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Neon Hentai Evangelion: Lasts Mans

Chapter 2: Siete días de práctica

Summary:

Shinji aprende con Misato a cumplir con sus responsabilidades... de la mejor manera.

Chapter Text

Mientras Shinji y Misato se entregaban al éxtasis en el apartamento, a kilómetros de distancia, en el corazón del Geofrente, el cuartel general de NERV estaba envuelto en un silencio casi sagrado. Las luces fluorescentes parpadean en los pasillos subterráneos, proyectando sombras largas y frías sobre las paredes de acero pulido. El aire estaba cargado de un olor metálico mezclado con el aroma químico de los desinfectantes, un recordatorio constante de la naturaleza clínica y funcional del lugar. En uno de los laboratorios más avanzados, situado en el nivel más profundo del complejo, Ritsuko Akagi trabajaba sola, su figura elegante iluminada por la luz azulada de las pantallas de su estación de análisis. Su cabello rubio, recogido en un moño apretado, brillaba bajo la luz, y su bata blanca se ajustaba a su cuerpo, marcando las curvas de su figura mientras se inclinaba sobre el microscopio electrónico.

 

 

Frente a ella, en una placa de Petri sellada, reposaba la muestra de semen que había “extraído” de Shinji apenas unas horas antes, durante su encuentro en la sala de exámenes médicos. La memoria de ese momento seguía fresca en su mente, un recuerdo que la hacía apretar los muslos inconscientemente mientras trabajaba. La forma en que Shinji había gemido cuando ella lo tomó en su boca, la sensación de su polla gruesa y pulsante contra su lengua, el sabor espeso y salado de su semen mientras lo tragaba… todo eso iba a ella en oleadas, haciendo que su respiración se acelerara y su sexo se humedeciera bajo su ropa interior. Pero Ritsuko era una científica, y su mente analítica tomó el control, enfocándose en los datos que el microscopio le mostraba.

Aumentó el zoom, y lo que vio la dejó sin aliento. Los espermatozoides de Shinji eran un espectáculo biológico, un milagro de la naturaleza y la ciencia combinadas. Eran grandes, mucho más grandes que los estándares promedio, con colas largas y musculosas que se movían con una energía frenética, como si estuvieran ansiosos por cumplir su propósito. Cada célula estaba perfectamente formada, sin signos de defectos genéticos, deformidades o fragmentación en el ADN. Lo más sorprendente era su resistencia: a pesar de haber pasado cuatro horas desde que la muestra fue recolectada, sin refrigeración ni condiciones controladas, no mostraron signos de procesamiento. Todos estaban sanos, fuertes, nadando con una vitalidad que desafiaba las leyes de la biología. Ritsuko ajustó los parámetros del análisis, ejecutando una secuencia de pruebas genómicas que confirmaron lo que ya sospechaba: estos espermatozoides eran prácticamente perfectos en un 98,77%, con una capacidad de fertilización que superaba cualquier estándar humano conocido.

Se recostó en su silla, su respiración todavía acelerada mientras procesaba la información. Su mente viajó meses atrás, a una conversación que había tenido con la Comandante Ikari, cuando le informó que Shinji sería seleccionado como el Criador oficial de Tokio-3 una vez cumpliera 18 años. Ritsuko recordaba la seriedad en el rostro de Yui Ikari, la forma en que sus ojos verdes brillaban con una mezcla de orgullo y determinación mientras le explicaba el contexto histórico y científico que había llevado a esta decisión. Fue entonces cuando Yui le habló del propósito detrás de esto, cuya causa estaba asociada a la catástrofe biológica desatada por el Segundo Impacto, que había cambiado el destino de la humanidad para siempre más de 18 años atrás.

El Segundo Impacto, ocurrido el 13 de septiembre del año 2000, no solo había devastado el planeta con cataclismos climáticos y geológicos, sino que también había liberado un agente patógeno conocido como el virus de Adán. Este virus había atacado específicamente a los hombres, matando al 99.999% de la población masculina en cuestión de meses. Los síntomas eran brutales: fiebre alta, hemorragias internas, y un colapso total del sistema inmunológico que llevaba a una muerte dolorosa y rápida. Pero el virus no se detuvo ahí. También tuvo un efecto devastador en las mujeres embarazadas, causando abortos espontáneos masivos en aquellas que llevaban fetos masculinos. Los bebés varones en el útero morían antes de nacer, sus cuerpos incapaces de resistir el ataque del virus, y las pocas mujeres que lograban dar a luz a niños varones enfrentaban tasas altísimas de mortalidad infantil. En cuestión de un año, la población masculina del planeta se había reducido a menos de un tercio, dejando a la humanidad al borde de la extinción reproductiva.

Sin contar a los que murieron en las Guerras de Impacto que siguieron y duraron los siguientes 5 años.

Yui Ikari, en ese entonces una joven oficial científica en GEHIRN —la organización predecesora de NERV—, había estado embarazada de Shinji cuando el virus de Adán comenzó a propagarse. Aterrorizada por la posibilidad de perder a su hijo, Yui había utilizado todos los recursos a su disposición para desarrollar una solución. Trabajando en secreto con un equipo reducido, había creado un retrovirus experimental utilizando LCL puro, un líquido bioactivo extraído directamente de la “fuente”. El LCL, con sus propiedades regenerativas y su capacidad para interactuar con el ADN humano, era el componente clave. Yui diseñó el retrovirus para integrarse al genoma de su hijo nonato, modificando su sistema inmunológico y reproductivo para protegerlo del virus de Adán.

El procedimiento fue un riesgo monumental. Yui se inoculó el retrovirus a sí misma mientras Shinji aún estaba en su útero, un acto que podría haber matado a ambos si las cosas hubieran salido mal. Pero, sorprendentemente, no solo funcionó, sino que tuvo efectos secundarios que superaron todas las expectativas. El retrovirus no solo protegió a Shinji del virus de Adán, asegurando que naciera sano y fuerte, sino que también mejoró su sistema reproductivo a niveles inimaginables, convirtiéndolo en un prodigio biológico.

Ritsuko tomó su tableta y revisó las notas que Yui le había proporcionado meses atrás, detallando los efectos del retrovirus en Shinji. Desde un punto de vista científico, los resultados eran asombrosos. El retrovirus había actuado como un agente de ingeniería genética, optimizando cada aspecto de su sistema reproductivo. A nivel anatómico, había aumentado significativamente el tamaño de su pene y testículos, dándole un miembro de proporciones impresionantes: largo, grueso y con una circunferencia que lo hacía ideal para el placer y la fertilización. Sus testículos, igualmente grandes, producían un volumen de semen que era 20 veces superior al de un hombre promedio antes del Segundo Impacto, y este semen era más denso, más espeso, con una concentración de espermatozoides que garantizaba tasas de fertilización cercanas al 100%. Además, el retrovirus había mejorado la capacidad de recuperación de Shinji, permitiéndole eyacular múltiples veces en una sola sesión de sexo sin perder potencia, y su resistencia le permitía mantener erecciones durante horas, follando sin descanso hasta que su pareja estuviera completamente satisfecha.

A nivel celular, el retrovirus había optimizado la producción de testosterona y otras hormonas sexuales, acelerando la regeneración de espermatozoides y asegurando que cada eyaculación estuviera cargada de células sanas y vigorosas. Los espermatozoides de Shinji, como Ritsuko había observado, eran resistentes a condiciones adversas, capaces de sobrevivir durante horas sin refrigeración, y su ADN estaba libre de mutaciones, lo que garantizaba de forma casi segura una descendencia saludable y fuerte. Pero lo más fascinante era su capacidad de hiperfertilidad: el retrovirus había modificado las proteínas de la membrana de los espermatozoides, aumentando su afinidad por los óvulos y haciendo que la fertilización fuera prácticamente inevitable, incluso en condiciones subóptimas.

Yui había explicado que estos cambios comenzaron a manifestarse cuando Shinji alcanzó la pubertad, entre los 12 y 13 años. Su crecimiento físico fue notable: su pene y testículos se desarrollaron rápidamente, superando con creces las proporciones promedio, y su libido se disparó, convirtiéndose en una fuerza que él mismo tenía dificultades para controlar. Pero lo que lo hacía único, incluso entre los otros niños varones que habían recibido el retrovirus, era la magnitud de su mejora. Después del nacimiento de Shinji, y por insistencia de la propia comandante Ikari, la ONU dió luz verde al retrovirus y ordenó a la OMS comenzar su distribución. Se había administrado el retrovirus a otros bebés varones, pero los efectos en ellos fueron mucho menos pronunciados. Estos niños, aunque también mejorados, solo alcanzaron un nivel reproductivo de tres a cinco veces superior al de los hombres antes del Segundo Impacto. Shinji, por otro lado, era un caso distinto, un caso excepcional que superaba entre 17 y 20 veces los estándares pre-Segundo Impacto. Yui teorizaba que esto se debía a que Shinji había recibido el retrovirus en el utero, permitiendo que su genoma se integrara más profundamente con las modificaciones al estar expuesto a la testosterona también durante su desarrollo, mientras que los otros niños lo recibieron después del nacimiento, cuando su crecimiento ya estaba más avanzado.

Ritsuko dejó la tableta sobre la mesa, su mente todavía procesando la magnitud de lo que Shinji representaba. Era un milagro viviente, un faro de esperanza para una humanidad al borde de la extinción. Pero más allá de su importancia científica, Ritsuko no podía evitar que su mente regresara al encuentro que había tenido con él. El recuerdo del sabor de su semen volvió con una claridad que la hizo tragar saliva por reflejo, un sabor espeso, salado y ligeramente dulce que había llenado su boca mientras lo mamaba en la sala de exámenes. Su lengua se movió instintivamente dentro de su boca, como si pudiera saborearlo de nuevo, y sintió cómo su sexo se humedecía aún más, un calor que se acumulaba entre sus muslos y la hacía apretarlos con fuerza.

Ella se recostó en su silla, su mano deslizándose inconscientemente hacia su regazo mientras sus muslos se frotaban entre sí, buscando aliviar la presión que crecía dentro de ella. La imagen de Shinji, con su polla gruesa y pulsante en su boca, sus gemidos llenando el aire mientras eyaculaba, era una memoria que la perseguía, un recordatorio de lo que había sentido al tenerlo dentro de ella, aunque fuera solo con su boca. Su respiración se aceleró, y un gemido suave escapó de sus labios mientras sus dedos rozaban la tela de su ropa interior, sintiendo la humedad que ya se había acumulado allí. Ritsuko sabía que Shinji era más que un experimento, más que un Criador: ¡Era un hombre que despertaba en ella un deseo que no podía ignorar!

Un fuego que ardía con una intensidad que la asustaba y la fascinaba al mismo tiempo.


...........

