere hasta el día de hoy, y eso no cambiará en el futuro. Lo siento Vicky, pero mi tiempo es limitado, y pienso aprovecharlo de la mejor forma posible.
Una rápida parada en las duchas y estoy camino al almuerzo, evitando el campo de batalla en que se han convertido los mostradores, como es usual. Para mi suerte, hay varias macetas de radicheta y berro en el área superior de la cafetería para quienes, como yo, tienen un cuello lo suficientemente largo para acceder a ellas. Es la razón de que nuestro pequeño grupo elija siempre la misma mesa en la cafetería, bajo un grupo de esas macetas, y allí mismo puedo ver a Damien en compañía de Olivia e Inco. Por los gestos que hace el dilophosaurus, yo diría que está contando la ocasión en la que fue de pesca con su familia y sacó decenas de mojarras con una sola caña pequeña. Cada persona que Damien conozca está destinada a escuchar esa historia al menos una vez, y al estar siempre cerca suyo, me la sé de memoria.
—¡Y para cuando mamá se acerca a nosotros, la nevera estaba llena, y tanto mi estómago como el de Olivia estaban casi a reventar! Luego de eso, ambos fuimos a parar al hospital por intoxicación, y ahora Liv no puede ver una mojarra sin que le den arcadas —continúa él, enfrascado en contar la historia mientras devora un enorme filete, hasta que me ve acercarme, y sus ojos se iluminan como un árbol de navidad—. ¡Liz! ¡Aquí! Les estaba contando del viaje de… —comienza a decir, pero lo interrumpo.
—Si, Damien, lo estaba escuchando desde que entré a la cafetería —sonrío al sentarme junto a él, mirando a Liv y a Inco al otro lado—. ¿También le contaste a Inco cómo devolviste todo lo que entraba en tu hocico por varios días? —añado y, lejos de mostrar vergüenza alguna, el dilophosaurus sonríe divertido.
—Como siempre digo, quien tiene miedo a vivir, que no nazca —declara mientras se lleva ambos brazos a la nuca, resaltando sus marcados pectorales, y yo trago saliva. Es una suerte que aún falten unos meses para mi temporada de celo, o eso de verdad podría haberme traído problemas.
—Bueno, no es que tenga miedo, pero llenarme el estómago hasta reventar no es precisamente mi definición de vivir —dice Inco, tomando más papas fritas de su bolsa. Al parecer, para evitar la batalla campal en los mostradores, el humano ha estado dependiendo demasiado de las máquinas expendedoras justo fuera de la cafetería.
En tanto, Olivia está más interesada en el duro filete que está intentando dominar con sus fauces, mucho más que en la conversación ocurriendo al lado de ella. Tampoco esperaba un cambio radical en tan solo unos días, pero sí esperaba que la presencia de Inco la invitara a platicar un poco más con alguien fuera de nosotros dos. Aunque parece que tomará más tiempo del que esperaba ver un cambio significativo.
—Tus definiciones seguro son aburridas —dice Olivia, antes de volver a su comida.
Bueno, esas fueron… cinco palabras más de las que dice cuando estamos los cuatro juntos. Lo tomaré como un avance.
—¿Disculpa? —pregunta Inco con el ceño fruncido. Por alguna razón, sus palabras parecen haber tocado un nervio—. No necesitas comer hasta reventar para “vivir”. También podrías… no sé, hacer un viaje a la playa, hacer una parrillada con tus amigos, tomar fotografías que puedas enmarcar en la sala de estar.
—Aburrido —corta la chica caimán, el humano comienza a fruncir los labios, y yo no puedo evitar sonreir—. Ya hicimos eso, tú hiciste eso. Estuvo bien, no es “vivir”.
—Inco, vivimos en Volcaldera Bluffs, la playa es parte de la ciudad, y todos aquí hemos ido alguna vez —le digo al humano mientras me coloco mi querida gorra para bebidas, una baratija bastante conveniente que conseguí en el centro comercial, para luego ascender hacia las macetas, y Damien continúa justo después.
—Y tú mismo viniste a la parrillada el viernes pasado en casa, y ahora eres parte de una foto enmarcada en la sala de estar de la familia Payne —dice el dilophosaurus, y al humano le toma unos momentos comprender lo que acaba de escuchar.
—Espera… no me digas que enmarcaron la foto frente a la piscina —pregunta con preocupación, preocupación que solo es respondida con una amplia sonrisa tanto de Damien como de Olivia.
—Tengo que admitirlo, no sé nada de fotografía, pero esa seguro que fue una buena toma. ¡De verdad te luciste, Inco! —felicita él, pero el humano está lejos de complacido.
—¡Eso no fue una buena foto, fue un accidente!
—Un feliz accidente —añade Olivia con una sonrisa burlona.
—No te sientas mal, a mamá y a papá les encantó la foto, por eso la enmarcaron —alienta él, antes de perder su sonrisa mientras cruza los brazos—. Aún así Inco, tu definición de “vivir” es bastante aburrida, tengo que admitirlo. Deberías retocarla un poco. Actualizarla, ¿sabes?
—¿De verdad? —pregunta inseguro, y quedando pensativo justo después.
Tal parece que Inco es la clase de persona a la que puedes convencer de lo que sea si le insistes lo suficiente, tal y como acaba de probar Damien, resultando en alguien de quien podrían aprovecharse con facilidad. No hace falta ser adivina para saber que le esperan dificultades si no lidia con ese aspecto de sí mismo rápido.
—De acuerdo, ¿qué debería hacer? —pregunta con duda.
Sip, se dejó convencer.
—Si me lo preguntas… —comienza Damien, quedando pensativo por un breve momento—. Deberías probar cosas fuera de tu zona de confort, como un deporte, o algo parecido.
—Dice que estás relleno —aclara la chica caimán, provocando que el humano frunza los labios otra vez. En este punto, bien podrían hacer una rutina cómica, puedo verlos con mucha claridad en una.
—¡No lo estoy! —se defiende él—. Mi peso está dentro de lo normal, solo tengo que tonificar. Al menos eso creo.
—Y tienes la piel blanca como un papel —apunta Olivia, tocando la piel descubierta de su mano con una garra.
—¡Oye! —retrocede él, con un ligero sonrojo, provocando que ella ría.
—Por eso te vendría bien algo de deporte —añade Damien—. O expandir sobre algo que te guste. Eso también funciona.
—¿Has hecho cursos de fotografía antes? —pregunto al descender con varias hojas en mi hocico, curiosa.
—No, todo lo que sé viene de tutoriales explicativos en YouSnoot, y ahora de las clases del profesor Iadakan —acepta al rascarse la nuca.
—Si sabes que tenemos un club de fotografía aquí en la escuela, ¿verdad? —pregunto, extrañada.
—Es la primera vez que escucho eso —dice al sorprenderse, y me dan ganas de llevarme la mano a la cara, pero evito hacerlo.
—¿Vives bajo una roca? ¿O tal vez en una cueva? —cuestiona Olivia. Sip, ahí está el racismo, otra vez.
—Llegué hace unas semanas, hay varias cosas que aún no conozco de este lugar, pero espero que eso cambie de ahora en más —dice con una sonrisa al final, una que correspondo.
—¿Por qué lo haría? —pregunta Olivia, arqueando una ceja.
—Porque desde esta tarde, Inco será un nuevo miembro del consejo estudiantil —anuncio yo, para sorpresa de nuestros dos amigos, y me dirijo a Inco para darle las novedades—. Ben ya dió el visto bueno, solo tienes que presentarte en la sala de computación después de clase para completar el papeleo, y estarás dentro.
—Oye, ¿estarás bien? —pregunta Damien, preocupado—. No es por ofender Inco, pero no eres la típica mariposa social que se suele ver ahí, como Liz y Ben.
—Seré el primero en admitir que me falta bastante en ese departamento, pero es tal cual lo que estábamos hablando hace un momento, de salir de mi zona de confort y probar algo nuevo. Liz me dijo que necesitaban manos extra en el consejo, y dije “¿qué rayos?” —dice con una sonrisa, acomodándose las gafas—. Espero al menos ser de ayuda para ambos.
—Estoy segura de que lo harás, Inco —digo con una amplia sonrisa cuando mi celular suena de repente, y al revisar la pantalla es exactamente lo que imagino, provocando que suspire y guarde todo en mi bolso, incluyendo la gorra de bebidas—. Bueno, el deber me llama, así que los veré después. A tí, Inco, te veré después de clase —le apunto al levantarme, de pronto sintiéndome como una profesora.
—¡Ahí estaré! —dice él con una sonrisa llena de confianza, y de verdad espero que la mantenga para el final del día.
Los dejo a los tres platicando mientras me alejo de la mesa, alcanzando a escuchar que ya están hablando de cómo Inco está tomando esta importante tarea como parte del consejo. No es como si necesitaras una capacitación especial para ejercer, solo prestar atención y llevar un buen ritmo con las tareas asignadas, por lo que no dudo que el humano pueda estar a la altura de las circunstancias.
Entonces reviso el celular otra vez, ahora con mayor atención, para ver que Ben quiere discutir incoherencias en el último reporte de presupuesto por parte de los clubes, y estoy segura de que no será la última vez este año. No puedes depender de alumnos de secundaria apenas calificados para llevar cuenta de los gastos de un club, así que lo más seguro es que estaremos cargados revisando archivo tras archivo el resto de la tarde. ¿El punto positivo? Para entonces de seguro tendremos dos manos extra.
Luego del almuerzo, las clases de matemática e historia son lo que sigue en mi día, pero historia es la única que casi provoca que caiga inconsciente sobre el escritorio, mientras que Olivia parece ponerse a dibujar cada vez que la profesora Prockling está de espaldas. Si la profesora siente alguna emoción o interés por enseñar esta materia, no la está demostrando, y tampoco nos está ayudando a digerirla mejor, viendo que el resto de mis compañeros está en una situación similar.
Pero las clases eventualmente llegan a su fin y, tal y como Liz me dijo, pasé por la sala de computación apenas estuve libre, pues la misma funciona como sede del consejo estudiantil. Se trata de una sala secundaria de la biblioteca, que sobresale por su esterilidad organizada, en la que habitan cuarenta conjuntos de computadoras y monitores que se alinean en las paredes, formando un panóptico alrededor del escritorio central, frente al cual estoy con la brachiosaurus a mi lado, y con el presidente del consejo del otro lado.
Ben McKnight, el parasaurolophus azul verdoso de cabello castaño, lentes, chaqueta marrón, playera amarilla y jeans azul oscuro, bien podría pasar por un profesor ahora mismo con ese semblante tan serio con el que revisa mi aplicación, controlando que todo esté en orden, antes de asentir con una sonrisa. Una vez cumplido su propósito, toma un sello cilíndrico del cajón y lo coloca contra la hoja, dejando la impresión roja del símbolo de St. Hammond. Hecho eso, me tiende la hoja de nueva cuenta.
—Ahora firma aquí, aquí, y aquí. Iniciales aquí, otra firma aquí, tu número de seguro social aquí —indica señalando diversos puntos, y yo estoy tratando de memorizar cada uno antes de que una pequeña risa por su parte llame mi atención—. Es broma, solo una pequeña firma al final de la hoja.
—Si, claro —acepto, oyendo un pequeño suspiro por parte de Liz mientras completo el trámite—. Aquí tienes.
—Yo me ocuparé de eso —dice Liz al tomar la forma de mis manos, poniéndose de pie mientras revisa la hoja por arriba—. Oye, ¡vives cerca de mi casa!
—¿De verdad? —pregunto, sorprendido.
—Bueno, tal vez no tanto, serán quince minutos en auto —se corrige ella—. Pero aún así es lindo tener a un compañero cerca. ¡Bienvenido a bordo, Inco!
—Gracias Liz, y Ben. Es la primera vez que hago algo como esto, así que espero que tengan algo de paciencia conmigo —digo mientras Liz guarda mi aplicación en uno de los archiveros, y Ben se dirige a mí.
—Oh, no te preocupes por eso, lo harás bien —aseguró el parasaurolophus—. En cuanto a posiciones, para refrescar la memoria, yo soy el presidente, Liz es la tesorera, y tú, Inco, serás el secretario —dice él mientras Liz regresa para sentarse junto a mí, y tardo unos instantes en caer en la cuenta de lo que acaba de decir.
—¡¿El secretario?! —pregunto en estado de pánico—. Pero… ¿No es eso como… un papel demasiado importante?
—No lo hagas más grande de lo que es, ser secretario implica que te ocuparás más que nada de las labores que pueden prescindir de mi asistencia —intenta tranquilizarme el parasaurolophus, seguido de la brachiosaurus.
—Vamos a necesitar que te ocupes del papeleo más sencillo, que seas el enlace entre el consejo, los profesores y los presidentes de los clubes, y que te comuniques con los alumnos según la situación lo requiera. Intentaremos que no sea demasiado trabajo, pero si es uno al que esperamos seas dedicado.
—No hay problema, prometo que me esforzaré —aseguro, intentando calmar mis nervios y aceptar la situación en la que me metí yo mismo—. Solo una pregunta… ¿Cuál es el puesto de Mia aquí? —intento preguntar con delicadeza.
La mirada de ambos se desvía ligeramente a la esquina de la sala de computación, donde una chica revisa su celular sin prestar atención a sus alrededores, o al menos eso es lo que aparenta. La parasaurolophus roja de cabello rubio, ojos azules, chaqueta de cuero roja y pantalones de jean azules y gastados, aquella que renovó mi cara el primer día de escuela, me miró por sobre la pantalla, apenas dedicándome atención alguna antes de regresar a sus asuntos. Supongo que, frente a sus ojos, no valgo el tiempo que le tomaría dirigirme la palabra para decirmelo ella misma. Liz suspiró con cansancio, pero Ben no le dió importancia al momento de responder.
—Mia es la ejecutora del consejo estudiantil, es quién se ocupa de mantener la paz en nuestra escuela, y te asistirá para lidiar con los alumnos más… complicados, si surge la necesidad —aclaró el presidente, nunca perdiendo su semblante optimista.
Sorprendentemente, “ejecutora” no es un nombre que le vaya mal, pero nunca diría aquel pensamiento en voz alta, sobre todo porque no sé qué tanto lo toleraría ella viniendo de mí, si nuestra primera plática hace unas semanas es algo por lo que guiarme. Mia respondió con una sonrisa burlona a la pregunta que no llegué a hacer, y yo trago saliva ante la probabilidad de estar en su mira una vez más, sobre todo porque ahora sentía que estaba parado en medio de su territorio.
¿Ejecutora del consejo estudiantil? ¿Quién se ocupa de mantener la paz? Claramente era un trabajo que no estaba desempeñando, pero era uno que le daba libertad para campar a sus anchas, con la aprobación del enamorado presidente del consejo estudiantil a sus espaldas. De seguro nadie podía pararla, y yo no quería estar en su camino otra vez, ni al alcance de las púas de su cola, por lo que lo más seguro sería ignorarla en la medida de lo posible, algo que Liz al parecer ya estaba haciendo.
—Y para tu primer trabajo —comenzó a decir la brachiosaurus, desviando nuestra atención de aquellas púas rojas—. Tendrás que ir y presentarte con los líderes de todos los clubes como el nuevo secretario, será una buena forma de comenzar a amigarte con la idea de ser parte del consejo, y para que todos sepan que deberán dirigirse a tí también de ahora en más, no solo a mí y a Ben. Los lunes son los días más concurridos en cuestión de clubes, así que ahora mismo podrás encontrar a la mayoría en sus respectivas salas y áreas —me informa ella con la mayor claridad posible, pero la verdad es que aún así no sé por dónde empezar, y Liz parece haber leído mis pensamientos—. No te preocupes Inco, sé que aún no sabes donde están las salas, y es por eso que pedí un poco de ayuda extra a alguien que ya conoces. De hecho, debería estar llegando justo… —decía al dirigir su mirada a la puerta de la sala, la cual se abre de par en par de un momento a otro, y un alegre dilophosaurus ingresa sin ningún miramiento.
—¿Qué hay gente? —pregunta él, recibiendo un chistido colectivo de la biblioteca detrás de él—. ¡Lo siento! —se disculpa con un volumen menor, cerrando la puerta con delicadeza, y volteándose para encararnos a todos nosotros—. Liz, Ben, Mia… ¿Inco? ¿Ya te uniste? —pregunta con duda al encontrarme entre los presentes.
—Así es, estás hablando con el nuevo secretario del consejo estudiantil, Inco G. Nito —digo con una sonrisa llena de confianza que no tengo en realidad, sosteniendo las solapas de mi chaqueta azul como el conductor de un programa de concursos.
—¡Felicitaciones! —dice al darme su pulgar aprobatorio—. Seguro que la experiencia te servirá cuando pases a la universidad, porque tienes que tratar con toda clase de gente. De hecho, tratarás conmigo, ¡el líder del club de baloncesto! Y hoy, por pedido de Liz, vengo a darte un tour personal por todos los clubes. ¡Vamos a conocer a muchos de mis amigos! ¡Va a ser genial! —festeja con un ánimo bastante contagioso, pero mis nervios ahora están a flor de piel, y mis labios están temblando, impidiéndome mantener la sonrisa. Ojalá y los demás no lo noten.
—Gracias por hacer esto, Damien. Aquí no tenemos suficientes manos para ocuparnos de todo —dijo Liz con un tono bastante duro, mirando sin disimulo a la parasaurolophus roja, que estaba en proceso de inflar un globo de goma de mascar—. De hecho, ahora que Inco está aquí, tal vez quieras sumarte al consejo al fin. Sé que tal vez no estés disponible siempre, pero sería de mucha ayuda tenerte aquí de vez en cuando —sugiere la brachiosaurus, claramente no siendo la primera vez que la oferta está sobre la mesa.
—Lo siento Liz, pero tengo que rechazar la petición otra vez —dijo con una sonrisa, rascándose la nuca—. Tengo las manos llenas con el club de baloncesto, el de béisbol y, principalmente, el club de atletismo. Eso sin mencionar que Victoria está decidida a llevarnos a las finales de las estatales este año, así que hay que entrenar estas piernas con todo el tiempo que haya disponible —dice al palmar ambas dos veces, como para resaltar su punto, y Liz suspira en respuesta.
—No perdía nada preguntando —sonríe ella—. Otra vez, gracias por hacer esto Damien, te debo una.
—¡Olvídalo! Pero si quieres, puedes pagarme con un refresco mañana, no le diré que no a eso.
—Lo tendré en cuenta —le dice a él, antes de dirigirse a mí—. Imagino que las presentaciones no te tomarán más de una hora y media, a lo sumo, con un poco de suerte. Apenas termines por favor regresa aquí, y te enseñaré el trabajo que hacemos, sobre todo porque hoy tenemos bastante que hacer, y tu ayuda de verdad hará la diferencia —me explica ella, y sus palabras me llenan de un sentimiento muy agradable.
¿Mi ayuda hará la diferencia? Sonrío ante el pensamiento. Que alguien me necesite, poder ayudar en un trabajo de grupo como lo es este, es algo que de verdad me impulsa a esforzarme. Me aseguraré de que Liz no se arrepienta de haber depositado esa confianza en mí, y haré mi mejor esfuerzo.
—Por supuesto, regresaré lo antes posible —le digo a Liz, momento en que un brazo me lleva del cuello en dirección a la puerta.
—¡Vamos Inco! ¡La vida no espera a nadie! —exclama el alegre dilophosaurus, arrastrándome y sin darme tiempo a reaccionar.
—¡Si! ¡Si! —digo antes de ser capaz de caminar adecuadamente otra vez—. ¡Volveré en un rato!
—¡Buena suerte Inco! —saluda Liz con una sonrisa, una que me llena de confianza. Me aseguraré de no defraudar esa sonrisa.
Ben ya regresó a los papeles que estaban en su escritorio, y lo último que veo antes de que la puerta se cierre detrás de mí, son los fríos ojos de Mia clavados en mi persona por una fracción de segundo. Algo me dice que ella no está contenta con mi entrada al consejo estudiantil, a pesar de no haberse pronunciado al respecto, por lo que seguramente deba tener cuidado al momento de tratar con ella, o con su pareja.
Una vez que estamos fuera de la biblioteca, Damien se pone a caminar al lado mío, claramente emocionado por el prospecto de presentarme a los clubes de los que es parte y en los que tenga amigos. Si, lo más seguro es que veremos esos primero, pero tengo bastante curiosidad por saber cómo es el club de fotografía. Me gustaría visitar ese antes que ningún otro, pero probablemente deba apegarme al tour que Damien ya tiene preparado, sobre todo si el mismo está organizado en base a la limitación de una hora y media antes de regresar para ayudar con el papeleo.
—Aún no puedo creer que seas parte del consejo estudiantil —comenta Damien, manos en los bolsillos, mirándome con curiosidad—. La verdad no esperaba que tomaras nuestro consejo en práctica tan rápido, con todo eso de dejar tu zona de confort y probar algo nuevo.
—Bueno, era algo que ya había hablado con Liz el viernes pasado, cuando fuimos a la tienda en el auto. Ella dijo que necesitaban un poco de ayuda, y me ofrecí para ello.
—Sí, y de verdad te agradezco por eso también. Si no tuviera compromisos previos, habría entrado hace años… pero mucha gente depende de mí, así que no puedo simplemente dejarlos colgando, y sé que Liz lo entiende, pero… de verdad me gustaría ayudarla un poco más —dice al cruzarse de brazos.
Por supuesto que sí. Estoy seguro de que Liz preferiría tener a Damien dentro del consejo estudiantil que a mí, sobre todo porque está perdidamente enamorada de él. Tenerlo cerca, por pocas que sean las horas que él pueda dedicar, sería ideal, y no me guardo esa opinión para mí. No veo por qué debería.
—Aún así, creo que ella de verdad apreciaría tenerte a bordo, aunque no sea por tanto tiempo. Al menos unas horas, de tanto en tanto, para dar una mano en lo que necesiten allí, y estar ahí para ella. ¿Por qué no lo intentas? —intento empujar, pues de convencer a Damien, haría un gran bien a Liz. Una de las cosas que ella espera de mí es que apoye su relación con el dilophosaurus, y eso es exactamente lo que pienso hacer.
—Lo haces parecer fácil, pero ahora la situación es especialmente complicada, considerando que el equipo de atletismo está centrado en ganar las estatales —dice con seriedad—. Además, ahora Liz tiene a otro amigo apoyándola, no creo que me eche en falta —completa al sonreir, pero no puedo corresponder esa sonrisa.
¿Otro amigo? No Damien, a quien necesita ahí es a tí, hombre. No… no puede ser tan denso, ¿verdad? Si incluso yo lo veo, no hay forma posible de que él no lo vea, considerando las claras señales que Liz ha enviado solo en el tiempo que yo estuve presente. Tiene que saber que ella lo ve como más que un amigo, es imposible que no se haya dado cuenta luego de tanto tiempo. Al menos es lo que me gustaría pensar, pero las maquinaciones de la mente de Damien de verdad son un enigma para mí.
¿Debería decir algo? No, no tengo ningún derecho a meterme en una relación con años de historia, y creer que entiendo lo que pasa entre ambos. Eso sería bastante arrogante de mi parte…
¿Tal vez él no tiene el mismo interés por ella? Si me guío por la forma en que el dilophosaurus se comporta con la brachiosaurus, con tanta cercanía, no parece que sea el caso. ¿Debería preguntar? No, no debo preguntar, no me corresponde. ¡Pero de verdad quiero saber!
—Inco, ¿estás bien? —la voz de Damien me saca violentamente de mis pensamientos.
—¿Qué? Perdón, ¿dijiste algo?
—Te estaba preguntando si tenías pensado entrar al club de fotografía —pregunta, mostrando preocupación después—. ¿Estás bien? No dura el efecto del golpe que te dió Mia, ¿verdad? Porque estamos cerca de la enfermería, si lo necesitas.
—No, para nada, solo estaba pensando en algo —digo, y soy incapaz de guardarme las dudas que han ocupado mi mente en los últimos segundos—. Espero no te moleste que pregunte, pero… ¿Qué relación tienen Liz y tú?
—Directo —responde al instante—. ¿De dónde ha venido eso?
—Bueno… ambos parecen muy cercanos, pero no parece que estén saliendo, así que me preguntaba si…
—Oh, ¿acaso ella te gusta? —pregunta, y esta vez soy capaz de mantener la calma, a diferencia de cuando la brachiosaurus me preguntó sobre la baryonyx. Maldición Liz…
—No, para nada, solo sentía curiosidad —respondo, llevándome la mano a la nuca justo después—. Lo siento, solo estoy siendo un metiche al respecto, no debería preguntar algo que no me…
—No, no hay problema, solo me sorprendió —me detiene él, sonriendo—. Mi familia y mis amigos me preguntan lo mismo de tanto en tanto, incluso, pero aún así, es una pregunta difícil para responder a alguien que recién llega… —dice al mirar para arriba sin dejar de caminar, pensando en cómo proceder—. ¿Qué tanto sabes de Liz? —pregunta al voltearse hacia mí.
—Brachiosaurus, muy amigable, tiene un buen sentido de la moda, y es tesorera del consejo estudiantil —resumo lo que sé de ella, cayendo nuevamente en la cuenta de que no sé casi nada sobre mis nuevas amistades—. Es todo lo que tengo, por ahora.
—Entiendo… —acepta él, y casi puedo escuchar los engranajes en la mente de Damien poniéndose en marcha mientras sopesa su respuesta—. ¿Cómo debería decirlo? Hemos sido amigos desde la primaria, y ella es una gran chica. Linda, inteligente, atlética, ¡lo tiene todo! Pero por sobre todas las cosas, ella es… una máquina perfecta —las últimas palabras me descolocan, y no puedo evitar fruncir el ceño ante las mismas, extrañado—. Así lo ha sido siempre, es una chica muy centrada, y cumple todo lo que se propone sin falta porque nunca aleja los ojos de la meta, es algo que respeto como no te imaginas. Y todo este tiempo se ha esforzado mucho para que la recluten de una muy buena universidad, tal vez en el extranjero, y eso hace que me pregunte… ¿Acaso hay espacio para mí ahí? —por primera vez veo al dilophosaurus fruncir el ceño mientras adquiere un particular interés en el piso, sin dejar de caminar—. Lo siento, sé que tal vez suene raro viniendo de mí, pero así es como me siento, y de ahí que aún no la haya invitado a salir realmente.
De acuerdo, esto es bueno, a Damien de verdad le interesa Liz, y así ha sido por un largo tiempo, si me guío por sus palabras. ¡Y lo mejor de todo es que esos sentimientos son recíprocos! Podría decirle ahora mismo lo que Liz me dijo, despejar las dudas de este lado de la ecuación, y ambos podrían estar saliendo antes de terminar el día. Inco, eres un maldito genio, solo tienes que darle el último empujón.
Eso sería suficiente, ¿verdad? ¡Tendría que serlo!
No, espera, dijo que su familia y sus amigos ya se lo habían preguntado, y de seguro ya han notado cómo se siente la brachiosaurus por el dilophosaurus. ¿Entonces qué ocurre? Esto no es un problema reciente, es algo que ha estado presente por años, ¿de verdad solucionarlo sería tan fácil como decirle a Liz que Damien se siente de la misma forma, o viceversa? Ella ya lo sabe, o al menos está bastante segura, pero Damien se contiene porque sabe las prioridades de Liz, eso es lo que está deteniendo a ambos. Si intento empujar las cosas desde este lado, y eso provocara problemas entre los dos… sería un error terrible, y no podría vivir con la culpa. En ese caso, meterme en esto es lo peor que podría hacer.
—Lo he estado pensando todo este tiempo, sobre todo este último año —continúa Damien, interrumpiendo mis pensamientos pesimistas, y ganando mi atención—. Tal vez no lo recuerdes, pero hace unas semanas Liz dijo algo durante el almuerzo…
—N-no, no recuerdo nada en particular, a decir verdad, en lo absoluto —miento con todos los dientes, pero si él se da cuenta o no, eso no lo sé, porque claramente está pensando en algo más.
—Cuando dije que había elegido cursar economía doméstica, dijo que eso me haría un gran esposo… en el momento no conecté una cosa con la otra, ni siquiera supe cómo responder, y ahora no puedo sacarmelo de la cabeza —dice él, y ahora es el techo quien se gana su atención mientras nos dirigimos al primer destino del tour—. Luego pensé en todo lo que hemos pasado juntos desde que nos conocimos, otras cosas parecidas que ha dicho en el camino, el cómo me trata, de una manera diferente a todos los demás. ¿Sabes? Y entonces pienso… ¿Tal vez ella se siente de la misma forma? —pregunta, más para él que para mí—. Estuve dándole vueltas varios días, y al final llegué a una conclusión.
—La cual es… —comienzo a decir, extremadamente curioso por la respuesta, y él se voltea a mí.
—”¿Qué rayos?” —me dice él mientras se acomoda gafas invisibles, con una sonrisa cómplice—. Sé que Liz tiene sus sueños, sus objetivos, y está ocupada con ellos. Lo entiendo, créeme, pero si pudiera acompañarla para lograrlos… eso me haría muy feliz. Es por eso que dentro de unos meses, cuando el asunto de la universidad esté resuelto y la hayan reclutado de la mejor opción posible… me armaré de valor, le diré como me siento, y la invitaré al baile de graduación, todo de una vez —dice al extender sus brazos, brazos que parece que podrían envolver al mundo entero ahora mismo, considerando la confianza que exuda el dilophosaurus. Está completamente decidido.
—¿De verdad? —pregunto, aún incrédulo de lo que acabo de escuchar.
—Si, estoy seguro, es ahora o nunca —me dice Damien, entonando la última parte, con la que seguramente sea la sonrisa más brillante que he visto hasta ahora.
—Por supuesto. Después de todo, no vivirás por siempre —respondo al chasquear los dedos en dos pistolas, gesto que él responde de la misma forma con una carcajada.
—¡Inco, mi hombre! —exclama cuando estrechamos las manos. Estar en sintonía de esta forma con alguien… nunca me había ocurrido. Es muy agradable.
—Bueno… si me lo preguntas, los dos hacen una muy bonita pareja, y estoy seguro de que las cosas funcionarán, así que felicidades por tu futura confesión —ofrezco palabras de aliento, que aunque no creo que se necesiten, parecen impulsar a mi amigo de escamas rosadas.
—No sabes cuánto me alegra oírte decir eso —dice al terminar el apretón, llevándose ambas manos a la nuca—. Eres un gran amigo, Inky.
—Tú también, Damien —le digo, y permanezco pensativo por un instante, considerando todo lo que acabo de oír—. Y esa es una gran forma de hacerlo. Invitarla a salir, y al baile de graduación, quiero decir.
—¿Qué puedo decir? Me considero alguien que va con todo cuando pone su mente en ello —sonríe él, antes de voltearse hacia mí—. ¿Y qué hay de ti?
—¿De mí?
—¿Ya le has echado el ojo a alguien? —pregunta él, y trago saliva sin poder evitarlo.
—N-no, no lo creo, apenas llegué aquí hace unas semanas —respondo con algo de vergüenza, intentando no pensar en las ideas que Liz sembró en mi cabeza el viernes pasado.
—Vamos hombre, ¡estamos entre amigos! —dice Damien al darme una palmada en la espalda que casi me manda a volar, pero mantengo la estabilidad suficiente como para no caer de cara al suelo—. Cuenta, quien se ganó la mirada del buen Inky, tengo que saberlo. De hecho, déjame adivinar… ¿Es Olivia? —pregunta él, y me quedo sin habla por un instante—. ¿Dí en el clavo?
—N-no estoy tan seguro. De hecho, creo que ella apenas me tolera.
—Oh, no te preocupes por eso. ¡Olivia apenas tolera a la gente en general!
—Si, no suena como un buen prospecto, cuando lo pones así.
—De acuerdo, otra opción, déjame ver… ¿Lunara? Sé que ella misma te echó el ojo apenas llegaste —dice Damien, pero soy incapaz de conectar el nombre con una cara.
—¿Quién es esa?
—Bambiraptor blanca, cabello negro, está en el club de atletismo y en el de artes culturales —describe rápidamente—. El primer día no dejaba de hablar, con mucha emoción, del humano que acababa de entrar en la escuela, así que asumí que la habías conocido personalmente.
—Oh, la chica del vestido azul —finalmente lo recuerdo. Si, era la raptor que estaba colgando los carteles en el pasillo el primer día—. La conocí mientras Ben me daba un tour de la escuela. Supongo que era… bonita —le digo, incapaz de encontrar otro adjetivo para la chica, pues apenas recuerdo su rostro.
—¿Pero?
—Algo intensa también —respondo al momento—. Quería que me uniera a su club para ponerme un disfraz de cacique y, a decir verdad, no tengo intenciones de acercarme a eso.
—¿A la chica o al disfraz? —pregunta con duda.
—Al disfraz, Damien, no voy a decirle a alguien “eso” —respondo con enfado—. No dudo que sea una chica agradable, pero es bastante intensa.
—Si, entiendo lo que dices. En décimo grado éramos compañeros en varias materias, y recuerdo que para una hizo un muy detallado proyecto de la sociedad humana y los mayores puntos de interacción con la sociedad dino en la antigüedad. Lo recuerdo bien porque todo lo que dijo fue… con bastante entusiasmo, y desde entonces, nunca se calmó. En este punto, diría que es más un fetiche que otra cosa, a decir verdad —dice de brazos cruzados, pensativo, y no puedo evitar estremecerme ante la idea.
—Creo que no necesitaba escuchar eso —digo con sinceridad. Saber que tu especie es el fetiche de alguien es… bastante incómodo.
—Eh, cada uno tiene sus gustos, no voy a juzgarla —dice al encogerse de hombros—. Bastante seguro de que a tí te gustan las colas gruesas y con picos, por ejemplo.
—¿De dónde ha venido eso?
—¿Dí en el blanco?
—No, y no creo haber mencionado nada parecido —digo con el ceño fruncido.
—Relájate, solo estoy jugando contigo —ríe divertido—. Por otro lado, yo en tu lugar no descartaría a Olivia tan rápido. Tal vez sea algo difícil para socializar, pero es una gran chica, y es muy divertida cuando llegas a conocerla. Además, ha estado hablando de tí últimamente, incluso.
—¡¿De verdad?! —pregunto sorprendido, antes de caer en la cuenta de mi exagerada reacción—. Quiero decir… supongo que solo cosas buenas, ¿no es así?
—Tal vez, sobre todo si cuentas las veces en que has hecho el ridículo en clase, fue bastante descriptiva al respecto.
—Oh, bien, eso es genial… —digo al recordar un momento en particular, cuando creí saber más que nuestro profesor de diseño artístico por haber visto un video resumido sobre el tema que estábamos tratando—. Este sería un buen momento para que la tierra me trague.
—¡No, no, no! ¡Eso es bueno! —me detiene él—. Nunca habla de nadie en la mesa familiar, que lo haya hecho significa que te está prestando atención.
—¿Tú crees?
—¡Claro! Solo tienes que seguir trabajando en acercarte, y estoy seguro de que serán grandes amigos —alienta él—. Y luego, ¿quién sabe? Todo es posible.
—Es un lindo pensamiento Damien, pero dudo que las cosas vayan en esa dirección —digo al sonreír con timidez—. Aún así, no rechazaré la oportunidad de hacer nuevos amigos.
—¡Esa es la actitud! Y hablando de eso, el próximo fin de semana saldremos con Liz al centro comercial. ¡Olivia y tú tienen que venir!
—¿Pero eso no sería una cita entre tú y Liz? —pregunto dudoso.
—¿No? —pregunta Damien en respuesta—. Salimos al centro comercial casi siempre, y a veces Olivia nos acompaña, no es como si estuviéramos yendo al restaurante que a ella le gusta, o algo por el estilo. Y no creo que a ella le moleste tampoco.
—Bueno, no tengo nada planeado, así que… si ella no tiene problemas, supongo que estaría bien —acepto finalmente.
—Oh amigo, ¡vamos a pasarla genial! —responde Damien con emoción, hablándome sobre todo lo que hay para hacer en el centro de Volcaldera, y yo lo escucho atento.
El entusiasmo del dilophosaurus es contagioso, y el tiempo parece pasar sin que lo note mientras recorremos el camino hasta el patio de recreo, donde solemos tener las clases de educación física. Pero esta vez me dirijo allí por otro motivo, fuera del horario de clases, y de repente me siento ansioso por lo que podría encontrar cruzando esa puerta. Nuestra primera parada es el club de atletismo, del que Damien es parte, y que usa el área exterior de la escuela para practicar por obvias razones. ¿Serán todos tan acogedores como el dilophosaurus a mi lado, o estarán en el otro extremo del espectro, en el cual sitúo a la parasaurolophus de púas rojas?
No tengo tiempo para preguntárselo, porque ya estamos frente a la puerta que da al patio desde el edificio principal, y Damien la abre sin ningún miramiento y sin darme un momento para prepararme mentalmente. Reviso mi celular rápidamente y veo que aún me queda una hora y veinte minutos para completar mi primera tarea en el consejo estudiantil, y pienso arrancar con buen pie.
Dando unos pasos más, el sol casi me ciega a pesar de tener los lentes puestos, y me encuentro con el campo de atletismo a unos pocos metros de la escalera. El mismo se extiende hasta donde llega la vista, y veo a un grupo de varios dinosaurios vistiendo el uniforme de gimnasia de la escuela cerca de la puerta, platicando entre ellos en diferentes grupos. Parece que las actividades aún no han empezado, o al menos eso creo, considerando la falta de gente corriendo.
Ya he estado aquí antes, es donde tenemos las clases de educación física que no requieren del gimnasio, pero es la primera vez que veo a tanta gente reunida. Y Damien no pierde tiempo en agitar la mano a un grupo en particular.
—¡Chicos! —llama con emoción, antes de voltearse hacia mí—. ¡Dame un minuto, Inky! —dice él, y no pasa un instante hasta que el dilophosaurus baja las escaleras y se interna entre los demás para saludar a lo que imagino será un grupo de tres, si la vista no me falla.
Y aquí estoy, parado a la mitad de las escaleras, sin saber si acercarme o no, si debería preguntar a quienes están más cerca por el presidente del club, o más bien, el capitán del equipo de atletismo. Tengo que presentarme con él, y con los líderes de los otros trece clubes de esta escuela, y tengo un tiempo limitado para hacerlo todo. Diablos, no puedo depender de Damien para todo, tengo que tomar las riendas de esto yo mismo, y este es el primer paso.
—Disculpen, me preguntaba si… —digo al bajar las escaleras, acercándome, pero no parece que mi diminuta voz haya alcanzado el oído de nadie—. Disculpen, necesitaba saber si aquí está su… —intento acercarme más, levantando la voz, pero la misma sigue sin ser oída. De acuerdo, esto es todo, aquí vamos—. ¡Disculpe-EN!
Mi grito sale de una forma extraña cuando un tyrannosaurus se hace hacia atrás, empujándome en el proceso, y de repente todos los ojos se voltean hacia mí. Más de treinta pares de ojos, todos centrados en el humano que acaba de invadir su territorio, algunos con curiosidad, y otros con una mirada que podría hacerme un agujero en la cabeza. Si, esto es genial, perfecto. Me gustaba la idea de estar bajo el reflector, pero no de esta manera, y sobre todo no en este silencio.
Para mi suerte, ese silencio no es eterno, porque el dilophosaurus viene a mi rescate a gran velocidad, parándose junto a mí.
—¡Lo siento, olvidé que tenemos el tiempo contado! —se disculpa Damien, antes de voltearse a sus pares—. ¡Chicos, les presento a Inco! ¡Lo verán bastante seguido de ahora en más! —dice con alegría, y yo trago saliva ante los posibles resultados de esta introducción, sobre todo los que no me tienen a mí cayendo inconsciente aquí mismo.
—Oye, ¿no es ese el humano? —escucho entre los miembros del club.
—¿El tipo que Mia destruyó el primer día? —pregunta alguien más, y siento la necesidad de hacerme más pequeño de lo que soy. Si, a esta altura, por supuesto que todos lo saben.
—¡El mismo! —exclama Damien, a pesar de que yo estoy en proceso de sufrir un colapso nervioso—. Tal vez varios aquí no lo conozcan, pero de ahora en más él… —comienza a explicara, su voz interrumpida por alguien que se adelanta
—Damien, ¿qué hace el skinnie aquí? —pregunta una dino en la primera fila, una triceratops de escamas grises y abundante cabello lacio rojo oscuro, con un gesto bastante molesto.
Y ahí está, ese término que tanto me molesta. No es la primera vez que alguien se refiere a mí con esa palabra, pero guardaba las esperanzas de no escucharla aquí en St. Hammond. Por un momento pienso que meterme en esto fue un error, que debería regresar por donde vine sin decir una sola palabra más, pero de repente el ambiente cambia a mi alrededor. Veo a varios de los integrantes del club retroceder ligeramente hacia atrás, mientras la mirada de la triceratops se vuelve más afilada, y escucho murmullos preocupados en el fondo. Preguntaría a mi guía qué es lo que está pasando, pero al voltearme ligeramente me doy cuenta del qué, pues la causa está a mi lado.
—Juli, esa no es una forma amable de referirse a un compañero de clase, así que intenta no volver a hacerlo —dice Damien, defendiéndome. Su hocico está sonriendo, pero sus ojos no, y sus volantes están ligeramente más arriba de donde suelo verlos.
Oh Jesús Raptor, está enojado… no, no solo está enojado, está furioso. Nunca esperé ver a Damien así, no cuando siempre ha demostrado un carácter tan amable en mi presencia. Y entonces recuerdo las palabras de Liz, de cómo él me defendería de ser necesario, y que a pesar de parecer inocente, puede ponerse serio si la situación lo demanda. Pero al verlo así… tomo nota entonces de nunca, jamás, hacer algo que pueda enfurecerlo. No creo que vaya a sobrevivir si eso llegara a ocurrir.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a defender a la bolsa de piel por sobre los tuyos? —redobla ella, dando un paso al frente, y empiezo a temer la dirección en la que puede ir esto.
—Es exactamente lo que voy a hacer —dice al avanzar, quedando cara a cara con la chica a la que apenas le lleva unos centímetros por cresta—. Sabes, no me gustaría armar un escándalo aquí. ¿Por qué no salimos un momento, y hablamos las cosas con calma? —sugiere él, la triceratops asiente, y mi cerebro está colapsando al decidir entre intervenir en este pleito, o huir en la dirección contraria. Descarto la segunda opción, aunque sea a la fuerza, porque elegir eso sería traicionar los sentimientos de mi amigo, quien saltó en mi defensa, o al menos así lo siento.
—Damien, espera, no creo que debas… —intento desactivar la situación al aproximarme, ganándome la atención de la triceratops, pero justo cuando la misma parece estar a punto de avanzar hacia mí, un vozarrón se hace presente en el campo.
—A ver, ¡¿Qué está pasando aquí?! —exclama la voz de una mujer, alguien que se está abriendo paso a través del grupo sin dificultad alguna para terminar frente al dilophosaurus y la triceratops.
La dino de escamas rojas y cola de caballo queda frente a ambos, casi empujándome en el proceso, pero alcanzo a retroceder a tiempo para darle espacio. A diferencia de todos los demás que están usando el uniforme de la escuela, ella está usando un conjunto negro de calzas cortas y musculosa, ambas ajustadas a su cuerpo. Es mucho más alta que todos los demás, y su presencia es imponente, tanto que parece romper sin esfuerzo la tensión que hasta hace un instante podría haberse cortado con un cuchillo.
—Damien, Juli. ¿Algo que quieran compartir? —cuestiona ella, y por un instante puedo jurar que ambos tragaron saliva al mismo tiempo.
—No… capitana Victoria —dice la triceratops a regañadientes, desviando la mirada—. Solo una diferencia de opiniones con Damien.
—¿Qué hay de tí, Damien? —se vuelve hacia él, y el dilophosaurus mantiene una expresión neutra.
—Nada, capitana Victoria. Solo estaba intentando razonar con Juli, eso es todo —dice él, sin ahondar en el tema, y la chica alta suspira mientras se lleva una mano a la cara.
—Demonios, no tenemos tiempo que perder en disputas internas, tenemos que entrenar duro si queremos ganar este año. ¡Es nuestra última oportunidad! —exclama al dirigirse a todos los dinos presentes—. Díganme, ¿tienen todos ustedes las intenciones de llegar a las finales de las estatales? ¡¿Tienen intenciones de ganar, o estamos perdiendo el tiempo aquí?! —cuestiona, casi con furia, y su voz resuena en mi caja torácica, como si tuviera un enorme parlante justo al lado mío..
—¡Queremos ganar, capitana! —exclaman todos al unísono.
—¡Fantástico! —acepta ella, sonriente—. Entonces quiero que… un segundo, tú —dice al voltearse, notando mi presencia, y acorta la distancia que nos separa en apenas unos pasos, para quedar justo frente a mí—. Vaya, ¿pero qué tenemos aquí?
Si, de cerca es incluso más alta, y no puedo evitar pensar que así se siente una hormiga frente a una enorme bota pronta a caer sobre ella. Pero la cercanía me permite notar sus características con más claridad, bajo los fuertes rayos del sol. Escamas rojas, plumas rojizas cortas en sus codos y largas coronando su frente, junto a una larga cola de caballo castaña que baja hasta su cintura. Y sus ojos negros de esclera amarilla no se despegan de los míos ni por un segundo, haciéndome sentir incómodo, y me pregunto si ya es muy tarde para retirarme del consejo estudiantil.
También tengo la impresión de haberla visto antes…
—Como me gusta… —su voz corta mis pensamientos, mientras ella inhala con fuerza, antes de centrarse en mí otra vez, con una amplia sonrisa—. El olor de la carne fresca.
Si, supongo que es el fin, e imagino que el escaso color de mi rostro desapareció por completo. ¿Quién diría que mi corta vida llegaría a su fin en el patio de la escuela?
Notes:
Primero que nada, ¡feliz año nuevo para todos! No sé ustedes, pero yo tengo varios proyectos que quiero ver realizados este 2025, y uno de ellos es este fanfic. Sé que faltaron momentos de interacción entre Inco y Liz, créanme, pero es importante establecer varias cosas entre este capítulo y el siguiente, como el estado actual de las relaciones, las puertas que abrió Inco al entrar al consejo estudiantil, y cómo ciertas decisiones van a afectar su amistad con Liz en el presente y a futuro. Aún así, espero que estén disfrutando de esta historia, y si tienen algún comentario y/o crítica, déjenlo abajo por favor. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 3: La portada de un libro
Summary:
Inco se deja llevar, pero tiene la oportunidad de hacer nuevos amigos.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Tal y como la gente suele decir que ocurre cuando tienes una experiencia cercana a la muerte, mi vida pasó frente a mis ojos, y no creo poder decir que estoy orgulloso de ella. Si vuelvo hacia atrás, solo me veo a mi mismo yendo con la corriente, siempre haciendo lo que otros esperan de mí, nunca decidiendo una sola cosa por mi cuenta. Nunca tuve amigos en los que pudiera confiar, porque lo mucho que suelo quedarme en cada ciudad es un año, a veces menos, y las amistades a distancia nunca me funcionaron. Y mis padres… en algún punto, ellos simplemente se volvieron más distantes, y en la actualidad verlos en casa es el equivalente de ver a pie grande.
Me convencí a mi mismo que era algo normal por lo que cualquier adolescente pasa al crecer, pero entonces llegó la ceremonia de graduación en octavo grado… jamás lo olvidaré. Era un pequeño acto de la escuela a la que iba por el paso a la secundaria, y las familias de todos mis compañeros habían asistido, o al menos las de quienes conocía, pero de mis padres solo recibí la promesa de que intentarían llegar a tiempo. No lo hicieron, sus asientos reservados estuvieron vacíos lo que duró la ceremonia, y lo peor es que no estaba sorprendido. Y lo estuve aún menos cuando ese día llegué a casa y los ví a ambos sentados en el sillón grande, mirando el televisor.
“¿Era hoy? Lo siento cariño, lo había olvidado.”
“Espero que la hayas pasado bien con tus amigos.”
No tenía fuerzas para responderles, simplemente subí a mi habitación y me dejé caer en la cama, sin sacarme absolútamente nada. Creo que esa fue la primera vez que lloré siendo mayor, ahogando un grito en la almohada, y me dormí de esa forma, con un dolor muy grande en mi corazón. Pero con el tiempo creo que maduré, y entendí que es más fácil si no te importa, si no tienes expectativas. Si no esperas que estén presentes en tu graduación, no hay decepciones. Si no esperas que estén en casa al regresar, no hay decepciones. Si no piensas en ellos, no hay decepciones.
Me prometí a mi mismo en ese momento que, si algún día llegaba a formar una familia, no dejaría que mis hijos se sintieran así nunca. Jamás.
Y tal parece que los eventos importantes en mi vida no fueron demasiados, porque de repente me encuentro otra vez en el medio del campo de atletismo. También estoy rodeado de dinosaurios, con una raptor roja y alta frente a mí, observándome con atención indivisa, como si estuviera esperando algo de mi parte. Creo que disocié o quedé inconsciente de pie durante los últimos segundos, y probablemente me perdí de algo importante, por la forma en que me está mirando, expectante. Y cuando la persona frente a mí inclina la cabeza, extrañada, parece que estoy en lo correcto.
—Perdón, ¿qué fue lo que dijiste? —me atrevo a preguntar, solo para ver una expresión cansada y molesta, al tiempo que suelta un exagerado suspiro.
—Pregunté si vienes a unirte. ¿Acaso te golpeaste la cabeza? —dice ella, falta de paciencia, y no puedo evitar tragar saliva frente a esa mirada.
—No, yo… solo estaba… eh… —intento encontrar las palabras que se me escaparon pero, para mi suerte, mi salvación se acerca a una velocidad de vértigo.
—¡Disculpe, capitana Victoria! —llama Damien al detenerse junto a mí, colocando ambas manos sobre mis hombros para presentarme—. Este es Inco, el nuevo secretario del consejo estudiantil, y podrá tratar con él de ahora en más para los asuntos importantes —dice rápidamente, provocando que Victoria arquee una ceja.
Por favor Damien, no creo que esa sea la forma ideal de presentarme con alguien que me está haciendo un agujero con esa mirada. Aún así, el dilophosaurus nos ha salvado del incómodo silencio en que nos había metido, y creo que al menos puedo estar agradecido con él por eso. En tanto, la raptor roja se está frotando la barbilla con el pulgar, pensativa, hasta que parece tener una revelación.
—Ahora lo recuerdo —dice al fruncir el ceño—. Te ví el segundo día de educación física por la ventana. Corriste las vueltas que Solly pidió hasta que te derrumbaste en el suelo… eso estuvo muy bien —dice ella, dando pequeños pasos hasta terminar a mi costado sin dejar de mirarme, como si fuera un depredador rodeando a una presa—. ¿Pero lo habrías hecho si Damien no hubiera estado ahí para empujarte a terminarlas?
—¿Qué? —alcanzo a decir, pues sus palabras me descolocan por un segundo.
—Pregunté si hubieras llegado hasta el final de no haber tenido ayuda —dice con una seria mirada—. Es una pregunta bastante sencilla. ¿Cuál es tu respuesta?
Ella me cuestiona otra vez, pero yo todavía tengo dificultades para procesar lo que estoy escuchando, más que nada por los nervios que me produce estar frente a alguien tan imponente. Es cierto, fue en parte gracias a que Damien me empujaba por la espalda que logré terminar el ejercicio, porque cada vez que volteaba a ver al entrenador Solly… recordaba el primer día, cuando me dijo que no quería ver a nadie rendirse en su pelotón. Apenas me conocía, y aún así él tenía razón, yo me había rendido en su clase antes de siquiera intentarlo, y sus palabras calaron profundo en mi interior, porque eran básicamente un resumen de toda mi vida.
Me rendí en la relación con mis padres, me rendí en tener amistades que duraran, me rendí con Noelle, me rendí con todo lo que alguna vez me importó. No quería seguir cayendo en las mismas costumbres, quería cambiar, y las palabras del entrenador Solly fueron como una llamada de atención ante esa enorme debilidad de la que siempre fui consciente. Y ya no quería rendirme, ni dejar ir nada más.
En este punto, la fotografía es lo único bueno que tengo en mi vida, algo en lo que me he interesado y en lo que todavía no me he rendido, y hoy más que nunca, no pienso hacerlo. Voy a aferrarme a ese interés con uñas y dientes, no lo dejaré ir, ni tampoco dejaré fácilmente ir a los nuevos amigos que he conocido, haré todo lo posible por conservarlos y no decepcionarlos.
—¿Y bien? —insiste una vez más—. ¿Habrías terminado? ¿Si o no?
—Si —respondo con decisión, pero la expresión de la raptor no cambia, y yo continúo—. Quería que el entrenador Solly me reconociera, y Damien ciertamente me ayudó a no detenerme… pero tampoco quería detenerme. Quería probarme a mí mismo que podía hacerlo, que era tan capaz como todos los demás, e iba a lograrlo de una forma u otra —intento explicarme, mi corazón latiendo a mil por segundo mientras espero alguna que otra burla de la gente a mi alrededor, pero solo hay silencio, y temo que eso sea peor.
Entonces una sonrisa se dibuja en el rostro de la raptor roja mientras vuelve sobre sus pasos, hasta quedar frente a mí.
—Me gusta esa mirada —dice al extender su mano sin mucha ceremonia—. Victoria Roberts, capitana del equipo de atletismo.
—Inco G. Nito, nuevo secretario del consejo estudiantil —me presento al estrechar la mano ofrecida, usando mi nuevo título por primera vez. ¿Sabes qué? Suena bien. Lo que no suena bien son los huesos que acaba de aplastarme, al parecer no intencionalmente, según veo.
—Es un gusto —dice al apartarse, mirándome de arriba a abajo—. Pero sabes, las palabras no son mucho sin acciones que las respalden. Quítate la chaqueta, vas a correr con nosotros, cinco vueltas al campo —ordena ella, y yo siento que alguien acaba de lanzarme de golpe y porrazo a la piscina deportiva de la escuela, llena de agua helada.
—¿Qué? Pero yo… no tengo el equipo que…
—No importa, tus pantalones están lo suficientemente sueltos, las zapatillas parecen cómodas, y correr juntos es la mejor forma de conocer a los demás. Quiero saber de qué estás hecho —dice al golpear dos veces mi pecho y sí, ahí van más de mis débiles huesos—. ¡Todos ustedes, también! ¡Conmigo! ¡Cinco vueltas! —ordena al voltearse, tomando la delantera, y el resto del club no pierde tiempo en seguirla.
—¡Sí, capitana Victoria! —gritan casi todos al unísono como si estuvieran en la clase de Solly, levantando tierra a la carrera, y yo me quedo ahí, paralizado como un ciervo frente a los faros mientras algo que no termino de comprender ocurre a mi alrededor.
—Damien, yo… ¿qué hago? —Busco apoyo al voltearme y, para mi sorpresa, encuentro al dilophosaurus terminando de ponerse la playera amarilla de gimnasia.
—¡Ya la escuchaste! ¡Cinco vueltas! —dice al golpearme la espalda y adelantarse, quedando frente a mí, trotando sin moverse del lugar.
—¿En qué momento te pusiste el uniforme?
—Mientras estabas teniendo un colapso nervioso —dice divertido.
—¡¿Aquí mismo?! —cuestiono, incrédulo de que mi amigo se hubiera cambiado en este lugar, y lo suficientemente rápido como para que nadie lo notara.
—¡Vamos, a la capitana no le gusta que la hagan esperar! —exclama al tomar carrera y yo, incapaz de negarme, dejo la mochila en la escalera, la chaqueta encima de ella, y entro a la pista de atletismo cuando los demás ya llevan un cuarto de la primera vuelta.
La verdad es que no tengo idea de cual es la manera correcta para correr, pero lo que sí sé es que no quiero quedarme atrás, no ahora. Siento que esto es una nueva prueba de mi determinación, y fallar no está en mis planes, ya no más. Así que empiezo a tomar carrera, más rápido, un poco más, solo un poco más. ¡Con más ganas! Ya no quiero ser débil, ya no quiero hacerme a un lado o hacia atrás, quiero ir hacia adelante.
En el proceso, parece que mi cuerpo recuerda que necesito oxígeno para vivir, y empiezo a jadear por aire en mi carrera, pero no me detengo. Hay quienes dicen que los seres humanos se adaptan mejor a los ambientes y a las circunstancias que los dinosaurios, y si bien no creo que haya evidencia científica al respecto, tal vez sea un buen momento para aferrarme a esa idea como un clavo ardiendo. Mi cuerpo se adaptará, aquí y ahora, y lograré alcanzarlos a todos, comenzando por mi amigo que va justo delante de mí.
Damien parece recordar que estoy aquí cuando se voltea hacia mí, para sonreírme, y para acelerar, tal vez en respuesta a mis esfuerzos. ¿Acaso quiere que lo alcance? ¡No hay forma! ¡No cuando voy tan por detrás de todos los demás! Pero quiero hacerlo, quiero alcanzarlo, ¡y voy a alcanzarlo!
—¡Vas bien, Inky! —grita él, varios metros más adelante, y yo aprieto los dientes al tiempo que también aprieto el paso.
Lo más seguro es que Damien no esté dando el cien por ciento de sí mismo, porque logro ponerme a su lado antes de que el equipo complete la primera vuelta. Él me da una sonrisa que expone todos sus dientes, y veo un brillo en sus ojos, pero no tengo tiempo de cuestionarme qué significa antes de que él acelere una vez más, ganando varios pasos por delante de mí en nada.
Si tuviera que adivinar, diría que está invitándome a competir con él, que quiere que iguale su velocidad, que incluso intente superarla… o al menos eso creo. Sea como sea, no pienso defraudar sus expectativas, de la misma forma que no pienso defraudar la confianza que Liz está depositando en mí para relacionarme con los clubes. Todo es parte del mismo ejercicio en mi libro, es salir de mi zona de confort en la que me había atrincherado durante tanto tiempo, de ser algo más que la cara pasajera que desaparecerá de la vida de todos al cabo de un año. Alguien con fecha de vencimiento.
No volveré a ser ese Inco. Nunca más.
Saco fuerzas de donde no las hay para apresurarme y acortar la distancia con mi compañero tanto como puedo, pero él parece que se está manteniendo justo fuera de mi alcance, como quien está sosteniendo un juguete sobre el ambicioso gato, lejos de sus pequeñas patitas. Tengo que aceptar la realidad, alguien tan poco atlético como yo no podría superar a un deportista como Damien con facilidad. No hoy, al menos, pero si sigo corriendo… tal vez mañana lo logre. Y si no es mañana, será pasado mañana, o será más adelante en el futuro, pero sé que un día mi esfuerzo rendirá frutos.
Para el final de la quinta vuelta, Damien y yo somos los últimos en llegar, y mientras que la mitad de mis compañeros están agitados por el ejercicio, Juli entre ellos, la otra mitad no parece afectada en lo más mínimo. Esta segunda mitad incluye, claro, a mi amigo dilophosaurus, que se da la vuelta y sigue corriendo hacia atrás mientras me muestra dos pulgares hacia arriba con una gran sonrisa. Trato de corresponder al gesto mientras me desvío del camino, jadeando y rengueando como puedo mientras me dirijo a la escalera en la que me derrumbo, al tiempo que él se choca con quienes imagino serán sus amigos, y se queda conversando con ellos. Tal vez esto tarde un poco.
Varias de las caras del equipo de atletismo están enfocadas en mí, no sé si por una buena o mala razón, pero al menos puedo asegurar que dí todo lo que tenía, y no voy a avergonzarme por eso. En ello, la capitana del equipo se voltea hacia mí, parece pensar algo por una fracción de segundo, y se voltea hacia todos los demás.
—¡Estiren hasta que vuelva! —su grito retumba en todo el campo de atletismo, lo siento en cada fibra de mi cuerpo, y entonces ella viene hacia aquí, quedando frente a mí mientras me dedica una sonrisa satisfecha—. Completaste las cinco vueltas… nada mal, novato —felicita ella, pero soy incapaz de responder a su gesto, pues todavía estoy intentando recuperar el aire que perdí.
—Mis piernas… me están matando… no puedo pararme… ni respirar —alcanzo a decir, dando bocanadas como un pez fuera del agua, lo cual le provoca una carcajada, una a través de la cual puedo ver cada uno de sus filosos dientes.
—Si, eso es normal para la gente que lleva una vida sedentaria y una mala alimentación, por si no lo sabías —dice mientras va al costado de la escalera, rebuscando entre lo que imagino será su mochila, antes de erguirse y dirigirse a mi—. ¡Atrapa!
Mis reflejos apenas son suficientes para abrazar contra mi pecho la botella que arrojó, fresca al tacto, y al examinar lo que capturé… está llena de un líquido color azul. “RAWR” dice la etiqueta, una bebida isotónica que he visto antes en muchos comerciales, pero no estoy exactamente seguro de que sea apta para consumo humano. ¿Me importa? Rayos que no. Si no bebo algo ahora, caeré inconsciente en cualquier instante, y no pierdo tiempo en abrirla para vaciar al menos la mitad del contenido en mi garganta. En ese tiempo, la raptor roja también se sienta en la escalera, poniendo los brazos sobre sus rodillas, sus manos colgando delante de ellas, mientras me dirige la mirada, al parecer aún examinándome.
—Gracias —alcanzo a decir, cerrando la botella y devolviéndosela, pero ella me detiene con la mano.
—No se merecen, y guarda eso para tí, lo último que necesito es que alguien se desmaye por deshidratación en mi guardia. Tengo que cuidar de los míos, después de todo, y en estos últimos minutos tú fuiste de los míos —dice al darme dos golpes con las palmas en la espalda, y siento mi cuerpo estrujarse bajo el impacto. Todo esto, definitivamente, va a doler mañana.
—No creí que pudiera lograrlo… —admito, mi jadeo está siendo ahora más pausado, y ella devuelve su mirada al campo de atletismo, bañado bajo la fuerte luz del sol.
—Pero lo hiciste, y fue agradable ver que esta vez te empujaste a ti mismo. Siempre es un gusto ver a la gente sobrepasar sus propios límites.
—Supongo, pero sé que aún me falta mucho.
—Oh, por supuesto, eso es seguro —dice ella, y hay una pausa antes de que continúe, volteándose en mi dirección—. ¿Te gustaría mejorar?
—¿Mejorar?
—Tu resistencia, tu forma física, tu estilo de vida. Elige uno, o todos, ambas son buenas opciones. O tal vez no quieres hacer ninguna, y volver a lo que estabas haciendo antes… probablemente nada, si mi deducción es correcta.
—¡Que ruda! —exclamo con un enojo que soy incapaz de mantener, no cuando sé que la chica a mi lado tiene razón, pues no hago actividad física más allá de la de las clases de Solly—. Aunque no puedo negarlo. Sí, me gustaría mejorar… todo.
—¿Quieres mejorarlo todo? —pregunta para confirmar, y yo asiento en respuesta, aún dudoso—. Avaricioso, ¿eh? Sabes que eso requiere de esfuerzo y dedicación, ¿verdad? No lo conseguirás de la noche a la mañana.
—Tal vez, pero sé que soy débil, que me falta fuerza y resistencia —digo al abrir y cerrar las manos frente a mí—. Y quiero cambiar eso.
—Entonces estás en el lugar indicado —dice al pararse y ponerse frente a mí, para ofrecerme la mano con una sonrisa en la que no veo otro sentimiento más que confianza pura, y entonces entiendo por qué quien está frente a mí es la capitana—. Bienvenido al equipo de atletismo, novato.
—Gracias… capitana Victoria —sonrío al devolver el saludo, estrechando su mano de nueva cuenta, y no sorprendiéndome cuando mis huesos crujen una vez más.
—Aprendes rápido, eso me agrada. Y una cosa, espero que tengas un cambio de ropa, porque apestas —dice al agitar su mano frente a su rostro y, por primera vez, noto que estoy básicamente empapado en sudor—. O podrías solo darte una ducha rápida y bañar ese conjunto en desodorante para el resto del día, eso también funciona —sugiere ella, y yo apenas evito que el desagrado por la idea que acaba de presentar se muestre en mi rostro. ¿De verdad los chicos aquí hacen eso?
—N-no hay problema, tengo un cambio de ropa extra, en caso de problemas —digo al palmear la mochila a mi lado.
—Precavido, bien, esa es una buena actitud que tener. Por cierto… —dice, dejando la idea en el aire mientras regresa al costado de la escalera, rebuscando entre sus cosas otra vez antes de volver conmigo, ofreciéndome una hoja doblada a la mitad, algo arrugada y un poco sucia en las esquinas—. Aquí tienes. Es una forma de ingreso, llénala con tus datos para dársela al consejo estudiantil, y estarás dentro —ofrece ella, y yo tomo la hoja sin dudar para guardarla en mi mochila—. Entrenamos aquí de tres a seis, lunes, miércoles y viernes. Sé que ahora tienes labores como secretario de McKnight, pero ven siempre que puedas hacer tiempo. Será interesante ver hasta dónde puede llegar un humano en comparación a un dinosaurio.
—Espero cumplir con sus expectativas —intento sonreír con una confianza que no tengo, pero que espero ganar aquí. Si, eso es exactamente lo que pienso hacer.
—Empezaste con buen pie, novato, vas por buen camino. Te veré pasado mañana, si estás dispuesto a dar lo mejor de tí —me sonríe desafiante, antes de voltearse para dar algunos pasos largos, y reunirse con el equipo nuevamente—. ¡Gente, diez minutos de descanso, y vamos con diez vueltas más!
—¡Sí, capitana! —aceptan todos mientras ella se interna en el grupo.
Así que esa es la capitana del equipo de atletismo, Victoria Roberts. A pesar del exterior rígido y actitud que me recuerdan al entrenador Solly, parece alguien agradable, de quien se puede depender, y que puede guiar a los demás y empujarlos a dar el cien por ciento. Ciertamente fue el efecto que tuvo en mi persona, y tengo la sensación de que, de este encuentro, solo pueden salir cosas buenas.
Vuelvo a poner mis manos frente a mí, para abrir y cerrar varias veces, preguntándome si mi fuerza y resistencia podrían algún día siquiera acercarse a la del dinosaurio más pequeño. Y entonces estoy más convencido que antes. Quiero mejorar, no solo a nivel físico, sino a nivel social también, al menos acercarme un poco a tener una fracción de la confianza que rezuma la capitana del equipo. Tal vez, si sigo viniendo aquí, pueda tomar algunas páginas de su libro, algo que de seguro me ayudaría con mi nueva labor como secretario en el consejo estudiantil.
Espera un momento…
—¡Inco, lo escuché de la capitana! —exclama Damien al parar frente a mí, levantando tierra a su paso, y no puedo evitar saltar de la sorpresa, soltando un grito que tal vez no debería venir de un hombre de dieciocho años—. Ese ciertamente es un sonido. ¿Una llamada de apareamiento, tal vez?
—Oh, por todos los… —comienzo a decir, llevándome la mano a la cara—. Olvídalo, por favor. ¿Qué ocurre?
—Nada… aparte de que te dejé solo cinco segundos, y ya te uniste al club de atletismo —dice con sorpresa, y yo todavía estaba cayendo en la cuenta de lo que había hecho.
—Me dejé llevar por lo que estábamos hablando y lo hice sin pensar —digo al rascarme la nuca, avergonzado.
—Tranquilo, no es como si fuera algo malo. O al menos no creo que sea malo.
—Lo es, Damien. Ahora estoy con el consejo estudiantil, se lo prometí a Liz. Debería dedicarme por completo a eso, no ir y tan solo…
—Oye, lo digo en serio, no creo que sea malo. No hay reglas que digan a cuantas actividades extracurriculares puedes unirte, solo que la mayoría de la gente aquí se apega a una sola —dice al cruzarse de brazos, pensativo.
—Pero… ¿Tú no estás en tres clubes al mismo tiempo? —pregunto, extrañado.
—Oye, dije la mayoría —dice con una amplia sonrisa—. Hay muchos que hacen lo mismo que yo, y mientras tus horarios lo permitan y no afecte tus notas, solo puede beneficiarte. Hay cosas que sólo puedes aprender de ti mismo si te relacionas con diferentes personas, después de todo.
—Eso suena… bastante profundo —digo extrañado, considerando que esas palabras acaban de salir del hocico de Damien.
—¿Lo es? Se me acaba de ocurrir —ríe él, despreocupado, y yo suspiro en respuesta.
—Por supuesto que sí —acepto mientras dos dinos se aproximaban por detrás de mi amigo, con uno de ellos llevando una mano a su hombro mientras avanzaba.
—Parece que la capitana te aprueba, novato —dice la utahraptor de escamas violáceas, ojos naranja y cabello gris acomodado en un medio rodete—. Tengo que admitirlo, no esperaba mucho de tí, pero estoy bastante sorprendida de que hayas hecho las cinco vueltas.
—¿A pesar de que mis piernas ahora son gelatina? —cuestiono, ganándome una carcajada de su parte.
—¡Por supuesto! —exclama detrás de ellos un parasaurolophus de escamas lima, cabello verde fuerte y ojos amarillos, poniéndose del otro lado de Damien—. Eso significa que, desde aquí, sólo puedes mejorar.
—Les estaba hablando de tí a los chicos, antes de esa pequeña charla con Juli, y querían conocerte —dice él, y ahora siento algo de vergüenza por el hecho de no poder ponerme de pie para saludarlos correctamente. Vaya inicio para el nuevo secretario del consejo que tiene que representar al alumnado.
—Creo que no nos hemos presentado. Mi nombre es Abby, último año —dice la chica al extenderme la mano, y la estrecho sin perder tiempo con la fuerza que aún puedo sacar de mi persona.
—Tom, décimo año —dice el chico al saludarme también, y correspondo de la misma forma. Bien, dos nuevos amigos, adquiridos.
—Inco, último año. Es un gusto conocerlos —digo con una sonrisa. Al menos ellos parecen más agradables que la triceratops de antes.
—¡Lo mismo digo! Por cierto, siento lo que pasó con Juli antes —dice Abby, haciendo una mueca de vergüenza mientras se rasca el cuello con una uña—. Es una gran chica, te lo aseguro, pero… tiene una historia no tan agradable con los humanos. No es nada personal, así que espero que lo entiendas.
—Debí verlo venir —dice Damien, frunciendo el ceño—. De principio no se veía tan feliz cuando les estaba hablando de tí, pero nunca creí que pudiera ponerse así, y como amigo de ambos… eso fue una falta por mi parte.
—Espera, ¿son amigos? —pregunto, sorprendido.
—Si, nos conocemos desde noveno, y sabía que tenía un problema con los humanos, pero esperaba que conocerte pudiera… cambiar un poco su perspectiva. ¿Sabes? —explica él, y aprieto los labios sin poder evitarlo, ante la idea de que mi presencia hubiera podido agriar una amistad de años.
—Solo dale algo de tiempo —interviene Tom, con una sonrisa triste—. Para que se acostumbre a la idea de que estés aquí, y estoy seguro de que se llevaran mejor.
—Ojalá así sea —intento sonreír, pero las probabilidades de llevarme bien con alguien que rechaza por completo a mi especie… parecen escasas. No pondría muchos huevos en ese canasto, si soy honesto, pero nunca lo diría frente a sus amigos.
—De acuerdo, con eso fuera del camino… —interviene Abby, chocando las dos manos—. ¿Qué tal si hacemos una carrera entre los cuatro antes de que el descanso termine?
—¡Suena bien! —exclama Damien, completamente a bordo—. ¿Te apuntas Inco?
—Lo siento, literalmente no puedo mover las piernas. Necesito descansar unos minutos, y luego tengo que seguir con la tarea que me dió el consejo estudiantil —digo, dándole una mirada significativa al dilophosaurus, y él se lleva una mano a la frente.
—Rayos, casi lo olvidaba —admite, chasqueando la lengua—. Bueno, haré una carrera rápida con ellos mientras te doy tiempo a descansar. ¿Te parece?
—Si, suena perfecto —acepto al acomodarme en el escalón.
—¡Genial! ¡Vamos chicos! ¡Una rápida de tres vueltas! —les dice al voltearse para palmear el hombro de cada uno, antes de adelantarse y comenzar a correr otra vez. Abby es la primera en seguirlo, pero Tom parece tan descolocado como yo.
—¡Esperen un segundo! —exclama el parasaurolophus, a punto de correr cuando se detiene, y me mira sobre el hombro—. ¡Un gusto conocerte, Inco!
—¡Lo mismo digo! —respondo, y mi nuevo amigo comienza a correr al instante, acortando la distancia con ellos en muy poco tiempo. A pesar de su tamaño, es bastante rápido.
Y yo me quedo ahí, recuperando el aliento mientras trato de comprender la mente de Damien, de cómo está aprovechando el descanso después de correr… para correr más. Aunque supongo que, tal y como dijo Liz, es parte de quien es como persona. Pero ese valor de pararse incluso frente a alguien cercano para defender al humano que apenas conoce, o esa facilidad para socializar que le permite acercarse a quien sea, son capacidades que siempre consideré fuera de mi alcance, y nunca me moleste por intentar cultivarlas porque, inconscientemente, no me creía capaz de conseguirlo.
Mi mente sigue dando vueltas a esas ideas mientras los tres dinosaurios están corriendo en la pista de atletismo bajo los rayos del sol, y entonces veo a la triceratops de antes, la chica agresiva, entrar a la carrera también. Está a una gran distancia del resto de su grupo, pero parece dispuesta a intentar alcanzarlos de todas formas, a pesar de lo que pasó con Damien hace unos minutos. ¿Tal vez ya olvidó todo el tema? ¿O no es lo suficientemente importante como para interponerse en una carrera con sus amigos? Supongo que lo más posible es lo segundo, pero la realidad es que no conozco a este grupo en lo más mínimo, así que no tengo idea de cómo funcionan las cosas entre ellos. Aún así, también veo difícil que el dilophosaurus guarde rencores, por lo que lo más probable es que todo este asunto sea agua bajo el puente al final del día. Ojalá así sea.
—Rayos Damien, de verdad eres increíble —musito al sonreír, agradecido de que alguien tan amigable como él se haya acercado a mí desde el primer día, y me haya integrado y permitido conocer a tanta gente nueva—. Pero nunca entenderé como tienes tanta energía.
—Es Damien, él siempre tiene energía de sobra para todo, no se le acaba —dice una voz femenina a mis espaldas, y un pequeño grito se me escapa al voltearme. Otra vez.
Allí, unos escalones más arriba, está sentada una bambiraptor blanca de cabello negro atado en una cola de caballo, con una máscara negra rodeando sus ojos color avellana y una larga cola terminada en una gran cantidad de plumas, que abre los ojos bien grandes por un instante antes de romper en risas justo después. Se lleva el dorso de la mano al hocico para cubrir sus dientes en el proceso, exponiendo las plumas blancas que también pueblan sus codos, y yo me llevo una mano al pecho para sentir como el corazón me late a mil por hora. ¿Cómo llegó ahí sin que la notara?
Y hablando de buenas primeras impresiones…
—Lo siento, me sorprendiste, no te ví llegar —intento disculparme, y ella agita la mano.
—No hay problema, no hay problema —dice con la sonrisa grabada en el rostro, antes de juntar las rodillas con ambas manos—. Y por cierto, me alegra que te nos unas. ¡Va a ser muy divertido correr juntos!
De acuerdo, eso es un pensamiento agradable, pero hay un problema: el hecho de que ella parece conocerme a mí, pero yo no a ella.
—Por supuesto, eh… tú… eras…
—¿Ya me olvidaste? —pregunta al arquear una ceja, y no puedo evitar tragar saliva—. Eso es muy feo de tu parte, Inco.
—Perdón, lo siento, era… Lunara, ¿verdad? —digo, rescatando el nombre de las profundidades de mi mente, y una sonrisa incluso más grande se dibuja en su cara.
—Bingo —responde ella, satisfecha, y yo apenas evito suspirar con alivio.
—Creí que estabas en el club de artes culturales —digo, recordando más de ella.
—Lo estoy, pero solo nos reunimos los jueves —explica ella, moviendo las rodillas juntas de un lado para otro—. El resto de los días vengo al club de atletismo para mantenerme en forma, igual que Kiara.
—¿Kiara? —pregunto, no familiarizado con el nombre. O al menos eso creo.
—Una amiga, que ahora mismo está en el club de moda, pero viene el resto de los días. También está Mia, otra amiga, pero ella dijo que tenía otros asuntos que atender hoy —comenta ella con un dedo en la barbilla, y trago saliva ante la mención del nombre del demonio en persona.
¿Está hablando de la Mia que yo conozco? ¿Es esta chica amiga de la parasaurolophus roja? ¿Será como ella? Considerando ese semblante tan amigable que tiene, lo veo bastante difícil, pero también es cierto que no se debe juzgar un libro por su portada. Solo por si acaso… debería andarme con cuidado.
—Ya veo —respondo, sin profundizar más en el tema de sus amistades—. Hay muchos que balancean varios clubs a la vez, al parecer. No me lo esperaba.
—Bueno, estamos en nuestro último año de secundaria. Bien podríamos aprovecharlo al máximo, ¿no lo crees? —pregunta con una amplia sonrisa, una que correspondo.
—Supongo que tienes razón —digo mientras mis ojos se pierden en el grupo de amigos aún a la carrera. Juli parece tener dificultades para cerrar la distancia con el resto, pero Tom está disminuyendo su velocidad para acercarse a ella, y ambos empiezan a platicar mientras corren. La expresión de la triceratops es ahora más suave, bastante diferente de cuando me estaba mirando a mí.
—Pero tú no que quedas atrás —continúa ella, clamando mi atención—. Por lo que escuché antes, acabas de entrar al consejo estudiantil como secretario de Ben, y ahora te uniste al equipo de atletismo —recuenta ella, dándome una mirada que no puedo descifrar—. De cero a cien en una tarde, si me lo preguntas, pero no creo que te resulte difícil… aunque hay estudios que aseguran que los humanos no son tan hábiles haciendo multitasking como los dinosaurios. ¿Es eso cierto?
—¿Por qué me lo preguntas a mí? —cuestiono, confundido.
—Porque es más fácil escucharlo de la fuente en persona —dice al inclinarse hacia adelante, expectante, y no puedo evitar tragar saliva.
“En este punto, diría que es más un fetiche que otra cosa, a decir verdad.”
Las palabras de Damien se hacen presentes en mi mente, y yo reprimo un gesto que la chica frente a mí podría considerar desagradable, pero las ideas que mi amigo plantó en mi mente no me están ayudando a tratar con ella. Pongo entonces un gran esfuerzo por alejar esos pensamientos, y centrarme en lo que me está preguntando. Lo que Damien dijo no tiene que ser necesariamente cierto, después de todo, puede que esta chica de verdad sienta curiosidad por mi especie, y que no sea nada más que ello. Si, prefiero quedarme con esa idea, francamente.
—Creo que todos somos diferentes en cuanto a capacidades, ya seamos humanos o dinosaurios, y cada uno de nosotros tiene algo en lo que es bueno —respondo con sinceridad—. Por ejemplo, podré tener una cámara algo vieja, pero con ella puedo hacer una fotografía de calidad por encima de muchos humanos y dinos con celulares de gama alta, gracias a lo que aprendí. Y eso es algo de lo que no todos son capaces, sean de la especie que sean —intento explicar y hacer gala de mis habilidades, sus ojos no se apartan de mí ni por un instante, y su voz corta como un cuchillo.
—Muéstrame.
—¿Eh?
—Toma una foto, y muéstrame lo que puedes hacer —insiste ella—. No me importa si quieres tomarme una a mí —dice con una sonrisa curva, acomodando su cola de caballo hacia adelante.
—Uh… claro —acepto con sorpresa, y una sonrisa.
Fuera de lo que pueda pensar de su personalidad o sus intereses, la verdad es que la bambiraptor es de verdad bonita, y no todos los días tienes la oportunidad de fotografiar a alguien que bien podría ser una modelo. A razón de ello, no pierdo tiempo en sacar mi confiable DSLR de la mochila, para encenderla y ver a través del visor. En base al ambiente y la luz del sol que puede resultar bastante molesta para realizar una toma adecuada, hago los ajustes necesarios para que resalten los detalles que deseo en la fotografía, y la chica frente a mí me habla en el proceso.
—¿Qué pose quieres? —pregunta con un tono juguetón, llevándose ambas manos a la nuca de una manera exagerada, resaltando su… no mires, no prestes atención a esos… esas… ESE detalle. La mente en el juego, Inco, la mente en el juego.
—La que tú prefieras —digo al recuperar la concentración, mientras realizo la configuración ideal.
En ello, Lunara decide cruzar las piernas, recostarse en la escalera, e inclinar la cabeza, casi como si lo hubiera practicado. ¿Tal vez ya le han tomado fotos así antes? Supongo que es bastante probable.
“¿Lo tienes? Quiero que sea vea el atardecer frente a mí. Es precioso.”
Un recuerdo que creía perdido se hace presente en mi mente, el de una tarde a solas con alguien más después de clase, en mi antigua escuela en Chicago. Por un segundo es lo que aparece en mi visor, la imagen es tan vívida como el día en que tomé esa fotografía, y yo hago un esfuerzo por apartarlo, por volver al presente.
Hay cosas que es mejor olvidar.
El obturador suena varias veces seguidas mientras me centro en el proceso, y al apartar mis ojos del visor para revisar las capturas en pantalla, me siento bastante satisfecho con el resultado.
—Aquí está —digo al exponer la pantalla hacia mi compañera, y ella se inclina para examinarla detenidamente. Considerando su silencio, empiezo a sentir que tal vez la foto no es tan buena como creí que era, hasta que sus ojos me encuentran nuevamente.
—No mentías con la calidad, de verdad se ve mejor que en mi celular… y eso que soy una maestra en filtros de Insta —dice orgullosa, sin dejar de observar la pantalla de la cámara—. Es un gran trabajo, Inco.
“Tomaste mi mejor ángulo. Gracias Inco, me encanta.”
El recuerdo persiste, y solo entonces me doy cuenta de la razón, algo tan simple, que ni siquiera había caído en la cuenta de ello hasta este instante. Podrá ser de una especie diferente, pero su mirada, sus gestos, el timbre de su voz… son demasiado parecidos a los de Noelle. Entonces vuelvo a ver la pantalla de la cámara para revisar la foto, y recuerdo ese día, ese atardecer.
Aún duele. Aún lo hace.
—Inco, ¿estás bien? —pregunta mi compañera, extrañada y preocupada. Tal vez el sentimiento se dejó ver en mi rostro, y no puedo evitar reírme nervioso.
—Si, por supuesto, no hay problema —respondo con una sonrisa forzada, mientras guardo la cámara en la mochila—. Lo siento, me recordaste a una vieja amiga por un segundo, eso es todo.
—Una vieja amiga, ¿eh? —pregunta con una cálida mirada—. ¿Eran muy unidos?
—¿Tal vez? Hablábamos por celular bastante seguido, así que… supongo que podrías decir que sí. Pero fuimos por caminos separados.
—Que lástima —dice ella, y hay un instante de silencio, antes de que ella continúe—. Cuando tengas algo de tiempo, ¿puedes enviármela?
—Por supuesto, pero déjame un mail a donde pueda… —comienzo a decir, y ella gira los ojos en respuesta, antes de extender la mano.
—Préstame tu teléfono.
—S-seguro —respondo sorprendido al pescar mi celular del bolsillo, para desbloquearlo y pasarlo a la bambiraptor. Ella teclea rápidamente en él por un instante, y me lo ofrece justo después.
—Listo, ese es mi número, envíamela por Lime cuando puedas —dice ella, y al revisar la pantalla encuentro su nombre ya agendado—. Bueno, parece que el descanso está por terminar, y no quiero que la capitana me regañe. ¡Te veo luego, Inco! —dice al palmear mi hombro con delicadeza, y pasar frente a mí, trotando rápidamente hacia el grupo de atletas.
—Si, nos vemos después… —alcanzo a responder bastante tarde, tratando de dar sentido a lo que acaba de pasar, a lo que acabo de recordar. Supongo que aún no lo he superado, no como creía. Parece que tomará más tiempo.
—Y ahora estoy seguro, le gustas —apunta una voz fuera de mi campo de visión, y no puedo evitar casi saltar en respuesta.
—¡Oh dios! —exclamo al voltearme hacia el sorprendido dilophosaurus, antes de que éste rompiera en risas—. Damien, ¡podrías avisarme que estás ahí antes de sorprenderme así! ¡Ya van dos veces!
—Y ya van dos veces que te dejo solo y haces algo… intrépido —interrumpe él, sonriente—. Estoy seguro de que no pasaron ni diez minutos, y no solo te metiste al equipo de atletismo, sino que además conseguiste el número de Lunara. ¡Respeto! —dice al exponer su puño cerrado para que lo choque y, a pesar de no ser lo que él piensa que es, correspondo el gesto.
—Solo me lo dió para que le enviara la foto que tomé antes, no es para tanto.
—Inco, mi hombre… ninguna chica, jamás, te daría su número solo para que le envíes una foto. Es simplemente una buena excusa para hablar, y te lo dice alguien que no tiene mucha experiencia que digamos.
—¿Es eso cierto? —pregunto, ahora con duda, y él asiente—. Uh, ¿qué debería hacer?
—¿Me lo preguntas a mí? —responde con una ceja arqueada—. Supongo que tú tampoco tienes mucha experiencia, ¿eh?
—En lo más mínimo —digo, tragando saliva.
—Bueno, para empezar, deberíamos terminar el tour antes de que Liz se ponga impaciente, porque tenemos un tiempo limitado. Después, tienes que ayudar en el consejo mientras yo vuelvo con el club de atletismo para seguir entrenando. Y luego de eso… yo diría que le envíes la foto, y veas qué ocurre desde ahí —aconseja él, y yo me quedo mirando al nuevo contacto en mi agenda—. No lo pienses demasiado. Como mínimo, harás una nueva amiga.
—Tienes razón —concedo, poniéndome de pie mientras tomo la mochila y mi chaqueta. Si, todo listo.
—En fin, te llevo a las duchas, y seguimos el recorrido. ¡Aún nos quedan tal vez siete u ocho clubes para presentarte!
—¿Terminaremos a tiempo?
—¡Para nada! —me dice con una sonrisa que expone todos sus dientes, y yo me llevo la mano a mi sudorosa frente.
—Eso creí.
—Eh, de una forma u otra, tendrías que presentarte a los que vienen otros días mañana o pasado. No todos están aquí hoy. Por ahora, concentrémonos en lo que podemos hacer en el momento, un día a la vez —aconseja mientras ambos subimos las escaleras de regreso al edificio principal, y al voltearme hacia el equipo de atletismo, hay un par de ojos afilados que apuntan en nuestra dirección.
Está más que claro que la triceratops de escamas grises no está contenta conmigo, o con que esté cerca de su grupo, pero no puedo evitarlo. Además, le tengo mucho aprecio a Damien, ha sido un gran amigo para mí, y no me apartaré solo porque alguien decidió que no quiere a mi especie en su rango visual. Y tengo la sensación de que veré más personas así mientras intento maniobrar a través del resto del año escolar como el secretario del consejo estudiantil, por lo que tendré que hacer el esfuerzo de acostumbrarme a la idea. Aún así, las personas se entienden hablando, y estoy seguro de que podré resolver cualquier problema si me esfuerzo por comprender a los demás.
Por suerte, el vestuario de hombres no está muy lejos del gimnasio ni del campo de atletismo, por lo que no tardamos mucho en llegar. Dejo mi mochila en uno de los casilleros, la ropa sudada y mis gafas en uno de los bancos frente a las duchas, y abro la llave del agua. Hay dos filas de diez duchas cada una, todas lo suficientemente amplias como para albergar a casi cualquier especie de dinosaurio, y puedes modular la fuerza del agua desde una delicada lluvia, hasta el nivel de presión de una hidrolavadora, algo que supongo será bastante útil para los dinos más grandes. ¿Para mí? Una lluvia ligeramente fuerte es más que suficiente, y dejo que el agua corra por mi calva, mi rostro, y mis entumecidos músculos. Duele, pero si tengo intenciones de dedicarme al equipo de atletismo, es algo a lo que también deberé acostumbrarme.
Aunque no creo tener dificultades con eso. En estas semanas ya me habitué a bañarme en compañía de los demás chicos, después de todo, y las duchas y el vestuario de verdad se inundan de un bullicio importante una vez termina la clase de educación física, uno que no te permite mantener una conversación decente con quien tengas al lado. O mejor dicho, uno que no me permite a mí mantener una conversación, para ser más exacto. Ahora mismo, eso no es un problema, y el dilophosaurus que entró a la ducha junto a la mía parece tener intenciones de aprovechar la oportunidad.
—Lo siento Inky, todavía no puedo creerlo —dice él, divertido—. Quiero decir, una chica a la que apenas conoces te dió su número, y no es solo cualquier chica. Lunara es una de las más populares de la escuela, a pesar de su excentricidad, y estoy seguro de que hay varios chicos en el club que matarían por tener tu suerte. Y no, no estoy exagerando.
—¿Crees que debería empezar a cuidarme las espaldas? —bromeo en un principio, pero ahora tengo algo de miedo de la respuesta de Damien.
—¿Quién sabe? —dice riendo, y yo siento un escalofrío subir por mi espalda—. Aún así, primero Olivia se abre contigo, y ahora Lunara te busca. ¿Acaso desprendes alguna feromona extraña? —pregunta él, y yo suelto una carcajada sin poder evitarlo.
—¿Tal vez sea el estilo Nito? —trato de bromear con una voz gruesa, pero solo recibo silencio en respuesta, y casi puedo sentir al dilophosaurus arqueando una ceja a través del muro que nos separa—. No lo sé Damien, no soy una persona muy interesante que digamos, aunque me gustaría decir lo contrario. No tengo idea que interés puede tener Lunara en… —comienzo a decir, pero recibo una risa jovial de su parte—. ¿Qué?
—Nada, nada, lo siento. Solo me trajiste recuerdos. Liz una vez me dijo eso, cuando la buscaba de pequeño, decía que no era alguien tan interesante —me cuenta, con una pausa en el medio—. Ustedes se parecen un poco, ahora que lo pienso.
—¿Qué le dijiste entonces?
—Que era muy divertida, que me gustaba estar con ella más que con los otros niños, y si tenía que elegir entre mis otros amigos y ella, la elegiría a ella —relata él, sorprendiéndome—. Recuerdo también que se puso completamente roja, y me dió un buen golpe en el hombro, pero ella… estaba sonriendo. Eso me hizo muy feliz.
—Rayos Damien, ¿rompiendo corazones desde pequeño? —pregunto, divertido.
—Solo algunos —concede él—. Pero con otras chicas nunca pasó de una cita, o un baile de la escuela… tal vez por falta de interés de mi parte. Si te soy sincero, nunca me paré a pensar mucho sobre tener pareja, más que nada porque he estado ocupado, especialmente en los últimos años. Y supongo que, en el fondo, siempre estuve esperando que Li… —se detiene de golpe, y yo me quedo esperando por palabras que nunca llegan, preocupándome.
—¿Esperando qué? —pregunto con curiosidad.
—Oh, lo siento, olvídalo. ¡Cosas de niños! —dice él, y aunque siento que hay más historia detrás de esas palabras, y que debería dejarlo estar, no puedo evitar dar mi opinión al respecto.
—Hay una frase… no recuerdo en donde la escuché, pero se ha quedado conmigo —empiezo a decir, antes de llegar al punto—. Dice que… hacer cosas es lo que cambia las cosas, porque no hacer nada deja todo tal y como está.
—Suena a que tienes experiencia en el área —responde, curioso.
—A mi pesar, si —admito—. Pero estoy intentando cambiar eso, ser más proactivo.
—Si, creo que me diste suficientes pruebas hoy… tal vez estás siendo demasiado proactivo —dice con un tono sugerente, y yo suspiro con pesadumbre—. Si ocurre algo con Lunara, quiero que sepas que muero por el chisme.
—No proactivo en ese sentido, Damien.
—Tienes razón, ahí sería “reproductivo”.
—¡Damien! —alcanzo a gritar, sintiendo el calor en mis mejillas, antes de que el dilophosaurus rompa en carcajadas.
—¡Lo siento, estaba servido en bandeja de plata! —exclama al detener el flujo del agua, y correr su cortina de golpe—. ¡Vamos, todavía queda mucho que hacer!
—¡Lo sé, ya salgo! —aviso al cerrar la llave, sintiéndome renovado. Hora de continuar.
Una vez nos ponemos en camino otra vez, las presentaciones se dan sin mayores dificultades, tal vez porque ya traté con la situación más estresante que podría haber enfrentado al principio de todo. Mi amigo dilophosaurus me guía y presenta a los líderes de los clubes de natación, música, debate, ajedrez, moda, y literatura, y si bien él no tenía conocidos en cada uno de esos clubes, su facilidad para hacer buenas migas con la gente en general fue un buen lubricante social que nos permitió presentar la idea de que el nuevo secretario del consejo estudiantil es un humano sin mayor problema.
Si bien ya he notado un buen número de miradas recelosas hacia mi persona, quienes lideran los clubes parecen gente razonable, más que contenta de tener a alguien más a quien recurrir en el consejo. Supongo que solo disponer de Ben y Liz como opciones seguras lo hace más complicado, porque no creo que muchas personas quieran acercarse a Mia para discutir asuntos que podrían no interesarle. Sé que Ben dijo que ella era la “ejecutora” del consejo, que mantenía la paz y me ayudaría a tratar con los alumnos de ser necesario, pero me es difícil imaginar a la parasaurolophus roja ayudándome en lo que sea de buena gana. ¿Tal vez si Ben llegara a convencerla? No estoy seguro, no los conozco lo suficiente como para confiar en esa posibilidad, así que supongo que cruzaré ese puente cuando llegue a él.
No nos queda mucho tiempo antes de que se cumpla el plazo establecido por Liz para cumplir mi primera tarea, y a pesar de que todavía quedan varios clubs, hay uno por el que siento verdadera curiosidad y me gustaría al menos visitar antes de que se termine el tiempo. Pero cuando se lo pregunto a Damien, me da las noticias más tristes que he escuchado en todo el día: el club de fotografía no se reúne los lunes. Pero antes de que mis ánimos decaigan, también me habla de la posibilidad de encontrar el club abierto hoy, y tal vez incluso ver a la propia presidenta. Me gustaría apostar por esa chance, al menos, por lo que nos desviamos del camino para cumplir mi capricho.
—¿Y cómo es la presidenta del club de fotografía? —pregunto curioso, y Damien parece sopesar la respuesta un momento.
—La presidenta… si me lo preguntas, es un caso especial —dice cruzado de brazos.
—¿Especial? —pregunto, cuando ya nos encontramos frente a la puerta del club de fotografía, fácil de deducir cuando la placa en el área superior del marco lo indica.
—¿Cómo lo explico…? Supongamos que Olivia está al final de un espectro. Bueno, Jen está en el otro extremo, si sabes a lo que me refiero —dice al abrir la puerta.
—¿De qué estás…?
Un sonido extraño llega a mis oídos justo antes de que mi mundo se vuelva completamente blanco, un intenso y doloroso blanco del que mis lentes de prescripción apenas me protegieron, pero mi acompañante no parece haber corrido con la misma suerte, considerando sus gritos de dolor y agonía.
—¡Oh dios! ¡Inco, estoy ciego! —grita Damien a mi lado, o al menos creo que está a mi lado.
—¡Yo también! ¡Y tenía los lentes puestos! —respondo al quitármelos, refregando mis ojos con la vana esperanza de recuperar mi visión, y una pequeña risa se hace presente en el medio.
—¡Bien! Cuando escuché los pasos en el pasillo, sabía que iba a conseguir una buena toma —celebra una voz femenina frente a mí, creo que está frente a mí, y sigue un momento de silencio antes de que se refiera a nosotros—. Oigan, ¿están bien?
—Jen, lo juro por… te responderé cuando pueda verte —dice mi compañero, claramente irritado.
—Ups —es la única señal de vergüenza que recibimos por el atentado contra nuestros ojos—. Imaginé que iba a ser potente, pero no creí que tanto. ¡Lo siento Damien!
—Aún está todo blanco —digo, poco a poco recuperando algo de mi visión. ¿Quién sabe? Tal vez algún día vuelva a ver en colores.
—Debería pasarse en un rato… espero. Si el problema persiste, ¡consulte con la enfermería más cercana! —dice aquella voz con gracia, y parece que estoy recuperando la vista antes que Damien, porque ahora puedo ver a la persona dueña de esa voz.
Quien está frente a mí no es nada más y nada menos que una raptor con una cámara bastante vieja en sus manos, de escamas azules, ojos rojos y cabello castaño de mechas celestes. Plumas azules presentes en la parte de atrás de su cabeza, detrás de sus codos, y en la mayor parte de su cola, y viste un atuendo bastante simple, conformado por pantalones de jean grises y una playera roja de bordes blancos. Su sonrisa no desaparece mientras nos ve con gracia, pero entonces sus ojos se centran en mí, y parece tener una revelación.
—Tú eres el humano, ¿cierto? ¡Ese del que todos hablaban el primer día! —exclama ella, y… ya no me gusta hacia dónde va esto.
—Depende de lo que hayan dicho —respondo al fruncir el ceño, listo para lo peor.
—Las voces en los pasillos dicen que todos te estaban tomando fotos o haciendo bocetos en la entrada el primer día, y que te fuiste temprano luego de que Mia Moretti te descolocara la cabeza en educación física. ¿Es eso cierto?
—Si, esa parte es cierta —respondo al suspirar con pesadumbre—. No esperaba que la historia se hubiera expandido tanto.
—Oh, a la gente en esta escuela le encanta el chisme… y a mi también, no voy a negarlo —acepta ella, y se nos queda mirando extrañada—. ¿Qué están esperando ahí afuera? ¡Vamos, pasen! —invita, y yo soy el primero en entrar, seguido por un Damien aún fuera de combate, y nuestra compañera cierra la puerta detrás de nosotros.
El club de fotografía… no es exactamente lo que esperaba. Es un salón relativamente pequeño, con varias mesas y sillas repartidas por todo el lugar, tanto que me lleva a pensar que tengo TOC por la fuerte necesidad que siento de ordenar esta habitación de manera urgente. También hay cajas repartidas por toda la sala, y en la mesa central, la más grande, está acomodado un proyector similar al que tenemos colgado en el salón de diseño artístico del profesor Iadakan, proyectando lo que parece ser un… ¿tutorial de iluminación en YouSnoot? Supongo que el aparato está conectado directamente a su celular, por la reconocible interfaz que aparece en la pantalla blanca.
Supongo que esperaba algo más… profesional, aunque otra vez, no debería juzgar un libro por su portada. En las cajas abiertas puedo ver toda clase de aparatos usados para fotografía profesional, y sobre la mesa central hay varios libros referidos al tema, ya sean manuales instructivos, o libros compuestos en su mayoría por fotografías de lugares bastante conocidos aquí en Volcaldera, por lo que puedo llegar a ver. Tal vez no esté tan organizado como me gustaría a mí, pero ciertamente es el espacio de alguien con gran interés por la materia. O al menos eso creo.
—¡Bienvenidos a mi santuario! —se adelanta ella, abriendo grande sus brazos y con una gran sonrisa—. A Damien ya lo conozco, pero a tí no. ¿Tú eres…?
—Inco. Inco G. Nito, el nuevo secretario del consejo estudiantil —me presento con mi mejor sonrisa al extender la mano, y mis huesos crujen otra vez. Ya es la séptima vez el día de hoy… probablemente debería entablillar la mano al regresar.
—¡Oh, es todo un placer! Y díganme, ¿tienen algún interés en unirse al club de fotografía?
—Tal vez Inco, pero no es por eso a lo que venimos —dice Damien, que todavía está parpadeando mientras gira los ojos en todas direcciones, antes de avanzar y ponerse a mi lado—. Inco, esta es Jenine, y como ya te habrás dado cuenta… es la presidenta del club de fotografía.
—Jenine Hartmann, ¡para servirte! —dice al hacer un exagerado saludo de soldado, y empiezo a pensar que es la clase de persona cuyo cerebro segrega un exceso importante de dopamina—. Y… siento lo del flash, tendré más cuidado. Pero tienen que admitir, la potencia fue bastante asombrosa.
—No hay problema, y sí, lo fue —acepto, sorprendido por ese hecho—. ¿Qué fue lo que usaste?
—¡Me alegra que lo preguntes! —dice al regresar a la mesa por su cámara, una que solo podría calificar como “vintage”—. ¿Están interesados en cámaras antiguas?
—¿Cámaras antiguas?
—Si, de esas que tienen treinta años de antigüedad o más. Bueno, aquí estamos hablando de… ¡Setenta años de antigüedad! —exclama con emoción al exponerla, y el silencio que le sigue me dice que tal vez estaba esperando un aplauso, o una expresión positiva de algún tipo, pero la falta de la misma no parece detenerla—. La fotografía accesible para el usuario común era bastante diferente en esa época. No solo porque las capturas se grababan en un rollo de película que debías revelar, sino que también tenías que ensamblar en la propia cámara los componentes faltantes. Y para eso tenemos… —dice al tomar lo que estaba en la mesa, exponiendo una lamparilla azúl—. ¡Lámparas de flash!
—¡¿Lámparas de flash?! —pregunto con sorpresa.
—Disculpa, ¿eres Snake? Porque no pareces Snake. Te falta la bandana, para empezar —dice al señalarse la frente con el pulgar.
—¿De qué estás…? ¡No! Quiero decir… esas son básicamente reliquias. ¿Cómo es que…?
—Duh, de una tienda de antigüedades, por supuesto. No son tan caras… más que nada porque nadie las quiere hoy en día, pero son bastante interesantes de investigar.
—Ahora que lo pienso, escuché de ellas en un documental hace bastante, pero no recuerdo mucho —admito, y Jenine se recuesta contra la mesa, exponiendo el foco.
—Parecen lamparitas normales, pero el filamento en el interior es bastante particular, si lo pueden observar… todo eso, son virutas de circonio, y cuando envías una corriente eléctrica a través de ellas, se van a quemar muy, muy rápido, emitiendo la luz intensa que los acaba de cegar —explica ella, variando su atención entre el objeto en su mano y nosotros—. Normalmente estas lamparitas se usan con una unidad de flash, que venía aparte de las cámaras por esa época, y mira… —dice al tomar el aparato restante de la mesa, en el que coloca la lámpara, para enganchar todo junto en el área superior de la cámara antigua. Al hacerlo, tira de una palanca y… ¿Es eso un reflector?—. ¡Tiene un pequeño reflector! ¡Un reflector pequeñito! ¿No es adorable?
—Uh… sí, lo es —sonrío ante la presentación, no tanto por los datos en sí, sino por la forma de expresarlos de la raptor frente a mi.
—¿Venía de ahí el olor a quemado? —pregunta Damien, inhalando por la nariz, y yo abro bien grandes los ojos.
—No es peligroso, ¿verdad?
—Nah… siempre y cuando no dejes los focos al alcance de algo inflamable, por ejemplo, algo que puedo asegurar no pasó en este lugar. Para nada.
—Seguro, vamos con eso —concede Damien, y Jenine suspira. Tengo dudas sobre si dejar ir esto o no, pero creo que lo haré, al menos por hoy. No quiero empezar con el pie izquierdo mi relación con los presidentes de los clubes, si puedo evitarlo.
—Pero es una lástima, ¿saben? —continúa ella—. Quedaron descontinuados cuando la tecnología evolucionó a modos de flash más convenientes, y quedaron dejados para deteriorarse solos, hasta ser olvidados. Pero estas maravillas te pueden dar una luz tan intensa como el sol por un instante. El único problema es que se gastan después de un solo uso, pero eso es parte de su encanto también, porque tienes que aprovechar bien cada foto con flash —dice la dejar todo sobre la mesa, volteándose hacia nosotros—. Así que es como dice Joel: “haz que cada tiro cuente”.
—Seguimos hablando de fotografía, ¿verdad? —pregunto, extrañado por la frase.
—¡Por supuesto! —exclama con gran ánimo—. Hoy en día la gente no se hace tanto problema porque el espacio que tienen los celulares y las cámaras digitales permiten demasiadas fotografías, y así también, permiten demasiados fallos que se dan por sentado. Pero cuando solo dependían de un rollo de película y flashes muy limitados, había que hacer que cada fotografía contara. ¡Lo mismo con las polaroids! —dice sin perder la velocidad, yendo a una de las cajas en el rincón y trayendo consigo una cámara instantánea, una que también parece tener sus años—. Estas sobrevivieron al paso del tiempo, e incluso al día de hoy se siguen utilizando, siendo bastante accesibles para el usuario promedio.
—¿Por qué querrías una cámara polaroid cuando hay mejores métodos para tomar fotografías en la actualidad? —pregunto extrañado.
—Porque las polaroid tienen una magia que ninguna otra cámara podría imitar. Las fotografías en ellas se sienten auténticas, genuinas… como si lo que capturaron hubiera sido hace un momento —explica mientras admira la máquina en sus manos, casi perdiéndose en sus pensamientos, antes de levantar la mirada otra vez para encontrarnos—. Tengo una preferencia especial por ellas, podrías decir.
—Ya veo… —acepto, pues está claro que hay un valor sentimental importante ahí.
—Por cierto, ¿puedes venir aquí un segundo? —me gesticula con su mano izquierda, y yo me aproximo con cierta duda.
—Si, ¿para qué…?
—¡Sonríe! —exclama al abrazarme por el hombro, la cámara frente a nosotros, y un flash cegándome al instante.
—¡Oh dios! —digo sin querer, mis retinas quemadas por segunda vez en el día.
—¡No era tan potente esta vez! —dice al apartarse—. O al menos eso creo. ¿Los humanos tienen alta sensibilidad a la luz o algo así?
—Yo sí, por eso los lentes, no es solo por estética —explico, mi visión recuperada en menos tiempo esta vez—. ¿Puedes evitar hacer eso en el futuro?
—No prometo nada —dice ella, mientras la cámara expulsa la instantánea que la raptor agita con delicadeza hasta revelar, y por la sonrisa en su rostro parece que está contenta con el resultado—. Esta sí que es buena. No ves humanos en Volcaldera muy seguido que digamos, así que no podía perder la oportunidad de tomarme una foto contigo —explica al dirigirse a una plancha de corcho junto a la pizarra del salón, colgándola con una tachuela.
Al aproximarme puedo apreciar un espacio al que no había prestado atención antes, claramente, porque no había visto que la plancha de corcho está cargada de toda clase de fotos, algunas instantáneas, otras de seguro reveladas en un cuarto oscuro. En todas ellas aparecen una gran variedad de dinosaurios, algunas individuales, otras en grupo, pero todas tienen ese… algo. Y Damien se acerca para verlas conmigo.
Una en la que la raptor que acabo de conocer está recostada en el césped con un pequeño gato sobre su estómago, otra con tres amigos comiendo en las mesas de afuera al atardecer, un tyrannosaurus viendo hacia arriba con un gorrión posado sobre su cabeza, dos chicos de espaldas jugando videojuegos en un televisor de tubo, una con dos chicas caminando en la acera, con una mirando a sus espaldas con una sonrisa. Y ahora, la más reciente adición, la raptor sonriente abrazando a un humano con una expresión de sorpresa en el rostro. No todas son instantáneas, pero se sienten… auténticas. Creo que entiendo a lo que se refiere.
—No sé mucho del tema… pero son muy lindas fotografías —comenta mi amigo, y yo no puedo hacer más que asentir.
—Por cierto, ¿qué hay de los otros miembros del club? —pregunto al voltearme.
—Ocupándose de sus asuntos, ¿supongo? Solo nos reunimos los martes y jueves. Pero a mí, usualmente me encontrarás aquí después de clase… casi todos los días. No hay mucho que hacer en casa, así que me quedo aquí experimentando con el equipo, o viendo tutoriales con el proyector. ¡Es como tener mi propio cine privado! —exclama con alegría, cayendo en la cuenta de algo después—. De más está decir, no veo nada indebido aquí, solo cosas relacionadas al club. ¿Escuchó eso, secretario del consejo?
—No dije que lo…
—Cierto, dijiste que estabas interesado en unirte, ¿no es así? ¿Tienes una cámara también? —pregunta con curiosidad, y yo casi soy incapaz de seguirle el ritmo.
—D-de hecho, si —acepto, rebuscando en la mochila a mi vieja amiga, y se la extiendo a la raptor, que la toma con delicadeza.
Es difícil para mí ponerla en manos de alguien más, soy demasiado apegado a ella, pero me gustaría pensar que puedo confiar en el buen juicio y cuidado de la presidenta del club. La misma observa con curiosidad cada rincón del aparato, y parece detenerse un instante al darse cuenta del pequeño rayón en la parte de abajo junto a la tapa, algo que yo tardé semanas en siquiera notar.
—Una linda DSLR, tiene algunos años… y un par de detalles —dice mientras sigue examinándola, antes de devolvérmela—. Pero es una muy buena máquina. Si sabes lo que haces, puedes lograr maravillas con ella.
—Bueno, estoy bastante orgulloso de mi trabajo hasta ahora. Si te interesa…
—¡Por supuesto! ¡Muestra! ¡Muestra! ¡Muestra! —gesticula con ambas manos, y suelto una risa ante esa emoción infantil mientras enciendo la cámara, al tiempo que ella se pone a mi lado con gran curiosidad, y mi amigo dilophosaurus casi sale despedido en el proceso, antes de acercarse para ver también. Recuerdo tarde que la última fotografía que tomé está delante de todo, con fecha y hora incluídas.
—¡Oye, esa es una buena toma! Resaltaste los puntos más fuertes del sujeto sin descuidar el fondo, y trabajaste bien incluso bajo el rayo del sol —empieza a calificar mi trabajo, antes de caer en la cuenta de algo—. Espera, ¿no es esa Lunara Winters? ¿Y la tomaste hoy? —pregunta al verme con sorpresa.
—No solo eso, Lunara le dió su número —añade Damien a mi pesar con una sonrisa cómplice, y yo suspiro en respuesta mientras Jenine abre el hocico bien grande.
—¡No! ¡Estás bromeando! Oh, ¡Inco! ¡Bestia salvaje! —dice al golpearme el hombro con el puño cerrado, y más dolor se añade a mi cuenta del día—. ¿Intentando hacer mezcla de razas? ¿En nuestra escuela? Eso es algo que no voy a tolerar… ¡A menos que me cuentes absolútamente todo! —dice al tomarme por los dos hombros, emocionada, por algo que claramente no está pasando.
—¡No necesariamente! —los interrumpo, y Jenine para en seco.
—¿Qué? —pregunta, arqueando una ceja.
—¡Podrían estar malinterpretándolo! ¡Tal vez solo me dió su número para que le enviara esa foto, y no hay nada más allá de ello! ¿Acaso pensaron que podría ser simplemente eso? —me explico con claridad, buscando cualquier semblante de raciocinio en la presidenta, pero la raptor retrocede hasta quedar al lado de mi amigo, que sigue sonriéndome con brazos cruzados, y se inclina hacia él con un aire de secretismo, pero a un volumen alto que no va con el mismo.
—Damien, ¿este tipo va en serio?
—Aparentemente va en serio —responde al asentir, y la raptor exhala con molestia.
—¿Tienes diez años? —pregunta ella, sorprendiéndome—. ¿Cómo podemos estar malinterpretando esto? Damien, ven aquí —lo acerca a la cámara aún en mis manos—. Mira esta foto, y dime… le está haciendo los ojos. ¿Verdad?
—En efecto, le está haciendo los ojos —confirma él.
—Te está haciendo los ojos, el veredicto es final —me dice con una sonrisa segura.
—¿Qué veredicto? —pregunto confundido.
—El que dicta que serás devorado antes de que termine el año… de la forma divertida —explica ella, y yo quedo con la boca abierta, sintiendo toda la sangre yéndose a mis mejillas—. Oh por Jesús Raptor en su santa cruz de piedra, ¡se está sonrojando! Damien, ¡se está sonrojando! —exclama divertida, sacudiendo al dilophosaurus.
—¿Ves con lo que tengo que lidiar? —dice él, fingiendo exasperación.
—Oh por dios, como no me di cuenta antes… es tan solo una inocente, dulce, tierna y delicada flor. ¡Tan pura! —exclama al buscar las manos del dilophosaurus, quien le sigue el juego al juntarlas con las suyas en un gesto bastante exagerado.
—¡Demasiado pura para este mundo! —exclama con el mismo tono, yo me llevo ambas manos al rostro luego de dejar la cámara sobre la mesa. No puedo con esto.
—¡Hay que protegerla de todo mal! ¡Y de las malvadas arpías que la rondan!
—¡Debe estar protegida en la cima de un castillo!
—¡Esperando el dulce beso de su caballera prometida!
—¿Pero qué tal si la malvada dragona blanca decide aprovecharse de él antes?
—¡Entonces no habrá nada que podamos hacer para evitar que devoren a esta inocente flor! ¡Sus pétalos caerán y se los llevará el viento del invierno!
—De acuerdo, ¡ya estuvo bien! —digo con cansancio—. ¿Ya dijeron todo lo que tenían?
—Yo no. Tengo para una hora más, si tienes el tiempo —dice Damien, divertido.
—Oh, aún no dije ni la mitad, pero guardaré el resto del material para otra ocasión. ¡Esto es más jugoso que los bistecs de la cafetería! —celebra Jenine mientras yo guardo la cámara en mi mochila, momento en que mi celular suena.
Es triste decirlo, pero no estoy acostumbrado a recibir mensajes, por lo que el tono por defecto del celular me toma desprevenido. Y al revisarlo, me sorprendo al encontrar el nombre de mi compañera en el remitente.
“[23/9 16:42] Liz: Inco, seguramente no visitaste todos los clubs todavía, ¿pero puedes volver de todas formas? Tenemos bastante trabajo, y de verdad me vendría bien un poco de ayuda ahora mismo.”
Si, esto es la principal razón por la que estoy aquí, para ser alguien en quien Liz pueda apoyarse, para aligerar su carga y permitirle avanzar su relación con Damien. Sin mencionar los beneficios de ser parte del consejo estudiantil, y el hecho de que tal y como dijo ella, habla bastante bien de tí si figura en tu currículum. Si bien ella también quería ayudarme a conocer mejor a Olivia, no es la razón principal por la que estoy aquí, y no voy a defraudar la confianza que la brachiosaurus ha depositado en mí.
“[23/9 16:43] Inco: En camino.”
Escribo un mensaje rápido, y mi amigo dilophosaurus se acerca con un brazo por sobre mis hombros, mirando con curiosidad la pantalla de mi celular. Me gustaría quejarme y decir que esto es una violación a mi privacidad, pero sé que Damien no lo hace con mala intención, al menos.
—Parece que ya tenemos que irnos —dice él, y la chica parece desinflarse.
—Oh, es una lástima —dice con una sonrisa curva—. Por cierto… Inco, ¿verdad?
—Así es.
—¿Tienes pensado unirte? Se ve que sabes lo tuyo, y sería agradable tener a alguien más con el mismo amor por la fotografía por aquí.
Jenine me pregunta con optimismo, y francamente no veo una razón para no unirme al club que explora mi mayor interés, con una presidente que parece saber bastante del tema. Puede que tenga que repartirme entre tres tareas a futuro, pero si Damien puede hacerlo, estoy seguro de que yo también.
—Me encantaría ser parte del club —respondo con una gran sonrisa, y mi amigo no parece sorprenderse ante mi elección.
—¡Estupendo! Oh, dame un segundo —dice ella, yendo al escritorio junto a la pizarra para sacar algo de su cajón, una hoja suelta que me extiende al momento—. Esta es la forma de ingreso para el club, llénala con tus datos y preséntala a… bueno, a tus compañeros del consejo estudiantil. Y dile a Ben que espero que pueda asistir a más reuniones con nosotros. Ha estado bastante ausente estos días por el trabajo ahí.
—Me aseguraré de pasarle el mensaje —digo al guardar la hoja en la mochila, y saludando con un apretón de manos a Jenine—. Si necesitas algo del consejo, podrás comunicarte conmigo también de ahora en adelante.
—¡Eso será de mucha ayuda! ¡Gracias!
—¡A tí Jen! ¡Gracias por todo! —saluda Damien.
—¡Buena suerte chicos! —saluda detrás nuestro, antes de que el dilophosaurus cierre la puerta. Esa fue… toda una experiencia.
Desde este punto, no nos tomará mucho llegar hasta el salón del consejo estudiantil, por lo que no haríamos esperar mucho tiempo a Liz y a Ben. Aún no puedo imaginar la clase de trabajos que me esperan cuando llegue ahí, pero hay alguien que confía en mí para que los vea realizados, así que me esforzaré por ella. Ya he tomado demasiados desvíos, así que es hora de que me ponga manos a la obra y cumpla con mi promesa.
Pero ahora, al estar parado junto a mi amigo frente a la puerta de la sala secundaria de la biblioteca, la duda me invade otra vez. ¿Estoy hecho para ser el secretario de Ben, y ser parte del grupo que representa a todo el alumnado de St. Hammond? Aún no lo sé, nunca he hecho nada parecido, jamás hasta este año me lo hubiera planteado siquiera. Tal vez mi decisión se hubiera visto afectada hasta cierto punto por la necesidad de mi amiga de alguien que le extendiera una mano, pero yo elegí hacerlo, y también elegí hoy tomar parte en dos clubes de mi interés, con los que busco mejorar físicamente, y profundizar mi entendimiento del arte de la fotografía.
No sé a donde pueda llevarme el camino que estoy tomando ahora, tal vez estoy mordiendo más de lo que pueda masticar, y el Inco de hace un año se retractaría de las elecciones que hice en estos días antes de probar nada siquiera. Pero no este Inco, no ahora, no en mi último año. Tal y como dijo Lunara, este es el último año que viviremos como estudiantes de secundaria, antes de entrar al mundo de los adultos, y bien podría sacarle todo el provecho posible.
Y entonces, habiéndome decidido, giro la perilla y abro la puerta, entrando a la sala de computación una vez más para encontrar allí sentada a la brachiosaurus de escamas verdes, que se voltea para verme con una sonrisa al momento de ponerse de pie. Es aquí, en el consejo estudiantil, donde todo comienza, aquí es en dónde empiezo mi camino a ser alguien mejor, alguien de quien pueda estar orgulloso, alguien que no se arrepienta de nada más. Y si puedo contar con el apoyo de Liz en ese camino, sé que llegaré lejos, y me aseguraré de apoyarla de la misma manera en respuesta.
—Ya era hora —dice Liz, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Llegué tan rápido como pude —correspondo con mi mejor sonrisa ganadora, manos en los bolsillos de mi chaqueta.
No sé que me deparará el futuro, pero sé que si lo enfrento con la misma energía positiva que logré mantener durante esta tarde, todo irá bien. Sé que lo hará.
Notes:
Y acá termina lo que sería el prólogo de la historia, con todos los actores principales presentes en escena. ¡Espero que les esté gustando! En un principio este capítulo iba a ser bastante más largo, e iba a cubrir el primer trabajo de Inco en conjunto con Liz, aparte de varias cosas más que vienen luego de ello, pero decidí que era mejor dividirlo en dos y desarrollar más esta primera parte, y viendo el resultado, creo que fue la elección correcta. La pasé bastante bien trabajando todos los eventos e interacciones de este en particular, incluyendo las introducciones a personajes que van a ser parte del viaje, los cuales van a abrir nuevas puertas tanto para Liz como para Inco, y espero que ustedes también los hayan disfrutado. Como siempre, si tienen algún comentario o crítica al respecto, déjenla en la sección de comentarios, que me encanta leerlos. Dicho eso, nos vemos la próxima. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 4: El diablo está en los detalles
Summary:
Inco inicia su primer trabajo en el consejo estudiantil, llevándolo a conocer mejor a la tesorera de cuello largo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
No puedo decir que haya sido un día particularmente normal para mí, no solo en lo que va del año, sino de toda mi vida, y es algo triste que esto no sea ninguna exageración. Se suponía que sería mi primer día trabajando en el consejo estudiantil junto a Liz, con objeto de aligerar su carga de tareas y ayudarla a pasar más tiempo con Damien, y ella fue bastante insistente en que a cambio me ayudaría a conocer mejor a Olivia. Claro, no todo fue tan simple como hubiera pensado que sería en un principio, y es también en parte cosa mía que las cosas hayan resultado como lo hicieron.
Resulta que no ocuparé cualquier posición en el consejo, sino que será como el secretario de Ben, algo que suena a más responsabilidad de la que estaba dispuesto a aceptar, pero lo hice de todas formas porque no quería decepcionar a mi compañera. Y luego, durante mi primera tarea en la que solo tenía que presentarme con los líderes de tantos clubes como pudiera, terminé uniéndome a los clubes de atletismo y fotografía.
También conocí a mucha gente, pero al parecer capté la particular atención de Lunara, una bambiraptor blanca y una de las chicas más populares de la escuela. ¿Por qué? No estoy seguro. Tengo algunas ideas al respecto, una la aportaron Damien y Jenine, la presidenta del club de fotografía, pero prefiero quedarme con la posibilidad de que Lunara solo quiere saber más sobre los humanos en general como parte de sus actividades en el club de artes culturales, y si es así, no creo que sea un problema responder a cualquier duda que ella pueda tener al respecto. Al menos eso espero.
Pero eso no es lo importante ahora, lo que importa es que al fin estoy de regreso en la sala del consejo estudiantil, luego de un tour que duró mucho más de lo que esperaba, y Damien está a mi lado tal y como al principio. Al abrir la puerta encuentro a la brachiosaurus de escamas verdes de espalda, el ruido llama su atención, y se voltea hacia nosotros con una sonrisa de bienvenida al momento de ponerse de pie.
—Ya era hora —dice Liz, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Llegué tan rápido como pude —correspondo con mi mejor sonrisa ganadora, manos en los bolsillos de mi chaqueta.
—¿Nos extrañaste? —saluda Damien detrás de mí, el brazo en alto.
—Tal vez —responde ella, la mano en su cadera—. Se estaban tomando su tiempo.
Es entonces que siento el agradable aroma del café, que inunda el salón del consejo, y al voltearme ligeramente noto una máquina conectada sobre el estante que ocupa el único lugar sin escritorios con computadoras, una bandeja con tres tazas y una bolsa de galletas sin abrir junto a la misma, y noto también que ya no hay dos sillas ubicadas frente al escritorio central, sino tres. Si conociera a Liz, y no la conozco, diría que preparó este momento más que nada por alguien en especial, y yo no soy ese alguien.
Una pequeña risa se me escapa ante el pensamiento.
—¿Van a quedarse ahí parados mucho tiempo? —pregunta con una ceja arqueada, Damien se adelanta para entrar, y yo cierro detrás—. Vengan, preparé café para todos.
—Huele muy bien —digo al acercarme, evitando apuntar lo que me envió hace poco al celular, pero considerando que Damien ya vió el texto, no parece que valga la pena ocultarlo. De hecho, lo extraño sería que no preguntara—. Uh… por el mensaje, imaginé que habría mucho trabajo —digo mientras mido la respuesta de Liz, pero su expresión no cambia.
—Lo hay, y he estado todo este tiempo ocupándome de eso sola porque… —dice mientras desvía la mirada al escritorio del presidente, ahora vacío.
—¿Qué pasó con Ben y Mia? —pregunta Damien, curioso, y la expresión de Liz se agria, sus ojos ligeramente entrecerrados y la comisura derecha de sus labios curvada hacia abajo.
—Ben fue llamado por la directora a mitad del trabajo, y Mia… desapareció poco después. No me pregunten a donde, francamente no me interesa —dice al acercarse a la mesa del centro, apoyando una mano en la esquina—. Y yo, realmente necesitaba un descanso, así que imaginé que los tres podíamos relajarnos por unos minutos antes de seguir con nuestros asuntos —ofrece ella, y sin importar las segundas intenciones aquí, tomar un café en compañía de mis dos nuevos amigos no es una oferta que vaya a rechazar. Al menos no parece que Liz sea la clase de persona que buscaría una excusa para sacarme y tener a Damien para ella sola. Probablemente.
—¡Me encantaría! —mi amigo es el primero en responder, y justo antes de aceptar la oferta también, soy interrumpido—. Es lo que quisiera decir, pero le prometí a los chicos que terminaría de darle el tour a Inco y regresaría lo antes posible. No te molesta, ¿verdad? —pregunta él, y si bien mi amiga no está exactamente emocionada, su expresión es cálida.
—Para nada, Damien. Pero tendrás que compensarme por ese amague —dice al cruzarse de brazos.
—¿Qué te parece un helado luego de que terminen? Puedo esperarte hasta entonces —sugiere mi amigo con una gran sonrisa, pero Liz duda.
—Hoy puede que estemos hasta tarde. ¿El miércoles?
—¡Tenemos un plan! —exclama él, pulgar arriba—. Rayos, tengo que volver rápido, o Abby me lo reclamará. ¡Buena suerte Inco! ¡Con esto, con atletismo y con fotografía! —grita mientras abre la puerta, recibiendo un chistido colectivo por parte de la biblioteca, uno que no logra avergonzarlo—. ¡Lo siento! —se disculpa en un volumen menor con la gente que intentaba estudiar en paz mientras cierra la puerta, y el sonido de sus pisadas desaparece poco después.
—Si, gracias Damien —alcanzo a decir luego de un instante de silencio, antes de voltear hacia Liz, cuyos ojos aún están puestos en la puerta, añorantes.
