Chapter Text
Chicago, Illinois. 2:17 AM.
El eco del final de "Sucker" todavía retumbaba en los oídos de Nick Jonas, una vibración que se negaba a desaparecer. Era un zumbido satisfactorio, el sonido de veinte mil almas gritando su nombre, el de sus hermanos, en una melodía de adoración que era a la vez adictiva y absolutamente agotadora. El regreso de los Jonas Brothers en 2019 no había sido solo un éxito; había sido un renacimiento, una ola de histeria y nostalgia que los había catapultado de nuevo a la cima de la fama.
Nick, como siempre, sentía el peso de esa carga sobre sus hombros.
Se dejó caer en el sofá de la suite presidencial del Península Chicago, el cuero frío un alivio momentáneo para su piel sudorosa. Su chaqueta de diseñador, una pieza que probablemente costaba más que el primer auto que había tenido, fue tirada sin miramientos a una silla cercana. Joe, con la energía de un astro que se niega a ser apagado, ya estaba abriendo el pequeño refrigerador, mientras que Kevin, el sensato del trío, revisaba su teléfono, probablemente coordinando la logística para su vuelo a la mañana siguiente.
"¿Vieron la cara de esa chica en la tercera fila cuando tocamos "Year 3000"?" dijo Joe, sacando tres botellas de agua con gas. "Juraría que se elevó a otro plano de existencia. Pura alegría"
"O puro terror al darse cuenta de que ya no estamos en el año 2008" bromeó Kevin, sin levantar la vista de la pantalla. "Probablemente tiene una gran deuda y dos hijos"
Nick sonrió débilmente, apreciando el familiar ir y venir de bromas que había sido la banda sonora de la mayor parte de su vida. Pero esta noche, las palabras parecían llegarle desde el otro lado de un grueso cristal. La adrenalina del concierto se estaba desvaneciendo rápidamente, dejando tras de sí un vacío que se llenaba con un agotamiento que le llegaba hasta los huesos. Habían sido seis semanas de promoción implacable, entrevistas, ensayos y conciertos. Cada día era una maratón de sonrisas forzadas para las cámaras y energía desbordante en el escenario.
"Necesito una ducha y quince horas de sueño ininterrumpido" murmuró Nick, pasándose una mano por su cabello corto y húmedo de transpiración.
"Amén a eso" dijo Kevin, finalmente bloqueando su teléfono. "Pero tenemos que estar en el vestíbulo a las nueve en punto. Volaremos a Nueva York, ¿recuerdas? Entrevista en Good Morning America"
Nick aguantó un gemido. Por supuesto que lo recordaba. El itinerario estaba grabado a fuego en su cerebro, un ciclo interminable de aeropuertos, hoteles y estudios de televisión.
"Solo una noche de descanso, muchachos." dijo Joe, entregándole un agua a cada uno. "Piénsenlo. Mañana por la noche, estaremos en la Gran Manzana. Podemos conseguir una reserva en ese nuevo local del sushi que te gusta, Kev. Quizás veamos si alguna de nuestras amigas modelos está en la ciudad. La vida de soltero no se va a vivir sola"
Kevin bajó sus hombros con una sonrisa tímida. Joe, por otro lado, le guiñó un ojo a Nick, un gesto de complicidad. Pero Nick apenas lo registró. Su mente ya estaba a la deriva. Anhelaba el silencio, la anonimidad de una habitación oscura donde no era "Nick Jonas, la estrella del pop", sino simplemente Nick. Un tipo cansado que necesitaba dormir.
"Creo que pasaré del sushi. Pediré Room Service y entraré en coma" anunció Nick, poniéndose de pie con un esfuerzo que le pareció monumental.
"A-bu-rri-do" canturreó Joe, pero su sonrisa era comprensiva. Nick era quien siempre se llevaba la mayor parte de la carga de la banda.
"Descansa, Nick. Te lo ganaste" añadió Kevin.
Nick les dio a sus hermanos un asentimiento de cabeza y se retiró a su habitación, una de las tres que componían la gigantesca suite. Cerró la puerta detrás de él y el mundo desapareció. El ruido en sus oídos disminuyó, reemplazado por el suave murmullo del aire acondicionado. La habitación era impecable y discreta, un espacio de lujo que podría haber estado en cualquier ciudad del mundo.
Se quitó la ropa, dejándola caer en un cúmulo en el suelo, y caminó hacia el baño. Evitó su propio reflejo en el enorme espejo sobre el lavamanos de mármol. No quería ver las ojeras que sin duda se estaban formando o la tensión en su mandíbula. Solo quería que el agua caliente le quitara el último rastro del día.