 

La luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las rendijas de las persianas del apartamento de Misato, un resplandor dorado que teñía las paredes con un brillo suave y cálido. Habían pasado varias horas desde que Shinji y Misato se entregaron al éxtasis por primera vez, y ahora, una semana entera se extendía ante ellos como un lienzo en blanco, listo para ser pintado con pasión desenfrenada. Misato despertó lentamente, su cuerpo aún desnudo bajo las sábanas arrugadas, sintiendo un peso cálido y familiar a su lado. Giró la cabeza y vio a Shinji dormido, su pecho subiendo y bajando con una respiración tranquila, su rostro juvenil suavizado por el sueño. Pero lo que realmente capturó su atención fue la sensación entre sus piernas: un calor húmedo y espeso que se deslizaba por sus muslos, el semen de Shinji rebosando de su coño bien follado, una prueba tangible de la intensidad de la noche anterior.

Misato sonrió, una mezcla de satisfacción y deseo brillando en sus ojos marrones, que siempre parecían esconder un toque de picardía. Su cabello morado oscuro, ahora desordenado y cayendo en mechones salvajes sobre la almohada, le daba un aire salvaje, casi primitivo, que contrastaba con la elegancia natural que exudaba incluso en este estado de desaliño. Se incorporó lentamente, sintiendo cómo el líquido viscoso se deslizaba más por su piel, y alcanzó el estuche de toallitas húmedas que guardaba en la mesita de noche. Con un movimiento delicado pero práctico, limpió el exceso de semen de su coño, sus dedos rozando los labios hinchados y sensibles mientras un leve gemido escapaba de sus labios. La textura espesa del semen de Shinji, aún cálida, la hizo estremecerse, y por un momento se permitió saborear la memoria de cómo la había llenado hasta el borde.

 

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Tras limpiarse, Misato se levantó de la cama, sus movimientos llenos de una gracia felina que hablaba de su confianza innata. Se puso una tanga blanca, un trozo de tela delicada que apenas cubría su sexo y se hundía entre sus nalgas redondeadas, resaltando la curva voluptuosa de su trasero. Encima, se colocó una blusa rosada de tirantes, muy escotada y corta, que dejaba poco a la imaginación. Sin sostén debajo, la tela se adhería a sus pechos enormes, marcando cada contorno, los pezones endurecidos visibles a través de la tela fina, un detalle que la hacía parecer aún más provocativa. Además, su vientre plano y limado estaba expuesto. El contraste entre el rosa pálido y la piel bronceada de su escote y abdomen era hipnótico, y el colgante con una cruz que pendía de su cuello se balanceaba entre sus tetas, atrayendo la mirada como un faro de deseo.

Con Shinji aún dormido, Misato caminó hacia el teléfono en la sala de estar, su mente ya trazando un plan. Marcó el número de la Comandante Ikari, y tras unos tonos, la voz firme pero cálida de su jefa respondió. “Misato, ¿qué sucede?” preguntó intrigada.

Misato respiró hondo, su sonrisa traviesa ampliándose mientras miraba hacia la habitación donde Shinji descansaba. “Comandante, necesito un favor,” comenzó, su voz baja pero segura. “Shinji… lo necesita. Necesita estar listo para cumplir con su deber como Semental de Tokio-3, y creo que una semana aquí, conmigo, lo preparará como nunca. Quiero que nos deje encerrarnos en mi departamento, que nadie nos moleste. Solo nosotros dos, para… entrenarlo.” Hizo una pausa, dejando que las implicaciones de sus palabras flotaran en el aire.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, y por un momento, Misato temió que Yui rechazara la petición. Pero entonces, la voz de la Comandante regresó, con un toque de aprobación. “Entendido, Misato. Si crees que es necesario, lo autorizo. Asegúrate de que esté en óptimas condiciones para cuando lo necesitemos. Haz lo que debas.” El clic del teléfono al colgar fue definitivo, y Misato sintió una oleada de emoción recorrer su cuerpo.

Con el permiso concedido, su mirada se volvió depredadora, un brillo salvaje en sus ojos mientras se giraba hacia la habitación de Shinji. Desconectó el teléfono de la pared, asegurándose de que nadie los interrumpiera, y luego se acercó a las persianas, cerrándolas con un movimiento decidido que sumió el apartamento en una penumbra sensual. Finalmente, puso el cerrojo en la puerta principal, el sonido metálico resonando como una declaración de su intención. El apartamento era ahora su santuario, un lugar donde las reglas del mundo exterior no aplicaban, y ella era la reina.

Regresó a la habitación, sus pasos silenciosos pero cargados de propósito, y se detuvo junto a la cama donde Shinji comenzaba a despertar. Sus ojos se abrieron lentamente, encontrándose con los de ella, y antes de que pudiera decir una palabra, Misato se lanzó sobre él, su cuerpo cayendo sobre el suyo con una mezcla de fuerza y gracia. “¡Despierta, pequeño semental!” exclamó, su voz llena de entusiasmo mientras sus manos recorrían su pecho, acariciando su pecho con sus delicadas pero afiladas uñas. Shinji jadeó, su polla endureciéndose al instante bajo las sábanas mientras la miraba, atrapado por la intensidad de su mirada y el roce de su cuerpo contra el suyo.

Misato lo besó con pasión, su lengua invadiendo su boca mientras sus manos bajaban para liberar su polla, ya gruesa y pulsante, lista para ella. “¡Voy a hacerte mío toda la semana!” gruñó contra sus labios, y Shinji gimió, sus manos instintivamente aferrándose a sus caderas. Pero ella no iba a esperar. Lo empujó fuera de la cama, guiándolo hacia la mesa del comedor, donde la luz tenue de una lámpara colgante creaba un halo alrededor de su figura voluptuosa.

Misato se inclinó sobre la mesa, sus manos apoyándose en la superficie de madera mientras empujaba su trasero hacia atrás, la tanga blanca deslizándose ligeramente entre sus nalgas redondeadas. Sus pechos, apenas contenidos por la blusa rosada, se aplastaban contra la mesa, la tela estirándose hasta el límite mientras sus pezones endurecidos se marcaban con claridad. “¡Fóllame, Shinji! ¡Quiero sentirte dentro de mí ahora!” gritó, su voz resonando en el apartamento vacío, un desafío que encendió algo primitivo en él.

Shinji, con el corazón latiendo a mil por hora, se posicionó detrás de ella, sus manos temblando mientras bajaba la tanga lo justo para exponer su coño, ya húmedo y listo. La visión de su sexo, los labios rosados y brillantes, lo hizo gemir, y con un movimiento lento pero firme, guió su polla hacia ella. La punta rozó su entrada, y Misato dejó escapar un “¡Oh, sí!” agudo, su cuerpo temblando de anticipación. Cuando finalmente se hundió dentro de ella, la sensación fue abrumadora: un calor apretado que lo envolvió por completo, sus paredes internas pulsando alrededor de su miembro con una intensidad que lo hizo jadear.

“¡Más fuerte, Shinji! ¡Dame todo!” exclamó Misato, su voz quebrándose mientras empujaba sus caderas hacia atrás, encontrándose con cada embestida. Shinji gruñó, sus manos aferrándose a la mesa mientras comenzaba a moverse, su polla deslizándose dentro y fuera de su coño con un ritmo creciente. La madera crujía bajo el peso de sus cuerpos, y el sonido de sus pieles chocando llenaba el aire, un golpe húmedo que se mezclaba con los gemidos de ambos. La blusa de Misato se deslizó hacia un lado, dejando un pecho expuesto, y Shinji no pudo resistirse: se inclinó hacia adelante, tomando el pezón con su mano y presionandolo con fuerza mientras seguía follando.

“¡Ahh! ¡Sí, hazlo!” gritó Misato, su cabeza echada hacia atrás mientras sus manos se aferraban a los bordes de la mesa. Shinji pasó su lengua por su cuello. El sabor de su piel, salado por el sudor, llenaba su boca, y la sensación de su pezón endurecido contra sus dedos lo volvía loco. Sus manos luego bajaron por la espalda de Misato, sintiendo la curva de su columna, y luego se aferraron a sus caderas, apretando la carne suave mientras la penetraba más profundo. Cada embestida hacía que sus tetas se aplastaran más contra la mesa, y la blusa rosada se tensaba, dejando entrever el otro pezón a través de la tela.

“¡Estás tan caliente… tan apretada!” jadeó Shinji, su voz ronca mientras sentía cómo el coño de Misato lo succionaba, sus jugos goteando por sus muslos y empapando la tanga blanca que apenas colgaba. Misato rió, un sonido sensual que lo enloqueció aún más. “¡Eso es porque tú me haces así, semental! ¡No pares!” exclamó, su cuerpo temblando mientras otro orgasmo comenzaba a acumularse.

Shinji aceleró el ritmo, sus caderas chocando contra su trasero con una fuerza que hacía temblar la mesa. El colgante de cruz de Misato se balanceaba entre sus pechos, golpeando la madera con cada embestida, y su cabello morado se agitaba como una cascada salvaje. Sus ojos, normalmente llenos de una calidez maternal, ahora ardían con un deseo depredador, una faceta de su personalidad que Shinji apenas comenzaba a descubrir. Ella era una mujer apasionada, una guerrera en el campo de batalla y en la cama, y esa dualidad lo atraía como un imán.

“¡Voy a correrme!” gritó Shinji, sintiendo cómo la presión en su vientre se volvía insoportable. Misato giró la cabeza, mirándolo con una sonrisa traviesa. “¡Hazlo! ¡Lléname con tu semen!” rugió, y con un gemido profundo, Shinji se dejó ir. Su polla palpitó dentro de ella, liberando un torrente espeso y caliente que llenó su coño hasta rebosar. Misato gritó, “¡Sí! ¡Lléname!” su cuerpo convulsionando mientras otro orgasmo la golpeaba, sus paredes internas apretándolo con fuerza mientras el semen se derramaba por sus muslos, goteando sobre el suelo.

Pero Shinji no se detuvo. Su recuperación fue inmediata, su polla todavía dura dentro de ella mientras comenzaba a moverse de nuevo, más lento esta vez, prolongando el placer. Misato jadeó, “¡No puedo creerlo! ¡Otra vez tan rápido!” su voz llena de asombro mientras sus manos se deslizaban por la mesa, dejando marcas de sudor. Shinji gruñó, sus manos subiendo para apretar sus pechos a través de la blusa, sintiendo cómo la tela se humedecía con el sudor y el calor de sus cuerpos. “Eres increíble,” murmuró, su boca buscando su cuello y dejando un rastro de besos húmedos.

La follada continuó durante horas, cada embestida más intensa que la anterior. Misato se inclinó más, presionando sus tetas contra la mesa hasta que la blusa se deslizó por completo, dejando ambos pechos expuestos, brillantes por el sudor. Shinji los adoró con desesperación, amasando la carne elástica y peñiscando sus pezones mientras sus caderas no se detenían, su polla deslizándose dentro y fuera con un ritmo implacable. “¡Oh, Dios! ¡Más! ¡Fóllame más!” gritaba Misato, su voz quebrándose mientras sus uñas arañaban la madera.

El semen volvió a acumularse dentro de él, y con otro grito, “¡Misato!” se corrió de nuevo, llenándola con otra oleada espesa que la hizo temblar. Ella gimió, “¡Sí! ¡Sigue! ¡No pares!” su cuerpo arqueándose mientras lo ordeñaba con su coño, cada contracción exprimiendo más de su semilla. La mesa estaba ahora empapada, el semen goteando por los bordes mientras sus cuerpos seguían moviéndose, una danza erótica que parecía no tener fin.

