Chapter Text
1 – Akaashi
No eran un culto de verdad y, aunque los conocieran como el club del porro desde fuera, tampoco eran un club de verdad.
Todo empezó cuando Akaashi Keiji empezó la secundaria alta. La alta dosis de exámenes, los entrenamientos de vóley y la gran cantidad de responsabilidad que tenía en general le abrumaron.
Por aquello mismo, no fue extraño cuando acabó en la enfermería del instituto en vez de en clase, haciendo aquel examen de matemáticas para el que Bokuto no le había dejado estudiar. Decir que no le había dejado estudiar no era lo más preciso, tan solo era que cómo le había ayudado a estudiar a él, no tenía ni idea de qué contestar en el suyo. Podría haber trabajado sobre Gauss y otros temarios, pero del suyo no tenía ni idea.
La profesora Amakata, amable y buena, le había dejado salir al verle tenso y con dificultad para respirar. Y es que no le importaba si hacía el examen en otro momento. Akaashi por línea general era un excelente estudiante.
La enfermera le había indicado que se sentara en una de las camas libres y se encontraba revisando sus constantes vitales. En teoría todo debía estar correcto, de no ser por la taquicardia intensa que no le dejaba ni respirar con tranquilidad.
— Está bien, parece que solo tienes un poco de ansiedad — dijo restándole importancia al asunto. A Akaashi, que sentía que se ahogaba, aquello no le acabó de sentar bien—. Espérame aquí, que iré a buscarte unos chicles, masticarlos te ayudará a centrarte en el presente y dejar de sentirte mal.
El pobre chico, que le había costado bastante llegar hasta la enfermería se quedó perplejo ¿Pero a dónde quería que fuera?
En el momento en el que la enfermera marchó. La cortina de la cama de al lado se corrió de forma espontánea y Akaashi se llevó un susto al ver al señor Nekomata allí estirado. Su barriga prominente sobre la cama y sus brazos rechonchos se giraron hacía el chico, que aún tenía cierta dificultad para serenarse.
— A mí un medico holístico me entregó esto —. Le tiró una bolsita transparente y que olía bastante regular sobre la cama —. No te voy a compartir más, pero ayuda.
Akaashi cogió la bolsa y la examinó con detenimiento. ¿Para qué quería él aquello? Tenía pinta de ser ilegal. De hecho podía jurar que sí, era ilegal.
— ¿Me está sugiriendo usted que me drogue?
—La medicina holística a veces traspasa un poco esos conceptos de la legalidad — dijo levantándose de la camilla torpemente. Puso los pies en el suelo y le miró antes de ponerse las zapatillas de deporte—. Pero fúmatela, te irá bien.
Y Akaashi le miró largarse con aquella bolsa en la mano, preguntándose si aquello había pasado de verdad o se había desmayado en pleno pasillo debido a la hipoxia del ahogo y estaba alucinando.
Al oír movimiento, el chico guardó la bolsa en el bolsillo de su uniforme y esperó a que la enfermera entrara de nuevo en la enfermería. Ella le extendió una caja de chicles mentolados y le comentó que podía volver a clase cuando se sintiera más relajado.
Después de aquello, Akaashi pasó el fin de semana mirando aquella bolsa que había dejado sobre su escritorio, con fe de que su madre no entraría a su cuarto a revisar, y debatiendo sobre que debía hacer con aquello.
Si bien era cierto que era una droga ilegal, el uso moderado no tenía por qué ser un problema. Después de todo se la había entregado un profesor responsable. Sin embargo estaba demostrado que un abuso continuado podía dañar sus neuronas e incluso producirle esquizofrenia.
¿Podía aquello ser más malo que ahogarse? La falta de oxígeno también destruía células después de todo, y el simple hecho de estar vivo ya era un riesgo considerable contra la propia vida. Pero siendo objetivos, soportar según qué situaciones le estaba superando, sin ir más lejos tomar aquella decisión tan simple le abrumaba. Así que tomó la decisión de pedir una segunda opinión, pero... ¿A quién? Konoha, Komi y Sarukui estaban descartados, le robarían la bolsa y tendría que responder más preguntas de las que quería contestar. Bokuto no era ni una posibilidad, le diría que aquello era malo y que no debía acercarse. Y entonces le vino a la mente quizá la persona más lista que conocía de sus relativos en edad: Kozume Kenma.
Era el líder del club de ocultismo, que llevaba años abandonados y era solo una excusa para que Kuroo no le obligara a unirse al club de lo-que-fuera y que a Kenma poco le interesaba.
El lunes por la tarde Akaashi se presentó en el club de ocultismo, encontrándose una sala destartalada y con apenas una luz que no iluminaba ni el más mínimo rincón. Las cortinas estaban cerradas y había dos pufs en el centro de la habitación, donde se encontraban Kenma, jugando a videojuegos, y Fukunaga, que leía algún manga extraño que probablemente lo había robado de la biblioteca.
El suelo estaba extrañamente limpio para lo que era el resto de la sala, el polvo se acumulaba en las estanterías y las cortinas no se sabía de qué color eran o si habían tenido un color distinto a aquel tan oscuro tiempo atrás. Suponía que habían fregado solo para poner los pufs allí.
Akaashi se fijó en las telarañas que adornaban la lámpara del techo y se preguntó si por aquel motivo se veía tan oscura la sala.
Cerró la puerta tras de sí, preguntándose si tener un aula en aquellas condiciones era aceptable y si al instituto le importaba siquiera, y se acercó a Kenma.
— Hola ¿te podría molestar? — preguntó Akaashi.
Observó como Kenma arrugaba la nariz y se encogía más en aquel puf centrándose en la pantalla de videojuego.
—Es importante, por favor — insistió el moreno. Fue suficiente como para que el otro chico al menos pusiera pausa y le mirase. Akaashi sacó la bolsita y se la enseñó—. Nekomata-san me dio esto para la ansiedad y bueno, estoy debatiéndome entre si tomarlo o no ¿Cuál es tu opinión?
Tanto Kenma como Fukunaga levantaron la cabeza en aquel instante, fijándose en la bolsa, y a ambos se le iluminaron los ojos como faroles, cómo si Akaashi fuera el salvador que había venido a acabar con todos sus males.
Kenma soltó su consola sobre el puf, cogiendo la bolsa en sus manos, y Fukunaga sacó de su bolsillo un mechero, pasándoselo al primero.
— Mi opinión es que si no lo quieres ya nos lo quedamos nosotros — dijo Fukunaga, que rebuscaba en su mochila el resto de utensilios necesarios para el ritual.
— Quédate y pruébalo — empezó Kenma —. Así puedes tener tu propia opinión al respecto.
Akaashi no estaba muy seguro de aquello ni de que no hubiera cucarachas en aquella sala, así que aprovechó mientras Fukunaga empezaba a liar el contenido de la bolsa en un cigarro para sentarse en el poco hueco que Kenma dejaba en su puf.
Fukunaga parecía tener práctica en aquello, ya que no tardó mucho en terminar y pasárselo a Kenma, que hizo los honores de encenderlo y dar la primera calada, mientras el otro sacaba de su mochila un poco de incienso para disimular el olor.
Aquella misma semana, Akaashi se unió al club de ocultismo oficialmente, completando las bonificaciones que implementaban su beca y reabriendo el club. Finalmente, Kenma, pudo abrir extraoficialmente el club del porro y se inició el Culto a la Marihuana.
2 – Fukunaga
La llegada de Akaashi al club hizo que Fukunaga se avergonzara un poco del estado de aquella estancia. Si bien era cierto que a él y a Kenma no les importaba demasiado, los dos se tenían confianza y aquello no pasaba con Akaashi. Por aquel motivo al día siguiente se presentó con varios cubos, jabón, guantes y un sinfín de utensilios por tal de dejar aquel lugar un poco más decente.
Kenma había aceptado limpiar a regañadientes cuando Fukunaga había amenazado en tirarle el agua sucia de las estanterías encima. Había sido un solo gesto, pero suficiente para que ayudara a Akaashi a bajar aquellas cortinas y tirarlas fuera de la puerta del club, dejando que el segundo abriera las ventanas para ventilar el lugar.
La limpieza del club no fue tan dura como esperaban, solo necesitaban una capa de pintura y un cambio de las bombillas de las lámparas. Visto como estaba y visto como quedó, parecía que hasta que era una habitación más espaciosa.
Fukunaga empezó a reírse mientras miraba el espacio, y es que pensaba alguno de sus chistes. Akaashi que no le conocía demasiado, se sorprendió de aquello.
—Shohei a veces se ríe solo, no le hagas caso si te inquieta— dijo Kenma—. Tendremos que pedir presupuesto para completar este lugar un poco…
Cualquiera podría pensar que la idea era completar aquel club de ocultismo. Y ciertamente la idea que Fukunaga y Kenma habían planteado iba un poco más allá de aquello. Porque aunque podía ser interesante tener copias de Edgar Cayce, Kardec o de Helena Blavatsky, entre otros, era mucho más interesante empezar a cultivar su propia marihuana.
—Me llevaré las cortinas para lavarlas en casa — comentó Akaashi, metiéndolas en una bolsa de basura y preguntándose si no saldría más a cuenta comprar unas nuevas.
Dicho aquello, la reunión del club quedó concluida, con Kenma yendo a entregar los papeles para la aprobación de presupuesto.
Fukunaga se pasó toda la noche investigando características de la planta de marihuana con la finalidad de poder preguntar sobre los cuidados de esta. Obviamente no iba a presentarse en el club de jardinería y decir “oye, como cómo se cuida esta planta tan rara” y enseñar la marihuana tal cual, tenía que pensar en cómo describirla solo con sus características.
Así pues, se presentó al día siguiente en el club de jardinería con su lista de características en el móvil, acercándose al único que conocía de vista, puesto que era amigo de Kuroo, Nobuyuki Kai.
—Perdona ¿me podrías ayudar? — le preguntó tímidamente a Kai— Me van a traer una planta un poco especial y me gustaría cuidarla bien.
El chico le enseñó las características de la planta que había anotado.
—¿Es para uso recreativo? —Preguntó Kai que tan solo leyendo todo lo que Fukunaga había apuntado pudo ver con claridad que se refería al cannabis de toda la vida.
Shohei negó con la cabeza, ignorando absolutamente la posibilidad de que Kai supiese que él sabía qué tipo de planta era.
—Pues necesitarás casi generar un laboratorio, luces led, control de humedad — empezó a enumerar diferentes cosas que el chico fue apuntado en las notas del móvil—. La verdad sería más fácil que empezases con otro tipo de planta más sencilla, como una menta.
El menor empezó a reírse pensado en la decepción de plantar una menta y después fumársela, pareciendo más un conejo que un adicto.
—Me la trae mi madre, es ella quien quiere esa planta y no tiene tiempo de cuidarla con el trabajo — la voz neutra de Fukunaga después de haberse reído pareció creíble. Aunque seguía riéndose de su propia excusa.
Nobuyuki procedió entonces a explicarle detalladamente como cuidar aquella planta, sin olvidar un “ve con cuidado, por favor” al final, al que Shohei le restó importancia agradeciéndole por la información y marchándose sin siquiera decir adiós.
Se adentró otra vez en el club de ocultismo, donde Kenma estaba tirado en su puf mirando el techo, que ya tenía buena iluminación. Akaashi estaba sentado y se levantó de inmediato al ver a Fukunaga.
—Vamos a necesitar un montón de cosas — dijo Akaashi mirando la lista de cosas que había anotado Fukunaga—.Y no podemos pagarlo con el presupuesto…
—Yo puedo ayudar si me dejáis unirme— una voz de fuera les asustó como si los fantasmas existieran.
Y Suna Rintaro entró en la habitación, provocando la risa de Fukunaga de nuevo. Al parecer había escuchado a Kai y a Shohei hablar, y al igual que Nobuyuki había visto las intenciones de su compañero. Lejos de desentenderse, quería implicarse en aquella tarea.
— ¿Pueden aparecer los yokai cuando aún no hemos empezado con el club de ocultismo? — comentó Shohei entre carcajadas.
— ¡¿Club de ocultismo?! ¿Pero no ibais a plantar marihuana? — Preguntó Suna, llevándose un codazo por parte de Fukunaga.
— ¡CALLATE! — gritaron Kenma y Akaashi al unísono.
Akaashi cerró la puerta del club y arrastró a Suna a sentarse en uno de aquellos pufs. Los tres se le quedaron mirando con rictus serio.
— ¿Tú crees que podemos plantar marihuana en un instituto y decirlo tan lindamente? — sentenció Kenma pensado que aquel tío era tonto de remate —. Así que cierra la boca y a invocar yokais.
Fukunaga empezó a reírse por el comentario de Kenma, y Akaashi le miró de nuevo con cierta perturbación. Él no era muy hablador, pero estaba claro que aquel compañero le superaba con creces.
—Vamos a hacerlo, sí, pero tienes que hacer el favor de ser más delicado a la hora de qué vas a decir o no te podemos aceptar en este club — Akaashi le explicó en qué consistía realmente lo que hacían allí y le invitó a unirse si sabía mantenerse calladito.
— Y que pinte el pentagrama en el suelo, así parecerá que tiene interés en unirse al club en vez de hundirlo — añadió Kenma, que ya había tachado en su mente al chico de insufrible.
Dicho aquello, a lo largo de la semana Suna fue apareciendo con los diferentes objetos de la lista que Fukunaga le pasó una vez acabó de reírse. Shohei presentía que todos ellos habían sido robados de los diferentes clubs del colegio, incluida la carretilla que fue lo único que devolvió, pero no se atrevió a decirlo en voz alta. El chico formaba ya parte del club y no quería que le echaran por su culpa.
Además había pintado un pentagrama perfecto en el suelo sin mucho esfuerzo, era esencial en el grupo.
En pocos días Fukunaga y Suna empezaron a construir una estantería de doble fondo donde cultivar la planta. Con sus luces LED y control de humedades. Así mismo colgaron las cortinas de nuevo, que eran de color gris verdaderamente, y esperaron a que el presupuesto fuera aprobado para comprar el material que ocultaría su propósito final.
3 – Kenma
Por desgracia, aquella actividad implicaba que Kenma debía salir de su casa en fin de semana si quería siquiera llegar a probar un solo porro. Su plan de pasarse dos días enteros sin dormir haciendo una maratón de los juegos de Silent Hill se acababa de ir a la mierda.
En parte no era tan horrible, porque quería y necesitaba las semillas, pero eso no quería decir que no le sentara mal. Además el plan era potencialmente ridículo e incluso, podría decirse que era peligroso. Pero sobre todo aquel plan era profundamente humillante, desafortunadamente por como los hombres trataban a las mujeres.
La hermana de Kuroo, Tomoko tenía que ayudarle en base a una mentira que solo el mismo Kenma podía elaborar.
—Así que ¿te gusta vestirte de chica? — preguntó Kuroo apoyado sobre el marco de la puerta de la habitación de Tomoko. Por desgracia aquel anormal al que a veces llamaba amigo, estaba en casa de su padre…
Kuroo Tomoko le había prestado diferentes prendas de ropa y estaba tratando de maquillarle, a pesar de que el primer intento había sido un desastre.
—No es asunto tuyo — se quejó Kenma.
—Eso, no es asunto tuyo, para una vez que viene a verme a mí — argumentó Tomoko, que disfrutaba de aquello como si fuera una niña pequeña.
Cuando Tetsuro y Kenma eran pequeños, ella hacía aquellas cosas y les obligaba a jugar a que eran sus hijas. Ambos se quejaban en aquel momento, mientras ella continuaba el juego sin dejarles elegir.
Kozume Kenma no era muy fan de aquel plan. Él se consideraba un hombre, le gustaba la ropa cómoda y aunque entendía que el maquillaje no era necesariamente malo, le hacía sentir incomodo llevar la cara pringada de tantos potingues. Pero sabía que las chicas conseguían precios más bajos a la hora de comprar drogas si dejaban las bragas usadas en el mostrador. También sabía que las puñeteras semillas eran mucho más caras que una simple bolsa de marihuana y no podía permitirse el lujo de seguir robándole dinero del monedero a su madre.
También era consciente que debido a su constitución, no podía pedirle a Fukunaga que lo hiciera por él. Aunque sabía que de haber podido, lo habría hecho sin dudarlo.
Así que allí se encontraba, paseando por las calles del barrio de Kabukicho después de que le manosearan en el tren y lo cierto es que ya no entendía como las mujeres aguantaban a los hombres ni por qué les gustaban. Lo más que había podido hacer en aquel momento había sido meterle un codazo en el estómago a aquel tío raro y salir corriendo en la primera parada que hizo el tren, subiéndose al siguiente en aquel vagón designado solo para mujeres y en el que nunca antes había subido, pero que ahora mismo le hacía falta.
El local donde solían comprar estaba a un par de calles de la estación, lo que hacía que soliera estar abarrotado. Por ello mismo, se plantó la cola y sacó el móvil, ignorando el hilo de mensajes que Suna había enviado al grupo del club de ocultismo. Suponía que en su casa no le querían y por eso necesitaba la atención. Fukunaga había enviado uno de sus chistes malos también. Probablemente también necesitaba atención, pero no tenían en cuenta que el que peor lo estaba pasando era él.
Se sobresaltó cuando un brazo le rodeó por los hombros de golpe, invadiendo su espacio personal y haciendo que dicha persona le echara el aliento en la cara. Ya no solo lo pasaba mal, ahora necesitaba auxilio, pero nunca le iba a admitir a nadie del grupo el por qué se encontraba en aquella situación.
La cara de Terushima Yuji, de la clase siete, estaba plantada delante de la suya y aquello era problemático. No solo le estaba acosando, sino que había la posibilidad que le reconociera y le jodiera el plan.
— Hola, guapa. Qué guapa estás hoy. ¿Qué haces tú por aquí? — Preguntó el chico de la forma más desagradable que Kenma podría haber imaginado nunca, porque si intentaba ligar así no tenía dudas de que no follaba con razones.
— No te conozco de nada, no sé por qué debería responderte —. Kenma intentó poner la voz lo más aguda posible.
— Jo, pero que sosa…
— Sosa será tu puta madre —. Aquello le salió espontáneo y con su propia voz, sorprendiendo a ambos.
Kenma entonces carraspeó, intentando fingir que aquello se debía a que estaba resfriado.
— ¿De casualidad no tendrás un hermano que se llame Kenma, no? — preguntó Terushima mirándole y fijándose un poco más en él, haciendo que Kenma le metiera un codazo entre las costillas.
— Cállate, Terushima. Aléjate de mí, vete. —. Volvió a decir en aquella voz aguda que había intentado fingir al principio.
Terushima entonces retrocedió, pero le seguía varios pasos por detrás mientras Kenma entraba al local. La cola aún seguía dentro, pero se movía más rápido de lo que podía llegar a parecer desde fuera.
Llegó al mostrador en menos de quince minutos y antes de plantarse delante del vendedor suspiró.
—¿Qué vas a querer bonita? —el tipo era alto y fornido. Llevaba barba y muchos tatuajes.
Kemna se quitó las bragas, que llevaba sobre sus calzoncillos normales y las dejó sobre el mostrador junto con 10.000 yenes.
—Quiero las semillas exóticas y una bolsa de hierba simple — puso la voz aguda y sonrió sin que pareciera forzado. Debía admitir que lo estaba pasado mal, pero sabía que tan solo era un trámite.
El tipo le miró raro, como confuso. Seguramente pensaba que era demasiado joven. Si le hubieran preguntado a Kenma, habría alegado que todo el mundo era demasiado joven para consumir marihuana, después de todo era ilegal.
—Pero te pediría algo más, lo que me pides es demasiado caro — el tipo se apoyó sobre el mostrador y le miró fijamente—. Quizá si pasas allí detrás conmigo un ratito.
El chico disfrazado se sonrojó, pero no de vergüenza, de ira por aquel mal trato tan constante. Forzó una sonrisa.
—No le gustaría a mi novio.
—No tenemos por qué contárselo, bonita — contestó el muy repelente.
— ¡Eh! Claro que sí Usashi, no seas desagradable con mi novia — la voz de Terushima llegó a los oídos de Kenma y probablemente por única vez en la vida pensó que aquel chaval de la clase siete no le parecía un subnormal profundo.
Terushima besó la mejilla de Kenma poniéndole los pelos de punta. Era desagradable aunque le salvara la vida.
—Perdona Teru, no lo sabía — contestó el tipo del mostrador y sacó las semillas y la bolsa de Marihuana tal como Kenma había pedido—. Y perdóname tú también, es que eres muy bella.
Que desagradables eran todos. Se guardó las cosas en el bolso y agarró la mano de Terushima mientras salía de aquel lugar totalmente indignado.
— ¡Oye, oye! ¡Que me vas a dejar sin brazo! — Se quejó Terushima una vez estuvieron lo suficientemente lejos del local.
Kenma no se había dado cuenta de que había estado tirando de él, pero al decir aquello le soltó y se giró a mirarle.
— Perdona — empezó con su voz normal, sin esforzarse en volver a fingir delante de él — no me interesas tanto como para darme cuenta de que existes, aunque gracias por la ayuda.
— ¡Pero si tú eres Kenma! Que decepción…
— Para estar en la clase siete no eres el más listo que digamos.
Finalmente, Kenma le explicó a cerca del club de ocultismo, ya que no se le ocurría nada verosímil para justificar lo que había pasado. Terushima asiduo comprador de cannabis, enseguida sintió la necesidad de unirse. Sin embargo Kenma solo se lo permitió con la condición de que nadie del mundo debía saber cómo había conseguido aquellas semillas tan baratas.
Así pues la semana siguiente Fukunaga inició el proceso para crear la plantación de marihuana del club de ocultismo. Sabían que no estaría lista para el consumo hasta el año siguiente, pero la espera merecía la pena.
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1 – Kunimi
Si le preguntaran a Kunimi Akira de las desgracias de la adolescencia, además de los granos y a veces levantarse con erecciones sin sentido después de soñar con cosas extrañas, estaba la de soportar a Kindaichi y Kageyama a primera hora de la mañana. Discutiendo como gallinas con el pesado de Hinata podían llegar a desquiciar a cualquiera.
A veces soñaba que los encerraban a todos en un psiquiátrico y le dejaban tranquilo de una vez. Aquellas veces no se levantaba con una erección, lo cual era extraño porque era cuando con más paz se levantaba.
— ¿A que sí, a que tengo razón? — Kindaichi se giró a mirarle en el bus. La verdad, Kunimi no tenía puta idea de que estaban hablando ni le importaba.
— ¡Pero claro que no! — Se quejó el pesado de Kageyama.
Akira solo procedió a taparse la cara con su bufanda y fingir que no existía. Suficientemente duro era tener que buscar sitio en el bus cada mañana como para encima tener que lidiar con lo que fuera que tenían estos entre medio. Se levantó de su sitio y se metió más al fondo del autobús pasando entre la gente. Se llevó un par de codazos, pero aquello era mejor que pasar siquiera diez segundos más cerca de aquellos tres inútiles a los que consideraba sus amigos.
