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ABOctober BKDK (Omegaverse) 2020

Chapter 16: 16.- Cooking.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

16.- Cooking.

 

Hasta donde tiene noción de ello, Katsuki cree que es bueno cocinando. No, al diablo, lo sabe, ¡es excelente además!, y el que lo ponga en duda que se disponga a enfrentarse a él puño con puño para defender su punto, porque Katsuki le hará tragar los dientes al tiempo que pregunta, “¿Y qué tal ahora? ¿Esto es de tu agrado?” con una enorme sonrisa de maniaco.

Pero bueno, fantasías aparte, al menos puede declarar con total honestidad y falta de la arrogancia que lo caracteriza que al menos es mejor cocinando de lo que Izuku es.

Vale, que el nerd no es un inútil completo en la cocina. Sabe poner el arroz y conoce una docena de platillos más o menos decentes, saludables y altos en proteína con los que se alimentó los primeros 2 años que pasó viviendo por su propia cuenta, pero ni de lejos se le equipara al repertorio de Katsuki, al que le basta abrir el refrigerador y encontrar 3 míseros ingredientes para crear una verdadera obra gourmet que ponga por lo alto su fama como cocinero inventivo.

Porque justo es eso lo que él hace. No cocinar, sino crear un platillo desde cero y darle su toque con maestría.

De ahí que cuando Mahoro cumplió los 6 meses y con sus dientes afilados de piraña mordió repetidas veces a Izuku en el pezón pidiendo alimentos sólidos fuera Katsuki el que decidiera tomar el asunto bajo sus manos para encontrarle la mejor solución posible.

—¿Seguro que quieres ser tú el que prepare sus papillas? —Le cuestionó Izuku con confusión, y Katsuki bufó al tiempo que se cruzaba de hombros.

—Eso dije. ¿Qué, tiene algo de malo?

—Yo no dije eso.

—Pero tampoco pareces muy convencido de que pueda lograrlo.

—No se trata de eso sino que... No hay la gran ciencia en la preparación de papillas. Ni siquiera tengo que agregar azúcar porque la pediatra mencionó que era lo mejor empezar con sabores simples.

—¿Y tú punto en todo eso es...?

Izuku se contuvo de ponerle los ojos en blanco. —Como quieras. No seré yo el que te detenga.

Y así sin más Katsuki hizo suya la tarea de complementar la alimentación de su hija con nutritivas papillas que superarían a las que se podían comprar en el supermercado.

 

Lo que en un inicio había dado la impresión de ser pan comido resultó mucho más complicado de lo que Katsuki había supuesto. Empezando porque al parecer los bebés debían seguir un estricto orden respecto a qué alimentos podían consumir primero y cuáles después a partir de los 6 meses y hasta el año de vida.

A consideración de Katsuki daba lo mismo si eran peras o manzanas, pero resultó ser que las primeras papillas recomendadas (eso lo descubrió leyendo a escondidas del tema en su móvil) por los expertos en nutrición infantil eran las de verduras, empezando por calabazas y zanahorias, y eso sólo lo descubrió después de haber pasado al mercado y comprado una gran variedad de frutas para las cuales su cachorro todavía no estaba lista.

A base de prueba y error, Katsuki también descubrió que sus aproximaciones en porciones estaban un poco más que desviados de la norma, pues Izuku declaró horrorizado que ya podía ahorrarse el saturar su pequeño refrigerador con tuppers repletos hasta el borde con un kilo de papilla listo para consumir porque Mahoro no necesitaba tanto.

—Mahoro no comerá más que un par de cucharadas antes que todo eso se eche a perder —le riñó Izuku—, eso sin mencionar que todavía consume mi leche y lo seguirá haciendo hasta cumplir el año, así que haz el favor de no convertir esto en una competencia y por una vez tomártelo en serio.

Su regaño (porque así Katsuki lo sintió) sirvió para que en la siguiente ocasión se midiera mejor con las porciones y en lugar de cocinar grandes cantidades se enfocara en su lugar en hacer justo lo que estaba recomendado para su edad.