Pero el hechizo se rompe y ella vuelve a la realidad, tosiendo en su puño cerrado, seguramente de manera intencional, antes de dirigirse a mí.
—¿Qué fué eso último? —pregunta con una ceja arqueada.
—Pasaron varias cosas desde que salí de esta habitación —digo al llevarme la mano a la nuca, y Liz suelta una pequeña risa.
—Muero por escucharlas —dice ella, y su expresión cambia cuando parece que recordó algo—. Como sea, de verdad necesito esos cinco minutos, siéntate y acompáñame —declara al señalar el escritorio central, pasando junto a mí hacia la cafetera.
—¿En el escritorio del jefe? —pregunto al voltearme, divertido.
—No le importará, ni siquiera sé si regresará hoy, así que relájate —explica ella, yo me siento delante del escritorio tal y como antes, y mi compañera llena dos de las tazas del tentador brebaje—. De hecho, eso también, tengo que agregarte al grupo de chat del consejo. Ahí te enterarás de todo lo que está pasando, si hay un día que no nos reunimos, o si tenemos que ocuparnos de una tarea urgente, todo se informa por allí.
Liz se explica mientras deja la cafetera en su lugar, regresando para dejar en la esquina del escritorio una bandeja con las dos tazas, un frasco de azúcar, la bolsa sin abrir de galletas de vainilla rellenas, y varias servilletas. Ella es quien toma la iniciativa para servirse, agregando a su taza dos cucharadas de azúcar, batiendo y limpiando la cuchara con una de las servilletas, para luego ofrecérmela. Por mi parte yo le agrego cinco cucharadas al mío, ni más ni menos, procediendo de la misma manera.
—Sabes que demasiada azúcar es mala para tu salud, ¿verdad? —pregunta ella, extrañada, pero ya he escuchado ese discurso antes, demasiadas veces.
—Así se disfruta más del café —digo con seguridad, sosteniendo la taza con una mano, mientras que Liz sostiene la suya con ambas.
—Tu sabrás —acepta ella para seguir bebiendo, no dispuesta a presionar—. Entonces, ¿qué clase de cosas pasaron? —pregunta con curiosidad al bajar la taza, y yo sigo intentando encontrar la forma de dar las noticias sin sonar como alguien irresponsable, pero probablemente no la haya.
—Si, con respecto a eso… —sigo arrastrándolo, pero tendré que decirle tarde o temprano—. Para resumir, acabo de unirme al club de atletismo y al club de fotografía —le revelo a ella, casi preocupado por su posible reacción, pero no recibo ninguna particularmente fuerte.
—Si, era bastante seguro que te unirías al de fotografía, eso me lo esperaba. ¿Pero atletismo? —cuestiona, curiosa—. ¿Es por lo que dijo Olivia en el almuerzo?
—En parte, supongo —concedo, recordando que también habíamos hablado de mi estado actual—. La verdad es que no estoy contento con mi forma física, y la capitana, Victoria Roberts, me vendió bastante bien la posibilidad de cambiar eso.
—Así que Victoria… —dice ella, pensativa—. Francamente estoy sorprendida, no suele reclutar a gente que no vea capaz, y no te ofendas Inco, pero no eres el tipo más atlético que he visto —comienza a decir ella, y el aire se le escapa cuando parece recordar algo—. Oh, lo siento, puede que te esté juzgando en base a estándares saurios, no tengo idea de como es el tema para los humanos —se corta en un claro intento de hacer control de daños, y yo suspiro con pesadumbre.
—Estás siendo un poco ruda, pero sí, la verdad es que incluso para los estándares humanos estoy fuera de forma —digo al rascarme la nuca.
—Bueno, no hay reglas que te impidan ser miembro de uno o dos clubes siendo parte del consejo estudiantil. De hecho, Ben es parte de fotografía y teatro, y Mia… bueno, ella es parte de atletismo y teatro —dice ella, pero lo último me toma desprevenido.
—¿Ambos están en el club de teatro?
—Ahí se conocieron, en noveno año —revela ella, abriendo el paquete de galletas y tomando una, observándola pensativa—. Lo sé, son una pareja bastante particular, pero es un hecho que se quieren. Y no te preocupes, muy pronto vas a escuchar en vivo y en directo lo mucho que se quieren, así que espero estés preparado.
—Eso casi suena como una amenaza —digo, divertido.
—¿Casi? —pregunta ella con una sonrisa, comiendo la galleta de un bocado—. En fin, ¿pasó algo más de lo que deba estar al tanto?
—No mucho —digo al rememorar—. Conocí a los presidentes de los clubes de atletismo, natación, música, debate, ajedrez, moda, literatura y fotografía, y a varios de los miembros. Muchos parecen buena gente.
—¿Y otros…? —cuestiona, y yo suspiro. Por supuesto que iba a tomar nota de mi forma de decirlo.
—Y otros no parecen amar la idea de que un humano sea parte del consejo estudiantil. Fueron bastante… vocales al respecto.
—Escuchaste muchas de las diversas formas en las que se refieren a tu especie, ¿no es así?
—Bastantes.
—Si, era de esperarse —responde ella, dejando la taza vacía en la bandeja—. Los saurios no aceptarán de buena gana que un humano los represente, casi en ninguna parte, así que tendrás que trabajar en eso también. Mostrarte como alguien de quien pueden depender, y ganartelos de la forma que creas necesaria —sugiere ella, pero el concepto me evade completamente.
—¿Ganarme a los estudiantes?
—Difícil, pero no imposible. Depende de que tan serio seas con respecto a trabajar aquí —explica ella, pero por su expresión, supongo que notó la duda en mi rostro—. Inco, solo para estar segura… ¿Hablabas en serio cuando dijiste que vendrías a trabajar conmigo aquí en el consejo? —pregunta, tomándome desprevenido—. Si no es así, no tienes por qué, después de todo no me debes nada. Pero necesito saberlo con seguridad, porque durante los próximos días te asignaremos tareas que esperamos que cumplas, y no quiero que las hagas por la mitad. ¿Me explico?
De repente, me siento como si estuviera nuevamente en el campo de atletismo, bajo la mirada penetrante de la capitana Victoria, mi determinación siendo juzgada. Está claro que Liz aún no confía del todo en mí, pero no puedo culparla, no cuando la persona que prometió centrarse en ayudar al consejo estudiantil fue y se unió a dos clubes sin pensarlo dos veces, el primer día. Habla sobre dónde está mi interés, y mis prioridades.
Pero una cosa no quita a la otra, y si Damien es capaz de ocuparse de tres clubes al mismo tiempo, no hay razón para pensar que yo no podré hacer lo mismo. Solo tengo que saber balancear mis tiempos, y si tengo al consejo como mi mayor prioridad, lograré hacer que las cosas funcionen. Tal vez mis intereses estén en otros lugares, pero me comprometí con Liz antes que con nadie más, y me aseguraré de poner mi dinero donde está mi boca. Me siento tentado a molestarla con esa traducción literal en voz alta, pero tal vez no sea el momento adecuado para hacerlo. Lo único que se me escapa es una pequeña sonrisa mientras ella continúa.
—Si lo que quieres en realidad es dedicar tu tiempo a fotografía y atletismo, está más que perfecto, pero necesito saber desde ya si puedo apoyarme en ti para esto —insiste ella, pero yo ya tomé mi decisión.
—No te preocupes —la detengo, confianzudo—. Pondré al consejo por sobre todas las cosas, y te ayudaré en todo lo que pueda para que puedas seguir pasando tiempo con Damien. Prometí que lo haría, y es exactamente lo que haré —le aseguro, y su expresión se suaviza al escuchar mis palabras.
—De acuerdo, si estás seguro, entonces no hay nada más que discutir —acepta ella. Es un voto de confianza por su parte, una confianza que no traicionaré.
—Por cierto… —dudo al momento de mencionarlo, pero creo que ya estamos en un punto donde podemos discutir esto libremente—. Solo para confirmar, porque la mirada de decepción de hace rato básicamente lo vendía. La pausa de cinco minutos era para poder estar con Damien un rato, ¿verdad? —adivino, y ella gira los ojos.
—¿Qué te dió esa impresión? —sonríe, antes de suspirar—. Con nuestras agendas, ya es de por sí difícil encontrar cualquier tiempo para pasar juntos, así que hago todo lo que puedo. Aún así, de verdad necesitaba una pausa, estaba ocupándome yo sola de un trabajo que necesitamos listo para mañana, y a la vez estaba preparando una computadora con los programas que vas a necesitar de ahora en adelante.
—¿Me preparaste una computadora? —pregunto, sorprendido.
—Ven aquí, te mostraré —dice al levantarse, y yo sigo sus pasos luego de dejar la taza vacía sobre la bandeja. Supongo que la “pequeña pausa” se acabó.
Liz me guía rápidamente a una de las dos únicas computadoras encendidas, sin ninguna ventana abierta, y me invita a sentarme. Al acomodarme, puedo apreciar varios accesos directos con nombres de aplicaciones que no conozco, mientras mi compañera pone una mano en el respaldo de la silla. Ahora se siente como si de verdad estuviera a punto de comenzar a trabajar, y el pensamiento me pone un poco nervioso, algo que la chica de cuello largo parece notar al momento.
—Relájate, no voy a pedirte imposibles —dice con gracia, y su cabeza termina junto a la mia, mirando la pantalla—. No prestes tanta atención a las aplicaciones ahora, te enseñaré para qué es cada una sobre la marcha, pero por el momento solo necesitaremos hojas de cálculo. Sabes como usarlas, ¿no? —pregunta al voltearse ligeramente a mí, y de repente me vuelvo muy consciente de la cercanía de nuestros rostros, pero a ella parece no molestarle. Debería ser más profesional, tal y como ella.
—Para tareas básicas, si. Nunca tuve necesidad de nada más —respondo al devolver la mirada a la pantalla, manteniendo la calma.
—Con eso basta para empezar —acepta ella, tomando el ratón y abriendo el navegador—. Y no hay problema, iré guiándote para que aprendas todo lo que puedas necesitar. Después de todo, configuré la computadora junto a la mía —dice al apartarse, apuntando a la otra computadora encendida a mi izquierda, y yo suspiro de alivio ante sus palabras, mis hombros relajándose.
—Eso me deja bastante más tranquilo, de verdad —digo, razonando que esta de seguro es una libertad que mi compañera se tomó para que no me sintiera tan perdido, algo que aprecio mucho—. Gracias, Liz.
—Tengo que cuidar del miembro más reciente —dice al apartarse, con una cálida sonrisa—. Usualmente esa tarea recaería en Ben, considerando que ahora eres su secretario y trabajarás directamente bajo él, pero últimamente Scaler lo ha llamado para cada problema que ha tenido, todo para dar una buena impresión al tío Mike mientras se realiza la auditoría —me explica mientras se sienta en la silla a mi lado, y yo me volteo un poco hacia ella.
—¿Está ocurriendo muy seguido? —pregunto, extrañado.
—Lo suficiente como para afectar nuestro rendimiento y horarios, pero a la directora parece no importarle —dice ella, con una expresión exhausta—. Desde que la auditoría comenzó, Scaler ha estado usando a Ben como su chico de los recados para tratar con cualquier problema que pudiera surgir, fuera de sus deberes académicos. Claro, él no va a negarse, no pondrá en riesgo su carta de recomendación para la universidad. Yo tampoco lo haría, así que lo entiendo, pero no cambia el resultado: que la mayor parte del trabajo recae en mí —suspira ella mirando hacia arriba, antes de bajar la mirada hacia mí—. Bueno, en nosotros, de ahora en adelante. Así que, ¿qué tal si comenzamos?
—Estoy listo para lo que sea —acepto sonriente, mientras ella rescata una de las tantas carpetas que descansan junto a su computadora.
—Perfecto. ¿Te gustan los juegos de video? —pregunta ella de repente, descolocándome. No veo que puede tener que ver en esto, y tampoco esperaba que Liz estuviera interesada en ellos en particular, pero ese probablemente sea yo dejándome llevar por las apariencias.
—Solían gustarme, pero… la verdad es que no he jugado a uno desde que era pequeño, cuando mis abuelos me regalaron una Pachystation 2 para mi sexto cumpleaños —recuento, con algo de nostalgia—. En el último tiempo, solo veo Snootubers jugando los últimos lanzamientos, de vez en cuando.
—Una lástima, iba a hacer comparación a uno de los favoritos de Olivia, que se parece mucho al trabajo que tienes que hacer hoy, y que también podría ser un buen punto de conversación para ambos. Luego te lo enviaré —dice al darme una sonrisa confidente, abriendo la carpeta frente a mí.
En la parte superior de la carpeta se lee “Club de Moda - Mayo 2023”, y puedo ver pegados a lo largo de las dos hojas varios tickets y notas escritas a mano, detallando nombres, materiales y números. En un principio me cuesta entender la información que estoy visualizando, pero poco a poco va cobrando sentido. Y mientras mi cerebro trabajaba, Liz no perdió tiempo en abrir una nueva pestaña en mi computadora, accediendo a una planilla de cálculo con la misma referencia, cargada de datos, pero con muchos espacios vacíos.
—Usando los registros, tickets, y anotaciones dejados por los líderes y miembros de los clubes, necesito que verifiques que los gastos registrados coinciden, al igual que el patrimonio aportado por los miembros del club —explica ella, y al ver mi ceño fruncido, se extiende al respecto—. La escuela apoya con algunos gastos, pero la mayoría de las cosas que se necesitan para los clubes las aportan los alumnos, así que registramos todo lo que traen para asegurarnos de que las cosas no se “pierdan”. Por ahora, solo te encargarás de completar la planilla del club de moda, pues es bastante simple, y ya me ocupé de ella.
—Si ya lo hiciste, ¿no deberíamos pasar a las que aún faltan hacer? —pregunto, extrañado.
—No tan rápido Inco —me detiene en seco—. Eliminé varias celdas de esa copia del documento para que tú las llenes, para luego comparar ambas planillas y ver ver que nuestro trabajo coincida, antes de pasar a algo más complicado. ¿Te parece bien? —dice ella, y yo respiro profundamente, preparándome para lo que viene.
—Por supuesto —digo, acercando más la silla al escritorio y poniéndome a trabajar en el momento. Si las cosas están como Liz dice, entonces no hay tiempo que perder.
Tal vez conforme con mi iniciativa, una sonriente Liz se voltea hacia su computadora para abrir otra carpeta frente a ella, con una planilla más compleja en su escritorio, y de repente sus dedos se deslizan sobre el teclado con la velocidad de un rayo. Había tenido la oportunidad de verla en acción el día que vine aquí para pedirle ayuda con mi credencial de estudiante, pero de verdad es sorprendente, apenas puedo seguir con la mirada lo que está haciendo, y la vieja computadora parece compartir mi dilema.
Mi credencial de estudiante… recuerdo que le tomé una foto, pero…
¿Me había llevado la impresión ese día?
No, ahora no es momento de distraerme, no cuando ella cuenta conmigo, así que me centro de lleno en la tarea que me dieron. La información que en un principio no tenía sentido ahora está más clara en mi cabeza, y procedo a ingresar los datos faltantes en los campos vacíos basándome en los tickets y anotaciones dejados por lo que supongo son la presidenta del club y varios de sus miembros, porque la letra varía de nota en nota. Parece que varios han aportado algunas prendas, telas, hilos, botones, incluso una máquina de coser, todo por espacio de un mes, si me guío por las “pruebas”.
Empiezo a ver la comparación que estableció Liz con un juego, y puede que eso me haya dado el impulso que necesitaba para arrancar esta labor con cierta confianza. ¿Fue esa su intención al momento de decírmelo? Tal vez. Sea como sea, me ha sido de mucha ayuda, y nada quita eso.
Mis dedos navegan por el teclado con cierta duda mientras completo cada celda, algo avergonzado de no poder seguir el ritmo de Liz, pero no debo dejar que eso me detenga. Tengo que recordar que ella no solo ya tiene años de experiencia aquí, sino que de principio tiene una habilidad excepcional para moverse en la computadora, una que solo puedo soñar en alcanzar. Pero eso no significa que no pueda aspirar a ese nivel, así que deberé seguir esforzándome, para ver hasta dónde puedo llegar.
Después de unos minutos en silencio, roto apenas por el tecleo de ambos que llena la habitación, creo que le he encontrado el tranquillo a este trabajo. Es más simple de lo que parecía en un principio, pero si se requiere que prestes atención a lo que estás haciendo, o es fácil cometer errores. Mi naturaleza me obliga a regresar de vez en cuando si no estoy completamente seguro de los datos que ingresé, y eso me ha llevado a notar varias incoherencias, a veces porque faltaba una coma, o confundí el número anotado en uno de los papeles. Cosas que es fácil pasar por alto.
—Liz, disculpa —llamo su atención—. Aquí, ¿es un uno, o un siete?
—¿Dónde? —De repente su cabeza entra en mi campo visual, pero sus manos no se detienen por un segundo mientras yo señalo el problema—. Eso es cuatro, de hecho. Fíjate en la esquina, parece que el bolígrafo se estaba quedando sin tinta, y resultó así.
—Tienes razón —me sorprendo al entrecerrar los ojos, notando que aparte del ligero rastro de tinta, la línea sí quedó marcada en el papel—. Buen ojo.
—Años de experiencia —sonríe ella, su cabeza regresando a su pantalla—. Cuando tengas dudas de ese estilo, siempre presta atención a los pequeños detalles. A veces una línea o un punto que apenas se nota pueden hacer una gran diferencia.
—Lo tendré en cuenta —acepto, resumiendo mis labores—. ¿Cómo lo estás llevando?
—¿Esto de aquí? Es mi territorio Inco, sé muy bien lo que estoy haciendo, tendré todo listo con atletismo en cinco, diez minutos máximo —dice ella, orgullosa—. ¿Qué hay de ti? ¿Es demasiado complicado? —pregunta apenas volteándose hacia mi, con una mirada curiosa.
—Solo debo acostumbrarme, no te preocupes —digo para tranquilizarla—. Había hecho un curso para manejar documentos y hojas de cálculo hace dos años. Nunca creí que me serviría estando todavía en la escuela.
—¿Lo hiciste para cuando terminaras la escuela?
—Es lo primero que piden en la mayoría de los trabajos de oficina, así que valía la pena aprender lo básico.
—Creí que te dedicarías a algo relacionado a la fotografía —dice ella, extrañada—. Bueno, era la impresión que me daba, considerando que tienes tanto interés en el tema como Ben.
—De hecho, aún no he decidido nada, me gusta mantener mis opciones abiertas —explico, pero ella no parece conforme con mi respuesta, si me guío por la duda en su mirada—. ¿Qué ocurre?
—Se que no me corresponde decírtelo, pero… para el año que viene, ya no serás un estudiante de secundaria Inco, serás un adulto. Mantener tus opciones abiertas no está mal, pero sería una buena idea que tuvieras algunas opciones para empezar.
—Tal vez tengas razón. Si te soy sincero… no he pensado mucho en ello —acepto al llevarme una mano a la nuca—. ¿Qué hay de ti? ¿Ya tienes algo pensado?
—Por supuesto que sí —responde al instante, sin un solo rastro de duda en su mirada—. Incluso tengo una línea de tiempo ya planeada para todo lo que voy a hacer en los próximos diez años.
—¡¿Diez años?! —la sorpresa se me escapa sin que pueda evitarlo, y ella ríe en respuesta.
—Siempre es una buena idea estar preparada —me dice, sus manos se detienen, y se voltea hacia mí con el cuerpo completo—. Para empezar, es un hecho que me reclutarán de una de mis universidades de preferencia antes de que termine el año, Marshland-U como mínimo, Usignolo si tengo suerte. La carrera durará alrededor de cuatro años y, al terminarla, volveré para comenzar a trabajar como comerciante de arte en Volcaldera, manejando todo por web en un principio, luego conseguiré una oficina en el centro, y de ahí veré hasta donde llego. El tío Mike ya me dijo que me ayudará a tratar con todo el tema legal que implica el negocio, así que tengo esa parte cubierta. En un principio volveré a vivir en la casa de mis padres, pero una vez haya ahorrado lo suficiente, compraré una casa cerca de la playa de Volcaldera Bluffs, y para entonces espero que Damien y yo ya estemos juntos. Ya he testeado las aguas al respecto, y él está más que abierto a la idea de casarse más temprano que tarde, y le encantaría tener tres hijos, dos niños y una niña. ¿Yo? Estoy de acuerdo con esa idea —continúa Liz, contándome sus planes con gran emoción, pero yo estoy boquiabierto.
…
¿Escuché bien?
Casi siento la necesidad de quitarme la cera de los oídos para estar seguro.
Decir que soy incapaz de comenzar a comprender los planes tan adelantados de Liz sería quedarme corto. Sé que la gente tiende a preguntar en dónde te verías en cinco años, qué estarás haciendo con tu vida para ese punto, pero la misma suele responderse con una idea general, el bosquejo de un plan a futuro. Ésta es la primera vez que escucho a alguien dar una respuesta tan preocupantemente completa.
Tal vez yo no tenga ningún plan, pero ella ha planeado demasiado, y muchas de esas cosas están sujetas a los caprichos del destino. Me gustaría pensar que al menos tiene un plan de respaldo en caso de que las cosas no salgan como ella quisiera en un principio, pero por como lo dice, no parece que sea el caso.
—Tal vez esté fuera de lugar preguntar, pero… —comienzo a decir, buscando las palabras adecuadas—. ¿Damien sabe de este plan a largo plazo? —decido arrancar por ahí, tal vez el punto más importante en todo esto.
—Damien es un espíritu libre, no voy a intentar sujetarlo a mis planes a futuro al pie de la letra, pero haré todo lo posible para adaptarme y conseguir lo que quiero. Lo que los dos queremos.
—Pero… ¿de verdad estás segura de planear las cosas de esa forma? —pregunto, todavía incrédulo—. Quiero decir, para empezar… ¿No será difícil mantener una relación mientras estás estudiando en la universidad?
—Solo tendré que asegurarme de venir aquí tan seguido como sea posible, y cuidar de esa relación… pero antes que nada tiene que haber una relación de la qué hablar —dice ella, riendo—. Es por eso que me confesaré antes de que termine el año, le diré a Damien que quiero estar con él, y estoy bastante segura de cuál será su respuesta.
Bueno, en eso no se equivoca, el propio Damien me ha dicho hace apenas unas horas que tiene pensado hacer eso mismo una vez hayan reclutado a Liz para la universidad. Es evidente que ambos estarán juntos antes de que termine el año, de una forma u otra, pero… ¿Qué pasará después? Me preocupa que las cosas no salgan exactamente de la forma que Liz espera, pero no me corresponde decir algo al respecto, no cuando los conozco hace apenas unas semanas.
—Si todo sale bien para entonces, nos verás yendo al baile de graduación juntos —continúa ella, emocionada, antes de notar mi expresión—. ¿Qué ocurre?
—Es solo que… —quiero decirlo, quiero preguntarlo, pero no soy alguien lo suficientemente cercano a Liz como para eso—. No, lo siento, no es nada.
—Inco —su voz fría me dice que esa, claramente, no era la respuesta correcta—. Hay pocas cosas que realmente me molestan, y esa es una de las más grandes.
—Cierto —admito, y decido ceder y decir lo que está en mi cabeza—. Es solo que… ¿de verdad saldrá todo exactamente como esperas?
—Oh, sé a lo que te refieres —acepta ella, sorprendiéndome—. Sé que pueden pasar muchas cosas en el camino, pero como he dicho, solo tendré que adaptarme, al igual que he hecho toda mi vida. ¿Tal vez tarde más en completar la carrera? Lo haré de una forma u otra. ¿Tal vez no pueda casarme en la iglesia que me gustaría? ¿O la casa que pueda comprar no estará tan cerca de la playa como yo quisiera? Incluso si resulta que no puedo tener hijos por alguna razón, siempre podremos adoptar. Como dije, de una forma u otra, haré que las cosas funcionen.
—Estás demasiado segura. ¿De verdad Damien lo aceptará todo? —pregunto con curiosidad.
—Lo conozco —es la respuesta que ella me da, al instante—. Hemos estado juntos la mayor parte de nuestras vidas, hemos compartido de todo, y es por eso que puedo decirte todo esto con plena confianza —me habla sin un solo rastro de duda, y yo suspiro en respuesta.
—Supongo que, si alguien lo sabe entonces, eres tú —decido conceder, aunque aún no estoy del todo convencido.
—Por supuesto —sonríe ella, antes de inclinar la cabeza ligeramente—. Y eso nos devuelve al interrogante original… ¿Qué hay de ti, Inco? —pregunta, sorprendiéndome—. ¿Cuáles son sus aspiraciones? ¿Qué esperas de la vida?
—Esa es difícil —dijo al llevarme una mano al mentón, nunca me había parado a pensar en ello, pero si hay algo a lo que me gustaría apuntar en el futuro—. Si tuviera que elegir una opción, sería… encontrar el amor.
—No puedo creer que hayas dicho eso con una cara seria y sin morirte de vergüenza, y soy yo quien lo dice —se burla ella, y de repente toda la sangre se agolpa en mis mejillas—. Además, ¿quién te dice que no lo has encontrado ya?
—No voy a seguir deliberando al respecto —la detengo al instante. Por supuesto que va a querer enfilar las cosas en esa dirección otra vez, sin importar lo que diga.
—¿Y crees que eso va a detenerme? —pregunta divertida, volviendo a su trabajo.
—Probablemente no —acepto al hacer lo mismo, como un espejo.
—Entonces, ¿solo quieres encontrar el amor? —pregunta con curiosidad—. ¿No hay algo más allá de eso?
—Formar una familia —añado yo, pues nada de lo que diga en este punto será más vergonzoso que mi respuesta original—. Creo que eso es lo que más deseo. Crear un hogar cálido para mi pareja, para mis hijos, estar ahí para ellos.
—Ese es un lindo plan a futuro —admite ella, con una sonrisa en su rostro—. Así que… ¿Quieres tener hijos?
—¿Es extraño pensar en eso ahora? —pregunto, dudoso.
—Si lo fuera, me estarías llamando extraña a mi, y no voy a permitir eso —dice al voltearse a mi ligeramente, casi amenazante, pero su expresión cálida no desaparece.
—Cierto, dijiste que te gustaría tener tres —recuerdo, divertido—. A mi me gustaría tener dos, un niño y una niña.
—Eso dices, pero estoy segura de que si tu futura pareja te insiste lo suficiente, accederás a cualquier número —dice si dejar de trabajar—. Sería muy divertido que vuelva a encontrarte el día de mañana, y te vea rodeado de ocho pequeñitos.
—Por Jesus Raptor en su cruz de piedra, ojalá estés equivocada —río ante la imagen, pues no soy capaz de concebir la idea de un futuro como ese—. Y creo que me estás subestimando un poco. No me dejaría convencer con tanta facilidad.
—Oh, Inco —se detiene al mirarme, una sonrisa cómplice en sus labios—. Los dos sabemos que eso es mentira.
—¡No lo es!
—Por supuesto que sí.
—¿De verdad? —comienzo a dudar, y trago saliva sin poder evitarlo—. Espero que no.
—Siempre podrías intentar adaptarte, aunque creo que tu salud mental pendería de un hilo con ocho niños colgando de ti.
—Cruzaré ese puente cuando llegue a él —digo al terminar de teclear, recostándome en el respaldo de la silla—. De acuerdo, terminé con esta planilla.
—Genial, la veré desde aquí. Dame un segundo.
Apenas con una pausa de un instante entre un trabajo y otro, Liz pone una ventana al lado de la otra, con la planilla original de un lado y la que trabajé yo del otro, y observa con detenimiento ambas, sus ojos viajando de un punto a otro a una velocidad de vértigo. Y puede que esté prestando demasiada atención a cada gesto que hace, cada sutil cambio en su expresión, porque temo haberme equivocado en algo demasiado simple y no haberlo notado a tiempo. De una forma u otra, no puedo evitar admirarla.
Ella está completamente centrada en su trabajo, su atención no flaquea ni por un instante, y empiezo a entender de lo que hablaba Damien cuando dijo “máquina perfecta”. De verdad Liz da la impresión de ser un pilar sólido, más allá de la altura, da la impresión de alguien de quien se puede depender, alguien que no puede y no va a fallar en lo que se proponga, alguien que mantiene la calma en cualquier situación. Pero… ¿De verdad es así? Es la pregunta que me surge cuando recuerdo lo que me dijo sobre sus muy detallados planes para el futuro. Si acaso algún detalle de los mismos fallara, y por alguna razón ella no pudiera adaptarse, ¿qué haría entonces?
—Impecable —acepta ella, cortando mis pensamientos—. Muy buen trabajo Inco, todo coincide a la perfección.
—Bueno, me quedo un poco más tranquilo ahora —digo al aceptar las felicitaciones, sintiéndome satisfecho.
—Oh, todavía no podemos permitirnos estar tranquilos, porque ahora sé que puedo darte un trabajo algo más grande —dice divertida al tenderme otra carpeta, estirándose por sobre mí para abrir una nueva pestaña en el navegador que estaba usando—. Aquí están los gastos de béisbol de mayo.
—Y ésta está completamente vacía —añado yo, viendo que solo las columnas pueblan la hoja—. Cierto, la otra era de práctica…
—Así es, y ahora empieza lo divertido. Es como quitarte las ruedas de entrenamiento para que aprendas a andar en bicicleta de verdad. Te lo juro, estoy a punto de derramar una lágrima —se burla ella, pero yo aprieto los labios ante ello.
—Tal vez sea un mal momento para apuntar que no sé andar en bicicleta —le comento, y ella suelta una pequeña risa.
—Eso sería muy divertido, de hecho —dice, y pasan unos instantes en silencio antes de que se voltee hacia mí otra vez—. No estás bromeando, ¿cierto?
—Nop.
—Tal vez deberías añadirlo a tus “planes para el futuro” —dice ella, divertida, y doy gracias porque no se haya burlado más de esa carencia de habilidad—. Pero eso quedará para después. Son las cinco treinta, y todavía tenemos mucho que hacer.
—No hay descanso para los malvados, supongo —digo al retomar mi labor.
—Y no hay gente más malvada que nosotros en ésta habitación —dice con una sonrisa divertida al ofrecerme un puño, uno que choco gustoso.
No pasa mucho tiempo antes de que logre entrar en el ritmo de las tareas asignadas. Ahora sé exactamente lo que debo hacer, cómo hacerlo, y me esfuerzo porque resulte lo mejor posible. Tal vez no pueda evitar cometer errores de vez en cuando, pero sí puedo intentar mantenerlos al mínimo. Y no solo eso, Liz me tiene cubierto para solucionar cualquiera de mis dudas al momento, y ella ni siquiera tiene que interrumpir su trabajo para ayudarme. Estoy empezando a creer que lo que dijo Lunara esta tarde, con respecto a los saurios teniendo una mayor habilidad para el multitasking, tiene alguna que otra prueba que respalda la teoría, y la prueba está a mi lado.
En el momento en que termino con la planilla de béisbol, Liz la cambia rápidamente a una del club de literatura, y me da la carpeta correspondiente sin perder un segundo. Luego de pasar por los gastos menores que el club realiza, aparte del patrimonio aportado en cuanto a libros viejos y nuevos de diversos géneros y autores por muchos de sus miembros, termino de completar todos los datos. Es extraño, pero esto me está resultando más entretenido de lo que esperaba, es casi como si estuviera haciendo un trabajo de investigación para una agencia de detectives.
De repente, descubriré que la presidenta del club de literatura ha estado malversando los fondos y echando la culpa a uno de sus miembros más recientes, creyendo que podrá salirse con la suya, y es entonces que Liz y yo la atrapamos con las manos en la masa gracias a un error en los registros. Pero la presidenta Veronica saca una pistola para amenazarnos mientras lleva un maletín cargado de dinero en la otra mano, exclamando que no la atraparemos con vida, y yo me pongo delante de mi compañera con valentía al desenfundar mi viejo y confiable revólver, diciendo que nadie debe morir hoy.
—Si vas a reirte así, lo mínimo que espero es que me cuentes el chiste.
Casi salto de la silla cuando la voz de mi compañera de cuello largo me saca de mis pensamientos, y al encontrar su mirada, ella está volteando ligeramente en mi dirección, y sus dedos no se detienen mientras me mira con curiosidad. Parece que me reí de mi fantasía más de lo que esperaba. Muy bien Inco, ahora ella de seguro piensa que te falta un tornillo, lo cual, al parecer, no estaría muy lejos de la realidad.
—Lo siento, me distraje por un instante —digo al centrarme en la pantalla con todas mis fuerzas, esperando que el rubor en mis mejillas no se note demasiado, pero Liz suspira y parece volver a su propio trabajo sin dar mayor importancia al tema.
Jesús Raptor, gracias por eso.
Espera, estaba bastante centrado en mis tareas y perdido en ese pequeño delirio, pero no esperaba que lo estuviera tanto como para no notar lo brillante que está la pantalla ahora, a pesar de mis lentes de prescripción. Al levantar la vista del monitor, puedo ver que la escasa luz del atardecer es lo único alumbrando esta habitación, y recuerdo que hay un detalle importante por el que no pregunté.
—Disculpa… ¿Liz?
—Dime —responde sin dejar el teclado.
—¿Hasta qué hora suele quedarse el consejo? —pregunto, y ella se detiene en seco, como si el encanto se hubiera roto, y repara en sus alrededores al igual que yo.
—¿Ya son más de las seis treinta? —pregunta al ver el reloj de pared sobre la puerta, incrédula ella misma al levantarse del asiento para encender la luz junto a la puerta—. Lo siento Inco, estaba demasiado concentrada en esto. Ya puedes irte, de verdad me ayudaste mucho —me dice con una sonrisa mientras vuelve a su asiento, retomando sus labores, y yo me quedo intercalando la mirada entre ella y el reloj.
—¿Pero qué hay de ti?
—Seguridad cierra las puertas a eso de las nueve, tengo tiempo para seguir con esto hasta entonces.
—¿De verdad es tan urgente?
—Lo es. Scaler ha estado muy… molesta, para que este trabajo se completara lo antes posible, mañana es la fecha límite, y yo no tengo intenciones de poner en peligro mi carta de recomendación, sin importar lo ilógica que sea esa mujer. Además… —se detiene en el último momento, antes de sacudir la cabeza, sin alejar los ojos del monitor—. No hay nadie esperándome en casa.
Sus palabras me provocan una sensación extraña, porque sé que no he dicho algo fuera de lugar, y aún así parece que la obligué a decirme algo que no deseaba compartir. Me provoca una punzada en el pecho, no solo de culpa… sino porque conozco el sentimiento en esa expresión, lo conozco demasiado bien, y no puedo evitar empatizar.
—Otra vez, aprecio mucho tu ayuda Inco. Luego te agregaré al grupo de chat del consejo, y si necesitas algo, también puedes comunicarte directamente conmigo. No te contengas, estamos entre amigos.
—Pero…
Ella vuelve a centrarse completamente en la computadora, dando por terminada la conversación, pero yo sigo intercalando la mirada entre ella y el reloj. ¿Liz de verdad se queda hasta tan tarde con normalidad? Quiero imaginar que al menos la mayor parte del tiempo Ben está presente también, pero ese no es el caso ahora mismo, y dejarla completamente sola luego de lo que prometí no me dejaría un buen sabor de boca.
Por más que Liz me haya dado el permiso, y esté claro que he aportado al trabajo tal y como prometí que haría, siento en el fondo de mi ser que retirarme ahora sería una mala decisión, a pesar de que es exactamente lo que ella me pidió.
¿De verdad está bien irme ahora y dar por terminado el día?
¿O debería quedarme más tiempo y dar una mano a mi nueva amiga?
Suspiro profundamente mientras sopeso esas opciones. Lo obvio sería hacer exactamente lo que Liz me dijo, sería lo más sencillo y probablemente lo que haría en cualquier otra ocasión, pero quedarme hasta el final sería el proceder lógico para mí ahora mismo, para ver que el trabajo que me dieron sea completado. Realmente no me sentiría bien yéndome ahora, habiendo llegado tan lejos en nuestra tarea, y si bien no hay nada que me obligue a quedarme… tampoco hay nada que me obligue a irme ahora mismo.
—Puedo quedarme más tiempo, si hace falta —decido finalmente, provocando que ella se voltee con curiosidad, extrañada—. No te molesta, ¿verdad?
—No, por supuesto que no. Pero… ¿Estás seguro? —pregunta con duda—. No voy a rechazar ayuda ahora, pero entiendo que es bastante tarde, tus padres van a…
—No, de hecho… tampoco hay nadie esperándome en casa —digo al llevarme la mano a la nuca, con una sonrisa tímida—. Dime, ¿qué necesitas que haga ahora? —pregunto al juntar ambas manos en un aplauso, y una sonrisa asoma en los labios de Liz.
—Mi caballero en brillante armadura —se burla ella, provocándome una carcajada—. Gracias Inco.
—No hay problema, y ya terminé con lo de literatura —digo al regresar a mi asiento.
—Genial, entonces necesito que te ocupes del club de música ahora. Cuidado con las anotaciones de los miembros, hay dos chicas no tienen una letra muy… clara que digamos, pero será un buen ejercicio para que te habitúes a ello —dice al abrir una nueva carpeta frente a mi, y una nueva pestaña en la computadora.
—No te preocupes, lo tengo —sonrío con confianza, retomando el trabajo con un entusiasmo renovado.
Los minutos pasan como segundos mientras Liz y yo nos coordinamos para terminar de pasar a limpio el registro de todos los clubes restantes, yo ocupándome de los más sencillos, y ella dedicándose a los que tienen un historial más engorroso. Incluso cuando tengo dudas, tal y como antes, ella no tiene necesidad de detenerse para asistirme, y siento un pequeño cosquilleo de orgullo cuando ella me pregunta por algún dado en particular y soy capaz de responderle al momento. ¿Tal vez tenga un talento innato para esto? ¿Quién sabe? Pero de ser así, tal vez un empleo dedicado a data entry no sea una mala opción para considerar a futuro. No me molestaría.
O tal vez la razón de que esto funcione tan bien se deba exclusivamente a ella, que ya tiene experiencia y es capaz de coordinar toda esta labor sin sudar una sola gota, sin un solo rastro de duda en cada uno de sus movimientos, y ha ayudado a que logremos una buena química para ver que todo esto pueda completarse el dia de hoy. Estoy bastante seguro de que el resto de las labores de las que se ocupa el consejo estudiantil no serán tan sencillas, pero ahora mismo, con este trabajo en particular, me siento bastante orgulloso de cómo lo estamos manejando.
El resplandor del atardecer poco a poco se desvanece, dando paso una fría noche estrellada, pero aún tenemos tiempo. En el medio, Liz se levantó para poner a calentar el café que había quedado, trajo dos tazas para los dos y puso la bolsa de galletas entre ambos con algunas servilletas. Me sobresalté cuando recibí una pequeña patada en la pantorrilla, y al voltearme y ver la mirada desaprobatoria de Liz, noté que estaba a punto de volver al teclado con la mano llena de migajas. Claro, por eso estaban las servilletas. Puede parecer centrada, pero también me está prestando atención, probablemente porque quiere asegurarse de que no cometa un error demasiado obvio como ese, y considerando que este es mi primer día, supongo que es justo.
Probablemente estaba en una especie de trance, porque cuando termino con la última carpeta y dirijo mi atención al reloj, ya son más de las ocho. Alejo las manos del teclado y me dejo caer contra el respaldo, mirando al techo y suspirando con alivio. Tal vez no haya sido un trabajo que requiriera esfuerzo físico, pero aún así estoy cansado.
Pero no es solo eso, no… también estoy satisfecho.
Y no pasa mucho tiempo antes de que el rápido tecleo a mi lado se detenga de golpe. Al voltearme ligeramente hacia Liz, puedo verla llevando ambos brazos detrás de la base de su largo cuello, estirándose y haciendo sonar sus huesos. Pero la pose también resalta un atributo particular, y yo devuelvo mi atención al techo, con la ligera sensación de que ví algo que no debía.
—Está hecho —dice ella, aún estirándose—. Dios, está hecho, gracias al cielo. ¿Cómo están las cosas de tu lado?
—Fantásticas —digo al erguirme—. Todo listo y cargado.
—Bien, ahora Scaler no tendrá de qué quejarse, y todos podremos dormir tranquilos ésta noche —dice al chocar las manos, aliviada, antes de dirigirme su atención—. Creí que mañana estaríamos hasta último momento para terminar esto, y así hubiera sido, si no hubieras estado aquí, así que gracias —me dice con una sonrisa, y yo no puedo evitar ese orgullo de antes. Que alguien te agradezca por un trabajo bien hecho se siente bastante bien.
—Lo que sea por mi compañera —digo al ofrecer mi puño, con cierta duda, pero ella lo choca al momento—. Prometí que te ayudaría, y cumplo con mi palabra.
—Si, eso dijiste —responde, mirando a las ventanas—. De verdad se hizo bastante tarde…
—Supongo que debería apresurarme para tomar el tren de las ocho treinta —aviso mientras me pongo de pie.
—Te llevo, tengo el auto en el estacionamiento. Es lo menos que puedo hacer.
—¿Tienes un espacio? —pregunto, sorprendido.
—Beneficios del consejo estudiantil —sacude las llaves de su auto, guiñandome un ojo—. Es broma, hay un área dedicada a los estudiantes, y no hay muchos que vengan con un vehículo. Solo ayúdame a limpiar un poco antes, lo último que necesitamos es quejas de que el consejo estudiantil dejó la sala de computación hecha un desastre —dice al levantarse de la silla, llevándose las tazas hacia donde está la cafetera.
—Por supuesto, me ocupo de la basura y… —me detengo al reparar en algo brillante en el suelo, y me agacho para recogerlo—. Liz, se te cayó tu… identificación —comienzo a decir al levantarla, reparando en un dato particular—. ¿Elizabeth?
—¡Gracias! —exclama ella al tomar la tarjeta de mis manos, con tanta brusquedad que tengo que revisar que todos mis dedos sigan en su lugar, mientras ella pasa delante de mí—. Olvidé que la saqué del tarjetero esta mañana, que descuidado de mi parte. En fin, sigamos.
—¿Tu nombre completo es Elizabeth? —pregunto con curiosidad, pero ella se detiene en seco, sin voltearse para mirarme.
—Es Liz, solo Liz.
—Pero tu identificación... —voy a preguntar otra vez, pero ella me corta otra vez.
—Es Liz, no me hagas repetirme —me dice con la misma voz alegre, pero estoy seguro de que no está sonriendo, y yo trago saliva ante el pensamiento—. Ahora andando, terminemos con esto y salgamos de aquí.
—Por supuesto —acepto finalmente, volviendo para recoger la basura del escritorio.
…
¿Qué acaba de pasar?
…
Mejor dejar que los perros duerman, supongo.
…
Es una sensación extraña, cruzar los pasillos aún iluminados de una escuela en silencio absoluto, como si nos hubiéramos metido cuando todos los demás se fueron. Recuerdo haber escuchado historias de mis antiguos compañeros, de cómo una noche se habían metido en la escuela para probar que estaba embrujada. De más está decir que no encontraron pruebas de espectros, pero sí una semana de suspensión cuando el guardia de seguridad los encontró, y tuvimos una larga charla en clase sobre los peligros de entrar en el territorio de la escuela fuera de horario. De repente tengo la sensación de que sería una mala idea encontrar al guardia de seguridad ahora, pero también recuerdo lo que el mismo tiene que ver cada día a la hora del almuerzo. Si no mueve un dedo para detener ese caos, dudo que dos adolescentes cruzando los pasillos de noche sean un problema para él.
Al salir por la puerta principal seguimos el sendero por el costado hacia el estacionamiento para encontrar el viejo sedán de Liz, y ella desactiva la alarma y lo abre a distancia como la última vez. Creí que había más llaves en ese llavero de muñeco de nieve… no, tal vez fue mi imaginación. Ella entra al auto tomándose un momento para acomodar su largo cuello, yo subo al asiento de acompañante sin esperar una indicación, y en unos breves instantes ya estamos en el camino. Antes de salir de la sala de computación, Liz me pidió la dirección de mi casa para buscarla con Gruugle Maps, y puedo decir que hoy aprendí algo nuevo: puedes enviar el punto exacto en donde vives como un mensaje de Lime. Las maravillas de la era tecnológica.
No pasa mucho tiempo antes de que Liz encienda la radio, dejando que el ambiente se llene de música pop, arrancando por una canción romántica que creo recordar de cuando era niño. No es exactamente mi género favorito, pero tampoco es mi auto, así que no voy a quejarme, no cuando me están ofreciendo un viaje gratis.
Tal y como la última vez, el asiento de acompañante es bastante cómodo, casi me hundo en él por lo acolchado que es, y tal vez me dormiría en cualquier otra ocasión. Pero no lo haría ahora, no cuando Liz me está haciendo el favor de llevarme, y no me gustaría dejarla sola con la música el resto del viaje, por más que yo no tenga algo particularmente interesante que decir.
Las farolas alumbran la calle en la oscuridad de la noche, pasajeras, antes de que su luz sea reemplazada con la de la siguiente. Solía pensar en mí de esa forma, una cara más que será reemplazada por la siguiente que vendrá después, y no me molestaba en lo absoluto. Era como si me hubiera acostumbrado a la idea, de que así serían siempre las cosas, y lo único que podía hacer era aceptarlo. ¿Pero hoy en día? El solo pensamiento hace que me duela el pecho. Las personas que conocí hasta ahora… no me gustaría que me olvidaran tan pronto.
¿Cuándo fué que mi forma de pensar comenzó a cambiar?
¿Cuándo fue que comencé a sentirme así?
Si tuviera que apuntar a algún momento en particular, diría que fue el día en que llegué a St. Hammond… poco después de conocer a Ben McKnight. Fue cuando Olivia Halford casi me atropella en su silla de ruedas, y nuestros ojos se encontraron. Tal vez ese momento no haya significado nada para ella, de seguro ni siquiera se dio cuenta, pero para mí… yo no lo olvidaré mientras viva, y no me gustaría que ella me olvidara.
No fue amor a primera vista como quiere pensar mi compañera de cuello largo, ni mucho menos, pero si tuviera que ponerle un nombre… diría que es “fascinación”, por alguien con un exterior tan duro que es capaz de pintar obras de arte que me dejan sin aliento, como la que cuelga frente a la oficina de Scaler. Y no es solo ella, tengo ese mismo sentimiento por el dilophosaurus y su habilidad para tratar con la gente, y por la brachiosaurus y su capacidad para centrarse en su trabajo y que no exista nada más. Solo sé que me gustaría conocerlos mejor, a Olivia, a Damien, a Liz que está a mi lado. Todo comenzó el instante exacto de mi encuentro con la chica baryonyx, y ahora, semanas después, he dejado entrar a esos tres, se han vuelto parte de mi vida, y yo quiero ser parte de la suya. No quiero que me olviden, ni quiero olvidarlos.
—Inco, ¿estás bien? —pregunta ella, clamando mi atención—. Te quedaste un poco callado ahí.
—Si, lo siento, estaba…
—¿Perdido en tus pensamientos? —adivina ella, y yo trago saliva, incapaz de responder—. No nos conocemos hace mucho, pero en base a lo que he visto hasta ahora, da la impresión de que pasas mucho tiempo en tu propia cabeza.
—Pero eso… no es algo tan malo, ¿verdad? —pregunto aún dudoso, pero ella gira los ojos.
—No pongas en duda cada aspecto tuyo que compartas con los demás. Mientras almorzabamos hoy, te dejaste influenciar muy fácil por lo que Damien y Olivia pensaban en cuanto a tu definición de “vivir”.
—¿Entonces no estaba mal?
—Por todos los cielos Inco, no soy quien para decir si está bien o mal, nadie debería. El único que puede decidir eso eres tú —me dice ella, exasperada—. ¿Tu definición de “vivir” es pasar un día en la playa, haciendo una parrillada con amigos? Que lo sea. ¡Que se pudran los demás! ¡Es tu vida! —continúa, sorprendiéndome por la expresión, y se voltea hacia mí ligeramente cuando ve que no respondo—. Lo siento, quería decírtelo desde hoy, pero no encontraba la oportunidad.
—Gracias —digo con una sonrisa—. Supongo que es… demasiado fácil para mi dudar de mi mismo.
—Susceptible al gaslighting, diría yo. Y sí, hay una forma de decir el término en español, pero no, no voy a dejarte usarla —dice ella, y yo me muerdo los labios a la vez que aguanto la risa, porque era exactamente lo que iba a hacer—. Si alguien te insiste lo suficiente con que algo es de cierta forma, tiendes a convencerte de que es así, ya lo has hecho antes. ¿Mi recomendación? Empieza por intentar arreglar esa parte de ti mismo, o podrías, y vas a tener problemas en el futuro.
—Tal vez tengas razón…
—¿Lo ves? ¡Lo hiciste otra vez! —dice riendo, y yo no puedo evitar sonrojarme al haber caído en la cuenta.
—¡No es justo usarlo de ejemplo! ¡De verdad creo que tienes razón! —intento convencerla, pero su risa no se detiene. Al menos tiene una bonita risa, supongo—. Por favor, no era para tanto.
—Perdona, no era con mala intención —dice al llevarse el dorso de la mano a la boca mientras usa el volante con la otra—. Solo algo para que pienses en ese tiempo que pasas completamente en silencio.
—Intentaré… trabajar en eso, lo prometo, y en el silencio también.
—No tienes que prometerme nada. Solo digo que deberías tenerlo en cuenta para el futuro. No quiero pensar que alguien podría aprovecharse tan fácil de nuestro miembro más reciente —dice al voltearse, y yo asiento con duda.
—Haré lo que pueda.
—Te dejaste convencer otra vez.
—¡Basta! —digo al reír con ella, tapándome la boca con el puño—. Ahora voy a estar todo el tiempo consciente de eso.
—Lo siento.
—No parece que lo sientas —digo al ver que su sonrisa no desaparece, antes de hundirme en el asiento—. Aprecio el consejo, aún así.
—Lo que sea por mi caballero en brillante armadura —dice ella, y yo suspiro con pesadumbre—. Hoy tuve suerte de tenerte conmigo, pero espero que Ben me confirme que estará ahí mañana, porque tenemos otra tarea de la qué ocuparnos.
—Me aseguraré de ir apenas…
—No te preocupes, esto es algo de lo que podemos ocuparnos nosotros dos, tú deberías cumplir con tu otro compromiso y presentarte a tu primera reunión con el club de fotografía —me detiene ella—. Estoy segura de que a Jen le encantará tenerte.
—¿La conoces?
—Algo. Suelo tener que ir a varias reuniones de clubes en nombre de Ben, y con ella como presidente de fotografía, siempre voy a encontrarla. Es… demasiado amigable, así que es fácil llevarse bien con ella, a diferencia de otras personas… —me cuenta ella, su tono endureciéndose otra vez, y tengo la sensación de saber exactamente de quien habla.
—¿Mia?
—Mia.
—¿Cómo haces para tratar con ella? —pregunto con curiosidad.
—No lo hago —responde la momento, suspirando—. Ya hemos tenido nuestros… problemas, con anterioridad, así que ahora dejo que Ben se ocupe de ella, y las dos nos mantenemos fuera del camino de la otra. Ha funcionado hasta ahora, al menos.
—¿Algún consejo para el recién llegado?
—El mismo: si te mantienes fuera de su camino, deberías estar bien. Al menos eso espero, pero si algo ocurre, no dudes en venir a hablar conmigo. Ben solo minimizará el problema, ya lo ha hecho antes, todo con tal de que el consejo no sea visto en una mala luz, hoy más que nunca con Scaler respirando en nuestras nucas mientras se realiza la auditoría.
—Parece que las cosas no son tan simples como parecen desde afuera —digo yo, y el suspiro de Liz me dice que estoy en lo cierto—. Como ya he dicho, haré todo lo que esté en mi alcance para ayudar, no solo con Damien y el trabajo del consejo, así que no dudes en buscarme si necesitas ayuda.
—Gracias Inco —me dice con una cálida sonrisa—. Es tranquilizador… tener a alguien que me cubra las espaldas.
—Como un cobertor —digo con mi mejor sonrisa ganadora, pero ella gira los ojos.
—Ese cobertor está bastante deshilachado —dice ella al señalar mi calva, y yo me quedo con la boca abierta.
—O-oye, eso estuvo de más.
—Lo sé, por eso lo dije.
Soy incapaz de mantener la seriedad y me rindo a ser el remate del chiste malo de Liz, la risa se me escapa como hace tiempo no me ocurría, y ella no tarda en tentarse y acompañarme. De acuerdo, lo admito, tiene una risa preciosa. Y extrañaba esto, me hacía falta tener a alguien con quien pudiera hablar y bromear así, con tanta confianza. Tal vez me estoy adelantando, pero tengo un buen sentimiento con respecto a esta relación. Puede que Liz y yo lleguemos a ser grandes amigos, de aquellos que continúan viéndose incluso después de que terminan el secundario. O al menos eso me gustaría.
Pero si algo he aprendido en todos estos años de amistades rotas, es que el interés tiene que venir por ambas partes, o esa amistad no tardará en desaparecer sin dejar rastro. Tengo demasiada experiencia enviando mensajes a chicos y chicas tan solo unos meses después de haber cambiado de escuela, y ser recibido con frases cortantes o un silencio de radio absoluto. No me gustaría pensar que esa situación pudiera darse aquí y ahora, pero nunca se sabe. Lo que sí sé es que, por mi lado, haré todo lo posible para que las cosas salgan bien.
Y antes de que me de cuenta, el auto está detenido frente a mi casa. Las luces automáticas del porche ya se encendieron, dando la ilusión de que hay alguien, pero la falta de luces adentro indican todo lo contrario. Mis padres no han llegado aún… por supuesto que no lo hicieron. Últimamente han llegado a altas horas de la noche, y la única prueba que suelo tener de que estuvieron bajo el mismo techo que yo son las notas de mamá en el refrigerador. Ni siquiera debería sorprenderme.
—Aquí estamos —anuncia ella, sonriendo cuando nota que volvió a sacarme de mis propios pensamientos—. Linda casa.
—Si, lo es —digo al mirarla también, antes de caer en la cuenta de la situación—. Oh, ¿quieres pasar? Puedo ofrecerte algo para beber, si…
—Gracias Inco, me encantaría, pero todavía tengo que hacer las compras y preparar la comida, la cena para hoy, y el almuerzo para mañana —dice ella, y yo asiento en respuesta—. Será en otra ocasión.
—Por supuesto —digo mientras busco las palabras para lo que quería decir, algo que está resultando más difícil de lo que esperaba.
—Escucha, yo… —nuestras voces se solapan, y ambos reímos por la sincronía, sin poder evitarlo.
—Lo siento, tu primero —me dice ella.
—Las damas primero —respondo, solemne.
—De acuerdo —acepta ella, girando los ojos—. Cuando dijiste que tomarías parte en el consejo, francamente no esperaba que te presentaras siquiera al primer día, si te soy honesta. Pero estuviste ahí, y me diste una mano justo cuando más la necesitaba, así que… te agradezco por eso —dice al ofrecerme su puño otra vez, uno que choco sin dudar.
—Cuando quieras —respondo con una sonrisa—. Lo que iba a decir yo… siento haberme ido por las ramas y aplicado para otros dos clubes cuando prometí que me centraría completamente en el consejo. Creo que te debo una disculpa por eso.
—No me la debes —niega ella, sin perder la sonrisa—. Sinceramente creo que es un buen uso de tu tiempo, siempre y cuando no descuides tus tareas escolares, y puedas seguir viniendo al consejo tal y como hoy. Es tu vida, Inco. Nadie es quien para decirte cómo vivirla.
—Gracias —acepto, bajando del auto y cerrando la puerta, manos en mis bolsillos, y ella baja la ventana—. Bueno, nos vemos mañana.
—Claro, y en un rato te agregaré al grupo de chat del consejo, para que puedas ver todo desde ahí —me avisa, y yo asiento—. Cuídate, Inco.
—Gracias Liz, tú también. Que tengas buenas noches.
—Igualmente —se despide ella, subiendo la ventana.
Su auto se aleja por la calle en la penumbra nocturna, el único auto circulando por aquí, mientras yo me volteo y cruzo el camino delantero hasta el porche, buscando las llaves en mi bolsillo. Mi llavero, adornado únicamente con un desgastado modelo de edición limitada de R2D2 que mis abuelos me regalaron cuando era niño, solo tiene dos llaves: la de la puerta frontal de mi casa, y la de atrás. Es la cantidad normal de llaves que cualquiera tendría, ¿verdad? Supongo que sí. Entonces recuerdo que Liz también tiene dos llaves en el suyo… dedicado al auto.
…
¿Qué dirían mis padres si les dijera que quiero aprender a conducir? ¿Me alentarían? ¿Se escandalizarían y me dirían que espere unos años más? ¿Me dirían que soy alguien demasiado inseguro para ponerme al volante? La sonrisa que se dibuja en mi rostro frente al pensamiento de esa posible conversación desaparece tan rápido como llegó, cuando me doy cuenta que tal vez ni siquiera sepan como soy ahora mismo, y que lo más probable es que mamá diría “haz lo que creas mejor”.
…
¿Sabes qué? ¡Tal vez lo haga! Me dijeron que use la tarjeta para todos mis gastos, y uno de esos gastos bien podría ser de clases para aprender a conducir. Luego le preguntaré a mamá, pero lo más probable es que diga que sí, y que tenga cuidado. Después de todo, no puedo contar con mis padres para que me enseñen ellos mismos.
¿A Liz le habrán enseñado sus padres? ¿O habrá tomado clases también? Luego debería preguntarle. Puede que incluso sepa del mejor lugar para aprender aquí, o tenga algún que otro consejo para mí.
“Tal vez deberías añadirlo a tus planes para el futuro.”
Sonrío al recordar nuestra conversación. Si Liz, probablemente haga eso mismo, y que aprenda a conducir un auto antes que una bicicleta de seguro te va a resultar muy divertido. Es lo que pienso mientras abro la puerta principal, cerrándola detrás de mí, y encendiendo las luces. Ni siquiera me molesto en avisar que llegué, todo está tal cual lo dejé esta mañana, así que no hay necesidad de confirmar.
Subo hasta mi habitación para dejar mi mochila, saco la ropa sudada y la coloco en la lavadora de la planta baja, y entonces regreso a la cocina. Al abrir el refrigerador, lo único que veo para comer fácil y rápido es una caja de burritos, mis peores enemigos. Suspiro derrotado porque no voy a salir a hacer las compras ahora, y saco uno de la caja para ponerlo en el microondas. Me siento en el desayunador para ver como mi cena gira lentamente en el platillo, pensando en absolútamente cualquier otra cosa hasta que la alarma suena, y lo saco para ponerlo en un plato. ¡Bon appétit!
Me siento en el sillón de la sala, dejo el plato con el burrito en la mesa ratona frente a mí, y mi sonrisa no desaparece. Este es uno de los días más ocupados, ajetreados y caóticos que he tenido, y sin embargo, me siento realizado. Conocí muchas personas interesantes, aporté a un trabajo grupal como lo es el del propio consejo estudiantil, y me metí sin pensar a los clubes de fotografía y atletismo. Sin duda mis días están por ponerse mucho más atareados, y no lo veo como algo malo. Todo lo contrario, ya que podré mejorar las habilidades que considero más importantes en mi vida ahora mismo, y pienso sacar provecho de esta oportunidad.
Oh rayos, las formas…
Recuerdo entonces que no llené las formas de ingreso que Victoria y Jenine me dieron para sus clubes, siguen en mi mochila, pero puedo completarlas aquí y llevarlas mañana al consejo antes de ir a la primera reunión con el club de fotografía. Si el resto de los miembros son tan amigables como lo es Jen, puede que sea una visita de lo más interesante, y tengo muchos deseos de ver como resulta. Y el miércoles será mi primera vez presentándome en atletismo como un miembro del equipo, pero con ese no estoy tan seguro, más que nada por el percance con Juli, la amiga de Damien.
Tengo que recordar también que no todos los alumnos van a ser tan abiertos a la idea de tener un humano cerca, y está claro que encontraré opiniones diversas de mi especie en más de un club. Pero no puedo dejar que eso me detenga, tendré que hacer todo lo posible para ser aceptado, para ganarmelos tal y como dijo Liz, y que la idea de que un humano represente a un cuerpo estudiantil de dinosaurios no suene tan descabellada para ellos como lo suena para mí ahora. Sé que puedo hacerlo.
Y entonces suspiro, escucho, y miro a mi alrededor. Estoy solo otra vez. Olvidé avisarle a mis padres de todo lo que había pasado hoy, y la razón por la que me quedé hasta tarde en la escuela, por lo que estaba preocupado de llegar tarde y que se molestaran, pero ninguno de los dos está aquí. Solo somos yo, y el silencio absoluto de una casa completamente vacía. Mi rostro se contorsiona en una mueca de tristeza, y cierro los ojos mientras me hundo más en el sillón e intento alejar esos pensamientos negativos. Sé que están ocupados, y que tienen responsabilidades mucho mayores de las que ocuparse… más importantes que su hijo de dieciocho años, su único hijo.
La soledad es algo a lo que ya debería estar acostumbrado, era algo que creía tener bajo control. Pero después de hoy, después de haberme relacionado con tantas personas, y de haberla pasado tan bien… el contraste es demasiado, y una sensación horrible invade mi pecho a la vez que un pensamiento se forma en mi mente.
Me pregunto si acaso les importo a mis padres.
Aunque sea un poco.
Algo.
Suspirando, me estiro para alcanzar el control en la mesa de café, y prendo el televisor de setenta pulgadas para buscar algo entretenido mientras consumo mi intento de cena, lo que sea, cualquier cosa que evite que piense en esto. Un programa de chismes, un noticiero, una serie animada que veía cuando niño, videos musicales, un programa de historia… nada me llama la atención lo suficiente para dejarlo en un canal, y el control cae de mi mano sobre el sillón, mientras la televisión queda sintonizada en un programa que habla sobre la naturaleza, sobre las especies que habitan el fondo marino. El burrito yace a medio comer en el plato, su centro está tan frío como cuando lo saqué del microondas, y no tengo deseos de terminarlo. Mis ojos están entrecerrados, estoy cansado, así que tal vez podría dormirme aquí.
A nadie le importaría, después de todo.
Y entonces, el teléfono en mi bolsillo vibra. Suspiro otra vez, será el aviso de alguno de mis padres de que llegarán muy tarde, como es usual. Pero cuando llevo la pantalla a mi cara, mis ojos se abren más, encontrando algo que no esperaba.
“[23/9 21:16] Liz te ha agregado al grupo CE St. Hammond.”
“[23/9 21:17] Liz: ¡Muy buen trabajo el día de hoy! Olvidé decírtelo, pero no dejaste las formas de ingreso, mañana recuerda traerlas completas al consejo antes de ir a tu primera reunión con el club de fotografía. Cuando termine la reunión, vuelve con nosotros. Te esperaremos con los brazos abiertos.”
El mensaje privado de Liz me toma por sorpresa, y me recuesto mientras examino el grupo del que soy parte ahora. Tal y como esperaba, los miembros somos Ben, Liz, Mia, y yo. Supongo que retiraron a los miembros fantasma. Y entonces me recuesto a leer el mensaje de Liz, y releerlo, y releerlo otra vez. Es agradable… sentirme así de bienvenido en un lugar, no tanto por el presidente o la ejecutora, pues no tuve la oportunidad de tratar con Mia fuera de nuestro pequeño altercado al principio del año escolar, o con Ben fuera de las clases de Iadakan. No, la razón de este sentimiento es Liz, que me ha recibido como un igual sin importar nada más. Realmente me alegra tenerla como amiga.
“[23/9 21:23] Inco: No te preocupes, dejaré las formas ahí apenas terminen las clases. ¡Gracias por todo!”
Envío el mensaje y las dos tildes de “visto” aparecen justo después, y el mensaje queda marcado con un pulgar hacia arriba. Bloqueo y dejo el celular encima mio mientras comienzo a dormirme, dejando que el cansancio me lleve poco a poco al mundo de los sueños, pero entonces me fuerzo a abrir los ojos. No, pensándolo bien, no debería dormirme aquí, los días se están volviendo más frescos y lo último que necesito ahora es faltar por un resfriado, tanto a la escuela como al consejo y a los clubes. Tengo que empezar a cuidar mejor de mi salud, de ahora en más.
Al levantarme llevo el plato sucio al lavavajillas y subo las escaleras hacia mi habitación, listo para terminar el día. Entro en mi cuarto sin encender las luces, me desprendo de toda mi ropa y mis lentes, que ahora descansan sobre el escritorio, y me cuelo bajo los cobertores, sonriendo mientras me quedo mirando al techo. El día de hoy seguro que me ha dado más de una sorpresa, y por primera vez en mucho tiempo… no puedo esperar a que llegue el día de mañana.
Me pregunto… ¿qué más me esperará esperando a la vuelta de la esquina?
Ahora mismo, solo se me ocurren cosas buenas.
Mi largo cuello se relaja por un momento sobre mis hombros, mientras verifico por última vez que las últimas planillas trabajadas estén en orden. Gracias al cielo, hoy es un día normal en el salón del consejo estudiantil, bastante tranquilo porque la gran mayoría del alumnado está en la cafetería, pues es la hora del almuerzo, y porque ayer pudimos terminar con el trabajo más urgente que teníamos. Ahora mismo solo somos Ben y yo, y me enteré que ayer estuvo haciendo toda clase de favores para Scaler, tal y como esperaba, y cuando terminó a las siete de la tarde apenas era capaz de estar de pie. Me pidió disculpas por haber dejado el registro de los clubes en mis manos, y fue a su escritorio listo para ponerse a terminar lo que faltara, pero su rostro de sorpresa no tuvo precio cuando le conté que entre Inco y yo ya habíamos terminado todo.
El presidente del consejo estudiantil ahora está en su computadora, cargando todas las planillas de ayer al sistema de la escuela, y yo estoy haciendo un chequeo rápido a los informes de actividades de los clubes. Este en particular no es un trabajo urgente, pero me sirve para hacer tiempo mientras el parasaurolophus termina de cargar todo, antes de pasar a la siguiente tarea que debemos terminar entre hoy y mañana: la carga de las entradas para el concurso de arte. Si bien todas ya están dentro del sistema de la escuela, hay que hacer un último chequeo antes de publicar todo en la página principal, desde la cual los estudiantes van a votar su pieza favorita.
Pero este no es solo un concurso de arte en donde la pieza ganadora se expone, y eso es el fin de la historia. No, aquí hay un premio en metálico en el medio, sin mencionar lo más importante: su pieza será exhibida en dos de las revistas más importantes del mundo del arte publicadas aquí en Volcaldera. Es una gran forma de darte a conocer como una promesa en el medio, y te abre toda clase de puertas. Pasé buena parte de mi verano preparando mi propia pieza de arte digital, usando de base la casa de mi abuelo en su país natal, y me siento bastante confiada con el resultado.
Por otro lado, Olivia participó en el concurso y ganó en décimo año, pero a ella le trajo todo lo contrario a cualquier clase de felicidad, e incluso hoy las heridas de ese episodio siguen abiertas. Damien ha intentado de todo para ayudarla a sanar desde entonces, pero es solo ahora, con la llegada de Inco a esta escuela, que se ha empezado a ver alguna mejoría. Si tengo que ser sincera, me molesta un poco que alguien recién llegado haya podido lograr algo que sus amistades más cercanas no pudieron en años, pero es obvio que ese es mi orgullo herido hablando, por lo que debería guardarmelo para mi. Si Olivia está mejor, y ha empezado a dejar ir ese odio que la ha consumido todo este tiempo, eso es todo lo que importa.
Aunque supongo que la presencia del humano no la ha afectado solo a ella.
Hasta este año nunca hubiera pensado que haría un nuevo amigo, no cuando he estado manejando mi agenda de una manera tan minuciosa que apenas me permite pasar tiempo con Damien y Olivia, pero siempre me recuerdo que es por un bien mayor, que es por mi futuro, por nuestro futuro. Es lo que me impulsa a seguir adelante y hacer todo lo que está a mi alcance para cumplir mis sueños. Pero entonces ocurrió el incidente con Inco el viernes pasado, él se ofreció para ayudarme a cumplir con esos mismos sueños, y de golpe y porrazo, somos amigos. ¿Cómo ocurrió esto cuando he sido incapaz de crear una nueva relación amistosa los últimos diez años? Es algo que me evade completamente, pero de seguro no voy a rechazarla. Es lindo tener a alguien nuevo en nuestro pequeño grupo para variar, después de todo.
—Terminé de cargar todo al disco compartido —avisa Ben, llamando mi atención—. No sé cómo hiciste para terminar de pasar a limpio el registro completo, pero bien hecho.
—El mérito no es solo mío, ya te lo dije —aclaro, volteando hacia él—. Inco fue de mucha ayuda, y aprende rápido. Te dije que sería una buena adición para el equipo.
—De acuerdo, lo admito, tenías razón. No puedo llevarte la contra cuando estoy más que conforme con el resultado —dice con una sonrisa—. Pero en fin, ahora todo lo demás es secundario, dediquémonos enteramente a la carga del concurso y terminemos antes de que suene la campana.
—En eso estoy, ya me loguee en la aplicación.
Confirmo el código para dejarle claro a la computadora, sin lugar a dudas, que no soy una robot, y en mi pantalla aparecen en forma de listado los datos de cada uno de los participantes de este año, al lado de cada pieza cargada, la cual puedes ver en detalle con un clic. Por suerte, esto es relativamente simple, porque solo tenemos que confirmar que cada entrada se cargue correctamente en la página de la escuela para su votación, y descartar cualquier entrada que pueda estar corrupta, o sea otro dibujo burdo del aparato reproductor masculino cargado a modo de broma. Dios sabe que ya hemos tenido demasiado de esos.
Es una suerte que el registro de los clubes esté terminado, porque ahora podemos centrarnos en esto sin ningún apuro, y probablemente todo estará listo para que la votación comience antes de regresar a clases. Si hubiéramos estado ocupados con las planillas, lo más seguro es que Ben le hubiera delegado la tarea a Mia, ya que es algo bastante simple y con lo que es difícil cometer errores, sobre todo cuando el sistema te avisa si hay algún problema con el archivo. Es lo que hizo el año pasado, al menos, pero en lo personal yo no le confiaría ningún trabajo, no si puedo evitarlo.
Ben empieza el chequeo desde arriba, y yo lo empiezo desde abajo, para no pisarnos entre nosotros. Las últimas entradas son de ayer, literalmente el último día para presentar tu trabajo, así que supongo que esta gente estuvo dando los toques finales hasta el último momento. Comprensible, puesto que si vas a presentar un trabajo a un concurso tan importante como lo es este, quieres estar seguro de que todo está bien. Yo misma estuve a punto de cargar mi pieza cinco veces, y las cinco debí volver porque no me gustaba algún detalle, o como se solapaban dos elementos en particular.
Todo lo que estoy viendo parece estar en orden, y me deja más tranquila ver que este año los alumnos se están tomando las cosas con más…
…
Tengo que detenerme para masajear mis sienes cuando lo que tengo ante mí es un muy detallado dibujo de un pene, hecho a carboncillo y con sombras bien trabajadas, titulado “El árbol de la vida”. Aprecio la dedicación a la broma, pero si estos chicos leyeron las reglas, deberían saber que no se permite la carga de ningún desnudo, ni la representación de genitales, ni nada que pueda ser visto como fuera de lugar. Lo siento… “Billy”, tu trabajo en carboncillo es bastante decente, pero esta no es la forma ni el lugar.
"Rechazado - “No cumple con las normas del concurso.” - Liz Farlane [24/9, 12:13]"
Suspiro y continúo con el trabajo. Con un poco de suerte, no tendré que lidiar con demasiadas de esas entradas, porque mi paciencia es bastante limitada. La siguiente que encuentro pertenece a Lunara, la chica que usualmente no se aleja de Mia, y su entrada es… particular, creo que es la palabra que estoy buscando. Si, particular, porque se trata de una foto que la tiene a ella en el centro con una lanza en mano, usando un disfraz que parece representar a un indio humano nativoamericano, con una máscara más grande que su cabeza, y con toda una colección de máscaras similares en la pared del fondo. La foto se titula “El rostro de la humanidad”. Si, tal vez falte “humanidad” en el sujeto fotografiado, y el disfraz puede considerarse revelador en algunas áreas, pero no está precisamente fuera de lugar, ni va contra las reglas. Aunque estoy segura de que Inco tendría algunas reservas con respecto a la forma de representar a su especie. Sonrío ante el pensamiento mientras concreto la carga.
Y unas filas más después, otro nombre conocido aparece en la pantalla: Inco G. Nito. Curiosamente, la carga no tiene ningún título, así que supongo que lo olvidó. Pero recuerdo haber visto su trabajo por sobre su hombro el día que lo cargó: era una muy bonita fotografía de un puerto al atardecer, en la que se notaban muy bien los detalles del barco que navegaba en el fondo. Hago clic en el adjunto para recordar cómo era, pero mi sonrisa se pierde y mi ceño se frunce frente a lo que aparece en la pantalla.
Esto no es una foto.
Se trata de una pintura acrílica en cartulina texturizada, con una variada paleta de colores que normalmente no usarías para construir un paisaje de montañas y un cielo nublado, pero el efecto logrado es fantástico. Es precioso, de verdad lo es, pero hay un problema aquí: estoy segura de que esto no fue lo que cargó Inco. ¿Pero quién podría…?
Y entonces caigo en la cuenta, porque sin importar el tiempo que pase, si conoces al artista, puedes diferenciar su estilo, y no hay forma de que no reconozca el estilo que tengo enfrente.
Es de Olivia.
Está claro como el agua, y aún así soy incapaz de entender…
¿Cómo? ¿Por qué? ¿Con qué objeto?
Es más que obvio que este trabajo no lo hizo Inco, y no será difícil comprobar que es el mismo estilo de Olivia Halford, una de las anteriores ganadoras del concurso, y que por ende, ya no podía volver a participar. ¿Acaso se complotó con él para hacer esto? No, Olivia no preguntaría, e Inco podrá ser influenciable, pero no es estúpido. Esto es fraude a todas luces, un crimen, y pueden, y van a tener problemas por esto. Oh no…
¿Qué hago? ¿Qué demonios hago ahora?
—Voy a preparar un poco de café —anuncia Ben al levantarse de la silla con un gruñido, y yo me quedo petrificada—. Si te contara las vueltas que tuve que dar por la escuela ayer… aún no me he recuperado. Ser el maldito conserje por un desastre que hicieron los de décimo año… ¿Tú qué tal lo llevas? —pregunta al pasar junto a mi, y yo soy incapaz de responder, incapaz de hacer nada, mi mente acaba de colapsar y mi cuello está completamente rígido, como nunca lo había sentido.
—Yo… solo estaba…
—Oye, es un muy buen cuadro, me gusta la combinación de colores. ¿Es de… Inco? No sabía que también le gustaba la pintura —dice al acercarse, curioso, y yo trago saliva—. No, espera un momento…
—Ben, con respecto a esto, tienes que guardar la calma —digo al levantarme, ambas manos en alto, pero la mirada del presidente se vuelve afilada.
—Estoy bastante calmado —responde con seria expresión, antes de apuntar a la pantalla—. Y estoy seguro de que no puedo equivocarme, ese es el estilo de Olivia, lo reconocería en cualquier parte. ¿Por qué está cargado con el nombre de Inco? —me cuestiona él, y yo soy incapaz de responder, pero el parasaurolophus no tiene problema en unir ambos puntos—. No me digas que están haciendo trampa.
—¡No! —exclamo sin poder evitarlo, antes de llevarme ambas manos a la boca—. Quiero decir… yo estuve aquí cuando Inco cargó su trabajo, era una fotografía de un puerto al atardecer, con un barco en el fondo —digo al sentarme otra vez, buscando detalles en el sistema de carga antes de que Ben siquiera tenga que pedirmelo.
—¿Y entonces cuándo ocurrió esto? ¿Cuándo se hizo el cambio? —cuestiona él al inclinarse hacia la computadora con una mano en el escritorio, y mi breve viaje por el sistema me lleva directamente a la información que buscaba.
“Última modificación: Jueves 5 de Septiembre de 2023 - 17:33hs.”
—Fue Olivia —confirmo al llevarme la mano a la frente, incapaz de procesar esta situación.
—¿Cómo podría? Este es el usuario de Inco, dice claramente “IncoGNito”, y dudo que él esté dejando sus datos y contraseñas en alguna parte para que todo el mundo los vea —me dice con severidad, y yo trago saliva—. La única posibilidad es que se haya coordinado con ella para hacer esto, seguramente porque así tendrían más oportunidades de ganar, y se repartirían el dinero del premio cuando todo terminara.
—¿Te estás escuchando lo que estás diciendo? —pregunto al levantarme, volteando hacia él—. ¡Es ridículo!
—No, es lo más lógico —responde él, implacable—. Las únicas opciones aquí son que o Inco compartió sus datos con ella para hacer esto, o él mismo hizo la carga. ¿Cuál crees que sea?
—La tercera —respondo, y él se queda en silencio por un instante.
—¿Qué?
—Yo estaba aquí, imprimí su usuario y contraseña, y él le tomó una foto con el celular, no se llevó la hoja, y yo olvidé tirarla —digo al apretar los dientes—. Liv vino ese mismo día, minutos después, buscando hojas A4, y le dije que las tomara de la copiadora. Cuando fuí a ver, la hoja impresa ya no estaba… no pensé mucho de eso en ese momento, tal vez la había tirado alguien más, tal vez la había tirado yo sin darme cuenta, tenía mucho trabajo encima para preocuparme por eso y…
—Demonios… Olivia, ¿qué hiciste? —murmura Ben al llevarse las manos a la cabeza, y yo siento una punzada de culpa. Si tan solo hubiera estado más atenta…
—Esto también es mi responsabilidad. Me ocuparé de que… —comienzo a decir, pero soy interrumpida al instante.
—¡No! —la voz de Ben corta como un cuchillo, tomándome desprevenida—. El consejo estudiantil no tuvo nada que ver en esto, nadie tuvo una mano en Olivia falsificando la entrada de un concurso, usando los datos de otro alumno. Me aseguraré de que Scaler lo tenga bien en claro —dice al pasar junto a mí, en dirección a la salida, y al caer en la cuenta casi grito para llamarlo.
—No, ¡Ben, espera! —él se detiene, apenas volteando—. No puedes hacer eso, no solo afectará a Olivia, también afectará a Inco.
—¿Tu punto? —me cuestiona al voltearse completamente hacia mí.
—Frente a los ojos de todos, ambos habrán intentado estafar a la escuela, y eso en su expediente los perseguiría por el resto de sus vidas.
—¿Y tú quieres que cubramos esto? —me cuestiona otra vez, pero yo soy incapaz de responder, no sé qué hacer—. Liz, he sido muy paciente con Olivia todo este tiempo, incluso intenté ayudarla hace unos años… ¡Muy a su pesar! Pero no voy a dejar que nos afecte a nosotros. Los dos dependemos de que este año esté completamente limpio, si lo que queremos es que nos recluten y Scaler nos recomiende, no puede haber una sola mancha en nuestros expedientes. ¡Ni una sola!
—¿Y me pides que manchemos el de alguien que no tuvo nada que ver en esto? —pregunto desesperada, pero solo recibo silencio—. ¡Ben, sabes que Inco no tuvo nada que ver! ¡No merece que…!
—¡Lo sé! —me corta él, furioso—. Créeme que lo sé, pero si me das a elegir entre asegurar mi futuro o el de alguien más, siempre elegiré el mío, Liz. Y tú deberías hacer lo mismo —dice, antes de acercarse hacia mí, su índice temblando apuntándome—. Te lo repetiré una vez más, para que quede muy claro: el consejo… no tuvo… nada… que ver… en esto —dice pausadamente, antes de voltearse para salir.
—Ben, no hagas esto —pido al negar con la cabeza, aunque sé que es inutil.
—Llevaré el asunto a Scaler ahora mismo. Lo siento por Inco, y también por Olivia, pero esto es lo correcto.
¿Lo correcto?
¿Lo correcto es fastidiar a alguien que no tuvo nada que ver? No me jodas. Solo estamos cubriéndonos las espaldas y mirando a otro lado, no estamos solucionando el problema. Y aún así… estoy inclinada a hacer eso mismo. He trabajado durante años para esto, he estado construyendo mi futuro ladrillo por ladrillo, y arriesgarme a que eso se derrumbe por involucrarme con un problema como este solo podría perjudicarme.
Y aún así…
¿Estoy dispuesta a fastidiar a las personas involucradas con tal de lavarme las manos?
El solo hecho de estar cuestionandomelo hace que me sienta sucia. Olivia podrá haber cometido un gran error, y tiene que entender que esta vez fue demasiado lejos, pero no puedo concebir arruinar su vida por eso, sobre todo cuando el arte es lo más importante para ella. Y luego Inco… él ni siquiera está enterado de nada de esto. Apenas acaba de llegar a esta escuela, y si esto se sabe… no solo se lo retirará del consejo estudiantil, también lo rechazarán a donde quiera que vaya.
No quiero hacerles eso, no quiero permitir que ocurra.
No puedo permitir que ocurra.
—Si… es nuestro impulso el hacer lo correcto, tienes razón ahí —acepto finalmente, y él se detiene frente a la puerta, volteándose hacia mi—. Lo siento, Ben.
—Liz, ¿qué estás haciendo? —él me llama, pero yo ya me arrojé a la computadora central, tecleando tan rápido como puedo—. ¡Liz!
Es una suerte que conozca el sistema de cabo a rabo, por lo que puedo reducir el número de teclas que debo presionar en un muy breve espacio de tiempo, entre que Ben se da cuenta de lo que estoy a punto de hacer, y se lanza para impedirlo. Pero para cuando él terminó de procesarlo, yo ya estaba terminando de escribir, y su intento de alejarme del escritorio y de su computadora llega demasiado tarde. Ya está hecho.
—¡Detente! ¡Quítate! —me aparta con el brazo contra mi estómago, yo estoy agitada, y él está boquiabierto al ver las palabras que aparecen en pantalla—. ¿Qué…?
“Rechazado/Borrado - “El archivo está corrupto y no se puede visualizar.” - Benjamin McKnight [24/9, 12:22]”
—Tal parece que el presidente del consejo estudiantil debió borrar una entrada porque el archivo estaba corrupto… Dios sabe que las máquinas aquí deberían moverse a discos de estado sólido de una buena vez, y dejar de usar tecnología de hace veinte años —comienzo a decir al acercarme—. Por desgracia, al pasar la fecha, el sistema bloquea automáticamente nuevas cargas, por lo que el alumno en efecto no pudo cargar su entrada nuevamente. Una lástima, pero así son las cosas.
—¿Qué estás…? —pregunta al voltearse hacia mí, falto de palabras, pero no tarda en encontrarlas—. ¡¿Acaso te volviste completamente loca?! ¡¿Sabes lo que acabas de hacer?!
—Salvar el futuro de alguien inocente —digo con seguridad, y él se lleva ambas manos a la cabeza, una expresión de ira pura en su rostro—. Hubiera usado mi usuario nada más, pero eso no conseguiría que mantuvieras la boca cerrada.
—Liz, lo que… ¡No puedes hacerme esto!
—Parece que ya lo hice, y tú también estás dentro —respondo con furia, antes de acercarme para quedar cara a cara con él—. Esto nunca saldrá de esta oficina, nadie se enterará, y solo quedará como un error debido a la tecnología vieja que siguen usando aquí —digo al apuntar de la misma forma que él hizo—. Te lo repetiré una vez más para que quede muy claro: Inco… no tuvo… nada que ver… en esto. Y en cuanto a Olivia, yo misma me ocuparé de hablar con ella. Dios sabe que, después de todo lo que ha pasado, es mi responsabilidad —suspiro, apartándome.
—¿Por qué te interesa tanto? —pregunta él—. ¿Sabes lo que podría significar esto para nosotros si alguien…? ¿Por qué arriesgarse así por Olivia, que lleva años alejándote? ¿Y por qué arriesgarse así por Inco, por alguien que apenas conoces?
—Porque a pesar de todo lo que pasó en décimo año, Olivia es mi amiga, y veré que se explique debidamente antes de decidir qué hacer —digo al voltearme hacia él—. Inco es un buen tipo, y no quiero que se vea metido en esto por problemas que yo ignoré, eso es todo.
—¿Y vas a decirle a Inco también? —pregunta él, y yo dudo una vez más.
Es cierto, él es la principal víctima en todo esto. ¿Debería decirle lo que está pasando? ¿Lo que Olivia intentó hacer? ¿O debería callarme hasta tener la historia completa? Aún no conozco las razones de Liv para hacer esto. ¿Acaso la credencial de cualquier estudiante le hubiera servido, o quería esa en particular? ¿Por qué Inco? ¿Por qué intentar hacer algo que solo podría perjudicarlos a ambos? ¿Era esa la finalidad? Rayos, hay demasiado aquí que ignoro, y me está poniendo muy nerviosa. No sé cuál es la forma correcta de manejar una situación como ésta, porque estoy demasiado involucrada con los responsables, pero si tuviera que elegir ahora mismo…
—No, él no tiene por qué saberlo —respondo al momento—. Lamento que pierda la oportunidad de participar, pero mientras menos personas sepan de esto, mejor. Los únicos que sabrán seremos Olivia, tú, y yo. ¿De acuerdo?
—Liz, tu… —comienza a decir, pensativo, seguramente buscando palabras que no sean insultos—. Si, de acuerdo, está bien —acepta a regañadientes, caminando en círculos mientras intenta procesar lo que acaba de pasar aquí, antes de detenerse para dirigirse a mi—. Pero no creas que olvidaré que me metiste en esto, y si alguien llegara a enterarse, diré exactamente lo que pasó aquí. ¿Me has entendido?
—No esperaría menos, Ben —acepto, sentándome en el borde de mi escritorio—. Usaré mi usuario para borrar cualquier rastro que quede de esto, para que mi nombre también esté ahí. Así estaremos a mano —le aseguro, y el presidente se deja caer contra la silla con una mano en la frente.
—Maldición —murmura el parasaurolophus, y yo suspiro al cruzarme de brazos, pero algo hace que voltee la cabeza de golpe.
Un movimiento, un borrón rojo que noto por el rabillo del ojo, y una corriente de aire deja la puerta entreabierta. Esto llama la atención de Ben, provoca que se sobresalte, pero yo soy la primera en precipitarme para abrirla de golpe, encontrando la biblioteca vacía, tal y como suele estar todos los días durante la hora del almuerzo. Avanzo unos pasos más, aprovechando mi largo cuello para explorar entre los estantes y el piso superior, pero no hay nadie en las cercanías. ¿Acaso lo imaginé?
—Por favor, dime que solo fue el viento —dice Ben al acercarse por atrás, visiblemente exhausto, mientras mi cabeza vuelve a su lugar.
—De verdad eso espero, lo último que necesitamos es más problemas —respondo al llevarme la mano a la frente.
Puede que ya esté poniéndome paranoica, considerando lo que acaba de pasar aquí, así que debo esforzarme por recuperar el control. Después de todo, tengo que ver como tratar esto con Olivia lo antes posible.
…
No ardo en deseos de tener esa conversación.
Notes:
Inco seguro que se metió en varias actividades divertidas, ¿eh? No tengo mucho que decir, solo que espero que les haya gustado el capítulo, y que si tienen algún comentario o crítica sobre el mismo, o el fic en general, me encantaría leerlo. Como ya he dicho, siempre busco mejorar, y las críticas ayudan en eso. También agradezco muchísimo a Martín por ayudarme a editar y corregir la ortografía de la historia hasta ahora. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 5: Confianza mutua
Summary:
Liz y Olivia tienen una charla que han postergado demasiado tiempo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Aquí estoy otra vez, en la misma banca, bajo el mismo árbol, mi pequeño santuario, lejos de todos los demás niños. Al estirar mi cuello, casi puedo alcanzar las hojas, pero todavía no soy lo suficientemente alta. Aún así, desde esta posición puedo ver el nido lleno de pichones en la base de una de las ramas, las criaturas responsables de la agradable tonada que he estado disfrutando estos últimos minutos. Se podría decir que es la calma antes de la tormenta, porque a diferencia de otros días, hoy sé lo que se aproxima, y sé que llegará en cualquier instante.
Ha pasado un mes desde que Damien Payne se acercó a mí en busca de amistad, algo que no he reciprocado, pero que él claramente ha dado por sentado. Esperaba que se aburriera de mí luego de unos cuantos días, pero ha regresado para hacerme compañía durante casi todos los recesos. No solo eso, sino que ayer dijo que hoy me presentaría a su mejor amiga, y realmente no sé qué esperar. Si resulta ser un agente del caos como lo es el dilophosaurus en cuestión, tal vez deba considerar cambiarme de escuela.
Por supuesto, eso es una exageración, porque no creo que nadie llegue a los talones de Damien Payne en términos de sociabilidad, optimismo y energía, tanta energía que podría arrastrarte con él si no tienes cuidado. Si bien no es algo que aprecio particularmente, no puedo decir que odie esa forma de ser. Supongo que, quiera o no, me estoy acostumbrando a tenerlo cerca.
—¡Liz! ¡Aquí!
Escucho al dilophosaurus mucho antes de verlo, corriendo hacia mí con gran emoción mientras alguien viene detrás de él a una velocidad mucho menor, y mi expresión cambia a una curiosa al notar la razón. La chica que lo sigue sin apuro es una baryonyx en silla de ruedas, de escamas verdes, e incluso más verde cabello corto, pantalón deportivo violeta, y una playera negra algo suelta. Su expresión, a diferencia de la de Damien, es bastante más tranquila, como si la acabaran de despertar de una siesta, y todavía se estuviera adaptando a la idea de regresar al mundo de los vivos.
Es… muy diferente a lo que imaginaba.
—¿Nos esperaste mucho? —pregunta Damien al detenerse frente a mí, sonrisa de oreja a oreja.
—No, siempre estoy aquí en los recesos, ya te lo he dicho —le recuerdo mientras mi mirada se desvía a la de la chica que, casi como un espejo, está examinándome a mí con suma curiosidad—. Imagino que ella es tu amiga.
—¡Seguro que sí! ¡Ella es…!
—Tu cuello es demasiado largo.
Su voz ronca se hace presente antes de que Damien termine la frase, sorprendiéndolo. Los ojos del dilophosaurus se abren muy grandes y sus pupilas se achican frente a las palabras de la chica caimán, cuyos labios se curvan en una sonrisa. No sé si no tiene filtro, o solo soltó ese comentario para medir mi reacción, pues muchos saurios de cuello largo suelen tener un complejo al respecto.
Para algunos es una inconveniencia con la que deben lidiar en ciertas ocasiones, y para otros es algo que puede afectar mucho sus vidas diarias. Por ejemplo, dependiendo de cómo se desarrollen tus cuerdas vocales, podrías hablar normalmente, o quedar completamente mudo al crecer. Por suerte, para mi familia y para mí, fue el primer caso.
Y a diferencia de muchos, yo no guardo un complejo con respecto a mi cuello, es sólo otra parte más de mí, una que he sabido aprovechar siempre que pude, y nunca me ha impedido realizar ninguna actividad. A lo sumo debo adaptarme para algunas, pero es algo de lo que me siento orgullosa, porque es algo que comparto con toda mi familia.
—¡Livi! No puedes decirle eso a alguien que acabas de…
—Tus ruedas están bastante desgastadas. ¿Cuidas de ellas tanto como cuidas de tu apariencia?
Damien intentaba desarmar la bomba antes de que explotara, pero se paraliza cuando ve que estoy más que contenta en dejar que pase, e incluso traeré mi propia dinamita para la ocasión. Es divertido ver que por primera vez desde que lo conozco no sabe cómo manejar una situación, mientras sus ojos oscilan entre mi persona y su mejor amiga, intentando descifrar qué debe hacer para detener lo que ya ha empezado.
—No puedes hablar cuando tu flequillo está tan desastroso. ¿Lo cortaste con la máquina de afeitar de tu papá, o no sabes manejar las tijeras? —devuelve ella, inclinando la cabeza.
—Puede que haya quedado así porque estaba corriendo hace un rato. Te diría como es, pero no espero que lo entiendas —digo yo, sin romper contacto visual.
—Si, lo dudo, sobre todo porque puedo ir más rápido que tú sin problemas.
—Tal vez, pero estar sentada tanto resalta tu barriga, bastante.
—Y estar de pie te hace parecer un poste de luz con vestido —dice antes de beber de una cantimplora.
—Al menos yo sí puedo usar un vestido sin preocuparme por caber en ellos.
—Al menos la gente no tiene que sufrir tortícolis cuando habla conmigo.
—Con esa actitud, me sorprende que la gente te hable en lo absoluto —le respondo con una sonrisa divertida, y ella entrecierra los ojos, claramente alcanzando un límite.
—No puedes subir al autobús sin agacharte o enrollarte.
—No puedes subir al autobús sin una rampa.
—Soy más fuerte que tú.
—Soy más alta que tú.
—Uh… ¿chicas? —intenta llamar nuestra atención un Damien con voz temblorosa.
Pero nuestro duelo de miradas continúa, ninguna dispuesta a dar el brazo a torcer, hasta que una pequeña sonrisa se dibuja en mi cara, misma sonrisa que ahora adorna el rostro de la baryonyx. El alma del dilophosaurus parece regresar a su cuerpo cuando ve que ambas estamos riendo, y él suspira con alivio.
—Me caes bien —sonríe la chica caimán, ofreciendo su mano—. Liz, ¿verdad?
—Y tú debes ser Olivia —recuerdo al estrechar su mano.
—La única —dice con confianza al apartarse—. ¿Conoces Jurasskick?
—No. ¿Qué es?
—¡Es solo el mejor videojuego de peleas que existe! —irrumpe Damien, en extremo alegre—. ¡Olivia y yo lo jugamos en casa todo el tiempo!
—Querrás decir que te pateo el trasero en él todo el tiempo —corrige la chica caimán, divertida, antes de devolver su atención a mí—. Es muy bueno. ¿Quieres venir a jugar con nosotros después de clase?
—¿Por qué? —pregunto, sorprendida.
—¿Por qué no? Pareces genial. Más que los idiotas que andan por aquí, incluído el que tengo al lado —dice divertida.
—¡Oye! —interrumpe Damien—. Vamos empatados en Jurasskick, veinte a veinte esta semana, no sé de qué estás hablando —dice al cruzarse de brazos, indignado.
—¿Esa es la parte que te molestó? —pregunto extrañada, y Olivia comienza a reírse sin poder evitarlo, al igual que su mejor amigo… y al igual que yo.
Esta chica ciertamente es muy diferente a lo que esperaba, pero no en un mal sentido. Y hay un punto muy notable en el que tanto la baryonyx como el dilophosaurus coinciden: la honestidad. Damien no podría ocultar sus intenciones o sus emociones ni aunque su vida dependiera de ello, y tal parece que Olivia no es de las que se guardan lo que piensan, en lo absoluto.
¿Y ahora me están invitando a jugar con ellos después de clase? No puedo decir que sea algo que esperaba, porque no soy exactamente la persona más sociable por aquí, ni mucho menos alguien interesante. Pero Olivia, o Livi como su mejor amigo le dice, parece haber tomado un interés en mí, al igual que Damien, así que tal vez no sea mala idea aceptar la invitación. Después de todo, nunca he ido a la casa de un amigo.
…
¿Amigo? ¿Acabo de pensar en Damien como un amigo?
Supongo que el dilophosaurus no estaba simplemente dando las cosas por sentado.
…
No fue difícil salir unos minutos antes de clase de lengua y literatura para venir aquí, solo debí mencionar que tenía “asuntos pendientes relacionados al consejo estudiantil”, y la profesora no tuvo problema en permitirlo. Puede que esto sea un uso indebido de mi poder, pero este asunto no puede esperar, y no puedo permitir que Olivia se me escape. Es a razón de ello que estoy justo fuera de la entrada, recargada contra el apoyabrazos de la rampa, esperando a quien inevitablemente pasará por aquí. Me replanteo esperar dentro cuando una ráfaga de viento hace que me rodee con ambos brazos y enrolle mi cuello, porque es cierto, ya estamos en otoño, y el día ya de principio está bastante gris. Según el pronóstico, al parecer, lloverá esta noche.
Incluso ahora sigo considerando la forma en que debo tratar el tema, qué palabras debo usar, y qué actitud debería tomar para con ella. Me gustaría pensar que puedo hablarlo con cierta confianza, confianza entre amigas, pero la verdad es que Olivia y yo no hemos sido verdaderas amigas desde décimo grado. Hoy en día, cualquiera podría decir que somos apenas conocidas, y no se equivocaría. Sin importar cuanto me esforcé en estar ahí para ella luego de lo que ocurrió en el concurso de Nuevos Inicios hace tres años, ella se cerró completamente, erigió paredes para todo el mundo, y no dejó entrar a nadie más, ni siquiera a su propia familia.
De hecho, la única persona con la que se permitió mantener su guardia baja fue Trent Iadakan, quien enseña diseño artístico avanzado aquí en St. Hammond. Es un gran profesor, que se interesa genuinamente por sus alumnos, y la escuela de verdad es afortunada de contar con alguien de su calibre. Y Olivia parece estar convencida de que él es el único en quien puede confiar, el único capaz de entenderla. Esa es una espina que me ha dolido durante años, pero no dejé que lo notara, nunca dije nada al respecto porque pensé que ella eventualmente haría las paces con Ben, dejaría todo ese odio que la carcomía atrás, y volvería a abrirse con nosotros. Pero eso no ocurrió, y lo que descubrí hoy es la prueba que ese odio no solo la consumirá a ella, sino a cualquier persona que intente acercarse, tal y como hizo Inco.
Y esto no puede seguir así.
Por suerte, el sonido de las puertas abriéndose me saca de mis pensamientos, y allí está la baryonyx en silla de ruedas, mirándome con curiosidad, como si nada pasara.
—¿Qué haces aquí? —pregunta ella, parando frente a la rampa, y frente a mí.
—Tenía que salir temprano —respondo rápidamente, señalando con un movimiento del cuello—. Ven, te llevo a casa.
—No, en serio, ¿qué haces aquí? Nunca sales temprano —pregunta ella, y yo suspiro con pesadumbre, sabiendo que no hay una forma sencilla de tratar con esto.
—Tenemos que hablar —digo con seriedad al voltearme, y ella se me queda mirando con indiferencia.
—Mañana —dice al avanzar, ignorándome—. Hay una serie que quiero ver, la emiten en vivo en un rato.
—No era una sugerencia —aviso al ponerme en su camino, brazos cruzados, y parece que por fin está entendiendo que no se librará de mi tan fácil ahora mismo.
—¿Qué pasa contigo hoy? —pregunta con recelo, ojos entrecerrados.
—Digamos que no tuve un buen día. Pasó algo, algo importante, y quiero que hablemos al respecto.
—No me importa —dice con exasperación marcada en su voz—. Dímelo aquí, y me iré.
—Estoy bastante segura de que no quieres que haga eso, no quieres que nadie aquí escuche lo que tengo para decir —le advierto con una mirada significativa, inamovible, y por un segundo ella parece tener una idea de lo que estoy hablando, porque el miedo se hace presente en su mirada—. ¿Vas a hablar conmigo?
—No aquí fuera —dice al desviar la mirada, y yo suspiro, sacudiendo mi flequillo.
—Entonces ven conmigo —digo al voltearme, bajando por la rampa con ella siguiendo mis pasos.
No pasará mucho tiempo antes de que la campana suene, y todos los alumnos salgan de golpe por la puerta principal. Pero para entonces, las dos ya estaremos en el camino, y podremos discutir este asunto sin ninguna interrupción.
Al menos espero que así sea.
Eso fue extraño.
Apenas terminaron las clases, fuí al salón del consejo estudiantil a presentar las formas de ingreso para los clubes de fotografía y atletismo, tal y como Liz me indicó, pero la única persona que encontré en la sala de computación fue Ben, quien no parecía tener el mejor de los días, si me guiaba sólo por su expresión. Me explicó que Liz había tenido que salir antes por asuntos personales, que podía dejar las formas con él, y que regresara allí una vez hubiera terminado con la reunión del club de fotografía, así me enseñaría cómo se manejan ciertos asuntos en el consejo estudiantil. Pero lo más curioso fue la forma en que me miraba, casi como si hubiera escupido en su cereal. Tal vez solo esté teniendo un mal día, porque no recuerdo haber hecho nada para ganarme el odio del parasaurolophus. O al menos eso espero.
Ahora estoy aquí, camino a la primera reunión con el club presidido por Jenine Hartmann, una raptor bastante amigable que conocí apenas ayer, y que parece guardar un gran amor por la fotografía. Y si el resto de los miembros comparten ese mismo interés, puede que sea el lugar ideal para aprender toda clase de cosas sobre esta afición, pero eso no cambia el hecho de que mis nervios no se están calmando. Esto debe ser sobre todo por mi experiencia ayer en atletismo, pues varios de los miembros no parecían muy receptivos a la idea de que un humano formara parte del club, y no puedo evitar pensar que lo mismo podría ocurrir aquí. Pero no puedo dejar que eso me detenga, o terminaré por no hacer nada en lo absoluto debido al miedo. Tengo que recordar eso.
Empujo mis nervios a un costado, respiro hondo, y al estar frente a la puerta del club, la abro sin duda alguna. Los ojos de los presentes se centran en mí al instante, cinco pares de ojos que me miran con curiosidad, mientras que un par en particular brilla con la emoción de una niña cuando se acerca rápidamente a la puerta.
—¡Inco! —llama ella, abriéndose paso para quedar frente a mí, casi empujándome físicamente con su entusiasmo—. ¡Qué bueno que pudiste venir! ¡Anda, entra! ¡Tengo que presentarte a los demás!
Su mano atrapa la mía y me arrastra al centro de la habitación sin que pueda decir palabra alguna, abrumado por la familiaridad con la que me trata, y terminamos frente a la mesa en el centro de la sala, alrededor de la cual todos los miembros del club están sentados. Puedo ver varias cámaras sobre ella… supongo que estaban en medio de una actividad cuando entré.
—Chicos, como les había contado, ¡de hoy en adelante tendremos a un nuevo miembro en el club! ¡Uno muy especial! —exclama con ambas manos sobre mis hombros—. El es Inco, entró este año a St. Hammond, y desde ayer es también el nuevo secretario del consejo estudiantil —explica ella, sin darme tiempo a nada, pero al menos no parece haber animosidad hacia mi persona entre los presentes, pues todos están escuchando atentos la presentación que debería salir de mí y no de ella, y Jenine parece recordarlo por un instante—. Anda, ¡cuéntanos algo sobre tí! —dice al apartarse, sentándose al borde de la mesa.
Si, eso es más fácil decirlo que hacerlo, pero tengo que adaptarme a esto como mínimo si tengo pensado sobrevivir el resto del año como secretario del consejo estudiantil.
—¡Buenas tardes! —exclamo intentando imitar la energía de la presidenta, arrepintiéndome justo después—. Como Jenine ya ha dicho, mi nombre es Inco, llegué a Volcaldera Bluffs hace un mes, y empecé a trabajar como secretario del consejo el día de ayer. Me gusta mucho la fotografía, las películas de los ochenta, y estar al tanto de la última moda. Es… un gusto conocerlos a todos.
Luego de mi breve introducción, los otros miembros del club me siguen mirando con curiosidad, tal vez esperando algo más… pero no tengo otra cosa que darles. Jenine parece tomar nota de la situación, y se adelanta con un aplauso que resuena en las paredes de la silenciosa habitación.
—Gracias Inco, ¡será un gusto tenerte con nosotros! —dice ella con gran ánimo, pero yo me llevo la mano a la nuca con algo de pena por la situación—. Chicos, ustedes también, ¡presentense con el nuevo miembro!
—Jen, sabes que odio eso —dice el tyrannosaurus gris de cabello castaño, usando jeans desgastados y una playera verde oliva, rascándose el cuello—. Kyle, de onceavo grado. Mi padre es fotógrafo, ha tenido su trabajo publicado en varias revistas populares, y yo… bueno, quiero seguir sus pasos. Estoy aquí para aprender tanto como pueda. Creo… que eso es todo —dice al desviar la mirada, y yo me relajo al ver que esto no es incómodo solo para mí, mientras la mano de Jenine va esta vez en dirección a la chica de baja estatura.
—¿Yo? —pregunta la compsognathus, una sauria que bien podría pasar por una estudiante de primaria si así lo quisiera, de escamas amarillentas y cabello castaño y desalineado, pantalones deportivos negros y ajustada playera del mismo color—. Mira, noveno año. Quiero seguir una carrera de fotógrafa, nada más y nada menos —dice resumidamente, y la chica junto a ella suspira.
—Podrías sumar un par de cosas más, ¿sabes? —dice la bambiraptor rosa de cabello fucsia, y una gran cantidad de plumas en su cola y codos, resaltando por sus jeans grises y playera blanca de manga corta—. Anna, doceavo grado. Amo las películas postapocalípticas y los juegos de terror. He hecho varios proyectos donde tomo la fotografía de algún lugar en particular, y lo hago parecer abandonado durante años. Luego te los mostraré —dice con gran entusiasmo, uno al que no puedo evitar responder con una sonrisa.
—Billy, doceavo grado —levanta el brazo el enorme y sonriente ankylosaurus naranja junto a ella, de cabello marrón con mechas rubias, parte del cual le cubre los ojos, con pantalones rasgados, playera blanca y camisa a cuadros de tonos rojos—. Mi hermana siempre me reclamó que mis fotografías eran pésimas, así que vine aquí este año para cambiar eso. Luego te mostraré mi trabajo.
—Me encantaría —acepto con una sonrisa, antes de dirigirme a todos—. Gracias por su gentil bienvenida —intento decir con respeto, uno que asumo debería venir de un miembro del consejo, pero Jenine levanta una ceja.
—No sabía que te habías robotizado en las últimas veinticuatro horas —dice divertida al acercarse, y mis orejas empiezan a arder.
—Yo no… quiero decir… —busco las palabras, antes de recibir una fuerte palmada en la espalda que casi me hace perder el equilibrio.
—¡Vamos, anímate! —dice con una sonrisa que muestra todos sus dientes—. Sé que conocer gente nueva puede resultar algo difícil, pero si vas a ser un buen secretario, tendrás que aprender a lidiar con eso. ¡Intenta soltarte! ¡Todos somos compañeros, y todos estamos aquí por lo mismo!
—Si, claro —acepto, apenas recuperándome cuando alguien más me habla.
—¿De dónde vienes? —pregunta Kyle al inclinarse hacia adelante.
—Bueno, mi familia suele mudarse bastante seguido, mis padres son arquitectos de renombre y van allá donde haya trabajo. El último año estuve viviendo en Chicago, una zona de concentración mayoritariamente humana, así que fue una experiencia muy diferente venir a vivir a un lugar como Volcaldera Bluffs.
—¿Por qué? —pregunta Mira, sosteniendo su cabeza con un puño mientras me mira con una expresión desinteresada— ¿No te gusta tener saurios cerca? ¿Te sientes inferior? ¿O muy superior, tal vez?
—¡Mira! —llama su atención Jenine, pero ella no se da por aludida, optando por desviar la mirada en la otra dirección, y yo intento responder genuinamente.
—No era lo que quería decir, es simplemente diferente, las personas son diferentes. Aquí… la gente que he conocido en general es mucho más sociable, más cálida. Es un cambio bastante agradable.
—No has conocido suficiente gente entonces —dice la chica sin dirigirme la mirada.
—Ay Mira… —musita la bambiraptor al llevarse una mano a la frente—. Me alegra que esa sea tu impresión Inco, y estoy segura de que te adaptarás en muy poco tiempo, si no lo has hecho ya. Y Volcaldera es un lugar muy bello no solo para vivir, sino para hacer safaris fotográficos. Hemos hecho varios con los chicos aquí presentes, todos compartidos en el grupo de chat, así que deberías echarles un ojo cuando puedas.
—De hecho, tiene razón, dame tu número —pide Jenine al acercarse a mí con su teléfono en mano—. Te agregaré al grupo ahora, así podrás ver todo lo que tenemos archivado ahí —dice con gran entusiasmo, y yo no tardo en sacar el teléfono para exponer mi número en pantalla, el cual ella anota rápidamente.
—También sería buena idea llevarlo a él en un safari —sugiere Billy, y no sé si me está mirando a mí o a Jenine—. Estoy seguro de que todavía no ha visto ni la mitad de lo que tiene Volcaldera para ofrecer. ¿Me equivoco? —pregunta, y al parecer si, me estaba mirando a mí.
—No, la verdad es que no me he alejado mucho de la ruta entre casa y la escuela este último mes, así que… eso es algo que apreciaría mucho —agradezco con una sonrisa, recibiendo un pulgar hacia arriba por parte del ankylosaurus.
—Bueno, supongo que ya tenemos una idea para nuestra próxima excursión —dice Jenine al chocar las palmas, alegre por la dirección en la que fue esta presentación—. Pero por ahora, vamos a ir con la primera actividad del día. Como dije antes, quiero que envíen al grupo las mejores fotos que hayan tomado la última semana, y vamos a ponerlas en el proyector para juzgarlas como si fuéramos críticos con un palo metido en el trasero.
—No va a ser complicado para Mira, es una profesional —dice el ankylosaurus, divertido.
—Oh, vete al demonio, Billy —responde ella, pero no parece que sea con furia verdadera.
—Dicho eso, Inco… Está más que claro que también participarás de la actividad, y… —dice Jenine al acercarse, su hocico prácticamente pegado a mi oreja—. Quiero ver la de ayer entre las fotos que envíes, va a ser muy divertido.
—No tengo forma de evitarlo, ¿verdad? —pregunto incómodo cuando ella se aparta, una gran sonrisa en su hocico.
—Para nada, ahora eres parte del club, lo que significa que te vamos a avergonzar tanto como nos avergonzamos entre nosotros. Tómalo como una prueba de fuego. Y hablando de eso, ¿le enviaste esa foto a Lunara? Digo, considerando que te dió su número expresamente para que le enviaras esa foto, y nada más —dice con un tono sugerente, y yo no puedo evitar mostrar sorpresa. Sabía que me olvidaba de algo.
—De hecho… no, lo olvidé completamente —admito cuando mis labios se curvan en lo contrario a una sonrisa, y Jen arquea una ceja ante ello.
—Estás bromeando —dice al perder la sonrisa, y yo niego con la cabeza—. Vamos Inco, no vas a perpetuar la especie con esa actitud.
—No es exactamente lo que pretendo ahora mismo, tampoco —esta vez es mi turno para arquear una ceja en respuesta—. Pasaron muchas cosas ayer, y llegué algo tarde a casa, bastante cansado. Enviar esa fotografía fue lo último en lo que pensé.
—Al menos trata de recordarlo luego, a una chica no le gusta que la hagan esperar —dice al sacar su celular, revisando algo sin dejar de hablarme.
—Puede que tengas razón, no sería caballeroso hacer esperar a alguien que me pidió un favor —acepto, y ella asiente.
—Exacto —dice al mostrarme la pantalla de su celular, exponiendo una enorme grilla de fotografías—. Los demás ya me pasaron sus trabajos, Inco. ¡Faltas tú!
—Sé que voy a arrepentirme de esto —digo al rebuscar en mi propio celular una vez más, ganándome una enorme sonrisa por parte de la presidenta que confirma mis sospechas.
Esta será una larga reunión.
El silencio es opresivo. Hace cinco minutos dejamos las premisas del instituto, y no mentí cuando le dije a Olivia que la llevaría a casa, pues estamos yendo en esa dirección, solo que nos detendremos unas calles antes de llegar. Ni siquiera tengo el buen ánimo para sintonizar alguna estación y dejar música de fondo, no en esta situación, no con lo que tenemos que discutir. Y ahora que lo pienso, ella nunca se había sentado a mi lado desde que comencé a conducir, siempre fue en el asiento de atrás, incluso si por alguna razón Damien no venía con nosotras.
Estando a tres calles de su hogar, elijo un lugar al azar para estacionarme junto a la acera, uno en donde nuestra presencia no moleste, y apago el motor. Ahora sí que el silencio aquí es sepulcral, porque yo no tengo idea de cómo encarar esta situación, y Olivia no parece estar dispuesta a dar el primer paso, porque está perdida en sus pensamientos, mirando al exterior. Pero es un estado en el que ninguna de las dos podrá permanecer, no por mucho más tiempo.
—Ya estamos bastante lejos de la escuela —apunto al voltearme hacia ella, sin respuesta alguna—. Entonces, ¿cuándo vas a empezar a hablarme?
—¿Qué sentido tiene? —dice con una mano en el mentón, sin mirarme—. No lo entenderías.
—Pruébame —invito, sin respuesta—. Olivia, por favor, te estoy dando la oportunidad para dar un paso al frente y decirlo tú misma.
—Tal vez no tengo nada que decir —retruca ella, y yo estoy perdiendo la paciencia.
—De hecho, si lo tienes, porque todavía estoy decidiendo qué hacer, y por eso te estoy dando la oportunidad de explicarte. Probablemente la última oportunidad que tendrás.
—¿Me estás amenazando? —pregunta al voltearse, molesta.
—Solo te estoy diciendo las cosas como son —respondo, inamovible, y ella se voltea una vez más, evitando mirarme.
—¿Quién más lo sabe?
—Ben, Ben lo sabe.
—Entonces ya no importa —responde al instante—. Estará más que feliz de correr con Scaler y decirle lo que hizo la malvada chica discapacitada. De hecho, me sorprendería que no lo hubiera hecho ya.
—No puede hacerlo.
—¿Por qué?
—Me encargué de eso —digo, y ella se voltea con curiosidad—. Todo con tal de darte la oportunidad de explicarte, ahora mismo, así que no la desperdicies.
—Nunca te pedí nada —responde ella secamente, y yo estoy alcanzando el límite.
—Y a ti nadie te pidió fastidiarla de esta manera, y sin embargo aquí estamos —digo en un arranque de ira, ganándome la mirada de sorpresa por parte de la baryonyx, una que transiciona a tristeza en cuestión de instantes, y yo suspiro con pesadumbre—. He estado las últimas horas intentando comprender en qué rayos estabas pensando, y aún no tengo nada. De verdad, hacer una estupidez así, que solo podría perjudicarte cuando inevitablemente te descubrieran, ya era bastante malo. Pero no terminó ahí, no, también tuviste que arrastrar a Inco, a alguien que apenas acaba de entrar a St. Hammond. ¿Acaso él te hizo algo? ¿Algo lo suficientemente terrible como para que lo pusieras como el foco de un fraude en el concurso de Nuevos Inicios? ¿Querías hundirte, pero no querías hacerlo sola, y él era la víctima perfecta? —lanzo todas las preguntas que me han surgido, pero no estoy sorprendida cuando ninguna recibe una respuesta—. ¿Cuándo vas a volver a hablarme?
—¡Lo he estado haciendo! ¡Te he estado hablando! —devuelve con ira, una que no supera a la mía.
—¡Sabes exactamente a lo que me refiero! —devuelvo, irritada—. ¿Por qué harías algo tan estúpido? ¿Acaso no te importa tu futuro? ¿No te importan los demás? ¿Eres tan egoísta como para que…?
—¡No tenía elección! —grita en un arranque de ira, y una tos seca sobreviene justo después, una que la obliga a rescatar la cantimplora del amplio bolsillo de su sudadera—. Sé que lo que hice estuvo mal, es horrible, pero no había otra manera…
—¿De qué estás hablando? —pregunto preocupada, pero no recibo respuesta—. Olivia…
—Tenía que saber si era buena —responde finalmente, descolocándome—. Quería saber qué pensaba la gente de mi arte sin saber que yo lo había hecho, porque siempre es la misma cosa. Cuando dicen que mi trabajo es bueno, siempre vienen con los mismos comentarios: “eres grandiosa… a pesar de tu condición”, o “sorprendente… es como si no estuvieras discapacitada en lo absoluto”. Tú estabas ahí, lo has visto pasar una y otra vez, y ya no podía más. Necesitaba saber qué pensaban realmente. Por eso…
—Tienes que estar bromeando —musito al llevarme una mano a la frente, y Olivia suspira.
—Sabía que no lo entenderías —se lamenta ella, y yo siento la temperatura de mi sangre subir ante sus palabras.
—No, no lo estoy entendiendo, no puedes esperar que lo entienda —digo al aferrar el volante con fuerza, mirando en su dirección—. Usaste los datos de Inco porque él es un alumno nuevo, nadie tiene expectativas de él, y por eso tendrías una opinión sin contaminar por otras preconcepciones —digo, más para mí que para ella—. Y ahora aquí viene la pregunta que no quieres escuchar… ¿Era necesario?
—¡Lo era para mí!
—Y parece que también era necesario hacer a Inco partícipe de tu plan, incluso sin que lo supiera, porque no solo arruinaste su oportunidad de entrar al concurso, la primera y última que tendría, sino que ahora es parte del fraude que tú planeaste —le digo a ella, esperando que al menos una parte de su cabeza sienta la culpa que debería estar sufriendo por causa de esto—. No solo podrían retirarlo del consejo estudiantil si esto se sabe, ese es un estigma que los perseguirá a ambos mucho después de que hayan dejado la escuela. Por eso, tengo que preguntar, y necesito una respuesta en serio… ¿En qué estabas pensando?
—¡No estaba pensando, Liz! —grita en un arranque de ira—. ¡Porque no soy como tú! ¡No soy perfecta! ¡Yo no tengo mi maldita vida ya organizada y lista para cruzar como si fuera una puta alfombra roja! ¡Nada en mi vida está escrito en piedra! No sé qué será de mí cuando termine la escuela, porque no tengo una maldita red de seguridad en la qué caer si algo sale mal, ni tampoco tengo a alguien que me de una mano si las cosas se ponen difíciles. Por eso necesitaba saber si era genuinamente buena, necesitaba saber si podré vivir de mi arte cuando llegue la hora de la verdad, y esta era la oportunidad de averiguarlo. ¿Quiéres la verdad? ¡Esa es la verdad!
—No puedo creerlo… —susurro con ambas manos en mi rostro.
—Bueno, pues, empieza a creerlo. No todos son como tú.
—No, lo que no puedo creer… es que de verdad dijiste eso —digo al mirarla, entre la incredulidad y la ira—. ¿Que no tienes a nadie que te de una mano si las cosas se ponen difíciles? Por el amor de Dios, Olivia, tienes a tu padre, a los Payne, al profesor Iadakan… a mí. ¡Hablas como si ninguno de nosotros existiera! ¿Sabes por qué no tienes otras redes de seguridad? Porque has quemado cada puente que te han extendido, todo por tu maldito orgullo, desde décimo grado.
—Como si pudiera aceptar eso… —dice con desdén en su voz—. Tú misma sabes exactamente cómo gané, y sabes todo lo que vino después. También sabes de quien es la culpa.
—Si, lo sé muy bien, porque estaba ahí… todo el tiempo estuve ahí, a tu lado, al igual que Damien, por eso es… doloroso, que finjas que no tenías a nadie. Y puede que Ben haya influido en tu victoria, pero eso nunca cambió el hecho de que tu arte es especial. Incluso hoy, cuando estaba aprobando las entradas para el concurso, y encontré la de Inco, pensé que genuinamente era una obra preciosa, mucho antes de descubrir que en realidad la habías hecho tú —le revelo, y ella se queda sin habla—. Tienes un talento increíble, Olivia. Y nunca tendrás una idea de lo mucho que te envidio por eso.
—¿Me envidias? ¿Por qué me envidiarías? —pregunta, recelosa—. Tú has conseguido todo lo que querías sin esfuerzo, entrarás en una buena universidad sin siquiera intentarlo, y no tendrás problemas para trabajar de lo que amas. ¿Qué jodida cosa podrías envidiarme?
—¿De verdad crees que tengo una vida tan fácil? —pregunto, incrédula—. Olivia, todo lo que tengo, lo que conseguí, lo que construí, todo fue fruto de mi trabajo duro y mi dedicación, porque tengo una meta, y estoy determinada a alcanzarla. ¿Este celular? Mira esto. Contactos de museos y galerías, profesores reconocidos, profesionales en el medio, grandes artistas y posibles clientes a futuro, conocidos de conocidos… ¡Es un listado enorme! ¡Y todo lo logré yo sola! Nunca dependí de mis padres ni de nadie más hasta el día de la fecha, lo conseguí todo con mis propias manos porque así lo quería —digo mientras mis ánimos se calman, y vuelvo a guardar mi teléfono—. Y aún así te envidio. Ganar el concurso Nuevos Inicios es mucho más que la beca a la que aspiro… es un pie en la puerta. Una oportunidad que, si tomabas, te llevaría tan lejos como quisieras. Y aún así la rechazaste. Tenías todas las ventajas a tu alcance, y no puedes culpar a nadie más que a tí por haberlas rechazado, por haberlas hecho a un lado. Para mí, es un desperdicio… no hay otra forma de llamarle.
—Puedes hablar todo lo que quieras, pero nunca sabrás como me siento, como me sentí cuando descubrí lo que Ben había hecho —dice al cerrar los puños con fuerza, evitando mirarme—. Creí que eras mi amiga, pero nunca te molestaste en entenderlo, nadie lo hizo…
Y de repente, el tiempo se detiene, y veo todo en rojo. Esas palabras que salen de la boca de Olivia terminan por romper algo dentro de mí, algo que creía enterrado y fuera del alcance de nadie más, porque eran sentimientos que nunca debían salir, palabras que nunca deberían decirse. Pero la situación me supera, mis labios tiemblan, y aprieto los dientes sin poder evitarlo mientras un solo pensamiento ocupa mi cabeza.
“Tienes que estar jodiéndome.”
Llevo una mano a mi frente mientras mi cabeza todavía intenta procesar lo que acabo de escuchar, e intenta detener lo que voy a decir, pero mi corazón no va a escuchar razones. No va a dejar que lo pisoteen nunca más, y nunca debería haberlo permitido.
—¿Quieres saber por qué no lo entendí? ¡¿De verdad quieres saberlo?! ¡¿De verdad quieres que te lo recuerde?! —le pregunto iracunda, mi respiración acelerándose, mi cuello desarrollándose dentro del auto, y Olivia retrocediendo físicamente contra la puerta con una mirada incrédula—. ¡Me apartaste durante años, Olivia! ¡Años! —resalto la última parte con fuerza, sin importarme si me escuchan en el exterior, nada más importa—. Siempre intenté acercarme, quise que siguieramos siendo amigas, pero tú… en décimo año, cambiaste, me hiciste a un lado. Y luego hiciste a un lado a Damien, y a su familia. ¡Te encerraste en ti misma y no dejaste entrar a nadie más, durante años! Es solo con Inco que te has abierto ahora, en el último mes, ¿y me dices que no te entendemos, que es nuestra culpa a pesar de intentar ser parte de tu vida durante todo este tiempo? ¡Eso es mierda! ¡Es una maldita excusa, y tú lo sabes!
—¡Cállate! —replica por primera vez, furiosa— ¡Cierra la boca! ¡Tú no tienes idea de lo que he pasado! ¡Nadie lo sabe!
—No, no tengo ni la más mínima idea, Olivia. ¿Sabes por qué no lo sé? Porque nunca me hablaste después de eso —digo al desviar la mirada, apretando los dientes con fuerza porque sé que si me descuido por un instante, las lágrimas van a empezar a correr, y no van a detenerse—. Sé bien lo que pasó con Ben, yo estaba ahí, estábamos ahí. Lo que hizo te lastimó, lo entiendo, e intenté ser el hombro en que pudieras apoyarte, estar contigo, ser el oído que te escuchara, la amiga que necesitabas en tu peor momento. Una y otra vez traté de hablar contigo, de corazón a corazón, y una y otra vez cerraste la puerta en mi cara. Y duele, duele tanto… porque… porque de verdad me importas, y cuando hablábamos de niñas sobre nuestros sueños, de cómo íbamos a asociarnos para hacer lo que amamos, estaba feliz, y tú también lo estabas. Nosotras contra el mundo, codo a codo, trabajando juntas en el mundo del arte de Volcaldera Bluffs —una sonrisa se me escapa ante el recuerdo y, tal y como temía, las lágrimas empiezan a correr, y yo me volteo para que la baryonyx no pueda verlo, a pesar de que ya lo sabe por el mero temblor en mi voz—. Pero no te importó luego de que tu obra ganara el concurso. ¡Ya nada te importaba!
El silencio cae dentro del auto otra vez, las dos mirando en dirección contraria porque no podemos enfrentarnos ahora mismo, Olivia en la misma situación que yo. No es difícil suponerlo, porque al voltearse respiró con mucha fuerza por la nariz, algo que ha hecho desde niña para evitar mostrar lágrimas, para evitar mostrar debilidad. Supongo que, a pesar de todo, ninguna de las dos ha cambiado demasiado desde entonces.
—No puedes culparme —ella es la primera en hablar, sin despegarse de la ventana—. Estaba herida, sentí que toda la buena voluntad que alguna vez me habían mostrado… estaba cubierta de una capa gruesa y asquerosa de… lástima y desprecio, viniera de quien viniera. Incluso de tí, incluso de Damien, incluso de los Payne. Ya nadie veía a Olivia Halford, nadie veía a la chica caimán que pintaba, solo veían a… una maldita paralítica a la que tratar como una muñeca de porcelana, porque decirle cualquier cosa mínimamente fea podría romperla. Ya nada era real, todos eran una pila de mentiras creciendo a mi alrededor, y yo… yo me volví el chiste más cruel y divertido de dios.
