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Sol abrazador

Summary:

La siempre recatada y recta vicepresidenta del concejo estudiantil de la preparatoria privada Seiryuu, Hoshina Shoushirou comienza a mostrar actitudes completamente diferentes a las comunes que suele mostrar.

Su círculo cercano no comprende del todo porque Hoshina se ve mucho más distraída y comienza a perfeccionar (su ya impecable) presentación personal.

Mina Ashiro, la presidenta del consejo estudiantil y mejor amiga de Shoushirou es la primera en enfrentar la situación. Y gracias a una exhaustiva investigación, Ashiro llega a una conclusión.

—Oh Dios mío. Estas enamorada.

Hoshina pierde la compostura y niega nerviosa.

—¡No lo estoy!

Mina niega y la interrumpe.

—Oh, claro que sí...

En efecto, Hoshina Shoushirou a caído por un chico, con un peculiar tono de ojos.

Notes:

Quería y necesitaba este tipo de historia. Así que me anime a traerla.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Ojos color magenta

Chapter Text

El reloj del aula marcaba las seis y media cuando Hoshina Shoushiro finalmente dejó caer el bolígrafo. La mayoría de los estudiantes se habían marchado hacía más de una hora, pero ella seguía ahí, revisando las tareas dirigidas del comité académico como si el tiempo no existiera.

 

Normalmente Mina se quedaba con ella para acompañarla y así ir juntas a tomar el metro, junto con su novio Kafka. Pero hoy, debido a que el gato de Mina (Bako) enfermó, ella tuvo que salir de manera urgente a la veterinaria.

 

Hibino le había propuesta esperarla, pero Hoshina lo rechazó puesto que sabía que iba a demorar bastante. 

 

El sol ya se había ocultado detrás de los edificios, y el crepúsculo teñía los ventanales del instituto con un brillo violeta, del mismo tono que su cabello.

 

Hoshina se estiró, con un suspiro pesado, sintiendo cómo el cansancio se le acumulaba en los hombros. “Genial, ahora tendré el honor de ser asaltada por la oscuridad”, murmuró con ironía mientras recogía sus cosas. No era precisamente una chica frágil, ni de las que se asustaban con facilidad, pero el barrio alrededor del metro no era el más amable de noche.

 

Su reflejo en la ventana la observó un segundo antes de salir: ojos color vino tinto, rasgados y tranquilos, con ese brillo entre desafiante y distraído que pocas veces lograba ocultar. Su cabello corto, de un tono violeta oscuro, le rozaba la mandíbula y enmarcaba un rostro fino que rara vez perdía la compostura. Sus amigas decían que sus ojos se entrecerraban como los de un gato cuando sonreía; a ella le gustaba pensar que eso los hacía más interesantes.

 

Bajó las escaleras del instituto con paso decidido y se encaminó al metro, abrochándose el abrigo sobre el uniforme, la insignia en dorado de la Preparatoria privada Seiryuu reluciendo en su pecho. La noche le devolvía un viento helado y el ruido de la ciudad que nunca dormía.

 

El andén estaba medio vacío, iluminado por luces parpadeantes que proyectaban sombras largas en las paredes. Hoshina se sentó en un banco, revisando su teléfono de manera distraída, pensó por un momento en colocar algo de música. 

 

Pero ese pensamiento fue interrumpido por un silbido que cortó el silencio.

 

Tres hombres, algo mayores que ella, se habían acercado desde el otro extremo del andén. El olor a tabaco y alcohol los delataba incluso antes de que abrieran la boca.

 

—Oye, linda, ¿tan tarde y sola? —dijo uno, con una sonrisa que le revolvió el estómago.

 

Hoshina frunció el ceño. Su instinto le gritó que se alejara, pero su orgullo no se lo permitió.

 

—No tengo tiempo para idiotas. —Su voz sonó firme, fría.

 

—Oh, ¿así que tienes carácter? —rió otro, avanzando un paso.

 

Ella se levantó, lista para defenderse. Logró esquivar un agarre y golpear a uno de ellos en el abdomen; pero antes de poder moverse otra vez, los otros dos la sujetaron de los brazos.

 

El corazón le latía con fuerza. Iba a liberarse—sabía cómo hacerlo—, pero de pronto, una voz sonó detrás de ellos.

 

—Suéltenla.

 

Fue un tono tranquilo, pero lo bastante firme para que los tres se giraran. Un chico alto, de complexión atlética, los observaba desde unos pasos atrás. Llevaba una chaqueta oscura, una gorra y el flequillo cubriéndole parcialmente los ojos. Aun así, Hoshina alcanzó a notar el brillo magenta que se escondía bajo la sombra de la sus lentes de marco negro.

 

—¿Y tú quién eres? —gruñó uno de los hombres.

 

—Alguien con menos paciencia que ella —respondió el chico, antes de avanzar.

 

El resto ocurrió rápido. Un movimiento certero, una patada, un empujón. Hoshina apenas tuvo tiempo de recuperar el equilibrio cuando los tres estaban ya en el suelo o huyendo por las escaleras, maldiciendo.

El silencio volvió a caer sobre el andén.

 

—¿Estás bien? —preguntó él, ajustándose la gorra sin mirarla del todo. Su voz sonaba calmada, aunque algo ronca, como si no hablara con frecuencia.

 

—Sí… gracias. —Hoshina bajó la mirada, avergonzada por haber necesitado ayuda.

 

El chico la observó unos segundos, con una expresión difícil de leer.

 

—Eres fuerte. Pocos habrían reaccionado como tú. —Sus palabras la tomaron por sorpresa.

 

Hoshina parpadeó. No era lo que esperaba escuchar.

 

Pero entonces, su tono cambió apenas.

 

—Aun así, no deberías andar sola tan tarde. Es peligroso, ¿sabes?

 

Ella lo miró, incrédula.

 

—¿Me estás regañando después de salvarme?

 

—Solo digo lo obvio.

 

—Genial —resopló, cruzándose de brazos—. Un héroe con moral de abuelo.

 

Él no respondió. Solo se encogió de hombros, con esa indiferencia que más que molestarla, le dejó curiosidad.

 

El metro llegó, y cuando las puertas se abrieron, él simplemente dijo:

 

—Cuídate.

 

Ella lo vio subir al vagón y desaparecer entre la multitud. No le preguntó su nombre, ni él el suyo. Pero mientras las puertas se cerraban, una cosa le quedó clara: esos ojos magenta, ocultos tras el flequillo grisáceo, se le habían quedado grabados.

 

Y sin saber por qué, esa noche le costó dormir más de lo normal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Habían pasado tres días desde aquella noche en el metro, y aunque la rutina había vuelto a su curso, Hoshina no lograba concentrarse del todo.

 

Era un fenómeno nuevo en ella.

 

En clase, sus apuntes seguían siendo impecables, sus intervenciones certeras, pero más de una vez se quedaba mirando por la ventana sin darse cuenta.

 

No pensaba exactamente en él —o al menos, eso quería creer—, pero algo en la expresión de aquel desconocido se había quedado pegado en su mente, como una melodía que no podía dejar de tararear.

 

—Oye, Shou-chan, ¿estás bien? —preguntó Konomi Okonogi, asomándose por encima de su cuaderno—. Estás haciendo círculos en tu libreta hace como cinco minutos.

 

Ella acomodo sus lentes redondos sobre su nariz mientras la observaba de manera atenta.

 

Hoshina parpadeó, mirando la hoja llena de garabatos.

 

—Estoy bien. Solo… pensando en el comité —improvisó.

 

—Mentira —intervino Tae Nakanoshima, sentada justo detrás de ella, apoyando la barbilla en la mano—. Tú nunca te distraes, ni siquiera cuando hay una orda de estdiantes gritando tu nombre.

 

La peliazul sonrió abiertamente, algo característico en ella.

 

—Debí quedarme callada —murmuró Hoshina, sonriendo apenas.

 

Reno Ichikawa, desde la esquina, se inclinó hacia Iharu con un susurro que no fue tan discreto:

 

—¿Crees que esté enamorada?

 

Iharu arqueó las cejas.

