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Contracorriente: La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair

Chapter 2: Redes Invisibles

Summary:

Título Original, "Mentores y Tributos"

Chapter Text

—¿Tu hermano necesita la medicina?

Wade casi se cayó de su asiento al escuchar la suave voz de Annie tras él. Sobresaltado, parpadeó, intentando disimular. Había estado tan distraído que ni siquiera notó su presencia en el vagón. Nunca había estado en un lugar tan elegante, y todo lo que lo rodeaba capturaba su atención. Aunque... ella no parecía tan ajena a sus alrededores. "Ella es de la zona alta", recordó. Eran del mismo distrito, pero no podían ser realidades más distintas. 

—Buena intuición, señorita Cresta. ¿Qué me delató?

—Tu gemelo. Apenas y se movía... No tienes que hablar de ello si te incomoda. Solo quería decirte que me parece noble... Bueno, lo más noble que puede ser sacrificarse por un hermano— Annie bajó la mirada, esperando haberse dado a entender.

—Lo sé. Ayudar a un hermano no se siente como algo grande. Menos si es menor. Es la única opción... Él haría lo mismo por mí. Supongo que tu hermano también lo habría hecho. Siento lo de su crisis. No debieron esperar que salieras cosechada.

—No, obvio no. Creo que nadie lo espera.

—Te deben odiar mucho para no ofrecerse en tu lugar— Wade lo dijo tras un rato de silencio, con una franqueza que hizo eco en la sala.

—No sé qué ocurrió, pero yo no hice daño alguno para ganarme el odio de nadie— su voz era firme, pero sujeta a una fragilidad que trataba de esconder.

—No lo dije como insulto. Estoy seguro de que no lo provocaste. A veces uno no hace nada para generar odio. Solo lo recibe— Wade desvió la mirada, apenado.

—Sea como sea, ya estoy aquí. Ya estamos aquí. ¿Cuánto crees que tardaremos en llegar?

—Dijeron que mañana. ¿Por qué?

—Por nada. Solo... para saber. ¿Sabes algo de nuestros mentores?

—Brillan por su ausencia, ¿no? No te perdiste de nada.

—¿Quiénes crees que sean?

—Ojalá sea Odair. ¿Sabes de él, verdad?

—Creo que no hay nadie en el 4 que no. Es una leyenda viva, después de todo.

No era una exageración. Finnick Odair se había convertido en el ganador más joven en la historia de los Juegos, con tan solo catorce años. Ahora, cinco años después, su nombre seguía resonando en todos los rincones del distrito.

Para Annie, él solo era— fue —el chico del tridente en el muelle. El niño que la salvó, hacía ya casi 10 años atrás. Y ahora tenía que volver a hacerlo

—Si él pudo hacerlo, cualquiera puede hacerlo.

—Ojalá tengas razón, Wade. Ojalá.

—¡Es cuestión de actitud, Annie!

—Y a ti te sobra, ¿no es así? Por favor, mantente así. Te hará bien.

—¡Eso seguro! Y si no yo... ojalá seas tú. Se nota que te quieren de vuelta en casa.

Annie asintió. De repente, las palabras de Wade la conmovieron. El chico lo notó y decidió cambiar de tema.

—¿Tienes más hermanos?

—No. Soy la menor en casa.

La pequeña Annie Cresta . Tiene sentido— Wade sonrió de lado, recordando algo de la cosecha.

—¿Tú tienes? Además de tu hermano, digo. No me dijiste su nombre.

—Zale. Y también tengo una hermana pequeña. Loire. Tiene siete años.

—Wade, Zale y Loire Seaver. Lindos nombres. Mi hermano se llama Marlowe. Marlowe Cresta.

—¡A él lo ubico! Ya está rondando el puesto de capitán y todo.

—De una pequeña embarcación, pero sí. Quiere ser un verdadero capitán. Aunque mis padres no lo apoyan. Dice que la vida en tierra es aburrida.

—Yo soy de esos. Si pudiera, solo viviría en el mar. ¿Tú qué quieres ser?

—No sé. Maestra, quizá. Me gustan los niños. Pero creo que esperan que sea ama de casa. Una esposa trofeo de algún hijo de alcurnia, pero nada más. Muy aburrido.

—¿No te gusta el mar? ¡Creí que eras del 4!

—Me gusta. Pasear en la orilla, nadar, pescar. Pero nada de barcos. Marlowe y yo jugábamos a ver quién pescaba más, y siempre le ganaba a su trincho con mi red. 

