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Te confió mi corazón

Chapter 1: No queda nada aquí para nosotros

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Hace frio. Es navidad, se supone que debería ser una noche familiar. Risas y platillos exquisitos. Pero no, su padre estaba de mal humor. De nuevo. No es su culpa si no nació como él quería, ¿cierto? Se pregunto viendo la nieve a sus pies. Le duele la mandíbula. Al menos ya no sale sangre. Igual no tenía hambre. No mucha, bueno, ya esta acostumbrada. Pasos. Dejo escapar un suspiro de alivio. Reconoce su andar en cualquier parte.

"¿Oscar?"

"Estoy bien, André. No pasa nada", murmuró sin atreverse a verlo.

El chico no le hizo caso. Su mejor amigo tiene algo, "vamos, déjame ver", con fuerza lo agarro de las muñecas y lo obligo a verlo, "fue él, ¿no es así?". Al ver como temblaba por el tono de voz, lo soltó y añadió en voz baja, "no me gusta que te haga daño".

"No tengo de otra", se encogió de hombros, "ni a donde ir".

"Podemos ir a París. Nos las arreglaremos"

"No puedo irme"

"¿Por qué no?"

"Es mi padre"

"Un padre no debería tratarte así"

"Quizás cambie, solo debo hacerlo mejor. Cumplir con lo que me pide y no quejarme"

"Es una ilusión"

"¿Eh?", miro extrañado a su amigo. Quizás el frío le hace decir cosas.

"No va a cambiar y lo sabes. Vámonos", le ofrece su mano.

"¿A donde?"

"Cualquier parte lejos de aquí"

El chico, tras pensarlo un poco, acepto la mano. Pase lo que pase, estarán juntos.

"Te prometo que todo saldrá bien", lo abrazo con fuerza, "vamos, vamos por los caballos"

"¿No deberíamos llevar ropa?"

"Es arriesgado, podrían vernos y ahí se nos fue la huida", al verlo dudar añadió con una sonrisa, "esperaba convencerte, mira que tengo"

"¿Cómo lo conseguiste?", miró con asombro la bolsa. Era la que trajo su padre en la mañana. Una bolsa repleta de dinero. Seguro parte de su suelodo u otro de esos sobornos.

"Tengo mis mañas", dijo para volver a guardarla en su chaleco. "¿Listo?"

"Si"

Los niños, con cuidado de no alertar su plan al general, se escabulleron al establo. Enlistaron sus caballos y, con una mano en la rienda, se acercaron a la reja. La abrieron, temblando al escuchar el ruido. El palpitar en sus corazones se incremento al escuchar la puerta de la mansión abrirse con estruendo. Sin mirar atrás, montaron sobre César y Magnus. Dejaron atrás su pasado. Cabalgaron en silencio, bajo las estrellas. No fue hasta que llegaron a las afueras de Paris que se detuvieron. ¿A donde ir? Se preguntaron. 

"¿Una taberna? He oído que algunas son como posadas"

"Supongo", dijo viendo de reojo las calles, "Ojala supiéramos donde hay alguna"

Más fácil decirlo a encontrar una. En la mayoría ni siquiera los dejaron entrar, más bien salieron regañados. Fue cuando intentaron con una por los muelles que se toparon con un chico, unos años más grande que ellos. Pelo negro, sonrisa burlona y una bufanda roja atada al cuello. Les dijo que no encontrarían una a esta hora.

"Supongo que podemos dormir bajo un puente. Mañana encontraremos algo Oscar"

"Si", dijo tras volver a subirse al caballo.

"¿Qué edad tienen?", los miro con curiosidad, cruzado de brazos.

"Tengo once y él diez"

"Andre", se quejó el rubio.

"Tranquilos", sonrío burlón, "se ve que son grandes" El chico se metió las manos en los bolsillos, "Soy Alain, tengo quince. Vamos, pueden dormir esta noche en mi casa"

Al verlos desanimados, los invito a su casa. Ah, eso sí, no sin amenazarlos si se les ocurría hacerle algo a su madre y su hermana bebe. Casi no había luz pero no estaba tan mal la calle por donde vivía. El edificio tenía un patio, al menos podían dejar ahí a los caballos. Subieron hasta la mitad y entraron. Pequeño. Dos cuartos. Aunque, acogedor. La madre del chico no dijo nada, quizás los veía más pequeños de lo que eran o por el rostro del rubio. Al final, ella se durmió con sus hijos en un cuarto, dándoles el otro a ellos. Acurrucados en la cama, quedaron profundamente dormidos. Seguro en la mañana la señora querrá explicaciones. Con suerte aceptará algunas monedas. 

Chapter 2: Una mano amiga

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André fue el primero en despertar. Se talló los ojos con pereza. Cuando vio a su querido amigo, inquieto, una pesadilla. Le murmuró que todo estaba bien mientras acariciaba su cabello. No se detuvo hasta verlo tranquilo. Se sentó a su lado. No sabía qué hacer. A esta hora estaría cuidando de los caballos y ayudar a su abuela con la limpieza de la mansión. Teniendo descansos en la tarde para tomar las clases junto a él. A excepción de las impartidas en la academia militar. 

Puede sentir los latidos de su corazón acelerarse. No pensó tener el valor de escapar junto a su Oscar. Por no hablar de la culpa. Robar está mal. Lo sabe. El peso de la bolsa es horrible. Pero, ¿qué otra opción tenía? No podía soportar verla sufrir. Los castigos de su padre iban en aumento. No solo era la falta de comida o un par de bofetadas. Ahora eran puñetazos y, esa habitación. Tiene miedo del día que se le ocurra usarla. Se alegra de haber entrado esa noche.

Eso le dio el valor de proponerle huir. Gracias a dios ella aceptó. Pudo salvarla a tiempo. Lo que estaba ahí adentro… Sacudió la cabeza, no, ella no volverá a ese lugar. No si puede evitarlo. Al verla que empezaba a inquietarse en su sueño, tarareó una vieja canción de cuna. La que su ladre solía cantarle antes de perderla. Unos minutos y la vio calmarse. Todo estará bien, te protegeré. Se dijo con firmeza. Un suave toque lo hizo levantarse. Menos mal su amiga no se despertó. Aún está agotada con todo lo que pasó.

”¿André, te importa ayudarme con el desayuno?”

”Si, enseguida voy señora”

”Cariño, no era necesario una reverencia”, le dijo al verlo hacer una.

”Oh. Yo…lo siento”, murmuró apenado. Será difícil perder esa costumbre.

”No te preocupes”

La sonrisa de la mujer lo tranquilizó. Iba hacía la cocina cuando, al ver que ya habían pan y leche diluida en agua en la mesa, volteó a ver a la mujer con curiosidad. Oh. Entendió. La señora quiere una explicación. Dejo escapar un suspiro. 

“No lo tomes a mal. Ven, siéntate”, haciendo un gesto a la mesa. “Alain fue a su trabajo y Diane está durmiendo”

”Le prometo que solo estaremos unos días. En lo que encontramos un lugar y un trabajo”, dijo con tristeza. “No queremos causarles ninguna molestia”

”Pueden quedarse. Eso no ha cambiado”, al ver como se humedecían sus ojos no dudó en abrazarlo. Añadió con dulzura, “solo quiero entender que les pasó. ¿Tu amigo, alguien lo lastimo?”

”Su padre”, frunció el ceño. “Es la primera vez que se puso más violento con ell, digo él”

”¿Ella?”, se llevó una mano a la boca. Eso explica por qué el pequeño rubio lucía más frágil. 

”Por favor, no le diga que le dije. ¡Tampoco a Alain!”, suplicó separándose del abrazo. “¡Por favor!”

”Esta bien. Pero, al menos dime algo sobre ustedes” 

“No puedo decirle todo, no sería correcto”, desvió la mirada. “Aunque, puedo compartirle mi historia”

La señora asintió. Confiar no es fácil, lo sabe muy bien. Solo quiere proteger a esos niños. No lo han tenido muy fácil, se les nota. Agarro al pequeño de las manos y le aseguro que todo estará bien. Y, con un nudo en la garganta, le contó de sus padres. Eran trabajadores, casi no los veía. Pero, a veces su madre lo llevaba consigo. Le ayudaba a limpiar las casas. Era lo menos que podía hacer por ella.

Cuando los perdió unos días después de su cumpleaños. Cuando su abuela lo llevó a la mansión de los Jarjayes para trabajar como un sirviente y ser el compañero de juegos del hijo, más bien, hija menor del general. Le contó que Oscar había suplicado a su padre para que se le brindara su misma educación. Omitió un par de cosas. Si Oscar quería decírselas, sería su decisión. Solo admitió de dónde venían ellos, así como el por qué debían pasar desapercibidos. Tiene miedo que el general vaya a hacerle algo peor a ella si la encuentra. No podría soportar verla sufrir. Ha pasado por mucho…

”¿André?”

Al escucharla voltearon casi al mismo tiempo. Ahí estaba. Jugando con la playera, conocía ese gesto. Lo hacía cuando estaba nerviosa. Sin dudarlo, se acercó a su lado. Le preguntó si tuvo una pesadilla al verla negar con la cabeza la abrazo. Prometiéndole que todo estará bien. La señora, quien les pidió que le dijeran Adriana, les dijo que debían desayunar. Oscar, no supo si era por la mirada que le daba la seño…es decir, Adriana, o por el hambre, pero nunca creyó probar algo tan rico en su vida. 

El resto del día se la pasaron ayudándola a lavar la ropa. Oscar no solo tuvo que convencerla a ella, sino a su amigo. Fue hasta el atardecer que llegó Alain. Los saludo con una carcajada al verlos mojados. Y, al darse cuenta que no habían traído ropa. Se ofreció a prestarles la suya. Aunque, miró extrañado la expresión de su madre, algo oculta. Al ver de reojo a André, quien se rio nervioso, supuso que era algo relacionado al rubio. Ya que era el único tranquilo. Se encogió de hombros. Ya lo descubrirá otro día.

Chapter 3: Somos hermanos, sin importar la sangre

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Alain sabe que ese par oculta algo, huelen a nobles, sobre todo el rizado. No solo por su manera de hablar, sino por lo que sabe. ¡¿Quién diablos sabe hablar tres idiomas a su edad?! ¿¡Saber esgrima y ese tipo de lecturas!? No, señor. Pueden darle mil excusas y no les creería. Lo más extraño es que parece una niña. No, eso ya sería muy extraño. Río al pensar en que el rubio sea una rubia. El sonido de la campana fue música para sus oídos. Otra semana de trabajo es igual a dinero. Guardo sus herramientas con rapidez, esta ansioso por volver a casa. 

"¿Día largo no, mocoso?", le preguntó el capataz, seguro volvió a llegar tomado.

"Si, señor", le saco la lengua. Es de los pocos que tolera en ese lugar. "Ya quiero ver a mi familia"

"Hablando de familia", metió su mano, repleta de cicatrices, dentro de su bolsillo. Saco un saco de monedas y se puso a contar. "Ten, no lo malgastes en tonterías"

"Ni que fuera como los mellizos, señor", dijo con una sonrisa tras recibir el pago. "Nos vemos el lunes"

Un leve asentimiento de cabeza antes de salir corriendo del taller. Al pasar por el mercado dudo en comprar algo de fruta. Si, esos niños les dieron un alivio al compartir su dinero. Esa bolsa repleta de libras. Quizás por eso su teoría que el rubio sea noble pareciera ser cierta. Pero, ¿por qué esta aquí? Su madre ha de saber algo. Ha pasado casi dos semanas desde ese día y no puede sacarse de la cabeza esa tarde, cuando los vio empapados. O el día siguiente, cuando el rubio se quejo de no poder salir con ellos a comprar la ropa que usarían, así como otras cosas para ellos. Sino fuera porque su madre sugirió que cuidará de Diane, seguro habría hecho una rabieta o algo. 

Le están escondiendo algo importante. Se encogió de hombros, ya lo descubrirá, en algún momento. Ah, cierto. La fruta. Mmm...un poco de fruta no estaría mal. No cuando, a petición de ese par, las monedas restantes se usarían para los gastos de la casa y, un puñado, para emergencias. Bufó antes de ir por unas manzanas. Por alguna extraña razón son sus favoritas. Si van a vivir con ellos bien podría tratarlos como hermanos. Y así, con una bolsa de manzanas, y otra de verduras para la comida de la semana, se encamino a su casa. No pudo evitar las carcajadas al verlos cubiertos de harina. Si antes dudaba que sabían cocinar ahora sabe que nunca han pisado la cocina.

"No es agradable burlarse", se quejo con los brazos cruzados.

"¿Acaso rubialis está avergonzado?", al verlo como le saco la lengua bufo, "necesitas aprender a divertirte enano"

"¡No soy enano!"

"Si, si lo eres"

"¡Al menos Oscar no se chupa el dedo cuando se lastima!"

"¡Yo no hago eso!", sintió que sus mejillas se sonrojaban de vergüenza. Ya se las pagará, "¡luego no te quejes André!"

"¡Niños!", el regaño de su madre los silencio a los dos. 

"Perdón", murmuraron los tres al mismo tiempo.

La señora Soissons no pudo evitar sonreír. Podrían negarlo las veces que quieran, pero esos tres ya actuaban como hermanos. Tras guardar las cosas, acomodaron la mesa y, más allá de un par de burlas, cenaron tranquilamente. Alain se ofreció a limpiar todo para que ellos se fueran a alistar para dormir, mientras su madre acostaba a Diane, quien ya empezaba a inquietarse. Una vez que los platos estaban guardados y, aprovechando que aún no estaba cansado, barrio la casa, fue a alistarse para dormir. Entro a buscar las cubetas para llenarlas de agua y calentarlas, al parecer esos dos lo hicieron por él. Bien, les debe una disculpa. Solo tuvo que calentarlas, no quería enfermarse. Agarro su ropa, aún se pregunta quien de los dos se la deja ya lista, se la puso y fue al cuarto. 

Ya estaban dormidos, seguro estuvieron ayudando a su madre con la ropa. Quien diría que podían dormir tan bien en esa litera. Menos mal que entró, sino tendrían que dormir apretados. Más de lo que ya están. Se fue a su cama y, justo cuando estaba por quedarse dormido, escucho unos quejidos. Se levanto para ver quien era. El rizado. Se acerco, teniendo cuidado de no despertar al devorador de manzanas, quien estaba babeando en la parte de arriba. ¿Acaso su padre le hizo algo? No logró entenderlo de todo, pero, logró despertarla. Al ver como sus ojos se nublaban sintió rabia por ese hombre. La abrazo, con fuerza, tarareando una canción de cuna. No se detuvo hasta que su respiración volvió a la normalidad. La arropo y le prometió que todo estaría bien. 

 

Chapter 4: ¿Así se siente el cariño?

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Enero estaba llegando a su fin. Le cuesta creer que, en menos de un mes, ha disfrutado más vivir con esta familia que con su propia sangre. Quizás es cierto lo que leyó en la biblioteca, a la cual, por ningún motivo, fue a escondidas. Aprovechando que Adriana dormía junto a Diane y, por suerte, André no estaba en casa porque había conseguido trabajar en el mismo taller que Alain. A quien no admira en secreto. No, ni un poco. Bueno, quizás un poco. ¿Así se siente tener hermanos? No sabe si él la considera una hermana, es decir, un hermano. Él aún no lo sabe, espera que aún no lo sepa, pero, aún si es solo un sueño, le gustaría pensar que, si llega a saber, no la trate diferente. ¿Esta mal querer que ellos hubieran sido su familia desde siempre? Nunca se quejo de su familia, hasta ahora. La soledad era normal, hasta la llegada de André. Eran ellos dos contra el mundo, o, más bien contra su padre.

Solía querer ser como él. Fuerte y valiente. Pero, ¿eso te hace una buena persona? ¿Por qué nunca la abrazo? ¿Por qué le hizo creer que era un niño? Si, lo entendió cuando ella y André estuvieron a punto de ahogarse. Estaban empapados y nana no tuvo más remedio que bañarlos casi al mismo tiempo. Si, nana fue quien le explico porque eran diferentes. Le costo entenderlo, más cuando su padre la golpeo por descubrir eso. Al menos no se desquito con nana, no, ella no tuvo la culpa. ¿Su padre es bueno? Antes creía que si, pero, ya no esta segura. Adriana es diferente a él. Ella le sonríe, aún cuando comete errores o le cuesta aprender algo. 

Su padre solo le daba órdenes, castigos y palabras hirientes. No ha tenido contacto con sus hermanas desde que cumplió cinco años. Poco antes de la llegada de André. No recuerda si su madre la llegó a abrazar o arropar al dormir. Pensó que era normal. El único afecto que recibió fue por su nana y por su amigo. Su hermano. Entonces, ¿por qué siente algo cálido en su pecho cuando Adriana la abraza? ¿Por qué a veces sus ojos se nublan cuando ella le dice que hizo un buen trabajo o un simple gracias? ¿Por qué anhela sentirlo de nuevo?

”¿Oscar?”  “¿Estas bien?”

La voz preocupada de Adriana la regresó a la realidad. Se limpió la nariz, fingiendo que el olor de la cebolla la había molestado.

”Es…este si”, murmuró avergonzada. Nunca se había sentido así. 

“¿Sigues molesta porque no te hemos dejado salir?”

”No”, mintió. No le gustaba hacerla sentir mal, pero, realmente quiere salir. Quiere ayudarles con los gastos. Y quiere conocer Paris. 

Adriana, viendo lo que la molestaba, terminó de echar las verduras al caldo. Le quitó los restos de la cebolla para guárdalos, eso les serviría para otra comida. Se agachó para tenerla a su altura. Le acarició el rostro y con dulzura le dijo:

”Es por tu bien. Sé que aún no lo entiendes, pero, te prometo que también podrás salir”

Oscar asintió con las mejillas sonrojadas. Ahí está de nuevo. Su corazón late extraño cuando Adriana le muestra afecto. Sin poder evitarlo la abrazo, cuando se dio cuenta de lo que hizo, murmuró varias veces que lo disculpara, pero, vaya sorpresa cuando ella la abrazó con fuerza. Le aseguró que eso estaba bien. Y le dio un beso en la mejilla. 

Juntas limpiaron la cocina mientras esperaban que la comida estuviera lista. De vez en cuando se turnaban para ver a Diane, quien ya caminaba sin tambalearse tanto. Cuando el caldo estuvo listo, Adriana comenzó a vaciarlo en los platos. No faltaría mucho para que llegaran sus niños. Siempre llegan con hambre. Oscar, por su parte, agarró la cesta de los panes y la puso en la mesa, siendo seguida por la pequeña Diane. 

“¿Te ayudo en algo más?”

”No, mi amor. Ya me ha ayudado bastante”, le dijo con una sonrisa. “¿Por qué no vas a jugar con Diane?”

Oscar asintió con una sonrisa de oreja a oreja. Sentía como su pecho se hinchaba de orgullo antes de ir con la pequeña para jugar con las muñecas. No se dio cuenta que llegaron los chicos hasta que Diane los señaló diciendo:

”¡Hemana, hemanos casa!”

Los tres niños no podían creerlo. La pequeña Diane, quien está a unos días de cumplir tres años, les dijo hermanos. Más fue la sorpresa para Oscar cuando sintió como la abrazaba y seguía llamándola hemana. No lloró. Por supuesto que no lo hizo. La verdad, si lloró, lloró de felicidad. Adriana también derramó una que otra lágrima. Ahora si podía decir con orgullo que es la madre de cuatro maravillosos niños. No dejaría que nadie les hiciera daño, a ninguno de ellos.

Chapter 5: Noche estrellada

Notes:

Me da gusto que estén disfrutando de la historia :) Alain esta a casi nada de enterarse el pasado de sus hermanos y, en parte, entender las pesadillas de Oscar.

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Ayudo a preparar el desayuno, cada vez se le facilita más ayudar en la cocina. No puede decir lo mismo de lavar la ropa, pero quiere poner de su parte. También le gusta jugar con Diane, excepto cuando debe perseguirla, si, una vez que domino caminar no ha dejado de correr. ¡Y es veloz! Aunque le gusta compartir las siestas con ella. A veces mamá Adriana la levanta para ayudarle con la comida, a veces la deja dormir de largo. Hoy fue uno de esos días. Se sonroja al parecer débil y, si bien ella le asegura que es muy fuerte, le cuesta aceptarlo. Hoy sus hermanos tardaron en llegar, al parecer hubo un robo en una panadería o algo así. Tuvieron que desviarse porque habían soldados golpeando a quien se les pusiera en frente. No pudo evitar temblar. La hizo recordar a su padre. ¿Y si la esta buscando?

Su corazón latía muy rápido, sentía como si no pudiera respirar. André se dio cuenta y no dudo en abrazarla. "Respira, Oscar. Respira", pudo sentir como la atrajo a su pecho, en algún punto igualo su respiración porque se empezó calmar. Logró verlo. "Gracias", susurró sonrojada. Es distinto cuando la abraza mamá Adriana, Diane o Alain. No sabe explicarlo pero, con cada uno es distinto y, al mismo tiempo, nunca igual a él. Alain fingió no darse cuenta, sabe que le cuesta aceptar cuando se siente débil. Es un buen hermano. Ayudo a limpiar la mesa con él, ya que era el turno de André de cuidar de Diane, mamá Adriana debía descansar. 

No tardaron mucho en dejar todo limpio. Y no estuvieron jugando al hacerlo, un poco. No tenía sueño, así que decidió ver por la ventana el atardecer. El cielo, a pesar de que la noche ya estaba llegando, se podía ver algunas estrellas. Suspiro con nostalgia, quizás era lo que más extrañaba de estar en la mansión. Podía verlas todas las noches. Recostarse en el césped con su mejor amigo, fingiendo contarlas todas o, cuando lo hacían en los breves descansos que tuvieron durante el día, jugaban a ver figuras en las nubes. Si, eso le gustaba. 

No le gusta estar encerrada todo el tiempo. La última vez que logró escabullirse para ir a la biblioteca fue una semana antes del cumpleaños de André. ¡Hace casi dos meses! Bufó molesta. Realmente le gusta ese lugar. ¡Hay tantos libros! Vio de reojo las espadas de madera. Ni siquiera podía salir al patio. Solo muy temprano, antes que sus hermanos se fueran al trabajo. Mientras se turnaban para usarlas, aprovechaba a saludar a César y Magnus. ¡Como extraña cabalgar por horas! Ahora solo puede ver cuando André, montado en su querido César, cabalga un rato con Alain, quien monta a Magnus, para que puedan estirar las patas un rato. Realmente quiere sentir el viento en su cabello, el sonido de los cascos al unísono. ¿Por qué no la dejan salir de casa? 

"Parece que hoy se notarán más las estrellas", murmuro viendo con tristeza por la ventana.

"¿Qué tienes rizado?"

"Nada"

Sin previo aviso, la rodeo en un fuerte abrazo, "no se por qué mamá no te deja salir", murmuro con tristeza. Supuso debía ser por el infame padre que le toco. En cuanto tenga a ese monstruo de frente no dudará en darle una buena paliza. "Pero, te prometo que será pronto"

"¿De verdad?", pregunto con una tímida sonrisa.

"¡Por supuesto que si, rizado!", exclamo con confianza. "Y cuando llegue ese día te enseñare todos los rincones de París. Incluso mi lugar secreto", le guiño el ojo y muy despacito añadió, "ese no se lo he enseñado a André. Tu serás la primera"

De repente, su sonrisa desapareció, "¿no te molesta que llamemos a Adriana mamá?" Jugo con sus manos, desviando la mirada. "Se que ella nos llamo sus hijos y, de verdad me gusta, pero, no quiero que te enojes con nosotros"

"Rizado", coloco sus manos sobre sus hombros. Sonrió con ternura y le dijo, "son mis hermanos. Y no acepto devoluciones" 

"¿En serio?", pregunto con los ojos nublados. Al verlo asentir lo abrazo con fuerza. "Gracias", murmuró feliz. 

"Dame un segundo", no le dio tiempo de contestar cuando se separo del abrazo. 

Fue al cuarto, donde estaba manzanillo jugando con Diane, pues, mamá estaba dormida. Hoy se sintió algo cansada. Cerro la puerta y, con una sonrisa traviesa se sentó junto a él. Ignoro su mirada de "no hagas una tontería" y le dijo que si mamá despertaba que la distrajera. Se fue sin mirar atrás, rubialis necesita un respiro. No quiere presionarlo, si, tiene curiosidad por saber más acerca de ello pero, no, le dirán cuando estén listos. Estos dos necesitan aprender a relajarse. Le hizo una seña al rizado, quien dudo un poco pero lo siguió. Salieron lo más silencioso posible y, cuando estaban por el final de la escalera, corrieron. Alain, sin darle tiempo de reaccionar, la jalo hasta donde estaban los caballos. Los ensillo con rapidez, no por nada todas las noches montaba junto al manzanillo.

"¿Mamá no se va a enojar?", dudo cuando ya estaba sobre César, quien relinchaba feliz al estar tantos meses separados.

"Ni se va a enterar", le guiño el ojo. "Vamos, se de un lugar para que disfrutes las estrellas"

Apenas lo dijo, ambos salieron a todo galope. No pudo evitar sentirse aliviado al verla feliz. Si, en serio necesitaba esto. Con una seña le indico que pararán. Amarro las riendas en un viejo poste, frente a un edificio abandonado. Empujo unas tablas y entraron. Casi no podían ver, pero no era necesario. Conoce ese lugar como su propia casa. Lo ayudo para subir las escaleras y, cuando llegaron a la azotea, sonrió orgulloso. Ahí esta ese brillo en sus ojos. Se recostaron un rato para disfrutar de las estrellas.

"¿Te gusto mi lugar favorito?"

"Si"

Unos minutos más salieron del lugar. No querían abusar de su suerte. Esta vez, tras asegurarse que Oscar aprendiera donde quedaba la casa, compitieron por ver quien llegaba primero. Tras muchas risas quedaron en empate. Empapados, pero felices. Guardaron a los caballos, tras darles agua, y se fueron. 

"Alain", le dijo cuando estaban abriendo la puerta.

"¿Si, rizado?"

"Te quiero"

"También te quiero enano"

Por suerte su madre seguía dormida. Diane sin duda se esta volviendo un torbellino en miniatura. Alain le dijo que fuera por su ropa, él le prepararía el agua para bañarse. Bostezo mientras calentaba el agua, mañana lo va resentir en el trabajo pero no se arrepiente. Rizado esta feliz y eso es lo único que le importa.