 

—¿La vicepresidenta? Ni de broma. Ella solo ama los horarios y las reglas.

 

—Los estoy escuchando —advirtió Hoshina sin girarse.

 

Los dos fingieron atender la clase de inmediato, y Konomi soltó una risita contenida.

 

A pesar del ambiente relajado, el comentario le quedó rondando. “Enamorada”. Qué palabra tan innecesaria. Apenas había cruzado unas frases con aquel chico, y sin embargo, no podía evitar recordar su voz tranquila, o el destello magenta bajo aquella gorra.

 

El timbre sonó, y la clase terminó.

 

Hoshina se levantó, estirando los brazos con pereza.

 

—Voy a pasar por la sala del consejo —dijo, más para sí que para las demás.

 

El pasillo estaba lleno de ruido, conversaciones, el sonido de los casilleros cerrándose y el aroma a comida del almuerzo. Todos los estudiantes que pasaban la saludaban de manera energetica, Hoshina les regalo una sonrisa a todos. Caminó distraída, esquivando grupos de estudiantes hasta doblar por el corredor principal.

 

Y fue entonces cuando lo vio.

 

A unos metros, cerca del tablón de anuncios, un chico alto conversaba con dos estudiantes de segundo año que reconocía como Tachibana y Miyake. Llevaba la chaqueta del uniforme desabotonada, auriculares colgando del cuello, y un aire de desinterés tan natural que parecía absorber toda la atención a su alrededor.

 

Hoshina pasó de largo al principio, pero algo la obligó a mirar otra vez.

 

Su cabello era negro, con mechones grisáceos que caían sobre el flequillo. Cuando giró ligeramente la cabeza, la luz del pasillo iluminó sus ojos.

 

Magenta.

 

El corazón de Hoshina dio un pequeño salto.

Lo reconocería en cualquier lugar. El mismo brillo, la misma calma peligrosa en la mirada.

El chico del metro. Y aunque el uniforme y su expresión relajada lo hacían parecer otra persona, no había duda.

 

Era él.

 

Su salvador.

 

En su primer encuentro él se veía diferente, después de todo la gorra y el flequillo largo no dejaban mucho a la vista. Pero esos ojos eran inconfundibles para Shoushiro, había pasado todo el fin de semana pensando en esos ojos.

 

Hoshina dudó, se detuvo por unos segundos, observándolo entre los estudiantes que pasaban.

 

Él, en cambio, no pareció notarla.

 

Solo se encogió de hombros ante algo que dijo Tachibana y siguió caminando, con esa despreocupación que lo hacía parecer ajeno al mundo.

 

Hoshina respiró hondo, tratando de recomponerse.

 

“Qué coincidencia”, pensó, aunque en el fondo sabía que esa palabra le quedaba corta.

Porque, desde ese momento, su curiosidad por él ya no fue algo que pudiera ignorar.

 

 

 

 

Chapter 2: Pensamientos incontrolables

Summary:

Hoshina trata (sin mucho exito) recobrar sus actividades normales y borrar por completo el recuerdo que la lleva atormentando días.

Notes:

¿Qué si me deje convencer por tres comentarios para subir el siguiente capítulo? Tal vez, pero soy lectora y entiendo la desesperación de querer saber más. No planeo hacerlos sufrir mucho con la historia, me siento igual de emocionada qué ustedes por saber como avanzará la historia :)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El Martes amaneció con el típico bullicio de los pasillos: pasos apurados, saludos entrecortados y el sonido metálico de casilleros cerrándose. Hoshina caminaba por el corredor del segundo piso, sujeta a una carpeta llena de papeles del comité organizativo. A simple vista parecía igual de impecable que siempre… aunque quienes la conocían sabían que algo andaba distinto.

 

—¿Otra vez revisando informes tan temprano? —preguntó Konomi, acomodándose la corbata del uniforme mientras caminaba a su lado.

 

—Solo quiero adelantar un poco —respondió Hoshina sin mirarla.

 

Nakanoshima, que se unió al grupo con una sonrisa traviesa, la observó de reojo.

 

—¿Adelantar? ¿O distraerte? Porque desde el viernes traes cara de “procesando un pensamiento complejo”.

 

Hoshina alzó una ceja, con ese gesto que usaba para fingir que no la habían descubierto.

 

—Solo estuve ocupada con las tareas dirigidas. Nada más.

 

Konomi rió. 

 

—Claro, y yo soy presidenta del consejo estudiantil.

 

La vicepresidenta del consejo, perfeccionista, responsable y siempre en control, se había mostrado dispersa todo el fin de semana. Incluso Mina, en una breve conversación por mensaje, lo había notado. Pero Hoshina no podía explicarlo. No sabía por qué la imagen de aquel chico con gorra negra, la mirada intensa y el tono de voz ligeramente áspero seguía repitiéndose en su mente como una canción que no lograba olvidar.

 

Y ahora, lo había visto en los pasillos de la escuela. Hoshina estaba confundida, como vicepresidenta era común que conociera a la mayoría de estudiantes o por lo menos podía distinguir sus caras. Pero a él no recordaba haberlo visto.

 

Durante la clase de matemáticas, la tiza raspaba la pizarra con un sonido constante. Sin embargo, su atención vagaba. Se preguntó, sin querer admitirlo, si él la reconocería. Qué tontería, pensó, moviendo la pierna bajo el pupitre. 

 

No lo conocía. 

 

Ni siquiera sabía su nombre.

 

A la hora del almuerzo, el comedor estaba lleno y el murmullo general la obligó a salir al patio. Konomi y Nakanoshima la siguieron, compartiendo un bento entre risas.

 

—Oye, ¿ya escucharon del chico que regresó este semestre? —preguntó Nakanoshima de pronto, con un brillo curioso en los ojos.

 

—¿Qué chico? —preguntó Hoshina distraída.

 

—Narumi Gen. —Konomi bajó la voz—. Dicen que estuvo un año fuera por problemas… académicos. Está en el grupo A2.

 

El nombre no le sonó de nada, pero el tono con el que lo decían despertó su atención.

 

—¿Y qué clase de problemas académicos? —preguntó, más por inercia que por interés real.

 

—Parece que no entregó un trabajo final. Aunque algunos dicen que fue por un problema con su grupo, no por flojo. —Nakanoshima giró los ojos—. Ya sabes cómo son los rumores.

 

Hoshina apenas asintió, dejando escapar un pequeño suspiro. No le gustaba juzgar sin saber.

 

La conversación tomo otro rumbo y ella fácilmente olvido el nombre.

 

Cuando la campana del final del día resonó, el sol se filtraba por las ventanas del pasillo, tiñendo el aire de tonos cálidos. Hoshina guardó sus cosas, lista para ir a su próxima reunión del comité, cuando su mirada capto algo, o mas bien a alguien.

 

A unos metros, junto a la máquina expendedora, el mismo chico de ayer, de postura relajada, discutía con un profesor sobre un formulario. Su cabello negro caía de forma algo desordenada, y en el flequillo se distinguía un matiz grisáceo que atrapó la luz de la tarde.

 

Por un instante, Hoshina se quedó inmóvil.

 

Había algo en su silueta… en la manera en que su cabeza se inclinaba ligeramente al escuchar, en la calma aparente que escondía una tensión reconocible. Y cuando el chico levantó la mirada, vio el destello magenta en sus ojos cansados.

 

El aire pareció detenerse.

 

Hoshina no entendió por qué su pecho se apretó un poco ni por qué esa sensación le resultó tan familiar. 

 

—¿Hoshina? —la voz de Konomi la sacó del trance—. ¿Vienes?

 

—Sí… ya voy. —Sonrió apenas, fingiendo normalidad mientras echaba una última mirada al chico.

 

Shoushirou saco fuerza de voluntad y desecho el de sus pensamientos al chico. Necesitaba concentrarse, no podía perder la compostura. Tenía qu olvidarse de ese incidente, además, sería sencillo viendo que el chico al parecer no la reconocía.

 

Ese hecho la molestaba más de lo que hubiera querido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Trato de ignorar sus pensamientos, y lo logro con éxito … al menos, eso quería creer Hoshina.

