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Yo sé que volverás

Summary:

Una casa en la playa de Kamakura es testigo del castigo del prodigio japonés Itoshi Sae, atormentado por los fantasmas de sus pecados y quien espera sin descanso la llegada de alguien especial.

One shot inspirado en la canción de Luis Miguel «Yo sé que volverás».

Notes:

Hola a todos. Espero se encuentren bien.

Ofrezco disculpas, no había podido actualizar por cuestiones de trabajo. Me he enfocado en escribir nuevas ideas de fics y pronto los subiré. Como este pequeño jeje.

Este one shot nació después de escuchar una canción de Luis Miguel, quien es uno de mis cantantes preferidos: la canción se llama Yo sé que volverás. En cuanto la escuché, noté que esta canción aplica para los hermanos Itoshi. ¿Por qué? Esta canción guarda un significado muy especial, el mismo Luis Miguel se la dedicó a su madre, quien desapareció hace muchos años. Él mismo ha dicho que no la canta mucho porque es muy dolorosa.

En esta canción se habla de la espera de un amor que está perdido, pero una persona lo espera sin importar lo que suceda. Bueno, este fic hablará por sí solo.

Les pido que mientras lo lean, escuchen la canción. Yo lloré mientras redactaba esto, la letra de la canción es súper conmovedora y los acordes musicales son magníficos.

Un link de la canción se los adjunto aquí, espero puedan abrirlo. Aun no me acostumbro del todo a Ao3.

https://www.youtube.com/watch?v=twATpMn2wLE&list=RDtwATpMn2wLE&start_radio=1&pp=ygUeeW8gc2UgcXVlIHZvbHZlcmFzIGx1aXMgbWlndWVsoAcB

 

Luis Miguel: Yo sé que volverás

 

Bien, hora de leer.

Nos vemos al final.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

 

 

https://youtu.be/PNtLH2WO10Y?list=RDPNtLH2WO10Y

Yo sé que volverás

Luis Miguel

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El sonido de las olas resonaba por las paredes de cada habitación de la casa, los pisos estaban brillantes y muy relucientes, los muebles sin una pizca de polvo y algunos estaban sin haberles retirado la envoltura protectora. El aroma a pintura nueva se respiraba junto con la fresca brisa del mar, mezclándose en sintonía. Una casa nueva que esperaba ser estrenada por alguien, su dueño aun no había llegado.

 

En la habitación, un joven de cabellos magenta estaba sentado en el piso alfombrado justo en el marco del balcón. El viento despeinaba sus cabellos, su mirada estaba perdida en el manto azul del océano frente a él. Acariciaba con un cariño increíble los bordes de un retrato cuyos protagonistas eran dos niños que sostenían un trofeo dorado, sonriendo como si hubiesen ganado la copa mundial.

 

Sus dedos rozaron los contornos del segundo niño, más pequeño que él y con una mirada llena de inocencia y calidez.

 

—Rin.

 

Musitó con voz trémula, cerrando sus ojos y reviviendo dentro de su mente esos recuerdos en los cuales vivió tan feliz.

 

 

Yo sé que volverás cuando amanezca

Aún cuando los demás ya se hayan ido

 

 

Ambos eran los únicos en el mundo. Sus padres parecían extraños ajenos a su entorno, siendo solo un par de extras en su obra de teatro perfecta. Rin y él eran lo que tenían el uno del otro, solo eran ellos. Sae se había encargado prácticamente del cuidado de su hermanito, ya que sus padres estaban demasiado ocupados con sus trabajos y porque en el fondo no querían hacerse responsables del menor. Sae comenzó a despreciarles, ellos no entendían a Rin, no querían comprender lo especial que era.

 

El pequeño era como un patito que lo seguía para todos lados, queriendo ser como él. Era la naturaleza humana, él fue su único ejemplo, su mundo, su refugio. En su mente infantil, Sae era la máxima figura principal. Aun con su naturaleza especial, Rin buscaba el amor y reconocimiento de Sae. Por su parte, Sae quería que Rin fuera feliz y lo protegería de todo, amándolo como nadie lo haría en el mundo.

 

Ambos compartían las mismas pasiones y el talento, el futbol. Poco a poco iban abriéndose paso, siendo imparables y evolucionando a cada paso que daban.

 

Ellos llegarían a la cima del futbol, serían los máximos reyes. Los mejores delanteros, los mejores hermanos.

 

Rin lo era todo para Sae y Sae lo era todo para Rin.

 

Ja, qué ironía.

 

Todos esos propósitos y sentimientos se fueron al olvido más oscuro cuando Sae recibió aquella carta y partió hacia España, buscando cumplir un sueño que deseaba junto con su hermano. Con la promesa de volverse más fuerte, Sae se marchó, despidiéndose de su querido hermano quien lloraba lamentando su partida, jurando ser fuerte y esperando su regreso.

 

Su viaje a España fue el primer paso de su descenso al abismo.

