Chapter 1: 360 | Charli xcx
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Narra Oikawa Guzmán
El sonido de mi alarma interrumpió mi sueño, el Himno de España sonaba por toda la habitación.
—¡Uy! A empezar un buen día con una buena melodía.
Me levanté de la cama de un salto, sin preocuparme en hacerla de nuevo, ya se encargaría mi madre. Fui a mi espejo decorado con pegatinas de toros, que compré cuando fui a la plaza a verlos por mi cumpleaños.
Mi rutina era sencilla. Constaba sólo de diecisiete cortos pasos de skincare para mi hermoso cutis, nada del otro mundo.
—Me amo. —me dije a mi mismo mirando mi reflejo. Estaba guapo incluso sin haberme peinado todavía.
Agarré el spray de laca y comencé a esparcirlo por mi brillante pelo, peinándome hacia el lado derecho para que resaltara mi marcado mentón.
Luego de aproximadamente cuarenta y cinco minutos para tener preparado mi peinado, me dirijo a mi vestidor y agarro lo primero que me encuentro; una camisa de LaCoste y unos simples pantalones de Polo Ralph Lauren. Como de costumbre, cambio mis calcetines nada más levantarme, hoy me decanto por los de Emidio Tucci, y como accesorio diario, mi rolex de solamente quince mil euros. Para terminar, me pongo mi chaleco Moncler importado de Suecia y mis mocasines de Adolfo Domínguez Aldo y obviamente, no se me podía olvidar mi pulsera de la bandera de España.
Hoy empezaba el nuevo curso, mi primer año de Universidad. A muchos estudiantes les preocupa el gran cambio, pero para mí eso no es nada. No tengo de qué preocuparme, mi chofer me puede llevar cuando yo quiera, no como aquellos que tienen que usar el transporte público.
Justo antes de bajar a desayunar me rocío mi fragancia estrella, Joan Paul Guti, edición especial.
Me subo en mi ascensor personal y bajo a la primera planta de mi humilde morada. Allí, estaban mis progenitores. Mi señor padre estaba sentado con semblante serio, leyendo un periódico mientras esperaba el desayuno. Mi madre se encontraba en la cocina, preparando el desayuno. Esperaba que no fuera lo de siempre, huevos revueltos con caviar.
—¡No puede ser madre!, ¿otra vez esta porquería?
—Es lo que toca hoy en tu dieta, cariño. —dijo mi madre dándose la vuelta para mirarme con una sonrisa.
—¡¡Pero esto lo comí ayer también!! —digo exaltado y apretando los puños con ira.
—No molestes, Oikawa Guzmán. —dijo mi padre sin levantar la voz y sin quitar la vista del periódico.
Eso me bastó para tragarme mis palabras y sentarme en la silla de la mesa que se encontraba en la otra punta.
—Menos mal que has decidido dedicarte a la carrera de ciencias políticas, hijo. —dijo mi padre, bebiendo un sorbo de su carajillo y acto seguido una calada de su puro, como de costumbre. —Vamos a necesitar a más gente con nuestros ideales para acabar con el infame reinado de Pedro Sánchez.
—De eso no tengas dudas, algún día lo conseguiremos, padre. —digo con orgullo por mi patria.
—A ver si en las próximas elecciones hay suerte.
—Debe tener fé, padre. —digo mientras termino mi poco apetitoso desayuno y me dispongo a abandonar la mesa.
Mi madre se acerca sin previo aviso y me da un beso en la frente.
—Ten un buen día, cariño. —dijo con una sonrisa, acariciando mi pelo recién peinado.
—¡Mamáaa! —suelto en un chillido muy masculino y paso mi mano por la frente para borrar las posibles marcas del beso.
Mi padre me mira por encima de los cristales de sus gafas y devuelve su vista a su periódico. Espero que no le diera mucha importancia.
En la puerta de mi casa me esperaba mi chofer, cuyo nombre no recuerdo.
—Buenos días, señor Guzmán. —saludó el hombre, lo más probable es que fuera de Brea de Tajo o similares, a juzgar por sus pintas, su traje no era de marca, pienso escandalizado.
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Antes de poner un pie fuera del coche ya noto el olor a suburbio. Una vez fuera, me dispongo a entrar y un par de mocosos pasan por mi lado, uno de ellos me empuja y luego se alejan de mí, corriendo y gritando.
—Valiente chusma — susurro, huelen a gitanos, es decir que no se han lavado en semanas.
Entro al salón de actos y tomo asiento en primera fila, en el único sitio que había libre, cruzo mis esbeltas piernas y presto atención.
—Bienvenidos a todes. —dice con una sonrisa que me perturba, ¿cómo que todes? Los rojos nos invaden, o todos o todas, nada de todes. —Empieza un nuevo curso y nueva etapa en vuestra vida, espero que estéis muy emocionades.
Frunzo el ceño y miro hacia otra dirección, poniendo los ojos en blanco, él no se merece que mis ojos conecten con su mirada de rojo.
—La Universidad es muy distinta a bachillerato. Estáis solos, ahora debéis organizarnos por vuestra cuenta. —continuó el profesor. —En la UAM es necesario matricularse en un club de deporte, de vuestra elección. Al final de la charla os entregaré un folio con todos los clubs que hay disponibles, para que elijáis y apuntéis vuestros datos personales.
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Luego de rellenar el formulario para matricularme en el club de golf me dirijo a mi primera clase.
Cuando llego al aula, me acomodo en una de las filas delanteras, como siempre, quiero dejar claro desde el primer día que no soy uno más del montón.
El profesor, un hombre mayor de aspecto cansado, entra con una carpeta llena de documentos y sin siquiera mirarnos empieza a escribir en la pizarra: Introducción a la Ciencia Política. A mi alrededor, algunos estudiantes sacan sus portátiles, otros bostezan. Yo me cruzo de brazos y de piernas y espero.
—La política—comienza diciendo el profesor, sin preámbulos—es la actividad mediante la cual se organiza el poder en una sociedad. Aristóteles la definía como el arte de gobernar para el bien común, aunque, claro, eso es una visión idealista.
Sonrío para mis adentros. Idealismo… Qué pérdida de tiempo. Lo que importa no es el bien común, sino el orden, la estabilidad, la fuerza. Sin embargo, me mantengo en silencio.
A medida que avanza la clase, el profesor empieza a mencionar conceptos como democracia, autoritarismo, ideologías políticas. No puedo evitar alzar una ceja cuando habla del “peligro de los populismos de derecha”. Miro a mi alrededor, esperando encontrar alguna reacción, pero la mayoría de los estudiantes asienten, como si estuvieran tragando sin masticar todo lo que les dice.
Levanto una mano.
—Las preguntas al final de la lección, por favor.
No me importó y hablé igualmente.
—Profesor, menciona el populismo de derecha como un peligro, pero no ha dicho nada sobre el populismo de izquierda. ¿No cree que ambos extremos pueden ser igual de perjudiciales para la democracia, sobre todo el de izquierdas? —añadí, repeinando mi cabello que estaba por caerse de todas las tonterías que había escuchado.
El profesor me mira con un atisbo de irritación, pero intenta mantener la compostura.
—Por supuesto, los extremos en general pueden ser problemáticos, pero los estudios actuales muestran que…
Mientras empieza a divagar con estadísticas y referencias a académicos progresistas, yo simplemente asiento con expresión neutra. No espero que lo admita, pero sé que he ganado en esta conversación.
Al terminar la clase introductoria, el profesor nos dice que debemos ir a nuestros respectivos clubs para las presentaciones, así que me dirijo al patio esperando poder encontrar a simple vista el campo de golf.
Para mi sorpresa, no había.
Con la sangre hirviendo voy furiosamente a la oficina del director.
—¿¡Dónde está el dichoso club de golf aquí?! —pregunto muy exaltado, e incluso un par de mechones de mi impecable cabello se han despeinado.
—Nosotros no tenemos tal club, chico. —el director me mira con una ceja levantada. —Eres el único que se ha apuntado. Ni siquiera hay entrenador.
—¿Cómo?
—La única opción que te puedo dar es matricularte en otro de los clubs —me entrega un papel con varios clubs, la mayoría tachados porque estaban llenos. —Solo tenemos disponibles el de voleibol o el de ballet —Me mira con una expresión vacilante, mi cara se pone roja de la rabia.
—Como no me deje matricularme en el deporte que YO quiera se las verá con mi padre —hablo con superioridad y una leve sonrisa maliciosa.
—¿Y quien es su padre? Si me permite preguntar… —Su indiferencia me molesta, no le ha importado en lo absoluto.
¿Quién se cree? Mi padre podría hacer que le despidan en un segundo. Pese a mi furia, me trago mis palabras de odio y no le replico más. Agarro el formulario del club de voleibol de mala gana y apunto mis datos.
—Gracias por nada. —contesto secamente y arrojo el formulario sobre su escrito. Me levanto de la silla y me dirijo a la salida sin despedirme.
Salgo de la Universidad y ahí se encontraba mi chofer, todavía esperándome desde que me dejó en la mañana. Como debe de ser.
Nada más sentarme en mi coche, paso una de mis manos por mi muñeca y noto la ausencia de mi ROLEX. La sangre se me congela por un segundo y en lo primero que pienso es en la reacción que tendrá mi padre.
Nunca había perdido un regalo de mi padre tan preciado, no estaba seguro de cómo podría tomárselo. No se si sería capaz de hacerme eso a mi, pero recuerdo perfectamente aquella vez que se lo hizo a mi madre…
Tal vez solo me regaña, no creo que se atreva a alzarme la mano de nuevo, o eso espero.
El chofer anunció que habíamos llegado a casa, mis piernas tiemblan por un segundo al escuchar el sonido del motor deteniéndose. La incertidumbre me paraliza pero reuno agallas para pasar por el gran portón.
—¡Hola, cariño! ¿Cómo te ha ido el día? —Pregunta mi madre contenta de verme de vuelta.
La ignoro porque estoy perdido en mis pensamientos. Comienzo a subir por las escaleras porque es la vía de escape más cercana, pero mi padre interrumpe mi caminar.
—¿Qué tal, Oikawa? —Pregunta a mis espaldas.
Mis piernas se tensan y se detienen, no contesto ni me giro, simplemente no puedo pensar en la respuesta correcta.
—Te estoy hablando, Oikawa Guzmán. —Escucho su grave voz más cerca, todavía detrás de mí.
Me giro muy lentamente, sin atreverme a mirarle a la cara, cuando por fin lo logro, su frío semblante me atraviesa las pupilas.
—Lo siento mucho, padre. Yo no quería que esto pasara. —Mis ojos intentan evitar su cara a toda costa, pero su insistente contacto visual me lo impide.
—¿De qué estás hablando? —Se nota que está perdiendo la paciencia. Eso es malo.
—Lo siento mucho de verdad, yo no quería que esto pasara, no volverá a suceder, lo juro… —repito mientras se me quiebra la voz y noto como mis mejillas se humedecen por las lágrimas, que inconscientemente estoy derramando.
—Cariño, no llores, no sé qué ha pasado pero podemos solucionarlo —mi madre trata de poner su mano sobre mi hombro en forma de apoyo pero mi padre lo impide y le da un empujón.
—Vete de aquí, mujer. Esto es una conversación de hombres. —mi padre, habiendo perdido ya la paciencia agarra con fuerza mi muñeca y me tironea, me paralizo aún más al darme cuenta de que puede notar la ausencia de mi reloj.
Balbuceo algo incomprensible, quiero decir algo pero mis palabras están atrapadas en mi garganta.
—Papá…—susurro, antes de que pueda terminar la frase su mano abofetea mi mejilla con fuerza.
—¡Dime que no es lo que estoy pensando, Oikawa Guzmán!
—Lo siento… —dije llorando, notaba como mi mejilla ardía.
—No es suficiente que lo sientas —agarra con fuerza mi cabello y con un fuerte tirón me acerca a él, noto su aliento a puro atravesar mis orificios nasales.
No soy capaz de responder y continuo llorando. Intento alejarme de él pero no soy lo suficientemente fuerte.
—Contesta, sé un hombre y admite que has perdido un reloj valorado en quince mil euros.
Las lágrimas caen por mis mejillas. Intento dejar de llorar, de verdad lo intento, pero simplemente no puedo. La mirada de mi padre, su exigente voz y su fuerte agarre me lo impiden.
La falta de respuestas lo enfurecen aún más y siento otro golpe, esta vez en mi abdomen.
Noto como poco a poco se me va agotando el aire.
—Lo he perdido, pero no era mi intención, papá.
—No me valen excusas baratas. —veo como alza su mano, como reflejo cierro los ojos para luego sentir el impacto en mi rostro.
Vuelvo a enfocar mi mirada en la cara de mi padre pero él no me está observando a mi sino a su camisa manchada con la sangre que caía de mi nariz.
—Menudo asco, en mi época no se sangraba solo con un patético puñetazo. —dijo mi padre, soltando su agarre y dejándome caer.
Mi cabeza choca contra la baranda de la escalera y lo único que logro escuchar es el sonido de un llanto desconsolado y a mi padre murmurar furioso.
—Ya se encargará tu madre de limpiar el estropicio que has causado.
Chapter 2: This Charming Man | The Smiths
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Narra Iwa García
Lo primero que escucho nada más abrir los ojos es a mi madre llamándome para que la ayude en nuestra panadería.
—¡Iwa, vamos a abrir ya, no tardes en bajar!
Con los ojos entrecerrados busco con la mirada el reloj, y suelto un suspiro al ver que eran las cinco de la madrugada.
Salgo de la cama y me visto rápidamente con lo primero que encuentro, una camiseta de manga corta de propaganda de Coca-cola y un chándal cualquiera.
Salgo de mi cuarto y bajo las escaleras.
—Buenos días mamá. —saludo aún medio dormido y le doy un besito a mi madre en la mejilla.
—¿Qué tal has dormido? —pregunta mi madre con una sonrisa mientras colocaba los panes y dulces en el expositor de la tienda.
—Bueno, me ha costado un poco dormir, pero nada del otro mundo —digo mientras rasco mi nuca un poco nervioso.
—Ay, nene, lo siento mucho, ¿quieres que te prepare esta noche una infusión para dormir mejor?
—No hace falta mamá. —le resto importancia mientras dejo que mi madre acaricie mi mejilla.
—¿Qué quieres para desayunar? Tengo unos molletes en el horno, ya queda poco para que estén listos.
—No te preocupes, yo me encargo. —digo mientras me coloco el delantal. —¿Qué quieres que le ponga al mollete?
—Ponle aceite y pavo porfis, como todos los días —me sonríe desde el mostrador.
Lavo mis manos antes de coger el pan recién salido del horno, luego me dirijo a la cocina para preparar el desayuno.
Cuando todo está listo, ambos desayunamos mientras mantenemos una charla informal.
—¿Tienes todo listo para hoy? —pregunta mi madre, limpiándose con la servilleta.
—Si, hoy también tendremos práctica con el equipo por la tarde.
—¡Ah, si! ¡Qué bien! –exclama ella emocionada. –Me alegro que hayas retomado el voleibol.
Asiento. Casi siempre le contaba todo a mí madre pero el por qué dejé el voleibol decidí guardarlo para mí. Y prefería que se quedara así.
Mientras termino mi desayuno miro la hora del reloj de la tienda, eran las seis y media, en unos diez minutos debía salir para ir a la Universidad. Preferí salir un poco antes para poder ir más tranquilo.
—Me voy mamá, ten un buen día —me despido de ella con otro besito en la mejilla y una sonrisa de oreja a oreja.
—Igualmente, nene.
Agarro mi mochila y me dirijo hacia la entrada donde, sin querer, termino chocándome con una mujer que entraba al local.
—Perdone. —digo rápidamente.
—Oh, no te preocupes, cariño, he sido yo la que ha entrado sin ver.
La voz de mi madre interrumpe nuestra interacción.
—¡Hachi, buenos días! ¿Lo mismo de siempre, nena? —pregunta con una sonrisa, dándole dos besos y una abrazo a la clienta.
—Si, muchas gracias, Carmen.
Me giro hacia la barra, todavía tenía tiempo para ayudar un poco a mi madre antes de salir.
—Nene, ¿qué haces todavía aquí? —me dice mi madre, frunciendo el ceño. —Vete que te van a dar las tantas.
—¿Estás segura? —no quería que mi madre se esforzara demasiado luego de lo ocurrido.
—Vete, anda.
Le dedico una última mirada de reojo a la mujer quien ahora miraba a mi madre con una sonrisa y me giro de nuevo hacia la salida.
—Ten un buen día. –susurra la clienta mientras caminaba hacia el mostrador.
Asiento con una sonrisa.
Me dirijo por el camino más corto para la Uni, una caminata de únicamente una hora y media.
El trayecto resultó no ser tan largo. Estaba acostumbrado a las largas caminatas de cuando tenía que ir al instituto que quedaba a una hora y no podía coger el transporte público. En la zona en la que vivo no llegan los autobuses y mucho menos el metro, así que no me queda de otra que ir andando a la facultad.
Nada más llegar me encuentro en el patio de la entrada a dos muchachos armando un alboroto. Uno de ellos se encontraba agachado, casi en el suelo, con su Nokia en alto, parecía que estaba grabando al otro, que estaba montado encima de un banco cantando una canción de Los Chichos mientras pegaba palmas y escupía cáscaras de pipas al suelo. Era un verdadero espectáculo.
—Ira Noya lo que le robe al payo ese de aye’ —dice el cantante, pegando un salto para bajarse del banco.
Acto seguido le enseña un reloj de oro muy brillante.
—¿¡Al final se lo robaste?! ¡Me dijiste que no! —replica el más bajito.
El otro se limita a responder con un simple encogimiento de hombros, restándole importancia.
—Me cago en tu raza carvo de mierda. —pega un salto y le pega una colleja en la nuca.
Sigo de largo ignorando la extraña conversación, prefiero irme antes de meterme en problemas con esos dos.
—¿Amego, tiene un segarro? —el calvo se dirige hacia mí con una espeluznante sonrisa.
Mi cuerpo se paraliza por un segundo.
—No, lo siento, no fumo.
Los dos se acercan a mi, mis manos tiemblan. Si le han robado un reloj de oro a alguien, ¿que serían capaces de hacerme a mí? Me pregunto preocupado.
—Bien que haces, nunca lo hagas, es malísimo. —dicen ambos al unísono mientras me dan una palmada en el hombro.
Me río incómodamente pero más tranquilo.
El calvo dirige su mirada a su reloj robado.
—Fuap que tarde es, Noya nos toca turno en el keba, amono —menciona él, mirando a su compañero. Luego dirige su vista hacia mi. —Ten un buen día, primo.
—Igualmente.
Veo como se alejan corriendo mientras el bajito le dice al calvo de compartir el reloj.
Suspiro aliviado y ahora sí, me dirijo a clase.