A medida que ella continúa, su voz tiembla, y pega su frente contra el cristal de la ventana para evitar mostrarme su rostro. En tanto, yo no soy capaz de responder. Creo que es la primera vez en todo este tiempo que Olivia me ha hablado de sus verdaderos sentimientos, y soy incapaz de procesarlo. Ella se había encerrado en sí misma durante tanto tiempo, que de repente ver a la chica caimán detrás de las paredes derribadas, invadida por la tristeza y la ira, es algo para lo que no estaba preparada.
—No eres un chiste, Olivia —intento en vano confortarla, mi mano queda en el aire por un breve momento, antes de regresar al volante—. Pero sí voy a culparte, no podrás escapar de eso —le digo, y ella ríe tragicómica.
—¿Y de cuántas cosas vas a culparme? —dice al voltearse con una sonrisa triste—. Tienes bastante de lo que elegir.
—Tienes razón, hay bastante en esa pila, pero hay una cosa que es más importante que todas las demás —le digo a ella, quien me devuelve una curiosa mirada—. Tienes la culpa de rehusarte a ver cuánta gente te quiere y te apoya en realidad. Yo incluída.
—Aún no entiendo por qué…
—Porque me gustaría pensar que, alguna vez, podremos volver a ser las amigas que una vez fuimos, que todo volverá a sentirse real, y podremos hablar de todo, tal y como solíamos hacer —le digo lo que hay en mi corazón, guardando la pequeña esperanza de que eso mismo ocurra en el futuro.
—Me gustaría —dice ella, pensativa, con una pequeña sonrisa—. Pero ni siquiera sé por dónde empezar. Tal vez ya lo notaste, pero el hoyo que me cavé es bastante profundo. No sé cómo salir de él.
—¿Qué te parece empezar por hablar con Damien otra vez? Decirle cómo te sientes, creo que eso lo haría muy feliz. A toda la familia Payne, incluso, porque sabes que te aman, y que te apoyarán en todo.
—¿A pesar de que me aislé todos estos años? —pregunta con tristeza en su mirada—. ¿De verdad crees que tengo permitido intentar cambiar a esta altura?
—Si no es ahora, ¿entonces cuándo? —le pregunto, con una genuina sonrisa—. Si no lo haces, estoy segura de que luego te arrepentirás, y también estoy segura de que eso ya lo sabes.
—Tal vez… —dice al voltear, evitando mirarme—. ¿Crees que pueda ser tan fácil como eso, a pesar de todo lo que hice? ¿Simplemente abrir la puerta otra vez y ya?
—Algo me dice que no será tan simple para tí como quieres hacerlo sonar.
—Por supuesto que no —dice al devolverme la mirada—. Pero tienes razón, hablar con los Payne es seguramente el primer paso que debería tomar.
—El primero de muchos, si —le digo, y ella se cruza de brazos, pensativa—. También deberíamos hablar con Inco de lo que ocurrió. Quieras o no, debes hacerte responsable, le quitaste su oportunidad de participar en el concurso, y merece saber por qué —le digo, y ella parece paralizarse ante esas palabras.
—Por favor, no —dice al mirarme otra vez, preocupación y culpa marcada en sus ojos—. No le digamos a Inco, por favor.
—Olivia, te entiendo, lo juro —le digo, comprensiva—. Pero a causa de esto, no solo debí invalidar su entrada al concurso, Ben y yo hicimos las modificaciones para que no quedara evidencia del cambio que hiciste. Inco tiene que saber que…
—No quiero que me odie —dice al abrazarse con fuerza, sorprendiéndome—. Él es… la primera persona en años que intentó acercarse a mí a pesar de lo mucho que traté de alejarlo. Damien y tú siempre me apoyaron, a pesar de todo, pero Inco es diferente. El solo vio mi parte mala, todo de lo que me avergüenzo, y aún así quiso ser mi amigo.
Ella está suplicando, y yo me quedo petrificada por esas palabras. A Olivia nunca le había importado alguien así, no de esta forma, no lo suficiente como para pedirme algo así. Si bien le dije a Ben antes que mientras menos personas supieran al respecto, mejor, también era cierto que pensaba decírselo a Inco una vez tuviera la versión de la historia de Olivia. Pero ahora, hacerlo podría fácilmente quebrar esta amistad recién creada, la primera que la chica caimán ha tenido en años, de alguien que quiere ser su amigo incondicionalmente. Ocultarle esto está mal, claro que sí, pero aún así…
—Al principio, solo pensé que era como todos los otros idiotas… un tipo presumido y pretencioso al que solo le importaba recibir atención, sin importar de donde viniera, por eso creí que no le importaría que modificara su entrada. Yo tendría mi respuesta, y él recibiría toda la atención que quisiera si resultaba ser tan buena como todos decían. Pero resultó que… él es diferente. No es como los demás, y ahora… no tolero la idea de que sepa lo que hice. No quiero que lo sepa, no si puedo evitarlo.
—Olivia…
—Por favor —me pide al mirarme a los ojos una vez más, lágrimas en los suyos—. Inco es… el primer amigo que he tenido en mucho tiempo. Sé que es egoísta, y sé que le hice algo horrible, pero… no quiero que me odie. No él. Por favor Liz.
—Lo estás poniendo bastante difícil, ¿sabes? —digo al tomar el volante con fuerza, considerando mis opciones, y de repente estoy sopesando un intercambio que podría ser benéfico para Olivia, por más que ella pueda no verlo de la misma forma ahora mismo—. Te diré qué, hablaré con Ben para que los tres guardemos el secreto, pero tienes que hacer algo por mí: se acabó darle la ley del hielo a Ben —le digo yo, y sus ojos se abren grandes por la sorpresa, una sorpresa que pronto es reemplazada por incredulidad y furia.
—¡Pero sabes lo que él…! —va a comenzar a hablar, pero yo la corto en el momento.
—Si, lo sé, y él también está en falta por pretender que no había hecho nada malo, pero los dos… son muy parecidos, los dos son demasiado tercos —digo con una sonrisa triste, y Olivia está visiblemente incómoda ante la sugerencia. No debería sorprenderme, este es un odio que la ha permeado durante todo este tiempo, después de todo—. Escúchame, seré yo quién abra el diálogo, porque ya han pasado tres años, y ya va siendo hora de que ambos olviden los rencores y sigan adelante con sus vidas. No espero que vuelvan a ser los mejores amigos como en noveno grado, ni siquiera cercanos… pero si pudieran mantener una conversación civilizada sin que uno de los dos explote o salte en la garganta del otro… creo que eso sería un enorme avance, uno que los beneficiaría a ambos.
—Liz, me estás pidiendo demasiado, no puedo olvidar todo lo que pasó de un día para el otro. No después de… —dice al buscar en su bolsillo a su ratón mascota, buscando el confort, pero parece olvidar que Guts no vino con ella hoy, y en cambio se abraza a sí misma con fuerza—. Él me usó descaradamente para subir en la escalera social de la secundaria, vendió mi trabajo duro de todo un verano como el triste intento de la pobre chica discapacitada para que la gente tuviera lástima de mí, hizo todo un maldito artículo en el periódico para que todos lo vieran, ¡por el amor de dios! ¿Y después de todo eso, quieres que lo perdone? ¡No puedo hacer eso!
—Y han pasado tres años desde entonces. ¿Vas a desperdiciar más tiempo estando enojada con él, y el resto del mundo por lo que ocurrió en décimo grado? —le pregunto, buscando raciocinio por su parte.
No estoy intentando minimizar sus sentimientos al respecto de toda esa terrible situación, ni mucho menos, porque sé lo mal que la pasó por causa de Ben, pero ese odio que la carcome fue parte de lo que la llevó a cometer fraude. No puedo simplemente ignorarlo y fingir que todo estará bien si ella no hace algo al respecto, tiene que empezar desde algún lado.
—No puedo perdonarlo… —dice mirándome a los ojos, y ambas mantenemos la mirada por lo que bien podría ser una eternidad, hasta que ella continúa—. ¡No de un día para el otro! Pero si él está dispuesto a escuchar, y entender que él también estaba equivocado, entonces tal vez… y solo tal vez, pueda comenzar a hablar con él.
—Eso sería un inicio —digo al suspirar, aliviada.
—Lo será si logras que escuche a razones —responde con duda.
—Si hay algo de lo que estoy segura, es que será tan cabeza dura como tú al respecto, pero haré lo que pueda para que las negociaciones en Medio Oriente vayan por buen camino, sin víctimas fatales —le digo con gracia, y ella no puede evitar ahogar una fuerte risa que se le escapa a pesar de tapar su hocico con ambas manos, lágrimas filtrándose sin que pueda evitarlo, y yo no puedo evitar sonreír en respuesta.
Es la primera vez en años que hablo de corazón a corazón con Olivia. Creí que sería más extraño, que terminaría horriblemente mal, pero es como si el tiempo no hubiera pasado en lo absoluto, desde aquellas épocas cuando platicábamos en esa banca en primaria. Como si el reloj de ambas hubiera estado congelado hasta el día de hoy, y solo ahora, solo en este momento, se ha echado a andar otra vez. Sé que falta mucho para que las cosas vuelvan a ser como eran, si alguna vez vuelven a serlo, pero Olivia acaba de dar un paso enorme para que eso suceda, y francamente, estoy orgullosa.
El único problema aquí es que no podremos decirle a Inco lo que pasó realmente, pero estoy segura de que él no tardará en olvidarlo, sobre todo porque ahora tiene demasiadas actividades de las qué ocuparse, y podremos navegar el resto del año sin ningún problema. Habrá que mencionarle a Scaler que la entrada de uno de los alumnos quedó corrupta por la tecnología antigua y dañada, pero dudo que vaya a sospechar que ocurrió algo más aquí. Es más, será la excusa perfecta para apuntar en la auditoría que necesitamos dinero para renovar los sistemas de la escuela.
Pero eso es un tema para tratar en otro momento. Mientras enciendo el motor del auto, Olivia se ve un poco más relajada, como si se hubiera quitado un peso enorme de los hombros. ¿Manejé bien la situación? ¿Podría haber dicho las cosas de otra forma? ¿Hablamos de todo lo que debíamos? Aún no lo sé, solo espero que las cosas mejoren de ahora en más. Olivia podrá seguir trabajando sobre su relación con Inco sin estar preocupada por el tema del concurso, y todo este asunto quedará atrás en algunas semanas, de eso estoy segura.
Todo estará bien.
Estoy en casa.
Al abrir la puerta principal confirmo una vez más que, tal y como ayer, mis padres aún no han regresado, porque todo está tal cual lo dejé. Pero a diferencia de ayer, ésta vez volví a las siete treinta de la tarde, bastante más temprano, lo que no significa que mi día haya estado menos ocupado. Eso seguro que no.
El club de fotografía es bastante diferente a lo que esperaba, sobre todo porque no es para nada como la clase del profesor Iadakan, probablemente porque todo está dirigido por los alumnos, o más bien, por una presidenta que guía a sus compañeros. Aquí se espera una participación mucho mayor al ser apenas seis personas, y todos tenemos la oportunidad de expresarnos. Sé que lo intenté, sobre todo cuando Jenine puso en el proyector la fotografía que tomé ayer de una alumna que bien podría pasar como una modelo, y debí aclarar que no guardaba ningún tipo de relación con el sujeto en cuestión, para las miradas incrédulas de mis compañeros. Me hubiera gustado que notaran más mi trabajo en cuestión de paisajes, pero muy a mi pesar, esa fue la foto que se llevó toda la atención. Aún así, me sentí un poco orgulloso cuando Anna y Billy alabaron mi técnica, mientras que Mira sugería que la próxima vez usara las dos manos para sostener la cámara, y Kyle me daba un silencioso pulgar arriba.
Con algo de suerte, no tardarán en olvidar todo el asunto de ese trabajo en particular.
Jenine me ha demostrado otra vez que su amor por la fotografía es genuino, sabe toda clase de cosas sobre la materia, y no ha perdido la oportunidad para enseñarnos la primera trivia que le venía a la mente en nuestra pequeña “clase interactiva”, en la que todos asumimos el papel de profesor con nuestros respectivos conocimientos. También es cierto que tengo problemas para seguirle el ritmo, porque para cuando llego a responderle sobre la temática de turno, ella ya me habló de tres cosas diferentes, como si su vida fuera a terminar si deja de comunicar todo lo que piensa. Los demás no parecen descolocados por ese comportamiento, así que supongo que han tenido tiempo de acostumbrarse.
Mira y Billy son más bien retraídos en general, pero aún así participaron de las actividades sin problema alguno. Creí que la compsognathus en particular me haría a un costado luego de esa presentación en la que parecía que lo único que pretendía era intimidarme, pero para mi sorpresa, pude mantener una conversación normal con ella mientras discutíamos las diferencias entre cámaras de fotograma completo y las de sensor recortado, y las conveniencias de cada una. Una vez entramos en nuestra área de interés, nada más importaba. Por otro lado, Billy me mostró su trabajo en las últimas semanas, y solo en ese periodo de tiempo había tomado un sinnúmero de fotografías, ya fuera en su hogar, la escuela, los parques, el centro comercial, y otros puntos de interés, no ha perdido la oportunidad de capturar todo lo que ha llamado su atención.
Anna me ha dado la impresión de ser la hermana mayor del grupo, porque cuando ha habido atisbos de un conflicto entre los demás, por más que no fuera algo grave, ella ha sido la primera en mediar la situación, incluso antes que la presidenta. Tiene un carácter amable, lo que me facilitó en sobremanera conversar con ella, y su trabajo de escenarios post apocalípticos es bastante impresionante, porque las diferencias entre la fotografía original y la retocada son muchísimas, y aún así parece una fotografía real.
Pero creo que el que tenía mayor interés en el tema era Kyle, que escuchaba la explicación tras el proceso creativo de Anna con suma atención, y se mostró bastante apenado cuando llamé su atención y accidentalmente lo traje de vuelta al mundo de los vivos. En ese momento, él me mostró sus trabajos en su cámara profesional, una DSLR último modelo que pasaba por arriba a la mía en especificaciones, pero al ver las fotografías puedo asegurar que mi técnica es mejor. Y no es que esté celoso, ni nada por el estilo, en lo más mínimo.
Ciertamente es un grupo colorido, y todos estamos reunidos ahí por el mismo interés, así que no puedo esperar a la próxima reunión el jueves. Sé que podré sacar mucho de este club en particular, cosas que me servirán para el futuro no solo en cuestiones de fotografía, sino para aprender a socializar con toda clase de personas.
Pero mi día no terminó ahí. Luego de la reunión, regresé al salón del consejo estudiantil para presentarme con Ben, y al menos esta vez parecía que el parasaurolophus había calmado sus ánimos, pues su sonrisa estaba presente en su rostro al momento de recibirme. Luego de explicarme con exactitud las tareas de las que me haría cargo como su secretario, algunas más complejas que otras, ambos salimos para completar una parte más de la tarea que me faltó ayer: la presentación con los clubes.
Sigue sorprendiéndome el hecho de que Ben conozca a cada persona con la que nos cruzamos, como si estuviera en todas partes al mismo tiempo. Está claro que es respetado por muchos, y que la gente depende de él, luego de todos sus méritos desde que asumió la presidencia hace dos años. A diferencia del recorrido de ayer, en el que tuve la ayuda de Damien para presentarme con los clubes, con Ben fue mucho más sencillo, supongo que porque todos lo conocen y confían en su criterio. Después de todo, esta vez apenas escuché alguna que otra palabra sobre “ese humano”, y pude presentarme con los clubes de baloncesto, béisbol, pintura y teatro sin mayor problema. Ahora el único club que queda es el de artes culturales, pero ese solo se reúne los jueves. Supongo que de eso podré ocuparme por mi cuenta.
Tengo que hacerlo, o ser parte del consejo no significará nada si tengo que depender de los demás para cada pequeña cosa. Tal y como dijo Liz, tengo que demostrar al resto de los alumnos que también pueden depender de mí, y me encargaré de eso. ¿Ganármelos? Es un concepto fuera de mi comprensión ahora mismo, pero probablemente lo entienda antes de que el año termine, o al menos eso espero.
Dejo la mochila sobre la mesa ratona con cuidado mientras me recuesto en el sillón de tres cuerpos, dejando caer mis tenis mientras intento relajarme. Sigo algo preocupado por el hecho de que no vi a Liz en todo el día, y según Ben, se había retirado temprano por asuntos personales. ¿Un problema familiar? ¿Habrá sido algo grave? ¿Será muy atrevido de mi parte si le preguntara?
Tomo el celular de mi bolsillo, revisando el chat grupal del consejo para ver si mandó algo allí, pero no hay nuevos mensajes desde que me uní. Si bien una parte de mí me dice que no debería meterme en donde no me llaman, la verdad es que nunca he escuchado a esa parte, y no parece que vaya a empezar ahora, porque para cuando me doy cuenta ya estoy escribiendo un mensaje privado. Solo espero no importunar.
“[24/9 19:41] Inco: ¿Cómo va todo? Escuché por parte de Ben que saliste antes por problemas personales, y estaba algo preocupado.”
Bueno, ahí va, ya está enviado. Y no pasa mucho tiempo antes de que aparezcan los tres puntos, indicando que ella ya está escribiendo.
[24/9 19:42] Liz: No tienes por qué, era solo un asunto del que tenía que ocuparme, nada grave. ¿Acaso me extrañaste?
[24/9 19:43] Inco: Solo estaba preocupado. Siento si te molesté, o interrumpí algo.
[24/9 19:45] Liz: No lo hiciste, estaba cocinando… eso digo, pero la freidora de aire hace la mayor parte del trabajo. Necesitaba algo liviano y simple, así que corté varias verduras y las metí tal cual estaban, con algo de adobo para saborizar.
[24/9 19:46] Inco: Será simple, pero es más de lo que hago yo aquí.
[24/9 19:46] Liz: ¿Por qué?
[24/9 19:47] Inco: Por lo general suelo cenar fideos instantáneos, de esos que solo tienes que hervir agua, echarla en la copa y dejarlo estar tres minutos, aparte de que están saborizados con carne, pollo, camarón y demás. Es conveniente.
[24/9 19:48] Liz: ¿Eso es lo que cenas siempre?
[24/9 19:48] Inco: Casi siempre. ¿Por qué?
[24/9 19:49] Liz: No sé por dónde comenzar a decirte lo mal que puede hacerle a tu cuerpo comer eso tan seguido.
[24/9 19:50] Inco: Sigo vivo, ¿verdad?
[24/9 19:52] Liz: Por ahora. Si vas a hacer atletismo, Victoria querrá que adoptes una mejor dieta, así que ve haciéndote a la idea.
[24/9 19:52] Inco: ¿Qué tiene de malo ésta?
[24/9 19:53] Liz: El solo hecho de que debas preguntar ya es un problema en sí mismo.
[24/9 19:53] Inco: De acuerdo, lo consultaré con la almohada.
[24/9 19:56] Liz: Eso espero. Y acabo de recordar que vives cerca, así que luego te enviaré un par de tiendas en la zona que te vendrían bien si quieres cambiar un poco esos hábitos.
[24/9 19:57] Inco: ¿Vegetarianas?
[24/9 19:57] Liz: Vegetarianas.
[24/9 19:57] Inco: ¿Sin carne?
[24/9 19:57] Liz: Sin carne.
[24/9 19:58] Inco: Mi no funcionar sin carne.
[24/9 19:59] Liz: No vas a funcionar en lo absoluto si sigues así. Al menos agrega un poco de verde a la carne.
[24/9 20:01] Inco: ¿Tanto te preocupa mi dieta?
[24/9 20:03] Liz: Me preocupa que un amigo y compañero del consejo colapse en cualquier momento por no alimentarse bien. Al menos inténtalo.
[24/9 20:04] Inco: Ok, lo intentaré, puedo al menos prometer eso. ¿Feliz?
[24/9 20:04] Liz: Feliz.
[24/9 20:04] Inco: Gracias Liz.
[24/9 20:04] Liz: ¿Por qué?
[24/9 20:04] Inco: Por preocuparte.
[24/9 20:05] Liz: Cuando quieras.
[24/9 20:07] Inco: Por cierto, olvidé mencionarlo ayer, pero Damien me dijo que quería que fuéramos los cuatro juntos al centro comercial el fin de semana.
[24/9 20:08] Liz: Rayos Damien.
[24/9 20:09] Inco: Entonces sí era una cita, ¿verdad?
[24/9 20:11] Liz: Era la intención, pero no sería la primera vez que trajera a alguien más. Usualmente le pide a Olivia que venga, así que no es extraño que ahora te sume a tí también. No es que me moleste, solo que esperaba algo más…
[24/9 20:13] Inco: ¿Privado?
[24/9 20:16] Liz: Exacto. Pero esa puede ser una buena oportunidad para ambos. Yo me llevaré a Damien apenas lleguemos, y tú podrás pasear junto a Olivia. Hay muchos lugares que le gustan en el centro comercial, uno en particular que le encanta visitar.
[24/9 20:17] Inco: Te escucho.
[24/9 20:20] Liz: GeekLair, en un rincón de la planta baja. Venden toda clase de cosas relacionadas a videojuegos, manga, anime, y creo que incluso tienen cosas de ocultismo. Es amiga de la chica que trabaja ahí, y siempre que puede se da una vuelta para ver los últimos lanzamientos de juegos. Recuerdo haber escuchado que quería la versión completa de Elder King, pero no sé si ya la habrá comprado.
[24/9 20:22] Inco: ¿De qué va el juego?
[24/9 20:23] Liz: Le preguntas a la persona equivocada. No suelo jugar videojuegos, pero a ella le encantan. Tenlo en cuenta.
[24/9 20:25] Inco: Pero me habías hablado de uno cuando comenzamos a trabajar ayer, ¿recuerdas?
[24/9 20:28] Liz: Si, esa fue más bien una excepción. De verdad no suelo jugar videojuegos, pero la forma en que Liv me lo describió en su momento realmente me llamó la atención, y también se podía jugar en celular, así que le eché un ojo. Te puedo pasar el enlace por aquí, si te interesa. Cuesta cinco dólares.
[24/9 20:30] Inco: Es demasiado barato. ¿Segura que es bueno?
[24/9 20:32] Liz: Creo que puedes confiar en mí en esta.
[24/9 20:32] Liz: [Enlace compartido]
[24/9 20:33] Inco: ¿“Passport, Please”?
[24/9 20:36] Liz: Ese mismo. En base a los documentos que te presentan, tienes que decidir si dejas a la gente cruzar la frontera o no. A medida que pasan los días, se pone mucho más complicado por la cantidad de detalles de los que tienes que estar pendiente.
[24/9 20:38] Inco: Y por eso hiciste la comparación ayer a lo que debíamos hacer.
[24/9 20:38] Liz: Exacto.
[24/9 20:39] Inco: Le echaré un ojo luego de cenar.
[24/9 20:40] Liz: Hazlo. Seguro será un buen tema de conversación mañana en el almuerzo.
[24/9 20:40] Inco: ¿Te veré ahí?
[24/9 20:41] Liz: Probablemente. Pero ahora tengo que dejarte, mi cena ya está lista.
[24/9 20:42] Inco: No voy a retenerte. Buenas noches, Liz.
[24/9 20:42] Liz: Buenas noches, Inco.
Suspiro, y dejo mi celular caer en mi pecho mientras me estiro, más relajado. Al menos todo parece estar bien del lado de Liz, mis preocupaciones eran infundadas, y de seguro la veré mañana en el almuerzo, y cuando vaya al consejo, luego de practicar con el club de atletismo. De hecho, lo más seguro es que ella tenga razón, la gente que suele hacer deportes también lleva una dieta bastante más sana, según tengo entendido. La verdad es que preferiría no cambiar algo que me ha funcionado durante tanto tiempo hasta ahora, soy una persona de costumbres después de todo, pero intentar comer algo más sano tampoco sería una mala idea si busco cumplir con el objetivo que me propuse al unirme al club de atletismo.
Y entonces suspiro otra vez, echaba en falta esta sensación, la calidez que sentí estando con Liz el viernes, ayer, y ahora, tan solo enviándonos mensajes. Era algo que necesitaba desde que dejé Chicago, el poder hablar de lo que sea con alguien, saber que esa persona te entiende, y tú entiendes a esa persona. Una confianza mutua.
No sé si es así como se sentirá Liz, pero ciertamente así me siento yo, y haré todo lo posible para mantener esta amistad. No, no solo esta, sino la que he conseguido con las personas que he conocido desde que llegué a St. Hammond.
…
Es cierto, Jenine me dijo que debería enviar la fotografía, que no debía hacer esperar a una dama. Fuera cual fuera la razón por la que lo dijo, lo importante es que Lunara me dejó su número para que le enviara la foto, y eso es exactamente lo que voy a hacer. Por suerte, durante la reunión del club aproveché para pasar todas las cosas de la cámara al celular y a mi carpeta en la nube, para tener todos los datos seguros en caso de problemas, así que tengo la fotografía en efecto al alcance. Y al buscar el contacto en mi teléfono puedo ver que la bambiraptor se agendó a sí misma como “Luni”. ¿Será ese su apodo? Tal vez, pero no se sentiría correcto llamarla así cuando básicamente acabamos de conocernos. Puede que sea buena idea mantener cierto nivel de profesionalismo para tratar esto, tal y como haría el secretario del consejo estudiantil.
Al menos eso creo.
“[24/9 20:47] Inco: Buenas noches Lunara, soy Inco. Te adjunto la foto que me pediste ayer en la tarde. Que tengas buenas noches.”
Si, eso es perfecto, buena ortografía, formal, con respeto, cómo debería manejarse un miembro ejemplar del consejo. O al menos eso espero. Y no pasa mucho antes de que reciba una respuesta.
“[24/9 20:48] Luni: ¡Inky! Creí que te habías olvidado de mí. ¡Te lo dije antes, pero la foto es perfecta! Voy a ponerla de perfil ahora mismo :)”
…
Decir que esa es más… familiaridad de la que esperaba sería quedarme corto, pero tampoco puedo decir que me disguste. Cada uno tiene su forma de expresarse para con los demás, y parece que Lunara es una persona en extremo amigable. Incluso acaba de cambiar su foto de perfil por la que acabo de enviarle, en vivo y en directo. Tengo que admitir que eso me hace muy feliz.
“[24/9 20:49] Luni: ¿Y qué pasa con esa frialdad? ¡Somos amigos! No sientas que tienes que contenerte, no conmigo <3”
…
Si, es demasiada familiaridad, una que no siento que pueda devolver.
…
Supongo que puedo hacer el intento, al menos. Después de todo, según Damien, Lunara es una de las chicas más populares de la escuela, y si lo es, es porque tiene un don para socializar tal y como Ben, o al menos eso creo. Pero si es así, relacionarme con ella podría ayudar a darme una idea de cómo debo manejarme con el resto de mis compañeros en general, información que ahora mismo es esencial para mí si quiero estar a la altura del puesto que me han dado en la escuela.
Platicar más con Ben también sería una buena idea para conseguir ese resultado, pero cada vez que hablamos tengo la sensación de que hay una pared inmensa entre nosotros, como si el sonido pasara hasta cierto punto pero no puedo ver a la persona del otro lado. O más bien… como si estuviera hablando con alguien que no está verdaderamente ahí, una ilusión, una sombra. ¿Será que lo estoy pensando demasiado? No parece que la forma en que me siento al respecto tenga sentido, pero la única verdad aquí es que pareciera que el parasaurolophus está justo fuera de mi alcance, y no es la sensación que tengo al tratar con Lunara, si me guío por las pocas interacciones que tuve y tengo con ella. Por más que sus expresiones sean exageradas, tal vez incluso algo plásticas, se siente más… real, en comparación.
[24/9 20:53] Inco: Lo siento, supongo que podrías decir que estoy tratando de sonar como un apropiado miembro del consejo estudiantil, aunque no con el resultado que esperaba.
[24/9 20:55] Luni: No creo que debas forzarlo. Ben nunca se comportó de manera diferente con los demás, a pesar de ser el presidente. ¿O tal vez así es como se comportan los humanos en posiciones de poder? :O
[24/9 20:58] Inco: No estoy seguro de eso. Creo que es más cosa mía, intentando adaptarme a un entorno del que aún no sé mucho.
[24/9 20:58] Luni: Si tienes alguna pregunta, siempre puedes venir conmigo. Es lo menos que puedo hacer :3
[24/9 20:59] Inco: No recuerdo haber hecho algo que lo ameritara.
[24/9 21:01] Luni: Piensalo como un “yo rasco tu espalda, y tu rascas la mía” ;) Quiero poder preguntarte todas las dudas que me vayan surgiendo, así que me gustaría poder responder cualquiera que tú puedas tener. ¿Qué te parece?
[24/9 21:05] Inco: De hecho, esa es una ayuda que no rechazaría. Considerando que siempre viví en zonas de población mayoritariamente humana, hay muchas cosas que no conozco de los saurios. Tener a alguien que pueda sacarme esas dudas sin mirarme como un bicho raro sería una gran ayuda.
[24/9 21:09] Luni: ¡Entonces tenemos un trato! ¿Pero por qué te mirarían como un bicho raro? A menos que le preguntes a una mujer sobre su temporada de celo, dudo que tengan problema en contarte ciertos aspectos de sus vidas… a menos que eso haya sido exactamente lo que preguntaste, claro ¬¬ ¿Cómo te sentirías si te preguntara sobre los hábitos reproductivos de los humanos?
[24/9 21:11] Inco: No creo que pudiera responder a eso seriamente sin hundir la cabeza en el suelo.
[24/9 21:11] Luni: Exacto xD
[24/9 21:12] Inco: ¡Pero nunca dije que hubiera preguntado algo parecido!
[24/9 21:12] Luni: Lo sé, solo estoy jugando contigo. Eres bastante serio, ¿lo sabías? :3
[24/9 21:13] Inco: Si, últimamente me he vuelto bastante consciente de eso.
[24/9 21:14] Luni: No lo veas como algo malo, sino como parte de tu encanto ;)
[24/9 21:15] Inco: ¿Encanto?
[24/9 21:16] Luni: ¿Te lo parezco? :O
[24/9 21:17] Inco: No era lo que quería decir.
[24/9 21:17] Inco: Y eso tampoco era lo que quería decir.
[24/9 21:19] Luni: Eres DEMASIADO serio xD Todos lo tienen, ¡tú también! Tienes que saber aprovechar el tuyo :3
[24/9 21:20] Inco: Lo tendré en cuenta.
[24/9 21:21] Luni: Si necesitas algún consejo, sobre lo que sea, siempre puedes venir conmigo, lo digo en serio :J
[24/9 21:23] Inco: Lo sé, gracias Lunara.
[24/9 21:23] Luni: ¿Mañana vendrás al entrenamiento de atletismo?
[24/9 21:24] Inco: Así es, iré ahí dos horas, y luego iré a trabajar con el consejo estudiantil.
[24/9 21:25] Luni: ¿Te está resultando muy difícil? :S
[24/9 21:26] Inco: Creo que estoy llevando un buen ritmo hasta ahora, gracias a la ayuda de Liz y Ben.
[24/9 21:27] Luni: Me alegro, pero espero no descuides una cosa por la otra :)
[24/9 21:28] Inco: No te preocupes, mañana daré el ciento diez por ciento en el club.
[24/9 21:28] Luni: Tengo muchas ganas de ver eso. ¡Tú puedes! :D
Doy un pulgar arriba para cerrar la conversación antes de quedarme sin temas, porque la verdad es que no veo que tenga muchos puntos en común con Lunara, a pesar de que ella parece contenta de discutir sobre absolútamente cualquier cosa. Pero cambiar eso es otro de mis objetivos a corto plazo, así que tal vez las cosas sean diferentes más adelante.
Pero no puedo evitar sonreír frente al último mensaje. Lunara apenas me conoce, pero aún así me incita a dar lo mejor de mi, algo que de verdad aprecio. Tendré que asegurarme de hacer eso mismo, y dar mi mejor esfuerzo. Porque si me pongo a ello, sé que podré superar cualquier obstáculo en mi camino, incluso los que antes me creía incapaz de superar.
Sé que puedo hacerlo.
...
Yo y mi gran bocota.
El día de hoy, oficialmente, me volví un miembro del equipo de atletismo, para la alegría de algunos, y para la notoria disconformidad de otros. Por suerte bastó una sola mirada de la capitana Victoria para que la mayoría de los murmullos sobre mí desaparecieran de golpe, y no tardamos en comenzar las actividades del club. No solo Damien y su grupo vino a darme la bienvenida oficial, aunque estaba claro que Juli no estaba conforme con que yo estuviera aquí, sino que también Lunara vino a saludarme, alegre de que ambos estemos en el mismo club, por más que no sea el de artes culturales.
Aunque también hay una diferencia con respecto al lunes: Mia está presente, al lado de Lunara, y al lado de quien supongo es Kiara, la otra amiga de la que la bambiraptor me había hablado: una triceratops de escamas marrón claro y cabello rubio, con una expresión bastante relajada. Las tres están usando el conjunto de gimnasia, y tal y como Lunara se ha hecho una cola de caballo, Mia ha recogido su cabello rubio en dos coletas, un cambio de look que ya he visto antes, pero que no estoy seguro que vaya con su persona. Si bien ella no se ha referido a mí directamente, he sentido su mirada penetrante básicamente desde que llegué. Está claro que no me quiere aquí, ni en ningún otro lado, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Solo espero que no haya una situación como la del primer día de escuela.
Dios sabe que no sobreviviría a otro impacto como ese.
Luego de una breve charla por parte de la capitana, nos ponemos a hacer ejercicios de estiramiento, yo intentando imitar lo que veo a todos los demás hacer, y tratando de no quedar paralítico en el proceso. Creo que hago un buen trabajo en un principio, pero entonces Victoria da la orden de una carrera de diez vueltas al campo, y yo siento mi corazón hundirse en lo más profundo de mi ser. El lunes apenas sobreviví a una carrera de cinco vueltas, necesité varios minutos para poder volver a ponerme de pie siquiera, ¿y ahora debo hacer el doble de eso?
Supongo que mis sentimientos se filtran en mi expresión, porque la capitana hace contacto visual conmigo, y me ofrece un pulgar arriba y una sonrisa que expone todos sus dientes. Claramente espera que cumpla con lo que dije el otro día, esforzarme por superar mis propios límites, y aunque le pese a mi cuerpo, es algo que pienso hacer.
Y así llegamos a mi situación actual. Inco ya se ha ido hace mucho tiempo, ahora solo queda un cascarón vacío que corre casi por inercia, por la promesa que se hizo a sí mismo y a la capitana. ¿Llevamos siete vueltas? ¿Ocho? Por todos los cielos, ojalá sean nueve, porque mi cuerpo está en el límite entre la vida y la muerte ahora mismo.
—¡Tú puedes Inky! —exclama Damien al palmearme la espalda, casi haciendo que pierda el balance, mientras él y su grupo me sobrepasan.
Lo extraño aquí es que vayan a esa velocidad, cuando ya vi que Damien, Tom y Abby pueden ir bastante más rápido. ¿Tal vez lo están haciendo por consideración a Juli? Puede que ella tampoco esté del lado atlético, pues la vi falta de aliento y bastante más atrás mientras corría el lunes. Bueno, al menos no me siento como el único, de ser así.
Pero eventualmente las diez vueltas terminan, yo llego detrás de absolútamente todos, y soy incapaz de sostener mi cuerpo antes de caer de cara al suelo sin nada que me sostenga.
Auch.
Creí que iba a desmayarme, pero tal parece que mi consciencia no tiene pensado abandonarme por lo pronto. Aún así, todo mi cuerpo duele y arde, siento que me falta el aire, y soy incapaz de mover los brazos para levantarme. Estoy bastante seguro de que todos están mirando al patético humano que cayó apenas después del primer ejercicio, en un intento de hacer una actividad a la que no está acostumbrado.
…
Tal vez esto de verdad fue una mala idea.
Pero de repente siento que alguien me está forzando a levantarme, colocándose debajo de mi brazo derecho para actuar de soporte. En un principio pienso que es Damien, que regresó a mi rescate como ya ha hecho antes… pero las escamas del dilophosaurus no se sienten tan suaves… ni tienen un aroma tan agradable. Levanto un poco la cabeza para ver a mi salvador, y resulta ser nada más y nada menos que la bambiraptor blanca, mirándome con gracia.
—Te esforzaste bastante allá atrás, ¡muy bien! —exclama alegre al terminar de ponerme de pie. Resulta que es más fuerte de lo que parece, considerando que no aparenta estar haciendo un esfuerzo muy grande por sostener todo mi cuerpo.
—Gracias, Luna —alcanzo a decirle, aún falto de aliento, cayendo en la cuenta justo después que me faltó una sílaba al final—. Lo siento, quiero decir… Lunara.
—Luna está bien —dice con una cálida sonrisa, cuando la capitana se acerca a nosotros, una botella azul en mano.
—Lo siento Inco, creo que te forcé de más —dice al ofrecerme la misma marca de bebida isotónica del otro día.
Sigo sin estar seguro de que sea apta para consumo humano, pero otra vez, necesito beber algo, así que no dudo en tomarla en mi mano libre y dar un largo trago.
—Gracias, capitana —le digo a ella, aún sintiendo los músculos de mis piernas temblar como gelatina.
—No hay de qué, ahora siéntate y descansa un poco hasta que te recuperes —me dice, antes de dirigirse a Lunara—. ¿Crees que puedas echarle un ojo un rato? Que beba eso y que descanse los músculos. Estuve investigando, y los humanos son bastante proclives a la deshidratación, tanto como nosotros lo somos a la hipotermia, así que hay que ir con cuidado.
—No, no quisiera importunar… —empiezo a decir, pero la voz de Lunara me corta.
—No se preocupe capitana Victoria, yo me ocupo de él. Además, es más liviano de lo que parece —dice con gracia, y la raptor roja ríe en respuesta.
—Perfecto, siéntense un rato y regresen cuando Inco esté listo para seguir —declara al darse la vuelta, marchándose hacia el resto del grupo sin que yo pueda decir nada—. ¡Todos los demás, estiren cinco minutos! ¡Y vamos a comenzar sentadillas y abdominales! ¡Vamos!
—¡Si, capitana! —responde el equipo.
—Pero… —mi mano queda en el aire, mis palabras en mi garganta, y suspiro al ver lo lejos que estoy de mi meta autoimpuesta.
—No te preocupes, seguiremos apenas estés mejor —dice al llevarme en hombros, y yo soy incapaz de contrariarla.
Segundos después, estoy sentado en la escalera como la última vez, bebiendo la mayor parte de la botella que me dieron, con Lunara relajándose a mi lado. Me gustaría no estar imponiendo, pero a ella no parece molestarle estar perdiendo parte de la reunión del club por hacerle compañía a un humano enclenque que intentó volar demasiado cerca del sol. No puedo hacer más que agradecerle por ello, pero no puedo evitar reconsiderar si estoy haciendo lo correcto o no al estar aquí.
Tal vez deba volver a mi plan original y ocuparme principalmente del consejo estudiantil, y del club de fotografía a lo sumo, porque está claro que no soy del tipo atlético, y probablemente nunca lo seré.
…
No, ese es el Inco pesimista hablando otra vez, y ya tuve bastante de ese zoquete. El miedo y la duda son algo que siempre me han detenido de hacer algo que era importante para mí, porque quedarme en mi zona de confort era mucho más sencillo, mucho más cómodo. Pero si sigo recayendo en esos viejos hábitos, nunca cambiaré, seguiré siendo la misma persona que era cuando dejé Chicago. Y no quiero eso.
—Tranquilo, solo necesitas algo de práctica, y estoy segura de que podrás adaptarte a todos los ejercicios —las palabras de aliento de mi compañera hacen que suspire. Supongo que mis sentimientos se estaban filtrando en mi expresión otra vez.
—¿De verdad crees que pueda conseguirlo? —le pregunto, genuinamente curioso—. Digo, ya van dos veces que colapso luego de solo… correr. No creo que alguna vez pueda estar a la altura de mis compañeros. No estoy seguro de que valga la pena…
—Yo creo que sí —responde ella sin dudar, mirándome a los ojos—. Los saurios usualmente solo quieren ver sus ventajas sobre los humanos, y olvidan o ignoran que los humanos también tienen ventajas sobre nosotros.
—¿Cómo cuáles?
—Adaptabilidad y potencial de crecimiento, para empezar —responde ella, al instante—. Para los saurios, usualmente, sus habilidades están definidas desde su nacimiento, desde la especie a la que pertenecen. Tendrán mejores capacidades físicas que solo se magnificarán a medida que alcancen la adultez, pero los resultados que pueden lograr con entrenamiento son mucho más limitados en comparación. En cambio, los humanos empiezan mucho más frágiles que cualquier saurio, y así podrían permanecer toda su vida, pero muchos trabajan duro para fortalecerse en diversos aspectos a nivel físico. ¿Sabías que el último campeón de natación en las olimpiadas fue un humano? —me cuenta ella, con genuina fascinación y un brillo en sus ojos.
—De hecho sí, fue una gran noticia porque era el único humano entre saurios —digo al recordar que se hablaba de eso básicamente en todos lados por esa época—. Entonces, ¿crees que deba seguir intentándolo?
—¡Por supuesto que sí! —exclama sin un rastro de duda—. De hecho, me encantaría ver hasta dónde puedes llegar. Tengo… mucha curiosidad por ver hasta donde puedes llegar —me dice ella, con una breve pausa y una mirada significativa de la que no puedo escapar, frente a la que no puedo evitar sonreir.
—Espero no decepcionar, entonces —digo al ponerme de pie, aunque mis piernas aún parecen gelatina—. De acuerdo, creo que estoy listo para regresar…
—¿Te ayudo? —dice al pararse junto a mí, preocupada.
—No, gracias, yo puedo…
Pero mis palabras se quedan en mi garganta, porque para cuando logro erguirme, hay una figura parada frente a mí, una que llegué a conocer realmente bien. Ojos azules, cabello rubio, escamas rojas, y una larga cola poblada de filosos picos, una figura a la que aprendí a temer en muy poco tiempo: Mia Moretti.
Sus fríos ojos están clavados en los míos, incluso con mis lentes de prescripción de por medio, y no puedo evitar pensar que las cosas están a punto de tomar un giro para peor si mis instintos están en lo correcto. Ojalá que no lo estén.
—Mia, ¿pasó algo? —pregunta Lunara junto a mi, curiosa.
—Solo estaba preocupada por Gafas aquí presente, por supuesto —dice al sonreír, pero lejos de ser tranquilizadora, su sonrisa no hace más que darme escalofríos—. Dios sabe que los entrenamientos aquí son bastante duros, sobre todo si quieres imponerselos a un humano común y corriente. Podría lastimarse, o algo peor, y odiaría que eso pasara.
Eso es… tranquilizador, viniendo de la persona que me dejó fuera de combate el primer día de escuela porque no estaba jugando quemados correctamente.
—Inco no es tan frágil, Mia. No tendrá problemas para mejorar… —la bambiraptor intenta defenderme, pero la parasaurolophus la corta.
—Al cabo de unos años, tal vez. Meses, con suerte. ¿Y sabes que ocurrirá en unos meses, Luni? —pregunta ella, y Lunara traga saliva al desviar la mirada—. Te refrescaré la memoria, entonces. Tenemos las estatales, nuestra última oportunidad de triunfar sobre el instituto Volcano después de años de segundos lugares. Lo último para lo que tenemos tiempo… es hacer de niñeras de un skinnie que no conoce su lugar —dice al aproximarse hacia mí, sus dientes expuestos, y las púas de su cola apuntadas en mi dirección.
El miedo me paraliza, no puedo moverme, no puedo responder.
Nada.
—¡Mia! —exclama mi amiga, molesta—. Estás siendo algo cruel, ¿no lo crees?
—No sabía que te importaba tanto —dice al voltear hacia ella, con una seria mirada—. Nunca me molestó tu obsesión, Luni… bien podrías hacer lo que quieras con él y no me importaría, siempre y cuando estuviera lejos de mi territorio —y entonces, sus ojos se centran en mí otra vez—. Pero eso no es lo que está pasando. Si él está aquí, tú no estás entrenando, y si no estás entrenando, estás perdiendo el tiempo.
—Disculpa Mia, tal vez estás siendo algo… —intento intervenir, pues esto claramente es un problema conmigo y no con Lunara, pero no tengo tiempo a reaccionar cuando la parasaurolophus me toma del cuello del uniforme, elevándome del suelo en un rápido movimiento, obligándome a tomarme de sus fríos brazos.
—Y a tí creo haberte dicho algo la última vez, que si volvías a fastidiarme de alguna forma… acabaría contigo —dice casi escupiendo cada palabra, y yo me siento indefenso, a merced de los poderosos brazos del demonio rojo.
—¡Mia! ¡Esto es demasiado! —grita Lunara al tomar sus brazos, pero el demonio me acerca para tenerme cara a cara con ella, apenas un centímetro de distancia separándonos.
—Este sería un buen momento para que te vayas de aquí, sin mirar atrás, calvito.
Sus palabras y su aliento me hielan la sangre, y pienso que tal vez, solo tal vez, debería haber hecho caso al consejo de Liz.
Debí mantenerme fuera de su camino.
Notes:
Algunos capítulos van a ser más largos, otros más cortos, dependiendo de lo que quiera tratar en la historia, la cual espero les esté gustando. Otra vez, muchas gracias a Martín por corregir el capítulo, y si hay algo que quieran comentar al respecto, me encantaría leerlos. En serio, me llena de felicidad cuando me salta en el mail que alguien comentó o dejó kudos. Dicho esto, ¡hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 6: El valor de un secreto
Summary:
Olivia da el primer paso de un largo camino, mientras que Liz duda que su manera de actuar haya sido la correcta.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Ayer fue un día… ocupado. Es la única forma que tengo de definirlo, dado el hecho de que descubrí a Olivia antes de que cometiera lo que probablemente se convertiría en el peor error de su vida, lo que me llevó a hablar con ella de corazón a corazón por primera vez en casi tres años, y tal vez incluso reavivar la amistad que solíamos tener, una que creía perdida para siempre. Ella me habló de las inseguridades que la estaban carcomiendo, discutimos con respecto a sus relaciones, y llegamos a un acuerdo para empezar a enmendar algunos de sus problemas, para ayudarla a seguir adelante.
De más está decir que todas las cuestiones relacionadas al fraude del concurso será mejor dejarlas entre la menor cantidad de personas posible, en este caso, la propia Olivia, Ben, y yo. Y de más está también decir que el presidente del consejo estudiantil no estaba para nada contento de haber sido metido en medio de todo este conflicto, siendo incapaz de reportar lo que estaba ocurriendo tras bambalinas a la directora Scaler, y las cosas no parecieron mejorar cuando el día de hoy me presenté en la sala del consejo estudiantil después de clase con Olivia a mi lado.
Luego de asegurarnos de haber cerrado bien la puerta, y cerciorarnos que tanto Inco como Mia estaban con el equipo de atletismo, los tres nos sentamos en el escritorio central para discutir lo que nos reunió aquí el día de hoy. Para mi suerte, Olivia me hizo caso y aceptó guardar silencio mientras yo explicaba la situación al presidente, y no puedo decir que esté sorprendida por su reacción inicial ante lo planteado.
—¿Acaso me estás tomando el pelo?
Si, en retrospectiva, no debí esperar algo diferente.
—Liz, ella… —dice el parasaurolophus, buscando las palabras que ahora le evaden, antes de presionar el puente de su hocico—. Necesito un momento.
—Tómate tu tiempo —dice Olivia con un tono tranquilo, lo cual hace que Ben apriete con más fuerza, y que yo suspire con cansancio. Esto no será nada fácil.
—A ver si entiendo, no solo me estás pidiendo que oculte su fraude, sino también que yo… ¿me disculpe con ella por lo del concurso hace tres años? —cuestiona con una ceja en alto, antes de unir sus manos sobre el escritorio para inclinarse hacia adelante—. Para empezar, ¿por qué debería disculparme? ¿Por haber intentado ayudar a exponer su trabajo para que más gente la conociera? ¿Por ayudarla a acercarse a sus compañeros? ¿Por ayudar a darle la mejor oportunidad de su vida, la cual rechazó por mero orgullo? —cuestiona él, y en su expresión puedo ver que cree cada palabra que está saliendo de su boca, algo que no hace más que hervir la tetera que tengo a mi lado.
—¡Lo único que tu…! —Olivia está a punto de soltar toda la bilis que ha acumulado estos últimos segundos desde que Ben comenzó a hablar, pero se detiene cuando levanto la mano ligeramente. Al menos aún está escuchando a razones… de momento.
—El fraude, tal y como muchas cosas que ocurrieron en los últimos años, son consecuencia de lo que pasó en el concurso Nuevos Inicios en décimo año. Olivia cometió muchos errores, y el que cometió en las últimas semanas es probablemente el peor de todos, pero ya nos ocupamos de eso. Ya no queda rastro de lo que pasó, o lo que pudo haber pasado, solo quedan los problemas que lo provocaron.
—Los problemas de Olivia, si —dice con seriedad, y puedo sentir que la chica caimán se está conteniendo con todas sus fuerzas, pero sé que esa represa no resistirá para siempre—. Si quieres intentar culparme por sus propias acciones, entonces la puerta está allí mismo. No tengo tiempo para lidiar con eso si es el caso.
—No, para nada, las acciones de Olivia son puramente su responsabilidad, y así también, tus acciones son puramente tu responsabilidad —digo al mirarlo fijamente con seriedad, y él me mantiene la mirada—. Todo esto comenzó con el artículo que escribiste cuando todavía eras secretario del consejo, esa es una realidad. Puedes ignorar los sentimientos de Olivia todo lo que quieras y decir que cada una de tus decisiones fue por su propio bien, pero la forma en que la diste a conocer, la forma en que la presentaste públicamente… no pudo haber sido más condescendiente y lastimera aunque lo hubieras intentado —continúo, su mirada se agudiza ante la acusación, y de repente me siento como una abogada, defendiendo a su cliente.
—No dije ni una sola mentira en ese artículo, y presenté a todos los concursantes por igual, mencionando sus particularidades para aderezar la nota. Era mi trabajo como parte del periódico escolar, y cumplí con todas mis obligaciones. Nada más, y nada menos —dice inamovible, su vista desviándose a Olivia por breves instantes antes de centrarse en mí de nueva cuenta.
Ben es alguien muy inteligente, para bien o para mal, sabe juzgar una situación y decidir la mejor forma de tratar con la misma. En este caso, sabe reconocer una pelea que no puede ganar si va con la absoluta verdad, así que está doblando la historia para que no parezca que hizo algo fuera de lugar, apelando a una mala respuesta por parte de Olivia, una que le dé la oportunidad de echarla de aquí y volver al status quo, una que le permita volver a lo que ha estado haciendo los últimos años: fingir ignorancia.
Tal vez si Olivia hubiera venido aquí sola, eso es exactamente lo que habría ocurrido, y volverían a ignorarse tal y como han hecho los últimos dos años, ocasionalmente arremetiendo el uno contra el otro en un mal día. Para su mala suerte, yo estoy aquí con ella el día de hoy para apoyarla, y no tengo ningún problema para defender a mi cliente si es lo que se necesita para poner un punto final a esta situación de una vez por todas.
—¿Estás seguro de que es tal cual lo recuerdas? —digo al tomar mi celular, abriendo el navegador en una pestaña que ya tenía preparada—. Vamos a ver un fragmento, entonces, solo para quitarnos la duda: “Pero una de las piezas más sobresalientes entre los finalistas es “Dreamscape”, una obra maestra creada por Olivia Halford, alumna de décimo año. A pesar de las limitaciones que la vida le ha impuesto, reduciéndola a una silla de ruedas, ella se ha enfrentado ante todas las probabilidades y ha creado una pintura que ha tocado nuestros corazones. La evidencia definitiva de que todos nosotros somos capaces de algo maravilloso si tenemos la voluntad de salir adelante.” —cierro para encontrar la sorprendida expresión del presidente del consejo, mirando a mi costado para ver a Olivia apretando los puños por debajo del escritorio—. Va así por al menos tres párrafos más, tres más de lo que dedicaste a los otros concursantes. ¿Quieres que siga? ¿O es suficiente para probar mi punto?
La mirada afilada de Ben está completamente enfocada en mí, es fácil notar que está procesando lo que acabo de leer, y tengo la sensación de que él nunca regresó para comprobar el texto personalmente, para averiguar cuál era el origen de la ira de Olivia, para saber si de verdad había hecho algo mal. El creía fehacientemente que no había hecho nada fuera de lugar, y se rehusaba a enfrentar la verdad, pero ya no puede escapar de ella, no aquí, no ahora.
—No hace falta que sigas —dice al cerrar los ojos, suspirando profundamente, antes de mirarme otra vez—. Entiendo tu punto, pero eso pasó hace dos años, cualquiera debería haber superado algo como eso en este tiempo. Fue decisión de Olivia hundirse ante esa situación y morder la mano de quien quiera que intentaba acercarse a ella. Tú lo sabrías mejor que nadie. ¿No es eso lo que hizo contigo?
Por supuesto que iba a sacar eso en cara. Olivia decidió alejarse de todo y de todos, respondiendo a cualquiera intentando aproximarse a ella con una actitud abrasiva, incluso conmigo, incluso con su propia familia. Su padre y el profesor Iadakan eran las únicas personas a las que no se había cerrado del todo, pero es de conocimiento público que ella no fue muy diferente ni con Damien ni conmigo, sus únicos amigos.
Se saboteó a ella misma todo este tiempo, alejándose de la gente, rechazando cualquier oportunidad de promocionar su arte o garantizar su futuro laboral, escupió en oportunidades y facilidades por las que tanto Ben como yo hubiéramos dado cualquier cosa, así que es difícil refutar eso, incluso para mí. Pero Olivia quiere cambiar, quiere ser alguien mejor, solo necesita que le den una oportunidad más, una última oportunidad de hacer las cosas bien. Quiero que le demos esa oportunidad.
—Lamento haber alejado a Liz, y también lamento haber alejado a Damien y a su familia… a mi familia —dice Olivia, sorprendiéndome—. Pero no podía evitarlo, no después de lo que ocurrió en ese entonces.
—¿Vas a seguir culpándome por tus propias acciones? —pregunta Ben, expectante.
—No hablo de lo que hice yo, hablo de lo que pasó antes, los primeros días después de que Dreamscape saliera finalista de Nuevos Inicios. La forma en que me veían las personas cambió el instante en que todos leyeron esa nota en el periódico escolar —explica ella, haciendo una pausa para beber de su cantimplora —. Seré la primera en admitir que no era una mariposa social, pero sí tenía otros amigos, amigos en común con Damien, gente que no me trataba diferente por estar en esta silla. Pero todos se empezaron a distanciar a medida que se acercaban otros que estaban más arriba en la escalera social de la secundaria, buscando ganar puntos con la chica discapacitada que, además, era una artista prometedora —continúa mientras su mirada se centra en sus manos sobre su regazo—. Aún así, no te culpaba, y lo estaba tolerando, me decía a mi misma que las cosas no estaban tan mal, que la gente lo olvidaría al cabo de unas semanas y todo regresaría a la normalidad… pero eso no estaba pasando. El momento en que todo cambió fue cuando una de las chicas populares de doceavo en ese momento trató de presentarme con otro estirado como ella, y me presentó como… su buena amiga… “Ophelia”. La zorra ni siquiera sabía mi nombre… —ella casi escupe las palabras al arrugar su hocico, antes de beber de su cantimplora otra vez—. Exploté en ese preciso instante, descargué toda mi furia contra esta persona que ni siquiera conocía, y no llegó a escuchar todo lo que tenía que decir porque Damien estaba cerca y me sacó de ahí antes de que pudiera. Me alejó de la escuela, me llevó al camino del bosque, y fue quien estuvo ahí para mí mientras me dejaba la puta garganta contra su pecho. Todo estaba mal, todo me lastimaba, y lo único que me quedaba… era odio.
Puedo ver en Olivia el dolor que aún no ha olvidado, parte del mal que la ha estado destrozando por dentro todo este tiempo, y también puedo ver en la expresión de Ben que no esperaba escuchar de boca de Olivia lo que había ocurrido por ese entonces. No está rechazando sus palabras tal y como había hecho hasta el día de hoy, y me da la sensación de que incluso está haciendo un esfuerzo por comprenderla.
O al menos eso me gustaría creer.
—Si, recuerdo ese incidente, la directora te llamó para que te disculparas con la chica.
—Y yo le dije que la maldita era quien debía disculparse conmigo. Pero como me negué a hacer lo que ella quería, me suspendió una semana. Aunque eso vino en buen momento, porque necesitaba tiempo para pensar, luego de todo lo que había ocurrido.
—Fue la semana en que fuí a visitarte.
—Un viernes a la tarde, cuando saliste del consejo —recuerda ella—. Creí que habías ido a ver como estaba, que ibas a disculparte por lo que había ocurrido, y me dirías que tenías mi espalda —dice inexpresiva, pero entonces su expresión se vuelve agria—. Pero me dijiste que tenía que aprovechar la oportunidad de estar bajo el reflector, para darme a conocer. Que no debía dejar que mis compañeros me vieran en una mala luz, y que por eso debía disculparme con esa chica, y que debía dejar de ser una niña malcriada al respecto —recuenta ella, antes de levantar la mirada hacia Ben otra vez—. No sabía si te estabas haciendo el imbécil, o realmente no entendías lo que estaba pasando, pero cuando te apunté lo que esa maldita nota había causado… tú dijiste que estaba siendo inmadura, que era algo que nos beneficiaba a ambos, y no podía echarlo a perder. Ahí entendí… que yo no te importaba, te importaba el beneficio que estabas sacando de presentar a una artista prometedora, porque esa nota estuvo en boca de todos por semanas, lacrimógena como ninguna otra, y todos alababan al autor. No podías perder eso, y yo no debía arruinarlo.
Las cosas… ciertamente se han alejado del guión que tenía preparado, sobre todo porque no esperaba que Olivia fuera tan vocal con Ben respecto a lo que pasó entonces, ni que el presidente del consejo fuera a escucharla. Pero esto no deja de ser bueno, se están comunicando realmente por primera vez desde el incidente, y solo puedo cruzar los dedos para que no lo arruinen, no otra vez.
Porque siento que no volverá a haber otra oportunidad como esta.
—Si así me has visto desde entonces, tal vez no sirva de nada decirlo ahora… pero aún así lo haré —dice Ben, sus ojos fijos en los de Olivia—. Me importas, nunca dejaste de importarme, por eso al día de hoy sigo intentando conversar contigo, saber qué es lo que pasa en tu vida. Claro que, una y otra vez, me has respondido con indiferencia. Que me estés contando todo esto… significa mucho para mí. Y entiendo que quieras volverme el demonio que causó todos tus problemas, la figura perfecta a la que achacar todo lo malo que te ha pasado desde entonces, pero aunque no lo creas, nunca quise hacerte daño —continúa, su expresión parece tranquila, y Olivia está atenta a cada palabra—. Nunca fue mi intención herirte de ninguna forma cuando publiqué esa nota, de verdad pensé que te estaba ayudando, y que en el proceso podría hacernos conocidos a los dos. Nunca mentí con mis intenciones, te dije lo que pretendía en ese entonces, creí que nos estaba haciendo un favor a los dos, y solo pensé que estabas furiosa… porque no conseguiste lo que querías bajo tus propios términos. Hasta hace unas horas, aún lo creía, y si no me lo hubieras dicho ahora, habríamos tomado caminos separados al terminar la escuela sin que nunca lo supiera.
Olivia está sin habla ante la respuesta de Ben, incluso yo lo estoy, me es difícil de creer el intercambio del que estoy siendo testigo.
¿Esto de verdad está ocurriendo?
—Sé que estos días han pasado muchas cosas, y créeme cuando digo que estoy furioso por lo que hiciste, y mucho más furioso con Liz por haberme metido en todo esto. Pero estoy dispuesto a aceptar que ignoré tus sentimientos y que, al menos en cierta parte, soy responsable de haberte herido, aunque no fuera lo que pretendiera.
—¿Qué es lo que estás diciendo?
—Te estoy pidiendo perdón por lo que pasó en ese entonces —responde él, pero escuchar esas palabras salir de su boca no deja de ser una sorpresa, tanto para mi como para Olivia, si me guío por su expresión—. Si no quieres aceptar mis disculpas, estás en todo tu derecho, pero soy sincero cuando digo que… desearía haber manejado las cosas de una manera diferente.
El silencio se asienta entre nosotros luego de esas palabras, no solo porque Ben ha dicho todo lo que quería decir, sino porque Olivia no parece razonar cómo debería responder, y para ser sincera, yo tampoco. Pero el encanto se rompe, y luego de que ella dirija su mirada hacia cualquier lado por un breve momento, termina por centrarse en Ben McKnight otra vez, en la encarnación de todos sus demonios, de quien acaba de oír palabras cuyo peso aún no termina de comprender.
Palabras que nunca pensó, alguna vez, llegaría a escuchar.
—Gracias —responde Olivia con una voz rasposa, y una mirada incrédula—. Acepto tus disculpas. Y también me disculpo por… haberte involucrado en todo este desastre.
—Todo este desastre, como le dices, quedará entre nosotros, así que mientras ninguno diga una sola palabra, no debería haber un mayor daño —suspira él, de repente recordando lo que ocurrió ayer.
—Creo que ninguno de los tres se atrevería a compartir esto con nadie, no cuando nuestros futuros están en juego —animo yo, pero el parasaurolophus parece estar pensando en algo más, antes de dirigirse a Olivia con una seria mirada.
—¿Y qué pasará ahora? —pregunta Ben, sorprendiéndola—. ¿Vas a volver a pintar?
—Nunca dejé de pintar —dice Olivia, arqueando una ceja.
—Permíteme reformular la pregunta. ¿Volverás a pintar seriamente? —insiste él—. Dejaste de intentarlo en serio luego del concurso, pero si estás tratando de dejar todo eso atrás, ¿eso significa que volverás a pintar como antes?
—De hecho, fue algo en lo que estuve pensando toda la noche, y lo discutí con Liz también durante el almuerzo —admite ella—. No quiero que Dreamscape sea el techo del que nunca pasaré, el límite que yo misma me puse. Estoy orgullosa de esa pintura, a pesar de todo lo que trajo consigo, pero no dejaré que siga deteniéndome. Ya tengo una idea para lo que quiero hacer a continuación, y Liz me dijo que, si la pieza es tan buena como imagina que será, me pondrá en contacto con la encargada de la galería Red Door.
—¿Los que se habían ofrecido a trabajar contigo hace dos años? —pregunta, sorprendido.
—Los mismos —confirma ella, con una tenue sonrisa—. No puedo seguir enojada con el mundo, y no puedo seguir quemando puentes, tal y como dijo Liz… no puedo seguir arriesgando mi futuro. Si están dispuestos a aceptarme después de todo este tiempo, si me ayuda a asegurar mi futuro laboral, trabajaré con ellos.
—Al menos por algunos años —acompaño yo, dándole una mirada significativa—. Hasta que mi propio negocio se eche a andar. Entonces, espero que vengas a trabajar conmigo.
—Puedes contar con ello —sonríe ella, y Ben suspira con alivio. Supongo que ver a Olivia ser más expresiva, amigable incluso, le da algo de paz mental.
—Me alegra que… hayas alcanzado una resolución, de verdad —dice el parasaurolophus—. Espero que esto sea el inicio de una nueva etapa para ti.
—Si, yo también lo espero.
—¿Algún adelanto sobre tu próxima obra? —pregunta, curioso.
—No me gusta dar nada hasta que tengo algo realmente listo —dice ella, pensativa—. Aún así, creo que puedo decirte el nombre.
—El cual será…
—”Break Free” —revela con una sonrisa, una que Ben acompaña.
—Estoy seguro de que saldrá bien —alienta él, y Olivia asiente mientras se aleja del escritorio, y enfila hacia la puerta.
Supongo que ese es el máximo de socialización entre ellos que pueden tolerar de momento, sobre todo por todo lo que se ha discutido aquí, pero han hecho más que suficiente por hoy, sobre todo Olivia. Con una pizca de orgullo a razón de ello, me pongo de pie para seguirla.
—Acompañaré a Olivia, y regreso en un momento —le aviso al presidente—. Recuerda que en una hora tenemos reunión con el club de literatura.
—Casi lo había olvidado —admite él, llevándose una mano a la frente—. El pedido de Veronica… si, cuando vuelvas, prepararemos todo el papeleo.
—Ya regreso —me despido antes de cerrar la puerta detrás de mí, encontrándome con la chica caimán esperando en el pasillo de la biblioteca—. Eso fue mejor de lo que esperaba. Infinitamente mejor —le digo sorprendida, al ponerme al lado suyo mientras nos dirigimos a la salida de la biblioteca. No hay muchos alumnos presentes.
—Porque Ben no quiere llevarse mal con alguien si puede evitarlo, y yo quiero dejar todo esto atrás de una buena vez —admite ella, quedando pensativa justo después—. Supongo que funciona para ambos.
—Si es suficiente para que hagan las paces, entonces no voy a cuestionar las razones, solo los resultados —digo al sonreírle, antes de recordar algo—. Dame un segundo, tengo que ir a decirle algo —le digo a Livi, antes de voltearme para regresar a la sala del consejo.
—Seguro, aquí te espero —escucho detrás de mí, mientras avanzo por el breve pasillo para abrir la puerta sin miramientos.
—Ben, si quieres ir preparando los archivos, tienes que… —voy a continuar, pero el movimiento brusco del presidente me detiene en el acto.
Ben está de pie frente a su escritorio y, hasta donde llego a notar, ante la puerta abriéndose, se apresuró a guardar algo en el bolsillo de su pantalón. Su mirada me encuentra, afilada de nueva cuenta, como si lo hubiera atrapado con las manos en la masa. Pero no parecía que estuviera haciendo nada malo, y lo que tenía en la mano parecía… un frasco de medicina, por lo que su reacción me llama la atención. Ben parece tomar nota de mi expresión, y responde rápidamente en consecuencia.
—Analgésicos para el dolor de cabeza, pero no necesito que nadie se preocupe por eso, se me pasará en unas horas —responde a la pregunta que no llegué a hacer, tomándome desprevenida mientras apoyo la puerta—. ¿Qué ocurrió?
—Nada, solo… quería recordarte que los documentos que necesitamos están en mi carpeta, por si querías adelantar algo de trabajo —digo al unir las puntas de mis dedos—. También quería darte las gracias, por ser paciente y escuchar a Olivia. Sé que eso requirió mucha voluntad de tu parte, así que… gracias.
—De verdad espero que esto no salga de nosotros tres, Liz —suspira él, antes de dejarse caer en el asiento—. Es mi única condición para mantener la boca cerrada.
—A Olivia no le conviene que esto se sepa, y nosotros necesitamos un expediente limpio para ir a la universidad. Nadie puede saberlo si esperamos siquiera tener un futuro, así que creo que eso es suficiente para asegurar que ninguno abrirá la boca.
—Espero que tengas razón —admite, no tan convencido, antes de hacer un gesto con la mano—. Anda, te veo en un momento.
Yo asiento antes de salir, aún curiosa por su reacción cuando entré por esa puerta, porque uno no suele esconder meros analgésicos de esa forma, y no tengo recuerdo de haberlo visto tomando pastillas en el último tiempo. ¿Tal vez lo han diagnosticado recientemente con una enfermedad, y le da vergüenza comentarlo? Supongo que es entendible que no quiera compartir nada al respecto, de ser así, porque desde que se volvió presidente del consejo estudiantil Ben se ha esforzado por proyectar la imagen de un estudiante perfecto, y no va a arriesgarse a mostrar debilidades de ningún tipo, no si puede evitarlo. Y tampoco es algo que me incumba, así que decido dejarlo estar mientras me reúno con Olivia para salir de la biblioteca, y ella comienza a decirme lo que tiene planeado para lo que espero sea su siguiente obra maestra.
En mi mente, durante toda la reunión, estuvo la idea de que esto iría horriblemente mal, porque los problemas que Olivia y Ben tienen el uno con el otro están demasiado arraigados, y probablemente no puedan resolverse en una sola sesión de terapia… y yo no soy una maldita terapeuta, por todos los cielos. Solo me queda hacer lo que pueda para vigilar que las cosas no vuelvan a ser como antes apenas pasen veinticuatro horas de esto, ayudar a Olivia a dar los primeros pasos para dejar todo su odio y su dolor atrás, y reconectar con la gente que estaba intentando alejar, gente que la quiere. Confío en que podrá hacerlo… a la larga, pero de momento esto es progreso suficiente. Claro, debería estar atenta hasta que las aguas se calmen, y controlar que Olivia no vuelva a saltar al cuello de Ben a la mera provocación, y viceversa.
Dios, al menos Inco está lejos de cualquier posibilidad de violencia ahora mismo.
Estoy aterrado.
No hay otra forma de decirlo. El mismísimo demonio me está sosteniendo del cuello a varios centímetros del suelo, mostrándome sus filosas púas, y soy incapaz de hacer nada. Mi compañera de escamas blancas, quien estaba cuidándome hasta hace un momento, no puede hacer más que tirar del brazo de Mia, quien no escuchará razones. Sus ojos azules están clavados en los míos a pesar de mis lentes oscuros, y el aire caliente que sale de su nariz los empaña. No estoy frente a una persona, estoy frente a un depredador, y sus dientes o sus púas podrían cerrarse en mi en cualquier instante.
—Este sería un buen momento para que te vayas de aquí, sin mirar atrás, calvito.
—¡Que lo sueltes! —reclama Lunara, apenas moviendo el brazo de la parasaurolophus.
—Por supuesto —dice al sonreír, una sonrisa que lejos de ser tranquilizadora, me provoca escalofríos—. Justo después de que diga que no volverá. Vamos, puedes prometerme al menos eso, ¿no es así… Inky?
Su voz me deja helado, y su mirada me hace sentir que cualquier movimiento en falso puede significar el fin, por más que la parte lógica de mi cerebro me diga que no haría algo así en la escuela, ni frente a tanta gente. O al menos eso me gustaría creer.
Pero aún así, no puedo ceder a sus demandas, no quiero ceder ante el miedo. No quiero abandonar, no cuando finalmente encontré algo que de verdad quiero hacer, y Mia no va a quitarme eso. No dejaré que nadie lo haga.
—Lo siento… pero no voy a… dejar el club —me rehuso mientras sigo intentando escapar de su agarre.
La capitana Victoria me reclutó, confía en que podré superar mis propios límites, y voy a hacerlo. Me lo prometí a mi mismo, y el miedo no va a volver a detenerme.
Aún así, absolútamente todos mis sentidos me dicen que dije lo último que debería haberle dicho al demonio rojo, y cuando la sonrisa de Mia desaparece, estoy seguro de que estoy en lo correcto. Esto no termina bien.
—Parece que todavía no entiendes tu posición. Bien, tendré que acomodarte las ideas —dice aún tomándome del brazo del que Lunara tira, su puño derecho cerrado por debajo de su cintura, listo para un gancho ascendente que va a dejar marca, o peor.
—¡Mia, no!
El demonio rojo ignora las súplicas de Lunara, pero justo cuando parece que la fuerza de la bambiraptor está a punto de bajarme al nivel del suelo, aparece frente a mi una cara amiga, la que más deseaba ver en este momento.
El puño derecho de la parasaurolophus queda fijo en el mismo lugar, porque el dilophosaurus capturó su muñeca en el último instante. Un suspiro de alivio se me escapa sin poder evitarlo.
—¿Qué están haciendo? —pregunta Damien con inocencia, pero mientras que sus labios parecen estar sonriendo, sus ojos no lo hacen, y tampoco rompen el contacto visual con Mia en ningún momento—. Parece divertido, ¿les molesta si me uno?
—Tengo que coincidir —la mano de Victoria se hace presente también, aferrándose a la otra muñeca de Mia, de la mano que me sostiene en el aire, justo al lado del punto que aferran las manos de una sorprendida Lunara—. Este parece un juego que podríamos disfrutar todos juntos. ¿No lo crees, Mia? —pregunta con una confiada sonrisa, pero puedo ver sus colmillos asomando, lo que me dice que esta situación puede irse al demonio en cualquier instante.
Solo entonces noto que todo el equipo de atletismo está mirando en esta dirección, incluso los amigos de Damien, y mi atacante también parece notarlo, intercalando la mirada entre mi persona, y todos los demás. Luego de un instante, suelta un suspiro, y su expresión parece calmarse.
—No vale la pena —dice finalmente, aflojando su agarre y soltándome. Casi caigo de espaldas, pero Damien me detiene justo a tiempo, ayudándome a mantenerme de pie.
Parece que evadí a la muerte el día de hoy, pero no me siento más tranquilo por ello. Mia se sacude del agarre tanto de Victoria como de Lunara, y por una fracción de segundo me da la impresión de que la bambiraptor está más molesta ahora, más que cuando la parasaurolophus me tenía arrinconado, pero cuando me dirige la mirada solo veo preocupación en su expresión. ¿Acaso lo imaginé?
—¿Estás bien? —pregunta Lunara al sacudirme el uniforme, quitando las notorias arrugas que me habían quedado, y Damien hace lo mismo al palmearme la espalda.
—Si, no se preocupen —respondo con una sonrisa curva, pero estoy inseguro de qué tanto efecto tenga, considerando que puedo sentir mis labios temblar.
—De acuerdo —corta la raptor roja de conjunto deportivo negro al suspirar, intercalando miradas entre los presentes, para terminar enfocada en la parasaurolophus—. ¿Puedo preguntar qué demonios es lo que está pasando aquí? Porque no parece que estén en el mejor de los términos.
Eso sería quedarse corto.
—Lo siento, no era mi intención causar una escena —se disculpa Mia, sorprendiéndome, mientras hace una exagerada pose con la mano en su pecho—. Estaba discutiendo algo importante con Lunara, las cosas se pusieron acaloradas, y el pequeño Inco aquí presente decidió que debía intervenir en donde no lo llamaban, como si fuera una especie de héroe —explica ella, y yo me quedo con la boca abierta—. Admito que exageré, y me disculpo por ello, pero él estaba metiendo su nariz en donde no debía, en nuestros asuntos.
Eso… es una mentira, yo era el centro de esa conversación, y ella aprovechó mi intervención como una excusa para atacarme. Si Damien y Victoria no hubieran llegado a tiempo, probablemente ya no tendría la cabeza sobre mis hombros, y estoy seguro de que Lunara tiene claro eso. Si los dos decimos lo que realmente ocurrió, entonces…
—Siento que los hayamos preocupado, y lamento que Inco se haya visto involucrado en nuestros problemas —dice la bambiraptor blanca, con una expresión apologética, lo que provoca que yo arquee una ceja. ¿La está cubriendo?
Supongo que tiene sentido, ambas son amigas, y Lunara es demasiado amable como para meterla en problemas, por más que lo merezca. Es algo que me molesta bastante, pero si es mi palabra contra la de ellas dos, no servirá de mucho. Debería dejar ir esto, y que no se convierta en algo más grande de lo que ya es, por más que me pese.
—Yo también lo siento, puede que haya dicho algo que no debía, no debería haberme metido en lo que estaban discutiendo —digo al llevarme la mano a la nuca, cuando noto la pequeña sonrisa de Mia. Casi quiero retractarme, pero no hay razón para alargar un conflicto que solo va a perjudicarnos. Espero que ella también lo vea así.
—No te preocupes Inco, creo que podemos dejar esto como un incidente aislado, y ambos pueden hacer las pases. Después de todo, odiaría tener que sacar a alguien del equipo por violencia contra sus compañeros —dice Victoria, antes de darle a la parasaurolophus una mirada significativa—. Tú también piensas igual, ¿verdad Mia? —cuestiona, provocando que el demonio rojo arrugue el hocico.
—Si, por supuesto —responde ella, casi forzando cada palabra fuera de su boca, antes de aproximarse otra vez para quedar frente a mí, extendiendo su mano—. Sin rencores Inky, ¿verdad?
—Sin rencores —digo resignado al estrechar su mano, y no puedo evitar hacer una mueca cuando ella oprime con fuerza, momento en que una sonrisa divertida dibujada en su rostro.
A su lado, Lunara parece igual de insegura que yo con respecto a esto, al menos. Pero si esta es su decisión, voy a respetarla. Al menos esta vez.
—Perfecto, si todo está en orden, entonces podemos seguir con el entrenamiento —dice Victoria al juntar ambas manos—. Inco, ¿estás mejor?
—Si, estoy listo para seguir, capitana.
—Me gusta esa actitud —sonríe ella, dándome la espalda—. ¡Vamos! Siguen sentadillas, y luego abdominales.
La raptor de cabello castaño se retira en dirección al resto del equipo, que parecen más que contentos de ignorar lo que acaba de pasar, probablemente porque alguien tan problemática como Mia está implicada, y estoy seguro de que ninguno de ellos quiere estar en su radar. La parasaurolophus rubia me da una última mirada, con un desagrado muy poco disimulado, antes de seguir a la capitana.
—Luego hablamos, ¿si? —pregunta Lunara, con una mirada esperanzada, y yo asiento en respuesta. No puedo culparla por querer proteger a una amiga, no cuando yo probablemente haría lo mismo en su lugar.
—Seguro, luego de la práctica —le digo con una sonrisa, y ella se aleja con un pequeño saludo, dejándome únicamente en compañía de Damien.
—¿Estás seguro de esto? —pregunta el dilophosaurus, curioso.
Claramente no compró lo que Mia estaba vendiendo, pero yo no puedo hacer más que darle una mirada poco convencida. Si puedo evitarlo, me gustaría que el problema con mi compañera de equipo no persista, ni pase del día de hoy. Tal vez sea mucho pedir, pero puede que dejar ir este asunto sea la mejor decisión de momento.
—Prefiero evitar problemas en la medida de lo posible, sobre todo con alguien como ella —digo al cruzarme de brazos, y mi amigo asiente, claramente coincidiendo.
—Si algo ocurre, házmelo saber —aconseja al poner una mano sobre mi hombro—. Si necesitas que alguien te cubra la espalda, puedes contar conmigo. Es lo menos que puedo hacer por uno de mis mejores amigos —dice con seguridad al sonreirme, exponiendo todos sus dientes. Una sonrisa tranquilizadora.
—Gracias Damien, de verdad lo aprecio.
—¡Cuando quieras! —exclama al darme otra palmada en la espalda, casi haciéndome tropezar—. Ahora vamos, ¡quiero verte hacer esas sentadillas y no caer al suelo en el intento!
—Puedo prometer que haré mi mejor esfuerzo. ¿Es eso suficiente?
—¡Para nada! —ríe él.
—Eso creí —respondo cabizbajo, pero con una amplia sonrisa.
Más allá de los problemas con cierta compañera, de verdad estoy disfrutando esto. La promesa de mejorar mi físico ciertamente es tentadora, pero es por un amigo como Damien que me siento realmente a gusto aquí. No importa cuántas veces Mia intente hostigarme, no pienso ir a ninguna parte.
Los rayos de sol del atardecer ya se cuelan por los cristales de la sala del consejo estudiantil, pero aún así sigo aquí, terminando tareas pendientes. Esa reunión se extendió más de lo que esperaba, y parecía que Veronica, la presidenta del club de literatura, no iba a callarse nunca. Entiendo la necesidad de ampliar su biblioteca a razón de su club, porque la de la escuela no es la más actualizada del mundo en cuestión de recreación, algo que estoy segura la directora Scaler planea cambiar una vez contemos con un mejor presupuesto.
En tanto, tenemos que hacer lo que podemos con el dinero que tenemos, y estoy segura que no vamos a usar los fondos disponibles para adquirir los últimos tomos de Saw Boy, Fire Fist, Creature, y Made in Darkness. Aunque no fuera amiga de una de las mayores entusiastas de la cultura japonesa en Volcaldera Bluffs, no es como si Ben y yo hubiéramos nacido ayer, y estas chicas no parecen comprender ese detalle. Aún así, aprobamos su solicitud por verdadera literatura, para conseguir tres colecciones de autores reconocidos, así que deberán contentarse con eso de momento.
Libero al teclado de la computadora de mi ira por un pequeño instante para recostarme contra el respaldo de la silla, para relajarme y volver a escarbar en el fondo de mi mente. Estoy segura de que estoy olvidando algo, pero todavía no sé qué es. He tenido la sensación desde que regresé a la sala del consejo sola, pues Ben y yo nos encontramos con Inco en el pasillo, y el presidente decidió llevarse a su nuevo secretario para la reunión con el club de béisbol, liberándome para terminar el papeleo pendiente.
Al menos parece que Inco se está acostumbrando rápidamente a trabajar con nosotros, que es más de lo que esperaba. Sé que se dice que los humanos tienen una alta capacidad para adaptarse a cualquier situación, pero no esperaba que en tan solo un par de días ya hubiera aprendido buena parte de nuestras labores, y Ben parece apreciar tener un par de manos extra perfectamente capaces para ayudarnos. Aunque considerando que Mia hace lo que le place, la vara no estaba muy alta para empezar.
…
¿Qué es lo que estoy olvidando?
Sigo buscando la respuesta a esa pregunta en el techo cuando repentinamente la puerta se abre, y al voltearme en busca del culpable, mi expresión de sorpresa da paso a una cansada, y ese mismo gesto da paso a una sonrisa que no puedo contener. Ahí está mi dilophosaurus favorito, con un cono de helado en cada mano, y que abrió la puerta con su pie a causa de ello. Debería estar enojada, debería decirle que debería tener más cuidado con la propiedad escolar, pero soy incapaz de enojarme con él, no con un gesto tan dulce, en el sentido más literal de la palabra.
—Miércoles a la tarde, después de tu club y cuando terminara aquí, iríamos por un helado —recuerdo en voz alta mientras cierro los ojos con fuerza—. Lo siento, lo olvidé completamente —admito al buscar su mirada, pero él no pierde su sonrisa.
—Imaginé que estarías ocupada, así que dije, si nosotros no podemos ir al helado, que el helado venga a nosotros. O a ti, más que nada, y yo traigo el helado, tú me entiendes —dice al ofrecerme el cono, uno que no dudo al tomar mientras giro la silla en su dirección. El resto del trabajo puede esperar.
Uno para él, de chocolate mixto y limón, y uno para mí. Y para sorpresa de nadie, es mi favorito, cereza y chocolate blanco con chispas. A veces de verdad tengo que hacer una pausa y preguntarme a mí misma… ¿Qué hice para merecerte?
—No sabes cuánto lo aprecio. Y de verdad me vendría una pausa, después del día de hoy —digo al suspirar, dejándome llevar por ese dulce chocolate helado.
—¿Mucho trabajo? Más de lo normal, quiero decir —dice al poner una de las sillas con el respaldo al revés, sentándose con las piernas abiertas.
—Digamos que pasaron muchas cosas en muy poco tiempo, y el día todavía no acaba. Yo quedé libre para terminar con el papeleo pendiente, y Ben se llevó a Inco para una reunión con el club de béisbol.
—¿Pasó algo malo?
—No exactamente, solo que necesitan espacio extra para poner todo su equipo, y le han echado el ojo al armario del gimnasio, que afirman el equipo de baloncesto no aprovecha del todo —le digo al líder del equipo de baloncesto frente a mí, que también es parte del equipo de béisbol—. Imagino que ya te han presionado al respecto.
—Eso han hecho, particularmente Marty, y ya traté de convencerlo de que baloncesto apenas tiene espacio suficiente para guardar todo, y béisbol no necesita más espacio del que ya tiene disponible en el armario cerca de las duchas. Me gustaría resolver esto de forma que todos estén contentos, pero…
—Hay gente que no escuchará a razones, hagas lo que hagas —le digo amargamente.
—Si, y en atletismo tuve un buen recordatorio de eso —me dice, algo preocupado, provocando que arquee una ceja.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —pregunto, y él engulle su cono de un bocado antes de continuar.
—Inco se metió en un pleito con Mia, parece que quedó en medio de algo que ella estaba discutiendo con Lunara, y su primera reacción fue intentar arrancarle la cabeza a nuestro amigo de un puñetazo —recuenta divertido, pero yo no puedo evitar abrir los ojos bien grandes.
—¿Perdón? —alcanzo a preguntar, preocupada—. No nos dijo nada cuando nos encontramos hace un rato. ¿Está bien? ¿Acaso ella…?
—No, no llegó a hacerle nada, porque tu superhéroe favorito llegó a tiempo para impedirlo —dice con una enorme sonrisa al señalarse con ambos pulgares, pero su optimismo se desvanece tan rápido como apareció, al momento en que se cruza de brazos, pensativo—. O al menos eso creo, no estoy tan seguro, y eso es lo que me molesta. Hay algo en todo ese asunto que no termina de cuadrarme.
—Ilumíname —digo con una sonrisa al terminar el helado, comiendo el cono también de un bocado.
—Tomé a Mia por la muñeca para que no golpeara a Inco, creí hacerlo en el último momento, pero no sentí que tuviera los músculos tensos. Era casi como si no hubiera tenido intención de golpearlo en primer lugar.
—¿Tal vez solo quería asustarlo para que se fuera del equipo? No sería extraño, viniendo de ella, y ya está claro que no tiene a Inco en alta estima, precisamente.
—No, si así fuera no se habría arriesgado a meterse en problemas con Victoria… no otra vez, al menos. Habría alcanzado con amenazarlo verbalmente, y no tenía que ser precisamente en el horario del club, mientras todos estaban presentes. ¿Por qué hacer un espectáculo de eso? ¿Para quién era el espectáculo? —pregunta él, más que nada para sí mismo, y no es difícil darse cuenta de que esto le está molestando bastante—. No sé en qué está pensando, pero viene de Mia, así que no puede ser nada bueno.
—La tendré vigilada en este frente, si eso te ayuda a relajarte. Ver que no le haga o diga algo indebido a Inco mientras ambos están aquí.
—Eso… en realidad me dejaría más tranquilo —sonríe él—. Gracias Liz.
—De verdad te preocupa nuestro nuevo compañero, ¿eh? —apunto, divertida—. Es tan típico de ti.
Damien de principio suele ser bastante protector con quienes considera sus amigos, pero siento que ese aspecto de sí mismo se ha visto amplificado con Inco.
—Alguien tiene que preocuparse por él, ¿no lo crees? —responde, como si de algo obvio se tratase—. Está en una escuela nueva, en una ciudad nueva, y somos prácticamente sus únicos amigos.
Esas últimas palabras me dan una punzada de culpa, una que Damien no pretendía dar, porque no tiene idea de lo que está ocurriendo tras bambalinas. Sus únicos amigos… luego de lo que pasó ayer y hoy, por la forma en que Olivia fastidió su oportunidad de entrar al concurso Nuevos Inicios, y el como yo hice todo lo posible por borrar la evidencia, no sé si nosotras podríamos calificar como sus amigas. Y no parece que esta sensación horrible en mi pecho vaya a desaparecer pronto.
—¿Pasó algo? —pregunta él, y me sobresalto sin poder evitarlo.
—¿Por qué?
—Porque parece que tienes la cabeza en las nubes, y no literalmente —dice él, divertido—. Siempre te ves así cuando algo te está molestando demasiado.
—¿De verdad?
—Sep.
—Rayos —murmuro, algo molesta.
Si eso es cierto, de verdad espero que Damien sea el único que lo haya notado.
—¿Entonces? —pregunta una vez más, curioso, y ahora soy bastante consciente de que estoy haciendo una cara.
—No es… algo de lo que pueda hablar libremente —digo al juntar las manos sobre mi regazo, y el dilophosaurus asiente.
—En ese caso, puedes ser tan vaga como quieras, si quieres sacartelo del pecho —sugiere él—. De esa forma, no sabré nada que no deba, y tú podrás estar tranquila de que no dijiste algo que no debías.
—Creo que puedo aceptar esa lógica —sonrío yo, interesada en la idea—. De acuerdo, te diré, bajo esas condiciones. Alguien que conozco, vamos a decirle “X”, estaba a punto de hacer algo… malo, algo que le afectaría, y a alguien más también, digámosle “Y”. Yo descubrí lo que estaba pasando, hablé las cosas con “X”, y creo que ahora todo estará bien. Pero “Y” si se vió afectado, a pesar de todo, y sigo pensando que “Y” debería saber qué es lo que pasó —recuento, gesticulando con mis manos sin poder evitarlo, y Damien escucha atento hasta que me detiene.
—¿Seguimos hablando de personas, o es un problema de matemáticas? —pregunta, divertido.
—Damien —corto con seriedad.
—Solo bromeaba. ¿Qué es lo peor que puede pasar si “Y” se entera?
—Temo que arruine su relación con “X”, sin importar las razones tras las que “X” hizo lo que hizo, porque es innegable que “X” lo fastidió de una forma u otra —continúo mi explicación—. No tengo experiencia en esta clase de situaciones, así que… no sé cómo manejarlo. ¿Qué debería hacer? ¿Debería guardar el secreto, o debería decirle a “Y” lo que ocurrió con “X”, para apelar a la posibilidad de un entendimiento entre ambos? —pregunto, y el dilophosaurus se lleva una garra al mentón, pensativo.
—¿Quieres mi honesta opinión al respecto?
—Si —respondo al instante, lo que parece tomar a Damien desprevenido.
—¿Hay forma de solucionar lo que hizo “X”?
—No, no la hay.
—De acuerdo, bien, si no hay riesgo de que Inco se entere de lo que hizo Olivia, sea lo que sea, tal vez lo mejor sea dejarlo ahí —sugiere él, mirándome a los ojos—. Lo hecho, hecho está, y si guardar el secreto evita que alguno de los dos salga herido, tal vez esa sea la mejor opción.
Al bajar la mirada, considero detenidamente sus palabras, mientras aún juego con mis manos. Tiene razón, nada bueno saldrá de decirle todo esto a Inco, por más que sea lo que mi conciencia quiere hacer con desesperación. Tal vez, tal y como lo hablamos con Ben, este sea un secreto que deba morir con nosotros tres.
…
Espera un momento.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —pregunta él, probablemente por la mirada que le estoy dando.
—¿Cómo es que sabías que hablaba de…? —comienzo a preguntar, y él ríe en respuesta.
—Bueno, solo te pondrías así por las personas más cercanas a ti, lo que reduce bastante los posibles valores de “X” e “Y”. Ayer en la noche, durante la cena, Olivia parecía bastante alegre, como si se hubiera sacado un enorme peso de encima, pero también sentía que algo, muy en el fondo, le estaba molestando. Si volvía atrás, lo único que se me ocurría que podría ponerla así en el último tiempo sería algo relacionado a Inco, que es el único nuevo amigo que ha hecho en años, más que nada porque el profesor Iadakan le dijo que le diera una oportunidad, pero ella estaba renuente al principio. Siendo Olivia tal y como es, era probable que hubiera hecho algo para fastidiar las cosas con Inco, y luego se hubiera arrepentido, y creo que se sacó ese peso de encima al hablarlo contigo, pero sigue molestándole que no lo ha discutido con Inco personalmente, algo que te ocurre a ti también. ¿Qué tan cerca estuve? —pregunta, luego de explicarme su razonamiento, pero mi boca sigue abierta.
—A veces me asustas, Damien.
—Lo tomaré como un cumplido —responde divertido, pero esa sonrisa también desaparece tan rápido como llegó—. Pero…
—¿Si?
—¿Qué tan malo fue?
—Pudo haber sido grave, mucho, pero nos ocupamos a tiempo… de buena parte del problema. El único cabo suelto es que Inco resultó fastidiado por esto, pero él no lo sabe, y no hay forma de que lo sepa… —digo, antes de buscar su mirada—. No debe saberlo. ¿Me entiendes?
—No hace falta que me digas nada, ni siquiera sé de qué estás hablando, así que no tengo forma de hablar de algo de lo que no tengo idea. ¿Verdad? —dice él, y yo suspiro aliviada.
—Gracias.
—¿Por el helado? De nada —dice al sonreirme, antes de desviar la mirada hacia el sol del atardecer, cuyo resplandor se cuela por los cristales, y no puedo evitar hacer lo mismo que él.
—Me alegra contar contigo —alcanzo a musitar, sin esperar una respuesta.
—Aún así, te conozco Liz —dice al mirarme otra vez—. Vas a decírselo más temprano que tarde, no podrás guardarlo para siempre.
—No te creas —le digo con una sonrisa confiada—. Soy una buena mentirosa.
—No, no lo eres —niega con la cabeza, y yo desvío la mirada otra vez.
—Ojalá estés equivocado —le digo, con la mirada centrada en la ventana otra vez.
No puedo quitarme del pecho la sensación de que debería ir contra todos mis instintos, y decirle a Inco lo que ocurrió con su entrada, esperando que entienda las circunstancias que llevaron a Olivia a hacer lo que hizo. Pero si llegara a decirle, y las cosas salieran terriblemente mal, podría estar arruinando la única y última oportunidad de que Olivia salga de su coraza. Y no solo eso, nada me asegura que él no querrá denunciar lo que hicimos con Scaler, y entonces los tres de verdad estaremos jodidos, tanto Ben, como Olivia, y como yo. Y para ser sincera, no me siento lista para poner mi futuro, nuestro futuro, en manos de alguien que solo he conocido por unas semanas.
Solo debo guardar este secreto por unos meses, y una vez vayamos por caminos separados al terminar la secundaria, esto quedará en el pasado. Ya no importará.
De verdad espero que así sea.
Esta de verdad fue una semana memorable.
Aún no puedo creer que sea parte de un grupo tan importante como lo es el consejo estudiantil, y no solo eso, sino también parte del equipo de atletismo y el club de fotografía. Todos estos días estuve regresando a las siete u ocho de la noche, y he estado comprando mi almuerzo y cena en dos de las tiendas que Liz me recomendó, en pos de una alimentación más sana, tal y como mi compañera de consejo y la capitana del equipo de atletismo sugirieron. En el mercado he comprado varias cosas para llenar el refrigerador, y en la otra tienda he comprado comida lista para llevar. No esperaba encontrar un lugar que me vendiera un sandwich tan cargado por el precio de dos bolsas de papas fritas, pero seguro que fue una agradable sorpresa.
Por otro lado, el jueves, luego de la reunión con el club de fotografía, tuve que completar el último ítem de mi primer tarea con el consejo estudiantil, por lo que fuí a presentarme con el club de artes culturales, club del que Lunara en realidad era presidenta. Nunca lo había mencionado, por lo que fue una sorpresa cuando ella misma me recibió, y me presentó con los otros cuatro miembros del club.
Claro, no estaba listo para que todos fueran tan receptivos de mi presencia ahí, y estuve menos listo cuando me cubrieron en preguntas relacionadas a mi especie, las diferentes culturas humanas de las que no estoy al tanto, y no pude hacer más que agradecer a Lunara por acompañarme a la salida cuando uno de sus compañeros comenzó a cuestionarme por comportamientos humanos en… una gran variedad de áreas. Lunara podrá ser alguien agradable, y disfruto conversando con ella, pero de verdad no ardo en deseos de visitar ese club con frecuencia.
Y para hoy sábado, luego de una larga semana en la que no me detuve ni por un instante, acepté la invitación de Damien para ir con él, Liz y Olivia al centro comercial de Volcaldera Bluffs, uno de los tantos puntos de interés de la ciudad que aún no había tenido oportunidad de visitar. Si bien Damien me estuvo enviando mensajes anoche sobre todo lo que quería que hiciéramos los cuatro, también estuve hablando con Liz, y ella está determinada a que buena parte de esta salida sea una cita para ellos dos, por lo que cuenta con mi asistencia para pasar tiempo con él mientras yo paseo con Olivia, así que deberé hacer un esfuerzo para que nuestra amiga caimán también pase un buen rato. Solo espero estar a la altura de las circunstancias.
Aún no son las diez de la mañana, así que todavía tengo algo de tiempo para permitirme elegir qué ropa usar. O al menos esa era la idea, pero a medida que voy probándome prendas que fueron quedando en el fondo de mi guardarropa, más estoy convencido de que debería ir con mi atuendo habitual. Después de todo, no hay necesidad de reparar lo que no está roto.
Una vez que estoy contento con mi aspecto, me pongo mis gafas oscuras, me calzo mi mochila con todo lo que puedo llegar a necesitar, y salgo de mi habitación para esperar en la planta baja a que mis amigos pasen a buscarme. Pero no pasa un instante después de que me siento en el sillón de la sala, sacando el celular para entretenerme mientras tanto, que recibo un mensaje.
“[28/9 10:09] Liz: Estamos afuera.”
Supongo que esa es mi señal. Con una sonrisa, me pongo de pie, listo para enfrentar el día con mi mejor actitud, pero todo mi mundo se sacude cuando escucho y siento repetidos golpes en la puerta, golpes que casi están sacudiendo los cimientos.
—¡Inky! ¡Ya estamos aquí!
La voz de Damien en el exterior hace que suelte un largo suspiro, confirmando que no es un terremoto lo que tengo en la puerta, sino a alguien potencialmente peor. Habiéndome recuperado de la impresión, me dirijo a la entrada, tomo mis llaves de la mesa auxiliar, y abro la puerta, para encontrar al alegre dilophosaurus frente a mi.
—Lo sé, Damien. Liz acaba de enviarme un texto. Y también hay un timbre.
—Oh, sí, pero de verdad quería venir a tocar a la puerta —admite con una amplia sonrisa.
Por un segundo, soy incapaz de responder, y tengo que recordarme a mí mismo que Damien podrá tener una forma de pensar extraña, pero no hace las cosas con mala intención. Al menos no parece que hayan quedado marcas en la puerta.
—Por cierto, linda casa, y el barrio no está nada mal —dice al admirar el lugar mientras salgo, para cerrar la puerta con llave.
—Gracias, aunque la verdad es que no conozco el barrio mucho que digamos, solo el camino hasta el metro que me lleva a la escuela.
—Podrías hacer como Liz y salir a correr antes de ir a la escuela. Te acostumbraras al lugar, es buena práctica, ¡y te ayudará a tomar un buen ritmo en el club!
—No soy exactamente una persona mañanera, para serte franco —le respondo con duda, antes de considerar mejor su idea—. Pero tal vez sería un buen momento para intentar cambiar eso.
—Si lo que necesitas es un incentivo, puedo venir todas las mañanas a despertarte. ¡Podemos correr juntos!
—Déjame considerarlo, y luego te digo —le respondo luego de una pequeña pausa.
Siendo que estamos hablando de Damien, cabe la posibilidad de que de verdad venga corriendo aquí para sacarme de la cama a las seis de la mañana. Si bien sé que eso podría ayudarme a mejorar mi físico para el club, de verdad me cuesta levantarme temprano, y aún no estoy listo para esa clase de entrenamiento. Tal vez más adelante, no quiero descartar la posibilidad por completo.
Al voltear hacia la calle, veo el auto de Liz esperando en la acera, la cabeza de mi amiga de cuello largo sobresaliendo por sobre su puerta con curiosidad, y a Olivia asomando por la ventana del asiento trasero del auto, con una amplia sonrisa en su rostro, probablemente por el susto del que está segura que Damien me acaba de provocar.
En los últimos días, he notado que la chica caimán se ve más relajada a nuestro alrededor durante el almuerzo, y conmigo en clase, incluso siendo ella quien inicia la conversación entre nosotros. Tal parece que el profesor Iadakan también lo ha notado, pues el jueves ella estaba a punto de salir del aula cuando él la llamó, para preguntarle cómo estaban las cosas en su vida, a lo que ella respondió “bastante bien”.
También llegué a escuchar que le estaba preguntando por su nueva pintura, y cuando Olivia dijo que estaba haciendo un progreso decente con ella, él pareció más que contento por ello. Y cuando ambos salimos del aula, aún platicando, no pude evitar notar como todo el cansancio del profesor abandonaba su cuerpo en un largo suspiro, a la vez que me dirigía una sonrisa aprobatoria. No sé que trajo este cambio de actitud en Olivia, sobre todo en un periodo tan corto de tiempo desde que la conozco, pero si acaso yo tuve parte en ese cambio… eso me haría muy feliz.
—¡Hola chicas! —saludo con una mano levantada.
—Buenos días, Inco —Liz es la primera en responder, mientras que Olivia me dedica una divertida mirada.
—No tardaste nada. ¿Nos estabas esperando pegado a la puerta?
—No, solo creí que alguien intentaba tirar la casa abajo, así que salí tan rápido como pude —digo al desviar la mirada hacia Damien, quien ríe como si no estuviera hablando de él.
—Creeme, si él quisiera derribar tu casa, lo sabrías —dice al hacerse hacia atrás—. Anda, sube de una vez.
—Claro, es solo que… —digo al llevar la mano al mango de la puerta, pero me sorprendo cuando la misma choca con otra mano.
Solo entonces caigo en la cuenta de que tanto Damien como yo íbamos a abrir la misma puerta… la del acompañante, y él parece tan sorprendido como yo. De Olivia noto una mirada sorprendida, y de Liz una expresión con ceja arqueada que me pregunta casi en voz alta “¿qué es lo que se supone que estás haciendo?”.
…
De verdad soy el único para el que esto tenía sentido.
Es cierto, las dos veces que he subido al auto con Liz fue en el asiento del acompañante, pero eso solo fue porque Damien no estaba presente. Lo normal sería sentarme en el asiento de atrás con Olivia, y eso es justo lo que voy a hacer, si logro superar la vergüenza de haber querido tomar un lugar que no debía. Después de todo, no seré yo quien prive a Liz de viajar con Damien a su lado, eso es seguro.
—¡Lo siento! Yo…
—¡Hombre, no sabía que querías ser el copiloto! —dice al llevar ambas manos a su cintura, divertido.
—No, no es eso, es solo que…
—Peeeero he ocupado el lugar de copiloto y encargado de la música desde que Liz aprendió a conducir y consiguió su licencia, y no lo voy a ceder tan fácilmente —dice al guiñar un ojo, y pareciera que tomo mi accionar como un reto, uno que no tengo intenciones de cumplir—. ¡Piedra, papel o tijera para decidir!
—No, de verdad no hace falta, me sentaré a…
—No lo dejará ir —advierte Olivia, asomándose a la ventana otra vez—. Será mejor que le sigas el juego y termines con esto rápido, o estaremos varados aquí para siempre.
Por un breve momento, busco asistencia en la mirada de Liz quien, al comprender mi súplica, niega con la cabeza. Tal parece que las dos piensan lo mismo, y no hay otra escapatoria de esta situación más que jugar el juego de Damien.
—De acuerdo, entonces…
—¡Mejor de tres! ¡Piedra, papel o tijera! —El rápido movimiento de Damien me obliga a actuar en consecuencia, con tanta brusquedad que ni siquiera alcanzo a abrir el puño.
—Grandes mentes piensan igual —ríe él, habiendo sacado piedra también, antes de prepararse otra vez, y yo hago lo mismo a poner el puño derecho sobre mi mano izquierda—. ¡Piedra, papel o tijera!
Esta vez estoy completamente compenetrado, sacando a la misma velocidad que Damien, pero el saca tijeras mientras que yo no alcanzo a abrir el puño para formar papel. Incluso él parece sorprendido con el resultado, tanto como yo.
—Un punto para mí —sonrío con la respiración acelerada.
—El único que tendrás —advierte, encantado, antes de prepararse—. ¡Piedra, papel o tijera! —mi piedra pierde contra su papel, y siento el espíritu de competitividad avivándose, casi olvidando que nuestras compañeras todavía nos esperan en el auto—. ¡Uno a uno! El siguiente lo decide todo.
—¡Cuando quieras! —Exclamo emocionado, listo para lo que sea.
En este punto ya olvidé incluso por qué estábamos jugando, la energía pura de Damien me ha arrastrado por completo con él, y ahora solo puedo pensar en ganar. Y no implica habilidad física, es completo azar, así que incluso yo tengo la oportunidad de…
—¡Piedra, papel o tijera! —pero el encuentro termina con mi tijera derrotada por su piedra, y no puedo evitar que algo de decepción se filtre en mi expresión—. ¡Si!
—Bien, si ya terminaron con eso, suban de una buena vez —insiste Olivia, y al levantar la mirada, puedo ver a Liz suspirar con la expresión que le darías a un niño mientras le dices “no estoy enojado, solo decepcionado”.
Supongo que no nos estamos comportando como gente de nuestra edad, pero parece que soy el único preocupado al respecto ya que, mientras que yo abro la puerta de atrás para subir, Damien entra por la ventana con una técnica impecable, para caer sentado en el mullido asiento. No puedo evitar admirar tal despliegue de habilidad, considerando que el auto casi ni siquiera se movió, y Liz no parece sorprendida en lo más mínimo mientras enrolla su cuello dentro del auto.
—Me sorprende que le hayas sacado un solo punto a Damien —dice Olivia, divertida—. Considerando que los dos somos campeones invictos.
—Nunca decidas nada usando ese juego con ellos, Inco —advierte Liz—. Tal vez no lo hayas notado, pero Damien espera hasta el último instante para hacer su movimiento, y es bastante rápido. Livi hace exactamente lo mismo.
—¡No hay ninguna regla contra ello! —se defiende Damien.
—Si no logras vencernos aún así, simplemente te falta habilidad —acompaña Olivia.
—Lo tendré en cuenta para el futuro —asiento mientras me coloco el cinturón, y mi compañera hace lo mismo—. Ahora que lo pienso, es la primera vez que veré el centro de la ciudad de cerca. Hasta ahora no había tenido la oportunidad.
—Puedo apuntarte algunos lugares interesantes en el camino, si quieres —ofrece la chica caimán—. Trajiste tu cámara, ¿verdad?
—Por supuesto —digo al abrir la mochila ligeramente, exponiendo uno de mis mayores tesoros, y Liv asiente al verla—. Entonces, ¿serás como mi guía? —pregunto divertido, y ella parece meditar su respuesta un segundo, antes de sonreirme.
—Si, ¿por qué no? —dice ella, y yo no puedo evitar sonreír ante el gesto, porque hace un mes nunca hubiera pensado que ella me trataría así.
Olivia de verdad está cambiando.
—¿Todos tienen sus cinturones puestos? —la pregunta de Liz me descoloca por un instante, y compruebo rápidamente que el cinto esté bien puesto.
—Todo en orden por aquí —dice Olivia.
—¿Está bien puesto así? —pregunta Damien.
—Cierto, la hebilla se salió de lugar… —recuerda Liz, inclinándose hacia el dilophosaurus—. Si, está perfectamente asegurado.
—¿Cómo se salió de lugar? —pregunto, curioso.
—Alguien trató de bajar del auto sin abrirla —dice con mala cara, y no me cuesta conectar dos más dos.
—Oh.
—En mi defensa… —comienza a decir Damien, pero sus palabras se quedan en el aire—. No, pensándolo bien, no tengo una buena defensa. El camión de los helados casi se me escapaba —dice riendo, y casi siento las ganas de llevarme las manos a la cara, probablemente las mismas que las otras dos están sintiendo.
—No me lo recuerdes —dice Liz con un gesto cansado, girando las llaves.
El auto se pone en marcha, poco a poco nos alejamos de mi casa, y me preparo para mi primera visita real al centro de Volcaldera Bluffs desde que me mudé aquí. Olivia incluso se ofreció a ser mi guía, cosa que nunca hubiera visto venir cuando nos conocimos, ni siquiera hace algunas semanas, pero ella realmente está cambiando para mejor, se está volviendo más abierta para con los demás. ¿Podré acaso atribuir ese enorme cambio a nuestra amistad? Al ver a la chica caimán junto a mí ahora, sonriendo mientras admira el paisaje en la ventana, me gustaría decir que sí, me sentiría realmente bien si ese fuera el caso. Saber que provoqué un cambio positivo en la vida de alguien sería más de lo que alguna vez podría llegar a pedir.
Y entonces desvio mi mirada ligeramente para encontrar ojos azules observándome en el retrovisor, sorprendiéndome por un instante. ¿Acaso estuve mirando demasiado tiempo? Ante la creciente sonrisa en los labios de Liz, una que me está gritando con todas sus fuerzas “te atrapé”, sé que no dejará ir esto con facilidad. ¿Pero sabes qué? No me importa, no ahora. Recuerdo haber tenido mis reservas cuando nos mudamos de Chicago, sobre todo porque no sabía si podría llegar a adaptarme en una zona de población mayormente saurica. Pero viendo mi actual situación, rodeado de amigos a los que aprecio, puedo afirmar con seguridad que mis temores eran infundados.
De verdad estoy feliz de haber venido a Volcaldera.
Notes:
Un capítulo ligeramente más corto que los anteriores, pero espero que lo hayan disfrutado. Para responder a la pregunta en la que seguro muchos están pensando, creo que es necesario, antes de llegar a la parte sustanciosa de esta historia, despejar como corresponde una duda muy simple: ¿Por qué Liz está enamorada de Damien? A la vez que vamos a la pregunta principal: ¿Cómo y por qué podrían Inco y ella tener algo? Creo que responder la primera pregunta de una forma satisfactoria es importante para que la respuesta a la segunda también lo sea. Ustedes me dirán cuando llegue el momento. Como siempre, gracias a Martín por bancarme y revisar el texto, cosa que no se me escapen demasiados insultos raciales. Si les gusta o interesa lo que ven, dejen kudos y comentarios, y nos estaremos viendo la próxima. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 7: Todo está en las cartas
Summary:
Durante el viaje al centro comercial, Liz y Damien tienen la oportunidad de pasar tiempo juntos, mientras que Olivia visita junto a Inco su tienda favorita.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Es increíble lo poco que conozco de Volcaldera Bluffs, incluso a más de un mes de haberme mudado aquí, y Olivia me ha llevado a darme cuenta de eso. Hay un mundo entero fuera del camino que recorro entre mi casa, el metro y la escuela. ¿Quién lo diría?
Aún me es difícil comprender lo grande que es la ciudad en realidad, incluso viéndola desde Gruugle Maps. ¡Ni siquiera sabía que había un jardín botánico tan grande a literalmente minutos, cubriendo varias calles! Y la ruta que tomamos bordea la playa y el mar, que refleja el sol de la mañana, una escena que pedía a gritos ser fotografiada. A lo lejos podía ver una feria en el puerto, con todo y vuelta al mundo en el centro, un acuario, e incluso también el instituto Volcano en la dirección contraria, una escuela secundaria que había estado entre mis opciones antes de oír de St. Hammond. Todo estaba al alcance de mi confiable DSLR, y Olivia me consintió al indicarme muchos más lugares que valía la pena añadir a la memoria de la cámara.
Acompañados por la estación de música de rock que el dilophosaurus eligió, y que la brachiosaurus fue rápida en nivelar a un volumen tolerable para todos, el viaje al centro comercial no nos tomó mucho, mientras dejábamos los suburbios y el escenario se trasladaba poco a poco a la zona más urbana, la silueta del centro cada vez más cercana mientras más y más palmeras decorativas aparecían el en camino.
Durante todo el viaje, Damien llena la conversación con historias de cuando los tres solían venir a la ciudad a pasar el rato, incluso de un tiempo en que venía solo en compañía de la baryonyx a un arcade cercano al centro comercial, una época en la cual Liz se había mudado temporalmente a Boston por asuntos familiares. Ella no dice más, Damien y Olivia tampoco, así que yo no pregunto al respecto. Aún así, no puedo evitar reír cuando las dos chicas tienen que corregir al dilophosaurus de tanto en tanto, porque parece que Damien recuerda las cosas de una manera muy particular.
Estoy bastante contento con todas las fotos que he tomado hasta ahora, e incluso Olivia se arrimó para que le mostrara mi trabajo. La fotografía no es precisamente lo suyo, ella misma lo ha admitido, pero al admirar la pantalla de la cámara en mis manos, dice que puede entender el atractivo, lo cual me ha dibujado una sonrisa. Temía que lidiar conmigo fuera una molestia para la chica caimán, pero ella se ha metido de lleno en el papel de guía, y yo no iba a desperdiciar la oportunidad de conocer mejor este lugar.
Perdido en mi cámara, las palabras de Liz me descolocan.
—Es aquí —anuncia ella, mientras nos internamos en el estacionamiento.
—Puedo mostrarte más lugares en el camino de regreso —dice Olivia a mi lado.
Supongo que la decepción de que el viaje terminara se notó en mi rostro.
—Me encantaría —respondo al instante, y ella me corresponde con una sonrisa.
Quiero tener tantas fotos como sea posible para la próxima reunión del club, que Jenine y los demás vean que en lo que de verdad soy bueno son los paisajes, y que la fotografía que tomé de Lunara no sea una que marque mi trabajo.
Liz destraba el baúl del auto al tiempo que los tres bajamos, y Damien se apresura a sacar la silla de ruedas de Olivia, la cual trae junto a la puerta del asiento trasero.
—¿Necesitas ayuda para…? —me ofrezco al caer en la cuenta de la situación, pero ella niega con la cabeza.
—En lo absoluto —dice al momento en que se impulsa de su brusco salto, y mi corazón casi da un vuelco mientras ella está en el aire, antes de caer en la silla cómodamente.
No puedo evitar suspirar con alivio al ver que la chica caimán está sana y salva, y ella parece divertida por mi reacción. Es interesante ver que tiene la misma habilidad para bajar del auto que Damien para subir, y resulta difícil creer que ellos dos no son hermanos en realidad, fuera del hecho de que crecieron juntos.
Damien suelta las manijas de la silla para adelantarse, Liz no tarda un instante en ponerse a su lado mientras los cuatro avanzamos por el estacionamiento, y tengo la oportunidad de admirar el edificio frente a mi, adornado por un enorme letrero que lee “Sea Vista”, con una pequeña isla con palmera entre ambas palabras. Tal y como esperaba de un centro comercial, tiene al menos cuatro pisos, y buena parte es visible desde aquí gracias a los enormes ventanales.
Una vez dentro, no puedo evitar notar la gran cantidad de de locales no solo en la planta baja, sino también en los pisos superiores, los cuales son visibles desde aquí en buena parte. No importa cuanto haya hablado del lugar tanto con Liz como con Damien, hay demasiado para ver, y no sé por dónde empezar.
—¡Tenemos que ir a Adventure City! —exclama Damien al chocar ambas manos, ganándose la atención de los tres.
…
¿Perdón?
—¡Es el lugar que te decía! —dice al palmearme la espalda—. Hay toda clase de juegos para conseguir tickets, e incluso algunas máquinas de arcade. Solo tienes que recargar una tarjeta del lugar con algunos dólares y…
—Damien, con la cantidad de tickets que consigues jugando varias veces, apenas puedes comprar una bolsa de ositos de goma… o alguna baratija que saldría mucho más barata si la compras directamente —dice Olivia quien, al igual que Liz, se muestra reacia a la idea.
—Eso, y… había algunas tiendas de ropa nuevas que quería ver antes, si no es mucho problema —le dice al dilophosaurus al unir la punta de sus dedos, con una expresión apologética, y su mirada se centra en mi por un instante en el que asiento, casi por inercia.
—¡Seguro! ¡No hay problema! —acepta Damien al voltearse, casi de inmediato—. Y luego podemos…
—¡Genial! —lo corta ella, antes de que pueda decir nada más—. Olivia, ¿puedes mostrarle a Inco el lugar mientras tanto? Es su primera vez aquí, así que estoy seguro de que apreciaría una guía aquí también.
—Seguro, no me importa.
—Pero creí que iríamos todos… —comienza a decir Damien con duda, pero Liz captura su mano al momento.
—Luego nos reuniremos otra vez, anda —dice alegre al tirar de él, y el dilophosaurus no tiene problema en corresponder su entusiasmo mientras se deja llevar por ella.
Sabía que Liz querría que nos dividiéramos el día de hoy, después de todo ella misma me lo dijo, pero no esperaba que lo hiciera al apenas llegar. Supongo que funciona para ella, y yo tengo la oportunidad de pasar el rato con Olivia y conocerla mejor.
Los dos nos quedamos viendo mientras ambos se alejan, sin dejar de sonreír, y mis sentidos de fotógrafo se activan al instante. No dispuesto a desaprovechar la ocasión, rescato la cámara de mi mochila tan rápido como puedo y, sin parar demasiado en los ajustes, hago la toma sin flash justo antes de que doblen en la esquina.
Ambos desaparecen mientras yo me quedo admirando la imagen enmarcada en pantalla. Damien brilla con energía positiva casi todo el tiempo, pero el único momento en que noto ese efecto en Liz, es cuando ella está con él, y es algo que me enorgullece haber logrado capturar en esta fotografía. La imagen con ambos de espaldas, compartiendo una sonrisa, tomados de la mano. Tal vez sea cursi, pero se siente demasiado natural, como dos piezas de rompecabezas que encajan a la perfección. Es algo real, algo que simplemente funciona, y no puedo evitar sonreír al verlo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Olivia al acercarse.
—Aprovechando la oportunidad —digo la mostrarle la cámara, y ella se queda examinando mi trabajo por un segundo sin decir palabra—. ¿Qué te parece?
—Está muy bien, pero ni siquiera usaste flash. ¿Por qué se ve tan claro?
—Bueno, eso es algo que aprendí el jueves pasado en el club, solo tienes que aumentar ligeramente el ISO para que el sensor sea un poco más sensible a la luz, especialmente en lugares cerrados u oscuros, mantener abierto el obturador por más tiempo, y… tener un buen pulso, o la imagen quedará muy borrosa —respondo, casi recitando las instrucciones de Jenine.
—Interesante —dice ella, quedando pensativa por un instante—. Luego envíame lo que tengo que hacer en un mensaje, quiero intentarlo con el celular.
—¡Por supuesto! —exclamo al momento, antes de quedarme mirando en la dirección en que los otros dos se fueron—. Imaginé que se llevaría a Damien apenas tuviera la oportunidad, pero no creí que lo haría tan rápido.
—No es que me sorprenda, ella nunca deja pasar la oportunidad de estar a solas con él —dice Olivia, antes de clavarme la mirada—. Si sabes por qué quiere estar a solas con él, ¿verdad?
—Tendría que tener los lentes bastante empañados para no verlo —digo al reír, antes de centrarme en ella—. ¿Y qué hay de tí?
—¿De mi? —pregunta con una ceja en alto.
—¿Hay algún lugar que quieras visitar ahora mismo?
—Hay muchas cosas para ver aquí —responde, evasiva.
—Liz me comentó que te gusta un lugar llamado GeekLair, o Geek Lair. No sé si las palabras van juntas o no —pienso con un dedo en el mentón, y a ella se le escapa una risa.
—Por supuesto que te lo dijo —sonríe ella, divertida—. Si, las palabras van juntas. Quería comprar un juego ahí, y ver si trajeron mangas… comics nuevos —se interrumpe ella, corrigiéndose—. Pero no creo que sea tu clase de lugar.
—¿Por qué no?
—Bueno… tienen juegos de video al menos, pero no me pintas como el tipo entusiasta del animé… de la animación japonesa.
—Disculpa, estás asumiendo muchas cosas sobre mi persona —digo al cruzarme de brazos con ofensa fingida, la cual se desvanece en un instante—. Pero es cierto. Aún así, si a ti te gusta, no me molestaría acompañarte.
—De acuerdo… si no tienes problema, supongo que estaría bien.
—Entonces espero que me enseñes sobre la profundidad cultural de los dibujos animados japoneses —le digo con mi mejor sonrisa ganadora, sacándole un gruñido molesto de la chica caimán.
—Oh por Dios —suelta ella antes de darme un golpe en el brazo—. Tienes suerte de que estemos en un lugar público.
—Auch —es lo único que respondo, entre el dolor y la risa.
—Andando, vamos —dice al avanzar con su silla de ruedas, pero parece que su molestia desaparece tan rápido como llegó, porque alcanzo a ver una sonrisa asomando en la comisura de sus labios.
Por mi parte, sigo a la baryonyx hasta ponerme a su lado, encaminando hacia su tienda de preferencia, pasando entre mucha más gente que decidió venir aquí a pasar su sábado, al igual que nuestro pequeño grupo. No sé cuándo nos reuniremos otra vez con los otros dos, pero quiero que Olivia también se divierta, así que haré lo que esté a mi alcance hasta entonces para ello.
El golpe que la chica caimán me ha dado era claramente a modo de juego, pero no puedo evitar tomarme del brazo cuando el dolor no se va, probablemente porque ella nunca ha tenido que interactuar con otro humano antes, y no sabe que debido a la diferencia entre su fuerza y mi resistencia debe contenerse aunque sea un poco. Aún así, no veo estas experiencias como algo negativo, sino todo lo contrario. Cada día que paso entre mis pares aquí en Volcaldera Bluffs es un recordatorio de lo diferentes y parecidos que son los humanos y los saurios en realidad. Tal vez nuestro físico sea distinto, pero nos mueven las mismas cosas, y eso es algo que tengo claro cuando veo la sonrisa de Olivia mientras avanza hacia adelante.
No nos toma demasiado llegar a nuestro destino. El local en cuestión está en una esquina de la planta baja, casi debajo de una de las escaleras mecánicas. Uno pensaría que la tienda pasaría desapercibida en tal ubicación, pero el colorido letrero y los afiches de diferentes juegos y animes en la vidriera realmente llaman la atención.
Al entrar en la tienda, haciendo sonar la campanilla sobre la puerta, lo primero que noto es el fuerte olor a sahumerio de lavanda que se cuela por mi nariz hasta el fondo de mi alma, pero creo que puedo tolerarlo. A Olivia ciertamente no le está molestando.
A mi alrededor puedo ver repisas y repisas de videojuegos por un lado, y repisas de libros y DVDs por el otro, todo dedicado a la cultura japonesa, y salta a la vista que se ha aprovechado hasta el último rincón de espacio en este lugar. Y es entonces que me doy cuenta de que esto es solo la entrada, el local es mucho más grande de lo que parecería en un principio, y no puedo evitar quedarme con la boca abierta. Más allá del marco junto al mostrador, se ven incluso más videojuegos, consolas exhibidas, dos televisores de pantalla plana exponiendo trailers entre los estantes, junto con más libros de cómics, más DVDs, e incluso varias figuras de acción. Y eso es solo lo que puedo ver desde la entrada. Puedo apreciar por qué a Olivia le gustaría este lugar en particular, pues incluso yo puedo ver su encanto.
—¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarlos?
Una alegre voz me saca de mi estupor, y mi atención se centra en la vendedora, quien acaba de salir de la trastienda con una expresión curiosa que pronto se convierte en agradable sorpresa. Se trata de una stegosaurus de escamas lima y largo cabello verde claro, que cae delante de sus hombros. Está usando un atuendo simple de bermudas de jean, y una sudadera blanca de mangas azules con las palabras “Sugoi Dekai” en rojo y mayúsculas, con el espacio abierto en la espalda para que sus grandes púas sobresalgan sin dañar la tela. Estoy bastante seguro de que eso es japonés, pero no tengo la más mínima idea de que puede significar.
Y me toma desprevenido cuando se precipita fuera del mostrador y se abalanza sobre la chica baryonyx para abrazarla con fuerza, y por un instante temo por su bienestar. Pero contrario a lo que esperaba, Olivia no parece molesta por la expresión de afecto.
—¡Livi! ¡Hace meses que no te veía por aquí! —dice al apartarse, manteniendo sus manos sobre los hombros de la chica caimán—. ¿Cómo has estado? ¿Estás durmiendo bien? Tienes más ojeras que la última vez que viniste.
—No te preocupes, solo estuve trabajando extra duro en mi nueva pieza —responde ella—. Cuando surgió la inspiración, simplemente tenía que plasmarlo todo en el lienzo.
—¿Y qué tal va el progreso?
—Apenas estoy en los primeros pasos, pero me gustaría que le eches un vistazo cuando esté lista.
—¡Me encantaría! —exclama con una enorme sonrisa, y creo que es entonces que realmente repara en mi presencia—. ¿Y este caballero es…?
—Oh, lo siento —dice Olivia, que parece que también olvidó por un segundo que yo estaba aquí—. El es Inco, un compañero de la escuela. Inco, ella es Stella, es hermana del dueño de la tienda.
—Es todo un placer —dice Inco, extendiendo mi mano con el mayor respeto.
—¡Lo mismo digo! —responde ella al tomarla y sacudirla bruscamente, y tengo que hacer un esfuerzo para no hacer un gesto de dolor mientras ella se dirige de nueva cuenta a Olivia—. ¿Buscaban algo en particular?
—Si, ¿ya llegó la versión completa de Elder King?
—Tú sabes —responde ella mientras vuelve al mostrador, rebuscando detrás de él mientras nosotros nos acercamos—. Llegaron el lunes en la mañana, y se llevaron casi todos, pero yo sabía que mi clienta favorita iba a venir por él tarde o temprano, así que le guardé una copia extra —dice al levantarse, extendiendo una caja hacia ella.
En ella pone el logo de Xrox en la parte superior, y en la portada aparece un caballero saurio en armadura, arrodillado y apoyando su peso en una espada clavada en el suelo. ¿Supongo que es algo de estilo medieval? Lo único que sé de Elder King es que tuvo buenas reseñas cuando salió, y que según Olivia es uno de los mejores juegos de la compañía, no mucho más.
—¿Ya te dije que eres genial? —sonríe Olivia.