 

 

La cita no ha cambiado aunque parezca

Que todo ha naufragado en el olvido

 

 

España le hizo darse un golpe de realidad bastante fuerte. Le demostró que ser prodigio en Japón solo era un dicho sin fundamentos: si quería convertirse en uno verdadero, debía sufrir para ello. Sae fue sometido a un régimen doloroso, cruel y devastador. El ambiente afectó por completo su ser; fue preso de malos tratos y burlas, ser un extranjero en tierras desconocidas no era sencillo. El tiempo fue reduciéndolo solo a cenizas, lo hizo añicos destrozando sus ilusiones y esperanzas, mostrándole un panorama totalmente desconocido a sus sueños.

 

Nadie podía aconsejarlo ni consolarlo, ¿Quién podía hacerlo? ¿Girolan? Él era un simple encargado, solo cumplía su trabajo de verificar que lograra sus metas. ¿Sus padres? Le llamaban de vez en cuando, diciéndole que soportara y fuera fuerte si quería ser el mejor. ¿Rin? Su querido hermano, sus cartas apiladas que no se atrevía a abrir por miedo a flaquear estaban apilándose en una bolsa negra en el rincón de su habitación.

 

Poco a poco, Sae se hundió en el abismo. La desesperación se apoderó de él al ver que todos avanzaban y él poco a poco fue quedando relegado en una banca sin posibilidad de seguir. No podía quedarse allí para siempre, el mundo del futbol era cruel e injusto con reglas bastante claras y duras: te moldeabas a él o te convertías en un desecho.

 

Una cuerda inesperada fue lanzada a él, para sacarlo de su miseria. No obstante, esa cuerda venía con un precio especial. Si quería ser el mejor debía renunciar a lo que más amaba, un precio que valía para lograr lo que ambicionaba. Llegaría a ser el mejor, debía soltarse de aquello que estaba reteniendo al titán dentro de él.

 

Lo único que lo retenía era Rin.

 

Sae lo soltó.

 

Sae evolucionó y se convirtió en el mejor… Rin pagó el precio.

 

 

Yo sé que volverás muy vigilante

Aquí te esperaré, lo he prometido

 

 

Un simple trámite lo hizo regresar a Japón, esperaba que no tardase demasiado. Una emoción extraña lo atosigaba desde que pisó Japón después de unos años. No llegó siquiera a su casa, se hospedó en un hotel con todas las comodidades.

 

No supo por qué, pero fue a su hogar. Quizás por la nostalgia, quizás por el remordimiento, quien sabe. Solo supo que sus pies lo habían llevado a aquella casa solitaria en Kamakura.

 

Abrió la puerta, aún conservaba una llave y al hacerlo una ola de recuerdos lo invadió de repente. Cerró los ojos, imponiendo su nuevo ego construido a base de esfuerzos, lágrimas, odio, desesperación, ambición, para aniquilar cualquier cosa que le hiciera dudar.

 

Vio a Rin, su hermanito había crecido mucho. Veía dentro de él un enorme potencial, una fuerza avasallante que, al igual que él, estaba contenida. No. Era mucho más fuerte que él. Aun podía ver en los ojos de su hermano aquella ilusión y promesa de ser los mejores juntos.

 

No. No podía renunciar al ser que ya era por una simple fantasía.

 

Sí, había regresado a esa casa. Solo para acabar con todo aquello que lo limitara.

 

Aun si fuera sus viejos sueños.

 

Aun si fuera Rin.

 

 

La espera sería inútil y asfixiante

Si no supiera cuánto me has querido

 

 

Una apuesta fue jugada en esa noche nevada, una dónde claramente uno tenía ventaja sobre el otro. Podría decirse la apuesta más injusta de todas.

 

La resolución no pudo ser más que obvia.

 

Sigue viviendo a mi sombra, hermano basura.

Puede que yo sea alguien especial para ti, pero tú solo eres una llaga, un hermano menor insoportable para mí

Piérdete, Rin, ya no te necesito en mi vida.

 

La primera daga fue clavada.

 

Lo destrozó, como un cruel niño que le arranca las alas a una inocente mariposa. Eso mismo fue lo que hizo con Rin: le hizo abrir los ojos, con toda la crueldad. Le demostró que estaban en niveles muy diferentes, que sus visiones del mundo no eran más que simples sueños infantiles, meras fantasías que eran tan frágiles como un castillo de naipes. Que solo era un estorbo en su camino por ser el mejor.

 

Esa cancha nevada fue testigo de cómo Itoshi Sae destrozó a su hermano.

 

Se marchó de Japón, dejando atrás a su hermano con el corazón hecho pedazos.

 

La única ancla que lo ataba a esta realidad se hundió en aquel abismo que el mismo dejó.

 

Las pesadillas comenzaron a acecharlo.

 

El fantasma de Rin empezó a atormentarlo.