El reloj marcaba las seis en punto cuando su alarma sonó, y sin pensarlo dos veces, se incorporó de la cama. Su habitación estaba impecable, como siempre: el uniforme colgado en la puerta del armario, los libros alineados en el escritorio y una taza de avena de almendras humeante esperándola sobre la mesa.

 

Era su ritual matutino. No importaba lo mucho que se atrasara o la cantidad de tareas que tuviera; jamás salía de casa sin su avena. El sabor suave y dulce le daba una sensación de calma que pocas cosas lograban.

 

Se sentó en el comedor, sola. Como de costumbre, pues su familia no acostumbraba a comer junta debido a las "responsabilidades" que los ocupaban. Shoushirou lo prefería de ese modo, así podría evitar los comentarios despectivos de su padre y la sobre protección de su hermano mayor.

 

En el tren hacia la preparatoria, revisó los informes del comité administrativo. Había aprendido a leer de pie, entre el movimiento y el murmullo de los pasajeros, con la precisión de quien equilibra una bandeja sobre una cuerda floja.

 

Cuando llegó al instituto Seiryuu, el campus ya estaba lleno. Estudiantes conversando en el jardín, el sonido del balón en la cancha y el aroma del pan recién hecho de la cafetería llenaban el ambiente. Hoshina caminó con paso decidido, saludando con una inclinación ligera a los profesores que se cruzaban.

 

—Vicepresidenta, ¿podría firmar estos formularios? —le pidió uno de los encargados del comité.

 

—Claro, déjalos sobre mi escritorio. —Su voz era suave pero firme, la misma que usaba cuando organizaba a los demás sin que sonara como una orden.

 

Las horas de clase transcurrieron entre notas, exámenes sorpresa y alguna que otra distracción de Nakanoshima, que parecía empeñada en hacerla reír a toda costa.

 

—Hoshina, ¿siquiera eres humana? —le susurró entre risas durante literatura—. No te he visto bostezar ni una vez.

 

—Lo hago cuando no hay testigos —respondió ella sin levantar la vista de su cuaderno, aunque el leve brillo en sus ojos delataba una sonrisa contenida.

 

Después del almuerzo, se dirigió al gimnasio para revisar la reserva del club de baile. El suelo pulido reflejaba los rayos de luz que entraban por las ventanas altas, y un grupo de estudiantes practicaba guiadas por la melodía de una canción ¿Era esa "Takedown"?. Hoshina se detuvo un momento, observando los movimientos coordinados. En otra vida —o en otra circunstancia— habría querido dedicarle más tiempo al baile, pero su agenda no se lo permitía.

 

Al salir, pasó por el jardín lateral, donde el aire olía a flores recién cortadas. Se sentó en una banca con su botella de avena de almendras, disfrutando un pequeño descanso antes de regresar al comité.

 

Los iris de color magente vienieron a su mente…,sin querer. Se reprendió mentalmente. Era absurdo seguir pensando en eso. Pero aún recordaba su voz, algo ronca, y la forma en que la miró cuando le dijo que era fuerte.

 

Sacudió la cabeza, intentando concentrarse.

De pronto, un grupo de chicos pasó riendo frente a ella, y uno de ellos mencionó el nombre que había escuchado el día anterior.

 

—¿Ya viste cómo Narumi encestó en la práctica? Ni siquiera está en el equipo y juega mejor que los titulares.

 

¿Narumi?

 

El nombre volvió a flotar en su mente, esta vez con más fuerza.

 

Esa ere el nombre que Tae y Konomi cuchicheaban durante el almuerzo. Hoshina aún no sabía quien era esta celebridad.

 

La campana sonó, marcando el fin del descanso. Hoshina suspiró, se levantó con su carpeta en mano y regresó al edificio. Sin saberlo, cada paso la acercaba un poco más al momento en que aquel nombre y aquel recuerdo se volverían uno solo.

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

¿Qué sentimientos tienen al leer sobre Hoshina?

Chapter 3: El efecto que logras crear

Summary:

Para Hoshina, entrenada desde pequeña para siempre mantener el orden, es extraño no poder controlarse así misma debido a que la presencia de alguien la tiene un tanto nerviosa.

Notes:

Wow, los veo muy enfocados queridos lectores. ¿Debí lanzar los 3 capítulos al mismo tiempo? Tal vez, no importa ya.

 

Parece que tendré que ponerlos a sufrir un poco, puesto que dentro de mi esquema no está poner el punto de vista de Narumi (al menos no aún) pero, si se hará.

Por ahora los invito a analizar a Hoshina y comentar.

¿Qué opinan hasta ahora de ella? Analicen sus sentimientos y háganme saber sus opiniones, los leo todos.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El sonido del silbato en la cancha del gimnasio se mezclaba con el eco de risas, gritos de ánimo y el rechinar de las zapatillas sobre el suelo de madera. Era la práctica general de varios clubes, y aunque Hoshina solo había pasado para verificar una reserva, Konomi e Iharu la habían arrastrado a sentarse un rato en las gradas.

 

—Vamos, vicepresidenta, relájate un poco. —Iharu agitaba una botella de agua como si fuera un trofeo—. No todos los días tenemos un partido amistoso entre cursos.

 

—No estoy aquí para relajarme, sino para supervisar que no destrocen la cancha —respondió ella, cruzándose de brazos.

 

Reno, que estaba sentado al lado, sonrió con calma. —Pero igual te quedaste a mirar.

 

—Por obligación. —Aun así, su tono carecía de dureza.

 

El balón rebotó con fuerza y alguien gritó “¡Narumi, el pase!”. Hoshina parpadeó. El nombre volvió a resonar, y casi sin darse cuenta, su mirada se dirigió hacia la cancha.

 

Entre los jugadores, un chico de cabello negro con reflejos grisáceos se movía con agilidad inesperada. Su expresión era serena, aunque su juego era rápido y calculado. No tenía el uniforme oficial, solo una camiseta blanca y pantalones deportivos oscuros.

 

La luz que se filtraba por las ventanas iluminó sus ojos justo cuando giró la cabeza. Un destello magenta cruzó el aire.

El corazón de Hoshina se encogió.

 

Era él.

 

Nuevamente.

 

No podía ser coincidencia, seguramente el destino comenzaba a odiarla. La forma en que saltó, el modo despreocupado en que sonrió después de encestar… y esos ojos.

 

—¿Es él? —susurró Konomi, mirando a Tae Nakanoshima que apenas llegaba.

 

La chica peliazul llevaba consigo un montón de golosinas. Se sentó al lado de Konomi y dirigió la mirada a la cancha justo dónde la chica de gafas señalaba.

 

—¿Uh?, !S-si! Es Nonmi..

 

Tae siguió hablando, más sin embargo al tener la boca llena de golosinas no se podía entender que decía.

 

Pero ya todos habían recibido la respuesta que querían, ese era el Famoso y muy mencionado Narumi Gen. Hoshina anotó ese nombre mentalmente.

 

Okonogi volteó a verla.

 

—¿Lo conoces?

 

—No… creo que no. —Mintió. O tal vez aún no quería admitirlo.

 

El partido terminó con vítores, y los jugadores comenzaron a dispersarse. Hoshina intentó marcharse antes de que alguien la notara, pero el destino —o su mala suerte— tuvo otros planes.

 

Al bajar las escaleras de la grada, un balón rodó hacia ella. Lo atrapó en su mano de manera ágil justo cuando una voz familiar resonó a su lado.

 

—Vaya reflejos. No esperaba que pudieras atraparlo tan rápido.

 

Su respiración se detuvo.

 

Al incorporarse, el chico del metro —Narumi— estaba frente a ella, sujetando en su mano una botella de energizante. Ya sin la gorra, con el cabello ligeramente húmedo por el sudor, y aquella misma mirada tranquila que parecía analizarlo todo.

 

—Tú… —murmuró sin querer.

 

Narumi ladeó la cabeza con una media sonrisa.

 

—Así que sí te acuerdas. Pensé que me ibas a ignorar como todos los demás.