Pasaron horas en esa posición, el sol subiendo y bajando fuera del apartamento mientras ellos se perdían en su mundo privado. Misato, con su personalidad apasionada y su cuerpo voluptuoso, guiaba a Shinji con cada gemido, cada grito, su tanga blanca ahora un trapo empapado que colgaba de un tobillo. Shinji, joven e inexperto pero impulsado por su lujuria, respondía con una fuerza que la dejaba asombrada, su polla llenándola docenas de veces, su semen potente y magnífico derramándose sin cesar. Y así, el primer día de su encierro comenzó, un preludio de lo que vendría en los seis días siguientes.

 

..........

 

El suelo de la cocina estaba fresco contra la piel sudorosa de Shinji y Misato, un contraste bienvenido después de horas de pasión desenfrenada. Habían follado por cuarta vez en lo que iba del día, y ahora yacían juntos sobre una sábana improvisada que Misato había tirado al suelo para amortiguar sus cuerpos. El aire estaba cargado con el aroma almizclado del sexo, mezclado con el leve olor a limón del detergente que Misato había usado para limpiar la encimera días antes. Shinji, acostado boca arriba, respiraba pesadamente, su pecho subiendo y bajando mientras intentaba recuperar el aliento. Su polla, aún semierecta y brillante por los jugos de Misato, reposaba contra su muslo. A su lado, Misato descansaba de lado, apoyada en un codo, su cuerpo voluptuoso brillando con una fina capa de sudor que resaltaba cada curva bajo la luz tenue que se filtraba por las persianas cerradas.

 

 

Misato estaba asombrada por la libido y la capacidad de recuperación de su amante, un fenómeno que, según había leído en revistas científicas y libros de biología, debería ser imposible para un hombre. La resistencia de Shinji, su capacidad para follar durante horas y volver a estar listo en cuestión de minutos, era algo que la dejaba boquiabierta. Pero no se quejaba, ni mucho menos. Todo lo contrario: cada vez que Shinji se corría dentro de ella o en su boca, la textura, el calor, el sabor de su semen la envolvían en una sensación de éxtasis puro. Era potente, magnífico, masculino y viril, un elixir que despertaba en ella un hambre que no podía saciar. El líquido espeso y cálido que llenaba su coño o su garganta era como un recordatorio de su masculinidad, de su poder, y cada gota que tragaba la hacía sentir más conectada a él, más deseosa de seguir explorando los límites de su pasión.

Ella tomó un sorbo de su botella de agua, el líquido fresco aliviando su garganta reseca después de los gemidos y gritos que habían llenado el apartamento. Sus labios, hinchados por los besos apasionados, brillaban con un toque de humedad mientras dejaba la botella sobre la encimera con un movimiento lento y deliberado. Su blusa rosada de tirantes, ahora arrugada y arrojada lejos, había dejado libres sus pechos enormes, que se balanceaban con cada movimiento, los pezones endurecidos como guijarros. La tanga blanca, empapada por sus propios jugos y el semen de Shinji, también había sido descartada, dejando expuestos los labios hinchados de su sexo, que aún brillaban por la humedad. Su cabello morado oscuro, desordenado y cayendo en mechones salvajes sobre sus hombros, le daba un aire de diosa desatada, una mujer que había abrazado su lado más primal y lo vivía sin restricciones.

Misato se puso de pie con una gracia felina, sus caderas balanceándose mientras caminaba hacia la puerta principal del apartamento. El cerrojo que había puesto horas antes seguía firme, un símbolo de su decisión de aislarse del mundo con Shinji. Se apoyó contra la puerta, la madera fría contra su espalda mientras echaba el culo hacia atrás, arqueando su cuerpo de manera que sus nalgas redondeadas y firmes se alzaran como una invitación imposible de ignorar. La posición la hacía ver aún más sensual, marcando la curva perfecta de su trasero, y sus pechos firmes bamboleandose, invitando a perderse entre ellos, un valle profundo que brillaba con sudor. Giró la cabeza para mirar a Shinji por encima del hombro, sus ojos marrones brillando con un deseo depredador, y su voz, ronca y cargada de lujuria, rompió el silencio. “Ven aquí… mi hombre,” susurró, el apodo cayendo de sus labios como una caricia oscura, un desafío que hizo que el corazón de Shinji latiera con fuerza.

Shinji, todavía acostado en el suelo, sintió cómo su polla se endurecía al instante ante la visión de Misato contra la puerta. La forma en que su trasero se alzaba, la curva de su espalda, la manera en que sus pechos se aplastaban ligeramente contra la madera, todo era un espectáculo que lo dejaba sin aliento. Se puso de pie rápidamente, su cuerpo temblando de anticipación mientras se acercaba a ella, su polla ahora completamente erecta, gruesa y pulsante, goteando pre-semen que brillaba bajo la luz tenue. “Misato…” murmuró, su voz temblorosa mientras sus manos se posaban en sus caderas, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos.

Ella rió, un sonido sensual que resonó en el espacio cerrado, y empujó su trasero aún más hacia él, rozando su polla con la tela de la tanga. “¡Fóllame! ¡Quiero sentirte dentro de mí otra vez! ¡Ahora!” exclamó, su voz quebrándose con el deseo mientras sus manos se aferraban a la puerta, las uñas arañando la madera con un sonido áspero. Shinji no necesitó más estímulo. Con un movimiento rápido, bajó la tanga lo justo para exponer su coño, los labios rosados y empapados abriéndose ligeramente, un brillo de humedad que lo hizo gemir. Alineó su polla con su entrada, la punta rozando la carne caliente y húmeda, y con un empujón lento pero firme, se hundió dentro de ella.

“¡Oh, sí! ¡Eso es!” gritó Misato, su cuerpo temblando mientras Shinji la llenaba por completo, su polla gruesa estirándola con una presión que la hacía jadear. La puerta crujió bajo el peso de sus cuerpos, y Shinji comenzó a moverse, sus caderas embistiendo con un ritmo que crecía en intensidad con cada segundo. Sus manos se aferraron a las caderas de Misato, apretando la carne suave mientras la penetraba más profundo, cada embestida enviando ondas de placer que lo hacían gruñir. El sonido de sus pieles chocando resonaba en el apartamento, un golpe húmedo y rítmico que se mezclaba con los gemidos de ambos, un coro de lujuria que llenaba el aire.

Misato se arqueó más, su espalda formando una curva perfecta mientras sus pechos se aplastaban contra la puerta, sus pezones endureciendose al frotarse contra la madera con cada movimiento. “¡Más fuerte, Shinji! ¡Dame todo lo que tienes!” rugió, su voz llena de desesperación mientras sus manos golpeaban la puerta, dejando marcas de sudor en la superficie. Shinji obedeció, sus embestidas volviéndose más rápidas, más profundas, su polla deslizándose dentro y fuera de su coño con una fuerza que hacía temblar sus piernas. “¡Estás tan mojada!” jadeó, su voz ronca mientras sentía cómo los jugos de Misato goteaban por sus muslos.

Ella giró la cabeza, sus ojos brillando con un fuego que lo consumía, y lo besó apasionadamente, su lengua invadiendo su boca con una urgencia que lo dejó sin aliento. Sus labios, hinchados y cálidos, sabían a menta y a deseo, y Shinji respondió con la misma intensidad, sus manos subiendo para apretar sus pechos, sintiendo cómo la carne abundante se filtraba entre sus dedos. “¡Sigue! ¡No pares!” exclamó Misato contra su boca, su aliento caliente mezclándose con el suyo mientras sus cuerpos se movían en sincronía, la puerta crujiendo bajo la presión de su pasión.

Shinji bajó una mano para acariciar su clítoris, sus dedos deslizándose por los labios empapados mientras la follaba, y Misato gritó, “¡Oh, Dios! ¡Sí, ahí!” su cuerpo convulsionando mientras un orgasmo la golpeaba, su coño apretándolo con una fuerza que lo hacía jadear. Sus paredes internas pulsaban alrededor de su polla, ordeñándolo con cada contracción, y Shinji sintió cómo su propio clímax se acercaba, la presión en su vientre volviéndose insoportable. “¡Voy a correrme!” gruñó, su voz temblorosa mientras sus embestidas se volvían más erráticas.

“¡Hazlo! ¡Hazlo! ¡Sí!” gritó Misato, sus uñas arañando la puerta mientras su cuerpo temblaba, otro orgasmo acumulándose dentro de ella. Con un grito profundo, Shinji se corrió, su polla palpitando dentro de ella mientras liberaba un torrente espeso y caliente que llenó su coño hasta rebosar. Misato gimió, “¡Sí! ¡Lléname, mi hombre!” su voz quebrándose mientras el semen se derramaba por sus muslos, goteando sobre el suelo en un charco pegajoso. Su cuerpo tembló con cada espasmo, sus paredes internas exprimiendo cada gota de su semilla mientras ella se arqueaba contra la puerta, jadeando de placer.

Pero Misato no había terminado con él. Con un movimiento lento y deliberado, se apartó de la puerta, dejando que su polla se deslizara fuera de su coño, un hilo de semen conectándolos por un momento antes de romperse. Ella se arrodilló frente a él, sus ojos marrones brillando con un deseo insaciable mientras miraba su polla, todavía dura y brillante por sus jugos y su semen. “Quiero saborearte,” susurró, su voz ronca mientras tomaba su miembro con una mano, sus dedos cálidos envolviéndolo con una presión que lo hizo gemir. Se inclinó hacia adelante, su lengua deslizándose por la punta, lamiendo los restos de semen con una lentitud tortuosa que lo hacía temblar.

“¡Misato…!” jadeó Shinji, sus manos enredándose en su cabello morado mientras ella lo tomaba en su boca, sus labios carnosos cerrándose alrededor de su polla con una succión que lo llevó al borde de la locura. Ella lo chupó con pasión, su lengua girando alrededor de cada nervadura mientras sus manos masajeaban sus testículos, sintiendo el peso de ellos en sus palmas. Sus ojos nunca dejaron los de él, brillando con un hambre que lo consumía mientras lo devoraba, el sonido húmedo de su boca llenando el aire.

Shinji sintió cómo el placer se acumulaba de nuevo, su polla palpitando en la boca de Misato mientras ella lo llevaba de nuevo al clímax con una destreza que lo dejaba sin aliento. “¡Voy a…!” comenzó, pero no pudo terminar. Con un grito, se corrió, su semen caliente y espeso llenando la boca de Misato en oleadas que la hicieron gemir de satisfacción. Ella tragó cada gota, sus ojos fijos en los de él mientras saboreaba el líquido con gusto, su lengua moviéndose dentro de su boca para no perder ni una pizca. El sabor, potente y viril, la envolvió, y Misato dejó escapar un “¡Mmm!” suave mientras se relamía los labios, un hilo de semen brillando en la comisura de su boca antes de que lo lamiera con un movimiento lento y sensual.