—Eres un trofeo raro, Annie. ¡Una chica que pesca mejor que los pescadores!

Ambos rieron. Wade la miró con nostalgia.

—Extrañaré a mi chica rara...

—¿Tienes novia?

Wade asintió.

—Marina Sinclair.

Annie no pudo evitar sonreír. Aquel nombre no le sonaba. Pero por cómo hablaba de ella, podía sentir lo importante que era para él.

—Todavía me cuesta creer que haya querido estar conmigo. Si la conocieras... estaba fuera de mi alcance. Pero de alguna forma, ella me ama. Verla llorar hoy... nunca me perdonaré haberle hecho ese daño —la voz se le quebró. Annie le puso una mano en el hombro, un gesto torpe de apoyo. Necesitaba intentar consolarlo.

—Hiciste lo que creíste correcto. Seguro ella lo entiende.

Wade esbozó una sonrisa débil, agradecido. Antes de que pudiera responder, las puertas del salón se abrieron. Sena entró primero, guiando la tríada.

A un lado iba una mujer de edad avanzada, de cabello rizado y grisáceo que sobresalía de su menuda figura. Aún quedaban rastros de la belleza que debió tener en su juventud. Mags Flanagan , la primera vencedora del Distrito 4. Una leyenda, a la altura del joven rubio que la escoltaba, sirviéndole de apoyo. Finnick Odair .

—Me alegra ver que se llevan bien. Sería una ventaja jugar en equipo... hasta que sea necesario ir en solitario—comentó Finnick, con esa sonrisa ambigua que no permitía distinguir cuánto de lo que decía era en serio. —¿Verdad, Mags?

La mujer asintió y se sentó frente a ellos. Finnick hizo lo mismo. Annie lo miró de reojo, disimuladamente. "No va a recordarte, Annabel. Ni lo esperes" , se dijo.

—A veces... pero otros distritos... traicionan...—dijo Mags, con dificultad, pero sin dejar lugar a dudas. Finnick asintió.

—Lamento no haber estado en la cosecha. Hubo un imprevisto. Sena ya nos contó un poco sobre ustedes... siempre adelantándose.

—Es mi trabajo, Finnick—dijo la morena, sonrojándose bajo su sonrisa. Annie había oído rumores sobre el carácter seductor de Finnick, pero ver a una mujer treintona coquetearle a un chico de diecinueve se sentía... incorrecto . Mags tampoco parecía complacida, fulminando a Sena con la mirada. 

—En el 4, los mentores entrenan a su contraparte. Mags fue mi mentora y de muchos otros tributos. Y ella se encargará de ti...—Finnick se volvió hacia el chico.

—Wade Seaver—dijo Sena, cortándolo antes de poder presentarse. Mags no disimuló su molestia. Annie también notó la sombra de enojo que cruzó el rostro de Finnick antes de que se forzara a sonreir, similar a como hacia de niños cuando lo regañaban por algo que él consideraba tonto.

—¿No dijiste que tenías que ver a Portia, Sena? No querrás ir al Capitolio vistiendo ese desastre—dijo Finnick, alzando una ceja.Sena palideció.

—¡Cierto! Los dejo. ¡Buena tarde! —saludó apresurada, desapareciendo tras la puerta. Finnick reprimió una carcajada.

—Siempre funciona. Cuatro años y todavía no aprende—comentó Mags entre risas.

—Si los fastidia, solo mencionen su cabello o ropa. Saldrá corriendo a arreglarse—dijo Finnick, encogiéndose de hombros. Mags volvió su atención a Wade.

—Un placer, Wade. ¿Qué edad tienes?

—Quince.

—Tan joven... pero es buena edad. Te ves fuerte. ¿Entrenabas en casa?

—Trabajaba en el puerto después de la escuela. Ayudaba con el cargamento y con las redes—explicó Wade.

—Real. Eso me gusta—Mags asintió, complacida. Finnick se volvió hacia Annie.

—¿Con quién tengo el placer de trabajar este año?

—Annie Cresta.

Finnick la miró, desconcertado, por varios segundos. Incluso Mags lo notó.

—El placer es mío—murmuró Finnick, tomando su mano y besándola suavemente una vez recordó que lo observaban. Annie sintió que se ruborizaba—. Curiosa cosecha la de este año —dijo él, más para sí mismo—. ¿Entrenaste antes, Annie?

—Mi padre nos obligó a asistir a los entrenamientos del colegio, pero no era buena.