Mientras el vapor llenaba el cubículo de cristal, su mente flotó sin rumbo. Pensó en la música, en las nuevas canciones, en toda la logística de la gira. Su cerebro se sentía como un navegador de internet con demasiadas pestañas abiertas. Por un instante, una imagen apareció en su mente: un titular que había visto de pasada en el teléfono de alguien ese día. Algo sobre una película de Bollywood. El rostro de una mujer le resultó levemente familiar. Chopra... ¿Priyanka Chopra? Sí, ese era el nombre. La actriz que había cruzado a Hollywood. No sabía nada de ella, más allá de que era increíblemente famosa en otra parte del mundo. Era solo otro rostro en el mundo de celebridades, una estrella en una galaxia completamente diferente a la suya.
El pensamiento fue tan al azar y fugaz como una mota de polvo en un rayo de sol. Lo desechó tan rápido como llegó.
Quince minutos después, salió de la ducha, se secó rápidamente y se puso un par de bóxers. No se preocupó en poner una alarma; la ansiedad y su reloj corporal interno, afinado por años de giras, se encargarían de despertarlo.
La cama era gigantesca, un mar de sábanas de algodón y almohadas mullidas. Nick se metió bajo las sábanas, el cuerpo dolorido y la mente nublada. Mientras sus ojos se cerraban, una extraña sensación lo invadió, una sensación de caída, como si el colchón se hubiera desvanecido debajo de él y estuviera cayendo en una oscuridad suave e infinita. No era desagradable, solo... extraño. Su último pensamiento coherente fue una súplica silenciosa al universo: "Solo déjenme dormir"
Y el universo, al parecer, escuchó.
Mumbai, India. 1:47 PM.
El calor era un personaje más en el set de rodaje, opresivo e implacable. Priyanka Chopra se abanicaba con el borde de su guion, sintiendo cómo una gota de sudor se deslizaba por su columna, amenazando con arruinar el complicado trabajo de vestuario que tardaron tres horas en ponerle esa mañana. Llevaban doce horas repitiendo la misma escena de baile, una secuencia elaborada para su próximo drama, y sus músculos gritaban en protesta.
"¡Corten!" la voz del director resonó a través de los altavoces, amplificada y ligeramente distorsionada. "¡Priyanka, querida, eso fue magnífico! ¡Pero necesito más desesperación en tus ojos! ¡Recuerda, has perdido un reino, no las llaves de tu auto!"
Priyanka forzó una sonrisa, asintiendo mientras un asistente se apresuraba a retocarle el maquillaje y otro le ofrecía una botella de agua fresca. Magnífico, pero no lo suficiente. La historia de su vida. Siempre siendo exigida más, la perfección. Era el combustible que la había llevado desde sus raíces hasta la cima de Bollywood y luego a la increíblemente difícil conquista de Hollywood. Pero ese combustible, a veces, la dejaba agotada.
Hoy era uno de esos días. Estaba cansada. No era solo lo físico de repetir la coreografía una y otra vez bajo las luces cálidas. Era un agotamiento del alma, el resultado de vivir su vida bajo la lupa, de hacer malabarismos con dos continentes y de la presión constante de ser Priyanka Chopra.
Al fin, después de otras dos tomas que el director consideró "aceptables", la liberaron por el día. El alivio fue tan intenso que casi se cayó. En el santuario con aire acondicionado de su camerino, se quitó el pesado vestuario y las joyas, sintiéndose más ligera, más ella misma. Mientras una maquilladora le quitaba con cuidado las capas de base y pintura de su cuerpo, Priyanka cerró los ojos, imaginando su cama. Su hermoso, enorme y solitario santuario en su apartamento de Mumbai.
Su teléfono vibró sobre la mesa. Lo tomó sin pensar. Era una inundación de notificaciones: correos electrónicos de su equipo en Los Ángeles, mensajes de amigos, titulares de noticias. Su pulgar se deslizó por la pantalla, deteniéndose por un momento en una noticia de una revista de entretenimiento estadounidense. "El regreso triunfal de los Jonas Brothers domina las listas de éxitos". Había una foto de los tres hermanos. Reconoció vagamente al más joven, Nick. Un adulto lindo que había salido con algunas celebridades. Una estrella del pop en una órbita lejana a la suya. ¿O quizás no tanto? El mundo del entretenimiento global era cada vez más pequeño.
Sacudió la cabeza, desechando el pensamiento. No tenía la energía mental para considerar las complejidades de la fama intercultural en ese momento.
"¿Lista, PC?" preguntó su hermano, Siddhart, asomando la cabeza por la puerta. "El vehículo está esperando"
"Lista, hermano" respondió ella, su voz teñida de agotamiento.