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Las clases, para mi sorpresa, terminan con rapidez. Ya era hora de ir al club de voleibol, esperaba poder acordarme del camino, pero no.
Después de un buen rato dando vueltas veo a dos chicos charlando en la entrada.
Me acerco a ellos.
—Hola, perdona, ¿saben donde está el club de voleibol? Es que no recuerdo dónde estaba. —digo con una sonrisa nerviosa.
—¡Hola! —uno de ellos me saluda animado con la mano.
—Justo íbamos a ir allí, puedes acoplarte si quieres.
—Vale, gracias —comenzamos nuestra caminata hasta el club.
—¡¡¡¡¡Me llamo Bokuto!!!!! El es Kuroo pero le decimos Kurro. ¡¿Cómo te llamas?! —el peliblanco me pregunta a los gritos.
—Me llamo Iwa García, encantado. ¿Qué estudiáis? No os vi el día de presentación.
—Yo estudio ADE, ayer falté porque siempre dicen lo mismo en las presentaciones. —el pelinegro responde encogiéndose de hombros.
—¡Y yo deporte! Y práctico portugués, español, inglés, árabe y klingon en duolingo a tiempo parcial. Tengo una racha de siete días porque se me olvidó hacer los otros cuatro idiomas. —grita emocionadamente. —¿Y tú?
—Estoy estudiando Ciencias Gastronómicas.
—¡¡¡WOW, que chulo!!! Era una de mis opciones, porque me encanta comer, pero no me cogieron porque no me daba la nota.
—Menos mal, porque no sabes hacer ni un huevo frito—critica el pelinegro.
—¡Waos un céntimo, es mi día de suerte! —ignora el comentario, agachándose con un ágil movimiento y agarrando la moneda.
Un brazo señalando hacia delante impide mi visión.
—Ahí está el club —indica Kuroo.
En el marco de la puerta había un chico, muy arreglado para la ocasión, fumando un puro.
—¿Me compartes uno? —pregunta Kuroo acercándose sin vergüenza alguna.
El chico lo ignora y pone una mueca de molestia, acto seguido expulsa una gran nube de humo directo a mi cara.
Aprieto los puños con impotencia.
—No deberías fumar en la universidad —intento mantener la calma.
—¿Quién te crees que eres para mandarme a mi? —responde con superioridad.
—No le hagas caso, venga vamos dentro. —Kuroo posa su mano en mi hombro para tranquilizarme.
El entrenador nos informa de que todavía faltan algunos compañeros, así que nos pide que los esperemos.
Los minutos pasan y no hay noticias de ellos.
—Bueno, como no han llegado, comencemos ya. –dice el entrenador, cansado. —Empecemos por las presentaciones, luego haremos unos estiramientos y practicaremos los pases y recibimientos en parejas.
Todo el mundo suspira, y yo intento contenerme de no hacer lo mismo. Las presentaciones eran una tontería.
Nos ponemos en un círculo e iniciamos de derecha a izquierda.
—Bueno, pues me llamo Tsukishima Cansino, estudio ingeniería informática. —dice el chico más alto de toda la sala, con un tono indiferente.
—!Hey, yo soy Bokuto Martinez, estudio deportes y me encanta la playa y las salchichas al vino! —grita con una gran sonrisa.
—Puf que ruidoso —murmura Tsukishima con un atisbo de burla.
—Mi nombre es Oikawa Guzmán, estudio Ciencias Políticas, estoy en esta tontería porque me han obligado, yo no quería este deporte. —se cruza de brazos irritado.
Un silencio incómodo consume la habitación.
—El deporte NO es una tontería.—replica Bokuto.
—Soy Kuroo Rodríguez, estudio ADE. —dice con las manos en los bolsillos.
—Hola, soy Iwa García, estudio Ciencias Gastronómicas.
Escucho una leve risita a mi lado, pero decido ignorarlo para evitar problemas innecesarios.
—Lo mejor pal final. —dice el mayor, con una sonrisa. —Me llamo Ukai, me podeis llamar Kike, seré vuestro entrenador durante este curso.
Todos asentimos y comenzamos a estirar, siguiendo las indicaciones del entrenador.
—Voy a elegir las parejas al azar para empezar a practicar.
Kike comienza a escoger entre nosotros.
Para mi disgusto como no podía ser de otra forma, me toca con la persona que peor impresión me había dado. Oikawa Guzmán.
Al ver que no toma la iniciativa decido acercarme a él.
—¿Empiezas tu recibiéndola? —pregunto, señalando la pelota.
—Como sea. —dice cruzándose de brazos y mirando hacia otra dirección.
Suelto un suspiro.
Decido colocarme en mi sitio para comenzar la práctica. Veo como Oikawa, sin muchas ganas, hace lo mismo.
–¿Listo? —pregunto.
Él solo asiente.
Luego de un buen rato pasando la pelota, noto como la temperatura aumenta conforme continuabamos la práctica. Así que decido quitarme mi sudadera.
Desvío mis ojos hacia Oikawa, quien parecía que estuviera evitando mi mirada. Él seguía con su sudadera puesta, pero era evidente que se moría de calor.
—Te vas a morir si no te quitas eso —señalo su sudadera.
—¿Qué te importa? —dice mientras gotas de sudor caen por su sien —En realidad, no tengo tanta calor.
—Si tu lo dices…
Continuamos con el ejercicio hasta que Kike pega un chiflio y nos comunica que es el descanso, y que podemos ir a merendar o fumarnos un piti.
Justo en ese momento, para mí sorpresa, llegan los dos chicos de esta mañana, corriendo y gritando como siempre.
—Peldone Kike el turco del keba no nos dejaba salir antes —dice el más pequeño, intentando recuperar el aliento.
Kike suspira y se la pela.
—OK, id a practicar los pases mientras los demás descansan y no molesteis. —señala a una esquina lejana del pabellón.
—Enga Noya, amono’ —anima el calvo.
Bokuto se acerca a mi y me invita para que meriende con ellos.
—Bocata lomo ya —dice Bokuto mientras pega saltitos sacando el bocadillo de su mochila.
—Seguid vosotros, ahora vuelvo —Kuroo se aleja a paso ligero hacia unos bancos más alejados.
Allí, se encontraba un chico de pelo largo teñido concentrado en su móvil.
—¡Ahí va con Kenma! —dice Bokuto sonriente observando cómo se dan un besito de saludo y comienzan a charlar.
—¿Es su pareja? —pregunto curioso.
—Si, llevan juntos un año ya. —contesta Bokuto, dándole un mordisco a su bocata lomo ya.
Desvío mi mirada un poco más al lado. Allí, en un banco, se encontraba Oikawa fumando otro puro y observando a Kuroo y Kenma con una ceja alzada.
En cuestión de segundos, Kuroo se acerca de nuevo a nosotros pero esta vez iba con Kenma, quien agarraba su mano.
—¡KENMAAAAAAAA! —grita Bokuto mientras levanta al otro en sus brazos y lo envuelve en un fuerte abrazo. —¡Llevaba siglos sin verte!
—Hola, Bokuto. —contesta el otro, sonriéndole de lado.
—Uy, no os conocéis. —señala Kuroo, mirándome. —Él es Kenma, mi novio.
Kenma me saluda con la mano.
—Yo soy Iwa, encantado. —digo sonriendo.
Pasamos el resto del descanso charlando entre nosotros mientras Bokuto comía su bocata y hacía el duolingo, esta vez en árabe. Kuroo me contó que, en realidad, él y Kenma se conocían de toda la vida, ya que son vecinos pero que tardaron bastante en darse cuenta de que se gustaban.
—¡¡Que cukis!! —dijo Bokuto, emocionado.
Kuroo sonrie.
Kike nos llama con otro de sus chiflios para que entremos. Al fondo estaban los dos que habían llegado tarde, tumbados en el suelo sin aliento.
Antes de dirigirme hacia donde estaba Kike y los demás, le doy una última mirada a Bokuto y veo de reojo como se toma una pastilla con rapidez.
Nuestras miradas conectan, pero decido mirar hacia otro lado. Parecía que no quería ser visto.
Kenma nos da una sonrisa y le da un beso corto a Kuroo en señal de despedida. Cuando él se alejaba, comenzamos a acercarnos todos hacia el entrenador.
Noto como Oikawa se coloca a mi lado y escucho como susurra: —¿Y esta quien es?
—Es él. —Bokuto corrige con amabilidad, pensando en que no lo hacía a malas.
—Ugh, los rojos y sus mariconadas. —susurra Oikawa, cruzándose de brazos molesto.
No parecía que alguien más lo hubiera escuchado.
Continuamos el entrenamiento, esta vez soy yo quien recibe los pases de Oikawa.
Noto como luego de un par de intentos, los pases de Oikawa son bastante inestables, no teniendo la fuerza necesaria para que yo pudiera recibirlos correctamente.
—Debes colocar tus manos así. —digo, imitando el gesto de colocar la pelota.
—Eso intento. —dice Oikawa en un gruñido.
—A ver, déjame ayudarte —me acerco hacia él e intento agarrar su muñeca para colocarlo en la posición ideal.
Oikawa se aleja justo antes de que pueda tocarlo.
—¡Puedo hacerlo solo! —exclama, alejándose aún más.
—Vale perdona, no quería molestarte.
Oikawa suelta un bufido y me ignora.
La clase continúa con incomodidad y sin que mejoren sus pases. En el pabellón se podían escuchar los gritos de emoción de todos, salvo nosotros. Nuestra conversación no era de emoción. Lo único que se escuchaba eran los quejidos de Oikawa cuando el balón impactaba contra sus antebrazos.
—¿De verdad estás bien? —pregunto con preocupación mientras me acerco solo un poco para no molestarle demasiado.
Las palabras de Oikawa fueron silenciadas por el chiflio de Kike que nos avisaba del fin del entrenamiento.
Todos van corriendo a los vestuarios y duchas para cambiarse lo antes posible. Nosotros nos quedamos atrás.
—Iwa y Oikawa, haced el favor de recoger los balones y la red.
Oikawa comienza a caminar hacia los balones de mala gana, mientras yo recojo la red.
Una vez terminados lo guardamos todo, los demás ya se habían ido a sus casas. Veo como Oikawa se adelanta a los vestuarios.
Justo cuando decido seguirlo, siento como mi teléfono vibra en mi pantalón.
Llamada entrante de Mamá❤️
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La llamada al final no duró tanto como esperaba. Mi madre solo me había llamado para preguntar si quería queso rallado con los macarrones.
Suelto un suspiro luego de colgar y ahora sí, me dirijo a los vestuarios.
Abro la puerta, sin prestar mucha atención. En lo único que podía pensar era en las ganas que tenía de macarrones con queso.
Camino hacia la primera taquilla.
Ojalá los macarrones sean preparados por mi madre. Aunque es poco probable. Seguía bastante mal luego de su operación. Así que, en realidad, era mejor si no se esforzaba mucho en prepararlos.
Alzo mi cabeza para agarrar el cambio de ropa. Abro mis ojos con sorpresa cuando veo a Oikawa mirándome con una expresión asustada.
—¿Qué estás haciendo aquí? –pregunta él exaltado.
Mi mirada recorre su cuerpo. No llevaba camiseta.
Mis ojos se abren aún más cuando me doy cuenta de todos los moratones que cubren su torso y abdomen. Solo mirando de reojo se podían notar más de cinco moratones cerca de su pecho. La zona de su cuello y antebrazos también estaba roja. Ahora entendía porque soltaba quejidos a la hora de colocar y recibir el balón.
Oikawa nota mi mirada y agarra su camiseta para taparse lo más antes posible.
—A ver si aprendes a tocar la puerta, imbécil. —agarra su mochila y se va corriendo.
Mi corazón late con fuerza mientras intento alcanzarlo. Quería disculparme, no quería que esto se quedase aquí.
Oikawa ya estaba muy lejos.
Chapter 3: Problems | Mother Mother
Notes:
TW: Muerte.
Chapter Text
Narra Nishinoya Jiménez
—¡Arriba, equipo kebap! —llamó Joaquin, para que nos despertaramos.
—Que pesao —dije frotándome los ojos, medio dormido.
Solté un bostezo y observé a mi alrededor. La habitación que compartía con mi bro Tanaka estaba como siempre. Los trozos de kebap y la ropa usada estaban en el mismo sitio. Me sentía como en casa.
No necesitábamos mucho para vivir. Nos servía el zulo que nuestro jefe Joaquín, dueño de la maravillosa compañía The Turco Nation nos había alquilado. Me lo esperaba peor.
El sitio solo tenía un colchón y almohada que compartiamos; un día pa uno, otro día pal otro. Tenía un bidón con agua para ducharnos, que se debía de rellenar en el local, ni siquiera había cocina ni un baño completo. Vaya, que debíamos bajar al kebab para poder echarnos un aguilla y comer.
—Buenos días, churrita de oro. —me saludó Tanaka con una sonrisa.
—Buenos días mi fiera. —contesté, pegándole una colleja.
Nos miramos por unos segundos antes de comenzar nuestra usual carrera por llegar abajo primero. Esta vez iba a ganar yo, conseguiría llenar el bidón el primero para poder ducharme. Hacía días, es decir, semanas, que no me daba un buen chapuzón. Nuestro jefe llenaba los bidones solo con agua de la lluvia así que, en estos días de sequía, la cosa estaba chunga.
Bajamos a toda mecha por las estrechas escaleras, empujándonos entre nosotros. No sé cómo pero golpeamos a Joaquín, quien se encontraba limando los cuchillos. Entre algún que otro insulto turco pudimos entender que nos subiría el alquiler.
—¡NOOO! —gritamos al unísono.
—No Joaqui no nos haga esto polfa —ruega Tanaka casi arrodillado en el sucio suelo.
—Haremo lo que sea jefe, no joda —suplico.
Joaquín gruñe fastidiado y corta la cabeza de uno de los pollos, que se encontraban en la mesa.
—Busan jackson. –dijo Joaquin, cortando otra cabeza.
—No, Joaqui, no. —contestó Tanaka.
—Amegos, ayer cuando vosotros llegar tarde, me llamó el inspector sanitario garga-melash y dijo que o arreglar problema con las suchanlars o kebap serrao, ibnelash. —señaló con el dedo lleno de la sangre del pollo una trampa de ratas que tenía atrapada a una.
—¿En? —pregunté, no me había enterao de na.
Joaquín suspiró, mirando la rata atrapada con cara de asco.
—Suchanlars —repitió, señalándola con el cuchillo ensangrentado—. Tenemo que acabar con ellas.
Tanaka y yo nos miramos. Sabíamos que el local tenía ratas, claro, pero siempre habíamos hecho la vista gorda. Esas kabronas eran parte de la familia, como empleados no oficiales del kebab. Hasta les habíamos puesto nombres.
—¿Te refieres a... a las ratas? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—¡Claro que sí, garga-melash! ¡Si el inspector vuelve y ve a una sola, kebap serrao, ameghos!
—¿Y qué quiere que hagamo? —preguntó Tanaka, tragando saliva.
—Exterminar. Matar. Finito. ¡No quiero ver ni una! —exclamó Joaquín, dejando caer el cuchillo sobre la tabla con un golpe seco.
Joaquín nos lanzó una caja de trampas oxidadas y un bote de veneno que tenía una etiqueta en turco. Solo entendí la calavera.
—Tené hasta la noche. Si no, vos desahucio y traigo nuevos amegos de Bulgaria.
Se marchó, dejándonos ahí, con la caja y la rata atrapada mirándonos fijamente.
—Bro... no puedo matar a Canelita 2.0 —dije al fin, mirando la rata con pena.
Tanaka suspiró y asintió.
—Ni yo, churrita. Ni yo.
Nos quedamos en silencio, observando a Canelita 2.0, que seguía forcejeando en la trampa.
—Bro... —susurré—. ¿Y si la soltamos?
Tanaka frunció el ceño.
—¿Y si Joaqui se entera? Nos manda a la calle, bro. No quiero dormir bajo un puente otra vez, que luego me levanto con agujetas.
—Cucha —dije, acercándome más—, ¿y si hacemos que parezca que las hemos matado?
—¿Cómo?
—No sé... pillamos las ratas vivas, las metemos en una caja y las soltamos lejos. Así Joaqui no las ve y nosotros no tenemos que hacer nada feo.
Tanaka se rascó la calva, pensativo.
—Como una operación secreta…
—Exacto, Operación Rescate Canelita 2.0.
Nos dimos un apretón de manos y nos pusimos manos a la obra.
No fue difícil conseguir meter a todas las ratas en la caja. Al ser compañeras nuestras desde hace mucho se dejaron acariciar y agarrar fácilmente.
Justo antes de que Tanaka las dejara ir, lo interrumpí con un grito.
—¡No lo hagas! Hay que despedirse como es debido.
A la misma vez, llevamos nuestra mano derecha a nuestra frente. Como un buen saludo militar. Las ratas ahora estarían solas, ¿quienes les daría de comer quesito si no éramos nosotros? Esto era peor que la guerra.
—Adiós Chekevara. —empezó Tanaka.
—Adiós Cartu.
—Adiós Guti.
—Adiós Canelita 2.0. —dije, intentando no derramar ninguna lágrima.
—Adiós Bakudeku.
Tomamos un respiro y dijimos al unísono: —Adiós Josefa.
Derramamos una lagrimita de honra por nuestras hermanas.
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Después de un par de horas de derramar incontables lágrimas por nuestras nenas, Joaquín llama nuestra atención con un grito turco.
—¡Equipo Kebap! Callar y escuchar, ibnelash. —Señala la tele de culo que se encontraba en el local para poder ver el furbo.
Había un reportero en un callejón no muy lejano del kebap, entrevistando a un payo. Según el titular de la noticia, un chico había sido apuñalado, acabando con su vida, en ese mismo sitio.
—¿Usted conocía a la víctima? —pregunta el reportero al peligris que estaba sollozando mientras se limpiaba los mocos con un pañuelo de tela.
—Éramos novios.
—Según los investigadores usted fue la última persona con la que habló por teléfono. El peligris se encoge de hombros, la voz temblorosa.
—Sí... quedamos pa’ vernos, pero cuando llegué ya estaba en el suelo... con toda la sangre... —Se tapa la boca con el pañuelo. —No sé quién lo hizo, no vi a nadie.
El reportero asiente con gesto serio, girándose hacia la cámara.
—La policía está investigando lo sucedido y ha pedido la colaboración ciudadana. Cualquier información puede ser clave en el caso de Daichi, el joven que ha sido encontrado sin vida esta madrugada…
Joaquín apaga la tele con el mando. Se hace un silencio pesado en el local.
—Ibnelash… —susurró Joaquín. —Ese niñato siempre pedir mi shawarma del bueno, el mixto con picante. —dice orgulloso de sí mismo.
Joder. Si que lo era.
Miré a Tanaka, quería saber si le había afectado tanto como a Joaqui. Me sorprendí al ver que no se atrevía a mirarme a los ojos y que había comenzando a sudar y a mover su pierna con nerviosismo.