Chapter 6: Nadie se mete con mis hermanos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Se sobo el cuello y movió un poco los pies. Tiene que moverse cada cierto tiempo sino quiere entumirse, ya le paso una vez y no piensa repetirlo. No se arrepiente de nada. Ver a Oscar tan feliz valió la pena. Aunque extraña a su abuela, solo espera que el general no le haya hecho algo malo. Menos mal que su amiga le creyó, porque no esta seguro si ella de verdad este bien. A veces se pregunta si la volverán a ver pero, al pensar que ese monstruo le ponga las manos encima a Oscar le hace hervir la sangre. No, ella esta a salvo. Están a salvo. Nunca los va a encontrar, seguro ya los dio por muertos, si, debe pensar que están muertos, solo así estarán salvo.

Han sido los mejores meses de su vida. Pensó con alegría André. No puede creer la suerte que tuvieron de dar con Alain y su familia. Familia. Nadie puede dudar que lo son. De hecho, fue la misma Adriana quien, en el mero cumpleaños de la pequeña Diane, donde invito a un par de amigos cercanos, les dijo que ellos eran sus hijos. Nunca podría pagarle todo lo que ha hecho por ellos. Al ver a su hermano de reojo, no pudo evitar sentirse culpable por ocultarle quienes son, o mejor dicho, eran. Tiene miedo que llegue a tratar diferente a Oscar. Aún si ella lo niega, él se ha vuelto un apoyo necesario, ha visto como la calma en las noches malas. 

Se mordió el labio. ¿Lo sabe? Ella suele hablar cuando tiene pesadillas y esta, casi seguro, que el otro día lo escucho sobre querer agarrarse a golpes con el padre del rizado. Uno de sus tantos apodos. Quizás sea hora de que tengan una charla familiar. Primero lo discutirá con Oscar. Aunque, tiene una corazonada, de que no tardará en querer contarle a todos sobre ellos. Y el general... Últimamente ha visto más soldados rondando en distintas calles de la ciudad. ¿¡Y si los encuentra?! ¡¿Y si se lleva a Oscar?! ¡No, no piensa permitírselo! Se distrajo tanto que casi se le cae la herramienta.

“¿Todo bien manzanillo?”, le preguntó con una sonrisa burlona.

”No me gusta que me digas así”, masculló fingiendo estar molesto.

”Si no te acabarás las manzanas no te diría así”

André le sacó la lengua y volvió a limpiar las herramientas. Está contento de haber conseguido el trabajo. Dejando a un lado la paga, y las burlas de su hermano, le agrada estar aquí. No solo por el dinero extra, no es que esté obsesionado con eso, pero, uno nunca sabe cuando puedas tener un imprevisto. Sintió un nudo en la garganta al recordar a sus padres, quienes murieron por falta de dinero. ¿Por qué los doctores se fijan más en su paga que en ayudar? La vida es más importante que un puñado de monedas...

Casi salta de su sitio al sentir una mano sobre su hombro. Al ver quién era se limpió la lágrima escapista. Le aseguro que está bien, si, sabe que no le cree. Igual siguieron trabajando. No faltaría mucho para la campana. Dos días más para recibir la paga y descansar. Estornudo por el polvo. Se sacudió la nariz con la manga de su playera. Quizás mañana, si se apura, pueda darle una barrida donde están ellos.

“¡Al fin!”, exclamó aliviado el mayor cuando sonó la campana. Se estiró con pereza y empezó a guardar todo. “¡Ya quiero que sea sábado!”

“Tú y todos bribón”, le sacó la lengua.

”¿Bribón?”, enarcó una ceja. “¿Tantos apodos a tu alcance y escoges uno tan simple como ese?” 

“¿Preferías estómago andante?” "¿o quizás lengua pelada?"

”¡Ese no está mal”

”¡Aunque suena mejor que el aguado!”

”Muy gracioso nalgas”, se cruzó de brazos. No es su culpa que chuparse el dedo cuando se lastima sea tan reconfortante.

André soltó una carcajada, contagiando a su hermano. Se despidieron del capataz quien, a escondidas, les regalo a cada uno un trozo de chocolate. Lo guardaron, ya verían como dividirlo para que mamá y Oscar también lo probarán. Saludaron a los mellizos, unos años mayor que Alain, cuando los vieron en el mercado. Hoy no necesitaban nada, quizás en unos días, a menos que el monstruo come manzanas encontrará su escondite. Al menos así les duran más. Se río a carcajadas.

Estaban por doblar a la calle que los llevaría a casa cuando, sin previo aviso, es empujado a un callejón. Iba a soltar un puñetazo cuando se dio cuenta que era su hermano. El terror en su rostro le hizo guardar silencio. Vio donde señalaba, soldados imperiales. ¿Qué hacen aquí? Parecieran estar buscando algo o... o alguien. 

"¿Es el rizado, no?", pregunto lo más bajo posible. Al verlo asentir con lágrimas en los ojos, lo abrazo, "todo saldrá bien manzanillo"

Ninguno se movió ni dijo nada. Ni siquiera cuando ellos se fueron. Esperaron unos minutos más, hasta sentirse seguros. Asintieron, no era necesario decir nada, era tiempo de volver a casa. En cuanto entraron, su madre los vio con preocupación, parece que hoy sabrá todo. Les dijo que se sentaran en la sala mientras iba por las chicas. Se arrodillo a un lado de la cama y, con ternura, acaricio su mejilla. "Despierta mi corazón", le dijo con tristeza. Al verla tallarse los ojos la abrazo, susurrándole que la amaba más que a su propia vida. Cargo a Diane, no quería que se despertará y cayera de la cama, con un brazo y con su mano libre tomo la mano de Oscar. Se sentaron juntas en el sofá, no soltó su mano, ni siquiera cuando acomodo a su bebé a su lado, su pequeña necesita saber que ella esta ahí. Y que nada ni nadie puede alejarla de ella.

"Oscar, vimos soldados imperiales", al ver como ahogo un grito añadió con los puños apretados, "eran de él. Eran soldados del general"

"¿General?"

"Mi padre...", logró decir asustada.

"Tranquila, estas a salvo mi amor", dijo Adriana con dulzura, abrazándola con fuerza.

"No quiero volver", suplico con dolor. Su labio temblaba, sus ojos se nublaron y se aferro al cuello de su madre.

"Te aseguro que no te alejarán de mi, eres mi hija ahora"

"¿Hija?"

Alain no podía creerlo, al parecer sus sospechas eran ciertas. Rizado es, en realidad, ricitos. Volteó a ver a su madre, quien solo asintió con tristeza sin dejar de abrazarla. Ella lo sabía. Volteo a ver a André, quien dudo antes de responderle.

"Si, Oscar es una niña. Su padre quería un heredero, un niño, pero solo tuvo hijas. Oscar fue la menor de cinco y él la crío como un niño. Fue horrible Alain", tembló de rabia. "No solo la castigaba al privarle el alimento, a veces solo le daba una sola comida al día, sino que también la golpeo"

"Esa noche que los conocí...fue él", no era una pregunta. Frunció el ceño, "¡ni piense que se llevará a mi hermana!", exclamó levantándose de golpe.

Alain se acerco a donde estaba su madre y ricitos, "Oscar", la niña lo miró vacilante, sin apartarse de su lugar seguro, "¿confías en mí?"

"Si"

"Te prometo que te protegeré", le dijo con una sonrisa. Acarició su cabello con dulzura, "eres mi hermana, ricitos, nada cambia"

Notes:

Me siento feliz al ver que les gusta la historia y, al mismo tiempo, culpable. Aún estoy decidiendo cuando el general descubrirá donde están escondidos pero no será pronto.

Chapter 7: No quiero volver…no quiero volver ahí

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El sol apenas esta por salir y ya se sentía el calor. Si, la ropa no tardará mucho en secarse. Una vez que se aseguro de que estuviera bien prensada tomo el cesto y, tras rellenar el traste de agua de los caballos, regreso al departamento. Entro a su cuarto a dejar el cesto y ver como estaban sus hijas. Diane abrazaba su peluche, un conejo gris con un parche blanco en la espalda. Su favorito. Oscar, por su parte dormía abrazando sus rodillas, murmurando y frunciendo su rostro. Le dio un beso en la frente, tarareando una canción hasta que vio como se iba relajando. Salió sin hacer ruido y, por poco, choca contra André.

"¿Logro dormir algo?"

"Muy poco. Para distraerla y, para dejar descansar a Diane, empezamos a lavar la ropa. Se quedo dormida hace como una hora, ¿los despertamos?"

"No, no mamá. Hoy íbamos a salir más temprano", le aseguro con una sonrisa. "Alain quería preguntarle algo al capataz"

"¿Lo de la madera?", al verlo asentir sonrió. "Es un buen hijo"

"Si, el mejor"

En eso salió el mayor de sus hijos, acomodándose su paliacate y, aprovechando que su hermano estaba distraído, le alboroto el cabello. Cuando le saco la lengua no pudo evitar reírse. Vio con tristeza hacía la puerta, "¿mala noche?"

"Si..."

"Mamá", la vio con seriedad. "No puede seguir así. Deja que la lleve a dar una vuelta, aunque sea un rato"

"Alain", suspiro. "No ha querido ni asomarse a la ventana"

"Lo sé. Pero, ya no hemos visto soldados por los muelles, sino en el centro y en el camino que lleva a Versalles"

"Oscar tiene miedo"

"Se que ricitos tiene miedo", le dijo a su hermano. "Pero sino lo enfrenta puede ser peor"

Ninguno dijo nada. Era cierto. Necesitan que ella supere ese miedo. 

"Cuando despierte lo hablare con ella hijo. Pero no podemos obligarla", al verlo asentir le dio un beso a cada uno, "vayan con cuidado"

"¡Hey, manzanillo!", exclamó con una sonrisa burlona. "¡Date prisa!"

"Si, ya voy", fingió molestarse.

"¡Nos vemos, mamá!", se despidieron casi al mismo tiempo.

Cuando la puerta se cerro tras ellos, recogió los trastes, al menos esta vez no se fueron con el estomago vacío, para lavarlos. Mientras se secaban, decidió preparar un poco de pan, ya solo les quedaba uno, quizás tengan que comprar más harina. Y verduras. Bueno, por ahora esto servirá. Amaso con destreza hasta darle la forma que quiso, menos mal la masa ya estaba fermentada. Puso las dos piezas en el horno. Si, Oscar tuvo una buena idea de gastar unas monedas en el horno de piedra. No se han quedado sin pan, aún si es algo duro, pero tienen alimento. 

Una cosa lista. Agarró dos manzanas, una pera y dos plátanos. Las pico y las dividió en porciones adecuadas para sus hijas, dejando menos en su plato, su prioridad es alimentarlas bien. No le gusta diluir de más la leche pero no quiere ocupar las monedas. No cuando alguno de sus hijos pueda enfermarse. No, esas monedas son por si acaso. Y así vertió la leche en los vasos. Fue a por sus hijas, despertar a Diane fue sencillo pero, su Oscar... Tardo un poco en asegurarle que todo esta bien. Que esta a salvo y nadie se la va a llevar.

Desayunaron casi en silencio, casi porque Diane se divertía fingiendo que la fruta le hablaba. Al menos eso las hizo reír. Oh, cuanto extraño su risa. Oscar se ofreció a lavar los trastes y cuidar a su hermana un rato, acepto a regañadientes porque si estaba cansada. Ni bien pego el ojo cuando se quedó profundamente dormida. Se despertó unas horas después. ¡El horno! ¿¡Qué tipo de madre olvida eso?! Casi se le cae el alma cuando ve las piezas de pan en la cesta. Vio a Diane jugando en la sala y, si, estos niños le van a sacar canas antes de tiempo. Fue corriendo a ver las manos de su hija. Por fortuna no se quemó.

"Estoy bien...", murmuro avergonzada. 

"¿Por qué no me despertaste?", al ver que desvió la mirada bajo la voz, "no quiero que les pase nada malo, hija"   

"Perdón. Solo quería que descansarás"

"Ven aquí", la abrazo con fuerza, "no lo vuelvas hacer"

"Lo prometo"

"¿Quieres ayudarme a alistar la ropa?", al verla asentir le dijo que viera a su hermana mientras iba a descolgarla. Seguro ya estaría seca.

No ha sido una semana fácil. Desde que le dijeron de los soldados, no ha dejado de tener pesadillas. La última fue desgarradora, se sintió tan impotente al verla sufrir. Ya ni ha querido ver por la ventana o salir a jugar con la espada en la madrugada. Ahora que su primogénito sabe la verdad no es posible que sigan durmiendo en el mismo espacio. Alain le aseguró que él y su hermano podían hacer una separación con restos de madera, han visto que el capataz suele descartar algunas, le pedirán si la pueden tomar para poder dividir el cuarto. Así él dormirá en la litera con André y Oscar donde él dormía, hasta entonces, las tres duermen en la cama matrimonial.

Bostezo, no ha podido dormir mucho estos últimos días. Todo va a mejorar, su pequeña necesita tiempo y mucho amor. Hoy casi no pudo dormir, se despertaba entre lágrimas y murmurando que no quería irse. La consoló cada vez que se despertaba, asegurándole que no la alejarían de ellos. Dejo la ropa sobre la mesa, cada una comenzó a doblar las camisas y pantalones. En cuanto estuvieran listas, ella se las entregaría a, en este caso, la señora Delia; su cliente frecuente. Y la que mejor les paga. Diane quedaría a cargo de Oscar.

"¿Mamá?"

"¿Qué pasa mi amor?", dejo a un la camisa para mirar a su niña y, con ternura, le acarició la mejilla. 

"No quiero volver ahí", suplicó, intentando no llorar. Su labio temblaba, le costaba respirar.

"Te prometo que no volverás ahí, mi amor. Te lo prometo", le dijo dándole un beso en la frente. 

"¿Aún si soy cobarde?"

"Oscar. Eres todo menos cobarde"

"Tengo miedo mamá, incluso de ver por la ventana"

"Es normal. Todos tenemos miedo, pero debemos superarlos. ¿Te gustaría cabalgar con Alain?", al ver la duda en su rostro le dijo con una sonrisa, "¿confías en tu hermano?"

"¡Por supuesto!"

"Entonces, ¿saldrías con él? Mañana que regresen del trabajo, no se alejarían de los muelles. Es seguro"

"Lo pensaré"

Chapter 8: Un empujón

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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“¡Bienvenidos!”, los saluda su madre con una sonrisa. “¿Todo bien?”

”Si, pero el manzanillo casi se le cae la madera en el camino”

”¡Tu me empujaste!”

”Bueno, ya paren. ¿Esos son los restos?”, preguntó asombrada. Estaban en mejor estado de lo que esperaba.

Los chicos dejaron las tablas de madera en el sofá. Mañana se encargarían de hacer la separación en el cuarto. 

“Si, el capataz insistió”

”Es muy amable de su parte”

Los niños asintieron. Voltearon al escuchar la puerta principal abrirse, salió primero Diane, corriendo a abrazarlos. Seguida de Oscar. Al ver a su hermana con su gorro enarcaron una ceja de sorpresa.

"¿Entonces, si saldrá?", al verla asentir sonrió de oreja a oreja. Volteo a ver a su hermano, quien suspiro de alivio, "¡te dije que el enano no podría resistirse a salir con su hermano favorito!"

"¿¡Qué dices bufón!?", exclamó indignado. Se cruzo de brazos y, fingiendo estar herido, le dijo "¡Soy su favorito!"

"En tus sueños"

"Ya, niños. Vamos a comer"

Ambos asintieron y se sentaron. Oscar, quien fingió no haber escuchado su conversación, comía despacio. Para distraerse, les preguntó que habían hecho en el taller. André le dijo que el capataz le va a mostrar como hacer unas sillas, ya que no podía seguir encargándose solo de la limpieza. Lo cual no le molestaba, aún si debía soportar las bromas de su hermano. Alain, entre carcajadas, les conto sobre como Hugo, el menor de los mellizos, casi se pierde un dedo por estar de baboso en el trabajo. Su madre trato de no reírse, conocía a esos dos desde que estaban en pañales. Es una suerte que su vieja amiga no haya perdido la cabeza con ellos.

Pocos minutos después, Oscar dijo que iría al baño antes de salir. Alain esta emocionado. Finalmente el rizado va salir de casa. Más bien, la ricitos. Una niña. Aún le cuesta creerlo. Pero no le importa, es su hermana y nadie puede decir lo contrario. Devoro su comida y, tras pedirle a André que se encargara de recoger y limpiar todo, esperó a su hermana a un lado de la puerta. Sonrió en cuanto ella estuvo lista. Le guiñó el ojo antes de dirigirse a los caballos. Caminaron en silencio, una por los nervios y el otro para no empujarla de más. Una vez ensillados los caballos montaron para dar una vuelta. Oscar, acarició el cuello de César, lo había extrañado mucho.

"¿Lista, ricitos?"

"Si"

Trotaron en silencio, recorriendo toda la calle hasta llegar a las afueras. Oscar se tenso. Están cerca del camino que lleva a versalles y a la mansión de...Sacudió la cabeza, está a salvo. Respiro profundo. Una mano sobre su hombro la hizo voltear.

"¿Todo bien, ricitos?", al verla asentir retiro su mano y, sonriendo, le dijo, "Hoy habrá luna llena"

"Lo sé"

"¿Quieres verla? Te aseguro que no pasará nada"

"Esta bien", sonrió. "Confío en ti"

Alain los guio por una vieja calle, pasando callejones poco iluminados, por no decir casi oscuros, hasta llegar a una vieja taberna. Amarraron a los caballos y la ayudo a subirse al techo. Recostados pudieron admirar la luna. El sonido de los grillos era relajante. 

"Gracias"

"No hay por que. Eres mi hermana, siempre estaré para ti"

Se sentó, abrazando sus rodillas, "¿aún si estamos lejos?"

"No dejaré que esa vieja cabra te encuentre", se acercó a ella, rodeándola en un cálido abrazo. "Te lo aseguro"

"Lo sé. Pero no se rendirá hasta encontrarme"

"Si llegará a pasar, tendrá que pasar delante de mí"

Se quedaron un rato abrazados antes de volver a casa. Oscar lo reto a una carrera, no espero su respuesta antes de golpear suavemente con sus pies y comenzar a galopar hasta la casa. Ambos estallaron a carcajadas con el viento revolviendo sus cabellos. Gano Oscar, con una clara ventaja. Ya había guardado la silla y riendas cuando entró su hermano. El pobre Magnus resoplaba cansado.

"¡Eso fue trampa ricitos!"

"No seas mal perdedor", le saco la lengua.

"¡Oh, eso es traición!", fingió clavarse una daga al pecho, "¡y de las grandes!"

Entre risas terminaron de cuidar a los caballos. Subieron fingiendo chocarse entre sí, teniendo cuidado al entrar por si alguno ya estaba dormido. Se turnaron para el baño y, antes de irse a dormir, Oscar lo abrazo con fuerza. Alain, revolviendo su cabello, le dijo que podía contar con él para lo que fuera. Ninguno se fijo en cierto pelinegro que no estaba celoso, no, ni un poco. Tampoco lo vieron sonreír antes de volver a la cama. Casi estaba quedándose dormido cuando su hermano lo sacudió y al girar lo recibió con su burlona sonrisa.

"¿Celoso, manzanillo?"

"No", le dio un ligero golpe cuando comenzó a reírse a carcajadas. "A dormir que mañana tenemos que ver lo de la división en el cuarto"

"Si, si. Bueno, descansas"

"Tu igual"

Notes:

Bonus:

 

El general Jarjayes empezaba a desesperarse. Ha pasado casi un año desde que no ha visto a su hijo. ¿Fue tan duro con él esa última vez? Golpeo su puño con fuerza en su escritorio. Lo ha buscado en sus tierras, cuando sale de París a las diversas misiones de su majestad. ¡Incluso manda a sus soldados a patrullar cada cierto tiempo! ¿Dónde se metió? Va a encontrarlo.

Chapter 9: Creo que encontré un doble

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Bostezó por segunda vez. Se levantaron al alba y apenas descansaron. No podían quejarse, se fueron de largo con lo de la división del cuarto. Querían avanzar lo más que pudieran. Fue divertido. Claro, primero tuvieron que pintar la madera y ver cuál era mejor. O cual podía encajar más fácilmente entre sí. También consiguieron las herramientas faltantes. Alain sugirió, ya que estaban quedándose sin madera, que la “puerta” fuera un pedazo de tela blanca. Lo cual no está tan mal, ya que no podrían pasar si añadían otra puerta de madera. Comenzaron a limpiar y recoger los pedazos más chicos de la madera, podrían servir para el horno. Nada se desperdicia.

“¡Alain! ¡André!”, se asomó desde la puerta. Abrió los ojos al ver como estaba quedando. 

”¿Te gusta, ricitos?”

La niña sonrió, “¡si! Pero…”, bajó la mirada. “¿No les molesta que el espacio se reduzca?”

“Para nada”, dijeron al mismo tiempo.

Apenas dijeron eso los abrazó y les dijo que ya estaba la comida. Los niños asintieron y, tras asegurarse de cerrar bien la puerta por Diane. Mientras comían, si madre les dijo que conocía a una agradable señora, quien tiene dos niñas. Una de la edad de Oscar y la otra de un año. Les pregunto si estarían de acuerdo si las invitaba un día para que convivieran. Ninguno tuvo problema con ello. Mientras su madre se fue al cuarto a descansar, los niños se dividieron las tareas. Uno se encargo de la cocina, el otro de limpiar la casa y el mayor de los caballos.

“¿Oscar?” 

“¿Si?”

”¿Has pensado en lo que hablamos el otro día?”

”No lo sé”

”No la molestes manzanillo”, les dijo acomodándose su paliacate. “Quizás no sea mala idea si la seguimos tratando como un niños. Es más seguro”

”Bueno si, pero…”

”Está bien”, le aseguró con una sonrisa. “Esos vestidos se ven incómodos”

“Si tú lo dices”

“Bueno, se acabó el descanso. ¡Andando manzanillo!”

Alain se adelantó al cuarto para sacar la pintura. Un poco de color no estaría mal. Cuando entró su hermano le dijo que no se preocupara por cómo debe actuar ricitos, ya tendrían tiempo de ver eso. Además, no era mentira lo que dijo. Es más seguro si sigue como un niño. Que importaba si ellos conocían la verdad. Cuando se aseguró que estaban solos, le preguntó a su hermano como lograrán hacer creer a los demás que Oscar es "un niño". El mayor bufo, dijo que aún es temprano para eso. Solo es el detalle cuando a ricitos comience a cambiarle su cuerpo, pero madre sabrá que hacer. Eran casi las seis de la tarde, lo bueno es que hoy casi terminaron la división, pero, como al día siguiente volvían al trabajo, mejor lo terminarían el próximo viernes saliendo del trabajo. Tras pedirle permiso a su madre, aprovechando que sus hermanos iban a practicar con las espadas de madera, fue a dar una vuelta a la plaza. Necesita saber si aún hay soldados. 

Sonrió travieso cuando sacó la manzana, si, su hermano tendrá que encontrar un nuevo escondite. Comenzó a comerla mientras recorría el lugar. Bien. Sin soldados. Quizás se rindió…o solo lo hace cada cierto tiempo. Aunque, no sabe si es su idea o no, pero, siente que aumentan cada dos meses. Da mordiscos a su manzana hasta acabarla. Iba tan distraído que no se dio cuenta de un niño hasta que sintió el golpe. Levantó la vista apenado y, tras ayudarle a recoger los libros casi grita. ¡Era muy parecido a él! Excepto por los ojos. Los suyos son verdes, y los del niño son azules. Ambos se observaron mutuamente. No podían creer lo parecido que eran. ¡Cómo ese cuento del príncipe y el mendigo! 

"¡Increíble!", exclama su doble. "¿Cómo es que te pareces a mí?"

"Mas bien, tu te pareces a mí", le dice señalandose. "¡Soy Andre!"

"¡Y yo Bernard!"

"Ah, cierto. Ten", le dijo dándole los libros. "¿De que son?"

"La mayoría son historias, pero llevo dos sobre derecho, o al menos una versión introductoria"

"¿No eres muy pequeño para eso?", lo mira curioso. "Pareces tener la edad de mi hermano"

"Tengo once, los cumplí hace poco"

"Bueno, él los cumplirá en diciembre"

"¡Ves, yo soy mayor!"

Lo dijo tan seguro que ambos se echaron a reír. Prometieron volverse a ver, cada uno dijo su dirección, y regresaron a sus casas. "¡No van a creer que me paso!", exclamo con entusiasmo antes de decirles su encuentro con un niño muy parecido a él.

Chapter 10: ¡Guerra de nieve!

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Las últimas semanas del otoño se la pasaron recolectando las hojas caídas de los árboles. Oscar, perdiendo su miedo de salir, más cuando casi no se han visto soldados, siendo acompañada por sus hermanos, más seguido por André ya que Alain se niega a pisar muy seguido la biblioteca, encontró un libro que decía como hacer abono. Juntaron varias, incluso le añadieron los restos que ya no se podían usar en las comidas. Quizás no consiguieron mucho a cambio, pero, ¡qué rico les supo esa comida! Encontraron un comerciante que se los cambio por un poco de carne. Aunque el mayor de los hermanos sospechaba que les tuvo lástima. Se encogió de hombros, mientras sus hermanos estuvieran bien todo estaría bien.

André charlaba animadamente con Bernard, por eso siempre se ofrecía a acompañar a Oscar todos los fines de semana. Era interesante ver cómo tenían uno que otro tema en común. Aunque, a veces se sentía mal por mentirle a su amigo, ya que sospechaba de ellos. Oscar solo desviaba el tema, no quería pensar en su pasado. No cuando ahora están mejor. El otoño dio paso a la época más fría de todas y, al mismo tiempo, la más esperada por su familia. La pequeña rubia esta a unos días de cumplir años. Un año en su nueva vida. Sonrió con nostalgia, viendo por la ventana como caían los copos de nieve, escucho los pasos de sus hermanos. Volteó a verlos cuando estaban cerca.

”Oscar, ¿qué dices de una guerra con bolas de nieve?”

