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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-02-28
Updated:
2025-06-07
Words:
58,125
Chapters:
17/?
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19
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22
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2
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953

Un paso más allá

Summary:

Después de la Guerra de los Mil Años, Ichigo Kurosaki ha sido una pieza clave en la protección de la Sociedad de Almas, pero aún no pertenece oficialmente al Gotei 13.
A pesar de su poder y sus experiencias, se ve obligada a asistir a la Academia de Shinigamis para cumplir con los requisitos necesarios para integrarse de manera formal a las filas de los shinigamis.
Sin embargo, en el día a día de la academia, la presencia de Byakuya Kuchiki comienza a desestabilizar su mundo. Los sentimientos de Ichigo por él van mucho más allá de lo que podría haber imaginado, pero el rigor de su entrenamiento y las estrictas normas de la Sociedad de Almas no le permiten explorar lo que realmente siente. Mientras intenta encontrar su lugar en este nuevo escenario, los constantes roces con Byakuya se vuelven un enigma: ¿es simplemente respeto mutuo o algo más oculto que ambos intentan negar?

Una historia de autodescubrimiento, poder y emociones reprimidas, donde los sentimientos se vuelven complicados y los deseos, peligrosos. ¿Puede una mujer que ha salvado al mundo encontrar su lugar entre aquellos que alguna vez protegió?

Chapter 1: El Precio de Proteger

Chapter Text

Ser una hermana mayor siempre ha sido una gran parte de su vida; muchas de sus creencias y forma de ver la vida se han visto influenciada por este hecho.
Su infancia fue fuertemente marcada por su madre, Kurosaki Masaki, quien le había enseñado el valor del amor en la familia y de seguir y hacer las cosas que amaba, sin preocupación por lo que dijeran otras personas. Siempre le había dicho que hizo lo que sintiera que era correcto, que no podía dejar de hacer lo que amaba por lo que otros pensaran de ella.
Cuando era pequeña su madre la había inscrito en varios talleres; de karate, baile, canto, ceremonia del té, y otros tantos que ya ni se acordaba. Recordaba estos cuatro principalmente porque eran los mismos en los que había decidido inscribir a Karin y Yuzu cuando cumplieron 6 años. Después de que su madre muriera había decidido intentar hacerlas pasar por las mismas experiencias que había compartido con ella. Estaba segura de que su madre habría querido que todas sus hijas disfrutaran de descubrir qué es lo que realmente querían.
Como era de esperar, Yuzu abrazó el club de baile y de canto, luego también quiso ir a un club de cocina, principalmente porque había decidido hacerse cargo de las comidas de su familia, algo que Ichigo agradeció profundamente, porque no le gustó mucho la cocina
Por otro lado, Karin, al igual que Ichigo, se había decantado por los clubs de Karate y la ceremonia del té. Este último era algo que unía a las hermanas, en especial ambas eran consideradas marimachos porque, por lo que no las veían como chicas que pudiesen practicar algo tan elegante y delicado como la ceremonia tradicional del té japonés. Sin embargo, ambas habían disfrutado de esa actividad.
Para Ichigo era muy divertido ver la reacción de sus amigos cuando descubrían que ella también disfrutaba de cosas que se resaltarán como femeninas. Tatsuki, su amiga más antigua y que, hasta los quince años, quien mejor la conocía, solía burlarse de ella porque, además de ser muy buena en la ceremonia del té, era horriblemente mala cantando, algo que a Ichigo le gustaba hacer cuando se distraía, pero cuando estuvo en el taller de canto, su maestra le pidió amablemente que se saliera, ya que no tenía el tono adecuado. Fue una forma amable de decir que cantaba mal. Pero a Ichigo no le importó. Lo que, si le molestaba, era que había sido impresionantemente bueno en el baile, ya fuera danza tradicional o danza moderna.
No es que odiara bailar, es que no le gustó que tantas personas se concentraran en ella, es por eso por lo que, aunque seguía yendo al taller, lo disfrutó y continuó mejorando, después de la muerte de su madre se negó rotundamente a unirse a las presentaciones públicas, a pesar de los ruegos de su padre y las lágrimas de cocodrilo que este soltaba para intentar convencerla (era molestamente entusiasta).
Cuando conocí a Rukia y se convirtió en Shinigami, había dejado bastante de lado estos pasatiempos. No había tenido tiempo para disfrutar de otras cosas, luego había estado más concentrada en volverse más fuerte para poder proteger a sus amigos y familia.
Durante los diecisiete meses en los que estuvo ciega al mundo espiritual, había intentado distraerse retomando sus antiguos hobbies, pero le había sido difícil, también había vuelto a jugar futbol y otros deportes, pero no había podido llenar el vacío que sentía al no estar en contacto con su alma. A través de los meses se había dado cuenta de que incluso extrañaba al hueco en su interior, aunque a veces la volvía loca, debí reconocer que muchas veces también era esa mano dura que le decía las cosas sin delicadeza y que simplemente atacaba los puntos que Ichigo no quería ver.
Recuperar sus poderes se sintió como recuperar una parte de su alma que había perdido, volver a nacer de alguna forma.
Había extrañado a todos los amigos que había hecho en la sociedad de almas, incluso las peleas sin sentido que tenía con Rukia y Renji, el escapar de Kempachi y sus locos desafíos, pero especialmente la sensación de que estaba al mando de su vida, que tenía algo que decir en el rumbo que esta tomaba y que tenía el suficiente poder para protegerse a ella y a los que amaba.
Aunque gran parte de esta creencia se vio remecida duramente con el ataque del rey Quincy, no solamente descubrió que no conocía gran parte de sus antecedentes familiares, sino que también había rechazado una parte de sí misma al rechazar a su hueco.
Aceptar a su Zampakuto tal como era y aceptar y perdonar a su parte Quincy había sido una catarsis para ella, incluso podía sentir como sus poderes se sentían más en armonía, su poder, aunque incontrolable, no tan en caos. Alcanzar el equilibrio fue difícil, incluso después de derrotar a Juhabach se encontraba luchando por controlar su poder y evitar que este afectara a quienes la rodeaban.
─Sería bueno si te quedaras en la sociedad de almas un tiempo ─ fue lo que dijo Kyoraku, luego de que se asentara un poco el polvo que había dejado la guerra.
Era una decisión difícil para Ichigo, su familia y la mitad de sus amigos se encontraban en el mundo de los vivos, pero también entendía que, si no controlaba sus poderes, podía ser un peligro para aquellos que le importaban. Además, la otra mitad de sus amigos se encontraban en la sociedad de almas
Luego de discutirlo con su padre, decidieron que lo mejor era quedarse en la sociedad de almas. No había sido fácil despedirse de sus hermanas pequeñas, ambas estaban entrando en la adolescencia y sabía por experiencia que no era una época fácil y no era un momento en el que quisiera dejarlas solas, su padre podía amarlas mucho, pero un hombre no era lo ideal para ayudar a dos niñas a convertirse en mujeres. Había hecho que Tatsuki le prometiera que las cuidaría y guiaría mientras pudiera, aunque su amiga también se iría de Karakura para estudiar en la universidad, al igual que todos sus conocidos humanos de su edad.
Era extraño y un poco desalentador para Ichigo darse cuenta de que no podría ir a la universidad, al menos no por el momento, y era algo que realmente la hacía sentir un poco triste, pero entendía que era lo mejor para todos. Por otra parte, el no tener que fingir no ver fantasmas, ser alguien normal entre humanos, la hacía sentirse más liviana.
Karin y Yuzu no habían podido esconder su tristeza, pero habían decidido que era lo mismo que si Ichigo fuera a la universidad como estaba planeado, solo que un poco antes y no tendrían el verano para pasar juntas. Habían pensado en acompañar a Ichigo en la Sociedad de Almas al menos el primer mes, pero esta idea fue descartada por algunos capitanes, debido a que el primer mes era en el que Ichigo debía estar más concentrada en su entrenamiento, cuando fuera más estable podrían discutirlo nuevamente.
No tuvo tiempo de ir al mundo humano a buscar sus cosas, por lo que casi todo fue enviado por su padre y fue traído por uno de los reclutas de la décima división. Ese fue otro tema que había sorprendido a Ichigo, el que su padre hubiese sido el antiguo capitán de la Décima división y que Rankiku fuera su teniente y Toshiro su tercer asiento. Fue bastante hilarante al principio, en especial porque cuando se encontraron, Rankiku golpeó a su padre en la cara antes de abrazarlo, feliz de que no estuviera muerto como pensaba, también era extraño que el peliblanco fuera tan respetuoso con su padre, y que su padre se portara de una manera mucho más responsable de lo que estaba acostumbrada a ver, pero aun así fue una bonita escena que ver, en especial después de todo lo malo que había ocurrido en los últimos meses.
Así que aquí se encontraba la peli naranja, con ropa humana en su bolso y sin saber muy bien qué hacer ahora que esto se estaba volviendo real, tenía dieciocho años y por primera vez en su vida estaba realmente viviendo fuera de su casa de forma indefinida, no solo un par de semanas como lo había estado haciendo los últimos años, sino que algo mucho más indefinido (permanente)
─ ¡Ichigo! ─ escucho su nombre desde la izquierda, al voltearse pudo ver a Rukia corriendo hacia ella con una gran sonrisa.
El guardia de la puerta del cuartel del décimo escuadrón se cuadró al ver acercarse a la teniente y capitana en funciones de la décimo tercera, dejándola pasar con un saludo respetuoso y casi temeroso.
Ichigo se estaba preparando para acomodar sus cosas en la barraca del escuadrón cuando vio a su amiga, por lo que dejo su bolso en el suelo y esperó a que Rukia se pusiera a su lado para retomar su camino. Sin embargo, Rukia, aun sonriendo, tomó del suelo su bolso.
─¿Qué estás haciendo? ─ preguntó Ichigo sonriendo, bastante divertida de ver a su amiga levantar su maleta bastante pesada y casi de la mitad de su tamaño como si pesara menos que una pluma.
─Te vienes conmigo ─ dijo feliz, al ver la ceja levantada y desconcertada de Ichigo se explicó ─ Hablé con Nii-sama y estuvo de acuerdo en que te quedaras con nosotros en la mansión Kuchiki hasta que decidas qué hacer en el futuro.
Rukia tenía gran esperanza de que Ichigo decidiera quedarse definitivamente en la sociedad de almas. Ichigo siempre decía que Rukia era el mayor catalizador que cambió su vida, pero para Rukia, aunque se sentía un poco culpable de haber lanzado a Ichigo a un montón de batallas siendo poco más que una niña, no podía arrepentirse de lo que hizo. Conocer a Ichigo no sólo fue un cambio en la vida de la peli naranja, también había cambiado la vida de Rukia.
Fue gracias a Ichigo que había encontrado realmente la confianza en su propio poder también era quien, de alguna forma, había arreglado en un día su inexistente relación con su hermano, algo que no había sido posible en más de cuarenta años. Nunca preguntó que sucedió en la batalla de aquel día en la cima de la montaña donde iban a ejecutarla, pero desde entonces Byakuya había comenzado a tratarla como una verdadera hermana.
Solo ese hecho, obviamente además de haber arriesgado su vida para salvar la suya, hace que Rukia esté eternamente agradecida con Ichigo y desee lo mejor para su amiga.
Por eso también quería pasar más tiempo con ella y poder devolverle, aunque sea un poco el apoyo, y eso la llevó a hacerle la solicitud a su hermano y este cedió sorprendentemente rápido.
Ichigo se sorprendió por la noticia, pero no pensó ni por un segundo en negarse. Cualquiera con sentido común preferiría quedarse en una mansión con todos los lujos presentes en la Sociedad de Almas antes que, en las barracas de cualquier división, donde lo más común era el olor corporal mezclado de un montón de personas, además de que sólo se había hospedado dos noches en la décima, pero fue suficiente para darse cuenta de que no la trataban de forma normal, ni siquiera para un Ryoka. Muchos de los reclutas la miraban con abierto asombro y la mayoría ni siquiera eran capaces de mirarla a los ojos, mucho menos hablar con ella.
Esto la hacía sentir extraordinariamente incómoda.
─Eso sería increíble─ Ichigo no era de las que se hacía de rogar, y mucho menos si planeaba aceptar la oferta. Juntas dieron media vuelta y se dirigieron en dirección a la mansión Kuchiki ─. Dile a Toshiro que me quedaré en lo de Byakuya ─ le dijo al guardia de la puerta, que la miró con ojos increíblemente abiertos y muy sonrojado antes de asentir con la cabeza.
─ ¿Oh? ¿Nuevo enamorado? ─ se burló de su amiga apenas estuvieron a unos metros.
─ Cállate ─ le devolvió Ichigo molesta.
A Rukia le encantaba molestarla diciendo que enamoraba a aliados y enemigos por igual, aunque Ichigo creía firmemente que era una mentira total, nunca nadie la había invitado a salir y no había visto a nadie portarse como idiota frente a ella (no como Renji cuando estaba frente a Rukia).
Rukia conocía los pensamientos de su amiga, o al menos una gran parte de ellos, pero también veía cosas que Ichigo decidía ignorar. Como la forma en la que varios compañeros de curso humanos la miraban, en especial el último año, muchos se quedaban embobados mirándola, en especial cuando estaba sonreía o cuando todos la miraban libremente cuando jugaba futbol u otros deportes. Tampoco conocía los rumores que corrían por la sociedad de almas. En realidad, había escuchado que muchos shinigamis masculinos sentían algo más admiración por ella, ya fuera por su fuerza en el campo de batalla o por su belleza, pero no se sentían con el valor suficiente como para invitarla a salir. Quizás Ichigo aún era muy joven, pero solía ignorar completamente su propia belleza.
De forma tácita, decidieron caminar hasta la mansión, en vez de usar el paso rápido para llegar a ella en forma casi instantánea.
─ ¿En serio Byakuya no tiene problemas en que me quede con ustedes? ─ preguntó Ichigo desconfiada. Es verdad que durante el último tiempo su interacción con él se podía definir como casi amigable, pero le parecía raro que la recibiera tan amablemente.
─Nii-sama está de acuerdo, creo que es su forma de agradecer tu contribución en la guerra ─ el ambiente se volvió levemente pesado ante la mención de la guerra, para Rukia aún estaba muy presente la muerte de Ukitake, y también la de muchos otros Shinigamis a los que Ichigo no conocía.
A medida que pasaban por las calles del Seireitei, recibieron muchas miradas de los transeúntes, más Ichigo que Rukia, pero ambas las estaban ignorando de manera espléndida.
Dejaron de lado la charla pesada y se concentraron en charla banal, simplemente comentando cómo iban las reparaciones dentro del Sereitei y cómo había avanzado la investigación de Urahara en la creación de un dispositivo que le permitiera a Ichigo comunicarse con sus hermanas en Karakura, un dispositivo que no significara una pantalla espeluznante del tamaño de una pared completa instalada en uno de los cuartos de su casa en Karakura.
Estaban entretenidas conversando cuando Matsumoto Apareció de la nada al lado de ellas con su vibrante energía.
─ Ichigo, supe que te quedarás aquí en el futuro previsible ─ dijo Rankiku con una gran sonrisa ─ ¿Cuándo será la fiesta?
─ ¿Qué fiesta? ─ preguntó Ichigo desconcertada.
─ Tu fiesta de bienvenida por supuesto ─ dijo Rankiku como si fuera algo obvio.
─ Ni de coña ─ dijo Ichigo aterrada, luego tomo la mano de Rukia y desapareció de ahí
─ ¿Qué diablos Ichigo? ─ preguntó Rukia desconcertada cuando se detuvieron a unos metros de la mansión.
─ Desde que cumplí dieciocho Rankiku está buscando una excusa para emborracharme ─ dijo Ichigo un poco molesta y algo avergonzada ─, y eso es algo que no quiero hacer.
Rukia simplemente puso los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza.
─Nii-sama está en el cuartel de la sexta, volverá cerca de la hora de la cena, y entonces podremos comer los tres juntos ─ Ichigo asintió con la cabeza mientras escuchaba, en eso se acercó a ellas una mujer que lucía en sus veintes e hizo una reverencia hacia ellas ─. Esta es Kana-san, será quien esté encargada de atenderte durante tu estancia, si necesitas algo, pídeselo ─ dijo a modo de presentación.
─Le mostraré su habitación, Kurosaki-sama ─ Ichigo se sintió un poco incómoda ante la manera tan formal de dirigirse a ella.
─Por favor muéstreme el camino ─ dijo cortésmente─, y le ruego que no se dirija a mí con sama
─Sí, Kurosaki-sama ─ respondió Kana con otra reverencia.
Rukia sonrió ante eso, viendo cómo Ichigo suspiraba decepcionada, pero sabiendo perfectamente que nadie que trabajara para la familia Kuchiki se atrevería a ser descortés con un invitado de la familia.
La habitación de Ichigo estaba ubicada en el área principal de la mansión, por lo que dijo Kana, su habitación se encontraba justo al lado de la de Rukia y al frente de la de Byakuya. Había escuchado de Rukia que antes estaba en una habitación más alejada, pero que después de ser ascendida a teniente se había cambiado de habitación.
Ichigo no entendía completamente, pero si había algún requisito para dormir en un área específica de la casa, ella no sabía cuál era ese requisito.
Ocupó el resto de la tarde en desempacar su maleta, bufó un poco divertido al darse cuenta de que habían empacado todos los vestidos que tenían, es decir tres, que fueron regalos de su padre e Ishida. También estaban los dos kimonos que usaba para ocasiones especiales, pero el resto de ropa eran jeans y camisetas de uso diario, lo que la hizo preguntarse si podría usar algo de eso en la sociedad de almas.
Cuando se acercaba la hora de la cena Kana-san se acercó a buscarla y llevarla al comedor, donde se realizaría la cena.
Aún no sabía muy bien cómo se adaptaría en vivir aquí, pero siguió la corriente, al final del día estaba con los hermanos Kuchiki, y eran dos de las personas más confiables que conocía.

Chapter 2: Entre sombras y reflejos

Summary:

Ichigo intenta adaptarse a su nueva rutina, pero la conocemos, ella no es alguien que pueda quedarse quieta mucho tiempo ¿Verdad?

Notes:

Voy a subir los cuatro capítulos que ya tengo en FF diariamente, luego pasará a ser actualización semanal <3

Chapter Text

Vivir en la mansión Kuchiki era mucho más simple de lo que Ichigo había pensado en un comienzo. Byakuya no le exigía que siguiese algún protocolo noble o algo por el estilo, algo de lo que en verdad tenía miedo, en especial por todos los rumores de que Byakuya era una clase de maniaco por las reglas en todo lo que hacía.
Hasta el momento, la única exigencia que parecía tener era aparecer en la cena y compartir esta comida con los hermanos. Y la verdad es que, aunque la primera noche en la que cenó con ellos había estado un poco incómoda porque no sabía qué esperar, al final lo había disfrutado.
La primera noche había decidido presentarse a la cena con su uniforme de shinigami, ya que no sabía si debía vestirse de alguna forma especial o algo. Por suerte para ella, ambos hermanos también estaban ataviados con sus uniformes de shinigamis, había hecho una pequeña reverencia hacia ambos antes de sentarse.
La cena se había pasado rápidamente mientras Ichigo escuchaba a Byakuya y Rukia platicar sobre lo que había pasado en sus respectivos escuadrones. Rápidamente notó que ninguno de ellos habló de cosas relevantes, solo de cosas mundanas que pasaron un día a día, cómo iban los entrenamientos de los reclutas, las peleas que había habido en las calles y una pequeña discusión acerca de quiénes eran los principales candidatos a ser los nuevos capitanes que cubrirían los puestos vacantes que habían dejado la guerra.
Sólo en esta última discusión Ichigo se sintió cómodo dando su opinión, ya que en realidad no sabía cómo era el funcionamiento dentro de cada división. Ichigo estaba firmemente a favor de que Kensei volviera a ocupar su lugar como capitán de la novena división, de donde nunca debió haber sido retirado. También pensaba que Lisa sería una buena capitana para la octava, aunque era más reservada en su opinión, aún grababa las imágenes de los mangas pervertidos que le gustaba leer a la mujer.
Esa rutina se había repetido durante la semana siguiente, sin embargo, ambos Kuchiki se aseguraron de también incluir otros temas en los que Ichigo pudiese participar. Como lo era el avance del dispositivo que estaba creando Urahara-san para que Ichigo pudiese pasear libremente por la sociedad de almas sin necesidad de preocuparse por abrumar a algún pobre shinigami desprevenido, y ese era el tema de esta noche.
—El primero que hizo se rompió luego de usar media hora — dijo Ichigo un poco avergonzada, recordando lo divertido que había estado Yoruishi al ver su cara cuando el collar supresor se había convertido en polvo luego de usar por un rato, y eso que ni alguna vez había ocurrido.
—Recuerdo eso — dijo Rukia con una pequeña risa —, se suponía que ese collar era capaz de suprimir el Reiatsu de hasta dos capitanes juntos. No sé quién estaba más decepcionado aquella vez. Si tú porque lo rompiste, o él porque su invento falló.
La peli naranja hizo un pequeño ruido de molestia, mientras tomaba su vaso de agua para poder pasar el mar sabor del recuerdo.
—Urahara fue demasiado iluso — dijo Byakuya —, cualquiera que alguna vez se haya enfrentado a ti, o te haya visto pelear durante la última guerra sabe que tu reiatsu es muy superior al que tiene cualquiera de nosotros.
Ichigo se sintió bastante sorprendida y complacida, quizás Byakuya solo estaba diciendo lo que creía como verdad, pero por alguna razón, Ichigo sintió que era casi como un cumplido. Eso era muy raro en el Kuchiki mayor, por lo que Ichigo no pudo evitar que un poco de orgullo creciera en su pecho.
Rukia miró a su hermano un poco sorprendida, para ella también le sonó como un cumplido para su amiga, uno raro, pero un cumplido, al fin y al cabo. Pero lo atribuyó a que durante los últimos años su hermano había comenzado a respetar la fuerza de la peli naranja, en especial una vez que la vio en batalla, defendiendo a toda la sociedad de almas y el mundo de los vivos.
Días después de aquella cena, Ichigo se encontró tan aburrida que ya ni siquiera pelear contra Shiro en su mundo interior le causaba satisfacción. Eso era lo que había estado haciendo desde que llegó a vivir a la mansión para pasar el tiempo.
Aún no se había designado un horario para su entrenamiento y acondicionamiento, no era muy seguro entrenarla en el Sereitei sin ningún tipo de medida de seguridad, y por ahora todos los esfuerzos estaban enfocados en volver a poner en orden todo el desastre que era la Sociedad de Almas en ese momento.
— Si estás tan aburrido, vamos a ver a Shorty — dijo Shiro desde su mundo interior, y pensándolo bien, Ichigo pensó que era una buena idea.
Cualquier cosa era mejor que pudrirse en un lindo patio sin hacer nada.
Habiendo tomado la decisión, Ichigo se levantó de debajo de la sombra del árbol de sakura bajo el cual había estado tendida durante las últimas horas. Este lugar era su favorito para pasar el rato, no solo por la excelente sombra que le proporcionaba el árbol, sino también por lo relajante que era el sonido constante de la fuente de bambú. Y si se concentraba, a veces casi podía oír el sonido de los peces koi nadando en el lago.
Cuando iba a salir se topó con Kana-san.
—¿Va a salir, Ichigo-sama? ─ el que la llamara Ichigo-sama en vez de Kurosaki-sama había sido el máximo acuerdo al que había podido llegar con la mujer mayor, pero, aunque fuera pequeña, Ichigo lo pensó una victoria.
—Sí, iré a ver a Rukia, creo que si me quedo aquí me volveré lo suficientemente loca como para ir voluntariamente a la onceava — dijo ella medio en broma, medio en serio.
Kana-san sonrió levemente y, luego de una reverencia, le deseó un buen viaje y se acabó de vuelta a sus quehaceres diarios.
Al salir a las calles del Sereitei, Ichigo se preguntó por un momento por qué no lo había hecho antes. No es que le hayan prohibido salir ni nada, pero por alguna razón inconsciente, se había limitado a conocer el interior del hogar de su amiga y recorrer los patios interiores, no es que fuera una tarea fácil, ya que los patios de la mansión eran realmente grandes. Y se había autoimpuesto la meta de un día recorrer el río que atravesaba el terreno.
Mientras más se adentraba en las calles, mayor era el flujo de gente. Poco a poco empezó a notar las miradas que le daban los otros shinigamis, eran las mismas que había recibido desde el final de la guerra; una mezcla de respeto, asombro y miedo.
Podía entender el porqué de las miradas, pero eso no hacía que se volviera más cómodo ni fácil de aguantar, nunca le había gustado ser el centro de atención.
Se estaba poniendo cada vez más incómoda, y su punto de ruptura llegó cuando vio a un grupo de cinco mujeres susurrando entre ellas mientras la miraban, en el momento en el que el grupo empujó a una de ellas en su dirección fue cuando decidió que, ya que conocía a casi todos los capitanes, no importaba a qué división fuera mientras se alejara de ese lugar. Todavía recordaba la vez que se estuvo riendo de Tatsuki durante horas porque se le confesó una chica de un curso menor, en ese momento la escena fue muy parecida; un grupo de chicas riendo y susurrando y luego empujando a una para que saliera al frente. No estaba segura si era lo mismo, pero prefería prevenir que lamentar. En especial porque no sabría cómo reaccionar. Nunca se le habían confesado.
Sin embargo, se dio cuenta de que estaba por entrar en la quinta división, y no estaba de humor para lidiar con las bromas de Shinji ni la incomodidad que aún sintió alrededor de Hinamori, así que rápidamente dio media vuelta y se animó a la división de Byakuya, al menos ahí estaba Renji y este era menos molesto que el rubio. Y también podría jugar la carta de conocer los sentimientos del pelirrojo por Rukia.
En la entrada de la división se encontró con dos guardias que custodiaban la puerta, pero solo la miraron y volvió la vista al frente, por lo que Ichigo dejó escapar un leve suspiro de alivio. Al parecer no era tan malo que la división de Byakuya fuera tan respetuosa de las reglas y, por ende, de los protocolos.
Una vez dentro, se dio cuenta de que no tenía idea de dónde estaba Renji, por lo que simplemente comenzó a pasear sin rumbo fijo por la división, unos minutos después escuchó el sonido distintivo de espadas golpeando entre sí, por lo que se siguió el sonido, hasta llegar a lo que parecía un enorme patio. Ahí pudo ver a cerca de 100 hombres y mujeres enfrentándose entre sí, bajo la atenta mirada del tercer asiento de la división.
Al ver que era Rikichi quien estaba a cargo del entrenamiento, se acercó a él para poder conversar un rato. El chico, aunque tímido y, a veces, algo torpe, utilizó con gran respeto y agradecimiento a Ichigo desde que esta salvó a su hermano menor, Ryunosuke de un Hollow, justo antes de que empezara la guerra de los mil años.
—Buenos días Rikichi — dijo cuando estuvo un poco más de un metro del chico, que saltó un poco sorprendido al escuchar su voz.
—Ah, Kurosaki-san, buenos días — respondió al verla acercarse, haciendo una breve reverencia.
—Ese chico va a caerse si sigue así — comentó la chica mientras señalaba a un chico de cabello amarillo.
-¿Qué? — llegó a preguntar el tercer asiento mientras miraba al rubio antes de que este efectivamente callera al piso incluso antes de que su compañero de práctica acertara un golpe — ¿Cómo lo supo? — le preguntó a Ichigo sorprendido.
—El tipo no estaba poniendo atención a sus alrededores — dijo Ichigo encogiéndose de hombros —. Estaba demasiado concentrado en su objetivo y olvidó que también tiene que vigilar sus pasos, está en un terreno casi plano, pero a causa de tantas personas caminando y pasando por él, se han creado algunos baches. A veces tu entorno puede pelear por ti, como en el caso de él, provocar que pierdas incluso antes de que te acierten un golpe.
Rikichi se sintió un poco idiota al escuchar esto, debió haber dado cuenta por sí mismo de lo que estaba hablando la peli naranja, una de las primeras cosas que aprendí en la academia era mantenerte alerta a tu entorno, no solo porque nunca sabes a qué te Puedes cuando peleas contra Hollows, sino también por lo que había pasado segundos antes.
—Tanaka, presta atención a tus pies y lo que hay a tu alrededor. La visión de túnel en una pelea significa tu muerte — dijo Rikichi en voz alta, dirigiéndose al recluta rubio.
El chico llamado Tanaka miró al tercer asiento avergonzado, y esta vergüenza se multiplicó al ver a Ichigo parada a su lado mirándolo.
—Supongo que la experiencia te ha enseñado lo básico, Kurosaki Ichigo — dijo una voz a sus espaldas sobresaltando a ambos Shinigamis que se encontraban conversando.
—¡Byakuya! — exclamó Ichigo girándose para encontrar al capitán de la sexta división parado justo detrás de ella —Me asustaste! ¿Cómo es que casi todos ustedes se las arreglan para aparecer detrás de la gente sin siquiera hacer ruido? — preguntó molesta.
—¿Nosotros? — quiso saber Byakuya.
—Capitanes —aclaró ella—. Incluso Shinji, con lo molesto que es, puede hacer eso.
—¿Qué haces aquí? — preguntó Byakuya sin responder a su pregunta.
—Estaba aburrida — dijo Ichigo restándole importancia. Ni siquiera pensé en exigir una respuesta, sabía lo suficiente a Kuchiki Byakuya como para saber que este no respondió muchas preguntas, y menos si las encontré sin sentido —. Iba a ir a la división de Rukia, pero me encontré con algo… inquietante en el camino.
Byakuya la miró por un instante, al parecer intentando descifrar sus palabras, pero no hizo ningún comentario al respecto.
—Así que decidiste venir aquí porque estabas aburrida— aclaró él.
—Era la sexta o Hirako — dijo ella encogiéndose de hombros, como si eso lo explicara todo. Y para ella lo hizo.
—Estás distrayendo a mis reclutas — dijo Byakuya mirando fríamente por encima del hombro de Ichigo.
Al darse cuenta de la vuelta, ella se dio cuenta de que casi todos los reclutas habían dejado de lado sus batallas y miraban en su dirección boquiabiertos. Al ver que su capitán los miraba, se pusieron firmes y saludaron.
—¡Kuchiki Taicho! — se escuchó el coro de voces en el patio.
—Yo no los estaba distrayendo — se defendió Ichigo molesta —, antes de que tú llegaras ni siquiera se habían dado cuenta de mi presencia.
—Pero ahora todos lo saben. Eres una distracción — el capitán fue implacable —. Ven conmigo — dijo dándose media vuelta, sin siquiera mirar atrás para ver si Ichigo lo seguía.
Suspirando de impotencia, la chica se despidió de un sorprendido y mudo tercer asiento con una ola de su mano, antes de seguir la espalda de Byakuya y segundos después de alcanzarlo, ya que este se había alejado de forma pausada.
—¿A dónde vamos? — preguntó curiosa.
—A mi oficina, ahí será más difícil que distraigas a mis reclutas — dijo él sin mirarla.
—Yo no los distraje, fuiste tú quien hizo que se distrajeran — dijo ella mirándolo feo.
Por un momento pensó en lo mucho que había cambiado la relación entre ellos, hace unos años ella le estaría gritando y Byakuya lo más probable es que intentara hacerla pedacitos con Zembonsakura, pero ahora estaban discutiendo de forma casi amigable, por lo que estaba bastante contenta . Eso no significaba que aceptara de buena gana que la culpara por algo que no era cierto.
Caminaron unas cuantas docenas de metros más antes de llegar a la oficina del capitán.
Ambos entraron y Byakuya cerraron la puerta.
—Genial, de encerrada en la mansión a encerrada en la división — se quejó Ichigo dejándose caer medio tendida sobre el sofá que estaba frente al escritorio.
—Hay una cama, una silla y una ventana en el Teisharo.
-¿Qué? — Ichigo se había distraído mirando los libros que adornaban las paredes.
—La sala de prisión de la división.
Ichigo lo miró fijamente.

Chapter 3: Entre honor y secretos

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Luego de un momento de estupefacción, Ichigo se echó a reír a carcajadas, sabía que el hombre estaba bromeando, porque su mejilla había tenido un pequeño tic que siempre se mostraba cuando encontraba algo divertido, pero se negaba a demostrar su diversión.
Por alguna razón encontré muy divertido que Byakuya bromeara sobre enviarla a la prisión con una cara tan seria.
─Creo que estoy bien aquí ─ dijo una vez que su risa se calmó, pero una sonrisa aún permanecía en sus labios ─ ¿Te importaría si tomo uno de tus libros? ─ preguntó luego de unos minutos en lo que lo único que se escuchaba era el pasar de hojas del papeleo de Byakuya y el leve rasqueteo de la pluma sobre el papel.
─Toma lo que deseas ─ fue la simple respuesta del capitán.
Ichigo se levantó de su posición acostada en el sillón y se acercó a los estantes para poder ver mejor los títulos de los libros. Habían varios acerca de leyes de la sociedad de almas, su historia, libros sobre estrategias militares, un par de títulos que ni siquiera pudo leer, y, para gran sorpresa de la chica, había varios títulos de William Shakespeare.
─¿Has leído un Shakespeare? ─ no pudo evitar el tono sorprendido de su voz.
─He leído todos los libros de esta biblioteca ─ respondió Byakuya sin apartar la vista de su papeleo. Ichigo estaba curioso, pero no estaba de ánimo como para preguntar mucho más.
Sabía que por mucho que hablara, Byakuya no iba a apartar su vista del papeleo y eso la iba a enojar, lo que la haría intentar ser aún más molesta para el capitán. Así que simplemente suspiró y sacó un libro sobre la historia de la sociedad del alma, algo que realmente no conocía muy bien.
Volvió a su posición anterior sobre el sofá y, contrariamente a lo que esperaba, disfrutó de la lectura, no era solo un montón de tonterías escritas desde el punto de vista del vencedor, también estaban puntos de vista del enemigo, lo que hacía que la historia fuese mucho más creíble y no aburrida, casi como una novela o thriller de suspenso. Cuando miró para ver quién era el autor, no fue poca su impresión al ver que eran Kuchiki Y. & SK.
─¿Qué significan las iniciales? ─Se preguntó en voz alta.
─Kuchiki Yuki y Shiba Kasuto ─ la voz de Byakuya la sorprendió un poco, sin esperar que este le respondiera. Ni siquiera se había dado cuenta de que él le había puesto la suficiente atención como para saber qué libro estaba leyendo. Dejó ese pensamiento de lado cuando procesó lo que había dicho.
─¿Shiba?
─En la época en la que se fundó el seireitei, debe ser unas 6 generaciones antes de tu padre ─ en ese momento Byakuya levantó la vista y la miró a los ojos ─, no olvides que provienes de una familia noble, además de tener el honor de tener una de las puertas hacia el Rey Alma, también son grandes personajes en la historia, tanto como participantes, así como historiadores.
Ichigo solo pudo parpadear sorprendida, sabía que su papá era un Shiba, y también lo de la puerta, pero le resultaba difícil relacionar a su viejo, Kukaku y mucho menos a Ganju con algo relacionado con la nobleza.
─No es que me importa mucho la nobleza, eso no tiene nada que ver conmigo ─ dijo Ichigo ya cambio recibió una extraña mirada de Byakuya ─, pero lo que si me importa es cómo es que un Kuchiki y un Shiba pudieron trabajar tan estrechamente como para crear un buen libro ─ agregó moviendo el libro en sus manos para acentuar sus palabras.
─No todos los Shibas son tan… extravagantes como los 3 que conoces ─ Ichigo emitiendo ante las palabras políticamente correctas del capitán, aunque estaba segura de que lunáticos era algo más cercano a lo que quería decir ─. Mi abuelo me ha hablado sobre algunos que vivieron antes, que eran poderosos shinigamis, yo mismo conocí a unos cuantos. Shiba Kaien fue un buen maestro y teniente. Tu propio padre fue alguien que, a pesar de sus delirios y extravagancias, era alguien que merecía respeto.
Ichigo sonriendo ante sus palabras, se sintió bien saber que el viejo cara de cabra fue lo suficientemente importante como para merecer el respeto de este Kuchiki en particular y, aunque nunca había conocido a Kaien, Rukia le había hablado lo suficiente de su primo como para saber que era alguien a quien le hubiera gustado conocer.
─¿Por qué en el libro solo están las iniciales de Shiba Kasuto? ─preguntó Ichigo curioso, puede que fuese algo sin importancia, pero le gustaba hablar con Byakuya y quería alargar su conversación lo más que pudiera. Lo que no esperaba era la leve mirada de incomodidad que apareció en sus ojos.
─Según la ley del Sereitei, nadie que haya caído en desgracia puede pasar a la historia de la sociedad de almas, eso incluye el ser autor de un libro de historia sobre esta ─ dijo sin fluctuación en su voz, mientras que Ichigo arrugaba aún más su entrecejo molesta─. Originalmente el nombre se iba a eliminar por completo, dejando solo a Kuchiki Yuki como autor, pero mi abuelo se negó a robar el crédito de otra persona para nuestro clan y simplemente dejó las iniciales de Shiba Kasuto. Actualmente se está imprimiendo una nueva edición y será incluido nuevamente su nombre completo ─ dijo solemnemente. Ichigo no sabía qué respondió a eso.
─¿Por qué? ─ dijo, eso era todo lo que se le ocurrió preguntar, no muy segura de porqué el cambio ni de porqué Byakuya parecía tan interesado en hacerle saber ese detalle.
─Por que tu contribución en las últimas guerras, tu poder y todo lo que ha hecho por la Sociedad de Almas es más que suficiente para restaurar el honor del clan Shiba, e incluso para elevarlo a un punto en el que no ha estado antes en la historia ─ dijo de tal forma que parecía querer hacerle entender cuan profunda y sincera era su declaración.
─Nada de lo que hice fue pensando en el honor o reconocimiento ─ dijo ella, algo incómodo mientras se sentaba para poder hablar frente a frente con Byakuya ─, hice lo que tenía que hacer para proteger a quienes me importan, y eso te incluye.
Esa última declaración pareció tomar por sorpresa al capitán de la sexta división, ya que este abrió los ojos mientras asimilaba su declaración antes de asentir levemente con la cabeza, como aceptando sus dichos, pero justo cuando abrió la boca para responderle, fueron interrumpidos por la puerta que fue abierta bruscamente por Abarai Renji.
─ Lo siento capitán, me atrasé más de lo que esperaba en mi reunión con los otros tenientes ─ dijo Renji apenas atravesó la puerta, pereciendo un poco agitado.
─Tu papeleo está sobre tu escritorio ─ fue todo lo que dijo Byakuya, volviendo la vista a sus propios papeles pendientes.
Renji suspiró agotado de solo pensar en el papeleo antes de dirigirse a su escritorio y tomar asiento.
─Tu conciencia espacial es una mierda ─ dijo Ichigo sonriendo mientras volvía a acostarse en el sofá y continuaba su lectura. Renji levantó la vista de sus documentos sobresaltados.
─¡Ichigo! ─ dijo Renji sorprendido, abriendo cómicamente sus ojos al ver a la peli naranja acostada en el sofá ─ ¿Qué haces aquí? ─ Su pregunta sonaba más acusatoria que curiosa.
─Leyendo ─ fue toda la respuesta de la chica con una pequeña sonrisa en su rostro, contenta de molestar al pelirrojo.
─Ya sé eso, idiota ─ dijo Renji molesto, pareciendo a un paso de ponerse de pie ─. Lo que quiero saber es por qué están en mi sofá.
─Abarai ─ fue Byakuya quien respondió, sorprendiendo a los otros ocupantes de la oficina, parecía que Renji había olvidado por un momento la presencia del capitán─. El sofá es propiedad de la sexta división y yo, soy el capitán ─ fue una forma velada de decir que era de él y que Renji se callara.
El rostro de Renji se puso casi tan rojo como su cabello antes de lanzarle una mirada a Ichigo prometiendo dolor. Ella solo le sonríe a cambio, sin preocuparse por su amenaza silenciosa.
No es como si Renji fuera una gran amenaza para ella.
Hubo silencio durante un tiempo, mientras cada uno se concentraba en sus propios asuntos. De vez en cuando Ichigo notaba que los ojos de Byakuya se enfriaban al mirar alguno de los documentos. Si no lo conociera, diría que más de una vez estuvo a punto de poner los ojos en blanco. Sin embargo, apartaba la vista rápidamente al darse cuenta de que lo había estado mirando demasiado tiempo. No sabía por qué, pero encontré interesante mirar al hombre cuando este se concentraba en algo.
Luego de un par de capítulos más leídos, su estómago comenzó a sonar levemente, reclamando su sustento, pero no quería ser quien distrajera al capitán o a su teniente con cosas tan fútiles como el hambre, así que había decidido quedarse callada, pero al parecer no. Estaba tan equivocada en su reloj interno, porque segundos después Byakuya dejó su pluma en el soporte y levantó la vista para fijarla en Ichigo. Al sentir su mirada, ella volteó para mirarlo de vuelta.
─Ya es hora del almuerzo, hay un comedor cerca que es aceptable ─ dijo él mientras se ponía de pie.
Ichigo tomó sus palabras como una invitación, cerró su libro luego de marcar la página en la que iba y se levantó rápidamente, lo dejó en la esquina del escritorio del capitán, este miró el libro, pero no hizo ningún comentario al respecto, simplemente se dirigiéndose hacia la puerta.
─¿No vienes? ─ le preguntó la chica a Renji quien continuaba sentada en su escritorio, mirando a Byakuya como si le hubiera salido otra cabeza. Antes de que el pelirrojo pudiese responder, el capitán habló.
─El teniente Abarai debe ponerse al día con su papeleo atrasado de esta mañana, tendrá tiempo para comer más tarde.
─Sí, Capitán ─ Renji parecía algo amargado, pero no tenía el valor de reclamar ante Byakuya, por lo que silenciosamente volvió a su papeleo, más enfurruñado al ver la mirada burlona que le dirigía Ichigo.
Ichigo caminó al lado de Byakuya mientras atravesaban la división, ella pudo distinguir a muchos shinigami ir en una misma dirección y, por el leve aroma que venía desde ese lugar, supuso que podía ser el comedor, pero el capitán caminaba en sentido opuesto, hacia la salida del escuadrón.
─¿No comeremos aquí? ─preguntó con curiosidad.
─Eres demasiado llamativa, no creo que te sea cómodo comer bajo cientos de miradas.
Ichigo hizo una mueca al imaginarse la escena, no era algo a lo que quisiera estar expuesto y realmente la conmovió el hecho de que Kuchiki Byakuya pensara en ella.
─Gracias ─ dijo y su compañero simplemente avanzando con la cabeza en reconocimiento.
Llegaron fuera mirada de la división y nuevamente ella se encontró bajo las miradas curiosas, pero esta vez parecieron menos insistentes, probablemente por la presencia a su lado que congelaba a cualquiera con solo una.
Caminaron unos cuantos minutos antes de llegar a lo que parecía un restaurante típico japonés cerca de la cuarta división. Era un lugar bastante limpio y discreto, parecía ser más frecuentado por shinigamis de la cuarta división, ya que el reiatsu que Ichigo podía sentir era cálido y cómodo, lo que solía asociar con Hanataro y aquellos que pertenecían al mismo escuadrón del chico tímido.
Entraron y Byakuya se dirigieron a una de las mesas del fondo, donde tendrían suficiente intimidad para conversar de lo que quisieran y también estaba estratégicamente posicionado como para tener una vista clara del local. Supuso que para un capitán veterano era natural pensar automáticamente en la defensa en caso de ataque.
Ichigo apoyaba completamente de acuerdo con el lugar elegido y la previsión del hombre.
Una mujer que lucía en sus treinta se acercó a ellos para dejar un vaso de agua para cada uno, Byakuya le pidió que fuera el menú del día e Ichigo siguió su ejemplo, por lo que rápidamente la mujer los dejó solos.
─¿Vienes seguido aquí? ─dijo Ichigo, queriendo romper el silencio, además de que le llamó la atención el hecho de que la camarera a penas pestañara al ver al capitán sentado en el local.
─No especialmente, pero no es raro que algunos capitanes y tenientes prefieran lugares más tranquilos para comer ─ Ichigo pensó en los capitanes más tranquilos que conocían y que definitivamente disfrutarían del lugar, y luego hizo una mueca al recordar a Ukitake y Unohana. Ambos eran shinigamis que respetaba ya quienes tenían cierto aprecio.
─Ya lo creo ─ el ambiente se puso un poco sombrío, algo que no quería para este momento, por lo que rápidamente cambió de opinión ─. ¿Sobre qué eran los documentos que ha estado firmando todo el día?
─No es algo que deba hablar con cualquier persona, son asuntos de mi división.
─Oh, vamos ─ dijo Ichigo sonriendo mientras se inclinaba levemente sobre él ─. Sabe que lo que sea que me digas jamás saldrá de mis labios.
Lo más probable es que fuera su imaginación, pero Ichigo podría jurar que los ojos de Byakuya parpadearon rápidamente hacia sus labios. Lo descartó como una ilusión.
─Son los informes de misión y solicitudes ─ respondió Byakuya luego de unos momentos, justo cuando Ichigo pensó que él ya no iba a responder ─. Hay veces en los que me pregunto si entrenamos reclutas o cuidamos niños ─ dijo entre bocado y bocado.
Ichigo no pudo evitar reírse, se daba cuenta de que el hombre no lo había dicho en broma, pero sonaba divertido cuando lo decía él.
Pasaron el resto del almuerzo intercambiando comentarios sobre el papeleo del capitán, hablando cómo algunos eran simplemente reclamos de algo que algún recluta le hizo a otro, cosas tan triviales como que le escondieron su asaushi en las barracas y otras cosas sin sentido. De verdad sonaba como niños acusando a sus amigos con su madre. El hecho de que en este caso fuera Byakuya el designado como madre, lo hacía todo más hilarante.
─Hay veces que me es muy fácil olvidar que no todos los shinigamis conocen el nombre de sus Zampakutou, los únicos momentos en los que no fui consciente de la existencia de Zangetsu fue cuando tenía los poderes de Rukia.
─Tú eres un caso único, Kurosaki.
─¿No puedes llamarme por mi nombre?, siento que eres uno de mis maestros del colegio si me llamas por mi apellido.
─No es como si alguna vez tú hicieras caso cuando alguien te pide que le llames de cierta forma ─ respondió Byakuya mientras seguía comiendo de forma elegante ─. Podemos preguntarle al capitán Hitsugaya para más confirmación.
Ichigo bufó de forma poco femenina antes de continuar comiendo. Ya se había dado cuenta antes, pero cada vez que comía en compañía del otro, se sentía impulsada a usar sus mejores modales a la hora de comer. Puede que se debiera al hecho de que Kuchiki Byakuya hacía que el comer pareciera un acto altamente noble y refinado.
Cuando terminaron de comer, Byakuya dejó unas monedas en la mesa y se retiraron. El camio de vuelta fue muy parecido al de ida, no hablaron mucho pero no faltaron las miradas.
De vuelta en la oficina, Renji parecía estar concentrado en sus papeles, pero no escapó a la atención de la peli naranja que el montón de papeleo no parecía haber bajado mucho.
Ella volvió a su lugar en el sillón para continuar su lectura, pero no pasó mucho para que notara que Byakuya volvió a parecer molesto con su papeleo. Decidió que, ya que este le había hablado sobre este, no perdía nada ofreciendo su ayuda.
Se levantó y caminó hacia el capitán, luego se acomodó de pie detrás de este y se inclinó para poder leer el documento por sobre el hombro de este.
─Creo que lo mejor sería enviar a un oficial sentado además de los 3 reclutas sin asiento. Puede que Aizen ya no crea huecos extraños, pero no sabemos qué quedó atrás.
En la oficina se escuchó cómo Renji dejó caer la pluma y esta rodó hasta el suelo.