 

Hoshina parpadeó, confundida. 

 

—¿Ignorarte? No… solo… no esperaba verte aquí.

 

Además Narumi era todo menos ignorado en la preparatoria, puesto que literalmente era una celebridad.

 

—Supongo que no reconociste mi cara con la gorra. —Sus ojos brillaron un poco—. ¿Estás bien? La otra noche parecías molesta conmigo.

 

El tono era natural, pero algo en su voz tenía una calidez inesperada. Hoshina se enderezó, buscando su compostura.

 

—No estaba molesta. Solo… no esperaba que me regañaras después de ayudarme.

 

Narumi soltó una risa baja , nerviosa. 

 

—Tienes razón, fui un poco brusco. No soy bueno hablando con desconocidos.

 

—Ya lo noté —dijo ella, más seria de lo que pretendía.

 

Por un segundo, el silencio se coló entre ambos, roto solo por las voces de fondo y el rebote de un balón perdido. Narumi la miró directamente, con esa mezcla de curiosidad y franqueza que desarmaba.

 

—Me alegra que estés bien, Hoshina-san.

Ella abrió ligeramente los labios, sorprendida.

 

—¿Sabes mi nombre?

 

Narumi se encogió de hombros. 

 

—Difícil no saberlo. Todos hablan de ti. Vicepresidenta del consejo, estudiante modelo, reina de los informes.

 

—Reina de los… —repitió ella, entre molesta y avergonzada.

 

—Sí, lo dicen con respeto. O miedo, depende del día —añadió él con una sonrisa ladeada.

 

Hoshina ignoro el tirón de su estómago por esa sonrisa. 

 

Konomi y Tae, que observaban a lo lejos, se miraron con complicidad.

 

—Parece que nuestra Hoshina encontró tema de conversación —susurró Konomi.

 

—O más bien, alguien que no le teme —contestó Tae, divertida.

 

La conversación se interrumpió cuando el profesor Hasegawa llamó a Narumi para firmar un registro. Él le lanzó una mirada rápida a Hoshina antes de alejarse.

 

—Nos vemos, vicepresidenta. Intenta no pelearte con desconocidos en estaciones, ¿sí?

 

Ella lo observó alejarse, sin poder evitar sonreír, aunque no sabía si por enojo o… algo más.

 

Aquel chico era un desastre social, eso quedaba claro. Pero había algo en su forma de hablar —honesta, directa— que le resultaba extrañamente reconfortante.

 

Mientras el sol comenzaba a caer sobre el campus, Hoshina suspiró. No entendía por qué, pero presentía que su vida, tan ordenada hasta ahora, estaba a punto de volverse mucho más complicada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La semana transcurrió con la misma rutina de siempre: clases, comités, reuniones y tareas.

Al menos, eso intentaba repetirse Hoshina mientras revisaba papeles en la sala del consejo estudiantil. Sin embargo, cada vez que pasaba frente a la ventana que daba a los patios, su vista se desviaba sin permiso, buscando entre los grupos de estudiantes un cabello negro con reflejos grises.

 

Era absurdo.

 

No había razón para pensar en Narumi Gen. 

 

Ni siquiera se conocían bien. Solo habían hablado un par de veces y, para colmo, él la había regañado la primera vez que se vieron.

 

—¿Estás escuchando, Hoshina? —preguntó Hasegawa desde el escritorio, sacándola de su trance.

 

—S-sí, profesor. El reporte de presupuesto, ¿verdad?

 

Hasegawa suspiró, aunque sonreía. 

 

—Nunca pensé ver el día en que Hoshina Shoushirou se distrajera en medio de una junta.

 

—Solo estoy… repasando mentalmente las cifras. —Levantó la barbilla con dignidad, aunque Konomi, a su lado, se tapó la boca para contener la risa.

 

Cuando la reunión terminó, Nakanoshima la alcanzó en el pasillo.

 

—¿Seguro que repasabas cifras y no rostros?

 

—No empieces —dijo Hoshina, aunque un leve sonrojo le traicionó.

 

—Ay, vamos. Todo el mundo habla del nuevo chico del salón A2. No es raro que te haya llamado la atención.

 

Hoshina la miró de reojo, irritada. 

 

—No me “llamó la atención”. Solo me parece… curioso.

 

—¿Curioso? —Konomi se unió a la conversación con una sonrisa cómplice—. Eso dicen antes de enamorarse.

 

—Ni lo sueñes —respondió Hoshina, avanzando con paso firme por el pasillo.

 

Pero mientras intentaba convencerse, el destino volvió a jugarle una mala pasada.

 

Esa misma tarde, al salir de la biblioteca, escuchó un ruido metálico. Giró y vio a Narumi arrodillado junto a una estantería caída, recogiendo libros desordenados.

 

—Genial… —murmuraba él—. No toco nada y aun así se cae.

 

Hoshina dudó unos segundos antes de acercarse. 

 

—No deberías mover los libros así. El bibliotecario se molestará.

 

Narumi alzó la vista, sorprendido. —Vaya, justo la persona que menos esperaba. ¿Siempre apareces cuando hago el ridículo?

 

Tenia el uniforme desarreglado, su flequillo cubria parte de su rostro. Aun así Hoshina podía notar las ojeras bajo su rostro.

 

Ella arqueó una ceja. 

 

—Tal vez el universo intenta darte lecciones sobre el orden.

 

—O tal vez solo disfruta verme sufrir. 

 

Narumi se incorporó con un libro en la mano y le tendió otro que había caído cerca de sus pies

 

—¿También vienes a leer o a regañar?

 

—A estudiar. —Tomó el libro con compostura—. Algunos valoramos el silencio de este lugar.

 

—Silencio… —repitió él, sonriendo apenas—. Curioso, juraría que tu voz también suena bien aquí.

 

Por un instante, Hoshina no supo qué responder. Esa frase no sonó como un coqueteo, sino como una observación sincera, desarmante. Se giró con el rostro ligeramente encendido y se apresuró a dejar los libros en su sitio.

 

Narumi rió bajo. —Tranquila. Solo… era una observación.

 

—Pues evita hacer observaciones innecesarias —replicó ella, sin mirarlo.

 

El resto de la tarde transcurrió con ella intentando concentrarse y él, sentado a unas mesas de distancia, leyendo un manga como si el mundo no existiera. Aun así, Hoshina sentía su presencia.

 

Cada vez que pasaba la página, el leve sonido la desconcentraba.

 

Y cada vez que alzaba la vista, él ya estaba mirándola, tranquilo, como si la estuviera descifrando sin prisa.

 

 

 

 

 

 

...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente, durante la hora del almuerzo, Hoshina salió al patio con Konomi y Reno. El ambiente era más relajado: conversaciones, risas, el sol cayendo sobre los árboles.

 

—Vicepresidenta, ¿segura que no quieres unirte al equipo de porristas? —preguntó Reno, en tono burlón—. Serías el terror del entrenador.

 

—No me interesa saltar con pompones —contestó ella mientras bebía su avena de almendras.

 

Konomi suspiró teatralmente. —Ni el dulce del día logra suavizarte, ¿eh?

 

—No necesito suavizarme.

 

—Eso dices ahora —intervino Nakanoshima, que acababa de llegar—, pero si Narumi te invitara a entrenar con el equipo de baloncesto, seguro irías.

 

El grupo estalló en risas. Hoshina casi se atraganta con la avena.

 

—¿De dónde sacan esas ideas absurdas?

 

—De tu cara cuando lo ves pasar —bromeó Konomi.

 

Ella suspiró, dejando el vaso a un lado. —No sé por qué siguen con eso. Apenas lo conozco.

 

—Entonces conócelo —sugirió Reno con serenidad—. A veces las personas son distintas cuando las escuchas de verdad.

 

Hoshina guardó silencio unos segundos. Quizá tenía razón. No perdía nada con intentarlo… aunque tampoco sabía si quería hacerlo.

 

Más tarde, cuando el sol empezaba a ocultarse, Hoshina se dirigía al salón del comité con una carpeta en brazos. Al doblar el pasillo, escuchó pasos apresurados y, antes de reaccionar, alguien chocó contra ella.