Se puso de pie, su piel empapada por el sudor, sus pechos brillando bajo la luz del foco mientras lo miraba con una sonrisa satisfecha. “Eres increíble, mi hombre,” susurró, su voz llena de admiración mientras se apoyaba contra la puerta, su cuerpo todavía temblando de placer. Shinji, jadeando, la miró con una mezcla de asombro y deseo, su polla todavía palpitando mientras la veía, sabiendo que esta semana de encierro apenas comenzaba.

 

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El segundo día del encierro amaneció con una calma engañosa en el apartamento de Misato, el silencio roto solo por el leve zumbido del aire acondicionado que luchaba por mantener fresco el ambiente cargado de pasión. Las persianas seguían cerradas, sumiendo el espacio en una penumbra sensual, mientras el aroma a sudor y sexo impregnaba cada rincón. Shinji, exhausto pero extrañamente revitalizado tras la maratón del día anterior, descansaba sentado en el sofá de la sala de estar. Estaba completamente desnudo, su piel aún brillante por el sudor y las huellas de sus encuentros anteriores, su polla descansando semierecta contra su muslo tras la última follada intensa que había compartido con Misato media hora antes. Sus ojos estaban cerrados, su respiración lenta y profunda, mientras intentaba recuperar fuerzas después de haber llenado a Misato una y otra vez con su semilla espesa y cálida. El sofá, con sus cojines desordenados y una sábana arrugada que habían usado como manta improvisada, era un testigo silencioso de su lujuria salvaje.

De repente, el sonido de pasos descalzos resonó desde el pasillo, un ritmo suave pero decidido que lo sacó de su letargo. Shinji abrió los ojos lentamente, parpadeando para ajustarse a la penumbra, y su aliento se detuvo al ver a Misato emergiendo de su habitación. Estaba completamente desnuda, su cuerpo voluptuoso expuesto en toda su gloria sin ningún rastro de ropa para contenerlo. Su cabello morado oscuro caía en mechones desordenados a los costados de su rostro, mechones húmedos pegándose a su piel por el sudor de la noche, dándole un aire salvaje que contrastaba con la elegancia natural de su rostro. Sus pechos enormes se alzaban firmes, las areolas rosadas oscurecidas por la excitación, los pezones endurecidos apuntando hacia él como una invitación silenciosa. Su vientre plano y ligeramente bronceado brillaba bajo la luz tenue, y sus caderas anchas se movían con una gracia felina mientras se acercaba, sus muslos fuertes y musculosos mostrando pequeñas marcas rojas dejadas por sus manos apasionadas.

Misato lo miró con una sonrisa traviesa, sus ojos marrones brillando con un deseo depredador que hacía evidente su intención. Había algo en su expresión, una mezcla de autoridad y entrega, que reflejaba su personalidad apasionada: una mujer que comandaba tanto en el campo de batalla como en la intimidad, una guerrera que no se rendía ante nada, ni siquiera ante el agotamiento. “Buenos días, mi semental,” ronroneó, su voz baja y seductora mientras se detenía frente a él, sus manos apoyándose en el respaldo del sofá a cada lado de su cabeza. El aroma a su piel, una mezcla de jabón y su esencia natural, lo envolvió, y Shinji sintió cómo su polla se endurecía por completo, levantándose como si respondiera a una orden tácita.

Antes de que pudiera decir algo, Misato se movió con una agilidad sorprendente, subiendo a horcajadas sobre él. Sus muslos rodearon sus caderas, la calidez de su piel desnuda contra la suya enviando un escalofrío por su columna. Su coño, ya húmedo y listo, rozó la punta de su polla, y Misato dejó escapar un gemido suave, “¡Oh, sí!” mientras se alineaba con él. Con un movimiento lento pero firme, bajó su cuerpo, tomando su polla dentro de ella, el calor apretado de su interior envolviéndolo por completo. Shinji jadeó, sus manos instintivamente aferrándose a sus caderas, sintiendo la suavidad de su carne bajo sus dedos mientras ella se hundía hasta la base.

“¡Dios mío, Shinji! ¡Eres tan grande!” exclamó Misato, su voz temblorosa mientras su cabeza caía hacia atrás, su cabello morado agitándose como una cortina salvaje. Sus pechos se balanceaban frente a su rostro, y Shinji no pudo resistirse: alzó las manos para tomarlos, sus dedos hundéndose en la carne elástica mientras apretaba con fuerza. Los pezones endurecidos rozaban sus palmas, y Misato gimió, “¡Sí! ¡Tócalos más!” su cuerpo temblando mientras comenzaba a moverse, sus caderas subiendo y bajando con un ritmo lento pero deliberado.

El sofá crujió bajo el peso de sus cuerpos, y el sonido de su piel chocando llenó la sala, un golpe húmedo que se mezclaba con los jadeos y gemidos de ambos. Shinji gruñó, sus manos explorando los pechos de Misato, amasándolos con una mezcla de reverencia y deseo mientras sentía cómo su polla se deslizaba dentro y fuera de su coño, cada movimiento envuelto en una humedad caliente que lo volvía loco. “¡Misato… eres increíble!” jadeó, su voz ronca mientras levantaba la cabeza para lamer el valle entre sus pechos, saboreando el sudor salado que se había acumulado allí.

Ella rió, un sonido sensual que resonó en el espacio cerrado, y aceleró el ritmo, sus caderas girando con una habilidad que hablaba de su experiencia. “¡Eso es, Shinji! ¡Fóllame con todo lo que tienes!” gritó, su voz quebrándose mientras sus manos se aferraban a sus hombros, sus uñas clavándose en su piel. Shinji respondió empujando hacia arriba, sus caderas encontrándose con las de ella con una fuerza que hizo temblar el sofá. Sus pechos rebotaban con cada embestida, y él los adoró con su boca, succionando un pezón mientras pellizcaba el otro, sus dientes rozando la carne sensible hasta que Misato gritó, “¡Oh, sí! ¡Más fuerte!”

La habitación se llenó de sus sonidos: los gemidos de Misato, los gruñidos de Shinji, el crujido del sofá y el golpe rítmico de sus cuerpos. Sus muslos, fuertes y brillantes por el sudor, se apretaban alrededor de sus caderas, y Shinji bajó una mano para acariciar su clítoris, sus dedos deslizándose por los labios empapados mientras la montaba. “¡Ahh! ¡Ahí! ¡No pares!” exclamó Misato, su cuerpo convulsionando mientras un orgasmo la golpeaba, su coño apretándolo con una fuerza que lo hizo jadear. Sus paredes internas pulsaban alrededor de su polla, ordeñándolo con cada contracción, y Shinji sintió cómo su propio clímax se acercaba, la presión en su vientre volviéndose insoportable.

“¡Voy a correrme!” gruñó, su voz temblorosa mientras sus embestidas se volvían más erráticas. Misato lo miró con ojos brillantes, su sonrisa traviesa volviéndose una expresión de puro éxtasis. “¡Hazlo! ¡Joder, hazlo! ¡Dame todo!” rugió, y con un grito profundo, Shinji se dejó ir. Su polla palpitó dentro de ella, liberando un torrente espeso y caliente que llenó su coño hasta rebosar. Misato gritó, “¡Sí! ¡Sí! ¡Lléname!” su cuerpo temblando mientras el semen se derramaba por sus muslos, goteando sobre el sofá en un charco pegajoso. Su orgasmo la consumió, sus paredes internas exprimiendo cada gota de su semilla mientras ella se arqueaba contra él, jadeando de placer.

Pero Shinji no se detuvo. Su recuperación fue inmediata, su polla todavía dura dentro de ella mientras comenzaba a moverse de nuevo, más lento esta vez, prolongando el placer. Misato jadeó, “¡Dios mío!” su voz llena de asombro mientras sus manos se deslizaban por su pecho, dejando marcas de sudor. Shinji gruñó, sus manos subiendo para apretar sus pechos de nuevo, sintiendo cómo la carne abundante se filtraba entre sus dedos. “Eres demasiado buena,” murmuró, su boca buscando su cuello y dejando un rastro de besos húmedos.

La follada continuó durante horas, cada movimiento más intenso que el anterior. Misato montaba su polla como una experta, sus caderas girando y subiendo con una gracia que lo hipnotizaba, sus pechos rebotando frente a su rostro mientras él los lamía y succionaba con desesperación. “¡Oh, Dios! ¡Más! ¡Fóllame más!” gritaba Misato, su voz quebrándose mientras sus uñas arañaban sus hombros, su cuerpo temblando bajo el peso de otro orgasmo. Shinji empujaba hacia arriba, su polla hundiéndose más profundo con cada embestida, el semen anterior mezclándose con sus jugos para crear un sonido húmedo que llenaba la sala.

El semen volvió a acumularse dentro de él, y con otro grito, “¡Misato!” se corrió de nuevo, llenándola con otra oleada espesa que la hizo temblar. Ella gimió, “¡Sí! ¡Sigue! ¡No pares!” su cuerpo arqueándose mientras lo ordeñaba con su coño, cada contracción exprimiendo más de su semilla. El sofá estaba ahora empapado, el semen goteando por los cojines mientras sus cuerpos seguían moviéndose, una danza erótica que parecía no tener fin. Misato, con su personalidad apasionada y su cuerpo voluptuoso, guiaba a Shinji con cada gemido, cada grito, su desnudez un espectáculo que lo mantenía al borde del éxtasis.

Finalmente, exhaustos pero aún conectados, se detuvieron, sus respiraciones entrecortadas llenando el silencio. Misato se inclinó hacia él, su frente apoyada contra la suya, y susurró con una sonrisa satisfecha, “Eres mi hombre, Shinji… y esto apenas empieza.” Sus pechos presionaban contra su pecho, su piel cálida y sudorosa, mientras lo miraba con una mezcla de admiración y deseo, sabiendo que los cinco días restantes serían una prueba de fuego para ambos.

 

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El tercer día del encierro había traído consigo una intensidad aún mayor, como si el tiempo suspendido dentro del apartamento de Misato hubiera amplificado cada sensación, cada roce, cada gemido. La sala de estar aún resonaba con los ecos de su última follada, las sábanas arrugadas en el suelo y el sofá empapado de sudor y semen testigos de su pasión desatada. Ahora, ambos estaban en el baño, el vapor llenando el aire mientras el agua caliente caía sobre sus cuerpos desnudos en la ducha. Las gotas resbalaban por sus pieles, creando un brillo húmedo que hacía que cada curva y músculo destacara bajo la luz tenue que se filtraba a través del cristal empañado. El aroma a jabón floral se mezclaba con el olor almizclado de su deseo, un perfume embriagador que envolvía la pequeña habitación.

