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ALMAS REENCARNADAS, SANGRE DESPIERTA

Summary:

Tras la muerte de los pilares en la batalla de Muzan y otros haber dejado sus propios descendientes. Años más tarde, en el mundo de los quirks, Izuku Midoriya, con solo 4 años, descubre que no tiene una peculiaridad tras una visita al doctor. Esto rompe sus sueños de ser héroe, pero dentro de él surge una extraña sensación, como si algo aún durmiera.
A lo largo de su infancia, Izuku sufre rechazo y burlas de sus compañeros, pero se aferra a la esperanza de que su oportunidad aún llegará. A los 14 años, tras ser castigado injustamente por defender a otro niño, Izuku vuelve a casa tarde y es atacado por el villano de lodo. Cuando todo parece perdido, un misterioso hombre llamado Yushiro aparece y lo salva con una técnica que no parece un quirk. Yushiro lo lleva al hospital, pero allí son rechazados al saberse que Izuku no tiene quirk. Indignado por el desprecio del sistema, Yushiro contacta a los Kakushis, quienes transportan a Izuku a un lugar oculto llamado la Finca Mariposa. Allí comenzará su verdadero camino. En un mundo que lo despreció por no tener poder, por fin alguien ha visto en él algo más profundo.

Chapter 1: Origenes

Chapter Text

El sabor del hierro llenaba su boca.

 

Muichiro Tokito yacía sobre el suelo, su cuerpo destrozado, los pulmones llenos de sangre y los ojos apenas abiertos hacia un cielo nocturno que temblaba. A su alrededor, los ecos de la batalla ardían como brasas encendidas. La luna, enorme y cruel, se alzaba en el firmamento, testigo silencioso de una guerra que nadie recordaría como debía.

 

Había vencido. Había cumplido su deber. Y sin embargo...

 

-Aún no es suficiente...- susurró, apenas audible.

 

La imagen de Kokushibo desplomándose ante él debería haberle traído paz. Pero en su corazón, algo latía con desesperación. Un presentimiento. Una voz callada en su alma que decía:

 

"Despierta, aún no has terminado."

 

No eran palabras. Era una emoción cruda, salvaje, como el aullido de una bestia bajo una luna desconocida. Un llamado.

 

Él no creía en el destino. Pero en ese instante, mientras sus últimos alientos se escapaban como bruma de invierno, supo que su alma no desaparecería del todo. Que algo, más allá de la muerte, lo arrastraría hacia una nueva batalla. Hacia un nuevo mundo.

 

Y entonces, dejó de sentir dolor. Dejó de sentir miedo.

 

Solo el eco de esa voz ancestral:

 

"Vengan... El futuro necesita de ustedes."


Izuku Midoriya, un niño de 4 años que estaba con su madre Inko Midoriya. Ambos encaminándose al doctor especialista, Izuku iba muy emocionado al esperar su peculiaridad, una vez en el doctor.

 

La sala del consultorio estaba fría, silenciosa. Izuku balanceaba los pies nerviosamente desde la silla, sin dejar de mirar la pantalla brillante que mostraba una imagen borrosa de sus huesos.

 

El doctor suspiró con resignación, cerrando la carpeta médica.

 

-No tiene un quirk.

 

Las palabras flotaron en el aire, pesadas, definitivas.

 

- ¿Está completamente seguro? - preguntó Inko, con la voz temblorosa y el rostro pálido. Apretaba la mano de su hijo con fuerza. - ¿No podría... manifestarse más tarde? -

 

El doctor negó con la cabeza y giró el monitor.

 

-Mire aquí- dijo, señalando. -Esta articulación en el dedo del pie... Los primeros estudios sobre quirks descubrieron que la mayoría de las personas con habilidades nacen sin ella. Es un indicador físico bastante confiable. Su hijo conserva la articulación. Es un patrón genético típico de aquellos sin quirk. -

 

Izuku no entendía todo lo que decían, pero comprendía lo esencial.

No podría ser un héroe.

 

-Es un caso completamente normal- añadió el doctor, como si eso aliviara el peso de lo dicho. -Un veinte por ciento de la población nace así. No es culpa de nadie. -

 

Las palabras no hacían eco. Eran huecas.

 

Inko tragó saliva y asintió, aunque sus ojos estaban empañados. Izuku solo miraba el suelo.