—Lo dudo. Y si es así, para eso estoy aquí. ¿Con qué te sientes cómoda?

—Redes, trampas... pero para peces. No creo que sirva.

—No subestimes tus trampas. A menudo, el hambre mata más que las armas. Escucha, observa y confía en mi, pero principalmente, en ti. Conozco a más mentes creativas entre los vencedores que a asesinos profesionales, lo creas o no. ¿Puedes prometer que harás lo que te pedí, Annie?

—Lo haré, Finnick.

Mags la miró con interés.

—Cresta... ¿Eres hija del concejal?

—Sí, la menor. ¿Por qué?

Mags intercambió una mirada con Finnick.

—Nada... solo es raro ver a alguien de la alcaldía aquí. A menos que se ofrezcan voluntarios... Interesante cosecha, sin duda .




(...)




—¿Cómo los viste, Mags?

—¿La verdad? Difícil decirlo. Siempre lo es, pero ahora más.

Annie y Wade se habían ido a la cama hace rato, dejándolos solos, reviendo la transmisión de la cosecha que Sena les había hecho llegar minutos atrás.

—¿Tenías que preguntarle lo del concejal?

—Sí, tenía que hacerlo. Sabes bien que las urnas están trucadas... Su nombre no debió estar ahí. Era muy poco probable, al menos.

—La suerte no estuvo de su parte, eso es todo.

—Snow contento no estará. Tampoco Aurades. Menos Aurades. Él odia que las cosas se salgan de control.

—Por eso mismo dudo que lo estén. Aurades es obsesivo, pero Snow... lo es, sí, pero también disfruta jugar a controlar el azar. Jugar con las ilusiones de la gente, darles "justicia" para que no la busquen de otros modos. Annie fue el chivo expiatorio... Pero no voy a dejar que lo sea, si me entiendes. Voy a salvarla.

—Conoces mucho a Snow, ¿no, Finnick?—. El rubio notó el evidente tono reprobatorio de la anciana y suspiró.

—Con todo el respeto que sabes que te tengo, son mis asuntos.

—Lo sé. Ya no eres un niño. Te quitaron eso cuando te permitieron ser voluntario años atrás...

—¿Podemos dejar el sermón para otro día? Hoy ya fue demasiado largo.

—Como desees, Finn... El chico necesita ganar, mi vida, ¿entiendes eso, verdad?

—Lo sé. Lo entiendo. Vengo de donde él, después de todo. Nadie se ofrece a esa edad, con esa preparación, por gusto. Necesita ganar . Tiene suerte de tenerte a ti de su lado. 

—Pero tú quieres que gane Annie, ¿no? Casi parece que la conoces de antes— insinuó, haciendo que Finnick suspirara. Mags siempre sabía leerlo.

—¿Fue tan evidente?— la mujer asintió con una sonrisa triste, como si pudiera anticipar una tragedia.

—Pero dudo que ella lo recuerde. Éramos muy niños, y al lado de la vida perfecta que tenía antes de esto, yo no fui nada importante para ella. Hablamos un par de veces, y no la volvi a ver...— mintió. Fueron amigos, pero ya no más. Que él lo recordara distinto era su problema, y el mótivo porque haría todo por salvarla —.Jamás pensé volver a hacerlo, mucho menos en estas circunstancias.

—El mundo es pequeño, Finnick.

—Lo confirmo todos los días, Mags.




(...)




Annie no podía dormir.

Extrañaba su cama, el murmullo distante del mar arrullándola en noches de insomnio. El camisón que le habían dado se sentía ajeno, como todo en ese cuarto.

¿Estaría Wade dormido? ¿En qué pensaría si no lo estaba? ¿Qué estarían haciendo en casa ahora? ¿Y sus mentores, tan tarde en el salón? ¿Sobre qué hablaban?

Sabía que debía dormir. Por la mañana tendría que verse radiante, sonreír a quienes la recibieran y mostrarse siempre dispuesta a charlar con ligereza. Tenía que gustarles.

Si lograba ganarse al Capitolio, tal vez — solo tal vez — la balanza se inclinaría a su favor. Reír para sobrevivir. Llorar para convencer. Ser inolvidable.

Todos los ganadores, de una forma u otra, eran queridos por el Capitolio. Personalidades cautivadoras, apariencias fascinantes.

Convertir su insípido ser en eso , y aprender todo lo que pudiera de Finnick, tal vez la salvaría de morir el primer día.