 

 

Shinji, jadeante tras la intensidad de la sesión en la sala, se apoyaba contra la pared de azulejos, el agua corriendo por su pecho mientras intentaba recuperar el aliento. Su polla, aún dura y pulsante después de haber llenado a Misato una vez más, goteaba pre-semen mezclado con los jugos de ella. Misato, frente a él, estaba igualmente exhausta pero radiante, su cuerpo voluptuoso brillando bajo el agua. Su cabello morado oscuro, empapado y pegado a su rostro y hombros, caía en mechones salvajes que enmarcan sus ojos marrones, ahora llenos de un fuego apasionado que reflejaba su personalidad indomable. Sus pechos enormes, libres de cualquier restricción, se alzaban firmes, las areolas rosadas oscurecidas por el agua caliente, los pezones endurecidos apuntando hacia él como un desafío silencioso. Su limado temblaba con cada respiración, y sus caderas anchas, marcadas por pequeñas marcas rojas dejadas por sus manos, se movían con una gracia que lo hipnotizaba.

Sin decir una palabra, Misato se acercó, sus brazos envolviéndose alrededor del cuello de Shinji con una mezcla de ternura y posesión. Sus pechos enormes se aplastaron contra su pecho, las montañas carnosas y cálidas presionando contra él, enviando una corriente de placer que lo hizo gemir suavemente. El agua caía entre ellos, resbalando por el valle de su escote y goteando sobre su piel, mientras sus labios se encontraban en un beso apasionado. Sus lenguas se enredaron con urgencia, el sabor de su boca cálida y húmeda llenando los sentidos de Shinji, un sabor a menta mezclado con el dejo salado de su sudor. Misato gimió contra sus labios, “¡Mmm, Shinji!” su voz vibrando en su boca mientras sus cuerpos se pegaban aún más, el calor de su piel desnuda intensificando el momento.

Las manos de Shinji, instintivamente, bajaron hasta su culo, sus dedos hundiéndose en la carne suave y firme mientras la apretaba con fuerza. Las nalgas redondeadas de Misato desbordaban sus palmas, y él las masajeó con una mezcla de reverencia y deseo, sintiendo cómo se moldeaban bajo su agarre. El agua resbalaba por su trasero, goteando entre sus dedos mientras la apretaba, y Misato dejó escapar un “¡Oh, sí!” agudo, su cuerpo arqueándose contra él. Su polla, dura como una roca, presionaba contra su abdomen plano, la punta rozando su piel húmeda y dejando un rastro de pre-semen que se mezclaba con el agua. La sensación de su miembro contra su vientre la hizo gemir más fuerte, “¡Estás tan listo para mí!” exclamó, su voz quebrándose con excitación mientras sus caderas se movían instintivamente, frotándose contra él.

El beso se profundizó, sus respiraciones entrecortadas llenando el espacio mientras el vapor los envolvía como una nube densa. Las manos de Shinji subieron por su espalda, trazando la curva de su columna vertebral, sintiendo los músculos tensos bajo su piel suave. Misato respondió apretando sus brazos alrededor de su cuello, sus uñas rozando su nuca con una delicadeza que contrastaba con la ferocidad de su deseo. Pero entonces, ella rompió el beso, su respiración agitada mientras se apartaba lo suficiente para mirarlo a los ojos. Su mirada bajó lentamente, siguiendo el rastro de agua que corría por el pecho de Shinji hasta detenerse en su polla, dura y pulsante, sobresaliendo entre ellos como una promesa de placer.

Misato se relamió los labios, un gesto lento y deliberado que hizo que su corazón latiera más rápido, y le guiñó un ojo con una sonrisa traviesa que encendió un fuego en su interior. “No puedo resistirme a esto,” susurró, su voz ronca mientras se arrodillaba frente a él, el agua cayendo sobre su espalda y resbalando por sus pechos enormes, que se balanceaban con el movimiento. El suelo de la ducha, resbaladizo por el agua, no detuvo su gracia felina mientras se posicionaba, sus manos apoyándose en sus muslos para estabilizarse. Su rostro estaba a la altura de su polla, y ella la miró con una mezcla de admiración y hambre, sus ojos marrones brillando bajo el chorro de agua.

“¡Misato…!” jadeó Shinji, sus manos enredándose en su cabello húmedo mientras ella acercaba su boca. Sin previo aviso, sus labios carnosos se cerraron alrededor de la punta, succionando con una fuerza que lo hizo arquear la espalda contra la pared. La sensación fue inmediata, un calor húmedo que lo envolvió por completo mientras su lengua giraba alrededor del glande, lamiendo el pre-semen con un gusto evidente. “¡Oh, sí!” gritó Shinji, sus caderas temblando mientras ella lo tomaba más profundo, su garganta relajándose para aceptar cada centímetro de su polla.

Misato gimió alrededor de su miembro, el sonido vibrando contra su piel mientras sus manos masajeaban sus testículos, sintiendo su peso y calidez en sus palmas. Sus ojos nunca dejaron los de él, brillando con un deseo insaciable mientras lo devoraba, el agua cayendo sobre su rostro y resbalando por sus mejillas. “¡Estás tan bueno!” murmuró contra su polla, su voz ahogada pero llena de entusiasmo mientras lo chupaba con una pasión que lo llevaba al borde. Sus labios se movían con un ritmo constante, subiendo y bajando, mientras su lengua exploraba cada nervadura, cada detalle, con una dedicación que lo hacía gemir sin control.

Shinji apretó su cabello, guiándola suavemente mientras sus caderas se movían instintivamente, empujando más profundo en su boca. Misato respondió con un “¡Mmm!” profundo, sus manos apretando sus muslos mientras lo tomaba hasta la base, su garganta contrayéndose alrededor de él. El agua caliente caía sobre ellos, resbalando por sus cuerpos y mezclándose con el sudor y la saliva, creando un sonido húmedo que llenaba el baño. “¡Misato… voy a…!” jadeó Shinji, sintiendo cómo el placer se acumulaba en su vientre, una presión que no podía contener.

Ella lo miró fijamente, sus ojos brillando con anticipación, y aceleró el ritmo, sus labios succionando con una urgencia que lo llevó al límite. Con un grito, “¡Misato!” Shinji se corrió, su polla palpitando mientras liberaba un torrente espeso y caliente que llenó su boca. Misato gimió de satisfacción, tragando cada gota con gusto, su lengua moviéndose dentro de su boca para saborear el líquido potente y viril. El semen, cálido y espeso, se deslizó por su garganta, y ella dejó escapar un “¡Delicioso!” suave mientras se relamía los labios, un hilo de líquido brillando en la comisura antes de que lo lamiera con un movimiento lento y sensual.

Se puso de pie lentamente, sus pechos brillando bajo el agua mientras lo miraba con una sonrisa satisfecha. “Eres increíble, Shinji,” susurró, su voz ronca mientras se acercaba para besarlo de nuevo, el sabor de su semen aún en su lengua. Shinji la abrazó, sus manos deslizándose por su espalda húmeda mientras el agua seguía cayendo, envolviéndolos en un abrazo cálido y apasionado que prometía más placeres por venir.

 

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El cuarto día del encierro había transformado el apartamento de Misato en un santuario de lujuria, cada rincón impregnado del aroma de su pasión desenfrenada. La alfombra de la sala de estar, suave pero ahora desordenada por los días de uso constante, era el escenario de su nuevo encuentro. La luz tenue que se filtraba por las rendijas de las persianas cerradas proyectaba sombras suaves sobre sus cuerpos desnudos, resaltando cada curva, cada gota de sudor que brillaba como un diamante bajo el resplandor. El aire estaba cargado con el aroma almizclado del sexo, mezclado con un toque de lavanda que emanaba de la piel de Misato, un perfume natural que se había intensificado con cada día de su encierro.

Shinji yacía acostado sobre la alfombra, su cuerpo relajado pero tenso por la anticipación, su polla dura y pulsante alzándose como un mástil entre sus piernas. Misato estaba sobre él, sus muslos fuertes rodeando su cabeza mientras su coño, húmedo y brillante, se cernía sobre su rostro. La posición del 69 los había unido en una danza de placer mutuo, sus cuerpos alineados perfectamente para devorarse el uno al otro. Las manos de Shinji se aferraban a las gordas nalgas de Misato, sus dedos hundiéndose en la carne suave y abundante mientras las apretaba con fuerza, separándolas ligeramente para exponer aún más su sexo. El culo de Misato, redondeado y firme, desbordaba sus palmas, y él lo masajeaba con una mezcla de reverencia y deseo, sintiendo cómo la piel cálida se moldeaba bajo su agarre.

Misato, inclinada sobre él, tenía su rostro a la altura de su polla, sus labios carnosos apenas a centímetros de la punta que goteaba pre-semen. Su cabello morado oscuro, desordenado y cayendo en mechones salvajes, rozaba los muslos de Shinji, enviando escalofríos por su columna. Sus pechos enormes colgaban sobre su abdomen, los pezones endurecidos rozando su piel con cada movimiento, un contacto que lo hacía gemir suavemente. Sus ojos marrones, brillantes con un hambre insaciable, se alzaron para mirarlo por un momento, y una sonrisa traviesa cruzó su rostro. “¡Prepárate, Shinji! ¡Voy a devorarte!” exclamó, su voz ronca y llena de entusiasmo mientras sus manos se posaban en sus muslos para estabilizarse.

Shinji no tuvo tiempo de responder. Bajó su rostro hacia su coño, su lengua deslizándose por los labios hinchados y empapados, y el sabor lo golpeó como un rayo: dulce, floral, con un toque distintivo a lavanda que lo envolvió por completo. Era un sabor adictivo, un néctar que lo hacía gruñir mientras lamía con avidez, su lengua explorando cada pliegue con una dedicación que hablaba de su deseo. “¡Misato, sabes tan bien!” jadeó contra su sexo, su voz ahogada mientras sus manos apretaban sus nalgas con más fuerza, tirando de ellas para hundir su rostro aún más profundo. Su lengua se deslizó hacia su clítoris, rodeándolo con movimientos circulares mientras succionaba suavemente, y Misato dejó escapar un grito agudo, “¡Oh, Dios! ¡Sí, ahí!” su cuerpo temblando sobre él.

Al mismo tiempo, Misato se inclinó hacia adelante, sus labios cerrándose alrededor de la polla de Shinji con una succión que lo hizo arquear la espalda contra la alfombra. La sensación fue inmediata, un calor húmedo que lo envolvió por completo mientras ella lo tomaba con hambre, su lengua girando alrededor del glande y lamiendo el pre-semen con un gusto evidente. “¡Mmm, eres delicioso!” gimió alrededor de su miembro, el sonido vibrando contra su piel mientras lo devoraba, sus manos masajeando sus testículos con una delicadeza que contrastaba con la ferocidad de su boca. Sus labios se movían con un ritmo voraz, subiendo y bajando, mientras su garganta se relajaba para tomar cada centímetro, su cabello morado rozando sus muslos con cada movimiento.

La alfombra se humedecía bajo ellos, el sudor y los jugos de Misato goteando mientras sus cuerpos se movían en sincronía, un baile de placer que los llevaba al borde. Shinji lamía con desesperación, su lengua hundéndose dentro de ella mientras sus dedos apretaban sus nalgas, dejando marcas rojas en la piel. El sabor a lavanda de su coño lo volvía loco, y succionaba su clítoris con una intensidad que la hacía gritar, “¡Shinji! ¡Voy a correrme!” su voz quebrándose mientras sus caderas se movían contra su rostro, buscando más contacto. Él gruñó contra su sexo, su lengua acelerando mientras sentía cómo sus paredes internas comenzaban a contraerse.