”¡Te apuesto que les ganó a los dos!”

”Estaba pensando en traer unos amigos, ricitos, los mellizos. ¿Recuerdas? Te los presenté el otro día”

”Son divertidos. No tan serios como alguien”, se encogió de hombros. “Pero, ¿no faltaría uno más? ¿O sería todos contra todos?”

“¡Oh! ¿Qué hay de Bernard?”

”¿Tu gemelo, manzanillo?”

”¡No te burles!”, le dio un golpe en el brazo. “Síguele y le diré a Hugo quien le contó al capataz sobre…”, no pudo seguir hablando porque su hermano le puso una manzana en la boca. Rodo los ojos y se la quitó, “no digo nada no más porque me gustan”, dijo dándole un mordisco a la fruta. "No tardo, iré por Bernard"

Alain se río a carcajadas mientras se iba a buscar a sus amigos, quienes asintieron, solo se pusieron un suéter antes de seguirlo. Llegaron unos minutos antes que los "dobles". Oscar ya estaba esperándolos. Miró con una ceja levantada al famoso Bernard. Sino fuera por el color de los ojos y su manera de hablar diría que André tiene un gemelo. Al final decidieron hacer equipo de tres, compitieron en una carrera rápida, los primeros tres serían un equipo y el resto el otro. Fue así como Alain quedó con Hugo y André. Dejando a Oscar con Bernard, con quien termino llegando al mismo tiempo a la meta, y Humberto. 

No fue sencillo, sobre todo porque Oscar y Bernard se la pasaron discutiendo, lo cual fue aprovechado por Alain para tirarles varias bolas de nieve, tras el quinto golpe estos, con la insistencia de Humberto, pospusieron la discusión. Ahora si dejando temblando de frío a Hugo, quien no fue nada ágil para desviar los proyectiles. Incluso Alain tuvo dificultades para evitar la mayoría de estas. La batalla duró horas. Todos terminaron empapados de las bolas de nieve. Las risas no faltaron. 

"¡Nos vemos en navidad!", dijeron los mellizos a la par. Saludando con la mano antes de correr a casa.

"¿Si te dieron permiso cosa dos?"

"Muy maduro Alain. Muy maduro", se quejó el chico cruzado de brazos.

"¿Espera, entonces yo soy cosa uno?"

"Tu eres manzanillo", le dijo burlón. "O devorador de manzanas"

"Prefiero el primero", murmuro apenado.

"Bueno, nos vemos dobles. Vamos, ricitos. Es nuestro turno de ayudar en la cena", dijo empujando suavemente a su hermana.

"Si", se despidió de los chicos antes de seguir su camino.

Bernard entrecerró los ojos y no aparto la mirada hasta que los perdió de vista. 

"¿Pasa algo?", pregunto nervioso André.

"No son hermanos", le dijo con seriedad.

"Si lo somos", al ver como no le creyó lo miró con tristeza, "hay cosas que no puedo decirte Bernard. Pero Oscar es muy importante para mi"

"Bien", suspiro, "solo porque eres mi amigo"

"¡Gracias!", lo abrazo con fuerza.

Tras despedirse de su amigo fue directo a casa, donde sus hermanos ya habían puesto la cena y Diane estaba sentada en el regazo de su madre. Dos días después, Adriana, por su parte, no puede creer como ha pasado el tiempo. Pensó con nostalgia al ver como sus hijos disfrutaban de la cena navideña, sencilla, pero llena de alegría con sus amigos presentes. Mientras ella y Nicole, la madre de la pequeña Rosalie y la inquieta Jeanne, se encargaban de limpiar todo. Los niños estaban contando historias en la sala. Una pena que los mellizos no pudieron llegar, su madre enfermo y no querían dejarla sola; les ofrecieron ayuda pero ellos se negaron, que ellos están bien.

"Si que se cansaron", dijo Oscar mirando a las bebés con ternura. 

"Déjame, nosotros nos encargamos", insistieron sus hermanos tomando a las pequeñas y llevándolas al cuarto principal, donde Alain se ofreció a vigilarlas.

"¿Segura que eres su hijo?", preguntó Jeanne con el ceño fruncido apenas los chicos entraron al cuarto.

"Es mi mamá", le dijo molesta. Apretó los puños.

"Si, pero, tu tienes el cabello muy rubio y esos ojos", al verlo callado insistió, "pareces noble. Seguro eres uno de esos monstruos, ¿no es así?"

"No estás siendo amable", la regaño Bernard. Si bien el chico también tenía cierta desconfianza con el rubio, André es su mejor amigo y sabe que es importante para él.

"¡Oh, por favor! ¡Si parece noble!", se quejó cruzando los brazos.

Oscar no pudo evitar que sus ojos se nublaran cuando escucho esa palabra que tanto deseaba olvidar. 

"¡Jeanne!", la regaño su madre. 

"¡Pero, madre, seguro lo es! ¡Dice cosas extrañas!"

"Discúlpate. No pienso repetirlo"

"Como sea", masculló enojada. Forzó una sonrisa y se "disculpo". 

Oscar no dijo nada. Se fue a su cuarto, seguida por madre. Adriana le dolía verla triste, así que la abrazo, tarareando una canción hasta que se quedó profundamente dormida. Le dio un beso en la frente y regreso. Nicole se la paso disculpándose el resto de la noche, pero le aseguro que todo esta bien. Qué no se preocupara. Adriana iba añadir algo más cuando llaman a la puerta. El señor Chatelet llego por su hijo. Bernard se despidió, fulminando con la mirada a la pelinegra, y se fue con su padre. André tuvo que tragarse su enojo. Suerte que su hermano estaba con las pequeñas o esto habría acabado muy, muy mal.

Chapter 11: Como un parpadeo

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El verano solía ser su época favorita. Cabalgar por horas y entrenar cerca del lago con André. Le gustaba disfrutar del postre que hacía nana, aún se pregunta qué fue de ella. Quizás es la única persona que extraña de su anterior vida. Y como sino fuera suficiente, se quejó la rubia, la otra noche se despertó asustada. Se paró cuando sintió dolor en su estómago. Vaya sorpresa, y vergüenza, se llevó al notar la sangre. Alain sacó a André, literal, lo arrastró para ir a buscar a mamá. Se sonrojo cuando ella le explico que es un proceso natural y que ahora era una mujer. Pero respeta su decisión. Oscar le dijo que quería seguir igual, así que, ahora debe estar atenta porque se repetirá mes con mes. Ah, cierto. También debe tener “eso” para evitar manchar su pantalón. 

"¿Todo bien, chico?"

Asintió con una sonrisa. Solo estaba terminando de recoger los libros. Se sacudió las manos y fue por sus cosas antes de acercarse a su jefe.

"¡Hasta el Lunes señor Emilio!", se despidió cuando le dio su paga.

Paso junto a Bernard, quien estaba repasando un libro que le recomendó un amigo, un leve asentimiento de cabeza. Si, ahora puede decirse que son amigos. Paso al mercado para comprar unas cosas que faltan. Quizás la paga no es muy buena, pero es mejor que estar en un bar, igual nunca le habrían permitido estar en uno. Son demasiado sobreprotectores con ella. Sonríe. Tiene suerte de tenerlos como familia. Trabajar en la biblioteca es asombroso. Puede leer diversos libros, tanto literarios como académicos, si no esta muy atareada. El señor Emilio es una buena persona, a pesar de su semblante serio, la aceptó sin tener experiencia. La puso a prueba por una semana y, tras negociar el pago, le dio el trabajo. Cinco días a la semana, desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde.

Tuvo suerte. A diferencia de ella, André trabaja con Alain en un taller, por el centro de Paris. Entre los dos es suficiente para traer comida a la mesa. Aunque nunca es malo tener un extra. Por eso quiere hacer más. Así que, a pesar de la mirada preocupada de mama, la ayuda a lavar la ropa por la tarde, así ella no se cansa tanto. Entre las dos cuidan a la pequeña Diane y, cuando la señora Nicole tiene tiempo, de Rosalie. Y si, también de su hermana. Bufa al recordar el incidente de su cumpleaños. Hablando de eso, en unos días sería el cumple de su querido amigo. Quiere darle algo especial. Esta juntando para conseguir sus chocolates favoritos y, si, aún tienen de las monedas, pero esas son para emergencia. Bueno, ya tenía para comprarlo pero se dio cuenta que algunos de sus vecinos batallaban para conseguir comida y...

No se arrepiente. Aún hay tiempo y le pidió el favor a la señora Luisa de que se lo apartará, acepto, por suerte. Poco antes de llegar se tuvo que esconder en un callejón. Soldados. No pasa nada. Respirar. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Lo repitió hasta verlos alejarse y corrió a la entrada de su hogar. Ahí esta a salvo con su mamá. Saludo a los vecinos mientras subía las escaleras. Se quitó el sombrero y, tras colgarlo en su lugar, dejo las cosas en la cocina. Lavo de una vez la verdura para el caldo, quería ayudar en lo que pudiera. Escucho la puerta principal abrirse y salió de la cocina.

"¿Una buena semana?", preguntó su madre saliendo del cuarto seguida de la más pequeña de la familia.

"Si, hoy ayude a desempolvar unos libros, casi nadie los usa", dijo abrazando a Diane. "¿Te portaste bien con mamá?"

"¡Si!", exclamó con una sonrisa de oreja a oreja.

Oscar le hizo cosquillas, provocando risas en la pequeña, antes de preguntarle si quería practicar algo de lectura. Diane asintió y fue corriendo a sentarse al sofá. Fue a su cuarto, donde tenía los libros que pidió prestados de la biblioteca, el favorito de Diane, y, tras asegurarse que su madre no necesitaba ayuda, comenzó a repasar la lectura con su hermana. Estuvieron así hasta que se quedó dormida sobre su hombro. Sonrió. Cerro el libro, lo puso a un lado, y la cargo, con cuidado, para llevarla a la cama. Se recostó a su lado, pensando en lo que ha vivido hasta ahora. Dos años. El tiempo si que pasa rápido, no puede creer que Diane tiene cinco años. Ni siquiera cree que tiene doce o, por ayuda, tanto de sus hermanos como de Bernard, si, aún le sorprende; finalmente tiene un trabajo al igual que ellos. Si alguna vez le hubieran dicho que estaría trabajando como auxiliar en la biblioteca, se habría reído su yo del pasado. Ahora no, no cuando entiende la situación financiera. Solía ser otra. Alguien completamente diferente. 

"¿Oscar?"

"¿Eh?", pregunto soñolienta. Debió quedarse dormida. Se tallo los ojos antes de ver a su madre, "¿mamá?"

"No quise despertarte cielo, pero tus hermanos acaban de llegar y ya esta la comida en la mesa"

"Enseguida vamos mamá", sonrió. Movió sutilmente a su hermana, "¿quien va a comer?"

"¿Yo?", murmuro con sueño. Se tallo los ojos y, más despierta exclamo "¡Yo!"

"¡¿A qué no me ganas?"

Las dos salieron corriendo, claro que Oscar le dio ventaja. Verla sonreír le gusta. 

"¡Gane!"

"¡Sigue así e incluso dejarás atrás al manzanillo!", 

"¡Oye, mi penado!", se quejo la niña.

Las risas de los niños llenaron el lugar. Disfrutaron de la comida, sencilla, pero hecha con amor. Cada uno platico su día con entusiasmo. Por eso disfrutaban las comidas, porque disfrutaban aprender lo que cada quien ha hecho. O si necesitaban desahogarse. Mañana habían quedado de reunirse en la casa de los mellizos para jugar. Oscar dudo, debido a los soldados pero sus hermanos le prometieron que la protegerían. Acepto. Confía en ellos. Y sabe que nunca la dejarían sola. Esta vez ella se ofreció a limpiar ya que ellos estaban cansados. Fue un día ajetreado en el taller.

Chapter 12: Bajo la brisa otoñal

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"¿Mamá, quieres que pasemos a dejar la ropa a la señora Emilia y al señor Rafael?", preguntó el mayor de sus hijos.

"¿Si pueden, hijo? Se que quieren disfrutar del festival", les dijo terminando de doblar la última camisa.

"No tenemos problema", dijo André con una canasta de ropa ya seca. El día fue muy caluroso, no tardó mucho en secarse.

"¡Si, mamá!", añadió con una sonrisa la rubia, "nos queda de pasada"

"Bien", sonrió. Son unos chicos increíbles. Les dio un beso a cada uno, "no se metan en problemas"

"Eso díselo al manzanillo y al ricitos mamá"

"¡Oye!", se quejaron al mismo tiempo. El pelinegro haciendo puchero y la rubia sacándole la lengua.

"Sin pelear"

"¡Él empezó!", se cruzo de brazos sin dejar de hacer puchero.

Adriana solo se rio, ojalá nunca crecieran y se quedarán como niños. Antes de irse les dijo que pasaría el resto de la tarde con Nicole, aprovechando para que las niñas jugarán un rato. Sus hijos asintieron antes de salir corriendo. No hicieron competencia por ver quien llegaba primero, no, eso sería muy inmaduro. Si lo hicieron. Oscar reto a Alain de que ellos podían terminar antes que él. Él les aposto que si el vencía tendrían que encargarse de los caballos por un mes. Aceptaron si él hacía la limpieza de la casa por un mes. Un choque de puños y se dispersaron con la ropa. Al final quedaron en empate pero fue divertido. Excepto porque casi se tropiezan con las personas en la calle.

Una vez entregado las ropas, y de guardar el pago, fueron a las orillas del Sena. No querían perderse del dichoso festival, conmemorando la llegada del otoño. ¿Lo mejor de todo? ¡Habrían bocadillos gratis! Cortesía de una anciana condesa. En cuanto llegaron vieron a la gente bailar al compás de la música. Algunos disfrutaban de la comida, otros ya estaban con unas copas de más. Los mellizos también estaban ahí. Jeanne. Rodó los ojos, aún no le cae bien. Igual la saludo. Vino a divertirse un rato, o eso dijo antes de escabullirse donde estaban unos tomando cerveza. Oscar se encogió de hombros, no se meterá con ella siempre y cuando ella tampoco lo haga. Cuando estaban en la fila para recibir la comida conocieron a un chico, simpático, lleno de pecas en su rostro, era muy bajo para su edad. Se encariñaron con él y conversaron animadamente.

El calor de la tarde dio paso a la frescura de la noche. Vio el atardecer con los chicos, fue asombroso. Se les ocurrió jugar a las atrapadas, aprovechando para conocer mejor a Lazalle, nunca creyeron que alguien tan pequeño fuera así de veloz. Era su turno de atraparlos y no quería ser vencida por él. Además, es divertido correr sin control. El primero que atrapó fue a Humberto, se resbalo con sus pies, culpo a una piedrita. Las risas de Jeanne les hicieron creer otra cosa. La ignoró para alcanzar a Hugo, quien se quejo de ser de los primeros en ser atrapados. Bernard y André trataron de confundirla. Si, claro. Bueno, si mejorarán con la voz podrían lograrlo. Río al imaginarlo. Alain fue difícil de alcanzar pero se distrajo al charlar con una chica de su edad, pobre hermano mayor. Río al ver su rostro cuando lo alcanzo. Y solo quedaba su nuevo amigo ¡Corre muy rápido! Casi, casi lo tenía cuando un carruaje paso corriendo, lo esquivo, por suerte, pero termino cayéndose al suelo.

"¡Oh, cielos!", escucho una voz dulce cerca de ella, "No te vi, chico. ¿Te lastimaste?"

"Estoy bien", murmuro quitándose el polvo. Miró sus manos, solo un par de raspones.

"¿Oh, déjame ver esas manos?"

"En serio, señora, estoy bien", murmuro avergonzada.

Resulto ser la condesa de Bordeu, la hija mayor de la benefactora del festival. Tuvo que suplicarle a André que controlará a Alain, no quería arruinar la dicha de la gente por un accidente. Además, la señora parece amable. Tras asegurarle, mas de cinco veces que estaba bien, la vio subir al carruaje e irse. Para hacer olvidar el mal rato y, no se aprovecho de la preocupación del más chico, logró atrapar al último que le faltaba. Eso los hizo estallar a carcajadas. Jugaron un rato más antes que llegará una señora, la mamá de Lazalle, poco después de él, los mellizos se fueron. Oscar no pudo fruncir el ceño al ver a Jeanne seguir coqueteando por ahí. ¿Acaso no ve el peligro? Suspiro, no puede hacer mucho. Menos cuando solo finge ser amable con ella para usarlo de carnada con algunos de los chicos. Fue tan humillante. Jamás le dirá que es una niña, sería peor. Y no quiere decir nada, le agrada la señora Nicole y la pequeña Rosalie. Solo por ellas...

Bernard les pregunto si querían ir a su casa a pasar el rato el día siguiente. Los chicos asintieron, por lo regular los Domingos suelen descansar, solo debían decirle a su madre. Se despidieron antes de irse a sus casas. Ya casi era hora de la cena. Charlaron sobre el festival y el juego. Dejando a un lado lo de la condesa, se divirtieron. Susto que se dieron cuando estuvieron a poco de toparse, frente a frente, con uno de los soldados imperiales. Oscar quedó paralizada. Menos mal Alain actuó rápido y los empujo a un callejón. Les indico que guardaran silencio, ocultos. Se puso delante de ellos, por si acaso. Fue cuando el soldado volteo. Le hizo seña que se acercará. Alain, a regañadientes, lo hizo, no sin antes asegurarse que ellos permanecieran fuera de su vista. Le mostro un poster, casi se le hiela la sangre. Era ricitos. Respiro hondo, es su deber proteger a su familia, le dio una sonrisa burlona y le aseguro que nunca trataría con el hijo de ningún militar. El soldado, sea por cansancio o por no querer estar en un barrio de mala muerte, como solían decirle, murmuro algo y se fue. Alain, cuando dejo de verlo, fue corriendo a ver a sus hermanos.

"¿Ricitos?", puso sus manos sobre sus hombros. 

"No se va a rendir Alain", lo miro con los ojos nublados, el labio temblando y la respiración entre cortada.

"Ven", la abrazo con fuerza, permitiéndole llorar en su hombro. "Aún si eso llegará a pasar, tendrá que pasar delante de mí"

"¡Y de mi!", añadió André con un rostro serio.

"Gracias", dijo con una pequeña sonrisa.

"Vamos, vamos a casa", les dijo tomándole de las manos. Nadie se mete con sus hermanitos. Nadie.

Caminaron en silencio. Su madre, al ver sus rostros supo que había pasado algo. Oscar no quiso cenar. Nadie la obligo, la entendieron. Vieron con tristeza como se fue a prepararse para dormir. Cenaron casi en silencio. Solo la pequeña Diane no entendía del todo. Aún es muy joven. Ya le explicarán, más adelante. Alain se ofreció a limpiar todo mientras André se encargaba de acostar a Diane, para que su madre pudiera checar a Oscar, quien se quedó profundamente dormida en sus brazos.

Chapter 13: La duquesa de Bordeu

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No ha sido una buena semana en el taller. El capataz tuvo que reducirles el salario para no despedir a ninguno. Alain le pidió que le diera su parte a los mellizos, su madre volvió a recaer. El hombre aceptó. Su hermano mayor es tan increíble. Ojalá pudiera hacer más. Tomó su leche caliente en compañía de sus hermanos, su madre estaba vistiendo a Diane. Hoy irían a ver a la señora Nicole. Se ayudan entre las dos con las tareas de lavandería. Así tienen más clientes. Cuando salga del trabajo las alcanzará allá. Una vez que terminaron su desayuno, tras despedirse de sus hermanos, limpio todo. Estaba por ponerse el abrigo cuando su mamá y Diane ya estaban listas. Salieron al mismo tiempo. No tardo mucho en llegar, no había carruajes y la gente iba a lo suyo, sin molestar a los demás. Parecía un día tranquilo, no tenía ni una hora en su trabajo cuando reconoció los pasos de su jefe.

"¡Oscar, ven!", la saludo el señor Emilio con entusiasmo. "Déjame presentarte a una querida amiga"

La niña volteo y casi se le cae el libro en sus manos de la impresión. Frente a ella esta la señora del festival. Su vestido fino, de un tono aperlado, coincidía con su abanico y sombrero. Ya había olvidado como lucían los nobles. La condesa de Bordeu la miraba con una cálida sonrisa. 

"Esperaba verte de nuevo, chico", le ofreció la mano.

"Un gusto condesa", aceptó la mano. Oculto sus nervios. "¿Necesita un libro en especifico?"

"No, nada de eso. Quería conocerte", la estudio con la mirada, "hay algo curioso en ti"

Trago saliva. No quiere ser descubierta. No piensa volver a esa vida. Le dio una sutil sonrisa, esa que le enseño su hermano mayor, "temo decepcionarla condesa. No tengo nada de especial. Solo soy un chico de los muelles"

"Un chico muy educado, debo decir. Y, según mi querido amigo", señalo al señor Emilio, "sabes hablar otros idiomas, ¿no es así?"

"Uno aprende mucho con los libros adecuados", murmuro cabizbaja.

"Supongamos que sea cierto. Emilio, le importaría prestármelo por el resto del día. Hace tiempo que extraño de una buena conversación"

"¡Por supuesto condesa!", dijo para horror de la rubia. "Oscar, pórtate bien. Nos vemos mañana", se despidió sin siquiera mirar su incomodidad. 

"Ahora, chico", le tomo del brazo con firmeza, sin llegar a lastimarlo. "Es un buen día para una taza de té, ¿no lo crees?"

Oscar no supo como salir de esta situación. No quiere ser grosera y arriesgarse a perder el trabajo. Busco desesperada a Bernard, abrió los ojos como platos al recordar que hoy iba a presentar un examen sobre una escuela donde esta su amigo. Se mordió el labio. La condesa le volvió a decir que solo quería conversar. Cuando comenzó a forcejar aparecieron dos hombres, sus sirvientes al parecer. Oscar podía sentir su pulso incrementarse. Sin poder hacer nada ya estaban afuera de la biblioteca. Cuando vio el carruaje su forcejeo se incremento.

"Tranquilo niña", murmuro la condesa a su oído. Su voz no parecía maliciosa, aún así sintió un cosquilleo en todo su cuerpo. "Hay soldados imperiales a unas calles. Reconocería el escudo de los Jarjayes en cualquier parte"

"Por favor, déjeme ir", suplico con un temblor en la voz.

"No mentía. Me gustaría tener una conversación"

Momentos como estos le gustaría tener la fuerza de sus hermanos. Se vio empujada al carruaje, intento abrir la puerta, un candado. Volteo y se subió la condesa junto a uno de los sirvientes. El otro se sentó adelante para conducir a los caballos. Temblaba de miedo. No quiere regresar a su antigua vida. No quiere alejarse de su familia. Sollozo mientras seguía tratando de forzar la puerta. Las manos de la condesa la sujetaron de las muñecas, firme pero sin causarle dolor. 

"Reconocí tu rostro. Tu padre ha dejado cientos de posters en diversos lugares, obliga a sus soldados a mostrarlos a la gente, sean plebeyos o nobles. Hace un año llego a mi finca. Lucía tan desesperado el pobre hombre", soltó sus muñecas. "Desconozco lo que paso entre ustedes, pero, no te entregaré a él, si es lo que te preocupa"

"¿Me dejará ir?", pregunto intentando poner distancia entre ellas.

"Si, estaba esperando a que te calmarás. Puedo dejarte donde vives"

"¿Por qué...?"

"¿Por qué hice este teatro?", la interrumpió con una melancólica sonrisa. "Para que vieras la realidad de tu situación. Tu padre esta incrementando tu búsqueda, no va a parar hasta encontrarte", el sirviente le entrego un bocadillo. "Toma", al verla dudar sonrió, "no esta envenado niña." 

"Gracias", murmuro guardándolo en el interior de su abrigo. Vio de reojo una calle que llevaba a los muelles, "puede parar aquí"

"Tengo que hablar con la persona, o personas que te cuidan"

"¿Por qué?"

"Tengo una propuesta que podría ser beneficiosa para todos"

"Mamá esta trabajando", se cruzo de brazos, "yo al salir la iba a alcanzar"

"Bueno, hagamos esto", hizo una seña para detener el carruaje. "Mañana te veré en la biblioteca. Tu madre te acompañará"

"No confío en usted", frunciendo el ceño.

"Lo sé", sonríe. "Pero no tienes muchas opciones niña"

Oscar no respondió. Apenas el carruaje se detuvo se puso en pie para salir, la condesa la agarro del brazo y le dijo con dulzura "se que no lo parece, niña. Pero quiero ayudarte"

Sin esperar su respuesta la dejo ir. Oscar se escabullo en un callejón, esperando a que se fuera. Corriendo fue a la casa de la señora Nicole. Corrió lo más rápido que pudo, viendo con horror algunos posters en las calles mejor cuidadas de la ciudad. Arrancó los que pudo con rabia. No piensa volver. Cuando al fin llego a la casa, por poco se tropieza en la bajada de las escaleras, toco desesperada. No saludo a la señora Nicole, ni se fijo en su mirada preocupada, corrió directo a los brazos de su madre. Al fin, en su lugar seguro, dejó salir su miedo en forma del llanto. En algún punto debió quedarse dormida y, quizás la trajeron a casa, porque despertó en el regazo de su madre. 

"¿Qué paso, mi vida?"

"Me encontré con una condesa en la biblioteca", dijo abrazándola con fuerza. "Creí que me iba a llevar de vuelta con él", su labio le temblaba. Logro decirle todo, incluso lo de una supuesta propuesta. "Tengo miedo mamá"

"Lo resolveremos juntas, te lo prometo. No dejaré que te lleven de mi lado", le dio un beso en la frente.

Chapter 14: La propuesta

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Oscar entró con su madre, la pequeña Diane quedo a cargo de la señora Nicole. Ya les contarían a sus hermanos cuando salieran del trabajo. El señor Emilio los llevó a su oficina, donde ya estaba esperándolos la condesa con un leve refrigerio. El olor de los postres le hicieron agua a la boca, tuvo que morderse el labio. No es débil. No acepta sobornos. Se sentó junto a su madre, frunciendo el ceño a la señora, quien tomo una taza de té con calma. Se levanto a ponerle seguro a la puerta. Nadie podía saber lo que estaban por discutir.