Chapter 4: Más allá de lo visible

Notes:

¡Feliz día del escritor! deseando que sea un buen día para todos.

Chapter Text

Ichigo levantó la vista para mirar al pelirrojo, y vio como este parecía a punto de gritarle algo, pero Byakuya habló antes de que pudiese.
─Enviar a uno de los miembros asentados del escuadrón también significa que tendría que ser Yuki Rikichi, ya que los otros dieciséis se encuentran en recuperación o están muertos ─ la chica hizo una mueca al escuchar sus palabras, era fácil olvidar la cantidad de muertes que había provocado la última guerra mientras estaba aislada en la mansión ─. Eso significaría que las sesiones de entrenamiento de la mañana y tarde ya no tendrían a un monitor. Abarai y yo tenemos otras responsabilidades y no podemos tomar tiempo de otras actividades para eso.
─¿No pueden entrenar solos? ─ para Ichigo era normal entrenar en batalla más que propiamente como lo hacían los reclutas de la sexta, por lo que suponía que, con la disciplina que siempre mostró la división de Byakuya, ignorando a Renji por supuesto, no sería problema continuar con las rutinas. de entrenamiento, incluso sin supervisión.
─ La supervisión no solo es para asegurar que no holgazaneen durante el tiempo asignado, también implica que debes corregir errores que cometen los reclutas y guiarlos en la mejora, de lo contrario no serían diferentes a un montón de monos blandiendo palos.
─Yo aprendí principalmente en batalla, no tuve mucho tiempo para recibir instrucciones ─ respondió Ichigo un poco cohibida, era consciente de que, a pesar de la fuerza que ostentaba en el campo de batalla, su técnica era bastante tosca.
─No todo el mundo es un monstruo en batalla ─ refunfuñó Renji lo suficientemente fuerte como para que ambos lo escucharan, pero aparte de una mirada fulminante de parte de Ichigo, no hubo más reacción.
─Tienes una capacidad de aprendizaje superior al promedio, necesitas más una guía práctica esporádica para avanzar. Los reclutas necesitan una guía continua.
Ichigo se quedó pensando en eso por un momento en lo que le decía Byakuya, y no pudo evitar que una pisca de orgullo creciera dentro de ella al escuchar el cumplido que acababa de recibir, una idea comenzó a tomar forma en su cabeza, no sabía. si el capitán la tomara en cuenta, pero era mejor que nada.
─¿Y si yo superviso el entrenamiento del escuadrón? Al menos hasta que la misión concluya.
Capitán y teniente la miraron fijamente, Renji la miraba como si tuviera dos cabezas, pero la mirada de Byakuya no mostraba emoción.
─¡Estás loca! ─ el pelirrojo no puo contenerse más. Él sabía perfectamente lo poderosa que era Ichigo, era alguien a quien le confiaría su vida y también las de su escuadrón, pero no creía que fuese alguien apto para enseñar─. Para enseñarle algo a esos chicos no solo basta con ser poderoso, debes tener paciencia y ser capaz de guiarlos de manera amable pero firme ─ esto lo dijo muy orgulloso de sí mismo.
─Eso te lo explico Byakuya ¿Verdad? ─ le dijo Ichigo con una sonrisa burlona dirigida al pelirrojo, se puso seria antes de continuar ─. Y sé eso, tuve que criar a dos niñas ¿Crees que no aprender algo tan básico como eso?
Hubo un momento de silencio antes de que Renji explotara.
─¡No puedes comparar el entrenamiento de reclutas de una milicia con dos mocosas que…!─ Renji se calló al percatarse de la mirada mortal que le dirigía Ichigo, y recién entonces se dio cuenta de que estaba a punto de hablar mal de las hermanas. menores de la chica, y si por algo era conocida la peli naranja, era por ser ferozmente protectora con quienes consideraban su familia, y sus hermanas pequeñas estaban en la cima de su lista de protección─. Lo que quiero decir es que son cosas que no tienen relación, a tus hermanas las tratas bien y con cariño, si haces eso con los reclutas… ─ Renji ni siquiera quiso imaginar lo que pasaría si Ichigo fuera demasiado amable con los miembros del escuadrón 6 , en especial con los hombres ─, eso no sería bueno ─ finalizó.
─Sé eso perfectamente ─ respondió la chica desdeñosamente ─. Pero no voy a criar a esas personas, les voy a enseñar a pelear y sobrevivir. Y por si no lo sabías, para poder criar bien a dos niñas necesitas enseñarles con cierta disciplina y no todo suave y blando.
─¿Tienes idea de cómo comenzar a enseñarles? ─Byakuya hizo la pregunta sin sonar incrédulo o molesto, solo con real curiosidad.
─No lo sé ─ Renji abrió la boca para seguir discutiendo, pero Ichigo continuó sin darle la oportunidad de hablar ─, no puedo saber por dónde comenzar si no sé con qué estoy trabajando. Primero necesito ver en qué nivel están para decidir por dónde empezar.
Al parecer esa fue la respuesta correcta.
─Tres reclutas más Yuki Rikichi partirán hoy hacia el distrito 59 del Rukongai este ─ dijo Byakuya escribiendo las nuevas instrucciones en el pergamino y poniendo un sello del sexto escuadrón─. Esta noche harás tu primera aparición como instructora interna en el entrenamiento vespertino ─ continuó, esta vez dirigiéndose a Ichigo.
─Ok ─ respondió la chica alegremente y siguió mirando el papeleo del capitán por sobre el hombro de este.
Renji parecía cerca de un aneurisma, alternaba entre mirar el rostro estoico de Byakuya, el papel firmado recientemente agregado al montón de terminado mientras abría y cerraba la boca sin emitir sonido. Era claro que tenía ganas de decir algo, pero no se atrevía por miedo a su capitán.
Ichigo estuvo una media hora más leyendo el papeleo y dando comentarios aquí y allá, antes de finalmente volver al sillón ya su lectura.
─Aún no me has dicho por qué estás aquí ─ dijo de la nada Renji, una muestra clara de lo ansioso que estaba por dejar su papeleo de lado.
─Es solo que me estaba volviendo loca en la mansión sin hacer nada. Salí a dar un paseo aprovechando que Zangetsu controla mi reiatsu así que no molesta a nadie. Iba a ver a Rukia.
─¿Y por qué diablos estás aquí? ─ preguntó Renji desconcertado, ignorando sin darse cuenta la mirada puntiaguda de Byakuya.
─Porque en mi camino hasta aquí me topé con un grupo de shinigamis inquietantes, y era estar venir aquí o donde Shinji ─ respondió ella encogiéndose de hombros
─¿Huiste en vez de darles una paliza? ─ Renji parecía totalmente desconcertado, conociendo a su amiga no entendía porque esta no había simplemente golpeado las luces fuera de quienes la molestaran.
─No eran inquietantes en el sentido peligroso de por sí ─ explicó Ichigo con una mueca incómoda ─, más bien eran… chicas extrañas ─ dijo finalmente.
El pelirrojo la miró sin comprender durante unos momentos, hasta que en su mente picó una conversación divertida que había tenido con Rukia, donde esta afirmaba que Ichigo atraía tanto a hombres como a mujeres. Entonces se da cuenta de que lo más probable es que la peli naranja estuviera escapando de un grupo de fan girls. Esta comprensión hace que suelte una carcajada estruendosa, olvidándose totalmente de dónde y con quién estaba.
─ ¿Escapando de un grupo de chicas enamoradas? ─Renji estaba riéndose tan fuerte que las lágrimas salían de sus ojos.
─ Cállate ─ espetó Ichigo sonrojada, apartando de Renji la mirada, sólo para encontrarse con la de Byakuya y darse cuenta de que el tic en su mejilla había vuelto. Ichigo lo miró traicionada desde el fondo de su alma, estaba segura de que, con su cara bonita, Byakuya había pasado por lo mismo, o peor, que ella cuando era más joven.
Poniendo los ojos en blanco molesta, decidió volver a su lectura un rato más, con la esperanza de que, si lo ignoraba, Renji dejaría de molestarla, pero el pelirrojo tenía otras ideas.
─¿Por lo menos eran bonitas? ─dijo Renji con burla
─Abarai, ve a informar al tercer asiento de las nuevas órdenes, y asegúrate de informarle de las nuevas disposiciones para el entrenamiento de los reclutas. ─ dijo Byakuya antes de que Ichigo pudiese contestar, lo que estaba bien, porque ella estaba a punto de lanzarle el libro a la cabeza.
─Sí, señor ─ respondió Renji, habiendo borrado todo rastro de diversión de su rostro. El pelirrojo se levantó y tomó el documento que Byakuya había firmado hace poco antes de salir por la puerta.
Después de ese intercambio volvió a haber silencio en la oficina, roto solo por el rasgar de plumas y el ocasional giro de las páginas del libro que Ichigo leía.
Tiempo después Sonó una campanada lejana que, por lo que había aprendido, anunciaba la hora de la cena para los reclutas y la hora de término para los tenientes y capitanes, así que Ichigo marcó nuevamente la página en la que iba, se puso de pie. y dejó el libro en la esquina de la mesa de Byakuya, luego estiró los brazos sobre su cabeza para deshacerse un poco de la rigidez de sus músculos por estar tanto rato en la misma posición. Miró a Byakuya y se encontró con sus ojos que la habían estado mirando. Ella sonó un poco tímida, pensando que quizás su movimiento había sido algo irrespetuoso, pero Byakuya simplemente regresó su mirada a los documentos para terminar de leerlos, antes de estampar su sello y ponerse de pie.
Él tomó su zampakuto antes de dirigirse a la puerta, seguido de cerca por Ichigo que, aunque había encontrado interesante el libro y el revisar informes junto a Byakuya, la verdad es que prefería hacer actividades que requirieran más movimiento, se había acostumbrado a estar en batallas o entrenar, estar tanto tiempo quieta la ponía ansiosa.
Ambos salieron del cuartel caminando de forma pausada, cada tanto encontrándose con reclutas que se detenían y hacían una reverencia mientras se hacían a un lado para darles paso. Al cruzar las puertas y salir del Cuartel, rápidamente se dirigieron hacia la mansión Kuchiki. Había reinado el silencio entre ellos, pero era uno cómodo, por lo que ninguno de los dos tenía la urgencia de romperlo.
Llegaron en poco tiempo, y fueron recibidos por los sirvientes que les informaron que la cena estaría lista en 10 minutos y que Rukia aún no llegaba, por lo que cada uno se dirigió a su respectivo dormitorio para poder asearse antes de encontrarse una vez más en el comedor.
─¿Mañana voy contigo al escuadrón? ─ preguntó Ichigo una vez que ambos estuvieron alojados en sus asientos alrededor de la mesa.
─Eso sería lo mejor ─ respondió Byakuya mirándola ─, de esa forma puedo presentarte como supervisora interna, lo mejor es que sepan que tienes autoridad desde el inicio y evitar problemas de insubordinación ─ Ichigo se acercó con la cabeza.
Ahora que había tenido más tiempo para similar que desde mañana iba a estar entrenando a un montón de reclutas del Gotei-13, y no de cualquier escuadrón, sino que el sexto, podía sentir como remolinos de nervios se acumulaban en su estómago, pero también Podía sentir cómo la anticipación ante un nuevo desafío se acumulaba dentro de ella.
─¿Crees que está bien que haga que peleen en pareja para ver el nivel en el que están?
─Todos los días pelean en pareja ─ dijo Byakuya mirándola con una ceja alzada.
─No, me refiero a hacer que solo el par seleccionado se enfrente, mientras yo y el resto de los reclutas observamos, necesito ver cuáles son las fortalezas de cada uno, y por mucho que se esfuercen en sus entrenamientos diarios, la presión de ser Los observados suelen conllevar un mayor esfuerzo y deseo por mostrar lo mejor de sí mismos ─explicó Ichigo, sintiéndose bastante satisfecho con su explicación.
─Creo que tienes razón ─dijo Byakuya luego de observarla unos segundos ─. Además, puedes hacer lo que quieras durante los entrenamientos, por algo serás la supervisora, si deseas que peleen entre ellos o que hagas que pasen toda la sesión corriendo alrededor del patio de entrenamiento, es tu decisión y estará bien. No tienes que informarme.
Ichigo le suena, contento de que él confiara lo suficiente en ella como para dejarla entrar en sus dominios, e incluso darle cierta autoridad.
─¿Quién diría que cuando nos conocimos casi me partes por la mitad? ¿verdad?─ dijo en tono de broma.
─Te has vuelto más tolerable ─ respondió él sin cambiar de expresión. Ichigo simplemente rodó los ojos sonriendo, contenta de cómo iban las cosas hasta ahora. Antes de que pudieran continuar con las burlas, Rukia entró en el comedor, ya aseada y vestida con una yukata más informal.
─Nii-sama, Ichigo ─saludo educadamente antes de sentarse.
─¿Cómo estuvo el día en el 13? ─ preguntó Ichigo curiosa, siempre era divertido escuchar las peleas de los terceros asientos de Rukia, los cuales por alguna razón se peleaban el tercer asiento, pero ninguno quería ser teniente.
─Lo mismo de siempre, papeleo, gritos, papeleo y más gritos ─ respondió Rukia resoplando cansada, pero con cariño ─. ¿Tu día cómo estuvo?
─Bastante bien, pasé casi todo el día en sexto escuadrón. Me sentí prisionera aquí todo el día encerrada y, mientras no desenfunde a Zangetsu, O'San está suprimiendo mi reiatsu para que no se desborde ─ explicado al ver la cara de sorpresa y curiosidad de Rukia.
La puerta se abrió y dos mujeres entraron con varios platos cada una, Ichigo jamás entendería cómo podía equilibrar tantos platos sin derramarlos o quemarse, pero estaba más concentrada en el delicioso aroma que llegaba hasta ella. Cuando los platos estaban alojados, los tres comensales comenzaron a comer armoniosamente.
─¿Y qué hiciste ahí? ─ preguntó Rukia momentos después.
─Nada especial, leí un libro, almorcé, molesté a Renji ─ dijo Ichigo después de tragar, sonriendo ante la última parte, sonrisa que fue devuelta por su amiga. ─¡ah! ─ agregó como una ocurrencia tardía ─ A partir de mañana será supervisora interna del entrenamiento de los reclutas del sexto ─ estaba bastante contenta con este nuevo panorama, así que compartió las noticias con su amiga.
─¿Qué? ─ Rukia lucía desconcertada, y miró a Byakuya en busca de confirmación y este asintió con la cabeza, pero no agregó nada más, por lo que la morena volvió su mirada hacia Ichigo, a la espera de más detalles.
─Rikichi tiene que ir a una misión al Rukongai, por lo que el sexto se quedará sin shinigamis asentados que estén disponibles, así que me ofrecí voluntaria para que no cause problemas con el horario de Byakuya o Renji o que Rikichi no pudiese ir, lo que sería más peligroso para los reclutas menos experimentados que también van a la misión ─ se explicó Ichigo.
─Ya veo─ Rukia aún parecía desconcertada, pero también entendía el predicamento de su hermano, ella misma había tenido problemas para mantener el orden y normal funcionamiento de su propia división, las bajas durante la guerra no habían dejado a nadie indiferente.
La cena continuó con charla amena sobre el día de cada uno, trivialidades y algunos chismes que Rukia había escuchado de Kiyone.
Acabada la cena, se despidieron y se retiraron a sus aposentos e Ichigo se encontró a sí misma observando el techo de su habitación, pensando en lo que haría el día de mañana, estaba entusiasmada de poder hacer algo productivo, y había descubierto que la compañía de Byakuya era mucho más placentera de lo que recordaba. Recordó la diversión en los ojos del capitán y se quedó dormida pensando en que las cosas se estaban asentando bastante bien. Además de extrañar a sus hermanas pequeñas y a su padre, no añoraba tanto su vida humana como pensaba que lo haría.

Chapter 5: A través de los ojos de un líder

Summary:

Primer día de Ichigo como instructora interina.

Notes:

Nuevo capítulo... inédito y esperando que les guste :D

Chapter Text

Ichigo despertó antes de lo habitual, con la luz tenue del amanecer filtrándose por las ventanas de la mansión Kuchiki. Por un instante, permaneció inmóvil bajo las sábanas, con la mente atrapada entre el sueño y la vigilia. El recuerdo de la noche anterior aún pesaba en su mente: la cena tranquila, la conversación con Rukia y la noticia de que supervisaría al pelotón en ausencia de Rikichi. Mientras se vestía, no podía evitar preguntarse si realmente estaría a la altura de la tarea. Byakuya había depositado su confianza en ella, y lo último que quería era decepcionarlo.
Iba a entrenar a un pelotón completo.
El pensamiento la hizo tragar saliva. ¿Realmente estaba preparada para eso? La idea de supervisar a otros shinigamis, aunque fueran reclutas, se sentía casi absurda. Pero Byakuya le había dado permiso para hacerlo. Él no era un hombre que se tomara sus deberes a la ligera. Eso debía significar algo.
La confianza implícita en esa acción la hizo tomar aire lentamente, dejando que el nerviosismo se asentara sin dejarse dominar por él. Sabía que no era perfecta, ni la más fuerte, pero sí era una luchadora. Y si algo había aprendido en toda su vida, era que la mejor manera de enfrentar la incertidumbre era haciendo lo que sabía hacer mejor: seguir adelante.
Con esa resolución en mente, terminó de prepararse para el día y salió rumbo al comedor.

Durante el desayuno, su entusiasmo era evidente a pesar de la ligera tensión que aún la acompañaba. Byakuya, como siempre, se mostraba impasible, observándola con su calma habitual.
Rukia, sentada a su lado, la observaba con una sonrisa cómplice.
—Si te sientes nerviosa, solo recuerda lo que siempre decía Ukitake-taichō: la clave para liderar es observar antes de actuar. Escucha a los que entrenas, aprende de ellos tanto como ellos aprenderán de ti.
Ichigo asintió lentamente, agradeciendo el consejo con una sonrisa. Las palabras de Rukia, aunque sencillas, le ofrecían una nueva perspectiva. Byakuya, como siempre, se mostraba impasible, pero alzó ligeramente la vista hacia su hermana antes de volver a concentrarse en su desayuno.
Cuando Ichigo terminó su primera porción, notó que había vaciado su plato más rápido de lo habitual. Justo cuando iba a levantarse para servirse más, Byakuya movió la mano con la misma elegancia que usaba para dar órdenes en el campo de batalla. Uno de los sirvientes se acercó de inmediato, pero en lugar de permitir que el criado actuara, Byakuya tomó el plato con curri y lo acercó con calma hacia Ichigo, dejando el recipiente frente a ella sin decir una palabra.
Ichigo parpadeó sorprendida, sintiendo el calor en sus mejillas. Era un gesto simple, casi insignificante para cualquiera que no conociera al Capitán Kuchiki, pero para Ichigo hablaba más que cualquier elogio. Ocultó una pequeña sonrisa tras un bocado de su plato nuevamente lleno.
—Gracias. —murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo Byakuya lo escuchara.
Él no respondió, pero el tenue brillo en sus ojos bastaba para saber que la había oído.
Ella no esperaba respuesta, por lo que sus siguientes palabras la sorprendieron tanto como la complacieron.
—No te permitiría entrenar a mis hombres si no pensara que eres capaz.
Ichigo bajó la mirada hacia su taza de té, ocultando la sonrisa que se agrandó en sus labios. No necesitaba más. Para alguien como Byakuya, esas palabras eran lo más cercano a un elogio.

El viaje hasta el escuadrón fue silencioso, aunque la presencia de Byakuya a su lado le ofrecía una extraña sensación de seguridad. Al llegar, el capitán se encargó de presentarla ante los reclutas con la misma voz solemne que usaba para dar órdenes, dejando claro que durante los próximos días ella se encargaría del entrenamiento físico del pelotón. Luego, sin más ceremonias, la dejó sola con el grupo, confiando en que cumpliría con la tarea.
Ichigo se presentó nuevamente, torpe al darse cuenta de que se estaba repitiendo, pero respiró hondo y avanzó hacia el grupo. Las miradas expectantes sobre ella la hicieron sentirse algo nerviosa, pero rápidamente sacudió esa sensación y se centró en lo importante.
—Bien, quiero que se formen por parejas —ordenó, con la voz más firme de lo que se sentía por dentro—. Vamos a comenzar con un sparring ligero, pero quiero que se enfoquen más en la técnica que en la fuerza.
Los reclutas se movieron con cierta inquietud, intercambiando miradas nerviosas y emocionadas. La reputación de Ichigo la precedía, y aunque la mayoría trataba de ocultarlo, ella podía sentir la expectativa flotando en el aire. Sabían perfectamente quién era la joven que los instruía.
Mientras las primeras parejas comenzaban a intercambiar golpes, Ichigo caminó entre ellos, observando cada movimiento con atención. No tardó en empezar a intervenir.
—Tu equilibrio está demasiado cargado hacia adelante —indicó a uno de los reclutas, colocando suavemente su mano en su espalda para hacerlo retroceder unos centímetros—. Si tu oponente te empuja ahora, caerás con facilidad. Mantén los pies más alineados... así. ¿Lo sientes?
El recluta asintió con los ojos muy abiertos, reajustando su postura.
—Bien, ahora prueba otra vez.
Más adelante, se detuvo junto a otra pareja. Uno de los combatientes era notablemente más fuerte que su compañero, lo que hacía que la pelea se inclinara a su favor de manera casi inmediata.
—No uses solo tu fuerza bruta —le dijo al más fuerte—. Si siempre confías solo en tu fuerza, alguien más rápido te vencerá sin siquiera tocarte. Trata de usar la fuerza solo cuando tengas una apertura clara.
Luego se giró hacia el otro recluta.
—Y tú, no intentes igualarlo en fuerza. Usa su propio peso contra él. Esquiva y haz que pierda el equilibrio... así.
Tomó la muñeca del recluta y lo guio para desviar el brazo de su compañero en el momento justo, haciendo que su oponente tropezara ligeramente hacia adelante.
—¿Ves? No se trata de ser más fuerte, sino de usar lo que tienes de la mejor manera posible.
Los ojos del joven brillaron con comprensión, y su siguiente ataque fue mucho más preciso. Miró a Ichigo con el rostro sonrojado y los ojos demasiado abiertos, parecía tan emocionado que parecía un niño. A Ichigo le pareció casi tierno.
Ichigo continuó de esa manera, ajustando posturas, corrigiendo empuñaduras y dando pequeños consejos adaptados a cada recluta. Cuando se encontró con alguien que era más rápido que su oponente, le enseñó cómo usar esa rapidez para crear aperturas, mientras que al contrario le mostró cómo esperar el momento justo para interceptar el movimiento y contraatacar.
Poco a poco se fue dando cuenta cómo varios de los reclutas reaccionaban nerviosos cuando los corregía, primero pensó que era normal que un recluta se incomodara al ser corregido, pero pronto se dio cuenta que incluso aquellos a los que felicitaba reaccionaban de forma extraña.
Tendían a sonrojarse, tartamudear y, en un caso especialmente memorable, soltar su zampakuto por el nerviosismo. Esa reacción hizo que Ichigo parpadeara sorprendida y levemente confundida ¿De verdad los pongo tan nerviosos? No pudo evitar preguntarse.
A medida que avanzaba la sesión, la inseguridad que la había acompañado al inicio comenzó a desvanecerse, reemplazado por la concentración y la pasión que siempre sentía al luchar. La presencia de los reclutas, atentos a cada instrucción, la ayudaba a olvidar sus dudas.
Se concentró por completo en la tarea frente a ella, olvidándose de sí misma. Solo cuando la sesión terminó, con los reclutas jadeando y agradeciéndole entre reverencias apresuradas, sintió el peso del día sobre sus hombros.
—Gracias, Kurosaku-dono —dijo uno de los jóvenes, acercándose con timidez—. Nunca había podido usar mi rapidez de forma efectiva... hasta ahora.
Ichigo lo miró sorprendida por un instante, antes de que una sonrisa genuina se asomara en sus labios.
—Sigue practicando. La rapidez no sirve de nada si no sabes cuándo usarla.
Su propio comentario la tomó por sorpresa. ¿Desde cuándo sonaba como una verdadera instructora?
Fue entonces cuando Byakuya apareció de la nada, con su presencia silenciosa y su ceja apenas levantada en una pregunta muda.
—Vamos a comer —dijo simplemente, girándose sin esperar respuesta.
Ichigo lo siguió, aun procesando lo que acababa de suceder. El agradecimiento del recluta quedó grabado en su mente.
Durante el almuerzo, su entusiasmo volvió a aflorar mientras le contaba a Byakuya todo lo que había notado de los reclutas. A pesar de su mala memoria para los nombres, describió con detalle las habilidades y puntos débiles de cada uno, dejando al noble ligeramente sorprendido.
Byakuya la escuchaba en silencio, sorprendiéndose gratamente al notar cómo Ichigo, a pesar de su mala memoria para los nombres, recordaba los rostros y detalles de cada uno con precisión.
—Estás prestando atención —comentó él con su tono imperturbable.
Ichigo solo se encogió de hombros, pero por dentro, las palabras resonaron con más fuerza de lo que admitiría.
Tras la comida, Ichigo lo acompañó de regreso a la oficina. Se acomodó en el mismo cojín que había usado días atrás y sacó su libro para leer mientras él trabajaba. Al principio se concentró en la lectura, pero poco a poco su atención se desvió hacia los documentos que Byakuya revisaba.
Como la vez anterior, Ichigo se levantó hasta ponerse detrás de Byakuya y se inclinó ligeramente hacia él, leyendo por encima de su hombro.
—Esa solicitud de suministros... ¿por qué piden tantos vendajes si no hay reportes de heridos?
Byakuya apenas alzó la vista.
—El escuadrón once suele exagerar sus requisiciones. Les será denegada.
Ichigo asintió, se mantuvo en esa posición bastante rato, de vez en cuando hacía algún otro comentario sobre los documentos, señalando inconsistencias o preguntas que consideraba importantes. A diferencia de la primera vez, Byakuya no mostró sorpresa ante sus observaciones. Simplemente asentía de vez en cuando, como si su presencia y sus aportes fueran algo natural.
El resto del tiempo que faltaba para el entrenamiento de la tarde pasó así, con el añadido de las miradas que Renji les lanzaba.
Por la tarde, volvió al patio para la segunda sesión. Esta vez, los reclutas la esperaban con más confianza y entusiasmo, y ella se encontró a sí misma disfrutando genuinamente del proceso.
Mientras supervisaba los ejercicios, se permitió una breve sonrisa, aliviada y emocionada por la perspectiva de seguir entrenando a los reclutas en los días venideros.
Al final del día, cuando se quedó sola, el cansancio la alcanzó de golpe. Se dejó caer en el suelo, apoyando la espalda contra una de las paredes del patio, con la mente aun repasando cada corrección, cada mirada agradecida.
Había hecho un buen trabajo.
La idea la sorprendió, casi tanto como el hecho de que, por primera vez en mucho tiempo, se sintiera orgullosa de sí misma.
El recuerdo de Byakuya casi sonriéndole cuando le contó sobre los avances del entrenamiento matutino la hicieron sentir cálida. El apoyo y aprobación silenciosa del hombre la hacían sentir más segura. Respetaba la opinión del hombre porque lo conocía.
Sabía que él no daba cumplidos vacíos ni oportunidades a quienes no las merecían.
Byakuya, con su frialdad distante, rara vez mostraba afecto, pero para Ichigo, ese silencio era más elocuente que cualquier palabra
Si ella se había ganado su aprobación, era porque la merecía. Había hecho un buen trabajo.

Chapter 6: Así se empieza

Summary:

Hay cosas que comienzan sin que nadie de un empujón. Son más soplos de acciones que ponen todo en movimiento.

Notes:

Y mi sexto día consecutivo actualizando esta historia... :D no saben lo orgullosa que me siento de mi misma. Muchas gracias por kudos. Me hace feliz que alguien disfrute esta historia.

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Chapter Text

Ichigo se encontraba de pie en el patio de entrenamiento, con los brazos cruzados sobre su pecho, observando a los reclutas realizar sus ejercicios de combate con una sincronía que no habrían soñado lograr hacía apenas diez días.
El sol aún no terminaba de elevarse del todo, bañando el lugar con una luz dorada que se filtraba entre las ramas de los cerezos dispersos en los límites del patio. Era una mañana fresca y tranquila, pero Ichigo sentía un peso extraño sobre sus hombros.
Renji le había informado temprano que Rikichi regresaría ese mismo día y que, después de un breve descanso, retomaría su papel como supervisor. Eso significaba que su tiempo como instructora interina había terminado.
Al principio, la noticia le había provocado un alivio inmediato. No había sido fácil adaptarse al rol de maestra. Nunca se había visto a sí misma como alguien capaz de guiar a otros, menos aún de hacerlo bien. Pero conforme la mañana avanzaba y observaba a los reclutas siguiendo sus instrucciones con precisión, una punzada inesperada se instaló en su pecho.
¿Así se sentía dejar algo atrás?
No les había dicho todavía que ese sería su último día. Quería verlos entrenar sin condicionamientos, sin la carga de las despedidas. Pero conforme las horas pasaban, la idea de marcharse sin más se volvía cada vez más amarga.
Durante la última ronda de sparring, Ichigo caminaba entre los grupos, corrigiendo posturas con toques ligeros en los codos o los hombros, tal como Yoruichi lo había hecho con ella años atrás. Los reclutas se esforzaban, repitiendo sus palabras con la misma testaruda precisión que ella misma había aprendido de otros.
—Nunca mires solo al arma... mira al oponente —murmuró uno de ellos mientras bloqueaba un golpe, repitiendo exactamente lo que ella les había dicho días atrás.
Ichigo se detuvo un instante, sorprendida de escuchar sus propias enseñanzas reflejadas en otra voz.
—¿Así que hoy es tu último día, Ichigo? —preguntó Renji, acercándose mientras Ichigo observaba desde la sombra de un árbol.
Ichigo asintió, con una sonrisa cansada.
—Sí... Rikichi vuelve hoy. Mañana tendré el día libre y después... bueno, se acabó mi trabajo aquí.
Renji se cruzó de brazos, con una media sonrisa.
—Los vas a dejar malacostumbrados. No creo que vuelvan a soportar las clases de Rikichi después de esto.
Ichigo soltó una pequeña risa, pero su expresión se suavizó al volver a mirar a los reclutas.
—No creo... él es buen instructor. Solo... necesitaban a alguien que los presionara un poco.
Renji la miró de reojo, con esa expresión mezcla de respeto y camaradería que solo alguien que había peleado a su lado podía tener.
—Lo hiciste bien, Ichigo. Créeme, les enseñaste mucho más que simplemente aprovechar más sus fortalezas. Aunque ellos todavía no lo entiendan, algún día lo harán.
Ichigo tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta que no esperaba. No había buscado reconocimiento. Solo quería ayudar... pero escuchar esas palabras hacía que todo el esfuerzo valiera la pena.
—Gracias, Renji.
—Sigo sorprendido de que no hayas golpeado a nadie por idiota — Renji parecía ser incapaz de soportar el ambiente solemne mucho tiempo.
Ichigo lo golpeó en el brazo, con la suficiente fuerza para causarle dolor.
—Ahora sí lo hice —dijo Ichigo con una sonrisa socarrona. Renji le gruño de vuelta, pero ella continuó, sin dejarlo hablar—. Ahora vete, debo darles las noticias a los chicos —el pelirrojo parecía a punto de discutir, así que Ichigo decidió amenazarlo —. Si quieres, le digo a Byakuya que vienes aquí a interrumpir el entrenamiento para evadir el papeleo.
Renji se paralizado por un segundo antes de voltearse hacia ella con la mirada más traicionada que Ichigo había visto en su vida. Ichigo tuvo que morderse el interior de las mejillas para no reírse a carcajadas.
Renji se fue caminando erguido, más tieso de lo que lo había visto alguna vez, la sonrisa divertida se borró poco a poco de su rostro al pensar que esa sería la última clase que supervisaría.
Suspiró y volvió a concentrarse en los reclutas. Se dio cuenta, por la forma en la que la miraban de reojo, de que algunos notaron la llegada y partida de Renji, pero no interrumpieron sus esfuerzos para ganar sus enfrentamientos.
Al final del entrenamiento, reunió al grupo en el centro del patio. El sudor y el agotamiento se notaban en sus rostros, pero también cierta satisfacción. Habían mejorado. Lo sabía. Ellos también lo sabían.
—Hoy fue mi última clase con ustedes —dijo con voz firme, aunque su garganta se apretaba levemente.
Hubo un murmullo ahogado entre los reclutas. Algunos intercambiaron miradas, otros simplemente bajaron la vista. Nadie se quejó abiertamente, pero la decepción flotaba en el aire como un peso invisible.
—El tercer asiento Rikichi volverá a hacerse cargo de los entrenamientos a partir de mañana —continuó—. Pero lo que han aprendido en estos días... es suyo. No lo olviden.
El silencio se prolongó unos segundos. Finalmente, uno de los reclutas más jóvenes, un chico de cabello corto y oscuro alzó la voz con timidez.
—Pensé que... que tendríamos más tiempo.
Ichigo sintió un nudo apretarse en su pecho, pero se obligó a sonreír levemente.
—Siempre es menos tiempo del que uno espera.
Uno a uno, los reclutas se inclinaron para despedirse. Algunos con gratitud silenciosa, otros con palabras apresuradas de agradecimiento. Cuando el último se marchó, Ichigo se quedó sola en el patio vacío.
El eco de sus pasos se mezclaba con los recuerdos. De pronto, una escena le vino a la mente con una claridad casi dolorosa: ella, con apenas doce años, lavándose los dientes en el baño de su casa. La puerta abriéndose de golpe. Su padre lanzándose sobre ella con una patada sin previo aviso.
—¡Nunca bajes la guardia, Ichigo! —gritaba Isshin con su eterna sonrisa.
Recordaba lo mucho que lo había odiado por eso. Lo absurdo que le parecía que alguien que se suponía que la protegía la atacara una y otra vez.
Pero también recordaba todas las veces que ese entrenamiento absurdo le había salvado la vida.
Ahora lo entendía.
Proteger no siempre significaba ponerse delante del otro.
A veces, proteger era darle al otro las herramientas para defenderse solo.
Si tan solo su padre lo hubiera dicho en voz alta... habría dolido menos.
Ichigo se pasó una mano por la nuca, sintiendo la quemazón del sol incipiente sobre su piel. En ese momento, alguien se acercó por detrás.
—¿Esperabas que te atacara por la espalda? —murmuró Renji con una sonrisa ladeada.
Ichigo se dio cuenta de que, sin pensarlo, había alzado los brazos para defenderse.
Soltó una breve risa nasal y dejó caer los brazos con torpeza.
—Viejos hábitos. ¿Tes estás escondiendo del papeleo de nuevo? —preguntó con sorna.
—¡No! —respondió molesto el pelirrojo —Es mi hora de almuerzo —dijo, cruzándose de brazos antes de relajar su postura y mirar a su amiga —Ichigo... si alguna vez te cansas de seguir órdenes, siempre puedes venir a darme unas clases.
Ichigo sonrió. Una de las cosas que más le gustaban de Renji, era que él, a pesar de su exterior rudo, era increíblemente solidario y más de una vez se había convertido en una roca en la vida de Ichigo. Él, Rukia y los Visored eran quienes la habían sostenido en sus peores días
—Te haría falta, Renji.
Y con esas palabras, dejó el patio de entrenamiento, con el corazón más ligero... y tal vez, con una pequeña chispa de orgullo encendida dentro de ella.
El eco de sus propios pasos y las voces de los reclutas aún resonaban en su mente.
Tal vez enseñar a otros también era una forma de seguir adelante.
Mientras caminaba hacia la puerta principal, escuchó pasos apresurados tras ella.
—¡Kurosaki-san!
Se giró, solo para encontrar a Rikichi deteniéndose a pocos metros, intentando recuperar el aliento.
—¿Qué pasa? —preguntó, alzando una ceja.
Rikichi hizo una torpe reverencia, casi tropezando con sus propios pies.
—Solo quería... agradecerle por todo lo que hizo estos días.
Ichigo lo miró, a medio camino entre la ternura y la incomodidad.
—No seas ridículo, Rikichi. Levanta la cabeza.
Rikichi obedeció de inmediato, aunque sus mejillas seguían encendidas. Por un momento, pareció que iba a marcharse con esa simple despedida, pero al final apretó los puños a los costados.
—Nosotros... siempre quisimos mejorar. Solo que... hasta ahora nadie nos había mostrado que podíamos hacerlo. Es poco lo que he pasado con los chicos aun, y todavía no he visto sus avances, pero solo con lo que me han dicho, es obvio que han aprendido mucho.
Ichigo sintió que algo se apretaba dentro de su pecho.
—Solo necesitaban a alguien que les diera una patada en el culo —dijo, con una sonrisa ladeada para aliviar la tensión.
Rikichi rio, aunque el brillo sincero en sus ojos no se desvaneció.
Parecía que quería decir algo más, pero se contuvo... hasta que ya estaba girando para marcharse.
—Bueno... ojalá no se hayan vuelto demasiado fuertes... o tendré que entrenar también con usted.
Ichigo parpadeó, sorprendida. Y luego, contra toda lógica, se echó a reír.
Rikichi se alejó con una sonrisa tímida, dejando tras de sí una estela de gratitud que Ichigo no se había dado cuenta de cuánto necesitaba hasta ese momento.

Mientras cruzaba la Seireitei rumbo a la mansión Kuchiki, Ichigo sintió que esa risa le había arrancado un peso que llevaba semanas acarreando sin darse cuenta.
Tal vez todavía no sabía cuál era su lugar en ese mundo.
Tal vez nunca lo sabría.
Pero por primera vez desde que había llegado... No le molestaba no saberlo.
Sería una gran aventura descubrirlo.
No se trataba de dejar atrás quién había sido, sino de aprender quién podía llegar a ser.
Había creído que aquel papel sería temporal, apenas una interrupción pasajera en su rutina. Pero ahora, al enfrentarse a la idea de dejarlo atrás, se daba cuenta de que esos días habían significado algo más profundo. Había visto a los reclutas avanzar, no solo en técnica, sino en confianza. Había dejado una marca, aunque fuera pequeña, en sus caminos.
Ese pensamiento le daba una calidez extraña, una que no esperaba encontrar.

Horas después, Ichigo caminaba por los pasillos silenciosos de la mansión Kuchiki. Pensando que el decidir supervisar el entrenamiento de la sexta división había sido la mejor decisión impulsiva que había tomado en un largo tiempo.
Cuando dobló la esquina que daba al jardín interno, encontró al capitán de pie junto al estanque, con la luz crepuscular reflejándose en los bordes plateados de su haori.
—Byakuya —dijo Ichigo sorprendida.
Byakuya no se volvió de inmediato, como si hubiera estado esperando su presencia antes de que ella siquiera lo viera.
—El entrenamiento de los reclutas terminó antes de lo previsto —dijo, con esa voz calmada que parecía flotar sobre el silencio—. Su progreso ha sido... notable.
Ichigo alzó una ceja, casi convencida de haber escuchado mal.
Notable.
De todas las palabras que podría haber elegido, aquella se sentía sorprendentemente generosa viniendo de él.
—Hicieron todo el trabajo ellos solos —respondió con humildad, aunque no pudo evitar que un leve tono de orgullo se filtrara en su voz.
Por un instante, solo se escuchó el suave murmullo del agua contra las piedras.
—No... —replicó Byakuya, girándose finalmente para mirarla—. —A veces, lo único que necesita un guerrero para avanzar... es que alguien le muestre hasta dónde puede llegar. —Ichigo parpadeó, sorprendida, pero antes de que pudiera decir algo, él continuó con la misma impasibilidad. —Solo espero que ahora no se estanquen.
La joven mordió el interior de su mejilla para evitar sonreír demasiado. Eso, viniendo de Byakuya, era prácticamente admitir que había hecho un excelente trabajo.
—Rikichi es un buen instructor —respondió con seriedad, realmente lo creía. Lo había visto un par de veces guiar a los reclutas y siempre estaba atento a cómo ayudar en el avance de sus subalternos— Solo necesita no olvidar que él debe mejorar para mantenerse siempre a una distancia suficiente para guiar. Con el tiempo será un excelente instructor.
Byakuya asintió apenas, su mirada perdida en el agua.
—El tiempo... es un lujo que no todos pueden permitirse.
La frase quedó suspendida en el aire, cargada de significados ocultos. Ichigo bajó la vista, sintiendo cómo esa verdad se filtraba entre las grietas de su propia alma. Se había encontrado repitiendo esa frase en su mente durante las últimas horas.
Era algo que todos tenían demasiado presente después de la última guerra.
—Lo sé.
Byakuya la observó por un momento más, como si sopesara algo en su mente.
—Descansa, Kurosaki. Estos días... diste un paso más allá.
Ichigo alzó la vista, sorprendida, pero cuando quiso responder, él ya había vuelto a mirar el estanque.
La conversación había terminado.
Se giró para dirigirse a su habitación. Pero mientras se alejaba, sintió que esas últimas palabras se quedaban grabadas en algún rincón profundo de su corazón, como un reconocimiento que no necesitaba ser dicho más alto para tener valor.

Byakuya se quedó observando los peces koi nadar en el estanque, escuchando los pasos de Ichigo alejarse.
Levantó los ojos y miró la luna llena que brillaba sobre la Sociedad de Almas
—La sexta división no acostumbra a depender de forasteros... pero ha sido una anomalía agradable. —Su voz no fue alta y solo la noche escuchó su declaración.
Pero para Byakuya eso era suficiente.

Notes:

¿Alguien más aquí está metido con Solo leveling? ya leí el manhwa y sé lo que pasará, incluso lo que pasa con Suho. Pero aún así quiero ver el anime, muy parecido como me pasó con Bleach. y me encanta, porque hace rato que no me pasaba eso con un anime. Espero que, aunque no sea Solo Leveling o anime en general, estén disfrutando sus días. Bye

Chapter 7: Nuevos comienzos

Summary:

Nuevos desafíos, nuevas decisiones, nuevos caminos a seguir.

Notes:

Que tal.
Siento que estoy publicando esta historia más para mí que para alguien, pues pareciera que no la leen... pero me gusta, y realmente quiero terminarla.
Solo espero alguien comente.