 

 

Yo sé que volverás cuando amanezca

Y escucho el despertar de ruiseñores

 

 

El partido contra Blue lock los reunió, él solo volvió por una tonta petición y para ver si los jugadores de Japón habían cambiado un poco su nivel tan mediocre. Todos esos años en España le habían enseñado que Japón era un país cuyo nivel en el futbol era tan inepto que lo mejor era que renunciaran. Esperaba que valiera la pena su tiempo.

 

Le dieron una posibilidad, escoger a un jugador de ese extraño proyecto dirigido por aquel monstruo aterrador llamado Ego Jinpachi. Quienes realmente conocían del mundo del futbol sabían que ese nombre podía cimbrar cimientos y moldear jugadores a su antojo: un egoísta puro, cuyas ambiciones eran tan firmes que no tenían comparación. Quien estuviera en sus manos, era una joya valiosa.

 

Tuvo la oportunidad de escogerlo, a Rin, de poder cumplir ese sueño y llegar a esa meta que tanto habían deseado. Podía cerrar esa puerta y seguir su camino.

 

No.

 

Lo que hizo fue destruir esa puerta y avanzó en dirección contraria, negando fuertemente.

 

No iba a dudar a pesar de la tentación.

 

Iba a aniquilar las brasas de ese sueño estúpido de una vez por todas.

 

Rin jamás podría alcanzarlo.

 

O eso pensó.

 

Al enfrentarse a él, vio en su dulce hermano una rabia atroz, una furia desmedida, un monstruo incontenible que clamaba aniquilarlo. Su hermano había evolucionado, a otro nivel. Un atisbo de miedo se instaló en Sae al ver a ese monstruo que vio en el pasado de Rin ahora frente a él: el temor de enfrentarlo y saber que ese monstruo podía aniquilarlo sin esfuerzo alguno. Rin era mucho más poderoso que él, no había que ver más.

 

Sin embargo, fue solo un vistazo. Ese monstruo apenas estaba rozando los barrotes de su prisión, aun permanecía atado con gruesas cadenas. No podía estar a su completa merced aun, estaba a salvo.

 

Aun así, ese monstruo le dio un zarpazo. Le hizo una herida.

 

El partido fue una victoria para Blue lock. Ganaron y demostraron al mundo que Japón podía generar grandes talentos al nivel del prodigio que partió a España.

 

Su encuentro después de años se dio, vio ilusión en los ojos turquesas de Rin. Sae reconoció ese brillo como esperanza, una efímera esperanza de algo que se anhela con los años y por fin la tenía en sus manos.

 

Pero Sae se encargó de hacer la brecha entre ellos aun más grande. No podía permitirse tener esos sentimentalismos baratos que solo harían entorpecer su camino. Arrancaría de raíz esa esperanza estúpida.

 

Resulta que estaba equivocado. Pensé que Japón era incapaz de dar a luz a delanteros decentes. Incluso logró convocar a sus instintos. El que va a poder cambiar el fútbol en este país... es Isagi Yoichi.

 

La segunda daga fue clavada.

 

Sae nuevamente lo abandonó en esa cancha como lo hizo hace años aquel día nevado. Avanzó a pasos firmes, sosteniendo su máscara lo más fuerte que pudo. Se repetía mil veces en su mente que era por su bien.

 

Una mano en su hombro detuvo su camino.

 

Lo que acabas de hacer ha sentenciado tu ruina, Itoshi Sae.

 

No sé de qué hablas, Ego Jinpachi.

 

No se lo dije al prodigio y tú lo sabes.

 

Vio al excéntrico hombre irse en dirección contraria desapareciendo tras una puerta. Sae chasqueó su lengua y siguió su camino con esas palabras haciendo eco dentro de su mente. ¿Qué importaba? Nada. Hizo lo que debía hacer y ya nada quedaba.

 

Se marchó a su habitación de hotel para darse un baño y dormir, mañana se iría a España de vuelta.

 

Las pesadillas se hicieron más tenebrosas.

 

El fantasma de Rin era el principal protagonista.

 

 

En medio de esta prisa cotidiana

Te espero regresar y me parece

Que nada destruirá nuestros amores

 

 

No sabía por qué había contratado Blue Lock Tv. Era estúpido, pero lo hizo. En sus tiempos libres veía las transmisiones de ese proyecto que había evolucionado a tal nivel que ahora era famoso en todo el mundo. Todos hablaban de Blue lock y sus integrantes. Todos hablaban de Rin.

 

Sae vio en cada partido como Rin se abría paso entre equipos que tenían jugadores de renombre, plantándole cara a todo aquel que se interponía en su camino. Lavinho, Chris Prince, el legendario Marc Snuffy… Todos ellos sucumbieron ante Rin. Esos New Generation no fueron más que peones en su tablero.

 

Michael Káiser, aquella promesa alemana que le dio dolores de cabeza, e Isagi Yoichi, aquel a quien le brindó esas palabras que destrozaron a Rin, tuvieron que unirse para poder detenerlo. Cuan poderoso se había vuelto su hermano en manos de Ego y de Julien Loki, el astro francés.

 

Lo había visto en primera fila.