—Algunas veces, pero una extra nunca viene mal —responde Stella al cruzarse de brazos sobre el mostrador.
—Este era del que te hablaba —me dice al pasarme la caja, dándome la oportunidad de ver la portada con más detalle—. Te lo prestaré apenas termine con él.
—Oh no, está bien, no tengo una consola para jugarlo —digo al devolverlo.
—¿Te quedaste una o dos generaciones atrás? —pregunta, divertida—. Si tienes una Xrox 180 no te preocupes, tengo juegos parecidos en casa a los que puedes echar un vistazo. Son muy buenos también, con este mismo estilo.
—No, yo… no tengo ninguna consola —digo al llevarme la mano a la nuca, no me parece la gran cosa, pero Olivia está realmente sorprendida.
—Creí que te gustaban los juegos.
—Bueno, sí… pero la última consola que tuve fue una Pachystation 2, y en los últimos años solo he visto Snootubers jugando los últimos lanzamientos. Lo último que jugué personalmente fue “Passport, Please” en el celular —le explico, pero parece que dije algo fuera de lugar porque tanto mi amiga como la vendedora se me quedan viendo con los ojos bien abiertos—. ¿Qué ocurre?
—¿Tu última consola fue una Pachy 2? —pregunta Olivia, aún sorprendida.
—Si… ¿Eso es malo?
—No, pero eres el equivalente de ver a un unicornio, una criatura de leyenda —dice Stella, divertida—. Quiero decir, todo lo de la época de la Pachy 2 ya se considera retro, el solo hecho de que no hayas tocado una consola nueva desde entonces ya es sorprendente de por sí.
—De acuerdo, hay que remediar eso —dice mi compañera, con determinación en sus ojos, mientras se dirige a la vendedora—. ¿Tienes alguna consola con descuento?
—¿Relativamente nueva o relativamente vieja? —pregunta Stella, un dedo en su barbilla.
—Lo primero, una con la que pueda jugar Elder King después —apunta, antes de voltearse hacia mi—. Porque sí, vas a jugarlo, está decidido.
—Si lo recomiendas tanto, supongo que no tengo elección —digo divertido por su insistencia, y ella asiente.
—Dejame revisar en la trastienda… —pide Stella antes de retirarse por la misma puerta por la que apareció, y regresa apenas un minuto más tarde con una enorme caja verde, la imagen de una consola en el centro de la tapa—. ¡Una Xrox Zero Z, a la orden! Los chicos de servicio técnico la repararon hace unos meses, pero el dueño nunca la retiró, así que ahora está a la venta —explica al abrir la caja de cartón por completo, quitando las separaciones y exponiendo todo su contenido—. Tiene algunos detalles estéticos como puedes ver, varios rayones en los costados y en la base… si, parece que alguien hubiera pasado papel de lija a buena parte de la carcasa, lo sé, supongo que fue para quitarle stickers vergonzosos, o algo por el estilo. Pero la máquina funciona perfecto, incluye todos los cables necesarios, y dos controladores sin rastro de drift. A tí, Livi, te la puedo dejar en cien dólares.
No entendí la última parte, pero considerando lo que pide, suena como un buen trato.
—Hecho —acepta ella al instante, antes de mirarme—. Pero la pagará este sujeto, y yo buscaré algunos juegos para añadir ahí atrás… también mangas nuevos. Tú espera aquí —me indica antes de moverse al otro lado del local.
—Uh… seguro.
—Tómate tu tiempo —dice al inclinarse más sobre el mostrador, antes de mirarme—. Es una gran chica, te sacaste la lotería.
—Oh no, ella y yo no… no somos…
—Oh… ¡Oh! —dice al abrir los ojos bien grandes—. Lo siento, solo asumí que… cielos, esto es incómodo.
—No, no, está bien, descuida —soy rápido en responder—. Nos conocemos hace poco, pero quiero pensar que ya somos buenos amigos, al menos.
—Eso sí lo noté, Olivia no suele sonreír de esa manera, ni siquiera conmigo —continúa ella, feliz de dejar ese pequeño malentendido atrás—. ¿Eres nuevo por aquí?
—De hecho si, me mudé a Volcaldera Bluffs hace un mes. ¿Tanto se nota?
—Un poco, tienes cara de que aún no sabes dónde estás parado.
—No podría haberlo dicho mejor, considerando todo lo que ha pasado en los últimos días —comienzo a hablar, antes de caer en la cuenta de lo que estoy diciendo—. Lo siento, parece que me estoy quejando, y con alguien que apenas acabo de conocer.
—Oye, no te contengas, es responsabilidad de los adultos escuchar a los niños si lo necesitan —dice divertida, pero yo no puedo evitar mirarla con suspicacia.
—No te ofendas, pero no parece que seas mucho mayor que nosotros.
—Me atrapaste —dice al sacar la punta de la lengua de manera juguetona—. Tengo veintiuno, pero todavía tengo frescos en mi memoria los últimos años de escuela, con todo lo que eso implica. Así que, si necesitas un consejo…
—No, está bien, no es como si fuera algo tan malo —respondo al momento, pero ella se me queda mirando, claramente no comprando lo que estoy vendiendo—. Es solo que… siento que alguien acaba de lanzarme a la piscina de golpe, y… no sé nadar.
—¿Es la primera vez que te sientes así? —pregunta, comprensiva.
—No exactamente, pero este es mi último año de secundaria, en una escuela nueva, y es la primera vez que tomo parte en actividades extracurriculares. Quiero decir, me uní al consejo estudiantil, para empezar, y también a un club… a dos clubes, de hecho —le digo, y ella me da una sonrisa confidente.
—¿Fue por una chica?
—Bueno… —Estoy a punto de responder que sí, pero considerando la intención de la pregunta, no parece lo correcto—. ¿Técnicamente? Pero no es lo que estás pensando, no fue por algo romántico. La tesorera del consejo estudiantil, que también es amiga de Olivia, necesitaba a alguien que le diera una mano con el exceso de trabajo, y me ofrecí. Luego, la capitana del equipo de atletismo me vendió bastante bien la posibilidad de mejorar mi físico, y salté a la oportunidad. Y el mismo día, me encontré con la presidenta del club de fotografía, que de hecho sabe bastante del tema, tanto como un profesor, y el poder aprender de ella sonaba como algo bastante tentador, por lo que… —voy a continuar, de repente cayendo en la cuenta de cómo suena todo esto, y la sonrisa de la vendedora no desaparece en ningún momento—. Estoy mordiendo más de lo que puedo masticar, ¿verdad?
—No lo sé, ¿tal vez? Cada quien tiene una forma diferente de lidiar con lo que la vida le arroja. Yo en lo personal no creo que hubiera podido con tres actividades extracurriculares. ¡Apenas si dedicaba parte de mi tiempo al club de jardinería cuando aún era una estudiante! —dice, divertida—. Pero si tú te ves capaz, y tienes la motivación, puedes hacer lo que sea, solo tienes que confiar en ti mismo —anima ella, y yo me quedo en silencio por un breve momento, antes de que me llame la atención con un mazo que coloca sobre el mostrador—. ¿Quieres que te tire las cartas?
—Así como… ¿adivinación?
—Es una forma de decirle —responde ella, abriendo el mazo en un abanico sobre el mostrador con una sola mano, con cierta elegancia—. Las cartas no te dan una respuesta exacta, sino una guía en base a tu pasado y tu presente. Lo que haces con esa información para tu futuro, depende de tí, pero saber un poco más puede hacer una gran diferencia a la hora de la verdad. ¿Te interesa?
—Uh… claro, supongo que no hará daño —acepto mientras ella recoge las cartas, y me extiende el abanico en sus manos.
—Oh no, ¿también te arrastró a esto? —pregunta Olivia al regresar, y Stella da un exagerado suspiro.
—Livi, no lo arrastré a nada.
—Yo solo… tenía curiosidad.
—Sí, así te atrapa, y luego estarás viniendo todas las semanas a que te haga una lectura paga —dice al girar los ojos mientras se acerca—. Anda, quiero ver qué te dice.
—¿Ya lo has hecho?
—Hace unos meses —responde con duda—. No fue… una buena tirada.
—Podríamos repetirla cuando quieras —invita Stella—. Tal vez el resultado cambie ahora que conoces gente nueva. Después de todo, nuestro potencial reside en los lazos que creamos.
—No, creo que… quiero esperar un poco, antes de volver a intentarlo.
—De acuerdo, entonces vamos con Inco. Elige una carta.
—¿Solo una? —pregunto, curioso—. Creí que se necesitaban varias para estas cosas.
—Cada uno tiene su forma de realizar una lectura. En mi caso, solo necesito estar cara a cara con la persona, tener la carta que elige, y su posición.
—Diez dólares a que es boca abajo y mordiendo una almohada —dice Olivia, dejando a Stella con la boca abierta.
—¡Olivia! —responde la mayor, escandalizada.
—Ni siquiera sé qué debería responder a eso —digo, sorprendido.
—¡Nada! —apura la stegosaurus, antes de mirar a la baryonyx—. ¡Pueden venir niños!
—Será un buen momento para que hagan preguntas incómodas a los padres.
—¡No necesito tener que disculparme con los padres! ¡No otra vez! —dice al masajearse las sienes, antes de tomar el mazo para extendermelo otra vez—. De acuerdo, piensa en la mayor duda que tengas ahora mismo, y elige una carta.
La pregunta es simple, pero a pesar de ello, me veo incapaz de centrarme en una duda en particular, porque he acumulado demasiadas últimamente.
¿He sido un buen amigo? ¿Un buen hijo? ¿Tomé la decisión correcta al unirme al consejo estudiantil? ¿Debería ser parte de atletismo y fotografía, o todo esto es un error? ¿Qué es lo que me depara el futuro?
Todas son preguntas que han estado presentes en mi mente los últimos días, pero una duda más grande se abre paso entre las otras, cuando recuerdo la fotografía que tomé hace unos minutos al llegar.
…
¿Encontraré el amor en esta ciudad?
…
Trago saliva con esa pregunta presente al momento de elegir del mazo.
—Esta —digo mientras le devuelvo la carta, tal cual la tomé.
—Si llega a ser la muerte, esto va a ser muy divertido —ríe Olivia.
—Pero esa no representa a la muerte literal, ¿verdad? —pregunto, lo que parece tomar desprevenida a Stella.
—¿Sabes algo de tarot?
—Cosas que he leído en revistas al pasar, no mucho más —digo, algo impaciente por la respuesta—. ¿Entonces?
—El Colgado —dice la stegosaurus al exponer la carta, sostenida en la punta de sus dedos medio e índice, casi teatralmente.
—Parece que vas a terminar todo más temprano que tarde —añade mi amiga, y yo no puedo evitar quedarme con la boca abierta.
—¿Es verdad?
—Olivia, por favor —dice la vendedora con cansancio, antes de dirigirse a mi—. No le hagas caso Inco, El Colgado en posición derecha representa un punto de inflexión en tu vida, un periodo de limbo entre acontecimientos importantes en el que podrías perder algunas cosas y, a cambio, ganar otras. Un periodo en el que yace la oportunidad de convertirte en un nuevo tú, y creo que eso está directamente relacionado a tus actividades extracurriculares —explica ella—. Solo estoy suponiendo, pero asumo que las cosas no fueron sencillas antes de venir a Volcaldera Bluffs, y probablemente aún no lo sean, pero es solo el periodo de transición a una nueva etapa de tu vida. Puede ser buena, puede ser mala, todo depende de cómo vayas a jugar la baraja que se te va a dar cuando llegue el momento. Lo único que puedo recomendarte en base a esta tirada, es que cuando llegue ese momento… no pierdas la calma, piensa las cosas detenidamente, y haz una elección con la cabeza fría. De otra forma, puedes, y vas a arrepentirte, y tu vida podría enfilar en un camino que de verdad no quieres tomar.
Suena a un consejo con un rango bastante amplio, que de seguro no se aplica solamente a mi situación particular. Aún así, tal vez no sea mala idea tenerlo en cuenta.
—¿Todo eso con una sola carta? —pregunto, curioso.
—Ella es buena, ha dado en el blanco todas y cada una de las veces, así que deberías hacerle caso —dice Olivia, que se queda pensativa por un instante.
—¿Qué ocurre? —le llamo la atención, algo preocupado, y ella se dirige a Stella.
—De hecho… creo que quiero una lectura, después de todo.
—¡Seguro! —dice al mezclar las cartas, inclinándose un poco más sobre el mostrador, poniendo el mazo al alcance de mi compañera.
—Quiero ésta —elige rápidamente, devolviendo la carta al momento. Supongo que no necesitaba pensar mucho en su propia duda.
La expresión de la stegosaurus cambia a una sorprendida al admirar la carta elegida, y le dirige una mirada a Olivia antes de volver a la carta, y revelarla con una sonrisa, sosteniéndola en ambas manos contra su pecho.
—Esta es una nueva —sonríe la mayor.
—¿La Rueda de la Fortuna? —pregunta Olivia, al parecer también sorprendida.
—Curiosamente, su significado es algo similar al del Colgado, pero las dos cartas son virtualmente diferentes —responde ella—. La Rueda de la Fortuna en posición derecha, en particular, representa el destino, e indica que el final de un problema está cerca. Pero también significa que te encuentras en una situación inestable, en la que el resultado todavía puede ser positivo o negativo, dependiendo de las elecciones que hagas en el futuro cercano. El karma está pendiente de ti, hoy más que nunca. ¿Mi consejo? Haz lo que creas correcto —dice al darle una mirada significativa, y por un instante me da la impresión de que Olivia tragó saliva—. Puede que tengas muchas dudas ahora mismo, pero eso es lo mejor que puedes hacer, y lo que te acercará a tus objetivos a futuro, al destino que buscas… ¿Y quién sabe? Quizás también a tu otra mitad —concluye la stegosaurus, con un tono sugerente al final, uno que parece haber pasado desapercibido por la baryonyx.
—Me pregunto si es así… —musita, perdida en sus pensamientos, antes de devolver su atención a Stella—. Gracias, creo que era lo que necesitaba escuchar.
—Un gusto, como siempre —sonríe al cerrar el mazo para guardarlo en su sudadera, y solo entonces noto el montón de cosas sobre el regazo de la chica caimán.
—Por cierto, ¿qué es todo eso que tienes ahí?
—Juegos para tu consola nueva, obviamente —dice al girar los ojos, dejando todo sobre el mostrador—. No te preocupes, no elegí nada nuevo o caro, me mantuve dentro del rango del precio de un solo juego nuevo.
—¿Todo eso por sesenta dólares? —digo sorprendido, porque hay más de dos o tres cajas de juegos hasta donde veo.
—Menos. Si sabes lo que estás buscando, puedes encontrar buenas ofertas —dice Olivia, mientras Stella comprueba todo.
—La colección completa de Rock Ring, Jurasskick Reborn, Malevolent Resident 4, Underscale, Cruel Crew, Black Spirits 2, BOOM Immortal… perfecto. Inco, esa chica a tu lado tiene cultura —dice la stegosaurus con seriedad, provocando una risa por parte de mi compañera—. Elder King, sesenta dólares, y los últimos seis tomos de Kaiju, cuarenta dólares. La Xrox con los siete juegos, ciento cuarenta y seis dólares.
—Aquí tienes lo mío —dice Olivia al dejar un único billete en el mostrador, mientras yo recuerdo algo bastante importante justo ahora.
No tengo efectivo.
—Um… ¿Aceptas tarjeta? —pregunto al llevarme una mano a la nuca.
...
Han pasado más de dos horas desde que llegamos al centro comercial. Una vez nos sentamos, no puedo evitar suspirar con cansancio, porque caminé bastante y cargaba con una máquina más pesada de lo que esperaba.
Olivia y yo estuvimos paseando desde que salimos de GeekLair, visitando toda clase de locales que coincidían con sus gustos en cuanto a juegos, animé y música, y con los míos en cuanto a moda y fotografía. Ciertamente hay cámaras mucho mejores que la que tengo conmigo, eso ha quedado más que claro, pero esta tiene un valor sentimental muy especial, y eso es algo que ninguna cámara de última generación podría superar. Por otro lado, visitamos varios locales también que pretendían tener inclinaciones a la cultura japonesa, pero solo se limitaban a merchandising de tres o cuatro IPs conocidas, algo por lo que mi compañera fue rápida en quejarse.
—Te lo digo, no merecen llamarse tiendas de animé si lo único que tienen es Saw Boy, Vampire Slayer y Sorcery Wars.
—Siento decirte esto, Livi —dice Damien—. Pero esos nombres han vuelto el animé mucho más popular. Diablos, incluso a Vinny y a mí nos gusta Saw Boy. ¿No puedes estar contenta por el hecho de que ahora hay más gente con la que discutir las cosas que te apasionan?
—No, porque les gustan las cosas incorrectas y por las razones equivocadas —responde Olivia de brazos cruzados, y Damien no hace más que reír.
A eso de la una, Damien mandó un mensaje al grupo para encontrarnos en la plaza de comidas del segundo piso, y almorzar todos juntos. Olivia estaba contenta de poder hacer una pausa para comer, y yo de poder descansar las piernas luego de todo lo que he caminado junto a la chica caimán. Luego, los tres fuimos a comprar a WcDonald's, mientras que Liz decidió comprar en una tienda diferente. Es por eso que, a pesar de tener la comida en la mesa, aún estamos esperándola a ella. Creí que Olivia sería la primera en ponerse de mal humor a causa de ello, pero no parece que sea el caso.
—Por cierto Inky, ¿Saw Boy? Es genial. Luego te prestaré los cómics para que les eches un vistazo.
—Uh… seguro. ¿De qué se trata?
—¡No le digas! —advierte Olivia—. Y tú, nunca le preguntes a Damien de que se trata algo, si es que te interesa.
—¡Oye! —se queja él.
—¿Por qué no?
—Porque él no distingue entre una sinopsis, y contarte absolútamente toda la historia, con todos sus giros y demás. Te los vende como puntos positivos sin darse cuenta de que te está arruinando la sorpresa —explica ella, y él se queda pensativo.
—¿Yo hago eso?
—¡Me contaste la trama de “Sexto Sentido” arrancando desde el final! —exclama ella, su hocico arrugado.
—Si, tiene razón, hago eso —es rápido en responder, pero no parece que le moleste—. Por cierto, ¿qué estuvieron haciendo ustedes? ¡Veo dos bolsas de compras ahí abajo!
—Yo compré la última versión de Elder King, la que viene con el contenido descargable, y lo que me faltaba de Kaiju —anuncia Olivia, más que contenta—. Y convencí a Inco de comprar una Xrox Zero usada con varios juegos.
—Fue más barata de lo que esperaba, a decir verdad —añado, aún sorprendido.
No salió ni la mitad de lo que la chaqueta que llevo puesta.
—¡Eso es genial! Pusiste Rock Ring en el combo, ¿verdad?
—¿Con quién crees que estás hablando? —sonríe confidente—. Tiene la colección completa, por supuesto.
—¡Si! —exclama con emoción, exponiendo sus puños—. ¡Luego te enseñaré todo lo que necesitas saber, y vamos a jugar hasta el amanecer! ¡Va a ser genial!
—Avisen cuando lo hagan. Extraño las sesiones de madrugada… —dice Olivia, perdida en sus pensamientos. Damien, por otro lado, parece sorprendido por sus palabras, antes de que una melancólica sonrisa se dibuje en su rostro.
—Esos eran los días —coincide él, antes de dirigirse a mi—. Cuando mis padres me regalaron la Xrox 180, cuando tenía seis años, Rock Ring 3 ODGH fue el único juego que tuve por varias semanas, y como mi cumpleaños es justo antes de las vacaciones de verano, Liv y yo nos quedabamos en mi cuarto jugando cooperativo hasta que salía el sol. Lo hicimos por varios días seguidos —recuerda el dilophosaurus, y la misma sonrisa se dibuja en el rostro de la baryonyx.
—Fue una de las mejores vacaciones de verano —musita Olivia, justo antes de que el último miembro de nuestro grupo llegue a la mesa, sentándose junto a Damien.
—¡Liz! ¡Por fin! —celebra él, y ella suspira cuando ve nuestras bandejas.
—Siento la tardanza, y les dije que podían empezar sin mí.
—Vinimos todos juntos, al menos comamos todos juntos —responde Olivia.
—¿Por qué compraste la ensalada en otro lugar? —pregunto con curiosidad—. Creí que WcDonald's también tenía menú vegetariano.
—Oh, lo tiene, creeme que lo sé —dice con mala cara, y la comisura de sus labios desciende en un gesto que he llegado a reconocer.
—Liz una vez encontró una esponja de acero en su ensalada ahí, ¡completa! Ni fibras, ni pedazos, una esponja entera —ríe Damien—. Desde entonces ha evitado comprar en Wc’s como la peste.
—Esa es ciertamente una forma de perder clientes —respondo con desagrado.
Estoy algo asqueado por la anécdota, de pronto dudando antes de dar el primer mordisco a mi hamburguesa de carne con queso, pero lo hago de todas formas porque los demás ya comenzaron a comer, y estoy realmente hambriento. No está mal, al menos, y no parece que tenga rastros de algo que no debería estar ahí.
—¿Al menos te devolvieron tu dinero?
—Si, pero no sin antes tratarme como si yo misma hubiera puesto la esponja dentro. Se ofendieron más de lo que yo estaba y debía estar —recuerda ella—. Por cierto, ¿qué hay de ustedes? —pregunta, claramente queriendo dejar esa mala experiencia atrás.
—Inco y yo estuvimos visitando varias tiendas —responde Olivia—. Conseguí algunas cosas interesantes, y él compró una consola con un gordo descuento.
—¿Una consola? —pregunta Liz, sorprendida.
—Una Xrox usada, no era muy costosa, y venía con varios juegos seleccionados por la propia Olivia —digo yo, y ella sonríe orgullosa.
—Tendrás material de calidad para pasar el rato por un tiempo. Al menos en cuestión de juegos, no conozco tus gustos en cuanto a por…
—¡Déjame detenerte justo ahí! —exclama Liz, en un tono alto, pero que no creo que haya captado la atención de los otros comensales—. Y recordarte que hay familias comiendo a nuestro alrededor. Al menos… controlate hasta que estemos los cuatro solos.
—No prometo nada —dice ella con una sonrisa pícara, y la brachiosaurus suspira.
—¿Y qué estuvieron haciendo ustedes? —pregunto con curiosidad.
—Liz quería comprobar las tiendas nuevas, y estuve siendo juez de su guardarropa otoño e invierno —dice Damien con orgullo, sin darse cuenta de que los ojos de Liz están abiertos muy grandes, y sus mejillas ardiendo con intensidad.
De hecho, no sabía que los saurios podían sonrojarse así. Eso es nuevo.
—Solo necesitaba una segunda opinión —se excusa Liz, desviando la mirada con algo de pena—. No estaba segura en cuanto a pulóveres de cuello alto y bufandas, considerando la forma de mi cuerpo, así que...
—No creo que debas preocuparte por eso, ¡te ves bien en casi cualquier cosa! —responde él como si de algo obvio se tratase.
Lo que yo no esperaba, era que en respuesta el largo cuello de mi compañera poco a poco se enrollara sobre sus hombros, casi dejando su rostro fuera de la vista. Olivia y yo ahogamos una risa, porque no parece que Damien se de cuenta de lo que acaba de provocarle a Liz mientras él sigue atacando su hamburguesa.
—Gracias, Damien. Es… lindo saber que piensas eso —dice la brachiosaurus con una timidez poco característica, escondiendo su rostro por breves segundos, y centrando su atención completamente en la ensalada después.
Tengo que admitir que me calienta el corazón ver a Liz comportándose como una doncella enamorada frente a los sinceros halagos de Damien.
Y no puedo evitar preguntarme si Noelle y yo podríamos haber sido así si las cosas hubieran sido diferentes. Si yo hubiera hecho elecciones diferentes.
…
No, pensar de esa forma es un callejón sin salida, lo que pasó pasó, y no puede remediarse. Lo mejor que puedo hacer es, con la experiencia que gané desde entonces, tomar las mejores decisiones posibles de ahora en adelante.
“Lo único que puedo recomendarte es que no pierdas la calma, piensa las cosas detenidamente, y haz una elección con la cabeza fría. De otra forma, puedes, y vas a arrepentirte, y tu vida podría enfilar en un camino que de verdad no quieres tomar.”
Las palabras de Stella están frescas en mi mente, porque no he dejado de pensar en ellas desde entonces. Dijo que estoy frente a un punto de inflexión en mi vida, que podría perder algunas cosas y, a cambio, ganar otras. Y que todo dependerá de cómo juegue mis cartas cuando llegue el momento.
¿Pero de qué momento estamos hablando? ¿Qué se supone que puedo perder, y qué podría llegar a ganar? ¿Debería confiar en esa predicción siquiera?
Olivia dice que Stella ha acertado en todo lo que ha predicho, por lo que tal vez realmente debería tener sus palabras en cuenta, aunque no crea en ellas del todo.
Pero no puedo evitar preguntarme… ¿Para qué debo prepararme?
—Rayos Inky, no puedo esperar a que juguemos partidas juntos, ¿sabes? —dice Damien, en extremo emocionado—. Vamos a completar todos los Rock Ring en cooperativo. ¡Será genial! ¡Y podemos saltar directamente al modo “legendario”! Sé que estarás a la altura —exclama alegre, y yo busco por un segundo la respuesta en la baryonyx con la mirada, quien parece captar la señal.
—Quiere decir la mayor dificultad de esos juegos —apunta Olivia, frente a un confundido Damien, a quien responde la pregunta que no llegó a hacer—. No creo que Inco esté listo para eso, no suele jugar mucho que digamos.
—Oh, solo necesita refrescar esa memoria muscular, y estaremos listos —ríe él—. Seguro que mi buen Inky pasó unas cuantas horas en Rock Ring provocando a niños de nueve años con un timbre de grito bastante alto, ¿no es así? —pregunta, y no puedo decir que realmente entienda a lo que se refiere.
—No, eh… de hecho…
—La última consola que tuvo fue una Pachystation 2 —dice Olivia, divertida, pero Damien abre los ojos bien grandes en respuesta.
—Oh, guau —alcanza a decir, y parece que le toma un momento recomponerse de la sorpresa—. De acuerdo, una Pachy 2 sigue siendo mejor que nada. Tiene Jurasskick 2, Metal Gear 3, Dragon Sphere 3, White, War God, Shadow of the Titan, Last Illusion 10, Malevolent Resident 4, ¡todos los clásicos! —apunta rápidamente.
—No jugó a absolútamente ninguno de esos —corta Olivia una vez más, y la sorpresa vuelve al rostro de Damien, multiplicada varias veces.
—¡¿Qué era lo que jugaba?!
—Juegos para niños que habían comprado mis abuelos —respondo con algo de vergüenza—. Con rompecabezas, laberintos, y… esas cosas…
No puedo evitar ponerme nervioso mientras el rostro de Damien atraviesa una multitud de emociones, pero las mismas bien podrían reducirse entre sorpresa y enojo. Son las que más veo antes de que deje con brusquedad sobre la bandeja la hamburguesa que estaba sosteniendo con ambas manos, sobresaltando a Liz, y con cara de estar listo para darme un ultimátum.
—Inco, te voy a ser sincero —dice, dando una larga y exagerada respiración profunda—. Esa es una de las cosas más inaceptables que he escuchado jamás en mi vida. Y Olivia va a respaldarme en esto.
—Super respaldado —sonríe ella—. Cuando le pregunté, tampoco podía creerlo.
Mis dos amigos parecen confabulados en este punto en particular, y en respuesta, busco apoyo en la única cara amiga que me queda, quien estaba feliz de estar fuera del tema mientras comía con gusto su ensalada. Luego de limpiarse el hocico delicadamente con una servilleta, niega con la cabeza, aguantando la risa.
—Lo siento Inco, incluso yo jugué a Jurasskick 2 en su casa con ellos.
—No puedo creer que a un amigo mío le falte tanta cultura, ¡me siento genuinamente herido! —dice él, y me cuesta saber si está exagerando, o de verdad se siente así.
—No te preocupes, le elegí varios clásicos para acompañar con su consola nueva, incluyendo Malevolent Resident 4 —añade la baryonyx, lo que parece encender una lámpara sobre la cabeza del dilophosaurus.
—Bueno, creo que eso lo decide todo. ¡Tendremos una sesión de juegos en mi casa esta noche!
—¿Qué? —preguntamos los tres al mismo tiempo.
—¡Por Dios, sí! ¡Hay que mostrarle a Inco lo que se está perdiendo! ¡Y es la excusa perfecta para tener una pijamada todos juntos después de una eternidad!
—Damien, ya no tenemos doce años, “pijamada” suena algo… —dice Olivia, no muy convencida por la expresión.
—Olivia tiene razón —coincide Liz—. Además todavía tengo que terminar una pieza para el próximo domingo, y…
—¿Tienes que regresar luego de esto? —pregunta Olivia, y Liz parece sorprendida.
Frente a las palabras de la baryonyx, la brachiosaurus se queda pensativa, exponiendo varias expresiones de duda mientras claramente se está debatiendo qué debería hacer. Supongo que su agenda es demasiado apretada, lo suficiente como para tener que considerar seriamente si puede permitirse una tarde de ocio o no.
Pero finalmente ella suspira, y le dedica a Olivia una cálida sonrisa.
—Creo que puedo hacer una excepción, al menos por hoy.
—¡Si! —exclama Damien con un puño cerrado—. ¿Qué me dices Inky? Si incluso Liz está a bordo, no creo que te vayas a salir ahora. ¿Verdad?
Considerando que mi agenda está básicamente vacía los fines de semana, no hay mucho que tenga que pensar. Tan solo debería avisar a mis padres que no volveré a casa esta noche, pero considerando que es posible que ellos tampoco lo hagan, dudo que tengan algún problema. Después de todo, me han dado bastante libertad para elegir cómo pasar mi tiempo libre en los últimos años.
—Por supuesto, no tengo nada planeado para mañana —respondo rápidamente, y Damien celebra con emoción y un volumen bastante alto, uno que llama la atención de varios comensales a nuestro alrededor.
No he tenido una pijamada con amigos desde que tenía diez, por lo que la idea suena a un cambio bastante agradable, sobre todo hoy. Las palabras de Stella todavía pesan en mi mente, pero creo que podré hacerlas a un lado y disfrutar el resto del día si es en compañía de mi nuevo grupo. De hecho, tal vez sea justo lo que necesito ahora mismo.
Notes:
Se viene una noche muy particular para los protagonistas, eso es seguro. Gracias a Martín como siempre por bancarme para corregir el texto. Espero que les esté gustando la historia, y que dejen kudos y comentarios contando qué les parece hasta ahora. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 8: El tiempo vuela cuando te diviertes
Summary:
Una noche de juegos tiene lugar, una muy particular para los cuatro amigos.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Una vez que nuestra pequeña “pijamada” estuvo decidida, Damien no perdió tiempo en liderar los preparativos y al grupo mismo, mientras que nosotros tres no podíamos hacer más que intentar seguir su ritmo. No hemos sido amigos por mucho tiempo, pero aún así, es la primera vez que he visto al dilophosaurus tan emocionado por algo.
Por suerte también, tenemos a Liz, que funciona como un cable a tierra para Damien, lo mantiene bajo control, y estoy seguro de que sin la brachiosaurus cerca, mi amigo saldría volando como un globo hacia cielos desconocidos. Ella se ocupó de que no se le fuera la mano en lo que recorríamos el mercado del centro comercial, mientras comprabamos todo lo que necesitaríamos para la cena, así como una gran variedad de snacks para mantener el hambre a raya hasta que cayera la noche. De más está decir que tanto el dilophosaurus como la baryonyx no perdieron tiempo en meter al carro casi todo lo que les entraba en gana, incluyendo su marca de papas fritas favorita.
Para las cuatro de la tarde, ya estábamos en el auto, camino hacia la residencia Payne. Casi esperaba que volviéramos al atardecer, lo que me daría la oportunidad de tomar fotos del océano desde el auto con una iluminación ideal. Tal vez no pudiera permitirme tales tomas, pero eso no me detuvo de conseguir otras igual de buenas o incluso mejores, con Olivia como mi guía. En mi cámara ahora hay casi doscientas fotografías nuevas, con varias a las que considero joyas entre ellas, como la que tomé de Damien y Liz esta mañana. Espero poder exponerlas todas durante la siguiente reunión del club de fotografía, y demostrarle a todos mis compañeros dónde está mi fuerte.
Antes de que me de cuenta, Liz ya está estacionando el sedán frente al garage de la familia Payne, y Damien es el primero en bajar para sacar la silla de ruedas del baúl, permitiendo que Olivia baje del auto mientras él va en busca de las bolsas de compras, cargando varias botellas de refresco en brazos también. Liz, Olivia y yo nos repartimos el resto de las bolsas y botellas que quedan en el baúl, y cargo también mi nueva adquisición tecnológica la cual, por cierto, pesa bastante.
—¡Por fin en casa! —exclama Damien al abrir la puerta de golpe, encendiendo las luces de la sala y dejándonos entrar mientras deja todas las botellas y bolsas sobre la mesa de la cocina—. ¡Pónganse cómodos!
—Gracias —digo mientras miro a mi alrededor con curiosidad.
Lo primero que me llama la atención es que no parece que haya nadie en casa, y puedo asegurarlo, porque sé bien cómo se siente y escucha una casa en la que no hay absolútamente nadie. ¿Tal vez los demás salieron por un momento? Ojalá no les moleste que estemos aquí el día de hoy.
—Por cierto, ¿les dijiste a tus padres sobre esto? —pregunta Liz mientras dejamos todas las cosas sobre la mesa—. No me gustaría importunar a Sophia y a Randy si tenían otros planes.
—Oh, ¿eso? ¡Despreocúpate! Vinny iba a ir al cine con sus amigos de karate y luego iba a tener su propia pijamada en casa de uno de ellos. Mamá y papá iban a aprovechar la ocasión para salir juntos, y dijeron que volverán tarde, así que tendremos la casa toda para nosotros solos, toda la noche.
—¿Dijeron a donde iban? —pregunta Olivia, curiosa.
—La respuesta de papá incluía la frase “reavivar las llamas del romance”. ¿Quieres escuchar el resto?
—Primero muerta —responde al instante con el ceño fruncido, provocando la risa de Damien—. Pero si Vinny no está, significa que podemos usar tu habitación.
—¿Por qué no nos quedamos aquí? —pregunto, extrañado.
—No quiero estar en la sala cuando la tía Sophie y el tío Randy regresen —responde Olivia—. Y créeme, tú tampoco.
—Mensaje recibido.
—Y mi habitación también es bastante grande, así que es ideal para pasar el rato los cuatro —sonríe él—. La de Olivia está ocupada con sus materiales, sería más trabajo si tuviéramos que mover todo para hacer espacio.
—Exacto —coincide la chica caimán, antes de alejarse por el pasillo en su silla—. Iré a buscar todo lo que vamos a necesitar.
—Y yo prepararé la habitación. Creo que el piso está tapado de mi ropa y la de Vinny, aparte de un montón de basura —dice Damien con una enorme sonrisa, yendo detrás de Olivia y dejándonos a Liz y a mi en la sala de estar.
—Uh… ¿Acaso olvidaron que teníamos que acomodar todo lo de las bolsas de compras? —pregunto a Liz, quien está ocupada separando todo sobre la mesa.
—¿Te sorprende? —pregunta al voltearse hacia mí, extrañada—. Olivia no es la clase de persona que se para a limpiar u ordenar, y el pensamiento dejó la mente de Damien en el momento en que dejó las bolsas sobre la mesa. Tú estás aquí, así que ayúdame y guarda las bebidas.
—¡Por supuesto! —acepto al instante, tomando dos botellas de refresco en mis brazos y dejando abierto el refrigerador, permitiendo que mi compañera brachiosaurus vaya acomodando los ingredientes que necesitan frío—. Entonces… ¿qué tienes pensado hacer hoy? —pregunto curioso, y ella no parece comprender.
—Vas a tener que elaborar un poco más —dice sin dejar de trabajar.
—Quiero decir, estaremos en casa de Damien toda la noche, solo los cuatro —digo de manera sugerente, sacándole una pequeña risa—. Solo imaginé que querrías aprovechar la ocasión de alguna forma.
—Tengo algunas ideas —sonríe ella, antes de negar con la cabeza—. Pero no creo que las vaya a poner en práctica, porque siendo que estaremos los cuatro juntos en una sola habitación… sería algo complicado.
—Para eso está el gran Inco G. Nito aquí presente, ofreciendo asistencia —digo al tomar las solapas de mi chaqueta, y ella gira los ojos.
—Aprecio la intención Inco, en serio, pero no creo que puedas llevarte a Olivia a su habitación durante la noche —dice mientras sigue organizando las cosas, incluso las que ya estaban en el refrigerador antes de que llegáramos—. No tienen esa clase de relación, al menos todavía, y… ¿Acabas de sonrojarte? —pregunta divertida, y yo no puedo evitar tragar saliva.
—En lo más mínimo —respondo al instante, abriendo el congelador para poner algunas botellas en él y, con un poco de suerte, esconder mi rostro de Liz.
—Estás mintiendo, puedo ver esas orejas muy rojas, y… —sus palabras quedan en el aire, pero entonces me volteo hacia ella, y su rostro sonriente está a apenas unos centímetros del mío—. No me resulta difícil confirmarlo.
Su cuerpo está en cuclillas frente al refrigerador, pero su cabeza está justo frente a la mía, y aunque la proximidad no parece molestarle a ella, si alcanza para ponerme nervioso a mi. Supongo que su largo cuello y su capacidad para alejar su cabeza tanto de su cuerpo sigue provocándome cierta impresión, una que me obliga a tragar saliva.
—¿Y qué me dices de tí? —intento desviar el tema, agachándome otra vez.
—¿De mi?
—¿Acaso tienen Damien y tú esa clase de relación? —digo yo, y la pregunta parece tomar desprevenida a Liz, quien ahora tiene los ojos bien abiertos.
—Eso es… privado —responde, desviando la mirada.
—Eso creí —respondo, forzando una risa.
—Estoy trabajando en eso.
—¿Qué tal fueron las cosas cuando se separaron de nosotros esta mañana?
—Paseamos, hicimos las compras juntos, nos divertimos…
—Y te acercaste un poco más a él, ¿cierto? —insisto, pero ella está mirando hacia otro lado, claramente ignorándome—. ¿Liz?
—¿Quieres traerme las otras botellas que quedan en la mesa? Estoy segura de que necesitaremos más bebidas frías cuando la cena esté lista —dice ella, y yo no puedo evitar reír mientras traigo lo que me pidió—. Gracias.
—Es solo una idea, y tal vez sea más fácil hacerlo en un cine, pero en algunas historias… las chicas suelen aprovechar una película de terror como excusa para aferrarse de repente a quien les gusta —sugiero lo que me parece una de las mejores ideas que he tenido, pero Liz tiene que ahogar una risa con una mano en su hocico.
—No puedes estar hablando en serio —dice ella, intentando contenerse.
—¿Qué? No es un mal plan —me defiendo, pero su risa no se detiene—. ¿O si?
—Por supuesto, no es malo, y estoy segura de que estuviste pensando en eso toda la noche —alcanza a decir, incapaz de dejar de reír, y yo me rindo a ser la burla de la brachiosaurus. Aún así, su risa es… agradable, me obliga a reír también, así que no puedo ni siquiera fingir enojarme—. Oh Jesús Raptor… Inco, de verdad, ¿cuántas comedias románticas has visto últimamente? —me pregunta con una sonrisa cómplice.
—Algunas —respondo, no dispuesto a elaborar, y ella niega con la cabeza.
—¿No es demasiado obvio? Quiero decir, por algo es un cliché —dice divertida, al parecer no rechazando la idea por completo.
—No veo razón por la que no funcionaría con Damien.
—Sé a lo que te refieres, pero yo…
—¡Uy, secretos!
La voz del dilophosaurus entre nosotros provoca que gritemos al mismo tiempo, con completa sincronía, yo casi cayéndome de espaldas, y la brachiosaurus tomándose del pecho con fuerza mientras su cabeza se eleva de golpe. Si, creo que tengo una cita con el cardiólogo en el futuro cercano, y al parecer no soy el único.
—¿Qué mosca les picó?
—Damien, por favor, no vuelvas a hacer eso —pide Liz, aún recuperándose.
—Oh, lo siento —se disculpa, divertido—. ¿De qué hablaban? Ya sé que son secretos, ¡pero tengo que saber!
—No eran secretos —respondo rápidamente y, viendo que mi amiga no toma la iniciativa, decido pasar a la acción—. Liz solo me comentaba que esperaba ver una película de terror esta noche.
—¿Ella qué? —pregunta, sorprendido.
—¿Yo qué? —pregunta casi por reflejo, antes de reponerse—. Quiero decir, era algo en lo que estaba pensando, si. Tal vez sería una buena oportunidad, siendo que esto técnicamente es una pijamada, y es lo que suele hacerse. ¿Verdad? Ver películas de terror, con monstruos… sangre… y esas… cosas… —dice ella, ni siquiera esforzándose por mostrar algo de emoción. Vamos, Liz, puedes hacer algo mejor que eso, estoy seguro.
—Pero Liz, tú odias las películas de terror —dice Damien, extrañado—. De hecho, odias todo lo relacionado al terror desde que Olivia puso esa película con las cucarachas gigantes, cuando éramos niños —recuenta él, y puedo ver con claridad que un escalofrío recorrió a Liz desde la punta de su cola, a lo largo de todo su cuello.
—Bueno… ya sabes lo que dicen, a veces hay que probar cosas nuevas, tal vez algo que antes odiabas ahora te gusta, y todo eso —responde con una sonrisa que, aunque sea fingida, parece convencerlo. Me alegra que haya tomado mi consejo, y viendo la enorme sonrisa de Damien, parece que fue la elección correcta.
—¡Eso es genial! —festeja él—. De ser así, tengo algunas en mente… pero creo que estaremos mejor pidiendo una recomendación directamente a Olivia. ¡Ella sabe cuales son de verdad aterradoras!
—¡Suena genial! —exclama Liz con una sonrisa, y Damien parte justo después al pasillo—. Si, genial…
—Si me lo preguntas, creo que eso salió bastante bien —me siento satisfecho con el resultado, justo antes de que una mano se posara con firmeza en mi hombro, y puedo sentir la cabeza de Liz aproximándose por el costado.
—Si mi corazón sobrevive esta noche, te juro que…
—¡Inky! Casi olvido a lo que había venido —exclama Damien al regresar, y veo que la mano de escamas turquesa desapareció, dejando una clara marca en mi chaqueta, pero la brachiosaurus está a varios pasos de distancia, centrada en el refrigerador.
No soy ningún detective, pero puede que ella no esté contenta con mi sugerencia.
—¿Qué ocurre?
—Olivia dice que traigas tu consola, que hay que configurarla antes de usarla.
—¡Seguro! Ahora mismo la llevo —acepto, y el dilophosaurus parte otra vez, dejándonos solos—. Con respecto a lo que dije antes…
—Luego hablaremos —corta ella al mirarme de reojo, y no puedo evitar sentir un escalofrío.
—Uh… seguro, claro, perfecto —digo al tomar la bolsa con la caja de la mesa, casi huyendo de mi compañera mientras cruzo el pasillo para entrar por la puerta abierta a la derecha, una puerta cargada de posters y stickers.
No tengo idea de qué esperaba, pero la habitación frente a mi grita “Damien” con todas sus fuerzas, y supongo que “Vinny” en cierta medida.
Hay una enorme litera para ambos en una esquina de la habitación, saltando a la vista que el mayor duerme en la de arriba, si el cobertor de Fortnite en la inferior es algo por lo que guiarse. Las paredes están pobladas por una gran cantidad de posters, algunos puestos encima de otros, y varios correspondientes a películas y a bandas de rock, mientras que otros claramente pertenecen a juegos actuales, los cuales atribuiría al hermano menor. Justo al lado hay un enorme armario que separa la litera de un largo escritorio esquinero con una computadora en él, con grandes parlantes a los costados.
Y frente a las camas y el escritorio de la computadora, un largo mueble en el que descansa un equipo de música, un televisor de al menos cuarenta pulgadas, una consola al lado con la forma de una torre, y dos controladores al lado. Junto a la litera y bajo la ventana hay varios pufs acomodados uno junto al otro, todos de colores diferentes, y caigo en la cuenta de que el número coincide con las personas que viven en esta casa. ¿Tal vez los usan con frecuencia?
—¿Te vas a quedar ahí parado mucho tiempo?
La voz de Olivia detrás de mí me saca de mis pensamientos. Está arrodillada en el suelo, empujando un televisor viejo sobre un mueble con ruedas, el cual deja junto al televisor del dilophosaurus. Al abrir las puertas del mueble, puedo ver otras dos consolas en su interior, con cables y controladores amontonados a su alrededor, y una gran cantidad de cajas de juegos en el estante superior.
—¿Para qué usar un televisor tan viejo cuando tienes uno más actual aquí? —pregunto curioso, y ella arquea una ceja, como si le estuviera hablando en otro idioma.
Olivia no perdió tiempo para educarme en las muchas ventajas de usar consolas viejas en televisores de tubo, más allá de “tener la experiencia prevista”. Tal parece que los juegos retro en particular trabajaban alrededor de las limitaciones de las pantallas de esa época, y es por eso que se ven mucho mejor en ellas. En lo que Damien conversaba con Liz mientras él se ocupaba de conectar mi nueva consola al televisor de pantalla plana, Olivia decidió darme una demostración en vivo y en directo, conectando una Mii cubierta de rayones, y ejecutando algo llamado “Jurasskick 2: Revolution”, supongo que parte de la saga del juego que ella eligió para mí antes.
El mismo es un juego de peleas que gráficamente parece datar de los años noventa, pero según Olivia, la versión de Mii es la definitiva, agregando un modo historia, diez personajes nuevos y la capacidad de jugar en línea. Creí que al menos podría dar pelea si elegía un personaje al azar y oprimía todas las combinaciones de botones, pero pasaron segundos antes de que mi amiga caimán barriera el piso conmigo, consiguiendo dos victorias perfectas en cuestión de segundos. Está claro que no hay un solo hueso “gamer” en mi cuerpo, pero veo el punto de Olivia cuando conecta la misma consola al televisor de Damien brevemente para probar su punto, y la diferencia es como el día y la noche. Por alguna razón, probablemente magia negra, en el televisor viejo puedo ver detalles que claramente no existen en el televisor que se supone tiene mejor definición, lo cual es algo bastante interesante.
—Genial, ¿no? —sonríe la baryonyx, mientras volvemos a la pantalla de selección.
—Si, había escuchado cosas al respecto, pero no pensé que la diferencia fuera tanta.
—Más allá de eso, no imaginé que serías tan malo, y eso que JK2 es de los más sencillos para empezar —ríe ella, y yo no puedo evitar llevarme una mano a la nuca.
—Eso es…
—De verdad, no puedo creer que perdieras una ronda en menos de diez segundos, es la primera vez que veo algo así —dice Damien, sorprendido—. Incluso Liz logró resistir veinte segundos.
—Para ser sincera, recuerdo que solo comencé a apretar botones, esperando que algo pasara —admite Liz, quien se sentó con las rodillas juntas, tocando la alfombra. Supongo que no puedes permitirte la comodidad si estás usando una falda.
—¡Y aún así lo hiciste mejor que Inco! —dice el dilophosaurus con una sonrisa que expone todos sus dientes, y un pulgar hacia arriba—. Solo te estoy molestando Inky, estoy seguro de que mejoraras en muy poco tiempo. Y… la Xrox está lista.
La pantalla plana cobra vida, exponiendo el logo en forma de X, antes de pasar a la pantalla de configuración inicial. Damien nos arroja cuatro pufs para no tener que sentarnos en la alfombra, y mientras Olivia me guía a través del proceso para dejar la consola a punto, Liz fue arrastrada por Damien a revivir los viejos tiempos en una partida de Jurasskick, una por la que ella no estaba particularmente emocionada, si me guiaba por su expresión. Si bien el dilophosaurus dijo que la brachiosaurus había durado más que yo cuando era pequeña, salta a la vista que ya no tiene el toque, porque creo que perdió las rondas en casi el mismo tiempo que yo. Al menos no soy el único con pulgares inútiles, al parecer, lo cual me hace sentir menos solo.
—Déjalo marcado para que no tengas que loguearte cada vez que la enciendes, y… listo —dice ella, cuando la consola queda en lo que supongo es la pantalla de inicio, y la chica caimán me hace entrega de los siete juegos que eligió para mí—. Elige tu veneno. ¿Con qué vas a estrenarla?
La pregunta me toma bastante desprevenido. Esperaba que Damien o ella eligieran algo, porque tengo un conocimiento casi nulo de estos títulos, más allá de sus nombres. Si voy a guiarme por las cubiertas… BOOM Immortal, Rock Ring y Malevolent Resident parecen apuestas seguras en cuanto a acción, porque ya probé que no tengo madera para Jurasskick, y no conozco los demás juegos. Me pregunto…
—Deberías sacar de ahí Malevolent, bastante seguro de que Inky ya… —dice Damien, pero sus palabras quedan en el aire, cuando parece tener una revelación—. ¡Inky no jugó Malevolent Resident 4! —su grito nos sobresalta a los tres, pero Olivia es la primera en recuperarse con una sonrisa brillante.
—No jugó a básicamente nada, así que seguro no jugó MR4. ¿Verdad?
—Conozco el nombre, y sé que han sacado películas de eso, pero no…
—¡Tiene que jugar MR4! —exclama él, sin dejarme terminar, compartiendo una sonrisa cómplice con la chica caimán.
—Definitivamente tiene que jugar MR4 —acompaña ella.
—¿Es absolútamente necesario? —pregunta Liz, con cierta duda.
—¡Por supuesto que sí! —responde Damien al instante—. ¡Es uno de los mejores juegos que puedes tener en una Xrox! ¡O en una Pachy 2! ¡O en una Mii! O en otras consolas, porque lo lanzaron en casi todas. ¡Es un clásico!
—¿Tan bueno es? —pregunto, curioso.
—Sentó las bases de lo que son los juegos de acción y terror modernos, así que sí, podrías decir que es de los buenos —responde Olivia.
—¡Y es un rito de paso! —sigue Damien—. Cuando éramos niños y traía amigos a casa, siempre poníamos a jugar al que no lo conocía. ¡Era un espectáculo!
—¿Significa que Liz también…?
—No soy… no era buena con las cosas de terror en ese entonces —dice Liz, rápida en corregirse—. No pasé del inicio del juego cuando casi supliqué volver a Jurasskick.
—Tal vez sea momento de volver a intentarlo —dice Damien—. Dijiste que tus gustos podrían haber cambiado, así que podríamos comprobarlo tanto con los juegos como con las películas —sugiere él, y puedo ver en el rostro de Liz que está lamentando cada palabra que salió de su boca hace rato.
—Es más, Inco y tú podrían hacer el rito de paso juntos —sugiere Olivia.
—¿No es un poco tarde para que yo haga un rito de paso? —responde Liz, con una ceja arqueada—. Además odiaría robarle a Inco su momento bajo el reflector.
—De hecho, no me molestaría si lo jugamos juntos, o nos turnamos —digo yo, para la sorpresa de Liz, quien ahora intenta matarme con la mirada.
Si voy a avergonzarme frente a dos expertos otra vez, no lo haré solo, y si el juego es lo que espero que sea, tal vez ayude a Liz a calentar si luego vemos una película de terror. Tanto Damien como Olivia parecen apoyar esa idea, y no pasa mucho tiempo antes de que ambos estemos sentados uno al lado del otro frente a la pantalla, con Olivia de mi lado y Damien del suyo, y yo teniendo el honor de comenzar la partida.
No debería ser complicado. He visto varios gameplays de juegos de terror por parte de JillEvilEye, y usualmente son mucho más pausados que los juegos de acción, porque lo único que buscan es sorprenderte con alguna imagen aterradora y el sonido de toda una orquesta siendo electrocutada para acompañar. A razón de ello, tengo más confianza aquí que con el juego de pelea que estábamos probando hace un momento.
¿Qué tan difícil puede ser?
—¡¿Qué se supone que tengo que hacer?!
Me duele el estómago. No puedo dejar de reír ante la desesperación de Inco, cuyo personaje está corriendo de un lado a otro, recibiendo hachazos desde todas direcciones y siendo perseguido por múltiples enemigos, uno de los cuales lleva una enorme motosierra. Tanto Damien como Livi lo están aconsejando en cada paso a dar mientras se escurre por los espacios estrechos del pueblo, para manejar sus recursos y evitar ser acorralado por el mayor peligro en pantalla, un perseguidor implacable.
—¡Usa una granada ahora! ¡Es el mejor momento! —dice Olivia.
—¡No! ¡Que use los dos cartuchos de escopeta que le quedan! —grita Damien.
—¡No tengo más granadas y…! ¡¿Por qué no puedo recargar la escopeta aquí?! —pregunta Inco, habiendo escapado al menú de pausa en donde todo está organizado en un maletín, y la forma en que todos los elementos aparecen, completamente desordenados, está a nada de desatar mi TOC.
En algún momento, Damien fue a la cocina y volvió con dos boles cargados de papas fritas, nachos con queso, y una botella de refresco, y ahora aquí estamos, haciendo del sufrimiento de Inco nuestro espectáculo. Pero viendo la sonrisa que de tanto en tanto aparece en su rostro, no creo que de verdad la esté pasando tan mal. Y al parecer tuve razón sin siquiera darme cuenta; mis gustos han cambiado, porque recuerdo todo esto de cuando era niña, y mientras que por ese entonces había sufrido la primera hora del juego en sobremanera, en la actualidad no puedo hacer más que reír, por todo lo que está pasando en pantalla, y por como se ha desarrollado la historia hasta ahora.
Leonard McKinley, un allosaurus agente secreto del gobierno de Estados Unidos, es enviado a un pueblo perdido en medio de la nada, en Europa, para salvar a la hija del presidente, quien resulta ser una pequeña roedora blanca y rubia. Sus acompañantes policías mueren bastante temprano, y el agente tiene que avanzar en soledad por un pueblo lleno de humanos violentos viviendo en medio de su porquería, y que tienen un acento bastante marcado. ¿Es racista? No estoy segura.
Pero luego de un enfrentamiento que parece durar una eternidad, una campana suena a lo lejos, todos los humanos dejan de perseguir a Inco de repente, y se retiran en la misma dirección sin darle la hora del día. El agente saurio se queda solo en medio del pueblo, preguntando al aire si todos están yendo al bingo, lo cual me obliga a llevarme una mano a la frente. Esto no puede ser en serio.
—Y oficialmente, después de seis amputaciones sorpresa de su cabeza, Inco logra superar la batalla en el pueblo —dice Damien, llevándose un montón de papas fritas a la boca—. Tengo que admitirlo Inky, no sabía que carecías de pulgares opuestos.
—Y de ojos, y de cualquier sentido de autopreservación —sigue Olivia, divertida, y el humano suspira en respuesta.
—Muy graciosos. Creí que los juegos de terror eran más… pausados, pero esto es más complicado de lo que esperaba —admite él, la sonrisa aún presente en su rostro.
—Eh, te acostumbrarás en nada —apoya él, antes de mirarme—. Y ahora, creo que es el turno de Liz para afrontar los terrores que se esconden en España.
—No hay forma de que pueda evitarlo, ¿verdad? —pregunto, no muy convencida.
—Pospusiste el rito de paso durante casi doce años, no creo que puedas hacerlo más tiempo —dice Olivia, e Inco no pierde tiempo en ofrecerme el controlador de Xrox.
Suspiro al ver que no tengo escape, y me rindo a tomar parte en la partida. Nunca había probado estos controles, pero a diferencia de los viejos, estos son bastante más cómodos. También presté atención a lo que Inco presionaba mientras jugaba, así que creo tener una buena idea de cómo se maneja todo aquí.
La historia parece avanzar más rápido desde este punto, y luego de cruzar una granja con más aldeanos, y ser perseguido por una enorme piedra como si esto fuera una película de Indy Jones, el agente se encuentra con uno de los nativos, un raptor no violento, y con un tyrannosaurus que los deja fuera de combate con muy poco esfuerzo. Para mi sorpresa, esto no es tan difícil como Inco lo estaba haciendo parecer, y entro en el ritmo de los combates sin demasiado problema. En la siguiente escena, un saurio con túnica le inyecta algo al agente mientras está inconsciente, antes de despertar encadenado al raptor, y puedo decir que estoy mínimamente interesada en lo que está ocurriendo. Media hora más pasa, y estoy de regreso al pueblo en el que tanto sufrió Inco, por lo que le ofrezco el controlador con una sonrisa satisfecha.
—Lo siento Inky, pero Liz te lleva la delantera aquí —ríe Damien.
—Estoy bastante seguro de que me ocupé de la parte más difícil por ella —se defiende él, y tanto Livi como yo reímos en respuesta.
—Nah, el pueblo suspendido en el risco es incluso más difícil por los aldeanos que arrojan dinamita, así que no tienes excusa —le dice Olivia, pero él pretende ignorarla mientras se interna de regreso en el escenario de su derrota.
—En fin, mientras Inky sigue sufriendo con MR4… ¿Estás dentro para una partida de Jurasskick 2? —pregunta Damien a Olivia, con emoción.
—Creí que nunca lo pedirías —sonríe ella—. ¿Por qué crees que traje todo esto? —pregunta, apuntando al mueble con el televisor viejo.
Damien le da un brillante pulgar arriba, y ella le pasa uno de los controladores de la Mii, mientras la pantalla de tubo regresa a la vida. La consola seguía encendida con el mismo juego, y la pantalla de selección de personajes les da la bienvenida de regreso. Viendo que ni Inco ni yo tenemos habilidad con los juegos de pelea, supongo que se espera que los dos terminemos este juego, si no es que decidimos cambiarlo por otro antes. Pero considerando lo compenetrado que está el humano en la pantalla plana, no parece que ese vaya a ser el caso. Incluso yo tengo que admitir que tengo curiosidad por saber a dónde lleva esta ridícula historia.
El tiempo pasa mientras el dilophosaurus y la baryonyx se baten en múltiples duelos de Jurasskick, y por un segundo casi puedo verlos tal y como eran de pequeños, lanzándose toda clase de pullas en lo que se destrozaban entre ellos, mientras yo veía todo desde atrás, feliz de que esos dos fueran mis amigos. Doce años después, estamos sentados en la misma habitación, y con un nuevo miembro añadido a nuestro pequeño grupo, cuya habilidad en juegos es bastante similar a la mía. Al menos gracias a él, en este aspecto en particular, ya no me siento sola. Y no pasa mucho tiempo antes de que comencemos a pasarnos el controlador cada pocos minutos, para que el otro no se aburra o pierda la práctica, algo que nos está resultando bastante bien.
Y mientras las provocaciones entre el dilophosaurus y la baryonyx escalan, el humano y yo comenzamos a discutir la historia y sus personajes hasta este punto, y me siento más tranquila al ver que no soy la única que nota el racismo en este videojuego. Supongo que es un producto de su tiempo, considerando que la situación social humano-sauria era bastante diferente hace veinte años, con una intolerancia bastante más presente. No tan complicada como lo era en los años cincuenta, pero si seguía siendo una relación bastante tensa, o al menos eso dicen los libros de historia.
Aún así, ayuda que la propia historia del juego no se tome en serio, porque las frases que suelta el protagonista en su viaje, o cuando habla con la bambiraptor gris por radio, no hacen más que provocarme una sonrisa. No se supone que sean graciosas en un ambiente tan serio, pero lo son, y parece que Inco piensa lo mismo.
—”Cursi” es la palabra que buscas —dice Inco, con completa seguridad.
—Si, no, no lo creo, porque es una pésima traducción de la expresión “campy” —respondo, de repente sintiendo deja vú—. Creo que “exagerado”, o “extravagante”, se alinea mejor con esto en particular.
—No termina de captar la esencia de lo que realmente es —niega él—. Prefiero cuando la traducción es más literal.
—Lo sé, señor “tiro largo” —digo con una pequeña risa, provocando que se voltee.
—Oye.
—Cuidado, el monstruo del agua se está acercando.
—Rayos —suelta él, retomando el juego.
—¿Cómo lo estás llevando? —pregunta Damien, sin dejar de prestar atención a la pantalla de tubo.
—La ballena es algo complicada —responde Inco, que está nadando hacia el bote tan rápido como puede—. Creo que es una ballena.
—¿Lo es? —pregunto, curiosa.
—Eh, algo parecido —dice Damien—. Intenten poner el barco siempre al costado, de esa forma, no va a tirarlos tan fácilmente.
—Perfecto —dice él, volteandose por un instante hacia los otros dos—. ¿Cómo van ustedes?
—Yo cinco, él tres —anuncia Olivia, con una sonrisa satisfecha—. Se nota que se oxidó con el tiempo.
—Apenas estoy empezando a calentar —dice Damien, y puedo sentir su espíritu competitivo arder mientras se acomoda en el puf.
Justo después de que Inco logra vencer al monstruo que nos destrozó dos veces a cada uno, tomo el celular para revisar la hora, y veo que ya son más de las seis de la tarde… no creí que hubiera pasado tanto tiempo, supongo que estaba demasiado distraída con esto. Rayos, nunca había perdido la noción del tiempo así.
Ya hay que comenzar a preparar la cena, porque no compramos pizzas ya hechas, compramos los ingredientes para prepararlas aquí porque era mucho más barato. La idea era que Olivia y yo nos encargaríamos de la comida, pero Damien y ella están tan compenetrados en Jurasskick que casi no quiero interrumpirlos. Además, quiero saber como se desarrolla el resto de este juego de “terror”, pero admitirlo en voz alta es algo… complicado, tal vez infantil, pero puede que sea la única aquí que piensa eso.
Aún así, si lo pienso bien, no tengo necesidad de hacerlo para conseguir lo que quiero. Una vez que estamos en un buen lugar para poner el juego en pausa, le pido a Inco que me acompañe, y el humano me sigue a la cocina sin que los otros dos se inmuten siquiera. Porque una vez que el marcador se equilibró, no existió nada más para ninguno, lo cual es una curiosa repetición de lo que solía ocurrir cuando éramos niños. Supongo que, en el fondo, ninguno de los dos ha cambiado.
¿Acaso yo he cambiado?
Me gustaría creer que la respuesta es “si”.
—¿Quieres que yo te ayude a cocinar? —pregunta él, aún sorprendido, mientras yo voy recogiendo lo que necesito para la masa de pizza de los gabinetes.
—¿Por qué no?
—Se me ocurren algunas razones —dice él, rascándose la nuca—. Para empezar, no sé cocinar, absolútamente nada.
—Puedes aprender —respondo rápidamente, dejando todo sobre la encimera.
—Y es una excusa perfecta para estar con Damien, aquí a solas, mientras Olivia y yo jugamos en su cuarto.
—¿Eso es una analogía? —pregunto con una ceja arqueada, y el suspira.
—No lo es —es rápido en responder, y supongo que debo actualizar mis métodos si quiero seguir sacándole buenas reacciones—. Solo digo que podrías aprovechar mejor esta oportunidad, cualquier oportunidad de pasar más tiempo con él, si… —dice, revisando el pasillo, antes de bajar más la voz—. Si lo que quieres es confesarte antes de que nos graduemos.
—Entiendo lo que dices, pero no estoy tan desesperada por tenerlo a mi lado como para interrumpirlos ahora, en medio de su partida. ¿Acaso viste como estaban? —pregunto mientras me pongo uno de los delantales color rosa de Sophia, e Inco no parece comprender—. No, supongo que no lo sabrías, siendo que no has estado por aquí mucho tiempo. Pero cuando ambos se ponen competitivos, se centran completamente en ello, y no hacen caso a nada más. Podría haber estado una hora allí parada tratando de llamar su atención, y solo me dirigirían la palabra una vez hubieran terminado. Tú, por otra parte, no eres así.
—Lo tomaré como un cumplido —acepta finalmente, mirando a su alrededor—. Entonces… ¿Qué tengo que hacer? —pregunta, y yo le arrojo otro delantal, que atrapa contra su pecho. El mismo es de color azul, con un osito en el centro.
—Primero que nada… ponte eso, y lávate las manos —le digo con una sonrisa.
Hay otra razón que no estoy mencionando para optar por Inco para ayudarme, pero no creo que haya necesidad de decirla en voz alta. Y es que es la primera vez en mucho tiempo, desde que Olivia se cerró a los demás, que la veo poco a poco recuperar la relación que solía tener con Damien.
Los dos se criaron juntos, siempre confiaron el uno en el otro para todo, y Damien nunca se rindió con Olivia cuando ella comenzó a alejarlos a todos, él siempre se esforzó por incluirla en todo lo que hacíamos. Verlos comportarse abiertamente como dos hermanos otra vez es algo que nunca hubiera esperado hasta hace unas semanas, especialmente por la forma en que estaban jugando ahora, y no quiero quitarle eso a Olivia. Después de todo lo que ha pasado, creo que se merece al menos eso.
Además, si es solo para cocinar pizzas caseras, puedo ocuparme de ello solo con mi nuevo amigo humano. Por ahora, toca preparar la masa, y mientras yo me ocupo de la mezcla de la levadura, le doy indicaciones a Inco para preparar la harina y la sal en un bol aparte. Antes de que él termine, yo ya dejé mi propio bol sellado con nylon, el cual solo necesita reposar algunos minutos antes de pasar su contenido al bol de harina.
—Por cierto —rompo el silencio que se había formado—. ¿Qué tal lo estás llevando?
—¿Podrías ser más específica?
—Llevas dos meses en Volcaldera, casi un mes en St. Hammond, y una semana en el consejo estudiantil. ¿Qué tal va la adaptación? —pregunto al apoyarme en la encimera.
—Bastante bien, si soy sincero —admite él—. Mejor de lo que esperaba, de hecho.
—Es bueno oírlo —le digo con una sonrisa—. Lamento si parece que Damien te está arrastrando de aquí para allá. Así es él, no puede evitarlo, quiere que sus amigos sean parte de todo lo que él hace, si se da la oportunidad, y al haberte involucrado con Olivia, y con el equipo de atletismo, bueno… le diste muy buenas excusas.
—Lo sé, y no es como si tuviera un problema con eso… de hecho, me alegra que lo haga —responde él, sorprendiéndome—. En mis anteriores escuelas, nunca tuve amigos especialmente cercanos, a pesar de buscar tenerlos. Supongo que, frente a los ojos de los demás, era alguien con fecha de vencimiento, un chico que desaparecería de sus vidas al cabo de un año, quizá mucho menos, así que tal vez no valía la pena invertir energías en una relación así. No puedo decir que no lo entienda.
—Inco… —musito, empatizando.
—Por eso me propuse algo el día que llegué a Volcaldera Bluffs, me propuse… que esta vez sí haría amigos, verdaderos amigos, me esforzaría por involucrarme con los demás, porque… porque este es mi último año como estudiante —me cuenta él, con una sonrisa triste, pero luego suelta una pequeña risa—. ¿Quién iba a decir que una de las primeras personas que conocería aquí sería alguien como Damien? Porque desde que él se acercó a mí el primer día, he conocido a demasiada gente gracias a sus dotes sociales, e incluso me hizo parte de su grupo de amigos. A ver, si me decías a principios de año que a un mes de haber entrado en una escuela nueva, estaría teniendo una pijamada con tres buenos amigos… no lo hubiera creído —dice él, y esta vez soy yo la que no puede evitar reír.
—Si, él tiene ese efecto en la gente, y sus “dotes sociales” como les dices son bastante extraordinarias —no puedo evitar reír por la expresión—. También iba a disculparme por arrastrarte como él, con todo el tema del consejo estudiantil, pero si dices que no te molesta… —dejo las palabras en el aire, y él niega con la cabeza.
—En lo absoluto. De hecho, en tan solo una semana, ha sido una experiencia de lo más satisfactoria —dice Inco, apoyándose en la encimera contraria—. Me ha ayudado a conocer mucha gente, y entre eso, y los otros dos clubes… no lo sé, siento que estoy camino a mejorar como persona, en muchas maneras. Y fuiste tú la que me dió ese impulso, Liz —continúa él, tomándome desprevenida—. Gracias por ello.
—Yo no hice nada, Inco —digo al cruzarme de brazos, sin poder evitar sonreír por el agradecimiento—. Solo te comenté que las cosas estaban complicadas en el consejo estudiantil, e hice una sugerencia con respecto al club de fotografía, fuiste tú el que tomó la iniciativa e hizo sus propias elecciones al respecto.
Me alegra que Inco se sienta de esa forma, pero no puedo evitar sentir cierta culpa en el fondo por lo que nunca podré decirle, sobre lo que ocurrió con su entrada para el concurso Nuevos Inicios. Pero no puedo dejar que eso se note, es algo que él nunca debe saber, así que deberé acostumbrarme a lidiar con este molesto sentimiento hasta que termine el año escolar. Luego, no importará, tengo que recordar eso.
—Me gustaría pensar que habría tomado las mismas decisiones si no hubiera sido por tí, o por Damien, pero lo veo bastante dudoso.
—Date un poco más de crédito, ¿quieres? —digo antes de voltearme ligeramente a mi bol, viendo que la levadura ya está en su punto—. Ya podemos pasar a ocuparnos de la masa. Ven aquí a darme una mano.
Y sin necesidad de nada más, Inco se pone a mi lado, solícito. Con su ayuda, no será difícil preparar la cena, e incluso podrá aprender a hacer esto por sí mismo. Supongo que, en algún punto, estoy buscando compensarlo por lo que hice mal, lo que Olivia y yo hicimos mal. ¿Acaso Livi se sentirá de la misma forma? Ojalá que no.
Solo espero que este sentimiento desaparezca lo antes posible.
Gracias a las instrucciones de Liz, creo que estoy entendiendo como funciona toda esta cosa que la gente suele llamar “cocinar”, al menos en parte. Porque estoy bastante seguro de que, cuando intente hacerlo por mi cuenta, voy a estar enviándole mensajes a mi amiga de cuello largo para asegurarme de estar haciendo las cosas bien. Claro, podría buscar como hacer esto en internet, tal y como he hecho con… básicamente todas las dudas que he tenido desde que tengo memoria, pero tener la asistencia personal de alguien es algo bastante diferente, incluso podría decir que me da paz.
Y algo de dolor también.
—Vamos Inco, ¡con un poco más de fuerza! —me anima Liz, quien está haciendo lo mismo a mi lado.
Supuestamente hay que amasar los bollos durante veinte minutos, los cuales se están volviendo eternos mientras uso músculos que no suelo trabajar… básicamente todos.
—Oh dios, los brazos me están matando —digo con cansancio, sin detenerme, y Liz ríe en respuesta.
—¿De verdad? ¿Eso es todo lo que el buen Inco puede dar?
—Dame un respiro, estuve cargando con la bolsa de la Xrox buena parte del día.
—Si, creo que la responsabilidad de eso es toda tuya.
—Olivia me hizo el favor de conseguir un descuento con su amiga, no quería desaprovecharlo.
—Y mientras más cosas juegues, más temas de conversación tendrás con ella.
—No es esa la razón por la que la compré.
—Como tu digas —dice ella y su sonrisa no desaparece, porque claramente no va a escuchar a razones en cuanto a este tema.
—Por cierto… ¿Qué hay de tí? ¿Qué tal la pasaron con Damien? —Decido ir a la ofensiva, en respuesta a su provocación—. Evitaste el tema cuando hablamos hace rato, pero quiero imaginar que aprovechaste bien el tiempo que tuvieron juntos.
—De acuerdo, está bien, si quieres detalles… —dice ella, dejando las palabras en el aire mientras mira hacia arriba, sin dejar de amasar—. Estuvimos visitando las tiendas de ropa nuevas, más que nada. Yo conseguí un bonito pullover de cuello alto y color crema, y antes de que hagas la pregunta, no, no cubre todo el cuello —aclara, y yo no puedo evitar reír—. Damien por su lado consiguió una chaqueta marrón bastante abrigada para el invierno, y estaba muy contento.
—Si, claro, pero… ¿Hubo alguna clase de avance? —insisto, y ella se queda pensativa—. Digo, quiero imaginar que usaste ese tiempo para… acortar distancias.
—Con respecto a la masa, lo que debes hacer es…
—Oh, vamos —suelto exasperado, dando vuelta el bollo con un golpe para seguir amasando—. No creo que haya ido tan mal, ¡los dos estaban contentos! ¡Saltaba a la vista!
—Si, la pasamos bien, de eso no hay duda.
—¿Entonces? —Empujo una vez más, sin respuesta—. No me digas que te acobardaste…
—¿Por quién me tomas?
—No lo estás negando.
—Yo… —comienza a decir, pero tarda más de lo que esperaba en completar la idea—. Solo estoy dándole tiempo a las cosas.
—¿Cuántos años llevas “dándole tiempo a las cosas”?
—Más de los que me gustaría admitir. ¿Estás contento? —responde de repente, su sonrisa desapareciendo sin rastro.
—¿Por qué habría de estarlo? —pregunto, y ella gira los ojos antes de seguir trabajando—. Hay algo en lo que he estado pensado, desde que me dijiste lo que planeabas hacer antes de graduarnos.
—Dispara.
—¿Por qué esperar hasta entonces? Sé que no tengo ningún derecho a hablar, considerando que no somos amigos desde hace mucho, pero creí que asegurarte de que eres la persona más importante en su vida sería una prioridad —apunto, curioso—. A lo que voy es… ¿No crees que hay posibilidades de que otras chicas lo vean como una posible pareja, y vayan por él antes de que hagas tu movimiento?
—Mira, Damien es alguien fácil de aproximar. Es amigable, lindo, atlético… por supuesto que otras chicas ya le echaron el ojo, desde hace años —dice como si de algo obvio se tratase, lo cual solo me provoca más preguntas.
—¿Y eso no te preocupa? O dicho de otra forma…¿Qué tal si alguien más te lo arrebata antes de la graduación?
—Eso no va a pasar.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —pregunto, pero lo único que recibo en respuesta es un asomo de sonrisa, apenas notable—. ¿Acaso hiciste algo?
—Si, Inco, hice algo, manipulé a todas las mujeres en el instituto para que no tuvieran ningún interés en él, como seguramente imaginarás.
—¿Lo hiciste?
—¿Sabes lo que es el sarcasmo?
—Claro que lo sé. ¿Lo hiciste? —empujo otra vez, y ella me mantiene la mirada por un breve momento, antes de que una divertida sonrisa se forme en sus labios.
—Digamos que un rumor comenzó a circular en determinados círculos, sobre cómo Damien Payne y yo teníamos una relación, pero como nuestros padres no la aprobaban, la habíamos estado ocultando todo este tiempo. Que estemos juntos durante el almuerzo siempre solo alimenta ese rumor.
—¿Y nadie le ha preguntado a él si esos rumores son ciertos?
—Claro que lo han hecho, y por supuesto, él de seguro lo ha negado en cada ocasión. Pero esa es la magia del asunto, cualquiera pensará que lo niega para que esos rumores no lleguen a nuestros padres, no porque de verdad sea una mentira —explica ella, y a pesar de que para mi es un plan lleno de huecos viniendo de alguien que no parece dejar nada al azar, supongo que hasta ahora ha funcionado.
—¿Y tú hiciste circular los rumores? —pregunto, y solo recibo un melodioso tarareo de su parte en respuesta—. Sin ofender Liz, pero no me pareces la clase de chica que pueda poner eso en marcha sola.
—No hay ofensa, porque tienes razón. Tal vez estás de verdad empezando a conocerme —dice ella, divertida—. Jenine Hartmann me dió una mano con eso, en noveno año. Ella es básicamente la amiga de todos, así que no tuvo dificultades para que esa historia comenzara a circular en muy poco tiempo.
—¿Ustedes son amigas? —pregunto sorprendido, no esperando que el nombre de la presidenta del club de fotografía entrara en la conversación.
—¿Tal vez? —pregunta al aire, más para ella que para mí—. Creo que conocidas con una buena relación sería una mejor elección de palabras.
—Entonces tú se lo pediste, y ella solo lo hizo, por el bien de su corazón —digo con una ceja arqueada—. Me parece algo difícil de creer.
—Puede, puede que haya prometido dedicar un presupuesto… generoso, al club de fotografía, pero solo si su amiga y presidenta en ese momento exponía que su club estaba nutriendo a sus integrantes, dando resultados tangibles, y yo hablaría bien de ellos. Jenine se ocupó de eso, y la presidenta expuso todo el trabajo que los integrantes de su club hacían, el como un mejor presupuesto facilitaría sus actividades, y el consejo estudiantil quedó satisfecho. Fue aprobado en poco tiempo.
—¿Ya eras tesorera en ese entonces?
—No, de eso se ocupaba Alma, quien se graduó ese mismo año. Éramos seis en total, y yo era “encargada de asuntos generales”, mientras que Ben tenía el puesto que ahora ocupas tú.
—¿Qué tal lo hacía?
—Tenía cierta dificultad para tratar con la gente en un principio, eso lo recuerdo, pero no tardó mucho tiempo en mejorar. Supongo que el club de teatro, al que comenzó a asistir ese mismo año, le ayudó con su manera de expresarse —explica ella, antes de que su expresión se agríe ligeramente—. Claro, ahí también conoció lo que considero uno de los mayores incordios en St. Hammond, pero nada puede ser perfecto.
—Cierto, dijiste que Ben y Mia se conocieron en el club de teatro en noveno año —digo al recordar, aún curioso por eso—. ¿Cómo es que empezaron a salir?
—Si tuviera que adivinar, diría que Ben quedó fuertemente flechado por ella, Mia pensó que podía aprovecharse de él, y antes de que se dieran cuenta, pasaron más de tres años. Y ahí siguen, diciéndose cosas dulces por teléfono, o en vivo y en directo —dice ella, y yo recuerdo un momento en la semana en que Mia se sentó junto a Ben, abrazándolo con un brazo mientras él trabajaba y ella revisaba su celular.
—Supongo que hay parejas… particulares, en todas partes. Sin importar cómo hubieran empezado, al menos tienen algo bueno ahora, ¿no lo crees? —razono yo.
Liz asiente, pero no parece convencida del todo, supongo que porque su relación con Mia es complicada, aunque no creo que lo sea tanto como la mía con el demonio rojo.
Y entonces noto algo por el rabillo del ojo, apenas volteando, sin dejar de amasar.
La cola de Liz está… ¿Apuntando hacia arriba? Es cierto, ella hace eso cuando está concentrada en algo, y supongo que está centrada en preparar las pizzas porque mientras hace su trabajo, también está vigilando de tanto en tanto el mío, y corrigiéndome si no estoy haciendo las cosas bien. Lo cual es justo, considerando que esto es lo primero que intento cocinar en mi vida. Pero el asunto de la cola es algo que me ha llamado la atención, en muchos de mis compañeros que he llegado a conocer.
La de Olivia suele mantenerse estática detrás de la silla de ruedas, solo moviéndose cuando ella está pintando, cuando hay comida implicada, o cuando la usa para dar un latigazo si está enojada. La de Damien, por otro lado, siempre está en movimiento, y ese movimiento solo se multiplica cuando está feliz. A Ben no lo he visto moverla ni una sola vez, y Mia solo la ha movido para apuntar las filosas púas en ella contra mi cuello.
No puedo evitar preguntarme si las diferencias están solo limitadas a la personalidad de los saurios, o también a su especie. Considerando que siempre he vivido en zonas de población mayoritariamente humana, supongo que nunca me paré a pensar en ello.
—¿Una moneda por tus pensamientos? —dice Liz con una mirada interrogante, y solo entonces caigo en la cuenta de lo que estaba haciendo.
—Yo… eh… —tartamudeo sin poder evitarlo, antes de centrarme completamente en la masa frente a mi—. Lo siento, creo que me distraje.
—Si, tenías la mirada bastante fija, en un punto en particular —dice ella, y yo siento toda la sangre subir a mis mejillas. Por supuesto que lo notaría.
—¡No estaba mirando! —me defiendo al instante, sorprendiéndola, porque lo dije más alto de lo que pretendía—. Quiero decir, si lo estaba, pero no era…
—No te preocupes, está bien, no es que me moleste —dice mientras vuelve a su trabajo, con una sonrisa, y yo respiro tranquilo al ver que no hay un malentendido que aclarar—. Estoy bastante orgullosa de mi trasero, después de todo.
—¡No era eso! ¡Era tu cola! —digo al instante, no dispuesto a permitir que ella me vea de mala manera, pero su mirada llena de confusión me dice que tal vez provoqué exactamente eso mismo.
—¿Mi cola? —pregunta con una ceja arqueada, y ahora mismo me gustaría saber qué cosas están bien o mal vistas entre saurios.
—¡Lo siento! ¡Olvida lo que dije! —suplico, amasando con más fuerza, pero Liz no se está moviendo. Siento su mirada quemándome, bajo un opresivo silencio.
—¿Mi cola? —pregunta otra vez, incrédula—. ¿Cómo que mi cola?
Supongo que debo explicarme de la mejor forma posible, para evitar que esto escale a un malentendido mayor. Esa tiene que ser la mejor opción… ¿Verdad?
—Solo noté que… cuando estás concentrada en algo, como hace un momento, tu cola siempre está apuntando hacia arriba, sin moverse. De la misma forma que cuando estamos en el salón del consejo, cuando estás trabajando en la computadora. Solo me llamó la atención que es así incluso con algo tan simple como esto, eso es todo —respondo rápidamente pero, viendo como la mirada de Liz no está cambiando, tengo la sensación de que me estoy hundiendo con cada palabra que sale de mi boca—. Por favor, no me dejes en silencio ahora —suplico otra vez, y lo único que obtengo es una risa incómoda por parte de mi amiga.
—Si, creo que eso me tomó desprevenida… un poco.
—Lo siento.
—No tienes por qué. De hecho, eso es más… inocente de lo que esperaba. Tal vez incluso lindo, si no lo hubieras hecho tan extraño —admite ella, y siento que el corazón me va a explotar de la vergüenza—. Y sé que tengo una cola adorable, así que lo entiendo —dice con confianza mientras vuelve a trabajar.
Si, eso es todo, ya no puedo con esto.
—Creo que iré a ver cómo están las cosas en la habitación —doy mis excusas y voy a retirarme, cuando su largo cuello me detiene, como una cuerda de terciopelo contra mi pecho. Ni su cuerpo ni su cabeza se han movido de lugar.
—Alto ahí, Inco —dice ella, con un tono tranquilo—. Olvídate de ellos, tú tienes que ayudarme aquí.
—No creo que pueda hacerlo ahora mismo —digo al retroceder, manos en alto.
—Si mover mi cola ayuda, puedo hacer eso.
—No era lo que quería decir —respondo rápidamente, y ella ahoga una risa.
—Lo sé, pero es muy fácil molestarte, y tus reacciones son perfectas —dice apenas volteándose hacia mi, antes de volver a lo suyo—. Ah si, y necesito que me ayudes a cocinar, así que lo siento, vas a estar aquí conmigo un buen rato más.
—¿Hay posibilidad de que olvides todo lo que dije en los últimos minutos, al menos? —pregunto, con un atisbo de esperanza, y ella me mantiene la mirada por breves instantes, con una amplia sonrisa, antes de volver a la masa.
—Nnnnnnop —sentencia finalmente, y yo no puedo evitar suspirar mientras regreso al trabajo.
Santo cielo, esto no podría ser más incómodo aunque lo intentara.
—¿Está bien así? —pregunto, recuperando el ritmo, y ella me ve por un momento antes de asentir—. Perfecto.
—Por cierto... no me dijiste cómo están yendo las cosas con Olivia —dice ella, y yo no puedo más que agradecer por el cambio de tema, por más que sepa exactamente a dónde quiere enfilarlo.
—Bastante bien, supongo. Ella se ha vuelto más… cálida últimamente. Es muy diferente a la actitud que tenía conmigo cuando nos conocimos.
—Me alegra oírlo —dice ella, antes de voltearse ligeramente hacia mi—. ¿Estás pensando en invitarla a salir?
Y ahí está.
—No estoy enamorado de ella.
—Eso dijiste. ¿Vas a invitarla a salir?
—No lo dejarás ir, ¿verdad?
—Cuando estábamos yendo al centro comercial, te quedaste mirándola un buen rato, con tus ojitos llenos de estrellas… no creas que no lo noté, a través de tus lentes.
—Estaba distraído.
—¿Cómo ahora? —pregunta, y yo no puedo evitar detenerme, antes de intentar retomar el ritmo—. ¿Acaso su cola no es tan adorable?
Oh dios.
—¿La masa está bien así?
—Y… ahora estás esquivando las preguntas.
—Si, lo aprendí de ti, Liz.
—Buena respuesta —dice ella, divertida, antes de voltear ligeramente hacia mi—. Por cierto, sé que estabas tratando de tener cuidado porque tu ropa es de marca, y una bastante cara, peeeero tienes algo de harina.
Mi corazón da un vuelco. Creí que había tenido cuidado todo este tiempo, pero supongo que con esta clase de trabajos estar inmaculado resulta imposible. Dejo las manos en el aire, tan apartadas de mi cuerpo como sea posible mientras busco con la mirada, cerca del delantal, en los costados, en los brazos…
—Maldición. ¿En dónde?
—Aquí.
La punta de su dedo me roza la nariz y yo retrocedo con sorpresa, antes de caer en la cuenta de lo que está pasando, mientras veo su creciente sonrisa. Oh, vamos.
—Caíste.
—Muy graciosa —digo cuando estoy acercando el brazo para limpiar mi nariz, casi por reflejo, y por suerte me doy cuenta de lo estoy por hacer antes de hacerlo—. Quiero que sepas que mi venganza será terrible.
—Oh, Inco… —dice con un tono lleno de ternura, frunciendo los labios—. No lo será, porque no hay forma de que puedas llevar una venganza a cabo.
—Eso no lo sabes —digo al seguir amasando.
—Eres demasiado predecible, y demasiado bueno, ambas cosas te vuelven físicamente incapaz de vengarte de alguien.
—Tal vez —dejo mis palabras en el aire, antes de darle una mirada confidente—. Y tal vez, en su lugar, podría usar esos juegos de palabras que tanto te gustan.
—Todo menos eso —dice divertida y, luego de un momento de silencio, sus ojos se centran en mí otra vez—. En serio, todo menos eso.
—No me pruebes, Liz. No sabes de lo que soy capaz.
—Tampoco quiero averiguarlo —responde, ahogando una risa.
Al cabo de un rato de trabajar juntos, la incomodidad que yo mismo traje a la mesa desaparece poco a poco, y Liz no parece tener problema en dejar ir el asunto. Gracias al cielo, porque no sé cómo podría mirarla a la cara el resto de la noche de otra forma.
Una vez que estiramos la masa en cuatro pizzeras, la dejamos descansar unos minutos mientras seguimos platicando sobre el trabajo que nos espera durante la semana en el consejo estudiantil, y yo voy tomando nota. El martes, por ejemplo, hay una reunión con dos clubes justo al terminar las clases, para decidir quién va a utilizar el armario del gimnasio, y de seguro Ben me necesitará ahí con él. Mientras tanto, Liz se encargará de todo el papeleo pendiente, y Mia… hará lo que sea que ella haga con su cargo, supongo. No puedo decir que esté particularmente interesado en ello.
Habiendo dejado las prepizzas por unos minutos en el horno, Liz y yo sacamos todo lo que necesitamos de la nevera, y preparamos según sus instrucciones una especial vegetariana para ella, y tres delicias cargadas de salchichas y pepperoni para nosotros. Una vez todo esté en el horno, no pasará mucho tiempo antes de que la cena esté lista, por lo que una vez dejamos todo listo y nos quitamos los delantales, regresamos al cuarto con los otros dos. Pero al llegar, una visión de terror me recibe, parada sobre la cabeza de Olivia como si fuera la cosa más normal del mundo.
—¡Una rata! —suelto un repentino grito, y Liz apoya sus manos contra mi espalda para evitar que caiga, mientras todos los ojos en la habitación se centran en mí, y la mirada de Damien se llena de terror al ponerse de pie.
—¡¿Dónde?! —pregunta al mirar en todas direcciones, antes de centrarse en la rata sobre la chica caimán—. Oh, te refieres al pequeñín. Él está bien.
—¿Lo está? —pregunto mientras Damien se sienta otra vez, y Olivia rie.
—Su nombre es Guts —dice al acariciarlo con su garra—. Guts, te presento a Inco. Inco te presento a Guts.
—Uh… ¿Mucho gusto? —pregunto, sin comprender exactamente por qué la presencia de una rata aquí no es algo por lo que haya que perder la cabeza.
Aunque otra vez, todos aquí son saurios, y yo humano. ¿Tal vez tiene que ver con la barrera cultural entre especies? Una cosa más a tener en cuenta. Como sea, parece que “Guts” es más que bienvenido aquí, así que debería acostumbrarme a la idea.
Solo espero que “Guts” se mantenga lejos de mi comida, al menos.
—¿Cómo va el contador? —pregunta Liz mientras ambos nos sentamos otra vez.
—Quince a trece —responde Olivia, orgullosa.
—Ella dice que no ha tocado el juego desde hace años, pero viendo cómo está manejando los personajes, estoy bastante seguro de que eso es una mentira.
—Que tú te hayas oxidado no lo hace una mentira.
—Tal vez debería ponerme a practicar otra vez —dice Damien, sorprendiendo a Olivia—. Oye, si estás adentro, yo lo estoy.
—Voy a pensarlo —responde ella, no cometida, pero puedo ver que está satisfecha con la sugerencia de Damien.
Una vez en posición, Liz y yo retomamos el juego en donde lo dejamos, y me toma un momento volver a acostumbrarme a los botones. Imagine que ella querría hacer cualquier otra cosa una vez se diera la oportunidad, como ahora que estamos esperando por la comida, pero parece que yo no soy el único que está disfrutando esto. La noche ha caído en el juego, está lloviendo, y el agente tiene que enfrentar aldeanos cuya cabeza ahora se vuelve una masa de carne y ojos con un filoso tentáculo. Por suerte, el arsenal que hemos conseguido hasta ahora es suficiente para lidiar con ellos.
En tanto, también escucho los gritos frustrados de Olivia, porque parece que Damien empieza a ganar terreno contra ella. Supongo que está comenzando a recuperar la práctica, porque si me guío por lo que estoy escuchando, la está poniendo contra las cuerdas, y al ver la pantalla noto la poca salud que le queda a su personaje.
—Vamos Livi, tú fuiste la que dijo que podías contra Gural. ¿A dónde se fue toda esa confianza? —provoca él, y puedo ver a la chica caimán apretando los dientes.
—¡Suerte de principiante! —niega ella—. Voy a tener que ponerme seria.
—¡Haz lo peor que puedas, Hotwheels! —exclama él, y por un momento Olivia emite sonidos extraños, antes de ser capaz de formar una frase coherente.
—¡Ci-cierra el pico!
—¡Ja! ¡Sigue siendo tu punto débil! —exclama Damien, mientras las pulsaciones de botones se aceleran en un instante, ninguno de los dos dispuesto a perder.
—¿Hotwheels? —pregunto, extrañado.
—¡Tú no escuchaste nada! —responde ella al instante.
—Es el pasado oscuro de Olivia, el apodo que se puso cuando íbamos al arcade en el centro de pequeños —es Damien quien se ocupa de despejar mi duda—. Durante mucho tiempo circuló la leyenda de que Hotwheels, una chica en silla de ruedas, podía patearte el trasero jugando en el gabinete de Jurasskick más antiguo del arcade.
—Bastante segura de que tú hiciste circular esa leyenda.
—Eh, lo importante es que circulaba, y muchos iban ahí solo para enfrentarte. ¡Eras una celebridad! —exclama él, emocionado, y puedo ver un asomo de sonrisa en ella.
—Y tú organizabas a la gente en una fila para que me enfrentaran.
—Alguien tenía que ser tu representante.
—Si… —acepta ella, sin dejar de dar pelea en pantalla—. Esos eran los días…
—¿Pensando en volver a reclamar tu título? —pregunta Liz, divertida.
—Nah… por ese tiempo casi respiraba Jurasskick, lo vivía, era todo en lo que pensaba de la mañana a la noche. Ahora mismo, mis prioridades son otras, y debería hacer como tú. Debería centrarme en mi objetivo, en el plan a futuro.
—¿El cuál es? —pregunto yo, curioso.
—Asegurarme de que viviré de mi arte cuando termine la secundaria, que el año que entra podré conseguir dinero y un lugar para vivir —comenta ella y, de repente, uno de los personajes en la pantalla de tubo se queda inmovil, quedando vendido a la arremetida de ataques que desaparecen casi media barra de su vida en un segundo—. Oye, espero que no me lo estés dejando fa…
—¿Vas a irte el año que entra? ¿A otro lugar?
La baryonyx parece tomada por sorpresa ante el interrogante, frente a la mirada preocupada del dilophosaurus, mientras busca las palabras para responderle.
—Ese es el plan, si.
—Pero… sí sabes que puedes quedarte con nosotros tanto tiempo como quieras. ¿Cierto? Y si quieres tu propio lugar, podrías vivir en tu propia casa, aquí junto. El tío nunca viene, así que sería literalmente tu propia casa, para ti sola, y estaríamos aquí junto, si nos necesitas, cruzando la cerca —dice Damien rápidamente, y puedo ver en el rostro de Olivia sus emociones en conflicto.
—Lo sé, Damien. Y seguramente la tía Sophie y el tío Randy no tendrían problema en ayudarme cuanto tiempo lo necesite, pero no quiero que lo hagan. Quiero poder valerme por mí misma, sin apoyarme ni depender de nadie más.
—¿Y es necesario que te alejes de nosotros para eso?
Su pregunta provoca que la chica caimán se quede con la boca abierta, incapaz de responder, mientras la banda sonora de su juego llena el incómodo silencio.
Creo que entiendo cómo se siente Damien, considerando la condición de Olivia. Él no quiere que ella esté sola, quiere que tenga gente cerca de la que pueda depender para lo que necesite, especialmente él. Después de todo, Damien siempre se ha esforzado para incluirla en todo, para que se relacione con los demás. Y el hecho de que ella vaya a tomar su propio camino el año que entra, alejándose de las personas que la han considerado parte de su familia toda la vida… supongo que es algo difícil de aceptar.
Aunque, como nunca he tenido familia que la que preocuparme, más allá de mis padres, me cuesta comprender del todo sus sentimientos.
—Perdón, no era mi intención agriar el ambiente —dice Damien, llevándose una mano a la nuca—. Si es lo que decidiste, entonces estaremos contigo, todo el camino —alienta él, con una cálida sonrisa, una que a Olivia le cuesta corresponder.
—Gracias…
—Oigan, ¿quieren ver algo durante la comida? —pregunta Liz, intentando cambiar el tema—. Si hay alguna película que quieran ver, sería una buena oportunidad.
—Oh si, Damien dijo que querías ver algo de terror —recuerda Olivia—. Se me ocurren algunas, si crees que puedes tolerarlas.
—De hecho, creo que quiero tomar pasos pequeños con respecto a ello. Ya tomé parte en el rito de paso, y por hoy, creo que eso es más que suficiente —dice ella, claramente no preparada para saltar de un juego de terror a una película de terror.
—De acuerdo… —responde su amiga, pensativa—. Uno de mis mangas favoritos acaba de recibir una adaptación. Hay tres o cuatro capítulos, pero estaría bien verlos durante la comida, como si fueran una película.
—¿Hablas de Kaiju? —pregunta Damien, sus volantes elevándose ligeramente—. Oh, he querido echarle un vistazo desde que salió, pero aún no he tenido el tiempo.
Gracias al cielo, la sonrisa de Damien regresó. Admito que ver su optimismo restaurado es algo que me relaja, porque verlo con el ceño fruncido solo se siente… mal.
—Entonces está decidido —dice Olivia, antes de sostener correctamente el controlador—. Pero antes, tienes que intentar igualar el marcador. No voy a permitir que me dejes una victoria fácil.
—Como si fuera a hacer eso —dice él mientras vuelven a la pantalla de selección, y yo casi suspiro con alivio.
Al final, para cuando las pizzas estuvieron listas, su marcador quedó empatado quince a quince, pero su mirada decía que esto no había terminado, y la batalla seguiría una vez hubiéramos cenado. Por nuestra parte, Liz y yo logramos avanzar aunque fuera un poco hasta conseguir la llave de la iglesia, la que hipotéticamente nos permitirá rescatar a la hija del presidente, pero dudo que el juego vaya a terminar todavía.
Una vez preparamos todo para comer en los sillones frente al televisor del living, y las tablas de madera con pizza estuvieron sobre la mesa ratona, Olivia se ocupó de poner en Netsticks “Kaiju Type.H”, un anime cuyos valores de producción han de haber sido bastante altos, si me guío por la animación en la preview que muestra la aplicación. Pero por ahora estoy más centrado en la delicia de queso y carne en mis manos, la cual casi se deshace en mi boca. No esperaba que salieran perfectas, pero la masa está bien hecha, y los ingredientes son de muy buena calidad. Por suerte, esta ambrosía de dioses parece ser un éxito con los demás también.
Mientras todos comemos, en la televisión carga el primer episodio de la serie que Olivia y Damien querían ver, y no pasa mucho tiempo antes de que me sumerja en la historia. La misma va de Franz, un sycosaurus en sus treintas que se gana la vida limpiando el campo de batalla después de que todas las peleas emocionantes contra los monstruos gigantes ya han tenido lugar, mientras sueña con trabajar venciendo monstruos él mismo algún día. Pero un accidente ocurre, él cobra la capacidad de convertirse en uno de esos odiados monstruos, y ahora debe enfrentar a las criaturas más peligrosas que amenazan al planeta, mientras él mismo está en el punto de mira de la organización para la que solía trabajar. Sus torpes intentos por llevar una doble vida mientras salva al mundo e intenta que las personas cercanas a él no se enteren de lo que realmente es resultan en una historia bastante atrapante.
En algún momento, entre toda esta emoción mientras vemos a Franz superar los retos que se le presentan, discutiendo sus divertidas reacciones y cuestionables acciones, una idea se me ocurre, o más bien, un recuerdo olvidado. El confort de un cálido hogar, rodeado de personas a las que aprecio, pasando el rato juntos sin que importe nada más… es como tener una verdadera familia, una sensación que conozco de algún punto de mi vida, hace muchos años, una que no he tenido en demasiado tiempo. Y tras esa calidez, una tristeza me invade en lo profundo de mi ser, porque mi corazón anhela algo que probablemente no conseguirá fuera de estas cuatro paredes.
Una hora y media pasa en un abrir y cerrar de ojos cuando los créditos del cuarto y último capítulo disponible corren en pantalla, y mientras Damien corre a la habitación, y Olivia repta hacia ella, Liz y yo compartimos una mirada confidente, mientras levantamos todas las cosas para lavar. Entre los dos, no tardamos mucho tiempo en dejar la sala y la cocina impecables, antes de regresar a la habitación y encontrar que los otros dos están en una batalla encarnizada cuyo resultado debe decidirse hoy. En tanto, nosotros dos tomamos lugar en nuestros dos pufs contra la cama, para tener un mejor punto para recostarnos mientras nuestra aventura continúa.
Una vez el agente allosaurus rescata a la roedora blanca de la iglesia, sus intentos por escapar resultan infructuosos por causa del culto que lo controla todo, y ambos deben cooperar para sortear situaciones imposibles. El controlador cambia de manos entre los dos de manera constante mientras el escenario transiciona del pueblo a un castillo de la era victoriana, donde el culto secuestra a la hija del presidente una vez más, y el allosaurus hace equipo con una raptora en vestido rojo, alguien a quien parece conocer de antes, para llegar hasta la isla en donde tienen aprisionada a la chica.
En algún momento, Damien se quedó durmiendo en su puf, roncando con fuerza, y Olivia aprovechó para seguir practicando contra la computadora, porque al parecer el marcador quedó empatado veinticinco a veinticinco, y eso es algo que ella no tiene pensado permitir. Los tres nos quedamos platicando un buen rato mientras jugamos, hasta que a nuestra amiga caimán también le sobreviene el sueño, y se acomoda en su propio puf para dormir, diciendo que podemos seguir si así lo deseamos.
Parece que la brachiosaurus y yo pensamos lo mismo, porque ella me pide comprobar que tanto nos queda del juego, y luego de una pequeña búsqueda en YouSnoot, aparentemente faltan dos horas para llegar al final. Es casi la una de la mañana, pero ninguno de los dos quiere dejar la partida en este punto, por lo que decidimos seguir adelante hasta terminarla. Ya habrá tiempo para dormir luego.
—¿Y qué te gusta en particular? —pregunto, siguiendo la conversación.
—Si tuviera que elegir… —dice ella, dejando las palabras en el aire mientras elimina a uno de los soldados cultistas de un tiro con el rifle—. Dos cosas. Primero que nada, las animaciones de recarga. Por ejemplo, la de este rifle… ¿Ves? Salta a la vista que hubo mucho trabajo en esa animación, y en el sonido. Casi me parece un arma de verdad, y nunca he visto un rifle en la vida real. Creo que es un gran logro.
—Si, creo que entiendo a lo que te refieres. ¿Y la segunda?
—La capacidad de ordenar todo en el maletín, por supuesto —admite ella, y a mi se me escapa una risa.
Es cierto, después de cenar los dos descubrimos que todo el contenido en el maletín se podía organizar en cualquier momento, lo cual dio como resultado que Liz comenzara a chequear que todo estuviera bien ordenado cada media hora. Tengo que admitir que esa es una característica que también aprecio, es bastante satisfactoria.
—A decir verdad, no esperaba que esa clase de cosas te llamaran la atención.
—No sé si es algo normal dentro del medio, tal vez lo sea y estoy haciendo grande algo común, así que tómalo de alguien que no suele jugar videojuegos —dice ella, antes de quedarse pensativa—. O tal vez simplemente soy rara, esa también suena como una buena apuesta.
—Nah, es algo que yo también estoy disfrutando.
—Entonces puede que ambos seamos raros. ¿No lo crees? —pregunta al voltearse ligeramente hacia mi, y yo no puedo evitar sonreir.
—Tal vez tengas razón —admito, cuando veo que su cabeza decayó por un instante, antes de volver a su lugar otra vez—. ¿Tienes sueño?
—No tanto, pero como de seguro has notado, tengo un cuello bastante largo —sonríe ella—. Mantenerlo sobre mi cuerpo todo el día hace que me canse un poco.
—¿Por qué no lo acomodas todo sobre la cama de Vinny, y solo mantienes la cabeza? —pregunto, apuntando a la cama detrás de nosotros.
—Mmm… —alcanzo a escuchar en su garganta, mientras parece considerar la idea—. ¿Sabes qué? Tienes razón. Dame un momento.
Después de poner el juego en pausa, procede a mover su cuello bajo la litera de Damien, dejándolo reposar con delicadeza sobre el cobertor del hermano menor. Tengo que admitir, la forma en que todo se mueve, me da la imagen de una enorme anaconda, lo cual me causa cierta impresión. ¿Acaso estoy asustado de Liz? No, eso no es correcto, decir que estoy asustado de su cuello sería más preciso.
—De acuerdo, creo que con eso basta —dice ella, satisfecha, mientras el resto de su cuerpo se relaja en el puf, y su cabeza termina sobre él.
Pero parece que algo no termina de convencerla, cuando la veo mover su cabeza.
—¿Hay algún problema?
—No tanto, pero… —deja sus palabras en el aire, al parecer insegura de decirlas.
—Dime, ¿qué ocurre?
—¿Te molestaría si apoyo mi cabeza en tu hombro?
Me toma un momento procesar las palabras que acabo de escuchar, antes de ser capaz de poder emitir sonido alguno.
—¿Disculpa?
—No hay problema si te molesta, solo que es incómodo poner solo mi cabeza sobre mi cuerpo para seguir viendo la pantalla, y también es incómodo desde los otros lugares que se me ocurre usar. Tu hombro parece un buen soporte para mi cabeza.
¿Eso fue un cumplido? ¿Es algo normal para los saurios de cuello largo hacer eso?
Dios, tengo que sacarme las dudas con respecto a su cultura lo antes posible.
—Uh… por supuesto, no es que tenga problema —digo, aún inseguro, pero Liz procede sin dar mayor importancia al asunto.
En un segundo, ella está reposando sobre mi hombro, su cabeza casi pegada a la mía, resultando en una sensación bastante extraña por el roce de la piel con las escamas. Al menos a ella no parece molestarle mientras reanuda la partida, pero al cabo de unos minutos mi amiga parece pensar en algo más, y ahora su cabeza está… sobre la mía.
—Así es más cómodo. ¿Te molesta?
No, en lo absoluto, solo se siente muy extraño sentir las vibraciones de tu garganta directamente contra mi nuca. Pero nunca podría decir algo así.
—Para nada, si estás cómoda, puedes quedarte así.
—Gracias Inco —dice ella, y un agradable silencio se abre entre nosotros, mientras seguimos pasando el controlador entre los dos para seguir jugando.
—Por cierto, imagino que notaste cómo están durmiendo los otros dos… —digo, dejando la idea en el aire, pero Liz ni siquiera mueve la cabeza.
—Si, lo noté mientras me acomodaba —admite ella.
En algún momento, Olivia se deslizó de su puf hacia el de Damien, y ahora está durmiendo casi sobre él, quien sigue roncando. Imaginé que Liz de seguro sentiría celos de tal escena, pero no parece que el pensamiento haya cruzado su cabeza.
—Imagino que quieres saber por qué no me molesta —adivina ella, y de repente temo que el contacto le permita leer mis pensamientos, antes de razonar que esa es una idea ridícula. Espero que lo sea.
—La verdad si, porque creo que en tu lugar yo estaría… un poco celoso.
—Es comprensible —acepta ella—. Y probablemente me sentiría así si cualquier otra mujer intentara lo mismo, pero con Olivia…
—¿No es así? —pregunto, curioso.
—Los dos son básicamente hermanos —dice ella—. Tal vez cuando íbamos en tercer grado podría haber estado algo celosa, y fue un tiempo en que me pegué demasiado a Damien a causa de eso. Pero una vez entendí que ellos nunca se verían de otra manera que no fuera como familia, supongo que me relajé.
—Ya veo —digo, contemplativo, mientras me pasa el controlador.
—De hecho, había una cosa que yo quería preguntarte, si no te molesta —dice ella, mientras entro al ritmo del juego de nueva cuenta.
—Espero que no sea algo sobre mi relación con Olivia otra vez.
—No lo es.
—Entonces dime.
—¿Qué te impulsó a unirte al club de atletismo? —pregunta ella, tomándome desprevenido.
—Te lo dije, fue por lo que habíamos hablado con Olivia y Damien el lunes, y Victoria me convenció cuando…
—No, lo que quiero decir es… —me interrumpe ella, buscando las palabras—. Podrías haber llegado hasta fin de año sin hacer nada más que lo necesario, bastaría con asistir regularmente a educación física para mantenerte en forma. Entiendo por qué entraste al consejo estudiantil, y por qué entraste a fotografía. ¿Pero por qué atletismo? ¿Qué te impulsó? —pregunta ella, genuinamente curiosa.
—Supongo que… quiero ser alguien mejor —respondo al cabo de un momento—. Desde que llegué a St. Hammond me di cuenta de dos cosas: la primera, que mi estado físico era bastante lamentable, incluso si me comparaba a otros humanos, y la segunda, es que no sabía ni de cerca tanto de fotografía como yo creía. Ambos clubes sonaban como la opción correcta desde el momento en que supe de ellos, y considerando todo lo que he visto hasta ahora, toda la gente que he conocido, y las amistades que he formado, creo que hice bien en unirme.
—¿A pesar de que ahora estás en la mira de Mia? —pregunta ella, y yo suspiro.
—¿Damien?
—Damien.
—Si, debí imaginarlo.
—¿Vas a arriesgarte a seguir cerca de ella? ¿De verdad vale la pena?
—No quiero hacerme a un lado por miedo —digo, mientras mi personaje en pantalla dispara contra otra de esas criaturas que pueden regenerarse—. Ya lo hice muchas veces antes, y siento que si me descuido un segundo, si cedo apenas un poco, lo haré otra vez. Algunas veces fue el miedo a fracasar, otras veces el miedo al rechazo, y ésta vez el miedo tomó la forma de una chica sauria con chaqueta de cuero y púas muy afiladas —apunto, lo cual le saca una pequeña risa a Liz—. Siempre es el miedo, de una forma u otra, y quiero enfrentarlo, al menos esta vez. Quiero vivir haciendo lo que realmente quiero, eligiendo lo que me importa.
—¿Pero que tal si resulta que solo pierdes el tiempo? Si llegas a fin de año, y sucede que no conseguiste nada de lo que querías, cuando podrías haber estado usando ese tiempo para algo más seguro… —me pregunta ella, deteniéndose por un segundo—. Sé que no debería decir esto, no cuando nos estás ayudando tanto en el consejo estudiantil, pero a mí estar en el consejo me servirá especialmente cuando termine el año escolar, mientras que tú podrías sacar mejor provecho de ese tiempo centrándote en el club de fotografía, haciendo cursos que te ayuden a profundizar en el conocimiento de esa área. Si tienes un objetivo claro, podrás hacer un mejor uso de tu tiempo, y estoy segura de que no tendrás ningún arrepentimiento si lo haces.
—No dudo que esa sea una manera efectiva para tí, Liz, pero para mí… es diferente. Porque a razón de elegir hacer algo por lo que normalmente nunca habría optado, como participar del consejo estudiantil, otras puertas se abrieron, puertas a otros caminos que quiero seguir, porque en cada uno de ellos hay algo importante para mi. Y sé que si sigo recorriéndolos creceré como persona, en más de un sentido… o al menos eso espero —digo al reír—. Me gustaría que así ocurriera, supongo.
Liz solo hace un sonido con su garganta en confirmación de que me escuchó, pero no retoma el tema, y supongo que está razonando lo que dije mientras seguimos jugando. Comprensible, incluso yo apenas lo entiendo, pero creo que logré poner mis sentimientos en palabras bastante bien, y me gustaría que ella los entendiera, por más que no los comparta, ya que los dos tenemos visiones diferentes de la vida, de cómo conseguir lo que queremos de ella.
Luego de un rato, ella toma el control otra vez, y viendo que los dos protagonistas lograron librarse del parásito en su interior, parece que lo único que queda es enfrentar al líder del culto en una batalla final. Los dos entonces comenzamos a discutir las mejoras que deberíamos comprar para las armas, considerando que no nos queda demasiada munición después de todo lo que hemos pasado. Y es solo ahora que descubrimos que, si mejoramos la capacidad de un arma, recibimos un cargador gratis con ella. No podemos parar de reír por el hecho de que nos estamos enterando de esto casi al final de la historia, y aunque Liz intenta ahogar su risa con la boca cerrada, si puedo sentir las vibraciones de su cuello por el contacto.
Es algo extraño, definitivamente lo es, pero aún así, por más extraño que se sienta…
Es una sensación agradable.
¿Qué hora es?
Creo que me desperté antes de que sonara la alarma, porque no veo la luz del sol colándose por la ventana. De hecho, no siento que mi cuerpo esté en una posición horizontal, y al mirar hacia arriba… un techo desconocido.
¿Dónde estoy?
Un problema de tener un cuello tan largo es que, estando aún medio dormida, no tengo completa consciencia de dónde está mi cabeza y el resto de mi cuerpo. Es cierto, me quedé en casa de Damien, en su habitación. Creo que me quedé sentada en el puf frente a la cama, y… espera un momento, ¿sobre dónde está mi cabeza?
En la oscuridad encuentro la respuesta, pues en el tenue reflejo del televisor de tubo veo mi cabeza sobre la de Inco, quien está profundamente dormido a pesar de ello. No solo eso, está profundamente dormido a pesar de que casi me salí de mi puf para aferrarme a él, mis manos en sus hombros, y la mayor parte de mi cuello rodeándonos a ambos, en lo que bien podría ser una suerte de capullo. Supongo que hacía más frío de lo que creía, porque parece que terminé buscando la fuente de calor más cercana… y los humanos tienen sangre caliente por naturaleza. Maldición.
Es una suerte que no lo haya presionado estando dormida, porque podría haberlo asfixiado sin darme cuenta, y tendría dos cosas de las qué avergonzarme. La forma en la que me aferré a él… no es la más adecuada para una dama, después de todo.
Poco a poco desenredo mi cuello, evitando despertarlo, y me alejo lentamente para acomodarme en mi propio puf una vez más, no sin antes tomar un cobertor de la cama de Damien, porque estoy sintiendo el frío que me llevó a hacer eso estando dormida en primer lugar. Estoy a punto de abrigarme yo sola, pero al ver a Inco completamente al descubierto me siento un poco culpable, y termino extendiendo el cobertor sobre él también. Es lo mínimo que puedo hacer por un amigo, después de todo, y…
…
Un amigo.
Siento una calidez en el pecho cuando el pensamiento se presenta, mientras llevo otro cobertor para tapar a Damien y a Olivia con mi hocico, y una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras dejo mi cabeza reposar sobre la cama de Vinny. Es cierto, Inco ha sido un gran amigo para mí, para Damien y para Olivia. Me es difícil de creer que lo hayamos conocido hace apenas un mes, y se haya vuelto una parte tan grande de nuestras vidas en tan poco tiempo. También me es difícil de creer que sea capaz de elegir hacer lo que desea con tanta libertad, cuando recuerdo lo que hablamos antes.
“Porque a razón de elegir hacer algo por lo que normalmente nunca habría optado, como participar del consejo estudiantil, otras puertas se abrieron, puertas a otros caminos que quiero seguir, porque en cada uno de ellos hay algo importante para mi.”
Puertas que te llevan a otros caminos…
Supongo que es por eso que sus palabras calaron tan profundo en mí, porque básicamente está haciendo lo que yo he estado evitando todo este tiempo, abrir cualquier otra puerta que no me llevara al camino que predispuse. Por eso ni siquiera consideré formar parte del club de pintura, porque sabía que cualquier cosa que pudiera aprender ahí podría aprenderla mediante profesores o mediante tutoriales en internet. Nunca pensé en el peso que podía tener interactuar con otras personas en esas actividades, creando nuevas amistades mediante ellas, porque tenía la certeza de que no me darían un impulso extra en el camino que había elegido para mi futuro.
Pero Inco decidió que quería invertir su tiempo de esta forma, y simplemente lo hizo. No tuvo que sopesar las implicaciones de usar su tiempo en determinadas actividades, de elegir cuidadosamente lo que debía hacer para pavimentar su camino hacia el futuro. Solo tomó parte en el consejo sin más, se metió en esos dos clubes, y comenzó a mejorar sus habilidades, a conocer gente nueva, a forjar nuevas amistades.
¿Estoy…?
¿Estoy celosa de eso? ¿Es eso lo que estoy sintiendo?
No, eso no puede ser cierto…
Pero supongo que aceptarlo me está resultando más difícil de lo que creía, y no puedo evitar sonreír por lo ridículo de estos sentimientos mientras lo veo, profundamente dormido, como si no tuviera una sola preocupación en su calva cabeza.
—Eres extraño —musito en la oscuridad.
En Damien doy por hecho la impulsividad, no fue extraño cuando en noveno año vino conmigo y con Livi para decirnos que se había inscrito en tres clubes de deportes, pero Inco no es así. Es la clase de persona que va a lo seguro, que no suele salir de su zona de confort si puede evitarlo, y es por eso que su accionar en la última semana llama tanto mi atención. Solo bastó que yo le dijera que necesitaba ayuda en el consejo para que se postulara, alcanzó con que Victoria sugiriera que podría mejorar su físico para que entrara al equipo, y solo tuvo que ver el club de fotografía para saber que quería ser parte de él. Ha sido… honesto con sus deseos a pesar de que su personalidad lo invita a hacer todo lo contrario, y está buscando mejorar varios aspectos de su vida.
¿Por qué yo no puedo hacer lo mismo?
Suspiro con pesadumbre al considerarlo. Siempre he priorizado el plan, usando todo mi tiempo disponible de la mejor forma posible para acercarme a mis objetivos, por mi futuro, por el de Damien, por nuestro futuro juntos como familia. No puedo desviarme de mis objetivos, y elegir hacer otras cosas, a pesar de que me interesen, sería perder tiempo que podría ser mejor utilizado para el plan, siempre lo he sabido. Aún lo sé.
Y aún así… estoy dudando. ¿Qué es lo que quiero hacer?
Inco pudo hacerse esa pregunta a sí mismo, la respondió, y actuó en consecuencia, sin importar nada más. ¿Puedo acaso permitirme eso? Y si lo hiciera, ¿qué haría?
…
¿Qué es lo que yo quiero hacer?
Si no lo pienso demasiado, si aparto el plan por tan solo un segundo, la respuesta llega sola a mi mente, sin necesidad de que la busque. Porque son mis deseos más puros.
Quiero correr, quiero correr tal y como lo veo correr a Damien, junto a todos los demás en el equipo de atletismo. Quiero aprender a bailar… quiero poder bailar algo más que vals antes de la graduación, para poder sorprenderlo a él, y que bailemos juntos toda la noche. Quiero… visitar ese campo otra vez, el campo de lavandas del jardín botánico que mis padres y yo visitamos cuando yo era pequeña. Siempre he querido volver, pero lo he postergado durante tanto tiempo porque no me podía… no quería permitirme un solo día para ello. Incluso ahora, que estoy aquí, sigo pensando que deberé volver a casa lo antes posible para terminar con mi última pintura, para presentar en la galería Red Door el domingo que viene. Mi agenda está demasiado ocupada, y mi tiempo en extremo limitado, pero si no hago todo esto ahora…
¿Entonces cuándo?
Solo ahora me doy cuenta de que, todo este tiempo, mis ojos no se despegaron de Inco. Estoy buscando en él una respuesta que no puedo encontrar en el espejo, en un humano que llegó a mi vida hace tan solo unas semanas, en alguien que apenas conozco. ¿Por qué siento la necesidad de buscar la respuesta en él, que no tiene las cosas mucho más claras que yo?
…
¿Es por que es diferente?
¿O porque siento que es igual?
Igual a mí…
No lo sé, y en la oscuridad de esta habitación, con él dormido profundamente, dudo que vaya a encontrar la respuesta. Lo que sí sé, lo que puedo asegurar, es que acabo de darme cuenta de que he estado postergando todo lo que quiero hacer, todo lo que me interesa, por lo que debería hacer. Pero el día de hoy no lo hice, y eso me llevó a pasar una noche junto a todos mis amigos en la que reí como hace mucho no lo hacía.
Y quiero más que eso.
Es el pensamiento que me acompaña mientras acomodo mi cabeza de costado y buena parte de mi cuello a lo largo de la cama de Vinny, antes de caer dormida no mucho después, con una nueva y recién encontrada determinación en mi corazón.
Quiero esto. De eso estoy segura.
Notes:
Muchas cosas pueden pasar y cambiar en una sola noche. Mil disculpas por la tardanza, estuve ocupado con otro proyecto por unas semanas, pero ahora debería poder concentrar toda mi atención acá, y los siguientes capítulos van a salir un poco más rápido. Espero que les haya gustado este, y que el largo haya compensado la espera. Dejen kudos y comentarios, y cuentenme qué les parece la historia hasta ahora, y si hay algo en lo que piensan que podría mejorar. Dicho esto, ¡hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 9: Las aves del mismo plumaje vuelan juntas
Summary:
Inco empieza a informarse de las diferencias culturales entre especies.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
[10/10 18:08] Liz: Llamada perdida.
[10/10 18:11] Liz: Llamada perdida.
[10/10 18:12] Liz: Llamada perdida.
[10/10 18:14] Liz: Respóndeme.
Apenas alcanzo a ver los mensajes por arriba en la pantalla de inicio del celular, antes de dejarlo caer en el cesto de ropa sucia, para apoyarme en el lavabo. Tengo que limpiarlo, las manchas en eso y… todo lo demás. El celular aún vibrando, y mi propia respiración agitada, son los únicos sonidos que se oyen en el cuarto de baño, iluminado por la luz del sol de atardecer que se cuela por la ventana de cristal nublado.
No quiero responder. No voy a responder.
Estoy más concentrado en quitarme mi chaqueta con el mayor de los cuidados, y mi brazo escuece con cada movimiento. Sé que debería haber ido al hospital, pero si lo hiciera tendría que explicarle a mis padres lo que ocurrió, y no quiero hacerlo. Solo tengo que ocuparme del problema yo mismo, no puede ser tan difícil…
La manga de la chaqueta casi quedó pegada a mi brazo derecho por la presión que estaba haciendo sobre él, y no pierdo tiempo en ponerlo en el lavamanos para dejar correr agua fría en la herida. El contacto me hace gemir por el dolor mientras uso la otra mano para fregar con jabón, quitándome la suciedad que pudiera haber, y usando una toalla roja para secarme. Sé que esto solo va a empeorar.
Escucho el celular vibrar desde el cesto, pero sigo ignorándolo, no puedo ocuparme de eso ahora. Mis manos tiemblan mientras rebusco entre el botiquín, y varias botellas y frascos se caen dentro del lavamanos en el proceso, mientras sostengo el alcohol en mi mano izquierda. Va a ser horrible, pero si la herida se infecta, y tengo que ir al hospital de todas formas, esto habrá sido por nada, y tendré que enfrentar la situación.
No quiero hacerlo. Yo no hice nada malo.
Y al bajar la mirada, luego de lavar el brazo… ahí está, completamente a la vista con lujo y detalle, y por suerte la sangre ya ha dejado de correr. Pero ver la herida con tanta claridad hace que una revelación me caiga encima como un balde de agua helada.
Nada ha cambiado. Yo no he cambiado.
¿Por qué creí que esta vez las cosas serían diferentes?
Bueno, parece que no me equivocaba… son peores.
Pero no es mi culpa, yo soy la víctima aquí.
No es mi culpa… yo no hice nada malo.
—Rayos…
Dejo que el alcohol corra sobre la herida y aprieto los dientes con fuerza, lágrimas surgiendo sin que pueda evitarlo. Una vez listo, pongo gasas arriba y presiono mientras rodeo todo mi brazo con cinta de papel. El trabajo es un desastre, sé que lo es, pero será suficiente para evitar una visita al doctor. O al menos eso espero.
Una vez termino el tratamiento, acomodo todas las cosas que se me cayeron devuelta en el botiquín, antes de tomar del mismo tres tabletas de ibuprofeno, las cuales trago con agua directa del grifo. Al cerrar la puerta del botiquín, el espejo me devuelve la mirada, y puedo ver mis labios temblando. Solo entonces noto que ya no tengo mis lentes puestos. ¿Los habré perdido en el camino de regreso? Tal vez. No estoy seguro.
Después de todo lo que ocurrió hoy, supongo que el siguiente paso es cambiar de escuela, y volver a empezar. No creo que tenga dificultades para transferirme al instituto Volcano, que queda casi a la misma distancia de casa. Solo le diré a mis padres que St. Hammond no está funcionando para mí, y simplemente lo aprobarán, sin preguntar por qué. No les importa, después de todo, no dirán nada al respecto.
…
Pensaré las cosas con detenimiento mañana, mientras tanto tengo que ocuparme de la evidencia. Y el solo pensamiento casi hace que me ría. Evidencia… suena como si de verdad fuera culpable de algo en todo esto, pero no lo soy. ¡No lo soy! No lo soy…
Mis fuerzas van menguando mientras me apoyo contra la puerta, y voy bajando hasta quedar sentado en el suelo. Ya no puedo con esto. Quiero cerrar mis ojos con fuerza, cubrir mis oídos, e ignorar el escenario a mi alrededor, pero eso no hará que desaparezca la herida bajo los vendajes, sin importar cuánto lo intente.
Un fuerte dolor escala por mi garganta, siento que me falta el aire, y alcanzo a dar dos bocanadas forzadas antes de que las lágrimas empiecen a correr libremente. Aprieto los dientes con fuerza y friego mis ojos con el brazo desnudo, intentando secarlas, hacerlas desaparecer, pero vuelven a surgir sin importar lo que haga.
No van a detenerse.
Y mientras tanto… el teléfono sigue vibrando en el cesto de ropa sucia.
Estoy completamente solo, otra vez, abandonado a estos horribles sentimientos que no desaparecen. Todo fue un error, desde el principio, y ahora lo único que me queda es una sola opción: huir sin mirar atrás. Abrazo mis rodillas y hundo la cabeza en ellas, en un intento de escapar de una realidad que no quiero enfrentar.
Estoy solo.
Y el teléfono sigue sonando.
No dejará de sonar.
Pero yo no voy a responder.
Luego del sábado que pasé junto con mis amigos, y un domingo en el que dormí la mayor parte del día, el lunes llegó antes de que me hubiera dado cuenta. La alarma me arranca de mi profundo sueño y me quedo sentado al borde de la cama, reuniendo todas mis fuerzas para empezar el día.
Después de algunas semanas, siento que estoy comenzando a acostumbrarme a mi nueva rutina. Me levanto temprano, visto mi atuendo usual, y bajo a la cocina para desayunar un café con cinco de azúcar y galletas de arroz saborizadas que conseguí en la tienda que me recomendó Liz. La semana pasada, cuando le comenté a Victoria que no comía nada antes de venir a la escuela, ella no podía creer el hecho de que me enfrentara a la clase del entrenador Solly con el estómago vacío, y me recomendó con mucha insistencia no volver a hacerlo.