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Chapter Text

El aroma del té recién servido flotaba en el aire, mezclándose con el tenue calor del sol que se filtraba por las amplias ventanas de la mansión Kuchiki. La atmósfera era tranquila, casi familiar. Ichigo removía su taza con desgano, sin atreverse a romper el silencio que se había instalado cómodamente entre los tres.
Byakuya, como siempre, mantenía una postura impecable, con su atención centrada en el desayuno. Rukia, sentada frente a él, echaba miradas rápidas a Ichigo cada tanto, notando la falta de energía con la que la peli naranja mordisqueaba una tostada que no parecía capaz de terminar.
La rutina de la última semana se había vuelto tediosa para Ichigo. Sin los entrenamientos en la Sexta División, sus días se sentían vacíos. Antes, al menos podía justificar su presencia en la Sociedad de Almas con algo útil, pero ahora... simplemente existía entre las paredes de la mansión, sin nada que hacer. La sensación de no pertenecer, siempre latente, se hacía más evidente con cada día que pasaba.
Odiaba no sentirse útil.
El sonido seco de la porcelana al ser dejada sobre la mesa rompió la tranquilidad. Ichigo parpadeó y levantó la vista, solo para encontrarse con los ojos violetas de Rukia, que la estudiaban con disimulo. Fingiendo desinterés, Ichigo desvió la mirada hacia su taza, pero no pasó desapercibida para su amiga.
La interrupción llegó con la entrada de uno de los sirvientes, quien se inclinó con respeto antes de anunciar la inesperada visita.
— Urahara Kisuke solicita una audiencia con Kurosaki-dono y Goshujin-sama.
Ichigo se irguió de inmediato, dejando su taza a un lado. La sorpresa fue reemplazada por curiosidad al escuchar el nombre de su antiguo aliado. Byakuya asintió con parsimonia, como si ya lo esperara, mientras Rukia contenía la pregunta que se dibujaba en sus labios. Sabía que cuando los sirvientes se dirigían a su hermano de forma tan deferente, era por asuntos oficiales.
Los tres se dirigieron a la sala de reuniones, donde Urahara aguardaba con su sonrisa enigmática y ese aire despreocupado que siempre lo acompañaba. Su sombrero ocultaba parcialmente sus ojos, pero Ichigo reconoció al instante el destello de satisfacción en su mirada.
—Kurosaki-san, qué gusto verte. —Su voz cantarina resonó en la habitación—. Y a usted también, Kuchiki- taichō. Y tú también Rukia-chan, perdón, Kuchiki taichō.
Rukia le hizo un pequeño gesto de reconocimiento, mientras se acomodaba un poco más atrás, ya que esta conversación no la involucraba.
Byakuya apenas inclinó la cabeza en reconocimiento, mientras Ichigo se cruzaba de brazos con impaciencia.
—¿Qué quieres, Urahara-san?
El hombre soltó una risita antes de sacar una pequeña caja de madera del interior de su haori. La abrió con cuidado, revelando el brazalete dorado adornado con hojas de laurel finamente talladas. Cada hoja parecía brillar con un tenue resplandor espiritual, como si contuviera energía dentro de sus grabados.
—Este, querida Kurosaki-san, es el fruto de semanas de arduo trabajo —anunció con teatralidad—. Un artefacto capaz de contener y enmascarar tu reiatsu, para que puedas caminar entre los demás sin que colapsen a tu alrededor.
Ichigo se acercó, casi con reverencia, observando el brazalete con ojos brillantes. La posibilidad de volver a entrenar sin dañar a otros era algo con lo que había soñado desde que llegó. Lo tomó entre sus dedos, sintiendo el peso frío del metal contra su piel.
—¿De verdad funciona?
—Oh, claro que funciona... siempre que tu propio poder lo active —explicó Urahara con una sonrisa traviesa—. Cada hoja está tallada con sellos de Kidō, diseñados para sincronizarse con tu reiatsu. Pero... —alzó un dedo—... aunque esto pueda ayudarte, no deberías depender de él. Tarde o temprano, tendrás que aprender a controlar tu poder por ti misma. Si alguien te lo quita o lo destruye... bueno, ya sabes.
Ichigo apretó los labios, sabiendo que tenía razón. Aun así, la idea de tener al menos una oportunidad para moverse libremente la llenaba de alivio.
—Gracias, Urahara-san. —dijo con una sonrisa real.
—¡Ohó! —respondió el hombre, cubriéndose la cara con su abanico —. Que una bella dama me agradezca tan sinceramente hace que me sonroje.
Ichigo puso los ojos en blanco,sin tomar en serio las palabras de Kusuke, Mientras que Byakuya lo miraba fijamente.
La conversación parecía llegar a su fin, pero entonces Ichigo dejó escapar lo que llevaba días rondando en su cabeza.
—Quiero unirme a algún escuadrón... aunque sea solo para ayudar con algo. No puedo seguir sin hacer nada.
Un silencio breve se instaló en la habitación. Byakuya cerró los ojos por un instante, como si sopesara su respuesta antes de hablar.
—Si deseas formar parte de un escuadrón, deberías asistir a la Academia Shinō.
Ichigo se giró hacia él con incredulidad.
—¿Qué? ¿Para qué? ¿Crees que necesito clases para pelear?
—No —intervino Rukia, con una sonrisa contenida—, pero ser shinigami es más que solo pelear.
—Allí aprenderás las leyes, el funcionamiento de los escuadrones, cómo moverte dentro de la estructura de la Sociedad de Almas... Y también cómo ser útil en tiempos de paz. —Agregó el hermano de Rukia, con voz tranquila, pero contundente.
El tono neutral de Byakuya dejó claro que su opinión era definitiva, aunque no lo estuviera imponiendo directamente. Ichigo frunció el ceño, pero en el fondo sabía que tenían razón. Podía esquivar el papeleo y la burocracia, pero si quería ser parte de este mundo, aunque solo fuera temporalmente, tendría que conocerlo desde adentro.
—Piensa en ello, Kurosaki-san —añadió Urahara, con una sonrisa misteriosa—. Nunca se sabe lo que puedes aprender en la escuela.
Ichigo suspiró, resignada. Al menos ahora tendría algo que hacer.
Urahara se puso de pie.
—Espero que lo cuides bien, Kurosaki-san —comentó Urahara con su habitual tono burlón—. Un tendero siempre está ocupado, así que no tengo tiempo para hacer otro si lo rompes.
Ichigo apenas logró contener una sonrisa mientras Urahara se despedía con una reverencia teatral antes de desaparecer. El silencio regresó, aunque esta vez con una carga diferente.
Byakuya se levantó con la elegancia habitual.
—Solicitaremos una audiencia con el Capitán comandante. El examen de ingreso ya ha pasado, pero se pueden hacer excepciones… en casos especiales.
Ichigo dejó escapar una risa irónica.
—¿Especial por ser problemática?
—Especial por ser tú —respondió Byakuya con seriedad.
El peso de esas palabras quedó suspendido en el aire.
Su corazón se aceleró en su pecho sin que Ichigo entendiera bien el por qué, pero en ese momento no importaba; por primera vez en días, Ichigo sintió que quizás aquel lugar tenía algo para ella después de todo.
Volvieron a la mesa del desayuno, para terminar su merienda interrumpida. Rukia se sirvió una taza de té y también a Ichigo y a Byakuya con gran delicadeza. Sin embargo, el brillo travieso en sus ojos no le dio confianza a la peli naranja.
—Espero que te den uniforme infantil —dijo Rukia con una sonrisa traviesa, apoyando la mejilla en la mano—. Con suerte, no te harán usarlo con tu nombre bordado en la espalda.
Ichigo la fulminaría con la mirada, mientras Rukia intenta disimular la risa con su taza de té, y Byakuya... Byakuya no dijo nada, pero Ichigo vio el tic en su mejilla.
El maldito se estaba burlando de ella.
Eran momentos como ese en los que Ichigo recordaba que sus dieciocho años se consideraban muy poco para los siglos y milenios de la mayoría de los Shinigamis. Incluso Toshiro, que parecía poco más que un niño, tenía más de un siglo de edad
Terminaron el desayuno en silencio. Rukia se marchó a su escuadrón, pero Byakuya se quedó. Envió una mariposa infernal a Renji para informarle que estaría haciendo trámites fuera del escuadrón.
El viaje hasta la Primera División se produjo poco después del mediodía. Kyoraku los recibió con su habitual sonrisa lánguida, aunque sus ojos afilados demostraban que había esperado esa visita, y que estaba emocionado por lo que estaba por venir.
—¡Kurosaki-san en la Academia Shinō! —dijo con una sonrisa perezosa—. Yamamoto-sensei se habría divertido con la idea... aunque solo si no le explotabas nada.
Ichigo bufó, cruzándose de brazos.
—El viejo solo quería que me convirtiera en uno de sus soldados, odiaba no poder darme órdenes.
—Aunque te las diera, no las seguías — dijo Kyoraku divertido. Para él, Ichigo era mucho más que una joven fuerte que los había ayudado a ganar la guerra: era el catalizador que inicio una nueva revolución dentro del Seireitei.
No en el sentido de crear un motín, aunque algo de eso sí hubo, sino que los shinigamis que se habían conformado con sus niveles de poder, empezaron a avanzar nuevamente luego de encontrarse con ella.
—Un tema que hay que abordar es cómo entrará sin causar que los otros reclutar pierdan el foco al verla —dijo Byakuya, lo que provocó que Ichigo lo mirara confundida.
—No voy a ir a causar peleas —dijo Ichigo un poco molesta. No entendía por qué todos pensaban que ella era una buscapleitos, cuando realmente solo se defendía.
—No es a eso a lo que Kuchiki-taichō quiso decir, Ichigo-chan —Kyoraku intervino, sonriendo divertido por la reacción de la chica —. Puede que no te hayas dado cuenta, pero te has convertido en una…celebridad dentro del Seireitei —el rostro de Ichigo estaba pasando rápidamente de la confusión al horror mientras escuchaba al capitán comandante, para gran diversión de este —. Tus logros durante la guerra, así como tu poder son más que conocidos, te ha vuelto en alguien de quien todos hablan. Alguien a quien admiran. Lo más probable es que si entraras a la academia anunciando tu nombre, se armaría tal revuelo que nadie se concentraría en los estudios.
—Al menos, tu empeño por no dejar que te tomen fotos ha tenido sus frutos —una voz femenina vino desde la entrada de la oficina. Al girarse, Ichigo vio a su recientemente descubierta Prima; Shiba Kukaku. La mujer parecía muy divertida por la conversación —. Así que lo único que sabe la mayoría del Seireitei que no te conoce, es que tu cabellos es largo y naranja.
—Me alegra que se una a nosotros, Shiba-dono — dijo Kyoraku sonriéndole a la Mujer.
—Corta la mierda formal, Kyoraku —respondió la mujer mientras se posicionaba a la derecha de Ichigo —Largo tiempo sin verte, primita —dijo con una enorme sonrisa, mientras pasaba su único brazo sobre los hombros de la peli naranja.
Ichigo le sonrió. No podía negar que siempre se sintió un poco intimidada por Kukaku, pero el saber que eran primas le daba cierto sentido de pertenencia. Le gustaba tener más familia que su padre y sus hermanas, en especial estando tan lejos de su hogar.
—Estábamos hablando precisamente de cómo evitar armar gran alboroto cuando entre a la academia Shinō.
—Podría entrar como miembro del clan Shiba —dijo Byakuya —No creo equivocarme al decir que por esa razón se ha llamado a Shiba Kukaku a esta reunión.
—¿Me están metiendo de contrabando? —dijo Ichigo desconcertada.
—No de contrabando —intervino Byakuya con su voz serena—. De incógnito.
—Es lo mejor para evitar revuelo innecesario —Dijo Kyoraku con voz solemne. Puede que todo le pareciera muy divertido, pero no quitaba que la presencia pública de Ichigo en la academia crearía más caos del que estaba dispuesto a aguantar.
De solo imaginarse el papeleo que eso acarrearía le daban ganas de tomarse una siesta.
—No es que disfrutes de la atención — dijo Byakuya —Sería más pacífico para ti entrar como Shiba. Como Noble de una casa renacida seguirás llamando la atención, pero menos que si entraras como Kurosaki Ichigo, Heroína de guerra.
—Además tu estatus de noble te puede dar un poco de protección contra los nobles soberbios —dijo Kukaku con una sonrisa un poco maniaca.
—Shiba Ichigo sería demasiado obvio, ¿Quizás Shiba Natsu?
—Masaki —dijo Ichigo con voz firme —Shiba Masaki —si iba a usar un nombre falso, al menos que este significara algo para ella.
Hubo un pequeño silencio en la gran oficina, pero pronto fue roto por Kyoraku.
—Perfecto, Shiba Masaki acaba de ser aceptada en la academia Shinō de artes espirituales. —dijo con una gran sonrisa —En cinco días será acompañada por la cabeza de clan, Shiba Kukaku, para su entrada oficial.
—Kukaku-san dijo que todos conocen mi color de cabello ¿tendré que teñirlo? —preguntó Ichigo, verbalizando una duda que la había estado molestando los últimos minutos. No quería teñirse su cabello.
—No será necesario —dijo Kyoraku, e Ichigo estaba segura de que estaba conteniendo la risa, aunque ella no entendía por qué —Pronto te darás cuenta de que, con tu color natural, ni siquiera destacarás.
Eso le pareció muy extraño a Ichigo, en especial porque volvió a ver el tic en Byakuya. Sabía que su color de cabello era poco común, y muchos la reconocían sólo por él.
Pero pensándolo un poco más, era cierto que en la Sociedad de Almas había visto colores aún más extraños, Toshiro lo tenía blanco, y Mashiro verde, así que quizás el naranja ni siquiera llamara la atención.
—Shiba Masaki —susurró una vez más Ichigo, como aceptando su nuevo nombre.
—Te queda mejor de lo que crees —dijo Byakuya con voz baja.
Ella le sonrió agradecida. Ese nombre era muy importante para ella. Solo esperaba estar a la altura de él.
Las cosas terminaron más rápido de lo esperado, por lo que pronto Ichigo volvió a la mansión.
Byakuya le dio algunos cuadernos de papel grueso para que pudiera tomar apuntes. Al ver los útiles de escritura, plumas y tinteros, Ichigo agradeció haber aprendido desde niña caligrafía, aunque de igual manera extrañaría un simple bolígrafo del mundo humano. Guardó todo en un pequeño bolso, para no olvidar nada el día que debiera ir a la academia.
Horas después, al acostarse, Ichigo miraba el techo de su habitación con una mezcla de anticipación y temor. Se sentía como una niña otra vez, al borde de un abismo que no había elegido... pero que, en esta ocasión, quería cruzar.
—Vamos, Masaki —susurró para sí misma—. A ver qué demonios me espera ahora.
Y con esa última sonrisa, se dejó caer en el sueño, sin saber que ese nombre pronto se convertiría en algo mucho más importante de lo que imaginaba.

Notes:

He intentado ir corrigiendo pequeños errores ortográficos en este capítulo... cosas como la forma de escribir las "o" y cosas así. Espero que disfrutaran de este capítulo. Ya todo está empezando a moverse de manera más constante.

Chapter 8: Despedidas invisibles

Summary:

Ichigo se va de fiestas, se muestra más de su interacción con otros Shinigamis.

Notes:

Aquí de nuevo. Gracias a quienes han marcado esta historia, dejado Kudos y comentado. Gracias @soeduarda por tu comentario.

Chapter Text

Dos días después la luz del atardecer se filtraba a través de las puertas corredizas, tiñendo la habitación con tonos cálidos. El aroma del té recién servido flotaba en el aire, mezclándose con la tranquilidad del lugar. Ichigo se acomodó con las piernas cruzadas sobre el tatami, la taza entre las manos, disfrutando del raro momento de calma.
—Los reclutas de la sexta te extrañan, ¿sabes? —comentó Renji, con una sonrisa divertida mientras removía su propio té—. Especialmente Rikichi. No puede dejar de hablar del milagro que hiciste con ellos en solo diez días.
Ichigo soltó una pequeña risa, encogiéndose de hombros.
—Solo necesitaban un empujón… y alguien que los hiciera trabajar de verdad —dijo con una chispa de orgullo apenas disimulada—. Espero que sigan mejorando por su cuenta.
—Estoy segura de que sí. —Rukia dejó su taza sobre la mesa, observando a Ichigo con una sonrisa suave—. Aunque será difícil que alguien te iguale como instructora.
Ichigo bajó la mirada hacia el líquido oscuro en su taza, como si sopesara las palabras antes de hablar.
—En realidad… tengo noticias.
Renji y Rukia intercambiaron una rápida mirada. Ambos sabían que había algo rondando desde hacía días, pero esperaron pacientemente a que Ichigo continuara.
—La reunión con Kyoraku fue bien. En tres días… voy a entrar a la academia Shino. Oficialmente.
Hubo un breve silencio antes de que Rukia sonriera con genuina alegría.
—¡Ichigo, eso es increíble!
Renji dejó escapar una carcajada, apoyando el brazo sobre la mesa.
—Así que la pequeña Kurosaki se va a convertir en una recluta formal. Vas a ser la niña prodigio de la academia, con pañales y todo ¿Cuántos años tienes ahora? ¿Dieciocho? Vas a ser la cría más joven en esa academia.
Ichigo puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar la sonrisa que asomaba en la comisura de sus labios.
—Eso no es culpa mía. Tal vez ustedes solo fueron unos inútiles cuando entraron.
Rukia rio suavemente, ocultando la sonrisa tras su taza.
—Eso no es del todo falso.
Renji fingió indignación, pero el brillo cómplice en sus ojos lo delataba.
—Estás consciente de que se armará un pandemónium cuando entres ¿Verdad? —dijo Renji, mirando a su amiga un poco preocupado. La conocía hace tres años, que no sería mucho tiempo para un shinigami, pero en su caso la había visto crecer vertiginosamente en esos años. Y la conocía lo suficiente como para saber que no se sentía cómoda bajo la atención de multitudes.
—No, porque no será Kurosaki Ichigo quien entrará a la academia — dijo la peli naranja con una gran sonrisa, que se volvió más satisfecha al ver la confusión de sus amigos —, será Shiba Masaki quien el lunes será llevada por la cabeza de su clan a la academia.
Ichigo parecía muy satisfecha de haber sorprendido tanto a sus amigos. Renji simplemente se rió entre dientes, divertido por la estratagema de la chica, pero Rukia le dedicó una suave sonrisa, consciente de la importancia de ese nombre.
Con eso aclarado, Renji abordó el punto que había dado vueltas en su cabeza desde que Rukia le contó que existía la posibilidad de que Ichigo se uniera a la academia Shinō.
—Bueno, entonces tendremos que despedirte como corresponde antes de que empieces esa vida de estudiante modelo. ¿Qué te parece si mañana vas con nosotros al bar? Una última noche libre antes de convertirte en una aburrida recluta.
Ichigo vaciló, jugueteando con el borde de su taza.
—No he bebido mucho antes…
—Por eso es perfecto —intervino Rukia, con una sonrisa felina—. Es solo para despedirnos. Nada del otro mundo.
Renji asintió, con una expresión de absoluta inocencia que no engañaba a nadie.
—Solo unos tragos. Nada que no puedas manejar.
Ichigo los miró con suspicacia, pero finalmente dejó escapar un suspiro resignado.
—Está bien… Pero solo un rato.
Renji y Rukia intercambiaron una mirada rápida, apenas perceptible, cargada de conspiración. Ichigo no se dio cuenta, demasiado ocupada en ocultar la pequeña sonrisa que se negaba a desaparecer de su rostro.
El té se enfrió lentamente sobre la mesa mientras la conversación se deslizaba hacia otros temas, pero la sensación de que algo estaba a punto de cambiar flotaba suavemente entre ellos, como la brisa que agitaba las ramas de los cerezos en el jardín.

 

Al día siguiente, antes de ir al bar, Rukia pasó a buscar a Ichigo a su habitación en la mansión Kuchiki. Se apoyó ligeramente en el marco de la puerta, observando cómo Ichigo terminaba de ajustarse el obi.
—Será extraño no tenerte todos los días aquí —dijo con suavidad—. Se sentirá vacío sin tu presencia.
Ichigo se detuvo, sorprendida. No había pensado en ello hasta ese momento. La academia funcionaba como internado, lo que significaba que tendría que dejar la mansión Kuchiki. Se giró lentamente, con la mirada perdida por un instante en la habitación que había sido su hogar durante las últimas semanas. Recordó las noches tranquilas, las charlas con Rukia, compartir tiempo con Byakuya... Había disfrutado más de lo que había querido admitir.
Pero antes de que el ambiente se volviera demasiado melancólico, Rukia sonrió suavemente.
—Muchos nobles tienen el privilegio de salir los fines de semana para visitar a sus familias. Mientras no debas tomar clases recuperativas, podrás visitarnos esos días libres.
La noticia iluminó el rostro de Ichigo. La melancolía se disipó casi de inmediato, reemplazada por una chispa de alivio.
—Entonces supongo que no me libraré tan fácil de ustedes.
—No lo harás —respondió Rukia, con una sonrisa cómplice.
Con el ánimo renovado, ambas se dirigieron al bar donde los esperaba Renji... y casi todos los capitanes y tenientes. Ichigo se detuvo en la entrada, sorprendida al ver a tanta gente reunida. Shinji, con su característica sonrisa ladeada, se acercó con una copa en la mano.
—Están celebrando tu despedida-bienvenida —explicó—. Despedida porque entras a la academia... bienvenida porque serás un miembro oficial del Gotei 13. Todos estamos muy contentos, incluso si no lo demuestran tanto como yo.
Ichigo no pudo evitar sonreír. Rangiku aprovechó la oportunidad para acercarse con dos copas en la mano, sus ojos brillando con diversión.
—Por fin voy a emborracharte, pequeñaja. Lo he estado esperando desde que cumpliste los dieciocho.
Ichigo se rió, aceptando la copa con una mezcla de resignación y desafío. Kensei, que había permanecido al margen hasta entonces, se acercó con su expresión siempre seria.
—No tienes que hacerlo si no quieres —dijo, con su voz un poco gruñona, pero con más cariño del que solía mostrar.
Ichigo arqueó una ceja, con esa chispa insolente que solo ella tenía.
—Siempre hago lo que quiero.
Y se bebió la copa de un trago, solo para demostrar que no necesitaba que la cuidaran.
Lo que Kensei vio, sin embargo, fue algo más profundo. Ichigo hacía lo que quería... porque todavía no sabía lo que quería.
La fiesta continuó con risas, brindis y bromas. Rangiku no dejó de celebrar cada vez que Ichigo aceptaba otra copa, mientras Kensei permanecía cerca, ofreciendo otra bebida cuando era inevitable... y asegurándose de que no pasara ningún límite.
Ichigo, lejos de volverse escandalosa, se volvió más divertida. Su lengua se afilaba, su risa se hacía más fácil y su actitud insolente se acentuaba, pero sin perder nunca la chispa brillante que la hacía única.
Los Visored la rodeaban con naturalidad, como si siempre hubiera sido parte de ellos, y Kensei, sin darse cuenta, se había convertido en su guardián silencioso.
La noche avanzaba entre copas y risas, mientras la brisa fresca de la madrugada comenzaba a filtrarse por las ventanas, llevándose consigo la sensación de que algo estaba a punto de cambiar.
La fiesta se fue apagando poco a poco. Las risas se volvían murmullos y los brindis se convertían en despedidas torpes. Uno a uno, los shinigamis fueron dejando el bar, con diferentes grados de ebriedad. Ichigo se despidió de todos, con los ojos todavía brillantes y las mejillas encendidas. Renji apenas podía sostenerse en pie, así que se encargó de llevar a Rukia de vuelta a la mansión Kuchiki, mientras que Kensei, el más sobrio de los cuatro, acompañó a Ichigo.

El aire frío de la madrugada se colaba entre las puertas de la mansión Kuchiki cuando Kensei cruzó el umbral con Ichigo apoyada contra su costado. Renji tambaleaba unos pasos detrás, arrastrando los pies con Rukia prendida de su brazo, la pequeña figura completamente derrotada por el alcohol. La escena era casi cómica, si no fuera porque Byakuya los observaba desde la entrada con la espalda tan recta como una espada envainada.
—Lamento la escena, Kuchiki-taichō —dijo Muguruma Kensei, con una voz que delataba que tampoco estaba completamente sobrio—. Se nos fue un poco la mano con la fiesta.
Byakuya no respondió de inmediato. Sus ojos se posaron en la mano de Muguruma, que sostenía a Ichigo con más delicadeza de la necesaria. La chica no reaccionaba al contacto, su cuerpo menudo se dejaba llevar con una docilidad que a Byakuya le resultaba ajena en ella. La misma Ichigo que se erizaba al menor roce o que saltaba como un animal rabioso ante el contacto inesperado... ahora se apoyaba en Muguruma con una confianza que parecía inconsciente, casi natural.
—Aprecio que los haya acompañado —dijo finalmente Byakuya, con su tono de voz sereno, aunque la ligera tensión en su mandíbula lo delataba—. Espero que la celebración haya sido... moderada.
—Por supuesto —respondió Kensei, aunque la sonrisa ladeada que asomaba en su rostro lo contradecía por completo.
Ichigo murmuró algo inaudible, la cabeza apoyada contra el brazo de Kensei, y este soltó una breve risa baja.
—Dijo que no rompió nada... esta vez.
Byakuya no se molestó en ocultar el leve suspiro que dejó escapar. Hizo un gesto con la mano, indicando que pasaran. Renji, que luchaba por mantener a Rukia en pie, tropezó al intentar cruzar el umbral, ganándose una mirada de absoluto desprecio por parte del Kuchiki.
—Renji... llévala a su habitación. Que descanse.
—S-sí, taichō... —balbuceó Renji, antes de continuar su marcha tambaleante por el pasillo con Rukia arrastrando los pies a su lado.
Byakuya desvió la mirada hacia Ichigo, que seguía apoyada en Kensei, su respiración lenta y profunda, rozando casi el sueño. Durante unos segundos, no dijo nada, simplemente la observó, como si buscara algo en su expresión adormilada.
—Gracias por cuidarlos, Muguruma.
Kensei asintió, su tono más sobrio cuando respondió.
—No hay problema... Siempre lo haría —Y Byakuya sabía que esa última frase era solo para Ichigo.
Su mandíbula se tensó sin que pudiera evitarlo.
—Déjala aquí —ordenó, con la voz contenida, apuntando un futón —. Yo me encargaré.
El capitán del noveno escuadrón parpadeó, pero asintió sin discutir. Depositó a Ichigo con cuidado junto a las escaleras y se despidió con un ademán distraído antes de marcharse. Renji apenas logró articular unas palabras cuando volvió de dejar a Rukia en su habitación, antes de que uno de los sirvientes lo arrastrara de vuelta a las barracas del escuadrón.
Solo quedaron ellos dos. Ichigo y él.
Byakuya la observó en silencio, como si fuera una pieza de porcelana que podría romperse con solo tocarla. Finalmente, se inclinó y la ayudó a ponerse de pie, sujetándola por los hombros. Ella se tambaleó, apoyándose contra su pecho sin darse cuenta.
—Tsk... siempre tan guapos... Es injusto… —murmuró de pronto, con la voz pastosa.
Byakuya parpadeó, inseguro de si había escuchado bien.
—¿Qué dijiste?
——Todos los tipos guapos son unos idiotas... Kensei es guapo... Hisagi también... pero ese idiota sigue adorando a un traidor… aunque ahora esta Kensei… Y Aizen... maldito megalómano... también era guapo.—soltó, arrastrando las palabras—. ¿Por qué los guapos tienen que ser tan idiotas?… qué maldito desperdicio.
El silencio se alargó, denso, solo roto por la respiración irregular de la chica. Byakuya se mantuvo inmóvil, sintiendo cómo sus dedos se crispaban en los hombros de Ichigo.
—Grimmjow también es guapo... —siguió murmurando, con los ojos medio cerrados—. Aunque ese idiota solo quiere que peleemos... siempre quiere pelear...
Byakuya quiso ignorarla. Se obligó a mirar al frente, a concentrarse en la tarea de llevarla a su habitación, pero entonces ella se detuvo de golpe. Sus ojos ambarinos, nublados por el alcohol, lo miraron directamente. La expresión seria... o al menos, todo lo seria que podía ser estando borracha.
—Tú también eres guapo... aunque siempre tengas cara de noble sin emociones.
Byakuya sintió que el aire se comprimía en su pecho.
—Kurosaki...
—Seguro también eres un idiota.
Y antes de que él pudiera apartarse, Ichigo se alzó sobre la punta de los pies y le plantó un beso torpe y cálido directamente en los labios.
Fue un roce breve, apenas un segundo. Pero lo dejó congelado en el sitio.
Ichigo se desplomó contra él con una sonrisa satisfecha, murmurando algo ininteligible antes de perder la conciencia por completo. Byakuya la sostuvo por inercia, con el corazón golpeando con fuerza contra sus costillas.
Byakuya respiró hondo, forzándose a mantener la compostura mientras la cargaba hasta su habitación. La acomodó con cuidado en la cama, cubriéndola con las mantas.
Por un instante, se quedó allí, observándola.
No debería recordar la calidez de ese beso.
Pero lo hacía.
Suspiró antes de dirigirse a la ventana de la habitación de Ichigo. La abrió y miró las tres flores de cerezo levemente marchitas. Se quedó observándolas un segundo, antes de recogerlas y guardarlas en su bolsillo, antes de sacar una nueva; prístina, fresca y con el borde de los pétalos ligeramente más rojos. Dejo la flor en el mismo lugar en el habían estado las otras, antes de volver a cerrar la ventana y girarse para abandonar la habitación.
Cuando estaba por abandonar la estancia, se giró, en contra de su mejor juicio, a mirar una última vez a la chica.
Nunca la había visto dormir. Siempre la veía en guardia, alerta, con los ojos brillando como si el mundo fuera a atacarla en cualquier segundo.
Pero ahora estaba allí, con la respiración lenta, las mejillas enrojecidas por el alcohol...relajada.
Y él se odió por pensar que era hermosa.
Se dio la vuelta y salió de la habitación sin hacer ruido, cerrando la puerta tras de sí.

Chapter 9: Un instante perdido

Summary:

Las resacas son algo de lo que Ichigo podría prescindir por el resto de su vida...

Notes:

Este será el último capítulo continuo, pues el lunes vuelvo a la Universidad y no tendré tanto tiempo. Igual intentaré seguir escribiendo continuamente, ya que esto es mi terapia.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

                Ichigo despertó con la boca seca, la lengua pegajosa y una punzada insistente en las sienes que le hacía cuestionarse todas sus decisiones de la noche anterior. La luz matutina se filtraba a través de las puertas corredizas, demasiado intensa para su gusto. Con un gruñido bajo, rodó sobre su costado y enterró la cara en la almohada, esperando que el mundo dejara de girar.

                No iba a volver a beber nunca más.

                Intentó recordar cómo había terminado en su habitación, pero solo le llegaban retazos borrosos: la risa de Rukia, Renji tambaleándose, Kensei dándole una copa tras otra y luego...

                Byakuya.

                El recuerdo de él esperando en la entrada de la mansión Kuchiki la golpeó con la misma intensidad que su resaca. Él estaba allí cuando Kensei la ayudó a cruzar el umbral, serio, estoico y tan perfectamente compuesto como siempre. Ichigo se retorció bajo las sábanas al recordar lo mal que debía haber lucido: tambaleante, balbuceante y completamente dependiente del capitán del Noveno Escuadrón para mantenerse en pie.

                —Qué vergüenza...—susurró contra la almohada.

                Tocaron la puerta con suavidad, y antes de que pudiera gruñir una protesta, la puerta se deslizó para revelar la figura imponente, pero serena, de Kana-san. Como siempre, la mujer llevaba un impecable kimono y una expresión neutra que no delataba ni un atisbo de juicio. En sus manos sostenía una bandeja con una taza de cerámica humeante.

                —Buenos días, Kurosaki-sama —saludó con una ligera inclinación de cabeza. —Kuchiki-sama me pidió que le trajera esto. Ayudará con su resaca.

                Ichigo sintió que su alma dejaba su cuerpo por un instante.

                —Él… él lo dijo así? —logró preguntar, con la voz ronca.

                Kana-san asintió con suavidad mientras colocaba la bandeja en la mesa baja junto a la cama.

                —Así es. También me ha pedido que le informe que Kuchiki Rukia-sama también ha tomado la medicina y que se reunirán en el comedor en quince minutos.

                Ichigo gimió y dejó caer la cabeza contra el futón. Por supuesto que Byakuya lo sabía. Probablemente había sido testigo de toda su humillación la noche anterior y ahora, con su característico aplomo, simplemente había dejado instrucciones para que ella fuera tratada.

                Kana-san, sin inmutarse por el drama silencioso de Ichigo, tomó asiento elegantemente junto a la mesa y sirvió el brebaje en una taza más pequeña.

                —Será mejor que lo beba antes de que se enfríe.

                Ichigo se incorporó con un quejido, sintiéndose como si su cabeza fuera a explotar con cada movimiento. Tomó la taza con manos temblorosas y la olfateó con desconfianza.

                —Esto huele a muerte.

                —Huele a medicina —corrigió Kana-san con calma.

                Ichigo apretó los dientes, cerró los ojos y bebó de un trago. El líquido caliente bajó por su garganta con un sabor amargo y espeso que la hizo estremecerse. Sintiendo cómo el calor se esparcía por su cuerpo, dejó escapar un suspiro resignado.

                —Bien. Creo que sobreviviré.

                Kana-san recogió la bandeja con la misma eficiencia con la que había entrado y se inclinó con cortesía.

                —En ese caso, la dejaré para que se prepare.

                Y con eso, se retiró, dejándola sola con sus pensamientos y la horrible certeza de que había hecho el ridículo frente a Byakuya Kuchiki.

                —Voy a morirme.

                Pero no tenía tiempo para autocompadecerse. Tenía quince minutos antes de enfrentarse a Rukia y, lo que era peor, a su hermano. Con un suspiro largo y pesado, Ichigo se pasó las manos por el rostro y se levantó tambaleante.

                Una ducha fría. Definitivamente necesitaba una ducha fría antes de enfrentar el desastre que, sin duda, la esperaba en el comedor.

                Una vez lista para el día se dirigió al comedor con paso un poco más lento de lo que haría normalmente.

                Su paso era obviamente más ligero que otros días, intentando hacer rebotar lo menos posible su cabeza. Puede que el brebaje que le dio Kana-san hubiera hecho que su dolor de cabeza disminuyera a un punto en el que era tolerable, pero aún tenía la sensación de que su cabeza se caería de sus hombros si hacía un movimiento brusco.

                Entró al comedor, un poco tarde. El sol apenas asoma por las ventanas, y aun así, para Ichigo era demasiado brillante, aunque no comentó nada. El comedor parece más vacío de lo habitual, y a su izquierda, se encontraba Rukia, sentada en una silla, mirando su taza de té con un aire de concentración que no le pegaba en absoluto. Su rostro se veía cansado, como si la resaca le estuviera dando un golpe más fuerte que el entrenamiento del día anterior.

                —Buenos días —saludó Ichigo con una sonrisa algo forzada, apoyándose en el shabudai1 mientras se dejaba caer en el Zabuton2 en frente de Rukia.

                Rukia no responde inmediatamente, y por un momento, el silencio se extiende entre ellas. Solo el sonido de la cucharita de Rukia chocando contra el borde de su taza rompe la quietud. Finalmente, Rukia levanta la vista, intentando parecer más despierta de lo que en realidad está.

                —¿Te encuentras bien? —le pregunta Ichigo, tocándose la cabeza. Sabe que la resaca le está afectando a ambas, pero intenta que su tono sea más ligero.

                —No tanto. —Rukia responde con un suspiro, levantando la mirada de su taza, que ya está vacía—. Pero al menos no vomité esta vez. Eso es un avance. —su voz es seca, como si el solo hecho de hablar le causara algo de dolor.

                Ambas se quedan en silencio, sólo interrumpido por el sonido de las ropas rozándose y el aroma del té. Finalmente, Rukia habla de nuevo, más seria ahora.

                —Shiba-dono llegó temprano —comenta sin rodeos—. Está con Nii-sama en su oficina. Por lo que me dijo, vino a hablar con él sobre ti.

                Ichigo la mira, sorprendida por el tono de la conversación, sin saber exactamente cómo reaccionar. ¿Kukaku en la mansión? ¿Ahora?

                —¿Kukaku? —repite, aún tratando de asimilar la información.

                Rukia asiente, pero evita mirarla directamente. Sabe que Ichigo ya está acostumbrada a estar allí, a la mansión Kuchiki, a las tradiciones que aún no comprende del todo.

                —Creo que quiere que te vayas con ella hoy. —explica Rukia, alzando los hombros como si el asunto no fuera tan importante, pero su voz delata cierta incomodidad—. Puede que te quiera enseñar algunas cosas sobre la familia Shiba antes de ir a la academia mañana. Tradiciones, esos detalles de los que nunca habías escuchado.

                Ichigo se quedó pensativa. La idea de dejar la mansión Kuchiki tan pronto, de volver a estar en movimiento, la hacía sentirse desconectada. Mirando la habitación, notó cómo ya ha comenzado a sentirla como suya, cómo las paredes, el aire, la tranquilidad de estar allí, todo le resultaba familiar. Todo aquello que antes le parecía tan extraño, ahora le pesaba. No sabía cómo manejar ese sentimiento.

                Incluso la caligrafía kakejiku3 en la pared le daba tranquilidad, la ventana de shōji4 que dejaba pasar la luz natural, con vistas al jardín exterior, le añadía una sensación de serenidad y conexión con la naturaleza al comedor, tan sereno como siempre, con la fragancia de las flores flotando en el aire. En algún momento, ese espacio que antes le parecía ajeno comenzó a sentirse... suyo.”

                —¿De verdad me voy a ir tan rápido? —murmuró casi para sí misma, más sorprendida por lo que está sintiendo que por la noticia en sí. Observó su taza vacía, buscando algo que hacer con las manos, pero el gesto fue inútil.

                Rukia, al parecer, leyó la confusión en su rostro. Se incorporó ligeramente, estirando su espalda adolorida.

—Lo entiendo, Ichigo. Yo también me acostumbré rápido a tu presencia. Pero recuerda que no te vas para siempre. Puedes volver todos los fines de semana sí quieres. Quizás Kukaku te ayude más que estar aquí todo el día sin saber qué hacer.

                Ichigo respiró hondo, mirando hacia la ventana como si esperara que el mundo fuera más claro fuera de las paredes de la mansión Kuchiki. Sin embargo, algo le hacía sentir que no era solo la mansión lo que la está dejando, sino el espacio que ha compartido con todos allí.

                —¿Ya me voy a ir de aquí? —pregunta en voz baja, como si de alguna manera confirmar lo inevitable le diera algún tipo de respuesta.

                Rukia parece entender perfectamente el pensamiento detrás de la pregunta.

                —Sí, Ichigo. Ya es hora. Y lo que venga, también lo será. Además, siempre serás bienvenida aquí. 

                Ambas se quedan en silencio, la conversación desvaneciéndose. Nadie dice nada más, pero el peso del futuro comienza a asentarse en el aire.

                Kukaku irrumpió en el comedor con la misma energía de siempre, , sin hacer ningún esfuerzo por suavizar su entrada ni importarle en lo más mínimo la atmósfera                tranquila que había antes de su llegada. Se dejó caer en el asiento con la confianza de alguien que no necesitaba permiso para hacerlo y sonrió con descaro.

                —Bueno, Ichigo, ¡ya está decidido! —dijo Kukaku con una sonrisa amplia, como si no hubiera ningún tipo de debate—. Te vienes conmigo. Tengo que enseñarte un par de cosas sobre lo que es ser parte de un clan noble, y más te vale prestar atención. Mañana entras a la academia, ¿no? Así que es mejor que tengas al menos lo básico en tu cabeza. No puedes seguir andando como un perro callejero sin saber lo básico de la etiqueta noble. No me importa si no te interesa, vas a aprender. Aún no entiendo por qué a alguien como tú le interesaría ser parte de todo esto, pero ya que estás, aprovecha.

                —¿Y si digo que no? —preguntó Ichigo, más por costumbre que por verdadera oposición.

                —Entonces te arrastro de los pelos —respondió Kukaku sin inmutarse, encogiéndose de hombros.

                Ichigo suspiró. No tenía sentido discutir. Además, no le vendría mal saber un poco más sobre lo que implicaba usar el apellido Shiba en la academia.

                Se puso de pie para ir a recoger sus cosas y, en ese momento, sintió la mirada de Byakuya sobre ella. No era la primera vez que la observaba de esa manera, pero la intensidad con la que lo hacía ahora la desconcertó. Su expresión era serena, pero había algo detrás de esos ojos grises, algo que Ichigo no lograba identificar.

                Decidió no darle más vueltas y sonrió con ligereza, intentando aligerar el momento.

                —No te preocupes, Byakuya, volveré el fin de semana. Seguiré molestando, lo prometo.

                Byakuya mantuvo su mirada en ella por unos segundos más, como si estuviera buscando algo en su expresión. Luego, su semblante se suavizó apenas, y sus siguientes palabras, aunque neutras en tono, llevaban un significado más profundo.

                —Se lo dije a Rukia cuando me pidió que te quedaras con nosotros: aquí siempre habrá un lugar para ti.

                Ichigo parpadeó, sorprendida por lo directo que había sido, aunque sin perder su característico estilo reservado. Durante un instante, no supo qué responder.

                Finalmente, se limitó a asentir con una pequeña sonrisa antes de girarse para salir del comedor.

                Antes de que Ichigo pudiera moverse para ir a buscar sus cosas, Kukaku se cruzó de brazos y le lanzó una mirada impaciente.

                —Será mejor que te des prisa —le dijo—. Y no lleves demasiada ropa, en la academia usarás el uniforme. No es como si fueras a buscar un novio con el cual besuquearte en las esquinas.

                Ichigo se detuvo en seco y giró la cabeza hacia Kukaku con una expresión fulminante.

                —¡¿Quieres irte al infierno de una vez, Kukaku?!

                La Shiba solo se rió, disfrutando de la reacción de Ichigo. Pero antes de que pudiera seguir discutiendo, Ichigo sintió una mirada sobre ella. Sus ojos se encontraron con los de Byakuya.

                Y el mundo se detuvo.

                No fue un recuerdo que regresara poco a poco. No. Fue un golpe seco en la cabeza. Una revelación arrolladora que cayó sobre ella con la intensidad de un kido lanzado a quemarropa.

                Los pedazos de la noche anterior encajaron en su mente con brutal claridad.

                El calor del sake. Su propio cuerpo tambaleándose. Palabras torpes saliendo de su boca sin filtro. "Todos los guapos son idiotas." Su voz arrastrada mencionando a Kensei, Hisagi, Grimmjow… Aizen, por todos los cielos. "¿Por qué los guapos tienen que ser tan idiotas?"

                Y luego… él.

                La mirada estoica de Byakuya. Sus ojos grises fijos en ella mientras su lengua envenenada por el alcohol soltaba lo impensable.

                —Tú también eres guapo... aunque siempre tengas cara de noble sin emociones.

                El aire se le atascó en la garganta.

                —Seguro también eres un idiota.

                Y después…

                La sangre se le heló.

                Ella, poniéndose de puntillas. Byakuya, demasiado sorprendido para reaccionar. Su boca tocando la de él en un beso torpe y sin sentido antes de perder la conciencia.

                Ichigo sintió el calor subiéndole desde el cuello hasta la raíz del cabello. El escándalo de su propio cerebro gritándole que corriera.

                Desde afuera, Kukaku y Rukia solo vieron cómo Ichigo se quedaba petrificada con los ojos desorbitados y el rostro completamente rojo.

                Kukaku soltó una carcajada.

                —Vaya, parece que te avergonzó más de lo que pensaba mi comentario. Relájate, no es como si te estuviera diciendo que realmente lo hicieras.

                Rukia también asintió.

                —Kukaku-nee-san, no la molestes tanto. Ichigo, no tienes que hacerle caso.

                Pero Ichigo ya no estaba ahí. Su mente había entrado en crisis.

                ¿QUÉ DEMONIOS SE APODERÓ DE MÍ? ¿¡CÓMO VOY A VOLVER A VERLO A LA CARA!?

                Consciente de que Byakuya la seguía observando, como si estuviera evaluando cada microgesto de su expresión, Ichigo hizo lo único que podía hacer en ese momento.

                Huir.

                Se giró abruptamente y salió del comedor como si la estuviera persiguiendo la mismísima muerte.

                ¡Maldita sea! ¡Estoy jodida!

Notes:

(1) Chabudai: mesa baja tradicional japonesa, probablemente de madera, y sin sillas.
(2) Zabuton: cojines que usaban para sentarse a comer en los chabudai.
(3) Kakejiku: Pintura o caligrafía colgada en la pared. En las casas nobles japonesas era típico que la decoración fuera mínima, solo con un kakejiku o una planta pequeña.
(4) Shōji: Ventana de papel de arroz

Chapter 10: El caos de ser Ichigo... digo, Masaki

Summary:

El día después y la entrada a la Academia

Notes:

Hola ¿Cómo están?
Volví antes de lo esperado, pero las clases aun son ligeras, por lo que tengo tiempo entre el trabajo y las clases.
Eso es lo malo de que se acaben las licencias médicas, todo vuelve de golpe T_T

Chapter Text

                Ichigo arrojó un par de prendas dentro de la bolsa de viaje con una expresión de absoluto caos en el rostro. Su cabello revuelto y la forma en que murmuraba para sí misma la hacían parecer una completa desquiciada.

                —Por todos los cielos… ¿Por qué lo besé? ¡¿Por qué, maldita sea?! —gruñó, apretando los puños contra sus sienes como si eso pudiera borrar la memoria de la noche anterior.

                Podía aceptar haber bebido demasiado, podía aceptar haber hecho el ridículo frente a media Sociedad de Almas, pero… ¡¿haber besado a Kuchiki Byakuya?! Eso era simplemente inaceptable.

                —No fue un beso de verdad… —murmuró, arrojando un par de calcetas a la bolsa con más fuerza de la necesaria—. Solo fue… un accidente. Sí, eso. Un accidente involuntario. Nada importante. Seguro ni lo recuerda.

                Se detuvo en seco.

                ¿Y si lo recordaba?

                Mierda, era obvio que él lo recordaba, Byakuya no había bebido la noche anterior ni tenía problemas de memoria.

                Ichigo sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No podía imaginárselo mencionando el tema, pero la idea de que su inexpresiva cara de noble estuviera juzgándola en silencio le revolvía el estómago. Se arrojó sobre la cama, enterrando la cara en la almohada.

                No recordaba cómo había sucedido exactamente, pero sí la sensación: la presión de sus labios contra los suyos, el leve roce de su respiración antes de separarse. Fue solo un segundo… pero un segundo que no podía borrar de su mente.

                —Voy a morirme…—gruñó contra la almohada.

                Justo en ese momento, la puerta corrediza se abrió y Rukia entró con paso tranquilo. Ichigo se enderezó de golpe, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.

                ¿Sabía algo?

                Rukia inclinó la cabeza al verla tan alterada.

                —¿Estás bien? Pareces… nerviosa.

                Ichigo se apresuró a sacudir la cabeza, levantándose para volver a meter cosas en la bolsa sin siquiera mirar.

                —¡No, para nada! Solo estoy… emocionada por ir a la academia, eso es todo.

                Rukia arqueó una ceja, pero no comentó nada al respecto. En su lugar, se acercó y comenzó a doblar unas prendas con calma.

                —Si estás preocupada por la academia, no hay razón para estarlo —comentó con naturalidad—. La mayoría de los reclutas tardan años en adaptarse al ritmo, pero tú ya tienes entrenamiento. Solo necesitarás aprender un poco de teoría y kido.

                Ichigo asintió rápidamente, agradeciendo la distracción.

                —S-sí, tienes razón. Solo es eso.

                —Deberías enfocarte en la jerarquías y las estructuras de la Sociedad de Almas —continuó Rukia, sin notar el descontrol de su amiga—. No puedes actuar como un salvaje en medio de un escuadrón.

                —¿Salvaje? ¡No soy una salvaje!

                —Ichigo, el otro día vi cómo matabas un hollow de una patada.

                Ichigo chasqueó la lengua, sin encontrar una buena defensa para eso.

                Justo cuando comenzaba a sentirse un poco más tranquila, la puerta corrediza se abrió con un golpe y Kukaku irrumpió en la habitación con su energía habitual.

                —¡Ya estuvo bueno! —exclamó, cruzándose de brazos con impaciencia—. Ichigo, nos vamos ya.

                Ichigo sintió un escalofrío, pero intentó mantener la compostura.

                —¿Tan pronto?

                —Byakuya ya se fue a su escuadrón —continuó Kukaku, dirigiéndose a Rukia, antes de volver su mirada hacia Ichigo—. Y me pidió que te dijera que te desea éxito en la academia.

                Ichigo sintió un alivio inmediato al saber que no tendría que enfrentarlo en persona antes de irse.

                —Bien, bien… —farfulló, terminando de meter lo que fuera en su bolsa.

                Rukia le lanzó una mirada tranquila.

                —Hazlo bien, Ichigo. Y no hagas explotar nada.

                —¡Eso fue una vez!

                —Dos veces —corrigió Rukia con una sonrisa.

                Ichigo se limitó a gruñir mientras tomaba su bolsa y se dirigía a la salida, siguiendo a Kukaku fuera de la mansión.

                Se suponía que estaba escapando de un problema.

                Pero en el fondo sabía que apenas se estaba metiendo en otro.             

                El viaje hasta la residencia Shiba fue relativamente tranquilo, aunque Ichigo pasó la mayor parte del trayecto en silencio, intentando convencerse de que estar fuera de la mansión Kuchiki por unos días le haría bien. Sin embargo, la tranquilidad terminó en cuanto cruzaron las puertas de la propiedad.

                La residencia Shiba era tan caótica como Ichigo la recordaba. A pesar de que ya había pasado mucho tiempo desde su última visita, parecía que nada había cambiado... y al mismo tiempo, todo era distinto. Había más gente de la que recordaba, rostros nuevos que se movían por el lugar con la energía bulliciosa que caracterizaba al clan. Ichigo notó que los miembros del clan la observaban con respeto, inclinando ligeramente la cabeza al verla pasar. Al principio, pensó que era por educación, pero pronto se dio cuenta de que su presencia significaba mucho más para ellos de lo que había imaginado.

                No tardó en aparecer una cara conocida: Ganju, quien, con su típico aire de superioridad y actitud fanfarrona, se acercó con los brazos cruzados y una sonrisa burlona.

                —¡Vaya, vaya! Si no es la pequeña Ichigo, ¿qué? ¿Por fin te diste cuenta de que los Shiba son lo mejor y decidiste unirte de verdad?

                Ichigo lo miró sin paciencia. Llevaba demasiadas horas lidiando con su propia crisis mental como para soportar el ego de Ganju en ese momento. Sin mediar palabra, levantó un puño y le dio un golpe seco en la cabeza, haciéndolo retroceder tambaleándose.

