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Bioseguridad

Summary:

(AU Zombies/basado en Resident Evil) Jiro Yamada es un militar especializado en bioseguridad, y la misión actual es complicada. Hasta que se encuentra con el agente Kuko Harai.

Notes:

Un maravilloso arte para el fic de Alisuwink

 

Alisuwink tumblr

 

Añado también la imagen al final del fic :)

Work Text:

 

 


 

La misión se había ido a la mierda desde el principio. El viaje en helicóptero hasta la isla fue accidentado, perdieron a dos de sus hombres en el aterrizaje de emergencia y a otros dos más después de ingresar en las instalaciones. Cuando las cosas no podían ir peor, fueron a PEOR, en letra mayúscula.

 

Como en una mala película de terror de serie B, aparecieron los trabajadores del laboratorio que iban a detener. Pero no estaban vivos, no. Eran putos zombis, muertos vivientes que andaban y comían carne humana. Todos tuvieron la desgracia de contagiarse del propio virus que habían creado, debido a un error en el sistema de seguridad. Y esos malditos zombis acabaron con el resto de su equipo.

 

Jiro continuó avanzando por el largo e inmaculado pasillo blanco, tenía que encontrar los datos biológicos en la sala señalizada del GPS que le dieron al iniciar la misión. Con su rifle de asalto en alto (desde el primer encuentro con los muertos vivientes no se atrevió a enfundarlo de nuevo), giró a la derecha para seguir la ruta, su equipo militar pesaba, hacía calor y perdió la cuenta de las horas que llevaba allí dentro. Estaba harto.

 

La misión en sí era sencilla, recuperar los datos y borrar el lugar del mapa. Como miembro del ejército, especialista en riesgos biológicos, había visto cosas horribles en su carrera militar. Pero esto, se llevaba el premio gordo. Aun no sabía como había logrado sobrevivir hasta ahora. Un ruido a lo lejos le alertó, afinando la vista para ver más allá del pasillo. Las luces parpadeaban y aunque parecía un lugar abandonado sabía que en cualquier momento podría aparecer uno de esos seres. No podía distraerse, cualquier error sería fatal.

 

El pasillo terminaba tras una puerta de metal, debía pasar por allí para atravesar la sala de juntas, seguir hasta la sala de seguridad y de allí al laboratorio del primer nivel. Era un maldito laberinto, y además tuvo que dar varios rodeos para esquivar a los zombis. No podía darse el lujo de malgastar munición. Agarró el pomo de la puerta intentando escuchar algún sonido al otro lado. No percibió nada. Apretó la manilla y abrió la puerta despacio.

 

Lo primero que sintió fue un dolor agudo en su mano, algo le hizo tirar el rifle al suelo. Intentó orientarse y defender su postura mientras más golpes le llovían de varios lados, quien fuese era ágil como un demonio. De pronto le sintió en la espalda, intentando inmovilizarle, pero Jiro era fuerte y tenía buenos músculos, agarró el brazo que le tenía preso por la garganta y le lanzó con una llave. El hombre que salió volando recuperó la compostura al aterrizar y ya se estaba girando en su dirección para seguir con el ataque. Era demasiado rápido.

 

Jiro se dirigió rápidamente hacia su rifle, tirado en el suelo, pero cuando iba a apuntar a su atacante con el arma se dio cuenta que el hombre ya estaba apuntándole con una magnum Handcannon y la vista fija en él.

 

Se dio un momento para pensar y estudiar la situación. Tragó saliva y una gota de sudor bajó por su frente, aun así, no apartó el arma. Unos ojos dorados y astutos lo miraban fijamente. El rostro del hombre era juvenil, cabello corto pelirrojo, era bajito y vestía jodidamente sexy. Unos vaqueros ajustados, botas militares, camiseta ceñida de color negro y una bomber aguamarina de tamaño oversize. Sus orejas estaban llenas de piercing y tenía las uñas pintadas de negro, maldito infierno. Ninguno de los dos bajó el arma, todavía apuntándose el uno al otro. ¿Qué hacia un hombre así allí? Era surrealista.