Para bien tanto que para mal que justo cuando Katsuki creía tener medido el proceso, Mahoro cumplió 7 meses y a su lista de alimentos se adicionaron otros más.

De nuevo, recetas inexploradas y nuevas cantidades, que Katsuki se encontró descubriendo con menos fastidio. Después de todo, era por su hija que él hacía todo eso, y no había mejor pago que verla en su sillita alta con las mejillas sucias y una sonrisa alegre en la que ya se podían apreciar varios dientes. A ella y a Izuku (rostro sucio incluido), que nunca dejó de agradecerle su participación activa en la crianza de su hija.

Junto a las papillas de Mahoro en el refrigerador, Katsuki tomó por costumbre dejar siempre comidas preparadas y listas para servirse que sin necesidad de mencionarlo Izuku intuyó que eran para él.

—Harás bien en ganar algo de masa muscular —le decía Katsuki de vez en cuando—, así que te dejé un poco de pollo a la naranja y verduras salteadas para el almuerzo.

Con horarios que diferían entre sí bastante porque Katsuki hacía horas completas y en rotación mientras que Izuku acudía a la agencia en medio turno y sólo de mañana hasta que Mahoro cumpliera el año, eran pocas las ocasiones que tenían para verse, y la discrepancia de sus horarios no ayudaba.

Sin embargo, Katsuki estaba tranquilo por ambos. De Mahoro no tenía duda alguna que estaba en las mejores manos con Izuku, y del propio Izuku porque estaba a su cargo y Katsuki podía apreciar en él buena salud y buen apetito, si es que los tuppers limpios en el fregadero eran buena señal de que se alimentaba como era debido.

En aquella rutina en la que a ratos Katsuki se cuestionaba si esa era la manera que tenía su alfa de demostrar que era valioso como proveedor (y al cuerno con traer carne fresca y todavía sangrante como bruto depredador, sino cocinando platillos exquisitos que sólo podían encontrarse en un restaurante de 5 estrellas), fue justo después de que Mahoro cumplió 10 meses que comenzó a notar sobras de comida en la basura.

Y no sobras cualquiera, sino sus sobras.

—¿Tenía algo de malo mi curry, nerd? —Cuestionó Katsuki a la segunda vez que encontró restos de comida en el cesto de la basura, y desde la mesa y con Mahoro en su regazo, Izuku le miró con gesto culpable.

—¿No?

—¿Me lo preguntas a mí?

—No, es decir, uhm... Me serví un poco a la hora de la comida pero no pude terminármelo. Es todo.

Katsuki gruñó para sí, porque nunca en todos los meses que tenía cocinando para ambos había dejado Izuku restos en su plato. Antes prefería atiborrarse que desperdiciar, y el cambio no le sentó bien.

Dispuesto a no hacer de aquella una repetición que manchara su impecable historial, Katsuki se esmeró con recetas nuevas y preparaciones que estaba seguro serían una total satisfacción a los gustos de Izuku, y por al menos una semana lo consiguió, hasta que de vuelta encontró no sólo comida en la basura, sino un tupper en el refrigerador que él ni de broma había dejado ahí.

—¿Puedes explicarme qué es esto exactamente? —Enfrentó Katsuki a Izuku con una acusación no como si estuviera sosteniendo un recipiente con comida, sino una prenda de ropa interior que no le pertenecía a ninguno de los dos.

Desde el suelo donde había puesto una colchoneta para jugar con Mahoro, quien en esos momentos estaba absorta levantando una torre con sus cubos de manera, Izuku alzó la vista y confundido declaró que se trataba de un poco de tamagoyaki.

—¿Tamagoyaki?

—Eso dije...

—¿Y desde cuándo te gusta el huevo?

—Uhhh...

—¿Y es que ni siquiera pudiste terminártelo? Si querías comerlo, pudiste haberme dicho.