—¿Todo bien, picha? —pregunté mirándolo con preocupación. Tanaka parecía ido.
No salió del trance hasta que no le golpee el hombro con mi puño.
—¿Q-qué?
—Illo, no te entera eh. Lo del Daichi, que lo han matao.
Tanaka parpadeó rápido. Tragó saliva y se pasó una temblorosa mano por la nuca, parecía que estuviese intentando calmarse.
—Ah, sí, es una pena, se le veía buen zagal. —dijo, desviando la mirada.
Joaquín entrecerró los ojos y se inclinó sobre la mesa.
—Niño, ¿porque suda como puerco en agosto?
Tanaka soltó una risita nerviosa y negó con la cabeza demasiado rápido.
—¿Qué dices pixa? Esque hace mucha calo aquí coño.
—¿Cuándo última vez ver Daichi aquí, en Turco Neishon? —preguntó Joaquín.
—Yo qué sé. —contesté, encogiéndome de hombros.
Tanaka se levanta de su sitio sin mirarnos siquiera.
—¿Onde va? —pregunto a gritos desde la otra punta del local.
—A darme un lavao. —dice mientras se dirige al bidón.
Corro detrás de él y bromeo como de costumbre.
—¡Yo me lavo primero! —grito mientras doy saltos y le pego empujones de cachondeo.
Él me responde con una simple mueca.
Oju, a este le pasa algo. Esa expresión me recordaba a mi novia robloxiana, Ainhoa.
—Tú mismo… —Me dice sin ánimos.
Me lavo con el agua (escasa) del bidón mientras Tanaka se lava los dientes.
La habitación está en completo silencio. Algo muy raro entre nosotros.
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El tiempo transcurre sin pena ni gloria. Me tirao toa la tarde y noche jugando roblox con mi novia Ainhoa. Solo había hecho una pequeña pausa pa mi cena, shawarma.
Tanaka apenas me ha hablado desde esta mañana. Me preocupaba no escuchar las bromas de siempre y el sonido de su risa y sus peos. Lo más probable es que el pavo tuviera cagalera. Pero, si la tuviera, ¿no me lo diría? Siempre lo hacía. Puede que esta vez le diera vergüenza de más.
—Luego vuelvo. —dijo Tanaka, interrumpiendo mis pensamientos.
¿Tendría cagalera de verdad?
Se levanta de la cama, se pone una chaqueta y se empieza a liar un cigarro.
—¿Bro onde va? Son las 2 de la mañana. —digo pausando la llamada con mi novia.
—A fumarme un piti.
—Te acompaño picha. —digo saliendome del juego y preparándome para finalizar la llamada con Ainhoa.
—Nah, no hace falta.
Tanaka se apresura y cierra la puerta detrás de él.
Me deja con la palabra en la boca, a punto de levantarme para ir con el.
Escucho un portazo abajo y veo por la ventana como se va, mientras saca nuestro móvil compartido (de empresa).
Algo no me cuadra, Tanaka nunca rechaza una compañía para un piti, nunca.
—¿Por qué te has salido del roblox? —pregunta Ainhoa irritada.
—Niña que Tanaka está rarete hoy, voy a ver que le pasa. Buenas noches. —finalizo la llamada, me pongo las zapatillas sin hacer ruido y salgo de la habitación.
Una vez fuera del kebap, busco con mi mirada a Tanaka, pero no lo encuentro por ningún lado.
Una risa escandalosa hace que me pare en seco. Reconocía esa voz a la perfección.
Tendou Sánchez.
Lo conocía desde que llegamos al barrio. Nos conocimos gracias a Tanaka, que consiguió su contacto por un cliente del kebap. Solíamos quedar mucho para que Tendou le diera buena merca a mi bro, pero hacía bastante tiempo que no lo veía desde que Tanaka intentó alejarse de las sustancias.
Ugh, no me caía nada bien.
Logro escuchar la conversación conforme me iba acercando al callejón en el que se encontraban.
—Ya conseguí lo que me pediste. —dice Tendou con su característica risa mientras saca una bolsita con pastillas de su bolsillo.
—Espero que no me hayas timado y que sea de la fuerte. —gruñó Tanaka, dándole un par de billetes arrugados. —De verdad la estoy necesitando.
—¿Por lo del payo ese muerto no? —dice riendo, con un tono que no me gusta para nada.
—Yave illo, no puedo ni dormir por culpa de eso —dice nervioso mientras se toma una pastilla. —No debería haberlo hecho, me arrepiento una pila
—¿Al final le robaste algo? —pregunta el pelirrojo mientras se fuma un porro.
—Que va bro, me asusté y lo dejé allí solo.
No podía creer lo que estaba oyendo. No… Debe ser un malentendido. Me quedo clavado en el sitio, sintiendo cómo el estómago se me hace un nudo.
¿Cuándo podría haberlo hecho si siempre estamos juntos? Tanaka... ¿Está diciendo que estuvo ahí cuando mataron a Daichi?
Respiro hondo y me escondo un poco más en la sombra. Necesito escuchar todo.
—¿Y qué vas a hacer ahora, picha? —pregunta Tendou con media sonrisa, soltando el humo del porro por la nariz.
Tanaka se pasa una mano por la calva, los ojos llorosos y la pierna temblando sin parar.
—No sé, illo. No sé. Solo quiero olvidarlo.
Tendou se ríe, dándole una palmada en la espalda.
—Weno brothe es lo que hay. —dice restándole importancia. —Tampoco creo que sepan que tú estás involucrado.
Tanaka no responde, se limita a mirar el suelo mientras aprieta los puños con impotencia.
Yo me echo un paso atrás, intentando no hacer ruido. Mi mente va a mil por hora. Mi corazón casi sale de mi pecho de lo rápido que va.
¿Qué hago con esto? ¿Lo enfrento? ¿Me hago el loco? ¿Le cuento a Joaquín?
Miro a Tanaka otra vez. No parece un asesino. Parece un chaval que se ha metido en un marrón que lo está destrozando.
Daichi está muerto. ¿Tanaka había sido el responsable? No… No puede ser. El no sería capaz, ¿o sí?
Negué con la cabeza. Era imposible. Solo sabría la verdad si se lo preguntaba directamente.
Doy otro paso atrás, pero me choco con un contenedor de basura, haciendo más ruido del que me gustaría.
—¿Noya? —Tanaka se asoma por el borde del callejón.
Mierda.
Mi corazón se detiene un segundo cuando Tanaka dice mi nombre.
—¿Qué haces aquí?
No me da tiempo a reaccionar. Tendou también se asoma y me suelta una risita burlona.
—Hombre, pero si es el canijo. ¿Qué pasa, nos estabas espiando o qué?
Intento mantener la calma. Me aclaro la garganta y doy un paso hacia ellos.
Tanaka parpadea varias veces y se pasa una mano por la cara, visiblemente nervioso. Suelta un suspiro y se aleja un poco del callejón, acercándose a mí.
—Noya… No es lo que piensas.
—¿Ah, no? —cruzo los brazos. Mi voz sale más ronca de lo que esperaba—. Porque suena bastante jodido, Tanaka.
Su mandíbula se tensa. Mira a los lados, como si buscara una salida. Tendou suelta una carcajada y da una calada más a su porro.
—Canijo, no montes un dramón —interviene él, como si esto fuera una tontería—. Tanaka solo hizo lo que tenía que hacer.
Mi amigo se gira en seco.
—¡Cállate, joder!
Tendou se encoge de hombros y pone las manos en alto.
—Tranquilo, loco. Solo digo que si el pavo está muerto, ya está muerto, ¿qué más da?
Me doy la vuelta. La imagen de Daichi, tirado en el suelo, con toda esa sangre, aparece una y otra vez en mi cabeza. Quiero alejarme de ahí lo más rápido posible.
Tanaka agarra mi brazo con fuerza. Me suelto de su agarre empujándolo y comienzo a caminar más rápido, casi corriendo.
—¡¡Noya, espera, puedo explicarlo!! —grita Tanaka a mis espaldas.
Me giro, lágrimas caen por mis mejillas sin cesar.
—¡¿Por qué no me lo contaste, joder?!
—No quería meterte en esto, tio. —contesta Tanaka con la voz quebrada.
—Estamos juntos en esto. Siempre hemos estado juntos en todo. —grité en respuesta. —No puedes alejarme de tus problemas.
Tanaka da un paso hacia mí, pero no parece saber cómo acercarse, como si tuviera miedo de lo que voy a hacer o decir.
—Dime la verdad. ¿Fuiste cómplice o lo hiciste tú?
Él se queda en silencio, su mirada centrada en el suelo.
—¿Mataste a Daichi?
Chapter 4: Chamber Of Reflection | Mac DeMarco
Notes:
TW: Uso de drogas, asesinato, violencia explícita. Se pide seriedad a la hora de leer y comentar, es un capítulo fuerte que trata temas complicados. Por favor y gracias.
Chapter Text
Narra Tanaka Flores
La noche en la que murió Daichi.
Me recuesto en el sucio suelo. Hoy era el turno de Noya con el colchón, así que me tenía que aguantar y observar desde lejos su charla con su novia de Roblox, Ainhoa.
Era una noche como todas, habíamos cenado lo mismo de siempre, shawarma y un yogur de fresa. Luego de dos días entrenando duro con nuestros colegas del voley y nuestro Kike, nos mereciamos un descanso.
Hoy estoy más cansado de lo normal, así que me dormiré temprano.
—Buenas noches pichurra, ya me voy a dormi. —le dije a Noya quien miraba atentamente la pantalla de su ordenador.
—¡¿Ya?! Es to temprano io. —Grita Noya porque tiene los auriculares puestos y no oye na.
—Ea. —Me giro en el suelo y me acomodo.
Justo cuando encuentro la postura perfecta para sobar, nuestro teléfono de la empresa suena.
Levanto mi mirada para ver si Noya lo va a coger pero parecía como si no lo hubiera oído. Decido coger la llamada.
—¿Tanaka? —pregunta una voz por el altavoz.
—Hola ma, ¿qué pasa? Es muy tarde. —Pregunto mientras me siento en el suelo, llevaba mucho sin hablar con mi madre.
Desde que nos fuimos, Noya y yo, a Madrid, dejando atrás nuestra preciosa Palmilla, la comunicación con nuestras familias se volvió escasa. Nos fuimos porque no teníamos suficiente dinero para vivir en nuestra Palmillita y estudiar en la hermosa Rosaleda. Igualmente, nuestras madres nos dijeron que debíamos centrarnos más en los estudios, que no le hiciéramos mucho caso a ganar dinero. Pero nos dio igual.
—Oh, no es nada, mi tesoro, no quiero que te preocupes tanto. —contestó mi madre con voz temblorosa.
—¿Pero pasa algo mami?
—Bueno, en verdad si ha pasado algo… Otra vez tu hermana. —Se nota su voz cansada.
—Ji ome, no joda mama.
Mucho antes de que dejáramos la Palmilla, mi hermana se la pasaba apostando en la rule y con las tragaperras. Pensaba que lo había dejado pero al parecer, no fue así.
—La han metido en el calabozo, nene. —informa mi mae — No se porque lo hace, ¿no ve que su madre lo pasa mal?
Masajeo mi sien con cansancio. ¿De nuevo?
—¿Cuánto es esta vez?
—Piden mil euros pa sacarla de ahí.
Suelto un sonoro suspiro.
—¡¿Tanto?!
—Le pegó a uno de los policías que descubrieron el casino clandestino.
No me lo puedo creer.
—No se que hacer, no tenemos ni un duro, nene. —La voz de mi mae se quiebra.
—Bueno ma, no te ralles, veré que hago para sacarla de allí. —Intentó tranquilizarla, sin éxito.
Mi madre suelta un sollozo.
—Cómo acabe como tu pae… —escucho como suena sus mocos. —No se que haré, nene.
—No va a acabar como él, Saeko no es como él, y nunca lo será.
—Nene tu no acabes como ellos polfavo, centrate en tus estudios, caribu. —dice mi madre. —Yo veré que hago con ayuda de la Pepa.
Suelto un gruñido. No creo que la madre de Noya pueda ayudar mucho en un tema financiero, estando igual de tiesos que nosotros, pero bueno, lo que importa es la intención.
—Bien, ma, tu tomate una tila y a sobar, ¿vale?
—Si, nene. Me tomaré una aspirina también.
Nos despedimos con un “buenas noches” y la llamada finaliza.
Observo a Nishinoya quien gritaba porque un bicharraco le perseguía en el Roblox. Era mejor si le comentaba lo que había pasado en otro momento, se le veía muy ocupao.
Respiro hondo y cierro los ojos, pero el sueño no llega. Mi mente sigue dando vueltas al tema de Saeko, al llanto de mi mae, a esos mil euros que no tengo ni puta idea de donde voy a sacar. Noya sigue gritando con su jueguecito y siento que el ruido taladra mi cabeza.
No puedo más.
Me levanto con rapidez.
–¿Onde vas, churra? —pregunta Noya, quitándose un auricular.
–A cambiarle el agua al canario.
Noya asiente y vuelve al juego.
Salgo del zulo, cerrando la puerta con suavidad. Me enciendo un piti y camino sin rumbo.
Necesito desconectar. No quiero pensar en mi hermana, en mi madre, en la Palmilla, en la Rosaleda, en lo jodidamente difícil que es todo. Necesito… algo.
Agarro el móvil con desesperación y marco el número que ya me sé de memoria.
Tendou Sánchez.
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—¿Qué pasa brothe? —Nos damos un apretón de manos. —¿Tan urgente era?
—Necesito algo fuerte. Ya.
Tendou me observa con una ceja arqueada y con una sonrisa de lado.
—¿Algo como qué?
Me paso la mano por la cara, resoplando.
—Algo que me haga dejar de pensar, aunque sea por un rato.
Se queda callado un momento. Luego chasquea su lengua y asiente.
—Vale, vale, sígueme.
Lo sigo sin cuestionarlo.
Llegamos a un viejo parque con columpios oxidados y las farolas parpadeando, algunas incluso fundidas.
—¿Cuánto quieres? —Pregunta Tendou hurgando con su mano en el bolsillo de su pantalón.
No respondo de inmediato. Tengo dudas, le había prometido a Noya que lo dejaría. Pero no puedo soportarlo más.
—Lo que sea suficiente para dejarme cao esta noche.
Tendou suelta una risa seca.
—Lo que tu quieras, mano.
Me pasa un paquetito envuelto en plástico. Lo agarro con dedos temblorosos.
—Esto te relajará.
Le paso los billetes. Tendou lo agarra con una sonrisita que se borra rápidamente.
—Aquí falta dinero, hermano.
Bajo la mirada.
—No he cobrao, mano. El turco está apurando hasta fin de mes el kbron.
Tendou me echa una mala mirada.
—Na más que nos pague te lo doy, te lo prometo. —digo con cansancio.
—Eso espero, con esos tres euros puedo hacer mucho.
Asiento.
—Venga vamos de botellón, que hoy esta gente están ank mi nene, el Ushijima, que se ha ido de viaje con mis suegris y me ha dejao cuidando la casa.
No cuesta mucho convencerme y en cuestión de unos minutos nos dirigimos a la casa de Ushijima.
Cuando llegamos ya habían varios amigos de Tendou, fumando, tomando y drogándose. Alrededor de uno de ellos había un grupo de chicas, riendo y gritando con el subidón del alcohol y lo que sea que se hayan metio. Unos chavales en el sofá juegan a la Xbox mientras fuman porro, y otro está inconsciente en el suelo.
Tendou me da un par de palmadas en la espalda y se mezcla con la gente.
Voy a la cocina para servirme un whisky casi hasta el borde del vaso. Me lo bebo de golpe y me sirvo otro, y otro y otro. Me enciendo un porro y busco el baño entre el humo del ambiente.
Ahí, solo, saco el paquetito.
Lo preparo como me lo enseñó Tendou, esparzo el polvo blanco en el borde del lavabo, con ayuda de la tarjeta de la EMT, que siempre llevo conmigo, y hago una fina línea de polvo. Me inclino con dificultad y, justo antes de hacerlo, mantengo contacto visual con mi propio reflejo.
¿Qué cojones estoy haciendo? Me pregunto pero no puedo dejarlo.
Es la única forma de olvidarlo todo.
Con un rápido movimiento esnifo la raya y me levanto al instante, tambaleándome.
Al principio no siento nada. Luego el mundo se vuelve más lento. Salgo del baño a duras penas. Me río solo, sin saber qué me hace tanta gracia.
Me tomo otro vaso. Y otro. Y sigo fumando.
En algún momento pierdo la noción del tiempo. Estoy tirado en el sofá, sintiendo que mi cuerpo se hunde en él. Veo luces de colores que no existen, sombras que se mueven aunque nadie las mueva. La risa de las chicas suena distorsionada.
—Tanaka, ¿tas bien? —me pregunta alguien. No sé quién es. Su voz suena rara.
Intento responder pero no puedo. El vaso en mi mano se cae y se rompe en el suelo. Me levanto de golpe, mareado.
Camino tambaleándome, esquivando cosas que no están ahí. Alguien me toca el hombro y casi salto del susto.
—Mano, si no aguantas no te metas tanto, eh.
La voz de Tendou suena lejana. Su cara parece derretirse y cambiar de forma.
—Tío… ¿qué pasa? —farfullo.
—Estás to rallao, vete a que te dé el aire.
No me lo pienso dos veces. Salgo de la casa tropezando con la alfombra, con los muebles, con mis propios pies.
Sigo caminando, sin saber adónde. Mi corazón late demasiado rápido, como si fuera a salirse de mi pecho.
Todo se siente irreal.
Entonces lo veo.
Al otro lado de la calle, apoyado contra una pared, un hombre en chándal y con la capucha puesta. Fuma un cigarro con la cabeza baja, pero incluso desde aquí puedo verlo. Reconozco esa postura, esa forma de sostener el piti entre los dedos.
Mi padre.
Mi puto padre.
No puede ser él, no puede estar aquí. Mi madre dijo que se largó, que estaba pudriéndose en la cárcel, que nunca más volvería a jodernos la vida.
Pero ahí está.
No…
Mis manos se mueven solas. Saco la navaja que siempre llevo en el bolsillo, un regalo de Tendou "por si alguna vez lo necesitas". No pienso. Solo actúo.
Cruzo la calle casi corriendo.
—¡Eh, hijo de puta!
El hombre levanta la cabeza.
—¿Qué? —pregunta.
Pero no lo dejo hablar más.
Alzo la navaja y la hundo en su estómago.
El cuerpo del hombre se tensa, sus manos intentan empujarme, pero yo sigo.
Una.
Dos.
Tres veces.
Su sangre me mancha las manos.
El hombre cae de rodillas y es entonces cuando lo veo bien.
No es mi padre.
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Presente.