“Escucha novato, sé que los humanos tienen una anatomía diferente, pero todos necesitamos tener algo en el estómago, sobre todo si vamos a hacer deporte.”
Fueron las palabras exactas de la raptor roja. Supongo que tiene razón, y no me cuesta mucho levantarme unos minutos antes para preparar algo tan simple como un café con algo sólido, si con eso prevengo la posibilidad de descompensarme en educación física. Aún así, no es que vaya a hacer más sencilla la clase de Solly, eso es seguro.
Mientras bebo el café, estoy a punto de buscar videos de JillEvilEye, para saber si ha jugado Malevolent Resident en su canal, y ver como son el resto de los juegos, pero me detengo al caer en la cuenta de que todavía no he buscado algo más importante de lo que me volví consciente el sábado pasado: no sé nada sobre dinos.
Mis interacciones con Liz, Damien y Olivia han dejado eso bastante claro. No sé cuales son sus costumbres, qué comportamientos son propios de mis amigos o de los saurios en general, qué cosas puedes decirle a alguien con libertad y cuáles se considerarían un crimen de odio. No puedo seguir sin tener esta información, porque tal vez Liz no se haya tomado a mal lo que dije mientras cocinábamos, pero nada me asegura que será así la próxima vez que diga lo que estoy pensando en voz alta. Y con ese pensamiento en mente, decido hacer lo que hago siempre que tengo cualquier pregunta sobre cualquier tema: buscarlo en Gruugle.
“Costumbres saurias.”
“Costumbres saurias diferentes de las humanas.”
“Costumbres saurias compartidas con humanos.”
“Puntos comunes entre saurios y humanos.”
“Diferencias culturales entre saurios y humanos.”
“Principales diferencias culturales entre saurios y humanos.”
Mmm… hay demasiada información, y muchos puntos se contradicen a lo largo de cada resultado. Dependiendo de donde busques, decirle a alguien que tiene buenos cuernos o un hocico ancho puede ser un cumplido, o el peor insulto que se te podría llegar a ocurrir. Las costumbres también difieren entre cada respuesta, algunas parecen particulares a ciertas especies, pero también parecen variar dependiendo de la religión o de la clase social. Y aquí surge otro problema… ¿Qué respuestas son de humanos y qué respuestas son de saurios? Casi nadie aquí lo indica, lo que hace que la selección de información sea bastante más complicada. No parece que vaya a llegar a ninguna parte en esta búsqueda por mi cuenta, pero entonces tengo una idea brillante: conozco a alguien que sí podría responder estas dudas sin ninguna dificultad.
Solo espero no estar despertándola a esta hora, mientras me muevo a la app de Lime.
[30/9 6:51] Inco: Buenos días Lunara, lamento molestarte tan temprano. Quería saber si podría tener una palabra contigo antes de que empiecen las clases.
[30/9 6:52] Luni: ¡Inky! :D Buenos días para tí también, es raro que me mandes mensajes, sobre todo a esta hora :O ¿Pasó algo?
[30/9 6:53] Inco: Nada grave, solo que había algunas cosas que quería preguntarte en persona. Si no es mucha molestia, claro.
[30/9 6:55] Luni: ¡Para nada! Te veo en la entrada del lado del estacionamiento a las ocho menos cuarto. ¿Te parece bien?
[30/9 6:55] Inco: Perfecto, muchísimas gracias. Te veo ahí.
[30/9 6:56] Luni: Cuando quieras ;)
Bueno, parece que ella al menos está dispuesta a escucharme, y no desperdiciaré la oportunidad. Tengo que aprender tanto como pueda de la cultura sauria para evitar sufrir una situación embarazosa como la del sábado. Y viendo que ya casi son las siete, no pierdo tiempo en terminar de desayunar para calzarme la mochila al hombro y salir de casa camino a la estación de metro.
El viaje transcurre sin mayores acontecimientos mientras sigo repasando la conversación que tuve con Lunara en el celular, haciendo nota mental de todo lo que debo preguntar, todas las dudas que van surgiendo, y no me toma mucho tiempo razonar que tal vez debería escribir esto. Para cuando las puertas se abren en mi destino, me doy cuenta de que anoté al menos treinta ítems que se me ocurrieron en el camino. Con un poco de suerte, podré despejar todas esas dudas el día de hoy.
Al bajar recorro el breve trecho entre la estación y la escuela como es usual, y reviso el celular para confirmar que estoy llegando a tiempo al encuentro con mi compañera. Estando frente a la fachada de la escuela, no entro por la puerta principal, sino que voy por el costado en dirección al estacionamiento, doblando en la esquina.
Y ahí está ella, tal y como prometió, frente a la puerta lateral. La bambiraptor blanca está luciendo un precioso vestido azul de una pieza, su cabello negro suelto y adornado con un pequeño broche en forma de margarita. Está revisando su celular hasta que levanta la vista, sus ojos avellana me encuentran, y una sonrisa se dibuja en su rostro. Tengo que admitir, es una sonrisa cautivadora, una que me gustaría fotografiar otra vez algún día.
—¡Inky! —Me saludó agitando su mano mientras me acercaba—. ¿Qué tal tu fin de semana?
—Bastante bien, lo pasé con mis amigos. ¿Qué hay de tí?
—Fuí a una fiesta con Kiara el sábado a la noche, y ayer… dormí como un tronco la mitad del día, y estudié la otra mitad. Tenía bastantes tareas pendientes —rió ella, mientras se acomodaba el cabello—. Dime, ¿de qué querías hablar?
—Cierto, déjame explicarte…
Me esfuerzo por resumir rápidamente mi problema, dado el hecho de que no falta mucho tiempo para que suene la campana, y esto es algo que de verdad necesito saber. Con un poco de suerte, ella no tendrá problema en responder mis dudas.
—A ver si lo entendí… —dijo ella, con un dedo en su mentón—. ¿Quiéres saber qué cosas están aceptadas o no socialmente entre saurios, y entre saurios y humanos?
—Creo que eso lo resume bastante bien, si. Antes de venir a Volcaldera, nunca viví en una zona de concentración mayormente saurica, así que nunca he tenido la oportunidad de aprender sus costumbres. De hecho, vine aquí el día del fin de verano, sin saber que la escuela estaría cerrada —confesé, provocandole una pequeña risa.
—Entiendo a lo que vas. Si, lo que busques en la internet estará inherentemente contaminado con preconcepciones por parte humana, y hay cosas que si bien pueden ser aceptables entre ciertas especies, hay otras muy particulares que deben evitarse a toda costa. Es algo complicado, a decir verdad —admitió ella, pensativa.
—No es… una pregunta extraña, ¿verdad?
—En lo absoluto. De hecho, es todo lo contrario. Creo que es normal tener esas preguntas incluso al día de hoy, considerando que es solo en las últimas décadas que nuestras especies de verdad han empezado a integrarse, pero no ha sido un proceso equilibrado —explicó ella—. La situación social en los años ochenta seguía siendo complicada, con una segregación racial bastante presente en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Toma como ejemplo el nacimiento de híbridos entre saurios y humanos: hace tan solo cincuenta años la sola idea se consideraba tabú, pero en los últimos años los censos han dejado en evidencia que al menos el cero coma seis por ciento de la población en Estados Unidos es híbrida, lo cual era impensable antes.
—No suena a un número demasiado alto, si me lo preguntas.
—Que el número exista ya es algo increíble de por sí. Claro, no es algo que vayas a notar a simple vista, porque a pesar de ser híbridos, los rasgos saurios normalmente predominan por sobre los humanos, sin importar la especie. Al día de hoy no se ha registrado un caso de una mujer sauria o humana con una pareja de la otra especie dando a luz a un hijo de características mayoritariamente humanas, pero nada indica que eso no podría ocurrir —dijo ella, claramente emocionada, antes de calmarse—. Lo siento, creo que me fui por las nubes.
—No, descuida, está bien. Es… un tema interesante, a decir verdad.
—Gracias por complacerme —sonrió ella—. Pero imagino que la razón por la que viniste a mi es porque estoy en el club de artes culturales, y es más fácil preguntarme sobre esto porque conozco bien los puntos de contacto entre ambas culturas, y los puntos en los que difieren. ¿Verdad?
—No podría haberlo dicho mejor —admití, sorprendido—. ¿Entonces…?
—Claro, te daré una mano con eso —aceptó ella, y yo suspiré con alivio. Esa será una preocupación menos en mi cabeza.
—No sabes cuanto te lo agradezco.
—Pero… —cortó ella, su dedo índice en alto—. Nunca dije que lo haría gratis —añadió la bambiraptor, lo cual no me sorprende. Quiero decir, estoy robándole parte de su tiempo con este favor, no es raro que deba compensarlo.
—Entiendo, tienes razón, fue rudo asumirlo de mi parte. ¿Cuánto…? —Voy a preguntar, pero ella arquea una ceja, antes de suspirar audiblemente.
—Inco, no te estoy pidiendo dinero —me interrumpe, antes de cruzarse de brazos, pensativa—. Aunque… si he tenido un gran antojo de helado fresa últimamente.
—¿Helado de fresa?
—Así es —respondió, y me quedo esperando a que continúe por un breve momento, hasta que ella da un pequeño y cansado suspiro, antes de seguir—. Hay una heladería a dos calles de aquí, y estaré libre el jueves en la tarde, después del club.
Espera, por la forma en que lo dice… no puede querer decir que…
—¿Te refieres a…?
—Creo que es un pago justo por información que te ayudará a evitar malentendidos en el futuro —me interrumpió ella una vez más—. ¿Qué me dices? ¿Aceptas el trato? Si quieres que te lo venda de una mejor forma, tendrás la oportunidad de invitar a esta bella flor, y tenerla a tu lado —añadió con las palmas hacia arriba, exagerada, antes de extender su mano derecha hacia mi.
No puedo evitar reír ante la expresión. Si eso es todo lo que tomará que ella comparta esa información conmigo, es un precio bastante módico.
—Supongo, si no me queda otra alternativa —bromeé, y ella giró sus ojos.
—Eres terrible —respondió cuando estreché su mano.
El apretón no solo es diferente al que me dio Mia la última vez que nos cruzamos, sino todo lo contrario, casi siento que ella lo está haciendo con extrema delicadeza, como si intentara evitar lastimarme. Supongo que esa es la clase de persona que ella es.
Gentil, dulce, y cálida. Supongo que estoy empezando a entender mejor a Lunara.
Pero aún hay algo presente, una sombra que me persigue, y es el gran parecido que le encuentro a alguien más. Incluso ahora, que sé que tengo frente a mí a Lunara Winters, a mi compañera en el equipo de atletismo, no puedo evitar ver también a Noelle, una vieja y querida amiga. Puedo ver sus rasgos en ella, en su forma de expresarse, en su sonrisa.
¿Es algo que realmente está ahí, o solo me lo estoy imaginando?
…
¿Y cuál es la respuesta que me molestaría menos?
—Inky, ¿estás bien? —Preguntó con una mirada preocupada, y solo ahora me doy cuenta de que tal vez estuve en silencio demasiado tiempo.
—Yo… —estoy a punto de responder, pero la primera campana suena, llamando nuestra atención. Supongo que estuvimos bastante tiempo aquí fuera.
—Parece que vamos llegando tarde a clases —dijo ella al voltearse—. ¿Seguimos con esto el jueves? Porque imagino que tienes muchas dudas, y yo también tengo las mías. Créeme que aprovecharé la ocasión para preguntarte absolútamente todo lo que se me ocurra —añadió con entusiasmo, uno que no puedo evitar compartir.
—Supongo que es justo. Por supuesto, responderé a todas las preguntas que tengas —acepté, recibiendo una cálida sonrisa de su parte.
—Es una cita, entonces —dijo al guiñarme un ojo, sorprendiéndome, antes de retirarse al interior del edificio—. ¡Nos vemos después!
—¡Claro! —Atiné a decir, y no pude evitar sonreír por eso último—. Una cita, ¿eh?
Sé que estoy sonriendo como un idiota, pero no puedo evitarlo, no cuando Lunara de verdad lo llamó una cita… tendremos una cita el jueves, por lo que no puedo evitar emocionarme. Sé que por alguna extraña razón que escapa a mi entendimiento, ella está interesada en mi, pero no esperaba que las cosas escalaran tan rápido, no cuando nos conocemos hace poco más de un mes. Pero es un hecho que una de las cosas que esperaba de mi vida aquí en Volcaldera Bluffs era, tal y como le dije a Liz, encontrar el amor, y si eso es algo que encuentro en mi relación con Lunara, no podría estar más feliz. Es una gran chica, después de todo, y me gustaría conocerla mejor.
Solo ahora me doy cuenta de que estuve perdido en mi mente todo este tiempo, y no pierdo un instante más para ponerme en camino a la primera clase del día. Después de todo, el entrenador Solly solo permite una sola llegada tardía en todo el año escolar, y yo ya usé la mía.
La clase de educación física del lunes procede como es usual, iniciando con un juego de quemados en el que Mia ni siquiera se molesta en disimular que me está marcando, lanzando pelotas con la fuerza de una catapulta. Y aunque sí logro evitar un golpe que probablemente me enviaría a la enfermería, sigo sin ser capaz de asestarle un solo pelotazo a ella en respuesta. Aún no soy lo suficientemente ágil.
Pero no dejo que mi mente se detenga en eso mientras paso a clase de diseño artístico, uno de mis mayores intereses, y una clase en la que tengo la oportunidad de ver los dibujos de Olivia, los cuales se han vuelto mucho más trabajados y detallados en los últimos días. Estoy bastante interesado en el tema que estamos tratando hoy, por lo que no puedo evitar que mis ánimos caigan cuando el profesor Iadakan anuncia que la clase quedará en pausa debido a una asamblea.
La campana suena una vez más, y mis compañeros empiezan a reunir sus cosas mientras mi profesor favorito nos organiza en una fila, dado que al parecer tenemos asientos asignados en el auditorio. Aunque eso no importa porque al llegar, por más que el profesor haga su mejor esfuerzo, la mayoría de mis compañeros ya se dividieron para sentarse junto a sus amigos, luego de lo cual el pterodáctilo suspira y se retira al fondo de la sala, reuniéndose con los otros profesores. Pero no puedo decir nada porque no es la excepción para Olivia y para mí, cuando Damien y Liz nos encuentran, y todos seguimos a Olivia hasta un espacio asignado para sillas de ruedas. Yo me siento junto a ella, Damien junto a mi, y Liz junto a Damien.
—Los mejores asientos de la casa, ¿no lo crees? —me sonrió ella.
—No voy a quejarme —admití, porque estamos a corta distancia del escenario.
—Yo si, algún idiota pegó goma de mascar en el brazo del asiento —dijo Damien—. Y tampoco tienen portavasos. ¿Dónde se supone que ponga mi bebida?
—Damien, por el amor de Dios, no se permiten alimentos y bebidas aquí. ¡Guarda eso! —Susurró Liz, mientras Damien devuelve las papas fritas y la botella de refresco en su mochila de nueva cuenta, claramente reacio, mientras yo me centro en Olivia.
—Entonces… ¿Tú qué dices? ¿Crees que tengo una oportunidad? —Pregunté, pues ella vio mi trabajo antes, pero tarda bastante en responder mientras veo que claramente está ordenando sus pensamientos.
—Yo en tu lugar no me confiaría demasiado. La fotografía no es demasiado popular aquí, y no recuerdo un concurso en los últimos años en que una fotografía haya estado entre los finalistas —explicó, antes de beber de su cantimplora.
—Tal vez este sea el año en que eso cambie.
—Tal vez...
—¿Y qué hay de tí, Liz? —Pregunté a la brachiosaurus, quien parece tomada por sorpresa—. Considerando tu trabajo, seguro tienes muchas posibilidades.
—Es… lindo de tu parte decir eso, Inco —dijo con una pequeña sonrisa—. Pero yo misma he visto todas las entradas al momento de la carga, así que sé el nivel que se está manejando este año. No tengo tantas esperanzas, a decir verdad.
—¿Bromeas? ¡La pieza que hiciste con la cabaña es fantástica! —exclamó Damien—. No me sorprendería que estuvieras entre los ganadores.
—Tengo que coincidir con Damien, es muy buena —añadí yo—. ¿Quién sabe? Tal vez los dos seamos finalistas, y tengamos que pelear por el primer lugar.
—Cuidado Inky, si así fuera, tú no tendrías oportunidad —advirtió mi amigo—. Liz es más fuerte de lo que parece.
—No me refería a una pelea física, Damien —dije al suspirar—. No somos salvajes.
—Habla por ti, la mayoría de los chicos y chicas aquí resolverían sus problemas con una buena pelea. ¡También yo! Creo que es la mejor forma de entenderse.
—¿Lo es?
—No le hagas caso —interrumpió Olivia—. Primero, no es algo que todos hagan. Segundo, Inco, tú en particular deberías evitar resolver algo de esa manera. No tendrías oportunidades contra un dinosaurio.
—¡Tal vez tendría oportunidades contra un oso! —Exclamó Damien, y Liz arqueó una ceja ante la sugerencia.
—¿Qué? No, Damien, los humanos no suelen sobrevivir a un encuentro con un oso.
—No te molestes —dijo Olivia, derrotada—. “El Renacido” afectó su percepción de la realidad para siempre.
—Sé que yo podría enfrentar a un oso —dijo el dilophosaurus al cruzarse de brazos.
—No, no podrías —respondió la baryonyx.
El auditorio queda poco a poco en silencio cuando vemos a la directora Scaler acercarse al escenario. Se trata de una oviraptor amarilla de cabello castaño, con tacos altos, larga falda bordó y una chaqueta verde claro. Las expectativas no hacen más que crecer mientras ella se para frente al podio central, acomodando el micrófono.
—De acuerdo, todos, silencio por favor. Tenemos muchos anuncios que hacer hoy, así que los haré rápido para que todos podamos almorzar temprano.
Supongo que su propuesta es demasiado tentadora, porque todo el auditorio queda en completo silencio. Está claro que, cuando aquí hablas de la posibilidad de almorzar más temprano, es un asunto bastante serio.
Durante los siguientes quince minutos, la directora Scaler menciona eventos importantes que se darán durante el año escolar, como mítines de motivación para los equipos de deportes que llegué a conocer, incluyendo uno para el equipo de atletismo que se dará el mes que viene. Habrá ventas de pasteles con objeto de reunir fondos para excursiones escolares, y nos informan también que se ha aprobado la creación de nuevos clubs, uno de ellos siendo la “Sociedad de Apreciación de la Cultura Japonesa”.
Fuera de eso, son cosas bastante aburridas o típicas, y casi me pregunto por qué estos anuncios requerirían una asamblea, justo antes de que el ánimo cambie con el siguiente gran anuncio de Scaler.
—Ahora que ya hablamos de todos los asuntos principales… permítanme decirles que dejé lo mejor para el final. ¡St. Hammond se enorgullece en anunciar los cinco finalistas para el concurso de arte anual “Nuevos Inicios”!
El auditorio entero ruge, todos aplauden con fuerza, lo suficientemente fuerte como para que me duelan los oídos. Pero mentiría si dijera que no estaba igual de emocionado por saber quién logró quedar entre los cinco más votados. Tal vez me estaba dando a mi mismo demasiado crédito, pero de verdad quería estar entre los elegidos. De hecho, a pesar de lo que dijeron Liz y Olivia, casi puedo saborear la victoria…
—¡Y aquí están los finalistas! —Exclamó Scaler.
Las piezas de los cinco habilidosos estudiantes que vencieron a todos los otros competidores aparecen proyectadas en el escenario, y la directora nombra a todos y cada uno de los alumnos victoriosos. Por desgracia, no veo fotografía alguna entre las cinco imágenes, y mi nombre no se oye en los parlantes. Rayos…
Al menos lo intenté, ¿verdad?
—Supongo que es una pena —dijo Liz, con un suspiro.
Es cierto, tampoco veo la pieza que mi amiga nos mostró hace unas semanas en pantalla, pero a diferencia de mi, ella no parece decepcionada de que su trabajo no esté presente entre los finalistas. O tal vez tiene una muy buena cara de poker. O tal vez, solo tal vez, sabe enfrentar la derrota con más dignidad que yo.
—Lo siento Liz —dijo Damien con una expresión lastimosa, y casi parece que está más decepcionado de lo que ella debería estar—. Sé que trabajaste mucho en ello.
—No te preocupes —respondió ella, sacudiendo la cabeza—. Como he dicho, sabía el nivel que se estaba manejando este año.
—Liz… —parece que Damien quiere decir algo más, pero la voz de Scaler interrumpe.
—¡Démosle a los ganadores una enorme ronda de aplausos, señoras y señores! —Exclamó ella con emoción, comenzando a aplaudir.
Esta vez no hay tantos aplausos como al principio, probablemente por todos los participantes desilusionados, pero eso no evita que algunos como Damien silben con fuerza a un volumen que casi destruye mis tímpanos. Y Scaler continúa.
—Vamos a exponer las piezas ganadoras en el salón 207, son bienvenidos a apreciarlas durante el almuerzo y después de clases. La votación para elegir el mejor trabajo se abrirá ésta misma tarde en la página web de la escuela, tendrán tiempo para votar hasta el jueves por la tarde, y el viernes serán anunciados los resultados en la misma página. ¡Les deseo suerte a todos los finalistas!
La directora continúa el resto de la asamblea, anunciando otros eventos para la escuela y algunos pequeños recordatorios. En tanto, detrás de mí veo a los profesores preparándose para la enorme tarea de sacar y guiar a más de doscientos dinosaurios adolescentes desde el auditorio hacia la cafetería sin que nadie muera en el proceso. Scaler termina y da la señal con la mano de que es hora.
—De acuerdo, comenzaremos a prepararnos para el almuerzo. Todos saben cómo va esto, ¡no corran hacia la salida!
Estando en primera fila, somos los primeros en levantarnos, y nuestro pequeño grupo sale siguiendo a Olivia hasta que estamos en el pasillo.
—¡Iré delante! ¡Voy a conseguirnos algo bueno para almorzar! —Exclamó Damien, tomando carrera sin que ninguno de nosotros pudiera detenerlo.
—¡Damien, no corras! —Intentó advertir Liz, antes de suspirar—. Y… ahí va.
—Supongo que es su forma de animarnos luego de eso.
—Lo sé, pero agradecería que no se metiera en problemas en el proceso —lamentó, antes de voltearse hacia nosotros—. ¿Vamos?
—De hecho, yo quería ir a la sala para ver las pinturas de cerca. Quiero tener una fotografía de cada una.
—Si es así, tal vez quieras ir a verlas después de clases —recomendó Olivia—. Ahora mismo, dudo que puedas acercarte al aula siquiera.
Un punto justo, considerando que vi demasiada gente dirigiéndose al segundo piso. Supongo que quedará para después de clases, entonces, antes ir al club.
Si bien hacemos el camino platicando como es usual, me cuesta mantener el buen ánimo de siempre, a diferencia de mi amiga de cuello largo. Supongo que Liz es buena para esconderlo, si es que acaso lo siente, pero yo no. Estoy bastante decepcionado, porque lo que entregué era nada más y nada menos que mi mejor trabajo al día de la fecha, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Después de todo, las cinco pinturas finalistas son trabajos bastante sorprendentes, con diferentes temas y estilos, y no puedo esperar a tenerlas cerca para capturarlas todas en mi querida cámara. Al menos puedo decir que lo intenté, nadie puede quitarme eso.
La hora del almuerzo es bastante típica, los cuatro comemos juntos en la misma mesa de siempre, Liz intentando ayudar a Damien con su tarea de matemáticas mientras Olivia y yo platicamos de cualquier tema que pueda surgir, hoy siendo “el auge y caída del género mecha”. Pero todo el tiempo parece que ella tiene algo en mente, y cuando está a punto de hablar de eso, se corta y cambia el tema. Es bastante evidente, pero no voy a presionarla si no quiere hablar de lo que sea en lo que esté pensando.
Lo hará cuando esté lista.
La campana suena, a Olivia y a mi nos toca el resto de la clase de Iadakan, y la interminable tortura que es la clase de historia de la señorita Prockling. Afuera llueve, y no puedo evitar preguntarme si tendremos club de todas formas, pero esa duda se resuelve cuando veo que tengo un mensaje nuevo en el chat del grupo.
“CLUB DE ATLETISMO ST. HAMMOND 2023 - ¡VAMOS FEATHERTAILS!”
[30/9 13:12] Victoria: HOY TENDREMOS LA REUNIÓN EN EL GIMNASIO, LOS QUIERO A TODOS AHÍ.
Supongo que eso lo resuelve, y si bien es un espacio más reducido, podremos correr y ejercitarnos como es usual a pesar del clima. Casi estoy por preguntarle a Olivia si tiene un paraguas para el regreso a casa, pero ella sale del aula unos minutos antes de que termine la clase. Supongo que tendrá uno, o esperará a que la lluvia amaine.
Por mi parte, me detengo en el salón 207 para ver de cerca a los ganadores, y tengo la suerte de que ahora mismo hay poca gente en el aula apreciando las obras. Es entonces que tomo mi querida DSLR de la mochila, la preparo, y hago múltiples tomas de cada cuadro, en diferentes ángulos. No reconozco ningún nombre, pero sí puedo reconocer su habilidad, pues cada pieza es impresionante, sus colores se combinan maravillosamente y las figuras están muy bien diseñadas. Es fácil ver por qué fueron votados como finalistas, y me cuesta elegir una de entre todas las piezas.
Pero no me detengo demasiado en ese pensamiento, no cuando tengo la práctica del club de atletismo a la que asistir, por lo que me pongo en camino rápidamente. Una parada rápida en el vestidor, me pongo el uniforme, y me dirijo al gimnasio tan rápido como puedo. Allí encuentro a casi todos mis compañeros, casi todos divididos en pequeños grupos de amigos. Damien está haciendo piedra, papel o tijera con Abby mientras Tom y Juli platican a su lado, también veo a Lunara hablando con Kiara del otro lado, y a Mia con Victoria en una esquina del gimnasio. ¿Acaso están discutiendo?
Bueno, no sería una novedad, las he visto chocar entre sí desde que llegué aquí, y parece que Victoria es quien cierra la discusión como es usual, regresando a nosotros para chocar sus palmas con fuerza.
—¡Soldados! —La fuerte voz de Victoria reverberó en mi caja torácica, mientras ella se cruzaba de brazos frente a todos—. Un par de anuncios antes de empezar. Ya escucharon de Scaler que tendremos un mitin de motivación para atletismo, será el sábado 19 de octubre a las diez de la mañana, así que espero que todos ustedes estén ahí presentes, y tomen lo que puedan de él. Y en esa misma línea, hablé con Solly, y nos dieron permiso de usar tanto el gimnasio como la pista de atletismo los sábados a la mañana, de diez a quince, en preparación para las estatales. Lo sé, aún falta medio año, pero estoy segura de que muchos quieren estar bien preparados, para cerrar nuestro último año juntos aplastando al instituto Volcano, y a sus patéticos Tailspikes. ¡¿Quién está conmigo?!
El equipo de atletismo ruge con aprobación, e intento unirme tarde al vitoreo, pero llama mi atención que la única a la que no veo festejar es a Mia, cuando incluso Lunara y Kiara se ven más que emocionadas. ¿Será por lo que estaban discutiendo antes?
—Y pasando a los asuntos de hoy, como ya saben afuera está lloviendo bastante, así que aprovecharemos este espacio tanto como podamos. Comenzaremos con ejercicios de a dos, así que tomen a un compañero, y una vez estén listos, empezaremos.
Oh dios, mi peor pesadilla, buscar un compañero. No es tanto problema en los primeros años, pero en el último año de la secundaria, cuando todos los grupos ya están formados, es bastante más difícil. Automáticamente busco a Damien con la mirada, a pesar de que sé que su grupo tiene cuatro, pero él parece haber tenido la misma idea. Cuando hacemos contacto visual, se vuelve para decirle algo a los otros tres, y está acercándose cuando alguien más se pone delante de mí.
—¿Te parece si hacemos equipo? —Preguntó Lunara, con una amplia sonrisa.
Yo me quedo con la boca abierta, y mis ojos buscan a Damien por un instante, pero él ya está retrocediendo con dos pulgares arriba, antes de volver con su grupo, en el que puedo ver la mirada de Juli clavada en mi. Al menos los últimos días no ha mostrado animosidad hacia mi persona, pero tampoco es como si me dirigiera la palabra.
—Me encantaría —acepté, y ella parecía más que contenta.
Es entonces que empiezo a escuchar murmullos entre los grupos, todos hablando por lo bajo, lo cual llama bastante mi atención.
—¿No es esa la chica del consejo?
—¿La de cuello largo? ¿Teníamos reunión con ellos?
—No lo creo. Y lleva el uniforme…
Lo último que escuché me obliga a voltearme, momento en que los grupos poco a poco se acercan, casi rodeándome. Liz entró al gimnasio, vestida con el uniforme de educación física como todos nosotros, lo cual no hace más que confundirme. Estoy bastante seguro de que ella no tiene clase de educación física a esta hora. Ni ella… ni nadie más.
—¡Liz! ¡Liz! ¡Liz! —Exclamó Damien al pasar junto a mí, sobresaltándome, y quedando de pie frente a la tesorera—. ¿Qué haces aquí? ¿Tenemos reunión hoy? —Preguntó rápidamente—. ¿Y por qué tienes el uniforme?
—Verás…
—¡Liz Farlane! —Con un grito que podría partir la tierra misma en dos, la capitana se abrió paso entre nosotros para quedar frente a Liz, junto a Damien—. ¿Es esto lo que creo que es?
—Tal vez —dijo Liz, con una sonrisa curva—. Luego de mucho considerar tu oferta, durante los últimos dos años, decidí darle una oportunidad al club de atletismo.
—Apenas puedo creerlo —dijo la capitana, ambas manos en su cintura—. ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó, y los ojos de la brachiosaurus me encontraron por un breve instante.
—Digamos que uno de tus miembros más recientes fue bastante convincente, y me hizo pensar que tal vez, solo tal vez, debería darle una oportunidad a lo que de verdad quiero hacer, antes de que termine la secundaria.
—¿En serio? —Preguntó, sorprendida—. No puedo hacer más que agradecerle, entonces. Bienvenida a bordo, Liz —dijo al extender su mano.
—Es todo un placer… capitana Victoria Roberts —aceptó al estrecharla, provocando que la raptor sonriera, una sonrisa que expuso todos sus dientes.
—Pensar que llegaría el día en que me llamarías así. Muero por ver hasta dónde puedes llegar en lo que queda del año.
—El año acaba de empezar, así que creo que puedo llegar bastante lejos —respondió ella con confianza.
—¡Esa es la actitud! —Exclamó la capitana, antes de voltearse hacia… mi—. ¡Inco! ¡Novato! ¡Ven aquí!
—¡Si, capitana Victoria! —Me eché a correr antes de siquiera pensar, quedando frente a los tres—. Liz.
—Inco —saludó ella.
—De acuerdo, viendo que fuiste tú quien convenció a Farlane de unirsenos, harás equipo con ella hasta que se adapte —explicó Victoria.
—¿Tú la convenciste a Liz? —Preguntó Damien, sorprendido.
—No creo haber hecho la gran cosa —negué, de repente nervioso—. Y no creo que Liz necesite adaptarse. Quiero decir, ya conoce a todos aquí por su trabajo en el consejo, dudo que mi intervención sirva de algo. Además, Damien podría…
—¿No son amigos? —Interrumpió la capitana, y ambos nos miramos.
—Lo somos, si —aceptó Liz.
—Entonces no necesitan otra razón —dijo al chocar las palmas—. Bastante seguro de que se sentirá más cómoda haciendo los ejercicios contigo que conmigo, y todos los demás ya tienen equipo. ¿Tú que dices?
Ignoró completamente mi mención a Damien. ¿Por qué lo haría? ¿Acaso los rumores de su relación prohibida con Liz llegaron hasta ella? De ser así, puede que esté pensando que les hace un favor, cuando en realidad está haciendo todo lo contrario. Y por la mala cara de Liz, creo que ella llegó a la misma conclusión, y de seguro está lamentando haber hecho circular ese rumor por medio de Jenine.
—No tengo ningún problema con ello —acepté, aunque está claro que Liz sí.
—Genial, comiencen a estirar, y en cinco minutos haremos ejercicios de a dos. Liz, presta atención a como hace Inco los estiramientos si no sabes como hacerlos, y búscame si tienes cualquier duda.
—Uh, claro. Gracias Victoria… quiero decir, capitana Victoria —se corrigió ella.
—Cuando quieras, novata —sonrió al apartarse.
—Parece que nos separaron muy rápido —dijo Lunara al acercarse, con una sonrisa tímida, y yo no puedo hacer más que tomarme del cuello.
—La capitana, ella… —intento excusarme, pero no encuentro las palabras—. Yo…
—No te preocupes Inky, escuché todo. No será la última vez que tengamos la oportunidad de hacer equipo, así que haz lo que dijo la capitana —dijo al guiñarme un ojo, antes de dirigirse a mi compañera—. Y es un gusto tenerte con nosotros, Liz.
—Lo mismo digo —respondió ella, mientras la bambiraptor regresaba con Kiara y Mia—. ¿Son… amigos? —Preguntó, curiosa.
—Si, eso… eso somos —dos amigos que tendrán una cita el jueves, pero no creo que haga falta añadir eso. Aunque, por la mirada de Liz, es posible que ella ya sospeche algo.
—¡Todos aquí somos amigos! —Exclamó Damien, atrapándome por la espalda y casi haciéndome caer—. ¡No me habías dicho que te unirías! ¡¿Qué rayos?!
—Decidí que quiero hacer ciertas cosas antes de que termine la secundaria, y ésta es una de ellas —explicó Liz—. Y no lo dije porque se suponía que fuera una sorpresa.
—¡Cielos, no sabes lo feliz que estoy ahora mismo! —Exclamó, y si, puedo sentir lo feliz que está por cómo está haciendo crujir mi cuerpo con su abrazo, antes de soltarme—. Bueno, ahora son equipos de a dos, pero antes de que te des cuenta estaremos corriendo todos juntos. ¡Inco incluído!
—Aún me falta bastante para alcanzarte.
—Nah, estoy seguro de que me alcanzarás antes de que termine el año —me dijo con una sonrisa brillante—. ¡Pero en serio, es genial tenerte aquí Liz! ¡La pasaremos genial!
—¡Damien! ¡Ven aquí de una vez! —Exclamó la utahraptor de escamas violáceas.
—Oh, tengo que hacer equipo con Abby para esta ronda. ¡Luego hablamos! —Se despidió al instante, lo cual nos deja solos a Liz y a mi.
—Creí que no tenías tiempo para nada que no aportara para el plan —digo mientras vemos a todos los equipos organizándose.
—Eso no ha cambiado. ¿Recuerdas quién es parte de este club también?
—Si es así, ¿por qué no pediste hacer equipo con él?
—Porque Victoria no lo permitirá, al menos no ahora mismo.
—¿Es por lo que hablamos el sábado?
—Probablemente —admitió ella—. Pero además, Damien ya tiene un grupo armado aquí, y no seré quien entre de golpe para desbaratarlo. ¿A tí te molesta?
—¿Por qué lo haría?
—Porque ya habías hecho equipo con Lunara.
—No, no te preocupes por eso.
—De acuerdo, no lo haré —aceptó ella, estirando sus brazos detrás de su cuello, antes de darme una decidida mirada—. Entonces… ¿Empezamos?
Mi primera reunión con el club de atletismo fue… bastante satisfactoria.
Luego de hacer equipo con Inco para varios ejercicios de colaboración, nos pusimos a correr, todos juntos, tal y como yo quería. A pesar del espacio reducido del gimnasio en comparación a la pista de atletismo en el exterior, no estuvimos limitados para ejercitar, guiados por el carisma y energía de la capitana a cada paso. Según Damien, hasta la semana pasada, Inco se desplomaba en el suelo antes de que la práctica terminara, pero a pesar de haber estado detrás de todos, el día de hoy logró mantenerse en pie al terminar las vueltas. Supongo que es la adaptabilidad de los humanos en evidencia.
Ahora son más de las cinco de la tarde, la forma de ingreso que me dió Victoria descansa sobre la CPU de la computadora, y los tres, Ben, Inco y yo, estamos comprobando las carpetas de gastos de los clubes, que todas estén en orden para ocuparnos mañana del registro electrónico del mes de septiembre.
—Disculpa, Liz —dijo Inco, llamando mi atención.
—Dime.
—¿Es normal que los tickets estén así? —Preguntó, pasándome la carpeta.
Suspiro sin poder evitarlo. Como es usual, alguien en el equipo de baloncesto tiene la mala costumbre de hacer de los tickets una bola de papel, para luego presentarlos en un estado bastante lamentable. Si, puedes deducir qué dicen si los examinas con cuidado, pero es una pérdida de tiempo que podríamos ahorrarnos.
—Déjame esa carpeta a mi, luego me encargaré de hablar con Damien por esto.
—¿Está en problemas? —Bromea él.
—Nah, esto no lo hizo él, sino uno de sus amigos en el club. Sé quién es, pero parece que tendremos que hablar esto otra vez.
—Entiendo, te aviso si encuentro algo más como eso.
—Gracias. A este paso, estaremos ocupados con el registro mañana, pasado, y el jueves.
—Uh… —Pareciera que Inco está intentando decir algo, claramente en conflicto.
—¿Ocurre algo?
—Con respecto a eso —dijo, pero la idea queda en el aire por breves momentos, antes de que continúe—. El jueves… estaré ocupado durante la tarde.
—¿Jenine planeó una actividad para todos?
—No exactamente —respondió, pero no se explaya al respecto.
—¿Qué pasa con el secretismo? —Pregunté, divertida—. ¿No es algo que puedes compartir?
—Supongo que no haría daño si lo hiciera —admitió él, antes de voltearse para verme a la cara—. De hecho, el jueves, luego del club de fotografía, tengo… una cita.
—¡Lo sabía! —Exclamé sin poder evitarlo, y sé que tengo una sonrisa de oreja a oreja, pero no me importa—. Sabía que este momento iba a llegar tarde o temprano… en realidad lo esperaba más tarde que temprano, pero tú sí que trabajas rápido. No es que eso esté mal, claro.
—Uh…
—Liz, si pudieras bajar el volumen —pidió Ben, y yo me cubrí la boca de manera exagerada, antes de unir las manos en señal de disculpa.
—Lo siento —dije en un volumen mucho menor, y él suspira mientras revisa su celular.
—Scaler me necesita en su oficina.
—¿Quieres que te acompañe? —Preguntó Inco, solícito.
—No, no hace falta. ¿Pueden ocuparse de esto hasta que regrese?
—Por supuesto —acepté por ambos, y Ben suspira, en preparación para lo que sabe que le espera.
—Gracias —soltó él, saliendo por la puerta como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros.
—Viendo su cara, no creo que vaya a terminar rápido —dije con lástima.
—Tan mal, ¿eh?
—Sip, Scaler seguramente va a tenerlo de aquí para allá el resto de la tarde —añadí, antes de voltearme hacia Inco una vez más con gran interés—. Entonces… ¿Van a volver a ir al centro comercial? ¿O tienen pensado otro lugar? Quiero decir, tratándose de Olivia, el arcade del centro sería una buena opción, pero tal vez están pensando en visitar una galería juntos, o simplemente ir al parque. Sea lo que sea, quiero el chisme, ahora mismo.
—No, eh… no exactamente —dijo con duda en su mirada, lo cual no hace más que llamar mi atención—. No tengo una cita con Olivia.
—¿Disculpa? —Pregunté, completamente confundida—. ¿Entonces con quién?
—¿Recuerdas a Lunara?
—¿Lunara? —Pregunté en voz alta, antes de abrir los ojos bien grandes—. ¿Lunara Winters?
—Si, ella misma —confirmó él, pero está claro por su expresión que yo estaba haciendo una cara, sin darme cuenta—. ¿No te agrada?
—Es una de las compinches de Mia, y es todo lo que necesito saber de ella —dije antes de volver a mi trabajo, mi interés en el tema quedó completamente desvanecido.
—No creo que eso sea justo —dijo Inco—. Si, Mia es una persona… complicada, pero no por eso tienen que serlo sus amigas. Lunara en particular es alguien muy agradable, hemos estado hablando los últimos días, y fue ella quien me invitó.
—”Dios los cría y ellos se juntan” —cité, apenas volteando hacia él—. Es todo lo que diré.
—”Las aves del mismo plumaje…” —Está a punto de soltar su usual traducción literal del dicho, antes de negar con la cabeza—. Quiero decir… no porque seas amigo de alguien significa que tengas que ser igual. Rayos, soy amigo de Damien, y no puedo imaginar a alguien más diferente. Pero somos amigos.
—No creo que sea el mismo caso —dije con cierta duda, antes de suspirar—. Disculpa, tal vez de verdad sea yo siendo prejuiciosa por su amistad, así que no me hagas caso. No voy a negar que estoy algo decepcionada de que no sea Olivia con quien tengas esa cita, pero tú eres tu propia persona, Inco. Si decidiste que quieres conocer mejor a Lunara, entonces… buena suerte con eso. Si todo va bien, yo estaré equivocada y tú estarás feliz —añadí, no dispuesta a darle más tiempo al tema, e Inco me muestra un asomo de sonrisa al responder.
—Gracias —dijo él, a lo que yo asentí, mientras ambos volvíamos al trabajo.
Desde esa conversación, pasan unos minutos en incómodo silencio que ninguno de los dos se atreve a intentar romper, probablemente por lo que yo misma dije de la bambiraptor. Sigo pensando que es una lástima que priorice a Lunara por sobre Olivia, pero es probable que eso no sea porque considere a Lunara una persona no grata, sino porque estaba encantada con la idea de que alguien se interesara por Olivia de esa forma.
Pero es cierto que Inco nunca dejó de decirme que sí estaba interesado por ella, pero no de una manera romántica, así que este desarrollo de los acontecimientos no debería sorprenderme, ni molestarme, pero aún así lo hace. A pesar de todo, de verdad espero que Inco encuentre lo que busca en esa relación.
—Cambiando de tema… —es Inco quien me sorprende a mí, rompiendo el silencio—. ¿Qué tal va tu nuevo cuadro? Ese que dijiste que presentarías a la chica de la galería.
—Lo tengo aquí mismo —dije con una sonrisa ante su interés, mientras abría mi Gruugle Drive en la pantalla de la computadora, exponiendo mi último trabajo.
Allí aparece mi pieza de arte digital, recreando el atardecer en un campo cercano a la cabaña de mi abuelo. Usé múltiples fotografías de referencia para esto, y creo que mi técnica logró un efecto bastante decente, con la intención de que ésta parezca una pintura antigua. Tengo dudas con respecto a la combinación de colores, y sé que algunos trazos podrían estar mucho mejor, pero aún tengo unos días para mejorarlo.
—Increíble —musitó Inco, sorprendiéndome.
—Le faltan los toques finales, pero si uso bien el tiempo que me queda, lo tendré listo para el próximo sábado a la noche —dije, no dispuesta a dejar que su alabanza se me suba a la cabeza—. Necesito mostrarle a Alena, la dueña de la galería, lo mucho que mejoré este último año, y tener la oportunidad de volverme su clienta hasta que finalmente abra mi propio negocio en unos años.
—Creí que querías centrarte en vender arte, no tanto en producirlo —preguntó con una ceja arqueada.
—Es mi pasión, Inco —respondí al instante—. Mi intención es un día vender mis propios trabajos también, no solo los de otros artistas.
—Bueno, si mantienes el nivel de calidad que veo aquí, llegarás lejos. ¡Estoy seguro! —Alaba él y, por un momento, por alguna razón, me cuesta responder.
—Gracias —atiné a decir—. No… tienes idea lo mucho que significa para mí.
Sé que Inco no solo lo está diciendo por decir, es sincero, puedo verlo en su expresión, y tampoco es alguien que pueda mentir con facilidad. Solo espero estar a la altura de ese halago. Yo seguiré trabajando tan duro como pueda para alcanzar mi sueño, porque sé, estoy segura, que mis esfuerzos serán recompensados al final del camino.
El día que parecía tan lejano hasta hace poco ya está aquí. Es jueves, lo que quiere decir que… esta tarde tendré una cita con Lunara. Si bien hemos estado hablando durante las reuniones del equipo de atletismo, también he estado más centrado en Liz en las últimas dos, y supongo que así será hasta que Victoria diga lo contrario.
No es que tenga problema tampoco, considerando que Liz es una compañía agradable, y no ha tenido problemas ni con la adaptación ni con los ejercicios, pero todo el tiempo tengo la sensación de que ella preferiría estar haciendo eso mismo con Damien y no conmigo. De hecho, si la capitana lo permitiera, estoy seguro de que ella iría con él en un instante, sin importar nada más. Sé que eso no debería molestarme, considerando la naturaleza de su relación, pero aún así no deja de hacerlo. Tan solo un poco.
Pero hoy no tengo tiempo de pararme a pensar en eso. Incluso ahora, que estoy ayudando a Jenine a desarmar una cámara bastante vieja, no dejo de pensar que en menos de dos horas tendré mi primera cita.
¿Qué voy a decir? ¿Cómo debo comportarme? ¿Estoy bien así, con el atuendo de siempre, o debería haberme preparado de otra forma? ¿Mis lentes están bien acomodados? ¿Debería llevar un regalo?
—Uh… ¿Inco? —La voz de Jenine me sacó de mis pensamientos, y de repente soy consciente de el lugar en el que me encuentro, y de lo que estaba haciendo, manteniendo separadas las dos mitades de la cámara—. Si vas a ayudarme con esto, necesito que tengas algo de pulso.
—¿Estaba temblando? —Pregunté, sorprendido, tensando los músculos para mantener la pieza de equipo firme—. Rayos, lo siento.
—No pasa nada, solo debes mantenerlo quieto ahí, y… —dijo ella, dejando las palabras en el aire mientras metía el destornillador en el punto justo, haciendo que la cámara cediera, y sostengo ambas mitades con sorpresa antes de que todas las piezas salgan volando—. ¡Listo! De verdad que hacían complicado abrir algunas antes —dijo ella con un largo suspiro, antes de centrarse en mí—. ¿Pasó algo?
—N-no, ¿por qué lo preguntas?
—Porque te veo hecho un manojo de nervios —dijo Jenine, divertida, yo mientras dejaba las dos mitades del aparato sobre la mesa—. ¿Entonces?
—Supongamos… hipotéticamente, claro… en el caso de que yo tenga… una cita…
—¿Es con Lunara? —Me interrumpió al instante, con los ojos bien abiertos, y yo estoy teniendo segundos pensamientos con respecto a esto.
—Digamos que ese es el caso...
—¡Oh por Dios! —Exclamó al ponerse de pie, ambas manos contra su hocico, y llamando la atención de todo el club.
—Jen, ¿puedes calmarte un poco? —Pide Kyle, que estaba en su portátil viendo un videotutorial con Anna.
—¡No, no puedo! ¡Inco aquí tiene una cita! ¡Con Lunara Winters! —Grita Jenine, saltando repetidamente, y de repente todos los ojos del club están sobre mi.
—¿De verdad? —Preguntó Anna al acercarse, veloz como el rayo—. ¿Tú la invitaste?
—N-no, ella me invitó a mí —respondí, mientras mis otros dos compañeros también se acercaban, sorprendidos.
—¡Muy bien, hombre! —Exclama Billy al acercarse para estrechar mi mano, haciéndola crujir, mientras Kyle me da un silencioso pulgar arriba.
—Perfecto, tienes una cita con la zorra blanca, gran cosa —dijo Mira desde su asiento, antes de devolver su atención a su propia computadora portátil.
—Ni siquiera me voy a molestar en regañarla —suspiró Anna, antes de devolver su atención a mi—. Me alegro mucho por tí, Inco, de verdad. Pero, si me permites un consejo, deberías evitar que esa información salga de aquí.
—¿Que?
—Tengo que coincidir con Anita —añade Jenine—. No deberías comentarlo con nadie más que nosotros.
—Pero, ¿por qué?
—Solo digamos que Lunara está bastante arriba en la escalera social, y eso conlleva algunos inconvenientes, como ciertos… fanáticos —explicó Kyle, arrastrando la última palabra.
—Lo que quiere decir es que, si alguno de esos lunáticos se entera de que Winters está saliendo contigo, podría venir a por tu garganta —continuó Mira, antes de levantar la vista—. Y no, no es una exageración, esta escuela está llena de psicópatas.
—No es como yo lo pondría… pero ella tiene razón —convino Billy—. Solo intenta mantenerlo en secreto, y no debería haber problemas. Pero fuera de eso, hombre… ¿Con Lunara? —Dice, dando un silbido, y exponiendo su puño—. Respeto.
—Uh… ¿Gracias? —Digo con duda al aceptar su puño, y detrás de él puedo ver a Mira matándolo con la mirada. ¿Acaso lo que dijo le molestó?
—Parece que esas técnicas de fotografía que expusiste te llevaron lejos. ¿Eh? —Dijo Jenine al apoyarse contra la mesa, y yo no puedo hacer más que forzar una risa.
—Supongo que sí.
Sé que está hablando de la foto que tomé de la bambiraptor el día que comencé a ejercer como secretario del consejo estudiantil, pero no hace falta decirle la verdadera razón por la que nos estamos encontrando en un rato. Aunque eso no cambia el hecho de que ahora mi cita es el tema de conversación de todo el club, y parece que esperan que los tenga al tanto de como salen las cosas. Me pregunto si esperarán al martes que viene, o comenzarán a preguntarme esta noche por el chat del grupo.
Más allá de eso, la reunión terminó sin mayores incidentes, ya estoy camino a la salida frontal cuando mi celular vibra, y al sacarlo del bolsillo casi se me cae de las manos. Por suerte lo atrapo en el último momento, y lo llevo contra mi pecho, intentando recuperar la calma. Vamos Inco, tú puedes, esto no es nada. Es solo una cita. Tu primera cita, pero aún así, no es nada que no puedas manejar. Es lo que pienso mientras desbloqueo el celular para encontrar un mensaje nuevo.
[3/10 17:01] Luni: ¡Inky! Ya salí del club, así que me adelantaré. Adjunto la ubicación en Maps. ¡Te veo ahí! <3
[3/10 17:02] Inco: Perfecto, nos vemos allá.
Esto está pasando. Esto de verdad está pasando. Calma, calma, podemos manejar esto. Es solo una cita, con alguien que ya conoces, no es la gran cosa. No, eso es una mentira, es algo enorme, y desearía que hubiera un manual que dijera cómo se hacen estas cosas, pero no lo hay. Supongo que solo queda respirar profundo, armarme de valor, e intentar no arruinar esto.
Recorro las dos calles que me separan de mi destino casi en automático, todas mis dudas revoloteando en mi cabeza sin que pueda evitarlo, hasta que me encuentro frente al local. Un local pintado en blanco y rosa, un letrero enorme en el que pone “Cold Tropic”, hay varias mesas con sombrillas afuera, y solo algunos saurios en ellas. Estoy nervioso, casi no quiero entrar, pero me fuerzo a hacerlo. No puedo decepcionar a quien me invitó.
Cuando cruzo la puerta, la campanilla suena, y sus ojos me encuentran desde una mesa junto a la ventana. Ella estaba revisando su celular, pero deja de prestarle atención para agitar su mano tímidamente. Sé que estoy sonriendo como un idiota cuando levanto la mano para corresponder el saludo, pero no puedo evitarlo, y es entonces que me apresuro a acercarme, sentándome frente a ella.
—Lo siento, ¿esperaste mucho? —Atiné a decir, pero ella me sonríe con calidez.
—Para nada —respondió ella, dejando el celular a un costado.
Es solo ahora que los dos hacemos nuestro pedido. Helado de fresa para la dama, y cereza y chocolate blanco para mi. Ha sido mi favorito desde niño, y mi primera elección siempre que tengo la oportunidad de comprar. Y no nos toma mucho tiempo entrar en la conversación de mi interés, y del de ella. Ninguno tiene intenciones de desaprovechar esta ocasión, y pronto decidimos turnarnos, una pregunta cada uno.
De más está decir que siento que soy el único que está ganando algo con este intercambio, porque mientras que las preguntas que respondo yo se sienten de lo más mundanas, las que le hago a ella cambian poco a poco mi perspectiva de los saurios. ¿Tal vez así es para Lunara ahora mismo? Es interesante pensar en su perspectiva del asunto.
—¿Y hay otra fecha festiva como el fin de verano? Digamos, ¿el fin del invierno?
—Oh por Dios, no, nadie quiere celebrar durante el invierno —dice al fruncir su hocico—. Tal vez ya lo sabes, pero los saurios pierden calor muy rápidamente, y es muy fácil enfermarse, o incluso sufrir hipotermia si estamos expuestos al frío durante mucho tiempo. Es por eso que no verás a muchos fuera durante el invierno, a menos que realmente tengan la necesidad de salir. Los mejores momentos para celebrar son la primavera y el verano, pero la única fecha de celebración generalmente sauria, sin irnos por especies o religiones en particular, sería el 20 de septiembre por el fin de verano.
—Ya veo —acepté, tomando nota mental mientras ella lleva una cucharada de helado a su hocico—. Oh, es cierto, había algo que…
—Oh no, nada de eso, es mi turno —me interrumpió ella al terminar—. Los humanos son omnívoros, pueden sobrevivir en base a dietas vegetarianas o carnívoras. ¿Por qué algunos se centran más en una dieta que en la otra, en vez de mantener una alimentación equilibrada en ambos aspectos?
—Creo que eso depende de cada persona, hay quienes no tienen inconvenientes con una dieta omnívora, y hay quienes prefieren una dieta vegetariana porque sienten que hacen daño a los animales de lo contrario, o porque simplemente no encuentran gusto en la carne —doy la respuesta que tiene sentido para mi, pero Lunara no parece convencida.
—Pero eso… está en la naturaleza —dijo con el ceño fruncido—. Bueno, en el caso de los dinosaurios, la división es bastante clara entre carnívoros y herbívoros, salvo contadas excepciones que prefieren ambas dietas. Pero en los humanos… se siente diferente, porque la elección está en ellos a nivel personal, no en su fisiología —dice, pensativa, antes de dirigirme su atención otra vez—. ¿Tú qué dieta prefieres?
—Ambas, definitivamente —respondí al instante—. No viviría comiendo carne todo el tiempo, pero si no pudiera tener un filete en la mesa de vez en cuando, moriría. No literalmente, claro.
—Lo sé, no hace falta la aclaración —sonrió ella, terminando su helado y haciendo a un lado la copa—. Pero eso responde a mi pregunta, te toca.
—De hecho, tenía una duda bastante importante ahora, si es que puedes…
—Por supuesto que sí. ¿Qué quieres saber?
—¿Está mal visto decirle a alguien algo con respecto a su cola?
—¿Te refieres a su trasero? —Preguntó Lunara, con una ceja en alto.
—No, no, la cola, la extensión que tienen casi todos los dinos —me corregí rápidamente—. ¿Está mal visto decir algo de ella?
—No exactamente, pero… —deja las palabras en el aire, poco convencida por alguna razón—. ¿Qué dijiste exactamente?
—Apunté lo que esa persona suele hacer con su cola mientras está trabajando, y creo que incomodé a esa persona por un momento —respondí esquivo, no dispuesto a mencionar que se lo dije a Liz.
—¿Fue algo bueno o malo?
—Algo bueno… eso creo.
—Ya veo —aceptó ella, considerando mis palabras por un instante—. ¿Cómo puedo explicarlo? Mmm… ya sé. Mientras que decirle a alguien que tiene un lindo trasero puede interpretarse como que esa persona está atraída físicamente a la otra, como imaginarás, elogiar la cola de alguien tiene implicaciones más… íntimas, románticas incluso. Es algo que se suele ver más entre parejas casadas, por ejemplo. Cielos, es algo que escucho entre mis padres de vez en cuando.
—Oh… bueno, eso le da más sentido a su reacción.
—¿Qué tan mala fue?
—La persona en efecto dijo que la tomé desprevenida, pero también dijo que podría haber sido algo tierno si no lo hubiera hecho tan incómodo. Así que… ¿no tan mal?
—Podría haber sido peor, creeme —dijo ella, divertida—. Mi turno, pero esto no es tanto una pregunta, sino una duda en particular que me genera mucha curiosidad, y espero no te moleste —explica ella, y yo me pregunto de qué se puede tratar si necesita tal aclaración antes.
—Para nada, dime.
—¿Cómo es la textura de la piel en general? —Preguntó con seriedad, y me tomó algunos segundos procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Qué? —Respondí, extrañado, a lo que ella gira sus ojos con una sonrisa.
—Solo dame tu brazo —gesticuló ella, a lo que respondo ofreciendo mi brazo derecho, y ella me sube la manga hasta el codo sin ningún miramiento.
No puedo hacer más que observar en silencio mientras ella toma mi mano con la suya, mientras recorre mi brazo con la punta de los dedos de la otra, curiosa, y claramente evitando que sus garras me rocen. Casi me hace cosquillas mientras lo da vuelta y hace un recorrido desde la palma hasta el codo con una atención indivisa, una seria mirada, y probablemente no pensaría mucho de esto, de no ser por las palabras de Damien que se hacen presentes en mi mente en el peor momento posible.
“En este punto, diría que es más un fetiche que otra cosa, a decir verdad.”
A mi lado, la mitad de mi helado sin tocar sigue derritiéndose, tal y como yo.
—Uh…
—Es… muy suave, pero diferente a las escamas. Y se siente muy… delicada —musitó ella, mientras yo intentaba mirar hacia cualquier otro lado—. ¿Es así en todo el cuerpo?
—¡Si! —Exclamé al retirar la mano, tanto para su sorpresa como para la mía—. Quiero decir, no. Quiero decir…
—Lo siento, tal vez me pasé de la raya —me dijo ella, con una sonrisa apologética—. Sé que no es excusa, pero esa es mi curiosidad tomando el control. Lamento si eso te puso incómodo.
—No, para nada, solo que no es la clase de preguntas a las que estoy acostumbrado —me excuso, intentando parecer despreocupado—. Supongo que ahora me toca, eh… ¿Qué otras partes de dinos son sensibles a la hora de mencionarlas? Quiero decir, ahora sé eso de la cola, pero… ¿Qué hay de las crestas? ¿Los picos? ¿Los cuernos?
—Como decía antes, esos aspectos varían según la especie, y de persona a persona —continuó ella, no pareciendo tener problema con lo que acababa de ocurrir—. No está de más decirlo, pero los triceratops están muy orgullosos de sus cuernos y de su cresta, tanto que, si uno llegara a tener una cresta pequeña, o cuernos en extremo reducidos, cubrirán su cabeza tanto como sea posible.
—Kiara, ella casi no tiene…
—Como dije, varía de persona a persona —se apresuró a responder ella—. Kiara los lima, dice que solo están en el camino, pero ella es más la excepción que la regla.
—Aparte de ella, no he visto muchos triceratops con cresta o cuernos cortos, si me pongo a pensar… creo que podría contarlos con los dedos de una mano.
—Exacto, son casos muy reducidos, pero existen, y suelen sentir bastante vergüenza de ello —añadió ella, antes de recostarse contra el asiento—. Me toca, esto es algo que me interesa mucho saber. ¿Qué es lo que los humanos suelen buscar en una pareja? —Preguntó, y creo que abrí los ojos un poco más sin querer—. Porque he buscado esa información por todas partes, y no he encontrado una respuesta definitiva. Lo que buscan los saurios parece muy diferente a lo que buscan los humanos.
—No… creo que pueda dar una perspectiva general de eso —me escudé, pero ella me sonríe mientras se inclina sobre la mesa.
—Inténtalo.
—Supongo que… muchos se centran en lo físico en un principio, y lo emocional viene después.
—Pues claro, si bien existe la frase “no juzgues a un libro por su portada”, la verdad es que la portada generalmente es un buen indicativo del contenido del libro —respondió rápidamente, antes de suspirar—. Pero eso no me dice nada, para ser honesta.
—Lo siento, otra vez, no puedo dar una respuesta general del tema.
—Entonces no lo hagas. ¿Qué es lo que tú piensas? —Me preguntó una vez más, inclinando la cabeza.
—¿Yo?
—¿Qué es lo que tú buscarías?
—Uh… si tuviera que decir algo… —intenté responder, estando seguro que me estoy ruborizando ahora mismo—. Los ojos. Los ojos son lo primero que veo en… alguien…
—¿Es cierto eso? —Me preguntó con una amplia sonrisa, pero yo no puedo evitar desviar la mirada.
—Tal vez.
—Mmm… —Ella hizo un sonido con su garganta, pensativa, antes de seguir—. ¿No tienes más preguntas respecto a nuestras culturas?
—No, ahora mismo creo… que pregunté todo lo que tenía anotado, y todo lo que se me ocurrió. ¿Qué hay de tí? —Dije con una sonrisa, y ella parece considerarlo un momento.
—De hecho, tengo una última pregunta.
—Soy todo oídos.
—¿Te gusta alguien?
Eso fue más… directo de lo que esperaba, y creo que no sería una exageración decir que me acabo de saltar un latido. Su sonrisa no desaparece, y yo no puedo evitar tragar saliva, aferrando mis manos para que no se note que están temblando.
—Yo… Uh…
—Te pusiste nervioso —dijo ella con una sonrisa traviesa, y lo único que puedo hacer es forzar una risa incómoda.
—Si, un poco, lo siento. De hecho, había algo que quería preguntarte…
—De acuerdo, cederé mi turno —aceptó ella, entretenida—. Dime.
—¿Por qué querías salir conmigo hoy? —Decidí preguntar directamente, pero Lunara solo parece extrañada por mi interrogante.
—¿A qué te refieres?
—Es solo que… siento curiosidad. No nos conocemos hace mucho, y… no soy la persona más interesante del mundo. Dudo que me hayas invitado solo porque soy el único humano en las cercanías —digo lo que está en mi mente en voz alta, sin darme cuenta de cómo sonaba—. Disculpa, tal vez estoy siendo algo rudo cuando digo que…
—¿Tú por qué crees que te invité?
—No… no estoy seguro —admití con honestidad, y no pude evitar sorprenderme cuando envolvió mis manos en las suyas.
—Inco —llamó mi atención, por lo que me obligué a levantar la vista, a encontrar sus ojos color avellana—. No te invité hoy porque seas el primer humano que conozco personalmente, te invité porque me pareces un buen chico, alguien agradable, gracioso, sincero —explicó ella, y ahora definitivamente estoy seguro de que me estoy sonrojando, sintiendo el calor en mis orejas—. Me impresionaste cuando te uniste al equipo para dar lo mejor de tí, y quiero estar ahí para ver qué tan lejos puedes llegar. Y quiero conocerte mejor. ¿Esa te parece una buena razón? —Me preguntó con una sonrisa que terminó de derretirme, tal y como lo que alguna vez fue mi helado.
—Cla-claro, por supuesto —atiné a responder, mirando hacia cualquier otro lado, antes de ser capaz de enfocarme en ella una vez más—. Tú… tú también me agradas, y también… me gustaría conocerte mejor.
—Entonces somos dos —sonrió al apretar mis manos ligeramente—. Deberíamos hacer esto otro día. ¿No lo crees?
—Me encantaría —acepté, aún disfrutando de tan agradable y cálido momento.
No sé qué pasará de ahora en adelante, pero de verdad quiero conocer más a Lunara, ver qué tan lejos llegará esto, y no puedo estar más feliz por el hecho de que ella también quiere averiguarlo. Para ser una primera cita, a pesar del manojo de nervios que he sido durante ella, creo que puedo considerar ésta todo un éxito.
Solo espero que la segunda, y las que puedan venir después, también lo sean.
La última semana ha sido… interesante, como poco. No puedo evitar considerarlo mientras dejo correr la lluvia de la ducha a lo largo de todo mi cuerpo, lavando el sudor de la reunión del club de atletismo a la que acabo de asistir. El vestidor de mujeres está desierto porque soy la única que se retiró temprano del club, a razón de mis deberes en el consejo estudiantil, por lo que todo está en completo silencio. Lo mismo hizo Inco, que seguramente también está solo en el vestidor de hombres, y nos encontraremos otra vez en la sala del consejo en breve para seguir con el trabajo de hoy.
Pensar que imitaría ese extraño impulso suyo para unirme a un club, a esta altura de la secundaria… yo misma apenas puedo creerlo, pero para mi sorpresa, no fue difícil adaptarme y comenzar a relacionarme con mis nuevos compañeros. Probablemente porque buena parte de ellos ya me conocía por trabajar junto a Benjamin, me han visto durante las reuniones entre el club y el consejo, y Damien solo ha facilitado que me vean también como una camarada. La experiencia hasta ahora ha sido de lo más satisfactoria, porque resulta que correr junto a otros es mucho más divertido. Sé que Victoria quiere que intente igualar su habilidad, pero temo que ella me esté sobreestimando por exageraciones de mi mejor amigo. Quiero decir, soy buena, pero no tan buena.
Una vez termino, cierro la llave del agua, me envuelvo con la toalla y salgo para voltearme y encontrarme con Mia. Las dos compartimos una breve mirada antes de que ella me pase por al lado para entrar a las duchas, y yo me retiro a mi casillero sin darle mayor importancia. Después de todo, lo único que nos une es que somos parte del consejo estudiantil, y ella bien podría serlo solo de nombre, por lo que no hay necesidad de palabras entre nosotras.
Una vez regreso a la sala de computación dejo mi mochila a un lado, tomo lugar en mi escritorio, y reviso el celular mientras el artefacto arcaico que tengo como computadora cobra vida, el disco duro haciendo bastante ruido en el proceso. Oro porque los alumnos que vengan después puedan disfrutar de un nuevo set de computadoras, si es que la auditoría del tío Mike termina sin mayores contratiempos. Ojalá así sea.
“CE St. Hammond.”
“[7/10 17:14] Ben: Hubo un imprevisto, Scaler me necesita. Estaré ahí a las seis.”
Parece que Inco y yo estaremos por nuestra cuenta un buen rato, y el humano debería estar llegando en cualquier momento. Hoy tengo que enseñarle como se usan el resto de las aplicaciones que tenemos dedicadas al trabajo del consejo, así que espero pueda quedarse al menos un rato más para eso.
Resulta que, contrario a lo que hubiera esperado el día en que se unió, Inco es alguien con quien me es fácil trabajar, sabe seguir órdenes al pie de la letra, y tiene una buena ética laboral y velocidad de tipeo. Él realmente fue una gran inclusión para el equipo del consejo estudiantil, así que de verdad espero que se quede con nosotros hasta el final del año. Todo aquí será mucho más sencillo si seguimos contando con él.
Detrás de mí la puerta se abre, y sonrío al voltearme, esperando encontrar al humano que debía venir justo detrás… pero en cambio encuentro nuevamente a la parasaurolophus de escamas rojas y cabello rubio, cerrando la puerta detrás de sí. Mi sonrisa desaparece al instante mientras vuelvo mi atención a la computadora, logueandome con los datos correspondientes y preparándome para dos horas seguidas de trabajo. Debería preparar una jarra de café en un rato.
—Hey —saludó Mia, sorprendiéndome.
—Uh… hola —respondí con una ceja arqueada al voltearme ligeramente, mi atención volviendo a la pantalla mientras ella se sienta contra el escritorio central, detrás de mí.
—¿Algo nuevo? —Preguntó ella, y yo suspiré.
—Bastante trabajo, uno del que, imagino, no vas a formar parte.
—No, la verdad que no, no me interesa —admitió ella—. Pero había algo que necesitaba lo antes posible, y creo que tu puedes ayudarme con eso.
Y aquí viene. No tengo idea de qué es, pero de seguro será un problema para mi.
—Solo si es algo relacionado al consejo, de otra forma…
—Necesito al calvito fuera del equipo de atletismo.
Me volteo casi por inercia, sorprendida por la petición, y por la seriedad en el rostro de Mia, quien está cruzada de brazos. Sabía que algo extraño estaba pasando cuando me dirigió la palabra, pero no puedo decir que esto es algo que esperara.
—¿Qué? —Alcancé a preguntar, y ella dejó salir aire por su nariz con fuerza.
—No me importa si se sigue paseando por aquí, porque está aliviando la carga laboral de Ben, y eso solo me beneficia, pero en el equipo no es más que peso muerto, sobre todo porque quedan pocos meses antes de las estatales. Lo quiero fuera.
—Claro, me ocuparé de eso en un momento, justo después de cancelar el menú carnívoro de la cafetería —le respondo al voltearme—. No tengo tiempo para tus dramas personales, estoy ocupada, así que si no te molesta…
“...parece que ya lo hice, y tú también estás dentro.”
Mis manos se detienen de golpe al escuchar mi propia voz, distorsionada por un altavoz, y mis ojos se abren bien grandes. Sé cuando dije esas palabras, y al voltearme confirmo mis temores, al ver que el sonido proviene del celular en sus manos.
“Esto nunca saldrá de esta oficina, nadie se enterará, y solo quedará como un error debido a la tecnología vieja que siguen usando aquí. Te lo repetiré una vez más para que quede muy claro: Inco no tuvo nada que ver en esto. Y en cuanto a Olivia, yo misma me ocuparé de hablar con ella.”
Ella detiene la reproducción al oprimir la pantalla, y yo me quedo con la boca abierta, casi incapaz de procesar la situación, pero sé exactamente qué es lo que está pasando, y lo que está en juego.
—¿Cómo es que…? —Intenté preguntar, pero ella me interrumpió.
—Sucede que escuché una conversación bastante interesante el mes pasado, y no puedo evitar preguntarme… ¿Qué pensará Scaler del consejo estudiantil si se entera de esto? ¿Qué va a pasar con las personas implicadas? —Preguntó ella, con una mano en su pecho, y una preocupación claramente sobreactuada, antes de que sus afilados ojos se centraran en mi—. Te lo repetiré una vez más para que quede muy claro, y por si la sangre tarda en llegar a tu cabeza más de lo que debería: Gafas está fuera del equipo, inventate la excusa que quieras, eres buena en eso. Pero lo quiero fuera para la próxima reunión, o puedes despedirte de tu carta de recomendación. ¿Me has entendido?
El ultimátum es claro, conciso, y no negociable. Este es el modus operandi de Mia Moretti: encuentra una debilidad en ti, y espera al momento adecuado para explotarla, para conseguir lo que quiere. Sé que es así como se comporta, he sido consciente de ello durante mucho tiempo, pero aunque quisiera, no podría hacer nada… porque ella es intocable. A razón de ello, esperaba poder llegar a la graduación sin nunca tener que lidiar con ella de esta forma, pero parece que era mucho pedir, porque cometí un error fatal, y ella estaba cerca en el peor momento posible.
Lo sabía… la sombra que vi ese día, al otro lado de la puerta, no me la había imaginado. Era ella, y ahora me tiene en sus manos, tiene mi maldito futuro en sus manos. Mia lo sabe, eso está más que claro cuando una sonrisa asoma en su hocico, y mi sangre hierve ante la comprensión de la situación: no tengo escapatoria.
Ahora mismo, en esta habitación cerrada, no somos más que depredador y presa.
Y estoy en las fauces de la bestia.
Notes:
Todos sabíamos que, tarde o temprano, este momento iba a llegar. Por si no quedó claro, la primera escena pasa casi dos semanas después de la noche de juegos, y el final de este capítulo ocurre unos días antes de ese momento. Pueden guiarse por las fechas en los chats. Como siempre, dejen kudos y comentarios, y nos vamos a estar viendo en el siguiente capítulo. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 10: Hasta que el gato llega
Summary:
Liz debe decidir qué es lo más importante para ella.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El tiempo se ha detenido, y apenas soy capaz de procesar la situación, mucho menos reaccionar a ella. Mia estaba ahí el día en que me precipité a la computadora de Ben para borrar la entrada de Inco con su usuario. Todo lo que hice está registrado en su celular, claro como el agua, y no hace falta decir que en términos académicos… estoy jodida. Lo cual está más que claro con el asomo de sonrisa en el hocico de Mia. Ella sabe que me tiene en sus manos, y que mis únicas opciones son obedecerla, o caer.
¿Su orden? Sacar a Inco del equipo de atletismo, de su territorio, porque para ella no es más que peso muerto, y necesita al resto del equipo centrado en las estatales. Pero sería más exacto decir “su primera orden”, porque no soy tan estúpida como para pensar que esto terminará conmigo haciendo su trabajo sucio una vez. Exprimirá esto cada vez que pueda a lo largo de lo que queda del año escolar, seguirá utilizándome una y otra vez, para cada cosa que necesite o que se le ocurra. No tendrá fin.
Y la chica frente a mi es una zorra bastante astuta, porque sé bien que esto es lo que hace, lo que siempre ha hecho, pero nunca quedan rastros. Las víctimas se niegan a apuntar en su dirección siquiera, y ahora sé con exactitud por qué.
“Voy a preguntárselo otra vez, señorita Farlane. ¿Tiene pruebas?”
La voz de la directora resuena en mi cabeza, la respuesta que me dió cuando intenté salir en defensa de una chica un año menor que yo, que sabía estaba siendo abusada, obligada a hacer sus tareas, pero se rehusaba a decir nada contra Mia. La razón oficial, claro, es porque eran amigas, y ella solo la estaba ayudando. Nunca supe qué era lo que Mia estaba usando para amenazarla, pero al parecer fue lo suficientemente grave como para que ella se cambiara al instituto Volcano antes de terminar el décimo año.
¿Quién sabe cuántos más comparten una historia similar a la suya? ¿Cuántos han sufrido bajo las garras de Mia Moretti? ¿A cuántos les ha fallado nuestra escuela?
Pero no puedo decir que yo esté libre de toda culpa, o mejor dicho, no soy alguien inocente en todo este asunto. Porque luego de eso decidí distanciarme de lo que Mia pudiera o no estar haciendo, porque no quería que la dirección pensara que tenía problemas personales con ella, ni tampoco quería ponerme en su camino y que eso me llevara a algún conflicto innecesario… uno como el que estoy teniendo justo ahora.
—¿Y bien? —La voz de la parasaurolophus frente a mi corta mis pensamientos.
De más está decir que hasta ahora lo único que Mia ha visto de mi es un rostro sin expresión, completamente alejado de las emociones que bullen en mi interior, porque si hay algo de lo que estoy orgullosa… es que mi cara de poker es perfecta. Ni siquiera mis padres pueden adivinar qué es lo que estoy pensando si así lo quiero, y es algo que he sabido aprovechar cada vez que se presentó la ocasión, sobre todo, claro, jugando al poker. Y es una habilidad muy útil en situaciones como ésta.
Sé que la mano que tengo ahora es pésima, eso ha quedado claro, pero mi oponente no tiene por qué saberlo. Lo importante aquí, tanto como en el poker, es conocer a tu oponente, controlar tus emociones, las suyas, y por sobre todas las cosas… saber farolear. Esos puntos son los más importantes, y si tienes habilidad, y el conocimiento necesario, puedes dar vuelta incluso la situación más desesperada. Aún así, de una forma u otra, la suerte va a tener buena parte en cómo van a terminar las cosas aquí.
—Guardar silencio ahora no te llevará a ninguna parte, Liz —añadió ella, cruzada de brazos—. Quiero escuchar, aquí y ahora, que te encargarás de este pequeño favor que te estoy pidiendo. Créeme, no querrás decepcionar a la gente a tu alrededor, la gente cuyo respeto te has ganado, como una estudiante modelo y como la tesorera del consejo estudiantil. Pero por sobre todas las cosas, estoy segura de que no querrás arruinar tu futuro por ponerte del lado de un pequeño skinnie sin importancia —remarcó ella con ojos entrecerrados, y yo suspiro al tiempo que me pongo de pie.
Esto es todo. Que empiece la función.
—Si, tienes razón, hay mucha gente que no me gustaría decepcionar —dije al acomodarme junto a la computadora, apoyada contra el escritorio, mis ojos fijos en los de Mia—. Y entre ellos está el presidente del consejo estudiantil, ahora que lo pienso.
—Benny es un chico listo, se escurrirá con facilidad de cualquier problema, considerando que tú fuiste quien lo amenazó a él. Y las únicas que caerán a razón de esto serán tú, y la maravilla en silla de ruedas —respondió rápidamente—. Tenlo en cuenta cuando me des tu respuesta, porque en el momento en que yo salga por esa puerta, tanto tu vida como la suya podrían terminar.
—Disculpa, necesito un momento para pensarlo —dije con ojos cerrados al presionar el puente de mi hocico de manera exagerada.
—No tengo tiempo para juegos, Lizard.
—Lo siento, es que es una pregunta bastante difícil —me disculpé al llevar ambas manos a mi pecho—. Tienes razón, hay mucha gente a la que podría decepcionar, y supongo que tú lo sabrías mejor que nadie… lo que es decepcionar a la gente.
—¿Oh? —Dijo ella con una creciente sonrisa—. Por favor, ilumíname.
—Quiero decir, debe ser difícil ser la hermana menor de quien una vez fue presidenta del consejo estudiantil en el instituto Volcano, graduada con honores… debe ser difícil estar a la sombra de alguien así. Tener que lidiar con las expectativas de tus padres —continúo, con una mirada lastimosa —. Solo puedo imaginar lo que Cassandra y Anthony deben sentir, teniendo que tratar con el fracaso de la familia mientras su hija mayor no hace más que prosperar.
—Lizzie, cariño, no intentes fingir que sabes algo de mi familia, porque te aseguro… que no sabes absolútamente nada —respondió ella, aún con el mismo tono, pero su mirada se había vuelto afilada. Y considerando el pequeño tic que tuvo en el párpado derecho por un instante, estoy segura de que toqué una fibra sensible.
—Considerando los generosos donativos que la familia Moretti hace a la escuela a la que asiste su hija, solo puedo imaginar que esperan un mínimo de su parte… como graduarse —dije al cruzarme de brazos—. Tu expediente ya está bastante manchado, y solo has evitado la expulsión por falta de pruebas en tu contra… hasta ahora.
Estiro mi mano para oprimir dos teclas en mi computadora al mismo tiempo, y la mirada de Mia no cambia al centrarse en el monitor, que ahora expone lo que está captando la cámara, con ella en el centro de la imagen. Abrí la aplicación en la computadora bastante rápido cuando me dirigió la palabra al principio, sin que ella llegara a notarlo, porque tenía un mal presentimiento, y me alegra haberlo hecho.
—Ha estado grabando los últimos… cinco minutos —expliqué al examinar la pantalla, antes de regresar mi atención a ella—. Podrás decir que no te importa todo lo que tú quieras, pero la verdad es que necesitas al menos graduarte para poder “largarte de este basurero”, como sueles decir. Odiaría que esto arruinara tus planes.
—Perfecto, estabas grabando. ¿Y eso qué cambia exactamente? —Preguntó con una ceja arqueada—. Sigues estando contra la pared, estúpida, y lo que tienes ahí no cambia nada. Si eliges no hacer lo que te digo, son ustedes dos las que caerán.
—Corrección, caeremos las tres —la corté al instante—. Y tal vez Ben también caiga, si su labia resulta no ser suficiente para salir de este problema. Después de todo, él también ocultó información sobre lo que había ocurrido con la entrada de Inco.
Usaré todas las herramientas a mi disposición para salir de esta, de una forma u otra, solo tengo que encontrar la forma de lidiar con la parasaurolophus aquí y ahora. Pero ella no parece molesta, ni siquiera nerviosa, lo único que veo de ella… es una creciente sonrisa, una que no tarda en dar lugar a una carcajada. Ahora que lo pienso, no creo haberla escuchado reír antes, y ahora que lo hice… tengo escalofríos.
—Oh, cielo santo… ¿Quieres jugar al juego de la gallina conmigo? —Preguntó, juntando las dos manos en un aplauso mientras seguía riendo—. Liz, Liz, Liz… las dos sabemos que esa grabación no saldrá de aquí, porque la única que pierde de verdad en cualquier escenario posible… eres tú. No pondrás en peligro todo por lo que has trabajado, las dos lo sabemos bien. Eres una psicópata que ya tiene planeado casi todo su futuro, con todo y el esposo, los niños, el perro, todo el paquete —dijo ella, dando un rápido aplauso—. Adorable, precioso, y no pondrás en peligro eso mientras hagas lo que te digo. No intentes negociar, porque aquí, y ahora, no tienes con qué.
—Tal vez… pero si decidiera hacer lo que quieres y sacar a Inco del equipo, lo único que tengo en ese caso es tu palabra de que no dirás nada. La cual, por cierto, no vale nada para mi. ¿Qué te impide romper tu promesa una vez tengas lo que quieres? ¿Qué te impide usar esto para chantajearme tanto como te plazca? —Cuestioné yo, habiendo decidido tomar un enfoque más directo—. Tal vez no haya pruebas físicas hasta este video en particular, pero sé bien lo que has estado haciendo tras bambalinas, y me doy una idea de las cosas que podrías intentar obligarme a hacer en el futuro.
—¿Y prefieres jugar con la posibilidad de que podrás darle la vuelta a la situación si lo del fraude se sabe? —Preguntó, curiosa—. Conmigo al menos tienes una posibilidad, pero la directora no podrá hacerse la idiota, o jugar a favoritos. No tendrás lugar al que escapar una vez esto se sepa, y lo sabes. Así que deja de resistirte, y toma la salida que te estoy dando, la única que te permitirá terminar este año sin problemas.
—Tal y como dijiste, pierdo en cualquier escenario, pero si me conoces… imaginarás que no pienso darte el gusto —dije al sonreír, sacando fuerzas de donde no las hay—. Así que si ese es el caso, no tengo problema en enviar esto ahora mismo, ya sea a la directora… o a la página web de la escuela.
—¿De qué estás hablando? —Preguntó ella, extrañada, y su mirada cambió otra vez—. ¿Acaso quieres…?
—Sabes bien que tengo las credenciales para acceder a ella, y publicar lo que me apetezca… como ésta conversación, para que absolútamente toda la escuela lo vea.
—Ni siquiera tú eres tan estúpida para hacer algo así.
—Yo perderé mi carta de recomendación, mi expediente quedará marcado de por vida, y seré suspendida, tal vez incluso expulsada. Si, me pondrá las cosas muy difíciles, pero me las arreglaré para salir adelante —dije, antes de abrir grandes los ojos—. Pero tú caerás por el peso de todo lo que has hecho los últimos años, porque entiendes esto a un nivel básico, sabes bien que poner esto al alcance del resto de los alumnos solo hará que la gente a la que le hiciste la vida imposible cobre valor para hablar. Tú lo sabes mejor que nadie, Mia. Si hay sangre en el agua… los tiburones vendrán, y en esta escuela hay muchos dando vueltas, esperando la oportunidad de arrancarte un pedazo.
—No lo harás —repitió ella—. Tienes todo que perder y nada que ganar. Piénsalo un poco, Liz. Tal vez la sangre tarda en llegar ahí arriba, pero inténtalo, por un momento —dijo ella al acortar la distancia, quedando a escasos centímetros de mi rostro—. ¿Vale la pena arriesgarlo todo por el skinnie? Piénsalo bien, muy, pero muy bien.
—Ya lo pensé, y la respuesta es sí —respondí, inamovible—. ¿Qué haré entonces? ¿Subiré el video? ¿No lo subiré? ¿A dónde lo subiré?
—¿Crees que no puedo…?
—¿Detenerme? No, no puedes —la corté al instante, mi respiración ligeramente acelerada—. Añadirías agresión física a la lista de ofensas, aparte de evidencia extra, y por más que intentes destruir la máquina, esto se está grabando directamente a Gruugle Drive. Así que dime, ¿qué es lo que va a pasar?
Está tomando toda mi fuerza de voluntad para que mi expresión se mantenga, para que mi respiración sea normal, para que mis piernas no tiemblen. Cualquier signo de debilidad aquí significaría el fin de la partida, y no voy a dejar que eso ocurra. Mia me mantiene la mirada por instantes que parecen una eternidad, y por un segundo tengo la sensación de que esto escalará a algo más que una discusión… pero entonces ella sonríe, se aleja, y se sienta contra el escritorio central otra vez.
—Precioso —dijo ella finalmente.
—¿Qué?
—No vas a dejar que ese video salga de aquí, de eso estoy segura, pero todo lo que estás haciendo para proteger al skinnie… es adorable. ¿Acaso se mueve mejor que el perrito faldero?
—Entiendo que la idea de querer proteger a alguien sin esperar nada a cambio puede parecerte extraña, incluso alienígena, pero eso es lo que está pasando aquí —soy rápida en responder, pero su expresión no cambia—. Y si quieres amenazarme, o a mis amigos, será mejor que vengas con algo mejor que eso.
Es una realidad que mi mayor interés es protegerme a mí misma, pero también es cierto que no voy a perjudicar a Inco más de lo que ya he hecho.
—De verdad crees que estás por sobre mi en el terreno moral, ¿eh, Liz? —dijo al chasquear con su mano izquierda, su índice apuntándome—. Pero la verdad es que estás tan podrida como yo. Puedes intentar disfrazarlo de la manera que quieras, pero la realidad es que doblaste las reglas a tu gusto para conseguir lo que querías, para ti, y la paralítica. Podrás decir que fue por el bien de alguien más todo lo que quieras, pero todo se reduce al hecho de que ambas actuamos de la misma manera, y ese video… no hace más que probarlo.
No voy a responder a su provocación. Me mantengo inamovible, esperando la siguiente amenaza, o advertencia, o intento de negociación… pero la parasaurolophus roja suspira, y se aparta del mueble.
—De acuerdo —dijo al unir sus manos en un aplauso, y yo no puedo evitar arquear una ceja—. Concederé aquí… por respeto a tu noble intento por proteger a nuestro querido compañero del consejo estudiantil, y tal vez incluso borre el video si me siento con buen ánimo estos días. ¿Quién sabe? —Dijo ella divertida, dándome la espalda.
—¿Y lo vas a dejar así? —No pude evitar preguntar, maldiciéndome justo después—. Eso no suena como la Mia que conozco.
—Oh no, créeme que estoy siendo sincera aquí, yo no haré nada para fastidiarte… a ti —remarcó ella—. Solo espero que esto valga la pena, Lizzie.
—Te estaré vigilando.
—No esperaría otra cosa —respondió ella, cerrando la puerta detrás de sí.
Apenas pasan unos pocos segundos cuando la fuerza abandona mis piernas, y yo caigo sentada a la silla del escritorio, mi respiración agitada, y mi corazón latiendo a mil por hora. Si las cosas escalaban de forma violenta, perdería la ventaja, porque no tengo el mismo físico que ella, y mi cuello es un punto bastante vulnerable. Podría haber salido terriblemente mal en cualquier instante, y sé que lo único que he conseguido con esto es ganar algo de tiempo, porque Mia no ha ocultado sus intenciones. Dijo que no me fastidiaría “a mi”, lo que implica que es seguro que va a fastidiar a Inco, a Olivia, o a alguien más en represalia.
Al menos hay buenas probabilidades de que no hable del concurso en particular, porque ahora sabe que si ese video llega a la directora, el mío también lo hará… a pesar de que no tengo ningún video en lo absoluto. Si, la cámara estaba grabando, pero solo video, porque el micrófono ha estado descompuesto durante semanas. La realidad aquí es que aún no tengo pruebas contra ella, pero Mia no tiene por qué saberlo, y me dará algo de tiempo para decidir cómo encarar esto.
Rayos, eso fue más tenso de lo que esperaba, pero conozco bien a Mia, mostrar debilidad para con ella es lo mismo que arrojarte a los lobos. Una vez que encuentra una debilidad en alguien, la explotará, una y otra vez hasta que ya no le sirva. Nada me asegura que no haya estado haciendo eso mismo con Ben, pero me gustaría pensar que el presidente del consejo estudiantil es más inteligente que eso. Demonios, por todo lo que sé, bien podría ser la única persona capaz de mantener a Mia a raya.
Tan perdida estaba en mis pensamientos que apenas caigo en la cuenta de que la puerta se abre frente a mi, y el humano que esperaba hace rato hace acto de aparición.
—Hey, Liz —saludó él, con una mano en alto.
—Inco —dije al suspirar—. Te habías tardado.
—Lo siento, me encontré con Jenine en el pasillo, y ella… —dijo él, y se quedó mirándome por un breve instante—. ¿Tú estás bien?
—Si, si, lo estoy, ¿por qué no lo estaría? —Pregunté, y sólo entonces caí en la cuenta de que tal vez hablé más rápido de lo que pretendía.
—Creo que eso responde a mi pregunta.
—Solo debí lidiar con unos… asuntos personales hace un momento, no te preocupes.
—De acuerdo… —dijo él, no convencido, pero claramente no dispuesto a preguntar más al respecto—. Entonces, ¿cuál es el itinerario para hoy?
—Uno bastante extenso —respondí al acomodar la silla en su lugar, sentándome correctamente—. Te enseñaré a manejar el resto de los programas, en caso de que Ben y yo no estemos disponibles. ¿Podrías quedarte un poco más hoy?
—Claro, no hay nadie esperándome en casa —dijo él al sentarse a mi lado, con una sonrisa que me costaba corresponder.
¿Qué hago? Inco debería saber qué es lo que está ocurriendo realmente, lo que hizo Olivia, lo que yo hice después, lo que hemos estado ocultándole. Pero por otro lado… ¿Debería hacerlo? Si lo hago, nada me asegura que él no reportará esto a la dirección, y tanto Olivia como yo nos veremos afectadas.
Pero también es cierto que ahora Mia sabe lo que ocurrió, sé que lo usará de alguna forma para su beneficio, por lo que es probable que el que Inco se entere de esto solo sea cuestión de tiempo, y no hay nada peor que enterarse de algo así por terceros.
¿Debería contarle todo?
¿Debería guardar silencio?
—Inco —mi lengua se echó a andar mucho antes que mi cabeza, que todavía estaba intentando procesar la situación.
—Dime —él se volteó hacia mí, y frente a su mirada yo… no puedo…
—Solo… quería preguntar si… si podrás quedarte mañana también, un poco más, luego de la reunión del club de fotografía.
—Claro, por supuesto —aceptó al instante, y yo suspiro mientras me centro en la pantalla otra vez.
No puedo hacerlo. Odio mentirle a alguien a quien he llegado a considerar un amigo, a quien nos ha ayudado tanto aquí, pero… no estoy lista… no puedo hacer esto, hay demasiado en juego.
Pasadas las seis, Ben también llega, y no pierde tiempo en sentarse frente a su computadora para comenzar a trabajar. Y así también, yo no pierdo tiempo en enviarle un mensaje directo por Lime.
“[7/10 18:07] Liz: Tenemos que hablar. Quédate después de que Inco salga.”
Veo al parasaurolophus leer el mensaje, dirigirme una mirada, y yo asiento en respuesta. El presidente del consejo suspira y asiente en confirmación, mientras todos retomamos el trabajo de hoy.
En un abrir y cerrar de ojos, ya son las ocho de la noche, y no estamos ni de cerca de terminar con el papeleo de hoy. Pero aún así…
—Inco, puedes ir partiendo —avisó Ben, con una sonrisa tranquilizadora—. Liz y yo todavía tenemos pendientes que hay que terminar.
—No te preocupes, no tengo ningún problema en quedarme un poco más —respondió el humano, solícito.
—Pero tú tienes un viaje largo de regreso a casa, nosotros no —soy yo quien intercede—. No te preocupes, es solo papeleo que podemos terminar los dos, y a tí te necesitaré al cien por ciento para mañana.
—Uh… de acuerdo, claro —aceptó él finalmente, cerrando la sesión y tomando su mochila—. Entonces… los veré mañana.
—Cuídate en el camino de regreso —saludó Ben.
—Hasta luego, Inco.
—Si, hasta luego, y buena suerte con eso —se despidió él con una sonrisa, cerrando la puerta.
Tanto Ben como yo esperamos un momento mientras seguimos con nuestro trabajo, solo para estar seguros de que el humano no regresará, y es entonces que el parasaurolophus se pone de pie y se acerca a mi escritorio.
—Dime. ¿Qué pasó?
—Dame un segundo —dije al ponerme de pie, trabando la puerta—. Solo para confirmar… ¿De verdad tenías asuntos que atender con Scaler? —Pregunté, y él abrió los ojos ligeramente, antes de tragar saliva. Bingo.
—Por supuesto que sí —afirmó con seriedad—. ¿Por qué mentiría?
—No lo sé, tal vez Mia te pidió que te mantuvieras alejado de esta sala por un rato —sugerí yo, recibiendo esa mirada otra vez en respuesta—. Eso creí. Tal vez quieras saber entonces que te mantuvo fuera para venir a amenazarme.
—¿Cómo? —Preguntó, incrédulo, antes de darme una mirada plana—. Liz, te das cuenta de que esa es una acusación bastante grave. ¿Verdad? Entiendo que Mia y tú no tienen la mejor relación, pero decir algo así de una compañera es…
—Oh, cierra la maldita boca, Ben —dije sin poder evitarlo, deteniéndolo en seco, y presionando el puente de mi hocico—. Has estado usando tu poder en el consejo para sacarla de cada problema en el que se ha metido, desde incluso antes de volverte presidente. Esa labia puede servirte con Scaler y con la mayoría de nuestros compañeros de escuela, pero entre nosotros, en esta habitación… no es nada, es menos que nada —continué al avanzar, quedando frente a el presidente del consejo, aún sorprendido—. Y me importa un bledo discutirlo ahora, porque el problema aquí es que ella lo sabe.
—¿Qué es lo que sabe? —Preguntó él, antes de abrir los ojos bien grandes—. No me digas que…
—Vino a mi con una grabación del día en que usé tu usuario para borrar la entrada de Inco, con la promesa de que iba a enviarla a Scaler si no hacía lo que decía, lo cual era… sacar a Inco del club de atletismo —expliqué rápidamente—. Estaba dispuesta a chantajearme con eso, incluso si eso te implicaba a tí también.
—¿Qué? —Preguntó, descolocado—. Demonios… perfecto, esto es lo único que me faltaba —dijo él, tomándose de la nuca—. ¿Vas a hacer lo que dijo?
—Por supuesto que no, me negué, no voy a perjudicar a Inco más de lo que ya he hecho —respondí rápidamente—. Pero ella no va a usar esa grabación, porque ahora yo la tengo grabada a ella, intentando chantajearme con eso.
—¿Dónde está la grabación? —Preguntó el presidente, casi por reflejo. Oh no, eso sí que no.
—En un lugar seguro, es todo lo que diré —dije al cruzarme de brazos. No soy tan idiota como para darle información de más a la pareja de quien acaba de amenazarme, y si me guío por la mirada de Ben, él también lo entiende.
—No vas a usar eso, ¿verdad?
—Solo la usaría si Mia expusiera su grabación antes. Tal vez no vaya a usar el video en si, pero la realidad es que ella sabe lo que pasó, y no tengo idea de cómo planea usar esa información a su favor. Ben, es tu novia, ocúpate de manejarla —le dije, y lo veo apretar los dientes, porque está claro que eso es lo último que quiere hacer.
—Maldición, el solo hecho de que ella estuviera dispuesta a… —comenzó a decir, suspirando y presionando el puente de su hocico—. Escucha, hablaré con ella, me encargaré de manejar esto de la mejor forma posible, pero tu… no hagas nada con esa grabación, no le digas nada a nadie. ¿De acuerdo? Una vez hable las cosas con ella, sé que Mia entrará en razón, y dejará ir todo esto.
—De alguna forma, lo dudo, pero buena suerte con eso —digo yo, apoyándome contra el escritorio con brazos cruzados, y veo con claridad los engranajes en la cabeza del presidente colapsando mientras intenta pensar en cómo logrará tal hazaña.
Lo siento Ben, pero ahora depende de ti tomar las riendas de esa zorra, y asegurarte de que no hará nada que te afecte a tí también. Pero si las cosas van a peor, y él es incapaz de controlarla… rayos, supongo que tendré que estar más pendiente de Mia de ahora en adelante, porque mientras tenga esa información, representa un peligro para mí, y para todo lo que he trabajado.
Y es solo ahora que caigo en la cuenta… de que he estado pensando en mí todo este tiempo. Ni en Olivia, ni en Inco, ni mucho menos en Ben… solo en mi.
“Estás tan podrida como yo. Puedes intentar disfrazarlo de la manera que quieras, pero la realidad es que doblaste las reglas a tu gusto para conseguir lo que querías.”
Chasqueo mi lengua cuando esas palabras resuenan en mi mente. No somos iguales.
También estoy intentando proteger a otros.
No… somos… iguales.
La clase de historia continúa siendo la pesadilla de mi existencia.
Hago mi mejor esfuerzo por mantener los ojos abiertos, pero aparte de que la lección de la señorita Prockling es probablemente la mejor alternativa a un somnífero, también está el hecho de que el día de ayer no tomé buenas decisiones. No solo llegué tarde a casa porque asistí a Ben en una reunión con el club de natación por quejas sobre su uso de las instalaciones, sino porque me quedé hasta pasadas las ocho para ayudar a mis compañeros con el papeleo que había que presentar a la directora hoy. Liz tuvo la amabilidad de llevarme a casa, por suerte, y en teoría mi día debería haber terminado ahí… pero no fue así.
Luego de prepararme una cena que tranquilamente podría haber salido de un restaurante, una deliciosa pierna de pollo al horno con papas, Damien me envió un mensaje, pues quería que jugaramos Rock Ring en línea con Olivia. De hecho, la Xrox que conseguí gracias a la chica caimán ha visto bastante uso últimamente, porque he estado disfrutando de los títulos que eligió para mí, y ni ella ni Damien han perdido la oportunidad de educarme en los juegos de disparos en primera persona. Al principio apenas podía manejar la cámara, y más de una vez terminé disparando al suelo mientras ellos hacían todo el trabajo, pero no tardé en entrar al ritmo de su juego, e incluso disfrutarlo. Ahora, añoro las noches en las que los dos estén libres para que podamos seguir nuestras aventuras en la lucha contra la alianza alienígena.
Frente a mí veo que Olivia también está teniendo dificultades para concentrarse, pues ha estado dibujando en su libreta todo este tiempo, y no puedo evitar sonreír cada vez que intenta esconder lo que está haciendo. Me pregunto cómo irá su nueva pieza… ella dijo que estaba trabajando en su siguiente obra maestra, pero que no nos mostraría nada hasta que estuviera contenta con la base. Solo espero que ese día llegue pronto, porque ya he visto de lo que es capaz con “Dreamscape”, su mejor obra, y si se propone sobrepasar incluso eso, sé que estaré ante una auténtica obra de arte.
Me doy cuenta de que faltan unos minutos para el fin de la clase porque la chica caimán guarda todo en su mochila, se acerca al escritorio de Prockling, y sale por la puerta sin mucha ceremonia, dedicándome una pequeña mirada antes de cruzar el umbral. Nos encontraremos en la mesa de la cafetería durante el almuerzo, como es de costumbre. Ya ni siquiera tenemos que coordinarlo, lo damos por hecho.
Es entonces que la campana suena, la profesora suspira antes de darnos el visto bueno para salir, y yo me pongo a guardar las cosas en mi mochila rápidamente. Pero entonces mi celular vibra, y no pierdo tiempo en revisarlo.
[10/10 12:01] Ben: Ven a la sala del consejo, tenemos que hablar.
Esto es extraño, Ben no suele mandarme mensajes directos, usualmente me etiqueta en el grupo de Lime. ¿Será por un tema delicado?
De hecho, ahora que lo pienso, en los últimos días he notado cierta tensión en el consejo estudiantil, entre Liz, Ben y Mia. En la superficie parece que todo está bien, pero habiendo estado allí durante ya varias semanas, es fácil para mí notar la diferencia. ¿Tal vez esto está relacionado de alguna forma?
Respondo que estaré ahí en un momento, y guardo la esperanza de que esto no tome demasiado tiempo, porque mi estómago ya está rugiendo. Paso entre todos mis compañeros en los pasillos mientras me dirijo al edificio anexo, con corredores mucho más despejados, y entro a la biblioteca. Como siempre, a esta hora no hay prácticamente nadie, y saludo a la encargada al pasar mientras voy a la sala.
Al abrir la puerta espero encontrar al presidente del consejo estudiantil en su computadora, intentando adelantar trabajo como es usual, pero lo que encuentro frente a mi… es a Mia sentada contra el escritorio central, revisando su celular. Mis ojos buscan rápidamente a mi alrededor, pero Ben no está en las cercanías.
—Buenos días, Mia —intenté saludar, sin esperar una respuesta realmente—. ¿Has visto a Ben? —Pregunté, y ella levantó la mirada, sonriéndome.
—Oh, ¿ese mensaje? Lo envié yo, tomé prestado su celular por un momento —explicó al apartarse, señalando mi escritorio con el movimiento de su cuello—. Entra y siéntate.
—De hecho, si no me necesitan aquí, el almuerzo va a…
—Siéntate —repitió ella con un tono gélido como el hielo mismo.
—Si, claro, por supuesto.
Cuando voy a sentarme, la traba de la puerta suena detrás de mí, y no puedo evitar tragar saliva. Estoy en la misma habitación que la persona que amenazó mi vida dos veces, pero la primera vez me salvó el entrenador Solly, y la segunda vez me salvaron Lunara, Damien y Victoria. ¿Aquí? Aquí no tengo ningún tipo de apoyo.
Estoy solo… con la última persona con la que desearía estar solo.
—Entonces tú me enviaste ese mensaje… —dije al girar la silla, quedando cara a cara con ella, quien se apoyó contra el escritorio de nueva cuenta—. ¿Puedo preguntar por qué?
—Solo quería platicar con un compañero del consejo estudiantil. ¿Es eso tan malo?
—No, para nada, en lo absoluto —negué rápidamente—. ¿De qué quieres hablar?
—De la amistad —dijo ella, y yo no puedo hacer más que arquear una ceja en respuesta.
—¿De la amistad?
—Claro —afirmó con una sonrisa, una que creería es bastante cálida si no conociera a la persona frente a mi, por lo que solo me da mala espina—. Es algo muy importante. ¿No lo crees?
—Si, si lo creo, realmente valoro mis amistades.
—Eso es muy lindo de tu parte, Inco —dijo ella, jugando con su cabello mientras miraba la ventana—. Pero si, la amistad es algo muy importante, y no pude evitar ver que este último tiempo te acercaste mucho a Damien, a Olivia, a Ben, e incluso a Liz —recuenta, momento en que sus ojos se fijan en mi—. Liz y tú se llevan bien, ¿verdad?
—Supongo, considerando que estamos trabajando muy bien juntos, después de todo.
—No, no es solo porque trabajan juntos, estoy segura —negó ella, chasqueando los dedos de su mano izquierda, con su índice apuntándome—. Se están haciendo muy buenos amigos, tienen sus propios chistes internos, y se han visto fuera de la escuela. Es tan lindo ver una relación así florecer.
—Pues gracias, me alegra que te sientas feliz por nosotros.
—Pero las relaciones tienen que estar basadas en la confianza, ¿no es así, Inky?
—Creo que esa es la base de una buena relación, sí —acepté, extrañado—. ¿Lo dices por alguna razón?
—Ninguna en particular —respondió ella, jugando con su cabello otra vez—. Pero me alegra que las cosas vayan tan bien. Tú y el resto de los inadaptados han estado haciendo buenas migas, Ben ya no está tan preocupado por la paralítica, e incluso has liberado un poco la agenda de Benny para pasar más tiempo conmigo. De verdad, no podría estar más feliz, y es por eso que quiero corresponderte de alguna forma.
—No hace falta, de verdad, si estás contenta eso es… más que suficiente —respondí rápidamente. No sé que es lo que busca Mia exactamente, pero estoy seguro de que no quiero tener nada que ver en ello.
—Oh no, por favor, insisto —dijo con una mano en el pecho—. Y lo que voy a darte… es información que podría interesarte.
—Uh… de acuerdo. ¿Qué información?
—Antes que nada, una preguntita. ¿Tú confías en cuello largo?
—¿En Liz?
—No, en la cuello largo de la tienda de enfrente, la que tiene un bonito cabello —dijo, exhalando con fuerza—. Por supuesto que estoy hablando de Farlane.
—No me ha dado razones para no confiar en ella.
—¿Estás seguro?
—¿Por qué lo dices? —Pregunté, y ella se quedó en silencio por un momento.
—¿Recuerdas el concurso de arte de la semana pasada? Se envía un correo a cada alumno cuando su pieza se carga al sistema, y otro cuando la misma es rechazada, o premiada, siempre se dan dos avisos. Imagino que te llegaron ambos correos, ¿verdad?
—No… creo que no me llegó nada aparte del primero. ¿Es eso a lo que vas?
Frente a mi pregunta ella se acerca, yo me recuesto contra el respaldo de la silla en un intento de alejarme, y ella se inclina sobre mí, tomando el borde del respaldo con su mano derecha mientras lleva la izquierda a su cintura. Trago saliva frente a su creciente sonrisa, y por un segundo creo que va a golpearme con la izquierda… pero lo que hace es sacar una tarjeta de su bolsillo, la cual tiende frente a mi.
—Se le cayó a cuello largo.
—Es… es su tarjeta de coordenadas —dije al tomarla en mis manos mientras ella se apartaba.
Algo tan importante… ¿De verdad se le cayó?
—Si confías en ella, no tienes que hacer nada, más que devolvérsela. Pero si hay una pequeña duda en tu pequeña mente de lo que pasó con tu entrada del concurso… tal vez ella tenga las respuestas. Ben y Liz manejaban todo juntos, después de todo, así que ella sabe de todo lo que ocurre tras bambalinas —explicó ella, pero yo sigo admirando la tarjeta en mis manos—. Bueno, perdí demasiado tiempo aquí, y aún tengo muchas cosas que hacer. Ciao Inky.
—¿Por qué estás haciendo esto? —No pude evitar preguntar.
—Yo no hice nada —dijo al voltearse—. Solo quería tener una conversación amistosa, aconsejarte en agradecimiento, y dejarte la tarjeta para que se la devuelvas a cuello largo, porque Jesús Raptor sabe que ella no me quiere cerca —dijo con una sonrisa divertida, abriendo la puerta—. Soy una muy buena compañera, después de todo.
La puerta se cierra, y la sala del consejo estudiantil queda en silencio una vez más, mientras yo me quedo admirando la tarjeta en mis manos. Los únicos alumnos que tienen esta tarjeta son Ben y Liz, la mía me la darían a mediados de este mes, para poder acceder al sistema de la escuela. Lo único que debo hacer ahora es ir a la cafetería, darle la tarjeta a Liz, y seguir con mi día normalmente. Eso es todo.
…
Y aún así, la duda está matándome.
¿Por qué Mia habló de mi entrada? ¿Qué pudo haber pasado con ella? No gané, es tan simple como eso, no es algo en lo que deba pararme a pensar demasiado.
¿Pero qué tal si no fue solo eso?
¿Por qué me llegaría el correo confirmando la carga de la entrada, pero no el correo que básicamente me diría “mala suerte, sigue participando”? ¿O uno que dijera que hubo un problema con la carga? Entiendo que los sistemas por los que se maneja la información en esta escuela son bastante arcaicos, y no hay mucha gente dándoles mantenimiento, pero no he escuchado a nadie quejándose con el consejo por este problema en particular. ¿Acaso Mia se lo inventó para molestarme? No, ¿qué lograría con eso? Bueno… ha quedado más que claro que ella no me tiene en alta estima, así que hacer algo simplemente para fastidiarme no suena tan extraño.
Pero ahora la duda inunda mi mente, y no puedo dejar de pensar en ello. ¿Sería tan malo usar la tarjeta de Liz solo para verificar que todo esté en orden? No estaría viendo información personal suya, ni nada parecido, así que no creo que le moleste.
Reviso mi celular, son las doce y cuarto, así que tengo algo de tiempo para revisar eso e ir a la cafetería para comer algo. No es como si esto fuera a tardar demasiado, solo tengo que encender la computadora, esperar un poco a que la misma despierte de su letargo, y abro el programa “SAISH” en el escritorio. Es el más importante de todos los que tengo instalados, e ingreso al mismo usando el usuario de Liz, y los números que se me indican en la tarjeta de coordenadas como contraseña.
No puedo evitar mirar a mis espaldas para ver si viene alguien, como si fuera un delincuente, pero realmente no estoy haciendo nada malo, solo estoy confirmando que el sistema está funcionando correctamente. Dudo que hubiera un problema con mi entrada al momento de realizar la carga, porque Liz o Ben me hubieran avisado antes. Es más, ni siquiera sé si eso de los dos correos es verdad, así que está la posibilidad de que Mia solo esté jugando con mi cabeza.
Aún así… necesito estar seguro.
Perfecto, la aplicación carga, y estoy dentro. Es la primera vez que uso el programa por mi cuenta, pero el lunes pasado Liz me dió un repaso rápido de este y el resto de los sistemas que debo aprender a utilizar, y SAISH en particular tiene una interfaz bastante simple e intuitiva. Desde aquí solo tengo que buscar el registro de ingresos para el concurso “Nuevos Inicios”, buscar mi nombre, y…
Nada.
Eso no puede estar bien, debería aparecer mi entrada, y debería poner la información de la misma, así como el hecho de que no fue premiada. Esto es… un poco extraño.
Por curiosidad busco la entrada de “Liz Farlane”... nada. ¿Tal vez está cargada como “Elizabeth Farlane”? No, tampoco. ¿Está funcionando mal? Tiene que ser eso. De acuerdo, otro intento, “Benjamin McKnight”... y ahí está, su entrada está aquí, su información también, e incluso aparece que no fue premiada. ¿Por qué la mía y la de Liz no aparecen? ¿Tal vez si busco en el historial?
Para empezar, busco movimientos en el sistema el día que cree mi usuario, el 5 de septiembre, porque fue el mismo día que cargué mi entrada. Si, aparece todo, tanto la creación de mi cuenta como la carga de mi entrada al concurso “Nuevos Inicios”... espera, también dice que se modificó el mismo día, a las cinco de la tarde. Yo no hice ninguna modificación, de eso estoy seguro. ¿Qué significa esto?
Si recuerdo bien, la carga para la votación la hicieron Ben y Liz un día después de que entré al consejo estudiantil, por lo que sería el… 24 de septiembre. Si busco el historial de movimientos de ese día, con mi nombre, entonces tiene que aparecer…
…
¿Qué?
Tengo que detenerme para procesar lo que estoy viendo en la pantalla, porque no tiene sentido. ¿Qué significa esto?
“Rechazado/Borrado - “El archivo está corrupto y no se puede visualizar.” - Benjamin McKnight [24/9, 12:22]”
Estoy seguro de que cargué bien la entrada, podía verla desde la página de la escuela en ese mismo momento. ¿Acaso el archivo de verdad quedó corrupto? Si es así, ¿por qué no aparece en el listado de participantes a pesar de todo? ¿Por qué Ben no me avisó que eso era lo que había ocurrido antes de rechazar la entrada?
No creo que viera mi trabajo como una amenaza y lo borrara adrede, así que dudo que esa sea la razón, pero yo estaba al alcance de un mensaje si había algún problema como este. ¿Por qué no decirme si había algo mal?
Espera un momento, justo debajo de la mía… es la entrada de Liz, y es su usuario el que hizo la última modificación.
“Rechazado/Borrado - “El archivo está corrupto y no se puede visualizar.” - Liz Farlane [24/9, 12:33]”
Es el mismo mensaje. Pero… ¿Ambas entradas estaban corruptas? ¿Por qué Liz borraría su propia entrada? ¿Para qué…?
El historial de movimientos es el único rastro que queda de esto, porque ambas entradas fueron purgadas del sistema, no queda nada de ellas. ¿Por qué?
Sigo tratando de encontrar sentido a lo que estoy viendo, tan perdido en la pantalla y en mis pensamientos que no puedo evitar sobresaltarme cuando la puerta se abre detrás de mí, y al voltearme encuentro allí a Liz, quien parece tan sorprendida como yo.
—Inco, ¿qué estás haciendo aquí? —Me preguntó con una sonrisa—. No viniste a comer con nosotros, y Damien estaba preocupado.
—Lo siento, estaba… —intenté responder al voltearme, viendo la pantalla, pero las palabras se me escapan.
—¿Por qué estás usando el SAISH? —Preguntó al quedar junto a mi—. Espera, ¿cómo entraste?
—Entré con esto —respondí al voltearme hacia ella, extendiendo la tarjeta, y ella abre los ojos bien grandes.
—¿D-disculpa? —Tartamudea al tomarla en sus manos con rapidez—. ¿Por qué harías eso? Estas tarjetas son de uso personal, Inco.
—Lo sé. Mia la encontró, y la dejó conmigo. También me comentó que el sistema enviaba dos correos en relación al concurso “Nuevos Inicios”: uno para confirmar la carga de tu entrada, y el otro al terminar el concurso, si tu trabajo había sido premiado o no —expliqué, y ella se queda sin palabras mientras ve la información en mi pantalla, y yo me volteo hacia ella, mientras Liz parece estar buscando las palabras para responder—. ¿Es eso cierto?
—Lo es, si —asiente finalmente, mirándome a los ojos.
—Así que era cierto —dije por lo bajo, mirando el monitor—. Pero yo no recibí el segundo correo, y lo único que encontré en el sistema es… esto. ¿Te molestaría explicarme qué es lo que está pasando aquí?
—Solo… déjame explicártelo todo, por favor —pidió ella, y me volteo junto con la silla hacia mi compañera.
—Te escucho.
—Bien —dijo ella, jugando con sus manos mientras miraba hacia cualquier otro lado, antes de centrarse en mí nuevamente—. El día que creamos tu usuario, y cargaste tu entrada para el concurso… olvidaste la hoja con los datos de ingreso en la impresora. Olivia la encontró y, ese mismo día, sobreescribió tu entrada con un trabajo suyo.
—¿Qué? ¿Po-por qué lo haría?
—Porque quería saber si era tan buena como la gente decía, que esas alabanzas que recibía no eran debido a su condición. Sabía que si lo cargaba con los datos de alguien que acababa de entrar a la escuela, tendría opiniones honestas —explicó, con sus ojos cerrados—. Pero lo que hizo fue fraude, ella ya no podía participar en el concurso, y una vez lo descubrieran… tanto ella como tú sufrirían las consecuencias.
—Pero… —Fue mi turno para quedar sin palabras—. ¡Yo no tuve nada que ver en eso!
—No importaba, tu nombre estaba en el trabajo de ella, serías cómplice aunque no lo supieras —explicó al cruzarse de brazos—. Cuando lo descubrí, al momento de la carga, quise protegerlos a ambos, y usé el usuario de Ben para borrar tu entrada, para que él no pudiera acusarnos de ello, porque también sería partícipe. Luego borré mi propia entrada, porque luego de lo que había hecho… no sentía que tuviera el derecho de participar. Y una vez las dos entradas estuvieron borradas, debí eliminar todo rastro de ambas. Lo único que quedaría sería el historial de movimientos en el SAISH, pero a menos que alguien supiera exactamente lo que estaba buscando, nadie lo encontraría.
—No lo entiendo.
Es lo único que puedo decir frente a todo lo que acabo de escuchar. Olivia… intentó usar mi información para cometer fraude, implicándome, mientras que Ben y Liz lo cubrieron todo. Yo… no puedo creerlo, tiene que ser una broma.
—Escucha, Olivia solo…
—¿Todos sabían de esto? —La interrumpí, y ella tragó saliva.
—Damien no sabe nada específico, solo que Olivia había hecho algo malo, y que lo había hablado conmigo —respondió ella, abatida—. Lamento que te hubieras visto metido en esto, Inco. No merecías estar en medio de este desastre.
—Eso… no es lo que me molesta —dije yo, sorprendiéndola—. Quiero decir, de verdad estaba ilusionado con el concurso, y apesta que no haya podido ni siquiera participar. Pero eso no es lo más importante aquí.
—¿Entonces qué?
—¿Acaso tienes que preguntarlo? —Dije, incrédulo—. Podrías haberme dicho lo que ocurría desde el principio, lo que Olivia había hecho. Quiero decir, me hubiera molestado, pero lo habría entendido. Pero no lo hicieron, y si Mia no me decía lo de los correos hoy… ¿Tú me hubieras dicho alguna vez lo que realmente había pasado?
—Yo… —intentó responder, quedando con la boca abierta—. Estaba en una posición complicada, y…
—Respóndeme Liz, por favor. ¿Lo hubieras hecho?
Ella no hace más que bajar la mirada, sin dejar de jugar con sus manos, pero la respuesta que esperaba de su parte nunca llega, y la implicación es obvia.
—No confías en mí —dije por ella, pero la brachiosaurus no levanta la mirada.
—Lo siento, no podía… dejarlo a la suerte.
—¿Hablarme de un problema de esta gravedad, en el que estaba involucrado, era “dejarlo a la suerte”?
—Entiende, por favor —pidió ella, sus ojos centrados en mí otra vez—. Había mucho en juego, e hice lo posible para que nadie más se enterara de esto, porque mientras más personas supieran qué era lo que había pasado, más probabilidades había de que alguien que no debía se enterara, alguien como Mia, y…
—¿Cómo yo?
—No, Inco, no tú —negó rápidamente—. Lo siento, tomé la elección que creía más adecuada en ese momento. Pero ahora que lo sabes… debo pedirte, por favor, que mantengas el silencio con respecto a esto.
—¿Qué?
—Si esto llega a la directora, todos estaremos en problemas, tú incluido. Y…
—¿Me estás amenazando?
—¡No! —Exclamó ella al instante— No, no, no es lo que estoy haciendo. Solo… te pido que mantengas esto entre nosotros, para que nadie salga afectado.
“¿Para que nadie salga afectado?”
¿Nadie?
Aparentemente yo no soy nadie.
—Sé que es mucho pedir después de esto, pero te lo suplico, Inco. Por favor —dijo ella al unir sus manos frente a su hocico—. Siento haberte metido en esto. Pero si de algo te sirve, nadie te acusará de nada, ni tendrás problemas con tu expediente. Es lo mejor para todos.
—¿Mejor para todos? ¿O mejor para Olivia y para ti?
—Inco, por favor.
—¡No! —Exclamé en respuesta, tomándola desprevenida—. Me rehúso a creer que esta fue la mejor forma que se te ocurrió para manejar el problema. Y esto, lo que me estás pidiendo ahora, de esta forma… está claro que no confías en mí, en lo absoluto.
—¿Cómo podría? —Respondió al instante, y es mi turno para sorprenderme mientras ella respira profundamente—. Inco, seamos honestos, nos conocemos hace apenas un mes. Sé que eres un buen tipo, pero no sabía si podía confiarte algunas cosas. Y esto en particular… era demasiado importante como para dejarlo a la suerte.
—Lo sé, porque también era importante para mi —dije con una mano en mi pecho—. Merecía saber esto, merecía saber qué era lo que había ocurrido. Incluso tendría la oportunidad de arreglar el problema, de cargar el archivo correcto, pero no fue así. Me quitaste eso.
—Lo sé, me siento terrible, y lo lamento, y sé que no lo arreglaré sin importar cuantas veces me disculpe, pero… no todo lo que salió de esto fue algo malo. A causa de este problema, Olivia se abrió conmigo luego de muchos años, ella entiende que lo que hizo fue terrible, y está intentando hacer las cosas bien.
“Olivia hizo esto.”
—Y también fue el disparador que la llevó a discutir su relación con Ben, ambos están haciendo un esfuerzo por enmendar su amistad. Es algo increíble, y que tal vez no habría ocurrido de otra forma.
“Ben lo sabía.”
—No todo lo que trajo esto fue malo, ¿entiendes? —Preguntó ella, y yo soy incapaz de responder—. Pero aún así, de verdad necesito tu ayuda con esto. Por favor, escucha, este es un tema muy, muy delicado, y necesito que solo quede entre nosotros. ¿Puedes hacer eso por mi?
“Liz intentó ocultarlo todo.”
—¿Puedes?
Una risa se me escapa, pero no porque algo de toda esta situación me resulte cómico, sino todo lo contrario. De verdad creí que estaba entre amigos, todo este tiempo, pero tal parece que era el único que lo pensaba.
Soy utilizado, otra vez, una vez más… siempre termina así. Creí que esta vez sería diferente, deseaba con todas mis fuerzas que fuera diferente, pero solo me estaba engañando a mi mismo. Siempre es así, siempre es hacer algo por el bien de alguien más, y el buen Inco seguro no pondrá quejas, hará lo que le digas.
“¡Inco! ¡Hombre! ¿Quieres comprar unos refrescos para todos?”
No hay problema.
“¡Inky! Necesito la tarea de la profesora Wade. Tú la tienes hecha, ¿verdad?”
Por supuesto.
“Inco, se un encanto y ayúdanos con este trabajo. ¿Quieres? Nosotras tenemos que ver a Mindy por un momento. ¿Puedes empezarlo por tu cuenta?”
Claro.
Todo está bien.
Inco es un buen tipo, siempre va a ocuparse de todo, siempre va a ayudar cuando lo necesiten, porque siempre intenta ser un buen amigo. No importa cuantas veces cambie de escuela, no importa cuantas veces cambie de grupo, Inco siempre será Inco. Y si necesita sacrificarse por el equipo, lo hará, porque es un buen amigo.
¿Toda esta situación? No importa, no es tan grave, Liz misma lo dijo, todo fue por un bien mayor. No importa si fuiste utilizado, no importa si te mintieron, lo que importa es que todo, de una forma u otra, funcionó, y fue para mejor. No hay razón para molestarse por eso. Todo está bien.
Liz es una buena chica, hizo lo que hizo para proteger a su amiga, y tomaste parte en eso, así que deberías sentirte bien al respecto, orgulloso incluso. Fuiste un buen amigo.
Todo está bien. Me utilizó. Todo está bien.
Es normal que no quisieran decirme nada al respecto, no podían confiarle eso a alguien que apenas conocen, después de todo. Tal vez yo habría hecho lo mismo en su lugar.
Todo está bien. Me mintieron. Todo está bien.
Fue por una buena razón. No me afectó realmente.
Somos amigos. Ayudarse los unos a los otros es lo que hacen los amigos.
Todo está bien. Y esto es un problema menor para mi.
No debería dejar que se vuelva algo más grande de lo que ya es.
Todo está bien.
Yo no importo, nunca importé, y está bien.
Todo está bien.
Liz tiene razón, fue por algo bueno. Fue por ayudar a Olivia.
Todo está bien.
No habría ganado de todas formas. No soy tan bueno.
Todo está bien.
No tengo razón para enojarme. Todos somos amigos.
Todo está bien. Ben me mintió.
Todo está bien. Olivia me mintió.
Todo está bien. Liz me mintió.
Todo está bien.
Todo. Está. Bien.
—¡Inco! —Levanté la vista de golpe frente al grito de Liz.
Tal parece que te dejé de escuchar en algún punto. Supongo que es normal, estoy cansado, y me duele la cabeza. Y esto… solo es un día más. Es más de lo mismo, y ya estoy acostumbrado. Liz tiene una mirada preocupada, no sé si por el hecho de que disocié por un momento, o porque ahora sé algo que no debería saber.
—Lo siento, estaba… pensando —dije, negando con la cabeza, y tomando mi mochila—. Disculpa, pero… tengo que irme.
—¡Inco, espera! —Me detuvo ella al sostener mi mano, y yo la quité de golpe, como si el solo tacto me quemara, y la brachiosaurus abre los ojos bien grandes ante el gesto.
—¿Qué? ¿Qué ocurre?
—Por favor, de verdad necesito que me digas que esto no saldrá de esta habitación —pidió ella una vez más—. Sé que es… muy egoísta de mi parte, pero necesito saber que puedo confiar en ti con esto.
Oh… oh, no puedes estar hablando en serio.
Luego de ocultarmelo todo por semanas… ¿Ahora sí quieres confiar en mí?
Tuve que cerrar la boca de golpe para evitar decir algo de lo que seguramente me arrepentiría. Apreté los dientes, los puños, e intenté soltar el aire poco a poco.
Calma, no es… nada grave, lo superarás. Es lo mismo de siempre.
Lo superarás, es lo que haces, es lo que siempre has hecho.
Solo di una de las tres respuestas clave que te enseñó papá, y termina con esto.
“Claro.”
“Por supuesto.”
“No hay problema.”
Elige una, o todas, no importa.
Claro. Por supuesto. No hay problema.
Claro. Por supuesto. No hay problema.
Claro. Por supuesto. No hay problema.
Claro. Por supuesto. No hay problema.
Claro. Por supuesto. No hay problema.
Solo... responde una de ellas… por favor…
—Escucha, sé que ella… que yo… que hicimos algo terrible, pero… ¡puedo compensarte! Podemos…
—Púdrete Elizabeth.
Tras mi respuesta un silencio sepulcral desciende en la habitación, y la brachiosaurus frente a mi parece tan sorprendida de mis palabras como yo, con los ojos bien grandes y la boca abierta. Supongo que no suelo decir lo que de verdad estoy pensando, y este tal vez no fue un buen momento para empezar. Y tal vez tampoco fue la forma más adecuada de expresarme para con ella luego de todo este tiempo.
¿Pero sabes qué? Ahora mismo, no me importa, lo que creía que me importaba… ya no lo hace. Y lo único que sé es que no quiero estar aquí ni un segundo más.
—Adiós.
Salgo de la sala del consejo estudiantil con un nudo en la garganta, y cierro la puerta detrás de mí. No tengo intenciones de regresar, ni ahora, ni en el futuro.