 

PxG había perdido, pero Rin había ganado. Imponiéndose en la cima de todos esos tibios que no pudieron contra él. La oferta del Re Al lo demostraba.

 

Una espina se clavó en su alma, retorciéndose para profundizar mucho más. Sabía que esa oferta significaba volver a verlo. Apretó los puños, presintiendo una avalancha avecinarse. No iba a dejar que su castillo viera caer sus murallas impenetrables, esa nieve no iba a cruzar más allá.

 

No permitiría que esa esperanza volviera a brotar.

 

 

Mientras vuelvas junto a mí

Siempre a mí cada mañana

 

 

La llegada de Rin al Re Al fue caótica y esperada. Muchos de sus compañeros ansiaban por tener al famoso monstruo titiritero de Blue lock en sus filas para medir sus fuerzas. En los entrenamientos Rin se ponía a la par, demostrando su talento y crecimiento tras las asesorías de Blue lock y del equipo de PxG durante la Liga Neo Egoísta. Y eso lo fastidiaba, no soportaba tener cerca a Rin, a la razón por la cual su mundo se tambaleaba y amenazaba con irse al carajo. Los intentos de Rin por acercarse a él fueron eclipsados con sus cortantes respuestas y con ayuda de otras personas. Así pasaron las semanas en una rutina tan estresante que estaban haciendo mella en él.

 

El entrenador no encontró otra mejor idea que ambos tuvieran un enfrentamiento uno a uno para probar habilidades. Era un claro circo romano, con dos leones a punto de destrozarse para deleite de unos sinvergüenzas invitados. De nuevo estaban en una cancha, transportándose al mismo escenario de años atrás. Aquella noche nevada nuevamente volvía a dejarse ver, recordándoles aquellos momentos que compartieron.

 

Ambos iban a luchar por sus ideales: Sae por defender sus sueños de ahora, Rin por ver a su nii-chan una vez más.

 

No al Itoshi Sae de ahora.

 

Al Itoshi Sae que había prometido que iba a compartir la cima del éxito junto a él.

 

El enfrentamiento fue muy duro: regates, bloqueos, fintas, eran como estocadas, golpes y puñaladas en una pelea real. Sae vio que el monstruo de Rin se había vuelto mucho más furioso que antes. Notó que sus barrotes tenían grietas y las cadenas ya estaban aflojándose, más aún lo mantenían atado. Todavía no podía liberarse, aun no estaba a su nivel.

 

Costó, pero Sae lo derrotó. Le humilló demostrándole las diferencias abismales entre él y su inmaduro hermano menor.

 

Iba a dejar las cosas muy claras.

 

No importa lo que tú quieras. Aquí solo eres un jugador más. Tú y yo no somos hermanos, Rin.

 

La tercera y última daga fue clavada.

 

A Sae no le importó ver el dolor en los ojos de Rin, cuyas lágrimas se fundían en las gotas de sudor que bajaban por su rostro. No le importó las risas ni murmullos de sus compañeros de equipo tras presenciar el partido y las palabras que pronunció. En su fantasía futbolística, él era el único protagonista y Rin no tenía ninguna cabida. Tibios como él merecían estar en el olvido.

 

Esa vez, era la vencida.

 

Sae dejó a Rin de nuevo en esa cancha con las ilusiones rotas y el corazón hecho pedazos a tal nivel que era imposible repararlo. Escuchó murmullos de nuevo acercándose a él, escuchando a Luna decirle que se había pasado de la raya y que había sido mucho más duro que él si estuviera en su lugar. Sae lo ignoró por completo.

 

Rin debía darse cuenta de la realidad ante él. Tenía que dejar de lado sus propias fantasías si quería estar en un mundo que no conocía la piedad.

 

Eso creyó él.

 

Notó que entre sus compañeros hubo agitación, poniendo diferentes expresiones en su rostro y cuchicheando cosas que no entendía muy bien. Frunció su ceño y volteó a ver hacia esa dirección, para observar cómo tres personas ingresaban a la cancha del Re Al con paso imponente. La primera de ellas era un desconocido rubio de ojos azules, la segunda era Julien Loki y la tercera era Ego Jinpachi. ¿Qué estaban haciendo aquí?

 

Con pasos presurosos, el director técnico del Re Al se abrió paso entre su equipo junto con su asistente para llegar hasta los desconocidos, para preguntarles por su repentina presencia. Ego Jinpachi, con su tono extravagante y su sonrisa espeluznante, le respondió.

 

Hubo un error en el sistema de ofertas de Blue Lock. Lastimosamente, el Re Al no fue quien ofreció la máxima puja por Itoshi Rin, sino PxG. La decisión de irse o no, es suya.

 

Ego le mostró las pruebas al DT del Re Al, para demostrar que sus palabras eran ciertas. Pronto, el hervidero de muchos comentarios de toda naturaleza estalló, importando un pepino que se escucharan más allá de lo pensado. Sae se quedó mudo. No fue una excepción que eso le había sorprendido. Luna le sacudía del brazo, diciéndole que PxG venía por Rin para llevárselo, solo si él aceptaba.