Noya da vueltas por toda la habitación con nerviosismo.
—¿Qué pasó después? —se nota su voz tensa.
Suelto un suspiro.
—Tendou llegó y me alejó del callejón.
Noya me observa pero yo no me atrevo a mirarlo a los ojos.
—Me llevó a su casa, me hizo lavarme las manos… —miro mis propias palmas, todavía siento la sangre en ellas. —Me dijo que me calmara, que no dijera ni una puta palabra.
Noya suspira.
—Así que es verdad.
Asiento, mirando hacia otro lado.
—Si, yo maté a Daichi.
Chapter 5: Noboy | Mitski
Notes:
TW: DROGAS, MISGENDER, DISMORFIA. Se pide seriedad a la hora de leer y comentar, es un capítulo fuerte que trata temas muy complicados. Por favor y gracias.
Chapter Text
Narra Kenma Benítez
00:45am
ShikaCloud22 se conecta a nuestro chat de voz de discord como cada noche.
—Buenas noches Kenmi.exe, ¿vamos a echarnos una?
—A ver si reventamos a esos japoneses de una vez —dije luego de tomar un trago de mi monster rosa fucsia de colección limitada.
Nos conectamos a las partidas online de Mario Kart competitivas con rapidez. Ambos somos muy tryhards y queremos ganar a toda costa, pero esos japoneses siempre nos machacaban.
Las primeras carreras fueron intensas. Logramos colarnos en el top 3 un par de veces, pero nada más. No conseguiamos ese top 1 tan ansiado.
Como resumen de las últimas 13 partidas: perdimos en todas.
Mi compañero Shikamaru pegó un fuerte grito lleno de furia. Pero no fue más fuerte que el guantazo que le dió su mujer, Temari.
Se podía oír a la perfección como le regañaba por hacer ruido tan tarde, con los niños dormidos y todo.
—¡QUE TIENES 40 AÑOS METIOS EN LOS COJONES! ¿¡QUÉ HACES JUGANDO A LAS MAKINITAS CON UN NIÑO CHICO!? —Terminó su discurso de odio con un ruido, supongo que fue un chanclazo.
—Es que las mujeres nunca entenderán a un hombre trabajador como yo —Dijo en un susurro para que su esposa no lo oyera.
Sorpresa, lo escuchó. Pude oír otro golpe y la llamada de discord finalizó con un “durum”.
Unos minutos más tarde, después de hacerme a la idea de no volver a saber nada de él, la cara de su waifu que tenía de foto de perfil se hizo presente en mi pantalla. Volvía a llamarme.
Atendí, me sorprendió que siguiera vivo.
–¿Todo bien, ShikaCloud22?
—Bueno, me ha partio el palo de la fregona en la espalda, me voy a tener que pedir una baja de 2 semanas. Los colegas de la obra me echarán de menos.
Me rio por no hacerle el vacío.
—Dejemos de hablar de mí, ¿cómo estás de lo tuyo?
—Podría estar mejor. Es que sigo un poco rallao.
— ¿Por tu amigo? ¿El que se graba?
—Ajá, ese mismo. —mi garganta se reseca al hablar del tema.
—¿Qué es lo que ha hecho esta vez?
—El otro día estábamos en su casa y me dio un bajonazo.
Shikamaru guardó silencio. Sin embargo, yo sabía que él estaba ahí aunque no hablara.
–Kuroo se quitó su camiseta, pero yo no fui capaz de hacer lo mismo, simplemente me congelé.
Tomé un sorbo de mi bebida para calmar los nervios.
—Él no me insistió, ni nada por el estilo. Pero yo en el fondo sentía que debía hacerlo. Que si no lo hacía se iba a aburrir de mí.
Hablar del tema hacía, sin que yo quisiera, que mi voz se quebrara.
—No debería darle tanta importancia, solo somos amigos que se divierten de vez en cuando, nada serio.
Shikamaru asintió, un poco confuso.
—Creo que tú quieres ser más que su amigo.
Por poco escupí mi monster de la sorpresa.
—No, Kuroo no quiere nada serio y yo estoy bien así…
—Deberíais hablarlo. —sugirió Shikamaru.
Asentí a lo que había dicho y agarré mi teléfono para escribirle un mensaje a Kuroo.
—En persona. —recalcó.
Puse los ojos en blanco y borré los dos mensajes que ya había escrito.
Luego de otras tantas derrotas recibo un mensaje de kuroo.
—Ahora vuelvo. —le digo a ShikaCloud22.
Él asiente y pausa la llamada.
Kuroo🖤
K pasa?
Xk has borrao esos emnsjaes?
Yo
puedo verte?
Kuroo🖤
Foto x1
Yo
no pero fotopolla no xd
Kuroo🖤
Xq no¿
Yo
Es algo serio, kiero hablar cntigo
Kuroo🖤
No pueo ahor
voi ha salir con esta hente
Vente con nosotros
dale
Yo
nah
no tengo muxas ganas la vdd
Kuroo🖤
F
viene to la peña
El jackson tamb
Yo
enserio?
Llevo sin saber de él desde que nos cargamo al dragón del minecraft
Kuroo🖤
XD
Yo
k se sabe de él???
Kuroo🖤
Ven i lo averigua😜
Yo
weno
luego si eso me llego
Kuroo🖤
📍Ubicación
Luego nos vemoss
❤️
Lo dejé en visto (xd) y volví a mi llamada con Shikamaru. Jugaría unas cuantas partidas más y luego iría a la fiesta para ver a Jackson y a Kuroo.
No me di cuenta de que era tan tarde hasta que conseguimos ganar (por fin) una partida del Mario Kart. En mi apple watch marcaban las tres de la mañana.
Agarré mi teléfono. En la pantalla se podían ver ocho mensajes y dos llamadas perdidas de Kuroo.
Kuroo🖤
eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
Vente kenmaA
guapo🔥
Tkm bb
Quiero k estes akiih
*Foto*
jacksn tamb t kiere ver
*Foto*
Solté un suspiro al leer sus incoherentes mensajes. Ya estará borracho.
Clickeé con un poco de nervios en la primera foto. En ella, se podían ver a Kuroo y Jackson Wang, mi querido compañero de minas. Los dos estaban con vapers de distintos colores en sus bocas y posaban como si fueran clientes habituales del Rockin Beatas.
Contuve una risa y abrí la segunda foto. Esta era distinta. No conocía a casi nadie. Habían chicos por todos lados y alguna que otra chica, pero pocas. Kuroo posaba abrazando a dos chicos, uno de ellos de color (cartón) con el pelo rubio teñido de rosa que sacaba la lengua. A su lado, había otro chico rubio pero teñido de azul que posaba con una sonrisa de superioridad. Me dieron malas vibes.
No le di mucha importancia a la última foto y decidí vestirme para ir a la fiesta.
Antes de entrar, decidí que lo mejor era escribirle a Kuroo. No quería entrar ahí solo, sin conocer a nadie.
Yo
estoy fuera
Kuroo🖤
Voi
Unos minutos después, se abrió la puerta dejando escapar el estruendoso ruido de la música.
—Hoooooooolaaaaa —Kuroo arrastraba las palabras más de lo normal.
—Heyy —contesté con una sonrisa ladeada.
Él se deja caer sobre mí, en un intento de abrazo. Me separo de él un poco mientras sujeto su pecho con las palmas de mis manos para que no caiga de bruces al suelo.
—Novea como pesas —dije entre risas.
Kuroo soltó una carcajada y se abalanzó hacia mí, sus labios chocando contra los míos. Fue un beso agrio, podía notar el alcohol en su boca.
Kuroo se separó antes de que yo pudiera hacer o decir algo.
—Tenía muchas ganas de verte bb.
Estaba mucho más empalagoso que de costumbre, no sabía cómo sentirme al respecto.
Solté una risa entre dientes.
—Vamo adentro, que te presento a mis amigos del club de fútbol.
Asentí y lo seguí mientras sus brazos rodeaban mis hombros.
Una vez dentro, conseguí reconocer a algunos que estaban presentes en la foto. El chico del pelo teñido de rosa fue el primero en acercarse a nosotros.
El chico le dio una palmada en el culo a Kuroo. Me quedé shockeado, pero no le di importancia, supongo que es así como se llevan.
—¿Qué pasa bro? —le dice a Kuroo mientras saca la lengua, se pueden ver restos de polvos blancos bajo su nariz.
Kuroo solo rie.
—Kenma, él es Shidou Ruiz.
Vi como Shidou abría su boca pero no logré entender lo que decía.
—Encantado —le murmuré al chico, quien me sonrió de lado.
Kuroo se gira y busca con la mirada a alguien más.
—Ahora vengo. —dijo con rapidez y se adentró en la multitud, dejándome a solas con Shidou.
Me siento incomodo así que saqué mi móvil para entretenerme mientras esperaba a Kuroo.
Shidou me miró atentamente.
—¿Tienes juegos? —preguntó, invadiendo mi espacio personal para mirar la pantalla de mi móvil.
—Emm… si —devuelvo mi mirada a la pantalla.
—¿Tienes el brawl stars? —me preguntó con una sonrisa perturbadora. Antes de que pudiera contestar él siguió hablando. —Yo soy rango diamante porque llevo jugando desde que salió, soy un brawler veterano. Soy el goat de los brawlers.
Puse mis ojos en blanco.
—No me gusta el brawl stars.
Shidou me miró un poco sorprendido, rodó los ojos y luego sonrió.
—¿Quieres merca? La vendo barata, de la mejor calidad. —dijo mientras se tocaba el bolsillo del pantalón.
—¿Que? No gracias. —digo, bastante molesto por su mera presencia.
¿Cuánto le quedará a Kuroo? Escaneé la fiesta. En un sofá alargado había un hombre vestido de policía rodeado de algunas chicas y femboys que manoseaban su pecho.
—¡Ese es mi pana el Oliver! –gritó Shidou, corriendo hacia él.
Decidí ignorarlos y buscar a Kuroo. Me alejé del sitio en el que me encontraba con Shidou y seguí por la dirección en la que se perdió Kuroo entre la multitud.
No tardé tanto como esperaba. Pude verlo en una esquina hablando, muy cerca, con el chico del pelo teñido de azul de la foto.
Justo antes de que pudiese acercarme a ellos, apareció Jackson Wang.
—¡Kenmaaaaaaaaa! —Grita con los brazos abiertos.
Acepté el abrazo con una sonrisa. Le di dos palmadas en la espalda y nos separamos.
—¿Cuánto tiempo, qué tal? ¿Cómo estás, Kenchan?
—Ya no uso ese nombre, ahora soy Kenmi.exe.
—Ah weno, también te queda. —me sonríe. —¿A quién buscas?
Eché una mirada de reojo a donde estaba Kuroo. Sin embargo, no se podía ver nada con la cantidad de gente que había.
—Kuroo. —le dije a Jackson.
—¡Ah, si! Está hablando con nuestro ganador Michael Kaiser.
—¿Ganador porque? —pregunto confuso.
—Ha ganado un premio por ser el mejor delantero del equipo. —explicó Jackson. —La fiesta es en su honor.
Fruncí el ceño, Kuroo no me había dicho nada de eso.
—Deberías conocerlo, es un buen tío –dice mientras le da una calada a su vape de tarta de fresa. —Las chicas como tú suelen amar a Kaiser.
Guardé silencio, ya acostumbrado, pero un poco triste porque no me lo esperaba de parte de Jackson.
Vi de reojo, como sus ojos se abrían al darse cuenta de lo que había dicho.
—Lo siento, no era mi intención… —dijo, para luego callarse unos segundos. —Te veo mejor que antes.
–Si, eso creo. —dije, todavía sin dejar de mirar la zona donde estaba Kuroo.
Jackson sonrió incómodo.
—Antes te veía más apagado –continuó él—Me alegro de verte así, más… tú.
Lo miré de reojo y asentí incómodo. Hablar de ese tema era un poco desagradable para mi.
–Bueno… te dejo, luego hablamos —apoyó su mano en mi hombro y me dedicó una sonrisa mientras se perdía entre la gente.
Volví a enfocar mi mirada en la esquina donde Kuroo se encontraba. Kaiser, ahora estaba aún más cerca suya. Arrinconandolo contra la pared mientras apoyaba su brazo en ella.
Kuroo lo miró con una sonrisa para luego expulsar una gran bocanada de humo de su vaper en la cara de Michael Kaiser.
Escuché como ambos reían.
Al principio, tenía la intención de acercarme a Kuroo y hablar, pero al observar mejor la situación preferí mantenerme al margen.
No pude retirar mi mirada de ellos, hasta que un obstáculo gigante se interpuso en mi camino.
–¡Vamo a perrea Kenmaaa! —exclamó Shidou mientras movía su culo de arriba a abajo.
Lo miré mal, intentó agarrar mi brazo derecho para llevarme a la pista de baile con él. Me zafé de su mano con rapidez.
—¡Anda, no seas sosooo!
Negué con la cabeza repetidamente. No me interesaba Shidou, ni ninguno de los extraños amigos de Kuroo.
Cuando logré escaparme de él, volví a mirar hacia esa esquina. Me quedé boquiabierto. No lo podía creer.
Michael Kaiser había agarrado a Kuroo del cuello y había estampado sus labios contra los suyos.
Kuroo no se apartó. En ningún momento vi que tuviera la intención de alejarse de él. Se notaba que quería más. Vi como enredaba sus manos en el cabello, ya desordenado, de Michael Kaiser.
—¡Y no invitáis! —gritó Shidou a mi lado, corriendo hacia ellos.
Cuando llegó, agarró a Kuroo de la camiseta y le arrebató un beso. Fue corto. Luego de unos segundos volvió a perrearles mientras Michael y Kuroo retomaban su apasionado beso.
Observé todo en silencio. Justo cuando me iba a dar la vuelta para irme de esa fiesta, sentí una mirada punzante.
Me giré.
Michael Kaiser me miraba con una sonrisa de oreja a oreja, parecida a una burla, mientras Kuroo besaba su cuello.
Me quedé paralizado, con mucho miedo y no me podía mover.
No fue hasta que Michael Kaiser dejó de mirarme que recobré el sentido y me fui de la fiesta apretando los puños.
Decidí irme caminando para intentar calmarme. Durante el camino, esa imagen de Kuroo no dejaba de reproducirse en mi mente.
La vuelta a casa se hizo más rápida que la ida. Recordar a Kuroo hacía que mi corazón fuera a mil por hora, sin fijarme por donde caminaba.
Sentía como mi garganta se cerraba, como tragar se me dificultaba y como las lágrimas amenazaban por salir.
No quería llorar. No en mitad de la calle. Sin embargo, cuando llegué a casa fue lo único que hice.
Me miré en el espejo de mi habitación. Parecía un idiota, llorando por celos, por alguien que ni siquiera salía conmigo.
Suspiré al centrar la mirada en mi reflejo. Odiaba lo que veía. No era lo que a Kuroo le gustaba, no era su tipo, ni nunca lo sería. No con este cuerpo.
Me abracé a mi mismo mientras las lágrimas caían por mi rostro.
Si tan solo pudiese cambiar mi cuerpo, todo sería mejor, todo sería más sencillo.
¿Kuroo me querría más?
Levanto la mirada y vuelvo a mirarme en el espejo. Me veo diferente cada vez que estoy delante, no sé quien soy.
Sin embargo, no importaba cuánto me esforzara, nunca me vería como debería.
No soy suficiente.
Chapter 6: Hermanas de leche | Bellakath
Summary:
TW: DROGAS, SEXO IMPLICITO, MENCIÓN AUTOLESIONES.
Notes:
para la parte sin censura 1.000 kudos.
Chapter Text
Narra Kuroo Rodríguez
Le seguí el beso a Michael Kaiser, aumentando la intensidad. Shidou movía su culo contra mi espalda mientras gritaba “Dale skibidi”.
Cuando fui bajando mis labios hacia su cuello, oí como Kaiser soltó una carcajada.
No le di importancia y continué, supongo que le haría cosquillas.
Michael Kaiser bajó su agarre hasta mi culo, lo apretó con ambas manos mientras nuestras lenguas se entrelazaban.
Dejé de sentir el pecho de Kaiser frotando el mío cuando una mano se interpuso entre nosotros. Shidou había empujado un poco a Michael Kaiser.
—Putero que no es solo pa ti —le recriminó a Kaiser, quien se encogió de hombros.
Shidou lo miró mal. Antes de que Michael Kaiser pudiera agarrar mi cuello para seguir, Shidou se interpuso, tirándome de la camiseta para plantarme un beso.
Sus labios se movieron con torpeza sobre los míos. Dejé escapar una sonrisa burlona, cambiando de posición para arrinconarlo contra la pared para controlar la situación.
Deslicé mis manos por toda su espalda hasta llegar a lo más importante, su culo.
Kaiser se acercó y se inclinó para lamer mi cuello.
Justo cuando voy a girar mi cabeza para profundizar mi beso con Shidou, siento un fuerte tirón de cabello.
Kaiser me miró con una ceja alzada.
—Yo estaba antes.
Contesto con una risa ronca. No parece hacerle mucha gracia a Kaiser ya que muerde mi cuello con fuerza.
Le metí un guantazo en la mejilla. Kaiser tocó su cara sonriendo cínicamente.
Antes de que Michael Kaiser pudiera decir algo, agarré su nuca y le metí lengua mientras acaricio la espalda baja de Shidou para no dejarlo de lado.
—Vamos a mi cuarto. —sugiere Kaiser entre jadeos.
Él agarra mi mano y me arrastra para que lo siga hacia las escaleras.
Antes de poner un pie en el primer escalón me giro para ver si Shidou nos sigue. Él se encontraba mirándonos de reojo, pero un poco lejos.
—¿A qué esperas Shidou? —le grité.
Michael Kaiser me miró mal.
—Este negro no. –dijo.
—Calla hombre —muevo mi mano para quitarle importancia.
Voy hacia Shidou y entrelazo sus dedos con los míos.
Shidou saca la lengua y los dos caminamos hacia Michael Kaiser que nos observaba desde el piso de arriba.
Veo como Kaiser se adelanta y abre la puerta de su habitación.
Tiro con más fuerza de la mano de Shidou. Cuando, él y yo entramos a la habitación, Michael Kaiser cierra la puerta detrás de sí, con pestillo.
Escucho como Shidou rie. Antes de que él pudiera reaccionar, lo empujo hacia la cama, haciendo que caiga de culo.
Me tiro encima de Shidou. Y ataco su cuello con lujuria. Dirijo mi mirada hacia la puerta, Michael Kaiser estaba allí de pie con los brazos cruzados observando la situación mientras sonreía.
Shidou hace el amago de levantarse pero yo agarro sus muñecas y las coloco sobre su cabeza, inmovilizándolo con fuerza.
Siento como la cama se hunde cuando Michael Kaiser se sienta a nuestro lado.
Paso del cuello de Shidou y me dirijo de nuevo a su boca, atacándola con intensidad.