Y entonces mi estómago ruge. De repente soy consciente de donde estoy, de qué hora es, y del hecho de que el día aún no ha terminado. Supongo que intentaré conseguir algo rápido para comer de las máquinas expendedoras, tomaré la clase que me queda, iré al club de fotografía, y regresaré a casa.
Tal vez mañana sea un mejor día. Ojalá así sea.
…
De verdad espero que así sea.
Notes:
El capítulo estaba quedando un poquito largo, así que lo dividí en dos a último momento, creo que en un buen punto, porque todavía queda bastante para contar del mismo día. Espero haber tratado bien las interacciones, y si les gusta esta cosa que estoy haciendo, dejen kudos y comentarios. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 11: Punto de quiebre
Summary:
Luego de su discusión con Liz, Inco está seguro de que su día no puede empeorar.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Sigo mirando a la nada.
Traicioné la confianza de alguien a quien consideraba un amigo, ese amigo me mandó al demonio, y lo único que puedo hacer es sentarme aquí, mirando a la nada. No traté de seguirlo, no traté de disculparme de otra forma, solo lo dejé ir, porque no sentía que mereciera su perdón siquiera. Está en todo su derecho de odiarme, e incluso llevar este caso a la dirección, lo que me pondrá en un camino bastante difícil de ahora en más. Pero no hay nada que pueda hacer al respecto, porque esto es lo que elegí, este es el resultado de mis propias acciones, y debo aceptar y lidiar con las consecuencias.
Por mucho que me gustaría culpar a Mia de este resultado, no fue sino mi pobre intento de evitar que Olivia sufriera por sus errores lo que terminó arrastrando a gente que no tenía nada que ver con nuestros problemas. Si hubiera sido sincera con él hace días, o si hubiera encarado la situación con Olivia de otra forma, tal vez las cosas habrían sido diferentes. Pero ya es tarde para llorar por la leche derramada.
Aún así, incluso en este momento, no puedo evitar preguntarme… ¿Cómo fue que esa zorra consiguió mi tarjeta? Siempre está en mi bolso, y siempre llevo el bolso conmigo a todas partes… excepto en clase de educación física esta mañana. Diablos. Al menos ahora sé que ella tiene la clave de mi casillero, tendré que ocuparme de eso también.
Pero ahora mismo… no tengo ni la fuerza ni el ánimo para hacerlo, solo hay una sensación de vacío en mi estómago, una culpa inmensa… y el miedo a lo que aún está por venir. Porque está claro que las cosas solo se pondrán peor de ahora en adelante.
La campana suena, y eso es lo que me hace reaccionar, lo que me hace poner en marcha. Tomo el cuaderno que me había dejado en el escritorio, la razón por la que había venido aquí en primer lugar, para guardarlo en mi bolso, e iniciar mi camino de regreso al edificio principal para la clase de matemáticas, la última que me queda.
Durante toda la clase parece que estoy funcionando en automático, solo anotando lo que veo en la pizarra, lo que explica la profesora, y la resolución de los ejercicios. Mi cuerpo está aquí, pero mi mente está en un lugar muy lejano, sumergida en todos los escenarios posibles que podrían tener lugar debido a lo que ha ocurrido hoy. Estoy aterrorizada, porque lo que pase en los siguientes días, tal vez las siguientes horas, podría cambiar radicalmente la dirección del resto de mi vida, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Ya no está en mi control, y eso es lo que más me aterra.
La clase termina, los alumnos se retiran, y yo me tomo mi tiempo para guardarlo todo, antes de salir en dirección al edificio anexo una vez más. ¿Será que Inco asistirá al club de fotografía hoy, y lo encontraré en el camino? ¿Irá a la dirección a hablar de todo este asunto con Scaler? ¿Acaso sigue en la escuela siquiera? No tengo las respuestas, y es por eso que esta horrible sensación en mi estómago persiste.
Para bien o para mal, no me encuentro con Inco en los pasillos, cruzo la biblioteca tal y como es usual, ignorando a los estudiantes en las mesas, y entro en la sala del consejo. Ben aún no ha llegado, por lo que tomo asiento en mi computadora, ingreso al sistema, y… mis manos no se mueven. ¿Qué era lo que tenía que hacer hoy?
Con un largo suspiro me aparto del monitor, porque soy incapaz de concentrarme en el aquí y ahora. Si tan solo pudiera hablar con Inco otra vez, quizá, tan solo quizá…
—Oh, hola Liz —saludó Ben al entrar a la sala, sentándose en su escritorio—. ¿Inco aún no ha llegado? Cierto, tiene el club de fotografía el día de hoy. Tenemos una reunión programada con el club de moda para las cinco. ¿Puedes enviarle un mensaje para que me encuentre ahí directamente? ¿Liz?
—Perdón, ¿puedes repetirme eso último? —Pregunté al voltearme, y él arqueó una ceja.
—¿Estás bien? Tu voz se escuchó… mal. ¿Te estás enfermando? —Ante la pregunta, llevé la mano a la base de mi cuello casi por inercia, aclarando mi garganta.
—No, no es eso, es… —intenté explicar, en vano, no encuentro las palabras.
—Liz, me estás preocupando —dijo él al ponerse de pie, acercándose—. ¿Pasó algo?
—Inco lo sabe.
—¿Que Inco qué? —Preguntó, confuso, antes de abrir los ojos bien grandes—. No quieres decir que...
—Sabe lo que pasó con su entrada, lo que intenté ocultar —aclaré, y hay un breve momento en silencio, uno que pesa en ambos.
—Tienes que estar bromeando.
—Créeme, quisiera estar bromeando.
—¡¿Cómo que lo sabe?! —Explotó él, obligándome a levantar la mirada, y lo veo intentar calmarse—. ¿Cómo lo averiguó?
—Esa es la parte divertida: Mia robó mi tarjeta de coordenadas, se la dió a Inco, y lo apuntó en la dirección correcta, al historial de movimientos del SAISH —expliqué rápidamente, y el parasaurolophus se queda con la boca abierta, incapaz de creerlo.
—Esto no es real, estás bromeando… —musitó al llevar ambas manos a su nuca—. ¿Cuándo pasó? ¿Ahora?
—Durante el almuerzo.
—¡¿Qué?! —Exclamó antes de llevarse una mano a la boca, visiblemente más agitado—. ¿Y esperaste hasta ahora para decírmelo? —Cuestionó él, pero yo no respondo—. ¿Y qué pasó? ¿Qué dijo?
—Me mandó al demonio, y se fue.
—¿Y tú lo dejaste ir? ¡Lo primero que hará es…!
—¿Y querías que lo retuviera aquí? ¿Querías que lo atara a una silla? —Dije al ponerme de pie.
—¡Si! ¡O algo así! ¡No lo sé! ¡Deberías haber hecho algo! —Exigió él, intentando mantener la voz baja—. Debiste avisarme en el momento, y retenerlo el tiempo suficiente hasta que yo llegara, para que pudiera hablar con él y… —dijo rápidamente, caminando de un lado a otro, antes de centrarse en mí—. Estará en el club de fotografía, ¿verdad? Tengo que…
—¡No vayas!
—¡¿Por qué no?! —Preguntó al voltearse—. Sabes mejor que nadie lo que va a pasar con nosotros si no…
—Ahora mismo no servirá de nada —dije al cruzarme de brazos—. Está furioso, y tiene razón en estarlo. No deberíamos… no ahora…
—Esto era lo que me temía, Liz —dijo al llevarse ambas manos a la cara—. ¡Esto era exactamente lo que…!
—¡Pues deberías haber controlado mejor a Mia! —Respondí al avanzar, quedando cara a cara con él, con un dedo en su pecho—. Ella fue quien robó mi tarjeta para esto, por si no me escuchaste bien. ¡Creí que la tenías bajo control! Pero no le importó hacer esto a pesar de que podría joderte a ti también —dije al apartarme—. Así que ahí tienes sus prioridades, el lugar en que dibuja la línea entre tus necesidades y las suyas. Si tiene que hacerlo, puede y va a fastidiarte.
—¡Pero ella…! ¡Ella…! —Dijo él, incapaz de completar la frase—. No puedo creerlo…
—¿No puedes? —Pregunté, forzando una risa—. Creí que eras más listo que eso.
—Por Dios, Liz… ¡Solo trato de ayudar a mi pareja, de mantenerla lejos de los problemas, a pesar de que hace todo para atraerlos! ¡Tú harías lo mismo por Damien!
—Al menos sé que Damien tiene mi espalda, tanto como yo tengo la suya —respondí al instante—. ¿Es así contigo y con Mia? Porque hasta donde veo aquí, no parece que a ella le importe demasiado dejarte para que lidies por tu cuenta con las consecuencias de sus acciones.
—Maldición —musitó él, su respiración acelerándose cada vez más—. Maldición, maldición, ¡maldición! —Siguió levantando la voz, antes de tomar un frasco de su bolsillo, dejando caer tres píldoras en su otra mano, para engullirlas de una vez.
—¿Qué es lo que…?
—Analgésicos para el dolor de cabeza que me está provocando esta mierda —respondió con furia, guardando el frasco en su bolsillo, y pasan unos segundos antes de que su mirada se centre en mi una vez más—. ¿Qué hacemos entonces?
—Cruzar los dedos para que no diga nada el día de hoy, al menos.
—Mierda —siguió maldiciendo, calmándose poco a poco, antes de apoyarse contra el escritorio—. Dime exactamente qué fue lo que discutiste con ellos, con Inco… y también con Mia. Necesito saberlo todo para ver cómo actuar.
—Claro —acepté yo, antes de pasar junto a él—. Prepararé algo de café.
—Gracias —musitó él, presionando sus sienes.
Tengo la sensación de que esta será una larga tarde, tanto para él, como para mí.
Y aún así, no puedo hacer más que preguntarme…
¿Qué estará haciendo Inco?
¿Qué está pasando por su cabeza ahora mismo?
¿Qué va a hacer con respecto a todo esto?
Supongo que me enteraré más temprano que tarde.
Decir que la clase de lengua y literatura entró por un oído y salió por el otro no sería una exageración, no creo haber estado en el mismo planeta que el resto de mi clase, tal vez ni siquiera el mismo sistema solar. Mi cabeza sigue volviendo sobre mi discusión con Liz, las cosas que dije, las cosas que ella dijo, el cómo intentó por todos los medios pintar todo lo que hicieron como algo positivo, y siento una acidez trepar por mi garganta ante el pensamiento.
Me rehúso a aceptar que creyera la mitad de las cosas que estaba diciendo, porque la imagen que tenía de Liz era algo muy diferente a lo que me mostró hoy. Siempre me dió la impresión de ser alguien recta y trabajadora, alguien con buenos valores que busca construir un futuro perfecto con su ser amado. Y tal vez así sea de verdad… pero también es una realidad que ella no dudó en mentir y engañar para cubrir a Olivia, incluso arrastrando a Ben al problema para que no pudiera hablar. Y si Mia no me decía lo de los dos correos hoy, tal vez Liz nunca me hubiera dicho la verdad.
No soy idiota, sé exactamente por qué Mia haría algo así. Ella me quiere lejos del equipo de atletismo, y ahora que Liz es parte de él, enemistarme con ella tenía buenas probabilidades de alejarme del equipo mismo. Y temo decir que… ella estaba en lo cierto. En este momento, no quiero tener a ninguno de ellos cerca, ni a Olivia, ni a Ben, ni mucho menos a Liz. No quiero estar en la misma habitación que ninguno de ellos, no quiero pisar la sala del consejo estudiantil, ni acercarme al equipo de atletismo. Nunca sentí algo como esto, nunca había sentido tanto coraje, tanta tristeza, tanto odio.
Supongo que nunca en mi vida me había sentido traicionado como ahora.
No puedo dejar de pensar en ello, incluso ahora, cuando estoy en la reunión del club de fotografía. Todos en la mesa escuchan atentos lo que dice Jenine, pero mi cabeza dejó la conversación hace un buen rato, centrada en algo completamente diferente.
—¡Y es por eso que me gustaría que nuestro próximo safari sea en el jardín botánico Castillo! —Exclamó Jenine—. Porque nos queda cerca, la entrada solo cuesta cinco papiros, está lleno de lugares preciosos, y lo más importante de todo… ¡Inco no lo conoce! —Levanté la vista ante la mención de mi nombre, encontrando a la raptor azul centrada en mí, al igual que la bambiraptor y el tyrannosaurus—. ¿Qué me dices, Inky?
—¿Qué? —Es lo único que atiné a decir—. Perdón, no escuché eso último —Admití, provocando que la compsognathus a mi lado diera un pesado suspiro.
—Está preguntando si estás contento con que allí sea tu primer safari fotográfico —indicó Mira, una ceja arqueada—. Esto es sobre tí. ¿Y ni siquiera estás escuchando?
—Yo... lo lamento. Si, me encantaría visitarlo —dije al disculparme, forzando una sonrisa, y Jenine puso una mirada rara, antes de recuperar su semblante alegre.
—Bueno, ¡creo que eso lo decide! —Confirmó al aplaudir con fuerza—. Ahora procederemos con las actividades de hoy, quiero ver qué fotografías tomaron la última semana, y vamos a juzgarlas en el proyector. Vayan enviándolas al grupo —explicó mientras caminaba alrededor de la mesa, hasta terminar a mi lado, su mano en mi hombro—. Inco, ¿puedo tener una palabra contigo?
—Claro, no hay problema —acepté al ponerme de pie, siguiéndola mientras todos los demás trabajaban con sus computadoras y celulares.
Ambos salimos del aula y yo la sigo mientras nos alejamos unos cuantos metros de la puerta, yo aún con la cabeza en todo ese desastre, y ella se pone frente a mí.
—Siempre quise decir eso. ¿Soné como una profesora? —Preguntó emocionada.
—Si, si, sonaste como una… si —musité con la mirada baja.
—No hace falta ser un telépata para saber que algo pasó, algo malo —dijo ella en voz baja, una mirada preocupada—. ¿Qué ocurre?
—Nada, absolútamente nada.
—¿Quieres hablar de esa nada? —Preguntó con una ceja arqueada—. O podemos volver a la reunión, también, pero estoy segura de que te sentirás mejor si sacas de tu sistema lo que sea que te está molestando —dijo con una sonrisa tranquilizadora, y yo no puedo evitar suspirar con pesadumbre, porque si, realmente quiero hablar de esto con alguien.
—Dos… tres personas que creí mis amigas… no lo eran —es lo primero que sale de mi boca—. Ni siquiera debería sorprenderme, apenas las conozco hace un mes… parece que no puedes hacerte amigo de alguien en ese tiempo.
—Oye, habla por tí —me detuvo ella al instante—. Yo te he considerado un amigo desde que entraste por esa puerta con Damien —dijo al señalar con el pulgar a sus espaldas—. Si D-man dice que eres un tipo genial, D-man habla con verdad.
—Considerando que lo dijo “D-man”, creo que deberías tener dudas al respecto —respondí al desviar la mirada—. No creo que conozca bien a sus amistades.
—¿De qué estás hablando?
—Ni tu a mi —digo al levantar la vista, negando con la cabeza—. Realmente no me conoces.
—Tienes una fijación importante con la idea de conocerse, ¿lo sabías? —Preguntó ella, y yo no pude hacer más que forzar una risa—. Inco, no sé qué te habrá pasado, pero la gente nunca se conoce realmente. Puede pasar un día, puede pasar un año, puede pasar toda una vida, y tal vez nunca termines de conocer a alguien. El tiempo no sirve de medida para estas cosas.
—¿Entonces qué sentido tiene? —Pregunté, un nudo en mi garganta—. ¿Por qué debería esforzarme por mantener una amistad con alguien que en cualquier momento podría clavar un puñal en mi espalda, y decirme que está bien porque fue por el beneficio de alguien más? —Tal vez lo dije más alto de lo que pretendía, porque ahora los ojos de Jenine están bien abiertos, y yo no puedo hacer más que taparme la cara con ambas manos, en un vano intento por esconder mi expresión, pero muy exitoso en dejar marcas en mis lentes.
—Tan mal, ¿eh? Dame un segundo —dijo ella, corriendo a la puerta del aula para apenas abrirla, decir algo, y volver a mi lado—. Ven, vamos a caminar —invitó con una mano en mi hombro, obligándome a avanzar.
—Pero la reunión…
—Anita puede ocuparse en mi ausencia, y uno de mis miembros necesita un oído amigo, así que no te preocupes —me tranquilizó ella, y yo no puedo evitar sonreir.
—Gracias —es lo único que puedo musitar en respuesta.
Un oído amigo es justo lo que necesito ahora mismo.
…
Nuestro camino nos lleva más allá de la cafetería, al jardín interior donde están las máquinas expendedoras, aparte de varias mesas y bancos de concreto repartidos en todo el lugar. Pero siendo la hora que es, no hay nadie aquí, la gente que sigue en la escuela está en sus actividades de clubes, o cumpliendo algún castigo. Por ende, tanto la cafetería como las zonas aledañas están completamente despejadas.
Jenine me guía a sentarme a una de las mesas, y mi trasero se congela al tacto mientras ella corre hacia una de las máquinas expendedoras. Luego de esperar por un momento frente al aparato, y de darle dos fuertes golpes en la parte de arriba, la raptor azul regresa con dos latas de refresco en sus manos, ofreciéndome una de… uva. No es una de mis favoritas, a decir verdad, pero a caballo regalado…
Y mientras yo la abro normalmente para beber, ella se sienta sobre la mesa y usa uno de sus colmillos para abrir un hueco en la tapa, poniendo la lata sobre ella para dejar caer el contenido. No puedo hacer más que ver el espectáculo frente a mí algo confundido, y curioso a la vez.
—Creo que es más fácil si usas el gancho para abrirla.
—Eh, mi método tiene más estilo —dijo al aplastar la lata contra su frente, y arrojando el bollo resultante a un cesto en el otro extremo del jardín—. ¡Si!
—Diez puntos —celebré yo, elevando la lata.
—No me uní al club de baloncesto porque los habría puesto en vergüenza a todos, incluyendo a D —presumió con una amplia sonrisa que exponía todos sus dientes, y yo no puedo evitar reír, pero esa sonrisa desaparece poco a poco mientras ella juega con sus manos—. Entonces… ¿No vas a contarme lo que pasó? —Preguntó una vez más, y yo trago salida ante sus palabras.
—Me encantaría hacerlo, pero… aparte de ser un secreto que escondieron de mí, algo que deberían haberme dicho, la realidad es que… si dijera algo al respecto, muchos se verían afectados —expliqué, de repente la lista de ingredientes en la lata pareciendo lo más interesante del mundo—. Y a pesar de que me siento de esta manera, de que estoy furioso, de que quiero… de que de verdad quiero que pase, que sufran las consecuencias de haberme hecho esto, yo no… no puedo hacerlo —dije, forzando una risa—. Lo sé, soy una persona terrible.
—De hecho, es todo lo contrario —respondió ella, obligándome a levantar la mirada—. Te importa lo suficiente como para no contarlo, a pesar de que ya no los consideras tus amigos, porque podría hacerles daño. Creo que eso te hace una buena persona —dijo al sonreirme—. Si estuviera en tu lugar, no puedo asegurar que haría lo mismo que tú, si te soy sincera. Soy una persona… bastante vengativa —dice al fruncir su hocico, y es mi turno para estar sorprendido.
—Nunca lo hubiera adivinado.
—Tal vez sea porque, como dije, nunca terminas de conocer realmente a la gente —continuó ella, y yo bajé la mirada otra vez—. En mi experiencia, solo haces amigos, pasan tiempo juntos, y si las cosas van bien, aprenderán a confiar el uno en el otro, y las cosas simplemente funcionarán. Pero nadie es perfecto, ni tampoco lo son las relaciones. A veces cometemos errores, o los demás los cometen, y es ahí cuando las amistades, las relaciones en general, se ponen a prueba.
—¿Dirías que fallé esta prueba?
—Se necesitan dos para bailar ese tango, Inco —me dijo con una sonrisa—. Y al igual que con el mundo en general, no todo es blanco y negro. No todo es éxito y fracaso. Y no todo se decide si esa pregunta se responde de manera positiva o negativa.
—Tengo mis dudas al respecto —suspiré, pensativo, y ella hace un sonido con la garganta, pensativa.
—Entiendo, estás en caliente ahora mismo, enojado, furioso, y estás en todo tu derecho de estarlo. O al menos eso creo, solo tengo tu punto de vista para trabajar aquí, y no sé qué pasó del otro lado, o qué pasó exactamente, si vamos al caso, pero creo que podemos manejarnos con lo básico —dijo ella, balanceando sus piernas—. ¿Qué tan mal fueron las cosas? —Preguntó, y yo considero mis palabras, la mejor forma de explicar el problema sin decir mucho al respecto.
—Me mintió… durante semanas, en algo que era realmente importante para mí.
—¿Fue una mentira blanca?
—¿Eso importa?
—No lo sé. ¿Importa?
—Para mí sí.
—Entonces importa.
—Ella dijo que fue para proteger a alguien más, pero está claro que también fue para protegerse a sí misma —respondí yo, bebiendo por primera vez del… no tan delicioso refresco—. Ugh… no lo sé, si hubiera estado en su lugar, tal vez habría hecho lo mismo. O habría manejado todo de una manera diferente, o… no lo sé —la verdad es que ni siquiera yo estoy seguro si habría hecho las cosas de otra manera.
—Ahora mismo, tal y como estás, no llegarás a una respuesta. ¿Mi recomendación? Tómate el resto del día. Ve a casa, relájate, busca cualquier cosa con la qué distraerte, come algo delicioso, y permítete una buena noche de sueño. Y mañana, cuando despiertes con la cabeza más despejada, podrás pensar mejor lo que quieres hacer, si vas a darle una oportunidad más a esa amistad, o si vas a cortarla definitivamente, la decisión es tuya —dijo ella, comprensiva—. Pero lo que sí puedo decirte es que nunca, jamás, debes tomar una decisión importante con la cabeza en caliente. Usualmente tomarás la decisión equivocada, y luego te arrepentirás, lo cual te mantendrá despierto toda la noche, y a decir verdad no es algo que recomiende —concluyó la raptor, su hocico fruncido una vez más, y yo no puedo evitar reír por su expresión.
—Suena a que estás hablando desde la experiencia —dije yo, y ella da un largo y exagerado suspiro, antes de darme una sonrisa confidente.
—No tienes idea.
De hecho, la opción que me da Jenine podría ser la mejor ahora mismo, porque mi cabeza realmente no está aquí, no está con el club. Mañana podría ver las cosas con una perspectiva diferente, o incluso discutir esto delicadamente con Olivia, y luego con Liz. Puede que aún no tenga todas las piezas del rompecabezas, así que debería esperar un poco antes de tomar cualquier decisión.
—¿Sabes qué? Haré eso mismo.
—¿Darás el día por terminado?
—Si, creo que eso será lo mejor —respondí al ponerme de pie—. Iré por la mochila al salón del club, y mañana pensaré mejor todo esto.
—Bien dicho —sonrió ella, bajando de la mesa y caminando a mi lado.
—Gracias por hablar conmigo, Jen. Realmente lo necesitaba.
—Cuando quieras —dijo al darme una palmada en la espalda, una que me empuja hacia adelante, y por poco evité darme de bruces contra el suelo, porque ella me sostuvo por los hombros en el último momento—. ¡Lo siento, lo siento! A veces olvido que los humanos son más frágiles. ¡Perdón!
—¿Disculpa? Con ese golpe podrías haber tumbado a Billy.
—Estas loco, necesito golpear a Billy con fuerza solo para ganarme su atención si tiene los audífonos puestos —dijo ella, divertida—. Quieras o no, eres humano, y por definición más débil que la mayoría de los saurios. Eso no va a cambiar.
—Estoy en el equipo de atletismo, así que… ya veremos —me defendí, y ella da una gran carcajada.
—¡Esa es la actitud! —exclamó ella, gesticulando que iba a darme una palmada con todas sus fuerzas, para solo empujarme con la punta de su dedo índice.
—No soy tan frágil.
—No voy a arriesgarme ahora —me sonrió ella, sacando la lengua de manera juguetona, ambas manos a sus espaldas.
…
Con mi mochila al hombro, estoy listo para regresar a casa y dar por terminado el día. Decir que ha sido uno bastante malo sería quedarme corto, pero al menos hablar con Jenine me ha ayudado a poner en orden mis ideas, algo que realmente necesitaba. Ella tiene razón, cualquier cosa que decida ahora, será en el calor del momento, y hay grandes posibilidades de que lo lamente después, al igual que he lamentado muchas cosas en el pasado. Lo mejor que puedo hacer es discutir esto con la almohada.
Estoy a punto de encaminar hacia la puerta principal a través del edificio anexo cuando un pensamiento me invade… hay posibilidades de encontrarme con Liz y con Ben si tomo ese camino, ambos están en esa dirección, y ahora mismo, de verdad no quiero lidiar con ellos. De todas formas, la salida lateral que da a la pista de atletismo queda mucho más cerca, así que doy media vuelta en esa dirección.
Al abrir la puerta, la luz del sol me ciega momentáneamente, a pesar de tener mis lentes puestos. A diferencia de los días en los que el club se reúne, la pista de atletismo está completamente despejada y en silencio. Se siente extraño estar aquí cuando ninguno de mis compañeros está presente, y hace un mes no habría pensado que me sentiría de esta forma. Me he acostumbrado a este lugar, porque no es solo el espacio donde hacemos educación física en los días despejados, es el lugar en que me reuno con Damien y sus amigos para ejercitar, donde platico con Lunara, teniendo la oportunidad de conocerla mejor, y es también… el club al que viene Liz.
No puedo evitar suspirar ante el pensamiento porque puede que, luego de hoy, encontrarnos aquí sea bastante incómodo. Esta no es una situación que pueda resolverse con una simple disculpa, de un lado o del otro, y creo que ambos entendemos eso. Solo el tiempo dirá cómo cambian las cosas para el resto del año.
Y es entonces que lo noto… que no estoy realmente solo aquí. A lo lejos hay una sola persona corriendo en la pista de atletismo, y lleva un buen ritmo. Se trata de Juli, la triceratops de escamas grises y abundante cabello lacio rojo oscuro, la única persona después de Mia que no oculta el hecho de que no me quiere cerca. Pero al igual que la parasaurolophus, se ha visto obligada a tolerar mi presencia aquí en el club.
Pero algo llamó mi atención. Normalmente ella siempre va detrás de todos cuando corremos, en la retaguardia de la “manada” como suelen decirle, pero ahora mismo está yendo a una velocidad más normal, claramente mejor que la que lleva durante las prácticas del equipo. ¿Acaso corre más lento a propósito? Lo dudo, Lunara dijo que los saurios en general adoran exponer sus talentos, usualmente para demostrar su superioridad frente a otras especies en diversos ambientes y situaciones, y suelen respetar más a quienes ven como superiores. A razón de algo tan simple como eso dentro de su sociedad, la idea de que Juli esté fingiendo ser más lenta frente a todos suena ridícula, pero si no es eso, entonces no sé qué está ocurriendo aquí.
Al dar la vuelta, la chica ruda me nota, y no es difícil darse cuenta, porque sus facciones se endurecieron al instante, y aceleró su paso. Bueno, es una suerte que no tengamos práctica juntos hoy, por lo que no tendremos que...
—¿Qué estás mirando, cretino? —Preguntó ella al pasar junto a mi, aún a la carrera, y yo no puedo hacer más que suspirar con cansancio.
No tengo el buen ánimo necesario para lidiar con ella, ni para intentar fingir que me agrada, y Damien tampoco está aquí para actuar como intermediario, por lo que me doy la vuelta para tomar el camino lateral hasta el estacionamiento. Con un poco de suerte, saldré de aquí antes de que ella dé toda la vuelta para gritarme algo más.
Pero entonces escucho un quejido detrás de mí, y me volteo para ver el momento exacto en que la triceratops se desploma a la carrera, rodando varias veces hasta detenerse, quedando de espaldas. Me quedo esperando a que ella se ponga de pie, y se eche a andar una vez más, pero… no lo está haciendo. No está parándose.
—¡Juli!
Mis piernas se echan a andar antes de que tenga la oportunidad de pensar, y gracias al entrenamiento al que me he sometido las últimas semanas, acorté la distancia entre nosotros en cuestión de instantes. Al parar frente a ella, la triceratops me ignora, está ocupada tomándose de la pierna derecha, sus manos tanto en su rodilla, como en su tobillo. ¿Se lastimó en ambas partes? ¿De verdad tiene tanta mala suerte?
—¿Estás bien?
—¡Si! —Respondió en un arranque de ira, haciéndome retroceder, pero su atención vuelve a su pierna—. Ugh, solo tropecé, es todo. Vete de aquí. ¡Ahora!
Trago saliva al dar un paso atrás. No hay nada que quiera hacer más que abandonar este lugar tan rápido como pueda, y alejarme de la triceratops antes de que intente cornearme. Pero no sé qué tan grave es la situación, no sé si lo de la pierna es la causa o el resultado, y me es difícil distinguir si Juli está riendo o llorando.
¿Debería irme ahora, y dejar que Juli se las apañe por su cuenta?
¿O debería ser un metiche al respecto, e intentar ayudar aquí?
Suspiro al tomarme de la frente. Sé exactamente qué haría Damien en mi lugar, y considerando que se trata de su amiga, no me perdonaría si la abandonara en un momento de necesidad. O al menos creo que es un momento de necesidad.
Santo cielo… solo espero que esta sea la opción correcta.
—¿Qué ocurre con tu pierna? —Pregunté al arrodillarme junto a ella.
—¡Nada! —Gritó ella, sus ojos rojos clavados en mi—. ¿Acaso no me escuchaste?
—Solo.. déjame acompañarte hasta la enfermería, Juli —dije al ofrecer mi mano, solo para recibir un fuerte golpe en el dorso en respuesta, obligándome a gemir por el dolor.
—¡Es Julianne Rosales para tí, skinnie! —Vociferó, y yo trago saliva mientras me aferro a mi mano—. ¡Lárgate de aquí! ¡Ahora!
Créeme, nada me gustaría más que irme y dejar que te las arregles por tu cuenta. Pero no solo es porque seas amiga de Damien, es también que mi propia conciencia no me dejará en paz después de lo que vi. Su rodilla está sangrando, y si su tobillo de verdad está mal, va a necesitar a alguien de una manera u otra.
—De acuerdo, está bien, hagamos esto: si puedes ponerte de pie, me iré sin decir una sola palabra más. ¿Qué te parece? —Le ofrecí, pero ella me miró con claro desagrado marcado en sus facciones.
—¿Acaso estás sordo? ¿O eres idiota?
—No, pero dejarte aquí así es algo que Damien definitivamente no haría, y no me lo perdonaría a mí si yo lo hiciera —expliqué, y ella se centró en su pierna por un momento, antes de devolverme la mirada.
—Solo tengo que ponerme de pie y de esfumaras, ¿cierto? —Preguntó, y yo asentí—. Perfecto.
Sosteniendo todo su cuerpo con ambos brazos, la veo intentar incorporarse poco a poco, apretando los dientes, y claramente poniendo todo su peso en la pierna izquierda. Es… doloroso de ver, pero está claro que Julianne no escuchará a razones en esto, e intentará arrastrarse hasta la enfermería por su cuenta si es necesario. Todo por conservar su dignidad, imagino.
—¿L-lo ves? Perfectamente… —intentó pisar con la derecha, pero su pierna entera se afloja y yo me precipito hacia ella.
—¡Julianne! —Grité al detener su caída con un brazo contra su estómago, y una mano en su hombro, pero ella reacciona al instante.
—¡No me…! —Intentó gritar al apartarse, antes de caer hacia adelante otra vez.
Y una vez más, no sé si está riendo, o está llorando. Pero está claro que está frustrada, y supongo que en su lugar yo también lo estaría.
—Dios… soy patética, teniendo que apoyarme en un maldito humano —musitó ella, y yo no puedo hacer más que suspirar.
—Es solo hasta que lleguemos a la enfermería, luego podrás volver a odiarme todo lo que quieras —digo al pasar su brazo derecho por sobre mi espalda, sosteniendo su mano contra mi hombro—. Así, perfecto. Solo tenemos que llegar a la enfermería, y estarás libre de mi.
—Si, claro —dice ella, y yo intento avanzar… pero ella no me sigue.
—¿Qué pasa?
—Nada, solo tengo que… aguantar… hasta la enfermería, y me dejarás en paz. ¿Cierto?
—Ese es el trato.
—Bien, solo… fantástico —aceptó ella, y la veo intentar pisar con su pata derecha, y gemir por el dolor en el proceso—. Maldita sea…
—¿No puedes hacer pie?
—Estoy intentándolo, con un demonio —dijo ella, furiosa—. Solo dame un momento.
Ella sigue intentando hacer pie, y yo me estoy impacientando, porque a estas alturas ya debería estar en la estación de metro, esperando para regresar a casa. Pero no, tenía que darme la vuelta, y meter mis narices en donde no me llaman, como siempre. Y ahora tengo que esperar a que esta chica logre pisar correctamente, solo para entonces comenzar nuestro camino hasta la enfermería. A menos que…
Bueno, la dignidad está sobrevalorada, de todas formas.
—Luego podrás maldecirme todo lo que quieras, mientras tanto solo… aguanta.
—¿Eh? Oye, ¿cuál es la gran idea? ¡¿Qué estás…?!
Antes de que ella pudiera hacer nada, cambié su brazo de lugar para que me rodeara por delante, y me puse frente a ella. Agachándome ligeramente, pongo mis manos detrás de sus piernas, por sobre las rodillas, y termino cargándola en mi espalda, con cuidado de que no aplaste la mochila a mi costado. Para no perder el equilibrio, la triceratops también lleva su otro brazo alrededor de mi cuello, y por un momento tengo la impresión de que va a asfixiarme. O cornearme. De una forma u otra, estos podrían ser mis últimos momentos.
—¡Bájame! ¡Bájame de una vez! —Exclamó ella, retorciéndose y destrozando mis propias rodillas por el peso.
—¡Basta! ¡Deja de moverte! —Grité, y ella se detuvo en seco—. Te torciste el tobillo y tu rodilla está mal, ¿verdad? Si dejo que camines así hasta la enfermería, se pondrá peor. Solo… cálmate hasta que lleguemos allá.
Por breves instantes, Julianne se queda en silencio, claramente considerando si debería aceptar mi oferta, o cornearme sin mayor miramiento. Por suerte, parece que su sentido común gana, porque está claro que no llegará a destino sin ayuda.
—Entonces apresúrate, antes de que alguien vea —dijo en voz baja, y eso es todo lo que necesito escuchar para ponerme en marcha.
Si bien Julianne tiene una contextura más bien gruesa, o musculosa, no es tan pesada como hubiera creído. Al menos creo que podré cargarla hasta nuestro destino sin daños a largo plazo, claro, siempre y cuando no se sacuda como antes.
Por suerte, dada la hora, los corredores en el edificio anexo están bastante despejados, solo veo a Jessica, Laura y Alan del club de natación en el camino, y ellos me saludan normalmente, como si no llevara a una triceratops enojada en mi espalda. Aunque supongo que facilita la situación que la forma en que la cargo deje ver su herida, por lo que la gente que podamos cruzarnos puede llenar los blancos por su cuenta.
Luego de lo que pareció una eternidad, sobre todo cuando debí subir las escaleras, casi estamos ahí. Curiosamente, Julianne está callada todo el tiempo, aunque supongo que es normal, ya que no tenemos nada de qué hablar… y ella me odia. Lo único que tenemos en común es el club de atletismo, y a Damien. No hay nada más.
—Abre la puerta —indiqué frente a la entrada, y ella estiró el brazo para girar la perilla, y empujar la puerta hacia adelante—. Disculpe, ¿enfermera?
El lugar está tal cual lo visité hace unas semanas, el primer día de clase, cuando el entrenador Solly se quedó conmigo hasta que recuperé el conocimiento. El recuerdo trae consigo el dolor del chichón, pero no puedo llevarme la mano a la cabeza, porque ahora mismo ambas están ocupadas. Y la enfermera no está a la vista.
—Parece que no hay nadie.
—El club de baloncesto tiene reunión hoy, tal vez pasó algo y tuvo que salir — adivinó ella, antes de suspirar—. Solo.. déjame en la cama.
—Claro —dije, poniéndome de espaldas a la cama junto a la ventana, agachándome un poco para hacérselo más fácil—. Con cuidado.
—No tienes que decírmelo dos veces —respondió al dejarse caer con delicadeza, y yo me doy la vuelta, buscando a mi alrededor, mientras ella se acomoda—. ¿Y bien?
—¿Y bien qué?
—Me trajiste hasta aquí, ya puedes irte, la enfermera vendrá en cualquier momento.
—Puedo esperar hasta que ella regrese —dije al sentarme en la cama junto a la suya, dejando la mochila a mi lado.
Y necesito recuperar el aliento. Es la primera vez que cargo a alguien de esa forma, después de todo, y tardamos bastante en llegar aquí.
—Imagino que puedes, pero no quiero que lo hagas —respondió ella, y yo suspiré.
—¿Quieres que llame a Damien? ¿A Tom o a Abby?
—Tom y Abby no se quedaban después de clase hoy, y Damien está en su club, no voy a molestarlo.
—Entonces yo me quedaré aquí por ahora.
—Nadie te lo pidió.
—Lo sé, lo hago porque así lo quiero.
—¿Alguna vez te han dicho que eres un maldito incordio?
—De hecho, si, lo han hecho.
—¿Entonces por qué rayos eres así?
—Supongo que no puedo evitarlo —dije yo, con una sonrisa cansada.
—Bueno, si vas a quedarte… dame el botiquín que está ahí arriba, en el escritorio, y tráeme dos compresas frías de la nevera.
Dios, ella de verdad marcha al ritmo de su propio tambor, cambiando su tono y actitud en un abrir y cerrar de ojos. Pero no es como si tuviera problema en ayudarla con el tratamiento. Claro, si es que podemos hacerlo.
—¿No deberíamos esperar a…?
—La enfermera es amiga mía, no le importará.
—De acuerdo —acepté, poniéndome de pie.
Traigo primero el botiquín con la triceratops, y mientras ella empieza a limpiar la herida, yo voy en busca de lo demás. Dentro de la nevera veo algunas… latas de cerveza… probablemente debería ignorar eso. Pero encuentro varias compresas al lado, así que tomo dos, y al volver con mi compañera, ella está aplicando ungüento en la herida, seguido de gasas, cinta de papel para mantenerlas en el lugar, y usa las compresas que traje. Una sobre la herida vendada, y la otra en el tobillo.
Da la impresión de que ella realmente está acostumbrada a esto.
—¿Por qué te importa? —Preguntó ella, y yo levanté la mirada de su pierna por primera vez en un buen rato.
—¿El qué?
—Podrías haberte ido cuando me caí, o cuando te mandé al demonio, o incluso luego de traerme hasta aquí —dice ella, sus ojos entrecerrados—. ¿Por qué no lo hiciste?
—Porque eres amiga de Damien, y él no me lo perdonaría si no te hubiera dado una mano —dije al sentarme en la cama junto a la suya—. Y… me gustaría pensar que alguien más podría hacer lo mismo por mí, si lo necesitara.
—Eres igual que Damien, dos jodidos corazones sangrantes —se quejó ella, sorprendiéndome—. Si tienes un problema, van a venir corriendo a ayudar, por más que seas la persona más desagradable posible con ellos.
—Así que lo estabas haciendo aposta —dije con una sonrisa, y ella larga aire con fuerza por la nariz mientras mira hacia otro lado—. Da igual.
Solo esperaré hasta que la enfermera venga, y me iré a casa. No es como si tuviera un problema al respecto, y no parece que Julianne vaya a gritarme mucho más solo por estar aquí. Aunque sí es cierto que este silencio es bastante incómodo, porque no nos agradamos, y no tenemos tema de conversación alguno. Y eso no va a cambiar.
—¿Damien te dijo por qué tengo problemas con los tuyos? —Preguntó ella, llamando mi atención.
—No, dijo que no le correspondía a él decírmelo.
—Ya veo.
Y el silencio cae otra vez sobre nosotros mientras ella se queda mirando a la ventana, a un campo de atletismo vacío. No parece que ella vaya a continuar, y la curiosidad es más fuerte que yo. Ahora necesito saberlo.
—¿Vas a decirme? —Pregunté, algo ansioso, y ella se me quedó mirando por instantes que parecen una eternidad, antes de suspirar.
—Supongo que no haría daño. Todos los demás ya lo saben, se enteraron por una fuente… bastante perra, así que no es como si lo guardara en secreto ahora mismo —dijo ella, y se quedó en silencio por un momento, antes de mirarme a los ojos—. ¿Sabías que soy híbrida?
—¿Híbrida? —Pregunté, sorprendido, y no puedo evitar que mis ojos pasen por sus rasgos más distintivos, sin encontrar rastros de otra especie—. Disculpa, pero… siempre creí que eras una triceratops y nada más.
—Lo soy, mi mamá es triceratops, pero mi padre biológico es… era humano —dijo ella, casi escupiendo la última parte—. Nos abandonó cuando yo tenía doce años, para irse detrás de una puta raptor, y no lo he vuelto a ver desde entonces.
—Lo lamento.
—No lo hagas —me cortó ella, negando con la cabeza—. No somos amigos.
Supongo que, si eso es lo que ocurrió, es normal que vea con desdén a la gente de mi especie. No creo que sea correcto meter a todos en la misma bolsa, pero al menos puedo entender de dónde viene ese odio.
—Mi madre me crió sola, salimos adelante juntas a pesar de todo, y por un tiempo todo estuvo… bien —siguió hablando ella, y yo uní mis manos mientras escuchaba atento—. Siempre fui buena en los deportes, pero era especialmente buena corriendo, por eso me uní al equipo de atletismo cuando entré a St. Hammond. Mi intención era conseguir una beca en una universidad con enfoque deportivo, igual que nuestra capitana —explicó con una tenue sonrisa, una que desapareció tan rápido como llegó—. Pero hace dos años, mi mamá y yo tuvimos un accidente automovilístico, cerca de Skin Row —dijo ella, sorprendiéndome—. Un puto skinnie a la fuga con una camioneta robada nos golpeó de costado. Mi mamá se lastimó la cabeza, y a mi… el auto atrapó mi pierna, la destrozó.
—Jesús Raptor… —Es lo único que pude decir, mientras ella asentía.
—Solía ser una de las mejores corredoras del equipo, casi tan buena como Vicky, pero después de eso… incluso luego de dos operaciones, incluso luego de hacer rehabilitación, mi pierna nunca volvió a ser la misma —dijo ella, admirando su pierna vendada—. Los doctores dijeron que podía correr, si, pero que debía tener mucho cuidado de no forzar mi pierna. ¿Y adivina qué hice hoy?
—Lamento escucharlo —no puedo evitar decirlo, pero ésta vez ella no me corta.
—La vida es una mierda —resopló al limpiarse la punta de su hocico, de su cuerno, con el pulgar—. A veces se ensaña contigo, y viene para quitarte lo poco bueno que tienes, al punto en que parece una puta broma —dijo al forzar una risa, y sus ojos rojos se centran en mí una vez más—. Tal vez tú seas un buen tipo, no lo sé, a Damien pareces agradarle, y a los otros dos también, pero yo… veo tu cara, y no hago más que pensar en los dos seres que más odio en este mundo.
—El tipo que las chocó… ¿Fue a la cárcel?
—Si, ya tenía antecedentes, y le dieron diez años —respondió ella, pero su expresión no cambia—. Pero eso no me devolverá lo que me quitó, no hará que mi pierna mágicamente vuelva a ser como era antes.
—¿Por qué sigues corriendo? —No pude evitar preguntar—. Si de principio sabes que debes tener cuidado con tu pierna, que es peligroso forzarla, ¿por qué…?
—Porque es lo que más amo —respondió al instante—. Ya sé que debo tener cuidado, pero… no quiero rendirme, y este año… quiero cerrar mi último año de secundaria quedando entre los primeros lugares en las estatales, quiero al menos tener eso. Poder mostrarle al puto mundo que puede venir e intentar quitarme lo que quiera, pero aún así, voy a seguir levantándome, voy a seguir adelante, y voy a conseguir lo que quiero de una forma u otra —dijo con una gran determinación en sus ojos, antes de suspirar—. ¿Por qué estás sonriendo?
—Lo siento, no pretendía ofender, es solo que… me parece algo admirable —respondí con sinceridad—. La fuerza de voluntad para seguir adelante, a pesar de todo… no creo que sea algo que cualquiera tenga.
Y ella desvía la mirada otra vez, hacia la ventana. Tengo la impresión de que estaremos en silencio un buen rato más, hasta que…
—Gracias —musitó ella, sin siquiera voltear, y yo no puedo evitar sonreir.
Sea lo que sea que haya pasado en el club de baloncesto, la enfermera parece estar tomándose su tiempo. Miro mi celular para ver que ya son pasadas las cuatro y media, y entonces recuerdo que no volveré a la sala del consejo estudiantil el día de hoy. Supongo que, de una forma u otra, regresaré temprano a casa.
—Escucha —dijo ella, obligándome a levantar la mirada—. Me trajiste hasta aquí, y lo último que quiero es deberle algo a un sk… a un humano, así que… puedo darte un consejo a cambio, si así lo quieres.
—¿Un consejo? —Pregunté, extrañado.
—Algo que te ahorrará problemas en el futuro cercano —explicó ella—. Pero solo lo diré si quieres ese consejo. De otra forma, me callaré.
—Uh… por supuesto, claro —asentí rápidamente.
Sea lo que sea, un consejo nunca está de más.
—De acuerdo —asintió ella, centrándose en mí con seriedad—. Aléjate de Lunara, antes de que lo lamentes.
…
¿Qué?
Creo que escuché mal eso último.
—De hecho, aléjate de todo su círculo, pero sobre todo aléjate de ella.
—Pero… ¿Por qué? —Respondí, confundido—. Sé que es una amiga de Mia, pero no es como ella. Lunara es de verdad una buena chica, tal vez solo… necesitas conocerla.
—Oh, la conozco, créeme que la conozco —dijo con claro desagrado, tanto en su tono como en su expresión—. ¿Crees que Mia es la única manzana podrida aquí? ¿La única en ese círculo siquiera? Eres demasiado inocente.
—No, no lo soy —negué al instante, tragando saliva—. Es de verdad una gran persona, está claro que no la conoces.
—¿Y tú la conoces? —Preguntó, sus ojos entrecerrados—. Lo único que conoces es lo que ella ha querido mostrar. No me digas que de verdad te tragaste ese acto.
—¿Acto? ¿Qué…? —Es lo único que atiné a decir, incapaz de seguir la conversación—. Mira, entiendo que no te agrade ella, o que no te agrade yo, pero eso no es motivo para…
—No me agradan, ninguno de ustedes, en lo más mínimo, pero esa no es la razón por la que te digo esto —me cortó ella, antes de suspirar, y claramente debatiéndose si debería hablar o no—. La semana pasada, escuché algo…
Fue el viernes pasado, después de la reunión del club, en las duchas. Casi todas se habían ido, pero yo me quedé sentada en el piso, con la llave del agua cerrada y la cortina puesta, mientras esperaba a que el dolor de mi pierna pasara. Estaba en silencio, así que seguramente ni siquiera notaron que estaba ahí, o no les importaba. Pero Mia y su grupo seguían ahí, riendo como putas hienas mientras hablaban.
—¡Oh por Jesús Raptor, tienes que estar jodiéndome! —Gritó Mia, sobresaltándome.
—¿Qué? ¡Es lindo! —Dijo Kiara, divertida.
—¡Eres la única aquí que piensa eso! —Exclamó Lunara—. Estoy segura de que esa bola de grasa ni siquiera se baña.
—Disculpa, pero puedo confirmar que lo hace al menos una vez cada tres días.
—Que puto asco —dijo la bambiraptor, riendo—. Por dios, Ki, regresa al hospital y pide, suplica que te devuelvan el sentido del gusto, porque está claro que te lo extirparon al nacer.
—Luni, linda, no quiero escuchar eso de ti.
—Porque sabes que no puedes defenderte.
—Si, claro, vamos con eso.
—Y hablando de eso… ¿Qué tal va tu proyecto? —Preguntó Mia.
—¿Proyecto? —Respondió Lunara, y un momento de silencio pasó antes de que siguiera—. Tiene un nombre, ¿sabes?
—Tú me entendiste —cortó la parasaurolophus—. Lo necesito fuera de atletismo lo antes posible para que Victoria y los demás se centren en el entrenamiento. Y tú lo quieres en tu club lo antes posible, así que ponte a trabajar, que yo ya hice mi parte.
—¿Todo eso de atacarlo frente a ella? —Preguntó Kiara.
—Se suponía que Luni iba a salvarlo y ser la heroína, pero volantitos y Vicky llegaron antes de que pudiéramos dar una buena función.
—Podrías haber aflojado un poco los brazos para que pudiera liberarlo más rápido, eso fue culpa tuya —se defendió Lunara.
—No habría sido creíble.
—¿Crees que él se hubiera dado cuenta?
—Los demás lo harían, tengo una reputación que mantener.
—Puedes ponerte difícil cuando quieres. ¿Lo sabías?
—¿Tanto te importa el humano? —Intervino Kiara, curiosa—. Chica, no creo que debas esforzarte tanto, es como todos los machos, después de todo. Dale un poco de atención el tiempo suficiente, y caerá rendido a tus pies.
—Si solo buscara meterme en sus pantalones, sería suficiente.
—¿No era esa la intención? Podrías haberme engañado, con lo azucarada que estabas siendo con él.
—Para nada —interrumpió Mia—. Nuestra Luni está planeando a largo plazo con su presa.
—Oh, Jesús Raptor, ¿en qué estás pensando?
—Nada —respondió la bambiraptor, divertida—. No es solo que sea humano, también es sumiso, maleable, y… es adorable, pero aún le falta un poco para alcanzar todo su potencial. Solo necesita a alguien que lo… adiestre, ¿sabes?
—Si, eso sonó tan extraño como esperaba de ti —respondió Kiara—. ¿Y lo que hizo Mia funcionó de alguna forma para tu propósito?
—Todavía no, no parece que Inco le tenga miedo realmente, así que deberíamos encarar el problema por otro frente.
—Tal vez ni siquiera necesite aterrarlo —dice la parasaurolophus, con una pequeña risa—. Tengo un plan de respaldo para sacarlo del equipo, Luni ya lo sabe, pero debo esperar al momento justo para ponerlo en práctica. Y una vez lo haga, ahí es donde entra nuestra estrella.
—Y cuando Inco empiece a ver que soy la única persona en la que puede confiar, no será difícil llevármelo a mi club. Lo tendré cerca de mi, lo entrenaré, y poco a poco se convertirá en un espécimen perfecto —explicó ella—. ¡No puedo esperar a verlo!
—¿Qué quieres decir con “espécimen perfecto”? —Preguntó su amiga, extrañada.
—Bueno, es de público conocimiento que los humanos son por definición inferiores a los saurios, pero hay algunos muy particulares que han llegado lejos tanto en el aspecto físico como en el mental, y creo que Inco tiene potencial para ser uno de ellos. Él es… un lienzo en blanco, solo necesita la guía adecuada, la artista perfecta que pinte sobre él, y antes de que te des cuenta, él será… mucho más de lo que es ahora.
—Uh… Luni, no puedo decir que entienda exactamente a lo que vas, y sabes que te quiero chica, pero… tienes intereses de lo más extraños.
—Oh, vete al demonio —respondió al momento—. Por cierto, ¿sigue en pie lo de esta noche?
—Tengo que preguntarle a Chris, pero creo que sí. Mia, ¿tú vienes?
—Chris y sus amigos son un montón de palurdos —suspiró ella, cerrando la llave y corriendo la cortina de la ducha—. Si ustedes quieren juntarse con esos, buena suerte.
Escucho sus pasos junto a mi mientras la parasaurolophus se retira, y unos momentos después, un largo suspiro por parte de una de las dos que quedan en las duchas.
—Podría intentar ser un poco más sociable —se lamentó Kiara, y Lunara largó aire por la nariz con fuerza.
—No es como si importara mucho —dijo ella, desinteresada, cerrando la llave y corriendo la cortina también—. Ven tengo que mostrarte algo.
—Espero que sea bueno —respondió su amiga, siguiéndola fuera de las duchas.
Y yo me quedé ahí, aún sentada en el suelo, esperando a que el dolor pasara.
Siempre pasa. Solo necesito tiempo. Un poco más de tiempo.
Eso no puede ser verdad.
Me quedo ahí, petrificado, incapaz de procesar que esas palabras hayan salido de la chica con la que he hablado tanto las últimas semanas. Es… obvio que es una mentira, Lunara es alguien dulce y amable, nunca diría algo como eso, y está claro que ni ella ni yo le caemos bien a Julianne, por lo que no es extraño que se invente algo así para generar un conflicto, tal y como Mia hizo durante el almuerzo. Pero…
¿Qué tal si, tal y como lo que dijo Mia, esto también es real?
¿Sumiso? ¿Maleable? ¿Que necesito alguien que me “adiestre”, como si fuera una maldita mascota?
Sin importar cuánto lo intente, la imagen de Lunara Winters que pinta Julianne, no coincide en lo más mínimo con la Lunara Winters que conozco. Son dos personas completamente diferentes.
—Eso… no puede ser cierto —es lo único que llegué a decir, casi en trance.
—No me sorprende que no me creas, no es como si nos lleváramos bien después de todo, pero siento que tengo que devolver algo. No me gusta estar en deuda con la gente, menos con un… —dijo ella, dejando las palabras en el aire, antes de negar con la cabeza—. No me gusta estar en deuda.
—Pero… —me rehúso a creerlo—. Ella es… tan amable.
—Por supuesto que lo es… contigo —añadió Julianne—. ¿Por qué crees que siempre está con Mia y Kiara? Las tres zorras están cortadas por la misma tijera. Solo que Mia no se molesta en ocultarlo, no cuando es prácticamente intocable, y no suele dejar rastro de la mierda que todos saben que hace. Al menos las otras dos son más sutiles al respecto.
—¿Tienes pruebas? —Pregunté, aferrándome a un clavo ardiendo.
—No, solo lo que escuché ese día —dijo ella, y yo me quedo mirando al suelo—. Te repito, la única razón por la que te estoy diciendo esto… es para estar a mano por la ayuda que me diste. Queda en tí si haces algo con esa información, o la ignoras y sigues con tu vida como si nada. Nadie te lo impide.
—Yo…
Estoy a punto de hablar, pero la puerta se abre de repente, y la enfermera entra en la habitación. Se trata de una raptor de un amarillo claro, cabello negro y ojos marrones. Lucía una falda negra por debajo de las rodillas, una blusa marrón claro, un guardapolvo blanco abierto que parecía ser una talla más grande de la que correspondía, y zapatos negros de taco alto. También tenía un cigarrillo encendido en la punta de su hocico, lo cual saltaba a la vista cuando estaba literalmente parada justo al lado de un letrero que decía “no fumar”. Y ella negó con la cabeza mientras se acercaba a la paciente en cama.
—Oh cielos, Juli… —dijo, parada junto a mi—. ¿Otra vez?
—No es tan grave.
—La traje tan rápido como pude —dije yo al ponerme de pie, sin saber que otra información dar si es que necesitaba para un diagnóstico, y la raptor se centró en mí con una sonrisa—. Soy…
—El señor Nito, si no me equivoco. Ya nos conocemos.
—¿De verdad?
—Te atendí el primer día, aunque supongo que estabas inconsciente. En ese caso, es un gusto —dice al extender su mano, la cual estrecho en un apretón firme.
—La pierna se me aflojó y me torcí el tobillo, de verdad, no es nada grave —dice la triceratops, y la raptor se queda examinando la pierna, y su tratamiento.
—Tal vez no lo sea, pero no es la primera vez que esto pasa —respondió ella, con una sonrisa confidente—. Juli, eres fuerte, pero no eres indestructible. Tienes que tener más cuidado con tu pierna, y lo sabes.
—No tienes que repetirlo.
—Parece que sí —dijo ella, dando una larga calada, sacando el humo por su nariz—. Quédate reposando unas horas, de paso podremos ponernos al día, y te acompañaré a casa cuando oscurezca. ¿De acuerdo? —Dijo al acercar una silla giratoria del escritorio, sentándose junto a la cama, y la triceratops parece conforme.
—Si, claro. Gracias Mary.
—Entonces, supongo que yo… —intenté dar mis excusas, torpemente, mientras tomaba mi mochila y me dirigía hacia la puerta—. Ya me voy. Fue un placer.
—Sk… ¡Inco! —El grito de Julianne me detuvo, y me volteé hacia ella, que parecía insegura frente a la mirada de la enfermera—. No confíes tan fácil en las personas. Solo… recuerda eso.
—Lo tendré en mente —dije al asentir, forzando una sonrisa, y cerrando la puerta detrás de mí.
…
Ya no estoy seguro de nada.
Quiero creer que Julianne solo dijo lo que dijo porque no le caigo bien y no me quiere cerca, porque la idea de que Lunara realmente me vea de esa forma, casi como un sujeto de investigación, uno al que debe adiestrar, un tipo “maleable y sumiso”… es doloroso. Por eso es más fácil creer que es una mentira. Pero el rostro de la triceratops cuando me lo dijo… no parecía que se lo estuviera inventando.
¿Quién dice la verdad, y quién miente?
¿Qué es lo que debo creer?
¿En quién debo confiar?
Luego de lo que pasó hoy con Liz, de verdad no estoy en el mejor estado mental para lidiar con algo como esto, y el dolor de cabeza solo está haciéndose más fuerte. Necesito regresar a casa, alejarme de cualquier cosa relacionada a la escuela por el resto del día, y mañana podré verlo todo con una nueva perspectiva, tal y como lo hablé con Jenine. Si, ahora mismo, eso es lo mejor que puedo hacer.
Al ver mi celular, ya son más de las cinco de la tarde, lo cual me sorprende. Creí que había pasado más de una hora mientras estaba en la enfermería, pero parece que mi sentido del tiempo también se está viendo afectado el día de hoy. Básicamente estoy regresando por el mismo camino que recorrí para traer a Julianne a cuestas, porque el plan sigue siendo el mismo: evitar el camino al edificio principal, porque no quiero encontrarme con mis compañeros del consejo estudiantil. Aunque, en este punto, aún está por verse si seguiremos siendo compañeros mañana.
Solo necesito olvidar todo esto por hoy, y mañana…
—¡Inky!
Su voz, y el sonido de sus zapatos de taco alto aproximándose, resonando en el pasillo vacío, hacen que un escalofrío trepe por mi espalda, y no puedo evitar tragar saliva. Tal vez todo lo que escuché por parte de Julianne sea mentira, es muy probable que así sea, pero si no lo es… entonces la persona a la que pertenece esa voz no es quien yo creí que era, y ese pensamiento persiste mientras me doy la vuelta.
La bambiraptor blanca de vestido azúl se acerca con una enorme sonrisa, cargando su bolso en un hombro, y su celular en la mano. Me fuerzo a mi mismo a sonreír en respuesta, como si nada ocurriera, pero la verdad es que esa idea, el recuerdo de todo lo que escuché hace apenas minutos, no va a irse a ninguna parte.
—¿Te vas? Creí que tenías tareas del consejo luego del club de fotografía —dijo ella, curiosa.
—De hecho si, pero me estoy retirando temprano hoy —respondí al llevarme una mano a la nuca—. Tengo asuntos que atender, así que…
—Entonces dame un segundo, iré por mi auto y te llevo a donde necesites —ofreció ella, y a mi me cuesta responder.
—No, no te preocupes, tengo que ir a… varios lugares, y… no quisiera ser una molestia. ¿Sabes? —Intenté sonar lo más cordial posible, pero ella me miró con extrañes.
—Inky, ¿estás bien?
¿Lo estoy?
Esa es una pregunta difícil ahora mismo, una que no quiero responder, ni para ella, ni para mí mismo. Solo quiero irme, eso es lo único de lo que estoy realmente seguro.
—Disculpa, hoy fue un día… muy largo —me excusé al llevar una mano a mi frente.
Tal vez lo estoy pensando demasiado.
No tengo la certeza de que lo que dijo Julianne sea real, después de todo.
—Entonces deja que te acompañe —dijo ella, comprensiva—. Si te sientes mal, entonces de verdad no quiero dejarte solo.
Ella es… una chica muy dulce, y tan amable. Es difícil pensar que ella podría…
“Sumiso.”
Pero la idea está ahí, en el fondo de mi cabeza, y persiste mientras intento mirar a los ojos a Lunara. Me rehúso a creer que ella…
“Maleable.”
¿De verdad esta misma chica pudo haber dicho esas cosas de mi?
Quiero pensar con todas mis fuerzas que es una mentira.
Y es entonces que ella se acerca.
—Vamos, te acompañaré a donde…
Pero cuando su mano se desliza en la mía, intentando entrelazar sus dedos con los míos, retiro mi mano con fuerza en un ataque de pánico, y Lunara parece tan sorprendida como yo. Al tirar con tanta fuerza, su bolso estuvo a punto de caerse, y ella me está mirando con incredulidad, más que con preocupación.
—Lo siento, pero quiero irme solo el día de hoy, por mi cuenta —dije rápidamente, casi tropezando con mis palabras, y la chica frente a mí frunce el ceño.
—¿Qué te ocurre?
—Nada, como he dicho… fue un día muy largo, y necesito tiempo para pensar algunas cosas —dije mientras intentaba avanzar hacia la salida, pero ella se pone frente a mí, cortándome el camino.
—¿No vas a hablarme? —Preguntó ella, no convencida—. Inky, por favor, dime qué te está pasando.
No quiero hacerlo.
No quiero hablar contigo.
No quiero hablar con nadie más.
Quiero estar solo.
Eso es todo lo que necesito ahora mismo.
—Por favor, ¿puedes…? —Intenté hablar, con dificultad para encontrar las palabras adecuadas—. ¿Puedes salir de mi camino?
Estaba intentando ser cordial, pero eso pudo haber sonado más rudo de lo que pretendía que fuera. Y considerando la expresión de Lunara, parece que estoy en lo cierto.
—Eso no es muy amable de tu parte, Inco —me reprochó con seriedad.
“Sumiso.”
“Maleable.”
Ambas palabras siguen resonando en mi cabeza, y tengo la necesidad de confirmarlo. Si bien preguntarlo directamente recibiría una respuesta negativa, tal vez…
—¿Sabes qué? Tienes razón —acepté, mirándola directo a los ojos—. Tal vez solo necesito a alguien que me “adiestre”, ¿no crees?
—¿Quién te dijo eso?
Y así como así, en tan solo un instante, el ambiente cambia… ella cambia. Su mirada, su cara, su postura… por espacio de un instante, es una persona completamente diferente, y el cambio ocurrió frente a mis ojos, al escuchar esa palabra exacta.
En las últimas semanas, estando en el club de fotografía, me di cuenta de algo muy interesante: soy realmente bueno para notar los sutiles cambios en los rostros de las personas. Algo que creí que cualquiera podía hacer, pero incluso Jenine se sorprendió, me dijo que tenía una buena habilidad para detectarlo, mientras veíamos videos en la sala del club. Y lo que acabo de ver… no es mi imaginación, está ahí.
De repente, todo tiene sentido, la razón por la que sentía su comportamiento casi plástico cuando hablábamos, el por qué parecía más molesta que aliviada cuando Damien y Vicky me salvaron de Mia, y esa reacción justo ahora… por un segundo, por una fracción de segundo, pude ver a la verdadera Lunara, entre las grietas. Tal vez no una mala persona, pero si alguien muy diferente de quien creía conocer.
Todo este tiempo, ella me mostró lo que quería ver, y a su vez, yo estaba viendo… exactamente lo que yo quería ver. Quería ver una segunda oportunidad, quería llenar un espacio vacío, quería… quería a Noelle. Pero Lunara no es Noelle, podrá tener facciones similares, gestos parecidos, pero es alguien completamente diferente.
No es… quien yo creía que era.
Quien yo quería que fuera.
—Inco, ¿quién te dijo algo tan terrible? —Preguntó con preocupación al acercarse, pero ya no puedo huir de la verdad. Está quemada en mis ojos.
—Tu —la palabra se me escapó, y ella se me quedó mirando, incrédula.
—Inco, yo… —comenzó a decir ella, múltiples emociones cruzando su rostro—. Jamás diría algo como eso. ¿En dónde lo escuchaste? ¿Alguien de verdad me acusó de decir algo así?
Pero no puedo responderle.
—Quiero decir, está claro que es algo inventado.
Estoy cansado.
—Inky. No lo crees, ¿verdad?
Solo quiero irme.
—¿Inky? ¿Me escuchas?
—Si, te escucho —respondí, y ella suspira.
—No sé qué está pasando, pero lo que sea que hayas escuchado, lo que sea que te hayan dicho, estoy segura de que…
—No me interesa —la corté al instante—. Nada de esto me interesa, solo… aléjate de mí. No quiero volver a verte, ni a tí, ni a nadie más —digo al pasar a su lado.
La salida está a unos metros.
Unos pocos pasos más, y seré libre.
Un poco más, y este largo día terminará.
—¡Inco! —escuché su voz a mis espaldas—. ¡Inco, espera un momento! —y sentí su mano en mi hombro, pero me sacudí con violencia al voltearme.
—¡No! —Grité sin darme cuenta y veo que, más allá de Lunara, en el otro extremo del pasillo, llamé la atención de algunos estudiantes—. Ya no puedo hacer esto, siento que voy a enloquecer… solo déjame en paz, por favor.
—¡¿Cuál es tu problema?! —Me gritó ella, soltando aire por la nariz con fuerza—. ¡No puedes irte así nada más sin decirme qué rayos está pasando contigo! —Continuó, y yo no puedo hacer más que apretar mis dientes con fuerza, antes de responder.
—Creo que fui muy claro —dije lentamente, ante su furiosa mirada—. Aléjate de mí.
Y me doy la vuelta para retirarme.
No me importa que las personas estén mirando, ni lo que piensen.
Solo quiero irme de aquí.
—¡Inco!
Ella grita a mis espaldas, y yo aprieto el paso.
Pero escucho sus pasos acercarse, cada vez más rápido.
—¡Inco! —Gritó justo detrás de mí, pero no tengo intenciones de voltearme—. ¡Inco, no te atrevas a darme la espalda!
Todo ocurre en un segundo. El momento en que siento una gran presión sobre mi brazo, el instante en que algo filoso se clava en él, y yo apenas llego a gritar en lo que el tirón me impacta contra los casilleros, antes de caer de cara contra el piso.
Apenas soy consciente de lo que acaba de pasar, mi visión está nublada, y siento un fuerte zumbido en mis oídos mientras intento apartarme del suelo. A medida que el mundo recobra su claridad, con las luces en extremo brillantes, veo que frente a mí yace mi mochila, y mi cámara que se salió de la misma… está destrozada.
Está rota.
Mi mayor tesoro está… roto.
Intento alcanzarla con la derecha, y es cuando todo se siente a la vez, el dolor por el impacto en la espalda, del golpe en la cabeza, y de…
Mi brazo.
Mi respiración se acelera al tiempo que mis ojos se centran en mi brazo derecho, en la manga de mi chaqueta destrozada… tiñéndose de rojo poco a poco.
Me ahogo… me falta el aire… no puedo respirar.
Mi atención se despega de mi brazo y se centra en la creciente cantidad de figuras que se acercan, y en quien está de pie en el centro de todo, paralizada. La bambiraptor blanca tiene la boca abierta y los ojos bien grandes, incrédula de la escena que se desarrolla frente a ella. Y en sus garras, en sus dedos… sangre. Mi sangre.
Una emoción que nunca había sentido despierta en el fondo de mi mente, algo tan simple y tan primitivo que olvidas que está ahí la mayor parte del tiempo, algo que viene a ti el instante en que tu vida corre peligro.
Miedo.
Esto es… terror. Creí que Mia me infundía miedo, pero nunca sentí algo como esto, nunca me había sentido tan indefenso en toda mi vida. Mi corazón late con tanta fuerza que casi puedo escucharlo, y soy incapaz de emitir sonido alguno. Solo desvío la mirada hacia mi cámara, y la alcanzo a la vez que tomo mi mochila para guardar lo que queda de ella, intentando ignorar a mi atacante con todas mis fuerzas.
Y entonces… los murmullos empiezan.
—¿Acaso ella…?
—Jesús Raptor…
—Eso no se ve nada bien.
—Hermano, eso es sangre…
—¡Atacó a Nito!
—¡Que alguien llame al guardia!
Y en medio de todas esas voces, escucho la suya, temblorosa.
—¡Yo no quería…! ¡Yo…!
Y veo sus zapatos aproximándose, mientras intento juntar los pedazos en mi mochila.
—¡Inco! ¡Ven conmigo a la enfermería! ¡Tienes que…!
Levanté la vista justo a tiempo para verla extender su mano hacia mi, pero la rechazo casi por reflejo con mi izquierda en un arranque de pánico, y apenas logro ponerme de pie para correr en la dirección contraria.
—¡Inco!
Escucho su grito a mis espaldas, pero no me detengo.
Abro la puerta de una embestida, casi sin darme cuenta, mientras bajo las escaleras apresurado, y empiezo a correr.
Y corro.
Y corro más.
Y corro mucho más.
Sin mirar atrás.
Todo lo que pasó desde entonces aparece borroso en mi mente. Sé que alguien me preguntó en el metro si estaba bien, sé que logré llegar a casa, que entré al baño para tratar mis heridas, que bebí algo para el dolor. Y ahora estoy sentado en el sillón de la sala de estar, con las luces apagadas, mirando a la nada.
Sobre la mesa frente a mí yace mi cámara, o lo que alguna vez fue mi cámara. En algún momento la saqué de la mochila para examinarla, sólo para encontrar que la lente y el flash están completamente destrozados. Ni siquiera me atrevo a tocar el interruptor para saber si aún funciona, no tengo las energías para eso, porque si intento oprimirlo, y descubro que ni siquiera enciende… creo que no podría soportarlo.
Y mientras tanto… yo sigo mirando a la nada.
Bebí dos botellas de RAWR que tomé de la nevera, porque tenía sed.
Dios, tenía tanta, tanta sed.
Debería juntar todo, y subir a mi habitación, pero no tengo energías para levantarme.
Por suerte, ya no me duele nada.
No siento nada.
Y no puedo hacer más que quedarme allí, mirando a la nada, mientras mi conciencia se desvanece poco a poco.
Tal vez, cuando despierte, descubriré que todo esto no ha sido más que un mal sueño.
Si, es solo un mal sueño, y todo estará bien cuando despierte.
Todo estará bien.
Todo estará bien.
Todo estará bien.
Todo. Estará. Bien.
Notes:
Espero que el capítulo de hoy los haya entretenido, que dejen kudos y comentarios, y me cuenten qué les parece la historia hasta ahora. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 12: Al otro lado del miedo
Summary:
Un paso podría cambiarlo todo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Ya son más de las cinco de la tarde. Eso marca el reloj de pared de la sala del consejo estudiantil, el de la computadora, y el de mi celular, pero tengo mis dudas al respecto. Después de todo lo que ha pasado en esta habitación hoy, cada minuto se ha hecho eterno, y no veo la hora de terminar con estas planillas para regresar a casa e intentar olvidarme de todo por el resto del día. Hago mis ejercicios para descontracturarme mientras estoy sentada frente al monitor, estiro mi largo cuello, y doy un largo sorbo a mi taza de café… asqueroso, está quemado. Pero podría ser peor, supongo.
Ben también está intentando liberar tanto trabajo como sea posible, pero me da la impresión de que lo hace más por ansiedad que por cualquier otra cosa. Dado que ahora Inco lo sabe todo sobre su entrada borrada, es cuestión de tiempo para que haga algo con esa información, y en base a lo que sé de él, que podamos convencerlo o no de guardar silencio dependerá de que lo encontremos con muy buen ánimo mañana, y de mucha, mucha suerte… claro, si es que no lo ha divulgado todavía. Al menos el parasaurolophus parece haberme escuchado, y no intentará contactar con el humano sino hasta mañana, cuando las aguas se hayan calmado un poco. Aunque considerando que ninguno de los dos ha sido citado a la dirección todavía, tal vez…
Pero antes de que pueda completar ese pensamiento, el teléfono de Ben suena en su escritorio, y ambos somos alertados por el timbre. Compartimos una mirada mientras él lo toma en sus manos, y lo veo apretar sus dientes mientras yo trago saliva.
—Es Scaler —dijo con una voz ronca, tal vez porque puede sentir la guillotina sobre su cuello, tanto como yo la siento en el mio.
Lo veo reacio a atender la llamada, con una mirada llena de temor, y yo me pongo de pie para acercarme, sabiendo que esto nos involucra a ambos. Después de todo, nuestras vidas podrían cambiar drásticamente después de esta llamada.
—Dios santo, es Scaler… dame un momento —y él dió dos respiraciones profundas, antes de contestar, mientras yo me sentaba contra uno de los escritorios laterales—. Si, directora, ¿en qué puedo…? —Preguntó con un tono tranquilo, como si nada ocurriera, pero se detuvo en seco mientras su falsa sonrisa se desvanecía—. ¿Qué? No, Inco no vino aquí hoy, ¿qué es lo que…? —Se detuvo otra vez, con la boca abierta—. ¿Que Inco qué?
Puedo ver el rostro de Ben contorsionarse frente a cada palabra que escucha, sus ojos moviéndose de un lado a otro, pero ya no veo miedo en ellos, sino… confusión.
—¡¿Qué?! —Exclamó con los ojos bien abiertos, sorprendiéndome.
Pero no tengo tiempo de preguntarme de qué rayos están hablando, porque mi teléfono también suena, y no pierdo tiempo en alejarme y atenderlo cuando veo el contacto.
—¿Damien? ¿Qué…?
—¡Inco! —Me interrumpió, sorprendiéndome—. ¿Está contigo? Por favor, dime que está contigo.
—No, él no vino al consejo hoy. ¿Qué está…?
—¡Lunara intentó matar a Inco!
—¿Cómo? ¿De qué estás…?
—Ella… maldición… Diana, del club de ajedrez, los vio discutiendo en el pasillo, gritando, y parece que Lunara lo golpeó contra los casilleros —explicó rápidamente, falto de aliento—. Decían que Inco estaba sangrando… esto es malo, Liz. Esto es realmente malo. ¡No responde a mis llamadas!
Creo que no soy capaz de procesar sus palabras.
Eso… tiene que ser una exageración de Damien. Si, es eso, o se expresó horriblemente mal, mucho más que de costumbre. Hasta donde tenía entendido, Inco estaba desarrollando una buena relación con Lunara, se habían vuelto realmente cercanos, y es por eso que lo que estoy escuchando no tiene ningún sentido.
—Cálmate. Damien, respira hondo. Despacio —dije al alejarme a un rincón de la habitación, tan lejos del presidente como era posible, y escucho al dilophosaurus respirar con fuerza en el micrófono—. Bien, ahora dime, ¿dónde estás?
—En la salida lateral del edificio anexo, la que da a la pista de atletismo.
—Bien, quédate quieto ahí, y espérame. Estoy de camino.
—Si… gracias Liz. Por favor, apresúrate.
Es Damien quien corta la llamada, y yo me quedo con el celular en mis manos, intentando razonar esta situación, porque la misma parece salida de un sueño demasiado extraño… vamos Liz, concéntrate. Si lo que dice Damien es cierto, entonces Inco podría estar en peligro. Pero antes que poder hacer cualquier cosa, necesito información, así que encontrarme con el dilophosaurus es la prioridad.
Por su lado, Ben se despide, cortando la llamada y poniéndose de pie, y yo me acerco a él.
—¿Qué dijo Scaler?
—¿Entre todos sus gritos? Que seguridad la contactó. Varios alumnos reportaron haber visto a Lunara Winters atacar a Inco, pero ambos dejaron la escuela.
Coincide con lo que acabo de escuchar, si, pero no se me ocurre una razón que pueda llevar a un conflicto entre esos dos. ¿Fue hoy? ¿Qué pudo ocurrir en las últimas horas que llevara a esto?
…
¿Acaso está relacionado de alguna forma con lo que hablamos al mediodía?
Dios, espero que no. Lo último que necesitamos es que la situación del concurso se haga pública por medio de este incidente.
—¿Sabemos otra cosa?
—Que ocurrió en la salida del edificio anexo, no mucho más.
—Entonces esa es mi primera parada. De hecho, Damien me espera ahí ahora mismo.
—Voy contigo, necesito saber todo lo que pueda de esto para que podamos encarar el problema lo más pronto posible, antes de que pueda escalar a algo más —dijo al pasar a mi lado, saliendo de la habitación, y lo sigo justo después.
Tiene razón, si esto fue una simple pelea, la escuela puede ocuparse a puertas cerradas. Pero si de verdad fue un asalto, y alguien resultó herido de gravedad, es probable que los padres de Inco denuncien a Lunara por lo ocurrido, implicando a la policía, y tanto víctima como victimario quedarán marcados por lo ocurrido de diferentes formas. Ojalá podamos tratar esta situación antes de que eso ocurra.
Tanto Ben como yo estamos en silencio mientras recorremos los pasillos por escasos minutos, hasta que al dar la vuelta en una esquina, vemos nuestro destino casi al final del corredor. Pero no es Damien quien espera en el lugar, sino…
—¡Liz! ¡Chica! ¡Ven aquí! —Llamó la triceratops de escamas marrones y abundante cabello rubio, el cual cubría la mitad de su rostro—. Y estás con Ben, eso es bueno. Entre los dos sabrán cómo resolver esto, ¿verdad?
—Kiara, ¿qué…? —Iba a preguntar, pero me detengo a mi misma—. Espera, tiempo fuera. ¿Has visto a Damien por aquí?
—Si, y me dijo que te diera un mensaje: que lo esperaras aquí, que volverá en un momento —dijo, moviendo el celular al ritmo de sus palabras.
—¿A dónde fue? —Preguntó Ben, cuando ambos reparamos en la escena frente a nosotros, los casilleros abollados, fragmentos de cristal y plástico en el suelo, y… rastros de lo que parece ser sangre—. ¿Y qué fué lo que pasó aquí?
—No tengo la más mínima idea —admitió mientras miraba la pantalla del celular con cierta molestia, antes de llevarlo a su oído otra vez—. Y la maldita zorra no contesta.
—Nos dijeron que Lunara había atacado a Inco.
—Es lo que escuché también, pero no creeré nada de eso hasta que hable con mi amiga y me diga su versión de la historia —dijo la triceratops mientras se alejaba a unos pasos de mi, sin dirigirme la mirada, y es entonces que el dilophosaurus entra por la puerta con una embestida.
—¡Liz! —Exclamó al verme, acortando la distancia con nosotros en un instante, falto de aliento—. Por favor, dime que sabes algo de Inco.
—Yo…
—Oh, los chicos del consejo —la voz del guardia de seguridad me interrumpe, y al voltearme encuentro al stegosaurus blanco de cabello gris con un gesto molesto—. ¿Asumo que vienen por parte de Scaler?
—Así es, señor Holiday —dice Ben al adelantarse, con una cordial sonrisa—. Si pudiera informarnos de lo qué ocurrió aquí…
—Todos los niños dijeron lo mismo, que la chica estrelló al humano contra los casilleros. Al parecer también le desgarró el brazo, vieron sangre. El humano huyó por esa puerta, y la bambiraptor se fue justo después en la misma dirección. Al parecer se llevó su auto, pero el humano se fue a pie.
—Kiara me dijo lo que estaba pasando —dice Damien a mi lado—. Fui corriendo a buscarlo, en el camino entre la escuela y la estación de metro, pero no lo encontré. Al menos ya no estaba en la estación.
—¿Hace cuánto ocurrió? —Le pregunté, pero es el guardia quien responde.
—Veinte minutos, más o menos.
—Tuvo tiempo de subir al tren, si fue por ese camino, pero también podría haber tomado un taxi —razonó Ben.
—¿Pudieron contactar con Lunara? —Preguntó Damien, y Kiara se volteó hacia él.
—No, he estado llamándola todo este tiempo, pero no está contestando —dice, dando un largo suspiro—. No me creo que haya hecho algo así, ella nunca haría algo como eso, mucho menos a Inco.
—Pues todos dicen que la vieron hacerlo —dijo Damien con seriedad, dando un paso al frente—. ¡Todos la vieron golpear a Inco contra los casilleros!
—¡Pues también los vieron discutiendo antes! —Avanzó Kiara a su vez—. No me sorprendería que Nito la hubiera provocado.
—Oye.
—Damien, no —dijo Ben al intervenir, con un brazo contra su pecho—. Lo último que necesitamos es más problemas. Kiara, apenas puedas hablar con Lunara, dile que se contacte conmigo. Tenemos que resolver esto lo antes posible.
—Seguro —aceptó, antes de alejarse, su ceño fruncido—. Vamos, atiende el teléfono chica…
—¿Dónde están los testigos? —Preguntó Ben.
—¿Los que me hicieron caso y se quedaron? —Respondió el señor Holiday, poniendo los ojos en blanco—. Solo dos, están esperando junto a la dirección, les dije que no tomaría demasiado.
—Muchas gracias, iré a hablar con ellos ahora mismo, y continuaré reportando a Scaler según proceda la situación, puede dejar el resto en nuestras manos —dice el presidente, y el guardia asiente, antes de darse la vuelta para irse—. También intentaré hablar con Lunara por mi parte. Liz, ¿puedes ocuparte de Inco?
—Si, me encargaré de ubicarlo lo antes posible, y asegurarme de que está bien —acepté, y Ben se retiró en la misma dirección que el guardia.
—¿Vas a su casa? Voy contigo —declaró el dilophosaurus, caminando a mi lado.
—Bien, vamos.
Al salir de la escuela, el sol ya se está retirando en el horizonte, y no nos toma mucho tiempo llegar hasta mi auto. El dilophosaurus sube al asiento del acompañante como es usual, al tiempo que yo enrollo mi largo cuello dentro de la cabina. En pocos minutos ya estamos en camino, y pongo en el GPS la dirección de Inco, la cual seguía guardada en la memoria. Estaremos ahí en veinte minutos a más tardar, y una vez hablemos con él, podremos discutir cómo proceder a continuación.
“Púdrete Elizabeth.”
Y es entonces que un pensamiento me cae como un balde de agua fría. Con todo lo que pasó entre nosotros hoy, lo más probable es que no quiera hablar conmigo en lo absoluto, por lo cual es una suerte que Damien me acompañe. Pero así también, es posible que Inco le diga lo que hice, y si lo hace… ¿Qué pensará Damien de mi?
Maldición, eso debería estar último en mi lista de prioridades ahora mismo. Uno de nuestros compañeros podría estar malherido, y necesitar ayuda. Eso es todo lo que debería importarme. Soy parte del consejo estudiantil, el grupo que representa a todos los alumnos del instituto St. Hammond, por todos los cielos.
—Sigue sin contestar los mensajes, y el número de su casa tampoco responde. Rayos Inco, ¿qué estás haciendo? —La voz de mi acompañante me arranca de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad mientras esperamos en un semáforo, y él lleva la parte inferior del celular frente a su hocico—. Inco, cuando escuches este audio, respóndeme. ¿Quieres? O cuando escuches alguno de los otros, ya te mandé… demasiados. Quiero saber que estás bien, así que por favor, contesta.
—Estaremos ahí en unos minutos —intenté calmarlo, pero Damien sigue demasiado tenso a causa de esto—. ¿Qué fué exactamente lo que pasó?
—Solo tengo lo que dijeron los chicos que estaban cerca. Según varios, Lunara le gritó algo a Inco, y luego lo atacó por la espalda.
—¿Por la espalda? —Pregunté con sorpresa, porque esto parece cada vez más irreal con cada cosa que escucho—. ¿Tienes idea de qué pudo provocar esto? Tenía entendido que esos dos estaban en buenos términos.
—Si, si, tu incluso lo viste, si no estaba con nosotros en el club, estaba con ella. Me contó que tuvieron una cita hace unos días, y que las cosas estaban yendo bastante bien —dice él, sorprendiéndome, porque es la primera vez que escucho de eso—. ¿Qué rayos tuvo que ocurrir para que Lunara lo lastimara así?
—¿Celos? —Aventuré, insegura—. ¿Tal vez Inco estaba viendo a alguien más?
—No, Inco no es esa clase de persona —dijo él con seguridad—. Lo más probable es que haya sido un malentendido que escaló más de lo que debía.
—Ojalá y solo haya sido un malentendido —respondí al soltar aire con fuerza, sacudiendo mi flequillo. Ojalá y solo sea eso.
Al dar la vuelta en una esquina, avancé unos cuantos metros más para quedar justo frente a su casa, y no llegué a detener el auto por completo cuando Damien bajó de golpe para correr hacia el porche, pero soy incapaz de reclamarle ahora mismo, no cuando sé exactamente cómo se siente. Al quitar la llave, me bajo del auto para seguir al dilophosaurus, quien está presionando el timbre con insistencia, antes de pasar a golpear la puerta con fuerza.
—¡Inco! ¡¿Estás en casa?! ¡Vamos hombre, contesta!
—¡Damien! ¡Con calma! —Exclamé al acercarme, con una mano sobre su hombro para llamar su atención, antes de notar un rastro en la perilla, a la vez que él lo hacía.
—Sangre —susurró, antes de mirarme—. Quiere decir que está en casa. ¡Inco!
—No necesariamente —negué con la cabeza, dando un largo suspiro—. La última vez que vinimos, había un auto frente a la cochera, y hoy no está.
—¿Crees que sus padres lo llevaron al hospital?
—Es lo más probable, si.
—¿Y qué hacemos? ¿Vamos al hospital general de Volcaldera? Es el más cercano, y seguramente…
—Damien —tuve que detenerlo en seco otra vez—. Llegados a este punto, no creo que sea algo en lo que debamos meternos. Inco tiene a su familia para apoyarlo, así que lo mejor será que les demos su espacio, y que decidan cómo procederán con esto. Si notificarán a la policía, o irán con la escuela antes. De una forma u otra, lo más seguro es que lo sabremos mañana, cuando Inco nos responda.
—Pero… —decía el dilophosaurus, con el celular contra su oído una vez más—. Y aún no contesta…
—Si está en el hospital, de seguro no puede responder ahora. Lamento decirlo, pero no podremos hacer nada más por hoy —sé que es lo último que Damien quiere escuchar, pero esa es la realidad—. Vamos, te llevaré a casa —le dije al guiarlo con una mano en su espalda, pero no puedo evitar mirar detrás de mi, centrada en esa mancha roja.
…
Espero estar en lo correcto, y que de verdad esté con sus padres ahora mismo.
Al subirnos al auto una vez más, veo a Damien con el celular en sus manos, claramente inseguro de si debería seguir insistiendo para comunicarse con el humano. Pero parece que empieza a aceptar el hecho de que no podremos hacer nada más por el día de hoy, solo regresar… y esperar lo mejor para mañana.
Pero esta vez mi celular suena, y por un instante tengo la esperanza de que sea Inco, y que nos diga que está con bien… pero no lo es, y me preparo mentalmente para los gritos que de seguro estoy a punto de escuchar al responder a la llamada.
—¿Señorita Scaler?
—Liz, acabo de cortar con Ben. ¡Te lo suplico, dime que sabes algo del señor Neato!
Tengo que alejar el celular de mi oído frente a la voz distorsionada de la directora, y suspiro con pesadez antes de responder.
—Estamos frente a su casa, y el auto de su familia no está. Lo más probable es que lo hayan llevado al hospital, pero no está respondiendo a su celular para confirmarlo.
—No puedo creer esto...
—¿Lograron ubicar a Lunara Winters?
—Acabo de comunicarme con su madre. Su familia ya está al tanto de todo, y la chica acababa de regresar a casa, así que ese es un problema menos.
—¿Qué dijo la madre?
—Insistió en que hablará de esto debidamente con su hija, que estará a nuestra disposición por la forma en la que la escuela elija proceder, y que la tengamos al tanto del estado del señor Neato —respondió rápidamente la oviraptor, antes de suspirar con fuerza en el micrófono—. Si tienes alguna novedad del chico, lo que sea, reportame lo antes posible.
—Por supuesto —acepté, y la directora cortó un instante después. Gracias al cielo.
…
Mi celular marca que son pasadas las seis para cuando llegamos a la residencia Payne, y Damien parece reacio a entrar. Probablemente porque tendrá que decirle a Olivia y al resto de su familia lo que ocurrió con Inco, y no hará más que preocuparlos. No sería extraño, considerando que Inco parece haber hecho buenas migas con los Payne desde que vino aquí el día de la fiesta de fin de verano, el día en que fuimos a la tienda juntos, y en que él se ofreció a ayudarme con mi trabajo en el consejo.
Ese día parece tan lejano ahora mismo.
—Gracias por traerme, Liz.
—No hay problema. Si Inco te responde, avísame, por favor.
—Serás la primera persona a la que le diga —dijo él, con una sonrisa frágil.
—Damien, mírame —dije con una mano en su brazo—. Inco estará bien, no te preocupes.
—Si, tienes razón —respondió al asentir, sacudiendo su cabeza antes de bajar del auto—. Nos vemos mañana.
—Salúdame a todos —le pedí, y él me mostró una brillante sonrisa y su pulgar arriba.
Sé que le está tomando todo su ser para mostrar esa confianza, para evitar que yo me preocupe incluso más, así que no puedo hacer más que agradecerle en silencio, con una sonrisa que tampoco demuestra cómo me siento por dentro. Y cuando él entra a su casa, es mi turno para quedarme mirando mi celular.
…
Quiero saber que estás bien.
…
No me es difícil ubicar su contacto, y su teléfono suena varias veces, pero al final la llamada va al correo de voz. Luego de varios intentos, decidí dejarle un mensaje para cuando vea su celular, y cruzo los dedos para tener noticias de él antes de que termine el día.
“[10/10 18:14] Liz: Respóndeme.”
A pesar de todo lo que pasó hoy, espero que no esté tan furioso conmigo como para no responder este mensaje, no en esta situación. Pero lo único que puedo hacer ahora es volver a casa, y esperar que mañana las aguas se hayan calmado.
…
Inco…
De verdad espero que estés bien.
La cabeza me da vueltas.
Mientras poco a poco regreso al mundo de los vivos, puedo notar varias inconveniencias, como el hecho de que estoy destapado, completamente helado, y es cuando empiezo a toser con fuerza, casi dejándome los pulmones en el proceso. ¿Se descompuso la calefacción? No, de seguro olvidé encenderla, y esa es la razón más probable por la que siento que tengo un pedazo de hielo atravesado en la garganta.
Al apartarme, un hilo de saliva se estira desde mi boca al cojín sobre el que dormí, y sólo entonces caigo en la cuenta de que estaba durmiendo boca abajo en el sillón, sin cobertor y solo con mi playera encima. Eso de seguro va a ser bueno para mi salud.
¿Por qué me dormí aquí?
…
Oh, cierto.
Haciendo un esfuerzo, me siento en el sillón, intentando abrir los ojos poco a poco, acostumbrándome a la escasa luz que ilumina la sala de estar. Puedo ver por la ventana que es un día bastante gris, y puedo escuchar la lluvia golpear contra el cristal. Y me quedo ahí sentado, en silencio, perdido en mi propia cabeza una vez más.
Todos los eventos del día de ayer cruzan por mi mente, y de repente siento que lo mejor hubiera sido seguir durmiendo por el resto del día, pero la realidad es que tengo que asistir a la escuela, y no quiero llegar… tarde. Es lo que me gustaría decir, pero el reloj de pared de la sala indica que ya son pasadas las doce, y es probable que no valga la pena salir de casa en este punto. Si me llaman la atención el lunes, tendré que justificarme de alguna forma, tal vez hablar de lo que ocurrió…
…
¿Qué fué exactamente lo que pasó?
Con cierta dificultad, intento ordenar los eventos del día de ayer, los cuales llevaron a mi situación actual, mientras me llevo ambas manos a la cara. Todo iba bien hasta el almuerzo, cuando tuve esa discusión con Liz, en la que trató con todas sus fuerzas de dar vuelta lo que había hecho para pintarlo como algo positivo, eso lo recuerdo bien… si, incluso ahora, un día después del hecho, mi furia no se ha visto apaciguada.
Luego hablé de eso con Jenine, y antes de poder irme a casa, ayudé a Julianne a llegar hasta la enfermería, donde me habló de una conversación que Lunara tuvo con sus amigas, y considerando la reacción que tuvo en la bambiraptor blanca el usar cierta palabra, parece que era verdad. Su expresión me dijo todo lo que necesitaba saber. Y por si fuera poco, antes de que pudiera irme de la escuela, ella…
Un escalofrío recorre mi espalda al rememorar aquel instante. Lunara me derribó sin esfuerzo alguno, me golpeó contra los casilleros, y caí de cara al suelo. Lo recuerdo con claridad… yo en el piso, y ella parada frente a mí, mi sangre en sus manos. Y mi brazo malamente vendado es un testimonio innegable de ese hecho.
Luego de que me atacara, escapé de ella tan rápido como pude, subí al tren justo antes de que las puertas se cerraran, y al sentarme, una mujer raptor gris me preguntó si estaba bien. Al regresar a casa, cerrando la puerta detrás de mí, me desvanecí en la alfombra como el maldito Leonard en MR4 cuando entra en la cabaña, y al despertar poco después, fui al baño para tratar la herida de mi brazo, tomé pastillas para el dolor, y dos botellas de RAWR por la sed que tenía. Luego… supongo que ahí terminó el día. Y viendo que todo sigue tal cual estaba ayer, parece que mis padres no regresaron durante la noche. Es una suerte que aún estén fuera de la ciudad, porque si me hubieran visto en el estado en que llegué, no sé cómo me habría explicado. No quiero que sepan lo que pasó, y si hubieran llegado ayer, hubiera sido difícil ocultarlo.
Y mientras me pregunto cuándo volverán, mis ojos caen sobre los restos de mi tesoro, que aún descansan sobre la mesa de café.
Mi cámara…
¿Encenderá siquiera?
No estoy listo para averiguarlo.
Pensar que fue la primera cosa que compré con mi propio dinero… me ha acompañado desde noveno grado, y ahora está en ese estado, porque me metí con las personas equivocadas, porque no la cuidé como debía. Perdóname, vieja amiga. Tal vez Jenine pueda pasarme su contacto de la tienda de antigüedades para conseguir repuestos e intentar repararla, porque esta máquina ya tiene sus años, y no es sencillo encontrar a alguien que trate con esta clase de aparatos. Averigüe eso por las malas poco después de conseguirla en una tienda de segunda mano.
Y hablando de cosas destrozadas… ah, si, también está la poca reputación que tenía como miembro del consejo estudiantil. Lo más probable es que ahora se me vea como el humano cobarde que huyó luego de que una compañera le pateara el trasero. Solo puedo imaginar las burlas, todo lo que deben estar diciendo a mis espaldas en este preciso instante, en el almuerzo. ¿Con qué cara volvería a la escuela, de todas formas?
Mientras más lo pienso, más lógica parece la idea que tuve ayer durante mi peor momento, de transferirme al instituto Volcano, antes de que tenga la oportunidad de avergonzarme a mí mismo incluso más en St. Hammond. Debería verlo como una oportunidad de empezar de nuevo, no es demasiado tarde para intentar tener un último año de secundaria normal. Ya ni siquiera me importa si consigo nuevos amigos o no, ahora mismo solo quiero terminar la escuela en paz, y luego… no lo sé, veré qué hacer con mi vida sobre la marcha.
Y justo al lado de la cámara… está mi celular. Casi no quiero abrirlo, porque lo que pueda encontrar allí probablemente sean malas noticias. Porque también recuerdo que había gente cerca en ese momento, así que no sería extraño que alguien lo haya filmado todo, y que ya haya hecho las rondas por YouSnoot de la noche a la mañana. Y puedo imaginar los comentarios en ese video apoyando a la chica que me destrozó.
“De seguro el tipo hizo algo para merecerlo.”
“Es un skinnie, ¿importa?”
“Debería haberlo golpeado incluso más.”
Ya he visto casos similares en las redes sociales, así que no me sorprendería que mi cara se vuelva el nuevo blanco del odio de los saurios contra los humanos. Y si eso es lo que está pasando ahora mismo… esa reputación de seguro me perseguirá al instituto Volcano, y a cualquier otra escuela a la que intente transferirme.
No tendré escapatoria.
Y si Lunara intentó comunicarse… bueno, dudo que lo haya hecho, pero es probable que me acuse de haberla provocado, y es probable también que quien haya sido testigo de lo que pasó se ponga de su parte, pues ella tiene bastantes amistades en la escuela, e incluso fanáticos. Seguro todos ellos coinciden en que la bambiraptor le dió su merecido al humano que creyó tener el derecho de representar al cuerpo estudiantil, que creyó que podía ser parte de sus clubes.
Que creyó que podía tener amigos allí.
…
Si fuera el caso, puede que apagar este celular por unos días sea lo mejor que pueda hacer, y desconectarme de todo esto tanto como sea posible hasta que mi transferencia a otra escuela sea un hecho. Solo apagaré el aparato, hablaré con mis padres de lo que quiero hacer a continuación, y solo tendré que hablar con la directora para arreglarlo todo.
…
Pero la realidad es que soy una persona curiosa, así que sea lo que sea que encuentre al abrir el celular… supongo que estoy a punto de descubrir qué tanto se difundió este desastre. O al menos eso creía, porque nada me podría haber preparado para lo que encontré al desbloquearlo.
No puedo hacer más que quedarme con la boca abierta cuando veo la cantidad de llamadas perdidas y mensajes que tengo, porque jamás vi algo como esto. Tantas notificaciones que se acomodaron en una sola según la aplicación. Y la mayoría… son de contactos de gente que he conocido en las últimas semanas.
“[10/10 18:35] Olivia: Damien me dijo lo que pasó, espero que no haya sido tan grave. Si necesitas algo, lo que sea, avísanos. Y llama a Damien, está muy preocupado.”
“[11/10 7:51] Anna: Inco, escuché lo que pasó ayer. ¿Estás bien? Envía un mensaje al grupo apenas leas esto. Los demás quieren saber de ti.”
“[11/10 7:52] Jenine: ¿Estás vivo?”
“[11/10 8:02] Kyle: Escuché lo que pasó con Lunara. Déjame saber si necesitas algo, Anna y Jen están muy preocupadas.”
“[11/10 9:03] Billy: Hombre, ¿qué le hiciste a Winters? Responde si estás vivo :grin:”
“[11/10 9:05] Abby: ¿Estás bien?”
“[11/10 10:29] Juli: Por favor, dime que no fuiste a encararla directamente luego de lo que hablamos. Sabía que eras idiota, pero no tanto. Llama a Damien.”
“[11/10 10:34] Tom: Inco, ¿es cierto lo que dicen? ¿Lunara te golpeó? ¿Estás bien?”
“[11/10 11:01] Victoria: NITO, RESPONDE APENAS VEAS ESTE MENSAJE.”
“[11/10 12:13] Damien: Inky, dejando el mensaje número 33 o 34, creo. Responde apenas lo veas. Cambio y fuera.”
No puedo evitar sonreír frente a la cantidad de llamadas y mensajes acumulados por parte de Damien, y ver que los demás también quieren saber de mi… me hace pensar que tal vez no todo fue tan malo. Hay gente en St. Hammond por quienes de verdad he sentido cariño… y otras personas por las que tengo sentimientos en conflicto. De hecho, no sabía que se podían tener sentimientos tan diferentes a la vez por una persona…
“[10/10 18:14] Liz: Respóndeme.”
El mensaje lo preceden numerosas llamadas perdidas, y no puedo evitar preguntarme si estaba intentando comunicarse conmigo por lo ocurrido con Lunara, o por lo que hablamos del concurso. No sé qué es lo que Liz está pensando, ni siquiera sé si lo que yo creía una amistad entre los dos fue real, y creo que eso es lo que más me duele. Que yo no fui suficiente, que no era importante en sus ojos, que ella pensaba mentirme en la cara en todo el tiempo que nos quedara como compañeros de escuela. A pesar de todo, de que siento una profunda ira por lo que me hizo, también hay una parte de mi que la sigue apreciando. Pero está claro que esa parte de mí carece por completo de amor propio, por lo que no debería molestarme en escucharla.
Y justo abajo… alguien más por quien tengo sentimientos encontrados. Tengo demasiadas llamadas perdidas de la chica bambiraptor acumuladas, entre ayer y hoy, las cuales culminan en un último mensaje de hace dos horas.
[11/10 10:15] Luni: Por favor, contesta. Sé que te hice algo horrible, y de verdad lo lamento. Háblame apenas puedas, quiero saber que estás bien.
…
¿Puedo siquiera creer que esas palabras son genuinas?
Luego de lo que ocurrió entre nosotros, lo dudo, solo puedo pensar que está intentando salvar cara en la medida de lo posible, o sentirse mejor consigo misma, y si ese es el caso, me niego a darle ese gusto. Francamente, tanto Elizabeth como ella son las dos personas con las que menos deseo tratar ahora mismo, y es algo curioso, porque a pesar de que Ben y Olivia también me mintieron, no siento por ellos la misma animosidad que siento por la chica de cuello largo.
Por un lado, Ben había sido amenazado por Elizabeth para guardar silencio, y si bien Olivia fue quien originó todo esto, lo hizo básicamente cuando apenas me conocía, no fue algo personal. Aún así, nada cambia que ella también me mintió. Nos habíamos vuelto buenos amigos en las últimas semanas, pero decidió ocultar lo que había hecho y seguir como si nada hubiera pasado. Aún recuerdo el día en que se revelaron los finalistas… ella estaba bastante distraída, y ahora sé por qué.
Tanto Elizabeth como Olivia me mintieron, pero entonces… ¿Por qué me molesta más que lo haya hecho Elizabeth, que Olivia? Supongo que fue porque lo de Elizabeth comenzó cuando ya nos conocíamos, cuando ya la consideraba una amiga. Pero esa palabra ya no nos define. Ese barco zarpó hace semanas, solo que yo no lo sabía.
Y mientras tanto, afuera sigue lloviendo, y no parece que vaya a parar pronto, por lo que creo que limpiaré todo esto, y volveré a dormir. Pero antes de eso… tal vez debería contestar los mensajes que recibí, dejarles saber a quienes aún considero mis amigos que estoy bien… aunque lo más seguro es que ya no volveré a esa escuela.
Pero de repente, el teléfono suena y salta en mis manos varias veces antes de que pueda atraparlo con firmeza, sosteniéndolo frente a mi. Al ver el contacto, no puedo evitar sorprenderme, antes de deslizar el dedo sobre la pantalla, y atender.
—¿Hola?
—A la quinta tonada. ¡Bien! Asumo que el brazo aún no se te ha caído —respondió una femenina voz al otro lado de la línea.
—¿Jenine? ¿De qué estás…?
—Como te dije cuando nos conocimos, a la gente en esta escuela le encanta el chisme, y los rumores aquí se esparcen como el fuego. Los pasillos dicen que ayer Lunara te atacó al salir del club, que había muchísima sangre, y que saliste corriendo con el brazo a punto de desprenderse del cuerpo. Pero como la gente suele exagerar las cosas, imaginé que no era tan grave. Aún así quería confirmar. ¿Cómo estás?
—Yo… eh… —me quedo sin palabras mientras mis ojos recaen en mi brazo—. Bien, estoy bien, y ella… estábamos discutiendo, y cuando me tomó del brazo… lo hizo con algo de fuerza, supongo.
—La sangre no sale de tu cuerpo por “algo de fuerza”, Inco, por más que seas humano y ella sauria —retrucó rápidamente, y yo no puedo evitar tragar saliva por la dirección que de seguro tomará esto—. Estoy segura que los rumores ya alcanzaron a Scaler, pero ella no suele hacer nada hasta pasados algunos días, tal vez semanas, si puede evitarlo. Prefiere esperar que los problemas se resuelvan solos, por lo general, pero considerando que tenemos la auditoría, y el señor Ferris está respirando en su nuca, dudo que pueda hacerlo esta vez. Así que aquí la pregunta es, ¿qué vas a hacer tú?
—¿Al respecto de qué?
—¿Vas a acusar a Lunara? —Preguntó ella, y yo me quedo mirando a la nada, incapaz de responder—. He pasado varias semanas contigo, me doy una idea bastante general de tu personalidad, y dudo que salga de tí decir algo al respecto… pero si no lo resuelves ahora, podría volverse un problema mayor más adelante.
—Estoy… seguro de que fue un accidente, no debería acusarla. ¿Verdad?
—No lo sé. ¿Tú estás seguro? —Preguntó ella otra vez, y hay una nueva pausa—. Inco, ¿estás seguro de que fue un accidente? Esto es importante, porque si no lo fue…
No lo sé. La verdad es que no estoy seguro de que lo haya sido, considerando lo furiosa que estaba cuando me alejé de ella, pero cuando estaba en el suelo… su mirada está presente en mi cabeza, ella estaba aterrada. ¿Pero lo estaba por lo que había hecho? ¿O porque había gente cerca para verlo? No tengo la más mínima idea, porque si algo probó el día de ayer es que no conozco a la gente tanto como creía.
—No lo sé —es lo único que puedo responder, y escucho un suspiro al otro lado.
—Ya veo.
—¿Qué hay de ella?
—¿De Lunara?
—¿Dijo algo?
—No vino a la escuela hoy, en realidad. ¿Trató de comunicarse contigo?
—Tengo… varias llamadas perdidas, y un mensaje para que le devuelva la llamada.
—Inco, no necesitas que te lo diga, pero… ésta es una situación complicada, bastante jodida —añadió ella, y yo me llevo la mano a la nuca—. No sé qué está pasando entre ustedes, pero estoy segura de que está llamando para disculparse, o al menos eso me gustaría creer. Tú decides si lo aceptas o no.
—¿Qué debería hacer? Nunca he estado en una situación como ésta…
—Como dije, tú decides. Es algo que tienes que resolver tú mismo.
—Si… si, tienes razón.
—¿Vendrás a la escuela el lunes?
Lo dudo, pero tampoco estoy listo para tener esa conversación ahora mismo, aún no estoy seguro de nada. Tampoco quiero preocupar a mis amigos, así que es algo que podremos discutir más adelante, la semana que entra, con algo de suerte.
—Por supuesto Y… Jenine…
—¿Si?
—Gracias por llamar, de verdad lo aprecio —dije con una sincera sonrisa, y la escuché reír al otro lado de la línea.
—Como dije antes, por más que tú no lo veas así, yo sí te considero un amigo. Seré tu apoyo en caso de que lo que necesites. ¿Queda claro?
—Como el agua. Gracias.
—Te veo después. ¡Bu-bye! —Exclamó ella, cortando la llamada, y yo me quedé con el celular en las manos por un breve momento, pensando en sus palabras.
No estoy seguro si lo que pasó ayer fue un accidente o no, pero debería pensar detenidamente como abordaré esta situación antes de hacer nada. Porque las palabras de la stegosaurus que conocí hace unas semanas aún están frescas en mi mente, ahora más que nunca.
“Lo único que puedo recomendarte en base a esta tirada, es que cuando llegue ese momento… no pierdas la calma, piensa las cosas detenidamente, y haz una elección con la cabeza fría. De otra forma, puedes, y vas a arrepentirte, y tu vida podría enfilar en un camino que de verdad no quieres tomar.”
En su momento parecía un consejo con un rango bastante amplio, pero ahora no puedo evitar pensar que está profundamente ligado a mi situación actual. No es como si creyera en la adivinación exactamente, pero según Olivia, Stella ha dado en el blanco todas y cada una de las veces que ha hecho una predicción, así que tal vez debería darle algo de importancia a sus palabras… aunque sea solo por esta vez. Probablemente porque ahora mismo no tengo ninguna otra guía que seguir, estoy perdido en un conflicto para el cual no tengo experiencia alguna, y el camino frente a mí está envuelto en una espesa niebla de dudas.
Pero a pesar de todo, está claro que hay gente que de verdad se preocupa por mi, o no tendría tantos mensajes en mi celular. Y la persona más importante de todas en ese listado, la primera que se acercó a mi buscando amistad este año… creo que se lo debo, hacerle saber que estoy bien. El almuerzo está por terminar, así que supongo que tengo el tiempo justo para una llamada. Y al marcar el número, no pasa una sola tonada cuando conecta, llamando mi atención.
—¿Damien?
—¡Inky! —El alto volumen del dilophosaurus casi me obliga a apartar el celular, antes de acercarlo otra vez, sin poder evitar reír por el susto que me acaba de dar—. No sabes como me alegra oír tu voz. ¿Cómo estás? ¿Dónde estás?
—En casa, y estoy bien… bueno, tan bien como puedo estar luego de lo que pasó ayer —intenté decir con gracia, pero no parece que tenga el efecto deseado, considerando que puedo escuchar con claridad a Damien succionando aire por sus dientes cerrados.
—Si, todos están hablando de eso, podríamos decir que te volviste una celebridad de la noche a la mañana —intentó bromear—. Lo siento, esto es mi culpa Inky…
—¿Qué? ¡No! —Lo detuve al instante—. No tuviste nada que ver en esto, Damien.
—Fui yo quien te empujó a acercarte a Lunara, y si no lo hubiera hecho… nada de esto hubiera pasado.
—Por favor Damien, lo digo en serio, tu no tienes la culpa de nada —me rehúso a permitirle que siga pensando eso, no cuando él ha sido un gran amigo para mi desde que nos conocimos—. Imagino que esto no cuenta como mi historia vergonzosa, ¿verdad?
—Espero que no, que Mia te haya noqueado el primer día era más aceptable, a mi parecer —continúa él, y puedo escuchar el timbre en el fondo, así que supongo que el almuerzo terminó—. Tengo que regresar a clase.
—No dejes que te detenga.
—Gracias por llamar, Inky. Le avisaré a Liz y a Olivia que estás bien, ellas también estaban preocupadas. Y también los chicos de atletismo y fotografía, les enviaré mensajes a los que preguntaron por ti, si no te molesta.
No puedo evitar suspirar al escuchar el nombre de Elizabeth, porque si Damien no mencionó nada al respecto, supongo que ella no le ha dicho lo que ocurrió durante el almuerzo. De seguro tiene pensado seguir mintiendo, pero en este punto, no puedo decir que me sorprenda. Pero tampoco tengo razón para decirle a Damien sobre eso, y sumar algo más a sus preocupaciones.
—Si, gracias —es lo único que respondí—. Hablamos después.
—¡Cuídate Inky! —saludó él, y soy yo quien corta la llamada.
Damien… de verdad eres un gran amigo. Al menos hay algunas personas en las que sí puedo confiar en St. Hammond, gente a la que de verdad le importo, pero eso no cambia el hecho de que ya no siento que pertenezca a ese lugar. Fue lindo pensar por un instante que tenía un lugar en esa escuela, que podía ser parte de algo, pero no fue más que una ilusión que yo mismo me había inventado. Una ilusión tan perfecta…
Debería contestar los mensajes de los otros… o eso me gustaría, pero entonces el celular me da una advertencia, y se apaga. Cierto, no lo he cargado desde ayer, así que no es raro que haya muerto ahora. De una forma u otra, pude hablar con Damien y con Jen, y ellos de seguro le dirán a los demás que me comuniqué. Además, no llegué a abrir Lime, así que no aparecerán como leídos, no pensarán que los estoy ignorando.
Pero… ¿Qué hago ahora?
Supongo que debería empezar por limpiar cualquier rastro de lo que ocurrió. La chaqueta con la manga destrozada… es mi favorita, me daría mucha pena tener que deshacerme de ella, así que debería lavarla y guardarla en mi armario, esté en el estado en que esté, fuera de la vista. De una forma u otra, a mis padres no les interesa lo que haga, ni lo que tenga, no revisarán en mi armario jamás.
Pero al ponerme de pie, noto algo particular justo frente a la entrada. Hablando de evidencias, hay una mancha roja bastante notable en la alfombra, probablemente la que dejé cuando me derrumbé en el suelo al llegar el día de ayer.
…
Debería buscar en internet como limpiarla. Solo espero que esa búsqueda no me ponga en una lista del FBI.
Estaba equivocada.
Inco no vino a clase el día de hoy, ni tampoco contactó con Damien. No esperaba que nos enviara mensaje alguno a Olivia o a mi, luego de lo que discutimos ayer, pero que ni siquiera haya hablado con el dilophosaurus es preocupante. Por su parte, Damien estuvo intentando llamarlo anoche, y esta mañana, pero logré convencerlo de que deje de hacerlo, que una vez viera su teléfono, él mismo lo contactaría. Es la única persona de nuestro grupo con la que sigue manteniendo una buena relación, después de todo.
…
Uno menos. Es la resta a mi total de amigos que provoqué el día de ayer. El número se había mantenido constante durante casi diez años, al fin había sumado un nuevo amigo a mi círculo, y así como así, el número regresó a ser el mismo que era al principio del año escolar. Todo porque no supe decidir qué era lo más importante para mi, no hasta que fue demasiado tarde, y a pesar de que me encantaría echarle la culpa a terceros… yo soy quien permitió que este desastre llegara tan lejos como lo hizo.
¿Y todo para qué? Porque creí saber qué era lo mejor para todos, y actué en consecuencia, creyendo que no perdería nada en el proceso, creyendo que mis decisiones no causarían daño a nadie, o que ese daño era negligible. Pero no lo era. Había una persona en el medio de todo esto para quien ese daño no era negligible, y al lastimarla… perdí al único nuevo amigo que había hecho en un largo tiempo.
“No hay logros que valgan la pena que no requieran un sacrificio de tu parte. Si quieres alcanzar algo importante para tí, debes estar dispuesto a dejar cosas por el camino.”
Las palabras por las que siempre he vivido se hacen presentes en mi mente, pero no puedo hacer más que rechazarlas. Porque eso no fue un sacrificio, eso fue… ser una imbécil con alguien que confiaba en mí, alguien que me consideraba una amiga.
Ahora mismo, en clase de diseño artístico avanzado, soy incapaz de concentrarme. El profesor Iadakan suele quedarse en su escritorio, pero hoy parece haber elegido rondar por el salón, tal vez porque nuestro trabajo actual implica dibujar un montón de figuras de cartón ubicadas sobre el podio, empleadas para trabajar perspectiva. Parte de la consigna es darle nuestro propio toque para que el trabajo se vea único, pero ahora mismo no puedo centrarme en esto. Hasta que no hable con Inco sobre lo de ayer, no podré concentrarme en ninguna otra cosa, no cuando siento que en cualquier instante podrían citarme a la dirección para decirme que estoy suspendida, o peor, expulsada.
…
Soy… una jodida… perra.
Incluso ahora sigo pensando en mí misma. No estoy preocupada por Inco, por el hecho de que Lunara lo lastimó ayer, y no hemos tenido noticias de él desde entonces. No, estoy preocupada por lo que él podría hacer con lo que sabe del concurso, y el cómo el incidente de ayer podría llevarlo a hablar con la dirección no solo sobre lo que le hizo Lunara, sino sobre lo que yo hice a sus espaldas, las reglas que rompí para salvar a Olivia de las consecuencias de sus acciones, y luego salvarme a mí por haberlo hecho.
Con las cosas como están ahora mismo, soy incapaz de llamarlo para saber si está bien, porque él pensará que solo lo estoy haciendo para comprobar que no haya dicho algo al respecto de lo que discutimos… y ahora que he tenido la oportunidad de pensar en esto detenidamente, es posible que él no esté equivocado.
Odio decirlo, pero Mia tenía razón.
Por más que no quiera admitirlo… somos iguales. Maldita sea.
—Esos son trazos bastante peculiares, señorita Farlane —la voz del profesor me saca de mis pensamientos a la fuerza, al momento en que me volteo hacia él—. ¿Está probando una nueva técnica? Me encantaría escuchar sobre sus fundamentos.
El pterodactyl de escamas amarillo pálido y cabello rubio canoso tiene sus ojos rojos clavados en mi, con una sonrisa confidente, y por primera vez en un buen rato me centro en lo que estaba haciendo, casi en automático. Los trazos son un desastre, irregulares, y la imagen no se puede distinguir ni aunque entrecierre los ojos. Esto está bastante lejos de lo que debería ser nuestra tarea asignada.
¿Qué está pasando conmigo?
—Lo siento, solo me distraje un poco —intenté excusarme, pero el profesor arquea una ceja, dudoso de mis palabras.
—Eso no pareció solo un poco, si me lo permite —respondió con una pequeña risa, antes de bajar la voz—. ¿Hay algún problema?
—No se preocupe, señor Iadakan. Todo está en orden.
—De acuerdo, confío en su criterio señorita, y espero ver una nueva obra de la que se sienta orgullosa —dijo con una gran sonrisa, una que tengo dificultades en corresponder.
—Si, por supuesto —asentí rápidamente, pero la verdad es que… no creo poder lidiar con esto mucho más tiempo—. Disculpe, ¿puedo pasar al tocador?
—Adelante —permitió, y yo tomé mi bolso antes de salir apresuradamente del salón.
…
Luego de quitarme el maquillaje para lavarme la cara con agua fría, y de aplicarlo todo otra vez, mi mente es incapaz de centrarse. Y quien me devuelve la mirada en el espejo del baño de mujeres no es la mujer llena de confianza que creía conocer… quien está ahí no es más que una niña, alguien que ni siquiera sabe por qué debería estar asustada, por qué debería estar preocupada, alguien que no tiene idea de como manejar un problema como este, y a esa chica solo quiero hacerle una pregunta…
“¿Qué mierda estás haciendo?”
De hecho, la hago, solo que la murmuro, no le grité al reflejo como tengo tantos deseos de hacer, porque lo último que necesito es que la gente aquí piense que la tesorera del consejo estudiantil finalmente perdió la cabeza. Aunque tal vez eso es lo que realmente está pasando. Tal vez finalmente perdí la cabeza.
Y es ahora cuando siento un dolor trepar por mi garganta, y tengo que aspirar con fuerza por la nariz, algo congestionada. Parece que también me estoy enfermando. Si, eso es genial, algo más de lo que debo preocuparme después de todo lo que está pasando en mi vida. Simplemente… genial.
No pierdo tiempo en tomar el bolso para salir, porque aún queda media hora de clase, pero al cruzar la puerta me encuentro de golpe con algo que no esperaba. El profesor está recostado contra la pared contraria, un brazo contra su pecho, mientras en el otro sostiene un cigarro encendido, al cual da una larga calada.
—Profesor Iadakan…
—¿Se siente mejor?
—Esperando frente al baño de mujeres, y con un cigarrillo en garra —apunté yo, con una pequeña risa—. Sabe que puede tener problemas por ambas cosas, ¿verdad?
—No debería hacerlo frente a mis alumnos, lo sé… pero ustedes son más que mis alumnos —dijo con una sonrisa confiada, dando una nueva calada, y yo no puedo hacer más que quedarme ahí parada, frente a tal despliegue de irresponsabilidad—. Aunque supongo que, si así lo quiere, puede reportarlo a la directora Scaler, o incluso a su amistad, el señor Ferris. Considerando que está auditando la escuela, es un buen momento para hacerlo.
—Está bromeando, pero de verdad debería preocuparse de lo que piensan los demás, de cómo lo ven.
—Señorita Farlane, si me preocuparan esas cosas, no estaría aquí —dijo al aplastar la colilla contra el bote de basura, antes de soltarla allí—. Es muy fácil ignorar a alguien que está pasando por un mal momento, pero eso no significa que deba hacerlo. Tal vez no sea como sus amistades de su misma edad, pero si necesita a alguien con quien hablar, sabe que mi puerta está abierta.
—Lo tendré en cuenta, gracias. Ahora, volveré a la clase, si no le molesta —dije con una sonrisa cordial al darle la espalda.
—Las relaciones interpersonales a veces son difíciles, ¿verdad? —su voz suena a mis espaldas, y me detengo en seco—. A veces podemos decir o hacer algo que nos pone en una situación complicada, y nuestra mente se cierra en la idea de que no podemos hacer nada al respecto, pero la solución suele ser más sencilla de lo que creemos.
—No hable como si supiera por lo que estoy pasando —respondí al voltearme, incapaz de mantener la sonrisa—. No necesito palabras vacías, no necesito lástima, y no necesito a alguien metiéndose en mi vida.
—No era lo que pretendía, Liz —negó rápidamente, avanzando hasta quedar frente a mi—. No vine a ofrecerle palabras vacías, ni lástima, ni pretendo meterme en su vida. Solo pensé que necesitaría a alguien para hablar de lo que le está molestando.
—Usted no va a entenderlo —dije al forzar una risa, mi voz temblando—. Fue un error estúpido que no cometería un adulto, solo una… chiquilla inmadura que es incapaz de decidir qué es lo más importante… hasta que lo arruina todo al mismo tiempo.
—Estoy bastante seguro de que no es tan malo como lo hace parecer —dice mientras yo desvío la mirada, refregando la punta de mi nariz con mi nudillo, y parpadeando varias veces, intentando impedir lo que ahora es inevitable—. ¿Liz? ¿Estás bien?
—No —alcancé a decir con una voz ronca, mis labios temblando, y lágrimas corriendo por mis mejillas sin que pudiera evitarlo—. No lo estoy.
Y tal y como haría una chiquilla inmadura, no puedo evitar esconder mi cara para que nadie pueda verla, pero el problema es que lo hago contra el pecho de mi profesor de diseño artístico avanzado, a quien de seguro tomé desprevenido. No puedo respirar bien, y en medio de patéticos gimoteos, el señor Iadakan… me da delicadas palmadas en la espalda. No me puedo creer que lo haya puesto en esta situación.
—Ya… todo está bien, Liz.
—Por favor, no diga eso —musité al esconder mi rostro incluso más—. Es una mentira.
—No lo es, y es exactamente lo que necesita escuchar —respondió él en voz baja, tomando uno de mis brazos, y aún dándome palmadas en la espalda con el otro—. Todo está bien, Liz.
—¿Por qué está haciendo esto?
—Porque conozco a mis estudiantes, porque tengo que protegerlos mientras crecen, y porque usted… cree que no necesita a nadie —dijo él, y yo aspiré con fuerza, intentando recuperar el aire—. Pero le tengo noticias: nadie es una isla, necesitamos conectar con otras personas, y tratar de cortar ese aspecto de su vida la deja en una posición muy complicada.
—¿Qué tanto sabe? —Es todo lo que alcanzo a preguntar.
—Cualquiera que preste un poco de atención a sus alumnos se puede hacer una idea de lo que está pasando aquí —dice antes de apartarse, obligándome a mirar hacia arriba, y encontrándome con una cálida sonrisa, mientras él pone ambas garras sobre sus hombros—. Y ahora mismo, usted solo necesita que alguien esté ahí, así que aquí estoy, para decirle que todo está bien. Liz, mírame —y me obligo a mi misma a mirar hacia arriba una vez más—. Todo está bien.
—Por favor, deténgase.
—Todo está bien.
—Si sigue con esto, yo…
—Todo está bien.
—No puede…
—Todo está bien, Liz.
De repente, cualquier miramiento que tuviera antes sale por la ventana, y mis brazos rodean el torso de mi profesor con fuerza, quien devuelve el abrazo mientras ahogo un llanto desesperado contra su pecho, lágrimas y mucosidad corriendo libremente y terminando en la camisa gris claro de Trent Iadakan, quien me consuela como mi propio padre hubiera hecho. Ya nada me importa, y no sé si pasan segundos o minutos mientras dejo salir todo lo que me estaba consumiendo.
Lo único que me importa en este momento… es que hay alguien aquí conmigo.
…
He estado la última media hora en esta aula vacía, hablando con el señor Iadakan de todo lo que necesitaba hablar, de todo lo que necesitaba dejar salir. Él está sentado contra el escritorio de profesores, aún fumando, y yo en uno de los pupitres frontales, contándole todo. La campana sonó hace un momento, y yo sigo relatando al profesor absolútamente todo lo que ha pasado en mi vida en el último tiempo, no me he dejado nada en el tintero, y no sé si es porque considero que él es alguien digno de confianza, o porque realmente necesitaba que alguien neutral al conflicto me escuchara.
Todas las cosas que quise mantener embotelladas solo… salen. Parece que ya no tengo vergüenza que perder, porque acabo de manchar con moco y maquillaje la camisa de mi profesor de diseño artístico avanzado, y probablemente lo meta en un gran problema si se sabe de la lamentable demostración que di en el pasillo. El único punto positivo aquí, hasta donde sé, es que nadie aparte de Iadakan me vió hacerlo… o al menos eso espero.
—Así que esa es toda la historia —comentó Iadakan, dando una larga calada a su cigarro, sonriendo mientras mira al paisaje en la ventana, un día gris y lluvioso—. La juventud es tan complicada y simple a la vez.
—¿Eso es todo lo que dirá? —Pregunté, habiendo esperado algo más, un consejo, una pieza de sabiduría adulta, lo que fuera.
—¿Quieres que diga mi opinión con respecto a tus acciones en los últimos días?
—De hecho si, porque parece que no sé cómo manejar estas situaciones ni aunque mi vida dependa de ello… o hacer amigos, o cómo conservarlos.
—Oh, lo sabes, creeme que lo sabes —negó rápidamente—. Pero esas cosas no suelen hacerse a los amigos, de eso estoy bastante seguro. Y si yo lo hubiera hecho de joven, creo que hubieran estado en todo su derecho de mandarme al demonio.