 

Había imaginado tantas veces cómo sería el día en que descubriera su poder. Había dibujado trajes, había soñado con salvar gente. Pero ahora, ese sueño parecía muy lejano, como si fuera de otra persona.

 

Entonces, por un instante, algo se movió dentro de él.

 

No era un quirk. No era nada que pudiera explicar.

 

Era una sensación silenciosa, invisible... Como si el mundo le hubiera cerrado una puerta, pero dentro de él quedara una ventana apenas entreabierta, dejando entrar un aire distinto, desconocido. Algo que ni siquiera tenía forma.

 

Y luego, nada.

 

La sensación se desvaneció como un suspiro.

 

Esa noche, en casa, su madre lo abrazó mientras lloraba.

 

-Lo siento... lo siento tanto, Izuku...

 

Él no dijo nada. No lloró.

No porque no doliera, sino porque... aún no entendía por qué sentía que eso no era el final.


- ¡Y mi quirk va a ser igual al de All Might! - decía Izuku, con una sonrisa brillante y los ojos muy abiertos, mientras mostraba a sus compañeros su cuaderno lleno de dibujos de héroes.

 

-Tú no tienes quirk, Deku- le respondió un niño con un brazo elástico que se estiraba como goma. - ¡Tu mamá lo dijo! ¡Mi papá la oyó en el trabajo del hospital! -

 

- ¡No es cierto! ¡Solo no ha salido todavía! - replicó Izuku, abrazando su cuaderno como si lo protegiera del mundo.

 

-¡Eres un mentiroso! - añadió Kacchan. -Y no puedes ser héroe si no tienes quirk. Solo los raros nacen sin uno Deku.-

 

Izuku retrocedió un paso, confundido. Sus mejillas se enrojecieron.

 

-Pero... ¡el doctor no dijo que yo no pudiera ser héroe! -insistió con voz temblorosa. -Solo dijo que no tenía un quirk... todavía. -

 

Los niños rieron. Uno le arrebató el cuaderno y lo lanzó al suelo.

 

- ¡No vas a salvar a nadie con dibujitos, Deku! -

 

Izuku corrió a recoger su cuaderno, con los ojos empañados y la voz trabada. Aún no sabía que llorar en público podía empeorar las cosas.

 

No entendía por qué dolía tanto. Ni por qué su pecho estaba tan apretado. Solo sabía que... algo no estaba bien.

¿Por qué él era diferente? ¿Por qué no era suficiente?

 

Esa noche, abrazado a su cuaderno como si fuera un escudo, susurró en voz baja:

 

-Tal vez... solo tengo que esperar un poco más. -


Edad: 14 años

 

El sol golpeaba fuerte sobre la pista de atletismo. Izuku corría con todas sus fuerzas, jadeando, empapado en sudor. Sus piernas ardían, sus pulmones quemaban, y aún así seguía adelante.

 

No por orgullo. No por rabia.

Solo porque no podía dejar de intentarlo.

 

A un lado, los demás usaban quirks para impulsarse más rápido, saltar más alto o multiplicarse para tomar atajos. Nadie se esforzaba como él. Nadie tenía que hacerlo.

 

- ¡Deku, ya bájate! ¡Estás arrastrándote como un gusano! —gritó Kacchan, entre risas.

 

Izuku no contestó. Se dobló de dolor, con las manos sobre las rodillas, y vomitó a un lado de la pista. Algunos se alejaron con disgusto.

 

La profesora no dijo nada.

 

Sentado en el césped al final de la clase, con los músculos temblando, Izuku apretó los puños contra el suelo. Miró sus propias manos, ásperas y torpes.

 

No servían para disparar fuego.

No se volvían invisibles.

No creaban hielo ni electricidad.

Solo... eran manos.

 

"¿Qué se supone que haga con esto...?"

La pregunta le pesaba cada vez más.

 

A lo lejos, un grupo hablaba de sus metas en la U.A.

Izuku bajó la mirada.

 

Él seguía soñando. Pero el mundo no le daba permiso.


Era de noche e Izuku recién salía de la escuela porque lo habían castigado por algo que él no había hecho, Kacchan estaba golpeando a un niño en el receso y el solo quería ayudar, no esperaba meterse en problemas, pero terminó teniendo el castigo (que debió recibir Kacchan y no Izuku) y ahora está saliendo a las 7:15 pm de la escuela, por suerte él vive a solo unas cuadras de la escuela, se estaba haciendo más tarde así que decidió tomar un atajo por debajo de un puente hasta que se empiezan a escuchar sonidos extraños saliendo de la alcantarilla debajo de los pies de Izuku, pero era demasiado tarde para correr cuando el villano de lodo lo alcanzó.