Se bajó del bus una parada antes de lo usual, caminando las dos últimas calles. Llegaría tarde tal vez, pero al menos así podía tener diez minutos de paz antes de que Kindaichi le empezara a contar como había tenido que lidiar con los otros dos él solo y le acusara de ser un amigo horrible.
Lo cierto es que Kunimi sabía que era un amigo de mierda, pero necesitaba su espacio y no entendía por qué Kindaichi no podía respetar eso o por qué la gente insistía en enviarle mensajes después de las diez de la noche. Él no quería contestar aquellos mensajes, quería desvelarse leyendo algún fanfic pocho de lo que fuera que le gustara en aquel momento, fuera un anime, un drama o una novela. Pero no, Kindaichi siempre le decía “¡no me contestaste!” o algo por el estilo, cuando lo único que le había enviado era una foto de la mitad de su cara o un meme más triste que la ortografía del fanfic que estaba leyendo.
Sinceramente, lo único que quería a partir de las ocho de la tarde era que le pasara un tren por encima, estaba cansado. Y Kindaichi tampoco hacía mucho para que al levantarse le hubieran vuelto las ganas de vivir.
Así que cuando llegó al instituto, la gran mayoría de gente ya se encontraba en clase, por lo que rezó para que Kindaichi no le estuviera esperando en la puerta de su clase.
Desafortunadamente para él, el universo no estaba de su lado ese día. El pesado de su amigo corrió hacia él en cuanto le vio subir las escaleras y empezó a recriminarle por haber desaparecido en el autobús.
— Me estaba cagando — mintió Kunimi y siguió caminando hacia su clase, ignorando por completo a sus amigos.
— ¡Tío, pero no digas ese tipo de cosas en voz alta en pleno pasillo!
Fantástico. También le iba a decir que podía hacer o dejar de hacer ahora. ¿Se tenía también que vestir de perro al día siguiente? ¿Y ladrar cada vez que Kindaichi se lo pidiera? Al menos Kageyama le ignoraba y asumía que simplemente se había ido por alguna razón.
— Tú has sido el que ha preguntado.
Y dicho aquello, se sentó en su clase, esperando a que llegara el profesor, bajo la mirada reprobatoria de Kindaichi. Era como un novio controlador, solo que no era su novio y tampoco le interesaba serlo. Pensaba quedarse solo toda su vida y ser feliz con sus quince gatos si tener pareja significaba que esta te preguntara o indicara hasta cuando puedes ir al baño.
Aquello se repetía día tras día tras día, sin dejarle siquiera diez minutos para respirar. Estaba a nada de mandarle a la mierda y decirle que besara a Kageyama si tanto le quería comer le culo, pero pensaba que tal vez no sería lo adecuado. Tampoco sabía por qué se preocupaba o no por lo que fuera adecuado cuando el gilipollas no le dejaba ni respirar, pero bueno, sobre pensaba, ya lo sabía.
Fue cerca del mediodía, cuando Kunimi se largó al terrado para disfrutar de su comida en tranquilidad, cuando aparecieron aquellos dos chicos de segundo.
—Perdona que te molestemos, yo soy Akaashi y este es Kenma — dijo el moreno teniéndole la mano.
Kunimi resopló pensando que siempre tenían que aparecer gilipollas por todas partes. Le miró, pero no le cogió la mano, tan solo esperó a que hablase. Al lado de aquel moreno estaba un chico rubio con el pelo mal teñido y las manos en los bolsillos que ni se molestaba en mirarle.
—Hemos estado observando que estás un poco estresado, la verdad es que lejos de quererme meter donde no me llaman, me he sentido un poco identificado cuando empecé la secundaria el año pasado…— Estaba soltándose un rollo que para qué, pero al menos intentaba ser respetuoso — Por eso, nos gustaría que te unieras a nuestro club, te puede ir bien.
PUBLICIDAD, lo que le hacía falta.
—No, gracias — contestó Kunimi sin pensárselo demasiado. Pero al ver a Kindaichi subir por las escaleras de emergencia le cambió la cara—. Bueno, en realidad podría pensármelo si me enseñarais un poco vuestro club.
El chico rubio pareció darse cuenta de la presencia de Kindaichi, haciendo que le tomara el brazo a Kunimi y tirara de él.
— Venga, que el tío tiene prisa — dijo Kenma, indicándole a Akaashi que bajara las escalaras.
El moreno no entendía muy bien que pasaba ni porqué Kenma tiraba de aquel niño de primero como si le pagaran por ello, simplemente se encaminó con ellos hacia el club. Kunimi por su parte no tardó mucho en seguirle paso al más bajo, dejando que sujetara su brazo como si fuera un niño pequeño al que ayudaban a cruzar la calle. Mira, no sería respetuoso, pero al menos no era Kindaichi. Ya se quejaría después cuando el pesado de su amigo no estuviera interrumpiendo su tiempo de descanso.
El club consistía en un aula con un pentagrama pintado en el suelo. En el centro un chico de segundo que Kunimi creía recordar que se llamaba Suna, dormía. Las estanterías eran muy gruesas y tenían amplios volúmenes de libros.
Akira leyó algunos títulos “Química Oculta de Annie Besant”, “Espíritus del Sintoísmo clásico” o “El libro de los espíritus de Alan Kardek”. Todo aquello le parecía una patochada, tonterías que solo podían ser útiles si podía sacrificar a Kindachi en un ritual que le asegurara dinero y comodidad el resto de su vida…Bueno, no era tan mala idea.
Entonces de una esquina apareció un tipo con cara de gato, Fukunaga, pegándole un susto de muerte al mismo tiempo que la puerta se cerraba detrás de él con un portazo por la corriente de aire.
—No sé si esto me interesa…— empezó a decir Akira, cuando Fukunaga agarró la estantería y levantó lo que parecía un compartimento secreto. Una luz cegadora salió de aquella especie de armario y entonces vio las plantas.
Shohei empezó a regarlas y tomó la temperatura del lugar, ignorando por completo que había alguien más en la sala que tal vez no debía ver aquello.
— El club es una tapadera para esto — le dijo Kenma, mientras se acercaba al chico del pentagrama y le pateaba las costillas, haciendo que Suna se retorciera —. Tú, despiértate ya de una vez, que llevas ahí toda la mañana y se va a borrar el pentagrama con tus babas.
— Yo también te quiero — dijo con dificultad mientas se sujetaba el costado y se movía a uno de los pufs de la esquina.
Akaashi parecía acostumbrado a aquello, aunque ciertamente no lo aprobaba y por ello le tocó el hombro a Kenma, pidiéndole silenciosamente que no hiciera aquello, a sabiendas que iba a seguir haciéndolo probablemente. Acto seguido, se volvió a Kunimi, que estaba preguntándose que clase de amigos eran para que pudiera pegarle una patada de aquella manera sin consecuencias nefastas. Quería hacerlo con Kindaichi.
—Disculpa si esto te ha incomodado — dijo Akaashi, entregándole un cigarrillo liado de la hierba que trabajosamente Fukunaga cultivaba y todos juntos secaban en el horno del club—. Como te decía, a mi fumar de vez en cuando me va bien para lograr centrarme mejor.
Kunimi lo cogió sin dudar ni un segundo, acercándoselo a los labios y dejando que Akaashi se lo encendiera, probando así su primera calada y dándole un ataque de tos. El mayor le golpeó suavemente la espalda.
— Tienes que tragártelo, como si bebieras agua — explicó Keiji, invitándole a probar otra vez, después de tomar él mismo una calada como una demostración.
Akira le observó detenidamente, pensando que tal vez aquel chico era un ángel o tal vez el amor de su vida.
— ¿Cómo y cuándo me puedo unir? — Preguntó Kunimi, a lo que Akaashi le sacó de un cajón del mueble de la cocina una hoja de inscripción, que le ayudó a rellenar y le acompañó a entregar a la sala de profesores.
Al día siguiente, otra vez en el bus petado de gente y sentado junto a Kindaichi, detrás de Kageyama y Hinata, la pelea diaria de los dos primeros fue mucho más sobre llevable. Tal vez porque su mente no dejaba de volver a la sala del club y a aquel chico de segundo. Pensaba en su piel blanca y aquella forma de mirarle, con la misma suavidad que sus palabras.
—¿Pero te estás enterando de algo? — se quejó Kindaichi a Kunimi.
—Pues no…— contestó Akira, aun recordando las manos de Akaashi, tan grandes y suaves sujetando aquel cigarrillo de marihuana con soltura y sus labios explicándole como debía hacerlo—. Creo que estoy enamorado.
El berrido que soltó Kindaichi en pleno bus hizo que le conductor les echara a ambos, haciéndoles andar hasta el instituto y llegando tarde. Los idiotas de Kageyama y Hinata se habían limpiado las manos de la situación y no habían tenido que aguantar a Kindaichi quejarse mientras caminaban hacia el instituto. Pero a Kunimi poco le importaba, solo quería que acabaran las clases para volver al club de ocultismo.
2 - Terushima
Desde hacía un año Terushima se preguntaba a si mismo si podían gustarle los hombres travestidos. Había pasado eso, casi un año, desde que le había tirado la caña a Kenma, pero no se quitaba de la cabeza las piernas de aquel chico con la falda. La forma en la que se había quitado las bragas. Y siendo sincero, no le gustaba Kozume Kenma, le parecía un tío demasiado listo e incluso arrogante para lo puto vago que era.
Así que a veces, cuando caminaba por los pasillos del instituto se imaginaba a sus compañeros con trajes femeninos, a veces maquillados. Su fantasía sexual recurrente era literal que cualquiera de aquellos compañeros con un traje de chica, se imaginaba subiendo la mano por la falda y no encontrarse el cuerpo de una mujer debajo. Se sentía arruinado por aquel momento, en el que se creía heterosexual y no tenía fetiches extraños. Así que su consumo de marihuana había crecido y se sentía sexualmente frustrado.
Terushima Yuji estaba en la clase siete, era una de las clases de nivel más alto de segundo curso. Y no, no era que él estudiase como un carbón o fuera más listo que el hambre, literalmente copiaba en los exámenes y por aquello salía siempre el primero en las listas de calificaciones de segundo. Aquello molestaba por igual a todos sus compañeros, que eran conscientes que de listo no tenía un pelo… ¿Pero por qué le dejaban copiar los profesores?
En aquel momento, Yuji se sentía abrumado. Escribió una nota para su compañera Kanoka “Estoy sexualmente frustrado ¿Me prestas un uniforme femenino?”. Y se la lanzó en mitad de clase de inglés. La chica se giró horrorizada y avergonzada a partes iguales, tirándole la vuelta la nota con un “NO” escrito en rojo.
Terushima se sintió decepcionado. ¿Es que a nadie le importaba que él estuviera mal? Llevaba así un año. Un año sintiéndose raro, viéndose a sí mismo como una persona totalmente diferente y sin saber cómo solucionar sus problemas.
Su única solución pasaba por el verdadero ocultismo, y no el club en el que se sentaba a fumar marihuana hasta quedarse adormilado. Tendo Satori era la respuesta, se dedicaba a tirar las cartas del tarot y hacer predicciones fiables de la vida. Este se situaba siempre en las mesas de picnic del campus escolar.
— Hola, Satori— Saludó amablemente empujando a la chica que estaba sentada frente al adivino, dejándola a su lado —. Necesito tus poderes porque si no sospecho que me voy a morir, matándome a pajas.
Tendou recogió las cartas de la chica dando por finalizada su lectura. Total, el tío que le molaba no estaba interesado en ella, no era algo que supiera por las cartas, básicamente había venido tres días ante preguntando por su prima y si tenía opciones de romance.
—Pajearse es sano Terushima, pero 1500 ¥— contestó Tendo extendiendo la mano para recibir el pago. Lo primero era lo primero. Seguidamente se giró a mirar a la chica— Tú te puedes ir, las cartas dicen que le gusta su prima y tienes poco que hacer.
El rubio sacó el dinero y lo puso en los largos dedos del pelirrojo.
—El caso es que le entré a un travestido y ahora estoy obsesionado con los chavales travestidos y no sé qué hacer ¿Me voy a alquilar a un chaval en Kabukicho? Estoy desesperado — Terushima hablaba a raudales, describiendo la experiencia que había vivido con Kenma pero tratando de no decir que había sido él— Parecía una chavala, pero debajo de la falda no había una chica, y su cara era preciosa, pero tenía esa voz propia de un tío de verdad, ya sabes…
— ¡A ver, tíos con fetiches raros hay muchos! — Comentó Tendo, mientras barajaba y empezaba a sacar cartas.
— ¿Y si no es un fetiche? ¿Y si es un hechizo? ¿Es un castigo divino? ¿¡Y si es una maldición!? Es porque chantajeé a Kenma, ¡¿verdad?! ¡Es que la falda le quedaba muy bien!
— ¿A quién le quedaba muy bien la falda? — Preguntó Tendo fijándose en las caras que acababa de dejar sobre la mesa, medio distraído.
— A ti te sentaría de vicio — intentó desviar Terushima, sabiendo que la acababa de cagar y Kenma probablemente le abriría en canal.
Se fijó entonces en las cartas sobre la mesa, dándose cuenta que el diablo estaba en medio de todas ellas. Tendo levantó la cabeza y le sonrió, enseñándole la carta y haciendo que Terushima se llevara las manos a la cabeza.
— Vas muy salido, me han dicho — comentó Tendo.
— Ya te digo, tío… No puedo más, necesito una solución que no sea emporrarme en el club.
— ¿En el club de ocultismo? — Insistió Tendo.
— Si… Eh… A veces hacemos viajes… Bueno, hago, para ayudar a las invocaciones y tal… — Mintió de forma no muy convincente, haciendo que Tendo le mirara con sorna, como si un timador no pillara a otro cuando lo viera.
Terushima, viéndose en aquella situación, se inclinó sobre la mesa y sujetó a Tendo por el cuello de la camisa, lanzándose a besarle. El otro se apartó ligeramente.
— No me voy a poner un vestido de chica para gustarte.
Y entonces besó él a Terushima, haciendo que este se cayera sobre la mesa de picnic a la que estaba medio subido.
— Me la pondré solo si me parece divertido, y de momento es más divertido torturarte — se rió Tendo.
Pocos minutos después sonó el timbre y Tendo recogió todas sus cosas, las metió en su bolsa y se fue a clase, dejando a Terushima allí tirado. Fantaseando con que Satori llevaba uno de aquellos uniformes femeninos.
Tendo entró en clase y encontró a Semi sentado en su pupitre, esperándole.
—Mi novia quiere que le compre un regalo caro y estoy sin un duro— anunció Semi en vez de saludar cómo haría una persona decente.
—Yo estoy más indignado, en el club de ocultismo fuman porros y se visten de mujer — se quejó apoyándose sobre la mesa —. Yo puedo hacer esas cosas más que bien y no me dejan unirme, es deprimente, tú ya podrías ponerte a trabajar… Tener novia es caro.
— ¿¡Que!? — La voz de Shirabu les llegó desde la puerta. Afortunadamente estaban solos en la clase dos de tercero —. Eso es inaceptable, hay que hablar con los profesores pero ya.
— Primero habla con el club, Tendo vive tanto a lo suyo que igual no ha pillado nada.
Tendo se quejó, diciendo que él no tenía tantas dificultades como Ushijima para entender el entorno. Shirabu solo resopló y se marchó en dirección al club de ocultismo. Tenía que destapar aquello a como fuera.
3 – Suna
Las manos de Kenma se aferraban a la cintura de Suna. Estaban en uno de aquellos pufs del club de ocultismo. Tenían las bocas pegadas y se besaban con intensidad.
Era algo que llevaba pasando varios meses. La primera vez habían fumado tanto que apenas podían recordar cómo habían acabado el uno encima del otro. Lo cierto es que Kenma encontraba agradable aquella sensación y se aprovechaba de que Suna estaba potencialmente salido.
De hecho, Suna tenía toda la intención de pasar al siguiente nivel, bajándole los pantalones, ya que se acaba quedando siempre con dolor de huevos tras aquellas sesiones cuando la puerta del club se abrió de golpe.
La cara de Shirabu al ver el panorama era un poema. A pesar de venir con intenciones de desmantelar el club, lo último que esperaba era encontrarse a dos tíos metiéndose mano.
Y joder, Suna estaba hasta los huevos, el único que le respetaba en aquel club era Fukunaga. De hecho aquel chaval ni siquiera era del club, ¿¡qué coño hacía allí!? ¡Y abriendo la puerta sin picar siquiera!
— ¿Qué quieres? — preguntó Suna, francamente molesto y con una erección del quince que no sabía cuándo iba a poder solucionar, pero tenía claro que no quería tener dolor de huevos otra vez.
Kenma se bajó al suelo, girándose a mirar al chico de la puerta pero demasiado perezoso como para acercarse a hablar.
—Y gírate, ya que das por saco al menos afróntalo— añadió Kenma.
El tipo del flequillo mal cortado se giró, rojo como un tomate y sin poder mirar a ninguno de los dos a los ojos, solo podía mirar al suelo.
— Mira, el muy gilipollas molesta y encima se queda callado. Yo a este lo mato — se quejó Suna, que se incorporó en el puf para no parecer que se había caído del techo —. ¡Que el tiempo es finito!
— ¡Me han dicho que fumáis marihuana! ¡Y que os vestís de mujer! — El chico gritaba indignado, sin dejar de mirar al suelo.
— ¿Y a ti qué coño te importa? — La indignación de Suna crecía más y más delante de aquel anormal. Eran sus neuronas las que morían, ¿qué más le daría a aquel tío que ni conocía? Si alguien conseguía esquizofrenia u otras enfermedades asociadas al consumo sería él, no aquel tío tonto que parecía que le habían cortado el flequillo con unas tijeras de podar.
Kenma entonces le lanzó el paquete de incienso a Shirabu, a quien le impactó en la cabeza por no estar mirando. El rubio estaba haciendo una nota mental sobre cómo debía asesinar a Terushima por irse de la lengua.
— Es incienso, gilipollas. Y velas aromáticas. ¿No ves que hacemos rituales? ¿Cómo pretendes que invoquemos un incubo si nos interrumpes? — argumentó Kenma, haciendo que Shirabu se pusiera aún más rojo.
Shirabu, viendo la situación y cómo no iba a poder solucionar aquello entonces, volvió corriendo a su clase al tiempo que sonaba el segundo timbre. La puerta del club estaba abierta de par en par porque aquel memo se había olvidado de cerrarla antes de irse.
Kenma se levantó sin ganas a volver a cerrar la puerta, haciendo una nota mental de proponer un pestillo o cerrarla con llave y que solo los miembros tuvieran copia. Debía ser algo primordial que pensar antes, pero no habían caído en ello hasta aquel momento.
Después, volvió a sentarse sobre Suna, que tenía un puchero que le hacía parecer un niño de cinco años indignado.
— Anda, continuemos, por favor.
Chapter 3
Notes:
Seguimos enamorados de Fukunaga, no se puede evitar.
Chapter Text
1 – Fukunaga
La reunión del club de ocultismo se llevó a cabo a lo largo de la semana. Akaashi contaba con una lista organizada de puntos que debían tratar, cosas que había hablado con Kenma y que eran importantes. Entre ellas, la intrusión al club y la filtración de información por parte de Terushima. También era la primera reunión desde la entrada de Kunimi, por lo que debían reorganizar las tareas. Por último, debían hacer recuento del material del club y apuntar aquello que necesitaban para conseguirlo lo antes posible.
— Por favor, podéis prestar atención — se quejó Akaashi un poco agobiado al ver que solo Fukunaga y Kunimi le escuchaban.
Terushima se sentó frente a Akaashi apoyando la cabeza sobre el hombro de Fukunaga y preguntados si sobrevivirá un día más después de la filtración que había hecho… Tenía a Tendo esperando a que le dijera que podía entrar en el club, pero le costaba encontrar la manera de comentarlo al resto de sus compañeros.
Suna se arrastró por el suelo hasta encontrarse cerca de los demás pero estirado en el suelo y mirando su teléfono móvil, y Kenma giró la cabeza prestando atención desde los pufs.
— La primera cosa que debemos tener en cuenta es la necesidad de poner un pestillo en la puerta y un candado en la estantería— empezó a contar Akaashi, argumentando las veces que entraba gente en el club. Si bien era cierto que nadie había encontrado las plantas dado el elaborado formato en el que Fukunaga había decidido cuidarlas, aquello no excluía cierta facilidad para que otros descubrieran fácilmente su actividad si querían buscar.
Fukunaga levantó la mano, haciendo alusión que él se ocupaba de todo. Casi siempre era de aquel modo. Después miró a Suna.
— ¿Puedes traer el material? — preguntó Shohei.
Suna asintió, a pesar de sentir el peso de trabajar. Sabía que Fukunaga no se lo pediría si fuera algo que pudiera conseguir por sí mismo.
—Genial, segundo punto, caso Shirabu — empezó Akaashi.
— No, problema de Terushima por abrir la boca — dijo Kenma a lo lejos.
El rubio se sentía enfadado, realmente no le importaba que supieran que se había disfrazado de mujer pero era molesto pensar que todo el mundo se imaginara cosas que no eran. Como que tal vez Terushima y él tenían algún tipo de relación ya fuera únicamente sexual o romántica… Solo pensar en ello le daba ganas de vomitar.
— Lo sé, pero es que no lo puedo evitar, sabes. Estabas muy guapo así vestido y…—se calló al ver la cara de Kenma cabreado. A nadie parecía importarle lo mal que él lo estaba pasando.
Fukunaga se empezó a reír por lo bajo, pensando en que Kenma era un Don Juan. Suna y Terushima suspiraban por él de una manera exagerada. Nunca se hubiera imaginado a su mejor amigo ligándose a todos los chicos del club y dejándoles destrozados por unas palabras de amor.
— Ah, así que hablaba de Kenma cuando dijo lo de vestirse de mujer — comentó Suna, para después levantar la cabeza para mirar a Kenma —. A mí no me molestaría si vinieras así vestido.
Terushima pensó que a él tampoco le importaría, pero tal vez moriría si se daba la situación.
— Seguirías siendo maricón — argumentó Kenma, acercando el puf a donde estaban el resto sentados —. Necesitamos que alguien averigüe que sabe Shirabu y si es necesario que encuentre la forma de callarle.
— He pensado que podría ayudarnos el hecho que no se sabe aún que Kunimi está en el club — mencionó Akaashi, dirigiendo su mirada al chico mencionado —. ¿Podrías por favor intentar hacerte amigo de él? Creo que nos sería sencillo obtener la información así.
— Claro — afirmó Akira, pensando que si Akaashi se lo pedía abriría a quien fuera en canal sin dudarlo ni un solo segundo. Por Akaashi Keiji iría al mismísimo infierno.
— Si necesitas algo, dímelo — dijo Suna, enseñándole su móvil.
La sala se quedó en silencio, esperando que alguien continuara. A todos les sorprendía que Suna quisiera ayudar al chico de primero.
