Chapter Text
El camerino estaba helado.
No era por falta de calefacción, el lugar estaba bien aislado, decorado con terciopelo oscuro, velas aromáticas y ceniceros llenos de colillas a medio consumir, un lugar agradable para los miembros del grupo regularmente, sin embargo, en esta ocasión el aire era distinto, se sentía denso. Como si algo invisible flotara en el ambiente, enredándose entre los Ghouls mientras se preparaban para salir al escenario.
Dewdrop estaba frente a un espejo manchado de sombras y tiempo, ajustando los cierres de su traje con manos firmes, aunque su respiración traicionaba un leve temblor en sus dedos. El vinilo negro brillaba bajo la luz tenue, sus ojos, detrás de la máscara aún a medio colocar, estaban clavados en su propio reflejo, reflejo cuyo cual, parecía opaco gracias a la superficie desgastada.
Detrás de él, Mountain hablaba en voz baja con Air, intercambiando frases cortas y miradas cargadas de preocupación. Nadie se reía. Nadie hacía bromas. Ifrit afinaba su guitarra por quinta vez, aunque sabía que estaba perfecta desde la primera.
—¿Ya escuchaste? —murmuró Aether, apenas audible sobre el zumbido de los ventiladores—. Dicen que Sister no está contenta con Terzo. Parece que algo se está cocinando…
Swiss ascendiendo con lentitud, cruzado de brazos, como si llevara horas escuchando lo mismo desde diferentes bocas.
—He oído cosas... nombres... incluso un reemplazo —agregó Ifrit, sin apartar la vista de las cuerdas.
Dewdrop dejó de ajustar su traje por un segundo, sus dedos quedaron suspendidos en el aire, y luego reanudó el movimiento, más lento, como si de pronto todo el proceso se hubiera vuelto ceremonial. Su pecho se sentía apretado, no le gustaban los rumores, mucho menos cuando venían con el peso de la verdad mal disimulada.
Fue entonces cuando se abrió la puerta con el chirrido más teatral que pudo haber escuchado esa noche haciendo que las orejas de los Ghouls se alzarán ante el sonido,
Terzo, vestido con su traje de gala papal, maquillaje perfectamente aplicado, y esa sonrisa encantadora que siempre parecía decir: "Yo tengo todo bajo control". Su presencia llenó la habitación como un perfume denso, envolviendo a todos con una falsa sensación de calma.
— ¿Otra vez con las conspiraciones? —dijo con una risa suave, paseándose entre ellos—. ¿No se puede intentar adivinar el futuro como si fueran pitonisas de circo?
Dewdrop se volvió para encararlo, la máscara aún sostenida en su mano. —No son conspiraciones, sí Sister ha mandado a cerrar las puertas del segundo camerino, mucho menos sí ella está en el recinto desde esta mañana y no ha venido a verte.
Terzo alzó una ceja, teatrero como siempre. —Hermana siempre ha sido… intensa. Pero sin mí, no hay ritual y ustedes lo saben. Yo soy el corazón de este acto, nadie destituye un corazón así como así.
El silencio en la sala fue brutal.
Mountain bajó la mirada, Aether susspiró, Swiss lo miró directamente, por primera vez sin sarcasmo.
—Y si estás equivocado, ¿qué haremos? —preguntó Aether finalmente, su voz era un susurro grave.
Terzo no respondió al instante. Se acercó al espejo, se acomodó el cuello con dedos impecables y se observó por unos segundos eternos. —Entonces… ustedes harán historia conmigo. Oh sin mí. Pero hasta que llegue ese momento…— Se volvió hacia ellos, con una sonrisa tan segura que por un instante pareció tener razón. —Salgan ahí fuera y denles el mejor maldito ritual de sus vidas.