Escucho como Michael Kaiser saca un mechero del bolsillo de su pantalón y se enciende un piti a nuestro lado.
Me separo de Shidou, sin dejar de agarrar sus muñecas.
—Dame. —le digo a Michael Kaiser con una sonrisa.
Michael Kaiser fuma una larga calada de su piti y expulsa el humo en mi boca para luego poner ese mismo cigarro en mis labios.
La habitación se empieza a llenar de humo.
Kaiser deja de mirarme para llevar sus ojos hacia Shidou.
—Ya te tuve esperando por mucho tiempo. —se inclinó más cerca y apretó sus labios con los del moreno.
Mantuve mi mirada fija en su beso mientras le daba otra calada al cigarro.
Justo cuando iba a darle el piti a Michael, Shidou aprovecha mi distracción y se zafa de mi agarre.
Shidou me empuja un poco y se reincorpora en la cama. Lo observo con sorpresa, antes de que pudiera agarrar sus muñecas de nuevo, él se abalanza hacia Kaiser, agarra el dobladillo de su camiseta y la levanta.
Veo como la tira a una esquina del cuarto y agarra el cuello de Kaiser para besarle con brusquedad.
Sonrio y apago el cigarro en el cenicero que había en la mesita de noche.
Empujo a Michael con el codo para que hubiera espacio para mi entre ellos.
Nuestras bocas se mueven con torpeza, por la posición, pero sin perder la intensidad.
El calor aumenta. Intento quitarme mi camiseta de compresión pero el sudor lo hace difícil. Kaiser ve que mi esfuerzo no tiene resultado y con una risa levanta mi camiseta.
Shidou sigue el ejemplo y se quita en un rápido tirón su (feísima) camisa de flores rosas.
Comparto una rápida mirada de complicidad con Shidou y con un solo movimiento nos abalanzamos hacia el cuello de Kaiser.
Michael gime y se tambalea al sentir nuestros labios a la vez en su cuello, así que deslizo mi brazo por su cintura para sujetarlo. Comienzo a mordisquearlo y Shidou lame los trazos de su tatuaje, empezando por su cuello hasta acabar en su brazo izquierdo.
Michael Kaiser le da un fuerte empujón a Shidou antes de que vuelva a morder su cuello. Observo como el alemán agarra a Shidou de la cintura y lleva sus manos hacia la cremallera de sus pantalones, bajándola con una sonrisa.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
8:35am
Rasco mis ojos para acostumbrarme a la luz que entraba por la ventana de la habitación de Michael Kaiser.
Miro a mi alrededor y tengo, a mi izquierda a Michael Kaiser durmiendo de lado, con su brazo sobre mi panza y Shidou a mi derecha, boca abajo, con el culo al aire.
Me encojo de hombros y me reincorporo contra el cabecero de la cama. No era la primera vez que lo hacía con ellos, al menos no por separado.
Intenté recordar lo que había pasado anoche. Todo era difuso, mi memoria fallaba. Lo único que recordaba era estar con Jackson y la interacción entre Kenma y Shidou.
Ostia.
¿Y Kenma?
Aparto con cuidado el brazo de Kaiser y me siento en la cama.
Busco mi teléfono con la visión borrosa, encontrándolo en el suelo junto a varias prendas de ropa arrugadas.
Shidou nota mis movimientos y abre los ojos con un gruñido.
—¿Ya te vas? —Pregunta aún medio adormilado, agarrando mi muñeca para no dejarme ir. —¿No quieres otra más?
Niego con la cabeza. Shidou suelta un suspiro y deja que me marche sin decir nada más.
Agarro lo que es mío y me dirijo al baño privado de Kaiser.
Una vez dentro, me siento en el váter y enciendo mi móvil. Espero no quedarme sin batería. Ese 10% debe durarme hasta llegar a casa.
12 mensajes nuevos.
Kenma🤍
estoy fuera
Yo
Voi
5:34AM
Kenma🤍
me he ido
ntp
no keria molestarte
estabas cn tus amigos y eso
olvida lo k te dije ayer
era una tontería
5:58AM
Kenma🤍
🚫Se eliminó este mensaje.
🚫Se eliminó este mensaje.
🚫Se eliminó este mensaje.
he recaído
lo siento
🚫Se eliminó este mensaje.
Releí los mensajes de Kenma una y otra vez.
Aprieto mi sien con fuerza intentando recordar, pero nada surgía.
Pude haberlo ayudado, si solo hubiera estado allí con él…
Joder.
Me levanto del váter y me miro en el espejo del lavabo. Me veía horrible, pelo enredado, ojeras y marcas rojas o moradas por todos lados.
Recuerdo el último mensaje. Vuelvo a coger el móvil para releerlo. He recaído. Lo había vuelto a hacer. Todo por mi culpa, podía haberlo evitado.
¿Y los mensajes eliminados? ¿Sería que me había avisado de lo que iba a hacer? ¿Qué habría pasado si hubiera estado despierto?
Tengo que ir a verlo ya.
Chapter 7: SugarCrash! | ElyOtto
Notes:
N/A: Como regalo por tardar tanto en publicar el capítulo. Hemos puesto una foto en Twitter (@iwaoifan00) de la distribución de la clase de Bokuto <3
Chapter Text
Narra Bokuto Martínez
Empiezo mi día con la macarena de fondo. Como siempre. Todavía no me he acostumbrado a los rayos del sol pero ya estoy abriendo Duolingo para realizar la primera racha del día. Árabe. Pierdo las cinco vidas y me tengo que ver un anuncio de Temu.
Una vez hecho, pego un salto para ponerme de pie y empezar ahora sí la mañana. Me visto rápidamente y salgo al pasillo del piso compartido.
En la cocina me encuentro a Iván sentado, tomando su primer café del día y esperando a que Hikaru se preparara el desayuno.
—Buenos días, compi —me dijo Iván con una sonrisa. —Que no se te olvide el desayuno. —me recordó.
Entro a la cocina y veo a Hikaru devorando un paquete de lacasitos. Agarro el bocata envuelto en platilla que estaba a su lado.
—¿De qué es? —pregunté a Iván.
—Es un bocadillo de tortilla de patatas que sobró de la cena de anoche.
Asiento y se lo agradezco con un beso en la frente.
Iván se despide de mí con una sonrisa y sigue bebiendo su café.
Hikaru me grita un “adiós” emocionado, corro en su dirección y lo estrecho en mis brazos, levantandolo del suelo y dando media vuelta con él mientras Hikaru reía. Lo dejo en el suelo.
Salgo corriendo, sin olvidarme de coger mi desayuno. Me lo zampo por el camino mientras pego zancadas hacia la universidad.
Nada más llegar, veo a Atsumu Morales desde lejos, en la puerta de la facultad fumándose un piti. Veo como le da una última calada, tirando la colilla al suelo para luego apagarla con su pie, para dirigirse a clase. Antes de que dé un paso más, me abalanzo hacia él, saltando en su espalda.
—¡¡Qué pasa brother!! —grito en su oído antes de bajarme de su espalda.
—Pensé que no ibas a venir. —estrechamos nuestras manos en nuestro saludo oficial.
Me río como respuesta. Sin decir una palabra, comenzamos a dar nuestra putivuelta que siempre dábamos entre clases.
A mitad del paseo nos interrumpe un grito a nuestras espaldas. Era Hairo Carrera, el delegado de nuestra clase.
—Chicos, la clase de sociología del deporte va a empezar en 1 minuto. —sus ojos se abren como platos cuando tenemos contacto visual. —Bokuto Martinez, no te vi a primera hora, ¿qué te pasó?
Sonrío de lado para tranquilizarlo.
—Me quedé frito.
Hairo resopló mientras se cruzaba de brazos y sacudía la cabeza.
—Los deportistas nos despertamos a las cinco para correr con la salida del sol. —me dijo, orgulloso de sí mismo.
—Me alegro rey. —contestó Atsumu para que Hairo dejase de sermonearme.
Comenzamos los tres a trotar, obligados por Hairo, hasta la clase.
Llegamos a la clase, algunos de nuestros compañeros estaban sentados, otros fuera en el pasillo y otros, como Denji, dormidos mientras Power le pintaba la mano con un rotulador permanente.
Al entrar, Naruto me saluda desde su asiento y me paro a charlar con él, Itadori y Kirishima.
—¿Cómo estás? —me preguntó Kiri. —Pensábamos que no ibas a venir en todo el día.
—Naaa, es que me quedé dormio, últimamente me cuesta mucho dormir.
—Eso es de tanta play. –dice Naruto entre risas.
—¿Y este niño? —pregunto señalando el asiento de Tetsutetsu.
—Está fuera fumándose uno. —responde Itadori.
Naruto e Itadori siguen hablando, me dedico a escucharlos mientras de reojo veo como Atsumu camina hasta Jackson Wang y se sienta en la silla de Jungkook mientras él estaba en el baño.
No consigo concentrarme en la conversación de delante mía. Sin embargo, si consigo escuchar la charla entre Jackson y Atsumu.
—¿Qué tal la fiesta de ayer? ¿Se lo pasó bien el Michael? —le dijo Atsumu. —Ojalá hubiera podido ir.
Jackson se ríe y asiente.
—Se notó tu ausencia, hermano—le respondió, dándole una palmada en el hombro a Atsumu. —El Michael se la pasó bien, demasiado bien diría yo.
Dejo de escucharlos cuando Naruto chilla el nombre de Tetsutetsu en mi oreja.
—¿Estuvo buena la cagada? —dice Naruto mientras reía con los ojos cerrados. —Sasuke dice que es bueno cagar todos los días del año, aunque él no puea.
Tetsutetsu suelta una carcajada mientras golpea repetidas veces la nuca de Naruto. Él en respuesta solo sigue riendo mientras tose.
—No he ido a cagar niño. —le responde Tetsutesu, recuperando el aliento. —Aunque he escuchado al Jungkook tirandose unos peos en el váter.
Kirishima e Itadori ríen.
Yo los miro, sin entender de qué se reían. Ya se me había olvidado de que estaban hablando en un principio. Interrumpo mis pensamientos cuando mi casio comienza a pitar. Era mi alarma.
Apago el sonido rápidamente y me dirijo a mi mochila en dos largas zancadas.
Rebusco entre los bolsillos hasta que encuentro lo que buscaba. Lo agarro y salgo casi corriendo de la clase. Justo en la puerta me cruzo con el profesor, Smooth Papi, Paco pa los que no sabemos inglés.
—Profe voy al baño una mijilla, no tardo. —digo mientras sonrío, tratando de esconder mis manos en mis bolsillos.
—Enga, no tardes.
Voy velozmente hacía el baño más cercano, me encuentro a Jungkook saliendo del baño, con la cara pálida, mientras frotaba su vientre.
—Buenas. —dijimos ambos a la vez, yo con una gran sonrisa y él con una mueca.
Nada más entrar al servicio me mareo por la peste a mierda, pero eso no me quita la sonrisa.
Me pongo enfrente del espejo del lavabo y abro el grifo. El agua cae, ahogando mis pensamientos. Desvío mi mirada desde el suelo hasta mi reflejo mientras hurgo en mis bolsillos. Una vez que encuentro el bote, lo agarro con nervios, sin sacarlo por completo. Lo abro y deposito una en mi palma temblorosa.
Justo antes de echármela a la boca, tengo contacto visual conmigo mismo, mi sonrisa se ha borrado por completo y mi frente está sudando.
No quiero tomarla, hace que me sienta más decaído. Mi cabeza palpita por el efecto de la pastilla. Me duele tanto que no me deja dormir por las noches.
Mi garganta se seca al pensar en cómo pasaré esta noche. De nuevo, solo y atormentado por mis pensamientos.
Cierro los ojos con fuerza y sin respirar me tomo la primera pastilla del día. Con ella aún en la boca bebo un largo sorbo del agua del grifo para que baje.
Cuando noto su ausencia en mi garganta, me inclino de nuevo frente al grifo y me echo agua en la cara para tranquilizarme.
Me vuelvo a mirar en mi reflejo, de nuevo sonriendo. Como siempre.
Salgo rápidamente del baño y vuelvo a clase. El profesor todavía no ha comenzado la lección así que me apresuro a sentarme en mi asiento sin hacer demasiado ruido, fallando en el intento ya que me tropiezo con la mochila de Neil Jurado.
Noto como me fulmina con su fría mirada mientras voy a mi asiento. Le dedico una sonrisa de disculpa pero me gira la cara sin decir nada.
Paco llama la atención con un grito y una lamida de su bigote y comienza a apuntar el tema de la lección de hoy en la pizarra.
—¡La sociología del deporte es una rama de la sociología que estudia el deporte como institución social. —comienza Paco con una sonrisa. —No se enfoca en el rendimiento físico o técnico, sino en cómo el deporte influye y es influido por las dinámicas culturales, políticas y económicas de la sociedad!
Vuelvo mi mirada hacia Atsumu cuando golpea mi brazo con su bolígrafo.
—¿Estás bien? Tienes mala cara, te habrán sentado mal las vitaminas. —Me pregunta Atsumu mientras juguetea con su bolígrafo entre los dientes.
Me siento mal por tener que mentir a mis amigos, pero me da más vergüenza admitir que estoy medicándome. Conociendo a Atsumu seguro se metería conmigo.
A ver, no estoy loco ni nada, pero me da miedo que lo piensen los demás. Solamente me distraigo mucho, nunca termino las cosas que empiezo y me cuesta un montón concentrarme. El médico le dijo a mi madre que era algo que necesitaba tratar, pero no entiendo por qué recetarme unas pastillas que me hacen mal.
—Na, estoy bien, no te preocupes. —sonrio restando importancia y volviendo mi mirada hacia el frente de la clase.
Intento centrar mi mirada en Paco quien seguía con la lección.
—El deporte no es neutral. —dijo, señalando una foto de unos chicos jugando rugby. —Está cargado de significados y valores que varían según el contexto.
Paco es interrumpido por el sonido de un portazo. Se queda con la palabra en la boca. Toda la clase desvía su mirada hasta la puerta abierta.
Shidou Ruíz entra pegando zapatazos, caminando directo hacia el profesor.
—¿Qué pasa, pana?
Shidou saluda a Paco como si fuesen amigos de toda la vida, se dan un medio abrazo y todo. No me sorprende a estas alturas, Shidou ha repetido esta asignatura más veces de las que Smooth Papi lleva dando clase.
Una vez que se separan, Shidou camina con toda la confianza del mundo hacia Kaiser con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿¡Qué buena noche, eh!? —le exclamó Shidou, inclinándose para acercarse aún más a Kaiser.
—Vete. —gruñe Kaiser con el ceño fruncido.
Shidou lo mira mal, se coloca mejor su riñonera cruzada y ahora sí, camina hacia su asiento al lado de Oliver, quien dormía sobre su mochila.
Atsumu sonríe cuando Shidou se sienta.
—Jackson me ha dicho cositas… —dice Atsumu levantando las cejas.
Shidou suelta una carcajada y asiente en dirección de Atsumu.
—¿Con quién fue esta vez?
—Con el maricón de la primera fila —señala descaradamente Shidou.
—¿Con Isagi Yoichi?
—Ji ome, con pringao ese ni la hora.
–¿Con el Kunigami? —preguntó Atsumu, alzando una ceja.
—Ojalaaa— dice suspirando. —lo tengo en la lista. —saca la lengua.
La charla avanza demasiado rápido como para que pueda llegar a entenderla. Escucho lo que dicen pero mi mente no consigue procesarlo tan rápido como para seguir la conversación.
—Con el Hairo no creo que sea. —murmura Atsumu. —¡Coño! ¿Con Michael Kaiser?
—Mira. —Se señala el cuello y pecho. Estaba lleno de chupetones y marcas de dientes. —El kbron no me soltaba.
Atsumu abre su boca sorprendido.
—¿Lo has visto como está de tapaito? ¿Por qué será? —dice mirando hacia el techo con una sonrisa pícara. —Yo se porque es.
—No te hagas el interesante y cuéntamelo.
Atsumu comienza a mover la silla de Shidou hacia adelante y hacia atrás en señal de protesta.
Shidou se inclina para decir algo pero el sonido de un “Shhh” lo calla.
Michael Kaiser lo estaba fulminando con la mirada desde su asiento.
—Anoche no me mandaba a callar. —gruñe Shidou, ignorando a Kaiser. Se da la vuelta y comienza a molestar a Oliver para despertarlo.
Atsumu se gira hacia mí con una sonrisa.
—Menuda fiesta me he perdido. —me dice decepcionado.
Sonrío incómodo, sin saber a que se refiere y vuelvo para garabatear mi libreta.
Dejo que la voz de Smooth Papi suene de fondo mientras intento escribir los apuntes para la asignatura. Esperaba conseguir aprobar de una vez por todas.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
Suelto un grito de emoción cuando la pelota que he rematado golpea contra el suelo con fuerza.
—¡Vas mejorando, Bokuto! —me grita Kurro con una sonrisa.
Chocamos nuestras palmas con fuerza y seguimos practicando los remates.
Paramos para descansar por un par de minutos.
Me siento en el suelo del pabellón y echo un vistazo a mi alrededor. Iwa y Oikawa estaban apartados en una esquina, creo que no se llevan muy bien, pero seguro que dentro de unos días se vuelven amigos.
—Parece que esos dos no conectan bien. —dice Kurro sentándose a mi lado. —Pobre Iwa, tiene de compañero al peor, que no ha jugado voley en su vida.
—Por algún lado se empieza. —digo con una sonrisa mostrando mis dientes.
Miro hacia otro lado y los gitanos llaman mi atención. Eran un desastre, pero funcionaban a la perfección juntos. Sin embargo, hoy los veía más separados que de costumbre. Me pareció raro pero decidí no darle mucha importancia, seguro estaban cansados del entrenamiento.
Vuelve a sonar mi alarma, marcaban las cinco y media de la tarde. Era hora de mi segunda pastilla.
Me reincorporo rápidamente del suelo, llevándome conmigo mi botella de agua.
—¿Donde vas? —pregunta Kurro todavía sentado en el suelo.
—Em, al baño. —señalo hacia la puerta del vestuario y sonrío.
Entro con rapidez, dirigiéndose directamente hacia el lavabo.
Esta vez, decidí tomarme la segunda pastilla con más prisa. El descanso estaba por terminar y no quería que Kurro viniera a buscarme y descubriera lo que estoy haciendo.
La llevo a mi boca con un poco de agua. Cuando noto que ya no está en mi garganta, carraspeo un poco y me alejo del lavabo.
Esta pastilla no era para lo mismo que la anterior. Tengo que tener cuidado, si las confundo… Bueno, lo paso muy mal. No quería volver a pasar por lo mismo nunca así que Iván las dividió en dos botes, cada una con una etiqueta distinta para saber de qué era.
Guardé el bote en mi bolsillo derecho, esperando que me hiciera efecto y disminuyeran mis nervios.