 

-Tú me servirás para esconderme de todos esos héroes- mientras comienza a envolverse en el cuerpo de Izuku.

 

Izuku arañó y pataleó, pero no podía librarse, intentó gritar, pero el lodo empezó a ingresar por la boca y por las fosas nasales. ¿Él iba a morir? ¿Asfixiado sin haber hecho nada en su vida?

 

De repente algo cambió, sintió jalones, pero no se veía nada ni a nadie, no recordaba a ningún héroe que tenga peculiaridad de invisibilidad así que tenía que ser alguien más hasta que logró salir del lodo.

 

- ¡¿Qué está pasando?! ¿Dónde estás? – decía alarmado el villano intentando encontrar al responsable de arrebatarle a su víctima.

 

Frente de Izuku aparece de pie sobre la acera, un hombre delgado de cabello blanco verdoso, ojos morados afilados y una expresión impasible, vestía ropas claras y parecía haber salido de una época distinta.

 

El villano de lodo retrocedió como si hubiera reconocido algo peor que la muerte.

 

- ¿Qué... ¿Quién eres? -gruñó la criatura, reagrupándose.

 

El extraño no respondió de inmediato. Solo lo miró con una calma fría, casi desinteresada.

 

-No es de tu incumbencia- dijo finalmente con voz baja, antes de levantar su mano derecha, dos dedos al frente.

 

Un destello tenue surgió en sus ojos.

 

En un parpadeo, el villano gritó, como si algo invisible lo hubiese atravesado. La masa de lodo se desarmó y se dispersó contra una pared. No quedó nada más que un charco inerte.

 

Izuku seguía en el suelo, con la garganta ardiente, observando con los ojos desorbitados.

 

-¡T-tú...! ¿Qué hiciste? ¿Eso fue un... ¿Un capricho?-

 

El hombre se giró lentamente hacia él. Su mirada era directa, pero no hostil.

 

-Llámalo así si quieres- dijo con un tono que no invitaba a preguntas.

 

Se agachó un poco, analizando a Izuku.

 

-Estás bien. Eso es suficiente. -

 

- ¿Q-quién eres? ¿Cómo... sabías que estaba en peligro? -

 

-Tengo mis formas de percibir lo que otros no ven. -

 

Izuku se quedó sin palabras. Algo en su presencia era... antiguo. Inmóvil. Como si el mundo moderno no terminara de tocarlo.

 

- ¿Eres un héroe? -preguntó, aun jadeando.

 

El hombre entrecerró los ojos. Luego se irguió y comenzó a alejarse.

 

-Los héroes... usan trajes brillantes y hacen discursos. Yo no hago ninguna de las dos cosas. -

 

- ¡E-espera! ¡Al menos dime tu nombre! -

 

El extraño se detuvo. Sin girarse, murmuró:

 

-Yushiro. -

 

Y desapareció en la noche.

 

Izuku se quedó ahí, temblando. No solo por el susto, sino por la extraña energía que ese encuentro había dejado. Como si algo dormido en su interior hubiese abierto los ojos por primera vez. Yushiro estaba escondido en las sombras vigilando que Izuku llegue bien a casa hasta que se percató de que Izuku no paraba de toser la baba del villano de lodo, así que Yushiro salió de las sombras y se dirigió a Izuku.

 

La sala de urgencias del hospital general de Musutafu estaba llena de luces brillantes y un aire artificial. La recepcionista apenas levantó la vista cuando Yushiro cruzó las puertas, cargando a Izuku.

 

-Fue atacado por un villano- dijo Yushiro con calma tensa. -Necesita atención médica. -

 

La mujer asintió y comenzó a teclear.

 

-Nombre del paciente. -

 

-Midoriya Izuku- respondió el joven con voz débil.

 

Yushiro lo miró de reojo. El chico estaba pálido, tembloroso, y apenas podía sostenerse de pie.

 

- ¿Edad? -preguntó la recepcionista.

 

-Catorce. -

 

- ¿Tipo de quirk? -

 

Antes de que Izuku pudiera responder, una voz proveniente del fondo del pasillo interrumpió:

 

- ¿Midoriya Izuku? -

 

Un médico de mediana edad, con bata blanca y gafas, se acercó lentamente, reconociendo al chico de inmediato.