                —Cierra la boca, Ganju —bufó, sin siquiera detenerse a ver su reacción.

                Los otros miembros del clan soltaron carcajadas, sin sorprenderse en lo más mínimo por la interacción. Mientras tanto, Kukaku, que ya esperaba algo así, ni siquiera se molestó en regañarla.

                —Bien, ahora que la formalidad quedó fuera del camino —dijo la mujer con una sonrisa de satisfacción—, vamos a lo importante.

                Ichigo arqueó una ceja, siguiéndola mientras se adentraban en la residencia. A medida que avanzaba, no pudo evitar notar cómo el clan parecía más unido que nunca. Había una energía vibrante en el ambiente, algo que Ichigo no había sentido la última vez que estuvo allí. Y aunque no entendía del todo por qué, algo en su pecho se sintió cálido al darse cuenta de que, de alguna manera, ella había sido parte de ese cambio.

Una vez dentro, Kukaku se volvió hacia Ichigo con los brazos en jarra.

                —Escucha bien, mocosa. No sé cuánto tiempo vayas a estar usando el apellido Shiba, pero mientras lo hagas, quiero que entiendas algo: este clan no es solo una excusa para que te escondas de la atención. Es una familia. Eres parte de ella. Y más te vale estar a la altura.

                Ichigo sostuvo su mirada por un momento y luego asintió con firmeza.

                —Lo entiendo.

                La sonrisa de Kukaku se amplió, aprobando su respuesta.

                —Bien. Ahora ven, hay cosas que necesito explicarte antes de que te vayas a la academia mañana.

                Ichigo la siguió sin protestar, dejando que el ambiente ruidoso y acogedor de la residencia Shiba la envolviera. Quizás, después de todo, esto no sería tan malo.

                Después de recorrer la residencia y recibir varias reverencias más de las que podía contar, Ichigo se encontró sentada frente a Kukaku en la sala principal. A su alrededor, los estandartes del clan Shiba colgaban con orgullo, y la calidez del hogar se sentía en cada rincón.

                —Bien, mocosa —comenzó Kukaku, sirviéndose un poco de sake con la confianza de quien no tenía nada mejor que hacer—. Hay un par de cosas que necesitas saber antes de que vayas a esa academia como una Shiba.

                Ichigo cruzó los brazos, sin apartar la mirada de su prima.

                —Supongo que no es tan simple como usar el apellido y ya, ¿verdad?

                Kukaku soltó una carcajada.

                —Por supuesto que no, idiota. A pesar de todo, seguimos siendo un clan noble. No tan pomposos y estirados como los Kuchiki, claro, pero ahora que hemos recuperado nuestro estatus, tenemos que mantener la dignidad del nombre.

                Ichigo rodó los ojos.

                —Eso suena como algo que diría Byakuya.

                Kukaku la miró con una ceja arqueada, pero no hizo comentarios al respecto.

                —Para empezar, más vale que recuerdes lo básico de la etiqueta. Te guste o no, en la academia habrá un montón de mocosos nobles que esperarán que te comportes a la altura. No quiero que me lleguen rumores de que andas peleando con cada idiota que te mire feo.

                Ichigo resopló, indignada.

                —No peleo sin razón.

                Kukaku la miró con incredulidad.

                —Claro. Y yo soy la capitana comandante.

                Ichigo gruñó por lo bajo, pero no discutió.

                —También quiero que entiendas algo —continuó Kukaku, ahora con un tono más serio—. No te das cuenta, pero muchos de los nuestros te respetan por lo que hiciste en la guerra. Cuando todos nos miraban por encima del hombro, tú hiciste algo que nadie más pudo hacer. Recuperamos nuestro lugar, sí, pero tú fuiste parte de eso. Una gran parte.

                Ichigo la miró, sorprendida. Nunca había pensado en su papel de esa forma. Para ella, solo había hecho lo necesario… pero para el clan, al parecer había sido mucho más que eso.

                —¿Eso explica por qué todos me tratan como si fuera alguien importante?

                —Exactamente. Y no es “como si fueras…” eres importante, Ichigo. Más vale que aprendas a aceptarlo.

                Ichigo no supo qué responder. Nunca había buscado reconocimiento, mucho menos por algo que hizo simplemente porque era lo correcto. Pero ahora entendía que sus acciones habían tenido más impacto del que creía.

                Kukaku le dio un leve golpe en la frente con los nudillos, sacándola de sus pensamientos.

                —No pienses demasiado en eso. Solo sé tú misma, pero no hagas quedar mal a la familia.

                Ichigo suspiró, pero asintió.

                —Lo intentaré.

                —Bien. Ahora, ven conmigo. Hay algo más que quiero que veas.

                Intrigada, Ichigo la siguió hasta una habitación en la parte trasera de la residencia. Allí, sobre una mesa, descansaba un uniforme de la academia Shino. El hakama rojo oscuro y la chaqueta blanca con el emblema de la academia estaban perfectamente doblados, esperando por ella.

                —Te tomé la medida antes de que llegaras —explicó Kukaku, viendo la expresión sorprendida de Ichigo—. No voy a dejar que entres ahí con algo que no te quede bien.

                Ichigo sonrió levemente y pasó los dedos por la tela.

                —Gracias, Kukaku.

                —No me agradezcas todavía —respondió la mujer con una sonrisa traviesa—. Vas a tener que aprender a usarlo correctamente antes de mañana.

                Ichigo se rió entre dientes, sintiendo que, por primera vez en días, la ansiedad por su nueva vida en la academia se disipaba un poco.

                Al menos, no tendría que enfrentarlo sola.

                Ichigo se despertó temprano a la mañana siguiente, una mezcla de nervios y emoción invadiéndola. Hoy era el primer día en la Academia Shinō, y aunque estaba ansiosa, también tenía una gran cantidad de preguntas y dudas sobre lo que le esperaba. Al bajar a la cocina, Kukaku y Ganju ya estaban sentados en la mesa, y aunque Ganju parecía distraído, Kukaku le sonrió con ese brillo travieso que siempre tenía en los ojos.

                —¡Vamos, Ichigo! —dijo Kukaku animada, como si de alguna manera ella también estuviera viviendo el momento con la misma emoción. —Te deseo lo mejor, pero no te olvides de que estás allí para entrenar, no para perder el tiempo.

                —Gracias, Kukaku —respondió Ichigo con una sonrisa nerviosa. Tomó el desayuno con rapidez mientras pensaba en todo lo que tenía que hacer. Sentía como si todo fuera demasiado nuevo para ella, pero al mismo tiempo, no podía dejar de sentirse afortunada por tener a Kukaku y Ganju a su lado.

                Antes de salir, Kukaku le dio unas cuantas recomendaciones prácticas sobre la academia y las clases. Mientras caminaban hacia la entrada, le explicó lo que había pasado con el papeleo del clan y cómo, debido a todo lo que implicaba regresar a la nobleza, habían decidido usar eso como escusa de por qué entraba dos semanas tarde.

                —El papeleo del clan fue un desastre —comentó Kukaku, guiando a Ichigo mientras caminaban por el camino que conducía hacia la academia—. Hay demasiados trámites por hacer. Pero tranquila, que ahora ya todo está listo. Aunque te hagas pasar por una novata, no olvides que vas directo a la clase avanzada de primer año. ¡Una pequeña ventaja!

                Ichigo asintió, más tranquila al saber que no tendría que lidiar con la clase regular, pero sin saber exactamente qué esperar de la clase avanzada. Aún no había tenido ninguna experiencia formal en combate o en las técnicas que se enseñaban en la academia.

Cuando llegaron, se dirigieron directamente hacia la oficina del director. Kukaku había mencionado que tenían una reunión programada, y no quería perder tiempo.

                El director, Onabara Gengorō, los esperaba con una actitud tranquila y profesional. Ichigo se presentó por su nombre, como siempre lo había hecho, luego procedió a explicar lo del cambio de nombre

                —Kyoraku-san y Byakuya pensaron que se armaría caos si entro como Kurosaki Ichigo—Explicó Ichigo, mientras Onabara la miraba un poco sorprendido, no era habitual escuchar a alguien dirigirse de manera tan casual a dos de los shinigamis más poderosos de la historia de la sociedad de almas. Pero la chica frente a él no era cualquier chica; era Kurosaki Ichigo después de todo —. Por eso se decidió que ingresara con el nombre Shiba Masaki, lo cual está bien, dentro de todo. Al fin y al cabo, mi padre solía ser un Shiba.

                Onabara asintió con la cabeza, estando totalmente de acuerdo con ella. Pronto llegaron al acuerdo de que sólo el director conocería el verdadero nombre de la peli naranja, y así evitar cualquier posible conflicto o favoritismo por parte de los maestros.

                El director luego llamó a un estudiante que estaba cerca, un joven de quinto año, alto, con piel morena y una sonrisa amable, a quien le pidió que guiara a Ichigo a su clase. El chico se acercó y se presentó de manera cordial.

                —Soy Nanase Makoto. Bienvenida a la academia, Shiba-san —le dijo mientras le hacía un gesto amable.

                Ichigo lo miró, un poco confundida, hasta que Makoto, con una sonrisa traviesa, agregó:

                —Por cierto, ¿eres admiradora de Kurosaki Ichigo? Por el cabello... es idéntico al de la heroína. ¿Te lo teñiste por ella?

                Ichigo se quedó completamente rígida, sin entender de inmediato, pero pronto reaccionó.

                —¿Qué? —dijo, sus ojos se agrandaron al pensar en lo que acababa de escuchar—. ¡Mi color de cabello es natural!

                Makoto solo se rió con suavidad, como si fuera una respuesta común.

                —Todos dicen lo mismo —respondió, sin perder su sonrisa.

                Ichigo frunció el ceño, pero decidió no darle más importancia, mientras seguía a Makoto a través del patio. Mientras caminaban, él comenzó a explicarle que las clases comenzaban en unos veinte minutos, por lo que muchos estudiantes aprovechaban para pasear y charlar antes de entrar.

                Pero cuando Ichigo salió al patio, algo la paralizó. Entre los estudiantes que pasaban de un lado a otro, vio una gran cantidad de chicos y chicas con el cabello de diferentes tonos de naranja, ¡todos teñidos! Su rostro se tornó rojo de vergüenza al darse cuenta de la verdad. Kyoraku y Byakuya le habían asegurado que su cabello no destacaría tanto aquí, pero ¿cómo no lo haría si ese color parecía ser la nueva moda? Ichigo se quedó parada allí, mirando a todos con la mandíbula ligeramente caída.

                Makoto se giró al oír su silencio, algo desconcertado al verla tan rígida.

                —¿Todo bien? —preguntó, viéndola en el mismo lugar y sin moverse.

                —¿Eh? —Ichigo se recompuso de inmediato, intentando ocultar su sorpresa. Makoto le hizo un gesto para que lo siguiera.

                Al llegar al salón, Makoto le indicó amablemente que tomara asiento donde quisiera y esperara al profesor. Luego se despidió con una cordial sonrisa antes de marcharse.

                Ichigo se quedó sentada, mirando cómo poco a poco los estudiantes iban llenando el aula. Mientras observaba a los demás, se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué materia tendría ni qué esperar del maestro. Pero, con suerte, el profesor la guiaría cuando llegara.

                El salón pronto estuvo lleno, y justo cuando la campana de entrada sonó, la puerta se abrió. El maestro, un hombre de aspecto serio, entró rápidamente y al ver a Ichigo de inmediato, la miró con una pequeña sonrisa.

                —Ah, ¿la nueva estudiante? Sal al frente y preséntate, por favor —le dijo, señalándola.

                Ichigo respiró profundo, algo nerviosa, pero lista para enfrentar lo que viniera.

El maestro, tras pedirle que se presentara, observó atentamente a Ichigo, quien se levantó del banco con una ligera sacudida de nervios. Todos los ojos estaban puestos en ella, el murmullo entre los compañeros comenzaba a llenarlo todo.

                —Konnichiwa, Shiba Masaki desu —dijo con voz clara, inclinándose un poco en señal de respeto, como mandaban las reglas de la presentación en la academia.

El murmullo aumentó por un momento, algunos de los estudiantes claramente sorprendidos por el apellido que acababa de decir, mientras otros miraban con curiosidad. Algunos cuchicheaban, señalando el hecho de que era una Shiba, un miembro de un clan renacido. Ichigo apretó los dientes, pero se mantuvo firme, sin mostrar incomodidad en su rostro. Sabía que su apellido traería cierta atención, pero no podía dejar que eso la afectara. Ichigo miró alrededor con rapidez, pero rápidamente se centró en el maestro.

                El maestro, un hombre de apariencia joven, de cabello oscuro y ojos firmes, hizo un gesto con la mano para calmar a los estudiantes.

                —¡Silencio! —ordenó de manera firme, pero sin alzar la voz. Su tono tenía una autoridad natural que hizo que todos guardaran silencio inmediatamente. —No olviden que este es un entorno de aprendizaje. Cualquier comentario irrelevante será castigado.

                Una vez que la clase se calmó, el maestro dirigió su atención a Ichigo.

                —Soy Uzui Akira, el maestro de Hakuda —se presentó él también, con un tono más relajado, pero no menos serio. —Espero que estés lista para lo que tenemos por delante, Shiba Masaki.

                Ichigo asintió, un poco sorprendida por la forma tranquila en que él manejó la situación, a pesar del caos inicial. No parecía que el maestro se dejara llevar por los rumores o el interés innecesario. Eso le dio algo de tranquilidad.

                Uzui Akira tomó entonces la iniciativa para empezar la lección.

                —Hoy empezaremos con los fundamentos de Hakuda —dijo, moviéndose hacia la pizarra. —Lo más importante que debemos conocer como futuros combatientes, especialmente en el campo de batalla, es que no solo debemos proteger nuestro propio cuerpo, sino también saber cómo atacar y proteger las partes vulnerables de los demás. Y eso, estudiantes, solo se logra cuando sabemos dónde están esos puntos débiles.

                Se acercó a la pizarra y escribió “Hakuda: Conocimiento del cuerpo” en grandes letras.

                —El cuerpo humano tiene zonas que son naturalmente más frágiles que otras —continuó, señalando las partes claves del cuerpo. —En combate cuerpo a cuerpo, conocer esos puntos puede significar la diferencia entre ganar y perder. Pero, no solo se trata de atacar. También necesitamos saber cómo proteger esas mismas áreas en nosotros mismos.

                Ichigo prestaba mucha atención, absorbiendo cada palabra. La clase avanzaba a un ritmo que le parecía adecuado para su nivel, y se sentía aliviada al ver que estaba entendiendo lo que decía el maestro. No era solo teoría vacía; todo lo que estaba aprendiendo tenía un propósito claro y directo.

                El maestro continuó explicando los puntos débiles del cuerpo y las técnicas básicas para neutralizarlos o defenderlos. Ichigo se sintió satisfecha de estar finalmente aprendiendo algo que realmente podría poner en práctica. Sentía que, con el tiempo, esto podría ayudarla en situaciones mucho más peligrosas, algo que la animaba a seguir con determinación.

                A lo largo de la lección, el maestro mantuvo un tono directo pero accesible, y cada vez que explicaba un concepto, aseguraba que los estudiantes comprendieran los detalles con claridad. Ichigo, al igual que el resto de la clase, practicaba mentalmente cada lección mientras lo escuchaba, buscando cómo podía aplicar esos conocimientos a su propio cuerpo.

                Cuando terminó la clase, Ichigo se sintió más confiada, satisfecha con el contenido y emocionada por lo que seguiría aprendiendo.

                Siempre había peleado por instinto, pero el saber cómo ser más efectiva en combate la llenaba de emoción.

                El resto de la semana transcurrió de manera similar. Como Ichigo había ingresado tarde, los grupos de amigos ya estaban formados, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo sola. No le molestaba en absoluto; de hecho, lo prefería. Lo único que realmente le irritaba eran los cuchicheos que la seguían a todas partes, pero, aunque fastidioso, era soportable.

                Las clases resultaban muy interesantes, aunque por ahora solo veían teoría. En Zanjutsu, Ida-sensei les explicó la importancia de comprender que una vez que tuvieran una zampakutō, esta sería su compañera por el resto de sus vidas. Ichigo estuvo completamente de acuerdo con ese concepto, pensando en su relación con Shiro y O’san. En la clase de Hohō, Tanaka-sensei les enseñó sobre la canalización del reiryoku en las piernas para potenciar el impulso, aunque de momento todo era solo teoría. En Kidō, Kotegawa-sensei habló sobre los distintos hechizos y encantamientos, así como los principios básicos de la canalización de energía espiritual.

                Así pasó la semana hasta que llegó el viernes por la tarde. Ichigo estaba emocionada por salir de la academia, pero al mismo tiempo aterrada, pues sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a Byakuya. Desde que había recordado el beso borracho que le había dado, sentía una profunda vergüenza. Cada vez que pensaba en ello, quería desaparecer.

                Por supuesto, Shiro no perdió la oportunidad de burlarse despiadadamente de ella por su actitud cobarde. Y aunque Ichigo trató de ignorarlo, finalmente decidió que no tenía sentido huir. No era una cobarde. Así que, con el orgullo herido pero la determinación intacta, se dirigió a la mansión Kuchiki para pasar el fin de semana.

Chapter 11: Evasión estratégica

Summary:

Primer fin de semana fuera de la academia.
Y primer encuentro con Byakuya después de que los recuerdos volvieran...

Chapter Text

                Ichigo llegó a la mansión Kuchiki con su bolso al hombro, sintiendo un ligero alivio al pisar el suelo familiar.

                —Tadaima —dijo con naturalidad, aunque su tono fue un poco más rápido de lo normal.

                —Okaeri, Ichigo —respondió Rukia, sonriéndole mientras avanzaban juntas hacia el interior.

                Byakuya estaba en el salón, revisando unos pergaminos. Ichigo lo vio de reojo, pero en cuanto él levantó la mirada, ella desvió la suya y se giró sutilmente hacia Rukia, como si su conversación fuera de lo más interesante.

                —¿Cómo estuvo la semana? —preguntó Rukia, sin notar nada extraño.

                —Bien, interesante… ya sabes, clases y más clases —respondió Ichigo, con una risa ligera mientras caminaba más rápido, acercándose a la salida del salón.

                Byakuya cerró el pergamino con calma.

                —La cena estará lista pronto.

                —Ah, genial. Nos vemos entonces —dijo Ichigo, aún sin mirarlo, y salió de la habitación con pasos controlados.

                No se apresuró ni corrió, pero Rukia notó que había salido demasiado rápido. Frunció levemente el ceño antes de seguirla. Quizás su amiga había tenido algún problema en la academia que no quería compartir con un hombre.

                Byakuya observó la puerta por la que Ichigo acababa de desaparecer, entrecerrando apenas los ojos.

                No hizo ningún comentario. No había ninguna señal clara de evasión.

                Pero Ichigo no lo miró ni una sola vez.

                Y eso le molestó más de lo que estaba dispuesto a admitir.

                Ichigo entró en su habitación sin prisa, pero cerró la puerta con un suspiro más fuerte de lo que pretendía.

                No podía seguir así. Evitar a Byakuya como si fuera un criminal no era una estrategia sostenible, y lo sabía. Pero la sola idea de mirarlo a los ojos después de lo que había recordado la hacía querer desaparecer en el acto.

                Se frotó la cara con ambas manos, tratando de recomponerse.

                “No tengo que actuar raro. Solo tengo que mantenerme normal hasta el lunes.” —pensó frustrada.

                El sonido de la puerta deslizándose la sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada justo cuando Rukia entraba con un paso relajado, con los brazos cruzados y una expresión neutral que Ichigo conocía demasiado bien.

                —Entonces… ¿cómo estuvo la primera semana? —preguntó, con un tono casual, pero con esa sutileza inquisitiva que delataba que no era solo curiosidad.

                Ichigo parpadeó, y su cerebro entró en pánico por una fracción de segundo. ¿Se había dado cuenta de que estaba evitando a Byakuya? ¿Sospechaba algo?

                No podía arriesgarse.

                Se encogió de hombros y se dejó caer sobre el futón con aire despreocupado.

                —Pues… bien. No ha pasado gran cosa.

                Rukia alzó una ceja.

                —¿Nada interesante?

                —Nada.

                Un silencio breve, y Rukia entrecerró los ojos.

                —Ichigo…

                La peli naranja sintió una gota de sudor frío recorrerle la espalda.

                ¡Mierda! ¡No puedo dejar que me siga preguntando!

                —¡Bueno, sí! —exclamó de repente, sentándose más derecha y fingiendo entusiasmo—. Pasé la mayoría del tiempo sola, ¿sabes? No he hecho amigos todavía, y como entré tarde, los grupos ya están hechos, así que…

                Rukia pareció considerar sus palabras, y entonces su expresión se suavizó.

                —Ya veo.

                Ichigo la miró de reojo y, para su alivio, la sospecha en los ojos de Rukia se desvaneció.

                —Supongo que tiene sentido que te sientas un poco… extraña —continuó Rukia, apoyándose contra el marco de la puerta con los brazos cruzados—. Pasaste de estar con nosotros todo el tiempo a estar sola en un entorno nuevo.

                Ichigo solo asintió, sin corregirla. Sí, claro. La soledad. Esa era la razón por la que estaba rara.

                —Bueno, al menos no serás la única —dijo Rukia de repente, con una pequeña sonrisa—. Yo también te extrañé. La mansión se siente más vacía sin ti.

                Ichigo parpadeó, sorprendida por la confesión inesperada, pero luego una sonrisa ladeada apareció en su rostro.

                —Vaya, Kuchiki Rukia admitiendo que me extraña. Debería anotarlo en el calendario.

                —Cállate —resopló Rukia, pero su sonrisa se mantuvo.

                Se quedaron en silencio unos segundos, pero esta vez fue un silencio cómodo. Ichigo sintió que la tensión en sus hombros se aflojaba un poco. Por lo menos con Rukia no tenía que estar en guardia.

                —Vamos, la cena está lista —dijo la Kuchiki, empujándose del marco de la puerta—. No llegues tarde.

                Ichigo asintió y la vio salir, pero cuando se quedó sola, su expresión se ensombreció.

                Se pasó una mano por el rostro y dejó escapar un suspiro.

                —Maldita sea… estoy actuando como una idiota.

                Se puso de pie rápidamente y tomó ropa limpia. No iba a llegar a la cena con el uniforme de la academia.

                Se cambió a toda velocidad y salió de la habitación, dirigiéndose al comedor con paso firme.

                No iba a pensar en tonterías. Solo tenía que cenar, aguantar el fin de semana y volver a la academia como si nada hubiera pasado.

                Eso era todo.

                La cena fue bastante normal, para sorpresa de Ichigo. Rukia se mantuvo conversando con ella, preguntándole por sus clases y los profesores. Evitó cuidadosamente mirar a Byakuya, y la única vez que sus ojos se desviaron hacia él, el hombre estaba concentrado en su comida, sin ponerle atención a las chicas.

                La velada pasó rápido y pronto Ichigo se encontró nuevamente en su habitación, lista para quedarse dormida.

                El sábado comenzó con el sonido tenue de los pájaros en el jardín y la luz matutina filtrándose a través de los paneles de papel de su habitación. Ichigo se removió en su futón con un gruñido bajo, sintiendo la conocida calidez de la mansión Kuchiki envolviéndola. Por un momento, olvidó su propio desastre interno.

                Hasta que recordó.

                Enfrentar a Kuchiki Byakuya .

                Se sentó de golpe, el sueño evaporándose al instante. Su cerebro, aún nublado por la somnolencia, reprodujo la escena en su cabeza con una claridad cruel. Se llevó ambas manos a la cara, dejando escapar un gemido desesperado.

                —Mierda...

                Por un instante, consideró la opción cobarde de quedarse en la habitación todo el día, pero sabía que eso no funcionaría. Rukia vendría a buscarla. Los sirvientes vendrían a avisarle del desayuno. Y lo peor… él estaría en la mesa.

                Suspiró y se levantó a regañadientes.

                Mientras se vestía con ropa más cómoda que su uniforme de la academia, ideó un plan:

  1. Evitar mirarlo directamente.
  2. No quedarse sola con él bajo ninguna circunstancia.
  3. Actuar con total normalidad.

                Respiró hondo.

                —Es solo Byakuya. Puedes hacerlo, Ichigo. —se dijo con más convicción de la que sentía.

                Y con una determinación que se tambaleaba con cada paso, se dirigió al comedor.

                El desayuno más incómodo de su vida

                Rukia ya estaba en su lugar cuando Ichigo entró al comedor, tomando su té con calma. Byakuya, como siempre, se encontraba en la cabecera, con su postura impecable y su expresión serena.

                Ichigo respiró profundo y se sentó en su lugar habitual, saludando con voz firme.

                —Buenos días.

                Rukia le devolvió el saludo con una sonrisa ligera. Byakuya asintió levemente.

                —Buenos días, Kurosaki.

                El tono neutro de su voz no tenía ninguna connotación extraña, ningún atisbo de incomodidad. Nada. Como si no hubiera pasado absolutamente nada entre ellos.

                Ichigo casi se atraganta con el aire.

                ¿Es en serio? ¿Así de normal?

                Bajó la mirada rápidamente y tomó su taza de té, dándole un sorbo más grande de lo necesario solo para tener algo que hacer con las manos.

                La conversación en la mesa se desarrolló sin sobresaltos. Rukia le preguntó a Ichigo sobre la academia, y ella respondió con lo primero que se le vino a la mente. Intentó concentrarse en la charla con Rukia, pero su cerebro estaba demasiado ocupado procesando la calma absoluta de Byakuya.

                No estaba incómodo.
                No estaba molesto.
                Ni siquiera parecía recordarlo.

                Y eso la irritaba.

                ¿Por qué ella estaba al borde de un colapso cada vez que lo veía, mientras él actuaba como si nada hubiera ocurrido?

                Ichigo sintió que su ceja temblaba ligeramente por la frustración.

                No quería que la situación fuera incómoda, pero… ¿tampoco significó nada en absoluto?

                Apretó los dientes y se centró en su desayuno.

                El resto de la comida transcurrió sin problemas, con Rukia llevando la conversación y Byakuya participando ocasionalmente con respuestas breves. Ichigo, por su parte, se limitó a asentir y fingir que su arroz era lo más interesante del mundo.

                Cuando terminaron, Rukia se levantó primero.

                —Voy a revisar unos documentos antes de salir. Ichigo, ¿vienes?

                —¡Sí! —respondió con demasiada rapidez.

                Ignoró la mirada inquisitiva de Rukia y se apresuró a seguirla fuera del comedor, sintiendo un alivio inmediato al poner distancia entre ella y Byakuya.

                Pero el alivio no duró mucho.

                A lo largo del día, Ichigo se convirtió en la sombra de Rukia.

                Si Rukia iba a la biblioteca, Ichigo la acompañaba. Si Rukia iba a entrenar, Ichigo estaba ahí. Si Rukia se movía un centímetro, Ichigo lo hacía también.

                Al principio, Rukia no le dio demasiada importancia, pero a medida que pasaban las horas, comenzó a notarlo.

                —Ichigo… —dijo finalmente, cruzándose de brazos mientras la miraba con una ceja levantada—. ¿Me estás siguiendo?

                Ichigo se tensó.

                —¿Qué? ¡No! Solo... me gusta pasar tiempo contigo.

                Rukia frunció el ceño.

                —No es que me moleste, pero es extraño. ¿Pasó algo?

                Ichigo sintió una gota de sudor bajando por su sien.

                —No.

                —Mmm…

                Por suerte para Ichigo, en ese momento un sirviente apareció, anunciando que Byakuya había salido a atender asuntos del escuadrón.

                El alivio que recorrió a Ichigo fue tan evidente que Rukia la miró aún más sospechosamente.

                —Ichigo…

                —¡Vamos a entrenar! —exclamó la peli naranja, arrastrándola fuera de la habitación.

                Y así pasó el resto del día, esquivando toda posibilidad de estar sola con Byakuya.

                Para la hora de la cena, él aún no había regresado, y por primera vez en todo el día, Ichigo pudo relajarse un poco.

                Pero incluso mientras bromeaba con Rukia y disfrutaba de su comida, no podía evitar pensar en lo ridícula que estaba actuando.

                Y en que, eventualmente, tendría que enfrentarlo.

                No podía seguir huyendo para siempre.

 

                El sol de la mañana del domingo apenas asomaba entre los edificios del Seireitei cuando Ichigo dejó la mansión Kuchiki con paso decidido. El aire fresco ayudaba a despejar su cabeza, y el simple hecho de alejarse del ambiente cargado de la casa la hacía sentir más ligera.

                Había soltado una excusa apresurada de visitar a los amigos antes de volver a la academia antes de casi huir de la mansión.

                No era que no le gustara estar allí. De hecho, se había acostumbrado más de lo que pensaba.

                Pero después de un día entero esquivando a Byakuya con la sutileza de un novato en Hakuda, necesitaba un respiro.

                Se dirigió directamente a la Novena División.

                Por suerte para ella, el Seireitei era un estado militar. Lo que significaba que también trabajaban los domingos.

                Menos mal.

                Ichigo cruzó la entrada de la división con las manos en los bolsillos, saludando a los oficiales con un gesto de la cabeza mientras se dirigía al edificio principal. No tardó en encontrar a Kensei en el patio de entrenamiento, con los brazos cruzados y observando a algunos de sus reclutas con el ceño fruncido.

                —¡Muguruma-taichō! —llamó Ichigo con tono despreocupado.

                Kensei giró la cabeza hacia ella, arqueando una ceja al verla.

                —¿Qué haces aquí un domingo? ¿Y qué mierda es eso de “Muguruma-taichō”?

                Ichigo solo se rió de su reacción mientras se encogía de hombros

                —Vine a agradecerte por llevarme de vuelta a la mansión la semana pasada. No tuve oportunidad antes.

                Kensei la miró por un momento antes de soltar un bufido.

                —No fue nada. Alguien tenía que hacerlo antes de que terminaras durmiendo en la calle.

                Ichigo entrecerró los ojos.

                —Podrías aceptar el agradecimiento sin insultarme, ¿sabes?

                Kensei se encogió de hombros con indiferencia.

                —Podrías aprender a beber sin desmayarte.

                Ichigo chasqueó la lengua, pero no podía negar que tenía un punto.

                Antes de que pudiera responder, Kensei se acercó un poco más y, sin previo aviso, le sujetó la cara con una mano, inclinando levemente su cabeza hacia un lado, como si la estudiara.

                Ichigo no se apartó.

                —…¿Qué haces?

                —Pareces fuera de lugar.

                Ella parpadeó, ni siquiera estaba comportándose extraño ¿Cómo se dio cuenta?

                —¿Eh?

                Kensei frunció ligeramente el ceño, mirándola directamente a los ojos.

                —No sé. Tienes una pinta rara. Como si no estuvieras completamente cómoda.

                Ichigo desvió la mirada, rascándose la nuca.

                —No es nada. Solo es extraño estar en la academia.

                Kensei no la presionó, pero su expresión le dejó claro que no le creyó del todo.

                —Si tú lo dices.

                Antes de que pudieran continuar, una voz conocida interrumpió la conversación.

                —¡Vaya, vaya! Mira quién está aquí.

                Ichigo giró la cabeza, o al menos lo intentó, pues Kensei seguía sujetándole el rostro. Ella lo miró y Kensei, sonriendo burlón, dejó caer su mano. Ahora si miró, justo cuando Hisagi Shūhei se acercaba con una sonrisa relajada.

                —No pensé que vendrías a visitarnos tan pronto, Shiba-san —bromeó, enfatizando su apellido con una sonrisa burlona.

                Ichigo rodó los ojos.

                —Cierra la boca, Shūhei.

                Hisagi rió entre dientes antes de cruzarse de brazos.

                —¿Cómo te ha ido en la academia?

                —Bien —respondió Ichigo sin mucha emoción—. Estoy en la clase avanzada, así que las cosas no han sido tan aburridas.

                —¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó Hisagi con curiosidad.

                Ichigo soltó una carcajada.

                —No, todo bien. Aunque ahora que lo mencionas…

                Frunció el ceño y los miró fijamente.

                —¡¿Por qué nadie me advirtió que todos los reclutas se están tiñendo el cabello de naranja?!

                Kensei soltó un bufido divertido y Hisagi, después de un segundo de silencio, rompió en carcajadas.

                —Oh, eso.

                —Sí, eso —Ichigo lo fulminó con la mirada—. ¿Sabes la humillación que pasé cuando un tipo me preguntó si me lo había teñido por admiración a Kurosaki Ichigo?

                Hisagi se dobló de la risa, sujetándose el estómago.

                —Dime que le dijiste que sí —logró decir entre carcajadas.

                Ichigo lo golpeó en el brazo sin demasiada fuerza.

                —¡Por supuesto que no, idiota!

                Kensei miró a Hisagi con burla.

                —¿Sabías de esto?

                Hisagi, aún riendo, asintió.

                —Sí. Es una moda entre los reclutas en el último año. Kurosaki Ichigo se convirtió en una leyenda después de la guerra, y algunos empezaron a teñirse el cabello en su honor. Al principio eran pocos, pero ahora... bueno, parece que se salió de control.

                Kensei chasqueó la lengua.

                —Hah. Tu explosión de tercer año sigue siendo legendaria, pero esto definitivamente lo será.

                Hisagi lo miró con sorpresa.

                —Espera... ¿ sabías de la explosión de tercer año?

                Kensei sonrió de lado.

                —Sigues sin entenderlo, ¿eh? Eso no fue un incidente cualquiera. Eso es historia.

                Hisagi negó con la cabeza, resignado, mientras Ichigo miraba a ambos con incredulidad.

                —Me están diciendo que la sociedad de almas es un maldito chisme eterno, ¿no?

                Kensei y Hisagi se miraron antes de responder al unísono:

                —Sí.

                Ichigo suspiró.

                —Perfecto.

                La conversación continuó por un rato más, con Ichigo relajándose cada vez más. Entre bromas y charlas casuales, se dio cuenta de que realmente disfrutaba la compañía de Kensei y Hisagi. No tenía que preocuparse por todo el drama de esconder su identidad ni con los rumores sobre el clan Shiba. Con ellos, simplemente podía ser.

                Y, por un rato, pudo olvidarse de todo lo demás.

                Pero luego, su cerebro registró algo que la hizo fruncir el ceño.

                —Esperen un momento… —dijo, cruzándose de brazos—. ¿Qué demonios es la explosión de tercer año?

                Kensei y Shūhei se miraron y, sin previo aviso, soltaron una carcajada.

                —Oh, cierto, no tienes idea —dijo Hisagi, frotándose la nuca con una sonrisa culpable.

                Kensei simplemente negó con la cabeza con una media sonrisa.

                —Ni lo intentes, Shūhei. Hay cosas que es mejor que la academia le enseñe por sí sola.

                Ichigo entrecerró los ojos.

                —Eso solo hace que quiera saberlo más.

                Hisagi se encogió de hombros, aún sonriendo.

                —Solo diré esto: reza para que no te descubra Kotegawa-sensei el día en que hagas explotar algo.

                Ichigo parpadeó, confundida, pero antes de que pudiera insistir, Kensei le dio una palmadita en el hombro.

                —Espero que una semana en la academia no te haya vuelto blanda —dijo con una gran sonrisa.

                —¿Quieres probarme? — Ichigo tenía una gran sonrisa en su rostro —Con esto ahora puedo usar a Zangetsu —añadió, mientras mostraba la pulsera supresora que había estado usando desde que Kisuke se la dio.

                —Ahora sí estamos hablando —dijo Kensei agrandando su sonrisa, mientras le hacía una seña para que lo siguiera al patio de prácticas. —Pero hoy será solo Hakuda. Machiro está en una misión y no he tenido a nadie con quien entrenar estos días.

                Hisagi los siguió emocionado, siempre era increíble ver a los capitanes pelear y, aunque Ichigo no era ni siquiera un miembro de un escuadrón, era tan o más poderosa que muchos capitanes.

                El trayecto era corto, pero aun así lograron llamar la atención de varios reclutas que estaban por ahí, que también los siguieron cuando se dieron cuenta que se dirigían al patio de entrenamiento especial, que se reservaba para el uso del Capitán y sus dos tenientes.

                Kurosaki Ichigo ajustó su postura y alzó la vista hacia su oponente. Muguruma Kensei, el capitán del Escuadrón 9, estaba frente a ella con los brazos cruzados y una expresión de calma calculada.

                —No necesitas contenerte, Ichigo. Quiero ver qué tan buena eres en un combate cuerpo a cuerpo —dijo Kensei, flexionando ligeramente los músculos de sus brazos.

                Ichigo soltó una leve risa y llevó la mano a la empuñadura de su zanpakutō.

                —Lo mismo digo, Capitán. No voy a retroceder si me subestimas.

                Kensei esbozó una sonrisa de medio lado antes de desaparecer en un shunpō. Ichigo apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que su puño apareciera a centímetros de su rostro. Se inclinó a un lado, esquivando por poco, y giró sobre su eje para lanzar una patada baja que Kensei bloqueó con facilidad.

                —Buena reacción —comentó, deslizando su pierna hacia adelante para barrer el equilibrio de Ichigo.

                Ella saltó hacia atrás, cayendo en una posición defensiva. Kensei no le dio tregua; avanzó con un rápido golpe recto. Ichigo cruzó los brazos para detenerlo, pero la fuerza del impacto la hizo deslizarse varios metros sobre el suelo del dojo.

                —Tch… qué fuerza —murmuró, sacudiendo sus brazos.

                Kensei no respondió. Se lanzó de nuevo al ataque, combinando golpes de puño con patadas a la altura del torso. Ichigo bloqueó y esquivó como pudo, pero la diferencia de fuerza era evidente.

                "Si sigo defendiéndome, me acorralará", pensó.

                En un instante, su expresión cambió. En lugar de esquivar, Ichigo se inclinó hacia adelante y recibió el siguiente golpe, redirigiendo la fuerza con su propio movimiento. Kensei abrió los ojos con sorpresa cuando Ichigo aprovechó su cercanía para impulsarse con un codazo directo al estómago.

                El capitán gruñó por el impacto, pero en lugar de retroceder, tomó a Ichigo del brazo y la lanzó al suelo con una llave rápida. Ichigo cayó de espaldas con un golpe seco, pero rodó antes de que Kensei pudiera sujetarla de nuevo.

                —Nada mal, Kurosaki —dijo, retrocediendo un par de pasos.

                Ichigo escupió a un lado y se limpió el labio con el dorso de la mano.

                —Tampoco estuvo mal, viejo —respondió con una sonrisa desafiante.

                Kensei levantó una ceja.

                —Viejo, ¿eh? Ahora sí te voy a hacer sudar.

                Sin previo aviso, su presión espiritual se intensificó apenas un instante. Ichigo sintió el cambio y apretó los dientes.

                "Aquí viene en serio", pensó.

                La pelea se intensificó. Ichigo dejó de solo reaccionar y comenzó a atacar con más agresividad. Lanzó un puñetazo a la mandíbula de Kensei, quien lo bloqueó con su antebrazo, pero no vio venir la patada giratoria que la shinigami encajó en su costado.

                El capitán chasqueó la lengua y, sin perder el ritmo, atrapó la pierna de Ichigo antes de que pudiera retirarla, jalándola con fuerza para desestabilizarla.

                Ichigo se vio obligada a hacer una voltereta en el aire y aterrizó con una rodilla en el suelo, apenas logrando mantener el equilibrio.

                —Eso sí dolió, idiota —gruñó, llevándose una mano al costado.

                Kensei sonrió.

                —¿Te rindes?

                —Ni de broma.

                Ichigo se impulsó con un shunpō y apareció justo detrás de Kensei, lanzando un golpe dirigido a su espalda. Kensei, con reflejos impecables, giró en el último segundo y desvió el puño con el suyo. La fuerza de la colisión hizo retumbar el dojo.

                El enfrentamiento continuó con ambos intercambiando golpes con velocidad impresionante. Ichigo tenía resistencia y agilidad, pero Kensei tenía la ventaja en fuerza y experiencia.

                Finalmente, tras un intenso intercambio, Kensei encontró una abertura. En el instante en que Ichigo lanzó otro golpe con la derecha, el capitán esquivó con un giro y se deslizó hasta quedar a su espalda.

                Antes de que Ichigo pudiera reaccionar, Kensei la atrapó con el brazo alrededor del cuello en un agarre firme.

                —Tch… —Ichigo intentó liberarse, pero su posición era desventajosa.

                —Ríndete, Ichigo —dijo Kensei, sin apretar demasiado, pero lo suficiente para que sintiera la presión.

                Ichigo intentó forzar una salida, pero su energía estaba disminuyendo. Sabía que, si continuaba resistiendo, terminaría desmayándose.

                Chasqueó la lengua con frustración.

                —¡Maldición… está bien! Suéltame ya, carajo.

                Kensei aflojó el agarre de inmediato y dio un paso atrás. Ichigo tomó aire profundamente y se estiró el cuello con una expresión entre molesta y divertida.

                —No estuviste mal —dijo Kensei, pasándose una mano por el cabello.

                Ichigo lo fulminó con la mirada, pero luego rió.

                —Sí, sí… pero la próxima vez no seré tan descuidada.

                Los espectadores del Escuadrón 9 estallaron en murmullos, algunos impresionados por la pelea y otros apostando sobre cuándo habría una revancha.

                Kensei cruzó los brazos y sonrió.

                —Eso quiero verlo.

                Ichigo solo sonrió de lado. Sabía que había perdido esta vez, pero no sería la última.

                Y la próxima vez, no pensaba contenerse.

                —Esto fue divertido —dijo Ichigo sonriendo, había sido una excelente forma de liberarse de la frustración que se había estado acumulando toda la semana.

                —Bien, mocosa. Ya has perdido suficiente tiempo aquí. Si viniste a esconderte, el tiempo se acabó —dijo Kensei después de beber un poco de agua y lanzarle una botella a Ichigo.

                Ichigo gruñó.

                —No me estaba escondiendo.

                —Ajá —respondió Kensei con sorna—. Y yo soy el Rey Espíritu.

                Hisagi se rió de nuevo, y Ichigo les dedicó una última mirada irritada antes de suspirar resignada.

                —Ya me voy. Nos vemos la próxima semana.

                —Cuídate, Shiba-san —se despidió Hisagi, aún sonriendo.

                —La próxima semana te patearé el trasero a ti, Hisagi— dijo Ichigo, haciendo que Shūhei gimiera. Ella solo rió.

                —Y no vuelvas borracha otra vez —agregó Kensei con burla.

                Ichigo le lanzó una mirada asesina antes de girarse y salir de la Novena División.

                Aún tenía muchas preguntas sin responder.

                Pero una cosa era segura: no podía evitar a Byakuya para siempre.

                Cuando llegó a la mansión ni siquiera se fijó si había alguien, se dirigió directamente a su habitación para poder bañarse. El sudor de su pelea con Kensei se estaba comenzando a secar, lo que era incómodo, y no estaba dispuesta a presentarse a la cena apestando y sucia.

                La cena volvió a ser algo incómodo para Ichigo, pues apenas levantaba la vista de su plato y conversando únicamente con Rukia, temía que su amiga se diera cuenta que ni siquiera hablaba con Byakuya.

                Antes de irse a la academia era normal que Ichigo discutiera con Byakuya, sacándole información de su escuadrón o cualquier cosa que sirviera para mantener la conversación, pero estos días se había mantenido callada y sólo hablaba con Rukia, mientras que a Byakuya le decía lo mínimo indispensable.

                Esa noche encontró a Ichigo sin poder conciliar el sueño. Quería poder dormir, ya que al otro día volvía a la academia y quería poder concentrarse en las clases.

                Después de un rato de dar vueltas en su cama sin poder estar cómoda, Ichigo se levantó de su cama, se acomodó su yukata de dormir, y se dirigió al patio interior de la mansión. Quizás si veía girar a los peces koi el suficiente tiempo, se dormiría antes del amanecer.

                El sonido rítmico del shishi-odoshi1 resonaba suavemente en el patio de la mansión Kuchiki. La noche era tranquila, iluminada por la luz tenue de la luna que se reflejaba en la superficie del agua donde nadaban los koi. Ichigo estaba sentada en el borde de la fuente, con los brazos apoyados en sus rodillas, mirando el movimiento pausado de los peces sin realmente verlos.

                Había pasado todo el fin de semana evitando a Byakuya con éxito. O eso pensaba.

                No esperaba que él la encontrara ahí.

                —No es necesario que me evites, Kurosaki Ichigo.

                La voz calmada y firme hizo que Ichigo se tensara de inmediato. Su espalda se enderezó por reflejo y sus manos se crisparon sobre sus rodillas. No necesitó girarse para saber que Byakuya estaba detrás de ella, a pocos pasos de distancia, su presencia imponente y serena como siempre.

                Pero lo que más la irritó fue su tono. No era burlón, ni molesto. No sonaba diferente en lo más mínimo.

                Como si nada hubiera pasado.

                Ichigo frunció el ceño y se puso de pie con lentitud. No huiría. No de él.

                —No te estaba evitando —replicó, cruzándose de brazos.

                Byakuya alzó una ceja apenas perceptible.

                —¿No? —dijo con esa calma exasperante.

                Ichigo apretó los dientes.

                —No.

                —Interesante —murmuró él. Dio un paso adelante y la miró con esa expresión neutra que la hacía sentir como si él siempre supiera algo que ella no—. Y dime, ¿es coincidencia que cada vez que entraba a una habitación, tú salías de inmediato?

                Ichigo sintió el calor subirle al rostro. Maldito fuera.

                —Simplemente tenía cosas que hacer —se defendió, aunque hasta a ella le sonó poco convincente.

                Byakuya inclinó levemente la cabeza, observándola con un aire pensativo.

                —Curioso. Siempre sueles enfrentar las cosas de frente. Pero esta vez… pareciera que huyes.

                Ichigo sintió un escalofrío de irritación recorrerle la espalda.

                —No estaba huyendo.

                —Entonces, ¿por qué tanta incomodidad? —Byakuya hizo una pausa apenas perceptible antes de añadir —No pensé que fueras tan cobarde.

                Ichigo parpadea, confundida.

                —¿Qué?

                —¿O acaso siempre lo fuiste y solo fingías ser valiente en las batallas?

                Ichigo reacciona de inmediato, encarándolo con el ceño fruncido.

                —No te tengo miedo

                Byakuya asintió, como si hubiera esperado esa respuesta.

                —Lo sé. —Ichigo siente que ha ganado por un instante… hasta que él vuelve a hablar —No tienes que evitarme. No pensarás que un beso tan torpe e inexperto es algo memorable, ¿verdad?

                El aire se atascó en los pulmones de Ichigo.

                Lo miró con los ojos muy abiertos, sin poder creer lo que acababa de escuchar.

                Su estómago se revolvió entre indignación y vergüenza.

                Ese… ¡Ese maldito estirado arrogante!

                —¿¡Qué dijiste!?