Misato, perdida en su propio placer, no se detuvo. Su boca se movía con una urgencia que lo llevaba al límite, sus labios succionando con fuerza mientras su lengua exploraba cada detalle de su polla. Sus pechos se balanceaban sobre su abdomen, los pezones rozando su piel y dejando un rastro de calor que lo hacía jadear. “¡Voy a hacer que te corras también!” exclamó, su voz ahogada mientras lo tomaba hasta la base, su garganta contrayéndose alrededor de él. Shinji sintió cómo el placer se acumulaba en su vientre, una presión que no podía contener, y sus manos apretaron sus nalgas con más fuerza, sus dedos hundiéndose en la carne mientras su lengua la llevaba al clímax.

El orgasmo golpeó a Misato como una ola, su cuerpo convulsionando sobre él mientras gritaba, “¡Sí! ¡Sí! ¡Me corro!” su coño pulsando contra su lengua mientras un chorro de jugos dulces llenaba su boca. El sabor a lavanda se intensificó, un néctar caliente y floral que Shinji tragó con avidez, su lengua lamiendo cada gota mientras ella temblaba sobre él, sus muslos apretándose alrededor de su cabeza. Al mismo tiempo, el placer de Shinji alcanzó su punto máximo, y con un grito, “¡Misato!” se corrió en su boca, su polla palpitando mientras liberaba un torrente espeso y caliente que llenó su garganta.

Misato gimió de satisfacción, “¡Mmm!” tragando cada gota con gusto, su lengua moviéndose dentro de su boca para saborear el líquido potente y viril. El semen, cálido y espeso, se deslizó por su garganta, y ella succionó con más fuerza, ordeñándolo hasta la última gota mientras sus ojos brillaban con placer. Shinji, perdido en su propio éxtasis, lamía los restos de sus jugos, su lengua explorando cada rincón mientras su cuerpo temblaba bajo el peso de Misato, sus nalgas todavía firmes en sus manos.

Finalmente, exhaustos, Misato se apartó lentamente, dejando que su polla se deslizara fuera de su boca con un sonido húmedo. Se giró para acostarse a su lado sobre la alfombra, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración mientras lo miraba con una sonrisa satisfecha. “Eres un regalo, Shinji,” susurró, su voz ronca mientras sus dedos trazaban círculos en su pecho, su cuerpo todavía temblando de placer. Shinji la miró, su respiración entrecortada mientras asentía, su mano buscando la de ella en un gesto de conexión silenciosa.

 

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El quinto día del encierro había llegado con una intensidad que parecía imposible de superar, pero Shinji y Misato estaban determinados a llevar su pasión a nuevos límites. La habitación de Shinji, un espacio pequeño y ordenado que había sido transformado en un nido de lujuria durante los días anteriores, estaba ahora bañada por la luz tenue de un foco que colgaba del techo. El resplandor ámbar proyectaba sombras suaves sobre las paredes, creando un ambiente íntimo y cargado de deseo. La cama, con sus sábanas arrugadas y manchadas de sudor y semen, crujía ligeramente bajo el peso de sus cuerpos, mientras el aire se llenaba con el aroma almizclado de su pasión, un perfume que se había vuelto tan familiar como el latido de sus corazones.

Shinji estaba de pie frente a los pies de la cama, su cuerpo desnudo brillando con una fina capa de sudor que resaltaba cada músculo de su torso juvenil. Su polla se erguía orgullosa, gruesa y pulsante, un testimonio de su deseo insaciable, la punta goteando pre-semen que brillaba bajo la luz. En sus manos sostenía un pequeño frasco de lubricante, un líquido transparente y viscoso que aplicó con movimientos suaves y cuidadosos sobre su longitud. La sensación fría y resbaladiza del lubricante contra su piel caliente lo hizo estremecer, el contraste enviando un escalofrío por su columna mientras su polla se endurecía aún más, resaltando su tamaño impresionante. Cada vena a lo largo de su miembro parecía palpitar con vida, y el brillo del lubricante hacía que su polla pareciera aún más imponente, lista para conquistar la carne caliente que lo aguardaba.

 

 

Misato, recostada boca abajo en la cama, lo observaba por encima del hombro con una sonrisa maliciosa que destilaba pura seducción. Estaba completamente desnuda, su cuerpo voluptuoso expuesto como una ofrenda al deseo. Su cabello morado oscuro caía en mechones desordenados sobre la almohada, algunos pegándose a su rostro por el sudor, dándole un aire salvaje que contrastaba con la dulzura de su sonrisa. Sus pechos enormes se aplastaban contra el colchón, desbordándose a los lados de su torso. Pero lo que capturó la atención de Shinji fue su culo, alzado ligeramente en el aire, las nalgas gordas y redondeadas brillando con una leve capa de sudor. Misato, con una lentitud deliberada, posó sus manos en sus nalgas, separándolas con un movimiento sensual que hizo que su piel se tensara, revelando el fruncido, delicado y diminuto agujero de su culito. El pequeño anillo rosado se contraía y relajaba con cada respiración que daba, una danza hipnótica que lo invitaba a perderse en su interior.

Shinji, incapaz de contener la emoción que lo embargaba, se acercó a ella con pasos temblorosos, su polla ya a la altura del agujero que deseaba penetrar. Su corazón latía con fuerza, el deseo ardiendo en su pecho mientras miraba el cuerpo de Misato, una visión que lo dejaba sin aliento. Con la punta de su verga, acarició suavemente la entrada de su capullo de rosa, la piel suave y cálida enviando un estremecimiento por todo su ser. El lubricante se mezcló con el calor de su cuerpo, creando una sensación resbaladiza que lo hizo gemir suavemente, “¡Misato… eres perfecta!” exclamó, su voz temblorosa mientras sentía cómo su polla palpitaba contra su entrada, ansiosa por hundirse en ella.

Misato dejó escapar un gemido bajo, “¡Mmm, Shinji!” su voz ronca mientras sus caderas se movían ligeramente, buscando más contacto. “¡Dame todo, mi hombre! ¡Fóllame como nunca!” exclamó, su tono cargado de lujuria mientras sus manos seguían separando sus nalgas, ofreciéndose por completo. Shinji, con una mano, agarró un buen puñado de su cabello morado, sujetándola suavemente pero con firmeza, forzándola a levantar la cabeza de la almohada. La tensión en su cuero cabelludo hizo que Misato jadeara, un sonido que lo encendió aún más. Con la otra mano, presionó su glande contra la entrada trasera de su guardiana, el pequeño anillo rosado resistiendo al principio, pero cediendo lentamente bajo la presión.

Sin poder resistir más, Shinji, con un movimiento decisivo y firme, empujó su verga dentro de la mujer de cabello morado, penetrándola con fuerza y deflorando su agujero anal. El anillo apretado se abrió para él, envolviendo su polla en un calor abrasador que lo hizo gruñir de placer. Misato gritó, “¡Ahhh! ¡Joder!” su rostro enterrándose en la almohada mientras su cuerpo se tensaba, la carne de su culo apretándose alrededor de la polla del joven detrás de ella. La sensación de estrangulación y llenura era exquisita, un placer que bordeaba el dolor y que la hizo temblar de pies a cabeza. Su coño, que descansaba más abajo, se humedeció aún más, los jugos goteando por sus muslos mientras sus piernas temblaban incontrolablemente, el placer abrumándola por completo.

Shinji, perdido en la sensación, no se detuvo. Continuó con la penetración, su verga moviéndose en la profundidad del agujero anal con un ritmo que crecía en intensidad. Cada pulso suyo era un ciclón de placer que recorría el cuerpo de Misato, cada grito suyo una sinfonía que lo empujaba a dar más. “¡Estás tan apretada!” gruñó, su voz ronca mientras sus manos soltaban su cabello y se posaban en sus caderas, empujándola hacia atrás para que su polla se hundiera aún más profundo. La carne del culo de Misato se estiraba y se adaptaba a su grosor, cada embestida un ciclo de vida, cada movimiento un poema de deseo que los unía en un éxtasis compartido.

Misato, con el rostro aún enterrado en la almohada, dejó escapar gemidos más fuertes, “¡Sí! ¡Sí! ¡Más fuerte!” su voz quebrándose mientras sus manos se aferraban a las sábanas, arrugándolas con fuerza. Su coño se humedecía más y más, los jugos goteando sobre la cama mientras el placer la consumía, una corriente eléctrica que corría por sus venas y la hacía temblar. Shinji, preocupado por un momento, ralentizó sus movimientos y preguntó con suavidad, “¿Misato? ¿Estás bien?” su voz cargada de ternura mientras sus manos acariciaban sus nalgas, la yema de sus dedos trazando círculos sobre la piel cálida y tersa, un gesto que le provocó un escalofrío que recorrió su espalda.

Misato asintió, levantando la cabeza lo suficiente para mirarlo por encima del hombro, sus ojos marrones llenos de lágrimas de placer, su boca abierta en un grito silencioso. “¡Sigue… por favor!” fue todo lo que pudo responder, su cuerpo temblando con cada embestida mientras su rostro volvía a hundirse en la almohada. Shinji, aliviado y emocionado, obedeció, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y adoración. Se pegó más a ella, su pecho rozando su espalda mientras la penetraba aún más hondo, sus manos aferrándose a sus caderas con más fuerza para controlar el ritmo.

La habitación se llenó del sonido del sexo, la cama crujiendo y golpeando contra la pared con cada movimiento, el ritmo acelerándose mientras la pasión no daba tregua. El culo de Misato, caliente y apretado, envolvía su polla como un guante, cada embestida enviando ondas de placer que lo hacían gruñir. “¡Eres increíble!” exclamó, su voz temblorosa mientras sus manos exploraban su cuerpo, deslizándose por sus nalgas y subiendo por su espalda, sintiendo los músculos tensos bajo su piel suave. Misato respondió con un gemido, “¡Tú lo eres! ¡Fóllame más!” su voz resonando en la habitación mientras sus caderas se movían en sincronía con las de él, buscando más profundidad.

Shinji, viéndola así, se dejó llenar por la emoción, la penetración tornándose más profunda, más intensa, más salvaje. Sus embestidas se volvieron frenéticas, su polla deslizándose dentro y fuera del culo de Misato con una fuerza que hacía temblar la cama. El sonido de sus pieles chocando, húmedo y rítmico, se mezclaba con los gemidos y gritos de ambos, un coro de lujuria que resonaba en las paredes. Misato, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, se rindió por completo al placer, su coño contrayéndose sin control mientras el orgasmo se acumulaba dentro de ella. “¡Shinji! ¡No pares! ¡Voy a correrme!” gritó, su voz quebrándose mientras sus uñas rasgaban las sábanas.

