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Bruce no repitió. Solo esperó, sus ojos todavía fijos en Clark, observando mientras Clark procesaba, mientras las piezas comenzaban a encajar de maneras que debían haber sido obvias desde el principio pero que Clark había sido demasiado denso o demasiado asustado o demasiado completamente cegado por sus propios sentimientos para ver.
La altura.
Bruce y Batman tenían la misma altura, el mismo cuerpo, la misma forma de moverse cuando pensaban que nadie estaba mirando.
La voz.
Sí, Batman usaba una voz más ensayada, pero había momentos, momentos raros cuando Batman estaba cansado o herido o simplemente no estaba pensando, donde el tono se deslizaba y sonaba como...
Sonaba como Bruce.
Las manos.
Clark había sostenido ambos pares de manos, había sentido los callos en los mismos lugares, la forma en que los dedos se curvaban, la fuerza específica en el agarre.
El olor.
Incluso a través del cuero y el kevlar de la armadura de Batman, había momentos donde Clark podía captar un olor débil a colonia amaderada, la misma colonia que Bruce usaba.
Sus latidos...
Los moretones.
Oh Dios, los moretones.
Clark se acordó de esa noche en la mansión Wayne, cómo Bruce había insistido en mantener la camisa puesta incluso mientras hacían el amor. En ese momento, Clark lo había atribuido a una preferencia personal, o tal vez a inseguridad, o a cualquier número de razones que su cerebro ocupado en otras cosas había aceptado sin cuestionar.
Pero Bruce había estado escondiendo moretones. Moretones de pelear crimen. Moretones de ser Batman.
— No. — Clark dijo en voz alta, negando con la cabeza porque esto no podía ser real. — No, eso es... no tiene sentido.
— Tiene perfecto sentido. — La voz de Bruce era tranquila, paciente, como si estuviera hablando con alguien al borde de un colapso. — Si te detienes a pensarlo por más de tres segundos, tiene el perfecto sentido.
Pero Clark no quería detenerse y pensarlo. Clark quería que esto fuera una broma, una mentira elaborada, cualquier cosa excepto la verdad porque si era la verdad entonces eso significaba...
Eso significaba que no había estado enamorándose de dos personas diferentes.
Había estado enamorándose de la misma persona desde dos ángulos diferentes.
Había estado torturándose sobre una elección que nunca había necesitado hacer porque no había elección. Solo había Bruce. Solo había Batman. Solo había un hombre que aparentemente había decidido que era buena idea dejar que Clark se retorciera en culpa y confusión en lugar de simplemente decir "Oye, por cierto, soy el vigilante nocturno con el que has estado patrullando."
Y con esa realización vino algo más. Algo frío y asqueroso que se asentó en el estómago de Clark como una piedra.
El silencio que siguió a las palabras de Bruce fue el tipo de silencio que tiene peso. Tiene densidad. Es casi físico, como si alguien hubiera extraído todo el aire de la atmósfera y dejara solo el vacío.
Clark no habló. No se movió. Solo quedó ahí, con los ojos fijos en Bruce, mientras su cerebro intentaba forzar las piezas a encajar en un patrón que le estaban gritando que era verdad pero que él se negaba a aceptar porque aceptarla significaba que todo, literalmente todo, había sido una mentira.
Tres días. Recordaba que Bruce había dicho saber desde tres días después de que Superman apareciera en Metrópolis quien era el. Lo que significaba que Bruce lo sabía desde el primer vuelo. Desde las primeras semanas, cuando Clark todavía estaba aprendiendo a volar y combatir amenazas al mismo tiempo sin destruir accidentalmente edificios. Desde el momento en que Clark era un extraño asustado tratando de cuidar un planeta entero ofreciendo su vida para la humanidad.
Bruce lo había sabido. Batman lo había sabido.
Habían sido la misma persona todo el tiempo.
Clark retrocedió. No fue un movimiento dramático ni rápido. Fue deliberado, lento, como si su cuerpo necesitara procesar cada centímetro de distancia entre él y Bruce. Sus talones rasgaron las tablas viejas del muelle, el sonido crudo en la noche. Pasó uno, dos, tres pasos hacia atrás antes de que sus rodillas amenazaran con ceder.
— No. — La palabra salió de su garganta como algo que necesitaba vomitar. — No, no, no.
— Clark-
— ¿Siempre? — interrumpió Clark, su voz subiendo, quebrándose en los bordes. — ¿Desde la gala? ¿Desde el primer beso en ese sofá? ¿Desde la maldita noche anterior cuando me dijiste que no confiabas en nadie, Bruce? ¿Siempre lo supiste y jamás te atreviste a decirme?