 

— Bueno — comenzó Jiro sin apartar la mirada — no eres un zombi.

 

— ¿No jodas? — hasta su voz engreída sonaba atractiva. Jiro se golpeó mentalmente, necesitaba salir más, tal vez sus hermanos tenían razón y debía buscar una buena pareja y establecerse — ¿eso es lo único que has descubierto?

 

— ¿Y también que eres jodidamente sexy? No es lo único, pero ya pareces alguien con un ego inflado, no quiero aumentarlo más — mencionó con sarcasmo, pero su sonrisa ladeada no abandonó su rostro.

 

El pelirrojo se quedó sin palabras por un momento, aturdido por esa declaración. Apretó más fuerte el arma y frunció el ceño.

 

— ¡No me jodas!

 

— No prometo nada…

 

— ¡Voy a pegarte un tiro! — amenazó con un tic en el ojo.

 

— Vale, ya paro. Lo siento — prometió con una sonrisa. En realidad, no lo sentía, le resultaba divertido ver las reacciones del pelirrojo — ahora en serio, ¿puedes bajar el arma?

 

— Puedo, pero no quiero hacerlo.

 

— Venga, no podemos quedarnos aquí eternamente — añadió con voz presumida — por atractiva que me resulte la idea de mirarte a los ojos para siempre.

 

— ¿Quién coño eres? — el joven comenzaba a impacientarse.

 

— Capitán Yamada, de las fuerzas especiales de seguridad biológica y bioterrorismo — su sonrisa presumida no flaqueó en ningún momento — pero puedes llamarme Jiro, dadas las circunstancias.

 

— Debí imaginarlo con ese estúpido uniforme — el pelirrojo resopló y alzó una ceja — además tu sigilo es una autentica mierda.

 

— ¿¡Qué!? — Jiro se sintió ofendido. Si, tal vez era demasiado alto y llevaba un equipo grande que no le permitía un sigilo perfecto, pero no era una mierda. O eso pensaba.

 

El hombre no le pareció una amenaza, así que para infundir algo de confianza entre ellos bajó el arma. El hombre bajito le observó extrañado, pero no dejó de apuntarle.

 

— Bien, ahora tienes la ventaja — dijo Jiro mientras subía las manos ligeramente en señal de rendición.

 

— Eres un idiota, podría pegarte un tiro — el joven entrecerró los ojos.

 

— Si quisieras hacerlo, ya lo habrías hecho — afirmó con una sonrisa coqueta.

 

— Agente Harai — suspiró con resignación. Guardó el arma en el cinto de su muslo — del servicio secreto, en la división de operaciones de seguridad.

 

— Un agente del gobierno — Jiro definitivamente estaba asombrado, ¿un agente secreto enviado por el gobierno? — ¿y te han enviado aquí solo?

 

— Siempre trabajo solo — sentenció seriamente — menos distracciones, mayor tasa de éxito.

 

— Impresionante — dijo con sarcasmo — el trabajo en equipo no es lo tuyo, lo pillo.

 

— Nunca he necesitado a nadie — la mirada del agente pareció flaquear por un segundo, pero Jiro no quiso indagar más en el tema.

 

— Entonces agente Harai, ¿qué hacemos? — preguntó con curiosidad — creo que nuestras misiones aquí son las mismas.

 

— Eso me temo — reafirmó el pelirrojo con un fastidio que no se molestó en ocultar — puedes llamarme Kuko, dadas las circunstancias — repitió las palabras de Jiro con sarcasmo.

 

— Mírate, vamos avanzando.

 

— Cállate.

 

Jiro sonrió ampliamente alzando las manos en son de paz, y ambos comenzaron a andar dirección al laboratorio de muestras. Jiro se sintió aliviado de tener un compañero nuevo en esta situación, aunque fuese un bajito, malhablado e irascible agente secreto. Tras pasar por varias salas más, Jiro se dio cuenta a lo que se refería Kuko con tener un sigilo de mierda. El agente era silencioso al moverse y andar, en la tercera sala se encontraron con un grupo de zombis y vio en primera fila cómo Kuko esquivaba ágilmente cada ataque, como si estuviese practicando una entrenada coreografía, y el único sonido que emergía era su potente arma al ser disparada.