                —Lo que oíste —respondió Byakuya con absoluta tranquilidad, sin inmutarse ante su reacción.

                Ichigo sintió que la sangre le hervía en las venas. ¿Cómo se atrevía a hablar así? ¿Cómo podía ser tan malditamente frío cuando ella había estado atormentándose por ese estúpido beso durante toda la semana?

                Sin pensarlo, Ichigo avanzó un paso y lo tomó del haori con ambas manos, alzando la cabeza desafiante.

                —¿Ah, sí? ¿Un beso torpe e inexperto, dices?

                Byakuya no retrocedió ni un milímetro. Solo la miró con sus fríos ojos grises, esperando su próximo movimiento.

                —¿Eso es lo que piensas?

                Su voz salió más baja, más intensa.

                Antes de que él pudiera responder, Ichigo se impulsó sobre la punta de los pies y volvió a besarlo.

                No fue un beso planeado. No fue suave ni delicado. Fue impulsivo, testarudo, con una determinación pura y ardiente. Un desafío.

                Byakuya se quedó completamente inmóvil.

                El contacto era diferente al de la vez anterior. Este no era un desliz causado por el alcohol. Esta vez, Ichigo era plenamente consciente de lo que estaba haciendo.

                El beso fue breve, pero más firme que el anterior.

                Cuando Ichigo se separó, lo miró directamente a los ojos, con el ceño fruncido y la respiración agitada.

                —Pues la experiencia se gana, tarado —espetó con enojo, antes de soltar su haori y girarse sobre sus talones.

                Sin mirar atrás, se dirigió de vuelta a la mansión, pisando fuerte y con el corazón martilleando en su pecho.

                Byakuya se quedó en su lugar, observando su silueta desaparecer tras las puertas corredizas.

                Lentamente, alzó una mano y tocó sus labios, donde el calor de ella aún permanecía.

                Por primera vez en mucho tiempo, se permitió esbozar una sonrisa apenas perceptible.

                Un beso torpe, sí. Pero esta vez… no tan inexperto.

 

                A la mañana siguiente Ichigo despertó moleta. La noche anterior, después de lo que pasó con Byakuya, había estado demasiado molesta como para pensar realmente en lo que había pasado.

                Esa mañana volvió a guardar sus cosas en la bolsa para dirigirse de vuelta a la academia. Irritada, fue al comedor, donde compartió mesa con Rukia y Byakuya.

                Fulminó con la mirada al capitán antes de concentrarse en su desayuno. Rukia la miró confundida, preguntándose si había peleado con su hermano, pero no preguntó nada, sabía que su amiga se lo contaría si fuera importante.

                Cuando el desayuno terminó, Ichigo se puso de pie y agradeció a ambos por la comida y por seguir permitiendo que ella durmiera en la mansión cuando no estaba en la academia.

                Rukia le sonrió a su amiga.

                —Sabes que siempre eres bienvenida en esta casa. Ya eres parte de ella.

                Ichigo sonrió, olvidando su molestia previa con Byakuya incluso le sonrió a él mientras se despedía.

                Los hermanos Kuchiki se levantaron, pues ambos debían ir a sus respectivos escuadrones, por lo que los tres salieron juntos de la mansión.

                Justo en las puertas, donde cada uno debía ir por su propio camino, Byakuya miró a Ichigo a los ojos y dijo:

                —Sigues siendo torpe e inexperta —luego desapareció en un shumpō, dejando a Ichigo tiesa, con los puños y dientes apretados. Podía sentir el calor subiéndole al rostro, no de vergüenza, sino de pura, absoluta frustración. Si volvía a escuchar esa maldita voz condescendiente..., mientras Rukia, que creía que su hermano se refería a la experiencia en batalla de la peli naranja, sonreía tranquilizadoramente.

                —No te preocupes Ichigo —dijo Rukia —Eres muy fuerte, y en la academia aprenderás los fundamentos que te faltan.

                Con eso dicho, la chica desapareció rumbo a su propio escuadrón, dejando a Ichigo sola, quien sólo deseaba poder estrangular a Kuchiki Byakuya.

                Ichigo se dio media vuelta, decidida a no dejar que Byakuya y su estúpida boca la hicieran llegar tarde a clases. Se fue mascullando maldiciones contra el capitán todo el camino hasta la academia. No tenía ni idea de cómo, pero Kuchiki Byakuya se arrepentiría de esas palabras.

Chapter 12: Entre cortes y encuentros

Summary:

Tengo el siguiente capítulo casi terminado, así que mañana o a más tardar el sábado lo subo. Muchas gracias por leer.
@Soeduarga, un millón de gracias por dejar tus comentarios en cada capítulo, me hacen entusiasmar con esta historia.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

                El sonido de los estudiantes murmurando llenaba el aula de Hakuda, mientras Ichigo se mantenía sentada en su puesto, apoyando un codo en la mesa y frotándose las sienes con frustración. Llevaba toda la mañana intentando concentrarse en las clases, pero su mente se negaba a cooperar.

                El fin de semana en la mansión Kuchiki la había dejado con más pensamientos de los que podía manejar. O, más bien, un solo pensamiento en particular: Kuchiki Byakuya y su maldita condescendencia.

                “Sigues siendo torpe e inexperta”.

                Ichigo apretó los dientes. Cada vez que recordaba esas palabras, sentía que algo en su interior ardía de pura indignación. ¿Quién se creía ese estirado para hablarle así? Como si ella no fuera más que una niña fingiendo ser adulta.

                —Queen… —murmuró Shiro en su cabeza—. No es por nada, pero si sigues apretando los dientes así, te vas a romper algo.

                Ichigo gruñó internamente, relajando la mandíbula con esfuerzo. Pero su irritación no desapareció. Justo en ese momento, el maestro Uzui Akira entró al aula, captando de inmediato la atención de los estudiantes. Con su tono directo y sin rodeos, anunció que, a partir de esa semana, las clases de Hakuda serían prácticas.

                El murmullo de la clase se intensificó. Algunos estudiantes parecían emocionados, otros nerviosos. Ichigo, por su parte, sintió que al fin podría botar un poco de frustración.

                Nada mejor para relajarse que golpear algunos traseros.

                —Dado que muchos de ustedes aún no han recibido entrenamiento formal —continuó Uzui-sensei—, comenzaremos con lo básico. No quiero ver a nadie tratando de hacer técnicas avanzadas sin una base adecuada.

                Los susurros se incrementaron entre los estudiantes, incluso Ichigo estaba algo entusiasmada con aprender un par de técnicas nuevas. Entonces, sintió una mirada sobre ella.

                Giró la cabeza y se encontró con una chica de cabello rubio claro y ojos afilados, observándola con una expresión serena. Su postura era relajada, pero sus ojos la analizaban con interés.

                —Shiba Masaki, ¿cierto?

                Ichigo parpadeó, sorprendida por el tono directo. No muchas personas se dirigían a ella de esa manera, al menos no en la academia.

                —Así es. ¿Y tú eres…?

                —Kosaka Shizuko —respondió la chica con tranquilidad, inclinando ligeramente la cabeza en señal de saludo—. Te has vuelto bastante famosa en la academia, aunque parece que no te das cuenta.

                Ichigo entrecerró los ojos.

                —No me interesa la fama.

                Shizuko sonrió apenas, como si hubiera esperado esa respuesta.

                —Lo imaginé. Pero no es solo la fama lo que llama la atención.

                Ichigo la miró con desconfianza, pero antes de que pudiera responder, el maestro llamó a los estudiantes para formar parejas de práctica. Shizuko se puso de pie y le hizo un gesto con la cabeza.

                —¿Te importa si hacemos equipo?

                Ichigo la observó por un momento antes de encogerse de hombros.

                —Está bien.

                Shizuko tenía un aire tranquilo, diferente a la mayoría de los estudiantes con los que Ichigo había hablado hasta ahora. Algo en ella le decía que no era el tipo de persona que hacía preguntas innecesarias o que se dejaba impresionar con facilidad.

                Quizás, después de todo, la semana no sería tan mala.

                La clase de Hakuda se llevaba a cabo en un dojo al aire libre, un espacio amplio rodeado de vegetación y con un suelo de madera perfectamente pulido. Ichigo y Shizuko llegaron junto con el resto de los estudiantes, quienes se alinearon en filas ordenadas mientras esperaban al instructor.

                Uzu-sensei, observaba con ojos afilados a los reclutas. Tenía el porte de un guerrero experimentado, alguien que no solo enseñaba con palabras, sino con acción.

                —Bien —dijo con voz firme—. Hoy dejaremos de lado la teoría y pasaremos a la práctica.

                Varios estudiantes intercambiaron miradas nerviosas. Algunos no tenían experiencia en combate real, por lo que la idea de una clase práctica les generaba ansiedad.

                Uzui paseó la mirada por el grupo.

                —Hakuda no se trata solo de golpear al oponente —continuó—. Se trata de eficiencia, control y precisión. Usar la menor cantidad de movimientos para lograr el máximo resultado.

                Se cruzó de brazos.

                —Para empezar, quiero evaluar su nivel. Haremos un ejercicio sencillo: eludan ataques sin contraatacar.

                El murmullo entre los estudiantes aumentó.

                —Cuando enfrenten un enemigo superior en fuerza, su mejor opción será esquivar hasta encontrar una abertura —explicó Uzui—. Si dependen solo de la resistencia, terminarán muertos.

                Ichigo asintió levemente. Ya conocía esa lección.

                —Hagan parejas —ordenó el maestro—. Uno ataca, el otro solo esquiva.

                Ichigo sintió una mirada a su lado y giró la cabeza.

                Shizuko la estaba observando con expresión neutral.

                —¿Quieres hacer equipo? —preguntó Ichigo.

                Shizuko asintió.

                —Tú esquivas primero —dijo con calma.

                Ichigo sonrió.

                —Hecho.

                Se colocaron en posición, y Shizuko fue la primera en atacar. Ichigo analizó su postura de inmediato. Los movimientos de la chica eran limpios, bien ejecutados, pero carecían de velocidad real.

                Con facilidad, Ichigo comenzó a esquivar sin esfuerzo.

                Shizuko no intentaba golpear a lo loco, lo cual Ichigo agradecía. Su compañera lanzaba golpes controlados, pero aún no era lo suficientemente rápida para alcanzarla.

                Uzui caminó entre los estudiantes, evaluando cada pareja. Cuando llegó donde Ichigo y Shizuko, sus ojos se fijaron en la primera.

                —Intercambien roles —indicó.

                Ichigo asintió y se puso en posición de ataque.

                Decidió empezar con movimientos simples, aumentando la velocidad gradualmente.

                Shizuko hizo un buen trabajo esquivando, pero pronto quedó claro que no podía seguirle el ritmo.

                Ichigo lo notó y redujo ligeramente la velocidad para que Shizuko pudiera mantener la fluidez del ejercicio.

                Uzui observó en silencio.

                —Deténganse.

                Ambas se quedaron quietas y miraron al maestro.

                —Shiba —dijo, arreglándoselas para hacer que esa simple palabra pareciera un elogio y un reprimenda al mismo tiempo.

                Ichigo reprimió una mueca.

                —¿Sí, sensei?

                Uzui entrecerró los ojos.

                —¿Cuánto tiempo has entrenado Hakuda?

                Ichigo se cruzó de brazos, sin saber si debía responder con exactitud.

                —Desde que era niña —dijo finalmente—. Mi padre me ayudó y me puso en clases de defensa.

                Uzui asintió lentamente. No era extraño que en las familias nobles los entrenaran desde la niñez, pero la chica frente a él era demasiado buena como para que fuera simplemente eso.

                No era la única noble en la clase, pero era claramente la mejor preparada y con más potencial bruto.

                —Ya veo.

                Se giró hacia la clase.

                —Shiba está en un nivel superior al resto de ustedes —anunció, haciendo que varios estudiantes murmuraran entre ellos—. Así que cambiará de ejercicio.

                Ichigo parpadeó.

                Uzui miró a Shizuko.

                —Puedes hacer pareja con otra persona.

                Shizuko asintió sin decir nada y se retiró con un leve asentimiento hacia Ichigo.

                Uzui luego miró al resto de la clase.

                —Bien. ¿Algún voluntario para intentar tocar a Shiba?

                Silencio.

                Los estudiantes intercambiaron miradas, pero nadie se movió.

                Uzui sonrió levemente.

                —Interesante.

                Se giró hacia Ichigo.

                —Entonces lo haré yo.

                Ichigo sintió su cuerpo tensarse ligeramente, pero mantuvo la calma.

                —De acuerdo.

                Uzui se puso en posición.

                —Tu único objetivo es esquivar.

                Ichigo asintió.

                El dojo quedó en silencio mientras ambos se preparaban.

                Y entonces Uzui atacó.

                El primer golpe fue rápido. Más rápido de lo que cualquier otro estudiante podría haber manejado.

                Pero Ichigo lo esquivó sin problemas.

                El siguiente golpe vino desde el costado, pero Ichigo inclinó el cuerpo y dejó que pasara de largo.

                Uzui aumentó el ritmo, pero ella mantuvo la calma, reaccionando con precisión.

                El maestro retrocedió tras unos minutos.

                —Bien —dijo con aprobación—. No solo tienes velocidad, sino también instinto.

                Ichigo relajó su postura.

                —Gracias, sensei.

                Uzui miró al resto de la clase.

                —Lo que acaban de ver es control. No es solo cuestión de moverse rápido, sino de moverse correctamente.

                Hizo un gesto hacia Ichigo.

                —Presten atención, porque esto es lo que se espera de ustedes en el futuro.

                Varios estudiantes la miraron con expresiones que iban desde el respeto hasta el desconcierto.

                Ichigo suspiró internamente.

                “Genial… ahora soy aún más el centro de atención.”

                Uzui hizo un gesto para que continuaran los ejercicios.

                Ichigo observó a Shizuko desde la distancia y la encontró mirándola con calma.

                Su compañera inclinó la cabeza ligeramente, reconociendo su habilidad.

                Ichigo sonrió de lado y se encogió de hombros.

                La clase continuó con normalidad, pero Ichigo sabía que Uzui-sensei ahora la tenía en la mira.

                Y algo le decía que este solo era el principio.

                Al terminar la clase los susurros siguieron a Ichigo mientras ella se dirigía a su siguiente clase. Se unió a Shizuku y simplemente caminó rápido sin mirar a nadie.

                Al entrar a la clase de Hadō segía un poco incómoda con toda la atención. Ni siquiera se había movido tan rápido ni hecho algún movimiento excepcional. Tan ensimismada estaba, que ni siquiera se dio cuenta cuando la clase inició.

                —¡Shiba-san! —La voz firme de la maestra la sacó de sus pensamientos.

                Ichigo parpadeó y se dio cuenta de que la mayoría de sus compañeros la estaban mirando. Algunos con curiosidad, otros con una ligera tensión en sus posturas.

                —Uh… lo siento, sensei.

                La maestra, Kotegawa-sensei, la observó con el ceño fruncido.

                —Te pregunté cuál es el principio básico para controlar la energía de un hechizo de Hadō antes de lanzarlo.

                Ichigo exhaló, aliviada de que la pregunta fuera algo que sabía.

                —Distribuir el reiryoku de forma uniforme para evitar pérdida de control —respondió con firmeza.

                Kotegawa-sensei asintió lentamente, pero su mirada se mantuvo sobre Ichigo por un segundo más de lo necesario antes de continuar con la lección.

                Ichigo suspiró internamente, obligándose a prestar atención.

                Sin embargo, su esfuerzo se fue al diablo en cuanto la maestra hizo un comentario casual.

                —La torpeza en el control del reiryoku suele ser el mayor problema de los principiantes. Pero la experiencia se gana con el tiempo.

                "La experiencia se gana, tarado."

                Ichigo sintió su temple resquebrajarse.

                Un ligero escalofrío recorrió la sala. Un murmullo inquieto se extendió entre algunos estudiantes cuando la presión de Ichigo se filtró de manera sutil pero perceptible.

                No fue mucho, pero fue suficiente para que algunos sintieran el cambio en el ambiente.

                Kotegawa-sensei giró su cabeza en su dirección, y sus ojos se entrecerraron.

                —Shiba-san.

                Ichigo parpadeó y se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Contuvo su energía de inmediato, enderezándose en su asiento.

                —Lo siento, sensei.

                La maestra la miró un momento más antes de continuar la clase como si nada. Pero cuando la lección terminó y los estudiantes comenzaron a salir, Kotegawa-sensei la llamó.

                —Shiba-san, quédate un momento.

                Ichigo sintió la mirada de algunos compañeros sobre ella, pero ignoró las miradas curiosas y se quedó en su lugar. Cuando el aula quedó vacía, Kotegawa-sensei la observó con calma.

                —¿Hay algo que te moleste?

                Ichigo negó con la cabeza.

                —No es nada, sensei. Solo me distraje por un momento.

                Kotegawa-sensei la analizó con una expresión inescrutable antes de asentir lentamente.

                —Bien. Solo asegúrate de que no vuelva a ocurrir.

                Ichigo inclinó levemente la cabeza en señal de respeto.

                —Sí, sensei.

                Con eso, fue liberada, y salió del aula sintiendo que había esquivado una bala. Pero ahora tenía algo más en qué pensar.

                Si no lograba dejar de pensar en Byakuya pronto, se iba a volver loca.

                Ichigo salió del aula con un suspiro, tratando de sacudirse la tensión que todavía sentía en los hombros. No podía seguir perdiendo la paciencia por estupideces. Necesitaba distraerse.

                Justo cuando se dirigía al patio, vio a Shizuko apoyada contra una de las columnas exteriores, observando el cielo con una expresión tranquila.

                —¿Te castigaron o algo? —preguntó Ichigo, acercándose con las manos en los bolsillos a la chica rubia.

                Shizuko giró la cabeza hacia ella y negó lentamente.

                —No. Te estaba esperando.

                Ichigo arqueó una ceja.

                —¿A mí?

                —Sí. —Shizuko se separó de la columna y la miró con calma—. No tienes amigos aquí, ¿cierto?

                Ichigo parpadeó y luego resopló con una media sonrisa.

                —Vaya forma de decirlo. Pero sí, supongo que es cierto.

                —Entonces ahora tienes uno.

                Ichigo la miró por un momento antes de soltar una ligera risa.

                —¿Así de fácil?

                Shizuko asintió.

                —Me agradas. No hablas demasiado, pero tampoco eres aburrida.

                Ichigo la observó con atención. La forma en que hablaba, su postura relajada pero segura… No se parecía en nada a las chicas nobles que había conocido antes.

                —Eres diferente a la mayoría de los nobles —comentó con curiosidad.

                Shizuko se encogió de hombros.

                —Mi clan nunca fue muy grande. Y tampoco somos del tipo que se preocupa por la política.

                Ichigo asintió, aceptando la respuesta sin problemas.

                —Entonces, ¿qué hacemos ahora, nueva amiga?

                Shizuko sonrió de lado.

                —El almuerzo está por empezar. Vamos antes de que los idiotas de nuestra clase se coman toda la comida.

                Ichigo rió.

                —Eso sí suena como una emergencia.

                Ambas comenzaron a caminar hacia el comedor juntas, y por primera vez en todo el día, Ichigo sintió que su cabeza se despejaba un poco.

                Quizás, después de todo, tener un amigo en la academia no era tan mala idea.

                Después del almuerzo, las clases continuaron sin incidentes. Ichigo se mantuvo concentrada, aunque de vez en cuando su mente divagaba y tenía que obligarse a volver a la realidad. Shizuko permaneció a su lado, sin hablar demasiado, pero su presencia resultaba extrañamente cómoda.

                Finalmente, la última clase del día llegó: Zanjutsu.

                Ichigo esperaba con interés esta clase. Aunque ya dominaba el uso de su zanpakutō, quería ver cómo enseñaban las bases y qué podía aprender de ello.

                Al llegar al dojo, la mayoría de los estudiantes ya estaban allí, algunos practicando con bokken de madera y otros charlando mientras esperaban al instructor.

                Ichigo y Shizuko se colocaron en el lado derecho del dojo, observando en silencio hasta que el sensei, un hombre alto de cabello gris y expresión severa llamado Ida-sensei, entró al salón.

                —Bien, todos en sus posiciones —ordenó con voz firme.

                Los estudiantes formaron filas rápidamente. Ichigo se ubicó junto a Shizuko, sintiendo varias miradas sobre ella.

                —Hoy continuaremos con los ejercicios de precisión y control. Un espadachín habilidoso no es aquel que balancea su arma con más fuerza, sino aquel que entiende la intención detrás de cada corte.

                Ida-sensei tomó un bokken y se colocó en posición.

                —Deben aprender a leer los movimientos de su oponente antes de atacar. Haremos una serie de ejercicios en pareja. Escojan a alguien.

                Ichigo sintió un leve golpe en el codo y giró la cabeza.

                Shizuko ya tenía un bokken en la mano y la miraba con una ceja levantada.

                —¿Practicamos?

                Ichigo sonrió.

                —Claro.

                Ambas se separaron del grupo y tomaron sus posiciones. Shizuko adoptó una postura estable, sujeta el bokken con firmeza, pero sin rigidez. Ichigo la estudió con atención. A pesar de que no había mostrado mucho de sus habilidades en otras clases, en Zanjutsu su postura y agarre indicaban que no era una novata.

                —Primero practicaremos bloqueos y respuestas —indicó Ida-sensei—. Un ataque, un bloqueo, luego cambian de rol.

                Ichigo decidió comenzar con un ataque simple. Se movió con fluidez, lanzando un corte diagonal con moderada velocidad. Shizuko levantó el bokken y bloqueó con precisión, sin moverse más de lo necesario.

                Intercambiaron golpes y defensas por varios minutos, aumentando el ritmo gradualmente. La sincronización entre ellas era natural, casi como si llevaran entrenando juntas desde hace tiempo.

                —Eres buena —comentó Ichigo mientras bloqueaba un ataque.

                —Tú también —respondió Shizuko con calma.

                Ambas continuaron, midiendo la habilidad de la otra sin necesidad de hablar demasiado.

                Desde la esquina del dojo, Ida-sensei observaba a Ichigo con interés.

                “Uzui-sensei tenía razón… No es alguien que deba estar en una clase de primero.”

                El maestro guardó silencio, pero Ichigo ya había llamado su atención.

                Cuando la práctica terminó, Ida-sensei pidió que todos se alinearan.

                —Bien hecho. Algunos necesitan mejorar su postura, otros su equilibrio. Sin embargo, hay casos donde la experiencia es evidente.

                Ichigo sintió algunas miradas en su dirección y fingió no notarlas.

                —Eso es todo por hoy. Pueden retirarse.

                La clase terminó, y los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas. Shizuko guardó su bokken y miró a Ichigo.

                —¿Vienes?

                Ichigo asintió y ambas se dirigieron hacia la salida.

                Sin embargo, cuando estaban por cruzar la puerta, Ida-sensei habló:

                —Shiba, quédate un momento.

                Ichigo se detuvo en seco.

                Shizuko le lanzó una mirada, pero Ichigo solo suspiró.

                —Nos vemos luego —dijo antes de darse la vuelta.

                Shizuko asintió y salió sin decir más.

                Ichigo se acercó al maestro, cruzándose de brazos.

                —¿Qué pasa, sensei?

                Ida-sensei la miró con seriedad.

                —No voy a andarme con rodeos. Ya tienes la habilidad de alguien con más de un año en la academia. Lo más probable es que incluso más que algunos graduados.

                Ichigo no respondió.

                —Te estaré observando en las próximas clases. Dependiendo de tu desempeño, consideraré recomendarte para adelantar de grado.

                Ichigo parpadeó.

                —¿Tan rápido?

                —No veo el punto en hacerte perder el tiempo con cosas que ya dominas.

                La pelinaranja lo estudió por un momento antes de asentir.

                —Entendido.

                Ida-sensei asintió con aprobación.

                —Eso es todo. Puedes retirarte.

                Ichigo se giró y salió del dojo.

                Mientras caminaba hacia su dormitorio, pensó en lo que acababa de escuchar.

                No le molestaba la idea de adelantar de grado. De hecho, sería más fácil si podía avanzar rápido.

                Era divertido estar en la academia, pero extrañaba la camaradería que disfrutaba en el Seireitei, incluso sin ser miembro oficial de él.

                El entrenamiento de Zanjutsu había sido intenso, pero Ichigo se sentía satisfecha. Aunque estaba un poco más en el radar de Ida-sensei de lo que le hubiera gustado, al menos estaba aprendiendo lo que había venido a aprender.

                Cuando la clase terminó, salió del dojo junto con el resto de los estudiantes y se dirigió al patio principal de la academia. Aún tenía un poco de tiempo antes de la siguiente clase, así que decidió relajarse un momento.

                Pero la paz no le duró mucho.

                —¿Un capitán en la academia? —preguntó una estudiante, mirando con curiosidad.

                —Sí. No es raro que vengan a supervisar, pero… ese es Muguruma Kensei, el Capitán de la Novena División. Es uno de los que volvió luego de la guerra en Hueco Mundo.

                Ichigo, que estaba estirando los brazos tras su clase de Zanjutsu, sintió un escalofrío de alerta.

                "¿Qué hace aquí ese idiota…?"

                Shizuko, de pie junto a ella, también miró en la dirección de la conmoción. Kensei caminaba con expresión impaciente, acompañado por un par de instructores de la academia.

                Ichigo respiró hondo, repitiéndose a sí misma que solo tenía que quedarse callada y no llamar la atención.

                Pero, por supuesto, Kensei la vio.

                Y en el momento en que sus miradas se cruzaron, Ichigo supo que estaba jodida.

                En un instante, Kensei desapareció en un Shunpō y reapareció justo frente a ella. Causando que varios reclutas soltaran gritos sorprendidos. Ichigo solo suspiró, frustrada.

                —¡Maldita sea! No me pagaron lo suficiente para esto. Oye, ¿y tú qué haces aquí? —dijo con total normalidad, cruzándose de brazos.

                Ichigo parpadeó.

                "¡¿Pero qué mierda está haciendo?! ¡Estoy de incógnito!"

                —¿Eres idiota, Kensei? —dijo Ichigo, molesta.

Los estudiantes alrededor se quedaron en completo silencio. Algunos murmuraban entre ellos, mirando la escena con incredulidad.

                —¿Capitán Muguruma? —dijo Makoto en un susurro—. ¿Conoce a Masaki-chan?

                Ichigo sintió que su ojo temblaba de frustración.

                —Vine a estudiar, ¿qué más podría estar haciendo aquí? —respondió con sequedad, manteniendo su tono bajo para no hacer más escándalo del que ya había.

                Kensei bufó.

                —Tch, como si no hubieras tenido suficiente entrenamiento.

                —Oye, que sí hay cosas que no sé —Ichigo rodó los ojos—. No todos nacimos siendo capitanes, viejo.

                —¿Viejo? —Kensei entrecerró los ojos con una expresión irritada—. ¿Quieres que te reviente aquí mismo?

                —Uh, sí, claro, seguro. Porque eso no sería abuso de autoridad ni nada.

                Kensei chasqueó la lengua, pero Ichigo vio la ligera sonrisa en su rostro.

                Los murmullos en el patio aumentaron.

                —Habla con él como si fueran amigos…

                —¿Desde cuándo Shiba-san conoce a un capitán?

                —¿¡Son cercanos!?

                Ichigo sintió un escalofrío. ¿Qué estaba pasando con estos estudiantes?

                Antes de que pudiera decir algo más, otra figura apareció a su lado.

                —Muguruma-taichō, no puedes simplemente desaparecer en medio de una inspección.

                Hisagi Shūhei llegó con una expresión cansada, pero se detuvo cuando vio a Ichigo.

                Una sonrisa divertida cruzó su rostro.

                —Vaya, vaya. Shiba Masaki, ¿eh?

                Ichigo sintió que el caos aumentaba.

                —¡Shūhei, no empieces!

                —¿Y si quiero? —respondió con una sonrisa burlona—. Masaki-chan, qué sorpresa verte aquí. —Su tono era tan burlón que Ichigo tenía ganas de golpearlo.

                Kensei soltó un bufido.

                —Esto es ridículo. El que debería estar aquí es Hirako, pero ese maldito me engañó para que viniera yo.

                Ichigo soltó una carcajada.

                —¿Shinji te vio la cara otra vez?

                —¡No empieces, niña! —dijo irritado —Se suponía que Shinji vendría a hacer la revisión anual de la academia. Pero ese maldito me convenció de que lo cubriera porque “tenía algo más importante que hacer”.

                Ichigo entrecerró los ojos.

                —Déjame adivinar… en realidad no tenía nada importante que hacer.

                Kensei gruñó.

                —Por supuesto que no. Cuando salí de la Novena División, lo vi con Hiyori comiendo dangos.

                Ichigo no pudo evitar soltar una carcajada.

                —Dios, Kensei, ¿cuántas veces vas a dejar que Shinji te engañe con lo mismo?

                Kensei la miró con el ceño fruncido.

                —Cállate. No necesito que tú también me molestes con eso.

                Los murmullos del patio explotaron en un caos total.

                —¿¡Hisagi-fukutaichō también la conoce!?

                —¡¿Qué está pasando aquí?! ¿Hirako Shinji? ¿El capitán de la quinta?

                —¡¿Shiba Masaki tiene conexiones con la Novena División?!

                Ichigo sintió una gota de sudor frío.

                "Esto no está bien…"

                Kensei se frotó la sien con irritación.

                —Ya nos vamos. Si Hirako cree que me va a seguir jodiendo con esto, lo voy a matar.

                Hisagi sonrió hacia Ichigo.

                —Nos vemos pronto, Masaki-chan —dijo, casi cantando el "chan" en su nombre falso —Este fin de semana es mi turno de enfrentarte —dijo Hisagi con una gran sonrisa, aunque sabía que Ichigo era mucho más fuerte que él, siempre era un placer luchar contra ella.

                Ichigo le sonrió, contenta de saber que tenía algo que esperar al terminar la semana. Hisagi era el único otro Shinigami que tenía espadas dobles, a parte de Kyoraku, por lo que siempre era divertido luchar contra él.

                Y con eso, ambos desaparecieron en un Shunpō.

                Ichigo se quedó ahí, y la incomodidad cayó sobre ella al sentir las miradas de todos perforándola.

                "…Mierda."

                Más tarde, en la pausa entre clases, Makoto se acercó con una expresión entre emoción y curiosidad.

                —Masaki-chan… —dijo, casi en susurro—. ¿Cuál es tu relación con el Capitán Muguruma?

                Ichigo lo miró con incredulidad.

                —¿Mi qué?

                Makoto asintió con seriedad.

                —¿Son… cercanos?

                Ichigo sintió un tic en la ceja.

                —Es un amigo. Lo conozco desde hace un par de años.

                Makoto la miró fijamente.

                —Eso es… impresionante.

                Ichigo frunció el ceño.

                —¿Por qué?

                Makoto no parecía seguro de cómo explicar lo que todos sentían, así que suspiró y se inclinó un poco, bajando la voz.

—Porque quiero unirme a la Novena División cuando me gradúe.

                Ichigo lo miró sorprendida por un momento, antes de reírse.

                —Ah, con razón. Bueno, si te interesa, Kensei es un buen tipo. Un poco gruñón, pero justo.

                Makoto asintió con admiración. Ni siquiera los maestros se dirigían de forma tan informal a los capitanes, ni siquiera a aquellos a los que habían dado clases.

                —Voy a tener que pedirte consejos.

                Ichigo rodó los ojos.

                —No exageres.

                Pero no podía deshacerse de la sensación de que este maldito rumor no iba a desaparecer tan fácil.

Notes:

Kosaka Shizuko: no se si hay fans de Solo Leveling aquí, pero el personaje de Shizuko se basa tanto en apariencia como en personalidad a Cha Hae-In. Para quienen no lo sepan, en la versión que se transmite en Japón, Hae-In se llama Kosaka Shizuku :D

Chapter 13: Rumores, desafíos y lecciones inesperadas

Chapter Text

            El día siguiente llegó rápido, e Ichigo simplemente quería seguir su vida normal, sin que nadie la molestara.

            Las palabras de despedida de Byakuya aún resonaban en su mente, haciendo que su humor se agriara de solo recordarlo.

            Mientras caminaba en silencio junto a Shizuko, deseaba no pensar demasiado en cosas innecesarias. Pronto llegaron al salón y entraron juntas.

            Al instante, el murmullo general que llenaba el ambiente se apagó, y un incómodo silencio llenó el espacio. Ichigo se detuvo un momento en la puerta, sorprendida. Miró a su alrededor, pero todos los compañeros de clase rápidamente comenzaron a hablar de cualquier cosa al azar, como si nada hubiera sucedido.

            El sonido de las voces aumentó en cuanto comenzar0on a adentrarse en el aula, pero el cambio abrupto en la atmósfera no pasó desapercibido. Ichigo no era muy buena leyendo las señales de los demás, pero no pudo evitar sentir que algo raro estaba ocurriendo. Un par de miradas furtivas se cruzaron entre los estudiantes, pero ni ella ni Shizuko comentaron nada al respecto.

            — ¿Todo bien? —preguntó Shizuko, sin percatarse de la tensión que flotaba en el aire.

            — ¿Eh? —Ichigo frunció el ceño. —No sé, algo raro pasa hoy. Es como si… —se encogió de hombros, restándole importancia—. Nada, será mi imaginación.

            Shizuko simplemente sonrió y asintió, como si ya estuviera acostumbrada a que los demás se comportaran de manera extraña. El salón volvió a su normalidad después de unos segundos, aunque Ichigo siguió con una ligera sensación de incomodidad mientras se sentaba.

            A lo largo del día, los comentarios de sus compañeros se hicieron más notables.

            Cada vez que Ichigo cruzaba un pasillo o entraba a una sala, algunos de los estudiantes la miraban de reojo, como si esperaran algo más. Aunque no era evidente, había algo en sus miradas que hacía que Ichigo se sintiera un poco incómoda, pero no llegaba a entender por qué.

            — Vaya, el Capitán Muguruma es un hombre increíble, ¿no? —comentó una chica de su clase mientras Ichigo pasaba cerca, sin mirar directamente a ella.

            Ichigo la miró de reojo, pero pensó que estaba hablando de Kensei en su calidad de Capitán. Lo había visto luchar en ocasiones, y siempre había sido impresionante.

            — Sí, es bastante impresionante. Me ha ayudado un montón. —respondió, sin comprender completamente el tono en el que la chica había hablado.

            Otro estudiante, que a menudo se quedaba al margen, la observó mientras tomaba asiento.

            — Es increíble que seas tan cercana a Muguruma Taichō. Ojalá pudiera aprender de él. —dijo con un tono de admiración que, para Ichigo, solo sonaba como un comentario de respeto hacia su amigo.

            — Kensei es realmente genial. Siempre sabe lo que hace en los momentos difíciles. —respondió ella, pensando que solo estaba recibiendo elogios por su relación de amistad con él.

            Sin embargo, algo en los susurros persistía en su mente. ¿Por qué tantos comentaban sobre Kensei de esa manera? Pero no le dio demasiada importancia. Para ella, Kensei seguía siendo el mismo amigo de siempre, el hombre que la había acogido como Visored y la había tratado como una más del grupo desde el primer momento.

            En el almuerzo, las conversaciones siguieron en la misma tónica.

            Al entrar al comedor, Ichigo y Shizuko fueron recibidas por un silencio momentáneo, seguido de murmullos bajos que rápidamente cambiaron de tema. Ichigo, acostumbrada a la actitud algo reservada de algunos compañeros, no se preocupó. Sin embargo, Shizuko lo notó.

            — ¿Notas algo raro? —preguntó Shizuko mientras se sentaban a comer.

            Ichigo frunció el ceño y echó un vistazo a su alrededor. Vió cómo los estudiantes no dejaban de mirarla, pero no veía nada que le pareciera extraño.

            — No lo sé. Pero es como si de repente todos hablaran de Kensei y… —se interrumpió, al no poder encontrar una explicación lógica—. Tal vez estoy demasiado cansada. Seguro que sólo estoy imaginando cosas.

            Shizuko soltó una pequeña risa.

            — Te lo dije, debes acostumbrarte a los rumores. No tienen sentido.

            Ichigo asintió, aunque no podía dejar de sentir que algo estaba raro, pero continuó comiendo como si nada. Sin embargo, no sabía que los rumores ya habían comenzado a crecer en torno a ella y Kensei.

 

            Un par de días después, las cosas no mejoraron.

            El murmullo en los pasillos era más evidente. Esta vez, Ichigo se detuvo al escuchar un par de estudiantes hablar entre sí, sin querer disimular la conversación.

            — ¿De verdad crees que son pareja? Parecían ser muy cercanos ese día en el patio.

            —No lo sé, pero deben estar muy unidos. Ella es totalmente informal con él, y a él ni siquiera le importa.

            Ichigo miró a Shizuko, confundida. Shizuko simplemente le devolvió la mirada. A ninguna de las dos les importaban los rumores, aunque era extraño, no les ponían atención, así que simplemente lo ignoraron y siguieron su camino.

            Durante el resto de la semana, los rumores continuaron propagándose como un incendio sin control. Ichigo podía sentir las miradas curiosas y escuchar los susurros a su alrededor cada vez que entraba en un aula o cruzaba un pasillo, pero decidió ignorarlos. No tenía tiempo para preocuparse por las habladurías de un grupo de estudiantes entrometidos; tenía asuntos más importantes en los que concentrarse.

            Su energía estaba enfocada en las clases y en perfeccionar sus habilidades. Sin embargo, aunque intentaba mantenerse completamente absorbida en sus entrenamientos, había un pensamiento que la irritaba más de lo que quería admitir. Las palabras de Byakuya seguían resonando en su cabeza de manera insoportable: "Torpe e inexperta". No importaba cuántas veces intentara ignorarlo, la frase se repetía una y otra vez como una espina clavada en su orgullo.

            No era cuestión de sentimientos, porque no los había. O al menos, eso se repetía cada vez que su mente traía de vuelta la escena de la noche anterior al incidente. Aquel beso no había sido un acto emocional, sino un desafío, un movimiento impulsivo para sacarlo de su maldito estoicismo. Y, sin embargo, él lo había reducido a una simple torpeza infantil. Como si fuera una cría sin control sobre sus propias acciones.

            El recuerdo la hacía apretar los dientes involuntariamente mientras entrenaba, golpeando con más fuerza de la necesaria los objetivos en sus prácticas. En más de una ocasión, su distracción le costó algún error en los ejercicios de kidō, lo que provocó que Kotegawa-sensei la mirara con el ceño fruncido. Ichigo se limitaba a disculparse y seguir practicando, negándose a darle la satisfacción a Byakuya de haber logrado desestabilizarla.

            Si él pensaba que su actitud iba a hacerla retroceder, estaba muy equivocado. Lo que más la frustraba no era lo que él había dicho, sino el hecho de que le importara en primer lugar. No necesitaba su aprobación ni tampoco su reconocimiento. Pero, si ese era el caso, ¿por qué cada vez que recordaba sus palabras sentía la necesidad de demostrarle que estaba equivocado?

            Con ese pensamiento en mente, Ichigo decidió canalizar su molestia en algo más productivo. Su único objetivo sería mejorar, perfeccionar su técnica y demostrar, aunque fuera solo para sí misma, que nadie tenía derecho a subestimarla. Mucho menos él.

 


 

            El día en la Novena División transcurría con normalidad. Hisagi Shūhei entró en la oficina con una expresión divertida, cerrando la puerta tras de sí antes de dejarse caer en su silla con un suspiro.

            Kensei Muguruma, quien revisaba unos informes en su escritorio, alzó la vista con una ceja arqueada.

            —¿Qué te pasa? —preguntó con desinterés.

            Hisagi se cruzó de brazos y sonrió de lado.

            —Oh, nada… solo que me han preguntado al menos tres veces hoy por tu supuesta “relación” con una estudiante de la Academia.

            Kensei frunció el ceño, evidentemente confundido.

            —¿Qué carajo estás diciendo?

            —Los rumores vuelan, Muguruma-taichō —dijo Hisagi, apoyando un codo en el escritorio—. Al parecer, después de tu pequeña visita a la academia, la gente está convencida de que tienes un romance con Shiba Masaki.

            El capitán de la Novena División lo miró fijamente por un momento, como si estuviera procesando la información.

            —Eso es una estupidez.

            —No soy yo quien lo dice. Rangiku-san me preguntó hace un rato, y Aoba de la Undécima también hizo un comentario al respecto. Parece que el chisme se ha esparcido bastante.

            Kensei bufó, volviendo su atención a los papeles en su escritorio.

            —La gente ociosa siempre inventa cosas. No tengo tiempo para esas tonterías.

            Hisagi se encogió de hombros, sin dejar de sonreír. No dijo nada más, pero su expresión dejaba en claro que lo encontraba sumamente entretenido. Conociendo a su capitán y a Kurosaki, sabía que su relación no era más que una fuerte amistad, pero, aun así, la velocidad con la que se había propagado el rumor era impresionante.

            Mientras tanto, en la Sexta División, Renji Abarai entró en la oficina de su capitán con una expresión extrañamente pensativa. Byakuya Kuchiki revisaba documentos sin levantar la vista cuando Renji se dejó caer en su propio escritorio con un suspiro.

            El silencio duró varios minutos hasta que Renji, incapaz de contener su curiosidad, habló.

            —Capitán… ¿escuchó el rumor sobre Ichigo?

            Byakuya continuó escribiendo sin inmutarse.

            —No pierdo el tiempo con chismes inútiles, Abarai.

            Renji frunció el ceño.

            —Es solo que… bueno, dicen que Ichigo y Muguruma-taichō están juntos. Lo escuché varias veces hoy.

            Byakuya siguió sin levantar la vista.

            —Kurosaki Ichigo tiene una relación cercana con los Visored. No es extraño que interactúe con Muguruma Kensei.

            Renji asintió, pero aún parecía pensativo.

            —Sí, eso es cierto… pero la vi bastante cómoda con él en la fiesta de despedida. De hecho, creo que es el único con el que Ichigo no parecía incómoda con el contacto físico. Ni siquiera pareció notarlo.

            Byakuya finalmente levantó la mirada, sus ojos fríos e inescrutables clavándose en Renji.

            —Deja de perder el tiempo y continúa con tu trabajo.

            Renji se tensó. La voz de Byakuya sonaba tan gélida como siempre, pero había algo en su tono… algo que lo hizo sentirse repentinamente nervioso.

            —S-Sí, capitán.

            Se apresuró a concentrarse en sus papeles, sin atreverse a decir nada más. Sin embargo, no pudo evitar pensar que su capitán estaba más frío de lo habitual. Probablemente se debía a la carga de trabajo, pero, aun así, no pudo evitar sentir un escalofrío.

            Por su parte, Byakuya volvió a sus documentos con la misma expresión impasible de siempre. Sin embargo, en su interior, el rumor le molestaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

            Era absurdo. Insignificante.

            Y, aun así, el hecho de que alguien más estuviera relacionado con Ichigo de esa manera le resultaba… irritante.

            Apretó ligeramente la pluma en su mano antes de soltar un leve suspiro y retomar su trabajo, ignorando deliberadamente el malestar que había comenzado a instalarse en su mente.

 


 

            En la academia, mientras tanto, la vida de Ichigo transcurría normalmente, sin tener ni idea de que los rumores de la academia habían llegado tan lejos.

El vienes encontró a Ichigo saliendo de los dormitorios se encontró con su nueva amiga. Shizuko parecía un poco desconcertada, pero su caminar seguía siendo confiado.

            —¿Todo bien? —preguntó Ichigo con una ceja levantada.

            —Sí — dijo Shizuko y ambas se encaminaron hacia su primera clase —Es solo que una chica me preguntó por tu relación con Muguruma-taichō.

            —¿Con Kensei? ¿Relación? —Ichigo estaba intentando entender por qué la gente preguntaría eso.

            —Sí, pero no te preocupes. Les dije que era tu amigo, nada más.

            —Gracias, pero ¿Por qué la gente pensaría que hay algún tipo de relación entre nosotros? —Ichigo no era tonta, sabía que se refería a algún tipo de romance, pero su interacción con Kensei fue de todo menos romántica: se insultaron, desafiaron y se burlaron el uno del otro ¿Dónde estaba lo romántico en eso?

            —¿Te das cuenta de cómo te diriges a él? — preguntó Shizuko con una leve sonrisa y una ceja alzada.

            —¿Qué? — Ichigo ahora si estaba confundida. Ella simplemente había hablado con Kensei, no se había acercado demasiado a él. Ni siquiera se habían tocado.

            —Hablas con él y de él como si fuera simplemente una persona más, como si ni siquiera te importara quién es.

            —¿Quién es? — Ichigo no extiende a qué se refiere su amiga —Es Kensei

            —Exacto — responde Shizuko, como si Ichigo estuviera probando un punto. La rubia, al ver la cara de desconcierto de su compañera, se explicó —Hablas de él como si fuera una persona normal, como si ni siquiera te importara que es un respetado capitán del Gotei 13, que de hecho es considerado uno de los más fuertes.

            —Oh — dijo Ichigo, un poco aturdida —Es que para mí siempre ha sido Kensei, sería extraño que lo llamara Muguruma-taichō seriamente. De hecho, cuando lo hago es para molestarlo y a él le dan escalofríos — dijo Ichigo, pensando en sus interacciones con su amigo —sería lo mismo si llamara a Shinji o a Rose “taichō”… No, espera, si llamara a Shinji “Hirako-taichō el idiota sería insoportable por días — Ichigo ya estaba irritando de solo pensar en lo molesto que sería el rubio si eso llegara a pasar —, tendría que golpearlo— añadió, apretando un puño, ya imaginando el golpe que le daría.

            —Exactamente a eso me refiero — dijo Shizuko suspirando, más que un poco impresionada por la confianza que parecía tener Shiba Masaki con personas tan importantes —En una simple conversación me nombraste a tres capitanes altamente estimados y, además, son los tres que regresaron como héroes de guerra.

            Ichigo reflexionó sobre esas palabras. Puede que ella nunca mostrara mucho respeto por los títulos y las deferencias de rango, pero es que para ella primero eran personas, amigos, y luego miembros de Seireitei.

            —Supongo que evitaré ser tan familiar con ellos aquí — dijo Ichigo haciendo una mueca, ya era bastante molesto acostumbrarse a responder cuando la llamaran “Shiba”, y ahora también debía censurarse al hablar de sus amigos.

            —Creo que ni siquiera entiendes el tipo de poder que tienes — murmuró Shizuko por lo bajo.

            Ichigo no la escuchó, y ambas continuaron su camino en un silencio cómodo.

            El resto del día pasó sin contratiempo, e Ichigo se encontró una vez más lista para volver a la mansión.

            Llegó a la mansión justo a tiempo para la cena. Intentó comportarse igual que siempre mientras compartía mesa con los hermanos Kuchiki, pero una vez más le era difícil mirar a Byakuya, aunque esta vez no era por la vergüenza, sino porque sentía que, si lo miraba a los ojos, nada iba a evitar que tratara de estrangular al idiota arrogante.