 

- ¿Eres tú? El niño del caso clínico sin quirk... ¿Verdad? -

 

La recepcionista lo miró, curiosa. El doctor se volvió hacia ella.

 

-Lo vi hace unos años con su madre. Confirmado: sin quirk. Totalmente inactivo. -

 

El ambiente cambió. La recepcionista dejó de teclear. El murmullo entre el personal se volvió incómodo, casi invisible, como un susurro que flotaba entre las luces frías.

 

-Ah… Ya veo- dijo finalmente la mujer, con un tono más distante.

-Entonces… según protocolo, los recursos de urgencias para víctimas de ataques quirks están priorizados para ciudadanos con habilidades registradas. -

 

- ¿Qué estás diciendo? -Yushiro entrecerró los ojos.

 

-Hay centros comunitarios en el distrito siete- continuó ella, como si recitara un guion. -Atienden personas sin quirk. Pero están algo saturados. Podría llamar un taxi… si desea. -

 

Izuku bajó la cabeza. Ya ni siquiera se sorprendía.

 

Yushiro dio un paso hacia el mostrador, y por un instante, su presencia hizo que el aire se sintiera más denso.

 

-Lo han rechazado por no tener un poder que no pidió. Interesante mundo moderno. -

 

-Señor... le pido que no cause problemas- intervino otro enfermero con voz tensa.

 

Yushiro guardó silencio unos segundos.

 

Luego, giró sobre sus talones y se llevó a Izuku con él, sin decir una palabra más.


Afuera, la noche era densa y pesada.

 

Izuku caminaba en silencio junto a su salvador, sin saber a dónde iban. Cuando Yushiro sacó un teléfono pequeño y antiguo, Izuku solo lo miró con extrañeza.

 

-Aquí Yushiro. Tengo al chico. El hospital se negó... por la razón habitual. Necesito extracción inmediata. -

 

Una pausa.

 

-Sí. A la Finca Mariposa. -

 

Izuku apenas alzó la voz.

 

- ¿Qué es eso? -

 

Yushiro lo miró de reojo, su tono inexpresivo.

 

-Un lugar donde no se mide tu valor por un poder. -

 

Poco después, un vehículo silencioso, negro y sin identificación, se detuvo frente a ellos. De él bajaron dos figuras vestidas con ropajes tradicionales oscuros, cubiertos con máscaras: los Kakushis.

 

No dijeron palabra. Solo extendieron una camilla y con suavidad colocaron a Izuku sobre ella. Él intentó hablar, pero sus párpados pesaban demasiado. Todo lo ocurrido lo agotaba, lo sumergía.

 

Yushiro se inclinó sobre él antes de que se durmiera.

 

-Descansa, chico. El mundo ha olvidado lo que es real. Pero tú lo recordarás. -

 

El motor del vehículo rugió en silencio, perdiéndose en la noche.

 

La oscuridad no siempre es maligna. A veces, es el único refugio para quienes la luz ha rechazado.

 

Demon (Demon Slayer Supplement) - D&D Wiki Demon Slayer Kimetsu no Yaiba Kakushi Cosplay Costume - CosplayClass

                   Yushiro                                                                    Kakushi

Chapter 2: El jardín donde florece lo olvidado

Summary:

Izuku Midoriya despierta en la Finca Mariposa, un lugar lleno de belleza natural y quietud, donde los sentidos se despiertan lentamente. Allí es recibido por Yushiro, un misterioso hombre que lo rescató del ataque del villano de lodo. Yushiro revela fragmentos de un pasado olvidado: existió una organización llamada los Cazadores de Demonios, que lucharon contra criaturas nacidas de la oscuridad. Él mismo fue un demonio aliado de esa causa, y ahora busca rastros de aquel legado en el presente.

Yushiro insinúa que en Izuku hay algo más allá de los quirks: una resonancia antigua, una respuesta del alma. Lo guía a un altar donde le entrega una katana negra, un arma que parece viva, nacida de otra era. Izuku siente por primera vez que tiene un propósito, incluso sin un quirk. Esa noche, mientras contempla la luna y sostiene la espada, algo dentro de él despierta.

Una nueva posibilidad se abre: no como heredero de un poder genético, sino como portador de una llama ancestral. Alguien oculto lo observa en silencio, reconociendo que algo viejo… ha vuelto a nacer.