El reloj marcaba diez minutos para el inicio. Afuera, el público rugía como una bestia despierta y aunque todos se movieron para alistarse… la tensión no se desvaneció, solo se hundió más hondo mientras el camerino comenzaba a vaciarse. Algunos Ghouls ya estaban siendo llamados para posicionarse tras el escenario, la energía del público comenzando a filtrarse como un zumbido constante a través de las paredes. Aun así, Dewdrop se había quedado un momento más, ajustando el último broche de su traje frente al espejo, con la mirada clavada en su propio reflejo.
—Estás frunciendo el ceño otra vez, Dew —dijo una voz grave y melódica a su izquierda.
Swiss quien apareció a su lado como una sombra con brillo. Se encontraba apoyando un codo en la mesa del tocador, con la máscara ya puesta, aunque ladeada con cierto descuido intencional. Tenía esa sonrisa traviesa que siempre traía problemas junto a una energía más inquieta de lo normal, su cola se meneaba de un lado a otro como si algo lo estuviera empujando por dentro.
— Es mi cara —respondió Dewdrop, seco, aunque sin verdadera dureza.
—No, no. Tu cara de “algo malo va a pasar y voy a tener que matar a alguien”. Te la conozco —Swiss se inclinó más cerca, bajando la voz—. Es tierna, la verdad, me da ganas de lamerte la mandíbula.
Dew le lanzó una mirada lenta, decidiendose en sí valía la pena responder o simplemente empujarlo al suelo. Swiss entonces, soltó una risita y se enderezó, jugueteando con el cierre de su chaqueta.
—Relájate, gotita —continuó—. El Papa es un idiota encantador, el publico lo ama, además Sister vive disgustada desde 1969, y nosotros seguimos aquí. Esto es solo otro capítulo de la telenovela infernal que llamamos "el Clero".
Dew no respondió de inmediato. Concentrando su mirada a través de la puerta entreabierta, podía ver hacia el pasillo que llevaba al escenario. Allí, bajo una de las luces blancas del pasillo, estaba Terzo, ajustando sus guantes con movimientos estudiadamente dramáticos.
Y junto a él… Ifrit.
Pegado como una sombra. Demasiado cerca, con la cabeza inclinada como si estuviera esperando órdenes, atención, o (más probablemente) afectado. Terzo, sin siquiera mirar, le hizo un gesto con la mano como quien espanta una mosca.
Ifrit no se movió.
Eso hizo que Terzo girará, frunciendo los labios, y le dijo algo con el tono exagerado de quien está al borde de hacer una escena.
—¡Por Satán, Ifrit! ¡Vete a revisar tu guitarra o algo! ¡No necesito un maldito abrazo antes del Apocalipsis!
Ifrit parpadeó… y dio un pasito más cerca, como si eso fuera exactamente lo que necesitaba hacer.
Swiss soltó una carcajada baja y ronca, su hombro rozando la de Dew mientras ambos observaban la escena.
—¿Ves? No somos los únicos tensos. Ifrit está al borde de pedirle a Terzo que le firme el pecho —dijo, empujando juguetonamente a Dew con la cadera—. ¿Quieres apostar cuánto dura antes de que Terzo le tire algo?
Dew susspiró, pero una sonrisa contenida le curvó los labios por primera vez en toda la noche.
—No apuesto en cosas seguras.
Dew observó a Swiss un momento más, el lenguaje corporal del Ghoul múltiple más inquieto que de costumbre, como si contuviera una energía que no sabía a dónde dirigir.
—Lo que pase allá afuera, no importa. Yo me quedo contigo. ¿Si? —dijo Swiss con calma pero aún con algo de burla, intentando calmar la tensión de su compañero.
Dew lo escuchó, y por un segundo, entre las luces tenues, el eco de la música y la sensación de algo inminente. La ansiedad se volvió un poco más llevadera.
—Sí —dijo, y fue suficiente.
Una llamada de voz desde el pasillo: "¡Cinco minutos para el Ritual!"
El momento se deshizo como humo. El Water tomó su máscara, ajustándola con movimientos calculados, Swiss le dio una palmada rápida en el trasero y se fue con una risa contenida antes de que Dew pudiera golpearlo.