            Luego de una cena bastante amena, Ichigo se fue a dormir, ya con un plan medio trazado en su cabeza, no era lo más digno, pero era lo único que se le ocurría.

            El amanecer en la Sociedad de Almas apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos anaranjados al día siguiente, cuando Ichigo se deslizó fuera de su habitación. Caminó en puntillas por el pasillo de la mansión Kuchiki, con una misión muy específica en mente: infiltrarse en la habitación de Rukia.

            No era la primera vez que entraba sin permiso, pero esta vez su propósito era... cuestionable.

            "No es robo... solo... un préstamo sin aviso," se dijo a sí misma mientras abría la puerta sin hacer ruido.

            Rukia dormía profundamente, su respiración tranquila. Ichigo se apoyó contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados, preguntándose si debía despertarla o esperar. Pero su propio nerviosismo ganó la batalla.

            —Oye, Rukia —susurró, inclinándose un poco—. ¿Estás viva?

            Rukia gruñó en respuesta y abrió un ojo con irritación.

            —¿Qué demonios haces aquí tan temprano?

            Ichigo se encogió de hombros, tratando de fingir despreocupación.

            —Me desperté antes y no quería estar sola. ¿Te molesta si espero aquí mientras te preparas?

            Rukia la miró sospechosamente por un momento antes de suspirar y sentarse en la cama.

            —Lo que sea. Solo no hagas ruido.

            Ichigo asintió y esperó pacientemente hasta que Rukia desapareció en la zona del baño. En cuanto se cerró la puerta, Ichigo se puso en marcha.

            "Bien. Ahora, el objetivo..."

            Con movimientos rápidos y silenciosos, se dirigió al armario de Rukia. Sabía exactamente lo que buscaba: aquellos mangas de los que su amiga hablaba con tanto entusiasmo. Si quería mejorar, tenía que informarse de alguna manera, y preguntar directamente estaba fuera de discusión.

            Después de revolver un poco, encontró un pequeño estante escondido entre otros libros más "respetables". Ichigo entrecerró los ojos.

            —Aquí están, pequeña traidora.

            Sacó tres volúmenes al azar y los escondió entre su ropa antes de sentarse casualmente en la cama justo cuando Rukia salía del baño.

            —¿Por qué tienes cara de culpable? —preguntó Rukia, secándose el cabello con una toalla.

            —Porque estoy aquí sin razón —respondió Ichigo rápidamente, demasiado rápido.

            Rukia la miró con desconfianza, pero decidió ignorarlo.

            —Vamos, el desayuno nos espera.

            Ichigo la siguió, sintiéndose como una criminal de guerra.

            Horas más tarde, de regreso en su habitación, Ichigo sacó los mangas y los extendió sobre la cama.

            Kaichou wa Maid-sama, Dengeki Daisy y Kimi ni Todoke.

            —Muy bien... vamos a aprender —murmuró con determinación, tomando el primer volumen de Kaichou wa Maid-sama.

            Al principio, todo iba bien. Era solo una historia sobre una chica fuerte y un chico que parecía demasiado confiado. Nada raro. Hasta que llegó la primera escena en la que Usui acorralaba a Misaki contra la pared.

            Ichigo sintió cómo una gota de sudor bajaba por su sien.

            —¿Pero qué…?

            Siguió leyendo y la situación solo empeoraba. Usui estaba demasiado cerca, Misaki estaba demasiado nerviosa, y las descripciones eran demasiado detalladas.

            "El calor de su aliento acarició su piel".

            Ichigo arrojó el manga a un lado.

            —¡¿Por qué demonios describen eso?!

            Se tomó un segundo para calmarse y, contra su mejor juicio, recogió el tomo otra vez.

            —No. Esto es un estudio serio. Tengo que aprender.

            Se obligó a seguir leyendo, pero cada vez que Usui hacía algo que dejaba a Misaki paralizada, Ichigo sentía un escalofrío de incomodidad. No por la escena en sí, sino porque podía entender la sensación, especialmente después de lo que había pasado con Byakuya.

            —Esto no significa nada —murmuró, pasándose una mano por la cara.

            Después de terminar el primer manga, decidió cambiar a Dengeki Daisy para despejarse un poco. Pero en cuanto leyó el apellido Kurosaki, su mente colapsó.

            —...

            Shiro apareció en su cabeza, carcajeándose como un loco.

            —¡JAJAJA! ¡No puedes escapar del destino, Queen!

            Ichigo le lanzó el manga en su imaginación.

            —¡CÁLLATE!

            Pero por supuesto, Shiro no se detuvo.

            —Mira eso, Kurosaki dándole lecciones de amor a Kurosaki. ¿No es lindo?

            Ichigo quiso morirse ahí mismo.

            Para cuando terminó el segundo manga, estaba roja como un tomate. Sabía que leer el tercero solo empeoraría la situación, pero ya estaba en un camino sin retorno.

            Horas después, Ichigo se quedó acostada boca abajo en su futón, completamente derrotada.

            —Esto fue un error —susurró con voz ahogada.

            Shiro seguía riéndose en su cabeza.

            —Nah, fue educativo.

            Ichigo se tapó la cabeza con una almohada.

            Si Byakuya pensaba que seguía siendo torpe e inexperta, estaba a punto de demostrarle lo contrario.

            Esa noche la cena fue un poco más tranquila, Ichigo ya no evitaba mirar a nadie, el saber que ahora, si quería, podría demostrarle a Byakuya que estaba equivocado la tranquilizaba, haciendo que ya no evitara sus ojos, sino que los encontrara, casi desafiante.

            Cuando Rukia le preguntó por su semana, Ichiggo le contó sobre su nueva amiga, Shizuko, y tanto Byakuya como Rukia concordaron en que era una buena elección de amistad, pues la familia de la chica, aunque eran pequeños nobles, eran bien conocidos por su enfoque más militar, evitando por completo las complejidades políticas.

            También comentó de pasada la visita de Kensei a la academia, divirtiéndose al contarles que este había sido engañado por Hirako, y que al día siguiente iría nuevamente a la novena, pues había acordado tener un enfrentamiento de práctica con Hisagi.

            Ichigo no se dio cuenta, pero Byakuya había detenido brevemente su movimiento de llevar los palillos a su boca cuando la escuchó hablar de Muguruma Kensei, antes de continuar como si nada hubiera pasado. Del mismo modo, Byakuya no pudo evitar tensarse cuando la escuchó decir que al día siguiente iría otra vez al escuadrón nueve.

            Eso significaba que la semana anterior, cuando fue a visitar a amigos ¿También fue a la novena? ¿Qué tan común era que ella visitara a los Visored? Recordaba claramente que, la primera vez que ella lo visitó en la sexta división, ella le había dicho a Abarai que prefería estar ahí que con Hirako Shinji.

            ¿Eso quería decir que Hirako era la excepción o lo era Muguruma?

            Byakuya decidió dejar de pensar en sin sentidos. No era de su incumbencia con quién salía Kurosaki.

            Ni existía ninguna razón por la que le pudiese molestar que ella pasara tiempo con Muguruma Kensei en su tiempo libre.

 


 

            La mañana siguiente amaneció un poco más fría de lo que esperaba, pero de todas formas Ichigo se levantó entusiasmada por lo que le deparaba el día.

            Tenía planeado un enfrentamiento con Hisagi, y era realmente genial poder combatir con alguien que también era usuario de espadas dobles. Shiro, e incluso O’San, estaban emocionados de al fin poder volver a enfrentarse a otra Zampakuto, no lo habían hecho desde el fin de la guerra y tanta tranquilidad los ponía ansiosos.

            Cuando llegó a la novena se dirigió directamente a la Oficina de Kensei, donde entro sin siquiera tocar.

            —¿Quién dem…? Ichigo, ¿Qué haces aquí? — dijo Kensei, quien cambió de irritado a resignado cuando vio que era Ichigo quien entraba en su despacho sin tocar.

            —Shuhei me debe un combate — respondió la chica, apoyándose en el marco de la puerta, saludando con un gesto a Kensei antes de enfocar su atención en Hisagi, quien la miró con la misma emoción que ella sentía.

            Hisagi parecía a punto de saltar de su silla, sin embargo, miró a Kensei, expectante.

            —Esto sí me interesa — dijo Kensei sonriendo, mirando entre su teniente y su amiga con una sonrisa socarrona, ya deseando ver el enfrentamiento — Vamos — añadió, poniéndose de pie y guiando el camino hacia el mismo lugar en el que se enfrentó a Ichigo la semana anterior.

            El viento soplaba ligeramente sobre el patio de entrenamiento de la Novena División, llevando consigo el eco de las voces que murmuraban mientras los miembros del escuadrón observaban el duelo amistoso entre Ichigo Kurosaki y Hisagi Shūhei. Kensei, sentado en una de las plataformas de madera, observaba atentamente con los brazos cruzados, rodeado de varios shinigamis, que observaban con interés el enfrentamiento. La atmósfera estaba cargada de tensión y anticipación, pero también de una evidente camaradería.

            Ichigo, con el cabello recogido en una coleta alta, se mantenía de pie con su Zampakuto, Tensa Zangetsu, sujeta con firmeza en ambas manos. Su mirada estaba fija en Hisagi, quien, con su característica actitud relajada, también tenía sus dos espadas desenvainadas, las cuales eran su orgullo: Kazeshini en la mano derecha y Sokotsu en la izquierda.

            —Recuerda, Ichigo, esto es solo un entrenamiento, ¿sí? —dijo Hisagi con una sonrisa desafiante, su voz relajada, pero con un brillo de concentración en sus ojos.

            Ichigo asintió sin decir una palabra, con una gran sonrisa en su rostro. Sabía que no era momento de subestimar a nadie, menos al teniente de la novena División con más experiencia en el uso de espadas duales. Ella no iba a permitir que la batalla se volviera fácil, ni por un segundo.

            —Vamos, Hisagi. ¡Muéstrame lo que tienes! —desafió, avanzando hacia él.

            Con un rápido movimiento, Ichigo se lanzó al frente, su Zampakuto cortando el aire con la velocidad de un rayo. Hisagi reaccionó casi al mismo instante, girando en un ágil movimiento, usando Kazeshini para bloquear el golpe de Tensa Zangetsu mientras que lanzaba un contraataque hacia el abdomen de Ichigo.

            Ichigo, anticipando el movimiento, realizó un rápido deslizamiento hacia un costado, esquivando la espada de Hisagi mientras su Zampakuto seguía en contacto con la de él, creando una chispa metálica que iluminó el ambiente. El sonido del metal resonó en el aire, y la velocidad de ambos combatientes era tal que los espectadores solo podían ver destellos fugaces de sus movimientos.

            Hisagi, sonriendo ante la destreza de Ichigo, dio un paso atrás, haciendo un giro hacia su derecha para lanzar un corte diagonal con Kazeshini. La hoja estaba envuelta en una oleada de viento, como si la propia muerte quisiera acompañar el golpe. Sin embargo, Ichigo ya había calculado su movimiento, y con un salto ágil, se elevó por encima de la trayectoria de la espada. Desde el aire, utilizó la punta de su Zampakuto para repeler el ataque de Shuhei, enviando la espada de Hisagi hacia un lado.

            —Impresionante... —murmuró Kensei, observando con los ojos entrecerrados. Aunque era un entrenamiento, la intensidad del enfrentamiento era clara.

            Aterrizando con gracia, Ichigo no perdió el ritmo. En un solo movimiento fluido, giró sobre sí misma y atacó a Hisagi con una serie de estocadas rápidas y precisas, cada una dirigida a diferentes partes de su cuerpo. Sus movimientos eran impredecibles, cada uno con la intención de descolocar a su oponente.

            Sin embargo, Hisagi no era un principiante. Con la experiencia acumulada a lo largo de los años, usó sus dos espadas con una sincronización perfecta. Con la izquierda bloqueó el primer golpe, mientras que la derecha desvió el siguiente, y en un rápido contragiro, el joven oficial usó ambas espadas para realizar un corte vertical hacia Ichigo.

            Ichigo no dudó en desviar el ataque con un rápido movimiento de su Zampakuto, pero lo que no esperaba era el rápido cambio de postura de Hisagi. Utilizando el retroceso de su movimiento anterior, Kazeshini se desvió en un ángulo extraño, buscando atraparla por debajo, pero Ichigo reaccionó con un giro acrobático que dejó la espada de Hisagi pasar por debajo de su pecho.

            Con su Zampakuto en alto, Ichigo vio una abertura y, sin perder tiempo, giró su espada hacia su izquierda para realizar un corte horizontal hacia el torso de Hisagi. Esta vez, su velocidad no le dio tiempo a su oponente para reaccionar. La hoja de Tensa Zangetsu rozó la parte lateral de su uniforme, dejando una leve marca roja en su piel.

            —¡Bien hecho! —exclamó Hisagi, retrocediendo rápidamente, reconociendo la habilidad y rapidez de su oponente.

            Ambos se separaron brevemente, sus respiraciones pesadas pero controladas. Hisagi sonrió ante el resultado de la batalla. Sabía que Ichigo, aunque más versátil y rápida, aún tenía mucho por aprender sobre el uso simultáneo de dos espadas. Sin embargo, había algo en su estilo que lo sorprendía cada vez más. Su capacidad para adaptarse rápidamente a las circunstancias y su poder innato lo dejaban sin palabras.

            —Tienes una habilidad impresionante, Ichigo. No pensaba que te moverías tan rápido. —Hisagi hizo una pausa, observando cómo Ichigo lo miraba con concentración total, lista para otro asalto.

            Sin embargo, Ichigo estaba decidida a terminar el enfrentamiento. Aprovechó su ventaja en versatilidad, cambiando su postura en un abrir y cerrar de ojos, y con una explosiva ráfaga de velocidad, desvió un ataque de Kazeshini mientras bloqueaba el contraataque de Sokotsu con la empuñadura de Tensa Zangetsu. Con un grácil movimiento, deslizó su Zampakuto hacia el costado de Kazeshini, presionando con fuerza, y con una rapidez relámpago, efectuó un corte limpio a la altura del abdomen de Hisagi, dejando su Zampakuto a centímetros de su piel.

            —¡Te tengo! —dijo Ichigo con voz firme, mientras mantenía la espada en posición.

            Hisagi, sorprendido pero sonriendo, bajó ambas espadas. No hubo necesidad de más golpes. El combate había llegado a su fin, y aunque había sido un entrenamiento, la victoria de Ichigo era clara.

            —Bien jugado, Kurosaki. —Hisagi se inclinó ligeramente en señal de respeto.

            Ichigo asintió, bajando su Zampakuto, mientras los miembros de la Novena División rompían el silencio con aplausos. Kensei, que había estado observando con una expresión seria, finalmente permitió una sonrisa en su rostro.

            —Eso estuvo impresionante — comentó Kensei en voz baja, mientras el resto de los shinigamis seguían elogiando a ambos combatientes.

            Ichigo, aunque satisfecha por la victoria, sabía que aún tenía mucho por aprender. Sus dos espadas, Shiro y O'San, representaban aspectos de ella misma que nunca podrían ser completamente dominados. Pero la batalla no había terminado para ella, solo había comenzado.

 


           

            La cena de esa noche fue amena, con Rukia hablando de su día, Ichigo haciendo preguntas y Byakuya respondiendo cuando se dirigían a él directamente.

            Una vez en su habitación, Ichigo se sentía un poco nostálgica, y mirar el techo no le proporcionaba distracción suficiente.

            La noche era tranquila en la mansión Kuchiki. La luz de la luna llena se reflejaba en la superficie del estanque, donde los peces koi nadaban en círculos, sus movimientos pausados y elegantes.

            Ichigo se abrazó a sí misma, observando el agua con la mirada perdida. Había salido al patio sin pensarlo demasiado, solo siguiendo un impulso. Tal vez porque su mente estaba inquieta, llena de pensamientos que no podía ignorar.

            Pensaba en su familia. En Yuzu, que seguramente ya estaría en la cama, y en Karin, que quizás aún veía la televisión o hacía sus tareas. En Isshin, quien probablemente estaba molestando a sus hijas con alguna tontería.

            Se preguntó cuánto tiempo más tendría que pasar antes de poder verlas de nuevo. Suspiró con frustración.

            —¿Está todo bien?

            Ichigo parpadeó al escuchar la voz y giró levemente la cabeza. No necesitaba voltear del todo para saber quién era. Byakuya estaba a pocos pasos de ella, con su porte impecable y su expresión serena como siempre.

            —Solo pensaba en mis hermanas —respondió sin mirarlo—. Me pregunto cuánto tiempo más pasará antes de que pueda visitarlas.

            Byakuya no respondió de inmediato. Él también sabía lo que era estar separado de la familia por mucho tiempo, pero no tenía una respuesta para ella. Finalmente, simplemente dijo:

            —El tiempo es incierto.

            Ichigo soltó una breve risa nasal.

            —Sí, eso ya lo sabía.

            Un silencio cómodo se instaló entre ellos. La brisa nocturna movió suavemente el agua del estanque, e Ichigo decidió que no valía la pena deprimirse. Nunca había sido de las que se dejaban atrapar por la nostalgia. Con un cambio de tono, se giró ligeramente hacia él.

            —¿Y tú? —preguntó con una leve sonrisa—. En la cena les conté de mi semana en la academia, pero tú no dijiste nada de la tuya. ¿O acaso la vida de un capitán es demasiado aburrida para compartirla?

            Byakuya la miró con la misma neutralidad de siempre.

            —Los reclutas aún preguntan por ti como instructora.

            Ichigo arqueó una ceja.

            —¿En serio?

            —Yuki Rikichi ha estado insistiendo en que necesita entrenar contigo. Dice que en los diez días en que estuviste en la Sexta, los cadetes aprendieron más que en meses de entrenamiento formal.

            Ichigo sonrió con diversión.

            —Vaya, ese chico sí que es persistente. Si quiere entrenar, no tengo problema. Los fines de semana lo único que hago es venir a la mansión y visitar a Kensei en la Novena.

            Byakuya se tensó ligeramente, aunque su expresión no cambió. Ichigo no se dio cuenta, pero él sí.

            Los rumores.

            Sabía que eran falsos, y aun así, el comentario lo molestó más de lo que debería. Las palabras de Renji regresaron a su mente, y aunque su orgullo le impedía preguntar directamente, la irritación se filtró en su tono cuando respondió.

            —Parece que pasas bastante tiempo con Muguruma-taichō.

            Ichigo parpadeó, algo sorprendida por su tono. No era común que Byakuya hiciera comentarios de ese tipo.

            —Sí. Somos amigos. ¿Y qué?

            Byakuya desvió la mirada hacia el estanque, su semblante impenetrable.

            —Nada en particular.

            Ichigo frunció el ceño. Algo en su tono le molestó.

            —Si tienes algo que decir, dilo de una vez, Kuchiki.

            Byakuya la miró con calma.

            —No es nada que no puedas deducir por ti misma.

            Ichigo sintió que su paciencia se agotaba en un instante. Apretó los dientes, sintiendo la frustración arder en su interior. Esa maldita actitud condescendiente otra vez.

           —¿Es porque sigo viviendo aquí aunque tenga más lugares donde quedarme? —era lo único que se le ocurría, y eso la lastimaba un poco.

            —Por supuesto que no —dijo Byakuya rotundamente —. Te he informado en reiteradas ocasiones que eres más que bienvenida a quedarte aquí el tiempo que desees.

            —Pues no entiendo qué quieres decir. Kensei es mi amigo, me ayudó cuando estaba deprimida y es alguien en quien confío completamente —Ichigo no entendía por qué Byakuya parecía estar tan apático.

            —Simplemente asegúrate de que Muguruma-taichō no tenga que volver a traerte borracha. Haces cosas sin saber cuando estás en ese estado.

            Ichigo no pensó en lo que hacía hasta que ya lo había hecho. 

            Se impulsó sobre la punta de los pies y lo besó.

            El contacto fue más firme que la última vez, con una seguridad que antes no tenía. No fue un accidente, ni un arrebato. Fue un desafío. Uno que ella misma estaba dispuesta a ganar.

            Byakuya no se movió. No correspondió ni se alejó, solo se quedó en su lugar, dejando que ella tomara la iniciativa.

            Cuando Ichigo se separó, lo miró directamente a los ojos con el ceño fruncido y la respiración apenas alterada.

            —Aprendo rápido en cualquier cosa —dijo con tono desafiante.

            Byakuya la observó en silencio durante un largo segundo.

            Luego, antes de que Ichigo pudiera procesarlo, él fue quien acortó la distancia y la besó.

            Esta vez, no fue un beso pasivo. Fue más profundo, más calculado. No era un simple contacto, sino una demostración de que la experiencia era un arma que él manejaba a la perfección.

            Cuando se separó, la dejó completamente paralizada, con los ojos abiertos por la sorpresa y el rostro ardiendo.

            Byakuya la miró con tranquilidad, como si nada hubiera pasado.

            —No olvides que yo tengo mucha más experiencia que tú, Kurosaki Ichigo. No intentes compararte. —murmuró con frialdad, antes de girarse con elegancia y marcharse.

            Ichigo se quedó en su lugar, incapaz de reaccionar de inmediato. Su corazón latía con fuerza en sus oídos, y su cerebro tardó varios segundos en procesar lo que acababa de ocurrir.

            Luego, cuando finalmente lo asimiló, sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

            No solo porque Byakuya la había besado… sino porque esta vez, lo había disfrutado.

            Un sonido repentino la sacó de su aturdimiento.

            —¡Pfft…! ¡JAJAJAJAJA!

            La risa desquiciada de Shiro resonó en su cabeza, burlona y estridente. Ichigo sintió que toda su vergüenza se transformaba en pura irritación.

            —¡Cállate!

            —¡Queen! ¡Tanto entrenamiento y al final Kuchiki te noqueó sin levantar un dedo! ¡JAJAJAJA!

            Ichigo apretó los puños, su cara enrojecida tanto por la rabia como por la vergüenza.

            —¡TE DIJE QUE TE CALLARAS!

            La risa de Shiro solo se volvió más histérica, y Ichigo, sintiéndose completamente derrotada, se dio la vuelta y caminó rápidamente hacia su habitación, maldiciendo en voz baja.

            No tenía ni idea de cómo iba a enfrentar a Byakuya después de esto.

Chapter 14: Rumores, desafíos y lecciones inesperadas

Chapter Text

            El día siguiente llegó rápido, e Ichigo simplemente quería seguir su vida normal, sin que nadie la molestara.

            Las palabras de despedida de Byakuya aún resonaban en su mente, haciendo que su humor se agriara de solo recordarlo.

            Mientras caminaba en silencio junto a Shizuko, deseaba no pensar demasiado en cosas innecesarias. Pronto llegaron al salón y entraron juntas.

            Al instante, el murmullo general que llenaba el ambiente se apagó, y un incómodo silencio llenó el espacio. Ichigo se detuvo un momento en la puerta, sorprendida. Miró a su alrededor, pero todos los compañeros de clase rápidamente comenzaron a hablar de cualquier cosa al azar, como si nada hubiera sucedido.

            El sonido de las voces aumentó en cuanto comenzar0on a adentrarse en el aula, pero el cambio abrupto en la atmósfera no pasó desapercibido. Ichigo no era muy buena leyendo las señales de los demás, pero no pudo evitar sentir que algo raro estaba ocurriendo. Un par de miradas furtivas se cruzaron entre los estudiantes, pero ni ella ni Shizuko comentaron nada al respecto.

            — ¿Todo bien? —preguntó Shizuko, sin percatarse de la tensión que flotaba en el aire.

            — ¿Eh? —Ichigo frunció el ceño. —No sé, algo raro pasa hoy. Es como si… —se encogió de hombros, restándole importancia—. Nada, será mi imaginación.

            Shizuko simplemente sonrió y asintió, como si ya estuviera acostumbrada a que los demás se comportaran de manera extraña. El salón volvió a su normalidad después de unos segundos, aunque Ichigo siguió con una ligera sensación de incomodidad mientras se sentaba.

            A lo largo del día, los comentarios de sus compañeros se hicieron más notables.

            Cada vez que Ichigo cruzaba un pasillo o entraba a una sala, algunos de los estudiantes la miraban de reojo, como si esperaran algo más. Aunque no era evidente, había algo en sus miradas que hacía que Ichigo se sintiera un poco incómoda, pero no llegaba a entender por qué.

            — Vaya, el Capitán Muguruma es un hombre increíble, ¿no? —comentó una chica de su clase mientras Ichigo pasaba cerca, sin mirar directamente a ella.

            Ichigo la miró de reojo, pero pensó que estaba hablando de Kensei en su calidad de Capitán. Lo había visto luchar en ocasiones, y siempre había sido impresionante.

            — Sí, es bastante impresionante. Me ha ayudado un montón. —respondió, sin comprender completamente el tono en el que la chica había hablado.

            Otro estudiante, que a menudo se quedaba al margen, la observó mientras tomaba asiento.

            — Es increíble que seas tan cercana a Muguruma Taichō. Ojalá pudiera aprender de él. —dijo con un tono de admiración que, para Ichigo, solo sonaba como un comentario de respeto hacia su amigo.

            — Kensei es realmente genial. Siempre sabe lo que hace en los momentos difíciles. —respondió ella, pensando que solo estaba recibiendo elogios por su relación de amistad con él.

            Sin embargo, algo en los susurros persistía en su mente. ¿Por qué tantos comentaban sobre Kensei de esa manera? Pero no le dio demasiada importancia. Para ella, Kensei seguía siendo el mismo amigo de siempre, el hombre que la había acogido como Visored y la había tratado como una más del grupo desde el primer momento.

            En el almuerzo, las conversaciones siguieron en la misma tónica.

            Al entrar al comedor, Ichigo y Shizuko fueron recibidas por un silencio momentáneo, seguido de murmullos bajos que rápidamente cambiaron de tema. Ichigo, acostumbrada a la actitud algo reservada de algunos compañeros, no se preocupó. Sin embargo, Shizuko lo notó.

            — ¿Notas algo raro? —preguntó Shizuko mientras se sentaban a comer.

            Ichigo frunció el ceño y echó un vistazo a su alrededor. Vió cómo los estudiantes no dejaban de mirarla, pero no veía nada que le pareciera extraño.

            — No lo sé. Pero es como si de repente todos hablaran de Kensei y… —se interrumpió, al no poder encontrar una explicación lógica—. Tal vez estoy demasiado cansada. Seguro que sólo estoy imaginando cosas.

            Shizuko soltó una pequeña risa.

            — Te lo dije, debes acostumbrarte a los rumores. No tienen sentido.

            Ichigo asintió, aunque no podía dejar de sentir que algo estaba raro, pero continuó comiendo como si nada. Sin embargo, no sabía que los rumores ya habían comenzado a crecer en torno a ella y Kensei.

 

            Un par de días después, las cosas no mejoraron.

            El murmullo en los pasillos era más evidente. Esta vez, Ichigo se detuvo al escuchar un par de estudiantes hablar entre sí, sin querer disimular la conversación.

            — ¿De verdad crees que son pareja? Parecían ser muy cercanos ese día en el patio.

            —No lo sé, pero deben estar muy unidos. Ella es totalmente informal con él, y a él ni siquiera le importa.

            Ichigo miró a Shizuko, confundida. Shizuko simplemente le devolvió la mirada. A ninguna de las dos les importaban los rumores, aunque era extraño, no les ponían atención, así que simplemente lo ignoraron y siguieron su camino.

            Durante el resto de la semana, los rumores continuaron propagándose como un incendio sin control. Ichigo podía sentir las miradas curiosas y escuchar los susurros a su alrededor cada vez que entraba en un aula o cruzaba un pasillo, pero decidió ignorarlos. No tenía tiempo para preocuparse por las habladurías de un grupo de estudiantes entrometidos; tenía asuntos más importantes en los que concentrarse.

            Su energía estaba enfocada en las clases y en perfeccionar sus habilidades. Sin embargo, aunque intentaba mantenerse completamente absorbida en sus entrenamientos, había un pensamiento que la irritaba más de lo que quería admitir. Las palabras de Byakuya seguían resonando en su cabeza de manera insoportable: "Torpe e inexperta". No importaba cuántas veces intentara ignorarlo, la frase se repetía una y otra vez como una espina clavada en su orgullo.

            No era cuestión de sentimientos, porque no los había. O al menos, eso se repetía cada vez que su mente traía de vuelta la escena de la noche anterior al incidente. Aquel beso no había sido un acto emocional, sino un desafío, un movimiento impulsivo para sacarlo de su maldito estoicismo. Y, sin embargo, él lo había reducido a una simple torpeza infantil. Como si fuera una cría sin control sobre sus propias acciones.

            El recuerdo la hacía apretar los dientes involuntariamente mientras entrenaba, golpeando con más fuerza de la necesaria los objetivos en sus prácticas. En más de una ocasión, su distracción le costó algún error en los ejercicios de kidō, lo que provocó que Kotegawa-sensei la mirara con el ceño fruncido. Ichigo se limitaba a disculparse y seguir practicando, negándose a darle la satisfacción a Byakuya de haber logrado desestabilizarla.

            Si él pensaba que su actitud iba a hacerla retroceder, estaba muy equivocado. Lo que más la frustraba no era lo que él había dicho, sino el hecho de que le importara en primer lugar. No necesitaba su aprobación ni tampoco su reconocimiento. Pero, si ese era el caso, ¿por qué cada vez que recordaba sus palabras sentía la necesidad de demostrarle que estaba equivocado?

            Con ese pensamiento en mente, Ichigo decidió canalizar su molestia en algo más productivo. Su único objetivo sería mejorar, perfeccionar su técnica y demostrar, aunque fuera solo para sí misma, que nadie tenía derecho a subestimarla. Mucho menos él.

 


 

            El día en la Novena División transcurría con normalidad. Hisagi Shūhei entró en la oficina con una expresión divertida, cerrando la puerta tras de sí antes de dejarse caer en su silla con un suspiro.

            Kensei Muguruma, quien revisaba unos informes en su escritorio, alzó la vista con una ceja arqueada.

            —¿Qué te pasa? —preguntó con desinterés.

            Hisagi se cruzó de brazos y sonrió de lado.

            —Oh, nada… solo que me han preguntado al menos tres veces hoy por tu supuesta “relación” con una estudiante de la Academia.

            Kensei frunció el ceño, evidentemente confundido.

            —¿Qué carajo estás diciendo?

            —Los rumores vuelan, Muguruma-taichō —dijo Hisagi, apoyando un codo en el escritorio—. Al parecer, después de tu pequeña visita a la academia, la gente está convencida de que tienes un romance con Shiba Masaki.

            El capitán de la Novena División lo miró fijamente por un momento, como si estuviera procesando la información.

            —Eso es una estupidez.

            —No soy yo quien lo dice. Rangiku-san me preguntó hace un rato, y Aoba de la Undécima también hizo un comentario al respecto. Parece que el chisme se ha esparcido bastante.

            Kensei bufó, volviendo su atención a los papeles en su escritorio.

            —La gente ociosa siempre inventa cosas. No tengo tiempo para esas tonterías.

            Hisagi se encogió de hombros, sin dejar de sonreír. No dijo nada más, pero su expresión dejaba en claro que lo encontraba sumamente entretenido. Conociendo a su capitán y a Kurosaki, sabía que su relación no era más que una fuerte amistad, pero, aun así, la velocidad con la que se había propagado el rumor era impresionante.

            Mientras tanto, en la Sexta División, Renji Abarai entró en la oficina de su capitán con una expresión extrañamente pensativa. Byakuya Kuchiki revisaba documentos sin levantar la vista cuando Renji se dejó caer en su propio escritorio con un suspiro.

            El silencio duró varios minutos hasta que Renji, incapaz de contener su curiosidad, habló.

            —Capitán… ¿escuchó el rumor sobre Ichigo?

            Byakuya continuó escribiendo sin inmutarse.

            —No pierdo el tiempo con chismes inútiles, Abarai.

            Renji frunció el ceño.

            —Es solo que… bueno, dicen que Ichigo y Muguruma-taichō están juntos. Lo escuché varias veces hoy.

            Byakuya siguió sin levantar la vista.

            —Kurosaki Ichigo tiene una relación cercana con los Visored. No es extraño que interactúe con Muguruma Kensei.

            Renji asintió, pero aún parecía pensativo.

            —Sí, eso es cierto… pero la vi bastante cómoda con él en la fiesta de despedida. De hecho, creo que es el único con el que Ichigo no parecía incómoda con el contacto físico. Ni siquiera pareció notarlo.

            Byakuya finalmente levantó la mirada, sus ojos fríos e inescrutables clavándose en Renji.

            —Deja de perder el tiempo y continúa con tu trabajo.

            Renji se tensó. La voz de Byakuya sonaba tan gélida como siempre, pero había algo en su tono… algo que lo hizo sentirse repentinamente nervioso.

            —S-Sí, capitán.

            Se apresuró a concentrarse en sus papeles, sin atreverse a decir nada más. Sin embargo, no pudo evitar pensar que su capitán estaba más frío de lo habitual. Probablemente se debía a la carga de trabajo, pero, aun así, no pudo evitar sentir un escalofrío.

            Por su parte, Byakuya volvió a sus documentos con la misma expresión impasible de siempre. Sin embargo, en su interior, el rumor le molestaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

            Era absurdo. Insignificante.

            Y, aun así, el hecho de que alguien más estuviera relacionado con Ichigo de esa manera le resultaba… irritante.

            Apretó ligeramente la pluma en su mano antes de soltar un leve suspiro y retomar su trabajo, ignorando deliberadamente el malestar que había comenzado a instalarse en su mente.

 


 

            En la academia, mientras tanto, la vida de Ichigo transcurría normalmente, sin tener ni idea de que los rumores de la academia habían llegado tan lejos.

El vienes encontró a Ichigo saliendo de los dormitorios se encontró con su nueva amiga. Shizuko parecía un poco desconcertada, pero su caminar seguía siendo confiado.

            —¿Todo bien? —preguntó Ichigo con una ceja levantada.

            —Sí — dijo Shizuko y ambas se encaminaron hacia su primera clase —Es solo que una chica me preguntó por tu relación con Muguruma-taichō.

            —¿Con Kensei? ¿Relación? —Ichigo estaba intentando entender por qué la gente preguntaría eso.

            —Sí, pero no te preocupes. Les dije que era tu amigo, nada más.

            —Gracias, pero ¿Por qué la gente pensaría que hay algún tipo de relación entre nosotros? —Ichigo no era tonta, sabía que se refería a algún tipo de romance, pero su interacción con Kensei fue de todo menos romántica: se insultaron, desafiaron y se burlaron el uno del otro ¿Dónde estaba lo romántico en eso?

            —¿Te das cuenta de cómo te diriges a él? — preguntó Shizuko con una leve sonrisa y una ceja alzada.

            —¿Qué? — Ichigo ahora si estaba confundida. Ella simplemente había hablado con Kensei, no se había acercado demasiado a él. Ni siquiera se habían tocado.

            —Hablas con él y de él como si fuera simplemente una persona más, como si ni siquiera te importara quién es.

            —¿Quién es? — Ichigo no extiende a qué se refiere su amiga —Es Kensei

            —Exacto — responde Shizuko, como si Ichigo estuviera probando un punto. La rubia, al ver la cara de desconcierto de su compañera, se explicó —Hablas de él como si fuera una persona normal, como si ni siquiera te importara que es un respetado capitán del Gotei 13, que de hecho es considerado uno de los más fuertes.

            —Oh — dijo Ichigo, un poco aturdida —Es que para mí siempre ha sido Kensei, sería extraño que lo llamara Muguruma-taichō seriamente. De hecho, cuando lo hago es para molestarlo y a él le dan escalofríos — dijo Ichigo, pensando en sus interacciones con su amigo —sería lo mismo si llamara a Shinji o a Rose “taichō”… No, espera, si llamara a Shinji “Hirako-taichō el idiota sería insoportable por días — Ichigo ya estaba irritando de solo pensar en lo molesto que sería el rubio si eso llegara a pasar —, tendría que golpearlo— añadió, apretando un puño, ya imaginando el golpe que le daría.

            —Exactamente a eso me refiero — dijo Shizuko suspirando, más que un poco impresionada por la confianza que parecía tener Shiba Masaki con personas tan importantes —En una simple conversación me nombraste a tres capitanes altamente estimados y, además, son los tres que regresaron como héroes de guerra.

            Ichigo reflexionó sobre esas palabras. Puede que ella nunca mostrara mucho respeto por los títulos y las deferencias de rango, pero es que para ella primero eran personas, amigos, y luego miembros de Seireitei.

            —Supongo que evitaré ser tan familiar con ellos aquí — dijo Ichigo haciendo una mueca, ya era bastante molesto acostumbrarse a responder cuando la llamaran “Shiba”, y ahora también debía censurarse al hablar de sus amigos.

            —Creo que ni siquiera entiendes el tipo de poder que tienes — murmuró Shizuko por lo bajo.

            Ichigo no la escuchó, y ambas continuaron su camino en un silencio cómodo.

            El resto del día pasó sin contratiempo, e Ichigo se encontró una vez más lista para volver a la mansión.

            Llegó a la mansión justo a tiempo para la cena. Intentó comportarse igual que siempre mientras compartía mesa con los hermanos Kuchiki, pero una vez más le era difícil mirar a Byakuya, aunque esta vez no era por la vergüenza, sino porque sentía que, si lo miraba a los ojos, nada iba a evitar que tratara de estrangular al idiota arrogante.

            Luego de una cena bastante amena, Ichigo se fue a dormir, ya con un plan medio trazado en su cabeza, no era lo más digno, pero era lo único que se le ocurría.

            El amanecer en la Sociedad de Almas apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos anaranjados al día siguiente, cuando Ichigo se deslizó fuera de su habitación. Caminó en puntillas por el pasillo de la mansión Kuchiki, con una misión muy específica en mente: infiltrarse en la habitación de Rukia.

            No era la primera vez que entraba sin permiso, pero esta vez su propósito era... cuestionable.

            "No es robo... solo... un préstamo sin aviso," se dijo a sí misma mientras abría la puerta sin hacer ruido.

            Rukia dormía profundamente, su respiración tranquila. Ichigo se apoyó contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados, preguntándose si debía despertarla o esperar. Pero su propio nerviosismo ganó la batalla.

            —Oye, Rukia —susurró, inclinándose un poco—. ¿Estás viva?

            Rukia gruñó en respuesta y abrió un ojo con irritación.

            —¿Qué demonios haces aquí tan temprano?

            Ichigo se encogió de hombros, tratando de fingir despreocupación.

            —Me desperté antes y no quería estar sola. ¿Te molesta si espero aquí mientras te preparas?

            Rukia la miró sospechosamente por un momento antes de suspirar y sentarse en la cama.

            —Lo que sea. Solo no hagas ruido.

            Ichigo asintió y esperó pacientemente hasta que Rukia desapareció en la zona del baño. En cuanto se cerró la puerta, Ichigo se puso en marcha.

            "Bien. Ahora, el objetivo..."

            Con movimientos rápidos y silenciosos, se dirigió al armario de Rukia. Sabía exactamente lo que buscaba: aquellos mangas de los que su amiga hablaba con tanto entusiasmo. Si quería mejorar, tenía que informarse de alguna manera, y preguntar directamente estaba fuera de discusión.

            Después de revolver un poco, encontró un pequeño estante escondido entre otros libros más "respetables". Ichigo entrecerró los ojos.

            —Aquí están, pequeña traidora.

            Sacó tres volúmenes al azar y los escondió entre su ropa antes de sentarse casualmente en la cama justo cuando Rukia salía del baño.

            —¿Por qué tienes cara de culpable? —preguntó Rukia, secándose el cabello con una toalla.

            —Porque estoy aquí sin razón —respondió Ichigo rápidamente, demasiado rápido.

            Rukia la miró con desconfianza, pero decidió ignorarlo.

            —Vamos, el desayuno nos espera.

            Ichigo la siguió, sintiéndose como una criminal de guerra.

            Horas más tarde, de regreso en su habitación, Ichigo sacó los mangas y los extendió sobre la cama.

            Kaichou wa Maid-sama, Dengeki Daisy y Kimi ni Todoke.

            —Muy bien... vamos a aprender —murmuró con determinación, tomando el primer volumen de Kaichou wa Maid-sama.

            Al principio, todo iba bien. Era solo una historia sobre una chica fuerte y un chico que parecía demasiado confiado. Nada raro. Hasta que llegó la primera escena en la que Usui acorralaba a Misaki contra la pared.

            Ichigo sintió cómo una gota de sudor bajaba por su sien.

            —¿Pero qué…?

            Siguió leyendo y la situación solo empeoraba. Usui estaba demasiado cerca, Misaki estaba demasiado nerviosa, y las descripciones eran demasiado detalladas.

            "El calor de su aliento acarició su piel".

            Ichigo arrojó el manga a un lado.

            —¡¿Por qué demonios describen eso?!

            Se tomó un segundo para calmarse y, contra su mejor juicio, recogió el tomo otra vez.

            —No. Esto es un estudio serio. Tengo que aprender.

            Se obligó a seguir leyendo, pero cada vez que Usui hacía algo que dejaba a Misaki paralizada, Ichigo sentía un escalofrío de incomodidad. No por la escena en sí, sino porque podía entender la sensación, especialmente después de lo que había pasado con Byakuya.

            —Esto no significa nada —murmuró, pasándose una mano por la cara.

            Después de terminar el primer manga, decidió cambiar a Dengeki Daisy para despejarse un poco. Pero en cuanto leyó el apellido Kurosaki, su mente colapsó.

            —...

            Shiro apareció en su cabeza, carcajeándose como un loco.

            —¡JAJAJA! ¡No puedes escapar del destino, Queen!

            Ichigo le lanzó el manga en su imaginación.

            —¡CÁLLATE!

            Pero por supuesto, Shiro no se detuvo.

            —Mira eso, Kurosaki dándole lecciones de amor a Kurosaki. ¿No es lindo?

            Ichigo quiso morirse ahí mismo.

            Para cuando terminó el segundo manga, estaba roja como un tomate. Sabía que leer el tercero solo empeoraría la situación, pero ya estaba en un camino sin retorno.

            Horas después, Ichigo se quedó acostada boca abajo en su futón, completamente derrotada.

            —Esto fue un error —susurró con voz ahogada.

            Shiro seguía riéndose en su cabeza.

            —Nah, fue educativo.

            Ichigo se tapó la cabeza con una almohada.

            Si Byakuya pensaba que seguía siendo torpe e inexperta, estaba a punto de demostrarle lo contrario.

            Esa noche la cena fue un poco más tranquila, Ichigo ya no evitaba mirar a nadie, el saber que ahora, si quería, podría demostrarle a Byakuya que estaba equivocado la tranquilizaba, haciendo que ya no evitara sus ojos, sino que los encontrara, casi desafiante.

            Cuando Rukia le preguntó por su semana, Ichiggo le contó sobre su nueva amiga, Shizuko, y tanto Byakuya como Rukia concordaron en que era una buena elección de amistad, pues la familia de la chica, aunque eran pequeños nobles, eran bien conocidos por su enfoque más militar, evitando por completo las complejidades políticas.

            También comentó de pasada la visita de Kensei a la academia, divirtiéndose al contarles que este había sido engañado por Hirako, y que al día siguiente iría nuevamente a la novena, pues había acordado tener un enfrentamiento de práctica con Hisagi.

            Ichigo no se dio cuenta, pero Byakuya había detenido brevemente su movimiento de llevar los palillos a su boca cuando la escuchó hablar de Muguruma Kensei, antes de continuar como si nada hubiera pasado. Del mismo modo, Byakuya no pudo evitar tensarse cuando la escuchó decir que al día siguiente iría otra vez al escuadrón nueve.

            Eso significaba que la semana anterior, cuando fue a visitar a amigos ¿También fue a la novena? ¿Qué tan común era que ella visitara a los Visored? Recordaba claramente que, la primera vez que ella lo visitó en la sexta división, ella le había dicho a Abarai que prefería estar ahí que con Hirako Shinji.

            ¿Eso quería decir que Hirako era la excepción o lo era Muguruma?

            Byakuya decidió dejar de pensar en sin sentidos. No era de su incumbencia con quién salía Kurosaki.

            Ni existía ninguna razón por la que le pudiese molestar que ella pasara tiempo con Muguruma Kensei en su tiempo libre.

 


 

            La mañana siguiente amaneció un poco más fría de lo que esperaba, pero de todas formas Ichigo se levantó entusiasmada por lo que le deparaba el día.

            Tenía planeado un enfrentamiento con Hisagi, y era realmente genial poder combatir con alguien que también era usuario de espadas dobles. Shiro, e incluso O’San, estaban emocionados de al fin poder volver a enfrentarse a otra Zampakuto, no lo habían hecho desde el fin de la guerra y tanta tranquilidad los ponía ansiosos.

            Cuando llegó a la novena se dirigió directamente a la Oficina de Kensei, donde entro sin siquiera tocar.

            —¿Quién dem…? Ichigo, ¿Qué haces aquí? — dijo Kensei, quien cambió de irritado a resignado cuando vio que era Ichigo quien entraba en su despacho sin tocar.

            —Shuhei me debe un combate — respondió la chica, apoyándose en el marco de la puerta, saludando con un gesto a Kensei antes de enfocar su atención en Hisagi, quien la miró con la misma emoción que ella sentía.

            Hisagi parecía a punto de saltar de su silla, sin embargo, miró a Kensei, expectante.

            —Esto sí me interesa — dijo Kensei sonriendo, mirando entre su teniente y su amiga con una sonrisa socarrona, ya deseando ver el enfrentamiento — Vamos — añadió, poniéndose de pie y guiando el camino hacia el mismo lugar en el que se enfrentó a Ichigo la semana anterior.

            El viento soplaba ligeramente sobre el patio de entrenamiento de la Novena División, llevando consigo el eco de las voces que murmuraban mientras los miembros del escuadrón observaban el duelo amistoso entre Ichigo Kurosaki y Hisagi Shūhei. Kensei, sentado en una de las plataformas de madera, observaba atentamente con los brazos cruzados, rodeado de varios shinigamis, que observaban con interés el enfrentamiento. La atmósfera estaba cargada de tensión y anticipación, pero también de una evidente camaradería.

            Ichigo, con el cabello recogido en una coleta alta, se mantenía de pie con su Zampakuto, Tensa Zangetsu, sujeta con firmeza en ambas manos. Su mirada estaba fija en Hisagi, quien, con su característica actitud relajada, también tenía sus dos espadas desenvainadas, las cuales eran su orgullo: Kazeshini en la mano derecha y Sokotsu en la izquierda.

            —Recuerda, Ichigo, esto es solo un entrenamiento, ¿sí? —dijo Hisagi con una sonrisa desafiante, su voz relajada, pero con un brillo de concentración en sus ojos.

            Ichigo asintió sin decir una palabra, con una gran sonrisa en su rostro. Sabía que no era momento de subestimar a nadie, menos al teniente de la novena División con más experiencia en el uso de espadas duales. Ella no iba a permitir que la batalla se volviera fácil, ni por un segundo.

            —Vamos, Hisagi. ¡Muéstrame lo que tienes! —desafió, avanzando hacia él.