 

Jiro quedó totalmente embelesado. Era evidente que ese hombre llevaba años trabajando en solitario, y su forma de pelear era magnética. Al terminar su exhibición, silbó con aceptación.

 

— Presumido… — susurró con una sonrisa en los labios.

 

— ¿Puedes hacerlo mejor? — preguntó Kuko presuntuoso mientras volvía a guardar su arma.

 

— Podría intentarlo.

 

— Ni en tus mejores sueños…

 

La sonrisa que le dedicó al decir esas palabras calentó el pecho de Jiro, ese agente era un peligro para su integridad. Lo mejor era terminar la misión cuanto antes. Y luego se daría una ducha fría, o saldría al bar más cercano de su casa para un encuentro casual claramente necesario. Aunque en su mente prefería alguien pelirrojo, a ser posible.

 

Avanzaron hasta la sala de muestras y quedaron sin habla al ver los especímenes que albergaban tras unos enormes tanques de cristal, llenos de un extraño líquido. Parecían dormidos, o muertos, no lo tenían claro. Esos seres eran enormes, con afiladas garras y forma humanoide. Demasiado siniestros para ser reales. Recorrieron la sala en silencio, compartiendo una mirada llena de preocupación y Jiro señaló con la cabeza la enorme puerta de metal del fondo.

 

Kuko resopló con hastío, la puerta estaba sellada y solicitaba un código para poder acceder a ella.

 

— Esto es una mierda — se quejó, dando una patada a la puerta.

 

— Probemos con algún código al azar — dijo Jiro sin saber muy bien cómo proceder.

 

— No creo que eso sea buena idea — Kuko comenzó a mirar a su alrededor — seguramente el código esté en algún archivo de esta zona. Siempre hay alguna pista…

 

— ¿Cómo estás tan seguro? — preguntó fascinado, observando al pelirrojo rebuscar entre los papeles del laboratorio.

 

— No es la primera vez que estoy en un sitio de mierda como este — musitó en voz baja.

 

— ¿A qué te refieres? — inquirió con el ceño fruncido. Escuchó a Kuko resoplar, molesto.

 

— ¿Eres nuevo en esto o qué? — miró fijamente a los ojos de Jiro, esperando una contestación.

 

— He accedido a lugares muy complicados y misiones bastante suicidas, soy militar, Kuko — se defendió — pero es evidente que nunca he visto seres como estos de aquí, esto no es normal.

 

— Bienvenido a mi infierno personal — su sarcasmo sonaba taciturno — después de esto tu vida no será la misma.

 

Jiro se quedó sin palabras, mirando al agente que seguía buscando el código de la puerta. Era evidente que tenía experiencia en el tema, pero eso le provocó una sensación de inquietud horrible. ¿Cuántas misiones habría realizado en un lugar como este, solo y armado solamente con una pistola y un cuchillo de combate? Estaba perdido en sus pensamientos cuando una alarma comenzó a sonar fuerte en toda la sala. Una luz roja parpadeante inundó la habitación y los tanques donde estaban confinados esos seres comenzaron a vaciarse.

 

Jiro alzó el arma hacia ellos, y pudo ver un pánico creciente en el rostro de Kuko.

 

— ¡Hay que darse prisa! — gritó el agente buscando con más nervio entre los papeles.

 

— ¡Kuko! — gritó Jiro preocupado, al notar como las garras de uno de esos seres comenzaba a moverse.

 

— ¡Mierda! — exclamó Kuko justo cuando uno de los tanques se rompió y el ser humanoide y con garras quedaba libre, no tenía ojos, pero su grito estridente les puso la piel de gallina — ¡muévete, Jiro!

 

Por desgracia, los demás tanques también cedieron y dos monstruos más saltaron hacia ellos. Jiro disparó con el rifle al mas cercano, su grito de dolor era tan horrible como su rostro putrefacto. Eran demasiado rápidos, intentó esquivar y se dejó caer tras uno de los mostradores para evitar el ataque. Por el rabillo del ojo vio a Kuko moverse ágilmente mientras disparaba con su magnum a otro de esos seres.