Su cabeza estaba dando vueltas. Literalmente girando, como si el muelle se estuviera moviendo bajo sus pies. Clark extendió una mano para estabilizarse, pero no había nada ahí, solo aire, solo el vacío del agua negra varios metros abajo.
— Todo. — murmuró, más para sí mismo que para Bruce. — Estuvo todo ahí. La altura. La forma en que se movía. Esa colonia de mierda que huele a Gotham y a... a ti.
Pasó una mano por su cabello, tirando de él con una fuerza que habría desprendido mechones en un humano normal pero que solo le dejó los dedos temblando en su cuero cabelludo.
— Me mentiste. — Clark levantó la vista, sus ojos encontrando los de Bruce, y había algo en su expresión que hizo que Bruce retrocediera un paso. Furia. Pero no la furia limpia de alguien simplemente enojado. Era la furia despedazada de alguien que se sentía traicionado en formas tan profundas que ni siquiera sabía cómo procesarla. — No me mentiste una vez, Bruce. Me mentiste todos los días. Cada. Maldito. Día.
Bruce abrió la boca, pero Clark no le dio la oportunidad de hablar. Las palabras salieron en un torrente, cada una más filuda que la anterior.
— En la gala, cuando me besaste, ¿Era tu plan de contingencia? ¿Fue solo un experimento? ¿"Veamos cuánto tiempo tarda Superman en darse cuenta de que el playboy millonario y el vigilante nocturno son la misma persona"? ¿Fue un juego para ti?
— No. — Bruce negó con la cabeza, su voz controlada pero con algo quebrándose justo debajo de la superficie. — Clark, eso nunca fue un juego.
— Entonces, ¿Qué fue? — Clark dio un paso adelante ahora, su dolor transformándose en algo más afilado, más urgente. — ¿Caridad? ¿Curiosidad? ¿Querías ver si podías hacer que el Hombre de Acero se enamorara de dos versiones de ti simultáneamente?
— Eso no es justo.
— ¿Justo? — La palabra salió como una risa quebrada. — Hablemos de lo que es justo, Bruce. Es justo que le digas a alguien que eres dos personas diferentes. Es justo que le des la posibilidad de elegirte sabiendo quién eres. Es justo que no lo dejes en la oscuridad, preguntándose si está perdiendo la cabeza, si está siendo infiel sin saberlo, si el hombre que ama en un tejado es la misma persona que lo sostuvo en su cama.
Bruce intentó acercarse, pero Clark levantó una mano, deteniendolo.
— No. Tú hablas. — ordenó Clark, y había tal autoridad en su voz que incluso Bruce, acostumbrado a controlar situaciones, se quedó quieto. — Quiero escuchar por qué. Quiero escuchar por qué decidiste por mí. Por qué pensaste que tenías el derecho de guardar eso.
Bruce respiró profundamente. Su mandíbula se tensó, y cuando habló, su voz fue cuidadosamente controlada, cada palabra medida como si las estuviera levantando del fondo de un pozo.
— Porque tenía miedo.
Fue tan simple, tan desnudo en su honestidad, que Clark no supo qué hacer con eso. Se quedó esperando más, pero Bruce solo lo miraba con esos ojos azules que Clark había llegado a amar en dos formas diferentes, y la combinación de eso, la realización de que solo eran unos ojos, los mismos ojos, lo golpeó como una onda expansiva.
— Tenía miedo — continuó Bruce, y su respiración era más difícil ahora, como si estuviera forzando las palabras a salir a través del pánico — de que si sabías que era Batman, que si entendías realmente lo que Batman es, lo que Batman requiere... perderías parte de tu fe en mí. En... en nosotros.
Clark esperó. No dijo nada, solo lo observó, esperando que Bruce continuara porque sabía, con la misma claridad con la que podía ver a través de paredes, que había más.
— Batman no es heroísmo, Clark. — La voz de Bruce era más baja ahora, casi un susurro. — Batman es dolor convertido en acción. Batman es un niño de ocho años que vio morir a sus padres en un callejón y nunca, nunca se recuperó de eso. Batman es alguien que eligió transformar su trauma en una máscara y usarla para perseguir a otros hasta que ese miedo ya no fuera suyo, sino de ellos.
Bruce pasó una mano por su rostro, y Clark pudo ver la forma en que sus manos temblaban. Apenas. Pero estaban temblando.
— No quiero que veas cuánto de mí está hecho de culpa. — continuó Bruce. — Ni cuánto de Batman depende del odio que siento hacia mí mismo. Porque si lo vieras, si realmente lo vieras... no creo que pudieras amarlo.
— Eso no te corresponde decidir. — La voz de Clark era puro hielo. — No te corresponde decidir por mí qué puedo o no puedo amar.
— Lo sé.