 

Rin sería estúpido si renunciaba a quedarse en el Re Al para irse al PxG, fue su idea. Debía moldearse en ese ambiente, debía permanecer y darse cuenta de la realidad, debía caminar el mismo sendero que caminó él. Sufrir lo mismo que él. Eso era realmente lo que pensaba. Solo así podría llegar a la cima.

 

Levántate de una vez, monstruo egoísta.

 

Solo Julien Loki se atrevió a caminar hasta Rin, para tenderle una mano y sonreírle como aquel que le da consuelo a un desdichado. Nadie más lo vio, pero sabía que Julien Loki le ofrecía algo más a Rin. Lo vio desde que Rin se fue a PxG en la NEL, desde cada partido, desde cada momento que ellos dos compartieron.

 

Si Rin tomaba esa mano, su destino iba a cambiar.

 

Sae dio un paso adelante, inconscientemente lo hizo al presenciar ese momento. Sintió una mano agarrar la suya, reconociendo a Luna, y la sacudió para quitárselo de encima. Lo vio con una señal clara de molestia en su mirada, topándose con una amarga resignación en los ojos del español el cual le musitó con voz trémula.

 

Ya es tarde.

 

Se volteó justo en el momento en el cual Rin tomó la mano que Julien Loki le ofreció, sellando así su destino. Una sensación amarga le carcomió el alma, retorciéndole las entrañas y endureciendo aún más su corazón, al ver que Julien Loki encerró en un férreo abrazo a Rin. La mirada de Loki lo atravesó con un mar de emociones y reclamos, no hubo necesidad de decirle siquiera una palabra. Era como si le restregara la basura humana que había sido todo este tiempo, reclamándole lo inhumano y despreciable ser que fue con Rin. Para él no le importó. No era nadie para ello.

 

Escuchó a sus compañeros musitar más despacio y bajo: quizás porque él estaba allí, porque Julien Loki se llevaba a Rin sin dejar de abrazarlo, tal vez porque los papeles estaban firmados o porque Ego Jinpachi se había parado justo delante de él sin darse cuenta.

 

Nuevamente ese excéntrico bastardo le sonrió y apretó su hombro, como quien da un pésame a quien pierde un ser amado.

 

Disfruta tu descenso al infierno que te espera por el camino que tú mismo has labrado, Itoshi Sae.

 

Ego Jinpachi no se equivocó.

 

El fantasma de Rin desapareció.

 

Su propio fantasma lo reemplazó.

 

A partir de ese día, su infierno comenzó.

 

 

 

Yo sé que volverás cuando amanezca

Escucho el despertar de ruiseñores

 

 

Tiempo después, fue testigo del crecimiento de Rin. Tal parecía que la partida de Rin hacia PxG era todo lo que necesitaba para terminar de pulirse como la joya más valiosa. En España, Rin murió. En Francia, Rin renació. Como una hermosa mariposa que sale de su capullo y extiende sus magníficas alas para emprender un vuelo por los cielos que lo esperaban.

 

En PxG, Rin se trasformó por completo. Se convirtió en un jugador mucho más amenazante de lo que era durante Blue Lock. Julien Loki fue clave en todo esto: lo moldeó como jugador, lo moldeó como persona. El francés había sido el único valiente de recoger los pedazos destrozados del corazón de Rin, llevárselos y comenzar a repararlos para unirlos de nuevo, tomando ese desafío como personal.

 

Lo estaba llevando a la gloria con una fórmula especial, sacando el mayor provecho. ¿Quieren saberla? No hay ninguna. Solo es la forma en la que tratas a alguien que valoras demasiado.

 

Julien Loki había sentido algo más que simple atracción por las habilidades de Rin. A medida que el tiempo pasaba, el vio más allá de aquel monstruo de caos que representaba el chico. Vio a un chico dulce y amable, protegido por esa enorme bestia, quien estaba resguardado en una cúpula alejado de todo mal y con heridas que no había sanado en años.

 

Fue su salvación: Estuvo con él abrazándolo cuando las pesadillas lo abrumaban, lo consoló cuando sus pensamientos lo carcomían, le animó cuando tropezaba y perdía los ánimos de seguir. Le demostró que él era más que suficiente, que a veces los sueños se logran aun cuando las personas se han ido; que hay personas que abandonan tu vida destrozando tu alma, pero hay otras que llegan a repararla; que hay vida más allá de los fantasmas de su pasado y que lo mejor era soltar esas cadenas que lo aprisionaban.

 

Se volvió su apoyo, su amigo, su confidente, su mentor… se volvió algo más. Su persona más especial.

 

Poco a poco, Rin salió y confió. Le costó mucho y por fin pudo ver aquel hermoso mundo lejos de la prisión en la cual su verdadero yo estaba encerrado. Loki tenía razón: había vida más allá de sus limitaciones, más allá de lo que él creía ciegamente… más allá de Sae.