“Así que el club de verdad nos está cambiando a todos” pensó Shohei, pensado que inicialmente aquel era solo un lugar para distenderse y no tener que hacer nada con todas las tareas, deberes, estudios y obligaciones. Se sentía feliz de que lo único que se llevaran no fuera un posible diagnóstico de ataques psicóticos y esquizofrenia. Se llevaban regular, pero después de un año juntos, podía decirse que eran amigos.
— Ah, Tendo quiere unirse al club y eso compraría su silencio, él es proclive a hablar como… — empezó a decir Terushima.
— Como tú — acabó de completar la frase Fukunaga y se rio—. A mí me parece bien que venga.
A él le gustaba que Terushima fuera un tonto salido y Kenma un antisocial que no sabía relacionarse apenas. También que Akaashi fuera exageradamente organizado o que Suna solo buscara evadirse un rato más de todo lo que le rodeaba. Evidentemente acaba de conocer a Kunimi, pero también podía ser genial pasar rato con él, estaba seguro que también tendría alguna peculiaridad por la cual se sentía tan inadaptado como los demás, del mismo modo que Tendo si terminaba uniéndose en el futuro. Y en parte por eso estaban allí.
— Ah, por cierto, las llaves del candado de la estantería las tendrá un único miembro del club — empezó a decir Akaashi —. Kenma y yo hemos decidido que ese miembro será Fukunaga, ya que se encarga de cuidar las plantas mayoritariamente y parece ser el único responsable.
— Si, el único que no la perdería delante de Shirabu — Kenma dijo aquello mirando fijamente a Terushima, que temía por su vida.
Kunimi miró de reojo a Fukunaga. ¿Podía de verdad aquel chico encargarse de aquello? Solo sonreía y contaba chistes malos, no creía que estuviera capacitado para aquello, pero si Akaashi lo decía, lo iba a respetar. Aunque no le gustara.
Continuaron la reunión, organizando las tareas así como haciendo el recuento de materiales. Eran necesarias más velas aromáticas, así como incienso de repuesto ya que al lanzárselo a Shirabu la mayoría de varillas se habían roto en el impacto.
A lo largo de la semana siguiente Suna trajo los pestillos y el candado, colocándolos con ayuda de Fukunaga. Aquello brindaba más seguridad al club y evitaba el exhibicionismo de los miembros. Especialmente el de Suna y Kenma, que parecía no importarles demasiado quien entrara o saliera de la habitación o si era una sala común del instituto.
2 – Kunimi
Tal y como Akaashi le había indicado, y llegaría al fin del mundo si aquel chico se lo pedía, tenía que encontrar la forma de hacerse amigo de Shirabu.
Así que allí estaba, arrastrando a Kindaichi hasta el segundo piso, donde estaban las clases de segundo y por tanto donde debía encontrarse Shirabu Kenjiro. La clase cuatro era su objetivo e iba a cumplir con lo que le habían indicado fuera como fuera.
— Tío, pero me da vergüenza estar en el piso de segundo, ¿de verdad tenemos que hacer esto? — preguntó Kindaichi, que aún no entendía muy bien que hacían allí.
— A mí me da vergüenza tener que estar contigo, así que cállate —. Kunimi no estaba para tonterías, tenía una misión importante —. Mi futuro marido me ha dicho que tenemos que buscar a un chaval, así que busca al tío con el flequillo más mal cortado que veas.
Suna le había dicho que el tipo llevaba el pelo mal cortado tipo, me han cortado el flequillo a las tres de la mañana mientras cocinaba metanfetaminas. Pero era totalmente exagerado, si ya era dificilísimo conseguir marihuana en aquel país, no se creía que fuera sencillo conseguir anfetaminas o derivados. Seguramente solo se había cortado el pelo él solo en un mental breakdown a las 3 am, sin saber muy bien que hacía. Era más creíble, a Kindachi le había pasado y él había tenido que solucionarle la papeleta. Por eso llevaba pelo de rábano.
Mientras Kunimi estaba ocupado recordando su boda mental con Akaashi, Kindaichi le señaló a un chaval sentado al fondo de la clase. Aquel chico encajaba a la perfección con la descripción de Suna y tenía cara de no haber cagado en un mes. Así pues, Kunimi se acercó al chico, mentalizándose que no podía mandarle a la mierda si era un gilipollas y tenía que hacerse más tonto que Kageyama si es que era posible.
— Hola… Perdona, ¿eres Shirabu-senpai? Es que somos malos en matemáticas y me han dicho que podrías ayudarnos…
Kunimi no se habría tragado su propia actuación ni en mil años, pero debía hacer aquello a como fuera y el chico parecía habérselo tragado a la perfección. Kindaichi sin embargo tenía problemas para identificar si los aliens habían abducido a su mejor amigo.
— Pero si tú eres un fenómeno en ma-
Kunimi, sin dejar de sonreírle al chico de segundo, le metió un codazo a Kindaichi para que se callara.
— Copié en ese examen… No me siento muy orgulloso al respecto. Quiero hacerlo mejor y por eso estamos pidiendo ayuda…— Mintió Akira, confundiendo más a Kindaichi pero consiguiendo que se callara.
— No sé si soy el más indicado para esto, os podría dar las básicas pero lo más complicado… — habló Shirabu, intentando quitarse el muerto de encima pero tragándose el teatro de Kunimi.
Akira, sin embargo, había desviado su atención al pasillo, que se veía desde aquel lugar, ya que Akaashi Keiji estaba justo allí, de la mano de un chico que no conocía para nada. Sus ojos repasaron al chico de segundo, desde la mano completamente aferrada, y entonces el otro chico besó superficialmente los labios de un Keiji totalmente sonrojado y claramente incómodo por aquella muestra de afecto en público.
Aquel era tal vez el peor día de su vida. ¿¡Quién era ese tipo!? No, Akaashi Keiji no podía tener novio. ¡Tenía que casarse con él, no con otro!
— ¿Kunimi, estás bien? — Preguntó Kindaichi al ver cómo se ponía blanco.
Y es que por la cara de Akira empezaron a caer lagrimones silenciosos. Estaba claro que acababa de conocerle, pero ya era curioso que si le gustaran los chicos, algo inverosímil, pero que tuviera ya novio. En aquel colegio había demasiados gays para PARECER LA VIDA REAL. Quizá Akaashi solo estaba tratando de ponerle celoso, aquello lo había leído en muchos fanfics…
Shirabu, al ver que el chico se ponía a llorar desconsoladamente, se levantó asustado mirando a su alrededor, no querían que pensase que estaba extorsionado a aquel chaval. Pero enseguida se dio cuenta de que miraba a Akaashi de la clase seis.
—¿Quieres conocer bien a ese chico? — le preguntó Shirabu.
Akira se pasaba las manos por la cara intentado lavarse las lágrimas. Asintió pensado que sí, que le gustaba mucho y no podía entender cómo no había pensado en ningún momento que pudiera tener novio. Él se consideraba listo…
—Hazte de su club, es un poco raro, el club de ocultismo — empezó a decir Kenjiro. Su plan parecía perfecto — Tú me traes información de ese club mientras conoces a ese tipo y yo te enseño matemáticas ¿Trato hecho?
Kindaichi no entendía a qué chico se refería el tal Shirabu. Ni siquiera entendía que pasaba, ellos tenían buenas notas en matemáticas y estaban en las dos clases más altas.
—Está bien — dijo Kunimi sorbiéndose los mocos de un modo particularmente desagradable. No le gustaba hacer aquello, pero no tenía ningún pañuelo y Kindaichi era un mal amigo que no le había prestado el suyo. El trato con Shirabu le iba bien, podía ser un doble espía. Aunque aparentemente, el tío no tenía ni idea de nada—. Hoy mismo me apuntaré al club de ocultismo.
Una vez el trato estuvo finalizado, Kunimi subió al terrado con Kindaichi siguiéndole por detrás. Necesitaba airearse después de aquel suceso tan inesperado con respecto al amor de su vida.
— Tío, no he entendido nada de lo que ha pasado — comentó Kindaichi una vez le alcanzó, poniéndose a su lado junto a la red de seguridad que evitaba que pudieran caerse del terrado.
— No, si ya. ¡No me has ayudado en nada! Lo he tenido que hacer todo yo y encima resulta que Akaashi tiene novio — se quejó Akira, indignado y con ganas de volver a ponerse a llorar al recordar que su ángel, su dios, se había dejado besar por aquel chico extraño con el que iba de la mano.
Yutaro entonces resopló. Estaba harto del comportamiento de su amigo, nunca explicándole nada y exigiendo cuando se comunicaba y, el resto de tiempo, haciéndose el indiferente y pasando de él. ¿Por qué mierda le gustaba? No podía más con aquello. Era un puto gilipollas, encima ni siquiera se había molestado en explicarle quién era Akaashi o por qué le gustaba. Podía entender que Kunimi no le correspondiera, pero estaba harto de que fuera tan puto egoísta. Nadie tendría tan poco amor propio de soportar aquello ni un minuto más.
— Akira, me gustas — dijo sin pensarlo mucho, cogiendo de la camisa a Kunimi y posando sus labios sobre los del otro. El más bajo estaba sorprendido, no entendía muy bien que estaba pasando. Kindaichi entonces soltó al chico y se separó de él —. Háblame cuando tengas algo claro, aunque solo sea que somos amigos y no que yo soy tu saco de boxeo favorito.
Dicho aquello, Yutaro se marchó, dejando a su mejor amigo solo en el terrado a la vez que sonaba el primer timbre.
¿Qué acababa de pasar? ¿Había leído tantos fanfics que su vida de acababa de convertir en uno? Kunimi no podía procesar toda aquella información, así que se sentó en el suelo e ignoró el segundo timbre, mirando el cielo y pensando que tal vez los efectos psicóticos del consumo de marihuana le estaban afectando ya, a pesar de apenas haber consumido un par de días.
Lo peor de todo era pensar QUE KINDAICHI LE HABÍA ROBADO SU PRIMER BESO. Lo que significaba que ya no podía tenerlo con Akaashi… No solo estaba confundido, también estaba indignado.
Bajó al club, esperando que no le pillaran y hubiera alguien más allí. Necesitaba desahogarse con alguien y no podía confiar en Kageyama, además de no poder hablar de aquello con Kindaichi. Afortunadamente para él, Fukunaga se encontraba dentro cuidando de las plantas, pues le habían cancelado la clase al haber faltado el profesor.
— Fukunaga-senpai, necesito tu consejo — dijo, haciendo que el mayor le mirara rojo. No estaba acostumbrado a aquellos formalismos —. No sabía que Akaashi tenía novio… ¡Y mi mejor amigo se me acaba de confesar también! ¿Qué hago?
Fukunaga no estaba seguro de ser el más adecuado para aconsejar a nadie con aquello. Él no solo era asexual, sino que también era aromático, por lo que no tenía experiencia con aquello. Pero al final, siempre se decía que el entrenador no juega, ¿no? Tal vez podía intentarlo.
Le indicó a Kunimi que se sentara en uno de los pufs mientras acababa de cerrar la estantería, procediendo a hacerle un té mientras el chico le contaba con detalle la situación.
— Me siento viviendo un fanfic de rayita, no entiendo que está pasando — dijo Kunimi, con tono angustiado.
Fukunaga entonces le entregó el té, sentándose junto a él e intentando analizar todo aquello que Akira le había explicado, buscando la forma de aconsejar a su kohai de la mejor forma posible.
3 – Kenma
El peso de aquella situación se le hacía tedioso. No sabía bien cómo lidiar con aquello de Shirabu. No era potencialmente problemático, pero sí molesto. Y aunque confiaba en que Akaashi podía solucionarlo sin ayuda, en parte sentía cierta responsabilidad por el puñetero club. Era la única cosa que podía pensar y que le llevaba a estar allí sentado, sobre la hierba del campus con Kuroo.
—Bueno, Fukunaga y yo fumamos sí, pero no en el club — mintió Kenma al que se suponía según la teoría popular que era su mejor amigo. Y bueno, en parte si, se conocían casi desde que él había nacido.
Sabían suficiente el uno del otro como para con una mirada saber que les pasaba. Aquello mismo hizo que Kuroo identificara la mentira, pero omitió aquello para evitar meterse en rollos extraños. Era en parte un poco deprimente, pero al mismo tiempo bueno.
—Te refieres a ese club que te inventaste para no hacer nada ¿no? — A Kuroo le molestaba aquello. Realmente disfrutaba de la compañía del más joven y le molestaba que no quisiera estar con él en el club de béisbol.
—Sí, vamos que solo somos un grupo de personas vagas o demasiado estresadas como para ir a un club a cansarnos más pero si empiezan a investigar profesores tendremos que hacer lo que sea que se haga en un club de ocultismo…
—Podéis hacer teatro fingiendo que invocáis a algo o yo que sé, te metes tú solo en problemas como cuando te vas a Kabukicho vestido de mujer — Kuroo aún se reía de la situación que le había explicado el año anterior con Terushima Yuji.
Y es que follarse entre ellos y alegar que están invocando íncubos no sería tampoco una actividad que los profesores pudieran aprobar. Y luego estaba el tema de Terushima… Le estaba costando quitárselo de encima y era muy molesto. A Suna se le callaba rápido y bueno, Suna le gustaba un poco, pero Terushima no.
— ¿Has pensado en ligarte a Shirabu? Ahora que estas en este modo tan exitoso — Kuroo empezó a reírse — Podrías vestirte de mujer, seguro que le fascinas tanto como a Terushima.
— Prefiero rajarme las venas delante de él y cambiar el transcurso de su vida para siempre — contestó Kenma, con la mayor cara de asco que le había puesto a Kuroo nunca en toda su vida. Hasta bebería agua de la fosa séptica antes que eso.
En aquel momento Kuroo se abalanzó a tratar de besar a Kenma, este rodó por la hierba y se apartó de él.
—¿Qué mierdas haces? — Kenma le miró horrorizado.
Kuroo empezó a reírse a carcajadas. Había hecho aquello con el claro interés de molestarle y ciertamente lo había conseguido.
—¿Qué pasa? Quería saber si es que tus besos saben a fresa, hay tantos tíos que quieren besarte últimamente…
—Lo que está claro es que los tuyos saben a entierro — dijo Kenma levantados y largándose—. Vete a vender bragas usadas y deja de molestar.
No sabía que qué mierdas estaba pensado cuando se le había ocurrido pedir opinión a Kuroo. Era un pedazo de anormal.
Caminó hasta la habitación del club. Kuroo tampoco era el tío perfecto como para juzgarle, porque le había besado por eso. Para recordarle que sabía que le estaba mintiendo… ¡Ahhh! Le daba mucha rabia aquel imbécil. Y aquello le hizo pensar en que todos cagaban de algún modo.
—Rintaro — llamó a Suna justo al entrar al club. El chico se encontraba tirado en el puf fumando. Se sentó a su lado y le quitó el cigarrillo tomando una calada—. Tienes que encontrar la mierda de Shirabu y grabarle, y no me refiero a lo literal.
Le explicó con más detalle. Tenían que encontrar algo que Shirabu hiciera mal y extorsionarle con contárselo a todo el mundo.
Chapter 4
Notes:
Puede parecer que este capítulo es más serio, pero no.
Lo justo.
Fukunaga sigue siendo el mejor.
El fin justifica los medios, te quiero Akaashi, lo siento.
Oireis de Meiko, es una OC random no importante para esta historia.
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Chapter Text
1 – Terushima
Tendo y Terushima estaban sentados en el suelo del club. El rubio liaba un porro con soltura ante la atenta mirada del otro.
— Podría hacerlo yo perfectamente — se quejó el pelirrojo.
— Pero me gusta ser un buen anfitrión a los nuevos miembros del club — le entregó el cigarrillo liado, después de encenderlo acercándose a la vela perfumada encendida que tenían al lado.
Satori tomó el cigarrillo e inhaló a la perfección, hacía aquello a menudo cuando quería olvidarse de algún asunto escabroso que le habían contado en sus sesiones de tarot. A veces cuando simplemente no quería escuchar a nadie y era una buena forma de acallar sus pensamientos hiperactivos, que saltaban de una tontería a otra sin remedio.
— A veces te finges un caballero, aunque seas un pervertido enfermo, sí — dijo devolviéndole el cigarrillo.
La confusión en la cabeza de Yuji se acrecentaba. Por una parte tan solo debía preguntarle a cerca de lo que había pasado con Shirabu y si podía averiguar las intenciones que tenía, pero aquello hacía un pulso enorme con el interés romántico-sexual que sentía por Tendo. Aquello último iba ganado.
—Porque todos somos polifacéticos — se justificó comprendiendo que sus dos intenciones podían ir de la mano.
—Ya, ¿no será que te apetece que me ponga un maxi-vestido? Porque la gente espera a los fetiches cuando llevan unos años de relación — argumentó Tendo.
Poco a poco la habitación se llenaba de humo y desde el otro lado de la habitación Fukunaga les miraba tomándose un té, intentando hacer sus deberes de literatura extranjera que le aburrían soberanamente. A Terushima le incomodaba que el chico siempre estuviera ahí, pero tampoco podía decirle nada porque también era miembro del club. Uno de los fundadores, de hecho.
Tomó una calada del cigarrillo antes de devolvérselo a Tendo, que le miraba fijamente a la espera. A él le gustaba genuinamente Tendo, no como un romance, sino como persona en general. La mayoría de gente le hacía sentir de menos por ser tal y cómo él era. Sin embargo Satori era de otra pasta. No juzgaba, dejaba ser comprendiendo que las situaciones de cada individuo solo eran suyas, con sus emociones y problemas, por lo que meter la nariz y opinar era siempre equivocarse. Aquello le hacía sentirse cómodo a su lado.
— Tú hablaste con Shirabu ¿verdad? — Preguntó Terushima directamente — ¿Qué sabe? Porque la verdad es que podría jodernos el club, el otro día se metió aquí por la cara cuando Suna y Kenma se estaban metiendo mano…
— Eso no lo sabía, oye — comentó Tendo pensando en su negocio de tarotista —. Muchas chicas vienen a preguntar por Suna, así que es un dato importantísimo.
Fukunaga entonces salió del club, mencionando que dejaba la puerta sin pestillo, sin embargo estaban demasiado ocupados como para enterarse siquiera.
— Tendo-kun… ¿Por qué piensas en Suna cuando estoy yo aquí? — Terushima puso un puchero extremadamente exagerado.
— No pienso en otros hombres, cariño, pienso en dinero — canturreó Tendo balanceándose sobre él mismo —. Kenma también tiene fans, pero esos no suelen venir a hablar conmigo. Solo has venido tú.
Terushima dejó lo que quedaba del liado sobre la vela, acercándose despacio hacia Tendo, que se acercó despacio a él. Los dedos de Yuji acariciaron la mejilla del otro, sus labios parecían estar a punto de tocarse cuando la puerta del club se abrió. Giraron sus cabezas de golpe para ver a Semi Eita parado entre el marco de la puerta.
— Joder, pensaba que te la habían colado de verdad cuando me contaste lo de los porros — comentó Semi —. Yo solo venía a pedirte dinero, Tendo. Meiko sigue pidiéndome un regalo caro…
— Ya te dije que tener novia es caro, espabílate hombre — le dijo Tendo —. Es tu novia, no la mía.
Terushima le hizo un hueco entre él y Tendo, indicándole que se sentara con ellos y pasándole lo poco que quedaba de cigarrillo.
— ¿Has pensado en explicarle a tu novia que no tienes dinero para comprarle lo que quiere? — preguntó Terushima, intentando buscar una solución mientras miraba a Semi coger el cigarrillo y cagándose un poco en el hecho de que acababa de romper aquel momento entre él y Tendo.
— Que va, Teru, que lo que pasa es que es un pesao — se metió Tendo por medio. Se sentía resentido con Semi ya que cuando se había declarado con él, le había rechazado diciéndole que era feo sin más —. No quiere currar y ya.
Tendo conocía a la novia de Semi y la verdad es que la chica era bastante maja. En realidad ella solo quería que la llevara a ver las flores del parque o a tirarle pan a las palomas, nada mucho más fuera de aquello, pero Semi era un vanidoso que solo pedía dinero para “ponerse guapo” y ni siquiera para verla a ella, solo porque le venía en gana y no quería trabajar.
— No entiendes nada, tío — se hizo el dramático Eita —. Por eso tú no tienes novia.
El suspiro de Tendo casi aspiró todo el humo de aquel submarino para después expulsarlo. En cualquier forma, la puerta estaba abierta, así que todo el humo estaba saliéndose de todos modos. Él tenía su negocio, ganaba su propio dinero timando a quien hiciera falta, no le parecía bien que siempre viniera contándole rollos para después insultarle cuando le acababa de interrumpir en algo que prometía.
— Tienes razón, por eso no tengo novia, no porque no me interese ni mucho menos —. Tendo empezó a empujar a Semi fuera del club, importándole más bien poco las quejas del chico —. Pírate, anda.
Y cerró la puerta, echando esta vez el pestillo. Se volvió a sentar junto a Terushima y empezó a liar otro cigarro, pues Semi se acababa de llevar el que estaban por terminar.
— Entonces — empezó Terushima, aprovechando que estaban solos, en silencio y el ambiente anterior acababa de morir — ¿qué sabe Shirabu?
Tendo entonces resopló, encendiendo el nuevo cigarro y estirándose en el suelo a fumar. El pelirrojo volvió a suspirar, mirando como Terushima se estiraba a su lado.
—Solo que fumáis marihuana, nada más, solo que es un rey del drama — contestó pasándole el cigarrillo a Terushima.
Se quedaron allí estirados un rato más, hasta que alguien llamó a la puerta.
2-Akaashi
Llegados a aquel punto con el tema Shirabu y viendo su mecanismo de relajación en peligro, la ansiedad de Akaashi había decidido volver a hacerle una visita que la hierba no iba a solucionar.
Por ello mismo, y después de que Komi le preguntara si le podía vender un poco de lo que fumaban en el club de ocultismo, idearon un plan para que Washio distrajera a Bokuto. Si Kotaro conocía el asunto, además de llorar y pedirle que dejara de drogarse, seguramente solo acabaría sabiéndolo hasta el conserje.
Komi, Sarukui y Konoha miraban fijamente mientras les explicaba la situación con detalle.
— A Kenma le gustan los idiotas, que sorpresa — dijo Komi como si aquello tuviera que ver con el problema real. En la mente de Komi se imaginaba un Kozume Kenma soltero eterno porque nadie era suficientemente intelectual y guay para él. Aunque alguna vez había sospechado que quizá Fukunaga y él tenían rollo…
Akaashi negó con la cabeza. Sabía que no eran perfectos y aquellos comentarios saldrían, pero podían ayudar.
— Objetivamente, tendríais que tener un profesor que os supervisase en el club — dijo Konoha. Su madre era profesora de la institución y si decía aquello era con clara información de que debía ser de aquel modo —. A mí también me sorprende, supongo que quiere ser el más listo del gallinero y por eso no acepta tipos listos ¿no?
— Es una buena teoría — aceptó el más bajo, ignorando el tema importante totalmente y refiriéndose a lo de Kenma. Después se giró a mirar al moreno —. Mira Akaashi, estamos en Asia, te pueden caer diez años por posesión, pero violas a una chavala y si tienes mala suerte pagas una multa y ya fue...