El viaje a través del caótico tráfico de Mumbai fue un borrón de bocinazos, colores y multitudes. Priyanka miraba por la ventana polarizada, sintiéndose desconectada de la vibrante vida que se desarrollaba afuera. Amaba esta ciudad, pero hoy se sentía como una extraña.
Cuando finalmente llegó a su apartamento, un lugar de calma y lujo moderno con vistas al Mar Arábigo, la invadió el silencio. Dejó su bolso en el suelo, se quitó los zapatos y caminó directamente hacia su dormitorio. La habitación estaba bañada por la suave luz del atardecer que se filtraba a través de las cortinas de seda.
Sin siquiera molestarse en comer algo, se quitó la ropa y se puso un camisón de seda. Se lavó la cara en el baño adjunto, sus movimientos eran lentos y mecánicos. Vio su propio reflejo en el espejo: una mujer de treinta y tantos años, exitosa, admirada, y en ese momento, profundamente sola y agotada.
Se metió en la cama, las sábanas frescas un alivio para su piel caliente. El sol pintaba el techo de tonos naranjas y morados. Mientras sus párpados se volvían pesados, una sensación peculiar la envolvió. Era como si la gravedad se hubiera multiplicado, tirando de ella hacia abajo, a través del colchón, hacia una oscuridad profunda y deliciosa. Era una rendición total, una caída libre hacia la inconsciencia. Su último pensamiento fue un suspiro de alivio. "Por fin, a dormir"
Y el universo, con su extraño y retorcido sentido de la lógica, obedeció.
~Punto de vista de Nick~
La luz del sol era insistente. Se metía por un hueco en las cortinas, una línea brillante que caía directamente sobre sus ojos. Nick Jonas gimió, girando para escapar de ella. Su cabeza se sentía extrañamente pesada, como si su cabello hubiera ganado centímetros y peso durante la noche. Y el aroma... la habitación olía a jazmín, un perfume floral y femenino que le resultaba completamente extraño. "Deben haber limpiado la habitación mientras dormía" pensó aturdido. Un servicio demasiado eficiente.
Se sentó, parpadeando para aclarar su visión borrosa tras el sueño. El movimiento se sintió... muy diferente. Más ligero. Menos forzado. Miró hacia abajo y vio que estaba envuelto en lo que parecía ser un camisón de seda color marfil. Definitivamente no eran sus bóxers.
"Debo de haber bebido anoche" fue su primer pensamiento lógico. Pero no, recordaba claramente haber bebido solo agua. Quizás Joe le había jugado una broma. Sí, eso tenía que ser. Típico de Joe.
Se rascó los ojos y notó que sus manos eran... delicadas. Uñas largas y perfectamente cuidadas. No eran sus manos, que siempre tenían algún callo por mucho usar una guitarra. La confusión comenzó a transformarse en una incipiente ansiedad. Se apartó las sábanas de encima y vio un par de piernas esbeltas y suaves que definitivamente no eran las suyas.
"Vamos, esto no es gracioso, Joe"
Se levantó de la cama, y la sensación de desequilibrio fue inmediata. Se sentía más pequeño. Y el peso de su cuerpo estaba distribuido de una forma completamente nueva, con una suavidad en las caderas y una carga en el pecho que nunca antes había sentido. Miró a su alrededor. No estaba en la suite del Peninsula. Esta habitación era cálida e íntima, decorada en tonos crema y dorados, con fotografías enmarcadas y libros de arte apilados en una mesita de noche. Por la ventana, en lugar de los edificios de Chicago, vio un lugar completamente diferente, exótico, con el sol brillando con intensidad.
El pánico, mostrado en forma de frío, comenzó a subir por su garganta. Se tambaleó hacia la puerta que creía llevaba al baño. Necesitaba echarse agua en la cara, mirarse en el espejo, demostrarse a sí mismo que solo estaba teniendo un sueño increíblemente vívido y extraño.
Empujó la puerta. El baño era un santuario de mármol blanco y detalles luminosos. En un mueble había una colección de frascos de perfume, cremas y cosméticos que rivalizaría con la de una tienda de alta costura. El aroma a jazmín era aún más fuerte aquí. Nick, con el corazón martilleándole en el pecho, levantó la vista hacia el espejo.
Y gritó.
Pero el sonido que salió no fue el de su voz habitual. Fue un grito agudo, femenino, lleno de terror. Porque la persona que le devolvía la mirada no era él. Era una mujer. Una mujer despampanante, con la piel bronceada, el pelo oscuro y espeso cayéndole sobre los hombros, y los ojos muy abiertos por el pánico.
Era Priyanka Chopra.