Nada más salir, me encontré cara a cara con Kurro que me esperaba de brazos cruzados.
—Enga, que ya el Kike está gritandonos para que volvamos al entrenamiento. —me dice nada más verme.
—Si lo siento. —me excuso con una sonrisa mientras rasco mi nuca para calmarme.
Kurro asiente, me da una palmada en la espalda y señala la pelota de voley.
Continuamos el entrenamiento con normalidad hasta que Kike nos chifla.
—Vamos a hacer un círculo para estirar y ya os podéis ir a la mierda.
—Kike nosotros nos tenemos que ir al keba —grita Nishinoya desde la otra punta del pabellón.
—Ug, venga, haced lo que querais. —Kike rasca su cabeza un poco irritado.
Tanaka y Noya se van corriendo antes de que se cierre el círculo.
Nos reunimos los demás compis. Mientras nos sentamos en el suelo para estirar nuestras piernas Kike vuelve a chiflar para que nos callemos.
—Cucharme. La semana que viene tendremos un partido de entrenamiento con el Camilo Jose Cela. —informa Kike. —Así que quiero que os esforcéis más que nunca, para empezar la temporada con el pie derecho.
Nos echa una mirada y suelta un bufido.
—Oikawa e Iwa, os vendría bien entrenar más por vuestra cuenta. Os cuesta mucho coordinaros, noto mucha tensión. Deberiais trabajar en ello.
Oigo como Oikawa resopla. Kike lo ignora y dirige su mirada a Kurro.
—Y tú… —señaló su cuello, negando con la cabeza. Parecía que quería decir algo más pero luego suspiró. —Déjalo.
Kurro se rió a lo bajini.
—Bokuto. —Kike llama mi atención. —El profesor Takeda quiere verte. Dice que es algo importante, que no se te olvide.
Asiento repetitivamente.
Kike nos señala la salida del pabellón para que nos marchemos ya.
Miro a Kurro con una ceja alzada al verlo caminando solo.
—¿Y Kenma? ¿No te espera hoy?
Kurro evita mi mirada, desviandola hacia al suelo.
—No.
—¿Le habrá pasado algo? ¿Estará enfermo?
—Puede, no lo sé. —contestó Kurro con una mueca, sin entrar en detalle.
Me encojo de hombros y camino hacia la salida del pabellón, adentrándome por los pasillos de la facultad para ir al despacho de Takeda.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
Me pierdo un poco entre los numerosos pasillos de la facultad, hasta que llego a su despacho, me quedo un par de segundos de pie en frente de su puerta sin moverme, tomo aire y pego en la puerta.
—Se puede. —oigo su voz trás la pared.
Entro y me siento frente a él.
—Buenas Bokuto Martínez, me alegro de verte. —Dice sonriéndome.
—Igualmente, director Takeda.
—Me puedes llamar solo Takeda. —sonríe cálidamente.
—Bueno… ¿Para qué quería verme? —pregunté mientras mordía mis uñas.
—Tenemos que discutir el tema de sus notas. —dijo, sin quitar su sonrisa que transmitía tranquilidad. —Como ya sabes, el curso anterior suspendiste cinco asignaturas. Una más y te quitaban la beca. Si sigues por ese camino, este año, con sólo suspender una, olvídate de tu beca de deporte. Sería una pena porque eres uno de los alumnos con mayor potencial. Sin embargo, ambos sabemos que tienes que centrarte más en lo teórico.
—Lo siento profe… —mi sonrisa se ladea.
Takeda me sonrió de lado.
—He contactado con un profesor particular que te ayudará a mejorar tus notas. —me informó. —Es un chico que se ha ofrecido voluntariamente a dar clases particulares.
—¿Cuánto costaría?
—No, Bokuto, no te preocupes. Es gratis, lo hace voluntariamente. —dice con una gran sonrisa. —Le he pasado tu número de teléfono a ese chico, me dijo que te escribiría esta tarde para concertar la primera clase.
—¡Muchas gracias, Takeda! —mis ojos brillan y sonrío de oreja a oreja.
—Eso es todo, ten un buen día y no descuides los estudios. —me dice sonriente.
—Hasta luego, Takeda, ¡ten buena tarde! —Me despido con mi mano.
Él me da una última sonrisa. Salgo del despacho, saco mi móvil para ver si mi nuevo profe me había escrito.
Nada.
Pasan 10 segundos. Vuelvo a mirar.
Nada.
Capaz se está echando la siesta.
Vuelvo a mirar cuando pasan otros 10 segundos.
Ningún mensaje a la vista.
Me encojo de hombros y me alejo de la facultad.
Chapter 8: I Have Forgiven Jesus | Morrissey
Notes:
Por tardar casi un mes en actualizar (😔). Hemos hecho un capítulo más largo de lo esperado. Disfrutad.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Narra Akaashi Ramos
Mi alarma retumbaba en mis oídos, mis ojos se abren en el primer pitido, pero hasta que no suena el tercero no me pongo en pie.
Como siempre, empiezo poniéndome mis gafas y tomo un sorbo de agua de mi botella. Aunque hoy no tenía mucha sed.
Me dirijo a la ventana para separar la gran cortina gris, deslizándola hasta la esquina derecha. No me olvido de la persiana, como siempre, hago que suba hasta arriba, intentando dejar solo unos ocho centímetros a la vista.
Me alejo un poco para ver si ha quedado como debería. Creo que no está como ayer, cosa que hace aumentar mis nervios.
Agarro el metro de la cómoda que se encontraba debajo de la ventana. Me acerco a la persiana y mido para ver si he acertado. Sonrío cuando veo que el metro marca ocho centímetros.
Dejo el metro en su sitio exacto y ahora sí, me concentro en hacer la cama. La estiro de abajo hacia arriba y termino doblando el borde de la sábana tres veces sobre sí misma.
Camino hacia el armario, abro la puerta y busco con la mirada el segundo cajón, lo abro y agarro la primera camiseta que veía. La cojo y al estirarla frente a mis ojos noto una arruga en la esquina inferior izquierda.
Mi boca se curva en una mueca de irritación. Llevo la prenda al cesto de la ropa sucia y me dispongo a tomar otra. Esta vez estaba perfecta. Ninguna arruga, ninguna mancha, nada fuera de lo común.
Me llevo mi ropa al baño y la cuelgo en el perchero detrás de la puerta.
Me miro en el espejo y noto un par de pelos en el bigote y la barbilla. Busco en el cajón derecho del lavabo la espuma de afeitar y mi maquinilla.
Lleno mi cara de la espuma y paso la maquinilla por encima.
Enjuago mi rostro con el agua fría y salpico el espejo. Al ver esa mancha mi ojo tiembla repetidas veces, así que voy a la cocina a por los productos de limpieza y lo limpio intensamente.
Devuelvo los químicos a su sitio y, por fin, me meto en la ducha.
Le doy dos vueltas al grifo y dejo que el agua caiga durante un minuto hasta que sale a mi gusto.
Entro a la ducha con mi pie derecho. Dejo que el agua caiga de mi cabeza a los pies.
Primero enjabono mi pelo y después comienzo a lavar mi cuerpo de izquierda a derecha.
Después de diez minutos salgo de la ducha.
Inicio secando mi cara con una toalla pequeña, luego mi pelo con otra mediana y mi cuerpo con una más grande.
Noto algunas gotas de agua caer por mi cuello así que agarro el secador y lo enciendo.
Tardo dos minutos para que el pelo esté completamente seco. Me peino con tranquilidad para no fastidiarlo todo y tener que volver a empezar.
Una vez terminado, dejo el cepillo en su sitio, al lado del secador, en uno de los cajones inferiores del lavabo.
Le echo una última mirada al baño para ver si todo estaba en orden antes de ir hacia la cocina.
Allí, Sae Ibáñez, mi compañero de piso, estaba sentado, revisando su móvil y comiendo unas tostadas de aguacate y salmón.
—Buenos días —le dije, como todas las mañanas.
Sae asiente en mi dirección.
Voy directo hacia la encimera donde había colocado el bocadillo la noche anterior.
Intento no alarmarme al ver que no estaba ahí. Comienzo a buscarlo con mi mirada, yendo de izquierda a derecha y viceversa. Me siento aún más nervioso cuando no lo encuentro rápidamente.
Sae, al verme dando vueltas a su alrededor, levanta su vista de su teléfono y me mira con una ceja alzada.
—Pareces un perro mareado. —murmuró con cansancio. —¿Qué estás buscando?
—Mi desayuno. No está donde lo dejé anoche.
Sae me fulmina con su mirada y señala con su dedo hacia al lado del microondas.
Suelto un suspiro y con rapidez agarro el bocadillo. Lo vuelvo a colocar en el lugar donde debía estar desde un inicio. Lo dejo ahí y espero un minuto antes de recogerlo. Lo guardo en mi mochila.
Cuando llego al lado de la puerta principal, dejo mis pantuflas en la entrada y me pongo mis tenis negros.
Cojo mis llaves de la mesita de la entrada y las guardo en el bolsillo interior de mi chaqueta.
Salgo del piso, sin olvidarme de despedirme de Sae.
—Hasta luego.
Cuando escucho un "ajam", cierro la puerta detrás de mí con llave.
Nada más salir miro mi móvil para ver la hora mientras bajo por las escaleras. Mi amiga y yo habíamos quedado debajo de mi piso para ir juntos a la facultad. Ayer me dijo que se acababa de sacar el carnet y que me quería llevar. Pero no la veo por ningún lado, ¿le habrá pasado algo viniendo hacia aquí?
El sonido estridente de una bocina llamó mi atención.
Taylor me saludó con una gran sonrisa mientras se acercaba hacia mi en su moto.
—¡Buenaaaass! —me saluda animadamente con la mano.
—Pensaba que te habías sacado el carnet del coche —digo con una media sonrisa incómoda mientras camino hacia ella.
Nunca me había montado en una moto. Me siento inseguro en ellas. Desde lejos parecen tan inestables que me da miedo subir en una y caerme.
Taylor se quita su casco y me lo da.
—Toma, pa que no te pase nada.
—¿Y tú no llevas ninguno?
—Es que el otro se lo llevó mi hermano —dice mientras se rasca la nuca.
Hago una mueca al coger el casco.
—Gracias. Prométeme que tendrás cuidado, que no correras ni harás ninguna tontería.
Taylor me dio una sonrisa de oreja a oreja.
—Tú no te preocupes por eso hombre —dijo, dándome varias palmadas en mi espalda, intentando tranquilizarme.
Me pongo el casco y me siento detrás de ella, agarrándome a la parte de atrás.
Taylor suelta un grito ahogado.
—No, no. —agarró mis manos y las colocó en su cintura. —Agárrate fuerte que vienen curvas.
No pude verla, pero sabía que estaba sonriendo.
Arrancó la moto con un brusco sonido que taponó mis oídos.
—¡Ahí que nos vamos! —exclamó al acelerar.
Cerré los ojos y me agarré a su cintura con más fuerza. Taylor se concentró en el camino, haciendo zig zag entre los coches que había en la calle.
Una vez despejada la carretera, aceleró más de lo que me gustaría y recorrimos las calles a toda velocidad. Casi sentía que me caía, pero eso es imposible ya que mis nudillos estaban blancos de lo fuerte que me estaba agarrando a ella.
Después de unos diez minutos, que se me hicieron eternos, logramos llegar de una pieza a la facultad.
En la puerta nos esperaban nuestro amigo Ben junto a su primo Aiden. Cuando vio que llegamos el rubio se despidió con un grito y se fue a su clase.
Ben se acercó al borde de la acera para saludarnos.
Taylor aparcó y se llevó el casco en sus manos. Se giró hacia Ben y los dos lo saludamos al unísono.
—¿Cómo estás? —preguntó Taylor dándole un abrazo.
Ben alzó el pulgar hacia arriba con una sonrisa.
Los tres entramos juntos a clase mientras Taylor parloteaba, Ben respondía en lengua de signos y yo escuchaba.
Entramos a clase y tomo asiento, al lado de Saiki Kusuo. El no nos mira a ninguno de nosotros y sigue leyendo su manga, "The Disastrous Life of Saiki K". Parece concentrado, no debería molestarle.
Taylor echa un vistazo hacia nosotros.
—¿Qué estás leyendo? —chilla ella al inclinarse sobre su mesa.
Saiki alza la mirada por un microsegundo para luego retomar su lectura.
—Eres mu carismático, gracias por charlar conmigo. —Taylor le dedica una amplia sonrisa.
Saiki sigue sin contestarle pero Taylor no se cansa y le pregunta más sobre su finde. Otra vez. Como si no se lo hubiera preguntado ya ayer.
Aprovecho los minutos que quedan antes de comenzar la clase para sacar mi agenda de la mochila y organizarme para el día de hoy.
—¿Chicos, queréis salir esta tarde para dar una vuelta? —pregunta Taylor posando su mirada sobre nosotros.
Saiki niega con la cabeza y Ben asiente.
—No lo sé Taylor, creo que hoy me pillas un poco ocupado, déjame que lo mire en mi agenda. —la coloco sobre la mesa y la abro en el día de hoy.
Martes 17 de septiembre
08:00 am
Me despierto ✔️
08:15 am
Ducha✔️
08:25 am
Saludar a Sae y Neji (si está)✔️
08:26 am
Recoger desayuno✔️
08:28 am
Ir a parada de autobús -> (Taylor)✔️
08:30 am
Coger autobús -> (Taylor)✔️
08:50 am
Llegar a la facultad y saludar compañeros✔️
09:00 am - 11:45 am
Clases
11:46 am - 12:05 pm
Descanso
12:06 pm - 13:25 pm
Clases
13:26 pm
Despedirse de compañeros
13:27 pm
Ir a parada de autobús
13:30 pm
Coger bus para casa
13:50 pm
Preparar la comida con Neji (Hoy toca pisto y merluza a la plancha)
14:00 pm -14:30 pm
Almuerzo
14:30 pm - 15:00 pm
Sobremesa con Neji
15:10 pm
Saludar a Sae
15:11 pm - 16:30 pm
Preparar tutorías del día
16:35 pm-16:57 pm
Autobús
17:00 pm - 18:00 pm
Tutoría (Kaidou Suarez) (Inglés)
18:10 pm - 18:40 pm❓
Autobús
18:45 pm - 20:45 pm
Tutoría (Bokuto Martínez) (Psicología)
21:00 pm - 22:08 pm
Autobús
22:15 pm
Cena (Hoy toca ensalada y un yogurt 0 azúcares añadidos)
22:30 pm
Ducha
22:40 pm
Leer
23:00 pm
Dormir
Cierro la agenda con ambas manos y la vuelvo a guardar en mi mochila.
—Lo siento, no tengo hueco. —digo con una mueca.
—Nunca puedes. —dice Taylor con un puchero.
"Tienes que avisarle con varios días de antelación" explica Ben, moviendo sus manos.
—Gracias. —le sonrio.
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Las clases transcurren como siempre, tomo apuntes y presto atención a lo que dicen los profesores.
Una vez que suena el timbre del descanso todos se levantan de golpe de sus asientos y corren fuera del aula. Taylor y Ben nos esperaban en el marco de la puerta, esperando a que guardara mis cosas en la mochila. La cierro y me la echo al hombro. Junto a Saiki vamos con ellos.
—¡Me he traído el UNO! Vamos a jugar. —grita Taylor sacando la baraja de cartas de su bolsillo.
Saiki se separa un poco y se desvía.
–¿A dónde vas? No creas que no te vemos —acusa Taylor señalando al pelirosa.
Este se queda quieto y señala en silencio el libro que lleva en su mano.
—¿Qué vas a la biblioteca?
Saiki asiente y se va.
Los tres nos dirigimos al patio y nos sentamos en un banco bajo la sombra de un árbol.
Comemos nuestros respectivos desayunos mientras Taylor habla sin parar. Una vez terminados ella nos reparte un montón de cartas.
—No, no puedo. —digo sin dejar de pensar en la agenda, no estaba en mis planes salirme de lo planeado, no más. —Es que no me apetece.
Taylor insiste un poco pero Ben le hace una seña para que se detenga y jueguen ya. Los observo por unos minutos pero luego desvío mi atención a mi teléfono.
Contacto: Bokuto Martínez.
Yo
Buenos días Bokuto. Soy Akaashi Ramos, tu tutor de psicología y biología. Le escribo para confirmar que nuestra clase de hoy sigue en pie. Esta sería desde las 18:45 pm a 20:45 pm. ¿Es eso correcto?
Espero su respuesta por unos minutos, pero esta no llega, así que guardo mi móvil y sigo observando la partida de Ben y Taylor.
Al cabo de un rato, vuelve a sonar el timbre y volvemos a clase. Allí ya estaba Saiki sentado en su asiento. Me siento a su lado, saludándolo con una sonrisa.
Retomamos la clase por donde la habíamos dejado.
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El reloj marca las 13:25 pm, así que marco con un tick lo que ya había completado en la agenda. Salimos de la clase y nos despedimos en la puerta de la facultad.
—¡Hasta mañana chicos! —grita alegremente Taylor mientras movía su mano.
Ben se despide con la mano y Saiki se va sin decir nada.
—Hasta mañana. —dije sonriéndoles.
Me dirigí a la parada de autobús y esperé un par de minutos. Me subí y mi móvil sonó. Lo encendí y vi varios mensajes de whatsapp en la barra de notificaciones.
Bokuto Martínez.
HOLA AAKAAASHI
SISI A ESA HORA ESTÁ BIEN
LUEGO NOS VEMOS
TEN BUENA TARDE
😝😝
👋👋
Yo
Vale.👍
Igualmente.
Guardo el teléfono y continuo mi viaje en bus.
Al llegar al piso está Neji en la cocina preparando una olla de puchero.
—Hola Neji, qué bien huele. —digo entrando a la cocina y poniéndome a su lado mientras enciendo los fogones para hacerme de comer.
—Buenas, gracias. –dice Neji girandose en mi dirección. —Es puchero, me he pasado haciendo, puedes comerte lo que sobre.
—No hace falta, en serio.
Niego con la cabeza y le doy un par de palmadas en el hombro.
Tomar un vaso de puchero no estaba planeado para el día de hoy. Tocaba pisto y merluza. No puchero. Debería ceñirme a lo planeado.
Terminamos de hacernos la comida y nos sentamos en el salón para almorzar. Enciendo la televisión, y dejo Antena 3, al darme cuenta de que no estaba puesta la opción de descripción de audio voy rápidamente a configuración para activarlo. La visión de Neji había empeorado mucho así que lo mejor era tener esa opción siempre activada.
Prestamos atención en silencio mientras comemos. Ambos terminamos y reposamos un ratito en el sofá. Reviso la hora en mi móvil y me doy cuenta que eran las 15:10 pm.
Um, Sae debería haber llegado ya. ¿Le habrá pasado algo?