Chapter Text

El primer sentido que volvió fue el olfato.

 

Un perfume dulce, casi irreal, lo envolvía. Era una mezcla embriagadora de glicinas, tierra húmeda y algo que no podía nombrar, como si la esencia de los sueños flotara en el aire.

 

Luego, el oído.

 

El zumbido delicado de insectos. El murmullo del viento meciendo hojas. Un canto lejano de algún ave nocturna.

 

Finalmente, la vista.

 

Izuku abrió los ojos con lentitud. Parpadeó varias veces hasta que la luz suave dejó de dolerle. Un dosel de ramas cubiertas de glicinas se alzaba sobre él, meciéndose como si el propio cielo respirara. Estaba recostado sobre un futón mullido, cubierto por una manta liviana bordada con mariposas.

 

A su alrededor, la habitación era amplia, de madera cálida y puertas corredizas abiertas que daban a un jardín interior. Mariposas revoloteaban sin miedo, posándose en las flores y sobre los postes. Mariquitas caminaban sobre hojas, y entre los árboles colgaban campanillas de cristal que tintineaban con la brisa.

 

Izuku se incorporó con esfuerzo. Su cuerpo aún dolía, pero ya no era una agonía punzante. Solo un cansancio profundo.

 

—Estás despierto. —La voz vino desde una esquina de la habitación.

 

Yushiro estaba de pie, sin moverse, como una estatua que aguardaba algo. La luz del jardín le daba un aire casi irreal.

 

—¿Dónde… dónde estoy? —murmuró Izuku, aún desorientado.

 

—La Finca Mariposa —respondió Yushiro, caminando hacia él con pasos lentos—. Un santuario. Uno de los pocos lugares donde el pasado aún tiene raíces.

 

Izuku frunció el ceño.

 

—¿El pasado?

 

Yushiro se detuvo frente a él. Por un momento, no dijo nada. Solo lo observó con esos ojos lilas, filosos, que parecían ver más allá de la piel.

 

—Has sido testigo de un fragmento de lo que el mundo ha olvidado, Midoriya Izuku. El ataque que sufriste… no fue coincidencia. Y la reacción de ese villano al verme… tampoco.

 

Izuku intentó recordar los detalles. El rostro de miedo del villano de lodo. El dolor. Y luego, aquella sensación... como si algo antiguo despertara dentro de él.

 

—¿Quién eres tú en realidad, Yushiro?

 

Una sombra cruzó el rostro del hombre.

 

—Alguien que ha vivido más de lo que le correspondía —respondió, sin arrogancia—. Sobreviví a una era de monstruos. Y ahora... estoy buscando a quienes puedan recordar ese tiempo. Aunque sea con otras caras.

 

Izuku tragó saliva.

 

—¿Otras caras?

 

Yushiro se volvió hacia la puerta abierta.

 

—Ven. Hay algo que debes ver.


El jardín exterior era incluso más hermoso de lo que parecía desde la habitación. Un lago de aguas transparentes ocupaba el centro, rodeado de glicinas, sauces y caminos de piedra. Mariposas blancas y violetas bailaban sobre el agua, que reflejaba el cielo anaranjado del amanecer.

 

Yushiro caminaba por el sendero con la misma calma con la que hablaba.

 

—Hace siglos, existió una organización secreta llamada los Cazadores de Demonios. Humanos que dedicaron su vida a erradicar a criaturas surgidas de la oscuridad. Pero la historia los borró. Como si nunca hubieran existido. Como si el mundo los hubiera soñado.

 

Izuku lo seguía, aún procesando.

 

—¿Y tú... eras uno de ellos?

 

—Fui parte del legado —respondió—. No un cazador. Pero sí un aliado. El último demonio vivo que luchó contra su propia especie.

 

Izuku se detuvo.

 

—¿Eres... un demonio?

 

Yushiro se giró, con expresión severa.

 

—Lo fui. Pero lo importante no es lo que fui... sino por qué sigo aquí.

 

El viento sopló con fuerza, haciendo que las glicinas susurraran.

 

—¿Por qué me trajiste aquí entonces?

 

Yushiro alzó el mentón, como si eligiera sus palabras con extremo cuidado.

 

—Porque tú, Izuku, eres un eco. No de sangre. No de herencia. Pero tu alma... ha respondido. Aunque aún no lo entiendas, algo antiguo en ti se activó. El mundo moderno cree que los poderes vienen del ADN, de la ciencia. Pero hay cosas que están más allá. La respiración, la voluntad, el espíritu.