Después de aquello, Komi se giró a cotillear con Konoha a cerca de los rumores de Kenma. Sarukui, alargó el brazo, llamando la atención de Akaashi y le pidió que ignorase a los otros dos.
— Técnicamente como sois menores, y deberías tener alguien que os tutorizara el club como dice aquí el amigo, los responsables de esa posesión sería la escuela — Sarukui hablaba desde los conocimientos vagos de leyes que tenía. Su padre era un buen abogado criminalista que defendía a los peores políticos del país, por lo que hablaba desde un razonamiento conocido — Puede que la escuela pudiera tratar de escurrir el bulto cargándoos el muerto, pero no es cómo si pudieran realmente dejaros en un reformatorio y con una deuda eterna...
Al oír aquello Akaashi respiró un poco mejor.
—Entonces, debería buscar quien es nuestro tutor tal vez — pensó en voz alta, recordando que probablemente habían elegido al profesor Nekomata porque se involucraba poco o nada en los clubs que no le interesaban.
— ¿Oye habéis visto esto? — Komi interrumpió a Akaashi y a Sarukui enseñándoles un video de Youtube.
Aparecía Shirabu agachándose al lado de la fuente de delante de la entrada y se bajaba los pantalones. El video se paraba allí.
Sarukui empezó a reírse.
— Así que la cagada del lado de la fuente que se encontró ayer era de Shirabu Kenjiro — dijo entre risas Yamato volviendo a poner play en el video y volviéndolo a reproducir.
— Sospecho, que nadie le va a hacer mucho caso si habla de marihuana en el colegio después de esto — Afirmó Konoha.
Komi volvió a poner play, perturbando a Akaashi, y comentando los detalles con Sarukui.
Keiji sacó su teléfono y abrió el grupo del club. Aquello no era propio de Shirabu, podía tener gastroenteritis, salmonelosis, infección por campilobacter o cualquier otra enfermedad que le causara diarrea. Pero si Shirabu hubiera tenido cualquier enfermedad, no habría asistido a clase. Por lo que sospechaba que aquello lo había causado alguno de aquellos… Se sentía tan avergonzado de aquella actitud que no podía ni encontrar la palabra correcta para definirles.
Soportaba a aquel trio molesto, porque aunque eran desagradables, en general no herían a nadie de aquel modo.
“Si alguno habéis causado esta situación con Shirabu, os habéis pasado. No somos esta clase de personas” escribió Akaashi en el grupo.
“Quieres ver el video entero?”. Aquella respuesta venía de parte de Suna y le horrorizó por completo.
No podía entender por qué a Kenma le gustaba siquiera aquel tío o por qué a nadie le caía bien.
3 – Suna
“Tú la parte de NO LITERALMENTE te la metiste por el culo, ¿verdad?” Aquel mensaje le llegó a Suna por parte del chat privado que tenía con Kenma “Ven al club. AHORA.”
Sin embargo, los comentarios del video decían lo contrario. Todos ellos se reían o alababan a quien fuera que lo hubiera grabado y subido, alegando que Shirabu por fin recibía su merecido. Rintaro les preguntó a todos y a cada uno de ellos a cerca de su situación y por qué pensaban aquello, con la finalidad de conocer los trapos sucios de Shirabu tal como Kenma le pidió que hiciera.
Así que Suna no entendía por qué Akaashi y Kenma se ponían así con él, pero decidió poner camino hacia el club.
— ¿Qué queréis? — preguntó Suna al entrar.
Akaashi caminaba nervioso de un lado al otro de la habitación mordiéndose las uñas, mientras que Kenma le miraba con severidad y los brazos en jarra.
— ¿Tienes serrín ahí en la cabeza o has tenido una conmoción cerebral recientemente? — preguntó Kenma.
— Estoy haciendo lo que me pediste, mira — Le entregó el móvil con los comentarios. Algunos ya habían respondido y explicaban como Shirabu les pedía dinero para no airear sus faltas. Algunos decían que Shirabu les había pillado fumando tabaco en los lavabos, otros que simplemente se habían pasado respuestas de exámenes o habían copiado en algún examen.
Kenma y Akaashi leyeron todos aquellos comentarios.
Realmente Suna solo había pedido a Kunimi que le pusiera laxante en el café que le llevara cuando fueran a estudiar matemáticas. Él iba a estar preparado para grabarlo todo y así poder mover ficha. Publicarlo había sido más un placer culpable, por haberle jodido un polvo seguro… Pero ni si quiera se veía todo…
— Mira, no, es que el fin no justifica los medios — se quejó Akaashi dejándole el teléfono a Kenma que seguía leyendo respuestas — Esto no va de porque él es un gran gilipollas nosotros podemos serlo más, no está bien ¿Es que no lo entiendes?
— A ese tío le importa una jodida mierda si nos quedamos sin beca, le da absolutamente igual si te mueres en una cuneta — aclaró Suna. No entendía aquel puñetero debate filosófico que le chupaba un huevo —. Si no te gustan mis métodos está bien, pero ya estoy haciendo más que tú con tu ansiedad.
— Si, tal vez tengas razón, no tengo ni idea de cómo debería actuar al respecto — empezó Akaashi — pero desde luego que ridiculizando a alguien no. Sin importar qué haya hecho o por qué.
— Lo siento, ya está hecho y no voy a quitar el video — dijo Rintaro rotundamente y disculpándose de forma sarcástica —. Prometo que la próxima vez debatamos todo este concepto moral antes de hacer nada, porque desde luego no podemos cuestionarnos que estamos consumiendo, produciendo y vendiendo una substancia ilegal y potencialmente peligrosa para la salud mental. Sí, seamos hipócritas.
Y es que aquel asunto le ponía enfermo. Literalmente la moralidad de Akaashi le parecía lo más ridículo del mundo.
En aquel momento Kenma le enseñó el móvil de Suna a Akaashi. Había puesto el video en privado y ya nadie sería capaz de verlo por más que estuviera subido y conservaran todos aquellos comentarios con las declaraciones sobre Shirabu.
Keiji simplemente resopló, negándose a añadir más a la conversación, y salió del club, dejando a los otros dos solos en la sala al cerrar la puerta tras de él.
— Mira, entiendo lo que quieres decir y tal, pero podríamos respetar a Akaashi — empezó Kenma —. Sí, has conseguido lo que te pedí, pero la próxima al menos pregúntame antes.
Kenma entonces se estiró en uno de los pufs y le extendió a Suna su móvil, dejando que este se sentara a su lado. Acto seguido empezó a liar un porro, demasiado agobiado como para pedirle a Rintaro que lo hiciera por él como solía hacer siempre.
— Es que no entiendo por qué se pone así, solo es un puto video y tenemos lo que necesitamos — se quejó Rintaro. Aceptaba que Kenma hubiera puesto el video en privado, pero de verdad que no entendía como procesaba Akaashi todo aquello. ¿Qué sentido tenía? Había cumplido su parte —. La verdad, no voy a dejar que un gilipollas mal peinado me joda la beca y creo que Akaashi está en la misma situación, toda ayuda es buena.
— Rintaro, cállate la puta boca. No tienes por qué tener la respuesta de todo.
El moreno le quitó el papel de la mano tras ver sus tres intentos de liar el cigarrillo, liándoselo él y devolviéndoselo. Tenía razón, era absurdo pensar tanto. Estaba claro que Akaashi tenía ansiedad porque era incapaz de enfrentar los hechos de cara y aceptar que a veces el mal menor es mejor que el mal mayor. Y que le quitaran la beca y le expulsaran para él era peor que cuatro mindunguis se rieran de Shirabu porque se había cagado en un lugar inapropiado.
Notes:
Como personal sanitario os comento que el uso de laxantes debe de ser siempre con una pauta médica o en su defecto del farmaceutico. Asumo que nadie meterá 6 paquetes de Platago ovata en el café de nadie, pero es que son medicamentos. Esto es un chicste malo de baja calidad en una historia de ficción, no hacerlo en la vida real, puedes tener una acidosis metabolica, deshidratación y otros de hacer algo asi. Sentía que tenía que ser un humano responsable y poner esto.
Chapter Text
1 – Kunimi
Cuatro días, dos horas y trece minutos. No era que lo estuviera contando, para nada, pero hacía justa y exactamente aquella cantidad de tiempo que Kindaichi no le hablaba. Ya ni siquiera le guardaba sitio en el bus a su lado, prefería estar de pie junto a Kageyama y Hinata. Sí podía constatar que se le quedaba mirando de lejos como se peleaba con un señor para que dejara de meterle codazos.
Tampoco había recibido ningún mensaje tonto a las diez de la noche, ni a las tres de la tarde, ni de madrugada. Y en parte, se supone que aquello era lo que quería ¿no? Kindaichi le había dado espacio y le había dejado tranquilo, pero entonces ¿por qué ni el fanfic que estaba leyendo le parecía interesante?
Tal vez le estaba dando muchas vueltas al asunto, al fin y al cabo Fukunaga le había dicho que tenía que valorar más lo que Kindaichi hacía por él, que en el fondo no solo le quería románticamente, más si se conocían desde la guardería… Le recordó que debía considerar el estrés de los estudios, y que a pesar que él no entendía esas cosas debida a su experiencia, enamorarse era algo completamente normal y más de alguien mayor de quien te podías sentir impresionado. Así que en resumen, Fukunaga le había dicho que se tomara las cosas con calma, que no idealizase a Akaashi y tratara de conocerle antes de hablar categóricamente de amor.
Pero, y aunque apreciara mucho el consejo de Fukunaga, sus sentimientos por Akaashi no eran una fantasía basada en sus fanfics. Kunimi tenía claro que, por más que su vida pareciera un fanfic de rayita, Akaashi y él estaban destinados.
O al menos eso quería creer, porque en aquellos cuatro días, tres horas y veinticuatro minutos, que para nada seguía contando, se había sentido lo suficientemente solo como para quedarse mirando el techo organizando su boda con Akaashi. Había intercalado aquella actividad con repasar el móvil, esperando los tristes memes de Kindaichi o alguna foto de un gato arañándole la cara a Kageyama,
¡Joder! ¡Es que hasta ponerle laxante a Shirabu cuando Suna se lo pidió había sido aburrido! Todo porque Kindaichi se había rajado y le había dejado tirado con aquella clase de refuerzo falsa. Le había costado en exceso ser amable con aquel chaval, en especial por lo gilipollas que le parecía. Con todo respeto, era su supuesto senpai después de todo. Pero nada, Suna había conseguido su cometido de hacer que Shirabu se cagara en la fuente.
Y solo un mensaje de Hinata había llegado. Ni siquiera se había molestado en abrirlo porque dejar en visto a Hinata ya era un habitual.
Daba igual. ¿Por qué estaba siquiera pensando en aquello? Tenía que pensar bien que le iba a decir a Akaashi aquella tarde cuando se confesara y rezar por que la sala del club estuviera vacía. Fukunaga le había dicho que quizá hablar con Akaashi aclararía su mente y le ayudaría a conectar mejor con sus emociones y, estaba casi seguro, de que no se refería a confesarse pero ¿qué tenía a perder? Total, ya no tenía amigos.
¡Joder! ¡Era deprimente y patético a más no poder!
Almorzar en el terrado era su forma de escape antes, pero ahora se sentía como una mierda. El bento estaba bueno, su madre lo había hecho especialmente para él, pero ni siquiera tenía ganas de comérselo.
Y lo peor de todo es que justo Akaashi Keiji había decidido subir al terrado en aquel momento, viéndole allí solo, triste y patético, siendo la primera reacción de este acercarse a él.
— ¿Te sientes agobiado otra vez? — Preguntó Akaashi, sentándose junto a él —. Siento que el asunto con Shirabu haya ido tan lejos, no deberíamos haberte pedido que te acercaras a él, ni que hicieras lo que hiciste.
Kunimi apenas negó con la cabeza, girándose a mirarle y cerrando el bento, sin importarle que apenas hubiera comido.
— No, no tengo problema con eso — empezó Akira, sin saber muy bien cómo debía explicarle a Akaashi por qué se encontraba en aquella situación ni si debía hacerlo —. Es que no quiero comer con mis amigos.
Mentira, la mentira más grande que había dicho en los últimos dos meses y eso contando la historia que le había contado a Shirabu con respecto a las matemáticas. Rezaba por el que Akaashi no se diera cuenta o, siendo el ángel que era, que no preguntara al respecto si lo hacía, pero suponía que no siempre todo estaba de su lado, si es que alguna vez en la última semana había tenido suerte en algo.
— Venía a tomar el aire porque aquí se está tranquilo pero… Si lo necesitas, me puedes contar lo que quieras — dijo Akaashi, sonriéndole ligeramente —. No sé si podré ayudarte, pero puedo escuchar y eso tal vez te ayude.
— Tampoco quiero molestarte…
Su ángel había venido a socorrerle ¿Cómo nadie podía dudar de su amor por él? Fukunaga no tenía puta idea. No quería contarle sus problemas, no quería molestarle pero… Sentía más ganas de contarle sus traumas que a cualquier psicólogo por el que hubiera pasado. Y visto estaba porque a veces sentía que el que estaba para psiquiátrico era él y no Kindaichi y Kageyama como solía soñar.
— Me he peleado con Kindaichi, así que ya no me junto con ellos… — Empezó, bajo la atenta mirada del mayor, que siquiera tuvo tiempo de decir nada como “no molestas, Kunimi” porque el menor había empezado a hablar de golpe —. Bueno, no es una pelea en sí, pero Kindaichi me dijo que no le hablara hasta que tuviera las cosas claras y… La verdad, cada vez lo tengo todo menos claro.
— ¿Tal vez solo tengas que darle tiempo al asunto? — Aquel comentario de Akaashi hizo que Kunimi suspirara —. O quizá hablar con él al respecto… Lo siento, hoy no doy muy buenos consejos porque siento que estoy al borde también.
El chico de segundo curso sonrió afable. Eran almas gemelas, tenían malos días juntos. Akira le miró de forma tímida.
— La verdad es que Kindaichi se me declaró pero yo estoy enamorado de ti y tu tienes novio y eso lo hace todo demasiado complicado — Kunimi rompió a llorar tras decir aquello, sintiéndose profundamente idiota.
Akaashi se sonrojó ¿enamorado de él? Pero si se conocían de hacía dos días. Dejó escapar un profundo suspiro, no podía estar pasándole aquello.
2 – Akaashi
Keiji se sentía sobrepasado. La sensación de ahogo no mejoraba si pensaba en aquel chico de primero declarándose en mitad de un llanto.
—Kunimi, hablaremos de esto largo y tendido, te lo prometo pero hoy no es el día — dijo haciendo mentalmente una cuenta reversa para después realizar sus ejercicios de respiración — Me has hecho pensar en que estoy haciendo cosas mal, gracias.
Se alejó del chico repitiendo los ejercicios. En parte se merecía aquello, estaba siendo un pésimo novio con Bokuto. De las pocas cosas que habían acordado al empezar a salir era ser cien por cien sinceros y él le estaba mintiendo con aquello de la marihuana.
Bajó las escaleras del terrado, dirigiéndose a la zona de las clases de tercero buscando a su novio. No fue difícil encontrarlo, corriendo por los pasillos con un pan de melón en la mano, se le oía a mil leguas.
— ¡No es justo! Tan solo lo has conseguido porque tus piernas son más largas y corres más — La voz de Komi se oía por encima de cualquier otro ruido. Viéndole saltar alrededor de Bokuto, que alzaba el que parecía el último pan de melón del mundo.
— ¿Estás admitiendo en voz alta que eres un enano? — Sarukui se reía mirándoles, apoyado contra el marco de la puerta de la clase dos.
Inmediatamente Komi abandonó la persecución de la comida, saltando frente a Yamato, colgándose del marco de la puerta y pegándole un rodillazo en la cara.
—Tampoco te sirve de una mierda ser tan alto — le repitió Komi girándose a ver si aún quedaba alguna miga del bollo, pero Bokuto se lo metió entero en la boca.
Konoha se reía en la otra punta del pasillo. Podía ver a Bokuto ponerse rojo por intentar tragarse el pan de melón entero.
Akaashi corrió hasta donde Kotaro estaba, intentando ayudarle a respirar. Le golpeó la espalda y le gritó a Konoha que trajera agua, que dejó de reírse en aquel instante y salió corriendo. Keiji mientras tanto consiguió que Bokuto escupiera el pan de melón en el suelo, dejando una pasta asquerosa manchando las baldosas.
— Vaya desperdicio — se quejó Komi, cuando terminó de reírse de Bokuto, mirando aquel amasijo de harina en el suelo.
— Estaba duro como una piedra — lloró Bokuto, abrazándose a Akaashi al tiempo que Konoha le pasaba la botella de agua que había encontrado.
— ¿Estás bien? — Le preguntó el moreno, pasando la mano por su nuca. Bokuto asintió y Akaashi le arrastró a un rincón del pasillo alejándose de los demás.
Tras asegurarse de que Konoha, Komi o Sarukui se hubieran quedado en el aula de la clase 2 y no les interrumpieran, Keiji se dispuso a sincerase.
—Me gustaría pedirte perdón por…
—Pero si me has salvado la vida ¿Perdón por qué? — Le interrumpió el más mayor.
—Porque no siempre hago las cosas bien y te estoy…
—Para mí eres lo más Akaashi, eres la nata del pastel de fresas, no sería un buen pastel sin nata ¿sabes? — Volvió a interrumpirle.
Akaashi tenía ganas de tirarse de los pelos, ya de por sí le estaba costando la vida decirle a Bokuto la verdad, como para que encima no parara de interrumpirle con todas aquellas cosas. Le forzó a sentarse en el suelo y se sentó a su lado.
—Ahora me vas a escuchar en silencio — le dijo colocándole el dedo sobre los labios al de pelo bicolor —. Te he mentido en algo importante y me gustaría contarte la verdad, porque no está bien…
La cara de Bokuto cambió. Entrecerró los ojos pensado que era la invasión de los ultracuperos y aquel no era su Akaashi, era un alienígena que había ocupado su joven cuerpecillo para hacerse con el mundo.
—Estoy consumiendo una sustancia ilegal, no de forma muy habitual pero...
— ¡Pero si te drogas puedes morirte!
—No se trata de — empezó a decir Akaashi mientras Bokuto le interrumpía zarandeándole y pidiéndole que dejase de drogarse. El moreno intentó soltarse y le agarró—. No, como mucho tendré un ataque psicótico o esquizofrenia, y total eso también me puede pasar cuidando de Komi, Sarukui, Konoha y de ti, que a este paso me vais a matar del disgusto.
Todas aquellas palabras le salieron del alma, de un modo que raramente se solía permitir hablar, muy serio y con ganas de largarse.
En aquel momento el profesor Nekomata pasó delante de ellos con sus bambas de rueditas, deslizándose como no solían dejar hacer a nadie en la escuela. Llevaba un café en la mano y parecía ajeno a todo lo que pasaba, aunque claramente ponía la oreja para atender a cualquier barullo.
Akaashi besó superficialmente a Bokuto, que se había quedado blanco.
— Hablamos luego — le dijo y se levantó siguiendo al profesor Nekomata. Se plantó delante de este, que paró su deslizamiento— Profesor, ¿puedo hacerle unas preguntas?
—Claro, acompáñame — Y volvió a usar sus bambas de rueditas deslizándose por el pasillo en dirección a la sala de profesores.
3 – Kenma
A Kenma le incomodaba subir las escaleras con Suna a su lado. Le seguía el paso como si fueran juntos, y de hecho iban juntos, pero no era aquello en lo que había pensado cuando le había propuesto que se enfrentaran a Shirabu de cara.
Al parecer alguien, probablemente Komi, Konoha y Sarukui, se habían dedicado a soltar rumores de que había dejado a Terushima por Suna. Y aquello le mataba por dentro. Ver las caras de los compañeros, que probablemente ni siquiera había intercambiado una sola palabra con ellos, les miraban y cuchicheaban. Casi deseaba que Kunimi pudiera servir café expreso de mierda a aquellos tres…
De hecho, en aquel momento, un rubio de bote le paró en aquel instante, pasándole el brazo por encima del hombro, igual que Terushima había hecho el año pasado y como si se conocieran de algo.
— Así que tú eres la novia de nuestro Sunarin… — canturreó el rubio, incomodando a Kenma y haciendo que arrugara la nariz con asco y disgusto.
— No — empezó Kenma, intentando apartar el brazo de aquel tipo. El cabrón de Suna estaba grabando aquello en vez de ayudarle —. Tu madre es mi novia.
Suna se rió, acompañado de otro chico prácticamente idéntico al rubio.
— Vamos, Atsumu, deja de molestar al chaval, que está incómodo — aquel clon del rubio parecía más benevolente y con la intención de ayudarle —. Además es nuestro nuevo padre.
El chico empezó a reírse junto a Suna otra vez.
— ¡Pero qué dices! — Se quejó el que ahora sabía que se llamaba Atsumu —. Sunarin, tu novio no me gusta, tienes que empezar a buscar a alguien tan tonto como tú. Ya sabes, como Osamu.
— ¡A quien coño llamas tu tonto, fotocopia barata!
Atsumu salió entonces corriendo escaleras abajo, con Osamu detrás de él. Suna intentó seguirles, para grabar y fotografiar la pelea, pero Kenma le cogió del jersey.
— Estoy rodeado de idiotas. Espabila.
— ¿Pero y si Osamu deja a clavo a Atsumu quien lo graba? Que Atsumu ya tiene el pelo quemadísimo — se quejó Suna, pero Kenma le atravesó con la mirada, haciendo que guardara el móvil en el bolsillo y se diera la vuelta.
— Pues sí que tienen una relación sólida — se oyó a una chica decir desde debajo de las escaleras.
— Ya ves, no me extraña que engañara a Terushima, no parecían tan cercanos... — Otra voz siguió a la anterior, alejándose de la zona.
Suna le aqueró las cejas y le dijo que no le diera importancia. Y es que su existencia en el instituto siempre había ido acompañada de rumores extraños, sumado a un club de fans que le interesaba poco y menos. En los pasillos se había oído hablar de que se depilaban las cejas, que le gustaban las chicas con los pies pequeños o incluso que se montaba tríos con los gemelos. Incluso se solía decir que salía con Komori, algo que le hubiera gustado que fuera real pero nunca llegó a pasar.
Kenma suspiró asumiendo que no podía controlar lo que pasaba. Así que se dirigieron al aula de la clase cuatro para intimidar a Shirabu.
Los dos chicos se plantaron delante del pupitre del otro, manos en jarra y mirada seria puesta. Suna tenía la grabadora del móvil en marcha, toda precaución era poca con aquel anormal.
— Tenemos pruebas de todas esas personas a las que extorsionas y testigos dispuestos a hablar — empezó Kenma, poniendo las manos en el pupitre del chico y echándose hacia delante. Odiaba tener que hacer aquello, puto Terushima y su incapacidad para callarse.
— ¿Y qué? — Le retó Shirabu, sonriendo de forma socarrona.