—¿Y Sae? —le pregunto a Neji con una mueca.
Neji se encoge de hombros sin darle mucha importancia. Yo, por otro lado, sí se la doy.
Saco el móvil de mi bolsillo y marco el número de Sae, que me sé de memoria.
Tarda unos segundos en contestarme.
—¿Qué? —responde cortante.
—¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo de camino al piso?
—No.
Abro mi boca pero un grito se escucha detrás suyo, interrumpiendo lo que quería decir.
—¡Está perfectamente!
Suelto un suspiro de alivio al darme cuenta que está con su novio, Shidou Ruiz. Estará bien.
—¿A qué hora llegarás? —pregunto.
Shidou contesta en lugar de Sae.
—No creo que vaya esta noche. —dice entre risas.
—Ah, vale. No os molesto más. —respondo nervioso, a punto de colgar la llamada.
Sae tose.
—Pero estaré mañana para el desayuno. —dice antes de colgar.
Una pequeña sonrisa se estira sobre mis labios.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
Las clases con Kaidou Suarez pasaron rápidamente, sin muchos inconvenientes, salvo su madre, que no paraba de entrometerse. Aunque estoy acostumbrado ya que no es el primer año que le doy clases. Salí de su casa y fui a la parada del autobús para ir a la siguiente tutoría.
Trás media hora de viaje llegué donde me indicaba el Google Maps.
Me acerco hacia el timbre para que me abrieran la puerta del bloque. Antes de poder tocar el botón, la puerta se abre de golpe.
Un chico alto, de pelo gris me mira con una sonrisa.
—¿¡Eres Akaashi?! —dice este desde el marco de la puerta con emoción.
—Em, sí, soy yo.
El chico se abalanza encima de mí y me envuelve en un fuerte abrazo. Me quedo quieto sin saber muy bien qué hacer.
—Yo soy Bokuto. —continúa el chico, sin apartarse de mí. —¿Eres mi tutor verdad? Llevo aquí en el portal un rato para no hacerte esperar.
Le doy una sonrisa llena de incomodidad cuando se separa del abrazo.
—Enga, aquí está el ascensor. —señala con euforia. —Es el quinto piso. Puedes subir por ahí pero yo iré por las escaleras porque es bueno pa la salud.
Asiento en silencio.
Bokuto me da una fuerte palmada en la espalda y corre escaleras arriba.
Me subo al ascensor y trás un rato las puertas se abren en la quinta planta. Me sorprendo al ver allí a Bokuto esperándome sonriente y con sus manos en su cadera.
—Te he adelantado —dice entre risas.
Fuerzo una risa para no dejarlo colgando.
Bokuto ríe, camina hacia la puerta de la izquierda y comienza a golpearla.
—¡Iván abre anda! ¡Que no he cogido las llaves!
Pasan unos segundos hasta que abre.
Un chico pelinegro se hace visible en el marco de la puerta. El chico desvía su mirada de Bokuto hacia mi y me dedica una sonrisa entrecerrando los ojos.
—Hola, debes de ser Akaashi. —me da un firme apretón de manos. —Bokuto nos ha hablado mucho de ti, le hace mucha ilusión tener un tutor.
Bokuto asiente, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Soy Iván. Compañero de piso de Bokuto.
—Encantado.
Iván se echa un lado para que Bokuto y yo entremos al piso. Se queda detrás de nosotros para cerrar la puerta con llave.
Echo un vistazo al apartamento. Todo parece en orden. Lo primero que llamó mi atención fue la cocina, una olla estaba cerrada pero dejaba escapar olor a lentejas.
El salón era lo primero que veías al entrar, era pequeño pero acogedor. En el sofá estaba tumbado un chico comiendo un polo de cocacola, con los pies descalzos (sucios) sobre la mesa. Parecía más joven que nosotros, su aspecto era relajado, en una mano sostenía el helado y en la otra una consola.
—Hikaru... los pies. —dice Iván desde la entrada.
El albino se termina su polo de un bocao y se levanta. Se acerca a nosotros en un par de zancadas.
—¿Me puedo comer otro helao? —le preguntó a Iván.
Bokuto abrió su boca sorprendido, sin decir nada más, corrió hacia la cocina.
Iván negó con la cabeza en dirección de Hikaru.
—No, ya te has comido cuatro.
Hikaru hace un puchero pero Iván lo ignora. Veo como, disimuladamente, le da un pequeño pellizco en el brazo y me señala con sus ojos.
Hikaru se gira a mirarme con la boca abierta.
—¡Hola!
—Buenas tardes, soy Akaashi. —le sonrío.
—¡Soy Hikaru! —me abraza con sus finos brazos con demasiada brusquedad. Por el rápido movimiento mi barbilla golpea su cabeza. No parece importarle ya que al separarse me vuelve a sonreír mostrando los dientes.
Bokuto vuelve corriendo hacia nosotros, con un polo en la boca y varios de distintos sabores en sus manos.
—¿Cuál prefieres, Akaashi?
Lo observo con incredulidad.
—¡Son caseros, los ha hecho Iván! —exclama Bokuto con emoción.
Este ríe ligeramente mientras rasca su nuca.
Hikaru corre hacia Bokuto, tirando de su camiseta para que le diera uno de los polos.
—No, gracias. —le contesto con una mueca incómoda.
—¡Si él no lo quiere, dámelo a mi! —grita Hikaru, tirando más fuerte de la camiseta de Bokuto.
Bokuto asiente en mi dirección y luego se gira hacia Hikaru, bajando su brazo para darle el polo de cocacola.
—Bokuto, no le des nada. —dice Iván, negando con su cabeza.
Hikaru golpea el suelo con fuerza y camina hacia el sofá de brazos cruzados.
Iván se gira hacia mí.
—Os dejo solos. Suerte con la tutoría —nos dice con una sonrisa para luego volver a la cocina, sin olvidarse de coger los polos de las manos de Bokuto.
Tomamos asiento en el salón, nos sentamos en las sillas mientras Hikaru juega a la Nintendo en el sofá.
—Empecemos con la historia de la Psicología.
Saco mis libros, los pongo entre Bokuto y yo, él no dejaba de observar mis movimientos, sin moverse.
—¿Y tu libreta? —pregunto al ver que no tiene nada delante suya.
—¡Ay, es verdad! —se echa las manos a la cabeza.
Bokuto se levanta de un salto y corre hacia una de las puertas cerradas que había en el apartamento. Al cabo de unos segundos regresa con una mochila.
—¡A saber donde están! Tengo que buscarlas.
Veo como rebusca dentro de la mochila. Rápidamente pierde la paciencia y le da la vuelta para tirar todo su contenido sobre la mesa. Los libros caen con fuerza, su estuche estaba medio abierto así que todos sus lápices se cayeron sobre las libretas y alguno que otro acabó en el suelo.
Lo observo en silencio y me agacho para recoger los que se habían caído.
—¿Estáis bien? —pregunta Iván desde la cocina. —He escuchado un golpe.
—¡Todo bien! —exclama Bokuto, quitándole importancia.
Cuando por fin he recogido todo lo que se le cayó alzo mi mirada y veo a Bokuto rebuscando entre la pila de libros.
—¡Aquí está! —grita, poniendo delante de mi cara su libreta de color arcoiris, llena de pegatinas y garabatos.
—Vale, vamos a empezar.
Bokuto coloca su libreta en la mesa con una sonrisa de oreja a oreja. Me acomodo en la silla, saco un bolígrafo y abro el libro de historia de la Psicología por el primer tema.
—¿Cómo llevabas la psicología?
—Se me daba fatal. —responde mientras reía a carcajadas.
Asiento. Observo el temario por encima. Antes de poder decir algo, Bokuto se adelanta.
—¿Entonces vamos a hablar del Freud? ¿O de las cosas esas de las ratas y las campanas? —preguntó, abriendo su libreta por una página llena de dibujos de búhos jugando al voleibol y frases como "¡Remata!" escritas con subrayadores de colores.
—Vamos a empezar por el principio —le respondí con una sonrisa paciente. —¿Has oído hablar de los filósofos griegos?
A la media hora Hikaru se fue a su cuarto, no sé si porque se aburrió de la consola o de nosotros.
Bokuto parecía concentrado y a la vez distraído. Tomaba apuntes pero de vez en cuando hacía algún dibujo en su libreta, otras veces me hacía preguntas y otras parecía más interesado en la araña del techo que en lo que yo decía.
—¿Entendiste lo de Sócrates o lo vuelvo a repetir? –digo levantando la vista del libro.
Bokuto rasca su nuca con una mueca, mordiendo el capuchón del boli con nerviosismo.
—Si, lo siento. Me he distraído y no me he enterao.
Vuelvo a explicarselo con paciencia y él, esta vez, toma apuntes de todo lo que digo.
Iván se hace visible en la puerta de la cocina y nos mira con una sonrisa.
—¡Bokuto, la hora! —dice señalando el reloj en su muñeca.
—¡Ay, es verdad! Lo siento, casi se me olvida —se levanta de un salto y corre hasta Iván, este le da algo, pero no logro verlo.
Escucho como Bokuto se sirve un vaso de agua y se lo bebe de un buche. Vuelve a sentarse en su silla rápidamente y retomamos la clase.
Aunque ahora lo veo mucho más distraído. Ausente. Parecía que algo le preocupaba. Así que llamo su atención dando un golpecito con mi bolígrafo sobre su libreta.
—¿Todo bien?
Bokuto asiente frenéticamente y baja la mirada hasta su libreta.
Continuamos la clase hasta que mi reloj marca las 20:45 pm. Comienzo a recoger mis cosas y las guardo en mi mochila. Un olor a pizza inunda la habitación, Bokuto inspira hondo y sonríe de oreja a oreja.
—¿¡PIZZA?! —grita emocionado y se levanta de un salto.
Se escucha un portazo. Hikaru sale corriendo de su cuarto, directo hacia Bokuto.
—¡PIZZAAAAAA! —exclama con los brazos en alto mientras pega saltitos.
Iván asoma su cabeza por la puerta de la cocina.
—Todavía no están listas, le quedan 5 minutos. —dice a los demás, luego se gira en mi dirección. —Akaashi, te quedas a cenar, ¿verdad? ¿Cuál prefieres?, He puesto una de BBQ, cuatro quesos, de atún y la última es de jamón y queso. Tu decides, esta gente se come cualquiera.
—¡La de BBQ pa mi! —interrumpe Bokuto a grito pelao mientras se golpea el pecho con la palma de la mano.
—¡Yo también quiero esa! —grita Hikaru.
—No, que pica mucho y te vas a achicharrar la lengua. —responde el peligris.
Hikaru se cruza de brazos, soltando un gruñido.
—Sed buenos anfitriones y dejad que el invitado hable. —dice Iván, interrumpiendo la riña de Bokuto y Hikaru.
Los tres se giraron y clavaron sus miradas en mí.
—Em, no puedo. Es que...
—¡Ya son casi las nueve! Si te vas ahora comerás muy tarde y eso es malo para tu barriga.
Le doy una mirada de reojo a mi agenda. 21:00pm, volver a casa. Ya eran menos diez y ni siquiera había salido del apartamento para ir a la parada de bus. Si lo perdía, mi horario estaría arruinado.
Iván nota mi silencio.
—¡Yo te llevo en coche después de cenar! No te preocupes por la hora. —dice sonriente
Hago una mueca, sin estar muy convencido todavía.
—¡Quédate, anda! —me dice Bokuto dándome una leve palmada en la espalda.
Enciendo mi móvil y busco si Neji o Sae me han escrito para poder usarlo como excusa. Mi plan se va a la mierda cuando veo que no tengo ninguna notificación.
Abrazo mi mochila contra mi pecho y muerdo mi labio inferior.
—¿Puedo ir al baño un momento?
—Sí claro, está ahí —Iván señala al final del pasillo. —Pero espera un momento, déjame mirar una cosa...
Veo como entra rápidamente al servicio y se escucha el sonido de la cisterna.
Hikaru suelta una carcajada mientras se escucha como Iván echa el ambientador por todo el baño y el pasillo.
—Esta vez no era mío. —dice entre risas y pega un salto para pegarle una colleja a Bokuto en la nuca, él estaba callado.
—¡Capaz si lo era! ¡Tu que sabes! —le contesta Bokuto a gritos.
Iván se acerca a nosotros con una mueca. Cuando ve a Bokuto niega.
—Ya puedes, Akaashi. —me dice con una sonrisa.
Asiento con rapidez y me dirijo directamente hacia el baño.
La fragancia de rosas llena mis fosas nasales. Dejo caer la tapa del váter y me siento sobre ella. Abro la mochila y saco mi agenda.
Suelto un suspiro, mis manos tiemblan al ver lo planeado. No lo estaba siguiendo.
Comienzo a tachar lo ya escrito. Debo cambiarlo, debo acomodarme al nuevo horario ya. Si no...
21:00 pm -> 21:00 pm
Volver a casa -> Cenar con Bokuto, Iván y Hikaru (Pizza)
Observo la siguiente hora con miedo. No sabía cuánto tardaríamos en comer, ni si el tiempo estimado sería el correcto.
Me levanto del váter. Asomo la cabeza por la puerta del baño.
—Bokuto —lo llamo en un susurro.
Él no tarda mucho en venir.
—¿Pasa algo? ¿No se ha ido? —pregunta Bokuto, intentando mirar sobre mi hombro hacia el váter.
—¿A qué hora terminaremos de comer?
Bokuto se encoge de hombros.
–Iván come lento así que no se.
–¿Pero, aproximadamente? –insisto. Ya noto como mis manos sudan, así que intento secarlas con la tela de mi camiseta, sin éxito.
Iván pone una mano en la espalda de Bokuto para que se quitara de en medio y poder hacer contacto visual conmigo.
—Media horita. —me dice con una sonrisa tranquilizadora.
—Gracias... —murmuro y vuelvo a cerrar la puerta.
Me centro de nuevo en mi agenda.
21:16 pm - 22:08 pm -> 21:35 pm
Autobús -> Volver a casa (coche de Iván)
Enciendo mi móvil con rapidez. Me meto en la app de Google Maps y coloco la distancia entre el apartamento de Bokuto y el mío.
22:15 pm -> 22:00 pm
Cena (Hoy toca ensalada y un yogurt 0 azúcares añadidos) -> Llegar a casa
22:30pm -> 22:05 pm
Ducha -> Ducha
22:40 pm -> 22:15 pm - 22:35 pm
Leer -> Leer
23:00 pm
Dormir
Suelto un suspiro. Estoy más relajado al ver la agenda ya corregida.
Tiro de la cisterna para seguir con el papel de que estaba utilizando el baño.
—¡Ya están listas las pizzas! —exclama Bokuto detrás de la puerta.
Bajo mi mirada hasta mi muñeca y miro la hora. Marcaban las 20:58 pm. Tendría que salir del baño a las en punto. Ahora no.
Me lavo las manos, las seco lentamente. Me quedo mirando mi reflejo hasta que mi reloj pita a las 21:00 pm.
Salgo enseguida del baño y me siento con los demás, ya estaban las pizzas cortadas. Todo estaba perfectamente colocado.
Hikaru y Bokuto golpeaban con sus puños la mesa, esperando impacientes a que Iván llegara con las bebidas.
Iván deja los vasos sobre la mesa.
—Solo he traído agua porque no sabía lo que tomarías. —explica Iván mientras Bokuto sirve el agua en su vaso y en el de Iván. —Dime si quieres otra cosa.
—Gracias. Agua está bien.
Iván asiente, le hace una seña a Bokuto y él lleva la jarra hacia mi vaso, vertiendo el agua.
—¿Quieres cubiertos para la pizza, Akaashi? —me pregunta Iván luego de colocar los suyos al lado de su plato.
Mis ojos brillan, pensaba que era el único que comía la pizza con cubiertos.
—¡La pizza no se come con cubiertos! —grita Hikaru, atragantándose un poco con su zumo.
Iván lo ignora, dándole una mala mirada. Sin embargo cuando se gira hacia mí no quita su sonrisa.
—Si, me gustaría utilizar los cubiertos. —contesto.
Bokuto pega un salt0. Veo cómo va rápidamente a la cocina y unos segundos después vuelve con un cuchillo y un tenedor. Me los pone al lado del plato y se sienta en su asiento como si nada.
—Gracias, Bokuto. —susurro, el rojo tiñe mis mejillas.
Él me sonríe con su pizza en la boca.
—¿Hoy no esperamos a Till? —le pregunta Bokuto a Iván con una ceja alzada.
Iván niega, dándole un sorbo a su vaso.
—Hoy no puede venir.
Hikaru tose, un poco atragantado con su pizza.
—¿Y quién era Till? —pregunta Hikaru sin demasiado interés, está más centrado en engullir su cena.
—Mi novio, lo has visto varias veces.
—Ahhh, ¿la almohada esa no?
Iván se sonroja y se asfixia un poco con su trozo de pizza. Bokuto le da varias palmadas en la espalda mientras no para de reir.
—No digas eso... que vergüenza —murmura Iván, más rojo que un tomate.
Hikaru se encoge de hombros. Bokuto ríe.
—Mañana acordaros que viene Yoshiki —dice Hikaru, cambiando el tema por completo.
Iván asiente.
—Si, ya he sacado el táper de fideos amarillos para él.
Hikaru sonríe, moviendo sus piernas con entusiasmo.
—¿Vais a jugar a la Wii? ¿Me puedo unir? —pregunta Bokuto.
—Solo si me dejas el primer jugador. —contestó el albino, cruzándose de brazos. —Que siempre me lo quitas.
Bokuto asiente a regañadientes.
—¿Quieres jugar mañana con nosotros? ¡Tenemos cuatro mandos! —me pregunta Bokuto.
—Ehh, no puedo.
—¡Bueno! ¡Otro día será! —dice, encogiéndose de hombros. —Te aviso que soy buenísimo jugando a los bolos. ¡El Wii Sports se me da genial! —grita orgulloso de sí mismo.
Me encojo en mi asiento.
—Nunca he jugado.
Bokuto abre sus ojos y suelta un jadeo de sorpresa.
—¡Tienes que jugar con nosotros, te va a encantar!
—¡Si, si! —añade Hikaru, dando leves golpes en la mesa.
Sonrío como respuesta. Desvío mi mirada hacia el reloj de pared que se encontraba en el salón. 21:30 pm. Ya mismo tendríamos que estar saliendo para irnos.
Observo a Iván, quien comía su pizza con delicadeza. Solo le quedaba un trozo más. No debería tardar mucho. Sin embargo, mis nervios aumentan.
Sin darme cuenta no paraba de mirar en la dirección de Iván, pasaba mi vista desde él a la pizza y viceversa.
Iván alzó su mirada, se limpió la boca con la servilleta y nos miró a los tres.
—No quiero más.
Las garras de Bokuto y Hikaru se lanzan encima del indefenso trozo de pizza. Bokuto lo agarra primero y se lo traga de un bocado.