— ¿Lo sabes? — Clark se rió, un sonido que sonaba como vidrio rompiéndose en su propia garganta. — No, no lo sabes. Porque si lo supieras, me lo habrías dicho. Hace semanas. Hace meses. En lugar de jugar conmigo como si fuera un juguete que podías manipular desde dos ángulos diferentes.
— Clark-
— Espera. — Clark levantó la mano de nuevo. — Porque hay algo que no entiendo. Eres Batman. Eres indestructible en Gotham. Te has entrenado para ser perfecto, para ser inquebrantable, para no necesitar a nadie. Pero estoy aquí. Yo, Clark Kent, reportero promedio que no puede hacer nada más que escribir palabras en un periódico.
Se acercó, sus ojos fijos en Bruce.
— ¿Entonces por qué? ¿Por qué el hombre que dice que no confía en nadie, que dice que está solo en la oscuridad, decidió que necesitaba estar con dos versiones de la misma persona? ¿Qué hay en mí que vale la pena jugarse, Bruce? ¿O simplemente querías ver si podías hacer que Superman cayera?
— No es así. — Bruce negó con la cabeza tan violentamente que su cabello se movió. — Clark, no es así para nada. Nunca fue un juego. Es exactamente lo opuesto.
— Entonces, ¿Qué es? — gritó Clark ahora, su control deshilachándose en los bordes. — Porque de lo único que estoy seguro es de que me mentiste. De que me hiciste creer que estaba enamorándome de dos hombres diferentes, cuando todo el tiempo eras tú. Eras tú en un sofá. Eras tú en un tejado. Eras tú diciéndome que no confiabas en nadie mientras guardabas el secreto más grande de tu vida.
Bruce no respondió inmediatamente. Solo lo observó, y en el silencio, Clark pudo ver la forma en que la culpa se asentaba en los hombros de Bruce, la forma en que su mandíbula se tensaba, la forma en que sus manos se cerraban en puños a los costados.
Cuando finalmente habló, su voz fue casi inaudible.
— Porque tenía miedo de que te usaran.
Clark se detuvo. El mundo alrededor de ellos se volvió repentinamente muy silencioso.
— ¿Qué?
— Si sabías que era Batman, si eso se hizo público de alguna manera, si alguien se enteraba de que Bruce Wayne y Batman eran la misma persona... — Bruce respiró, y su pecho se movió como si acabara de estar bajo el agua demasiado tiempo. — Mis enemigos no dudarían en usarte contra mí. Literalmente no dudarían.
Se acercó, y esta vez Clark no retrocedió, solo lo observó mientras Bruce hablaba.
— Los criminales en Gotham son creativos, Clark. Son inteligentes. Y tengo enemigos que harían cosas ... — Su voz se quebró, realmente se quebró, algo crudo escapando en los bordes de cada palabra. — No importa si puedes detener una bala. No importa si eres más fuerte que cualquier cosa que ellos pudieran crear. Lo que me aterroriza es la posibilidad de que alguna vez dudes. De que alguna vez, en un momento de debilidad, dudes si debo importarte, si valgo la pena. Porque si dudas, si eso sucede, pierdo todo.
La confesión colgó en el aire entre ellos como algo vivo.
— Y si fuese a mí? — continuó Bruce, sus ojos enfrentando los de Clark directamente. — Y si te usan a mí para poder torturarte? Yo soy un simple humano, Clark. Soy quebradizo. Puedo romperme. Y alguien en Gotham lo sabe. Alguien sabe exactamente dónde me duele.
Clark sintió algo en su pecho cambiar. No desaparecer, la rabia seguía ahí, el sentimiento de traición seguía ardiendo, pero se convirtió en algo más complicado. Algo más real.
— Superman representa esperanza. — murmuró Bruce, como si estuviera pensando en voz alta. — Representa bondad sin compromisos. Morales que no se doblan. Eres lo mejor de este mundo, Clark. Y yo...
Hizo una pausa, sus dedos tocando suavemente el escudo en el pecho de Clark.
— Batman es lo opuesto. Batman es dolor. Batman es alguien que aprendió muy temprano que el mundo es cruel y decidió ser más cruel que el mundo. Decidí vivir en la oscuridad, en los lugares que donde tu luz no logra aparecer. Y si supieras realmente cuánta de esa oscuridad está dentro de mí, si supieras lo profundo que va, tengo miedo de que me veas diferente. De que no solo dejes de amar a Batman, sino que dejes de amar a Bruce.
Clark no sabía qué decir. Quería estar furioso. Todavía estaba furioso. Pero también estaba escuchando, y eso era lo que más le dolía. Porque Bruce no estaba justificándose. No estaba ofreciendo disculpas baratas. Solo estaba siendo honesto de una manera que Clark sabía que Bruce casi nunca era con nadie.