Los papeles volaron por todas partes.

 

—Lo siento, lo siento… —dijo una voz conocida.

 

Baja, grave y algo ronca.

 

Narumi estaba frente a ella, sujetando algunos documentos y con una expresión culpable.

 

—No esperaba encontrarte justo en la curva.

 

Hoshina se sintió acalorada de inmediato.

 

—Claramente —respondió Hoshina, agachándose a recoger los papeles.

 

Ambos se inclinaron al mismo tiempo y sus manos rozaron la misma hoja. Fue un segundo mínimo, pero el contacto la hizo alzar la vista.

 

Narumi sonreía levemente, aunque sus ojos, algo enrojecidos parecían más suaves que de costumbre. 

 

—Tienes un horario peligroso, vicepresidenta. Siempre trabajando tarde.

 

—Y tú, un sentido de la orientación terrible.

 

Penso que él responderia a la provocación, sin embargo cambió de tema, y Shoushirou casi se paralizó por ello.

 

—Podría acompañarte hasta el comité, si eso te hace sentir más segura.

 

Ella se enderezó con una mezcla de sorpresa y cautela. —¿Es eso… preocupación?

 

—Digamos que no quiero otro incidente nocturno. —Levantó las manos, divertido—. Además, me aburro fácilmente.

 

Hoshina exhaló con resignación, pero no lo detuvo. Caminaron juntos por el pasillo, sin hablar demasiado. El sonido de sus pasos llenaba el silencio, hasta que Narumi habló con voz baja:

 

—Sabes… nunca agradecí por lo del otro día. Si no hubieras golpeado a ese tipo, la cosa habría sido peor antes de que llegara.

 

—No hice nada especial.

 

—Sí lo hiciste. —Sus ojos magenta se suavizaron—. Eres más fuerte de lo que crees.

 

Por primera vez, Hoshina no supo qué decir.

 

Se limitó a asentir, intentando ocultar el calor que le subía al rostro.

 

Cuando llegaron frente al salón del comité, Narumi se despidió con una inclinación ligera.

 

—Nos vemos, vicepresidenta. Intenta no distraerte tanto en clase.

 

Ella lo miró marcharse, incrédula.

 

Narumi parecía haber agarrado un gusto particular por molestarla.

 

Era irritante, desconcertante… pero también imposible de ignorar.

 

Y mientras cerraba la puerta detrás de sí, lo admitió en silencio, aunque jamás lo diría en voz alta:

 

Gen Narumi era, sin duda, una curiosidad peligrosa.

 

 

 

Notes:

Quieo aclarar, Hoshina es alguien que sabe leer bien a las personas. Habilidad que adquirió con el tiempo.

Pero, puesto que Narumi rompe todos su esquemas y su presencia la hace entrar en crisis nerviosas a ella se le dificulta comprender lo. Es prácticamente un reto, pero que Hoshina no teme

Si tan solo su sistema nervioso y neuronal funcionarán correctamente cuando lo ve ( ^∀^)

Chapter 4: Intuición

Summary:

Ashiro Mina en los años que ha estado junto a Shoushirou jamás se le paso por la cabeza la idea de que ella podría en algún momento desequilibrarse.

Mina esta sorprendida, y quizás algo entusiasmada por eso.

Notes:

La historia ha sido aceptada más de lo que creí posible. Me llena de alegría saber que les gusta!

\(^-^)/

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

Mina Ashiro conocía a Shoushirou Hoshina desde la secundaria, y si había algo que jamás había cambiado en todos esos años, era la precisión con la que su amiga vivía cada día. Desde el modo en que doblaba su uniforme hasta la forma en que organizaba los apuntes por color, todo en ella seguía un orden casi imposible de replicar.

 

La primera vez que se cruzaron fue en segundo año. Hoshina era la estudiante ejemplar que imponía respeto con solo mirar; Mina, la chica energética que se metía en problemas menores por hablar demasiado. Nadie las habría imaginado juntas, pero en un proyecto de intercursos el profesor de biología pensó que sería buena idea sentarlas lado a lado. “Las más tranquilas cuidan a las más inquietas”, había dicho.

 

Tres semanas después, Hoshina ya revisaba sus apuntes mientras Mina la convencía de saltarse el almuerzo para comprar pan dulce escondidas detrás del gimnasio.

 

Desde entonces fueron inseparables: equilibrio perfecto entre rigor y caos, disciplina y espontaneidad. Mina admiraba esa serenidad natural en su amiga, ese autocontrol que parecía blindarla de cualquier distracción.

 

Por eso, cuando notó los primeros cambios, algo dentro de ella se encendió.

 

Todo comenzó con detalles que solo alguien tan cercana como Mina notaría.

Hoshina llegaba más temprano que de costumbre, pero no para trabajar en los comités o repasar informes. Simplemente, se quedaba mirando por la ventana del aula, con la barbilla apoyada en una mano y la mirada perdida.

 

Después vinieron los retoques sutiles: un mechón de cabello ligeramente acomodado, el brillo discreto en los labios, la forma en que su uniforme parecía más cuidado que nunca.

 

Aquella mañana, Mina la observó mientras ambas acomodaban la oficina.

 

—Te estás viendo en el espejo más de lo habitual, ¿eh? —comentó con una sonrisa traviesa.

 

Hoshina levantó una ceja. —Solo intento mantener la presentación que corresponde a mi cargo.

 

—Claro… porque la vicepresidenta debe tener reflejo de vitrina —bromeó Mina, recibiendo de inmediato una mirada severa.

 

El intercambio habría sido normal, de no ser por algo que Mina notó enseguida: los ojos de su amiga se desviaron hacia el pasillo. Como si esperara ver a alguien.

 

Más tarde, durante la salida, Mina decidió seguirla con disimulo. No porque desconfiara —o eso se repetía mentalmente—, sino porque la curiosidad la estaba matando.

 

Hoshina caminó hacia el patio central, deteniéndose frente al bebedero.

Fue entonces cuando Mina lo vio.

 

Un chico, apoyado contra la baranda del segundo piso, con las manos en los bolsillos y una expresión relajada que contrastaba completamente con la rigidez de Hoshina. Cabello negro con un flequillo grisáceo cayendo sobre los ojos y una actitud despreocupada, casi desafiante.

 

Mina lo reconocía, lo había visto en primer año. Jamás cruzó palabras con él.

 

Narumi Gen.

 

El nombre había empezado a circular entre los grupos de segundo año desde hacía unos días. 

 

Reincorporado. Solitario. Problemático.

 

Nada del tipo de persona con la que Mina imaginaría a su mejor amiga siquiera cruzando miradas.

 

Sin embargo, allí estaban. Sin decirse palabra, pero con un intercambio silencioso que bastó para que Mina comprendiera lo esencial: algo estaba ocurriendo.

 

—Así que… ese es el culpable —murmuró para sí, cruzándose de brazos.

 

Mina sabía más que nadie lo que implicaba ser una Hoshina.

 

Había visitado la casa de su amiga muchas veces: el aire formal, las paredes cubiertas de premios, el padre siempre evaluando, la madre con voz serena pero exigente.

Y, por supuesto, Soichiro, el hermano mayor universitario que trataba a Shoushirou como si fuera un cadete en entrenamiento.

 

Para los Hoshina, la perfección no era una virtud; era una obligación.

 

Shoushirou había aprendido a cargar con ese peso desde muy pequeña, y aunque solía manejarlo con elegancia, Mina sabía que había momentos en los que se sentía asfixiada.

 

Por eso, verla distraída, nerviosa e incluso ruborizada… no la preocupaba.

 

La sorprendía. Y en cierto modo, la alegraba.

 

Durante el almuerzo del día siguiente, Mina dejó caer la mochila junto al banco del patio y se sentó frente a Hoshina, que disfrutaba tranquilamente de su tazón de avena de almendras.

 

—Hoshina —empezó con tono casual—, te voy a hacer una pregunta.

 

—Mina, estoy comiendo —replicó su amiga, sin levantar la vista.