Ifrit seguía detrás de Terzo, que ahora sostenía un incienso en una mano y una expresión de profunda resignación.
—¡Te lo juro, Ifrit! ¡Voy a rociarte agua bendita!
...
La oscuridad detrás del escenario era espesa, apenas iluminada por luces rojas de seguridad y el tenue resplandor de las velas ceremoniales colocadas en los altares laterales. El sonido del público era un murmullo constante, como el mar, creciendo en intensidad, hambriento por el inicio del ritual.
Los Ghouls estaban en posición.
Cada uno en su marca, respirando al unísono, alineados en una mezcla perfecta de precisión y nervios. Las máscaras y puestas. Las manos en sus instrumentos. Las espaldas rectas. Pero el aire... el aire estaba distinto.
Cada uno en su marca, respirando al unísono, alineados en una mezcla perfecta de precisión y nervios. Las máscaras y puestas. Las manos en sus instrumentos. Las espaldas rectas. Pero el aire... el aire estaba distinto.
Dewdrop, desde su lugar, alzó la vista por un momento, a través de una cortina de humo y penumbra, lo vio: Terzo, parado a unos pasos del ascenso al escenario.
Dewdrop, desde su lugar, alzó la vista por un momento, a través de una cortina de humo y penumbra, lo vio: Terzo, parado a unos pasos del ascenso al escenario yY junto a él, otra figura: Ifrit.
El ghoul de la guitarra estaba rígido, el cuerpo tenso, los dedos apretados alrededor del mástil de su instrumento, pero lo que le robó la respiración a Dew fue la mano izquierda de Ifrit, que temblaba… buscando lentamente la de Terzo, como si temiera ser rechazado. Al igual que un niño que no quiere quedarse atrás.
Por un segundo que pareció eterno, Terzo no reaccionó. Su rostro, cubierto de maquillaje blanco, líneas negras impecables, ojos delineados con precisión demoníaca… él estaba serio. Cansado. Casi distante.
Pero entonces algo cambió.
Pero entonces algo cambió.
Su mirada se suavizó, apenas un poco, subió la vista hacia Ifrit, y sus labios se curvaron en una sonrisa pequeña, frágil. Con un gesto lento tomó la mano temblorosa del ghoul y la presionada. No como líder, no como Papa… sino como alguien que, por primera vez en mucho tiempo, entendía el miedo de otro ser.
Su mirada se suavizó, apenas un poco, subió la vista hacia Ifrit, y sus labios se curvaron en una sonrisa pequeña, frágil. Con un gesto lento tomó la mano temblorosa del ghoul y la presionada. No como líder, no como Papa… sino como alguien que, por primera vez en mucho tiempo, entendía el miedo de otro ser.
—Tranquilo, Piccolino —susurró, lo suficientemente cerca como para que solo Ifrit lo oyera—. Todavía no me han quemado en la hoguera.
Ifrit soltó una risa entrecortada, los ojos brillando detrás de la máscara. Se inclinó levemente, como si pudiera esconderse en ese pequeño gesto de consuelo.
Dewdrop bajó la mirada, sintiendo que había presenciado algo que no estaba destinado a nadie más y sin embargo, le dio una nueva fuerza. Un recordatorio de que más allá del caos y las máscaras, todos eran una familia. Destrozada, sí. Disfuncional. Pero familia al fin.
Dewdrop bajó la mirada, sintiendo que había presenciado algo que no estaba destinado a nadie más y sin embargo, le dio una nueva fuerza, era un recordatorio de que más allá del caos y las máscaras, todos eran una familia. Destrozada, sí. Disfuncional. Pero familia al fin.
Del otro lado del escenario, Swiss también observaba. Y cuando Terzo levantó la mano para dar la señal, su sonrisa volvió pero esta vez… cargada de algo más. No sabía de qué o por qué. Tal vez porque ver a Terzo… así… le recordó que todo lo que estaba por suceder esa noche no era solo un espectáculo.