 

Izuku bajó la mirada, recordando los dibujos de héroes, las risas de sus compañeros, el rechazo del hospital.

 

—¿Y qué soy yo entonces?

 

—Aún nada —dijo Yushiro sin suavidad—. Pero podrías ser algo que este mundo necesita, aunque no lo sepa.


Esa mañana, Izuku fue guiado a una pequeña casa anexa, donde le entregaron ropa cómoda: un yukata blanco con estampados sutiles de glicinia. El ambiente era tan diferente de la ciudad que parecía estar en otro país... u otro tiempo.

 

Después del desayuno, Yushiro lo condujo a una habitación cerrada con una puerta de madera sellada con papel antiguo.

 

—Aquí es donde empieza tu verdadero camino —dijo, mientras empujaba la puerta.

 

Dentro, la luz era tenue. Las paredes estaban cubiertas de pergaminos antiguos, y en el centro había un altar bajo con una caja de madera negra.

 

—¿Qué es eso?

 

—Un legado olvidado. Uno que solo responde a quienes están listos. Acércate.

 

Izuku lo hizo. La caja era simple, pero su mera presencia imponía. Cuando la tocó, sintió una descarga. No eléctrica. Era como si su corazón hubiese dado un salto.

 

—Ábrela —susurró Yushiro.

 

Izuku obedeció.

 

Dentro, cuidadosamente envainada, había una katana negra como el carbón. Su tsuba tenía la forma de un lobo aullando. El mango estaba envuelto en hilo blanco y rojo.

 

El aire en la habitación pareció vibrar.

 

—Esa espada no fue forjada en esta era —dijo Yushiro en voz baja—. Fue devuelta al mundo por razones que ni siquiera yo comprendo del todo.

 

Izuku la sostuvo. Era pesada. Viva. Como si tuviera un pulso propio.

 

—Tu camino... no dependerá de quirks. Sino de lo que el alma puede alcanzar cuando se libera del miedo —dijo Yushiro.

 

Izuku no respondió. Algo en su pecho ardía. Como cuando tenía cuatro años y sintió esa extraña ventana en su interior. Solo que ahora... la ventana estaba abierta de par en par.


Esa noche, Izuku no pudo dormir.

 

Se levantó y salió al jardín. Se sentó junto al lago, con la katana en su regazo.

 

Miró la luna reflejada en el agua. Recordó la voz en la oscuridad. El rechazo. Las risas de sus compañeros. El lodo asfixiante.

 

Y luego, la calma en los ojos de Yushiro. El murmullo de las glicinas. El temblor de la espada en sus manos.

 

—No tengo quirk —murmuró para sí—. Pero tengo esto.

 

No sabía qué era exactamente. Pero por primera vez… no se sentía vacío.

 

Una mariposa blanca se posó sobre la vaina de la espada.

 

Y en algún rincón del jardín, oculto por las sombras, alguien lo observaba.

 

No con hostilidad.

 

Sino con reconocimiento.

 

Porque Izuku Midoriya ya no era solo un niño sin poder.

 

Era una llama encendida.

 

Un renacer.

 

El principio de algo que ni él mismo entendía.

 

Y entre los árboles, una voz apenas audible, como un eco de otra vida, susurró:

 

—La respiración del lobo... ha despertado.

 

                               La katana

Chapter 3: Lobo y reencarnación

Summary:

Izuku Midoriya, mientras se recupera en la Finca Mariposa, es guiado por un llamado interior hasta un claro en el bosque, donde conecta con un lobo negro. Este encuentro despierta en él una nueva técnica: la Respiración del Lobo, basada en instinto y fuerza espiritual. Tras desarrollar sus seis formas, comienza a entrenar, pero se frustra por su falta de precisión.

Es entonces cuando aparece Iguro Obanai, antiguo Pilar de la Serpiente reencarnado, quien decide entrenarlo. Con su ayuda, Izuku perfecciona su estilo a lo largo de diez meses, combinando la ferocidad del lobo con la precisión de la serpiente. Al final, deja de ser solo un chico sin quirk y se convierte en el primer espadachín de la Respiración del Lobo

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La noche había caído sin advertencia sobre la finca mariposa. El murmullo de los árboles y el canto lejano de los insectos nocturnos llenaban el aire, mientras una bruma ligera se extendía como un suspiro por los caminos de piedra. Las glicinias parecían dormir bajo la luz de la luna.