 

—Perfecto. Así no puedes escapar.

 

Hoshina suspiró y la miró con una mezcla de resignación y paciencia.

 

—¿Qué quieres saber?

 

—¿Por qué te estás comportando como si el universo te hubiera sonreído de repente?

 

La cuchara se detuvo a medio camino.

 

—¿De qué hablas?

 

—De que últimamente estás… distinta. Te arreglas más, sonríes sin razón, te distraes en clase. No eres tú.

 

Hoshina bajó la mirada. —Solo estoy cansada.

 

—Claro. 

 

El silencio se instaló entre ambas. Solo se oía el murmullo del resto de estudiantes.

 

Entonces Mina arqueó una ceja. —¿Tiene nombre ese cansancio? ¿Quizá uno que empiece por N y termine en -arumi?

 

El leve sonrojo que subió al rostro de Hoshina fue todo lo que Mina necesitó para confirmar su sospecha.

 

No lo negó, pero tampoco lo admitió.

Simplemente siguió comiendo, intentando mantener la compostura.

 

Mina sonrió apenas.

 

—Tranquila. No pienso decir nada. Solo… ten cuidado, ¿sí? No todos los chicos entienden lo que tienen enfrente.

 

Hoshina levantó la mirada, seria. —No es lo que crees.

 

—Lo sé —dijo Mina, con una sonrisa más suave—. Pero sé también que es la primera vez que algo logra sacarte de tu perfección. Y eso… no está mal.

 

Cuando la vio alejarse después de clases, con el cabello moviéndose al ritmo del viento y la expresión pensativa, Mina comprendió que su amiga estaba cambiando.

 

No de forma drástica ni peligrosa, sino en esa manera sutil en la que una persona empieza a descubrir algo nuevo de sí misma.

Y por primera vez en mucho tiempo, Shoushirou Hoshina parecía más viva que perfecta.

 

Mina no sabía si debía preocuparse o alegrarse por ello.

 

Quizá ambas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mina no solía interesarse demasiado en los rumores escolares, pero últimamente el nombre Narumi Gen aparecía con sospechosa frecuencia en los pasillos.

 

Problemático. Misterioso. Solitario.

 

Tres adjetivos que bastaban para encender las alarmas de su instinto de mejor amiga.

 

Sabía perfectamente que la preparatoria tenía la mala fama de crear rumores infundados y sin fundamento. Lo había visto anteriormente, por ello comprendía que no podía quedarse con la imagen que pintaban de Narumi en los pasillos.

 

Podría haber optado por abrumar a Hoshina con preguntas, pero sabía de sobra que eso no sería algo bueno.

 

Desde el incidente de la avena de almendras —así lo llamaba en su mente—, Hoshina parecía más despistada de lo habitual. Miradas perdidas, sonrisas discretas, silencios entre frases que antes eran exactas como reloj.

 

Y si alguien tenía el poder de alterar a Shoushirou Hoshina, ese alguien merecía una inspección minuciosa.

 

Así que cuando el profesor Hasegawa le informó sobre su preocupación por él, Narumi (Mina tuvo que reprimir la sonrisa que quiso salir cuando vio lo estresado que estaba Hasegawa con la situación del chico), supo que era su oportunidad para conocerlo de la manera correcta.

 

Bueno, Mina lo había visto en los pasillos, y el chico de cabello bicolor pasaba constantemente pegado a su consola de videojuegos o leyendo mangas.

 

Ella se preguntaba cómo había conseguido causar un desequilibrio en Hoshina.

 

Pero al revisar su historial, admitió que era un buen estudiante. Con el pequeñísimo detalle de que a Gen Narumi le gustaba trabajar solo y no seguir instrucciones.

 

Esa tarde, al salir del comité organizativo, Mina se cruzó con Konomi y Nakanoshima cerca del pasillo norte.

 

—¿Qué saben del chico nuevo en segundo? —preguntó Mina. Sabía de sobra que la peli azul y la joven de gafas redondas siempre estaban al tanto de todo lo que ocurría en la escuela.

 

—¿Narumi? —respondió Nakanoshima, pensativa—. Sí. Ayer lo vi cerca del gimnasio. Los de baloncesto dicen que juega bien, aunque nunca se unió al equipo.

 

—Además, parece ser que Shoushirou lo conoce —agregó Konomi, dramatizando con las manos.

 

—¿Ah, sí? —repitió Mina, alzando una ceja.

 

—Él parece no tenerle miedo a la vicepresidenta.

 

Las chicas rieron, pero Mina ya no escuchaba del todo. Se despidió de ambas y siguió su camino. Con esa información en mente, ya sabía a quién tenía que recurrir para llegar hasta Narumi.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El momento llegó dos días después.

Era el recreo del mediodía, y el gimnasio estaba medio vacío. Los clubes deportivos todavía no empezaban su práctica, y solo se escuchaba el rebote de una pelota contra el suelo.

 

Kafka Hibino, que estaba siendo arrastrado por su novia hacia las canchas de baloncesto, se preguntaba internamente cómo se dejó convencer para ayudarla a espiar al que parecía ser el interés de la vicepresidenta Hoshina.

 

Mina se asomó desde la entrada, y ahí estaba él.

 

Narumi Gen.

 

Pantalones deportivos, camiseta blanca, auriculares colgando del cuello. Jugaba solo, con movimientos precisos, como si el ruido del mundo no existiera. El cabello negro se movía con cada salto, y ese peculiar flequillo grisáceo caía sobre sus ojos, ocultándolos parcialmente. Pero cuando giró la cabeza, el reflejo magenta se hizo visible por un segundo.

 

Mina cruzó los brazos, evaluándolo con mirada crítica.

 

—¿Estás segura de que esto es necesario? —preguntó Kafka.

 

Él levantó frente al rostro de Mina un rollo de papel. Lo soltó y este se desdobló cayendo hasta el suelo. Era una gran, gran lista de preguntas.

 

—Es en caso de emergencias —replicó Mina.

 

Kafka no dijo nada mientras revisaba la lista y leía preguntas como:

 

"¿Cuál es tu patrimonio actual?"

 

"¿A qué te dedicas?"

 

"¿Eres capaz de soportar los berrinches de una mujer en sus días?"

 

Si Kafka no mal recordaba, cuando comenzó a cortejar a Mina el año pasado, Hoshina lo había interceptado también, con una lista de preguntas aún más larga.

 

Se encogió de hombros y le restó importancia. Para su sorpresa, Mina ya se había acercado al joven que jugaba solo en la cancha.

 

—Narumi, ¿verdad? —dijo ella.

 

El chico detuvo la pelota con un leve rebote y la sostuvo bajo el brazo.

 

—Depende de quién lo pregunte —respondió con voz tranquila, sin mostrarse sorprendido.

 

Mina alzó una ceja. —Ashiro Mina. Presidenta del consejo estudiantil.

 

—Ah. —Narumi asintió, apoyándose contra el muro—. Así que tú eres la que mantiene todo en orden. He oído hablar de ti.

 

—Y yo de ti —dijo ella, sonriendo apenas—. Aunque no sé si lo que escuché sea bueno.

 

—La mayoría no lo es. Pero eso suele hacerlo más interesante.

 

La sinceridad seca de su respuesta descolocó a Mina por un instante. No había arrogancia, solo una especie de calma que resultaba… irritantemente curiosa.

 

—Él es Kafka Hibino —Mina lo señaló mientras el chico intentaba, sin éxito, volver a enrollar el papel—. Encargado del club de mantenimiento.

 

Mina detuvo sus palabras un momento y analizó a la persona frente a ella. Él no parecía en lo más mínimo interesado en saber quiénes eran.

 

—El profesor Hasegawa habló con nosotros...

 

Narumi asintió, sin parecer sorprendido.

 

—¿No te llevas bien con los trabajos grupales? —preguntó ella, intentando mantener el tono casual.

 

—No es eso. Solo que trabajar con gente tiende a arruinar las cosas simples.

 

Mina entrecerró los ojos. —Eres un tipo raro, ¿sabes?