"Lamento, una vez más, el drama del otro día chico", le guiño el ojo, un mensaje sutil por si había oídos afuera. "Como te dije, tu padre sigue buscándote, incluso ofreciendo una tentadora recompensa"

"Vi los carteles", murmuro cruzada de brazos.

"Condesa, si no es mucha molestia. Me gustaría saber la propuesta, si no nos parece le voy a pedir que se aleje de nosotros", le dijo Adriana sin dejar de rodear a su hija con su brazo.

"Por supuesto", les dijo con una cálida sonrisa. "Mi hijo esta estudiando en el extranjero. Necesitaba un cambio de aire pero no creí que me sentiría tan sola. Los sirvientes no pueden conversar de mis temas de interés o acompañarme sin descuidar sus tareas"

"¿Quiere usarme de compañía?"

"Podría decirse", asintió, "a cambio te pagaría un buen salario. Más que suficiente para que tus hermanos dejarán de trabajar y suficiente para tu proyecto. Es lindo ver como se preocupan por sus vecinos"

"¿Quién le dijo?", levanto las cejas alarmada. Ese proyecto era de ella y sus hermanos.

"Cariño, soy una condesa con oídos en esta ciudad. Y mis sirvientes son chismosos"

Eso tenía sentido, pensó Adriana al recordar cómo había días que había comida de más o cuando debían hacer visitas de emergencias al mercado. Pensó que se estaba volviendo loca, no esperaba que sus hijos tuvieran ese plan de ayudar a sus vecinos y amigos. 

"Así que eso era..." murmuró viendo a su hija con una cálida sonrisa.

"No queríamos preocuparte mamá", le dijo avergonzada. "Se que no podemos ayudar a todos pero al menos a los más pequeños con algo de comida o ropa o medicina. Cada semana vemos cuanto juntamos y decidimos...no es fácil", murmuro al recordar cuando no sabían si comprar la medicina para Emma o la leche para el bebé de una de sus vecinas.

"Oscar", la abrazo. "no podría estar más orgullosa de ustedes"

La condesa se aclaro la garganta, lo cual interrumpió el abrazo. "Aparte de eso, estarías bajo mi protección. Si alguien empieza a hacer preguntas les diré que fuiste compañero de juegos de mi hijo. Le mandaré una carta para que afirme eso, por si acaso. Así tus habilidades, porte y manera de hablar están justificados ante la nobleza"

"¿Mi padre?"

"No se acercará de nuevo a mi finca", se río con gracia, "puedes agradecer a mi sirvienta favorita. No solo le encanta el chisme, sino que se le pega a la gente que yo le indico por horas. Y eso a tu padre no le gusta"

"Entiendo", respiro profundo. "¿Si me niego?"

"Por mi parte no pasaría nada", le dio un mordisco a uno de los postres, "pero sería más fácil que alguien ate cabos. Si aceptas, ya no trabajarías aquí. Mandaría un carruaje a buscarte para traerte a mi finca. O puedes cabalgar, te daría un permiso especial para evitar que alguien te detenga. Tendrías un horario similar a como si vinieras a la biblioteca"

"¿Qué tendría que hacer?"

"Tomar el desayuno, refrigerios y la comida conmigo. Me gustaría compañía para leer y, si es un libro que ya has leído, discutirlo contigo. Así como ver tus habilidades de esgrima, música, entre otras cosas. Y, si llegará a salir unos días fuera, o un poco más, ver si te unirías"

"¿Sería entretenerla?", la miro con curiosidad, "¿qué gana usted con esto?"

"Nada", sonrió, "y todo", al ver como se le quedaron viendo, añadió con tristeza. "En parte por la soledad. Mi marido falleció hace unos años y mi hijo esta lejos. Sería lindo tener un niño en casa, al menos por unas horas"

"¿Mamá?", la miró seria.

"No es tan mala idea", dijo tras meditarlo un poco. "Sería una buena coartada para lo que sabes hacer"

Oscar miro a su madre. Asintió. Se levanto y le ofreció la mano a la condesa, con firmeza se la estrecho diciendo "tenemos un trato"

"Perfecto, niño. ¿Carruaje o vendrías con tu caballo?"

"Mientras aprendo a llegar, una semana en carruaje"

La condesa asintió y les aseguro que hablaría con Emilio. Acordaron que ella pasaría a su casa, le dieron la dirección, alrededor de las siete de la mañana y la regresaría poco después de las cuatro de la tarde. En cuanto a los viajes, primero verían como les va por unos meses y, si todos están conformes, lo discutirían. Oscar tomo la mano de su madre y pasaron a la casa de la señora Nicole. Y, para su mala suerte, Jeanne estaba ahí. Como su madre quería conversar a solas con la madre de ella, se vio obligada a salir con Jeanne. Ambas asintieron, forzando una sonrisa. Sonrisa que se esfumo al cerrar la puerta. Bueno, al menos se toleran mejor. O eso cree. Antes que pudiera pensar en algo más, la tomo de la muñeca y la obligo a acompañarla al mercado. Rodo los ojos cuando se detuvo frente al puesto de baratijas.

"¡Luciano, cuánto tiempo!", saludó con una voz demasiado pegajosa. Pestañeo un par de veces antes de aferrarse al brazo del rubio, quien gruño más no hizo nada por alejarla. 

"¡Jeanne!", la saludo con una sonrisa boba. "No esperaba verte..." chasqueando la lengua al notar como se aferraba al rubio, "al menos no con este saco de huesos"

"¿Qué puedo decir?", dijo entre risas. "Siempre me persigue. No lo culpo, soy irresistible", dijo señalándose así misma, "y tiene su encanto, aunque no lo creas querido Luciano"

"¿Qué tiene de encantador este?", mascullo celoso. Lo miró de arriba a abajo con desprecio, "seguro ni es hijo de la señora Adriana"

Oscar intenta soltarse del agarre de Jeanne, quien apretó con más fuerza su brazo, solo quiere lanzarle un puñetazo al estúpido que se cree tan especial. Apretó los dientes y sus puños, podía sentir como su cuerpo temblaba cada vez más.

"¡Oh, Luciano! No seas así", fingió avergonzarse. "¿Imagina que te escuchen los maldosos de sus hermanos?", guiñando al decir la palabra hermanos.

"Si, tienes razón", dijo con indiferencia. "¿Oye, qué dices si te invito algo?"

"¡Oh, me encantaría!", soltó, al fin, al rubio, quien se fue antes que otra cosa pasará.

Oscar se tallo el brazo. Detesta a Luciano, a Jeanne solo la soporta por la señora Nicole y la pequeña Rosalie. No quería regresar, pero tampoco quería quedarse junto a ese par, así que fue a ver si estaba Lazalle en casa. Para su suerte, ahí estaba. Pidieron permiso a su mamá antes de salir a jugar un rato. Cuando lo llamarón para cenar, se despidió, supuso que sería buena hora para regresar. Vaya sorpresa, Jeanne seguía afuera. Solo dijo que se fue con un "amigo" y no quería hacer mal terció.

Notes:

Y si, eso paso con la condesa. Esta navidad Oscar tendrá trece y, ¿recuerdan lo que pasará en poco más de un año? La llegada de la delfina. ¿Cómo creen que se conocerán?

Chapter 15: Entre charlas y paseos

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Es increíble como tu mundo puede cambiar tan de repente. Ha pasado unos meses desde que la condesa les hizo la propuesta. No mentía cuando dijo que solo quería tener alguien con quien charlar. Sus hermanos no querían aceptar, pero, al recordarles lo que la condesa estaba dispuesta a pagarle, podían incluso ayudar un poco más a sus amigos. También estaba el hecho que, estando bajo su "protección", podía parecer más creíble que ella le enseño lo que sabe hacer. Sin levantar sospechas a quienes veían el cartel, quizás fue bueno que pocos supieran leer y, al mismo tiempo, es triste. Con el permiso, en caso de ser parada por algún soldado, se sentía tranquila al cabalgar por la ciudad. Solo la han parado dos veces pero no se disculparon avergonzados al ver el permiso. A veces se pregunta qué tan poderosa o reconocida es la condesa de Bordeu. 

A pesar de faltar unos días para que finalizará Abril, hoy el clima se siente frío. Por eso lleva puesto su abrigo y el gorro. Al llegar a la entrada, como de costumbre, el viejo Georgie lo esperaba. Un rápido saludo con la cabeza. Se detuvo en el establo para dejar a César al cuidado del gruñón. El sentimiento es mutuo, pensó con una sonrisa. Cuando entró a la mansión, tras dejar su gorro y abrigo en su lugar correspondiente, se dirigió a la sala, donde la condesa ya la estaba esperando. A decir verdad, no es lo que esperaba. Es muy dulce. La saludo con una sonrisa antes de sentarse a su lado. Discutieron sobre el contrato social de Rousseau, no todo, solo los primeros tres capítulos porque en cualquier momento el desayuno estaría en la mesa. Oscar no entiende porque le gusta discutir sobre ese tipo de temas pero le agrada. De hecho, ese autor le suena conocido. ¿No era él que mencionó Bernard el otro día? Se encogió de hombros. Fue el día que les presentó, a ella y a sus hermanos, a su tan querido mentor.

Poco después de desayunar, la condesa le pidió que tocará un poco el piano. Oscar asintió con una leve sonrisa. La rubia disfrutaba del teclado más que del violín. No tiene que ver su incidente con la cuerda del sol, no, para nada. En fin, mientras, con los ojos cerrados, tocaba las piezas solicitadas; la condesa se preguntaba si era correcto inculcar en ella ideas, consideradas como rebeldes, a su edad. Suspiro con tristeza al recordar a su marido. Solía creer que todos debían ser iguales. Le hizo prometer que compartiría esos ideales con su familia. No pudo hacerlo. Su hermano la expulso de la familia por intentarlo, su hermana, bueno, no quedaron en mejores términos. Lo logró con su hijo, por eso él fue a estudiar en el extranjero. Quiere comparar esos pensamientos con jóvenes de su edad de diferentes lugares.

Suspiro cuando toco la última tecla. Boleto a ver a la condesa. Al notarla distraída, la rubia dejo de tocar, se levanto despacio y se acerco hasta estar frente a ella.

"¿Señora?"

"Dime"

"¿Se siente mal?"

"No, solo recordaba a mi hijo. Le gustaba tocar el piano", le aseguró con una sonrisa, "vamos, podemos seguir leyendo el libro en la biblioteca"

La chica asintió, aunque, en el fondo, sentía que había algo más. El olor de las rosas llenaba todo el corredor, eran las favoritas de la señora. De hecho, eran la prioridad en las tareas del jardinero. Grandes ventanales iluminaban por completo la biblioteca. Dos pisos con estantes de piso a techo. Libros de todos los temas y autores posibles. O eso imaginaba. No cree ser capaz de leer cada uno de ellos. Se sentaron para leer el libro, nunca lo admitirá, le gusta leerlo de esa manera. Tomaron el refrigerio ahí. Junto una taza de té. No se detuvieron hasta que Lucía, la favorita de la condesa, les dijo que la comida ya estaba servida. ¿Esta mal comer esto cuando su familia...? La condesa al ver su expresión, se sintió mal de ponerla en esa situación. Si, al principio le propuso el trato para cumplir el deseo de su difunto marido pero, se ha encariñado con la niña. 

"Oscar, ¿hay alguna posibilidad de que tu familia acepte venir a la hora de la comida?"

"No lo sé, señora. Alain y André disfrutan ir al taller, no por el dinero", le dijo moviendo las manos, como si quisiera detener algo. "El dinero que me da es suficiente, pero, así pasan un poco de tiempo con los mellizos. Y, no están todo el día. Ya no. Así pasamos más tiempo juntos en las tardes"

"¿Te importaría preguntarles?", insistió.

"Bueno...pero no prometo nada"

"Con eso basta", se limpió con gracia la boca, "una cosa más. En una semana iré a ver a un viejo amigo. Me gustaría tu compañía. Saldríamos antes del sol, pasaríamos la noche en su casa o en una posada, tu madre decidirá. Después del desayuno estaríamos en marcha"

Oscar asintió, esto nos era fácil. Se despidió, mañana le diría la respuesta de su madre. Paso al mercado a comprar harina y otras cosas para la señora Nicole, y unas frutas para la casa. 

“No debiste molestarte Oscar”, le dijo invitándole a pasar.

“Será para otro día”, le dijo apenada, “tengo que decirle algo a mamá”

”Por supuesto. Ten cuidado”, le dio un abrazo antes que montara a su caballo.

Fue más fácil convencer a su madre que a sus hermanos. Par de celosos, ruidosos y sobre protectores. Resoplo con una sonrisa, no los culpa, igual suele celarlos cuando los ve hablando con otras chicas. No es que lo admita pero, le sucede más con André. Lo cual es raro, o eso cree. Termino de darles de comer y beber a los caballos. Primero la habían mandado a bañarse.

Y, tras una intensa charla en familia, tuvo el permiso de acompañar a la condesa. Supuso que sería el primero de más viajes, pero, esperaba no fueran seguidos. Sin darse cuenta, los días pasaron rápido. Se talló los ojos, se había dormido a mitad del camino. El viaje en el carruaje fue cansado. Preferiría cabalgar pero, parte del trato, era ser su compañía así que, se aguanto. Charlaron un poco sobre el libro. Debatiendo sobre cómo las decisiones del rey podían llevar a la gente a pasar hambre y perder a sus seres queridos.

El barón que visitaron, un viejo panzón de nombre chistoso, mencionó algo sobre una nueva era. Algo que no entendió del todo pero guardó silencio. Luego le preguntaría a la condesa, cuando estuvieran solas. Una noche en la posada, camas individuales, desayunar y volver al carruaje. Esta vez se mareó, quizás fue por probar ese postre. Cuando llegaron a casa, una hora más tarde de lo esperado, tuvo que suprimir la risa al ver como Alain intentaba calmar al pobre André. Si sigue dando vueltas va hacer un agujero.

“Calmado manzanillo”, le dijo con su típica sonrisa risa burlona. 

“¡¿Cómo quieres que me calme!?”, se quejó sin dejar de dar vueltas por el cuarto. "¡Ya debió haber regresado! ¡No debimos permitirle ir!"

"También los extrañe", les dijo con una sonrisa.

Chapter 16: Sueño de verano

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"¿Entonces, irás?"

"Bien, solo para echarle un vistazo a la biblioteca"

Oscar sonrió. Sabía que podía convencerlo con eso. No podía esperar por ese día. Durante las tardes le gustaba pasar tiempo con sus hermanos, en especial con André. Parecían uña y mugre, como les decían sus amigos. Se encogió de hombros. Seguro están celosos por llevarse tan bien con su hermano. Pero, ¿por qué se siente mal llamarlo hermano? ¿Por qué siente algo raro en su pecho al verlo sonreír? ¿Estará enferma? Se preocupo que fuera su corazón. Hay días que late muy deprisa, sobre todo cuando esta muy cerca de él. No, sacudió la cabeza, avergonzada. Seguro será otra cosa. Y así fueron pasando los días. En las mañanas, iba con la condesa. Últimamente no han dejado de conversar respecto al contrato social. Se volteo en su cama, tiene muchos pensamientos en su cabeza.

"¿No puedes dormir?"

"¿Los desperté?"

"No, me paré al baño", le dijo con una sonrisa, "¿quieres hablar de ello?"

"Este...no, no es nada, André", murmuro sonrojada.

"Cualquier cosa, estoy aquí", le dijo nervioso.

"Si"

Se volvieron a desear buenas noches. Mañana sería el día. La condesa de Bordeu la invito junto a su familia y amigos, muy considerada la verdad, de invitarlos a su finca para disfrutar del estanque. Tuvo que forzar una sonrisa cuando Jeanne cancelo su cita con su "amigo" por venir con ellos. Claro, claro. Oscar insistió en cabalgar junto a André, el resto iría en los carruajes mandados por la condesa. En uno iba su madre con sus hermanos, Alain tenía en su regazo a la pequeña Diane, la señora Nicole con Rosalie en su regazo y Jeanne. Y en el otro venía Bernard, Lazalle, los mellizos y Jean. Al final sus padres les dieron permiso. Aunque, a quien tuvieron que insistir en venir fue al primero, pues, no confía mucho en los nobles. Jamás admitirá que, si bien André influyo un poco, fue enterarse de los libros que tiene la condesa. Sobre todo de los de su autor preferido. Si, no se avergüenza. Un poco, solo un poco.

Al llegar fueron recibidos personalmente por la condesa. André y Oscar, tras saludarla, fueron a dejar a sus caballos en el establo. Los niños, en especial Bernard y los mellizos, saludaron a regañadientes. Caminaron al estanque donde ya estaba una mesa con sillas, repleta de bocadillos y bebidas. Sin perder un segundo se quitaron los zapatos y corrieron a jugar en la parte poco profunda del estanque. Solo yendo por bocadillos cuando se les abría el apetito o se detenían a tomar algo fresco. Cuando llego el atardecer fueron al comedor, los niños casi se atragantan con la comida. Hizo que la condesa se preguntará si se podía hacer algo más por ellos. Al menos por los habitantes de París. Una idea cruzo su mente al ver a su "protegido" charlar con sus hermanos y uno de los chicos. Un pelinegro muy curioso, a quien le dio permiso de estar un rato en la biblioteca. Poco antes de que se fueran, dos horas después de comer, pidió hablar con Oscar en su despacho. No podía esperar a decirle su idea.

"¿Viena?"

"Si, ¿has escuchado de la princesa María Antonieta, no?", al verla asentir continuo, "el año que viene, en abril, vendrá a Francia. Será recibida en el pabellón imperial, a orillas del río Rin. Luego llevada ante el rey en el pabellón Compiegne"

"¿Qué tengo que ver yo?", temiendo saber la respuesta.

"Bueno, estaba pensando en decirle al rey que me permitiera quedarme con los restos de los banquetes en versalles o con la comida antes que se echará a perder y repartirla en París una vez al mes, si pudieran ser dos veces sería bueno"

"Si, pero, ¿Viena?"

"El rey mando invitación a algunos nobles"

"La invitaron", dijo desviando la mirada, "y quiere que la acompañe"

"Si", al verla dudar le puso una mano en el hombro, "eres libre de elegir. Pero sería una buena manera de que empieces a ver como esta la situación en Francia", suspiro, "hay tanto que deberías saber. Y no se si es correcto hacerlo"

"¿Por qué?", pregunto extrañada. Hay cosas en la condesa que la intrigan y, al mismo tiempo, la hacen sospechar que no fue solo por sentirse sola.

"Lo sabrás, en algún momento", retiro la mano. Sonrió con tristeza, "solo sería ver el intercambio. De que la princesa se despida de Austria para formar parte de Francia"

"Hablaré con mi madre"

"Eso es todo lo que pido"

Le dio un abrazo y le dijo que podía volver después del cumpleaños de André. Tiempo para pensar en su oferta y para que disfrutara de su tiempo con su familia y amigos. Cuando le pregunto si no se sentiría sola, le dijo que no se preocupará, tenía cosas que hacer en Versalles. Además, su hijo vendría en dos semanas, se quedaría hasta finales de agosto. Oscar asintió y fue a buscar a su caballo. Sonrió al ver a André ya montado en Magnus, sosteniendo las riendas de César. Le dijo que los demás ya habían salido. Aprovecharon para hacer una carrera hasta la casa. Siendo Oscar el ganador. Una vez atendido a sus caballos, subieron a darse un baño. Solo tuvieron que esperar a su hermano, porque apenas estaba por terminar. Diane ha crecido tanto, ella alega que es una niña grande. Si, pero sigue siendo su pequeña hermana. No cenaron. La comida los dejo bastante llenos. Antes de irse a dormir, esperando que Diane estuviera dormida, les dijo que debía decirles algo.

Nadie dijo nada por un rato. Era arriesgado. No por la duración del viaje, sino porque estaría rodeada de nobles, nobles que bien podrían reconocerla o, bien podrían intimidarla por su "origen". Pero lo de ayudar a la gente en París...fue tan tentador. Al final, tras mucho debatir, supusieron que no podría suceder nada. Sobre todo porque las posibilidades de que alguien la descubriera eran bajas. Han pasado años y ella nunca fue al palacio de Versalles. Suspiro aliviada a eso. Por el bien de muchos vale la pena algo de riesgo. Así que su madre asintió. Sus hermanos no están seguros pero le aseguraron que aceptarían su decisión. Oscar dijo que tiene hasta el fin del verano para decidirse. Cuando empezó a bostezar, contagiando a André, su madre los mando a dormir. Una vez que cerraron la puerta Alain, acercándose a su madre, susurrándole en voz baja le pregunto si no ha notado algo raro en ellos. Su madre sonrió. 

"No se de que hablas, hijo"

"Si tu lo dices", se encogió de hombros. Quizás solo es el cansancio, "descansa, mamá"

"Tu igual hijo"

Adriana se quedo viendo a su primogénito. No puede creer lo grande que se ha vuelto. Es tan parecido a su padre, no solo en lo físico, sino en su manera de ser. Le cuesta verlo convertirse en un hombre. Pronto querrá dejar el nido. Se limpio una lágrima traicionera, al final sus hijos tendrán que salir al mundo. Ojalá fuera más tarde que temprano. Y así fue a acostarse. Pronto tendrán que hacer modificaciones. Diane deberá tener su propia cama, aún si debe achicar su cuarto, lo cual no será nada malo. Se quedó dormida con una sonrisa, soñando con su familia y rogando por seguir teniendo bellos momentos juntos.

Chapter 17: No puedes escapar del pasado

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Se talló los ojos, ayer fue un buen día, agotador, pero muy bueno. Celebraron el cumpleaños de la pequeña Diane. Le cuesta aceptar que ya tiene siete años. Invitaron a sus amigos. Rieron, jugaron y la pasaron increíble. La mayoría se fue antes del atardecer, por Bernard llegaron una hora después y la señora Nicole, por insistencia de mamá, acepto quedarse a cenar. Fue una buena cena, excepto por Jeanne, quien no ha dejado de acosarla desde la invitación a la finca de la condesa. Gracias a dios no sabe que es una chica, no sabe si podría ser peor. A veces tiene suerte al escabullirse, otras veces, no tanto. Sino fuera por Alain, quien le vale las rabietas de la chica, habría tenido que soportar su agarre durante la cena. Cuando se fueron pudo respirar tranquila. Agarró su ropa y fue a cambiarse al baño. Se lavo la cara con pereza antes de salir a guardar su ropa de cama en su cuarto.

Tendió su cama y la de sus hermanos, quienes ya debieron llegar al taller, pensó con una sonrisa al pasar por la sala. Entró con cuidado al cuarto donde estaba su mamá, la vio alistando a Diane, quien no se quedaba quieta. Ahogo una risa antes de ayudarla a terminar de arreglarla. Vio de reojo la lineal trazada por Alain. En la esquina esta la madera, otro regalo del capataz. Sonrió, a pesar de las dificultades, hay gente con un corazón de oro. Incluso si lo intentan negar. Cerró la puerta y fue a ayudar con el desayuno. Un poco de fruta y té. Mientras su mamá, junto a Diane, limpiaban todo, fue a descolgar la ropa para empezar a acomodarla. Aun le faltaban dos camisas y un pantalón cuando su mamá se sentó junto a ella. Unos minutos después ya estaba la ropa para ser entregada. 

"Oscar"

"¿Si, mamá?"

"Iré a ver a Nicole, aprovechando que debo entregar la ropa no muy lejos de su casa. ¿Quieres venir o irás ver a uno de tus amigos?"

"Puedo dejar la ropa, así paso a saludar un rato a Gerard y de ahí buscaré a Bernard. Quiero saber su opinión respecto a un libro", dijo aliviada. Así podrá estar lejos de Jeanne.

"Por supuesto, mi amor. Solo ten cuidado, ¿si?"

"Siempre", guiño el ojo antes de despedirse con un abrazo. "¡Las veo en la tarde!"

Tras darle un beso en la mejilla a su hermana, tomo la ropa y fue a entregarla a casa de los Richard. Una joven pareja de comerciantes, algo ariscos pero pagan bien. Fue al mercado, teniendo cuidado, no quería toparse con ella. Se entretuvo platicando con Gerard, un chico de la edad de Lazalle. Le cae bien. Es sobrino de uno de los vendedores. Suele ayudar a su tío, cuando hay poco trabajo, le da chance para que vaya a distraerse. Charlaron un rato mientras comían unos bocadillos, tenían unos días sin verse. Nunca podrían olvidar su singular encuentro. Ese día, huyendo de Jeanne, se estrelló contra él. Fue vergonzoso, mas cuando no se disculpo por huir de ella. Se oculto detrás de unas cajas por casi una hora. Cuando no sintió peligro, salió, solo para volver a toparse con el niño. Se disculpo, avergonzada, él se encogió de hombros. Le aseguro que no había problema.

Desde ese día, viene de vez en cuando al mercado para charlar un poco y, al mismo tiempo, escaparse de Jeanne. El sol no tardaría en ocultarse, se despidió, ya que a esa hora su tío estaría guardando la mercancía. Se despidieron con un saludo. Se pregunto si Bernard le faltaría mucho para terminar sus clases. Bien podría esperarlo cerca del Louis-le-Grand. Y con eso en mente se dirigió allí. Se recostó a un costado de la entrada, oculta de visitas molestas pero teniendo una vista hacía la entrada. Poco más de una hora vio a varios chicos salir. Algunos mascullando algo sobre mucha tarea, otros quejándose de los próximos exámenes y un par con unas caras de risa. Sonrió al ver a su amigo.  

"¿Oscar, no deberías estar en casa?"

"Mamá paso a ver a la señora Nicole", le dijo encogiéndose de hombros. Miró con una ceja enarcada al chico junto a él, no lo había notado. "¿Quién es?"

"Es un amigo, podría decirse mi mentor", sonrió, "Maximilien Robespierre. Es un año mayor"

"Un gusto conocerlo", la saludo con cortesía. 

"Igualmente", mascullo incomoda. "Lamento molestarte, puedo pasar otro día a tu casa con André"

"No molestas. Bueno, no tanto como en el principio", le dijo con una sonrisa traviesa.

"¡Luego no te quejes cosa dos!"

"¡Oh, por favor!", se quejo cruzado de brazos. "Un día encontraré una manera de molestar a tu hermano"

"No, no lo creo", le dijo entre risas, "Alain es difícil de molestar"

"Perdonen mi interrupción", entrecerró los ojos al ver al rubio, "¿cuál es tu apellido?"