—¿Queréis postre? —pregunta Iván, levantándose de su asiento y caminando hacia la cocina.
Hikaru y Bokuto levantan sus brazos y gritan al unísono: ¡Yo sí!
Bokuto se gira hacia mí al notar mi silencio.
—Sigue habiendo helado.
—No quiero, gracias. Será mejor si me voy ya. No quiero llegar muy tarde.
Bokuto asiente.
—¡Iván! ¡Vamonos! —este se levanta y recoge la mesa rápidamente.
El pelinegro vuelve de la cocina con una sonrisa. Agarra sus llaves y señala la puerta para que lo sigamos.
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Hikaru grita de emoción cuando un perro lo mira a través de la ventana del coche.
—¡Mira Bokuto! —señala al animal con una sonrisa.
El peligris acompaña sus gritos igual de emocionado.
Le indico a Iván por donde debe pasar hasta que me lleva a mi piso.
—Muchas gracias por todo. —sonrío antes de bajarme del asiento del copiloto.
Doy unos pasos hacia el bloque del edificio. Cuando me giro para despedirme con mi mano me encuentro cara a cara con Bokuto.
—¡Te acompaño a la puerta! —dijo con una risotada.
Por un segundo pensé en negarme, pero por lo poco que conozco a Bokuto sé que no me haría caso y me acompañaría igualmente.
Ambos caminamos en silencio hasta el portal del bloque.
Una vez llegamos, me giro hacia Bokuto. Él se encontraba con sus manos en las caderas, mirándome con atención.
—¿Mañana vendrás antes para jugar a la Wii? —pregunta Bokuto.
—No creo que pueda. Tengo otra tutoría.
—¿Otra? —dice sorprendido.
—Si. Doy tutoría a dos personas más.
La expresión de Bokuto cae. Su sonrisa había cambiado a una mueca. Parecía triste o un poco desanimado.
—¿Y cuando descansas?
Lo miro con una ceja alzada.
—Los findes.
Bokuto jadea de sorpresa.
—¿Y entre semana no?
—Con descansar los findes me basta.
Bokuto asiente lentamente.
—Bueno, si no puedes entre semana por las tutorías... —se para en mitad de la frase. Como si estuviera buscando las palabras correctas. —Podríamos jugar a la Wii algún finde.
Noto como mis labios se curvan hacia arriba, sin yo quererlo estaba sonriendo.
—Lo tendré en cuenta, gracias.
Bokuto hace una seña de victoria con sus brazos y pega saltitos mientras vuelve al coche.
—¡Hasta mañana, profe! —me grita cuando ya se ha sentado de copiloto.
Me despido con la mano de él. Hikaru e Iván imitan a Bokuto y mueven sus manos en mi dirección.
Una vez que veo que el coche se aleja, entro al bloque de apartamentos. Subo en ascensor hasta mi piso.
No me da tiempo así que en lugar de ir primero al cuarto, voy directamente hacia la ducha.
Limpio mi pelo con rapidez. Froto mi cuerpo, de izquierda a derecha.
22:15
Sonrío al salir y ver que he terminado a tiempo.
Me pongo el pijama y voy a mi cuarto.
Una vez allí, agarro el manga que me había recomendado Saiki. En verano, cuando quedamos con Taylor y Ben en la playa. Saiki y yo nos quedamos en la arena mientras ellos se bañaban. No teníamos nada que hacer así que yo me llevé un libro para leer un poco y ella se trajo el primer tomo del manga. Me pareció graciosa la portada así que le pregunté por el.
Desde ese día lo leemos de manera conjunta. Y aunque hablamos poco del manga en clase, siempre nos escribimos por Telegram para mandarnos fotos de por dónde vamos y hablar de los diseños de los personajes.
Ya me he leído los cinco capítulos de hoy así que doy por terminado mi día.
Agarro por última vez la agenda para revisar todo lo que hice en el día y tacharlo antes de irme a dormir. Me paro en la última hora cuando ya había tachado todo lo demás.
23:00 pm
Dormir
Me giro hacia la hora con confianza. Sería la que marcaba el diario, como siempre.
Abrí mis ojos con sorpresa.
Todavía no son las once.
Notes:
En la canción del título hemos interpretado a la figura de “Jesus” como la mente de Akaashi.
Chapter 9: I Can't Handle Change | ROAR
Summary:
TW: VIOLENCIA IMPLÍCITA, INTENTO DE SUICIDIO, ATAQUE DE PÁNICO, ESTRÉS POSTRAUMÁTICO.
Chapter Text
Narra Oikawa Gúzman
Desde lo que sucedió el jueves, padre no me ha vuelto a dirigir la palabra. No me mira. Hace como si no existiera. Eso es bueno, si me ignora al menos no tengo que soportar sus golpes. Pero hay otra persona que sí.
Madre está muy preocupada por mí, y yo por ella. Puedo ver sus moretones en sus brazos, aunque los intente esconder con sus mangas.
No hemos hablado del tema, pero sé que ella piensa y siente lo mismo que yo; esta casa se siente más como una prisión que como un hogar.
Como cada mañana, madre se encargaba de maquillar mis heridas. Lo que menos quería era que alguien las notase. Otra vez.
Todos estos días he estado haciendo como si Iwaizumi no existiera, al principio él intentaba hablar del tema, pero no creo ser capaz. No me sentía lo suficientemente cómodo como para contárselo todo a alguien de nuevo.
Mordí mi labio para reprimir el dolor al sentir la brocha maquillar mi pómulo. Madre era muy cuidadosa, pero no bastaba. Mi cara estaba hecha un desastre, cualquier cosa, por mínima que fuera, me escocía.
—Lo siento, cariño. —la comisura de los labios de madre se curvaron hacia abajo.
Suelto un suspiro y me acomodo mejor en la silla.
—No es tu culpa. —evito su mirada. Cualquier cosa era mejor que mirar sus ojos llenos de tristeza y miedo.
Decidí cerrar los ojos y esperar a que terminara.
Perdí la noción del tiempo hasta que una cálida mano en mi mejilla hizo que volviera a la realidad.
La mirada de madre era melancólica y cansada, estaba sonriendo ligeramente pero no llegaba a afectar sus ojos.
Sabía que la estaba forzando.
Me quedé unos segundos perdido en sus ojos oscuros. Había completo silencio hasta que un grito en la planta baja hizo que nos paralizaramos.
—¿¡Dónde está el desayuno?!
Era padre. Sonaba molesto.
Madre dejó de mirarme, su mirada se quedó fija en la puerta de la habitación, temiendo lo que se encontraba detrás de ella.
—Quédate aquí... —susurró madre, apretando mi mano.
Abrí mi boca para quejarme, para decirle que se quedara aquí conmigo y que no bajara a enfrentar a padre. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, ella besó mi frente y se marchó de la habitación.
Me quedé helado en mi asiento. Era incapaz de moverme, solo podía escuchar.
Los gritos de padre eran más fuertes que nunca. Últimamente estaba más irascible. Siempre enfadado.
No sabía cuánto tiempo había pasado en esa silla sentado, con las rodillas sobre mi pecho dolorido. Escondí mi cabeza entre mis piernas y cerré los ojos.
Esperé. Esperé hasta que los gritos y los sonidos de los platos moviéndose pararon.
Cuando todo quedó en silencio, me levanté. Agarré mi mochila que se encontraba tirada en el suelo y salí de la habitación.
Escuché un grito. Mi cuerpo tembló en respuesta. Intenté convencerme de que no pasaba nada y bajé las escaleras con calma. Si lo hacía muy rápido haría ruido y eso haría que padre se diera cuenta de mi presencia.
Una vez abajo, observé el comedor con miedo. Desde mi posición no se podía ver mucho del lugar. Lo único visible era la mano de padre agarrando su taza de café habitual.
Pestañeé varias veces para quitar la imagen de mi mente. No lo pensé mucho, caminé directo hacia la salida.
Cerré la puerta detrás de mí al mismo tiempo que padre gritaba mi nombre.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
La facultad parecía un lugar más tranquilo comparado con casa. Había millones de estudiantes corriendo de un lado a otro y gritándose entre ellos pero era un ambiente completamente distinto, lo que, en cierto modo, me aliviaba.
Cerré la puerta de la limusina y me giré en dirección a la entrada principal.
Caminé en silencio, concentrado en mis pensamientos, sin prestarle mucha atención a mi entorno.
—¡Oye! ¡Tú, el del voley!
Escuchar un grito tan cerca de mí hizo que me encogiera por instinto. Era falsa alarma. Solo era el pelo pincho del club de deporte.
—¿Tienes un puro de esos que siempre fumas? —su brazo rodeó mis hombros. —Comparte alguno anda.
Lo miré de reojo por unos segundos para darle el privilegio de que mis ojos se posaran en su rostro. Luego lo ignoré y seguí caminando hacia la puerta.
Pude oír un suspiro detrás de mí y como arrastraba sus pies para alejarse.
Entré a clase y me senté en mi pupitre. El aula se fue llenando hasta que llegó el profesor. Se quedó de pie en frente de su escritorio.
Saqué mis apuntes y libros y los coloqué ordenadamente sobre mi mesa.
Empezó su clase como de costumbre y al cabo de un par de minutos, cuando todos los alumnos estaban sentados, un chico entró corriendo, directo hacia el profesor.
—¿Quién eres? ¿Por qué entras así a mi clase?
El pelinegro rascó su cabeza con nerviosismo.
—Soy Kageyama Torres, hubo un error en mi matrícula, por eso llego tarde. Me pusieron en la clase que no era.
Todo mi cuerpo se erizó al escuchar ese nombre.
Levanté la vista rápidamente de mi cuaderno.
Mis sospechas eran correctas, era él.
No esperaba volver a verlo. Mucho menos aquí y ahora.
Kageyama Torres era hijo del mejor amigo de padre. Cuando éramos más pequeños solíamos quedar juntos y jugar mientras nuestros padres hablaban sobre negocios.
Fue mi primer y único amigo. A él le contaba todo lo que me sucedía en el día a día y por ello, al tener tanta confianza también le conté sobre padre. Él era el único que sabía todo lo que había pasado dentro de mi casa.
Sin embargo, un día, Kageyama le contó todo eso a su padre. Padre se enteró, enloqueció y la pagó contra nosotros dos.
Todavía recuerdo ese día como si fuera ayer. Aquellos golpes se quedaron en mi piel por muchos meses. Es cierto que con el paso del tiempo se borraron pero en mi mente se quedaron para siempre.
Nunca podré olvidar esa traición. Nunca podré perdonarlo.
No me di cuenta de cuanto tiempo me quedé helado mirándolo hasta que él me devolvió la mirada, sorprendido de verme de nuevo.
—Puedes sentarte aquí. —el profesor da un par de palmadas sobre la mesa frente a él. La que está justo a mi lado.
Él obedeció y se sentó a mi derecha. Yo no pude volver a mirarlo, pero al parecer él me examinó por un largo rato.
Un ligero toque en mi hombro me volvió a la realidad.
Kageyama se señaló su propio cuello y me susurró:
—El maquillaje.
Entendí perfectamente lo que quería decirme. Llevé mi mano hacia mi cuello para taparlo con rapidez.
Intenté calmar mis nervios, pero era obvio que mi cara decía otra cosa.
Me levanté con rapidez, tanta que golpeé mi rodilla con el pupitre al levantarme.
Me dirigí al baño lo más rápido que pude mientras ocultaba mi garganta con el cuello de mi camisa.
Al entrar, cerré de un portazo, me aseguré de estar completamente solo entre esas frías paredes. Fui de cubículo en cubículo, revisando si había alguien que pudiera verme.
Una vez seguro, andé directo hacía el espejo. Observé con miedo mi cuello. El hematoma que antes parecía ser invisible estaba a la vista de todo el mundo.
Froté con brusquedad la zona intentando difuminar el ya seco maquillaje. Era imposible, solo pude empeorar la situación con cada movimiento. Una vez que terminé mi pequeño ataque volví a mirar mi reflejo, esperanzado con la idea de que con solo eso había logrado camuflarlo. Para mi disgusto, el hematoma se había vuelto más visible que antes. Además, de tanta fricción en la zona mi piel se había enrojecido.
Mi cuello era un desastre, todos se darían cuenta, todos lo señalarían, todos hablarían de él. Y si eso sucedía y padre se enteraba...
No. No podía pasar de nuevo.
¿Cómo podía ocultarlo? No tenía maquillaje.
¿Qué hago? ¿Vuelvo a casa y lo arreglo? No, no puedo faltar a clase. Tampoco puedo irme sin taparlo porque alguien me vería y con solo una persona dándose cuenta de como estaba, ya toda la facultad se enteraría. Y sería cuestión de segundos que padre se enterara también.
Una de las opciones era quedarme en el baño para siempre. No tendría que salir, tampoco enfrentar ni a mis estúpidos compañeros de clase, ni a los de voley. Mucho menos a padre. Pero no podía estar siempre allí, alguien entraría y me obligaría a salir.
Había una mejor opción; podía morir.
Pensar en ello me hacía sentir en paz, como si por fin hubiera alcanzado la libertad. A la mierda la carrera y el voley. A la mierda Kageyama y su vida perfecta. Y sobretodo, a la mierda padre y su estúpida mirada llena de ira.
Sin apartar la vista de mis oscuros iris, llevé mis manos a mi cuello por impulso, lo rodeé con mis huesudos dedos y comencé a apretar cada vez más. Mi rostro empezó a tornarse rojizo, mi boca se abría y cerraba en busca de aire que no llegaba, mis ojos se volvían cristalinos hasta que se cerraron.
Mi cabeza estaba en negro, nada pasaba por ella. Solo la sensación de tranquilidad y desvanecimiento. Ya no tendría que preocuparme por nada más.
Cuando por fin pensé que lo había logrado, unas manos ásperas se aferraron a mis dedos, forcejeando para separarlos de mi cuello.
Una vez que mi garganta estaba libre de presión, mis pulmones recibieron una cantidad inmensurable de oxígeno. En respuesta, sólo pude toser.
Parpadeé varias veces para intentar volver al presente pero lo único que podía sentir eran murmullos casi inaudibles.
Una voz desesperada me llamaba por mi nombre sin parar de sacudir mi cuerpo de adelante hacia atrás.
Lo primero que pensé es que era padre. Me había encontrado teniendo la libertad para hacerme daño yo mismo, sin él estar involucrado. Por eso gritaba mi nombre, porque estaba enfadado. Enfadado de que él no era quien había infringido ese daño en mí.
Por instinto me abracé a mi mismo, escondiendo mi cara contra mis rodillas.
—No me mates... te lo ruego...—susurré en un tartamudeo, sin atreverme a mirar nada más que el suelo.
Las manos que antes presionaban mis muñecas se alejaron en un rápido movimiento. Mis manos cayeron con brusquedad a mis lados sobre el suelo sucio.
—Oikawa... —susurró la misma voz, con más tranquilidad que antes.
Su forzado estado de tranquilidad no sirvió para nada.
Mis pulmones dolían, era como si todo el aire que había inspirado hace unos segundos hubiera desaparecido por completo. Mi cuerpo temblaba sin descanso, de mis ojos no paraban de salir lágrimas. Llevé mis manos a mi cara para taparmela. No quería ser visto en esa situación. Daba igual quien fuera.
—Joder... —escuché maldecir a la voz. —Oikawa, mírame.
Mi vista estaba nublada, me costaba enfocar con la cantidad de lágrimas que estaba derramando. Pero aún así, intenté mirarlo a los ojos.
Iwaizumi García me observaba con el ceño fruncido, gotas de sudor caían por su frente.
—Estás teniendo un ataque de pánico —susurró, noté su esfuerzo por hacer su voz más tranquila. —Mírame, intenta seguir el ritmo de mi respiración.
Me quedé quieto, incapaz de moverme, incapaz de siquiera pensar.
—Iwa... —murmuré, más como un quejido que como una palabra completa.
—Eso es —me interrumpió él enseguida, con la mandíbula apretada pero con los ojos llenos de algo que no era enojo. Algo que no supe descifrar. Se inclinó un poco más cerca de mí, bajando su frente hasta casi tocar la mía—. No te vayas, ¿me oyes? No te me vayas.
Su mano dudó en el aire, hasta que finalmente se posó en mi hombro.
—Inhala conmigo. Así... —exhaló lento, exagerando el movimiento para que yo pudiera seguirlo. Lo intenté, pero mis sollozos lo interrumpían todo.
—No puedo... —logré decir, entrecortado.
—Sí puedes —repitió, más fuerte esta vez. —Oikawa. Respira. Estoy aquí.
Las lágrimas no paraban, pero algo en el tono autoritario de su voz me obligó a intentarlo de nuevo. Inspiré un poco, tembloroso. Exhalé con un gemido. Otra vez. Y otra.
Poco a poco, mi pecho dejó de sentirse como si estuviera encerrado.
—Eso es... —dijo Iwaizumi, más para sí mismo que para mí. Su mano se deslizó por mi hombro hasta mi nuca, apretando con suavidad como para asegurarse de que no me derrumbara del todo.
Yo no sabía qué hacer con mis manos. Solo las cerré en puños contra mis rodillas, todavía con la cabeza baja, todavía con la vergüenza clavada en la garganta.
—Lo siento... —susurré, apenas audible.
Él resopló, entre cansado y frustrado.
—No tienes nada que sentir.
No pude responder. Apenas asentí, tragando saliva con dificultad.
Iwaizumi me miró luego de unos segundos.
—¿Quieres que me quede o...?
Negué antes de que pudiera seguir.
—Será mejor que te vayas.
Vi la sorpresa en su rostro, que luego se transformó en una mueca. Sin embargo, no dijo nada más, simplemente asintió y caminó hacia la salida.
En silencio cruzó el umbral de la puerta. Dejándome completamente solo.
De nuevo.
paola (Guest) on Chapter 1 Mon 10 Mar 2025 10:23PM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 1 Mon 10 Mar 2025 10:35PM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 1 Thu 22 May 2025 11:33PM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 1 Mon 26 May 2025 05:08PM UTC
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Diana patricia Ramos Díaz (Guest) on Chapter 1 Tue 03 Jun 2025 05:51PM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 1 Tue 03 Jun 2025 10:56PM UTC
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puchucruchi on Chapter 6 Mon 26 May 2025 12:58PM UTC
Last Edited Mon 26 May 2025 12:59PM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 6 Mon 26 May 2025 08:52PM UTC
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applepi (Guest) on Chapter 6 Tue 27 May 2025 07:38AM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 6 Tue 27 May 2025 09:38PM UTC
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puchucruchi on Chapter 7 Thu 05 Jun 2025 01:34AM UTC
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Satosugumispapis on Chapter 7 Thu 05 Jun 2025 10:50AM UTC
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puchucruchi on Chapter 9 Sun 13 Jul 2025 01:25AM UTC
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