Shinji, sintiendo cómo su propio clímax se acercaba, gruñó, “¡Estoy por correrme!” su voz ronca mientras sus manos apretaban sus nalgas con más fuerza, sus dedos hundiéndose en la carne mientras la penetraba al máximo. Misato, que ya no podía más, se rindió a la pasión que la embargaba. “¡Hazlo, Shinji! ¡Llena mi culo con tu semen, por favor!” exclamó, su voz un ruego desesperado mientras levantaba la cabeza de la almohada, su cabello morado agitándose como una cascada salvaje.

Con un rugido victorioso, Shinji presionó su verga al máximo, la carne de sus nalgas tensándose en sus manos mientras apretaba cada centímetro de su polla que se movía frenéticamente dentro de la mayor. Y así, con un grito que resonó por la habitación, “¡Misato!” eyaculó, su semen caliente inundando el culo de Misato en oleadas espesas y abundantes. La sensación fue la más increíble que el chico había sentido en su vida, su polla contrayéndose y estremeciéndose mientras descargaba todo su deseo en su interior. El sonido de su semen llenando la cavidad de su culo, un gorgoteo húmedo y erótico, fue como música para sus oídos, una sinfonía de placer que lo envolvió por completo.

Misato, aún gritando, “¡Sí! ¡Sí! ¡Lléname!” se movió al ritmo de la eyaculación, su propio coño contrayéndose en sincronía con la polla que la llenaba. Su orgasmo la golpeó como un rayo, una corriente eléctrica que corrió por sus venas y la paralizó, su cuerpo temblando mientras los jugos de su coño goteaban sobre la cama, mezclándose con el semen que se derramaba de su culo. La intensidad del placer era indescriptible, un éxtasis que la dejó jadeando, su rostro hundido en la almohada mientras su cuerpo temblaba sin control.

Shinji, jadeando y exhausto, se deslizó lentamente fuera de la profundidad del culo de Misato, su polla aún erecta y goteando semen, un hilo blanco conectándolos por un momento antes de romperse. Misato se dio la vuelta con un movimiento lento, sus ojos marrones llenos de pasión, una sonrisa radiante en su rostro que delataba su satisfacción. “¡Eso fue increíble!” susurró, su respiración agitada mientras se incorporaba lo suficiente para mirarlo, su cuerpo brillante por el sudor y el semen que se deslizaba por sus muslos.

Shinji, con una sonrisa tonta en la cara, se inclinó hacia ella, su expresión llena de preocupación. “Lo siento si te hice daño,” dijo, su voz suave mientras sus manos acariciaban sus caderas con ternura. Misato, notando su inquietud, lo abrazó con fuerza, sus abundantes pechos desnudos apretándose contra su torso fornido, el calor de sus cuerpos fusionándose. “No, no fue así. Estoy bien, realmente. Incluso fue mucho mejor de lo que imaginaba,” respondió, su voz cargada de sinceridad mientras sus dedos trazaban círculos en su espalda.

Ambos se besaron apasionadamente, sus lenguas enroscándose y lamiéndose mutuamente, sus dientes chocando suavemente en un frenesí de deseo. Cada beso era una montaña de pasiones que los envolvía, sus brazos apretándose alrededor del cuerpo del otro, la piel mojada por el sudor de la excitación pegándose a la de su amante. Misato, con su personalidad indomable y su cuerpo voluptuoso, había dado todo de sí, y Shinji, con su ternura y deseo, había respondido con la misma intensidad, sellando un vínculo que parecía inquebrantable.

 

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El sexto día del encierro había llegado con una intensidad que parecía desafiar los límites de lo posible, cada momento entre Shinji y Misato cargado de una pasión que no mostraba signos de disminuir. La habitación de Misato, con su cama deshecha y las sábanas arrugadas, era ahora el epicentro de su deseo, un espacio donde el mundo exterior simplemente no existía. La luz tenue de una lámpara de noche proyectaba un resplandor dorado sobre sus cuerpos desnudos, resaltando cada curva, cada gota de sudor que brillaba como un diamante en su piel. El aire estaba cargado con el aroma almizclado del sexo, mezclado con un toque floral que emanaba de Misato, un perfume que se había intensificado con cada día de su encierro.

 

 

Shinji estaba sentado en medio del colchón, su espalda apoyada contra el cabecero de la cama, sus piernas extendidas frente a él. Su polla, dura y pulsante, se alzaba orgullosa entre sus muslos, goteando pre-semen que brillaba bajo la luz. Su cuerpo, cubierto de una fina capa de sudor, mostraba pequeñas marcas rojas dejadas por las uñas de Misato, un mapa de su pasión que lo hacía parecer más vivo que nunca. Misato, completamente desnuda, se acercó a él con una gracia felina, sus caderas anchas balanceándose con cada paso. Su cabello morado oscuro caía en mechones desordenados sobre sus hombros, algunos pegándose a su piel por el sudor, dándole un aire salvaje que contrastaba con la dulzura de su sonrisa. Sus pechos enormes se alzaban firmes, los pezones endurecidos apuntando hacia él como una invitación, y sus piernas largas y torneadas brillaban bajo la luz, cada músculo tenso por el deseo.

Con un movimiento fluido, Misato se subió a horcajadas sobre él, sus piernas rodeando sus caderas mientras sus brazos se envolvían alrededor de su cuello. Su coño, húmedo y caliente, rozó la punta de su polla, y ella dejó escapar un gemido suave, “¡Oh, Shinji!” mientras se alineaba con él. Con un movimiento lento pero firme, bajó su cuerpo, tomando su polla dentro de ella, el calor apretado de su interior envolviéndolo por completo. Shinji jadeó, “¡Misato…!” sus manos instintivamente aferrándose a su culo, sus dedos hundiéndose en la carne suave y abundante mientras ella se hundía hasta la base.

Sus labios se encontraron en un beso apasionado, sus lenguas enredándose con urgencia mientras exploraban la boca del otro. El sabor de Misato, cálido y ligeramente salado por el sudor, llenó los sentidos de Shinji, y él respondió con la misma intensidad, sus manos apretando sus nalgas con más fuerza. El beso era un frenesí de deseo, sus dientes chocando suavemente mientras sus respiraciones se mezclaban, un coro de jadeos y gemidos que resonaba en la habitación. “¡Te amo!” exclamó Misato contra sus labios, su voz quebrándose mientras sus caderas comenzaban a moverse, montando su polla con un ritmo que crecía en intensidad.

Shinji gruñó, “¡Yo también!” su voz ronca mientras sus manos masajeaban su culo, sintiendo cómo las nalgas gordas se agitaban con cada movimiento. Misato lo cabalgaba con intensidad, sus caderas anchas moviéndose en círculos, un baile sensual que lo llevaba al borde del éxtasis. El sonido de sus pieles chocando llenaba el aire, un golpe rítmico que se mezclaba con los gemidos de ambos, mientras las nalgas de Misato chocaban contra los muslos de Shinji, enviando ondas de placer que lo hacían temblar. La cama crujía bajo el peso de sus cuerpos, y el cabecero golpeaba la pared con cada embestida, un ritmo que hablaba de su pasión desenfrenada.

Rompiendo el beso, Shinji bajó su rostro hacia los pechos de Misato, sus labios cerrándose alrededor de un pezón endurecido mientras succionaba con avidez. La carne suave y cálida llenó su boca, y él gruñó contra su piel, “¡Tan perfectas!” mientras su lengua giraba alrededor de la areola, saboreando el sudor salado que se había acumulado allí. Misato gimió, “¡Sí! ¡Chúpalas más!” su cabeza echada hacia atrás mientras sus manos se enredaban en su cabello, empujándolo más cerca. Shinji obedeció, pasando al otro pezón, mordiendo suavemente mientras succionaba, sus manos apretando su culo con más fuerza para guiar sus movimientos.

Enterró su rostro entre sus ubres, el calor y la suavidad de sus pechos envolviéndolo mientras lamía el valle entre ellos, perdido en la sensación. Misato aceleró el ritmo, sus caderas moviéndose con una ferocidad que lo hacía jadear, su coño apretándolo con cada embestida. “¡Fóllame más! ¡Dame todo!” gritó, su voz resonando en la habitación mientras sus nalgas chocaban contra sus muslos, el sonido húmedo de sus cuerpos llenando el aire. Shinji respondió empujando hacia arriba, sus caderas encontrándose con las de ella con una fuerza que hacía temblar la cama, su polla hundiéndose más profundo con cada movimiento.

El placer se acumulaba dentro de ellos, una presión que no podían contener. Misato, con los ojos cerrados y la boca abierta, gritó, “¡Voy a correrme!” su cuerpo convulsionando mientras un orgasmo la golpeaba, su coño pulsando alrededor de su polla.

Shinji, sintiendo cómo su propio clímax se acercaba, gruñó, “¡Yo también!” y con un grito, se corrió dentro de ella, su semen caliente y espeso llenándola en oleadas que la hicieron temblar. Ella gimió, “¡Sí! ¡Lléname!” su cuerpo arqueándose mientras lo ordeñaba con su coño, cada contracción exprimiendo más de su semilla.

Exhaustos, Shinji la tomó con delicadeza y la acostó sobre la cama, sus manos temblorosas mientras la acomodaba sobre las sábanas. Misato, jadeante, lo miró con ojos brillantes, su cuerpo todavía temblando de placer mientras se recostaba, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración. Shinji se arrodilló frente a ella, su polla aún dura y goteando semen, y comenzó a masturbarse, sus ojos fijos en ella con una intensidad que la hizo estremecer.

Misato, con una sonrisa traviesa, se mordió el labio inferior, sus dedos deslizándose hacia su coño para tocarse, provocándolo con movimientos lentos y deliberados. “¿Te gusta lo que ves?” susurró, su voz ronca mientras abría las piernas, dejando que viera cómo sus dedos se deslizaban por los labios empapados. La luz tenue de la lámpara resaltaba el brillo húmedo de su piel, sus muslos temblando ligeramente mientras sus dedos exploraban con una sensualidad que lo dejó sin aliento. El semen de Shinji, aún caliente y espeso, se derramaba lentamente de su coño, goteando por sus nalgas y dejando un rastro blanco sobre las sábanas arrugadas. Misato gimió suavemente, “¡Mmm!” sus ojos marrones brillando con un deseo insaciable mientras lo miraba fijamente, su cabello morado oscuro cayendo en mechones desordenados sobre sus hombros.

Con una mano, llevó sus dedos más profundo, separando los labios hinchados de su sexo para exponer el interior rosado y brillante, donde el semen de Shinji se mezclaba con sus propios jugos. Su otra mano ascendió lentamente hacia sus pechos enormes, agarrándolos con una firmeza que los hizo temblar bajo su toque. Sus dedos se hundieron en la carne suave y cálida, masajeándolos con movimientos circulares que hacían que sus pezones endurecidos se destacaran aún más. “¡Oh, sí!” gimió, su voz quebrándose mientras apretaba sus tetas, amasándolas con una mezcla de placer y provocación, sus uñas rozando la piel sensible. Shinji, arrodillado frente a ella, no podía apartar la mirada, su mano moviéndose más rápido sobre su polla mientras el espectáculo lo llevaba al borde del éxtasis.