Su mente se negó a procesarlo porque no podía ser. ¡Era imposible! Levantó una mano temblorosa y la mujer del espejo hizo lo mismo. Tocó su mejilla, sintiendo la suavidad de la piel, y la mujer del espejo le copió a la perfección. Era él. Estaba dentro de ella.
El pánico se convirtió en puro terror. Miró hacia abajo, hacia el cuerpo en el que ahora habitaba, el camisón de seda que se pegaba a unas curvas que no eran suyas. El cerebro le dio un cortocircuito. La lógica se hizo añicos. La realidad se derrumbó. Todo su ser se concentró en una única y horrible inconsistencia, una violación fundamental de la física y la biología. Su mirada bajó, buscando la única prueba incuestionable de su propia identidad, la única parte de él que había sido una constante toda su vida.
Y no estaba allí. En su lugar, había... otra cosa. Algo completamente ajeno.
El grito que se había ahogado en su garganta finalmente encontró una salida, una pregunta nacida de la incredulidad y el horror más absoluto que resonó en las paredes de mármol del lujoso baño.
"¿¡DÓNDE MIERDA ESTÁ MI...!?"
~Punto de vista de Priyanka~
Un ruido ligero la despertó. Priyanka Chopra parpadeó, desorientada. Por un momento, no supo dónde estaba. La habitación estaba oscura, salvo por la luz azulada de un televisor en silencio. Se sentía... grande. Sus hombros eran anchos, sus brazos y piernas largos y pesados. Y tenía frío. El aire acondicionado estaba a una temperatura muy baja.
Se incorporó, el movimiento se sintió extraño, antinatural. Llevaba puesta solo ropa interior, unos bóxers de algodón. No recordaba habérselos colocado. Miró a su alrededor. Estaba en una habitación de hotel. No era suya, parecía demasiado masculina, olía a colonia y a algo vagamente metálico. Afuera de la ventana, las luces de una ciudad estadounidense brillaban en la noche. Chicago, reconoció por la silueta de un edificio a lo lejos.
¿Chicago? ¿Cómo diablos había llegado a Chicago? ¿La habían secuestrado? La idea era aterradora, pero no encajaba. ¿Qué secuestrador la vestiría con ropa interior de hombre y la dejaría en una suite de lujo?
Se levantó de la cama, sus pies desnudos sintiendo el frío de la alfombra. Sus piernas se sentían inexplicablemente poderosas. Caminó por la habitación, observando los objetos en ella: una chaqueta de cuero sobre una silla, una púa de guitarra en una mesita, un par de zapatillas de deporte de talla grande junto a la puerta. Esto era la habitación de un hombre.
Una sensación de náusea y vértigo la invadió. Se dirigió al baño, buscando respuestas. Quizás su reflejo le diría qué estaba pasando.
Encendió la luz. El baño era bastante espacioso y estaba cubierto de mármol oscuro. Sobre el lavamanos había un estuche de hombre, un cepillo de dientes eléctrico y un frasco de gel para el pelo. Con un pavor creciente, levantó la vista hacia el espejo.
Y su corazón se detuvo.
La persona en el espejo era un hombre. Un hombre joven, de rostro conocido, con el pelo oscuro y corto, una barba de un día y una expresión de absoluto caos. Era el chico de la noticia que había visto. El cantante. Nick Jonas.
Priyanka retrocedió de un resbalón, chocando contra la pared. No. No, no, no. Esto era un sueño. Una pesadilla. Se pellizcó el brazo, con fuerza. El reflejo del espejo hizo lo mismo. Sintió el dolor agudo y punzante en su... en su bíceps. No estaba soñando.
Las lágrimas brotaron de sus ojos, los ojos de él. Tocó su rostro, el contorno afilado de la mandíbula, la piel áspera por la barba incipiente. No era su rostro. Estaba atrapada. Estaba en el cuerpo de Nick Jonas.
La comprensión la golpeó con la fuerza de un choque automovilístico, una ola de pánico tan abrumadora que le robó el aliento. Su mente, que siempre había sido su mayor arma, su herramienta para navegar por mundos complejos, se quedó en blanco. Todo se redujo a la cruda, física e imposible verdad de su nueva anatomía. Miró hacia abajo, hacia el torso musculoso, el vello del pecho, y más abajo, hacia la prueba innegable y horrible de su encarcelamiento corporal.
Un grito ahogado escapó de sus labios, un sonido áspero, masculino, que no reconoció como suyo. Era un lamento de pérdida, de confusión, de una transgresión tan profunda que no había palabras para describirla. Su pregunta se unió a otra, lanzada al universo desde el otro lado del mundo, un eco perfecto de incredulidad y pavor.
"¿¡DÓNDE MIERDA ESTÁN MIS...!?"