— ¿Te gustó cagar en la fuente? — Le devolvió la sonrisa Suna, pensando en cómo había atrancado todas las puertas de baños cercanos para que no tuviera donde ir —. Podría volver a pasar…
La cara de Shirabu cambió por completo en aquel instante. No tenía ni idea de por qué había pasado aquello, simplemente asumía que le había sentado mal el café que Kunimi le había traído… ¿Podía ser que le hubieran puesto algo en la bebida? Tendría que preguntarle al chico de primero después.
— Desde luego puedo utilizar la información que tengo — empezó Shirabu, confiando en que las habilidades de espía de Kunimi debían servirle de algo. Kenma por su parte no tenía tan claro que todo aquello no fuera un farol para asustarles —. Seguro que a la junta directiva le gustaría saber que consumís substancias ilegales. En el terreno del instituto, para ser exactos.
— Seguro que a ti te gustaría no poder volver a tomar nada de la cafetería sin hacer una visita a la fuente — empezó Suna, llevándose una patada de Kenma por debajo de la mesa.
— Piensa en Akaashi — le cortó Kenma, intentando que su “Ya no hacemos eso” telepático le llegara.
Suna deseaba decirle que las amenazas no siempre tenían que cumplirse, y que Akaashi no tenía por qué saberlo, pero no tenía telepatía, así que se lo guardó.
En aquel momento Tendo se apoyó sobre la mesa de Shirabu, cortando la conversación.
—Bajemos un poco el ritmo, ¡Eh! La vida puede ser muy bonita si somos amigos — Satori mostró una sonrisa enorme a Kenma y a Suna, tratando de cortar el mal rollo y se giró —. No seas malo, Shirabu, no maltrates a mis amigos ¿sí?
En aquel momento Tendo extendió los brazos por los hombros de los dos chicos y los arrastró fuera del aula y alejándoles por el pasillo. Kenma trataba de despegarse del pelirrojo y Suna se lo quitó de encima en cuanto pudo.
—No os interesa forzar la máquina, es más listo que vosotros cuando se trata de camelase a la junta de profesores — dijo Tendo al soltarles—. A diferencia de vosotros, es un lamebotas perfecto y se esfuerza un poco más en los estudios.
Kenma resopló largándose, dejando a los otros dos mirándose fijamente.
—¿Yo no te caía mal? — preguntó Suna ante la mirada de Tendo, que le examinaba de arriba abajo.
—Sí, eres espeluznante…
Chapter 6
Notes:
Este capitulo es puro fansevice de nuestras ships raras. Sí confirmo, sí afirmo.
Chapter Text
1 – Terushima
Terushima andaba cabizbajo por los pasillos en dirección al club de ocultismo. Todo el mundo estaba siendo muy compasivo y amable con él, lo que él no entendía ni siquiera por qué todos sus compañeros estaban comportándose de aquel modo. Así mismo, se sentía un poco deprimido porque Tendo parecía rehuirle sin explicación alguna. Casi se habían besado en tres ocasiones, tres ocasiones fallidas. Suspiró mirando por la ventana, no parecía que la primavera, a la que ya le quedaba menos, hubiera llegado para él.
— Terushima — le llamó Kanoka desde una de las clases, haciendo que Terushima se parara y se acercara a ella —. Quería pedirte disculpas por lo del otro día…
— ¿Por?
— Por la nota y no dejarte el uniforme, podría dejártelo aunque me da un poco de vergüenza la verdad…
— Ah, eso, no te preocupes — empezó Yuji, que ya ni quería pensar en el tema. Tendo tampoco parecía dispuesto a ponérselo para él y aquello hacía que su libido estuviera por los suelos. Bueno, técnicamente lo que le bajaba el libido era que le rechazara y le ignorara. Pero por lo menos, algo había avanzado, aunque no en la dirección que él deseaba —. No lo necesito, pero gracias.
— Pues sí que te ha afectado que te engañen…— se preocupó la chica. En su mente estaban los cotilleos de que Kenma le había engañado con Suna y le habían tratado como a un pelele. Lejos de la realidad a Yuji Kenma le daba lo mismo y estaba tan metido en su cabeza, que ni se había enterado de todos aquellos cotilleos.
Terushima se despidió y siguió caminando, sin entender de qué iba todo aquello del engaño. Le daba igual, él solo quería que Tendo dejara de ignorarle. O que le contara lo que fuera que le pasara, porque no era normal que cambiara de actitud así como así.
Llegó al club poco después, aprovechando que estaba vacío para tirarse en uno de los pufs. Normalmente le tocaba sentarse en el suelo porque Kenma siempre ocupada el mayor espacio posible.
Su calma tampoco duró mucho, pues enseguida llegaron todos al club. Todos, menos Suna.
— ¡Han expulsado a Suna! — La entrada de Tendo destacó por aquel grito de felicidad.
— No deberías estar feliz de que expulsen a alguien del club… — comentó Akaashi con calma, aunque por dentro se estaba por morir de la ansiedad. Si habían expulsado a Suna también podían expulsarlos a ellos.
— ¿Han expulsado a Suna? — Terushina levantó la cabeza del puf solo para decir aquello, como si no se hubiera enterado de todo lo que habían dicho. Tampoco iba a levantarse, para una vez que tenía puf para él.
— Sí, al parecer Shirabu grabó y manipuló una conversación que tuvimos con él y bueno, se ha cargado el muerto del video de la fuente — aclaró Kenma.
Les habían llamado a los dos al despacho del director, haciéndoles escuchar la conversación alterada que Shirabu había entregado a la junta. Kenma se había salvado por los pelos por decir pocas palabras, y agradecía cada día no tener verborrea verbal como le pasaba a Kuroo, Bokuto y Taketora…
Dicho aquello, Terushima se vio obligado a moverse del puf y sentarse con el resto en el centro del club, empezando la reunión oficial. Terushima se rió pensando que parecían un aquelarre así sentados en círculo en el pentagrama del suelo, cosa que debía hacer muy feliz a Tendo pues el chico se balanceaba de lado a lado sonriendo. Suponía que también le influía el hecho de que le molestaba Suna y él no estaba. Y lo cierto es que todo el mundo pensaría que era inquietante, pero a Terushima le parecía precioso como Tendo sonreía. Sabía que era feíto según los estándares, pero a él le gustaba mucho y la sociedad podía meterse los estándares por el culo.
— Kunimi, debes evitar a toda costa a Shirabu — pidió Akaashi, mirando fijamente al chico de primero, que suspiraba por esa conversación que tenían pendiente —. De hecho, todo deberíamos evitar a Shirabu.
— Disculpa, es que es mi colega, sería un poco raro que lo evitara — comentó Tendo.
— Entonces intenta coserte la boca y no decir nada — añadió Kenma, irritado por aquel gilipollismo. Acababan de expulsar a Suna y aquello le molestaba de más, podía ser cualquiera de ellos el siguiente. Si Shirabu manipulaba las conversaciones y jugaba sucio, ninguno estaba a salvo por cuidado que tuvieran.
— Nah, no te preocupes — le restó importancia Tendo —. Lo más que va a sacar de mis conversaciones será un remix de mí diciendo “Semi es idiota” y hacerse DJ.
Se puso a bailar repitiendo con voz cantarina “Semi, Semi, Semi, Es, Es, Es, Tonto, Tonto, Tonto, del Culoooooo”.
Akaashi suspiró, valorando si tal vez si se hubiera quedado en el club de vóley con Bokuto se hubiera podido desfogar golpeando una pelota de vóley. Seguidamente, intentó volver a poder orden.
— He estado hablando con el tutor del club, el señor Nekomata — empezó, haciendo que todos volvieran a prestarle atención —. Técnicamente no tenemos autorización para fumar en la escuela, sería algo ilegal, pero él dice que no nos preocupemos en exceso por Shirabu aunque si debemos evitarle.
Akaashi le había presentado la hipotética situación en la que el club de jardinería estuviera sembrando hongos alucinógenos para uso recreativo. El profesor Nekomana opinaba que como tutor no era responsable, pero sí que podía comprender que eran niñerías y dar soporte para que las faltas no fueran tan graves como pudiera parecer si se descubriera algo así en el club de jardinería. Así mismo, también dijo que no quería saber nada en más detalle. Por lo que técnicamente el tutor del club sabía sin saber lo que pasaba.
— Entonces por eso solo han expulsado a Suna una semana en vez de quitarle la beca y echarle — comentó Fukunaga, que tenía en bucle en su cabeza a Tendo cantando la canción de Semi.
— Seguramente por eso a mí no me han expulsado — añadió Kenma, suspirando y tirándose en el suelo, antes de levantarse segundos después. Se le hacía extraño que Suna no estuviera allí. No tenía a nadie que hiciera las cosas por él —. Si eso es todo, tengo que ver la hierba crecer en el animal crossing.
Kenma claramente se mostraba incómodo y sin ganas de estar en el club, así que sintiéndose extraño y al ver que nadie añadía más a la reunión, la dio por concluida y salió de la sala.
Poco a poco todos ellos fueron saliendo de la sala, a pesar de que Kunimi había mirado fijamente a Akaashi a la espera de aquella conversación que no habían tenido. Keiji por su lado no se sentía con fuerzas en aquel momento para aquello, así que marchó sin más.
Terushima agarró el brazo de Tendo, sin dejarle salir cuando todos los demás se marcharon.
—Me estas evitando — afirmó el rubio sin soltarle. Sus dedos estaban aferrados a su muñeca, enredándose en la pulsera de cuentas de amatistas que Tendo llevaba.
Tendo se giró, a mirarle. Le daba cierta lástima pero no tenía demasiadas ganas de contarle todo lo que le pasaba por la cabeza. Tenía mil quinientas historias que podía contarle a cualquiera, pero por algún motivo a Terushima solo quería contarle una que no se sentía demasiado preparado para soltar.
—Tú me pediste que no hubiera ningún tipo más en mi cabeza cuando estuviéramos juntos ¿no? — Dijo recordando cómo se había puesto de tonto cuando hablaron de Suna. Realmente le gustaba Terushima pero no lo tenía todo claro. No podía decir si era por miedo al éxito, por perderse a sí mismo o por qué—. Ten un poco de paciencia ¿vale? Quizá hasta compramos una falda y todo…
Terushima lo soltó, con aquella mirada de cachorrito abandonado le miró salir del club de ocultismo sin tener muy claro tampoco qué quería decirle.
2 – Fukunaga
Fukunaga iba por el pasillo, canturreando en un susurro la canción de Semi que Tendo había cantado hacía unos días en el club. Llevaba más de dos días con la canción en la cabeza y esperaba que Tendo decidiera grabarla como canción pronto, sonaba mejor de lo que podía pensar.
Se paró en el pasillo de las clases de primero, donde estaban las máquinas de vending. Kenma llevaba varios días raro y aquello hacía que Fukunaga intentara cuidar de él, animarle un poco, pero ¡hasta le costaba reírse de sus chistes! Así que optó por comprarle un brick de zumo de manzana con la esperanza de que aquello animara a su mejor amigo. Era el favorito de Kenma después de todo.
Shohei sospechaba que el cambio de ánimo en Kenma debía ser a causa de la ansiedad, ya que no todos los días se salvaba de una expulsión de milagro, pero también creía que tal vez tenía que ver con Suna. Aunque Kenma no se lo admitiría ni aunque su play hackeada estuviera en riesgo de ser destruida. Fukunaga tenía la sospecha de que el chico debía tener alguna clase de sentimientos por Suna, aunque fuera solo que echara de menos su saco de boxeo personal.
Mientras caminaba en dirección el aula tres de segundo, se percató de que Kunimi estaba arrinconado contra la pared. Delante de él se encontraba Shirabu que parecía estar increpándole. No era que él se sintiera demasiado un héroe. Era feliz pasando desapercibido pero, le parecía mal que aquel chico se pasase tanto de la raya con un chico más joven y vulnerable como Kunimi le había demostrado que era.
—Disculpa ¿te está molestando? — Fukunaga le preguntó a Kunimi.
La cabeza de Shohei sobresalía por encima de la de Shirabu varios centímetros. Akira empezó a llorar de forma exagerada, seguramente fingiéndolo.
—Sí, es que Shirabu senpai está siendo un poco malo — dijo Kunimi, completamente a consciencia al ver que desde la ventana del aula estaban mirándoles y probablemente escuchando lo que sucedía.
Los cuchicheos desde el aula empezaron a sonar y el click de una cámara sonó como si fotografiasen o grabasen lo que ocurría.
—Eso no es verdad, yo solo quería saber de dónde sacaste el café del otro día — argumentó Kenjiro sintiéndose muy indignado.
—No deberías hacer estas cosas con los más pequeños, estás abusando de tu poder como senpai — manipuló las palabras Fukunaga para hacerle quedar mal. Shohei tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse en aquel momento, la canción que Tendo había cantado el otro día se repetía en su cabeza en especial ahora que estaba delante de Shirabu. Realmente necesitaba una versión house de aquella canción para ponérsela de despertador.
Era curioso como alguien que defendía tanto hacer las cosas correctamente como era Shirabu, podía ser tan manipulador y mala persona. Shohei pensaba que era cierto que él también hacía aquellas cosas, pero por lo menos no fingía ser perfecto. En la mayoría de casos él se quedaba callado y esperaba que la gente se matara entre ellos sin notar su presencia.
— Pero, yo solo…
—De verdad, está llorando ¿qué más quieres? — añadió Fukunaga intentado alejar a Kunimi de allí.
Lo arrastró hasta girar la esquina, donde se encontraban las escaleras que bajaban al jardín principal. Desde allí no les podía ver. Se percató de que Shirabu se marchaba hacía el otro lado y miró a Kunimi de nuevo.
—Gracias, me estaba agobiando mucho — suspiró aliviado Kunimi—. Es demasiado tonto para este mundo, cree que me dieron el café con los laxantes ya dentro…
Fukunaga solo le guiñó un ojo, levantando el pulgar, y se marchó piso arriba para darle el zumo a Kenma. La canción de Semi no le daba tregua ni un segundo, haciendo que Shohei la tarareara y se balanceara mientras subía las escaleras.
Una vez llegó al aula, vio que Kuroo había aparecido y se había sentado donde Fukunaga estaba previamente, molestando a Kenma que intentaba ignorarle jugando a alguno de sus juegos del móvil.
—Shirabu estaba molestando a Kunimi, pero ya está arreglado — comentó Fukunaga sentándose en la mesa de al lado y dejando el zumo de manzana en la mesa de Kenma.
El rubio abrió el zumo y bebió un poco, mirando por vagamente a Shohei. Era su forma de dar las gracias.
— ¡Ah! Vuestros rollos del club de ocultismo— dijo Kuroo intentando quitarle el zumo de manzana a Kenma. El otro se lo quitó y lo guardó en la mochila sin mediar palabra— ¿Vas a querer que volvamos juntos a casa? Hoy me quedo en casa de mi padre.
—No voy a casa hoy — contesto volviendo a jugar con el móvil.
Kuroo miró a Fukunaga y le señaló la puerta. Los dos salieron del aula unos segundos.
— ¿Qué le pasa? — preguntó Kuroo.
—Si no te lo cuenta él ¿Por qué tendría que contártelo yo? — Shohei no entendía a Kuroo. Estaba claro que quería dar soporte a Kenma pero siempre le incomodaba que la gente fuera tan entrometida.
A él le incomodaba que todo el mundo le dijera “si hablaras más tendrías más amigos” o “Es que nunca me cuentas nada, eres tan soso”. Quizá él no tenía nada que contar o simplemente aún no se habían juntado las neuronas que te permiten explicar qué es lo que te pasaba.
—No sé, si por él fuera no contaría nunca nada — Kuroo era el mejor amigo de Kenma en muchos conceptos, pero respecto a sus estados emocionales no. Para empezar ni siquiera tenía la paciencia de darle sus tempos.
— A mí sí me cuenta sus movidas, pero cuando él quiere y como quiere — y en parte Shohei sabía que era porque muchas veces acababan los dos drogados en su habitación riéndose de todos aquellos formalismos que la sociedad les imponía —. Déjale su espacio y él te contará que le pasa e incluso te pedirá consejo.
Se giró y volvió a sentarse en su sitio. Kenma levantó la cabeza en aquel momento.
— Solo está preocupado por ti — comentó Fukunaga, respondiendo a la pregunta que Kenma no había hecho —. ¿Vas a ir a ver a Suna?
Kenma entonces se encogió en sí mismo, poniendo cara de asco y soltando un mugido. Shohei sabía perfectamente que aquello significaba que sí, que iba a presentarse en casa de Suna.
3 – Suna
— ¡Ran, que no puedes ir a abrir la puerta con un cuchillo! ¡Me da igual quien sea! — Se oyó a Suna gritar desde la puerta.
Era una casa unifamiliar de dos plantas. Tenía un minúsculo jardín en el que un tendedero lleno de ropa, que estaba seca desde hacía horas, esperaba a ser recogida. La puerta era de color gris claro y el pomo se veía desgastado.
En la puerta, una niña de unos siete años aproximadamente y con los ojos desproporcionadamente grandes sujetaba un cuchillo de cocina prácticamente tan grande como su brazo. Kenma empezaba a entender por qué Suna tenía serios problemas mentales. Por detrás de la niña apareció Rintaro, quitándole el cuchillo.
— Perdona, está un poco loca — explicó Suna, sorprendido por ver a Kenma en la puerta de su casa —. A veces lee los ficheros de los casos de mi madre y le gusta jugar a ser asesina en serie.
— No hay tantos casos de asesinatos en serie en Japón — contestó Kenma, que miraba documentales de asesinos seriales de vez en cuando.
Suna le dejó entrar, devolviéndole el cuchillo a Ran para que volviera al jardín a jugar. Pasó a la cocina tras preguntarle a Kenma si quería algo, decidiéndose a sacar un par de vasos con un brick de zumo y unos dorayakis.
— No me gusta la pasta de judía roja, comételos.
— ¡Pues a mí sí me gustan! — Gritó la hermana de Suna, que clavó el cuchillo en uno de los dorayakis y salió corriendo a su habitación a comérselo.
Kenma temía por su integridad física. Aun así, cogió un dorayaki y empezó a comérselo con tranquilidad. Cogió entonces su mochila, sacando un folder con los apuntes de la semana y dejándosela encima de la mesa al otro, que le sonrió preguntándose por qué diablos le traería los apuntes.
— Es que... ¿me has echado de menos estos días? — Preguntó Suna en tono de burla —. Porque ni siquiera vamos a la misma clase y Osamu ya me ha traído todo sabes.
El rubio entonces terminó de darle el último bocado al dorayaki y le tiró el papel al otro, que se rio acercándosele. Tiró de su camiseta y le besó por menos de unos instantes antes de que Ran entrara de nuevo en el comedor gritando alguna cosa.
— ¿Quieres saber todo lo que ha pasado? — Le preguntó el más bajo sacando su smartphone y mirando de reojo a aquella niña hiperactiva que le ponía los pelos de punta.
Rintaro seguía también con la mirada a Ran. En parte le molestaba tener a su hermana allí en aquel momento.
— Ran, ¿Puedes ir a recoger la ropa del tendedero? — Le propuso a su hermana —. Mañana veremos las doce princesas bailarinas otra vez y compraré palomitas.
La niña gritó un “hecho” y salió corriendo al jardín de nuevo.
El más alto se sentó al lado de Kenma de nuevo y empezaron a mirar los diferentes videos que corrían por los grupos del colegio.
El primero era uno en el que Shirabu acorralaba a Kunimi, pero que Fukunaga se lo llevaba. Pero también había otros en los que alumnos varios vaciaban vasos de leche sobre Shirabu o que le prohibían entrar a los baños y le mandaban a la fuente.
— Casi hasta sabe mal ¿eh? — Dijo Rintaro, que al mirar la pantalla tan cerca de Kenma estaban casi pegados el uno al otro — Yo si te he echado un poco de menos, pero solo un poco eh.
Kenma aprovechó entonces la poca distancia para besarle. Qué más le daba a él que Rintaro le hubiera echado de menos.
Para cuando se separaron, Ran estaba delante de ellos con el móvil de Kenma en mano, mirando aquel video en que Shirabu hacía “llorar” a Kunimi. Ninguno de ellos se había dado cuenta de que la niña había entrado, dejando el cubo de la ropa en un rincón y sentándose frente a ellos. Aquello incomodaba en exceso a Kenma, que deseaba irse pero no podía hacerlo sin su móvil.
En aquel momento se escuchó la puerta de entrada, seguido de un “Estoy en casa” y el señor Suna entró al salón, quitándose la gorra del uniforme y dejándola en un rincón aprovechando que su mujer aún no había llegado y no podía echarle la bronca.
— ¡Mira, papi, mira! — Ran salió corriendo mientras gritaba aquello, con el móvil de Kenma en mano y enseñándole al hombre el video de Shirabu torturando a Kunimi —. ¡Es el tonto por el que expulsaron a Rin! ¡Está maltratando a chicos, Rin no hizo nada malo!
El señor Suna saludó amablemente al invitado, antes de prestarle atención a su hija. Rintaro se tapó la cara en un intento de aguantarse la risa al oír a Ran decir aquello. Si ella supiera…
— Rintaro, esto tenemos que enseñárselo a tu madre — dijo el señor Suna, devolviéndole el móvil a su hijo y dejando que este se lo diera a su dueño. Kenma por fin podía huir de aquel sitio —. ¿Se queda a cenar?
— Ajá — asintió Rintaro, ignorando a Kenma y su cara de desesperación, así como sus ganas de huir.
— Pues dobla la ropa, anda — ordenó el señor Suna, antes de meterse en la cocina, seguido de Ran. Su esposa le echaría la bronca si la casa no estaba en condiciones cuando llegara y más si había un invitado.
Suna se quejó, antes de levantarse, coger el cesto de la ropa y tirar de Kenma piso arriba, a su habitación, donde cerró la puerta para evitar que Ran entrara sin avisar. Tiró el cesto en el suelo y se sentó en la cama de tipo occidental, dándose cuenta que Kenma estaba tieso como un palo en la puerta de la habitación. Aquello hizo que empezara a reírse.
— Anda, no te sientas incomodo, tu como en tu casa — se rió Suna, haciendo que Kenma cambiara su mirada de ansiedad por una de molestia.
— ¿También querrás que me quede a dormir y nos pongamos mascarillas? — dijo en tono de burla Kenma, que estaba infinitamente molesto —. Te ahogaré mientras duermes.
La habitación era pequeña, apenas cabía la cama y una mesa de estudio, junto con un armario empotrado. Un poster V-League adornaba el cabecero de la cama.
— Podemos hacer otra cosa más divertida que ponernos mascarillas, pero como tú quieras — se rió Suna levantándose y acercándose a Kenma.
El rubio se sonrojó ¿tenía todo aquello sentido? ¿Por qué había ido a verle si ahora estaba tan incómodo? Bueno, probablemente si le había echado de menos y se había sentido extraño sin verle. Claramente estaba incomodo por aquello, tener sentimientos por alguien no era algo que pudiera controlar y al igual que los cotilleos le hacía sentir vulnerable.