—Fue... antojo de un momento —dijo Izuku sin comprender cuál era el problema—, y en realidad una vez que lo cociné ya no me pareció tan apetitoso. No es para tanto.

A punto de estallar por razones que ni él mismo comprendía, Katsuki se giró y le dio la espalda. Si Izuku no veía cuál era el problema ahí, bien, él no iba a aclarárselo.

Y de ese modo, comenzó entre ellos una pequeña batalla campal.

 

Katsuki aprovechó que esa mañana no tenía que presentarse en la agencia para patrullaje sino hasta después de las 12, y ya que Izuku seguía durmiendo y Mahoro había llorado desde su cuna pidiendo el desayuno, tomó como suya la tarea de sentarla en su mesita alta, y jugando al avión (un secreto que quedaría entre su hija y él) la alimentó con cucharadas de puré de pera que había preparado desde la noche anterior.

Mahoro estaba en esa edad en la que su apetito voraz se manifestaba en mordiscos amplios, y en más de una ocasión Katsuki le riñó por querer comerse la cuchara y también parte de su dedo, pero por dentro estaba que reventaba de orgullo por la manera en que su bebé había pasado de ser una criatura pequeñita que sólo dormía, lloraba y ensuciaba pañales a ser su propia persona con un carácter fuerte que iba acorde al suyo y una voluntad que ya manifestaba tendencias alfa a pesar de su corta edad.

—¡Ah-a! —Exigió Mahoro golpeando la mesa con un puño, y Katsuki rió entre dientes.

—Vale, vale... No tienes que comportarte como troglodita —dijo al tiempo que le acercaba la cuchara a los labios y la dejaba chupar su contenido.

Pronto llegaría el día en que Mahoro pudiera alimentarse por su cuenta y Katsuki quedara relegado al otro extremo de la mesa como simple espectador, pero mientras tanto, aquel instante era suyo y planeaba disfrutarlo.

—Buenos, ¡ahhhh!, días —dijo Izuku con un bostezo, apareciendo en la cocina con un suéter sobre los brazos desnudos. Katsuki le observó por el rabillo de los ojos arrastrar los pies y dirigirse no al refrigerador, sino a la alacena.

—Buenos días, nerd —gruñó en respuesta por inercia, tomando nota de su elección de té para esa mañana, que no era verde como acostumbraba, sino de jengibre.

Jodido jengibre que con la simple asociación de su nombre le hizo recordar un pasado no muy lejano entre ellos dos y que puso en alerta todas sus alarmas.

—Mi curry —dijo Katsuki de pronto, e Izuku miró por encima de su hombro, parado frente a la tetera sobre la estufa—. El que tiraste a la basura.

—Ach, no otra vez, Kacchan.

Katsuki ignoró sus protestas. —¿Qué le faltaba? ¿Acaso era... picante?

De pronto con hombros tensos y un escalofrío que le había puesto los vellos de la nuca en punta, Izuku apagó la hornilla y exhaló un gemido ahogado.

—Uhm...

—Izuku...

—¡Baaaah! —Rompió Mahoro la tensión, golpeando la mesa y exigiendo más puré, que Katsuki no tuvo la atención suficiente para proveerle.

En su lugar masculló una palabrota entre dientes y volvió a insistir. —Izuku.

Con un movimiento veloz, Izuku se dio media vuelta, y manteniendo la vista en el suelo comenzó a tirarse de los dedos uno a uno.

—Es... Eso es... ¡No es posible! Mi doctora no mencionó nada en mi última consulta... Además, Mahoro sigue tomando mi leche y-...

—Corta el rollo —le interrumpió Katsuki, que no hesitó en ir directo al grano—. ¿Estás o no embarazado?

Y como única respuesta, Izuku se sorbió la nariz. —¿Quizá?

—Mierda...

 

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Notes:

¿Y qué pensaron, que la diversión del capítulo pasado no tendría consecuencias? Ahora sí se viene lo bueno~
Graxie por leer~!
p.d. Comentarios siempre bien recibidos :)