 

Volvió a incorporarse y disparó con toda la munición al monstruo que estaba atacando Kuko. Si caía al menos uno tendrían más oportunidades de sobrevivir. Tras vaciar un cargador y esquivar el ataque del otro monstruo, el ser quedó tendido en el suelo sin moverse. Suspiró aliviado hasta que el grito de Kuko le alertó. Unas garras pasaron frente su pecho a un palmo, lo suficiente para desgarrar su chaleco militar y rodó hacia atrás para recargar y seguir disparando. Kuko saltó hacia el ser disparando su magnum y el segundo monstruo quedó irreconocible en el suelo.

 

El tercero alzó las garras dispuesto a atacar, pero Kuko lo esquivó ágilmente, agarró el brazo musculoso y sin piel y se impulsó para subir sobre su cabeza y reventarle los sesos. Al caer el monstruo, Kuko respiraba agitadamente y no apartó la mirada del bicho muerto. Tras un breve momento, alzó la vista hacia Jiro con un reproche evidente en sus labios.

 

— ¡Tienes que estar más atento! — reprendió con una innegable alarma en la voz.

 

— No me ha dado — aclaró Jiro, sin saber por qué Kuko estaba tan molesto — no tienes que preocuparte.

 

— ¡No estaba preocupado! Vas a hacer que me maten si tengo que cuidar tu trasero, ¿entiendes?

 

— Se cuidarme solo, agente — a Jiro comenzó a incordiarle la ira de Kuko, y en parte le dolía esa actitud tan individualista. En su comando siempre estaba más pendiente del bienestar de sus hombres que de su propia seguridad, no podía evitarlo. Era su forma de trabajar, y si a Kuko no le gustaba no era su problema — y tranquilo, no es necesario que salves mi culo de ahora en adelante, céntrate en tu seguridad. Busquemos ese maldito código.

 

Kuko no volvió a decir nada y tras varios minutos más, encontraron el código que necesitaban. La puerta se abrió y accedieron a un hall grande con reactores. El silencio entre ambos era tenso, y ninguno quiso hablar primero. Recorrieron la zona, alerta por si aparecía algún zombi o ser monstruoso como los que habían presenciado minutos atrás. Jiro se preguntaba quien era realmente Kuko Harai. Sí, era un agente del gobierno, pero ¿cuál era su historia? La curiosidad le carcomía por dentro.

 

Bajaron en un ascensor hasta el piso inferior, a varios niveles bajo suelo terrestre. Kuko parecía acostumbrado a lugares así, se mantenía en silencio a su lado. Jiro suspiró internamente, esta situación era desquiciante y estaba cansado de mantenerse en una alerta continua. Quizás debía disculparse con Kuko, por distraerse levemente, aunque tampoco había cometido un error tan terrible, sólo quería protegerle. Seguían vivos, ¿no?

 

En ese otro nivel vieron a varios zombis más, pero eran sencillos de eliminar. Hicieron recuento de munición, les quedaban pocas balas a ambos. A partir de ahora tendrían que esquivar y correr más, por lo que pudieran encontrar en el futuro próximo. Llegaron a una sala llena de ordenadores, parecía la central del laboratorio. Buscaron desde allí la sala de muestras del nivel inferior, por suerte se encontraba cerca, a unas pocas habitaciones donde se encontraban ahora.

 

Se dirigieron a paso rápido, se notaba que ambos estaban ya un poco hartos de ese lugar, deseaban salir al exterior y poder respirar aire fresco. Jiro se dirigió a uno de los ordenadores y comenzó a buscar los datos que necesitaba. Por el rabillo del ojo vio a Kuko acercarse a una especie de cámara frigorífica y desapareció dentro. Continuó su trabajo mientras pensaba cómo volver a hablar con el agente.

 

Cuando terminó se giró para buscar a Kuko, y lo encontró revisando su arma, al parecer ya había terminado. Frunció el ceño levemente, necesitaba saber que buscaba.

 

— ¿Qué planeas realmente? — preguntó con un semblante serio, sin apartar la mirada de esos ojos dorados.