            Con un rápido movimiento, Ichigo se lanzó al frente, su Zampakuto cortando el aire con la velocidad de un rayo. Hisagi reaccionó casi al mismo instante, girando en un ágil movimiento, usando Kazeshini para bloquear el golpe de Tensa Zangetsu mientras que lanzaba un contraataque hacia el abdomen de Ichigo.

            Ichigo, anticipando el movimiento, realizó un rápido deslizamiento hacia un costado, esquivando la espada de Hisagi mientras su Zampakuto seguía en contacto con la de él, creando una chispa metálica que iluminó el ambiente. El sonido del metal resonó en el aire, y la velocidad de ambos combatientes era tal que los espectadores solo podían ver destellos fugaces de sus movimientos.

            Hisagi, sonriendo ante la destreza de Ichigo, dio un paso atrás, haciendo un giro hacia su derecha para lanzar un corte diagonal con Kazeshini. La hoja estaba envuelta en una oleada de viento, como si la propia muerte quisiera acompañar el golpe. Sin embargo, Ichigo ya había calculado su movimiento, y con un salto ágil, se elevó por encima de la trayectoria de la espada. Desde el aire, utilizó la punta de su Zampakuto para repeler el ataque de Shuhei, enviando la espada de Hisagi hacia un lado.

            —Impresionante... —murmuró Kensei, observando con los ojos entrecerrados. Aunque era un entrenamiento, la intensidad del enfrentamiento era clara.

            Aterrizando con gracia, Ichigo no perdió el ritmo. En un solo movimiento fluido, giró sobre sí misma y atacó a Hisagi con una serie de estocadas rápidas y precisas, cada una dirigida a diferentes partes de su cuerpo. Sus movimientos eran impredecibles, cada uno con la intención de descolocar a su oponente.

            Sin embargo, Hisagi no era un principiante. Con la experiencia acumulada a lo largo de los años, usó sus dos espadas con una sincronización perfecta. Con la izquierda bloqueó el primer golpe, mientras que la derecha desvió el siguiente, y en un rápido contragiro, el joven oficial usó ambas espadas para realizar un corte vertical hacia Ichigo.

            Ichigo no dudó en desviar el ataque con un rápido movimiento de su Zampakuto, pero lo que no esperaba era el rápido cambio de postura de Hisagi. Utilizando el retroceso de su movimiento anterior, Kazeshini se desvió en un ángulo extraño, buscando atraparla por debajo, pero Ichigo reaccionó con un giro acrobático que dejó la espada de Hisagi pasar por debajo de su pecho.

            Con su Zampakuto en alto, Ichigo vio una abertura y, sin perder tiempo, giró su espada hacia su izquierda para realizar un corte horizontal hacia el torso de Hisagi. Esta vez, su velocidad no le dio tiempo a su oponente para reaccionar. La hoja de Tensa Zangetsu rozó la parte lateral de su uniforme, dejando una leve marca roja en su piel.

            —¡Bien hecho! —exclamó Hisagi, retrocediendo rápidamente, reconociendo la habilidad y rapidez de su oponente.

            Ambos se separaron brevemente, sus respiraciones pesadas pero controladas. Hisagi sonrió ante el resultado de la batalla. Sabía que Ichigo, aunque más versátil y rápida, aún tenía mucho por aprender sobre el uso simultáneo de dos espadas. Sin embargo, había algo en su estilo que lo sorprendía cada vez más. Su capacidad para adaptarse rápidamente a las circunstancias y su poder innato lo dejaban sin palabras.

            —Tienes una habilidad impresionante, Ichigo. No pensaba que te moverías tan rápido. —Hisagi hizo una pausa, observando cómo Ichigo lo miraba con concentración total, lista para otro asalto.

            Sin embargo, Ichigo estaba decidida a terminar el enfrentamiento. Aprovechó su ventaja en versatilidad, cambiando su postura en un abrir y cerrar de ojos, y con una explosiva ráfaga de velocidad, desvió un ataque de Kazeshini mientras bloqueaba el contraataque de Sokotsu con la empuñadura de Tensa Zangetsu. Con un grácil movimiento, deslizó su Zampakuto hacia el costado de Kazeshini, presionando con fuerza, y con una rapidez relámpago, efectuó un corte limpio a la altura del abdomen de Hisagi, dejando su Zampakuto a centímetros de su piel.

            —¡Te tengo! —dijo Ichigo con voz firme, mientras mantenía la espada en posición.

            Hisagi, sorprendido pero sonriendo, bajó ambas espadas. No hubo necesidad de más golpes. El combate había llegado a su fin, y aunque había sido un entrenamiento, la victoria de Ichigo era clara.

            —Bien jugado, Kurosaki. —Hisagi se inclinó ligeramente en señal de respeto.

            Ichigo asintió, bajando su Zampakuto, mientras los miembros de la Novena División rompían el silencio con aplausos. Kensei, que había estado observando con una expresión seria, finalmente permitió una sonrisa en su rostro.

            —Eso estuvo impresionante — comentó Kensei en voz baja, mientras el resto de los shinigamis seguían elogiando a ambos combatientes.

            Ichigo, aunque satisfecha por la victoria, sabía que aún tenía mucho por aprender. Sus dos espadas, Shiro y O'San, representaban aspectos de ella misma que nunca podrían ser completamente dominados. Pero la batalla no había terminado para ella, solo había comenzado.

 


           

            La cena de esa noche fue amena, con Rukia hablando de su día, Ichigo haciendo preguntas y Byakuya respondiendo cuando se dirigían a él directamente.

            Una vez en su habitación, Ichigo se sentía un poco nostálgica, y mirar el techo no le proporcionaba distracción suficiente.

            La noche era tranquila en la mansión Kuchiki. La luz de la luna llena se reflejaba en la superficie del estanque, donde los peces koi nadaban en círculos, sus movimientos pausados y elegantes.

            Ichigo se abrazó a sí misma, observando el agua con la mirada perdida. Había salido al patio sin pensarlo demasiado, solo siguiendo un impulso. Tal vez porque su mente estaba inquieta, llena de pensamientos que no podía ignorar.

            Pensaba en su familia. En Yuzu, que seguramente ya estaría en la cama, y en Karin, que quizás aún veía la televisión o hacía sus tareas. En Isshin, quien probablemente estaba molestando a sus hijas con alguna tontería.

            Se preguntó cuánto tiempo más tendría que pasar antes de poder verlas de nuevo. Suspiró con frustración.

            —¿Está todo bien?

            Ichigo parpadeó al escuchar la voz y giró levemente la cabeza. No necesitaba voltear del todo para saber quién era. Byakuya estaba a pocos pasos de ella, con su porte impecable y su expresión serena como siempre.

            —Solo pensaba en mis hermanas —respondió sin mirarlo—. Me pregunto cuánto tiempo más pasará antes de que pueda visitarlas.

            Byakuya no respondió de inmediato. Él también sabía lo que era estar separado de la familia por mucho tiempo, pero no tenía una respuesta para ella. Finalmente, simplemente dijo:

            —El tiempo es incierto.

            Ichigo soltó una breve risa nasal.

            —Sí, eso ya lo sabía.

            Un silencio cómodo se instaló entre ellos. La brisa nocturna movió suavemente el agua del estanque, e Ichigo decidió que no valía la pena deprimirse. Nunca había sido de las que se dejaban atrapar por la nostalgia. Con un cambio de tono, se giró ligeramente hacia él.

            —¿Y tú? —preguntó con una leve sonrisa—. En la cena les conté de mi semana en la academia, pero tú no dijiste nada de la tuya. ¿O acaso la vida de un capitán es demasiado aburrida para compartirla?

            Byakuya la miró con la misma neutralidad de siempre.

            —Los reclutas aún preguntan por ti como instructora.

            Ichigo arqueó una ceja.

            —¿En serio?

            —Yuki Rikichi ha estado insistiendo en que necesita entrenar contigo. Dice que en los diez días en que estuviste en la Sexta, los cadetes aprendieron más que en meses de entrenamiento formal.

            Ichigo sonrió con diversión.

            —Vaya, ese chico sí que es persistente. Si quiere entrenar, no tengo problema. Los fines de semana lo único que hago es venir a la mansión y visitar a Kensei en la Novena.

            Byakuya se tensó ligeramente, aunque su expresión no cambió. Ichigo no se dio cuenta, pero él sí.

            Los rumores.

            Sabía que eran falsos, y aun así, el comentario lo molestó más de lo que debería. Las palabras de Renji regresaron a su mente, y aunque su orgullo le impedía preguntar directamente, la irritación se filtró en su tono cuando respondió.

            —Parece que pasas bastante tiempo con Muguruma-taichō.

            Ichigo parpadeó, algo sorprendida por su tono. No era común que Byakuya hiciera comentarios de ese tipo.

            —Sí. Somos amigos. ¿Y qué?

            Byakuya desvió la mirada hacia el estanque, su semblante impenetrable.

            —Nada en particular.

            Ichigo frunció el ceño. Algo en su tono le molestó.

            —Si tienes algo que decir, dilo de una vez, Kuchiki.

            Byakuya la miró con calma.

            —No es nada que no puedas deducir por ti misma.

            Ichigo sintió que su paciencia se agotaba en un instante. Apretó los dientes, sintiendo la frustración arder en su interior. Esa maldita actitud condescendiente otra vez.

           —¿Es porque sigo viviendo aquí aunque tenga más lugares donde quedarme? —era lo único que se le ocurría, y eso la lastimaba un poco.

            —Por supuesto que no —dijo Byakuya rotundamente —. Te he informado en reiteradas ocasiones que eres más que bienvenida a quedarte aquí el tiempo que desees.

            —Pues no entiendo qué quieres decir. Kensei es mi amigo, me ayudó cuando estaba deprimida y es alguien en quien confío completamente —Ichigo no entendía por qué Byakuya parecía estar tan apático.

            —Simplemente asegúrate de que Muguruma-taichō no tenga que volver a traerte borracha. Haces cosas sin saber cuando estás en ese estado.

            Ichigo no pensó en lo que hacía hasta que ya lo había hecho. 

            Se impulsó sobre la punta de los pies y lo besó.

            El contacto fue más firme que la última vez, con una seguridad que antes no tenía. No fue un accidente, ni un arrebato. Fue un desafío. Uno que ella misma estaba dispuesta a ganar.

            Byakuya no se movió. No correspondió ni se alejó, solo se quedó en su lugar, dejando que ella tomara la iniciativa.

            Cuando Ichigo se separó, lo miró directamente a los ojos con el ceño fruncido y la respiración apenas alterada.

            —Aprendo rápido en cualquier cosa —dijo con tono desafiante.

            Byakuya la observó en silencio durante un largo segundo.

            Luego, antes de que Ichigo pudiera procesarlo, él fue quien acortó la distancia y la besó.

            Esta vez, no fue un beso pasivo. Fue más profundo, más calculado. No era un simple contacto, sino una demostración de que la experiencia era un arma que él manejaba a la perfección.

            Cuando se separó, la dejó completamente paralizada, con los ojos abiertos por la sorpresa y el rostro ardiendo.

            Byakuya la miró con tranquilidad, como si nada hubiera pasado.

            —No olvides que yo tengo mucha más experiencia que tú, Kurosaki Ichigo. No intentes compararte. —murmuró con frialdad, antes de girarse con elegancia y marcharse.

            Ichigo se quedó en su lugar, incapaz de reaccionar de inmediato. Su corazón latía con fuerza en sus oídos, y su cerebro tardó varios segundos en procesar lo que acababa de ocurrir.

            Luego, cuando finalmente lo asimiló, sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

            No solo porque Byakuya la había besado… sino porque esta vez, lo había disfrutado.

            Un sonido repentino la sacó de su aturdimiento.

            —¡Pfft…! ¡JAJAJAJAJA!

            La risa desquiciada de Shiro resonó en su cabeza, burlona y estridente. Ichigo sintió que toda su vergüenza se transformaba en pura irritación.

            —¡Cállate!

            —¡Queen! ¡Tanto entrenamiento y al final Kuchiki te noqueó sin levantar un dedo! ¡JAJAJAJA!

            Ichigo apretó los puños, su cara enrojecida tanto por la rabia como por la vergüenza.

            —¡TE DIJE QUE TE CALLARAS!

            La risa de Shiro solo se volvió más histérica, y Ichigo, sintiéndose completamente derrotada, se dio la vuelta y caminó rápidamente hacia su habitación, maldiciendo en voz baja.

            No tenía ni idea de cómo iba a enfrentar a Byakuya después de esto.

Chapter 15: Visitas guiadas, verdades ocultas

Summary:

Una nueva semana en la academia y actividades curriculares emocionantes.

Notes:

De vuelta con este fic, lamento la espera, intento apurarme en las actualizaciones, pero el trabajo, la universidad y la vida en sí consumen mucho tiempo. Disfruten de este capítulo, y gracias a quienes comentan y bienvenidos a los nuevos lectores.

Chapter Text

                El regreso a la academia del día siguiente se sintió como la libertad absoluta para Ichigo.

                Una vez más se encontraba en la posición de no poder mirar a Byakuya a los ojos sin sonrojarse hasta las orejas. Cada vez que recordaba el beso de la noche anterior, sus labios hormigueaban y, para su completo horror, un deseo de repetir la experiencia llenaba su mente.

                No entendía qué le pasaba, era la primera vez que sus pensamientos y deseos eran tan contradictorios. Por un lado, quería estar lo más lejos posible de Byakuya, y por otro, quería estar lo suficientemente cerca como para tocarlo.

                —Para besarlo, querrás decir — la voz de Shiro retumbó en su cabeza, haciendo que ella se irritara nuevamente.

                Shiro había pasado todo el camino desde la mansión hasta la academia burlándose de ella, riéndose y siendo extra irritante. Que O’San se hubiera mantenido en silencio y que no refutara las palabras de Shiro, se había sentido como una traición para Ichigo, por lo que actualmente estaba ignorando a ambos mientras esperaba a que Uzui-sensei iniciara la lección.

                —Escuchen con atención —anunció Uzui-sensei, su voz proyectándose con naturalidad por el patio de entrenamiento—. A partir de este miércoles, los veinte mejores cadetes del curso participarán en una actividad especial de observación interdivisional.

                Un murmullo se extendió como una onda entre los estudiantes. Algunos se irguieron con curiosidad, otros se inclinaron hacia sus compañeros para cuchichear. Ichigo cruzó los brazos, sin cambiar de expresión. Solo alzó una ceja, con la sospecha instintiva de que no iba a gustarle lo que venía a continuación.

                —Durante dos días, visitarán distintas divisiones del Gotei 13. Esta actividad se reserva para evaluar el potencial de aquellos que podrían ser reclutados directamente por un escuadrón al terminar su formación. Esta actividad se realiza en primero, tercero y sexto año. Si logran destacar en todas sus visitas, es probable que reciban invitaciones para unirse a un escuadrón incluso antes de que se gradúen —continuó Uzui. Luego sacó un pergamino enrollado de su manga y lo abrió con calma—. Estos son los nombres seleccionados.

                La atmósfera se tensó. Cada nombre pronunciado provocaba una mezcla de reacciones: aplausos, gruñidos discretos, suspiros frustrados. Algunos cadetes aplaudían con genuina emoción, otros se hundían en la resignación con los dientes apretados. A Ichigo no le costó identificar a varios que creían merecer estar en esa lista y claramente no lo estaban.

                —Shirakawa Shizuko… Masaki Shiba…

                Ahí estaba.

                Ichigo sintió una punzada incómoda en el pecho. No se movió, pero sus hombros se tensaron. No porque temiera ser evaluada. Conocía todas las divisiones, a sus capitanes, tenientes… conocía incluso secretos que ni los oficiales de alto rango habían descubierto. Estar entre los seleccionados no le parecía un honor, sino una farsa.

                No había nada nuevo que ver. Solo tendría que fingir sorpresa ante lo que ya sabía de memoria.

                “Le estoy quitando el lugar a alguien que sí podría necesitar esto.”

                —Antes de que alguno piense en ceder su puesto —añadió Uzui-sensei, como si hubiera leído su mente—, sepa que los seleccionados cumplen con todos los requisitos exigidos por los escuadrones para esta actividad. No fue cuestión de suerte, ni favoritismo. Nadie está aquí por casualidad.

                Ichigo suspiró. «Qué conveniente», pensó. Agradecía el gesto, pero eso no quitaba que, internamente, se sintiera como una actriz dentro de una obra que ya había representado cientos de veces.

                —Prepárense. La primera visita será a la Sexta División —anunció finalmente el profesor—. Vayan con el uniforme de gala de la academia. Se espera disciplina, respeto y atención. No estamos de paseo.

                Ichigo tuvo que hacer un gran esfuerzo para no gemir en voz alta.

                Justo cuando pensaba que tendría una semana para prepararse para su próximo encuentro con Byakuya, resulta que debe encontrarse con él en solo dos días.

                Pero quizás él ni siquiera apareciera durante la visita, no es como si a un capitán le interesara la visita de un montón de cadetes de primer año ¿verdad? Y no es como si el supiera que ella también iría. No se enteraría si ella no lo contara. Y ella no planeaba decírselo a nadie.

                En la Sexta División, Byakuya Kuchiki leía en silencio el informe entregado por uno de sus asistentes. Al llegar al nombre de Masaki Shiba, su mirada se detuvo por un breve instante. Sus ojos se alzaron apenas y asintió con un leve movimiento de cabeza.

                —Organiza la recepción. La academia vendrá en dos días. Quiero que los reclutas estén listos.

                —¿Alguna instrucción especial, Capitán? —preguntó Renji, que había estado esperando cerca con una mezcla de curiosidad y anticipación.

                Byakuya lo miró apenas de lado.

                —Nadie debe dirigirse a Kurosaki Ichigo como tal. Ella se presenta como Shiba Masaki, una recluta más. Esa ilusión debe mantenerse intacta.

                Renji asintió, pero no logró ocultar la sonrisilla traviesa que se le formó en los labios.

                —Entendido, capitán. Me aseguraré de que todos sepan… actuar apropiadamente.

                Byakuya no respondió, pero su mirada bastó para recordarle a Renji que el más mínimo exceso tendría consecuencias. Aun así, cuando el capitán volvió a centrarse en su lectura, Renji se permitió una carcajada silenciosa.

                —Esto va a estar interesante.

 

                El miércoles llegó más rápido de lo que Ichigo creía posible. Fue como si el lunes parpadeara y al segundo siguiente ya estuviera de pie a la entrada de la sexta división.

                El edificio de la Sexta División era tan imponente como recordaba. Las líneas rectas, los jardines cuidados al extremo, las puertas perfectamente pulidas: todo hablaba del mismo hombre que gobernaba el lugar. Incluso los estudiantes que usualmente bromeaban antes de cada visita institucional parecían haber olvidado cómo se sonreía. Algunos tragaban saliva. Otros se acomodaban el uniforme con torpeza. Nadie se atrevía a hablar demasiado alto.

                Ichigo tampoco. Pero no por las mismas razones.

                Cuando el Byakuya apareció en el patio central, su sola presencia pareció arrastrar el silencio como una niebla densa. Caminó con la elegancia acostumbrada, impasible, hasta detenerse frente a ellos. Su haori blanco ondeó con el viento, sin una sola arruga.

                —Bienvenidos a la Sexta División.

                Su voz era tranquila, pausada, sin esfuerzo. Había algo casi cruel en lo perfecto de su tono.

                —Aquí valoramos la disciplina, el deber y la dignidad. El escuadrón no se construye con poder, sino con convicción. La protección del equilibrio del mundo es una responsabilidad, no un privilegio. A quienes se les encomiende servir aquí, se les exigirá lo mismo.

                Y eso fue todo. Breve. Frío. Impecable.

                Byakuya e Ichigo no cruzaron miradas durante todo el discurso, lo que hizo que ella suspirara aliviada, al mismo tiempo que ignoraba el pequeño vacío que sintió en su pecho.

                Renji apareció a los pocos segundos para guiarlos, relajado como siempre, aunque al ver a Ichigo enfundada en el uniforme de la Academia, una sonrisa ladeada le cruzó el rostro.

                —Qué raro se siente verte así —murmuró cerca, sin perder ese brillo divertido en los ojos—. Te falta el ceño fruncido de “voy a patear traseros”. ¿No te dan uno con eso?

                Ichigo no respondió. Solo entrecerró los ojos, sospechando que Renji se estaba conteniendo mucho más de lo que aparentaba. Y cuando su mirada se cruzó con la del pelirrojo una vez más, lo vio: Renji luchaba por no soltar la risa.

                A la distancia, Byakuya los observaba. No dijo nada. No se movió. Solo estaba allí, como una sombra elegante.

                Mientras Renji los guiaba por los pasillos y jardines, varios shinigamis de la división saludaron a Ichigo con cortesías cuidadosas.

                —Shiba-san.

                —Buen día, Shiba-sama.

                Ichigo notó que varios parecían querer acercarse a charlar, pero se mantenían a distancia y solo la saludaban usando su nombre falso, lo que agradeció profundamente, preguntándose si Byakuya tenía algo que ver con eso.

                Los otros cadetes de la Academia los miraron, confundidos. Ichigo mantuvo el paso sin variar el ritmo, como si no los hubiera escuchado. Respondía los saludos con gestos discretos, sin detenerse, como si fuese lo más natural del mundo.

                La incomodidad entre sus compañeros crecía. Finalmente, uno de ellos se acercó a Renji con aire conspirativo.

                —¿Es cierto que tú y Kurosaki Ichigo son amigos? Dicen que pelearon juntos contra los arrancar, que entrenaron en el mismo escuadrón… ¿Es verdad?

                Renji sonrió, zorro viejo.

                —¿Yo y ella? Claro. Ichigo aprendió mucho de mí. Técnicas, estrategia, buen gusto… —añadió con descaro, echándole un vistazo divertido a Ichigo, que lo fulminó con los ojos—. A veces incluso me pedía consejos para no meter la pata tanto. Como ese asunto del banco que le salió mal…

                Ichigo apretó los puños. Cada palabra era un aguijón. No podía protestar. No podía gritarle. Todos la conocían como “Masaki”, una simple cadete de primer año.

                —Y luego estuvo la vez que no pudo ni…

                —Y aún ella se las arregló para derrotarte sin entrenamiento y con poco más de unas semanas teniendo poderes.

                La voz cortó el aire como una cuchilla. Fría. Directa. Nadie había notado su presencia hasta ese momento.

                Byakuya estaba allí. De pie. Inmóvil.

                Renji se quedó congelado.

                —Y la segunda vez —continuó Byakuya, sin alterar su tono—, tenía un mes de entrenamiento. Me pregunto quién debería enseñarle a quién.

                El silencio fue absoluto.

                Renji se sonrojó hasta las orejas, murmurando algo ininteligible mientras varios cadetes, tanto de la Sexta División como de la Academia, disimulaban la risa con poca sutileza.

                Ichigo, por su parte, se mordió el labio para no sonreír. Sintió el calor subiendo por el pecho. No por la burla hacia Renji, sino por la precisión quirúrgica con que Byakuya había actuado. No dijo más de lo necesario. No la expuso. No rompió el disfraz. Pero la protegió.

                Y lo hizo sin que nadie más lo notara.

                Renji los guió por el resto del recorrido con una actitud mucho más contenida. Esta vez, sin comentarios. Sin sonrisas.

                Al final del camino, justo antes de seguirlo, Ichigo se detuvo frente a Byakuya.

                Le ofreció una media sonrisa, apenas visible. Un agradecimiento oculto que ambos entendían. Y, sin pensarlo demasiado, al pasar junto a él, rozó su mano con la yema de los dedos.

                Fue un toque breve. Casi accidental.

                Pero suficiente.

                Una chispa invisible se encendió entre los dedos. Él no se movió. No dijo nada. Ella tampoco miró atrás. Solo caminó, con ese calor aún prendido en la piel.

                A la distancia, uno de los cadetes de la academia susurró:

                —Ella es del clan Shiba, ¿cierto? ¿Por eso está tan cómoda con los altos mandos?

                —Pero aún así… ¿no es raro que todos en la división la conozcan tan bien?

                —El clan Shiba es importante ahora. Seguro entrenó con ellos antes de entrar.

                Nadie dijo más. Pero algunas miradas se cruzaron.

                La duda, una semilla pequeñísima, ya estaba plantada.

                Una vez fuera del sexto escuadrón, Uzui-sensei, que previamente se había quedado atrás, los guio hacia la cuarta división, explicando que era la división especializada en la curación, por lo que deben ser respetuosos, pues no quieren que, en un futuro, los cure de manera deficiente.

                Ichigo ocultó una risa, pues recordaba a Unohana-san amenazando más de una vez a los miembros más molestos del once.

                El edificio del Cuarto Escuadrón era distinto a cualquier otro. No imponía por su tamaño, ni intimidaba por su rigidez. En cambio, estaba lleno de silencio. No un silencio tenso, sino uno denso, contenido, como si cada ladrillo supiera que debía respetar el dolor.

                El grupo de cadetes avanzó por el pasillo principal con pasos medidos. Nadie hablaba en voz alta. Shizuko caminaba a su lado como siempre, con los ojos atentos, y hasta los más bulliciosos del curso parecían tomarse la visita con respeto.

                El teniente Hanataro Yamada los esperaba en la entrada. Era igual que en las historias que muchos habían oído: amable, con aspecto más joven de lo que parecía posible, y una sonrisa tranquila que escondía años de experiencia.

                —Bienvenidos al Cuarto Escuadrón —saludó con una inclinación ligera—. Hoy tendrán una visión general de nuestras instalaciones, desde el ala de recuperación hasta la sección de entrenamiento médico. Agradezco su silencio. La sanación, como el combate, también requiere concentración.

                Mientras hablaba, Ichigo mantenía su rostro neutro. No había estado en esta división desde que terminó la guerra. Desde que Urahara volvió a su mundo y ella quedó atrapada en uno que aún no sentía del todo suyo.

                El recorrido comenzó.

                Caminaron por los pasillos limpios y silenciosos, donde el aroma a hierbas medicinales y desinfectante flotaba en el aire. Pasaron junto a algunas habitaciones cerradas, y otras abiertas donde podían verse pacientes descansando en camas bajas, atendidos por sanadores en formación.

                Todo estaba en orden. Todo estaba bien.

                Hasta que no lo estuvo.

                Una de las camillas, cercana a una de las ventanas, mostraba a un joven shinigami con una venda fresca envolviendo su costado. Su respiración era superficial, y un pequeño hilo de sangre aún escapaba por el borde del vendaje, tiñendo de carmesí el blanco del apósito.

                Fue un segundo.

                Un instante de silencio absoluto en el que Ichigo ya no estaba allí.

                La sangre era más oscura. Más densa.
                El grito no era contenido, era desgarrado.
                Y el vendaje no estaba puesto aún.
                Solo estaban las manos cubiertas de tierra, los cuerpos apilados, el humo quemando los ojos.

                El eco de una explosión le retumbó en el pecho, aunque no hubo sonido alguno.

                —¿Masaki? —susurró Shizuko a su lado.

                Ichigo parpadeó. La escena volvió a su forma real. El pasillo, el sanador, el paciente. Todo en orden.

                —Estoy bien —murmuró.

                Shizuko la observó unos segundos más, pero no insistió.

                Más adelante, Hanataro señalaba la sala de descanso de los sanadores cuando comentó con una sonrisa:

                —Muchos de nuestros pacientes han sido héroes de guerra. A veces sólo necesitan tiempo para sanar. Aunque sus heridas ya no sangren, eso no significa que hayan sanado del todo.

                Ichigo no reaccionó de inmediato. Luego solo asintió. Ni una palabra. Pero su mano se cerró en un puño dentro de la manga.

                El resto del recorrido transcurrió sin incidentes. Las salas eran impecables. El personal amable. El ambiente, cargado de cuidado.

                Cuando salieron del edificio, el sol ya estaba alto, pero el frío en el pecho de Ichigo no había desaparecido del todo.

                —A veces siento que Masaki mira cosas que los demás no vemos… —murmuró Shizuko, sin mirarla, como si hablara con el viento.

                Ichigo no respondió. Solo siguió caminando.

                Y no miró atrás.

                Demonios, ella ni siquiera había pensado que tenía problemas con lo que sucedió durante la guerra.

                Había visto gente morir antes, además ver a gente ensangrentada no era nuevo para ella, no después de crecer en una clínica, pero aún así…

                No estaba segura de por qué la había afectado tanto, quizás porque no esperaba nada de eso, o porque había estado demasiado concentrada en lo que pasaba con Byakuya. No lo sabía ahora, pero el fin de semana tendría que volver a la cuarta, no podía permitirse tener un episodio así en medio de un combate real.

                Podían estar en paz en este momento, pero los hollow seguían apareciendo cada día.

                Suspiró y le sonrió levemente a Shizuko, quien la miraba de reojo sin decir nada. Ichigo notó que la chica estaba preocupada, lo que la conmovió un poco. Negó con la cabeza y simplemente siguió al grupo, ya preparándose para lo que podría pasar en la quinta.

                La Quinta División era una de las más tranquilas del Gotei 13. Sus jardines eran amplios, llenos de lirios blancos y senderos rectos bordeados de piedra, y el edificio principal tenía una arquitectura sencilla pero elegante. Para la mayoría de los cadetes, era la primera vez que pisaban esas instalaciones, y el murmullo de emoción se sentía más relajado que en la visita a la Sexta o la Cuarta.

                Ichigo caminaba con las manos detrás de la espalda, intentando parecer serena. Pero por dentro… estaba contando cuántos segundos pasarían antes de que Hirako Shinji hiciera de las suyas.

                Spoiler: no serían muchos.

                Los recibió la teniente Hinamori, con su sonrisa habitual y modales corteses. Solo miró a Ichigo una fracción de segundo más de lo normal. No dijeron nada. Nunca habían sido cercanas.

                —Bienvenidos a la Quinta División —anunció Hinamori—. El Capitán Hirako se unirá a nosotros en breve. Por ahora, empezaré mostrándoles las zonas principales de patrullaje y las áreas administrativas.

                Mientras caminaban por los pasillos, varios cadetes comenzaron a intercambiar miradas y codazos. Todos sabían que Ichigo —o mejor dicho, Shiba Masaki— tenía cierta familiaridad con el capitán Hirako. No era raro que hablara de él de forma tan informal en clase. Y si algo esperaban de esta visita… era espectáculo.

                No tuvieron que esperar demasiado.

                —¡Misa-chaaan~!

                La voz cantarina de Shinji rebotó por los pasillos segundos antes de que su cabeza apareciera por una esquina.

                Ichigo se detuvo en seco. Un músculo en su mejilla tembló.

                —No me llames así —dijo entre dientes.

                —¡No puedo creer que vengas a mi división y ni me hayas avisado! ¡Ya ni me visitas! ¿Acaso prefieres a Kensei? ¡¿Eh?! ¿Es eso?! ¡¿Kensei te robó de mí?! —dijo con dramatismo exagerado, caminando hacia ella con los brazos abiertos como si fuera a abrazarla frente a todo el escuadrón.

                —Sí, prefiero a Kensei —replicó Ichigo sin dudar, cruzándose de brazos con un suspiro exasperado.

                Shinji se llevó las manos al corazón, como si lo hubieran apuñalado.

                —¡Cruel! ¡Fría! ¡Ingrata! ¡Después de todo lo que vivimos juntos! —se arrodilló teatralmente— ¡Masaki, mi corazón no resistirá este desprecio!

                Luego se abalanzó sobre ella con un quejido falso, envolviéndola en un abrazo inesperado.

                —¡Misa-chan~!

                Fue el detonante.

                La mano de Ichigo ya estaba bajando cuando lo recordó.

                Estaban en público. Masaki no golpeaba a capitanes.

                Pero el puño ya había hecho contacto.

                Shinji cayó al suelo con un quejido quejumbroso, aunque Ichigo sabía que no le dolía. El desgraciado era experto en el arte del dramatismo. Aun así, su rostro se puso rojo como un tomate.

                —¡¿Qué estás haciendo, idiota?! —le gritó, levantándolo del haori y obligándolo a ponerse de pie— ¡¿Quieres que te mate aquí mismo?! ¡Ve a trabajar! ¡A TU OFICINA! —lo empujó sin delicadeza hacia la dirección contraria.

                Shinji, aún fingiendo dolor, se dejó arrastrar unos pasos antes de girarse con un puchero.

                —¡Masaki! ¡Eso fue cruel! Voy a contarle todo a Hiyori…

                —¿Ah, sí? Pues entonces yo le contaré a Hiyori cuántas veces te escondes en el techo para dormir la siesta. ¡A ver quién gana!

                Eso pareció bastar. Shinji se puso serio, por una fracción de segundo. Se acomodó el haori y, antes de irse, la miró directamente a los ojos.

                —Pero lo decía en serio. Se te echa de menos. Siempre eres bienvenida.

                Ichigo no respondió de inmediato. Solo bajó la mirada un segundo, luego asintió con una leve sonrisa.

                No lo decía seguido, ni siquiera lo pensaba muy a menudo, pero en momentos así, Ichigo recordaba que Shinji era una de esas personas que habían estado allí. En las sombras, en la guerra, y ahora... también en la paz.

                Shizuko, a su lado, alzó una ceja.

                —¿Este es otro de tus “amigos”? —murmuró.

                Ichigo bufó.

                —Lo estoy reconsiderando.

                Varios cadetes aún la observaban como si acabaran de presenciar una escena sacada de una comedia absurda. Hinamori suspiró y se llevó una mano a la frente.

                —Esto es… bastante normal, cuando se conocen —comentó, sin sorpresa alguna.

                Luego retomó la visita con la misma voz tranquila de siempre, como si nada hubiera pasado.

                Pero las miradas siguieron.

                Y, entre ellas, algunas no eran de sorpresa ni risa, sino de creciente sospecha.

                Ichigo lo sintió.

                Y no dijo nada.

                El regreso a la Academia fue, en apariencia, tranquilo. El grupo de veinte cadetes caminaba por los pasillos de regreso a sus dormitorios con la calma que sigue a una jornada intensa. La visita a la Quinta División había sido menos formal que la anterior, pero no por eso menos agotadora.

                Ichigo pensó que, al menos por hoy, podría tener una tarde tranquila. Se equivocó.

                Fue en el comedor, mientras tomaban una merienda tardía, cuando las primeras preguntas surgieron. Al principio eran indirectas, disfrazadas de simple curiosidad.

                —Shiba-chan —comenzó una cadete con una sonrisa casi inocente—, ¿cómo conoces al capitán Hirako? Parecía... bastante cómodo contigo.

                Ichigo bebió un sorbo de su té, sin responder de inmediato.

                —Lo conozco desde hace tiempo —dijo, con voz neutra.

                —¿Y Muguruma-taichō también? —insistió otro, con evidente entusiasmo—. Dicen que estuviste en su escuadrón al menos tres veces este mes. ¡Eso no es común!

                Ichigo entrecerró los ojos.

                —Entrené con él, nada más.

                —¿Y conoces a más capitanes? —agregó alguien desde el fondo. La curiosidad comenzaba a transformarse en presión.

                —Oye, ahora que lo pienso... ¿conoces a Kurosaki Ichigo? —preguntó uno de los cadetes con los ojos brillantes de expectativa.

                El silencio cayó como una cortina gruesa.

                Ichigo se quedó inmóvil.

                —¿Conozco a Kurosaki Ichigo? —pensó Ichigo con una mezcla de desconcierto y nerviosismo.

                Era una pregunta absurda. Y, al mismo tiempo, la más peligrosa de todas. Podría decir que no. Podría mentir. Pero había una delgada línea entre la farsa y la negación de uno mismo.

                Estaba a punto de responder cuando una voz se adelantó:

                —Obvio que la conoce. Ambas son del clan Shiba, ¿no? —dijo un cadete con tono de certeza absoluta—. Seguramente son primas o algo así.

                Ichigo gimió.

                Un suspiro frustrado escapó de sus labios mientras se pasaba una mano por el rostro. La tensión en su nuca era tan real como la punzada en el pecho.

                —Me duele la cabeza —dijo, sin levantar la voz—. Me voy a mi habitación.

                Se levantó con calma, dejando su taza a un lado. No hizo contacto visual con nadie. No respondió a los intentos de llamar su atención. Caminó con la dignidad intacta, aunque por dentro quería desaparecer.

                Los murmullos no cesaron cuando salió del comedor. Si acaso, se hicieron más intensos.

                Pero Ichigo ya no los escuchaba. Porque sabía que, por mucho que intentara ocultarse, poco a poco, Masaki se desdibujaba...

                Y Kurosaki Ichigo regresaba.

Chapter 16: Tras las puertas del Gotei

Summary:

La segunda parte de las visitas a los escuadrones.

Notes:

Aquí estoy, de vuelta después de mucho tiempo. Lamento la tardanza, pero prometo no abandonar esta historia, ni la otra tampoco. :)

Chapter Text

            El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando los primeros cadetes comenzaron a reunirse en el patio de la academia. A pesar del frío matinal, el aire estaba cargado de expectación. Era el segundo día de visitas a los escuadrones, y aunque el grupo era el mismo que el día anterior, la tensión era distinta.

            Ichigo caminaba en silencio, con el ceño ligeramente fruncido. No por incomodidad, sino por concentración. Se estaba preparando mentalmente para lo que venía, repasando nombres, protocolos, posibles escenarios.

            —Te ves aún más callada que de costumbre —comentó Shizuko, apareciendo a su lado con un trozo de pan en la mano—. ¿Todo bien?

            —Solo estoy cansada —respondió Ichigo sin mirarla—. Fue un día largo ayer.

            Shizuko la observó de reojo. No insistió, pero sus ojos lo dijeron todo: no le creía del todo.

            Unos pasos después, Uzui-sensei se acercó con la misma carpeta que siempre llevaba bajo el brazo, aunque esta vez parecía más atento que de costumbre. Su mirada se posó brevemente sobre Ichigo antes de hablarle al grupo.

            —Hoy visitaremos tres divisiones muy distintas entre sí. La Décima, la Tercera y la Novena. Son escuadrones activos, así que quiero que mantengan la compostura. No hagan preguntas fuera de lugar. No toquen nada sin permiso. Y por favor —añadió mirando directamente a Ichigo, con una ceja levantada—, recuerden que son estudiantes. Aunque conozcan a alguien, mantengan el protocolo.

            Varios cadetes intercambiaron miradas curiosas. Ichigo, por su parte, apenas reaccionó. Solo cruzó los brazos y desvió la vista, como si no entendiera a quién se refería el maestro. Pero por su mente pasó la imagen de ella golpeando a Shinji por ser idiota el día anterior.

            Frente a todos su compañeros.

            Pero sabía que Uzui también había escuchado los rumores.

            Y lo peor era que, aunque todos se equivocaban en los detalles, no estaban tan lejos de la verdad.

            Salieron de la academia igual que el día anterior, las charlas emocionadas a su alrededor mantuvieron a Ichigo distraída todo el camino hasta la décima.

            La nieve aún no llegaba, pero el aire alrededor del cuartel de la Décima División siempre parecía más frío. Algunos cadetes se estremecieron al cruzar la entrada, otros apretaron el paso con una mezcla de emoción y respeto. Ichigo mantuvo el ritmo sin mirar a nadie, pero sabía exactamente hacia dónde se dirigían.

            Hitsugaya estaba esperándolos.

            El capitán de la Décima División los recibió con la espalda recta y el rostro inmutable. Su voz, al hablar, era precisa como un filo de hielo recién forjado.

            —Bienvenidos. Esta división se encarga de la vigilancia del oeste de Seireitei, así como de operaciones móviles de respuesta rápida. Esperamos eficiencia, iniciativa y autocontrol. No hay lugar para el descuido en nuestras filas.

            Ichigo lo observó con atención. Era tan estoico como siempre, pero algo en su tono, apenas perceptible, era familiar. No calidez, no ternura... algo más leve, más velado. Algo que otros no notarían.

            Cuando la mirada de Hitsugaya pasó brevemente sobre ella, Ichigo se tensó.

            —Hitsugaya-taichō —saludó con una leve inclinación, recordando que no podía llamarlo por su nombre. No aquí.

            Él asintió, y por un momento pareció a punto de decir algo más, pero se contuvo.

            Durante el recorrido por la división, él se mantuvo a una distancia prudente del grupo. Dio instrucciones básicas, habló de las patrullas, los informes, las estrategias de combate urbano. Y en todo ese tiempo, no volvió a mirar directamente a Ichigo.

            Fue al final del recorrido, mientras el grupo esperaba en el patio antes de partir, que se acercó a ella con disimulo. Shizuko ya se había adelantado unos pasos, observando una serie de grabados en la pared.

            —¿No te parece que estás forzando demasiado ese tono formal? —murmuró Hitsugaya sin mirarla, como si hablara consigo mismo.

            —¿Y tú no crees que estás exagerando con lo de "no hay lugar para el descuido"? —replicó Ichigo en voz baja.

            Hitsugaya hizo un leve sonido, entre un suspiro y un resoplido. Luego sacudió la cabeza.

            —No te me vayas a olvidar que estás actuando.

            —Casi te llamo Tōshirō —dijo Ichigo, con una media sonrisa que desapareció tan rápido como llegó.

            Hitsugaya frunció el ceño.

            —No lo hagas. Aquí no.

            Cuando ella se alejó para volver con los demás, Hitsugaya la siguió con la mirada un momento. Luego, sin decir más, se giró y se dirigió hacia su oficina.

            Unos minutos después, Matsumoto llegó, bufando con dramatismo mientras se ajustaba el haori.

            —¡Me lo perdí! ¿Ya se fue la recluta que todos dicen que es tan guapa?

            Hitsugaya no levantó la vista de los papeles.

            —Sí. Ya se fue.

            Matsumoto frunció los labios, decepcionada.

            —Moo… Quería ver a Ichigo-chan con uniforme de la academia —se quejó Matsumoto con infantilismo.

            Hitsugaya dejó el pincel sobre el tintero y finalmente la miró.

            —A veces —dijo—, conseguir lo que uno quiere no es tan agradable como parece —no pensó que se sentiría tan incómodo al escuchar a Ichigo llamarlo “Hitsugaya-taichō”. Ya estaba acostumbrado a verla como una hermana menor desde hace tiempo, en especial al saber que ella era la hija de Shiba-Taichō.

            Y sí. Él era el mayor, no importaba cuánto discutiera Ichigo de que era lo contrario.

            Matsumoto ladeó la cabeza.

            —¿Y eso qué significa?

            Hitsugaya ya había vuelto al trabajo.

            —Olvídalo.

            Pero ella no lo hizo. Lo siguió hasta la oficina, lanzando preguntas como dagas dulces, mientras él intentaba mantener la compostura.

            Por su parte, Ichigo y el resto de los cadetes iban en dirección a la tercera división e Ichigo debía reconocer que tenía curiosidad por cómo funcionaba ahora la tercera.

            Cuando ella llegó por primera vez a la sociedad de almas, era Gin el capitán, pero poco después el desertó con Aizen, y por lo que supo fue Kira quien se hizo cargo, luego llegó un capitán, pero Ichigo no recordaba mucho de él, mucho menos el nombre.

            Así que suponía que lo más estable era ahora con Rose, E Ichigo tenía verdadera curiosidad de cómo iba todo ahora.

            Mantenía contacto constante con todos los Visored, pero reconocía que no había visitado la tercera, y ahora que se le presentaba la oportunidad, al fin se sentía como una cadete más conociendo algo nuevo.

            La Tercera División era distinta desde el primer paso. A diferencia de la rigidez estructural de la Sexta o la frialdad estratégica de la Décima, aquí los colores eran más vivos, los pasillos estaban decorados con cuadros y caligrafía artística, y una suave melodía flotaba en el aire, como si el edificio mismo tuviera alma.

            —Bienvenidos, bienvenidos —saludó Rōjūrō Ōtoribashi con una sonrisa amplia y elegante, saliendo a recibirlos con una túnica cuidadosamente planchada y una flor fresca en la solapa.

            Algunos cadetes se miraron, claramente desconcertados por el capitán. Rose era todo lo que no esperaban de un comandante militar. Su andar era fluido, su tono musical, su mirada inquisitiva. Como un poeta disfrazado de shinigami.

            —La Tercera División cree en la belleza de la forma y el fondo —dijo mientras abría los brazos con teatralidad—. El deber no está reñido con la expresión. El combate, si se ejecuta con precisión, también puede ser un arte.

            Ichigo lo observaba con una mezcla de exasperación y afecto. No había cambiado nada.

            —Capitán Ōtoribashi —dijo con una inclinación de cabeza perfectamente medida.

            —Oh, Masaki-chan —replicó él con picardía—, ¿cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que tocas guitarra?

            Varios cadetes se giraron bruscamente hacia ella. Shizuko entrecerró los ojos, sin sorprenderse.

            Ichigo suspiró.

            —La tengo guardada. No hay tiempo para eso en la academia.

            —Una tragedia —dijo Rose dramáticamente, llevándose la mano al corazón—. El arte no debería apagarse por la rutina. Pero bueno, hablaremos de eso en vacaciones. Te llevaré a una misión donde no necesites reglas… sólo reflejos.

            Ichigo se cruzó de brazos, fingiendo indiferencia.

            —Mientras no sea una de tus “misiones experimentales” —murmuró.

            Rose soltó una carcajada.

            —¿Y perderme la oportunidad de oírte quejarte todo el camino? Jamás.

            Mientras hablaban, los otros cadetes intentaban disimular su atención, pero la mayoría claramente los escuchaba. Shizuko, que había optado por seguir el recorrido guiado por Kira, volvió la mirada hacia ellos un segundo y luego murmuró:

            —Ella se ve muy cómoda con él…

            Kira, que los había notado también, mantuvo su tono neutro mientras señalaba una sala de entrenamiento interno.

            —El capitán conoce a muchos talentos jóvenes —comentó sin dejar de caminar—. Aunque con algunos… parece tener una historia más larga.

            Mientras seguían el recorrido, Rose se inclinó un poco hacia Ichigo.

            —Sabes que reconozco el flujo de tu energía, ¿cierto?

            Ichigo giró apenas el rostro.

            —¿Y?

            —Solo digo… sería una lástima si otros también empiezan a reconocerla. Te estás inquietando sin nada que hacer.

            Ella no respondió. Solo entrecerró los ojos, antes de girar sobre sus talones y volver con los demás.

            Rose, sin embargo, se quedó en su lugar un segundo más. Observándola con una mezcla de orgullo y tristeza. Era en momentos como estos cuando recordaba que ella era sólo una niña, un bebé en lo que refería a shinigamis, que se vio obligada a crecer demasiado pronto. Ellos la obligaron a hacerlo. Luego sonrió, más para sí mismo que para nadie.

            —Nuestra música siempre termina volviendo —musitó antes de seguirlos con paso ligero.

            El ambiente cambió apenas cruzaron el umbral del cuartel de la Novena División.

Si la Tercera se sentía como una galería de arte viviente, la Novena era todo lo contrario: estructura firme, tonos oscuros, y un silencio cargado de tensión. No era una tensión hostil, sino la de un lugar donde todo el mundo tenía algo que hacer… y se esperaba que tú también lo tuvieras.