"Maximilien", murmuro tenso.

"Soissons", dijo con el ceño fruncido. Como retándolo a contradecirla.

"Mientes", le dijo con dureza. Si hay algo de lo que siempre se ha enorgullecido, es su capacidad para detectar mentirosos e impostores. Y este rubio, de porte noble, es un letrero andante de eso. Por no decir que, si cambias la edad, es igual al de los posters que solían estar en la biblioteca y el comedor de su escuela. Difícil de olvidar.

"Ese es mi apellido y me da igual lo que creas"

Bernard sintió una gota de sudor en la frente. Si, obvio que miente. Pero, ¿cómo lo descubrió su amigo? Intentando evitar una discusión, o peor, una pelea entre sus amigos, sugirió cambiar el tema de conversación a uno donde ambos podían, con suerte, llevarse mejor. Pero la boca de su mentor fue más veloz y lo que dijo confirmo sus sospechas.

"Tu apellido es Jarjayes", le dijo con frialdad, "Oscar Francois de Jarjayes, para ser más exacto. He visto los posters, aunque, por alguna extraña razón, alguien los quito hace casi dos años. ¿Aún me acusas de mentiroso?", la señalo con el dedo. 

La rubia se quedo sin habla. No, no era posible, ¿¡cómo lo supo!?

"Jarjayes", murmuro el pelinegro. Sabía que era noble de cuna pero, no de tal magnitud. Ese apellido es inconfundible, es de los más antiguos en Francia y, según los libros, el linaje más leal a la familia real. Abrió los ojos como platos.

"Oscar...tú..."

"No pienso volver ahí...", murmuró con lágrimas en los ojos. Sus manos temblaban, sentía algo en su pecho, como si no pudiera respirar. "No quiero..."

Antes que Bernard pudiera decir algo más, la rubia salió corriendo hasta el taller. Necesita a sus hermanos. Corrió tan rápido, sin voltear atrás, que no se dio cuenta de la mirada arrepentida de los chicos. No se detuvo hasta llegar al lugar, al verla así, el capataz, quien ya la había visto un par de veces, llamó a sus hermanos. Sin hablar, la abrazaron, dejando que se desahogara. Regresaron a casa, juntos, en silencio. No quiso decirles lo que paso, solo necesitaba sentirse segura. Les pidió que no le dijeran a mamá, no quería preocuparla. Tomo un baño rápido y se acostó, perdió el apetito.

Notes:

Bonus:
El general Jarjayes no ha dejado de ver el retrato de su esposa. Si tan solo pudiera dar marcha atrás cambiaría muchas cosas, suspiro, dio un sorbo a la copa de vino en sus mano. ¿Fue tan malo su comportamiento hacía su familia? ¿Fue un mal padre? Apretó con fuerza la copa, ni siquiera se dio cuenta de la fuerza usada, no sintió dolor. Con indiferencia se quito los restos del cristal, se limpio la herida y la vendo. Un sirviente, quien pasaba a decirle que la cena ya esta servida, se espantó. Preguntó si llama al doctor, pero se negó. Solo le pidió que limpiará todo. Cenó perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos. Con nostalgia recordó la noche del nacimiento de su hijo. La tormenta, su llanto y sonrisa. Si tan solo pudiera encontrarte... Al terminar de cenar se fue a su cuarto. Un cuarto solitario, frío y oscuro. Así lo siente. Así se siente tras todo este tiempo.
"Oscar", murmuro con dolor viendo por la ventana. Lo ha buscado por todo París, por las ciudades donde pasa al cumplir con las ordenes de su majestad. ¿Dónde esta su hijo? Su legado ya no le importa, solo quiere tener a su hijo a su lado.

Chapter 18: Si te tropiezas, te levantas

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Soñaba con un día de campo junto a sus hermanos y amigos cuando los gritos lo despertaron. Tardo un par de segundos en darse cuenta. Escucharla sufrir es como si alguien le clavara una daga en su corazón, bajó de un salto, casi se cae encima de su hermano; quien también se despertó, ya estaba apresurándose a verla. Abrieron la sabana para darle consuelo. Se removía en la cama, el ceño fruncido, lágrimas escurrían por sus mejillas y apretaba los puños con fuerza. Entre los dos la abrazaron, tarareando una de las canciones de cuna. En cuestión de minutos su respiración volvió a la normalidad, con cuidado limpiaron el rastro del llanto. Le había prometido que nunca más iba a sufrir, ¿¡por qué no puede cumplirle eso!? Los pasos de su madre los hicieron voltear a la puerta. 

"¿Otra pesadilla?"

"Si", dijo el mayor con tristeza, "¿Diane se despertó?"

"No, tu hermana tiene el sueño pesado", se sentó junto a su hija. Le acarició su cabello, "me quedaré un rato. Pueden volver a dormir"

Los chicos se negaron, se ofrecieron a lavar la ropa, en una hora más saldría el sol. Su madre acepto la oferta, así podía estar junto a Oscar, necesita sentirse a salvo. André no hablo, no tenía ganas. Su hermano intento hacerle sonreír diciéndole cómo Hugo se tropezó mientras corrían por las calles del centro de París. Estuvo a nada de estrellarse con una chica. Muy atractiva por cierto. Solo se encogió de hombros, otro día se habría reído o intentado molestarlo con que, si Oscar se enteraba, podría ponerle un cartel sobre no meterse con su hermano. Una vez le puso una nota en su abrigo. Suspiro, no le molestaría repetir eso si ella volvía a sonreír. Había estado tan bien... Pusieron la ropa en la cesta grande para bajar a tenderla cuando Diane les dijo que tenía hambre. 

"Yo me encargo", le aseguro cargando la cesta.

"¿Seguro, manzanillo? Eso esta pesado"

"Si, no te preocupes"

"Bien", levanto a la niña sobre sus hombros, "tu esperarás en la mesa y yo me encargo de darte algo"

André sonrió. Su hermano podía jactarse de ser rudo y todo eso, pero, aún si lo intenta negar, su debilidad son sus hermanas. Bajo saltando por los escalones, la cesta arriba de su cabeza. Una vez tendida la ropa, se ocupo de los caballos. Apenas los han sacado en las tardes. Tomo la cesta, subiendo despacio. Dejo la cesta en su lugar. La pequeña Diane ya estaba jugando en la sala, mientras su hermano dejaba el desayuno en la mesa. Fue a ver a su mamá y a Oscar, quien ya estaba cambiada. Parecía mejor. Desayunaron en silencio. Cuando terminaron ayudaron a limpiar y recoger entre todos. Incluso Diane quiso ayudar, tuvieron que darle una pequeña tarea. Guardar el pan restante. 

"¿Oscar, te gustaría acompañarme a ver a Bernard?"

"Este...", evito su mirada, "quedé de verme con Lazalle", apenas lo dijo se despidió y se fue corriendo.

Ha sido una semana, por decirlo de algún modo, complicada. Fue la primer semana que les dio libre el capataz, no debían volver hasta principios de otoño. Debía ser divertido. Oscar ha estado actuando raro, esperaba pasar tiempo junto a sus amigos pero, cuando se trata de Bernard ella se va o cambia el tema. No lo entiende. ¿Pasó algo malo entre ellos? Alain dijo que esto pasó desde esa tarde, cuando llegó al taller. No les quiso contar nada. El chico suspiró, volvió a rechazar la invitación de Bernard, alegando que ya había quedado de pasar el rato con Lazalle. “No la empujes manzanillo”, fue la sugerencia de su hermano. Asintió con pesar. No le gusta verla así. “Dale tiempo”, fue lo último que le dijo antes de ir a ver a los mellizos. Es suficiente. Pensó cansado de toda esta situación. Respiro profundo antes de llamar a la puerta. La señora Colette abrió la puerta.  

“Pasa, te está esperando en su cuarto”

”Gracias”, le dijo con una pequeña sonrisa antes de ir a ver a su amigo.

”André”, lo saludó evitando verlo a los ojos. Jugaba con el bordillo de su camisa, “hay algo que debo decirte”

”¿Sobre Oscar?”, enarcó una ceja. Su amigo no es de ponerse nervioso.

Bernard asintió. Los chicos se sentaron en la cama, mirándose entre sí antes que, tras meditar como se lo diría, le contó lo que sucedió esa tarde.

"Lo siento, de verdad lo siento. Debí evitar que Maximilien lo dijera pero, no fui rápido y por eso, por eso lo lastime. André", murmuró cabizbajo, "no he podido olvidar su rostro. Nunca lo había visto entrar en pánico. Se que es distinto a otros niños pero es muy valiente. Y verlo así... Yo... lo siento"

Cuando su amigo termino de hablar se quedó perdido en sus pensamientos. Eso explica el regreso de las pesadillas, aún puede escuchar sus gritos a media noche. Por eso no ha querido venir a verlo y le ha dado excusa tras excusa. André no esperaba algo así de su amigo, respiro profundo, apretó con fuerza sus puños, y contó hasta diez. Por más molesto que esta con su amigo, sabe que la culpa no es suya. Si, estaba por darle un puñetazo pero, viendo bien como sucedió todo, fue su tan “querido mentor” el que desencadenó el terror de su Oscar. 

“¿Has intentado hablar con Oscar?”, al verlo negar camino hacia la puerta, “vamos. La amistad es un tesoro, vale la pena luchar por ello”

”Pensé que dejarías de ser mi amigo…”, murmuró con dolor.

”Estoy molesto”, apretó de más la manija de la puerta, "no sabes lo que le ha costado dejar atrás el pasado. No sabes lo que vivió dentro de esas paredes. Los golpes y los castigos. No le permitían disfrutar como lo hace ahora", lo miró con tristeza, "hay cosas que no puedo decirte. Eso depende de Oscar. Si, nació en la nobleza. En la riqueza", suspiro, "pero sin libertad", hizo una pausa antes de añadir con calma, “sé que no fue tu intención”

Bernard se acerco a él, "no, pero debí hacer algo"

"No podemos detenernos al caer", le dijo dándole un golpe juguetón en el hombro, "si tropezamos nos levantamos"

"Si, tienes razón", sonrió, "vamos. No pienso perder una amistad por un error"

Los chicos se despidieron al salir. Charlaron un poco en el camino, sintiéndose mejor de haber aclarado las cosas. Estaban a una calle de la casa de Lazalle cuando los vieron jugando a las espadas, cada uno con un palo de madera. Oscar se tenso al verlos llegar. Intento escabullirse cuando André se le adelanto. Le suplicó que escuchará a Bernard. Vio duda en su mirada pero, tras unos segundos, asintió. "Los veo luego", se despidió Lazalle, puede ser el menor de ellos, pero, es bastante perspicaz. 

"Oscar, siento lo que paso ese día con Maximilien. Él también lo siente, a su manera, pero, eres mi amigo. Sospechaba de tu origen. Desde hace tiempo pero empecé a concoerte, digo conocerte", dijo nervioso, "y me di cuenta de mi error. No eres como la mayoría de los nobles. Eres Oscar. Mi amigo y yo... yo debí..."

"Esta bien", lo interrumpió con una triste sonrisa, "no fue tu intención. Yo...siento no haber reaccionado bien. Se supone que ya había superado eso pero...", suspiro, "parece que sigo siendo débil"

André le iba a reprochar cuando, para sorpresa de ambos, Bernard abrazó a Oscar. Le aseguró que es la persona más valiente que conoce. No le importa quien fue, sino quien es. Y es su amigo. O, debería decir, amiga. Le dijo que lo descubrió hace un tiempo pero, no quería tratarla diferente. No cuando ignora el motivo. Por un momento, al ver su expresión de desconcierto, temió haber dicho algo imprudente. Hasta que le devolvió el abrazo. 

"Si no te molesta", le dijo con una sonrisa, "sigue tratándome como un niño"

Chapter 19: Preparativos

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“¡Buenos días chico!”, la saludo con una cálida sonrisa.

”¡Buenos días señora!”

"¿Disfrutaron del festival?"

"Si, esta vez pudimos ver el espectáculo. Unos vecinos dijeron que el anterior estuvo divertido"

La condesa asintió, sin duda de los mejores que ha visto, "¿no lo vieron la vez pasada?"

"No", negó con la cabeza, "estuvimos jugando todo el día. Fue cuando la conocí"

"Cierto", sonrió con ternura. Ese accidente le permitió encontrarla, "¿ayer no te lastimaste? A veces mi viejo amigo puede ser un poco... extremo"

"No, todo bien", le aseguro al verla preocupada, "fue divertido. Tenía tiempo sin entrenar de esa manera"

"Me alegro", le dijo aliviada. La invito a sentarse a su lado, "ven, tenemos que hablar sobre Viena"

La niña se sentó a su lado, tratando de controlar sus emociones, "aún queda tiempo"

"Lo sé, pero preferiría dejar todo listo y decirte la respuesta del rey acerca del proyecto de dar comida a los parisinos", al verla sonreír no pudo evitar sentir calidez en su pecho. Solo tuvo un hijo pero, como le hubiera gustado uno más.

"¡¿En serio?!", exclamó sorprendida. Pensó que...

"Si, él permitirá hacerlo dos veces por mes. No es mucho pero...", el abrazo repentino la tomo por sorpresa. Sonrió, dándole palmaditas en la espalda, "te dije que valdría la pena lo de Viena"

"Gracias", murmuro feliz. 

"No hay por que, chico", el golpe en la puerta desvió su atención, "pase"

Una señora bajita, con canas, entró seguida de cuatro doncellas, cada una cargando unas cajas. Las dejaron frente a ellas.

"Señora Leonora, lamento haber llamado con poca antelación. Pero quiero ver si el traje necesita ajustes”

”No hay problema condesa”, le aseguró con una sonrisa, "es de mis mejores clientas", miro de reojo al rubio, "usted debe ser el señorito, ¿Oscar, no es así?"

"¿Señorito?", pregunto confundida. Mirando, alternadamente, entre la condesa y la modista.

"Oscar, a los protegidos, si es el deseo de uno, se les dice así. Olvide mencionarlo", le dijo apenada.

"No hay problema, pero...", dudo al ver a la modista y las otras doncellas.

"Soy una tumba respecto a lo que concierne a mis clientes", le aseguro la señora Leonora con un guiño en el ojo, "la condesa me dio los detalles necesarios. Ni más ni menos"

"Entiendo", enarco una ceja a las cajas, "¿por qué hay tantas?"

"Porque no sabía cuales trajes serían de tu agrado"

Justo en ese instante las doncellas abrieron las cajas, mostrándole los diversos trajes, camisas, zapatos, entre otros. Era demasiado. Recordó haber tenido varios, sacudió ese pensamiento. Terminó por escoger uno de tonos verdes. Siempre le ha gustado ese color, no sabe el por qué. Detrás de un vestidor móvil se lo probó. Para su sorpresa, no esta ni apretado ni holgado. Cuando salió, se sonrojó al recibir felicitaciones por su apariencia. Al parecer la condesa adivino, de alguna manera sus medidas y la modista era demasiado hábil. Mientras se quitaba el traje para volver a ponerse su ropa, la condesa pidió que el resto se moviera a la "habitación", las doncellas obedecieron con rapidez. 

Oscar, con la ropa doblada en una mano, y los zapatos en la otra, le agradeció a la condesa. Apenada por haberle causado un gasto innecesario, a lo cual la condesa le aseguro que eso no es ningún gasto, más bien era un regalo. La señora Leonora se despidió, no sin antes murmurarle algo al oído, algo que no alcanzo a escuchar la chica, pues se distrajo cuando uno de los sirvientes tomo la ropa y el calzado para llevarlo a guardar. Una vez solas, la condesa le explicó como sería el viaje a Viena. Lo ideal sería que pasará la noche en una habitación, la cual no le dijo que la tenía lista desde su primer encuentro, pero entendía sino se sentía cómoda. Cuando le pidió mejor que la recogiera en su casa, asintió, sería un largo viaje y no quería incomodarla de más. Le dijo que se quedarían en la finca de uno de sus amigos, un noble austriaco, omitiendo la cena a la cual debían presentarse, por eso le mando a hacer varios trajes con la misma medida del que eligió. 

También le dijo que, para la ceremonia donde la princesa pasaría a ser de Francia, podrían haber niños, más o menos, de su edad. Al ver su reacción, le aseguro que no es necesario convivir con ellos, solo quería avisarle para evitar sorpresas. Con suerte no tomaría más que un par de horas, pues debían estar a cierta hora, en señal de respeto. Y, apenas la princesa subiera al carruaje, ya cambiada a ropas francesas, serían libres de irse. Pasarían la noche, de nuevo en la finca de su amigo, y saldrían después del desayuno. Le advirtió que, tras un viaje largo en carruaje, podría marearse o sentir alguna molestia, pero es pasajera y solo es acostumbrarse. Oscar asintió, no tiene nada que temer, se dijo, aunque, por alguna razón, siente que algo pasaría ese día. Cuando le preguntó si tenía alguna duda, negó, solo quería terminar con ese viaje a Viena. 

"Puedes ir a casa, nos vemos mañana"

La niña se despidió con una sonrisa. Monto con rapidez a César, quien terminaba de comer el heno fresco, y fue directo a su casa. Estaba la señora Nicole con sus hijas. Los saludo con una sonrisa, aunque tuvo que forzarla al dirigirse a Jeanne, con suerte hoy se comportaría. Su mamá le pregunto si condesa se sintió mal, a lo cual le aseguro que todo esta bien y les conto acerca de Viena. Ayudo con la comida, no buscaba excusas para evitar a Jeanne, no, por supuesto que no, y con todo lo que se le ocurrió. Cuando estaba quedándose sin ideas, llegaron sus hermanos. Suspiro aliviada, con ellos cerca esta a salvo. Aunque, no les hizo mucha gracia que tuviera que convivir con algunos hijos de nobles en Viena, pero, tras sentir la mirada de su madre, le aseguraron que todo estaría bien. 

Chapter 20: Pan y chocolate caliente

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Realmente disfrutó de las vacaciones extra. Alain tenía razón. El capataz tiene un buen corazón, por más que intente negarlo. Con un poco de suerte, no es que le desee la muerte al rey, pero, en serio espera que su nieto sea mejor persona que él. Los precios de la comida, medicina y vestimenta se han incrementado. Su familia no ha sufrido por el trabajo de Oscar. Y, con los proyectos que tienen en mente, como el de apoyar a sus amigos y vecinos, esperan poder mejorar sus vidas. Viena. Dejo escapar un suspiro, entre más se acerca la fecha de partida, las dudas aumentan. En menos de un mes su Oscar partirá con la condesa, no es que desconfié de ella, pero, nunca han estado tanto tiempo separados. Y eso le duele. Le duele estar lejos cuando ella necesitaría su apoyo.

De tan solo imaginarla rodeada de nobles... ¿y si la reconocen? No quiere perderla. El chico camino en círculos en el cuarto, menos mal está solo en casa. Su mamá fue con Diana a la casa de la señora Nicole. Alain fue a una “cita”, una chica que conoció en el mercado, y Oscar fue a jugar con Lazalle y Jean. Dejó escapar un suspiro. Todo va a salir bien. Y con eso en mente se puso el chaleco para ir a la casa de su mejor amigo. Al salir saludó a los vecinos, son buena gente, aunque la señora Clara es chismosa, bastante, pero es buena persona. Se aseguro que los caballos tuvieran agua fresca, les dio una manzana a cada uno, si, su hermano necesita encontrar un nuevo escondite. Parece estar quedándose sin ideas, o él esta mejorando.

Tuvo que esquivar unos soldados. Ya es menos frecuente verlos, quizás fue buena idea aceptar la propuesta de la condesa, pero no le importa ser precavido. Un par de calles más hasta llegar a la casa de los Chatelet. Al parecer su amigo tiene casa sola, lo recibió con un breve saludo y lo invitó a la sala. Le ofreció chocolate caliente y algo de pan. Su mamá se lo dejo listo antes de ir a ver a un familiar. Platicaron sobre cómo les ha ido, al parecer le fascinan sus estudios. Sonrió con nostalgia, recuerda cuando tenía las clases con Oscar. Era divertido, competían entre sí para ver quién avanzaba más o terminaba antes los ejercicios. Excepto el general… Sin notarlo frunció el ceño, apretó sus puños, y murmuró molesto. 

“¿Qué pasa? ¿Es por lo de Viena?”, al verlo asentir sin ánimo le puso una mano en el hombro. “Oscar va a estar bien. La condesa no es mala”, hizo una pausa para retirar su mano. Se volvió a acomodar y continuó, “no como la mayoría de los nobles”, al ver como le miró con burla, no pudo evitar reír, “ya se. Ya se. Me tomo un tiempo aceptarlo”

”Bastante tiempo”

”No fue tanto…”, se quejó cruzando los brazos. 

“Si, seguro no fue por la biblioteca, ¿o me equivoco?”

”No..”, trató de ocultar su sonrisa, "¿ya te conté de una novela que me recomendó un compañero de la escuela?"

”Si”, enarco una ceja, "necesitas mejorar. Incluso Diane es mejor cambiando de tema"

”¿Y cuando le dirás a ya sabes quién que te gusta?”

”No sé de qué hablas”

”¿Y ahora quién intenta cambiar la conversación?”

Los niños no pudieron evitar reírse. El más chico de los dos le agradeció, necesitaba desahogarse. Comieron un poco de pan, saboreando su sabor. No siempre lo comen, el precio volvió a aumentar. Si tan solo las cosas fueran diferentes. Terminaron su taza de chocolate caliente y, aprovechando que su amigo estaba de mejor humor, Bernard le contó sobre un libro que leyeron en clases. No solo Rousseau, esta vez sobre los griegos. Es interesante como algunos pensaban casi lo mismo a pesar de los años de distancia entre sí. Cuando se dio cuenta de la hora, casi la hora de la cena, se despidió, no quería preocupar a su familia. Salió corriendo, esquivando a la gente e ignorando los reclamos por no fijarse. A mitad de las escaleras, jadeo en busca de aire. Las carcajadas de su hermano le hicieron sacarle la lengua, pero, al ver la mirada de su madre se calmo. 

André, soltó una risa nerviosa, explicando como se le fue el tiempo en casa de su amigo. Prometió estar mas al pendiente. Y así todos cenaron lo que trajo Oscar, quien, con las mejillas sonrojadas, admitió que la condesa no le permitió negarse. En eso, con su sonrisa burlona, el mayor de ellos le aseguro que no pasa nada. No es como si ella lo hubiera pedido o si fuera algo de todos los días. Al ver como se relajo, agradeció en silencio a su hermano. Si, es molesto. Dice palabrotas cuando se enoja, pero siempre esta ahí para ellos. Quiere ser igual a él. Quiere ser fuerte para proteger a los que ama. Esta vez se ofreció a limpiar, pero Oscar insistió en ayudarlo. Se sonrojo cuando, por accidente, rozo su mano al recoger los platos. Menos mal ella no lo noto. No quiere hacerse ilusiones, quizás nunca lo vea más que un amigo. Ocultando su tristeza, le platico su día con Bernard, quien le mando saludos. A su vez, ella le dijo que hoy tuvo una lección de esgrima, y esta vez fue más rápida para ganar.

Sin que ellos lo notaran, Alain los estuvo observando cuando salió del baño. "Entonces no lo imagine", susurró para sí mismo. Se recargo en la pared, confundido. No sabe si estar feliz, ya que el manzanillo es el chico más gentil, confiable y protector que ha conocido en la vida. O preocupado por darse cuenta que su ricitos ya no era una niña, por más que la viera como tal. Sonrió, aún si los considera sus hermanos, no se opondría a verlos juntos. ¡Pero no tan pronto! Pensó aterrado. No, eso sería muchos años en el futuro. Si, debe estar tranquilo. Aún es muy pronto. Y con ese pensamiento, los dejo para irse a dormir. Mañana tenían que ir al taller y ricitos con la condesa.

Chapter 21: Rumbo a Viena

Notes:

Pues, digamos que habrán eventos combinados del manga y el anime, espero les guste.

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Oscar esta nerviosa. Jugaba con las mangas del traje cada pocos segundos. Alain le aseguro que esta bien. Se despidió de su familia cuando llegó el carruaje. No dejo de ver por la ventana hasta perderlos de vista. Le dolió ver a su hermanita llorar y, a pesar de quererlos por igual, se le encogió el corazón cuando se dio cuenta que no vería a André en mucho tiempo. La condesa, con una calma y dulzura sin igual, le aseguro que pronto estarían de regreso. Asintió, acomodándose en el asiento. Durante el trayecto, la condesa aprovecho para repasar algunos libros que habían leído, dando mayor importancia a lo relacionado con Rousseau, por alguna razón que no entiende del todo. Hicieron dos paradas, para estirar un rato las piernas y dejar descansar a los caballos, antes de llegar a la posada. Repitiendo el mismo proceso al día siguiente. Y así hasta llegar a su destino. 

Viajar hasta Viena fue más tardado de lo esperado. ¿Por qué acepto? Ah, cierto. La condesa prometió solicitar un permiso al rey para tener un puesto en el mercado donde se les daría comida y bebida a la gente de los barrios pobres de París una vez al mes, si podía ser más veces sería asombroso. Solo por eso, aún si fueran las sobras o lo que estuviera por echarse a perder de los banquetes en el palacio, era mejor que nada. Y, para su sorpresa, el rey aceptó de hacerlo dos veces por mes. Aún parece irreal. Respiro hondo antes de entrar al, nada modesto, hogar. Aparentemente habría un baile, miró con recelo a la condesa, sabía que planeaba algo. Sin querer ser descortés, acepto, a regañadientes, presentarse al menos un rato. Tras darse un baño, sintiéndose algo incomoda por no poder calentar ella misma el agua, se puso el traje que, misteriosamente, estaba sobre la cama. Durante la cena trato de ignorar las miradas y murmullos.

Oscar intento excusarse antes de terminar el postre pero, antes de poder decir algo, fue jalada al salón de baile por varias de las chicas. No sabe que es peor, verse obligada a bailar un rato, sintiéndose incomoda, o de ignorar las miradas furiosas de los chicos. Tras cinco bailes, demasiado para su gusto, la música se detuvo. Lástima que "alguien" haya escondido uno de los instrumentos. Sonrió de lado, luego le agradecerá a Pierre, su truco si funciona. Gruño bajo cuando una de las niñas, una de cabellos rubios, la agarro del brazo, jalándola a una esquina donde estaban la mayoría.