 

Debía hacer lo mismo que hizo Sae. Hacer lo que él mismo le dijo. Quizás esa era la solución para todo.

 

Así fue. Y funcionó. 

 

Rin estaba logrando su sueño.

 

¿Y Sae?

 

Cuando Rin abandonó el equipo ese día, Sae poco a poco volvió a sumirse en ese abismo que había dejado años atrás. No. No era el mismo abismo. Era un abismo mucho más oscuro y cruel. Las pesadillas se hicieron más crudas, la angustia y el arrepentimiento llegaron a instalarse en su mente, el fantasma de su versión preadolescente lo atormentaba como a un preso ante la pena de muerte.

 

Ese fantasma le recriminaba a cada momento los errores que cometió con Rin, culpándolo por todo lo malo que le estaba pasando, reprochándole que ahora Rin se había ido para siempre. Como futbolista, estaba en la cima y se mantenía allí… como persona, estaba decayendo.

 

Según algunas leyes de la Alquimia, especialmente la Ley del Intercambio equivalente: para obtener algo que deseas tanto tienes que pagar el mismo precio de tu deseo.

 

No dudó en pagarlo, sabiendo las consecuencias.

 

Ese fue el precio que pagó.

 

Su valioso talento a cambio de Rin.

 

El prodigio Itoshi Sae a cambio del amado nii-chan de Rin.

 

Nadie podía sacarlo de esa bruma, ni siquiera Shidou Ryusei, su amante ocasional. Todos fueron testigos de cómo el prodigio Itoshi Sae iba encerrándose en su castillo, con el peso de sus actos recayendo en su conciencia. Sae cumplió realmente cada palabra que Ego Jinpachi había profetizado. Hizo su mundo tan impenetrable para que nadie pudiera entrar… y tampoco, él pudiera salir.

 

Víctima de sus pesadillas, Itoshi Sae vivía. El prodigio Itoshi Sae era la cubierta, el verdadero Sae estaba preso.

 

El tiempo pasó y pasó. Los días avanzaron, las estaciones cambiaron y de pronto, un día, estaban disputándose el campeonato mundial. Re Al vs PxG. El ver a entrar en el campo a Rin quien portaba el uniforme azul del PxG con orgullo, notó algo muy diferente en él. Un destello de esperanza nació en él, quizás ese era el momento en el cual pudiera hacer algo.

 

En el campo debían resolver sus diferencias, Sae pensó que esa puerta no tenía por qué cerrarse. Debía abrirla de una vez por todas, dejando de lado todos esos estúpidos pensamientos que lo llevaron allí en primer lugar. Tenía que ser él, debía volver a ser él.

 

Los lugares se intercambiaron.

 

Ahora él quería volver a ver a su amado otouto.

 

Oh, pero la vida es tan cruel que te hace pagar tus errores de la forma más cara posible… y también en el peor momento.

 

En el momento que tuvo su enfrentamiento con Rin, se quedó completamente pasmado. No estaba viendo a Rin, ante él no estaba su hermano. Estaba ese monstruo fuera de su prisión, completamente liberado de sus cadenas y listo para devorarlo de la manera más dolorosa posible.

 

No pudo hacer nada contra él, la mirada que le brindó Rin no dejó fuera de sí por completo.

 

No lo miraba con rabia.

 

No lo miraba con dolor.

 

Lo miraba con indiferencia. Lo miraba como a un completo desconocido.

 

Rin le pagó con la misma moneda.

 

La puerta que él anhelaba volver abrir, Rin la cerró para siempre.

 

Rin ya no veía a su amado nii-chan. Ahora solo veía al prodigio Itoshi Sae. Un rival al cual debía vencer.

 

Sae no debía quejarse: ese era el resultado de la cosecha que él mismo sembró.

 

Ego Jinpachi tuvo toda la razón.

 

La vida era una total y absoluta perra.

 

 

 

En medio de esta prisa cotidiana

Te espero regresar y me parece

Que nada destruirá nuestros amores

 

 

El tiro de Rin gracias al pase del pase de Loki fue lo que dio fin a ese partido, dándole la victoria a PxG. Los gritos de los fanáticos se elevaron gracias al pitido final del árbitro y los comentarios de los analistas. Rin dio un grito de júbilo elevando su puño al cielo, estremeciendo a los asistentes. Sus compañeros de equipo corrieron hacia él hasta una distancia prudente, para dejar que Julien Loki lo alcanzara. Rin al verlo sonrió con tanta alegría que se sintió tan irreal. Loki aceleró sus pasos y lo abrazó, alzándolo en el viento riendo con él por su victoria.

 

Por su parte, los jugadores del Re Al masticaban su amarga derrota. No había que decir más: PxG había jugado con todas sus armas y demostraron ser superiores. Leonardo Luna se secó el sudor y unas cuántas lágrimas que derramó por el coraje de perder, suspirando para quitarse la sensación. Observó como Shido Ryusei, integrante de PxG, se acercaba a un Itoshi Sae que permanecía allí clavado en el lugar, con una expresión que podría aterrar hasta el más valiente.