Ya estaba todo listo. Las luces, el sonido, el incienso cargando el aire con el aroma de mirra y anticipación. La multitud rugía como una criatura ancestral, esperando su alimento espiritual.
Ya estaba todo listo. Las luces, el sonido, el incienso cargando el aire con el aroma de mirra y anticipación. La multitud rugía como una criatura ancestral, esperando su alimento espiritual.
Y entonces, las luces se apagaron.
El Ritual había comenzado.
...
Desde el primer acorde, Swiss sintió la electricidad metros por debajo de la piel.
El estruendo de la multitud, el golpe seco de la batería, la vibración del bajo... lo atravesaban como rayos. Y de pronto, ya no era el músico suizo. Era algo más. Algo salvaje.
Cada nota que tocaba lo arrastraba más lejos del presente, se movía por el escenario como un depredador con elegancia caótica. Su cuerpo ondulando al ritmo del riff, su respiración cada vez más rápida, con el sudor resbalando por el cuello bajo la máscara, los ojos brillaban bajo la luz estroboscópica. Él sabía que el público gritaba, pero ya no distinguía voces. Solo un chillar colectivo, como el del infierno abriéndose.
En algún punto, se acercó a Dewdrop… Demasiado cerca.
Lo rozó, lo provocó. Un roce de cadera, un giro que casi los hace chocar, una sonrisa que era más una amenaza que un gesto amistoso.
Dewdrop lo empujó sin dejar de tocar, serio, concentrado. Pero el río suizo. No por diversión, por necesidad de no explotar, para no morir.
Terzo, al frente, reinaba sobre la escena. Su voz era fuego, su figura era una sombra alargada entre las llamas y los rayos. Detrás de él, como un perro fiel que no sabía si estaba invitado o condenado, Ifrit estaba quieto… pero con la mirada fija en su líder, una mirada que parecía esperar que todo fuera a desmoronarse en cualquier segundo.
“Algo viene.”
Pero la música era demasiado fuerte, la adrenalina demasiado dulce y Swiss estaba demasiado lejos de sí mismo para parar.
Así que siguió tocando.
Más rápido. Más intenso. Más profundo.
Porque si todo iba a arder… él pensaba bailar en las llamas.
Luces rojas pintaban el escenario y la multitud coreaba con una entrega religiosa. En cuanto a Swiss… Swiss seguía en otro plano, la música atravesaba su cuerpo como un rayo interminable, lo hacía vibrar, moverse, devorar el espacio con una intensidad que rayaba en lo animal.
Sus pies no tocaban el suelo: lo golpeaban.
Sus manos ya no tocaban cuerdas: las desgarraban.
El público rugía y él rugía con ellos.
Dewdrop estaba a su izquierda, inquebrantable como siempre, aunque algo en su mirada había cambiado. Un peso. Una sospecha. Una tensión que Swiss ignoró (o se obligó a ignorar) porque si la reconocía, todo se vendría abajo, Swiss lo miró, y por un instante, quiso creer que todo estaba bien.
Hasta que no lo estuvo.
Los vio antes de que el público reaccionara, dos figuras vestidas de negro, sin máscara, sin símbolos, sin ruido. Aparecieron desde el lado del escenario como una sombra partida en dos, caminando con seguridad como si nadie pudiera detenerlos o como si ya supieran que esto iba a pasar.
Swiss entrecerró los ojos, sin dejar de tocar pensando que tal vez era parte del espectáculo, algún número nuevo o una aparición dramática.
Hasta que uno de ellos tocó a Terzo.
Y entonces lo sintieron.
El silencio.
No en el sonido, la música seguía igual que el público, pero algo en el aire se rompió, como una cuerda tirante que finalmente cede, la voz de Terzo se apagó, no se desmayó, no tropezó como en alguno de los rituales pasados, esta vez simplemente… fue silenciado.
Swiss dio un paso hacia adelante, los dedos aún corriendo sobre las cuerdas, su mente atrapada entre la música y la incredulidad, incapaz de dejar de tocar, pero sus ojos estaban clavados en la figura de su Papa, ahora sostenido por los brazos por esos dos desconocidos.