—Esa es una buena forma de evitar decir que fuí una perra.
—Oh, fuiste una perra, eso es seguro —respondió rápidamente, pero frente a mi expresión boquiabierta, se quedó pensativo por un momento—. Y eso no es algo que debería decirle a una alumna… así que es una suerte que no esté en horario laboral. En este momento solo soy un adulto compartiendo consejos y experiencia de vida con una jovencita que los necesita ahora más que nunca —continuó él, y yo no puedo hacer más que reír, probablemente la única risa real que he tenido en todo el día.
—De hecho. me agrada que pueda decir las cosas de esa forma. Y sí, lo sé… —voy a continuar, antes de negar con la cabeza—. No, no, aparentemente no lo sé, porque le hice algo terrible a alguien que me consideraba una amiga, y lo eché todo a perder. Y cuando las consecuencias de mis acciones tocaron a mi puerta, solo me importó que eso no fastidiara lo que tengo con alguien más, o mi situación académica, no me importó cómo se sentía la persona a la que fastidié. Dios… soy un desastre.
—No lo eres, Liz. Alguien que fuera un desastre no vería el problema, pero tú lo haces, sabes en dónde estuviste mal. Ahora la pregunta es, ¿quieres remediarlo?
—¿Cree que puedo remediarlo? —Pregunté genuinamente—. No hay nada que remediar, lo fastidié, es tan simple como eso. No puedo arreglarlo.
—Permíteme diferir, y compartir contigo un conocimiento tan viejo como el mundo mismo: lo único que no tiene arreglo… es la muerte. Todo lo demás, de una forma u otra, puedes arreglarlo. La pregunta es, ¿quieres hacerlo?
—Si —respondí al instante, asintiendo rápidamente—. Sí, quiero hacerlo.
—¡Genial! —Exclamó con un aplauso que resonó en el aula vacía—. Saca tu teléfono y llámalo, es hora de arreglar las cosas.
—¿Qué? Pero… —Antes de que pueda negarme, mi teléfono suena, y no pierdo tiempo en sacarlo de mi bolso—. Un segundo… ¿Damien?
—¡Liz! ¿Cómo están las cosas por ahí?
—Sin ninguna novedad. ¿Supiste algo de Inco?
—De hecho, si, me llamó antes de que terminara el almuerzo. Dijo que estaba en su casa, y que estaba bien, gracias a Jesús Raptor —respondió el dilophosaurus, y yo siento mi alma regresar a mi cuerpo—. No tuvimos mucho tiempo para hablar fuera de eso, pero quería tenerte al tanto, y que tuvieras algo para decirle a Scaler antes de que te queme la cabeza —ríe él, y yo no puedo evitar corresponder su risa, esa es la única buena noticia que he escuchado en todo el día—. Quería avisarte antes, pero el profesor me quitó el celular.
—Te dije que no usaras tu celular en clase —dije al llevarme una mano a la cara, suspirando—. Está bien, al menos ahora tengo algo que reportar a la directora. Gracias por avisarme, Damien.
—¡Cuando quieras! ¿Te veo en el club?
—Yo… de hecho, no creo que vaya hoy, tengo algunas cosas de las que ocuparme.
—Entiendo, avísame si necesitas una mano.
—Gracias Damien, te veo después —me despido al cortar, y puedo ver una sonrisa cómplice en los labios del profesor—. Bueno, parece que Inco está bien.
—No parece que eso le sea suficiente a usted.
—No —negué al momento—. Quiero… hablar personalmente con él, no solo por lo que ocurrió con Lunara, sino… la razón por la que discutimos. Pero no estoy segura de que él realmente quiera hablar conmigo.
—Solo hay una forma de averiguarlo, ¿no le parece? —Preguntó el profesor, pero soy incapaz de responder—. ¿Qué es lo que la detiene?
—Miedo —respondí, mirando a la ventana—. Tengo miedo de lo que pueda decirme, de que cualquier cosa que yo diga solo empeorará la situación. Miedo de… confirmar que realmente perdí al único amigo que he hecho en años.
—Liz —el profesor llama mi atención, uniendo sus manos mientras permanece pensativo, antes de mirarme a los ojos—. Todo empieza con un pequeño paso, pero ese no es todo el camino. Son muchos pasos, y cada quien los toma a un ritmo diferente, pero es necesario tomarlos si queremos cruzar al otro lado del miedo.
—¿Al otro lado del miedo? —Pregunté, confundida.
—A veces, lo más importante para nosotros está ahí.
—No sabía que era un poeta.
—Hablar de mis experiencias no me hace un poeta, lamentablemente. Me hace alguien que ha vivido mucho más que usted.
Sé a lo que va el profesor, pero yo… no tengo el valor para dar ese paso, no quiero confirmar el miedo de que quien consideraba un amigo ya no me quiere en su vida, que mis palabras caerán en oídos sordos. Tal vez de verdad debería dejar esto estar.
—Al menos Inco está bien, se comunicó con Damien, así que no hay necesidad de que…
—Si hay que despejar el aire que rodea a alguien, despéjalo tu mismo —me interrumpió el pterodactyl—. Es lo que siempre digo.
—Ni siquiera sé qué voy a decirle. Siento que cualquier cosa que diga ahora no parecerá sincera, como si solo estuviera tratando de tapar el problema.
—Y tú estás haciendo el problema más complicado de lo que es en realidad —me recriminó el profesor al suspirar, y yo me quedo viendo el celular en mis manos por un breve momento, hasta que él aplaude—. Te aseguro que solo está esperando una disculpa, y tú estás preocupada por él, y quieres disculparte, así que… depende de tí —dijo al apartarse del escritorio—. Saldré de aquí para que puedas hablar en paz.
—No, por favor —lo detuve al momento, tomándolo desprevenido—. ¿Podría quedarse?
—Por supuesto —aceptó con una sonrisa, regresando al lugar que había ocupado antes.
—De acuerdo… aquí voy —no hay suficiente preparación mental que pueda hacer antes de esto, solo dejo de pensar lo peor, y realicé la llamada desde Lime… o al menos eso intenté—. No está conectando.
—¿Se habrá quedado sin batería?
—No, él siempre tiene conectado su celular para no… —y es entonces que la revelación me golpea, yo me quedo con la boca abierta, y el hocico de Iadakan se contorsiona en una mueca, al parecer habiendo llegado a la misma conclusión que yo.
—Oh… si, debería haberlo visto venir.
—Me bloqueó —las palabras se me escapan, porque no puedo creerlo, me rehúso a creerlo, y mi temperamento está a punto de sacar lo peor de mi—. Me bloqueó… ¡Ese… ese maldito… pelón! ¡Me bloqueó!
—Procederé a ser el abogado de la víctima ahora. ¿Es una sorpresa que lo haya hecho? —Preguntó él con las manos en alto, deteniéndome en seco, y no puedo hacer más que suspirar… o mejor dicho, soltar todo el aire caliente de una sola vez, sacudiendo mis cabellos.
—Supongo que no. De hecho, tal vez yo hubiera hecho lo mismo en su lugar —respondí, dejando el celular sobre la mesa mientras me llevo ambas manos a la cara—. Así que eso descarta que esté esperando una disculpa; él ya no quiere verme, ni hablarme.
—Probablemente —es lo único que Iadakan responde, y yo me destapo la cara para encontrar sus ojos clavados en mí, expectante.
—¿No va a decir nada más?
—Oh, no, yo ya no tengo que decir nada más —dice con una sonrisa, dando una nueva calada—. La conozco, señorita Farlane, y me doy una buena idea de lo que quiere, y va a hacer ahora. Solo puedo esperar que las cosas salgan bien.
—¿No está siendo algo petulante al asumir lo que voy a hacer?
—Tengo muchos años más que usted, más amistades, una hermosa esposa y un adorable hijo —se regodea, soltando una nube de humo bastante importante—. Creo que tengo derecho a ser algo petulante, para variar.
—Para variar, si, por supuesto —dije con una sonrisa, jugando con el celular en mis manos, mientras miraba a la ventana—. Si salgo ahora, llegaré en unos minutos.
—Tal vez, pero también es cierto que hay tormentas fuertes pronosticadas para esta tarde, y el cielo podría caerse en cualquier instante. Por lo que recomendaría que deje esto para mañana —dijo él, pero yo no desvío mis ojos de la ventana—. Pero nada que diga ahora la convencerá de lo contrario.
—¿Por qué lo cree?
—Porque se decidió en el momento en que la llamada no conectó —rió él, obligándome a encontrar su mirada—. ¿Quiere que la lleve en el auto?
—No, tengo el mío en el estacionamiento, y necesito pensar mientras voy hacia allí, en lo que voy a decirle —dije al guardar mi celular en el bolso, antes de ponerme de pie y dirigirme al profesor—. Señor Iadakan.
—Dígame.
—Gracias, por todo —dije con una sincera sonrisa, una que él correspondió.
—De verdad espero que todo vaya bien para ambos, señorita Farlane.
—Y discúlpeme por… lo que le hice a su camisa.
—No es ningún problema, solo tendré que explicarle a mi esposa que una estudiante necesitaba un pañuelo extra grande, y yo me sentía muy generoso.
—¿Está seguro de que debería decir algo como eso, y de esa forma?
—Para nada.
—Su esposa lo hará dormir en el sillón.
—Así será, pero eso nunca ha matado a nadie. Y si todo sale bien ahora, habrá valido la pena —rió él, y estaba a punto de retirarme cuando llamó mi atención otra vez—. Señorita Farlane…
—¿Si?
—No desperdicie las oportunidades que le da la vida. Solo tenemos una sola, después de todo, y no vale la pena perder esas oportunidades por conflictos innecesarios.
—Lo tendré en mente —digo mientras camino hacia la puerta, antes de voltearme—. Gracias —es lo último que sale de mi hocico, y el asiente.
—Niños… —musitó, encendiendo un nuevo cigarrillo y dando una larga calada—. La juventud de verdad es increible.
…
Si quiero arreglar esto como se debe, tendré que tragarme mi orgullo y disculparme personalmente, aunque sea por ésta vez. Es un sacrificio mínimo, y estoy segura de que en el fondo Inco también quiere arreglar las cosas… a pesar de que me bloqueó, claro, así que no debería ser difícil. No debería.
Mi paso es decidido, ya no voy a dudar, haré lo que debí haber hecho desde el principio, y hablaré con él de corazón a corazón. Parece que el profesor estaba en lo correcto, ya que está lloviendo con fuerza cuando salgo por la puerta del edificio principal que da al estacionamiento, y abro mi sedan a la distancia, antes de entrar y acomodar mi largo cuello rápidamente para evitar empaparme demasiado. Una vez todo está listo, no tardo mucho en salir a la carretera.
Con el paso de los minutos, la lluvia se está volviendo más fuerte, tanto como el viento. Pero no hay problema, no tardaré demasiado en llegar a la casa de Inco, con algo de suerte antes de que la tormenta se ponga incluso peor. En esta situación, la decisión lógica sería doblar a la derecha en esa esquina y regresar a casa, y esperar a un mejor momento para discutir esto con él… pero mi instinto me dice que si no intento enmendar nuestra amistad ahora, luego será demasiado tarde, y es por eso que doblé a la izquierda en su lugar.
¿Pero conducir hasta la casa de un compañero de escuela con este clima? Tal vez sea impresión mía, pero creo que estoy cambiando para peor, volviéndome alguien cada vez más irresponsable. Pero lo extraño es que no siento que esté haciendo algo incorrecto o fuera de lugar, sino todo lo contrario, que esto es exactamente lo que debo hacer. Bueno, ese es el sentimiento que tengo… hasta que mi auto comienza a detenerse poco a poco, y debo maniobrar rápidamente para dejarlo estacionado a tiempo, junto al cordón. Estoy a punto de entrar en pánico, creyendo que algo ocurrió con el motor, hasta que mis ojos caen en el medidor del tablero.
No tiene gasolina.
No puedo creerlo.
Debería haberlo cargado ayer al salir de la escuela, pero fue entonces que pasó lo de Lunara, y pasar por la estación de servicio fue lo último en mi mente en ese momento. Frustrada, golpeo el volante con ambas manos, antes de taparme la cara otra vez. ¿Acaso todo me está saliendo mal, o es solo mi actitud? Porque estoy bastante segura de que el universo me odia ahora mismo. Solo quiero ir a su casa, ver que está bien, y disculparme con él, no estoy pidiendo demasiado. ¿O sí lo estoy? Ya no estoy segura, pero la realidad es que ahora estoy atrapada en este auto, aún a diez calles de mi destino, y que mi único actuar posible es llamar a una grúa para el auto, regresar a casa, y olvidar esto por el resto del día. Esa sería la opción más lógica, si.
…
Pero no quiero hacerlo.
A pesar de que el universo está arrojándome señales que me gritan que debería desistir de llegar a su casa, entre esta tormenta que solo se está volviendo más fuerte con el paso de los minutos, y el hecho de que me quedé sin gasolina en el último tramo del camino, todo indica que debería darme la vuelta… y no quiero hacerlo.
…
¿Acaso voy a hacer lo que creo que voy a hacer?
Parece que estoy a punto de averiguarlo.
¡Ni siquiera tengo paraguas…! Pero no me importa.
Bajo del auto solo con mi bolso, y activo la alarma. Si me apresuro, si empiezo a correr ahora, llegaré en pocos minutos. Todo empieza con un paso, uno que da lugar a varios pasos más, los cuales se vuelven un trote en poco tiempo, un trote que salpica en cada charco que piso en el camino. Y pronto ese trote se vuelve una carrera, algo difícil porque estoy usando botas y no tenis, pero no me importa.
¿Por qué estoy haciendo esto? Incluso para mi no tiene sentido, el hecho de que me importe tanto lo que él piense… o tal vez sea porque ahora se rehúsa a escucharme, y eso es lo que realmente me está molestando, lo que me impulsa a actuar. Pues bien, puede intentar hacer oídos sordos a mis palabras todo lo que quiera, pero le espera un duro despertar porque Liz Farlane no es una mujer que se rinde con facilidad, y ese humano va a descubrir eso por las malas.
Soy la única persona en la calle con este clima, el viento se está volviendo cada vez más fuerte, revolviendo mis cabellos, pero no me importa. Apenas llevo la mitad del camino y ya estoy completamente empapada, pero no me importa. Un auto pasa a mi lado y me empapa incluso más… estoy completamente helada, y aún así no me importa. No voy a detenerme.
Nada va a detenerme.
Unos minutos después, el porche que tan solo he visitado un par de veces está a la vista, y cruzo por el césped mojado para refugiarme bajo techo lo antes posible, pero no cambia el hecho de que estoy temblando como una maldita hoja. Por fin estoy aquí, llegué a mi destino, pero no sé si estoy lista para el último paso… tocar la puerta.
Hago sonar el timbre… y nada. Lo hago sonar otra vez… nada. Oh no, no vas a ignorarme. Sé que estás ahí, y vas a escucharme, no me iré de aquí hasta que lo hagas. Es por eso que comienzo a golpear la puerta con insistencia, tal y como hubiera hecho Damien ayer, porque no voy a irme de aquí sin decir lo que tengo que decirle.
Y al cabo de un momento, escucho la llave girar, y la puerta se abre… revelando al humano, que da la impresión de recién haber despertado. No estoy acostumbrada a verlo sin sus gafas oscuras, y es también la primera vez que lo veo con ropa suelta de entrecasa, por lo que es una imagen bastante extraña. Aunque supongo que me veo igual de extraña para él, considerando su expresión. Si, soy un desastre, no te preocupes, no necesito confirmación.
—Elizabeth, ¿qué…? —Iba a preguntar, pero lo corté al instante.
—Tenemos que hablar, ahora —dije con seriedad, antes de desviar la cara para dar un fuerte estornudo, y no puedo evitar abrazarme a mi misma por el frío, tiritando—. ¿Puedo pasar?
No sé que va a ocurrir aquí y ahora, pero no me iré hasta que él escuche lo que tengo que decir.
Y no me iré… hasta recuperar lo que perdí.
Notes:
Nota de autor: Si, lo que muchos esperan está a la vuelta de la esquina, no creo que sea ningún secreto en este punto. Espero que el capítulo de hoy los haya entretenido, que dejen kudos y comentarios, y me cuenten qué les parece la historia hasta ahora, cosas que les gusten y les disgusten. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 13: En el ojo de la tormenta
Summary:
¿Acaso puedes recuperar lo que perdiste?
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La fiesta de fin de verano en la casa de los Payne sigue fresca en mi memoria, y aún así, ahora mismo parece que hubiera sido en otra vida. Todos juntos, disfrutando de agradable compañía y buena comida, e incluso Olivia había salido de su cueva para pasar la tarde con su segunda familia, quienes han cuidado de ella durante muchos años. Su sonrisa, la de Elizabeth, la de Damien, están muy presentes en mi mente, porque fue la primera vez en años que pasé un día fuera de la escuela con mis amigos. Casi había olvidado lo que se sentía reír y divertirme tanto, y esa emoción me llevó a sugerir una foto familiar para enmarcar ese momento, para que ellos también pudieran recordarlo con cariño, pero lo que no esperaba… era que me incluyeran en la foto, en ese recuerdo, aún si fue con segundas y aterradoras intenciones.
Justo antes de tomarnos la foto, Damien y Olivia me empujaron a la piscina como claramente habían planeado, y la cámara tuvo la suerte de capturar el momento exacto. Ahora esa foto está enmarcada en la residencia Payne junto al resto de los retratos familiares que pueblan la pared, y verla allí, el día de nuestra noche de juegos, me hizo sentir que era parte de ellos, que era uno más. Era un sentimiento olvidado, uno que no he tenido en mucho tiempo, y me alegra que los otros no hubieran estado cerca cuando pasó, porque estuve a punto de ponerme a llorar en ese mismo instante.
Lo que la cámara no captó fue lo que ocurrió justo después… Elizabeth estirando su cuello sobre la piscina para que yo pudiera sostenerme de él, y ella pudiera sacarme de allí como si fuera el gatito colgando de la rama en un cartel motivacional, y en tanto, Olivia, Damien y Vinny no paraban de reír frente a tal escena. Sophia, exasperada por el comportamiento de su familia, me sentó en una de las sillas de jardín y le pidió a Vinny que trajera una toalla. La toalla en efecto fue intervenida por la brachiosaurus antes de que llegara a mi, y ella me dió una sonrisa confidente mientras se secaba la parte de su cuello que me había ofrecido antes. Pero cuando le pedí la toalla, ella procedió a secarme la cabeza con la misma mientras aún reía.
Una sonrisa tan brillante… tanto que me obligaba a sonreír también.
Jamás hubiera creído que nuestros papeles se invertirían, porque traje una de las sillas de la cocina para que se sentara cerca de la entrada, regresé con varias toallas del baño, y antes de que ella pudiera tomarlas, casi por inercia, me puse a secar su cabello con una. ¿Fue acaso una respuesta automática a lo que hizo ella durante la fiesta en casa de Damien? No lo sé, pero se sintió natural, así que lo hice, y ella no opuso resistencia a que lo hiciera. La situación es muy similar a la de aquel entonces, pero hoy su sonrisa no está presente, y sus ojos… son muy diferentes a los de ese día.
Aún no puedo creer que haya venido aquí con la terrible tormenta que se desata fuera ahora mismo, completamente empapada, parte de su ropa enlodada, y… también hay algunas ramas y hojas en su cabello, y al notarlo no puedo hacer más que suspirar. Ver de esta forma a alguien que suele cuidar tanto de su apariencia es extraño, se siente mal, y todo el tiempo estoy esperando que ella diga que soy demasiado brusco, que deje de hacerlo y ella se ocupará del resto, pero ese momento nunca llega. Durante todo el proceso sus ojos azules están posados en mí, curiosos, expectantes, pero soy incapaz de descifrar que es lo que espera de mí.
…
No, eso es una mentira, sé muy bien por qué ella está aquí hoy, por qué vino hasta aquí incluso con este tiempo. Creo que puedo decir que la he conocido un poco las últimas semanas, y Elizabeth es la clase de persona que siempre comprueba el pronóstico del clima antes de salir de casa, lo que me lleva a pensar que esto la estaba consumiendo lo suficiente como para olvidar algo tan simple, o que tal vez ni siquiera le importó venir con la tormenta. Incluso con este frío, ella vino con su ropa usual. Incluso con esta lluvia, vino aquí sin paraguas. Incluso cuando la mandé al demonio el día de ayer, ella tocó a mi puerta. ¿Pero eso implica que debo olvidar todo lo que ella hizo? ¿Debo olvidar todo lo que dijo en mi cara el día de ayer?
Al principio del año escolar, es muy probable que lo hubiera hecho sin siquiera pensarlo, porque soy la clase de persona que evita el conflicto si puede hacerlo. Pero el día en que me uní al consejo estudiantil, el día en que me uní a los clubes de atletismo y fotografía, me prometí a mi mismo que sería una persona diferente, que no dejaría que el miedo decidiera por mi, y que no dejaría que volvieran a pasarme por encima, nunca más. Esa resolución está presente en mi hoy más que nunca, y es por eso que, aunque Elizabeth intentara disculparse otra vez, no lo aceptaría. Porque ella estaba dispuesta a mentirme tanto tiempo como hiciera falta para proteger a Olivia, y ni siquiera cruzó por su mente la idea de que podía confiar en mí, porque para ella yo era un riesgo, no una persona. Y definitivamente no quiero en mi vida a alguien que de principio no confía en mí, pero cambia su cantar cuando la situación está en su contra.
Sus palabras fueron un puñal que no ví venir, y no fueron algo que dijo específicamente para herirme… fue la verdad, pura y sin destilar. Creí que nos estábamos conociendo mejor, que nos estábamos volviendo buenos amigos, que podíamos confiar el uno en el otro, y saber que eso no era lo que estaba ocurriendo… fue devastador, más de lo que hubiera querido admitir. Me gustaría decir que sé cómo lidiar con una situación así, pero eso sería una mentira, porque está claro que no sé cómo mantener amistades, ni sé como tratar a la chica que vino aquí hoy, demostrando con claridad que no quiere que las cosas sigan así entre nosotros. Lo veo en sus ojos, sé que eso es lo que está pensando, porque yo estoy pensando exactamente lo mismo. Y probablemente ella tampoco sabe cómo lidiar con esto, porque al llegar dijo que teníamos que hablar, y aún así ahora está en completo silencio. Y está… temblando.
…
Nunca me había ocurrido, no sabía que se podían sentir cosas tan diferentes al mismo tiempo por una misma persona. Por un lado, Elizabeth es alguien con quien creí tener una verdadera conexión, una verdadera amistad, y por el otro… ella no dudó en mentirme para proteger a alguien más, para protegerse a sí misma. ¿Acaso puedo volver a confiar en esa clase de persona? No, no lo creo, pero luego de que viniera hasta aquí, con este clima… me sentiría como un monstruo si la echara a la calle sin más. Después de todo, hace mucho frío afuera, y los saurios son particularmente sensibles a las bajas temperaturas.
Puedo conceder que ella necesitaba un refugio de esta tormenta, pero no iré más allá de eso, porque estoy harto de ser el Inco que da la mano y deja que le tomen el brazo. He sido ese Inco demasiado tiempo, y solo me ha traído miseria, una, y otra, y otra vez. Supongo que el día de ayer encontré mi punto de quiebre, el momento en que ya no puedo simplemente sonreír y dejar que el resto del mundo siga aprovechándose de mi buena voluntad, viéndolo en cambio como debilidad. No permitiré que vuelvan a hacerlo, ni Elizabeth, ni Lunara, ni nadie más. No es tanto que esté furioso, sino simplemente… cansado. Estoy muy cansado de ser esa persona.
—¿En qué estabas pensando? —Es lo primero que se me ocurrió preguntar, y ella me mantuvo la mirada por un breve momento, antes de apartarla.
—No estaba haciéndolo, en realidad —respondió, casi en un murmullo.
—¿No tenías paraguas?
—Ni siquiera lo preparé. Sabía que llovería, pero… —dijo ella, dejando las palabras en el aire, antes de centrarse en mí, que sigo secando su cabello—. Creo que ya está bien así.
—Te ayudo con el cuello —ofrecí, y luego de un momento de silencio, ella asintió.
—Gracias.
Con eso, ella pone su largo cuello en sentido horizontal, de forma que me resulte más sencillo alcanzarlo con las toallas, y sigo siendo incapaz de creer que siga tan empapada, que el agua siga cayendo sobre la alfombra después de todo este tiempo. Supongo que es uno de los inconvenientes de tener un cuerpo más grande que la media, aunque el mismo sea más cuello que otra cosa. Y en tanto, ella sigue temblando… creí que el termostato estaba a una buena temperatura, pero tal vez esto no sea suficiente para que un saurio recupere el calor corporal en un día así.
—Lo siento —son las primeras palabras que salen de ella luego de unos minutos de silencio, y el movimiento de mis manos se detiene. Me pierdo en esos orbes de zafiro, y soy incapaz de formular una respuesta, optando en su lugar por continuar ayudándole a secarse—. Perdón Inco, por todo lo que hice, nunca fue mi intención…
—Descuida —interrumpí, sin darle tiempo a continuar—. No importa, está en el pasado.
—No, no lo está. Todo lo que…
—No hace falta, está bien, ya no importa.
—Por supuesto que importa —respondió ella, insistente, mientras sigo pasando la toalla por su cuello sin detenerme—. Los dos sabemos que importa, así que al menos déjame disculparme por lo que…
—No me importa.
—¿No te importa? —Preguntó ella, incrédula, parpadeando varias veces—. Entonces… ¿Vas a volver al consejo estudiantil?
—No lo creo.
—¿Por qué?
—Porque ya no tengo una razón para estar ahí.
—Porque ya no me quieres cerca, ¿no es así?
—Porque ya no somos amigos —respondí con sinceridad, y ella levanta la cabeza, buscando mi mirada, pero la evito mientras continúo secando su cuello—. En realidad, tal parece que nunca lo fuimos, solo me engañé a mí mismo pensando que lo éramos.
—Inco…
—No —la detuve en seco, sin darle tiempo a continuar—. Supongo que el pensamiento de tener nuevos amigos era agradable, tanto que no vi lo que en realidad estaba pasando, lo que tenía enfrente. Después de todo, sigo siendo el mismo chico crédulo que dejó Chicago hace unos meses, no he cambiado en lo más mínimo, solo creí que lo había hecho. Sigo engañándome a mí mismo, me convenzo de lo que es más conveniente para no salir herido, porque la idea de que alguien me traicionara así… no podía soportarlo. Pero no puedo seguir mirando hacia otro lado y fingir que todo está bien, ya no puedo hacerlo, y tampoco quiero hacerlo.
—Por favor, solo déjame decirte…
—No hace falta, como dije, ya no importa. Ya dijiste todo lo que debías decir ayer, y yo ya dije todo lo que tenía que decir ahora —dije, tragando saliva—. Cuando te seques, y la tormenta se calme, podrás irte. Y una vez salgas por esa puerta, volveremos a ser desconocidos, tal y como era el día que fuí a la sala del consejo estudiantil por primera vez. No tendremos que tratar el uno con el otro en lo que queda del año escolar, y eso será todo.
—¿Qué hay de Damien? ¿Y qué hay de Olivia? Ellos de verdad te consideran un amigo, soy yo la que causó todo esto al…
—Olivia intentó utilizarme para cometer fraude, y Damien… Damien es un buen muchacho, pero es amigo de ustedes dos antes que nada, y ya no puedo estar cerca de Olivia, ni de ti, Elizabeth —continué, y ella frunce el ceño, entre la incredulidad y la furia, pero no me esfuerzo en mantener la mirada con ella—. Solo… olvídenlo, no necesitamos volver a vernos tampoco, porque dejaré el equipo de atletismo también.
—¿Qué? Inco, no hace falta que…
—Si, lo hace —la detuve al instante, haciendo una respiración profunda para calmar mis ánimos—. Lo necesito, así que solo… olvídalo.
—¿Por qué estás haciendo esto? —Preguntó ella, casi acusatoriamente, pero no me molesté en responder—. Mírame a los ojos, y dime por qué estás haciendo esto.
—No tengo nada más que decir, y tú tampoco.
—Dijiste que no importaba, y si es así, entonces no te será difícil ponerlo en palabras —devolvió con furia, pero no respondí—. Anda, dilo… ¡Dilo de una maldita vez!
—¡¿Qué quieres que diga?! —Devolví en un grito, perdiendo la paciencia.
—¡Que lo arruiné, que me odias, y que no quieres volver a verme! ¡Dilo con esas mismas malditas palabras! —Exclamó con su cabeza por sobre la mía, y no puedo hacer más que mirarla con incredulidad mientras retrocedo, toallas en mano.
—¡¿Por qué quieres que lo haga?!
—¡Porque es exactamente como te sientes! —Dijo ella, y yo no puedo hacer más que forzar una risa sarcástica.
—¿Sabes qué? Tienes razón. Siempre debería decir cómo me siento y hacer lo que me plazca sin importarme nadie más que yo mismo. Esa es la manera correcta, ¡¿verdad?! —Devolví con furia, y ella solo se quedó con la boca abierta, incapaz de responder, y no puedo evitar chasquear la lengua—. Ya no importa, no tenemos nada de qué hablar.
—No, sí importa.
—No lo hace.
—¡Por supuesto que sí, con un demonio! —Gritó al tomarme de ambas muñecas, y las toallas cayeron al suelo a su lado.
Intento liberarme, alejarme de ella, pero su fuerza es superior, me retiene sin esfuerzo alguno. Y en un instante su largo cuello aferra mi torso, rodeándolo completamente y fijándome en el lugar, con su cabeza terminando justo frente a mí, a meros centímetros de mi rostro. Puedo sentir su aliento, su furia, pero no voy a retractarme.
Me rehúso a hacerlo.
—¡¿Por qué insistes en que importe?!
—¡Porque importa! ¡De otra forma no te verías así! —Exclamó ella, y es mi turno para quedarme sin palabras—. No tienes tus gafas para ocultar tu mirada como haces siempre, así que puedo verlo en tus ojos. ¡Por supuesto que lo veo! ¡Me odias! ¡Y tienes razón en hacerlo! —Admitió, su voz quebrándose, y resonando en todo mi cuerpo— Fuí una maldita egoísta que pisoteó la amistad que teníamos porque no te ví cómo una persona, te ví como alguien de quien podía aprovecharme, y lo hice. ¡Y no te atrevas a decir lo contrario! ¡No te atrevas a mentirme en la cara ahora!
Soy una persona que evita el conflicto por naturaleza, y aún así… mi frente choca contra la suya de repente al tiempo que aprieto los dientes. No pienso retroceder.
—¡¿Quieres que te diga la verdad?! De acuerdo, ¡lo haré! —Exclamé, mi voz tan fuerte que dolía en mi garganta—. ¡Me destrozaste! ¡Creí que te importaba! ¡Creí que eras mi amiga! ¡Y me lastimaste como nadie en toda mi vida lo había hecho! Y te… ¡Te odié! ¡Y aún te odio! —Dejé salir todo lo que tenía guardado y, aún así, viendo los labios temblorosos de Elizabeth, no me siento mejor—. ¡¿Estás contenta?!
—No —admitió, aflojando su agarre y liberándome—. Pero me alegra que estés siendo honesto con lo que sientes.
—Oh, púdrete Elizabeth —las palabras se me escapan en una voz temblorosa mientras me alejo de ella, soltando aire caliente de golpe en un suspiro, y parándome frente a la ventana, intentando recuperar la compostura—. No tendrías que haber venido.
—Lo sé.
—El tiempo está horrible, y está helando. Podrías enfermarte, y tienes muchas responsabilidades como para permitírtelo.
—Solo soy yo siendo egoísta otra vez, supongo… no sería la primera vez estos días.
La escucho acercarse por detrás, pero no me volteo a verla. En cambio, dejo que lo haga, y ella se para a mi lado, mirando a través de la misma ventana, envuelta con una de las toallas blancas. El viento silba a través de las rendijas de la puerta, es tan fuerte que casi parece que va a voltear el árbol de los vecinos de enfrente en cualquier instante. Y por un momento… solo escuchamos el viento, la lluvia, y su ropa aún goteando sobre el piso de madera. Supongo que necesitaremos más toallas para eso, porque dudo que haya traído un cambio de ropa en su bolso de mano, el cual también está completamente empapado, dejado junto a la silla y a sus botas enlodadas.
Por breves minutos, ninguno de los dos dice una palabra, solo nos quedamos allí admirando este día gris, en completo silencio. No sé si es porque ya dijimos todo lo que queríamos decir, o porque ambos tenemos miedo de decir algo que empeore la situación, que hiera aún más a la otra persona. Sé que yo lo tengo, al menos, pero no sé si ella lo tiene. ¿Fue satisfactorio decirle a Elizabeth todo lo que quería decir desde ayer? No. ¿Lo fue el verla al borde de quebrarse? Mucho menos. Ojalá las cosas fueran más simples, pero todo esto es tan… complejo. Las relaciones son complejas, y eso es realmente algo que no había considerado jamás, no hasta estos últimos días…
Y las palabras de Stella resuenan en mi mente, porque algo en mi interior me dice, me grita, que ella estaba hablando de este preciso momento…
“Lo único que puedo recomendarte en base a esta tirada, es que cuando llegue ese momento… no pierdas la calma, piensa las cosas detenidamente, y haz una elección con la cabeza fría. De otra forma, puedes, y vas a arrepentirte, y tu vida podría enfilar en un camino que de verdad no quieres tomar.”
Y como si ello fuera poco, lo que Jenine dijo mientras caminábamos juntos ayer también está presente, lo que me dijo antes de que llegáramos a la cafetería…
“Escucha, me preguntaste si vale la pena arriesgarse a que te apuñalen por la espalda, y… yo creo que sí. No, no me mires con esa cara, escúchame primero. Establecer vínculos es importante en nuestras vidas, y todos vamos caminando por ella sin saber bien lo que estamos haciendo, así que estamos destinados a cometer errores tarde o temprano. Tal vez sientas que te hirieron de una manera terrible, y haya sido tan malo como dices, no lo estoy dudando. Pero creo que esas conexiones valen la pena el riesgo, y si ambos quieren arreglar las cosas, arriesgarse otra vez, y eres capaz de perdonar y seguir adelante… ¿Quién sabe? Tal vez todo funcione al final. No digo que sea así en todos los casos, pero… nunca estarás seguro hasta que cruces ese puente, y creo que vale la pena cruzarlo.”
¿Es algo que pueda perdonar, o no es algo que pueda perdonar?
Está claro que lo que decida ahora… cambiará drásticamente mi camino a lo largo de este último año, pero… ¿Cuál es la elección correcta?
…
—Siento haberte gritado —dije sin mirarla, y ella tampoco se voltea hacia mi.
—Estabas en todo tu derecho —admitió, y unos segundos de silencio pasan hasta que ella habla una vez más—. Te dije, e hice, cosas horribles, pero no vine a pedirte que las olvides. Vine a pedirte perdón por hacerlas en primer lugar, por decepcionarte, por hacerte sentir así, y que… incluso con eso, me des otra oportunidad.
—¿Una oportunidad de qué?
—De enmendar las cosas —respondió ella, y yo me volteé para encontrar su mirada—. Inco, tú me importas, eso nunca fue una mentira. Eres el primer amigo de verdad que he hecho en años, y no quiero perderte. No ahora, y especialmente no así.
Debo voltear para evitar esos ojos suplicantes. Tan solo ver esa expresión me hace sentir que soy el tipo malo de esta historia, y odio esa sensación. Sé que ella es sincera con sus palabras, pero perdonar algo que me ha estado carcomiendo de esta forma no es sencillo. No sé ni por dónde empezar.
—¿Y qué es lo que piensas hacer? —Me atreví a preguntar.
—Hablar con la directora, y blanquear la situación del concurso de una vez por todas.
—¿Te das cuenta de lo que eso significaría? —Pregunté al voltearme hacia ella—. Siempre dijiste que tenías que apegarte al plan, sin importar qué. Revelar lo que ocurrió… no hará más que perjudicarlas, a tí, y también a Olivia.
—Olivia no ha estado tranquila desde que lo hablamos. Podrá mostrarse de una forma para con los demás, pero aunque se quitó un peso de encima de un lado, lo agregó por el otro. No fue agradable para ella ocultarte esto en las últimas semanas, sobre todo porque ella también ha empezado a verte como parte de nuestro grupo, a pesar de que estaba renuente en un principio —respondió ella, y yo no puedo hacer más que suspirar—. Nuestro futuro podría peligrar si se sabe la verdad, si, pero si ese futuro se construye sobre el mal que le hicimos a alguien más… bueno, no estoy segura de querer ese futuro, si te soy honesta.
…
¿De verdad está dispuesta a arriesgar todo por lo que ha trabajado, solo para salvar nuestra amistad? No... no lo entiendo, soy incapaz de entenderlo, incluso yo sé que eso es una locura. ¿Por qué le importaría tanto?
—”No hay logros que valgan la pena que no requieran un sacrificio de tu parte” —recitó, centrada en el escenario frente a ella—. “Si quieres alcanzar algo importante para tí, debes estar dispuesto a dejar cosas por el camino.”
—¿Y eso? ¿De qué…?
—Es algo que mis padres siempre han dicho, palabras que han sido mi norte a lo largo de mi vida… que para alcanzar un objetivo, es inevitable hacer sacrificios en el proceso —explicó ella, suspirando—. Y aún así, es en estos días que descubrí algo… que hay cosas a las que no quiero renunciar, por más que deba arriesgar otras.
Sus ojos están centrados en mí una vez más, y es cuando lo veo con claridad… no está mintiendo, ella va completamente en serio, está dispuesta a hacer esto por más que arriesgue su situación académica. ¿Pero por qué? ¿Por qué lo haría cuando hay tanto en juego?
No puedo entenderlo.
—No lo hagas, Elizabeth —negué rápidamente, volteando—. Como ya he dicho, no importa.
—A mi si me importa.
—No es algo que te afecte solo a ti —dije al encontrar su mirada, pero al verlo en sus ojos… está claro que esto no está sujeto a discusión—. Si vas a hacer algo así, si de verdad quieres hacerlo… primero discutelo con Olivia.
—Podemos hablarlo los tres juntos, es lo justo. Vendré con ella mañana, y lo discutiremos debidamente… tal y como debimos haber hecho desde el principio.
—No tienen que hacerlo. De verdad, no importa.
—Te importa, sé que lo hace. Y si eso no es suficiente, entonces te diré que a mi me importa, que tú me importas, y no volveré a permitir que pienses lo contrario —dice al voltearse completamente hacia mi, y yo no puedo evitar hacer lo mismo, aún sorprendido—. ¿Es eso motivo suficiente para querer hacer las cosas bien?
—¿Lo estás diciendo en serio?
—Nunca en mi vida hablé más en serio —dijo con una sonrisa confiada, la cual se volvió tímida en un instante—. Sé que me odias, pero…
—No te odio —la interrumpí, sacudiendo la cabeza—. Escucha, estaba furioso, y…
—Tal vez la furia haya jugado parte, pero sacó a relucir tus verdaderos sentimientos —respondió ella, no sonando molesta, sino como si meramente estuviera estableciendo un hecho—. Es normal.
—Supongo que no es normal para mi —admití, suspirando—. Eres la primera persona con la que he discutido de esa manera.
—¿De verdad?
—No debería sorprenderte —respondí, llevándome una mano a la nuca—. Sabes que soy la clase de persona que evita el conflicto, no tengo las agallas para enfrentar a alguien cuando estoy en desacuerdo con lo que dicen o hacen. Es más fácil… quedarse en el fondo, ¿sabes?
—Esa no fue la impresión que me dió —sonrió ella—. Inco, tienes una opinión bastante pobre de ti mismo, porque hace un momento mostraste bastantes agallas, cuando me dijiste lo que pensabas.
—No fue para tanto —dije algo apenado, volteando hacia la ventana.
—¿Bromeas? Por supuesto que lo fue. ¡Me gritaste en la cara! —Exclamó con una sonrisa divertida, y yo intenté evitar su mirada—. Te pusiste firme, estabas muy seguro, fue genial.
—Gracias —es lo único que puedo responder.
—Te ves algo sexy cuando gritas. ¿Lo sabías? —Dijo de manera sugerente, y una pequeña risa se me escapa.
—Oh, cierra la boca.
—Las venas de tu cuello incluso se hincharon un poco, y sumado a esa mirada fría y penetrante…
—¿Podemos simplemente olvidar eso?
—Es más, por un momento… creí que íbamos a besarnos.
Y me llevo la mano izquierda a la boca para contener la risa, pero no evito que todo mi cuerpo tiemble por el esfuerzo, y mi risa crece tanto que empieza a dolerme el estómago. Por suerte, Elizabeth me da tiempo para calmarme, pero ella tampoco oculta su sonrisa satisfecha por la forma en que consiguió hacerme reír.
—Gracias, no sabes… cuanto necesitaba eso.
—Cuando quieras.
Para cuando termino de reír, ambos estamos admirando el paisaje una vez más, sin saber cómo llenar el silencio. Y aún así… este silencio no es incómodo, sino todo lo contrario. Pero aunque quisiera que durara un poco más, hay algo que necesito saber.
—¿Cómo seguirá esto? —Me atreví a preguntar, pero ella suspira.
—No lo sé, pero… no me gustaría que las cosas siguieran tan tensas entre nosotros.
—Yo tampoco quiero eso, Elizabeth, pero… —mis palabras quedan en el aire, mientras me llevo una mano a la nuca una vez más—. Seré sincero, no tengo idea de qué hacer en una situación como esta, no sé cómo debo actuar, no sé qué debería responder.
—¿Cómo quieres responder?
—Quiero responder… que quiero que sigamos siendo amigos.
—Pues… el sentimiento es mutuo —admitió ella al voltear ligeramente, sonriéndome—. Entonces, ¿podemos dejar esto atrás, y volver a empezar?
—No… creo que quiera volver a empezar —respondí, y ella frunce el ceño con preocupación, cuando me apresuro a aclarar—. Nos divertimos juntos en muchas ocasiones, a pesar de todo… no quiero que eso quede en el pasado. No quiero dejar atrás esos recuerdos.
—Dicho como todo un poeta —dijo ella, acomodándose la toalla que la cubría, mientras que yo ahogo otra risa.
—No me molestes.
…
—Entonces… ¿Amigos? —Preguntó al ofrecer su puño, y yo lo observé por un momento, antes de sonreír.
—Amigos —acepté, chocándolo, justo antes de que ella se lo llevara al hocico, estornudando con fuerza.
—¡Lo siento!
—Estás temblando…
—Si, bueno… hace mucho frío. Demasiado frío.
—De acuerdo, eh… tú espera aquí, Elizabeth —le pedí, viéndola fruncir el ceño por un instante, antes de voltear para alejarme—. Subiré el termostato, y…
Pero algo me detiene antes de poder alejarme, y al voltearme… veo su mano sosteniendo la manga izquierda de mi chaqueta con delicadeza, su mirada clavada en el suelo.
—¿Qué ocurre? —Pregunté extrañado, y ella murmuró algo que no llegué a escuchar—. ¿Qué?
—Es Liz…
—No te escu…
—¡Es Liz! —Exclamó al tirar de mi manga, sorprendiéndome, y al encontrar su rostro… la veo apretando los labios, y en sus ojos no veo furia, sino… tristeza—. Ya deja de hacer eso... ¡Ya deja de decirme Elizabeth! ¡No intentes crear más distancia entre nosotros, más distancia de la que yo misma creé! Por favor…
El volumen de su voz va disminuyendo gradualmente hasta volverse un susurro, y yo me quedo sin saber qué decir. Recuerdo que en nuestro primer día de trabajo juntos le molestó que dijera Elizabeth, pero no imaginé que le disgustara tanto.
—Lo siento, no era mi intención
—Maldición… —musitó al soltar mi manga, pasando un pulgar por la punta de su nariz—. Lo siento, me puse algo emocional. Es solo que… no me gusta que me llamen por mi nombre completo. Eso es todo.
—Está bien, me aseguraré de no volver a hacerlo… Liz —respondí, pero ella sigue cruzada de brazos, tal vez dudosa de mis palabras—. Lo prometo.
—Gracias —asintió, calmándose, pero aún inquieta por alguna razón.
—¿Qué ocurre? —Pregunté, extrañado, y ella suspira, antes de dar un paso al frente.
—Inco, voy a hacer algo que no hago muy seguido, porque creo que esta es una ocasión especial, y espero no lo tomes de la manera equivocada.
—¿De qué estás…?
No llegué a terminar la pregunta, porque ella no me da tiempo a reaccionar cuando acorta la distancia en un instante, llevando ambos brazos a mi espalda y presionándome contra ella, mi mentón terminando sobre su hombro. Y no solo eso… su cuello rodea mi torso casi por completo, hasta que su propia cabeza termina sobre mi hombro. Y en tanto, yo que me quedo ahí, paralizado y con mis manos al aire, inseguro de cómo reaccionar o responder. Apenas caigo en la cuenta de lo que realmente está pasando, del hecho de que me está envolviendo en un abrazo.
¿Qué es lo correcto a hacer aquí y ahora?
No lo sé, pero siento que ella espera una respuesta, y es por eso que, aún inseguro, llevo mis brazos a su espalda también, devolviendo el gesto. Es extraño… no puedo recordar la última vez que tuve esta clase de contacto con alguien, y esta calidez… es una sensación casi alienígena, pero no una que rechazo. Su abrazo es… reconfortante, me hace sentir protegido, y casi me obliga a esconder mi rostro en su hombro tal y como lo hace ella conmigo, al tiempo que la abrazo con fuerza, buscando ese contacto.
No estoy seguro de haber sentido algo como esto jamás. Es agradable, y… huele a lavanda. ¿Es acaso su perfume? No lo sé, pero no me molesta… podría quedarme así por mucho, mucho tiempo, y no me molestaría. De hecho, el sonido que está haciendo con su cuello… casi parece un ronroneo, y las vibraciones… también son relajantes.
—¿Todos los humanos son tan blanditos? —Preguntó divertida, rompiendo el hechizo bajo el que me encontraba, y no puedo hacer más que forzar una risa.
—No, no, simplemente no hacía mucho ejercicio hasta este año —respondí, pensando que ella se apartaría justo después, pero no parece que tenga intención de hacerlo, pues su agarre no ha aflojado en ningún momento—. Uh… ¿Liz?
—¿Eh? Oh, lo siento, disculpa —dijo al apartarse rápidamente, casi como si hubiera hecho algo indebido, y es entonces que ambos reparamos en que ahora yo también estoy empapado, y algo enlodado—. Oh rayos, lo olvidé…
—No, no te preocupes, puedo cambiarme en un momento… pero tú sí que estás bastante mojada… y fría, tal vez demasiado —dije preocupado, justo cuando ella aparta la cara para estornudar.
—Uh… si, esto no es bueno. No lo había pensado hasta ahora porque mi cabeza estaba en otra parte, pero… de verdad debería entrar en calor pronto.
—Escucha, puedes usar el baño al final del pasillo para darte una ducha caliente. Yo subiré el termostato, buscaré un cambio de ropa que puedas usar, y te lo dejaré en la puerta. ¿Está bien?
—Eso sería… muy amable de tu parte, gracias.
—Solo intento ser un buen anfitrión —dije al corresponder su sonrisa—. Y si algo te pasa, Damien nunca me lo perdonaría. Vamos, te mostraré.
—Estoy justo detrás —dijo al seguirme, su ropa aún goteando sobre la alfombra—. Por cierto… entiendo por qué me bloqueaste, así que… si todo está bien entre nosotros ahora, me gustaría que me desbloquearas… si no es mucha molestia.
—Pero yo… —me quedé sin palabras al voltearme, extrañado—. Nunca te bloquee.
—¿Qué? Pero… intenté llamarte antes, y no pude…
—Cierto, me quedé sin batería al mediodía, y cuando me fui a dormir olvidé cargarlo —respondí rápidamente, y ella se me quedó mirando por un breve momento, antes de reír—. ¿Qué?
—Nada —negó con la cabeza ella, divertida—. Es solo que… parece que siempre asumo el peor escenario posible.
—¿Que te bloqueara era el peor escenario posible? —Pregunté, a punto de reír, y ella asintió como si fuera lo más natural del mundo.
—Lo era para mi.
…
Mi sonrisa no desaparece, pero si lo hacen los deseos de reír, porque está claro que va en serio, y de verdad no sé qué responder a eso. Espero no haga falta que lo haga.
—Vamos, sígueme —dije al voltearme.
—Si, señor.
Una vez en el cuarto de baño, me aparto al costado para dejarla pasar, revisando rápidamente con la mirada si tiene todo lo que ella pueda necesitar.
—¿Sabes usar la lavadora? —Pregunté al voltearme hacia ella, quien arquea una ceja sin dejar de sonreír—. Lo siento, pregunta estúpida.
—Cuando vives sola, debes saber hacer absolútamente todo.
—Créeme, lo sé —asentí al instante—. Mira, hay una puerta que separa la ducha y el retrete del resto del baño, así que cuando estés dentro, dejaré la ropa sobre la lavadora antes de que termines. ¿Te parece bien?
—Me parece perfecto. Gracias Inco.
—No hay por qué. Bueno, te dejo… a lo tuyo.
Cierro la puerta algo incómodo, porque siento que estoy atravesando terreno inexplorado, pues han pasado muchos años desde que he tenido a un amigo en casa. Y nunca he tenido a una amiga mujer en casa, mucho menos en una situación como esta, ni tampoco sé en donde están dibujados los límites que puedo o no cruzar, de lo que puedo o no puedo hacer aquí.
El pensamiento está presente en mi mente todo el tiempo mientras subo las escaleras, antes de entrar en mi habitación, poniéndome las gafas oscuras que dejé sobre el escritorio, y encendiendo la luz. Es una suerte que siempre tenga un par de gafas de repuesto en caso de necesidad, porque no tengo idea de en donde perdí las otras, luego de ayer cuando…
…
No, no necesito pensar más en eso, tengo que centrarme en el aquí y ahora, y es por eso que me dirijo al armario, buscando la ropa más grande que tengo disponible. Después de todo, Liz tiene una contextura ligeramente más gruesa que la mía, sin mencionar su cuello, así que necesita al menos una talla extra. Sin buscar demasiado, encuentro un pantalón azúl holgado, una playera blanca grande, y una chaqueta vieja gris. Y ropa interior… oh dios, cierto, ropa interior. Por suerte tengo algunos boxers en caja que aún no había abierto desde que me mudé aquí, y también calcetines nuevos… pero falta una pieza más, y no tengo idea de cómo compensar ese aspecto. Bueno… tendrá la playera y la chaqueta, así que tal vez no haga falta esa pieza en particular, y si eso no es suficiente podemos improvisar algo, no lo sé. De momento, solo espero que no se sienta incómoda usando esto.
Una vez tengo todo en mano, regreso al piso de abajo y me paro frente a la puerta del baño, aún inseguro. Puedo escuchar la regadera, pero…
¿Es realmente seguro entrar ahora?
—¡Liz! —Llamé al golpear la puerta.
—¿S-si?
—¿Cerraste la puerta?
—¿La corrediza? ¡Si!
—Está bien, ¡permiso! ¡Voy a pasar! —Avisé, aún nervioso, entrando y asegurándome que la puerta corrediza estaba, en efecto, cerrada—. ¡Te dejaré un cambio de ropa sobre la lavadora, es… lo que encontré! ¡Si algo no te queda, o si falta algo más, solo… grita, y buscaré otra cosa! ¡En el mueble del baño está la secadora para el cabello! ¡Si necesitas algo más, estaré arriba!
—¡Recibido! ¡Gracias Inco!
Para cuando ella termina de hablar, yo ya estoy fuera del baño, con la puerta cerrada detrás de mí. De acuerdo, ya me ocupé de eso, ahora solo queda esperar… y debería quitarme la ropa mojada y enlodada mientras tanto.
Regreso a mi habitación justo después, cierro la puerta, y procedo a quitarme la chaqueta con extremo cuidado. Después de todo, cualquier presión que hago sobre mi brazo derecho resulta algo molesta, por más que esté vendado. Luego me quito la playera, los pantalones, y busco en el armario una vez más. Saco de allí un pantalón de jogging gris, una playera blanca suelta, y una chaqueta verde claro vieja pero abrigada. Si, con eso debería bastar, y dejo la ropa sucia a un lado del sillón para ocuparme de ella luego de que Liz termine con la suya.
Mientras tanto, me siento en mi cama, pensativo, mi atención centrada en el día gris fuera de la ventana, y suspiro cuando mis ojos caen sobre mi cámara.
La dejé sobre el escritorio para revisarla una vez estuviera en un mejor ánimo, pero la verdad es que aún no me siento listo para darle al interruptor… y probablemente nunca lo esté, porque una vez lo haga… sé que tendré que enfrentar la realidad, sea cual sea la que me espera.
La verdadera pregunta aquí es… ¿Quiero hacerlo?
En retrospectiva… tal vez no pensé muy bien esto.
Eso está más que claro cuando me doy cuenta de que me estoy quitando la ropa en el baño de un amigo, cuando toda mi vida solo me he duchado en mi casa, o en la escuela. A pesar de que sé que Inco es alguien respetuoso que no haría algo… inadecuado, como espiar, el sentimiento de incomodidad está presente todo el tiempo mientras pongo mi ropa en la lavadora, cerrando la puerta corrediza marrón que separa esta sección del baño, y cruzando el mamparo para abrir la ducha de agua caliente.
Siento mi alma regresar poco a poco a mi cuerpo, al igual que mi temperatura, mientras el agua corre por mi cabello y mis escamas. Creí que el espacio reducido sería un problema, debido a mi largo cuello, pero está claro que este baño está preparado tanto para humanos como para saurios, lo cual llama mi atención porque esa clase de comodidades representan un costo extra. ¿Acaso la familia de Inco consiguió este lugar por un buen precio, o el precio no representaba un problema?
De hecho, ahora que lo pienso, no sé absolútamente nada de su familia. Sé que sus padres se ausentan seguido por su trabajo, pero no mucho más… me pregunto…
—¡Liz!
Su voz me hace sobresaltar más de lo que debería, y mi atención se centra en la puerta marrón, viendo que no queden rendijas en ella.
—¿S-si? —Pregunté, nerviosa.
—¿Cerraste la puerta?
—¿La corrediza? ¡Si!
—Está bien, ¡permiso! ¡Voy a pasar! —Gritó él, y escuché la puerta abrirse. Aún mientras me sigo bañando, no dejo de mirar la puerta corrediza ni por un instante—. ¡Te dejaré un cambio de ropa sobre la lavadora, es… lo que encontré! ¡Si algo no te queda, o si falta algo más, solo… grita, y buscaré otra cosa! ¡En el mueble del baño está la secadora para el cabello! ¡Si necesitas algo más, estaré arriba!
—¡Recibido! ¡Gracias Inco!
No estoy segura de que me haya escuchado, porque la puerta se cerró antes de que terminara de hablar, y tengo la sensación de que él debe estar pasando por algo parecido a lo mío, o al menos eso me gustaría creer.
Una vez cierro la llave del agua, tomo un par de las toallas colgadas para secarme, lo cual me toma unos cuantos minutos debido principalmente a mi cuello. Uso una toalla blanca extra para cubrir mi cuerpo, y tomo prestadas las pantuflas rosas dejadas junto a la ducha que, asumo, pertenecerán a la madre de Inco. Tendré que asegurarme de dejar todo tal cual lo encontré una vez termine aquí, porque no quiero meterlo en problemas con sus padres. Luego de tomarme mi tiempo para secarme el cabello con la máquina, abro la puerta corrediza con cierta duda, y sobre la lavadora encuentro el cambio de ropa que me dejó.
Y es solo ahora que caigo en la cuenta del hecho de que mi ropa interior está dentro de la lavadora… demonios, ni siquiera lo había pensado. Al menos Inco me dejó boxers claramente a estrenar, aparte de calcetines, un pantalón azúl suelto, una playera blanca, y una chaqueta gris. Me gustaría decir que todo me es útil ahora mismo, pero esta… es ropa de humanos. Los boxers y el pantalón no terminan de subir del todo debido a mi cola, y aunque la playera grande y suelta ayuda a ocultar mi trasero, la chaqueta está… algo ajustada, y temo que remarque más de lo que debería.
No, está bien, no es tan grave, porque incluso si lo hiciera, Inco ni siquiera tiene esa clase de interés en mí, así que no debería haber problema. Una vez estoy tan lista como puedo estar, y luego de haber puesto todo en el mismo lugar en donde lo encontré, salvo las pantuflas, salgo del baño a un pasillo apenas iluminado por la tenue luz gris del exterior. Hasta ahora, Inco no encendió ninguna luz, y es probablemente por eso que no estaba usando sus lentes, ahora que lo pienso. Pero… ¿Dónde está?
Me asomo a la cocina, y al living, pero no lo encuentro en las cercanías. Es cierto, su habitación está en el piso de arriba, así que me atrevo a subir las escaleras sin ser invitada, y al llegar al siguiente pasillo, solo veo una de las puertas abiertas y con la luz encendida. Me aproximo con curiosidad, y ahí encuentro al humano, sus gafas oscuras adornando su rostro nuevamente, sentado en su cama y admirando el paisaje en la ventana.
Tal parece que la tormenta no va a detenerse pronto.
—¿Inco? —Llamé su atención, haciéndolo sobresaltar.
—Oh, Liz… ¿Terminaste? —Preguntó con una sonrisa, la cual desapareció gradualmente mientras se quedaba con la boca abierta, antes de voltear hacia la ventana con brusquedad.
—Si, es solo que… ¿Qué ocurre?
—Nada, nada, solo… ¿Quieres que busquemos algo más suelto que esa chaqueta? —Preguntó, con los nervios a flor de piel, pero no puedo hacer más que arquear una ceja, extrañada.
—¿Qué? ¿Por qué…? —Iba a preguntar, pero solo entonces bajo la mirada, notando con claridad dónde está el problema, y me abracé a mi misma al darme la vuelta, sintiendo toda la sangre de mi cuerpo subir a mis mejillas.
Está claro que fuera del baño… hacía más frío de lo que esperaba.
—No vi… casi nada —intentó tranquilizarme, con poco éxito, y yo suspiro por el maldito espectáculo que estoy dando.
—No, descuida, esto fue culpa mía —respondí rápidamente, llevándome una mano a la cara—. Si tienes algo más suelto que esto, de verdad te lo agradecería.
—¡Claro! Solo dame un segundo —dijo al levantarse para dirigirse al armario, y yo le doy la espalda a medida que se mueve para evitar exponerme más.
—Por cierto… ¿Por qué tienes ropa tan holgada? Estoy segura de que esto es varias tallas más grande de lo que sueles usar.
—Si, es que… mis abuelos suelen regalarme ropa cuando nos visitan, pero no suelen acertar en la talla. A veces es más grande, y a veces es más pequeña, pero nunca me quejaría de un regalo de ellos —explicó divertido, y al voltearme ligeramente lo veo retrocediendo de espaldas, claramente evitando mirar en mi dirección.
No creo que necesite hacer eso, la verdad, pero al menos puedo apreciar el gesto de caballerosidad.
—Esta es mucho más suelta, así que… creo que te servirá —dijo al estirar su brazo, extendiéndome una chaqueta gris bastante amplia.
—No exagerabas cuando decías que no aciertan a la talla, esto definitivamente es XXL —dije divertida, con una risa que él acompañó.
—Si, bueno, a veces la ropa suelta es perfecta para usar en casa, es más cómoda. Ahora, yo… voy a ir hacia la puerta, así que…
—Seguro —no pude evitar reír mientras ambos giramos poco a poco como si fuera un juego, espalda contra espalda, para que el humano pudiera llegar a la entrada de su habitación sin ver más de lo que debería.
—Bajaré a preparar un poco de café, y de paso te daré tiempo a cambiarte, antes de traerlo. Oh, y… ¿Liz? —Dijo él, aún de espaldas.
—¿Si?
—Es ropa vieja, así que no te preocupes por eso. Hay una tijera en el cajón del escritorio, puedes usarla para hacer huecos y pasar tu cola, te aseguro que no hay problema —dijo rápidamente, antes de cerrar la puerta detrás de sí.
—¡Gracias! —Exclamé para que pudiera oírme, pero entonces una duda se presenta—. Espera, ¿por qué lo…? No —Iba a preguntar, pero la revelación me golpeó como una camioneta antes de que pudiera hacerlo, y la chaqueta se cayó de mis manos.
Temo comprobarlo, pero lamentablemente mi largo cuello me permite hacerlo sin mover el resto de mi cuerpo del lugar, y al ubicar mi cabeza a mis espaldas… confirmo mis peores temores. La chaqueta sí era ajustada, y en algún momento subió la playera, dejando ver más de lo que me gustaría admitir, porque el pantalón no llegaba hasta arriba completamente. Era por esto que Inco estuvo de espaldas todo el tiempo, maldición, y mientras más lo pienso, con más fuerza presiono mis manos contra mi cara, reparando en el hecho de que jamás, jamás, voy a recuperarme de esto.
…
Jamás.
Notes:
Nota de autor: Si notaron la referencia a How I Met Your Mother… los quiero mucho, y se merecen una estrellita dorada. Como siempre, espero que hayan disfrutado del capítulo, que dejen kudos y comentarios, y me cuenten cosas que les gusten y les disgusten de la historia, que me encanta leerlos. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 14: Heridas abiertas
Summary:
Es como una parte de mí que no puedo dejar ir. Dejémoslo ahí.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Creo que con esto… si, perfecto.
Esta chaqueta es lo suficientemente suelta como para no remarcar mi cuerpo como la anterior, así que con eso debería bastar para no perder la poca dignidad que me queda luego del espectáculo lamentable que acabo de dar frente a uno de mis amigos, el cual de seguro no olvidaré pronto. Solo espero que él sí lo haga.
Luego de que Inco saliera de la habitación, no perdí tiempo en poner seguro a la puerta, e ir en busca de la tijera del cajón para hacer huecos en la ropa tal y como él me permitió, huecos por los que pudiera pasar mi cola. Ya habiéndome ocupado de eso, el único problema que me queda ahora es la falta de un sujetador, y es… divertido el como te das cuenta de lo necesario que es algo en tu vida diaria, en el instante exacto en que ya no lo tienes.
Jesús Raptor, este día no ha sido más que un desastre tras otro, pero al menos puedo decir que no todo ha sido malo. Logré que Inco le diera una oportunidad más a nuestra amistad, por lo que está claro que venir aquí hoy fue la elección correcta, pero no debo olvidar que esto no ha terminado. Prometí que blanquearía la situación del concurso con la dirección, y antes de eso, debemos sentarnos con Olivia y discutir esto entre los tres, tal y como debimos haber hecho desde un principio.
Estoy bastante segura de que esa conversación no irá sin sus problemas, pero si soy honesta, estoy física y emocionalmente exhausta como para pensar en ello ahora, así que ese será un problema para la Liz del futuro… o mejor dicho, para la Liz de mañana por la mañana. Ahora mismo… estoy en el cuarto de Inco, y él dijo que prepararía café, así que supongo que… esperaré aquí, e intentaré relajarme mientras tanto.
Insegura de qué hacer en este espacio desconocido que es la habitación de un chico de mi edad que no es Damien, me siento en su cama mientras examino mis alrededores. Es un cuarto bastante amplio, y a pesar de que tiene algo de decoración, como algunos pósters de películas famosas, está claro que no ha vivido aquí mucho tiempo. Es interesante cómo puedes sentir la presencia de una persona cuando ha habitado un lugar el tiempo suficiente, porque es lo que me ocurre cuando entro a las habitaciones de Damien y Olivia, pero la habitación de Inco… no me dice mucho de él, o tal vez el hecho de que no diga mucho de él es lo que en verdad habla de él.
Inco es alguien que ha pasado la mayor parte de su vida mudándose de un lugar a otro por el trabajo de sus padres, nunca ha tenido amistades duraderas, nunca ha tenido la oportunidad de echar raíces, y esta casa… es solo un paso más en ese proceso, una parada más en el camino. No estará viviendo aquí mucho tiempo antes de mudarse otra vez junto con su familia, para volver a empezar en otro lugar desde cero. O al menos eso creo, porque desde el próximo año podrá elegir qué camino tomará su vida, y será libre de quedarse aquí si así lo quiere. Pero si considero que también es alguien que ha visto buena parte del país en persona, dudo que haya encontrado algo en Volcaldera Bluffs por lo que verdaderamente quiera establecerse.
Aun así, no puede quejarse de las comodidades que tiene. Una mullida cama de dos plazas, una computadora todo en uno de último modelo, una televisión de sesenta pulgadas con un sistema de sonido de alta calidad, y la Xrox que compró con Olivia justo debajo. El armario en el que rebusqué antes está incrustado en la pared, es bastante amplio, y justo al lado, hay un sillón negro de dos cuerpos, con algo de ropa dejada a un costado. Es bastante completa, eso está claro, y aún así se siente… vacía.
Y es entonces que mis ojos caen sobre el escritorio, donde yace… una cámara rota.
—Oh, cielos…
Me imaginé su estado a razón de los pedazos de plástico y cristal que encontré en el pasillo de la escuela, pero verla así… Inco le tiene un cariño inmenso a esa cámara, así que no puedo evitar sentirme mal por su estado actual. ¿Acaso aún funciona?
…
Espero que no le moleste que lo averigue, porque la curiosidad es más fuerte que yo. La tomo con delicadeza en mis manos mientras me siento nuevamente en la cama, y le doy al interruptor sin mayor miramiento. La pantalla se enciende, al menos, y la cámara produce un sonido extraño que se detiene poco después. Si, en su estado actual, dudo que pueda tomar fotografías nuevas, considerando que no recibe imagen de la lente, pero parece que el mecanismo interno todavía funciona, así que no debería ser difícil de reparar en una tienda especializada. Eso sí, sé una cosa o dos sobre los precios de este tipo de cámaras, así que es probable que eso represente un problema.
No teniendo otra cosa que hacer mientras espero a que Inco regrese, ingreso a la galería, solo para ver qué clase de actividades ha estado haciendo con el club de fotografía. Yendo desde la última hacia atrás, las primeras imágenes muestran fotos que tomó en compañía de Jen y su grupo, tanto en el salón del club como en los alrededores de la escuela. Luego hay algunas con Damien, una de ellas siendo una selfie con el dilophosaurus abrazando al humano, con una gran sonrisa que muestra todos sus dientes. Incluso está la foto que nos tomamos nosotros dos la semana pasada en la sala del consejo, espalda contra espalda, sosteniendo pistolas imaginarias como si fuera la portada de una película buddy cop. Y poco después hay… una foto mía con Damien, nosotros de espaldas, tomados de la mano. Esto definitivamente fue en el centro comercial, el día que salimos los cuatro juntos, pero no tenía idea de que Inco nos había tomado una foto.
…
Definitivamente debo pedirle una copia luego.
Al avanzar un poco más, encuentro una foto con Lunara posando frente a la cámara, y justo después, encuentro las fotos que tomó con el temporizador en la casa de Damien durante la fiesta de fin de verano, y una risa se me escapa mientras aprecio como el aparato captó en diez imágenes toda la escena, desde el momento en que Damien y Olivia lo sujetaron, hasta el instante en que lo sumergen en la piscina. Ese fue un buen día, y también fue el momento en que comencé a acercarme más a Inco, de hecho.
También hay varias fotos de edificios modernos y antiguos, caminos, e incluso del bosque cerca de St. Hammond. Llego entonces a la foto del cuadro de Olivia, la que Inco tomó al inicio del año escolar, sin saber que su autora era la baryonyx. Curiosamente, desde este punto, no hay fotos de personas a la vista a menos que las mismas estén de fondo, ni siquiera de su familia. ¿Tal vez guarda esas fotos en el celular? No, él dijo que prácticamente no usaba la cámara del celular a menos que de verdad la necesitara, así que puede que todo lo que le importe esté aquí mismo, en la memoria de la cámara. Con razón es tan celoso con este aparato.
Retrocediendo un poco más, puedo apreciar fotos de esta misma casa, que de seguro fueron tomadas el día de la mudanza, considerando las cajas en varias habitaciones de otra forma desocupadas. Antes, fotos del camino, más paisajes, ciudades a lo lejos. Tal vez tomadas cuando venía hacia aquí. Y luego hay… fotos de su anterior escuela.
El lugar tiene un estilo de arquitectura más bien brutalista, con poco lugar para el verde, y no se ven tantas facilidades para saurios. Asumo que no hay tantos saurios en Chicago, de la misma forma que no hay tantos humanos en Volcaldera Bluffs… claro, siempre y cuando ignores la zona de Skin Row. Y la mayoría de las personas en Volcaldera están más que conformes con ignorar Skin Row, tanto que bien podrían ser las lejanías, las tierras que no toca el sol en “El Rey León”.
Sigo retrocediendo con curiosidad lo que parecen ser los alrededores de esa misma escuela, y por primera vez veo algo que realmente salta a la vista: una foto en primer plano, y no de un lugar, sino de alguien. En ella aparece una velociraptor de color café y cabello largo oscuro, usando camisa blanca y falda azul, sentada en un escritorio junto a la ventana, admirando el atardecer. Es la única foto que Inco tiene de una persona de esta época, y si me guío por su aspecto, puedo asumir que la persona en efecto es la chica de la que me habló el día de la fiesta de fin de verano.
Esa… es Noelle.
La foto en sí es una pieza preciosa, Inco logró captar el momento perfectamente, y casi puedo sentir que estoy ahí, en esa aula vacía, frente a quien en un momento fue el objeto de su afecto. Y es entonces que una sensación desagradable me invade, cuando recuerdo lo que me había dicho ese mismo día, en el auto.
“Resulta que no todos creen que las relaciones interespecie sean posibles, y cuando una de sus amigas la molestó con que nosotros éramos muy cercanos, Noelle hizo un gesto y un sonido que no olvidaré con facilidad. Cuando me miró… supongo que esperaba que me uniera a la broma, pero forzar una sonrisa para ella en ese momento fue una de las cosas más difíciles que he hecho jamás.”
Supongo que esta foto se tomó tiempo antes de que eso ocurriera, y de repente me siento mal por Inco. Si Damien me hubiera hecho algo así… siendo sincera, creo que nunca me habría recuperado, tal vez no hubiera sido capaz de lidiar con el rechazo. Pero el de Inco es un caso diferente; la barrera de especie se interpuso, y ese fue el resultado. Aún así, no deja de ser terrible ser rechazado por alguien por quien tenías esa clase de sentimientos, por algo sobre lo que no tienes control, algo que no elegiste ser, y no puedo evitar sentir cierto enojo por lo que le ocurrió, por lo que ella le hizo sentir… pero no tiene sentido desperdiciar energías en eso. Está en el pasado, y no puedes dejar que el pasado te ate, porque no podrás mirar hacia adelante. Eso lo entiendo, pero Inco… ¿Él lo entiende, o sigue aferrado al pasado? ¿Acaso aún guarda esta foto porque no la ha dejado ir? ¿O simplemente no suele desprenderse de las fotografías que toma, sin importar los recuerdos asociados a ellas? Sé que yo lo haría.
Pero no tengo oportunidad de reparar en ese pensamiento, porque Inco empuja la puerta de su habitación mientras trae consigo una bandeja con dos tazas, y se congela al verme con la cámara en mis manos. En respuesta, yo también me congelo, como si fuera un ciervo frente a los faros, al considerar por primera vez que tal vez me extralimité al revisar su galería. En tanto, Inco parpadea varias veces, su atención completamente centrada en el aparato en mis manos, antes de levantar la mirada.
—¿Funciona? —Preguntó él, sorprendiéndome, pues no era lo que esperaba oír.
—Uh… si, encendió normalmente, y no parece que el mecanismo interno esté dañado. Pero no recibe imagen, así que tendrás que enviarla a reparar.
—Bueno… al menos no todo está perdido —suspiró él con una sonrisa cansada, dejando la bandeja sobre el escritorio y sentándose en la silla frente a mi mientras que yo le ofrezco la cámara, no sin antes salir de la galería—. El tuyo tiene dos de azúcar.
—E imagino que el tuyo tiene cinco, ¿verdad? —Pregunté al tomar la taza con ambas manos, acercándola a mis labios al tiempo que me deleitaba con el aroma.
—No me molestes —rió él, dando un largo sorbo a la par mía—. ¿Está bien?
—Delicioso —dije satisfecha, notando que el humano está completamente centrado en el aparato sobre el escritorio, aún encendido—. ¿Inco?
—¿Qué? Oh, lo siento, es solo que me preguntaba si… viste algo.
Rayos. No, no debería mentir al respecto, sobre todo ahora, luego de lo que pasamos.
—Espero no te moleste, pero… de hecho, lo hice —dije, apologética—. Fui desde las últimas fotos hacia atrás, hasta la de… una chica raptor en un escritorio, junto a la ventana —apunté, curiosa por su reacción ante la descripción, pero en sus ojos solo veo melancolía, añoranza—. Esa es Noelle, ¿verdad?
—Si.
—Llámame loca, pero… es demasiado parecida a…
—Lo es —me interrumpió al instante—. Créeme que lo sé.
La verdad no creí que lo admitiría con tanta facilidad. Imaginé que era un tema más delicado, pero no parece que sea el caso. De ser así, tal vez pueda preguntar.
—¿Es eso lo que te…?
—Me gustaría decir que no, pero… es posible que eso haya jugado una parte en todo esto. Supongo que la extrañaba tanto que… quería llenar ese espacio vacío de alguna forma. ¿Sabes? Y lo único que me trajo intentarlo fue… esto —dijo al correr su manga derecha, exponiendo su brazo vendado.
Si asumo que Inco trató el área afectada, entonces esto podría ser peor de lo que imaginaba, porque todo su antebrazo está cubierto. Y al verlo, succiono aire por mis dientes apretados, genuinamente preocupada.
—Parece que todavía no hemos hablado del otro elefante en la habitación —dije, antes de mirarlo a los ojos.
—¿Tenemos qué? —Preguntó él, con una sonrisa cansada.
—Habrá que hacerlo tarde o temprano —respondí, pero al ver que él no estaba dispuesto a dar el primer paso, decidí tomar la iniciativa—. ¿Por qué te hizo eso?
—Fue una… discusión que se salió de control.
—¿Solo eso? Porque dijeron que ella te atacó por la espalda —ante mi afirmación, él parece quedarse sin palabras, y está más que claro que no está dispuesto a contar su parte de la historia—. Escucha, sé que debe ser difícil enfrentar lo que ocurrió con ella, pero… esto no es algo que puedas barrer bajo la alfombra. La escuela ya lo sabe, la familia de Lunara también… tus padres también van a saberlo.
—No estoy seguro de eso —negó al instante, su mirada clavada en el suelo—. ¿Sabes lo último que escuché de ellos? Nada, pero sí me dejaron una nota el lunes por la mañana, avisando que estarían fuera de la ciudad, pero no tengo idea de a donde fueron, ni cuánto tardarán en regresar.
—¿Fuiste al hospital tú solo? —Me atreví a preguntar, sorprendida, pero cuando él levanta la vista, solo veo confusión.
—No fui al hospital, Liz.
—¿Qué? Pero… pero ayer vinimos con Damien a buscarte, y nadie respondió —dije preocupada, y él se llevó una mano a la nuca.
—Cuando llegué a casa, creo que me des… me dormí, solo por unos minutos —intentó corregirse al último momento, demasiado tarde.
—Inco…
—Por favor, no me veas con esa cara —dijo con una sonrisa cansada, negando con la cabeza—. No es nada grave.
—Muestrame.
—¿Qué?
—Tu brazo —insistí, pero él desvió la mirada una vez más, tragando saliva—. Inco, por favor, sé una cosa o dos de primeros auxilios. Si el corte es profundo y no lo lavaste bien, podría infectarse, así que déjame verlo, ahora.
—Está bien… de acuerdo —aceptó finalmente, quitándose la chaqueta verde lentamente, y extendiendo su brazo derecho para que yo pudiera revisarlo.
—El vendaje es un desastre —las palabras se me escapan al acercarme, y él fuerza una risa.
—Lo sé, pero es… lo mejor que pude hacer.
—¿Cuántas veces lo cambiaste?
—¿Cambiarlo?
—Jesús Raptor… —suspiré incrédula, antes de tomar su brazo con delicadeza—. Voy a quitar todo esto, dame un segundo —avisé justo antes de tirar de la cinta de papel, provocando que el humano apretara los dientes y gimiera por el dolor, y de repente recuerdo que no estoy tratando con alguien con escamas, y que además es alguien con una resistencia mucho menor a la de un saurio—. Lo siento.
—Está bien, continúa.
Luego de quitar el resto de la cinta con más delicadeza, procedo a despegar las gasas ensangrentadas de su brazo para ver la extensión del daño, y… oh… dios. La herida es bastante grande, y puedo ver cuatro puntos de entrada de un lado, y uno solo del otro, claramente coincidiendo con la mano derecha de Lunara. Y la forma en que cada punto se abre hacia el mismo lado me dice que tiró de él con una fuerza considerable.
—No se ve nada bien —murmuré sin poder evitarlo—. Te hundió las garras en el brazo.
—Fue un accidente.
—¿Dónde está tu botiquín? —Pregunté al instante, y él parece dudar por un momento.
—Las cosas del botiquín… están en el baño.
—Quédate aquí, y no toques la herida. Ahora vuelvo.
—Liz, no hace…
Pero no me quedo a escuchar el resto, porque esto no es algo que pueda dejar estar, ya que si lo hace… el problema podría volverse peor de lo que ya es. Una vez en el cuarto en el que me duché antes, revisé rápidamente el botiquín en busca de todo lo que necesitaba, y salí del baño sin siquiera molestarme en cerrarlo. Subiendo las escaleras de regreso a su habitación, encontré a Inco concentrado en la herida, antes de levantar la vista frente a mi presencia, y a lo que traje.
—¿Qué es eso?
—Clorhexidina, para desinfectar —dije mientras me sentaba en su cama otra vez, dejando todas las cosas sobre la mesa de noche.
—No, ese pomo…
—¿El Neolithin? Es para tratar y cicatrizar heridas en saurios, pero también sirve en humanos. Tendrás que usarlo mañana, cuando cambies las vendas otra vez —expliqué, solo entonces cayendo en la cuenta de lo que acabo de responder—. Lo tenías en tu botiquín, ¿y no lo sabías?
—Creo que mis padres compraron un paquete básico de primeros auxilios, y todo eso estaba incluido. Ayer solo usé jabón blanco, alcohol, y lo vendé todo… creí que con eso bastaría.
—Dios, Inco…
—No hace falta que lo digas.
—No, parece que no —dije al suspirar, quitando la tapa al spray, y tomando su brazo por la muñeca—. Ahora estate quieto, y… solo… aguanta un poco.
—¿Por qué…?
No llegó a completar la pregunta cuando su piel entró en contacto con el químico, apretando los dientes y gimiento por el ardor mientras yo aún sostenía su brazo.
—Si, lo sé, es la peor sensación del mundo, pero… aguanta.
El asiente en respuesta, y para cuando aplico el spray a la quinta y última herida, parece que el humano lo está llevando mejor… claro, si ignoro las lágrimas asomando en sus ojos. Si, lo entiendo, créeme que lo entiendo.
—¿Puedo limpiarlo ahora? —Preguntó, inquieto.
—No vas a limpiarlo, tienes que dejar que el antiséptico actúe por un momento, y luego lo vendamos otra vez… y esta vez, lo hacemos correctamente —le dije con una mirada significativa, y él rió en respuesta.
—Voy a necesitar tu ayuda, entonces.
—Cuenta con ello —acepté al soltar su muñeca, y él se queda admirando las heridas tanto como yo… heridas que claramente van a dejar una cicatriz—. ¿Qué fue lo que pasó entre ustedes? Para que Lunara te lastimara así, quiero decir… —Me atreví a preguntar, pero una vez más, él parece reacio a responder—. Considerando que estaban saliendo, imagino que fue algo lo suficientemente grave como para…
—No estábamos saliendo —negó, forzando una risa—. Era el único que creía eso. Para ella, yo solo era… un lindo proyecto de ciencias. Quería, según sus propias palabras, adiestrarme… como si fuera una maldita mascota —explicó, casi escupiendo las últimas palabras, y a mi me toma un momento comprender lo que acabo de oír.
—¿D-disculpa? —Es lo único que puedo decir, boquiabierta.
—Así como lo oyes. Alguien sumiso y maleable, dijo…
No puedo evitar apretar los dientes, porque para ser sincera yo también tenía esa impresión de él. Lo había comentado con Damien y Olivia poco después de la fiesta de fin de verano, e incluso les había dicho que estaba preocupada de que eso llevara a que alguien se aprovechara de él… como al parecer finalmente ocurrió. Pero tal vez no sea un buen momento para mencionar eso, es lo último que él necesita escuchar, y francamente… soy la última persona que debería decir algo de Lunara.
La gente que vive en casas de cristal no debería arrojar piedras, y todo eso.
—¿Te lo dijo ella misma?
—No, Julianne me dijo lo que escuchó de su propio hocico en las duchas, y cuando fui a encararla al respecto, su expresión me dijo todo lo que necesitaba saber. Era cierto, pero ella nunca lo admitiría, y trató de convencerme de que, sea quien fuera el que lo había dicho, se lo estaba inventando, pero ya no podía creerle. Intenté irme, alejarme de ella y terminar con el asunto, pero Lunara me detuvo. Lo cual resultó en… esto.
Soy incapaz de pronunciar palabra en respuesta, porque la situación parece irreal, tan irreal como lo era ayer por la tarde. ¿Que ella lo consideraba una mascota? ¿Es eso una maldita broma? No conocía bien a Lunara, pero sabía que era amiga de Mia, por lo cual era más que obvio que ambas estaban cortadas por la misma tijera, pero esto… hay tantas cosas que quiero decir al respecto, pero ninguna que debería decir ahora mismo, no frente a Inco, y no cuando esto ocurrió apenas ayer.
—¿Has hablado con ella desde entonces?
—Me envió un mensaje, quería que habláramos, pero… no le respondí.
—¿Por qué?
—Porque no sé qué hacer, Liz —dijo al suspirar con pesadez—. Cuando la enfrenté al respecto, pude ver a la verdadera Lunara, aunque fuera por un instante. Es alguien muy diferente de quien creía conocer, y claro, ella también me lastimó, no hay duda de eso. Pero recuerdo su expresión en ese momento, cuando yo estaba en el suelo… estaba claro que ella había perdido el control de la situación, que no quería hacerme daño realmente. Y aún así… yo…
—Sientes que estás frente a una encrucijada.
—Si —admitió, su mirada clavada en la alfombra—. ¿Qué debería hacer?
—Hay un consejo que mi papá me dió una vez: “si ves un desvío en el camino, tómalo.”
—¿Qué significa eso?
—Que por más que estés paralizado frente a la idea de elegir, debes hacerlo. Es la única forma de avanzar. La verdad es que no conozco a Lunara lo suficiente como para decir cuál sería la elección correcta, pero… tal vez de verdad debas hablar con ella, por más que sea difícil —le di mi honesta opinión, pero los ojos de Inco no se despegan del suelo—. No quieres hacerlo, ¿verdad?
—¿Está tan mal solo querer esconder la cabeza en la tierra e ignorar el problema?
—Eso déjaselo a las avestruces —dije con una sonrisa—. ¿Es solo porque no quieres tratar con ella luego de lo que ocurrió entre ustedes, o porque temes que el recuerdo de Noelle, su parecido, afecte la forma en que tratarás con esto? —Pregunté, lo cual provocó que él levantara la vista de golpe, como si hubiera leído sus pensamientos.
—¿Cómo lo…?
—Considerando que aún tienes su foto en la cámara, da la impresión de que está más presente en tu mente de lo que tu crees. Y no es difícil darse cuenta de que significó mucho en tu vida.
—Lo hizo —aceptó él, asintiendo con una sonrisa tímida—. Fue mi mejor amiga, alguien a quien le contaba absolútamente todo, una persona que siempre estaba ahí para mí. Pero cuando ella desapareció de mi vida, dejó un hueco que aún no he podido llenar. Un hueco que tal vez nunca podré llenar.
—Y es por eso que tengo que preguntar… ¿De verdad te gustaba Lunara? ¿O solo…?
—Creo que… me gustaba más la idea de que me gustara, si eso tiene algo de sentido. Porque ella ya había mostrado interés en mí, y quería creer que a razón de eso las cosas esta vez sí saldrían bien, que ella no desaparecería a la primera oportunidad —decía él, forzando una risa—. Es patético, no creas que no lo sé, solo soy alguien con… problemas de apego, porque la gente en mi vida nunca se ha quedado a mi lado por mucho tiempo. Todos se van tarde o temprano, y creí que había aprendido a aceptarlo con el tiempo, pero está más que claro que no. Yo solo… solo quiero algo real, con alguien que no solo quiera sacar ventaja de mi de alguna manera, alguien que siga ahí en la mañana, alguien que no me de la espalda a la primera oportunidad.
—Inco… —musité con preocupación, al momento en que tomaba sus manos en las mías—. Ya hay gente en tu vida que cumple con eso. ¿Crees que Damien quiere sacar provecho de ti? El bastardo solo quiere ser amigo de todo el mundo, y que sus amigos sean amigos de sus otros amigos. Estoy segura de que Jen y su grupo están encantados de tener a su lado a alguien que ama tanto la fotografía como ellos. Lo que ocurrió con Olivia, lo que ella hizo, fue cuando ni siquiera se conocían, y puedo asegurarte que ella está arrepentida por lo que ocurrió, que ha empezado a verte como un muy preciado amigo. Y yo… y yo también lo he hecho —digo, apretando sus manos sin poder evitarlo—. Lamento lo que te hice pasar, no voy a tratar de excusarme, pero quiero que sepas que te considero un gran amigo, y eso nunca fue una mentira.
El humano no levanta la vista para encontrarme, pero si puedo ver una tímida sonrisa asomando en sus labios. Solo espero que entienda que hay gente en su vida ahora mismo que de verdad se interesa y se preocupa por él.
Y eso no cambiará en el futuro cercano.
—Gracias Liz —musitó él—. De verdad lo aprecio.
—Cuando quieras —respondí de la misma forma, soltando sus manos—. Solo lamento que hayas tenido que lidiar con lo de Lunara… justo después de lo que yo te hice pasar, ni mucho menos.
—Ayer definitivamente no fue mi día —dijo con una risa cansada, bebiendo el resto del café, antes de dejar la taza sobre la bandeja.
—Entonces… ¿Cuándo hablarás con tus padres de esto?
—No pienso hacerlo.
—¿Qué? —Pregunté casi por reflejo, negando con la cabeza—. Inco, esto no es… escucha, tienes que hablarles de lo que ocurrió.
—No tengo que hacerlo, porque ellos no van a enterarse de una forma u otra.
—La escuela va a comunicarse con ellos tarde o temprano.
—Si ni siquiera yo logro comunicarme con ellos cuando los necesito, dudo que la escuela pueda.
—Inco, esto es más grave de lo que quieres creer que es —dije al mirarlo a los ojos—. Si la escuela no logra comunicarse con ellos luego de una situación como esta, eso dará lugar a otras preguntas, como… ¿Acaso este chico está criándose en un ambiente seguro, bajo la protección y supervisión parental adecuada?
—Soy un adulto.
—A los ojos de la ley no, no lo eres —dije al tomar su brazo por la muñeca otra vez, y él no opone resistencia.
Procedo a usar gasas estériles para limpiar su brazo, antes de aplicar nuevas gasas, y cinta de papel para mantenerlas en su lugar. No soy una experta en esta clase de cosas, ni mucho menos, pero al menos este vendaje no se moverá de su lugar como el anterior. No sé si Inco lo sabrá, pero esto definitivamente dejará una muy fea cicatriz. Probablemente no sea lo que necesita oír ahora mismo.
—¿Qué voy a decirles?
—La verdad —respondí al instante, soltando su brazo—. No hiciste nada malo, ellos tienen que saber eso. La escuela se comunicó con la familia de Lunara, y su madre dijo que estarán a disposición tuya y de tu familia, por la forma en que elijan proceder. Si van a tratar solo con la escuela, o involucrarán a la policía por asalto —la sola palabra lo hace levantar la vista de golpe, y ahora lo veo más dudoso que antes—. Antes de venir aquí le envié un mensaje a la directora, para avisar que estabas bien y en casa, y me pidió que te dijera que fueras con tus padres mañana durante la tarde. Créeme, tienen que saber esto, lo antes posible.
—No… creo que les importe lo suficiente como para volver antes de su viaje.
—Eso es ridículo. ¡Son tus padres! —Exclamé exasperada, pero él fuerza una risa.
—A mis padres… prácticamente no los he visto desde que nos mudamos aquí. Lo único que recibo de ellos es la ocasional nota en el refrigerador, o tal vez un mensaje en el celular para avisar que no estarán en casa, pero casi nunca me dicen donde, por cuanto, ni por qué —respondió rápidamente, casi dejando salir todo en una cascada de palabras, antes de recostarse en la silla con un profundo y cansado suspiro, mirando al techo—. A veces me pregunto… si aún les importo. Aunque sea un poco.
Me encantaría decirle que sí, que les importa, que no hay duda de eso, pero por lo poco que sé, no parece que Inco tenga una relación particularmente buena con sus padres. No puedo hablar de algo de lo que realmente no tengo idea.
—Siempre creí que nuestras familias eran parecidas, pero parece que eso no podía estar más lejos de la realidad —es lo único que puedo decir en simpatía, y el humano se inclina hacia adelante.
—¿Qué hay de tí? ¿Qué tan seguido hablas con tus padres?
—Al menos dos veces por semana, creo —respondí, pensativa—. Suelen llamarme durante la noche, me cuentan de su día, y yo les cuento del mío. De hecho, se sorprendieron bastante cuando les dije que me había unido al equipo de atletismo.
—¿Qué dijeron? —Preguntó, divertido.
—Ambos se preocuparon, porque hasta ahora todo mi tiempo extra había sido dedicado al consejo estudiantil, y a varios trabajos para la galería Red Door —expliqué, y él me mira con una ceja arqueada—. Alena, la dueña, es amiga de mis padres, y me ha dado trabajos dedicados a la exposición y conservación de arte para ir añadiendo a mi currículum… mostrando lo seria que soy al respecto de mis aspiraciones. Y también le estoy presentando mis propios trabajos, esperando venderlos por medio de su galería hasta que abra mi propio negocio. Claro que, hasta ahora, no he vendido ninguno… pero estoy segura de que eso cambiará cuando le presente un trabajo excepcional. Y desde ese punto, me haré más conocida como artista, y la gente ya reconocerá mi nombre cuando comience a trabajar como comerciante de arte.
—No deja de sorprenderme lo bien planeado que lo tienes todo. Quiero decir, antes me dijiste que habías armado una línea de tiempo de diez años en el futuro. Y mientras tanto, yo… ni siquiera sé qué haré la semana que entra… no, ni siquiera sé que estoy haciendo ahora mismo.
—Si, creo que deberías empezar a considerar bien tus opciones —dije con una pequeña risa—. Desde que nos conocimos, siempre que hablamos del futuro, me has dado respuestas vagas y diferentes. Que querías ser un influencer, que querías publicar en una revista dedicada a la fotografía, que querías lograr la siguiente gran cosa, que querías encontrar el amor, que… —sigo enumerando, pero considerando la expresión de Inco, creo que dejé en claro mi punto—. Escucha, si quieres mi opinión, tener un objetivo claro te beneficiará a futuro. Saber exactamente por lo que estás trabajando, porque si llegas a lograr algo por pura suerte… no se sentirá tan bien, como si lo haría saber que trabajaste duro para alcanzar ese objetivo en particular.
—¿Sabes cómo me siento en ese aspecto? Como… como una tabla flotando a la deriva. Siento que terminaré en el lugar al que me lleve la corriente.
—¿Y eso es lo que quieres?
—Dios, claro que no —negó al instante, casi asqueado por la idea—. Pero no sé qué puedo hacer al respecto, no sé… qué es lo que quiero para mi futuro.
—Escucha, esto es algo que funciona para mi, y no sé si tendrás interés en eso, pero… tal vez quieras hacer una lista.
—¿Una lista?
—De objetivos —aclaré, inclinándome hacia adelante—. Antes, solía hacer una lista con las cosas que quería lograr durante el año, y cada vez que completaba una tarea, la marcaba y me daba una pequeña recompensa —le decía, viendo como la sonrisa de Inco crecía con cada palabra—. Basta.
—No dije absolútamente nada.
—Conozco esa mirada, sé lo que estás pensando, y… apenas estás aguantándote la risa —son mis últimas palabras las que provocan que estalle, tapándose la boca con el puño—. No necesito confirmación de que soy rara, lo he sabido toda mi vida.
—No he dicho nada mínimamente parecido —respondió al calmarse, inclinándose hacia adelante con curiosidad—. Y… ¿Qué clase de recompensa te dabas?
—No lo sé, podría ser un dulce que quería probar hacía tiempo, almorzar en mi restaurante favorito, o incluso comprar algo que no era absolútamente necesario, pero que valía la pena tener. De hecho, la última vez compré un masajeador para cuello largo, y créeme, la mejor inversión que he hecho en toda mi vida.
—Imagino que sí. Y… ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste?
—Hace… tres o cuatro años, creo.
—¿Por qué no lo has hecho desde entonces?
—Porque durante los últimos años todo mi tiempo estuvo dedicado a trabajos de arte, y al consejo estudiantil, todo para alcanzar mi objetivo final. Para conseguir mi trabajo soñado, para ser propietaria de una casa de dos pisos cerca de la playa de Volcaldera, y para… —decía, dejando las palabras en el aire, no dispuesta a completar la idea.
—¿Y para…?
—Eso es todo —dije rápidamente, porque el último ítem… es algo vergonzoso de poner en palabras, pero considerando la expresión de Inco, su sonrisa, estoy segura de que imagina lo que es con exactitud.
—Ajá… ¿Entonces no has tenido ningún otro objetivo en los últimos años? ¿Nada?
—Bueno… supongo que he considerado una o dos cosas, cosas que he postergado para más adelante, pero…
—¿Y por qué no hacer una lista de ellas? —Preguntó, extrañado.
—¿Sabes? Esa… no es una mala idea. Es más, ¿qué tal si hacemos una lista compartida?
—¿Compartida en qué sentido?
—Ponemos nuestros objetivos en una misma lista, y competimos para ver quien logra todos antes de que termine el año.
Nunca he hecho algo parecido al día de hoy, pero mientras más lo pienso… mejor suena, y tomarlo como una actividad que realizar al mismo tiempo con alguien más podría empujarnos a cumplir objetivos que de otra forma dejaríamos de lado, o para más adelante.
Sé que hay cosas que yo misma he hecho a un lado para centrarme en las que consideraba prioridades, pero me he dado cuenta de que también hay otras que me gustaría hacer durante mi último año como estudiante de secundaria, tal y como lo fue unirme al club de atletismo. Y viendo la expresión del humano, parece tener la misma idea.
—De acuerdo, estoy dentro.
—¡Perfecto! ¿Tienes papel y dos plumas de colores diferentes? —Pregunté, y él se giró al escritorio para sacar del cajón un cuaderno anillado de tapa verde, y las dos plumas.
—Aquí tienes. ¿Para qué plumas de colores diferentes?
—Porque esta es una actividad de a dos. Escribiremos una lista entre los dos, al mismo tiempo, y será fácil identificar quién escribió qué. Yo usaré la roja, y tú la azúl.
—¿Seguro que no es más fácil tener dos listas separadas?
—Na-ah, porque de esta forma ninguno de los dos podrá hacer trampa.
—No sé por qué haría trampa en un objetivo autoimpuesto, pero seguro, claro —dijo divertido, mientras yo coloco el cuaderno abierto sobre la mesa de noche junto a la cama, invitándolo a acercarse.
—¿Cuál será tu primer objetivo? —Pregunté al ofrecerle la pluma azul, la cual toma mientras aún está sumergido en sus pensamientos.
—Será… aprender a conducir, sacar mi licencia.
—¡Bien! Ese es un buen inicio. Puedo ayudarte a practicar, si así lo quieres.
—De hecho, eso sería de mucha ayuda —sonrió mientras escribía, antes de centrarse en mí nuevamente—. ¿Qué hay de tí?
—Si es aprender algo nuevo, sería… a bailar.
—¿No sabes bailar?
—¿Tú sí?
—Puedo defenderme con algo formal.
—¿Qué hay de algo informal?
—De hecho, nunca he…
—¿Lo anoto para ambos?
—Hazlo.
—También quiero visitar el campo de lavandas, del jardín a las afueras de Volcaldera, hace… mucho tiempo que quiero hacerlo, pero lo he postergado por años.
—¿Alguna razón en especial?
—Fuí ahí con mis padres y mis abuelos cuando era pequeña. Las flores de lavanda, su perfume… son algo que me da paz mental desde entonces. Tal vez no lo hayas notado, pero mi perfume es de lavanda.
—Si, lo noté antes, cuando me… abrazaste —dijo al desviar la mirada, y yo no puedo evitar apenarme cuando recuerdo que, efectivamente, hice eso.
—Oh, cierto… —es todo lo que puedo decir, antes de aclarar mi garganta—. En fin, ¿qué más añadimos?
…
Desde ese punto, nuestra tormenta de ideas poco a poco va quedando plasmada en la primera página del cuaderno, con anotaciones sobre anotaciones, direcciones, planes, garabatos, y varias cosas tachadas. También estamos hablando durante todo el proceso, y cada vez resulta más natural ver lo que escribió el otro y escribir justo al lado para continuar la idea o responderle. Pero los ítems, nuestros objetivos, están más que claros.
En algún punto, la tormenta en el exterior deja de importar, el resto de los problemas fuera de esta habitación dejan de existir, y solo estamos nosotros, aquí y ahora. Riendo mientras discutimos nuestros planes para el futuro, nuestros objetivos, lo que esperamos lograr, lo que definitivamente vamos a conseguir.
Después de casi una hora, la lista finalmente está completa, o al menos eso parece.
Y lo único que resta ahora… es cumplir cada uno de sus objetivos.
“Objetivos para nuestro último año de secundaria - Inco G. Nito & Liz Farlane”
*Aprender a conducir y sacar mi licencia [Inco] - Te ayudaré con esa (Liz)
*Aprender a bailar [Inco & Liz] - Hay un lugar que da clases en el centro, lo buscaré luego (Liz) → “Groove Up”
*Visitar el jardín botánico de Volcaldera [Liz] → “Jardín Castillo” ← Combinar con visita del club de fotografía (Inco) - Espero a Jen no le moleste llevarme con ustedes (Liz)
*Volverme tendencia en internet por una buena razón [Inco] - Intenta no hacer el ridículo como cierta gente en ClipTalk, por favor (Liz) - ¿Qué tal con bailes de Fortnite? (Inco) - Dejo constancia y registro de que te golpeé en el costado antes de que terminaras de escribir eso (Liz) - Y yo dejo constancia de que ahora tengo una costilla rota (Inco)
*Tomar fotografías de todos los puntos de interés en Volcaldera Bluffs [Inco] - Luego te haré una lista de los que conozco, pero pídele ayuda a Jen con esa (Liz)
*Visitar el acuario [Liz] - ¿Alguna razón en particular? (Inco) - Fuí con mis padres cuando era pequeña, quiero saber si todo es tal cual lo recuerdo (Liz)
*Subirme a la vuelta al mundo de la feria en los muelles [Liz] - Ese es un buen punto para una cita, por cierto (Inco) - Créeme que lo sé, pero lo anoto principalmente porque de pequeña nunca lo hice por miedo, y quiero solucionar eso (Liz)
*Ganarle a Damien en una carrera [Inco] - Te recomendaría objetivos realistas (Liz) - No sabes de lo que soy capaz (Inco) - Y claramente tu tampoco (Liz) - ¿Podemos dejarlo en “Ganarle a Damien”? En lo que sea, aunque solo sea “piedra, papel o tijera” (Inco) - Lo sigo viendo difícil, pero suena más factible (Liz)
*Crear mi mejor pieza artística a la fecha, y venderla [Liz] - La de la cabaña de tu abuelo estaba muy bien (Inco) - Quiero algo más grande que eso (Liz) - ¿Un edificio? (Inco) - Já (Liz)
*Participar en las estatales con el equipo de atletismo, y ganar [Inco] - ¿Sabes la clase de atletas que verías ahí? (Liz) - Prometo que voy a esforzarme al máximo (Inco)
*Ser reclutada por una de mis primeras opciones de universidad [Liz] - ¿Marshland-U? (Inco) - Queda cerca de Volcaldera y tiene una gran reputación (Liz)
*Confesarme al amor de mi vida antes de la graduación [Liz] - ¿De verdad necesitas tanto tiempo para prepararte? (Inco) - Si, lo necesito (Liz) - También podrías poner su nombre, no es como si fuera a verlo (Inco) - Eso no lo sabes (Liz)
*Encontrar el amor [Inco] - No puedo creer que de verdad lo escribiste (Liz) - La tuya es parecida, no puedes hablar (Inco) - De hecho, esa es la razón por la que puedo (Liz)
Recompensa: Una vez completes los siete objetivos, el otro tiene que conceder un favor. SIN EXCEPCIÓN.
—En serio, no creí que de verdad lo harías tu último objetivo —no puedo evitar reír al levantar la vista, mientras Inco se lleva una mano a la nuca.
—El tuyo no es muy diferente, así que dije… ¿por qué no?
—Bueno, luego de lo que pasó con Lunara, no creí que… —iba a continuar, pero viendo la expresión de Inco, tal vez eso no sea lo correcto—. ¿Demasiado pronto?
—Para nada. Pero no me he rendido, eso te lo aseguro —respondió con optimismo, antes de reparar en lo último que anoté—. Y esto… ¿Qué clase de favor?
—Algo razonable, y nada fuera de lugar, por supuesto —respondí rápidamente.
—A medida que nos acerquemos a la graduación, estoy bastante seguro de cómo usarás tu favor si llegas a completar la lista.
—Me alegra que empieces a conocerme —dije con una sonrisa confidente—. Y si, cuando llegue el momento, estoy segura de que voy a pedir tu ayuda, así que está en mi mejor interés el completar la lista lo antes posible. ¿Tú qué favor pedirías?
—No tengo la más mínima idea. Supongo que tengo tiempo para pensarlo, ¿eh?
—Otra vez, siempre y cuando no sea nada fuera de lugar, te ayudaré en lo que sea.
—Y… ¿Crees que podremos completar la lista antes de terminar la secundaria?
—Si nos ponemos a ello, yo lo veo bastante factible. Solo hay que seguir intentándolo, como dice Damien —respondí con optimismo, uno que él parece compartir.
—Tienes razón —aceptó, quedando pensativo después—. Por cierto, ¿quién guardará la lista? El cuaderno, quiero decir.
—Podríamos dejarlo en la sala del consejo estudiantil, tengo un cajón con llave en mi escritorio —dije al instante, antes de reparar en un detalle importante—. Quiero decir… si tienes pensado regresar, claro —continué con delicadeza, porque antes de que habláramos del tema, Inco tenía intenciones de abandonar tanto el club de atletismo como el consejo estudiantil. Solo espero que haya cambiado de opinión al respecto.
—Creo que… no me sentiría bien si no cumplo mi parte del trato —dijo con timidez, llamando mi atención—. Te prometí que te ayudaría, ¿recuerdas? Nuestro trato, el día de la fiesta de fin de verano —apuntó él, y yo no puedo evitar soltar una pequeña risa, antes de asentir.
—Cierto… gracias Inco, me alegra que sigas a bordo.
—Por supuesto —dijo él al ofrecer su puño derecho, uno que choqué gustosa.
La televisión ha estado encendida como ruido de fondo desde hace un buen rato… y es solo ahora que nos quedamos mirándola. Se trata de un programa de chismes, con dos saurias mayores discutiendo y criticando a la sociedad, apuntando que los jóvenes adultos de hoy en día no tienen las mismas ambiciones que la gente de antaño. Aún así, es divertido notar que están completamente desconectadas de la juventud que tanto critican, atribuyendo la violencia en el mundo a los videojuegos como Fortnite, el cual fingen jugar en una televisión a pantalla compartida cuando incluso yo sé que eso no es posible, usando controladores viejos con el cable cortado.
Y es ante esa discusión que mi mirada cae sobre la consola descansando en el mueble debajo de la televisión, la que Inco compró junto a Olivia hace unas semanas. El aparato tiene tantos detalles estéticos que destaca en comparación a todos los aparatos en la habitación, que básicamente están casi nuevos. Y aún así…
—Parece que la Xrox encontró su hogar —comenté, y él soltó una pequeña risa.
—La he estado disfrutando mucho… más de lo que esperaba.
—¿Qué estuviste jugando?
—Casi todo lo que Olivia me compró —dijo al alejarse por un instante, sacando varias cajas del cajón del escritorio y ofreciéndomelas—. Incluso he jugado con Damien hasta tarde al Rock Ring en línea. Ha sido toda una experiencia.
—Oye, ¿hay un Malevolent Resident 5? —Pregunté al notar la portada de la caja.
—De hecho, Olivia me dijo que hay varios, demasiados. Cuando me enteré, la semana pasada, volví a GeekLair para ver si lo tenían, y solo me costó diez dólares. Incluso me dió la impresión de que la vendedora esperaba que fuese a buscarlo.
—¿La amiga de Olivia? ¿Stella?
—La misma. Es algo extraña, pero es alguien muy agradable.
—Y… ¿Es bueno? El juego, quiero decir —pregunté, sin dejar de examinar la portada, con un hombre saurio y una mujer humana, espalda contra espalda, llevando una pistola y una escopeta respectivamente. Se ve bien, al menos.
—Aún no lo he probado, pero… Stella dijo que podía jugarse de a dos —apuntó él, lo cual hace que levante la vista de golpe.
Y considerando la mirada de Inco, parece que él tiene la misma idea.
—¿Qué estamos esperando? —Pregunté al instante.
—Parece que tenemos un plan —rió al ponerse de pie, yendo en busca de los dos controladores.
“Toda esta ciudad se está yendo al infierno, la gente aquí se comporta como los poseídos descritos en el reporte McKinley, pero hay algo nuevo, algo a lo que nunca nos habíamos enfrentado antes…”
De acuerdo, es más entretenido de lo que esperaba, y el modo cooperativo entre los dos personajes funciona muy bien, con cada uno cubriendo los puntos flacos del otro. A grandes rasgos, la historia parece ocurrir años después de MR4, siguiendo a un agente saurio aventurándose en una zona aislada de África, siendo acompañado por una agente humana para calmar las tensiones con los nativos.
Pero lo que comienza como una simple investigación para hallar un arma biológica robada, se convierte rápidamente en un combate sangriento contra todos los humanos y saurios que los rodean mientras Christopher y Shuuja avanzan hacia su objetivo. Pero si tengo que ser sincero, no he estado muy pendiente de toda la historia, porque en los últimos minutos Liz me ha estado hablando de lo que ocurría tras bambalinas sin que yo lo supiera, las razones por las que la chica caimán hizo lo que hizo, todo sobre su relación con Ben, y el cómo las cosas solo habían ido a peor hace tres años.
—Escucha, aunque tuviera esas inseguridades, no excusan lo que hizo, lo que intentó hacer… —ella es rápida en apuntar, cuando termina su relato—. Créeme, si esa entrada se hubiera aprobado, los dos habrían estado en grandes problemas. El fraude… tan solo una acusación de fraude, puede cerrarte muchas puertas en el mundo del arte.
—Lo sé, pero aún así… no puedo entender por qué intentaría una estupidez así —mis pensamientos se filtran sin que pueda evitarlo—. Quiero decir… ¿Acaso has visto “Dreamscape”? ¡Olivia tiene un don! ¡No hace falta ser un genio para notarlo!
—Pienso lo mismo, y es por eso que… la he envidiado durante tanto tiempo —dice ella sin dejar de prestar atención a la pantalla—. Ese talento podría llevarla lejos, pero no dejaba de sabotearse a sí misma, y estuvo a punto de hacer su vida mucho peor.
—¿Cómo lo descubriste?
—He pasado años examinando sus trabajos. Bastó un solo vistazo a la obra que tenía tu nombre cargado para saber exactamente de quién era.
—De verdad la respetas, ¿eh?
—Respeto su talento —aclaró ella, antes de suspirar—. Pero también es mi amiga, a pesar de todo lo que ha pasado entre nosotras, y a pesar de que una vez ella…
—¿De que una vez ella… qué? —Pregunté, genuinamente curioso, pero Liz niega con la cabeza.
—Nada, olvídalo, solo son… cosas de niños.
—Aún así, sé que lo discutiremos mañana con ella, pero… ¿Estás segura de que es buena idea blanquear la situación con la directora?
—Oh no, definitivamente no lo es, y dependiendo de cómo encaremos el asunto, las cosas podrían volverse bastante complicadas para las dos —respondió con sinceridad, antes de pausar el juego y voltearse hacia mi—. Pero sé que Olivia piensa exactamente lo mismo que yo, sé que quiere hacer las cosas bien, y es lo que ha estado intentando las últimas semanas. Y es por eso que quiero pedirte, que por lo que más quieras… no se lo impidas, Inco.
—¿Impedir qué?
—Te conozco, y estoy segura de que apenas nos sentemos a discutir esto, tu primer impulso será intentar convencerla de que no diga nada, que no ponga en peligro su futuro, y yo te pido… que no lo hagas —aclaró ella, sorprendiéndome—. Por más que sea difícil, tienes que permitirle fallar, o pensará que solo estás teniendo lástima de ella por su condición, y créeme, lástima es lo último que ella quiere o necesita.
No voy a mentir, porque ahora que lo menciona, eso suena exactamente a algo que yo haría si se diera la ocasión. ¿Tan predecible soy? Pero es cierto, si lo intentara, Olivia pensaría que solo estoy siendo condescendiente por una sola razón. Y Liz la conoce desde hace mucho más tiempo que yo, está claro que sabe de lo que está hablando.
—De acuerdo —acepté finalmente.
—Ibas a hacerlo, ¿verdad? —Preguntó ella, y yo suspiré con fuerza—. Eres como Damien, un libro abierto.
—Siento que fue un ataque a mi persona, y aún así… me siento honrado.
—Deberías —rió ella, reanudando el juego—. Damien es el mejor tipo que conozco, tiene un corazón de oro, y si todos pudiéramos acercarnos a su nivel de bondad, tal vez el mundo sería un lugar mejor.
—Lo sé, ya he sido testigo de esa bondad —dije divertido, antes de recibir un hachazo directo a la cara—. Rayos…
—Vamos Inco, ¿estás prestando atención al juego?
—Solo me distraje por un segundo —reí al recuperarme, respondiendo al hachazo con un escopetazo a quemarropa—. Aún no puedo acostumbrarme al hecho de que el juego no se detenga cuando abro el inventario.
—¿Verdad? Y me molesta un poco que hayan abandonado el sistema de maletín, porque era literalmente una de las mejores cosas del juego anterior, pero aprecio la facilidad que ofrece el nuevo sistema. Y las armas siguen teniendo un buen trabajo… ¡Ay, mierda! —Soltó ella cuando un saurio la atrapó por la espalda, y cuando el juego me da la opción para ayudarla, el enemigo sale despedido a una gran distancia de repente.
—¿Acabo de quitártelo de encima de un puñetazo?
—Eso hiciste.
—Está… exagerado. ¿Cierto? Quiero decir, no creo que haya saurios capaces de hacer algo como eso. Al menos eso me gustaría creer.
—Aún no has conocido suficientes saurios —dijo ella, divertida—. Hay algunas especies con la fuerza para de verdad enviarte a volar esa distancia sin esfuerzo alguno, y el allosaurus, la especie del protagonista, es una de ellas.
—¿Qué me dices de un dilophosaurus? —Pregunté, curioso.
—Oh, créeme, no quieres averiguarlo.
—Con algo de suerte, nunca tendré que hacerlo.
—Tampoco te recomiendo averiguar que tan potente es la mordida de una baryonyx.
—¿Qué tal la constricción de una brachiosaurus? —Pregunté en broma, y ella se volteó ligeramente hacia mí, con malicia en sus ojos.
—No me busques Inco, porque podrías encontrarme.
—Eso casi sonó como una amenaza.
—¿Casi?
Es lo último que escucho cuando, en un rápido movimiento, su cuello me envuelve entero por sobre la parte vendada de mi brazo, hasta que su cabeza queda sobre su cuerpo nuevamente, y ella en ningún momento deja de presionar los botones del controlador. Y así también, yo tampoco dejo que eso me detenga para jugar, pero no pasa mucho tiempo antes de que lo que parecía una mera inconveniencia se vuelve poco a poco una mayor presión sobre mis hombros, aparte de la falta de aliento.
—De acuerdo, es… un poco más apretado de lo que esperaba. Liz, cuando quieras, ya puedes… —pero ella ignora mi súplica mientras sigue jugando, y yo tengo que soltar el control para palmear su cuello rápidamente con mi mano izquierda mientras el aliento empieza a abandonarme—. De acuerdo, si, un buen agarre, lección aprendida. ¡Me rindo! ¡Me rindo! ¡Me rindo!
Y es solo con esas palabras que su largo cuello me libera, volviendo a su lugar mientras yo doy una respiración profunda, antes de retomar el juego. Si, definitivamente no quiero hacerla enojar a ella tampoco, eso es seguro.
—¿Prueba suficiente? —Preguntó ella, y yo le sonrío mientras retomo el juego.
—Prueba suficiente —acepté, mi vista desviándose a la ventana por un instante, y solo entonces noto que ya ha oscurecido, pero la tormenta no ha amainado ni por un instante—. ¿Suele llover así por esta zona?
—En otoño, los tifones son bastante comunes, pero imagino que pasará dentro de unas horas. Cuando lo haga, pediré un taxi para ir a casa, y… te devolveré la ropa después, si no es mucha molestia.
—Oh, no te preocupes por eso —respondí al instante, solo entonces considerando algo—. Escucha, antes de que te vayas… ¿Quieres cenar algo? —Pregunté, en el instante exacto en que un fuerte sonido provino del estómago de la brachiosaurus, quien tiene los ojos bien abiertos por un momento, antes de empezar a reír, risa que no puedo evitar acompañar.
—¿Sabes qué? Me leíste la mente —admitió, devolviendo su atención al juego—. ¿Preparamos algo cuando alcancemos el siguiente punto de control?
—Seguro que sí —coincidí, porque la verdad es que yo también tengo algo de hambre.
Después de todo, no he comido nada desde ayer.
…
Una vez alcanzamos un buen lugar para guardar el juego y apagar la consola, bajamos a la cocina en busca de cualquier cosa para cenar, y tengo a Liz a mi lado, impaciente, mientras abro el refrigerador. Debería haber algo bueno por aquí…
—Disculpa, no quiero imponer, pero…
—¿Qué ocurre? —Pregunté al levantar la mirada, curioso.
—Uh… ¿de casualidad tendrás algo vegetariano? —Preguntó con preocupación, casi como si fuera una pregunta delicada, y yo le sonreí al momento de asentir.
—Cierto, tienes razón, dame un momento —pedí al cerrar la puerta de abajo y abrir la de arriba, que correspondía al congelador, para sacar un paquete que Liz reconoció al instante—. ¿Qué tal?
—¿Por qué tienes mi marca favorita de kebabs en el refrigerador? —Preguntó con una gran sonrisa al tomarla en sus manos, y yo me encogí de hombros.
—Hablaste tan bien de ellos que quería probarlos. Aunque la verdad es que había olvidado que los tenía hasta ahora.
—Tal vez sea una buena oportunidad para que los pruebes, entonces —dijo ella, antes de mirar a su alrededor—. ¿Puedo usar tu cocina?
—Claro —acepté, y Liz no perdió tiempo en revisar las alacenas y bajomesadas, sacando una bandeja metálica grande, y encendiendo el horno para precalentar.
—¿De casualidad tienes aceite de oliva?
—Si, está en el refrigerador, de hecho —indiqué, a lo que Liz puso los ojos en blanco.
—Inco, no pongas el aceite de oliva en el refrigerador, va en la alacena.
—Lo tendré en cuenta, pero… ¿para qué lo necesitamos? Creí que solo era poner los kebabs al horno, y…
—Si, pero si tienes… aceite de oliva, orégano, queso crema, y un par de cosillas más… puedes hacer una buena mezcla para untar en los kebabs —dice mientras sigue revisando el refrigerador, antes de detenerse en seco—. Lo siento, estoy tomando las cosas como si fuera mi propia casa.
—Está bien, no me molesta. De hecho, no tenía idea de que teníamos queso crema —admití, a lo que Liz se sorprende, antes de revisar el envase.
—Para nuestra suerte… vence pasado mañana —dijo con gracia al sacudirlo—. ¿Te enseño a preparar mi mezcla especial?
—Me encantaría —acepté al instante.
…
Dos horas han pasado desde entonces, y la noche ya ha caído, pero la tormenta no ha amainado ni por un instante. Según Liz, ha habido inundaciones por esta zona en el pasado, así que espero que esta no sea una de esas ocasiones. En tanto, como está claro que no es seguro salir a la calle bajo ninguna circunstancia ahora mismo, decidimos aprovechar el tiempo. A razón de ello, cuando nos sentamos a comer nuestra cena improvisada en el sillón del living, pusimos en Netsticks el resto de “Kaiju Type.H”, la serie que comenzamos en la casa de Damien hace unas semanas.
Los dos pasamos el rato discutiendo el plot mientras vemos a la identidad secreta de Franz constantemente amenazada por un nuevo tipo de Kaiju, llegando al punto en que debe decidir si lo que quiere es mantenerla y protegerse a sí mismo, o arriesgarla y proteger lo más preciado para él. Y es entonces que corren los créditos.
—Oh vamos, dime que no termina ahí —dice Liz, su cuello desinflándose a lo largo del respaldo del sillón, y yo no puedo evitar reir mientras me inclino para tomar el control.
En la mesa de café yacen nuestros platos con restos de los kebabs que, de hecho, estaban bastante bien, sobre todo con la receta especial de Liz. ¿Quién hubiera pensado que podías hacer algo tan bueno con tan pocos ingredientes?
—Estamos al día —confirmé, muy a nuestro pesar—. No hay más episodios.
—Por esto es que rara vez veo televisión. Porque hacen estos cliffhangers, lo terminan todo en el momento exacto, y para entonces es tarde, ya te tienen, estás enganchado. Ahora debes esperar al siguiente episodio, y… rayos, casi tengo deseos de saltar directamente al comic, sé que Olivia lo tiene completo, pero la animación es tan buena que no sé si lo disfrutaría de la misma forma.
—Lo entiendo. Escucha, podríamos… —iba a sugerir algo, pero lo pienso dos veces cuando considero que ella podría tomarlo de la forma equivocada, pero viendo sus ojos entrecerrándose poco a poco, sé muy bien que no puedo retractarme—. Si te parece, podríamos reunirnos una vez a la semana, para ver el resto de la serie.
—¡Claro! —Aceptó al instante, sorprendiéndome—. Incluso podríamos hacer una noche de películas, y ver nuestras favoritas juntos.
—Me gusta esa idea —respondí, aliviado.
—Si vamos a hacerlo, tengo varias para recomendar… pero… —iba a continuar, pero se detiene a sí misma con cierta duda en sus ojos.
—¿Qué ocurre?
—Tal vez las consideres algo… infantiles —dijo con timidez, uniendo las puntas de sus dedos.
—Oh, lo dudo. Para empezar, me gusta Star Wars, y mucha gente que he conocido la ha tachado de infantil.
—¿Qué? Quiero decir, nunca he visto las películas, pero hasta yo sé que son un fenómeno mundial, con miles de millones de fanáticos, y la mayoría no son niños —dijo rápidamente, antes de que esa timidez se hiciera presente una vez más—. En cambio, yo soy más fanática de las películas animadas, y esas sí que son tildadas para niños.
—Es cierto, el llavero que tenías —es solo ahora que uno los puntos, porque sabía que lo había visto en alguna parte, y cuando Liz lo saca de su bolsillo, estoy completamente seguro—. ¡Ese! No lo había reconocido antes, pero ese es el muñeco de nieve de Frozen.
—¿Viste Frozen? —Preguntó, sorprendida.
—La vi con mi abuela cuando era pequeño, aún lo recuerdo.
—¿Qué hay de “El Rey León”?
—¿La película que salió hace un par de años?
—¡No! —Me detuvo al instante, señalándome con el dedo con ira que, quiero creer, es fingida—. ¡Esa película no existe! ¡Nunca existió! ¡No te atrevas a mencionarla en mi presencia! —Exigió ella, y en tanto, yo no puedo parar de reír.
—De acuerdo, de acuerdo, no hablamos de esa película. ¿De cuál hablábamos entonces?
—La original, es una película animada que se estrenó hace treinta años. Así que, si acaso te interesa, podríamos…
—Nunca la he visto, pero estoy abierto a la idea —acepté al instante, y una enorme sonrisa se dibujó en los labios de Liz.
—Tengo el disco original, así que puedo traer esa, y algunas más.
—Tenemos un plan —acepté al instante, y ya estoy haciendo un listado mental de los títulos que podría aportar, algunos de los cuales también tengo en discos originales, cuando la expresión de Liz cambia repentinamente, mostrando cierta duda.
—Um, ¿Inco?
—¿Qué ocurre?
—Cuando dijimos que haríamos una noche de películas… ¿de cuántas personas estábabamos hablando?
Y ante duda, me quedo boquiabierto, sin palabras.
Organizar algo así sonaba perfectamente normal en mi cabeza, sin ningún significado en especial, o al menos así se sentiría si fuéramos los cuatro, como es usual. Pero si solo fuéramos los dos, nosotros dos, entonces…
¿Seguiría siendo igual? ¿O llegado a ese punto… se le diría de esa manera?
Quiero responder que no, sin lugar a dudas, porque solo seríamos dos amigos disfrutando de una tarde juntos. Y aún así… ¿por qué no puedo decirlo con certeza?
—Yo…
Pero tampoco soy capaz de responder, porque todas las luces se apagan al mismo tiempo. La repentina oscuridad coincide con el sonido de la calefacción deteniéndose, y en esta penumbra absoluta ni siquiera puedo ver a Liz, quien sé que está a mi lado. Ahora, la tormenta en el exterior, la fuerte lluvia contra los cristales, y el silbido del viento son lo único que puedo escuchar.
—Oh, rayos. ¿Saltó un fusible? —Pregunté, sin recibir respuesta—. Liz, ¿estás ahí?
—Mi cuerpo está en el sofá, pero mi cabeza en la ventana, no te espantes —dijo ella a cierta distancia, y yo suspiro aliviado.
—No lo haré —respondí, pues ya me estoy acostumbrando a ello.
—Parece que es un corte general, nadie afuera tiene luz, es… una boca de lobo. ¿Puedes encender la linterna de tu celular? —Pidió ella, y buscando en mis bolsillos, recuerdo algo muy importante.
—No, olvidé cargarlo. ¿Qué hay de ti?
—Completamente muerto —dice ella, suspirando—. Si, eso es genial. ¿Tienes velas?
—Creo que están en uno de los cajones, solo dame un segundo y…
Y entonces algo me interrumpe, porque el living es iluminado por un relámpago, justo antes de que un rayo caiga en las cercanías, produciendo un sonido que retumba en todo mi cuerpo y casi me obliga a gritar del susto. Pero no es solo eso lo que oí, sino también un agudo grito, uno que solo podría calificar como el sonido que harían dos gatos peleando. Pero estoy seguro de que no hay animales en esta casa.
—¿Qué fue eso?
—¡Nada! —Respondió Liz al instante, suspirando—. Nada, solo me sobresalté. Eso es todo.
—No me digas que…
—¡Voy a detenerte justo ahí! —me interrumpió ella, y tengo muchas, demasiadas ganas de reír, pero me contengo—. No tengo problema con la oscuridad, o con las tormentas, pero si hablamos de las dos cosas juntas, y además una tormenta eléctrica… —comenzó a explicar ella, pero una carcajada casi se me escapa, la cual ahogué al cubrir mi boca con ambas manos—. Inco, te juro que si te ríes ahora, voy a darte un puntapié en donde no llega el sol.
—Lo siento —me disculpé con una pequeña risa—. Es solo que… suena bastante infantil para alguien que-... ¡Aw! —No puedo completar la idea cuando recibo una poderosa patada en la pantorrilla, una que me obliga a alejarme.
—Perdona, ¿dijiste algo?
—Que… buscaré las velas, eso dije. Nada más.
—Eso creí.
Solo tendré que tener cuidado de no tropezar con nada en la oscuridad…
Y evitar que ella me dé otra patada, claro.
Rayos, ¿cómo es que tuvo tanta puntería sin siquiera verme?
Notes:
Espero que hayan disfrutado de las interacciones en este capítulo, porque yo ciertamente disfruté escribiéndolas. Claro está, la noche está lejos de terminar, así que espero estén disfrutando la historia hasta ahora, y que dejen kudos y comentarios de las cosas que les gustan o les disgustan. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 15: Noche sin luna
Summary:
A veces es más sencillo ser honesto en la oscuridad.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Desde pequeña he tenido una debilidad muy particular.