 

¿Qué era lo que estaba viendo Sae?

 

Oh.

 

Era eso.

 

Estaba viendo a Rin, desde el abrazo de Julien Loki, con una sonrisa que iluminaría hasta el pasaje más oscuro. Una expresión de felicidad adornaba ese rostro tan dulce, la luz había vuelto a su mirada, su risa era como una brisa fresca. Ese era el Rin que el verdadero Sae quería ver.

 

Solo que él no lo había logrado.

 

No fue él.

 

Otro lo había hecho.

 

Otro que no fue él.

 

Los pies de Sae comenzaron a moverse, avanzando con decisión hasta dónde se encontraba Rin. No entendía que era lo que lo motivaba: ¿Felicitarlo como rival por su victoria? ¿Cómo hermano? ¿Cómo qué? ¿Tenía siquiera ese derecho? ¿Realmente era eso?

 

Una persona interrumpió su camino y lo sacó de su trance. Sae se dio cuenta de que era ese campesino que se había convertido en el alumno de Rin y su pasador de balón. ¿Cómo se atrevía ese enano a interponerse en su camino? ¿Con qué derecho lo hacía?

 

No vas a arruinar el momento de Rin-san.

 

Lo fulminó con la mirada, aunque sus palabras en el fondo tenían razón. Nanase Nijirou realmente vio sus verdaderas intenciones ocultas. Y no solo él: otros dos se habían puesto de su lado, reconociéndolos como Karasu Tabito y Charles Chevalier. También sintió a Shidou abrazarlo a él y alejarlo, aprovechando su fuerza y que Sae estaba totalmente desconcentrado.

 

Sae-chan, no ahora.

 

De manera disimulada, se fue de la cancha. Tenían razón: no tenía ningún derecho en ir a arruinar el momento tan especial de Rin, no podía opacar su victoria con recuerdos amargos y dolorosos al imponer su presencia. Sería muy hipócrita de su parte. Su propio fantasma se lo susurró.

 

“Eso te mereces”

 

Los días pasaron dejando que la noticia de la victoria de PxG volara. Con el tiempo, Sae tuvo que acudir a un terapeuta por recomendación de Girolan y de Shidou, al verlo cada vez más opaco y menos humano. Al principio se negó, creyendo que eran puras bobadas y él no lo necesitaba. Lo convencieron después de un mes.

 

En medio de la terapia, Sae desahogó todas sus frustraciones y errores. No le quedó de otra más que admitir todo aquello que había obrado mal. El terapeuta no lo juzgó, solo lo escuchó y le brindó el apoyo que estaba acorde a sus capacidades. Sae en el fondo sabía que era una pérdida de tiempo: no había que darle muchas vueltas al asunto. Él y solo él era el culpable y solo esto era el castigo que merecía por todos sus errores.

 

El terapeuta le recomendó tratar de entablar un dialogo con Rin y expresarle su sentir, pidiendo perdón. Sae se rio con amargura y pena. ¿Cómo hacerlo cuando él mismo lo echó de su vida, despreció su lazo familiar y lo abandonó en la más cruel de las noches?

 

Además, Rin de verdad tomó muy enserio sus palabras. Lo había bloqueado por todos lados, su número no entraba al hacer una llamada, sus mensajes rebotaban marcando error. Se enteraba por medio de Shidou o por las pocas noticias que veía en los medios y redes sociales.

 

¿Debía intentarlo? Quizás Rin respondería. Quizás Rin le mostrara un poco de misericordia y le contestara una sola carta. Quizás él volvería a su vida si le rogara un poco.

 

Hizo de todo: día y noche escribía carta por carta, respondiendo aquellas que Rin le envió y nuevas que él redactó, compró una casa a orillas de la playa en Kamakura, con la ilusión de que reconstruyeran su relación de hermanos a raíz de los pedazos que quedaron. Sae pidió licencia al Re Al por tiempo indeterminado, se la concedieron solo porque era un activo muy valioso. O tal vez porque debía mejorar su persona.

 

Solo una persona lo acompañaba en ese camino tan oscuro y doloroso por el cual estaba transitando. Shidou Ryusei demostró que no solo sentía pasión carnal por el Itoshi mayor, sino que se quedó con él a pesar de sus desprecios, a pesar de sus errores, a pesar de todo. Leonardo Luna lo veía de vez en cuando, sabiendo que no había más por hacer que darle ánimos y una que otra palabra de aliento.

 

Sae pasaba la mayor parte del tiempo en esa casa solitaria, como un fantasma aferrado a los recuerdos de su vida terrenal, negándose a irse. Día a día veía los retratos de su niñez, leyendo cada una de las cartas que Rin le mandó, soñando con que un día Rin cruzara esas puertas y volviera a su vida.

 

Solo podía hacer eso, soñar.