"Eres el chico más apuesto que he visto"

"¿Eh, gracias? Yo..."

"¡Oh, tan modesto! Sin duda eres único", le dijo sin soltar su brazo.

"¡Daniela!", le reclamo la pelirroja, "¡no lo acapares para ti sola!", aferrándose al otro brazo, "¡comparte!"

"¿Les molestaría soltarme?", trato de sonar calmada.

Las chicas la soltaron pero sin alejarse mucho de ella. 

"¡Te ves tan lindo sonrojado!", exclamo la rubia.

"¿Seguro no eres noble? Porque tienes el porte"

"Cierto, Julia tiene razón. Si la condesa no te hubiera presentado como su protegido, diríamos que eres su hijo"

"Uno bien apuesto, ¿no lo crees Emma? Es como si lo fuera", dijo mirando a la rubia.

"Si, realmente luces como un noble", coincidió la chica. 

"¿Tienes novia?", pregunto una de vestido rojo, acercándose demasiado a ella.

"¡Ojala no!", rezongo otra cruzada de brazos.

Los pasos de uno de los condes interrumpió la tan "agradable charla", para alivio de Oscar. Al parecer era tiempo para los adultos y debían regresar a sus habitaciones. 

"Con permiso", murmuro avergonzada. ¿Por qué esto le sigue pasando?

Se escabullo con rapidez a su cuarto. Le costo dormirse, la cama era demasiado suave y no se sentía a gusto. Prefiere dormir en las posadas que en este lugar. Gruño al escuchar los golpes en la puerta, eran las sirvientas que vinieron a preparar el baño. Sin levantarse de la cama, les dijo que entraran. No dejó de vigilarlas hasta que salieron. Con rapidez se arreglo para ponerse, ahora si, el traje verde. Tomaron un desayuno ligero antes de subirse al carruaje, donde la condesa se disculpo varias veces. No pensaba que las chicas actuarán así con ella, si lo hubiera notado habría intervenido, pero se distrajo conversando con sus amigos. Al verla así, le aseguro que esta bien. Ya le había pasado algo similar en el mercado, si, no solo con Jeanne, sino con alguna que otra chica. Es...vergonzoso. 

El pabellón se veía bonito, siguió a la condesa hasta la primera fila. Un marques se puso cerca de ellos. Sus hijos, ¡dios! Forzó una sonrisa cuando la duquesa le pregunto si estaba bien, no podía arruinar esto. Ignoró a esos dos, parece broma que fueran hijos de un marques. Los murmullos de descontento aumentaron cuando el tiempo se prolongo. Pidió permiso a la condesa de ir a refrescarse, no aguantaba los quejidos de esos dos. Cuando le dijo que sí, se escabulló con facilidad hasta la salida. Respiro el aire fresco, cuando estuvo lista regreso. Unos minutos más de espera y frente a ella estaba la princesa. Lo admite, es hermosa. Hay algo curioso en su mirada, como si tuviera magia, atrayéndote. Sonrió con tristeza al despedirse de los nobles austriacos, quienes dieron media vuelta y se marcharon. Vio como abrazo a una noble, sollozo un rato antes de recomponerse. 

"¡Agradecemos su presencia!", dijo un hombre al lado de esa noble, "les deseamos un buen viaje de regreso"

"¿Ya podemos regresar a casa?"

"Así es chico", le aseguró con una sonrisa.

Oscar soltó un suspiro de alivio. No puede esperar por volver con su familia. Fue un largo viaje pero, omitiendo lo que paso en la cena, no estuvo tan mal, disfruto de las vistas. Además, pudo entender a la condesa. No solo París sufre, sino el resto del país por los altos costes del impuesto. Las calles sucias, la gente, la mayoría, muriendo de hambre. ¿Cómo se les puede ayudar? Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de la mirada de la princesa sobre ella. Si lo hubiera notado, quizás, solo quizás, podría haber intuido que algo iba a pasarle.

Chapter 22: La princesa austriaca

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"Condesa Noailles", preguntó en voz baja, "¿quién es él?"

Siguió su mirada hasta ver al chico. Entrecerró los ojos antes de admitir avergonzada, "me temo alteza que no lo conozco, pero ella es la condesa de Bordeu. Es...", titubeo, no sabía si decirle su verdadero origen.

"Por favor, si se quien es podría encontrar la manera de que el niño a su lado este a mi servicio", suplico con la mirada.

"Alteza", murmuro cabizbaja, "esta bien. Vamos al carruaje, le contaré todo"

María Antonieta asintió. Vio por última vez al chico, quien parecía hablar animadamente con la condesa. Una vez en el carruaje, la condesa Noailles le conto que, extraoficialmente, en realidad debió ser una duquesa, pero al no ser hija de una familia legitima, el título no le correspondía. Al ver su expresión de desconcierto en la princesa, bajo la mirada y, con tristeza, confeso que era una de las nietas ilegitimas del rey. De hecho, su padre siempre ha sido su preferido de entre todos sus hijos. Tiene su sangre, pero las leyes le impiden tenerla dentro de Versalles. Como alternativa, a su padre le dio el título de conde, aún si quería darle el de duque. Fue el primer hijo que tuvo fuera del matrimonio. Le explicó que ella tiene un hijo estudiando en el extranjero. Se disculpo al no saber nada del rubio que vieron a su lado.

La joven princesa asintió en silencio. Por las características físicas del chico, podrían tener una edad similar, era imposible que estuvieran emparentados. Su porte es de un noble, de eso no tiene duda, pero lucía nervioso. Como si no quisiera estar ahí. Se pregunto si sería como ella. El verse obligada a alejarse de su hogar. No se dio cuenta que habían llegado hasta que un joven abrió la puerta del carruaje. Comandante Victor Clement de Girodelle. No luce mal, pero sin duda el rubio del pabellón es más lindo. Saludo al rey según las indicaciones de su madre. Forzó una sonrisa al ver a su prometido. Su corazón permaneció inmóvil. Esperaba sentir algo cuando recibiera su primer beso. Pronto fue presentada al resto de la familia real. Al ver a las hijas del rey, vino a su mente la condesa y el chico. Cuando se sentó en el carruaje junto a su prometido y el rey, se atrevió a preguntarle sobre el chico que vino con la condesa de Bordeu.

"No es su hijo", le aseguro con tristeza, "no puede tener más hijos debido a un problema de salud. Lo más seguro es que sea un protegido"

"¿Protegido?", enarco una ceja, "pero, majestad, le aseguro que ese niño tiene un porte de un noble. No solo por su apariencia física sino, no se como decirlo, es como si todo en él dijera que lo es"

"Bueno, la única respuesta a eso...", de repente un recuerdo llego a su mente. El hijo perdido del general Jarjayes, "no es seguro pero, hace unos años un noble perdió a su hijo. Bueno, en realidad es una niña pero, el conde solo había tenido niñas y su mujer ya no podía darle otro bebé. Oscar Francois era su nombre. Todos lo hemos dado por muerto pero él insiste en que esta con vida"

"¿Podría ser él?", preguntó con emoción. Si es un noble, no habría problemas en alistarlo en la guardia real. 

Con una sonrisa le pidió que el chico estuviera bajo su servicio. El rey no lo pensó dos veces. Aceptó con gusto. Extrañaba a su nieta. Solo pudo verla un par de veces y, si el niño, quien parece ser su protegido, permanecía cerca de él, podría tener una excusa para que ella viniera también al palacio. Y, si resultara ser el hijo perdido del general Jarjayes, podría tener una excusa para invitar formalmente a su nieta al palacio sin levantar los viejos rumores. 

María Antonieta no puede evitar sonreír. El resto del camino se le hizo más llevadero. Quizás podría tener una amiga, si es que el chico era el hijo del general, a su lado. Así no estaría sola en un lugar desconocido pero, frunció el ceño viendo por la ventana, pensando en cómo fue que se perdió y nadie lo encontró en este tiempo. ¿Se perdió, huyó o fue secuestrado? Tantas preguntas que, sin duda, piensa hacerle cuando lo vea. Hicieron pocas paradas. Cuando llegaron a Paris para la firma del matrimonio y la boda, vio con asombro a la inmensa cantidad de gente. Todos están alegres de su llegada.

Se sonrojo de vergüenza al manchar el acta, fue un accidente. No pasaría nada malo, pensó con una pequeña sonrisa. Entre los invitados vio a la condesa. Sola. Sin el niño. Ocultó su decepción, esperaba verlo pronto. Se animó al ver como el rey habló con ella. Tan entusiasmada estaba que se perdió la mirada tensa de la mujer. Si hubiera prestado atención a lo que dijeron podría darse cuenta que, a diferencia de lo que creía, el niño no estaría feliz de adentrarse en Versalles. 

Chapter 23: Lo malo de los sueños...es cuando despiertas

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El regreso a París fue más placentero, quizás la emoción de reencontrarse con su familia, y más rápido. La condesa mencionó algo sobre estar presente en la boda, o eso creyó escuchar antes de quedarse dormida. Apenas hicieron paradas con tal de llegar más rápido. Cuando al final llegaron, durmió hasta el mediodía, fue cansado. Se estiro antes de ir a buscar algo de comida. Diane le pregunto cómo, de nuevo, como era la princesa. La describió, omitiendo su tristeza, como una persona encantadora. Su madre, quien salía de la cocina, le preguntó si iba a asistir a la fiesta. Negó con la cabeza, podría ser riesgoso. Adriana la entendió y cambio de tema, le preguntó cuándo iría con la condesa, a lo cual respondió que la vería la próxima semana, el lunes, posiblemente.

Pasaron la tarde en casa de la señora Nicole, para su suerte, Jeanne se encontraba con "unos amigos". Mejor así, pensó con alivio. Como su hermanita se quedó dormida, se ofreció a cargarla hasta la casa. Poco antes de llegar se toparon con los chicos y, a pesar de insistir, Alain la convenció de llevar a Diane. Para distraerse, les contó que la condesa obtuvo la aprobación del rey para el proyecto de la comida. Lo cual dibujo una sonrisa en el rostro de sus hermanos. Había olvidado decirles cuando regreso de Viena, el martes, la verdad, estaba muy cansada. Al día siguiente, después del almuerzo, estaba recostada en la cama con un libro entre sus manos. Al escuchar los pasos de su hermano levanto la mirada, enarco una ceja al verlo.

"Ricitos, ¿no dijiste que verías a la condesa el lunes?", al verla asentir le dijo preocupado, "esta en la sala. No quiero pensar nada malo, pero, luce bastante preocupada"

"¿Qué?", sintió una opresión en el pecho.

Sin darle tiempo a su hermano de decir algo más, dejo caer el libro en la cama y salió corriendo. No reparo en la angustia reflejada en los rostros de su familia. Jadeo cuando se detuvo frente a la condesa. ¿Por qué siente que su mundo esta por venirse abajo? Se sentó junto a su madre, a su lado esta la pequeña Diane, quien a pesar de no entender del todo lo que estaba pasando, sabe que es algo malo. No esperaba eso. Enterarse que la condesa, si bien no pertenece legalmente a la familia real, es, es casi imposible de creer. Oscar siente como su corazón se contrae en su pecho conforme avanzaba el relato de la condesa. Se disculpo con ella, no esperaba que la princesa quedará tan impresionada de "él", al punto de, cuando estuvo frente a su majestad, lo quería a su lado.

"No es posible", se quejó con las manos sobre su cabeza.

"Lo siento chico. No pensé que la condesa Noilles me recordará. La última vez que la vi tenía cinco o seis años"

"¿Puede haber algo peor?"

"Oscar...", murmuro la condesa con tristeza, "es posible que el rey sospeche acerca de tu origen noble"

"¿Y si le dices que me escape o me morí? ¿algo?"

"No funcionará", confesó con pesar, "ya ha mandado a llamar al general Jarjayes"

"¡Está loco si ese monstruo intenta ponerle una mano encima a mi hermanita!", exclamó el mayor levantándose de golpe.

"¡Si, nadie me a quitar a mi Oscar!", dijo casi a la par que su hermano.

"¿Oscar no se irá, cierto mamá?", preguntó la pequeña con lágrimas en los ojos. Aferrada al brazo de su hermana.

"No, mi vida. Nadie se llevará a tu hermana", intento consolarla sin dejar de abrazar a la mayor de sus hijas.

Oscar no los escucha. Siente como su mundo se viene abajo. No sabe que es peor, cuidar de una princesa mimada, aún si tiene buen corazón, o tener que enfrentarse a su padre después de tanto tiempo. Resoplo llena de frustración. Se siente atrapada, entre la espada y la pared. Aceptar es renunciar a su libertad. La posibilidad de que la separen de su familia. Negarse es arriesgar a su familia y amigos a ser castigados injustamente por el rey. ¡¿Por qué la princesa se tuvo que obsesionar con ella?! El leve sollozo se convirtió en un mar de lágrimas. Se aferro al regazo de su madre. No quiere separarse de ellos. No quiere ver a su padre ni volver a esa antigua vida. 

En algún punto, todo esto le hizo quedarse dormida. Despertó en el cuarto de su mamá, Diane estaba acurrucada junto a ella. Sintió un peso en su mano, sonrió con tristeza al ver que era la mano de André, quien tenía la cabeza sobre la cama. El sonido de alguien aclararse la garganta la hizo ver hacía la puerta. Con una sonrisa triste esta su hermano, recargado en la pared. Se sentó a un lado, evitando pisar al pelinegro dormido. Cuando preguntó por su mamá, su hermano le dijo que fue con la señora Nicole. Omitiendo el por qué fue ahí. Le preguntó si tenía hambre, negó con la cabeza. Alain, le aseguró que pensarían en algo. Podían huir apenas cayera la noche. Oscar, con los ojos nublados, negó. Los atraparían antes de llegar a cualquier lado. 

"¿Dijo algo más la condesa?"

"No, solo dijo que debía ir al palacio porque el rey solicito su presencia. Saliendo de ahí vendría a decirnos", al verla bajar la mirada, con cariño, tomo su barbilla. Con dulzura le dijo "ricitos, siempre serás mi hermanita. Nada ni nadie cambiará eso"

"Lo sé"

"¿Quieres entrenar un rato? Te aseguro que esta vez te ganare", le guiño el ojo.

"En tus sueños", le saco la lengua antes de ir por las espadas de madera.

Luego de un rato del choque de espadas en la sala, André, seguida de la pequeña Diane que se tallaba los ojos, se sentaron en el sofá. Al verla más animada, el mayor sonrió, olvidando su plan suicida para deshacerse de la austriaca o del monstruo. Y fue cuando el sonido del hambre se hizo presente. La rubia tartamudeo algo, pero igual se unió a las risas de sus hermanos. Entre todos se encargaron de la comida. Ya casi terminaban cuando llego su madre. Les dio una mirada triste, se notaba que había estado llorando, antes de abrazar su hija con fuerza. Recordándole cuanto la ama. 

"Me tope con la condesa, antes de llegar. El rey solicita tu presencia en versalles para la presentación de la princesa en la corte", sus palabras fueron como un puñal en sus corazones.

Chapter 24: Cuando los mundos chocan

Notes:

Tuve unos contratiempos :) pero aquí esta. Es posible que, por ahora, actualice cada dos días. Tratare de hacerlo un día si uno no, pero ahi veo. Disfruten :)

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No esperaba esa cena. Sonrió con tristeza al ver el rostro de sus amigos cuando les dijo que debían irse. Su mamá se había puesto de acuerdo con sus padres, o quienes estuvieran a su cargo, y le prepararon una linda cena. André se había ofrecido a distraerla. No lo vio venir, la verdad. Habían sacado mesas, con ayuda de los vecinos, y ahí comieron todos. Incluso Jeanne se porto bien. Lo cual la asusto pero, dejo escapar una risa, en el fondo tiene un corazón. Aun no cree haberla visto ayudando a su mamá. Eso fue una sorpresa. Quizás no tanto cuando se disculpo, si, quizás no todo fue malo. Bufó, vaya manera de hacer las pases. Unos pasos conocidos la hizo abrir los ojos.

"¿No puedes dormir ricitos?"

Negó con la cabeza. No tenía ganas de hablar. Esta recostada junto a los caballos, eso la relaja. Su hermano se puso a su lado, acariciando su cabello con ternura. Tarareo con melancolía viejas canciones de cuna hasta que su hermana se quedó profundamente dormida. Alain, cuando se dio cuenta que su hermana bebe había caído al mundo de los sueños, la tomo con cuidado. Cada paso era un tormento. Esa maldita austriaca, maldijo en su mente. Por su culpa estaba por perder a una de sus hermanas. No, no la perderá. Ya pensarán en algo... o eso espera. Dejo salir un suspiro mientras la acomodaba en su cama. 

"Siempre serás ricitos para mi, eso no cambiará nunca", le susurró con tristeza. 

La noche había dado paso al día. Ojalá nunca hubiera llegado. Se quejaron los chicos. Casi nadie pudo dormir bien. De repente se despertaban para ver si Oscar seguía, temiendo que llegará este día. No querían decir adiós. Desayunaron casi en silencio, intentando aligerar el ambiente con bromas y chistes, con poco éxito. Hasta que la condesa llegó. Bajaron despacio, como si pudieran retrasar un poco más la despedida. 

"Eres mi hija", le dijo su mamá con lágrimas en los ojos, "no lo olvides"

Oscar no respondió, solo la abrazo con fuerza, sus hermanos se unieron al abrazo. Frente a ellos esta la condesa, mirándolos con tristeza y culpa, no debió insistirle en ir a Viena pero, necesitaba mostrarle como era fuera de París. Les prometió que haría lo necesario para no alejarla de ellos. Antes de subirse al carruaje, Alain, le dio un paliacate como el suyo. Le agradeció con una débil sonrisa y se lo puso. Diane, quien no comprendía por qué sus hermanos y madre estaban tristes. No tuvieron el corazón para decirle la verdad. Que, por culpa de una austriaca podrían perderla. No, no la dejarían ir sin luchar. No lo harían.

Pasaron a la residencia de la condesa, tenía que alistarse para estar presentable en la primera aparición de la princesa dentro del palacio. Evento al cual se vio obligada a asistir. Y eso no es lo peor. No, señor. Esa misma tarde estaría frente a su padre. Hizo una mueca al ver su reflejo en el espejo. Apretó los puños con fuerza, sabía que ir a Viena era mala idea pero, maldijo en voz baja, ayer sucedió lo del trato. Ver las miradas de alivio de las madres al ver a sus hijos comer hasta saciarse no tuvo precio. No importaba si eran sobras o comida a punto de echarse a perder. Era comestible. Solo por eso vale la pena. Pero, ¿por qué separarla de su familia? ¡No es justo! Se quejó con lágrimas amenazando con escapar de sus ojos.

El suave toque en la puerta la obligo a recomponerse. Saco el colgante, uno que la condesa le regalo antes del viaje. Dentro la imagén de su familia. Respiro profundo, lo hace por ellos. Desobedecer la orden del rey podría ponerlos en peligro. Volvió a acomodar el colgante bajo su camisa. Le dio una sonrisa triste a la condesa, quien, una vez más, se disculpo con ella. No era su culpa que la princesa se haya fijado en ella. ¿Frustrante? Si, si lo es pero, no es como si pudiera hacer algo. El camino se sintió como una pesadilla, aún mas cuando entraron al palacio de Versalles y estuvo rodeada de tantas miradas falsas, como mascaras. 

Tuvo que fingir una sonrisa cuando la princesa le preguntó su nombre, y casi, casi, pierde el control cuando le dijo que su apellido no era Soissons, sino Jarjayes. Menos mal la condesa pudo alejarla con el pretexto de que también debían ver al general. La chica no pudo evitar sentir un revoltijo en su estomago. No quiere verlo. De repente las miradas de los hipócritas del palacio le parecieron lejanas. El camino que no pensó volver a recorrer la estaba llevando a ese lugar. Al lugar donde creció bajo un monstruo, porque ese ser no puede ser un padre. Su esposa nunca la conoció, no que recuerde. Dicen que falleció al poco de darla a luz. Su mamá y sus hermanos...los verá de nuevo. Será lo último que haga.

"Oscar"

La chica se estremeció cuando el monstruo, con lágrimas en los ojos y la voz quebrada, la abrazo con fuerza. ¿Esto es una pesadilla? Se retorció hasta zafarse. Ocultándose detrás de la condesa, desde ese lugar "seguro", lo fulmino con la mirada. Solo quiere regresar con su familia. Recorrer las calles con su amigos, jugar con sus hermanos y ayudar a mamá en casa. 

"Creo que sería bueno si entramos", dijo la condesa, intentando animar a su protegido.

A regañadientes acepto. Más se mantuvo lo más lejos posible de él. El general, sintió un dolor en el pecho. Una mezcla de emociones. Felicidad por haberla encontrado viva. Su hija. Nunca debió imponer su deseo, la lastimo y, demasiado tarde se dio cuenta, la perdió. No, aún puede recuperarla. Intento fingir que no esta herido. No muy bien, pero lo va a intentar. Va a recuperar a su hija.

Chapter 25: Paso a pasito

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Apenas logró dormir unas horas, se paraba cada cierto tiempo a mirar por la ventana, desde esa charla con su majestad ha estado esperando este momento. Una gota de sudor surco por su rostro. Ha enfrentado diversos peligros, tanto dentro del país como fuera. Matar, entrenar, buscar, entre otras tareas por orden de su majestad. Jamás ha sentido miedo en toda su vida. Hasta ahora. Muchos le dijeron, incluido su mejor amigo, su hermano de armas, que mejor se rindiera. Era imposible que su hijo estuviera vivo. Ya debieron haber encontrado alguna pista o rumores. Nada. Como si se hubiera esfumado en el viento. Un fantasma. Un recuerdo lejano.

No está molesto con ellos. Entiende su punto de vista. Fue un duro invierno ese año, y tras poco más de cuatro años sin encontrar nada, no era difícil imaginar un destino fatal. La parte racional le suplicaba parar, intentar concentrarse en recuperar lo que quedo de su familia, solo una vez estuvo tentado a detener todo. Su corazón, la parte sentimental que creyó haber enterrado en lo más profundo de su ser, rogaba por continuar. No parar hasta hallar a su hija. Una tarde lluviosa cuando fue a visitar a su amigo. Verlo orgulloso del avance de su hijo en el esgrima le devolvió las fuerzas para seguir buscando a su hijo. No, su hija. La más pequeña de ellas.

Su corazón, solitario tras la muerte de la vieja nana, quien no soportó la angustia de la desaparición de los pequeños, o del odio de sus hijas; quienes ya de por sí lo culpaban por la muerte de su madre, se incrementó al saber de la desaparición de Oscar. El único culpable es él. Su obsesión por tener un heredero, de continuar su legado, terminó por desmoronar a su, ya rota, familia. Por eso no se rindió. Debía corregir su error y, cuando el rey pidió hablar con él, sintió una chispa de esperanza. Le contó sobre el encuentro de la princesa con un chico rubio, un "protegido" de la condesa de Bordeu, así como la charla con ella, poco después. Y eso lo regreso al presente. 

Oscar está viva. Y lo odia. Intento acercarse a ella, lo rechazo. Para evitar molestarla más, se sentó en el sofá más alejado. Aunque con un ángulo adecuado para poder verla. Cuánto ha crecido! Pensó con una triste sonrisa. Su porte es el mismo, claro, con algunas diferencias. Sus manos… fue apenas un instante, cuando, aprovechando para invitarlas  pasar, pudo verlas de cerca. Callosas. Tuvo que morderse la lengua. No piensa presionarla. Va a recuperar a su hija, cueste lo que cueste. La tensión en el aire es muy notoria. Casi no se puede respirar. En cierto sentido. Sino es Oscar tratando de fulminar con la mirada al general, es él quien intenta no perder control de sus emociones emociones. 

"Oscar", trago saliva, "entiendo tu enojo. Yo...yo lo siento. Nunca debí imponerte un rol que no te corresponde, hija"

"No eres mi padre", mascullo con el ceño fruncido. Se cruzo de brazos y se acercó más a la condesa, "no quería volver a verte. Quiero regresar con mi mamá y mis hermanos"

"Oscar...soy tu padre", dijo con dolor, "cometí errores. Lo sé. Pero, sigo siendo tu padre. Y esa señora no es tu madre. Tu madre..."

"Tu esposa", lo interrumpió, "nunca la conocí. No fue ella quien me consoló en mis pesadillas", su labio temblaba, "fue mi mamá. Ella me enseño a cocinar. Me arrulla cuando las pesadillas regresan. Y en esas pesadillas estás tu"

"Yo...", desvió la mirada.

La condesa, al ver que esto puede tornarse en algo más caótico, decidió intervenir. Con dulzura abrazo a la chica y les dijo a ambos con un breve rastro de dolor "no podemos cambiar el pasado pero si el futuro", antes que ella pudiera rezongar añadió, "no te pido que lo perdones", luego vio al general, "pero creo que pueden encontrar una manera de hacer esto más llevadero"

"Quiero volver con mi familia", suplicó con tristeza.

"Eso no será posible, a menos que..."

"¿Tiene alguna idea general?", lo miró con curiosidad.

"Una. Condesa, ¿el rey fue muy firme acerca de que Oscar debía entrar a la guardia real?"

"Si", asintió con la cabeza, "la quiere a lado de la princesa"

"¿Y eso sería entre semana, cierto?", al verla asentir, suspiro. Si quiere una oportunidad de reconectar con su hija, debía hacerlo. No desaprovechara esto. Se levanto y camino hasta estar frente a ella, "no pediré que me llames padre", al ver su ceño fruncido no pudo evitar sonreír. Recordó cuando él llegó hacer lo mismo cuando era un niño, "pero quiero que me des una oportunidad. Entre semana deberás ir a Versalles, tu deber será estar al lado de la princesa. Protegerla y ser su confidente, por las tardes vendrás aquí"

"Quiero a mi familia", insistió molesta, "no quiero cuidar a la persona que me separo de ellos"

"Oscar", le dijo con seriedad a la chica, "se que estas molesta. Lo siento, en parte es mi culpa", al ver como iba a replicar le puso una mano en el hombro, "¿sabes lo que sucede si alguien rechaza la petición del rey?"