 

—Eso dicen. Aunque normalmente lo dicen justo antes de pedirme ayuda con algo —replicó Narumi, divertido.

 

La presidenta soltó una pequeña risa involuntaria.

 

No esperaba ese tipo de humor.

 

—Supongo que no eres tan serio como dicen.

 

—Ni tan problemático como creen —añadió él, lanzando la pelota hacia el aro y encestando sin mirar.

 

Silencio.

 

Solo el eco del balón golpeando el suelo y la mirada de Mina siguiéndolo.

 

—¿No estás interesado en unirte al equipo de baloncesto? —intervino Kafka, que por fin había dejado de pelear con el rollo de papel.

 

—No. Y no está en discusión.

 

La respuesta no fue dicha de manera agresiva, pero su tono dejó claro que no aceptaba réplicas.

 

Más tarde, al salir del gimnasio, Mina caminaba junto a su novio, pensativa.

Narumi Gen era… impredecible.

 

Entendía, de pronto, por qué Hoshina lo recordaba. Era una persona complicada, y eso proponía a Hoshina —alguien acostumbrada al control— un reto.

 

En el pasillo, se encontró con Reno e Iharu, que discutían sobre una tarea de literatura.

 

—¿Qué hacen por aquí, Ashiro-san? —preguntó Reno.

 

—Nada importante —respondió ella, sin detenerse—. Solo… verificando información.

 

—¿Sobre quién? —insistió Iharu, deteniendo a Kafka.

 

—Un chico. —Sonrió apenas Mina—. Uno que no es lo que aparenta.

 

Y continuó su camino, mientras pensaba que quizá, solo quizá, Shoushirou Hoshina había encontrado a alguien capaz de desordenar su mundo sin romperlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente, durante la reunión del consejo, Mina observó a su amiga desde el extremo de la mesa.

 

Hoshina tomaba notas con la precisión de siempre, pero algo en su mirada seguía ausente.

 

Mina se reclinó en su silla y susurró:

—Así que ese chico te gusta, ¿eh?

 

Hoshina levantó la vista, frunciendo el ceño. —¿Qué estás diciendo?

 

—Nada. Solo… que entiendo por qué ahora te arreglas más.

 

La vicepresidenta intentó replicar, pero Mina sonrió, triunfante, y volvió a concentrarse en los documentos frente a ella.

 

No hacía falta que Hoshina lo admitiera.

 

Mina ya lo sabía.

 

Y, al parecer, ni siquiera la misma Hoshina había caído en cuenta de sus propios cambios.

 

Y, por primera vez, no le molestaba el cambio.

 

Notes:

Por lo visto, nisiquiera la misma Hoshina es consciente de que esta cayendo!!!

Chapter 5: Susurros bajo la lluvia

Summary:

Para Soushirou Hoshina, aquella tarde no parecía distinta: otro fin de clases, otro pasillo lleno de voces, otro atardecer sobre los ventanales del edificio anexo.
Sin embargo, el destino tenía la costumbre de esconder los giros más importantes en los momentos más simples. Un favor inesperado, un nombre repetido con timidez y una lluvia repentina bastaron para alterar el ritmo de su mundo.

Notes:

Quiero crear un sentimiento único con esta historia ¿como se sienten ustedes leyéndolo?

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El sonido del timbre marcó el fin de las clases de la tarde y, con él, el inicio del típico murmullo en los pasillos de la preparatoria Tachikawa. Soushirou Hoshina guardó sus cuadernos con eficiencia, aunque su mente ya estaba en la cafetería del edificio anexo, donde esperaba poder disfrutar de su avena de almendras favorita antes de volver al sus obligaciones.

 

Sin embargo, apenas atravesó el pasillo central del instituto, un grupo de chicos del curso A2 la interceptó con la solemnidad tímida de quien pide un favor arriesgado.

 

—Vicepresidenta Hoshina —dijo Aoi con voz demasiado formal para su edad—. ¿Tienes un minuto?

 

Hoshina frunció apenas el ceño, más por curiosidad que por molestia. —Depende del asunto —respondió, ya calculando en su cabeza cuánto tiempo le robarían.

 

Haruichi adelantó una sonrisa amplia que no sabía disimular. 

 

—Es el equipo de baloncesto. Tenemos un problema: uno de los titulares se lesionó y no hay sustituto. Necesitamos a alguien que consiga un jugador más para el amistoso de esta tarde.

 

Hoshina alzó una ceja. —¿Y por qué me buscan a mí para eso? —preguntó con calma.

 

—Porque… —vaciló Aoi—, porque eres buena hablando con la gente. Y porque tienes… estrategias. 

 

—Y porque algunos dijeron que tal vez podrías convencer a alguien —Iharu añadió con descaro.

 

Hoshina sonrió con ironía. —Convencer no es lo mismo que obligar. ¿A quién quieren? ¿A algún conocido del club?

 

Los tres intercambiaron miradas; Nakanoshima, que había llegado a acompañar, apretó los labios para disimular una sonrisa. Finalmente, Haruichi habló:

 

—Queremos a Narumi Gen.

 

El nombre cayó como una piedra en el estanque de su cerebro. Hoshina titubeó un segundo; ese nombre volvía a flotar por su laguna mental. Era lógico lo que pedían, ella misma había visto a Narumi jugar.

 

—¿Narumi? —repitió

 

—Sí —confirmó Aoi—. El de cabello bicolor. Juega increíble cuando nadie lo mira. El profe del club dijo que tiene buena mano.

 

Hoshina sintió que algo en su estómago se removía, una mezcla de sorpresa y una inevitabilidad que no supo nombrar. No era la primera vez que escuchaba el nombre; tampoco la primera vez que hablaría con él. Pero ahora, con esa petición directa, la situación se volvía más real y embarazosa.

 

—¿Por qué no hablan ustedes con él?

 

Tanto Haruichi como Aoi se rascaron la nuca con una sonrisa nerviosa.

 

—La verdad nunca hemos hablado con él —comenzó diciendo Haruichi.

 

Nakanoshima se cruzó de brazos asintiendo con semblante serio.

 

—Ese chico no habla con nadie más, aparte de tachibana, miyake, Rin y la vicepresidenta. Se ve que no es muy sociable.

 

Furuhashi dejó escapar un suspiro.

 

—Ya hablamos con los otros tres, pero no estuvieron dispuestos a ayudarnos.

 

Todo el grupo fijo su mirada en Hoshina.

 

—No prometo nada —dijo al fin—. Pero hablaré con él. No puedo garantizar que acepte.

 

—Eso basta —sonrió Haruichi, aliviado—. Gracias, Hoshina. Sabíamos que podíamos contar contigo.

 

Cuando se marcharon, ella se quedó observando el pasillo, repasando mentalmente las ocasiones en las que había visto una mata de cabellos negros con mechones grises en la distancia. “Hablar con él”, se repitió. No le gustaba la idea de hacer favores por encargo, pero por otro lado, la excusa de acercarse al campo le gustó más de lo que admitiría.

 

Lo encontró en el patio trasero, cerca de una canasta improvisada que había hecho con una vieja red de rebote. Narumi estaba solo, lanzando un balón con atención mecánica, como quien afina una respiración. El sol de la tarde le daba a los mechones grisáceos un brillo pálido. Cuando terminó una serie y giró la cabeza, la vista de Hoshina se tropezó con ese tono magenta que le había resultado imposible de olvidar.

 

—Hoshina-san —dijo él con una voz que no mostraba sorpresa, como si esperara verla—. ¿Pasaba algo?

 

Ella tragó saliva; la formalidad del gesto la había entrenado para hablar con claridad, pero en ese instante su garganta pareció seca.

 

—El equipo de baloncesto... me pidió que hablara con alguien que pudiese jugar. Dijeron tu nombre. —Escuchó lo último salir de su boca como si fuera la voz de otra persona.

 

Narumi dejó de botar el balón por un instante y la miró con esa calma que, a veces, se volvía demasiado directa. Luego, sin dramatismos, asintió.

 

—¿Y me lo pediste tú? —fingió inocencia.