No tenía miedo a la oscuridad, toda la vida he dormido con las luces apagadas. Incluso cuando mis padres o el tío Mike sugerían dejar la luz del pasillo encendida y la puerta entreabierta, nunca tuve la necesidad. No tenía miedo a las tormentas, sin importar cuán fuertes fueran, mientras tuviera un techo sobre mi cabeza no había nada por lo que preocuparme. El problema se daba cuando las dos cosas coincidían. No se ha dado en muchas ocasiones pero, en noches de tormenta en las que también hubo un corte de luz, mi mente simplemente se… apagaba, todo a razón de mis peores pesadillas, imágenes que persistieron en mi mente a través de los años.
Sueños en los que me encontraba sola en un campo abierto, en medio de un día precioso, cuando de repente el cielo se oscurecía, y todo quedaba envuelto en penumbras. No había luna ni estrellas, solo se oían truenos en las lejanías, y de repente… los rayos caían, produciendo la única luz que rompía la oscuridad, pero haciendo retumbar el suelo bajo mis pies. No había donde tomar refugio, no había donde esconderse, y lo único que podía hacer era ponerme en cuclillas y envolverme en mi propio cuello para protegerme. Me sentía completamente indefensa en esas pesadillas, y esa misma sensación está presente ahora mismo.
Pero ya no soy una niña, tengo dieciocho años, y a pesar de ello lo único que puedo hacer es quedarme aquí, en el sillón de la sala, completamente quieta, esperando que Inco no note mi ansiedad mientras aún busca las velas en la cocina.
—¿Las encontraste? —Pregunté a la oscuridad, abrazándome con fuerza cuando un relámpago iluminó la sala a través de las cortinas.
—¡Aún no! ¡Dame un momento! —Fue su respuesta, y casi tengo deseos de ir y buscarlas yo misma, pero solo estaría en el camino.
No es mi casa, después de todo. No sé donde están las cosas, y buscarlas en la oscuridad no suena como la mejor de las ideas, por lo que mi única opción es esperar aquí un poco más. Solo un poco más.
No pienses en la tormenta, cierra los ojos, y escapa de esta pesadilla.
…
Estás en medio de ese campo de flores, en un día despejado, y los rayos de sol se sienten extremadamente agradables en tus escamas expuestas. Estás usando el sombrero blanco que te regaló papá, y tu vestido amarillo favorito, corriendo a través de las flores… no escuchaste ese trueno, no está oscuro, todo está bien. Todo está bien.
—¿Liz?
Abro los ojos de repente, para encontrar a Inco sosteniendo una vela encendida, observándome con curiosidad. ¿Estaba cerrando los ojos con mucha fuerza?
—Todo en orden por aquí, e imagino que encontraste más que solo esa.
—Si, encontré varios paquetes, pero…
—¿Qué ocurre?
—¿Estás bien?
—¿Yo? Si. ¿Por qué no lo estaría?
—Porque… estás envuelta en… todo tu cuello.
Es solo ahora que miro hacia abajo para notar que, en efecto, rodee la mayor parte de mi cuerpo con mi cuello. Parece que me está afectando más de lo que esperaba.
—Como dije antes, no soy buena con las tormentas y con la oscuridad al mismo tiempo, no es nada más que eso —dije al desenvolverme, mientras él dejaba la vela sobre la mesa ratona frente a mi para quitarse los lentes, y sentarse en el otro sillón.
—Si, yo… siento haber tardado.
—Inco, por dios, no te disculpes por cada pequeña cosa. Al menos ahora tenemos algo de luz —intenté decir con optimismo, justo antes de taparme el hocico para estornudar con fuerza, sobresaltándo al humano—. Me gustaría poder decir lo mismo del calor.
—¿Tienes frío?
—¿Tú no? —Pregunté extrañada, antes de caer en la cuenta—. Cierto, los humanos no son tan sensibles a la temperatura. Desde que se apagó la calefacción, solo se ha puesto cada vez más frío aquí.
—Disculpa, no lo había considerado, yo… dame un momento —pidió él, con un dedo en el mentón por breves segundos—. Si no tienes problemas con ello, puedes usar mi cama. Los cobertores son bastante cálidos, y si cubres las ventanas y la rendija bajo la puerta, creo que estarás bien.
—¿Y qué hay de tí?
—Tengo el sillón aquí, no hay problema.
—¿Y cobertores extra? —Pregunté, y parece que él va a decir algo, pero no lo hace—. ¿Les molestará mucho a tus padres que tomemos los suyos?
—De hecho, no podemos. Dejan la puerta de su habitación con llave cuando no están.
…
¿Disculpa?
Me gustaría preguntar qué clase de padres mantienen cerrada su habitación cuando la única persona en casa es su hijo, pero… tal vez no debería hacerlo. Una vez más, no sé nada sobre la familia de Inco, y por lo poco que él me ha contado… no son precisamente padres modelo.
—Entiendo… —Dije al suspirar, nuestras opciones reduciéndose—. Bueno, no voy a quitarte los cobertores, eso es seguro.
—No te preocupes por eso, anoche me dormí aquí mismo sin problemas.
—Tal vez, pero anoche la temperatura no bajó diez grados en cuestión de horas.
—Liz, no voy a usar mi cama, ni mis cobertores, así que puedes usarlos sin problemas.
—Pues no voy a hacerlo, no si eso hará que duermas en un sillón al descubierto, en un día como este.
—Tú eres más sensible al frío.
—Pero tú no eres invulnerable a él. Puedes, y vas a enfermarte.
—Solo… déjame ser un buen anfitrión.
—Lo siento, pero no lo haré si eso es lo que implica.
…
Parece que estamos estancados, porque ninguno va a ceder al otro.
Creí que no tendría problema en convencerlo, que aceptaría al instante, pero parece que incluso él puede ser un cabezota cuando quiere. Está claro que no saldré de esta casa ahora mismo, y tendremos que encontrar la forma de pasar la noche de alguna forma. Se me ocurren algunas ideas, pero la más lógica sería…
—Entonces… ¿Qué tal si hacemos una cama grande en medio de tu habitación?
—¿A qué te refieres?
—Bueno, no podemos usar el mismo colchón por… obvias razones, pero si ponemos el colchón en el suelo, y los cojines de los sillones a los costados, habrá suficiente espacio para que durmamos ahí, y compartamos cobertores sin… molestar al otro —intenté decir con delicadeza, pero por su expresión dudosa, no parece que esté a bordo con el plan—. ¿Qué piensas?
—Si a ti no te molesta, entonces… supongo que está bien.
—¿A tí te molestaría?
—¡No! —Respondió al instante—. No, claro que no, no. No es eso.
—Inco, puedes decirme lo que piensas —dije al suspirar, y él se lleva una mano a la nuca—. Si te hace sentir incómodo de alguna forma, pensaremos otra cosa, pero puedo asegurarte que no voy a ser la única que duerma abrigada con este clima —es lo que alcancé a decir antes de estornudar con fuerza una vez más, sin poder evitarlo—. Y me gustaría que decidamos esto rápido, si no es mucha molestia.
—Cierto, mientras más tiempo estemos aquí, más calor perderás —razonó él, aún dudoso, antes de asentir—. De acuerdo, usaremos tu idea, y podemos usar los cojines que queden para separar el espacio en dos.
—Suena bien para mi. Entonces… ¿Seguro que no te molesta?
—No, no te preocupes por mí. Pero… ¿A ti te molesta? —Preguntó él y, a mi pesar, tengo que considerarlo un instante.
La nuestra es una buena amistad, tal vez frágil y remendada, pero una buena amistad al fin, y a pesar de que no ha pasado mucho tiempo desde que nos conocimos, sé que puedo confiar en Inco, sé la clase de persona que es, y sé que no se aprovecharía de la situación de ninguna forma. Pero incluso si no estuviéramos durmiendo en la misma cama exactamente, tengo la sensación de que estamos caminando en una línea muy delgada dada nuestra relación, algo a lo que mi cabeza vuelve cuando recuerdo lo que estábamos discutiendo justo antes del apagón.
“Cuando dijimos que haríamos una noche de películas… ¿de cuántas personas estábabamos hablando?”
Si fuéramos los cuatro, sería algo completamente normal, pero si fuéramos solo nosotros dos… incluso si somos amigos, eso ya estaría entrando en terreno pantanoso, en que la naturaleza de la relación podría no estar tan clara para una parte o la otra.
…
Jesús Raptor, ¿en qué estoy pensando?
Inco no me ve de esa manera, y por supuesto, yo tampoco lo veo de esa manera. ¿Por qué estoy haciendo esto más complicado de lo que debería ser? Las cosas simplemente se dieron de esta manera, y es por eso que dormiremos en la misma habitación, y aún así, separados. No será diferente de nuestra noche de juegos, en que nos quedamos dormidos el uno junto al otro. Así que si me preguntas si me molesta, es obvio que mi respuesta va a ser…
—En lo más mínimo —dije con una sonrisa confidente.
La tormenta no se ha detenido en ningún momento.
El silbido del viento a través de las rendijas que no pudimos cubrir es más claro que nunca, incluso cuando hemos usado toallas para tapar la mayoría de los huecos, tanto en las ventanas como en las puertas de toda la casa, todo con objeto de que el ambiente no pierda más calor del necesario. Y el resplandor de las velas que dejamos sobre mi escritorio y la mesa de noche apenas alcanza para atravesar la oscuridad.
Liz me ayudó a colocar el colchón en medio de la habitación, pusimos los cojines de los sillones de la sala a los costados, los del mío a la mitad como separación, y todos los cobertores que tenía a disposición encima. Apenas preparamos todo, entramos bajo los mismos, tal cual estábamos. Pero a pesar de que ambos coincidimos en que esta era la mejor opción para pasar la noche, no cambia el hecho de que estoy en extremo nervioso. Tal vez sea porque es la primera vez que duermo junto a alguien en toda mi vida... o al menos es lo que intento, pero mis nervios no se calman en ningún momento.
Casi quiero voltear para saber cómo está llevando mi amiga brachiosaurus esta extraña situación, pero si lo hiciera, y encontrara su mirada… no sé cómo me sentiría al respecto. Y es por eso que sigo centrado en el techo con todas mis fuerzas, buscando allí una respuesta que tal vez jamás encontraré.
…
Aunque no estamos en contacto directo, puedo sentir su calor bajo los cobertores.
…
No, a este paso, no creo que pueda dormir en lo absoluto.
Si me diera la vuelta para darle la espalda, ¿lo tomaría a mal?
¿Acaso estoy respirando demasiado fuerte? ¿Es molesto?
¿Será que ella ya está dormida, y estoy preocupándome demasiado por nada?
Jesús Raptor, espero que sea lo último, o no lograré pegar el ojo en toda la noche.
Aún así, extrañamente, la situación no parece tan particular como podría haberlo creído en un principio, es como si no fuera la primera vez que hacemos esto. ¿Tal vez fue por el día en que nos quedamos en la casa de Damien? Luego de terminar el juego, nos quedamos dormidos en los pufs que habíamos usado toda la tarde y noche, uno al lado del otro, así que es probable que esa sea la razón.
—No parece que la lluvia vaya a detenerse.
Su voz me arranca de mis pensamientos de repente, y al voltearme, la encuentro mirando al techo tal y como yo estaba haciendo. Si, supongo que no era el único que no podía pegar el ojo.
—Eso parece —es lo único que puedo responder, tragando saliva.
—¿Seguro que tus padres no regresarán esta noche?
—No lo harán, mucho menos ahora con esta tormenta. Si están en la ciudad, seguramente se quedarán en su oficina, o en un hotel cercano.
De repente, un nuevo relámpago iluminó mi habitación, justo antes de que un rayo resonara en las paredes de la casa. Me sobresalté, no por el estruendo en sí, sino porque escuché ese mismo sonido otra vez, ahogado por las manos de Liz. Si, ella claramente no va a calmarse, aunque sea por razones diferentes a las mías.
¿Debería hablar con ella para ayudarla a distraerse?
¿Debería ignorar el asunto e intentar dormir con todas mis fuerzas?
A decir verdad, no sé por qué sopeso esas opciones, cuando ya me decidí por una en el momento en que ella ahogó ese grito.
—Uh, ¿Liz? —Pregunté al voltearme, notando que ella se volteó hacia mí al instante.
—¿Si?
Así como el resto de su cuerpo, todo su cuello estaba bajo los cobertores, y lo único que sobresalía era su cabeza, al igual que la mía.
—Solo quería preguntar… ¿Tus padres no van a preocuparse? Quiero decir, normalmente estarías sola, con un tifón como este ahí fuera.
—Están en Boston, no creo que estén atentos al clima de Volcaldera ahora mismo. Además, saben que puedo cuidarme sola, así que dudo que se preocupen aunque lo sepan.
—¿Y no… quisieras que ellos se comunicaran?
—No me molestaría. Si te soy honesta, estar por mi cuenta, la soledad que implica, a veces es… complicado. Es difícil volver todos los días a una casa vacía, sobre todo con un clima como este. No sé cómo habría llevado una noche así si estuviera sola.
—Entiendo —es lo que digo, aunque la realidad es que no lo hago, de haber estado por mi cuenta simplemente… me habría ido a dormir, pero está claro que esa no es una opción para Liz—. Al menos suena a que tienes una buena relación con tus padres.
—No tengo quejas, ellos están cuando los necesito, y yo estoy cuando me necesitan —dice con una sonrisa, volteándose completamente hacia mi —. ¿Qué hay de los tuyos? Sé que no están aquí mucho, ¿pero al menos hablan por teléfono de vez en cuando?
—Eh… no, la verdad es que no. La comunicación nunca fue un fuerte de mis padres.
—Oh… ¿Quieres… hablar de ello? —Se atrevió a preguntar, provocando que yo me volteara completamente hacia ella, con una ceja arqueada. No sé si preguntó por curiosidad, o porque necesitaba hablar para lidiar con su miedo.
—¿Ahora eres psicóloga?
—¿Con los problemas que tengo yo? En lo más mínimo. Pero sé que a veces… tener a alguien para hablar… ayuda —sugirió ella, y yo suspiré con pesadumbre.
—Sería feliz si nuestra relación fuera diferente, pero no lo es, y probablemente nunca lo será —dije al suspirar, evitando su mirada—. Sabes… cuando estaba en primaria, noté algo… que en comparación a los padres de mis compañeros, de mis amigos, los míos eran mucho más distantes. Por ese entonces creía que así eran las cosas, que simplemente nuestras familias eran diferentes, y aún así en los últimos años me di cuenta de que eso no era normal. De que simplemente no hay ningún tipo de cariño o interés en mi familia, solo… apatía. Vivimos un día a la vez, lo hacemos todo de una manera casi mecánica, sin que nada nos afecte… siempre ha sido así, y no creo que haya cambiado en el último tiempo. Pero tampoco puedo decirlo con seguridad, porque apenas los he visto desde que nos mudamos aquí.
—Suena a una situación familiar complicada —admitió ella—. Pero la forma en que dices que viven… no sé sobre tus padres, pero tú definitivamente no eres así.
—Lo era hasta este año, créeme.
—Tampoco sé nada sobre el Inco del pasado, ¿pero tú? Definitivamente estás cambiando. Dime, el Inco a principios del año de nuestro señor Jesús Raptor 2023, ¿habría hecho todo lo que tú hiciste en las últimas semanas?
—No, supongo que no.
—Ahí lo tienes —dijo ella, con una sonrisa satisfecha—. Quieras o no, poco a poco, estás cambiando. Y creo que eso solo será para mejor.
—Ojalá así sea —respondí con una sonrisa.
Justo cuando terminé de hablar, un resplandor blanco iluminó la habitación a través de las ventanas, y el retumbar de un rayo sacudió la tierra una vez más. Y durante ese breve instante, Liz cerró los ojos con fuerza, hundiéndose más en la almohada.
De verdad esto es difícil para ella…
¿Qué puedo hacer?
¿Cómo puedo ayudarla?
—Oye… ¿qué tal un juego? —Sugerí, sin pensar demasiado.
—¿Se te ocurre algo? —Preguntó, curiosa—. Quiero decir, sin luz, sin electricidad, sin nuestros celulares, no tenemos muchas opciones.
—¿Qué tal “verdad o reto”?
—Tengo… una muy mala experiencia con ese juego en particular, de hecho.
—¿Damien y Olivia?
—Damien y Olivia.
—Así de mal, ¿eh?
—Son expertos, Inco. ¡Expertos! —Exclamó ella, sacándome una carcajada—. Saben como, y van a avergonzarte. Creeme, si alguna vez te lo sugieren, nunca juegues con ellos. Jamás.
—Entonces tal vez sea una suerte que no estén aquí ahora mismo —respondí, y ella parece sopesarlo por un momento, antes de asentir.
—De acuerdo, yo empiezo. ¿Verdad o reto?
Eso fue rápido. Y si tuviera que elegir…
—Verdad.
—¿Qué sientes por Olivia?
—Demonios…
—Vamos, debiste verlo venir —rió ella, divertida—. Esa es la clase de preguntas que se hacen en este juego, y tú la has evitado durante demasiado tiempo.
—No lo hice, la respondí cuando fuimos a la tienda juntos.
—Lo cual fue hace casi un mes. Incluso con lo que pasó con el concurso, si ponemos a un lado ese conflicto, ¿qué es lo que piensas de ella ahora mismo?
—Pienso que es… una artista impresionante, y que no tenía necesidad de esa treta para comprobarlo. Yo mismo se lo dije en la fiesta de fin de verano en la casa de los Payne, que su trabajo era increíble.
—Eso no es lo que pregunté —interrumpió ella—. ¿Qué piensas de ella como persona? ¿Acaso sientes algo más por ella?
—Entonces mi respuesta será… no. Aún estoy furioso con ella por haber hecho lo que hizo a mis espaldas, y está claro que deberemos hablarlo lo antes posible para saber en dónde estamos parados en nuestra relación, pero no tengo sentimientos hacia ella que vayan más allá de la amistad. ¿Eso responde a tu pregunta?
—Si, lo hace, y es una lástima. Supongo que me gustaba la idea de que alguien se interesara por Olivia de esa forma, así que… casi te lo impuse, porque eras la primera persona que se acercaba a ella en una eternidad, y la primera persona que ella no pudo simplemente apartar de su camino —admitió—. Pero como dije, ella de verdad te considera un amigo. Cuando le dije que teníamos que decirte lo que ocurrió con tu entrada, ella me suplicó que no lo hiciéramos, porque te apreciaba, y no quería que la odiaras a causa de ello.
—No lo sabía…
—No tenías por qué —dijo ella, apoyando su cabeza en ambas manos, mirándome con curiosidad—. ¿Le darás otra oportunidad?
—Aún no estoy seguro. Supongo que lo sabré cuando esté frente a ella una vez más, cuando me lo diga con sus propias palabras.
—Si, lo entiendo.
Y un silencio se abre entre los dos mientras ella aparta la mirada. Supongo que ella aún se siente culpable, por haber tomado parte en toda esa situación, y que el hecho de que la haya perdonado a ella no implica que haya hecho lo mismo con Olivia.
Un resplandor ilumina la habitación entonces, haciéndome reaccionar, y me esfuerzo por apartar esos pensamientos. Ya habrá tiempo más tarde, pero ahora mismo…
—¿Verdad o reto? —Pregunté, y ella se centró en mí una vez más.
—Verdad —aceptó con una sonrisa.
—¿Por qué te molesta que te digan por tu nombre completo?
—Ugh… —Y ahí va la sonrisa, reemplazada por una mirada avergonzada—. ¿Seguro que quieres saber eso nada más? Creo que hay cosas más interesantes que podrías…
—Ahora tengo más curiosidad.
—No es tan interesante como crees —se atajó ella, esperando que cambiara mi pregunta, pero no lo hice, y ella suspiró—. Sucedió cuando estaba en segundo año de primaria. Fue una época en la que Damien estaba realmente enfermo, le pasa una vez cada año, y todo lo que estornudaba o escupía era ácido… de más está decir que lo descubrí bastante tarde, cuando arruinó mi vestido favorito. En ese momento, dije cosas… muy hirientes, y como él era físicamente incapaz de decir algo parecido, simplemente respondió “eres una tonta Elizabeth, no quiero volver a verte”.
—Oh… ¿Qué fué lo que le dijiste?
—Idiota, estúpido, asqueroso, horrible, desagradable, y varios adjetivos más que me salieron en el momento.
—Recuerdas todos y cada uno, ¿cierto?
—Lamentablemente, y también recuerdo el hecho de que Damien estaba al borde de las lágrimas para cuando terminé. Nunca imaginé que él pudiera enojarse, así que no esperaba que realmente se alejara de mí, y mucho menos esperaba que me hiciera la ley del hielo desde ese momento. Si tenía que referirse a mi, si no tenía forma de evitarlo, simplemente decía “Elizabeth”, y esa distancia que puso entre nosotros… fue una de las cosas que más me han dolido en la vida, y ni siquiera Olivia sabía qué hacer para remendar la situación. Al final, requirió que el tío Mike hablara con los Payne para que nosotros dos hiciéramos las paces, para que yo me disculpara, y para que él volviera a hablarme. De hecho, fue por ese entonces que ellos mismos se hicieron amigos, ahora que lo pienso.
—Al menos algo bueno salió de eso, ¿verdad?
—Si, aparte de un trauma. Fue uno tal que mis padres dejaron de llamarme por mi nombre completo también, y quedó solo en “Liz” o “Lizzie”, o incluso “Lizbeth”. Cada vez que alguien me dice Elizabeth, siento que revivo esos mismos días, que se crea esa misma distancia con la otra persona, y es por eso que siempre me presento como Liz, con todos, en todas partes. Y en el momento en que pueda cambiar mi nombre legalmente a “Liz”, te aseguro que lo haré. ¿Contento? —Preguntó exasperada, pero yo no puedo hacer más que sonreír frente a tal historia.
—Mucho —admití, y ella suspiró—. Siento que te conozco un poco mejor ahora.
—Entonces me aseguraré de que quedemos parejos. ¿Verdad o reto?
—Verdad.
—¿Cuál es el mayor ridículo que has hecho nunca?
—Hay… mucho de lo qué elegir.
—El peor, esa cosa que siempre está en tu mente, tanto que, si tuvieras una máquina del tiempo, sería la primera cosa por la que regresarías —y a medida que ella hablaba, no pude evitar taparme la cara, porque los recuerdos ya estaban fluyendo de regreso—. Oh sí, estás pensando en ella ahora mismo. Vamos, dila.
—Jardín de infantes —comencé, y ella sonrió al acomodarse en la almohada, curiosa—. Cuando era pequeño, no era exactamente un alumno modelo, de hecho… era el demonio encarnado.
—Me cuesta imaginarlo.
—Pero lo era, y las maestras no sabían qué hacer conmigo. Era tan problemático que, un día de tormenta, me escapé de la clase para jugar en el patio, y luego de subirme a los columpios… terminé resbalando y caí de cara al lodo. Cuando la maestra me hizo entrar, completamente cubierto de suciedad, todos los niños me llamaron “pie grande”. Me dijeron así durante todo el año que estuve en Jersey —terminé mi relato, y no puedo evitar notar que Liz está apretando sus labios temblorosos, intentando contenerse—. ¿Nada que remarcar?
—Pie grande… —es lo único que alcanza a decir antes de estallar en una carcajada, cubriéndose el hocico con ambas manos.
—Anda, ríete, no es como si no lo hubieran hecho muchos otros antes de tí.
Y lo hace. Intenta en vano contener su risa, pero se rinde al poco tiempo y deja que la misma fluya, y yo me quedo ahí, solo.. oyéndola reir, viéndola descostillarse al punto en que debe abrazar sus costados, sacudiendo sus piernas, y su cuello temblando bajo los cobertores. Pero no dije nada, porque esa risa… se ha vuelto agradable, y me alegra verla reír así.
—¡Lo siento, lo siento! —Exclamó, aún sin detenerse—. Es que es muy…
—No lo es, tú tienes la risa fácil, que es diferente —respondí, y esperé un buen rato hasta que parecía que empezaba a calmarse, solo para que una carcajada más se le escapara—. ¿Ya? —Pregunté, y parecía que iba a reírse otra vez, pero resistió.
—Ya.
—Entonces… ¿Verdad o reto?
—Reto, para variar las cosas.
—Ya tuviste una buena risa, ahora me toca a mi. Te reto a… cantar la canción más vergonzosa que conozcas.
—Oh Inco, tendrías que haberla establecido tú mismo, porque yo bien podría no tener mucho conocimiento en cuanto a música. Puedo cantar “You Give Love a Bad Name”, si…
—No no no, sé que tienes el conocimiento. De ADDA, particularmente —sugerí, y el color desapareció de su rostro de golpe.
—Oh no.
—Oh sí —respondí divertido, mientras ella se cubría el rostro con ambas manos—. Te escuché tararearla el otro día, justo cuando llegué al consejo.
—¿Puedo salirme de esto ahora? De hecho… me gustaría que la tierra me tragara ahora mismo.
—Escape negado —dije, pero ella no se descubre—. ¿Quieres que empiece para ayudarte? De acuerdo… —acepté, carraspeando y comenzando—. Chiquitita, tell me what's wrong…
—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Está bien! —Exclamó ella al descubrirse, calmando sus ánimos, dando una respiración profunda, y entonando con una melodiosa voz—. You're enchained by your own sorrow… In your eyes there is no hope for tomorrow…
—How I hate to see you like this! There is no way you can deny it, I can see that you're oh so sad, so quiet…
—No sabía que era un dueto —dijo ella divertida, pero aún así acompañando—. Chiquitita, tell me the truth! I'm a shoulder you can cry on, your best friend, I'm the one you must rely on! You were always sure of yourself, now I see you've broken a feather. I hope we can patch it up together! —Seguíamos subiendo el volumen, hasta que ella se detiene de repente, sacudiendo las manos frente a su rostro—. ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! Eso es suficiente, ¿verdad?
—Lo apruebo.
—Bien. ¿Verdad o reto?
—Reto.
—De acuerdo, te reto a que… intentes coquetearme.
—¿Disculpa? —Pregunté, confundido.
—Considéralo mi venganza —dijo con una sonrisa juguetona—. Veamos lo mejor que tiene el buen Inco tiene para dar.
—Ugh... de acuerdo, se me ocurren algunas cosas —acepté, intentando poner mi mejor sonrisa ganadora—. ¿Acaso te dolió al caerte…?
—¡Buzz! ¡Reprobado! ¡Rechazado!
—¡Al menos déjame terminar…!
—¡No, me niego a creer que ese es tu mejor material! —Dijo rápidamente, chasqueando los dedos—. Vamos, otra vez.
—¿Tienes un mapa? Porque…
—¡Rechazado!
—¿Acaso vienes seguido por aquí…?
—¿A tu habitación? No muy seguido. ¡Siguiente!
—Contigo, hasta el silencio suena perfecto.
—Suena a que no quieres oírme hablar. ¡Siguiente!
—¿Crees en el amor a primera vista…?
—¡Trillado! ¡Extremadamente trillado! ¡Siguiente!
—Me estoy quedando sin material…
—Vamos, puedes hacer algo mejor que eso.
—Espera un momento… ¿Estás buscando material para usar con Damien? —Pregunté curioso, y ella abre los ojos bien grandes.
—Mis razones no vienen a cuento aquí —respondió al recuperarse—. ¡Siguiente!
—Si fueras una estrella…
—No.
—Si la belleza fuera tiempo…
—No.
—¿Eres una cámara? Porque…
—¡No!
—Tus ojos son increíbles —solté, casi con exasperación y ella se detuvo en seco, quedando en silencio por un breve momento—. ¿Y bien?
—Aceptable, no fue doloroso de oír.
—Oh, vamos… —es lo único que pude decir, rascándome la nuca—. ¿Verdad o reto?
—Verdad.
—¿Qué tan lejos has llegado con Damien?
—¡Inco! —Exclamó ella, el rubor haciéndose presente en su rostro—. ¡Yo…! ¡No…! Esa es la influencia de esos dos, estoy segura.
—Tal vez, o tal vez estoy buscando venganza.
—Ugh… no tan lejos como me gustaría ¿de acuerdo?
—No escuché una respuesta real. ¿Qué tan lejos?
—Bailamos juntos en mi cumpleaños dieciséis, lo abracé con fuerza y todo mi cuello, tengo la foto enmarcada y guardada, y es uno de mis mayores tesoros. ¿Está bien?
—¿Solo un baile?
—No tienes que refregarlo.
—Considerando los planes a futuro de los que me hablaste, imaginé que…
—Soy una cobarde, ¿de acuerdo? —Me detuvo al instante—. Demasiado tímida para hacer un movimiento real, que no sean insinuaciones o chistes con alguna implicación, porque no tengo experiencia real.
—”Seguro serás un gran esposo”.
—¡No lo digas! —Exclamó, cubriéndose la cara con ambas manos, y sacudiendo las piernas—. ¡Eso fue un accidente! ¡Se me escapó! ¡Fue un accidente!
—Si, lo imaginé.
—Pero tienes razón —dijo al calmarse, suspirando—. He esperado mucho tiempo para hacer un verdadero avance, y si no lo hago lo antes posible… siento que lo lamentaré.
—Antes dijiste que lo harías antes de que termine el año, pero… ¿De verdad quieres esperar tanto?
—No lo sé —admitió ella, dudosa—. Puede que sea hora de acelerar esto, de darlo todo y conseguir lo que quiero. Solo tengo que hacer un buen plan para…
—No —la detuve al instante, sorprendiéndola—. Nada de planes, solo ve con él y… dile exactamente cómo te sientes. Es todo lo que necesitas, créeme.
—No estoy… muy segura al respecto, Inco. Siento que si no encaro esto de la manera adecuada, en el momento adecuado, tal vez…
—Liz, escucha, lo que tienes con Damien es real, salta a la vista tanto para Olivia como para mí, así que no creo que debas intentar forzar algo que de principio se da de forma natural.
Liz está sorprendida por mis palabras, pero no parece segura al respecto. Supongo que, después de tanto tiempo juntos, le es difícil ver su relación de otra forma, a pesar de que está claro como el agua que los dos ven la misma como algo más que una amistad. Ambos planean confesarse al otro antes de la graduación, por todos los cielos, ni siquiera debería estar diciéndole nada de esto. Y es por eso que continúo.
—Solo confía en ti misma, y estoy seguro de que todo saldrá bien. Después de todo, tu logras todo lo que te propones, ¿o no?
—Por supuesto que lo hago —respondió con renovada confianza, antes de soltar una pequeña risa—. Gracias Inco.
—Cuando quieras.
—Pero esas palabras azucaradas no van a salvarte de mi ira. ¿Verdad o reto?
—Verdad, no voy a arriesgarme con reto ahora.
—Perfecto. ¿Alguna vez has besado a alguien?
—Uh… —Es lo único que sale de mi boca, porque cada engranaje de mi cerebro acaba de colapsar—. Esto… yo… quiero decir…
—Luego de esa pregunta, deberías haberlo esperado. Mi venganza no iba a ser necesariamente un reto —dijo ella, satisfecha con mi reacción—. Apenas estamos empezando con las cosas vergonzosas, y esa es una que siempre debe estar presente en este juego. Así que… ¿Alguna vez has besado a alguien?
—Si.
Frente a mi corta respuesta, ella abre los ojos ligeramente más grandes, sorprendida.
—No estoy hablando de besos en la mejilla, por cierto.
—Lo sé.
—De acuerdo, esa no me lo esperaba —dijo ella, con renovado interés—. Tienes mi curiosidad. ¿Quién fué la afortunada?
—Noelle Becket.
…
Luego de mi respuesta, ella queda en silencio, y parpadea varias veces antes de arquear una ceja, confundida. Si, era más o menos la reacción que esperaba.
—¿Noelle? ¿Esa Noelle?
—Así es.
—Pero… creí que… tu dijiste que… espera… oh no —ella pareció llegar a una revelación, y yo solté todo el aire en un suspiro—. Había más en esa historia, ¿verdad?
—Si.
—Y no vas a contarme… —dijo ella, pero soy incapaz de responder en el momento—. Está bien, si es difícil hacerlo, no voy a…
—Tengo qué, es la razón del juego. ¿Cierto? —Respondí, pero ella no parece convencida—. Fue unos días antes de las vacaciones de verano, en Chicago, el día que tomé esa foto que viste antes, y el día que eché todo a perder.
…
Un salón vacío al atardecer.
Una chica posando, sentada en uno de los escritorios, contemplando el paisaje.
Un chico con su cámara, buscando el enfoque perfecto para capturar el momento.
El obturador suena varias veces, y el chico contempla la pantalla de su querida DSLR, satisfecho con el resultado, mientras la chica se pone a su lado, curiosa.
—Tomaste mi mejor ángulo. Gracias Inco, me encanta.
—Me alegra oírlo —respondí, sin poder contener mi sonrisa—. Te la enviaré cuando llegue a casa.
—Oh, por supuesto que lo harás, quiero usarla de perfil —dijo ella, regresando para sentarse en el escritorio una vez más—. Entonces… ¿Volcaldera Bluffs?
—Si, me lo dijeron anoche. Les ofrecieron un buen trabajo ahí, para diseñar el edificio de la sucursal de un banco.
—¿Cuándo?
—Dentro de unas semanas, esperarán a que termine el año escolar aquí, resolverán algunos pendientes, y estaremos en el camino una vez más. Como siempre.
—¿Buscaste algo del lugar? ¿Lugares que visitar y fotografiar?
—¿Tiene caso que lo haga? Estaré ahí en unas semanas.
—Vamos, alegra esa cara. Estoy segura de que será más interesante que ésta ciudad. Lo único que tiene a su favor son las pizzas.
—Coincido en que no tenemos una sola mala pizzeria, si —respondí, divertido—. Pero he estado viviendo aquí más de un año, ya me había acostumbrado a todo. La idea de volver a empezar en otro lugar una vez más… no es tan atractiva. ¿Sabes?
—No te preocupes, te adaptaste en poco tiempo cuando viniste aquí, dudo que tengas problemas para adaptarte en Volcaldera —dijo ella, pero yo no respondí, mi mirada estaba baja, y apenas caí en la cuenta de que ella se había parado frente a mi cuando me tomó por los hombros, sus ojos clavados en los míos—. Vamos, anímate. ¿Qué podrías extrañar de esta jungla de concreto?
—A ti —las palabras se me escapan—. Me harás falta.
—¡Aw, Inky! —dijo con ternura, abrazándome con fuerza—. Yo también voy a extrañarte, pero te prometo que estarás bien. ¡Harás nuevos amigos en un santiamén! Y aún así, podemos seguir hablando por Lime como hasta ahora. Eso no tiene por qué cambiar.
—Gracias Noe. Eso me… tranquiliza un poco.
—Oye, mírame —me obligó a levantar la vista una vez más al apartarse, con una sonrisa confiada—. Te aseguro que estarás bien. ¿Me oyes?
Noelle siempre fue una chica en extremo amistosa, no tenía problemas con la cercanía o el contacto, y es algo a lo que me había acostumbrado con el tiempo. Pero no lo pensé cuando estaba tan cerca de mi, cuando estaba tan presente la idea de que tal vez no volvería a verla en persona, y no quería irme de Chicago con arrepentimientos. Quería decirle cómo me sentía por ella, quería que ella lo supiera.
Y en un impulso, sin siquiera pensarlo, acorté la distancia entre los dos.
Nuestros labios se rozaron, pero ella retrocedió al momento, con los ojos bien abiertos.
—¡Woah! —Exclamó al apartarse, soltándome, y sólo entonces caí en la cuenta de mi error—. Espera, espera, tiempo fuera. Yo no estaba tratando de…
—¡Lo siento! ¡Perdona! Yo…
Nunca me sentí tan avergonzado en toda mi vida, y no sabía qué decir, ni qué hacer.
—No, está bien —dijo al calmarse, llevándose una mano a la nuca—. Inco, yo… lo siento si te di esa impresión, no era lo que pretendía. Yo no… sabía que te sentías de esa forma, tal vez debí haberlo notado antes.
—No, no es tu culpa, solo lo… malinterpreté. Perdona.
—No, no te preocupes, está bien. Estamos bien.
—¿De verdad?
—Si, claro, no veo por qué no.
—Me alegra oírlo.
—Si… escucha, tengo un compromiso con las chicas en un rato, así que voy a…
—No dejes que te detenga. ¿Hablamos después?
—Claro. ¡Cuídate!
Cuando ella salió del aula, no pude hacer más que sentarme en el mismo escritorio que ella había usado, sabiendo que había cometido un terrible error, uno que ya no podía deshacer. A pesar de eso, guardaba la esperanza de que todo estaría bien, incluso luego de que ella me rechazara, pero la verdad es que todo cambió desde ese instante.
Las últimas semanas en el instituto Grant fueron incómodas como poco. Tanto ella como sus amigos me mantuvieron a distancia de brazo, los mensajes que antes respondía al momento eran respondidos horas, días después, y de una forma cortante, que daba poco lugar a la conversación. Y el día en que me iría de Chicago, el día que ella prometió que iría a despedirme, nunca apareció. Intenté hablar con ella unas semanas después, sólo para descubrir que había bloqueado mi número. Y así también, lo habían hecho todos a quienes consideraba mis amigos allí.
Me convencí a mi mismo que todo había sido mi culpa, todo por sentirme de esa forma por alguien por quien no tenía permitido tener esa clase de sentimientos, y que no volvería a cometer los mismos errores en Volcaldera Bluffs. Me prometí que haría verdaderos amigos, tantos como para dar una fiesta por todo lo grande en mi nuevo hogar, personas en las que de verdad podría confiar. ¿Y quién sabe? Tal vez podría conocer a alguien más, alguien que llenara el hueco que ella había dejado. Era mi último año de secundaría, así que no había otra alternativa, haría las cosas bien.
Pero luego de lo que ocurrió con Lunara, entendí algo… nunca podré llenar ese hueco. No es así como funciona, e intentarlo solo me lastimará más. Tengo que dejar ir el pasado, por más que me cueste, por más que me duela, y mirar hacia adelante.
Es lo único que puedo hacer. Es lo correcto.
…
Para cuando termino de hablar, los ojos de Liz siguen clavados en los míos, y ella está en completo silencio, tal vez sin saber qué decir en respuesta a lo que acabo de contarle. Supongo que es justo, considerando que cuando le hablé de Noelle, intencionalmente dejé fuera esa parte de la historia, porque estaba bloqueándolo con todas mis fuerzas. No quería recordarlo, porque cada vez que lo hacía, volvía a ese momento, a esa tarde, a esa aula vacía, y volvía a doler. Siempre lo hacía.
—Lamento… haber preguntado —son las primeras palabras que salen de la boca de mi amiga brachiosaurus—. Imagino que aún es difícil.
—No te disculpes, y lo es… pero de nada sirve lamentarse por lo que no pudo ser, entendí eso. Y aún así…
—No puedes evitar pensarlo —adivinó ella, y asentí—. Si te sirve de algo, si me hubiera pasado algo como eso, yo también tendría dificultades para dejarlo atrás.
—Gracias.
Un nuevo relámpago ilumina mi habitación, seguido de un trueno, pero Liz no parece molestarse esta vez. Ahora mismo, está completamente centrada en mí, casi como si estuviera esperando algo.
—¿No vas a preguntar? —Dijo ella, y yo arqueo una ceja—. Verdad o reto.
—Yo…. no… no se me ocurre nada que preguntar.
—Inco…
—Cedo mi turno para esta ronda —dije, forzando una sonrisa, pero ella parece ver a través de mí. Aún así, ella asiente.
—De acuerdo. ¿Verdad o reto?
—Verdad.
—¿No te sientes solo? —Preguntó, y mi atención se centró de repente en ella, que me miraba con curiosidad—. Quiero decir, a causa de esos recuerdos, y el hecho de que no conservaste amistades de Chicago, sin mencionar que tus padres nunca están aquí, y no tienes hermanos, o familiares, o amigos cerca… ¿No te sientes solo?
—Cada segundo que estoy en esta casa —acepté, y esta vez no debí forzar una sonrisa, la misma vino a mi—. Pero hoy no es el caso.
Liz ahoga una pequeña risa, antes de mirarme una vez más, divertida.
—Entonces me alegra estar aquí.
La tormenta no se detuvo en ningún momento, y aún así, ahora mismo, creo que es lo último en nuestras mentes. Incluso cuando la vela de mi mesa de noche se apaga, y ahora solo queda el resplandor de la que dejamos en mi escritorio. No nos molesta.
Liz no parece inquieta. Y a decir verdad, ahora mismo, yo tampoco lo estoy.
—Dijiste que tú también te sentías sola —apunté, y ella parece considerarlo un momento.
—Si, creo que, a pesar de las diferencias, tenemos una situación similar, ahora que lo mencionas.
—También dijiste que te habías acostumbrado con el tiempo, pero… ¿Cómo lo haces?
—Me mantengo ocupada, es tan simple como eso. Rara vez tengo la oportunidad de detenerme y preguntarme cómo me siento. No sé si está bien o mal, es simplemente como resultaron las cosas, como son.
—¿No querrías que las cosas fueran diferentes?
—Si, por supuesto. Me gustaría que fueran diferentes, pero no puedo cambiarlas. Solo puedo aceptarlas, adaptarme, y… seguir adelante.
—Una forma muy madura de verlo.
—Creo que estoy bastante lejos de ser una persona “madura”, viendo como manejé las cosas entre nosotros los últimos días —rió ella, tragicómica—. Voy por ahí creyendo que lo sé todo, que tengo todo resuelto, cada parte de mi vida, y no es así. Ya sea por suerte o por desgracia, soy una buena mentirosa… logro engañarme incluso a mi misma.
—Se oye muy solitario.
—Lo es —admitió ella, y un nuevo trueno se oye a lo lejos, cuando ella habla una vez más—. ¿Inco?
—¿Si?
—¿Verdad o reto?
—Reto, ya no tengo vergüenza que perder.
Y frente a mi respuesta, ella destapa la parte del medio de nuestra cama improvisada, colocando su mano derecha boca arriba, sobre el cojín que nos separa.
—Toma mi mano, y no la sueltes.
No puedo hacer más que quedarme mirando, sin entender, mientras sus ojos están centrados en mí todo el tiempo. Y ahora, los míos están centrados en los suyos.
—¿Ese es el reto?
—Algo me dice que lo necesitas ahora más que nunca.
—Y algo me dice que no lo haces solo desde la bondad de tu corazón —adiviné, y ella sonrió—. De verdad no te gusta la oscuridad…
—Tal vez.
Y así, sin mayor miramiento, acepté su “reto”, y aferré su mano con fuerza. Ella respondió con la misma fuerza, y nos quedamos ahí, viendo en los ojos del otro mientras la lluvia cae con fuerza sobre los cristales, mientras el viento se cuela por las rendijas de la casa, mientras un relámpago ilumina mi habitación por un instante.
Solo estamos nosotros dos.
Solo está ella frente a mi.
Solo este momento importa.
—¿Mejor? —Preguntó, y yo sonreí en respuesta.
—Si. ¿Qué hay de tí?
—Mucho mejor —dijo, antes de suspirar—. Esta es la realidad, Inco. Esos recuerdos… no van a desaparecer. Lo único que puedes hacer es aceptar que fueron, que son, parte de tu vida, y seguir adelante. Y si no tienes personas cercanas a tí ahora, búscalas. No cierres tu corazón por las cosas que pasaron, solo… protégelo mejor de ahora en adelante. Si lo haces, sé que encontrarás personas en las que de verdad podrás confiar, personas en las que podrás apoyarte cuando tengas la necesidad. Pero si acaso eso no pasara, si todo saliera mal, y sientes que necesitas alguien con quien contar… puedes contar conmigo.
—Liz… —intenté responder, pero solo se me escapa una risa—. Conmigo no es una cuestión de “si”, es una cuestión de “cuándo”.
—Entonces cuando necesites a alguien, estaré ahí. Te lo prometo.
—Te tomaré la palabra —acepté, apretando su mano con fuerza—. Al final de todo… tienes que aferrarte a lo que puedas, supongo.
—¿Estás tratando de ofenderme?
—Tal vez.
—Entonces estás haciendo un buen trabajo —dijo con una sonrisa.
Una sonrisa que me trajo una calidez inimaginable. Ella nunca sabrá cuánto valoro que esté aquí conmigo, porque aunque intentara decírselo, las palabras no serían suficientes. Y es entonces, que en el calor de su mano, en la calidez y el cariño de su mirada, que encuentro mi respuesta.
Tal vez no era amor lo que buscaba… era que alguien estuviera ahí para mi.
Que alguien me entendiera.
Que mi presencia hiciera la diferencia en el día de alguien.
Alguien en quien apoyarme cuando las cosas se pusieran difíciles.
Es algo que nunca he tenido en mi vida, eso es lo que añoraba, lo que tanto buscaba.
¿Acaso lo habré encontrado?
No lo sé, pero…
—Inco… estás llorando.
—¿Lo estoy? —Pregunté, y solo cuando me llevé la mano izquierda a la mejilla es que confirmé que, en efecto, lo estaba—. Yo…
—Han sido días complicados, ¿verdad? —Preguntó, y yo asentí con fuerza.
Estoy exhausto… ya no puedo mantenerme despierto. Pasaron muchas cosas ayer y hoy, y el cansancio finalmente me alcanzó. Sin mencionar que… es muy tarde.
—Lo fueron —asentí, mis ojos cerrándose sin que pudiera evitarlo—. Gracias por estar aquí conmigo, Liz.
—Cuando quieras —respondió su voz en la oscuridad.
—¿Estarás aquí cuando despierte?
—Te lo prometo —respondió ella, apretando mi mano—. Buenas noches, Inco.
—Buenas noches, Liz.
No sé qué es lo que siento ahora, pero sea lo que sea, lo que hay aquí ahora mismo… es lo que he estado buscando todo este tiempo. Por primera vez en mi vida me siento… completo, de una forma que no puedo explicar, pero aunque no pueda hacerlo, hay algo que sí puedo afirmar con certeza, aquí y ahora.
Quiero esto. De eso estoy seguro.
…
El aroma a lavanda está en todas partes.
Cuando abro los ojos, estoy rodeado de flores violetas, en un campo que se extiende en todas direcciones. Es un día soleado, completamente despejado, y me siento… en paz. Nunca me había parado a considerar que este perfume era de verdad agradable.
Llama mi atención que no hay nadie a mi alrededor, así que avanzo a través del campo, buscando cualquier rastro de civilización. Y es entonces que a lo lejos… veo a alguien. Su figura es difícil de distinguir, pero sin duda es una persona.
Intento llamar su atención, pero mi voz no sale. Intento gritar, pero tampoco se oye nada, y es entonces que la figura empieza a alejarse. No queriendo quedarme solo aquí, intento acercarme a ella, llamar su atención, pero soy ignorado. Y a pesar de que comienzo a correr, sin importar qué tan rápido sea, la distancia no parece acortarse.
Extiendo mi brazo, e intento alcanzar esa figura… pero nunca llego.
Y esa persona se aleja en el horizonte sin que pueda evitarlo.
…
En algún momento me dejé ir, para finalmente caer dormido.
Después de todo lo que pasó en los últimos días, imaginé que sería más difícil, pero creo que nunca he dormido mejor en toda mi vida. Incluso a pesar de haber despertado, estoy tan cómodo, tan agusto, que ni siquiera quiero abrir los ojos.
No recordaba que estos cobertores fueran tan abrigados, tan calentitos, tan agradables. ¿De verdad tengo que salir de la cama?
Ni siquiera estoy seguro de qué día es, pero la alarma no sonó, así que probablemente estaría bien si durmiera más tiempo.
…
Espera… de verdad no estoy seguro. ¿Qué día es hoy?
Solo tengo que estirar mi brazo y revisar el celular… pero no puedo hacerlo.
No puedo mover el brazo. Tampoco puedo mover el otro. Tampoco puedo mover las piernas. ¿Qué rayos?
Me fuerzo a abrir los ojos, bastante seguro de que los cobertores son más pesados de lo que deberían… y solo entonces descubro la verdad… que aunque estoy casi destapado, no estoy desabrigado.
Pero no son cobertores lo que me cubre… son escamas.
—¿Qué rayos…?
El resplandor del sol se cuela por las ventanas, y los cobertores solo me cubren hasta la cintura, por lo que puedo ver con claridad como mi cuerpo entero está básicamente envuelto en un capullo, y casi entro en pánico cuando creo que es una anaconda la que está rodeándome, hasta que la revelación me golpea como un camión… es el cuello de Liz, y no solo me está envolviendo a mi. Ella también está aquí dentro.
—Uh… ¿Liz?
—Mmm…
Ese sonido vino de alguna parte, porque no veo su cabeza en las cercanías, de hecho, apenas puedo mover mi propia cabeza. Pero si puedo notar que sus brazos me están rodeando por la espalda, puedo sentir su cola aferrada a mi cintura, y sus piernas tienen atrapada una de las mías. Y como si eso fuera poco, todo su cuello nos está rodeando, impidiendo que me aparte de ella. Y me gustaría decir que es lo único que está pasando aquí, pero… mis brazos también están rodeándola a ella, y mi cara está contra la base de su cuello. Si Liz despertara ahora mismo y viera esto…
…
De acuerdo, esto es una emergencia. Tengo que escapar. Ahora.
—Con cuidado…
Lo primero que debo hacer aquí, es quitar los brazos, lentamente y con mucha delicadeza y… no puedo hacerlo. Su cuello mantiene mis brazos fijos contra su espalda, y no puedo moverlos a los costados. Bien, plan B será. Solo tengo que desplazarme hacia arriba… no, su cuello sobre mis hombros me lo impide. Plan C, puedo deslizarme hacia abajo sin demasiada resistencia, así que solo tengo que…
—Mmm…
De repente, sus brazos cambian de lugar, y me abraza contra ella con tanta fuerza que siento que va a partirme por la mitad. En el sentido más literal de la palabra, porque la fuerza de sus brazos y su cuello está aumentando con cada segundo que pasa.
Y como si eso fuera poco, ahora estoy presionado contra su pecho, por lo que la situación ha empeorado a niveles inconcebibles. Si esto sigue así…
Maldición, ya no importa, tengo que despertarla… o no viviré para contarlo.
—Liz… despierta, por favor… —supliqué, mi voz ahogada contra su cuerpo, palmeando repetidamente su espalda.
—Solo un poco más…
—¡No! ¡No más! —Mi grito salió ahogado, apenas audible.
Ahora no solo son sus brazos, la constricción de su cuello entero está dejándome sin aire, y está claro que no duraré mucho más tiempo si esto continúa.
—Lo siento… —alcancé a musitar antes de pellizcar su costado con tanta fuerza como pude, pero no hay reacción, no está despertando.
—No molestes…
Me encantaría no hacerlo, pero mi vida terminará aquí si no hago algo al respecto.
Y solo se me ocurre una cosa más… plan Z. Por favor, que esto funcione, porque es mi última opción… morder con fuerza su cuello.
Lo siento.
—¡Auch! Oye, ¿qué…? —Su grito me hace doler los oídos, y su cuerpo se retuerce y aprieta con más fuerza mientras veo su cabeza flotar sobre la mía—. ¡¿Qué rayos?!
—Deja de… apretar…
En su rostro se ve que tuvo una revelación, la presión cede de golpe, y mis pulmones se llenan de aire cuando logro apenas apartarme de ella.
Aire… mi querido aire… nunca volveré a darte por sentado.
—Oh dios, ¡Inco! ¡Lo siento! —Dijo ella, su cabeza flotando sobre mi.
—Creí que… iba a morir…
—Oh dios, no puedo creer que… no sabes cuanto lo siento.
—Está bien, estoy vivo, ahora si pudieras… —dije, incapaz de completar la idea, pero ella lo comprendió al instante.
—Si, claro, solo tengo que… uh, solo… dame un minuto…
—¿Qué ocurre?
—¿Alguna vez desenrredaste luces de navidad?
—¡Oh, por favor! No puede ser tan complicado, solo… sácame de aquí. Te lo suplico.
—¡No te preocupes! Solo dame un momento… —dijo ella, usando su hocico para quitar los cobertores y dejarnos al descubierto, y parece que solo ahora comprende la extensión del problema, porque sus ojos se abren bien grandes.
—Lo sé, es por eso que me gustaría que… lo solucionáramos lo antes posible.
—Claro, por supuesto, solo tenemos que… —parecía que ella tiraría, pero se detiene de golpe, como si le hubiera dolido—. ¿Crees que puedas sentarte?
—No, de la misma forma que tienes tus brazos en mi espalda, tengo los míos en la tuya, y no puedo moverlos.
—Está bien… solo… quédate quieto por un segundo. ¿Si? Tengo que acercarte para… —dijo al abrazarme contra su cuerpo, y deteniéndose en seco al momento en que nota exactamente lo mismo que yo noté, lo que no podía mencionar—. Dime que ese es tu celular.
—No lo es.
—¡Ugh! ¡Inco! —Exclamó ella, empujándome con fuerza mientras un fuerte rubor se hacía presente en sus mejillas.
—¡Lo siento, no fue a propósito!
—¡Por supuesto que no! —Dijo mientras aún me empujaba, solo cayendo en la cuenta de que no podrá quitar su cuello mientras siga haciéndolo—. ¡Ugh! Está bien, está bien, solo… tienes que…
—Puedo intentar moverme hacia abajo y…
—¡Ni hablar! —Exclamó, exasperada—. Creo que puedo abrir un espacio a la mitad para que vayas hacia atrás… ahora, solo tienes que… ¡Auch! ¡El cuello, el cuello, el cuello!
—¡Lo siento! —Me disculpé, deteniéndome al instante—. ¡¿Qué hago?!
—Está bien, esto es todo. ¡Acércate y quédate quieto!
—Pero voy a…
—¡No me importa! ¡Viviré con eso! —Dijo al presionarme contra ella otra vez, y siento la misma presión que de seguro ella está sintiendo—. Solo un segundo… un giro… y…
De repente soy liberado de mi prisión, empujado con fuerza, y caigo boca abajo contra el colchón mientras el cuello de Liz se desinfla a mi alrededor, su cuerpo boca arriba a mi lado, y su cabeza sobre su estómago. Es solo ahora que, por primera vez desde que desperté, puedo respirar con tranquilidad, al igual que ella.
La situación es tan ridícula, que mi respiración agitada no tarda en convertirse en una carcajada, en una risa que no puedo detener.
—No es gracioso —se quejó ella, suspirando.
—Lo siento, es que… —intenté hablar, pero no puedo, ya no puedo parar de reir.
Y desde mi posición veo como una sonrisa se dibuja en sus labios, ahogando una carcajada, antes de empezar a reír descontroladamente.
No puedo decir que esta sea mi forma ideal de comenzar un nuevo día, pero tampoco puedo decir que me moleste. Claro, si no mencionamos el hecho de que estoy riendo tanto que me duele el estómago, y que estuve a punto de ver las margaritas crecer desde abajo.
—Dios… —soltó ella, incapaz de parar.
—Esto es extraño —admití, y solo entonces, mi cuerpo se calmó.
—Muy extraño, probablemente lo más extraño que me ha pasado desde… siempre —coincidió ella, sentándose en la cama, y poniéndose de pie—. ¿Quieres desayunar? —Ofreció, extendiendo su mano.
—No te das una idea de cuánto lo necesito —acepté, sosteniendo su mano con fuerza.
Creo que nunca había vivido un momento tan incómodo con alguien, y aún así, no puedo hacer más que sonreír. Hace… mucho tiempo que no me reía de esta forma, desde que estaba en Chicago, y es solo ahora que soy capaz de hacerlo una vez más.
Tal vez de verdad sea hora de dejar ciertas cosas en el pasado, y mirar hacia el futuro. Eso es lo que mi amistad con Liz me ha mostrado. Que debo librarme de las ataduras, y caminar hacia adelante, sin mirar atrás. Y no puedo hacer más que agradecerle a mi amiga de cuello largo por hacerme ver esa simple verdad. Una verdad que acompaña el calor que aún siento en mi mano mientras me pongo en pie con su ayuda.
Un calor que no me abandona en ningún momento.
Uno que espero siga ahí mañana.
Notes:
La verdad no tengo mucho que decir acá, solo que espero que hayan disfrutado de este capítulo, y haya estado a la altura de las expectativas. Dejen kudos y comentarios con las cosas que les gusten y les disgusten, y les comento que estamos a nada de terminar el primer acto de esta historia. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!
Chapter 16: Conexiones
Summary:
Son más importantes de lo que crees. Difíciles de construir, fáciles de perder.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
No puedo decir que los últimos días hayan ido de la forma que esperaba precisamente… de hecho, ha sido todo lo contrario. Tal vez podría haber manejado todo esto de otra forma, si, pero sigo creyendo firmemente que venir a discutir las cosas personalmente con Inco el día de ayer fue la elección correcta, y está claro que algo bueno salió de ello. Fui capaz de remendar mi relación con él, logrando que le diera a nuestra amistad otra oportunidad, y siento que nos volvimos más cercanos… tal vez demasiado cercanos, considerando ese pequeño incidente al despertar, uno del que, durante el desayuno, ambos acordamos no volver a hablar.
Lo que ocurrió no saldrá ni de esas cuatro paredes, ni de nuestras bocas. Jamás.
Lo que sí salió de esa habitación fue un cuaderno verde con una lista, una que cuenta con siete objetivos para cada uno, los cuales pretendemos cumplir antes de que termine nuestro último año escolar, y tal parece que Inco quiere tomar la delantera, porque cuando vinimos a buscar mi auto a unas calles de su casa, él me pidió que le enseñara lo básico para conducir. Acepté con gusto, confiando plenamente en mis habilidades para enseñar a otras personas, pero no contaba con que el día de hoy encontraría con el peor alumno imaginable. Y eso ya es decir, considerando que he ayudado a Damien con muchas de las materias que le daban, y dan, problemas.
¿Pero esto? Esto está a un nivel completamente diferente.
—¡No puedo hacerlo, Liz! ¡No se supone que las personas vayan a esta velocidad!
—Si, estoy de acuerdo, porque estás yendo a menos de veinte en una calle de cuarenta. Pero no te preocupes, vas bien.
Mi voz es calmada, mi sonrisa no flaquea, pero en mi interior estoy gritando… y riendo, para ser honesta, es una mezcla bastante extraña, pero no puedo dejar que una sola risa se me escape. Si algo me ha enseñado papá es que nunca, jamás, te burlas de alguien que está dando lo mejor de sí por aprender algo nuevo. Así que, sin importar lo divertidas que me resulten sus reacciones y sus expresiones, voy a contenerme.
O al menos espero poder hacerlo. Después de todo, lo último que quiero es minar la confianza de Inco en cuanto a este objetivo, considerando lo serio que se veía cuando me pidió este favor. Y es por eso que voy a apoyarlo, hasta el final, sin importar qué.
—¿Estás bien? —Pregunté, notando que está aferrando el volante con bastante fuerza, que está mirando en todas direcciones, y que su respiración es bastante irregular.
—Si, por supuesto… solo… necesito acostumbrarme, no te preocupes. ¿Así está bien?
—Sip, solo intenta mantenerlo derecho en el carril, no te vayas ni muy cerca de la acera, ni a la mitad de la calle.
—Recibido —asintió rápidamente, tragando saliva y haciendo su mejor intento por virar el volante, pero sigue bastante tenso.
Supongo que esto representa un reto porque él es alguien bastante inseguro de sí mismo, y teme cometer un error que afecte al auto, o a alguien en el camino. Pero si quiere lograr esto, deberá superar ese obstáculo, y estoy segura de que puede hacerlo.
Por suerte, no nos quedaba mucha distancia para llegar a su casa, y luego de múltiples indicaciones de lo que debe hacer para estacionar correctamente, y detener el motor, Inco por fin respira, como si hubiera emergido del agua luego de un largo rato en las profundidades. Al cabo de un momento, él es el primero en bajarse del auto, y se retira al interior de la casa como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. Es solo ahora que se me escapa una pequeña risa, porque está claro que este es el primer paso de un largo camino, y me aseguraré de acompañarlo hasta el final.
Por mi parte, me bajo con mayor tranquilidad, cerrando la puerta y usando el reflejo para asegurarme que mi cabello esté bien arreglado, al igual que mi falda y mi suéter. Para mi suerte y sorpresa, el auto no sufrió ningún daño durante la tormenta, solo tenía un montón de basura encima que trajo el viento, y para el problema de la gasolina, tuve suerte también de que la familia de Inco guardara varios bidones en la cochera en caso de emergencia. Él dijo que no había problema si usaba uno, pero no estaré en paz si no devuelvo lo que tomé prestado, así que tendré que recordarlo para más tarde.
De regreso en la casa del humano, lo veo sentado en el sillón de la sala de estar, encendiendo su celular, y yo me acerco al estante de la televisión para encender el mío propio. Los dejamos cargando antes de ir en busca de mi auto, así que ya tiene un nivel de batería aceptable para utilizarlo. Me conformaré con eso por ahora.
—¿Todo en orden? —Pregunté al voltearme, e Inco suelta un pesado suspiro.
—No sabía que conducir podía ser tan… estresante.
—Lo será solo al principio. No te preocupes, trabajaremos en eso —dije al sentarme a su lado, y él no despega sus ojos del aparato—. ¿Qué ocurre?
—Nada, solo… estaba pensando si mis padres… si habrán tratado de comunicarse conmigo. Me quedé sin batería ayer al mediodía, así que… no, no importa, dudo que lo hayan hecho. ¿Qué hay de tí? ¿Alguien te llamó?
—Te lo diré apenas termine de encenderse.
—Claro —aceptó él, desviando su atención a su celular que inició poco antes que el mío, y ambos los revisamos en agradable silencio—. Es cierto, ayer no llegué a responder los mensajes de los demás.
—¿Los demás?
—Los chicos de atletismo, de fotografía, incluso Damien y… Olivia —dijo con cierto peso en su tono, uno que no puedo evitar notar.
—Si, Olivia… —coincidí, antes de relajarme en el sillón—. Escucha, como acordamos antes, seré yo quién abra el diálogo entre los dos. Solo… dame un poco de tiempo. Iré a su casa más tarde, le diré todo lo que hablamos, y le daré tiempo también para ordenar sus ideas antes de que realmente se sienten a hablar. ¿Te parece bien?
—Si, tal vez sea lo mejor, porque creo que yo también necesito algo más de tiempo… aún no sé cómo voy a encararla, y no quiero decir algo que luego vaya a lamentar.
—No te contengas —aconsejé, viéndolo directo a los ojos—. Tienes que decirle lo que piensas, así como hiciste conmigo.
—¿Y recuerdas cómo salió eso?
—Si, luego de que me dijiste cómo te sentías, hablamos seriamente del problema —respondí con una sonrisa, y él soltó una pequeña risa.
—Tienes razón, eso fue lo único que ocurrió, nunca discutimos, y tampoco viniste aquí en medio de un tifón, poniéndote en peligro. Absolutamente nada de eso pasó.
—Me alegra que nos entendamos —respondí divertida, antes de suspirar—. Escucha, tal vez te sientas empujado a hacerlo, dada la situación de Olivia, de lo que está en juego para ella, pero… no cedas terreno. Piensa en tí antes que nadie, y luego podrás decidir qué hacer, qué es lo que consideras correcto.
—¿No es algo egoísta pensar así?
—Eso depende de la persona. En tu caso, es una prioridad, porque eres del tipo que pone a los demás por sobre sí mismo, sin importar qué, y… creo que llegó la hora de que dejes de hacer eso. Los problemas de los demás no son más importantes que los tuyos.
—¿Qué me dices de los niños hambrientos en Africa?
—No nos vayamos a los extremos —dije, sin poder evitar sonreír—. Estoy hablando de estudiantes de secundaria, como tú, como yo.... ¿Por qué me estoy explicando? Sabes exactamente a lo que me refiero.
—Si, pero es divertido verte hacerlo —admitió él, y lo empujé a un lado, negando con la cabeza mientras él reía—. Entonces, ¿quiénes te llamaron?
—Tengo varios mensajes de Damien, estaba preocupado por el hecho de que estaba pasando la noche… sola —respondí, de repente mis palabras sintiéndose más pesadas de lo que deberían, y creo que Inco acaba de sentir el mismo peso.
—Oh, claro.
—Si… escucha, en cuanto a eso…
—Nunca pasó.
—Exacto, gracias —suspiré, aliviada, mientras le respondía a Damien—. Mis padres también me enviaron mensajes… parece que sí estaban al tanto del clima de Volcaldera. Y tengo un mensaje del tío Mike… tal parece que vio que no estaba en casa, y se preocupó. Solo dame un segundo, avisaré a todos que estoy bien, y… —seguí hablando al tiempo que me volteaba hacia el humano, solo para encontrarlo petrificado, con una expresión que jamás había visto—. ¿Inco? ¿Qué ocurre?
—Tengo un audio… de mamá, de ayer en la tarde —dijo, tragando saliva.
—Eso es bueno, ¿no es así?
—Ella nunca envía audios.
—Lo que significa que…
—Solo hay una forma de averiguarlo —es lo que dice, pero su mano no se mueve, y no parece dispuesto a darle al botón “Reproducir”.
—Saldré un momento para darte privacidad, no te…
—No, está bien, quédate. Solo… lo escucharé.
A pesar de que lo dice, él sigue viéndose bastante reacio a darle al botón, a escuchar el mensaje. ¿Por qué? ¿Qué tan grave puede ser que su madre le envíe un simple audio? Pero antes de que pueda seguir cuestionándomelo, él finalmente lo reproduce, y una voz de mujer se oye en el altavoz.
“Inco, la directora del instituto se comunicó conmigo, dijo que tuviste problemas con una compañera, y me contó a grandes rasgos lo que ocurrió. Tenemos una reunión con ella mañana a las doce, te veré en la entrada allí mismo. No llegues tarde.”
Y así como así, el mensaje termina de manera abrupta, pero no parece que el corte haya sido accidental. No dura más de veinte segundos, y al concluir, la expresión de Inco no cambia, pero si lo hace la mía, porque no puedo terminar de procesar esto.
Se supone que es un mensaje de su madre, de su familia, y aún así no escuché un solo rastro de preocupación. Ni siquiera le preguntó por más detalles, por su versión de la historia, ni tampoco le preguntó cómo estaba. Y luego de escucharla, solo siento… frío. ¿Esa de verdad es su madre? Sonaba como todo, menos… una madre. ¿Acaso la directora no le dijo todo lo que ocurrió? ¿Por qué no preguntó nada al respecto? Y…
—Hola mamá —dijo él, con el celular cerca de su boca, sacándome de mi estupor—. Acabo de escuchar el mensaje, y… no te preocupes, te veré ahí.
Al terminar, el humano está visiblemente agitado, como si acabara de correr una maratón para alcanzar el metro, y no puedo evitar preguntar…
—¿Está todo bien?
—Si… si, todo está bien, no te preocupes. Escucha, sé que dije que almorzaríamos al regresar, pero…
—Entiendo, no queda mucho tiempo antes de las doce —respondí al comprobar el celular, antes de que mis ojos cayeran nuevamente en Inco, y su expresión… me preocupa, pero siento que no debería preguntar al respecto—. Imagino que regresarán aquí luego de la reunión, ¿verdad?
—Lo dudo, mamá trabaja los sábados, así que de seguro se hará un momento para ir a la reunión, y regresará a la oficina. Yo volveré a casa por mi cuenta.
—Entonces hagamos esto, te llevaré hasta la escuela para la reunión, te dejaré ahí, y luego iré a la casa de los Payne, a ver a Olivia. Le diré lo que discutimos ayer, y veré si está lista para hablar contigo, cara a cara. Si es así, te hablaré en un rato, y la traeré conmigo, o te llevaré con ella. ¿Estás de acuerdo?
—Si, claro, me parece bien —asintió rápidamente.
—Perfecto. Y… estamos algo justos de tiempo, así que tal vez debamos salir ahora. ¿Estás listo?
—¿Honestamente? No, no lo estoy —admitió, antes de ponerse de pie—. Pero… de verdad agradezco lo que estás haciendo por mi, en serio —continuó con una cálida sonrisa, una que correspondí al exponer mi puño, aún sentada.
—Cuando quieras —dije, y el humano lo chocó al momento.
…
Ya estamos por llegar a la escuela, y es la primera vez que veo a Inco tan perdido en sí mismo, y no estoy segura de si es solo por el mensaje de su madre, o por… toda la mierda que le ha pasado en los últimos días. Si acaso fuera por el mensaje, cabe la posibilidad de que la relación con su familia sea más problemática de lo que esperaba, pero no me siento con el derecho de preguntar al respecto, aún no sé si somos lo suficientemente cercanos como para que lo haga. Solo espero que todo vaya bien.
Ayer, la directora Scaler dijo que coordinaría la reunión para que tanto la familia de Inco como la de Lunara coincidieran, así que es muy probable que el humano se encuentre con su agresora en poco tiempo. ¿Cómo lo tomará cuando eso ocurra? Muchos escenarios me vienen a la mente, varios no tan agradables, pero lo único que me queda es esperar que las dos familias manejen esto con madurez.
Unos minutos después, el instituto está a la vista, y me detengo frente a la entrada, pero Inco no parece ser consciente del hecho. Si, definitivamente esto lo está consumiendo, y estoy segura de que las cosas no serán más fáciles una vez cruce esa puerta. Pero quiera o no, debe enfrentar la situación, no hay otra salida.
—Inco —lo llamé al poner una mano en su hombro, y él se sobresaltó, como si acabara de despertar, pero tuvo los ojos abiertos todo el tiempo—. Llegamos.
—Si, supongo que es hora —dijo al mirar a través de la ventana, soltando todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro, antes de mirarme—. Liz, esto… gracias por acompañarme hasta aquí. De verdad lo aprecio.
—Lo que sea por mi compañero —dije, ofreciendo mi puño una vez más, uno que Inco chocó gustoso, con una amplia sonrisa.
—No podría pedir a una compañera mejor —dijo, antes de bajar, cerrando la puerta con la ventana abierta—. Estaré esperando tu mensaje.
—Cuenta con ello, y… buena suerte. Espero que no la necesites.
Inco asiente, y mientras me alejo del instituto, puedo verlo subir las escaleras hacia la entrada, y cruzo los dedos para que la reunión vaya sin problemas, porque si las dos familias chocan… podría volverse un conflicto que no se verá contenido en las paredes de la escuela. Francamente, no quiero pensar en eso, sería el peor escenario posible.
Mientras tanto, yo tengo otro problema con el que lidiar, y es ocuparme de hablar con Olivia, contarle todo lo que pasó en los últimos días, y ver que esté lista para hablar de esto con Inco como toda una adulta… que Jesús Raptor se apiade de mi alma.
Mientras el sedán de Liz se aleja de la escuela, yo subo las escaleras con dificultad, como si tuviera zapatos de plomo. Estoy aterrado, mi mente no deja de imaginar los peores escenarios posibles que podrían desencadenarse una vez cruce esa puerta, y si Lunara también está aquí, cuando me encuentre frente a ella… ¿Qué va a ocurrir? Ni siquiera yo mismo estoy seguro, y eso es lo que me aterra.
Pero no puedo escapar de esto, tengo que enfrentarlo como un hombre, y seguir adelante, sin importar el resultado de esta reunión. Y al cruzar la puerta principal de la escuela… ahí está ella. Una mujer de largo y ondulado cabello pelirrojo canoso, con lentes de carey, camisa azúl y pantalones de jean, que espera recostada contra los casilleros, centrada completamente en su celular mientras tipea a toda velocidad.
Casi no quiero interrumpirla, pero… tengo que hacerlo.
—Mamá —llamé al acercarme, y ella levantó la vista para encontrarme al instante, mientras yo intentaba sonreír—. ¿Cómo va todo?
—Inco —dijo ella, parándose frente a mí, y evaluándome con la mirada de arriba a abajo, antes de encontrar mis ojos otra vez—. ¿Cómo está tu brazo?
—Mejor, no te preocupes.
—Bien —respondió al instante, guardando su celular—. Tengo que volver al trabajo en un momento, así que terminemos con esto lo antes posible. Llévame hasta la dirección —pidió ella, y yo asentí rápidamente.
Tomo la delantera, y ella me sigue de cerca, mientras nos internamos en los pasillos de la escuela. Puedo escuchar a lo lejos las voces de mis compañeros, que de seguro están en sus actividades de clubes, la única razón por la que estarían aquí un sábado, a menos que algunos tengan que cumplir un castigo. Mamá no dice una sola palabra mientras caminamos, y cada paso de sus tacos resuena en los pasillos desolados. Y mientras tanto, no puedo evitar pensar que, al final de este corredor, lo más seguro es que encontraré a la persona que me provocó esta herida.
Por todo lo que sé de ella, podría presentarse como la víctima de esta historia… si no lo hizo ya el día de ayer en redes sociales, para salvar cara por lo que ocurrió entre nosotros. Mi sangre está hirviendo de solo pensarlo, porque a pesar de que hay mucha gente que se preocupó por mí luego del incidente, hay una gran cantidad de alumnos que no dudarán en ponerse de su lado y hacerme la vida imposible por el resto del año. Durante mi corta estancia en el consejo estudiantil, he conocido a muchos que no están contentos con mi presencia, y sin duda es exactamente lo que harán.
¿Quién diría que vería mis temores realizados al dar la vuelta en la esquina?
Porque ahora estoy frente a mi casillero, y lamentablemente, mamá también lo está. La puerta está completamente rayada, múltiples mensajes y palabras escritas con marcadores de distintos colores, y francamente, no puedo decir que esté sorprendido de los agradables mensajes que mis queridos compañeros me han dejado.
Skinnie de mierda, acosador, arroja lanzas degenerado, misógino, bastardo, violador, nazi, imbécil, muérete, vuelve a tu cueva… la lista sigue. Supongo que, tal y como esperaba, la historia se tergiversó a tal punto que yo me volví quien atacó a Lunara, y estoy seguro de que ella se apropió de esa versión de la historia.
Pero imaginé que dirían esa clase de cosas a mis espaldas, no que también lo plasmarían en mi casillero, a la vista de todos. Supongo que esta situación finalmente le dió una excusa a todo el que ha rechazado mi presencia en St. Hammond para despotricar contra mi, para arrojarme todo el odio que se estaban guardando.
Y no sé cómo lidiar con esto.
—¿Este es tu casillero?
La voz de mamá me saca de mis pensamientos, y al voltearme la veo examinar delicadamente la obra de arte que solía ser el espacio donde guardaba mis cosas, y entonces se voltea hacia mí, curiosa. Yo asentí, y ella suspiró.
—Supongo que algunas cosas nunca cambian… —dijo ella, y yo la miré con extrañeza—. Siempre habrá saurios que no quieran humanos en sus espacios, y viceversa, no puedes cambiar eso, así que intenta no sentirte mal por esto —aconsejó, poniendo una mano en mi hombro—. Luego de esta reunión, si quieres cambiar de escuela, solo tienes que decirlo. Tienes otras opciones en la zona, y yo me ocuparé de todo para que puedas transferirte lo antes posible, para que no pierdas clases.
—No quiero cambiar de escuela —respondí al momento, sorprendiéndola—. Ahora soy parte del consejo estudiantil aquí, y le prometí a una amiga que la ayudaría. No… quiero renunciar a eso, incluso si hay gente que me aborrece, no son todos. Aquí, en esta escuela, también encontré a gente que me aprecia, que me quiere aquí, y no quiero soltar eso. No quiero… dejar ir esos vínculos.
Esa es exactamente la forma en que me siento, y quiero que mi familia lo sepa, que sepan que encontré algo a lo que quiero aferrarme, algo por lo que quiero luchar. Mamá y papá cuestionaron mi decisión cuando comencé a aprender fotografía hace varios años, intentando convencerme de que había otras cosas a las que dedicar mi tiempo, y que me resultarían más prácticas a la larga. Fue a razón de eso que hice varios cursos de computación, aprendiendo habilidades que en el futuro podrían servirme en un trabajo de oficina. ¿Quién diría que me terminarían sirviendo mucho antes, al entrar en el consejo estudiantil?
Y aún así, también seguí estudiando fotografía, haciendo algunos cursos, buscando tutoriales, metiéndome en foros y grupos de Scalebook e Insta en busca de consejos. Me he aferrado a esa decisión y a ese hobby, lo he nutrido durante años, y tal y como hice en ese entonces, voy a aferrarme a mi decisión aquí.
No voy a desaparecer solo porque hay personas que no me quieren cerca.
—Si eso es lo que quieres… —dijo ella al suspirar, antes de mirarme a los ojos—. Anda, terminemos con esto.
—Claro, es por aquí.
Sé que mamá está pensando que estoy tomando la decisión equivocada, tiene esa mirada, después de todo. Lo más seguro es que intente convencerme más tarde, y que luego papá haga lo mismo, pero lo diré tantas veces como sea necesario.
Ya me decidí. Y no voy a irme.
…
No pasa mucho tiempo antes de que estemos frente a la puerta de la oficina de Scaler, y no puedo evitar tragar saliva mientras avanzo por delante de mi madre, sabiendo que no estoy listo para enfrentar lo que hay más allá. Pero debo hacerlo, no puedo dejar que el miedo siga dominando mi vida, y es por eso que toco a la puerta con delicadeza.
—¡Adelante! —Responde la voz al otro lado, y con el debido permiso, tiro de la perilla.
Al abrir la puerta, permitiendo a mi madre entrar por delante de mí, me encuentro con la directora Scaler sentada en su escritorio, y está claro que está forzando una sonrisa profesional con todas sus fuerzas. Frente a ella, cuatro sillas separadas en dos grupos, con dos de las mismas ya ocupadas por dos mujeres raptors. En la primera silla de la fila puedo ver con claridad a Lunara, quien no se ha molestado en reconocer mi presencia, y a su lado, una mujer mayor que se voltea ligeramente con curiosidad, y quien asumo es su madre. Mismo color y patrón de escamas, ojos azules, y un largo cabello negro azabache. También llevaba elegantes zapatos, un pantalón negro Valenti & Co., y una blusa roja de hombros descubiertos que, imagino, es de Lumière. Bastante elegante, y contrasta con el estilo más sencillo de su hija.
—Inco, y la señora Neato, asumo —saludó la directora, y mi madre asintió—. Me alegra que hayan podido venir. Por favor, tomen asiento.
Como si estuviéramos obedeciendo una regla no escrita, mi madre se sienta en la silla más cerca del centro, y yo estoy claramente en el otro extremo, tan lejos de mi agresora como es posible en esta pequeña oficina, y no me molesto en mirar en su dirección. Al menos parece que las aguas están calmas por ahora, pero dependiendo de cómo vaya la reunión, eso podría cambiar en cualquier instante.
—Antes que nada, le agradezco por haber hecho tiempo para esta reunión, señora Neato-
—Nito —interrumpió al instante, tomando desprevenida a la señora Scaler—. Regina Nito, si no es mucha molestia.
—Por supuesto, señora Regina Nito —se corrigió rápidamente, tragando saliva y uniendo sus manos sobre el escritorio—. Imagino que su hijo ya le ha informado en profundidad de lo que transcurrió el pasado jueves.
—No tuve la oportunidad de hablar con mi hijo hasta ahora, acabo de regresar de un viaje de negocios, y apreciaría tener la historia completa aquí mismo.
—Por supuesto, no hay ningún problema —respondió Scaler con una sonrisa nerviosa, antes de aclarar la garganta mientras abría una carpeta frente a ella, acomodándose sus lentes de lectura—. Entonces procederé, uh… el pasado jueves, aproximadamente a las cinco de la tarde, el señor Inco G. Nito tuvo una discusión con la señorita Lunara Winters aquí presente en terreno de la escuela, más precisamente, en el edificio anexo, donde la mayoría de las actividades extracurriculares tienen lugar. Las cosas escalaron, y según múltiples testigos, la señorita Winters atacó al señor Nito por la espalda, tirando de su brazo con extrema fuerza, e impactándolo contra uno de los casilleros. Los testigos también aseguran que el ataque se dio cuando el señor Nito intentó alejarse de la señorita Winters. El señor Nito huyó de la escena justo después del hecho, y la señorita Winters huyó luego de que el señor Nito lo hiciera, usando su auto para salir del terreno de la escuela. Corríjanme si estoy equivocada, por favor.
—No —dijo Lunara, llamando la atención de todos los presentes, incluyéndome—. Así es como ocurrieron las cosas, no tengo nada que añadir.
…
Espera, ¿de verdad eso es todo?
¿No va a intentar hacerme responsable aquí y ahora?
Y es solo ahora que noto que sus ojos están enrojecidos…
¿Pero por qué? Siento que me estoy perdiendo de algo.
¿Qué ocurrió en los últimos días?
—¿Qué hay de usted, señor Nito? —Me preguntó la directora, y a mí me tomó un momento recordar donde estoy, porque la respuesta de Lunara me descolocó.
—Tampoco tengo nada que añadir.
—De acuerdo —aceptó la directora, suspirando—. Como parte del mismo asunto, lamento informar que los casilleros del señor Nito y la señorita Winters fueron vandalizados el día de ayer, aunque tal vez ya estaban al tanto de esto.
¿Ambos casilleros? ¿El de ella también?
—Si, vi el casillero de mi hija cuando llegamos —apuntó la bambiraptor mayor, mientras la menor desviaba la mirada.
—Así es, también vi el casillero de mi hijo —continuó mi madre—. Me gustaría saber si tienen a los responsables, y qué medidas tomará la escuela al respecto.
—Tal parece que los rumores de su conflicto se esparcieron rápidamente, y malos actores han aprovechado la oportunidad para ponerse de un lado, y arrojar odio al otro. Les pido disculpen esta falta por parte de la administración, por no prever una situación como esa, y les prometo que ambos serán restaurados para el lunes en la tarde. Ubicamos a varios de los responsables, y los mismos estarán cumpliendo su respectivo castigo durante las siguientes dos semanas, dando mantenimiento al jardín de la escuela, y a las instalaciones deportivas.
—De acuerdo, me alegra oír que la escuela está pendiente de este asunto.
—Pero por supuesto, nada es más importante que el bienestar de nuestros alumnos —respondió Scaler, antes de que sus ojos se centraran en mí—. Y es por eso que, debido a lo que ocurrió, necesito pedirle esto, señor Nito. ¿Le molestaría exponer su brazo derecho? —Preguntó, y yo no pude evitar tragar saliva por los nervios.
—¿Para qué? —Atiné a preguntar.
—Me gustaría confirmar si el ataque fue tan grave como los testigos lo hicieron sonar —añadió Scaler, casi tan incómoda como yo, pero ahora los ojos de todos, a excepción de los de Lunara, están centrados en mi.
—Claro, por supuesto.
Luego de pararme y quitarme la chaqueta para dejarla en el respaldo, el trabajo de vendaje de Liz queda a la vista, y yo procedo a quitar la cinta con delicadeza, lo cual lleva algo de trabajo hasta que finalmente la gasa se despega de mi piel. Y al poder retirar la mitad, la herida queda a la vista de todos, las marcas de garras perfectamente definidas. La única persona aquí que sigue viéndose calmada es mi madre, pues la directora se ha quedado sin palabras, la bambiraptor mayor se ha llevado una mano a la boca, y Lunara apenas voltea, visiblemente afligida.
—Imagino que se ha tratado en el hospital como es debido —continuó la directora, mientras yo volvía a colocar el vendaje.
—No, de hecho fue Liz quien… una amiga me ayudó con esto —me corregí al instante—. No quería ir al hospital, porque no quería preocupar a mis padres.
—Inco —la voz firme de mi madre me obliga a tragar saliva, porque me doy una idea de lo que viene a continuación—. Eso fue muy irresponsable de tu parte. Solo nos estás dando más razones para preocuparnos.
—Lo siento —respondí, y la directora intervino rápidamente.
—Sabiendo eso, le pediré que visite la enfermería apenas terminemos aquí, solo para asegurarnos que no necesita atención médica extra.
—De acuerdo, eso haré.
—Bien —dijo la directora, suspirando, antes de mirarme a mí, y mirar a Lunara—. ¿Puedo preguntar qué propició la discusión que culminó en esa agresión? —continuó, pero solo hay silencio—. Cualquiera de los dos puede responder.
—Yo… —La voz casi quebrada de Lunara es la que responde, obligándome a voltear hacia ella, al igual que nuestras madres—. Dije algo… muy hiriente a Inco, y eso fue lo que provocó la discusión. Cuando intentó irse, quise detenerlo, pero al hacerlo… lo lastimé. Juro que no era lo que pretendía, y… me disculpo por eso.
—Ya veo… —aceptó Scaler, sin indagar al respecto de lo que se dijo—. Señor Nito, ¿hay algo que quiera añadir al respecto?
—No, directora Scaler. Eso es exactamente lo que ocurrió.
—Y señora Winters, ¿hay algo que usted quiera añadir?
—Me gustaría disculparme también por el… lamentable comportamiento de mi hija —dijo la bambiraptor mayor, antes de dirigirse a mi madre—. No tengo palabras para disculparme por el daño que causó, y me siento responsable por no haber podido hablar esto con usted y su familia mucho antes. También estamos dispuestos a pagar las reparaciones que su familia considere adecuadas, incluyendo los gastos médicos, si es la forma en la que prefiere llegar a un acuerdo —continuó ella, pero mi madre parece reticente a aceptar.
—¿Señora Nito? —Preguntó Scaler, y mi madre le dirigió su atención.
—Dígame.
—Entiendo que tenga reservas al respecto, conociendo la situación actual, así que antes de responder a eso, tengo que preguntar si presentará cargos con la policía. De ser así, guiaré a su familia por el debido proceso.
Eso era exactamente lo que temía. Si la policía se involucra aquí, esto se volverá algo más grande de lo que ya es, pero no tuve la oportunidad de hablar de esto con ella antes, y ella es quien decide aquí. No quiero que…
—Mi hijo fue el afectado aquí, también es un adulto, y es por eso que lo dejaré a su criterio —sus palabras me descolocan, y al voltearme hacia ella, mamá se me queda mirando, seria y expectante—. ¿Cómo vas a encarar esto? ¿Vas a presentar cargos?
…
¿Dejará que yo lo decida?
Eso es… muy diferente a lo que esperaba. Lo que ella haría normalmente es tomar las riendas de la situación, y decidir en base a lo que ella considera correcto, sin tener en cuenta nada ni a nadie más, y es por eso que en cualquier otra situación, ella preferiría presentar el caso ante la ley, denunciando asalto, y me incitaría a cambiar de escuela justo después. Porque está claro que este problema no quedará dentro de estas cuatro paredes, tanto Lunara como yo estaremos marcados por el resto del año, y no hay duda de que cierta gente aprovechará la oportunidad para hacernos la vida imposible. Llegado a ese punto, un cambio de escuela sería la salida más conveniente.
…
Espera.
No, esto es por lo que hablamos hace rato, cuando literalmente me sugirió cambiar de escuela, y yo dejé en claro mi postura al respecto. Que iba a quedarme, de una forma u otra, y enfrentaría lo que venga con la frente en alto. Es por eso que ella me está dando a elegir, la última oportunidad de volver sobre mis palabras y decidir un camino diferente. Y si ese es el caso, yo ya he decidido.
—No —respondí—. No presentaré cargos, ni tampoco exigiré reparaciones.
—¿Puedo preguntar por qué? —Inquirió la directora, curiosa.
—Porque a pesar de nuestra discusión, y la reacción de Lunara durante la misma, no creo que ella haya actuado con la expresa intención de lastimarme. Creo que fue un accidente, y me gustaría que se lo tratara como tal. Por esa razón, no quiero escalar esto a algo más de lo que debe ser —intenté dejar mi postura tan clara como fuera posible, y todo el tiempo siento la mirada de mi madre puesta en mi.
—¿Qué hay de usted, señora Nito? ¿Está de acuerdo con eso? —Preguntó Scaler, y al cabo de un momento, mi madre suspiró.
—Como dije antes, si esa es la decisión de Inco, la respetaré —respondió, ahora más relajada—. ¿Hay algo más de lo que quiera hablar conmigo? Aparte de lo que concierne al conflicto entre nuestros hijos, quiero decir.
—En lo absoluto, solo quiero pedirle disculpas una vez más, lamento que Inco haya tenido que pasar por esto, y puedo prometerle que la dirección tomará los pasos adecuados para prevenir cualquier situación similar en el futuro. Es nuestra prioridad que el instituto sea un espacio seguro para nuestros jóvenes, después de todo.
—De acuerdo —aceptó ella, antes de revisar su celular por un breve instante—. Tengo que volver al trabajo, ¿hay algo más para lo que necesiten de mi presencia aquí?
—No, yo misma veré que Inco sea atendido en la enfermería, si eso le da tranquilidad.
—Aprecio el gesto, señora Scaler —dijo al ponerse de pie, poniendo una mano en mi hombro—. Si necesitas algo, avísame por teléfono. ¿Entendido?
—Claro —asentí al instante, mientras ella dedicaba una mirada a Lunara y a su madre.
La misma duró apenas un instante, pero alcanzó para que yo sintiera como la temperatura de la habitación descendía varios grados. Y si me guío por la mirada de la bambiraptor mayor, parece que ella también lo sintió.
—Que tengan buenas tardes —saludó sin romper el contacto visual, antes de voltear hacia la directora para asentir, y salir de la oficina.
—Parece que ya hemos terminado aquí —suspiró Scaler, antes de dirigirse a la señora Winters—. Dado que la familia Nito no presentará cargos, ni exigirá reparaciones por el incidente, se dejará ir a la señorita Lunara Winters con una amonestación. Si llegara a provocar problemas nuevamente para cualquier alumno del instituto St. Hammond, se la suspenderá en el acto, y dependiendo de la infracción, su expulsión será considerada. Quiero que tenga esto en cuenta de ahora en adelante, señorita. Señora Winters, ¿está usted de acuerdo?
—Por supuesto.
—Entonces, si no tienen nada más que discutir conmigo, usted y su hija pueden retirarse. Le agradezco por tomarse el tiempo para asistir a esta reunión hoy.
—En lo absoluto, gracias por su consideración para con Lunara, a pesar de los problemas que ha causado —dijo, antes de voltearse hacia mí, aún sentada—. Inco… ¿Puedo llamarte Inco?
—Por supuesto, señora…
—Larianne, Larianne Winters —sonrió con calidez—. Me disculpo por mi hija, y agradezco también tu consideración para con ella. Y si hay algo que necesites, lo que sea en lo que podamos ayudarte, puedes comunicarte conmigo. Es lo menos que podemos hacer para compensarte —dijo al entregarme su tarjeta, la cual tomé sin prestar atención a su contenido, antes de guardarla en mi bolsillo.
—Claro, lo tendré en cuenta.
—Que tengan buenas tardes —se despidió al pararse, siendo seguida por Lunara, quien ni siquiera miró en mi dirección antes de salir de la oficina.
La puerta se cierra detrás de ellas, y ahora solo estoy yo aquí, frente a la directora Scaler, y presencio en vivo y en directo como su sonrisa profesional se desvanece con un profundo suspiro, mientras deja su cabeza reposar en su brazo levantado. Supongo que siente que conmigo puede relajarse, al menos.
—Gracias por no dejar que esto llegara a mayores, señor Neato… Nito, perdón. No tenía idea de que así se pronunciaba su apellido.
—No hay problema —dije con una sonrisa, mientras ella da un largo sorbo a su taza de café, antes de levantarse.
—Vamos, te acompañaré a la enfermería para asegurarnos de que esa herida no va a infectarse.
—Si, muchas gracias.
—No agradezcas, es lo mínimo que puedo hacer —dijo ella con una sonrisa cansada, guiándome con una mano en la espalda fuera de la oficina—. Olvidé preguntarle antes, pero… ¿No le duele?
—Solo cuando presiono con fuerza.
—Entiendo… la enfermera, Mary, sabe bien cómo trabajar con humanos. Le puedo asegurar que lo tratará con extremo cuidado.
—Me deja mucho más tranquilo. Gracias.
Es entonces que escucho algo a lo lejos… ¿Pasos? No exactamente… ese es el sonido de alguien corriendo con tacos, y se acerca rápidamente.
Scaler también lo nota, y cuando ambos nos volteamos, casi al mismo tiempo, encontramos frente a nosotros a la bambiraptor menor. Está agitada, y al detenerse, se arregla el cabello al levantar la mirada.
—Señorita Winters. ¿A qué se debe esto?
—Yo… —iba a hablar, pero las palabras se quedan en su garganta cuando sus ojos caen sobre mi, momento en que rebusca en su bolso, antes de presentar algo en sus manos—. Se te cayó esto, el otro día.
Esas son mis gafas.
Creí que las había perdido el jueves, cuando…
….
Así que ella las tenía.
—Gracias —respondí secamente, tomándolas en mis manos, y me dispuse a partir.
—Escucha, yo… —llamó ella, obligándome a voltear—. Lo siento, Inco. Ese día… yo… realmente dije esas cosas horribles que escuchaste, y tenías todo el derecho de estar furioso conmigo, y cuando intenté detenerte… —se detuvo, incapaz de encontrar las palabras mientras apretaba sus labios, claramente conteniendo sus lágrimas—. Nunca fue mi intención lastimarte, no quería que nada de esto pasara, lo juro. Solo espero que algún día puedas perdonarme, y que, tal vez, podamos volver a ser amigos —dijo ella, con una expresión lastimera, una sonrisa triste, pero la verdad es que ya no me lo creo.
No puedo creer sus palabras. No puedo creer sus mentiras.
El jueves ella me mostró exactamente la persona que realmente era, oculta entre las grietas del personaje perfecto que creó para los demás, para mí, y esa imagen está quemada en mis retinas, eterna. Para su desgracia, perdió el control, e hizo algo que no podía ocultar. Y nada me dice que las mentiras que la gente escribió en mi casillero no hayan resultado de sus acciones, de algo que ella misma haya dicho o hecho.
La realidad que me mostró, al final del día… es que no puedo confiar en ella.
—No puedo aceptar esa disculpa —respondí con franqueza—. Me lastimaste… en más de un sentido, y después de todo lo que ocurrió entre nosotros, no… no puedo hacerlo. No puedo perdonar a alguien así, y no creo que podamos volver a ser amigos… ni siquiera creo que debamos volver a vernos, si podemos evitarlo.
Ella tiene los ojos bien abiertos, y traga saliva mientras desvía la mirada, apretando sus labios. Ya no sé si es una reacción sincera a mis palabras, o cuidadosamente calculada para sacar empatía de mí. Sea como sea, solo quiero terminar con esto, y seguir con mi vida en paz, poder cursar el resto del año aquí sin ningún conflicto más.
Ella asiente con torpeza, una lágrima escapándose y corriendo por sus mejillas, una que ella enjuga al instante.
—Entiendo —dijo con una voz temblorosa—. Estás en todo tu derecho…
—Si —la corté al momento, compartiendo una mirada con Scaler, antes de voltear hacia ella otra vez—. Si eso es todo, hasta luego.
Estamos a punto de ponernos en camino cuando la bambiraptor blanca pasa a nuestro lado con prisa, quedando frente a nosotros, tomando a la directora desprevenida.
—Por favor, ¡esperen! Yo…
—¿Ahora qué? —Pregunté, intentando ocultar mi fastidio, y Lunara se llevó una mano al pecho, una seria mirada en sus ojos.
—Al menos dame la oportunidad de hacer algo al respecto, de probar que puedo ser mejor. Incluso si no volvemos a ser amigos, no quiero que las cosas queden así entre nosotros —pidió ella, pero no respondí—. Por favor.
Escapé de su mirada girándome hacia la directora, pero ella parece haber caído por la súplica de la bambiraptor, y solo se encoge de hombros, dejándome la situación a mi.
Pero yo no respondo. Realmente no quiero seguir lidiando con ella.
—Directora Scaler —llamó la bambiraptor, y la oviraptor dió un pequeño suspiro, sabiendo que no puede evadirse de esta conversación.
—Dígame.
—Tengo una idea, que podría beneficiarnos y ayudar a calmar las tensiones que resultaron de lo que yo misma provoqué —ofreció, pero solo es recibida con una mirada llena de escepticismo por parte de la directora—. Pero solo si Inco está de acuerdo. Solo déjenme explicarme, considere si es una buena idea o no, y luego, Inco podrá decidir si se lleva a cabo. ¿Le parece bien?
Ella termina mirándome a mí, expectante, y en sus ojos… no estoy seguro de lo que veo. Tal vez sea sincera, o tal vez es una muy buena actriz, no lo sé, y no estoy seguro de si quiero quedarme a averiguarlo. Pero la directora me mira una vez más, buscando mi respuesta, y luego de considerarlo un momento, asiento sin decir palabra.
Scaler da la impresión de querer dar por terminado nuestro asunto, dejarme en la enfermería y regresar a su oficina para ahogarse en café de máquina, pero supongo que la idea de eliminar todo el problema que se presentó por nuestro pleito es bastante tentadora, y es por eso que ella responde…
—La escucho, señorita Winters.
…
…
…
No estoy seguro de lo que debo hacer.
No puedo decir que esté completamente a bordo con la idea de Lunara, pero según discutimos con la directora Scaler, y tal y como solicité a la oviraptor, tengo hasta el lunes para considerar si la pondremos en práctica o no. La decisión debería ser sencilla, pero muy a mi pesar, mis sentimientos están en conflicto.
No es una mala idea per sé, y estoy seguro de que eliminaría si no la mayor, buena parte del problema, pero luego de lo que ocurrió con la bambiraptor, tengo dificultades para siquiera aceptarlo. Claro, tendrá sus beneficios, pero no me gustan las implicaciones que tendrá en nuestro entorno.
…
No importa, aún tengo tiempo para pensarlo bien, y hay algo más importante de lo que ocuparme primero. Algo mucho más importante.
—Estaremos ahí en un momento —la voz de Liz me arranca de mis pensamientos, y al voltearme hacia ella, asiento en silencio, y ella devuelve la mirada al camino.
En cualquier otra ocasión, ella de seguro me habría empujado a seguir la conversación, pero parece darse cuenta de que necesito estar perdido en mi propia cabeza por un rato, al menos por esta vez. Después de todo, necesito pensar en esto cuidadosamente ahora, antes de estar cara a cara con la baryonyx.
Pero el trecho entre la escuela y la casa de Damien es más breve de lo que recordaba, y para cuando me doy cuenta, Liz está estacionando frente al garaje de los Payne. Creo que nunca he estado tan nervioso como ahora, porque a pesar de lo que hablé con mi amiga de cuello largo, mis sentimientos están en conflicto aquí también, y no me siento listo para esto. Pero si soy honesto conmigo mismo, tal vez nunca lo estaré, así que solo me queda enfrentar la situación con madurez, discutir las cosas como los adultos que somos, y cerrar este… capítulo tan particular en nuestras vidas de una vez.
Está claro que disocié por un momento, porque para cuando me doy cuenta, Liz y yo estamos esperando frente a la puerta, y el dilophosaurus la abre al instante. Él avanza directo hacia mí, deteniéndose por un momento con una expresión difícil de descifrar, antes de abrazarme con fuerza. El gesto me toma desprevenido, y una pequeña risa se me escapa al momento en que devuelvo el abrazo con cierta torpeza.
—¡Me alegra que estés bien, Inky! —Dijo al apartarse, palmeándome el hombro.
—Si, bueno, parece que soy más resistente de lo que creíamos.
—Eh, no recomendaría que siguieramos poniendo esa teoría a prueba, si me lo preguntas —dijo con una amplia sonrisa, antes de hacerse a un lado—. Vamos, pasen.
La casa de Damien siempre tiene un aura tan… cálida, una que te invita a quedarte, y en cualquier otra ocasión tal vez propondría una nueva noche de juegos, considerando los agradables recuerdos que tengo de la anterior.
Pero ahora mismo… eso no es posible, y los tres lo sabemos.
—¿Y Olivia? —Preguntó Liz, y Damien se llevó una mano a la nuca, incómodo.
—Ella… dijo que esperaría en su habitación —dijo él, antes de enfocarse en mi—. Que quiere hablar contigo a solas.
—Entiendo —acepté, a punto de ponerme en marcha cuando siento su mano en mi hombro, y me volteo hacia él—. ¿Damien?
—Yo… no tenía idea, Inky. Quiero decir, sabía que algo estaba ocurriendo, pero nunca hubiera imaginado que era tan grave.
—Damien… está bien, no tenías por qué saberlo.
—No, ¡tenía que saberlo! Somos una familia, pero no tenía idea de lo que estaba pasando en la cabeza de Olivia. No sabía que te había fastidiado de esa forma, y no sabía que… se estaba sintiendo de esa forma. Y ahora ni siquiera quiere hablar conmigo, yo… ya no sé qué hacer.
Salta a la vista que esto de verdad lo está destrozando, y puedo entender por qué. Olivia es una de las personas más importantes en su vida, y la idea de que ella se estuviera guardando esto, que haya actuado así a sus espaldas, debe de hacerlo sentir responsable, aunque no lo sea realmente.
Pero Damien es esa clase de persona, se carga las mochilas emocionales de los demás a su hombro sin importar el peso, sin importar el daño que pueda sufrir por causa de ello. Y esta mochila en particular, una de las más importantes, tal vez está siendo demasiado para él solo.
Y quiero estar ahí para él. Para ellos.
—Escucha, estoy seguro de que cuando solucionemos esto, ella estará abierta a hablar otra vez. Solo… ten algo de paciencia. ¿De acuerdo? —Pedí al tomarlo de los hombros, y aunque él no parece realmente convencido, suelta una pequeña risa incómoda.
—Si, supongo que, si alguien puede hacer esto, eres tú —dijo el dilophosaurus, pero en su sonrisa también hay tristeza, y supongo que puedo empatizar con ese sentimiento—. Su cuarto está al fondo del pasillo, frente al mío.
—Estaremos aquí si nos necesitan —dijo la chica de cuello largo, y cuando no me pongo en marcha, siento un delicado empujón en mi espalda—. Tú puedes.
—Gracias Liz —asentí con una confianza renovada, antes de internarme en el pasillo, recorriendo la escasa distancia que me separaba de mi destino.
Ahora, estoy frente a su habitación, y aún sigo dudando mientras mi puño está en el aire, pero sé que no puedo seguir haciéndolo. Tengo que enfrentar esto, de una vez por todas. Ambos debemos hacerlo. Y con esa resolución presente, toqué a su puerta.
Por un momento no hay respuesta, y considero que tal vez ella no me escuchó, o está durmiendo, pero es entonces que una voz ronca se oye al otro lado.
—Adelante.
Sin esperar un segundo más, abro la puerta, encontrándome con una habitación a oscuras, lo cual llama mi atención, considerando que aún hay sol ahí fuera.
—¿Puedo encender las luces?
Un breve momento pasa en silencio, antes de que reciba una respuesta.
—Claro.
Recorriendo con mi mano la pared a mi costado, ubico la tecla y la enciendo, alumbrando la habitación. Y ahí está… la chica caimán está reposando boca abajo en la cama, y no se voltea ante mi presencia. La habitación está hecha un desastre, y la ventana ha sido completamente tapiada con cinta de papel.
Suspirando ante tal escenario, cierro la puerta detrás de mí, y al acercarme, viendo que Olivia no tiene intenciones de reaccionar a mi presencia, supongo que depende de mí abrir el diálogo aquí.
—¿Te molesta si me siento en la cama?
—Agasájate.
Me siento al borde, intentando no molestarla, y me quedo mirando en la misma dirección que ella. Nos quedamos así un buen rato, en silencio, pero llegado un punto, tengo la necesidad de apuntar el elefante en la habitación.
—¿Por qué hiciste eso con la ventana?
—Porque necesitaba que mi habitación reflejara la oscuridad de mi corazón —respondió ella como si fuera lo más natural del mundo, y yo asiento.
—Si, entiendo… no, de hecho, no lo hago, en lo más mínimo.
—Está bien, es cosa mía. Solo lo… necesitaba.
Y el silencio cae entre nosotros otra vez.
Resulta que sacar un tema como este es más complicado de lo que hubiera creído en un principio, y está claro que Olivia está sintiendo exactamente lo mismo. Sin poder evitarlo, me llevo una mano a la nuca, incómodo, y ella suspira.
—No sé por dónde empezar —dijo finalmente, con su voz ronca—. ¿Qué debería hacer primero? ¿Disculparme por haber usado tus datos para cometer fraude, no porque quisiera el premio, sino por mis ridículas razones egoístas? ¿Disculparme por ocultarlo durante todo este tiempo, y dejar que te enteraras por terceros? ¿Disculparme por traicionar la confianza de alguien que me consideraba una amiga? Jesús Raptor, si al menos tú hubieras hecho algo mal, podría desviar algo de la culpa para sentirme mejor conmigo misma, pero ni siquiera puedo tener eso —continuó, apenas volteando hacia mí, sin cambiar su expresión—. ¿Qué tan enojado estás conmigo ahora mismo? En una escala del uno al diez.
—Yo diría… un seis bastante sólido.
—Es mejor de lo que esperaba —dijo con una pequeña sonrisa, una que desaparece tan rápido como llegó—. Porque Liz dijo que te había contado todo.
—Lo hizo, con lujo y detalle. Me dijo el cómo, el cuándo, el por qué y el para qué, pero…
—¿Qué faltó?
—Escucharte a ti —respondí, y ella se me quedó en silencio, mientras yo recorro su habitación con la mirada—. Por cierto, es la primera vez que veo tu cuarto. Tiene tu estilo.
—¿Es oscuro?
—Eso también, pero me refiero más a que tiene tu toque. Todas las herramientas e implementos para arte, repartidas entre el escritorio y el resto de la habitación, los posters, la televisión de tubo con la Mii aún conectada, lo que imagino será… la casa de Guts sobre ese mueble. Asumo que lo es, porque no veo a Guts ahí.
—Tiene sentido, porque está aquí conmigo —dijo ella cuando su rata mascota salió de su capucha, y yo tengo que reprimir un grito—. No te asustes.
—Nunca me acostumbraré a eso.
—A “él”, habla con propiedad —sonrió ella, acariciando al pequeñín en su cabeza con su garra—. Imagino que Liz también te dijo lo que hablamos nosotras, pero si no lo hizo… —dejó las palabras en el aire, mientras Guts bajaba para acomodarse contra su rostro—. El lunes al mediodía, le diré todo a Scaler, no me dejaré nada. Ese es el plan.
—¿Estás segura de que quieres hacer eso? —Pregunté, y ella suspiró.
—Por supuesto que no —respondió, como si de algo obvio se tratara—. Estoy aterrada, las manos… me están temblando, porque la idea de poner en peligro lo más importante en mi vida, lo único que le da valor a mi vida… si lo pierdo, no seré nada, no quedará nada, y eso… me aterra, me aterra muchísimo, tanto que no tienes idea. Y quiero pedirte, suplicarte que lo ocultes, que guardes el secreto para arrastrarte conmigo, para seguir arrastrando a los demás conmigo… pero no puedo hacerlo, ya no quiero hacerlo, porque no puedo seguir escapando de mis errores, y llegó la hora de que… enfrente las consecuencias como una adulta, en vez de seguir huyendo como una niña.
Su determinación está ahí, firme como un pilar, pero su voluntad tiembla como una hoja, al igual que ella. Plantear ella misma, a la dirección, que tuvo parte en un intento de fraude no terminará con un simple golpe en la muñeca para que no lo vuelva a hacer, eso es seguro. Las consecuencias serán en extremo severas.
—¿Qué es lo que va a pasar cuando lo hagas?
—En el peor de los casos, nos expulsarán, a Liz y a mi… hacer trampa es algo que se toma muy en serio en St. Hammond, sobre todo en lo que respecta al concurso “Nuevos Inicios”, porque hay demasiado en juego ahí. Ben tal vez pueda zafarse si se presenta como una víctima, con el hecho de que básicamente lo estaban chantajeando, pero Liz y yo no lo tendremos tan fácil. En el mejor de los casos, seremos suspendidas por unas cuantas semanas, y aparte del desastre que eso hará con nuestras notas… nuestros expedientes quedarán marcados para siempre. Y si soy expulsada… repetiré el año en otra escuela si es necesario, pero voy a graduarme. La marca de “fraude” me perseguirá a donde sea que vaya de ahora en más, pero encontraré la forma de salir adelante, de una forma u otra. Siento que solo así… solo de esa forma podré volver a verlos a Liz y a tí a los ojos sin sentirme culpable. Y sé que es un riesgo enorme hacer esto, porque tengo que graduarme… graduarme y vivir de mi arte, es el único camino que tengo para llegar a alguna parte, y arriesgar eso es… aterrador, es más que aterrador, y siento que mi corazón va a detenerse si lo arruino.
Mientras veo a Olivia exponer su alma, su voz volviéndose cada vez más ronca a medida que continúa, sigo volviendo sobre la misma pregunta una y otra vez…
¿Cuál es la opción correcta aquí?
Es cierto que cometió un error terrible, pero si hay una oportunidad de mantenerlo oculto y evitar que tanto Liz como ella deban pagar por ese error, arriesgando todo por lo que han trabajado toda su vida… ¿No debería tomarla?
…
No, solo sugerir eso sería minar los sentimientos de ambas, cuando quieren hacer lo correcto, aún si deben arriesgar lo más importante para ellas. No quiero permitirlo, pero algo ha quedado claro para mi mientras seguía oyendo hablar a Olivia…
Que no hay una opción verdaderamente correcta aquí. El mundo no es solo blanco y negro, está lleno de matices de gris, y estoy frente a uno ahora mismo, uno que me es dificil de enfrentar dada mi falta de experiencia con amistades.
Porque para mi desgracia, a diferencia de las cámaras fotográficas, las amistades no vienen con instrucciones.
Tal vez el jueves pasado mis emociones hubieran sacado lo peor de mi cuando me enteré de todo esto, pero hoy… estoy más calmado, he tenido tiempo de pensar en cómo responder a Olivia cuando estuviera cara a cara con ella otra vez Y lo que ella necesita ahora más que nunca no es consuelo, sino el valor para enfrentar sus errores.
Es tal y como Liz dijo…
”Te conozco, y estoy segura de que apenas nos sentemos a discutir esto, tu primer impulso será intentar convencerla de que no diga nada, que no ponga en peligro su futuro, y yo te pido… que no lo hagas. Por más que sea difícil, tienes que permitirle fallar, o pensará que sólo estás teniendo lástima de ella por su condición, y créeme, lástima es lo último que ella quiere o necesita.”
—Inco, yo… —continuó ella, sacándome de mis pensamientos—. Quiero que volvamos a ser amigos, eres… después de los Payne, después de Liz, después de Iadakan… eres la primera persona que se acercó a mí sin esperar nada a cambio. Solo querías ser mi amigo, y yo… escupí sobre eso, no me importó. Quería responsabilizar al mundo de mis errores, quería echar toda la culpa sobre Ben, pero… ellos no pueden tomar la responsabilidad por mis acciones. Soy la única que puede y debe hacerlo.
La respeto como artista, y no me gustaría que su talento se perdiera por causa de esta situación, pero si le arrojara una soga para escapar de ese pozo, estoy seguro que ella se aferraría a ella con uñas y dientes, sin pensar en nada más, y está claro que ella también es consciente de ello. Pero las acciones tienen consecuencias, y Olivia quiere enfrentar esas consecuencias. No puedo, ni debo, ni voy a quitarle eso.
—Y Liz… ella me prometió que estaría a mi lado, cuando le diga todo a Scaler —dijo ella, aspirando con fuerza por su nariz, para prevenir que las lágrimas se le escaparan—. Iremos por un camino bastante rocoso, pero sé que saldremos adelante. Solo lamento haberla arrastrado conmigo, y que ella tenga que pagar por mis errores.
—Es tu mejor amiga —dije, juntando mis manos—. Y ella también se siente responsable. No va a dejarte hacer esto sola.
—No, supongo que no —respondió ella, pensativa—. ¿Sabes qué apesta de verdad? Que requirió que cometiera el peor error de mi vida… para que me diera cuenta de que tenía una amiga como ella, de que ella siempre estuvo a mi lado, incluso cuando estaba ocupada ahogándome en mi odio, alejándome de todos.
—No lo veas de esa manera. Piensa que… sin importar el camino que enfrentes, tienes a una amiga que velará por ti, que estará contigo en las buenas y en las malas. Creo que eso… es algo muy valioso que encontrar.
—Lo es —aceptó ella, una pequeña lágrima corriendo por su mejilla—. Y yo… no te preocupes, no voy a dejar que esto te afecte de ninguna forma. Me aseguraré de que Scaler sepa que no que no tuviste nada que ver en esto. No te perjudicaré más de lo que ya he hecho.
—Has cambiado —las palabras se me escapan, y ella me mira extrañada.
—¿Por qué lo dices?
—Porque la Olivia que conocí al llegar aquí no habría dicho una sola palabra de eso. Rayos, la Olivia que conocí al llegar apenas si gruñía en mi dirección para comunicarse —dije, y una pequeña risa se le escapó—. ¿Y eso de que el arte es lo único que le da valor a tu vida? Eso es una mentira, y tú lo sabes. Eres más que un pincel, Olivia. Eres más que una silla de ruedas. ¿Crees que eso es lo que ven tus seres queridos cuando están frente a ti? Iadakan ve a una alumna increíble, Liz ve a su mejor amiga, Sophia y Randy ven a una hija, Damien y Vinny ven a una hermana, yo… veo a una amiga.
—¿Incluso después de todo este desastre en el que te metí?
—Si, bueno, no voy a mentir, eso realmente apestó —admití, con una mano en la nuca—. Pero hay algo en lo que estuve pensando estos últimos días… que no es que todos merecen una segunda oportunidad sin importar lo que hayan hecho, sino que… hay que merecer una segunda oportunidad para tenerla. Y si de verdad vas a decirle todo a Scaler, porque quieres ser alguien mejor, y porque valoras nuestra amistad, entonces… sinceramente, creo que eso merece una segunda oportunidad.
—Quiero cambiar —admitió ella, antes de mirarme con ojos humedecidos, mientras Guts se escondía en su capucha—. No quiero regresar a ser la persona que era antes, la persona a la que no le importaba lastimarte.
—Tienes la voluntad para hacerlo —animé, poniendo una mano en su hombro, y ella tembló al contacto—. No es tarde para tomar las riendas de tu vida otra vez, de quién eres y lo que quieres ser, de tomar responsabilidad y hacer lo correcto.
—Eres… la segunda persona que me lo dice.
—¿Quién fue la primera? ¿Liz?
—Iadakan, y los dos tienen razón —respondió, suspirando—. Lo siento, Inco. Por toda la mierda que te hice pasar desde que llegaste aquí. Por ser una amiga de mierda, por obligarte a tener que soportarme…
—Yo fui quien eligió ser tu amigo, Olivia. No tienes que disculparte por eso.
—De hecho, si, lamento que hayas tomado una de las peores decisiones de tu vida —dijo con una sonrisa tímida, y no pude evitar reír.
—Creo que lo superaré.
El silencio cae entre nosotros una vez más, pero esta vez no porque no haya nada que decir o no sepamos cómo decirlo, sino porque ya lo hemos hecho. No sé que ocurrirá el lunes, pero sea cual sea el futuro que nos depara, estoy seguro de que Olivia podrá salir adelante. Tiene la voluntad para hacerlo, después de todo.
Aprovecho para observar el resto de la habitación en este agradable silencio, y mi atención se centra en el caballete en una de las esquinas junto a varios pufs, cubierto con una tela blanca.
—Ese es mi… proyecto en progreso —apuntó ella, al parecer notando a donde estaba mirando..
—Cierto, dijiste que estabas trabajando en tu nuevo gran proyecto. ¿Puedo ver?
—Aún está en una fase… bastante temprana —dijo ella, insegura, y sus ojos me encontraron nuevamente—. Pero si eso no te molesta…
—¡En lo absoluto!
Ella dudó un segundo, pero se desplazó de la cama al suelo justo después, reptando hasta el caballete. “Dreamscape” es una de las mejores obras de arte que he visto en toda mi vida, y no puedo evitar sentir cierta emoción ante la idea de su “siguiente paso”.
Olivia se apoya contra la pared con una mano, y tira con delicadeza de la tela con la otra, revelando su trabajo en progreso. Y… estoy sin palabras.
—Con ustedes, la base de “Break Free” —anunció ella, con una pequeña sonrisa.
Ella dice que es la base, pero si me hubiera dicho que era el producto terminado, le habría creído. Los trazos y colores se funden maravillosamente en la imagen de una mujer sauria de características poco definidas, de costado, con las manos en su pecho y una sonrisa en sus labios.
Si tuviera que interpretar lo que veo, diría que a sus espaldas está el gris de su pasado, las cadenas que aún la atan, cayendo a pedazos, mientras que frente a ella, los colores cálidos están mucho más presentes, representando un futuro prometedor. Claro, esa es mi suposición, y casi no quiero preguntar ante el peligro de que mi punto de vista pueda modificar su visión artística de alguna forma, pero creo que es bastante acertada, creo que es la forma en que está viendo su vida ahora mismo.
—¿Y? ¿Qué te parece? —Preguntó, impaciente.
—No… no tengo palabras —alcancé a decir, aún boquiabierto—. ¿Y esto es solo la base?
—Aún queda mucho trabajo por delante, pero la idea está a la vista.
—Es fantástico —es lo que alcancé a decir, mientras ella regresaba a la cama para sentarse junto a mi, y ambos nos quedamos viendo el caballete descubierto—. ¿De verdad necesitabas que alguien confirmara que eras una artista increíble?
—Fue una idea estúpida, lo sé, está claro que soy la mejor —rió ella, y un breve momento pasa antes de que ella continúe—. Inco, yo… lamento haberte quitado la oportunidad de participar, y haberte mentido. Sé que no significa mucho ahora, pero… la tuya era una muy buena fotografía. Me gustó mucho.
—Gracias —musité, mi alma recuperando algo de la paz que había perdido.
—Para cuando viniste a St. Hammond, yo seguía en un muy mal lugar. Mi tiempo se había congelado hace tres años, y nunca creí que volvería abrirme así con alguien. Pero… me alegra que haya sido contigo —admitió al mirarme a los ojos, antes de apretar los labios y rascarse la nuca con brusquedad—. Ugh, no soy buena para esta mierda sentimental. Dame mi cantimplora… por favor.
Sin poder evitar reír, me acerco a su escritorio para tomar su confiable cantimplora en mis manos, antes de regresar a sentarme a la cama para entregársela. Ella vierte casi todo el contenido directamente en su garganta, claramente habiéndose sobreexigido durante nuestra charla, y da un pesado suspiro al terminar.
—Oye, no… —dijo ella, y sus palabras que dan en el aire cuando sacude la cabeza, antes de mirarme con una pequeña sonrisa—. Nunca jugaste Elder King, ¿no es así?
—No, aún no tuve la oportunidad.
—¿Quieres que lo juguemos un rato? Creo que a ambos nos vendría bien un respiro.
Da la impresión de que ella es quien realmente necesita ese respiro, más que nadie, pero no voy a apuntar eso.
—No me molestaría, pero vas a tener que enseñarme. He visto videos del juego por parte de JillEvilEye, y no parece tan sencillo.
—Entonces prepárate, porque soy una terrible profesora.
—Está bien, porque yo soy un terrible alumno.
Ella se desplaza hacia la televisión de tubo, cambiando los cables de la Mii por los de la Xrox, y regresa con un mando en sus manos mientras la consola se enciende. Ninguno de nosotros sabe qué pasará el lunes después de esa reunión, y está claro que Olivia no quiere pensar en ello de momento, así que supongo que podemos tener este pequeño momento para nosotros. Más tarde habrá tiempo para lidiar con los problemas que esperan fuera de esta habitación, pero mientras tanto, la mayor amenaza que hay que enfrentar es el jefe con el que básicamente abre la partida.
Las paredes no son lo suficientemente delgadas como para escuchar de lo que Inco y Liv están hablando en su habitación, pero si podremos escuchar si hay gritos, y esa será nuestra señal para intervenir.
Mientras tanto, Damien y yo estamos en el sillón de su sala, bebiendo café, y listos para lo que sea. Los minutos pasan, y cuando parece que tendremos que acercarnos para saber si alguno de los dos está muerto, la televisión de Olivia se oye en su cuarto con un alto volumen, y la discusión que le sigue entre los dos nos deja en claro que están hablando de cualquier otra cosa, menos del concurso.
Ambos suspiramos con tranquilidad, porque parece que se ha evitado el peor escenario posible, y siento que me he quitado un peso enorme de mis hombros. No sé cómo habrá ido esa discusión, ni a qué conclusión llegaron, pero fue lo suficientemente bien como para que ahora estén ocupados con un videojuego.
Ahora… solo queda la reunión con Scaler el lunes al mediodía. Ese será el último paso, el que va a decidir cómo sigue este año para nosotras dos.
—Parece que por fin podemos respirar tranquilos —dije al beber de mi taza con un espíritu calmo, pero el dilophosaurus no responde, parece perdido en sus pensamientos, y se sobresalta cuando lo llamo—. ¿Damien? ¿Estás bien?
—¡Por supuesto! —Exclamó, bebiendo el resto de la taza, antes de dejarla sobre la mesa ratona—. Me alegra que Olivia haya podido hablar con él, estoy seguro que de verdad lo necesitaba.
—Ambos lo necesitaban, de hecho.
—¿Segura? Inco parecía estar llevándolo bastante bien.
—Lo está ahora, pero ayer se lo veía bastante mal, luego de todo lo que ocurrió el jueves. Ha mejorado mucho desde entonces.
Dije como si fuera lo más natural del mundo, y en un principio Damien se tranquiliza al saberlo, pero entonces una duda se presenta en su mente.
—Espera, ¿cómo lo sabes? —Preguntó, curioso—. Inco no vino a la escuela ayer.
El café se atora en mi garganta, se va por la tubería equivocada, y no puedo evitar toser violentamente mientras me tomo del pecho, sorprendiendo a Damien. Es cierto, yo no debería saberlo, normalmente no debería tener forma de saberlo, y el dilophosaurus se ha dado cuenta.
Bueno, no es como si de verdad tuviera que guardarlo en secreto, así que…
—Yo… luego de la escuela, ayer en la tarde, fui a su casa, porque quería confirmar que estaba bien. Después de lo que había oído, de lo que pasó con Lunara, estaba preocupada de que Inco no nos estuviera dando toda la historia, que estuviera peor de lo que realmente decía que estaba, así que… fuí a su casa de visita.
—¿Y fuiste durante la tormenta?
—Si, fue un poco complicado llegar, pero de verdad necesitaba verlo. No iba a estar tranquila hasta saber que estuviera bien, como su compañera del consejo estudiantil.
—Tienes razón… me alegra que hayas estado ahí para él —dijo con una sonrisa, y yo asiento en respuesta—. ¿No lo tuviste difícil para regresar a casa? Quiero decir, el tifón solo se puso peor. Se cortó la electricidad aquí y en todas partes, y el techo del vecino terminó en el patio de atrás. Te envié mensajes porque estaba preocupado, de como estabas llevando la noche, considerando que también había tormenta eléctrica.
Y esa es una parte del día de ayer que sí quería dejar fuera de la discusión. Sería sencillo mentir al respecto, pero no quiero hacerlo, no a Damien. Él ha sido mi compañero toda la vida, lo sabe todo sobre mi tanto como yo lo sé todo sobre él, y no quiero ocultarle nada. Ni siquiera esto.
—No, todo estuvo bien, no tuve problema, porque yo… uh… pasé la noche en casa de Inco —dije mientras jugaba con la taza de café, pasando mis dedos por los bordes, y la expresión del dilophosaurus no cambia mientras me explico—. No tenía forma de salir una vez llegué ahí, usar el auto era peligroso, así que… me quedé con él.
—Bueno… me alegra que hayas tenido compañía, sobre todo en un día como el de ayer —dijo él, comprensivo, antes de ponerse de pie—. ¿Quieres más café?
—Por favor —asentí, con una sonrisa incómoda.
El dilophosaurus lleva ambas tazas a la cocina, pero yo no puedo evitar preocuparme, porque Damien usualmente habría preguntado más al respecto, de qué hablamos con Inco, qué hicimos, cómo nos las arreglamos durante la tormenta… pero no lo hace.
Y yo no sigo esa línea de la conversación porque siento que cualquier cosa que añada solo me hundirá más, sobre todo si menciono lo que ocurrió durante la noche, y lo último que quiero es que él se haga la idea equivocada. Después de todo, he cuidado y nutrido nuestra relación durante años, y no voy a echarla a perder por un malentendido, eso ni pensarlo. No puedo perderlo, por nada en el mundo.
Él es mi futuro, después de todo, y voy a luchar por ese futuro si debo hacerlo.
Notes:
Perdón por la tardanza, pasaron muchas cosas en mi vida las últimas semanas, y escribir se tornó bastante difícil. Pero eso es aparte, espero que hayan disfrutado este capítulo, y les comento que el siguiente va a ser el final de lo que es el primer acto… el primero de tres, de hecho. El segundo va a cubrir todo hasta el baile de invierno, y el tercero va a cubrir todo hasta la graduación. Pasando este punto, la historia va a tomar carrera, así que espero que disfruten de todo lo que se viene. Como siempre, espero sus kudos y comentarios, y que me cuenten qué cosas les gustan y les disgustan de la historia. Y ya que estamos, ¿cómo creen que va a terminar esta primera parte? Si aciertan se ganan una estrellita dorada, que no tiene ningún uso, ni se puede cambiar por nada, pero es bonita. ¡Hasta la vista, y gracias por leer!

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