 

— Eso no te importa — contestó Kuko, terminó de recargar su arma con las pocas balas que le quedaban — tengo ordenes precisas, y no creas que no me he dado cuenta de los explosivos que has ido poniendo en toda la instalación. Supongo que esa es tu gran misión.

 

— Y esto también — afirmó Jiro, mostrando un USB entre sus dedos, y una sonrisa torcida.

 

— Impresionante, el militar enorme sabe usar un ordenador, felicidades — no pasó desapercibido para Jiro el tono sarcástico en su voz. Le dieron ganas de empotrarlo contra la pared, pero no sabía si para golpearlo o besarlo.

 

— ¿Por qué eres tan insufrible? — no eran las palabras que quería decir, de verdad que no, pero le salieron del alma. Kuko le estaba volviendo loco.

 

— Si soy tan insufrible, por favor deja de hablarme — las palabras de Kuko fueron dichas con indiferencia — nos harías un favor a todos.

 

Jiro entrecerró los ojos, pero no apartó la mirada. Se acercó al hombre más bajo y notó como el cuerpo de Kuko se tensó a su cercanía. Algo debió de ocurrirle en el pasado para actuar de esa manera. Algo importante.

 

— Siempre estás a la defensiva — su voz era un susurro y escudriñó el rostro de Kuko en busca de algún signo de emoción — perdiste a alguien, ¿no es así? ¿Un civil en alguna misión, un compañero, un amigo… o un amante?

 

Kuko no respondió, pero su cuerpo estaba tenso, y apartó la mirada con indiferencia simulada. Jiro iba a hablar de nuevo cuando de pronto un rugido envolvió el lugar y un escalofrío recorrió su cuerpo. Algo enorme se acercaba, comenzó a mirar a su alrededor en la sala, pero no veía nada allí. Kuko se alejó de él, hacia la puerta de vidrio que daba a una parte de los reactores.

 

— ¡Espera, Kuko! — Jiro corrió tras él, le alcanzó justo cuando la puerta se abría y el pelirrojo se asomó hacia las plataformas y el vacío alrededor — vámonos de aquí, ya tenemos todo lo que necesitamos.

 

— Si… — susurró en voz baja observando el vacío que se extendía bajo sus pies, con la mirada perdida.

 

Jiro le agarró del brazo para girarse y volver a la sala segura, cuando de pronto sintió un latigazo en su espalda y calló de bruces al suelo. Se giró con un gruñido y lo que vio le dejó helado. Un ser enorme, monstruoso, con piel gruesa y musculosa se erguía sobre ellos. Al menos medía dos metros. Su rostro estaba desfigurado, lleno de cicatrices como el resto de su cuerpo, y mantenía forma humanoide con la ropa raída. Una de sus manos enormes tenía garras afiladas, y la otra estaba llena de tentáculos violáceos que tenían un aspecto pútrido y enfermizo.

 

Escuchó el grito atropellado de Kuko y su mundo se congeló por un segundo. Vio como esas garras atravesaban el hombro del agente y se levantó sin pensarlo dos veces hacia él, antes de que esa bestia pudiera alcanzarle de lleno. Sostuvo el cuerpo más pequeño contra el suyo y le dirigió hacia la puerta de cristal, tenían que alcanzarla. Estaban a un palmo de allí cuando Kuko le empujó hacia la sala segura y cerró la puerta después. Disparó con su magnum el panel de control del portón y se quedó mirando tras el cristal.

 

Jiro abrió los ojos desmesuradamente, aturdido por el estúpido sacrificio de Kuko. Comenzó a golpear el cristal, pero era resistente y antibalas, sus esfuerzos eran completamente inútiles. No iba a abandonarle, no podía. Tenía que encontrar otra manera de entrar. El monstruo se acercaba a Kuko a pasos agigantados, pero a Kuko parecía no importarle, le daba la espalda sin apartar la mirada de Jiro.

 

— Vete, héroe — su voz sonaba cansada — te daré tiempo, vuela este maldito lugar — se giró hacia la aberración y comenzó a disparar con la magnum en alto.

 

— ¡¡Kuko!!