Suna volvió a besarle, apoyándole contra la puerta. Se sentía extraño de ser él que tenía el dominio de aquella situación.
Más tarde Rintarlo le pidió que le pasara el video en el que Shirabu hacía llorar a Kunimi. Sabía que su madre se quejaría en la junta directiva del colegio por permitir que expulsaran a su hijo pero que aquel “pequeño cabrón”, como seguramente le apodaría su madre, pudiera extorsionar a cualquier crio.
Chapter Text
1 – Fukunaga
Aquella mañana no había clases y técnicamente no había ninguna actividad en el club. Pero Fukunaga iba todas las mañanas a regar y controlar el buen estado de las plantas. Eran sus pequeñas, las cuidaba como bebés, después de todo cuando las secasen se las fumarían y eres lo que fumas se decía a sí mismo.
Había descargado varios e-books por internet que le decían como conseguir que fueran de gusto más fuerte, que su potencial químico alucinógeno fuera menos agresivo o que no fuera tan olorosa. Y es que todo el edificio tenía aquel particular olor, que todo el mundo creía que era salvia blanca… Pero no.
También tenía algunas salvias plantadas en el club, y también las cuidaba con amor y mimo. Y aunque técnicamente también era una planta que se pudiera fumar, no era aquel el fin que tenía. Era claramente para una hierba de tapadera.
Así pues, cuando llegó al club y vio la puerta abierta de par en par, lo último que esperaba era encontrarse a Shirabu dentro, intentando forzar el candado de las estanterías.
Los libros de pega estaban todos tirados por el suelo y su maceta de salvia estaba tumbada sobre el mármol de la cocina.
— ¿Qué haces? — Preguntó Fukunaga, asustando a Shirabu y haciendo que este pegara un bote. Shohei mientras tanto se acercó a la salvia, intentando volver a poner la maceta en condiciones y cuidando de la planta.
Recogió la tierra del mármol y la puso dentro, acarició las hojas de la planta agobiado porque la hubieran golpeado. Las plantas tenían mucho estrés cuando les pasaban esas cosas.
— ¿¡Y tú que haces aquí!? — Gritó Shirabu, sintiendo que el modo del que trataba a la planta le incomodaba.
Shohei le miró de reojo. No entendía cómo aquel tipo era tan zoquete y seguía vivo.
—El que no tendría que estar aquí eres tú, no es tu club y estás dejándolo todo hecho una mierda solo porque te gusta meter la nariz donde no te llaman — Le aclaró Fukunaga abrazando la maceta de la salvia mientras evaluaba el estado de los libros esturreados por el suelo.
Creía que todo podía salvarse, pero seguramente Suna tendría que volver a pintar el pentagrama porque el muy tonto de Shirabu lo había borrado sin querer…
Las mejillas de Kenjiro se colorearon levemente. Estaba claro que si un profesor les pillaba en aquella tesitura el que saldría mal parado sería él. Sabía que no tenía pruebas de que hubiera marihuana, pero después de todo tampoco tenía dudas.
La señal que le indicó que se marchara llegó junto con Akaashi, que entró al club a pesar de no tener necesidad de ir y se sorprendió de ver el desorden.
— ¿Qué mierda…? — Empezó Akaashi, fijándose entonces en Shirabu al fondo de la sala —. ¿Y tú que haces aquí?
Kenjiro entonces salió del club, empujando a Akaashi y corriendo escalera abajo antes de que pudiera nadie decir nada más. Le podía intimidar Fukunaga, pero Akaashi le podía llegar a dar miedo. El primer chico era callado, pasaba inadvertido por lo que no tenía poder sobre él. Sin embargo Akaashi era un tipo popular, sacaba buenas notas y tenía demasiados amigos en tercero como para no asustarle.
Fukunaga siguió abrazando su planta, mientras miraba a Akaashi recoger los libros del suelo y colocarlos en orden en la estantería. Hacía días que quería hablar con él al respecto de Kunimi, que no dejaba de preguntarle sobre Keiji. Cerró entonces la puerta del club con el pestillo, intentando que no interrumpieran aquella conversación, y dejó la planta sobre el mármol de la cocina, ayudando a Akaashi a recoger entonces.
— ¿Cómo ha entrado ese aquí? — Preguntó Akaashi fijándose en la puerta. No se veía forzada la cerradura.
—Estaba abierto cuando he llegado — Fukunga sospechaba que Kenma se habría dejado la puerta sin cerrar al marcharse—. Quería comentarte algo.
Shohei se acercó al candado y abrió la estantería para mirar a sus bebés. Siguió su proceso de control de temperatura y examinó las hojas de forma mecánica, mientras Akaashi se liaba un cigarrillo y se sentaba en uno de los pufs.
— Es respecto a Kunimi, tendrías que hablar con él — le comentó Shohei mientras vaporizaba agua sobre las plantas de marihuana para aumentar la humedad del ambiente—. No para de llorar porque se te declaró y cree que yo puedo hacer magia para que le ames o algo así.
Una risa dulzona se escapó de la boca de Keiji. Ciertamente seguía posponiendo aquella conversación.
—Lo sé, es que lo pospongo porque realmente no sé qué decirle — encendió el cigarrillo e intentó pensar en aquel asunto. Un niño de quince años creyéndose enamorado ¿Había sido él también tan iluso el año pasado? Probablemente — Sabe que salgo con Bokuto, sabe que no creo que nos conozcamos lo suficiente como para darle según que dimensión a una relación romántica entre él y yo y repite las cosas sin escuchar, es incluso más fantasioso que Bokuto en San Valentín…
A Shohei le vino a la mente un montón de memes relacionados con San Valentín al oír aquello, pero intentó evitar al máximo que aquello tomara dominio en la conversación. Hablaban de Kunimi, no del regalo para el universo que habían sido los memes.
—Igual tienes que romperle el corazón para que se dé cuenta de que le gusta ese amigo suyo del que no para de hablar.
Akaashi volvió a reír. Sí, probablemente él había sido igual de iluso cuando había rehuido a Bokuto por tierra, cielo y mar porque no estaba seguro de querer una relación.
—Sí, supongo que no me quedará alternativa — dijo pasándole el cigarrillo a Fukunaga que se quedó sentado a su lado—. Pero no me gusta nada la idea de hacerle daño a nadie…
Shohei se encogió de hombros. La vida siempre dejaba una huella karmica o un rollo de esos le había contado Tendo.
De todas formas, el tema Shirabu era algo que todos en el club debían saber, por si volvía a intentar entrar en algún momento. Fukunaga sacó su móvil y comentó lo que había pasado en el chat grupal del club, informando a todos para que estuvieran alerta por si el caso.
2 – Kunimi
Akaashi le había enviado a Kunimi un mensaje privado aquel mismo día, citándole al empezar la semana siguiente en el terrado para hablar. Por fin iban a tener aquella conversación que llevaba semanas esperando y Akira no sabía si estar feliz, deprimido, confundido o gritar y arriesgarse a que su madre le castigara un mes.
Así pues, aquella misma mañana se quedó media hora delante del armario. Si, tenía que poderse el uniforme para ir a clase, ¿pero cómo debía llevarlo? Era un evento importante, no podía ir como un zombie como aquellas últimas semanas ¿no? Incluso había planteado peinarse, aunque no se notara mucho la diferencia porque tenía el pelo lacio y liso como una princesa.
Total, que acabó llegando tarde al bus y por tanto a clase, porque había tenido que andar hasta el instituto. Aquello también le afectó porque siendo principios de junio no solo empezaba a hacer un calor horrible, sino que podía llover y encresparle el pelo. Cosa que nunca le había pasado, porque seguía teniendo el pelo liso, pero si era un día malo todo era posible.
Las clases se le hicieron eternas y no era capaz de prestar atención. Normalmente se peleaba por no dormirse y llegaba a tener que hacer dibujitos deformes de Kindaichi y Kageyama en su libreta con el objetivo de mantenerse despierto, pero aquel día estaba demasiado despierto para su gusto.
Su cita con Akaashi no era hasta la hora de comer, cosa que agradeció porque de ser por la tarde igual moría del estrés antes. No poder hablar con Kindaichi le estaba matando, pero en aquellos veinte días, tres horas y cinco minutos ni siquiera le había mirado más que un par de veces de reojo. ¡Hasta habían hecho un trabajo en grupo entre clases y había elegido a Kageyama antes que a él! En cuanto Akaashi y él tuvieran aquella conversación, tenía que pensar respecto a lo que le había dicho Kindaichi.
El problema es que aquello era difícil cuando no sabía si su ángel, Akaashi Keiji, estaba a punto de dejarle días antes de su boda imaginaria.
Corrió al terrado en cuanto sonó el timbre, sin importarle haber empujado a una chavala sin querer o que casi se cae en la escalera.
Akaashi no tardó mucho en llegar, con aquella aura de ángel precioso que siempre le rodeaba a ojos de Kunimi, a pesar de la cara de preocupación que llevaba o lo nervioso que parecía. Se acercó a Akira y ambos se sentaron en el suelo, cara a cara.
— He estado pensando acerca de lo que me dijiste — empezó Akaashi, mirándole con cariño, sintiéndose identificado —. Lo cierto es que creo que somos muy parecidos y por eso te sientes atraído hacia mí, y bueno, en cierto modo eso es lo que me hizo invitarte al club.
Akaashi rió dulcemente entonces. Pensaba que Kunimi era una versión con un carácter más fuerte que él y se notaba por como trataba a la gente, con cierta indiferencia.
— Kunimi, creo que estás enamorado de tu amigo Kindaichi, no de mí.
— ¿Perdona? — Kunimi arqueó una ceja al tiempo que decía aquello. Tal vez si había idealizado mucho a Akaashi, ¿qué era aquella basura?
— Me recuerdas mucho a mí — repitió Akaashi, intentando explicar por qué había dicho aquello —. El año pasado yo también rehuí a Bokuto, mi novio, todas las veces que me pedía salir. Llegué incluso hasta a tener un burnout, porque me agobiaba cumplir todas aquellas expectativas y complementar todo aquello que pensaba que no tenía sentido. Hasta que me vi obligado a sentarme y pensar en todo, para darme cuenta que tenía que dejar las cosas fluir.
Keiji sabía que dejar fluir era algo que sonaba fácil, pero no lo era cuando en general sentías que tenías que tenerlo todo bajo control. Pero sí, a veces solo era sentarse y dejar que las cosas pasaran para poder arreglar los desastres después.
Akira por su parte se sentía ofendido. ¿Cómo que le gustaba Kindaichi? ¿Qué tenía de especial aquel memo? No era ni de cerca que le echara de menos y contara hasta los segundos en que no habían hablado, ni que hace dos noches se hubiera puesto a llorar pensando que tal vez estaría bien volver a ir en el bus con él, cogerle de la mano o, qué sabía él, tal vez tenía razón pero no quería admitirlo.
— Tengo un gusto pésimo en hombres — comentó Kunimi.
— Te comprendo, me pasa igual — se rió Akaashi, más relajado ahora que la conversación había ido mejor de lo que esperaba —. La semana pasada se puso a llorar diciendo que me iba a morir, porque fumamos en el club.
— Bueno, Kindaichi es tonto, pero no tanto… Creo.
Akaashi se rio, a él le gustaba que Bokuto tuviera aquellos pensamientos infantiles y tontos. Porque daba aquella imagen de ingenuo lerdo, pero después era capaz de hacer una reflexión profunda y existencialista que dejaba la cabeza loca. Así que no podía evitarlo, tenía aquel mal gusto y estaba estúpidamente enamorado de él, por tontorrón que pareciera.
Kunimi suspiró entonces. Tenía que hablar con Kindaichi. Tal vez no tenía las cosas claras como el otro le había pedido, pero suponía que hablar con él ayudaría. Igual que hablar con Akaashi le acababa de ayudar, suponía.
— Muchas gracias, Akaashi-senpai — empezó Akira —. Tú también me has ayudado a mí, pero creo que tengo que hablar con Kindaichi…
Keiji apenas asintió, levantándose al tiempo que Kunimi hacía lo mismo y despidiéndose del chico. Akira entonces se marchó, bajando las escaleras y dirigiéndose a la clase de Kindaichi, con la esperanza de encontrarle antes de que se acabara el descanso.
Yutaro estaba sentado con Kageyama, probablemente hablando de vóley porque solo sabían hablar de aquello o discutir. Y no estaban discutiendo. Así que Kunimi se acercó, girando a Kindaichi y sorprendiéndole en el proceso, para después besarle sin previo aviso y asustando a Kageyama, que se giró a ver la pizarra, donde Hinata estaba pintando un pene. Ya no le apetecía tampoco mirar la pizarra, se giró a mirar al suelo como si hubiera algo interesante en él. Tal vez podía imaginar un partido de vóley o algo por estilo, algo menos traumático.
— No tengo nada claro — prácticamente gritó Kunimi, después de separarse —. Pero te echo de menos y soy un poco imbécil… A veces.
— ¿Solo un poco? ¿A veces? — Preguntó Kindaichi cogiéndole de las manos a Kunimi. Le acababa de besar, no estaba dispuesto a dejarle que se fuera corriendo tan rápido como había aparecido.
—Sí, un poco a veces — repitió Akira.
Kindaichi miró de reojo a Kageyama y a Hinata que estaban a lo suyo. Asumía que Tobio debía estar incomodo a morir, pero oye ya no les estaba mirando así que… Yutaro se levantó y abrazó a Akira. Tenía ganas de llorar por lo mucho que le había echado de menos. Además era seis de junio, era su cumpleaños y era el mejor puto regalo de aniversario que podía haber llegado a imaginar, aunque sabía que Akira ni recordaba que era su cumpleaños.
—No iba a decírtelo pero…— Akira ocultó la cabeza en el pecho de Yutaro, para amortiguar más su voz — Feliz cumpleaños, ¿no te parece que tenerme de novio es el mejor regalo que podría hacerte?
— Era mucho pedir que lo pidieras de una forma normal ¿verdad? — Se rio Kindaichi, haciendo que Kunimi resoplara —. No sé, una cartita de amor, un chocolate casero… ¿Algo que enseñarle a nuestro nietos, tal vez?
En aquel momento Kunimi se puso rojo como un tomate. Acababa de darse cuenta que todas aquellas fantasías que había tenido con Akaashi, en realidad eran las fantasías románticas que realmente tenía con Kindaichi.
— Kageyama, anda, haz una foto, que Kunimi se está expresando e igual se muere esta tarde — bromeó Kindaichi, haciendo que Kageyama se levantara y se fuera a la pizarra con Hinata —. Akira, te vas a volver una gamba si te encoges más.
— Cállate, nadie te ha preguntado — se quejó Kunimi, escondiéndose más. No quería que nadie le viera en aquellas condiciones, a pesar de estar en plena clase y rodeado de gente de su edad.
— ¿Vienes estar tarde a casa a ver una peli? — preguntó Kindaichi.
Kunimi asintió, y tras besarle en la mejilla superficialmente se volvió a su aula. Era rayita tal vez, pero estaba bastante satisfecho con el final de aquel fanfic.
3 – Suna
Sentado en la puerta de la dirección, esperaba a que el director o sus padres le hicieran pasar. Su madre, mandona como ninguna otra persona que hubiera conocido antes, tras ver aquel video de Shirabu había tenido la necesidad de concertar aquella cita.
Si bien los padres de Rintaro eran conscientes de que su hijo era vago, solía meterse en problemas y por lo general no era un buen estudiante, no lo consideraban un maleante. Que lo hubieran expulsado por lo que decía otro chico, que además extorsionaba a chicos de cursos menores les parecía una falta de rigurosidad y respeto por falta de la escuela.
—¡Si ustedes no hacen su trabajo y echan a mi hijo sin pensar ¿qué clase de profesionales son?! — Los gritos de la señora Suna, muy bien aprendidos en una comisaría que respetaba poco o nada a las mujeres, llegaban a aquella sala hasta con las puertas bien cerradas.
La secretaria del director miraba de reojo a Suna y a Terushima, que estaban allí sentados. Terushima debía estar en clase, pero se la estaba saltado para conocer de primera mano cómo se desenvolvía todo aquel asunto.
— ¿Tu madre también grita así en casa? — preguntó Terushima.
— Ya te digo — confirmó Suna—. A veces es incluso peor, pero tampoco es que le hagamos demasiado caso…
El rubio asintió alucinado. Aquella mujer le parecía sexy y eso que ni le había visto la cara. “Seguramente tendría cara de rata como Suna” pensó. Le pasó entonces su móvil al otro, con la grabadora abierta.
— Anda, grábame lo que pasa cuando entres, así se lo cuento a Tendo.
— Ya pensaba en ello, no te preocupes.
Le devolvió a Terushima su móvil, sacando el suyo propio mientras la secretaria les miraba. Suna la miró fijamente de vuelta. Si no le iba a decir nada, iba a hacer lo que le diera la gana. Incluso aunque se lo dijera lo iba a hacer igual.
Le señora Suna abrió la puerta bruscamente, asustando a la secretaria y a Terushima. Suna por su parte estaba acostumbrado.
— Rintaro, pasa dentro — le ordenó la mujer a su hijo, que se levantó con toda la calma del mundo y caminó dentro de la sala de la misma forma. Ambos se sentaron en las dos sillas libres frente al director, mientras el señor Suna se quedaba de pie detrás de su esposa—. Explícale lo que hace ese crío, pero explícaselo no le enseñes todos los comentarios del video desagradable que hiciste y que evidentemente ya sabes que está muy mal.
Y es que Rintaro había tenido que explicarles una milonga de que él estaba tratando de grabar a Atsumu y a Osamu pelearse cuando Shirabu apareció y cagó al lado de la fuente. Y sí, le habían reprendido bastante por grabar y publicar según qué cosas…
—Verá, nos la tiene jurada a los del club de ocultismo, yo entiendo que quizá Shirabu es un tipo pragmático y científico pero nos odia porque nos guste leer esos libros — empezó a decir Suna. Mentir, lo que era mentir, se le daba bien, lo malo era que empezaba y era todo un efecto bola de nieve, por lo que no le gustaba demasiado—. Realmente solo tenemos una salvia blanca plantada, pero se ha montado una película de que plantamos marihuana y en parte es porque va de justiciero, si pilla a alguien fumando tabaco le extorsiona y le pide dinero. A Terushima le pilló copiando en un examen y le ha estado extorsionado y solo fue un examen, todos sabemos que Yuji es listísimo, como si no estaría en la clase siete… Pero el caso es que Shirabu no sabe perder.
— Rintaro ya basta — dijo la señora Suna poniéndole un dedo en la boca—. ¿Se da cuenta? ¿No le parece que si hay que expulsar a alguien no es a mi hijo? Rintaro, vuelve a clase.
Suna salió y caminó por el pasillo junto a Terushima.
— Ha ido bien ¿no? — le preguntó el rubio.
Suna asintió, sabía que si su madre se hacía cargo de algo no tenía que preocuparse. Todo saldría exactamente como la señora Suna quería.
— ¡Suna has vuelto! — una chica menuda de la cual Rintaro no sabía ni su nombre le abordó —. Quiero que sepas que le vacié una botella de zumo encima a Shirabu por ti.
— ¡Wow! — contestó escuetamente Suna haciendo que la chica gritara emocionada porque le había hablado.
Un chico de segundo también hizo algo parecido, solo que había tirado a Kenjiro a la fuente con unos compañeros de tercero. Así mismo también aparecieron varias chicas que le habían quemado los apuntes a Shirabu hasta hacerle llorar.
— Casi me da pena Shirabu — dijo Terushima tras oír todo lo que el club de fans de Suna habían hecho por defenderle—. Quizá por eso le pillaron desesperado tratando de encontrar la marihuana…
—Qué más da — repitió aquel mantra Suna. Shirabu se lo había buscado, que fuera tan tonto como para no darse cuenta de lo que iba a pasar si se metía con él, era porque jamás se había molestado en saber que si alguno de ellos podía tener alguien que le defendiera como era su puñetero club de fans.
No era que se sintiera orgulloso, no había hecho realmente nada para que toda aquella gente le siguiese, más que ser él mismo, pero oye tampoco se iba a quejar. Después de todo, él también aguantaba que todo aquel club de fans se inventase quinientos mil chismes de él… Aunque él los hacía peores cuando los oía para divertirse.
Osamu salió del aula.
—Qué horror, ya estás de vuelta — dijo Osamu golpeándole en el brazo con el puño.
— No, esta noche volveré a tener pesadillas por verte la cara — Interpretó Suna en plan dramático al ver a Osamu.
En aquel momento vieron a la secretaria del director en dirección al aula de la clase cuatro y salir acompañada de Shirabu. Al pasar por su lado Terushima le arqueó las cejas.
—Buena suerte — le dijo ante la cara de asco de Kenjiro.
Suna se rio. Le iban a expulsar una semana mínimo. Estaba seguro.
Notes:
Ya sabemos que serán 9 capitulos. Ya queda menos.
Añadir que a pesar de que literal han hecho bullying a Shirabu, no apoyamos esa clase de comportamientos, ni los incetivamos, aunque en este texto Shirabu sea una puta. Entedamos que igual que el consumo de drogas en menores. Esto es una ficción.
Chapter 8
Notes:
4.000 palabras de fanservice. Disculpad es que son los capitulos de las ships favs.
Chapter Text
1 – Akaashi
Los días se hacían más apacibles en el club para Akaashi, ahora que sabía que Shirabu estaría un mes expulsado. También le habían abierto un expediente y estaban recogiendo testimonios de los demás alumnos que habían sido extorsionados. No le hacía feliz que el chico lo pasara mal, pero la justicia para los demás tenía un gusto dulce. Y decía aquello en consciencia de que si la justicia se paraba a mirarle para él sería muy amargo. Porque no dejaban de estar fumando marihuana en el colegio y no dejaban de estar haciendo algo, que inherentemente y a pesar de todo, él sabía que estaba mal.
En cierto modo, se sentía profundamente incomodo ante el hecho de que Suna hubiera sido quien con sus malos modos, sus técnicas rastreras y manipulando toda forma de información lo había solucionado todo. Hasta su ansiedad, que parecía brillar por su ausencia ahora que Shirabu no estaba cerca… No quería hacerlo, y ciertamente si pensaba con detenimiento no estaba seguro de tener que hacerlo, pero le debía una disculpa.
— Suna, cuando tengas un momento… — le llamó desde la puerta del club. No tenía intención de entrar aquella tarde a fumar hasta caerse rendido. Pero tenía que hacer las cosas bien.
—Claro — dijo el más alto saliendo al pasillo y apoyándose contra la pared con su pose indiferente. Aquello a Akaashi también le molestaba ¿Por qué parecía no importarle nada una mierda? ¿Qué tenía que hacer él para sentirse así de cómodo en la vida?
— Quería pedirte disculpas por como reaccione…
—No, no, que tontería — le cortó Suna arqueando las cejas. Empezó a reírse en su cara como si todo aquello no fuera con él —. Tú solo querías hacer las cosas bien, pero no se llega muy lejos siendo correcto.
Dijo aquello y se metió en el club como si no le importara una mierda.