Terzo forcejeó, pero débil, más confundido que enojado, Gritó algo, el micrófono ya no lo captó, y su mirada recorrió al público, al escenario, a sus Ghouls.
A ellos.
Swiss sintió que le faltaba el aire.
Dew dejó de tocar.
Air se giró sin entender qué estaba viendo, Mountain estaba igual que un ciervo deslumbrado. Ifrit… Ifrit dio un paso hacia adelante, sin pensar al igual que un perro viendo cómo arrastran a su amo, Aether intentó correr tras él, reaccionando antes que los demás.
Entonces, desde la oscuridad lateral, como salido del mismísimo inframundo…
Papa Nihil.
Sostenía su bastón, su mirada antigua, con el peso de mil rituales sobre los hombros ni siquiera se posó en ellos, alzó una sola mano huesuda, un orden muda.
Tranquilos.
Y el mundo se detuvo en seco... los Ghouls obedecieron.
Swiss sintió su cuerpo anclarse al escenario, aunque por dentro la euforia aún ardía, descontrolada, atrapada sin salida, sintiendo que cada músculo quería correr, gritar, romper algo… Pero no pudo moverse, solo obtuvo a Terzo siendo arrastrado hacia la oscuridad, un rey vencido en su propio trono.
La música cayó en falsos acompañada de los gritos del público y Swiss… no sabía si quería arrancarse la máscara o arrancarse la piel.
“No te muevas.”
La orden silenciosa de Papa Nihil resonaba en su cuerpo como un eco inquebrantable, como una maldición clavada en los huesos. No era una amenaza, era un comando que iba más allá de lo físico, algo más profundo, un peso atado al alma.
“No te muevas.”
Su mente vibraba, como una radio mal sintonizada, un lamento atrapado entre las rejas de su cráneo. El instinto, ese fuego salvaje que lo guiaba en el escenario lo empujaba hacia el borde. Su cuerpo, aún quieto, quería rebelarse pero nada se movía más allá del temblor en sus dedos.
Su mirada giró rápida, desesperada, buscando algo que lo hiciera sentir real.
Y ahí estaba Dew.
A unos pasos de distancia quieto también casi como si estuviera congelado en una pintura rota, su bajo aún colgando de su pecho, las luces le rebotaban sobre la máscara metálica… pero no ocultaban sus ojos.
Swiss sintió que algo dentro de él colapsaba, porque los ojos de Dew no eran de un guerrero. No eran los de un compañero firme como una roca, eran los ojos de alguien que tenía miedo y no del público. No del Ritual. No de Nihil.
De lo que acababa de pasar.
La euforia que lo había arrastrado minutos antes se apagó de golpe. Lo que quedaba era frío, grietas y el crujido interno de una lealtad resquebrajada.
“¿Qué estaba haciendo ahí?”
“¿Qué estaban haciendo todos?”
Esas preguntas se repetían en su cabeza mientras sus músculos ardían por el esfuerzo de contenerse, pero su pecho dolía aún más por no haber hecho nada. No corras. No grité. No luchó. Y Terzo… ¿Dónde estaba Terzo ahora?
A lo lejos, la voz de Papa Nihil retumbaba, hablando de la “gloria restaurada”, de un “nuevo ciclo”, de cómo “el Clero no se detiene”. La multitud lo adoraba.
Suiza olfateó náuseas.
...
Tras escuchar un sermón ecleciástico…tras el abandono de un ídolo y el lamento interno que cada Ghoul sintió contracturar su pecho…el ritual incompleto, acabó. Así de sencillo. Como si no hubiera valido la pena presentarse ante el público…Como si los últimos momentos con Terzo no hubieran tenido valor.
El autobús avanzaba por la autopista negra como brea, con las luces de otros carros escoltando desde lejos, silenciosas e impersonales figuras del clero. Los Ghouls estaban demasiado aturdidos como para ni siquiera recordar el camino de regreso al vehículo que se vieron obligados a emprender sin su líder.