            —Ya empezamos con las caras largas —murmuró uno de los cadetes, mirando con inquietud el diseño sobrio de los corredores.

            —Este lugar parece diseñado para que no te den ganas de hablar —susurró otro.

            Shizuko no dijo nada. Sus ojos estaban clavados en Ichigo, o más bien, en lo que ocurría a su alrededor. A diferencia de otras divisiones, aquí no eran solo los oficiales quienes saludaban a Masaki: hasta los reclutas y el personal administrativo la miraban como si ya la conocieran.

            Cuando Kensei apareció, no hubo ceremonia. Caminó hacia ellos sin detenerse, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada. Su tono fue directo:

            —Si vienen a curiosear, no estorben.

            Hubo un silencio tenso. Algunos estudiantes parpadearon, sin saber si era una broma o una amenaza. Ichigo no se inmutó.

            —Muguruma-taichō —saludó ella con seriedad, pero con un dejo de burla que era claro para todos

            Él la miró molesto.

            —Shiba Masaki, —dijo, apretando los dientes con molestia ante el título— ya te dije que cortaras esa mierda.Bien, ella ya conoce bien esta división —añadió—. La necesito para una revisión de patrullas. Me la llevo un rato. No se preocupen, la devolveré entera… probablemente.

            Uzui-sensei frunció el ceño, pero no lo detuvo. Ichigo simplemente lo siguió sin protestar.

            —Vaya, vaya… —murmuró un cadete—. ¿Entonces es cierto lo de ellos dos?

            —¡Shh! No hables tan fuerte…

            Mientras se alejaban, Shuhei Hisagi apareció con su sonrisa tranquila y el aire de quien había visto todo sin sorprenderse.

            —No se preocupen por Muguruma-taichō —dijo al grupo—. Es siempre igual de amable. Si tienen dudas, pueden preguntarle a Shiba-san. Ella ya ha trabajado con nosotros.

            Ichigo, que aún los alcanzaba a oír, resopló sin darse vuelta:

            —No voy a hacer tu trabajo por ti, Shuhei.

            —¡Solo intentaba delegar con elegancia! —respondió él entre risas antes de empezar el recorrido con los demás.

            Kensei guio a Ichigo directamente a su oficina, cerrando la puerta tras ella sin perder tiempo.

            —¿Cómo va la gira de popularidad? —preguntó mientras se servía una taza de café.

            —Me sorprende que todavía haya gente que no crea que tengo una relación con medio Gotei —replicó Ichigo, sentándose con cansancio—. ¿No se supone que los rumores se exageran? Porque estos suenan cada vez más específicos.

            Kensei bufó y se sentó frente a ella.

            —¿Tercera y Décima hoy?

            —Sí. Rose es un teatrero, como siempre. Tōshirō… bueno, él sigue siendo él.

            Kensei sonrió, apenas.

            —Y mañana el Once, supongo. ¿Preparada para una sobredosis de testosterona?

            —Más preparada que para otra visita con tu teniente.

            Ambos rieron. Había entre ellos una camaradería que no necesitaba explicarse. Una complicidad nacida no del afecto fácil, sino de batallas compartidas y silencios prolongados.

            —Pero no, al parecer la gira termina con ustedes, al menos por ahora. Por cierto —añadió Ichigo mientras jugueteaba con una taza vacía—, los rumores sobre nosotros siguen vivos. Aunque creo que hoy los he alimentado aún más.

            —¿Porque estás sola en mi oficina?

            —Porque vinimos caminando juntos. Y tú no disimulaste nada.

            Kensei alzó una ceja.

            —¿Y eso te preocupa?

            —No. Pero sí me molesta que me miren como si fuera algún tipo de anomalía.

            Kensei se cruzó de brazos, evaluándola.

            —Tú eres una anomalía. Pero no por lo que creen. Y tú lo sabes.

            Ichigo se quedó en silencio unos segundos antes de sonreír apenas.

            —No sé si eso fue un halago, un insulto o ambas cosas.

            —Ambas —dijo Kensei, sin dudar—. Anda, vuelve con tus compañeros antes de que Hisagi los lleve a la sala de castigos “por error”.

            Cuando Ichigo regresó con el grupo, varios pares de ojos se posaron sobre ella. Algunos con curiosidad, otros con especulación, y unos pocos con abierta sospecha.

            Shizuko no preguntó nada. Pero cuando Ichigo se acercó a ella, la miró de reojo y comentó en voz baja:

            —¿Así que una intensa sesión privada de besos?

            Ichigo se atragantó con su propia saliva.

            —¡¿Qué… qué estás diciendo?!

            —Solo repito lo que seguramente ya están pensando todos —dijo Shizuko con una media sonrisa—. Aunque por tu cara, ya me quedó claro que no fue eso.

            Ichigo resopló, roja hasta las orejas.

            —Por supuesto que no. Eres una idiota.

            Pero no pudo evitar que, al girar la mirada hacia otro lado, una imagen fugaz se filtrara en su mente: los labios de Byakuya sobre los suyos, la otra noche en la mansión.

            Y se odió un poco por eso.

            El día siguiente hizo que por primera vez Ichigo anhelara regresar a la Mansión.

            Desde el momento en el que entró en el comedor a la hora del desayuno, las miradas y susurros la perseguían.

Desde murmullos sobre nepotismo hasta locas teorías de por qué conocía y, lo más importante, era tan cercana con tantos capitanes.

            Lo peor era que Shizuko había tenido razón, los rumores sobre que ella se había encerrado con Kensei en su oficina para besarse estaban por todos lados, haciendo que Ichigo quisiera desaparecer y arrazar con todos al mismo tiempo.

            Cuando finalmente llegó la hora de irse, más temprano que de costumbre por alguna misericordia del Universo, Ichigo fue la primera en irse.

            La tarde estaba cayendo cuando Ichigo cruzó el umbral de la Mansión Kuchiki.

            Las sombras se estiraban sobre el jardín como dedos largos y silenciosos, y el aire olía a incienso y a madera antigua. Caminó sin apuro, dejando atrás el murmullo de los sirvientes y el frío del exterior. Había sido un día largo, pero al menos ya había pasado.

            O casi.

            Byakuya la esperaba en el pasillo principal, como si supiera exactamente a qué hora llegaría.

            —Volviste temprano —comentó, sin levantar del todo la voz. No era un reproche. Más bien una constatación.

            Ichigo no se inmutó.

            —¿Esperabas que me quedara por ahí dando vueltas?

            —Con tu historial, no habría sido extraño.

            Ella frunció los labios, no por enojo, sino por costumbre. Había algo en su forma de hablar que la sacaba de quicio y la fascinaba al mismo tiempo.

            —¿Insinúas que soy irresponsable?

            Byakuya alzó una ceja, apenas.

            —Estoy insinuando que eres impredecible. No es lo mismo.

            —Tampoco es tan distinto.

            El silencio se estiró entre ellos. Ichigo no se movió. Tampoco él. La distancia era corta. El pasillo, largo. Y sin testigos.

            —Estuviste con Muguruma —dijo él de pronto, como quien comenta el clima.

            —También estuve con Toshiro. Y con Rose. Y con media docena más —respondió Ichigo con tono neutro—. ¿Te molesta?

            Byakuya no respondió de inmediato. Se acercó un paso. Solo uno. Pero bastó.

            —No soy tan infantil como para sentir molestia por algo sin importancia.

            Ichigo sonrió. Un poco.

            —¿Y qué sería algo con importancia? ¿Los besos? —Preguntó Ichigo con más valentía de la que sentía y sin entender por qué preguntaba sobre eso, siendo que tácitamente habían actuado como si los besos no hubieran existido fuera de aquel patio con la fuente.

            —Alguien con habilidades que merezcan reconocimiento —dijo, pausado—. Y un beso que no parezca un accidente lamentable.

            Ella alzó la barbilla.

            —¿Estás diciendo que no sé besar?

            —Estoy diciendo —respondió Byakuya, con esa calma glacial suya— que tus intentos de besarme parecen más impulsos mal calculados que estrategias reales.

            —¿Y tú qué sabes? —replicó Ichigo, sin retroceder—. Tal vez solo no he querido esforzarme.

            Él no dijo nada. Pero su mirada bajó brevemente a sus labios. Apenas un segundo.

            Y luego, sin previo aviso, fue Ichigo quien acortó la distancia. Rápida, decidida. Lo besó. No como la vez anterior. Esta vez lo hizo con intención, con desafío, con la clara determinación de probar un punto. Intentando replicar lo que había hecho Byakuya cuando la besó de vuelta.

            Byakuya no se apartó. Tampoco respondió al principio. Pero cuando lo hizo, fue con una calma metódica y devastadora. Tomó control del beso con precisión quirúrgica, como si fuera un duelo silencioso. No había ternura, pero sí fuego escondido en las capas de contención. Era un pulso constante de poder.

            Cuando se separaron, apenas unos centímetros, ninguno de los dos jadeaba, pero el aire se había vuelto mucho más denso.

            —¿Y? —murmuró Ichigo, con los ojos entrecerrados—. ¿Fue eso un accidente?

            Byakuya se inclinó lo suficiente para que su aliento rozara su mejilla al responder:

            —Fue un poco mejor que la última vez.

            —¿Solo un poco?

            —No quiero que te confíes —dijo, con una media sonrisa que casi no era una sonrisa—. Todavía estás muy verde.

            Ichigo resopló, pero no retrocedió.

            —Voy a mejorar.

            —Eso espero —dijo él, dándose vuelta para marcharse—. Sería decepcionante ganar tan fácil.

            Y se fue, dejándola en el pasillo, con el corazón latiendo rápido y el orgullo enredado en la garganta.

            Ichigo se pasó una mano por el rostro y murmuró para sí:

            —Maldito noble elegante…

            Pero no sonrió. No. Ella sonrió ampliamente.

            Porque la guerra estaba declarada.

            Y en esa batalla, no pensaba perder.

Chapter 17: Puertas abiertas

Summary:

A veces necesitas un respiro.

Chapter Text

                El comedor de la mansión Kuchiki estaba bañado por la tenue luz de las lámparas de papel, proyectando sombras suaves sobre las paredes decoradas con pinceladas de tinta negra. El aroma del arroz recién hecho y el caldo especiado flotaba en el aire, creando una atmósfera de hogar que Ichigo no se atrevía a nombrar en voz alta.

                Rukia servía el té con movimientos tranquilos, mientras Byakuya leía algo en un pergamino a su lado, sin levantar la vista siquiera para tomar sus palillos.

                Ichigo, sentada en su lugar habitual, removía con pereza el contenido de su bol, fingiendo interés en el tofu cuando en realidad tenía la mente en otra parte. Bueno, no en otra parte. En alguien. Ese alguien que estaba justo al frente, aparentemente indiferente, como si el beso de esa tarde no hubiera sucedido.

                Como si nada en absoluto hubiera cambiado.

                —¿Pasa algo con el tofu? —preguntó Rukia, alzando una ceja.

                Ichigo parpadeó.

                —¿Eh? No, solo… pensaba. Oye, ¿está bien si invito a alguien mañana? Una amiga. De la academia.

                Rukia sonrió de inmediato, con un brillo curioso en los ojos.

                —Por supuesto. Sería lindo que tuvieras visitas.

                Ichigo se giró hacia Byakuya, solo por formalidad. Aunque sabía que, en última instancia, la decisión sería suya.

                Él no levantó la mirada del pergamino cuando dijo, con su tono habitual:

                —No necesitas permiso para invitar a alguien. Ya te dije que trates esta casa como tu hogar. Eso incluye traer amigos, siempre que no causen desorden.

                Se hizo un breve silencio, en el que Ichigo apenas alcanzó a pensar eso fue sorprendentemente razonable, antes de que Byakuya añadiera, con un leve retardo:

                —Excepto Hirako. Ese sujeto es... innecesariamente ruidoso.

                Rukia disimuló una sonrisa tras su taza de té. Ichigo soltó una risa abierta.

                —Tranquilo, no es Shinji. No creo que sepa siquiera cómo tocar una puerta.

                Byakuya no respondió, pero bajó el pergamino con lentitud y tomó sus palillos. No parecía molesto, pero tampoco particularmente satisfecho. Era su versión de una advertencia diplomática.

                Ichigo volvió a su comida con algo parecido a ligereza en los hombros. La extraña tensión que había sentido desde la tarde, esa mezcla de desafío y hormigueo, todavía viva bajo la piel, se diluyó apenas un poco con la conversación cotidiana.

                Y sí, tal vez estaban en medio de una guerra silenciosa a base de besos, orgullos y egos. Pero al menos, por esa noche, podían fingir que eran solo tres personas compartiendo la cena bajo el mismo techo.

                Aunque ambos sabían que no era tan simple.

                A la mañana siguiente el sol filtraba su luz tibia entre las nubes del Seireitei, tiñendo los caminos de un dorado suave que hacía parecer que todo era un poco más tranquilo de lo normal.

                Ichigo caminaba con las manos en los bolsillos, guiada más por la memoria que por la vista. Había memorizado la dirección que Shizuko le dio días atrás, aunque no se lo había dicho. Solo mencionó, con su estilo casual de siempre, que podría pasar a verla en cualquier momento.

                Hoy era ese momento.

                La casa de Shizuko era bastante grande para los criterios del Seireitei y muy bien cuidada, con un pequeño jardín frontal lleno de flores que Ichigo no habría sabido nombrar. Golpeó la puerta con suavidad, apenas una advertencia.

                Una mujer de mediana edad y al ver a Ichigo hizo una pequeña reverencia y esperó a que Ichigo hablara. La pelinaranja estaba un poco incómoda ante esa actitud, pero simplemente le dijo que era compañera de Shizuko y quería hablar con ella. La mujer asintió, la dejó pasar y luego se dio media vuelta.

                Shizuko apareció unos segundos después, aún arreglándose la cola de caballo, para mantener su cabello ordenado. Parpadeó al ver a Ichigo, sorprendida, pero sin disimular su alegría.

                —¿Masaki? No sabía que ibas a venir hoy. Disculpa a Obaa-san, ella es muda.

                Ichigo se encogió de hombros. Restándole importancia.

                —Dijiste que podía visitarte. ¿Estás ocupada?

                —No, para nada. Solo estaba… terminando el desayuno. ¿Quieres pasar?

                —En realidad venía a invitarte a salir.

                Shizuko la miró como si acabara de ofrecerle saltar por una ventana.

                —¿A salir?

                —Sí. Vamos a dar una vuelta. Hay algo que quiero mostrarte.

                —¿Y qué es?

                Masaki sonrió de forma enigmática, dando media vuelta.

                —Lo descubrirás si me sigues.

                Shizuko suspiró, sabiendo que no iba a sacarle más información. Tomó su haori y la siguió, cerrando la puerta tras de sí.

                Caminaron en silencio durante los primeros minutos. Shizuko notaba que el camino no era familiar, y cuando finalmente cruzaron la sección noreste del Seireitei, comenzó a sospechar.

                —¿No vamos al complejo Shiba?

                —No.

                —Entonces… ¿a dónde vamos?

                Masaki no respondió. Solo se detuvo frente a las enormes puertas del complejo Kuchiki, donde los emblemas nobles brillaban con elegancia sobria bajo la luz del sol.

                Shizuko se quedó sin palabras.

                —¿Este no es…?

                —Sí. Vivo aquí —respondió Masaki, como si nada—. Ven.

                Avanzó sin mirar atrás, dejando a Shizuko en estado de absoluto shock. La joven la siguió con pasos torpes.

                —¿Me estás diciendo que… vives en la mansión Kuchiki?

                —Así es.

                —¿Pero por qué? Pensé que vivías con los Shiba…

                Masaki se encogió de hombros mientras los guardias abrían las puertas con una leve reverencia.

                —Cuando tuve que quedarme en el Seireitei, Rukia me ofreció quedarme aquí. Y acepté.

                —¿"Quedarte en el Seireitei"? —repitió Shizuko, frunciendo el ceño—. ¿A qué te refieres con eso?

                La peli naranja no respondió. Solo le dirigió una mirada ladeada, una sonrisa cómplice apenas marcada, y siguió caminando por el pasillo principal.

                Shizuko, detrás de ella, sentía que cada paso dentro de la mansión era un salto cuántico en la escala de lo surrealista. Porque nada de eso tenía sentido. Porque claro que había cosas raras con Masaki. Pero esto… esto era otra cosa.

                Y lo peor era que, en el fondo, algo le decía que esta visita no era siquiera lo más impactante que descubriría ese día.

Así que, apenas cruzaron el umbral de la mansión Kuchiki, Shizuko se sintió fuera de lugar. El aire allí dentro era distinto: más limpio, más quieto, casi sagrado. Las paredes altas, los suelos pulidos y el silencio cortés de los sirvientes que se inclinaban al paso de Masaki daban una sensación de solemnidad que contrastaba con todo lo que conocía.

                Pero lo que más la desconcertaba era cómo Masaki caminaba por ese lugar con una naturalidad inquietante, como si lo hubiera hecho toda la vida.

                Un sirviente se les acercó con una reverencia impecable.

                —Kuchiki-sama y Kuchiki-dono han salido por la mañana, pero regresarán antes del almuerzo. ¿Desea que se prepare té en el jardín?

                Masaki negó con un leve movimiento de cabeza.

                —Gracias, pero saldremos un momento. No tardaremos.

                El sirviente asintió y se retiró con silenciosa eficiencia.

                Shizuko no sabía qué preguntar primero, así que guardó silencio… por ahora.

                Masaki giró hacia ella con su sonrisa tranquila, aunque había una chispa en su mirada que sugería que estaba disfrutando con moderación la sorpresa de su amiga.

                —Tenemos un rato antes del almuerzo. ¿Quieres venir conmigo a ver a unos amigos?

                Shizuko la miró con desconfianza disimulada.

                —¿Qué tipo de amigos?

                —Buenos amigos —le respondió, evasiva—. Te van a caer bien.

                —Eso es lo que me preocupa…

                —Vamos —insistió Masaki, ya caminando hacia la puerta trasera—. Ya estás dentro de la madriguera, ¿no? Qué más da.

                Shizuko suspiró.

                —Siento que estoy a punto de conocer a un dragón.

                —Cerca —dijo con una sonrisa ladeada—, aunque este respira hielo.

                Shizuko no entendió a qué se refería… aún.

                Pero algo dentro de ella le dijo que, si bien había cruzado el umbral de una mansión, en realidad había atravesado algo mucho más profundo. Y que, a partir de ahora, ya no iba a ver a Masaki de la misma forma.

                El camino hasta la Décima División fue tranquilo. O, al menos, tanto como podía serlo con Shiba Masaki marcando el ritmo como si supiera exactamente qué tan largo era cada paso hasta llegar a destino. Shizuko apenas podía seguirle el ritmo, y no solo por la caminata: aún no terminaba de procesar que su amiga vivía en la mansión Kuchiki.

                —¿No necesitas anunciarte o algo? —preguntó Shizuko al ver que Masaki cruzaba directamente por la entrada principal del escuadrón.

                —¿Para qué? —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Ya saben que vengo.

                Y lo sabían. Desde los reclutas en formación hasta los oficiales que cruzaban los pasillos, todos parecían reconocerla. Algunos la saludaban con gestos discretos, otros apenas se apartaban para dejarle el paso. Pero ninguno parecía sorprendido de verla ahí.

                Shizuko, por su parte, sintió que estaba en territorio ajeno… e importante.

                —¿Vamos a ver al capitán? —preguntó, tratando de sonar casual.

                —Sí. O eso planeaba. Aunque ahora que lo pienso… no siento su reiatsu. Solo está Rangiku.

                —¿La teniente? ¿Y tú puedes distinguir…?

                No terminó la frase. Masaki ya estaba abriendo la puerta de la oficina sin golpear.

                —¡Ichigo-chan! —gritó una voz al instante, seguida de un ruido sordo.

                Rangiku Matsumoto, teniente de la Décima División, se incorporó de golpe del sofá donde dormía profundamente, con el cabello revuelto y los ojos aún entrecerrados.

                —¡No me asustes así, pensé que eras el capitán! —se quejó con voz nasal—. ¿Y si hubiese estado… no sé, trabajando?

                Ichigo se apoyó en el marco de la puerta, sonriendo sin remordimientos.

                —Entonces te habría despertado igual.

                Solo entonces Rangiku reparó en Shizuko, que se había quedado congelada justo detrás de Ichigo, pálida como una sábana.

                —¿Y esa quién es? —preguntó, con genuina curiosidad.

                —Shizuko —respondió Ichigo, sin dejar de mirar a su amiga—. Es de confianza.

                Rangiku la observó unos segundos, como evaluándola. Luego asintió con una sonrisa juguetona.

                —Hola, Shizuko-chan. ¿Tú también vienes a visitarme sin anunciarte?

                Shizuko hizo una reverencia tan pronunciada que casi se cae.

                —¡Disculpe la intromisión, teniente Matsumoto! ¡No era mi intención irrumpir en su descanso!

                Rangiku soltó una carcajada.

                —¡Ay, no seas tan formal! Si Ichigo-chan te trajo, seguro que eres interesante.

                Shizuko levantó la cabeza lentamente, aún muy nerviosa, y se volvió hacia Ichigo con ojos llenos de preguntas. Pero Ichigo no respondió. En cambio, caminó hacia el escritorio de Rangiku y se dejó caer en una silla como si fuera su casa.

                —¿No está Tōshirō?

                —Fue a entregar un informe a la Primera —respondió Rangiku, girando para servir té como si nada—. Pero no debe tardar.

                Justo cuando iba a añadir algo más, un soplo de reiatsu familiar cruzó la habitación.

                —Hablando del diablo —murmuró Ichigo.

                La puerta se abrió con la calma contenida de quien estaba acostumbrado a poner orden donde reinaba el caos.

                —Matsumoto, ¿por qué sentí tu reiatsu alterado? —preguntó Hitsugaya antes de entrar por completo. Se detuvo en seco al ver a Ichigo.

                Y luego, sus ojos pasaron a Shizuko, que ya estaba al borde del colapso nervioso.

                —Ah. Con que tenemos visita —dijo finalmente, como si se le acabaran de explicar todos los misterios del universo.

                Ichigo levantó la mano en un gesto despreocupado.

                —Tōshirō.

                —Hitsugaya-Taichō —corrigió él con una leve inclinación de cabeza, antes de fijar su atención en Shizuko—. ¿Y tú eres…?

                —Ko-Kosaka Shizuko —balbuceó ella—. Perdón… por… irrumpir…

                Hitsugaya suspiró.

                —No tienes que disculparte. Esta oficina está tan lejos del protocolo como se puede estar sin que nada estalle.

                —¡Oye! —protestó Rangiku.

                —Y sabes que tengo razón —replicó él, apoyándose contra el marco de la puerta.

                Ichigo, por su parte, observaba en silencio a Shizuko. A pesar de la confusión evidente, su amiga no había salido corriendo. Y eso, viniendo de alguien como Shizuko, ya decía mucho.

                Cuando se levantaron para marcharse, Hitsugaya se despidió con una breve inclinación. Rangiku, en cambio, las acompañó hasta la salida, saludando con una sonrisa a medias.

                —¡Vuelve pronto, Ichigo-chan! Pero avisa antes, ¿sí?

                —Claro —respondió ella, claramente sin intención de hacerlo.

                Caminaron en silencio durante varios minutos. No por incomodidad, al menos, no completamente, sino porque había demasiado que asimilar. Ichigo no tenía prisa, y Shizuko claramente necesitaba tiempo.

                Fue Shizuko quien finalmente rompió el silencio, su voz apenas por encima de un susurro:

                —Entonces… ¿realmente eres Kurosaki Ichigo?

                Ichigo asintió sin detenerse.

                —Lo soy.

                Shizuko la observó de reojo. Estaba demasiado tranquila. Como si hubiese estado esperando esa pregunta todo el día.

                —¿Y por qué… todo lo demás? ¿La academia, el nombre falso, actuar como si fueras una más?

                Ichigo suspiró y se detuvo junto a un pequeño puente de piedra que cruzaba uno de los canales del Seireitei. Apoyó los codos en la baranda y se quedó mirando el agua correr.

                —Después de la guerra con los Quincy… mi poder estaba descontrolado. El viejo Genryūsai había muerto, Urahara estaba en el Mundo Humano, y quedarme allá era peligroso para todos. Así que me hicieron quedarme aquí.

                —¿Y el nombre?

                —“Ichigo” llama la atención —respondió con una sonrisa ladeada—. “Kurosaki Ichigo” es como una vengala en una noche sin luna. Se supone que ir a la academia me ayudará a controlar mi reiatsu, y algo he logrado, pero no creo que pudiera concentrarme mucho si están mirando cada uno de mis movimientos. Masaki… era mi madre. Ella era una madre excepcional. Murió cuando tenía nueve años, así que la mitad de mi vida la he vivido lejos de ella.

                Shizuko parpadeó varias veces, procesando la información. Había escuchado historias sobre Kurosaki Ichigo, por supuesto. ¿Quién no? Pero nada de eso se había conectado jamás con la chica que se sentaba a su lado en clase, que dormía en la misma habitación, que se quejaba de las tareas de kidoh como si fueran tortura.

                —Supongo que debí haberlo visto venir —murmuró—. Quiero decir… nadie normal pelea como tú. Ni habla con capitanes como tú. Ni se burla de Muguruma Kensei sin miedo a ser pulverizada.

                Ichigo se rió, sincera.

                —Y aún así sobreviví.

                Shizuko la miró un momento más. Luego se encogió de hombros y siguió caminando.

                —Está bien.

                —¿Eso es todo? —Ichigo levantó una ceja.

                —¿Qué más quieres que diga? Que estoy en shock, claro. Pero también sé que no cambia quién has sido conmigo. Fuiste mi compañera de clase. Fuiste mi amiga cuando nadie más hablaba conmigo.

                —…Gracias.

                —Solo no me pidas que te llame “Kurosaki-taichō” si algún día te dan una división.

                —No planeo tener una.

                —Eso decías de ser famosa, y mírate ahora.

                Ichigo soltó una carcajada, más relajada que en toda la mañana. Shizuko le sonrió también, pero con una chispa de complicidad distinta. Una que solo existía entre quienes habían cruzado un umbral que no permitía vuelta atrás.

                La confianza.

                Y esta vez, era mutua.

                Continuaron su camino a la mansión, esta vez en un silencio más relajado, menos tenso al saber que no había grandes secretos entre ella. Y la amistad forjada en la academia podía mostrarse como algo más fuerte en el futuro, quizás tan fuerte como una hermandad entre ella.

                Ichigo tenía una relación de hermandad con Rukia, pero esta fue forjada en medio de batallas y guerras. Estaba curiosa de ver a dónde llegaba su amistad con Shizuko, una amistad que nació en tiempos de paz. Y que aún no había enfrentado dificultades.

                La mansión Kuchiki era tan imponente como Shizuko había imaginado… y aún así, mucho más intimidante en persona. Los muros blancos, la simetría perfecta del jardín, la quietud casi ceremonial del lugar: todo gritaba “nobleza” desde cada baldosa pulida.

                Shizuko se obligó a mantener el paso firme mientras cruzaban el patio central. Sentía que cada sirviente que las observaba podía ver lo fuera de lugar que estaba.

                Ichigo, en cambio, parecía caminar como si estuviera en casa.

                Fueron recibidas por un joven criado, quien se inclinó con respeto.

                —Kuchiki-dono y Kuchiki-taichō ya regresaron. Los esperan en el salón principal.

                Shizuko tragó saliva.

                —¿Vamos a ver a los dos?

                —Sí —respondió Ichigo como si fuera lo más normal del mundo—. Vamos, te va a caer bien Rukia. Y Byakuya no es tan terrible como parece. Solo tiene cara de querer arrestarte todo el tiempo.

                Shizuko se quedó congelada un segundo.

                —¿Byakuya? ¿Le dices Byakuya?

                —Sí. ¿Cómo más lo voy a llamar?

                —No sé… ¿Kuchiki-taichō?

                Ichigo se encogió de hombros y siguió caminando como si nada.

                El salón estaba bañado en luz suave. Rukia, con su cabello recogido y una taza de té en las manos, fue la primera en saludar.

                —Llegaron justo a tiempo. El almuerzo estará listo en unos minutos.

                —Rukia, ella es Shizuko —dijo Ichigo, empujando ligeramente a su amiga hacia adelante—. Shizuko, ella es mi hermana adoptiva. Y capitana.

                —Es un gusto conocerla —saludó Shizuko con una inclinación rápida y rígida.

                —Relájate —respondió Rukia con una sonrisa amable—. Estoy fuera de servicio… por ahora.

                Entonces, llegó él.

                Byakuya Kuchiki entró como si la mansión entera se acomodara a su paso. Recto, elegante, con los ojos tan tranquilos como implacables. Shizuko se enderezó sin darse cuenta, deseando estar usando algo más formal.

                —Kurosaki Ichigo —saludó Byakuya con un leve gesto de cabeza.

                —Byakuya —respondió Ichigo, con el mismo tono.

                Y fue eso lo que hizo que Shizuko frunciera el ceño.

                No el saludo. Ni siquiera el uso de sus nombres. Sino el leve destello en los ojos de él. Y la manera apenas perceptible en que Ichigo lo sostuvo con la mirada un segundo más de lo necesario. No había tensión, ni hostilidad. Pero sí una cercanía… algo sutil. Algo difícil de definir. Algo que se parecía a la complicidad.

                O, más exactamente, a una rivalidad privada que se disfruta demasiado.

                —Así que esta es tu amiga —comentó Byakuya, observando a Shizuko con una expresión indescifrable.

                —Sí. Te juro que no traje a Shinji —dijo Ichigo con una sonrisa burlona.

                Rukia se rió por lo bajo, y Byakuya cerró los ojos apenas un segundo, como si se resignara a algo inevitable.

                —Agradezco el buen juicio.

                Shizuko parpadeó, confundida. ¿Estaban… bromeando? ¿Ellos?

                Luego, cuando Rukia y Byakuya comenzaron a conversar sobre algo trivial, Ichigo se dejó caer con confianza en uno de los cojines frente a la mesa baja. Shizuko se quedó de pie unos segundos más antes de sentarse a su lado suavemente, todavía observando cómo se movían todos a su alrededor.

                —Entonces… vives aquí —murmuró.

                —Sí.

                —¿Y no es raro?

                Ichigo sonrió, girando un poco la cabeza hacia ella.

                —Al principio sí. Pero ahora… es… es mi lugar seguro.

                Shizuko la miró, luego miró a Byakuya, quien en ese momento le ofrecía una taza de té con un gesto formal pero innegablemente directo, y no pudo evitar pensar que había muchas cosas de su amiga que no terminaba de entender.

                Y probablemente nunca lo haría del todo.

                Tras el almuerzo, el ambiente en la mansión era sereno. El sol de la tarde se colaba por los ventanales y proyectaba figuras alargadas en el suelo de madera impecable. Ichigo estiró los brazos con pereza, girándose hacia Shizuko.

                —¿Quieres acompañarme a la Novena? —preguntó con naturalidad—. Tal vez Kensei quiera entrenar un rato.

                Shizuko abrió la boca para responder, pero una voz pausada la interrumpió antes de que pudiera emitir sonido.

                —Kurosaki Ichigo —dijo Byakuya desde el extremo opuesto de la sala—. Ya que estás libre, podrías entrenar conmigo en el jardín.

                Ichigo giró la cabeza, un poco sorprendida. No porque no quisiera, sino porque no esperaba que él lo ofreciera frente a otra persona.

                —¿Contigo? —preguntó, alzando una ceja con una sonrisa apenas contenida—. ¿Combate fuera del escuadrón? —ella ya ni siquiera intentaba esconder su sonrisa entusiasta.

                Byakuya era uno de los combatientes más fuertes que conocía, y siempre era un pacer verlo luchar, pero para ella era mucho más emocionante luchar directamente contra él.

                —Mientras puedas mantener el ritmo —replicó Byakuya, aunque la rigidez en su postura delataba algo más que simple cortesía.

                Rukia, sentada al lado de Shizuko, alzó la vista de su té con una mezcla de curiosidad y confusión, pero no dijo nada. Shizuko, por su parte, permaneció en silencio, aunque sus ojos se movieron con rapidez entre Ichigo y Byakuya. Algo en esa interacción parecía inusualmente… tenso. No como un conflicto, sino como una especie de duelo velado. Como si cada palabra pesara más de lo que parecía.

                Ichigo se encogió de hombros.

                —Está bien. Pero no te contengas.

                —Jamás lo haría —dijo Byakuya con un tono tan neutro que casi parecía un reto.

                Mientras se alejaban para dirigirse al jardín, Rukia y Shizuko los vieron marcharse. La primera con un gesto pensativo, la segunda con una mezcla de desconcierto y fascinación. No entendía del todo qué clase de relación había entre Ichigo y el capitán Kuchiki, pero sabía que no era una relación corriente. Había una cercanía implícita, una confianza que no necesitaba palabras.

                Y aunque no podía ponerle nombre, Shizuko sintió que acababa de entrar en un juego donde las reglas aún no estaban del todo claras.

                El jardín trasero de la mansión Kuchiki era amplio y silencioso, con una belleza contenida en cada rincón. Las piedras cuidadosamente colocadas junto al estanque, los árboles de hojas rojizas a punto de caer, y el sonido tenue del viento entre las ramas daban al lugar un aire solemne.

                Pero ese equilibrio fue interrumpido por la primera colisión de reiatsu.

                Ichigo se movía rápido. No como una estudiante, sino como una veterana. Sus zancadas eran firmes, sus movimientos limpios. Había estado esperando algo así. No una misión, no una pelea de vida o muerte. Solo esto: un combate sin palabras. Un espacio donde todo se decía con zanjutsu y reiatsu.

                Byakuya no sonrió. No necesitaba hacerlo. Su sola postura, relajada y alerta, demostraba que se tomaba el entrenamiento en serio. No como un favor a alguien menor. Sino como un enfrentamiento digno.

                —¿Así que te gusta entrenar con Muguruma? —comentó mientras bloqueaba su ataque con facilidad.

                —No es la primera vez que entrenamos juntos —respondió Ichigo, retrocediendo antes de lanzar otro corte rápido—. Es quien mejor me entiende.

                —¿Eso crees?

                Byakuya se desvaneció y apareció tras ella, forzándola a girar sobre su eje. Sus zampakutō chocaron con fuerza.

                —Claro que sí —gruñó Ichigo—. Él es alguien que me guió en uno de mis momentos más bajos, me ayudó a fortalecerme y siempre está ahí si lo necesito. Me enseñó a confiar en mi instinto.

                —Eso lo sé —dijo, empujándola hacia atrás con un golpe controlado—. Tu cuerpo reacciona antes que tu mente.

                —Eso no es algo malo cuando el instinto es bueno.

                El reiatsu de ambos creció, llenando el jardín con una presión pesada que hizo que los pájaros de los árboles cercanos alzaran el vuelo.

                Desde una de las galerías laterales, rodeadas por una barrera e kido para protegerse del inmenso reiatsu que desprendìa el par combatiente, Rukia los observaba en silencio, de pie junto a Shizuko. No había intervenido ni una vez. Sólo miraba, con los brazos cruzados, sin perder detalle.

                —¿Siempre es así entre ellos? —preguntó Shizuko, sin apartar la vista.

                Rukia parpadeó lentamente, sin dejar de observar.

                —No. A veces son peores.

                Shizuko se mordió el labio. Aún no podía decidir si eso era intimidante o… extraño.

                La pelea continuó por varios minutos. A diferencia de otros enfrentamientos de Ichigo, este no tenía rabia ni urgencia. Era un juego de poder, una batalla de voluntades encubierta bajo la apariencia de práctica.

                Finalmente, Ichigo retrocedió varios pasos, respirando más rápido, pero con una sonrisa indomable en los labios.

                —¿Eso fue todo, Byakuya? Me estás yendo fácil.

                —Estás sudando —observó él—. Eso significa que no.

                Ella le sacó la lengua, apenas un segundo, antes de enfundar su zampakutō.

                —La próxima vez te haré sudar a ti.

                Byakuya inclinó la cabeza, como si aceptara el desafío.

                —Lo espero.

                Dejaron el entrenamiento hasta ahí, principalmente porque la presencia de Shizuko los mantenía controlados, y aunque no lo decían en voz alta, ambos sabían que Shizuko era demasiado débil para soportar una pelea real entre ellos. Incluso si ninguno liberaba sus zampakuto.

                El resto de la tarde la pasaron recorriendo los extensos terrenos de la mansión Kuchiki, que siempre encantaban a Ichigo con su belleza atemporal.

                El sol comenzaba a ocultarse tras los tejados del Seireitei cuando Ichigo y Shizuko caminaron juntas hacia donde vivía la familia de esta última. El ambiente estaba en calma, teñido de los tonos cálidos del atardecer, pero ninguna de las dos hablaba.

                Shizuko no estaba molesta. Solo necesitaba tiempo para procesar.

                Ichigo caminaba con las manos en los bolsillos, el cabello aún algo desordenado por el entrenamiento. La tensión en sus hombros no era física, sino emocional.

—Gracias por venir hoy —dijo finalmente, sin mirar a su amiga—. Sé que fue... mucho.

                —Un poco, sí —admitió Shizuko con sinceridad—. Pero no me arrepiento.

                Ichigo asintió. Le costaba expresarlo, pero lo valoraba más de lo que podía poner en palabras.

                —Shizuko...

                La aludida giró la cabeza.

                —¿Sí?

                Ichigo se detuvo, y ella también. Estaban a un par de calles de la casa de la familia de Shizuko, donde los faroles comenzaban a encenderse.

                —Lo que te conté… Lo de Kurosaki Ichigo, lo de mi identidad. No se lo digas a nadie. Por favor.

                Su voz no era desesperada, pero sí seria. Sincera.

                —Ya es complicado mantener el perfil bajo así como está. Si más personas lo saben... se va a descontrolar.

                Shizuko la observó con atención. Luego asintió.

                —No diré nada. Lo prometo.

                Ichigo suspiró, como si al fin pudiera quitarse un peso de encima.

                —Gracias.

                Shizuko la miró un momento más, y luego, en voz baja, añadió:

                —Y por lo que vale... Me alegra saber quién eres. No por fama ni por títulos. Sino porque ahora entiendo por qué eras así. Por qué parecía que cargabas el peso del mundo sin decirlo.

                Ichigo la miró de reojo, visiblemente incómoda por la ternura implícita, y se encogió de hombros.

                —No me pongas sentimental. Apenas es sábado.

                Shizuko soltó una risita.

                —Nos vemos el lunes, Shiba Masaki.

                —Tonta —murmuró Ichigo, sonriendo con suavidad.

                Cuando se separaron, Ichigo volvió sobre sus pasos en dirección a la mansión, el corazón un poco más ligero.

                El cielo teñido de púrpura la acompañó por los pasillos del Seireitei. Había decidido tomar una ruta menos transitada para evitar encontrarse con compañeros de la academia, no estaba de humor para más susurros.

                Por desgracia, su plan fracasó en el momento en que dobló una esquina, aunque no de la manera que esperaba. Se encontró de frente con Matsumoto y Shuhei Hisagi, sentados cómodamente en el borde de una fuente, compartiendo lo que parecía una botella de sake a escondidas.

                —¡Ichigo-chan! —exclamó Matsumoto al verla, alzando la mano con entusiasmo desmedido—. ¡Ven aquí un segundo!

                Ichigo se detuvo de inmediato. Conocía ese tono. Y no le gustaba nada.

                —¿Qué hacen ustedes dos por aquí? —preguntó, desconfiada.

                —Relajándonos —respondió Hisagi con una sonrisa tranquila—. Ha sido una semana larga. Además, Rangiku-san dice que el sake mejora el juicio si lo tomas mirando el atardecer.

                —¡Es filosofía Kuchiki, versión modificada! —añadió Matsumoto riendo.

                Ichigo entrecerró los ojos.

                —¿Y qué quieren conmigo?

                —Nada en particular —dijo Matsumoto con voz melosa—. Sólo... bueno, Shuhei escuchó un pequeño rumor... y yo también. Y no podíamos evitar preguntarnos si era cierto...

                Ichigo ya sabía por dónde iba la conversación.

                —No. No es cierto. No besé a Kensei. Y no me encerré con él en su oficina “para hacer travesuras”.

                —¡¿Trav...?! —Shuhei se atragantó con su bebida—. ¡Esa no era la palabra que usé!

                —No lo hiciste, ¿eh? —dijo Matsumoto, fingiendo decepción—. Y yo que pensaba que al fin te habías soltado un poco...

                —¡Suéltense ustedes! —Ichigo bufó, pasando de largo—. No tengo tiempo para sus tonterías.

                —¿Entonces qué hacían solos en su oficina? —preguntó Shuhei, alzando la voz—. ¿Estaban... entrenando?

                —Sí. Con los puños. Contra su cara. ¿Quieres que lo demuestre contigo?

                Matsumoto se rió tan fuerte que casi se cae de la fuente. Shuhei levantó las manos, fingiendo rendición.

                —Vale, vale. Solo bromeábamos. En serio.

                —Aunque —añadió Matsumoto con picardía—, si alguna vez pasa algo con Muguruma-taichō… o con Kuchiki-taichō… o con Hirako-taichō… ¿nos lo contarías?

                Ichigo se giró lentamente, su expresión una mezcla de amenaza y fatiga.

                —¿Por qué tengo la sensación de que me van a seguir molestando de todas formas?

                —Porque te conocemos —dijo Shuhei con una sonrisa.

                —Y porque te queremos —añadió Matsumoto, guiñándole un ojo.

                Ichigo resopló y reanudó la marcha.

                —Idiotas…

                Pero mientras se alejaba, no pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa. No todo en el Seireitei era una carga.

                La luz cálida de las lámparas se derramaba sobre la larga mesa de comedor cuando Ichigo entró en la sala. Rukia ya estaba sentada, hojeando un pequeño libro mientras sorbía té. Byakuya, como siempre, parecía recién salido de una pintura clásica: impecable, sereno, distante… aunque, desde hacía un tiempo, Ichigo había aprendido a reconocer las sutiles grietas en esa fachada.

                —Llegas tarde —comentó Byakuya, sin alzar la voz.

                —Me entretuvieron en el camino —dijo Ichigo con simpleza, tomando asiento frente a ellos—. Rangiku y Hisagi decidieron que era un buen momento para hablar sobre los rumores del Gotei. ¿Adivinan a quién pusieron como protagonista?

                —¿A Shinji? —preguntó Rukia sin levantar la vista de su libro.

                —No, esta vez me tocó a mí —resopló Ichigo, y se sirvió una porción de arroz—. Al parecer, me besé apasionadamente con Kensei en su oficina.

                Rukia levantó finalmente la vista, parpadeando.

                —¿Lo hiciste?

                —¡No!

                Byakuya alzó una ceja, levemente. No dijo nada, pero Ichigo supo que había oído ese rumor también.

                —Supongo que ya deberías estar acostumbrada a que todos hablen de ti —añadió Rukia con calma—. Aunque a veces me gustaría verles la cara si supieran que te preocupan más los entrenamientos que las citas.

                Ichigo rió por lo bajo.

                —O que lo más emocionante de mi semana fue ver a Shizuko casi desmayarse cuando Rangiku me llamó "Ichigo-chan".

                —¿Lo tomó bien? —preguntó Byakuya, sin juicio en su tono.

                —Después del shock inicial, bastante. No se ha ido corriendo y gritando, lo cual ya es un logro —Ichigo sonrió, pero luego se puso un poco más seria—. Me alegra que lo sepa. Con ella ya no tengo que fingir. Es… más relajado.

                Rukia asintió con comprensión. Byakuya no comentó nada, pero Ichigo notó cómo la tensión en sus hombros se suavizaba ligeramente.

                La conversación fluyó con naturalidad, hablando de detalles triviales, bromas suaves entre Rukia e Ichigo, y comentarios ocasionales de Byakuya que, aunque breves, tenían un peso reconfortante. Para Ichigo, esa cena era un recordatorio silencioso de que, aunque su identidad siguiera siendo un secreto en la academia, había un lugar donde no tenía que ocultar nada.

                Un hogar.

                Cuando terminaron de comer, Ichigo se estiró con satisfacción.

                —No sé ustedes, pero yo pienso acostarme temprano hoy.

                —Eres bienvenida a hacerlo —dijo Byakuya, levantándose—. Siempre que no te pierdas en el pasillo como la última vez.

                —¡Fue una sola vez! —refunfuñó ella, siguiéndolo.

                Rukia rió bajito, observándolos. Había algo diferente en la dinámica entre ellos, pero no alcanzaba a precisar qué. Solo sabía que, cuando Ichigo estaba en la casa, todo parecía un poco más… vivo.

La noche había caído sobre la Mansión Kuchiki. En el jardín, las linternas colgaban entre los cerezos aún sin flor, proyectando sombras suaves sobre los caminos de piedra. Ichigo se encontraba sentada en el alfeizar de su ventana, con una taza de té ya frío entre las manos y los pies descalzos apoyados en la madera pulida.

La habitación estaba en calma. Nada más que el murmullo distante del agua de la fuente y el susurro de las ramas contra los postigos.

                Había sido un día largo. Intenso. A ratos agotador. Pero por primera vez desde que se convirtió en "Shiba Masaki", sentía algo parecido a alivio.

                Shizuko sabía la verdad.

                Y lo había aceptado sin drama, sin reproches, sin ponerle una distancia artificial después de enterarse.

                Ichigo bajó la mirada a su taza. Se permitió una pequeña sonrisa.

                Tener una aliada dentro de la academia cambiaba todo. No necesitaba esconder cada palabra, cada reacción. Podía ser ella misma, aunque fuera por momentos, sin calcular qué parte de su historia debía editar. Shizuko la conocía como Ichigo. Y, más importante aún, seguía queriendo ser su amiga.

                Por un segundo, una imagen cruzó su mente: los ojos enormes de Shizuko cuando Rangiku la llamó "Ichigo-chan", la forma en que disimuló su nerviosismo al conocer a Byakuya, y cómo poco a poco se fue relajando durante la cena, como si hubiera comprendido que en esa casa las etiquetas no eran lo más importante.

                Ichigo recostó la cabeza contra el marco de la ventana. Aún tenía secretos. Aún tenía que actuar. Pero ahora ya no estaba sola en eso.

                La luna se alzaba alta sobre el Seireitei, redonda y blanca, y en ese momento, Ichigo sintió que podía respirar un poco más profundo.

                —Gracias, Shizuko —murmuró en voz baja, más para sí misma que para nadie.

                Y con ese pensamiento, cerró los ojos un momento, dejando que el silencio la envolviera.

                Porque, aunque su guerra de identidades seguía, esa noche, al menos, había ganado una pequeña batalla.

                Se dio media vuelta y se acostó en su cama, sin percatarse de las pequeñas flores de cerezo que descansaban fuera de su ventana, imposiblemente hermosas y florecidas, en especial teniendo en cuenta que no era su época de florecer.