Akaashi se vio obligado a cerrar los ojos y respirar hondo, intentando deshacerse de aquella sensación que le decía que golpeara a Suna hasta dejarlo en el suelo. Nunca había hecho nada como aquello, ni quería hacerlo, pero eso no significaba que no le diera rabia el comportamiento del chico. ¿Cómo podía ser tan gilipollas? Si no era por Komi, Sarukui y Konoha, tal vez algún día acabaría en prisión por aquel chico de llegar a pasar más tiempo con él del debido en el club.
Se encaminó al terrado, con la intención de relajarse y respirar un poco de aire puro, que no saliera del club lleno de humo. Subió las escaleras con calma y respiró hondo al salir, encontrándose con la zona completamente vacía a excepción de una persona. Bokuto estaba en un rincón, escondido entre los aparatos de ventilación interna y hecho una bola.
Akaashi se encaminó hacia el mayor, sentándose delante de él porque a su lado no había espacio. Bokuto entonces levantó la cabeza ligeramente. Apenas se le veían los ojos.
— ¿Has tenido un mal día? — preguntó Bokuto. Era común que concedieran allí cuando los dos tenían uno de aquellos fatídicos días en los que querían saltar por el terrado. Así se habían conocido —. A mi Komi me ha dicho que nunca entraré en los cánones de belleza establecidos por el código japonés y en resumen que soy más feo que un pie y hemos discutido.
— Komi no sabe nada, se le pasará en un rato y vendrá a buscarte — empezó Akaashi, extendiendo su mano con la intención de que Bokuto la agarrara, cosa que no tardó en hacer a la vez que se movía un poco más cerca del otro —. Yo creo que no me conviene relacionarme con ciertas personas del club y debería dejar de fumar marihuana, porque puedo acabar igual imbécil que ellos.
— Creo que es la primera vez que te he oído decir una palabra malsonante — se rió Bokuto, que se había sorprendido al oír a Akaashi decir imbécil.
— Soy un ser humano corriente — empezó a reírse también Akaashi —. Si vieras mi cabeza, igual también pensarías que soy más feo que un pie.
En aquel momento Bokuto pasó sus brazos alrededor de Akaashi y le arrastró contra su cuerpo. Keiji apoyó su cabeza sobre el hombro del más alto, riendo suavemente y devolviéndole el abrazo.
— Pues yo creo que tu cara estaría muy bien en una revista — murmuró Akaashi, aun con la cara metida en el hombro de Bokuto —. Ojalá fuera un poster gigante para ponerlo en el techo y verlo al levantarme… Me haría los días mejores.
Kotaro entonces le apretujó contra él mientras se reía. Akaashi levantó la cabeza para mirarle. A veces le volvía loco, pero cuando se reía de aquel modo conseguía contagiarle aquella energía positiva de un modo que no sabía describir.
— Creo que voy a dejar la marihuana — empezó Akaashi —. Va a ser lento, porque sigo siendo humano, pero voy a hacerlo.
La mano de Kotaro rozó la mejilla de Keiji, girando su cara. Le gustaba que tomara aquella decisión. No era que realmente pensara que las drogas eran malas, pero odiaba la idea de que las consumiera y se hiciera daño de aquel modo indirecto. Besó sus labios despacio y se separó para mirarle después.
—También me iría bien un poster tuyo en mi techo cada día para recordar que Komi es un egocéntrico cretino y que no tengo que hacerle caso nunca.
Akaashi solo se rio, volviendo a abrazar a Bokuto y apoyando la cabeza en el pecho de este. No todo el mundo era tan horrible en el universo como su cerebro a veces le hacía pensar.
2 – Terushima
Aprovechando que era principios de junio y aun no empezaba la temporada de lluvias, Terushima se bajó a la zona de piscinas del instituto. En aquella época aún estaban vacías y por limpiar, además de no estar video vigiladas porque técnicamente nadie se iba a colar en el recinto.
Se metió dentro de la piscina principal, parándose delante de una de las paredes del largo y abriendo su mochila, que dejó en el suelo. No era fácil llegar hasta aquella zona, porque el suelo resbalaba horrores incluso seco, pero a Terushima le gustaba aquel lugar para su dibujo. Aquel mural probablemente sería borrado a principios de julio, cuando pararan las lluvias y limpiaran la piscina para las clases de educación física.
Llevaba cerca de una semana con aquel mural, aprovechando sus descansos y saltándose las tardes en el club para pintarlo. Le deprimía demasiado ver a Tendo y al estar al aire libre podía fumar de todas formas si le apetecía. Aun así, no le apetecía demasiado fumar en aquel momento, solo pintar aquel mural.
Lo cierto es que era irónico que se saltara el club para no ver a Tendo y luego se dedicara a pintar cartas de tarot, de las que había buscado el significado y representaban como se sentía respecto al chico, pero algo dentro le decía que debía hacer aquello y de aquella manera.
Primero había pintado un dos de copas, expresando como se sentía con respecto a él. Porque si, estaba estúpidamente enamorado aunque pareciera raro. Luego todo parecía estar parado, como en el cuatro de espadas. Todo debía tener su descanso, se decía. Por último, estaba empezando a pintar la carta de los enamorados, para expresar que había una elección que tomar con respecto a aquella relación que no parecía darse. Odiaba estar enterrado entre un sí y un no. Si Tendo le decía que no quería saber nada de él era más sencillo pasar página y a otra cosa, pero en aquel punto no sabía ni qué hacer.
La parte inferior de las cartas debían mostrar la perspectiva de unas manos con los dedos largos de Tendo. Después de todo, él era el mago, y el solo un simple artista mediocre que plasmaba la realidad que veía.
Aquel momento era el único en que Terushima se ponía sus audífonos, centrándose en el dibujo y olvidándose que el resto del mundo existía. Por aquello mismo, cuando Tendo apreció en la reja de las piscinas, no se enteró de que le observaban.
Satori se fijó como Yuji cogía del suelo uno de los sprays y empezaba a formar líneas que en un principio no tenían sentido, pero poco a poco tomaban forma. Pocas veces había visto a Terushima tan callado y concentrado, así que se sentó en el borde contrario de la piscina, observándole en silencio y dejándole hacer.
Terushima entonces recordó que tenía un spray nuevo, uno con purpurina que había comprado específicamente para aquel mural. Pensaba en hacer el contorno de las cartas con negro, seguido de aquel spray brillante. Porque Tendo era así para él, brillaba incluso cuando todo era oscuro a su alrededor. Se giró en busca de su mochila, que había dejado más atrás, y se sorprendió al ver a Tendo. El mayor estaba balanceando las piernas de adelante a atrás, observándole, y aquello le puso lo suficientemente nervioso como para hacer que se resbalara y se cayera de espaldas. Odiaba aquel suelo.
Satori saltó corriendo a la piscina, intentando contener la risa sin poderlo evitar demasiado. Le preocupaba el golpe que se había dado el chico, pero Terushima parecía estar riéndose también, aunque se escuchara ahogado por la mascarilla que llevaba para evitar tragar tanto gas del spray. Yuji se quitó entonces la mascarilla, sin levantarse del suelo, mientras Tendo se acercaba. Con lo que el mayor no contaba era con resbalarse también, pero encima de Terushima y sacándole un grito de dolor al chico al golpearle el estómago con su caída.
— Es que me quieres matar ¿No? — lloró Terushima, mientras se reía y se quejaba a partes iguales. Tendo no pudo evitar reírse, sin apartarse del otro chico —. ¿Si no me suicidio yo, entonces me apuñalaras?
— Aun no quiero ir a la cárcel — se rió Tendo, apartándose y sentándose al lado de Yuji —. Mejor suicídate, es más práctico.
El rubio intentó incorporase, aun sujetándose el estómago y olvidándose del golpe que se había dado en la cabeza al caer. Estaba delante de Tendo, que a su vez estaba donde su mural a medio pintar. Le estaba mirando pintar algo que le daba un poco de vergüenza solo porque era él, porque estaba basado en él. Y no estaba terminado. Si fuera cualquier otra persona, le daría igual, pero siendo Tendo le molestaba. Tenía que estar acabado, no podía verlo aún.
— ¿Tienes un ratito para hablar? — preguntó Tendo, moviendo sus manos al estilo típico que él tenía.
— La verdad, tengo un ratazo — mintió Terushima, ignorando que tenía clase de educación física en unos diez minutos. Pero es que era irrelevante correr cuatro vueltas al campo y luego matarse a golpes con sus compañeros de clase cuando tenía a Tendo delante. Y dispuesto a hablar.
El pelirrojo suspiró. Había ido allí a hablar y técnicamente, hablar se le daba bien. Pues a hablar se había dicho.
—Empezar podríamos empezar por el principio — Satori ordenaba sus ideas, si es que podía hacerlo de algún modo —. Todo empieza cuando el señor Tendo Goro le pidió salir a la señorita Kasumi, que se convirtió en pocos años en la señora Tendo y bueno, tenían sexo ¿sabes?
—Tendo, tío tengo un ratazo pero imaginarme a tus abuelos follar no me agrada ¿el misionero? No, no, gracias — le cortó Terushima entre risas.
—Eran mis padres y no se la postura, no quería que la historia fuera tan larga — le aclaró Satori sin reírse. Su cara era la usual, entendía que no quería que se fuera por las ramas pero a veces es difícil empezar a declararte— Vale, vale voy al grano.
Tomó aire de nuevo.
— La realidad es que mis malas experiencias me llevan a tener miedo que solo te intereses por mí porque parezco… — A Tendo le costaba hablar de forma tan directa. Era como desnudarse en plena calle, claro que podía hacerlo pero no era cómodo —. Puedo parecer fácil para ti a nivel sexual.
En la cabeza de Tendo aparecían imágenes del rechazo de Semi en el pasado, de que después de todo Terushima tenía fama de salido y que todo era más complejo que procesar que simplemente dejarse llevar. Aunque su frase favorita cuando le echaba las cartas a la gente era esa “solo déjate llevar”. Consejos vendo que para mí no tengo.
— Con todo el amor del mundo, llevo esperando a esta conversación al menos un mes y medio — aclaró Terushima. Su mirada era distante y como indiferente. No era que se sintiese ofendido, pero entendía que su fama le precedía y era molesto — Que es poco tiempo, sí, pero si quiero follar tengo conocidos de sobra, y encima todo el mundo me daría sexo por compasión ahora que Kenma me ha dejado por Suna según cuentan.
— Lo siento, supongo que está mal que te juzgase de ese modo — La cara de broma de Tendo había desaparecido por completo.
Yuji suspiró, en parte sentía que acaba de romperle el corazón.
— Supongo que a veces se me olvida que eres más bien como un cuarzo citrino — comentó Satori, mientras jugaba con sus pulseras y Terushima le miraba como si le hubiera salido una segunda cabeza.
— ¿Qué?
— Los cuarzos citrinos son cristales que atraen la felicidad, la alegría y la prosperidad — empezó Tendo, intentando hacerse entender. Era difícil expresar todo aquello —. También son creatividad y ayudan con la autoestima…
— ¡Ah! Te subo el autoestima porque literalmente te divierte tenerme detrás como un perrito persiguiéndote…
— No — interrumpió. Intentaba hacer que Terushima le comprendiera, pero aquello parecía solo empeorarlo. Suponía que tal vez solo había una forma de solucionarlo, pero le daba miedo. Aun así, tenía que hacerlo, sin importar lo mucho que le asustara aquello —. Me subes el autoestima porque te gusto tal y como soy… Y me gustas.
El rubio le miró de reojo. Bueno, no era como si no supiera aquello… Tendo se acercó a él y le empujó contra el suelo de la piscina colocándose sobre él.
—No puedes ser tan idiota de pensar que mis miedos son la opinión popular — dijo Satori. Sabía que si no hubiera sido Terushima, había sido exactamente igual de terrorífico para él—. Con cualquier otro citrino me hubiera pasado lo mismo, pero por suerte solo hay un citrino.
—Deja de decir tonterías.
—Haz que deje de decir tonterías.
—Hazlo tú.
Los dos empezaron a reírse. Era confuso pero agradable. Se miraban embobados, en aquella conversación de besugos sin sentido.
—Entonces si te intento besar ¿No te vas a ir, chico fácil? — Se mofó Yuji.
—No tienes huevos a besarme — le retó Satori.
La impotencia de aquel reto. Estaba claro que Satori no tenía ni puñetera idea de con quién estaba hablando. Terushima le empujó, sentándose sobre un Satori y se lanzó a besarle sin pensar. Finalmente logró que todos aquellos intentos se culminasen, pegando su boca contra la del otro chico, sintiendo cómo el otro efectivamente le correspondía. Los largos brazos de Satori le abrazaron.
— Oye, cuando acabes el mural ¿Puedo tener una versión para mi cuarto? — Le preguntó Tendo después de manosearse un buen rato —. Es increíble.
—Cuando lo acabe hablamos.
3 – Kenma
Kuroo llevaba cerca de media hora tirado en la cama de Kenma, mirando el techo mientras el rubio jugaba a uno de esos juegos que no entendía. Algo de una aventura gráfica o algo así. Solo entendía que tenía que hacer elecciones. Decía que estaba intentando hacer las peores decisiones posibles para sacar el peor final, pero Kuroo sabía que solo estaba intentando no darle conversación.
Así pues, cuando Kenma se levantó para ir al baño, Tetsuro aprovechó para sentarse en la silla de escritorio del chico. Había ido a hablar con él, no a verle jugar a un juego que ni le interesaba. El más bajo volvió con una lata de monster y le miró como si acabara de oler mierda.
— Si quieres algo, sírvete, pero no voy a hacerte de criada — empezó Kenma, dejando la lata sobre el escritorio —. Y quítate, es mi silla.
— He venido a hablar, no a hacerte creer streamer de éxito.
La cara del chico no mejoró, siguió mirando a Kuroo como si hubiera matado a su abuela, pero se sentó en su cama y suspiró.
— Pues habla, que tengo cosas que hacer — indicó Kenma. En realidad lo único que tenía que hacer era ver crecer la hierba, pero le daba pereza oír a Kuroo.
— La he cagado contigo hasta ahora y quiero intentar hacerlo mejor — empezó Tetsuro, haciendo que Kenma le mirara con la ceja alzada y se riera de él —. Calla y escucha, anormal.
Kenma resopló, alargando el brazo y esperando que su amigo le pasara la lata. Si iba a darle la lata, que fuera la física y no un discurso triste.
— Te he estado presionando mucho y puedes contarme las cosas cuando tú quieras, no cuando yo venga como un pesado preocupado — se sinceró Tetsuro, pasándole la lata a su amigo que le volvió a mirar extrañado —. Como lo de tu novio, no tienes por qué contármelo ahora, pero estoy aquí si lo necesitas.
Kenma solo abrió la lata, mirándola y sin tomar un sorbo.
— No es mi novio, solo es un rumor — aclaró. Ya no tenía ganas ni de hablar ni de nada, se quería ir a dormir. Pero acababa de abrir la lata, así que suponía que tenía que seguir allí. Optó por beber un sorbo que vació casi media lata —. Igual si me gustaría que lo fuera, pero no.
Aquello último lo dijo en un susurro y procedió a beberse el resto de la lata. Sabía que se le notaba en la cara estaba incómodo, pero se negaba a dejar que Kuroo viera algo más que su cara inexpresiva. Aunque ya supiera que le pasaba algo y no estaba lidiando bien con ello.
— ¿Y por qué no se lo pides? — preguntó Kuroo, girándose en la silla y apoyándose en el respaldo con los brazos. La silla de Kenma tenía rueditas, así que dar vueltas en ella era algo que le gustaba hacer las pocas veces que conseguía sentarse en ella.
— No, gracias — dijo el rubio, a sabiendas que el otro tenía razón. Suna siempre hacía todo lo que le pedía, ¿por qué le diría que no? Aunque aquello no era una simple tarea, tenía más que ver con otro tipo de asuntos que no sabía si Suna quería tratar.
Tetsuro por su parte se rió mientras miraba la cara de asco del más bajo, que desentonaba con la forma en que había abierto los ojos cuando había propuesto la confesión. Si, Fukunaga tenía razón. Kenma iba a su ritmo y se expresaba a su manera, solo tenía que darle espacio.
— Me piro, venga — dijo Kuroo mientras se levantaba — Tengo cosas más importantes que hacer, como estafar señores con bragas llenas de pis de perro, es más lucrativo que verte tomar malas decisiones.
Kenma resopló y le dio la lata. Si podía evitar bajar a tirarla, iba a hacerlo. Total, Kuroo había estado allí tantas veces que lo conocía tanto como su propia casa, sabría tirarlo a la basura y luego irse sin problemas.
Tras tirar la lata, el mayor se dirigió a la puerta, poniéndose sus zapatos y abriéndola para marchar a su casa. Aquel tipo alto, Suna, estaba delante de él. Parecía que iba a llamar al timbre.
— Nunca llames al timbre, no te va a abrir — comentó Kuroo, como si se conocieran de toda la vida —. Es más fácil llamarle por teléfono o colarse por el jardín.
Suna asintió esperando que Kuroo le dejase pasar. Pero el tío parecía quedarse allí plantado, como si esperase que le dijera o hiciera algo en específico.
—Deberías pedirle salir o algo — añadió Kuroo. No era que tuviera que meterse, pero como siempre sentía que si no ayudaba a Kenma acabaría por salir herido—. Necesita estructura, tiene más ansiedad de la que aparenta.
Después de decir aquello salió de la casa y dejó la puerta abierta.
Rintaro entró, se quitó los zapatos y dedujo que el cuarto del rubio debía estar arriba. Subió buscando la imagen mental de cómo debía ser el cuarto de Kenma. Era una casa bastante más grade que la suya. Se habría fijado en la decoración, para reírse después, pero su mente divagaba en ¿Quién cojones era el tipo que le había dejado entrar? ¿Se había equivocado de casa? Hasta donde sabía Kenma era hijo único.
—Un tío random con cara de estafador me ha dejado pasar — dijo Suna saludado a Kenma con la mano. Se había quitado los auriculares al verle.
—Kuro — dijo y se le quedó mirando — ¿qué haces aquí?
— Verte la cara, tonto — Se sentó en la cama y miró la pantalla— ¿A qué juegas?
Kenma no se molestó en contestar. La verdad es que no estaba jugando realmente, solo quería que Kuroo se marchara y dejara de molestarle. Ahora que lo había conseguido, no tenía por qué seguir con aquel teatro. Cerró el juego y apagó la torre, girándose en la silla para mirar a Suna.
—También podrías haber dicho que no querías jugar más — Rintaro se dejó caer sobre la cama—. El Kuro ese, me ha dicho que te pida salir pero ¿Tú quieres salir conmigo? ¿O se refería a salir a la calle?
Kenma empezó a reírse. Si bueno, las dos opciones le venían bien. Se sentó sobre Suna y se acercó a besarle.
—Imbécil, no quiero salir a la calle — dijo Kenma. Las manos del rubio se colaron por debajo de la camiseta del otro tirándola hacia arriba.
— ¿Y conmigo? — preguntó acabando de quitarse la camiseta —. Por aclarar, porque para mí era como que ya salíamos sabes, o no sé, eso piensa ya hasta mi madre.
— Recuérdame que no vuelva a ir a tu casa — comentó Kenma quitándose también la camiseta.
Los brazos de Suna se enredaron a la cintura del rubio y lo empujó contra el colchón, besándole de nuevo. Paró un instante para mirar como el pelo de Kenma se desparramaba sobre las sabanas, la forma de sus mandíbulas suaves y su mirada. Le gustaba demasiado, se sentía idiota jugando al gato y al ratón, pero al mismo tiempo le divertía. Kenma era Kenma.
— Lo pregunto en serio — dijo antes de empezar a morderle el cuello—. El tío de la puerta dice que tienes ansiedad, y me preocupa un poco ¿vale?
— ¿Te parece normal hablarme de Kuro ahora?
Rintaro empezó a reírse.
— No hablaba de él, sino de ti — Suna paró por un instante. No era una niña avergonzada de sus sentimientos. No era que fuera a poner un puto cartel de colores en la puerta del instituto diciendo “Te amo Kozume Kenma”, aunque lo haría para avergonzarle un poco si no era capaz de expresarle qué quería. Lo cierto era que él sí se sentía cómodo con aquello, no le hacían falta etiquetas pero sí podía tenerlas, no le molestaban.
Se miraron a los ojos un instante, haciendo que Kenma se sintiera profundamente incómodo. El rubio pasó los brazos alrededor del cuello de Suna, tirándole hacia abajo para evitar mirarle a la cara. Rintaro se dejó hundiendo la cabeza y colocándola sobre el pecho de Kenma.
— Si — murmuró Kenma, dejando de presionar la cabeza del chico hacia abajo y que este levantara ligeramente la cabeza a mirarle —. Y a la calle también, pero solo a veces.
—Estoy un poco sordo ¿Qué has dicho? — Suna empezó a reírse y coló la mano por los pantalones de Kenma sin que este se lo esperase.
Kenma, que ya estaba rojo, se sintió incómodo y se escurrió hacía arriba en la cama, sentándose contra el cabecero. Y bueno, pensó que tal vez si no lo decía ahora no lo diría nunca, porque siempre era así. Aquella era, probablemente, su única oportunidad. Así que se sentó algo más cerca y miró a Suna, que no se había movido más que para sentarse bien al borde de la cama.
— Que sí, que quiero salir contigo — soltó Kenma, para después coger uno de los cojines a su lado y se lo tiró a Suna, dándole en toda la cara porque este se negó a esquivarlo.
—No era tan difícil.
Suna se acercó de nuevo y le volvió a besar. No eran perfectos pero a Suna le gustaba a pesar de todas aquellas dificultades para expresarse que tenía. Y en parte a Kenma, aunque le irritase, le encantaba que le persiguiera hasta encontrar la respuesta que él quería.
Chapter 9: Epílogo
Notes:
Capitulo final. 4.000 palabras más de puro fanservice, pero esta es mi fiesta y lloro si me da la gana.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
1 – Akaashi
La lista de notas se había publicado antes de que sonara el timbre del descanso. No era el mejor momento para ir a verla, pero Akaashi se moría de ganas. Había trabajado duro todo el trimestre, y aquel año sin Komi, Sarukui, Konoha y Bokuto en el instituto realmente podía estudiar cómo le gustaba. Les amaba muchísimo, pero le distraían hasta puntos inimaginables.
“¿Ya han colgado las notas?” El primer mensaje de Bokuto llegó antes de que pudiera salir del aula. “¿Cómo has quedado?” El segundo mensaje de Bokuto seguido de un montón de emoticonos aleatorios.
Una sonrisa estúpida se dibujó en la cara de Akaashi. Le habían subido a la clase siete y aquello le hacía estúpidamente feliz. Quería dar su mejor esfuerzo, necesitaba la mejor beca universitaria. La carrera de estudios literarios le llamaba y no podía hacer otra cosa en el mundo. Había escrito tres novelas, ninguna le parecía buena todavía, pero si Bokuto tenía fe en él… ¿Quién era él para contradecir al amor de su vida? Rompió entre risas.