 

Un día lo cambió todo, cuando Shidou le mostró una nota en la cual vio su posibilidad de ver a Rin muy lejos.

 

Rin se casaba. Con Julien Loki.

 

Una sensación oscura le apretó las entrañas, le retorció el alma y hundió su corazón en el pesar. Apretó los puños y miró a Shidou como si él pudiera explicarle todo. Él le mostró la elegante invitación, con la muda aprobación de que Shidou llevara a alguien más a tal importante evento. Sae sonrió con ironía y pesar, ¿tomaría esa oportunidad? ¿Se atrevería?

 

Lo hizo a su manera.

 

Oculto en la cima de una colina, observó el escenario de la boda. Los asistentes se veían muy alegres de presenciar el evento. El novio, Julien Loki, esperaba en el arco de flores, al pie del altar, con un traje elegante oscuro. El camino de flores junto con el vaivén de las olas azules le daba un toque mágico al entorno.

 

Pronto lo vio.

 

Y un nudo en su garganta se instaló al igual que las lágrimas salieron sin control.

 

Rin caminaba al altar del brazo del legendario Marc Snuffy, quien sería el que lo entregaría al novio. Rin se veía magnifico vestido en un traje blanco, resaltando su belleza, sonriendo como nunca en la vida. Al tomar la mano de Loki, quien derramaba lágrimas por verlo, la ceremonia dio inicio. El juez dio un lindo discurso y los novios pronunciaron sus votos.

 

A la distancia, Sae rasgó con sus uñas la corteza del árbol que lo escondía como un cobarde, anhelando desesperadamente poder ser partícipe de ese momento. Él debió ser quien entregara a Rin, él debió darle unas palabras especiales, él debió estar allí.

 

Sintió una presencia a su lado, no había necesidad de averiguar quién era. Ya estaba acostumbrado.

 

“Él es feliz ahora sin ti. Ya no te necesita. Tienes que dejarlo ir.”

 

Su yo fantasma musitaba esas palabras en su oído, como un juez implacable recordándole cada uno de sus actos. Estiró su mano, a la distancia, como si con eso pudiera alcanzar a Rin. Pero estaba tan lejano que la distancia se veía imposible de superar.

 

Su mirada fue captada por uno de los asistentes, Ego Jinpachi le divisó a lo lejos musitando en silencio algo que él pudo comprender a la perfección.

 

“Este es el resultado de tus deseos. Sé fuerte, Itoshi Sae.”

 

Qué maldito bastardo. Él sentenció las palabras que sellaron su destino y ahora le daba ánimos. No, solo le advirtió algo que ya era inevitable.

 

Él echó a Rin de su vida… ahora Rin lo dejaba fuera de la suya.

 

Le escupió a Rin que no viviera a su sombra… él ahora se aferraba a la suya.

 

Le dijo a Rin que solo era un estorbo en su vida… ahora solo era un mal recuerdo en la suya.

 

En el mundo ideal de Rin, Sae solo era un lastre que debía permanecer alejado de su entorno, oculto en lo más profundo de un rincón, olvidado y desapareciendo con el paso del tiempo. Como un mal recuerdo que poco a poco es sepultado por otras memorias más agradables.

 

La vida había cumplido a la perfección el deseo de Sae.

 

Cuánto daría por volver al pasado, por no cometer todos esos errores que tan caros los estaba pagando. Daría lo que fuese: su talento, su fuerza, su vida entera. Lo arriesgaría todo con tal de que Rin volviera a su vida. Lo abrazaría y le rogaría perdón de rodillas, suplicaría por todas aquellas palabras que le dijo, imploraría que siempre permanecieran juntos, que cumplieran todos esos sueños que prometieron de niños.

 

“Sabes que eso no se puede. Ya es muy tarde. Ahora debes pagar el precio por tu deseo.”

 

Dirigió su mirada al cielo, dejando salir las lágrimas que estuvo conteniendo en todo este tiempo. Solo en ese momento, fue que el peso de sus actos cayó y se dio realmente cuenta de la realidad ante él. Ese lugar fue el testigo de su verdadero quiebre.

 

Lo sabía, ya era muy tarde para arrepentirse.

 

Quizá en otra vida tuviera la oportunidad.

 

Solo quizás.

 

 

Mientras vuelvas junto a mí

Siempre a mí cada mañana

 

 

El amanecer llegaba.

 

El tiempo pasaba.

 

Shidou solo observaba sin intervenir.

 

Sae esperaba con anhelo y agonía en aquel balcón aquella mañana la cual traería a Rin de nuevo a su vida.

 

—Yo sé que volverás… cuando amanezca.

 

Lo sabía de antemano.

 

Rin jamás regresaría.

 

Aun así, Sae lo esperaría.

 

En esta y todas las vidas de ser necesario.

Notes:

Espero hayan disfrutado la lectura, nos estaremos leyendo pronto en mis otras historias y en nuevas que se estrenarán esta semana que viene.

Cuídense mucho!