Swiss estaba sentado en el fondo, la cabeza apoyada contra la ventana, el vidrio frío templando el calor que aún ardía bajo su piel. No podía dejar de pensar en las últimas palabras de Terzo. En esa sonrisa fugaz o en la mano temblorosa de Ifrit intentando aferrarse a él.
A su lado, Dewdrop no se movía, con la orden de Nihil aún resonando en sus aletas. Había dejado el bajo sobre el asiento, tenía los brazos cruzados, los ojos clavados al frente como si mirar otra cosa lo fuera a quebrar. No hablaba. Ni siquiera parpadea.
Y entonces, el silencio se rompió.
—¡¿Y ya estás!? ¿Nos subimos al puto bus y eso es todo? ¿Nadie va a decir nada?
Ifrit, su voz explotó al igual que un incendio, rompiendo la tensión como un hacha.
—¡¿Dónde está Terzo?! ¡¿Por qué no lo seguimos?! ¡¿Qué mierda fue eso en el escenario?!
Nadie respondió.
Ifrit se puso de pie, tambaleándose por el movimiento del vehículo, los puños apretados, el pecho subiendo y bajando como un combustible encendido.
—¡Nosotros no somos soldados del Clero! —escupió— ¡Somos su banda! ¡Somos su gente! ¡Y lo dejamos ahí como si nada!
El autobús siguió avanzando. El conductor, uno de los silenciosos del Clero no volteó.
—¡¿Y ustedes?! —Ifrit señaló con furia, uno por uno— ¿Tan fácil fue? ¿Tan rápido se olvidaron de todo?
Su mirada cayó sobre Swiss
—¡Tú! ¡Tú lo viste! ¡Tú estabas ahí cuando él—!
—¡Cállate! —rugió Dewdrop, poniéndose de pie también, con el cuerpo temblando, el rostro deformado por algo que no sabía si era culpa, rabia o miedo— ¡No sabes lo que estás diciendo!
Ifrit lo empujó con el antebrazo, apenas un roce, pero suficiente para que la tensión estallara.
—¡Claro que sé! ¡Sé que nos quitaron a Terzo frente a todos y nadie hizo una mierda!
Antes de que Ifrit pudiera siquiera volver a levantar el brazo Swiss lo agarró de la muñeca. Firme. Feroz. Ifrit giró la cabeza con furia, pero al ver a Swiss tan cerca, tan tenso, tan peligroso, algo en su mirada titubeó.
— No toques a Dew otra vez . —repitió, por lo bajo, enseñando a los colmillos a modo de una advertencia silenciosa.
Pero Ifrit no bajó la guardia, sus ojos brillaban al igual que una fogata en medio de la noche, no de furia, era algo mucho más profundo, respiraba como un animal herido, sudoroso, desequilibrado, al borde del llanto o de la violencia.
—¡Era Terzo! —dijo, la voz quebrándose por fin— ¡Él...él era el único que!...—silencio, una mirada de dolor cruzó los ojos de Ifrit antes de recomponerse—Él me miró. —dijo más bajo, la voz rota— Me miró a mí, antes de que se lo llevaran. Y no hice nada. nada ...
El autobús parecía enfriarse. Nadie volvió a hablar.
Ifrit volvió a su asiento, lento, como si acabaría de pelear contra un huracán, se encorvó, con la cabeza entre las manos, y no volvió a levantarla.
Swiss se dejó caer en su asiento con un golpe seco, sintiendo cómo todo el peso de la noche le caía encima de golpe. Su respiración temblaba. Y por primera vez desde el Ritual, no tenía fuerzas para ser feroz.
Dewdrop, a su lado, seguía callado pero Swiss sintió cómo su rodilla rozó la suya. Una presión mínima. Como si le dijera sin palabras:
“Todavía estamos aquí”.
Aunque no sabían por cuánto tiempo más.