"Si", bajo la mirada, "pero no es justo. No quiero que le pase nada a mi familia"

"Nada en esta vida es justa", dijo con un suspiro, "solo nos queda salir adelante. General", miro con seriedad al abatido hombre, "ya que Oscar deberá estar en Versalles entre semana, por la distancia deberá dormir aquí", al ver como iban a hablar, una molesta y el otro alegre, "pero", subió un poco el tono de voz, "el viernes, apenas termine con sus deberes, será libre de ir con su familia. En cuanto a los días libres, se turnaran entre pasarlos en la mansión o con los Saissons, pero usted, si en verdad quiere reconectar con su hija, debe estar presente con ellos. Puede comprar o alquilar un lugar dentro de París, pero Oscar es libre de quedarse con las personas que considera familia", hace una pausa antes de añadir con una sonrisa, "¿les parece este trato?"

"Supongo", murmuro con cierto alivio la rubia.

"Si", dijo con recelo el general. No quiere convivir con plebeyos, pero no puede desaprovechar la oportunidad de estar con su hija, "¿les parece bien si pasamos a comer?", al verlas asentir las guio al comedor.

Fue una comida tensa. Oscar no le dirigió la palabra al general. Apenas contesto a la condesa. Bufo al no salirse con la suya, la condesa había traído la maleta que "había olvidado". Si, es muy lista. Cuando la condesa se despidió, la abrazo con fuerza. Le pidió que saludara a su familia y le dijera que los vería el viernes. Cuando quedó a solas con el general, se vio obligada a seguirlo a su antigua habitación. Fría. Nada comparada a su hogar. Dejo caer la maleta en el suelo. Lo ignoró hasta que se fue. Es apenas Lunes. El viernes será una tortura. Se quejó antes de lanzarse a la cama. 

Chapter 26: Incluso en lo malo, hay algo bueno

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Oscar se levanto sin ánimos, no pudo dormir en la cama, era demasiado suave y se hundió varias veces. Casi se asfixia. Termino durmiendo debajo de la cama. Se sacudió el polvo antes de ponerse el uniforme blanco. Escogido por la causante de su desgracia. Bufó molesta al ver su reflejo. Ojala la princesa se aburra de tenerla cerca. Sonrió, quizás si la aburre pueda volver con su familia. Pero...su sonrisa vacilo, tiene miedo de ser la causante de alguna represalia contra su familia. Un toque en la puerta la hizo bufar, termino de ajustarse las botas antes de abrir la puerta, al ver quien era rodo los ojos.

"Vamos, necesitas desayunar algo antes de irnos"

"¿Vendrás?", enarco una ceja con molestia.

"Si, tengo pendientes ahí"

"Aja", murmuro sin creerle.

Si el encuentro de ayer fue incomodo, el desayuno fue apenas pasable. Al ver como su hija se veía incomoda con su presencia dentro del carruaje, el general le aseguro que a partir de mañana ella iría sola. Omitiendo la visita, ciertamente incomoda, con la familia que la acogió en París. Lo hace por ella, se dijo con pesar. La chica, perdida en sus recuerdos, no se dio cuenta que habían llegado. Bufó al ver las puertas doradas. Su descontento aumento al ver el interior del palacio. Tanta riqueza desperdiciada. Frunció el ceño al pensar cuántas familias podrían vivir mejor si la nobleza ayudará. A regañadientes saludo con cortesía al rey, quien, tras despedir al general, le presento a su "querida amiga". La condesa du Barry. 

"¿No es una lindura?", le dijo con una falsa sonrisa. 

"Sin duda lo es", coincidió el rey, "ahora, ven, es tiempo de llevarte con la princesa"

"Por supuesto, majestad", mascullo con falsa alegría.

No quería estar aquí. Menos con la princesa. Si ella no... dejo escapar un suspiro. Ignoró la mirada de du Barry y de las damas de la corte. Siguió al rey en silencio. Caminaron por varios pasillos antes de llegar donde estaba la princesa, quien, al verla, sonrió. ¿Acaso tiene magia o algo? Se pregunto confundida al sentirse atrapada por su sonrisa. Extraño. 

"¿Te llamas Oscar?", le preguntó con una sonrisa en cuanto el rey las dejo solas.

"Si", murmuro algo incomoda. 

"¿Por qué estabas con la condesa? ¿No deberías estar con tu padre, el general? El rey menciono que te perdiste o algo así hace unos años. Nadie te encontró. Muchos insistieron en dejar de buscarte pero tu padre no se rindió. ¿Por qué te fuiste?"

"Bueno...yo...", desvió la mirada. No quería decir nada sobre su familia, temía por su seguridad y, no considera al general como su padre. Respiro profundo, igual necesita contestar. Quizás no a todo pero... "yo estaba bien en París", sonrió con tristeza, "y trabajaba ayudando a la condesa"

"¿Y tu padre?"

"Prefiero evitar ese tema, princesa. Si le parece bien"

"Entiendo", le dijo apenada. De la nada, su sonrisa volvió, "¿te gustaría ser mi amiga Oscar?"

"¿Su amiga, princesa?"

"¡Si! ¡Por favor acepta señorita Oscar!"

"Esta bien", trago saliva cuando la abrazo con fuerza, "pero solo dígame Oscar, princesa"

"Bien", sonrió tras soltarla del abrazo, "¿por qué llevas nombre masculino?"

"El general quería un heredero, solo tuvo hijas. Decidió criarme como un niño", dijo encogiéndose de hombros.

"¿Y eso no te molesta?"

"No, la verdad ya me acostumbre"

"¡Fascinante!"

El resto del día se la pasaron en la habitación. Charlaron por casi una hora, cuando llegó el tutor de cultura o algo así. No le prestó atención. Fue aburrida la clase, al menos le permitieron leer un libro. Estaba por la mitad de otro capítulo cuando anunciaron que la comida estaba lista. Creyó poder escabullirse un rato pero, como si leyera sus pensamientos, la princesa la tomo del brazo, insistiendo en comer junto a ella. Resignada, se vio obligada a comer al lado de la princesa y de la aristocracia. A diferencia de la princesa, ellos la hacían sentir incomoda. Sus miradas frías, calculadoras y burlonas. Logró mantener el control al pensar en sus hermanos. El fin de semana parece eterno. Comió sin mucho animo, ¿por qué la mayoría debe pasar hambre cuando un puñado vive con excesos? ¿Por qué no pueden desprenderse de un poco de sus riquezas o, al menos, bajar los impuestos? 

Apenas la princesa terminó, la siguió, teniendo excusa para alejarse de las bestias con ropas caras. Nunca ha jugado a las cartas, si, llego a ver a los mellizos y Alain jugar un par de veces. Solo no le atrae, supuso. Las cartas llevan a apostar y eso puede ser malo, a la larga. Al ver a la princesa triste le propuso tocar algo en el piano. Y así se pasaron un rato, antes que llegaran por ella para las lecciones de etiqueta. La acompaño, debiendo aguantar la risa al verla hacer muecas a su tutora. Cuando la clase terminó, para su suerte, era hora de irse. Se despidió de la princesa y, aún si no quería, se fue a a la entrada donde el general ya la estaba esperando. Enarco una ceja al ver a un chico a su lado.

"Oscar, me gustaría presentarte al hijo de un amigo. Victor Clement de Girodelle"

"Un gusto conocerle, señorita Oscar. He oído mucho sobre usted", le dijo con una sonrisa boba.

"Si, gracias. Supongo", murmuro incomoda.

"Con su permiso", se despidió de ambos, “espero verla entre mis deberes, señorita Oscar. Le aseguro que seremos buenos amigos”

Tuvo que abstenerse a rodar los ojos. Apenas lo vio alejarse se subió de inmediato al carruaje. Se cruzo de brazos. Hay algo en él que la incomoda, aunque no de la misma manera que esas bestias dentro de las paredes del palacio. 

“¿Tuviste un buen día?”

”Aja”

”¿Prefieres cabalgar o venir en carruaje?”

”Cabalgar”

”Muy bien”, dijo con calma. Va tomar un tiempo antes de ganar su confianza, “Irás en César”, al verla arquear la ceja añadió con una sutil, muy sutil, sonrisa, “fui a recogerlo. Y también tuve una charla con la señora Soissons”

”Mamá”, murmuró con un hilo de voz.

El general respiró hondo. Un paso a la vez, “la condesa ya le había comentado lo que discutimos ese día y…eh, bueno, digamos que tuvimos una charla. O algo así”

”Si le haces algo…”, lo fulminó con la mirada.

”Descuida”, sonrió de lado, “un chico con paliacate se encargó de darme esa charla”

”Alain”, sonrió. Su hermano estaba en todo. De repente se tensó. A esa hora debía estar todavía en el taller, “¿estaba en casa?”

”Si”

De ahí nadie habló. Uno pensando mil maneras de cómo ganarse el afecto y confianza de su hija. La otra teniendo que la situación económica pueda empeorar. Solo puede esperar que su familia y amigos estén a salvo. Dinero. No sabe cuánto le van a pagar pero, de algo está segura, verá la manera de ayudar a los suyos. 

Chapter 27: Busquemos un punto medio

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Desayunaron en silencio, incluso la pequeña Diane no tenía ganas de comer, hay una silla vacía en la mesa. André suplicó porque le permitieran quedarse, si bien nunca le cayó bien el general, no piensa perder la oportunidad de reclamarle por lo que le hizo a su...es decir a Oscar. Desliz notado por su madre y hermano, quien le sonrió con tristeza. Al pasar por el mercado, vieron a Lasalle, quien les preguntó si Oscar esta bien, le dijeron que sí, la verían el viernes. Tras lo cual el chico sonrió antes de seguir haciendo el mandado. 

No tardaron mucho en llegar, ya los estaba esperando. Diane entró corriendo para jugar con Rosalie, para sorpresa de todos, Jeanne les pidió que le dieran a Oscar un dulce. Adriana lo guardo, le aseguro que se lo daría a su hijo. La chica asintió, le dijo a su mamá que ya dejo lista la comida y salió. Nicole les dijo que, desde ese día, su hija ha estado actuando diferente. En el buen sentido. Ya no discuten, no tan seguido al menos, la ha estado ayudando más en la casa y con el trabajo de lavar la ropa. ¡Incluso ha estado buscando trabajo como sirvienta en algunas casas de comerciantes! Eso si los sorprendió, sobre todo a Alain. 

"No quería molestarte Nicole", le dijo apenada, poco antes de irse.

"Descuida", sonrió con tristeza, "no imagino lo que deben estar pasando. Pueden estar aquí hasta que él se vaya"

"Si", vio de reojo a su hijo, "aunque hubiera preferido que tu tampoco estuvieras presente"

"Pero mamá, no quiero dejarte sola con ese cara de cabra"

"Alain", lo regaño, "no puedes expresarte así de la gente"

"Pero es verdad" , se quejo cruzado de brazos, "por su culpa y de la austriaca nos la quitaron"

"No del todo", murmuro con tristeza, "al menos aún podremos verla"

"¡Solo unos días!"

"Hijo", le puso una mano sobre su hombro, "¿cómo crees que me siento? ¿Cómo crees que se sienten tus hermanos? No podemos hacer nada contra una orden del rey"

"Lo sé"

"Vamos, no debe tardar en llegar"

Madre e hijo empezaron su camino a casa. Era mejor que los chicos no estuvieran presentes. Diane es muy pequeña para entenderlo y no quería poner más triste a André. Estaban por subir las escaleras cuando escucharon el sonido de un carruaje, ignoró el insulto de su hijo, antes de hacerle una seña al general para que los siguiera. Se sentaron en la sala. Adriana de Soissons no dejaba de fulminar con la mirada al hombre frente a ella. Si las miradas matarán, bueno, el general ya estaría muerto. Junto a ella, con una mirada llena de irá, su hijo no dejaba de lanzarle miradas de muerte al hombre.

"Bueno, supongo que podemos compartir la custodia", mascullo tenso. 

"Si por mi dependiera, no dejaría que se acercará a mi hija. Pero las cosas sucedieron", mascullo con molestia.

"Le recuerdo que es mi hija biológica. Es mi sangre", frunció el ceño.

"¡Oh, ahora resulta que es el padre del año!", exclamó con furia el chico, quien se paro de un salto. Lo señalo con el dedo, fulminándolo con la mirada con una mezcla de ira y asco. "¡No tienes derecho de llamarte padre!"

"¡No me faltes el respeto mocoso!", reprendió volviendo sus manos en puños. Tiembla por enojo y culpa, porque en el fondo, aún si le cuesta aceptarlo, sabe que es verdad.

"Suficiente", la voz calmada y molesta los hizo callar, "no permito que le hables así a mi hijo", señalo al general, "tiene razón. Obligaste a una niña a seguir un camino lleno de peligro. ¿Has pensado en lo que podría sucederle en el ejercito o dentro de Versalles? Estará expuesta a peligros, intrigas, celos, calumnias, y esas cosas. No es un ambiente sano para una niña", luego miro a su hijo, "Alain. Eres un hombre ahora. No podría pedir mejor hijo", con una sonrisa triste añadió, "pero no podemos hacer nada contra un mandato del rey. Tu hermana es fuerte. No la vamos a perder"

Nadie hablo. Era cierto. No podían hacer nada contra un decreto real ni podían alejar a Oscar de ellos. Con eso en mente, Alain, a regañadientes, pensando en su familia, le prometió a su mamá que trataría de tolerar al general. A su vez, el general les aseguro que no los va a separar de ellos, incluso les propuso que el viernes llegarán a la casa a comer. Adriana dijo que lo pensarían, antes de ir a buscar algo en la cocina. Momento que aprovecho el joven para ponerse delante del general.

"Te lo advierto cara de cabra", mascullo con los puños temblando por la ira contenida, "le haces algo a mi hermanita o a cualquiera de mi familia y amigos, y no la cuentas. ¿Quedó claro?"

"Si", mascullo con molestia, "pero, dime, ¿qué puedes hacer tu?"

"No me importaría ir a la cárcel si es por ellos", le dijo con una sonrisa burlona, "así que, más te vale no hacerle nada. Porque eso sería lo último que harás. Conozco más de un lugar donde podría dejar tu apestoso y..."

"¿Pasa algo?", preguntó Adriana con una bufanda en la mano.

"No", dijo con una sonrisa traviesa, "solo estábamos charlando, ¿no es así, general?"

"Si", mascullo entre molesto y divertido. Tiene agallas, no lo duda.

Notes:

No pensaba mostrar como fue la charla entre los soissons y el general pero, la verdad, creo que es necesario. Con respecto a Jeanne, ¿han escuchado el de no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes? Bueno, algo así paso.

Chapter 28: Charlas y planes

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Ha sido la peor semana de su vida. Más bien, el inicio, porque, en vez de poder tenerla a su lado todos los días...solo el fin de semana podrá verla. Y para complicar el asunto, esta sin trabajo. Ahora no tenía el taller para distraer su mente. Por las mañanas, junto a su hermano, ayudan a su madre con la ropa. Casi siempre en casa de la señora Nicole. Vaya sorpresa el darse cuenta del cambio de actitud de Jeanne, quien, por tercera vez, le confeso que extraña a Oscar, y le gustaría poder disculparse con ella.

Si, al final se entero de su naturaleza. Al igual que el resto de sus amigos. Como hoy su madre les dijo que iba a disfrutar del día con su amiga, llevando a Diane para jugar con las hermanas, él decidió pasar el día con Lazalle, ya que su hermano estaba con los mellizos, quizás viendo lo del uniforme. A la hora de comer llegó Bernard, quien salió temprano de la escuela. Los tres decidieron pasar un rato afuera. 

“¿Como estas?”

”Fantástico”, masculló sin dejar de ver el atardecer.

”Amigo, no imagino el dolor que has de estar sintiendo. Lo siento"

"No te disculpes Bernard", suspiro con tristeza, "nadie tiene la culpa"

"Si de culpar se trata", mascullo con molestia Lazalle, "es la austriaca", al ver como se le quedaron viendo se encogió de hombros, "eso dice tu hermano"

"Lo sé", frunció el ceño. Molesto con la austriaca. Fue su culpa que Oscar... y al mismo tiempo, esta molesto consigo mismo. 

"Hablando de Alain, ¿siempre si se enlisto?"

André solo asintió a su mejor amigo. Cuando el taller cerró, su hermano y los mellizos decidieron enlistarse en la guardia francesa. Salario estable, quizás no mucho, pero podían darle carne a sus familias. Unos soldados les dijeron sobre el acuerdo dentro del cuartel en ambas compañías. Tenían un calendario para decidir a quien les tocaba y cuánto de carne.

"Empieza su servicio en tres semanas. Yo también quería enlistarme pero..." 

"Alguien debía cuidar a tu madre y hermana"

"Si. No podíamos dejarlas solas pero, no se lo digan a Oscar, si queremos hacer un cambio necesitamos más dinero"

"¿Crees que no alcanzará con lo que le estén pagando?", pregunto Bernard.

"No se cuánto le vayan a pagar, pero se lo que querrá hacer con el dinero. Y se que apenas podría alcanzar para una pequeña parte de París. No hablemos del resto de Francia"

"Un paso a la vez, amigo. No podemos tapar el sol con una mano"

"Escuche que hacen fiestas casi todas las noches", dijo el pequeño Lazalle, recostándose en el suelo. "Si tienen tanto dinero para hacerlas, ¿por qué no pagan impuestos como el resto?"

"Porque la mayoría de los nobles son una basura", se aclara la garganta, "Oscar y la condesa de Bordeu son excepciones"

"Si"

Cuando el sol terminó por ocultarse los chicos se despidieron. Era tiempo de volver a casa. Las calles habían perdido su brillo, ya no las encuentra emocionantes. Pasando por el mercado se encontró con Gerard, recargado en una pared, cabizbajo. Se acerco para preguntar como lo esta llevando, sabe que Oscar y él llegaron a ser buenos amigos. Antes de irse le preguntó si podían reunirse el sábado. Si, todos extrañaban a su...es decir, a Oscar. Camino con las manos dentro de sus bolsillos, siente como su pecho se estruja al ver el lugar faltante en el establo. Acarició a su caballo, quien también lamenta la falta de dos miembros de la familia. 

"¿Hijo, cómo sigues?"

"Bien", murmuro con una sonrisa forzada.

Adriana lo abrazo. Si alguien sufría más la ausencia de Oscar, era él. Le sirvió la comida, asegurándole que sus hermanos ya habían comido y estaban dormidos. Alain quería ir al mercado temprano para buscar unas cosas, harían una comida con los amigos. Eso le regreso la sonrisa y comió con rapidez. No puede esperar para verla.

No pudo dormir de la emoción. Se despertó varias veces en la madrugada, casi recibe un golpe con la almohada, cortesía de su hermano. Aprovechando su exceso de energía, se adelantó con el desayuno, leche diluida, pan y algo de fruta. Charlaron animadamente. Diane no dejaba de preguntar a qué hora llega su hermana.

Pronto, le dijeron. No podían culparla. Todos estaban igual. Cuando Alain le preguntó si quería acompañarlo al mercado, aceptó. Diane les dijo que ella podía ayudar a recoger y limpiar la mesa. Crece muy rápido. Murmuró a la par con su hermano. Se despidieron, para nada hicieron unas carreras al mercado, bueno, si. Fue divertido. Al final ganó. Pero cree que su hermano lo dejó ganar. Igual le sacó la lengua con burla.

“¿Hoy llega, cierto?”

”Si”, dijeron a la par.

”No puedo esperar!”, exclamó con alegría Gerard. Sacó un pequeño saco y se los dio, “vamos, no lo rechaces”

”¿No te va a regañar tu tío?”, preguntó André al ver con asombro el interior. Esos chocolates son caros.

”No”, le aseguró con confianza, “le pedí permiso. También de salir temprano, para poder llegar a tiempo. ¿A las cinco, no?”

”Si. Por eso pasamos por unas cosas que faltan”

“Bueno, no los entretengo más. Los veo al rato”, se despidió para atender a una joven pareja.

Andre y Alain sonrieron al tener ya todo. Regresaron a casa, su madre ya estaba sacando el pan recién horneado. Debían apurarse, en un par de horas ella estaría con ellos. Su Oscar…

Chapter 29: Mi familia es mi prioridad

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Alain despertó con un terrible dolor de cabeza. Si, quizás no fue buena idea retar a los mellizos. ¡Par de bribones! Se quejó llevando una mano a su cabeza. Olisqueó su ropa, ¡qué horror! Se tambaleó al pararse, menos mal había traído un cambio de ropa. No podía ver a su pequeña hermana en ese estado. Dos semanas. Es la segunda semana desde que la alejaron de ellos. El segundo fin de semana que vuelve a ellos. Dejó escapar un suspiro, preguntándose si esto será más fácil con el tiempo, o, al menos, no tan doloroso.

Pateo con burla a sus amigos. Ya se la pagarán en otra ocasión. Se dio un baño, tan rápido que se le volvió calentar el agua. No importa. Solo quiere llegar a casa. Hoy iba a llegar antes, al parecer habría un evento en Versalles, evento que su hermana no quiso asistir. Bien por su ricitos. Así tienen más tiempo con ella. Ya arreglado, se despidió de la mamá de sus amigos y se fue como alma que lleva el diablo a su casa. 

“¿Cuánto bebiste hijo?”, le preguntó con una mezcla de preocupación y diversión.

”No mucho madre”, murmuró jugando con su paliacate, “los mellizos quedaron peor”

”Me imagino”, le sirvió el desayuno, “vamos. Come un poco, no ha de tardar en llegar tu hermana”

”¿Diane ya despertó?”

”Si, esta con André. Le está leyendo un cuento”

”¿Te ayudo en algo?”

”No, ya tengo todo listo”

Alain se ofreció a limpiar la cocina. No tardo mucho. En eso siente un peso, sonríe al ver su hermanita.

”¿Oscar viene hoy?”, preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.

”Claro que si pulga”, le dice alborotando su cabello.

Diane lo abrazó antes de ir a buscar un poco de fruta. La puerta del cuarto se abrió, André salió con las manos atrás de la nuca, se nota el esfuerzo que hace por no reírse de él. ¡Ah pero ya lo llevará a una taberna a beber cuando sea el momento!

”¿Qué tanto tomaste anoche?”, su sonrisa burlona es contagiosa.

”No mucho, manzanillo. ¡Debiste ver a los mellizos! ¡Les gané!”, exclamó con orgullo.

”Bueno, ¿Qué esperabas? Si incluso sin tomar hacen de las suyas”, se encogió de hombros, “es como tú con las mujeres. Sigue así y Oscar no dudará en pegarte un cartel, algo como no te metas con mi hermano y eso”

“El que tendrá un cartel es otro. ¿Desde cuando sientes algo por ricitos?”

”¡No digas tonterías!”, exclamó nervioso.

”Se te nota manzanillo. Incluso mamá se ha dado cuenta”, se le escapa una pequeña risa, “pero espérate a que sean más grandes. Sigue siendo mi hermanita”, le guiñó el ojo.

André se alejó murmurando algo sobre ya se las pagará. O algo así. Casi no se le entendió. Poco más de una hora, el sonido familiar de un caballo les dio una inmensa alegría. Tuvieron que evitar que Diane saliera corriendo, la vez pasada casi se tropezó en la escalera. Apenas se abrió la puerta, la niña se escabulló del abrazo de su madre para estrellarse con su hermana, quien casi se cae de espalda. 

"¿Qué tal estuvo tu semana ricitos?", le pregunto con una sonrisa mientras le quitaba a la pequeña de encima, "¿te dio problemas la austriaca?"

"Algo así", murmuro cansada, "no es mala", le saco la lengua cuando rodo los ojos, "pero actúa como una niña, bueno, incluso una niña se comporta mejor. Es... terca. Quisquillosa"

"¿Por la amante del rey?", le susurra al oído, una vez que Diane fue a buscar algo al cuarto. Al verla asentir la abrazo, "mientras no te cause problemas , me da igual su pelea de gatas"

"¿Tienen gatos en el palacio?", preguntó con una sonrisa la pequeña, quien tenía un libro en sus manos.

"No", murmuraron aguantando la risa.

El resto del día, se la pasaron charlando. Después de comer, quizás eso hace más fácil para Oscar aguantar estar lejos de su familia, han comido mejor. No solo por el pago de su salario, sino la condesa, aún apenada por lo sucedido, se ha encargado de persuadir más al rey y ahora los restos de los banquetes se dan cada dos días. Y lo que falta lo pone ella, así, al menos los niños, ya no pasan hambre. Un paso a la vez. Un paso a la vez. Disfrutaron de jugar con sus amigos, quienes no paraban de preguntarle a Oscar como esta, animándola a decirles si alguien le causa problema. Si, aún si eso pasa, no lo diría. No quiere que se metan en problemas.

Ya estaban por regresar a sus casas, cuando Jeanne se acerca con un dulce, Oscar, animada por sus hermanos, lo acepta. Aún es difícil confiar en ella pero quiere intentarlo. Todos merecen una oportunidad. O eso dicen los libros. Alain, para su mala suerte, siente que el fin de semana pasa muy rápido. Daria cualquier cosa por un día más. Sn darse cuenta, el lunes ya había llegado. Diane, aún no acostumbrada del todo, tuvo que ser retenida por Alain para que André pudiera despedirse. Oscar, con los ojos nublados, prometió que el viernes llegaría en un parpadeo. Los lloriqueos de Diane rompieron el silencio. Una semana más. Y, para variar, es la última semana que le queda antes de entrar al cuartel.

Chapter 30: Disputas infantiles

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Ya había pasado dos meses en palacio. Fue una tortura. No por la princesa, a decir verdad, no es mala. Infantil, sin duda. Para su sorpresa, es muy amable y se preocupa por quienes le importan pero, frunció el ceño, también es muy ingenua. Si sigue en ese plan, podría llegar a provocar una disputa entre países. Todo por influencia de tres de las hijas del rey con respecto a la condesa du Barry. Si bien ella no le agrada, es consiente de su poder sobre el rey y eso podría causar una guerra. Y la guerra es alejar a las familias, el hambre aumentaría, igual que los impuestos.