— No debería haber tomado esa decisión por ti. — dijo Bruce, y su voz era definitiva ahora, como si hubiera llegado a una conclusión que lo iba a destruir pero que necesitaba decir de todas formas. — Fue egoísta. Fue controlador. Fue exactamente el tipo de cosa que Batman hace y que Clark Kent nunca haría. Porque Clark Kent es mejor que eso. Y yo... yo no sé cómo serlo.
Clark dio un paso atrás. Luego otro. Su cuerpo necesitaba distancia, necesitaba aire, necesitaba algo que no fuera el peso de los ojos de Bruce mirándolo como si fuera lo único que importaba.
— ¿Sabes lo que duele? — preguntó Clark, su voz temblando. — No que me mintieras. Lo sabía. Podía sentir que había algo, que no me estabas diciendo todo. Pero Lois y Jimmy y yo, hablamos de eso. Hablamos de los secretos. Dijimos que la verdad podía ser difícil, pero que era mejor que la mentira.
Se detuvo, sus ojos evitando los de Bruce.
— Lo que duele es que decidiste por mí lo que podía o no saber. Que me quitaras la posibilidad de elegirte sabiendo quién eras. Quiénes eras. — Su voz subió, quebrándose en los bordes. — Cuando Batman me dijo que no confiabas en nadie, cuando me sostuvo en un tejado y me hizo creer que era especial, que era la única persona a la que le permitías estar cerca... estabas mintiéndome todo el tiempo. No porque no confieras en mí. Sino porque no me considerabas digno de la verdad.
Las palabras salieron como armas, y Clark podía ver exactamente cómo cada una golpeaba a Bruce. Vio la forma en que su rostro se cerraba, la forma en que sus manos bajaban a los costados, la forma en que su respiración se hacía más superficial.
Bruce no gritó. No discutió. No se justificó. Solo estuvo ahí, con la mandíbula apretada, el silencio entre ellos convirtiéndose en algo tan sólido que Clark podría haber construido paredes con él.
— Tenías que protegerte — continuó Clark, porque necesitaba que Bruce supiera exactamente lo que había hecho, exactamente cómo lo había roto. — Ya lo sé. Eres Batman. La protección es todo lo que conoces. Pero no tenías que protegerme de ti, Bruce. Eso es lo que no entiendes. No me estabas protegiendo. Me estabas controlando.
El silencio que siguió fue diferente. Fue el silencio de una verdad que Bruce no podía esquivar. Porque era verdad. Bruce había estado controlando la narrativa, controlando qué sabía Clark, controlando cuándo y cómo lo descubría. Y sin importar cuáles fueran las intenciones detrás de eso, el resultado era el mismo: Clark había sido tratado como una marioneta.
— Lo siento. — La voz de Bruce fue apenas un susurro. — No hay defensa que sirva. No hay palabra que arregle esto.
Clark se giró completamente hacia la orilla del muelle, mirando hacia el agua negra. Podía escuchar todo lo que no estaba diciendo: las disculpas que Bruce no sabía cómo articular, el miedo que lo estaba consumiendo, el puro pánico de estar perdiéndolo todo.
Porque eso era lo que estaba sucediendo. Clark se estaba yendo. Clark se estaba alejando. Y Bruce no podía hacer nada para detenerlo porque cualquier cosa que hiciera ahora sería solo más mentiras, más control, más de lo mismo.
— No, Bruce. — murmuró Clark, sin voltearse. — No hay máscara que lo arregle.
Y con eso, el silencio se convirtió en la única cosa real en el muelle. El sonido del agua. El distante latido de Gotham. Y la sensación de que algo que había sido hermoso y complicado y completamente real hasta hace diez minutos, se había convertido en un montón de escombros que ninguno de ellos sabía cómo reconstruir.
Clark no se fue volando. Eso habría sido demasiado fácil, demasiado limpio. En su lugar, simplemente caminó hacia el final del muelle, su capa ondeando detrás de él. Y Bruce lo vio desaparecer en la oscuridad de Gotham, sabiendo exactamente lo que acababa de suceder.
Lo había perdido. A ambas versiones de Clark: al reportero que lo amaba a él, al Superman que admiraba a Batman. Lo había perdido porque había elegido la cobardía disfrazada de protección, y eso no era algo que ninguna cantidad de disculpas pudiera arreglar.
Bruce se quedó solo en el muelle, sus manos todavía temblando, escuchando el sonido del agua golpear los pilotes de madera. Y por primera vez en años, el vigilante nocturno de Gotham no supo qué hacer.
Porque la verdad era simple: no había enemigo que Batman pudiera derrotar que pudiera hacerlo sentir tan completamente aniquilado como haberse perdido a sí mismo.