Izuku Midoriya no podía dormir.

Algo en su interior palpitaba. Como si su alma estuviera golpeando contra una puerta que no sabía como abrir. Tomó la katana que le había sido entregada y, sin decir palabra, cruzó los jardines y se adentró en el bosque que se encontraba detrás de la finca mariposa.

El bosque era espeso, vivo. Cada hoja parecía observarlo, cada rama se movía como si respirara. Izuku no sentía miedo, pero si un respeto profundo. Algo antiguo vivía allí.

Caminó por el bosque sin rumbo. Solo seguía a un tirón en su pecho, como un hilo invisible que lo arrastraba hacia lo desconocido. Cruzó un arroyo, escaló un pequeño risco cubierto de musgo y llegó a un claro oculto entre los árboles.

Allí lo vio.

Un lobo solitario, de pelaje negro, bebía del arroyo. Alzando la cabeza, sus ojos dorados se encontraron con los de Izuku. El tiempo pareció detenerse. No hubo amenaza, solo una calma salvaje.

Izuku dio un paso adelante, el lobo no se movió.

-No sé por qué estoy aquí... pero siento que tú si lo sabes- murmuró Izuku.

El lobo caminó hacia él con elegancia. Se detuvo a centímetros de su mano. Izuku extendió los dedos con lentitud El lobo froto su cabeza contra ellos.

Algo en el alma de Izuku se abrió.

Una fuerza instintiva se encendió en su interior, como si su respiración se sincronizara con los latidos de la tierra. La katana en su mano vibro y con eso el tsuba de la katana empezó a cambiar, ahora la cabeza del lobo parecía incrustada en la katana justo donde se encontraba el tsuba. Izuku cerró los ojos, inhaló profundamente, y lo supo.

Abrió los ojos y habló:

-Respiración del lobo, primer aullido: Zarpazo lunar (un corte ascendente y curvo que imita el zarpazo de un lobo. Izuku da un salto corto y lanza un tajo diagonal con gran velocidad, ideal para decapitar demonios de forma limpia y rápida...)

El lobo aulló. No de advertencia, sino de llamado. Así empezando a llegar una manada de lobos que acudían al llamado sentándose alrededor de Izuku mientras Izuku continuaba haciendo las posturas de la respiración.

Izuku continuó, guiado por la conexión con el lobo alfa:

Segundo aullido: Eco del Bosque (Movimientos en zigzag para confundir al enemigo, generando "ecos visuales/copias" de Izuku a su alrededor mediante la vibración del aire.)

Tercer aullido: Caza Solitaria (Una serie de ataques rápidos y consecutivos en línea recta, como si Izuku fuera una flecha impulsada por instinto puro.)

Cuarto aullido: Aullido Crepuscular (Un grito silencioso del alma: Izuku libera su presión espiritual en un área amplia durante un instante, paralizando momentáneamente al enemigo con un aura feroz.)

Quinto aullido: Presa Entre Sombras (Izuku se esconde en su respiración, haciendo que su cuerpo emita menos calor y sonido. Un arte de sigilo absoluto seguido de una estocada letal directa al cuello.)

Sexto aullido: Furia del Alfa (Solo se usa como último recurso Izuku acelera su respiración al límite, permitiéndole una ráfaga de ataques devastadores en un estado de trance animal. Su katana vibra como si rugiera.)

Cuando terminó, Izuku cayó de rodillas, jadeando, con la katana aún vibrando entre sus dedos. El lobo alfa se acercó y se sentó a su lado.

-Gracias -susurró Izuku, con lágrimas silenciosas en los ojos. No sabía porque lloraba. Solo sabía que algo dentro de él ya no era el mismo.

El lobo alfa bajó su hocico y tocó su frente. Un pacto sellado sin palabras


El amanecer se filtraba entre las glicinas, tiñendo el cielo de tonos pulidos. Los pájaros trinaban en lo alto, y el aire olía a tierra renovada. Izuku se encontraba en el claro del bosque, el lobo a su lado como una sombra fiel. La katana descansaba en su regazo, y su cuerpo, aunque cansado, ardía con energía contenida.