 

Jiro comenzó a hiperventilar debido a la preocupación. Tenía que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde. La puerta de vidrio era imposible de abrir, los controles los había volado Kuko con su arma. Comenzó a mirar alrededor y observó un conducto de ventilación en lo alto que parecía atravesar la sala. Se alzó allí y retiró la rendija a la fuerza. Se quitó el chaleco para poder acceder bien, era estrecho, pero podía pasar. Al llegar al otro lado comenzó a patear la rejilla para tirarla al suelo y dejarse caer. Rezaba para que no fuera demasiado tarde.

 

Al llegar al suelo, accedió a una pequeña sala con algunos ordenadores y, por un milagro o suerte, dos granadas de mano. Las guardó en su cinturón y salió por la puerta. Allí fuera vio a lo lejos a Kuko esquivando ágilmente los ataques del enorme monstruo, pero notó que sus movimientos parecían más lentos y cansados. Suspiró aliviado, corriendo a toda velocidad hacia él, todavía seguía vivo, pero ¿y si había perdido demasiada sangre? Estaba cerca de alcanzarle cuando uno de los tentáculos agarró la pierna de Kuko y un gemido desgarrador salió de sus labios. Jiro disparó sin pensarlo para liberarle, vació el cargador que le quedaba contra esos tentáculos para apartarlos de Kuko y llamar la atención sobre él. El monstruo rugió con fuerza y se giró hacia Jiro. Los ojos de Kuko se abrieron de par en par, negando con la cabeza.

 

— ¡Jiro, nooo! ¡¡VETE!! — su grito fue desgarrador.

 

Jiro se acercó, esquivando tentáculos y garras afiladas a su paso, rodó sobre su costado y atinó una patada en los tobillos del monstruo, pero a penas se inmutó. Se levantó rápidamente y vació la munición de su revolver, necesitaba distraerle para acercarse y ponerle las dos granadas, pero era un movimiento suicida acercarse tanto. De pronto vio como Kuko saltaba ágilmente sobre los hombros del monstruo y comenzó a clavar su cuchillo de combate en la nuca de ese ser. Jiro aprovechó para quitar la anilla de ambas granadas. Una la enganchó en el cinturón raído del monstruo y la otra se la pasó a Kuko, quien la metió en la deformada y repulsiva boca.

 

Kuko saltó al suelo, pero tropezó al caer, su pierna tenía una herida bastante fea. Jiro lo alcanzó rápidamente, le agarró por el brazo que no tenía herido y lo pasó sobre sus hombros para ayudarle a caminar. La cuenta atrás llegaba a cero, no podía alejarse más, agarró a Kuko y le derribó al suelo, cubriendo el cuerpo más pequeño con el suyo, protegiéndole de la posible explosión. Tras varios minutos, el humo comenzó a dispersarse, Jiro se incorporó ligeramente y miró hacia atrás. Sólo vio restos del monstruo esparcidos por la zona, y el olor a carne quemada le inundó sus fosas nasales. Arrugó la nariz y entonces percibió movimiento bajo él.

 

Kuko parpadeó varias veces, Jiro le dio algo de espacio y observó como el agente se arrastraba hasta la pared. Se apoyó en el muro y dejó escapar un suspiro tembloroso. Jiro se acercó de nuevo para supervisar las heridas de Kuko, tenía miedo de que hubiera perdido demasiada sangre. La herida de la pierna era fea, pero por suerte no demasiado profunda, en cambio la del hombro le había atravesado de lado a lado. Le vendó lo mejor que pudo con el poco material disponible. Necesitaba un botiquín. La voz de Kuko le sorprendió.

 

— ¿Por qué has vuelto? — su voz apenas un susurro. Su rostro parecía cansado, Jiro alzó la mirada hacia Kuko y se perdió en esos ojos dorados.

 

— Nunca he abandonado a ninguno de mis hombres, no podía dejarte atrás — confesó con voz tenue.

 

— Ni siquiera me conoces, ¿por qué arriesgarte a perder la vida? — Tenía un leve corte en la frente y una gota de sangre rodó por su rostro, hasta la mejilla. Jiro alzó la mano y ahuecó su rostro con cuidado, limpiando la sangre con el pulgar. Si se detuvo un segundo más para sentir la suave piel del agente, ¿quién podría culparle?