Ha intentado convencer a la princesa de que le dirija la palabra. Solo un hola. Y no volvería hacerlo. ¡Solo una vez! Intento convencerla de diversas maneras. ¡Oh, vaya que lo hizo! ¡Pero es tan necia como una potrilla! Por decirlo de algún modo. Y sino fuera suficiente, extraña a su hermano, quien ya esta en el cuartel. Y como es nuevo, tuvo que esperar un mes. Por suerte, los días de visita son los sábados así que mañana podrán visitarlo. Dejó escapar un suspiro cuando llegó a los establos. Agradeció al mozo por cuidarlo, es de los pocos que le caen bien. Galopó hasta Paris. Saludo a los vecinos antes de guardar a César junto a Magnus. Los acaricio y subió los escalones de dos en dos. 

"¡Hermana!", exclamó la pequeña Diane saltando a sus brazos, "¡Me extrañaste!"

"Por supuesto que sí", le dijo con una sonrisa. Quizás la única parte buena de entrenar con el general, aún no le dice padre, es que ahora es más fuerte. Le dio un beso en la frente, "¿comieron?"

"¡Si! Ayude a mamá"

"¡Esa es mi hermanita!", miro alrededor, "¿y mamá?"

"Fue a visitar a la tía Nicole"

Antes que pudiera decir algo más, alguien la abraza por la espalda, río al reconocerlo. Le dio un ligero golpe en el hombro, si, fue a quien más extraño. Su corazón late rápido cuando la abraza, no entiende bien por qué, es, es extraño. Le preguntó si tenía hambre, ya estaba yendo a la cocina pero lo detuvo. Un cosquilleo le hizo retirar su mano de la suya. Murmuro una disculpa, la princesa insistió en que comiera con ella. Desvió la mirada, le hace sentir incomoda la cantidad de alimentos que desperdician cuando el pueblo esta hambriento. André, tan tierno y comprensivo, le dijo que no es su culpa, no esta en sus manos. La abrazo, un gesto tan reconfortante que la ayudo a calmarse.

"La condesa vino hace dos noches"

"¿En serio?", pregunto con una ceja levantada, "no la he visto esta semana"

"Siente eso, pero es que no se lleva muy bien con du Barry", dice entre risas, "suelen evitarse"

"La entiendo. Esa mujer da mala espina. La semana pasada creí que tendrían un duelo. Lo bueno es que no paso nada", suspiro, "si tan solo Antonieta fuera como la condesa", se sentó en el sofá. Su amigo la imito.

"Tranquila", le dijo con una sonrisa, "apenas ha pasado dos meses. Esta en otro país, lejos, muy lejos de casa. Dale un mes más y sino...bueno, ya pensaremos en algo. Te lo prometo"

El resto de la tarde, como hacía buen tiempo, decidieron enseñarle a Diane a montar a caballo. Se lo prometieron el fin de semana pasado y, como dice su madre, una promesa se cumple. Era casi la hora de cenar cuando llego su mamá, quien abrazó a Oscar hasta casi dejarla sin aire. La colmo de besos, alegando que siempre será su bebé. A pesar de fingir que eso le molesta, la verdad era muy notoria, le encanta sentir su amor. Les contó de su semana durante la cena, omitiendo un pequeño detalle, uno que quizás le cuente a Alain. Siempre sabe que hacer. Apenas salió el sol, decidida a darles una sorpresa a su familia, corrió al mercado, donde saludo a Gerard, prometiendo pasar en la tarde para jugar un rato. Compro lo que le faltaba y regreso a su casa. Entro de puntillas, no quería despertarlos. 

Tomo la mezcla de la harina, moldeo el pan en diversas figuras, no eran como los hacían en la cocina del palacio, pero no estaban tan mal. Si, quizás lo mejor de que no se le permita, por suerte, estar presente cuando la princesa tiene sus cambios de ropa, ¡¿por qué diantres alguien necesita tener entre cuatro o cinco mudas de ropa al día?! Se encogió de hombros, eso le permite escabullirse en la cocina para aprender nuevas recetas y trucos. Pronto el pan quedo en el horno. Ya podía sentir el aroma. ¡Seguro les va a encantar! Debía darse prisa, no por nada se estuvo levantando en la madrugada. Vio las piezas ya listas, esas eran para su familia. Las acomodo en la cesta y la puso en la mesa.

Agarro la papa, no esta muy segura de eso, no lo llegó a ver como lo preparaban pero, según Dylan, uno de los cocineros, la papa con queso sabía muy rica. Con cuidado la partió dos papas en trozos pequeños, los dejo caer en la sartén y, tras unos pocos minutos, le añadió el queso. El olor no esta nada mal, casi se le hace agua la boca. Casi. Dejo los platos, vasos y cubiertos en la mesa. Camino de puntillas, abrió despacio la puerta y saco los dulces que trajo. Si, como se lo dijo a su hermano esa vez, la princesa no es mala, pero si ingenua. Y terca. Sacudió su cabeza, ya pensará en algo. Dejo los dulces en la mesa, excepto seis, ya que esos eran para su hermano y los mellizos. 

Volvió a la cocina. Ya con el desayuno listo, dejo todo en la mesa. Estaba guardando los panes que llevaría al cuartel, no sabía si alcanzaría para todos, pero, quería darles algo, cuando su mamá entra a la cocina. Le preguntó por que no la despertó, podía haberla ayudado. Jugando con sus dedos, le dijo que quería hacer algo por ellos y quería dejarlos descansar. Su madre, con lágrimas de felicidad, la abrazo con fuerza. No tardo mucho para que André y Diane despertarán, el primero por el olor de la comida, y la segunda por la falta del calor de su madre. Disfrutaron del desayuno. Apenas terminaron, Oscar y Diane comenzaron a recoger la mesa, mientras su madre se iba a cambiar. André, quien solo se puso una camisa limpia, alegando que su pantalón no estaba mal, se ofreció a darle una barrida a la casa.

Una hora después, ya todo el mundo cambiado, se encontraron con la condesa, quien, había venido por ellos en el carruaje. Le agradecieron el viaje, a lo cual ella les dijo que el cuartel le iba de camino. Oscar sonrió, sabía que lo hizo por ellos. Esperaron unos minutos y, sin poder evitarlo, se abalanzaron a Alain en cuanto lo tuvieron de frente. Abrazos y risas inundaron el patio. Los soldados que estaban cerca sonrieron, son pocos los que tienen la fortuna de tener una familia unida. 

Chapter 31: El otoño está a la vuelta de la esquina

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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El verano pasó rápido. Las dos semanas que Oscar estuvo con ellos se esfumaron en un instante. Casi no se separo de su lado, incluso ignoró al general cuando, el cara de chivo, como le dice Alain, se le ocurrió venir una tarde a comer. Si, tuvo suerte que su hermano estuviera en el cuartel o no la cuenta. Lo curioso fue que no se comporto como recordaba. Parecía triste... ¿realmente cambio? ¿No estará fingiendo? El chico dejo escapar un suspiro, recostado en la litera con los brazos cruzados atrás de la cabeza, los extraña. Siente que el cuarto es demasiado grande cuando no están. 

Y, si eso no fuera suficiente, la austriaca cada día lo pone de nervios. ¡¿Qué tan difícil es decir un hola a una persona?! Es desesperante. Bajo de un salto, estirándose con pereza. Cuando salió del cuarto, un dulce aroma lo recibió, chocolate caliente. Se le hizo agua la boca, seguro la condesa se los volvió a traer. Es buena persona. Saludo con un beso a su madre y a la pequeña Diane, quien ya estaba a casi nada de terminar su taza. Tras limpiar todo, fue a encargarse de Magnus. Le dio un bocadillo extra, si, echa de menos a su hermano. Incluso cuando le escondía las manzanas. Era muy creativo. Sus escondites... aún no puede creer que se las haya ingeniado para esconderlas entre los juguetes de su hermanita. 

"¿Irás a ver a Bernard?"

"Si, madre. Dijo que hoy saldrían temprano de la escuela"

"Ten cuidado", le dijo mientras le aseguraba la bufanda.

"¿Cuándo no lo he sido?", se despidió con un beso.

Saludo a Gerard de camino a casa de su amigo, quien le pregunto como estaba Oscar y si ya se había arreglado la pelea entre la austriaca con la favorita del rey. Con pesar le dijo que no, que todo seguía igual. Casi llegaba a casa de su amigo cuando lo sorprendió por detrás. No se asusto. Bueno, un poco. Se sentaron en el sofá, su madre había salido y no volvería hasta el anochecer. Leyeron un poco hasta que le pregunto del asunto con Oscar y la pelea de gatas, como lo apodo Alain una vez.

"Sigue siendo necia", farfullo dejando el libro a un lado, "Oscar no ha podido convencerla de dirigirle un simple saludo"

"Necesita un soborno", murmuro poniendo una mano en su barbilla, "quizás"

"¿Quizás?"

"No dijo Oscar que la austriaca quería ver París o algo así"

"Si, varias veces. Dice que esta aburrida de estar dentro del palacio, ¿por qué? No es como si tenga algo que ver"

"Quizás si, podría persuadirla para que le diga un saludo. Solo uno. Y si lo hace, bueno..."

"¿Qué?"

"Podría llevarla a escondidas a París", al ver el rostro incrédulo de su amigo añadió con torpeza, "es solo una idea, amigo. Se ve que es alguien muy mimada y solo responde si algo le gusta"

"Sería arriesgado", murmuro dejándose caer al respaldo, "no quiero que se meta en problemas"

"Algo rápido", de repente, una idea vino a su mente. Se levanto de golpe, "¡el festival!"

"¿Qué tiene que ver?"

"Bueno, hay mucha gente. Y es un día cuando en palacio, o eso nos dijo Oscar, donde los soldados descansan ya que la mayoría de los nobles se van a sus casas por unos días. Podríamos ir por ellas. Que la austriaca se relaje un rato y ¡zas! Las regresamos y no pasa nada"

"No lo sé"

"¿Tienes una idea mejor?", al verlo negar insistió, "No perdemos nada con proponérselo"

Notes:

Quiero agradecerles :) la primera parte esta por terminar. Estaba pensando en tres o cuatro partes en total. Aun no lo sé pero ahi veo :)

Chapter 32: Un trato es un trato

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El festival esta por comenzar. Han planeado esto por casi dos semanas. Los mellizos pidieron un favor a un primo, quien tiene contactos entre algunos sirvientes y guardias reales de alto perfil. Jeanne, quien empezó a trabajar como aprendiz de modista, pidió "prestado" un vestido sencillo. Gerald había hecho tratos con los amigos de su tío, es decir, nadie en ninguno de los puestos los delataría sobre la "amiga" que viene de la costa. Lasalle consiguió unos zapatos del tamaño correcto.  Bernard y André las estarían esperando a las afueras de Versalles, al lado del carruaje sencillo, o, al menos el más modesto que la condesa les consiguió. Todo va a estar bien. Rogo por ello.

La verdad, no creyó que la idea del soborno funcionaría con Antonieta, si, ella insiste en llamarse por sus nombres cuando están solas.  Lo cual no es tan frecuente. Bueno, excepto con sus sirvientas favoritas, esas dos son más distraídas que una cabra. Si es que eso fuera posible. Para bien o para mal, debe cumplir con su parte del trato. No puede evitar estar nerviosa. Si la descubren... trago saliva. Su mayor preocupación son su familia. No quiere que nada malo les pase. Respiro hondo mientras se movía de puntillas, con una pequeña vela, entre las paredes del palacio. 

Según los planos que le dio su padre, frunce el ceño, aún no confía en él pero, debe admitir, a regañadientes, que esta poniendo de su parte; los planos no se lo esperaba, nunca se los pidió. Cuando la mando a llamar a la biblioteca, lo cual le hizo temer lo peor, no esperaba eso. Le explicó cual sería la mejor ruta a seguir. Así como de aprender los cambios de guardia y sirvientes. Memorizo la ruta. Levanto con cuidado la tapa, el cuál permitía ver dentro de la habitación. No vio a nadie. Toco la señal acordada. Retrocedió dos pasos y, apenas se abrió la puerta, dejando ver a Antonieta, se hizo a un lado para que pasará. Cerrando la puerta detrás suyo.

"¡Oscar!", la abrazo emocionada.

"Prin...digo, Antonieta", murmuro tratando de no mostrar cuan nerviosa estaba, "debemos guardar silencio"

"Oh, cierto. Perdona", le dijo con una pequeña sonrisa, "es que estoy emocionada por salir de palacio"

Tras asegurarle que todo saldría bien, la tomo de la mano, guiándola con destreza. Por fuera parecía tranquila. Por dentro, estaba a punto de sufrir un ataque de pánico. Apenas le puso atención a los murmullos de felicidad de la prince...es decir, Antonieta. Cuando salieron por la parte de atrás, a pocos metros de la entrada que, casualmente, estaba sin vigilancia, salieron. 

"¡Oscar!", la abrazo su mejor amigo.

"André", se sonrojo sin saber por qué.

"¡Oh, vamos!", se quejó Bernard, "dejen de estar perdiendo el tiempo", abrió la puerta del carruaje, "no podemos desviarnos del plan"

"Si", dijo con calma.

Hizo una breve presentación de Antonieta con sus amigos, pero no notó la mirada curiosa de la princesa cuando le presentó a André. Por su parte, Antonieta, quien ha leído un sin fin de novelas románticas, no pudo evitar sonreír de oreja a oreja al pensar que entre ellos había más que una amistad. Pero, al mismo tiempo, sabe que su unión esta prohibida al ser de mundos distintos. Frunció el ceño, no, no dejaría esto así. Una sonrisa juguetona cruzo por su rostro mientras se ponía la ropa. Una vez lista, abrió para que se metiera Oscar. Los chicos conducirían el carruaje. 

"Oscar, ¿desde cuándo lo conoces?"

"¿A quién?"

"Al de ojos verdes, ¿André, no?"

"Casi toda una vida, ¿por qué?"

"Parecen muy, muy cercanos"

"Somos como hermanos, bueno, más que eso. Siempre hemos estado para el otro. Alegrías y tristezas"

"Es tan tierno", le dijo con una sonrisa.

"Antonieta", murmuro con tristeza y un ligero temor, "por favor. Solo..."

"No te preocupes", la interrumpió con una sonrisa, "de mi boca no saldrá nada", le tendió la mano, "es un trato. Los amigos no se traicionan" 

"Es un trato", dijo con alivio al estrechar manos.

Charlaron hasta que el carruaje se detuvo. André les abrió con una sonrisa. Bernard solo se río al ver como intentaba actuar como sino hubiera estado ansioso por tener cerca a su Oscar, como la ha escuchado llamarla en más de una ocasión. Claro, no es como si le dijera que lo escucho. Fue un buen día, todos se divirtieron en el festival. La comida, la música y las charlas. Antonieta, miró con asombro las obras de títeres. Nunca había visto una tan sencilla y, mentiría sino se le estrechó su corazón al ver los niños. Ropa desgastada, algunos con tantos parches que, en cualquier momento, podrían deshacerse cada hilo. ¿Es esto París? 

Chapter 33: Bajo las estrellas

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Esta última semana ha sido tediosa. Aunque, debe admitir, muy divertida. Sobre todo de los chismes y, si bien estuvo preocupado por uno que otro, le alivia saber que está más cerca de reunirse con su familia. Verlos una vez por semana no es suficiente, menos cuando es por unos pocos minutos. Oh, río en voz baja al recordar ese incidente. En su tercer mes, un chico, Armand Gustave, le hizo perder los estribos. Y, si, estuvo castigado, bueno ambos, pero no ver a su familia esa semana fue lo peor. No le importaría limpiar el cuartel él solo pero, no soportará perderse su día de visita otra vez.

Quien diría que terminaron siendo buenos amigos. Pero, ¿cómo descubrió lo de Oscar?  No tenía sentido. Su hermana usaba su ropa usual, antes de irse a Versalles, de hecho, en la mansión del cara de cabra tiene una ropa, que se ve obligada a usar, y aquí, en casa, tiene su ropa. En algún punto se quedo dormido, porque fue Armand Gustave quien lo desperto, si es que a eso se le puede decir de esa forma. Lo aventó de la litera. Y como dolió. Como loco arreglo su mochila. No sin antes "jugar" con sus amigos. 

Alain esta ansioso, casi no durmió, solo estuvo pensando en ellos. Por fin, tras mucho tiempo alejado de su familia, tendrá tres semanas de descanso, por las fiestas de navidad. ¿Lo mejor? Su hermanita tendrá otro año. Buscará algo que darle, un libro, quizás. Una vez que dejó su cama tendida, colgó su mochila en el hombro y, tras despedirse de sus compañeros, corrió hasta su casa. Ignoró las burlas de los mellizos, no es como si ellos estuvieran mejor. Rio al recordar cómo habían llorado las primeras noches por volver con su madre.

Se topó con Gerard y Lasalle en el mercado, se veían nerviosos, cuando preguntó que les pasaba; tras dudar unos minutos, le dijeron que estaban buscando darle una sorpresa a Oscar. Bueno, igual el quería conseguirle algo. Prometió venir a ayudarles en dos días, primero quería pasar tiempo con su familia. Se despidió y siguió su camino. Por poco y choca con uno de sus vecinos, se disculpó sin dejar de correr. Ya estaba cerca. Brinco los escalones hasta llegar a su casa. Casi, casi, tropieza cuando la más pequeña de sus hermanas se le avienta.

"¡Alain!", exclamo la pequeña Diane. 

"¡Oh, pero cuánto has crecido!", exclamó entre carcajadas. La levantó al aire, "un poco más y no te reconozco"

Jugó con ella un rato, lanzándola al aire y atrapándola. Su risa es tan contagiosa. La bajó con cuidado para abrazar a su madre.

"¿Y yo que?"

"¡Ven acá manzanillo!", lo jaló para estrecharlo en un fuerte abrazo. 

"¡Eagwerado!", masculló entre risas cuando logró safarse.

"¿Eh? Perdona, ¿qué dijiste?", le pregunto aguantando las risas.

"¡Malo!" le saco la lengua en cuanto logró escabullirse de su abrazo.

"¿Y ricitos?", pregunto buscándola con la mirada. Al no ver rastro de ella se preocupó, "¿pasó algo?"

"No, no pasó nada hijo. Oscar está bien" , le aseguro con una sonrisa, "hoy hubo un evento en Versalles que terminará hasta entrada la noche. El general" si, aún no confían del todo en él, "mando una carta. Aseguro que mañana la traería antes del mediodía día"

"Mas le vale", se quejó cruzado de brazos, "o no la cuenta"

Cambiaron de tema por uno más ameno, navidad y, lo mejor de todo, el cumpleaños de Oscar. Debido a la situación de Paris, si bien podían permitírselo, saben que a ella no le gustaría que gastaran tanto cuando puede usarse para ayudar a la gente. Y si… en eso Alain tiene una idea. Todos están de acuerdo, aprovechando que no esta, se dividieron. Adriana, tomando la mano de su hija, fueron a avisarle a la señora Nicole, siendo una oportunidad más para una tarde de juegos para la pequeña Diane. André, quien ya se había puesto la bufanda, daría aviso a Bernard y sus amigos. Eso deja a Alain con decirle a la condesa de Bordeu y, a regañadientes, al cara de cabra, bueno, a este mañana. 

Bufó molesto. Le cae mal. Si, parece estar cambiando pero, ¡ni loco piensa permitir que le haga algo a su hermana! Dejo sus cosas en su cuarto y fue a ver a la condesa. Cuando llego con la condesa, tras contarle el plan, la vio sonreír. Le aseguro que tendría todo listo. Estrecharon las manos en señal de acuerdo. Si, lo acepta, le cae muy bien. Rechazo quedarse por unos bocadillos, pero le prometió venir un día con sus hermanos, lo cual la puso contenta, ya que aun se sentía culpable por lo sucedido en Viena. Paso a la casa de los mellizos, quienes acaban de llegar, pasaron al mercado por unas cosas para su madre. Les tuvo que repetir el plan, dos veces. Son buenos chicos pero...distraídos.

Cuando regreso a casa, la cena estaba servida. Es tan agradable volver a casa, solo faltas tú, pensó con una sonrisa. Charlaron un poco antes de repartirse la limpieza y se fueron a dormir. Un sonido lo despertó a medianoche. Manzanillo. Le puso una mano en el hombro, con cuidado lo despertó. Al ver que tuvo una pesadilla, le hizo una seña para que lo siguiera. Caminaron por los muelles, bajo el manto de la noche. Se sentaron a orillas del río. Con los pies colgando. El aire esta frío, pero les ayudo a relajarse.

"¿Pesadillas?"

"Si"

"Estoy aquí hermano. Vamos, puedes confiar en mí"

"Yo...", se limpió una lágrima con la manga de su abrigo, "tengo miedo. No quiero perderla, se que siempre les he dicho que es como una hermana pero...pero..."

"Manzanillo", le puso una mano sobre el hombre, "creo que, para este punto, la mayoría lo sabemos. Es notorio", le dio una sonrisa traviesa, "menos para ustedes dos. O, al menos para ella"

"¿No estas molesto?", le pregunto en voz baja, "se cuánto la quieres"

"Ambos son mis hermanos y, si te digo la verdad", le guiño el ojo, "no hay nadie en quien confíe más que tu"

"Gracias"

Chapter 34: ¿Qué es la vida sin algo de caos?

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Ya tenía todo empacado desde inicios de la semana. Vio con alegría la foto dentro de su colgante, como los extraña. Pasar solo el fin de semana con ellos no es suficiente. Siempre ha disfrutado la navidad pero, por mas que su madre le asegura que todo estará bien, no puede evitar sentirse inquieta. ¿Y si algo malo pasa?

Un golpe en la puerta la sobresalto. Agarró su maleta, si, lo único que le gustó de la ropa que…que su padre le ha ofrecido son esas camisas. Suaves y cálidas. De hecho, tras darles las medidas de sus hermanos a la modista, espera les guste. Solo eso le aceptó a su padre. Aunque, lo que no esperaba fue que también le ayudó a conseguirle algo a su madre, hermana y amigos. No se lo pidió. Y, aun así, lo hizo. 

Frunció el ceño. Mejor que no se le ocurra creer que puede comprarla. No, no puede! Exclamó en su mente. El toque en la puerta volvió. Respiro hondo, sabe que es él. Abrió la puerta y, un leve asentimiento, ambos se pusieron en movimiento. Cada uno iba en un caballo, solo que en el de él iba su maleta. Intento charlar con ella, y, si bien no tenía ganas de hablar, respondió un par de cosas. Quizá su madre tiene razón y en verdad está intentando cambiar pero, pero aún así es confuso. 

Apenas llegaron a los muelles, sin esperarlo, golpeó con suavidad los costados de César. Está ansiosa por llegar. Acomodo a su amigo en el establo. Y, ignorando los gritos del general, subió los escalones de dos en dos. Abrió la puerta y, al ver a su madre, no dudó dos segundos en abalanzarse a sus brazos.

“Mamá!”

”Mi pequeña”, susurró con dulzura, “te extrañé. Todos te extrañamos”

El encuentro fue interrumpido por el toque en la puerta. Madre e hija se pusieron de pie, más no se apartaron. El general les dijo que, si estaban de acuerdo, me gustaría pasar el sábado con Oscar. Tras pensarlo un poco, aceptó. Si está intentando cambiar, quizás, solo quizás, le dará una oportunidad. Apenas se fue, sus hermanos, quienes esperaban por ella, salieron del cuarto para abrazarla.

No salieron esa tarde. Querían pasarlo en familia. Al día siguiente, tras desayunar. Fueron a visitar a la señora Nicole. Jeanne, quien parecía otra persona, fue quien preparó la cena esa vez. No solo ella cambió. Al pasar por el mercado, vio más gente despreocupada. Cuando le preguntó a su hermano mayor qué pasaba, él le respondió que la condesa de Bordeu junto al general estaban brindando más apoyo a la gente. Las cosas podrían mejorar. Si, quizás si mejoraría.

El fin de semana llegó demasiado rápido. Pero lo prometió. Y una promesa se cumple. Paso por ella al medio día. La invito a un café que no había visto en la ciudad. Por lo adornado que estaba, si, supo el por qué. No está mal el sabor. Se levantó para usar el baño y, por estar distraída, chocó con un joven. Por suerte nadie salió herido. No sabe si es noble pero, como diría Alain, huele a uno. Parecía de su edad. Se presentó como un estudiante sueco. 

No pudieron dar sus nombres porque su padre le dijo que ya era hora de irse. Se despidió y siguió al general. No alcanzó a escuchar como el joven la llamó. Era casi la hora de cenar y quería disfrutar de una cabalgata con André.

Chapter 35: ¿Quienes son ellas?

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Fue una agradable cena navideña, bueno, ignorando la discusión, casi pelea entre su hermano mayor y el general. Habían invitado a sus amigos, aún si quedaron apretados, y los más chicos se ofrecieron a comer en el suelo, todos estuvieron felices. El general y la condesa les trajeron regalos, en su mayoría ropa, un par de juguetes para Diane y Rosalie, y algunos libros. Los dulces fueron repartidos entre todos. Incluso, a pesar de la negativa de Alain, le ofrecieron pasar la noche al general, quien, muy maduro de su parte, no se burlo de él. Un poco. 

Las vacaciones pasaron en un parpadeo, disfrutaron al máximo su tiempo libre. Entre cabalgar, entrenar con espadas, jugar con sus amigos por las calles de la ciudad, etc. Sin que se dieran cuenta, había pasado una semana. Y, cuando pensaron que tendrían un día tranquilo, sucedió. Estaban terminando de desayunar. Alguien llamo a la puerta. Extraño. No esperaban a nadie a esta hora. Su madre abrió y, supo que algo había pasado. La noto tensa. Enarco una ceja, confundida, al ver como dejó pasar a cuatro mujeres. Y, para ponerla más de los nervios, se abalanzaron a ella. O, lo intentaron, porque Alain se interpuso entre ella y ellas.

”Oscar… no…¿no nos recuerdas?”

”¡¿Como esperas que nos recuerde?!”, se quejó la que tenía su cabello de un tono castaño, atado en una trenza, “era muy chica cuando nos vio por última vez”

"Somos tus hermanas", hablo la mayor, o eso parecía. Tenía una voz suave, radiaba autoridad y confianza. Se acerco con cautela, ignorando la mirada del joven frente a ella, "Soy Agustina. La mayor"

"Margot", dijo la que usaba lentes, "la segunda"

"Josefa", sonrió mientras se acomodaba su trenza.

"Hortensia, era la más chica hasta tu nacimiento", murmuro con tristeza, "solía jugar contigo. No siempre, pero cuando había oportunidad"

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