Habían pasado varias semanas desde que despertó la Respiración del Lobo. Desde entonces, entrenaba cada día con una determinación feroz. Cada postura, cada aliento, cada corte era un paso más hacia el dominio de su propio poder. Pero sabía que aún era torpe. Que su alma ardía, pero su técnica carecía de la fineza necesaria para hacerle justicia a la espada que llevaba.

Esa mañana, mientras ensayaba el Cuarto aullido: Aullido Crepuscular, su katana se desvió unos centímetros, desbalanceando la secuencia. Cayó de rodillas con frustración.

—Demasiada presión espiritual—dijo una voz serena y cortante desde el borde del claro.

Izuku se giró de inmediato.

Allí, entre las sombras de los árboles, un hombre alto y delgado observaba. Su cabello oscuro caía en mechones desordenados, y su uniforme tradicional negro contrastaba con su piel pálida. Alrededor de su cuello, una serpiente blanca con marcas en forma de diamante se deslizaba con lentitud, como si también examinara a Izuku.

—El impulso debe nacer del talón, no de la cadera. O perderás el centro de gravedad en el tercer paso.

Izuku lo miró con asombro. Algo en la presencia de ese hombre le erizaba la piel. No por miedo, sino por respeto. Era como si una sombra antigua hubiera cobrado forma.

—¿Q-qué?

—Soy Iguro Obanai —dijo con calma, como si el nombre significara algo para ambos, aunque solo uno lo recordara del todo.

La serpiente alzó la cabeza y siseó, como si saludara.

—Y este es Kaburamaru. No te preocupes, no muerde. Mucho.

Izuku parpadeó.

—¡E-espera! ¿Eres un cazador de demonios? ¡Eres una reencarnación!

Iguro asintió lentamente.

—Con todos mis recuerdos intactos. Desperté antes que la mayoría, y he estado buscando signos de los antiguos pilares. Hasta que sentí tu presencia. Tu espada. Esa respiración...

Izuku se inclinó con respeto.

—Estoy aprendiendo la Respiración del Lobo. Pero mis movimientos son torpes. No tengo a nadie que me guíe.

Iguro se acercó, y Kaburamaru se enroscó con tranquilidad en su cuello.

—Tu problema no es la forma. Es la precisión. El lobo ataca por instinto, sí, pero también mide cada centímetro de su presa. Debes aprender a observar como una serpiente. Medir la distancia. El ángulo. La respiración del enemigo.

Izuku lo miró atento mientras Iguro sacaba una pequeña vara de bambú.

—Ponte en posición. Te mostraré dónde fallas.

Así comenzó su verdadero entrenamiento.

Durante semanas, Iguro lo guió. No con elogios ni aplausos, sino con silencio, correcciones precisas y pruebas constantes. Hacía que Izuku golpeara hojas en movimiento, partiera frutas lanzadas al aire, y cortara ramas sin dejar daño al tronco.

Kaburamaru se convertía en parte del ejercicio: se deslizaba por el suelo, y Izuku debía moverse sin pisarlo. A veces se enroscaba en su brazo y le marcaba el ritmo con sus movimientos.

—Respira. Observa. Ataca. No al revés —decía Iguro, una y otra vez.

Poco a poco, la espada de Izuku dejó de temblar. Cada forma de la Respiración del Lobo se volvió más aguda, más limpia. El primer aullido: Zarpazo lunar, se convirtió en su favorita: un corte ascendente que imita el zarpazo de un lobo.

Una noche, mientras practicaban junto al lago, Iguro lo observó en silencio. Luego, por primera vez, habló con voz menos distante.

—Cuando fui cazador... tenía miedo. Miedo de no ser suficiente. De no estar a la altura. Pero Mitsuri me enseñó que la fuerza no está en la perfección, sino en el deseo de proteger.

Izuku bajó la mirada.

—También tengo miedo.

Iguro asintió.

—Bien. Eso te mantendrá vivo.

Kaburamaru se deslizó hacia Izuku y se enroscó en su brazo. Por un instante, el chico sintió un calor distinto. Una aceptación.

—Tu espada no está sola —dijo Iguro—. Porque tu corazón no lo está.

Y así, bajo el cielo estrellado, el entrenamiento continuó. Diez meses de sudor, de cortes, de errores y aprendizajes. Y al final de ese camino, Izuku Midoriya ya ya no sería solo un muchacho sin quirk.

Sería un espadachín.

Un heraldo del pasado.

Y el primer usuario de la Respiración del Lobo.

 

                                        Aquí tienen a nuestro querido lobo                                                       Iguro