 

—No exactamente. Vinieron a pedírmelo a mí

 

—replicó Hoshina, un poco más firme—. Me dijeron que si yo lo pedía tal vez aceptarías.

 

Él sonrió, un gesto pequeño que no llegaba a los ojos. 

 

—Interesante táctica. Pides a la vice del consejo. ¿Cree que intimidarme con su estatus social funciona? —bromeó.

 

Hoshina no pudo evitar una expresión entre exasperada y divertida. 

 

—No. Pero si no aceptas, tendre que convencerte . —Lo dijo sin pensar.

 

Narumi rió bajo, la primera vez que lo hacía en su presencia con genuino sonido. —Harás un drama, ¿eh? Está bien, jugaré. Pero solo temporalmente. No me hagan tarjeta de socio del club.

 

Más tarde, mientras el sol se filtraba anaranjado por las ventanas del gimnasio, Hoshina observaba cómo Narumi entrenaba con los demás. No dijo nada, pero no pudo evitar admitir para sí misma que se veía bien moviéndose con tanta naturalidad, casi felina.

Nakanoshima, que había ido a verla, le dio un codazo travieso.

 

—¿Seguro que esto es solo por el equipo?

 

—Por supuesto —respondió Soushirou, mirando hacia otro lado.

 

Pero Nakanoshima no le creyó ni un poco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La lluvia llegó sin previo aviso. Primero unas gotas tímidas contra el ventanal del gimnasio, luego una cortina espesa que transformó el aire en una neblina gris. Hoshina suspiró mientras recogía la carpeta del comité, resignada a que su día no acabaría tan limpio como había empezado. El partido había terminado hacía unos minutos, konomi y Tae se habian ido por sus responsabilidades en el clud de arte. Los estudiantes salían corriendo entre risas y gritos, y el eco de los pasos mojados llenaba el pasillo.

 

—Perfecto… justo cuando necesito volver a la oficina —murmuró, mirando el cielo cubierto.

 

Abrió su paraguas blanco —el que siempre llevaba en su mochila por precaución— y se acercó a la salida del gimnasio. El viento empujó las gotas de lado, y por un momento pensó en correr hasta el edificio principal, pero entonces, a lo lejos, divisó una silueta familiar.

 

Narumi estaba de pie junto al borde del techo, con las manos en los bolsillos del pantalón deportivo y sin paraguas alguno. El agua le caía a chorros sobre el cabello, empapándole la camiseta. Su expresión, sin embargo, era la misma de siempre: calma, distraída, como si no notara la tormenta que lo envolvía.

 

Hoshina frunció el ceño.

 

—Ese idiota se va a resfriar… —masculló.

 

Dudó unos segundos, pero sus pies se movieron por impulso. Caminó hacia él, esquivando charcos y estudiantes apurados.

 

—Narumi-san, ¿qué haces ahí parado? —dijo, alzando un poco la voz por encima de la lluvia.

 

Él giró la cabeza, sorprendido, y en un gesto rápido se apartó el cabello de la frente. Su voz sonó tranquila, casi divertida.

 

—Esperando que amaine. No traje paraguas.

 

—Obvio. —Hoshina rodó los ojos y estiró el suyo hacia él—. Ven aquí, antes de que termines hecho un desastre.

 

Narumi la miró un segundo, como evaluando si realmente hablaba en serio. Luego dio un paso, otro, y se colocó a su lado bajo la tela blanca. Por un instante, ambos quedaron absurdamente cerca. La diferencia de estatura —ella apenas le llegaba al mentón— hacía que el paraguas quedara inclinado hacia él.

 

Narumi notó el detalle, y antes de que ella pudiera decir algo, levantó la mano y sujetó el mango con naturalidad.

 

—Déjame, te vas a mojar tú. —Su tono fue bajo, casi un susurro.

 

—No hace falta… —intentó replicar, pero se quedó sin palabras cuando él la rodeó con un brazo, acercándola suavemente a su costado para que cupieran los dos bajo la sombra del paraguas.

 

El corazón de Hoshina dio un salto tan fuerte que juró haberlo oído. La lluvia golpeaba el plástico en un ritmo constante, ajeno al temblor leve de sus manos.

 

—Eres demasiado bajita para esto —comentó Narumi con una sonrisa apenas insinuada.

 

—Y tú demasiado alto para no tener sentido común —respondió ella, mirando hacia adelante para ocultar el calor en sus mejillas.

 

Caminaron así, sin decir mucho más, compartiendo un silencio cómodo que solo se rompía por el repiqueteo del agua y el murmullo distante de los demás estudiantes.

 

Hoshina podía sentir el roce de su brazo contra el suyo, el calor que contrastaba con el aire frío.

 

Pasaron unos segundos antes de que Hoshina hablara, con un tono más curioso que severo.

 

—¿Por qué no usas gafas? —preguntó de pronto, mirando de reojo su perfil—. Ese día en el metro las llevabas contigo, y se ve que tienes problemas terribles de vista.

 

Las ojeras y el enrojecimiento de sus ojos eran la prueba.

 

Narumi parpadeó, sorprendido por la precisión de la pregunta.

 

—Las usaba antes, pero ahora llevo lentes de contacto.

 

—¿En serio? —ella lo observó un poco más—. No parece muy cómodo.

 

—No lo es —admitió, con una media sonrisa—. Las gafas las uso en casa. Los lentes a veces me irritan los ojos, aunque ya me acostumbré.

 

—Eso explica por qué te vi frotarte los ojos en la biblioteca varias veces—murmuró Hoshina, más para sí misma.

 

Narumi la miró de reojo, divertido.

 

—¿Me estabas observando?

 

—No te alces tanto —respondió ella con frialdad fingida—. Solo noté un detalle. Además, tú también hacías lo mismo.

 

Él soltó una risa breve.

 

—Me parece curioso la forma tan ordenada en la que actuas. A veces mirar también es una forma de escuchar.

 

Hoshina se quedó en silencio. Había algo en su tono —esa mezcla de calma y sinceridad— que la descolocaba cada vez más. El cielo parecía cerrarse sobre ellos, y aun así, bajo ese paraguas compartido, el mundo se sentía extrañamente pequeño y cálido.

 

Cuando por fin llegaron al edificio principal, ella bajó el paraguas para sacudir el exceso de agua. El silencio entre ambos no era incómodo, sino expectante.

 

—Gracias por… cubrirme —dijo el al fin, mirándola de reojo.

 

—No fue nada. No me gusta ver a la gente empaparse.

 

—Claro, es la responsabilidad de la vicepresidenta cuidar de los alumnos.

 

—No lo digas así, suena a burla —replicó Hoshina, con un amago de risa que le suavizó la voz.

 

Narumi también rió bajo.

 

Ella lo miró, y por un instante se perdió en la forma de como sus ojos magenta, a pesar de estar ocultos tras el flequillo húmedo, brillaban. Alli él, mojado, con las pestañas pegadas por el agua y una sonrisa que parecía demasiado honesta para ser fingida.

 

Shoushirou se llevó una mano al pecho, sentía que lo latidos de su corazón habían aumentado ¿taquicardia tal vez?

 

Él se inclinó apenas hacia ella.

 

—Cuídate, Hoshina-san —Y luego dijo, con esa mezcla de humor y ternura que empezaba a ser tan suya—: Y procura no usar paraguas tan pequeños.

 

Ella arqueó una ceja, divertida.

 

—Solo si tú aprendes a traer uno propio.

 

Narumi sonrió y se alejó entre los pasillos.

 

Hoshina lo siguió con la mirada hasta que la figura se perdió en la cortina gris.

 

El sonido de las gotas contra el suelo llenó el silencio. Hoshina sostuvo el paraguas con ambas manos, sintiendo el calor que aún quedaba en el mango. No sabia que pasaba con ella, ni era algo que pudiera nombrar, pero sí una grieta tibia en su corazón.

 

Y por primera vez, no deseó taparla.

 

 

Notes:

Otro nuevo capítulo, para que disfruten de este hermoso amor juvenil ヽ(●´ε`●)ノ

Notes:

Espero les guste, no soy experta. Lo hago con cariño.