“Iré más tarde a verlo” contestó de forma escueta.
— No vas a estar más arriba que yo, guapo — Le dijo Terushima como si pensara que aquella risa absurda fuera por las notas. Pero todos estaban pensado en aquello, era inevitable.
Akaashi le miró de reojo. Aquel tipo ni estudiaba y ahí estaba, menudo engorro de tío.
“No puedes ir más tarde, me voy a morir si no sé ya cómo has quedado” Bokuto era un rey del drama. Le amaba por aquello.
Estaba por responderle, decirle que iría más tarde para no tener que lidiar con toda la gente que salía de las clases corriendo a verlo, pero Terushima le cogió el brazo y tiró de él, haciendo que se levantara y ambos salieran de clase. En aquel año anterior, a pesar de frecuentar menos el club y haber dejado de consumir, se había acercado a todos los miembros de este. Incluido Suna, al que más bien solo toleraba, pero se podía decir que era amigo de todos.
El corcho con las notas estaba rodeado de gente, que se buscaban a sí mismos y a sus amigos para saber sus calificaciones, incluso para reírse de las de sus amigos o restregarle a sus rivales lo mal que lo habían hecho. Cosas que Akaashi no entendía, a él solo le interesaba saber si iba por buen camino para entrar en la universidad que quería.
Terushima empezó a pegar codazos a todos los que tenían alrededor. Lo hacía disimuladamente, haciendo que estos se apartaran molestos y sin soltar a Akaashi.
—Perdón, esto es importante — Anunciaba sin ningún tipo de vergüenza.
Akaashi estaba totalmente sonrojado ante cómo se comportaba. Era insoportable, pero como le favorecía tampoco sabía muy bien que hacer más que pedir disculpas a medida que avanzaban.
Una vez llegaron delante de todo, buscaron la lista de la clase siete y miraron en la parte superior de esta. Terushima estaba segundo, justo detrás de Akaashi. Era la primera vez que le superaba estando en la misma clase y no sería la última, si Akaashi se lo proponía.
— Parece que últimamente le estás prestando demasiada atención a tu novio universitario, Terushima — se rió Akaashi, mirando al mencionado.
— Bueno, para que mentirnos tampoco necesito una nota alta para la escuela de arte— se excusó Terushima—. Lo más probable es que te haya dejado ganar ¿no?
Akaashi le miró alejarse entre la gente sin poder evitar reírse. Se inflaba y se desinflaba como un globo.
“Primero” escribió a Bokuto minutos después. Sabía que aquella tarde iría a buscarle y acabarían el algún Street food celebrando aquellas notas perfectas.
2 – Kunimi
“Para cualquier otra persona, esto sería sencillo.”
Se repetía aquello en bucle en su cabeza, mientras sostenía su mochila, que no había soltado desde que se había subido al autobús aquella mañana. El plan era simple: subía al terrado con Kindaichi, le daba el regalo y todo sería perfecto…
Excepto que Kunimi no hacía nunca regalos y era la primera vez que celebraba un aniversario. No solo eso, era el cumpleaños de Kindaichi y lo hacía todo peor. Probablemente estaba más nervioso de lo que había estado nunca. Y aun habiéndole pedido consejo a los senpais del club, porque si, Suna había sido quien le había aconsejado, no sabía cómo hacer aquello.
Estaba todo hablado, tanto con sus padres como los de Kindaichi, y solo hacía falta que le diera el regalo, pero ¿cómo se hacen los regalos? ¿Y si no le gustaba? Siempre había odiado ir a fiestas de cumpleaños de pequeño, no le gustaba especialmente que le cantaran el cumpleaños feliz a otro, pero sobre todo porque nunca sabía que regalar. Tener fechas especiales hacía todo horrible para él.
Así que estaba en el terrado, dejando su mochila por primera vez en el suelo y sacando el regalo para esconderlo detrás de él, mientras esperaba que Yutaro subiera.
“Tú puedes. Le va a gustar. Todo está bien” se repetía a sí mismo. Porque aunque tuviera cara de que todo se la pelaba, todo aquello le importaba lo suficiente como para no haber dormido la noche anterior de la ansiedad.
Yutaro apareció por las escaleras de emergencia, con su regalo envuelto en la mano. Le había parecido extraño que Akira le pidiera encontrarse allí en vez de hacer lo de siempre, esperarle fuera de su clase e ir a comer juntos, pero suponía que el otro quería hacer algo.
Una vez lo vio delante de él, Kunimi sintió que toda la ansiedad desaparecía. No era que no siguiera ahí, sino que estaba delante de la situación y ya no había posibilidad de echarse atrás. Solo podía darle el regalo.
— En verdad es una tontería, pero… — empezó Kunimi, dándole el sobre. No era una tontería, era su semanada de cuatro meses, pero tenía que decirle aquello para no sentirse tan nervioso. No sabía cómo expresarse en aquel momento. Probablemente estaba rojo como un tomate, pero ni siquiera lo sentía de lo nervioso que estaba —. Feliz cumpleaños, otra vez… Y feliz aniversario.
A Yutaro le preocupaba que Kunimi estuviera tan rojo, pensaba que tal vez podía explotar en cualquier momento. Aun así, cogió el sobre y le miró sonriendo de forma burlona. Que se pusiera así de nervioso por él le regalaba un placer culpable que le encantaba.
— ¿Es una carta de confesión? Llega un año tarde, eh — se rió Kindaichi.
— Tu ábrelo, anormal — le insultó Kunimi, relajándose un poco.
Kindaichi entonces se guardó como pudo su regalo, para después empezar a abrir el sobre que Akira le había dado. De él, sacó dos entradas para un partido de primera división de la V-League, que hicieron que se quedara mirando a Kunimi sorprendido.
Llevaba siglos diciendo que quería ir a ver aquel partido, pero no había conseguido entradas cuando estas salieron y se había pasado una semana llorando al respecto. Kageyama tampoco había conseguido un par, así que aquello era lo único que le aliviaba. Pero ahora podría restregarle que Kunimi y él iban a ir.
Yutaro cerró bien el sobre otra vez, sin acabar de sacar las entradas primero, para después sujetar a Akira de las mejillas y besarle, quien se quedó sorprendido pero se relajó por completo después de aquello, correspondiéndole.
— ¡Muchas gracias! ¡Te quiero mucho! — Exclamó Kindaichi, una vez se separaron, mientras abrazaba a Kunimi con fuerza. El otro por su parte intentaba no morir aplastado en el abrazo.
— No seas patético — musitó Kunimi rojo como un tomate todavía, pero siendo consciente que si Kindaichi le decía que le quería tenía que ser en otro tipo de escenario y no de aquella manera.
Kindaichi entonces se separó, cogiendo el paquete que había guardado y entregándoselo a Kunimi. A pesar de ser su cumpleaños, seguía siendo el aniversario de ambos, así que también le había preparado un regalo.
Akira entonces abrió el paquete, encontrándose un libro que no reconocía para nada. En la portada estaba el título, pero no había ni sinopsis ni nada, así que lo abrió. Fue entonces cuando se encontró una dedicatoria, escrita por su autora de fanfics favorita.
“Para Kunimi Akira.
No nos conocemos, tú novio me ha pedido que te escriba esta historia. Estoy un poco indignada, nunca he recibido un review tuyo y se supone que eres fan de lo que hago. O quizá nunca lo has hecho con un pseudónimo que tu novio conozca. En cualquier caso, esta historia está hecha para ti siguiendo las indicaciones de tu chico. Me he tomado mis licencias creativas, claro, porque te gustan las ships raras de cojones. Pero tengo que decir que lo he disfrutado. De todos modos, este si vas a tener que comentármelo, así que te facilito mi correo electrónico y espero que te guste. Tu novio y tú me dais envidia, podría escribir sobre vosotros”.
La dedicatoria terminaba con el apodo de la chica, además de su dirección de correo.
Kunimi aguantó el libro con fuerza, sin saber mucho como expresar todo aquel montón de emociones que tenía dentro. Un libro entero, para él, de su autora favorita y con sus personajes favoritos… Levantó su cabeza para mirar a Kindaichi, sintiendo que podía ponerse a llorar de la emoción.
— No sé cómo has hecho esto, pero te amo — dijo, para después cerrar el fanfic encuadernado y abrazarse a Yutaro, que solo se rió.
— Le envié un mensaje privado, no esperé que me contestara — confesó Kindaichi —. Pero lo hizo y aceptó mi comisión.
Kunimi solo se quedó abrazado a Kindaichi, mientras repetía en bucle que le amaba. Él era igual de patético o más que su novio y, aunque no lo dejara ver porque estaba pegado a Yutaro, estaba llorando. Ni siquiera había respondido las mil preguntas de Yutaro sobre qué quería de regalo, pero él había encontrado su regalo perfecto.
3 – Terushima y Tendo
Tendo estaba apoyado en la moto de Terushima. Se la solía pedir prestada porque era más fácil ir a la universidad con ella que en tren, pero en aquel momento estaba esperando en la entrada del instituto. Alguna chica se le había acercado, preguntándole si aún tiraba las cartas y podían quedar, pero les había dicho que estaba ocupado. Ocupado con la universidad, decía, pero en realidad es que no le interesaba. Solo estaba allí esperando a su novio, a su Terushima.
Siempre que podía, a modo de broma, le ponía en rotulador en la nuca “propiedad de Tendo Satori”, cosa que Terushima procuraba que, a pesar de bañarse, le durara hasta la próxima vez que se vieran y Tendo lo volviera a pintar. Satori deducía que le pedía a alguien que lo repasara para él, porque no llegaba él solo a aquella zona.
Bobata estaba harto de repasar aquellos ideogramas. Pero a Terushima le daba pánico que Satori sobrepensara que se lo había borrado para ligar con cualquier otra persona, así que le forzaba a repasarlo.
Yuji salió del instituto feliz, estaba algo cabreado por haber quedado segundo, pero no le afectaba tanto. Él no estudiaba, tenía aquella mente privilegiada que le permitía sacar buenas notas sin hacer el huevo, quizá si se esforzara la mitad podía superar a Akaashi. Pero tampoco le importaba tanto. Se acercó a Satori y se mordió el labio antes de besarle.
— He quedado por detrás de Akaashi Keiji — se quejó al separarse. En el fondo le dolía en el ego.
— ¿Pero acaso has estudiado algo? — Se rió Tendo, sabiendo que no, no era el caso.
— Da igual, me tienes que repasar lo del cuello — se quejó Terushima con un puchero y haciendo que Satori se riera —. Se me va a borrar…
— ¿Y si te lo tatúas?
— No, porque me lo estaría pintando un extraño — argumentó, haciendo que Tendo le mirara con una ceja alzada. Si se lo repasaba Bobata, tampoco había mucha diferencia —. Bobata solo hace de suplente porque me acompaña en el descanso y hasta que vivamos juntos y me lo pintes tú. Todos los días, de mi vida,
— Nada de presiones, eh — se rió Tendo, antes de volver a besarle.
Tras aquello, Tendo le pasó su casco a Terushima y sacó el suyo propio. Normalmente usaba el del otro, igual que Terushima le robaba la ropa para echarle menos de menos cuando estaba de exámenes. Se subieron a la moto y fueron en dirección a la universidad del mayor. Semi, que estudiaba musicología, le había comentado que se buscaba a gente que pintara sobre los murales del año anterior. Si bien solían ser los alumnos de bellas artes, siempre aceptaban a gente de fuera y él quería que Terushima dejase huella.
4 – Suna y Kenma
Jugando al Fornite, Suna se sentía pletórico. Era de los pocos juegos en los que Suna demostraba más habilidad que Kenma, que se picaba como un niño pequeño tratando de ganarle sin fin. Porque si, intentaba ganarle incluso si jugaban a duos.
— ¿Eso ha sido a propósito, Kenma? — le molestaba el moreno cada vez que fallaba.
— A propósito va a ser que te ahogue mientras duermes — respondió Kenma, completamente irritado y con ganas de matarle. Pero tenía que admitir que le acababa de salvar el culo. Iban ganando gracias a Rin, pero nunca se lo iba a admitir.
— Seguramente podrías ahogarme en otro contexto y sería más gratificante — dijo aquello haciendo fallar a Kenma y provocando que los mataran a ambos.
Kenma entonces dejó su mando sobre el suelo, levantándose y yendo a la cocina a por algo de beber. Estaba demasiado irritado como para seguir jugando y que Suna le metiera aquellas imágenes en la cabeza no le ayudaba a concentrase lo más mínimo.
Volvió al salón con dos latas y le indicó a Suna que le dejara hueco, sentándose entre las piernas de este y usando su pecho de respaldo. Después, le pasó una lata y abrió la suya, bebiendo la mitad del contenido de la suya en un trago. Lo cierto es que Rintaro no entendía como hacía aquello y menos cuando la lata estaba tan fría. Él necesitaba dar gran cantidad de sorbos antes de siguiera llegar a beber lo mismo que Kenma en uno. A veces temía por la integridad física del más bajo.
— Bueno, la próxima ganamos, ni te rayes — comentó Suna, haciendo que Kenma resoplara. En aquel año había descubierto que el rubio era mucho más competitivo de lo que parecía, lo cual encajaba más con aquel carácter agresivo que no solía mostrar. No le interesaban competiciones como las académicas o de otro tipo, pero en los videojuegos era cuando aquella parte de su personalidad tomaba el mando.
Rintaro besó entonces al chico en la parte trasera de la cabeza. Kenma por su parte le ignoró, acabándose la lata y dejándola en el suelo vacía. A Kenma no le gustaba especialmente el sabor del monster, pero era adictivo y no podía evitar beberlo. Tal vez moriría un día cuando el efecto de todos aquellos monsters juntos le afectara finalmente.
Visto que seguía sin prestarle atención, Suna aprovechó para morderle el cuello a Kenma, haciendo que este se quejara y se diera la vuelta por fin.
— ¿Qué quieres?
— Que me prestes atención — se rió Suna. Lo cierto es que tenía una duda que le rondaba desde que Kenma le había invitado a cenar con su familia aquel día, pero no había visto oportuno preguntar hasta aquel momento —. ¿Por qué tu amigo el timador y su padre vienen a cenar con nosotros?
Kenma suspiró profundamente, al punto que parecía que iba a dejar de respirar definitivamente en aquel momento, y se separó un poco, sentándose delante de Rintaro bien y dejando que este bebiera de su lata.
— Técnicamente, a mí tampoco me lo han explicado — empezó Kenma, desatándose el pelo y volviéndoselo a recoger —. Mi madre se tira al señor Kuroo y mi padre parece que está de acuerdo.
— Si tío, a mí tampoco me han informado de que somos hermanastros —. La voz de Kuroo les llegó desde la puerta, donde el chico estaba apoyado mirándoles. Se sentó en el sofá y cogió uno de los mandos del suelo, dándole el otro a Suna.
Kenma por su parte se recostó otra vez sobre Suna, sacando su móvil e ignorando a ambos que empezaban una nueva partida. Le perturbaba un poco que aquellos dos se llevaran bien, pero al mismo tiempo le parecía lógico. Aunque era consciente que con Rintaro, Kuroo encontraría un hueso duro de roer. Picar a Rin no era fácil.
— Eres malo a morir ¡Eh! — dijo Suna viendo las pocas capacidades que tenía Kuroo en el juego.
— Bueno, tú dejas que tu novio te robe la ropa, no puedes ser de fiar — afirmó Kuroo.
Suna ni siquiera lo entendió, claro que le encantaba que Kenma le robara la ropa. Luego él se la ponía y apestaba a Kenma por todos lados. Y no era como si fuera a decir aquello en voz alta pero lo pensaba.
— Solo lo dice porque él se buscó un novio delgaducho y escuálido como él, pero que no le deja robarle ropa — Musitó Kenma que conocía el hilo de pensamientos de los otros dos más de lo que le gustaba. Sí, Tsukishima Kei no dejaría a Kuroo usar una camiseta suya ni por diez millones de yenes.
— Que lástima — empezó a reírse Suna.
En aquel momento salió el cartel de “Victory Royale!” y Suna levantó la mano para chocar con Kuroo. Este le siguió el rollo.
5 – Fukunaga
Fukunaga era una persona tranquila y silenciosa, probablemente más tímido de lo que a él mismo le gustaba admitir. Pero lo cierto era que era amigable. Cuando el año anterior Shirabu había vuelto de su expulsión, sentía una ira y un rencor descomunal. Era fácil comprender el por qué, pero aquello a él no le asustó demasiado.
Se plantó delante de Kenjiro y le tendió la mano.
— ¿Podríamos empezar de cero? — le preguntó Shohei.
Su idea era sincera, tenía miedo de que le tomara el pelo, le engañara y les denunciara a la junta claro, pero la confianza en un conflicto siempre empezaba con un esfuerzo de un lado. Si no había un lado que se esforzaba en confiar en el otro, el otro jamás desarrollaba la confianza.
Por su parte, el orgullo brillaba en la mirada de Shirabu. Se sentía irado, porque él no solía perder ni los estribos, ni las batallas.
— ¿Para traicionarme? — preguntó Shirabu.
— Para respetarnos, especialmente — aclaró Fukunaga. No era alguien especialmente vengativo, no soñaba con revanchas, ni luchas encarnizadas.
Kenjiro cogió la mano tendida de Fukunaga aún pensado qué era lo que esperaba de aquella alianza. Después de todo, sentía que había perdido su nombre en la escuela… Seguía teniendo las mejores notas de su clase, pero no tenía credibilidad.
Acordaron verse en el club de Ocultismo y allí Shirabu comprendió que fumar marihuana quizá era ilegal, seguramente también estaba mal pero que inherentemente no era lo que caracterizaba a aquel club.
Ya en tercero, Shirabu por primera vez sentía que por extraño que pareciera, Fukunaga era alguien en quien podía confiar. Por eso, cuando Shohei le pidió ayuda para escribir todas las cosas que habían pasado no dudó en ayudarle.
Sentados en el club con un cigarrillo, con el laptop de Shirabu y tras entrevistar a todas las partes implicadas, empezaron escribir aquel texto. Porque no era un culto realmente y tampoco era un club de verdad. Estaban allí para dejar ir todas aquellas cosas que ya no les servían, todos aquellos pensamientos que les agobiaban, todos los miedos que les entregaban un mundo que les querían como maquinas. Y es que Shirabu, entendía más aquello y se había sentido más atrapado en todo aquello que nadie.
Kenjiro les había explicado, en una de las reuniones de club, que tener allí las plantas era contraproducente. Aquello podía causarles muchos problemas y lo adecuado sería plantarlas en algún lugar de la escuela que no les vinculase. Fukunaga, sin embargo, se había negado a aquello. Eran sus plantas y era obvio que se las quedaría él.
Aquella situación obviamente había causado conflicto en el club, debatiendo sobre las decisiones de Fukunaga y los problemas que podía conllevar que se quedara las plantas. Pero el mayor conflicto venía de Suna, que no dejaba de llevarle la contra a Shirabu.
En su mayoría tenía que ver con que al entrar Kenjiro en el club habían hablado para intentar llevarse mejor. Pero mejor no entraba en las palabras que se habían dicho el uno al otro, porque “con rencores” y “con muchos rencores”, mientras se daban la mano, no era lo mejor a decir con alguien que quieres tener una relación sana de supuesta amistad.
Así pues y tras que Kunimi les dijera que la puerta de entrada estaba abierta, cosa que sabía a raíz de haberse colado una noche con amigos, decidieron entrar a sacar las plantas de allí y llevárselas a casa de Fukunaga.
—Eres un tonto redomado — le dijo Shirabu a Fukunaga viendo las plantas colocadas en su habitación—, no entiendo cómo puedes amar tanto a un ser vivo que ni siquiera te habla.
— A ti tus padres no te quieren y hablas, son misterios de la vida — aclaró Kenma. A lo que Suna empezó a reírse sonoramente dejándose caer sobre la cama de Fukunaga.
Fukunaga se limitó a tararear mientras limpiaba con cariño las hojas de las plantas, intentando darles calma después del estresante viaje.
Akaashi se había lavado las manos de aquel asunto, Kunimi se negaba a salir de casa tan tarde y Terushima estaba ocupado en la escuela de arte, preparando las diferentes pruebas de acceso. Tendo, por su parte, estaba organizando las cosas para montar su propio negocio, porque la universidad estaba bien pero no era tan lucrativo como le hubiera gustado. Así pues, no habían contado con ninguno de ellos para sacar las plantas del club.
Finalmente, y tras un montón de tardes en el club sin plantas, habían acabado de escribir, imprimir y encuadernar aquel documento, que Kunimi les había dado la idea de escribir como fanfic, en vez de documentarlo de forma cutre como Shirabu había propuesto al principio. Había una copia para cada miembro del club, incluido una para Tendo que Terushima debía llevarle. Era como un pequeño regalo por graduarse, puesto que el año siguiente Kunimi sería el único que quedaría en el instituto y oficialmente cerrarían el club. Por aquello mismo el documento encuadernado contaba con imágenes de este, así como de los miembros en distintos momentos de aquellos dos años que habían estado juntos.
Lo cierto es que era triste para ellos, aunque no fueran a admitirlo incluso si Kunimi se había puesto a llorar en la graduación. El chat grupal probablemente seguiría en uso incluso después de aquello, como lo había hecho para Tendo al graduarse.
Terushima, al ver llorar a Kunimi, se había acercado y le había dado un beso en la frente, haciendo que este le mirara mal y Kindaichi se hubiera metido de por medio.
— A mi novio no, eh.
— Tío, que yo solo quiero consolar a mi kohai, es mi niño — argumentó Terushima, que de golpe se vio abrazado por Kunimi que lloraba aún más intenso.
— ¡¿De quién me voy a reír yo ahora si te vas?! — se quejaba Kunimi, provocando la carcajada general pero especialmente la de Suna.
— Bueno, podrías dejar de reírte de la gente y empezar a ser un poco más serio — propuso Akaashi, haciendo que Kunimi se despegara de Terushima completamente serio y sin llorar.
— Para hacer sido el primer amor de mi vida, lo haces muy mal, Akaashi-senpai — dijo Kunimi, haciendo que Akaashi le sonriera y le despeinara con cariño.
Tras aquello, todos juntos fueron a comer pollo frito. Era la última reunión del club, sin marihuana, porque Suna quería ser profesional del vóley y lo estaba dejando. Porque Akaashi ya no fumaba. Pero sobretodo porque el final, fumar marihuana solo se había convertido en un pretexto para contarse sus problemas y acompañarse.
Notes:
Gracias por leer hasta aquí esta puñetera locura. Seguimos con Fukunaga pegados al corazón, como no amar a semejante personajazo. Ojalá saber trabajar mejor con él porque es el puto amo. Si no piensas igual ni nos comentes, no nos interesa. Solo amor a Fukunaga plis ( A los demás pj también). Estamos sad por terminar esto, pero vamos a hacer más fics de este universo. PERO YA NO SERÁ EL CULTO DE LA MARIHUANA Y ESO DUELE A MORIR.
Ya, dejamos de ser los drama queens de la vida. La vida es dura, pero más lo son las verduras.
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