Misato pellizcó sus pezones con los dedos, un gesto rápido y deliberado que la hizo jadear, “¡Ahh!” su cuerpo arqueándose ligeramente sobre la cama. Los pezones, oscuros y erectos, se endurecieron aún más bajo su toque, y ella los retorció suavemente, dejando escapar un gemido profundo, “¡Tan bueno!” mientras sus ojos se clavaban en los de Shinji, desafiándolo a resistir. Su labio inferior, atrapado entre sus dientes, temblaba con cada movimiento, un gesto que lo volvía loco, y un hilo de saliva brilló en la comisura de su boca, añadiendo un toque de salvajismo a su belleza. “¿Quieres más?” susurró, su voz ronca mientras sus dedos seguían trabajando sus tetas, pellizcando y tirando de los pezones con una intensidad que la hacía temblar.

Luego, con un movimiento lento y provocador, Misato bajó una mano hacia su coño, recogiendo parte del semen que desbordaba de su interior con la punta de sus dedos. El líquido espeso y blanco brilló bajo la luz mientras lo levantaba frente a Shinji, un trofeo de su pasión compartida. Se llevó los dedos a los labios, lamiéndolos con una lentitud tortuosa, su lengua deslizándose por cada gota mientras gemía, “¡Delicioso! ¡Sabe tan bien!” Su voz era un ronroneo sensual, y sus ojos brillaban con placer mientras saboreaba el semen, chupando sus dedos con avidez. El sonido húmedo de su lengua llenaba la habitación, un eco erótico que hacía que Shinji apretara su polla con más fuerza, su respiración acelerándose.

Misato continuó tocándose, sus dedos deslizándose de nuevo hacia su coño, frotando su clítoris con movimientos rápidos mientras la otra mano seguía masajeando sus pechos. “¡Mira cómo me hago venir por ti!” exclamó, su cuerpo temblando mientras sus caderas se movían contra su mano, el semen goteando aún más por sus muslos. Pellizcó un pezón con fuerza, dejando escapar un grito, “¡Oh, Dios!” su cabeza echada hacia atrás mientras el placer la consumía. Su labio inferior tembló de nuevo, y se mordió con más intensidad, un gesto que lo invitaba a unirse a su éxtasis. Shinji gruñó, “¡Eres increíble!” su mano moviéndose frenéticamente mientras el placer se acumulaba en su vientre.

Ella abrió las piernas aún más, exponiendo su coño empapado, y recogió otro poco de semen con sus dedos, llevándoselo a la boca con un gemido, “¡Tan caliente y espeso!” Su lengua giró alrededor de sus dedos, lamiendo cada gota mientras lo miraba fijamente, sus ojos llenos de un fuego que lo consumía. “¡Quiero que te corras otra vez!” susurró, su voz un ruego mientras sus dedos se hundían de nuevo en su coño, masturbándose con una intensidad que la hacía jadear. Sus tetas rebotaban con cada movimiento, y ella las apretó con fuerza, pellizcando los pezones hasta que un grito escapó de sus labios, “¡Sí! ¡Más!”

Shinji, perdido en el espectáculo, sintió cómo su clímax se acercaba, su polla palpitando en su mano mientras la miraba. Misato, con un gemido profundo, “¡Córrete para mí!” aceleró sus propios movimientos, sus dedos deslizándose dentro y fuera de su coño mientras se masajeaba las tetas con la otra mano. Con un grito de triunfo, Shinji alcanzó el climax nuevamente, su semen caliente y espeso disparándose sobre el cuerpo de Misato, cubriendo sus pechos, su abdomen, sus muslos y salpicando su rostro. Misato sacó la lengua, recibiendo parte de la lluvia de semen con un “¡Mmm!” de satisfacción, saboreando el líquido caliente mientras sus dedos seguían trabajando su clítoris, llevándola a otro orgasmo que la hizo temblar.

Exhaustos, se miraron con una mezcla de admiración y deseo, sus cuerpos temblando de éxtasis. Misato, con el semen goteando por su piel, le sonrió, “Eres increíble, mi hombre,” susurró, su voz llena de cariño mientras Shinji se inclinaba para besarla, sellando su conexión en un momento de pura intimidad.

 

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El séptimo día del encierro había llegado como el clímax de una semana de pasión desenfrenada, un capítulo final que sellaría los días de lujuria compartida entre Shinji y Misato. La cama de la habitación, ahora un campo de batalla de sábanas arrugadas y empapadas, crujía bajo el peso de sus cuerpos desnudos, el aire cargado con el aroma almizclado del sexo y el leve toque floral que emanaba de la piel de Misato. La luz tenue de la lámpara de noche bañaba la escena con un resplandor dorado, proyectando sombras suaves sobre sus figuras, resaltando cada curva, cada gota de sudor que brillaba como un diamante en su piel. El silencio del apartamento, roto solo por sus respiraciones entrecortadas, era un recordatorio de que este era su último día de aislamiento, un momento para despedirse de su mundo privado con una intensidad que no olvidaría.

 

 

Shinji yacía acostado sobre la cama, su cuerpo relajado pero tenso por la anticipación, su polla endurecida y pulsante entre sus muslos, goteando pre-semen que brillaba bajo la luz. Misato, completamente desnuda, se posicionó sobre él con una gracia felina, sus caderas anchas balanceándose mientras se giraba de espaldas, dándole una vista privilegiada de su culo. Sus nalgas gordas y mullidas se alzaban como una montaña de carne cálida y tentadora, la piel brillante por el sudor y las marcas rojas dejadas por las manos de Shinji en días anteriores. Con un movimiento lento y deliberado, Misato se alzó sobre sus rodillas, alineando su agujero anal con la polla de Shinji, el pequeño anillo rosado contrayéndose con cada respiración, una invitación silenciosa que lo hizo gemir.

“¡Prepárate, Shinji!” exclamó Misato, su voz ronca y cargada de deseo mientras bajaba su cuerpo, tomando la polla de Shinji dentro de su culo apretado. La sensación fue inmediata, un calor abrasador que envolvió su miembro mientras ella se hundía hasta la base, su agujero estrecho estirándose para acomodarlo. Shinji jadeó, “¡Misato… Oh Dios!” sus manos instintivamente aferrándose a las sábanas mientras la veía moverse. Desde su perspectiva, la vista era hipnótica: su polla aparecía y desaparecía entre las nalgas de Misato, entrando y saliendo de su culo con cada movimiento de sus caderas, un espectáculo erótico que lo llevaba al borde del éxtasis. El sonido húmedo de su piel chocando llenaba la habitación, un ritmo que se mezclaba con los gemidos de ambos, un coro de placer que resonaba en las paredes.

Misato comenzó a montar con una intensidad que hacía temblar la cama, sus caderas moviéndose en un vaivén sensual que enviaba ondas a través de su cuerpo. Sus nalgas aterciopeladas chocaban contra los muslos de Shinji con cada embestida, el impacto haciendo que la carne temblara, un espectáculo visual que lo volvía loco. “¡Sí! ¡Fóllame con esa polla enorme que tienes!” gritó, su voz quebrándose mientras sus manos se apoyaban en sus propios muslos, dándole más fuerza para moverse. Shinji gruñó, “¡Eres la mujer más hermosa del mundo!” sus ojos fijos en la forma en que su polla se hundía en su culo, el anillo rosado estirándose alrededor de él con cada movimiento, un ajuste perfecto que lo llenaba de placer.

Incapaz de resistir más, Shinji se incorporó, sentándose en la cama mientras presionaba su pecho contra la espalda de Misato. El calor de su piel desnuda contra la suya envió un escalofrío por su columna, y sus manos ascendieron rápidamente hacia sus pechos enormes, agarrando las montañas carnosas y cálidas con una mezcla de reverencia y deseo. Sus dedos se hundieron en la carne suave, amasándolas con fuerza mientras sus pulgares rozaban los pezones endurecidos, arrancando un gemido de Misato, “¡Oh, sí! ¡Aprietalas más!” Sus tetas desbordaban sus manos, y él las apretó con más intensidad, sintiendo cómo la piel se moldeaba bajo su toque, un placer que lo hacía jadear.

Misato volteó la cabeza, sus ojos marrones brillando con pasión mientras agarraba su barbilla con una mano, guiándolo hacia un beso apasionado. Sus labios se encontraron con urgencia, sus lenguas enredándose en un frenesí de deseo mientras exploraban la boca del otro. El sabor de Misato, cálido y ligeramente salado por el sudor, llenó los sentidos de Shinji, y él respondió con la misma intensidad, sus dientes chocando suavemente mientras sus respiraciones se mezclaban. “¡Oh sí, joder!” exclamó Misato contra sus labios, su voz temblorosa mientras sus caderas seguían moviéndose, montándolo con una ferocidad que hacía crujir la cama.

Shinji gruñó, “¡Mierda!” sus manos apretando sus tetas mientras su polla se hundía más profundo en su culo, cada embestida enviando ondas de placer que lo llevaban al límite. El beso se profundizó, sus lenguas lamiéndose mutuamente con una pasión que los consumía, mientras el sonido de sus cuerpos chocando llenaba la habitación. Misato gimió dentro de su boca, “¡Más fuerte! ¡Hazme tuya!” su voz resonando contra sus labios mientras sus caderas aceleraban el ritmo, sus nalgas chocando contra sus muslos con un impacto que hacía temblar la cama.

El placer se acumulaba dentro de ellos, una presión que no podía contener. Shinji sintió cómo su clímax se acercaba, su polla palpitando dentro del culo apretado de Misato mientras sus manos seguían amasando sus tetas. “¡Voy a…!” gruñó, su voz ronca mientras sus embestidas se volvían más erráticas. Misato, con los ojos cerrados y la boca abierta contra la suya, gritó: “¡Sí, yo también! ¡Hazlo, maldita sea!” su cuerpo convulsionando mientras un orgasmo la golpeaba, su culo pulsando alrededor de su polla con una fuerza que lo empujó al límite. Con un grito, “¡Misato!” Shinji se corrió, su semen caliente y espeso inundando su culo en oleadas que la hicieron temblar. Ella gimió, “¡Sí! ¡Lléname!” su cuerpo arqueándose mientras lo ordenaba, cada contracción exprimiendo más de su semilla.

Exhaustos, cayeron juntos sobre la cama, sus cuerpos temblando de éxtasis mientras el semen de Shinji goteaba lentamente de su culo, manchando las sábanas. Shinji la abrazó con delicadeza, sus brazos rodeándola mientras su pecho se presionaba contra su espalda, el calor de sus pieles fusionándose. Misato giró ligeramente la cabeza, sus dedos acariciando su rostro con una ternura que contrastaba con la pasión de momentos antes, una sonrisa radiante iluminando su rostro. “Espero que hayas disfrutado tu 'semana de bienvenida'”, susurró, su voz cálida y llena de cariño mientras lo miraba, sus ojos brillando con una mezcla de amor y satisfacción.

Shinji excitando, su mano subiendo para tomar la suya, entrelazando sus dedos mientras respondía, “Más de lo que puedo decir”, su voz suave pero cargada de emoción. Se quedaron así, abrazados, mientras el silencio los envolvía, el final perfecto de una semana que había cambiado sus vidas para siempre.