 

— Eso no me impide querer salvar una vida — retiró con desgana la mano y se levantó — iré a buscar un botiquín. Hay que limpiarte esas heridas, y con suerte habrá analgésicos.

 

Encontró un botiquín en la sala pequeña donde recogió las granadas, era mejor curar cuanto antes las heridas de Kuko para poder volver a la superficie, era un camino largo y lo mismo había mas zombis por el camino. Kuko no volvió a mencionar palabra mientras Jiro le desinfectaba las heridas, estaba preocupado por él. Ese último movimiento del agente fue demasiado temerario, pero no podía obligarle a hablar. 

 


 

El aire fresco de la madrugada fue un regalo del cielo, inspiró con fuerza y nunca en su vida deseó tanto darse un buen baño. Se alejaron de las instalaciones malditas y cuando estuvieron a una distancia prudente, Jiro activó las cargas. El lugar comenzó a explotar y volar por los aires. Ninguno de los dos dijo nada, sumidos en sus propios pensamientos. La suave voz de Kuko rompió el silencio varios minutos después.

 

— Era un amigo — Jiro giró el rostro hacia él, sorprendido por la franca revelación. El agente tenía la vista fija en el ámbar amanecer y el humo del fuego. Su mente parecía estar a años de distancia de allí — murió por salvarme la vida durante una misión.

 

— Lo siento — deseaba poder decirle algo más, había tantas palabras que quería expresar, pero ninguna consiguió salir. Anhelaba consolarle, estirar los brazos y atraerle a su cuerpo para abrazarle y susurrarle al oído palabras reconfortantes, y decirle que todo estaría bien. Ansiaba estar a su lado, para ayudarle a superar su pérdida — fue su elección, Kuko. Él quería que vivieras — escuchó un suave resoplido.

 

— Y yo quería morir — sus ojos se encontraron, y vio en ellos una tristeza tan profunda como el fuego que arrasaba con los cimientos de aquel lugar.

 

Ahora Jiro comprendió por qué Kuko siempre trabajaba solo, y por qué era tan bueno en su labor. Era eficiente sin importar la dificultad porque no pensaba que pudiera salir con vida, simplemente actuaba. No pensaba en las consecuencias. Eso le hizo sentir un dolor en el pecho que no podía ignorar.

 

Querías morir.

 

No era una pregunta, si no una confirmación. Jiro tragó saliva, pensando en cómo debía sentirse realmente Kuko, para llegar a desear la muerte. Eso le rompió el corazón, realmente estaba solo.

 

— Pero… ¿y ahora? — preguntó con una angustia palpable — ¿todavía quieres morir? — Observó a Kuko vacilar, sin saber que responder. Jiro alzó la mano y ahuecó la mejilla del agente, mostrando una sonrisa incondicional — yo arriesgaría mi vida infinitas veces por salvarte, si eso te mantiene con vida. Déjame salvarte, Kuko. Por favor.

 

Kuko abrió los ojos plenamente al escuchar sus palabras. Una lágrima solitaria se desprendió, cayendo por su rostro. Jiro la limpió con delicadeza y le besó la frente. Luego sintió como Kuko apoyaba la cabeza sobre su pecho, notando un ligero temblor en el cuerpo más pequeño. Entonces Jiro no se contuvo más, lo abrazó con fuerza, pasando una mano sobre el cabello rojo, besando también sus suaves mechones, y la otra mano aferrada en su cintura. Cuando Kuko se sintió con fuerzas para hablar, se apartó ligeramente, levantando la mirada hacia los ojos heterocromáticos de Jiro.

 

— Mas te vale no ser una distracción constante, Capitán Yamada… — su sonrisa era suave y por primera vez, Jiro sintió sinceridad en ella — y por favor, no más frases cutres para coquetear.

 

— No prometo nada, Agente Harai — su sonrisa le iluminó el rostro — a pesar de tu personalidad malhumorada, eres totalmente irresistible.

 

 

FIN